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arte revolucionario y arte socialista - Memoria para Reincidentes

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Editorial<br />

Ediciones<br />

Arte y Revolución<br />

Los que formamos p<strong>arte</strong> de Contraimagen y del Partido de Trabajadores por el Socialismo consideramos que los<br />

problemas del <strong>arte</strong> y la cultura son inherentes a los grandes problemas y procesos de la realidad social. Con la idea de forjar<br />

un espacio de encuentro entre estudiantes, artistas y trabajadores, cuestionando las barreras artificiales que se<strong>para</strong>n el<br />

saber del trabajo, y la creación artística de la producción social, hemos fundado Centros Culturales y Casas<br />

Socialistas en todo el país. En ellas se recrean las ideas del marxismo, se realizan charlas, debates, ciclos de<br />

cine, y otros eventos que permiten difundir distintas experiencias críticas del <strong>arte</strong> y la cultura. También<br />

impulsamos la revista “El Fantasma de la Libertad”, la Cátedra Libre Karl Marx -Arte y Revolución,<br />

abordando los problemas del <strong>arte</strong> desde una visión marxista.<br />

Además en estos años venimos realizando distintos audiovisuales que difunden y apoyan las luchas<br />

obreras más significativas de nuestro país como Zanón, Brukman, los Mineros de Río Turbio,<br />

entre otras; y recientemente “Insubordinados” sobre la heroica lucha de los jóvenes<br />

trabajadores de TVB (ex-Jabón Federal) por la reincorporación de los 38 despedidos.<br />

Además realizamos el documental “Revolución y Guerra Civil en España” al<br />

cumplirse 70 años de esa gran gesta revolucionaria; y también están en proceso<br />

“Setentistas” sobre la lucha y organización de los trabajadores en los ‘70<br />

y la experiencia del clasismo en Argentina y “Oktubre” sobre la<br />

Revolución Rusa de 1917, entre otros proyectos.<br />

Indice<br />

3 Arte Arte Arte y y Capitalismo<br />

Capitalismo<br />

Elementos Elementos <strong>para</strong> <strong>para</strong> una<br />

una<br />

crítica crítica marxista marxista marxista del del <strong>arte</strong><br />

<strong>arte</strong><br />

(Marx, (Marx, Engels, Engels, L LLenin<br />

L Lenin<br />

enin y y T TTrotsky)<br />

T Trotsky)<br />

rotsky)<br />

por Ariane Díaz, 2005<br />

(Inst. del Pensamiento Socialista)<br />

9 Cultura Cultura y y y Socialismo<br />

Socialismo<br />

de León Trotsky,<br />

1926/27<br />

13 13 Cultura Cultura Cultura proletaria proletaria y y <strong>arte</strong> <strong>arte</strong> proletario<br />

proletario<br />

de León Trotsky,<br />

1923/24 (extractos)<br />

19 19 Arte Arte Arte <strong>revolucionario</strong> <strong>revolucionario</strong> y y <strong>arte</strong> <strong>arte</strong> <strong>socialista</strong><br />

<strong>socialista</strong><br />

de León Trotsky,<br />

1923/24 (extractos)<br />

25 25 La a burocracia burocracia totalitaria totalitaria y y el el <strong>arte</strong><br />

<strong>arte</strong><br />

de León Trotsky,<br />

México 1938<br />

26 26 26 Manifiesto Manifiesto por por una una <strong>arte</strong> <strong>arte</strong> <strong>revolucionario</strong><br />

<strong>revolucionario</strong><br />

independiente<br />

independiente<br />

de André Breton y León Trotsky,<br />

México 1938<br />

En estos últimos años la decadencia del neoliberalismo<br />

desgarró las ideas posmodernas y arrastró hacia la<br />

crisis a los apologistas de la visión de un <strong>arte</strong><br />

autosuficiente que nada tiene que ver con el mundo<br />

real y con la vida.<br />

La ilusión posmoderna de un <strong>arte</strong> individualista y<br />

aséptico se desmorona ante los últimos grandes<br />

acontecimientos sociales: la guerra y la opresión<br />

imperialista en Medio Oriente, los jóvenes estudiantes,<br />

trabajadores e inmigrantes que hoy alzan su voz en el<br />

corazón del imperialismo (Francia y Estados Unidos) y<br />

retoman aquellos sueños de la juventud del Mayo<br />

Francés.<br />

Ante las luchas obreras en Argentina y Latinoamérica,<br />

los gobiernos post neoliberales se enmascararon tras<br />

nuevos aires populistas, nacionalistas y demagógicos,<br />

mientras que muchos de los “especialistas” de <strong>arte</strong> que<br />

en los 90’ hablaban de un <strong>arte</strong> “híbrido” y “liberado de<br />

lo social”, hoy se desdicen queriendo subirse al carro<br />

oportunista de una cultura “nacional y popular”.<br />

Todo un ideario se hunde, pero se oculta en nuevas<br />

trampas ideológicas y políticas.<br />

Buscando caminos <strong>para</strong> comprender y cambiar la<br />

realidad, sectores de las nuevas generaciones intentan<br />

retomar las ideas del marxismo, de la lucha por eliminar<br />

la explotación del hombre por el hombre y por<br />

conquistar un nuevo sistema social de abundancia<br />

material, de nuevas relaciones honestas y profundas<br />

entre los hombres que a la vez permita el libre desarrollo<br />

del <strong>arte</strong> y la cultura.<br />

Sin embargo los escribas del orden han cuestionado<br />

sistemáticamente las ideas de la revolución social y el


Contra-Imagen<br />

comunismo mediante una identificación simplona e<br />

interesada con el stalinismo, queriendo asimilar al<br />

marxismo con la farsa de un materialismo vulgar y<br />

antidialéctico divulgado por los seguidores de Stalin.<br />

Con este folleto queremos contribuir al debate y la<br />

difusión de la crítica y el análisis marxista sobre el <strong>arte</strong><br />

y la cultura, reivindicando a su vez la vigencia de sus<br />

ideas en la perspectiva de recuperar y recrear al<br />

marxismo <strong>revolucionario</strong>.<br />

En principio publicamos la primera charla del curso<br />

“Arte y Capitalismo. Elementos <strong>para</strong> una crítica<br />

marxista del <strong>arte</strong>” realizado en el IPS (Instituto del<br />

Pensamiento Socialista Karl Marx). Se planteará<br />

cómo los autores “clásicos” del marxismo <strong>revolucionario</strong><br />

-Marx, Engels, Lenin y Trotsky- tuvieron siempre una<br />

visión dialéctica y no dogmática de los problemas del<br />

<strong>arte</strong> y la cultura, reflexionando, entre otras cosas, sobre<br />

la vinculación del <strong>arte</strong> con el desarrollo histórico, el <strong>arte</strong><br />

como forma de trabajo no alienado, como forma de<br />

conocimiento y su relación con la política.<br />

Debatiendo con distintas corrientes y autores, en<br />

distintos momentos, sus aportes están muy lejos de la<br />

visión mecanicista y dogmática que impuso la<br />

regimentación stalinista del <strong>arte</strong>, justificada mediante<br />

la teoría del Realismo Socialista, estilo “oficial y único”<br />

impuesto a los artistas en la URSS, donde a partir de<br />

la traición de la revolución se estrangularon las diversas<br />

expresiones, tendencias y grupos artísticos que<br />

proliferaron en los años inmediatos posteriores a 1917.<br />

Incluso la crítica al realismo <strong>socialista</strong> no se debe limitar<br />

a la URSS ya que un proceso como la llamada<br />

“Revolución Cultural China”, dirigida por Mao Tse-Tung,<br />

constituyó también un claro ejemplo de deformación<br />

del marxismo y de opresión burocrática hacia el <strong>arte</strong>,<br />

que también adaptó allí al “realismo <strong>socialista</strong>” en<br />

nombre de una supuesta “cultura proletaria” 1 .<br />

Luego publicamos el texto de León Trotsky “Cultura y<br />

Socialismo” (1926) publicado en la compilación<br />

“Escritos Filosóficos”, donde a partir del análisis del<br />

concepto de cultura, su relación con el <strong>arte</strong> y con el<br />

desarrollo de la técnica, queda planteado que la cultura<br />

es un instrumento de opresión de clase pero también<br />

el instrumento de la emancipación <strong>socialista</strong>.<br />

También publicamos extractos de dos capítulos del libro<br />

“Literatura y Revolución” de León Trotsky (1923/24) que<br />

de alguna manera sintetizan las visiones centrales de<br />

la tradición marxista “clásica” y las aplica a las<br />

discusiones que se dieron posteriormente a la<br />

Revolución, sobretodo con los distintos grupos o<br />

círculos de vanguardia artística y con las distintas<br />

posiciones que existían dentro del partido.<br />

Trotsky y Lenin van a promover la libre experimentación<br />

en el <strong>arte</strong> pero marcando los limites y contradicciones<br />

del <strong>arte</strong> nuevo, la imposibilidad de un “<strong>arte</strong> oficial” o<br />

“una cultura proletaria”.<br />

Toda esta orientación política del Estado obrero hacia<br />

los artistas y la cultura será barrida y atacada<br />

posteriormente por Stalin, como señala León Trotsky<br />

en el texto que presentamos “La burocracia totalitaria<br />

y el <strong>arte</strong>” (1938) que planteará una breve pero tenaz<br />

crítica al “realismo <strong>socialista</strong>”.<br />

Para finalizar, un texto imprescindible de 1938 escrito<br />

en México, fruto de las entrevistas entre el “Águila y el<br />

León”. El <strong>revolucionario</strong> ruso León Trotsky durante su<br />

exilio junto a André Breton, líder del movimiento<br />

Surrealista, firmarán el “Manifiesto por un Arte<br />

Revolucionario Independiente” un llamado a los<br />

artistas resistentes, en respuesta y oposición a las<br />

atrocidades del stalinismo, al fortalecimiento del<br />

fascismo y al acercamiento de la Segunda Guerra<br />

Mundial.<br />

Adherimos a su vigente proclama final:<br />

“La independencia del <strong>arte</strong><br />

por la revolución<br />

y la revolución por la liberación<br />

definitiva del <strong>arte</strong>”.<br />

Contra-Imagen<br />

Notas:<br />

1 Palabras de Mao Tse-Tung: “Nuestros artistas y escritores<br />

tienen que cumplir esta tarea, tienen que cambiar de posición,<br />

pasarse gradualmente al lado de los obreros, campesinos y<br />

soldados, al lado del proletariado, adentrándose en ellos,<br />

incorporándose a la lucha práctica y estudiando el marxismo y<br />

la sociedad. Solo así podremos tener un <strong>arte</strong> y una literatura<br />

que de verdad están al servicio de los obreros, campesinos y<br />

soldados, un <strong>arte</strong> y una literatura verdaderamente proletarios”<br />

(pag. 23,24)<br />

Refiriéndose a la cuestión del frente único con artistas que no<br />

pertenecen al partido dice: “…tenemos que unirnos con ellos<br />

sobre cuestiones propias del campo artístico y literario, las<br />

referentes a la técnica y al estilo en el <strong>arte</strong>; como somos<br />

partidarios del realismo <strong>socialista</strong>, que una p<strong>arte</strong> de ellos no<br />

aprueba, el alcance de la unidad se reducirá aún más.”<br />

(pag. 40,41)<br />

Mao Tse-Tung, “Intervenciones en el foro de Yenán sobre<br />

<strong>arte</strong> y literatura (1942)”<br />

Editorial Anagrama, Serie Documentos, Barcelona, 1974.


Ediciones<br />

Arte y Revolución<br />

Arte y Capitalismo<br />

Elementos <strong>para</strong> una crítica marxista del <strong>arte</strong><br />

El nombre del curso es “Arte y Capitalismo. Elementos<br />

<strong>para</strong> una crítica marxista del <strong>arte</strong>”. ¿Por qué ese nombre y<br />

no, por ejemplo, “Capitalismo y estética marxista”? Varias<br />

de las respuestas las vamos a ver a lo largo del curso. Demos<br />

una primera razón inicial que es bastante conocida: la<br />

“estética” es una división particular de la filosofía que trata el<br />

problema de “lo bello”. Pero Marx no estaba de acuerdo con<br />

las divisiones entre distintas disciplinas científicas y filosóficas,<br />

o entre distintas ramas dentro de la filosofía. Además<br />

consideraba que la “filosofía” tradicional (que como sistema,<br />

junto con una ontología debía tener una gnoseología, una<br />

ética, una estética, etc.), era más bien una filosofía<br />

“contemplativa” que es lo que él va a criticar, como recordarán,<br />

sobre todo en las “Tesis sobre Feuerbach”. Entonces, si bien<br />

hay autores marxistas que hablan de una “estética marxista”<br />

aunque discutiendo con su significado tradicional, es bastante<br />

difícil decir que en Marx exista una “estética”. Sí hay<br />

elementos que él analiza y que van a ser muy importantes<br />

<strong>para</strong> pensar el problema del <strong>arte</strong> desde el marxismo, pero<br />

de ahí a que sea una estética y en el sentido normativo,<br />

como en general se entiende, hay un trecho.<br />

Por otro lado, los autores que vamos a ver hoy, Marx, Engels,<br />

Lenin y Trotsky 1 , no se dedican especialmente a temas de<br />

<strong>arte</strong>. Tratan de éste en el marco de otras discusiones. Los<br />

que vamos a ver en este primer encuentro son textos donde<br />

se están tomando otro tipo de problemas y donde el <strong>arte</strong><br />

aparece como un comentario o un ejemplo, o bien en<br />

polémicas políticas o teóricas que hay con distintas corrientes.<br />

I. Definiciones posibles<br />

¿Qué es el <strong>arte</strong>? ¿Qué expresa el <strong>arte</strong> y cómo? ¿Qué<br />

relación tiene el <strong>arte</strong> con la realidad o con la sociedad? ¿Qué<br />

tiene el marxismo <strong>para</strong> decir respecto al <strong>arte</strong>?<br />

Veamos qué posibles respuestas a estas preguntas iniciales<br />

vamos encontrando.<br />

- Arte y desarrollo histórico<br />

¿Cuál es el punto básico de donde van a partir estos<br />

autores respecto al tratamiento del <strong>arte</strong>? De que las<br />

consideraciones sobre el <strong>arte</strong> deben tener en cuenta que<br />

éste tiene una determinada relación con la realidad y que es<br />

imposible, desde la definición misma del marxismo, pensarlo<br />

por fuera de la sociedad y del desarrollo histórico. Marx y<br />

Engels, por ejemplo, van a criticar teorías anteriores que si<br />

bien hablaban de la historia lo hacían en términos idealistas<br />

y que llevaban a suponer espíritus, genios o absolutos, como<br />

en el caso del primer romanticismo alemán, de fuerte tradición<br />

<strong>arte</strong> y capitalismo<br />

por Ariane Díaz<br />

1º charla del curso dictado en el IPS<br />

(Instituto del Pensamiento Socialista Karl Marx)<br />

Bs. As, Julio de 2005<br />

filosófica en el ámbito en el que Marx y Engels se formaron y<br />

con la que luego discutieron. Lenin y Trotsky van a criticar,<br />

por ejemplo, a las versiones de “<strong>arte</strong> puro” o “<strong>arte</strong> por el <strong>arte</strong>”<br />

que surgieron en el siglo XIX. Pero los cuatro piensan que<br />

no puede considerarse al <strong>arte</strong> si no es de manera histórica,<br />

relacionado con una determinada forma de organización<br />

social, y que las visiones que ven al <strong>arte</strong> como un “espíritu”<br />

que se expresa a través de un genio artista, o un “alma bella”<br />

que está mas allá de nosotros y del “sucio” mundo cotidiano,<br />

es como creer en algún Dios. Entonces van a dedicarse<br />

mucho a señalar las relaciones establecidas dentro del<br />

desarrollo histórico en el cual está inserto, a veces en términos<br />

más amplios, pensando en grandes períodos, a veces más<br />

específicos, el <strong>arte</strong> frente a un determinado momento decisivo<br />

como una guerra, una revolución, etc. Este, uno diría, es un<br />

punto básico <strong>para</strong> partir de todo marxista, pero en cómo se<br />

describe esta relación surgen varias de las clásicas polémicas<br />

dentro del marxismo, y fuera de él, respecto al <strong>arte</strong>.<br />

Es muy importante esta discusión también por<br />

tergiversaciones posteriores según las cuales lo que importa<br />

es la “estructura económica” y que todo lo demás son<br />

derivaciones superestructurales secundarias y<br />

mecánicamente derivadas, tomando la famosa metáfora de<br />

Marx de base y superestructura. El <strong>arte</strong> entraría dentro de<br />

estas expresiones “secundarias”.<br />

Veamos. Marx en los Gründrisse 2 , mientras desarrolla lo que<br />

se conoce como su noción de “desarrollo histórico desigual”,<br />

se pregunta por el <strong>arte</strong> griego como problema como ejemplo<br />

de esta “desigualdad”: ¿cómo puede ser que a nosotros nos<br />

siga impactando de alguna manera el <strong>arte</strong> griego si las<br />

condiciones sociales en las que se hizo pasaron hace siglos<br />

y ya no son las actuales? Si uno tiene una visión mecánica<br />

de base/superestructura tendría que decir “bueno, el <strong>arte</strong><br />

griego ya no interesa, no nos produce nada, porque se<br />

hicieron en unas condiciones sociales políticas y económicas<br />

que están lejos nuestro que ya no podemos entender”. “¿Qué<br />

puede hacer Vulcano frente a la Roberts & Co.?”, se pregunta<br />

Marx, y com<strong>para</strong> los mitos en los que se basaba el <strong>arte</strong> griego<br />

con empresas capitalistas de su época. Pero Marx plantea,<br />

ensayando una respuesta, que lo que existe es un desarrollo<br />

desigual en los distintos terrenos mencionados: que hay un<br />

desarrollo histórico desigual entre determinadas estructuras<br />

de relaciones sociales, determinadas formas de producción<br />

y los desarrollos culturales, artísticos, políticos y jurídicos.<br />

La famosa metáfora base/superestructura, “una base sobre<br />

la que se yergue todo un edificio”, no puede verse de ninguna<br />

manera como una cosa mecánica. No da una solución<br />

acabada sobre el <strong>arte</strong> griego, es un manuscrito que se termina<br />

ahí. Plantea algo así como que el <strong>arte</strong> griego hace referencia<br />

2|3


Contra-Imagen<br />

a algo que después de todo es nuestra historia como<br />

humanidad, su “niñez”, que siguen produciendo reacciones<br />

aunque ya las condiciones no sean las mismas. Pero más<br />

allá del problema del <strong>arte</strong> griego en particular, con estos<br />

planteos lo que queda de manifiesto es que su visión estaba<br />

lejos de considerar los períodos históricos como bloques<br />

uniformes donde sólo basta saber qué modo de producción<br />

rige <strong>para</strong> entender el resto de los fenómenos sociales.<br />

Va a ser una tergiversación posterior de antimarxistas pero<br />

también de ciertas corrientes dentro del propio marxismo<br />

atribuirle una lectura mecanicista, lo cual fue muy útil <strong>para</strong><br />

los que atacan el legado de Marx: es la mejor forma de<br />

eliminar al marxismo de la discusión sobre el <strong>arte</strong>. Si el<br />

marxismo establece una relación mecánica entre base y<br />

superestructura, en realidad no tendría ningún sentido<br />

analizar el <strong>arte</strong> (ni la ciencia, ni la filosofía), porque solamente<br />

importarían las relaciones de producción de un determinado<br />

momento. Quedaría así demostrado que el marxismo<br />

desdeña esos terrenos y podemos entonces eliminar ese<br />

molesto adversario. Bueno, lejos están Marx, Engels, Lenin<br />

y Trotsky de plantear una posición semejante, o de que el<br />

<strong>arte</strong> tenga que adecuarse mecánicamente a las posiciones<br />

políticas, otro “problema” que se le endilga al marxismo. De<br />

hecho todos los ejemplos que dan muestran más bien lo<br />

contrario. Estos autores consideran que el <strong>arte</strong> tiene una<br />

especificidad en la que debe analizarse, sí teniendo en cuenta<br />

su relación con la sociedad, las condiciones de producción y<br />

el sujeto artífice con sus propios condicionamientos sociales,<br />

pero nunca de única manera ni de forma mecánica, y por<br />

ello se detienen en estas “desigualdades” y “contradicciones”.<br />

- Arte y trabajo<br />

Pero veamos: ¿qué es el <strong>arte</strong> como actividad<br />

humana? Una pregunta interesante a hacerse es si se puede<br />

considerar al <strong>arte</strong> como una forma de trabajo. Puede parecer<br />

raro si uno piensa en el marxismo como una crítica a las<br />

formas de trabajo y explotación en el capitalismo. Si uno tiene<br />

una visión más o menos positiva del <strong>arte</strong>, son cosas que no<br />

parecen poder ir juntas. El <strong>arte</strong> parece ser justamente aquello<br />

que se pueden hacer en los momentos de ocio, cuando uno<br />

no está trabajando, y el trabajo parece ser aquello que impide<br />

justamente que uno pueda dedicarse a ese tipo de<br />

actividades. Pero hay que pensar “trabajo” en Marx no<br />

solamente como la forma particular que adquiere en el<br />

capitalismo, sino como aquello que, según su propia<br />

concepción de la historia, se<strong>para</strong> al hombre como “especie”<br />

del conjunto de las otras especies: el hombre como aquel<br />

que se relaciona con la realidad a través del trabajo, o sea, a<br />

través de plasmar en algo externo al propio sujeto, su propia<br />

individualidad. Eso es la concepción de trabajo que tienen<br />

los fundadores del marxismo 3 , aquella capacidad que tiene<br />

el hombre y que lo distingue de expresar su propia<br />

subjetividad en algo externo a sí mismo, en algún objeto con<br />

el que trabaja y esa especial relación que tiene con la<br />

Naturaleza: el hombre con el trabajo modifica a la naturaleza<br />

y con eso se modifica a si mismo.<br />

Desde esta definición de trabajo, el <strong>arte</strong> como actividad<br />

humana podría pensarse como trabajo: después de todo es<br />

la plasmación de un determinado sentimiento, interés o<br />

preocupación, en un trabajo especifico con materiales que<br />

se “plasman” en una obra, fuera de uno, expresando algo de<br />

nuestra subjetividad allí.<br />

Esta distinción entre la noción de trabajo como actividad y<br />

del trabajo en las condiciones de la sociedad capitalista va a<br />

ser muy importante después porque el marxismo se va a<br />

dedicar a cuestionar la forma que adquiere el trabajo en la<br />

sociedad capitalista, donde uno está enajenado de ese<br />

producto social e individual. Pero la “alienación” tomada<br />

literalmente, en el sentido de “ponerse fuera de sí”, no es<br />

algo necesariamente negativo pensado en estos otros<br />

términos. Poner la subjetividad de uno “fuera de sí” es en<br />

realidad la forma característica en la que el hombre se<br />

desarrolla con la naturaleza a través de su trabajo. El<br />

problema es cuando eso le es quitado, o cuando no lo puede<br />

plasmar porque está obligado en un trabajo monótono, o<br />

donde no ve el producto de su trabajo, y donde la propia<br />

subjetividad que era la expresión de uno le es robada. Eso<br />

es lo que después va a hacer terrible la alineación en la forma<br />

de trabajo capitalista y por eso hay que acabar con ella. Pero<br />

la idea de poner fuera de si algo, que es lo que hace un<br />

artista en una obra, en realidad no solamente no es negativo<br />

sino que es una forma de realización de ese sujeto. De esa<br />

diferencia y oposición entre dos modos de trabajo que supone<br />

el capitalismo también surgen posiciones según las cuales<br />

el <strong>arte</strong> en sí mismo, por su forma de actividad creadora, es<br />

liberador por mera oposición.<br />

Ya en un terreno más concreto, el problema del <strong>arte</strong> como<br />

trabajo va a ser muy importante en las discusiones de las<br />

vanguardias. Sobre todo en el caso de las vanguardias rusas,<br />

porque van a estar discutiendo donde se había hecho una<br />

revolución obrera y donde el problema de las modificaciones<br />

en la forma de trabajo y las formas de considerarlo cobraban<br />

otro cariz. Va a haber muchas discusiones a partir de cómo<br />

tenía que ser el trabajo artístico, si tenía que igualarse o no<br />

al trabajo en las fábricas, si el trabajo en las fábricas tenia<br />

que ser o no como el trabajo artístico, etc.<br />

- Arte y conocimiento<br />

Marx en los Gründrisse plantea el <strong>arte</strong> como una forma<br />

de “apropiación de la realidad”. Dice que junto con la ciencia,<br />

la religión, la filosofía, el <strong>arte</strong> es otra de las formas de<br />

