Sun Tse/Los 13 principios del buen guerrear - Ciencia Nueva
Sun Tse/Los 13 principios del buen guerrear - Ciencia Nueva
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<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong>/<strong>Los</strong> <strong>13</strong> <strong>principios</strong><br />
<strong>del</strong> <strong>buen</strong> <strong>guerrear</strong>
SUN TSE<br />
<strong>Los</strong> <strong>13</strong> <strong>principios</strong><br />
<strong>del</strong> <strong>buen</strong> <strong>guerrear</strong><br />
Siglos VI y V a. C.<br />
Editorial CIENCIA NUEVA
Traducido por Eduardo Prieto de la<br />
edición francesa basada en<br />
la versión Amiot (1772)<br />
refundida y aumentada mediante los<br />
manuscritos chinos de 812 y 983 d. C.,<br />
publicados en 1859, 1910, 1935 y 1957,<br />
preparada por Monique Beuzit,<br />
Roberto Cacérés, Paul Maman, Luc<br />
Thanassecos y Tran Ngoc An.<br />
<strong>Los</strong> libros de <strong>Ciencia</strong> <strong>Nueva</strong><br />
Portada: Isabel Carbailo<br />
© 1972 by Editorial <strong>Ciencia</strong> <strong>Nueva</strong> SRL<br />
Avda. Pte. R. Sáenz Peña 825, Buenos Aires<br />
Hecho el depósito de ley<br />
Impreso en la Argentina - Printed in Argentina
El pájaro que vuela olvida sus huellas<br />
La cigarra que muda se despoja de su piel<br />
La serpiente que se yergue deja sus escamas<br />
El dragón divino pierde sus cuernos<br />
El hombre supremo sabe cambiarse<br />
El hombre libre escapa a lo vulgar<br />
Cabalga las nubes sin riendas<br />
Corre con el viento sin pies<br />
El rocío suspendido es su cortina<br />
El ancho firmamento su techo<br />
El vapor brumoso lo nutre<br />
<strong>Los</strong> nueve soles lo iluminan<br />
Las eternas estrellas son sus perlas brillantes<br />
La aurora matinal su jade luciente<br />
Hacia las seis direcciones<br />
Deja ir su corazón adonde él quiere<br />
Las cosas humanas pueden pasar<br />
Por qué apresurarse y oprimirse.<br />
La Gran Vía es simple<br />
Pero los que ven sus gérmenes son raros<br />
Dejarse ir sin reprobar nada<br />
Seguir las cosas sin aprobar nada<br />
Desde siempre el pensamiento gira y gira<br />
Tortuoso, sinuoso, tedioso<br />
De qué sirven todos los pensamientos<br />
La suprema importancia está en mí<br />
Envío la angustia al Cielo<br />
Entierro la pena bajo Tierra<br />
En rebelión arrojo los Libros Clásicos<br />
Destruyoniego las Canciones y las Odas<br />
<strong>Los</strong> cien filósofos son obscuros y mezquinos<br />
Querría echarlos al fuego<br />
Mi voluntad se eleva más allá de los montes<br />
Mi pensamiento flota más allá <strong>del</strong> mar<br />
El soplo Original es mi barco<br />
El Viento leve mi timón<br />
Planeo en la pureza suprema<br />
Dejo que mis pensamientos se disuelvan.<br />
1<br />
2
Vida de <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong><br />
<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong>, subdito <strong>del</strong> rey de Tchi, era el hombre más<br />
versado que hubiera existido en el arte militar. La<br />
Obra que compuso y las grandes acciones que realizó<br />
son una prueba de su profunda capacidad y de su consumada<br />
experiencia en este género. Incluso antes de<br />
que hubiera adquirido esa gran reputación que lo distinguió<br />
luego en todas las provincias que componen el<br />
Imperio, y que en su mayor parte llevaban entonces<br />
el nombre de Reino, su mérito era conocido en todas<br />
las comarcas vecinas de su patria.<br />
El rey de U tenía algunos problemas con el rey de<br />
Tchu. Estaban a punto de entablar una guerra abierta,<br />
y de una y otra parte se hacían preparativos. <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong><br />
no quiso permanecer ocioso. Persuadido de que el<br />
personaje de espectador no se avenía con él, fue a presentarse<br />
al rey de U para obtener empleo en sus ejércitos.<br />
El Rey, encantado de que un hombre de ese mérito<br />
se pusiera de su parte, lo acogió muy complacido.<br />
Quiso verlo e interrogarlo personalmente.<br />
<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong>, le dijo, he visto la Obra que has escrito<br />
sobre arte militar y me satisfizo, pero los preceptos<br />
que das me parecen de ejecución muy difícil; hay incluso<br />
algunos que creo absolutamente impracticables:<br />
.¿tú mismo, podrías realizarlos?, pues hay <strong>buen</strong>a dis-
8<br />
tancia de la teoría a la práctica. Es fácil imaginar excelentes<br />
medios cuando uno está tranquilo en su gabinete<br />
y sólo hace la guerra mentalmente; no es lo mismo<br />
cuando uno se encuentra en la situación real. Ocurre<br />
entonces que resulta a menudo imposible lo que al comienzo<br />
parecía muy fácil.<br />
Príncipe, respondió <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong>, nada he dicho en mis<br />
escritos que no haya puesto ya en práctica en los ejércitos,<br />
pero lo que aún no he dicho, y que sin embargo<br />
me atrevo a asegurar ahora a Vuestra Majestad, es que<br />
estoy en condiciones de hacerlo realizar por quienquiera<br />
que sea, y de formar a cualquiera en los ejercicios<br />
militares cuando tenga autoridad para hacerlo.<br />
Te entiendo, replicó el rey: quieres decir que podrías<br />
instruir fácilmente con tus máximas a hombres<br />
inteligentes dotados ya de prudencia y valor; que formarías<br />
sin mucho esfuerzo en los ejercicios militares<br />
a hombres acostumbrados al trabajo, dóciles y plenos<br />
de <strong>buen</strong>a voluntad. Pero la mayoría de ellos no pertenece<br />
a esta especie.<br />
No importa, respondió <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong>: he dicho a quienquiera<br />
que sea, y no exceptúo a nadie de mi proposición:<br />
incluyo en ella a los más díscolos, los más indolentes<br />
y los más débiles.<br />
Si me atengo a lo que dices, contestó el rey, pensaría<br />
que eres capaz de inspirar incluso a mujeres los<br />
sentimientos que hacen a los guerreros; que serías capaz<br />
de instruirlas en los ejercicios de las armas.<br />
Sí, príncipe, replicó <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> con tono firme, y ruego<br />
a Vuestra (Maj estad no dudar de ello.<br />
El rey, que ya no se complacía en las diversiones<br />
ordinarias de la corte, a raíz de la circunstancia en que<br />
se encontraba entonces, aprovechó esta ocasión para<br />
procurarse una nueva. Que me traigan aquí, dijo, a<br />
ciento ochenta de mis mujeres. Fue obedecido, y entraron<br />
las princesas. Entre ellas había dos en particular<br />
a las que el rey amaba tiernamente; las puso a la cabeza<br />
de las otras. Veremos, dijo el rey sonriendo, veremos<br />
<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong>, si mantienes tu palabra. Te nombro<br />
general de estas nuevas tropas. Podrás elegir, en toda<br />
la extensión de mi palacio, el lugar que te parezca más<br />
cómodo para ejercitarlas en las armas. Me avisarás
cuando estén suficientemente instruidas, e iré yo mismo<br />
a hacer justicia a tu habilidad y talento.<br />
El general, que sintió todo el ridículo <strong>del</strong> personaje<br />
que se le quería hacer representar, no se desconcertó<br />
por ello, y pareció al contrario muy satisfecho <strong>del</strong> honor<br />
que ¡el rey le hacía, no sólo dejándole ver a sus<br />
mujeres sino también poniéndolas bajo su dirección.<br />
Os daré <strong>buen</strong>a cuenta, Señor, le dijo con tono seguro,<br />
y espero que en poco tiempo Vuestra Majestad tendrá<br />
ocasión de sentirse satisfecha de mis servicios; os convenceréis,<br />
por lo menos, de que <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> no es hombre<br />
precipitado y temerario.<br />
Luego que el rey se hubo retirado a aposentos interiores,<br />
el guerrero sólo pensó en cumplir su cometido.<br />
Pidió armas y todo el equipo militar para sus soldados<br />
de nueva creación, y en espera de que todo esto se<br />
aprestara condujo a su tropa a uno de los patios <strong>del</strong><br />
palacio que le pareció el más adecuado para su designio.<br />
No pasó mucho tiempo antes de que le trajeran lo<br />
que había solicitado. <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> dirigió entonces la palabra<br />
a las favoritas: Heos aquí, les dijo, bajo mi dirección<br />
y a mis órdenes; debéis escuchar atentamente y<br />
obedecerme en todo lo que os ordenaré. Esa es la primera<br />
y más esencial de las leyes militares: cuidaos<br />
bien de transgredirla. Quiero que desde mañana hagáis<br />
el ejercicio ante el rey, y confío en que lo cumpláis<br />
exactamente.<br />
Luego de estas palabras les hizo ceñir el tahalí, les<br />
puso una pica en la mano, las dividió en dos grupos<br />
y colocó a la cabeza de cada uno de ellos a las princesas<br />
favoritas. Hecho este ordenamiento, comenzó sus<br />
instrucciones en estos términos: ¿Podríais distinguir<br />
perfectamente vuestro pecho de vuestra espalda, y<br />
vuestra mano derecha de vuestra mano izquierda? Responded.<br />
La única respuesta que le dieron al principio<br />
fueron algunas carcajadas. Pero como guardaba silencio<br />
y se mantenía serio, sí, sin duda, le contestaron al<br />
unísono las concubinas. Si es así, contestó <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong>,<br />
retened bien lo que voy a deciros.<br />
Cuando el tambor suene una sola vez, os quedaréis<br />
como os encontréis en ese momento, prestando sólo<br />
atención a lo que está <strong>del</strong>ante de vuestro pecho.<br />
9
10<br />
Cuando el tambor suene dos veces, tendréis que<br />
volveros de manera que vuestro pecho esté en la dirección<br />
donde antes estaba vuestra mano derecha.<br />
Si en lugar de dos golpes oís tres, tendréis que volveros<br />
de modo que vuestro pecho esté precisamente<br />
en el lugar donde antes estaba vuestra mano izquierda.<br />
Pero cuando el tambor suene cuatro veces, tenéis<br />
que volveros de modo que vuestro pecho se encuentre<br />
donde estaba vuestra espalda, y vuestra espalda donde<br />
estaba vuestro pecho.<br />
Quizás no sea bastante claro lo que acabo de decir:<br />
lo explicaré. Un sólo toque de tambor debe significar<br />
para vosotras que no debéis cambiar de posición, y<br />
que debéis manteneros alerta; dos toques, que debéis<br />
girar a la derecha; tres toques, que debéis girar a la<br />
izquierda; y cuatro toques, que debéis dar media vuelta.<br />
Ampliaré la explicación.<br />
El orden que seguiré es el siguiente: haré tocar primero<br />
un solo toque: a esta señal, os mantendréis prestas<br />
para lo que deba ordenaros. Unos segundos después<br />
haré tocar dos toques; entonces todas juntas giraréis<br />
a la derecha con gravedad; luego de lo cual haré<br />
tocar no tres toques sino cuatro, y completaréis la media<br />
vuelta. Os haré volver en seguida a la primera posición,<br />
y como antes haré tocar un solo toque. Concentraos<br />
cuando oigáis esta primera señal. Luego haré<br />
tocar 110 dos toques sino tres, y giraréis a la izquierda;<br />
cuando oigáis cuatro toques completaréis la media vuelta.<br />
¿Habéis comprendido bien lo que he querido deciros?<br />
Si subsiste alguna dificultad, bastará con que lo<br />
digáis y trataré de satisfaceros. Estamos al tanto, respondieron<br />
las damas.<br />
Si es así, contestó <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong>, voy a comenzar. No olvidéis<br />
que el sonido <strong>del</strong> tambor equivale a la voz <strong>del</strong><br />
general, puesto que éste os da las órdenes por intermedio<br />
de tal instrumento.<br />
Luego de repetir tres veces esta instrucción, <strong>Sun</strong><br />
<strong>Tse</strong> hizo formar de nuevo a su pequeño ejército, luego<br />
de lo cual ordenó un toque de tambor. Al oír el ruido<br />
todas las princesas se pusieron a reír: hizo tocar dos<br />
toques, y las princesas rieron aun más fuerte. El general,<br />
sin perder su seriedad, les dirigió la palabra en estos<br />
términos: puede ser que no me haya explicado con
11<br />
suficiente claridad e,n la instrucción que os he dado.<br />
Si es así, la falta es mía; trataré de corregirla hablándoos<br />
de una manera que esté más a vuestro alcance<br />
(e inmediatamente repitió hasta tres veces lo explicado<br />
en otros términos); veremos si luego de esto, agregó,<br />
obedecéis mejor.<br />
Ordenó un toque de tambor, y luego dos. Al ver el<br />
aire grave <strong>del</strong> general y la extravagancia de la situación<br />
en que se encontraban, las damas olvidaron que<br />
era necesario obedecer. Después de esfozarse por unos<br />
momentos en contener la risa que las sofocaba, la dejaron<br />
escapar al fin en carcajadas inmoderadas.<br />
<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> no se desconcertó, sino que en el mismo<br />
tono en que les había hablado anteriormente, les dijo:<br />
si no me hubiera explicado bien, o vosotras no me hubierais<br />
asegurado unánimemente que comprendíais lo<br />
que quería deciros, no seríais culpables; pero os he hablado<br />
claramente, como vosotras mismas lo confesasteis.<br />
¿Por qué no habéis obedecido? Merecéis castigo,<br />
y un castigo militar. Entre las gentes de guerra, quien<br />
no obedece a las órdenes de su general merece la muerte:<br />
por lo tanto moriréis.<br />
Después de este corto preámbulo, <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> ordenó<br />
a las mujeres que formaban las dos filas, que mataran<br />
a las dos que estaban a su frente. Al instante, uno de<br />
los hombres encargados de cuidar a las mujeres, viendo<br />
que el guerrero no bromeaba, fue a advertir al rey de<br />
lo que pasaba. El rey envió a alguien para comunicar<br />
a <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> que no debía ir más a<strong>del</strong>ante, y en particular,<br />
que se abstuviera de maltratar a las dos favoritas,<br />
a las que él más amaba y sin las cuales no podía vivir.<br />
El general escuchó con respeto las palabras que se<br />
le transmitían de parte <strong>del</strong> rey, pero no cedió a la voluntad<br />
de éste. Id a decir al rey, respondió, que <strong>Sun</strong><br />
<strong>Tse</strong> lo cree demasiado razonable y justo como para<br />
pensar que haya cambiado tan pronto de opinión, y<br />
que quiera ser realmente obedecido en lo que venís a<br />
anunciar de su parte. El príncipe hace la ley, no podría<br />
dar órdenes que rebajen la dignidad de la cual me ha<br />
investido. Me encargó de entrenar en los ejercicios de<br />
las armas a ciento ochenta de sus mujeres, me designó<br />
su general; a mí me corresponde hacer el resto. Ellas<br />
desobedecieron y morirán.
12<br />
Apenas hubo pronunciado estas últimas palabras sacó<br />
su sable y, con la misma sangre fría que había mostrado<br />
hasta entonces, abatió la cabeza de las dos que<br />
comandaban a las demás. Inmediatamente puso a otras<br />
dos en su lugar, hizo ejecutar los diferentes toques de<br />
tambor que había convenido con su tropa, y las mujeres,<br />
como si hubieran hecho durante toda su vida el<br />
oficio de la guerra, giraron en silencio y siempre con<br />
acierto.<br />
<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong>, dirigiendo la palabra al enviado, le dijo:<br />
id a advertir al rey que sus mujeres saben hacer el ejercicio,<br />
que puedo llevarlas a la guerra, hacerles enfrentar<br />
toda clase de peligros e incluso pasar a través <strong>del</strong><br />
agua y <strong>del</strong> fuego.<br />
El rey, enterado de todo lo ocurrido, se sintió penetrado<br />
por el más agudo dolor. He perdido entonces,<br />
dijo exhalando un profundo suspiro, he perdido entonces<br />
lo que más amaba en este mundo . . . Que ese<br />
extranjero se vaya a su país. No lo quiero, ni quiero<br />
sus servicios. . . ¿Qué hiciste, bárbaro?. . . Cómo podría<br />
ya vivir, etcétera.<br />
Entonces <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> dijo: el rey sólo gusta de palabras<br />
vacías. Ni siquiera es capaz de unir el gesto a la palabra.<br />
Por más inconsolable que pareciera el rey, el tiempo<br />
y las circunstancias le hicieron olvidar pronto su pérdida.<br />
<strong>Los</strong> enemigos estaban prestos a caer sobre él;<br />
hizo volver a <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong>, lo nombró general de sus ejércitos<br />
,y por medio de él destruyó el reino de Tchu.<br />
Aquellos de sus vecinos que le habían producido antes<br />
más inquietudes, invadidos por el temor que produjo<br />
la sola difusión de las hermosas acciones de <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong>,<br />
sólo pensaron en mantenerse quietos bajo la protección<br />
de un príncipe que tenía a su servicio a tal hombre.<br />
El monumento funerario de este héroe se yergue a<br />
diez leguas de la puerta de U.<br />
Tres generaciones después de su muerte, su descendiente<br />
<strong>Sun</strong> Pin, nacido en algún lugar entre O y Tchuan,<br />
se entregó en compañía de su condiscípulo Pang<br />
Tchuan, en noble y feliz emulación, al estudio de los<br />
preceptos de su ilustre antepasado.<br />
Pang Tchuan consiguió entrar en los ejércitos <strong>del</strong><br />
Estado de U y tuvo a su cargo el comando de las tro-
<strong>13</strong><br />
pas. Este halagüeño destino no pudo, ¡ay!, calmarle el<br />
temor que había concebido a raíz de la habilidad mostrada<br />
por su compañero; envidioso <strong>del</strong> talento de éste,<br />
persuadido de su virtud, enterado de sus dotes, temía<br />
a ese rival vigoroso y de una severa exactitud. El odio<br />
se apoderó de Pang Tchuan e hizo que se entregara a<br />
odiosas maquinaciones. El malvado resolvió la ruina<br />
de su émulo mediante una culpable empresa.<br />
Este hombre desleal, con una pérfida y admirable<br />
destreza, llevó a <strong>Sun</strong> Pin a ,1a trampa que le había tendido,<br />
y sacó provecho de ello para urdir una acusación<br />
respecto de él; su infortunado compañero fue entonces<br />
entregado a los rigores <strong>del</strong> primero y tercero de los<br />
cinco suplicios,* antes que lo arrojaran a una mazmorra.<br />
El embajador <strong>del</strong> Estado de Tchi en la corte tuvo<br />
noticia <strong>del</strong> asunto; con habilidad consiguió sustraer a<br />
<strong>Sun</strong> Pin a los injustos tormentos de que era víctima,<br />
y por su intermedio el cautivo obtuvo refugio junto al<br />
poderoso Tien Tchi, jefe de los ejércitos <strong>del</strong> Estado<br />
Tchi. Este hombre de guerra de gran distinción se mostraba<br />
satisfecho de albergar a un personaje cuyas facultades<br />
de penetración en todas las cosas parecían fuera<br />
de lo común, y rogó a <strong>Sun</strong> Pin que compartiera sus<br />
distracciones y entretenimientos favoritos.<br />
<strong>Los</strong> concursos hípicos eran particularmente apreciados<br />
en la corte de los príncipes de Tchi, donde los caballos<br />
se repartían sabiamente en tres clases: la primera,<br />
la segunda y la tercera.<br />
<strong>Sun</strong> Pin observó que los equipos, constituidos por<br />
caballos que pertenecían a las tres clases, no eran de<br />
calidad diferente; viendo esto, <strong>Sun</strong> Pin dijo al general<br />
Tien Tchi: debes intervenir en esta competencia, pues<br />
tu servidor puede hacerte ganar.<br />
Concertada la carrera, <strong>Sun</strong> Pin dijo: es la disposición<br />
de las clases en la confrontación lo que te hace ganar;<br />
el general le creyó y obtuvo de los príncipes y <strong>del</strong> rey<br />
una apuesta de mil piezas de oro.<br />
<strong>Los</strong> cinco suplicios:<br />
a) Marcar el rostro con un fuego al rojo.<br />
b) Cortar la nariz.<br />
c) Cortar los pies.<br />
d) Castración.<br />
e) Ejecución.
14<br />
Entonces, <strong>Sun</strong> Pin dijo:<br />
Emplea entonces tu tercera fuerza<br />
en oposición con la primera de ellos,<br />
tu mejor fuerza<br />
en oposición con la segunda de ellos,<br />
y tu segunda fuerza en calidad<br />
en oposición con la más débil de ellos.<br />
Cumplidas las tres carreras en ese orden, si bien el<br />
general no ganó la primera se aseguró la segunda y la<br />
tercera," y ganó así la apuesta.<br />
<strong>Sun</strong> Pin fue incorporado a la corte para debatir<br />
asuntos militares y el rey lo nombró oficial de estado<br />
mayor.<br />
Cuando el Estado de U se lanzó al asalto contra el<br />
Estado Tchao, este último pidió ayuda al Estado Tchi.<br />
El rey deseaba ver a <strong>Sun</strong> Pin a la cabeza de sus tropas,<br />
pero este digno oficial prefirió que su benefactor Tien<br />
Tchi conservara ese cargo.<br />
<strong>Sun</strong> Pin dijo: si me acogisteis cuando era un exilado,<br />
¿cómo podría aceptar esta dignidad?<br />
El rey quiso interrumpir el curso de esta desgracia<br />
y calmar el dolor de tal herida; por ello, invistió a <strong>Sun</strong><br />
Pin con el título de jefe de estado mayor.<br />
Así fue como el maestro, invalido, acompañó a los<br />
* Dos equipos de tres caballos, comparables dos a dos, y que<br />
constituyen por lo tanto tres clases de valor:<br />
Equipo A Equipo B<br />
1 1<br />
2 2<br />
3 que es el más débil 3<br />
Se aplica el algoritmo:<br />
3 A contra IB B gana<br />
1 A contra 2 B A gana<br />
2 A contra 3 B A gana<br />
A gana por 2 victorias contra 1<br />
<strong>Sun</strong> Pin sacrifica en este caso su peor caballo de la manera<br />
más eficaz posible, es decir, eliminando al caballo <strong>del</strong> adversario<br />
que habría podido, en una competencia puramente deportiva,<br />
vencer al mejor elemento de su equipo.
15<br />
ejércitos llevado en un carro, y trazó los planes en el<br />
curso de la campaña.<br />
<strong>Sun</strong> Pin dijo al intrépido Tien Tchi, que para desafiar<br />
al enemigo deseaba lanzar al ejército sobre el Estado<br />
de Tchao: el que quiere desenmarañar lo que está<br />
enmarañado, ¿puede agarrar la madeja toda junta?<br />
Cuando las partes hayan contribuido a deteriorar la<br />
situación, ésta se resolverá por sí misma.<br />
Ahora los dos antagonistas desarrollan sus ofensivas.<br />
Las formaciones livianas y las tropas escogidas están<br />
en los campos de batalla. Todas las fuerzas se reúnen<br />
y se enfrentan en terreno abierto. En la región los viejos<br />
y los débiles están hartos de fatiga.<br />
Es entonces cuando hay que tomar las rutas y los<br />
principales caminos y marchar en dirección al Estado<br />
U, que deberá desentenderse <strong>del</strong> Estado Tchao para<br />
buscar su propia salvación.<br />
Así, de un solo golpe se puede asediar a Tchao y<br />
arrebatar el fruto de la derrota de U.<br />
Mientras se replegaba el ejército de U, Tien Tchi<br />
le infligió una severa derrota.<br />
Quince inviernos más tarde, el Estado U coaligado<br />
con el Estado Tchao atacó al Estado Han. Este último<br />
pidió ayuda al Estado Tchi. El rey ordenó a Tien Tchi<br />
que organizara la campaña y marchara contra el Estado<br />
U. '<br />
Enterado de esas disposiciones Pang Tchuan, comandante<br />
en jefe de los ejércitos U, interrumpió la invasión,<br />
se retiró de Han y trató de recuperar su país.<br />
Cuando el ejército Tchi ya había cruzado la frontera<br />
<strong>del</strong> Estado Han, <strong>Sun</strong> Pin dijo: las tropas de nuestros<br />
adversarios consideran a los nuestros como cobardes.<br />
El guerrero hábil tomará en consideración esta<br />
circunstancia y establecerá su estrategia de modo de<br />
obtener beneficio de ella.<br />
Según el arte de la guerra, un ejército que en el afán<br />
de aprovechar una ventaja se apresura a recorrer una<br />
distancia de cien leguas, perderá la cabeza de la vanguardia,<br />
y en una distancia de cincuenta leguas, dejará<br />
en el camino la mitad de sus tropas antes de alcanzar<br />
el punto crítico.
16<br />
Luego <strong>Sun</strong> Pin ordeno a las tropas que al entrar en<br />
U encendieran cien mil fuegos la primera noche, cincuenta<br />
mil la segunda y treinta mil la tercera.<br />
Pang Tchuan marchó durante tres días y lleno de<br />
vana alegría dijo: siempre he asegurado que los de<br />
Tchi eran cobardes. He aquí que en sólo tres días que<br />
están en mi país ya han desertado la mitad de los oficiales<br />
y de los soldados. Y en seguida dejó atrás su infantería<br />
pesada y sus carros para proseguir con las tropas<br />
escogidas.<br />
<strong>Sun</strong> Pin había calculado que Pang Tchuan, a marcha<br />
forzada, llegaría al paso de Maling a la caída <strong>del</strong> día.<br />
Previo que se dispusieran tropas en emboscada.<br />
<strong>Sun</strong> Pin hizo descortezar un gran árbol y escribir en<br />
el tronco: Pang Tchuan muere baja este árbol.<br />
Luego apostó a los arqueros más hábiles <strong>del</strong> ejército<br />
con diez mil arcos a los dos lados de la ruta, y por<br />
último ordenó que llegada la noche, cuando vieran un<br />
fuego, todos los arqueros lo tomaran por blanco.<br />
Pang Tchuan llegó esa noche y cuando vio que había<br />
algo escrito en el árbol encendió una antorcha para<br />
leerlo. Antes de que pudiera terminar, los diez mil<br />
arqueros de Tchi lanzaron sus flechas al mismo tiempo<br />
y el ejército de U fue puesto en fuga.<br />
Pang Tchuan, al ver cercana la muerte y presenciar<br />
la derrota de sus tropas, se cortó el cuello y dijo al<br />
expirar: Así he contribuido a la celebridad de este<br />
miserable.<br />
<strong>Sun</strong> Pin sacó ventaja de esta victoria; destruyó completamente<br />
el ejército U y tuvo la precaución de apoderarse<br />
<strong>del</strong> eventual heredero Tchen, luego de lo cual<br />
volvió a Tchi.<br />
A causa de ello el renombre de <strong>Sun</strong> Pin se extendió<br />
a todo el mundo y las generaciones han transmitido<br />
su estrategia.
