No. 1 enero-febrero 2007 - Revista Revolución y Cultura
No. 1 enero-febrero 2007 - Revista Revolución y Cultura
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PORTADA y CONTRAPORTADA:<br />
Proyecto de Reforma y Ensanche de la ciudad<br />
de Barcelona (Ildefons Cerdà, 1859) y Plano de<br />
las zonas del Príncipe, San Nazario, Santa Clara,<br />
batería de la Reina y Chorrera en El Vedado.<br />
REVERSO DE PORTADA:<br />
Roberto Matta. Del álbum<br />
Los Oh! Tomóviles. Aguafuerte y aguatinta.<br />
415 x 550 mm. s/n,1972.<br />
Foto: Cortesía de Casa de Las Américas<br />
REVERSO DE CONTRAPORTADA:<br />
Yami Martínez. Caridad del Cobre<br />
Técnica mixta/cartulina, <strong>2007</strong><br />
Directora<br />
Luisa Campuzano<br />
Subdirector<br />
editorial<br />
José León Díaz<br />
Consejo asesor<br />
Graziella Pogolotti,<br />
Ambrosio Fornet y<br />
Antón Arrufat<br />
Jefa de redacción<br />
Conchita Díaz-Páez<br />
Administrador<br />
Iván Barrera<br />
Redacción<br />
Jaime Sarusky,<br />
Amado del Pino e<br />
Israel Castellanos<br />
Corrección<br />
Surelys Álvarez<br />
Diseño<br />
Arturo Bustillo Solís<br />
Realización Edición<br />
Digital<br />
Luis Augusto González<br />
Pastrana<br />
Relaciones públicas<br />
Rosario Parodi<br />
Composición<br />
Maritza Alonso<br />
Redacción y<br />
Ofi cinas<br />
Calle 4 # 205, e/<br />
Línea y 11, Vedado,<br />
Plaza de la <strong>Revolución</strong><br />
Telf: 830-3665<br />
E-mail: ryc@cubarte.<br />
cult.cu<br />
Web site: www.ryc.<br />
cult.cu<br />
Precio del ejemplar:<br />
$ 5.00<br />
atrasado: 5.50<br />
Fotomecánica e<br />
Impresión:<br />
Merci Group Corporation<br />
Permiso<br />
81279/143.<br />
Publicación fi nanciada<br />
por el FONCE<br />
4<br />
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70<br />
Teatro<br />
Ur-Hamlet sintetiza cuarenta años de búsquedas y<br />
desafíos de Eugenio Barba y el Odin Teatret. Luego<br />
de asistir a parte del proceso de creación y puesta en<br />
espacio de este espectáculo, seis tea-tristas cubanos<br />
nos refi eren sus experiencias.<br />
Seis profesores en busca de Ur-Hamlet. Raquel Carrió<br />
Ur-Hamlet y la Gesta Danorum: nota sobre las fuentes<br />
y traducción de Saxo Grammaticus.<br />
José Alegría<br />
El poeta y la actriz. Entrevista a Julia Varley.<br />
Nara Mansur<br />
El mundo del príncipe Panji. Presencia del Gambuh<br />
balinés. Jaime Gómez Triana<br />
Persistencia del ritual. Entrevista a Cristina Wistari.<br />
Nara Mansur<br />
Transfi guración afrobrasileña de Hamlet<br />
Habey Hechavarría Prado<br />
<strong>No</strong>s despertarán los perros. Abel González Melo<br />
Otro Salón que tuvo su Antisalón. Israel Castellanos<br />
León | Algo más que contradicciones estético-artísticas<br />
llevó a la división de los creadores de vanguardia en la<br />
Cuba de la segunda mitad de los cincuenta.<br />
«Yo no pinto, muerdo». Adelaida de Juan | La autora<br />
rememora la presencia de Matta en Cuba y valora su<br />
signifi cación en la plástica universal del siglo XX, con<br />
motivo de la clausura del Año Matta, amplia muestra<br />
desplegada en la Casa de las Américas.<br />
Hemingway, Corrales y una leyenda que no se apaga.<br />
Jaime Sarusky | Confesiones de un fotógrafo sobre<br />
unas imágenes que hicieron historia.<br />
Los dramaturgos del XXI. Amado del Pino | Breves<br />
refl exiones sobre la más reciente hornada de dramaturgos<br />
cubanos y cómo refl ejan en sus obras las<br />
contradicciones y certezas del nuevo siglo.<br />
Ildefons Cerdà y Luís Yboleón Bosque. Idea y realidad<br />
de dos proyectos de ciudad. Xavier Eizaguirre<br />
Garaitagoitia y Carles Crosas Armengol | Similitudes y<br />
diferencias entre dos excepcionales proyectos urbanísticos<br />
coincidentes en el tiempo: El Vedado y el Ensanche<br />
de Barcelona.<br />
A tiempo<br />
Visto en La Habana// El paisaje de un académico |<br />
Adelaida de Juan.<br />
Al calor de las edades | María Elena Llana<br />
Miguel Barnet o la identidad criolla | Lisandro Otero.<br />
Modas y modos narrativos, discursos y recursos del<br />
cine contemporáneo | Frank Padrón.<br />
Vistazos<br />
Espacio Abierto<br />
RyC<br />
<strong>No</strong>.1|<strong>2007</strong><br />
<strong>enero</strong>-<strong>febrero</strong> de<br />
<strong>2007</strong>| Época V.<br />
Año 49 de la <strong>Revolución</strong>,<br />
La Habana, Cuba<br />
Cada trabajo expresa<br />
la opinión<br />
de su autor.
Teatro<br />
Profesora y<br />
crítica; dramaturga,investigadora,ensayista<br />
y asesora de<br />
Teatro Buendía.<br />
ablar de un Theatrum Mundi pudiera parecer<br />
ambicioso. ¿Es que existe ese Teatro del<br />
Mundo, más allá de las barreras geográfi cas,<br />
lingüísticas o históricas? Más aún: ¿es que<br />
existe ese Mundo uno, a pesar de las diferencias<br />
eco-nómicas, políticas y culturales que cada día<br />
marcan una distancia mayor entre el <strong>No</strong>rte y el<br />
Sur, el Este y el Oeste, el mundo rico y civilizado de<br />
Occidente y la barbarie que –desde luego– concentra<br />
sus escenarios lejos de los centros culturales de<br />
poder? 1<br />
En el verano de 2006 seis profesores del Departamento<br />
de Teatrología y Dramaturgia del Instituto<br />
Superior de Arte de Cuba compartimos con el Odin<br />
Teatret una experiencia apasionante: exhumar el<br />
texto antiguo, la milenaria narración de Saxo el<br />
Gramático en su Gesta Danorum, fuente primigenia<br />
de los relatos sobre el príncipe danés que daría<br />
lugar, entre otras versiones de la saga, al Hamlet<br />
de William Shakespeare.<br />
¿Por qué no partir del canon shakesperiano, el texto<br />
que ha dado lugar a las más variadas representaciones<br />
a lo largo de la historia del teatro? ¿Qué<br />
motivaciones animaron al dramaturgo-director<br />
Eugenio Barba a remontarse a fuentes tan antiguas?<br />
¿Por qué el canon renacentista es desplazado<br />
en la búsqueda de un Hamlet primigenio, una<br />
historia escasamente conocida por los espectadores,<br />
al menos, de otras partes del mundo? 2<br />
Pero no serían las únicas preguntas: ¿por qué,<br />
además de la fuente danesa, se superponen otras<br />
más lejanas en el espacio o el tiempo? Se trata<br />
de la danza-teatro balinesa (Gambuh es la más<br />
antigua expresión sobreviviente de un teatro ritual<br />
en la isla de Bali), el <strong>No</strong>h japonés, el Candomblé<br />
afro-brasileño o –para cerrar la complejísima estructura<br />
del espectáculo– un Tercer círculo trazado<br />
por jóvenes actores de los más diversos lugares y<br />
tradiciones del mundo.<br />
Los trabajos que integran este primer dossier de Ur-<br />
Hamlet aspiran a responder, desde diferentes puntos<br />
de vista, estas y otras interrogantes. <strong>No</strong> se trata de<br />
estudios defi nitivos sobre el tema, sino de líneas<br />
de investigación que, en cada caso, abren distintas<br />
posibilidades de lectura en relación con la propia<br />
RyC 04<br />
Seis profesores<br />
en busca de<br />
Ur-Hamlet<br />
Raquel Carrió<br />
estructura poliédrica del espectáculo. Concebido<br />
para espacios abiertos, rodeado por gradas que<br />
delimitan el centro de atención, Ur-Hamlet abre o cierra<br />
la cercanía con el espectador. Permite una lectura<br />
frontal, lateral, o desde distintos ángulos de visión.<br />
Y creo que lo apasionante de nuestra experiencia<br />
tuvo que ver no sólo con la posibilidad de ver crear<br />
(por los actores, músicos, bailarines y el di-rector)<br />
una dramaturgia en el espacio, sino porque esa<br />
misma dramaturgia, esa organización de las acciones<br />
en el espacio escénico, redefi nía sus funciones en cada<br />
traslación. 3<br />
En cierta forma, el montaje de Ur-Hamlet, inicialmente<br />
en los antiguos jardines del Palazzo San<br />
Giacomo (siglo XVII), en las afueras de Ravenna,<br />
Italia, y luego llevado a Dinamarca, primero a<br />
Holstebro, ciudad donde radica el Odin Teatret<br />
y fi nalmente a Helsingore, al mítico Castillo de<br />
Kronborg, responde a una larga tradición creada por<br />
el Odin en sus más de cuarenta años de trabajo.<br />
Fundado en 1964 en <strong>No</strong>ruega y establecido como<br />
<strong>No</strong>rdisk Teaterlaboratorium en Dinamarca dos<br />
años después, e integrado por artistas de diferentes<br />
nacionalidades, el Odin surge no como uno más<br />
de los grupos de la periferia, la marginalidad teatral<br />
en el contexto de los años sesenta. En realidad,<br />
desde el principio –y pese a la excesiva modestia<br />
con que su director aborda este tema, o a ciertos<br />
criterios aún prevalecientes en la bibliografía sobre<br />
su trayectoria– el Odin crea un sentido del teatro que<br />
va más allá de la producción de espectáculos. Ya<br />
en sus primeros años, genera seminarios, talleres,<br />
en-cuentros e intercambios de diverso tipo, publicaciones,<br />
fi lmes, y en particular, un área de investigaciones<br />
centrada en el estudio de Tradiciones<br />
Comparadas que llevará, a partir de 1979, a la fundación<br />
de la ISTA (Internacional School of Theatre<br />
Anthropology), la Universidad de Teatro Eurasiano,<br />
el Theatrum Mundi Ensemble, y el conjunto de<br />
experiencias pedagógicas e investigativas que defi -<br />
nen el estudio del teatro contemporáneo en una<br />
dimensión transcultural o multicultural que distingue<br />
sus producciones. 4<br />
Y sin embargo, hay que decirlo claramente: la investigación<br />
intercultural (o incluso el estudio siste-
mático de los principios recurrentes en el contexto<br />
de formas y tradiciones comparadas: occidentales,<br />
orientales u otras) no constituye de manera exclusiva<br />
el centro de su acción. Es la vía que permite<br />
una profunda exploración del comportamiento en<br />
condiciones de representación. Pero si aceptamos el<br />
teatro –o la práctica de un teatro– de indagación<br />
como el intenso laboratorio en que se crean (o<br />
se descubren) vínculos y relaciones invisibles,<br />
sumer-gidos, no siempre expresados o conscientes,<br />
entenderemos que la acuciosa investigación sobre<br />
la técnica (del actor en condiciones de representación)<br />
revela una búsqueda no sólo de las formas, los<br />
métodos y operaciones –de entrenamiento, composición,<br />
etc.–, sino el intento de una apropiación<br />
de lo real, más allá de lo visible, que contamina el<br />
conjunto de las acciones del Odin. Y si el mito de la<br />
técnica no nos dejara ver el área secreta, sumergida,<br />
los nervios reales de nuestro tiempo que tocan las<br />
imágenes, asociaciones y conexiones de los tra-bajos<br />
del Odin, nos perderíamos la riqueza mayor de este<br />
grupo fundador no sólo de un Tercer teatro o de una<br />
dimensión multicultural de la represen-tación: nos<br />
perderíamos su apasionada (y a veces beligerante)<br />
búsqueda de lo esencial perdido del teatro: aquello que<br />
nos conecta a los orígenes, al vínculo secreto con lo<br />
invisible que se esconde pero está inscrito<br />
(no siempre escrito) en la memoria cultural del<br />
cuerpo y los sentidos. 5<br />
A esa memoria secreta del espectador (y que, desde<br />
luego, se relaciona íntimamente con el Arte secreto del<br />
actor –vale enfatizar: el que actúa, presta su cuerpo,<br />
sustituye al otro, crea su imagen y en esa alteridad<br />
ejecuta la acción, posible o imposible, pero siempre<br />
su verdadera identidad: personal, profesional)– apela,<br />
en un curioso juego de círculos e intercambios, la<br />
fábula de Ur- Hamlet.<br />
Un Theatrum Mundi –en el lenguaje de la ISTA– es, en<br />
cierta forma, la puesta en espacio de un conjunto<br />
de relaciones e interacciones creadas a partir de<br />
esos estudios comparados e intercambios a nivel<br />
de la técnica en un tiempo que puede ser variable<br />
(una sesión puede durar varias semanas) entre<br />
diferentes tradiciones, o más concretamente, entre<br />
grupos de artistas (actores, directores, músicos,<br />
bailarines), profesores e investigadores provenientes<br />
de lenguas y culturas diversas.<br />
Obviamente, después de varias décadas de trabajo,<br />
de sesiones en que estos artistas –los fundadores<br />
y los que sucesivamente se incorporan– han ido<br />
profundizando cada vez más en los aspectos técnicos<br />
de la investigación y sistematizando sus<br />
resultados (cf. la sorprendente bibliografía, fi lmes<br />
y documentación existente sobre estas experiencias),<br />
se ha creado un corpus de conceptos, nociones<br />
y modelos de comportamiento (y por extensión, de<br />
enseñanza / aprendizaje) que constituye un punto<br />
05 RyC<br />
RyC<br />
ARRIBA: Eugenio Barba<br />
dramaturgo y director<br />
del Odin Teatret.<br />
ABAJO: Ur-Hamlet por<br />
el Odin Teatret en las<br />
afueras de Ravenna,<br />
Italia.<br />
Fotos del dossier de<br />
teatro: Tommy Bay
Teatro<br />
de referencia indispensable. Así, los modelos y<br />
sis-temas de codifi cación de la danza Odissi de la<br />
India, el Gambuh balinés, el Teatro <strong>No</strong>h, por citar<br />
algunos ejemplos conocidos, o la propia ejecución<br />
de los actores del Odin, visible en la consolidación de<br />
sus clases magistrales y demostraciones de trabajo<br />
impartidas paralelamente a sus presentaciones en<br />
diferentes lenguas y regiones del mundo.<br />
Desde esta mirada, una sesión de la ISTA hoy no<br />
es un punto de partida. Por el contrario, es una<br />
experiencia que autorreferencializa sus acciones.<br />
Es historia, summa, compendio de tradiciones (una<br />
tradición de tradiciones…) y relaciones creadas en<br />
el tiempo. Es también una escuela: un espacio de<br />
transmisión de conocimientos sistematizados, adquiridos<br />
a partir de la práctica de investigación en<br />
el nivel técnico de la profesión o del ofi cio. 6<br />
Y sin embargo, lo que de veras sorprende en Ur-<br />
Hamlet, más allá de la maestría o el virtuosismo de<br />
sus protagonistas, es la apertura que se realiza de<br />
estos códigos (en realidad sistemas de codifi cación)<br />
frente a un contacto directo –diríamos en vivo– con<br />
la experiencia física, corporal, y en cierta forma,<br />
arrasadora de lo real.<br />
De hecho, siempre estuvo en la tradición del Odin<br />
esta paradójica condición: por una parte, el grupo<br />
pasaba largos períodos de tiempo en sala, en su<br />
espacio-laboratorio de Holstebro, en soledad, en<br />
la búsqueda (personal o de grupo) de sus propias<br />
acumulaciones de trabajo. Y a esos períodos seguían,<br />
o se alternaban, las etapas de giras, trueques,<br />
intercambios en países de Europa, Asia o América<br />
Latina. Este doble movimiento de cierre y apertura,<br />
según creo, les ha permitido dos cosas: librarse de<br />
la soledad, del aislamiento, de la esterilidad, pero a<br />
la vez, librarse también de la banalidad, el ruido,<br />
la fácil comercialización o el compromiso ilusorio,<br />
superfi cial con lo inmediato. Es decir: centrarse en<br />
la obtención de un ofi cio a través del cual relacionarse<br />
activamente con las ideas y los confl ictos de<br />
nuestro tiempo. Quizás es esta cualidad lo que<br />
le ha dado a la investigación y al laboratorio del<br />
Odin una condición excepcional en el contexto<br />
del teatro mundial de la segunda mitad del siglo<br />
XX, y en particular, lo que los ha hecho maestros<br />
indiscutibles del teatro latinoamericano en las<br />
últimas décadas. 7<br />
Quizás es también lo que les permite ahora, cuarenta<br />
RyC<br />
06<br />
años después de su fundación, abrir una experiencia<br />
propia del espacio pedagógico e investigativo de<br />
la ISTA a una extraña fi esta: el estreno sucesivo de<br />
Ur-Hamlet en el Festival de Ravenna y, pocos días<br />
después, en el Summer Festival de Elsinor.<br />
¿Puede realmente una experiencia de montaje<br />
que parte de los complejos Estudios comparados<br />
de tradiciones occidentales y orientales de<br />
represen-tación insertarse en el contexto de una<br />
espectacula-ridad que obliga a otras relaciones con<br />
el espectador?<br />
En realidad no es nuevo: los espectáculos de<br />
Theatrum Mundi –resultados de las sesiones de la<br />
ISTA– han sido abiertos a los espectadores de las<br />
distintas ciudades donde se han realizado.<br />
Pero aún así, siento que aquí hay algo distinto: no<br />
es sólo el ejercicio de composición que supone esta<br />
puesta en espacio de estratos diferentes (Eugenio<br />
Barba ha hablado de una suerte de caja china: una<br />
estructura dentro de otra: la alternancia, por ejemplo,<br />
de las formas orientales: la danza balinesa o<br />
las acciones del actor <strong>No</strong>h que relativizan, reorientan<br />
u operan como puntos de giro con respecto a la<br />
linealidad o la centralidad de la acción en el relato<br />
de Saxo), sino especialmente en la interacción de<br />
un tercer estrato, ¿una otra estructura?– que literalmente<br />
dinamita la posible (perfecta) integración de<br />
las fuentes ordenadas. 8<br />
Obviamente, no sólo en el caso del Gambuh balinés o<br />
del teatro <strong>No</strong>h estamos hablando de un canon clásico<br />
que defi ne una forma de representación. También lo<br />
son ya la magistral ejecución de Saxo, el narrador,<br />
por la actriz Julia Varley, o de Gerutha, la madre<br />
de Hamlet, por Roberta Carreri, o el Pulcinella de<br />
Torgeir Wethal, verdaderos modelos de construcción<br />
e integración de referentes en una dimensión<br />
transcultural, propia de las investi-gaciones en<br />
el área de la antropología teatral. Y desde luego,<br />
también es herencia clásica el uso de las formas (y<br />
las implicaciones) del Candomblé afro-brasileño a<br />
través de la personifi cación de Hamlet en Augusto<br />
Omolú. En todos los casos, se trata de formas fi jadas,<br />
sistemas de codifi cación con signifi cados precisos<br />
cuya lectura no depende demasiado de la habilidad<br />
del espectador porque, de hecho, en el comienzo<br />
de siglo ya no es de ningún modo exótico –como<br />
pudiera pensarse– mezclar el referente oriental,<br />
balinés o japonés, con la narración (el discurso)<br />
occidental (latino, italiano, inglés o danés) y ni<br />
siquiera la imagen –sólo contrastante– del Hamlet<br />
negro, caballo de los orichas que montan, ocupan el<br />
cuerpo del danzante, según las tradiciones y ofi cios<br />
(también los misterios) del Candomblé. 9<br />
A esas fuentes que interactúan –y crean los distintos<br />
círculos o estratos de la representación– hemos<br />
dedicado las aproximaciones de algunos de los trabajos<br />
que presentamos, justamente en la búsqueda<br />
de su diferenciación y de la signifi cación que<br />
aportan al espectáculo. Pero lo que verdaderamente<br />
nos conmueve, y traza en este caso un desafío a<br />
la interpretación, no radica en la habilidad para<br />
rela-cionar (y narrar oral, sonora o visualmente a<br />
través de ellos) estos cánones diferentes de representación,<br />
sino lo opuesto: esa suerte de ruptura<br />
sistemática, esa quiebra continua de la acción,
integrada orgánicamente a la estructura del<br />
espectáculo.<br />
En realidad, una quiebra, una fi sura persistente que<br />
amenaza –visualmente amenaza– el equi-librio, ya<br />
clásico, de la representación organizada en todos<br />
sus niveles de complejidad. 10<br />
<strong>No</strong> es la plaga o la epidemia en sí (después de todo,<br />
un tópico en la cultura occidental). Y ni siquiera el<br />
trazado de equivalencias que pudieran trazarse<br />
para una lectura evidente del fenómeno de las<br />
migra-ciones de la periferia, el mundo otro, ese tercer<br />
estrato que interrumpe el centro de la deliciosa<br />
narración historizada. Porque en realidad se trata del<br />
movi-miento contrario: abrir la historia signifi ca –en<br />
un primer nivel– descubrir los secretos, las razones<br />
sumergidas. Pero tampoco sería sólo la demostración<br />
–por analogía– de los orígenes bárbaros de<br />
la civilización europea. <strong>No</strong> es sólo dejar de ver el<br />
mundo en blanco y negro (ya se sabe y está en todas<br />
las revistas y publicaciones importantes: por algún<br />
lugar, todos, todos, tenemos un origen común, etc.). Pero<br />
este slogan no nos salva: no nos revela nada. En<br />
cambio, es la violencia real, sensorial y emocional<br />
que experimenta el espectador –el sobresalto, el<br />
pesar, el rechazo o la sorpresa– cuando formalmente<br />
es agredido, mixturado, dislocado en sus proporciones<br />
de la aceptación lo que crea un área de<br />
resistencia o de complicidad. Claramente, es la acción<br />
de lo informe, lo no previsto de ese tercer estrato cuya<br />
espontaneidad –la boda de los jóvenes, una máquina<br />
de trabajo, el carrito de un niño, el baile, la bolsa de<br />
nylon o la propia muerte– contrasta violentamente<br />
con la perfecta indiferencia (y simetría) de la acción<br />
codifi cada. En otras pa-labras: no es la violencia en<br />
sí, o la evidencia de su condición, sino su resonancia en<br />
el (también así) bios del espectador. 11<br />
La pregunta entonces sería: ¿es posible crear –dentro<br />
del propio sistema de codifi cación ya establecido–<br />
un caos que a su vez ponga en crisis los postulados<br />
–los principios– de una integración?<br />
En mi larga trayectoria de espectador, pocas imágenes<br />
me han conmovido más que el momento de<br />
Ur-Hamlet en que los extranjeros, los otros, los emigrantes<br />
o ratones de la plaga invaden los muros del<br />
poderoso Castillo de Elsinor y simplemente comen,<br />
juegan, conversan, sacan de sus bolsas de nylon los<br />
pomos, las banderas, las botellas y harapos que los<br />
acompañan. Son sus pequeños rituales del hambre,<br />
la soledad, la avidez o la memoria.<br />
¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué nos dice Ur-Hamlet a los<br />
espectadores venidos de otras partes? ¿Qué nos dice<br />
a nosotros, desde la Utopía del ser o de la nada?<br />
En primer lugar, una necesidad de hurgar en los<br />
orígenes. Un gesto agónico que contiene la fábula:<br />
la historia no es siempre como se ha contado: una<br />
larga relación de hechos heroicos. Bajo esa historia<br />
ofi cial, hay mucho de sangre y de violencia, de barbarie<br />
olvidada y oculta, de rostros perdidos, héroes<br />
mitifi cados y actos criminales sacralizados por la<br />
tradición. En ese confl icto civilización versus barbarie,<br />
en su recurrencia (de allí el juego con el tiempo en<br />
el espacio mítico, hechizado de Elsinor), el espectáculo<br />
asienta su contemporaneidad. Pero la fiesta es<br />
una trampa. La Historia no es pasado: la barbarie<br />
cam-bia sus formas y estiliza sus sentidos, pero<br />
el racismo, la xenofobia, las leyes migratorias<br />
y las luchas por el poder pertenecen también a<br />
nuestros días.<br />
Hasta aquí, podríamos tener el núcleo conceptual<br />
del espectáculo. Un discurso desmitifi cador que se<br />
organiza a partir de la articulación (no exactamente<br />
la yuxtaposición) de estratos diferentes conectados<br />
por dos gestos básicos: la acción de evocar, exhumar<br />
los restos de la historia (la representación) y un<br />
contra-discurso de ruptura: un dinamitar –desde<br />
dentro– la fábula fi ngida. Esto es: crear un caos<br />
diferenciador (una especie de mutación del canon<br />
o los cánones de representación) que rompa la<br />
tranquila percepción de lo aceptado, incluso, en la<br />
dimensión de lo exótico, lo multicultural, lo conciliable<br />
–para el espectador actual. 12<br />
Pero lo curioso, y quizás lo que produce un efecto que<br />
opera más allá del discurso de ideas (y tal vez de la<br />
técnica misma) es que en el centro del relato –como<br />
totalidad– hay una emocionalidad que se fragmenta,<br />
que a diferencia de la antigua se sabe criminal en<br />
su fría y distanciada aceptación de lo real. <strong>No</strong> era<br />
así en los tiempos antiguos, en el Me-dioevo y ni<br />
siquiera en la era isabelina, poblada de fantasmas<br />
aterradores y sublimaciones de la perversión. En<br />
este caso, la transparencia del mal –cito a Baudrillard–<br />
ya es otra. 13<br />
De allí la extraña fascinación que ejerce sobre el<br />
07 RyC<br />
Para Eugenio Barba<br />
la puesta en espacio<br />
de estratos diferentes<br />
es una suerte de<br />
caja china: la alternancia<br />
de las formas<br />
orientales: la danza<br />
balinesa o las acciones<br />
del actor <strong>No</strong>h<br />
reorientan u operan<br />
como puntos de giro<br />
con la linealidad de<br />
la acción en el relato<br />
de Saxo.<br />
Fotos de Ur-Hamlet<br />
por el Odin Teatret<br />
en las afueras de<br />
Ravenna, Italia.