apropiación de esa realidad. Está entonces la idea de que el<br />

<strong>arte</strong> de alguna manera era una forma de conocimiento.<br />

Engels también se va a meter con un punto que va a ser<br />

central después en todas las discusiones del siglo XX, que<br />

es el caso en particular en el que hay una “contradicción”<br />

entre las intenciones subjetivas del propio autor que quiere<br />

expresar determinada cosa y la obra concreta que sale de<br />

ese trabajo.<br />

En una carta que escribe a Mina Kautsky que le había<br />

mandado una novela <strong>para</strong> que él criticara (una novela con<br />

un contenido social importante), Engels dice que de ninguna<br />

manera está en contra de la literatura de tendencia, o sea, la<br />

literatura que directa y explícitamente plantea sus objetivos<br />

políticos, pero que a él “le gusta más” cuando la tendencia<br />

no sale subjetivamente de la posición del autor sino “de la<br />

propia obra”. Es lo que se llama a partir de allí la “tendencia<br />

objetiva”, o sea, cuando una posición política no está<br />

explícitamente dicha sino que el desarrollo de los<br />

acontecimientos en una novela y de un buen trabajo con los<br />

materiales, por ejemplo, se plasman esas condiciones en la<br />

obra sin que el autor tenga que dar las soluciones a la<br />

situación planteada. Engels toma de ejemplo a Balzac, a<br />

quien considera tan bueno como realista que una tendencia<br />

sale de su propia obra sin que él explicite sus posiciones. Es<br />

más: incluso como individuo tiene una posición que es la<br />

contraria, porque Balzac es también un “realista” en el sentido<br />

de defensor de la realeza, y sin embargo en sus obras está<br />

tan bien trabajado el material que, en contra suya, muestra<br />

una situación de decadencia de la realeza como modelo social<br />

que es necesario terminar.<br />

Engels lo dice al pasar, pero al plantear que hay una<br />

contradicción entre las propias intenciones que tiene el artista<br />

y el resultado que obtiene de esa obra, “mete el dedo en la


llaga” en una discusión que va seguir sobre el <strong>arte</strong> como una<br />

forma de conocimiento, porque ya no puede considerarse<br />

sólo que el sujeto tiene determinadas intenciones y las<br />

plasma. Parece que a veces las quiere plasmar y sale lo<br />

contrario. Y se abre claro también la discusión sobre <strong>arte</strong> y<br />

política, que luego retomaremos en torno a las vanguardias.<br />

Este texto de Engels es importante porque posteriormente<br />

alrededor de categorías señaladas aquí, como la de tipos, y<br />

de ésta alabanza al realismo de Balzac, autores como Lukács<br />

van a desarrollar un modelo de crítica marxista de la literatura<br />

que generaría mucha polémica hacia los años ’30, pero eso<br />

lo retomaremos luego 4 .<br />

Como verán, se van dibujando en estas discusiones los polos<br />

contrapuestos posibles de varias concepciones artísticas: las<br />

posiciones más subjetivistas, como las del romanticismo, y<br />

las más objetivistas. Por ejemplo, si uno toma este argumento<br />

de Engels en un sentido “sociologista” y piensa que si no<br />

son las intenciones lo que está expresándose, lo que está<br />

en juego son las condiciones objetivas, sociales, históricas<br />

en ese momento y deja de importar el autor como tal,<br />

condicionado histórica y socialmente y expresando en una<br />

obra las condiciones históricas en las que surgió esa obra<br />

particular. Es difícil atribuirle tal posición a Engels por algunas<br />

observaciones hechas en una carta, porque ni él ni ninguno<br />

de los autores que vamos a tomar hoy va a considerar que<br />

se pueda pensar al <strong>arte</strong> ni con una visión subjetivista (de las<br />

intenciones expresadas en la obra), ni en una visión donde<br />

hay muy poco de subjetividad y la obra es mecánicamente<br />

expresión de las condiciones sociales (visión que se vio<br />

después sobre todo en la doctrina del “realismo <strong>socialista</strong>”<br />

según la cual las obras se delimitaban según eran: burguesas,<br />

pequeño burguesas, proletarias, o si estaban a favor o en<br />

contra de determinadas políticas, y sobre todo, a favor o en<br />

contra de Stalin), pero han existido esas lecturas y es p<strong>arte</strong><br />

de los problemas con que los marxistas nos encontramos al<br />

intentar definir al <strong>arte</strong> como actividad.<br />

Lenin es otro que suele ser citado explícitamente por los<br />

stalinistas como enunciador del “realismo <strong>socialista</strong>”, pero<br />

veamos sus desarrollos en una serie de escritos de discusión<br />

sobre Tolstoi donde plantea estos problemas. Son textos<br />

donde lo que prima es una discusión política con escritos de<br />

emigrados “blancos” sobre lo que significa el legado de<br />

Tolstoi; o sea que no es un texto donde se haya propuesto<br />

dar sus concepciones sobre <strong>arte</strong> sino que está discutiendo<br />

el caso de Tolstoi en contra de esta gente que lo reivindicaba<br />

<strong>para</strong> una política de derecha.<br />

Lo que va a hacer es tomar un poco el argumento que había<br />

dado Engels respecto a Balzac y dice: Tolstoi, que<br />

reivindicaba la vida campesina, y la política de “no violencia<br />

propia de los campesinos” en contra de la “violencia”<br />

supuestamente de las ciudades, sin embargo, es tan buen<br />

realista que a pesar de sus propias ideas políticas, queda<br />

plasmada en sus obras la imposibilidad <strong>para</strong> el campesinado<br />

de lograr un cambio a su favor por vía pacífica, por lo que la<br />

obra demostraría que tiene que aliarse al proletariado y hacer<br />

una revolución, concluye Lenin. Entonces dice, las propias<br />

contradicciones, alianzas y desencuentros que tuvo la<br />

revolución Rusa entre proletarios y campesinos, se ven<br />

plasmada en la obra de Tolstoi, incluso más allá de la propia<br />

ideología política sostenida explícitamente por el autor (Tolstoi<br />

es conocido por sus obras literarias, claro, pero también por<br />

su “doctrina” pacifista de resistencia, haciendo pie en las<br />

supuestas formas “tranquilas”, “apacibles” de las formas de<br />

vida rural en Rusia). Lo que dice Lenin es que en sus obras<br />

no se ve eso, sino que ya está tan agotado ese sistema y<br />

esas relaciones sociales bajo el zarismo que es imposible<br />

salir de esa situación si no es con una revolución social que<br />

Ediciones<br />

Arte y Revolución<br />

no va a ser pacífica, y que queda plasmado en su propia<br />

obra por la habilidad que tiene <strong>para</strong> “pintar” profundamente<br />

la realidad social. Lo mismo que Engels decía respecto a<br />

Balzac.<br />

Bueno, con este segundo caso entonces se nos abre todo<br />

un debate: 1º sobre la “forma particular de conocimiento” en<br />

que podría considerarse al <strong>arte</strong> y sobre sus formas de<br />

apropiación de la realidad; 2º sobre la contradicción entre la<br />

condiciones objetivas en las que se desarrolla una<br />

determinada obra y las intenciones subjetivas del autor en<br />

su trabajo con ella y 3º sobre las posibilidades políticas que<br />

tiene o no una determinada obra (porque si se acepta que<br />

sirve <strong>para</strong> conocer la realidad incluso más allá de los intereses<br />

del propio autor, tiene un significado <strong>para</strong> la revolución: a<br />

utilizar como “desmitificador”, o a combatir como forma de<br />

“engaño”).<br />

De hecho, a la luz del ejemplo, por lo visto ambos<br />

bandos ven estas “posibilidades” políticas: no era ingenuo ni<br />

por p<strong>arte</strong> de los adversarios con los que discute Lenin, ni de<br />

p<strong>arte</strong> de Lenin mismo, la “pelea” por Tolstoi, demostrando<br />

que siempre han existido luchas políticas e ideológicas<br />

alrededor de las lecturas de las obras, por más que se haya<br />

querido desde el siglo XIX pensar en el “<strong>arte</strong> por el <strong>arte</strong>”<br />

encerrado en alguna “torre de marfil” por fuera del “mundanal<br />

ruido” de la sociedad. Siempre que ha habido convulsiones<br />

sociales han estado incluidas discusiones sobre el <strong>arte</strong> en<br />

particular y éste ha querido ser utilizado desde distintos<br />

lugares, incluso en las visiones mas románticas y más de<br />

“torre de marfil”. En el romanticismo hay distintas tendencias,<br />

algunas más sociales, otras más de “refugio” del mundo, pero<br />

por ejemplo cuando fue la Comuna de París, en 1871, salvo<br />

Víctor Hugo, todos los que estaban a favor de La Comuna,<br />

que la veían bien en un primer momento, o que consideraban<br />

que el <strong>arte</strong> estaba mas allá de esas discusiones y que no se<br />

involucraron durante el período de ascenso de La Comuna,<br />

una vez que fue derrotada son brutales contra ella. Hay<br />

escritos sobre las mujeres de La Comuna como histéricas,<br />

los chicos como todos locos buscando sangre, serie de<br />

lecturas reiteradas que salen todas juntas después de la<br />

derrota. Muchos conocidos autores de ese momento utilizan<br />

sus plumas <strong>para</strong> hacer propaganda política cuando todo<br />

volvió al orden, y sirven de propaganda política al régimen<br />

que se estableció desde Versalles a sangre y fuego 5 .<br />

Entonces, una cosa es pretender por definición imponerle<br />

una línea política al <strong>arte</strong>, otra es creer aún ingenuamente<br />

que las discusiones alrededor del <strong>arte</strong> no tocan ni tienen nada<br />

que ver con la política, o que el <strong>arte</strong> puede permanecer al<br />

margen de ella.<br />

Pero volvamos un poco a Lenin <strong>para</strong> tomar otra<br />

discusión más gnoseológica. Lenin en estos artículos usa el<br />

término de “espejo” (el artículo se llama “Tolstoi, espejo de<br />

la revolución rusa”). La noción de espejo es bastante<br />

problemática <strong>para</strong> el marxismo. De hecho es la noción que<br />

después se va a usar en versiones de un marxismo<br />

mecanicista, según la cual la subjetividad es una especie de<br />

“tábula rasa” donde se refleja directamente, una realidad<br />

objetiva externa a ella. Detengámonos entonces un poco en<br />

esto.<br />

De estos mismos años donde Lenin escribe sobre Tolstoi,<br />

1908, también hay otro texto, “Materialismo o empiriocriticismo”,<br />

que es una discusión con una nueva tendencia<br />

idealista, los neokantianos o machistas (por Mach, filósofo)<br />

y que en sus versiones más exacerbadas planteaba que la<br />

realidad existía solamente porque uno la pensaba, y de que<br />

por lo tanto no podía darse cuenta de una realidad existente<br />

por fuera de uno. El texto de Lenin está muy pensado contra<br />

estas posiciones, que tenían cierta influencia dentro del<br />

4|5


Contra-Imagen<br />

partido bolchevique a través de Bogdanov, lo que lo hace un<br />

poco unilateral hacia el lado contrario: insiste en que el<br />

conocimiento es un reflejo de esa realidad que pre-existe<br />

más allá de que haya un sujeto <strong>para</strong> percibirla (aunque en el<br />

medio aparecen algunas referencias a Hegel y la dialéctica<br />

que podían ser referentes antineokantianos no positivistas).<br />

Dentro de los textos filosóficos de Lenin es este uno de los<br />

más cerrados, dando poco lugar al sujeto como “lado activo”<br />

en esa realidad. Ya <strong>para</strong> 1915 Lenin lee la “Ciencia de la<br />

Lógica” de Hegel y deja los “Cuadernos Filosóficos” como<br />

borradores de esa lectura, donde las posiciones de 1908<br />

están no “revisadas” (porque Lenin nunca dice que aquel<br />

libro estuviera mal), pero sí se dedica más amplia y<br />

específicamente a Hegel, la dialéctica y al sujeto como<br />

partícipe activo en el proceso de conocimiento 6 .<br />

Pero lo interesante es que sin tenerse que ir a 1915 hay ya<br />

un matiz en estos escritos sobre Tolstoi, donde no se puede<br />

decir que Lenin tenga una visión “mecanicista” del reflejo, en<br />

el sentido en que se suele entender y que va a acentuar el<br />

stalinismo luego apoyándose más en el materialismo vulgar<br />

que en el marxismo como impresión directa en la mente<br />

humana de la realidad. De hecho, en este texto sobre Tolstoi<br />

que es de 1908, usa el mismo término “espejo” pero empieza<br />

aclarando por qué usa esa palabra <strong>para</strong> definir algo (la obra<br />

de Tolstoi en este caso) que “en realidad deforma” la realidad,<br />

porque justamente a lo que se va a dedicar es a explicar el<br />

caso contradictorio de Tolstoi. Podrían agregarse otros<br />

ejemplos de que Lenin no es un “fiel exponente” de un<br />

materialismo mecanicista y discutir sus distintos escritos<br />

filosóficos, pero ya que estamos refiriéndonos a concepciones<br />

sobre el <strong>arte</strong>, queda claro que no tienen en este terreno una<br />

posición tal. Toda su polémica sobre Tolstoi no sería posible<br />

con una lectura mecánica.<br />

Como podemos ver en esta com<strong>para</strong>ción entre los planteos<br />

de Lenin y en los planteos de Marx y Engels que señalamos,<br />

las discusiones en el marxismo respecto al <strong>arte</strong> muchas veces<br />

tocan a discusiones sobre gnoseología, o sea, concepciones<br />

sobre la forma de conocimiento en particular <strong>para</strong> cuyo<br />

ejemplo muchas veces se da el <strong>arte</strong>. En lo que plantea Trotsky<br />

también está tal discusión, estrechamente relacionada con<br />

las visiones respecto al conocimiento que él tiene, y que en<br />

otros textos va a desarrollar específicamente, y va a ser esta<br />

visión uno de sus puntos más fuertes en el análisis artístico<br />

y que nos va a servir un poco de resumen de estas<br />

discusiones.<br />

II. Ni martillo ni espejo<br />

Trotsky empezó a escribir “Literatura y Revolución”<br />

en el 23’, y en el 24’ termina de escribirlo. En realidad no es<br />

un libro en principio, sino una serie de artículos de periódico<br />

por una serie de discusiones que había sobre el Proletkult,<br />

un movimiento muy importante en ese momento y que había<br />

traído una discusión alrededor de la “cultura proletaria”. Sale<br />

entonces por entregas, y los artículos van provocando<br />

discusiones dentro del propio partido, porque partidarios del<br />

Proletkult estaban relacionados con el partido bolchevique o<br />

dentro de él. Con toda la primera p<strong>arte</strong>, la introducción y la<br />

crítica a los simbolistas y a los formalistas, iba todo bien<br />

porque los simbolistas eran místicos y los formalistas fueron<br />

en general de la reacción, entonces con criticarlos no había<br />

ningún problema. Pero cuando se la agarra con los futuristas<br />

y con algunos de los vanguardistas empieza a haber<br />

discusiones dentro del propio partido. Van a ver que en la<br />

mayoría de las ediciones se incluyen como apéndices actas<br />

de reuniones partidarias que tomaban ese tipo de trabajo<br />

donde están estas discusiones. Trotsky empieza el libro<br />

diciendo que:<br />

“es ridículo, absurdo y hasta estúpido en el más alto grado<br />

pretender que el <strong>arte</strong> permanecerá indiferente a las<br />

convulsiones de nuestra época. Los acontecimientos se<br />

pre<strong>para</strong>n por los hombres, se realizan por los hombres y<br />

reinfluyen a su vez sobre los hombres y les hacen cambiar.<br />

El <strong>arte</strong>, directa o indirectamente, refleja la vida de los hombres<br />

que hacen o viven los acontecimientos. Esto es verdad de<br />

todo el <strong>arte</strong>, desde el más monumental al más íntimo. Si la<br />

naturaleza, el amor o la amistad no estuviesen ligados al<br />

espíritu social de una época, la poesía lírica hubiese dejado<br />

de existir hace largo tiempo. Un viraje profundo en la historia,<br />

es decir una nueva ordenación de las clases en la sociedad,<br />

altera la individualidad, sitúa la percepción de los temas<br />

fundamentales de la poesía lírica bajo un ángulo nuevo, y<br />

salva así al <strong>arte</strong> de una repetición eterna” 7 .<br />

Ese párrafo es muy importante primero porque marca este<br />

punto de partida de la relación del <strong>arte</strong> con la sociedad que<br />

habíamos visto en los marxistas anteriores, pero además<br />

porque parece invertir aquello que en general es visto como<br />

negativo hoy respecto al marxismo y su visión del <strong>arte</strong>: que<br />

pensar los problemas históricos y sociales pone algún tipo<br />

de coacción a la actividad artística y no deja plena libertad<br />

<strong>para</strong> desarrollar el trabajo artístico. En cambio Trotsky no<br />

sólo reafirma esta relación con lo social sino que lo pone en<br />

términos positivos, porque dice que esa relación con la<br />

sociedad es lo que “salva al <strong>arte</strong> de una repetición eterna”.<br />

Sin esa relación serían las mismas formas repitiéndose,<br />

cambiando nada más que de nombres pero con los mismos<br />

contenidos. En cambio, que cambien las condiciones sociales<br />

hace que se necesiten nuevas formas y nuevas expresiones<br />

<strong>para</strong> dar cuenta de ello, y es lo que salva que la poesía lírica<br />

por ejemplo, de ser siempre la misma expresión de un mismo<br />

“Yo” o una determinada gama de “Yo” posibles en una<br />

situación dada y que como género no se modifique, con lo<br />

cual probablemente ya hubiera muerto como género.<br />

Teníamos hasta ahora entonces en la discusión dos<br />

polos unilaterales que se vislumbraban como interlocutores<br />

en las discusiones que vimos: la idea del “martillo” como<br />

imagen de una subjetividad que moldea la realidad a voluntad<br />

a través del <strong>arte</strong> y el “espejo”, como imagen de una<br />

subjetividad que meramente copia esa realidad en una obra<br />

artística. Los románticos alemanes, por ejemplo, que basaban<br />

su sistema en el <strong>arte</strong> como el primer Schelling, o que<br />

pretendían modificar la sociedad a través de la educación<br />

“estética” como Shiller, y por otro lado por ejemplo las lecturas<br />

mecanicistas de la relación base / superestructura como la<br />

que posteriormente se leerá en los manuales stalinistas donde<br />

en el <strong>arte</strong> no había mucho que explicar. Ahora, ¿cual es la<br />

relación que Trotsky va a hacer en este problema “del martillo<br />

y el espejo”? Para él no es ninguna de las dos cosas lo que<br />

caracteriza a la actividad artística. Para definir qué es el <strong>arte</strong><br />

hay que considerar que se trata de una relación entre un<br />

sujeto, con determinados condicionamientos sociales, pero<br />

también con determinados sentimientos, inserto en ciertas<br />

tradiciones, con determinados intereses que quiere expresar<br />

en una obra, y que se enfrenta con un determinado material<br />

(los colores, el lenguaje, los tonos, etc., según las distintas<br />

<strong>arte</strong>s) y también toda la historia social que tienen esos<br />

materiales, las escuelas de donde vienen, los cánones<br />

aceptados o no aceptados, etc. Y es de esa relación entre lo<br />

“objetivo” y lo “subjetivo”, lo social y lo individual, que define<br />

el trabajo artístico, y esa relación es lo que explica que pueda<br />

haber resultados contradictorios a veces. Porque ¿cómo se


explicaría el caso de Balzac y de Tolstoi que habíamos dado<br />

antes? Es en el choque entre esos elementos subjetivos y<br />

objetivos, muchos de los cuales son individuales y muchos<br />

de los cuales son sociales, que se tienen que analizar en el<br />

<strong>arte</strong> específicamente. No es solamente la voluntad del sujeto,<br />

tampoco solamente un problema del material artístico<br />

concreto, ni la situación objetiva a nivel social en la que se<br />

encuentra. Lo que hay es una relación dialéctica entre esas<br />

cosas y el <strong>arte</strong> es un producto de ese choque, a veces choque,<br />

a veces “confraternización”, y por tanto debe analizarse en<br />

todos esos términos 8 .<br />

Analizarlo sólo en términos de la voluntad del autor es un<br />

error porque así entonces tendría que leer las intenciones<br />

del autor en una determinada obra y <strong>para</strong> eso no es necesario<br />

ver la obra sino que el autor nos diga que quiso expresar en<br />

ella. Quedarían por otro lado sin explicar así casos como los<br />

de Tolstoi o Balzac. Si se analizaran sólo por las condiciones<br />

sociales y políticas, no se podrían explicar casos como el del<br />

<strong>arte</strong> griego que había planteado Marx, ni los casos<br />

particulares que Trotsky va a analizar acá, por ejemplo el<br />

futurismo, que tuvo peso en Italia y Rusia pero justamente<br />

ligados a opciones políticas no sólo distintas sino<br />

contrapuestas (el fascismo y la revolución rusa,<br />

respectivamente).<br />

Trotsky utiliza esa misma relación de “interacción” entre lo<br />

objetivo y lo subjetivo cuando trata el tema del conocimiento<br />

al que considerará “un resultado”. Como decíamos antes de<br />

Lenin, también <strong>para</strong> Trotsky análisis artísticos sirven de<br />

ejemplo a los planteos que hace respecto a la teoría del<br />

conocimiento. En los “Cuadernos sobre Lenin, dialéctica y<br />

evolucionismo 1933-35”, que son unos borradores que deja<br />

sin concluir 9 , Trotsky plantea el problema de la dialéctica de<br />

la naturaleza y la dialéctica del propio conocimiento y se<br />

pregunta ¿cuál es la relación entre ambas? ¿Lo “pensado”<br />

es la mera copia de lo que existe en la naturaleza? ¿O uno<br />

construye la naturaleza a partir de su propio conocimiento?<br />

Su respuesta es que lo que hay es una “vívida interacción”<br />

entre esas dos dialécticas y el conocimiento humano es el<br />

resultado de ese “choque” entre el sujeto que conoce y la<br />

naturaleza con la que se enfrenta. Esto es en un libro que<br />

Ediciones<br />

Arte y Revolución<br />

escribe bastantes años después, son del 33’ al 35’ mientras<br />

que Literatura y Revolución es del 23’ al 24’. Pero son los<br />

mismos supuestos filosóficos los que utiliza.<br />

En muchas de las teorías de las que vamos a ver<br />

dentro del marxismo occidental y dentro de las discusiones<br />

de los postestructuralistas y posmodernistas van a ver que<br />

también hay siempre por detrás una discusión sobre teorías<br />

del conocimiento. Las discusiones sobre si puede haber un<br />

contenido o no en la obra, que se pueda interpretar o no de<br />

alguna manera, que responda a determinadas circunstancias,<br />

cómo es que el <strong>arte</strong> permite conocer determinadas<br />

condiciones, etc., siempre llevan por detrás una determinada<br />

noción de conocimiento, del <strong>arte</strong> como forma de apropiación<br />

de la realidad. Entonces siempre está muy ligada a<br />

concepciones filosóficas sobre el conocimiento más general,<br />

puesto o no explícitamente.<br />

III Crítica artística y marxismo<br />

Trotsky había planteado que el <strong>arte</strong> no es “ni martillo<br />

ni espejo”, que hay que considerarlo en las relaciones entre<br />

lo subjetivo y lo objetivo, lo individual y lo social, y que la<br />

Lenin enin TT<br />

Trotsky T rotsky Marx Marx Engels<br />

Engels<br />

obra en todo caso es un “resultado”. Y esto es lo importante,<br />

porque si es resultado no basta sólo con un análisis unilateral<br />

de una u otra fuerza que entra en su configuración, y por lo<br />

tanto supone que el <strong>arte</strong> tiene sus “propias reglas” y debe<br />

ser evaluado dentro de ellas. ¿Eso quiere decir que no puede<br />

analizarse desde ningún punto de vista histórico o social?<br />

Para nada, esas cosas tienen su importancia, como desde<br />

la introducción de “literatura y revolución” nos dice, y es lo<br />

que el marxismo puede decir del <strong>arte</strong> y lo que él intenta en<br />

su libro, por ejemplo: ¿por qué una determinada escuela<br />

surge en determinado momento?, ¿qué contradicciones<br />

sociales expresaba?, ¿por qué rompió con la anterior?, ¿qué<br />

cosas nuevas expresó? O sea, la ubicación histórica de una<br />

determinada escuela, su tendencia, incluso elementos<br />

subjetivos de alguna obra en particular. Pero no puede dar<br />

cuenta de todo el fenómeno artístico por sí solo con esos<br />

elementos.<br />

6|7


Contra-Imagen<br />

Veamos qué opciones de análisis se suelen manejar: una es<br />

hacer un análisis “sociologista”, que es la que en general se<br />

achaca al marxismo negativamente, que es analizar las<br />

condiciones de producción en las que se hace, los<br />

condicionamientos sociales, el origen de clase del autor, pero<br />

no alcanza solamente eso porque hay otras cosas, por<br />

ejemplo el trabajo con un material determinado. Para Trotsky<br />

no puede imponerse una lectura mecánica entre el <strong>arte</strong> y la<br />

base social, discutiendo explícitamente contra cierto<br />

mecanicismo que ve en algunas discusiones entre marxistas,<br />

entre una determinada base social y un determinado análisis<br />

artístico. Les puede servir decir a qué condiciones sociales<br />

pertenecía tal autor, pero eso no puede agotar su obra.<br />

Tampoco se puede hacer un análisis meramente psicologista,<br />

por ejemplo, porque incluso esto supone toda una discusión<br />

si una obra puede sostener o dar cuenta de una psicología<br />

del autor de la cual ni él es plenamente conciente. Entonces,<br />

pueden incluirse elementos, como Trotsky hace con<br />

Maiakovsky en su libro, por ejemplo, pero una vez más, no<br />

sólo esto. Si no el crítico se vuelve un psicólogo a distancia<br />

del autor.<br />

También se puede ver solamente el material y analizar<br />

solamente las formas, lo cual tampoco le parece y es lo que<br />

Trotsky le critica a los formalistas. Suena raro en un libro<br />

como Literatura y Revolución, que haya cierto rescate en<br />

algunos puntos sobre los formalistas. El grupo de los<br />

formalistas rusos en general estuvieron en contra de la<br />

revolución aunque eran en buena medida “base teórica” del<br />

futurismo (que sí estuvieron en su gran mayoría a favor de la<br />

revolución). Los formalistas en cambio se fueron a la<br />

inmigración y discutían explícitamente con el marxismo. Pero<br />

a gente que era un enemigo político, sin embargo, Trotsky<br />

les reconoce algo: que el análisis formal sí es importante <strong>para</strong><br />

el <strong>arte</strong>, el problema es que, otra vez, no es lo único. Les dice<br />

que si fuera solamente una cuestión de formalismos, <strong>para</strong><br />

ser artista bastaría con agarrar un diccionario, combinar<br />

algebraicamente una serie de palabras y así obtener una<br />

determinada novela. Entonces tampoco puede ser solamente<br />

formal el análisis. Pero sin embargo aparece una cierta<br />

reivindicación de una escuela como la formalista porque les<br />

reconoce el acento puesto en un aspecto sin duda importante.<br />

Leyendo este libro de Trotsky uno tiene la impresión que Stalin<br />

lo leyó completo y en profundidad, pero <strong>para</strong> hacer todo lo<br />

contrario, como veremos después en las políticas hacia las<br />

Trotsky y Lenin<br />

vanguardias y hacia al <strong>arte</strong> soviético todo, que <strong>para</strong> el año<br />