Principio primero<br />
La evaluación<br />
<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> dice: la guerra es de una importancia vital<br />
para el Estado. Es el dominio de la vida y de la muerte:<br />
de ella dependen la conservación o la pérdida <strong>del</strong><br />
Imperio; es forzoso manejarla bien. No reflexionar seriamente<br />
en todo lo que a ella concierna es dar prueba<br />
de una culpable indiferencia en lo que respecta a la<br />
conservación o la pérdida de lo que nos es más querido,<br />
y ello no debe ocurrir entre nosotros.<br />
Cinco cosas principales deben constituir el objeto<br />
de nuestras continuas meditaciones y de todos nuestros<br />
cuidados, como lo hacen los grandes artistas que al<br />
emprender alguna obra maestra tienen siempre presente<br />
en su espíritu el fin que se proponen, aprovechan<br />
todo lo que ven, todo lo que oyen, no descuidan nada<br />
que les permita adquirir nuevos conocimientos y todas<br />
las ayudas que pueden conducirlos felizmente a<br />
su fin.<br />
Si deseamos que la gloria y el éxito acompañen a<br />
nuestras armas, no debemos perder jamás de vista: la<br />
Doctrinay el Tiempo, el Espacio, el Comando, la Disciplina.<br />
La Doctrina hace nacer la unidad de pensamiento,<br />
nos inspira una misma manera de vivir y de morir y
18<br />
nos hace intrépidos e inconmovibles en las desdichas<br />
y en la muerte.<br />
Si conocemos bien el Tiempo no ignoraremos esos<br />
dos grandes <strong>principios</strong> Yin y Yang que constituyen<br />
todas las cosas naturales y por obra de los cuales los<br />
elementos reciben sus diferentes modificaciones; conoceremos<br />
el tiempo de su unión y de su mutuo concurso<br />
para la producción <strong>del</strong> frío, el calor, la serenidad<br />
o la intemperie <strong>del</strong> aire.<br />
El Espacio no es menos digno de nuestra atención<br />
que el Tiempo; estudiémoslo bien y tendremos el conocimiento<br />
de lo alto y de lo bajo, de lo lejano así como<br />
de lo cercano, de lo ancho y lo estrecho, de lo que<br />
permanece y de lo que no cesa de pasar.<br />
Entiendo por Comando la equidad, el amor en particular<br />
hacia aquellos que nos están sometidos y hacia<br />
todos los hombres en general; la ciencia de los recursos,<br />
el coraje y el valor, el rigor, tales son las cualidades<br />
que deben caracterizar al que está investido de la dignidad<br />
de general; virtudes necesarias para cuya adquisición<br />
no debemos descuidar nada: sólo ellas pueden<br />
ponernos en condiciones de marchar dignamente a la<br />
cabeza de los demás.<br />
A los conocimientos de los que acabo de hablar, hay<br />
que agregar el de la Disciplina.<br />
Dominar el arte de ordenar a las tropas; no ignorar<br />
ninguna de las leyes de la subordinación y hacerlas observar<br />
con rigor; estar instruido en los deberes particulares<br />
de cada uno de nuestros subalternos; conocer<br />
los diferentes caminos por los cuales se puede llegar a<br />
un mismo término; no desdeñar la enumeración detallada<br />
y exacta de todas las cosas que puedan servir, y<br />
ponerse al tanto de cada una de ellas en particular.<br />
Todo este conjunto forma un cuerpo de disciplina cuyo<br />
conocimiento práctico no debe escapar a la sagacidad<br />
ni a la atención de un general.<br />
Tú, que fuiste elegido por el príncipe para estar al<br />
frente de sus ejércitos, debes fundamentar tu ciencia<br />
militar sobre los cinco <strong>principios</strong> que acabo de establecer;<br />
la victoria seguirá siempre tus pasos: en cambio<br />
sólo experimentarás las más vergonzosas derrotas si por<br />
ignorancia o presunción liegas a omitirlos o rechazarlos.<br />
<strong>Los</strong> conocimientos que acabo de indicar te permití-
19<br />
rán discernir, entre los príncipes que gobiernan el mundo,<br />
el que tiene más doctrina y virtudes; conocerás a<br />
los grandes generales que puede haber en los distintos<br />
reinos, de modo que podrás conjeturar con bastante<br />
seguridad cuál de dos antagonistas debe lograr la victoria;<br />
y si te ves obligado a entrar en la lucha, podrás<br />
jactarte razonablemente de salir victorioso.<br />
Estos mismos conocimientos te harán prever los momentos<br />
más favorables, ya que el tiempo y el espacio<br />
se hallan conjugados, para ordenar el movimiento e itinerarios<br />
de las tropas, cuyas marchas debes disponer<br />
adecuadamente; no comenzarás ni terminarás nunca la<br />
campaña fuera de estación; conocerás el lado fuerte y<br />
el débil tanto de aquellos que están confiados a tu cuidado<br />
como de los enemigos que tienes que combatir;<br />
sabrás en qué cantidad y estado se encuentran las municiones<br />
de guerra y de boca de los dos ejércitos, distribuirás<br />
las recompensas con largueza, pero eligiendo,<br />
y no ahorrarás los castigos cuando sean necesarios.<br />
<strong>Los</strong> oficiales generales sometidos a tu autoridad, admiradores<br />
de tus virtudes y capacidades, te servirán<br />
tanto por placer como por deber. Entrarán en todos<br />
tus enfoques, y su ejemplo arrastrará infaliblemente a<br />
los subalternos, e incluso los simples soldados contribuirán<br />
con todas sus fuerzas a asegurarte el más glorioso<br />
éxito.<br />
Al verte estimado, respetado, querido por los tuyos,<br />
los pueblos vecinos vendrán con alegría a alistarse bajo<br />
los estandartes <strong>del</strong> príncipe al que sirvas, o para<br />
vivir según tus leyes u obtener simplemente su protección.<br />
Como sabrás igualmente lo que puedes y lo que no<br />
puedes, no concebirás ninguna empresa no susceptible<br />
de ser llevada a <strong>buen</strong> fin. Verás con la misma penetración<br />
tanto lo que está lejos de ti como lo que ocurre<br />
ante tus ojos, y tanto lo que ocurre ante tus ojos<br />
como lo que está más alejado de ellos.<br />
Aprovecharás la discordia que surja entre tus enemigos<br />
para atraer a tu partido a los descontentos no<br />
escatimándoles promesas, dones o recompensas.<br />
Si tus enemigos son más poderosos y fuertes que tú,<br />
no los ataques, sino que debes evitar con gran cuidado<br />
lo que pueda llevarte a un enfrentamiento general;
20<br />
ocultarás siempre, con extremo cuidado, el estado en<br />
que te encuentras.<br />
Habrá ocasiones en que te rebajarás, y otras en que<br />
fingirás tener miedo. Harás creer a veces que eres débil<br />
para que tus enemigos, abriendo la puerta a la presunción<br />
y al orgullo, se precipiten a atacarte en el momento<br />
más inoportuno para ellos o se dejen sorprender<br />
y malbaratar vergonzosamente. Harás de suerte que<br />
quienes son inferiores a ti no puedan penetrar nunca<br />
tus designios. Tendrás a tus tropas siempre alerta, siempre<br />
en movimiento y ocupación, para impedir que se<br />
dejen ablandar en un vergonzoso reposo.<br />
Si atribuyes algún interés a las ventajas de mis planes,<br />
haz de manera de crear situaciones que contribuyan<br />
a su ejecución.<br />
Entiendo por situación, que el general actúe con plena<br />
conciencia, en armonía con lo que es ventajoso, y<br />
por eso mismo disponga <strong>del</strong> dominio <strong>del</strong> equilibrio.<br />
Toda campaña guerrera debe regularse por la apariencia;<br />
finge el desorden, no dejes nunca de ofrecer<br />
una carnada al enemigo para engolosinarlo, simula la<br />
inferioridad para alentar su arrogancia, estudia la manera<br />
de provocar su cólera para hundirlo mejor en la<br />
confusión: su avidez lo lanzará sobre ti y lo precipitará<br />
en el descalabro.<br />
Apresura tus preparativos cuando tus adversarios se<br />
concentren; evítalos donde sean poderosos.<br />
Hunde a tu adversario en inextricables pruebas y<br />
prolonga su agotamiento manteniéndote a distancia;<br />
cuida de fortalecer tus alianzas en el exterior y de afirmar<br />
tus posiciones en lo interno mediante una política<br />
de soldados-campesinos.<br />
¡Qué lástima arriesgarlo todo en un sólo combate<br />
descuidando la estrategia victoriosa, y hacer depender<br />
la suerte ,de tus armas de una única batalla!<br />
Cuando el enemigo esté unido, diví<strong>del</strong>o; y ataca donde<br />
él no esté preparado, apareciendo cuando no te espere.<br />
Tales son las claves estratégicas de la victoria,<br />
pero ten cuidado de no comprometerlas de antemano.<br />
Que cada uno se represente como medidas las evaluaciones<br />
hechas en el templo antes de las hostilidades:<br />
anuncian la victoria cuando demuestran que tu fuerza
21<br />
es superior a la <strong>del</strong> enemigo; indican la derrota cuando<br />
demuestran que éste es superior en fuerza.<br />
Considera que con muchos cálculos se puede lograr<br />
la victoria, teme no haberlos hecho en cantidad suficiente.<br />
¡Qué pocas probabilidades tiene de ganar quién<br />
no los ha hecho!<br />
Gracias a este método examino yo la situación, y<br />
el resultado aparecerá claramente.
Principio segundo<br />
La iniciación de las<br />
acciones<br />
<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> dijo: supongo que comienzas la campaña<br />
con un ejército de cien mil hombres, que estás suficientemente<br />
provisto de municiones de guerra y de boca,<br />
que tienes dos mil carros, mil de ellos para la carrera<br />
y los otros únicamente para el transporte; que hasta<br />
cien leguas de ti habrá por todas partes víveres para<br />
la manutención de tu ejército; que haces transportar<br />
con cuidado todo lo que pueda servir para la reparación<br />
de las armas y carros; que los artesanos y las<br />
demás personas que no forman parte <strong>del</strong> cuerpo de<br />
soldados te han precedido ya o marchan separadamente<br />
detrás de ti; que todas las cosas que sirven para usos<br />
ajenos a la guerra, como las que se emplean exclusivamente<br />
en ella, están siempre a cubierto de la acción<br />
atmosférica y protegidas de los accidentes embarazosos<br />
que puedan ocurrir.<br />
Supongo además que tienes mil onzas de plata para<br />
distribuir cada día a las tropas, y que se les paga siempre<br />
su soldada a tiempo y con la más rigurosa exactitud;<br />
en ese caso, puedes avanzar directamente contra<br />
el enemigo; atacarlo y vencerlo serán para ti la misma<br />
cosa.<br />
Digo además: no difieras el entablar combate, no<br />
esperes a que tus armas se cubran de orín ni que se
23<br />
embote el filo de tus espadas. La victoria es el principal<br />
objetivo de la guerra.<br />
Si se trata de tomar una ciudad, apresúrate a sitiarla;<br />
piensa sólo en eso, orienta a tal fin todas tus fuerzas;<br />
en esto hay que ser expeditivo; si no lo eres, tus<br />
tropas corren el riesgo de soportar una larga campaña,<br />
que será fuente de funestas desdichas.<br />
Las arcas <strong>del</strong> príncipe al que tú sirves se agotarán,<br />
tus armas corroídas por el óxido ya no te servirán, se<br />
calmará el ardor de tus soldados, se desvanecerán su<br />
coraje y sus fuerzas, se consumirán las provisiones e<br />
incluso quizás te veas llevado a los extremos más embarazosos.<br />
Cuando los enemigos conozcan el lamentable estado<br />
en que te encontrarás entonces, saldrán frescos y caerán<br />
sobre ti y te descalabrarán. Aunque hayas gozado<br />
hasta ese momento de una gran reputación, perderás<br />
para siempre tu prestigio. Es inútil que en otras ocasiones<br />
hayas dado muestras extraordinarias de tu valor,<br />
pues toda la gloria que hayas adquirido quedará<br />
borrada por este último fracaso.<br />
Lo repito: no se puede tener largo tiempo a las tropas<br />
en campaña sin producir un perjuicio muy grande<br />
al Estado y sin afectar mortalmente la propia reputación.<br />
Quienes poseen los verdaderos <strong>principios</strong> <strong>del</strong> arte<br />
militar no se engañan pensando dos veces. Desde la<br />
primera campaña todo queda terminado; no consumen<br />
inútilmente víveres durante tres años seguidos. Encuentran<br />
la manera de hacer subsistir a sus ejércitos a<br />
expensas <strong>del</strong> enemigo, y ahorran al Estado enormes<br />
gastos que éste se ve obligado a hacer cuando es necesario<br />
transportar muy lejos todas las provisiones.<br />
Esos generales no ignoran, y tú debes saberlo bien,<br />
que nada agota tanto a un reino como los gastos de<br />
esta naturaleza, pues esté el ejército en las fronteras<br />
o en regiones alejadas, el pueblo sufre siempre por ello;<br />
todas las cosas necesarias para la vida aumentan de<br />
precio, se vuelven difíciles de encontrar e incluso quienes<br />
disfrutan, en tiempos comunes, de una posición<br />
desahogada llegan pronto a carecer de medios para<br />
comprarlas.<br />
El príncipe se apresura a percibir el tributo en espe-
24<br />
cies que cada familia le debe; y al extenderse la miseria<br />
en el seno de las ciudades y llegar hasta los campos,<br />
de diez partes de lo necesario uno se ve obligado<br />
a prescindir de siete. Ni siquiera el soberano deja de<br />
padecer su parte de las desdichas comunes. Sus corazas,<br />
sus cascos, sus flechas, sus arcos, sus escudos,<br />
sus carros, sus lanzas, sus dardos, todo se destruirá.<br />
<strong>Los</strong> caballos, incluso los bueyes que trabajan las tierras<br />
<strong>del</strong> dominio perecerán, y de diez partes de sus<br />
expensas ordinarias el rey se verá obligado a prescindir<br />
de seis.<br />
Para prevenir todos estos desastres un general hábil<br />
no (debe olvidar nada que le permita abreviar las<br />
campañas y vivir a expensas <strong>del</strong> enemigo, o por lo menos<br />
consumir mercaderías extranjeras, a precio de plata,<br />
si es necesario.<br />
Si el ejército enemigo tiene una medida de grano<br />
en su campo, ten veinte en el tuyo; si tu enemigo tiene<br />
veinte libras de forraje para sus caballos, ten dos<br />
mil cuatrocientas para los tuyos. No dejes escapar ninguna<br />
ocasión de molestarlo, hazlo perecer en todas sus<br />
partes, busca los medios para irritarlo y hacerlo caer<br />
en alguna trampa; disminuye sus fuerzas lo más que<br />
puedas haciéndole realizar movimientos diversivos, matándole<br />
de tanto en tanto algún destacamento, saqueando<br />
sus convoyes, sus equipajes y otras cosas que puedan<br />
serte de alguna utilidad.<br />
Cuando tu gente haya tomado al enemigo más de<br />
diez carros, comienza por recompensar liberalmente<br />
tanto a quienes guíen la empresa como a los que ia<br />
ejecuten. Emplea esos carros para los mismos usos que<br />
das a los otros, pero antes quítales las marcas distintivas<br />
que puedan tener.<br />
Trata bien a los prisioneros, alimentándolos como a<br />
tus propios soldados; si es posible, haz que se encuentren<br />
mejor contigo que en su propio campo, o incluso<br />
en el seno de su patria. No los dejes nunca ociosos,<br />
saca partido de sus servicios con la desconfianza conveniente,<br />
y para decirlo en dos palabras, condúcete a<br />
su respecto como si fueran tropas enroladas libremente<br />
bajo tus estandartes. He aquí lo que llamo ganar<br />
una batalla y llegar a ser más fuerte.<br />
Si haces exactamente lo que te acabo de indicar, los
25<br />
éxitos acompañarán todos tus pasos, serás vencedor en<br />
todas partes, ahorrarás la vida de tus soldados, afirmarás<br />
la posición de tu país en sus antiguas posesiones,<br />
le procurarás otras nuevas, aumentarás el esplendor y<br />
la gloria <strong>del</strong> Estado, y tanto el príncipe como los subditos<br />
te serán deudores de la dulce tranquilidad en<br />
que se deslizarán sus días en el futuro.<br />
Lo esencial está en la victoria y no en las operaciones<br />
prolongadas.<br />
El general, que se conoce en el arte de la guerra, es<br />
el ministro <strong>del</strong> destino <strong>del</strong> pueblo y el árbitro <strong>del</strong> destino<br />
de la victoria.<br />
¡Qué objetos podrían ser más dignos de tu atención<br />
y de todos tus esfuerzos!
Principio tercero<br />
Proposiciones de la<br />
victoria y de la derrota<br />
<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> dijo: he aquí algunas máximas de las que<br />
debes compenetrarte antes de querer forzar ciudades<br />
o ganar batallas.<br />
Conservar las posesiones y todos los derechos <strong>del</strong><br />
príncipe al que sirves, he aquí cuál debe ser el primero<br />
de tus cuidados; engrandecerlos quitando bienes a los<br />
enemigos, es lo que sólo debes hacer cuando te veas<br />
forzado a ello.<br />
Velar por el reposo de las ciudades de tu propio país,<br />
he aquí lo que debe ocuparte principalmente; perturbar<br />
el de las ciudades enemigas, sólo debes hacerlo en<br />
el peor de los casos.<br />
Poner a cubierto de toda ofensa a las aldeas enemigas,<br />
he aquí aquello en que debes pensar; irrumpir<br />
contra las aldeas enemigas, es cosa que sólo debes hacer<br />
cuando te veas forzado por la necesidad.<br />
Impedir que las chozas y los caseríos de los campesinos<br />
sufran el más pequeño daño, es lo que merece<br />
igualmente tu atención; producir estragos y llevar la<br />
devastación a las instalaciones agrícolas de tus enemigos,<br />
es cosa que sólo debes emprender en caso de penuria<br />
extrema.<br />
Conservar las posesiones de los enemigos, es lo que<br />
debes hacer en primer lugar, como lo más perfecto que
27<br />
hay; destruirlas, debe ser efecto de la necesidad. Si un<br />
general actúa así, su conducta no diferirá de la de los<br />
más virtuosos personajes; estará de acuerdo con el cielo<br />
y la tierra, cuyas operaciones tienden a la producción<br />
y a la conservación de las cosas, más bien que a<br />
su destrucción.<br />
Una vez bien grabadas estas máximas en tu corazón,<br />
te garantizo el éxito.<br />
Digo además: la mejor política guerrera es tomar<br />
un Estado intacto, una política inferior a ésta consistiría<br />
en arruinarlo.<br />
Vale más que el ejército <strong>del</strong> enemigo sea hecho prisionero<br />
y no destruido; importa más tomar un batallón<br />
intacto que aniquilarlo.<br />
Si tuvieras cien combates por librar, cien victorias<br />
serían el fruto.<br />
Sin embargo, no trates de tomar a tus enemigos al<br />
precio de los combates y de las victorias; pues si hay<br />
casos en que lo que está por encima de lo <strong>buen</strong>o no es<br />
<strong>buen</strong>o en sí mismo, tenemos aquí uno en que cuanto<br />
más nos elevamos por encima de lo <strong>buen</strong>o más nos<br />
aproximamos a lo pernicioso y lo malvado.<br />
Hay que subyugar más bien al enemigo sin darle<br />
batalla: éste será el caso en que cuanto más te eleves<br />
por encima <strong>del</strong> bien más te acercarás a lo incomparable<br />
y lo excelente.<br />
<strong>Los</strong> grandes generales logran sus fines descubriendo<br />
todos los artificios <strong>del</strong> enemigo, haciendo abortar todos<br />
sus proyectos, sembrando la discordia entre sus<br />
partidarios, teniéndolo siempre en suspenso, impidiéndole<br />
recibir ayuda extranjera y quitándole todas las<br />
posibilidades que podría tener de decidirse a algo ventajoso<br />
para él.<br />
<strong>Sun</strong> Tsé dijo: es de suprema importancia en la guerra<br />
atacar la estrategia <strong>del</strong> enemigo.<br />
Quien sobresale en resolver las dificultades, lo hace<br />
antes de que se presenten.<br />
Quien arrebata el trofeo, antes de que tomen forma<br />
los temores de su enemigo, sobresale en la conquista.<br />
Ataca el plan <strong>del</strong> adversario en el momento en que<br />
nace;<br />
Luego, quiebra sus alianzas;
28<br />
Luego, ataca a su ejército.<br />
La peor de las políticas consiste en atacar a las ciudades;<br />
No consientas en ello, salvo que no sea posible poner<br />
en práctica ninguna otra solución.<br />
Hacen falta por lo menos tres meses para preparar<br />
y tener listos para el combate los carros, las armas<br />
necesarias y el equipo, y tres meses más para construir<br />
taludes a lo largo de los muros.<br />
Si te ves forzado a poner sitio a una plaza y reducirla,<br />
debes disponer tus carros, tus escudos y todas<br />
las máquinas necesarias para organizar el asalto,<br />
de modo que todo esté en <strong>buen</strong> estado cuando llegue<br />
el momento de utilizarlo.<br />
Sobre todo, haz de manera que la rendición de la<br />
plaza no se prolongue más allá de tres meses. Si expirado<br />
ese término no has llegado aún a realizar tus<br />
fines habrá habido seguramente algunas fallas de tu<br />
parte; no olvides nada para remediarlas. A la cabeza<br />
de tus tropas, redobla tus esfuerzos; al marchar al<br />
asalto imita la vigilancia, la actividad, el ardor y la<br />
tozudez de las hormigas.<br />
Supongo que habrás hecho de antemano los atrincheramientos<br />
y las demás obras necesarias, que habrás<br />
elevado reductos para descubrir lo que pasa entre los<br />
asediados, y que habrás remediado todos los inconvenientes<br />
que tu prudencia te haya hecho prever. Si<br />
pese a todas estas precauciones ocurre que de tres partes<br />
de tus soldados has tenido la desdicha de perder<br />
una sin lograr la victoria, convéncete de que no has<br />
atacado bien.<br />
Un general hábil no se encuentra nunca reducido<br />
a tales extremos; sin librar batallas, conoce el arte de<br />
humillar a sus enemigos; sin verter una gota de sangre,<br />
incluso sin sacar la espada, logra su fin de tomar<br />
las ciudades; sin poner los pies en los reinos extranjeros,<br />
encuentra el medio de conquistarlos evitando<br />
prolongadas operaciones; y sin perder un tiempo considerable<br />
a la cabeza de sus tropas, procura una gloria<br />
inmortal al príncipe al que sirve, asegura la felicidad<br />
de sus compatriotas y hace que el universo le deba<br />
el reposo y la paz: tal es el fin al que deben tender
29<br />
sin cesar ni desalentarse nunca todos aquellos que comandan<br />
ejércitos.<br />
Vuestra finalidad sigue siendo la de apoderarse <strong>del</strong><br />
imperio mientras está intacto; así tus tropas no se<br />
agotarán y tus ganancias serán completas. Tal es el<br />
arte de la estrategia victoriosa.<br />
Hay una infinidad de situaciones diferentes en las<br />
cuales puedes encontrarte respecto <strong>del</strong> enemigo. No<br />
sería posible preverlas todas; es por ello que no entro<br />
en mayores detalles. Tus luces y tu experiencia te<br />
sugerirán lo que tendrás que hacer, a medida que las<br />
circunstancias se presenten; sin embargo, voy a darte<br />
algunos consejos generales que podrás utilizar cuando<br />
llegue la ocasión.<br />
Si eres diez veces más fuerte en número que el enemigo,<br />
rodéalo por todas partes; no le dejes ningún pasaje<br />
libre; haz de manera que no pueda evadirse para<br />
ir a acampar a otra parte, ni recibir la menor ayuda.<br />
Si tienes cinco veces más soldados que él, dispon<br />
tu ejército de tal manera que pueda atacar por cuatro<br />
costados a la vez, cuando sea el momento.<br />
Si el enemigo es una vez menos fuerte que tú, conténtate<br />
con dividir tu ejército en dos.<br />
Pero si una y otra parte tienen la misma cantidad<br />
de soldados, lo único que puedes hacer es arriesgarte<br />
al combate.<br />
Si en cambio eres menos fuerte que él, manténte<br />
continuamente en guardia, pues la más pequeña falla<br />
te acarrearía las peores consecuencias. Trata de mantenerte<br />
al abrigo y evita en lo posible llegar a un enfrentarniento<br />
abierto con él; la prudencia y la firmeza<br />
de un pequeño número de personas pueden lograr el<br />
propósito y domar incluso a un ejército numeroso. Así<br />
serás a la vez capaz de protegerte y de lograr una<br />
victoria completa.<br />
Quien está a la cabeza de los ejércitos puede considerarse<br />
como sostén <strong>del</strong> Estado, y en efecto lo es. Si<br />
es como debe ser, el reino vivirá en la prosperidad;<br />
si en cambio no tiene las cualidades necesarias para<br />
desempeñar dignamente el puesto que ocupa, el reino<br />
sufrirá infaliblemente por ello y se encontrará quizás<br />
llevado muy cerca de su pérdida.<br />
Un general sólo puede servir bien al Estado de una
30<br />
manera; pero puede producirle un perjuicio muy grande<br />
de maneras muy diferentes.<br />
Hacen falta muchos esfuerzos y una conducta constantemente<br />
acompañada por el valor y la prudencia,<br />
para lograr éxito: basta una falta para perderlo todo;<br />
y entre las faltas que se pueden cometer, ¿de cuántos<br />
tipos no las hay? Si un general recluta tropas fuera<br />
de estación, si las hace salir cuando no tendrían que<br />
salir, si no tiene un conocimiento exacto de los lugares<br />
por donde debe conducirlas, si las hace acampar<br />
erf posiciones desventajosas, si las fatiga sin finalidad,<br />
si las hace reprender innecesariamente, si ignora las necesidades<br />
de quienes componen su ejército, si no conoce<br />
el tipo de ocupación que cada uno de los hombres<br />
ejercía con anterioridad para poder aprovecharlo según<br />
sus capacidades; si no conoce los puntos fuertes<br />
y débiles de sus soldados, si no puede confiar en la<br />
fi<strong>del</strong>idad de éstos, si no hace observar la disciplina<br />
con todo rigor, si carece de talento para dirigir bien<br />
al ejército, si es irresoluto y vacila en ocasiones en que<br />
habría que tomar partido de inmediato, si no compensa<br />
adecuadamente a sus soldados por los sufrimientos<br />
que hayan padecido, si permite que los maltraten<br />
sin razón sus oficiales, si no sabe impedir las disidencias<br />
que podrían producirse entre los jefes; un general<br />
que cometiera todos estos errores tendría un ejército<br />
claudicante y agotaría los hombres y víveres <strong>del</strong> reino<br />
hasta transformarse él mismo en la vergonzosa víctima<br />
de su incapacidad.<br />
<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> dijo: en la dirección de los ejércitos hay<br />
siete males:<br />
I. Imponer órdenes surgidas de la corte por decisión<br />
arbitraria <strong>del</strong> príncipe.<br />
II. Crear perplejidad entre los oficiales enviando<br />
emisarios que ignoran los asuntos militares.<br />
III. Mezclar reglamentos propios <strong>del</strong> orden civil y<br />
<strong>del</strong> orden militar.<br />
IV. Confundir el rigor necesario para el gobierno <strong>del</strong><br />
Estado y la flexibilidad que requiere el comando<br />
de las tropas.<br />
V. Hacer compartir la responsabilidad a los ejércitos.
31<br />
VI. Hacer nacer la sospecha, que engendra la turbación;<br />
un ejército confuso conduce a la victoria<br />
<strong>del</strong> otro.<br />
VII. Esperar órdenes en todas las circunstancias es<br />
como informar a un superior que quieres apagar<br />
el fuego; antes de que te llegue la orden las cenizas<br />
estarán ya frías; sin embargo, ¡se dice en<br />
el código que hay que consultar al Inspector<br />
en estas materias! Como si al construir una casa<br />
al borde de la ruta, se pidiera consejo a los que<br />
pasan; ¡el trabajo no habría terminado aún!<br />
Tal es mi enseñanza:<br />
Nombrar pertenece al dominio reservado al gobierno;<br />
decidir acerca de la batalla, al dominio <strong>del</strong> general.<br />
Un príncipe de carácter debe elegir al hombre que<br />
le conviene, investirlo de responsabilidades y esperar<br />
los resultados.<br />
Para vencer a los enemigos son necesarias cinco circunstancias.<br />
I. Saber cuando es adecuado combatir y cuando conviene<br />
retirarse.<br />
II. Saber emplear lo poco y lo mucho según las circunstancias.<br />
III. Combinar hábilmente las filas.<br />
Mensius dice: "la estación apropiada no es tan<br />
importante como las ventajas <strong>del</strong> suelo: y todo<br />
esto no es tan importante como la armonía de las<br />
relaciones humanas<br />
IV. Quien se prepara con prudencia para enfrentar<br />
al enemigo que aún no existe, ese mismo será el<br />
victorioso. Poner como pretexto la propia rusticidad<br />
y no prever, es el más grande de los crímenes;<br />
estar presto fuera de toda contingencia es<br />
la mayor de las virtudes.<br />
V. Mantenerse al abrigo de las ingerencias <strong>del</strong> soberano<br />
en todo lo que se puede intentar para su servicio<br />
y la gloria de sus armas.<br />
En estas cinco materias se encuentra el camino de<br />
la victoria.
