R,VISTA DE EDUCACION
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sucederá ahora? (2) Qué ocurrirá con nuestras amadas<br />
lenguas clásicas, centro del curso más interesante<br />
del Bachillerato? Acabarán matando de tedio a los<br />
pocos fieles? Hay en España más de mil Centros que<br />
deben tener el Preuniversitario. Desde luego, no hay<br />
mil profesores capaces de hacer al latín atractivo y<br />
fecundo. O cada profesor capaz atiende al menos cuatro<br />
Centros—es una solución que lo único que exige<br />
es que en los Centros de enseñanza la vocación educadora<br />
se sobreponga a la comercial, pues el buen<br />
profesor tiene un precio, que no es el de las bases de<br />
trabajo—o tendría que reducirse el número de Centros<br />
preparadores a la cuarta parte; de no acaecer lo uno<br />
ni lo otro, todo hace presumir que en el próximo plebiscito<br />
las lenguas clásicas sufrirán la más unánime<br />
y justa repulsa (3). Y, sin embargo, en manos de profesores<br />
eficaces y valiosos puede servir para que en<br />
las batallas futuras las lenguas clásicas encuentren<br />
posiciones sólidamente defendidas en todas las zonas<br />
de la sociedad española. Colaborar a este fin es la<br />
pretensión de este trabajo.<br />
(2) Ya el padre Cayuela, en su excelente libro Humanidades<br />
cläsicas—aunque prolijo y apolégico en demasía—preveía, a<br />
raíz de la ley del 38, con harta razón, el descrédito de estos<br />
estudios por culpa del profesorado: "pero dónde sacamos<br />
ahora abundancia de profesores...?" "No creemos en la generación<br />
espontánea. Más: nos tememos que las Humanidades se<br />
desacrediten si no las enseñan personas bien penetradas de espíritu<br />
humanístico." (V. op. c., pág. 600.) La voz del padre<br />
Cayuela era y sigue siendo la de los catedráticos de Instituto<br />
y Universidad. Sin embargo, ,titié poderosos intereses han ahogado<br />
esos avisos, obteniendo la impunidad total para que las<br />
lenguas clásicas—y otras disciplinas—sean trituradas por un<br />
profesorado incapaz de cientos de Centros?<br />
(3) No se puede objetar que la ley supera la realidad: la<br />
educación tiene que organizarse apuntando a unas metas ideales,<br />
y las leyes tienen que ser aguijón que impulse a los<br />
Centros—entidades realizadoras—hacia esas metas, no cómodo<br />
molde a su medida. De no ser así, los Centros docentes, anclados<br />
en la realidad social, serían dominados por ella, en vez<br />
de ser levadura modificante. De hecho, la pedestre seducción<br />
del ambiente domina totalmente la mayor parte de los Centros<br />
no oficiales y afecta indirectamente a los oficiales. Los Centros<br />
docentes tienen la función de modificar la realidad social<br />
y conducirla hacia las metas propuestas, en vez de halagar sus<br />
tendencias instintivas y explotarlas; lo cual no es hacer un<br />
servicio, sino enquistarse parasitariamente en una situación. Los<br />
Centros docentes sirven a la sociedad luchando con ella—con<br />
el afán de privilegios y egoísmos de cada individuo—, no rindiéndose<br />
a ella; siendo motores, no lastre. La tentación de<br />
rendirse es tanto más fuerte cuanto entre nosotros supone un<br />
fraude vivamente deseado por la víctima, a la par que provechosísimo<br />
para el que lo hace. El Centro paga con su dignidad;<br />
el precio que paga el cuerpo social entero es incalculable, a<br />
la larga sangriento; pero egoísta o hipócrita piensa a la<br />
larga? ¿Quién se acuerda de experiencias lejanas? Entre nosotros<br />
éste es sin duda el gran escollo en que peligra el barco<br />
de esta nuestra libertad de enseñanza.<br />
En cuanto a profesorado, hay el suficiente capacitado para<br />
la preparación adecuada del Preuniversitario con los catedráticos<br />
de Instituto—que tratándose de este curso pueden trabajar<br />
en la enseñanza no oficial—y con una selección de licenciados<br />
y doctores; cualquier Centro con 40 alumnos de Preuniversitario<br />
puede tenerlo bien montado, con altura y con cuidadosa atención,<br />
retribuirlo dignamente—entendiendo por dignamente el<br />
triple o más de las bases de trabajo—y obtener un decoroso<br />