Teatro<br />
espectador el personaje de Saxo. Actuado por una<br />
mujer, hablado en lenguas distintas (del latín al<br />
danés, el inglés o el italiano), quizás habla una<br />
lengua universal y antigua, casi arcaica, que como<br />
efecto, llega hasta nosotros. Es una voz mental, sensorial,<br />
humana: un vacío de referentes inmediatos<br />
que actúa como evocación y crisis, como concien-cia<br />
histórica y burla distanciada, como ironía y pathos<br />
alternativamente. Máscara del horror y la piedad,<br />
sorprendida ella misma por la historia que cuenta y<br />
el extraño ritual de donde extrae, junto a los huesos<br />
del Castillo que le revelan la acción, las voces, los<br />
sonidos, las sombras y los pasos, pero también la<br />
comprensión profunda de un nuevo sentido de lo<br />
histórico. Basta el escalofrío del per-sonaje, de la<br />
Máscara, para extender el tiempo y llegar hasta<br />
aquí. En realidad corporiza (alma, voz y cuerpo del<br />
actor) las búsquedas de ese Arte secreto…, antiguo y<br />
contemporáneo, del Odin en sus años de trabajo. 14<br />
Teatro político, ritual, festivo, carnavalesco, son<br />
términos aplicables en uno u otro sentido. Pero<br />
lo cierto es que el texto del espectáculo (su tejido<br />
de relaciones en el espacio) revela, sobre todas<br />
las cosas, la trayectoria de un grupo que asumió<br />
los desafíos de su tiempo, buscó otras tradiciones,<br />
se interrogó, por más de cuarenta años, sobre el<br />
sentido del ofi cio, creó sus signos, sus paradojas,<br />
sus utopías y revueltas. Finalmente sintetiza, en<br />
este hermoso espectáculo, lo que ha vivido. <strong>No</strong> sólo<br />
desde la perfección o el encantamiento, sino desde<br />
la más cruda realidad de nuestra época. Tanto como<br />
Mitos (1997) o El sueño de Andersen (2004), Ur-Hamlet<br />
es historia vivida, corporizada por sus protagonistas a<br />
través de una técnica que revela sus sentidos ocultos<br />
y secretos, que muestra y expone su natura-leza con<br />
una sinceridad conmovedora.<br />
En algún momento Eugenio Barba ha dicho que el<br />
teatro, hoy, está hecho de las ruinas de un antiguo<br />
esplendor. Así lo sentí en el espacio arrasado de los<br />
jardines del Palazzo San Giacomo o entre los muros<br />
del legendario Castillo de Elsinor. Pero también<br />
que los antiguos materiales del hombre sirven para<br />
entender y trazar otros caminos, otras construcciones<br />
y otros mitos. A los sentidos del espectador<br />
habla Ur-Hamlet en esa lengua áspera y melodiosa<br />
de nuestra era. A esa Memoria secreta y sumergida<br />
de la especie, sus ritos antiguos y actuales de la<br />
sobrevivencia. Los Seis profesores en busca de<br />
Ur-Hamlet compartimos el sueño, la utopía de sus<br />
construcciones. También el frío, lo otro: el vacío donde<br />
las palabras resuenan como un eco y las fi guras<br />
danzan su horror y su alegría sobre la tierra. 15<br />
NOTAS:<br />
1 Cf. Ur-Hamlet: Theatrum Mundi en:<br />
Odin Teatret. Ur-Hamlet. A performance<br />
by Eugenio Barba based on<br />
Vita Amlethi by Saxo Grammaticus<br />
(1200 AD).<br />
2 Saxo Grammaticus. Vita Amlethi<br />
from Gesta Danorum Books III and<br />
IV. (Translated from Latin into English<br />
by Peter Fisher). Como primer trabajo<br />
del Dossier Ur-Hamlet publicamos la<br />
RyC<br />
08<br />
traducción al español por el Profesor<br />
José Antonio Alegría y una nota<br />
introductoria sobre su investigación.<br />
3 Aunque el proceso de trabajo de<br />
Ur-Hamlet abarcó varias etapas y<br />
países entre 2003-2006: Holstebro<br />
y Copenhaguen, Sesión de la ISTA<br />
de Sevilla (2004) y Wroclaw (2005),<br />
Batuan y Ubud (Bali, 2004 y 2006),<br />
el equipo de profesores cubanos<br />
participamos en la fase final de<br />
montaje y estreno del espectáculo:<br />
Festival de Ravenna, Italia (julio 2006);<br />
presentaciones en Holstebro y Sommer<br />
Festival, Helsingore, Dina-marca<br />
(agosto 2006). Si bien el di-seño de<br />
montaje se mantuvo en estos espacios,<br />
cada uno de ellos aportó soluciones<br />
y variantes que enriquecieron la<br />
reescritura de la puesta en escena.<br />
4 Sobre el surgimiento y la trayectoria<br />
del Odin Teatret pueden consultarse:<br />
Eugenio Barba: Más allá de<br />
las islas fl otantes, México, Colección<br />
Escenología, 1986; Il libro del Odin.<br />
Il teatro-laboratorio di Eugenio Barba,<br />
a cura di Ferdinando Taviani, Feltrinelli<br />
Editore, Milano, 1978; Marco de<br />
Marinis: El nuevo teatro (1947-1970),<br />
Ediciones Paidos, Barcelona, 1987;<br />
Ian Watson: Hacia un tercer teatro,<br />
Ñaque Editora, Ciudad Real, 2000;<br />
E. Barba: Obras Escogidas. Volumen I,<br />
Ediciones Alarcos, La Habana, 2003; E.<br />
Barba: A mis es-pectadores. <strong>No</strong>tas de<br />
40 años de espectáculos, Oris Teatro,<br />
Gijón, 2004, entre otras publicaciones<br />
so-bre el tema.<br />
5 En este caso, resulta indispensable la<br />
consulta de: E. Barba y Nicola Savarese:<br />
El arte secreto del actor. Diccionario de<br />
Antropología Teatral, México, Colección<br />
Escenología, 1990.<br />
6 Cf. E. Barba: Teatro. Soledad, ofi -cio,<br />
revuelta, a cargo de Lluís Mas-grau.<br />
Catálogos Editora S.R.L, Argen-tina,<br />
1997.<br />
7 Uno de los temas de mayor interés<br />
en torno a los intercambios del Odin<br />
con otras culturas es, sin duda, su<br />
larga e intensa relación con países<br />
de América Latina. Cf. E. Barba: Arar<br />
el cielo. Diálogos latinoamericanos,<br />
Cuadernos Casa, Casa de las Américas,<br />
La Habana, 2002; Raquel Carrió:<br />
«Dentro y fuera de los muros: por<br />
qué un teatro laboratorio en Améri-ca<br />
Latina». Ponencia leída en el Sim-posio<br />
Internacional ¿Por qué un Tea-tro<br />
Laboratorio?, Universidad de Aarhus,<br />
Dinamarca, 2004.<br />
8 Para enfatizar este aspecto –como<br />
una primera fase de nuestra indagación–<br />
hemos dividido los trabajos<br />
siguiendo las direcciones de estas<br />
fuentes o estratos que se integran<br />
en el montaje del espectáculo. En<br />
principio, la traducción de Vita Amlethi<br />
y las <strong>No</strong>tas de introducción a cargo del<br />
profesor José Alegría; seguidamente<br />
los trabajos sobre las tradiciones del<br />
Gambuh balinés por el profesor Jaime<br />
Gómez Triana y el Candomblé brasileño<br />
por el profesor Habey Hechavarría; e<br />
intercalados, entrevistas realizadas<br />
a las actrices Julia Varley, del Odin<br />
Teatret, y a Cristina Wistari, del Gambuh<br />
Pura Desa Ensemble (Bali), por la<br />
profe-sora Nara Mansur, y el trabajo del<br />
profesor Abel González Melo. Fal-taría,<br />
para completar este primer dossier<br />
relativo a las fuentes una entrevista al<br />
actor de Teatro <strong>No</strong>h Akira Matsui.<br />
9 Cf. Programa de Ur-Hamlet. Odin<br />
Teatret. Ur- Hamlet. A performance by<br />
Eugenio Barba, cit. Me refi ero a las<br />
notas de presentación de cada una de<br />
las fuentes utilizadas, pp.52-59.<br />
10 En un breve resumen, la estruc-tura<br />
sería la siguiente:<br />
ESCENA 1: El monje Saxo excava en la<br />
Edad Media y desentierra la historia de<br />
Hamlet, soberano de Jutlandia.<br />
ESCENA 2: Horvendilo, padre de Hamlet,<br />
es asesinado por su herma-no Fengo.<br />
Fengo toma el poder y se casa con<br />
Geruta, viuda de Horven-dilo y madre<br />
de Hamlet.<br />
ESCENA 3: Hamlet se hace pasar por<br />
loco para ocultar sus planes de<br />
ven-ganza.<br />
ESCENA 4: El castillo es invadido por<br />
extranjeros provenientes de tierras<br />
lejanas.<br />
ESCENA 5: Fengo hace que Hamlet<br />
se encuentre con una muchacha<br />
(su hermana de leche) para probar<br />
su locura. Piensa que los locos son<br />
impotentes.<br />
ESCENA 6: La Reina de las Ratas (la<br />
plaga) invade el castillo.<br />
ESCENA 7: El consejero de Fengo se<br />
oculta para oír la conversación entre<br />
Hamlet y la madre.<br />
ESCENA 8: Hamlet cumple la venganza y<br />
proclama las Leyes de un Nuevo Orden<br />
(mientras los extranjeros ocu-pan<br />
lentamente la explanada del castillo).<br />
Tomado de: Ur-Hamlet. Programa del<br />
espectáculo. Traduc-ción del inglés de<br />
José Alegría.<br />
11 Ver: E. Barba y N. Savarese: El Arte<br />
secreto del actor, ed. cit.<br />
12 El adjetivo no es casual. Traza un<br />
hilo invisible con la propia locura de<br />
Hamlet, su fi ngimiento como vía de<br />
sobrevivencia, de la misma forma<br />
que la extraña fi esta –en este caso<br />
la representación misma- podría<br />
re-lacionarse con (en la versión de<br />
Shakespeare) la representación para<br />
atrapar la conciencia del rey. De ser<br />
así, estaríamos en presencia de un<br />
desplazamiento: personaje-autor/<br />
director que implicaría la totalidad de<br />
la puesta en escena como el rela-to<br />
fi ngido para revelar o evidenciar una<br />
verdad. Pero desde luego, esto es sólo<br />
una lectura personal.<br />
13 Tampoco deja de ser signifi cativo<br />
que Barba, en conferencias y conversaciones<br />
con la prensa, haya insistido<br />
en su rechazo al recurso del<br />
fantasma (del padre de Hamlet,<br />
en la versión shakesperiana) como<br />
elemento revelador y motriz de la<br />
acción. Siguiendo el juego de equivalencias<br />
e implicaciones posibles,<br />
aquí el fantasma equivaldría –por<br />
extensión– al uso de las otras presencias.<br />
De nuevo un fantasma recorre<br />
Europa… sólo que de otro tipo en<br />
el comienzo del milenio.<br />
14 Cf. «El poeta y la actriz». Entrevis-ta<br />
a Julia Varley por Nara Mansur.<br />
15 Alude a José Lezama Lima: Pre-ludio<br />
a las eras imaginarias. La can-tidad<br />
hechizada, La Habana, UNEAC, 1970<br />
y Cintio Vitier: Lo cubano en la poesía,<br />
Instituto del Libro, La Haba-na, 1970.
Ur-Hamlet y la Gesta Danorum:<br />
nota sobre las fuentes y<br />
traducción de Saxo Grammaticus<br />
a Gesta Danorum, de Saxo<br />
Grammaticus es la fuente<br />
de donde surge el último<br />
espectáculo del Odin<br />
Teatret, Ur-Hamlet. ¿Cuál será la<br />
razón por la que un viejo texto<br />
del siglo XII, escrito en un latín<br />
tan oscuro y enrevesado que sólo<br />
Erasmo de Rotterdam apreció<br />
en su momento, sea la base de<br />
un montaje actual, realizado<br />
por un grupo de Vanguardia?<br />
tal vez la respuesta esté en los<br />
presupuestos de un movi-miento<br />
que, como diría Ionesco, busca<br />
«encontrar la verdad perdida e<br />
integrarla, inactual-mente, en<br />
lo actual», o más concretamente<br />
en los afanes de un colectivo que<br />
desde hace varias décadas ha<br />
consagrado su búsqueda a los<br />
«principios que retornan», a esas<br />
invariantes que una y otra vez aparecen en las más<br />
distantes latitudes con una persistencia rayana en<br />
lo diabólico. Ur-Hamlet: el proto-Hamlet o el Hamlet<br />
primigenio es una muestra de esta vocación por<br />
hurgar en las raíces y exhumar aquellos arquetipos<br />
culturales –y el príncipe escandinavo es uno de los<br />
más tenaces– para devolverles su prístino brillo,<br />
opacado a veces por el pesado polvo de la tradición<br />
que los convierte de héroes culturales en santos de<br />
una religión del conformismo y el asentimiento.<br />
El autor: Saxo Grammaticus (ca.1150-1220) que<br />
podríamos traducir como Saxo el latinista o el<br />
hombre de letras, es una de las fi guras más importantes<br />
de la Edad Media danesa. Fue secretario<br />
del obispo Absalón, uno de los fundadores de<br />
Copenhage, a quien le debe no sólo el impulso<br />
para escribir sobre la historia nativa, sino también<br />
muchos de los relatos que cuenta. La Gesta Danorum,<br />
en XVI libros, se inscribe dentro de la concepción<br />
latina de la Historia como res gestae, o sucesión<br />
de acontecimientos relevantes (en este caso la<br />
crono-logía de los reyes y héroes daneses desde<br />
la prehis-toria pagana de Dinamarca, cerca de<br />
ochocientos años antes de nuestra era, hasta el<br />
José Alegría<br />
1185, la época de los reyes y<br />
obispos cristianos) y también<br />
dentro del género medieval de<br />
los origines gentium, o nacimiento<br />
de las naciones, mediante la cual<br />
los historiadores del período<br />
procuraban –y conseguían–<br />
prestigiar el acontecer nacional<br />
vinculando a la cronología<br />
universal lo que de otra manera<br />
hubiera sido historia bárbara. 1<br />
El texto: toda la segunda parte<br />
del libro III y la primera del IV<br />
están destinadas a narrar la vida<br />
de Hamlet. Una historia que<br />
encuentra ecos en gran parte de<br />
la tradición europea, tanto nórdica<br />
como romana: doscientos<br />
años antes de Saxo, en la Edda<br />
Menor, ya aparece la historia de<br />
Amlodi como un héroe mítico<br />
islandés, y después de él se<br />
continuará en la Amlodasaga Hordvendilssona y en la<br />
Ambales saga o Amlodasaga. En el circuito latino se<br />
encuentran ecos de avatares similares en la relación<br />
que de la vida de Lucio Junio Bruto hacen, con pocas<br />
variantes, Tito Livio,Valerio Máximo y Dioniso de<br />
Halicarnaso. En ellas aparece como constante<br />
temática: el tío usurpador, el sobrino perseguido,<br />
la simulación de la locura, el lenguaje cifrado,<br />
el viaje azaroso, la excogitación de la venganza,<br />
los bastones rellenos con oro, el castigo de los<br />
culpables y la llegada al poder. 2<br />
El mismo asunto llega a la Inglaterra isabelina<br />
probablemente a través de las Histoires Tragiques de<br />
Francis de Bellforest (1530 a 1583), donde conoce una<br />
rápida difusión a través de traducciones y parece<br />
haber encontrado un favorable eco en el teatro pues<br />
en 1587 Thomas Nash ironiza sobre la infl uencia de<br />
Séneca en la dramaturgia de la época, aludiendo<br />
al personaje de Hamlet y los discursos trágicos.<br />
En 1596, Thomas Lodge compara a un envidioso<br />
crítico con el fantasma del padre de Hamlet que<br />
clama por su venganza como una vendedora de<br />
ostras en el mercado. Por lo que parece que fueron<br />
varias las obras sobre este tema. Se le atribuye una<br />
09 RyC<br />
Profesor, asesor<br />
teatral, crítico<br />
e investigador.<br />
Imparte Historia<br />
y Teoría del<br />
teatro en la Facultad<br />
de Artes<br />
Escénicas del<br />
Instituto Superior<br />
de Arte.