32<br />
Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo: si tuvieras<br />
que librar cien guerras, serás cien veces victorioso.<br />
Si no conoces a tu enemigo y te conoces a ti mismo,<br />
tus posibilidades de perder y de ganar serán iguales.<br />
Si no conoces ni a tu enemigo ni a ti mismo, sólo<br />
contarás tus combates por tus derrotas.
Principio cuarto<br />
La medida en la<br />
disposición de los medios<br />
<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> dijo: antiguamente quienes tenían experiencia<br />
en el arte de los combates procuraban hacerse<br />
invencibles, esperaban a que el enemigo fuera vulnerable<br />
y no emprendían jamás una guerra si no preveían<br />
que ésta debía terminar con ventaja para ellos.<br />
Antes de emprenderla, se aseguraban el éxito. Si<br />
la ocasión de marchar contra el enemigo no resultaba<br />
favorable, esperaban tiempos más felices.<br />
Tenían por principio el de que uno sólo podía ser<br />
vencido por su propia falta, y que nunca se lograba<br />
la victoria como no fuera por las faltas cometidas por<br />
los enemigos.<br />
Hacerse invencible depende de uno mismo, asegurarse<br />
de que el enemigo sea vulnerable, depende de él<br />
mismo.<br />
El hecho de que uno esté instruido en los medios que<br />
aseguran la victoria, no equivale a obtenerla.<br />
Así, los Generales hábiles sabían de entrada lo<br />
que tenían que temer o lo que podían esperar, y avanzaban<br />
y retrocedían en sus operaciones, libraban batalla<br />
o se atrincheraban, según lo que sus propias luces<br />
les indicaban tanto sobre el estado de sus tropas<br />
como de las tropas <strong>del</strong> enemigo. Si se creían más fuertes,<br />
no temían entrar en combate y ser los primeros
34<br />
en atacar. Si, por el contrario, se veían más débiles,<br />
se atrincheraban y mantenían a la defensiva.<br />
La invencibilidad reside en la defensa, la posibilidad<br />
de victoria en el ataque.<br />
Quien se defiende muestra que su fuerza es inadecuada,<br />
quien ataca, que es abundante.<br />
El arte de mantenerse <strong>del</strong>iberadamente a la defensiva<br />
no es menos complejo que el de combatir con<br />
éxito.<br />
<strong>Los</strong> expertos en la defensa deben hundirse hasta el<br />
centro de la tierra. Aquellos que, por el contrario, desean<br />
brillar en el ataque deben elevarse hasta el noveno<br />
cielo. Para ponerse al abrigo <strong>del</strong> enemigo hay que<br />
ocultarse en el seno de la tierra, como esas venas de<br />
agua cuya fuente no se conoce y cuyos caminos sería<br />
imposible localizar. Así, ocultarás todos tus pasos y<br />
serás impenetrable. Quienes combaten deben elevarse<br />
hasta el noveno cielo, es decir, tienen que proceder<br />
de manera que el Universo entero resuene con el rumor<br />
de su gloria.<br />
La conservación de sí mismo es el fin principal que<br />
hay que proponerse en los dos casos. Saber el arte<br />
de vencer como quienes han honrado esta misma carrera,<br />
es precisamente lo que deberás tratar de hacer;<br />
querer superar a todos y tratar de ser demasiado sutil<br />
en las cosas militares equivale a correr el riesgo de<br />
no igualar a los grandes maestros, de exponerse incluso<br />
a quedar infinitamente por debajo de ellos; pues es<br />
en este aspecto donde lo que es superior a lo <strong>buen</strong>o<br />
no es a su vez <strong>buen</strong>o.<br />
Lograr victorias por medio de combates fue considerado<br />
en todas las épocas por el Universo entero<br />
como algo <strong>buen</strong>o; pero me atrevo a decirte que también<br />
en este caso lo que está por encima de lo <strong>buen</strong>o<br />
es a menudo peor que lo malo. Predecir una victoria<br />
que el hombre ordinario puede prever, y ser llamado<br />
umversalmente experto, no es el colmo de la habilidad<br />
guerrera. Pues cortar el vello de los conejos en otoño *<br />
no requiere gran fuerza; no hay que tener ojos muy<br />
* Al referirse al vello de los conejos en otoño <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> alude<br />
a la tenuidad <strong>del</strong> pelo de estos animales a comienzos de esa<br />
estación.
35<br />
penetrantes para descubrir el sol y la luna; no es necesario<br />
tener oído muy <strong>del</strong>icado para percibir el trueno<br />
cuando brama con estrépito; nada más natural, nada<br />
más fácil, nada más simple que todo eso.<br />
<strong>Los</strong> guerreros hábiles no encuentran más dificultades<br />
en los combates; proceden de manera de vencer<br />
en la batalla luego de haber creado las condiciones adecuadas.<br />
Lo han previsto todo; se han preparado por su parte<br />
para todas las eventualidades. Conocen la situación<br />
de los enemigos, sus fuerzas, y no ignoran lo que pueden<br />
hacer y hasta dónde pueden ir; la victoria es una<br />
consecuencia natural de su saber.<br />
Por ello, las victorias obtenidas por un maestro en<br />
el arte de la guerra no le ganaban reputación de sabio<br />
ni mérito de hombre valeroso.<br />
Que una victoria se obtenga antes de que la situación<br />
esté cristalizada es algo que el común de la gente<br />
no comprende.<br />
Por ese motivo, el autor de la conquista no se reviste<br />
de ninguna reputación de sagacidad. Antes que<br />
la hoja de su espada se haya cubierto de sangre, el<br />
Estado enemigo ya está sometido. Si subyugas a tu<br />
enemigo sin librar combate, no te consideres hombre<br />
valeroso.<br />
Tales eran nuestros Antepasados: nada les era más<br />
fácil que vencer; por lo tanto, no creían que los vanos<br />
títulos de valientes, de héroes, de invencibles fueran<br />
un tributo de elogios que ellos hubieran merecido. Sólo<br />
atribuían su éxito al cuidado extremo que ponían en<br />
evitar hasta la más pequeña falta.<br />
Evitar hasta la más pequeña falta quiere decir que<br />
el comandante, haga lo que hiciere, asegura la victoria;<br />
conquista a un enemigo que ya ha sufrido la derrota;<br />
en sus planes nunca hay un desplazamiento inútil, en<br />
su estrategia jamás un paso en vano. El jefe hábil adopta<br />
una posición que no lo puede llevar a la derrota;<br />
no omite ninguna circunstancia susceptible de garantizarle<br />
el dominio sobre su enemigo.<br />
Un ejército victorioso lleva ventaja antes de haber<br />
entrado en batalla; un ejército destinado a la derrota<br />
combate con la esperanza de ganar.<br />
Quienes son minuciosos en el arte de la guerra cul-
36<br />
tivan el Tao y preservan las reglamentaciones; son<br />
entonces capaces de formular políticas de victoria.<br />
Antes de llegar al combate trataban de humillar a<br />
sus enemigos, los mortificaban, los fatigaban de mil<br />
maneras. Sus propios campamentos eran lugares siempre<br />
al abrigo de todo ataque, siempre a cubierto de<br />
toda sorpresa, siempre impenetrables. Esos generales<br />
creían que para vencer era necesario que las tropas buscasen<br />
el combate con ardor; y estaban persuadidos de<br />
que cuando estas mismas tropas buscaban la victoria<br />
con entusiasmo, ocurría generalmente que eran vencidas.<br />
No quieren que las tropas abriguen una confianza<br />
demasiado ciega, que degenere en presunción. Las tropas<br />
que buscan la victoria están ablandadas por la pereza<br />
o son tímidas o presuntuosas. Las tropas que, por<br />
el contrario, buscan el combate sin pensar en la victoria,<br />
están endurecidas en el trabajo, son realmente<br />
aguerridas y vencerán siempre con seguridad.<br />
Es así como en tono seguro se atrevían a prever los<br />
triunfos o las derrotas, incluso antes de haber dado<br />
un paso para asegurar las primeras o preservarse de<br />
las segundas.<br />
Ahora, he aquí los cinco elementos <strong>del</strong> arte de la<br />
guerra :<br />
I. La medida <strong>del</strong> espacio;<br />
II. La estimación de las Cantidades;<br />
III. Las reglas de Cálculo;<br />
IV. Las Comparaciones;<br />
V. Las chances de Victoria;<br />
Las medidas <strong>del</strong> espacio derivan <strong>del</strong> terreno;<br />
las cantidades derivan de la medida;<br />
las cifras emanan de las cantidades;<br />
las comparaciones provienen de las cifras;<br />
y la victoria es el fruto de las comparaciones.<br />
Mediante la disposición de las fuerzas un General<br />
victorioso es capaz de llevar a su pueblo al combate,<br />
como las aguas contenidas que al ser repentinamente<br />
liberadas se precipitan en un abismo sin fondo.<br />
Vosotros, que estáis a la cabeza de los ejércitos, no
37<br />
olvidéis pues nada de lo necesario para hacernos dignos<br />
<strong>del</strong> cargo que ejercéis. Atended a las medidas que<br />
contienen las cantidades, y a las que determinan las<br />
dimensiones: recordad las reglas de Cálculo; considerad<br />
los efectos de la balanza; la victoria sólo es fruto de<br />
una suputación exacta.<br />
Las consideraciones sobre las diferentes medidas os<br />
llevarán al conocimiento de lo que la tierra puede ofreceros<br />
de útil; sabréis lo que produce y aprovecharéis<br />
siempre sus dones; no ignoraréis las diferentes rutas<br />
que habrá que tomar para llegar con seguridad al término<br />
que os hayáis propuesto.<br />
Mediante el Cálculo, estimaréis si el enemigo puede<br />
ser atacado, y sólo después de esto debe movilizarse<br />
a la población y reclutar las tropas; aprended a distribuir<br />
siempre a propósito las municiones de guerra<br />
y de boca, y a no caer nunca en el exceso <strong>del</strong> demasiado<br />
o <strong>del</strong> demasiado poco.<br />
En fin, si recordáis en vuestro espíritu las victorias<br />
logradas en diferentes épocas y todas las circunstancias<br />
que las han acompañado, no ignoraréis los diversos<br />
usos que de ellas se han hecho, y sabréis cuáles son<br />
las ventajas que esas victorias han procurado o los<br />
perjuicios que causaron a los vencedores mismos.<br />
Un Y sobrepasa a un Tchu.* En los platillos de una<br />
balanza el Y pesa más que el Tchu. Debéis ser para<br />
vuestros enemigos lo que el Y es al Tchu.<br />
Después de una primera ventaja, no os durmáis queriendo<br />
dar a vuestras tropas un reposo fuera de oportunidad.<br />
Proseguid a<strong>del</strong>ante con la misma rapidez que<br />
un torrente que se precipitara desde miles de toesas<br />
de altura. Que vuestro enemigo no tenga tiempo de<br />
reconocerse, y no penséis en recoger los frutos de vuestra<br />
victoria hasta que su completa derrota os haya<br />
puesto en condiciones de hacerlo con seguridad, ocio<br />
y tranquilidad.<br />
* Un Y pesa alrededor de 700 gramos, y un Tchu no llega<br />
a pesar un gramo.
Principio quinto<br />
La firmeza<br />
<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> dijo: en general el comandante de un gran<br />
número de soldados es igual que el que dirige un pequeño<br />
número; se trata sólo de una cuestión de organización.<br />
Controlar el número grande y el pequeño es<br />
una sola y misma cosa; no se trata más que de formación<br />
y de transmisión de las señales.<br />
Debes tener los nombres de todos los oficiales tanto<br />
generales como subalternos; inscríbelos en un catálogo<br />
aparte, con una observación sobre los talentos y capacidad<br />
de cada uno de ellos, a fin de poderlos emplear<br />
con ventaja cuando llegue la ocasión. Haz de manera<br />
que todos los que debes comandar estén persuadidos<br />
de que tu principal atención consiste en preservarlos<br />
de cualquier daño.<br />
Las tropas que harás avanzar contra el enemigo deben<br />
ser como piedras que lances contra huevos. Entre<br />
tú y el enemigo no debe haber otra diferencia que la<br />
que existe entre lo fuerte y lo débil, lo vacío y lo<br />
lleno.<br />
La certeza de que se aguantará el ataque <strong>del</strong> enemigo<br />
sin sufrir una derrota es función de la combinación<br />
entre la utilización directa e indirecta de las fuerzas.^<br />
' ; '' %<br />
* Directa: Fijar y distraer. Indirecta: Irrumpir por donde<br />
no se espera el golpe.
39<br />
Utiliza generalmente fuerzas directas para iniciar la<br />
batalla y fuerzas indirectas para lograr que ésta se decida<br />
en tu favor. <strong>Los</strong> recursos de quienes son hábiles<br />
en la utilización de las fuerzas indirectas son tan infinitos<br />
como los de los Cielos y de la Tierra, y tan<br />
inagotables como el curso de los grandes ríos.<br />
Debes atacar al descubierto pero vencer en secreto.<br />
He aquí, en pocas palabras, en qué consiste la habilidad<br />
y toda la perfección misma <strong>del</strong> gobierno de las<br />
tropas. El pleno día y las tinieblas, lo visible y lo<br />
secreto; he ahí todo el arte. Quienes lo poseen son<br />
comparables al Cielo y a la Tierra, cuyos movimientos<br />
no carecen nunca de efecto; se parecen a los ríos y a<br />
los mares cuyas aguas no podrían agotarse. Si se hundieran<br />
en las tinieblas de la muerte, podrán volver a<br />
la vida; como el sol y la luna, tienen el tiempo en que<br />
hay que mostrarse y el tiempo en que hay que desaparecer;<br />
como las cuatro estaciones, tienen las variedades<br />
que les convienen; como los cinco tonos de la<br />
música, como los cinco colores, como los cinco gustos,<br />
pueden combinarse al infinito. En efecto, ¿quién ha<br />
llegado a oír alguna vez todos los aires que pueden<br />
resultar de la diferente combinación de los tonos?<br />
¿Quién ha visto alguna vez todo lo que pueden presentar<br />
los colores distintamente matizados? ¿Quién ha<br />
saboreado alguna vez todo lo que los gustos mezclados<br />
en forma diferente pueden ofrecer de agradable o de<br />
picante? Sin embargo, sólo se han establecido cinco<br />
colores y cinco 1 tipos de gustos.<br />
En el Arte Militar y en el <strong>buen</strong> gobierno de las tropas<br />
sólo hay por cierto dos clases de fuerzas; como<br />
sus combinaciones son ilimitadas, nadie puede abarcarlas<br />
todas. Estas fuerzas son mutuamente productivas<br />
y actúan entre sí. Se trataría en la práctica de una<br />
cadena de operaciones cuyo fin no se lograría percibir,<br />
como esos anillos múltiples y entremezclados que hay<br />
que juntar para formar un anular, de una rueda en movimiento<br />
que no tiene comienzo ni fin.<br />
En el Arte Militar cada operación particular tiene<br />
partes que requieren el pleno día y otras que exigen<br />
las tinieblas <strong>del</strong> secreto. Querer denominarlas es imposible;<br />
sólo las circunstancias pueden hacerlas conocer<br />
y determinarlas. Se oponen los más grandes blo-
40<br />
ques de roca a las rápidas aguas cuyo cauce queremos<br />
estrechar; sólo se emplean redes tenues y finas para<br />
capturar a las aves pequeñas. Sin embargo, el río<br />
rompe a veces sus diques después de haberlos minado<br />
poco a poco y los pájaros logran quebrar las cadenas<br />
que los retienen, a fuerza de debatirse.<br />
El agua de los torrentes, con su impulso, choca contra<br />
las rocas; el halcón se ajusta a la medida de la distancia<br />
para desgarrar el cuerpo de su presa.<br />
Quienes poseen verdaderamente el arte de gobernar<br />
bien a las tropas son los que han sabido y saben<br />
hacer formidable el poderío de éstas, los que han adquirido<br />
una autoridad sin límites y no se dejan abatir<br />
por ningún acontecimiento, por molesto que sea; los<br />
que no hacen nada sin precipitación; los que se comportan,<br />
incluso cuando son sorprendidos, con la sangre<br />
fría que muestran ordinariamente en las acciones<br />
meditadas y en los casos previstos largo tiempo antes,<br />
y que actúan siempre en todo lo que hacen con esa<br />
prontitud que sólo es casi el fruto de la habilidad,<br />
unida a una larga experiencia. Así, el impulso de quien<br />
es hábil en el arte de la guerra resulta irresistible, y<br />
su ataque está regulado con precisión.<br />
El potencial de estos tipos de guerreros es como el<br />
de los grandes arcos tendidos a fondo, todo cede a sus<br />
golpes, todo se descalabra. Como un globo que presenta<br />
una igualdad perfecta en todos los puntos de su<br />
superficie, éstos son igualmente fuertes por todas partes;<br />
en todos los puntos su resistencia es la misma.<br />
En el momento álgido <strong>del</strong> encuentro y de un evidente<br />
desorden saben guardar un orden que nada puede interrumpir,<br />
hacen nacer la fuerza <strong>del</strong> seno mismo de la<br />
debilidad, hacen salir el coraje y el valor de en medio<br />
de la poltronería y de la pusilanimidad.<br />
Pero no se puede aprender a guardar un orden maravilloso<br />
en medio mismo <strong>del</strong> desorden sin haber reflexionado<br />
antes profundamente sobre todos los acontecimientos<br />
que pueden ocurrir.<br />
Sólo pueden hacer nacer la fuerza <strong>del</strong> seno mismo de<br />
la debilidad quienes tienen un poder absoluto y una<br />
autoridad ilimitada (con la palabra poder no quiero<br />
significar aquí la dominación sino la facultad que hace<br />
que se pueda traducir en actos todo lo que uno se
41<br />
propone). Para hacer surgir el coraje y el valor de en<br />
medio de la poltronería y de la pusilanimidad uno mismo<br />
tiene que ser un héroe, más que un héroe, debe<br />
estar por encima de los más intrépidos.<br />
Un comandante hábil busca la victoria en la situación<br />
y no la exige de sus subordinados.<br />
Por más grande, por más maravilloso que parezca<br />
todo esto, exijo aún, sin embargo, algo más de quienes<br />
gobiernan las tropas, y es el arte de hacer mover a<br />
su voluntad a los enemigos. Quienes poseen este arte<br />
admirable disponen de la firmeza de su gente y <strong>del</strong><br />
ejército que comandan, de manera que hacen acudir al<br />
enemigo siempre que lo juzgan a propósito; saben conceder<br />
liberalidades cuando conviene, y las hacen incluso<br />
a aquellos a los que quieren vencer; dan al enemigo<br />
y éste recibe, le abandonan algo y éste viene a<br />
tomarlo. Están preparados para todo; aprovechan de<br />
todas las circunstancias; siempre desconfiados, hacen<br />
vigilar a los subordinados a los que emplean y, como<br />
desconfían de sí mismos, no descuidan ningún medio<br />
que pueda serles útil.<br />
Consideran a los hombres contra los que deben combatir<br />
como piedras o trozos de madera que tuvieran<br />
que hacer rodar de lo alto a lo bajo.<br />
La piedra y la madera no tienen ningún movimiento<br />
que les sea natural; una vez que llegan a la situación<br />
de reposo no salen de ella por sí mismas sino que<br />
siguen el movimiento que se les imprime; si tienen<br />
forma cuadrada, se detienen en seguida; si son redondas<br />
ruedan hasta que encuentran una resistencia más<br />
fuerte que la fuerza que se les imprimió.<br />
Debes hacer de modo que el enemigo esté en tus<br />
manos como una piedra de figura redonda que tengas<br />
que hacer rodar de una montaña de mil toesas de altura;<br />
la fuerza que se le imprime es mínima; los resultados<br />
son enormes. En esto se reconocerá que tienes<br />
el poder y la autoridad.
