CONTRAFUERTE - RazonEs de SER
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AÑO DOS MONTERREY NUEVO LEÓN MÉXICO<br />
Contacto: contrafuerte1@gmail.com<br />
Como quien oye llover OCTAVIO PAZ<br />
Óyeme como quien oye llover,<br />
ni atenta ni distraída,<br />
pasos leves, llovizna,<br />
agua que es aire, aire que es tiempo,<br />
el día no acaba <strong>de</strong> irse,<br />
la noche no llega todavía,<br />
figuraciones <strong>de</strong> la niebla<br />
al doblar la esquina,<br />
figuraciones <strong>de</strong>l tiempo<br />
en el recodo <strong>de</strong> esta pausa,<br />
óyeme como quien oye llover,<br />
sin oírme, oyendo lo que digo<br />
con los ojos abiertos hacia a<strong>de</strong>ntro,<br />
dormida con los cinco sentidos <strong>de</strong>spiertos,<br />
llueve, pasos leves, rumor <strong>de</strong> sílabas,<br />
aire y agua, palabras que no pesan:<br />
lo que fuimos y somos,<br />
los días y los años, este instante,<br />
tiempo sin peso, pesadumbre enorme,<br />
óyeme como quien oye llover,<br />
relumbra el asfalto húmedo,<br />
el vaho se levanta y camina,<br />
la noche se abre y me mira,<br />
eres tú y tu talle <strong>de</strong> vaho,<br />
tú y tu cara <strong>de</strong> noche,<br />
tú y tu pelo, lento relámpago,<br />
cruzas la calle y entras en mi frente,<br />
pasos <strong>de</strong> agua sobre mis párpados,<br />
<strong>CONTRAFUERTE</strong><br />
Cyberfanzine literatura-artes plásticas<br />
óyeme como quien oye llover,<br />
el asfalto relumbra, tú cruzas la calle,<br />
es la niebla errante en la noche,<br />
como quien oye llover<br />
es la noche dormida en tu cama,<br />
es el oleaje <strong>de</strong> tu respiración,<br />
tus <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> agua mojan mi frente,<br />
tus <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> llama queman mis ojos,<br />
tus <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> aire abren los párpados <strong>de</strong>l tiempo,<br />
manar <strong>de</strong> apariciones y resurrecciones,<br />
óyeme como quien oye llover,<br />
pasan los años, regresan los instantes,<br />
¿oyes tus pasos en el cuarto vecino?<br />
no aquí ni allá: los oyes<br />
en otro tiempo que es ahora mismo,<br />
oye los pasos <strong>de</strong>l tiempo<br />
inventor <strong>de</strong> lugares sin peso ni sitio,<br />
oye la lluvia correr por la terraza,<br />
la noche ya es más noche en la arboleda,<br />
en los follajes ha anidado el rayo,<br />
vago jardín a la <strong>de</strong>riva<br />
entra, tu sombra cubre esta página.<br />
En días como este Rodolfo Jiménez Morales<br />
)<br />
NUMERO 84<br />
-¿Falta mucho? Preguntó fastidiada, era la tercera vez que lo hacía en la última media hora. Y sólo era sólo<br />
una forma <strong>de</strong> ser irónica, <strong>de</strong>seaba que Juan se sintiera peor que ella en ese momento. Un brillante riachuelo <strong>de</strong><br />
sudor se <strong>de</strong>sprendió <strong>de</strong> la nuca <strong>de</strong> Juan, iniciando un camino que <strong>de</strong>sembocaba en su cuello moreno, mojando<br />
la espalda, los hombros, <strong>de</strong>jándose beber por la camisa <strong>de</strong> tela ligera, esa tela tan fácil <strong>de</strong> maltratar y arrugarse.<br />
-¿No te da cosa sudar así? Su rostro se encontraba mojado y con el cabello pegado a la cara. Podían abrir<br />
las ventanillas para refrescar un poco el ambiente, pero hubiera sido un error, ya que el polvo suelto se alzaba<br />
entusiasmado con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> entrar y atorarse en cada rincón <strong>de</strong>l pequeño automóvil color rojo.
