Anuario Espírita 2000 - ¡Bienvenido a Mensaje Fraternal!

en efecto naciera con la misión de vivir la Caridad, en espíritu y verdad, dentro
de la Iglesia Católica, que merece todo nuestro respeto, en un tiempo en que el
protestantismo y el jansenismo le amenazaban la estabilidad, siendo él, Vicente,
amigo del abad de Saint Cyran, un polemista por temperamento y formación, que
vendría a unirse, por siete años, de 1609 a 1616, al holandés Cornelio Jansen,
futuro obispo de Ypres, más conocido por Jansenio (1585-1638), según la
versión latinizada de su nombre, no dejándose influenciar, de forma patológica,
ya que Vicente siempre actuó con amor y discernimiento, pasándolo todo por
el tamiz de la razón, como vendría a recomendar más tarde Allan Kardec, ni por
su otro infatigable compañero en la lucha contra el jansenismo, Alano de
Solminihac, obispo de Cahors, desencarnado el 31 de diciembre de 1659. Su
compromiso era con la Caridad, siempre agradecido a los que confiaron en él,
ejerciendo el sacerdocio con devoción, evidenciada, de manera indudable, en
ocasión de la partida del rey Luis XIII de este mundo, a quien prestó el socorro
de la oración en sus últimos instantes de agonía, cuya desencarnación se dio
el 14 de mayo de 1643, a las dos y media de la tarde, a los sesenta y dos años de
edad, en el mismo día que, treinta años atrás, había sido asesinado su padre,
Henrique IV, pasando a ocupar Ana de Austria, su madre, por diez años, el reino,
apartando al cardenal Richelieu (1585-1642), que nunca se ordenara sacerdote
y sirviera a su hijo por veinte años, acumulando una fortuna colosal, y colocando
al cardenal Mazarino (1602-1661), prelado y político francés de origen italiano,
otro que colocaba la trama política y la sed de poder por encima de cualquier
preocupación de orden religiosa, incapaces, ambos, por sí mismos, de mejorar
la condición del pueblo sufridor, el cual, además de padecer a consecuencia de
las guerras con otros países, vino a penar los duros rigores de tres guerras civiles,
conocidas como las Frondas (la parlamentaria, del 6 de enero al 11 de marzo de
1649; la de los príncipes, de 1650 a 1653, y la victoria de Mazarino, de 1653 a 1661),
cuyo fin permitió el regreso de la Reina Madre y Luis XIV a París.
Sobre esa época de guerras, se expresó así Vicente en una de sus cartas:
“Renuevo la recomendación que hice, y que nunca se hará bastante, de
rezar para que Dios quiera reunir los corazones de los príncipes cristianos. Hay
guerra en todos los reinos católicos: guerra en Francia, en España, en Italia, en
Alemania, en Suecia, en Polonia, atacada por tres partes; en Irlanda, inclusive
en las pobres montañas y en lugares casi deshabitados. Escocia no está mucho
mejor; de Inglaterra ya sabéis su triste situación. Guerra por todas partes, miseria
por todas partes. En Francia, hay muchos que sufren. ¡Oh Salvador! ¡Oh
Salvador! (...) ¡Qué harán esas pobres gentes de la frontera, que vienen sufriendo
esas miserias desde hace veinte años! Sí, hace veinte años que están continuamente
en guerra; si siembran, no están seguros de poder cosechar; vienen los
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