Principio sexto<br />
De lo lleno y de lo vacío<br />
<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> dijo: una de las cosas más esenciales que debes<br />
hacer antes <strong>del</strong> combate es elegir bien la ubicación<br />
de tu campamento. Para esto hay que ser diligente,<br />
no se debe permitir al enemigo que se anticipe, hay<br />
que acampar antes de que éste haya tenido tiempo de<br />
reconocerte, incluso antes de que se haya enterado de<br />
tu marcha. La menor negligencia en este aspecto puede<br />
serte de fatales consecuencias. En general, acampar<br />
después de los otros sólo es motivo de desventaja.<br />
Quien es capaz de hacer acudir al enemigo por su<br />
propia iniciativa lo logra ofreciéndole alguna ventaja;<br />
y el que desea impedírselo, lo hace hiriéndolo.<br />
Quien está a cargo de la conducción de un ejército<br />
no debe confiarse en otros para una elección de esta<br />
importancia; y todavía tiene que hacer algo más. Si<br />
es realmente hábil, podrá disponer a su voluntad <strong>del</strong><br />
campamento mismo y de todos los movimientos de su<br />
enemigo. Un gran general no espera a que se le haga<br />
ir, sabe hacer venir al enemigo. Si procedes de modo<br />
que el enemigo trate de marchar por su propia voluntad<br />
hacia los lugares a los que quieres precisamente que<br />
vaya, trata también de allanarle todas las dificultades,<br />
de eliminar todos los obstáculos que pudiera encontrar,<br />
por temor de que alarmado ante las imposibili-
43<br />
dades que calcula, o los inconvenientes demasiado visibles<br />
que descubre, renuncie a su designio. Perderías<br />
tu trabajo y tus esfuerzos, y quizás incluso algo más.<br />
La gran ciencia consiste en hacerle querer todo lo<br />
que deseas que haga, y proporcionarle, sin que se dé<br />
cuenta, todos los medios de secundar tus ambiciones.<br />
Después que hayas dispuesto <strong>del</strong> lugar de tu campamento<br />
y <strong>del</strong> que ocupará el enemigo mismo, espera<br />
tranquilamente que tu adversario dé los primeros pasos;<br />
pero mientras esperas trata de hambrearlo en medio<br />
de la abundancia, de procurarle conmociones en el<br />
seno <strong>del</strong> reposo y de suscitarle mil terrores en los momentos<br />
mismos en que está más seguro.<br />
Si después de haber esperado largo tiempo no ves<br />
que el enemigo se disponga a salir de su campo, saldrás<br />
tú <strong>del</strong> tuyo; mediante tu movimiento provocarás<br />
el suyo, dale frecuentes alarmas, hazle nacer la ocasión<br />
de cometer alguna imprudencia de la cual puedas<br />
sacar beneficio.<br />
Si se trata de vigilar, vigila con energía: no te adormezcas.<br />
Si se trata de ir hacia él, ve prontamente, ve<br />
con seguridad por caminos que sólo tú conozcas. Acude<br />
a los lugares a los que el enemigo no pueda sospechar<br />
que te propones ir. Sal de golpe por donde no<br />
te espera y cae sobre él cuando menos lo piense.<br />
Para estar seguro de que tomarás lo que atacas, tienes<br />
que lanzar el asalto por el lado en que el enemigo<br />
no se protege; para estar seguro de que conservarás<br />
lo que defiendes, tienes que defender un lugar que el<br />
enemigo no ataque.<br />
Si después de haber marchado durante bastante tiempo,<br />
si por tus marchas y contramarchas has recorrido<br />
el espacio de mil leguas sin haber sufrido aún daño alguno,<br />
incluso sin que te hayan detenido, llegarás a la<br />
conclusión de que el enemigo ignora tus designios o<br />
que te teme, o que no hace guardar los lugares que<br />
pueden ser de importancia para él. Evita caer en semejante<br />
falla.<br />
El gran arte de un general consiste en proceder de<br />
manera que el enemigo ignore siempre el lugar en que<br />
tendrá que combatir, y en ocultarle con cuidado el<br />
conocimiento de los sitios que uno hace vigilar. Si el<br />
general logra eso, y puede ocultar también hasta sus
44<br />
más mínimos pasos, no es sólo un hábil general sino<br />
también un hombre extraordinario, un prodigio. Sin<br />
que lo vean, ve; oye sin que lo oigan; actúa sin ruido<br />
y dispone como le place de la suerte de sus enemigos.<br />
Además, si una vez desplegados los ejércitos no percibes<br />
que haya un cierto vacío que pueda favorecerte,<br />
no intentes arrollar a los batallones enemigos. Si cuando<br />
éstos se dan a la fuga, o vuelven sobre sus pasos,<br />
muestran una extremada diligencia y marchan en <strong>buen</strong><br />
orden, no intentes perseguirlos; o si lo haces, que no<br />
sea nunca hasta muy lejos ni internándote en regiones<br />
desconocidas. Si cuando te propones librar batalla los<br />
enemigos permanecen en sus trincheras, no vayas a atacarlos<br />
allí, sobre todo si están bien atrincherados, si<br />
tienen largos fosos y elevadas murallas que los cubren.<br />
Si por el contrario, en la creencia de que no es conveniente<br />
librar combate deseas evitarlo, manténte en tus<br />
atrincheramientos y disponte a sostener el ataque y a<br />
hacer algunas útiles salidas.<br />
Deja que los enemigos se fatiguen, espera que estén<br />
en desorden o se sientan muy seguros; podrás salir<br />
entonces y caer sobre ellos con ventaja.<br />
Debes prestar constantemente una extrema atención<br />
para no separar nunca los diferentes cuerpos de tus<br />
ejércitos. Haz que puedan sostenerse siempre fácilmente<br />
unos a otros; en caso contrario, trata de hacer<br />
que el enemigo se divida lo más posible; si se distribuye<br />
en diez cuerpos, ataca a cada uno de ellos separadamente<br />
con tu ejército entero; éste es el verdadero<br />
medio de combatir siempre con ventaja. De esta manera,<br />
por pequeño que sea tu ejército, el gran número<br />
estará siempre de tu lado.<br />
Que el enemigo no sepa nunca de qué manera te propones<br />
combatirlo, ni el modo en que piensas atacarlo o<br />
defenderte. En efecto, si se prepara en la vanguardia,<br />
su retaguardia será débil, si se prepara en la retaguardia,<br />
su frente será frágil; si se prepara a su izquierda,<br />
su derecha será vulnerable; si se prepara a su derecha,<br />
su izquierda se debilitará, y si se prepara en todos los<br />
lugares su posición será en general defectuosa. Si lo<br />
ignora en absoluto, hará grandes preparativos, tratará<br />
de fortalecerse en todos los sectores, dividirá sus fuerzas,<br />
y esto lo llevará justamente a la ruina.
45<br />
En lo que a ti respecta, no hagas lo mismo: que tus<br />
principales fuerzas estén todas <strong>del</strong> mismo lado; si quieres<br />
atacar de frente, elige un sector y pon a la cabeza<br />
de tus tropas lo mejor que tengas. Raramente se resiste<br />
a un primer esfuerzo, pero también es difícil recuperarse<br />
cuando se ha llevado al comienzo la peor<br />
parte. El ejemplo de los bravos basta para alentar a<br />
los más cobardes. Estos siguen sin esfuerzo el camino<br />
que se les muestra; pero no sabrían abrírselo por sí<br />
mismos. Si quieres combatir con el ala izquierda, vuelca<br />
tus preparativos hacia ese lado y pon en el ala derecha<br />
lo más débil que tengas; pero si quieres vencer<br />
con el ala derecha, que ésta la ocupen tus mejores<br />
tropas y reciba toda tu atención.<br />
Quien dispone de pocos hombres debe prepararse<br />
contra el enemigo, quien tiene muchos debe proceder<br />
de modo que el enemigo se prepare contra él.<br />
Esto no es todo; así como resulta esencial que conozcas<br />
a fondo el lugar en que debes combatir, no es<br />
menos importante que estés instruido acerca <strong>del</strong> día,<br />
la hora, el momento mismo <strong>del</strong> combate; es una cuestión<br />
de cálculo que no hay que descuidar. Si el enemigo<br />
está lejos de ti, debes saber, día por día, el camino<br />
que recorre, seguirle paso a paso, aunque permanezcas<br />
en apariencia inmóvil en tu campamento;<br />
tienes que ver todo lo que hace, aunque tus ojos no<br />
puedan llegar hasta él; escuchar todos sus discursos,<br />
aunque estés fuera de alcance para oírlo; ser testigo<br />
de toda su conducta, entrar incluso en el fondo de su<br />
corazón paar leer allí sus temores o sus esperanzas.<br />
Plenamente instruido de todos sus designios, de<br />
todas sus marchas, de todas sus acciones, lo harás llegar<br />
cada día exactamente al sitio al cual quieres que<br />
llegue. En ese caso lo obligarás a acampar de manera<br />
que el frente de su ejército no pueda recibir ayuda de<br />
quienes están al final, que el ala derecha no pueda<br />
ayudar al ala izquierda, y lo combatirás así en el lugai<br />
y momento que más te convengan.<br />
Antes <strong>del</strong> día determinado para el combate, no estés<br />
ni demasiado lejos ni demasiado cerca <strong>del</strong> enemigo. El<br />
espacio de unas pocas leguas es el límite más cercano<br />
al que debes llegar, y diez leguas enteras son el espacio<br />
más grande que debes dejar entre tu ejército y el suyo.
46<br />
No trates de tener un ejército demasiado numeroso,<br />
pues la excesiva cantidad de personas es a menudo<br />
más dañina que útil. Un pequeño ejército bien disciplinado<br />
es invencible si lo manda un <strong>buen</strong> general.<br />
¿De qué le servían al Rey de Yue las excelentes y numerosas<br />
cohortes de que disponía cuanto estaba en<br />
guerra contra el Rey de U? Este con pocas tropas, con<br />
un puñado de personas, lo venció, lo domó y sólo le<br />
dejó, de todos sus Estados, un recuerdo amargo y<br />
la vergüenza eterna de haberlos gobernado tan mal.<br />
Digo que la victoria puede crearse; aunque el enemigo<br />
sea numeroso, puedo impedirle trabar combate;<br />
pues si ignora mi situación militar, puedo hacer de suerte<br />
que se preocupe de su propia preparación: así le<br />
quito el ocio necesario para hacer planes con el fin de<br />
derrotarme.<br />
I. Determina los planes <strong>del</strong> enemigo y sabrás cuál<br />
estrategia será coronada por el éxito y cuál no<br />
lo será.<br />
II. Pertúrbalo y hazle revelar su orden de batalla.<br />
III. Determina sus disposiciones y hazle revelar su<br />
campo de batalla.<br />
IV. Ponlo a prueba y entérate dónde su fuerza es<br />
abundante y dónde es deficiente.<br />
V. La táctica suprema consiste en disponer las propias<br />
tropas de un modo evidente; entonces los<br />
espías más penetrantes no podrán huronear y<br />
los sabios no podrán establecer planes contra ti.<br />
VI. Yo elaboro planes para la victoria según las formas,<br />
pero la multitud no lo comprende. Aunque<br />
todos puedan ver los aspectos exteriores, nadie<br />
puede comprender la vía por la cual he creado<br />
la victoria.<br />
VII. Y cuando vencí en una batalla, no repito mi táctica,<br />
sino que respondo a las circunstancias siguiendo<br />
una variedad infinita de caminos.<br />
Sin embargo, si sólo tienes un pequeño ejército no<br />
trates de medirte en posición desventajosa con un ejército<br />
numeroso; debes tomar muchas precauciones antes<br />
de llegar a ello. Cuando se tienen los conocimientos a<br />
que me he referido anteriormente, se sabe que hay que
47<br />
atacar o mantenerse simplemente a la defensiva; cuándo<br />
hay que permanecer tranquilo y si ha llegado el<br />
momento de ponerse en movimiento; y si es forzoso<br />
combatir, se sabe si uno será vencedor o vencido; al<br />
ver simplemente la actitud de los enemigos, se puede<br />
concluir acerca de su victoria o su derrota, su perdición<br />
o su salvación. Una vez más, si quieres ser el primero<br />
en atacar, no lo hagas antes de haber examinado<br />
si tienes todo lo necesario para lograr éxito.<br />
En el momento de desencadenar tu acción, debes<br />
leer en las primeras miradas de tus soldados; mantén<br />
atención a sus primeros movimientos; y por su ardor<br />
o dejadez, por su temor o intrepidez, podrás concluir<br />
acerca <strong>del</strong> éxito o la derrota. No es presagio engañoso<br />
el de la primera actitud de un ejército presto a librar<br />
combate. Hay algunos que lograron la más notable victoria<br />
pero habrían sido totalmente derrotados si la batalla<br />
hubiera ocurrido un día antes, o unas horas más<br />
tarde.<br />
Debe ocurrir con las tropas más o menos lo que<br />
ocurre con el agua corriente. Así como el agua que<br />
corre evita las alturas y se apresura hacia las zonas<br />
bajas, de la misma manera un ejército evita la fuerza<br />
y golpea sobre la debilidad.<br />
Si la fuente es elevada, el río o arroyo se desliza<br />
rápidamente; si la fuente está casi a nivel, es difícil<br />
percibir algún movimiento; si hay algún vacío el agua<br />
lo llena por sí misma cuando encuentra el más mínimo<br />
resquicio que la favorezca; si hay lugares demasiado<br />
llenos el agua trata naturalmente de descargarse hacia<br />
otros sectores. *<br />
En tu caso, si al recorrer las filas de tu ejército<br />
ves que hay vacío, hay que llenarlo; si encuentran algo<br />
que abunda en exceso, hay que reducirlo; si percibes<br />
algo demasiado alto, hay que rebajarlo; si algo es<br />
demasiado bajo, hay que elevarlo.<br />
El agua sigue en su curso la situación <strong>del</strong> terreno<br />
por el cual fluye; igualmente, tu ejército debe adaptarse<br />
al terreno en el que se mueve. El agua que no<br />
tiene pendiente no podría fluir; las tropas que no son<br />
bien conducidas no podrían vencer. El general hábil<br />
sacará partido aun de las circunstancias más peligrosas<br />
y críticas. Sabrá hacer tomar la forma que quiera no
48<br />
sólo al ejército que comanda sino también al de los<br />
enemigos.<br />
Las tropas, como quiera que sean, no tienen cualidades<br />
constantes que las hagan invencibles; los peores<br />
soldados pueden cambiar para bien y transformarse en<br />
excelentes guerreros.<br />
Debes conducirte según este principio; no perder<br />
ninguna ocasión cuando te resulte favorable. <strong>Los</strong> cinco<br />
elementos no son en todos los aspectos ni siempre<br />
igualmente puros; las cuatro estaciones no se suceden<br />
de la misma manera cada año; la salida y la puesta<br />
<strong>del</strong> sol no ocurren siempre en el mismo punto <strong>del</strong> horizonte.<br />
Entre los días, unos son largos, otros cortos.<br />
La luna crece y decrece y no tiene siempre el mismo<br />
brillo. Un ejército bien guiado y disciplinado imita adecuadamente<br />
todas estas variedades.
Principio séptimo<br />
El enfrentamiento directo<br />
e indirecto<br />
<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> dijo: después que el general haya recibido <strong>del</strong><br />
soberano la orden de emprender la campaña, reunirá<br />
las tropas y movilizará al pueblo; hará <strong>del</strong> ejército un<br />
conjunto armonioso. Ahora debe prestar atención a<br />
procurarle campamentos ventajosos, pues de ello depende<br />
principalmente el éxito de sus proyectos y de<br />
todas sus empresas. Esta tarea no es de ejecución tan<br />
fácil como podría imaginarse; se tropieza a menudo en<br />
ella con dificultades innumerables, y de todas clases;<br />
no hay que olvidar nada para allanarlas y vencerlas.<br />
Una vez acampadas las tropas, hay que prestar atención<br />
a lo cercano y lo lejano, a las ventajas y las pérdidas,<br />
al trabajo y al reposo, a la diligencia y la lentitud;<br />
es decir, es necesario acercar lo que está lejos,<br />
sacar ventaja incluso de las pérdidas, substituir el vergonzoso<br />
reposo por el útil trabajo, convertir la lentitud<br />
en diligencia; es necesario estar cerca cuando el<br />
enemigo te cree lejos; que tengas una ventaja real<br />
cuando el enemigo cree haberte ocasionado algunas<br />
pérdidas; que estés ocupado en algún trabajo útil cuando<br />
él te crea hundido en el reposo, y que utilices<br />
toda clase de diligencia cuando el sólo cree percibir<br />
en ti lentitud: así, al engañarlo, lo adormecerás para<br />
poder atacarlo cuando menos lo espere y sin que tenga<br />
tiempo de orientarse.
50<br />
El arte de aprovechar lo cercano y lo lejano consiste<br />
en tener al enemigo alejado <strong>del</strong> lugar que hayas elegido<br />
para instalar tu campamento y de todos los sitios que<br />
te parezcan de alguna importancia; en alejar al enemigo<br />
de todo lo que podría resultarle ventajoso y en<br />
acercar a ti todo aquello de lo que puedas sacar algún<br />
beneficio; consiste además en mantenerte continuamente<br />
en guardia para no ser sorprendido y en vigilar<br />
sin cesar espiando el momento de sorprender a tu adversario.<br />
Así, debes tomar una vía indirecta y distraer al enemigo<br />
presentándole el señuelo *; de esta manera podrás<br />
ponerte en camino después de él y llegar antes<br />
de él. Quien es capaz de hacer esto comprende el enfoque<br />
directo e indirecto.<br />
Además: no emprendas nunca pequeñas acciones si<br />
no estás seguro de que te resultarán ventajosas y además<br />
no lo hagas en absoluto si no te ves forzado a<br />
ello, pero sobre todo guárdate muy bien de emprender<br />
una acción general cuando no estés seguro de la completa<br />
victoria. Es muy peligroso proceder con precipitación<br />
en casos semejantes; una batalla librada inoportunamente<br />
puede perderte por completo; lo menos<br />
que te ocurrirá, si el acontecimiento es dudoso o sólo<br />
logras un éxito a medias, es verte frustrado en la mayor<br />
parte de tus esperanzas y no poder lograr tus fines.<br />
Antes de llegar a un combate definitivo es necesario<br />
que lo hayas previsto y estés preparado para él desde<br />
largo tiempo atrás; no cuentes nunca con el azar en<br />
todas las cosas de este género que lleves a cabo; después<br />
que hayas resuelto librar batalla y que ya estén<br />
hechos para ello los preparativos, deja en lugar seguro<br />
todo el bagaje inútil, haz despojar a tu gente de todo<br />
lo que podría resultarles embarazoso o constituir una<br />
carga excesiva; incluso de sus armas no les dejes llevar<br />
más que las que puedan transportar fácilmente.<br />
Vigila, cuando abandonas tu campamento con la esperanza<br />
de una ventaja probable, que ésta sea superior<br />
a los aprovisionamientos que dejas en lugar seguro.<br />
Si debes ir un poco lejos, marcha día y noche; haz<br />
* Señuelo: trozo de cuero rojo en forma de pájaro al que<br />
se ataba un cebo para hacer volver el halcón a la mano.
51<br />
camino doble <strong>del</strong> común; que la parte escogida de tus<br />
tropas esté a la cabeza; pon al final a los más débiles.<br />
Debes preverlo todo, disponerlo todo y caer sobre<br />
el enemigo cuando éste te crea aún a cien leguas<br />
de distancia: en ese caso, te anuncio la victoria.<br />
Pero si al tener que recorrer cien leguas para poder<br />
alcanzarlo sólo haces por tu parte cincuenta, y el enemigo<br />
en su avance hace otras tantas, de diez partes<br />
hay cinco en que serás vencido; como de tres partes<br />
hay dos en que serás vencedor si el enemigo sólo se<br />
entera de que vas hacia él cuando no te quedan más<br />
de treinta leguas que recorrer para alcanzarlo, pues es<br />
difícil que en el poco tiempo que le resta pueda prever<br />
todo lo necesario y prepararse para recibirte.<br />
Con el pretexto de hacer reposar a tu gente, cuídate<br />
bien de no fallar en el ataque si llegas a él. Un<br />
enemigo sorprendido está ,a medias vencido; no ocurre<br />
lo mismo si le das tiempo para orientarse; pronto<br />
puede encontrar recursos para escapar de ti y quizás<br />
aun para causar tu pérdida.<br />
No descuides nada de lo que pueda contribuir al<br />
<strong>buen</strong> orden, a la salud, a la seguridad de tus gentes<br />
mientras estén bajo tu conducción; ten gran cuidado<br />
de que las armas de tus soldados se hallen siempre en<br />
<strong>buen</strong>as condiciones. Haz de manera que los víveres<br />
sean sanos y no les falten nunca; presta atención a que<br />
las provisiones sean abundantes y se las reúna a tiempo,<br />
pues si tus tropas están mal armadas, y hay escasez<br />
de víveres en el campamento, y si no tienes de antemano<br />
todas las provisiones necesarias, es difícil que logres<br />
éxito.<br />
No olvides mantener entendimientos secretos con<br />
los ministros extranjeros y manténte siempre instruido<br />
de los designios que pueden abrigar los príncipes aliados<br />
o tributarios, de las intenciones <strong>buen</strong>as o malas de<br />
quienes pueden influir sobre la conducta <strong>del</strong> señor al<br />
que sirves y provocar órdenes o prohibiciones susceptibles<br />
de entorpecer tus proyectos y hacer que por ello<br />
tus cuidados resulten inútiles.<br />
Tu prudencia y tu valor no podrían enfrentar largo<br />
tiempo sus cábalas o malos consejos. Para obviar este<br />
inconveniente consúltalos en ciertas ocasiones, como<br />
si tuvieras necesidad de sus luces: que todos sus ene-
52<br />
migos lo sean también tuyos; no tengas nunca intereses<br />
en pugna con ellos, cé<strong>del</strong>es en las pequeñas cosas,<br />
en una palabra, mantén la unión más estrecha que<br />
puedas.<br />
Ten un conocimiento exacto y detallado de todo lo<br />
que te rodea; entérate de donde hay un bosque, un<br />
montecito, un río, un arroyo, un terreno árido y pedregoso,<br />
un lugar pantanoso y malsano, una montaña, una<br />
colina, una pequeña elevación, un valle, un precipicio,<br />
un desfiladero, un terreno abierto, en fin, todo lo que<br />
pueda servir o dañar a las tropas que comandas. Si<br />
ocurre que no estás en situación de instruirte por ti<br />
mismo acerca de la ventaja o desventaja <strong>del</strong> terreno,<br />
debes valerte de guías locales en los que puedas confiar<br />
plenamente.<br />
La fuerza militar está regida por su relación con la<br />
apariencia. Desplázate cuando estés en posición ventajosa<br />
y provoca cambios de situación dispersando y concentrando<br />
las fuerzas.<br />
En las ocasiones en que se trate de estar tranquilo,<br />
que reine en tu campamento una tranquilidad parecida<br />
a la que existe en medio de los bosques más espesos;<br />
cuando por el contrario se trate de hacer movimientos<br />
y ruido, debes imitar el bramido <strong>del</strong> trueno;<br />
si hay que .estar firme en un lugar, manténte inmóvil<br />
en él como una montaña; si hay que salir para practicar<br />
el pillaje, muéstrate activo como el fuego; si es necesario<br />
enceguecer al enemigo, sé un relámpago; si debes<br />
ocultar tus designios, hazte oscuro como las tinieblas.<br />
Guárdate sobre todo de hacer salida alguna en<br />
vano: cuando procedas a enviar algún destacamento,<br />
que sea siempre con la esperanza, o mejor dicho con<br />
la certidumbre, de una ventaja real; para evitar el descontento,<br />
practica siempre una exacta y justa repartición<br />
de todo lo que hayas arrebatado al enemigo.<br />
Quien conoce el arte de la aproximación directa e<br />
indirecta logrará la victoria. He aquí el arte <strong>del</strong> enfrentamiento.<br />
A todo lo que acabo de decir hay que agregar la manera<br />
en que debes dar tus órdenes y hacerlas ejecutar.<br />
Hay ocasiones y campamentos en que la mayor parte<br />
de tus soldados no podrían verte ni oírte; los tambores,<br />
los estandartes y las banderas pueden reemplazar
53<br />
tu voz y tu presencia. Debes instruir a tus tropas para<br />
que conozcan todas las señales que puedes emplear.<br />
Si tienes que realizar evoluciones durante la noche, haz<br />
ejecutar tus ordenes al son de una gran cantidad de<br />
tambores; si por el contrario debes actuar de día, emplea<br />
las banderas y los estandartes para hacer conocer<br />
tu voluntad. El redoble de un gran número de tambores<br />
servirá durante la noche tanto para espantar a tus<br />
enemigos como para reanimar el coraje de tus soldados;<br />
el esplendor de un gran número de estandartes,<br />
la multitud de sus evoluciones, la diversidad de sus<br />
colores y el efecto extraño que producirá su concentración,<br />
al instruir a tus soldados, los tendrán siempre<br />
ansiosos durante el día, los ocuparán y regocijarán su<br />
corazón, creando a la vez perturbación y perplejidad<br />
en el de tus enemigos.<br />
Así, además de la ventaja que obtendrás haciendo<br />
conocer prontamente tu voluntad al ejército entero en<br />
el momento mismo, gozarás también de la consistente<br />
en cansar a tu enemigo, en hacerle prestar atención a<br />
todo lo que crea que deseas emprender, en provocarle<br />
dudas continuas acerca de la conducta que seguirás e<br />
inspirarle eternos pavores.<br />
Si algún valiente quiere salir solo de las filas para ir<br />
a provocar al enemigo, no se lo permitas; raramente<br />
ocurre que un hombre tal pueda volver. Perece comúnmente<br />
por la traición o abrumado por el gran número.<br />
Cuando veas a tus tropas bien dispuestas, no dejes<br />
de aprovechar su ardor; la habilidad <strong>del</strong> General es lo<br />
que provoca las ocasiones y distingue las que son favorables;<br />
pero éste no debe dejar por ello de consultar<br />
la opinión de los Oficiales Generales ni de aprovechar<br />
sus luces, sobre todo si éstas tienen por objeto el bien<br />
común.<br />
Se puede robar a un ejército su espíritu y quitarle<br />
su habilidad, así como privarlo <strong>del</strong> coraje de su comandante.<br />
De mañana temprano los espíritus son penetrantes;<br />
durante el día languidecen y al atardecer vuelven a su<br />
casa.<br />
Mei Yao-tchen dice que la mañana, el día y el atardecer<br />
representan las fases de una larga campaña.<br />
Por lo tanto, cuando quieras atacar al enemigo de-
54<br />
bes elegir, para hacerlo con ventaja, el momento en<br />
que creas que sus soldados están débiles o fatigados.<br />
Tomarás de antemano tus precauciones, y tus tropas<br />
descansadas y frescas tendrán de su lado la ventaja de<br />
la fuerza y <strong>del</strong> vigor. Tal es el control <strong>del</strong> factor moral.<br />
Si ves que el orden reina en las filas enemigas, espera<br />
a que se interrumpa, y a que percibas algún desorden.<br />
Si su excesiva proximidad te ofusca o molesta,<br />
aléjate para ponerte en disposición más serena. Tal es<br />
el control <strong>del</strong> factor mental.<br />
Si ves que los enemigos muestran ardor, espera hasta<br />
que éste se aplaque y se vean abrumados bajo el<br />
peso <strong>del</strong> fastidio o de la fatiga. Tal es el control <strong>del</strong><br />
factor físico.<br />
Si los enemigos han buscado refugio en lugares elevados,<br />
no los persigas hasta allí; si tú mismo te encuentras<br />
en lugares poco favorables, no dejes pasar<br />
mucho tiempo sin cambiar de posición. No emprendas<br />
el combate cuando el enemigo despliegue sus pendones<br />
bien ordenados y formaciones en rango impresionante;<br />
he ahí el control de los factores de cambio de las circunstancias.<br />
Si los enemigos, reducidos a la desesperación, vienen<br />
para vencer o morir, evita encontrarte con ellos.<br />
A un enemigo cercado debes dejarle una vía de salida.<br />
Si reducidos al extremo abandonan su campamento<br />
y quieren abrirse camino para ir a acampar en otro lugar,<br />
no los detengas.<br />
Si son ágiles y ligeros, no corras tras ellos; si carecen<br />
de todo, impide su desesperación.<br />
No te encarnices con un enemigo acorralado.<br />
He aquí lo que tenía que decirte sobre las diferentes<br />
ventajas que debes tratar de procurarte cuando estés<br />
a la cabeza de un ejército y tengas que medirte con<br />
enemigos quizás tan prudentes y valientes como tú,<br />
pero a los que no podrías vencer si no haces uso, por<br />
tu parte, de las pequeñas estratagemas de las que acabo<br />
de hablar.
Principio octavo<br />
<strong>Los</strong> nueve cambios<br />
<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> dijo: comúnmente el empleo de los Ejércitos<br />
es tarea a cargo <strong>del</strong> Comandante en jefe, luego que<br />
el Soberano le ha dado orden de movilizar al pueblo<br />
y reunir las fuerzas.<br />
I. Si estás en lugares pantanosos, en sitios donde<br />
sean de temer las inundaciones, en regiones cubiertas<br />
de espesos bosques o de montañas escarpadas,<br />
en lugares desiertos y áridos, en sitios<br />
donde sólo haya ríos y arroyos, en lugares, en<br />
fin, de los que no puedas valerte con facilidad, y<br />
donde no tengas ninguna clase de ayuda, trata<br />
de salir de allí lo más pronto posible. Ve a buscar<br />
algún lugar espacioso y vasto en que tus<br />
tropas puedan desplegarse, de donde logren salir<br />
con facilidad y adonde tus aliados puedan llevarte<br />
sin fatiga la ayuda que necesites.<br />
II. Evita con extremada atención acampar en lugares<br />
aislados; o si la necesidad te fuerza a ello,<br />
quédate allí sólo el tiempo necesario para retirarte<br />
luego. Toma de inmediato medidas eficaces<br />
para hacerlo en seguridad y con <strong>buen</strong> orden.