Página 2<br />
<strong>CONTRAFUERTE</strong><br />
-¡Dios mío! Si yo estuviera en tu lugar ya hubiera buscado algo, no sé, algún<br />
<strong>de</strong>sodorante, un talco. Alguna cosa <strong>de</strong>be existir para que <strong>de</strong>jes <strong>de</strong> sudar tan a lo<br />
bestia.<br />
Un par <strong>de</strong> horas atrás se habían <strong>de</strong>tenido para estirar las piernas y fumar un cigarrillo<br />
con la esperanza <strong>de</strong> aligerar la tensión. De nada había servido. Ante ellos la<br />
carretera se perdía en un árido camino <strong>de</strong> polvo y sol. Habían salido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las<br />
cinco <strong>de</strong> la mañana (Juan quería aprovechar el día), y se suponía que para las<br />
nueve ya estarían metidos en algún pozo <strong>de</strong> aguas termales, o instalándose en la<br />
cabaña que los alojaría por el fin <strong>de</strong> semana. -¿Y per<strong>de</strong>r media hora como pen<strong>de</strong>jos?<br />
Deberías saber que ya estoy hasta la madre <strong>de</strong> tu dichoso paseíto.<br />
Juan tragó saliva e inició un movimiento <strong>de</strong>stinado a encen<strong>de</strong>r la radio, pero se<br />
<strong>de</strong>tuvo a medio camino, hubiera sido darle a Silvia una herramienta más para<br />
molestarlo. Y entonces sería <strong>de</strong>masiado, entonces quizá ya no podría seguir en el papel <strong>de</strong> esposo tolerante, y<br />
discutirían a gritos, se llamarían <strong>de</strong> cualquier manera, y todo se iría dulcemente al infierno. Juan lo que buscaba<br />
era precisamente otra cosa. Y para conseguirlo tenía que ser paciente, cuidadoso. El médico le había dicho<br />
que Silvia tendría momentos así, <strong>de</strong> acusada inestabilidad emocional. Juan <strong>de</strong>bía ser comprensivo, ella estaba<br />
muy resentida; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo el asunto <strong>de</strong> su infi<strong>de</strong>lidad no sólo había sido cosa seria, sino también <strong>de</strong>tonante<br />
<strong>de</strong>l intento <strong>de</strong> suicidio <strong>de</strong> su frágil mujercita, incapaz <strong>de</strong> tener hijos. Suspiró sintiéndose culpable. Después<br />
<strong>de</strong> todo amaba a Silvia, y en realidad para él no importaba tanto si tenían hijos o no. De hecho, esa no había<br />
sido la causa <strong>de</strong> su infi<strong>de</strong>lidad, se trataba <strong>de</strong> otra cosa, algo en la forma en que su esposa presionaba la pasta <strong>de</strong><br />
dientes y or<strong>de</strong>naba los libros, un no sé qué en su forma <strong>de</strong> besar, en su sonrisa burlona. Recordó con sarcasmo<br />
que el objetivo <strong>de</strong> "el paseíto" era resanar la relación.<br />
Pero a<strong>de</strong>más hay que tener en cuenta que hace un calor <strong>de</strong> los infiernos, y esa es la causa principal <strong>de</strong> la<br />
agresiva <strong>de</strong>sesperación <strong>de</strong> Silvia, <strong>de</strong>l fastidio blindado <strong>de</strong> Juan. La ropa se pega a la piel, incluso en las partes<br />
más íntimas, y con sus pliegues apelmazados se vuelve un sutil tormento; por si fuera poco Silvia se encuentra<br />
menstruando, y la sensación <strong>de</strong> incomodidad la hacen sentir sucia y pringosa; a<strong>de</strong>más el polvo alborota alre<strong>de</strong>dor<br />
<strong>de</strong>l auto y el sol es una mancha ardiente que lastima los ojos; el interior <strong>de</strong>l auto está cargado con esa<br />