Thomas Kyd y del propio Shakespeare se conocen<br />
dos versiones, La venganza de Hamlet, príncipe de<br />
Dinamarca, asentado en la asociación gremial de<br />
libreros de Londres en 1602, hoy perdido, y La trágica<br />
historia de Hamlet, príncipe de Dinmarca, de 1603, de<br />
la cual quedan dos ejemplares, anteriores al texto<br />
de 1604: Hamlet, príncipe de Dinamarca, que es el de<br />
las ediciones actuales. En él, su autor conserva<br />
algunos elementos y modifi ca otros: el Hamlet de<br />
la saga, primitivo y aventurero se convertirá en el<br />
personaje melancólico que conocemos, estudiante<br />
de fi losofía en Wittenberg; Geruta será Gertrude;<br />
el rey Hamlet, Horvendilo;su hermano Fengi, el<br />
usurpador Claudio; la hermana de crianza, Ofelia<br />
y el anónimo amigo que alerta al príncipe con el<br />
ardid del tábano tal vez sea Horacio. El consejero<br />
de Fengi será el ofi cioso Polonio y Rosencrantz y<br />
Guildenstern los dos acompañates que también<br />
terminan fatalmente.<br />
Teatroa<br />
<strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong> 10 RyC<br />
3<br />
El espectáculo: el monje Saxo Grammaticus, en el<br />
centro de la escena, desentierra<br />
unos huesos en el castillo de<br />
Elsinor y con ellos la historia<br />
de Hamlet. Mientras la cuenta<br />
en latín, va convocando a los<br />
personajes que, llegados desde<br />
las más remotas y disímiles<br />
tradiciones, se van incorporando<br />
a la trama y desarrollando,<br />
paralela o simultáneamente,<br />
sus muy personales<br />
performances: Horvendilo, el<br />
padre del príncipe, y Fengi, su<br />
ambicioso tío, están factu-rados<br />
desde la tradición ba-linesa<br />
del Gambuh. Fengi asesina al<br />
hermano y se casa con Geruta,<br />
viuda del rey y madre de Hamlet.<br />
Ésta, a su vez, exponente de<br />
una tradición eurasiana, crea<br />
una codifi cación cosmopolita y<br />
personal y estrena un dialecto<br />
moldavo ideado especialmente<br />
para comunicarse en una parte del espectáculo.<br />
Un Hamlet negro, que aporta los elementos del<br />
candomblé brasilero, ha de simular la locura para<br />
sustraerse de las asechanzas del tío: a través de<br />
las imágenes se puede reconocer al «corruptor de<br />
palabras» del referente shakes-peareano. Al mismo<br />
tiempo, el castillo se va poblando de extranjeros<br />
«nati in terre lontane» que, como ratas, van<br />
usurpando el espacio ante la estudiada indiferencia<br />
de sus moradores. Fengi, por su parte, sospechando<br />
de la fi ngida locura del sobrino, lo tienta con una<br />
joven que ha contratado con este propósito: si<br />
sucumbe a sus avances quedará probado que no<br />
padece locura alguna. Entretanto llega al castillo<br />
la reina de las ratas, una máscara <strong>No</strong>h proveniente<br />
del drama El cazador de pájaros en el infi erno, quien,<br />
con su delantal de plumas y su impecable secuencia<br />
de acciones se incrustará en este contexto. Será el<br />
nuncio de la peste que comenzará a diezmar bien<br />
pronto a los invasores. Un consejero trata de espiar<br />
el coloquio de Hamlet con su madre y es muerto por<br />
éste. El príncipe es tomado prisionero, pero luego<br />
RyC<br />
10<br />
regresa con un compañero –un guerrero japonés–<br />
que lo ayuda en su venganza. Da muerte a Fengi y a<br />
la muchacha tentadora e instaura un nuevo orden,<br />
secundado por un niño, continuador de la tradición.<br />
Mientras los Polichinelas barren –literal-mente–<br />
los muertos de la epidemia, Horvendilo y Fengi,<br />
despiertan para seguir luchando y caen heridos<br />
de muerte, amorosamente abrazados en el sueño<br />
infi nito de la eterna batalla. Finalmente, se levantan<br />
los muertos, se retiran los personajes y sólo quedan<br />
en escena un hombre, dos mujeres y un cochecito,<br />
presumiblemente con un bebé, que, ajenos a todo<br />
atraviesan el espacio y despreocupa-damente se<br />
instalan –¿profanan?– el espacio central, sagrado,<br />
desde donde contaban su Historia las antiguas<br />
estirpes diezmadas por la decrepitud o la guerra.<br />
El uso de las fuentes: la finalidad de todo<br />
esto será convertir el acto de recepción en una<br />
aventura hermenéutica. <strong>No</strong> hay nada fi jo ni seguro,<br />
todo es fl uc-tuante. Pero una clave im-portante<br />
aparece desde el comienzo:<br />
Saxo, el cronista, no reescribe<br />
un destino individual sino<br />
La Historia, un conjunto de<br />
acontecimientos que apun-ta<br />
hacia un sujeto colectivo: <strong>No</strong> se<br />
trata de la historia de Hamlet,<br />
el héroe del romance ni del<br />
desventurado y me-lancólico<br />
príncipe de la tradición<br />
renacentista, sino de una<br />
meditación sobre la violencia<br />
y su enmasca-ramiento en la<br />
Historia. Siguiendo de alguna<br />
manera el principio épico de la<br />
frag-mentación, el espectáculo<br />
se estructura a partir de tres<br />
circuitos que se interpenetran<br />
como cajas chinas: primero, la<br />
historia de Saxo, que vertebra<br />
el relato y aporta la violencia<br />
fundacional de una sociedad<br />
actual-mente empeñada en<br />
olvidar esos orígenes, a la que tributan (segunda<br />
caja) el mundo de la corte a que el cronista hace<br />
referencia, que frenéticamente trata de disimular<br />
la violencia con una artis-tifi cación paroxística,<br />
precisa, donde las acciones más terribles parecen<br />
un juego, frágiles y bellas hasta la ferocidad. Como<br />
contraste, el universo de acciones más primitivo<br />
de Hamlet, el príncipe afroamericano, y, por último<br />
(tercera caja), la violencia desnuda, sin afeites, de los<br />
emigrantes, gente sin historia que llega a un mundo<br />
devas-tado, del que no conoce los códigos y al que<br />
por eso mismo estará llamada a suplantar.<br />
La presencia de las más diversas fuentes apunta<br />
hacia muchas cosas, entre ellas al carácter universal<br />
del confl icto. Éste se podría ubicar en Bali, Japón, la<br />
India o Brasil, en cada uno de los países desde donde<br />
fl uye la entremezclada horda de los invasores o en<br />
todos a la vez. También en la prehistoria danesa o<br />
en el momento actual. Todos hablan en sus lenguas<br />
de origen: latín; «neomoldavo»; kawi, la lengua<br />
ritual del teatro sagrado de Bali que tanto sedujo a<br />
Artaud, o en la que se comunican actualmente; en
el japonés del drama <strong>No</strong>h y en el de nuestros días;<br />
en portugués y en la lengua de la notación musical<br />
de la india. Muchas canciones conmueven por su<br />
melodía, eventualmente en abierta oposición con<br />
lo que dice la letra, y aún así siguen cumpliendo<br />
su función comunicativa, sólo que en otro registro:<br />
actúan como evocación, como resonancia. <strong>No</strong> es un<br />
uso semántico del lenguaje, sino semiótico.<br />
Queda aplazada la signifi cación inmediata para<br />
obligarnos a acceder a un nivel de organización más<br />
alto, fuera de las imposiciones de la lógica cotidiana<br />
y así, mediante un ejercicio de sim-plificación<br />
sensorial acceder al sitio desde donde puedan<br />
hablar los arquetipos con una voz nueva y revalidar<br />
entonces su condición de entes sacrificiales,<br />
eternamente dispuestos a servir de ámbito para<br />
una nueva exploración.<br />
Historia de los danases. Libro tercero<br />
3.6.1: Horvendil y Fengi, cuyo padre Gervendil había<br />
sido gobernador de Jutlandia,<br />
fueron designados por Rorik<br />
para gobernar el país al mismo<br />
tiempo. Horvendil, por su parte,<br />
reinó durante tres años y<br />
se dedicó a la piratería con tal<br />
fortuna que Koller, el rey de<br />
<strong>No</strong>ruega, consideró que supondría<br />
un gran logro para él si,<br />
emulando sus grandes obras<br />
y renombre, lograra opacar<br />
tan extendido y evidente brillo<br />
como pirata con la superioridad<br />
de sus armas. Buscán-dolo<br />
por distintos mares, fi nalmente<br />
encontró su fl ota. Había una<br />
isla en el medio del mar en la<br />
que los piratas se refugiaban<br />
cada uno por un lado distinto.<br />
La belleza de la playa atraía a<br />
los caudillos, el encanto de la<br />
costa los invitaba a explorar los<br />
bosques estivales del interior, recorrer las fl orestas<br />
y vagar husmeando por las ocultas selvas. Así que<br />
Koller y Horvendil se toparon el uno con el otro<br />
casualmente y sin testigos.<br />
3.6.2 : Entonces Horvendil se adelantó y se atrevió<br />
a preguntarle al rey qué tipo de lucha prefería<br />
acometer, considerando la mejor aquella que<br />
empleara el menor número de contendientes. El<br />
duelo, en efecto, era de todos los certámenes el más<br />
efi caz a la hora de mostrar intrepidez, pues sólo se<br />
apoya en el propio valor y excluye la ayuda ajena.<br />
Maravillado Koller de una opinión tan valiente en<br />
un hombre tan joven dijo:<br />
«Como me has dado la oportunidad de escoger,<br />
considero que lo mejor es emplear el combate<br />
entre dos y excluir a la muchedumbre. Pues<br />
evidente-mente no sólo requiere más audacia, sino<br />
también muestra más claramente la victoria. En<br />
esto coincidimos en opiniones y gustos. Pero si el<br />
re-sultado fuera dudoso habría que hacer uso de<br />
los buenos sentimientos y no dejarnos llevar hasta<br />
tal punto por nuestro carácter que descuidemos<br />
los deberes para con los muertos. El odio está en<br />
nuestros corazones, pero también la piedad, que en<br />
su momento debe sustituir a la infl exibilidad. Pues si<br />
bien las diferencias de opinión nos separan, las leyes<br />
de la naturaleza nos reconcilian. Por ella estamos<br />
unidos, aunque la malignidad separe nuestros<br />
ánimos. Hagamos, pues, este pacto pia-doso: que<br />
el vencedor le cumpla al vencido los debidos ritos<br />
funerarios. Es cosa sabida que en estos ritos radica<br />
la suprema humanidad y ningún hombre justo los<br />
rechaza. Cada bando debe depo-ner los ánimos y<br />
de buen grado llevarlos a cabo. Que después de<br />
la muerte se vaya el odio y que con los funerales<br />
se apacigüe la rivalidad. Lejos de nosotros tal<br />
manifestación de crueldad que mantenga después<br />
de la muerte los odios que nos separaron estando<br />
vivos. Digno de alabanza será el vencedor si honra<br />
al vencido con un funeral espléndido. El que cumple<br />
con los ritos debidos al enemigo caído, recibe la<br />
simpatía de los que lo sobrevivieron, y se gana el<br />
favor de los vivos el que muestre hacia el difunto<br />
un rasgo de humanidad. Y<br />
existe otra calamidad no menos<br />
dolorosa, que a veces afecta a los<br />
vivos, y es la inutilización de un<br />
miembro. Creo que estos no son<br />
menos dignos de socorro que los<br />
muertos. Muchas veces sucede<br />
a los que luchan que aunque<br />
pierdan un miembro conservan<br />
la mente intacta y de todas<br />
las variantes esta fatalidad es<br />
la más difícil de sobrellevar,<br />
puesto que la muerte se lleva<br />
cualquier recuerdo, pero los<br />
vivos, en verdad, no pueden<br />
ser indiferentes a la ruina del<br />
propio cuerpo. Este mal, en<br />
efecto, debe recibir ayuda. Así<br />
pues, una y otra parte debería<br />
conveniar en diez talentos<br />
de oro la reparación de esas<br />
lesiones. Porque si es piadoso<br />
compadecerse de las calamidades del otro, ¿cuánto<br />
más no lo será apiadarse de las propias? Nadie deja<br />
de atender los dictados de la naturaleza, y quien los<br />
descuida es el asesino de sí mismo».<br />
3.6.3: Una vez acordado y aceptado este pacto,<br />
fueron a la batalla. Ni lo reciente de su encuentro<br />
ni la belleza veraniega del paisaje impidieron que<br />
se batieran entre sí. Horvendil, con inflamado<br />
espíritu se volvió más ávido de atacar al enemigo<br />
que de proteger su cuerpo y, abandonando toda<br />
preocupación por el escudo, blandió la espada con<br />
ambas manos. Esta audacia dio buen resultado.<br />
Despojó al consternado Koller del escudo que<br />
quedó destruido por los frecuentes golpes, le cortó<br />
un pie y fi nalmente concluyó matándolo. Y, para no<br />
faltar al juramento, lo honró con un regio funeral,<br />
un espléndido túmulo y extraordinarias exequias.<br />
Después persiguió y mató a su hermana, llamada<br />
Sela, fogueada pirata y experta en cuestiones<br />
de guerra.<br />
3.6.4: Habiendo pasado tres años en heroicas<br />
empresas guerreras destinó a Rorik los espléndidos<br />
despojos y el más selecto botín para procurarse un<br />
<strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong><br />
11 RyC
sitio privilegiado en su amistad y una vez afi anzada<br />
esa familiaridad le pidió a su hija Geruta en matrimonio,<br />
con la cual tuvo un hijo, Hamlet.<br />
3.6.5: Fengi, lleno de envidia por tanta felicidad,<br />
decidió tender una trampa al hermano. Hasta tal<br />
punto la virtud no está segura ni siquiera entre los<br />
parientes más próximos. En cuanto tuvo oportunidad<br />
para matar al hermano, lo hizo inmisericordemente<br />
y sació sus funestos propósitos. Una<br />
vez asesinado el hermano, tomó posesión de su<br />
esposa, añadiendo incesto al parricidio. En efecto,<br />
cualquiera que comete un crimen pronto cae en<br />
otro, pues una cosa siempre conduce a la otra. Así,<br />
ocultó con tanta habilidad la atrocidad del hecho,<br />
que disfrazó el crimen de compasión y el parricidio<br />
lo presentó como piedad. Decía que Geruta, que<br />
era tan dulce que la trastornaba la más mínima<br />
agresión, había sufrido tantas vejaciones de su<br />
marido que él había tenido que matar a su hermano<br />
para protegerla, pues le parecía algo indigno que<br />
una mujer tan tierna y carente de amargura tuviera<br />
que soportar la extrema arrogancia de aquel<br />
hombre. Y no falló este argumento tan persuasivo.<br />
Pues no se deja de dar crédito a la mentira de los<br />
príncipes allí donde se favorece a los charlatanes y<br />
se reconoce a los murmuradores. Por lo que Fengi<br />
no dudó en acometer criminales abrazos con sus<br />
manos parricidas dando continuidad con semejante<br />
iniquidad a un delito doblemente impío.<br />
3.6.6: Por lo que Hamlet, viendo que si actuaba<br />
cuerdamente podría resultarle sospechoso al tío,<br />
fi ngió que había perdido totalmente el juicio y<br />
con este tipo de astucia no sólo dio muestras de<br />
inteligencia sino que también salvó la vida. Pasaba<br />
los días en la casa de su madre inactivo y lleno de<br />
suciedad y se restregaba por el fango y la porquería.<br />
Un rostro sucio y embadurnado y una expresión<br />
estúpida ilustraban su desvarío. Todo lo que decía<br />
era delirante y todo lo que hacía refl ejaba una<br />
profunda ineptitud. En resumen, no parecía un<br />
hombre, sino un ridículo engendro de la extravagante<br />
fortuna. A menudo, sentado junto al hogar,<br />
acostumbraba a traer cenizas calientes y construía<br />
unos garfi os de madera que endurecía con el fuego<br />
y unía sus extremos unos con otros en forma de<br />
malla para darle una estructura más fi rme. Cuando<br />
le preguntaban qué estaba haciendo, decía que<br />
estaba confeccionando una espiga para vengar a<br />
su padre. La respuesta era objeto de no pocas burlas,<br />
pues todos desdeñaban la inutilidad de esas<br />
ridículas labores, aunque esas cosas más adelante,<br />
ayudarían a su plan.<br />
3.6.7: Fue esta habilidad la que despertó las primeras<br />
sospechas acerca de su astucia entre la gente<br />
de mayor perspicacia. Pues esa misma habilidad<br />
mostraba un artesano con un oculto talento en esas<br />
menudencias y no creían que un espíritu obtu-so<br />
pudiera generar tal destreza manual. Por último,<br />
acostumbraba a conservar con mucho cuidado un<br />
montón de troncos quemados por la punta. Hubo<br />
quienes pensaron que encubría un agudo ingenio<br />
y una profunda sabiduría y pensaron que ocultaba<br />
callados designios con la simulación de estupidez<br />
y nada mejor para descubrir su astucia que hacerle<br />
coincidir con una bella mujer en un lugar apartado<br />
<strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong> 12 RyC<br />
12<br />
Teatro<br />
para que su ánimo lo condujera a las tentaciones del<br />
amor. Si en verdad el carácter del hombre está tan<br />
inclinado hacia las cosas del amor que no se puede<br />
disimular con ninguna estratagema, más fuerte se<br />
volvería esta inquietud cuanto más se tratara de<br />
estorbar con algún subterfugio, por lo que, si fi ngía<br />
indiferencia, cuando se presentara la ocasión al<br />
punto sería doblegado por las fuerzas del placer.<br />
Por lo tanto, buscaron jóvenes que lo condujeran a<br />
caballo a un lugar oscuro y apartado para tentarlo<br />
con ese tipo de seducciones.<br />
3.6.8: Entre esos jóvenes se encontraba por casualidad<br />
un hermano de leche de Hamlet que no había<br />
olvidado el respeto debido a una crianza en común.<br />
Éste, movido por la memoria de los hechos pasados<br />
más que por la orden recibida, prefi rió ir entre<br />
los otros compañeros más para alertar a Hamlet<br />
que para tenderle una trampa, pues no le cabía la<br />
menor duda de que se las vería muy mal si daba<br />
la menor señal de cordura y más aún si sucumbía<br />
abierta-mente a la pasión. Esto también estaba claro<br />
para Hamlet. Así, cuando le mandaron a montar<br />
a caballo, se colocó de tal forma que volviendo<br />
su espalda a la cerviz, su parte frontal quedara<br />
frente a la cola y comenzó a embridarla como si de<br />
esa forma lo pudiera controlar cuando el caballo<br />
saliera a galope. Con esta astuta estratagema<br />
burló la trampa del tío y venció sus insidias. Fue<br />
un espectáculo cómico ver un jinete sin riendas<br />
ca-balgar guiando al caballo por la cola.<br />
3.6.9: Avanzando Hamlet, como se encontrara en<br />
el camino con un lobo que estaba en la espesura,<br />
sus compañeros le dijeron que era un potrico y<br />
él contestó que había muy pocos de esos en los<br />
rebaños de Fengi, y con esta pulla, aunque tenue,<br />
criticaba las riquezas de su tío. Así, cuando los<br />
demás afi rmaban que él empleaba réplicas sagaces,<br />
admitía que había hablado ingeniosamente, para<br />
que no pareciera que en ningún momento incurría<br />
en mentiras. Deseoso de que se le considerara ajeno<br />
a la falsedad, mezclaba cosas ciertas y falsas de<br />
modo que no sólo en sus palabras nunca faltara la<br />
verdad sino que tampoco sus agudezas se vieran<br />
traicionadas por la realidad.<br />
3.6.10: Y mientras recorrían la costa, habiendo<br />
encontrado sus compañeros un remo de una nave<br />
varada, le dijeron que habían descubierto un enorme<br />
cuchillo y contestó: es lo indicado para trinchar<br />
un gran jamón, cuya extensión se avenía con el<br />
inmenso remo. Cuando pasaron junto a unas dunas<br />
de arena le dijeron que mirara qué cantidad de<br />
harina y contestó que la habían molido las espumas<br />
del mar proceloso. Alabado por sus compañeros por<br />
esa respuesta, admitió que había sido ingenioso. Y<br />
lo dejaron solo deli-beradamente, para que pudiera<br />
armarse de valor para dar rienda a su sensualidad.<br />
La mujer que su tío había enviado se encontró con<br />
él como por casualidad en un lugar apartado y la<br />
hubiera poseído de no ser porque su hermano de<br />
leche discretamente lo alertó con un secreto ardid<br />
sobre la encerrona que le preparaban. Pues éste,<br />
mientras consideraba la mejor forma de alertar<br />
calla-damente al joven y prevenir su peligrosa<br />
lascivia, encontró una brizna de hierba en el suelo<br />
y la ató a la cola de un tábano que pasaba volando.<br />
Y luego lo dejó en un lugar por el que sabía que
Hamlet había de pasar con lo que le prestó un gran<br />
servicio al incauto. El mensaje fue entendido con<br />
la misma sagacidad con que fue enviado. Hamlet,<br />
en verdad, al ver al tábano con la pajita pegada a<br />
la cola, con alarma, se dio cuenta de que esto era<br />
una señal para prevenirlo de algún peligro, así pues,<br />
atemo-rizado por la posibilidad de una trampa, para<br />
poder saciar sus deseos con seguridad, tomó a la<br />
muchacha en sus brazos y la llevó a un lejano e<br />
inaccesible pantano. Y una vez que la hubo poseído<br />
le rogó que no revelara lo sucedido a nadie. Con el<br />
mismo fervor con que fue pedido, el favor le fue<br />
concedido, pues la muchacha tenía antiguos lazos<br />
de amistad y crianza con Hamlet ya que habían<br />
compartido sus preceptores de niños.<br />
3.6.11: De regreso a casa, a todos aquellos que para<br />
mofarse le preguntaban si había tenido relaciones<br />
con la muchacha, les contestaba que sí, que le<br />
había hecho el amor. Cuando le preguntaron de<br />
nuevo dónde y sobre qué almohada lo había<br />
hecho, contestó que sobre el casco de un jumento<br />
y sobre la cresta de un gallo y encima de la viga de<br />
un techo. En efecto, para evitar tener que mentir,<br />
había recogido muestras de estas cosas durante<br />
el viaje. Estas palabras fueron recibidas con risas<br />
por parte de todos y al mismo tiempo, gracias a<br />
este juego, no se apartó ni un ápice de la verdad.<br />
Cuando le preguntaron a la muchacha acerca de<br />
estas cosas, ella dijo que nada de eso había sucedido.<br />
Apoyaba su negación mucho más el hecho de que<br />
no había testigos que pudieran afi rmar lo contrario.<br />
Entonces, el que había marcado al tábano para<br />
pre-venirlo, dijo para señalarle a Hamlet que le<br />
debía a él su salvación, que recientemente se había<br />
preocupado por él y la respuesta del joven estuvo<br />
a su altura: para que no pensara que su señal le<br />
pasó desapercibida, dijo que había observado cierto<br />
mensajero con plumas de paja que se dirigió de<br />
repente hacia él y que tenía una paja encajada en<br />
el trasero. Estas palabras, al tiempo que provocaban<br />
la risa estruendosa de todos, complacían al amigo<br />
de Hamlet por su sagacidad.<br />
3.6.12: De esta forma todos fueron derrotados y<br />
ninguno pudo descubrir el bien guardado secreto<br />
del audaz joven. Entonces uno de los amigos de<br />
Fengi, más audaz que habilidoso, dijo que no<br />
era posible para desenmascarar su inextricable<br />
astucia emplear vulgares estratagemas. Lo cierto<br />
es que tan gran testarudez no podía superarse con<br />
pruebas banales. Por lo que no convenía enfrentar<br />
sus múltiples estratagemas con simples añagazas.<br />
Y decía que él, que tenía una mente más fuerte<br />
había ideado una forma más sutil y efi caz para el<br />
tipo de investigación que se proponían. Hacía falta<br />
que Fengi se ausentara, pretextando importantes<br />
negocios, y que Hamlet se quedara solo con su<br />
madre en una habitación; y que un hombre, que<br />
previamente se hubiera ocultado en un oscuro lugar<br />
de la misma, sin que ninguno de los otros dos lo<br />
supiera, oyera atentamente su con-versación. Si<br />
el hijo se proponía algo no dudaría en contárselo<br />
a su madre y no temería confi ar en ella. Él mismo<br />
se ofrecía gustosamente para la investigación,<br />
mostrándose tan ansioso de dar consejos como<br />
de ejecutarlos. Fengi, encantado con este plan,<br />