’34 se define como obligatoriamente “realista <strong>socialista</strong>” (que<br />

por supuesto no era ni realista ni <strong>socialista</strong>). Pero, como<br />

dijimos, no debe achacarse al marxismo los dis<strong>para</strong>tes de<br />

Stalin.<br />

Hasta aquí algunos de los elementos centrales de la tradición<br />

marxista “clásica” que en aspectos centrales encontramos<br />

resumidos en la visión que da Trotsky en Literatura y<br />

revolución, y que van a entrar en discusión explícita con las<br />

vanguardias rusas que tuvieron sus desarrollos más<br />

importantes en aquellos años.<br />

Notas:<br />

1 Para ubicarnos un poco podemos seguir a Perry Anderson y decir<br />

que estos autores son p<strong>arte</strong> de la tradición “clásica” del marxismo,<br />

en contraposición a otros que llamará “marxistas occidentales”. Es<br />

una denominación que habría que ver si es del todo adecuada.<br />

Anderson la da en Consideraciones sobre el marxismo occidental<br />

se<strong>para</strong>ndo a una generación, la de los 30’, posterior a lo que sería la<br />

generación “clásica” que terminaría con Lenin y Trotsky, aunque la<br />

se<strong>para</strong>ción a veces es arbitraria e incluye entre los occidentales gente<br />

que no debería estar ahí por distintos motivos, como Gramsci y<br />

Lukács. Sin embargo, la división es operativa <strong>para</strong> marcar este<br />

período histórico abierto hacia los años ’30, cuando las<br />

preocupaciones de varios autores marxistas van corriéndose de<br />

temáticas político – económicas a temáticas culturales que van a<br />

pasar a ser la predominante en los “marxistas occidentales” (México,<br />

Siglo XXI, 1984).<br />

2 México, Siglo XXI, 1979.<br />

3 En un texto como “El papel del trabajo en la transformación del<br />

mono en hombre”, vemos cómo Engels enhebra desde el uso<br />

determinado que se le daba a la mano <strong>para</strong> cazar, recolectar y hacer<br />

las primeras herramientas, hasta el desarrollo de las capacidades<br />

artísticas en la mano. Termina el texto diciendo que esa misma mano<br />

que en algunos momentos hace cientos de años agarró las primeras<br />

piedras, talló las primeras herramientas, es la que hoy pinta cuadros.<br />

Engels cita algunos músicos y pintores, queriendo dar cuenta que la<br />

capacidad artística no era emanación de algún “espíritu” que<br />

inspiraba al hombre, sino que es en el propio desarrollo histórico del<br />

hombre y de su trabajo que va desarrollando ese tipo de destreza.<br />

4 La polémica más conocida es la dada entre Bloch, Brecht y Lukács<br />

alrededor del expresionismo en una revista alemana, a fines de los<br />

’30.<br />

5 Ver Lidsky, Los escritores contra La Comuna, México, Siglo XXI,<br />

1971.<br />

6 De hecho, y aunque nos parezca una visión simplista y maniquea,<br />

muchos autores dicen que hay un corte de un Lenin más mecanicista<br />

de Materialismo y empirio-criticismo y uno “hegeliano” de estos<br />

Cuadernos…. Tal es el caso, por ejemplo, de Raya Dunayevskaya<br />

en Filosofía y revolución.<br />

7 Literatura y revolución, Bs. As., Crux, 1989.<br />

8 Conviene aclarar que lo “subjetivo” y “objetivo” en este tipo de<br />

discusiones a veces tiene distintas inflexiones. Un determinado estilo<br />

artístico puede considerarse algo subjetivo si se lo com<strong>para</strong> con<br />

una determinada estructura social actuante, por ejemplo, pero<br />

“objetivo” en el sentido que le viene “dado” si se lo está refiriendo a<br />

un artista particular que se forma en determinada escuela, etc. De la<br />

misma manera algo que puede ser considerado siempre subjetivo<br />

tal como la psicología de un autor, puede ser considerado “objetivo”<br />

si uno tiene la visión de que una psicología está dada única y<br />

mecánicamente por el origen de clase, por ejemplo. Trotsky<br />

justamente a lo que se refiere es que existen esos distintos tipos de<br />

niveles y que de sus relaciones surgen distintos tipos de<br />

combinaciones y que por eso el análisis de la obra no debe ceñirse<br />

a una u otra determinación aunque todas existan y actúen.<br />

9 En Escritos Filosóficos, Bs. As., CEIP, 2004.


Cultura y Socialismo<br />

Empecemos recordando que cultura significó<br />

originalmente campo arado y cultivado, en oposición a la<br />

floresta o al suelo virgen. La cultura se oponía a la<br />

Naturaleza, es decir, lo que el hombre había conseguido<br />

con sus esfuerzos se contrastaba con lo que había recibido<br />

de la Naturaleza. Esta antítesis fundamental conserva su<br />

valor hoy día.<br />

Cultura es todo lo que ha sido creado, construido, aprendido,<br />

conquistado por el hombre en el curso de su Historia, a<br />

diferencia de lo que ha recibido de la Naturaleza, incluyendo<br />

la propia historia natural del hombre como especie animal.<br />

La ciencia que estudia al hombre como producto de la<br />

evolución animal se llama antropología. Pero desde el<br />

momento en que el hombre se separó del reino animal -y<br />

esto sucedió cuando fue capaz de utilizar los primeros<br />

instrumentos de piedra y madera y con ellos armó los<br />

órganos de su cuerpo-, comenzó a crear y acumular cultura,<br />

esto es, todo tipo de conocimientos y habilidades <strong>para</strong> luchar<br />

con la Naturaleza y subyugarla.<br />

Cuando hablamos de la cultura acumulada por las<br />

generaciones pasadas pensamos fundamentalmente en sus<br />

logros materiales, en la forma de los instrumentos, en la<br />

maquinaria, en los edificios, en los monumentos... ¿Es esto<br />

cultura? Desde luego son las formas materiales en las que<br />

se ha ido depositando la cultura -cultura material-. Ella es la<br />

que crea, sobre las bases proporcionadas por la Naturaleza,<br />

el marco fundamental de nuestras vidas, nuestra vida<br />

cotidiana, nuestro trabajo creativo. Pero la p<strong>arte</strong> más<br />

preciosa de la cultura es la que se deposita en la propia<br />

conciencia humana, los métodos, costumbres, habilidades<br />

adquiridas y desarrolladas a partir de la cultura material<br />

preexistente y que, a la vez que son resultado suyo, la<br />

enriquecen. Por tanto, consideraremos como firmemente<br />

demostrado que la cultura es un producto de la lucha del<br />

hombre por la supervivencia, por la mejora de sus<br />

condiciones de vida, por el aumento de poder. Pero de estas<br />

bases también han surgido las clases. A través de su proceso<br />

de adaptación a la Naturaleza, en conflicto con las fuerzas<br />

exteriores hostiles, la sociedad humana se ha conformado<br />

como una compleja organización clasista. La estructura de<br />

clase de la sociedad ha determinado en alto grado el<br />

contenido y la forma de la historia humana, es decir, las<br />

relaciones materiales y sus reflejos ideológicos. Esto<br />

significa que la cultura histórica ha poseído un carácter de<br />

clase.<br />

La sociedad esclavista, la feudal, la burguesa, todas han<br />

engendrado su cultura correspondiente, diferente en sus<br />

distintas etapas y con multitud de formas de transición. La<br />

sociedad histórica ha sido una organización <strong>para</strong> la<br />

cultura y socialismo<br />

Ediciones<br />

Arte y Revolución<br />

León Trotsky - Publicado en 1926/27 *<br />

explotación del hombre por el hombre. La cultura ha servido<br />

a la organización de clase de la sociedad. La sociedad de<br />

explotadores ha creado una cultura a su imagen y<br />

semejanza. ¿Pero debemos estar por esto en contra de toda<br />

la cultura del pasado?<br />

Aquí existe, de hecho, una profunda contradicción. Todo lo<br />

que ha sido conquistado, creado, construido por los<br />

esfuerzos del hombre y que sirve <strong>para</strong> reforzar el poder del<br />

hombre, es cultura. Sin embargo, dado que no se trata del<br />

hombre individual, sino del hombre social, dado que en su<br />

esencia la cultura es un fenómeno sociohistórico y que la<br />

sociedad histórica ha sido y continúa siendo una sociedad<br />

de clases, la cultura se convierte en el principal instrumento<br />

de la opresión de clase. Marx dijo: “Las ideas dominantes<br />

de una época son esencialmente las ideas de su clase<br />

dominante.” Esto también se aplica a toda la cultura en su<br />

conjunto. Y, no obstante, nosotros decimos a la clase obrera:<br />

asimila toda la cultura del pasado, de otra forma no<br />

construirás el socialismo. ¿Cómo se explica esto?<br />

Sobre esta contradicción mucha gente ha dado un traspié,<br />

y si los tropezones son tan frecuentes es porque se enfoca<br />

la concepción de la sociedad de clases de una forma<br />

superficial, semiidealista, olvidando que lo fundamental de<br />

ella es la organización de la producción. Cada sociedad de<br />

clases se ha constituido sobre determinados métodos de<br />

lucha contra la Naturaleza, y estos métodos se han ido<br />

modificando siguiendo el desarrollo de la técnica. ¿Qué es<br />

lo primero, la organización clasista de una sociedad o sus<br />

fuerzas productivas? Sin duda, sus fuerzas productivas.<br />

Sobre ellas es sobre lo que, dependiendo de su desarrollo,<br />

se modelan y remodelan las sociedades. En las fuerzas<br />

productivas se expresa de forma material la habilidad<br />

económica de la Humanidad, su habilidad histórica, <strong>para</strong><br />

asegurarse la existencia. Sobre estos cimientos dinámicos<br />

se levantan las clases que, en su interrelación, determinan<br />

el carácter de la cultura.<br />

Y ahora, antes que nada, nos tenemos que preguntar con<br />

respecto a la técnica: ¿es únicamente un instrumento de la<br />

opresión de clase? Basta exponer tal problema <strong>para</strong> que se<br />

conteste inmediatamente: No; la técnica es la principal<br />

conquista de la Humanidad; aunque hasta el momento haya<br />

servido como instrumento de explotación, al mismo tiempo<br />

es la condición fundamental <strong>para</strong> la emancipación de los<br />

explotados. La máquina estrangula al esclavo asalariado<br />

dentro de su puño; pero el esclavo sólo puede liberarse a<br />

través de la máquina. Aquí está la raíz del problema.<br />

Si no olvidamos que la fuerza impulsora del proceso histórico<br />

es el desarrollo de las fuerzas productivas, liberando al<br />

hombre de la dominación de la Naturaleza, entonces<br />

8|9


Contra-Imagen<br />

encontramos que el proletariado necesita conocer la<br />

totalidad de los conocimientos y técnicas creadas por la<br />

Humanidad en el curso de su historia, <strong>para</strong> elevarse y<br />

reconstruir la vida sobre los principios de la solidaridad.<br />

“¿Impulsa la cultura a la técnica, o es la técnica la que<br />

impulsa a la cultura?” Plantea una de las preguntas que<br />

tengo ante mí por escrito. Es erróneo plantear la cuestión<br />

de tal forma. La técnica no puede ser enfrentada a la cultura,<br />

ya que constituye su principal instrumento. Sin técnica no<br />

existe cultura. El desarrollo de la técnica impulsa la cultura.<br />

Y la ciencia o la cultura general levantadas sobre la base<br />

de la técnica, constituyen, a su vez, una potente ayuda <strong>para</strong><br />

el desarrollo posterior de la técnica. Nos encontramos ante<br />

una interacción dialéctica.<br />

Camaradas, si queréis un ejemplo sencillo, pero expresivo<br />

de las contradicciones contenidas en la propia técnica, no<br />

encontraréis otro mejor que el de los ferrocarriles. Si veis<br />

los trenes de pasajeros de Europa occidental, apreciaréis<br />

que tienen coches de diferentes “Clases”. Estas clases nos<br />

traen a la memoria las clases de la sociedad capitalista.<br />

Los coches de primera son <strong>para</strong> los privilegiados círculos<br />

superiores; los de segunda clase, <strong>para</strong> la burguesía media;<br />

los de tercera, <strong>para</strong> la pequeña burguesía, y los de cuarta,<br />

<strong>para</strong> el proletariado, que antiguamente fue llamado, con muy<br />

buena razón, el Cuarto Estado. En sí mismos, los<br />

ferrocarriles suponen una conquista técnico-cultural colosal<br />

<strong>para</strong> la Humanidad y en un solo siglo han transformado la<br />

faz de la Tierra. Pero la estructura clasista de la sociedad<br />

también repercute en la de los medios de comunicación; y<br />

nuestros ferrocarriles soviéticos aún están muy lejos de la<br />

igualdad no sólo porque utilicen los coches heredados del<br />

pasado, sino también porque la N. E. P. pre<strong>para</strong> el camino<br />

<strong>para</strong> la igualdad, pero no la realiza.<br />

Antes de la época del ferrocarril la civilización se desenvolvía<br />

junto a las costas de los mares y las riberas de los grandes<br />

ríos. El ferrocarril abrió continentes enteros a la cultura<br />

capitalista. Una de las principales causas, si no la principal,<br />

del atraso y la desolación del campo ruso es la carencia de<br />

ferrocarriles, carreteras y caminos vecinales. Así, las<br />

condiciones en que viven la mayoría de las aldeas son<br />

todavía precapitalistas. Tenemos que vencer lo que es<br />

nuestro mayor aliado y a la vez nuestro más grande<br />

adversario: nuestros grandes espacios. La economía<br />

<strong>socialista</strong> es una economía planificada. La planificación<br />

supone principalmente comunicación; y los medios de<br />

comunicación más importantes son las carreteras y los<br />

ferrocarriles. Toda nueva línea de ferrocarril es un camino<br />

hacia la cultura, y en nuestras condiciones también un<br />

camino hacia el socialismo. Además, al progresar la técnica<br />

de las comunicaciones y la prosperidad del país, el entorno<br />

social de nuestros ferrocarriles cambiará: desaparecerá la<br />

se<strong>para</strong>ción en distintas “clases”, todo el mundo podrá viajar<br />

en coches cómodos... y ello si en ese momento la gente<br />

todavía viaja en tren y no prefiere el aeroplano, cuando sea<br />

accesible a todos.<br />

Tomemos otro ejemplo: los instrumentos del militarismo, los<br />

medios de exterminio. En este campo, la naturaleza clasista<br />

de la sociedad se expresa de un modo especialmente<br />

candente y repulsivo. Sin embargo, no existe sustancia<br />

destructiva (explosiva o venenosa), cuyo descubrimiento no<br />

haya sido en sí mismo una importante conquista científica y<br />

técnica. Las sustancias explosivas o las venenosas también<br />

se usan <strong>para</strong> fines creativos y han abierto nuevas<br />

posibilidades en el campo de la investigación.<br />

El proletariado sólo puede tomar el poder quebrando la vieja<br />

maquinaria del Estado clasista. Nosotros hemos llevado a<br />

cabo esta tarea como nadie lo había hecho antes. Sin<br />

embargo, al construir la maquinaria del nuevo Estado hemos<br />

tenido que utilizar, en un grado bastante considerable,<br />

elementos del viejo. La futura reconstrucción <strong>socialista</strong> de<br />

la maquinaria estatal está estrechamente ligada a nuestras<br />

realizaciones políticas, económicas y culturales.<br />

No debemos destrozar la técnica. El proletariado ha tomado<br />

posesión de las fábricas equipadas por la burguesía en el<br />

mismo estado en que las encontró la revolución. El viejo<br />

equipo todavía nos sirve. Este hecho nos muestra de manera<br />

gráfica y directa que no podemos renunciar a la “herencia”.<br />

Sin embargo, la vieja técnica, en el estado en que la hemos<br />

encontrado, es completamente inadecuada <strong>para</strong> el<br />

socialismo, al constituir una cristalización de la anarquía de<br />

la economía capitalista. La competencia entre diferentes<br />

empresas a la busca de ganancias, la desigualdad de<br />

desarrollo entre los distintos sectores de la economía, el<br />

atraso de ciertos campos, la atomización de la agricultura,<br />

la apropiación de fuerza humana, todo ello encuentra en la<br />

técnica una expresión de hierro y bronce. Pero mientras la<br />

maquinaria de la opresión de clase puede ser destrozada<br />

por un golpe <strong>revolucionario</strong>, la maquinaria productiva de la<br />

anarquía capitalista sólo puede ser reconstruida en forma<br />

gradual. El período de restauración en base al viejo equipo<br />

no ha hecho más que colocarnos ante el umbral de esta<br />

enorme tarea. Debemos completarla cueste lo que cueste.<br />

La cultura espiritual es tan contradictoria como la material.<br />

Y si de los arsenales y de los almacenes de la cultura<br />

material tomamos y ponemos en circulación no arcos y<br />

flechas, ni instrumentos de piedra, o de la Edad de Bronce,<br />

sino las herramientas más desarrolladas y de técnica más<br />

moderna de que podemos disponer, en lo referente a la<br />

cultura espiritual debemos actuar de la misma forma.<br />

El fundamental elemento de la cultura de la vieja sociedad<br />

era la religión. Poseyó una importancia suprema como forma<br />

de conocimiento y unidad humana; pero por encima de todo,<br />

en ella se reflejaba la debilidad del hombre frente a la<br />

Naturaleza y su impotencia dentro de la sociedad. Nosotros<br />

rechazamos totalmente la religión y todos sus sustitutos.<br />

Con la filosofía resulta distinto. De la filosofía creada por la<br />

sociedad de clases debemos tomar dos elementos<br />

inapreciables: el materialismo y la dialéctica. Gracias a la<br />

combinación orgánica de ambos, Marx creó su método y<br />

levantó su sistema. Y éste es el método que sustenta al<br />

leninismo.<br />

Si pasamos a examinar la ciencia, en el estricto sentido del<br />

término, es obvio que nos encontramos ante una enorme<br />

reserva de conocimientos y técnicas acumuladas por la<br />

Humanidad a través de su larga existencia. Es verdad que<br />

se puede mostrar que en la ciencia, cuyo propósito es el<br />

conocimiento de la realidad, hay muchas adulteraciones<br />

tendenciosas de clase. Si hasta los ferrocarriles expresan<br />

la posición privilegiada de unos y la pobreza de otros, esto<br />

que aparece todavía más claro en la ciencia, cuyo material<br />

es en gran p<strong>arte</strong> más flexible que el metal y la madera con<br />

los que están hechos los coches de tren. Pero tenemos que<br />

reconocer el hecho de que el trabajo científico se alimenta<br />

fundamentalmente de la necesidad de lograr el conocimiento<br />

de la Naturaleza. Aunque los intereses de clase han<br />

introducido y todavía introducen tendencias falsas hasta en<br />

las ciencias naturales, este proceso de falsificación está<br />

restringido a unos límites tras los cuales empezaría a impedir<br />

directamente el proceso tecnológico. Si examináis, las<br />

ciencias naturales de arriba abajo, desde la acumulación<br />

de hechos elementales hasta las generalizaciones más<br />

elevadas y complejas, cuanto más cercana a la materia y a<br />

los hechos permanece, más fidedignos son los resultados<br />

finales, y, por el contrario, cuanto más amplias son las


generalizaciones y más se<br />

aproxima la ciencia natural a<br />

la filosofía, más sujetas están<br />

a la influencia de los<br />

intereses de clase.<br />

Las cosas son más<br />

complicadas y difíciles al<br />

acercarnos a las ciencias<br />

sociales y a las llamadas<br />

“humanidades”. También en<br />

esta esfera, por supuesto, lo<br />

fundamental es conseguir el<br />

conocimiento de lo existente.<br />

Gracias a este hecho<br />

tenemos la brillante escuela<br />

de los economistas<br />

burgueses clásicos. Pero los<br />

intereses de clase, que<br />

actúan mucho más<br />

directamente y con mayor<br />

vigor en el campo de las<br />

ciencias sociales que en el de<br />

las ciencias naturales, pronto<br />

frenaron el desarrollo del<br />

pensamiento económico de<br />

la sociedad burguesa. Sin<br />

embargo, en este campo los<br />

comunistas estamos mejor<br />

equipados que en ningún<br />

otro. Los teóricos <strong>socialista</strong>s,<br />

despertados por la lucha<br />

obrera, han partido de la<br />

ciencia burguesa <strong>para</strong><br />

después criticarla, y han<br />

creado a través de los<br />

trabajos de Marx y Engels el<br />

potente método del<br />

materialismo histórico y la<br />

espléndida aplicación de este<br />

método en El Capital. Esto no<br />

significa, desde luego, que<br />

estemos vacunados contra la<br />

influencia de las ideas<br />

burguesas en el campo de la<br />

economía y la sociología. En absoluto; a cada paso, las<br />

más vulgares tendencias del socialismo profesional y de la<br />

pequeña burguesía Narodniki, han puesto en circulación<br />

entre nosotros los viejos “tesoros” del conocimiento,<br />

aprovechando <strong>para</strong> colar su mercancía en las deformadas<br />

y contradictorias relaciones de la época de transición. A<br />

pesar de todo, en esta esfera contamos con los criterios<br />

indispensables del marxismo verificados y enriquecidos por<br />

las obras de Lenin. Y rebatiremos con más vigor a los<br />

economistas y a los sociólogos vulgares si no cerramos los<br />

ojos a la experiencia cotidiana y si consideramos el<br />

desarrollo mundial como una totalidad, sabiendo distinguir<br />

sus rasgos fundamentales bajo los que no son más que<br />

simples cambios coyunturales.<br />

En general, en el campo del derecho, la moral o la ideología,<br />

la situación de la ciencia burguesa es todavía más<br />

lamentable que en el de la economía. Para encontrar una<br />

perla de conocimiento auténtico en estas esferas es<br />

necesario rebuscar en decenas de estercoleros<br />

profesionales.<br />

La dialéctica y el materialismo son los elementos básicos<br />

del conocimiento marxista del mundo. Pero esto no significa<br />

que puedan ser aplicados a cualquier campo del<br />

Ediciones<br />

Arte y Revolución<br />

conocimiento como si se tratara de una llave maestra. La<br />

dialéctica no puede ser impuesta a los hechos, sino que<br />

tiene que ser deducida de ellos, de su naturaleza y<br />

desarrollo.<br />

Solamente una concienzuda labor sobre una enorme masa<br />

de materiales posibilitó a Marx aplicar el sistema dialéctico<br />

a la economía, y extraer la concepción del valor como trabajo<br />

social. Marx construyó de la misma forma sus obras<br />

históricas, e incluso sus artículos periodísticos. El<br />

materialismo dialéctico únicamente puede ser aplicado a<br />

nuevas esferas del conocimiento si nos situamos dentro de<br />

ellas. Para superar la ciencia burguesa es preciso conocerla<br />

a fondo; y no llegaréis a ninguna p<strong>arte</strong> con críticas<br />

superficiales mediante órdenes vacías. El aprender y el<br />

aplicar van codo a codo con el análisis crítico. Tenemos el<br />

método, pero el trabajo a realizar es suficiente <strong>para</strong> varias<br />

generaciones.<br />

La crítica marxista en la ciencia debe ser vigilante y prudente,<br />

de otra forma podría degenerar en nueva charlatanería, en<br />

famusovismo 1 . Tomad la psicología; incluso la reflexología<br />

de Pavlov está completamente dentro de los cauces del<br />

materialismo dialéctico; rompe definitivamente la barrera<br />

existente entre la fisiología y la psicología. El reflejo más<br />

10|11


Contra-Imagen<br />

simple es fisiológico, pero un sistema de reflejos es el que<br />

no da la “consciencia”.<br />

La acumulación de la cantidad fisiológica da una nueva<br />

cantidad “psicológica”. El método de la escuela de Pavlov<br />

es experimental y concienzudo. Poco a poco se va<br />

avanzando en las generalizaciones: desde la saliva de los<br />

perros a la poesía -a los mecanismos mentales de la poesía,<br />

no a su contenido social-, aun cuando los caminos que nos<br />

conducen a la poesía aún no hayan sido desvelados.<br />

La escuela del psicoanalista vienés Freud procede de una<br />

manera distinta. Da por sentado que la fuerza impulsora de<br />

los procesos psíquicos más complejos y delicados es una<br />

necesidad fisiológica. En este sentido general es<br />

materialista, incluso la cuestión de si no da demasiada<br />

importancia a la problemática sexual en detrimento de otras,<br />

es ya una disputa dentro de las fronteras del materialismo.<br />

Pero el psicoanalista no se aproxima al problema de la<br />

conciencia de forma experimental, es decir, yendo del<br />

fenómeno más inferior al más elevado, desde el reflejo más<br />

sencillo al más complejo, sino que trata de superar todas<br />

estas fases intermedias de un salto, de arriba hacia abajo,<br />

del mito religioso al poema lírico o el sueño a los<br />

fundamentos psicológicos de la psique.<br />

Los idealistas nos dicen que la psique es una entidad<br />

independiente, que el “alma” es un pozo sin fondo. Tanto<br />

Pavlov como Freud piensan que el fondo pertenece a la<br />

fisiología. Pero Pavlov desciende al fondo del pozo, como<br />

un buzo, e investiga laboriosamente subiendo poco a poco<br />

a la superficie, mientras que Freud permanece junto al pozo<br />

y trata de captar, con mirada penetrante, la forma de los<br />

objetos que están en el fondo. El método de Pavlov es<br />

experimental; el de Freud está basado en conjeturas, a<br />

veces en conjeturas fantásticas. El intento de declarar al<br />

psicoanálisis “incompatible” con el marxismo y volver la<br />

espalda a Freud es demasiado simple, o más exactamente<br />

demasiado simplista. No se trata de que estemos obligados<br />

a adoptar su método, pero hay que reconocer que es una<br />

hipótesis de trabajo que puede producir y produce sin duda<br />

deducciones y conjeturas que se mantienen dentro de las<br />

líneas de la psicología materialista. Dentro de su propio<br />

método, el procedimiento experimental facilitaría las pruebas<br />

<strong>para</strong> estas conjeturas. Pero no tenemos ni motivo ni derecho<br />

