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No. 1 enero-febrero 2007 - Revista Revolución y Cultura

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PORTADA y CONTRAPORTADA:<br />

Proyecto de Reforma y Ensanche de la ciudad<br />

de Barcelona (Ildefons Cerdà, 1859) y Plano de<br />

las zonas del Príncipe, San Nazario, Santa Clara,<br />

batería de la Reina y Chorrera en El Vedado.<br />

REVERSO DE PORTADA:<br />

Roberto Matta. Del álbum<br />

Los Oh! Tomóviles. Aguafuerte y aguatinta.<br />

415 x 550 mm. s/n,1972.<br />

Foto: Cortesía de Casa de Las Américas<br />

REVERSO DE CONTRAPORTADA:<br />

Yami Martínez. Caridad del Cobre<br />

Técnica mixta/cartulina, <strong>2007</strong><br />

Directora<br />

Luisa Campuzano<br />

Subdirector<br />

editorial<br />

José León Díaz<br />

Consejo asesor<br />

Graziella Pogolotti,<br />

Ambrosio Fornet y<br />

Antón Arrufat<br />

Jefa de redacción<br />

Conchita Díaz-Páez<br />

Administrador<br />

Iván Barrera<br />

Redacción<br />

Jaime Sarusky,<br />

Amado del Pino e<br />

Israel Castellanos<br />

Corrección<br />

Surelys Álvarez<br />

Diseño<br />

Arturo Bustillo Solís<br />

Realización Edición<br />

Digital<br />

Luis Augusto González<br />

Pastrana<br />

Relaciones públicas<br />

Rosario Parodi<br />

Composición<br />

Maritza Alonso<br />

Redacción y<br />

Ofi cinas<br />

Calle 4 # 205, e/<br />

Línea y 11, Vedado,<br />

Plaza de la <strong>Revolución</strong><br />

Telf: 830-3665<br />

E-mail: ryc@cubarte.<br />

cult.cu<br />

Web site: www.ryc.<br />

cult.cu<br />

Precio del ejemplar:<br />

$ 5.00<br />

atrasado: 5.50<br />

Fotomecánica e<br />

Impresión:<br />

Merci Group Corporation<br />

Permiso<br />

81279/143.<br />

Publicación fi nanciada<br />

por el FONCE<br />

4<br />

9<br />

20<br />

23<br />

26<br />

28<br />

32<br />

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54<br />

58<br />

68<br />

70<br />

Teatro<br />

Ur-Hamlet sintetiza cuarenta años de búsquedas y<br />

desafíos de Eugenio Barba y el Odin Teatret. Luego<br />

de asistir a parte del proceso de creación y puesta en<br />

espacio de este espectáculo, seis tea-tristas cubanos<br />

nos refi eren sus experiencias.<br />

Seis profesores en busca de Ur-Hamlet. Raquel Carrió<br />

Ur-Hamlet y la Gesta Danorum: nota sobre las fuentes<br />

y traducción de Saxo Grammaticus.<br />

José Alegría<br />

El poeta y la actriz. Entrevista a Julia Varley.<br />

Nara Mansur<br />

El mundo del príncipe Panji. Presencia del Gambuh<br />

balinés. Jaime Gómez Triana<br />

Persistencia del ritual. Entrevista a Cristina Wistari.<br />

Nara Mansur<br />

Transfi guración afrobrasileña de Hamlet<br />

Habey Hechavarría Prado<br />

<strong>No</strong>s despertarán los perros. Abel González Melo<br />

Otro Salón que tuvo su Antisalón. Israel Castellanos<br />

León | Algo más que contradicciones estético-artísticas<br />

llevó a la división de los creadores de vanguardia en la<br />

Cuba de la segunda mitad de los cincuenta.<br />

«Yo no pinto, muerdo». Adelaida de Juan | La autora<br />

rememora la presencia de Matta en Cuba y valora su<br />

signifi cación en la plástica universal del siglo XX, con<br />

motivo de la clausura del Año Matta, amplia muestra<br />

desplegada en la Casa de las Américas.<br />

Hemingway, Corrales y una leyenda que no se apaga.<br />

Jaime Sarusky | Confesiones de un fotógrafo sobre<br />

unas imágenes que hicieron historia.<br />

Los dramaturgos del XXI. Amado del Pino | Breves<br />

refl exiones sobre la más reciente hornada de dramaturgos<br />

cubanos y cómo refl ejan en sus obras las<br />

contradicciones y certezas del nuevo siglo.<br />

Ildefons Cerdà y Luís Yboleón Bosque. Idea y realidad<br />

de dos proyectos de ciudad. Xavier Eizaguirre<br />

Garaitagoitia y Carles Crosas Armengol | Similitudes y<br />

diferencias entre dos excepcionales proyectos urbanísticos<br />

coincidentes en el tiempo: El Vedado y el Ensanche<br />

de Barcelona.<br />

A tiempo<br />

Visto en La Habana// El paisaje de un académico |<br />

Adelaida de Juan.<br />

Al calor de las edades | María Elena Llana<br />

Miguel Barnet o la identidad criolla | Lisandro Otero.<br />

Modas y modos narrativos, discursos y recursos del<br />

cine contemporáneo | Frank Padrón.<br />

Vistazos<br />

Espacio Abierto<br />

RyC<br />

<strong>No</strong>.1|<strong>2007</strong><br />

<strong>enero</strong>-<strong>febrero</strong> de<br />

<strong>2007</strong>| Época V.<br />

Año 49 de la <strong>Revolución</strong>,<br />

La Habana, Cuba<br />

Cada trabajo expresa<br />

la opinión<br />

de su autor.


Teatro<br />

Profesora y<br />

crítica; dramaturga,investigadora,ensayista<br />

y asesora de<br />

Teatro Buendía.<br />

ablar de un Theatrum Mundi pudiera parecer<br />

ambicioso. ¿Es que existe ese Teatro del<br />

Mundo, más allá de las barreras geográfi cas,<br />

lingüísticas o históricas? Más aún: ¿es que<br />

existe ese Mundo uno, a pesar de las diferencias<br />

eco-nómicas, políticas y culturales que cada día<br />

marcan una distancia mayor entre el <strong>No</strong>rte y el<br />

Sur, el Este y el Oeste, el mundo rico y civilizado de<br />

Occidente y la barbarie que –desde luego– concentra<br />

sus escenarios lejos de los centros culturales de<br />

poder? 1<br />

En el verano de 2006 seis profesores del Departamento<br />

de Teatrología y Dramaturgia del Instituto<br />

Superior de Arte de Cuba compartimos con el Odin<br />

Teatret una experiencia apasionante: exhumar el<br />

texto antiguo, la milenaria narración de Saxo el<br />

Gramático en su Gesta Danorum, fuente primigenia<br />

de los relatos sobre el príncipe danés que daría<br />

lugar, entre otras versiones de la saga, al Hamlet<br />

de William Shakespeare.<br />

¿Por qué no partir del canon shakesperiano, el texto<br />

que ha dado lugar a las más variadas representaciones<br />

a lo largo de la historia del teatro? ¿Qué<br />

motivaciones animaron al dramaturgo-director<br />

Eugenio Barba a remontarse a fuentes tan antiguas?<br />

¿Por qué el canon renacentista es desplazado<br />

en la búsqueda de un Hamlet primigenio, una<br />

historia escasamente conocida por los espectadores,<br />

al menos, de otras partes del mundo? 2<br />

Pero no serían las únicas preguntas: ¿por qué,<br />

además de la fuente danesa, se superponen otras<br />

más lejanas en el espacio o el tiempo? Se trata<br />

de la danza-teatro balinesa (Gambuh es la más<br />

antigua expresión sobreviviente de un teatro ritual<br />

en la isla de Bali), el <strong>No</strong>h japonés, el Candomblé<br />

afro-brasileño o –para cerrar la complejísima estructura<br />

del espectáculo– un Tercer círculo trazado<br />

por jóvenes actores de los más diversos lugares y<br />

tradiciones del mundo.<br />

Los trabajos que integran este primer dossier de Ur-<br />

Hamlet aspiran a responder, desde diferentes puntos<br />

de vista, estas y otras interrogantes. <strong>No</strong> se trata de<br />

estudios defi nitivos sobre el tema, sino de líneas<br />

de investigación que, en cada caso, abren distintas<br />

posibilidades de lectura en relación con la propia<br />

RyC 04<br />

Seis profesores<br />

en busca de<br />

Ur-Hamlet<br />

Raquel Carrió<br />

estructura poliédrica del espectáculo. Concebido<br />

para espacios abiertos, rodeado por gradas que<br />

delimitan el centro de atención, Ur-Hamlet abre o cierra<br />

la cercanía con el espectador. Permite una lectura<br />

frontal, lateral, o desde distintos ángulos de visión.<br />

Y creo que lo apasionante de nuestra experiencia<br />

tuvo que ver no sólo con la posibilidad de ver crear<br />

(por los actores, músicos, bailarines y el di-rector)<br />

una dramaturgia en el espacio, sino porque esa<br />

misma dramaturgia, esa organización de las acciones<br />

en el espacio escénico, redefi nía sus funciones en cada<br />

traslación. 3<br />

En cierta forma, el montaje de Ur-Hamlet, inicialmente<br />

en los antiguos jardines del Palazzo San<br />

Giacomo (siglo XVII), en las afueras de Ravenna,<br />

Italia, y luego llevado a Dinamarca, primero a<br />

Holstebro, ciudad donde radica el Odin Teatret<br />

y fi nalmente a Helsingore, al mítico Castillo de<br />

Kronborg, responde a una larga tradición creada por<br />

el Odin en sus más de cuarenta años de trabajo.<br />

Fundado en 1964 en <strong>No</strong>ruega y establecido como<br />

<strong>No</strong>rdisk Teaterlaboratorium en Dinamarca dos<br />

años después, e integrado por artistas de diferentes<br />

nacionalidades, el Odin surge no como uno más<br />

de los grupos de la periferia, la marginalidad teatral<br />

en el contexto de los años sesenta. En realidad,<br />

desde el principio –y pese a la excesiva modestia<br />

con que su director aborda este tema, o a ciertos<br />

criterios aún prevalecientes en la bibliografía sobre<br />

su trayectoria– el Odin crea un sentido del teatro que<br />

va más allá de la producción de espectáculos. Ya<br />

en sus primeros años, genera seminarios, talleres,<br />

en-cuentros e intercambios de diverso tipo, publicaciones,<br />

fi lmes, y en particular, un área de investigaciones<br />

centrada en el estudio de Tradiciones<br />

Comparadas que llevará, a partir de 1979, a la fundación<br />

de la ISTA (Internacional School of Theatre<br />

Anthropology), la Universidad de Teatro Eurasiano,<br />

el Theatrum Mundi Ensemble, y el conjunto de<br />

experiencias pedagógicas e investigativas que defi -<br />

nen el estudio del teatro contemporáneo en una<br />

dimensión transcultural o multicultural que distingue<br />

sus producciones. 4<br />

Y sin embargo, hay que decirlo claramente: la investigación<br />

intercultural (o incluso el estudio siste-


mático de los principios recurrentes en el contexto<br />

de formas y tradiciones comparadas: occidentales,<br />

orientales u otras) no constituye de manera exclusiva<br />

el centro de su acción. Es la vía que permite<br />

una profunda exploración del comportamiento en<br />

condiciones de representación. Pero si aceptamos el<br />

teatro –o la práctica de un teatro– de indagación<br />

como el intenso laboratorio en que se crean (o<br />

se descubren) vínculos y relaciones invisibles,<br />

sumer-gidos, no siempre expresados o conscientes,<br />

entenderemos que la acuciosa investigación sobre<br />

la técnica (del actor en condiciones de representación)<br />

revela una búsqueda no sólo de las formas, los<br />

métodos y operaciones –de entrenamiento, composición,<br />

etc.–, sino el intento de una apropiación<br />

de lo real, más allá de lo visible, que contamina el<br />

conjunto de las acciones del Odin. Y si el mito de la<br />

técnica no nos dejara ver el área secreta, sumergida,<br />

los nervios reales de nuestro tiempo que tocan las<br />

imágenes, asociaciones y conexiones de los tra-bajos<br />

del Odin, nos perderíamos la riqueza mayor de este<br />

grupo fundador no sólo de un Tercer teatro o de una<br />

dimensión multicultural de la represen-tación: nos<br />

perderíamos su apasionada (y a veces beligerante)<br />

búsqueda de lo esencial perdido del teatro: aquello que<br />

nos conecta a los orígenes, al vínculo secreto con lo<br />

invisible que se esconde pero está inscrito<br />

(no siempre escrito) en la memoria cultural del<br />

cuerpo y los sentidos. 5<br />

A esa memoria secreta del espectador (y que, desde<br />

luego, se relaciona íntimamente con el Arte secreto del<br />

actor –vale enfatizar: el que actúa, presta su cuerpo,<br />

sustituye al otro, crea su imagen y en esa alteridad<br />

ejecuta la acción, posible o imposible, pero siempre<br />

su verdadera identidad: personal, profesional)– apela,<br />

en un curioso juego de círculos e intercambios, la<br />

fábula de Ur- Hamlet.<br />

Un Theatrum Mundi –en el lenguaje de la ISTA– es, en<br />

cierta forma, la puesta en espacio de un conjunto<br />

de relaciones e interacciones creadas a partir de<br />

esos estudios comparados e intercambios a nivel<br />

de la técnica en un tiempo que puede ser variable<br />

(una sesión puede durar varias semanas) entre<br />

diferentes tradiciones, o más concretamente, entre<br />

grupos de artistas (actores, directores, músicos,<br />

bailarines), profesores e investigadores provenientes<br />

de lenguas y culturas diversas.<br />

Obviamente, después de varias décadas de trabajo,<br />

de sesiones en que estos artistas –los fundadores<br />

y los que sucesivamente se incorporan– han ido<br />

profundizando cada vez más en los aspectos técnicos<br />

de la investigación y sistematizando sus<br />

resultados (cf. la sorprendente bibliografía, fi lmes<br />

y documentación existente sobre estas experiencias),<br />

se ha creado un corpus de conceptos, nociones<br />

y modelos de comportamiento (y por extensión, de<br />

enseñanza / aprendizaje) que constituye un punto<br />

05 RyC<br />

RyC<br />

ARRIBA: Eugenio Barba<br />

dramaturgo y director<br />

del Odin Teatret.<br />

ABAJO: Ur-Hamlet por<br />

el Odin Teatret en las<br />

afueras de Ravenna,<br />

Italia.<br />

Fotos del dossier de<br />

teatro: Tommy Bay


Teatro<br />

de referencia indispensable. Así, los modelos y<br />

sis-temas de codifi cación de la danza Odissi de la<br />

India, el Gambuh balinés, el Teatro <strong>No</strong>h, por citar<br />

algunos ejemplos conocidos, o la propia ejecución<br />

de los actores del Odin, visible en la consolidación de<br />

sus clases magistrales y demostraciones de trabajo<br />

impartidas paralelamente a sus presentaciones en<br />

diferentes lenguas y regiones del mundo.<br />

Desde esta mirada, una sesión de la ISTA hoy no<br />

es un punto de partida. Por el contrario, es una<br />

experiencia que autorreferencializa sus acciones.<br />

Es historia, summa, compendio de tradiciones (una<br />

tradición de tradiciones…) y relaciones creadas en<br />

el tiempo. Es también una escuela: un espacio de<br />

transmisión de conocimientos sistematizados, adquiridos<br />

a partir de la práctica de investigación en<br />

el nivel técnico de la profesión o del ofi cio. 6<br />

Y sin embargo, lo que de veras sorprende en Ur-<br />

Hamlet, más allá de la maestría o el virtuosismo de<br />

sus protagonistas, es la apertura que se realiza de<br />

estos códigos (en realidad sistemas de codifi cación)<br />

frente a un contacto directo –diríamos en vivo– con<br />

la experiencia física, corporal, y en cierta forma,<br />

arrasadora de lo real.<br />

De hecho, siempre estuvo en la tradición del Odin<br />

esta paradójica condición: por una parte, el grupo<br />

pasaba largos períodos de tiempo en sala, en su<br />

espacio-laboratorio de Holstebro, en soledad, en<br />

la búsqueda (personal o de grupo) de sus propias<br />

acumulaciones de trabajo. Y a esos períodos seguían,<br />

o se alternaban, las etapas de giras, trueques,<br />

intercambios en países de Europa, Asia o América<br />

Latina. Este doble movimiento de cierre y apertura,<br />

según creo, les ha permitido dos cosas: librarse de<br />

la soledad, del aislamiento, de la esterilidad, pero a<br />

la vez, librarse también de la banalidad, el ruido,<br />

la fácil comercialización o el compromiso ilusorio,<br />

superfi cial con lo inmediato. Es decir: centrarse en<br />

la obtención de un ofi cio a través del cual relacionarse<br />

activamente con las ideas y los confl ictos de<br />

nuestro tiempo. Quizás es esta cualidad lo que<br />

le ha dado a la investigación y al laboratorio del<br />

Odin una condición excepcional en el contexto<br />

del teatro mundial de la segunda mitad del siglo<br />

XX, y en particular, lo que los ha hecho maestros<br />

indiscutibles del teatro latinoamericano en las<br />

últimas décadas. 7<br />

Quizás es también lo que les permite ahora, cuarenta<br />

RyC<br />

06<br />

años después de su fundación, abrir una experiencia<br />

propia del espacio pedagógico e investigativo de<br />

la ISTA a una extraña fi esta: el estreno sucesivo de<br />

Ur-Hamlet en el Festival de Ravenna y, pocos días<br />

después, en el Summer Festival de Elsinor.<br />

¿Puede realmente una experiencia de montaje<br />

que parte de los complejos Estudios comparados<br />

de tradiciones occidentales y orientales de<br />

represen-tación insertarse en el contexto de una<br />

espectacula-ridad que obliga a otras relaciones con<br />

el espectador?<br />

En realidad no es nuevo: los espectáculos de<br />

Theatrum Mundi –resultados de las sesiones de la<br />

ISTA– han sido abiertos a los espectadores de las<br />

distintas ciudades donde se han realizado.<br />

Pero aún así, siento que aquí hay algo distinto: no<br />

es sólo el ejercicio de composición que supone esta<br />

puesta en espacio de estratos diferentes (Eugenio<br />

Barba ha hablado de una suerte de caja china: una<br />

estructura dentro de otra: la alternancia, por ejemplo,<br />

de las formas orientales: la danza balinesa o<br />

las acciones del actor <strong>No</strong>h que relativizan, reorientan<br />

u operan como puntos de giro con respecto a la<br />

linealidad o la centralidad de la acción en el relato<br />

de Saxo), sino especialmente en la interacción de<br />

un tercer estrato, ¿una otra estructura?– que literalmente<br />

dinamita la posible (perfecta) integración de<br />

las fuentes ordenadas. 8<br />

Obviamente, no sólo en el caso del Gambuh balinés o<br />

del teatro <strong>No</strong>h estamos hablando de un canon clásico<br />

que defi ne una forma de representación. También lo<br />

son ya la magistral ejecución de Saxo, el narrador,<br />

por la actriz Julia Varley, o de Gerutha, la madre<br />

de Hamlet, por Roberta Carreri, o el Pulcinella de<br />

Torgeir Wethal, verdaderos modelos de construcción<br />

e integración de referentes en una dimensión<br />

transcultural, propia de las investi-gaciones en<br />

el área de la antropología teatral. Y desde luego,<br />

también es herencia clásica el uso de las formas (y<br />

las implicaciones) del Candomblé afro-brasileño a<br />

través de la personifi cación de Hamlet en Augusto<br />

Omolú. En todos los casos, se trata de formas fi jadas,<br />

sistemas de codifi cación con signifi cados precisos<br />

cuya lectura no depende demasiado de la habilidad<br />

del espectador porque, de hecho, en el comienzo<br />

de siglo ya no es de ningún modo exótico –como<br />

pudiera pensarse– mezclar el referente oriental,<br />

balinés o japonés, con la narración (el discurso)<br />

occidental (latino, italiano, inglés o danés) y ni<br />

siquiera la imagen –sólo contrastante– del Hamlet<br />

negro, caballo de los orichas que montan, ocupan el<br />

cuerpo del danzante, según las tradiciones y ofi cios<br />

(también los misterios) del Candomblé. 9<br />

A esas fuentes que interactúan –y crean los distintos<br />

círculos o estratos de la representación– hemos<br />

dedicado las aproximaciones de algunos de los trabajos<br />

que presentamos, justamente en la búsqueda<br />

de su diferenciación y de la signifi cación que<br />

aportan al espectáculo. Pero lo que verdaderamente<br />

nos conmueve, y traza en este caso un desafío a<br />

la interpretación, no radica en la habilidad para<br />

rela-cionar (y narrar oral, sonora o visualmente a<br />

través de ellos) estos cánones diferentes de representación,<br />

sino lo opuesto: esa suerte de ruptura<br />

sistemática, esa quiebra continua de la acción,


integrada orgánicamente a la estructura del<br />

espectáculo.<br />

En realidad, una quiebra, una fi sura persistente que<br />

amenaza –visualmente amenaza– el equi-librio, ya<br />

clásico, de la representación organizada en todos<br />

sus niveles de complejidad. 10<br />

<strong>No</strong> es la plaga o la epidemia en sí (después de todo,<br />

un tópico en la cultura occidental). Y ni siquiera el<br />

trazado de equivalencias que pudieran trazarse<br />

para una lectura evidente del fenómeno de las<br />

migra-ciones de la periferia, el mundo otro, ese tercer<br />

estrato que interrumpe el centro de la deliciosa<br />

narración historizada. Porque en realidad se trata del<br />

movi-miento contrario: abrir la historia signifi ca –en<br />

un primer nivel– descubrir los secretos, las razones<br />

sumergidas. Pero tampoco sería sólo la demostración<br />

–por analogía– de los orígenes bárbaros de<br />

la civilización europea. <strong>No</strong> es sólo dejar de ver el<br />

mundo en blanco y negro (ya se sabe y está en todas<br />

las revistas y publicaciones importantes: por algún<br />

lugar, todos, todos, tenemos un origen común, etc.). Pero<br />

este slogan no nos salva: no nos revela nada. En<br />

cambio, es la violencia real, sensorial y emocional<br />

que experimenta el espectador –el sobresalto, el<br />

pesar, el rechazo o la sorpresa– cuando formalmente<br />

es agredido, mixturado, dislocado en sus proporciones<br />

de la aceptación lo que crea un área de<br />

resistencia o de complicidad. Claramente, es la acción<br />

de lo informe, lo no previsto de ese tercer estrato cuya<br />

espontaneidad –la boda de los jóvenes, una máquina<br />

de trabajo, el carrito de un niño, el baile, la bolsa de<br />

nylon o la propia muerte– contrasta violentamente<br />

con la perfecta indiferencia (y simetría) de la acción<br />

codifi cada. En otras pa-labras: no es la violencia en<br />

sí, o la evidencia de su condición, sino su resonancia en<br />

el (también así) bios del espectador. 11<br />

La pregunta entonces sería: ¿es posible crear –dentro<br />

del propio sistema de codifi cación ya establecido–<br />

un caos que a su vez ponga en crisis los postulados<br />

–los principios– de una integración?<br />

En mi larga trayectoria de espectador, pocas imágenes<br />

me han conmovido más que el momento de<br />

Ur-Hamlet en que los extranjeros, los otros, los emigrantes<br />

o ratones de la plaga invaden los muros del<br />

poderoso Castillo de Elsinor y simplemente comen,<br />

juegan, conversan, sacan de sus bolsas de nylon los<br />

pomos, las banderas, las botellas y harapos que los<br />

acompañan. Son sus pequeños rituales del hambre,<br />

la soledad, la avidez o la memoria.<br />

¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué nos dice Ur-Hamlet a los<br />

espectadores venidos de otras partes? ¿Qué nos dice<br />

a nosotros, desde la Utopía del ser o de la nada?<br />

En primer lugar, una necesidad de hurgar en los<br />

orígenes. Un gesto agónico que contiene la fábula:<br />

la historia no es siempre como se ha contado: una<br />

larga relación de hechos heroicos. Bajo esa historia<br />

ofi cial, hay mucho de sangre y de violencia, de barbarie<br />

olvidada y oculta, de rostros perdidos, héroes<br />

mitifi cados y actos criminales sacralizados por la<br />

tradición. En ese confl icto civilización versus barbarie,<br />

en su recurrencia (de allí el juego con el tiempo en<br />

el espacio mítico, hechizado de Elsinor), el espectáculo<br />

asienta su contemporaneidad. Pero la fiesta es<br />

una trampa. La Historia no es pasado: la barbarie<br />

cam-bia sus formas y estiliza sus sentidos, pero<br />

el racismo, la xenofobia, las leyes migratorias<br />

y las luchas por el poder pertenecen también a<br />

nuestros días.<br />

Hasta aquí, podríamos tener el núcleo conceptual<br />

del espectáculo. Un discurso desmitifi cador que se<br />

organiza a partir de la articulación (no exactamente<br />

la yuxtaposición) de estratos diferentes conectados<br />

por dos gestos básicos: la acción de evocar, exhumar<br />

los restos de la historia (la representación) y un<br />

contra-discurso de ruptura: un dinamitar –desde<br />

dentro– la fábula fi ngida. Esto es: crear un caos<br />

diferenciador (una especie de mutación del canon<br />

o los cánones de representación) que rompa la<br />

tranquila percepción de lo aceptado, incluso, en la<br />

dimensión de lo exótico, lo multicultural, lo conciliable<br />

–para el espectador actual. 12<br />

Pero lo curioso, y quizás lo que produce un efecto que<br />

opera más allá del discurso de ideas (y tal vez de la<br />

técnica misma) es que en el centro del relato –como<br />

totalidad– hay una emocionalidad que se fragmenta,<br />

que a diferencia de la antigua se sabe criminal en<br />

su fría y distanciada aceptación de lo real. <strong>No</strong> era<br />

así en los tiempos antiguos, en el Me-dioevo y ni<br />

siquiera en la era isabelina, poblada de fantasmas<br />

aterradores y sublimaciones de la perversión. En<br />

este caso, la transparencia del mal –cito a Baudrillard–<br />

ya es otra. 13<br />

De allí la extraña fascinación que ejerce sobre el<br />

07 RyC<br />

Para Eugenio Barba<br />

la puesta en espacio<br />

de estratos diferentes<br />

es una suerte de<br />

caja china: la alternancia<br />

de las formas<br />

orientales: la danza<br />

balinesa o las acciones<br />

del actor <strong>No</strong>h<br />

reorientan u operan<br />

como puntos de giro<br />

con la linealidad de<br />

la acción en el relato<br />

de Saxo.<br />

Fotos de Ur-Hamlet<br />

por el Odin Teatret<br />

en las afueras de<br />

Ravenna, Italia.


Teatro<br />

espectador el personaje de Saxo. Actuado por una<br />

mujer, hablado en lenguas distintas (del latín al<br />

danés, el inglés o el italiano), quizás habla una<br />

lengua universal y antigua, casi arcaica, que como<br />

efecto, llega hasta nosotros. Es una voz mental, sensorial,<br />

humana: un vacío de referentes inmediatos<br />

que actúa como evocación y crisis, como concien-cia<br />

histórica y burla distanciada, como ironía y pathos<br />

alternativamente. Máscara del horror y la piedad,<br />

sorprendida ella misma por la historia que cuenta y<br />

el extraño ritual de donde extrae, junto a los huesos<br />

del Castillo que le revelan la acción, las voces, los<br />

sonidos, las sombras y los pasos, pero también la<br />

comprensión profunda de un nuevo sentido de lo<br />

histórico. Basta el escalofrío del per-sonaje, de la<br />

Máscara, para extender el tiempo y llegar hasta<br />

aquí. En realidad corporiza (alma, voz y cuerpo del<br />

actor) las búsquedas de ese Arte secreto…, antiguo y<br />

contemporáneo, del Odin en sus años de trabajo. 14<br />

Teatro político, ritual, festivo, carnavalesco, son<br />

términos aplicables en uno u otro sentido. Pero<br />

lo cierto es que el texto del espectáculo (su tejido<br />

de relaciones en el espacio) revela, sobre todas<br />

las cosas, la trayectoria de un grupo que asumió<br />

los desafíos de su tiempo, buscó otras tradiciones,<br />

se interrogó, por más de cuarenta años, sobre el<br />

sentido del ofi cio, creó sus signos, sus paradojas,<br />

sus utopías y revueltas. Finalmente sintetiza, en<br />

este hermoso espectáculo, lo que ha vivido. <strong>No</strong> sólo<br />

desde la perfección o el encantamiento, sino desde<br />

la más cruda realidad de nuestra época. Tanto como<br />

Mitos (1997) o El sueño de Andersen (2004), Ur-Hamlet<br />

es historia vivida, corporizada por sus protagonistas a<br />

través de una técnica que revela sus sentidos ocultos<br />

y secretos, que muestra y expone su natura-leza con<br />

una sinceridad conmovedora.<br />

En algún momento Eugenio Barba ha dicho que el<br />

teatro, hoy, está hecho de las ruinas de un antiguo<br />

esplendor. Así lo sentí en el espacio arrasado de los<br />

jardines del Palazzo San Giacomo o entre los muros<br />

del legendario Castillo de Elsinor. Pero también<br />

que los antiguos materiales del hombre sirven para<br />

entender y trazar otros caminos, otras construcciones<br />

y otros mitos. A los sentidos del espectador<br />

habla Ur-Hamlet en esa lengua áspera y melodiosa<br />

de nuestra era. A esa Memoria secreta y sumergida<br />

de la especie, sus ritos antiguos y actuales de la<br />

sobrevivencia. Los Seis profesores en busca de<br />

Ur-Hamlet compartimos el sueño, la utopía de sus<br />

construcciones. También el frío, lo otro: el vacío donde<br />

las palabras resuenan como un eco y las fi guras<br />

danzan su horror y su alegría sobre la tierra. 15<br />

NOTAS:<br />

1 Cf. Ur-Hamlet: Theatrum Mundi en:<br />

Odin Teatret. Ur-Hamlet. A performance<br />

by Eugenio Barba based on<br />

Vita Amlethi by Saxo Grammaticus<br />

(1200 AD).<br />

2 Saxo Grammaticus. Vita Amlethi<br />

from Gesta Danorum Books III and<br />

IV. (Translated from Latin into English<br />

by Peter Fisher). Como primer trabajo<br />

del Dossier Ur-Hamlet publicamos la<br />

RyC<br />

08<br />

traducción al español por el Profesor<br />

José Antonio Alegría y una nota<br />

introductoria sobre su investigación.<br />

3 Aunque el proceso de trabajo de<br />

Ur-Hamlet abarcó varias etapas y<br />

países entre 2003-2006: Holstebro<br />

y Copenhaguen, Sesión de la ISTA<br />

de Sevilla (2004) y Wroclaw (2005),<br />

Batuan y Ubud (Bali, 2004 y 2006),<br />

el equipo de profesores cubanos<br />

participamos en la fase final de<br />

montaje y estreno del espectáculo:<br />

Festival de Ravenna, Italia (julio 2006);<br />

presentaciones en Holstebro y Sommer<br />

Festival, Helsingore, Dina-marca<br />

(agosto 2006). Si bien el di-seño de<br />

montaje se mantuvo en estos espacios,<br />

cada uno de ellos aportó soluciones<br />

y variantes que enriquecieron la<br />

reescritura de la puesta en escena.<br />

4 Sobre el surgimiento y la trayectoria<br />

del Odin Teatret pueden consultarse:<br />

Eugenio Barba: Más allá de<br />

las islas fl otantes, México, Colección<br />

Escenología, 1986; Il libro del Odin.<br />

Il teatro-laboratorio di Eugenio Barba,<br />

a cura di Ferdinando Taviani, Feltrinelli<br />

Editore, Milano, 1978; Marco de<br />

Marinis: El nuevo teatro (1947-1970),<br />

Ediciones Paidos, Barcelona, 1987;<br />

Ian Watson: Hacia un tercer teatro,<br />

Ñaque Editora, Ciudad Real, 2000;<br />

E. Barba: Obras Escogidas. Volumen I,<br />

Ediciones Alarcos, La Habana, 2003; E.<br />

Barba: A mis es-pectadores. <strong>No</strong>tas de<br />

40 años de espectáculos, Oris Teatro,<br />

Gijón, 2004, entre otras publicaciones<br />

so-bre el tema.<br />

5 En este caso, resulta indispensable la<br />

consulta de: E. Barba y Nicola Savarese:<br />

El arte secreto del actor. Diccionario de<br />

Antropología Teatral, México, Colección<br />

Escenología, 1990.<br />

6 Cf. E. Barba: Teatro. Soledad, ofi -cio,<br />

revuelta, a cargo de Lluís Mas-grau.<br />

Catálogos Editora S.R.L, Argen-tina,<br />

1997.<br />

7 Uno de los temas de mayor interés<br />

en torno a los intercambios del Odin<br />

con otras culturas es, sin duda, su<br />

larga e intensa relación con países<br />

de América Latina. Cf. E. Barba: Arar<br />

el cielo. Diálogos latinoamericanos,<br />

Cuadernos Casa, Casa de las Américas,<br />

La Habana, 2002; Raquel Carrió:<br />

«Dentro y fuera de los muros: por<br />

qué un teatro laboratorio en Améri-ca<br />

Latina». Ponencia leída en el Sim-posio<br />

Internacional ¿Por qué un Tea-tro<br />

Laboratorio?, Universidad de Aarhus,<br />

Dinamarca, 2004.<br />

8 Para enfatizar este aspecto –como<br />

una primera fase de nuestra indagación–<br />

hemos dividido los trabajos<br />

siguiendo las direcciones de estas<br />

fuentes o estratos que se integran<br />

en el montaje del espectáculo. En<br />

principio, la traducción de Vita Amlethi<br />

y las <strong>No</strong>tas de introducción a cargo del<br />

profesor José Alegría; seguidamente<br />

los trabajos sobre las tradiciones del<br />

Gambuh balinés por el profesor Jaime<br />

Gómez Triana y el Candomblé brasileño<br />

por el profesor Habey Hechavarría; e<br />

intercalados, entrevistas realizadas<br />

a las actrices Julia Varley, del Odin<br />

Teatret, y a Cristina Wistari, del Gambuh<br />

Pura Desa Ensemble (Bali), por la<br />

profe-sora Nara Mansur, y el trabajo del<br />

profesor Abel González Melo. Fal-taría,<br />

para completar este primer dossier<br />

relativo a las fuentes una entrevista al<br />

actor de Teatro <strong>No</strong>h Akira Matsui.<br />

9 Cf. Programa de Ur-Hamlet. Odin<br />

Teatret. Ur- Hamlet. A performance by<br />

Eugenio Barba, cit. Me refi ero a las<br />

notas de presentación de cada una de<br />

las fuentes utilizadas, pp.52-59.<br />

10 En un breve resumen, la estruc-tura<br />

sería la siguiente:<br />

ESCENA 1: El monje Saxo excava en la<br />

Edad Media y desentierra la historia de<br />

Hamlet, soberano de Jutlandia.<br />

ESCENA 2: Horvendilo, padre de Hamlet,<br />

es asesinado por su herma-no Fengo.<br />

Fengo toma el poder y se casa con<br />

Geruta, viuda de Horven-dilo y madre<br />

de Hamlet.<br />

ESCENA 3: Hamlet se hace pasar por<br />

loco para ocultar sus planes de<br />

ven-ganza.<br />

ESCENA 4: El castillo es invadido por<br />

extranjeros provenientes de tierras<br />

lejanas.<br />

ESCENA 5: Fengo hace que Hamlet<br />

se encuentre con una muchacha<br />

(su hermana de leche) para probar<br />

su locura. Piensa que los locos son<br />

impotentes.<br />

ESCENA 6: La Reina de las Ratas (la<br />

plaga) invade el castillo.<br />

ESCENA 7: El consejero de Fengo se<br />

oculta para oír la conversación entre<br />

Hamlet y la madre.<br />

ESCENA 8: Hamlet cumple la venganza y<br />

proclama las Leyes de un Nuevo Orden<br />

(mientras los extranjeros ocu-pan<br />

lentamente la explanada del castillo).<br />

Tomado de: Ur-Hamlet. Programa del<br />

espectáculo. Traduc-ción del inglés de<br />

José Alegría.<br />

11 Ver: E. Barba y N. Savarese: El Arte<br />

secreto del actor, ed. cit.<br />

12 El adjetivo no es casual. Traza un<br />

hilo invisible con la propia locura de<br />

Hamlet, su fi ngimiento como vía de<br />

sobrevivencia, de la misma forma<br />

que la extraña fi esta –en este caso<br />

la representación misma- podría<br />

re-lacionarse con (en la versión de<br />

Shakespeare) la representación para<br />

atrapar la conciencia del rey. De ser<br />

así, estaríamos en presencia de un<br />

desplazamiento: personaje-autor/<br />

director que implicaría la totalidad de<br />

la puesta en escena como el rela-to<br />

fi ngido para revelar o evidenciar una<br />

verdad. Pero desde luego, esto es sólo<br />

una lectura personal.<br />

13 Tampoco deja de ser signifi cativo<br />

que Barba, en conferencias y conversaciones<br />

con la prensa, haya insistido<br />

en su rechazo al recurso del<br />

fantasma (del padre de Hamlet,<br />

en la versión shakesperiana) como<br />

elemento revelador y motriz de la<br />

acción. Siguiendo el juego de equivalencias<br />

e implicaciones posibles,<br />

aquí el fantasma equivaldría –por<br />

extensión– al uso de las otras presencias.<br />

De nuevo un fantasma recorre<br />

Europa… sólo que de otro tipo en<br />

el comienzo del milenio.<br />

14 Cf. «El poeta y la actriz». Entrevis-ta<br />

a Julia Varley por Nara Mansur.<br />

15 Alude a José Lezama Lima: Pre-ludio<br />

a las eras imaginarias. La can-tidad<br />

hechizada, La Habana, UNEAC, 1970<br />

y Cintio Vitier: Lo cubano en la poesía,<br />

Instituto del Libro, La Haba-na, 1970.


Ur-Hamlet y la Gesta Danorum:<br />

nota sobre las fuentes y<br />

traducción de Saxo Grammaticus<br />

a Gesta Danorum, de Saxo<br />

Grammaticus es la fuente<br />

de donde surge el último<br />

espectáculo del Odin<br />

Teatret, Ur-Hamlet. ¿Cuál será la<br />

razón por la que un viejo texto<br />

del siglo XII, escrito en un latín<br />

tan oscuro y enrevesado que sólo<br />

Erasmo de Rotterdam apreció<br />

en su momento, sea la base de<br />

un montaje actual, realizado<br />

por un grupo de Vanguardia?<br />

tal vez la respuesta esté en los<br />

presupuestos de un movi-miento<br />

que, como diría Ionesco, busca<br />

«encontrar la verdad perdida e<br />

integrarla, inactual-mente, en<br />

lo actual», o más concretamente<br />

en los afanes de un colectivo que<br />

desde hace varias décadas ha<br />

consagrado su búsqueda a los<br />

«principios que retornan», a esas<br />

invariantes que una y otra vez aparecen en las más<br />

distantes latitudes con una persistencia rayana en<br />

lo diabólico. Ur-Hamlet: el proto-Hamlet o el Hamlet<br />

primigenio es una muestra de esta vocación por<br />

hurgar en las raíces y exhumar aquellos arquetipos<br />

culturales –y el príncipe escandinavo es uno de los<br />

más tenaces– para devolverles su prístino brillo,<br />

opacado a veces por el pesado polvo de la tradición<br />

que los convierte de héroes culturales en santos de<br />

una religión del conformismo y el asentimiento.<br />

El autor: Saxo Grammaticus (ca.1150-1220) que<br />

podríamos traducir como Saxo el latinista o el<br />

hombre de letras, es una de las fi guras más importantes<br />

de la Edad Media danesa. Fue secretario<br />

del obispo Absalón, uno de los fundadores de<br />

Copenhage, a quien le debe no sólo el impulso<br />

para escribir sobre la historia nativa, sino también<br />

muchos de los relatos que cuenta. La Gesta Danorum,<br />

en XVI libros, se inscribe dentro de la concepción<br />

latina de la Historia como res gestae, o sucesión<br />

de acontecimientos relevantes (en este caso la<br />

crono-logía de los reyes y héroes daneses desde<br />

la prehis-toria pagana de Dinamarca, cerca de<br />

ochocientos años antes de nuestra era, hasta el<br />

José Alegría<br />

1185, la época de los reyes y<br />

obispos cristianos) y también<br />

dentro del género medieval de<br />

los origines gentium, o nacimiento<br />

de las naciones, mediante la cual<br />

los historiadores del período<br />

procuraban –y conseguían–<br />

prestigiar el acontecer nacional<br />

vinculando a la cronología<br />

universal lo que de otra manera<br />

hubiera sido historia bárbara. 1<br />

El texto: toda la segunda parte<br />

del libro III y la primera del IV<br />

están destinadas a narrar la vida<br />

de Hamlet. Una historia que<br />

encuentra ecos en gran parte de<br />

la tradición europea, tanto nórdica<br />

como romana: doscientos<br />

años antes de Saxo, en la Edda<br />

Menor, ya aparece la historia de<br />

Amlodi como un héroe mítico<br />

islandés, y después de él se<br />

continuará en la Amlodasaga Hordvendilssona y en la<br />

Ambales saga o Amlodasaga. En el circuito latino se<br />

encuentran ecos de avatares similares en la relación<br />

que de la vida de Lucio Junio Bruto hacen, con pocas<br />

variantes, Tito Livio,Valerio Máximo y Dioniso de<br />

Halicarnaso. En ellas aparece como constante<br />

temática: el tío usurpador, el sobrino perseguido,<br />

la simulación de la locura, el lenguaje cifrado,<br />

el viaje azaroso, la excogitación de la venganza,<br />

los bastones rellenos con oro, el castigo de los<br />

culpables y la llegada al poder. 2<br />

El mismo asunto llega a la Inglaterra isabelina<br />

probablemente a través de las Histoires Tragiques de<br />

Francis de Bellforest (1530 a 1583), donde conoce una<br />

rápida difusión a través de traducciones y parece<br />

haber encontrado un favorable eco en el teatro pues<br />

en 1587 Thomas Nash ironiza sobre la infl uencia de<br />

Séneca en la dramaturgia de la época, aludiendo<br />

al personaje de Hamlet y los discursos trágicos.<br />

En 1596, Thomas Lodge compara a un envidioso<br />

crítico con el fantasma del padre de Hamlet que<br />

clama por su venganza como una vendedora de<br />

ostras en el mercado. Por lo que parece que fueron<br />

varias las obras sobre este tema. Se le atribuye una<br />

09 RyC<br />

Profesor, asesor<br />

teatral, crítico<br />

e investigador.<br />

Imparte Historia<br />

y Teoría del<br />

teatro en la Facultad<br />

de Artes<br />

Escénicas del<br />

Instituto Superior<br />

de Arte.