fi ngiendo que iba a un largo viaje, partió.<br />
3.6.13: Entonces el que dio el consejo para poder<br />
espiar la conversación de Hamlet con su madre<br />
entró sigilosamente y se escondió bajo un lecho<br />
de paja. Pero esta treta no afectó a Hamlet, que,<br />
para no ser escuchado por oídos clandestinos,<br />
hacién-dose el idiota como de costumbre, lanzó<br />
un chillido como si fuera un gallo y moviendo los<br />
brazos a los lados del cuerpo como si fuesen alas,<br />
se subió al colchón y comenzó a saltar una y otra<br />
vez para, si había alguien escondido, descubrirlo.<br />
Y como sin-tiera un bulto bajo los pies, traspasó<br />
con su espada el lugar y, sacando al intruso del<br />
escondrijo, lo mató. Luego cortó el cuerpo en<br />
pedazos, lo hirvió y lo lanzó por una cloaca para<br />
que se lo comieran los puercos y así cubrió con el<br />
fango pútrido los míseros miembros.<br />
3.6.14: Una vez burlada la encerrona, regresó<br />
a la habitación y cuando su madre comenzó a<br />
lamentar con grandes gritos esta nueva locura del<br />
hijo le reprochó:<br />
«¿Acaso intentas, mujer infame, disimular<br />
tus horribles crímenes con estas muestras de<br />
afl icción cuando al estilo de las peores prostitutas<br />
manchaste de buen grado el detestable e impío<br />
lecho matrimonial y acoges en tu regazo incestuoso<br />
al asesino de tu esposo y adulas al que<br />
exterminó al padre de tu hijo con las más obscenas<br />
caricias y abrazos? Es así como las yeguas<br />
se acoplan con el vencedor de su marido, pues<br />
éste es el proceder de las bestias, pasar indiscriminadamente<br />
de un enlace a otro, y lo mismo<br />
ocurre contigo, que no respetas la memoria de<br />
tu anterior esposo. <strong>No</strong> por gusto cultivo esta<br />
apariencia de tonto, pues no dudo que ése que<br />
fue capaz de asesinar a su hermano, será también<br />
capaz de aniquilar a sus otros parientes con igual<br />
ferocidad. Es por ello que escogí esta apariencia de<br />
tonto antes que una de listo, y ofrecer un aspecto<br />
delirante a cambio de seguridad. Pero mantengo<br />
en mi corazón la esperanza de vengar a mi padre,<br />
esperando la ocasión y el momento oportuno. Pues<br />
no todos los momentos son apropiados y contra<br />
un espíritu oscuro y cruel hacen falta estrategias<br />
más elaboradas. <strong>No</strong> tiene sentido que te lamentes<br />
por mi locura, cuando lo que deberías lamentar<br />
sería tu ignominia. Mejor laméntate por tus<br />
problemas que por los ajenos. El resto, mantenlo<br />
en silencio».<br />
Tal reproche recondujo a la atormentada madre<br />
hacia una vida virtuosa y le enseñó a preferir<br />
las pasiones del pasado a las tentaciones del<br />
presente.<br />
3.6.15: Cuando Fengi regresó no encontró por<br />
ninguna parte al autor de la insidiosa pesquisa<br />
y aunque continuó buscándolo por largo tiempo<br />
todos decían que no lo habían visto. Cuando, para<br />
burlarse, le preguntaban a Hamlet si había visto<br />
algún indicio, decía que estaba en la parte más<br />
profunda de una cloaca, aplastado por el peso del<br />
fango y que había sido devorado por los puercos<br />
que continuamente merodeaban por allí. Y aunque<br />
este relato equivalía a una confesión, por lo fantástico<br />
que parecía fue tomado a broma.<br />
3.6.16: Aunque Fengi quería quitarse de en medio<br />
13 <strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong><br />
13 RyC
hijastro, de cuyas maniobras no tenía ninguna<br />
duda, como no se atrevía a desafi ar a Rorik, su<br />
abue-lo, ni a su esposa, delegó la tarea de matarlo<br />
en el rey de Britania, buscando con la ayuda ajena<br />
simu-lar inocencia. Así, deseoso de ocultar su<br />
maldad, prefi rió deshonrar al amigo que descubrir<br />
su infa-mia. Al partir, Hamlet ordenó en secreto a<br />
su madre que adornara la sala del palacio con un<br />
tapiz con nudos y que le preparara para dentro de<br />
un año un falso funeral y le prometió que para aquel<br />
tiempo el retornaría. Junto con él iban dos hombres<br />
de Fengi, con sendas cartas grabadas en madera<br />
(pues así se usaban en aquel tiempo) en las que<br />
le tras-mitía al rey de Britania su orden de matar<br />
al joven. Cuando Hamlet advirtió que se habían<br />
dormido, abrió el cofrecillo y sacó las cartas. Una vez<br />
leídas, raspó los signos que estaban grabados y los<br />
susti-tuyó por otros nuevos y cambiando el sentido<br />
de la orden, convirtió su sentencia de muerte en<br />
la de sus compañeros. Y no contento con haberse<br />
quita-do la condena y pasarla a otros, añadió otras<br />
anotaciones en las que, siempre a nombre de Fengi Teatroal<br />
le pedía al rey de Britania que le concediera la<br />
mano de su hija al prudentísimo joven portador<br />
de las cartas.<br />
3.6.17: Cuando llegaron a Britania, los dos emisarios<br />
le presentaron al rey las cartas que pensaban<br />
que eran causa de destrucción para el otro y no<br />
eran sino órdenes para su propia muerte. El rey, disimulando<br />
todo esto, los acogió hospitalariamente.<br />
Entonces Hamlet, despreciando el magnífi co banquete<br />
real como si se tratara de alimento rústico,<br />
no sólo desdeñó extrañamente la abundante comida,<br />
sino que también en la bebida fue tan parco<br />
como en la comida. A todos causó admiración que<br />
aquel joven extranjero desdeñara aquellas selectas<br />
delicias de la regia mesa y aquellos manjares con<br />
tan gran lujo aderezados los tratara como si fueran<br />
una comida de gente vulgar. El rey, una vez terminado<br />
el banquete, y enviados los amigos a descansar,<br />
ordenó a uno de los suyos que se introdujera<br />
a hurtadillas en el aposento de los huéspedes para<br />
que oyera su conversación nocturna.<br />
3.6.18: Los amigos le preguntaron a Hamlet por qué<br />
no había probado la comida de la víspera como si<br />
tuviera veneno y les contestó que el pan sabía a<br />
sangre, el vino a hierro y las carnes olían a cadáver<br />
como si se hubieran contaminado con el olor de<br />
la muerte. Añadió, además, que el rey tenía una<br />
mi-rada servil y que la reina en su presencia, tres<br />
veces se había comportado como una sirvienta,<br />
censu-rando no tanto la cena sino los que la habían<br />
orde-nado con muchos improperios e injurias.<br />
Pronto sus compañeros le reprocharon su antigua<br />
estulti-cia y comenzaron a zaherirlo con burlas<br />
irrespe-tuosas, puesto que criticaba las cosas<br />
agradables y cuestionaba las convenientes y había<br />
irritado a un rey insigne y a su esposa de exquisitos<br />
modales con palabras insultantes, manchando<br />
con opro-bios de extrema desvergüenza a quienes<br />
merecían alabanzas.<br />
3.6.19: Cuando el rey supo esas palabras gracias a<br />
su espía, consideró que su autor estaba por encima<br />
del resto de los mortales, sea por genialidad o<br />
por estupidez, resumiendo en tan pocas palabras<br />
<strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong> 14 RyC<br />
14<br />
el ex-traordinario nivel de su comportamiento.<br />
Mandó a llamar al administrador y le preguntó de<br />
dónde procedía el pan. Cuando éste le aseguró que<br />
había sido hecho por su panadero entonces el rey<br />
le pre-guntó que dónde había crecido el cereal que<br />
aportó la harina y que si allí había señales de alguna<br />
matanza. El otro le respondió que no lejos de allí<br />
había un campo cubierto de viejos huesos de muertos<br />
y que aún mostraba las trazas de una antigua<br />
masacre y le dijo que asimismo él, con la esperanza<br />
de que fuera más fértil y de mejor cosecha que los<br />
restantes, había sembrado el grano en el verano.<br />
Así que no sabía si el pan había tomado algún<br />
sabor de esa sangre corrompida. Cuando el rey oyó<br />
esto supo que Hamlet decía la verdad y le entró la<br />
preocupación por saber de dónde provenía el tocino.<br />
Éste afi rmó que unos puercos suyos que habían<br />
escapado por un descuido habían comido de los<br />
cuerpos putrefactos de unos ladrones y tal vez por<br />
esto su carne adquirió un sabor a carroña. Viendo<br />
el rey que en esto también Hamlet tenía razón<br />
preguntó con qué líquido había mezclado la bebida<br />
y habiendo sabido que había sido prepa-rada con<br />
panal de miel y agua, hizo excavar pro-fundamente<br />
el lugar donde le dijeron que estaba el manantial y<br />
encontró allí muchas espadas oxi-dadas cuyo olor<br />
parece ser que contaminó el agua. Otros decían que<br />
criticó la bebida porque des-cubrió al probarla que<br />
unas abejas que se habían alimentado del vientre<br />
de un muerto le habían comunicado el mal sabor<br />
que originalmente había tenido el panal.<br />
3.6.20: Viendo el rey que eran ciertas las causas de<br />
los malos sabores y como le interesaba conocer el<br />
asunto de su oprobiosa mirada por si tenía algún<br />
oscuro ori-gen, en secreto se en-contró con su<br />
madre y le preguntó quién era su padre. Como<br />
ella dije-ra que no ha-bía perte-necido a nadie<br />
sino al rey, la amenazó con un interrogatorio<br />
para saber la verdad, y entonces supo<br />
que había nacido de un siervo llegando<br />
a conocer la revelación del dudoso<br />
origen que le habían señalado<br />
mediante una confesión forzosa.<br />
Así, aunque turbado por la<br />
revelación de su origen se<br />
admiró por la sabiduría del<br />
joven y le pregunta por qué<br />
había tachado de servil<br />
el comportamiento<br />
de la reina. Hamlet,<br />
aunque deploró<br />
haber hablado<br />
mal de la<br />
urbanidad<br />
de la reina<br />
en la
conversación que sostuvo por la noche con sus<br />
compañeros, dijo que de todas formas ella descendía<br />
de una esclava y añadió que le había notado por tres<br />
veces gestos serviles: el primero cuando, a la manera<br />
de las esclavas, se había cubierto la cabeza con el<br />
manto; la segunda vez, porque se había levantado<br />
el vestido para caminar y la tercera porque se había<br />
sacado los residuos de comida que le quedaban<br />
entre los dientes con un palillo y luego se los había<br />
comido. También mencionó que su madre había sido<br />
re-ducida a la servidumbre por cautividad no fuera<br />
que pareciera servil por voluntad propia cuando en<br />
realidad lo era por su origen.<br />
3.6.21: El rey veneró su ingenio como si fuera divino<br />
y le dio en matrimonio a su hija acogiendo sus<br />
palabras como si fueran una revelación del cielo.<br />
En cuanto a sus compañeros, como le había solicitado<br />
su amigo, al día siguiente los ahorcó. Hamlet,<br />
fi ngiendo, tomó ese servicio como si se tratara de<br />
una afrenta y recibió del rey como resarcimiento<br />
cierta cantidad de oro que luego de fundirlo lo<br />
escondió en unos bastones huecos.<br />
3.6.22: Pasado un año y luego de solicitar el per-miso<br />
para partir, regresó a su patria no llevando ninguno<br />
de los regios regalos sino solamente los dos bastones<br />
rellenos de oro. Cuando llegó a Jutlandia cambió su<br />
aspecto presente por el de antes y sus costumbres<br />
cortesanas las trocó por el ridículo ingenio de<br />
antaño. Y cuando, lleno de mugre, entró al salón<br />
de los banquetes donde se estaban celebrando<br />
sus exequias, despertó en todos un gran estupor<br />
pues se había corrido la falsa noticia de su muerte.<br />
Pero pronto se pasó del espanto más absoluto a la<br />
risa y los con-vidados comenzaron para divertirse<br />
a reprocharse unos a otros que estu-viera vivo<br />
quien estaba siendo velado como muerto. Cuando le<br />
preguntaron por sus dos compa-ñeros mostró los dos<br />
bas-tones dici-endo:<br />
«He aquí al uno y al otro». Y no se podía<br />
saber si hablaba en serio o en broma pues<br />
con estas palabras, que todos tomaban<br />
como una tontería, no se apartaba de<br />
la verdad sino que mostraba el precio<br />
que pagaron como compensación<br />
por la muerte de ellos.<br />
3.6.23: Más tarde, uniéndose a<br />
los coperos para lograr una<br />
mayor diversión por parte de<br />
los con-currentes, con el<br />
mayor esmero se dedicó<br />
a escanciarles vino. Y<br />
para que al caminar<br />
no le molestase<br />
el vestido un<br />
tanto amplio<br />
se ciñó la<br />
espada<br />
a un<br />
costado, con lo que a menudo y ex-profeso se<br />
pinchaba la punta de los dedos al desen-vainarla.<br />
Por lo que, preocupados los presentes, fi jaron la<br />
espada a su vaina con un clavo de hierro. Y así,<br />
para poder desarrollar con más tranquilidad sus<br />
planes, le llenaba las copas a los ansiosos no-bles y<br />
de esta forma los anegaba en vino para que, debido<br />
a la embriaguez, no pudieran tenerse en pie y se<br />
quedaran en el palacio convirtiendo en dormitorio<br />
la sala del banquete.<br />
3.6.24: Advirtiendo que había llegado el momento<br />
para su venganza, sacó de su pecho los ganchos<br />
que había preparado hacía tiempo y entrando en la<br />
sala donde los convidados, yaciendo por doquier y<br />
regados por el suelo eructaban en medio del sueño,<br />
tomó el tapiz que había hecho su madre y que<br />
cubría las paredes internas de la sala y lo des-colgó<br />
cortándole los hilos que lo sujetaban. Des-pués,<br />
lanzándolo sobre los que roncaban y usando los<br />
ganchos de madera, urdió una maraña de nudos<br />
inextricable de modo que nadie que estuviera sujeto<br />
por ella, por más fuertemente que tratara, pudiera<br />
librarse de su trabazón. Después de esto prendió<br />
fuego al techo cuyas llamas se propagaron por todas<br />
partes y envolvieron todo el edifi cio, consumieron<br />
el palacio y carbonizó a los que estaban durmiendo<br />
y a los que en vano trataban de escapar.<br />
3.6.25: Después se dirigió a la cámara de Fengi a la<br />
que antes había sido llevado por sus súbditos, y por<br />
si acaso, sacó la espada que estaba fi jada al lecho<br />
y en su lugar clavó la suya. Entonces despertó al<br />
tío y le refi rió que sus hombres estaban murien-do<br />
quemados, que él, Hamlet, había llegado y que,<br />
armado con sus viejos garfi os, deseoso, iba a hacer<br />
cumplir el castigo por la desgracia paterna. A estas<br />
voces Fengi se tiró del lecho y privado de su propia<br />
espada y sin poder desenvainar la otra, fue muerto.<br />
¡Oh, hombre valiente y digno de eterna fama, que<br />
prudentemente se pertrechó con la simulación de<br />
la estupidez y ocultó con la simulación de la locura<br />
una sabiduría admirable y la más alta inteligencia<br />
humana y no solo veló por su propia salvación sino<br />
que también por medio de la astucia alcanzó la<br />
ocasión de vengar a su padre! Así pues, no sólo por<br />
haberte salvado a ti mismo habilidosamente, sino<br />
también por haber vengado esforzadamente a tu<br />
padre, dejaste en duda si debería estimársete más<br />
por tu sabiduría o por tu bravura.<br />
Libro cuarto<br />
4.1.1: Una vez muerto el padrastro, Hamlet, temeroso<br />
de exponer sus hechos al pueblo, decidió<br />
esconderse hasta que pudiera saber qué pasaría<br />
con la impredecible masa del vulgo. Los vecinos<br />
que por la noche habían visto el incendio, deseosos<br />
por la mañana de saber su causa, observaron las<br />
cenizas del palacio real y buscando entre sus ruinas<br />
aún calientes no encontraron otra cosa sino los<br />
informes restos de cuerpos carbonizados. Hasta<br />
tal punto las voraces llamas lo habían consumido<br />
todo que no quedaba el menor indicio de lo que<br />
hubiera podido ser la causa de tal tragedia. También<br />
el cuerpo de Fengi, atravesado por una espada, se<br />
podía ver en medio de sus ensangrentadas vestiduras.<br />
Algunos mostraban abierta indignación,<br />
15 <strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong><br />
15 RyC
Teatro<br />
otros tristeza y algunos otros una oculta alegría.<br />
Unos se lamentaban por el fi n que tuvo su caudillo<br />
y los otros se alegraban de haber salido de un tirano<br />
parricida. Así, la muerte del rey fue recibida con<br />
opiniones opuestas.<br />
4.1.2: Cobró Hamlet confi anza por la tranquilidad<br />
de la gente, salió de su escondite y llamando a los<br />
que sabía que aún mantenían viva la memoria de<br />
su padre, convocó a una asamblea en la que habló<br />
de esta manera:<br />
«<strong>No</strong> os conmováis, señores, del aspecto de esta<br />
reciente catástrofe, si todavía os conmueve el fi nal<br />
del desventurado Horvendil, no os conmováis digo,<br />
vosotros que observáis el respeto debido a la realeza,<br />
la piedad a los padres, pues estáis viendo el cadáver<br />
de un parricida, no el de un rey. Mucho más digno de<br />
conmiseración, ciertamente, fue el espectáculo que<br />
visteis cuando vuestro propio rey fue decapitado<br />
cobardemente por ese inicuo parricida pues no<br />
me atrevo a llamarlo hermano. Vosotros mismos<br />
pudisteis ver llenos de con-miseración esos heridos<br />
miembros de Horvendil, ese cuerpo cubierto de<br />
heridas. ¿Quién podría dudar que fue privado de la<br />
vida por ese atroz carnicero para apoderarse de la<br />
libertad de la patria? Una y la misma mano lo privó<br />
a él de la vida y a nosotros de la libertad. ¿Quién<br />
puede haber tan demente que prefi era la crueldad<br />
de Fengi a la dulzura de Horvendil? Recordad con<br />
cuánta benevolencia Horvendil os protegió, con<br />
cuánta justicia os trató, con cuánta bondad os amó.<br />
Acordaos que un rey tan dulce y afectuoso con<br />
vosotros, un padre tan justo, fue depuesto por un<br />
tirano, un sucesor parricida, que desterró las leyes,<br />
lo contaminó todo, una plaga que ensució la patria,<br />
impuso un yugo a los cuellos y arrebató todo uso<br />
de la libertad».<br />
4.1.3: «Ahora todo esto se ha acabado y podéis ver<br />
cómo su autor ha sido aplastado por sus crímenes<br />
y expiado el asesino su parricidio. ¿Qué observador<br />
medianamente prudente pudiera tomar esta<br />
dádiva por una injuria? ¿Quién en su sano juicio<br />
se compadecerá porque el castigo caiga sobre su<br />
propio autor? ¿Quién podrá llorar la desgracia del<br />
crudelísimo verdugo o se lamentará por la justa<br />
muerte de un tirano? Aquí está el autor de todo<br />
lo que estáis viendo. Yo, ciertamente, me confi eso<br />
como el vengador de mi padre y de mi patria. Yo<br />
realicé lo que debisteis hacer vosotros con vuestras<br />
propias manos. Lo que debimos haber hecho juntos,<br />
lo hice yo sólo. Añadamos que en estos gloriosos<br />
hechos no tuve ningún aliado ni ningún compañero<br />
en esta empresa. Pero tampoco ignoro que si lo<br />
hubiera pedido me habríais tendido la mano en este<br />
asunto pues no dudo que conserváis la lealtad al rey<br />
y el respeto debido al príncipe. Pero preferí castigar a<br />
los criminales sin exponeros. Pues consideraba que<br />
no debía sobrecargar los hombros ajenos cuando<br />
podía soportar el peso en los míos».<br />
4.1.4: «Incineré a los otros y sólo dejé el tronco de<br />
Fengi para que lo cremarais vosotros con vuestras<br />
manos, para que por lo menos pudierais saciar en<br />
él, vuestros justos anhelos de venganza. Concurrid<br />
pronto, construid una hoguera, quemad ese cuerpo<br />
impío, coced los criminales miembros, esparcid las<br />
nocivas cenizas, dispersad las crueles pavesas, que<br />
RyC 16<br />
ninguna urna ni ningún túmulo guarde los nefandos<br />
restos de sus huesos. Que no quede el más mínimo<br />
rastro del parricida y que no tenga en la patria<br />
ningún lugar que acoja sus contaminados miembros<br />
ni las regiones vecinas acepten su contagio, que<br />
ni la tierra ni el mar se profanen dando refugio al<br />
cadáver maldito. De lo demás me he encargado yo,<br />
a vosotros os dejo sólo los servicios funerarios. Éstas<br />
son las exequias que acompañarán al tirano, ésta<br />
la procesión por los funerales del parricida. Pues no<br />
conviene que la patria cubra ni siquiera las cenizas<br />
de quien le ha arrebatado la libertad».<br />
4.1.5: «Pero por otra parte, ¿qué sentido tiene avivar<br />
mis tribulaciones? ¿pasar revista a mis calamidades?<br />
¿renovar mis miserias? Las conocéis mejor<br />
que yo. Acechado a muerte por mi padrastro,<br />
me-nospreciado por mi madre, escupido por los<br />
amigos, pasé mi existencia miserablemente, mis<br />
días en la infelicidad y el lapso incierto de la vida<br />
lleno de peligros y temores. En resumen, he pasado<br />
la mayor parte de mi vida miserablemente y en<br />
la mayor adversidad. A menudo os lamentabais<br />
secreta-mente entre vosotros acerca de mi locura;<br />
no habrá un vengador para el padre ni quién<br />
castigue el parricidio. Con lo que recibí el callado<br />
signo de vuestra simpatía y me daba cuenta que en<br />
vuestras mentes no se había borrado el recuerdo de<br />
la desventura del rey. Porque ¿quién podría tener un<br />
corazón tan áspero, tan pétreo, que no se conduela<br />
con lo que he pasado, que no llore compadecido<br />
por mis desdichas? Tened compasión de vuestro<br />
huérfano, compadeceos de mis infortunios, vosotros<br />
cuyas manos no se ensuciaron con el asesinato<br />
de Horvendil. Compadeceos también de mi afl igida<br />
madre y regocijaos porque ya terminó la deshonra<br />
de quien fue vuestra reina la cual al abrazar al<br />
hermano y asesino de su esposo tuvo que soportar<br />
de continuo el doble peso de la ignominia en su<br />
cuerpo de mujer».<br />
4.1.6: «Por lo tanto, para ocultar mis planes de<br />
venganza enmascaré mi ingenio y me refugié en la<br />
falsa apariencia de la incapacidad, y sirviéndome<br />
de la simulación de la estupidez, urdí una fi cción<br />
inteligente que si dio resultado o si alcanzó los fi -<br />
nes propuestos, podéis juzgar por vosotros mismos<br />
y me alegra t<strong>enero</strong>s como árbitros de tan importantes<br />
asuntos. Pisotead las cenizas del parricida<br />
con vuestros propios pies, mirad con desprecio las<br />
cenizas del que contaminó a la esposa después de<br />
degollar al hermano, profanó con acciones deshonrosas<br />
y lastimó a su señor, agredió a la realeza<br />
con el crimen de la traición, os infl igió una amarga<br />
tiranía, os robó la libertad y coronó con un incesto<br />
el parricidio».<br />
4.1.7: «Puesto que he sido el ejecutor de tan<br />
justa venganza, el agente de tan piadoso castigo,<br />
acogedme con magnanimidad, otorgadme el respeto<br />
debido, reanimadme con una benigna consideración.<br />
Yo he lavado el oprobio de la patria, eliminé la<br />
deshonra de mi madre, expulsé la tiranía, derroqué<br />
al parricida, con recíprocos manejos neutralicé el<br />
poder insidioso de mi tío que de haber sobrevivido<br />
se hubiera incrementado día a día. Me compadecí<br />
no sólo del ultraje a mi padre sino también a mi<br />
patria y maté al que os oprimía de una forma atroz
e intolerable para los hombres de bien. Reconoced<br />
lo que os he aportado, venerad mi ingeniosidad, y, si<br />
creéis que lo merezco, dadme el reino. Estáis frente<br />
al autor de tan gran hazaña, al heredero del poder<br />
paterno, no un hombre indigno ni un asesino, sino<br />
el legítimo sucesor del reino y el piadoso vengador<br />
del crimen cometido contra el padre. Me debéis<br />
el haber recuperado el don de la libertad, abolido<br />
un poder que os afl igía, arrancado el yugo opresor,<br />