<strong>para</strong> prohibir el otro método, ya que, aun considerándole<br />

menos digno de confianza, trata de anticipar la conclusión<br />

a la que el experimental se acerca muy lentamente.<br />

Por medio de estos ejemplos quería mostrar, aunque sólo<br />

fuera parcialmente, tanto la complejidad de nuestra herencia<br />

científica como la complejidad de los caminos por los que el<br />

proletariado ha de avanzar <strong>para</strong> apropiarse de ella. Si no<br />

podemos resolver por decreto los problemas de la<br />

construcción económica y tenemos que “aprender a<br />

negociar”, así tampoco puede resolver nada en el campo<br />

científico la publicación de breves órdenes; con ellas sólo<br />

conseguiríamos hacer daño y mantener la ignorancia. Lo<br />

que necesitamos en este campo es “aprender a aprender”.<br />

El <strong>arte</strong> es una de las formas mediante las que el hombre se<br />

sitúa en el mundo; en este sentido el legado artístico no se<br />

distingue del científico o del técnico, y no es menos<br />

contradictorio que ellos. Sin embargo, el <strong>arte</strong>, a diferencia<br />

de la ciencia, es una forma de conocimiento del mundo, no<br />

un sistema de leyes, sino un conjunto de imágenes y, a la<br />

vez, una manera de crear ciertos sentimientos o actividades.<br />

El <strong>arte</strong> de los siglos pasados ha hecho al hombre más<br />

complejo y flexible, ha elevado su mentalidad a un grado<br />

superior y le ha enriquecido en todos los órdenes. Este<br />

enriquecimiento constituye una preciosa conquista cultural.<br />

El conocimiento del <strong>arte</strong> del pasado es, por tanto, una<br />

condición necesaria tanto <strong>para</strong> la creación de nuevas obras<br />

artísticas como <strong>para</strong> la construcción de una nueva sociedad,<br />

ya que lo que necesita el comunismo son personas de mente<br />

muy desarrollada. ¿Pero puede el <strong>arte</strong> del pasado<br />

enriquecernos con un conocimiento artístico del mundo?<br />

Puede precisamente porque es capaz de nutrir nuestros<br />

sentimientos y educarlos. Si repudiáramos el <strong>arte</strong> del pasado<br />

de modo infundado, nos empobreceremos espiritualmente.<br />

Hoy en día se advierte una tendencia a defender la idea de<br />

que el único propósito del <strong>arte</strong> es la inspiración de ciertos<br />

estados de ánimo y de ninguna manera el conocimiento de<br />

la realidad. La conclusión que se extrae de ella es: ¿con<br />

qué clase de sentimientos no nos infectará el <strong>arte</strong> de la<br />

nobleza o de la burguesía? Esta concepción es radicalmente<br />

falsa. El significado del <strong>arte</strong> como medio de conocimiento -<br />

también <strong>para</strong> la masa popular, e incluso especialmente <strong>para</strong><br />

ella- es muy superior a su significado “sentimental”. La vieja<br />

épica, la fábula, la canción, los relatos o la música popular<br />

proporcionan un tipo de conocimiento gráfico, iluminan el<br />

pasado, dan un valor general a la experiencia y sólo en<br />

conexión con ellos y gracias a esta conexión nos podemos<br />

“sintonizar”. Esto también se aplica a toda la literatura en<br />

general, no sólo a la poesía épica, sino también a la lírica.<br />

Se aplica a la pintura y a la escultura. La única excepción, a<br />

cierto nivel, es la música, ya que su efecto, aunque poderoso,<br />

resulta parcial. También la música, por supuesto,<br />

proporciona un determinado conocimiento de la naturaleza,<br />

de sus sonidos y ritmos; pero aquí el conocimiento yace tan<br />

soterrado, los resultados de la inspiración de la naturaleza<br />

son a tal grado refractados a través de los nervios de la<br />

persona, que la música aparece como una “revelación”<br />

autosuficiente. A menudo se han hecho intentos de<br />

aproximar al resto de las formas artísticas a la música,<br />

considerando a ésta como el <strong>arte</strong> más “infeccioso”, pero<br />

esto siempre ha significado una depreciación del papel de<br />

la inteligencia en el <strong>arte</strong>, a favor de una sentimentalidad<br />

informe, y en este <strong>arte</strong> estos intentos han sido y son<br />

reaccionarios... Desde luego, lo peor de todo son aquellas<br />

obras de “<strong>arte</strong>” que ni ofrecen conocimientos gráficos ni<br />

“infección” artística, sino pretensiones desorbitadas. En<br />

nuestro país se imprimen no pocas obras de <strong>arte</strong> de este<br />

tipo, y desafortunadamente no en los libros de texto de <strong>arte</strong>,<br />

sino en miles de copias...<br />

La cultura es un fenómeno social. Precisamente por ello el<br />

lenguaje, como órgano de intercomunicación entre los<br />

hombres, es un instrumento de la mayor importancia. La<br />

cultura del propio lenguaje es la condición más importante<br />

<strong>para</strong> el desarrollo de todas las ramas de la cultura,<br />

especialmente la ciencia y el <strong>arte</strong>. De la misma forma que<br />

la técnica no está satisfecha de los viejos a<strong>para</strong>tos de<br />

medición y crea otros nuevos, micrómetros, voltámetros...,<br />

tratando de obtener y obteniendo mayor precisión, así en<br />

materia de lenguaje de capacidad <strong>para</strong> escoger las palabras<br />

adecuadas y combinarlas de la forma adecuada, se requiere<br />

un trabajo sistemático y tenaz <strong>para</strong> conseguir el mayor grado<br />

de precisión, claridad e intensidad. La base de este trabajo<br />

debe ser la lucha contra el analfabetismo, semianalfabetismo<br />

y el alfabetismo rudimentario. El próximo paso será la<br />

asimilación de la literatura clásica rusa.<br />

Sí, la cultura fue el principal instrumento de la opresión de<br />

clase; pero también es, y sólo ella puede serlo, el instrumento<br />

de la emancipación <strong>socialista</strong>.<br />

Notas:<br />

* Publicado en el libro “Escritos Filosóficos” editado por el CEIP<br />

(Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones León Trotsky),<br />

Agosto de 2004.<br />

1 Famusov, personaje de teatro, pequeñoburgués y pedante.


Cultura proletaria<br />

y <strong>arte</strong><br />

proletario<br />

Cada clase dominante crea su propia cultura y, por<br />

consiguiente, su propio <strong>arte</strong>. La historia ha conocido las<br />

culturas esclavistas de Oriente, la cultura feudal de la<br />

Europa medieval y la cultura burguesa que domina<br />

actualmente el mundo. De ahí parece deducirse que el<br />

proletariado debe crear también su cultura y su <strong>arte</strong><br />

propios.<br />

Sin embargo, la cuestión no es tan simple como parece a<br />

primera vista. La sociedad en la que los propietarios de<br />

esclavos formaban la clase dirigente ha existido durante<br />

muchos siglos. Lo mismo ocurrió con el feudalismo. La<br />

cultura burguesa, incluso si contamos solo a partir de su<br />

primera manifestación abierta y turbulenta, es decir desde<br />

la época del renacimiento, existe desde hace cinco siglos,<br />

aunque no alcanzó su pleno esplendor hasta el siglo XIX,<br />

y más exactamente en su segunda mitad. La historia<br />

muestra que la formación de una cultura nueva alrededor<br />

de una clase dominante exige un período considerable<br />

de tiempo y no alcanza su plena realización hasta el<br />

momento precedente a la decadencia política de esta<br />

clase.<br />

¿Tendrá el proletariado el tiempo suficiente <strong>para</strong> crear<br />

una cultura “proletaria”? Al revés que el régimen de los<br />

propietarios de esclavos y que el de los señores feudales<br />

y el de la burguesía, el proletariado considera su dictadura<br />

como breve período de transición. Cuando queremos<br />

rebatir las concepciones demasiado optimistas sobre la<br />

transición al socialismo, señalamos que el período de la<br />

revolución social a escala mundial no durará meses, sino<br />

años y décadas; décadas, pero no siglos y menos aún<br />

milenios. ¿Puede el proletariado crear una nueva cultura<br />

en este lapso de tiempo? Es lícito dudarlo, tanto más<br />

cuanto que los años de revolución social serán años de<br />

una cruel lucha de clases, en que la destrucción requerirá<br />

más atención que la actividad constructiva. En cualquier<br />

caso, la energía del proletariado se empleará<br />

principalmente en conquistar el poder, su conservación y<br />

fortalecimiento y su utilización <strong>para</strong> las necesidades más<br />

urgentes de la existencia y de la lucha ulterior. No<br />

obstante, será durante este período <strong>revolucionario</strong>, que<br />

encierra en límites tan estrechos la posibilidad de una<br />

construcción cultural, cuando el proletariado alcanzará<br />

su tensión máxima y la manifestación más completa de<br />

su carácter de clase. Por otra p<strong>arte</strong>, cuanto más protegido<br />

esté el nuevo régimen frente a los trastornos políticos y<br />

militares y cuando más favorables sean las condiciones<br />

de la creación cultural, más se disolverá el proletariado<br />

en la comunidad <strong>socialista</strong>, se liberará más de sus<br />

características de clase y dejará de ser el proletariado.<br />

cultura proletaria y <strong>arte</strong> proletario<br />

Ediciones<br />

Arte y Revolución<br />

León Trotsky<br />

Extracto del capítulo VI del libro<br />

“Literatura y Revolución”, 1923/24<br />

En otras palabras, durante el período de dictadura no cabe<br />

pensar seriamente en crear una nueva cultura, es decir<br />

no cabe edificar a nivel histórico superior. Por el contrario,<br />

cuando la mano de hierro de la dictadura desaparezca,<br />

comenzará una época de creación cultural sin<br />

precedentes en la historia. De donde hay que concluir la<br />

consecuencia general que no sólo no hay cultura<br />

proletaria sino que nunca la habrá y que en realidad no<br />

hay motivos <strong>para</strong> lamentarlo. El proletariado ha<br />

conquistado el poder precisamente <strong>para</strong> acabar <strong>para</strong><br />

siempre con la cultura de clase y <strong>para</strong> abrir paso a una<br />

cultura humana. Muchas veces parece que olvidamos<br />

esto.<br />

Las referencias inconcretas a la cultura proletaria, por<br />

oposición a la cultura burguesa, se basan en una<br />

com<strong>para</strong>ción superficial entre los destinos históricos del<br />

proletariado y los de la burguesía. El método fácil,<br />

puramente liberal, de las analogías históricas formales,<br />

no tiene nada en común con el marxismo. No hay ninguna<br />

analogía real entre el ciclo histórico de la burguesía y el<br />

del proletariado.<br />

El desarrollo de la cultura burguesa comenzó varios siglos<br />

antes de que la burguesía se apoderase del Estado tras<br />

una serie de revoluciones. Cuando la burguesía no era<br />

más que el Tercer Estado, privada casi por completo de<br />

sus derechos, jugaba ya un papel importante y creciente<br />

en todos los campos de la cultura. Esto se puede ver muy<br />

claramente en la evolución de la arquitectura. Las iglesias<br />

góticas no fueron edificadas de repente, bajo el impulso<br />

de una inspiración religiosa. La construcción de la catedral<br />

de Colonia, su arquitectura y su escultura, resumen toda<br />

la experiencia arquitectónica de la humanidad desde los<br />

tiempos de las cavernas, y todos los elementos de esta<br />

experiencia se hallan combinados en un estilo nuevo que<br />

expresa la cultura de su época, es decir, en definitiva la<br />

estructura social y la técnica del momento. La antigua<br />

preburguesía de los gremios y corporaciones fue la<br />

verdadera creadora del gótico. Al desarrollarse y<br />

fortalecerse, es decir al enriquecerse, la burguesía superó<br />

intelectual y prácticamente el gótico y comenzó a crear<br />

su propio estilo arquitectónico, ya no <strong>para</strong> iglesias sino<br />

<strong>para</strong> sus palacios. Apoyándose en los adelantos del<br />

gótico, se volvió hacia la antigüedad, especialmente la<br />

romana, aprovechó la arquitectura árabe, lo subordinó<br />

todo a las condiciones y necesidades de la nueva vida<br />

urbana y creó así el Renacimiento (Italia, a fines del primer<br />

cuarto del siglo XV). Los especialistas pueden contar, y<br />

de hecho cuentan, los elementos que el Renacimiento<br />

debe a la antigüedad y los que debe al gótico, y pueden<br />

12|13


Contra-Imagen<br />

discutir sobre cuál es el predominante. Pero el<br />

Renacimiento comienza, en cualquier caso, cuando la<br />

nueva clase social, una vez establecida culturalmente,<br />

se sienta lo suficientemente fuerte como <strong>para</strong> sacudirse<br />

el yugo del arco gótico, <strong>para</strong> considerar el gótico y todo<br />

lo anterior como materiales a su disposición y <strong>para</strong><br />

someter la técnica del pasado a sus objetivos artísticos.<br />

Esto es igualmente válido <strong>para</strong> las restantes <strong>arte</strong>s, con<br />

la diferencia de que debido a su mayor flexibilidad, o<br />

sea a que dependen menos de los fines prácticos y de<br />

la técnica, las <strong>arte</strong>s “libres” no revelan de un modo tan<br />

convincente la evolución dialéctica de los sucesivos<br />

estilos.<br />

Entre el Renacimiento y la Reforma, por un lado, que<br />

crearon unas condiciones de existencia intelectual y<br />

política más favorables <strong>para</strong> la burguesía dentro de la<br />

sociedad feudal, y la revolución, que transfirió el poder<br />

a la burguesía (en Francia), transcurrieron tres a cuatro<br />

siglos de crecimiento de las fuerza material e intelectual<br />

de la burguesía. La época de la gran revolución francesa<br />

y de las guerras subsiguientes hizo descender<br />

momentáneamente el nivel material de la cultura. Pero<br />

poco después, el régimen capitalista se afirmó como<br />

“natural” y “eterno”.<br />

Así, el proceso fundamental de acumulación de<br />

elementos de la cultura burguesa y su cristalización en<br />

un estilo específico estuvo determinado por las<br />

características sociales de la burguesía como clase<br />

poseedora y explotadora; la burguesía no sólo se<br />

desarrolló materialmente en el seno de la sociedad<br />

feudal, vinculándose a ésta de mil maneras y<br />

apoderándose de la riqueza, sino que también se atrajo<br />

a los intelectuales, creándose así puntos de apoyo<br />

culturales (escuelas, universidades, academias,<br />

periódicos, revistas), mucho antes de tomar posesión<br />

abiertamente del Estado. Basta recordar aquí que la<br />

burguesía alemana, con su incom<strong>para</strong>ble cultura<br />

técnica, filosófica, científica y artística, dejó el poder<br />

en las manos de una casta feudal y burocrática hasta<br />

1918, y se decidió, o mejor dicho, se vio obligada a<br />

hacerse cargo del poder sólo cuando la base material<br />

de la cultura alemana comenzó a caer convertida en<br />

polvo.<br />

Puede replicarse a esto que se precisaron miles de años<br />

<strong>para</strong> crear el <strong>arte</strong> de la sociedad esclavista, y sólo siglos<br />

<strong>para</strong> el <strong>arte</strong> burgués. ¿Por qué entonces no habrán de<br />

bastar unas décadas <strong>para</strong> el <strong>arte</strong> proletario? Las bases<br />

técnicas de la vida son completamente diferentes hoy<br />

día, y por consiguiente el ritmo ha cambiado también.<br />

Esta objeción, que a primera vista parece convincente,<br />

en realidad elude el verdadero problema.<br />

Cierto que en el desarrollo de la nueva sociedad llegará<br />

un momento en que la economía, la vida cultural y el<br />

<strong>arte</strong>, lograrán la máxima libertad de acción <strong>para</strong> su<br />

avance. El ritmo de ese avance no podemos ni soñarlo<br />

hoy. En una sociedad que habrá desaparecido la<br />

molesta y embrutecedora preocupación por el pan de<br />

cada día, en la que los comedores comunitarios<br />

pre<strong>para</strong>rán a gusto de cada uno una buena comida sana<br />

y apetitosa, en la que las lavanderías comunitarias<br />

lavarán bien ropa de calidad <strong>para</strong> todos, en que los<br />

niños, todos los niños, estarán bien alimentados, fuertes<br />

y alegres, y absorberán los elementos fundamentales<br />

de la ciencia igual que absorben la albúmina, el aire y<br />

el calor del sol; en la que la electricidad y la radio no<br />

serán esas técnicas primitivas que hoy son, sino que<br />

bastará con apretar un botón <strong>para</strong> que se pongan en<br />

acción reservas inagotables de energía; en la que no<br />

habrá “bocas inútiles”, en la que el egoísmo liberado<br />

del hombre -¡una fuerza inmensa!- se dirigirá totalmente<br />

hacia el conocimiento, la transformación y<br />

el perfeccionamiento del universo…, en una<br />

sociedad como ésta la dinámica del<br />

desarrollo cultural no tendrá com<strong>para</strong>ción<br />

alguna con lo que se ha conocido en el<br />

pasado. Pero todo esto no vendrá sino<br />

después de un largo y difícil período de<br />

transición, que todavía está entre nosotros.<br />

Y de lo que hablamos ahora es<br />

precisamente de ese período de transición.<br />

Pero, ¿no es dinámica la época actual? Lo<br />

es, y en el más alto grado. Pero su<br />

dinamismo se centra en la política. La guerra<br />

y la revolución fueron dinámicas, pero en<br />

su mayor p<strong>arte</strong> a costa de la cultura y de la<br />

técnica. Es cierto que la guerra ha producido<br />

una larga serie de inventos técnicos. Pero<br />

la miseria general que ha causado ha<br />

imposibilitado durante bastante tiempo la<br />

aplicación práctica de estos inventos, que<br />

podían haber significado una revolución en<br />

el modo de vida. Y lo mismo ocurre con la<br />

radio, la aviación y numerosos inventos<br />

químicos y mecánicos. Por otro lado, la<br />

revolución crea las bases de una nueva<br />

sociedad. Pero lo hace con los métodos de<br />

la vieja sociedad, con la lucha de clases, la<br />

violencia, la destrucción y la aniquilación.<br />

Si la revolución proletaria no hubiese<br />

ocurrido la humanidad se habría asfixiado<br />

en sus propias contradicciones. La<br />

revolución salvó la sociedad y la cultura,<br />

pero en medio de la cirugía más cruel. Todas<br />

las fuerzas activas se concentran en la<br />

política, en la lucha revolucionaria; el resto<br />

es relegado a segundo plano, y todo lo que<br />

obstaculiza el avance es pisoteado sin<br />

compasión. Este proceso tiene naturalmente<br />

sus flujos y sus reflujos parciales: el<br />

comunismo de guerra dejó pasar a la NEP,<br />

que a su vez pasa por diversas fases. Pero<br />

en su esencia, la dictadura del proletariado<br />

no es la organización económica y cultural<br />

de una nueva sociedad, sino un régimen<br />

militar <strong>revolucionario</strong> en lucha <strong>para</strong> la<br />

instaurar esa organización. No hay que<br />

olvidarlo. El historiador futuro situará<br />

probablemente cenit sociedad antigua en el<br />

2 de agosto de 1914, en que el poder<br />

exacerbado de la cultura burguesa sumió<br />

al mundo en el fuego y la sangre de la guerra<br />

imperialista. El comienzo de la nueva<br />

historia de la humanidad se fijará<br />

probablemente en el 7 de noviembre de<br />

1917. Las etapas fundamentales del<br />

desarrollo de la humanidad se establecerán<br />

poco más o menos de la siguiente manera:<br />

la “historia” prehistórica del hombre<br />

primitivo; la historia de la Antigüedad, cuyo<br />

desarrollo se apoyaba sobre la esclavitud;<br />

la Edad Media, fundada sobre la<br />

servidumbre; el capitalismo, con la<br />

explotación del trabajo asalariado; y<br />

finalmente la sociedad <strong>socialista</strong> con su<br />

transición esperemos que no dolorosa, a<br />

una Comuna en la que habrá desaparecido<br />

el poder. En cualquier caso, los veinte,<br />

treinta o cincuenta años que exigirá<br />

revolución proletaria mundial pasarán a la<br />

historia como la transición más dolorosa de


un sistema a otro, y en ningún caso como una época<br />

independiente de cultura proletaria.<br />

En estos años de respiro por los que pasamos<br />

actualmente, pueden nacer algunas ilusiones sobre este<br />

punto en nuestra república soviética. No hemos<br />

preocupado por los problemas culturales. Al proyectar<br />

nuestras preocupaciones actuales sobre un porvenir<br />

lejano, podemos llegar a imaginar una cultura proletaria<br />

de larga duración. Pero por importante y por vital sea<br />

nuestra tarea cultural, está totalmente subordinada a la<br />

suerte de la revolución europea y mundial. Seguimos<br />

siendo meros soldados en acción. Tenemos por ahora<br />

una jornada de reposo, y hemos de aprovecharla <strong>para</strong><br />

lavar nuestra camisa, cortarnos el pelo y ante todo limpiar<br />

y engrasar el fusil. Toda nuestra actividad económica y<br />

cultural actual no es más que una reorganización de<br />

nuestro equipo entre dos batallas y dos campañas. Los<br />

combates decisivos están aún entre nosotros y hay otros<br />

en el horizonte. Los días que vivimos no son todavía la<br />

época de una cultura nueva, son todo lo más el umbral<br />

de esa época. Debemos en primer lugar tomar posesión<br />

oficialmente de los elementos más importantes de la vieja<br />

cultura, de modo que nos sirvan al menos como base<br />

sobre la que apoyarnos <strong>para</strong> avanzar hacia la cultura<br />

nueva.<br />

Esto resulta especialmente claro si se considera, como<br />

hay que hacer, el problema a su escala internacional. El<br />

proletariado era y sigue siendo la clase no poseedora.<br />

Por eso mismo, la posibilidad <strong>para</strong> él de participar en los<br />

elementos de la cultura burguesa que han pasado a ser<br />

patrimonio de la humanidad es extremadamente<br />

restringida. En cierto sentido, se puede decir, porque es<br />

cierto, que el proletariado, al menos el proletariado<br />

europeo, ha tenido también su Reforma, sobre todo en la<br />

segunda mitad del siglo XIX, cuando, sin alcanzar aún<br />

directamente el poder del Estado, logró unas condiciones<br />

jurídicas más favorables a su desarrollo en el régimen<br />

burgués. Pero, en primer lugar, <strong>para</strong> su período de<br />

“Reforma” (parlamentarismo y reformas sociales), que<br />

coincide esencialmente con el período de la II<br />

Internacional, la Historia asignó a la clase obrera<br />

aproximadamente tantos decenios como siglos había<br />

asignado a la burguesía. En segundo lugar, durante este<br />

período pre<strong>para</strong>torio, el proletariado no se enriqueció ni<br />

reunió en sus manos poder material alguno; por el<br />

contrarío, desde el punto de vista social y cultural, se<br />

encontró cada vez más desposeído. La burguesía llegó<br />

al poder habiendo dominado plenamente la cultura de su<br />

tiempo. El proletariado no viene al poder más que armado<br />

completamente de una necesidad aguda de conquistar<br />

la cultura. Después de apoderarse del poder, el<br />

proletariado tiene por primera tarea apoderarse del<br />

a<strong>para</strong>to cultural que antes servía a otros -industrias,<br />

escuelas, ediciones, prensa, teatros, etc.- y, gracias a este<br />

a<strong>para</strong>to, abrir el camino de la cultura <strong>para</strong> si mismo.<br />