Thomas Kyd y del propio Shakespeare se conocen<br />

dos versiones, La venganza de Hamlet, príncipe de<br />

Dinamarca, asentado en la asociación gremial de<br />

libreros de Londres en 1602, hoy perdido, y La trágica<br />

historia de Hamlet, príncipe de Dinmarca, de 1603, de<br />

la cual quedan dos ejemplares, anteriores al texto<br />

de 1604: Hamlet, príncipe de Dinamarca, que es el de<br />

las ediciones actuales. En él, su autor conserva<br />

algunos elementos y modifi ca otros: el Hamlet de<br />

la saga, primitivo y aventurero se convertirá en el<br />

personaje melancólico que conocemos, estudiante<br />

de fi losofía en Wittenberg; Geruta será Gertrude;<br />

el rey Hamlet, Horvendilo;su hermano Fengi, el<br />

usurpador Claudio; la hermana de crianza, Ofelia<br />

y el anónimo amigo que alerta al príncipe con el<br />

ardid del tábano tal vez sea Horacio. El consejero<br />

de Fengi será el ofi cioso Polonio y Rosencrantz y<br />

Guildenstern los dos acompañates que también<br />

terminan fatalmente.<br />

Teatroa<br />

<strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong> 10 RyC<br />

3<br />

El espectáculo: el monje Saxo Grammaticus, en el<br />

centro de la escena, desentierra<br />

unos huesos en el castillo de<br />

Elsinor y con ellos la historia<br />

de Hamlet. Mientras la cuenta<br />

en latín, va convocando a los<br />

personajes que, llegados desde<br />

las más remotas y disímiles<br />

tradiciones, se van incorporando<br />

a la trama y desarrollando,<br />

paralela o simultáneamente,<br />

sus muy personales<br />

performances: Horvendilo, el<br />

padre del príncipe, y Fengi, su<br />

ambicioso tío, están factu-rados<br />

desde la tradición ba-linesa<br />

del Gambuh. Fengi asesina al<br />

hermano y se casa con Geruta,<br />

viuda del rey y madre de Hamlet.<br />

Ésta, a su vez, exponente de<br />

una tradición eurasiana, crea<br />

una codifi cación cosmopolita y<br />

personal y estrena un dialecto<br />

moldavo ideado especialmente<br />

para comunicarse en una parte del espectáculo.<br />

Un Hamlet negro, que aporta los elementos del<br />

candomblé brasilero, ha de simular la locura para<br />

sustraerse de las asechanzas del tío: a través de<br />

las imágenes se puede reconocer al «corruptor de<br />

palabras» del referente shakes-peareano. Al mismo<br />

tiempo, el castillo se va poblando de extranjeros<br />

«nati in terre lontane» que, como ratas, van<br />

usurpando el espacio ante la estudiada indiferencia<br />

de sus moradores. Fengi, por su parte, sospechando<br />

de la fi ngida locura del sobrino, lo tienta con una<br />

joven que ha contratado con este propósito: si<br />

sucumbe a sus avances quedará probado que no<br />

padece locura alguna. Entretanto llega al castillo<br />

la reina de las ratas, una máscara <strong>No</strong>h proveniente<br />

del drama El cazador de pájaros en el infi erno, quien,<br />

con su delantal de plumas y su impecable secuencia<br />

de acciones se incrustará en este contexto. Será el<br />

nuncio de la peste que comenzará a diezmar bien<br />

pronto a los invasores. Un consejero trata de espiar<br />

el coloquio de Hamlet con su madre y es muerto por<br />

éste. El príncipe es tomado prisionero, pero luego<br />

RyC<br />

10<br />

regresa con un compañero –un guerrero japonés–<br />

que lo ayuda en su venganza. Da muerte a Fengi y a<br />

la muchacha tentadora e instaura un nuevo orden,<br />

secundado por un niño, continuador de la tradición.<br />

Mientras los Polichinelas barren –literal-mente–<br />

los muertos de la epidemia, Horvendilo y Fengi,<br />

despiertan para seguir luchando y caen heridos<br />

de muerte, amorosamente abrazados en el sueño<br />

infi nito de la eterna batalla. Finalmente, se levantan<br />

los muertos, se retiran los personajes y sólo quedan<br />

en escena un hombre, dos mujeres y un cochecito,<br />

presumiblemente con un bebé, que, ajenos a todo<br />

atraviesan el espacio y despreocupa-damente se<br />

instalan –¿profanan?– el espacio central, sagrado,<br />

desde donde contaban su Historia las antiguas<br />

estirpes diezmadas por la decrepitud o la guerra.<br />

El uso de las fuentes: la finalidad de todo<br />

esto será convertir el acto de recepción en una<br />

aventura hermenéutica. <strong>No</strong> hay nada fi jo ni seguro,<br />

todo es fl uc-tuante. Pero una clave im-portante<br />

aparece desde el comienzo:<br />

Saxo, el cronista, no reescribe<br />

un destino individual sino<br />

La Historia, un conjunto de<br />

acontecimientos que apun-ta<br />

hacia un sujeto colectivo: <strong>No</strong> se<br />

trata de la historia de Hamlet,<br />

el héroe del romance ni del<br />

desventurado y me-lancólico<br />

príncipe de la tradición<br />

renacentista, sino de una<br />

meditación sobre la violencia<br />

y su enmasca-ramiento en la<br />

Historia. Siguiendo de alguna<br />

manera el principio épico de la<br />

frag-mentación, el espectáculo<br />

se estructura a partir de tres<br />

circuitos que se interpenetran<br />

como cajas chinas: primero, la<br />

historia de Saxo, que vertebra<br />

el relato y aporta la violencia<br />

fundacional de una sociedad<br />

actual-mente empeñada en<br />

olvidar esos orígenes, a la que tributan (segunda<br />

caja) el mundo de la corte a que el cronista hace<br />

referencia, que frenéticamente trata de disimular<br />

la violencia con una artis-tifi cación paroxística,<br />

precisa, donde las acciones más terribles parecen<br />

un juego, frágiles y bellas hasta la ferocidad. Como<br />

contraste, el universo de acciones más primitivo<br />

de Hamlet, el príncipe afroamericano, y, por último<br />

(tercera caja), la violencia desnuda, sin afeites, de los<br />

emigrantes, gente sin historia que llega a un mundo<br />

devas-tado, del que no conoce los códigos y al que<br />

por eso mismo estará llamada a suplantar.<br />

La presencia de las más diversas fuentes apunta<br />

hacia muchas cosas, entre ellas al carácter universal<br />

del confl icto. Éste se podría ubicar en Bali, Japón, la<br />

India o Brasil, en cada uno de los países desde donde<br />

fl uye la entremezclada horda de los invasores o en<br />

todos a la vez. También en la prehistoria danesa o<br />

en el momento actual. Todos hablan en sus lenguas<br />

de origen: latín; «neomoldavo»; kawi, la lengua<br />

ritual del teatro sagrado de Bali que tanto sedujo a<br />

Artaud, o en la que se comunican actualmente; en


el japonés del drama <strong>No</strong>h y en el de nuestros días;<br />

en portugués y en la lengua de la notación musical<br />

de la india. Muchas canciones conmueven por su<br />

melodía, eventualmente en abierta oposición con<br />

lo que dice la letra, y aún así siguen cumpliendo<br />

su función comunicativa, sólo que en otro registro:<br />

actúan como evocación, como resonancia. <strong>No</strong> es un<br />

uso semántico del lenguaje, sino semiótico.<br />

Queda aplazada la signifi cación inmediata para<br />

obligarnos a acceder a un nivel de organización más<br />

alto, fuera de las imposiciones de la lógica cotidiana<br />

y así, mediante un ejercicio de sim-plificación<br />

sensorial acceder al sitio desde donde puedan<br />

hablar los arquetipos con una voz nueva y revalidar<br />

entonces su condición de entes sacrificiales,<br />

eternamente dispuestos a servir de ámbito para<br />

una nueva exploración.<br />

Historia de los danases. Libro tercero<br />

3.6.1: Horvendil y Fengi, cuyo padre Gervendil había<br />

sido gobernador de Jutlandia,<br />

fueron designados por Rorik<br />

para gobernar el país al mismo<br />

tiempo. Horvendil, por su parte,<br />

reinó durante tres años y<br />

se dedicó a la piratería con tal<br />

fortuna que Koller, el rey de<br />

<strong>No</strong>ruega, consideró que supondría<br />

un gran logro para él si,<br />

emulando sus grandes obras<br />

y renombre, lograra opacar<br />

tan extendido y evidente brillo<br />

como pirata con la superioridad<br />

de sus armas. Buscán-dolo<br />

por distintos mares, fi nalmente<br />

encontró su fl ota. Había una<br />

isla en el medio del mar en la<br />

que los piratas se refugiaban<br />

cada uno por un lado distinto.<br />

La belleza de la playa atraía a<br />

los caudillos, el encanto de la<br />

costa los invitaba a explorar los<br />

bosques estivales del interior, recorrer las fl orestas<br />

y vagar husmeando por las ocultas selvas. Así que<br />

Koller y Horvendil se toparon el uno con el otro<br />

casualmente y sin testigos.<br />

3.6.2 : Entonces Horvendil se adelantó y se atrevió<br />

a preguntarle al rey qué tipo de lucha prefería<br />

acometer, considerando la mejor aquella que<br />

empleara el menor número de contendientes. El<br />

duelo, en efecto, era de todos los certámenes el más<br />

efi caz a la hora de mostrar intrepidez, pues sólo se<br />

apoya en el propio valor y excluye la ayuda ajena.<br />

Maravillado Koller de una opinión tan valiente en<br />

un hombre tan joven dijo:<br />

«Como me has dado la oportunidad de escoger,<br />

considero que lo mejor es emplear el combate<br />

entre dos y excluir a la muchedumbre. Pues<br />

evidente-mente no sólo requiere más audacia, sino<br />

también muestra más claramente la victoria. En<br />

esto coincidimos en opiniones y gustos. Pero si el<br />

re-sultado fuera dudoso habría que hacer uso de<br />

los buenos sentimientos y no dejarnos llevar hasta<br />

tal punto por nuestro carácter que descuidemos<br />

los deberes para con los muertos. El odio está en<br />

nuestros corazones, pero también la piedad, que en<br />

su momento debe sustituir a la infl exibilidad. Pues si<br />

bien las diferencias de opinión nos separan, las leyes<br />

de la naturaleza nos reconcilian. Por ella estamos<br />

unidos, aunque la malignidad separe nuestros<br />

ánimos. Hagamos, pues, este pacto pia-doso: que<br />

el vencedor le cumpla al vencido los debidos ritos<br />

funerarios. Es cosa sabida que en estos ritos radica<br />

la suprema humanidad y ningún hombre justo los<br />

rechaza. Cada bando debe depo-ner los ánimos y<br />

de buen grado llevarlos a cabo. Que después de<br />

la muerte se vaya el odio y que con los funerales<br />

se apacigüe la rivalidad. Lejos de nosotros tal<br />

manifestación de crueldad que mantenga después<br />

de la muerte los odios que nos separaron estando<br />

vivos. Digno de alabanza será el vencedor si honra<br />

al vencido con un funeral espléndido. El que cumple<br />

con los ritos debidos al enemigo caído, recibe la<br />

simpatía de los que lo sobrevivieron, y se gana el<br />

favor de los vivos el que muestre hacia el difunto<br />

un rasgo de humanidad. Y<br />

existe otra calamidad no menos<br />

dolorosa, que a veces afecta a los<br />

vivos, y es la inutilización de un<br />

miembro. Creo que estos no son<br />

menos dignos de socorro que los<br />

muertos. Muchas veces sucede<br />

a los que luchan que aunque<br />

pierdan un miembro conservan<br />

la mente intacta y de todas<br />

las variantes esta fatalidad es<br />

la más difícil de sobrellevar,<br />

puesto que la muerte se lleva<br />

cualquier recuerdo, pero los<br />

vivos, en verdad, no pueden<br />

ser indiferentes a la ruina del<br />

propio cuerpo. Este mal, en<br />

efecto, debe recibir ayuda. Así<br />

pues, una y otra parte debería<br />

conveniar en diez talentos<br />

de oro la reparación de esas<br />

lesiones. Porque si es piadoso<br />

compadecerse de las calamidades del otro, ¿cuánto<br />

más no lo será apiadarse de las propias? Nadie deja<br />

de atender los dictados de la naturaleza, y quien los<br />

descuida es el asesino de sí mismo».<br />

3.6.3: Una vez acordado y aceptado este pacto,<br />

fueron a la batalla. Ni lo reciente de su encuentro<br />

ni la belleza veraniega del paisaje impidieron que<br />

se batieran entre sí. Horvendil, con inflamado<br />

espíritu se volvió más ávido de atacar al enemigo<br />

que de proteger su cuerpo y, abandonando toda<br />

preocupación por el escudo, blandió la espada con<br />

ambas manos. Esta audacia dio buen resultado.<br />

Despojó al consternado Koller del escudo que<br />

quedó destruido por los frecuentes golpes, le cortó<br />

un pie y fi nalmente concluyó matándolo. Y, para no<br />

faltar al juramento, lo honró con un regio funeral,<br />

un espléndido túmulo y extraordinarias exequias.<br />

Después persiguió y mató a su hermana, llamada<br />

Sela, fogueada pirata y experta en cuestiones<br />

de guerra.<br />

3.6.4: Habiendo pasado tres años en heroicas<br />

empresas guerreras destinó a Rorik los espléndidos<br />

despojos y el más selecto botín para procurarse un<br />

<strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong><br />

11 RyC


sitio privilegiado en su amistad y una vez afi anzada<br />

esa familiaridad le pidió a su hija Geruta en matrimonio,<br />

con la cual tuvo un hijo, Hamlet.<br />

3.6.5: Fengi, lleno de envidia por tanta felicidad,<br />

decidió tender una trampa al hermano. Hasta tal<br />

punto la virtud no está segura ni siquiera entre los<br />

parientes más próximos. En cuanto tuvo oportunidad<br />

para matar al hermano, lo hizo inmisericordemente<br />

y sació sus funestos propósitos. Una<br />

vez asesinado el hermano, tomó posesión de su<br />

esposa, añadiendo incesto al parricidio. En efecto,<br />

cualquiera que comete un crimen pronto cae en<br />

otro, pues una cosa siempre conduce a la otra. Así,<br />

ocultó con tanta habilidad la atrocidad del hecho,<br />

que disfrazó el crimen de compasión y el parricidio<br />

lo presentó como piedad. Decía que Geruta, que<br />

era tan dulce que la trastornaba la más mínima<br />

agresión, había sufrido tantas vejaciones de su<br />

marido que él había tenido que matar a su hermano<br />

para protegerla, pues le parecía algo indigno que<br />

una mujer tan tierna y carente de amargura tuviera<br />

que soportar la extrema arrogancia de aquel<br />

hombre. Y no falló este argumento tan persuasivo.<br />

Pues no se deja de dar crédito a la mentira de los<br />

príncipes allí donde se favorece a los charlatanes y<br />

se reconoce a los murmuradores. Por lo que Fengi<br />

no dudó en acometer criminales abrazos con sus<br />

manos parricidas dando continuidad con semejante<br />

iniquidad a un delito doblemente impío.<br />

3.6.6: Por lo que Hamlet, viendo que si actuaba<br />

cuerdamente podría resultarle sospechoso al tío,<br />

fi ngió que había perdido totalmente el juicio y<br />

con este tipo de astucia no sólo dio muestras de<br />

inteligencia sino que también salvó la vida. Pasaba<br />

los días en la casa de su madre inactivo y lleno de<br />

suciedad y se restregaba por el fango y la porquería.<br />

Un rostro sucio y embadurnado y una expresión<br />

estúpida ilustraban su desvarío. Todo lo que decía<br />

era delirante y todo lo que hacía refl ejaba una<br />

profunda ineptitud. En resumen, no parecía un<br />

hombre, sino un ridículo engendro de la extravagante<br />

fortuna. A menudo, sentado junto al hogar,<br />

acostumbraba a traer cenizas calientes y construía<br />

unos garfi os de madera que endurecía con el fuego<br />

y unía sus extremos unos con otros en forma de<br />

malla para darle una estructura más fi rme. Cuando<br />

le preguntaban qué estaba haciendo, decía que<br />

estaba confeccionando una espiga para vengar a<br />

su padre. La respuesta era objeto de no pocas burlas,<br />

pues todos desdeñaban la inutilidad de esas<br />

ridículas labores, aunque esas cosas más adelante,<br />

ayudarían a su plan.<br />

3.6.7: Fue esta habilidad la que despertó las primeras<br />

sospechas acerca de su astucia entre la gente<br />

de mayor perspicacia. Pues esa misma habilidad<br />

mostraba un artesano con un oculto talento en esas<br />

menudencias y no creían que un espíritu obtu-so<br />

pudiera generar tal destreza manual. Por último,<br />

acostumbraba a conservar con mucho cuidado un<br />

montón de troncos quemados por la punta. Hubo<br />

quienes pensaron que encubría un agudo ingenio<br />

y una profunda sabiduría y pensaron que ocultaba<br />

callados designios con la simulación de estupidez<br />

y nada mejor para descubrir su astucia que hacerle<br />

coincidir con una bella mujer en un lugar apartado<br />

<strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong> 12 RyC<br />

12<br />

Teatro<br />

para que su ánimo lo condujera a las tentaciones del<br />

amor. Si en verdad el carácter del hombre está tan<br />

inclinado hacia las cosas del amor que no se puede<br />

disimular con ninguna estratagema, más fuerte se<br />

volvería esta inquietud cuanto más se tratara de<br />

estorbar con algún subterfugio, por lo que, si fi ngía<br />

indiferencia, cuando se presentara la ocasión al<br />

punto sería doblegado por las fuerzas del placer.<br />

Por lo tanto, buscaron jóvenes que lo condujeran a<br />

caballo a un lugar oscuro y apartado para tentarlo<br />

con ese tipo de seducciones.<br />

3.6.8: Entre esos jóvenes se encontraba por casualidad<br />

un hermano de leche de Hamlet que no había<br />

olvidado el respeto debido a una crianza en común.<br />

Éste, movido por la memoria de los hechos pasados<br />

más que por la orden recibida, prefi rió ir entre<br />

los otros compañeros más para alertar a Hamlet<br />

que para tenderle una trampa, pues no le cabía la<br />

menor duda de que se las vería muy mal si daba<br />

la menor señal de cordura y más aún si sucumbía<br />

abierta-mente a la pasión. Esto también estaba claro<br />

para Hamlet. Así, cuando le mandaron a montar<br />

a caballo, se colocó de tal forma que volviendo<br />

su espalda a la cerviz, su parte frontal quedara<br />

frente a la cola y comenzó a embridarla como si de<br />

esa forma lo pudiera controlar cuando el caballo<br />

saliera a galope. Con esta astuta estratagema<br />

burló la trampa del tío y venció sus insidias. Fue<br />

un espectáculo cómico ver un jinete sin riendas<br />

ca-balgar guiando al caballo por la cola.<br />

3.6.9: Avanzando Hamlet, como se encontrara en<br />

el camino con un lobo que estaba en la espesura,<br />

sus compañeros le dijeron que era un potrico y<br />

él contestó que había muy pocos de esos en los<br />

rebaños de Fengi, y con esta pulla, aunque tenue,<br />

criticaba las riquezas de su tío. Así, cuando los<br />

demás afi rmaban que él empleaba réplicas sagaces,<br />

admitía que había hablado ingeniosamente, para<br />

que no pareciera que en ningún momento incurría<br />

en mentiras. Deseoso de que se le considerara ajeno<br />

a la falsedad, mezclaba cosas ciertas y falsas de<br />

modo que no sólo en sus palabras nunca faltara la<br />

verdad sino que tampoco sus agudezas se vieran<br />

traicionadas por la realidad.<br />

3.6.10: Y mientras recorrían la costa, habiendo<br />

encontrado sus compañeros un remo de una nave<br />

varada, le dijeron que habían descubierto un enorme<br />

cuchillo y contestó: es lo indicado para trinchar<br />

un gran jamón, cuya extensión se avenía con el<br />

inmenso remo. Cuando pasaron junto a unas dunas<br />

de arena le dijeron que mirara qué cantidad de<br />

harina y contestó que la habían molido las espumas<br />

del mar proceloso. Alabado por sus compañeros por<br />

esa respuesta, admitió que había sido ingenioso. Y<br />

lo dejaron solo deli-beradamente, para que pudiera<br />

armarse de valor para dar rienda a su sensualidad.<br />

La mujer que su tío había enviado se encontró con<br />

él como por casualidad en un lugar apartado y la<br />

hubiera poseído de no ser porque su hermano de<br />

leche discretamente lo alertó con un secreto ardid<br />

sobre la encerrona que le preparaban. Pues éste,<br />

mientras consideraba la mejor forma de alertar<br />

calla-damente al joven y prevenir su peligrosa<br />

lascivia, encontró una brizna de hierba en el suelo<br />

y la ató a la cola de un tábano que pasaba volando.<br />

Y luego lo dejó en un lugar por el que sabía que


Hamlet había de pasar con lo que le prestó un gran<br />

servicio al incauto. El mensaje fue entendido con<br />

la misma sagacidad con que fue enviado. Hamlet,<br />

en verdad, al ver al tábano con la pajita pegada a<br />

la cola, con alarma, se dio cuenta de que esto era<br />

una señal para prevenirlo de algún peligro, así pues,<br />

atemo-rizado por la posibilidad de una trampa, para<br />

poder saciar sus deseos con seguridad, tomó a la<br />

muchacha en sus brazos y la llevó a un lejano e<br />

inaccesible pantano. Y una vez que la hubo poseído<br />

le rogó que no revelara lo sucedido a nadie. Con el<br />

mismo fervor con que fue pedido, el favor le fue<br />

concedido, pues la muchacha tenía antiguos lazos<br />

de amistad y crianza con Hamlet ya que habían<br />

compartido sus preceptores de niños.<br />

3.6.11: De regreso a casa, a todos aquellos que para<br />

mofarse le preguntaban si había tenido relaciones<br />

con la muchacha, les contestaba que sí, que le<br />

había hecho el amor. Cuando le preguntaron de<br />

nuevo dónde y sobre qué almohada lo había<br />

hecho, contestó que sobre el casco de un jumento<br />

y sobre la cresta de un gallo y encima de la viga de<br />

un techo. En efecto, para evitar tener que mentir,<br />

había recogido muestras de estas cosas durante<br />

el viaje. Estas palabras fueron recibidas con risas<br />

por parte de todos y al mismo tiempo, gracias a<br />

este juego, no se apartó ni un ápice de la verdad.<br />

Cuando le preguntaron a la muchacha acerca de<br />

estas cosas, ella dijo que nada de eso había sucedido.<br />

Apoyaba su negación mucho más el hecho de que<br />

no había testigos que pudieran afi rmar lo contrario.<br />

Entonces, el que había marcado al tábano para<br />

pre-venirlo, dijo para señalarle a Hamlet que le<br />

debía a él su salvación, que recientemente se había<br />

preocupado por él y la respuesta del joven estuvo<br />

a su altura: para que no pensara que su señal le<br />

pasó desapercibida, dijo que había observado cierto<br />

mensajero con plumas de paja que se dirigió de<br />

repente hacia él y que tenía una paja encajada en<br />

el trasero. Estas palabras, al tiempo que provocaban<br />

la risa estruendosa de todos, complacían al amigo<br />

de Hamlet por su sagacidad.<br />

3.6.12: De esta forma todos fueron derrotados y<br />

ninguno pudo descubrir el bien guardado secreto<br />

del audaz joven. Entonces uno de los amigos de<br />

Fengi, más audaz que habilidoso, dijo que no<br />

era posible para desenmascarar su inextricable<br />

astucia emplear vulgares estratagemas. Lo cierto<br />

es que tan gran testarudez no podía superarse con<br />

pruebas banales. Por lo que no convenía enfrentar<br />

sus múltiples estratagemas con simples añagazas.<br />

Y decía que él, que tenía una mente más fuerte<br />

había ideado una forma más sutil y efi caz para el<br />

tipo de investigación que se proponían. Hacía falta<br />

que Fengi se ausentara, pretextando importantes<br />

negocios, y que Hamlet se quedara solo con su<br />

madre en una habitación; y que un hombre, que<br />

previamente se hubiera ocultado en un oscuro lugar<br />

de la misma, sin que ninguno de los otros dos lo<br />

supiera, oyera atentamente su con-versación. Si<br />

el hijo se proponía algo no dudaría en contárselo<br />

a su madre y no temería confi ar en ella. Él mismo<br />

se ofrecía gustosamente para la investigación,<br />

mostrándose tan ansioso de dar consejos como<br />

de ejecutarlos. Fengi, encantado con este plan,<br />

fi ngiendo que iba a un largo viaje, partió.<br />

3.6.13: Entonces el que dio el consejo para poder<br />

espiar la conversación de Hamlet con su madre<br />

entró sigilosamente y se escondió bajo un lecho<br />

de paja. Pero esta treta no afectó a Hamlet, que,<br />

para no ser escuchado por oídos clandestinos,<br />

hacién-dose el idiota como de costumbre, lanzó<br />

un chillido como si fuera un gallo y moviendo los<br />

brazos a los lados del cuerpo como si fuesen alas,<br />

se subió al colchón y comenzó a saltar una y otra<br />

vez para, si había alguien escondido, descubrirlo.<br />

Y como sin-tiera un bulto bajo los pies, traspasó<br />

con su espada el lugar y, sacando al intruso del<br />

escondrijo, lo mató. Luego cortó el cuerpo en<br />

pedazos, lo hirvió y lo lanzó por una cloaca para<br />

que se lo comieran los puercos y así cubrió con el<br />

fango pútrido los míseros miembros.<br />

3.6.14: Una vez burlada la encerrona, regresó<br />

a la habitación y cuando su madre comenzó a<br />

lamentar con grandes gritos esta nueva locura del<br />

hijo le reprochó:<br />

«¿Acaso intentas, mujer infame, disimular<br />

tus horribles crímenes con estas muestras de<br />

afl icción cuando al estilo de las peores prostitutas<br />

manchaste de buen grado el detestable e impío<br />

lecho matrimonial y acoges en tu regazo incestuoso<br />

al asesino de tu esposo y adulas al que<br />

exterminó al padre de tu hijo con las más obscenas<br />

caricias y abrazos? Es así como las yeguas<br />

se acoplan con el vencedor de su marido, pues<br />

éste es el proceder de las bestias, pasar indiscriminadamente<br />

de un enlace a otro, y lo mismo<br />

ocurre contigo, que no respetas la memoria de<br />

tu anterior esposo. <strong>No</strong> por gusto cultivo esta<br />

apariencia de tonto, pues no dudo que ése que<br />

fue capaz de asesinar a su hermano, será también<br />

capaz de aniquilar a sus otros parientes con igual<br />

ferocidad. Es por ello que escogí esta apariencia de<br />

tonto antes que una de listo, y ofrecer un aspecto<br />

delirante a cambio de seguridad. Pero mantengo<br />

en mi corazón la esperanza de vengar a mi padre,<br />

esperando la ocasión y el momento oportuno. Pues<br />

no todos los momentos son apropiados y contra<br />

un espíritu oscuro y cruel hacen falta estrategias<br />

más elaboradas. <strong>No</strong> tiene sentido que te lamentes<br />

por mi locura, cuando lo que deberías lamentar<br />

sería tu ignominia. Mejor laméntate por tus<br />

problemas que por los ajenos. El resto, mantenlo<br />

en silencio».<br />

Tal reproche recondujo a la atormentada madre<br />

hacia una vida virtuosa y le enseñó a preferir<br />

las pasiones del pasado a las tentaciones del<br />

presente.<br />

3.6.15: Cuando Fengi regresó no encontró por<br />

ninguna parte al autor de la insidiosa pesquisa<br />

y aunque continuó buscándolo por largo tiempo<br />

todos decían que no lo habían visto. Cuando, para<br />

burlarse, le preguntaban a Hamlet si había visto<br />

algún indicio, decía que estaba en la parte más<br />

profunda de una cloaca, aplastado por el peso del<br />

fango y que había sido devorado por los puercos<br />

que continuamente merodeaban por allí. Y aunque<br />

este relato equivalía a una confesión, por lo fantástico<br />

que parecía fue tomado a broma.<br />

3.6.16: Aunque Fengi quería quitarse de en medio<br />

13 <strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong><br />

13 RyC


hijastro, de cuyas maniobras no tenía ninguna<br />

duda, como no se atrevía a desafi ar a Rorik, su<br />

abue-lo, ni a su esposa, delegó la tarea de matarlo<br />

en el rey de Britania, buscando con la ayuda ajena<br />

simu-lar inocencia. Así, deseoso de ocultar su<br />

maldad, prefi rió deshonrar al amigo que descubrir<br />

su infa-mia. Al partir, Hamlet ordenó en secreto a<br />

su madre que adornara la sala del palacio con un<br />

tapiz con nudos y que le preparara para dentro de<br />

un año un falso funeral y le prometió que para aquel<br />

tiempo el retornaría. Junto con él iban dos hombres<br />

de Fengi, con sendas cartas grabadas en madera<br />

(pues así se usaban en aquel tiempo) en las que<br />

le tras-mitía al rey de Britania su orden de matar<br />

al joven. Cuando Hamlet advirtió que se habían<br />

dormido, abrió el cofrecillo y sacó las cartas. Una vez<br />

leídas, raspó los signos que estaban grabados y los<br />

susti-tuyó por otros nuevos y cambiando el sentido<br />

de la orden, convirtió su sentencia de muerte en<br />

la de sus compañeros. Y no contento con haberse<br />

quita-do la condena y pasarla a otros, añadió otras<br />

anotaciones en las que, siempre a nombre de Fengi Teatroal<br />

le pedía al rey de Britania que le concediera la<br />

mano de su hija al prudentísimo joven portador<br />

de las cartas.<br />

3.6.17: Cuando llegaron a Britania, los dos emisarios<br />

le presentaron al rey las cartas que pensaban<br />

que eran causa de destrucción para el otro y no<br />

eran sino órdenes para su propia muerte. El rey, disimulando<br />

todo esto, los acogió hospitalariamente.<br />

Entonces Hamlet, despreciando el magnífi co banquete<br />

real como si se tratara de alimento rústico,<br />

no sólo desdeñó extrañamente la abundante comida,<br />

sino que también en la bebida fue tan parco<br />

como en la comida. A todos causó admiración que<br />

aquel joven extranjero desdeñara aquellas selectas<br />

delicias de la regia mesa y aquellos manjares con<br />

tan gran lujo aderezados los tratara como si fueran<br />

una comida de gente vulgar. El rey, una vez terminado<br />

el banquete, y enviados los amigos a descansar,<br />

ordenó a uno de los suyos que se introdujera<br />

a hurtadillas en el aposento de los huéspedes para<br />

que oyera su conversación nocturna.<br />

3.6.18: Los amigos le preguntaron a Hamlet por qué<br />

no había probado la comida de la víspera como si<br />

tuviera veneno y les contestó que el pan sabía a<br />

sangre, el vino a hierro y las carnes olían a cadáver<br />

como si se hubieran contaminado con el olor de<br />

la muerte. Añadió, además, que el rey tenía una<br />

mi-rada servil y que la reina en su presencia, tres<br />

veces se había comportado como una sirvienta,<br />

censu-rando no tanto la cena sino los que la habían<br />

orde-nado con muchos improperios e injurias.<br />

Pronto sus compañeros le reprocharon su antigua<br />

estulti-cia y comenzaron a zaherirlo con burlas<br />

irrespe-tuosas, puesto que criticaba las cosas<br />

agradables y cuestionaba las convenientes y había<br />

irritado a un rey insigne y a su esposa de exquisitos<br />

modales con palabras insultantes, manchando<br />

con opro-bios de extrema desvergüenza a quienes<br />

merecían alabanzas.<br />

3.6.19: Cuando el rey supo esas palabras gracias a<br />

su espía, consideró que su autor estaba por encima<br />

del resto de los mortales, sea por genialidad o<br />

por estupidez, resumiendo en tan pocas palabras<br />

<strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong> 14 RyC<br />

14<br />

el ex-traordinario nivel de su comportamiento.<br />

Mandó a llamar al administrador y le preguntó de<br />

dónde procedía el pan. Cuando éste le aseguró que<br />

había sido hecho por su panadero entonces el rey<br />

le pre-guntó que dónde había crecido el cereal que<br />

aportó la harina y que si allí había señales de alguna<br />

matanza. El otro le respondió que no lejos de allí<br />

había un campo cubierto de viejos huesos de muertos<br />

y que aún mostraba las trazas de una antigua<br />

masacre y le dijo que asimismo él, con la esperanza<br />

de que fuera más fértil y de mejor cosecha que los<br />

restantes, había sembrado el grano en el verano.<br />

Así que no sabía si el pan había tomado algún<br />

sabor de esa sangre corrompida. Cuando el rey oyó<br />

esto supo que Hamlet decía la verdad y le entró la<br />

preocupación por saber de dónde provenía el tocino.<br />

Éste afi rmó que unos puercos suyos que habían<br />

escapado por un descuido habían comido de los<br />

cuerpos putrefactos de unos ladrones y tal vez por<br />

esto su carne adquirió un sabor a carroña. Viendo<br />

el rey que en esto también Hamlet tenía razón<br />

preguntó con qué líquido había mezclado la bebida<br />

y habiendo sabido que había sido prepa-rada con<br />

panal de miel y agua, hizo excavar pro-fundamente<br />

el lugar donde le dijeron que estaba el manantial y<br />

encontró allí muchas espadas oxi-dadas cuyo olor<br />

parece ser que contaminó el agua. Otros decían que<br />

criticó la bebida porque des-cubrió al probarla que<br />

unas abejas que se habían alimentado del vientre<br />

de un muerto le habían comunicado el mal sabor<br />

que originalmente había tenido el panal.<br />

3.6.20: Viendo el rey que eran ciertas las causas de<br />

los malos sabores y como le interesaba conocer el<br />

asunto de su oprobiosa mirada por si tenía algún<br />

oscuro ori-gen, en secreto se en-contró con su<br />

madre y le preguntó quién era su padre. Como<br />

ella dije-ra que no ha-bía perte-necido a nadie<br />

sino al rey, la amenazó con un interrogatorio<br />

para saber la verdad, y entonces supo<br />

que había nacido de un siervo llegando<br />

a conocer la revelación del dudoso<br />

origen que le habían señalado<br />

mediante una confesión forzosa.<br />

Así, aunque turbado por la<br />

revelación de su origen se<br />

admiró por la sabiduría del<br />

joven y le pregunta por qué<br />

había tachado de servil<br />

el comportamiento<br />

de la reina. Hamlet,<br />

aunque deploró<br />

haber hablado<br />

mal de la<br />

urbanidad<br />

de la reina<br />

en la


conversación que sostuvo por la noche con sus<br />

compañeros, dijo que de todas formas ella descendía<br />

de una esclava y añadió que le había notado por tres<br />

veces gestos serviles: el primero cuando, a la manera<br />

de las esclavas, se había cubierto la cabeza con el<br />

manto; la segunda vez, porque se había levantado<br />

el vestido para caminar y la tercera porque se había<br />

sacado los residuos de comida que le quedaban<br />

entre los dientes con un palillo y luego se los había<br />

comido. También mencionó que su madre había sido<br />

re-ducida a la servidumbre por cautividad no fuera<br />

que pareciera servil por voluntad propia cuando en<br />

realidad lo era por su origen.<br />

3.6.21: El rey veneró su ingenio como si fuera divino<br />

y le dio en matrimonio a su hija acogiendo sus<br />

palabras como si fueran una revelación del cielo.<br />

En cuanto a sus compañeros, como le había solicitado<br />

su amigo, al día siguiente los ahorcó. Hamlet,<br />

fi ngiendo, tomó ese servicio como si se tratara de<br />

una afrenta y recibió del rey como resarcimiento<br />

cierta cantidad de oro que luego de fundirlo lo<br />

escondió en unos bastones huecos.<br />

3.6.22: Pasado un año y luego de solicitar el per-miso<br />

para partir, regresó a su patria no llevando ninguno<br />

de los regios regalos sino solamente los dos bastones<br />

rellenos de oro. Cuando llegó a Jutlandia cambió su<br />

aspecto presente por el de antes y sus costumbres<br />

cortesanas las trocó por el ridículo ingenio de<br />

antaño. Y cuando, lleno de mugre, entró al salón<br />

de los banquetes donde se estaban celebrando<br />

sus exequias, despertó en todos un gran estupor<br />

pues se había corrido la falsa noticia de su muerte.<br />

Pero pronto se pasó del espanto más absoluto a la<br />

risa y los con-vidados comenzaron para divertirse<br />

a reprocharse unos a otros que estu-viera vivo<br />

quien estaba siendo velado como muerto. Cuando le<br />

preguntaron por sus dos compa-ñeros mostró los dos<br />

bas-tones dici-endo:<br />

«He aquí al uno y al otro». Y no se podía<br />

saber si hablaba en serio o en broma pues<br />

con estas palabras, que todos tomaban<br />

como una tontería, no se apartaba de<br />

la verdad sino que mostraba el precio<br />

que pagaron como compensación<br />

por la muerte de ellos.<br />

3.6.23: Más tarde, uniéndose a<br />

los coperos para lograr una<br />

mayor diversión por parte de<br />

los con-currentes, con el<br />

mayor esmero se dedicó<br />

a escanciarles vino. Y<br />

para que al caminar<br />

no le molestase<br />

el vestido un<br />

tanto amplio<br />

se ciñó la<br />

espada<br />

a un<br />

costado, con lo que a menudo y ex-profeso se<br />

pinchaba la punta de los dedos al desen-vainarla.<br />

Por lo que, preocupados los presentes, fi jaron la<br />

espada a su vaina con un clavo de hierro. Y así,<br />

para poder desarrollar con más tranquilidad sus<br />

planes, le llenaba las copas a los ansiosos no-bles y<br />

de esta forma los anegaba en vino para que, debido<br />

a la embriaguez, no pudieran tenerse en pie y se<br />

quedaran en el palacio convirtiendo en dormitorio<br />

la sala del banquete.<br />

3.6.24: Advirtiendo que había llegado el momento<br />

para su venganza, sacó de su pecho los ganchos<br />

que había preparado hacía tiempo y entrando en la<br />

sala donde los convidados, yaciendo por doquier y<br />

regados por el suelo eructaban en medio del sueño,<br />

tomó el tapiz que había hecho su madre y que<br />

cubría las paredes internas de la sala y lo des-colgó<br />

cortándole los hilos que lo sujetaban. Des-pués,<br />

lanzándolo sobre los que roncaban y usando los<br />

ganchos de madera, urdió una maraña de nudos<br />

inextricable de modo que nadie que estuviera sujeto<br />

por ella, por más fuertemente que tratara, pudiera<br />

librarse de su trabazón. Después de esto prendió<br />

fuego al techo cuyas llamas se propagaron por todas<br />

partes y envolvieron todo el edifi cio, consumieron<br />

el palacio y carbonizó a los que estaban durmiendo<br />

y a los que en vano trataban de escapar.<br />

3.6.25: Después se dirigió a la cámara de Fengi a la<br />

que antes había sido llevado por sus súbditos, y por<br />

si acaso, sacó la espada que estaba fi jada al lecho<br />

y en su lugar clavó la suya. Entonces despertó al<br />

tío y le refi rió que sus hombres estaban murien-do<br />

quemados, que él, Hamlet, había llegado y que,<br />

armado con sus viejos garfi os, deseoso, iba a hacer<br />

cumplir el castigo por la desgracia paterna. A estas<br />

voces Fengi se tiró del lecho y privado de su propia<br />

espada y sin poder desenvainar la otra, fue muerto.<br />

¡Oh, hombre valiente y digno de eterna fama, que<br />

prudentemente se pertrechó con la simulación de<br />

la estupidez y ocultó con la simulación de la locura<br />

una sabiduría admirable y la más alta inteligencia<br />

humana y no solo veló por su propia salvación sino<br />

que también por medio de la astucia alcanzó la<br />

ocasión de vengar a su padre! Así pues, no sólo por<br />

haberte salvado a ti mismo habilidosamente, sino<br />

también por haber vengado esforzadamente a tu<br />

padre, dejaste en duda si debería estimársete más<br />

por tu sabiduría o por tu bravura.<br />

Libro cuarto<br />

4.1.1: Una vez muerto el padrastro, Hamlet, temeroso<br />

de exponer sus hechos al pueblo, decidió<br />

esconderse hasta que pudiera saber qué pasaría<br />

con la impredecible masa del vulgo. Los vecinos<br />

que por la noche habían visto el incendio, deseosos<br />

por la mañana de saber su causa, observaron las<br />

cenizas del palacio real y buscando entre sus ruinas<br />

aún calientes no encontraron otra cosa sino los<br />

informes restos de cuerpos carbonizados. Hasta<br />

tal punto las voraces llamas lo habían consumido<br />

todo que no quedaba el menor indicio de lo que<br />

hubiera podido ser la causa de tal tragedia. También<br />

el cuerpo de Fengi, atravesado por una espada, se<br />

podía ver en medio de sus ensangrentadas vestiduras.<br />

Algunos mostraban abierta indignación,<br />

15 <strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong><br />

15 RyC


Teatro<br />

otros tristeza y algunos otros una oculta alegría.<br />

Unos se lamentaban por el fi n que tuvo su caudillo<br />

y los otros se alegraban de haber salido de un tirano<br />

parricida. Así, la muerte del rey fue recibida con<br />

opiniones opuestas.<br />

4.1.2: Cobró Hamlet confi anza por la tranquilidad<br />

de la gente, salió de su escondite y llamando a los<br />

que sabía que aún mantenían viva la memoria de<br />

su padre, convocó a una asamblea en la que habló<br />

de esta manera:<br />

«<strong>No</strong> os conmováis, señores, del aspecto de esta<br />

reciente catástrofe, si todavía os conmueve el fi nal<br />

del desventurado Horvendil, no os conmováis digo,<br />

vosotros que observáis el respeto debido a la realeza,<br />

la piedad a los padres, pues estáis viendo el cadáver<br />

de un parricida, no el de un rey. Mucho más digno de<br />

conmiseración, ciertamente, fue el espectáculo que<br />

visteis cuando vuestro propio rey fue decapitado<br />

cobardemente por ese inicuo parricida pues no<br />

me atrevo a llamarlo hermano. Vosotros mismos<br />

pudisteis ver llenos de con-miseración esos heridos<br />

miembros de Horvendil, ese cuerpo cubierto de<br />

heridas. ¿Quién podría dudar que fue privado de la<br />

vida por ese atroz carnicero para apoderarse de la<br />

libertad de la patria? Una y la misma mano lo privó<br />

a él de la vida y a nosotros de la libertad. ¿Quién<br />

puede haber tan demente que prefi era la crueldad<br />

de Fengi a la dulzura de Horvendil? Recordad con<br />

cuánta benevolencia Horvendil os protegió, con<br />

cuánta justicia os trató, con cuánta bondad os amó.<br />

Acordaos que un rey tan dulce y afectuoso con<br />

vosotros, un padre tan justo, fue depuesto por un<br />

tirano, un sucesor parricida, que desterró las leyes,<br />

lo contaminó todo, una plaga que ensució la patria,<br />

impuso un yugo a los cuellos y arrebató todo uso<br />

de la libertad».<br />

4.1.3: «Ahora todo esto se ha acabado y podéis ver<br />

cómo su autor ha sido aplastado por sus crímenes<br />

y expiado el asesino su parricidio. ¿Qué observador<br />

medianamente prudente pudiera tomar esta<br />

dádiva por una injuria? ¿Quién en su sano juicio<br />

se compadecerá porque el castigo caiga sobre su<br />

propio autor? ¿Quién podrá llorar la desgracia del<br />

crudelísimo verdugo o se lamentará por la justa<br />

muerte de un tirano? Aquí está el autor de todo<br />

lo que estáis viendo. Yo, ciertamente, me confi eso<br />

como el vengador de mi padre y de mi patria. Yo<br />

realicé lo que debisteis hacer vosotros con vuestras<br />

propias manos. Lo que debimos haber hecho juntos,<br />

lo hice yo sólo. Añadamos que en estos gloriosos<br />

hechos no tuve ningún aliado ni ningún compañero<br />

en esta empresa. Pero tampoco ignoro que si lo<br />

hubiera pedido me habríais tendido la mano en este<br />

asunto pues no dudo que conserváis la lealtad al rey<br />

y el respeto debido al príncipe. Pero preferí castigar a<br />

los criminales sin exponeros. Pues consideraba que<br />

no debía sobrecargar los hombros ajenos cuando<br />

podía soportar el peso en los míos».<br />

4.1.4: «Incineré a los otros y sólo dejé el tronco de<br />

Fengi para que lo cremarais vosotros con vuestras<br />

manos, para que por lo menos pudierais saciar en<br />

él, vuestros justos anhelos de venganza. Concurrid<br />

pronto, construid una hoguera, quemad ese cuerpo<br />

impío, coced los criminales miembros, esparcid las<br />

nocivas cenizas, dispersad las crueles pavesas, que<br />

RyC 16<br />

ninguna urna ni ningún túmulo guarde los nefandos<br />

restos de sus huesos. Que no quede el más mínimo<br />

rastro del parricida y que no tenga en la patria<br />

ningún lugar que acoja sus contaminados miembros<br />

ni las regiones vecinas acepten su contagio, que<br />

ni la tierra ni el mar se profanen dando refugio al<br />

cadáver maldito. De lo demás me he encargado yo,<br />

a vosotros os dejo sólo los servicios funerarios. Éstas<br />

son las exequias que acompañarán al tirano, ésta<br />

la procesión por los funerales del parricida. Pues no<br />

conviene que la patria cubra ni siquiera las cenizas<br />

de quien le ha arrebatado la libertad».<br />

4.1.5: «Pero por otra parte, ¿qué sentido tiene avivar<br />

mis tribulaciones? ¿pasar revista a mis calamidades?<br />

¿renovar mis miserias? Las conocéis mejor<br />

que yo. Acechado a muerte por mi padrastro,<br />

me-nospreciado por mi madre, escupido por los<br />

amigos, pasé mi existencia miserablemente, mis<br />

días en la infelicidad y el lapso incierto de la vida<br />

lleno de peligros y temores. En resumen, he pasado<br />

la mayor parte de mi vida miserablemente y en<br />

la mayor adversidad. A menudo os lamentabais<br />

secreta-mente entre vosotros acerca de mi locura;<br />

no habrá un vengador para el padre ni quién<br />

castigue el parricidio. Con lo que recibí el callado<br />

signo de vuestra simpatía y me daba cuenta que en<br />

vuestras mentes no se había borrado el recuerdo de<br />

la desventura del rey. Porque ¿quién podría tener un<br />

corazón tan áspero, tan pétreo, que no se conduela<br />

con lo que he pasado, que no llore compadecido<br />

por mis desdichas? Tened compasión de vuestro<br />

huérfano, compadeceos de mis infortunios, vosotros<br />

cuyas manos no se ensuciaron con el asesinato<br />

de Horvendil. Compadeceos también de mi afl igida<br />

madre y regocijaos porque ya terminó la deshonra<br />

de quien fue vuestra reina la cual al abrazar al<br />

hermano y asesino de su esposo tuvo que soportar<br />

de continuo el doble peso de la ignominia en su<br />

cuerpo de mujer».<br />

4.1.6: «Por lo tanto, para ocultar mis planes de<br />

venganza enmascaré mi ingenio y me refugié en la<br />

falsa apariencia de la incapacidad, y sirviéndome<br />

de la simulación de la estupidez, urdí una fi cción<br />

inteligente que si dio resultado o si alcanzó los fi -<br />

nes propuestos, podéis juzgar por vosotros mismos<br />

y me alegra t<strong>enero</strong>s como árbitros de tan importantes<br />

asuntos. Pisotead las cenizas del parricida<br />

con vuestros propios pies, mirad con desprecio las<br />

cenizas del que contaminó a la esposa después de<br />

degollar al hermano, profanó con acciones deshonrosas<br />

y lastimó a su señor, agredió a la realeza<br />

con el crimen de la traición, os infl igió una amarga<br />

tiranía, os robó la libertad y coronó con un incesto<br />

el parricidio».<br />

4.1.7: «Puesto que he sido el ejecutor de tan<br />

justa venganza, el agente de tan piadoso castigo,<br />

acogedme con magnanimidad, otorgadme el respeto<br />

debido, reanimadme con una benigna consideración.<br />

Yo he lavado el oprobio de la patria, eliminé la<br />

deshonra de mi madre, expulsé la tiranía, derroqué<br />

al parricida, con recíprocos manejos neutralicé el<br />

poder insidioso de mi tío que de haber sobrevivido<br />

se hubiera incrementado día a día. Me compadecí<br />

no sólo del ultraje a mi padre sino también a mi<br />

patria y maté al que os oprimía de una forma atroz


e intolerable para los hombres de bien. Reconoced<br />

lo que os he aportado, venerad mi ingeniosidad, y, si<br />

creéis que lo merezco, dadme el reino. Estáis frente<br />

al autor de tan gran hazaña, al heredero del poder<br />

paterno, no un hombre indigno ni un asesino, sino<br />

el legítimo sucesor del reino y el piadoso vengador<br />

del crimen cometido contra el padre. Me debéis<br />

el haber recuperado el don de la libertad, abolido<br />

un poder que os afl igía, arrancado el yugo opresor,<br />

expulsado el parricida del poder, pisoteado el cetro<br />

del tirano. Yo os despojé de la esclavitud y os investí<br />

con la libertad, os devolví la dignidad, restablecí<br />

vuestra gloria, derroqué al tirano y doblegué al<br />

carnicero. El premio está en vuestras manos, y ya<br />

que conocéis mis propios méritos dejo a vuestra<br />

equidad mi recompensa».<br />

4.1.8: Con este discurso el joven ablandó todos<br />

los corazones llevando a unos a la conmiseración<br />

y a otros hasta las lágrimas. Y cuando se calmó<br />

la tristeza fue proclamado rey con la entusiasta<br />

aclamación de todos. Puesto que todos tenían<br />

gran confi anza en su inteligencia ya que había<br />

emprendido tantas hazañas y con tan profunda<br />

astucia y había llevado a buen término tan<br />

increíbles empresas. A todos admiraba el hecho de<br />

que él durante tanto tiempo hubiera podido urdir<br />

la trama de proyectos tan sutiles.<br />

4.1.9: Después que pasó todo esto en Dinamarca<br />

fletó tres navíos costosamente adornados para<br />

regresar a Britania y ver a su esposa y su suegro.<br />

Como séquito se atrajo a los jóvenes más hábiles<br />

con las armas y escogidos entre los de más exquisita<br />

elegancia de modo que si hasta hace muy poco<br />

había andado desaliñado ahora estaba siempre<br />

aderezado magnífi camente y todo lo que en otro<br />

tiempo había concedido a la pobreza lo dedicaba<br />

ahora a los gastos más suntuosos. En un escudo<br />

que mandó a hacer estaban enlazadas todas sus<br />

hazañas partiendo desde su más tierna infancia<br />

y dispuso que se bosquejaran con exquisitas<br />

pinturas sus hechos más célebres. Este testimonio<br />

portátil sirvió como muestra de su valor y aseguró<br />

el incremento de su gloria.<br />

4.1.10: El escudo mostraba la degollación de<br />

Horvendil, el parricidio incestuoso de Fengi, al tío<br />

criminal, la fi ngida locura del sobrino, los gajos<br />

en forma de ganchos, la sospecha del padrastro,<br />

la disimulación del hijastro, los distintos tipos de<br />

estrategias, la mujer utilizada como trampa, el lobo<br />

con las fauces abiertas, el remo que se encontraron,<br />

el tránsito por las dunas, la entrada en el bosque, la<br />

pajilla pegada al tábano, las señales descifradas por<br />

el joven, cómo eludió a sus acompañantes y cómo,<br />

en un lugar apartado, poseyó a la muchacha. Se<br />

podía ver también un retrato del palacio, la reina<br />

y su entrevista con el hijo, el despedazamiento<br />

del espía, cómo lo hirvieron, cómo lo lanzaron a<br />

una fosa una vez cocido y dado como alimento a<br />

los puercos y cómo sus miembros se cubrieron de<br />

cieno y allí quedaron enterrados como pasto de las<br />

fi eras. También podríais ver de qué manera Hamlet<br />

le arrancó el secreto a sus compañeros mientras<br />

dormían y cómo una vez borrados los signos los<br />

sustituyó por otros caracteres, cómo le asqueó el<br />

banquete y le resultó repugnante la bebida, cómo<br />

criticó la expresión del rey y la falta de urbanidad<br />

de la reina. Observaríais también el ahorcamiento<br />

de los emisarios y, dibujadas, las bodas del joven. El<br />

retorno en barco a Dinamarca, el banquete fúnebre,<br />

cómo cuando le preguntaron mostró los bastones<br />

en lugar de los compañeros, a Hamlet haciendo de<br />

copero, pinchándose los dedos ex profeso, fi jando la<br />

espada con un clavo, incre-mentando la aprobación<br />

de los convidados, cómo se acrecentaba la danza,<br />

el tapiz lanzado sobre los durmientes, cómo lo<br />

afi anzó con los enlaces de gancho, cómo fi nalmente<br />

envolvió a los dur-mientes y los tizones lanzados<br />

contra el techo, la cremación de los convidados,<br />

el palacio devorado por el incendio y en ruinas,<br />

la llegada a la ha-bitación de Fengi, el robo de la<br />

espada y su sustitución por la otra inútil y el rey<br />

muerto a manos del sobrino con la punta de su<br />

propia espada. Todo esto había sido pintado con<br />

gran refi namiento por un excelente artesano en<br />

el escudo de batalla imitando las cosas con las<br />

imágenes y mostrando los acontecimientos con<br />

los personajes. Y sus propios compañeros para<br />

destacarse más brillantemente sólo usaban escudos<br />

enchapados en oro.<br />

4.1.11: El rey de Britania los recibió con extrema<br />

benevolencia y los honró con pompa real y mientras<br />

comía preguntó ansiosamente si Fengi vivía y si se<br />

encontraba bien y supo por su yerno que había sido<br />

muerto por la espada aquél por el que vanamente<br />

se interesaba. Como preguntara insistentemente<br />

quién había sido su asesino, supo que el autor era la<br />

misma persona que le relató lo sucedido. Habiendo<br />

oído esto, un secreto aturdimiento se apoderó de su<br />

corazón, pues supo que había llegado el momento<br />

de cumplir la promesa que en otro tiempo le había<br />

hecho a Fengi de vengarlo. Puesto que él mismo<br />

y Fengi habían hecho un pacto para vengarse<br />

recíprocamente. Por un lado lo halaba la ternura<br />

hacia la hija y el amor al yerno, por el otro la lástima<br />

por el amigo y sobre todo el poder del juramento,<br />

el propio carácter sagrado del mutuo compromiso<br />

que sería sacrílego violar. Finalmente pesó más la<br />

fe jurada que los lazos de consanguinidad, dirigió<br />

su espíritu hacia la venganza y antepuso los<br />

requerimientos del escrúpulo religioso. Pero puesto<br />

que sabía que violar las reglas de la hospitalidad<br />

era un sacrilegio, se decidió a llevar a cabo la<br />

venganza por mano ajena, tratando de aparecer<br />

como inocente y ocultando el crimen.<br />

4.1.12: Así pues, urdió sus intrigas y disfrazó las<br />

intenciones de hacer mal con falsos desvelos de<br />

benevolencia. Y como hacía poco su esposa había<br />

muerto por enfermedad, encargó a Hamlet presidir<br />

una embajada para arreglar nuevas nupcias, pues<br />

ciertamente lo distinguía de entre todos por su<br />

inteligencia. Aseguraba que en Escocia había una<br />

reina con la que deseaba ardientemente casarse.<br />

Sabía también que ella no sólo era célibe por castidad<br />

sino atroz en su orgullo, que aborrecía a su<br />

pretendientes y les había impuesto a su amantes<br />

la pena de muerte de modo que de los muchos que<br />

habían aspirado a su mano no había uno sólo que<br />

no hubiera sufrido la pena capital.<br />

4.1.13: Así pues, Hamlet partió y aunque era peligrosa<br />

la misión que le había sido encomendada y<br />

17 RyC


habiendo rechazado la tarea impuesta, estaba<br />

confi ado en parte en sus propios siervos y en parte<br />

en los siervos de la casa del rey. Llegado a Escocia,<br />

estando no lejos del palacio de la reina, entró en<br />

un lugar junto a la vía principal para dejar descansar<br />

a los caballos y allí, seducido por el agradable<br />

ruido de un riachuelo que lo invitaba al sueño y<br />

fascinado por la belleza del lugar decidió acampar,<br />

organizando una guardia a lo lejos para que<br />

observaran. Cuando la reina se enteró de esto envió<br />

a diez jóvenes para que espiaran a los extranjeros<br />

que habían llegado y las cosas que habían traído.<br />

Uno de ellos, el más listo, eludiendo a los guardias,<br />

se acercó poco a poco al escudo de Hamlet, que<br />

ca-sualmente lo había usado de almohada y lo sustrajo<br />