56<br />
III. Si te encuentras en lugares alejados de las fuentes,<br />
los arroyos y los pozos, y no localizas con<br />
facilidad víveres y forrajes, no tardes en abandonarlos.<br />
Antes de levantar campamento, fíjate<br />
si el lugar que eliges está al abrigo de alguna<br />
montaña en medio de la cual te halles a cubierto<br />
de las sorpresas <strong>del</strong> enemigo, si puedes salir de<br />
ese sitio fácilmente, y si dispones en él de las<br />
comodidades necesarias para procurarte los víveres<br />
y las demás provisiones; si es así, no vaciles<br />
en tomar posesión de él.<br />
IV. Si estás en un lugar de muerte, busca la ocasión<br />
de combatir. Llamo lugar de muerte a esas regiones<br />
en las que no hay ningún recurso, donde<br />
uno muere insensiblemente por la destemplanza<br />
<strong>del</strong> aire, donde las provisiones se consumen<br />
poco a poco sin esperanza de reponerlas; donde<br />
las enfermedades comienzan a difundirse por el<br />
ejército y tienen el aspecto de producir rápidamente<br />
grandes estragos. Si te encuentras en tales<br />
circunstancias, apresúrate a entablar algún<br />
combate. Te respondo de que tus tropas no omitirán<br />
nada para batirse bien. Morir a manos de<br />
los enemigos les parecerá algo muy dulce frente<br />
a todos los males que amenazan con abrumarlos.<br />
V. Si por azar o por falta tuya tu ejército se encontrara<br />
en lugares llenos de desfiladeros, donde<br />
fuera fácil tenderle emboscadas, de donde no<br />
fuera fácil huir para salvarse en caso de persecución,<br />
donde se corriera riesgo de ver cortados<br />
los víveres y los caminos, cuídate bien de atacar<br />
en tal caso al enemigo; pero si el enemigo<br />
te ataca mientras te encuentras en tal posición,<br />
debes combatir hasta la muerte. No te contentes<br />
con alguna ventaja pequeña o una victoria<br />
a medias; tal cosa podría ser un cebo destinado a<br />
descalabrarte por completo. Debes mantenerte<br />
en guardia incluso después que tengas todos los<br />
visos de una victoria completa.<br />
VI. Cuando sepas que una ciudad, por pequeña que<br />
fuere, está bien fortificada y abundantemente
57<br />
provista de municiones de guerra y de boca, guárdate<br />
bien de sitiarla; y si sólo te enteras <strong>del</strong> estado<br />
en que se encuentra luego de haber comenzado<br />
el sitio, no te obstines en continuarlo, pues<br />
correrías el riesgo de fracasar con tus fuerzas<br />
contra este lugar y tener luego que abandonarlo<br />
vergonzosamente.<br />
VII. No descuides perseguir una pequeña ventaja<br />
cuando puedas procurártela con seguridad y sin<br />
pérdida alguna de tu parte. Varias de estas pequeñas<br />
ventajas, que sería fácil lograr y sin<br />
embargo se pasan por alto, provocan a menudo<br />
grandes pérdidas y daños irreparables.<br />
VIII. Antes de pensar en procurarte alguna ventaja,<br />
compárala con el trabajo, la pena, los gastos y<br />
las pérdidas de hombres y de municiones que<br />
pueda ocasionarte. Trata de establecer aproximadamente<br />
si puedes conservarla con facilidad;<br />
luego te determinarás a tomarla o dejarla, según<br />
las leyes de una sana prudencia.<br />
IX. En las ocasiones en que haya que tomar partido<br />
con rapidez, no esperes las órdenes <strong>del</strong> Príncipe.<br />
Si hay casos en que resulta necesario actuar contra<br />
las órdenes recibidas, no vaciles, actúa sin<br />
temor. La primera y principal intención de quien<br />
te pone a la cabeza de sus tropas es que venzas<br />
a los enemigos. Si él hubiera previsto la circunstancia<br />
en que te encuentras, te habría dictado<br />
él mismo la conducta que quieres seguir.<br />
He aquí lo que llamo los nueve cambios o las nueve<br />
circunstancias principales que deben hacerte cambiar<br />
la actitud o la posición de tu ejército, cambiar de situación,<br />
ir o volver, atacar o defenderte, actuar o mantenerse<br />
en reposo. Un <strong>buen</strong> General no debe decir<br />
nunca: Suceda lo que sucediere haré tal cosa. iré allá,<br />
atacaré al enemigo, sitiaré tal lugar. La circunstancia es<br />
lo único que debe determinarlo; no hay que atenerse<br />
a un sistema general ni a una manera única de dirigir.<br />
Cada día, cada ocasión, cada circunstancia requiere<br />
una aplicación particular de los mismos <strong>principios</strong>. <strong>Los</strong>
58<br />
<strong>principios</strong> son <strong>buen</strong>os en sí mismos, pero la aplicación<br />
que de ellos se hace los torna a menudo malos.<br />
Un gran General debe conocer el arte de los cambios.<br />
Si se atiene a un conocimiento vago de ciertos<br />
<strong>principios</strong>, a una aplicación rutinaria de las reglas <strong>del</strong><br />
arte; si sus métodos de comando carecen de flexibilidad,<br />
si examina las situaciones conforme a algunos esquemas,<br />
si toma sus resoluciones de una manera mecánica,<br />
no merece mandar.<br />
Un General es un hombre que por el rango que ocupa<br />
se encuentra por encima de una multitud de hombres;<br />
es por consiguiente necesario que sepa gobernar<br />
a los hombres; es necesario que sepa conducirlos; es<br />
necesario que esté realmente por encima de ellos, no<br />
sólo por su dignidad sino también por su espíritu, por<br />
su saber, por su capacidad, por su conducta, por su firmeza,<br />
por su coraje y sus virtudes. Es imprescindible<br />
que sepa distinguir las ventajas verdaderas de las falsas,<br />
las pérdidas verdaderas de las que sólo son aparentes;<br />
que sepa compensar lo uno con lo otro y sacar partido<br />
de todo. Es necesario que sepa emplear a propósito<br />
ciertos artificios para engañar al enemigo y que se mantenga<br />
sin cesar en guardia para no ser objeto de engaño.<br />
No debe ignorar ninguna de las trampas que se le<br />
pueden tender: debe penetrar todos los artificios <strong>del</strong><br />
enemigo, de cualquier naturaleza que sean; pero no<br />
por ello tiene que querer adivinar. Manténte en guardia,<br />
míralo avanzar, aclara sus movimientos y toda su<br />
conducta, y saca las conclusiones. En caso contrario,<br />
correrás el riesgo de engañarte y ser la triste víctima<br />
de tus conjeturas precipitadas.<br />
Si no quieres verte nunca espantado por la multitud<br />
de tus trabajos y penas, ten siempre como expectativa<br />
lo más duro y penoso. Trabaja sin cesar para provocar<br />
penas al enemigo. Puedes hacerlo de más de una manera;<br />
pero he aquí lo esencial en este género.<br />
No olvides nada que pueda corromper lo que haya<br />
de mejor en su partido; ofertas, presentes, caricias, no<br />
omitas nada; engaña incluso si es necesario: compromete<br />
a las gentes honorables que tenga de su parte en<br />
la realización de acciones vergonzosas e indignas de su<br />
reputación, de actos de los que tengan que avergon-
59<br />
zarse cuando se los conozca, y no dejes de hacerlo divulgar.<br />
Manten vinculaciones secretas con los elementos más<br />
viciosos <strong>del</strong> enemigo; sírvete de ellos para lograr tus<br />
fines, juntándolos con otros viciosos.<br />
Obstaculiza su gobierno, siembra la disensión entre<br />
sus Jefes, dales motivo de cólera a los unos contra los<br />
otros, hazles murmurar contra sus Oficiales, subleva<br />
a los Oficiales subalternos contra sus superiores, haz<br />
de manera que carezcan de víveres y de municiones,<br />
difunde entre ellos algunos aires de una música voluptuosa<br />
que les reblandezca el corazón, envíales mujeres<br />
para terminar de corromperlos, trata de que salgan<br />
cuando sea necesario que estén en su campamento, y<br />
que se mantengan tranquilos cuando sería necesario,<br />
que estuvieran en operaciones; provócales sin cesar<br />
falsas alarmas y transmíteles noticias falsas; compromete<br />
con tus intereses a los Gobernadores de sus Provincias:<br />
he aquí más o menos lo que debes hacer si<br />
deseas engañar mediante la habilidad y la astucia.<br />
<strong>Los</strong> Generales que brillaban entre nuestros Antepasados<br />
eran hombres sensatos, previsores, intrépidos y<br />
duros en el trabajo. Tenían siempre el sable ceñido<br />
a la cintura; no presumían nunca que el enemigo no<br />
vendría, estaban siempre prestos a cualquier acontecimiento:<br />
se hacían invencibles y si se encontraban<br />
con el enemigo no tenían necesidad de esperar ayuda<br />
para medirse con él. Las tropas que ellos comandaban<br />
estaban bien disciplinadas y siempre dispuestas a<br />
dar un golpe de mano a la primera señal que se les<br />
impartiera.<br />
Para estos Generales la lectura y el estudio precedía<br />
a la guerra y los preparaba para ella. Guardaban con<br />
cuidado sus fronteras y no dejaban de fortificar sólidamente<br />
sus ciudades. No marchaban contra el enemigo<br />
cuando estaban enterados de que éste había hecho<br />
todos sus preparativos para recibirlos en forma; lo atacaban<br />
por sus puntos débiles, y en el momento en que<br />
estaba inactivo y ocioso.<br />
Antes de terminar este Principio debo prevenirte<br />
contra cinco clases de peligros, tanto más temibles porque<br />
no lo parecen; escollos funestos contra los cuales
60<br />
han naufragado más de una vez la prudencia y la valentía.<br />
I. El primero es un ardor demasiado grande que lleva<br />
a enfrentar la muerte; ardor temerario que se<br />
recubre a menudo con los hermosos nombres de<br />
coraje, intrepidez y valor, pero que en el fondo<br />
no merece apenas más que el de cobardía. Un<br />
General que se expone sin necesidad, como lo haría<br />
un simple soldado, que parece buscar los peligros<br />
y la muerte, que combate y hace combatir<br />
hasta el último extremo, es un hombre que merece<br />
morir. Es un hombre sin cabeza, que no sería<br />
capaz de encontrar ningún recurso para salir de<br />
un mal paso; es un cobarde que no podría soportar<br />
el mínimo revés sin sentirse consternado, y<br />
que se cree perdido si no tiene éxito en todo.<br />
II. El segundo es prestar una atención excesiva a la<br />
conservación de la propia vida. Uno se cree necesario<br />
para el ejército entero; sería riesgoso exponerse;<br />
por esta razón, uno no se atreve a proveerse<br />
de víveres tomándolos <strong>del</strong> enemigo; todo<br />
produce desconfianza, causa temor; se está siempre<br />
en suspenso sin decidirse a nada, se espera<br />
una ocasión más favorable, se pierde aquella de<br />
que se dispone, no se realiza ningún movimiento;<br />
pero el enemigo está siempre atento, saca provecho<br />
de todo, y hace perder pronto toda esperanza<br />
a un General tan prudente. Lo envolverá,<br />
le cortará los víveres y lo hará perecer por el excesivo<br />
amor que tuvo de conservar su vida.<br />
III. El tercero es una cólera precipitada. Un General<br />
que no sepa moderarse, que no sea dueño de sí<br />
mismo, que se deje arrastrar por los primeros<br />
movimiento de indignación o de cólera, no podría<br />
dejar de ser víctima de los enemigos. Estos le<br />
provocarán, le tenderán mil añagazas que su furor<br />
le impedirá reconocer y en las cuales caerá infaliblemente.<br />
IV. El cuarto es un pundonor mal entendido. Un General<br />
no debe ofenderse inoportunamente ni fue-
61<br />
ra de razón; tiene que saber disimular; no debe<br />
desalentarse si le ha ido mal, ni creer que todo se<br />
ha perdido porque haya cometido algún error o<br />
le haya ocurrido algún revés. Por querer reparar<br />
su honor ligeramente herido, uno lo pierde a menudo<br />
sin remedio.<br />
V. El quinto, en fin, es la complacencia excesiva o la<br />
compasión demasiado tierna por el soldado. Un<br />
General que no se atreve a castigar, que cierra los<br />
ojos ante el desorden, que teme que los suyos<br />
estén siempre abrumados por el peso <strong>del</strong> trabajo,<br />
y que no se atrevería por tal motivo a imponérselo,<br />
es un General capaz de perderlo todo. Quienes<br />
pertenecen a un rango inferior deben padecer;<br />
hay que tener siempre alguna ocupación para darles;<br />
es necesario que tengan siempre alguna cosa<br />
que los haga sufrir. Si quieres sacar partido de<br />
su servicio, haz de manera que no estén jamás<br />
ociosos. Castiga con severidad pero sin excesivo<br />
rigor. Procura penas y trabajo, pero hasta un cierto<br />
punto.<br />
Un general debe precaverse contra todos sus peligros.<br />
Sin buscar excesivamente vivir o morir, debe conducirse<br />
con valor y prudencia, según las circunstancias<br />
lo exijan.<br />
Si tiene razones justificadas para encolerizarse, que<br />
lo haga, pero que no sea como un tigre que no conoce<br />
ningún freno.<br />
Si cree que su honor ha sido herido, y desea repararlo,<br />
que proceda siguiendo las reglas de la sensatez,<br />
y no por caprichos inspirados en una mala vergüenza.<br />
Que ame a sus soldados, que los escatime; pero que<br />
lo haga con discreción.<br />
Si emprende batallas, si hace movimientos en su<br />
campamento, si sitia ciudades, si realiza operaciones de<br />
reconocimiento, que una la astucia al valor, la sensatez<br />
a la fuerza de las armas; que repare tranquilamente<br />
sus faltas cuando haya tenido la desgracia de cometerlas;<br />
que aproveche todas las de su enemigo, y que lo<br />
ponga a menudo en situación de cometer otras nuevas.
Principio noveno<br />
La distribución de los<br />
medios<br />
<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> dijo: Antes de hacer acampar a tus tropas,<br />
debes saber en qué posición están los enemigos, ponerte<br />
al tanto <strong>del</strong> terreno y elegir el que te sea más<br />
ventajoso. Estas diferentes situaciones se pueden reducir<br />
a cuatro puntos principales.<br />
I. Si te hallas en la vecindad de alguna montaña,<br />
guárdate bien de ocupar la parte que mira al norte;<br />
ocupa, por el contrario, la parte sur: esta ventaja<br />
no es insignificante en sus consecuencias.<br />
Desde la ladera de la montaña, puedes extenderte<br />
seguro hasta bien entrados los valles; encontrarás<br />
allí agua y forraje en abundancia; te alegrará la<br />
vista <strong>del</strong> sol, te calentarán sus rayos, y el aire que<br />
allí respirarás será saludable y totalmente distinto<br />
<strong>del</strong> que respirarías <strong>del</strong> otro lado. Si los enemigos<br />
vienen por detrás de la montaña con la<br />
intención de sorprenderte, instruido por los vigías<br />
que habrás colocado sobre la cima, te retirarás<br />
con tiempo, si no te crees en estado de hacerles<br />
frente; o los esperarás a pie firme para combatirlos,<br />
si juzgas que podrías vencerlos sin demasiado<br />
riesgo: entretanto, no combatas sobre las alturas si
63<br />
la necesidad no te obliga a ello; sobre todo, no<br />
vayas jamás a buscar allí al enemigo.<br />
II. Si estás junto a algún río, aproxímate lo más que<br />
puedas a su fuente; trata de conocer todos los<br />
bajos fondos <strong>del</strong> río y todos los vados por donde<br />
se lo puede pasar. Si tienes que cruzarlo, no lo<br />
hagas nunca en presencia <strong>del</strong> enemigo; pero si los<br />
enemigos, más atrevidos o menos prudentes que<br />
tú, desean arriesgar el cruce, no los ataques hasta<br />
que la mitad de sus hombres estén <strong>del</strong> otro lado;<br />
combatirás entonces con toda la ventaja de dos<br />
contra uno. Cerca de los ríos también debes ocupar<br />
siempre las alturas, a fin de poder descubrir<br />
lo que ocurre a lo lejos; no esperes al enemigo<br />
cerca de la ribera, no te a<strong>del</strong>antes a él; manténte<br />
siempre en guardia, por temor de que al ser sorprendido<br />
no encuentres lugar para retirarte en<br />
caso de adversidad.<br />
III. Si estás en lugares resbaladizos, húmedos, pantanosos<br />
y malsanos, s^l de ellos lo más rápidamente<br />
que puedas; si te detienes allí te expondrás a<br />
los mayores inconvenientes; la escasez de víveres<br />
y las enfermedades vendrán pronto a ponerte sitio.<br />
Si te ves obligado a permanecer en esos lugares,<br />
trata de ocupar los bordes; cuídate de avanzar<br />
demasiado. Si hay bosques en los alrededores,<br />
déjalos detrás de ti.<br />
IV. Si estás en lugar llano, liso y seco, mantén siempre<br />
tu izquierda al descubierto; arréglate para tener<br />
detrás de ti alguna elevación desde la cual tu<br />
gente pueda ver a lo lejos. Cuando la parte que<br />
está <strong>del</strong>ante de tu campamento sólo te presente<br />
objetos de muerte, ten cuidado de que los lugares<br />
ubicados por detrás te ofrezcan ayuda contra<br />
la extrema necesidad.<br />
Tales son las ventajas de los diferentes campamentos;<br />
ventajas preciosas, de las cuales depende la mayor<br />
parte de los éxitos militares. En particular porque dominaba<br />
a fondo el arte de los campamentos, el Emperador<br />
Amarillo triunfó sobre sus enemigos y sometió
64<br />
a sus leyes a todos los Príncipes vecinos de sus Estados.<br />
De todo lo que acabo de decir hay que concluir que<br />
los lugares altos son, en general, más saludables para<br />
las tropas que los sitios bajos y profundos. Incluso en<br />
los lugares elevados hay una elección que hacer, y es<br />
la de acampar siempre <strong>del</strong> lado <strong>del</strong> sur, porque es allí<br />
donde se encuentra la abundancia y la fertilidad. Un<br />
campamento de esta naturaleza es un precursor de la<br />
victoria. El contento y la salud, que son consecuencia<br />
ordinaria de una <strong>buen</strong>a nutrición tomada bajo un cielo<br />
puro, dan coraje y fuerza al soldado, mientras que la<br />
tristeza, el descontento y las enfermedades lo agotan,<br />
lo enervan, lo hacen pusilánime y lo descorazonan por<br />
completo.<br />
Hay que concluir también que los campamentos cercanos<br />
a los ríos tienen sus ventajas que no son de desdeñar,<br />
y sus inconvenientes que se deben evitar con<br />
gran cuidado. Nunca te lo repetiría bastante; ubícate<br />
en la parte alta <strong>del</strong> río, deja su corriente a los enemigos.<br />
Aparte de que los vados son mucho más frecuentes<br />
hacia la fuente, las aguas son más puras y salubres.<br />
Cuando las lluvias hayan formado algún torrente, o<br />
engrosado el caudal <strong>del</strong> río o curso de agua cuyos bordes<br />
hayas ocupado, espera un poco antes de ponerte<br />
en marcha; sobre todo, no te arriesgues a pasar <strong>del</strong><br />
otro lado, espera para hacerlo a que las aguas hayan<br />
retomado la tranquilidad de su curso habitual. Tendrás<br />
pruebas ciertas de ello si ya no oyes un cierto ruido<br />
sordo, que se parece más al temblor que al murmullo,<br />
si ya no ves espuma que sobrenada y si el agua ya<br />
no trae consigo tierra o arena. En lo que se refiere a<br />
los desfiladeros y lugares entrecortados por precipicios<br />
y rocas, sitios pantanosos y resbaladizos, lugares estrechos<br />
y cubiertos, cuando la necesidad o el azar te hayan<br />
llevado a ellos, debes salir de allí lo más pronto<br />
que te sea posible, alejarte ni bien puedas. Si estás lejos<br />
de esos lugares, el enemigo estará cerca de ellos:<br />
si huyes, el enemigo te perseguirá y caerá quizás en los<br />
peligros que acabas de evitar.<br />
Debes mantenerte también muy en guardia contra<br />
otro tipo de terreno. Hay lugares cubiertos de maleza<br />
o de bosquecillos; hay otros que están llenos de alti-
65<br />
bajos, donde uno se encuentra continuamente sobre<br />
colinas o en valles, y debes desconfiar de ellos; manten<br />
una atención continua. <strong>Los</strong> lugares de esta clase<br />
suelen estar llenos de emboscadas; el enemigo puede<br />
aparecer a cada instante, sorprenderte, caer sobre tí y<br />
despedazarte. Si estás lejos de ellos, no te acerques allí;<br />
si estás cerca, no te pongas en movimiento hasta que<br />
hayas reconocido todos los alrededores. Si el enemigo<br />
viene a atacarte allí, haz de modo que tenga de su parte<br />
toda la desventaja <strong>del</strong> terreno: en lo que respecta<br />
a ti, no lo ataques si no lo ves en terreno descubierto.<br />
En fin, cualquiera sea el lugar de tu campamento,<br />
<strong>buen</strong>o o malo, debes sacar partido de él; no estés en<br />
él jamás ocioso, ni sin hacer alguna tentativa; trata de<br />
conocer claramente todos los pasos de los enemigos;<br />
dispon espías de distancia en distancia, hasta el centro<br />
<strong>del</strong> campamento enemigo, hasta la tienda de su General.<br />
No desdeñes nada de lo que se te refiera, pon atención<br />
a todo. Si los hombres que has enviado a explorar<br />
te hacen decir que los árboles están en movimiento,<br />
aunque no haya brisa, debes concluir que el enemigo<br />
ha emprendido la marcha. Puede ocurrir que<br />
quiera venir hacia ti; dispon todas las cosas, prepárate<br />
a recibirlo bien, a<strong>del</strong>ántate incluso a su encuentro.<br />
Si te refieren que los campos están cubiertos de<br />
hierba, y que estas hierbas son muy altas, manténte<br />
sin cesar en guardia; vela continuamente, por temor<br />
a alguna sorpresa.<br />
Si te dicen que han visto pájaros que vuelan en bandadas<br />
sin detenerse, desconfía; vienen a espiarte o a<br />
tenderte celadas; pero si aparte de los pájaros se ve<br />
además un gran número de cuadrúpedos que corren<br />
por el campo, como si no tuvieran albergue, ello es<br />
señal de que los enemigos están al acecho.<br />
Si te comunican que se perciben a los lejos remolinos<br />
de polvo que se elevan por el aire, debes concluir<br />
que los enemigos están en marcha. En los lugares donde<br />
el polvo sea bajo y espeso, se trata de infantes; en<br />
los lugares donde sea menos espeso y más elevado,<br />
será la Caballería y los carros.<br />
Si te advierten que los enemigos están dispersos y<br />
marchan sólo por pelotones, es señal de que han tenido
66<br />
que atravesar algún bosque, que han cortado árboles<br />
y que están fatigados; tratan entonces de concentrarse.<br />
Si te enteras de que se perciben en los campos hombres<br />
ia pie y a caballo que van y vienen, dispersados<br />
aquí y allá en pequeñas bandas, no dudes de que los<br />
enemigos han acampado.<br />
Tales son los indicios generales de los que debes tratar<br />
de sacar provecho, tanto para conocer la posición<br />
de aquellos con los que tienes que medirte como para<br />
hacer abortar sus proyectos y ponerte a cubierto de<br />
toda sorpresa de su parte. He aquí algunos otros a los<br />
que debes prestar particular atención.<br />
Cuando los espías que has apostado cerca <strong>del</strong> campamento<br />
enemigo te hagan saber que allí se habla en<br />
voz baja y de una manera misteriosa, que esos enemigos<br />
son modestos en su manera de actuar y mesurados<br />
en todos sus discursos, debes concluir que piensan en<br />
una acción general y que ya están haciendo los preparativos<br />
para ella: dirígete hacia ellos sin pérdida de<br />
tiempo; quieren sorprenderte, sorprén<strong>del</strong>os tú mismo.<br />
Si te enteras, por el contrario, de que son ruidosos,<br />
orgullosos y altaneros en sus discursos, ten la seguridad<br />
de que piensan retirarse y que no tienen el menor<br />
deseo de llegar a un enf remamiento.<br />
Cuando te hagan saber que se ha visto una cantidad<br />
de carros vacíos que preceden al ejército enemigo, prepárate<br />
para combatir, pues los enemigos vienen hacia<br />
ti en orden de batalla.<br />
Cuídate muy bien de prestar entonces oídos a las<br />
proposiciones de paz o de alianza que pudieran hacerte,<br />
pues sólo sería un artificio de su parte.<br />
Si los enemigos hacen marchas forzadas, es porque<br />
creen que corren hacia la victoria; si van y vienen, si<br />
avanzan en parte y en parte reculan, es porque quieren<br />
atraerte al combate; si la mayor parte <strong>del</strong> tiempo, en<br />
pie y sin hacer nada, se apoyan sobre sus armas como<br />
si fueran bastones, es porque están en el último extremo,<br />
casi mueren de hambre y piensan en procurarse de<br />
qué vivir; si al pasar cerca de algún río corren todos<br />
en desorden para saciar su sed, significa que la ,han sufrido;<br />
si al haberles presentado el atractivo de alguna<br />
cosa que les sería útil, no han sabido sin embargo o<br />
no han querido aprovecharla, es porque desconfían o
67<br />
temen; si no tienen el coraje de avanzar, aunque estén<br />
en circunstancias en que sería necesario hacerlo, es<br />
porque se encuentran en dificultades, padecen inquietudes<br />
y preocupaciones.<br />
Aparte de lo que acabo de decir, aplícate en particular<br />
a conocer todos sus diferentes campamentos: podrás<br />
hacerlo por medio de los pájaros que verás agrupados<br />
en ciertos lugares; y si sus campamentos han sido<br />
frecuentes, podrás llegar a la conclusión de que tienen<br />
poca habilidad en el conocimiento de los lugares.<br />
El vuelo de los pájaros, o los sonidos que éstos emiten,<br />
pueden indicarte la presencia de emboscadas invisibles.<br />
Si te enteras de que en el campamento de los enemigos<br />
hay festines continuos, que se bebe y se come<br />
ruidosamente, puedes estar bien tranquilo; es prueba<br />
infalible de que sus Generales carecen de autoridad.<br />
Si sus estandartes cambian a menudo de lugar, eso<br />
demuestra que no saben cómo decidirse y que el desorden<br />
reina entre ellos. Si los soldados se agrupan continuamente<br />
y murmuran entre sí, quiere decir que el<br />
General ha perdido la confianza de su ejército.<br />
El exceso de recompensas y de castigos muestra que<br />
el Comando ha llegado al límite de sus recursos y. se<br />
encuentra en gran apuro; y si el ejército llega incluso<br />
al límite de hundir sus naves y romper sus marmitas,<br />
es prueba de que se encuentra en dificultades y de que<br />
se batirá hasta la muerte.<br />
Si sus Oficiales subalternos están inquietos, descontentos<br />
y se encolerizan por la más mínima cosa, esto<br />
demuestra que están fastidiados o abrumados bajo el<br />
peso de una fatiga inútil.<br />
Si en diferentes sectores de su campamento se mata<br />
furtivamente a los caballos y luego se permite comer su<br />
carne, eso prueba que las provisiones están por terminarse.<br />
Tales son las cosas a las que debes atender en lo<br />
que respecta a los pasos que puedan dar los enemigos.<br />
Tal minucia de detalles podrá parecerte superflua, pero<br />
mi designio consiste en prevenirlo todo y convencerte<br />
de que no es pequeño nada que pueda contribuir<br />
a tu triunfo. La experiencia me lo ha enseñado y tam-
68<br />
bien te lo enseñará a ti; deseo que no sea a tus expensas.<br />
Una vez más, debes tratar de enterarte de todos los<br />
pasos <strong>del</strong> enemigo, cualesquiera que fueren; pero vigila<br />
también tus propias tropas; mantén los ojos abiertos<br />
a todo, sábelo todo; impide los robos y el bandidaje,<br />
la corrupción y la embriaguez, el descontento y las<br />
cábalas, la pereza y la ociosidad; sin que sea necesario<br />
que te lo digan, podrás conocer por ti mismo quienes<br />
se encuentran en tales casos; he aquí como:<br />
Si algunos de tus soldados, cuando cambian de lugar<br />
o sector, han dejado caer alguna cosa, aunque sea<br />
de pequeño valor, y no se tomaron la molestia de levantarla;<br />
si olvidaron algún utensilio en el lugar donde<br />
antes estaban apostados y no lo reclaman en seguida,<br />
puedes concluir que son ladrones y castigarlos como<br />
tales.<br />
Si en tu ejército hay conversaciones secretas, si se<br />
habla a menudo al oído o en voz baja, si hay cosas que<br />
los hombres sólo se atreven a decir con medias palabras,<br />
debes concluir que el miedo se ha difundido entre<br />
ellos, que luego sobrevendrá el descontento y que<br />
no tardarán en producirse intrigas; apresúrate a poner<br />
orden.<br />
Si tus tropas parecen pobres y les falta a veces un<br />
cierto mínimo necesario, aparte de la soldada ordinária<br />
hazles distribuir alguna suma de dinero: pero cuídate<br />
bien de ser demasiado liberal, pues la abundancia de<br />
dinero es a menudo más funesta que ventajosa, más<br />
perjudicial que útil; el abuso de ella es fuente de corrupción<br />
de los corazones y madre de todos los vicios.<br />
Si tus soldados, antes audaces, se vuelven tímidos<br />
y temerosos, si en ellos la debilidad ocupa el lugar de<br />
la fuerza y la bajeza el de la magnanimidad, puedes estar<br />
seguro de que su corazón se ha corrompido; busca<br />
la causa de su depravación y arráncala de raíz.<br />
Si con diversos pretextos algunos te piden la baja, es<br />
porque no tienen deseos de combatir, no la rehúses a<br />
todos; pero al concederla a varios, que sea en condiciones<br />
vergonzosas.<br />
Si vienen en conjunto a pedir justicia en un tono<br />
sedicioso y colérico, escucha sus razones; tenias en con-
69<br />
sideración; pero al darles satisfacción por una parte,<br />
castígalos muy severamente por la otra.<br />
Si cuando has hecho llamar a alguien no obedece<br />
prontamente, si pasa largo tiempo antes de que se pongo<br />
a tus órdenes, y si después que hayas terminado de<br />
expresarle tu voluntad no se retira, desconfía, mantén<br />
te en guardia.<br />
En una palabra, la conducción de las tropas requiere<br />
la atención continua por parte de un General. Sin<br />
apartar la vista <strong>del</strong> ejército de los enemigos, debes explorar<br />
sin cesar el tuyo; tienes que saber cuándo<br />
aumenta el número de los enemigos, y estar informado<br />
de la muerte o de la deserción incluso <strong>del</strong> menos<br />
importante de tus soldados.<br />
Si el ejército enemigo es inferior al tuyo, y si por<br />
ese motivo no se atreve a medirse contigo, ve a atacarlo<br />
sin demora, no le des tiempo de reforzarse; una sola<br />
batalla resulta decisiva en tales ocasiones. Pero si,<br />
sin estar al tanto de la situación real de los enemigos,<br />
y sin haber puesto todo en orden, te propones acosarlos<br />
para obligarlos al combate, corres el riesgo de caer<br />
en sus trampas, de hacerte batir y de perderte sin remedio.<br />
Si no mantienes una disciplina exacta en tu ejército,<br />
si no aplicas el castigo en forma precisa hasta en caso<br />
de la más mínima falta, muy pronto te perderán el<br />
respeto, se debilitará incluso tu autoridad y los castigos<br />
que puedas emplear a continuación, lejos de contener<br />
las faltas, sólo servirán para aumentar el número<br />
de culpables. Ahora bien, si no eres temido ni respetado,<br />
si sólo tienes una autoridad débil y tal que no<br />
puedas servirte de ella sin peligro, ¿cómo podrías mantenerte<br />
con honor a la cabeza de un ejército? ¿Cómo<br />
podrías oponerte a los enemigos <strong>del</strong> Estado?<br />
Cuando tengas que castigar, hazlo pronto y a medida<br />
que las faltas lo exijan; cuando tengas que dar órdenes,<br />
no lo hagas hasta que estés seguro de ser exactamente<br />
obedecido; instruye a tus tropas, pero hazlo en forma<br />
oportuna; no las fastidies, no las fatigues sin necesidad;<br />
todo lo que éstas puedan hacer de <strong>buen</strong>o o de<br />
malo, de biqn o de mal, está en tus manos.<br />
En la guerra, no es sólo el gran número lo que confiere<br />
ventaja; no avances contando solamente con el
70<br />
poderío militar; un ejército compuesto de los mismos<br />
hombres puede ser muy despreciable cuando lo comanda<br />
un determinado General, mientras que será invencible<br />
bajo la dirección de otro.