atmósfera dulzona y pesada <strong>de</strong> la transpiración y el plástico y el perfume y el <strong>de</strong>sodorante <strong>de</strong> vainilla que cuelga<br />
<strong>de</strong>l espejo frente a Juan. A esto permitámonos añadir la tensión, un buen puñado <strong>de</strong> navajas para que llenen<br />
el espacio vacío entre la pareja.<br />
-Podrías intentar ser menos agresiva. -Podrías intentar <strong>de</strong> una puta vez llegar al pueblo al que quieres llevarnos.<br />
-Jalpeg. -Lo que sea.<br />
Juan había encontrado en alguna oficina un folleto a colores sobre Jalpeg, un pueblo colonial con balneario<br />
<strong>de</strong> aguas termales, cuevas, cascadas y ríos. En el folleto <strong>de</strong>cía también que se rentaban cabañas muy bien equipadas<br />
a precios bastante razonables, y al menos las fotografías eran también bastante prometedoras. Juan se<br />
había sentido afortunado por encontrar ese folleto, el único, aunque le parecía raro no encontrar en él ningún<br />
teléfono dón<strong>de</strong> pedir informes, o al menos el logotipo <strong>de</strong> alguna promotora turística, aunque pensándolo bien<br />
era un <strong>de</strong>talle muy propio <strong>de</strong>l tipo <strong>de</strong> publicidad que manejaban: El folleto anunciaba a<strong>de</strong>más que puesto que<br />
Jalpeg no aparecía en ningún mapa, representaba el lugar i<strong>de</strong>al para quien <strong>de</strong>seara un <strong>de</strong>scanso pleno <strong>de</strong> intimidad<br />
y belleza, lejos <strong>de</strong>l estrés citadino. Se incluía un croquis que explicaba cómo llegar al pueblecillo, y era<br />
imposible per<strong>de</strong>rse. Si uno iba por la carretera a Sarabia sólo había que tomar la <strong>de</strong>sviación en el kilómetro 23,<br />
y ahí seguir <strong>de</strong>recho durante media hora.
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<strong>CONTRAFUERTE</strong><br />
Pero hacía tres horas que iban sobre la dichosa <strong>de</strong>sviación.-No entiendo cómo se te ocurrió la brillante i<strong>de</strong>a<br />
<strong>de</strong> venir a un lugar que no conoces, <strong>de</strong>l que nunca antes has oído hablar. Date cuenta dón<strong>de</strong> nos encontramos,<br />
Juan. Estamos en medio <strong>de</strong> la nada. No pudiste haber encontrado mejor lugar para que nos asalten o algo peor.<br />
Y con este calorcito <strong>de</strong> la chingada... ¿Para esta clase <strong>de</strong> pen<strong>de</strong>jadas me hiciste levantar tan temprano en sábado?,<br />
como si no tuviera suficiente con...-Basta.<br />
Replicó Juan en voz baja e intensa. Había <strong>de</strong>tenido el auto y con ambas manos sobre el volante miraba el<br />
tablero. Las venas <strong>de</strong>l cuello y brazos <strong>de</strong>lataban la ira contenida. Silvia había logrado su objetivo. -Voy a dar<br />
vuelta y regresaremos a casa para olvidarnos <strong>de</strong> todo esto, ¿quieres? Incluso te <strong>de</strong>jaré sola, no sé, rento un<br />
cuarto <strong>de</strong> hotel, me voy a casa <strong>de</strong> un amigo, procuraré <strong>de</strong>saparecer un par <strong>de</strong> días. Sólo te pido que no vuelvas<br />
a <strong>de</strong>cir una sola palabra el resto <strong>de</strong>l camino, ¿entien<strong>de</strong>s? Ni una sola palabra.<br />
Guardaron silencio, Juan seguía con las manos soldadas al volante y la mirada extraviada en su propia furia.<br />