expulsado el parricida del poder, pisoteado el cetro<br />
del tirano. Yo os despojé de la esclavitud y os investí<br />
con la libertad, os devolví la dignidad, restablecí<br />
vuestra gloria, derroqué al tirano y doblegué al<br />
carnicero. El premio está en vuestras manos, y ya<br />
que conocéis mis propios méritos dejo a vuestra<br />
equidad mi recompensa».<br />
4.1.8: Con este discurso el joven ablandó todos<br />
los corazones llevando a unos a la conmiseración<br />
y a otros hasta las lágrimas. Y cuando se calmó<br />
la tristeza fue proclamado rey con la entusiasta<br />
aclamación de todos. Puesto que todos tenían<br />
gran confi anza en su inteligencia ya que había<br />
emprendido tantas hazañas y con tan profunda<br />
astucia y había llevado a buen término tan<br />
increíbles empresas. A todos admiraba el hecho de<br />
que él durante tanto tiempo hubiera podido urdir<br />
la trama de proyectos tan sutiles.<br />
4.1.9: Después que pasó todo esto en Dinamarca<br />
fletó tres navíos costosamente adornados para<br />
regresar a Britania y ver a su esposa y su suegro.<br />
Como séquito se atrajo a los jóvenes más hábiles<br />
con las armas y escogidos entre los de más exquisita<br />
elegancia de modo que si hasta hace muy poco<br />
había andado desaliñado ahora estaba siempre<br />
aderezado magnífi camente y todo lo que en otro<br />
tiempo había concedido a la pobreza lo dedicaba<br />
ahora a los gastos más suntuosos. En un escudo<br />
que mandó a hacer estaban enlazadas todas sus<br />
hazañas partiendo desde su más tierna infancia<br />
y dispuso que se bosquejaran con exquisitas<br />
pinturas sus hechos más célebres. Este testimonio<br />
portátil sirvió como muestra de su valor y aseguró<br />
el incremento de su gloria.<br />
4.1.10: El escudo mostraba la degollación de<br />
Horvendil, el parricidio incestuoso de Fengi, al tío<br />
criminal, la fi ngida locura del sobrino, los gajos<br />
en forma de ganchos, la sospecha del padrastro,<br />
la disimulación del hijastro, los distintos tipos de<br />
estrategias, la mujer utilizada como trampa, el lobo<br />
con las fauces abiertas, el remo que se encontraron,<br />
el tránsito por las dunas, la entrada en el bosque, la<br />
pajilla pegada al tábano, las señales descifradas por<br />
el joven, cómo eludió a sus acompañantes y cómo,<br />
en un lugar apartado, poseyó a la muchacha. Se<br />
podía ver también un retrato del palacio, la reina<br />
y su entrevista con el hijo, el despedazamiento<br />
del espía, cómo lo hirvieron, cómo lo lanzaron a<br />
una fosa una vez cocido y dado como alimento a<br />
los puercos y cómo sus miembros se cubrieron de<br />
cieno y allí quedaron enterrados como pasto de las<br />
fi eras. También podríais ver de qué manera Hamlet<br />
le arrancó el secreto a sus compañeros mientras<br />
dormían y cómo una vez borrados los signos los<br />
sustituyó por otros caracteres, cómo le asqueó el<br />
banquete y le resultó repugnante la bebida, cómo<br />
criticó la expresión del rey y la falta de urbanidad<br />
de la reina. Observaríais también el ahorcamiento<br />
de los emisarios y, dibujadas, las bodas del joven. El<br />
retorno en barco a Dinamarca, el banquete fúnebre,<br />
cómo cuando le preguntaron mostró los bastones<br />
en lugar de los compañeros, a Hamlet haciendo de<br />
copero, pinchándose los dedos ex profeso, fi jando la<br />
espada con un clavo, incre-mentando la aprobación<br />
de los convidados, cómo se acrecentaba la danza,<br />
el tapiz lanzado sobre los durmientes, cómo lo<br />
afi anzó con los enlaces de gancho, cómo fi nalmente<br />
envolvió a los dur-mientes y los tizones lanzados<br />
contra el techo, la cremación de los convidados,<br />
el palacio devorado por el incendio y en ruinas,<br />
la llegada a la ha-bitación de Fengi, el robo de la<br />
espada y su sustitución por la otra inútil y el rey<br />
muerto a manos del sobrino con la punta de su<br />
propia espada. Todo esto había sido pintado con<br />
gran refi namiento por un excelente artesano en<br />
el escudo de batalla imitando las cosas con las<br />
imágenes y mostrando los acontecimientos con<br />
los personajes. Y sus propios compañeros para<br />
destacarse más brillantemente sólo usaban escudos<br />
enchapados en oro.<br />
4.1.11: El rey de Britania los recibió con extrema<br />
benevolencia y los honró con pompa real y mientras<br />
comía preguntó ansiosamente si Fengi vivía y si se<br />
encontraba bien y supo por su yerno que había sido<br />
muerto por la espada aquél por el que vanamente<br />
se interesaba. Como preguntara insistentemente<br />
quién había sido su asesino, supo que el autor era la<br />
misma persona que le relató lo sucedido. Habiendo<br />
oído esto, un secreto aturdimiento se apoderó de su<br />
corazón, pues supo que había llegado el momento<br />
de cumplir la promesa que en otro tiempo le había<br />
hecho a Fengi de vengarlo. Puesto que él mismo<br />
y Fengi habían hecho un pacto para vengarse<br />
recíprocamente. Por un lado lo halaba la ternura<br />
hacia la hija y el amor al yerno, por el otro la lástima<br />
por el amigo y sobre todo el poder del juramento,<br />
el propio carácter sagrado del mutuo compromiso<br />
que sería sacrílego violar. Finalmente pesó más la<br />
fe jurada que los lazos de consanguinidad, dirigió<br />
su espíritu hacia la venganza y antepuso los<br />
requerimientos del escrúpulo religioso. Pero puesto<br />
que sabía que violar las reglas de la hospitalidad<br />
era un sacrilegio, se decidió a llevar a cabo la<br />
venganza por mano ajena, tratando de aparecer<br />
como inocente y ocultando el crimen.<br />
4.1.12: Así pues, urdió sus intrigas y disfrazó las<br />
intenciones de hacer mal con falsos desvelos de<br />
benevolencia. Y como hacía poco su esposa había<br />
muerto por enfermedad, encargó a Hamlet presidir<br />
una embajada para arreglar nuevas nupcias, pues<br />
ciertamente lo distinguía de entre todos por su<br />
inteligencia. Aseguraba que en Escocia había una<br />
reina con la que deseaba ardientemente casarse.<br />
Sabía también que ella no sólo era célibe por castidad<br />
sino atroz en su orgullo, que aborrecía a su<br />
pretendientes y les había impuesto a su amantes<br />
la pena de muerte de modo que de los muchos que<br />
habían aspirado a su mano no había uno sólo que<br />
no hubiera sufrido la pena capital.<br />
4.1.13: Así pues, Hamlet partió y aunque era peligrosa<br />
la misión que le había sido encomendada y<br />
17 RyC
habiendo rechazado la tarea impuesta, estaba<br />
confi ado en parte en sus propios siervos y en parte<br />
en los siervos de la casa del rey. Llegado a Escocia,<br />
estando no lejos del palacio de la reina, entró en<br />
un lugar junto a la vía principal para dejar descansar<br />
a los caballos y allí, seducido por el agradable<br />
ruido de un riachuelo que lo invitaba al sueño y<br />
fascinado por la belleza del lugar decidió acampar,<br />
organizando una guardia a lo lejos para que<br />
observaran. Cuando la reina se enteró de esto envió<br />
a diez jóvenes para que espiaran a los extranjeros<br />
que habían llegado y las cosas que habían traído.<br />
Uno de ellos, el más listo, eludiendo a los guardias,<br />
se acercó poco a poco al escudo de Hamlet, que<br />
ca-sualmente lo había usado de almohada y lo sustrajo<br />
con tanta suavidad que no despertó al que se<br />
apoyaba sobre él ni perturbó el sueño de ninguno de<br />
los numerosos miembros de la partida, lleván-dole<br />
a su dueña no sólo noticias sino también prue-bas<br />
palpables. También sustrajo con igual habi-lidad<br />
del lugar donde estaban guardadas, las cartas que<br />
le fueron confi adas a Hamlet. Teatrono<br />
4.1.14: Una vez que estos objetos llegaron a la reina,<br />
contempló el escudo con mucha curiosidad y sacó<br />
toda la historia de los caracteres incisos y supo que<br />
el que había llegado era aquél que, confi ado en un<br />
plan muy preciso y prudente, le había cobrado al<br />
tío la compensación por el asesinato de su padre.<br />
Y una vez vista la carta con su petición de mano,<br />
borró todos los caracteres puesto que aborrecía<br />
del matrimonio con un viejo y deseaba el amor<br />
del joven, y así, escribió un mensaje como si le<br />
fuera enviado por el rey de Britania fi rmado con<br />
su nombre y título en el que fi ngía una petición de<br />
matrimonio para el portador del mensaje. Y de los<br />
hechos que había conocido por el escudo rellenó<br />
el mensaje de modo que se pudiera considerar el<br />
escudo como un testimonio de la carta y la carta<br />
interpretarse por el escudo. Luego ordenó a los<br />
que había utilizado en la exploración a restituir el<br />
escu-do y poner en su lugar las cartas, usando con<br />
Hamlet el mismo tipo de argucia que él había usado<br />
para engañar a sus compañeros.<br />
4.1.15: Mientras tanto Hamlet, habiéndose percatado<br />
de la sustracción del escudo, cerró con disimulo<br />
los ojos simulando astutamente estar dormido<br />
para recuperar con un fi ngido sopor lo que<br />
había perdido estando dormido de verdad. Puesto<br />
que pensaba que el pérfi do se sentiría inclinado a<br />
buscar una segunda vez ya que la primera le salió<br />
tan bien. Y no se equivocó. En efecto, se levantó de<br />
un salto y se apoderó y encadenó al espía que había<br />
entrado a hurtadillas con el propósito de colocar<br />
el escudo y la carta en su lugar original. Luego,<br />
después de despertar a sus compañeros, se dirigió<br />
al palacio de la reina a la que, saludándola de parte<br />
del suegro, le extendió el escrito marcado con su<br />
sello. Luego que Hermintruda (ese era el nombre<br />
de la reina) lo hubo tomado y leído atentamente,<br />
describió las hazañas y el ingenio de Hamlet con<br />
frases de admiración y sentenció que Fengi se merecía<br />
su castigo y que en verdad el mismo Hamlet<br />
con su enorme ingenio había emprendido hazañas<br />
mas allá de la humana estimación y que no sólo<br />
había logrado vengar la muerte del padre y el<br />
RyC<br />
18<br />
acoplamiento de la madre con la profunda grandeza<br />
de su juiciosa imaginación, sino que también ostentaba,<br />
con esas importantes y honrosas haza-ñas,<br />
el reino de aquél de quien había tenido que soportar<br />
tantas reiteradas acechanzas.<br />
4.1.16: Por lo que se maravillaba que un hom-bre<br />
de tan selecto ingenio hubiera podido caer en un<br />
matrimonio desventajo-so, y él que superaba por<br />
su brillantez casi todas las cosas humanas se encontrara<br />
sometido a un enlace innoble y oscuro.<br />
Puesto que su esposa te-nía antecedentes serviles<br />
aunque la fortuna la hubiera favorecido con<br />
honores reales. Pues cier- tamente, el hombre prudente<br />
que busca esposa no debe tener en cuenta el<br />
esplendor de su físico sino el de su prosapia. Por lo<br />
que si quería casarse debía atender mejor al árbol<br />
genealógico que a la belleza, que aunque exacerbara<br />
la ilusión, inútilmente había menoscabado<br />
con una falsa apariencia<br />
de belleza a muchos<br />
hombres inocentes y lo<br />
cierto era que bien podría<br />
pretenderla a ella que lo<br />
igualaba en nobleza. Ella,<br />
por cierto, era la ideal<br />
como esposa pues no le<br />
era inferior ni en bienes ni<br />
en prosapia puesto que no<br />
la sobrepujaba ni en regio<br />
poder ni la aventajaba<br />
por el esplendor de sus<br />
antepasados. Puesto que<br />
ella era una reina y a no<br />
ser por el sexo podría<br />
considerársele un rey.<br />
Incluso, lo que es aún<br />
más cierto, a cualquiera<br />
que ella se dignara en<br />
brindarle su lecho, sería<br />
considerado rey y le daría<br />
el reino conjuntamente<br />
con su afecto. Así no sólo<br />
el cetro estaba a la altura<br />
de las bodas, sino que<br />
también las bodas se correspondían con el cetro.<br />
Y no era un pequeño favor el que se ofre-ciera a<br />
sí misma, ella, que acostumbraba a repeler a los<br />
otros pretendientes ejecutándolos con la espada. Así<br />
pues, lo exhortaba a que orientara sus preferencias<br />
hacia ella, desviara sus promesas nupciales hacia<br />
ella y aprendiera a anteponer la estirpe a la<br />
belleza. Y dicho esto se lanzó sobre él y lo abrazó<br />
fuertemente.<br />
4.1.17: Él, complacido por el dulce discurso de<br />
la muchacha, comenzó a devolverle sus besos y<br />
la apretó contra sí en un abrazo recíproco al que<br />
res-pondía la muchacha protestando complacida.<br />
Después vino el banquete, se convocaron a los<br />
amigos, fueron llamados los príncipes y se efectuaron<br />
las nupcias. Una vez cumplidos estos ritos,<br />
regresó con la esposa a Britania ordenando a un<br />
valiente grupo de escoceses seguirlos de cerca para<br />
poder servirse de sus esfuerzos contra algunas<br />
posibles emboscadas<br />
4.1.18: La hija del rey de Britania con la que estaba
casado corrió a su encuentro y, aunque se quejó y<br />
se sentía herida por la ofensa de que hubiera traído<br />
a su concubina, sostuvo que era indigno anteponer<br />
el odio al concubinato al respeto debido al matrimonio<br />
y que ella no se iba a volver contra él hasta el<br />
punto de apoyar con el silencio las cosas que sabía<br />
que traidoramente se intentaban contra él. Tenían,<br />
además, un hijo como prenda de amor conyugal,<br />
por respeto al cual debía la madre por lo menos<br />
imponerse respeto hacia su esposo. Y dijo:<br />
«Él mismo podría, por amor a su madre, odiar a<br />
la concubina; yo podría amarla, mi amor por ti<br />
ninguna contingencia lo adormecerá, ninguna<br />
ma-levolencia lo extinguirá, de modo que no sólo<br />
alejaré de ti todo propósito siniestro sino que también<br />
pondré de manifi esto todas las acechanzas<br />
que pudiera descubrir. Por todo lo cual te prevengo<br />
de tu suegro puesto que le arrebataste todo el provecho<br />
de su embajada y<br />
te has quedado con todos<br />
sus frutos, te burlaste de<br />
la promesa hecha a él,<br />
que te envió y tenazmente<br />
usurpaste y cambiaste<br />
todo de sentido».<br />
Con estas palabras se<br />
mostró mas inclinada al<br />
afecto conyugal que al<br />
paterno.<br />
4.1.19: En lo que ella decía<br />
estas cosas, llegó el rey de<br />
Britania y abrazando al<br />
yerno con más simu-lación<br />
que afecto, lo condujo al<br />
banquete, ocul-tando bajo<br />
el manto de la g<strong>enero</strong>sidad<br />
sus pro-pósitos<br />
fraudulentos. Hamlet, que<br />
estaba alertado del engaño<br />
disimuló su temor, llevó<br />
un séquito de doscientos<br />
caballeros y poniéndose<br />
una cota de malla bajo el<br />
vestido, obedeció al rey<br />
prefi riendo prestarse a su peligrosa simulación<br />
que resistirse deshonrosamente. Hasta tal punto<br />
pensaba que en toda circunstancia había que<br />
conservar la dignidad. Mientras cabalgaba delante<br />
y cerca del rey, este lo atacó con una lanza cuando<br />
pasaba bajo un arco que tenía una puerta con<br />
dos batientes y lo hubiera traspasado de no ser<br />
porque tenía una cota de malla bajo las vestiduras<br />
cuya dureza repelió el ataque. Hamlet, levemente<br />
herido, se dirigió al lugar donde había ordenado a la<br />
juventud escocesa que estuviera de guardia y envió<br />
al rey el cautivo que había sido espía de la nueva<br />
esposa y que había robado las cartas dirigidas a su<br />
señora del lugar donde estaban guardadas para que<br />
testimoniara contra Hermintruda y lo absolviera<br />
a él mismo de este crimen de traición con este<br />
impecable tipo de disculpa.<br />
4.1.20: El rey ávidamente no perdió tiempo en<br />
seguir al que huía con precipitación y lo despojó<br />
de la mayor parte de sus tropas. Así Hamlet, al<br />
día siguiente, para poder salvarse en la batalla,<br />
perdiendo la esperanza de tener suficientes<br />
fuerzas para resistir y para aumentar el aspecto<br />
de sus tropas, apuntaló con troncos una parte<br />
de los cadáveres de sus guerreros, otra parte los<br />
amarró a unas rocas cercanas, a otros los montó<br />
en caballos como si estuvieran vivos sin quitarles<br />
sus ar-maduras y los ordenó en filas y cuñas<br />
como para una batalla. Y el ala de los muertos<br />
estaba tan compacta como el pelotón de los vivos.<br />
Era, por cierto, un fantástico espectáculo ver los<br />
muertos precipitándose a la batalla, obligados a<br />
combatir. Lo que no fue inútil para su autor, pues<br />
las fi guras de los muertos golpeadas por los rayos<br />
del sol parecían un inmenso ejército. Así, aquellos<br />
gigan-tescos simulacros de cadáveres restablecían<br />
el número inicial de soldados de modo que nadie<br />
pudiera pensar que había disminuido la víspera.<br />
Aterrorizados los Britanos por esta visión, se dieron<br />
a la fuga antes de entablar combate, vencidos por<br />
los cadáveres de quienes en vida habían subyugado.<br />
<strong>No</strong> sé si esta victoria sea imputable a la<br />
astucia o a la suerte. Como el rey fue más lento en<br />
la fuga, fue muerto por los daneses que estaban<br />
más próximos. Hamlet, vencedor, regresó a su patria<br />
con las dos mujeres, con las inmensas riquezas<br />
que tomó como botín y los despojos que arrancó<br />
de Britania.<br />
4.2.1: Mientras tanto, muerto Rorik,Viglek una<br />
vez en el poder, despojó a la madre de Hamlet de<br />
sus prerrogativas reales y la vejó con todo tipo de<br />
insolencias, aduciendo que el hijo de ella había<br />
arrebatado el reino de Jutlandia, robando así al<br />
rey de Lejre quien tenía la potestad de dar o quitar<br />
los derechos a los cargos públicos. Hamlet asumió<br />
los hechos con tal serenidad que pareciera que<br />
res-pondía a la calumnia con magnanimidad pues<br />
ofreció a Viglek la espléndida parte del botín que le<br />
correspondía a él por su victoria, y después, encontrando<br />
el momento propicio para la venganza,<br />
lo conminó a la guerra y lo sometió, pasando de<br />
enemigo disimulado a manifi esto. Llevó a Fiallar,<br />
el gobernador de Scania, a un exilio forzoso, quien,<br />
según se cuenta, se retiró a un lugar llamado<br />
Undensakre, desconocido para nosotros.<br />
4.2.2: Después de esto, como Viglek, habiéndose<br />
repuesto con tropas de Scania y Zelandia, lo exhortaba<br />
a la guerra, Hamlet percibió con su extraordinaria<br />
perspicacia que frente a él fl uctuaban dos<br />
posibilidades: o bien la deshonra o bien el peligro.<br />
Sabía ciertamente que si se dejaba provocar estaría<br />
en trance de perder la vida y si rehusaba caería en<br />
descrédito frente al ejército. Sin embargo prevaleció<br />
en su decisión la pasión por el honor y la observancia<br />
de la virtud y su vehemente avidez de alabanza<br />
debilitó el temor a una derrota para que el<br />
brillo indiscutido de su gloria no resultara dañado<br />
por la medrosa inclinación a evitar la muerte. Se<br />
daba cuenta, además, que la diferencia que había<br />
entre una vida innoble y una espléndida muerte era<br />
equivalente a la distancia que se advierte entre la<br />
consideración y el menosprecio. Y era tal su amor<br />
por Hermintruda que le causaba más preocupación<br />
la viudez de ella que su propia muerte y trataba<br />
por todos los medios de ver cómo concertarle unas<br />
segundas nupcias antes de entrar en la guerra. A lo<br />
19 RyC
Teatro<br />
que Hermintruda, dando muestra de una entereza<br />
viril, prometió que ni aún en medio de la batalla lo<br />
abandonaría, considerando detestable a toda mujer<br />
que temiere estar unida al marido aún en la muerte.<br />
Pero apenas si mantuvo tan insólita promesa pues<br />
cuando Hamlet fue muerto por Viglek en una batalla<br />
en Jutlandia, por propia iniciativa se lanzó en los<br />
brazos del vencedor como botín de guerra.<br />
4.2.3: Así los cambios de la fortuna arrastran<br />
toda clase de votos femeninos. El cambio de las<br />
estaciones los desvanece y cualquier circunstancia<br />
fortuita debilita la mente femenina; su fi delidad<br />
descansa en un terreno movedizo y así como<br />
promete sin difi cultad, del mismo modo a la hora de<br />
cumplir es lenta. Presa en la excitación de los más<br />
diversos placeres siempre corre ávidamente hacia<br />
las novedades, olvida lo pasado y jadeante se lanza<br />
de cabeza de un lado a otro en pos de su deseo.<br />
4.2.4: Éste fue el fi n de Hamlet, que si hubiera<br />
recibido la misma indulgencia del destino que<br />
de la naturaleza, hubiera igualado en esplendor<br />
a los dioses y superado con su valor las hazañas<br />
de Hércules. Hay una llanura en Jutlandia famosa<br />
por ser el lugar de su sepultura y llevar su nombre.<br />
Viglek, después de gobernar su reino en paz y por<br />
largo tiempo, murió de muerte natural.<br />
NOTAS:<br />
1. Sassone Grammatico: Gesta<br />
dei re e degli eroi danesi. A cura<br />
di Ludovica Koch e Maria Adele<br />
Cipolla, Giulio Einaudi editore,<br />
Torino, 1993.<br />
2. Saxo Grammaticus: The fi rst<br />
nine books of the danish history of<br />
Saxo Grammaticus, Translated by<br />
RyC 20<br />
Oliver Elton, Londres, 1894.<br />
3. Gustavo Landauer: Shakespeare.<br />
Presentado en una serie<br />
de conferencias, Editorial Americalee,<br />
Buenos Aires, 1947.<br />
El poeta y la actriz.<br />
Entrevista a<br />
Julia Varley<br />
Nara Mansur<br />
«Ur-Hamlet es el resultado del<br />
marcado interés del Odin Teatret<br />
en la técnica del actor. En vez de<br />
técnica, pudiéramos decir identidad<br />
profesional, y esta identidad no<br />
necesariamente coincide con la<br />
biografía cultural del performer».<br />
Tomado del programa de mano (sin fi rma).<br />
r-Hamlet puede ser interpretado como obra<br />
musical, una coreografía o museo viviente:<br />
el lugar de la ciencia y las artes liberales<br />
protegido por las musas, un sitio de culto que<br />
abre sus puertas a los no iniciados, los aprendices.<br />
Un concierto de colegas del mundo entero, una<br />
parada en medio del camino de un grupo que es más<br />
que eso: que publica libros valiosísimos, organiza encuentros,<br />
talleres, festivales como ritual de trabajo,<br />
que se ha hecho colegas-compañeros por el mundo<br />
entero, que acompañan a través del estudio y la<br />
investigación historiográfi ca los deseos y riesgos de<br />
los amigos. Este es un nuevo encuentro provo-cado<br />
por el Odin Teatret que confi rma sus vínculos de<br />
amor, trabajo creativo y de todo tipo con personas<br />
diferentes que simplemente han decidido acompañarse<br />
durante estos días.<br />
Una de las imágenes que más me atrae de la experiencia<br />
de creación de Ur-Hamlet es el cartel diseñado<br />
por Luca Ruzza. Un árbol de tres ramas colocado<br />
sobre un corazón muestra los tres recorridos<br />
de Hamlet: desde la Gesta de Saxo hasta el montaje<br />
del Odin Teatret. Las ramifi caciones cuentan los<br />
caminos construidos por los directores, los actores<br />
y los textos.<br />
Entrevisto a Julia Varley, actriz del Odin desde<br />
1978 y que aquí representa al autor del texto, Saxo<br />
Grammaticus, y a Cristina Wistari, que interpreta<br />
a dos personajes: Fenji y Orvendil, y además directora<br />
del Pura Desa Ensemble, de Bali, con el deseo<br />
de documentar una de estas ramifi caciones.