con tanta suavidad que no despertó al que se<br />

apoyaba sobre él ni perturbó el sueño de ninguno de<br />

los numerosos miembros de la partida, lleván-dole<br />

a su dueña no sólo noticias sino también prue-bas<br />

palpables. También sustrajo con igual habi-lidad<br />

del lugar donde estaban guardadas, las cartas que<br />

le fueron confi adas a Hamlet. Teatrono<br />

4.1.14: Una vez que estos objetos llegaron a la reina,<br />

contempló el escudo con mucha curiosidad y sacó<br />

toda la historia de los caracteres incisos y supo que<br />

el que había llegado era aquél que, confi ado en un<br />

plan muy preciso y prudente, le había cobrado al<br />

tío la compensación por el asesinato de su padre.<br />

Y una vez vista la carta con su petición de mano,<br />

borró todos los caracteres puesto que aborrecía<br />

del matrimonio con un viejo y deseaba el amor<br />

del joven, y así, escribió un mensaje como si le<br />

fuera enviado por el rey de Britania fi rmado con<br />

su nombre y título en el que fi ngía una petición de<br />

matrimonio para el portador del mensaje. Y de los<br />

hechos que había conocido por el escudo rellenó<br />

el mensaje de modo que se pudiera considerar el<br />

escudo como un testimonio de la carta y la carta<br />

interpretarse por el escudo. Luego ordenó a los<br />

que había utilizado en la exploración a restituir el<br />

escu-do y poner en su lugar las cartas, usando con<br />

Hamlet el mismo tipo de argucia que él había usado<br />

para engañar a sus compañeros.<br />

4.1.15: Mientras tanto Hamlet, habiéndose percatado<br />

de la sustracción del escudo, cerró con disimulo<br />

los ojos simulando astutamente estar dormido<br />

para recuperar con un fi ngido sopor lo que<br />

había perdido estando dormido de verdad. Puesto<br />

que pensaba que el pérfi do se sentiría inclinado a<br />

buscar una segunda vez ya que la primera le salió<br />

tan bien. Y no se equivocó. En efecto, se levantó de<br />

un salto y se apoderó y encadenó al espía que había<br />

entrado a hurtadillas con el propósito de colocar<br />

el escudo y la carta en su lugar original. Luego,<br />

después de despertar a sus compañeros, se dirigió<br />

al palacio de la reina a la que, saludándola de parte<br />

del suegro, le extendió el escrito marcado con su<br />

sello. Luego que Hermintruda (ese era el nombre<br />

de la reina) lo hubo tomado y leído atentamente,<br />

describió las hazañas y el ingenio de Hamlet con<br />

frases de admiración y sentenció que Fengi se merecía<br />

su castigo y que en verdad el mismo Hamlet<br />

con su enorme ingenio había emprendido hazañas<br />

mas allá de la humana estimación y que no sólo<br />

había logrado vengar la muerte del padre y el<br />

RyC<br />

18<br />

acoplamiento de la madre con la profunda grandeza<br />

de su juiciosa imaginación, sino que también ostentaba,<br />

con esas importantes y honrosas haza-ñas,<br />

el reino de aquél de quien había tenido que soportar<br />

tantas reiteradas acechanzas.<br />

4.1.16: Por lo que se maravillaba que un hom-bre<br />

de tan selecto ingenio hubiera podido caer en un<br />

matrimonio desventajo-so, y él que superaba por<br />

su brillantez casi todas las cosas humanas se encontrara<br />

sometido a un enlace innoble y oscuro.<br />

Puesto que su esposa te-nía antecedentes serviles<br />

aunque la fortuna la hubiera favorecido con<br />

honores reales. Pues cier- tamente, el hombre prudente<br />

que busca esposa no debe tener en cuenta el<br />

esplendor de su físico sino el de su prosapia. Por lo<br />

que si quería casarse debía atender mejor al árbol<br />

genealógico que a la belleza, que aunque exacerbara<br />

la ilusión, inútilmente había menoscabado<br />

con una falsa apariencia<br />

de belleza a muchos<br />

hombres inocentes y lo<br />

cierto era que bien podría<br />

pretenderla a ella que lo<br />

igualaba en nobleza. Ella,<br />

por cierto, era la ideal<br />

como esposa pues no le<br />

era inferior ni en bienes ni<br />

en prosapia puesto que no<br />

la sobrepujaba ni en regio<br />

poder ni la aventajaba<br />

por el esplendor de sus<br />

antepasados. Puesto que<br />

ella era una reina y a no<br />

ser por el sexo podría<br />

considerársele un rey.<br />

Incluso, lo que es aún<br />

más cierto, a cualquiera<br />

que ella se dignara en<br />

brindarle su lecho, sería<br />

considerado rey y le daría<br />

el reino conjuntamente<br />

con su afecto. Así no sólo<br />

el cetro estaba a la altura<br />

de las bodas, sino que<br />

también las bodas se correspondían con el cetro.<br />

Y no era un pequeño favor el que se ofre-ciera a<br />

sí misma, ella, que acostumbraba a repeler a los<br />

otros pretendientes ejecutándolos con la espada. Así<br />

pues, lo exhortaba a que orientara sus preferencias<br />

hacia ella, desviara sus promesas nupciales hacia<br />

ella y aprendiera a anteponer la estirpe a la<br />

belleza. Y dicho esto se lanzó sobre él y lo abrazó<br />

fuertemente.<br />

4.1.17: Él, complacido por el dulce discurso de<br />

la muchacha, comenzó a devolverle sus besos y<br />

la apretó contra sí en un abrazo recíproco al que<br />

res-pondía la muchacha protestando complacida.<br />

Después vino el banquete, se convocaron a los<br />

amigos, fueron llamados los príncipes y se efectuaron<br />

las nupcias. Una vez cumplidos estos ritos,<br />

regresó con la esposa a Britania ordenando a un<br />

valiente grupo de escoceses seguirlos de cerca para<br />

poder servirse de sus esfuerzos contra algunas<br />

posibles emboscadas<br />

4.1.18: La hija del rey de Britania con la que estaba


casado corrió a su encuentro y, aunque se quejó y<br />

se sentía herida por la ofensa de que hubiera traído<br />

a su concubina, sostuvo que era indigno anteponer<br />

el odio al concubinato al respeto debido al matrimonio<br />

y que ella no se iba a volver contra él hasta el<br />

punto de apoyar con el silencio las cosas que sabía<br />

que traidoramente se intentaban contra él. Tenían,<br />

además, un hijo como prenda de amor conyugal,<br />

por respeto al cual debía la madre por lo menos<br />

imponerse respeto hacia su esposo. Y dijo:<br />

«Él mismo podría, por amor a su madre, odiar a<br />

la concubina; yo podría amarla, mi amor por ti<br />

ninguna contingencia lo adormecerá, ninguna<br />

ma-levolencia lo extinguirá, de modo que no sólo<br />

alejaré de ti todo propósito siniestro sino que también<br />

pondré de manifi esto todas las acechanzas<br />

que pudiera descubrir. Por todo lo cual te prevengo<br />

de tu suegro puesto que le arrebataste todo el provecho<br />

de su embajada y<br />

te has quedado con todos<br />

sus frutos, te burlaste de<br />

la promesa hecha a él,<br />

que te envió y tenazmente<br />

usurpaste y cambiaste<br />

todo de sentido».<br />

Con estas palabras se<br />

mostró mas inclinada al<br />

afecto conyugal que al<br />

paterno.<br />

4.1.19: En lo que ella decía<br />

estas cosas, llegó el rey de<br />

Britania y abrazando al<br />

yerno con más simu-lación<br />

que afecto, lo condujo al<br />

banquete, ocul-tando bajo<br />

el manto de la g<strong>enero</strong>sidad<br />

sus pro-pósitos<br />

fraudulentos. Hamlet, que<br />

estaba alertado del engaño<br />

disimuló su temor, llevó<br />

un séquito de doscientos<br />

caballeros y poniéndose<br />

una cota de malla bajo el<br />

vestido, obedeció al rey<br />

prefi riendo prestarse a su peligrosa simulación<br />

que resistirse deshonrosamente. Hasta tal punto<br />

pensaba que en toda circunstancia había que<br />

conservar la dignidad. Mientras cabalgaba delante<br />

y cerca del rey, este lo atacó con una lanza cuando<br />

pasaba bajo un arco que tenía una puerta con<br />

dos batientes y lo hubiera traspasado de no ser<br />

porque tenía una cota de malla bajo las vestiduras<br />

cuya dureza repelió el ataque. Hamlet, levemente<br />

herido, se dirigió al lugar donde había ordenado a la<br />

juventud escocesa que estuviera de guardia y envió<br />

al rey el cautivo que había sido espía de la nueva<br />

esposa y que había robado las cartas dirigidas a su<br />

señora del lugar donde estaban guardadas para que<br />

testimoniara contra Hermintruda y lo absolviera<br />

a él mismo de este crimen de traición con este<br />

impecable tipo de disculpa.<br />

4.1.20: El rey ávidamente no perdió tiempo en<br />

seguir al que huía con precipitación y lo despojó<br />

de la mayor parte de sus tropas. Así Hamlet, al<br />

día siguiente, para poder salvarse en la batalla,<br />

perdiendo la esperanza de tener suficientes<br />

fuerzas para resistir y para aumentar el aspecto<br />

de sus tropas, apuntaló con troncos una parte<br />

de los cadáveres de sus guerreros, otra parte los<br />

amarró a unas rocas cercanas, a otros los montó<br />

en caballos como si estuvieran vivos sin quitarles<br />

sus ar-maduras y los ordenó en filas y cuñas<br />

como para una batalla. Y el ala de los muertos<br />

estaba tan compacta como el pelotón de los vivos.<br />

Era, por cierto, un fantástico espectáculo ver los<br />

muertos precipitándose a la batalla, obligados a<br />

combatir. Lo que no fue inútil para su autor, pues<br />

las fi guras de los muertos golpeadas por los rayos<br />

del sol parecían un inmenso ejército. Así, aquellos<br />

gigan-tescos simulacros de cadáveres restablecían<br />

el número inicial de soldados de modo que nadie<br />

pudiera pensar que había disminuido la víspera.<br />

Aterrorizados los Britanos por esta visión, se dieron<br />

a la fuga antes de entablar combate, vencidos por<br />

los cadáveres de quienes en vida habían subyugado.<br />

<strong>No</strong> sé si esta victoria sea imputable a la<br />

astucia o a la suerte. Como el rey fue más lento en<br />

la fuga, fue muerto por los daneses que estaban<br />

más próximos. Hamlet, vencedor, regresó a su patria<br />

con las dos mujeres, con las inmensas riquezas<br />

que tomó como botín y los despojos que arrancó<br />

de Britania.<br />

4.2.1: Mientras tanto, muerto Rorik,Viglek una<br />

vez en el poder, despojó a la madre de Hamlet de<br />

sus prerrogativas reales y la vejó con todo tipo de<br />

insolencias, aduciendo que el hijo de ella había<br />

arrebatado el reino de Jutlandia, robando así al<br />

rey de Lejre quien tenía la potestad de dar o quitar<br />

los derechos a los cargos públicos. Hamlet asumió<br />

los hechos con tal serenidad que pareciera que<br />

res-pondía a la calumnia con magnanimidad pues<br />

ofreció a Viglek la espléndida parte del botín que le<br />

correspondía a él por su victoria, y después, encontrando<br />

el momento propicio para la venganza,<br />

lo conminó a la guerra y lo sometió, pasando de<br />

enemigo disimulado a manifi esto. Llevó a Fiallar,<br />

el gobernador de Scania, a un exilio forzoso, quien,<br />

según se cuenta, se retiró a un lugar llamado<br />

Undensakre, desconocido para nosotros.<br />

4.2.2: Después de esto, como Viglek, habiéndose<br />

repuesto con tropas de Scania y Zelandia, lo exhortaba<br />

a la guerra, Hamlet percibió con su extraordinaria<br />

perspicacia que frente a él fl uctuaban dos<br />

posibilidades: o bien la deshonra o bien el peligro.<br />

Sabía ciertamente que si se dejaba provocar estaría<br />

en trance de perder la vida y si rehusaba caería en<br />

descrédito frente al ejército. Sin embargo prevaleció<br />

en su decisión la pasión por el honor y la observancia<br />

de la virtud y su vehemente avidez de alabanza<br />

debilitó el temor a una derrota para que el<br />

brillo indiscutido de su gloria no resultara dañado<br />

por la medrosa inclinación a evitar la muerte. Se<br />

daba cuenta, además, que la diferencia que había<br />

entre una vida innoble y una espléndida muerte era<br />

equivalente a la distancia que se advierte entre la<br />

consideración y el menosprecio. Y era tal su amor<br />

por Hermintruda que le causaba más preocupación<br />

la viudez de ella que su propia muerte y trataba<br />

por todos los medios de ver cómo concertarle unas<br />

segundas nupcias antes de entrar en la guerra. A lo<br />

19 RyC


Teatro<br />

que Hermintruda, dando muestra de una entereza<br />

viril, prometió que ni aún en medio de la batalla lo<br />

abandonaría, considerando detestable a toda mujer<br />

que temiere estar unida al marido aún en la muerte.<br />

Pero apenas si mantuvo tan insólita promesa pues<br />

cuando Hamlet fue muerto por Viglek en una batalla<br />

en Jutlandia, por propia iniciativa se lanzó en los<br />

brazos del vencedor como botín de guerra.<br />

4.2.3: Así los cambios de la fortuna arrastran<br />

toda clase de votos femeninos. El cambio de las<br />

estaciones los desvanece y cualquier circunstancia<br />

fortuita debilita la mente femenina; su fi delidad<br />

descansa en un terreno movedizo y así como<br />

promete sin difi cultad, del mismo modo a la hora de<br />

cumplir es lenta. Presa en la excitación de los más<br />

diversos placeres siempre corre ávidamente hacia<br />

las novedades, olvida lo pasado y jadeante se lanza<br />

de cabeza de un lado a otro en pos de su deseo.<br />

4.2.4: Éste fue el fi n de Hamlet, que si hubiera<br />

recibido la misma indulgencia del destino que<br />

de la naturaleza, hubiera igualado en esplendor<br />

a los dioses y superado con su valor las hazañas<br />

de Hércules. Hay una llanura en Jutlandia famosa<br />

por ser el lugar de su sepultura y llevar su nombre.<br />

Viglek, después de gobernar su reino en paz y por<br />

largo tiempo, murió de muerte natural.<br />

NOTAS:<br />

1. Sassone Grammatico: Gesta<br />

dei re e degli eroi danesi. A cura<br />

di Ludovica Koch e Maria Adele<br />

Cipolla, Giulio Einaudi editore,<br />

Torino, 1993.<br />

2. Saxo Grammaticus: The fi rst<br />

nine books of the danish history of<br />

Saxo Grammaticus, Translated by<br />

RyC 20<br />

Oliver Elton, Londres, 1894.<br />

3. Gustavo Landauer: Shakespeare.<br />

Presentado en una serie<br />

de conferencias, Editorial Americalee,<br />

Buenos Aires, 1947.<br />

El poeta y la actriz.<br />

Entrevista a<br />

Julia Varley<br />

Nara Mansur<br />

«Ur-Hamlet es el resultado del<br />

marcado interés del Odin Teatret<br />

en la técnica del actor. En vez de<br />

técnica, pudiéramos decir identidad<br />

profesional, y esta identidad no<br />

necesariamente coincide con la<br />

biografía cultural del performer».<br />

Tomado del programa de mano (sin fi rma).<br />

r-Hamlet puede ser interpretado como obra<br />

musical, una coreografía o museo viviente:<br />

el lugar de la ciencia y las artes liberales<br />

protegido por las musas, un sitio de culto que<br />

abre sus puertas a los no iniciados, los aprendices.<br />

Un concierto de colegas del mundo entero, una<br />

parada en medio del camino de un grupo que es más<br />

que eso: que publica libros valiosísimos, organiza encuentros,<br />

talleres, festivales como ritual de trabajo,<br />

que se ha hecho colegas-compañeros por el mundo<br />

entero, que acompañan a través del estudio y la<br />

investigación historiográfi ca los deseos y riesgos de<br />

los amigos. Este es un nuevo encuentro provo-cado<br />

por el Odin Teatret que confi rma sus vínculos de<br />

amor, trabajo creativo y de todo tipo con personas<br />

diferentes que simplemente han decidido acompañarse<br />

durante estos días.<br />

Una de las imágenes que más me atrae de la experiencia<br />

de creación de Ur-Hamlet es el cartel diseñado<br />

por Luca Ruzza. Un árbol de tres ramas colocado<br />

sobre un corazón muestra los tres recorridos<br />

de Hamlet: desde la Gesta de Saxo hasta el montaje<br />

del Odin Teatret. Las ramifi caciones cuentan los<br />

caminos construidos por los directores, los actores<br />

y los textos.<br />

Entrevisto a Julia Varley, actriz del Odin desde<br />

1978 y que aquí representa al autor del texto, Saxo<br />

Grammaticus, y a Cristina Wistari, que interpreta<br />

a dos personajes: Fenji y Orvendil, y además directora<br />

del Pura Desa Ensemble, de Bali, con el deseo<br />

de documentar una de estas ramifi caciones.


¿Cómo es Saxo para ti como actriz? ¿Quién es<br />

este escritor que tú estás representando? ¿Cómo<br />

lo has visto?<br />

Saxo Grammaticus es un historiador, una persona que<br />

transforma la historia. Sabe que algo pasó: escribe la<br />

historia, la cuenta, a veces se identifi ca con ella, otras<br />

veces la rechaza. Algunos factores han formado<br />

mi visión de Saxo: el primer personaje que recibí<br />

se llamaba la Reina de las Ratas, que al fi nal fue<br />

representado por el actor japonés de <strong>No</strong>h, Akira<br />

Matsui. Con este personaje yo tenía contacto con lo<br />

que está debajo de la historia y de la realidad, que se<br />

ve en la superfi cie, ella movía fuerzas subterráneas<br />

y también era responsable de desatar la peste.<br />

Cuando comencé a ensayar Saxo, mi tarea fue<br />

conectar una visión de las acciones que suceden<br />

arriba con lo que pasa abajo. De una parte, estaba<br />

mi relación con la historia ofi cial del contador de<br />

historias y por otra, una visión secreta y oculta, que<br />

uno no sabe descifrar, explicar en palabras.<br />

Cuando entro en contacto con los extranjeros que<br />

invaden el castillo donde ocurre la acción del Ur-<br />

Hamlet, cuando los veo entrar y camino entre ellos,<br />

siento que también es una señal evidente y al mismo<br />

tiempo misteriosa, que necesita ser adivinada.<br />

Eugenio me había dicho que Saxo era ciego y al<br />

comienzo no me gustaba no poder utilizar los ojos.<br />

En México hicimos un taller y había una mucha-cha<br />

participante que no veía bien, y era fascinante ver<br />

cómo la dirección de sus acciones iba por un lado<br />

y sus ojos por otro. Eso me interesó: cómo se podía<br />

trabajar con el cuerpo en una dirección y con los<br />

ojos, en otra. Al mismo tiempo, Eugenio también<br />

me decía que para contar algunos de los elementos<br />

de la historia debía indicarlo con los ojos. Así, en el<br />

espectáculo, Saxo es y deja de ser ciego.<br />

A nivel técnico necesito tener un punto de salida<br />

que me haga cambiar un poco la manera de ser<br />

físicamente. Y uno de esos puntos fue unos pasos<br />

que aprendí de Ileana Citaristi, una bailarina Odissi<br />

que estuvo en la ISTA de Sevilla. Aprendí los pasos<br />

de un pavo, de un elefante y de una serpiente.<br />

Trabajé mucho con la rotundidad. La primera<br />

en-trada que hago son pasos de un pavo, trabajé<br />

mu-cho sobre la acción de escribir primero con un<br />

palo, luego con una pluma y al fi nal con un hueso.<br />

Hubo un momento en que todo eso se transformó.<br />

Euge-nio un día me dice: tu Saxo se ha transformado<br />

en una especie de chamán, no sólo trata de decir lo<br />

que ha pasado, sino lo evoca. Él me repetía: debes<br />

mirar los huesos, leer lo que esconden, míralos y<br />

descífralos. Yo me aburría haciéndolo. Trataba de<br />

hacer otras cosas disimulándolas, de manera que<br />

el director las aceptara.<br />

Como historiador, Saxo es muy conocido en Dinamarca<br />

y el norte de Europa. Cuando leí su versión<br />

de Hamlet me golpeó esta relación muy anti-mujer<br />

que tiene. Las mujeres no son nada. Y en la manera<br />

de Eugenio trabajar la dirección del espectáculo,<br />

también me parecía que había mucha violencia<br />

hacia la mujer. Y después comprendí. Mientras<br />

estábamos en Bali, Brigitte Cirla me comentó que<br />

había leído en unas estadísticas de la UNESCO<br />

que uno de los países donde más se golpeaba a las<br />

mujeres en la casa es Finlandia. Nunca me hubiera<br />

imaginado que en un país del norte de Europa existiera<br />

esa situación, quizá en Italia o España, pero en<br />

Finlandia no lo podía creer.<br />

Eugenio me contaba que cuando era niño su hermano<br />

mayor trataba a la madre viuda de manera<br />

muy violenta por celos. Porque entendía que la<br />

madre no debía relacionarse con otros hombres.<br />

Comprendí que esta manera de presentar a la mujer<br />

en el espectáculo tiene que ver con una rea-lidad<br />

que tenemos que contar. Y desde este mo-mento,<br />

el espectáculo tuvo para mí otro sentido, más allá<br />

del hombre que mata y hace la guerra por el poder.<br />

Empecé a interesarme más en la drama-turgia del<br />

espectáculo en relación con Saxo.<br />

El hecho de que esté sin cabello fue una idea<br />

de Eugenio. Y recuerdo que Annamaria Talone,<br />

una de las participantes, cuando estábamos en<br />

Bali, me dijo que la aparición de Saxo era muy<br />

per-turbadora, uno no sabe qué es. Para mí, es<br />

bueno porque trato de que Saxo tenga una imagen<br />

muy diferente a la de otros personajes que he<br />

representado. Por ejemplo, tenía miedo de estar muy<br />

cerca del personaje Doña Música, que es también<br />

una contadora de historias y mi pregunta era: cómo<br />

dar otra presencia. Los pasos del ele-fante, que<br />

vienen de la danza Odissi, también son un hallazgo<br />

muy bueno para mí, utilizo los movimientos de los<br />

brazos correspondientes; y el espacio es tan grande<br />

que puedo dilatarme mucho más –con esos grandes<br />

pasos– que en otros espectáculos que hacemos<br />

habitualmente.<br />

¿Cómo ves tu relación con los otros persona-jes 21 RyC<br />

en cuanto al uso de la palabra? Muchos de ellos<br />

Poeta, autora<br />

de textos para<br />

la escena, editora<br />

de la revista<br />

Conjunto;<br />

imparte, como<br />

Profesora adjunta,<br />

en el<br />

Seminario de<br />

Dramaturgia en<br />

la Facultad de<br />

Artes Escéni-cas<br />

del Insti-tuto<br />

Superior de<br />

Arte.<br />

Julia Varley, representando<br />

a Saxo<br />

Grammaticus, el<br />

personaje narrador<br />

en Ur-Hamlet .


dialogan entre sí, pero accionan o participan<br />

de manera más física, a partir de tu narración<br />

o presentación.<br />

Al inicio, Eugenio había decidido que hablara todo<br />

el tiempo en latín, porque fue el idioma en que Saxo<br />

escribió. Teníamos la idea, incluso, de hacerlo primero<br />

en latín y después, traducirlo al idioma del<br />

lugar donde actuábamos. Después desechamos esto<br />

y quedó que sólo hablara en latín. Aprenderlo no<br />

es fácil, fueron páginas y páginas, y esto me tomó<br />

mucho tiempo: mis vacaciones pasadas.<br />

Para aprender un texto yo necesito una musicalidad.<br />

Y aprendí todos los textos sobre músicas<br />

reli-giosas, místicas, que después fueron retiradas<br />

por Eugenio para dejar sólo lo hablado. Cuando<br />

está-bamos en Bali –antes de los últimos ensayos–<br />

la historia era contada por los carteles que lleva<br />

Torgeir. Pero nos pareció que creaba mucho disturbio<br />

tratar de leerlos, entender lo que sucedía mientras<br />

pasaban estos carteles. Ahora en el espectáculo se<br />

han quitado y queda sólo uno, al comienzo. En su<br />

lugar, Saxo dice más textos que son explicativos, que<br />

presentan personajes y situaciones. Teatrono<br />

En Bali el público no entendía que Cristina Wistari<br />

–su cara resulta muy reconocible allí– tuviera dos<br />

personajes: Orvendil y el Consejero. Se preguntaban<br />

por qué después de morir, ella resucitaba. Por eso,<br />

necesitábamos textos que presentaran a los personajes<br />

y permitieran seguir la historia. La historia es<br />

simple y es contada en escena de la misma ma-nera,<br />

pero si no identifi cas a los personajes no lo-gras<br />

comprenderla. Y yo era el personaje que mejor podía<br />

enunciar este tipo de textos.<br />

Los otros personajes sí hablan, pero muchas veces<br />

estos diálogos pertenecen a la musicalidad y no a<br />

la comprensión. Es como si existiera un texto que<br />

es parte de la música –el mío también– y otros que<br />

hay que escuchar para poder comprender.<br />

El espacio es muy grande y al principio Eugenio me<br />

había pedido hablar el latín de manera muy teatral,<br />

y dar las explicaciones con una voz más personal.<br />

Yo le dije: es imposible poner una voz personal en<br />

un espacio como este. Y empleé el latín con una<br />

tonalidad muy alta, y el italiano o inglés en un to-no<br />

más normal, pero también fuerte. Después Eugenio<br />

me sacó la tonalidad alta y siento que con el latín<br />

tengo más radiaciones en la manera de decir el<br />

texto. Las explicaciones son enunciadas por mí de<br />

manera extremadamente simple, lo que me hace<br />

preguntarme si es sufi ciente, siento que es muy<br />

neutro. Aunque también creo que para que llegue<br />

la información (porque en realidad es pura información)<br />

funciona mejor así, y puedo usar toda la<br />

musicalidad en los otros textos.<br />

En Bali trabajé mucho el ritmo con Brigitte Cirla y<br />

Ni Nyoman Candri, los intercalados, los ecos, cómo<br />

lograr dos tonalidades al mismo tiempo. El trabajo<br />

más grande que he hecho es sobre la voz, aunque los<br />

resultados ahora parecen muy sencillos, no tienen<br />

esos grandes efectos.<br />

¿Dónde están tus deseos más grandes como artista?<br />

¿Cómo ves ahora los vínculos entre teatro<br />

e ideología? ¿Cómo sientes los contenidos<br />

del teatro que ves como espectadora, el de algunos<br />

colegas, qué te hacen sentir y pensar?<br />

RyC<br />

22<br />

En tu vida profesional tienes varios momentos: el<br />

de aprender, en el que toda tu concentración está<br />

puesta ahí, después tienes un momento en el que<br />

enseñas, y después es como si pudieras estar un<br />

poquito libre de responsabilidades, que tal vez te<br />

da una responsabilidad mayor.<br />

Para mí, el teatro tiene una magia que es la significación<br />

o el punto de vista contenido en una<br />

ac-ción. Y en la acción tú puedes tener contra-<br />

dicciones, incompatibilidades, oposiciones. Claro,<br />

hoy cuando vemos la guerra en Palestina, el Líbano,<br />

Iraq, el valor del teatro es subrayar la uni-cidad<br />

de la persona, el lado humano, su riqueza y su<br />

debilidad. El hecho de que somos personas quienes<br />

lo hacemos y lo vemos. La acción en el teatro<br />

puede contener simultáneamente oposiciones,<br />

antagonismos, incoherencias, y así puedes lograr<br />

nexos, conexiones, intercambios, paradojas, que con<br />

otras manifestaciones artísticas no puedes.<br />

En Holstebro con la Festuge (La semana de fi esta)<br />

logramos que los pacifi stas y los militares participen<br />

de una acción teatral juntos. Podemos hacer<br />

que los carros de las Fuerzas Armadas participen en<br />

una escena de teatro, y que la policía tenga un papel<br />

en nuestros espectáculos de calle. Esto no existe en<br />

otro ámbito. El teatro logra cosas así y también crea<br />

caminos subterráneos como los que intento crear<br />

con Saxo en el Ur-Hamlet. El teatro crea relaciones<br />

humanas fuertes y profundas, te hace conocer<br />

personas de muchos lugares, de Cuba, Argentina,<br />

Nueva Zelanda...<br />

Hoy no creo que podemos cambiar el mundo a<br />

través de una lucha política de los gobiernos. Si tenemos<br />

alguna oportunidad de cambiar el mundo<br />

es porque conocemos estos caminos subterráneos,<br />

maneras de promover actividades que rompen<br />

las maneras obvias de pensar y juzgar los acontecimientos,<br />

necesidades que se ponen en contacto<br />

más allá de las fronteras, de las dictaduras, las<br />

guerras. Este es para mí el valor más importante.<br />

Siento que el Odin lo tiene como prioridad muy<br />

fuerte.<br />

En el interior del grupo hay personas con otras<br />

necesidades; el hecho de ser actores, por ejemplo,<br />

es más importante, el hecho de estar en el escenario<br />

es una prioridad. Yo nunca me sentí actriz en este<br />

sentido. Sí me siento actriz por el hecho de que<br />

to-do mi cuerpo participa de mi existencia y eso<br />

es esencial, el hecho de que yo pienso con los pies<br />

es esencial. Me da otro conocimiento, otro punto<br />

de vista, pero estar en el escenario, delante de los<br />

espectadores, no es mi primera necesidad.<br />

Cuando he dirigido, encuentro también esa forma<br />

de colocarme en el mundo junto a otras personas.<br />

Muchas veces me he preguntado si debo dejar de<br />

actuar, pero no lo he hecho porque ser actriz me da<br />

la capacidad de comprender la realidad, sólo con la<br />

mente no me bastaría. Protejo mi actividad como<br />

actriz para poder pensar de manera diferente. Y<br />

quiero salvaguardar esto.


El mundo del<br />

príncipe Panji.<br />

Presencia del<br />

Gambuh balinés<br />

Jaime Gómez Triana<br />

i<br />

as danzas balinesas entraron en contacto con<br />

el teatro occidental a inicios de la década del<br />

treinta en ocasión de la Exposición Colonial<br />

Internacional de París. Testigo excepcional<br />

de este acontecimiento, Antonin Artaud recogió<br />

sus impresiones sobre ese encuentro con la escena<br />

oriental en un texto publicado en la <strong>No</strong>uvelle Revue<br />

Française el 1 de octubre de 1931, así como en diversas<br />

notas desperdigadas en cartas y manuscritos.<br />

Se iniciaba de este modo un fuerte vínculo<br />

teatral entre oriente y occidente. Fascinado y totalmente<br />

confundido, Artaud colocó sus visiones en el<br />

centro del imaginario escénico del siglo XX. Otros<br />

muchos, tras sus pasos, profundizarían en un acercamiento<br />

que es actualmente una de las marcas<br />

más nítidas de la teatralidad contemporánea.<br />

Eugenio Barba, sin duda entre los más importantes<br />

directores de la segunda década del siglo XX, es uno<br />

de los que ha llevado ese diálogo hasta sus últimas<br />

consecuencias. La noción de Teatro Eurasiano y la<br />

obra enorme de la antropología teatral dan cuerpo<br />

a una investigación coherente en torno a la naturaleza<br />

del ofi cio escénico y al trabajo del actor, cuya<br />

manifestación más concreta se vincula a las experiencias<br />

pedagógicas de la ISTA y a los espectáculos<br />

del Teatro Mundi. Ur-Hamlet, la más reciente puesta<br />

en escena de este creador incorpora elementos<br />

pro-venientes de diversas tradiciones orientales. De<br />

todas ellas el Gambuh balinés es, paradójicamente,<br />

si tememos en cuenta la relación iniciada en 1931,<br />

la menos conocida entre nosotros.<br />

ii<br />

Vinculadas a las prácticas religiosas balinesas, las<br />

danzas y las representaciones dramáticas forman<br />

parte de los rituales relacionados con la devoción<br />

a los ngayan –dioses– y son además una vía<br />

para iniciar a las nuevas generaciones a través<br />

del movimiento, la música y las palabras en las<br />

más antiguas tradiciones. El amor a la danza, la<br />

veneración a los dioses y el compromiso con una<br />

experiencia ancestral, han man-tenido latente<br />

todo un complejo tejido de prácticas escénicas<br />

organizadas en torno a las fi estas religiosas, los<br />

matrimonios y otras muchas ceremonias vitales<br />

para el bienestar de la comunidad.<br />

En Bali existen más de doscientos tipos<br />

de danza, las cuales pueden<br />

desglosarse en tres categorías<br />

principales. En primer lugar<br />

están las danzas Wali,<br />

de contenido ritual que,<br />

vinculadas a las más importantes<br />

ceremonias religiosas,<br />

se ejecutan en el<br />

Jeroan, el patio más oculto<br />

del templo. En segundo<br />

término se encuentran las<br />

danzas Bebali, las cuales se<br />

realizan también durante<br />

las ceremonias religiosas,<br />

pero contienen elementos de<br />

entretenimiento relacionados<br />

con la vida cotidiana o vinculados<br />

con las historias épicas<br />

hindú-javanesas. Estas danzas se<br />

ejecutan en el Jaba Tengah o patio medio<br />

del templo, punto de reunión de lo divino y lo<br />

terrenal. La tercera categoría hace referencia a las<br />

danzas Balih-Balihan, cuyo propósito es entretener<br />

mediante temas derivados del folclor o de la vida<br />

cotidiana.<br />

Perteneciente a las danzas Bebali, el Gambuh está<br />

considerado como la más antigua forma de danza<br />

conservada en Indonesia. Giovanni Azzaroni, autor<br />

de una obra monumental sobre el teatro asiático,<br />

nos informa que este género, creado en Java durante<br />

el reinado de Majapahit e introducido en Bali<br />

durante la conquista del rey Gaja Mada, expresa<br />

las costumbres e ideales de las cortes javanesa y<br />

balinesa de los siglos XV y XVI. 1 Según este autor,<br />

fuente principal de estas notas, el término Gambuh<br />

aparece por vez primera en el siglo XIV en un romance<br />

javanés denominado Gambuh warga asmara<br />

y se le adjudican múltiples signifi cados: canción<br />

en javanés antiguo, tocado –de los personajes de la<br />

danza de Panji– en Java occidental, saltamontes en<br />

el sur de Sulawesi, e insignia del actor en Bali.<br />

El Gambuh introduce por vez primera el elemento<br />

narrativo en las danzas balinesas. La historia de<br />

Panji, mítico héroe cultural considerado símbolo<br />

de la dualidad cósmica y creador mítico del teatro<br />

javanés, del gong y del gamelan –la orquesta que<br />

acompaña las ejecuciones de los actores-bailarines–<br />

constituye, a partir de la versión balinesa<br />

co-nocida como Malat, el núcleo dramático de este<br />

gé-nero. Dicha historia se estructura en la forma<br />

Kidung, en lengua kawi y mediante el metro javanés<br />

macapat, arreglado de modo que pueda ser cantado<br />

con acompañamiento musical. 2<br />

El drama mismo está ambientado en Java, durante<br />

el período Majapahit, última dinastía hindú-javanesa<br />

y es por eso que tanto el vestuario como los<br />

movimientos estilizados y la orquesta, constituida<br />

por instrumentos antiguos y poco familiares,<br />

contribuyen a evocar un pasado legendario. La representación<br />

se inicia en la mañana y se prolonga<br />

23 RyC<br />

Teatrólogo,<br />

investigador<br />

teatral, crítico<br />

y profesor de<br />

Historia del<br />

Teatro en el<br />

Instituto Superior<br />

de Arte.


Teatro<br />

hasta bien entrada la noche, pero a veces puede<br />

continuar por varios días poniendo en escena la<br />

historia del rey y de los nobles tal como se cuenta<br />

en la crónica malat. Un narrador y los cantantes<br />

describen y comentan la trama sentados entre los<br />

músicos.<br />

En el Gambuh la acción y la gestualidad son de<br />

gran importancia puesto que, mientras los bufones<br />

y la codong –criada que introduce la entrada de la<br />

princesa–, hablan en balinés, el personaje principal<br />

habla en kawi o javanés antiguo, lengua que muy<br />

pocos entre los espectadores comprenden, de modo<br />

que la transmisión de los sucesos narrados para la<br />

mayor parte del público ocurre mediante códigos<br />

recitativos rituales. Azzaroni ejemplifi ca este proceso<br />

del modo siguiente: «los nobles hablan de<br />

modo artifi cial en falsete, mientras los personajes<br />

populares hablan con una gruesa voz de pecho».<br />

En la representación participan cerca de veinticinco<br />

actores que se dividen en personajes masculinos<br />

y femeninos. Los roles masculinos suelen ser de<br />

dos tipos fundamentales: alus o manis, personajes<br />

refi nados y kras, personajes fuertes y violentos.<br />

Antiguamente los personajes femeninos, siempre<br />

manis, eran interpretados por hombres, lo cual ya<br />

no se aplica de manera rígida. Los personajes manis<br />

hablan con voces altisonantes y melódicas, los kras<br />

en cambio hablan con voces bajas, intercalando<br />

gritos y carcajadas.<br />

Como refi ere el propio Eugenio Barba en el Arte secreto<br />

del actor, los términos kras y manis se pueden<br />

aplicar a los diversos movimientos, a las oposiciones<br />

de las diferentes partes del cuerpo en una danza<br />

y a los momentos sucesivos de un espectáculo.<br />

Siendo la posición básica de esta danza una evidente<br />

confl uencia de partes del cuerpo en posición<br />

kras y partes del cuerpo en posición manis.<br />

RyC<br />

3<br />

El vestuario y los tocados, elaborados con preciosas<br />

telas brocadas y disímiles elementos decorativos,<br />

caracterizan a los personajes. Personajes manis y<br />

kras visten de igual modo y se diferencian únicamente<br />

por los tocados, aunque si está bien marcada<br />

la diferencia entre los vestuarios femeninos y masculinos.<br />

La riqueza de los vestuarios está relacionada<br />

con la veneración que se le tributa a la vestimenta<br />

en esta tradición performativa y al valor<br />

ritual de la propia representación. El día de teatro<br />

–tumpak wayang– los intérpretes llevan ofrendas a<br />

todo el material teatral y los nuevos trajes reciben<br />

una bendición especial antes de ser utilizados.<br />

El gamelan, orquesta del Gambuh, es un conjunto<br />

melódico conformado por dos tambores –el kendang<br />

wadon es un tambor femenino de tonos bajos y el<br />

kendan lanang es un tambor masculino de tonos<br />

altos–; el gumanak o kemenak, un pequeño instrumento<br />

de forma cilíndrica, elaborado en cobre o<br />

hierro, que se hace sonar con una baqueta de metal<br />

y produce un sonido similar al del triángulo; una<br />

fl auta de bambú –suling– de seis huecos y cerca de<br />

setenta centímetros de largo, encargada de llevar<br />

la melodía; el rebab –instrumento de cuerda en<br />

arco– que sigue a la fl auta; y pequeños címbalos<br />

que producen un sonido alegre.<br />

Los músicos balineses consideran la representación<br />

con tambores del Gambuh, momento de contacto<br />

entre la música y los danzantes, la más difícil<br />

RyC<br />

24<br />

de todo el repertorio musical balinés. Su ejecución<br />

se basa en la integración de tres sonidos específi cos,<br />

ellos son: abierto, cambiante y armónico, correspondientes<br />

a su vez por tres niveles sonoros llamados<br />

respectivamente: dag, pek y krempeng. En<br />

el gamelan gambuh, el gending alus, grupo de tres<br />

tambores, acompaña a los personajes alus y a todos<br />

los personajes femeninos, mientras el gending kras,<br />

es un tambor que se utiliza para subrayar las acciones<br />

de los personajes kras y de los personajes alus<br />

en las escenas dramáticas.<br />

El escenario –kalangan– construido en una calle, en<br />

el patio de un palacio, en una plaza en el centro de<br />

la aldea o frente a un templo, es un rectángulo de<br />

diez metros de largo por cinco de ancho rodeado de<br />

un empalizada de bambú de treinta centímetros de<br />

alto y adornos fl orales. En un extremo del escenario<br />

se levanta una construcción –rangki– con cortinas<br />

cerradas que funciona como telón que permite el<br />

ingreso de los actores. La orquesta y los cantantes<br />

ocupan el extremo izquierdo del espacio escénico<br />

visto desde el punto de vista del es-pectador. El<br />

público se sienta en el piso frente al rangki y a ambos<br />

lados del escenario y todo el espacio se cubre con<br />

esteras elaboradas con hojas de cocoteros. Estos<br />

escenarios se construyen para la representación<br />

y luego se desmontan. Cuando la representación<br />

está vinculada a alguna ce-remonia el kalangan se<br />

construye en el segundo patio del templo.<br />

iii<br />

Luego de presenciar una parte del proceso de<br />

trabajo del Ur-Hamlet y las primeras funciones en<br />

Italia y Dinamarca, se hace obvia la importancia<br />

concedida al Gambuh como elemento estructurador<br />

de lo que se podría denominar el esqueleto o<br />

la organización profunda de la puesta. <strong>No</strong> por gusto<br />

un segmento de la creación del espectáculo transcurrió<br />

en Bali. La lógica propuesta por el director<br />

se hace clara si tenemos en cuenta que su método<br />

de trabajo no impone formas específi cas, sino que<br />

descubre equivalencias y compone mediante la


superpoción de fragmentos diversos. La tradición<br />

escénica balinesa, infi nitamente sugestiva, contiene<br />

en sí misma elementos que, seleccionados y<br />

puestos a funcionar en el nuevo contexto escénico,<br />

dan cuerpo a una nueva lógica extrañada y por ello<br />

productiva.<br />

Como en el teatro balinés el escenario de Ur-Hamlet<br />

ha sido construido al aire libre, respetándose de<br />

cierto modo el escenario tradicional y la disposición<br />

de los elementos del Gambuh. La familia<br />

real es aquí un sistema complejo de relaciones y<br />

prác-ticas escénicas defi nitivamente codifi cadas<br />

bajo esta forma ancestral que funciona casi como<br />

un solo actante: La Corte. De este grupo emergen<br />

como fi guras independientes los roles masculinos<br />

del padre y el tío de Hamlet, quienes aparecen<br />

en la puesta, el primero como personaje manis y<br />

el se-gundo, más violento e iracundo, como kras.<br />

Horvendil el padre de Hamlet es interpretado<br />

por la italiana Cristina Wistari, especialista en el<br />

mundo balinés que además asume el personaje<br />

del concejero y quien habitualmente representa<br />

al principe Panji. Feng, hermano de Horvendil es<br />

in-corporado por I Wayan Bawa. Ambos artistas<br />

for-man parte del conjunto Gambuh Pura Desa<br />

Ensemble, cuyos otros miembros, bajo la dirección<br />

de la Wistari, tienen a su cargo el resto de los roles<br />

–soldados, doncellas y cómicos– y la ejecución de<br />

cada una de las danzas que contribuyen a enmarcar<br />

la puesta en un posible «pasado mítico».<br />

Al inicio, siete jóvenes balinesas entran a escena<br />

perfumando el espacio con incienso, agua y fl ores,<br />

queda establecido de este modo el contexto de la<br />

representación como un ámbito múltiple, atemporal,<br />

mágico. Las mujeres, además, portan las antorchas<br />

que iluminan directamente el rostro de los<br />

personajes principales y danzan en determinadas<br />

ocasiones. En un momento multiplican el encuentro<br />

amoroso entre Hamlet y su hermana de<br />

leche. Los hombres ejecutan a Horvendil, escoltan<br />

a Feng y lo llevan en hombros para declararlo rey,<br />

luego lo acompañan a la mesa y mueren en combate<br />

frente a Hamlet, fi nalmente se incorporan y rinden<br />

honores al príncipe que se proclama nuevo rey. La<br />

niña Ni Wayan Pia, por su parte, juega con Hamlet<br />

durante su pretendida locura –trota como un<br />

caballo, canta como un gallo– y, tras ser corona-da<br />

por el nuevo rey con un magnifi co tocado bali-nés,<br />

casi al fi nal de la puesta, ejecuta una mara-villosa<br />

danza guerrera.<br />

Estas y otras acciones, algunas de las cuales corresponden<br />

también a los músicos del gamelan y a la<br />

cantante Ni Nyoman Candir, son ejecutadas por los<br />

balineses dentro del espectáculo. Yendo incluso más<br />

allá del Gambuh, la puesta incorpora fragmentos<br />

de otras danzas, entre las que podrían mencionarse<br />

el Baris, el Legong Kraton y el Kechak, cuyos estilos<br />

particulares contribuyen a diversi-fi car y enriquecer<br />

el aporte de la teatralidad bali-nesa a la nueva<br />

concreción escénica de la conocida fábula; una<br />

refl exión en torno a las guerras y las migraciones en<br />

el mundo contemporáneo que, desde una propuesta<br />

similar a la de las «eras ima-ginarias» ensoñadas<br />

por el cubano José Lezama Lima, articula complejas<br />

encrucijadas para discutir el presente.<br />

Códigos culturales específi cos se sumergen para<br />

dejar a simple vista la muy precisa técnica que atrae<br />

al espectador, obligándolo a involucrar los sentidos<br />

y permitiéndole una lectura profunda acerca de las<br />

esencias de la especie, de las razones de la vida y la<br />

muerte en el planeta. El universo estilizado balinés<br />

que evoca los tiempos del príncipe Panji y el nuevo<br />

orden impuesto por Hamlet son aquí dos maneras<br />

de leer y hacer la Historia.<br />

iv<br />

Tradiciones occidentales, afroamericanas –brasileñas–<br />

y orientales se encuentran en esta puesta.<br />

Saxo Gramático y la Gesta Danorum –los antiguos<br />

libros que recogieron quizás por vez primera la<br />

historia de Hamlet–, la actriz y cantante Brigitte<br />

Cirla, el músico y actor Magnus Errboe, el bailarín<br />

y actor Augusto Omolú, el percusionista Cleber<br />

da Paixão, el maestro de Teatro <strong>No</strong>h Akira Matsui,<br />

el músico hindú Annada Prasanna Pattanaik, los<br />

actores de Odin Teatre –Torger Wethal, Julia Varley,<br />

Roberta Carrieri, Kai Berdholt, Jan Ferslev, Mia<br />

Theil Have– y también los integrantes del conjunto<br />

de Gambuh Pura Desa de Bali, forman parte de<br />

la gran cantidad de interpretes que participan de<br />

esta puesta. Se sintetiza aquí, de muy especial<br />

manera, la experiencia atesorada por el Odin<br />

Teatret a lo largo de sus más de cuarenta años de<br />

existencia. Ur-Hamlet es Theatrum Mundi –o sea<br />

gran espec-táculo intercultural y también escuela,<br />

seminario taller que se ofrece como una excepcional<br />

manera de aprendizaje– y es una puesta esencial y<br />

comprometida que toma partido por los problemas<br />

de hoy, presentando al célebre Hamlet y al<br />

sumergido Panji como prefi guraciones corpóreas del<br />

hombre que escoge y defi ende su lugar en el mundo.<br />

Sin embargo, me gusta también leer la puesta como<br />

una refl exión sobre lo que el teatro es y ha sido, que,<br />

yendo más allá de la dimensión socio-cultural, se<br />

preocupa por el secreto proceder de esos hombre y<br />

mujeres que recomponen el cosmos desde la escena<br />

y a la vez venera las diversas tradiciones teatrales<br />

y las preserva del único modo posible; haciéndolas<br />

confl uir y obrar en el presente. Estrategia que esta<br />

vez nos posibilita un contacto más objetivo con la<br />

teatralidad balinesa y con algunos de aquellos que<br />

hoy la mantienen viva.<br />

NOTAS:<br />

1. Giovanni Azzaroni: Teatro in<br />

Asia. Volumen I, Editorial Clueb,<br />

2005.<br />

2. En la cultura javanesa, prehindú<br />

el kidung tenía una función<br />

apotropaica y estaba constituto<br />

por cantos mágicos acompañados<br />

de música, luego, hacia el octavo<br />

y noveno siglos, infl uenciado por<br />

el hinduismo, el kigung entró a<br />

la corte y asumió una estructura<br />

literaria más elaborada.<br />

3. Eugenio Barba y Nicola Savarese:<br />

El arte secreto del actor.<br />

Diccionario de Antropología Teatral,<br />

México: Escenología, 1990.<br />

25 RyC


Teatro<br />

RyC<br />

26<br />

Persistencia<br />

del ritual.<br />

Entrevista a<br />

Cristina Wistari<br />

Nara Mansur<br />

uándo comienza la historia de Ur-<br />

Hamlet para los artistas baline-ses<br />

participantes del proyecto?<br />

Comenzó hace tiempo con los<br />

Theatrum Mundi en los que he participado<br />

y desde las últimas sesiones de la ISTA en<br />

Sevilla y Polonia, donde hemos trabajado algunas<br />

impro-visaciones a partir de la historia de Hamlet.<br />

Creo que la verdadera creación del espectáculo<br />

comenzó para mí en diciembre de 2004 cuando<br />

Eugenio Barba y el Odin Teatret llegaron a Bali y<br />

trabajamos juntos dos semanas. Él me había dado<br />

algunos temas a desarrollar coreográfi camente con<br />

el grupo, que adaptó al montaje. La visión creativa<br />

ha ido cambiando durante estos meses y ha sido<br />

muy interesante pues me ha permitido coreografi ar<br />

con el grupo que dirijo ideas propuestas desde la<br />

direc-ción. Hemos utilizado el estilo clásico del<br />

Gambuh pero adaptándolo a personajes arquetipos<br />

para la historia de Hamlet.<br />

¿Las coreografías son tomadas exactamente de<br />

la tradición?<br />

Las coreografías existían ya, todos los movimien-tos.<br />

Lo nuevo es la manera de juntarlas en el espectáculo.<br />

Por ejemplo, Fengi es el personaje keras<br />

(fuerte, vigoroso) que en el Gambuh –la epopeya en<br />

la que el príncipe Panji, un rey refi nado que generalmente<br />

yo danzo– tiene como contraposición a este<br />

guerrero. En el espectáculo yo hago el padre de<br />

Hamlet, que es refi nado, y también el personaje de<br />

su hermano, que se convierte en rey asesinándo-lo.<br />

Los dos arquetipos están ahí, pero generalmente<br />

Panji sale victorioso en las danzas tradicionales; y<br />

aquí muere inmediatamente.<br />

<strong>No</strong> fue tan difícil decidir quién hacía a quién. Fue<br />

una decisión de Eugenio escoger los personajes.<br />

El trabajo mayor fue sobre el ritmo, que fue totalmente<br />

cambiado; los diálogos fueron cortados, creo<br />

que llegamos a un punto en que no decimos casi<br />

nada. Los diálogos también pertenecen a la tradición<br />

pero fueron colocados en nuevas situaciones.<br />

Conservan la misma etiqueta de las cortes del<br />

siglo XIV en Java y Bali. La lengua que se habla es<br />

el kawi, tan antigua como el latín.<br />

En el Gambuh los personajes nobles hablan en<br />

kawi y hay un asistente que traduce al balinés para<br />

que los espectadores puedan comprender. Aquí los<br />

sirvientes no están presentes, no fueron utilizados.<br />

Eugenio prefi rió que los Pulcinellas dieran las explicaciones<br />

(a través de los grandes carteles), son<br />

los asistentes del espectáculo. Como ves, hay formas<br />

precisas que fueron adaptadas a situaciones<br />

muy concretas.<br />

Para las mujeres utilizamos otras formas además<br />

del Gambuh. La estructura de base es toda del<br />

Gambuh, pero por ejemplo, cuando entran los<br />

hombres chasqueando se trata de otra danza, al<br />

igual que algunas de las mujeres, que utilizamos<br />

por las necesidades mismas del espectáculo. Cuando<br />

las bailarinas danzan alrededor de Hamlet y su<br />

hermana de crianza (Augusto Omolú y Mia Theil<br />

Have), antes ellas estaban más de lado y sólo posaban.<br />

Después, en la escena de amor, uní esto con<br />

un pasaje de danza tradicional que viene siendo un<br />

punto de encuentro de todos los actores en escena,<br />

una danza que supone una resonancia con la<br />

historia que las bailarinas acompañan. En esa gran<br />

escena de amor ellas danzan y es como si se infl amara,<br />

como el fuego al amor. Dilatamos algunas<br />

escenas, utilizamos otros estilos cuando fue necesario<br />

porque el Gambuh es más refi nado. Hay momentos<br />

en que quebramos este refi namiento con<br />

escenas de Kechak, un estilo de más fuerza vocal<br />

(originalmente son monos con distintos niveles de<br />

canto) y aquí lo usamos de manera más simple.<br />

Para mi gente afrontar un trabajo de esta naturaleza<br />

es un gran reto porque ellos no están acostumbrados<br />

a hacerlo. Una vez que han entendido la<br />

dinámica del trabajo, todo funciona bien. Pero para<br />

ellos no es normal.<br />

¿Trabajan habitualmente con la improvisación?<br />

Toda la danza balinesa se basa en la improvisación.<br />

Lo más difícil para ellos es fi jar algo, repetir de la<br />

misma forma, probar algo cuando se improvisa y<br />

conservarlo de una manera precisa, única. Se trata<br />

de danzas con estructuras precisas, coreografías<br />

precisas, pero los personajes nobles en las danzas


alinesas tienen la posibilidad de continuar introduciendo<br />

nuevos elementos, lo mismo palabras<br />

que gestos, no inventando nuevos pero sí con los ya<br />

registrados. La estructura de la danza está dicta-da<br />

por la música, pero dentro de ella existe la posibilidad<br />

de improvisar.<br />

Esto sucede en danzas como el Gambuh, en la<br />

que existe la libertad de improvisar dentro de un<br />

marco de gestos y posibilidades ya codifi cadas.<br />

Existen otras danzas como el Topeng en las que<br />

todo es improvisado y la danza no es una creación<br />

del bai-larín. Por eso, los bailarines están muy<br />

acostum-brados a improvisar. Lo más difícil para<br />

ellos es re-petir exactamente unos pasos, algo que<br />

se prueba. Sólo algunas danzas para mujeres están<br />

absoluta-mente fi jadas. Sobre todo aquellas danzas<br />

de varios personajes.<br />

Los balineses son los reyes de la improvisación.<br />

¿Los actores/bailarines son profesionales?<br />

Ellos no son profesionales. Algunos danzan<br />

como profesionales pero todos hacen otras cosas<br />

para vivir: pintan, trabajan en el campo, hacen<br />

esculturas.<br />

Ellos no han tenido contacto con las danzas occidentales,<br />

no las han aprendido. Hablamos de una<br />

isla, no de Indonesia sino de Bali. Como todos los<br />

isleños, están muy orgullosos de su cultura y tie-nen<br />

una mezcla de supremacía e inferioridad al mismo<br />

tiempo. Conviven así. Relacionarse con ellos no es<br />

fácil. Se sienten el ombligo del mundo. <strong>No</strong> están<br />

abiertos totalmente al arte occidental, están muy<br />

cerrados en su propia tradición, que es muy rica.<br />

En estos momentos ellos están viviendo una transición<br />

muy difícil porque la infl uencia del turismo es<br />

muy fuerte. Toda la economía se basa en el tu-rismo<br />

y las danzas se ofertan como «paquete», un pedacito<br />

de cada una; y se forman nuevos bailari-nes para<br />

estos shows turísticos.<br />

Cuando yo llegué a Bali hace veintitrés años había<br />

muy poca danza concebida para el turismo. Estaba<br />

muy vinculada al ritual religioso. Bailar era una<br />

ofrenda a los dioses del panteón hinduista, y todavía<br />

es así, pero con una calidad que se deteriora.<br />

Ahora todo tiende a ser más rápido, más breve. Los<br />

vestuarios, el maquillaje, se han vulgarizado, sien-to<br />

un empobrecimiento de toda la cultura.<br />

¿Cómo sientes el encuentro que propone el espectáculo<br />

de la danza balinesa con Occidente:<br />

los actores del Odin, los participantes forasteros?<br />

Es una experiencia muy interesante no sólo para<br />

mí; pienso que sobre todo para los jóvenes bailarines,<br />

quizá menos para los músicos que no están<br />

tan envueltos en la historia, en el placer, la dinámica<br />

del trabajo de relacionarse con otros artistas.<br />

Para los jóvenes es muy importante para su propio<br />

trabajo en Bali porque Eugenio es un gran maestro,<br />

un Maha guru, sus enseñanzas ellos las pueden aplicar<br />

en el teatro tradicional.<br />

RyC<br />

Cristina Wistari, su<br />

vasta experiencia de<br />

trabajo y conocimiento<br />

del teatro balinés,<br />

re-sultó fundamental<br />

para el montaje de<br />

Ur-Hamlet.


