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Miguel de Cervantes - Don Quijote 1ª Parte - Aula Hispanica

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<strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> <strong>de</strong> la Mancha <strong>Parte</strong> I<br />

<strong>Miguel</strong> <strong>de</strong> Cevantes<br />

algunas estopas, que no faltará quien las haya menester; que también me duelen a mí un poco los<br />

lomos.<br />

-Desa manera -respondió la ventera-, también <strong>de</strong>bistes vos <strong>de</strong> caer.<br />

-No caí -dijo Sancho Panza-, sino que, <strong>de</strong>l sobresalto que tomé <strong>de</strong> ver caer a mi amo, <strong>de</strong> tal manera<br />

me duele a mí el cuerpo, que me parece que me han dado mil palos.<br />

-Bien podría ser eso -dijo la doncella-, que a mí me ha acontecido muchas veces soñar que caía <strong>de</strong><br />

una torre abajo, y que nunca acababa <strong>de</strong> llegar al suelo, y cuando <strong>de</strong>spertaba <strong>de</strong>l sueño, hallarme tan<br />

molida y quebrantada como si verda<strong>de</strong>ramente hubiera caído.<br />

-Ahí está el toque, señora -respondió Sancho Panza-, que yo, sin soñar nada, sino estando más<br />

<strong>de</strong>spierto que ahora estoy, me hallo con pocos menos car<strong>de</strong>nales que mi señor don <strong>Quijote</strong>.<br />

-¿Cómo se llama este caballero? -preguntó la asturiana Maritornes.<br />

-<strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> <strong>de</strong> la Mancha -respondió Sancho Panza-, y es caballero aventurero, y <strong>de</strong> los mejores y<br />

más fuertes que <strong>de</strong> luengos tiempos acá se han visto en el mundo.<br />

-¿Qué es caballero aventurero? -replicó la moza.<br />

-¿Tan nueva sois en el mundo que no lo sabéis vos? -respondió Sancho Panza-; pues sabed,<br />

hermana mía, que caballero aventurero es una cosa que en dos palabras se ve apaleado y emperador;<br />

hoy está la más <strong>de</strong>sdichada criatura <strong>de</strong>l mundo y la más menesterosa, y mañana tendría dos o tres<br />

coronas <strong>de</strong> reinos que dar a su escu<strong>de</strong>ro.<br />

-¿Pues, cómo vos, siéndolo <strong>de</strong>ste tan buen señor -dijo la ventera-, no tenéis, a lo que parece,<br />

siquiera algún condado?<br />

-Aún es temprano -respondió Sancho-, porque no ha sino un mes que andamos buscando las<br />

aventuras, y hasta ahora no hemos topado con ninguna que lo sea, y tal vez hay que se busca una<br />

cosa y se halla otra; verdad es que, si mi señor don <strong>Quijote</strong> sana <strong>de</strong>sta herida o caída y yo no quedo<br />

contrahecho <strong>de</strong>lla, no trocaría mis esperanzas con el mejor título <strong>de</strong> España.<br />

Todas estas pláticas estaba escuchando muy atento don <strong>Quijote</strong>, y sentándose en el lecho como<br />

pudo, tomando <strong>de</strong> la mano a la ventera, dijo.<br />

-Creedme, fermosa señora, que os podéis llamar venturosa por haber alojado en este vuestro<br />

castillo a mi persona, que es tal, que si yo no la alabo es por lo que suele <strong>de</strong>cirse que la alabanza<br />

propia envilece; pero mi escu<strong>de</strong>ro os dirá quién soy; sólo os digo que tendré eternamente escrito en mi<br />

memoria el servicio que me habe<strong>de</strong>s fecho, para agra<strong>de</strong>céroslo mientras la vida me durare; y pluguiera<br />

a los altos cielos que el amor no me tuviera tan rendido y tan sujeto a sus leyes, y los ojos <strong>de</strong> aquella<br />

fermosa ingrata que digo entre mis dientes, que los <strong>de</strong>sta fermosa doncella fueran señores <strong>de</strong> mi<br />