beneficio sobre las cuotas habituales en esos Centros para ese<br />
curso—entendiendo por "decoroso" un 30 por 100 libre—; si<br />
no lo tienen así es porque no quieren o rehusan la colaboración<br />
con la más valiosa aportación pedagógica de la nueva<br />
ley. Merece la pena que los buenos Centros se entregen en<br />
serio; es su propia dignidad, su categoría, acaso su libertad lo<br />
que se juegan en este cheque en blanco que el Estado ha<br />
puesto en sus manos.<br />
C. P. U. MATERIAS FUNDAMENTALES Y COMUNES<br />
COMENTARIOS AL INFORME<br />
En cuanto a los autores.—Defiendo y me atengo<br />
a la redacción que a esta cuestión se da en el apartado<br />
a), referido a los ejercicios especiales de las pruebas<br />
de madurez, página 8, que debe hacer desaparecer<br />
al apartado c) de las orientaciones generales; me declaro<br />
en rebeldía con éste, que en su redacción perdona<br />
la vida a los poetas clásicos; encuentra ocioso<br />
eso de que los textos "tengan aplicación a la cultura<br />
actual"; eso dependerá de la ciencia y arte del profesor;<br />
por lo demás, el mundo occidental está más<br />
cerca del mundo grecorromano, por sus formas de<br />
vida y actitudes mentales, que del medieval, en cuyos<br />
textos se insiste, buscando esa aplicación a la cultura<br />
actual. Por tanto, tenemos para elegir todos los autores<br />
clásicos, textos jurídicos, patrísticos, medievales y<br />
del Renacimiento, sin más condición que "estén en<br />
la línea de la latinidad clásica", cosa en la que todos<br />
estuvimos de acuerdo.<br />
En cuanto a la elección del texto.—Habrá que operar<br />
suponiendo una preparación mínima en el alumnado<br />
(4). La idea de ir de lo fácil a lo difícil no es<br />
de aplicación en estas alturas; la única graduación<br />
que cabe aquí es la que en una prelección adecuada,<br />
que nunca debe faltar, elabore el profesor. Esa prelección<br />
debe ir completada, o bien en el momento mismo,<br />
o bien en una segunda parte, tras reducido el texto<br />
en su comentario, por una erudición (empleando el<br />
viejo nombre) al modo más sobrio, más íntimo y más<br />
humano que exige nuestro tiempo, y que permite a<br />
un profesor equipado con las armas de la filología<br />
actual, si a su ciencia une un espíritu sensible y abierto,<br />
es decir, si es un humanista de nuestra hora, captar<br />
el mensaje de la antigüedad y descifrar en él<br />
nuestra propia época. Sólo un consejo negativo: nada<br />
de latines rebajados o impuros como escalón previo<br />
para el buen latín.<br />
En cuanto a las clases y horario.—Desde luego, las<br />
seis horas semanales es el mínimo. Yo prefiero distribuirlas<br />
en cuatro sesiones de hora y media o en<br />
tres de dos horas. Esto exige dinamismo, actividad,<br />
variedad, imaginación. Cada uno debe distribuir según<br />
su juicio. En todo caso, lo que no debe ocurrir<br />
es que el alumno se hastíe de la clase.<br />
EL PROFESOR, ANTE UN TEXTO<br />
LATINO. OBSERVACIONES PREVIAS<br />
Es la primera que la manera de moverse sobre un<br />
texto es personal, muy personal, y en parte intrans-<br />
(4) El alumnado de letras del Preuniversitario se debería<br />
corresponder con el de las clases de Retórica y Humanidades<br />
del siglo xvi; pero, salvo rara excepción, el alumno oscilará<br />
entre la clase media y suprema, cuando no la ínfima, según<br />
la clasificación de la Ratio. Por otro lado, la psicología de los<br />
diecisiete años exige al profesor situarse en el nivel equivalente<br />
a las tres primeras. Esto complica la labor del mismo,<br />
que tiene que hacer una clase que sea la forma moderna, con<br />
los recursos de la actual filología, correspondiente a las mencionadas<br />
de otros tiempos, sin dejar de hacer constantemente<br />
descensos al nivel mínimo. Con los actuales horarios no se pueden<br />
alcanzar las viejas metas; por otro lado, los viejos métodos<br />
fueron pensados para cuatro horas diarias de latín y para<br />
otros tiempos. Caemos siempre en la necesaria revisión de métodos,<br />
alguna de cuyas directrices hemos propuesto públicamente.