Lamentaciones de un prepucio - Fundación Tres Culturas

“herético”, lleno de impertinencias y blasfemias, su infancia en un barrio
residencial de Nueva York poblado por comunidades judías ortodoxas, con idas
y venidas constantes a la sinagoga y a la yeshiva o escuela de estudio de la
Torá y el Talmud (casi siempre exclusivas para hombres). El panorama descrito
no resulta demasiado alentador: rabinos enormes y terribles, un padre violento
y bebedor, una madre autocompasiva, unos hermanos un tanto idiotas, la
obligación de comer únicamente comida kosher… y un Dios omnipresente al
que hay que temer, vengativo y cruel, cuyo nombre ni siquiera es lícito
pronunciar.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, su adolescencia sólo podía estar marcada
por la rebeldía: hurtos y robos, pornografía, marihuana, blasfemias, comida no
kosher… Violando mandamientos simplemente por el placer de hacerlo. Todo
ello le alejará de la observancia de la religión judía y afectará a sus lazos
familiares. En la novela no falta su estancia en Israel. Es un periodo hilarante
de la vida de Auslander en el que alcanza mayores cotas de libertad (y de THC
en sangre), y encadena fracaso tras fracaso sentimental. No encontraremos
condenas al sionismo, habituales en la izquierda judía norteamericana, más
bien declaraciones como ésta: “Los israelíes vendían hierba, me dijeron, y los
árabes hachís; me parecía que las esperanzas de Oriente Medio eran muy
escasas si ni siquiera conseguían ponerse de acuerdo en cómo colocarse”.
Aunque cabría preguntarse si ha dejado de ser creyente. Hay mucha literatura
que afirma que renegar del judaísmo es otra forma de ser judío. Por otra parte,
hoy Shalom lleva una vida convencional, de la que aparecen también
pinceladas en el libro; está felizmente casado, tiene un hijo reciente, y éxito
como escritor. Por cierto, su nombre, Shalom, significa “paz” en hebreo.
miserablemente”.
El autor reconoce seguir siendo creyente aun
resistiéndose con todas sus fuerzas. “No guardo el
Sabbath ni rezo tres veces al día, ni espero seis horas
para comer carne si he tomado leche. La gente que me
crió dirá que no soy religioso. Se equivocan. Lo que no
soy es practicante. Pero soy religioso de una manera
dolorosa, agobiante, incurable, miserable, y últimamente
he observado, perplejo y consternado, que por todo el
mundo hay cada vez más gente que parece estar
encontrando Dioses, cada uno de ellos con más odio y
más sediento de sangre que el siguiente, mientras yo
hago todo lo que puedo para perder el mío. Y fracaso
Resulta curiosa esta aparente contradicción. Shalom propone otra forma de
entender la relación con Dios que no otorgue primacía a la religión sobre la
vida, sino justo al revés. Le gustaría conceder a Dios “el mérito de ser capaz de
Guía de lectura – Lamentaciones de un prepucio…………………………………………………………4