Teatro<br />

Teatrólogo y<br />

crítico. Profesor<br />

de Historia<br />

del Teatro<br />

en la Facultad<br />

de Artes<br />

Escénicas<br />

del Instituto<br />

Superior de<br />

Arte.<br />

Augusto Omolú, bailarín<br />

y actor brasileño,<br />

al incorporar las danzas<br />

afrobrasileñas<br />

del Candomblé, dotó<br />

a Ur-Hamlet del comportamiento<br />

gestual<br />

y coreográfi co, donde<br />

dominan la sensualidad<br />

y la espiritualidad.<br />

i<br />

esde el título de la excelente producción<br />

que el Odin Teatret hizo durante el 2006,<br />

Ur-Hamlet, queda proclamada la vocación<br />

introspectiva en los orígenes de sus<br />

referentes, luego desarrollados escénicamente por<br />

senderos multiétnicos y, por ello, multiculturales.<br />

La expre-sión de tal variedad, además del rastreo<br />

bibliográ-fi co en las fuentes de la tragedia isabelina,<br />

sumer-gió a la puesta en escena de Eugenio Barba<br />

en lo que fue, sin dudas, un sugerente diálogo entre<br />

civilizaciones. Constituyó una osadía el abrevar en<br />

los pilares de idiosincrasias como la europea, la<br />

afroantillana y la asiática que han estado, según<br />

el período histórico, en interrelación y en confl agración.<br />

El desafío del espectáculo ocurre en un<br />

momento del mundo, justo cuando vuelven a<br />

pre-ponderar, ya sea por la inmigración o por las<br />

guerras, el lenguaje del enfrentamiento, la supremacía<br />

o la coexistencia armónica y el inevitable<br />

sincretismo.<br />

El director artístico italiano-danés desplegó la<br />

amplitud de su capacidad de invención escénica<br />

–una ideación creativa que deja huellas signifi cativas<br />

en el teatro mundial de los últimos cuarenta años–<br />

para convertir la corte danesa de Orvendillo, Fengo<br />

y Hamlet, revelada por el monje Saxo Grammatico,<br />

en la estampa de un reino balinés mezclado con<br />

elementos europeos, asiáticos de otras procedencias<br />

y afrobrasileños. Este componente suramericano<br />

rebasó los peligros de un posible tratamiento<br />

periférico en tanto el personaje protagónico del<br />

relato era representado por el intérprete Augusto<br />

Omolú, bailarín-actor de rica trayectoria en el<br />

ámbito danzario, en el performativo actoral junto<br />

al Odin y las ISTA, además de ser un iniciado en los<br />

secretos místicos del Candomblé y sus derivaciones<br />

artísticas.<br />

De alguna manera, representantes de culturas<br />

consideradas dominadas por Occidente, fueron<br />

jerarquizados dentro de una peculiar interpretación<br />

de la obra, expresión del Theatrum Mundi, sobre la<br />

original procedencia europea. Por ejemplo, el joven<br />

príncipe escandinavo, heredero del reino, terminó,<br />

entonces, transfi gurándose en un hombre negro,<br />

RyC<br />

28<br />

Transfi guración<br />

afrobrasileña<br />

de Hamlet<br />

Habey Hechavarría Prado<br />

representante auténtico<br />

del universo del Caribe,<br />

que lleva en su piel y<br />

en su idiosin-cracia los<br />

avatares pa-sados y<br />

presentes de una raza y<br />

de un conti-nente cuyos<br />

lamentos los mantienen<br />

todavía en ebullición.<br />

ii<br />

El arte de Omolú aportó<br />

a Ur-Hamlet el encanto,<br />

si se quiere exótico, del<br />

comportamiento gestual y<br />

coreográfico donde do-minan<br />

la sensualidad, una ener-gía<br />

estallante, contagiosa, y la espiritualidad<br />

indescriptible de la presencia<br />

viva de un cuerpo-mente por el que ha pasado<br />

la tradición mágico-religiosa de nuestros cultos<br />

sincréticos yorubá-católico-caribeños. Pletóricos<br />

de orishas, mitología, conjuros y de revelaciones<br />

en el ámbito de lo sagrado, esos cultos han pasado<br />

a formar parte de la identidad esencial de los<br />

pueblos en dimen-siones opuestas que vinculan las<br />

grandes fi estas populares y la cotidianidad menos<br />

perceptible.<br />

Además, Augusto es un especialista que ha logrado<br />

integrar la belleza espontánea y rústica de la danza<br />

folclórica con el preciosismo estético del ballet<br />

clásico, los cuales desde hace años se articulan<br />

orgánicamente, también, en la peculiar experiencia<br />

de trabajo con Eugenio Barba y su histórico<br />

grupo. Fruto de esos encuentros y milagros que<br />

hacen la vida, nace una expresión de fuerza y<br />

a la vez de precisión, de virilidad y a la vez de<br />

delicadeza, sufi cientemente rica y pulida como<br />

para funcionar en el entramado de sutilezas y<br />

acentos interpretativos diversos, según el actor<br />

o actriz, que constituyen el texto escénico ya<br />

característico del estilo Odin.<br />

La impronta afrocaribeña contribuyó, en Ur-Hamlet,<br />

a la universalidad del diálogo entre las vertientes<br />

asiáticas (las canciones de Annada Prasanna


Pattanaik, el teatro balinés del Gambuh y el <strong>No</strong>h<br />

japonés que aportó el maestro Akira Matsui), la<br />

diversidad europea de los múltiples jóvenes que<br />

integraron el elenco y el propio conjunto intercultural<br />

de los músicos y actores del Odin Teatret.<br />

La cultura negra del Brasil, tan agradablemente<br />

próxi-ma a la cubana, a través de la religiosidad<br />

y sus proyecciones cúlticas y artísticas, llega al<br />

mega-espectáculo, estrenado durante el Ravenna<br />

Festival 2006. Lo afrocaribeño penetra también en<br />

la puesta en escena, y con decisiva importancia, a<br />

través de las manos y la destreza del percusionista<br />

bahiano Cleber da Paixão. El vigor, el sabor y el<br />

espíritu festivo que comparten las interpretaciones<br />

de los dos artistas de Bahía, el performer y el músico,<br />

ayudaron a convocar la ambigüedad y la pasión<br />

que destacan en el relato de Grammatico y en la<br />

conocidísima obra de William Shakespeare.<br />

Y si Hamlet, como dice Allardyce Nicoll en su<br />

es-tudio sobre la Commedia dell’Arte, es, junto a<br />

Arlequín, el personaje más famoso de la historia<br />

del teatro, no ha sido esta la razón que estimuló<br />

a Eugenio Barba. Pues el referente shakespereano<br />

apenas pasó de ser eso, un link accidental en el<br />

medio de un largo camino en busca de las fuentes.<br />

De ahí la desobediencia que representa, desde<br />

muchos puntos de vista, el personaje Hamlet que<br />

interpreta Omolú.<br />

El intérprete conjura una criatura danzaria, un<br />

genio del movimiento acompasado bajo un discurso<br />

del gesto orgulloso de su deuda con los<br />

bailes, la música, los códigos, los arquetipos y los<br />

dioses que desde hace más de cuatro decenios<br />

empezaron a poblar determinadas zonas de toda<br />

la América. Sin embargo, el Candomblé, a partir del<br />

siglo XIX comienza una ascensión dentro del Brasil<br />

hasta alcanzar la ventajosa posición con la que<br />

hoy cuen-ta entre practicantes, incluso de origen<br />

europeo y oriental, y entre los estudiosos. Viniendo<br />

del con-tinente negro, luego transculturado, aquel<br />

reservo-rio cultural que se ha ido mezclando con la<br />

pólvora, los anhelos, la sangre y el sudor de nativos<br />

procedentes de muchas otras partes del mundo, aún<br />

guarda contenidos mágico-religiosos primi-genios<br />

que ni siquiera en África perviven. Quizás, como<br />

ocurre con la santería cubana y el vodú hai-tiano, late<br />

en esa antigua célula ritual un principio germinativo<br />

capaz de estimular nuevos nacimientos culturales<br />

y artísticos.<br />

iii<br />

Las razones del Candomblé participaron de los<br />

requerimientos del montaje atravesando, al menos,<br />

toda la última parte del proceso de montaje: la<br />

invención de una tercera área de la partitura teatral<br />

con los personajes foráneos que irrumpen en el<br />

castillo, la disposición de todo el abundante<br />

material escénico y la actuación según la técnica,<br />

la tradición y los detalles técnicos y poéticos del<br />

espectáculo.<br />

Augusto Omolú guió en Ravenna las sesiones de<br />

entrenamiento, previas al estreno de la obra, que<br />

recibieron los actores del coro de extranjeros, la<br />

mayoría jóvenes con niveles diferentes de experiencia.<br />

Para ello contó con la ayuda de la percusión<br />

de Cleber da Paixão, cuya música orientaba la<br />

reali-zación de los ejercicios basados en ritmos y<br />

temas danzarios. Una lógica de comportamiento<br />

cultural transitaba del calentamiento físico a los<br />

movi-mientos danzados, y de ahí a las frases coreográfi<br />

cas. La rutina de actividades psicofísicas era<br />

rigurosa e intensa. Hacía énfasis en los aspectos<br />

de la respiración y el ritmo, además de en la precisión<br />

y calidad del movimiento mismo que iba<br />

incorporando pies, hombros (muy importantes en<br />

la dinámica de baile folclórico que el guía usó),<br />

brazos, piernas, el resto del cuerpo, mientras exigía<br />

control del peso y evolucionar, tanto con la coordinación<br />

como con la energía necesarias para lograr<br />

el objetivo de aquel training.<br />

La sesión de ejercicios ocupaba media mañana, y<br />

luego se enlazaban con una segunda parte en la<br />

que Eugenio Barba continuaba trabajando con los<br />

actores. A partir, muchas veces, de lo que se había<br />

realizado en la primera parte, ahora se ofrecían estímulos,<br />

sugerencias y orientaciones encaminadas<br />

hacia otras búsquedas, como llegó a ser la ruptura<br />

de los automatismos, imposturas e inclinaciones<br />

inexpresivas. Las sesiones con Eugenio incluían<br />

jornadas de aprendizaje, ejercitaciones de la<br />

expresión y enjundiosas explicaciones, jornadas de<br />

montaje o prueba de algunos cuadros o mo-mentos<br />

de la representación, y ensayos en sí, moti-vados<br />

por el adiestramiento o el perfeccionamiento de<br />

la partitura. Aún después de estrenada la obra,<br />

continuó la faena con este grupo de actores/talleristas.<br />

Una segunda, a veces una tercera etapa<br />

de las jornadas, daban espacio al entrenamiento<br />

vocal y al ensayo de la música. Fueron conducidas<br />

indis-tintamente por Frans Winther, Brigitte Cirla y<br />

Annada Prasanna.<br />

El training con Omolú fue decisivo para imprimirle<br />

un carácter de equipo danzante a los que representaban<br />

a los extranjeros. De alguna manera, ejercicios<br />

de su taller fueron la génesis de determi-<br />

nados cuadros o cadenas de acciones físicas y<br />

momentos danzarios del montaje. La estrecha<br />

vinculación del trabajo del Omolú maestro con el<br />

espectáculo, permitieron al director recontextualizar<br />

frases coreográfi cas en función de la narración<br />

escénica y de los ambientes deseados, además de<br />

lograr en una parte del elenco la postura y el tono<br />

físicos imprescindibles. Esto se evidenció en la<br />

escena en que La Plaga o Reina de las ratas llega al<br />

castillo. Allí, por ejemplo, los pasos coreografi ados<br />

del Candomblé, que recordaban a Oggun, asumieron<br />

un sentido de protesta, casi de huelga,<br />

sobre el mismo principio del espíritu guerrero. Esas<br />

ca-denas de movimiento eran ejecutadas por una<br />

parte de la invasión de emigrados extranjeros, ya<br />

infi ltrados en el recinto de los amos de Jutlandia<br />

tras llegar de tierras lejanas.<br />

De las cinco funciones de «El training en una<br />

pers-pectiva intercultural», según analiza Richard<br />

Schechner en el brevísimo pero brillante artículo<br />

aparecido en el clásico volumen Anatomía del actor,<br />

de Barba y Nicola Savarese, el entrenamiento<br />

Augusto-Eugenio, quién sabe si de una manera<br />

más exotérica o esotérica, cumplió con las cinco. Sí,<br />

pienso que, antes del adiestramiento del performer<br />

29 RyC


Teatro<br />

Ur-Hamlet por el Odin<br />

Teatret en las afueras<br />

de Ravenna, Italia.<br />

para interpretar textos dramáticos (1), antes de<br />

pre-servar y transmitir un saber secreto (3), antes<br />

de ayudar a los performers en su autoexpresión<br />

(4) o la formación de grupos como vencimiento<br />

del individualismo (5), se priorizó la función de<br />

«hacer del performer alguien que transmite un ‘texto<br />

performativo’» (2). Aquellos actores, excepto alguna<br />

frase o palabra sueltas, murmullos o algún cántico<br />

tradicional, se expresaban en la obra por vía del<br />

cuerpo, a través de una estructura del discurso escénico,<br />

desarrollando en paralelo contaminaciones<br />

y aproximaciones, metafóricas si se quiere, respecto<br />

a la línea dramática fundamental.<br />

A la mayoría de los jóvenes actores, el proceso constante<br />

de indagación en la escritura y re-escritura<br />

escénica debió removerles, ya desde el entrenamiento<br />

sobre la base de las danzas folclóricas brasileñas<br />

de origen africano. Como ese training duró quince<br />

días, quizás no cambió nada en lo externo, pero<br />

si pudo, a escondidas, entreabrirles a un saber<br />

del cuerpo y de la mente profundo. Los vi sudar,<br />

desconcertarse ante el ritmo trepidante del tambor<br />

y la complejidad de un desplazamiento coordinado,<br />

vi el agotamiento ex-tremo y el placer de llegar<br />

hasta allí, lo compartí. Percibí ese instante en el<br />

que bajan las resistencias del cuerpo/cultura y<br />

ocurren los desbloqueos. Son chispazos que dejan<br />

penetrar, por segundos, una sabiduría de los inicios<br />

de la especie que podría remontarles al comienzo de<br />

una indagación personal en sus propios derroteros<br />

como performers. <strong>No</strong> obstante, frente a lo imprevisto<br />

de los diálogos culturales, el reencuentro con lo<br />

primigenio suele ser difícil y riesgoso, si de ver-dad<br />

hay una conversación y no un monólogo, si de<br />

verdad el otro importa.<br />

iv<br />

La textura de Ur-Hamlet apunta a una «dramaturgia<br />

RyC<br />

30<br />

de la complejidad» a partir de la reunión de<br />

historias-espectáculos como matriushkas multinacionales<br />

y libres. De igual modo el cuerpo de los<br />

actores desplegaba una identidad. Cuerpo e identidad<br />

matizaron la representación pues sirvieron<br />

de créditos estéticos y narrativos a una multitud<br />

de iconos.<br />

La imagen oscura y con drelocs del personaje protagónico,<br />

cubierto de la cara a los pies por cuerdas<br />

blancas en el sentido de mordazas, quizá también<br />

de antifaz, sobre el vestuario que simulaba la piel<br />

de un animal entre tigre y cebra, destaca sobre los<br />

demás e impone una noción del cuerpo como texto.<br />

Entonces, nos damos cuenta que el núcleo del tejido<br />

está en la escritura corporal de cada miembro del<br />

repertorio. Siendo una escritura corporal y rítmica,<br />

la conciencia performativa predispone a seguir<br />

menos un discurso hablado, fragmentado en varias<br />

lenguas y acentos, que atender al discurso del<br />

cuer-po y su cultura. La concreción del trabajo giró<br />

alre-dedor de las tradiciones sedimentadas en esos<br />

cuerpos. La cultura somatizada se articuló como<br />

pre-texto de una parte del proceso de montaje en<br />

pos de la amplia zona del espectáculo donde se<br />

haría notable.<br />

El Hamlet de Omolú prácticamente no habla, apenas<br />

frases sueltas. La incorporación del perso-naje<br />

descansó sobre la gestualidad y la danza de origen<br />

afro que asume cada vez nuevas estiliza-ciones y<br />

signifi caciones en el contexto. Pero cuando Hamlet<br />

danza, la tradición danza con él; danzan en él los<br />

ancestros, tal vez, para liberar las ataduras de una<br />

condición geográfi ca e histórica desafortu-nada.<br />

Casi no habla Hamlet (y al hacerlo escu-chamos<br />

el portugués del Brasil), sin embargo, se mantiene<br />

activo: baila fuerte, mimetiza con el ges-to, simula<br />

el canto de un gallo, juega con una niña, maltrata a<br />

Gerutha, esposa traidora, se mezcla como uno más


en el coro de extranjeros que inun-dan (infectan) el<br />

castillo, se burla de todos, cumple con frialdad su<br />

venganza mediante una verdadera carnicería, da<br />

muerte por bárbaras razones a su bella hermana de<br />

leche y enamorada, impone una nueva ley.<br />

Personaje muy activo, el Hamlet de Barba-Omolú<br />

parece una invocación a las fuerzas ciegas de la<br />

sobrenaturaleza. Al bailar, alimenta las potencias<br />

del demonio que duermen en el personaje y<br />

desbordan el carácter de un príncipe guerrero precristiano,<br />

el de Saxo Grammatico, ignorante en<br />

términos de piedad. Es un futuro gobernante que<br />

mata lo que ama, y en quien se retuerce el genio<br />

natural de la venganza bajo las vestiduras del<br />

falso loco de un juego de barajas. Así, simulación<br />

tras simulación, logra salvar la vida e investirse<br />

de héroe épico (¿un Odiseo?) o héroe Candomblé<br />

que gana tiempo y terreno en sus planes hasta ir<br />

extendien-do el dominio sobre la situación y el reino<br />

hasta que la corte de Jutlandia se convierta en su<br />

terreiro. El terreiro o espacio de la ceremonia, consiste<br />

aquí en el «reino de poder» de un chamán, parte<br />

visible de un universo propio donde se declaran<br />

los pre-supuestos de un nuevo mundo y amargo.<br />

Al fi nal de la puesta en escena, Hamlet Rey recibe<br />

las genufl exiones de todos los súbditos que antes<br />

le espiaron o atacaron, su madre reducida a una<br />

suer-te de prisionera, y la que pudo ser su esposa<br />

yace a sus plantas en forma de cadáver. Tras bailar<br />

el sím-bolo de los nuevos tiempos en la fi gura de<br />

un niño/niña balinesa, todavía está por cerrar la<br />

historia de los extranjeros.<br />

v<br />

La alteridad caracteriza el planteamiento poliédrico<br />

de un espectáculo múltiple y único. La sensación<br />

de estar viendo varios espectáculos a la vez, desconcierta<br />

en un inicio y después crea cierta voracidad.<br />

Me refi ero al apetito por lo otro, lo exótico, por<br />

lo diferente, por lo extrañante o foráneo que asusta<br />

y deleita. Lo desconocido fascinante, también espanta.<br />

La posible lectura afroantillana, sumergida<br />

en la atomización de perspectivas más y menos<br />

jerarquizadas, compromete la relación del protagonista<br />

negro/danés con los daneses de aspecto<br />

balinés, una relación de absoluta desemejanza.<br />

Ejemplo contrario puede ser la identifi cación de<br />

Hamlet con el coro de los extraños, identifi cación<br />

donde, debido al montaje, Hamlet llega a parecer<br />

uno de ellos, y algunos de ellos sugieren otras<br />

variantes de ser Hamlet. A la vez, la peculiar<br />

ex-presividad física de Hamlet les contagia e involucra,<br />

no así con los intérpretes del Gambuh<br />

y los dos personajes hechos a la manera <strong>No</strong>h de<br />

Akira Matsui.<br />

Hamlet, héroe maldito de las mil caras se reprodujo<br />

en el rostro de los emigrados. A aquellas gentecillas<br />

sin rostro, no les quedó más remedio que aceptar el<br />

rostro del príncipe y cantar, a pesar de consumir-se<br />

en la plaga o frustrados en un medio francamente<br />

hostil. <strong>No</strong> sólo sus movimientos, la danza o los<br />

desplazamientos coreográfi cos apoyados en una<br />

percusión particular, sugieren una procedencia<br />

hamletiana, sino que, en general, un pedazo de Ur-<br />

Hamlet le debe a la tradición del Candomblé y a la<br />

cultura afrobrasileña, a la seductora manifestación<br />

de la ciudad de Bahía que fuera de Cuba podemos<br />

sentir tan nuestra. Ante la extrañeza de lo americano<br />

y lo universal, durante el verano pasado, sucumbieron,<br />

divirtiéndose y contrariándose, espectado-<br />

31 RyC


Teatro<br />

Escritor,<br />

dra-maturgo,<br />

Di-plomado<br />

por el Royal<br />

Court Theatre<br />

de Londres.<br />

Profesor de<br />

Dramaturgia<br />

del Instituto<br />

Superior de<br />

Arte y editor<br />

de la revista<br />

Tablas.<br />

uando he cometido un acto que considero<br />

heroico dentro de mi espacio y mi mundo, sé,<br />

por ser un hombre común, que estoy a punto<br />

de fallar en algo. De fallar incluso hasta el<br />

abismo, de caer en la nada, de precipitarme. Porque<br />

las condiciones que se despliegan en un instante y<br />

te convierten en héroe ante determinada elección,<br />

desaparecen de pronto en la agitada suma de la<br />

vida actual, se subvierten, se recomponen. Por su<br />

parte, los ojos que te rodean, mediante difi cultosas<br />

y obstinadas percepciones, vuelven a modifi car los<br />

hechos, las maneras, y el dictamen que extienden<br />

sobre los sucesos es muestra de puntos de vista<br />

igualmente variables, inasibles, infi nitos. De ahí que<br />

equiparar comportamiento y sentido en el universo<br />

contemporáneo sea una pretensión ries-gosa, por<br />

la cantidad de arquetipizaciones exis-tentes, ya<br />

juzgadas y analizadas hasta la saciedad en el mar<br />

de la Historia, y del mismo modo estable-cidas,<br />

enmarcadas, esquematizadas.<br />

Prefi ero leerme, entonces, como un ser que es suma,<br />

que no puede hacer ya algo distinto, que es<br />

otra vez el héroe y otra vez el traidor en tanto una<br />

u otra instancia no se divorcian, más bien se dan la<br />

mano y se recombinan en múltiples posibili-dades.<br />

Otra vez el juego del garbo vestido de miseria y el<br />

falso brillo.<br />

Pasar tres semanas conviviendo con Ur-Hamlet del<br />

Odin Teatret me ha hecho caer en estas refl exiones.<br />

Utilizar como base una fi gura que es leyenda y se<br />

halla en el justo límite entre realidad y fi cción, de<br />

hechos veraces y hechos inventados que se le adjudican,<br />

pero en cualquier caso un sujeto emblemático<br />

por su gestus, pareciera empresa fácil mediante<br />

la cual hablar, como suelen los espectáculos de<br />

Eugenio Barba, del individuo de hoy que lleva<br />

adentro voces antes emitidas, imágenes antes<br />

deli-neadas, vidas antes vividas. Pero Ur-Hamlet es<br />

eso apenas en su comienzo. Apenas en una lectura<br />

rápida que descubre el ejercicio del director y del<br />

Odin al crear una partitura de movimientos y cuerpos<br />

que no es sólo orquestación dinámica, sino<br />

también ensayo sociopolítico. Una revisión cívica<br />

a los patrones que rigen nuestra conducta, ello a<br />

RyC<br />

32<br />

<strong>No</strong>s despertarán<br />

los perros<br />

Abel González Melo<br />

través de un ejemplo, de un modelo, de un sistema<br />

humano listo para ser resquebrajado y recompuesto<br />

mediante un espectáculo teatral.<br />

<strong>No</strong> es el histórico Hamlet afamado gracias al genio<br />

de Shakespeare el protagonista del montaje. Es ese,<br />

sí, pero amplía zonas de su alcance. La saga hamletiana<br />

pautada por Saxo Grammaticus en su Gesta<br />

Danorum es la base para registrar fábula y sucesos.<br />

El príncipe de Dinamarca queda ubicado así en<br />

medio de un núcleo de relaciones que desestabiliza<br />

su jerarquía, desenfoca los contornos de su triunfo<br />

social y político, no pone demasiado claro el futuro<br />

de su lógica ascensión al trono y por tanto lo aboca<br />

a fi ngir locura, trazar estrategia, convertirse en el<br />

vengador de su padre por convicción, mas, sobre<br />

todo, por necesidad inmediata, por instinto de<br />

supervivencia. Ur-Hamlet habla irónicamente de<br />

cómo el príncipe arcaico expande sus brazos en<br />

el presente y agita los extremos de su comportamiento:<br />

al remontarse en la leyenda, al absorber<br />

de la fuente primigenia y de las sucesivas con que<br />

el arte lo ha manipulado, este Hamlet (en el cuerpo<br />

de Augusto Omolú) es salvaje y radical, es su mente<br />

y su cuerpo, es el centro de un entramado que lo<br />

tiene como eje de sus expectativas y preferencias.<br />

Mucho más asequible en términos de cinismo<br />

posmoderno se torna su conducta: la acusación<br />

de puta a su madre Gerutha precedida por unas<br />

envolventes caricias casi incestuosas, o la decisión<br />

fi nal de mandar a asesinar a su hermana de leche<br />

(cálidamente asumida por Mia Theil Have) después<br />

de que ella lo ayudase ante la trampa tendida por<br />

su tío Fengo. El orden que Hamlet anuncia a través<br />

de nueve reglas es dictatorial (incluye normativas<br />

de traición, mentira y matanza), de un salvajismo<br />

generado por la violencia perpetua y el sostenido<br />

afán de venganza: deudor de la guerra y el vandalismo,<br />

de la infamia que otorgan ciertas realezas y<br />

la costumbre de presenciar barbarie, el príncipe lega<br />

su status a un niño, lo enviste, lo corona y lo deja<br />

solo. En un despliegue dancístico de elevada coordinación,<br />

la pequeña Pia, una de las más jóvenes<br />

intérpretes balinesas, se convierte en la promesa<br />

del futuro régimen.<br />

El relato va creciendo a través de una estrategia de


narración muy efi caz: se anuncia, con la presencia<br />

de un cartel, que Saxo Grammaticus ha desenterrado<br />

la historia de Hamlet y que fungirá aquí<br />

como personaje-narrador. Saxo, a su vez, introducirá<br />

al resto de los personajes ante el público: excava<br />

y obtiene un conjunto de huesos que al ini-cio<br />

del montaje se hallan velados por una manta: la<br />

historia que yacía muerta comenzará a desplegarse<br />

y los intérpretes cubrirán esos huesos con<br />

carne. Saxo será, de algún modo, la plasmación del<br />

punto de vista contemporáneo sobre los sucesos: el<br />

erudito de antaño padecerá en presente. El hieratismo<br />

y la dignidad con que Julia Varley asume el rol de<br />

Saxo Grammaticus es vital para que la impronta<br />

pretendida por el director sea entendida: no es<br />

una máquina que reproduce o narra, apenas da la<br />

pauta para introducir una escena y luego vigila los<br />

derre-dores de su decursar, se siente responsable<br />

por ser autor intelectual, asevera que la historia se<br />

repite. Con Julia el espectáculo enfoca el ángulo<br />

que lo legitima, que le da un sentido específi co y<br />

que condiciona la recepción. Esa es una marca de<br />

diferencia de este Hamlet con respecto a otros: al ser<br />

presentados los temas de cada escena al inicio de<br />

las mismas, en carteles, claro signo brechtiano, la<br />

percepción puede fi jarse en el cómo más que en el<br />

qué, pues la fábula ya es conocida y lo interesante<br />

serán los móviles que la van desencadenando. Los<br />

huesos desenterrados son todos los huesos, no los<br />

de un monarca en específi co. Julia consigue esa<br />

expansión de huesos en el espacio: al fi nal quedan<br />

dispersos, ajenos a la unidad primaria.<br />

Y es que el Theatrum Mundi integra, rehuye la<br />

dispersión. Huesos centenarios y ciudadanos<br />

de hoy. El director no teme mezclar lenguas y<br />

personajes, al contrario, ejecuta adrede su condición<br />

de labrador del mundo. El indicio más claro de esta<br />

voluntad de labranza multicultural, de la demostración<br />

de que en cualquier cultura y momento un<br />

comportamiento y la cadena de sucesos que este<br />

desentraña pueden cobrar sentido, regenerarse, es<br />

el contraste que en términos de lenguaje sonoro<br />

se establece entre el verbo de los balineses, el<br />

latín que Saxo utiliza como detalle que conecta el<br />

montaje con la herencia clásica matriz, y el idioma<br />

preciso del sitio donde se representa Ur-Hamlet (yo<br />

lo escuché en italiano en Ravenna y en danés en<br />

Holstebro). El espectador asiste a un material, a un<br />

fruto de labranza que surge hibridado en su esencia,<br />

donde los factores confl uyentes no se despojan de nada.<br />

Los intérpretes incorporan la vocación aprehendida,<br />

tanto como actores, músicos o cantantes (Annada<br />

Prasanna Pattanaik es de la India, Cleber da Paixao,<br />

de Brasil...) y absorben de quienes les acompañan:<br />

el entramado defi nitivo los expone mixturados.<br />

Una de las mayores enseñanzas que el Odin me<br />

ha entregado desde que conozco su trabajo es el<br />

efecto que logra producir la precisión a la hora de<br />

cualifi car un tema y su desarrollo. Los actores del<br />

grupo han dado testimonio históricamente de las<br />

fuentes y las vías de investigación que han utilizado<br />

para bucear en los mundos de sus personajes. En<br />

este caso, y para compartir un comentario de Barba<br />

referido a que en el Odin confl uyen individuos y no<br />

sólo tradiciones, es curioso analizar de qué forma<br />

Ur-Hamlet conecta ahora intérpretes de diversas<br />

procedencias y los integra en una partitura de<br />

continuas retroalimentaciones y precisiones. Aquí<br />

los aros se superponen. En primer lugar hay una<br />

estricta codificación del lenguaje escénico en<br />

momentos trazados coreográfi camente, tanto a<br />

partir de la compañía balinesa Gambuh Pura Desa<br />

Ensemble con Cristina Wistari al frente (la charla<br />

entre los hermanos, los combates, los paseos de<br />

los reyes, recalco con especial énfasis el minucioso<br />

trabajo de I Wayan Bawa como Fengo), o Akira Mitsui<br />

en el depurado acting de la Reina de las Ratas a<br />

través del asentamiento en su conciencia y en<br />

su cuerpo del Teatro <strong>No</strong>h. En segundo lugar, los<br />

actores del Odin diseñan sus trayectorias mediante<br />

complejos mecanismos internos, sedimento de<br />

un saber heredado de las experiencias de la ISTA,<br />

los Theatrum Mundi y los recorridos y aprendizajes<br />

alrededor del mundo. Breves momentos de sosiego<br />

alternan con otros de alta tensión sonora, kinésica.<br />

Son bruscas las transiciones y eso las llena de<br />

demonio, de vanda-lismo, monta perenne-mente la<br />

atención del espectador gracias a la huida<br />

de la serenidad, como si la calma<br />

fuese desterrada rápidamente<br />

sólo tras su intuición<br />

y el espacio escénico<br />

se convir-tiese en una<br />

mezcla de estallidos que<br />

llegan a oídos y ojos<br />

del espectador en el<br />

momento justo para<br />

crear impacto. Es en<br />

el enlace de los elementos<br />

propios de la<br />

narración, del mundo<br />

que viven los personajes,<br />

y de elementos<br />

exter-nos que guían<br />

esa narra-ción, que se<br />

ofrecen intere-santes<br />

fricciones para estas<br />

alteraciones rítmicas.<br />

Caso que me emociona<br />

en términos de recepción,<br />

dadas tales transformaciones<br />

y la exactitud con que resulta<br />

manejado, es este, protagonizado<br />

por la magnífi ca Roberta Carreri en el rol de<br />

Gerutha, madre de Hamlet: tras desposar a Fengo<br />

ella camina tran-quila hasta que choca con los<br />

huesos del marido muerto y ese choque provoca un<br />

cambio repentino y un reajuste de la tensión global.<br />

O bien otra vez Roberta, cuando repite la pauta de<br />

su cántico, su melodía (impresionante fusión de voz<br />

y gestuali-dad) ante la muerte de los dos maridos:<br />

algo en ella, en su majestad, en la dignidad con que<br />

asume el hecho, convence también de que la historia<br />

se repite. El discurso de Saxo desde los derredores de<br />

la historia y el de Gerutha en el centro mismo de<br />

esta, con dos detalles, dan fe de tal reiteración.<br />

Pero Ur-Hamlet no cerraría su círculo, no tendería<br />

un puente, no se conectaría del todo sin la presencia<br />

de un grupo de casi cuarenta extranjeros invasores.<br />

Provenientes de «tierras lejanas», como reza uno de<br />

33 RyC<br />

Akira Mitsui, el actor<br />

japonés que supo<br />

adaptar las características<br />

del teatro<br />

<strong>No</strong>h a los fi nes de la<br />

puesta de Ur-Hamlet<br />

por el Odin Teatret


Teatro<br />

los carteles, ellos son jóvenes estudiantes ávidos<br />

de aprendizaje, de hurgar en la técnica, de cursar<br />

la experiencia del Theatrum Mundi. Seleccionados<br />

dentro de muchos aspirantes llegan al espectáculo<br />

cuando el bastidor de este casi está concluido,<br />

cuando ya la química entre los actores del Odin y<br />

los balineses se ha fortalecido durante los ensayos<br />

en Bali y ha alcanzado un matiz particular y un<br />

elevado nivel de precisión. Llegan y arman la<br />

tempestad. A lo largo de las dos semanas previas al<br />

estreno en Russi fui testigo del curioso puzzle ante<br />

el cual se vio Eugenio Barba: sé que es una práctica<br />

habitual en su trabajo, pero sin duda entraña<br />

siempre un riesgo nuevo, dado que la estructura<br />

de base y el trabajo previo son diferentes a los de<br />

otras ocasiones, el fi lo con que se pretende cortar<br />

también lo es, y por supuesto lo es este equi-po de<br />

infi ltrados. Ellos irrumpen ajenos a todo, en culeros,<br />

algunos con escasa o nula formación dramática,<br />

mas deben irse acoplando al tono y al sentido<br />

tras el rigor del entrenamiento físico-vocal, que<br />

paulatinamente se va tornando más específi co y<br />

se va relacionando más con el espectáculo. Horas<br />

de constancia y dedicación, de ensayo junto a los<br />

profesores, de agotamiento, dan la seguridad de que<br />

este grupo de entrometidos no será justamente acusado<br />

de intromisión.<br />

Pienso que es difícil entender las melodías de Ur-<br />

Hamlet tal cual habitan en la mente revolucionaria<br />

y agitada del maestro Eugenio Barba. Pero del<br />

mismo modo pienso que sólo tras esa difi cultad de<br />

comprensión se asiste a la certeza de que el espectáculo<br />

es un fenómeno punzante, que lacera y cura<br />

a un tiempo. Tanto los artículos del líder del Odin<br />

como el del teórico Ferdinando Taviani, presentes<br />

en el programa de mano de la obra, colman el<br />

ima-ginario del espectador avisado, construyen un<br />

raíl de conocimiento que avanza paralelamente al<br />

montaje. Conocer esos textos en tanto asistía a los<br />

ensayos de Ur-Hamlet en el Palazzo San Giacomo me<br />

llenó de sensaciones encontradas: debo reco-nocer<br />

que a pesar de la infl uencia que dichos escri-tos<br />

provocaron en mí, quise resistirme. Quise trazar<br />

mi propia estrategia de comprensión y que esa<br />

línea fuese única, que no se empapase con aquellos<br />

criterios ni con los de mis colegas Raquel, Nara,<br />

José, Jaime y Habey: nos sentíamos ávidos ante el<br />

proceso y compartíamos ideas. Yo conversaba y<br />

opinaba, dormía en una polvorienta y entrañable<br />

habitación del Palazzo, visitaba las carpas, asistía<br />

a los entrenamientos en el Magazzino dello Zolfo.<br />

Sin embargo, en el fondo aspiraba a la inmunidad y<br />

soñaba con un análisis muy personal, muy mío.<br />

Tal aspiración suele ser a menudo inútil. <strong>No</strong> he<br />

podido despegarme de las palabras que leí, ni de las<br />

que escuché. Ni se me han borrado las imágenes<br />

de la puesta en escena: los invasores, los extranjeros,<br />

penetrando por las gradas, asombrados de<br />

todo, desprovistos de herencia y de patria. Creo que<br />

muchos ejecutaron a conciencia lo que les dictaban<br />

su voluntad y su proyección moral, esencial, y so-bre<br />

todo su sensibilidad artística en consonancia con<br />

este macroproyecto cultural. En las funciones de<br />

Holstebro estos aprendices, tras haber muerto por<br />

la peste, renacían al fi nal del espectáculo en una<br />

RyC<br />

34<br />

bacanal inesperada, con rumba incluida, mientras<br />

ostentaban una bandera blanca en cuyo centro<br />

una inmensa rata roja relucía. Algunos de ellos en<br />

un momento, cuando la peste comienza a azotar<br />

a los habitantes e invasores del palacio y Gerutha<br />

y Fengo observan la destrucción con asombro y<br />

miedo, presagios del horror que se avecina (y que a<br />

esas alturas del espectáculo sabemos que se repetirá<br />

hasta el infi nito), eran testigos y novios de una boda<br />

improvisada (cuando un amor se escinde otro amor<br />

empieza): la mesa de celebración justo se sitúa sobre el<br />

sitio donde yacían, al comienzo de la historia, los huesos<br />

sepultados. Las alegorías de los espectáculos del Odin<br />

se han convertido, tras su sencillez, en monumentos<br />

inquebrantables de la mente a los que acudo con<br />

asiduidad.<br />

Refl ejadas en las paredes traseras del Palazzo San<br />

Giacomo, las sombras de los actores logran fi jarse<br />

grandes y chiquitas gracias a la potencia de las<br />

lu-ces artifi ciales desde el frente, mas cambian de<br />

posición y tamaño debido a los desplazamientos<br />

de los intérpretes. A la misma vez el estatismo de<br />

estas sombras se quiebra por la inestabilidad, el<br />

retintín de las antorchas, luz básica en el montaje<br />

para conseguir apreciar en detalle las texturas de<br />

los trajes, el maquillaje, rostros y máscaras de los<br />

participantes de este misterio. Un retablo en la<br />

leja-nía, sobre el muro centenario del Palazzo, es Ur-<br />

Hamlet cuando contemplo la función desde la carpa,<br />

de pie en una silla, dejando que mi vista esculpa la<br />

luz sobre la piedra. Yo guardo conmigo esta imagen.<br />

Y hoy también la de una chica extranjera que corre<br />

de un lado a otro de la escena sosteniendo un<br />

morral con todas sus pertenencias: signo del signo<br />

que marca esta historia, contada aquí por el Odin<br />

como una aventura arcaica y nueva a propósito de<br />

las políticas de estado y las migraciones. Y podrá<br />

ser peor más adelante, cuando en vez de pájaros,<br />

ma-ñana, nos despierten perros.