¿Cómo es Saxo para ti como actriz? ¿Quién es<br />
este escritor que tú estás representando? ¿Cómo<br />
lo has visto?<br />
Saxo Grammaticus es un historiador, una persona que<br />
transforma la historia. Sabe que algo pasó: escribe la<br />
historia, la cuenta, a veces se identifi ca con ella, otras<br />
veces la rechaza. Algunos factores han formado<br />
mi visión de Saxo: el primer personaje que recibí<br />
se llamaba la Reina de las Ratas, que al fi nal fue<br />
representado por el actor japonés de <strong>No</strong>h, Akira<br />
Matsui. Con este personaje yo tenía contacto con lo<br />
que está debajo de la historia y de la realidad, que se<br />
ve en la superfi cie, ella movía fuerzas subterráneas<br />
y también era responsable de desatar la peste.<br />
Cuando comencé a ensayar Saxo, mi tarea fue<br />
conectar una visión de las acciones que suceden<br />
arriba con lo que pasa abajo. De una parte, estaba<br />
mi relación con la historia ofi cial del contador de<br />
historias y por otra, una visión secreta y oculta, que<br />
uno no sabe descifrar, explicar en palabras.<br />
Cuando entro en contacto con los extranjeros que<br />
invaden el castillo donde ocurre la acción del Ur-<br />
Hamlet, cuando los veo entrar y camino entre ellos,<br />
siento que también es una señal evidente y al mismo<br />
tiempo misteriosa, que necesita ser adivinada.<br />
Eugenio me había dicho que Saxo era ciego y al<br />
comienzo no me gustaba no poder utilizar los ojos.<br />
En México hicimos un taller y había una mucha-cha<br />
participante que no veía bien, y era fascinante ver<br />
cómo la dirección de sus acciones iba por un lado<br />
y sus ojos por otro. Eso me interesó: cómo se podía<br />
trabajar con el cuerpo en una dirección y con los<br />
ojos, en otra. Al mismo tiempo, Eugenio también<br />
me decía que para contar algunos de los elementos<br />
de la historia debía indicarlo con los ojos. Así, en el<br />
espectáculo, Saxo es y deja de ser ciego.<br />
A nivel técnico necesito tener un punto de salida<br />
que me haga cambiar un poco la manera de ser<br />
físicamente. Y uno de esos puntos fue unos pasos<br />
que aprendí de Ileana Citaristi, una bailarina Odissi<br />
que estuvo en la ISTA de Sevilla. Aprendí los pasos<br />
de un pavo, de un elefante y de una serpiente.<br />
Trabajé mucho con la rotundidad. La primera<br />
en-trada que hago son pasos de un pavo, trabajé<br />
mu-cho sobre la acción de escribir primero con un<br />
palo, luego con una pluma y al fi nal con un hueso.<br />
Hubo un momento en que todo eso se transformó.<br />
Euge-nio un día me dice: tu Saxo se ha transformado<br />
en una especie de chamán, no sólo trata de decir lo<br />
que ha pasado, sino lo evoca. Él me repetía: debes<br />
mirar los huesos, leer lo que esconden, míralos y<br />
descífralos. Yo me aburría haciéndolo. Trataba de<br />
hacer otras cosas disimulándolas, de manera que<br />
el director las aceptara.<br />
Como historiador, Saxo es muy conocido en Dinamarca<br />
y el norte de Europa. Cuando leí su versión<br />
de Hamlet me golpeó esta relación muy anti-mujer<br />
que tiene. Las mujeres no son nada. Y en la manera<br />
de Eugenio trabajar la dirección del espectáculo,<br />
también me parecía que había mucha violencia<br />
hacia la mujer. Y después comprendí. Mientras<br />
estábamos en Bali, Brigitte Cirla me comentó que<br />
había leído en unas estadísticas de la UNESCO<br />
que uno de los países donde más se golpeaba a las<br />
mujeres en la casa es Finlandia. Nunca me hubiera<br />
imaginado que en un país del norte de Europa existiera<br />
esa situación, quizá en Italia o España, pero en<br />
Finlandia no lo podía creer.<br />
Eugenio me contaba que cuando era niño su hermano<br />
mayor trataba a la madre viuda de manera<br />
muy violenta por celos. Porque entendía que la<br />
madre no debía relacionarse con otros hombres.<br />
Comprendí que esta manera de presentar a la mujer<br />
en el espectáculo tiene que ver con una rea-lidad<br />
que tenemos que contar. Y desde este mo-mento,<br />
el espectáculo tuvo para mí otro sentido, más allá<br />
del hombre que mata y hace la guerra por el poder.<br />
Empecé a interesarme más en la drama-turgia del<br />
espectáculo en relación con Saxo.<br />
El hecho de que esté sin cabello fue una idea<br />
de Eugenio. Y recuerdo que Annamaria Talone,<br />
una de las participantes, cuando estábamos en<br />
Bali, me dijo que la aparición de Saxo era muy<br />
per-turbadora, uno no sabe qué es. Para mí, es<br />
bueno porque trato de que Saxo tenga una imagen<br />
muy diferente a la de otros personajes que he<br />
representado. Por ejemplo, tenía miedo de estar muy<br />
cerca del personaje Doña Música, que es también<br />
una contadora de historias y mi pregunta era: cómo<br />
dar otra presencia. Los pasos del ele-fante, que<br />
vienen de la danza Odissi, también son un hallazgo<br />
muy bueno para mí, utilizo los movimientos de los<br />
brazos correspondientes; y el espacio es tan grande<br />
que puedo dilatarme mucho más –con esos grandes<br />
pasos– que en otros espectáculos que hacemos<br />
habitualmente.<br />
¿Cómo ves tu relación con los otros persona-jes 21 RyC<br />
en cuanto al uso de la palabra? Muchos de ellos<br />
Poeta, autora<br />
de textos para<br />
la escena, editora<br />
de la revista<br />
Conjunto;<br />
imparte, como<br />
Profesora adjunta,<br />
en el<br />
Seminario de<br />
Dramaturgia en<br />
la Facultad de<br />
Artes Escéni-cas<br />
del Insti-tuto<br />
Superior de<br />
Arte.<br />
Julia Varley, representando<br />
a Saxo<br />
Grammaticus, el<br />
personaje narrador<br />
en Ur-Hamlet .
dialogan entre sí, pero accionan o participan<br />
de manera más física, a partir de tu narración<br />
o presentación.<br />
Al inicio, Eugenio había decidido que hablara todo<br />
el tiempo en latín, porque fue el idioma en que Saxo<br />
escribió. Teníamos la idea, incluso, de hacerlo primero<br />
en latín y después, traducirlo al idioma del<br />
lugar donde actuábamos. Después desechamos esto<br />
y quedó que sólo hablara en latín. Aprenderlo no<br />
es fácil, fueron páginas y páginas, y esto me tomó<br />
mucho tiempo: mis vacaciones pasadas.<br />
Para aprender un texto yo necesito una musicalidad.<br />
Y aprendí todos los textos sobre músicas<br />
reli-giosas, místicas, que después fueron retiradas<br />
por Eugenio para dejar sólo lo hablado. Cuando<br />
está-bamos en Bali –antes de los últimos ensayos–<br />
la historia era contada por los carteles que lleva<br />
Torgeir. Pero nos pareció que creaba mucho disturbio<br />
tratar de leerlos, entender lo que sucedía mientras<br />
pasaban estos carteles. Ahora en el espectáculo se<br />
han quitado y queda sólo uno, al comienzo. En su<br />
lugar, Saxo dice más textos que son explicativos, que<br />
presentan personajes y situaciones. Teatrono<br />
En Bali el público no entendía que Cristina Wistari<br />
–su cara resulta muy reconocible allí– tuviera dos<br />
personajes: Orvendil y el Consejero. Se preguntaban<br />
por qué después de morir, ella resucitaba. Por eso,<br />
necesitábamos textos que presentaran a los personajes<br />
y permitieran seguir la historia. La historia es<br />
simple y es contada en escena de la misma ma-nera,<br />
pero si no identifi cas a los personajes no lo-gras<br />
comprenderla. Y yo era el personaje que mejor podía<br />
enunciar este tipo de textos.<br />
Los otros personajes sí hablan, pero muchas veces<br />
estos diálogos pertenecen a la musicalidad y no a<br />
la comprensión. Es como si existiera un texto que<br />
es parte de la música –el mío también– y otros que<br />
hay que escuchar para poder comprender.<br />
El espacio es muy grande y al principio Eugenio me<br />
había pedido hablar el latín de manera muy teatral,<br />
y dar las explicaciones con una voz más personal.<br />
Yo le dije: es imposible poner una voz personal en<br />
un espacio como este. Y empleé el latín con una<br />
tonalidad muy alta, y el italiano o inglés en un to-no<br />
más normal, pero también fuerte. Después Eugenio<br />
me sacó la tonalidad alta y siento que con el latín<br />
tengo más radiaciones en la manera de decir el<br />
texto. Las explicaciones son enunciadas por mí de<br />
manera extremadamente simple, lo que me hace<br />
preguntarme si es sufi ciente, siento que es muy<br />
neutro. Aunque también creo que para que llegue<br />
la información (porque en realidad es pura información)<br />
funciona mejor así, y puedo usar toda la<br />
musicalidad en los otros textos.<br />
En Bali trabajé mucho el ritmo con Brigitte Cirla y<br />
Ni Nyoman Candri, los intercalados, los ecos, cómo<br />
lograr dos tonalidades al mismo tiempo. El trabajo<br />
más grande que he hecho es sobre la voz, aunque los<br />
resultados ahora parecen muy sencillos, no tienen<br />
esos grandes efectos.<br />
¿Dónde están tus deseos más grandes como artista?<br />
¿Cómo ves ahora los vínculos entre teatro<br />
e ideología? ¿Cómo sientes los contenidos<br />
del teatro que ves como espectadora, el de algunos<br />
colegas, qué te hacen sentir y pensar?<br />
RyC<br />
22<br />
En tu vida profesional tienes varios momentos: el<br />
de aprender, en el que toda tu concentración está<br />
puesta ahí, después tienes un momento en el que<br />
enseñas, y después es como si pudieras estar un<br />
poquito libre de responsabilidades, que tal vez te<br />
da una responsabilidad mayor.<br />
Para mí, el teatro tiene una magia que es la significación<br />
o el punto de vista contenido en una<br />
ac-ción. Y en la acción tú puedes tener contra-<br />
dicciones, incompatibilidades, oposiciones. Claro,<br />
hoy cuando vemos la guerra en Palestina, el Líbano,<br />
Iraq, el valor del teatro es subrayar la uni-cidad<br />
de la persona, el lado humano, su riqueza y su<br />
debilidad. El hecho de que somos personas quienes<br />
lo hacemos y lo vemos. La acción en el teatro<br />
puede contener simultáneamente oposiciones,<br />
antagonismos, incoherencias, y así puedes lograr<br />
nexos, conexiones, intercambios, paradojas, que con<br />
otras manifestaciones artísticas no puedes.<br />
En Holstebro con la Festuge (La semana de fi esta)<br />
logramos que los pacifi stas y los militares participen<br />
de una acción teatral juntos. Podemos hacer<br />
que los carros de las Fuerzas Armadas participen en<br />
una escena de teatro, y que la policía tenga un papel<br />
en nuestros espectáculos de calle. Esto no existe en<br />
otro ámbito. El teatro logra cosas así y también crea<br />
caminos subterráneos como los que intento crear<br />
con Saxo en el Ur-Hamlet. El teatro crea relaciones<br />
humanas fuertes y profundas, te hace conocer<br />
personas de muchos lugares, de Cuba, Argentina,<br />
Nueva Zelanda...<br />
Hoy no creo que podemos cambiar el mundo a<br />
través de una lucha política de los gobiernos. Si tenemos<br />
alguna oportunidad de cambiar el mundo<br />
es porque conocemos estos caminos subterráneos,<br />
maneras de promover actividades que rompen<br />
las maneras obvias de pensar y juzgar los acontecimientos,<br />
necesidades que se ponen en contacto<br />
más allá de las fronteras, de las dictaduras, las<br />
guerras. Este es para mí el valor más importante.<br />
Siento que el Odin lo tiene como prioridad muy<br />
fuerte.<br />
En el interior del grupo hay personas con otras<br />
necesidades; el hecho de ser actores, por ejemplo,<br />
es más importante, el hecho de estar en el escenario<br />
es una prioridad. Yo nunca me sentí actriz en este<br />
sentido. Sí me siento actriz por el hecho de que<br />
to-do mi cuerpo participa de mi existencia y eso<br />
es esencial, el hecho de que yo pienso con los pies<br />
es esencial. Me da otro conocimiento, otro punto<br />
de vista, pero estar en el escenario, delante de los<br />
espectadores, no es mi primera necesidad.<br />
Cuando he dirigido, encuentro también esa forma<br />
de colocarme en el mundo junto a otras personas.<br />
Muchas veces me he preguntado si debo dejar de<br />
actuar, pero no lo he hecho porque ser actriz me da<br />
la capacidad de comprender la realidad, sólo con la<br />
mente no me bastaría. Protejo mi actividad como<br />
actriz para poder pensar de manera diferente. Y<br />
quiero salvaguardar esto.
El mundo del<br />
príncipe Panji.<br />
Presencia del<br />
Gambuh balinés<br />
Jaime Gómez Triana<br />
i<br />
as danzas balinesas entraron en contacto con<br />
el teatro occidental a inicios de la década del<br />
treinta en ocasión de la Exposición Colonial<br />
Internacional de París. Testigo excepcional<br />
de este acontecimiento, Antonin Artaud recogió<br />
sus impresiones sobre ese encuentro con la escena<br />
oriental en un texto publicado en la <strong>No</strong>uvelle Revue<br />
Française el 1 de octubre de 1931, así como en diversas<br />
notas desperdigadas en cartas y manuscritos.<br />
Se iniciaba de este modo un fuerte vínculo<br />
teatral entre oriente y occidente. Fascinado y totalmente<br />
confundido, Artaud colocó sus visiones en el<br />
centro del imaginario escénico del siglo XX. Otros<br />
muchos, tras sus pasos, profundizarían en un acercamiento<br />
que es actualmente una de las marcas<br />
más nítidas de la teatralidad contemporánea.<br />
Eugenio Barba, sin duda entre los más importantes<br />
directores de la segunda década del siglo XX, es uno<br />
de los que ha llevado ese diálogo hasta sus últimas<br />
consecuencias. La noción de Teatro Eurasiano y la<br />
obra enorme de la antropología teatral dan cuerpo<br />
a una investigación coherente en torno a la naturaleza<br />
del ofi cio escénico y al trabajo del actor, cuya<br />
manifestación más concreta se vincula a las experiencias<br />
pedagógicas de la ISTA y a los espectáculos<br />
del Teatro Mundi. Ur-Hamlet, la más reciente puesta<br />
en escena de este creador incorpora elementos<br />
pro-venientes de diversas tradiciones orientales. De<br />
todas ellas el Gambuh balinés es, paradójicamente,<br />
si tememos en cuenta la relación iniciada en 1931,<br />
la menos conocida entre nosotros.<br />
ii<br />
Vinculadas a las prácticas religiosas balinesas, las<br />
danzas y las representaciones dramáticas forman<br />
parte de los rituales relacionados con la devoción<br />
a los ngayan –dioses– y son además una vía<br />
para iniciar a las nuevas generaciones a través<br />
del movimiento, la música y las palabras en las<br />
más antiguas tradiciones. El amor a la danza, la<br />
veneración a los dioses y el compromiso con una<br />
experiencia ancestral, han man-tenido latente<br />
todo un complejo tejido de prácticas escénicas<br />
organizadas en torno a las fi estas religiosas, los<br />
matrimonios y otras muchas ceremonias vitales<br />
para el bienestar de la comunidad.<br />
En Bali existen más de doscientos tipos<br />
de danza, las cuales pueden<br />
desglosarse en tres categorías<br />
principales. En primer lugar<br />
están las danzas Wali,<br />
de contenido ritual que,<br />
vinculadas a las más importantes<br />
ceremonias religiosas,<br />
se ejecutan en el<br />
Jeroan, el patio más oculto<br />
del templo. En segundo<br />
término se encuentran las<br />
danzas Bebali, las cuales se<br />
realizan también durante<br />
las ceremonias religiosas,<br />
pero contienen elementos de<br />
entretenimiento relacionados<br />
con la vida cotidiana o vinculados<br />
con las historias épicas<br />
hindú-javanesas. Estas danzas se<br />
ejecutan en el Jaba Tengah o patio medio<br />
del templo, punto de reunión de lo divino y lo<br />
terrenal. La tercera categoría hace referencia a las<br />
danzas Balih-Balihan, cuyo propósito es entretener<br />
mediante temas derivados del folclor o de la vida<br />
cotidiana.<br />
Perteneciente a las danzas Bebali, el Gambuh está<br />
considerado como la más antigua forma de danza<br />
conservada en Indonesia. Giovanni Azzaroni, autor<br />
de una obra monumental sobre el teatro asiático,<br />
nos informa que este género, creado en Java durante<br />
el reinado de Majapahit e introducido en Bali<br />
durante la conquista del rey Gaja Mada, expresa<br />
las costumbres e ideales de las cortes javanesa y<br />
balinesa de los siglos XV y XVI. 1 Según este autor,<br />
fuente principal de estas notas, el término Gambuh<br />
aparece por vez primera en el siglo XIV en un romance<br />
javanés denominado Gambuh warga asmara<br />
y se le adjudican múltiples signifi cados: canción<br />
en javanés antiguo, tocado –de los personajes de la<br />
danza de Panji– en Java occidental, saltamontes en<br />
el sur de Sulawesi, e insignia del actor en Bali.<br />
El Gambuh introduce por vez primera el elemento<br />
narrativo en las danzas balinesas. La historia de<br />
Panji, mítico héroe cultural considerado símbolo<br />
de la dualidad cósmica y creador mítico del teatro<br />
javanés, del gong y del gamelan –la orquesta que<br />
acompaña las ejecuciones de los actores-bailarines–<br />
constituye, a partir de la versión balinesa<br />
co-nocida como Malat, el núcleo dramático de este<br />
gé-nero. Dicha historia se estructura en la forma<br />
Kidung, en lengua kawi y mediante el metro javanés<br />
macapat, arreglado de modo que pueda ser cantado<br />
con acompañamiento musical. 2<br />
El drama mismo está ambientado en Java, durante<br />
el período Majapahit, última dinastía hindú-javanesa<br />
y es por eso que tanto el vestuario como los<br />
movimientos estilizados y la orquesta, constituida<br />
por instrumentos antiguos y poco familiares,<br />
contribuyen a evocar un pasado legendario. La representación<br />
se inicia en la mañana y se prolonga<br />
23 RyC<br />
Teatrólogo,<br />
investigador<br />
teatral, crítico<br />
y profesor de<br />
Historia del<br />
Teatro en el<br />
Instituto Superior<br />
de Arte.