En Rusia la tarea se complica por la pobreza de toda<br />

nuestra tradición cultural y por las destrucciones<br />

materiales debidas a los sucesos de los diez últimos años.<br />

Tras la conquista del poder y casi seis años de lucha por<br />

su conservación y su consolidación, nuestro proletariado<br />

está obligado a emplear todas sus fuerzas en crear las<br />

condiciones materiales de existencia más elementales y<br />

a iniciarse él mismo en el ABC de la cultura – ABC en el<br />

sentido auténtico y literal de la expresión. Si nos fijamos<br />

por tarea liquidar el analfabetismo de aquí al décimo<br />

aniversario del régimen soviético, no es porque falten<br />

motivos.<br />

Quizá alguien pueda objetar que doy a la noción de cultura<br />

proletaria un sentido demasiado amplio. Si no puede<br />

haber una cultura proletaria total, plenamente<br />

Ediciones<br />

Arte y Revolución<br />

desarrollada, la clase obrera podría, sin embargo, triunfar<br />

en su objetivo de poner su huella sobre la cultura antes<br />

de disolverse en la sociedad comunista. Una objeción de<br />

este tipo debe considerarse en primer lugar como un serio<br />

alejamiento del concepto de cultura proletaria. Es<br />

indiscutible que el proletariado, durante la época de su<br />

dictadura, impondrá su sello a la cultura. Sin embargo,<br />

está muy lejos de eso una cultura proletaria si se entiende<br />

por ello un sistema desarrollado e interiormente coherente<br />

de conocimiento y de técnicas en todos los terrenos de la<br />

creación material y espiritual. El hecho mismo de que,<br />

por primera vez, decenas de millones de hombres sepan<br />

leer y escribir y conozcan las cuatro operaciones<br />

aritméticas constituirá un acontecimiento cultural, y de la<br />

mayor importancia. La nueva cultura, por esencia, no será<br />

aristocrática, no será reservada a una minoría<br />

privilegiada, sino que será una cultura de masa, universal,<br />

popular. La cantidad se transformará también ahí en<br />

calidad: el crecimiento del carácter masivo de la cultura<br />

elevará su nivel y cambiarán sus características. Este<br />

proceso no se desarrollará más que a través de una serie<br />

de etapas históricas. Con cada éxito en este camino, los<br />

lazos internos que hacen del proletariado una clase se<br />

relajarán y, en consecuencia, el terreno <strong>para</strong> una cultura<br />

proletaria desaparecerá.<br />

Pero ¿y las capas superiores de la clase obrera? ¿Su<br />

vanguardia ideológica? ¿No puede decirse que en estos<br />

círculos, aunque sean restringidos, se asiste desde ahora<br />

al desarrollo de una cultura proletaria? ¿No tenemos la<br />

academia <strong>socialista</strong>? ¿Ni profesores rojos? Muchos<br />

cometen el error de plantear la cuestión de esta forma<br />

tan abstracta. Se conciben las cosas como si fuera posible<br />

crear una cultura proletaria con métodos de laboratorio.<br />

De hecho, la trama esencial de la cultura está tejida por<br />

las relaciones e interacciones que existen entre la<br />

intelligentsia de la clase y la clase misma. La cultura<br />

burguesa -técnica, política, filosófica y artística- ha sido<br />

elaborada en la interacción de la burguesía y de sus<br />

inventores, dirigentes, pensadores y poetas. El lector<br />

creaba al escritor, y el escritor al lector. Esto es válido en<br />

un grado infinitamente mayor <strong>para</strong> el proletariado porque<br />

su economía, su política y su cultura no se pueden<br />

construir más que sobre la iniciativa creadora de las<br />

masas. Para el porvenir inmediato, sin embargo, la tarea<br />

principal de la intelligentsia proletaria no está en la<br />

abstracción de una nueva cultura -cuya base falta incluso<br />

ahora-, sino en una política cultural concreta; ayudar de<br />

forma sistemática, planificada, y por supuesto crítica, a<br />

las masas atrasadas a asimilar los elementos<br />

indispensables de la cultura ya existente. No se puede<br />

crear una cultura de clase a espaldas de la clase. Ahora<br />

bien, <strong>para</strong> edificar esta cultura en cooperación con la clase<br />

obrera, en estrecha relación con su sentido histórico<br />

general, es necesario... construir el socialismo, o al menos<br />

sus grandes líneas. En esta vía, las características de<br />

clase de la sociedad no irán acentuándose, sino, por el<br />

contrario, reduciéndose poco a poco hasta cero, en<br />

proporción directa con los éxitos de la revolución. La<br />

dictadura del proletariado es liberadora en el sentido de<br />

que es un medio transitorio -muy transitorio - <strong>para</strong><br />

despejar el camino y sentar las bases de una sociedad<br />

sin clases y de una cultura basada en la solidaridad.<br />

Para explicar más concretamente la idea del “período de<br />

edificación cultural” en el desarrollo de la clase obrera,<br />

consideremos la sucesión histórica no de las clases, sino<br />

de las generaciones. Decir que estas se suceden y se<br />

continúan unas a otras -cuando la sociedad progresa y<br />

no cuando es decadente- significa que cada una de ellas<br />

añade su aportación a lo que la cultura ha acumulado<br />

hasta entonces. Pero antes de poder hacerlo, cada<br />

14|15


Contra-Imagen<br />

generación nueva debe atravesar por un período de<br />

aprendizaje. Se apropia de la cultura existente y la<br />

transforma a su manera, haciéndola más o menos<br />

diferente de la cultura de la generación precedente. Esta<br />

apropiación no es aún creadora, es decir, no supone la<br />

creación de nuevos valores culturales, sino solo sus<br />

premisas. En cierta medida, lo que acabo de decir puede<br />

aplicarse al destino de las masas trabajadoras que se<br />

elevan al nivel de la creación histórica. Sólo hay que<br />

añadir que antes de salir del estadio de aprendizaje<br />

cultural, el proletariado habrá dejado de ser el<br />

proletariado. Recordemos una vez más que la capa<br />

superior, burguesa, del tercer Estado hizo su aprendizaje<br />

cultural bajo el techo de la sociedad feudal; que aún en<br />

el seno de ésta había superado, desde el punto de vista<br />

cultural, a las viejas castas dirigentes y que se había<br />

convertido en el motor de la cultura antes de acceder al<br />

poder. Las cosas son muy distintas con el proletariado<br />

en general y con el proletariado ruso en particular; se ha<br />

visto forzado a tomar el poder antes de haberse apropiado<br />

de los elementos fundamentales de la cultura burguesa;<br />

se ha visto forzado a derribar la sociedad burguesa por<br />

la violencia revolucionaria precisamente porque esta<br />

sociedad le impedía el acceso a la cultura. La clase obrera<br />

se esfuerza por transformar su a<strong>para</strong>to de Estado en una<br />

potente bomba <strong>para</strong> apagar la sed cultural de las masas.<br />

Es una tarea de un alcance histórico inmenso. Pero<br />

hablando con exactitud, todavía no es ésta la creación<br />

de una cultura proletaria especial. “Cultura proletaria”,<br />

“<strong>arte</strong> proletario”, etc., en tres de cada diez casos estos<br />

términos son empleados entre nosotros sin espíritu crítico<br />

<strong>para</strong> designar la cultura y el <strong>arte</strong> de la próxima sociedad<br />

comunista; en dos de diez casos, <strong>para</strong> indicar el hecho<br />

de que grupos particulares del proletariado adquieren<br />

ciertos elementos aislados de la cultura preproletaria; y<br />

por último, en cinco de cada diez casos, es un conjunto<br />

confuso de ideas y palabras sin pies ni cabeza.<br />

He aquí un ejemplo reciente, sacado de entre otros cien,<br />

de un empleo claramente negligente, erróneo y peligroso<br />

de la expresión “cultura proletaria”: “La base económica<br />

y el sistema de superestructuras correspondiente, escribe<br />

el camarada Sisov, forman la característica cultural de<br />

una época (feudal, burguesa, proletaria)”. De este modo<br />

la época cultural proletaria se sitúa aquí en el mismo plano<br />

que la época burguesa. Sin embargo, lo que se denomina<br />

aquí llama cultura proletaria no es más que el breve<br />

período de transición de un sistema social y cultural a<br />

otro, del capitalismo al socialismo. La instauración del<br />

régimen burgués ha sido precedido igualmente por una<br />

época de transición, pero contrariamente a la revolución<br />

burguesa, que se ha esforzado, no sin éxito, de perpetuar<br />

la dominación de la burguesía, la revolución proletaria<br />

tiene por objeto liquidar la existencia del proletariado<br />

como clase en un plazo lo más breve posible. Este plazo<br />

depende directamente de los logros de la revolución. ¿No<br />

es sorprendente que se pueda olvidar esto y se sitúe la<br />

época de la cultura proletaria en el mismo plano que la<br />

de la cultura feudal o burguesa?<br />

Si esto es así, ¿se deduce que no tenemos ciencia<br />

proletaria? ¿No podemos decir que la concepción<br />

materialista de la historia y la crítica marxista de la<br />

economía política constituyan los elementos científicos<br />

inestimables de una cultura proletaria? ¿No hay una<br />

contradicción?<br />

Por supuesto, la concepción materialista de la historia y<br />

la teoría del valor tienen una importancia inmensa tanto<br />

como arma de lucha de la clase proletaria como <strong>para</strong> la<br />

ciencia en general. Hay más ciencia verdadera sólo en el<br />

Manifiesto del Partido comunista que en bibliotecas<br />

enteras repletas de compilaciones, especulaciones y<br />

falsificaciones profesorales sobre la filosofía e historia.<br />

¿Puede decirse por ello que el marxismo constituye un<br />

producto de la cultura proletaria? ¿Y puede decirse que<br />

ya utilizamos efectivamente el marxismo no sólo en las<br />

luchas políticas, sino también en los problemas científicos<br />

generales?<br />

Marx y Engels salieron de las filas de la democracia<br />

pequeño-burguesa y es evidentemente la cultura de ésta<br />

la que los formó, y no una cultura proletaria. Si no hubiese<br />

existido la clase obrera, con sus huelgas, sus luchas, sus<br />

sufrimientos y sus rebeldías, no habría habido comunismo<br />

científico, porque no habría habido necesidad histórica<br />

de él. La teoría del comunismo científico ha sido<br />

enteramente edificada sobre la base de la cultura<br />

científica y política burguesa, pese a que haya declarado<br />

a esta última una guerra a muerte. Bajo los golpes de las<br />

contradicciones capitalistas, el pensamiento<br />

universalizador de la democracia burguesa se ha alzado,<br />

en sus representantes más audaces, más honestos y más<br />

clarividentes, hasta una genial negación de sí misma,<br />

armada con todo el arsenal crítico de la ciencia burguesa.<br />

Tal es el origen del marxismo.<br />

El proletariado ha encontrado en el marxismo su método,<br />

pero no inmediatamente, y ni siquiera hoy todavía<br />

completamente. Muy lejos de ello. Hoy, este método sirve<br />

principalmente, casi en exclusiva, a fines políticos. El<br />

desarrollo metodológico del materialismo dialéctico y su<br />

aplicación sistemática al conocimiento son aún<br />

enteramente del dominio del porvenir. Sólo en una<br />

sociedad <strong>socialista</strong> el marxismo dejará de ser únicamente<br />

un instrumento de lucha política <strong>para</strong> convertirse en un<br />

método de creación científica, el elemento y el instrumento<br />

esenciales de la cultura espiritual.<br />

Resulta indiscutible que toda ciencia refleja más o menos<br />

las tendencias de la clase dominante. Cuando más<br />

estrechamente se vincula una ciencia a las tareas<br />

prácticas de dominación de la naturaleza (la física, la<br />

química, las ciencias naturales en general), tanto mayor<br />

es su valor humano, no clasista. Cuanto más<br />

profundamente se liga una ciencia al mecanismo social<br />

de la explotación (la economía política) o cuanto más<br />

abstractamente generaliza la experiencia humana (como<br />

la psicología, no en su sentido experimental y fisiológico,<br />

sino en el sentido denominado “filosófico”), tanto más se<br />

subordina al egoísmo de clase de la burguesía, y menor<br />

será su contribución al acervo general del conocimiento<br />

humano. El terreno de las ciencias experimentales conoce<br />

a su vez diferentes grados de integridad y de objetividad<br />

científica, en función de la amplitud de las<br />

generalizaciones que se hacen. Por regla general, las<br />

tendencias burguesas se desarrollan más libremente en<br />

las altas esferas de la filosofía metodológica, de la<br />

“concepción del mundo”. Por ello es necesario limpiar el<br />

edificio científico de pies a cabeza, o más exactamente<br />

desde la cabeza hasta los pies, porque hay que comenzar<br />

por los pisos superiores. Sería, sin embargo, ingenuo<br />

pensar que el proletariado, antes de aplicar a la<br />

edificación <strong>socialista</strong> la ciencia heredada de la burguesía,<br />

deba someterla por completo a una revisión crítica. Sería<br />

aproximadamente lo mismo que decir, con los moralistas<br />

utópicos: antes de construir una sociedad nueva, el<br />

proletariado debe elevarse a la altura de la moral<br />

comunista. De hecho, el proletariado transformará<br />

radicalmente la moral, tanto como la ciencia, sólo después<br />

de que haya construido la sociedad nueva, aunque sólo<br />

estén elaboradas sus líneas maestras. Pero, ¿no caemos<br />

ahí en un círculo vicioso? ¿Cómo construir una sociedad<br />

nueva con la ayuda de la vieja ciencia y de la vieja moral?<br />

Se necesita un poco de dialéctica, de esa misma dialéctica<br />

que esparcimos profusamente en la poesía lírica, en la


administración y en la sopa de verduras y el puré. Para<br />

empezar a actuar, la vanguardia proletaria tiene necesidad<br />

absoluta de ciertos puntos de apoyo, de ciertos métodos<br />

científicos susceptibles de liberar la conciencia del yugo<br />

ideológico de la burguesía; en p<strong>arte</strong> ya los posee, en p<strong>arte</strong><br />

debe aún adquirirlos. Ha experimentado su método<br />

fundamental en numerosas batallas y en las condiciones<br />

más diversas. Pero eso está muy lejos aún de una ciencia<br />

proletaria. La clase revolucionaria no puede interrumpir su<br />

combate porque el partido no ha decidido todavía si debe<br />

aceptar o no la hipótesis de los electrones y de los iones, la<br />

teoría psicoanalítico de Freud, la genética, los nuevos<br />

descubrimientos matemáticos de la relatividad, etc. Después<br />

de haber conquistado el poder, el proletariado tendrá<br />

posibilidades mucho mayores <strong>para</strong> asimilar la ciencia y<br />

revisarla. Pero también en este caso es más fácil decir las<br />

cosas que hacerlas. No se trata de que el proletariado aplace<br />

la edificación del socialismo hasta que sus nuevos<br />

científicos, muchos de los cuales tienen hoy los pantalones<br />

cortos, hayan verificado y depurado todos los instrumentos<br />

y todos los métodos del conocimiento. Rechazando lo que<br />

es manifiestamente inútil, falso, reaccionario, el proletariado<br />

utiliza en los diversos dominios de su labor constructiva, los<br />

métodos y los resultados de la ciencia actual, adoptándolos<br />

necesariamente con el porcentaje de elementos de clase,<br />

reaccionarios, que contienen. El resultado práctico se<br />

justificará en el conjunto porque la práctica, sometida al<br />

control de los principios <strong>socialista</strong>s, operará gradualmente<br />

una verificación y una selección de la teoría, de sus métodos<br />

y de sus conclusiones. Mientras tanto, habrán crecido los<br />

científicos educados en condiciones nuevas. De cualquier<br />

modo, el proletariado deberá llevar su obra de edificación<br />

<strong>socialista</strong> hasta un nivel bastante elevado, es decir, hasta<br />

una verdadera seguridad material y la satisfacción de las<br />

necesidades culturales de la sociedad, antes de poder<br />

emprender la limpieza general de la ciencia, de la cabeza<br />

a los pies. No quiero decir nada con esto contra el trabajo<br />

de crítica marxista que muchos pequeños círculos y<br />

seminarios se esfuerzan por realizar en diversos campos.<br />

Este trabajo es necesario y fructífero. De todas maneras,<br />

debe ser extendido y profundizado. Debemos conservar,<br />

sin embargo, el sentido práctico marxista de la medida<br />

<strong>para</strong> apreciar el peso específico que tienen hoy estas<br />

experiencias y esfuerzos en relación a la dimensión<br />

general de nuestra tarea histórica.<br />

Lo que precede ¿excluye la posibilidad de ver surgir de<br />

las filas del proletariado, mientras que esté en período<br />

de dictadura revolucionaria, de eminentes científicos,<br />

inventores, dramaturgos y poetas? De ningún modo. Pero<br />

sería extraordinariamente superficial dar el nombre de<br />

cultura proletaria a las realizaciones, incluso las más<br />

valiosas, de representantes individuales de la clase<br />

obrera. La noción de cultura no debe ser cambiada en<br />

monedas pequeñas <strong>para</strong> el gasto diario personal, y no<br />

se pueden definir los progresos de la cultura de una clase<br />

por los pasaportes proletarios de tales o cuales<br />

inventores o poetas. La cultura es la suma orgánica de<br />

conocimiento y de técnicas que caracteriza a toda la<br />

sociedad, o al menos a su clase dirigente. Abarca y<br />

penetra todos los dominios de la creación humana, y los<br />

unifica en un sistema. Las realizaciones individuales se<br />

desarrollan a partir de este nivel y lo elevan<br />

gradualmente.<br />

Esta relación orgánica ¿existe entre nuestra poesía<br />

proletaria de hoy y la actividad cultural de la clase obrera<br />

en su conjunto? Es evidente que no. Individualmente o<br />

por grupos, los obreros se inician en el <strong>arte</strong> que ha sido<br />

creado por la intelligentsia burguesa y se sirven de su<br />

técnica, por el momento de una forma bastante ecléctica.<br />

¿Es con el fin de dar una expresión a su mundo interior,<br />

Ediciones<br />

Arte y Revolución<br />

propio, proletario? No, por supuesto, y muy lejos de ello.<br />

La obra de los poetas proletarios carece de esa calidad<br />

orgánica que no puede provenir más que de una relación<br />

íntima entre el <strong>arte</strong> y el desarrollo de la cultura en general.<br />

Son obras literarias de proletarios dotados o con talento,<br />

pero no la literatura proletaria. Puede, sin embargo, que<br />

llegue a ser una de sus fuentes.<br />

Naturalmente, en el trabajo de la generación actual se<br />

encuentran numerosos gérmenes, raíces, fuentes donde<br />

algún erudito futuro, aplicado y diligente, se remontará a<br />

partir de los diversos sectores de la cultura del futuro,<br />

igual que los actuales historiadores del <strong>arte</strong> se remontan<br />

del teatro de lbsen a los misterios religiosos, o del<br />

impresionismo y del cubismo a las pinturas de los monjes.<br />

En la economía del <strong>arte</strong>, como en la de la naturaleza,<br />

nada se pierde y todo está ligado. Pero de hecho,<br />

concretamente en la vida, la producción actual de los<br />

poetas salidos del proletariado está aún lejos de<br />

desarrollarse en el mismo plano que el proceso que<br />

pre<strong>para</strong> las condiciones de la futura cultura <strong>socialista</strong>, es<br />

decir, el proceso de elevación de las masas.<br />

El camarada Dubovskoi ha puesto frente a él, y al parecer<br />

contra él, a un grupo de poetas proletarios con un artículo<br />

en el que, al lado de ideas en mi opinión discutibles,<br />

expresa una serie de verdades en realidad algo amargas,<br />

pero incontestables en lo esencial (Pravda, 10 de febrero<br />

de 1923). El camarada Dubovskoi llega a la conclusión<br />

de que la poesía proletaria no se encuentra en el grupo<br />

“Kuznitsa” [La Fragua], sino en los periódicos murales de<br />

las fábricas, con sus autores anónimos.<br />

Hay ahí una idea justa, aunque esté expresada de forma<br />

<strong>para</strong>dójica. Podría decirse con igual razón que los<br />

Shakespeare y los Goethe proletarios están en este<br />

16|17


Contra-Imagen<br />

momento a punto de correr con los pies desnudos hacia<br />

alguna escuela primaria. Es indudable que el <strong>arte</strong> de los<br />

poetas de fábrica está orgánicamente mucho más ligado<br />

con la vida, con las preocupaciones cotidianas y los<br />

intereses de la masa obrera. Pero eso no es una literatura<br />

proletaria. Es sólo la expresión escrita del proceso<br />

molecular de elevación cultural del proletariado. Más<br />

arriba hemos explicado que no es lo mismo. Los<br />

corresponsales obreros de los periódicos, los poetas<br />

locales, los críticos cumplen una gran tarea cultural que<br />

roturan la tierra y la pre<strong>para</strong>n <strong>para</strong> el sembrado futuro.<br />