Otro Salón que tuvo<br />

su Antisalón<br />

l Octavo Salón Nacional de<br />

Pintura y Escultura, realizado<br />

en 1956, reafi rmó el<br />

triunfo de la vanguardia. O<br />

me-jor: ratifi có su prevalencia en<br />

estos certámenes. Víctor Manuel<br />

García, Antonio Gattorno, Eduardo<br />

Abela, Domingo Ravenet,<br />

Carlos Enríquez, Fidelio Ponce,<br />

Jorge Arche, Mariano Rodríguez,<br />

Felipe Orlando, et al., conquistaron<br />

uno o más premios en los seis<br />

salones nacionales convo-cados<br />

por el Ministerio de Edu-cación<br />

entre los años 1935 y 1953. Y si<br />

los modernos no aca-pararon<br />

los lauros de la séptima edición<br />

(1954) fue por no haber casi<br />

tomado parte en ella. 1 En la<br />

octava, René Portocarrero y Roberto<br />

Estopiñán obtuvieron las<br />

máximas distinciones en pintura<br />

y escultura, respectivamente;<br />

con galardones de mérito<br />

para Amelia, Mariano, Felipe<br />

Orlando, Girona y Manuel Rodulfo<br />

Tardo. Otros estuvieron entre<br />

las menciones honorífi cas en una<br />

y otra manifestación. 2<br />

Todavía en el Octavo Salón, donde<br />

probaron suerte no pocos fi eles<br />

discípulos de San Alejandro,<br />

per-vivía el enfrentamiento<br />

Moder-nidad-Academia, que<br />

en prece-dentes exhibiciones<br />

de artes visuales en Cuba se<br />

había enun-ciado incluso en<br />

términos de distribución espacial.<br />

A la iz-quierda –usualmente<br />

identifi -cada con la ideología de<br />

partidos liberales, progresistas–<br />

se agru-paban los renovadores;<br />

y a la derecha –habitualmente<br />

asocia-da con los partidos<br />

conservado-res– se ubicaban los<br />

académicos.<br />

Incluso en muestras colectivas<br />

Israel Castellanos León<br />

donde la competencia, la rivalidad,<br />

no estaba cifrada en los<br />

premios, era frecuente que la<br />

pugna entre ambas facciones,<br />

de opuestos credos artísticos,<br />

se manifestara por el hecho de<br />

ex-poner en cotos segregados<br />

den-tro de un mismo recinto. La<br />

bal-canización entre «modernos»<br />

y «clásicos» podía responder incluso<br />

a otras denominaciones<br />

dentro de lo contemporáneo<br />

neocolonial. En algún momento,<br />

Jorge Mañach designó a los<br />

primeros como «vanguardistas»,<br />

«muchachada del día»,<br />

«innovadores» «arte nuevo»;<br />

y «académicos», «pompiers»,<br />

«pasadistas», «no-nuevos», a los<br />

últimos. 3<br />

Lo insólito del Octavo Salón fue<br />

haber propiciado una división al<br />

interior de la propia vanguardia<br />

después de superadas, en buena<br />

medida, las tiranteces –reales<br />

o artifi ciosas– entre su primera<br />

hornada y la segunda. Esta vez<br />

los vanguardistas exhibieron en<br />

espacios diferentes y encontrados,<br />

en dos exhibiciones casi paralelas<br />

y cismáticas. La mayoría<br />

lo hizo en el propio concurso,<br />

acogido en el recién estrenado<br />

Palacio de Bellas Artes, asiento<br />

del convocante Instituto Nacional<br />

de <strong>Cultura</strong> (INC); y una<br />

exi-gua minoría –representada<br />

por Víctor Manuel y Marcelo<br />

Pogo-lotti– decidió hacerlo en la<br />

Expo-sición de Pintura y Escultura<br />

Con-temporánea, que auspició la<br />

Asociación Cubana por la Libertad<br />

de la <strong>Cultura</strong>. Esta muestra fue<br />

rebautizada como Antisalón o<br />

Contrasalón por su objeto de an-<br />

tagonismo; y como Exposición de<br />

la Acera de Enfrente por su colocación<br />

respecto a la del certamen,<br />

si bien dicha ubicación<br />

implicaba también una actitud<br />

de enfrentamiento. Todo ello<br />

revelaba el simbolismo e importancia<br />

del locus.<br />

Aunque no habían suscrito manifi<br />

estos programáticos y unifi -<br />

cadores, los vanguardistas cubanos,<br />

históricamente agrupados<br />

en exposiciones colectivas<br />

–incluso en el extranjero–, habían<br />

conformado un grupo cohesionado<br />

por la comunión de intereses<br />

ideoestéticos –sin obviar<br />

las peculiaridades–, así como<br />

por el espíritu y las acciones<br />

de resis-tencia versus la fuerza<br />

opositora del academicismo, la<br />

falta de amparo gubernamental,<br />

la in-comprensión del espectador<br />

mayoritario y el desabrigo de un<br />

mercado anémico por demás.<br />

¿Por qué ante el Octavo Salón se<br />

verifi có, por primera vez quizá y<br />

de manera palmaria, una escisión<br />

en ese movimiento vanguardista,<br />

genéricamente designado<br />

por algunos como «Escuela<br />

de La Habana», y al cual se había<br />

sumado, unos pocos años antes,<br />

la promoción representada por<br />

el abstraccionismo, tendencia<br />

con la cual algunos modernos<br />

tuvieron escarceos o lazos más<br />

profundos y sostenidos? Varias<br />

conjeturas, no forzosamente<br />

excluyentes, podrían formularse<br />

al respecto.<br />

Estas promociones de artistas<br />

habían medido fuerzas en el<br />

Sexto Salón (1953), no sólo en<br />

pos del dividendo monetario<br />

35 RyC


Cubierta del catálogo<br />

del Antisalón, 1956.<br />

de los premios, sino también<br />

por lo que estos reportaban en<br />

términos de consolidación –para<br />

los consa-grados– y legitimación<br />

–para los nuevos o emergentes.<br />

<strong>No</strong> obs-tante, unos y otros –con<br />

excep-ción de una minoría–,<br />

habían estado mancomunados<br />

en la muestra Homenaje a José<br />

Martí. Exposición de Plástica Cubana<br />

Contemporánea o Antibienal (1954),<br />

que por principios éticos y<br />

artísticos fue antípoda del Séptimo<br />

Salón Nacional y de la II Bienal<br />

Hispanoamericana de Arte.<br />

La Antibienal había sido más que<br />

una exposición contestataria<br />

contra esos eventos que, por demás,<br />

inauguraron el Palacio de<br />

Bellas Artes, Museo Nacional de<br />

Cuba. El itinerario de la Contrabienal<br />

por las tres ciudades más<br />

importantes del país –la capital<br />

(Lyceum y Universidad), Santiago<br />

de Cuba y Camagüey–, acompañada<br />

de protestas hechas<br />

públicas –oralmente y por es-<br />

RyC 36<br />

crito–, contribuyeron a un movimiento<br />

nacional de repulsa intelectual<br />

contra la dictadura de<br />

Fulgencio Batista, que se había<br />

abroquelado en el centenario<br />

de José Martí para celebrar la<br />

antedicha Bienal. En tanto que<br />

por su oposición a este certamen<br />

de convocatoria multinacional,<br />

coauspiciado por el franquismo,<br />

la Antibienal recibió<br />

asimismo expresiones de adhesión<br />

y solidaridad desde varios<br />

países de Iberoamérica, con lo<br />

cual expandió su repercusión<br />

ideológica a la órbita mundial.<br />

Según Graziella Pogolotti, el<br />

éxito de la Antibienal había sido<br />

tal «que el gobierno tomó represalias<br />

contra alguno de los<br />

participantes, mientras otros se<br />

apresuraban a acatar la consigna<br />

de los ‘neutralistas’». 4 Y aunque<br />

ello no coartó la verifi cación<br />

de una experiencia similar dos<br />

años después –el mencionado<br />

Antisalón–, el nivel de riesgo de<br />

los concurrentes era sin duda<br />

mayor, mientras que el apoyo<br />

institucional y mediático era todavía<br />

menor.<br />

Amén del posible amedrentamiento<br />

de algunos, en la disensión<br />

de marras tuvo mucha<br />

incidencia la faena de zapa realizada<br />

por el INC en las huestes<br />

de los artistas visuales combativos,<br />

beligerantes, como los que<br />

habían intervenido en la Antibienal.<br />

(Ya se sabe: «Divide y vencerás».)<br />

Fundado en el año posterior<br />

a la Contrabienal, el INC era<br />

el sucedáneo de la Dirección de<br />

<strong>Cultura</strong> del propio Ministerio de<br />

Educación, y un instrumento ofi -<br />

cialista para crear el espejismo<br />

de una política cultural. Entre<br />

otras acciones tácticas, realizó<br />

exposiciones (bi)personales en<br />

Bellas Artes y otorgó becas en el<br />

extranjero a creadores emergentes,<br />

no tanto para desarrollar su<br />

potencial artístico como para<br />

neutralizarlos ideológicamente,<br />

«sacarlos de circulación».<br />

En ello, el desempeño de Mario<br />

Carreño cual asesor del INC<br />

de-bió de ser infl uyente, por su<br />

ca-pacidad de convocatoria y<br />

per-suasión. Era un ungido que<br />

había «recapacitado», un abanderado<br />

de la inconveniencia de<br />

mezclar arte y política. Carreño,<br />

que anteriormente había concitado<br />

a miembros de Los Once a<br />

participar en la Antibienal, convenció<br />

en esta ocasión al novel<br />

escultor Agustín Cárdenas de<br />

aceptar una beca de estudios en<br />

Francia. Ello inició el desmembramiento<br />

de ese grupo cultor<br />

de la abstracción, como registró<br />

el artista Raúl Martínez en sus<br />

memorias. 5 Por su parte, el pintor<br />

Manuel Couceiro inculpó al INC<br />

de haber aprovechado las imperiosas<br />

necesidades de un emblemático<br />

y sempiterno incendiario<br />

como Carlos Enríquez –depauperado<br />

físicamente y también<br />

diezmado psicológicamente por<br />

el alcohol– para lograr que desdijera<br />

públicamente el haber<br />

fi rmado, junto a otros colegas,<br />

una declaración de principios en<br />

contra del Octavo Salón. 6<br />

Cárdenas no era el único de los<br />

creadores que habían tomado<br />

parte en la Antibienal y lo hacían<br />

esta vez en el Octavo Salón. El<br />

número signifi cativo de estos y<br />

su peso como artistas, represen-


taban para el INC, más que una<br />

anulación ideológica de la Contrabienal<br />

–a la que además no<br />

pudo enfrentarse–, un arma para<br />

deslegitimar y empequeñecer<br />

cualquier otro intento similar.<br />

Pero, si a causa de la división<br />

apuntada, la «plástica de avance»<br />

–como la llamó Ramón Loy–<br />

no pudo estar representada en<br />

el Antisalón con la misma magnitud<br />

de la pasada experiencia<br />

antibienalista, no se pudo evitar<br />

que expusiera otra vez en una<br />

muestra contestataria.<br />

Carreño fue también un catalizador<br />

de la apertura, en 1955, de<br />

la Sala Permanente de Artes<br />

Plásticas de Cuba en el Museo<br />

Nacional, lo cual era un antiguo<br />

reclamo de los modernos. Conformado<br />

por obras premiadas en<br />

salones nacionales, o adquiridas<br />

a discreción por el propio Ministerio<br />

de Educación en otros<br />

mo-mentos, dicho espacio fue la<br />

oportunidad de atraer e involucrar<br />

a creadores de la vanguardia<br />

implicados en la Contrabienal,<br />

y que hasta entonces no<br />

habían expuesto en el fl amante<br />

Palacio de Bellas Artes. Hubo<br />

prominentes artistas excluidos<br />

de esta meca, entre ellos la mayoría<br />

de Los Once –que no se<br />

dejaron encandilar–; y modernos<br />

con una vertical actitud política,<br />

como Marcelo Pogolotti,<br />

quien por tomar parte en la<br />

Antibienal perdió su plaza en la<br />

otra Dirección de <strong>Cultura</strong> de ese<br />

ministerio.<br />

Junto al escultor Juan José Sicre<br />

y el pintor Lorenzo Romero Arciaga,<br />

Carreño tuvo también a su<br />

cargo la organización del Octavo<br />

Salón. Según dejó asentado en el<br />

catálogo Guillermo de Zéndegui,<br />

director general del INC, un propósito<br />

de esa edición era dar<br />

continuidad a la realización de<br />

estos certámenes, cuya periodicidad<br />

había sido hasta entonces<br />

irregular. 7 Otra pretensión era<br />

seguir enriqueciendo, con las<br />

nuevas obras premiadas, aquella<br />

«sala permanente» o los<br />

de-pósitos del Museo Nacional.<br />

Aunque estas creaciones también<br />

podían integrar exposiciones<br />

itinerantes por el país, con<br />

arreglo a la convocatoria del<br />

evento, que en esta ocasión tuvo<br />

un nuevo reglamento y estuvo<br />

dirigida exclusivamente a la<br />

pintura y la escultura. Zéndegui<br />

sostuvo igualmente que, dado<br />

el criterio selectivo de esta celebración<br />

del concurso, «el solo<br />

hecho de fi gurar en la exposición,<br />

supone una categoría artística<br />

y constituye un preciado<br />

galardón», con independencia<br />

de los lauros conferidos por el<br />

jurado. Este fue presidido nada<br />

menos que por un norteamericano<br />

–Allan Mc Naab, director<br />

de la Escuela de Arte de Chicago–<br />

y completado con la escultora<br />

cubana Rita Longa –quien<br />

fungió de secretaria– y el pintor<br />

criollo Eduardo Abela, invitado<br />

de honor del Octavo Salón, y a<br />

quien por tal motivo el INC le<br />

dedicó una monografía ilustrada<br />

con imágenes mayormente en<br />

blanco y negro, contentiva de<br />

un estudio –El mundo ensoñado<br />

de Abela, escrito por Loló de la<br />

Torriente–, seguido de un condensado<br />

de opiniones sobre la<br />

obra del artista firmadas por<br />

varios autores y en diversos<br />

momentos.<br />

Sin embargo, varios pintores y<br />

escultores de la avanzada artística<br />

cubana proclamaron por<br />

escrito su negativa a participar<br />

en dicho Salón, que admitía<br />

«en sus salas por amiguismo y<br />

política [a] elementos negativos<br />

para la Proyección Plástica<br />

Nacional» y no cumplimentaba<br />

los objetivos fundacionales de<br />

esos eventos: «desarrollo de la<br />

plástica y fomento de una economía<br />

para el artista». Por insufi<br />

ciente, se negaban a «admitir<br />

como estímulo […] un premio<br />

periódicamente adjudicado por<br />

turnos». 8<br />

Sus reclamos apuntaban a<br />

soluciones de fondo, propias de<br />

una inexistente política cultural:<br />

«Consideramos obligación<br />

del Estado elaborar un programa<br />

capaz de difundir plenamente,<br />

dentro y fuera del territorio<br />

na-cional, la Plástica cubana, y<br />

pro-ducir con ella una economía<br />

para el artista que lo libere de<br />

las funciones de angustiado<br />

‘marchand’ que se ve obligado a<br />

producir para la subsistencia a<br />

través de otros medios ajenos al<br />

arte, pero que al menos le permiten<br />

mantener la dignidad artística<br />

con la libertad de expresión<br />

estética requerida por el Arte, y<br />

el derecho a enfrentarse a los<br />

antagonismos convencionales<br />

del buen vivir de algunos a costa<br />

de la evolución intelectual y estética<br />

del pueblo». Y proseguían:<br />

«<strong>No</strong> podemos admitir que las<br />

raquíticas y arbitrariamente repartidas<br />

becas que funcionan,<br />

sean solución a la problemática<br />

planteada. <strong>No</strong> podemos considerar<br />

que exposiciones realizadas<br />

unas tras otras sin programa<br />

ni orientación que señalen rumbos<br />

y fi nes a lograr sirvan como<br />

difusión de nuestra Plástica».<br />

Entre octubre y mediados de<br />

noviembre de 1956, algunos diarios<br />

de la época –como Información,<br />

Avance, Pueblo, Excelsior–<br />

publicaron notas informativas<br />

que dieron cuenta de este acuerdo<br />

tomado en una reunión del<br />

llamado «Movimiento Plástico»,<br />

cuyos integrantes invitaban a su<br />

vez a «todos los artistas afi nes a<br />

nuestras orientaciones plásticas<br />

a que nos secunden en nuestra<br />

actitud». 9 Como en la Antibienal,<br />

los creadores elaboraron un<br />

llamamiento previo y acudieron<br />

a los medios de difusión masiva<br />

para convocar y sacudir a la opinión<br />

pública. Pero esta vez la<br />

movilización de artistas, de prosélitos,<br />

fue relativamente menor.<br />

Posiblemente muchos creadores<br />

que optaron por el Octavo<br />

Salón lo hicieron guiados también<br />

por el escepticismo. Aunque<br />

pudieran estar identificados<br />

con las demandas de los<br />

manifestantes, dudaban quizá<br />

de que mediante esa «labor de<br />

agitación» se granjearan las reivindicaciones<br />

a que todos aspiraban<br />

como artistas.<br />

La mayoría de quienes suscribieron<br />

la referida declaración de<br />

principios replicaron al Octavo<br />

Salón con el mencionado Antisalón,<br />

10 siguiendo también la iniciativa<br />

probada con fortuna<br />

en la Antibienal. Tampoco se<br />

otorga-ron premios, como otro<br />

indica-dor de diferencia con el<br />

antago-nista. Los participantes en<br />

ambas exposiciones de protesta,<br />

unidos y abiertos a adhesiones,<br />

no rivalizaban entre sí por la<br />

retribución monetaria de los<br />

premios, sus correspondientes<br />

diplomas de reconocimiento y<br />

garantías de promoción. Sacrifi -<br />

caron estas lógicas necesidades<br />

por los principios expresados en<br />

cada caso, por una gratifi cación<br />

37 RyC


artística y moral de otro tipo,<br />

por conquistas más duraderas<br />

para la subsistencia material y<br />

el destino de sus obras. 11<br />

En el Contrasalón, Víctor Manuel,<br />

Pogolotti, René Ávila, Consuegra,<br />

Llinás, Raúl Martínez, Antonio<br />

Vidal, Moret, Tomás Oliva,<br />

Eugenio Rodríguez y Couceiro<br />

repitieron como expositores. La<br />

reiteración de fi rmas presentes<br />

en anteriores cruzadas artísticas<br />

contra la dictadura de Batista,<br />

denotaba cohesión en torno<br />

a una posición ética, cívica,<br />

desde el arte. Conforme a lo<br />

evi-denciado en la Antibienal, se<br />

aventaban contradicciones no<br />

solamente estético-artísticas.<br />

Thelvia Marín –uno de los dos<br />

expositores del Antisalón que<br />

viven en Cuba– rememora que en<br />

el lapso entre la Contrabienal y el<br />

Contrasalón «se había agudizado<br />

la represión batis-tiana hasta<br />

el extremo. Por una parte no<br />

era lo mismo haber participado<br />

con el respaldo del Lyceum,<br />

institución muy pres-tigiosa<br />

integrada por familias de alta<br />

solvencia económica y social<br />

–que además siempre realizaba<br />

importantes exposiciones, conciertos<br />

y eventos culturales–;<br />

que atreverse a hacerlo a pecho<br />

descubierto, en esa fecha, dos<br />

años más tarde, sin ningún apoyo<br />

institucional». 12<br />

El Antisalón tuvo lugar en Zulueta<br />

no. 208 (altos) e/ Trocadero y<br />

Ánimas, en una acera lateral al<br />

Palacio de Bellas Artes, lo cual<br />

subrayó su condición de muestra<br />

alternativa. Es un lugar difícil de<br />

identifi car en la actualidad, pues<br />

en la cuadra no hay numeración<br />

ni salida directa al exterior. Según<br />

M. Couceiro –fi gura capital en la<br />

concepción de esta muestra–, se<br />

trataba de un salón ubicado al<br />

fondo del Hotel Sevilla, al cual<br />

pertenecía. 13 Y Thelvia Marín<br />

abunda: «era un local pintado<br />

de gris, liso, sen-cillo, modesto y<br />

con escasas condiciones puesto<br />

que no tenía ni la iluminación<br />

propia de una galería, ni el<br />

acondi-cionamiento de paredes<br />

para instalar las obras».<br />

La exposición disidente tuvo<br />

por sede nuevamente, y desde<br />

luego, a una institución no<br />

gubernamental. En esta ocasión<br />

no fue una entidad como el<br />

Lyceum, dotada de galería bien<br />

RyC 38<br />

habilitada para exposiciones<br />

sistemáticas; pero muy distanciada<br />

de la muestra a confrontar.<br />

Este hecho había servido a la<br />

Contrabienal para subrayar su<br />

posición de rechazo a la Bienal<br />

franquista y al Séptimo Salón. En<br />

cambio, el Antisalón procuraba<br />

una actitud de confrontación<br />

más directa y, en virtud de su<br />

ubicación inmediata al Palacio<br />

de Bellas Artes, Zulueta no. 208,<br />

se erigía en espacio ad hoc para<br />

esas miras; aunque la exposición<br />

estuviera en altos: es decir,<br />

dispusiera de un acceso menos<br />

directo. Ahora bien, al Octavo<br />

Salón tampoco se ingre-saba<br />

llanamente desde el um-bral:<br />

ocupaba la tercera planta del<br />

Palacio de Bellas Artes.<br />

Las peripecias y cabildeos para<br />

hallar ese local alternativo y<br />

organizar la muestra, pudieron<br />

ocasionar el desfase de unas tres<br />

semanas entre el vernissage del<br />

Octavo Salón (28 de no-viembre)<br />

y la apertura del Contrasalón<br />

(21 de diciembre de 1956). Así,<br />

esta última expo-sición fue<br />

inaugurada por Luis A. Baralt y<br />

Raúl Roa siete días antes de la<br />

conclusión del vecino adversario.<br />

En cambio, la Antibienal había<br />

precedido con holgura a la II<br />

Bienal Hispa-noamericana de Arte<br />

–Bienal fran-quista o «Bienal de<br />

La Habana»– y al concomitante<br />

Séptimo Salón. De acuerdo con<br />

Thelvia Marín: «Tan peligroso y<br />

difícil era conseguir que alguien<br />

se jugara la vida, prestando un<br />

local para un enfrentamiento<br />

directo, como participar en el<br />

hecho en sí». Paradójicamente,<br />

la aso-ciación que auspició la<br />

expo-sición estaba «vinculada<br />

al Congreso por la Libertad de la<br />

<strong>Cultura</strong>, organización internacional<br />

patrocinada por la CIA»,<br />

según precisó Graziella Pogolotti.<br />

Pero de esta vinculación se<br />

supo después. 14<br />

Thelvia Marín –vinculada en<br />

ese momento a la sección de<br />

artes plásticas de la Sociedad<br />

Nuestro Tiempo– y Antonio Vidal<br />

–el otro expositor del Antisalón<br />

que reside en Cuba, y es Premio<br />

Nacional de Artes Plásticas–,<br />

afi rmaron desconocer entonces<br />

la naturaleza de la Asociación<br />

Cubana por la Libertad de la <strong>Cultura</strong>,<br />

cuyo nombre hacía presumir<br />

una confl uencia de intereses y<br />

principios con los del Antisalón.<br />

Vidal incluso sonrió irónicamente<br />

al evocar que la fachada del<br />

lugar estaba presi-dida por un<br />

letrero donde se leía: «Partido<br />

Liberal», indicador quizá de<br />

elecciones recientes. 15 El hecho<br />

que la Antibienal hubiera sido<br />

«preparada con un carácter<br />

unitario por artistas de izquierdas,<br />

incluidos militantes<br />

del PSP [Partido Socialista Popular]<br />

clandestino» y que esta organización<br />

política fuera «absolutamente<br />

incompatible con el<br />

Congreso por la Libertad de la<br />

<strong>Cultura</strong>», pudo ser, en opinión de<br />

Pogolotti, una causa de la división<br />

de los «antibienalistas».<br />

De cualquier modo, los artistas<br />

que habían coordinado la<br />

Antibienal no participaron en el<br />

Antisalón. Ya se escribió sobre<br />

la postura de Carreño, quien<br />

por otro lado era un excelente<br />

pintor y director de arte. Mariano<br />

Rodríguez prefirió exponer en<br />

el Octavo Salón. Marta Arjona y<br />

Alfredo Lozano –firmantes de<br />

la aludida declaración de principios,<br />

y cuyos créditos aparecen<br />

en el catálogo del Antisalón–<br />

finalmente no exhibieron en<br />

este último, como recordó A.<br />

Vidal. El alumbramiento del<br />

Contra-salón fue posible, en gran<br />

medida, gracias a otro «antibienalista»:<br />

«Manolo Couceiro<br />

fue el organizador principal, el<br />

alma y el que dio la mayor parte<br />

de las carreras en la búsqueda de<br />

local, la recopilación de obras y<br />

en el montaje de la expo-sición»,<br />

evocó Thelvia Marín. Y en ello<br />

concordó el artista y profesor<br />

Antonio Alejo.<br />

M. Couceiro poseía ya cierta<br />

práctica en estas lizas. Según<br />

A. Vidal, aquel promotor había<br />

organizado también una exposición<br />

de plástica cubana<br />

contemporánea en la Universidad<br />

de La Habana cuando la<br />

función de desagravio al Ballet<br />

Nacional de Cuba, motivada por<br />

el recorte presupuestario del<br />

INC a esta «agrupación privada».<br />

Organizada por la Dirección de<br />

<strong>Cultura</strong> de la FEU con el apoyo de<br />

varias instituciones cultu-rales<br />

no estatales y la asistencia de un<br />

público masivo y hete-rogéneo,<br />

esta actividad fue realizada<br />

en septiembre de 1956 en el<br />

estadio universitario habanero y


precedió unos meses al Antisalón,<br />

donde «sólo parti-cipamos<br />

quienes estábamos, en mayor o<br />

menor escala, compro-metidos y<br />

situados en la opo-sición», como<br />

precisó Thelvia Marín cuando se<br />

le preguntó sobre la causa de la<br />

división de los «antibienalistas».<br />

Entre los más implicados en esa<br />

expo-sición –clausurada el 3 de<br />

<strong>enero</strong> de 1957, según el catálogo–,<br />

se hallaba precisamente M.<br />

Cou-ceiro, quien pertenecía<br />

al Movimiento 26 de Julio, fue<br />

combatiente clandestino y partió<br />

al exilio en ese propio año.<br />

Como la Antibienal, el Contrasalón<br />

estuvo coordinado con la FEU<br />

en la capital. Ambas muestras,<br />

verificadas en momentos de<br />

una contraofensiva cultural<br />

desa-fi ante y desenmascaradora,<br />

fueron expresión de la lucha<br />

política a través de la cultura<br />

artística. Los participantes en<br />

ellas, no necesariamente coincidentes<br />

en doctrinas políticoideológicas,<br />

sí estaban mancomunados<br />

por el sentimiento<br />

de incompatibilidad con la<br />

sa-trapía. Se enfrentaron al despotismo<br />

gobernante con armas<br />

también empleadas por este:<br />

exposiciones de artes plásticas.<br />

Si antes Carreño, Mariano, Arjona<br />

y Lozano hicieron declaraciones<br />

a los periódicos sobre las<br />

motivaciones de la Antibienal,<br />

esta vez fue Couceiro quien tomó<br />

de tribuna a la prensa escrita.<br />

Sin medias tintas, desmintió el<br />

pretenso carácter apolítico del INC<br />

y evidenció su labor socavadora:<br />

«Se ha pretendido amordazar la<br />

expresión ideológica del artista,<br />

como ciudadano responsable, con<br />

argumentos como el siguiente:<br />

El arte no es política, no puede<br />

inmiscuirse en ella. Esto intenta<br />

dos cosas: justifi car la traición a<br />

los principios sustentados por<br />

el hombre, y captar a la vez a<br />

los artistas cubanos a través del<br />

engaño, aprovechándose de sus<br />

nece-sidades materiales, para<br />

que colaboren con un Instituto<br />

de <strong>Cultura</strong> que no es más que<br />

un politburó de propaganda». Y<br />

agregó: «Nuestra exposición es<br />

esto: una clarinada de protesta, en<br />

defensa de la libertad intelectual<br />

y del libre albedrío de cada<br />

artista». 16<br />

Graziella Pogolotti y Thelvia<br />

Marín coincidieron en el valor<br />

más bien ético de la Exposición<br />

de la Acera de Enfrente, que al<br />

parecer no tuvo el saldo estéticoartístico<br />

de la Antibienal. «<strong>No</strong><br />

recuerdo que haya tenido mucha<br />

calidad artística –afi rmó Pogolotti<br />

sobre el Antisalón, donde<br />

expuso su padre, Marcelo–. Fue,<br />

sobre todo, un gesto simbólico».<br />

A su vez, Thelvia aseveró: «La<br />

calidad artística no fue nuestra<br />

razón primordial. La mayoría<br />

realizamos obras de ocasión,<br />

que demostraran lo que<br />

pensábamos, más que lo que<br />

nos proponíamos como puros<br />

artistas».<br />

Otro tanto había sucedido con<br />

la Antibienal. Y aunque fue<br />

igualmente una exposición<br />

contingente, donde coincidieron<br />

diferentes edades y maneras<br />

artísticas, en el Antisalón no dejó<br />

de haber cierta exigencia en la<br />

admisión de obras, lo cual fue otra<br />

expresión de dignidad. <strong>No</strong> era el<br />

clásico «llega y pon». Antonio<br />

Vidal recuerda, por ejemplo, que<br />

Jesús González de Armas –otro<br />

artista refl ejado en el catálogo<br />

del Antisalón– defi nitivamente se<br />

negó a participar en este porque<br />

no le aceptaron una composición<br />

pictórica de blanco sobre fondo<br />

blanco. Sus colegas la consideraron<br />

una flagrante apropiación<br />

de la famosa pintura<br />

del pintor suprematista ruso<br />

Kassimir Malevich. (Algunas<br />

décadas después, se la habría<br />

considerado posmodernista.)<br />

En el Contrasalón tomaron parte,<br />

en realidad, unos veintiún<br />

artistas, de los cuales solo tres<br />

–Víctor Manuel, Eugenio Rodríguez<br />

y Enrique Moret– tenían<br />

obras en la antedicha «sala<br />

permanente» del Museo. En<br />

el Antisalón también estaba el<br />

núcleo más sólido de Los Once,<br />

llamado por algunos Los Cinco<br />

–G. Llinás, Tomás Oliva, Raúl<br />

Martínez, H. Consuegra y<br />

Antonio Vidal–, quienes junto<br />

a otro ex integrante –R. Ávila–,<br />

seguían exponiendo en el ala<br />

contestataria de la visualidad<br />

cubana. De modo que en esta<br />

nueva hornada hubo división,<br />

como en los modernos. Estos y<br />

aquellos conformaban lo que<br />

el pintor Ramón Loy denominó<br />

«plástica de avance», presumiblemente<br />

por sus propuestas<br />

estético-artísticas avant-la-<br />

lettre, herederas de las aupadas<br />

por la <strong>Revista</strong> de Avance en la<br />

Exposición de Arte Nuevo (1927),<br />

donde el propio Loy tomó parte.<br />

<strong>No</strong> obs-tante, en las nuevas circunstancias<br />

el término «plástica<br />

de avance» podía tener además<br />

connotaciones político-ideológicas,<br />

de las que no estuvo<br />

divorciada en absoluto la<br />

vanguardia de los años veinte.<br />

El abstraccionismo –geométrico<br />

o informalista– era la tendencia<br />

novedosa y pujante en la plástica<br />

cubana de los años cincuenta. En<br />

el Contrasalón fue una presencia<br />

vital y notable, como lo había sido<br />

en la Antibienal y anunció también<br />

la portada del catálogo. Mantuvo<br />

el espíritu de rebeldía social que<br />

luego pretendió escamo-teársele.<br />

Pero es difícil asegurar que haya<br />

tenido nuevamente mayor nivel<br />

cualitativo que la abstracción<br />

expuesta en el salón contrario.<br />

<strong>No</strong> sólo por modestia de los<br />

involucrados en el Antisalón, sino<br />

también porque no visitaron<br />

el aledaño Octavo Salón. Por<br />

cuestión de principios, como<br />

manifestó Pogolotti. Y lo propio<br />

habrán hecho otros intelectuales<br />

comprometidos.<br />

Un crítico de arte como Ramón<br />

Loy –más identificado con<br />

la figuración y los preceptos<br />

académicos– fl ageló de manera<br />

global al abstraccionismo concursante<br />

en el Octavo Salón. A<br />

su juicio, era repetitivo y monótono,<br />

de una geometrización<br />

nada novedosa. 17 En cambio, su<br />

colega Rafael Marquina lo hizo<br />

de manera más ponderada y<br />

puntual. Reseñó el Salón a partir<br />

de notas capsulares sobre<br />

ar-tistas y obras correspondientes.<br />

Al referirse a Zilia Sánchez<br />

–joven exponente de la<br />

abstracción geométrica, y en su<br />

opinión «buena componedora»<br />

–, afi rmó: «Lo abstracto aquí es,<br />

de cierto modo, demasiado concreto<br />

y escueto». 18 Sobre la hoy<br />

preterida Gaby de la Riva declaró<br />

que era una «pintora que se<br />

está haciendo a sí misma […]<br />

con audacia suficiente para<br />

hacerlo en las geome-trías<br />

desgeometrizadas del chacha-chá».<br />

19<br />

Pero en esta crítica declaradamente<br />

impresionista, Marquina<br />

apuntó también a valores<br />

abstractos en obras de otros<br />

39<br />

RyC


artistas, ejemplificando la incidencia<br />

de la abstracción en<br />

artistas eminentemente fi gurativos<br />

y/o en creaciones que no<br />

clasifi carían en una concepción<br />

ortodoxa de la tendencia. De la<br />

escultura de Estopiñán, acotó:<br />

«En la supresión de lo superfl uo<br />

está lo que puede, si usted quiere,<br />

señor, llamar abstracto». En<br />

pintura, a propósito del Arlequín<br />

de Eberto Escobedo, advirtió<br />

en «la realidad de lo concreto,<br />

el símbolo de lo abstracto».<br />

Sobre uno de los premios de<br />

honor, expuso: «El Cantaclaro<br />

de Mariano […] no puede cantar<br />

más claro la madurez perfecta<br />

de un arte en el que, en mixtura<br />

de muchas sapiencias y muchas<br />

renuncias felices, se aglutinan<br />

todos los esfuerzos –naturales<br />

y aprendidos– en el hallazgo de<br />

una nueva pintura en la que<br />

lo figurativo, sin desaparecer,<br />

asume –defi -niéndose concreto–<br />

sus valores abstractos[…]: el gallo<br />

y no un gallo. La pintura y no una<br />

pintura».<br />

En sentido general, Marquina fue<br />

más bien condescendiente con<br />

el Octavo Salón. Aunque apuntó<br />

que Rafael Soriano no aportaba<br />

nada nuevo a lo ya conocido,<br />

encomió obras de varios artistas<br />

y enfatizó que Eduardo Abela,<br />

Teodoro Ramos Blanco, Carlos<br />

Enríquez, Sandú Darié, Agustín<br />

Fernández, Flo-rencio Gelabert,<br />

José Mijares, et al., se habían<br />

presentado con obras dignas de<br />

ellos. Disentía así de lo publicado<br />

poco antes por Loy, quien lamentó<br />

que artistas «consagrados por<br />

la crítica» hubieran enviado<br />

piezas desmerecedoras de su<br />

bien ganado prestigio: «<strong>No</strong> se ve<br />

un esfuerzo por realizar obras<br />

de composición de gran envergadura»,<br />

argumentó el también<br />

catedrático de la Academia de San<br />

Alejandro, quien se abstuvo de<br />

cuestionar el premio de mérito<br />

adjudicado a una adocenada<br />

naturaleza muerta pintada por<br />

un no vanguardista: Alberto<br />

Menocal.<br />

Precisamente por considerarla<br />

una «lección para los jóvenes»,<br />

un paradigma de cuanto se podía<br />

lograr una vez dominado el<br />

ofi cio pictórico, un modelo de experimentación<br />

formal y de hallazgos<br />

personales inconfundibles,<br />

carentes de «estridencias<br />

RyC 40<br />

y rebuscamientos», Loy ensalzó<br />

la muestra antológica de Abela<br />

incluida en el Salón, y elogiada<br />

también por Marquina: «Abela<br />

ha hecho un copioso envío al<br />

Salón. Un conjunto de obras<br />

de distintos tiempos en el que<br />

puede atenderse y entenderse<br />

su proceso evolutivo». Era una<br />

muestra panorámica desde los<br />

inicios académicos de Abela,<br />

quien por esos años cincuenta<br />

experimentaba también con la<br />

abstracción.<br />

A juicio de Loy, entre las<br />

doscientas treinta y cuatro<br />

pinturas, y las cuarenta y seis<br />

esculturas concursantes en el<br />

Octavo Salón, solo hubo una<br />

docena de obras meritorias.<br />

Y también en su opinión, esta<br />

edición era cualitativamente<br />

inferior a la precedente –en<br />

la que él había fungido como<br />

jurado, y tampoco ha sido tenida<br />

como dechado de calidad. Loy<br />

indicó como una causa de la<br />

fl ojera del Octavo Salón la poca<br />

exigencia de la junta de admisión,<br />

presumiblemente la misma de<br />

premiación. <strong>No</strong> obs-tante, al<br />

encomiar la muestra personal<br />

de Abela, pareció conjurar la idea<br />

de que el anterior señalamiento<br />

impli-cara un cuestionamiento<br />

a la aptitud e idoneidad artística<br />

del jurado; al menos, a la de<br />

Abela. A la competencia de<br />

un jurado que, a juzgar por el<br />

espectro de las obras premiadas<br />

–desde la figuración más conservadora<br />

a la más resuelta<br />

abstracción, desde la academia<br />

a la avanzada del patio–, trató<br />

cuando menos de ser pon-derado<br />

y omnicomprensivo.<br />

Loy imputó también la pobre<br />

calidad de la muestra-concurso<br />

a «la ausencia de destacadas<br />

figuras de nuestra plástica<br />

clásica y de avance», según él por<br />

recelos, propios de artistas, con la<br />

objetividad de los organizadores<br />

del Salón; y otras razones que no<br />

indicó pero «de-bemos respetar».<br />

<strong>No</strong> mencionó la declaración<br />

de principios de quienes se<br />

habían negado a par-ticipar<br />

en el certamen, pero has-ta<br />

cierto punto retomó lo planteado<br />

en ella cuando señaló la<br />

carencia de objetivo del evento,<br />

dirigido «únicamente [a] exponer<br />

lo que cada uno ha buenamente<br />

hecho». De manera que<br />

este quedaba «de estímulo a<br />

pintores que están en sus primeras<br />

armas», y sorprendentemente<br />

excluía a «las secciones de<br />

Dibujo y Grabado, que con tanto<br />

éxito figuraron en ante-riores<br />

Salones y donde un nutrido<br />

grupo de xilógrafos cu-banos<br />

presentaba sus interesan-tes<br />

producciones».<br />

Este comentario tenía que ver,<br />

sin duda, con los miembros de<br />

la Asociación de Grabadores<br />

de Cuba, dirigida por Carmelo<br />

González Iglesias. Ellos, que<br />

desde la cuarta edición habían<br />

obtenido premios en las especialidades<br />

omitidas, no tuvieron<br />

esta vez más opciones que<br />

participar en pintura y/o escultura.<br />

Esta última, por cierto,<br />

faceta poco conocida, y al parecer<br />

coyuntural, en Carmelo González.<br />

La de este creador fue,<br />

además, la más fuerte invectiva<br />

publicada en contra del Octavo<br />

Salón por la prensa de la época.<br />

Desde su posición de insider,<br />

Carmelo redactó una diatriba<br />

cuyo título es bien sugestivo: «El<br />

escándalo y el amiguismo mancharon<br />

el Salón de Arte». 20 De<br />

modo que, si bien por razones<br />

diversas y controversiales, el<br />

Antisalón y sus manifestaciones<br />

concomitantes no fueron las<br />

únicas reacciones de rechazo<br />

al Octavo Salón y a cuanto este<br />

implicaba.<br />

La Exposición de la Acera de Enfrente<br />

–según la denominó la prensa–<br />

no tuvo una repercusión social<br />

tan grande como la Antibienal.<br />

Aunque –de acuerdo con el<br />

testimonio de Thelvia Marín–,<br />

la cantidad de público que visitó<br />

al Antisalón «fue sig-nificativa,<br />

como una muestra de oposición<br />

al régimen», la dimensión de<br />

dicha muestra resultó más bien<br />

puntual. Estuvo circunscrita a un<br />

solo lugar de la capital, pequeño,<br />

modesto, y casi desconocido a<br />

pesar de su emplazamiento en<br />

una calle frecuentada.<br />

Comparar su calidad artística<br />

con la del Octavo Salón, no ha<br />

sido posible. Primero, porque<br />

el Contrasalón no pretendía demostrar<br />

que los allí reunidos<br />

fueran mejores, desde el punto<br />

de vista artístico, que los<br />

participantes en el concurso. Y<br />

también porque apenas existen<br />

puntos de referencia. Contra-


iamente a lo sucedido con la<br />

Antibienal, la cobertura periodística<br />

del Antisalón fue casi<br />

inexistente, ¿por(auto)represión<br />

de los principales órganos<br />

de prensa? Se publicó apenas<br />

alguna nota informativa sobre<br />

su inauguración. Se conoce una<br />

breve reseña valorativa, muy<br />

parcializada; y el catálogo<br />

–huérfano de ilustraciones–,<br />

únicamente recogió el listado de<br />

artistas, no el de obras. Además,<br />

a cincuenta años de distancia,<br />

los recuerdos sobre el Contrasalón<br />

aportados por los testigos<br />

disponibles resultan muy<br />

generales.<br />

Con alrededor de ciento treinta<br />

y nueve pintores, y cuarenta y<br />

seis escultores –algunos nombres<br />

coincidieron en una y otra<br />

manifestación–, el Octavo Salón<br />

fue el último celebrado en la<br />

República neocolonial. De manera<br />

que el objetivo de continuidad<br />

formulado por el INC<br />

quedó en la tinta impresa en el<br />

catálogo correspondiente. <strong>No</strong> fue<br />

hasta 1959 cuando tuvo lugar en<br />

Cuba el siguiente Salón Nacional,<br />

el cual rescató al gra-bado y<br />

perdió la enumeración. Si bien<br />

no brilló por su calidad artística,<br />

y generó igualmente polémicas,<br />

no tenía propósito de prolongar<br />

la naturaleza de los celebrados<br />

anteriormente. Sig-nifi caba más<br />

bien otro punto de ruptura: esta<br />

vez con el ayer. Mar-có también<br />

la convergencia en un mismo<br />

lugar –el Palacio de Bellas Artes,<br />

pero en nuevas cir-cunstancias<br />

sociopolíticas– de varios artistas<br />

que habían parti-cipado en la<br />

II Bienal Hispanoame-ricana de<br />

Arte, en el Séptimo y Octavo Salón<br />

Nacional o en sus antípodas: la<br />

Antibienal y el Antisalón.<br />

Resulta curioso que dos años<br />

después, con motivo del I Congreso<br />

Nacional de Escritores y<br />

Artistas de Cuba, algunos volvieran<br />

a coincidir allí. Varios, incluso,<br />

con obras exhibidas en dichas<br />

exposiciones, a tenor de<br />

lo relacionado en el catálogo<br />

de la muestra concomitante.<br />

Esta última exhibición, ligada a<br />

un trascendental encuentro de<br />

in-telectuales cubanos –que en<br />

buena medida, y en lo sucesivo,<br />

sentaría el precepto de la política<br />

cultural del país–, resultó<br />

un acto de justicia para algunos<br />

de los que habían sido total y<br />

arbitrariamente excluidos de la<br />

meca institucional de la plástica<br />

en Cuba.<br />

Agrupados esta vez dentro de<br />

la Etapa Republicana –la otra<br />

era la Etapa Colonial–, todos<br />

aquellos artistas representaban<br />

un período histórico, político,<br />

socioeconómico, recién destituido;<br />

pero de facto, en sentido<br />

cronológico, abrían también uno<br />

nuevo: la «Etapa Revolucionaria».<br />

Ello no implicaba, necesariamente,<br />

una re-orientación<br />

de sus poéticas. Algunos intentaron<br />

por un tiempo, y sin el<br />

provecho esperado, hacer frente<br />

a las nuevas circunstancias y<br />

exigencias, proseguir con la abstracción<br />

en la nueva realidad so-<br />

cial. Otros se escoraron radicalmente<br />

hacia la figuración, y<br />

dentro de esta varios apostaron<br />

incluso por la proyección épica.<br />

Unos se quedaron en el país;<br />

otros cambiaron sus rumbos,<br />

ocupacionales o de residencia.<br />

<strong>No</strong> debe obviarse que si bien<br />

numerosos artistas visuales<br />

tomaron parte en actividades<br />

de algún modo politizadas, la<br />

ac-titud de muchos de ellos «no<br />

llegó a cuajar en un verdadero<br />

compromiso revolucionario.<br />

Así se explican ciertas deserciones».<br />

21 Algunos «bienalistas»,<br />

«antibienalistas», «salonistas»<br />

o «antisalonistas» que<br />

permanecieron en Cuba coincidieron<br />

en otras exposiciones;<br />

y hasta contribuyeron juntos,<br />

41<br />

RyC<br />

Facsimil de la Declaración<br />

de artistas contra<br />

el Octavo Salón Nacional.<br />

Cortesía de Hilda Vidal


docencia mediante, a la formación<br />

de nuevas promociones<br />

artísticas. ¿Ironías, paradojas,<br />

relatividades o decantaciones de<br />

la Historia?<br />

NOTAS:<br />

1 Véase el texto «La otra y casi olvidada Bienal<br />

de La Habana», publicado en el no. 3 de 2006<br />

de esta misma revista.<br />

2 Las menciones de honor en pintura fueron<br />

para: Servando Cabrera Moreno, Sandú Darié,<br />

Jorge Camacho, Carlos Enríquez, Agustín<br />

Fernández, Ernesto González Puig, Ernesto<br />

Mijares, José María Mijares, Glyn Jones. Y<br />

en escultura, para: Francisco Antigua, Enzo<br />

Gallo, Ernesto González Jerez, Antonio López,<br />

Rolando López Dirube, Ernesto Navarro,<br />

Teodoro Ramos Blanco y Carlos Sobrino.<br />

3 Cfr. Mañach, Jorge. «Vanguardismo».<br />

En: <strong>Revista</strong> de Avance. La Habana, 15 de<br />

septiembre de 1927.<br />

4 Pogolotti, Graziella. «La pintura abstracta y la<br />

dictadura. Respuesta a Roberto Fandiño». En:<br />

Experiencia de la crítica. La Habana, Editorial<br />

Letras Cubanas, 2003, p. 20.<br />

5 Titulada Yo, Publio, y parcialmente reproducida<br />

en el artículo «Los once», no. 1 de 1999 de<br />

<strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong>, pp. 30-33<br />

6 Cfr. Tamargo, Agustín. «Póngale el cuño», y<br />

otro recorte de prensa, también sin datos, en<br />

el archivo de Félix Couceiro.<br />

7 El I Salón se realizó en 1935, en el Colegio<br />

Provincial de Arquitectos; el II, en 1938<br />

(Castillo de la Real Fuerza); el III, en 1946<br />

(Capitolio Nacional); el IV, en 1950 (Centro<br />

Asturiano); el V, al año siguiente, en el mismo<br />

lugar; el VI, en 1953 (Capitolio Nacional); y el<br />

VII, en 1954 (Palacio de Bellas Artes, Museo<br />

Nacional).<br />

8 Esta cita, como la anterior y las dos siguientes,<br />

pertenecen a la «Declaración de principios de<br />

RyC 42<br />

artistas plásticos que acordaron no concurrir<br />

al VIII Salón de Pintura, Escultura y Cerámica<br />

convocado por el Instituto Nacional de<br />

<strong>Cultura</strong>». Véase documento conservado en el<br />

archivo personal de Manuel Vidal, donde si<br />

bien está mecanografi ado el nombre de Carlos<br />

Enríquez, este no parece confi rmado.<br />

9 Véase el diario Información. La Habana, 12<br />

de octubre de 1956.<br />

10 En una versión de ese documento,<br />

perteneciente al archivo personal de Marta<br />

Arjona, aparecen los nombres mecanografi<br />

ados (sin fi rmas) de 23 artistas: Víctor<br />

Manuel, Marcelo Pogolotti, Alfredo Lozano,<br />

Eugenio Rodríguez, Manuel Couceiro, Guido<br />

Llinás, Tomás Oliva, Enrique Moret, Raúl<br />

Martínez, José Antonio Díaz Peláez, Lino<br />

Pedroso, Marta Arjona, Hugo Consuegra,<br />

Manuel Vidal, René Ávila, Sabá Cabrera, Julio<br />

Matilla, Arturo Buergo, Ruperto León, José<br />

Y. Bermúdez, José Álvarez Baragaño, Lázaro<br />

Fresquet y Miguel Collazo. Los cuatro últimos<br />

de la relación no aparecen en el catálogo<br />

de la muestra. Allí sí están relacionados, en<br />

cambio: Margie Gavilán, Thelvia Marín, Sergio<br />

Ruiz, Juan Tapia Ruano y Antonio Vidal. Sin<br />

embargo, tres de los artistas que recoge el<br />

mismo catálogo fi nalmente no participaron<br />

en la exposición: Marta Arjona, Alfredo Lozano<br />

y Jesús González de Armas –según precisó<br />

Antonio Vidal al autor de este texto. La Habana,<br />

19 de diciembre de 2006, casa del artista.<br />

Y en el recorte, sin fecha, de un artículo de<br />

prensa aparecen veintiún expositores.<br />

11 Sobre las motivaciones de la Antibienal,<br />

léase el texto «Una Bienal que tuvo su<br />

Antibienal», en el no. 4 de 2006 de esta<br />

misma revista.<br />

12 Declaraciones al autor de este texto. La<br />

Habana, 12 y 14 de diciembre de 2006, vía<br />

e- mail. Todas las referencias a esta creadora<br />

tienen la misma procedencia.<br />

13 Así lo afirmó Manuel Couceiro en su<br />

Autobiografía plástica. Material mecanografiado,<br />

sin fecha, p. 3. (Archivos de sus<br />

hijos Avelino y Félix Couceiro.) Sin embargo,<br />

un periodista lo ubicó «en la calle Monserrate,<br />

junto al viejo teatro La Comedia». Véase:<br />

Tamargo, Agustín, op. cit.)<br />

14 De acuerdo con Pogolotti: «La orientación<br />

política del Congreso por la Libertad de la<br />

<strong>Cultura</strong> estuvo muy clara desde el comienzo.<br />

Publicaba revistas culturales en inglés,<br />

francés y español. La versión española se<br />

llamó Cuadernos. La información específi ca<br />

acerca de las fuentes de su fi nanciamiento se<br />

hizo pública en los años 60 a través del New<br />

York Times y dio lugar a un gran escándalo.<br />

Algunos intelectuales vinculados al Congreso<br />

y a sus publicaciones declararon desconocer<br />

el origen del fi nanciamiento, que implicaba<br />

fondos para cubrir impresión, distribución,<br />

derecho de autor y oficinas instaladas en<br />

distintas ciudades. Los detalles de esa historia<br />

ocupan el telón de fondo de la polémica entre<br />

Mundo Nuevo y Casa de las Américas. Mundo<br />

Nuevo resultó ser un intento más sofi sticado<br />

para captar a intelectuales latinoamericanos.<br />

Supongo que los organizadores escogieron el<br />

local [del Antisalón] por su ubicación frente<br />

al Museo para subrayar el valor simbólico del<br />

gesto.» (Declaraciones al autor de este<br />

artículo. La Habana, 18 de diciembre de<br />

2006, vía e-mail.)<br />

15 Declaraciones al autor de este artículo. La<br />

Habana, 19 de diciembre de 2006, en casa<br />

del artista. Todas las citas de Antonio Vidal<br />

tienen el mismo origen.<br />

16 Citado por Tamargo, Agustín, op.cit.<br />

17 Véase: Loy, Ramón. «Exposiciones». En:<br />

Boletín de la Comisión Nacional Cubana de<br />

la UNESCO. La Habana, diciembre de 1956,<br />

pp. 14-16. Todas las citas de Loy proceden de<br />

la misma fuente.<br />

18 Marquina, Rafael. «Primera visita al VIII<br />

Salón Nacional de Pintura y Escultura». En:<br />

Información. La Habana, 2 de diciembre de<br />

1956, p. B-2.<br />

19 Marquina, Rafael. «Vida cultural y artística.<br />

El VIII Salón Nacional». En: Información. La<br />

Habana, 10 de <strong>enero</strong> de 1957, p. B-2 y E-2.<br />

Las referencias a Marquina que siguen, son<br />

de esta misma fuente.<br />

20 En: Rescate. La Habana, vol. I, no. II, 15 de<br />

<strong>enero</strong> de 1957.<br />

21 Rigol, Jorge. «Apuntes sobre el grabado<br />

y la pintura en Cuba». En: Panorama de la<br />

cultura cubana. La Habana, Editorial Política,<br />

1983, p. 154.


arias veces me he sentido<br />

impulsada a escribir sobre<br />

Roberto Matta (o Sebastián<br />

Echaurren: a veces<br />

usaba su segundo nombre y su<br />

segundo apellido). Desde su inicial<br />

es-tancia a Cuba, invitado en 1963<br />

por la Casa de las Américas, hasta<br />

su última visita en los albores<br />

del nuevo siglo, Matta, con sus<br />

exposiciones, su conversación<br />

chispeante, su incansable indagación,<br />

dejaba constancia de su<br />

quehacer plástico, además de sus<br />

«propuestas», como gustaba llamar<br />

a sus constantes iniciativas.<br />

Matta, siempre g<strong>enero</strong>so, abría<br />

las puertas a su conversación y a<br />

sus ideas originales, tanto en la<br />

esfera del arte como en la de las<br />

rea-lidades sociales vigentes.<br />

La primera vez lo acompañé a un<br />

encuentro con estudiantes de arte<br />

y vi maravillada cómo de una<br />

paleta de pintura iba surgiendo<br />

un mundo de seres fabulosos,<br />

al principio percibidos solo por<br />

Matta hasta que los tornaba visibles<br />

por los trazos de su lápiz<br />

delineador alrededor de la mancha<br />

en la paleta. Luego seguí escuchando<br />

su conversación profunda<br />

bajo el aparente juego de<br />

palabras: en París, en La Habana,<br />

siempre nos acogió el rostro<br />

sonriente y la mirada penetrante<br />

del chileno universal. El artista<br />

que había roto lanzas por Grimau,<br />

los Rosenberg, Boupacha y otras<br />

víctimas de la reacción, hizo<br />

suya la revolución cubana con la<br />

mis-ma constante adhesión con<br />

que luego haría con la de su país<br />

de origen. Ahora vengo de un<br />

reno-vado encuentro con Matta,<br />

«Yo no pinto, muerdo.»<br />

Adelaida de Juan<br />

esta vez con el conjunto de obras<br />

que donara a Cuba, casi todas a<br />

la Casa de las Américas, la cual<br />

ha organi-zado el Año Matta, con<br />

el añadi-do de dos encuentros<br />

internacio-nales de refl exión y<br />

debate, que llenará casi todos los<br />

espacios de la Casa hasta marzo<br />

de <strong>2007</strong>.<br />

A la entrada, «Cuba es la capital»<br />

nos recibe en el vestíbulo; es el<br />

mural que allí fuera colocado<br />

por el artista en <strong>febrero</strong> de 1963.<br />

Ante la escasez de materiales<br />

de pintura, Matta realiza dos<br />

mu-rales a los que incorpora<br />

tierra de los alrededores de la<br />

Casa; el segundo, ahora expuesto<br />

en la Galería Latinoamericana,<br />

lleva por título «Han tomado las<br />

es-trellas» y es patrimonio del<br />

Mu-seo Nacional de Bellas Artes.<br />

Ambas piezas añaden a la tierra<br />

elementos de óleo y yute, lo cual<br />

las matiza de tonalidades sepia<br />

que delimitan las fi guraciones<br />

reconocibles de Matta en la época.<br />

«Cuba es la capital» abre, en<br />

más de un sentido, la megaexposición:<br />

su ubicación, su morfología<br />

característica, su título<br />

signifi cante, todos constituyen<br />

elementos que dan entrada a la<br />

riqueza que Matta legó a Cuba, a<br />

través de la institución que hoy<br />

se honra honrando su recuerdo.<br />

43<br />

RyC<br />

Profesora de la<br />

Universidad de<br />

La Habana.<br />

Sus libros más<br />

recientes son:<br />

Paisaje con fi -<br />

guras (2005) y<br />

Abriendo ventanas.<br />

Textos críticos<br />

(<strong>2007</strong>).<br />

Roberto Matta. Emospheral,<br />

aguafuerte y<br />

aguatinta, 1973.<br />

Foto: Cortesía de<br />

Casa de Las Américas.