Principio décimo<br />
La topología<br />
<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> dijo: Sobre la superficie de la tierra todos<br />
los lugares no son equivalentes; hay algunos que debes<br />
evitar y otros que tienes que buscar; todos deben serte<br />
conocidos.<br />
Entre los primeros hay que ubicar los que sólo ofrecen<br />
pasos estrechos que están bordeados de rocas o<br />
precipicios, que no tienen fácil acceso a los espacios<br />
libres de los cuales puedas esperar alguna ayuda. Si<br />
eres el primero en ocupar ese terreno, bloquea los pasajes<br />
y espera al enemigo; si el enemigo está en el lugar<br />
antes que tú, no lo sigas, a menos que haya cerrado<br />
completamente los desfiladeros. Ten un conocimiento<br />
exacto de éstos, para no comprometer en ellos inoportunamente<br />
a tu ejército.<br />
Busca, por el contrario, un lugar en el cual haya<br />
una montaña bastante alta como para defenderte de<br />
toda sorpresa, adonde se pueda llegar y de donde sea<br />
posible salir por varios caminos que tendrás que conocer<br />
perfectamente, donde haya abundancia de víveres<br />
y no falte agua, el aire sea salubre y el terreno no accidentado;<br />
tal lugar debe constituir el objeto de tus más<br />
ardientes búsquedas. Pero sea que quieras apoderarte<br />
de algún campamento ventajoso o que trates de evitar<br />
los lugares peligrosos o pocos cómodos, tendrás que
72<br />
emplear una diligencia extremada, persuadido de que<br />
el enemigo tiene el mismo objetivo que tú.<br />
Si el lugar que te propones elegir está tanto al alcance<br />
de los enemigos como <strong>del</strong> tuyo, si éstos pueden<br />
llegar a él tan fácilmente como tú, se trata de ganarles<br />
de mano. Para ello debes hacer marchas durante la noches,<br />
pero deténte al salir el sol, y si es posible que<br />
sea siempre sobre alguna eminencia, a fin de poder<br />
otear a lo lejos; espera entonces a que lleguen tus provisiones<br />
y todo tu bagaje; si el enemigo viene hacia<br />
ti, aguardarás a pie firme y podrás combatir contra él<br />
con ventaja.<br />
No entres nunca en ese tipo de lugares adonde es<br />
fácil llegar pero de donde no se puede salir sin penoso<br />
esfuerzo y extremada dificultad; si el enemigo deja enteramente<br />
libre un campamento de esta clase, es porque<br />
trata de embaucarte; guárdate muy bien de avanzar<br />
pero engáñalo levantando tu campamento. Si es<br />
bastante imprudente como para seguirte, se verá obligado<br />
a atravesar ese terreno escabroso. Cuando haya<br />
comprometido la mitad de sus tropas, enfréntalo y no<br />
podrá escapar de ti, golpéalo en posición ventajosa y<br />
lo vencerás sin demasiado trabajo.<br />
Una vez que hayas acampado con todas las ventajas<br />
<strong>del</strong> terreno, espera tranquilamente a que el enemigo<br />
dé los primeros pasos y se ponga en movimiento. Si<br />
viene hacia ti en orden de batalla, no lo enfrentes hasta<br />
que hayas visto que le resultará difícil volver sobre<br />
sus pasos.<br />
Un enemigo bien preparado para el combate, y contra<br />
el cual ha fracasado tu ataque, resulta peligroso:<br />
no emprendas una segunda carga, retírate a tu campamento,<br />
si puedes hacerlo, y no salgas de él hasta que<br />
no veas claramente que te es posible hacerlo sin peligro.<br />
Es previsible que el enemigo se valga de muchos<br />
recursos para atraerte: debes hacer que resulten inútiles<br />
todos los artificios que él emplee.<br />
Si tu rival se ha anticipado a ti y ha fijado su campamento<br />
en el lugar en que tú debías haber establecido<br />
el tuyo, es decir, en el sitio más ventajoso, no te<br />
hagas la ilusión de que lo desalojarás de allí empleando<br />
las estratagemas comunes; tu trabajo resultaría<br />
inútil.
73<br />
Si la distancia entre tú y él es bastante considerable<br />
y los dos ejércitos son más o menos iguales, el enemigo<br />
no caerá fácilmente en las trampas que le tiendas para<br />
atraerlo al combate: no pierdas tu tiempo inútilmente;<br />
te irá mejor por otro lado.<br />
Ten por principio que tu enemigo busca sus ventajas<br />
con tanto ahínco como tú puedes buscar las tuyas:<br />
emplea toda tu industria para engañarlo por ese lado;<br />
pero sobre todo no te dejes engañar. Para ello no olvides<br />
nunca que se puede engañar o ser engañado de<br />
"múltiples maneras. Sólo te recordaré las seis principales,<br />
porque son la fuente de donde derivan todas las<br />
otras.<br />
La primera consiste en la marcha de las tropas.<br />
La segunda, en sus diferentes ordenamientos.<br />
La tercera, en su posición en los lugares cenagosos.<br />
La cuarta, en su desorden.<br />
La quinta, en su debilitamiento.<br />
Y la sexta, en su fuga.<br />
Un general que sufriera algún fracaso por carecer<br />
de estos conocimientos se equivocaría al acusar al Cielo<br />
de su desdicha; debe atribuírsela toda entera a sí<br />
mismo.<br />
Si quien está a la cabeza <strong>del</strong> ejército descuida enterarse<br />
a fondo de todo lo que se refiere a las tropas que<br />
debe llevar al combate y a aquellas que debe combatir;<br />
si no conoce exactamente el terreno en el cual está<br />
en ese momento, el lugar al que debe llegar, aquel al<br />
que puede retirarse en caso de un revés, el sitio adonde<br />
puede fingir que va sin tener otro deseo que el de<br />
atraer allí al enemigo, y el paraje donde puede verse<br />
forzado a detenerse, cuando no haya motivo de esperarlo;<br />
si hace mover a su ejército fuera de oportunidad;<br />
si no está enterado de todos los movimientos <strong>del</strong> ejército<br />
enemigo y de los designios que éste puede tener<br />
en la conducta que manifiesta; si divide sus tropas sin<br />
necesidad o sin estar forzado a ello por la naturaleza<br />
<strong>del</strong> lugar en que se encuentra, o sin haber previsto<br />
todos los inconvenientes que podrían resultar de ello,<br />
o sin la certeza de que existe alguna ventaja real en<br />
esta dispersión; si tolera que el desorden se insinúe
74<br />
poco a poco en su ejército, o si basado en indicios inciertos<br />
se persuade con excesiva facilidad de que el<br />
desorden reina en el ejército enemigo, y actúa en consecuencia;<br />
si su ejército se debilita insensiblemente sin<br />
que él se sienta obligado a remediar prontamente la situación;<br />
tal general sólo puede ser víctima de los enemigos,<br />
que lo engañarán mediante fugas estudiadas,<br />
marchas fingidas, y toda una conducta de la cual él<br />
resultará forzosamente víctima.<br />
Las máximas siguientes deben servirte de regla para<br />
todas tus acciones.<br />
Si tu ejército y el <strong>del</strong> enemigo son aproximadamente<br />
iguales en número y en fuerza, es necesario que de diez<br />
partes de las ventajas <strong>del</strong> terreno tengas nueve en tu<br />
favor; pon todo tu empeño, emplea todos tus esfuerzos<br />
y tu industria para procurarlos. Si los posees, tu<br />
enemigo se encontrará reducido a no atreverse a aparecer<br />
ante ti y a huir cuando tú apareces; o si es bastante<br />
imprudente como para presentarse a combatir,<br />
tú combatirás con una ventaja de diez contra uno. Ocurrirá<br />
lo contrario si por negligencia o falta de habilidad<br />
le has dejado tiempo y ocasiones de procurarse lo que<br />
tú no tienes.<br />
En cualquier posición que puedas estar, si mientras<br />
tus soldados son fuertes y están plenos de valor, tus<br />
Oficiales son débiles y cobardes, tu ejército no podría<br />
sino verse derrotado; si por el contrario, la fuerza y el<br />
valor se limitan únicamente a los Oficiales, mientras<br />
que la debilidad y la cobardía dominan el corazón de<br />
los soldados, tu ejército se verá bien pronto derrotado;<br />
pues los soldados plenos de coraje y de valor no<br />
querrán deshonrarse; sólo querrán cosas que Oficiales<br />
cobardes y tímidos no podrán concederles, así como<br />
Oficiales valientes e intrépidos serán seguramente mal<br />
obedecidos por soldados tímidos y poltrones.<br />
Si los Oficiales Generales se inflaman con facilidad,<br />
y no saben ni disimular ni poner freno a su cólera,<br />
cualquiera que sea el motivo de ésta, emprenderán por<br />
sí mismos acciones o pequeños combates de los que<br />
no saldrán con honor, porque los habrán comenzado<br />
con precipitación, y no habrán previsto los inconvenientes<br />
y todas las consecuencias; ocurrirá incluso que<br />
actuarán contra la intención expresa <strong>del</strong> General, ale-
75<br />
gando diversos pretextos que tratarán de hacer plausibles;<br />
y de una acción particular comenzada en forma<br />
irreflexiva y contra todas las reglas, se llegará a un<br />
combate general en el que toda la ventaja estará de<br />
lado <strong>del</strong> enemigo. Vigila a tales Oficiales, no los alejes<br />
nunca de tu lado; por grande que sean las cualidades<br />
que puedan tener en otros respectos, te provocarán<br />
grandes perjuicios, quizás incluso la pérdida de<br />
todo tu ejército.<br />
Si un general es pusilánime, no tendrá los sentimientos<br />
de honor que convienen a una persona de su rango,<br />
carecerá <strong>del</strong> talento esencial de comunicar ardor<br />
a las tropas, atenuará el coraje de estas en el momento<br />
en que habría que reanimarlo, no sabrá ni instruirlas<br />
ni corregirlas adecuadamente, no creerá jamás que deba<br />
contar con las luces, el valor y la habilidad de los<br />
Oficiales que le están subordinados, y estos mismos<br />
no sabrán a qué atenerse; hará dar mil pasos en falso<br />
a sus tropas, que querrá disponer ya de una manera,<br />
ya de otra, sin seguir ningún sistema, sin ningún método;<br />
vacilará en todo, no se decidirá acerca de nada,<br />
sólo verá por todas partes motivos de temor; y entonces<br />
el desorden, y un desorden general, reinará en su<br />
ejército.<br />
Si un general ignora el punto fuerte y el débil <strong>del</strong><br />
enemigo contra el cual tiene que combatir, si no está<br />
instruido a fondo, tanto acerca de los lugares que ocupa<br />
actualmente como de los que puede ocupar según<br />
los diferentes acontecimientos, le ocurrirá que llevará<br />
a oponer a los sectores más fuertes <strong>del</strong> ejército enemigo<br />
los más débiles <strong>del</strong> suyo, a enviar sus tropas<br />
débiles y aguerridas contra las tropas fuertes o contra<br />
las que el enemigo no tiene ninguna consideración,<br />
a no elegir tropas escogidas para formar su vanguardia,<br />
a hacer atacar donde no se debería, a dejar perecer,<br />
por falta de recursos, a aquellos de los suyos<br />
que no se encontraran en condiciones de resistir, a<br />
defenderse inoportunamente en un mal lugar, a ceder<br />
con ligereza un sitio de fatal importancia; en este tipo<br />
de ocasiones contará con alguna ventaja imaginaria que<br />
sólo será un efecto de la política <strong>del</strong> enemigo, o bien<br />
perderá el coraje después de un fracaso que en realidad<br />
no tiene ninguna importancia. Se verá perseguido
76<br />
sin preverlo, se encontrará rodeado, será atacado con<br />
ardor; feliz entonces si puede encontrar su salvación<br />
en la fuga: por ello, para volver al tema que constituye<br />
la materia de este principio, un <strong>buen</strong> general debe<br />
conocer todos los lugares que son o que pueden ser<br />
el teatro de la guerra, tan claramente como conoce todos<br />
los rincones y recovecos de los patios y jardines<br />
de su propia casa.<br />
Agrego en este principio que un conocimiento exacto<br />
<strong>del</strong> terreno es lo más esencial entre los materiales que<br />
se pueden emplear en un edificio tan importante para<br />
la tranquilidad y la gloria <strong>del</strong> Estado. Así, un hombre<br />
al que el nacimiento o los acontecimientos parecen<br />
destinar a la dignidad de General, debe emplear todos<br />
sus cuidados y hacer todos sus esfuerzos para adquirir<br />
habilidad en esta parte <strong>del</strong> arte de los guerreros.<br />
Con un conocimiento exacto <strong>del</strong> terreno, un General<br />
puede salir <strong>del</strong> paso en las circunstancias más críticas;<br />
es capaz de procurarse el apoyo que necesite, podrá<br />
impedir que ese apoyo llegue al enemigo; avanzará,<br />
retrocederá y regulará todos sus movimientos según lo<br />
juzgue oportuno; dispondrá las marchas de su enemigo<br />
y logrará a su voluntad que éste avance o retroceda;<br />
podrá acosarlo sin temor de ser sorprendido; lo incomodará<br />
de mil maneras y hará revertir sobre él todos<br />
los daños que éste quisiera causarle; calcular las<br />
distancias y los grados de dificultad <strong>del</strong> terreno es controlar<br />
la victoria. Quien combate con pleno conocimiento<br />
de estos factores tiene la seguridad de triunfar;<br />
puede, por último, terminar o prolongar la campaña<br />
según lo juzgue más provechoso para su gloria o sus<br />
intereses.<br />
Puedes contar con una victoria cierta si conoces todos<br />
los giros y vueltas, todos los lugares altos y bajos,<br />
todos los caminos y puntos de acceso a todos los sitios<br />
que los dos ejércitos puedan ocupar, desde el más cercano<br />
hasta los que están más alejados, porque con este<br />
conocimiento sabrás qué forma será más conveniente<br />
dar a los diferentes cuerpos de tus tropas, sabrás con<br />
seguridad cuándo será oportuno combatir o cuándo<br />
habrá que diferir la batalla, sabrás interpretar la voluntad<br />
<strong>del</strong> Soberano según las circunstancias, cualesquiera<br />
puedan ser las órdenes que de él hayas recibido;
77<br />
le servirás verdaderamente siguiendo tus luces presentes,<br />
no emprenderás ninguna tarea que pueda manchar<br />
tu reputación y no te expondrás a perecer ignominiosamente<br />
por haber obedecido.<br />
Un General desdichado es siempre un General culpable.<br />
Servir a tu Príncipe, producir ventajas para el Estado<br />
y felicidad para los pueblos, es lo que debes tener<br />
en vista; cumple este triple objetivo y habrás alcanzado<br />
tus propósitos.<br />
En cualquier especie de terreno que estés, debes<br />
considerar a tus tropas como niños que todo lo ignoran<br />
y que no podrían dar un paso; deben ser conducidos;<br />
tienes que considerarlas, digo, como tus propios hijos;,<br />
debes conducirlas tú mismo: así, si se trata de correr<br />
riesgos, que tus hombres no los corran solos, y que<br />
sólo los enfrenten luego que lo hagas tú; si se trata de<br />
morir, que mueran, pero muere tú con ellos.<br />
Digo que debes amar a todos los que están bajo tus<br />
órdenes como amarías a tus propios hijos: sin embargo,<br />
no debes convertirlos en niños mimados; serían tales<br />
si no los corrigieras cuando lo merecen, si pese a las<br />
atenciones, consideraciones y ternura que muestres hacia<br />
ellos no pudieras gobernarlos, ellos se mostrarán<br />
indómitos y poco dispuestos a responder a tus deseos.<br />
En cualquier clase de terreno que estés, si te hallas<br />
al tanto de todo lo que lo concierne, si sabes incluso<br />
por qué lugar hay que atacar al enemigo, pero si ignoras<br />
si éste está en ese momento en estado de defensa<br />
o no, si está dispuesto a recibirte en forma, y<br />
si ha hecho los preparativos necesarios para cualquier<br />
eventualidad, tus chances de victoria se reducen a la<br />
mitad.<br />
Aunque tengas pleno conocimiento de todos los lugares,<br />
incluso aunque sepas que los enemigos pueden<br />
ser atacados, y por dónde deben serlo, si no tienes<br />
indicios seguros de que tus propias tropas pueden atacar<br />
con ventaja, me atrevo a decírtelo, tus chances de<br />
victoria se reducen a la mitad.<br />
Si estás al tanto <strong>del</strong> estado actual de los dos ejércitos,<br />
si sabes, al mismo tiempo, que tus tropas se<br />
hallan en condiciones de atacar con ventaja, y que las<br />
<strong>del</strong> enemigo son inferiores en fuerza y número, pero
78<br />
si no conoces todos los rincones y vueltas de los lugares<br />
circunvecinos, no sabrás si éste es invulnerable<br />
al ataque; te lo aseguro, tus chances de victoria se reducirán<br />
a la mitad.<br />
Quienes son en verdad hábiles en el arte militar<br />
hacen todas sus marchas sin desventaja, todos sus movimientos<br />
sin desorden, todos sus ataques con certeza,<br />
todas sus defensas sin sorpresa, sus campamentos con<br />
<strong>buen</strong> criterio, sus retiradas con sistema y método; conocen<br />
sus propias fuerzas, saben cuáles son las <strong>del</strong><br />
enemigo, están instruidos en todo lo que concierne a<br />
los lugares.<br />
Te digo pues: conócete a ti mismo, conoce a tu<br />
enemigo, y tu victoria no estará jamás en peligro.<br />
Conoce el terreno, conoce tu tiempo, y tu victoria será<br />
entonces total.