Pero la cosecha cultural y artística requerida será -<br />

¡afortunadamente! - <strong>socialista</strong>, y no “proletaria”.<br />

El camarada Pletnev, en un interesante artículo sobre<br />

“Las vías de la poesía proletaria” (El clarín, vol. 8) emite<br />

la idea de que las obras de los poetas proletarios,<br />

independientemente de su valor artístico, son ya<br />

importantes por el hecho de su vínculo directo con la vida<br />

de la clase. A partir de ejemplos de poesía proletaria,<br />

Pletnev muestra de forma bastante convincente los<br />

cambios en el estado de ánimo de los poetas proletarios<br />

en relación con el desarrollo general de la vida y de las<br />

luchas del proletariado. Igualmente, Pletnev demuestra<br />

que las producciones de la poesía proletaria -no todos,<br />

pero sí muchos- son importantes documentos de la<br />

historia de la cultura. Lo cual no quiere decir que sean<br />

documentos artísticos. “Que esos poemas sean flojos, de<br />

forma antigua, llenos de faltas, lo admito -escribe Pletnev<br />

a propósito de un poeta obrero que se ha alzado desde<br />

los sentimientos religiosos a un espíritu revolucionara<br />

militante-, pero ¿no marcan el camino del progreso <strong>para</strong><br />

el poeta proletario?”. Evidentemente: incluso flojos,<br />

incluso incoloros, incluso llenos de faltas, los versos<br />

pueden marcar la vía del progreso político de un poeta y<br />

de una clase y tener una significación inmensa como<br />

síntoma cultural. Sin embargo, los poemas de poca<br />

calidad, y más aún los que ponen de relieve la ignorancia<br />

del poeta, no pertenecen a la poesía proletaria<br />

simplemente porque no son poesía.<br />

Es muy interesante observar que, al trazar el <strong>para</strong>lelo<br />

de la evolución política de los poetas obreros y el progreso<br />

<strong>revolucionario</strong> de la clase obrera, el camarada Pletnev<br />

comprueba acertadamente que desde hace algunos años,<br />

y sobre todo desde los comienzos de la NEP, algunos<br />

escritores proletarios tienden a se<strong>para</strong>rse de su clase.<br />

Pletnev explica la “crisis de la poesía proletaria” -que va<br />

acompañada de una tendencia al formalismo y al<br />

filisteísmo- por la insuficiente formación política de los<br />

poetas y la escasa atención que les concede el Partido.<br />

De lo cual resulta, dice Pletnev, que los poetas “no han<br />

resistido a la colosal presión de la ideología burguesa:<br />

han cedido o están a punto de ceder a ella”. Esta<br />

explicación es, evidentemente, insuficiente. ¿Qué “colosal<br />

presión de la ideología burguesa” puede haber entre<br />

nosotros? No hay que exagerar. No discutiremos <strong>para</strong><br />

saber si el partido habría podido hacer más en favor de<br />

la cultura proletaria, o no. Eso no basta <strong>para</strong> explicar la<br />

falta de fuerza de resistencia de esta poesía, de igual<br />

modo que esa falta de fuerza no está compensada por<br />

una violenta gesticulación “de clase” (en el estilo del<br />

manifiesto de “Kuznitsa”). El fondo de la cuestión es que<br />

en el período prer<strong>revolucionario</strong> y en el primer período<br />

de la revolución los poetas proletarios consideraban la<br />

versificación no como un <strong>arte</strong> que tiene sus propias leyes,<br />

sino como uno de los medios de quejarse de su triste<br />

suerte o de exponer sus sentimientos <strong>revolucionario</strong>s. Los<br />

poetas proletarios no han abordado, la poesía como un<br />

<strong>arte</strong> y un oficio hasta estos últimos años, una vez que se<br />

relajó la tensión de la guerra civil. De pronto apareció<br />

que en la esfera del <strong>arte</strong> el proletariado no había creado<br />

aún medio cultural alguno, mientras que la intelligentsia<br />

burguesa tiene el suyo, sea bueno o malo. El hecho<br />

esencial no es aquí que el partido o sus dirigentes no<br />

hayan “ayudado suficientemente”, sino que las masas no<br />

estaban artísticamente pre<strong>para</strong>das; y el <strong>arte</strong>, como la<br />

ciencia, exige una pre<strong>para</strong>ción. Nuestro proletariado<br />

posee su cultura política -en cantidad suficiente <strong>para</strong><br />

asegurar su dictadura-, pero no tiene cultura artística.<br />

Mientras los poetas proletarios caminaban en las filas de<br />

las formaciones militares comunes, sus versos, como ya<br />

hemos dicho, conservaban un valor de documentos<br />

<strong>revolucionario</strong>s. Cuando tuvieron que enfrentarse a<br />

problemas de técnica y de <strong>arte</strong> comenzaron, voluntaria o<br />

involuntariamente, a buscarse un nuevo medio. No hay,<br />

por tanto, simplemente una falta de atención, sino un<br />

condicionamiento histórico profundo. Lo cual no significa<br />

en modo alguno, sin embargo, que los poetas obreros<br />

que han entrado en ese período de crisis estén<br />

definitivamente perdidos <strong>para</strong> el proletariado. Esperamos<br />

que por lo menos algunos de ellos salgan fortalecidos de<br />

esa crisis. Una vez más, esto no quiere decir tampoco<br />

que los grupos de poetas obreros de hoy estén destinados<br />

a sentar las bases inquebrantables de una nueva y gran<br />

poesía. Nada de eso. Todo hace pensar que este será un<br />

privilegio de las generaciones futuras, que también<br />

tendrán que atravesar sus períodos de crisis, porque<br />

todavía durante mucho tiempo habrá desviaciones de<br />

grupos y de círculos, dudas y errores ideológicos y<br />

culturales, cuya causa profunda reside en la falta de<br />

madurez cultural de la clase obrera.<br />

El solo aprendizaje de la técnica literaria es una etapa<br />

indispensable y que requiere tiempo. La técnica se hace<br />

notar especialmente en los que no la poseen. Puede<br />

decirse de muchos jóvenes poetas proletarios con toda<br />

exactitud que no son ellos los que dominan la técnica,<br />

sino que es la técnica la que les domina a ellos. En<br />

algunos, en los de más talento, no es más que una crisis<br />

de crecimiento. En cuanto a aquellos que no podrán<br />

dominar la técnica, parecerán siempre “artificiales”,<br />

imitadores e incluso bufones aduladores. Pero sería<br />

excesivo concluir de ello que los obreros no necesitan de<br />

la técnica del <strong>arte</strong> burgués. Sin embargo, muchos caen<br />

en este error: “Dadnos -dicen- algo que sea nuestro,<br />

incluso algo detestable, pero que sea, nuestro.” Esto es<br />

falso y engañoso. El <strong>arte</strong> detestable no es <strong>arte</strong> y por tanto<br />

los trabajadores no tienen necesidad de él. Los que se<br />

conformen con un <strong>arte</strong> “detestable”, serán los que sienten<br />

en el fondo un profundo desprecio por las masas, como<br />

esos políticos que no creen en la capacidad de la clase<br />

obrera, pero que la halagan y glorifican cuando “todo va<br />

bien”. Detrás de los demagogos, los inocentes sinceros<br />

repiten esta fórmula de simplificación pseudoproletaria.<br />

Eso no es marxismo, sino populismo reaccionario, teñido<br />

apenas de ideología “proletaria”. El <strong>arte</strong> destinado al<br />

proletariado no puede ser un <strong>arte</strong> de segunda categoría.<br />

Hay que aprender, a pesar del hecho de que los “estudios”<br />

-que se hacen obligatoriamente entre el enemigoimpliquen<br />

un cierto peligro. Hay que aprender, y la<br />

importancia de organizaciones como el proletkult, por<br />

ejemplo, debe medirse no por la velocidad con que crean<br />

una nueva literatura, sino por la contribución que aportan<br />

a la elevación del nivel literario de la clase obrera,<br />

comenzando por sus capas superiores.<br />

Términos tales como “literatura proletaria” y “cultura<br />

proletaria” son peligrosos porque reducen erróneamente<br />

el porvenir cultural al marco estrecho del presente, porque<br />

falsean las perspectivas, porque violan las proporciones,<br />

porque desnaturalizan los criterios y porque cultivan de<br />

forma muy peligrosa la arrogancia de los pequeños<br />

círculos. (…)


<strong>arte</strong> <strong>revolucionario</strong><br />

y <strong>arte</strong><br />

<strong>socialista</strong><br />

Cuando se habla de <strong>arte</strong> <strong>revolucionario</strong>, se puede<br />

uno referir a dos tipos diferentes de fenómenos artísticos: a<br />

las obras cuyo temas refleja la revolución y a las que, sin<br />

que su tema tenga relación alguna con la revolución, están<br />

profundamente influidas por ella, teñidas por la nueva<br />

conciencia surgida de ella. Es evidente que estos dos tipos<br />

de fenómenos pertenecen a planos que son, o podrían ser,<br />

completamente diferentes. Alexis Tolstoi, en su novela El<br />

Camino de los Tormentos, describe el período de la guerra<br />

y la revolución. Pertenece a la vieja y apacible escuela de<br />

Yasnaia-Poliana 1 , aunque tiene menos categoría y una<br />

visión más reducida. Y cuando lo aplica a acontecimientos<br />

de enorme magnitud, sirve sólo <strong>para</strong> recordarnos<br />

cruelmente, que Yasnaia-Poliana existió una vez pero ya<br />

no existe. En cambio, cuando el joven poeta Tijonov, que<br />

parece no atreverse a escribir sobre la revolución, habla de<br />

una pequeña tienda de ultramarinos, capta y reproduce su<br />

inercia y su inmovilismo con una espontaneidad y una<br />

vehemencia apasionada, como sólo puede hacerlo un poeta<br />

impulsado por el dinamismo de la nueva época.<br />

Pero si el <strong>arte</strong> <strong>revolucionario</strong> y las obras sobre la revolución<br />

no son lo mismo, al menos tienen puntos de contacto. Los<br />

artistas creados por la revolución inevitablemente quieren<br />

escribir sobre ella. Y por otra p<strong>arte</strong>, el <strong>arte</strong> que desee<br />

realmente decir algo sobre la revolución tendrá que rechazar<br />

sin piedad la actitud del viejo Tolstoi, con su mentalidad de<br />

gran señor y su inclinación hacia el mujik.<br />

Todavía no existe un <strong>arte</strong> <strong>revolucionario</strong>. Existen elementos<br />

de este <strong>arte</strong>, esbozos, tentativas; sobre todo, existe el<br />

hombre <strong>revolucionario</strong>, formando a la nueva generación a<br />

su modo y necesitando cada vez más de ese <strong>arte</strong>. ¿Cuánto<br />

tiempo hará falta <strong>para</strong> que surja claramente este <strong>arte</strong>? Es<br />

difícil calcularlo, ya que se trata de un proceso imprevisible,<br />

y las suposiciones y cálculos de tiempo son siempre<br />

relativos, incluso cuando se trata de procesos sociales<br />

materiales. Pero ¿por qué no habría de surgir pronto la<br />

primera ola de este <strong>arte</strong>, como <strong>arte</strong> de la joven generación<br />

nacida con la revolución e impulsada por ella?<br />

El <strong>arte</strong> <strong>revolucionario</strong>, que refleja claramente todas las<br />

contradicciones de un período de transición, no debe ser<br />

confundido con el <strong>arte</strong> <strong>socialista</strong>, <strong>para</strong> el que todavía no se<br />

han sentado las bases. No hay que olvidar, sin embargo,<br />

que el <strong>arte</strong> <strong>socialista</strong> procederá del de este período de<br />

transición.<br />

Insistiendo sobre esta distinción no nos estamos dejando<br />

guiar por consideraciones pedantes ni por abstracciones<br />

esquemáticas. No en vano definió Engels a la revolución<br />

<strong>socialista</strong> como el salto del reino de la necesidad al reino<br />

<strong>arte</strong> <strong>revolucionario</strong> y <strong>arte</strong> <strong>socialista</strong><br />

Ediciones<br />

Arte y Revolución<br />

León Trotsky<br />

Extracto del capítulo VIII del libro<br />

“Literatura y Revolución”, 1923/24<br />

de la libertad. La revolución en sí no es todavía el “reino de<br />

la libertad”. Al contrario, desarrolla al máximo la necesidad.<br />

El socialismo abolirá los antagonismos de clase, al mismo<br />

tiempo que abolirá las clases, pero la revolución agudiza al<br />

máximo la lucha de clases. Durante la revolución, la literatura<br />

que afirma a los obreros en su lucha contra los explotadores<br />

es necesaria y progresista. La literatura revolucionaria no<br />

puede evitar estar llena de un espíritu de odio social que<br />

supone, en la época de la dictadura del proletariado, un<br />

factor creador en la Historia. En la sociedad <strong>socialista</strong>, la<br />

solidaridad constituirá la base de la sociedad. Toda la<br />

literatura, todo el <strong>arte</strong>, se afinarán sobre tonos diferentes.<br />

Todas las emociones que los <strong>revolucionario</strong>s de hoy, no nos<br />

atrevemos a llamar por sus nombres, por lo vulgarizadas y<br />

envilecidas que están, como la amistad desinteresada, el<br />

amor al prójimo, o la simpatía, resonarán con potentes<br />

acordes en la poesía <strong>socialista</strong>.<br />

Pero ¿no peligra este exceso de esos sentimientos<br />

desinteresados en hacer degenerar al hombre en un animal<br />

sentimental, pasivo, gregario, como temen los<br />

nietzscheanos? En modo alguno. La poderosa fuerza de la<br />

emulación, que en la sociedad burguesa reviste los<br />

caracteres de la competencia de mercado, no desaparecerá<br />

en la sociedad <strong>socialista</strong>. Para emplear el lenguaje del<br />

psicoanálisis, será sublimada, es decir, revestirá una forma<br />

más elevada y fecunda. Se situará en el plano de la lucha<br />

por las opiniones, los proyectos y los gustos. En la medida<br />

en que las luchas políticas serán eliminadas –y en una<br />

sociedad donde no haya clases no habrá tales luchas- las<br />

pasiones liberadas se canalizarán hacia la técnica y la<br />

construcción, y también hacia el <strong>arte</strong>, que, naturalmente,<br />

se hará más abierto, más maduro, más templado; será la<br />

forma más elevada de edificación progresiva de la vida en<br />

todos los terrenos, y no sólo en el de lo “bello”, como algo<br />

accesorio sin relación con lo demás.<br />

Todas las esferas de la vida, como el cultivo de la tierra, la<br />

planificación de la vivienda, la construcción de teatros, los<br />

métodos pedagógicos, la solución de los problemas<br />

científicos, la creación de nuevos estilos interesarán a todos<br />

y cada uno. La gente se dividirá en “partidos” sobre el<br />

problema de un nuevo canal gigante, o sobre el reparto de<br />

oasis en el Sahara (también se plantearán cuestiones de<br />

este tipo), sobre la regularización del clima, sobre un nuevo<br />

teatro, sobre una hipótesis química, sobre escuelas<br />

encontradas en música, sobre el mejor sistema deportivo.<br />

Y tales agrupamientos no serán envenenados por ningún<br />

egoísmo de clase o de casta. Todo el mundo está interesado<br />

por igual en el éxito de la comunidad . La lucha tendrá un<br />

18|19


Contra-Imagen<br />

carácter puramente ideológico. En ella no habrá nada de<br />

persecución del propio interés, no habrá mezquindades,<br />

traiciones, sobornos ni ninguna de estas cosas que son<br />

esenciales a la “competencia” en la sociedad dividida en<br />

clases. La lucha no será por ello menos excitante, menos<br />

dramática y menos apasionada. Y como en la sociedad<br />

<strong>socialista</strong> todos los problemas, los problemas de la vida<br />

cotidiana, que antes se resolvían de un modo espontáneo y<br />

automático, y los problemas artísticos, que estaban<br />

confiados a la tutela de una especie de castas sacerdotales,<br />

pasarán a ser patrimonio de todos, se puede decir con<br />

certeza que las pasiones e intereses colectivos y la<br />

competencia individual, tendrán un enorme campo e<br />

ilimitadas ocasiones de ejercerse. El <strong>arte</strong>, pues, no echará<br />

de menos estas descargas nerviosas de energía social y<br />

estos impulsos psíquicos colectivos que producen las<br />

nuevas tendencias artísticas y los cambios de estilo. Las<br />

escuelas estéticas se agru<strong>para</strong>n en torno a sus “partidos”,<br />

es decir, de las agrupaciones basadas en temperamentos,<br />

gustos, y tendencias intelectuales. En una lucha tan<br />

desinteresada y tan intensa, que se producirá sobre una<br />

base cultural en constante elevación, la personalidad<br />

humana se crecerá en todos los sentidos y refinará su<br />

cualidad fundamental inestimable, la de no estar nunca<br />

satisfecha con lo logrado. Realmente, no tenemos ningún<br />

motivo <strong>para</strong> temer que en la sociedad <strong>socialista</strong> la<br />

personalidad decaiga o se empobrezca.<br />

¿Podemos designar el <strong>arte</strong> de la revolución con la ayuda<br />

de un nombre viejo? El camarada Osinsky le ha llamado en<br />

alguna p<strong>arte</strong> “realista”. La idea que se quiere expresar con<br />

esto es cierta y significativa, pero sería preciso ponerse de<br />

acuerdo sobre lo que este concepto quiere decir <strong>para</strong> evitar<br />

un equívoco.<br />

El realismo artístico más logrado coincide en nuestra historia<br />

con “la edad de oro” de la literatura, es decir, con la literatura<br />

aristocrática clásica.<br />

El período de los temas de tendencia, la época en que una<br />

obra se juzgaba esencialmente por las intenciones sociales<br />

del autor, coincide con el período en que la intelligentsia se<br />

despertaba, buscaba el modo de surgir a la actividad pública<br />

y trataba de aliarse al “pueblo” en su lucha contra el antiguo<br />

régimen.<br />

La escuela decadente y el simbolismo, que nacieron en lucha<br />

con el “realismo” dominante, corresponden al período en<br />

que la intelligentsia, se<strong>para</strong>da del pueblo, idolatrando sus<br />

propias experiencias y sometiéndose de hecho a la<br />

burguesía, se negaba a disolverse psicológica y<br />

estéticamente en esta clase. Para ello, el simbolismo pidió<br />

ayuda al Cielo.<br />

El futurismo de antes de la guerra fue una tentativa de la<br />

burguesía de liberarse, en un plano individualista, de la<br />

postración del simbolismo y de encontrar un punto de apoyo<br />

personal en los progresos impersonales de la cultura<br />

material.<br />

Tal es, grosso modo, la lógica de la sucesión de los grandes<br />

períodos de desarrollo de la literatura rusa. Cada una de<br />

estas tendencias estaba basada en una concreta actitud<br />

social, de grupo, ante el mundo, que dejó impresa su huella<br />

sobre los temas de sus obras, el contenido, la elección del<br />

medio, el carácter de los personajes, etc. Al decir contenido<br />

no nos referimos al tema, en el sentido formal del término,<br />

sino al objetivo social. Una época, una clase y sus opiniones<br />

pueden estar expresados perfectamente, tanto en un lirismo<br />

sin tema como en una novela social.<br />

Aquí se plantea la cuestión de la forma. Dentro de ciertos<br />

límites, la forma se desarrolla según sus propias leyes, como<br />

cualquier otra técnica. Cada nueva escuela literaria, si es<br />

realmente una escuela y no un injerto arbitrario, es el<br />

resultado de todo el desarrollo anterior, de la técnica de<br />

palabras y colores ya existente, y se aleja de los terrenos<br />

conocidos en busca de nuevos elementos y nuevas<br />

conquistas.<br />

En este caso también la evolución es dialéctica: la tendencia<br />

artística nueva niega la precedente. ¿Por qué?<br />

Evidentemente, ciertos sentimientos y pensamientos se<br />

sienten ahogados en el marco de los métodos antiguos. Al<br />

mismo tiempo, las inspiraciones nuevas encuentran en el<br />

<strong>arte</strong> antiguo ya cristalizado algunos elementos que mediante<br />

un desarrollo ulterior son susceptibles de darle la expresión<br />

necesaria; la bandera rebelde se yergue contra “lo antiguo”<br />

en su conjunto, en nombre de ciertos elementos susceptibles<br />

de ser desarrollados. Toda tendencia literaria existe<br />

potencialmente en el pasado, y todas se desarrollan<br />

rompiendo violentamente con el pasado. La relación<br />

recíproca entre la forma y el contenido (y éste último no es<br />

sólo el tema sino un conjunto vivo de sentimientos e ideas<br />

que buscan su expresión artística) se determina por la nueva<br />

forma, descubierta, proclamada y desarrollada bajo la<br />

presión de una necesidad interior, de una exigencia<br />

psicológica colectiva que, como toda la psicología humana,<br />

tiene raíces sociales.<br />

De ahí el dualismo de toda tendencia literaria; por una p<strong>arte</strong>,<br />

añade algo a la técnica artística, haciendo que se eleve (o<br />

que descienda) su nivel general; por otra, bajo su forma<br />

histórica concreta, expresa determinadas exigencias que<br />

en definitiva son exigencias de clase. De clase quiere decir<br />

también individuales, ya que la clase se expresa a través<br />

del individuo. También quiere decir exigencias nacionales,<br />

pues el espíritu de una nación se determina por la clase<br />

que la dirige y que subordina a la literatura. (...)<br />

¿Qué abarca el término “realismo”? El realismo ha dado,<br />

en diferentes épocas, expresión a los sentimientos y<br />

necesidades de distintos grupos sociales con medios<br />

totalmente diferentes. Cada escuela realista exige una<br />

definición literaria y social distinta, una estima literaria y<br />

formal distinta. ¿Qué tienen en común? Un interés concreto<br />

nada despreciable por todo cuanto concierne al mundo, a<br />

la vida tal cual es. Lejos de huir de la realidad, la aceptan<br />

en su estabilidad concreta o en su capacidad de<br />

transformación. Se esfuerzan por pintar la vida tal cual es o<br />

por hacerla cima de la creación artística, bien <strong>para</strong> justificarla<br />

o condenarla, bien <strong>para</strong> fotografiarla, generalizarla o<br />

simbolizarla. Pero siempre el objetivo es la vida en nuestras<br />

tres dimensiones, como materia suficiente y de valor<br />

inestimable.<br />

En este sentido filosófico amplio, y no en el de una escuela<br />

literaria cualquiera, podemos decir con certeza que el nuevo<br />

<strong>arte</strong> será realista. La revolución no puede coexistir con el<br />

misticismo. Si eso que Pilniak, los imaginistas y algunos<br />

otros dominan su romanticismo es, como puede temerse,<br />

un impulso tímido de misticismo bajo un nombre nuevo, la<br />

revolución no tolerará por mucho tiempo ese romanticismo.<br />

Decirlo no es mostrarse doctrinario, sino juzgar sanamente.<br />

En nuestros días no se puede tener “al lado” un misticismo<br />

portátil, algo así como un perrito que se mima. Nuestra época<br />

corta como un hacha. La vida amarga, tempestuosa, turbada<br />

hasta en sus entretelas, dice: “Necesito un artista capaz de<br />

un solo amor. Sea como fuere la forma en que te apoderes<br />

de mí, sean cuales fueren los útiles y los instrumentos con<br />

que me trabajes, me abandono a ti, a tu temperamento, a tu<br />

genio. Pero debes comprenderme como soy, tomarme como<br />

yo me vuelva, y no debe haber <strong>para</strong> ti nadie más que yo.”<br />

Hay ahí un monismo realista, en el sentido de una<br />

concepción del mundo, no en el del arsenal tradicional de


las escuelas literarias. Al contrario, el artista nuevo<br />

necesitará de todos los métodos y de todos los<br />

procedimientos puestos en práctica en el pasado, y algunos<br />

más aún, <strong>para</strong> captar la nueva vida. Y esto no constituirá<br />

eclecticismo artístico, dado que la unidad del <strong>arte</strong> viene dada<br />

por una percepción activa del mundo y de la vida. (...)<br />

La fe en el destino inevitable revelaba los estrechos límites<br />

en los que el hombre antiguo de pensamiento lúcido pero<br />

de técnica pobre, se encontraba encerrado. No podía<br />

emprender la conquista del mundo natural en la escala en<br />

que hoy podemos hacerlo nosotros, y ese mundo se cernía<br />

sobre él como un hado. Ese hado consistía en la pobreza y<br />

el inmovilismo de los medios técnicos, la voz de la sangre,<br />

la enfermedad, la muerte, todo lo que limita al hombre y le<br />

impide ser “arrogante”. La tragedia expresaba la<br />

contradicción entre el mundo del cerebro, que se<br />

despertaba, y la pobreza insuperable de medios. La<br />

mitología no creó la tragedia, se limitó a expresarla en un<br />

idioma simbólico adecuado a la infancia de la Humanidad.<br />

En la Edad Media, la concepción espiritual de la redención,<br />

y en general, todo el sistema de contabilidad con dos<br />

partidas –celestial y terrena- que se derivaba del dualismo<br />

de la religión y, en particular, del cristianismo histórico, es<br />

decir, del verdadero cristianismo, no creó las contradicciones<br />

de la vida, sino que las reflejó y las resolvió aparentemente.<br />

La sociedad medieval superó sus contradicciones crecientes<br />

librando una letra de cambio a cargo del hijo de Dios: las<br />

clases dirigentes la firmaron, la jerarquía eclesiástica se la<br />

endosó a la burguesía, y las masas oprimidas se pre<strong>para</strong>ban<br />