Inmediatamente, muy a la manera<br />

del exigente juego de palabras<br />

y formas que caracteriza la<br />

labor de Matta, se pasa a la Sala<br />

Contemporánea, en la cual se<br />

han agrupado varias piezas bajo<br />

el título genérico de «Obra ocasional».<br />

Hay algunos ejemplos<br />

de los muebles que ensambló el<br />

chileno: dos sillas (1976) cuyos<br />

altos respaldares llevan talladas<br />

las criaturas que pueblan tantas<br />

obras de Matta; en el piso se<br />

extiende, pletórico de colorido,<br />

un variforme colchón que remata<br />

con una cola que se enrosca<br />

sobre sí misma en el espacio del<br />

colchón (estas obras se exhibieron<br />

en 1980 en la exposición «El<br />

Quijote. Traducción gráfica de<br />

Matta».) En este local también<br />

se encuentran muestras de otras<br />

técnicas expresivas del artista:<br />

algunas litografías del Taller Experimental<br />

de Gráfi ca, acompañadas<br />

de sus piedras litográfi -cas<br />

dibujadas en blanco y negro;<br />

un vitral de pequeñas dimensiones<br />

y colorido brillante, y un<br />

envase para confituras, parte<br />

de la colección que a mediados<br />

de la década de 1970 contó con<br />

la colaboración de muchos<br />

artistas cubanos y algunos de<br />

otras tierras.<br />

La Galería Latinoamericana<br />

exhibe «Pintura y dibujo», y en<br />

ella se han colocado piezas de<br />

alto valor histórico y artístico. La<br />

más antigua de toda la muestra,<br />

una litografía de la década del<br />

1940, es un ejemplo valioso de<br />

la época en la cual Matta, preocupado<br />

por la manera visual de<br />

comunicar el ámbito espacial en<br />

que se mueven obra y receptor,<br />

abre los lados de un cubo, sobre<br />

los cuales desarrolla la pintura.<br />

Matta pretendía así situarse en<br />

el centro de la escena imaginada,<br />

pintaba a su alrededor, procurando<br />

de esta manera que el<br />

espectador no contemplara una<br />

escena a través de un marco o<br />

una ventana, decía él, sino que<br />

lo hiciera inmerso en un espacio<br />

circundante y totalizador.<br />

Otra pieza temprana en lo que<br />

posteriormente desarrollaría<br />

Matta es un dibujo de 1964 en<br />

el cual diseña una suerte de tira<br />

cómica, a leerse en tres bandas<br />

horizontales. Su tema es alusivo<br />

a la situación política del<br />

momento y el «juego», como<br />

RyC 44<br />

siempre en Matta, es serio y<br />

exigente (el caimán crece y acaba<br />

derrotando al monstruo). Estos<br />

recursos serán desarro-llados y<br />

enriquecidos por el ar-tista en<br />

décadas siguientes, en grabados<br />

a los que haré referen-cia más<br />

adelante.<br />

En la Galería se han situado algunos<br />

bocetos que son obras<br />

valederas en sí. Allí se han colocado<br />

segmentos que integrarían<br />

«Cuba es la capital», y la obra<br />

«Han tomado las estrellas», que<br />

se expone al público por primera<br />

vez. Al igual que el mural del<br />

vestíbulo, los materiales son similares,<br />

aunque aquí la base es<br />

de masonite y las dimensiones<br />

se asemejan (188.5 x 341.5 cm.)<br />

Asimismo considero que despierta<br />

un especial interés el<br />

dibujo de gran formato sobre<br />

papel Kraft en el cual, en 1967 y<br />

en el mismo local de la Galería,<br />

Matta y los alumnos de la Escuela<br />

de Arte abocetaron el futuro<br />

mural que habría de situarse<br />

en la cooperativa San Andrés<br />

de Pinar del Río, lo cual no llegó<br />

a realizarse. La Casa conservó el<br />

boceto, brillante de color, y ahora<br />

se despliega en el espacio de la<br />

Galería donde fue originalmente<br />

concebido.<br />

La muestra de la Galería se completa<br />

con un óleo (c.1963) en el<br />

cual las transparencias cromáticas<br />

que Matta utilizaría con<br />

tanta bella insistencia se extenderán<br />

por obras de mayor formato;<br />

está, además, otro óleo, de<br />

1958, titulado «El vicario» y una<br />

pequeña serie de dibujos a tinta<br />

con elementos de collage agrupadas<br />

bajo el título «Operación<br />

verdad». Señalo estas piezas no<br />

solo por su valor intrínseco –que<br />

es considerable– sino porque en<br />

ellas se esbozan primero y desarrollan<br />

luego recursos formales<br />

que Matta potenciaría en obras<br />

paralelas y posteriores. Mencionaré<br />

sobre todo su apropiación<br />

creadora de recursos popularizados<br />

por las tiras cómicas, como<br />

los textos agrupados en los<br />

límites de globitos que emergen<br />

de las bocas de los personajes.<br />

En «El vicario» este recurso es<br />

apenas un sombreado alusivo;<br />

en los dibujos de «Operación verdad»,<br />

los textos son explícitos y<br />

bien visibles como partes integrantes<br />

de la composición.<br />

En el segundo piso, a lo largo de<br />

todos sus pasillos y espacios de<br />

tránsito, se encuentra la «Gráfi -<br />

ca» (así denominada en la guía<br />

discursiva de la exposición). Se<br />

trata de cerca de cuarenta litografías,<br />

aguafuertes, grabados<br />

de diversa tecnología, tanto en<br />

blanco y negro como en color.<br />

Fueron realizadas a lo largo de<br />

las décadas de 1960 y 1970, con<br />

preferencia esta última. Quisiera<br />

detenerme ahora en las<br />

diversas litografías y serigrafías<br />

relacionadas con la situación<br />

chilena a partir del triunfo de<br />

Salvador Allende. Del mismo<br />

modo que Matta, siempre activo<br />

en causas sociales, había abrazado<br />

con entusiasmo la revolución<br />

cubana, no quedó atrás ante<br />

la situación de su país de origen.<br />

Solía contar, con gran sonrisa,<br />

cómo había enviado un telegrama<br />

a Allende inmediatamente<br />

después de su triunfo electoral:<br />

«<strong>No</strong> hagas nada hasta que yo<br />

llegue». Y cómo el Presidente, en<br />

similar tono, le había respondido:<br />

«Te espero Salvador».<br />

Matta, entonces, realiza litografías<br />

cuyo título, «El primer gol<br />

de Chile», es una clara referencia<br />

al triunfo popular de 1970. Dos<br />

años después hace en Chile<br />

siete litografías en las cuales<br />

los textos, bien en los globitos<br />

de los comics, bien en secciones<br />

diver-sas de la composición,<br />

son signi-fi cativos: «Napalm al<br />

egoísmo» incluye entre otros<br />

textos una versión del Padre<br />

Nuestro alusi-va a la situación<br />

chilena del mo-mento. En 1973,<br />

ante el crimi-nal golpe de estado,<br />

realiza una serie de litografías<br />

en color bajo el título genérico<br />

«Allende pasa-je de la muerte a la<br />

vida», de la cual se muestran aquí<br />

cuatro ejemplos. Por último, esta<br />

temá-tica incluye un portafolio<br />

de una docena de serigrafías en<br />

trece colores titulado «Chile 11 de<br />

septiembre», con temáticas referidas<br />

al sangriento derrocamiento<br />

y muerte de Allende y<br />

sus seguidores. Debo apuntar<br />

que el régimen golpista le retiró<br />

la nacionalidad a Matta, a quien<br />

entonces le fue otor-gada la<br />

cubana.<br />

La culminación de la exposición<br />

Año Matta está permanentemente<br />

expuesta en el tercer piso,<br />

en la sala Che Guevara. «Para


que la libertad no se convierta<br />

en estatua» fue el título genérico<br />

de una muestra en la Galería<br />

Latinoamericana de la Casa de<br />

las Américas en 1967, y su obra<br />

principal cubre hoy un muro de<br />

la Sala superior. Se trata de un<br />

óleo sobre tela de 299 x 994 cm.,<br />

pintado entre 1963 y 1964. Es<br />

un ejemplo magnífi co, no solo<br />

por la estructuración del amplio<br />

espacio, sino por la proyección<br />

de ese ámbito creado por las<br />

tonalidades verde acuosas que<br />

Matta hizo tan suyas en numerosas<br />

obras a partir de la década<br />

de 1940. Este óleo maneja elementos<br />

figurativos, manchas<br />

cromáticas que parecen diluirse<br />

unas en otras y una luminosidad<br />

extraordinaria.<br />

La variedad tanto temática como<br />

técnica de esta magna exposición<br />

revela la riqueza creadora<br />

de Matta. <strong>No</strong> puede olvidarse el<br />

papel fundador y la inventiva<br />

constante del artista. Se ha señalado<br />

en más de una ocasión<br />

su infl uencia en los fundadores<br />

de lo que constituyó la Escuela<br />

de Nueva York a inicios de la<br />

década de 1940. He apuntado en<br />

algún texto cómo la llegada de<br />

Matta a la Gran Manzana al comienzo<br />

de la llamada Segunda<br />

Guerra Mundial en Europa forma<br />

parte de un signifi cativo vuelco,<br />

por el cual algunos artistas procedentes<br />

del sur –notablemente<br />

los mexicanos Rivera, Orozco,<br />

Siqueiros, y luego Kahlo– invirtieron<br />

la línea de influencias<br />

creadoras en el ejercicio plástico<br />

que hasta entonces se dirigía de<br />

nuestra América hacia las metrópolis<br />

del norte. Con el cambio<br />

apuntado, al aporte de los mexicanos<br />

y la llegada de los latinoamericanos<br />

Torres García, Lam y<br />

Matta, que coincidirá con el arribo<br />

de algunos europeos, muchos<br />

de ellos de tendencias surrealistas,<br />

se potencian entonces<br />

las posibilidades expresivas de<br />

jó-venes estadunidenses como<br />

Pollock, De Kooning, Rothko,<br />

Gorky, et al. En este panorama.<br />

la ejecutoria y, sobre todo, la<br />

ac-titud ante la vida y el arte<br />

de Matta fueron fundamentales<br />

para la cristalización de lo que<br />

se conoce como expresionismo<br />

abstracto.<br />

Debo insistir en la actitud desplegada<br />

activamente por Matta.<br />

Se emparienta, en cierta línea<br />

de continuidad, con las explosivas<br />

acciones de quien llegaría<br />

a ser su amigo y compañero, el<br />

francés radicado en Nueva York<br />

Marcel Duchamp. La noción de<br />

que todo puede ser considerado<br />

como un objeto de arte encarna<br />

en gestos y obras bien diversas<br />

en ambos artistas, pero no puede<br />

negarse que hay puntos de<br />

contacto que los convierten en<br />

fi guras potenciadoras del desarrollo<br />

de las artes plásticas de<br />

la segunda mitad del siglo XX.<br />

Pienso sobre todo en su desenfado,<br />

en su sentido del juego<br />

como motivación de una obra,<br />

en su exploración de terrenos<br />

ignorados hasta entonces, en<br />

su apropiación de otras zonas<br />

del quehacer humano. Para citar<br />

solo un ejemplo, me referiré al<br />

constante juego de palabras que<br />

ambos llevaron a efecto para<br />

ti-tular sus producciones; sospecho,<br />

para citar solo un caso, que<br />

cuando Matta titula a una de sus<br />

obras «Le vert tige de rose» está<br />

de algún modo recordando uno<br />

de los pseudónimos que usara<br />

Duchamp: «Rrose Sélavy». Pero<br />

es sobre todo en su actitud creadora<br />

al mofarse de lo establecido<br />

y canonizado (la firma «Mutt»<br />

para uno de los iniciales ready<br />

mades del francés y , años después,<br />

«La banale de Venise» del<br />

chileno) en que van a coincidir<br />

los dos artistas, quienes por otra<br />

parte estuvieron tan cercanos a<br />

criterios y actitudes surrealistas.<br />

Tal sentido del juego desembocaría<br />

años después en<br />

otros artistas que promueven<br />

acciones diversas, como los<br />

juegos participativos y, al propio<br />

tiempo, de matiz político, desarrollados<br />

por Julio Le Parc a<br />

fi nes de la década de 1960.<br />

El incesante laboreo de Matta<br />

buscó –encontró, diría por supuesto<br />

el gran iniciador que fue<br />

Picasso– nuevos cauces para su<br />

expresión. Hasta el fi nal de sus<br />

días, Matta estuvo en sintonía<br />

con las fuerzas más progresistas<br />

del momento; he citado más de<br />

una obra en que se ejemplifi ca<br />

este compromiso activo del artista<br />

con el acontecer contemporáneo.<br />

Sin tocar en ningún<br />

sentido lo panfl etario, el chileno,<br />

de modo manifiesto o no,<br />

está inmerso en la realidad de<br />

la sociedad que le tocó vivir. Y<br />

su imaginario incesante nos va<br />

exponiendo hitos importantes en<br />

la historia contemporánea.<br />

He mencionado al pasar la apropiación<br />

de recursos entronizados<br />

por diversas manifestaciones<br />

del quehacer plástico<br />

contemporáneo. Los comics, por<br />

ejemplo, son, desde fi nales del<br />

siglo XIX, una forma eminentemente<br />

masiva de comunicación<br />

por la imagen y el texto<br />

breve. Matta se sirve de estos<br />

recursos en fecha bien temprana.<br />

Lo hará, como todo lo que<br />

realizaba, de un modo creador,<br />

convirtiendo esos elementos en<br />

expresión de su propio estilo. A<br />

diferencia de algunos artistas<br />

Pop, notablemente Roy Lichtenstein,<br />

que trasladaban, magnificándola,<br />

la tira cómica al<br />

lienzo o cartón, Matta asimila la<br />

función del comic y convierte el<br />

globito y el texto en parte consustancial<br />

de su diseño original.<br />

Muchos artistas de fines del<br />

siglo XX e inicios del actual han<br />

incorporado textos a sus creaciones<br />

–entre nosotros pienso,<br />

sobre todo, en Tonel– siguiendo y<br />

desarrollando el ejemplo ini-cial<br />

de Matta.<br />

Una sensación algo extraña se<br />

va apoderando del espectador<br />

ante esta magna muestra: creo<br />

que esa sensación se basa en<br />

la absoluta contemporaneidad<br />

de lo contemplado. Como Matta<br />

ejecuta obras hasta sus últimos<br />

momentos, al fallecer en 2002 ha<br />

cubierto más de medio siglo con<br />

sus incesantes propuestas. Tales<br />

propuestas siguen funcionando,<br />

siguen inquietando; así son sentidas<br />

por las sucesivas promociones<br />

de artistas que las han<br />

asimilado como propias. Matta<br />

se vio a sí mismo como un creador<br />

cuya misión fundamental<br />

era la de inquietar, provocar e<br />

incitar a su copartícipe en el<br />

acto creativo. Creo que por esas<br />

razo-nes, en una de sus últimas<br />

cartas a los compañeros de la<br />

Casa de las Américas, y siempre<br />

jugando en serio, escribió «Yo no<br />

pinto, muerdo». Sigue urticando<br />

la «mordida» del amigo creador.<br />

Puede vaticinarse que seguirá<br />

haciéndolo.<br />

45<br />

RyC


El Pilar fue trasladado<br />

al patio de Finca<br />

Vi-gia, donde aún<br />

per-manece como la<br />

pieza más preciada<br />

del museo.<br />

Foto de Raúl<br />

Corrales tomada de<br />

Hemigway & Cojímar.<br />

Sharon Marine S.<br />

A. Jan Corporation,<br />

1999.<br />

o creo que haya un lugar<br />

en el mundo donde su<br />

gente conserve tan fresca y<br />

viva la memoria de Ernest<br />

Hemingway como en Cojímar.<br />

Aún más, diría que algunos vecinos<br />

y sus descendientes le rinden<br />

culto, un culto que se explica<br />

por la singular relación que<br />

se estableció entre ellos. Y, claro<br />

está, por su presencia allí a lo<br />

largo de unos veinte años, lo que<br />

se ha ido convirtiendo en leyenda,<br />

en mito, que como todo mito<br />

que se respete, crece y se abulta<br />

con el tiempo. ¿Acaso no se dice<br />

que gracias a su ayuda un carpintero<br />

pudo comprar sus herramientas,<br />

y que otros lugareños se<br />

benefi ciaron con gestos suyos de<br />

desprendimiento? Por ejem-plo,<br />

que al llevarse al cine su novela<br />

El viejo y el mar, como una de las<br />

locaciones donde tuvo lugar el<br />

rodaje fue en ese pueblo, exigió<br />

que los que actuasen co-mo<br />

dobles en la película fueran<br />

pescadores de Cojímar.<br />

Nadie olvida que en sitio tan pobre<br />

corrió el dinero de verdad<br />

durante la filmación y que,<br />

mientras duró, el ambiente fue<br />

de fi esta todo el tiempo.<br />

Por ello es más que explicable<br />

que en esta ocasión quienes alimentan<br />

esa leyenda no sean los<br />

críticos e investigadores que admiran<br />

su obra literaria sino esos<br />

mismos pescadores y pobladores<br />

que lo conocieron.<br />

Las evidencias de que se conocían<br />

bien son múltiples. Con<br />

fre-cuencia se reunían en torno<br />

a una mesa rústica del bar de El<br />

Curro, el más popular del pue-<br />

RyC 46<br />

Hemingway, Corrales<br />

y una leyenda<br />

que no se apaga<br />

Jaime Sarusky


lo, a contarse las más fabulosas<br />

hazañas de pescadores y pesquerías.<br />

<strong>No</strong> cabe dudas de que<br />

en esos encuentros amistosos<br />

se establecieron vínculos de<br />

sim-patía y hasta de mutuo<br />

afecto. Pero tampoco debemos<br />

pasar por alto que la pesca era<br />

su hobby, una afición que lo<br />

apasio-naba, mientras para ellos<br />

se trataba de una necesidad, un<br />

ofi cio del cual vivían. El que no<br />

pescaba no comía. Y el intercambio<br />

y la convivencia con<br />

ellos le facilitaron y le permitieron<br />

al escritor utilizar efi cazmente<br />

en función de su obra<br />

literaria toda aquella valiosísima<br />

información humana,<br />

profesional y psicológica. Algunos<br />

hasta afi rman que siempre<br />

llevaba consigo una libreta<br />

donde anotaba sus impre-siones<br />

siempre que se senta-ban a<br />

conversar.<br />

Como bien dicen ellos mismos, si<br />

usted es pescador y no es mentiroso,<br />

no es pescador. Sin embargo,<br />

no pienso que eran ni son<br />

mentirosos sino fabuladores,<br />

inventores, descubridores de otra<br />

dimensión de la realidad.<br />

Pues vea usted que los de Cojímar,<br />

cuando tenían que poner su<br />

pescadito más grande, po-nían el<br />

más grande, y cuando hablaban<br />

de la mar gruesa, la mar que<br />

sorprendió a uno era más gruesa<br />

que la del otro, y el pez que se<br />

le escapó siempre era el más<br />

grande, aunque de ese pez nunca<br />

nadie pudo dar fe de que lo vio.<br />

<strong>No</strong> por gusto les dicen arroberos,<br />

porque para el muy imaginativo<br />

pescador de Cojí-mar la unidad<br />

de medida en el peso de sus<br />

pejes no es la libra ni el kilo sino<br />

la arroba. Y para demostrarle<br />

que usted es un in-crédulo de<br />

marca mayor le ha-blan y hasta<br />

pueden exhibir una fotografía<br />

de un tiburón gigante que fue<br />

capturado allí y, oiga bien, sólo<br />

el hígado de aquel monstruo<br />

pesaba 1005 libras.<br />

Pueblito marino en las cercanías<br />

de La Habana, Cojímar se desliza<br />

suavemente, en pendiente, desde<br />

sus alturas, hacia aquel mar<br />

–la mar, como dicen sus pescadores–<br />

protagonista, testigo y<br />

escenario de tantas leyendas en<br />

las que Papa, como algunos lo<br />

nombran todavía, siempre está<br />

envuelto. Lo recuerdan, claro<br />

que lo recuerdan, con una vaga<br />

nostalgia de aquella imagen<br />

na-da común en aquel entorno,<br />

pues veían al viejo de sólido corpachón,<br />

barba blanca, gorra de<br />

deportista de pronunciada visera,<br />

bermudas y chancletas, enfi -<br />

lando por sus calles principales,<br />

las tres que corrían paralelas a<br />

la bahía donde tenía anclado su<br />

yate Pilar. O cuando lo observaban<br />

compartir, en un ambiente<br />

sosegado y tranquilo, además,<br />

con famosos amigos, actores y<br />

actrices como Gary Cooper, Ava<br />

Gardner y Errol Flynn, entre<br />

otros, a la par que saboreaban<br />

una paella en el restaurante La<br />

Terraza o bebían y disfrutaban<br />

de un delicioso pescado en escabeche<br />

en el bar y fonda de El Curro,<br />

así llamado por los pobladores<br />

aunque llevaba el sonoro<br />

nombre de bar-fonda Rigoletto.<br />

Para la gente de Cojímar, Hemingway<br />

ya estaba incrustado<br />

en la vida del pueblito y formaba<br />

parte de su paisaje habitual.<br />

Como explica el fotógrafo Raúl<br />

Corrales, allí no llamaba la atención<br />

en nada; sin embargo, en<br />

La Habana sí, porque los turistas<br />

norteamericanos lo asediaban<br />

cuando lo descubrían.<br />

En esos tiempos, es decir, en<br />

1953, y en tales andanzas, descubre<br />

Corrales a aquel americano<br />

que llamaba la atención por<br />

su estampa y no porque supiera<br />

su verdadera identidad. Sería al<br />

año siguiente, en 1954, que el<br />

autor de El viejo y el mar, obra<br />

en gran medida inspirada en<br />

su amigo Anselmo, pescador<br />

de Cojímar, obtendría el Premio<br />

<strong>No</strong>bel de Literatura y que la efi -<br />

gie de su rostro curtido y bien<br />

modelado recorrería el mundo.<br />

<strong>No</strong> pocas conversaciones de<br />

Hemingway con Anselmo tuvieron<br />

lugar en su desvencijada<br />

cabañita de madera a la orilla<br />

del mar. Corrales le hizo varias<br />

fotografías donde se percibe la<br />

atmósfera más que humilde de<br />

su hábitat mientras remendaba<br />

una red. Anselmo, tal como se<br />

describe al protagonista de El<br />

viejo y el mar, era fl aco, enjuto.<br />

Callado. Y el personaje del niño<br />

estaba inspirado en el nieto de<br />

Anselmo que el escritor vio allí<br />

con frecuencia.<br />

Hacía años que Corrales andaba<br />

y desandaba la Isla como re-<br />

portero gráfi co de un semanario<br />

de circulación nacional. Pero<br />

quiso la buena fortuna que ya<br />

en aquel momento estuviera<br />

residiendo en Cojímar y que,<br />

como todo artista de raza, se<br />

em-peñara en dejar registradas<br />

las imágenes de los pescadores y,<br />

cuando lo veía por allí, también<br />

las de aquel norteamericano<br />

nada convencional, que se había<br />

ganado a la gente del poblado.<br />

Perdidamente enamorado, Corrales<br />

sucumbió dos veces: ante<br />

<strong>No</strong>rma, su esposa desde entonces,<br />

y ante Cojímar. Se fue adaptando<br />

a su nueva vida así que<br />

también se hizo pescador como<br />

su suegro Alipio y toda la familia,<br />

que en aquella época era como<br />

decir casi toda la población,<br />

porque el que más, el que menos,<br />

estaba emparentado. De<br />

modo que las fotos que le hizo<br />

a Hemingway coinciden en el<br />

tiempo con los fervores amorosos<br />

que culminaron en su matrimonio.<br />

Yo no tenía idea de quién era<br />

Hemingway –dice Corrales–.<br />

Ni yo, ni los pescadores que<br />

había aquí. Tampoco me dio la<br />

impresión de que se tratara de<br />

un millonario. Para mí, sencillamente,<br />

era un americano más al<br />

que le gustaba la pesca. Y con su<br />

franqueza característica precisa:<br />

lo consideraban un americano<br />

loco. Y yo también lo pensaba<br />

porque hablaba solo. Lo oí algunas<br />

veces y me llamaba la atención<br />

que monologara en español<br />

y no en inglés.<br />

Ver el Pilar fondeado en la bahía<br />

indicaba que él estaba en el<br />

47<br />

RyC<br />

«Era un viejo que<br />

pescaba solo en un<br />

bote en la Corriente<br />

del Golfo y hacía<br />

ochenta y cuatro días<br />

que no cogía un pez».<br />

Fragmento de<br />

El viejo y el mar.<br />

Foto de Raúl<br />

Corrales tomada de<br />

Hemigway & Cojímar.<br />

Sharon Marine S.<br />

A. Jan Corporation,<br />

1999.


Hemingway, en el<br />

puente volante<br />

de El Pilar.<br />

Foto de Raúl<br />

Corrales tomada de<br />

Hemigway & Cojímar.<br />

Sharon Marine S.<br />

A. Jan Corporation,<br />

1999.<br />

pueblo y también Gregorio<br />

Fuentes, el patrón de la nave.<br />

Cuando terminaba la faena<br />

y regresaba a Cojímar, con<br />

las piezas capturadas o sin<br />

ellas, llamaba por teléfono a<br />

su fi nca la Vigía y el chofer se<br />

encargaba de irlo a recoger en su<br />

automóvil.<br />

Hemingway ya conocía a Corrales<br />

de tanto verlo en compañía<br />

de los otros pescadores.<br />

Un día que llevaba su camarita<br />

lo invitó a conocer el barco.<br />

Corrales no dijo nada, no preguntó<br />

nada. Dio por sentado que<br />

en la invitación iba implícita la<br />

autorización para fotografi ar a<br />

quien entonces ya era universalmente<br />

un consagrado de la<br />

literatura del siglo veinte.<br />

Claro que Hemingway sabía.<br />

Sabía lo que era vivir. Sabía vivir.<br />

Muchos –escribió– le preguntan<br />

a uno por qué vive en Cuba.<br />

Les contesta simplemente que<br />

le agrada vivir allí. «Es difícil<br />

explicar la fresca brisa matinal<br />

que sopla incluso en los días<br />

más calurosos del estío sobre<br />

las colinas que rodean a La<br />

Habana.»<br />

Se refería, por supuesto, a su<br />

fi nca la Vigía. Allí, explicaba, se<br />

veían todo el año extraordinarios<br />

y hermosos pájaros, aves de<br />

paso que se detienen en ella, la<br />

co-dorniz que muy temprano<br />

va a beber agua en la ondulada<br />

pis-cina, distintas especies de<br />

lagar-tijas que viven y cazan en<br />

el em-parrado al extremo de la<br />

piscina, las dieciocho clases de<br />

mango que crecen en la ladera<br />

de la loma que se extiende hasta<br />

la casa.<br />

Por supuesto que era casi imposible<br />

argumentar y ser comprendido<br />

que a un duro como<br />

él, cuya filosofía y la de buen<br />

número de los personajes de sus<br />

novelas y cuentos, tenía como<br />

premisa en su conducta la lucha<br />

y la confrontación, un desafío<br />

permanente a los retos de la<br />

vida, le regocijara una existencia<br />

tal, tan dulce y paradisíaca.<br />

Quizás, por ello mismo, en<br />

sobresaltos existenciales, en<br />

los que primaba el Hemingway<br />

aventurero, se lanzó a perseguir<br />

en su yate a submarinos alemanes<br />

durante la Segunda Guerra<br />

Mundial, aunque también se<br />

sumergió en esa confl agración<br />

RyC 48<br />

como corresponsal de guerra; o<br />

después, cuando se fue al África<br />

a correr los riesgos de la cacería<br />

de animales peligrosos. En al-gún<br />

momento Corrales le pre-guntó<br />

cuál fue su reacción cuan-do se<br />

difundió en todo el mundo la<br />

noticia de su muerte en Áfri-ca,<br />

al estrellarse el avión en que<br />

viajaba. Y sin inmutarse, con<br />

una media sonrisa, le respon-dió:<br />

–¿Yo? Sentirme muy feliz.<br />

Pero a pesar de aquella vida intensa<br />

y turbulenta, de regreso<br />

a su fi nca y de pie ante la maquinita<br />

de escribir, se ponía a<br />

contar sus historias gracias a<br />

la circunstancia, tal y como lo<br />

ha-bría de reiterar en otras ocasiones,<br />

de que en la Isla «con el<br />

fresco de la mañana se trabaja<br />

mejor y con más comodidad<br />

que en cualquier otro lugar en<br />

el mundo».<br />

Fue más explícito al escribir<br />

que la principal razón de vivir<br />

en Cuba es el Gran Río Azul,<br />

–o sea, la Corriente del Golfo–.<br />

Luego puntualizaba que desde<br />

la fi nca y a través de un hermoso<br />

pai-saje, se tardan cuarenta y<br />

cinco minutos en llegar a ella,<br />

donde hay la mejor y más<br />

abundante pesca que uno ha<br />

visto en su vida.<br />

De su yate el Pilar, que fue construido<br />

siguiendo sus indicaciones,<br />

dice que unas veces lo<br />

deja en el puerto de La Habana,<br />

y otras en Cojímar, pueblo de<br />

pescadores que dista unas siete<br />

millas de la capital y tiene un<br />

puerto seguro en verano e inseguro<br />

en invierno, cuando soplan<br />

los nortes.<br />

Aquella presencia en el yate fue<br />

para Corrales la única oportunidad<br />

en que lo fotografió. En<br />

buena medida habría de agradecérselo<br />

al ego del viejo aventurero.<br />

Y lo que no admitiría jamás<br />

un fotógrafo a propósito de<br />

Hemingway, sí lo hace Corrales,<br />

que sin vacilar un momento<br />

nos dice:<br />

–<strong>No</strong> era interesante para mí. Yo<br />

también en aquellos tiempos<br />

ignoraba muchas cosas–. Y va<br />

todavía más lejos al hacer la<br />

confesión de que pudo haber<br />

retratado juntos a Hemingway y a<br />

Anselmo, el pescador que inspiró


el personaje de Santiago de El<br />

viejo y el mar, y a Spencer Tracy,<br />

que lo encarnó en la película.<br />

–Por qué no lo hiciste?– le pregunto.<br />

–<strong>No</strong> le di importancia. Además,<br />

no pensé que esas fotos trascenderían<br />

y pudieran interesar<br />

algún día casi cincuenta<br />

años después. Mi problema<br />

era resolver el condumio, el<br />

condumio diario.<br />

–Tirar entonces aquellas fotos<br />

que tendrían un destino incier-to<br />

era un lujo– digo.<br />

–Claro que era un lujo– me<br />

responde. Y después procesarlas,<br />

revelarlas, imprimirlas. Todo<br />

eso costaba dinero y yo en Cojímar<br />

era un buscavidas de la<br />

fo-tografía. Corrales describe<br />

en-tonces las escenas que vio.<br />

Hemingway subiendo las escalerillas<br />

del Pilar o al timón de la<br />

nave. Junto al timón tenía unos<br />

portavasos de madera donde<br />

colocaba los vasos cargados con<br />

whisky o un buen ron.<br />

–Hemingway bebía duro, duro—<br />

nos dice Evelio Ferrera,<br />

quien fue grumete en el Pilar<br />

durante un tiempo. Allí leía o<br />

conversaba con Mary, su mujer,<br />

o con sus invitados, con Gregorio<br />

o el propio Evelio. –Evelio, prepárame<br />

un trago– me decía. Y<br />

él se iba a la cocina y cargaba el<br />

vaso, un vaso grande, de ginebra<br />

con jugo de toronja. Allí estaba<br />

Gregorio cocinando el almuerzo<br />

o la comida. Un día, pescado en<br />

rueda; otro, beefsteak, o si no,<br />

arroz con pollo a la cubana. El<br />

desayuno ya era otra cosa: té<br />

con leche y huevos fritos con<br />

jamón.<br />

La impresión que guardan algunos<br />

pescadores de Cojímar es<br />

que Hemingway bebía, bebía todo<br />

el tiempo. Nunca llevaba caneca<br />

consigo aunque donde-quiera<br />

que hubiese un bar allí recalaba.<br />

Sin embargo, no pa-recía jamás<br />

estar bebido o bo-rracho. Se<br />

mantenía fi rme, erec-to. Además,<br />

estaba bien alimen-tado y tenía<br />

cuerpo para eso. Le fascinaba<br />

la pesca de la aguja. Pero lejos<br />

de ser un pescador solitario<br />

compartía su barco con gente de<br />

su agrado.<br />

Sus colegas de Cojímar pescaban<br />

el día entero, desde muy temprano<br />

en la mañana. La pesca a<br />

grandes alturas, también llamada<br />

pesca del alto, se hacía a cien o<br />

ciento cincuenta brazas de profundidad,<br />

donde se captura el<br />

pargo rojo. Esa era la pesca cotidiana.<br />

Para la captura de la<br />

agu-ja no había nylon, se pescaba<br />

al cordel. Se hacían mordazas,<br />

se te-jía una mota de algodón<br />

y se colocaba en la punta del<br />

anzuelo con la falsa creencia<br />

de que la aguja cuando mordía<br />

no podía hacer contacto con<br />

nada que fuera metal, nada que<br />

le molestara al engullir. Esos<br />

criterios se han descartado,<br />

porque la aguja devora todo<br />

lo que tenga al alcance de su<br />

boca.<br />

De madrugada cada pescador<br />

capturaba las lisetas que usaba<br />

como carnada. Esa faena duraba<br />

todo el día. Entonces se ponía<br />

a garetear, es decir, a dejar que<br />

la embarcación se la llevara la<br />

Corriente del Golfo. Echaba los<br />

avíos, los botalones, los cordeles<br />

que sostenía con unas varas pequeñas,<br />

y colgaba los cuatro<br />

avíos, dos por cada banda del<br />

bote. Flotaban y se movían con la<br />

co-rriente. Si capturaba algún pez<br />

tenía que preservarlo tapándolo<br />

con sacos, porque ni él ni ningún<br />

otro pescador llevaba hielo en la<br />

embarcación. A Cojímar no retornaban<br />

si no tenían Lina marea<br />

–captura– respetable. El tiempo<br />

era un factor decisivo en esa<br />

operación, ya que los primeros<br />

que arribaran con su cargamento,<br />

por estar más fresco, encontraban<br />

compradores dispuestos a adquirirlos<br />

a un precio más alto que<br />

los que llegaban más tarde. Se lo<br />

vendían a los llamados arrieros,<br />

como el Curro, por ejemplo, que<br />

lo comercializaba en su barfonda<br />

o los transportaba al<br />

mercado donde los revendía.<br />

Hago un comentario con Corrales<br />

acerca de algunas de las fotos que<br />

le hizo en el yate: Hemingway<br />

pescando, Hemingway con una<br />

pistola para lanzar señales, Hemingway<br />

activo siempre, como el<br />

gran señor que se sabe, además,<br />

insuperable protagonista. Pero,<br />

¿por qué y para qué? ¿Tanta era<br />

su vanidad? ¿Acaso le satisfacía<br />

llamar la atención hasta<br />

tales extremos? Para Corrales no<br />

hay duda:<br />

–Lo hacía para llamar la atención,<br />

para hacerse ver– dice.<br />

Exhibicionismo. En el fondo<br />

era un exhibicionista, pero sólo<br />

cuando bebía. Antes, no.<br />

Corrales recuerda que fue en<br />

otoño cuando realizó su ensayo<br />

fotográfi co con el autor de Islas<br />

en el Golfo.<br />

Subió a la cubierta del castillo<br />

de proa del yate para retratarlo<br />

desde un plano más alto, aunque<br />

también con la intención<br />

de dominar el paisaje que se extendía,<br />

con las diferentes gamas<br />

de los azules y los verdes, hasta<br />

el horizonte. Repentinamente,<br />

como en un acto de magia, descubrió<br />

la formidable imagen en<br />

movimiento de una bandada<br />

de patos de la Florida, que en<br />

in-creíble ceremonial repetido<br />

des-de la luz de tiempos más<br />

vírge-nes, atraviesan la Isla cada<br />

año, puntualmente, en la misma<br />

época, en busca de tierras más<br />

cálidas, más acogedoras, siempre<br />

protectoras, allí, bien lejos del<br />

rudo invierno. Reparó en aquel<br />

hermoso espectáculo, to-dos<br />

volando a ras del agua en una<br />

formación uniforme, en delta,<br />

siguiendo al que los guia-ba,<br />

dueño y señor de la travesía.<br />

Corrales se dio cuenta de que<br />

Hemingway hizo silencio, y se<br />

retrajo como arrobado ante una<br />

escena así.<br />

–¡Qué felices son!– exclamó.<br />

–¿Qué dice usted, Papa?– le<br />

preguntó Corrales.<br />

–Dije: qué felices son– le respondió.<br />

–¿Quiénes son los felices?–<br />

insistió Corrales sin dejar de<br />

disparar su cámara.<br />

–Los patos– respondió él con la<br />

mirada en lontananza–, los patos<br />

que pueden ir a donde quieran.<br />

49 RyC<br />

«Todo en él era viejo,<br />

salvo sus ojos» Fragmento<br />

de El viejo y<br />

el mar.<br />

Foto de Raúl<br />

Corrales tomada de<br />

Hemigway & Cojímar.<br />

Sharon Marine S. A.<br />

Jan Corporation, 1999.


Los dramaturgos del XXI<br />

Amado del Pino 1<br />

os autores sobresalen en<br />

la dramaturgia cubana en<br />

los años previos al 2000:<br />

Alberto Pedro Torriente<br />

(1954-2005) y Abilio Estévez (1954).<br />

Alberto se había dado a conocer<br />

en los ochenta con Tema para Verónica,<br />

una obra que se inscribía<br />

en la tendencia generalizada<br />

por entonces plantear temas del<br />

universo estudiantil, y estrenó<br />

también Weekend en Bahía, aguda<br />

refl exión sobre las relaciones<br />

entre los que permanecieron en<br />

la isla y los que escogieron la<br />

opción del exilio. Manteca (1994)<br />

se convierte en todo un acontecimiento<br />

por la sabiduría literaria,<br />

escénica y social con que<br />

hace coincidir la problemática<br />

concreta del llamado Período<br />

Es-pecial con una indagación<br />

más honda y duradera sobre<br />

el lugar de la utopía para la<br />

subsistencia espiritual. En Delirio<br />

habanero, Pedro asumió el legado<br />

de dos mitos de la música cubana<br />

(Benny Moré y Celia Cruz) y<br />

persiguiendo la leyenda se asoma<br />

a importantes consideraciones<br />

acerca de la cultura nacional<br />

y sus manipulaciones.<br />

Estévez alcanza su plenitud con<br />

La noche (Premio Tirso de Molina),<br />

descarnada visión de las<br />

re-laciones familiares, a la vez<br />

abs-tracta y sensorial; universal<br />

y muy cubana. Antes, con Perla<br />

Marina logró una yuxtaposición<br />

intencionada de citas de la lírica<br />

nacional, que generaban una<br />

aguda nostalgia. Abilio trabaja<br />

también con éxito el monólogo.<br />

Santa Cecilia constituye un bojeo<br />

formidable por una suerte de<br />

RyC 50<br />

Habana secreta o cifrada, que<br />

funciona como una transfi guración<br />

poética de la historia de la<br />

ciudad y sus costumbres.<br />

A partir del 2000, Estévez se ha<br />

dedicado a la novela; y Alberto<br />

Pedro falleció recientemente,<br />

dejando inédita y sin estrenar<br />

la ambiciosa obra El banquete infi<br />

nito. Otros nombres decisivos<br />

de nuestra literatura dramática,<br />

como Abelardo Estorino (1925)<br />

y Eugenio Hernández Espinosa<br />

(1936), se mantienen activos en<br />

el período que nos ocupa –2000<br />

al 2005– pero sin la productividad<br />

de otras etapas. Estorino<br />

publica y estrena en el 2000 El<br />

baile, una exquisita apropiación<br />

de la memoria, donde ratifi ca<br />

–más sutilmente que en las ya<br />

clásicas Morir del cuento o Vagos<br />

rumores– la naturaleza voluntariamente<br />

convencional y narrativa<br />

de la estructura dramática.<br />

Tomando como pretexto los ochenta<br />

años de vida del formi-dable autor,<br />

se celebró un enjun-dioso<br />

evento teórico sobre su creación<br />

y, recientemente, la editorial<br />

Alarcos, publicó el pri- mer tomo<br />

de su Teatro Completo.<br />

Hernández Espinosa –el maestro<br />

del monólogo en el contexto<br />

cubano– logró con Tíbor Galarraga<br />

ofrecer la otra cara de la moneda,<br />

el anverso sentimental de su<br />

Emelina Cundiamor, estrenada<br />

una década antes. ¿Quién engaña<br />

a quién?, comedia agridulce que<br />

toma como centro el jineterismo<br />

o prostitución a la cubana en los<br />

años recientes, resulta francamente<br />

menor tratándose de un<br />

dramaturgo que ha escrito textos<br />

tan rotundos como María Antonia<br />

o Mi socio Manolo.<br />

José Milián (1946) sí da a conocer<br />

uno de los títulos más profundos<br />

y encantadores del período, Mamíferos<br />

hablando con sus muertos,<br />

una indagación con algo de<br />

expresionista, repleta de diálogos<br />

certeros y muy humanos.<br />

En Lo que le sucedió a la cantante<br />

de baladas el crecimiento dramático<br />

se ve afectado por la retórica,<br />

aunque se aprecian virtudes de<br />

este autor tales como la riqueza<br />

de las situaciones y el desenfado<br />

de los personajes.<br />

Estas breves refl exiones acuden<br />

preferentemente a escritores<br />

que salen a la luz pública en el<br />

último lustro del XXI y que grafi<br />

can en sus obras una sensibilidad<br />

muy permeada por las<br />

contradicciones y certezas del<br />

nuevo siglo. Vale recordar que<br />

en la pujante atmósfera creativa<br />

de estos años han infl uido, a manera<br />

de estímulos concretos, la<br />

creación del Premio de Dramaturgia<br />

Virgilio Piñera –cuya<br />

primera edición se entregó en<br />

<strong>enero</strong> del 2002–, los ciclos de lecturas<br />

organizados por Gerardo<br />

Fulleda y su compañía Rita Montaner<br />

primero y después por la<br />

revista Tablas, así como la presencia<br />

en Cuba de la conocida<br />

compañía inglesa Royal Court<br />

que ha impartido seminarios,<br />

otorgado premios y concedido<br />

becas para los autores cubanos<br />

más jóvenes.<br />

<strong>No</strong>rge Espinosa (1971) es uno de<br />

los escritores muy vinculados a<br />

esas iniciativas institucionales.<br />

El mayor logro de Espinosa en<br />

estos años se localiza en La virgencita<br />

de bronce, ingeniosa recreación<br />

de la novela fundadora<br />

de la tradición narrativa nacional:<br />

Cecilia Valdés o la loma del<br />

Ángel, de Cirilo Villaverde. Aquí<br />

<strong>No</strong>rge retoma la casi olvidada<br />

modalidad de los títeres para<br />

adultos a través de una efi caz<br />

estructura que denota originalidad<br />

a pesar de que tiene una<br />

deuda confesa con Parece Blanca,<br />

del maestro Estorino. Dada a<br />

conocer sólo por una lectura pública,<br />

Trío resulta señoreada por<br />

la fuerza del personaje protagónico,<br />

pero se dilata en vericuetos<br />

argumentales y textos explicativos<br />

que restan encanto al<br />

con-trastante y vital sistema de


diálogos que caracteriza a<br />

Es-pinosa.<br />

La pasión amorosa y/o la sexualidad<br />

homoerótica que resulta<br />

una presencia fundamental en<br />

Trío tiene mucho peso también<br />

en dos textos de Abel González<br />

Melo (1980) estrenados recientemente.<br />

En Por gusto la estructura<br />

tiene mucho de narración, y la<br />

necesidad de revelar las acotaciones<br />

funciona como un elemento<br />

de juego que pone cierta<br />

distancia entre los personajes y<br />

su recepción. González Melo<br />

–que ha incursionado con éxito<br />

en la poesía y la narrativa– se nos<br />

muestra como un dramatur-go que<br />

valora y cuida la palabra, pero que<br />

también cuenta con un sentido<br />

exquisito de lo dramático.<br />

Un notable crecimiento se experimenta<br />

en Chamaco (Premio del<br />

Concurso de Dramaturgia de la<br />

Embajada de España en Cuba<br />

2005). Sobre la órbita social en<br />

que se mueve ha comentado<br />

la dramaturga e investigadora<br />

Esther Suárez Durán: «El humus<br />

social sobre el que emerge Chamaco<br />

es tangible para todos nosotros:<br />

la emigración incontrolada<br />

–e incontrolable– hacia la<br />

capital; individuos jóvenes sin<br />

un proyecto de vida: los nuevos<br />

tipos de la picaresca contemporánea,<br />

los buscavidas de la época<br />

cibernético-turístico-dolarizada;<br />

escépticos –cuando no cínicos–,<br />

carentes de ideales cívicos,<br />

en el ejercicio del «sálvese<br />

quién pueda» que hasta aquí<br />

conocíamos por las páginas de<br />

las valoraciones historiográfi cas<br />

y la literatura que versa sobre<br />

las décadas republicanas. Testigos<br />

de la doblez moral de las<br />

autoridades que supuestamen-te<br />

hubieron de guiar sus prime-ros<br />

años de existencia: familiares,<br />

maestros, algún que otro<br />

funcionario administrativo y<br />

político, que ahora intentan<br />

par-ticipar en tales lides, aprovechando<br />

ese doble juego, con las<br />

armas naturales de que disponen:<br />

juventud y sexo» 2 .<br />

En Chamaco la intención social,<br />

el interés por penetrar zonas y<br />

sensibilidades de la ciudad que<br />

el discurso oficial no tiene en<br />

cuenta, resulta más importante<br />

que un posible llamado de<br />

atención sobre el amor homosexual<br />

y su legitimidad. En Por<br />

gusto estaba más ese afán –tal<br />

vez un tanto pueril pero comprensible<br />

después de tantos<br />

años de discriminación y silencio–<br />

de situar el amor entre<br />

hom-bres como una variante<br />

legíti-ma y posible. Chamaco –en<br />

cier-to sentido como Andoba, de<br />

Abraham Rodríguez, estrenada<br />

en 1979, antes de que naciera<br />

Abel– hurga en los valores, las<br />

ambiciones sentimentales y las<br />

heridas de personas que o bien<br />

viven al margen de la cultura<br />

central o hegemónica, o bien<br />

asumen una doble moral que los<br />

complica y atormenta. Disfruto<br />

especialmente del personaje de<br />

Roberta, esa mujer medio vigía,<br />

medio mendiga, un tanto metáfora<br />

de la ciudad subterránea:<br />

«Roberta: Niño, ya no pasa nada…<br />

Están cerrando La Revoltosa,<br />

mira, si tuviera tres pesos correría<br />

hasta allá enfrente y le pediría a<br />

Punche que me ven-diera un<br />

trago. Pero si no me trago la saliva<br />

y aspiro y vuelvo a tragar, no me<br />

cae nada en el estómago. Ni un<br />

pedacito de microbio. Nunca<br />

había encon-trado tan vacío<br />

este latón de basura, como si<br />

un gato reptil se hubiera subido<br />

persiguiendo las sobras de las<br />

pizzas y las butifarras. El cine sin<br />

función desde las once, yo que<br />

iba a ver la tanda de medianoche<br />

de esa película que se llama…<br />

¿Có-mo..? Belleza americana… Ya<br />

tú la viste, ¿no? ¿Y de verdad está<br />

buena?». 3<br />

En Nevada, González Melo continúa<br />

algunas de las obsesiones<br />

de Chamaco. La ciudad vuelve a<br />

funcionar como personaje, mucho<br />

más allá de la función de<br />

te-lón de fondo. Aquí la mirada<br />

se hunde en sectores sociales y<br />

sexuales más amplios; la casualidad<br />

o el azar que en Chamaco<br />

tienen algo de ingenuo, ahora<br />

ganan en intencionalidad y relevancia.<br />

Abel se consolida como<br />

un primoroso dialoguista.<br />

Amante de la réplica breve y<br />

rít-mica, cuando nos ofrece<br />

un par-lamento más extenso y<br />

apa-sionado logra el efecto de<br />

la sorpresa. Se trata de un habla<br />

teatral portadora de acción y que<br />

evade –a golpes de sobrie-dad<br />

y eficacia– la retórica seudopoética<br />

para adentrarse en un<br />

tejido verbal donde se dan la<br />

mano la belleza literaria y el<br />

potencial espectacular.<br />

Otro nombre imprescindible<br />

dentro de esta etapa es el de<br />

Nara Mansur (1969). El hecho<br />

de que su dramaturgia no haya<br />

51<br />

RyC<br />

Chamaco, de Abel<br />

González Melo,<br />

obtuvo el premio del<br />

Concurso de Dramaturgia<br />

de la Embajada<br />

de España en Cuba,<br />

2005.


subido a las tablas dentro de la<br />

cartelera profesional habanera<br />

me parece un síntoma de carencia<br />

para la escena cubana actual.<br />

Nara se desentiende de lo que<br />

podríamos llamar –en aras de<br />

la brevedad, aunque desconfío<br />

profundamente del término,<br />

tanto como me cuesta nombrar<br />

como vanguardista una propuesta<br />

a estas alturas– estructuras<br />

convencionales. El caso es que<br />

se mueve en una órbita (en la<br />

que sería fácil reconocer huellas<br />

de Müller, Koltés y otros autores<br />

del fi n de siglo) que desdeña la<br />

construcción formal de personajes<br />

y que busca la naturaleza<br />

dramática en la atmósfera verbal,<br />

las divagaciones fi losófi cas<br />

o la decisiva convocatoria a tejer<br />

un puente sensorial entre el<br />

tex-to y los referentes culturales<br />

o cívicos del público. Alberto<br />

Gar-cía Sánchez nos puede dar<br />

luz desde el siguiente párrafo:<br />

«Es preciso entender que en la<br />

obra de Nara el signo teatral ha<br />

de someterse a un proceso de<br />

deco-difi cación muy particular,<br />

si es que se le quiere reconocer<br />

como tal. Bien podría afi rmarse<br />

que es esta una práctica habitual<br />

ante un texto teatral. El signo<br />

lin-güístico-literario tiene que<br />

con-vertirse en un signo escénico<br />

y esto lleva implícito una decodificación.<br />

Pero en el caso de<br />

Charlotte Corday el proceso es<br />

doble. Primero se impone aquella<br />

instancia para la que esta-mos<br />

culturalmente preparados, la<br />

que está registrada en la actividad<br />

inconsciente del lectorespectador;<br />

luego tendría que<br />

pasarse a un segundo plano del<br />

análisis, aquel al que nos obliga<br />

la evidencia de que los códigos<br />

manejados por la autora no son<br />

los habituales: se mencionan<br />

personajes, estos desarrollan<br />

situaciones y actos, pero los<br />

acontecimientos no suceden<br />

se Pueblo Estaco logra una<br />

singular mezcla entre cierto<br />

costum-brismo y un lirismo<br />

que im-prime una neblina de<br />

nostalgia y refl exión a su cesos<br />

que vienen desde el pasado hasta<br />

un presente que se resuelve entre<br />

el juego de posibilidades y una<br />

atenuada pero incisiva crítica<br />

social.<br />

También muy interesado por<br />

debatir asuntos actuales, Roberto<br />

RyC 52<br />

D. Yeras (1972) obtuvo con <strong>No</strong>ria,<br />

el Premio Virgilio Piñera en su<br />

más reciente edición de 2006.<br />

Estamos también ante una<br />

vuelta al naturalismo, pero aquí<br />

con una acentuada crudeza. Al<br />

dramaturgo le preocupan el lenguaje<br />

callejero, los prototipos<br />

de la marginalidad, pero rehúye<br />

la postal risueña en busca de<br />

la contradicción, la mueca, el<br />

dolor. Reflexiones singulares<br />

sobre la actualidad laten también<br />

en Retratos, de Liliam Susel de<br />

los Reyes (1971). Este texto le<br />

imprime una sorpresiva visión<br />

al tema de la dinámica nacionalidad-emigración.<br />

Ahora no se<br />

trata –como en la mayoría de<br />

las piezas con esa temática–<br />

de alguien que parte, sino de<br />

una muchacha que se decide a<br />

regresar. La autora tiene inédita<br />

Naufragio de la fe, un texto entre<br />

intimista y amargo, en el que se<br />

describe la pasión y, sobre todo,<br />

el desamor de una pareja en<br />

esta Cuba del principio de siglo.<br />

Más que los vericuetos de la<br />

agridulce historia de amor, Lilian<br />

Susel parece preocuparse por los<br />

acontecimientos externos y las<br />

disyuntivas éticas que afectan<br />

la existencia misma de la vida<br />

en pareja.<br />

La más joven de los dra-maturgos<br />

incluidos en este recorrido, Lilian<br />

Ojeda (1983), en Con tanto mar<br />

consigue un sintético y expresivo<br />

sistema de diálogos, que da paso<br />

a lo musical y logra un texto<br />

fl uido que propicia la refl exión<br />

sobre la fragilidad y los matices<br />

de las relaciones humanas.<br />

He dejado para el fi nal de este<br />

sucinto recorrido a un autor<br />

es-pecialmente signifi cativo en<br />

la arrancada del siglo teatral en<br />

Cuba. Desde la primera lectura<br />

de El concierto –la obra más conocida<br />

de Ulises Rodríguez Febles<br />

(1967), Premio Virgilio Piñera 2004<br />

y del Royal Court en ese mismo<br />

año– me impresionó la vitalidad<br />

y oportunidad del argumento,<br />

la pasión sobria pero delirante<br />

que ejerce el protago-nista y que<br />

impulsa toda la acción. Cuando<br />

se dice oportuno en este caso, se<br />

anda lejos del llevado y traído, con<br />

razón fus-tigado oportunismo.<br />

Tiene que ver más bien con<br />

acierto, pun-tería del artista para<br />

no dejar pasar contradicciones y<br />

matices que le son tan cercanos<br />

en el tiempo. La narrativa cubana<br />

ya se había ocupado de la huella<br />

de los Beatles y mucho han circulado<br />

los cuentos de Francisco<br />

López Sacha y Abel Prieto, entre<br />

otros. Pero Ulises lo hace con<br />

las armas inmediatas y escrutadoras<br />

de la escena. Además aquí<br />

la pasión juvenil resulta evaluada,<br />

revisada desde un presente<br />

que el texto nos hace suponer<br />

tan complicado como aquellos<br />

míticos años sesenta.<br />

El autor apela a una acción base,<br />

un suceso clave que define la<br />

obra y compromete sus resultados:<br />

un fanático de los Beatles<br />

¿roba? una estatua y se dispone<br />

a que John Lennon –que para él<br />

todo el tiempo es carne y sangre<br />

viva del hombre y el mito– escuche<br />

a los que fueron cuatro jóvenes<br />

cubanos, ahora cincuentones<br />

desencontrados. Creer o no<br />

creer en la posible legitimidad<br />

del robo es una de las paradojas<br />

iluminadoras del texto. Mien-tras<br />

cierta lógica nos recuerda que la<br />

buscan y que será con-denado<br />

el autor del delito, otra corriente<br />

más subterránea y esencial<br />

nos lleva por los derro-teros<br />

sentimentales y profunda-mente<br />

sociales de los cuatro muchachos<br />

de la década del sesenta y sus<br />

destinos.<br />

Pudiera establecerse un paralelo<br />

entre Carnicería, otro de los<br />

importantes textos de Rodríguez<br />

Febles en este período, y<br />

La noche (1994), de Abilio Estévez.<br />

En ambos casos se trata de<br />

una profundización, despojada<br />

de retórica o melodrama, en el<br />

alma humana. Para Estévez la<br />

carne tiene un sentido más vinculado<br />

al sexo, a la sensualidad<br />

y al valor del cuerpo como pasto<br />

seguro de la muerte. El intercambio<br />

de los enterradores en<br />

La noche fi gura entre los grandes<br />

momentos de la dramaturgia<br />

cubana de las últimas décadas.<br />

Ulises asume también lo sen-sual<br />

en su costado íntimo y au-téntico,<br />

pero no apela a las referencias<br />

bíblicas como Estévez; nos pone<br />

ante la dis-yuntiva del hambre<br />

física, de la escasez colectiva que<br />

neurotiza, cuestiona la efi cacia<br />

de las es-tructuras formales ante<br />

la ava-lancha de la carencia y el<br />

desa-sosiego.<br />

En Carnicería se agudiza, se dimensiona<br />

la visión descarnada;