Teatro<br />
hasta bien entrada la noche, pero a veces puede<br />
continuar por varios días poniendo en escena la<br />
historia del rey y de los nobles tal como se cuenta<br />
en la crónica malat. Un narrador y los cantantes<br />
describen y comentan la trama sentados entre los<br />
músicos.<br />
En el Gambuh la acción y la gestualidad son de<br />
gran importancia puesto que, mientras los bufones<br />
y la codong –criada que introduce la entrada de la<br />
princesa–, hablan en balinés, el personaje principal<br />
habla en kawi o javanés antiguo, lengua que muy<br />
pocos entre los espectadores comprenden, de modo<br />
que la transmisión de los sucesos narrados para la<br />
mayor parte del público ocurre mediante códigos<br />
recitativos rituales. Azzaroni ejemplifi ca este proceso<br />
del modo siguiente: «los nobles hablan de<br />
modo artifi cial en falsete, mientras los personajes<br />
populares hablan con una gruesa voz de pecho».<br />
En la representación participan cerca de veinticinco<br />
actores que se dividen en personajes masculinos<br />
y femeninos. Los roles masculinos suelen ser de<br />
dos tipos fundamentales: alus o manis, personajes<br />
refi nados y kras, personajes fuertes y violentos.<br />
Antiguamente los personajes femeninos, siempre<br />
manis, eran interpretados por hombres, lo cual ya<br />
no se aplica de manera rígida. Los personajes manis<br />
hablan con voces altisonantes y melódicas, los kras<br />
en cambio hablan con voces bajas, intercalando<br />
gritos y carcajadas.<br />
Como refi ere el propio Eugenio Barba en el Arte secreto<br />
del actor, los términos kras y manis se pueden<br />
aplicar a los diversos movimientos, a las oposiciones<br />
de las diferentes partes del cuerpo en una danza<br />
y a los momentos sucesivos de un espectáculo.<br />
Siendo la posición básica de esta danza una evidente<br />
confl uencia de partes del cuerpo en posición<br />
kras y partes del cuerpo en posición manis.<br />
RyC<br />
3<br />
El vestuario y los tocados, elaborados con preciosas<br />
telas brocadas y disímiles elementos decorativos,<br />
caracterizan a los personajes. Personajes manis y<br />
kras visten de igual modo y se diferencian únicamente<br />
por los tocados, aunque si está bien marcada<br />
la diferencia entre los vestuarios femeninos y masculinos.<br />
La riqueza de los vestuarios está relacionada<br />
con la veneración que se le tributa a la vestimenta<br />
en esta tradición performativa y al valor<br />
ritual de la propia representación. El día de teatro<br />
–tumpak wayang– los intérpretes llevan ofrendas a<br />
todo el material teatral y los nuevos trajes reciben<br />
una bendición especial antes de ser utilizados.<br />
El gamelan, orquesta del Gambuh, es un conjunto<br />
melódico conformado por dos tambores –el kendang<br />
wadon es un tambor femenino de tonos bajos y el<br />
kendan lanang es un tambor masculino de tonos<br />
altos–; el gumanak o kemenak, un pequeño instrumento<br />
de forma cilíndrica, elaborado en cobre o<br />
hierro, que se hace sonar con una baqueta de metal<br />
y produce un sonido similar al del triángulo; una<br />
fl auta de bambú –suling– de seis huecos y cerca de<br />
setenta centímetros de largo, encargada de llevar<br />
la melodía; el rebab –instrumento de cuerda en<br />
arco– que sigue a la fl auta; y pequeños címbalos<br />
que producen un sonido alegre.<br />
Los músicos balineses consideran la representación<br />
con tambores del Gambuh, momento de contacto<br />
entre la música y los danzantes, la más difícil<br />
RyC<br />
24<br />
de todo el repertorio musical balinés. Su ejecución<br />
se basa en la integración de tres sonidos específi cos,<br />
ellos son: abierto, cambiante y armónico, correspondientes<br />
a su vez por tres niveles sonoros llamados<br />
respectivamente: dag, pek y krempeng. En<br />
el gamelan gambuh, el gending alus, grupo de tres<br />
tambores, acompaña a los personajes alus y a todos<br />
los personajes femeninos, mientras el gending kras,<br />
es un tambor que se utiliza para subrayar las acciones<br />
de los personajes kras y de los personajes alus<br />
en las escenas dramáticas.<br />
El escenario –kalangan– construido en una calle, en<br />
el patio de un palacio, en una plaza en el centro de<br />
la aldea o frente a un templo, es un rectángulo de<br />
diez metros de largo por cinco de ancho rodeado de<br />
un empalizada de bambú de treinta centímetros de<br />
alto y adornos fl orales. En un extremo del escenario<br />
se levanta una construcción –rangki– con cortinas<br />
cerradas que funciona como telón que permite el<br />
ingreso de los actores. La orquesta y los cantantes<br />
ocupan el extremo izquierdo del espacio escénico<br />
visto desde el punto de vista del es-pectador. El<br />
público se sienta en el piso frente al rangki y a ambos<br />
lados del escenario y todo el espacio se cubre con<br />
esteras elaboradas con hojas de cocoteros. Estos<br />
escenarios se construyen para la representación<br />
y luego se desmontan. Cuando la representación<br />
está vinculada a alguna ce-remonia el kalangan se<br />
construye en el segundo patio del templo.<br />
iii<br />
Luego de presenciar una parte del proceso de<br />
trabajo del Ur-Hamlet y las primeras funciones en<br />
Italia y Dinamarca, se hace obvia la importancia<br />
concedida al Gambuh como elemento estructurador<br />
de lo que se podría denominar el esqueleto o<br />
la organización profunda de la puesta. <strong>No</strong> por gusto<br />
un segmento de la creación del espectáculo transcurrió<br />
en Bali. La lógica propuesta por el director<br />
se hace clara si tenemos en cuenta que su método<br />
de trabajo no impone formas específi cas, sino que<br />
descubre equivalencias y compone mediante la
superpoción de fragmentos diversos. La tradición<br />
escénica balinesa, infi nitamente sugestiva, contiene<br />
en sí misma elementos que, seleccionados y<br />
puestos a funcionar en el nuevo contexto escénico,<br />
dan cuerpo a una nueva lógica extrañada y por ello<br />
productiva.<br />
Como en el teatro balinés el escenario de Ur-Hamlet<br />
ha sido construido al aire libre, respetándose de<br />
cierto modo el escenario tradicional y la disposición<br />
de los elementos del Gambuh. La familia<br />
real es aquí un sistema complejo de relaciones y<br />
prác-ticas escénicas defi nitivamente codifi cadas<br />
bajo esta forma ancestral que funciona casi como<br />
un solo actante: La Corte. De este grupo emergen<br />
como fi guras independientes los roles masculinos<br />
del padre y el tío de Hamlet, quienes aparecen<br />
en la puesta, el primero como personaje manis y<br />
el se-gundo, más violento e iracundo, como kras.<br />
Horvendil el padre de Hamlet es interpretado<br />
por la italiana Cristina Wistari, especialista en el<br />
mundo balinés que además asume el personaje<br />
del concejero y quien habitualmente representa<br />
al principe Panji. Feng, hermano de Horvendil es<br />
in-corporado por I Wayan Bawa. Ambos artistas<br />
for-man parte del conjunto Gambuh Pura Desa<br />
Ensemble, cuyos otros miembros, bajo la dirección<br />
de la Wistari, tienen a su cargo el resto de los roles<br />
–soldados, doncellas y cómicos– y la ejecución de<br />
cada una de las danzas que contribuyen a enmarcar<br />
la puesta en un posible «pasado mítico».<br />
Al inicio, siete jóvenes balinesas entran a escena<br />
perfumando el espacio con incienso, agua y fl ores,<br />
queda establecido de este modo el contexto de la<br />
representación como un ámbito múltiple, atemporal,<br />
mágico. Las mujeres, además, portan las antorchas<br />
que iluminan directamente el rostro de los<br />
personajes principales y danzan en determinadas<br />
ocasiones. En un momento multiplican el encuentro<br />
amoroso entre Hamlet y su hermana de<br />
leche. Los hombres ejecutan a Horvendil, escoltan<br />
a Feng y lo llevan en hombros para declararlo rey,<br />
luego lo acompañan a la mesa y mueren en combate<br />
frente a Hamlet, fi nalmente se incorporan y rinden<br />
honores al príncipe que se proclama nuevo rey. La<br />
niña Ni Wayan Pia, por su parte, juega con Hamlet<br />
durante su pretendida locura –trota como un<br />
caballo, canta como un gallo– y, tras ser corona-da<br />
por el nuevo rey con un magnifi co tocado bali-nés,<br />
casi al fi nal de la puesta, ejecuta una mara-villosa<br />
danza guerrera.<br />
Estas y otras acciones, algunas de las cuales corresponden<br />
también a los músicos del gamelan y a la<br />
cantante Ni Nyoman Candir, son ejecutadas por los<br />
balineses dentro del espectáculo. Yendo incluso más<br />
allá del Gambuh, la puesta incorpora fragmentos<br />
de otras danzas, entre las que podrían mencionarse<br />
el Baris, el Legong Kraton y el Kechak, cuyos estilos<br />
particulares contribuyen a diversi-fi car y enriquecer<br />
el aporte de la teatralidad bali-nesa a la nueva<br />
concreción escénica de la conocida fábula; una<br />
refl exión en torno a las guerras y las migraciones en<br />
el mundo contemporáneo que, desde una propuesta<br />
similar a la de las «eras ima-ginarias» ensoñadas<br />
por el cubano José Lezama Lima, articula complejas<br />
encrucijadas para discutir el presente.<br />
Códigos culturales específi cos se sumergen para<br />
dejar a simple vista la muy precisa técnica que atrae<br />
al espectador, obligándolo a involucrar los sentidos<br />
y permitiéndole una lectura profunda acerca de las<br />
esencias de la especie, de las razones de la vida y la<br />
muerte en el planeta. El universo estilizado balinés<br />
que evoca los tiempos del príncipe Panji y el nuevo<br />
orden impuesto por Hamlet son aquí dos maneras<br />
de leer y hacer la Historia.<br />
iv<br />
Tradiciones occidentales, afroamericanas –brasileñas–<br />
y orientales se encuentran en esta puesta.<br />
Saxo Gramático y la Gesta Danorum –los antiguos<br />
libros que recogieron quizás por vez primera la<br />
historia de Hamlet–, la actriz y cantante Brigitte<br />
Cirla, el músico y actor Magnus Errboe, el bailarín<br />
y actor Augusto Omolú, el percusionista Cleber<br />
da Paixão, el maestro de Teatro <strong>No</strong>h Akira Matsui,<br />
el músico hindú Annada Prasanna Pattanaik, los<br />
actores de Odin Teatre –Torger Wethal, Julia Varley,<br />
Roberta Carrieri, Kai Berdholt, Jan Ferslev, Mia<br />
Theil Have– y también los integrantes del conjunto<br />
de Gambuh Pura Desa de Bali, forman parte de<br />
la gran cantidad de interpretes que participan de<br />
esta puesta. Se sintetiza aquí, de muy especial<br />
manera, la experiencia atesorada por el Odin<br />
Teatret a lo largo de sus más de cuarenta años de<br />
existencia. Ur-Hamlet es Theatrum Mundi –o sea<br />
gran espec-táculo intercultural y también escuela,<br />
seminario taller que se ofrece como una excepcional<br />
manera de aprendizaje– y es una puesta esencial y<br />
comprometida que toma partido por los problemas<br />
de hoy, presentando al célebre Hamlet y al<br />
sumergido Panji como prefi guraciones corpóreas del<br />
hombre que escoge y defi ende su lugar en el mundo.<br />
Sin embargo, me gusta también leer la puesta como<br />
una refl exión sobre lo que el teatro es y ha sido, que,<br />
yendo más allá de la dimensión socio-cultural, se<br />
preocupa por el secreto proceder de esos hombre y<br />
mujeres que recomponen el cosmos desde la escena<br />
y a la vez venera las diversas tradiciones teatrales<br />
y las preserva del único modo posible; haciéndolas<br />
confl uir y obrar en el presente. Estrategia que esta<br />
vez nos posibilita un contacto más objetivo con la<br />
teatralidad balinesa y con algunos de aquellos que<br />
hoy la mantienen viva.<br />
NOTAS:<br />
1. Giovanni Azzaroni: Teatro in<br />
Asia. Volumen I, Editorial Clueb,<br />
2005.<br />
2. En la cultura javanesa, prehindú<br />
el kidung tenía una función<br />
apotropaica y estaba constituto<br />
por cantos mágicos acompañados<br />
de música, luego, hacia el octavo<br />
y noveno siglos, infl uenciado por<br />
el hinduismo, el kigung entró a<br />
la corte y asumió una estructura<br />
literaria más elaborada.<br />
3. Eugenio Barba y Nicola Savarese:<br />
El arte secreto del actor.<br />
Diccionario de Antropología Teatral,<br />
México: Escenología, 1990.<br />
25 RyC
Teatro<br />
RyC<br />
26<br />
Persistencia<br />
del ritual.<br />
Entrevista a<br />
Cristina Wistari<br />
Nara Mansur<br />
uándo comienza la historia de Ur-<br />
Hamlet para los artistas baline-ses<br />
participantes del proyecto?<br />
Comenzó hace tiempo con los<br />
Theatrum Mundi en los que he participado<br />
y desde las últimas sesiones de la ISTA en<br />
Sevilla y Polonia, donde hemos trabajado algunas<br />
impro-visaciones a partir de la historia de Hamlet.<br />
Creo que la verdadera creación del espectáculo<br />
comenzó para mí en diciembre de 2004 cuando<br />
Eugenio Barba y el Odin Teatret llegaron a Bali y<br />
trabajamos juntos dos semanas. Él me había dado<br />
algunos temas a desarrollar coreográfi camente con<br />
el grupo, que adaptó al montaje. La visión creativa<br />
ha ido cambiando durante estos meses y ha sido<br />
muy interesante pues me ha permitido coreografi ar<br />
con el grupo que dirijo ideas propuestas desde la<br />
direc-ción. Hemos utilizado el estilo clásico del<br />
Gambuh pero adaptándolo a personajes arquetipos<br />
para la historia de Hamlet.<br />
¿Las coreografías son tomadas exactamente de<br />
la tradición?<br />
Las coreografías existían ya, todos los movimien-tos.<br />
Lo nuevo es la manera de juntarlas en el espectáculo.<br />
Por ejemplo, Fengi es el personaje keras<br />
(fuerte, vigoroso) que en el Gambuh –la epopeya en<br />
la que el príncipe Panji, un rey refi nado que generalmente<br />
yo danzo– tiene como contraposición a este<br />
guerrero. En el espectáculo yo hago el padre de<br />
Hamlet, que es refi nado, y también el personaje de<br />
su hermano, que se convierte en rey asesinándo-lo.<br />
Los dos arquetipos están ahí, pero generalmente<br />
Panji sale victorioso en las danzas tradicionales; y<br />
aquí muere inmediatamente.<br />
<strong>No</strong> fue tan difícil decidir quién hacía a quién. Fue<br />
una decisión de Eugenio escoger los personajes.<br />
El trabajo mayor fue sobre el ritmo, que fue totalmente<br />
cambiado; los diálogos fueron cortados, creo<br />
que llegamos a un punto en que no decimos casi<br />
nada. Los diálogos también pertenecen a la tradición<br />
pero fueron colocados en nuevas situaciones.<br />
Conservan la misma etiqueta de las cortes del<br />
siglo XIV en Java y Bali. La lengua que se habla es<br />
el kawi, tan antigua como el latín.<br />
En el Gambuh los personajes nobles hablan en<br />
kawi y hay un asistente que traduce al balinés para<br />
que los espectadores puedan comprender. Aquí los<br />
sirvientes no están presentes, no fueron utilizados.<br />
Eugenio prefi rió que los Pulcinellas dieran las explicaciones<br />
(a través de los grandes carteles), son<br />
los asistentes del espectáculo. Como ves, hay formas<br />
precisas que fueron adaptadas a situaciones<br />
muy concretas.<br />
Para las mujeres utilizamos otras formas además<br />
del Gambuh. La estructura de base es toda del<br />
Gambuh, pero por ejemplo, cuando entran los<br />
hombres chasqueando se trata de otra danza, al<br />
igual que algunas de las mujeres, que utilizamos<br />
por las necesidades mismas del espectáculo. Cuando<br />
las bailarinas danzan alrededor de Hamlet y su<br />
hermana de crianza (Augusto Omolú y Mia Theil<br />
Have), antes ellas estaban más de lado y sólo posaban.<br />
Después, en la escena de amor, uní esto con<br />
un pasaje de danza tradicional que viene siendo un<br />
punto de encuentro de todos los actores en escena,<br />
una danza que supone una resonancia con la<br />
historia que las bailarinas acompañan. En esa gran<br />
escena de amor ellas danzan y es como si se infl amara,<br />
como el fuego al amor. Dilatamos algunas<br />
escenas, utilizamos otros estilos cuando fue necesario<br />
porque el Gambuh es más refi nado. Hay momentos<br />
en que quebramos este refi namiento con<br />
escenas de Kechak, un estilo de más fuerza vocal<br />
(originalmente son monos con distintos niveles de<br />
canto) y aquí lo usamos de manera más simple.<br />
Para mi gente afrontar un trabajo de esta naturaleza<br />
es un gran reto porque ellos no están acostumbrados<br />
a hacerlo. Una vez que han entendido la<br />
dinámica del trabajo, todo funciona bien. Pero para<br />
ellos no es normal.<br />
¿Trabajan habitualmente con la improvisación?<br />
Toda la danza balinesa se basa en la improvisación.<br />
Lo más difícil para ellos es fi jar algo, repetir de la<br />
misma forma, probar algo cuando se improvisa y<br />
conservarlo de una manera precisa, única. Se trata<br />
de danzas con estructuras precisas, coreografías<br />
precisas, pero los personajes nobles en las danzas
alinesas tienen la posibilidad de continuar introduciendo<br />
nuevos elementos, lo mismo palabras<br />
que gestos, no inventando nuevos pero sí con los ya<br />
registrados. La estructura de la danza está dicta-da<br />
por la música, pero dentro de ella existe la posibilidad<br />
de improvisar.<br />
Esto sucede en danzas como el Gambuh, en la<br />
que existe la libertad de improvisar dentro de un<br />
marco de gestos y posibilidades ya codifi cadas.<br />
Existen otras danzas como el Topeng en las que<br />
todo es improvisado y la danza no es una creación<br />
del bai-larín. Por eso, los bailarines están muy<br />
acostum-brados a improvisar. Lo más difícil para<br />
ellos es re-petir exactamente unos pasos, algo que<br />
se prueba. Sólo algunas danzas para mujeres están<br />
absoluta-mente fi jadas. Sobre todo aquellas danzas<br />
de varios personajes.<br />
Los balineses son los reyes de la improvisación.<br />
¿Los actores/bailarines son profesionales?<br />
Ellos no son profesionales. Algunos danzan<br />
como profesionales pero todos hacen otras cosas<br />
para vivir: pintan, trabajan en el campo, hacen<br />
esculturas.<br />
Ellos no han tenido contacto con las danzas occidentales,<br />
no las han aprendido. Hablamos de una<br />
isla, no de Indonesia sino de Bali. Como todos los<br />
isleños, están muy orgullosos de su cultura y tie-nen<br />
una mezcla de supremacía e inferioridad al mismo<br />
tiempo. Conviven así. Relacionarse con ellos no es<br />
fácil. Se sienten el ombligo del mundo. <strong>No</strong> están<br />
abiertos totalmente al arte occidental, están muy<br />
cerrados en su propia tradición, que es muy rica.<br />
En estos momentos ellos están viviendo una transición<br />
muy difícil porque la infl uencia del turismo es<br />
muy fuerte. Toda la economía se basa en el tu-rismo<br />
y las danzas se ofertan como «paquete», un pedacito<br />
de cada una; y se forman nuevos bailari-nes para<br />
estos shows turísticos.<br />
Cuando yo llegué a Bali hace veintitrés años había<br />
muy poca danza concebida para el turismo. Estaba<br />
muy vinculada al ritual religioso. Bailar era una<br />
ofrenda a los dioses del panteón hinduista, y todavía<br />
es así, pero con una calidad que se deteriora.<br />
Ahora todo tiende a ser más rápido, más breve. Los<br />
vestuarios, el maquillaje, se han vulgarizado, sien-to<br />
un empobrecimiento de toda la cultura.<br />
¿Cómo sientes el encuentro que propone el espectáculo<br />
de la danza balinesa con Occidente:<br />
los actores del Odin, los participantes forasteros?<br />
Es una experiencia muy interesante no sólo para<br />
mí; pienso que sobre todo para los jóvenes bailarines,<br />
quizá menos para los músicos que no están<br />
tan envueltos en la historia, en el placer, la dinámica<br />
del trabajo de relacionarse con otros artistas.<br />
Para los jóvenes es muy importante para su propio<br />
trabajo en Bali porque Eugenio es un gran maestro,<br />
un Maha guru, sus enseñanzas ellos las pueden aplicar<br />
en el teatro tradicional.<br />
RyC<br />
Cristina Wistari, su<br />
vasta experiencia de<br />
trabajo y conocimiento<br />
del teatro balinés,<br />
re-sultó fundamental<br />
para el montaje de<br />
Ur-Hamlet.