<strong>para</strong> cobrarla en el más allá.<br />

La sociedad burguesa atomizó las relaciones humanas,<br />

confiriéndoles una flexibilidad y una movilidad sin<br />

precedentes. La unidad primitiva de la conciencia, que<br />

constituía el fundamento de un <strong>arte</strong> religioso monumental,<br />

desapareció al mismo tiempo que las relaciones económicas<br />

primitivas. Con la Reforma, la religión adquirió un carácter<br />

individual. Los símbolos artísticos religiosos, una vez cortado<br />

el cordón umbilical que los unía al cielo, se hundieron y<br />

buscaron un punto de apoyo en el misticismo vago de la<br />

conciencia individual.<br />

En las tragedias de Shakespeare, que serían impensables<br />

sin la Reforma, el destino antiguo y las pasiones medievales<br />

son expulsadas por las pasiones humanas individuales, el<br />

amor, los celos, la sed de venganza, la avidez y el conflicto<br />

de conciencia. En cada uno de los dramas de Shakespeare,<br />

la pasión individual es llevada a tal grado de tensión que<br />

supera al hombre, queda suspendida por encima de su<br />

persona y se convierte en una especie de destino: los celos<br />

de Otelo, la ambición de Macbeth, la avaricia de Shylock,<br />

el amor de Romeo y Julieta, la arrogancia de Coriolano, la<br />

perplejidad intelectual de Hamlet. La tragedia de<br />

Shakespeare es individualista y en este sentido carece de<br />

la significación general del Edipo Rey, donde se expresa la<br />

conciencia de todo un pueblo. Com<strong>para</strong>do con Esquilo,<br />

Shakespeare representa, sin embargo, un gigantesco paso<br />

hacia adelante, y no un paso hacia atrás. El <strong>arte</strong> de<br />

Shakespeare es más humano. En cualquier caso, no<br />

aceptaremos una tragedia en la que Dios ordene y el hombre<br />

obedezca. Por lo demás, nadie escribirá una tragedia<br />

semejante.<br />

La sociedad burguesa, una vez atomizadas las relaciones<br />

humanas, se había fijado durante su ascenso un gran<br />

objetivo: la emancipación del individuo. De ahí nacieron los<br />

dramas de Shakespeare y el Fausto de Goethe. El hombre<br />

se consideraba el centro del universo, y por consiguiente<br />

del <strong>arte</strong>. Este tema bastó durante varios siglos. Toda la<br />

Ediciones<br />

Arte y Revolución<br />

literatura moderna no ha sido más que una ampliación y<br />

reelaboración de este tema.<br />

Pero cuando se reveló el fracaso interno de la sociedad<br />

burguesa por sus contradicciones insuperables, aquel<br />

objetivo primitivo, la emancipación y perfeccionamiento de<br />

la personalidad, se desvaneció en brazos de una nueva<br />

mitología inanimada.<br />

Sin embargo, el conflicto entre lo personal y lo que supera a<br />

lo personal no sólo puede desarrollarse en la esfera religiosa,<br />

sino también en la esfera de una pasión humana que supera<br />

personal: lo suprapersonal es, por encima de todo, el<br />

elemento social. En tanto el hombre no se adueñe de su<br />

organización social, ésta permanecerá suspendida sobre<br />

él como un hado. Que aparezca o no la envolutra religiosa,<br />

es algo secundario, y depende de la debilidad humana. La<br />

lucha de Babeuf por el comunismo en una sociedad que no<br />

estaba pre<strong>para</strong>da <strong>para</strong> él fue la lucha de un héroe clásico<br />

contra su destino. El destino de Babeuf posee todas las<br />

características de una verdadera tragedia, igual que el de<br />

los Gracos, cuyo nombre adoptó Babeuf.<br />

La tragedia basada en pasiones personales aisladas es<br />

demasiado insípida <strong>para</strong> nuestra época. ¿Por qué? Porque<br />

vivimos en una época de pasiones sociales. La tragedia de<br />

nuestra época se pone de manifiesto en el conflicto entre el<br />

individuo y la colectividad, o en el conflicto entre dos<br />

colectividades hostiles en el seno de una misma<br />

personalidad. Nuestro tiempo es de nuevo el de los grandes<br />

fines. Es lo que le caracteriza. La grandeza de esta época<br />

reside en el esfuerzo del hombre por liberarse de las<br />

nebulosas místicas o ideológicas con objeto de construir la<br />

sociedad y construirse a sí mismo de acuerdo con su propio<br />

plan. Evidentemente, el conflicto es mucho más grandioso<br />

que el juego de niños de los antiguos, que convenía mejor<br />

a su época infantil, o los delirios de los monjes medievales,<br />

o la arrogancia individualista que se<strong>para</strong> al individuo de la<br />

colectividad, lo agota rápidamente al máximo y le precipita<br />

en el abismo del pesimismo, a menos que no le ponga a<br />

caminar a cuatro patas delante del buey Apis, recientemente<br />

restaurado.<br />

La tragedia es una expresión elevada de la literatura porque<br />

implica la tenacidad heroica de los esfuerzos, la<br />

determinación de los objetivos, conflictos y pasiones. En<br />

este sentido, Stepun estaba en lo cierto al calificar de<br />

insignificante nuestro <strong>arte</strong> “de la víspera”, como él decía, es<br />

decir, el <strong>arte</strong> que precedió a la guerra y la revolución.<br />

La sociedad burguesa, el individualismo, la Reforma, el<br />

drama shakespeariano, la gran revolución, no han dejado<br />

sitio alguno al sentido trágico de objetivo fijado desde el<br />

exterior; los grandes objetivos deben residir en la conciencia<br />

de un pueblo o de su clase dirigente, si quieren hacer surgir<br />

el heroísmo o crear el terreno donde nazcan los grandes<br />

sentimientos que animan la tragedia. La guerra zarista,<br />

cuyos objetivos eran extraños a nosotros, dio sólo lugar a<br />

versos de pacotilla, a una poesía individualista decadente,<br />

incapaz de elevarse hasta la objetividad y de formar un <strong>arte</strong><br />

grandioso.<br />

Las escuelas decadente y simbolista, con todas sus<br />

ramificaciones, eran desde el punto del desarrollo del <strong>arte</strong><br />

como forma social, unos simples garabatos, unos ejercicios<br />

de ensayos, algo así como afinar los instrumentos. La<br />

“víspera” fue, en lo artístico, un período sin objetivos. Quien<br />

sabía cuáles eran sus objetivos no tenía tiempo <strong>para</strong><br />

ocuparse del <strong>arte</strong>. Hoy se pueden perseguir altos objetivos<br />

a través del <strong>arte</strong>. No se puede prever si el <strong>arte</strong> <strong>revolucionario</strong><br />

tendrá tiempo <strong>para</strong> dar lugar a una tragedia revolucionaria<br />

“de altura”. Pero desde luego, el <strong>arte</strong> <strong>socialista</strong> renovará la<br />

tragedia.<br />

El <strong>arte</strong> nuevo será ateo. Renovará también la comedia, ya<br />

20|21


Contra-Imagen<br />

que el hombre nuevo querrá reír. Hará que renazca la novela.<br />

Concederá todos sus derechos al lirismo, porque el hombre<br />

nuevo amará mejor y con más fuerza que los antiguos, y<br />

pensará sobre el nacimiento y la muerte. El <strong>arte</strong> nuevo hará<br />

revivir todas las formas que han surgido en el curso del<br />

desarrollo del espíritu creador. La desintegración y el declive<br />

de estas formas no tiene por qué ser definitiva, pues no son<br />

incompatibles en absoluto con el espíritu de los tiempos<br />

nuevos. Basta con que el poeta de la nueva época piense<br />

de nuevo sobre los problemas de la humanidad y sienta<br />

otra vez sus sentimientos.<br />

Durante estos últimos años, la arquitectura ha sido la que<br />

más ha padecido, y no sólo en nuestro país; los viejos<br />

edificios se han destruido poco a poco y no se han construido<br />

otros nuevos. De aquí la crisis de la vivienda existente en el<br />

mundo entero. Cuando, acabada la guerra, los hombres<br />

empezaron a trabajar de nuevo, se prestó atención en primer<br />

lugar a los artículos de consumo diario más esenciales y<br />

sólo de modo secundario a la reconstrucción de los bienes<br />

de producción y las casas . En definitiva, las destrucciones<br />

a causa de la guerra y de las revoluciones servirán a la<br />

arquitectura, de igual manera que el incendio de 1812<br />

contribuyó a embellecer Moscú. En Rusia, la materia cultural<br />

que se podía destruir era menor que en otros países, las<br />

destrucciones han sido mayores y la reconstrucción está<br />

siendo más lenta y difícil. No resulta sorprendente que<br />

hayamos descuidado la arquitectura, la más monumental<br />

de las <strong>arte</strong>s.<br />

Hoy día empezamos poco a poco a empedrar las calles, a<br />

rehacer las canalizaciones, a terminar las casas que<br />

quedaron sin terminar, y, sin embargo, sólo estamos en el<br />

principio. Hemos construido en madera los pabellones de<br />

la Exposición Agrícola de Moscú de 1923. Hay que descartar<br />

todavía la construcción a gran escala. Los autores de<br />

proyectos gigantescos, como Tatlin, tendrán tiempo <strong>para</strong><br />

reflexionar, <strong>para</strong> corregir o revisar radicalmente sus<br />

proyectos. Por supuesto, no creemos que vamos a estar<br />

durante decenas de años todavía re<strong>para</strong>ndo las viejas calles<br />

y casas. En este proceso, como en todos los demás, hay<br />

una etapa de re<strong>para</strong>ción, primero, de pre<strong>para</strong>ción lenta y<br />

acumulación de fuerzas, y luego la etapa de desarrollo<br />

rápido. Tan pronto como se cubran las necesidades más<br />

urgentes de la vida, y tan pronto como se pueda tener un<br />

excedente, el Estado soviético, situará en el orden del día<br />

el problema de las construcciones gigantes en que<br />

encarnará el espíritu de nuestra época. Tatlin tiene razón,<br />

indudablemente, cuando rechaza en sus proyectos los<br />

estilos nacionales, la escultura alegórica, las piezas de<br />

estuco y adornos, y tratar de que todo se subordine a la<br />

utilización más provechosa de los materiales. De este modo<br />

se han construido las máquinas, los puentes y los mercados<br />

cubiertos, durante mucho tiempo. Pero Tatlin tiene que<br />

probar todavía que tiene razón en lo que respecta a sus<br />

propias invenciones: el cubo giratorio, la pirámide y el<br />

cilindro, todo ello de cristal. Para bien o <strong>para</strong> mal, las<br />

circunstancias van a proporcionarle mucho tiempo <strong>para</strong><br />

encontrar argumentos a su favor.<br />

Maupassant odiaba la torre Eiffel, pero nadie está obligado<br />

a imitarle. Cierto que la torre Eiffel da una impresión<br />

contradictoria; uno se siente atraído por la simplicidad<br />

técnica de su forma y a la vez nos repele por su falta de<br />

utilidad. Es una contradicción: utilizar de modo<br />

extremadamente racional la materia con objeto de hacer<br />

una torre tan alta que no se sabe <strong>para</strong> qué sirve. No es un<br />

edificio, sino un ejercicio de construcción. Hoy sabemos que<br />

la torre Eiffel sirve como estación de radio. Esto le da un<br />

sentido y una cierta armonía estética. Pero si la torre hubiese<br />

sido edificada desde el principio <strong>para</strong> ser estación de radio,<br />

probablemente se hubiera logrado una forma más racional,<br />

y por consiguiente una perfección artística mayor.<br />

Desde este punto de vista, el proyecto de monumento hecho<br />

por Tatlin parece mucho menos satisfactorio. Quiere construir<br />

un edificio de cristal <strong>para</strong> las reuniones del Consejo Mundial<br />

de Comisarios del Pueblo, <strong>para</strong> la Internacional Comunista,<br />

etc. Las vigas de apoyo, los pilares que soportan el cilindro<br />

y la pirámide de vidrio -no sirven más que <strong>para</strong> eso- son tan<br />

mazacotes y tan pesados que parecen un andamio olvidado.<br />

No se puede adivinar por qué están ahí. Si se nos dice que<br />

deben sostener el cilindro giratorio en que tendrán lugar las


euniones, se puede responder que no hay necesidad alguna<br />

de mantener las reuniones en un cilindro, y que no hay<br />

tampoco necesidad de que el cilindro gire. Recuerdo haber<br />

visto una vez, cuando era niño, una iglesia de madera<br />

construída dentro de una botella de cerveza; aquello me<br />

entusiasmó, y no me pregunté <strong>para</strong> qué servía.<br />

Tatlin sigue el camino opuesto; quiere construir una botella<br />

de cerveza <strong>para</strong> el Consejo Mundial de Comisarios del<br />

Pueblo y encerrarla en un templo en forma de espiral, de<br />

cemente armado. Por el momento no puedo impedirme<br />

preguntar ¿por qué? Estaríamos de acuerdo con el cilindro<br />

y su rotación si la construcción fuera simple y ligera, si los<br />

mecanismos que sirven <strong>para</strong> producir la rotación no<br />

aplastasen toda la construcción.<br />

Por eso mismo, no podemos aprobar los argumentos con<br />

que se nos explica la importancia artística, la plástica y la<br />

escultura de Jacob Lipschitz. La escultura debe perder su<br />

independencia ficticia, una independencia que la hace<br />

vegetar en los patios traseros de la vida o en los cementerios<br />

de los museos. Debe mostrar sus vínculos con la<br />

arquitectura, exaltarlos en el seno de una síntesis más<br />

elevada. En tal sentido amplio, la escultura debe buscar<br />

una aplicación utilitaria. Muy bien. ¿Cómo aplicar estas ideas<br />

a la plástica de Lipschitz? La fotografía nos muestra dos<br />

planos que se cortan, esquematizando un hombre sentado<br />

que tiene un instrumento en las manos. Se nos dice que si<br />

esto no es utilitario, es “funcional”. ¿En qué sentido? Para<br />

juzgar el funcionalismo hay que conocer la función. Si se<br />

pensase en la no funcionalidad, o en la utilidad eventual de<br />

estos planos que se cortan, de estas formas angulosas y<br />

salientes, la escultura terminaría por transformarse en un<br />

perchero. Si el escultor se entregase a la tarea de hacer un<br />

perchero, probablemente habría encontrado una forma más<br />

apropiada. No, no podemos recomendar a nadie moldear<br />

en yeso tal percha.<br />

Queda aún otra hipótesis: la plástica de Lipschitz, como el<br />

<strong>arte</strong> verbal de Krutchenik, no son más que simples ejercicios<br />

técnicos, gamas y escalas de la música y de la escultura<br />

del porvenir. Pero no por ello hay que presentar el solfeo<br />

como música. Dejémoslas en el estudio, no mostremos las<br />

fotografías.<br />

No hay duda de que en el futuro, y sobre todo en un futuro<br />

lejano, tareas monumentales como la planificación nueva<br />

de las ciudades-jardín, de las casas-modelo, de las vías<br />

férreas, de los puertos, interesarán vitalmente no sólo a los<br />

arquitectos y a los ingenieros, participantes en concurso,<br />

sino a las masas populares también. En lugar del<br />

hacinamiento, a la manera de los hormigueros, de barrios y<br />

calles, piedra a piedra y de generación en generación, el<br />

arquitecto, con el compás en la mano, construirá ciudadespueblos<br />

en el mapa. Estos planos serán sometidos a<br />

discusión, se formarán grupos populares a favor y en contra,<br />

partidos técnico-arquitectónicos con su agitación, sus<br />

pasiones, sus mítines y sus votos. La arquitectura palpitará<br />

de nuevo en el hálito de los sentimientos y de los humores<br />

de las masas, en un plano más elevado, y la humanidad,<br />

educada más “plásticamente”, se acostumbrará a considerar<br />

el mundo como una arcilla dúctil, apropiada <strong>para</strong> ser<br />

modelada en formas cada vez más bellas. El muro que<br />

se<strong>para</strong> el <strong>arte</strong> de la industria será derruido. En lugar de ser<br />

ornamental, el gran estilo del futuro será plástico. En este<br />

punto los futuristas tienen razón. No hay que hablar por ello<br />

de la liquidación del <strong>arte</strong>, de su eliminación por la técnica.<br />

Tenemos, por ejemplo, un cuchillo. El <strong>arte</strong> y la técnica<br />

pueden combinarse en él de dos formas: o bien el <strong>arte</strong><br />

adorna el cuchillo, decorando el mango con un elefante,<br />

una belleza o la torre Eiffel, o bien el <strong>arte</strong> ayuda a la técnica<br />

a encontrar una forma “ideal” de cuchillo, es decir la forma<br />

Ediciones<br />

Arte y Revolución<br />

que corresponda mejor a su materia y su destino. Sería un<br />

error creer que se puede cumplir esta función con medios<br />

puramente técnicos: el objeto y la materia permiten un<br />

número infinito de variaciones. Para hacer un cuchillo “ideal”<br />

es preciso conocer las propiedades de la materia y los<br />

métodos <strong>para</strong> trabajaría, es preciso también imaginación y<br />

gusto. En la línea de evolución de la cultura industrial,<br />

pensamos que la imaginación artística se preocupará por<br />

elaborar la forma ideal de un objeto en tanto que tal, y no<br />

por su embellecimiento como añadido gratuito. Estono.Y si<br />

esto vale <strong>para</strong> un cuchillo será más válido todavía <strong>para</strong> el<br />

vestido, los muebles, el teatro y la ciudad. Lo cual no quiere<br />

decir que se pueda prescindir de la obra de <strong>arte</strong>, ni siquiera<br />

en un futuro lejano. Quiere decir que el <strong>arte</strong> debe cooperar<br />

estrechamente con todas las ramas de la técnica.<br />

¿Acabará la industria por absorber el <strong>arte</strong> o será el <strong>arte</strong><br />

quien eleve a la industria hasta su Olimpo? La respuesta<br />

será distinta según se aborde el problema desde el punto<br />

de vista de la industria o desde el del <strong>arte</strong>. Objetivamente,<br />

no hay diferencias; Ambas suponen una expansión<br />

gigantesca de la producción y la calidad artística de la<br />

industria, y aquí entendemos por industria toda la actividad<br />

productiva del hombre: incluída la agricultura mecanizada y<br />

electrificada.<br />

El muro que se<strong>para</strong> el <strong>arte</strong> de la industria, y también el que<br />

se<strong>para</strong> el <strong>arte</strong> de la Naturaleza, se derruirán. Pero no en el<br />

sentido de Jean Jacques Rousseau, según el cual el <strong>arte</strong><br />

se acercará cada vez más a la Naturaleza, sino en el sentido<br />

de que la Naturaleza será llevada cada vez más cerca del<br />

<strong>arte</strong>. El emplazamiento actual de las montañas, ríos, campos<br />

y prados, estepas, bosques y orillas no puede ser<br />

considerado definitivo. El hombre ha realizado ya ciertos<br />

cambios no carentes de importancia sobre el mapa de la<br />

Naturaleza; simples ejercicios de estudiante en com<strong>para</strong>ción<br />

con lo que ocurrirá. La fe sólo podía prometer desplazar<br />

montañas; la técnica, que no admite nada “por fe”, las abatirá<br />

y las desplazará en la realidad. Hasta ahora no lo ha hecho<br />

más que por objetivos comerciales o industriales (minas y<br />

túneles); en el futuro lo hará en una escala<br />

incom<strong>para</strong>blemente mayor, conforme a planes productivos<br />

y artísticos amplios. El hombre hará un nuevo inventario de<br />

montañas y ríos. Enmendará rigurosamente y en más de<br />

una ocasión a la Naturaleza. Remodelará en ocasiones la<br />

tierra a su gusto. No tenemos ningún motivo <strong>para</strong> temer<br />

que su gusto sea malo.<br />

El celoso y malévolo poeta Kliueiv declara, en su polémica<br />

con Maiakovsky, que “no conviene al poeta preocuparse<br />

de las grúas”, y que “sólo en el horno del corazón, y no en<br />

ningún otro lugar, se funde el oro púrpura de la vida”. Ivanov-<br />

Razumnik, un populista que fue en tiempos <strong>socialista</strong><br />

<strong>revolucionario</strong> de izquierda, lo cual lo explica todo, vino a<br />

poner su grano de sal en la discusión. La poesía del martillo<br />

y de la máquina, declara Ivanov-Razumnik refiriéndose a<br />

Maiakovsky, será pasajera. En cambio la poesía de “la tierra<br />

original” es la “eterna poesía del mundo”. La tierra y la<br />

máquina contrastan aquí como las fuentes eterna y pasajera<br />

de la poesía, y por supuesto el eminente idealista, el soso y<br />

precavido semimístico Razumnik prefiere lo eterno a lo<br />

efímero. Pero en realidad esta oposición de la tierra respecto<br />

a la máquina carece de objeto; se puede poner oponer a<br />

un paisaje campesino atrasado otro con un molino, esté en<br />

una plantación o en una empresa <strong>socialista</strong>. La poesía de<br />

la tierra no es eterna, sino cambiante; el hombre sólo ha<br />

comenzado a cantar después de haber puesto entre él y la<br />

tierra los útiles y las herramientas, esas máquinas<br />

elementales. Sin la hoz, la guadaña o el arado no habría<br />

habido poeta campesino. ¿Quiere esto decir que la tierra<br />

con guadaña tiene el privilegio de la eternidad sobre la tierra<br />

22|23


Contra-Imagen<br />

con el arado mecánico? El hombre nuevo, que todavía está<br />

empezando a crecer y a hacerse a sí mismo, no opondrá<br />

como Kliuiev y Razumnik las herramientas de hueso o de<br />

espinas de pescado a la grúa o el martillo pilón. El hombre<br />

<strong>socialista</strong> dominará, gracias a las máquinas, la Naturaleza<br />

entera, incluidos los animales con huesos o espinas.<br />

Designará los lugares en que las montañas deben ser<br />

abatidas, cambiará el curso de los ríos y abarcará los<br />

océanos. Los necios idealistas pueden decir que todo esto<br />

acabará por no tener gracia ninguna, pero precisamente<br />

por ello son necios. ¿Piensan que todo el globo terrestre<br />

será parcelado, que los bosques serán transformados en<br />

parques y jardines? Seguirá habiendo espesuras y bosques,<br />

faisanes y tigres allí donde el hombre decida que los haya.<br />

Y el hombre actuará de tal forma que el tigre no se dará<br />

cuenta incluso de la presencia de la máquina, y continuará<br />

viviendo como ha vivido. La máquina no se opone a la tierra.<br />

Es un instrumento del hombre moderno en todos los<br />

dominios de la vida. Si la ciudad actual es “provisional”, no<br />

por eso desaparecerá absorbida por el pueblo antiguo. Al<br />

contrario, será el pueblo el que se eleve hasta el nivel de la<br />

ciudad. Y ésa será nuestra tarea principal. La ciudad es<br />

“provisional”, pero indica el futuro e indica el camino. Los<br />

pueblos actuales pertenecen enteramente del pasado; su<br />

esteticismo es, por eso, arcaico, como si se hubiera sacado<br />

de un museo de <strong>arte</strong> popular.<br />

La Humanidad saldrá del período de guerras civiles<br />

empobrecida a consecuencia de las terribles destrucciones,<br />

sin hablar de los terremotos como el que acaba de ocurrir<br />

en Japón. El esfuerzo por vencer la pobreza, el hambre, la<br />

necesidad en todas sus formas, es decir, por domesticar la<br />

Naturaleza, será nuestra preocupación dominante durante<br />

decenas y decenas de años. La pasión por el progreso<br />

material, al estilo americano, acompañará a la primera etapa<br />

de toda nueva sociedad <strong>socialista</strong>. El goce pasivo de la<br />

Naturaleza desaparecerá en el <strong>arte</strong>. La técnica inspirará con<br />

más fuerza la creación artística y, más tarde, la contradicción<br />

entre técnica y <strong>arte</strong> se resolverá en una síntesis superior.<br />

Los sueños personales de unos cuantos entusiastas<br />

actuales por dotar a la existencia humana de una calidad<br />

más dramática y al hombre mismo de una armonía rítmica<br />

son perfectamente compatibles y coherentes con esta<br />

perspectiva. Habiendo dominado y racionalizado su sistema<br />

económico, es decir, habiéndolo saturado de sentido y<br />

planificación, el hombre alterará profundamente la vida<br />

doméstica actual. La tarea molesta de alimentar y educar a<br />

los hijos que pesa como una rueda de molino sobre la familia<br />

actual, dejará de estar en manos de la familia <strong>para</strong> ser algo<br />

social. La mujer saldrá por fin de su semiesclavitud. Al lado<br />

de la técnica, la pedagogía formará psicológicamente<br />

nuevas generaciones y regirá la opinión pública. Se<br />

desarrollarán hasta un punto hoy inconcebible las<br />

experiencias pedagógicas, en una emulación de métodos y<br />

sistemas alrededor de los cuales se formarán “partidos”<br />

poderosos. El modo de vida comunista no surgirá<br />

ciegamente, como los arrecifes de coral en el mar. Será<br />

edificado de forma consciente. Será controlado por el<br />

pensamiento crítico. Será dirigido y corregido. El hombre,<br />

que sabrá desplazar los ríos y las montañas, que aprenderá<br />

a construir los palacios del pueblo sobre las alturas del Mont<br />

Blanc o en el fondo del Atlántico, dará a su existencia la<br />

riqueza, el color, la tensión dramática el dinamismo más<br />

alto. Apenas comience a formarse una costra en la superficie<br />

de la existencia humana, estallará bajo la presión de los<br />

nuevos inventos y realizaciones culturales. No, la vida futura<br />

no será monótona.<br />

Mas aún, el hombre se dedicará seriamente a armonizar su<br />

propio ser. Tratará de obtener una precisión, un<br />

discernimiento, una economía mayores, y por ende una<br />

belleza máxima en los movimientos de su propio cuerpo,<br />

en el trabajo, en el andar, en el juego. Querrá dominar los<br />

procesos semiinconscientes e inconscientes de su propio<br />

organismo: la respiración, la circulación de la sangre, la<br />

digestión, la reproducción. Y dentro de ciertos límites<br />

inevitables, tratará de subordinarlos al control de su razón y<br />

de su voluntad. El homo sapiens, actualmente congelado,<br />

se tratará a sí mismo como objeto de los métodos más<br />

complicados de selección artificial y tratamiento<br />

psicoanalítico.<br />

Estas perspectivas están perfectamente de acuerdo con<br />

toda la evolución del hombre. Comenzó por expulsar las<br />

tinieblas de la producción y de la ideología, acabando, por<br />

medio de la técnica, con la rutina bárbara de su trabajo, y<br />

por medio de la ciencia con la religión. Después expulsó de<br />

la política lo inconsciente, al derribar las monarquías, a las<br />

sucedieron las democracias y parlamentarismos<br />

racionalistas, y luego la dictadura abierta de los soviets. Los<br />

elementos incontrolados tenían el máximo arraigo en las<br />

relaciones económicas, pero el hombre los está eliminando<br />

también aquí por medio de la organización <strong>socialista</strong>. Lo<br />

cual le permite reconstruir desde otras bases totalmente<br />

distintas la tradicional vida de familia. Por último, si la<br />

naturaleza misma del hombre se halla oculta en los rincones<br />

más oscuros del inconsciente, ¿no es evidente que en este<br />

sentido se dirijan los mayores esfuerzos de la investigación<br />

y creación? El género humano, que ha dejado de arrastrarse<br />

ante Dios, el Zar y el Capital, no deberá ahora capitular<br />

ante las leyes oscuras de la herencia y de la selección<br />

sexual. El hombre libre tratará de alcanzar el máximo<br />

equilibrio en el funcionamiento de sus órganos y un<br />

desarrollo más armonioso de sus tejidos, a fin de reducir<br />

así el miedo a la muerte dentro de los límites de una reacción<br />

racional del organismo ante el peligro. No hay duda de que<br />

la falta de armonía anatómica y fisiológica del hombre, la<br />

gran desproporción en el desarrollo de sus órganos o la<br />

utilización de sus tejidos, dan a su instinto vital ese miedo<br />

mórbido, histérico, ante la muerte, temor que a su vez<br />

produce las humillantes y estúpidas fantasías sobre el más<br />

allá. El hombre tratará de ser dueño de sus propios<br />

sentimientos, de elevar sus instintos a la altura de lo<br />

consciente y de hacerlos transparentes, de dominar con su<br />

voluntad en las tinieblas de lo inconsciente. Así se elevará<br />

a un nivel superior y creará un tipo biológico y social más<br />

perfecto, o, si se quiere, un superhombre.<br />

Es tan difícil predecir cuáles serán los límites del dominio<br />

de sí mismo que es capaz de alcanzar el hombre futuro,<br />

como prever hasta dónde se podrá desarrollar el dominio<br />

técnico sobre la naturaleza. La construcción social y la<br />

autoeducación psicofísica serán dos aspectos <strong>para</strong>lelos de<br />

un único proceso. Todas las <strong>arte</strong>s -la literatura, el teatro, la<br />

pintura, la escultura, la música y la arquitectura- darán a<br />

este proceso una forma sublime. Más exactamente, la forma<br />

que revestirá el proceso de edificación cultural y de<br />

autoeducación del hombre comunista desarrollará hasta el<br />

grado más alto los elementos vivos del <strong>arte</strong> contemporáneo.<br />