detallada y total a la vez. Estamos<br />

ante elementos cruciales<br />

de la vida del hombre. Una familia<br />

con hambre, un tren que<br />

atropella vacas, personas apoderándose<br />

de la carne como si<br />

fuesen aves de rapiña. Un paso<br />

más allá el embarazo, el dolor, la<br />

moral, la vejez sin honor ni asidero<br />

y la inminencia de la muerte.<br />

El mismo hecho se ve desde<br />

diferentes ángulos, se revisa y<br />

se revisita hasta dejar a la puesta<br />

en escena opciones para el<br />

desenlace de los confl ictos y las<br />

pasiones.<br />

Si en Carnicería el desenfado<br />

a-puntaba al juego con las escenas<br />

y el argumento de una forma que<br />

en nuestro continente evoca a<br />

Córtazar, en Huevos el maridaje<br />

entre la vocación cívica y la búsqueda<br />

formal llega a plasmarse<br />

en el papel que tenemos delante<br />

de los ojos. El dramaturgo nos<br />

ofrece espacios en blanco –más<br />

o menos dilatados– donde se<br />

suele escribir Pausa o Silencio.<br />

La solución me parece totalmente<br />

orgánica y efectiva, lejos<br />

de un alarde posvanguardista o<br />

innovador. El espacio en blanco<br />

funciona también como una<br />

metáfora a todo lo que ha quedado<br />

por decir en este tiempo<br />

febril. En la obra que nos ocupa<br />

la agresión fundamental está en<br />

la devolución del objeto lanzado.<br />

El acosado del año 1980 regresa<br />

en tiempos de miseria y puede<br />

darse el gusto de tentar a su rival<br />

con el huevo, ahora reincorporado<br />

a su función de manjar en<br />

falta. Los huevos de Rodríguez<br />

Febles son los redondos y blancos<br />

que suenan y estimulan<br />

el apetito cuando caen a la<br />

sartén y también pueden ser un<br />

proyectil, un símbolo claro de<br />

la pasión política que llega a la<br />

intolerancia.<br />

Por supuesto que se trata de un<br />

corpus dramático sujeto a cambio,<br />

perfecciones y reacomodos<br />

en relación con un movimiento<br />

teatral que no ha acogido estos<br />

textos con el interés y el fervor<br />

que merecen. Con todo, es de<br />

celebrar la aparición y consolidación<br />

de nuevos dramaturgos<br />

que desde diversos procedimientos<br />

estéticos prefi eren hablar<br />

de sus contemporáneos desde la<br />

sinceridad y el desenfado.<br />

Nuevas iniciativas amplían el<br />

clima propicio al crecimiento y<br />

consolidación de la dramaturgia<br />

cubana actual. La compañía Rita<br />

Montaner ha comenzado un ciclo<br />

de funciones de entresemana<br />

para que jóvenes directores<br />

asuman textos de sus compañeros<br />

de generación. Se trata de<br />

evitar que esos títulos deban esperar<br />

años por las programaciones<br />

o intereses de los grupos<br />

establecidos. El público, con su<br />

respaldo a las obras cubanas de<br />

tema actual, es otro factor que<br />

contribuye y a la larga presiona<br />

para que los asuntos de la vida<br />

nuestra se debatan también sobre<br />

las tablas.<br />

NOTAS:<br />

1 Resulta imprescindible aclarar que el autor<br />

de estas notas ha formado también parte<br />

activa de la literatura dramática cubana en<br />

el período que se analiza. En el 2002 obtiene<br />

el Premio de Dramaturgia Virgilio Piñera en<br />

su primera edición con El zapato sucio, que<br />

en 2003 recibiría también el Premio de la<br />

Crítica. A esta etapa corresponde igualmente<br />

el estreno y publicación de Penumbra en<br />

el noveno cuarto, Premio UNEAC 2003, y<br />

Triángulo, texto que vio la luz en la antología<br />

Teatro, de la Editorial Letras Cubanas en 2005.<br />

Ese mismo año obtiene, con el monólogo<br />

En falso, accesit del Concurso Anual de<br />

Dramaturgia que auspicia la Embajada de<br />

España en Cuba. Se da la feliz coyuntura de<br />

que todos estos títulos han sido estrenados.<br />

(<strong>No</strong>ta de la Redacción)<br />

2 Esther Suárez: «Chamaco: la escena<br />

que escuece el alma», en http://www.<br />

tablasalarcos.cult.cu/oficiocritica/2006/<br />

critica77_06.htm.<br />

3 Abel González Melo: Chamaco, Editorial Ñaque,<br />

2006, p. 22.<br />

4 Alberto García Sánchez: «Charlotte Corday.<br />

Poema dramático: alucinaciones sobre los<br />

textos y los escenarios que se entrecruzan»,<br />

en Tablas 3/05, p.64.<br />

53<br />

RyC


LOS ARQUITECTOS<br />

XABIER EIZAGUIRRE<br />

GARAITAGOITIA Y<br />

CARLES CROSAS<br />

ARMENGOL,<br />

profesor titular<br />

e investigador,<br />

el primero, e<br />

in-vestigador,<br />

el segundo,<br />

traba-jan en el<br />

Labo-ratorio de<br />

Urba-nismo de<br />

la Escuela Técnica<br />

Superior de<br />

Arquitectu-ra, en<br />

la Univer-sidad<br />

Politécni-ca de<br />

Cataluña. Son<br />

autores del libro:<br />

El Vedado. La<br />

Habana. Proyecto<br />

y Transformación<br />

(2006).<br />

l 8 de abril de 1859 el Ayuntamiento de la<br />

Ciudad de la Habana aprobaba el «Proyecto<br />

de El Carmelo», fi rmado por el Ingeniero Civil<br />

Luis Yboleón Bosque, una «nueva población»<br />

em-plazada a «una distancia de dos con cinco millas de<br />

la capital» y conformada en base a un trazado ortogonal<br />

de manzanas cuadradas. Apenas dos meses<br />

después, una Real Orden del Ministerio de Fomento<br />

español aprobaba también el «Proyecto de Reforma<br />

y Ensanche de la ciudad de Barcelona», elaborado en<br />

este caso, por el que se reconocería tiempo después<br />

como uno de los personajes de mayor calado en el<br />

panorama urbanístico decimonónico, el ingeniero<br />

Ildefons Cerdà.<br />

La coincidencia temporal entre ambos proyectos<br />

capitales se contextualiza en un marco general en<br />

el que se desarrollaran algunas de las propuestas<br />

más decisivas para la urbanística moderna, momento<br />

en el que las ciudades de trazados tortuosos<br />

encerradas dentro de sus murallas construyen su<br />

futuro sobre nuevas áreas de expansión: lo hacen<br />

La Habana y Barcelona, pero también Viena, que<br />

sobrepasa su Ring, o Turín, Madrid, Atenas y tantas<br />

otras.<br />

La importancia crucial de estos proyectos en la<br />

historia urbana de las ciudades antillana y catalana<br />

nos brinda la oportunidad de realizar una mirada<br />

dual a El Vedado y al Ensanche Cerdà: en base a<br />

su coincidencia temporal, a algunas semejanzas<br />

entre sendos marcos coyunturales, y sobre todo, a<br />

las similitudes de sus trazados concebidos desde<br />

la idea universal de la retícula cartesiana. Una<br />

analogía pertinente además, desde nuestro punto<br />

de vista, para contraponer la visión tradicional de El<br />

Vedado como una ciudad jardín en transformación<br />

a la de un modelo urbano de mayor densidad, el del<br />

Ensanche de Barcelona.<br />

Una suma de similitudes que nos lleva a sospechar<br />

de posibles infl uencias entre ambas propuestas o<br />

sendos autores, que hasta la fecha no se han podido<br />

probar. El mismo Ingeniero Yboleón 1 sigue siendo<br />

también una gran incógnita, por desconocerse su<br />

biografía o la autoría de otras obras de dimensión<br />

análoga. Aún así, son diversos los autores 2 que<br />

se han referido a los múltiples contactos entre<br />

RyC 54<br />

Ildefons Cerdà y Luis<br />

Yboleón Bosque.<br />

Idea y realidad<br />

de dos proyectos<br />

de ciudad<br />

Xabier Eizaguirre Garaitagoitia<br />

Carles Crosas Armengol<br />

los ingenieros emplazados a ambas orillas del<br />

Atlántico, durante unas décadas en que se intensifi<br />

caron los viajes y se dio una mayor divulgación<br />

del conocimiento. Da muestra de ello el mismo<br />

Ildefons Cerdà, citando el caso de Cienfuegos entre<br />

los muchos de las retículas que analiza en el Atlas<br />

que ilustra su «Examen de las Ciudades antiguas<br />

y modernas» 3 .<br />

Origen, instrumental y proceso<br />

Previa presentación de aquello de común que tienen<br />

los dos proyectos, conviene detenerse en la refl exión<br />

de cuáles son los instrumentos y determinaciones<br />

que permitirán plasmar los trazados abstractos<br />

en importantes fragmentos urbanos. Aquí reside<br />

seguramente una de las grandes paradojas<br />

urbanísticas que nos ofrece esta comparación:<br />

confrontar la simplicidad y el prag-matismo del<br />

plano de Luís Yboléon Bosque con la enciclopédica<br />

y holística obra de Ildefons Cerdà.<br />

Una primera aproximación semántica a los enunciados<br />

de ambos proyectos ya nos anticipa algunas<br />

de sus diferencias. Cerdà realiza un «proyecto de<br />

ensanche», que supone una auténtica refundación<br />

de la ciudad preexistente. Este proceso se inscribe<br />

en el marco de la Europa Mediterránea de mediados


del XIX, en el que algunas de sus principales<br />

ciudades viven uno de los episodios más fructíferos<br />

de su historia: la formación de los ensanches<br />

decimonónicos (en España además de Barcelona,<br />

destacan los de San Sebastián, Bilbao, Madrid,<br />

Valencia y algunos de ciudades menores).<br />

El proyecto de Cerdà adquiere todavía mayor relevancia<br />

a partir del corpus teórico que recoge su obra<br />

«Teoría General de la Urbanización», compendio enciclopédico<br />

donde se sientan las bases de aquello que<br />

signifi ca el denominado «proyecto de ensanche»; un<br />

proceso que ha sido defi nido como «una nueva idea<br />

de ciudad, una nueva actitud metodológica, unos nuevos<br />

instrumentos y una teoría general para las ciudades» 4 .<br />

Desde una perspectiva totalmente distinta, Yboleón<br />

realiza un «plano y perfi l» de una «nueva población»<br />

o «reparto», emplazado en franca proxi-midad a la<br />

capital cubana. Lejos de la pretensión del Ensanche<br />

Cerdà, que llega a multiplicar por once la extensión<br />

urbana de la ciudad preexistente y que supone un<br />

auténtico proyecto capital, el origen del Plano de El<br />

Carmelo tiene a priori una voluntad más modesta,<br />

y nace además en un marco diferenciado: el de las<br />

ciudades de nueva fundación que habían colonizado<br />

el extenso con-tinente americano desde el siglo<br />

XVI.<br />

Aún así, son los mismos cambios económicos y<br />

sociales en los que inscribimos el nacimiento de<br />

los ensanches del XIX los que conforman también<br />

el escenario de las ciudades de nueva fundación en<br />

la isla de Cuba durante este mismo siglo. La máquina<br />

de vapor, el ferrocarril, la prosperidad económica<br />

y la consolidación de una clase burguesa<br />

dominante son causa, y a la vez consecuencia, del<br />

asentamiento de un importante número de ciudades<br />

durante este periodo: Cienfuegos (1798), Alquízar<br />

(1799), Guantánamo (1820) o San Diego de los<br />

Baños (1856) entre otras.<br />

El incipiente instrumental utilizado por Yboleón<br />

en la definición de su obra, toma un cuerpo<br />

mayor cuando «las referencias» de ordenación que<br />

acompa-ñan al Plano de El Carmelo se incorporan<br />

a las nuevas Ordenanzas de Edifi cación de 1861.<br />

Pero su consolidación defi nitiva se produciría en<br />

la exten-sión de este «Plano» sobre la estructura de<br />

los repar-tos contiguos: El Vedado (1860), Medina<br />

(1883-1907), Rebollo (1885) y los repartos posteriores<br />

de Vega Gregorio, Bosino, Rodríguez, Azotea, San<br />

Nicolás y San Antonio. La modestia del plano<br />

original y de sus sintéticas determinaciones se ve<br />

acrecentada en el decurso de unos pocos años,<br />

y el ejercicio simplista de creación de una nueva<br />

«urba-nización» acabará convirtiéndose en auténtica<br />

referencia y patrón ejemplar para una gran área<br />

de extensión de La Habana. Las ciento cinco manzanas<br />

del plano original se multiplican hasta las<br />

Plano y Perfi l de<br />

El Carmelo, Luis<br />

más de cuatrocientas que constituyen lo que se Yboleón Bosque,<br />

denomina genéricamente hoy El Vedado (abar- 1859<br />

cando desde la línea de la costa y la desembocadura<br />

del río Almendares, hasta los límites interiores<br />

defi nidos por el Cementerio de Colón, el Castillo<br />

del Príncipe y el tejido de Centro Habana). Pero<br />

su valor de referencia trasciende estos límites, y<br />

durante décadas sucesivas será éste un patrón que<br />

se extenderá sobre los nuevos barrios de Miramar,<br />

Marianao o del Nuevo Vedado, entre otros.<br />

Aunque con un instrumental, pretensión y proceso<br />

urbanizador antagónicos, en ambos proyectos<br />

Barcelona y La Habana determinan, con mayor<br />

o menor autoconciencia, la forma urbana de sus<br />

ciudades. El instinto visionario de Cerdà le lleva a<br />

concebir un proyecto capital que defi ne una imagen<br />

acabada y unitaria de su ciudad. Son en cambio la<br />

audacia, el oportunismo, o quizás la mera casualidad<br />

de Yboleón, las que permiten que su plano,<br />

concebido más desde la tradición de las ciudades<br />

de nueva colonización en Hispanoamérica, acabe<br />

superando su visión fragmentada y se convierta<br />

en pieza capital de un rompecabezas de una muy<br />

notable envergadura.<br />

Imágenes:<br />

Cortesía de<br />

los autores<br />

Los lugares comunes de los proyectos<br />

55<br />

RyC


Topografía del<br />

territorio y directriz<br />

de la retícula de<br />

La Habana<br />

1 | Los objetivos generales del proyecto.<br />

Desarrollados en un mismo espacio cronológico, la<br />

urbanización de El Carmelo se realiza, al igual que<br />

el Ensanche Cerdà, como voluntad de conseguir una<br />

nueva imagen de ciudad, refl ejo de las teorías de la<br />

vanguardia urbanística de la época: el higienismo<br />

y la nueva movilidad. En representación de los<br />

ideales burgueses como clase ascendente se exaltan<br />

los valores «de la nueva ciudad maquinista donde el<br />

progreso se identifi cará [...] con la técnica y el orden con<br />

la razón» 5 .<br />

2 | La elección del lugar.<br />

La zona de El Vedado, como pasó también en el<br />

Llano de Barcelona, permaneció desocupada en los<br />

siglos precedentes por ser zona de prohibición militar<br />

(1565), conocida por esta razón con el topóni-mo<br />

que perdura hasta nuestros días (sitio «Veda-do»).<br />

Fueron pocas las preexistencias emplazadas sobre<br />

este territorio: algunos clubs y jardines pri-vados<br />

(como el Salón de Trotcha) y algunas casas de<br />

salud que le otorgaban la fama de lugar «saludable».<br />

De forma paralela, en las zonas del llano<br />

de Barcelona próximas a la Ciudad Vieja, sometidas<br />

también al non aedifi candi de las ordenanzas militares,<br />

destacaban también unos pocos elementos<br />

estructurados a lo largo del actual Paseo de Gracia,<br />

en donde se emplazaban las atracciones de los<br />

Campos Elíseos y los Jardines del Tívoli.<br />

Dos planos históricos de la época muestran los<br />

radios de alcance de las baterías de defensa, ilustrando<br />

esta condición análoga, equiparable en este<br />

caso, a la de otras ciudades amuralladas.<br />

3 | La precisa disposición de las directrices de la<br />

malla.<br />

Con una total enajenación de la ciudad existente,<br />

la extensión de El Vedado se implanta con una<br />

directriz de 40º respecto a la orientación norte,<br />

co-mo respuesta a la voluntad de adaptación al<br />

en-torno: optimizar el asoleo, los vientos dominantes<br />

y la adaptación topográfica, buscando una<br />

tangente con las líneas de máxima pendiente<br />

del monte del Castillo del Príncipe (como lo<br />

hace también la Gran Via barcelonesa<br />

con Montjuïc).<br />

De una forma coinci-dente Cerdà,<br />

que fue experto conocedor<br />

del Llano de Barce-lona,<br />

por el levanta-miento<br />

topográfico que había<br />

realizado él<br />

mismo por encargo<br />

ministerial unos<br />

pocos<br />

años<br />

RyC 56<br />

antes (1855), dispondrá la retícula de su ensanche<br />

empleando los mismos argumentos y con un<br />

resultado paralelo, 45º norte.<br />

4 | Su preocupación inicial por la ordenación y<br />

tipología de los edifi cios, que la construcción<br />

real de los tejidos ha modificado en gran<br />

medida.<br />

Cerdà ensayó distintas alternativas para una conformación<br />

abierta de la manzana, con una composición<br />

de pequeños bloques emplazados en su<br />

perímetro cuadrado, buscando la alternancia entre<br />

frentes libres y construidos. Sin embargo, el proyecto<br />

defi nitivo de 1863 determinará únicamente las<br />

alineaciones y ya desde sus orígenes, se seguirá el<br />

modelo característico de manzana cerrada.<br />

Tampoco acabará imponiéndose en El Vedado el<br />

modelo de construcción continua en planta baja<br />

que Yboleón había dibujado en el perfi l-perspectiva<br />

que acompaña el Plano de El Carmelo. Aún así, la<br />

retirada de 5 metros respecto al perímetro de la<br />

manzana y el espacio de portales a la calle (de unos<br />

4 m), se convertirán en norma para la construcción<br />

del que acabará siendo el tipo edifi catorio más<br />

característico: «las villas», residencias aisladas<br />

re-presentativas de las clases burguesas que las<br />

habitaron.<br />

5 | Y fi nalmente una estructura general urbana<br />

de rasgos comunes:<br />

a. Que refl eja en ambos casos una preferencia por<br />

la isotropía de la retícula de manzanas cuadradas,<br />

rehuyendo cualquier direccionalidad o los trazados<br />

de tipo concéntrico. Resulta interesante destacar<br />

la renuncia explícita a ciertas ideas de la ciudad<br />

barroca o neoclásica que aún observamos en el<br />

proyectos de la época, como el de Antoni Rovira<br />

i Trias para el mismo Ensanche de Barcelona<br />

(ganador en primera instancia<br />

del concurso) o


tantos otros ejemplos que encuentran en Haussman<br />

(Paris) y l’Enfant (Washington) su paradigma.<br />

b. Que se construye en base a la división víasintervías<br />

(defi nida por Cerdà en su Teoría General<br />

de la Urbanización), con unas calles de sección determinada<br />

y un ancho constante en ambas direcciones<br />

(16 metros para El Vedado y 20 metros para<br />

Barcelona). A esta retícula menuda se le superpone<br />

además, un sistema jerárquico de vías de ancho<br />

superior, conformando cuadrantes de dimensión<br />

mayor, que podríamos denominar como «macro<br />

manzanas»: la agrupación de 7x7 manzanas delimitada<br />

por Línea, Presidentes, Paseo y Calle 23 en La<br />

Habana, y el ritmo que pautan Tarragona, Compte<br />

d’Urgell, paseo de Gràcia y paseo de Sant Joan en su<br />

intersección con la Gran Via en Barcelona.<br />

c. Que prevé también unos espacios libres en un<br />

punteado distribuido por la retícula, así como<br />

un cuidadoso proyecto para la incorporación del<br />

arbolado que califica el espacio público de las<br />

calles de El Vedado. De forma análoga el proyecto<br />

de-termina también la ubicación de algunos equipamientos<br />

como son el mercado, la estación, la iglesia<br />

o el hospital. Siguiendo un mismo criterio, y de<br />

una forma más extensiva, Cerdà sitúa también las<br />

dotaciones públicas por toda la trama del Ensanche<br />

según un modelo teórico que ha sido interpretado<br />

en estudios precedentes. 6 Y es tal la importancia<br />

del espacio arbolado de las calles del Ensanche de<br />

Barcelona, que en su adición lineal se ha convertido<br />

en la mayor de las zonas verdes de esta ciudad.<br />

d. Y que introduce el tranvía como símbolo de<br />

vanguardia para esta nueva ciudad. En 1848 se<br />

inauguraba la línea Barcelona –Mataró; en 1837<br />

el primer ferrocarril español, construido precisamente<br />

en la isla de Cuba (La Habana-Bejucal-<br />

Güines). En ambas ordenaciones se aprecia la<br />

im-portancia de su trazado, con puntos donde se<br />

modifi ca la perfecta ortogonalidad de la retícula:<br />

en la diagonal de Línea en La Habana y en la de la<br />

avenida de Roma en Barcelona. La relación en el<br />

caso de El Vedado tendría que considerarse mayor,<br />

en tanto que la promoción del reparto de El Carmelo<br />

se acompaña también de la compra del ferrocarril<br />

por parte de los mismos promotores del proyecto.<br />

El Vedado y el Ensanche Cerdà, camino de los<br />

150 años<br />

Ambos hitos urbanísticos del XIX se conforman a<br />

principios del nuevo siglo como estructuras ur-banas<br />

fundamentales para sus respectivas ciuda-des.<br />

Lejos de signifi car anexos o simples exten-siones<br />

sobre los núcleos históricos precedentes, reúnen<br />

en la actualidad una importante concen-tración de<br />

actividades administrativas, comercia-les, de ocio<br />

y lógicamente residenciales. El Ensanche Cerdà es<br />

desde hace años el Distrito Central de la ciudad. El<br />

futuro inmediato de La Habana depara un papel<br />

análogo a un Vedado que ya desarrolla, de una<br />

forma quizás más tímida, este mismo rol.<br />

Habiendo superado ampliamente su «mayoría de<br />

edad», ambos tejidos han sobrepasado vastamente<br />

la adolescencia de su «construcción», y su carne y<br />

piel están curtidas de bellas arrugas, de implantes<br />

relucientes, de cicatrices profundas y de tratamientos<br />

cosméticos más superfi ciales. Esta es la rique-za<br />

de unos tejidos urbanos de gran vitalidad, capaces<br />

de afrontar seguramente los nuevos tiempos<br />

con mayor soltura que los cascos antiguos que les<br />

precedieron, cada vez más patrimonializados. Y<br />

así es como lo demostraron en su pasado reciente,<br />

como explica el Profesor Mario Coyula para el caso<br />

de El Vedado: «el ejemplo que ofrece su concepción,<br />

trazado, regulaciones, procesos y formas de gestión ha<br />

demostrado ser fl exible, efi caz y sobre todo resistente; con<br />

una mezcla balanceada de unidad en la variedad que es<br />

la esencia eterna de la armonía» 7 . La potencia de sus<br />

re-tículas estructurales es, sin lugar a dudas, una de<br />

sus mejores cartas para su transformación. Como<br />

lo es también la fuerza de su legado histórico, por<br />

el que las fantásticas arquitecturas del ayer conviven<br />

dignamente con los nuevos tipos arquitectónicos<br />

de la contemporaneidad. Es en este sentido<br />

El Vedado, una atractiva mezcla híbrida, cuyo valor<br />

no puede medirse únicamente en las columnas<br />

neoclásicas de las espléndidas villas situadas sobre<br />

las esquinas, sino también en algunas de sus obras<br />

de los primeros años de la <strong>Revolución</strong>. Como tampoco<br />

en Barcelona, hemos valorado nuestro Ensanche<br />

únicamente por las composiciones singulares<br />

de los edifi cios racionalistas o del Modernismo<br />

catalán, sino por su capacidad de renovación continua<br />

y por su demostrada adaptación a los nuevos<br />

tipos y usos.<br />

En El Vedado de La Habana, es la diferencia, más<br />

que la armonía de la uniformidad, la que debería<br />

reclamarse como principal valor. Una visión global<br />

del barrio, desde la vista que ofrece la fantástica<br />

Maqueta de la Habana, pone de relieve el interés de<br />

la diacronía de su construcción y de la diversidad<br />

vo-lumétrica de sus piezas (de las miniaturas tintadas<br />

en oscuro, en ocre, en blanco o en marfi l). El<br />

Vedado real, el que observa el ciudadano o quien<br />

deambula por sus calles, multiplica hasta el infinito<br />

los matices y diferencias que nos ofrece<br />

su visión global: es la alternancia entre las fi nas<br />

si-luetas de edifi cios en altura, las majestuosas<br />

vi-viendas en esquina, los prismáticos bloques de<br />

apartamentos con terraza, las simpáticas villas<br />

adosadas, las sombras temerosas de unos pocos<br />

bloques pantalla... Y los capiteles de las columnas<br />

dóricas, y las vallas de chapa reciclada, y las delgadas<br />

losas de hormigón sostenidas por tensados<br />

tirantes metálicos...<br />

NOTAS:<br />

1 La fi rma que acompaña el plano<br />

es «Yboleón», con «y», aunque el<br />

apellido «Iboleón», con «i» sea más<br />

común.<br />

2 Entre otros Segre, Roberto «Cerdà<br />

en el mar del Caribe« (Ciudad y<br />

Territorio, 125, 2000) y Rigau, Jorge<br />

«<strong>No</strong> longer Islands: Dissemination<br />

of Architectural Ideas in the<br />

Hispanic Caribbean, 1890-1930«,<br />

(The Journal of Decorative and<br />

Propaganda Arts, núm. 20, 1994)<br />

3 Cerdà, Ildefons Teoría de la<br />

construcción de las ciudades<br />

(aplicada al proyecto de Reforma y<br />

Ensanche de Barcelona, Barcelona,<br />

1859 (Reedición en Cerdà y<br />

Barcelona, Barcelona, 1991).<br />

4 Solà-Morales i Rubió, Manuel<br />

Les formes del creixement urbà<br />

/ Las formas del Crecimiento<br />

Urbano.Edicions UPC<br />

1993/1997<br />

5 Ídem anterior<br />

6 Domingo i Clota, Miquel<br />

«Consideraciones sobre el Pla<br />

Cerdà« CAU núm. 19, mayo-junio<br />

1973.<br />

7 Coyula Cowley, Mario. «Más acá<br />

del Río y bajo los árboles. A la<br />

sombra de un Vedado que ya no<br />

es más». Texto inédito.<br />

57<br />

RyC


RyC 58<br />

Por: Adelaida de Juan<br />

El paisaje de un académico<br />

ace unos meses, escribí<br />

unas líneas sobre «La Escuela<br />

de La Habana» con<br />

motivo de una exposición<br />

mostra-da en el Museo Nacional.<br />

En ellas señalaba, con referencia<br />

a lo exhi-bido, hasta qué punto las<br />

prime-ras obras de tal «Escuela»,<br />

así bautizada a principios de la<br />

déca-da de 1940, marcaron «el<br />

fl oreci-miento inicial de la pintura<br />

moder-na cubana». 1 Por supuesto,<br />

el ejercicio de la pintura no había<br />

ce-sado desde antes de la fundación<br />

de la Academia de San Alejandro<br />

en la segunda década del siglo XIX;<br />

la salida pública del «Arte nuevo»<br />

en 1927 no hacía sino marcar la<br />

existencia pujante de una línea<br />

paralela, cuyos principios mismos se<br />

oponían radicalmente a lo postulado<br />

y sostenido por la Academia. La<br />

producción de ésta tenía el aval de<br />

los comitentes ofi -ciales y de la clase<br />

económica-mente hegemónica. Los<br />

«nuevos» obtuvieron el respaldo de la<br />

inte-lligentsia –tan económicamente<br />

escasa de recursos como ellos– y<br />

de unos poquísimos coleccionis-tas<br />

privados; los grandes encar-gos<br />

oficiales y privados iban inexorablemente<br />

a los académicos.<br />

<strong>No</strong> pretendo restarle mérito al<br />

quehacer de éstos; pero no cabe<br />

dudas de que las líneas que conducen<br />

al florecimiento del arte<br />

contemporáneo cubano no pasan<br />

por la Academia tradicional. En ella,<br />

reconocemos obras de valor en su<br />

ejecución, siempre que aceptemos<br />

los cánones retardata-rios que<br />

mantenía a capa y espa-da. Por<br />

regla general, tendemos a conservar<br />

en la memoria las producciones<br />

consideradas anci-lares por su<br />

ejecutores: pienso, por ejemplo,<br />

en los ágiles apuntes de la guerra<br />

independentista de Menocal, en las<br />

espontáneas ma-rinas de Romañach.<br />

Algo similar ocurre con una fi gura tan<br />

rele-vante como Rafael Blanco: puso<br />

su valoración en sus propios óleos<br />

académicos y no en sus incisivas<br />

aguadas y caricaturas, las cuales<br />

marcan un hito en el quehacer<br />

contemporáneo de la historia del<br />

arte cubano.<br />

Ahora, en una suerte de vindica-ción<br />

de lo mejor de la vieja Acade-mia,<br />

las mismas salas del Museo acogen<br />

una muestra de los pai-sajes de<br />

Domingo Ramos. <strong>No</strong> puedo dejar<br />

de pensar en algunas causales<br />

que motivaran tal inicia-tiva: la<br />

preferencia actual por el paisajismo<br />

en el mercado de arte; el interés<br />

mostrado en los recien-tes lustros<br />

por muchos pintores –sobre todo de<br />

las promociones emergentes– por<br />

el «buen queha-cer» en contraste<br />

con el «bad painting» popular en los<br />

años inmediatamente precedentes;<br />

el «rescate» de fi guras preteridas del<br />

pasado inmediato o lejano; el aparente<br />

desprendimiento conceptual<br />

que implica el tema de un paisaje<br />

despoblado y preferiblemente virgen<br />

de toda modifi cación en cuanto a<br />

«lo natural». Resulta lógi-co, pues,<br />

que se acudiera a quien, de una<br />

manera u otra, siempre estuvo<br />

presente: recuerdo un pai-saje<br />

de gran formato (creo que era de<br />

Viñales) en un banco del Vedado;<br />

obras similares fueron ubicadas en<br />

variadas instalacio-nes públicas.<br />

En otro orden de cosas, Ramos,<br />

con Valderrama, Hernández Giro,<br />

Augusto Menocal, y otros, fue uno<br />

de los académicos escogidos para<br />

la decoración del entonces Palacio<br />

Presidencial en su segunda etapa<br />

(1940-1944): pintó una vez más<br />

el «Valle de Yu-murí» en una tela de<br />

hilo de 2 x 3 metros, luego adherida<br />

al muro, así como otro paisaje, esta<br />

vez de Viñales.<br />

Y he aquí aun otro dato que otorga<br />

cierta vigencia a la obra de Ramos.<br />

Su realización de piezas de<br />

gran formato, las cuales funcionan<br />

como murales aunque, como en los<br />

casos citados del Palacio, no sean<br />

obras al fresco. Induda-blemente<br />

Ramos maneja la com-posición con<br />

una cuidadosa aten-ción al balance<br />

y a la luz. Creo que estas notas<br />

características de su forma de pintar<br />

(preferente-mente al óleo) constituyen<br />

caracteres positivos y atrayentes<br />

a la mirada contemporánea. En la<br />

muestra del MNBA que ha dado<br />

pie a estas refl exiones, se muestra<br />

un «Viñales», pintado en 1940,<br />

cuyas dimensiones –195 x 300<br />

cm.– coadyuvan a su lugar preeminente<br />

en el salón de exhibición.<br />

Su sentido de la perspectiva está<br />

trabajado mediante la colocación<br />

de las sombras de los árboles del<br />

primer plano, contrastando con<br />

las lomas que se erigen al fondo,<br />

coronadas por el asomo luminoso<br />

de unas pocas nubes. Independientemente<br />

del tamaño monumental,<br />

pudiera decirse con una<br />

concepción muralística, el pintor<br />

ha logrado dar la sensación del<br />

espacio abierto en el cual las zonas<br />

de luces y sombras se alter-nan


armoniosamente. <strong>No</strong> solo por su<br />

tamaño es el cuadro emblemá-tico<br />

de la exposición, con el aña-dido de<br />

representar un lugar privi-legiado en<br />

el largo quehacer del pintor.<br />

Hay dos piezas en la muestra sobre<br />

las cuales quisiera detener-me un<br />

poco. «Amanecer en Viña-les» es un<br />

paisaje pintado en 1926; «Loma de<br />

Santa Clarita (Falcón, Santa Clara)»<br />

está fe-chado al año siguiente.<br />

Ambos son obras muy en la línea<br />

cultivada siempre por Ramos: en<br />

ellos pue-de observarse quizás cierta<br />

añadi-da atención a los juegos de<br />

luces y sombras sobre los diversos<br />

pla-nos de la composición. Sin<br />

embar-go, lo que llama la atención<br />

es que son cuadros realizados<br />

exac-tamente en el momento de<br />

la eclo-sión pública de lo que su<br />

vocero 1927 revista de avance<br />

dio en llamar «Arte nuevo». Víctor<br />

Ma-nuel, Arístides, Abela, Carlos<br />

Enrí-quez, entre otros, expusieron y<br />

fueron el centro de arduas polémicas<br />

por su antiacademicismo, jus-to<br />

lo único que los relacionaba en el<br />

ejercicio de sus estilos indi-viduales.<br />

Muchos de ellos venían o se dirigían<br />

a Europa, concreta-mente a París,<br />

para ahí tomar el lenguaje de las<br />

vanguardias ya establecidas y dar<br />

con ellas una nueva visión de la<br />

realidad cuba-na. Ramos, formado<br />

en San Ale-jandro, también se dirigió<br />

con una beca al Viejo Continente<br />

(viaje del cual dejó diversos paisajes).<br />

Pero en su caso, fue a Madrid para<br />

pro-seguir sus estudios en la Academia<br />

San Fernando, modelo de la<br />

institución habanera. A su regreso,<br />

precisamente en 1927, Ramos ingresa<br />

en ésta como profesor, y en<br />

1943 pasa a ser Profesor de Paisaje.<br />

Es una trayectoria consecuente,<br />

lo cual subraya la fi delidad a su<br />

manera de pintar, así como a la<br />

reiteración de su temática.<br />

Yumurí y Viñales fueron lugares<br />

reiterados en la paisajística cubana<br />

de Ramos, pero no los únicos.<br />

«Loma de Santa Clarita», «Matanzas»,<br />

el conocido «Río Cristal», son<br />

algunos de los paisajes exhibidos<br />

en esta muestra. Los de pequeño<br />

formato incluyen un «Paisaje europeo»<br />

cuyos montes y arbustos se<br />

reflejan en un agua tranquila carente<br />

de movimiento y refl ejo, como<br />

ocurre con otros paisajes mos-<br />

trados con este elemento natural.<br />

En «Amanecer en Asturias», los<br />

árboles son cipreses, los cuales<br />

contrastan con la luz que baña<br />

las lomas del plano posterior de la<br />

composición. En otro «Amanecer»,<br />

este en Viñales (que ya he citado),<br />

el rejuego de luces y sombras se<br />

produce en la vegetación del plano<br />

primero del lienzo, mientras las<br />

nubes se esparcen en estratos. Una<br />

excepción a los paisajes totalmente<br />

rurales es la pieza de 1930 titulada<br />

«Matanzas». La ve-getación cubre<br />

con tonos de verde toda la zona<br />

primera del lienzo, para ceder su<br />

lugar a la ciudad apenas apuntada<br />

en tonalidades de rosa al fondo;<br />

la bahía que abre la ciudad al mar<br />

aparece en el lado izquierdo de la<br />

obra como una zona tranquila (como<br />

solía tratar Ramos la presencia del<br />

agua en sus paisajes), para al fi nal<br />

difuminar los contornos superiores.<br />

La muestra, como he apuntado,<br />

incluye un paisaje realizado durante<br />

su juvenil estancia española,<br />

así como otros ejecutados desde<br />

los inicios de su labor pictórica en<br />

Cuba. Resulta, pues, curioso que<br />

un artista tan apegado al tema de la<br />

naturaleza no haya prestado mayor<br />

interés a las fl ores, tema académico,<br />

por una parte, y que, por otra, ha<br />

concitado el interés de no pocos<br />

artistas innovadores interesados<br />

asimismo en diver-sas versiones<br />

del paisaje rural. Desde su inclusión<br />

en cuadros co-loniales de diversos<br />

temas –sobre todo retratos de<br />

damas de alcur-nia– hasta los inicios<br />

y décadas subsiguientes del siglo XX,<br />

las fl ores, no sólo como el tradicional<br />

búcaro, han estado presentes en<br />

nuestra pintura. Abela, Amelia,<br />

Milián, Feijoo, han hecho cuadros<br />

centrados en conjuntos de fl ores,<br />

mientras pintores como Mariano<br />

y Raúl Martínez las han utilizado<br />

por su valor simbólico u otros como<br />

Martínez Pedro o Duporté les han<br />

otorgado un papel pro-tagónico. Algo<br />

similar ocurre con algunos árboles<br />

o arbustos que cualifi can nuestros<br />

paisajes rura-les. Los platanales<br />

de Gattorno, la carolina de Felipe<br />

Orlando, la ceiba de Lester Campa<br />

son, entre muchos otros, ejemplos<br />

de esta presencia determinante<br />

en el cam-po cubano. Uno de los<br />

árboles que con mayor frecuencia<br />

es re-presentado en su etapa de fl orecimiento<br />

es el framboyán, ya que<br />

combina la presencia del árbol y de<br />

sus fl ores de brillante colorido. Se<br />

presta a diversas interpre-taciones:<br />

los framboyanes de Víctor Manuel<br />

se emparientan por su colorido<br />

esparcido por el es-pacio con los<br />

de Jay Matamoros. El de Domingo<br />

Ramos presente en esta exposición<br />

es asimismo brillante en su colorido;<br />

el pintor lo coloca casi solitario,<br />

proyectan-do su sombra sobre el<br />

pasto mientras su ramas fl orecidas<br />

en intenso color se recortan contra<br />

un cielo apacible. Esta pieza contrasta<br />

con la práctica del pintor<br />

en otros cuadros exhibidos, en los<br />

cuales los árboles aparecen como<br />

recortados en sus ramas superiores,<br />

prestando el artista mayor<br />

atención a la superficie rugosa y<br />

sólida de sus troncos.<br />

Siguiendo esta línea discursiva,<br />

quisiera detenerme un momento<br />

en un «Paisaje con palmas», obra<br />

temprana de 1921, por ser la úni-ca<br />

pieza exhibida en la cual la vegetación<br />

está dada por el árbol nacional. En<br />

nuestra historia pic-tórica, la palma<br />

puede ser encon-trada a menudo<br />

con papel pro-tagónico en obras que<br />

cubren un amplio radio temporal. De<br />

los apuntes dedicados a las palmas<br />

por Fredrika Bremer durante su visita<br />

a nuestro país en 1851, a reiteradas<br />

obras de la Academia –como los<br />

paisajes de Rodríguez Morey en los<br />

cuales estos árboles desempeñan<br />

un papel de peso visual y pictórico–<br />

las palmas es-tán presentes en<br />

la pintura de Cuba. Fuera de la<br />

Academia, algu-nos artistas de las<br />

vanguardias han dirigido su atención<br />

al árbol nacional. Sus versiones<br />

van de las palmas aciclonadas de<br />

Carlos Enrí-quez al aparentemente<br />

estático «Palmar amenazando al<br />

soñador del charco», de Tomás<br />

Sánchez. <strong>No</strong> insistiré aquí en la<br />

conocida polémica que sostuvieron<br />

en la década de 1940 Enríquez y Guy<br />

Pérez Cisneros: el pintor defendía,<br />

contra la opinión del crítico, las<br />

posibilidades pictóricas del árbol<br />

emblemático. Y, en efecto, en sus<br />

cuadros parece cobrar vida, está<br />

agitada por el viento arremolinado<br />

y aún permanece, como afi rmara el<br />

artista, con posibilidades toda-vía<br />

por descubrir mediante la pa-leta<br />

59<br />

RyC


y los pinceles del pintor. To-más<br />

Sánchez, quien se convirtiera hace<br />

tres décadas en el pintor de paisajes<br />

por excelencia de la pin-tura cubana<br />

contemporánea, insufla un aire<br />

refl exivo y cargado de meditación<br />

en sus paisajes. En el cuadro citado,<br />

la línea ondu-lante del palmar<br />

parece moverse hacia la superfi cie<br />

reflejante del agua: la presencia<br />

del ser humano –el «soñador»– es<br />

apenas un a-punte en el vasto<br />

uve que esperar a reponerme de una operación de cataratas<br />

precoces para leer Fiebre de invierno, de Marilyn Bobes, premio<br />

de novela Casa de las Américas en el 2005, de ahí que este<br />

comentario llegue con demasiados buenos antecesores. De todos<br />

sus valores, me conquista el juego literario que Marilyn propone par-tiendo<br />

de las indecisiones técnicas de la protagonista al abordar la escritura de<br />

una novela, intento que, según ella misma, la rebasa. Jacqueline, puesta<br />

a escribir en una desesperada búsqueda de refugio existencial, comienza<br />

remitiendo al lector al telegrafi smo hemingweya-no. Punto y seguido, tras<br />

punto y seguido, en una forma casi ansiosa de avanzar, deja sentados los<br />

precedentes de sí misma, del problema que va a centrar la anécdota de su<br />

novela, utilizando incluso los adje-tivos más englobadores y lisos. Marcelo,<br />

el esposo infi el, era un escritor famoso; ella misma es una entendida en<br />

arte famosa.<br />

Poco a poco, la mano de la autora le va insufl ando el ofi cio que ella domina<br />

gracias a su talento y al gran auxiliar de ese talento: un largo ejercicio que<br />

comienza con la poesía, sigue con un singular periodismo y desemboca<br />

en la cuentística con Alguien tiene que llorar, también ganador del premio<br />

Casa de las Américas, un libro sólido, abordado sin vacilaciones, resuelto<br />

con maestría.<br />

Era de esperar que al dar el paso a la novela, Marilyn Bobes comenzara<br />

por ahí, por el alto punto en que nos dejó aquel alguien castigado con<br />

el llanto. Pero la imbricación autora-personaje la obliga a hacer hablar<br />

(escribir) a Jacqueline con impericia técnica, sin privarla de la capacidad<br />

de análisis de una mujer inteligente y culta. Por eso, cuando evoca su<br />

intimidad con Marcelo y le aplica los rayos x de un intelecto que ya pa-só<br />

por el sicoanalista, solo dispone de frases cortas, incapaces de le-vantar<br />

vuelo, para la magna empresa inconsciente de demoler al ídolo y dejarlo<br />

en su puro hueso de ególatra hipocondríaco, algo que en diez años de<br />

matrimonio no había visto.<br />

E igual ocurre con Luis Enrique, el hombre-arbolito de Navidad que Jacqueline<br />

ha venido adornando, idealizando, para disfrutarlo mejor. Tras silencioso<br />

análisis se dice que le gusta porque puede ser un amante sofi sticado, con<br />

RyC 60<br />

panorama de la naturaleza intocada<br />

por la mano del hombre. Las palmas<br />

del cua-dro –de pequeño formato–<br />

de Ramos se nos presentan tras un<br />

primer plano totalmente despro-visto<br />

de variantes cromáticas; forman una<br />

hilera compacta al fondo, apretadas<br />

unas contra otras, con los límites del<br />

grupo claramente delineados. Esta<br />

pieza resulta curiosa, además, por<br />

su grueso empaste, que contrasta<br />

con el óleo pulido de las demás.<br />

Al calor de las edades<br />

María Elena Llana<br />

Al entrar en contacto con una veintena<br />

de paisajes de Domingo Ra-mos,<br />

se llega a la valoración ema-nada de<br />

su fi delidad al tema es-cogido y a<br />

la manera de reprodu-cirlo en el<br />

lienzo (como, en el siglo XIX, nuestro<br />

paisaje es visto a través de la óptica<br />

brumosa de Esteban Chartrand).<br />

Hasta ahora, se ve a Viñales a través<br />

de las versiones monumentales<br />

que Do-mingo Ramos hiciera de<br />

ese pai-saje pinareño, un tanto del<br />

lo cual indica que no va a tomarla<br />

desprevenida, aunque corresponde<br />

al lector deducir que la sofi sticación<br />

implica una elaboración deliberada,<br />

contraria al desinterés por las apariencias<br />

que él proclama. Es otra<br />

noble argucia autoral: reconocer al<br />

lector, invitarlo a participar.<br />

En la galería de personajes que se<br />

mueven en esta pandemia in-vernal,<br />

destaca la siquiatra, cuyo nombre<br />

Irina, es una precisa refe-rencia a<br />

lo que ha sido parte del tiempo en


mismo modo que vemos al mar<br />

como las «aguas territoriales» de<br />

Martínez Pedro, las concentraciones<br />

popu-lares como las «masas» de<br />

Maria-no, la efi gie de Martí como<br />

las ver-siones que de él hiciera Raúl<br />

Mar-tínez, la imagen de la «ciudad<br />

de los puentes» como fuera pintada<br />

una y otra vez por Víctor Manuel, y la<br />

de La Habana por Portocarrero, y así<br />

sucesivamente. Tal es el poder del<br />

arte, tal la apreciación debida a los<br />

pintores que saben ver por nosotros,<br />

revelando las ocultas posibilidades<br />

expresivas de las cosas.<br />

una exposición curada durante más de cuarenta años. Ese nombre tintinea<br />

un poco como una piedrecita desprendida de algún muro que va a rebotar<br />

contra el travestismo moral de un esposo convertido en jinetero. Otros<br />

tiempos, otros tópicos.<br />

Y a medida que Jacqueline va rebasando el empeño que la rebasaba,<br />

entramos en los enjundiosos párrafos que ya le conocemos a Ma-rilyn: el<br />

enfrentamiento al idioma con el mismo inspirado ímpetu con que Cellini<br />

«domeñaba los metales»; las felices, poéticas descripciones de un plumazo:<br />

«como una joven de belleza atolondrada y pasajera» o «su largo cuello de<br />

bailarina cansada». Esto ocurre cuando la memoria de Jacqueline va a sus<br />

propios orígenes, como si el hálito vivifi cante, la piedra de toque, tuviéramos<br />

que encontrarla siempre en esas tías y abuelas que marcaron el compás<br />

familiar tanto o más que los propios padres. Pero las tangencias con la<br />

poesía que nos muestran la natu-raleza delicada de Jacqueline sólo son<br />

facetas de un gran diamante que se está puliendo a sí mismo. Porque,<br />

llegado el momento esta pobre mujer abandonada no vacilará en decirle<br />

a un fl ojo amante que no la llame más pues está indignada porque «no<br />

se le para». Ya se han ido al diablo las maneras de la niña que tenía una<br />

piscinita plástica en el jardín y vive de los dólares que le manda su papá<br />

que está en Miami. Porque, pese a todo, el lugar que eligió para su vida<br />

es aquí y ahora.<br />

Y este es otro aspecto que me seduce: Con encomiable autenticidad Fiebre de<br />

invierno se ubica en el devenir de la pequeña burguesía cubana blanca,<br />

española y católica (o casi) pero el personaje no añade la expiación de ese<br />

pecado original a los avatares de su generación (las melenas, el rock, las<br />

granjas de reeducación y un realismo específi co, por cierto muy maltratado,<br />

que no acogería esta realista novela).<br />

Por todo esto pasa la memoria en la cual Jacqueline quiere basarse para<br />

cumplir el gran anhelo liberador de escribir. Pero sigue de largo, porque su<br />

asunto es otro, tan válido y actual como el reconocimiento de sí misma. Y<br />

lo aborda: conjura sus fantasmas, pasa por Miami, ese catalizador, donde<br />

se produce el desplazamiento al mundo paralelo de los afectos muertos y<br />

encuentra a Julia, la amiga sepultada entre las cartas no escritas. Eurídice<br />