libertad.<br />

Confusas estaban la ventera y su hija y la buena <strong>de</strong> Maritornes oyendo las razones <strong>de</strong>l andante<br />

caballero, que así las entendían como si hablara en griego, aunque bien alcanzaron que todas se<br />

encaminaban a ofrecimiento y requiebros; y como no usadas a semejante lenguaje, mirábanle y<br />

admirábanse, y parecíales otro hombre <strong>de</strong> los que se usaban; y, agra<strong>de</strong>ciéndole con venteriles razones<br />

sus ofrecimientos, le <strong>de</strong>jaron. Y la asturiana Maritornes curó a Sancho, que no menos lo había<br />

menester que su amo.<br />

Había el arriero concertado con ella que aquella noche se refocilarían juntos, y ella le había dado su<br />

palabra <strong>de</strong> que, en estando sosegados los huéspe<strong>de</strong>s y durmiendo sus amos, le iría a buscar y<br />

satisfacerle el gusto en cuanto le mandase. Y cuéntase <strong>de</strong>sta buena moza que jamás dio semejantes<br />

palabras que no las cumpliese, aunque las diese en un monte y sin testigo alguno, porque presumía<br />

muy <strong>de</strong> hidalga, y no tenía por afrenta estar en aquel ejercicio <strong>de</strong> servir en la venta; porque <strong>de</strong>cía ella<br />

que <strong>de</strong>sgracias y malos sucesos la habían traído a aquel estado.<br />

El duro, estrecho, apocado y fementido lecho <strong>de</strong> don <strong>Quijote</strong> estaba primero en mitad <strong>de</strong> aquel<br />

estrellado establo, y luego, junto a él, hizo el suyo Sancho, que sólo contenía una estera <strong>de</strong> enea y una<br />

manta, que antes mostraba ser <strong>de</strong> anjeo tundido que <strong>de</strong> lana. Sucedía a estos dos lechos el <strong>de</strong>l arriero,<br />

fabricado, como se ha dicho, <strong>de</strong> las enjalmas y <strong>de</strong> todo el adorno <strong>de</strong> los dos mejores mulos que traía,<br />

aunque eran doce, lucios, gordos y famosos, porque era uno <strong>de</strong> los ricos arrieros <strong>de</strong> Arévalo, según lo<br />

dice el autor <strong>de</strong>sta historia, que <strong>de</strong>ste arriero hace particular mención, porque le conocía muy bien, y<br />

aun quieren <strong>de</strong>cir que era algo pariente suyo. Fuera <strong>de</strong> que Ci<strong>de</strong> Hamete Benengeli fue historiador<br />

muy curioso y muy puntual en todas las cosas, y échase bien <strong>de</strong> ver, pues las que quedan referidas,<br />

con ser tan mínimas y tan rateras, no las quiso pasar en silencio; <strong>de</strong> don<strong>de</strong> podrán tomar ejemplo los<br />

historiadores graves que nos cuentan las acciones tan corta y sucintamente que apenas nos llegan a<br />

los labios, <strong>de</strong>jándose en el tintero, ya por <strong>de</strong>scuido, por malicia o ignorancia, lo más sustancial <strong>de</strong> la<br />

obra. Bien haya mil veces el autor <strong>de</strong> Tablante <strong>de</strong> Ricamonte, y aquel <strong>de</strong> otro libro don<strong>de</strong> se cuenta los<br />

hechos <strong>de</strong>l Con<strong>de</strong> Tomillas, y ¡con qué puntualidad lo <strong>de</strong>scriben todo!<br />

Digo, pues, que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber visitado el arriero a su recua y dádole el segundo pienso, se<br />

tendió en sus enjalmas y se dio a esperar a su puntualísima Maritornes. Ya estaba Sancho bizmado y<br />

acostado, y, aunque procuraba dormir, no lo consentía el dolor <strong>de</strong> sus costillas; y don <strong>Quijote</strong>, con el<br />

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