El hombre se hará incom<strong>para</strong>blemente más fuerte, más<br />

sabio y más complejo. Su cuerpo será más armonioso, sus<br />

movimientos más rítmicos, su voz más melodiosa. Las<br />

formas de su existencia adquirirán una calidad<br />

dinámicamente dramática. El hombre normal se elevará a<br />

las alturas de un Aristóteles, un Goethe o un Marx. Y por<br />

encima de estas alturas se elevarán nuevas cúspides.<br />

Nota<br />

1 Es decir, de Tolstoi, señor de Yasnaia Poliana.


Ediciones<br />

Arte y Revolución<br />

la burocracia totalitaria<br />

y el <strong>arte</strong> León Trotsky<br />

Coyoacán (México), 10 de junio de 1938 1<br />

La revolución de octubre ha dado un magnifico impulso al <strong>arte</strong> en<br />

todos los dominios. Por el contrario, la reacción burocrática ha estrangulado<br />

la producción artística con su mano totalitaria. ¡No hay de qué sorprenderse!<br />

El propio <strong>arte</strong> cortesano de la monarquía absoluta se basaba en la idealización<br />

y no en la falsificación.<br />

Sin embargo, el <strong>arte</strong> oficial de la Unión Soviética - y allí no hay otro <strong>arte</strong>- se<br />

basa en una falsificación grosera, en el sentido más directo e inmediato del<br />

término. El objetivo de la falsificación es magnificar al “jefe”, fabricar<br />

artificialmente un mito heroico.<br />

Muy recientemente, el 27 de abril de este año, el periódico oficioso Izvestia<br />

publicó el cliché de un nuevo cuadro, que representa a Stalin como el<br />

organizador de la huelga de Tiflis en marzo de 1902. Pero, como lo muestran<br />

documentos publicados desde hace tiempo, Stalin se encontraba entonces<br />

en la cárcel y, lo que es más, no en Tiflis sino en Batum. Esta vez, la mentira<br />

salta a la vista. Al día siguiente, Izvestia tuvo que excusarse de su lamentable<br />

error. Adónde fue a <strong>para</strong>r el cuadro, pagado con los fondos del Estado, nadie<br />

lo sabe. Decenas, centenares y millares de libros, películas, pinturas,<br />

esculturas, animan y magnifican episodios “históricos”como el precedente,<br />

que nunca ocurrieron. Así, en muchos cuadros que se refieren a la revolución<br />

de octubre, no se olvida jamás de representar, con Stalin a la cabeza, un<br />

“centro <strong>revolucionario</strong>” que no ha existido nunca. Alexis Tolstoi, en quien el<br />

cortesano ha estrangulado al artista, ha escrito una novela donde glorifica<br />

los éxitos militares de Stalin y Vorochilov en Tsaritsin. En realidad, y como<br />

atestiguan los documentos, el ejército de Tsaritsin -uno de las dos docenas<br />

de ejércitos de la<br />

revolución- jugó el más<br />

lamentable papel. Es<br />

imposible contemplar sin<br />

una repulsión física<br />

mezclada de horror, la<br />

reproducción de cuadros y<br />

esculturas soviéticas en los<br />

que funcionarios armados<br />

de un pincel, bajo la<br />

vigilancia de funcionarios<br />

armados con máuseres,<br />

glorifican a los jefes<br />

“grandes” y “geniales”<br />

desprovistos en realidad<br />

del menor destello de<br />

genio y de grandeza. El<br />

<strong>arte</strong> de la época estalinista<br />

entrará en la historia como<br />

la más patente expresión<br />

de la profunda decadencia<br />

de la revolución proletaria.<br />

Sin embargo, el fenómeno<br />

no se limita a las fronteras<br />

de la URSS.<br />

En busca de una nueva<br />

orientación, la intelligentsia<br />

casi revolucionaria de<br />

occidente, so capa de un tardío<br />

reconocimiento de la revolución de octubre,<br />

se ha arrodillado ante la burocracia soviética.<br />

Desde luego, los artistas que tienen carácter<br />

y talento han permanecido alejados. Con<br />

mayor razón, han venido al primer plano los<br />

fracasados, arribistas y gente sin talento de<br />

toda laya. Pese a su gran amplitud, todo este<br />

movimiento militarizado no ha engendrado<br />

hasta ahora ninguna producción capaz de<br />

sobrevivir a su autor o a sus inspiradores del<br />

Kremlin.<br />

No obstante, el cautiverio de Babilonia del<br />

<strong>arte</strong> <strong>revolucionario</strong> no puede durar ni durará<br />

eternamente. El hundimiento ignominioso de<br />

la política cobarde y reaccionaria de los<br />

“frentes populares” en España y en Francia,<br />

de una p<strong>arte</strong>, y las falsificaciones judiciales<br />

de Moscú, de la otra, marcan el advenimiento<br />

de un gran cambio de dirección, no sólo en<br />

el terreno de la política, sino también en el<br />

de la ideología revolucionaria. Sólo un nuevo<br />

ascenso del movimiento emancipador de la<br />

humanidad es capaz de enriquecer el <strong>arte</strong> con<br />

nuevas posibilidades. Ciertamente, el partido<br />

<strong>revolucionario</strong> no puede asignarse la tarea<br />

de “dirigir” el <strong>arte</strong>. Semejante pretensión no<br />

puede caber sino en el espíritu de gentes<br />

embriagadas por la omnipotencia de la<br />

burocracia de Moscú. El <strong>arte</strong>, como la ciencia,<br />

no sólo no necesita órdenes sino que, por su<br />

propia esencia, no las tolera. La creación<br />

artística tiene sus leyes, incluso cuando sirve<br />

conscientemente a un movimiento social. El<br />

<strong>arte</strong> <strong>revolucionario</strong>, al igual que toda actividad<br />

verdaderamente creadora, es incompatible<br />

con la mentira, la falsedad y el espíritu de<br />

adaptación. Si el movimiento emancipador de<br />

las clases y los pueblos oprimidos disipa las<br />

nubes del escepticismo y del pesimismo que<br />

oscurecen hoy el horizonte de la humanidad,<br />

los poetas, los pintores, los escultores y los<br />

músicos encontrarán por sí mismos sus<br />

caminos y sus métodos. La primera condición<br />

de tal renacimiento y de tal ascenso es la<br />

supresión de la asfixiante tutela de la<br />

burocracia del Kremlin.<br />

Nota<br />

1 Con muy ligeras variantes algunas frases de este<br />

trabajo figuran en texto “El <strong>arte</strong> y la revolución”,<br />

carta dirigida a Partisan Review.<br />

24|25


Contra-Imagen<br />

manifiesto por un<br />

<strong>arte</strong> <strong>revolucionario</strong><br />

independiente<br />

Puede afirmarse sin exageración, que nunca como<br />

hoy nuestra civilización ha estado amenazada por tantos<br />

peligros. Los vándalos, usando sus medios bárbaros, es<br />

decir, extremadamente precarios, destruyeron la antigua<br />

civilización en un sector de Europa. En la actualidad, toda<br />

la civilización mundial, en la unidad de su destino histórico,<br />

es la que se tambalea bajo la amenaza de fuerzas<br />

reaccionarias armadas con toda la técnica moderna. No<br />

aludimos tan sólo a la guerra que se avecina. Ya hoy, en<br />

tiempos de paz, la situación de la ciencia y el <strong>arte</strong> se ha<br />

vuelto intolerable.<br />

En aquello que de individual conserva en su génesis, en<br />

las cualidades subjetivas que pone en acción <strong>para</strong> revelar<br />

un hecho que signifique un enriquecimiento objetivo, un<br />

descubrimiento filosófico, sociológico, científico o artístico,<br />

aparece como un fruto de un azar precioso, es decir, como<br />

una manifestación más o menos espontánea de la<br />

necesidad. No hay que pasar por alto semejante aporte,<br />

ya sea desde el punto de vista del conocimiento general<br />

(que tiende a que se amplíe la interpretación del mundo),<br />

o bien desde el punto de vista <strong>revolucionario</strong> (que exige<br />

<strong>para</strong> llegar a la transformación del mundo tener una idea<br />

exacta de las leyes que rigen su movimiento). En particular,<br />

no es posible desentenderse de las condiciones mentales<br />

en que este enriquecimiento se manifiesta, no es posible<br />

cesar la vigilancia <strong>para</strong> que el respeto de las leyes<br />

específicas que rigen la creación intelectual sea<br />

garantizado. No obstante, el mundo actual nos ha obligado<br />

a constatar la violación cada vez más generalizada de estas<br />

leyes, violación a la que corresponde, necesariamente, un<br />

envilecimiento cada vez más notorio, no sólo de la obra<br />

de <strong>arte</strong>, sino también de la personalidad “artística”. El<br />

fascismo hitleriano, después de haber eliminado en<br />

Alemania a todos los artistas en quienes se expresaba en<br />

alguna medida el amor de la libertad, aunque esta fuese<br />

sólo una libertad formal, obligó a cuantos aún podían<br />

sostener la pluma o el pincel a convertirse en lacayos del<br />

régimen y a celebrarlo según órdenes y dentro de los límites<br />

exteriores del peor convencionalismo.<br />

Dejando de lado la publicidad, lo mismo ha ocurrido en la<br />

URSS durante el periodo de furiosa reacción que hoy llega<br />

a su apogeo. Ni que decir tiene que no nos solidarizamos<br />

ni un instante, cualquiera que sea su éxito actual, con la<br />

consigna: “Ni fascismo ni comunismo” consigna que<br />

corresponde a la naturaleza del filisteo conservador y<br />

Manifiesto<br />

André Breton y León Trotsky 1<br />

México, 25 de julio de 1938<br />

asustado que se aferra a los vestigios del pasado<br />

“democrático”. El verdadero <strong>arte</strong>, es decir aquel que no se<br />

satisface con las variaciones sobre modelos establecidos,<br />

sino que se esfuerza por expresar las necesidades íntimas<br />

del hombre y de la humanidad actuales, no puede dejar<br />

de ser <strong>revolucionario</strong>, es decir, no puede sino aspirar a<br />

una reconstrucción completa y radical de la sociedad,<br />

aunque sólo sea <strong>para</strong> liberar la creación intelectual de las<br />

cadenas que la atan y permitir a la humanidad entera<br />

elevarse a las alturas que sólo genios solitarios habían<br />

alcanzado en el pasado. Al mismo tiempo, reconocemos<br />

que únicamente una revolución social puede abrir el camino<br />

a una nueva cultura. Pues si rechazamos toda la<br />

solidaridad con la casta actualmente dirigente en la URSS<br />

es, precisamente, porque a nuestro juicio no representa el<br />

comunismo, sino su más pérfido y peligroso enemigo.<br />

Bajo la influencia del régimen totalitario de la URSS, y a<br />

través de los organismos llamados organismos “culturales”<br />

que dominan en otros países, se ha difundido en el mundo<br />

entero un profundo crepúsculo hostil a la eclosión de<br />

cualquier especie de valor espiritual. Crepúsculo de fango<br />

y sangre en el que, disfrazados de artistas e intelectuales,<br />

participan hombres que hicieron del servilismo su móvil,<br />

del abandono de sus principios un juego perverso, del falso<br />

testimonio venal un hábito y de la apología del crimen un<br />

placer. El <strong>arte</strong> oficial de la época estalinista refleja, con<br />

crudeza sin ejemplo en la historia, sus esfuerzos irrisorios<br />

por disimular y enmascarar su verdadera función<br />

mercenaria.<br />

La sorda reprobación que suscita en el mundo artístico<br />

esta negación desvergonzada de los principios a que el<br />

<strong>arte</strong> ha obedecido siempre y que incluso los Estados<br />

fundados en la esclavitud no se atrevieron a negar de modo<br />

tan absoluto, debe dar lugar a una condenación implacable.<br />

La oposición artística constituye hoy una de las fuerzas<br />

que pueden contribuir de manera útil al desprestigio y a la<br />

ruina de los regímenes bajo los cuales se hunde, al mismo<br />

tiempo que el derecho de la clase explotada a aspirar a un<br />

mundo mejor, todo sentimiento de grandeza e incluso de<br />

dignidad humana.<br />

La revolución comunista no teme al <strong>arte</strong>. Sabe que al final<br />

de la investigación a que puede ser sometida la formación<br />

de la vocación artística en la sociedad capitalista que se<br />

derrumba, la determinación de tal vocación sólo puede<br />

aparecer como resultado de una connivencia entre el


hombre y cierto número de formas sociales que le son<br />

adversas. Esta coyuntura, en el grado de conciencia que<br />

de ella pueda adquirir, hace del artista su aliado<br />

predispuesto. El mecanismo de sublimación que actúa en<br />

tal caso, y que el psicoanálisis ha puesto de manifiesto,<br />

tiene como objeto restablecer el equilibrio roto entre el “yo”<br />

coherente y sus elementos reprimidos. Este<br />

restablecimiento se efectúa en provecho del “ideal de sí”,<br />

que alza contra la realidad, insoportable, las potencias del<br />

mundo interior, del sí, comunes a todos los hombres y<br />

permanentemente en proceso de expansión en el devenir.<br />

La necesidad de expansión del espíritu no tiene más que<br />

seguir su curso natural <strong>para</strong> ser llevada a fundirse y<br />

fortalecer en esta necesidad primordial: la exigencia de<br />

emancipación del hombre.<br />

En consecuencia, el <strong>arte</strong> no puede someterse sin decaer<br />

a ninguna directiva externa y llenar dócilmente los marcos<br />

que algunos creen poder imponerle con fines pragmáticos<br />

extremadamente cortos. Vale más confiar en el don de<br />

prefiguración que constituye el patrimonio de todo artista<br />

auténtico, que implica un comienzo de superación (virtual)<br />

de las más graves contradicciones de su época y orienta<br />

el pensamiento de sus contemporáneos hacia la urgencia<br />

de la instauración de un orden nuevo.<br />

La idea que del escritor tenía el joven Marx exige en<br />

nuestros días ser reafirmada vigorosamente. Está claro<br />

que esta idea debe ser extendida, en el plano artístico y<br />

científico, a las diversas categorías de artistas e<br />

investigadores.<br />

“El escritor –decía Marx– debe naturalmente ganar dinero<br />

<strong>para</strong> poder vivir y escribir, pero en ningún caso debe vivir<br />

<strong>para</strong> ganar dinero... El escritor no considera en manera<br />

alguna sus trabajos como un medio. Son fines en sí; son<br />

tan escasamente medios en sí <strong>para</strong> él y <strong>para</strong> los demás,<br />

que en caso necesario sacrifica su propia existencia a la<br />

existencia de aquéllos... La primera condición de la libertad<br />

de la prensa estriba en que no es un oficio.” Nunca será<br />

más oportuno blandir esta declaración contra quienes<br />

pretenden someter la actividad intelectual a fines exteriores<br />

a ella misma y, despreciando todas las determinaciones<br />

históricas que le son propias, regir, en función de presuntas<br />

André Breton, Diego Rivera y León Trotsky en Mexico<br />

Ediciones<br />

Arte y Revolución<br />

razones de Estado, los temas del <strong>arte</strong>. La libre elección de<br />

esos temas y la ausencia absoluta de restricción en lo que<br />

respecta a su campo de exploración, constituyen <strong>para</strong> el<br />

artista un bien que tiene derecho a reivindicar como<br />

inalienable. En materia de creación artística, importa<br />

esencialmente que la imaginación escape a toda coacción,<br />

que no permita con ningún pretexto que se le impongan<br />

sendas. A quienes nos inciten a consentir, ya sea <strong>para</strong><br />

hoy, ya sea <strong>para</strong> mañana, que el <strong>arte</strong> se someta a una<br />

disciplina que consideramos incompatible radicalmente con<br />

sus medios, les oponemos una negativa sin apelación y<br />

nuestra voluntad deliberada de mantener la fórmula: toda<br />

libertad en el <strong>arte</strong>.<br />

Reconocemos, naturalmente, al Estado <strong>revolucionario</strong> el<br />

derecho de defenderse de la reacción burguesa, incluso<br />

cuando se cubre con el manto de la ciencia o del <strong>arte</strong>.<br />

Pero entre esas medidas impuestas y transitorias de<br />

autodefensa revolucionaria y la pretensión de ejercer una<br />

dirección sobre la creación intelectual de la sociedad,<br />

media un abismo. Si <strong>para</strong> desarrollar las fuerzas<br />

productivas materiales, la revolución tiene que erigir un<br />

régimen <strong>socialista</strong> de plan centralizado, en lo que respecta<br />

a la creación intelectual debe desde el mismo comienzo<br />

establecer y garantizar un régimen anarquista de libertad<br />

individual. ¡Ninguna autoridad, ninguna coacción, ni el<br />

menor rastro de mando! Las diversas asociaciones de<br />

hombres de ciencia y los grupos colectivos de artistas se<br />

dedicarán a resolver tareas que nunca habrán sido tan<br />

grandiosas, pueden surgir y desplegar un trabajo fecundo<br />

fundado únicamente en una libre amistad creadora, sin la<br />

menor coacción exterior.<br />

De cuanto se ha dicho, se deduce claramente que al<br />

defender la libertad de la creación, no pretendemos en<br />

manera alguna justificar la indiferencia política y que está<br />

lejos de nuestro ánimo querer resucitar un pretendido <strong>arte</strong><br />

“puro” que ordinariamente está al servicio de los más<br />

impuros fines de la reacción. No; tenemos una idea muy<br />

elevada de la función del <strong>arte</strong> <strong>para</strong> rehusarle una influencia<br />

sobre el destino de la sociedad. Consideramos que la<br />

suprema tarea del <strong>arte</strong> en nuestra época es participar<br />

consciente y activamente en la pre<strong>para</strong>ción de la<br />

26|27


Contra-Imagen<br />

revolución. Sin embargo, el artista sólo puede servir a la<br />

lucha emancipadora cuando está penetrado de su<br />

contenido social e individual, cuando ha asimilado el<br />

sentido y el drama en sus nervios, cuando busca encarnar<br />

artísticamente su mundo interior. En el periodo actual,<br />

caracterizado por la agonía del capitalismo, tanto<br />

democrático como fascista, el artista, aunque no tenga<br />

necesidad de dar a su disidencia social una forma<br />

manifiesta, se ve amenazado con la privación del derecho<br />

de vivirla y continuar su obra, a causa del acceso imposible<br />

de ésta a los medios de difusión. Es natural, entonces,<br />

que se vuelva hacia las organizaciones estalinistas, que<br />

le ofrecen la posibilidad de escapar a su aislamiento. Pero<br />

su renuncia a cuanto puede constituir su propio mensaje y<br />

las complacencias terriblemente degradantes que esas<br />

organizaciones exigen de él, a cambio de ciertas ventajas<br />

materiales, le prohíben permanecer en ellas, por poco que<br />

la desmoralización se manifieste impotente <strong>para</strong> destruir<br />

su carácter. Es necesario, a partir de este instante, que<br />

comprenda que su lugar está en otra p<strong>arte</strong>, no entre<br />

quienes traicionan la causa de la revolución al mismo<br />

tiempo, necesariamente, que la causa del hombre, sino<br />

entre quienes demuestran su fidelidad inquebrantable a<br />

los principios de esa revolución, entre quienes, por ese<br />

hecho, siguen siendo los únicos capaces de ayudarla a<br />

consumarse y garantizar por ella la libre expresión de todas<br />

las formas del genio humano. La finalidad de este<br />

manifiesto es hallar un terreno en el que reunirá los<br />

mantenedores <strong>revolucionario</strong>s del <strong>arte</strong>, <strong>para</strong> servir la<br />

revolución con los métodos del <strong>arte</strong> y defender la libertad<br />

del <strong>arte</strong> contra los usurpadores de la revolución.<br />

Estamos profundamente convencidos de que el encuentro<br />

en ese terreno es posible <strong>para</strong> los representantes de<br />

tendencias estéticas, filosóficas y políticas, aun un tanto<br />

divergentes. Los marxistas pueden marchar ahí de la mano<br />

con los anarquistas, a condición de que unos y otros<br />

rompan implacablemente con el espíritu policíaco<br />

reaccionario, esté representado por José Stalin o por su<br />

vasallo García Oliver. 2<br />

Miles y miles de artistas y pensadores aislados, cuyas<br />

voces son ahogadas por el odioso tumulto de los<br />

falsificadores regimentados, están actualmente dispersos<br />

por el mundo. Numerosas revistas locales intentan agrupar<br />

en torno suyo a fuerzas jóvenes, que buscan nuevos<br />

caminos y no subsidios. Toda tendencia progresiva en <strong>arte</strong><br />

es acusada por el fascismo de degeneración. Toda creación<br />

libre es declarada fascista por los estalinistas. El <strong>arte</strong><br />

<strong>revolucionario</strong> independiente debe unirse <strong>para</strong> luchar<br />

contra las persecuciones reaccionarias y proclamar<br />

altamente su derecho a la existencia. Un agrupamiento<br />

de estas características es el fin de la Federación<br />

internacional del Arte Revolucionario independiente<br />

(FIARI), cuya creación juzgamos necesaria.<br />

No tenemos intención alguna de imponer todas las ideas<br />

contenidas en este llamamiento, que consideramos un<br />

primer paso en el nuevo camino. A todos los representantes<br />

del <strong>arte</strong>, a todos sus amigos y defensores que no pueden<br />

dejar de comprender la necesidad del presente<br />

llamamiento, les pedimos que alcen la voz inmediatamente.<br />

Dirigimos el mismo llamamiento a todas las publicaciones<br />

independientes de izquierda que estén dispuestas a tomar<br />

p<strong>arte</strong> en la creación de la Federación internacional y en el<br />

examen de las tareas y de los métodos de acción. Cuando<br />

se haya establecido el primer contacto internacional por la<br />

prensa y la correspondencia, procederemos a la<br />

organización de modestos congresos locales y nacionales.<br />

En la etapa siguiente deberá reunirse un congreso mundial<br />

que consagrará oficialmente la fundación de la Federación<br />

internacional.<br />

He aquí lo que queremos:<br />

-La independencia del <strong>arte</strong><br />

por la revolución;<br />

y la revolución<br />

por la liberación definitiva del <strong>arte</strong>-<br />

Notas<br />

1 Aunque el manifiesto fue<br />

redactado de hecho por León<br />

Trotsky y André Breton. Por<br />

razones tácticas, Trotsky pidió<br />

que la firma de Diego Rivera<br />

sustituyese a la suya.<br />

2 García Oliver, lider anarquista<br />

español, dirigió la CNT y la FAI.<br />

Durante la guerra civil traicionó<br />

la revolución española y a las<br />

bases anarquistas, aceptando el<br />

Ministerio de Justicia en el<br />

gabinete de Largo Caballero,<br />

adoptando la política del Frente<br />

Popular impulsada por Stalin y el<br />

PC español.

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