Silvia se regocijaba interiormente, y aunque el calor era todavía insoportable, estaba contenta, había <strong>de</strong>scargado<br />
algo <strong>de</strong>l veneno tragado cuando intentó suicidarse. -¿Ya viste?<br />
Juan levantó la cabeza y miró por la ventanilla, vio un niño rubio, sin camisa, que caminaba en dirección a<br />
ellos. -Po<strong>de</strong>mos preguntarle si falta mucho para llegar -dijo Silvia emocionada.<br />
Juan cerró los ojos y tragó bilis, eran ese tipo <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles los que le habían animado a buscar otros brazos.<br />
Hubiera querido encen<strong>de</strong>r el auto y dar presurosa marcha atrás, pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo el niño estaba ya muy<br />
cerca, y él no tenía nada que ver con sus problemas maritales. -¿Van para Jalpeg?<br />
Preguntó el niño antes <strong>de</strong> que Silvia pudiese bajar la ventanilla y abrir la boca. -Sí amiguito, ¿falta mucho?<br />
-Como 20 minutos sobre este camino. ¿Me pue<strong>de</strong>n llevar con uste<strong>de</strong>s? Yo también voy para allá.<br />
La mano <strong>de</strong> Silvia se cerró sobre la rodilla <strong>de</strong> Juan en un gesto que significaba "compláceme". Así que la<br />
puerta <strong>de</strong>l auto se abrió y el pequeño, como <strong>de</strong> ocho años, pudo subir a la parte trasera <strong>de</strong>l auto. Ninguno <strong>de</strong> los<br />
dos <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> notar que el pequeño no parecía incomodo por el calor, a pesar <strong>de</strong> ir sin camisa; notaron también<br />
que la piel <strong>de</strong>l niño no estaba sucia ni tostada por el sol, por el contrario, era una piel lozana y fresca, como si<br />
se tratara <strong>de</strong> un recién nacido. Juan pensó que quizá el niño pertenecía a un campamento <strong>de</strong> gitanos, o tal vez<br />
era el hijo <strong>de</strong> otros vacacionistas; no era posible que fuera habitante <strong>de</strong> la región, todos los vecinos a la redonda<br />
eran morenos y <strong>de</strong> ojos color miel, el pequeño los tenía azul claro.<br />
-¿Cómo te llamas? Preguntó Silvia, súbitamente animada con la presencia <strong>de</strong>l niño.<br />
-No lo sé, pero supongo que lo sabré más tar<strong>de</strong>. Por ahora sólo sé que estaba esperándolos. Juan dirigió una<br />
mirada <strong>de</strong> reojo a su mujer, quien también sopesaba la enigmática respuesta <strong>de</strong>l niño. Eran palabras que si bien<br />
no parecían tener sentido iban cargadas <strong>de</strong> un fuerte significado, a<strong>de</strong>más era un vocabulario nada común para<br />
alguien con esa edad.
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<strong>CONTRAFUERTE</strong><br />
El sol caía sin piedad sobre el camino <strong>de</strong>sierto, asando el automóvil <strong>de</strong> Juan, colorado insecto mecánico.<br />
Era un día violento por naturaleza, <strong>de</strong> sangre hirviente y cosas que cobran vida bajo el malsano calor <strong>de</strong>l eterno<br />
verano. Era un día como un incendio, como el infierno <strong>de</strong> dos personas unidas por cientos <strong>de</strong> minúsculas heridas.<br />
Y Juan, fastidiado al fin, sacó un cigarrillo, abrió la ventana y aspiró con fuerza la bocanada <strong>de</strong> humo y<br />
polvo. -Tú vives en Jalpeg, ¿verdad?<br />
Preguntó, mirando por el espejo retrovisor cómo el pequeño respondía afirmativamente con la cabeza.-¿Y<br />
qué andabas haciendo hasta acá solo? Tus papas <strong>de</strong>ben estar preocupados. -Estaba esperándolos a uste<strong>de</strong>s.<br />