NOTA:<br />

1 A. de Juan, «La Escuela de La Habana»,<br />

<strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong>, 1/2006.<br />

en La Florida. Magnífi ca escena en la<br />

cual Julia le echa en cara su olvido,<br />

con dolida y sabia altivez.<br />

Un anecdotario interesante en torno<br />

al tema central, que se recibe con<br />

la fl uidez de la vida, sin acertijos ni<br />

adivinanzas, otro de los dones de la<br />

novela. Me congratulo de su lectura,<br />

un regalo después de haberme<br />

librado al fin de unas cataratas<br />

que llamo precoces precisamente<br />

porque en Cuba todo el mundo<br />

tiene una abuela que a los noventa<br />

años puede ensartar una aguja sin<br />

necesidad de usar lentes.<br />

Y hablando de edades, me gustaría<br />

leer la novela que Marijacquelyn<br />

escriba a los setenta, y recuerde que<br />

hizo la primera cuando era tan joven<br />

que andaba por la meno-pausia.<br />

61<br />

RyC


sta anécdota la he referido en anteriores ocasiones. En 1963 recién<br />

habíamos fundado la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y como<br />

parte del proceso instaurador creamos la publicación La Gaceta<br />

de Cuba, de la cual Nicolás Guillén era el Director y yo, su Jefe<br />

de Redacción. Cada día revisaba numerosos cuentos, poemas, artículos<br />

y decidía lo que iría a imprenta y lo que se dese-chaba en el latón de<br />

desperdicios. Recibí una tarde un grupo de poemas con una nota de Calvert<br />

Casey en la cual me recomendaba la publicación de un joven desconocido.<br />

Abrumado por otras tareas auto-máticamente guardé en una gaveta aquellos<br />

versos sin leerlos siquiera. Semanas después me hallaba cerrando una<br />

edición, algo escaso de materiales, y eché mano a las reservas de mi gaveta<br />

y mi asombro fue grande al leer los poemas del recomendado de Calvert.<br />

Eran de una frescura, de una fuerza, de una creatividad insólitas y los incluí<br />

de inmediato en la edición que preparaba. El nombre del poeta desconocido:<br />

Miguel Barnet. El primer libro que le publicamos en la Unión de Escritores<br />

se tituló La piedra fi na y el pavo real y vio la luz en 1963. Todavía conservo<br />

una copia dedicada por él: «A Lisandro, por haber sacado de su gaveta, a<br />

buen tiempo, mis poemas».<br />

Pasaron los años. Se creó la Imprenta Nacional y Alejo Carpentier fue<br />

designado su Director. Iba por allí con frecuencia a disfrutar del diálogo<br />

abierto y airoso de Alejo y un día surgió de su despacho, con un libro en la<br />

mano, conmovido por la exaltación literaria. Elogió con los más exorbitantes<br />

califi cativos la novela que recién había leído y realizó entusiastas augurios<br />

sobre el joven narrador. Una vez más se trataba de Miguel Barnet y de su<br />

relato testimonio Cimarrón.<br />

Desde entonces aprecié una obra creciente de sinfónicas resonancias y<br />

dimensiones plurales. Poeta, narrador, antropólogo, folclorista, promotor<br />

cultural, diplomático y periodista, Barnet ha recorrido todas las gamas del<br />

universo intelectual con la misma efi cacia y brío con que acomete todas sus<br />

tareas. En 1960 se inició como antropólogo en el seminario de etnología<br />

y folclor organizado por Argeliers León, uno de los discípulos eminentes<br />

de Fernando Ortiz. Al año siguiente se unió al instituto que, con el mismo<br />

nombre, había creado la Academia de Ciencias. Allí inició sus estudios de<br />

cultura afrocubana. Por esos tiempos empezó, también, su frecuentación<br />

a la residencia de Fernando Ortiz, padre de todas las ciencias y las artes<br />

que defi nen nuestra identidad. Lo acuciaba una imperiosa necesidad de<br />

entender el país en que vivía, quería comprender las relaciones sociales<br />

que han dado nacimiento a nuestra condición criolla.<br />

De ahí a escribir Cimarrón había un corto trecho. Con ella dejó en nuestros<br />

cimientos una de las obras fundamentales de la cultura nacional por la mucha<br />

luz que arroja en nuestro pasado y la iluminación excepcional que concentra<br />

sobre la esencia autóctona. La novela tuvo un éxito editorial inusual, es<br />

quizás una de las obras cubanas que más traducciones cuenta en su haber.<br />

Era de suponer. De la historia que nos cuenta Esteban Montejo emana una<br />

vibración de las raíces vernáculas. Esa expedición a nuestras entrañas, este<br />

buceo en la naturaleza cubana, es un verdadero compendio de los olores,<br />

sabores, aromas, vestimenta, fauna, alimentación, supersticiones, fl ora,<br />

costumbres, historia y relaciones sociales de la vida nacional. <strong>No</strong> se trata<br />

de una obra antropológi-ca, como han pretendido errónea-mente algunos,<br />

detrás de cada página hay un poeta que está uti-lizando la voz de Montejo<br />

RyC 62<br />

Miguel Barnet<br />

o la identidad<br />

Lisandro Otero<br />

como un vehículo emocional. Barnet<br />

su-po extraer del discurso del esclavo<br />

las imágenes más gentiles y<br />

fijarlas con un lenguaje elegante<br />

y donoso donde cumplió las exigencias<br />

de Flaubert para le mot<br />

juste o la palabra exacta en cada<br />

oración. Hay un trabajo de construcción<br />

literaria en esa compilación<br />

de giros musicales y rotundos<br />

del idioma. La hermosa sencillez<br />

del lenguaje del hombre primitivo<br />

no habría podido recogerse sin un<br />

alumbramiento habilidoso. La materia<br />

testimonial en estado bruto<br />

se convirtió en poesía por una<br />

transmutación donde la mano del<br />

demiurgo fue indispensable.<br />

Pero Cimarrón fundaba, tras el<br />

Juan Pérez Jolote de Ricardo Pozas,<br />

uno de los pilares de la novela-testimonio.<br />

Eso que llamamos novela,<br />

afi rmó Barnet, no es más que una<br />

manera como cualquier otra de<br />

organizar un relato, la llamada<br />

fi cción va perdiendo consistencia<br />

y cede el paso a la socio-literatura.<br />

Pero la novela-testimonio demanda<br />

la supresión del yo, del ego del<br />

escritor o del sociólogo, requiere<br />

despojarse de la individualidad<br />

para asumir la del informante.<br />

Requiere dotar a la conciencia<br />

de una tradición y consolidar los<br />

mitos. En esa des-personalización<br />

el arte se aproxi-ma a la ciencia.<br />

Hay que trabajar con materiales de<br />

la realidad en bruto y sacar de ellos<br />

el mayor pro-vecho imprimiéndole un<br />

sentido histórico y contribuir con ello<br />

al conocimiento del contexto donde<br />

habitamos.<br />

Barnet repite la hazaña que había<br />

acometido en Cimarrón en una época<br />

de frivolidad, de espectacularidad<br />

circense, de vana ostentación, de<br />

privilegios y miserias. En Canción de<br />

Rachel disfrutamos de las memorias<br />

de una vedette habanera que reinó<br />

en la escena durante la Danza de<br />

los Millones. Es una mujer g<strong>enero</strong>sa,


víctima y cómplice de una sociedad frustrada. Es un relato nostálgico donde<br />

la propia Rachel da una versión de sí misma: «ser artista no es pararse<br />

en un escenario a cantar es sentir distinto a los demás… sentir que es un<br />

extraño dentro de la especie humana». Una vez más el autor cumple con el<br />

dictado de Flaubert: no hay dos maneras de decir sino una sola y hay que<br />

rebuscar en el idioma hasta encontrarla. Miguel Barnet tiene esa virtud de<br />

hallar siempre la palabra fresca como si él la hubiera inven-tado antes de<br />

utilizarla para su exclusivo dominio.<br />

En Gallego nos contó la historia de Manuel Ruiz, un inmigrante salido de<br />

su aldea de Pontevedra en 1916. Con ese personaje cubre otra área del<br />

mundo criollo: el migrante peninsular. Esa es otra Habana, la de romerías<br />

en la Tropical donde se cantaban coplas gallegas, se de-gustaba el jamón<br />

serrano y se hablaba de la muerte de Chichón Gómez Mena y del naufragio<br />

del Valbanera. De nuevo transitamos por la opulencia efímera de las Vacas<br />

Gordas y nos adentramos en la ciudad del Machadato con tiroteos en las<br />

calles y las risotadas en el teatro Alhambra con el gallego Otero, Acebal<br />

y Regino López. <strong>No</strong>s identifi camos con la sencilla fi losofía del austero<br />

inmigrante: «pedir, lo que se dice pedir, trabajo nada más, por eso, si tengo<br />

un paquete de caramelos lo reparto».<br />

Miguel Barnet nos aportó la vida del emigrante, Julián Mesa, en su si-guiente<br />

novela, La vida real, sobre uno de los miles de cubanos que se fueron<br />

empujados por las circunstancias económicas hacia Estados Unidos en la<br />

década del cuarenta. Es una obra que viene a llenar un vacío porque no<br />

existía en la literatura cubana un solo título represen-tativo de un fenómeno<br />

social que mostrase la insatisfacción del emigrado cubano en tierras del<br />

<strong>No</strong>rte. Un criollo que recibe patrones culturales demasiado abstractos y se<br />

adentra en un Nueva York de boliteros y chucheros, infames alojamientos,<br />

proles chillonas, mezco-lanza de idiomas, amalgamas raciales y culturales<br />

y llega a la conclu-sión que no hay casa en tierra ajena.<br />

Miguel Barnet es de aquellos que ha comprendido la importancia de la<br />

cultura que los afrocubanos aportaron a nuestro país. Cuando Fer-nando<br />

Ortiz publicó Los negros brujos, en Madrid, en 1906, abrió una vía insólita<br />

a la interpretación de la vida cubana. Hasta entonces la condición de negro,<br />

haber nacido con la piel oscura, arrastraba una carga de limitaciones que<br />

venían del ínfi mo papel social que los negros habían ocupado en la sociedad<br />

esclavista. Durante todo el siglo die-cinueve el negro, arrebatado de sus<br />

tierras africanas por mercaderes de mano de obra, fue tratado como un<br />

rehén de un modo de producción, un prisionero, un guerrero vencido que<br />

merecía todas las cargas que su derrota le imponía. Se les sometió, por<br />

añadidura, a un proceso de deculturación para disolver su identidad, lo<br />

cual los obligó a una clan-destinidad de sus valores culturales. El miedo al<br />

negro, a su posible preponderancia futura, fue el motor del pensamiento<br />

político de fi guras como Arango y Parreño, el conde de Villanueva, Saco y<br />

Delmonte du-rante todo el siglo diecinueve. Al instaurarse la República de<br />

1902 se creó un sistema discriminatorio para mantener a distancia del<br />

poder a los negros, lo cual culminó en la desesperada sublevación de los<br />

Independientes de Color que fue salvajemente reprimida.<br />

Fernando Ortiz afi rmó, años después, que apenas se puso a escudriñar en<br />

la vida cubana «enseguida me salió al paso el negro... Sin el negro Cuba no<br />

sería Cuba». Esta aseveración era de una audacia ilimitada en aquel tiempo,<br />

y el cuidadoso estudio de las raíces de la nacionalidad cubana dentro de<br />

una urdimbre de observaciones sicológicas, religio-sas y antropológicas<br />

sobre los negros, constituyó un deslumbramiento que tuvo sus seguidores.<br />

Miguel Barnet ha sido uno de ellos, por ello dirige hoy, con ejemplar efi cacia<br />

la Fundación que lleva el nom-bre de aquel ilustre padre de nues-tra<br />

identidad.<br />

Miguel Barnet es un escritor que ha sabido tocar la vibración de la cubanía.<br />

Tal como él dice: ha sa-bido «cuidar la sombra del jagüey sobre la tierra».<br />

Es un poeta excep-cional, un narrador de óptima plu-ma, que procuró<br />

desvelarse para vivir dentro de lo que ama comu-nicándose en una armonía<br />

de eterno fervor. Ha recibido nume-rosos premios y reconocimientos<br />

internacionales y en ello su cosecha<br />

es próspera. Su crecida obra<br />

mueve a la g<strong>enero</strong>sidad y tal como<br />

quería el gallego Manuel Ruiz hay<br />

que entregarle todo el paquete de<br />

caramelos. Se lo merece.<br />

* En ocasión de la conmemoración de los<br />

cuarenta años de Biografía de un Cimarrón<br />

RyC<br />

Ilustraciones de Biografía<br />

de un cimarrón<br />

en su edición de 1986<br />

que celebraba el<br />

cen-tenario de la Ley<br />

de de supresión del<br />

Patro-nato, con la cual<br />

se abolía la esclavitud<br />

de manera efectiva


A propósito del 28 Festival<br />

del Nuevo cine latinoamericano<br />

Modas y modos<br />

Frank Padrón<br />

ada vez que una edición del festival habanero fi naliza, uno puede<br />

sentarse a pasar cuentas no sólo del cine latinoame-ricano (esencia<br />

y razón de ser del mismo) sino de todo el cine, como quiera que la<br />

cantidad de muestras por países, y de fi lmes representativos de<br />

éstos en el voluminoso acápite «Panorama Con-temporáneo Internacional»<br />

permiten e invitan a tal análisis.<br />

El de este año no fue una excepción, aún cuando la opinión mayoritaria<br />

es que resultó inferior al de anteriores ediciones (criterio no muy serio por<br />

cuanto se basa en impresiones y no en índices científi cos) 1 . Lo cierto es<br />

que la gran cita de diciembre en La Habana (y casi todas las provincias que<br />

siempre reciben títulos del festival) permitió, una vez más, tomarle un poco<br />

el pulso al cine que se hace en el minuto actual tanto en Latinoamérica<br />

como en el resto del mundo.<br />

FRIALDAD, AUSTERIDAD, ECONOMÍA DE RECURSOS...<br />

Resulta al menos curioso el hecho de que casi todos los fi lmes más redondos<br />

estéticamente en lo recibido (dentro o fuera de competencia, latinoamericanos<br />

o de otras partes) responden a modos narrativos que se apartan de la tradición,<br />

que eluden los modelos aristotélicos y se mueven en una cuerda más refl exiva<br />

y desconstructiva de los relatos.<br />

<strong>No</strong> se trata, aclarémoslo de entrada, de «novedades» a ultranza; tales<br />

procedimientos (en el caso de ciertas poéticas individuales, eso que aún<br />

llamamos «estilo») son herederos de viejas escuelas como la <strong>No</strong>uvelle Vague<br />

o los «nuevos cines» (en el caso de Argentina, no pre-cisamente del que<br />

fue bautizado así en los noventa, si no más bien de los sesenta). Pero de<br />

cualquier modo, renuevan anquilosadas fórmulas de hacer cine.<br />

Tomemos el caso de El hijo (Le fi ls) , de los belgas hermanos Dardenne<br />

(Roxette) donde una historia sencilla (a un padre le asignan la reedu-cación<br />

de, nada menos que el asesino de su hijo) es sometida a un proceso de<br />

concentración en el sujeto que no escatima detalles ni ahorra tiempo; un<br />

espectador interesado solamente en la anécdota, diría que el fi lme pudo<br />

ser un excelente corto, o a la sumo mediome-traje (de hecho, oí tal opinión),<br />

mas los que así opinan ignoran que el cine es también, y mucho, recreación,<br />

ambientación, atmósferas, y que en no pocas ocasiones, las ramas importan<br />

más que el árbol, los detalles, los subtextos y paratextos resultan más<br />

sugerentes, más enriquecedores que el propio texto central.<br />

Así lo entendieron, y proyectaron, los realizadores, que no ahorran<br />

aparentes superfl uidades en esas lecciones de carpintería impartidas<br />

por un padre herido que se está auto aplicando otras de tolerancia, de<br />

perdón, mientras el alumno trata de recibirlas y devolverlas; el ejercicio de<br />

perenne desdramati-zación en la diégesis llega al de-senlace, que siendo<br />

sorpresivo elude el efectismo típico de la na-rrativa hollywoodense: apenas<br />

hay música, puede respirarse un am-biente de tensión latiente, de volcán en<br />

RyC 64<br />

erupción que los direc-tores logran a<br />

plenitud, mediante las sugerencias<br />

y los silencios que cada diálogo,<br />

cada acción aparentemente fútil<br />

encierran.<br />

Es de veras una obra excepcional,<br />

madura, como en buena medida lo<br />

es también Luces en el ocaso, del<br />

maestro Kaurismaki (Un hombre sin<br />

pasado) que, pletórico de disolvencias<br />

aspirantes a acentuar la continuidad<br />

presente en la fragmentada<br />

historia, se inserta igualmente<br />

dentro de esa narración gélida que<br />

oculta pasiones y confl ictos de gran<br />

calidez humana: el custodio humillado<br />

por todos, al que salva de cada<br />

golpe bajo una estoica voluntad<br />

de supervivencia, nos llega en una<br />

pie-za donde también las esquinas<br />

tex-tuales, los paréntesis y las alusiones,<br />

resultan más signifi cativos que<br />

el sujet.<br />

Un interesante filme resultó también<br />

Free Zone, del israelí Amos<br />

Gitai, donde la singular relación<br />

de dos mujeres dentro de un road<br />

movie con los conflictos bélicos<br />

del área de fondo, modula su trayecto,<br />

aunque sin todo el ajuste y<br />

la maestría narrativa del anterior,<br />

sobre el inderrotable personaje de<br />

Kaurismaki.<br />

Y hablando de guardas, El custo-dio,<br />

del argentino Rodrigo Moreno, que<br />

aspiraba a alguno de los co-rales y<br />

obtuvo dos de los más im-portantes<br />

(mejor dirección y mejor actuación<br />

masculina de Julio Chá-vez, aunque<br />

evidentemente debió fi gurar en la<br />

lista de los fi lmes) también va por<br />

esa línea narrativa.<br />

Tampoco importa mucho aquí el


decursar narrativo, más enfocado<br />

en afi rmar la rutina de esa vida y<br />

la inexistencia del tiempo (cuando<br />

a mediados del metraje asistimos<br />

a la inclusión de la secuencia inicial);<br />

a Moreno lo que le interesa es<br />

hacernos partícipes de la mirada<br />

omnipresente del protagonista,<br />

suerte de narrador mudo, de «supraconciencia<br />

inconsciente» (hasta<br />

un momento, claro, justamente el<br />

clímax) y lo hace desde la misma<br />

óptica minimalista que venimos rastreando,<br />

pero a la vez, con un despliegue<br />

cinematográfico que reparte<br />

lecciones más enriquecedoras para<br />

un estudiante de la técnica que<br />

cualquier curso intensivo.<br />

El director coloca y acciona la cámara<br />

de modo perfecto, los encuadres<br />

y planos son de una simetría<br />

neoclásica, pudiera hasta hablarse<br />

de subjetivismo sin subjetividad,<br />

porque, al contrario, el enfoque<br />

alardea de objetividad (como intenta<br />

ser en todo momento el personaje)<br />

aunque no lo consigue, y también<br />

mira en ciertas ocasiones desde<br />

los otros (la elocuente escena del<br />

retrato en la casa campestre incluye<br />

una desfocalización que signifi ca lo borroso, lo amorfo del custodio para el<br />

ministro objeto de su protección).<br />

Como en las dos cintas anteriormente reseñadas (El hijo y Luces...) el<br />

desenlace posee gran fuerza, pero queda a años luz del efectismo made<br />

in Hollywood: detenta la contundencia y solidez dramatúrgica del resto de<br />

la obra que, así como es de virtuosa y calculada, incluye un desempeño<br />

magistral de Julio Chávez en el protagónico.<br />

Aunque hubo otras actuaciones sobresalientes (Wilker en O maior amor<br />

do mundo, Arozarena en El Benny...) de veras no había quien le arrebatara<br />

el coral al argentino; así de estudiada, pensada y proyectada fue la<br />

personalidad de ese hombre gris, de asumida adherencia al otro, que actúa<br />

al fi nal de modo desconcertante, aunque como alguien que aprehendió la<br />

más dura de las lecciones.<br />

DE LA REGIÓN<br />

Y prosiguiendo en América Latina, en la premiación estuvo sufi ciente-mente<br />

representado este tipo de narrativa, justamente en el mayor coral: la cinta<br />

brasileña El cielo de Suely, de Karim Ainouz, y no porque en este caso sí se<br />

aprecien ciertos titubeos en la puesta en pantalla (pese a que la cinta resulta<br />

mejor narrada que la anterior de ese director, Madame Satá), dejamos<br />

de percibir una recreación dilatada, pormenorizada, que se regodea en el<br />

segmento y el detalle más que en el seguimiento de la historia, y que permite<br />

una maduración en los personajes y la diégesis que un tempo apresurado,<br />

un ritmo acelerado (que podría reducir el metraje a la mitad de su duración)<br />

hubieran malogrado.<br />

Pero quizá el título más representativo dentro de esa línea sea una obra<br />

del patio, que además de varios premios colaterales (digamos, el «Glauber<br />

Rocha», que otorga Prensa Latina) se alzó con los co-rales de fotografía y<br />

dirección de arte: La edad de la peseta, copro-ducción hispanocubana del<br />

de-butante en el largo, Pavel Giroud.<br />

Si bien la historia (el despertar de un adolescente al mundo adulto, mediante<br />

sus vivencias y sobre todo, la relación con una abuela española) resulta<br />

interesante y bien contada, desde<br />

esa poten-ciación del detalle, lo más<br />

impor-tante, y a la vez conseguido en<br />

la obra, es la atmósfera, que tanto en<br />

los rubros premiados como en otros<br />

(edición, música, actuacio-nes...)<br />

coadyuva a lograr un fi lme que se<br />

siente, se «respira» más que lo que<br />

se escucha o ve, y que delata en el<br />

joven cineasta un per-feccionista al<br />

que debemos seguir.<br />

Dentro del apartado de óperas primas<br />

siempre se encuentran títu-los<br />

de gran interés, y es justamen-te<br />

la sangre fresca del Nuevo cine<br />

latinoamericano la que generalmente<br />

aporta la novedad no sólo en<br />

los temas sino en lo más im-portante<br />

para el arte: los trata-mientos.<br />

A pesar de las reservas que desde<br />

su estreno tengo en torno El Benny,<br />

del cubano Jorge Luis Sánchez, obra<br />

ganadora en este acápite, no dejo<br />

de saludar el premio, por cuanto de<br />

cualquier modo considero que se<br />

trata de una obra notable, y dentro<br />

de esa categoría concreta en que<br />

compi-tió, un muy digno comienzo<br />

para un cineasta que si bien ya había<br />

probado fuerzas en el docu-mental,<br />

se estrena con ésta en el ruedo de<br />

la fi cción.<br />

Sin embargo, considero que una<br />

obra como la peruana Madeinusa,<br />

de Claudia Llosa (sobrina del excelente<br />

autor de Conversación en la<br />

catedral o Pantaleón y las visitadoras)<br />

merecía, no ya el consolador<br />

tercer lugar que obtuvo en la competencia<br />

de primeras obras, sino<br />

incluso, un sitio en los corales<br />

prin-cipales; así de madura y<br />

desgarra-dora es esta historia que<br />

tiene lu-gar en un apartado sitio<br />

rural del Perú contemporáneo, y<br />

donde sin embargo prevalecen<br />

costumbres y comportamientos<br />

ancestrales: relaciones incestuosas<br />

padre-hijas, fetichismo, caciquismo,<br />

deslumbramiento o relaciones amorodio<br />

por la capital y sus ciudadanos,<br />

y relaciones muy complejas que<br />

la novel directora desarrolla en<br />

una historia excelentemente<br />

narrada, con un excelente montaje<br />

donde se alternan festejos de una<br />

celebración religiosa típica en la<br />

comunidad con los evolutivos y bien<br />

encaminados accidentes de una<br />

diégesis sobrecogedora; también<br />

aquí hallamos uno de esos fi nales<br />

65<br />

RyC


electrizantes, pero plasmados con una sobriedad y una sencillez dramáticas<br />

consecuentes con los rumbos narrativos; la serenidad, el tino, la densidad,<br />

la provechosa lentitud de un ritmo que no escatima detalles para redondear<br />

la historia, y donde el más aparentemente insignifi cante detalle (como la<br />

acción de matar ratas del inicio) tiene un calculado peso específi co en los<br />

meandros de la narración.<br />

Si el lugar que antecedía en los premios de óperas primas a esta extraordinaria<br />

cinta peruana (Qué tan lejos, de la ecuatoriana Tania Her-mida)<br />

descollaba por todo lo contrario (insustancialidad, retoricismo hueco,<br />

pésimas actuaciones, desperdicio de metraje...), Madeinusa sobresale<br />

por caracterizar un cine de profundas indagaciones ontoló-gicas, y que<br />

trasciende el cada vez más estrecho rubro de «cine feminis-ta» en que una<br />

mirada superfi cial al sujeto, o la simple ubicación sexual de su directora<br />

pudiera suponer.<br />

Si he estado potenciando en este artículo un modo narrativo denso y<br />

pormenorizado, un discurso que se aleja de las prisas y las urgencias con<br />

cuño de cine norteamericano al uso que, como vemos, estuvo ampliamente<br />

(y sobre todo, bien) representado en la edición veintiocho del festival. <strong>No</strong><br />

signifi ca ello que todas las cintas que optaran por el mismo salieran airosas:<br />

baste recordar los escollos que constituyeron fi lmes como El cielo dividido,<br />

del mexicano Julián Hernández (insufrible «pas de trois» gay), o la argentina<br />

Nacido y criado, de Pablo Trapero (que trata de aplicar, fallidamente, las<br />

características del nuevo cine a un melodrama de poco vuelo). Pero en<br />

sus mejores momentos, pudiera decirse que por ahí anduvo lo mejor del<br />

evento.<br />

El laureado corto de fi cción Gozar, comer, partir, escrito y dirigido por<br />

el guionista de La edad..., Arturo Infante (Utopía) es desde el punto de<br />

vista morfológico, todo lo contrario; como inevitablemente resulta en esa<br />

categoría, es intenso, lleva el tiempo justo para cada una de sus pequeñas<br />

historias, pero repite el ingenio, la mordacidad y la agudeza que demostrara<br />

el director en su tan justamente elogiado corto an-terior; aquí, conjugando<br />

con semejante imaginación y vitalidad esos tres verbos que para él son los<br />

más empleados por el cubano, obtiene una pieza singular, con encomiables<br />

actuaciones (sobre todo en los segmentos segundo y tercero).<br />

El documental no quedó detrás en cuanto a experimentación narrativa,<br />

comenzando por el primer coral: En el hoyo, del mexicano Juan Carlos Rulfo<br />

(hijo del célebre autor de Pedro Páramo). Laureado también en un foro<br />

que justamente reconoce las innovaciones ideostéticas (el BAFICI, Festival<br />

de Cine Independiente de Buenos Aires), el fi lme se acerca a un grupo<br />

de trabajadores que levanta un inmenso puente en el Periférico del DF,<br />

bordeando una leyenda según la cual, cada vez que ello ocurre, el diablo se<br />

lleva por lo menos un alma de las que allí laboran. El joven cineasta se acerca<br />

al lado humano de la obra, bucea en las vidas, anhelos y criterios de esos<br />

hombres sencillos, y construye un fi lme que rezuma calidez y ternura.<br />

Quiero dejar constancia, sin embargo, de que no considero este documental,<br />

como algunos colegas, una obra maestra; me parece que alarga<br />

demasiado ciertos momentos, que reitera situaciones y que los grandes<br />

primeros planos son innecesarios, pero sería a la vez in-justo no reconocer<br />

en el director (a quien pertenece también un anterior documental visto en<br />

Cuba: Del olvido al no me acuerdo) un artista que se introduce en facetas<br />

inéditas, o al menos poco exploradas en este tipo de fi lmes, en el cual<br />

logra asimismo interesantes conquistas fílmicas, como la curiosa mezcla<br />

de los ruidos típicos de una construcción con una música complementaria<br />

a aquellos.<br />

El lauro de cine experimental lo obtuvo también un bisoño reali-zador, en<br />

este caso cubano: Este-ban Insausti (tercer cuento de Tres veces dos) 2 ,<br />

quien se acerca a famosos locos de la capital para que den sus criterios<br />

sobre la actualidad en el país, la política internacional, el cine y otros asuntos<br />

de interés. Consecuente con una línea que integra al género todo lo<br />

que considera enriquece-dor, el realizador utiliza desde los dibujos y los<br />

más diversos efec-tos digitales a las tradicionales «imágenes de archivo»<br />

RyC 66<br />

(aunque generalmente reelaboradas<br />

y re-contextualizadas) sin olvidar la<br />

variedad y riqueza de una ecléctica<br />

banda sonora y el dinamismo y la<br />

gracia del montaje (Angélica Salvador)<br />

con un criterio integrador<br />

y sutil, a veces irónico, otras muy<br />

se-rio, siempre cuestionador, y con<br />

un sentido dialógico respecto a sus<br />

entrevistados que más que afi rmar,<br />

sugiere y abre expectativas, de ahí<br />

el incuestionable valor de este documental.<br />

LA TRADICIÓN<br />

Esa presencia saludablemente mayoritaria<br />

de modos narrativos no<br />

tradicionales, de experimentación<br />

morfológica y, en términos genera-les,<br />

nuevos caminos, no excluyó abordajes<br />

más o menos tradiciona-les que no<br />

empañaron por ello su valía.<br />

En el cine latinoamericano sobresale<br />

(pese a muchos que sostienen<br />

una opinión contraria) la copro<br />

hispanomexicana El laberinto del<br />

fauno, de Guillermo del Toro, quien<br />

dada su pericia para el cine de<br />

efectos especiales y de tramas<br />

truculentas y fantasiosas, fue<br />

rápidamente captado por Hollywood,<br />

en donde ha rodado tí-tulos muy<br />

bien gratifi cados por la taquilla como<br />

Mimic o Hellboy.<br />

Pero en este caso, lo sentimos<br />

más cercano a aquel inicial Cronos<br />

donde la afición por las heridas,<br />

las desgarraduras y las erosiones<br />

(terreno expedito para el despliegue<br />

tecnológico) encerraba motivaciones<br />

fi losófi cas y humanas de no poca<br />

hondura.<br />

En El laberinto..., incluso, el<br />

procedimiento es más complejo,<br />

por cuanto la «más querida» de las<br />

realizaciones del exitoso cineasta<br />

mexicano, según confesión propia,<br />

tiene como fondo la España de<br />

1944, o sea, plena Guerra Civil,<br />

dentro de la cual confluyen dos<br />

mundos antagónicos: el mágico, de<br />

una niña que dialoga con criaturas<br />

fabulosas, como la que titula el<br />

filme, quien le asegura es ella<br />

una princesa a la que aguarda<br />

su reino, y el muy real, históricoconcreto,<br />

en cuyo extremo se sitúa<br />

el odiado padrastro: un militar sádico<br />

y pragmático... Justamente entre<br />

ambas polaridades se mueve este<br />

fi lme que amén de sus exquisi-tos


efectos especiales, su dirección de arte y maquillaje que nada tie-nen que<br />

envidiar al más sofi sticado Hollywood, detenta un mérito mayor: el hallazgo<br />

de un registro medio, de un equilibrio para ambos tonos, integrados a la<br />

perfección con el objetivo de comunicar su principal ideotema: la fantasía<br />

es la llave ideal para vencer la crueldad del mundo real. Del Toro predica<br />

con el ejemplo, y fi el a esa predilección por las heridas y las mutaciones que<br />

anunció desde su debut, así como a lo sobrenatural y esotérico (recordemos<br />

también El espinazo del diablo), entrega esta suerte de «fábula histórica»<br />

admirablemente narrada, fotografi ada y actuada (Sergi López brillante como<br />

siempre, la niña Ivana Vaquero como indudable revelación, Maribel Verdú<br />

y Ariadna Gil ajustadas a sus roles...).<br />

<strong>No</strong> con tanto entusiasmo recibí el cierre del Festival: porque la tan esperada<br />

Volver del manchego Pedro Almodóvar, queda bien por debajo de sus más<br />

recientes fi lmes (sobre todo, Hable con ella y La mala educación), con un<br />

confl icto que no carece de interés pero expuesto con debilidad dramatúrgica<br />

y falto de energía. Muy bien los desempeños (Penélope Cruz, Carmen Maura,<br />

la genial Lola Dueñas, nuestra María Isabel Díaz...) pero se trata de un fi lme<br />

no digamos que mediocre, pe-ro sí muy, muy menor.<br />

Hubo entre esos dos días, y aún después (prosiguió la loable medida de<br />

programar premios y títulos no latinos durante todo el fi n de se-mana) otras<br />

gratas sorpresas, dentro de estilos narrativos tradicionales que, como<br />

decía, siguen legitimando esa y, en defi nitiva, todas las formas de hacer,<br />

siempre que asista a los realizadores el talento y lo que se cuente motive<br />

el interés.<br />

Mencionaría entonces cintas como Factotum (<strong>No</strong>ruega-Estados Unidos-<br />

Alemania; Bent Hamer) sobre el escritor maldito Charles Bukowski,<br />

sobresaliente también por la deliberada frialdad de su estilo (aunque con<br />

una puesta en pantalla menos audaz) incorporando de manera creadora<br />

la narración in off que tiende un sólido puente con su referente literario;<br />

o La vida secreta de las palabras, lo nuevo de la española Isabel Coixet<br />

(producida por la compañía Almodóvar, por cierto, como su primer fi lme),<br />

una estremecedora historia de amor que también legitima ese tipo de guión<br />

literario, donde en honor a su título, lo es-crito reina y doblega la imagen.<br />

Como Water, de la cineasta hindú Deepa Mehta que, por el contrario, sitúa la<br />

exuberancia de la imagen (fotografía, banda sonora) por encima del diálogo,<br />

pero todo en función de una fuerte anécdota; o donde la riqueza de trazos<br />

en el diseño de personajes (asumidos además por magistrales desempeños)<br />

llevan adelante la trama (los casos de la francesa Pintar o hacer el amor,<br />

con Sabine Azéma, Daniel Auteuil y Sergi López, o la norteamericana The<br />

assasination of Richard Nixon, en la que Sean Penn demuestra su clase<br />

como el mejor de los actores norteamericanos del momento).<br />

El festival ofreció la oportunidad, prácticamente única, de contar con títulos<br />

que en ese mismo minuto «suenan» de un modo u otro en pan-tallas del<br />

mundo, y como siempre, están los extremos: desde un gra-to encuentro<br />

como The queen (La Reina, su director Stephen Frears incluido) hasta una<br />

irreversible decepción como World Trade Center, de Oliver Stone; la primera,<br />

con la sophrosine de que hablaban los griegos, esa moderación que permite<br />

bordar una trama donde los claroscuros del poder, los con-fl ictos entre deber<br />

social y sentires personales o los entretelones so-ciopolíticos que agitaron el<br />

suceso central (la muerte de Lady Di) se narran desde un guión inteligente<br />

y una puesta no menos precisa y preciosa; la segunda, todo lo con-trario,<br />

con el exceso como punte-ro: si las newyorquinas torres gemelas cayeron<br />

debido al odio y la intolerancia, esta versión sobre el contundente suceso<br />

que revolu-cionó el mundo el 9 de septiembre de 2001 se viene abajo por<br />

la confección de un poco convincente melodrama, explícito, moralizante,<br />

donde todo el tiempo se apela a la cohesión familiar desde los más viejos<br />

tópicos y lugares comu-nes; cierto que, hábil en el mon-taje y la diégesis, el<br />

célebre ci-neasta logra siempre conferir interés a lo que cuenta, pero es un<br />

crimen haber desperdiciado tan excelente material en un guión tan endeble,<br />

tan mal actuado y con una puesta así de cuestionable.<br />

También hallamos varias pro-puestas al Oscar extranjero, y aca-so la<br />

mejor fue la de Italia, <strong>No</strong>vo mundo<br />

de Emanuele Crialese, la que fuera<br />

presentada por su di-rector: una<br />

singular indagación en la euforia<br />

migratoria de campesi-nos italianos a<br />

Estados Unidos a principios del siglo<br />

XX que matiza la exposición realista<br />

con pincela-das de imaginación, lo<br />

cual permi-te no sólo enriquecer<br />

el sujeto, si-no regalar algunos<br />

momentos de exquisitez plástica<br />

en la imagen; a la película le sobra<br />

metraje, reite-ra situaciones y posee<br />

un ritmo desigual, pero también<br />

fuerza en su discurso e ingenio en<br />

la cons-trucción de caracteres y<br />

situa-ciones.<br />

BIEN POR EL CINE<br />

Mucho, eso sí, queda en el tintero.<br />

Con todo lo abarcadores que intenten<br />

ser resúmen como éste, resultan al<br />

final insuficientes ante lo que se<br />

aprecia en los días más fílmicos,<br />

más agitados, más velo-ces del<br />

año.<br />

Pero una idea quiero dejar bien<br />

transparente: hubo mucho de bueno,<br />

incluso de excelente en el cine<br />

que nos trajo la edición vigesimoctava<br />

del Festival habanero, de<br />

aquí, de allá, de todas partes, dentro<br />

de una cita que, con sus pros<br />

y sus contras, siempre debemos<br />

agradecer. Ella nos permitió, una<br />

vez más, tomarle la temperatura al<br />

audiovisual que se hace en América<br />

Latina y al mundo entero. Con todas<br />

las difi cultades a que se enfrentan<br />

los cineastas de la región y de todo<br />

lo que no es Hollywood, el cine se<br />

impone.<br />

Y, con sus nuevos modos narrativos<br />

o sus viejas fórmulas, nada mal<br />

anda, a la verdad, siempre que el<br />

talento y la voluntad de decir guíen<br />

las manos y las mentes de sus<br />

realizadores.<br />

67<br />

RyC


NOTAS:<br />

1 Muchos espectadores sustentan tal criterio<br />

en su propia experiencia dentro del Festival:<br />

a veces ven un par de películas diarias que ni<br />

siquiera son las mejores, o se concentran en<br />

determinadas muestras, y juzgan por tales<br />

imprecisos códigos; también algunos sólo se<br />

guían por su «olfato» (lo que les sugiere el título,<br />

el país, el director, etc.) o por comentarios<br />

ajenos sin comprobar por sí mismos. Otros, no<br />

pocos, lamentan la ausencia del «peliculón»,<br />

esa gran obra que deslumbra y va de boca en<br />

boca, mas, como afi rmaba el colega Rolando<br />

Pérez Betancourt en uno de sus artículos, es<br />

preferible muchas películas buenas que una<br />

o dos excepcionales.<br />

Lo cierto es que la 28 edición del FINCL tuvo<br />

pocas diferencias esenciales respecto a sus<br />

precedentes: muestras de Europa y Asia, cine<br />

independiente, retrospectivas, homenajes, panoramas<br />

informativos, presentaciones especiales<br />

y cifras respetables en la competencia<br />

( más de cien fi lmes en variados géneros, sin<br />

incluir los guiones inéditos y carteles, que<br />

también optan por premios, lo cual supera<br />

con mucho la media de los festivales de su<br />

tipo); respecto a la calidad, como se apreciará<br />

en el análisis a lo largo de este artículo, las<br />

oscilaciones responden a lo variopinto y<br />

diverso de siempre.<br />

De modo que la afi rmación de un descenso<br />

cualitativo, una inferioridad respecto a años<br />

anteriores, responde, a mi juicio, más a<br />

una mal argumentada nostalgia que a la<br />

realidad.<br />

2 Sería oportuno consignar que estas tres<br />

obras fueron reconocidas por la crítica y la<br />

prensa especializada en Cuba (selección en la<br />

que también participé) entre las mejores del<br />

año: el corto de Infante resultó según es-tos<br />

especialistas, el más destacado en su género,<br />

mientras En el hoyo y Existen clasi-fi caron<br />

entre los documentales. Por su parte,<br />

La edad de la peseta, de Giroud, obtuvo la<br />

mayor votación, lo cual la convirtió en el mejor<br />

RyC 68<br />

Fallece Josefi na Méndez<br />

Josefi na Méndez, una de las cuatro<br />

joyas del Ballet Nacional de Cuba, se<br />

despidió para siempre de nosotros,<br />

sus admiradores. Con una salud<br />

seriamente que-brantada en los<br />

últimos tiempos, se mantuvo<br />

vinculada –tras su retiro de los<br />

escenarios– a la for-mación de<br />

nuevas generaciones a las que<br />

inculcó la pasión y el ri-gor por un<br />

arte del que fue una excepcional<br />

exponente. De la con-tinuidad en<br />

sus éxitos, mucho le debe el BNC a<br />

Josefi na, a su per-severancia.<br />

Quienes la vieron bailar recorda-rán<br />

siempre la elegancia de una danza<br />

a la que aportó su sensi-bilidad e<br />

inteligencia y que res-plandeció en<br />

momentos como el II acto de El lago<br />

de los cisnes. Formada bajo la égida<br />

de Alicia, Fernando y Alberto Alonso,<br />

ingresó en los años cincuenta en el<br />

enton-ces Ballet Alicia Alonso, y ya<br />

en los sesenta era primera bailarina<br />

de la compañía, en la que acumuló<br />

una larga trayectoria profesional<br />

y una carrera artística trascendente.<br />

Trabajó como bailarina invitada<br />

de distintas agrupaciones<br />

en varios países. Galardonada con<br />

las medallas de bronce (1964)<br />

y plata (1965) en los con-cursos<br />

internacionales de ballet de Varna,<br />

mereció en 1970 en París la Estrella<br />

de Oro. Heredera de las mejores<br />

tradiciones de la escuela cubana,<br />

que contribuyó a enriquecer con su<br />

danza poderosa y fl uida, bordada<br />

con fi nura de orfebre, se le otorgó el<br />

Premio Na-cional de esa especialidad<br />

en 2003.<br />

Será recordada siempre como una<br />

de las grandes fi guras del Ba-llet<br />

Nacional de Cuba. Dejó un magisterio<br />

en su manera de entre-garse cada<br />

vez como si fuera la primera y la<br />

última sobre el es-cenario. Nacida el<br />

8 de marzo de 1941, tenía al morir<br />

65 años. (FUENTE: PL)<br />

Los premios del teatro<br />

Durante las jornadas por el Día<br />

del Teatro Cubano, el pasado 22<br />

de <strong>enero</strong> fue entregado el Premio<br />

Nacional de Teatro, auspiciado<br />

anualmente por el Ministerio de<br />

<strong>Cultura</strong> y el Consejo Nacional de las<br />

Artes Escénicas. Y en esta ocasión,<br />

cuatro distinguidas perso-nalidades<br />

merecieron dicho galar-dón: el<br />

actor y director René de la Cruz, los<br />

diseñadores María Elena Molinet<br />

y Eduardo Arocha, y el di-rector de<br />

obras infantiles René Fernández<br />

Santana.<br />

De ellos pudiera decirse, en muy<br />

pocas líneas, que de la Cruz es<br />

muy reconocido por su participación<br />

durante décadas en numerosas<br />

puestas en escena y su<br />

protagonismo dentro del Teatro<br />

Político Bertolt Brecha; Molinet,<br />

decana del diseño de vestuario en<br />

Cuba, es maestra de generaciones<br />

en esa especialidad; mientras<br />

Arocha exhibe una laureada trayectoria<br />

en la creación escenográfi ca.<br />

Fernández Santana, director del<br />

matancero Teatro Papalote, clasi-fi ca<br />

como uno de los más consis-tentes<br />

promotores del teatro in-fantil en<br />

nuestro país.<br />

Premio Internacional<br />

Fernando Ortiz<br />

El prominente intelectual haitiano<br />

Laennec Hurbon resultó merece-dor<br />

del premio que otorga anual-mente<br />

la Fundación que lleva el nombre<br />

del sabio cubano, en cere-monia<br />

efectuada en la Basílica Menor<br />

del Convento de San Fran-cisco<br />

de Asís. Simbolizado en el Adyá<br />

de Obatalá, campana de plata,<br />

dicho reconocimiento se en-trega a<br />

personalidades e institu-ciones que<br />

se destacan en el es-tudio de los<br />

procesos culturales del continente<br />

y contribuyan al conocimiento de<br />

nuestra identidad como senda de<br />

liberación política y social.<br />

Miguel Barnet, presidente de la


Fundación, hizo notar que el galardón<br />

le fue conferido a Hurbon por<br />

unanimidad la Junta Directiva y el<br />

Consejo Científi co de la institución en<br />

virtud de su «indagación en aspectos<br />

muy concretos de la etnografía<br />

haitiana, por su preocu-pación<br />

social y política, y también porque<br />

ha sabido indagar con inteligencia<br />

y profundidad en las funciones del<br />

Estado haitiano y de la política de<br />

su país».<br />

Hurbon, por su parte, llamó a estrechar<br />

las relaciones entre nuestros<br />

países y explicó que uno de<br />

sus principales propósitos ha sido<br />

descubrir la significación de la<br />

persecución de la Iglesia Católica<br />

a la religión vudú. Entre su amplio<br />

catálogo de obras sobresalen Los<br />

misterios del vudú y La insurrección<br />

de los esclavos en Saint Domingue.<br />

Antes de fi nalizar la ceremonia, a<br />

la que asistió parte del cuerpo diplomático<br />

africano acreditado en<br />

Cuba, el Adyá de Obatalá volvió a<br />

repicar para pronosticar buenos<br />

augurios a los asistentes.<br />

(FUENTE: GRANMA DIGITAL)<br />

Y desde la casa<br />

Escritores de Argentina, Uruguay,<br />

Brasil y Cuba protagonizaron la avanzada<br />

de la buena literatura latinoamericana<br />

al conquistar los Premios<br />

Casa <strong>2007</strong>. En la ceremonia de<br />

clausura, en la que estuvieron Abel<br />

Prieto, ministro de <strong>Cultura</strong>, Ricardo<br />

Alarcón, presidente de la Asamblea<br />

Nacional del Poder Popular, y José<br />

Ramón Fernández, vicepresidente<br />

del Consejo de Ministros, se supo<br />

que de las cuatrocientas noventa y<br />

tres obras concursantes, el lauro en<br />

novela de la cuarenta y ocho edición<br />

del certamen pasó a manos de Mil<br />

y una, de Susana Silvestre (Buenos<br />

Aires, 1950), narradora y periodista,<br />

a juicio del jurado «por su prosa<br />

fl uida, limpia, graciosa, su estructura<br />

inteligente, compleja y lúdica; y por<br />

constituir un desafío frente a las<br />

tendencias que mues-tran hoy los<br />

grandes consorcios editoriales».<br />

En ensayo de tema artístico lite-rario<br />

se llevó las palmas el narra-dor<br />

y crítico de arte cubano Alberto<br />

Abreu (Cárdenas, 1961), con Los<br />

juegos de la escritura o la (re)<br />

escritura de la Historia, mientras<br />

Heptalogía de Hieronymus Bosch:<br />

6. La paranoia, de Rafael Spregelburd<br />

(Buenos Aires, 1970), dramaturgo,<br />

actor, director y traductor<br />

teatral, obtuvo el primer puesto en<br />

teatro «por la creación de un universo<br />

dramático, original y poé-tico,<br />

cruce de comicidad, metafi c-ción y<br />

fi losofía».<br />

En literatura testimonial, el tribu-nal<br />

concedió el premio a Oblivion, de<br />

Edda Fabbri (Montevideo, 1949), al<br />

considerar el gran valor testimonial<br />

y literario de la crónica de una presa<br />

política encarcelada en los años de<br />

la dictadura en Uruguay, en tanto que<br />

en literatura brasileña Um defeito de<br />

cor, de Ana Maria Gonçalves (Minas<br />

Gerais, 1970), publicista y escritora,<br />

alcanzó el triunfo por resultar «una<br />

notable novela que se destaca por la<br />

elaboración estético-literaria». (FUENTE:<br />

GRANMA DIGITAL)<br />

XVI Feria del Libro<br />

de la Habana<br />

Y cada año, a criterio de la mayo-ría,<br />

la Feria Internacional del Libro de<br />

La Habana (de Cuba, en ver-dad),<br />

se consolida como un espa-cio de<br />

encuentro para autores y editores<br />

de los países del Tercer Mundo<br />

alejados de los grandes circuitos<br />

de distribución. Entre los días 8 de<br />

<strong>febrero</strong> y 11 de marzo, ellos y otros<br />

muchos invitados se dieron cita con<br />

un verdadero pueblo de lectores,<br />

una multitud que colmó los distintos<br />

espacios que a lo largo de toda la Isla<br />

acogieron esta Feria.<br />

Dedicada a Argentina como país<br />

Invitado de Honor y a rendir homenaje<br />

al poeta, ensayista y crítico<br />

literario César López (Premio<br />

Nacional de Literatura 1999), y al<br />

también ensayista e investigador<br />

Eduardo Torres-Cuevas (Premio<br />

Nacional de Ciencias Sociales<br />

2000), en la gran fiesta de las<br />

letras y las artes participaron más<br />

de ochenta expositores extranjeros<br />

en representación de más de<br />

quinientas cincuenta editoriales<br />

de veintiocho países, a las cuales<br />

se sumaron cincuenta y tres expositores<br />

de la Isla.<br />

Argentina, destacó por su representación<br />

en un área expositiva<br />

de quinientos dieciséis metros<br />

cuadrados y por su amplia e importante<br />

delegación, presidida por<br />

el secretario de <strong>Cultura</strong>, José Nun,<br />

y en la que fi guraron David Viñas,<br />

Tununa Mercado, <strong>No</strong>é Jitrik, Luisa<br />

Valenzuela y el historietista Joaquín<br />

Lavado (Quino). Desde otras<br />

latitudes llegaron personalidades<br />

como el nigeriano premio <strong>No</strong>bel<br />

de Literatura, Wole Soyinka; la<br />

narradora mexicana, Elena Poniatowska;<br />

el periodista paquistaní,<br />

Tariq Asif; y el italiano Gianni<br />

Vattimo, entre otros.<br />

Si a todo lo anterior se añaden los<br />

millones de ejemplares adquiridos<br />

por los millones de visitantes, pues<br />

no cabe duda de que está ha sido la<br />

mejor de las Ferias.<br />

Otros premios<br />

Entregados precisamente durante<br />

los días de la Feria del Libro, dos<br />

destacados intelectuales cuba-nos,<br />

Desiderio Navarro y Juan Valdés<br />

Montero, uno por su excep-cional<br />

aporte a la cultura cubana durante<br />

más de treinta años de sostenida<br />

labor editorial, investi-gativa y de<br />

traducción, y otro en virtud de una<br />

notable labor a lo largo de más<br />

de cuatro décadas al cuidado de<br />

textos científi cos y técnicos de gran<br />

complejidad, se hicieron acreedores<br />

del Premio Nacional de Edición<br />

2006.<br />

El jurado, integrado por Ana María<br />

Muñoz Bachs, Eduardo Heras León,<br />

Pablo Pacheco López, Da-miana<br />

Martín Laurencio y el vice-presidente<br />

del Instituto Cubano del Libro,<br />

Fernando León Jacomi-no, acordó por<br />

unanimidad distin-guir a Desiderio<br />

por haber contri-buido desde esta<br />

especialidad a la comprensión de<br />

zonas de la teoría de la literatura, las<br />

artes y la cultura que se han dado a<br />

co-nocer a través de la revista Criterios,<br />

fundada, escrita, traducida y<br />

editada por él; y en el caso de Valdés<br />

Montero, por lo que ha sig-nifi cado<br />

su trabajo para el desa-rrollo de<br />

la docencia en nuestro país y la<br />

elevación del conoci-miento de las<br />

ciencias de varias generaciones<br />

de estudiantes, pro-fesores y<br />

profesionales cubanos.<br />

Y otro<br />

Y last but not least, nuestro compañero<br />

de muchos años, Rolando de<br />

Oraá, mereció el Premio Nacio-nal de<br />

Diseño 2006, «por la per-manencia<br />

de un modo de expre-sión editorial<br />

69<br />

RyC


personal, que ha dejado siempre<br />

claras las funcio-nes utilitarias,<br />

comunicativas y expresivas del<br />

género», como lo precisó el jurado,<br />

integrado por Rafael Morante, Héctor<br />

Villaverde, Francisco Masvidal,<br />

Manuel López Oliva y Daniel García<br />

Santos.<br />

El tribunal estimó que se trata de<br />

una personalidad que pertenece<br />

no solo a la época más reconocida<br />

del diseño gráfi co del período<br />

revolucionario, sino que también<br />

ha mantenido un trabajo de aportes<br />

constantes y calidad en los<br />

campos en que ha laborado, tanto<br />

en su condición de diseñador de<br />

imagen como de director de arte:<br />

libros, catálogos, revistas, folletería<br />

y otras aristas del diseño como<br />

el cartel y el ordenamiento visual<br />

de exposiciones que expresan esa<br />

reconocida huella. Actualmen-te<br />

da su aporte a la Editorial Extramuros<br />

del Centro Provincial del<br />

Libro y la Literatura de Ciudad de<br />

La Habana.<br />

En unas declaraciones a Granma,<br />

Oraá expresó: «He sido partícipe<br />

junto a otros artistas de mi generación<br />

en el desarrollo del diseño<br />

cubano, por eso esta distinción que<br />

no esperaba ahora, pertenece no a<br />

mí, sino a ese movimiento y al diseño<br />

nacional. Estoy muy agradecido».<br />

Y nosotros, en R y C, también. Recibe<br />

nuestras felicitaciones.<br />

RyC 70<br />

l tradicional premio que otorga <strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong> al mejor<br />

documental de tema cultural en el Festival del nuevo cine<br />

latinoamericano, recayó en la última edición en Tocar y luchar,<br />

del venezolano Alberto Arvelo. De acuerdo con el jurado integrado<br />

por Marilyn Bobes, Vivian Martínez Tabares y Jaime Sarusky, este fi lme<br />

destaca<br />

por la originalidad al reconstruir la historia de un importante movimiento<br />

sociocultural no sufi cientemente conocido: la creación de las Orquestas<br />

Nacionales Juveniles, de notable valor humanista e impacto en la vida<br />

de miles de niños y jóvenes venezolanos, por reunir valiosos testimonios<br />

de grandes fi guras de la música con-temporánea que respaldan esa<br />

experiencia y por los méritos ar-tísticos del discurso cinematográfi co,<br />

capaz de promover en los espectadores legítima emotividad y goce<br />

estético…<br />

En cuanto a nuestra galería Espacio Abierto, la primera exposición de <strong>2007</strong>,<br />

inaugurada el 26 de <strong>febrero</strong>, fue Cuerpos y voces, de la artista trinitaria<br />

Yami Martínez. Ivonne Muñiz, en sus palabras al catálogo de la muestra,<br />

expresó lo siguiente:<br />

Hay objetos que al ser despojados de su condición trivial, pueden<br />

convertirse en fetiches, emblemas, iconos: la representación de una<br />

esencia, de un tiempo, de ciertos apremios. Y es justo, desde esta parcela<br />

de la resignifi cación, que emerge la voz de la artista. Estos se muestran<br />

travestidos por su hábil imaginación, se humani-zan y, como cuerpos<br />

narrativos, habitados por palabras y silencios, viven hasta el paroxismo,<br />

el artifi cio de la metamorfosis.<br />

Sus piezas construidas sobre diversos soportes y técnica mixta, operan<br />

como relatos autónomos, a la manera de fábulas y, para ello, construye<br />

fi cciones alegóricas que se nutren de su propia vida en la villa de Trinidad,<br />

su ciudad natal.<br />

Sus imágenes provocativas y de un fuerte aliento expresionista, revelan<br />

desde la euforia o el desgarramiento, el desasosiego y la ansiedad por<br />

comportamientos sociales corrosivos. Inspirada en referentes cotidianos,<br />

por medio de citas, simulacros y parodias, dialoga consigo misma, nuestros

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