Principio undécimo<br />
Las nueve clases de<br />
terrenos<br />
<strong>Sun</strong> «<strong>Tse</strong> dijo: Hay nueve clases de lugares que pueden<br />
ser ventajosos o dañinos para uno u otro ejército.<br />
1? Lugares de división o de dispersión; 2? Lugares livianos;<br />
3? Lugares que pueden ser disputados; 4° Lugares<br />
de reunión; Lugares plenos y sin obstáculos;<br />
6? Lugares de varias salidas; 7? Lugares graves e importantes;<br />
8? Lugares arruinados o destruidos; 9? Lugares<br />
de muerte.<br />
I. Llamo lugares de división o de dispersión a los<br />
que están cerca de las fronteras de nuestras<br />
posesiones. Las tropas que permanecen largo<br />
tiempo sin necesidad cerca de sus hogares se<br />
componen de hombres que tienen más deseos<br />
de perpetuar su raza que de exponerse a la muerte.<br />
A la primera noticia que se difunda de la<br />
proximidad de los enemigos, o de alguna batalla<br />
cercana, el general no sabrá qué partido tomar,<br />
ni cómo decidirse, cuando vea que este gran<br />
aparato militar se disipa y desvanece como una<br />
nube impulsada por el viento.<br />
II. Llamo lugares livianos o de liviandad a los que<br />
están cerca de las fronteras pero penetran por
80<br />
una brecha en tierra de los enemigos. Este tipo<br />
de lugar no tiene nada a lo que sea posible<br />
fijarse. Se puede mirar sin cesar detrás de sí,<br />
y como el retorno es demasiado fácil, produce<br />
el deseo de emprenderlo a la primera ocasión:<br />
la inconstancia y el capricho encuentran infaliblemente<br />
en qué satisfacerse.<br />
III. <strong>Los</strong> lugares que benefician a los dos ejércitos,<br />
donde el enemigo puede encontrar su ventaja<br />
como nosotros encontramos la nuestra, donde<br />
se puede establecer un campamento cuya posición<br />
independientemente de su utilidad propia,<br />
pueda dañar a la parte opuesta y obstaculizar<br />
algunas de sus miras, los lugares de esa clase<br />
pueden ser disputados e incluso deben serlo. Se<br />
trata de terrenos clave.<br />
IV. Por lugares de reunión entiendo aquellos a los<br />
que casi no podemos dejar de ir y adonde tampoco<br />
podría dejar de ir el enemigo, y también<br />
aquellos en que el enemigo, tan al alcance de sus<br />
fronteras como tú lo estás de las tuyas, podría<br />
encontrar, como tú, un refugio en caso de sufrir<br />
un revés, o la oportunidad de continuar<br />
disfrutando de su <strong>buen</strong>a suerte, si tuviera al<br />
principio éxito. Se trata de lugares que permiten<br />
entrar en comunicación con el ejército enemigo,<br />
así como de zonas de repliegue.<br />
V. <strong>Los</strong> lugares que llamo simplemente plenos y sin<br />
obstáculos son aquellos que por su configuración<br />
y dimensiones permiten su utilización por<br />
los dos ejércitos, pero al estar ubicados profundamente<br />
en territorio enemigo, no deben incitarte<br />
a librar batalla, a menos que la necesidad<br />
te obligue o que te veas forzado a ello por el<br />
enemigo, si éste no te deja ningún medio de<br />
evitarla.<br />
VL <strong>Los</strong> lugares de varias salidas, de los que quiero<br />
hablar aquí, son en particular los que permiten<br />
la unión entre los diferentes Estados que los
81<br />
rodean. Estos lugares forman el nudo de diferentes<br />
ayudas que pueden aportar los Príncipes<br />
vecinos a aquella de las dos partes a la que les<br />
agrade favorecer.<br />
VIL <strong>Los</strong> lugares que denomino graves e importantes<br />
son aquellos que están ubicados en los Estados<br />
enemigos, presentan por todas partes ciudades,<br />
montañas, desfiladeros, fuentes de agua, puentes<br />
que pasar, campos áridos que atravesar o<br />
cualquier otra cosa de esta naturaleza.<br />
VIII. <strong>Los</strong> lugares en que todo se encuentre estrecho,<br />
donde una parte <strong>del</strong> ejército no pueda ver a la<br />
otra ni socorrerla, donde haya lagos, pantanos,<br />
torrentes o algún mal río, donde no se puede<br />
marchar sino con grandes fatigas y muchos obstáculos,<br />
y que sólo se podrían recorrer en pelotones,<br />
son los que llamo arruinados o desfruidos.<br />
IX. En fin, por lugares de muerte entiendo todos<br />
aquellos en que uno se encuentra de tal modo<br />
reducido que cualquiera sea el partido que tome<br />
corre siempre peligro; quiero decir lugares en<br />
los cuales, si se combate, se corre evidentemente<br />
el riesgo de derrota, y si uno se mantiene<br />
tranquilo, se ve a punto de perecer de hambre,<br />
de miseria o de enfermedad; sitios, en una palabra,<br />
en los que no se podría permanecer y<br />
donde es muy difícil sobrevivir, combatiendo<br />
con el coraje de la desesperación.<br />
Tales son los nueve tipos de terrenos de los que<br />
tenía que hablarte; aprende a conocerlos para desconfiar<br />
de ellos o sacarles algún partido.<br />
Cuando sólo estés todavía en lugares de división, debes<br />
contener bien a tus tropas; pero sobre todo no<br />
libres jamás batalla, por más favorables que te parezcan<br />
las circunstancias. La vista de su país y la facilidad<br />
<strong>del</strong> retorno provocarían muchos casos de cobardía: el<br />
campo estaría pronto cubierto de desertores.<br />
Si estás en lugares livianos, no establezcas en ellos
82<br />
tu campamento; como tu ejército no se ha apoderado<br />
aún de ninguna ciudad, de ninguna fortaleza, de ningún<br />
puesto importante en las posiciones de los enemigos,<br />
y como no tiene detrás de sí ningún dique que<br />
pueda contenerlo, al ver las dificultades, sufrimientos<br />
y obstáculos con que tropieza para ir más a<strong>del</strong>ante, no<br />
es dudoso que se vea tentado a preferir lo que le parece<br />
más fácil, frente a lo que aparece como difícil y<br />
lleno de peligros.<br />
Si te has dado cuenta de que estás ante lugares<br />
que te parecen disputados, comienza por apoderarte<br />
de ellos: no des al enemigo el tiempo de orientarse,<br />
emplea toda tu diligencia, que las formaciones no se<br />
separen, haz todos tus esfuerzos para lograr una entera<br />
posesión de tales sitios; pero no libres combate<br />
para desalojar de ellos al enemigo. Si éste se ha anticipado<br />
a ti, utiliza la sutileza para sacarlo de allí;<br />
pero si llegas a ubicarte tú en esos lugares, no permitas<br />
que te desalojen.<br />
En lo que respecta a los lugares de reunión, trata<br />
de llegar a ellos antes que el enemigo; haz de manera<br />
que tengas una comunicación libre por todas partes;<br />
que tus caballos, tus carros y todo tu bagaje puedan<br />
ir y venir sin peligro: no olvides nada de lo que esté<br />
a tu alcance con el fin de asegurarte de la <strong>buen</strong>a voluntad<br />
de los pueblos vecinos, búscala, pí<strong>del</strong>a, cómprala,<br />
tenia a cualquier precio que sea, pues te es<br />
necesaria; y es casi el único medio por el cual tu ejército<br />
podrá tener todo lo que necesite. Si todo abunda<br />
en tu sector, hay gran probabilidad de que la escasez<br />
reine en el <strong>del</strong> enemigo.<br />
En los lugares plenos y sin obstáculos puedes extenderte<br />
a tu gusto, ponerte cómodo, hacer atrincheramientos<br />
para estar a cubierto de toda sorpresa y esperar<br />
tranquilamente que el tiempo y las circunstancias te<br />
abran las vías para realizar alguna gran acción.<br />
Si estás cerca de esos tipos de lugares que tienen<br />
varias salidas, a los que se puede llegar por varios caminos,<br />
comienza por conocerlos bien; alíate con los<br />
Estados vecinos, que nada escape a tu búsqueda; apodérate<br />
de todos los caminos, no descuides ninguno<br />
por poco importante que te parezca, y guárdalo muy<br />
cuidadosamente.
83<br />
Si te encuentras en lugares graves e importantes,<br />
hazte dueño de todo lo que te rodea, no dejes nada<br />
detrás de ti, debes apoderarte hasta <strong>del</strong> más pequeño<br />
lugar; sin esta precaución correrías el riesgo de que te<br />
faltaran los víveres necesarios para mantener tu ejército,<br />
o de ver al enemigo encima cuando menos lo<br />
pienses y ser atacado por varios sectores a la vez.<br />
Si estás en lugares arruinados o destruidos, no vayas<br />
más a<strong>del</strong>ante, vuelve sobre tus pasos, huye lo más<br />
pronto posible.<br />
Si estás en lugares de muerte, no vaciles en combatir,<br />
ve derechamente al enemigo, cuanto más pronto<br />
mejor.<br />
Tal es la conducta que observaban nuestros antiguos<br />
Guerreros. Estos grandes hombres, hábiles y experimentados<br />
en su arte, tenían por principio que la manera<br />
de atacar y defenderse no debía ser invariablemente<br />
la misma, que se la debía establecer según la<br />
naturaleza <strong>del</strong> terreno que uno ocupaba y de la posición<br />
en que se encontraba: decían además que la cabeza<br />
y la cola de un ejército no debían ser comandadas<br />
de la misma manera, que había que combatir<br />
a la cabeza y arrollar la cola; que la multitud y el<br />
pequeño número no podían estar largo tiempo de<br />
acuerdo; que los fuertes y los débiles, cuando estaban<br />
juntos, no tardaban en desunirse; que los altos y los<br />
bajos no podían ser igualmente útiles; que las tropas<br />
estrechamente unidas podían con facilidad dividirse,<br />
pero que las que se habían dividido una vez sólo volvían<br />
a reunirse muy difícilmente: repetían sin cesar<br />
que un ejército no debía ponerse nunca en movimiento<br />
si no estaba seguro de lograr alguna ventaja real, y que<br />
cuando no había nada que ganar era necesario mantenerse<br />
tranquilo y vigilar el campamento.<br />
En resumen, te diré que toda tu conducta militar<br />
debe regirse según las circunstancias; que debes atacar<br />
o defenderte según que el teatro de la guerra esté<br />
de tu lado o <strong>del</strong> lado <strong>del</strong> enemigo.<br />
Si la guerra se hace en tu propio país, y si el enemigo,<br />
sin haberte dado tiempo de hacer todos tus preparativos,<br />
se apresta a atacarte, viene con un ejército<br />
bien ordenado a invadir o desmembrar tu país o a<br />
hacer estragos en él, reúne prontamente la mayor can-
84<br />
tidad de tropas que puedas, envía a pedir socorro a<br />
los vecinos y aliados, apodérate de algunos lugares que<br />
el enemigo prefiera, y las cosas ocurrirán como lo deseas;<br />
ponlos en estado de defensa, aunque sólo sea<br />
para ganar tiempo; la rapidez es la savia de la guerra.<br />
Debes viajar por rutas en que el enemigo no te<br />
espere; pon una parte de tus cuidados en impedir que<br />
el ejército enemigo reciba víveres, bloquéale todos los<br />
caminos, o por lo menos haz que no pueda encontrar<br />
ninguno sin emboscadas, o sin que se vea obligado a<br />
tomarlo de viva fuerza.<br />
<strong>Los</strong> campesinos pueden serte para ello de gran ayuda<br />
y servirte mejor que tus propias tropas: hazles entender<br />
solamente que deben impedir que injustos usurpadores<br />
vengan a apoderarse de todas sus posesiones y<br />
a quitarles sus padres, madres, mujeres y niños.<br />
No te mantengas sólo a la defensiva, envía guerrilleros<br />
a saquear los convoyes, acosa, fatiga, ataca una<br />
vez por un lado y otra por otro; obliga a tu injusto<br />
agresor a arrepentirse de su temeridad; fuérzalo a volver<br />
sobre sus pasos llevándose por todo botín la vergüenza<br />
de haber fracasado.<br />
Si haces la guerra en país enemigo, no dividas tus<br />
tropas sino muy raramente, o mejor aun no las dividas<br />
nunca; que estén siempre reunidas y en condiciones de<br />
socorrerse mutuamente; ten cuidado de que se hallen<br />
siempre en lugares fértiles y abundantes. Si llegaran a<br />
sufrir hambre, la miseria y las enfermedades producirían<br />
pronto más estragos entre ellas que el que podría<br />
causar en varios años el hierro <strong>del</strong> enemigo.<br />
Procúrate pacíficamente todas las ayudas que necesites;<br />
no emplees la fuerza sino cuando las otras vías<br />
hayan resultado inútiles. Haz de manera que los habitantes<br />
de las aldeas y <strong>del</strong> campo puedan tener interés<br />
en venir por sí mismos a ofrecerte sus tributos; pero<br />
te lo repito, que sus tropas no se dividan nunca.<br />
Si todo el resto permanece igual, uno es la mitad<br />
más fuerte cuando combate en su propio país.<br />
Si combates en el <strong>del</strong> enemigo, ten en cuenta esta<br />
máxima, sobre todo si has avanzado un poco en sus<br />
Estados: lleva entonces tu ejército íntegro; realiza todas<br />
tus operaciones militares en el mayor secreto, quiero<br />
decir que hay que impedir que alguien pueda pe-
85<br />
netrar tus designios: bastará que se sepa lo que quieres<br />
hacer cuando llegue el momento de ejecutarlo.<br />
Puede ocurrir que te veas reducido a veces a no<br />
saber adonde ir ni qué partido tomar; en ese caso no<br />
te precipites en nada, espéralo todo <strong>del</strong> tiempo y de<br />
las circunstancias, sé inquebrantable en el lugar en que<br />
estés.<br />
Puede suceder también que te encuentres comprometido<br />
en forma inoportuna; guárdate entonces muy<br />
bien de darte a la fuga, pues ello te perdería; es preferible<br />
que perezcas antes de retroceder, pues morirías<br />
por lo menos con gloria; entretanto, muestra una actitud<br />
firme. Tu ejército, acostumbrado a ignorar tus<br />
designios, ignorará igualmente el peligro que lo amenaza;<br />
creará que has tenido tus razones y combatirá<br />
con tanto orden y valor como si lo hubieras dispuesto<br />
desde largo tiempo atrás a la batalla.<br />
Si en este tipo de ocasiones logras el triunfo, tus<br />
soldados redoblarán su fuerza, coraje y valor; tu reputación<br />
acrecentará en la medida exacta <strong>del</strong> riesgo que<br />
hayas corrido. Tu ejército se creerá invencible bajo un<br />
jefe como tú.<br />
Por más críticas que puedan ser la situación y las<br />
circunstancias en que te encuentres, no desesperes de<br />
nada; justamente en las ocasiones en que hay que<br />
temerlo todo, no hay que temer nada; cuando uno<br />
está rodeado de todos los peligros no hay que temer<br />
ninguno; cuando se carece de todos los recursos hay<br />
que contar con todos; cuando a uno lo sorprenden hay<br />
que sorprender al enemigo mismo.<br />
Instruye de tal manera a tus tropas que puedan encontrarse<br />
prestas sin preparativos, que tengan grandes<br />
ventajas donde no han buscado ninguna, que sin orden<br />
particular alguno de tu parte improvisen las disposiciones<br />
a tomar, que sin prohibición expresa se prohiban<br />
ellas mismas todo lo que está contra la disciplina.<br />
Vigila, en particular, con una extrema atención que<br />
no se difundan falsos rumores, corta de raíz las quejas<br />
y las murmuraciones, no permitas que se interpreten<br />
como augurios siniestros todos los hechos extraordinarios<br />
que puedan suceder.<br />
Si los adivinos o los astrólogos <strong>del</strong> ejército han vati-
86<br />
cinado la <strong>buen</strong>a suerte, atente a su decisión; si hablan<br />
en forma oscura, interprétalo en <strong>buen</strong> sentido; si vacilan,<br />
o no dicen nada ventajoso, no los escuches, hazlos<br />
callar.<br />
Ama a tus tropas y procúrales toda la ayuda, todas<br />
las ventajas, todas las comodidades que puedan necesitar.<br />
Si sufren rudas fatigas, no es porque les guste; si<br />
soportan el hambre, no es porque no se preocupen<br />
de comer; si se exponen a la muerte, no lo hacen porque<br />
no amen la vida. Si mis oficiales no acrecientan sus<br />
riquezas, no es porque desdeñen los bienes de este<br />
mundo. Haz tú mismo serias reflexiones sobre todo<br />
esto.<br />
Cuando lo hayas dispuesto todo en tu ejército, y una<br />
vez dadas todas las órdenes, si ocurre que tus tropas<br />
adoptan actitudes negligentes y dan señales de tristeza,<br />
si llegan incluso a derramar lágrimas, hazlas salir prontamente<br />
de ese estado de abatimiento y letargo, dales<br />
fiestas, hazles oír el redoble <strong>del</strong> tambor y de otros<br />
instrumentos militares, ejercítalas, hazles hacer evoluciones,<br />
cambiar de lugar, llévalas incluso a sitios un<br />
poco difíciles donde tengan que trabajar y sufrir. Imita<br />
la conducta de Tchuan Tchu y de Tsao-Kuei, y cambiarás<br />
el corazón de tus soldados, los acostumbrarás al<br />
trabajo, se endurecerán, y luego nada les costará esfuerzo.<br />
<strong>Los</strong> cuadrúpedos cocean cuando se los carga demasiado,<br />
se vuelven inútiles cuando se los fuerza con<br />
exceso. Las aves, por el contrario, deben ser forzadas<br />
para que resulten útiles. <strong>Los</strong> hombres ocupan un lugar<br />
intermedio entre unas y otros, hay que cargarlos,<br />
pero no hasta abrumarlos; es necesario incluso forzarlos,<br />
pero con discernimiento y mesura.<br />
Si quieres sacar <strong>buen</strong> partido de tu ejército, si deseas<br />
que sea invencible, haz que se parezca al Chuai<br />
^ Yen. El Chuai Yen es una especie de gran serpiente<br />
que se encuentra en la montaña de Tchang Chan. Si<br />
se golpea sobre la cabeza a esa serpiente su cola acude<br />
de inmediato en ayuda y se curva hasta alcanzar la<br />
cabeza; si se la golpea en la cola, la cabeza se presenta<br />
de inmediato para defenderla; si se la golpea en el medio<br />
o en cualquier otra parte de su cuerpo, se reúnen<br />
allí en seguida la cabeza y la cola. Pero dirá alguien:
87<br />
¿Puede hacer esto un ejército? Sí, puede, debe hacerlo,<br />
y es necesario que lo haga.<br />
Algunos soldados <strong>del</strong> Reino de U se encontraban un<br />
día atravesando un río al mismo tiempo que otros soldados<br />
<strong>del</strong> Reino de Yue; sopló un viento impetuoso,<br />
las embarcaciones se dieron vuelta y los hombres habrían<br />
perecido todos si no se hubieran ayudado mutuamente;<br />
no pensaron entonces que eran enemigos;<br />
se prestaron, por el contrario, toda la ayuda que se<br />
podía esperar de una amistad tierna y sincera, cooperaron<br />
como la mano derecha con la mano izquierda.<br />
Te recuerdo este episodio histórico para hacerte<br />
comprender que no sólo los diferentes cuerpos de tu<br />
ejército deben socorrerse mutuamente, sino también<br />
que es necesario que socorras a tus aliados, que presten<br />
incluso ayuda a los pueblos vecinos que tengan necesidad<br />
de ella; pues si están sometidos a ti, es porque<br />
no han podido hacer a menos; si su soberano te ha<br />
declarado la guerra, no es culpa de ellos. Préstales servicios,<br />
que ya tendrán ellos oportunidad de devolvértelos.<br />
En cualquier país que estés, cualquiera sea el lugar<br />
que ocupes, si en tu ejército hay extranjeros, o si<br />
entre los pueblos vencidos has elegido soldados para<br />
engrosar el número de tus tropas, no permitas nunca<br />
que en los cuerpos que integran sean los más fuertes<br />
o estén en mayoría. Cuando se atan varios caballos a<br />
una misma lanza, hay que tener mucho cuidado de<br />
no incluir los que son indómitos, o ponerlos a todos<br />
juntos o con otros en menor número que ellos, pues<br />
desordenarían el conjunto; pero cuando están domados<br />
siguen fácilmente a la multitud.<br />
En cualquier posición en que puedas estar, si tu<br />
ejército es inferior al de los enemigos, tu sola conducción,<br />
si es <strong>buen</strong>a, puede hacerlo vencer. No basta<br />
contar con los caballos cojos o los carros atascados,<br />
pero ¿de qué te serviría la posición ventajosa si no<br />
supieras sacar partido de tu posición? ¿De qué sirve<br />
la bravura sin la prudencia, el valor sin la astucia?<br />
Un <strong>buen</strong> General saca partido de todo, y sólo está en<br />
condiciones de hacerlo porque realiza todas sus operaciones<br />
con el mayor secreto, sabe mantener la sangre<br />
fría y gobierna con rectitud, tratando sin embargo
88<br />
de que su ejército tenga sin cesar los oídos engañados<br />
y los ojos fascinados: sabe siempre mejor que sus tropas<br />
lo que éstas deben hacer y lo que hay que mandarles.<br />
Si los acontecimientos cambian, él cambia de<br />
conducta; si sus ¡métodos, sus sistemas presentan inconvenientes,<br />
los corrige todas las veces que quiere y<br />
como quiere. Si sus propios hombres ignoran sus designios,<br />
¿cómo podrían penetrarlos los enemigos?<br />
Un General hábil sabe de antemano todo lo que debe<br />
hacer; quien no sea él debe ignorarlo absolutamente.<br />
Tal era la práctica de aquellos de nuestros antiguos<br />
guerreros que más se distinguieron en el arte sublime<br />
<strong>del</strong> gobierno. Si querían tomar por asalto una ciudad,<br />
no hablaban de ello hasta que estaban al pie de los<br />
muros. Eran los primeros en subir y todo el mundo<br />
los seguía; y cuando habían llegado a ubicarse sobre<br />
la muralla, hacían romper todas las escaleras. Si se<br />
encontraban muy avanzados en tierras de aliados, redoblaban<br />
la atención y el secreto.<br />
Conducían por todas partes a sus ejércitos como un<br />
pastor guía a su rebaño; los hacían marchar por donde<br />
les parecía bien, volver sobre sus pasos, retroceder, y<br />
todo eso sin un murmullo, sin que un sólo hombre se<br />
resistiera.<br />
La principal ciencia de un General consiste en conocer<br />
bien las nueve clases de terreno, a fin de poder<br />
hacer en el momento oportuno los nueve cambios. Consiste<br />
en saber desplegar y replegar a sus tropas según<br />
los lugares y las circunstancias, en trabajar con eficacia<br />
para ocultar las propias intenciones y descubrir las<br />
<strong>del</strong> enemigo, en tener por máxima cierta que las tropas<br />
son muy unidas entre ellas cuando están muy<br />
internadas en territorio enemigo; que se dividen, por<br />
el contrario, y se dispersan muy fácilmente cuando sólo<br />
se mantienen en la frontera; que han logrado ya la<br />
mitad de la victoria cuando se apoderaron de todos<br />
los caminos y accesos, tanto <strong>del</strong> lugar en que deben<br />
acampar como de las inmediaciones <strong>del</strong> campamento<br />
enemigo; que es un comienzo de éxito haber podido<br />
acampar en un terreno vasto, espacioso y abierto por<br />
todas partes; pero que casi han vencido cuando en<br />
terreno enemigo se apoderaron de todos los pequeños<br />
lugares, de todos los caminos, de todas las aldeas que
89<br />
se encuentran a lo lejos por los cuatro lados, y cuando<br />
por sus <strong>buen</strong>as maneras se han ganado el afecto de<br />
aquellos a los que quieren vencer, o a los que ya han<br />
vencido.<br />
Instruido por la experiencia y por mis propias reflexiones,<br />
he tratado cuando comandaba ejércitos de<br />
llevar a la práctica todo lo que aquí te indico. Cuando<br />
estaba en lugares de división, trabajaba por la unión<br />
de los corazones y la uniformidad de los sentimientos;<br />
cuando estaba en lugares livianos, reunía a mis hombres<br />
y los ocupaba en tareas útiles; si se trataba de<br />
lugares que pueden ser objeto de disputa, era el primero<br />
en apoderarme de ellos, cuando podía; si el enemigo<br />
se me había anticipado iba tras él y utilizaba artificios<br />
para desalojarlo de allí; cuando tenía que vérmelas<br />
con lugares de reunión, lo observaba todo con<br />
extrema diligencia y veía venir al enemigo; en un<br />
terreno pleno y sin obstáculos, me extendía a mi gusto<br />
e impedía que lo hiciera el enemigo; en lugares de<br />
varias salidas, cuando me era posible ocuparlas todas<br />
me mantenía en guardia, observaba de cerca al enemigo,<br />
no lo perdía de vista; en lugares graves e imporportantes,<br />
nutría bien a los soldados, los colmaba de<br />
caricias; en lugares arruinados o destruidos, trataba<br />
de salir <strong>del</strong> paso sea haciendo rodeos o llenando los<br />
vacíos; en fin, en los lugares de muerte hacía creer al<br />
enemigo que no podía sobrevivir.<br />
Las tropas bien disciplinadas resisten cuando están<br />
cercadas; redoblan sus esfuerzos en las situaciones extremas,<br />
enfrentan los peligros sin temor, se baten<br />
hasta la muerte cuando no hay alternativa, y obedecen<br />
implícitamente. Si las que tú comandas no son así, es<br />
culpa tuya; no mereces estar a su frente.<br />
Si ignoras los planes de los Estados vecinos no podrás<br />
preparar tus alianzas en el momento oportuno;<br />
si no conoces el número de los enemigos contra los<br />
cuales debes combatir ni sus puntos fuertes y débiles,<br />
nunca harás los preparativos ni tomarás las disposiciones<br />
necesarias para la conducción de tu ejército; no<br />
mereces comandarlo.<br />
Si ignoras dónde hay montañas y colinas, lugares<br />
secos o húmedos, escarpados o llenos de desfiladeros,<br />
pantanosos o peligrosos, no podrás dar las órdenes
90<br />
convenientes ni sabrás conducir a tu ejército; eres indigno<br />
de comandarlo.<br />
Si no conoces todos los caminos, si no tienes cuidado<br />
de muñirte de guías seguros y fieles para guiarte en<br />
las rutas que ignoras, no llegarás al término que te<br />
propones, serás víctima de los enemigos; no mereces<br />
comandar.<br />
Cuando un Grande hegemónico ataca a un Estado<br />
poderoso hace de modo que el enemigo no pueda concentrarse.<br />
Lo intimida, impide a sus aliados que se<br />
le unan. Se sigue de ello que el Grande hegemónico<br />
no combate a combinaciones poderosas de Estados y<br />
no alimenta el poder de otros Estados. Para la realización<br />
de sus fines se apoya sobre su capacidad de intimidar<br />
a sus oponentes, y puede así tomar las ciudades<br />
enemigas y destruir al Estado <strong>del</strong> enemigo.<br />
Si no sabes combinar cuatro o cinco a la vez, tus<br />
tropas no podrían ir parejas con las de los vasallos y<br />
feudatarios. Cuando estos tenían que hacer la guerra<br />
contra algún Príncipe grande, se unían entre sí, trataban<br />
de perturbar a todo el Universo, agregaban a su<br />
bando a todas las personas que podían, buscaban sobre<br />
todo la amistad de sus vecinos, incluso la compraban<br />
a precios muy caro si era necesario; no daban<br />
al enemigo tiempo de orientarse, menos aun de recurrir<br />
a sus aliados y reunir todas sus fuerzas, lo atacaban<br />
cuando no estaba aún en estado de defensa;<br />
por eso, si asediaban a una ciudad era seguro que se<br />
apoderaban de ella. Si deseaban conquistar a una provincia<br />
lo conseguían; por más grandes que fueran las<br />
ventajas que obtenían al comienzo, no se adormecían,<br />
no dejaban nunca que su ejército se ablandara en la<br />
ociosidad o la corrupción, mantenían una disciplina<br />
exacta, castigaban con severidad cuando los casos lo<br />
exigían y recompensaban con liberalidad cuando las<br />
ocasiones lo demandaban. Aparte de las leyes ordinarias<br />
de la guerra, hacían otras particulares, según las<br />
circunstancias de los tiempos y los lugares.<br />
¿Quieres tener éxito? Toma como mo<strong>del</strong>o de tu conducta<br />
la que acabo de describirte; considera a tu ejército<br />
como un solo hombre que estás encargado de<br />
conducir, no le justifiques nunca tu manera de actuar;<br />
hazle saber exactamente todas las ventajas que ob-
91<br />
tienen, pero ocúltale con gran cuidado hasta la más<br />
pequeña de tus pérdidas; debes dar todos tus pasos<br />
en el mayor secreto; pon a tus hombres en una situación<br />
peligrosa, y sobrevivirán; dispónlos sobre un<br />
terreno de muerte y vivirán, pues cuando el ejército<br />
se encuentra en tal situación, puede hacer surgir la<br />
victoria de los reveses.<br />
Acuerda recompensas sin preocuparte de los usos<br />
habituales, publica órdenes sin tener en cuenta los precedentes,<br />
y así podrás servirte <strong>del</strong> ejército entero como<br />
de un solo hombre.<br />
Escudriña todos los pasos <strong>del</strong> enemigo, no dejes<br />
de tomar las medidas más eficaces para asegurarte de<br />
la persona de su General; haz matar a su General, pues<br />
siempre combates contra rebeldes.<br />
El nudo de las operaciones militares depende de tu<br />
capacidad para dar la impresión de que te adaptas a<br />
los deseos de tu enemigo.<br />
No dividas jamás tus fuerzas; la concentración te<br />
permitirá matar a su General, aun a una distancia de<br />
mil lenguas; en esto reside la capacidad de alcanzar<br />
tu objetivo de una manera ingeniosa.<br />
Cuando el enemigo te ofrezca una oportunidad, aprovéchala<br />
rápidamente; anticípate a él haciéndote dueño<br />
de algo que le importe y avanza siguiendo un plan<br />
fijado en secreto.<br />
La doctrina de la guerra consiste en seguir la situación<br />
<strong>del</strong> enemigo a fin de decidir acerca de la batalla.<br />
Cuando tu ejército esté fuera de las fronteras haz<br />
cerrar los caminos, destruye las instrucciones que tienes<br />
entre tus manos y no permitas que se escriban ni<br />
reciban noticias; rompe tus relaciones con los enemigos,<br />
reúne tu consejo y exhórtalo a ejecutar el plan;<br />
después de esto, ve hacia el enemigo.<br />
Antes que haya comenzado la campaña, debes ser<br />
como una joven que no sale de su casa; se ocupa de<br />
los quehaceres domésticos, tiene cuidado de prepararlo<br />
todo, lo ve todo, lo oye todo, lo hace todo, pero en<br />
apariencia no interviene en nada.<br />
Una vez comenzada la campaña, debes tener también<br />
la ligereza de una liebre, que al verse perseguida<br />
por cazadores trataría dando mil vueltas de encontrar<br />
al fin su madriguera para refugiarse segura en ella.