Respondió el niño, cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás, como soñando <strong>de</strong>spierto. Juan sonrió<br />
con labios torcidos, expresando así su opinión. Silvia tomó la caja <strong>de</strong> cigarrillos y encendió uno, miraba a su<br />
esposo como si esperará un reproche en cualquier momento, a la <strong>de</strong>fensiva.<br />
-¿No cree que hace un calor <strong>de</strong> locos, señor? -dijo el pequeño, todavía con los ojos cerrados- En días como<br />
este pasan cosas muy raras. -Sé a lo que te refieres -respondió Juan, intentando sin éxito encen<strong>de</strong>r el auto, sin<br />
que le importase ocultar su enojo-. Cosas raras. Como per<strong>de</strong>rse en la carretera, buscando un pueblo fantasma.<br />
¿Y todo para qué? Para volverte loco, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> locos, buscando salvar una relación que ya no existe porque<br />
hace mucho se fue a la mierda.<br />
-Juan...<br />
La mano <strong>de</strong> Silvia se volvió a posar sobre la rodilla <strong>de</strong> su esposo, pero<br />
esta vez era algo cálido. Su voz sonó suave, conciliadora. Pero Juan ya<br />
no podía <strong>de</strong>tenerse. -Sí jovencito, tiene usted razón. Son días como<br />
este los que <strong>de</strong>sacreditan la vida y <strong>de</strong>muestran que lo mejor <strong>de</strong> uno es<br />
sólo basura. -No me refiero a eso, señor. ¿Conoce usted la leyenda sobre<br />
el <strong>de</strong>monio que tenían los antiguos indios <strong>de</strong> esta región? Decían<br />
que una vez al año, en días como este, <strong>de</strong> un calor insoportable, el <strong>de</strong>monio<br />
regresaba a caminar sobre la tierra, que se encarnaba <strong>de</strong> una<br />
mazorca <strong>de</strong> maíz y tomaba forma humana.<br />
-Cuántos años tienes, ¿eh?<br />
Preguntó Juan. Silvia no podía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirar al niño, sin camisa, <strong>de</strong>lgado, <strong>de</strong> cabello rubio, que en ese instante<br />
abría los ojos y mostraba una <strong>de</strong>ntadura blanca, reluciente.<br />
-No lo sé con exactitud, nunca me he preocupado por eso. -Pues a mí me pareces muy chico para andar con<br />
esas historias <strong>de</strong> diablos que nacen <strong>de</strong> una mazorca y todo lo <strong>de</strong>más. Deberías preocuparte por no alejarte <strong>de</strong>masiado<br />
<strong>de</strong> tus padres.<br />
Silvia guardaba silencio, sabía que Juan estaba muy enojado, <strong>de</strong> otra forma no estaría discutiendo tonterías<br />
con un niño <strong>de</strong>sconocido. Y aunque le gustaba jugar con la paciencia <strong>de</strong> su esposo, también tenía miedo <strong>de</strong> forzar<br />
<strong>de</strong>masiado la cuerda, la perspectiva <strong>de</strong> per<strong>de</strong>rlo era <strong>de</strong>masiado para ella. Precisamente por eso, en cuanto<br />
supo <strong>de</strong> las infi<strong>de</strong>lida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Juan, la inseguridad y el temor la habían llevado a las puertas <strong>de</strong>l suicidio. Imaginaba<br />
que todo era culpa <strong>de</strong> su nula fertilidad, y sumergida en un mar <strong>de</strong> autocompasión se amargaba día con<br />
día. Pero en ese momento <strong>de</strong>dicaba toda su atención al pequeño que ocupaba el asiento trasero <strong>de</strong> su auto, no<br />
había podido evitar que su presencia le recordara su imposibilidad para engendrar.
