brutalidad policiaca - Tribuna de Querétaro

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• La obra, que se presentó en el
Centro Académico y Cultural de
la UNAM campus Juriquilla, gira
entorno a la relación entre un
torturado y un torturador, este
último representado por varios
personajes
dANieLA áviLA
En conmemoración al segundo
aniversario de la muerte de Mario
Benedetti, la compañía teatral Neophytos,
formada por alumnos de la Licenciatura en
Biología, en colaboración con la Facultad de
Bellas Artes, montó una adaptación libre y
colectiva de la obra “Pedro y el Capitán” del
escritor uruguayo.
Para todos aquellos que no conocen esta
obra de Benedetti, consta de cuatro actos;
con dos personajes, un torturado y el torturador.
El torturado es un individuo que
representa al movimiento oprimido por el
sistema representado por El Capitán, con el
cual no comparte su ideología y es perseguido,
torturado y privado de su libertad con
el fin de que dé información para terminar
con la subversión.
La adaptación que se presentó en el Centro
Académico y Cultural del campus Juriquilla
UNAM-UAQ y en el Teatrino de Bellas
Artes, presentó el mismo esquema de los
dos personajes dentro de una habitación,
sólo que en esta ocasión el torturador fue
personificado por diferentes personajes peculiares
del país y del sistema global neoliberalista.
Durante todos los actos, el militar, el sacerdote,
el policía, el narcotraficante, el político
y el empresario, todos ellos parte del
poco número de seres humanos que poseen
más del 80 por ciento de la riqueza capital
o económica, se unen en un escenario en
contra de dos personajes, Pedro y Soledad,
que representan a millones de ciudadanos
el capitán y tú
que se sienten impotentes ante el no poder
detener la ambición materialista de mandatarios
corruptos.
Cuando eres víctima del régimen opresor,
no hay esperanza cuando estás vivo, pero
después de la larga agonía de la tortura física,
a Pedro y a Soledad sólo les queda llegar
al borde de la locura y firmemente decir que
uno ya está muerto, para así no quebrantar
su voluntad de no transmitir información
hasta que finalmente se llegue a lo último
del proceso, a la nada y al silencio, pero sin
haber perdido el espíritu de creer en que es
lo correcto.
Ante la inquebrantable negatividad del
torturado de ceder a la opresión, al final
del último acto irónicamente el que llega a
caer en la desesperación y en quebrantar su
voluntad es el tirano, el cual llega a mostrar
un poco de remordimiento por sus actos e
incluso llega a suplicarle al torturado que lo
ayude a salvarlo de sus propios demonios.
La obra que posee tintes de pensamientos
de izquierda, nos lleva a reflexionar que la
libertad de expresión no existe o está en
decadencia, y que siendo ciudadanos en
enajenación no somos del todo conscientes
del problema de que cada ser humano para
llegar a cumplir sus intereses utiliza todos
los caminos posibles, dentro de los cuales
está el de lastimar a otro de tu misma especie.
Ya sea si el hecho de dañar a otro ser humano
nos hace más bestias o forme parte
de nuestra naturaleza, representa un horror
que viven miles de personas privadas
de su libertad, puesto que nadie quiere sufrir
físicamente, ya que como dijo Arthur
Schopenhauer, la fórmula de la felicidad y
bienestar es simplemente evitar el dolor,
sobre todo el físico.
Esta representación escénica es una muestra
más de cómo en nuestro país el hartazgo
por el clima de violencia, corrupción y desesperación
está a flor de piel, sin embargo,
es ingenuo pensar que la representación de
una obra de teatro o una marcha por la paz
cambiará las cosas. Mientras la gente no
23 de mayo de 2011 • aÑo Xiv • No. 579
FOTOS: Gabriela Lorena Roldán
tenga una vasta cultura y una verdadera
intención de cambio no se va a lograr absolutamente
nada. No importan cuántos
muertos, no importa cuántas marchas se
hagan, lo que se necesita no es una revolución
armamentista; lo que se necesita es una
auténtica revolución cultural y un cambio
radical de mentalidad por parte de cada
unos de nosotros los mexicanos.
Para destacar:
Durante todos los actos, el
militar, el sacerdote, el policía,
el narcotraficante, el político
y el empresario, se unen en
un escenario en contra de dos
personajes, Pedro y Soledad,
que representan a millones
de ciudadanos víctimas de
la ambición de mandatarios
corruptos.
A Pedro y a Soledad sólo les
queda llegar al borde de la
locura y firmemente decir que
uno ya está muerto, para así no
quebrantar su voluntad de no
transmitir información hasta
que finalmente se llegue a lo
último del proceso.