Principio duodécimo<br />
El arte de atacar por el<br />
<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> dijo: las diferentes maneras de combatir por<br />
el fuego se reducen a cinco. La primera consiste en<br />
quemar a los hombres; la segunda, en quemar las provisiones;<br />
la tercera, en quemar los bagajes; la cuarta,<br />
en quemar los arsenales y almacenes; y la quinta, en<br />
utilizar proyectiles incendiarios.<br />
Antes de emprender este tipo de combate hay que<br />
preverlo todo, es necesario examinar la posición de<br />
los enemigos, ponerse al tanto de todos los caminos<br />
por donde éstos podrían escapar o recibir ayuda, muñirse<br />
de las cosas necesarias para la ejecución <strong>del</strong> proyecto,<br />
y además deben ser favorables el tiempo y las<br />
circunstancias.<br />
Prepara en primer lugar todas las materias combustibles<br />
que quieras utilizar: cuando les hayas puesto<br />
fuego, atiende a la humareda. Hay el momento de ponerles<br />
fuego, hay el día de hacer estallar el incendio:<br />
no vayas a confundir estas dos cosas. El tiempo de<br />
encender el fuego es aquel en que todo está tranquilo<br />
bajo el cielo, en que la serenidad parece duradera. El<br />
día de hacer estallar el incendio es aquel en que la luna<br />
se encuentra en una de las cuatro constelaciones, Qui,<br />
Pi, Y, Tchen. Es raro que no sople entonces el viento,<br />
y ocurre muy a menudo que lo haga con fuerza.
93<br />
Las cinco maneras de combatir por el fuego requieren<br />
de tu parte una conducta que varíe según las circunstancias:<br />
estas variaciones se reducen a cinco. Voy<br />
a indicártelas para que puedas emplearlas según las<br />
ocasiones.<br />
1? Cuando hayas puesto fuego, si después de un<br />
tiempo no hay ningún rumor en el campamento de los<br />
enemigos, si todo está tranquilo entre ellos, quedate<br />
tú tranquilo y no emprendas nada; atacar de un modo<br />
imprudente equivale a tratar de ser derrotado. Sabes<br />
que el fuego ha tomado cuerpo, eso debe bastarte:<br />
mientras esperes, debes suponer que el fuego actúa<br />
sordamente; sus efectos serán por ello más funestos.<br />
Está dentro; espera que estalle y que veas chispas fuera,<br />
y podrás ir a recibir a los que sólo tratarán de<br />
salvarse.<br />
2? Si algún tiempo después de haber puesto fuego<br />
ves que se eleva en remolinos, no des a los enemigos<br />
tiempo de extinguirlo, envía hombres para atizarlo,<br />
dispon prontamente todas las cosas y corre al combate.<br />
3? Si pese a todas tus medidas y a todos los artificios<br />
que hayas podido emplear, tus hombres no lograron<br />
penetrar en el interior, y si te ves forzado a<br />
poner fuego sólo desde afuera, observa de qué lado<br />
viene el viento; de ese lado debe comenzar el incendio;<br />
por ese mismo lado debes atacar. En estas ocasiones,<br />
que no te ocurra nunca combatir bajo el viento.<br />
4° Si durante el día el viento ha soplado continuamente,<br />
considera cosa segura que durante la noche<br />
habrá un rato en que cesará: toma entonces tus precauciones<br />
y disposiciones.<br />
5°> Un General que para combatir a sus enemigos<br />
sabe emplear siempre el fuego a propósito, es un hombre<br />
realmente esclarecido; un General que sabe servirse<br />
de agua y de la inundación para el mismo fin,<br />
es un hombre excelente. Sin embargo, sólo hay que<br />
emplear el agua con discreción. Sírvete de ella, enhora<strong>buen</strong>a;<br />
pero que sólo sea para arruinar los caminos
94<br />
por donde los enemigos podrían escapar o recibir<br />
ayuda.<br />
Las diferentes maneras de combatir por el fuego,<br />
que te acabo de indicar, van por lo común seguidas<br />
de una plena victoria cuyos frutos debes saber recoger.<br />
El más considerable de todos es aquel sin el cual habrías<br />
perdido tus preocupaciones y esfuerzos, y consiste<br />
en conocer el mérito de todos los que se hayan<br />
distinguido, de recompensarlos en proporción de lo que<br />
hayan hecho por el éxito de la empresa. <strong>Los</strong> hombres<br />
se guían comúnmente por el interés; si tus tropas sólo<br />
encuentran en el servicio penas y trabajo, no las<br />
podrás emplear dos veces con ventaja.<br />
La necesidad es lo único que debe hacer emprender<br />
una guerra. <strong>Los</strong> combates, cualquiera que sea su naturaleza,<br />
tienen siempre algo funesto para los vencedores<br />
mismos; no hay que librarlos sino cuando la<br />
guerra no se pueda hacer de otra manera.<br />
Cuando un Soberano está animado por la cólera<br />
o la venganza, no debe ocurrírsele nunca reclutar tropas;<br />
cuando un General encuentra que tiene en su<br />
corazón los mismos sentimientos, no debe librar jamás<br />
combates. Para el uno y para el otro los tiempos son<br />
nebulosos: que esperen días de serenidad para decidirse<br />
y actuar.<br />
Si puede obtenerse alguna ventaja poniéndose en<br />
movimiento, haz marchar a tu ejército; si no prevés<br />
ninguna ventaja, manténte en reposo: por más legítimos<br />
que sean los motivos de irritación que tengas,<br />
aunque te hayan provocado, incluso insultado, espera<br />
para tomar partido a que el fuego de la cólera se haya<br />
disipado y a que los sentimientos pacíficos se eleven<br />
en tropel en tu corazón: no olvides jamás que tu designio,<br />
al hacer la guerra, debe ser el de procurar al<br />
Estado la gloria, el esplendor y la paz, y no el de<br />
hacerlo caer en perturbaciones, desolación y confusión.<br />
Lo que defiendes son los intereses <strong>del</strong> país y no<br />
tus intereses personales. Tus virtudes y tus vicios, tus<br />
hermosas cualidades y tus defectos recaen igualmente<br />
sobre aquellos a los que tú representas. Tus menores<br />
faltas son incluso de importancia; las grandes resultan<br />
a menudo irreparables, y siempre muy funestas. Es<br />
difícil sostener un Reino al que hayas puesto en la
95<br />
pendiente de su ruina; es imposible rehacerlo una vez<br />
destruido: no se resucita a un muerto.<br />
Así como un Príncipe sensato y esclarecido pone el<br />
máximo cuidado en gobernar bien, un General hábil<br />
no olvida nada de lo necesario para formar <strong>buen</strong>as<br />
tropas y emplearlas en salvaguardar el Estado y preservar<br />
el Ejército.
Principio decimotercero<br />
La concordia y la discordia<br />
<strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> dijo: si teniendo preparado un ejército de<br />
cien mil hombres debes conducirlo a la distancia de<br />
cien leguas, hay que tener en cuenta que tanto fuera<br />
como dentro todo estará en movimiento y producirá<br />
ruido. Las ciudades y aldeas de donde hayas tomado<br />
los hombres que componen tus tropas; los caseríos y<br />
los campos de donde hayas sacado tus provisiones y<br />
todo los arreos de quienes deben llevarlas; los caminos<br />
llenos de gentes que van y vienen, todo esto no ocurriría<br />
sin que muchas familias se hallen en la desolación,<br />
muchas tierras queden sin cultivar y el Estado realice<br />
cuantiosos gastos.<br />
Setecientas mil familias desprovistas de sus jefes o<br />
de su principal apoyo se encuentran de golpe impedidas<br />
de consagrarse a sus tareas ordinarias; las tierras<br />
privadas <strong>del</strong> mismo número de hombres que les daban<br />
valor, disminuyen, en proporción a los cuidados que<br />
se les niegan, tanto la cantidad como la calidad de sus<br />
producciones.<br />
La designación de tantos Oficiales, la paga diaria de<br />
tantos soldados y el mantenimiento de todos los hombres<br />
van vaciando poco a poco los graneros y los cofres<br />
<strong>del</strong> Príncipe, así como los <strong>del</strong> pueblo, y no dejarán<br />
de agotarlos a breve plazo.
97<br />
Quien emplea muchos años en observar a sus enemigos<br />
o en hacer la guerra no ama a su pueblo, es el<br />
enemigo de su país; todos los gastos, todas las penas,<br />
todos los trabajos y fatigas de muchos años sólo llegan<br />
muy a menudo, para los vencedores mismos, a una jornada<br />
de triunfo y de gloria, aquella en que vencieron.<br />
Emplear sólo para vencer la vía de los sitios y las batallas,<br />
equivale igualmente a ignorar los deberes <strong>del</strong><br />
soberano y los <strong>del</strong> General; es no saber gobernar; es<br />
no saber servir al Estado.<br />
Así, una vez formado el designio de hacer la guerra,<br />
cuando las tropas estén ya en pie de guerra y en estado<br />
de emprenderlo todo, no desdeñes emplear los artificios.<br />
Comienza por ponerte al tanto de todo lo que concierne<br />
a los enemigos; debes saber exactamente todas<br />
las relaciones que estos puedan tener, sus vinculaciones<br />
e intereses recíprocos; no ahorres las grandes sumas<br />
de dinero; no lamentes el que inviertas en país<br />
Extranjero, sea para procurarte gente fiel o para lograr<br />
conocimientos exactos, como tampoco el que emplees<br />
para pagar a quienes se enrolen bajo tus estandartes:<br />
cuanto más gastes más ganarás; es un dinero<br />
que inviertes para obtener de él un gran interés.<br />
Mantén espías en todas partes, entérate de todo, no<br />
descuides nada que puedas llegar a conocer; pero cuando<br />
te hayas enterado de algo, no lo confíes indiscretamente<br />
a todos los que se te aproximan.<br />
Cuando emplees algún artificio, no lograrás éxito<br />
con él invocando a los Espíritus ni previendo aproximadamente<br />
lo que debe o puede ocurrir; sólo lo conseguirás<br />
conociendo con seguridad, por informe fiel<br />
de las personas que te sirven, la disposición de los enemigos,<br />
tenida cuenta de lo que quieres que hagan.<br />
Cuando un General hábil se pone en movimiento el<br />
enemigo ya está vencido: cuando combate, debe hacer<br />
él sólo más que todo su ejército en conjunto; no sin<br />
embargo por la fuerza de su brazo, sino mediante la<br />
prudencia, su manera de comandar, y sobre todo la astucia.<br />
Es necesario que a la primera señal una parte<br />
<strong>del</strong> ejército enemigo se ponga de su lado para combatir<br />
bajo sus estandartes; es necesario que sea siempre el
98<br />
árbitro que acuerda la paz y establece las condiciones<br />
que juzgue oportunas.<br />
El gran secreto <strong>del</strong> éxito en todo consiste en el arte<br />
de saber introducir divisiones en forma oportuna; división<br />
en las ciudades y las aldeas, división exterior,<br />
división entre los inferiores y los superiores, división<br />
de muerte, división de vida.<br />
Estos cinco tipos de divisiones son sólo ramas de<br />
un mismo tronco. Quien sabe utilizarlas es un hombre<br />
verdaderamente digno de comandar; es el tesoro de su<br />
Soberano y el sostén <strong>del</strong> Imperio.<br />
Llamo división en las ciudades y aldeas a aquella por<br />
la cual se encuentra la manera de separar <strong>del</strong> partido<br />
enemigo a los habitantes de las ciudades y aldeas que<br />
están bajo su dominio, y de ligarlos a la propia causa<br />
de manera de poder servirse de ellos con seguridad<br />
en caso necesario.<br />
Llamo división exterior a aquella por la cual se encuentra<br />
la manera de tener a su servicio a los Oficiales<br />
que sirven en ese momento en el ejército enemigo.<br />
Por división entre los superiores y los inferiores entiendo<br />
la que nos pone en condiciones de aprovechar<br />
de la desinteligencia que hayamos sabido sembrar entre<br />
los aliados, entre los diferentes cuerpos o entre los<br />
oficiales de diverso grado que componen el ejército<br />
contra el cual debemos combatir.<br />
La división de muerte es aquella por la cual, después<br />
de haber dado falsa información sobre el estado en que<br />
nos encontramos, hacemos correr rumores tendenciosos,<br />
los cuales hacemos llegar hasta la Corte de su Soberano<br />
que, creyéndolos verdaderos, se conduce en consecuencia<br />
respecto de sus Generales y de todos los Oficiales<br />
que están en ese momento a su servicio.<br />
La división de vida es aquella por la cual se distribuye<br />
dinero a manos llenas a todos los que abandonaron<br />
el servicio de su legítimo Señor y pasaron a tu lado,<br />
para combatir bajo tus estandartes o para prestarte<br />
otros servicios no menos esenciales.<br />
Si has sabido hacerte de personas que te sean fieles<br />
en las ciudades y aldeas de los enemigos, no pasará<br />
mucho tiempo antes de que dispongas de una cantidad<br />
de hombres cabalmente consagrados a tu servicio; sabrás<br />
por medio de ellos cuál es la disposición de la
99<br />
mayoría de los suyos a tu respecto; te sugerirán la<br />
manera y los medios que debes emplear para ganarte<br />
la voluntad de aquellos de sus compatriotas que más<br />
te sean de temer; y cuando llegue el momento de sitiar<br />
las ciudades podrás realizar conquistas sin verte<br />
obligado a tomarlas por asalto, sin librar combate e<br />
incluso sin sacar la espada.<br />
Si los enemigos que están en ese momento ocupados<br />
en hacerte la guerra tienen a su servicio oficiales<br />
que no estén de acuerdo entre sí; si están divididos<br />
por mutuas sospechas, pequeños celos, intereses personales,<br />
encontrarás fácilmente los medios para apartar<br />
a algunos y atraértelos; pues por muy virtuosos que<br />
por lo demás sean, por muy dedicados que estén a su<br />
Soberano, el incentivo de la venganza, el de las riquezas<br />
o de los cargos eminentes que les prometes bastarán<br />
de sobra para ganarte su voluntad; y una vez que<br />
se enciendan esas pasiones en su corazón, no habrá<br />
nada que no intenten para satisfacerlas.<br />
Si los diferentes cuerpos que componen el ejército<br />
de los enemigos no se sostienen entre sí, si están ocupados<br />
en observarse mutuamente, si tratan de dañarse<br />
unos a otros, te será fácil alimentar su desinteligencia,<br />
fomentar sus divisiones; los destruirás poco a poco utilizando<br />
a unos contra otros, sin que haya necesidad de<br />
que alguno de ellos se declare abiertamente de tu parte;<br />
todos te servirán sin quererlo, incluso sin saberlo.<br />
Si has hecho correr rumores, tanto para persuadir<br />
respecto de lo que quieras que se crea acerca de ti, como<br />
sobre los falsos pasos que supondrás que han dado<br />
los Generales enemigos; si has hecho llegar falsas noticias<br />
hasta la Corte y al Consejo mismo <strong>del</strong> Príncipe<br />
contra cuyos intereses tienes que combatir; si has sabido<br />
hacer dudar de las <strong>buen</strong>as intenciones de aquellas<br />
mismas personas cuya fi<strong>del</strong>idad a su Príncipe te sea<br />
muy conocida, pronto verás que entre los enemigos las<br />
sospechas han ocupado el lugar de la confianza, que<br />
los castigos fueron sustituidos por las recompensas y<br />
éstas por aquellos, que los más leves indicios gozan de<br />
la calidad de pruebas muy convincentes para hacer perecer<br />
a cualquiera que caiga bajo sospecha.<br />
Entonces sus mejores Oficiales, sus Ministros más<br />
esclarecidos sentirán disgusto, su celo se atenuará, y
100<br />
viéndose sin esperanza de una suerte mejor se refugiarán<br />
junto a ti para librarse de los justos temores que<br />
continuamente los agitaban y para poner sus días a<br />
cubierto.<br />
Sus parientes, sus aliados o sus amigos serán objeto<br />
de acusaciones, se los perseguirá o condenará a muerte.<br />
Se formarán conspiraciones, despertará la ambición,<br />
sólo habrá perfidias, crueles ejecuciones, desórdenes y<br />
revueltas por todos lados.<br />
¿Qué te quedará por hacer para adueñarte de un<br />
país cuyos pueblos querrían verte ya en posesión de él?<br />
Si recompensas a quienes han pasado de tu lado<br />
para librarse de los justos temores que los acosaron<br />
continuamente y para poner sus días a cubierto; si<br />
les das empleo, sus parientes, sus aliados, sus amigos<br />
serán otros tantos subditos que adquirirás para tu<br />
Príncipe.<br />
Si distribuyes dinero a manos llenas, si tratas bien<br />
a todo el mundo, si impides que tus soldados cometan<br />
el más mínimo estrago en los lugares por donde pasen,<br />
si los pueblos vencidos no sufren ningún daño, ten<br />
por seguro que ya están ganados para ti, y que los <strong>buen</strong>os<br />
juicios que sobre ti emitan te atraerán más súbditos<br />
para tu Señor y más ciudades para su dominación,<br />
que las más brillantes victorias.<br />
Manténte vigilante e inquisitivo, pero muestra en tu<br />
exterior mucha seguridad, simplicidad y aun indiferencia;<br />
debes estar siempre en guardia, aunque parezcas<br />
no pensar en nada; desconfía de todo, aunque parezcas<br />
no desconfiar; mantén un extremo secreto, aunque<br />
parezca que todo lo haces al descubierto, pon espías<br />
por todas partes; en lugar de palabras, sírvete de señales;<br />
debes ver por la boca, hablar por los ojos; no<br />
es fácil sino muy difícil. A veces uno se engaña cuando<br />
cree engañar a los demás. Sólo un hombre de una prudencia<br />
consumada, extremadamente astuto, sabio de<br />
primer orden, podrá emplear a propósito y con éxito<br />
el artificio de las divisiones. Si no tienes esas cualidades,<br />
debes renunciar a él; el uso que de él hicieras redundaría<br />
en tu detrimento.<br />
Después de haber concebido algún proyecto, si te<br />
enteras de que tu secreto ha trascendido, haz morir sin<br />
remisión tanto a quienes lo hayan divulgado como a
101<br />
aquellos a cuyo conocimiento haya llegado; éstos aún<br />
no son en verdad culpables, pero podrían llegar a serlo.<br />
Su muerte salvará la vida a algunos millares de hombres<br />
y asegurará la fi<strong>del</strong>idad de un número mayor aun.<br />
Castiga con severidad, recompensa con largueza;<br />
multiplica los espías, dispónlos por todas partes, en el<br />
propio Palacio <strong>del</strong> Príncipe enemigo, en la Mansión<br />
de sus Ministros, bajo las tiendas de sus Generales;<br />
ten una lista de los principales Oficiales que están a<br />
su servicio; debes saber sus nombres, sus sobrenombres,<br />
el número de sus hijos, de sus parientes, de sus<br />
amigos, de sus domésticos; que nada ocurra entre ellos<br />
sin que tú estés enterado.<br />
Tendrás espías por todos lados: debes suponer que<br />
el enemigo dispondrá también los suyos. Si llegas a<br />
descubrirlos, cuídate bien de condenarlos a muerte;<br />
sus días deben ser para ti infinitamente preciosos. <strong>Los</strong><br />
espías de los enemigos te servirán con eficacia si mides<br />
de tal manera tus pasos, tus palabras y todas tus acciones,<br />
que sólo puedan dar siempre noticias falsas a<br />
aquellos que los han enviado.<br />
En fin, un <strong>buen</strong> General debe sacar partido de todo;<br />
no tiene que sorprenderse de nada, ocurra lo que ocurriere.<br />
Pero por sobre todo, y de preferencia a todo,<br />
debe poner en práctica estos cinco tipos de divisiones.<br />
Nada resulta imposible a quien sepa servirse de ellas.<br />
Defender los Estados de su Soberano, engrandecerlos,<br />
hacer cada día nuevas conquistas, exterminar a<br />
los enemigos, fundar incluso nuevas Dinastías, todo<br />
esto puede no ser más que el efecto de las disensiones<br />
empleadas a propósito.<br />
Tal fue la vía que permitió el advenimiento de las<br />
Dinastías Yin y Tcheu, cuando Servidores tránsfugas<br />
contribuyeron a su elevación.<br />
¿Cuál de nuestros libros no hace el elogio de estos<br />
grandes ministros? ¿Les ha dado alguna vez la Historia<br />
el nombre de traidores a su Patria o de rebeldes a sus<br />
Soberanos? Sólo el Príncipe esclarecido y el digno General<br />
pueden ganar para su servicio a los espíritus más<br />
penetrantes y realizar vastas empresas. Un ejército sin<br />
agentes secretos es un hombre sin ojos ni oídos.
102<br />
El período histórico: los Reinos Combatientes<br />
Del siglo v al iii a. C. los Reinos combatientes luchan para<br />
formar entidades políticas más vastas. Dos grandes Ligas se<br />
enfrentan para lograr la hegemonía en el curso de esta "guerra<br />
de trescientos años":<br />
A) La Liga <strong>del</strong> Norte alentada por el Estado Ts'in, reino establecido<br />
sobre un promontorio que domina el sistema<br />
hidráulico <strong>del</strong> río Amarillo y controla las vías de comunicación<br />
y el sistema defensivo de la Gran Muralla. <strong>Sun</strong><br />
<strong>Tse</strong> parece haber estado vinculado con esta Liga, que llegó<br />
a someter a los Estados Tsin, Tchi, Tchao y Uei.<br />
B) La Liga <strong>del</strong> Sur dirigida por el Estado Tchu, reino situado<br />
en el centro <strong>del</strong> sistema de lagos y canales <strong>del</strong> río<br />
Azul, que redujo a los Estados Yue, Tshai, U y Tcheu.<br />
La Liga <strong>del</strong> Norte venció a la <strong>del</strong> Sur en la lucha por la<br />
preponderancia que terminó en la instauración <strong>del</strong> Imperio.<br />
Algunas precisiones cronológicas referidas<br />
a <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> a. C.<br />
512 <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong>, nativo <strong>del</strong> Estado Tchi, a la cabeza de los<br />
ejércitos <strong>del</strong> Estado de U ataca al Reino de Tchu,<br />
pero no puede tomar la capital.<br />
511 <strong>Nueva</strong> campaña de <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong>.<br />
510 El Estado de U obtiene la victoria en su campaña<br />
contra Yue.<br />
509-508 Tchu invade U sin beneficiarse con ello.<br />
506 El Estado U, aliado al Reino de Tshai, se apodera<br />
de la capital de Tchu en el curso de una batalla<br />
decisiva.<br />
Ultima mención de <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> en Las Memorias históricas<br />
de Se-ma Ts'ien.<br />
505 El Reino de Yue emprende una expedición contra<br />
el Reino de U, mientras el ejército de este último<br />
está ocupado en operaciones en Tchu.<br />
Simultáneamente el Estado Ts'in ataca al ejército U,<br />
que se obligado a evacuar Tchu y volver* a su país.<br />
504-473 Las numerosas campañas por U contra Yue terminan<br />
con su propia caída. Yue, vencedor pero agotado,<br />
es absorbido a su vez por la Liga <strong>del</strong> Sur.
Indice<br />
Vida de <strong>Sun</strong> <strong>Tse</strong> (según Se-ma Ts'ien) 7<br />
I La evaluación 17<br />
II La iniciación de las acciones 22<br />
III Proposiciones de la victoria y<br />
de la derrota 26<br />
IV La medida en la disposición de los<br />
medios 33<br />
V La firmeza 38<br />
VI De lo lleno y de lo vacío 42<br />
VII El enfrentamiento directo e indirecto 49<br />
VIII <strong>Los</strong> nueve cambios 55<br />
IX La distribución de los medios 62<br />
X La topología 71<br />
XI Las nueve clases de terrenos 79<br />
XII El arte de atacar por el fuego 92<br />
XIII La concordia y la discordia 96<br />
Cronología 102
SE ACABÓ DE IMPRIMIR<br />
EL DÍA 6 DE FEBRERO DE 1973 EN LOS<br />
TALLERES GRÁFICOS DIDOT, S. C. A.<br />
LUCA 2223, BUENOS AIRES