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<strong>CONTRAFUERTE</strong><br />
-Yo no me preocupo por muchas cosas, señor. ¿Por qué habría <strong>de</strong> hacerlo? Es maravilloso sentir todo esto,<br />
el viento, el sol, la tierra bajo mis pies, el movimiento <strong>de</strong> mis propios músculos al caminar...<br />
Silvia no pudo evitar, impulsada por el comentario, mirar los pies <strong>de</strong>l pequeño. Pudo ver entonces que no<br />
sólo iba <strong>de</strong>scalzo, sino que a<strong>de</strong>más un fino vello rubio cubría por completo sus pantorrillas y tobillos; los <strong>de</strong>dos<br />
<strong>de</strong> los pies, gruesos poseedores <strong>de</strong> amarillentas y afiladas uñas, se mostraban anormalmente gran<strong>de</strong>s. Sin<br />
embargo Silvia se guardó el comentario, el niño la había sorprendido mirando y le <strong>de</strong>dicó una sonrisa inquietante.<br />
-A<strong>de</strong>más estaba esperándolos, señor. Eso es algo que no pue<strong>de</strong> reprocharme.<br />
Juan sonrió, no ganaba nada discutiendo con un niño fantasioso. Volvió a intentar encen<strong>de</strong>r el auto y arrojó<br />
el resto <strong>de</strong>l cigarrillo por la ventana. -Así como los antiguos indios esperaban al <strong>de</strong>monio año con año, yo los<br />
esperaba a uste<strong>de</strong>s. ¿No cree que es curioso, señor, que a todo lo que el hombre no entien<strong>de</strong> se le quiera atribuir<br />
origen sobrenatural? Podría no ser el <strong>de</strong>monio lo que cada año temían los indios.<br />
El sudor seguía acumulándose en sus ropas, y esa sensación en la piel, <strong>de</strong>sagradable, pegajosa. Un vientecillo<br />
ardiente se colaba por las ventanas, y el sol aun era esa herida supurante, roja. Juan había comenzado a<br />
sentirse incómodo con la presencia <strong>de</strong>l pequeño, le molestaba esa soltura para hablar, la indiferencia que mostraba<br />
hacia el calor. En realidad le molestaba todo, que el auto no encendiera, que estuvieran en medio <strong>de</strong><br />
Quiénsabedón<strong>de</strong>, que no pudiera <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser la persona que era. Incluso le molestaba que el intento <strong>de</strong> suicidio<br />
<strong>de</strong> su esposa hubiera sido sólo eso, un intento. -Bueno, ya sé que cuando hablan <strong>de</strong>l <strong>de</strong>monio no se refieren a<br />
un diablo con cuernos y cola, sino a la encarnación <strong>de</strong>l mal. Pero eso es una tontería, el mal no existe; hubo<br />
pueblos que esperaban los días como este llenos <strong>de</strong> emoción, listos para celebrar un ciclo más <strong>de</strong> fecundidad,<br />
el matrimonio entre la diosa madre tierra y el gran dios cornudo. Entonces también se hablaba <strong>de</strong> seres que<br />
aparecían en los caminos y extraviaban a los viajeros, o que violaban mujeres y enloquecían a quienes tenían la<br />
mala fortuna <strong>de</strong> encontrárselos; pero la gente <strong>de</strong> entonces no pensaba que se tratara <strong>de</strong> criaturas <strong>de</strong>l mal, para<br />
ellos eran los hijos <strong>de</strong> la diosa madre tierra, los que una vez por año salen a experimentarlo todo, a saborear el<br />
gusto <strong>de</strong> la carne ajena y propia, a experimentar la condición humana... ¿Suena bien, no? Nada <strong>de</strong> cuentos sobrenaturales<br />
y <strong>de</strong>monios, únicamente la condición humana. Al menos a mí eso es lo que me suce<strong>de</strong>, no sé<br />
cómo tengo conocimiento <strong>de</strong> las cosas, cierro los ojos y todo llega <strong>de</strong> repente, como un recuerdo, como si antes<br />
ya hubiera estado aquí, pero todo es nuevo, cada sensación es un mundo <strong>de</strong>sconocido que acrecienta mi apetito.<br />
Uste<strong>de</strong>s, por ejemplo, tienen un aroma violento, amargo, y por alguna razón que <strong>de</strong>sconozco me estaban<br />
<strong>de</strong>stinados. ¿No es eso una maravilla?<br />
Silvia y Juan se miraron buscando la calma que otorga un terreno conocido, una cara tantas veces mirada,<br />
pulida por nuestros ojos hasta ser convertida en espejo; luego ambos miraron al niño. El auto se negaba a dar<br />
señales <strong>de</strong> vida.<br />
-Bienvenidos a Jalpeg. Dijo el niño, con esa sonrisa <strong>de</strong> enormes dientes húmedos.