Teatro<br />
Teatrólogo y<br />
crítico. Profesor<br />
de Historia<br />
del Teatro<br />
en la Facultad<br />
de Artes<br />
Escénicas<br />
del Instituto<br />
Superior de<br />
Arte.<br />
Augusto Omolú, bailarín<br />
y actor brasileño,<br />
al incorporar las danzas<br />
afrobrasileñas<br />
del Candomblé, dotó<br />
a Ur-Hamlet del comportamiento<br />
gestual<br />
y coreográfi co, donde<br />
dominan la sensualidad<br />
y la espiritualidad.<br />
i<br />
esde el título de la excelente producción<br />
que el Odin Teatret hizo durante el 2006,<br />
Ur-Hamlet, queda proclamada la vocación<br />
introspectiva en los orígenes de sus<br />
referentes, luego desarrollados escénicamente por<br />
senderos multiétnicos y, por ello, multiculturales.<br />
La expre-sión de tal variedad, además del rastreo<br />
bibliográ-fi co en las fuentes de la tragedia isabelina,<br />
sumer-gió a la puesta en escena de Eugenio Barba<br />
en lo que fue, sin dudas, un sugerente diálogo entre<br />
civilizaciones. Constituyó una osadía el abrevar en<br />
los pilares de idiosincrasias como la europea, la<br />
afroantillana y la asiática que han estado, según<br />
el período histórico, en interrelación y en confl agración.<br />
El desafío del espectáculo ocurre en un<br />
momento del mundo, justo cuando vuelven a<br />
pre-ponderar, ya sea por la inmigración o por las<br />
guerras, el lenguaje del enfrentamiento, la supremacía<br />
o la coexistencia armónica y el inevitable<br />
sincretismo.<br />
El director artístico italiano-danés desplegó la<br />
amplitud de su capacidad de invención escénica<br />
–una ideación creativa que deja huellas signifi cativas<br />
en el teatro mundial de los últimos cuarenta años–<br />
para convertir la corte danesa de Orvendillo, Fengo<br />
y Hamlet, revelada por el monje Saxo Grammatico,<br />
en la estampa de un reino balinés mezclado con<br />
elementos europeos, asiáticos de otras procedencias<br />
y afrobrasileños. Este componente suramericano<br />
rebasó los peligros de un posible tratamiento<br />
periférico en tanto el personaje protagónico del<br />
relato era representado por el intérprete Augusto<br />
Omolú, bailarín-actor de rica trayectoria en el<br />
ámbito danzario, en el performativo actoral junto<br />
al Odin y las ISTA, además de ser un iniciado en los<br />
secretos místicos del Candomblé y sus derivaciones<br />
artísticas.<br />
De alguna manera, representantes de culturas<br />
consideradas dominadas por Occidente, fueron<br />
jerarquizados dentro de una peculiar interpretación<br />
de la obra, expresión del Theatrum Mundi, sobre la<br />
original procedencia europea. Por ejemplo, el joven<br />
príncipe escandinavo, heredero del reino, terminó,<br />
entonces, transfi gurándose en un hombre negro,<br />
RyC<br />
28<br />
Transfi guración<br />
afrobrasileña<br />
de Hamlet<br />
Habey Hechavarría Prado<br />
representante auténtico<br />
del universo del Caribe,<br />
que lleva en su piel y<br />
en su idiosin-cracia los<br />
avatares pa-sados y<br />
presentes de una raza y<br />
de un conti-nente cuyos<br />
lamentos los mantienen<br />
todavía en ebullición.<br />
ii<br />
El arte de Omolú aportó<br />
a Ur-Hamlet el encanto,<br />
si se quiere exótico, del<br />
comportamiento gestual y<br />
coreográfico donde do-minan<br />
la sensualidad, una ener-gía<br />
estallante, contagiosa, y la espiritualidad<br />
indescriptible de la presencia<br />
viva de un cuerpo-mente por el que ha pasado<br />
la tradición mágico-religiosa de nuestros cultos<br />
sincréticos yorubá-católico-caribeños. Pletóricos<br />
de orishas, mitología, conjuros y de revelaciones<br />
en el ámbito de lo sagrado, esos cultos han pasado<br />
a formar parte de la identidad esencial de los<br />
pueblos en dimen-siones opuestas que vinculan las<br />
grandes fi estas populares y la cotidianidad menos<br />
perceptible.<br />
Además, Augusto es un especialista que ha logrado<br />
integrar la belleza espontánea y rústica de la danza<br />
folclórica con el preciosismo estético del ballet<br />
clásico, los cuales desde hace años se articulan<br />
orgánicamente, también, en la peculiar experiencia<br />
de trabajo con Eugenio Barba y su histórico<br />
grupo. Fruto de esos encuentros y milagros que<br />
hacen la vida, nace una expresión de fuerza y<br />
a la vez de precisión, de virilidad y a la vez de<br />
delicadeza, sufi cientemente rica y pulida como<br />
para funcionar en el entramado de sutilezas y<br />
acentos interpretativos diversos, según el actor<br />
o actriz, que constituyen el texto escénico ya<br />
característico del estilo Odin.<br />
La impronta afrocaribeña contribuyó, en Ur-Hamlet,<br />
a la universalidad del diálogo entre las vertientes<br />
asiáticas (las canciones de Annada Prasanna
Pattanaik, el teatro balinés del Gambuh y el <strong>No</strong>h<br />
japonés que aportó el maestro Akira Matsui), la<br />
diversidad europea de los múltiples jóvenes que<br />
integraron el elenco y el propio conjunto intercultural<br />
de los músicos y actores del Odin Teatret.<br />
La cultura negra del Brasil, tan agradablemente<br />
próxi-ma a la cubana, a través de la religiosidad<br />
y sus proyecciones cúlticas y artísticas, llega al<br />
mega-espectáculo, estrenado durante el Ravenna<br />
Festival 2006. Lo afrocaribeño penetra también en<br />
la puesta en escena, y con decisiva importancia, a<br />
través de las manos y la destreza del percusionista<br />
bahiano Cleber da Paixão. El vigor, el sabor y el<br />
espíritu festivo que comparten las interpretaciones<br />
de los dos artistas de Bahía, el performer y el músico,<br />
ayudaron a convocar la ambigüedad y la pasión<br />
que destacan en el relato de Grammatico y en la<br />
conocidísima obra de William Shakespeare.<br />
Y si Hamlet, como dice Allardyce Nicoll en su<br />
es-tudio sobre la Commedia dell’Arte, es, junto a<br />
Arlequín, el personaje más famoso de la historia<br />
del teatro, no ha sido esta la razón que estimuló<br />
a Eugenio Barba. Pues el referente shakespereano<br />
apenas pasó de ser eso, un link accidental en el<br />
medio de un largo camino en busca de las fuentes.<br />
De ahí la desobediencia que representa, desde<br />
muchos puntos de vista, el personaje Hamlet que<br />
interpreta Omolú.<br />
El intérprete conjura una criatura danzaria, un<br />
genio del movimiento acompasado bajo un discurso<br />
del gesto orgulloso de su deuda con los<br />
bailes, la música, los códigos, los arquetipos y los<br />
dioses que desde hace más de cuatro decenios<br />
empezaron a poblar determinadas zonas de toda<br />
la América. Sin embargo, el Candomblé, a partir del<br />
siglo XIX comienza una ascensión dentro del Brasil<br />
hasta alcanzar la ventajosa posición con la que<br />
hoy cuen-ta entre practicantes, incluso de origen<br />
europeo y oriental, y entre los estudiosos. Viniendo<br />
del con-tinente negro, luego transculturado, aquel<br />
reservo-rio cultural que se ha ido mezclando con la<br />
pólvora, los anhelos, la sangre y el sudor de nativos<br />
procedentes de muchas otras partes del mundo, aún<br />
guarda contenidos mágico-religiosos primi-genios<br />
que ni siquiera en África perviven. Quizás, como<br />
ocurre con la santería cubana y el vodú hai-tiano, late<br />
en esa antigua célula ritual un principio germinativo<br />
capaz de estimular nuevos nacimientos culturales<br />
y artísticos.<br />
iii<br />
Las razones del Candomblé participaron de los<br />
requerimientos del montaje atravesando, al menos,<br />
toda la última parte del proceso de montaje: la<br />
invención de una tercera área de la partitura teatral<br />
con los personajes foráneos que irrumpen en el<br />
castillo, la disposición de todo el abundante<br />
material escénico y la actuación según la técnica,<br />
la tradición y los detalles técnicos y poéticos del<br />
espectáculo.<br />
Augusto Omolú guió en Ravenna las sesiones de<br />
entrenamiento, previas al estreno de la obra, que<br />
recibieron los actores del coro de extranjeros, la<br />
mayoría jóvenes con niveles diferentes de experiencia.<br />
Para ello contó con la ayuda de la percusión<br />
de Cleber da Paixão, cuya música orientaba la<br />
reali-zación de los ejercicios basados en ritmos y<br />
temas danzarios. Una lógica de comportamiento<br />
cultural transitaba del calentamiento físico a los<br />
movi-mientos danzados, y de ahí a las frases coreográfi<br />
cas. La rutina de actividades psicofísicas era<br />
rigurosa e intensa. Hacía énfasis en los aspectos<br />
de la respiración y el ritmo, además de en la precisión<br />
y calidad del movimiento mismo que iba<br />
incorporando pies, hombros (muy importantes en<br />
la dinámica de baile folclórico que el guía usó),<br />
brazos, piernas, el resto del cuerpo, mientras exigía<br />
control del peso y evolucionar, tanto con la coordinación<br />
como con la energía necesarias para lograr<br />
el objetivo de aquel training.<br />
La sesión de ejercicios ocupaba media mañana, y<br />
luego se enlazaban con una segunda parte en la<br />
que Eugenio Barba continuaba trabajando con los<br />
actores. A partir, muchas veces, de lo que se había<br />
realizado en la primera parte, ahora se ofrecían estímulos,<br />
sugerencias y orientaciones encaminadas<br />
hacia otras búsquedas, como llegó a ser la ruptura<br />
de los automatismos, imposturas e inclinaciones<br />
inexpresivas. Las sesiones con Eugenio incluían<br />
jornadas de aprendizaje, ejercitaciones de la<br />
expresión y enjundiosas explicaciones, jornadas de<br />
montaje o prueba de algunos cuadros o mo-mentos<br />
de la representación, y ensayos en sí, moti-vados<br />
por el adiestramiento o el perfeccionamiento de<br />
la partitura. Aún después de estrenada la obra,<br />
continuó la faena con este grupo de actores/talleristas.<br />
Una segunda, a veces una tercera etapa<br />
de las jornadas, daban espacio al entrenamiento<br />
vocal y al ensayo de la música. Fueron conducidas<br />
indis-tintamente por Frans Winther, Brigitte Cirla y<br />
Annada Prasanna.<br />
El training con Omolú fue decisivo para imprimirle<br />
un carácter de equipo danzante a los que representaban<br />
a los extranjeros. De alguna manera, ejercicios<br />
de su taller fueron la génesis de determi-<br />
nados cuadros o cadenas de acciones físicas y<br />
momentos danzarios del montaje. La estrecha<br />
vinculación del trabajo del Omolú maestro con el<br />
espectáculo, permitieron al director recontextualizar<br />
frases coreográfi cas en función de la narración<br />
escénica y de los ambientes deseados, además de<br />
lograr en una parte del elenco la postura y el tono<br />
físicos imprescindibles. Esto se evidenció en la<br />
escena en que La Plaga o Reina de las ratas llega al<br />
castillo. Allí, por ejemplo, los pasos coreografi ados<br />
del Candomblé, que recordaban a Oggun, asumieron<br />
un sentido de protesta, casi de huelga,<br />
sobre el mismo principio del espíritu guerrero. Esas<br />
ca-denas de movimiento eran ejecutadas por una<br />
parte de la invasión de emigrados extranjeros, ya<br />
infi ltrados en el recinto de los amos de Jutlandia<br />
tras llegar de tierras lejanas.<br />
De las cinco funciones de «El training en una<br />
pers-pectiva intercultural», según analiza Richard<br />
Schechner en el brevísimo pero brillante artículo<br />
aparecido en el clásico volumen Anatomía del actor,<br />
de Barba y Nicola Savarese, el entrenamiento<br />
Augusto-Eugenio, quién sabe si de una manera<br />
más exotérica o esotérica, cumplió con las cinco. Sí,<br />
pienso que, antes del adiestramiento del performer<br />
29 RyC
Teatro<br />
Ur-Hamlet por el Odin<br />
Teatret en las afueras<br />
de Ravenna, Italia.<br />
para interpretar textos dramáticos (1), antes de<br />
pre-servar y transmitir un saber secreto (3), antes<br />
de ayudar a los performers en su autoexpresión<br />
(4) o la formación de grupos como vencimiento<br />
del individualismo (5), se priorizó la función de<br />
«hacer del performer alguien que transmite un ‘texto<br />
performativo’» (2). Aquellos actores, excepto alguna<br />
frase o palabra sueltas, murmullos o algún cántico<br />
tradicional, se expresaban en la obra por vía del<br />
cuerpo, a través de una estructura del discurso escénico,<br />
desarrollando en paralelo contaminaciones<br />
y aproximaciones, metafóricas si se quiere, respecto<br />
a la línea dramática fundamental.<br />
A la mayoría de los jóvenes actores, el proceso constante<br />
de indagación en la escritura y re-escritura<br />
escénica debió removerles, ya desde el entrenamiento<br />
sobre la base de las danzas folclóricas brasileñas<br />
de origen africano. Como ese training duró quince<br />
días, quizás no cambió nada en lo externo, pero<br />
si pudo, a escondidas, entreabrirles a un saber<br />
del cuerpo y de la mente profundo. Los vi sudar,<br />
desconcertarse ante el ritmo trepidante del tambor<br />
y la complejidad de un desplazamiento coordinado,<br />
vi el agotamiento ex-tremo y el placer de llegar<br />
hasta allí, lo compartí. Percibí ese instante en el<br />
que bajan las resistencias del cuerpo/cultura y<br />
ocurren los desbloqueos. Son chispazos que dejan<br />
penetrar, por segundos, una sabiduría de los inicios<br />
de la especie que podría remontarles al comienzo de<br />
una indagación personal en sus propios derroteros<br />
como performers. <strong>No</strong> obstante, frente a lo imprevisto<br />
de los diálogos culturales, el reencuentro con lo<br />
primigenio suele ser difícil y riesgoso, si de ver-dad<br />
hay una conversación y no un monólogo, si de<br />
verdad el otro importa.<br />
iv<br />
La textura de Ur-Hamlet apunta a una «dramaturgia<br />
RyC<br />
30<br />
de la complejidad» a partir de la reunión de<br />
historias-espectáculos como matriushkas multinacionales<br />
y libres. De igual modo el cuerpo de los<br />
actores desplegaba una identidad. Cuerpo e identidad<br />
matizaron la representación pues sirvieron<br />
de créditos estéticos y narrativos a una multitud<br />
de iconos.<br />
La imagen oscura y con drelocs del personaje protagónico,<br />
cubierto de la cara a los pies por cuerdas<br />
blancas en el sentido de mordazas, quizá también<br />
de antifaz, sobre el vestuario que simulaba la piel<br />
de un animal entre tigre y cebra, destaca sobre los<br />
demás e impone una noción del cuerpo como texto.<br />
Entonces, nos damos cuenta que el núcleo del tejido<br />
está en la escritura corporal de cada miembro del<br />
repertorio. Siendo una escritura corporal y rítmica,<br />
la conciencia performativa predispone a seguir<br />
menos un discurso hablado, fragmentado en varias<br />
lenguas y acentos, que atender al discurso del<br />
cuer-po y su cultura. La concreción del trabajo giró<br />
alre-dedor de las tradiciones sedimentadas en esos<br />
cuerpos. La cultura somatizada se articuló como<br />
pre-texto de una parte del proceso de montaje en<br />
pos de la amplia zona del espectáculo donde se<br />
haría notable.<br />
El Hamlet de Omolú prácticamente no habla, apenas<br />
frases sueltas. La incorporación del perso-naje<br />
descansó sobre la gestualidad y la danza de origen<br />
afro que asume cada vez nuevas estiliza-ciones y<br />
signifi caciones en el contexto. Pero cuando Hamlet<br />
danza, la tradición danza con él; danzan en él los<br />
ancestros, tal vez, para liberar las ataduras de una<br />
condición geográfi ca e histórica desafortu-nada.<br />
Casi no habla Hamlet (y al hacerlo escu-chamos<br />
el portugués del Brasil), sin embargo, se mantiene<br />
activo: baila fuerte, mimetiza con el ges-to, simula<br />
el canto de un gallo, juega con una niña, maltrata a<br />
Gerutha, esposa traidora, se mezcla como uno más
en el coro de extranjeros que inun-dan (infectan) el<br />
castillo, se burla de todos, cumple con frialdad su<br />
venganza mediante una verdadera carnicería, da<br />
muerte por bárbaras razones a su bella hermana de<br />
leche y enamorada, impone una nueva ley.<br />
Personaje muy activo, el Hamlet de Barba-Omolú<br />
parece una invocación a las fuerzas ciegas de la<br />
sobrenaturaleza. Al bailar, alimenta las potencias<br />
del demonio que duermen en el personaje y<br />
desbordan el carácter de un príncipe guerrero precristiano,<br />
el de Saxo Grammatico, ignorante en<br />
términos de piedad. Es un futuro gobernante que<br />
mata lo que ama, y en quien se retuerce el genio<br />
natural de la venganza bajo las vestiduras del<br />
falso loco de un juego de barajas. Así, simulación<br />
tras simulación, logra salvar la vida e investirse<br />
de héroe épico (¿un Odiseo?) o héroe Candomblé<br />
que gana tiempo y terreno en sus planes hasta ir<br />
extendien-do el dominio sobre la situación y el reino<br />
hasta que la corte de Jutlandia se convierta en su<br />
terreiro. El terreiro o espacio de la ceremonia, consiste<br />
aquí en el «reino de poder» de un chamán, parte<br />
visible de un universo propio donde se declaran<br />
los pre-supuestos de un nuevo mundo y amargo.<br />
Al fi nal de la puesta en escena, Hamlet Rey recibe<br />
las genufl exiones de todos los súbditos que antes<br />
le espiaron o atacaron, su madre reducida a una<br />
suer-te de prisionera, y la que pudo ser su esposa<br />
yace a sus plantas en forma de cadáver. Tras bailar<br />
el sím-bolo de los nuevos tiempos en la fi gura de<br />
un niño/niña balinesa, todavía está por cerrar la<br />
historia de los extranjeros.<br />
v<br />
La alteridad caracteriza el planteamiento poliédrico<br />
de un espectáculo múltiple y único. La sensación<br />
de estar viendo varios espectáculos a la vez, desconcierta<br />
en un inicio y después crea cierta voracidad.<br />
Me refi ero al apetito por lo otro, lo exótico, por<br />
lo diferente, por lo extrañante o foráneo que asusta<br />
y deleita. Lo desconocido fascinante, también espanta.<br />
La posible lectura afroantillana, sumergida<br />
en la atomización de perspectivas más y menos<br />
jerarquizadas, compromete la relación del protagonista<br />
negro/danés con los daneses de aspecto<br />
balinés, una relación de absoluta desemejanza.<br />
Ejemplo contrario puede ser la identifi cación de<br />
Hamlet con el coro de los extraños, identifi cación<br />
donde, debido al montaje, Hamlet llega a parecer<br />
uno de ellos, y algunos de ellos sugieren otras<br />
variantes de ser Hamlet. A la vez, la peculiar<br />
ex-presividad física de Hamlet les contagia e involucra,<br />
no así con los intérpretes del Gambuh<br />
y los dos personajes hechos a la manera <strong>No</strong>h de<br />
Akira Matsui.<br />
Hamlet, héroe maldito de las mil caras se reprodujo<br />
en el rostro de los emigrados. A aquellas gentecillas<br />
sin rostro, no les quedó más remedio que aceptar el<br />
rostro del príncipe y cantar, a pesar de consumir-se<br />
en la plaga o frustrados en un medio francamente<br />
hostil. <strong>No</strong> sólo sus movimientos, la danza o los<br />
desplazamientos coreográfi cos apoyados en una<br />
percusión particular, sugieren una procedencia<br />
hamletiana, sino que, en general, un pedazo de Ur-<br />
Hamlet le debe a la tradición del Candomblé y a la<br />
cultura afrobrasileña, a la seductora manifestación<br />
de la ciudad de Bahía que fuera de Cuba podemos<br />
sentir tan nuestra. Ante la extrañeza de lo americano<br />
y lo universal, durante el verano pasado, sucumbieron,<br />
divirtiéndose y contrariándose, espectado-<br />
31 RyC
Teatro<br />
Escritor,<br />
dra-maturgo,<br />
Di-plomado<br />
por el Royal<br />
Court Theatre<br />
de Londres.<br />
Profesor de<br />
Dramaturgia<br />
del Instituto<br />
Superior de<br />
Arte y editor<br />
de la revista<br />
Tablas.<br />
uando he cometido un acto que considero<br />
heroico dentro de mi espacio y mi mundo, sé,<br />
por ser un hombre común, que estoy a punto<br />
de fallar en algo. De fallar incluso hasta el<br />
abismo, de caer en la nada, de precipitarme. Porque<br />
las condiciones que se despliegan en un instante y<br />
te convierten en héroe ante determinada elección,<br />
desaparecen de pronto en la agitada suma de la<br />
vida actual, se subvierten, se recomponen. Por su<br />
parte, los ojos que te rodean, mediante difi cultosas<br />
y obstinadas percepciones, vuelven a modifi car los<br />
hechos, las maneras, y el dictamen que extienden<br />
sobre los sucesos es muestra de puntos de vista<br />
igualmente variables, inasibles, infi nitos. De ahí que<br />
equiparar comportamiento y sentido en el universo<br />
contemporáneo sea una pretensión ries-gosa, por<br />
la cantidad de arquetipizaciones exis-tentes, ya<br />
juzgadas y analizadas hasta la saciedad en el mar<br />
de la Historia, y del mismo modo estable-cidas,<br />
enmarcadas, esquematizadas.<br />
Prefi ero leerme, entonces, como un ser que es suma,<br />
que no puede hacer ya algo distinto, que es<br />
otra vez el héroe y otra vez el traidor en tanto una<br />
u otra instancia no se divorcian, más bien se dan la<br />
mano y se recombinan en múltiples posibili-dades.<br />
Otra vez el juego del garbo vestido de miseria y el<br />
falso brillo.<br />
Pasar tres semanas conviviendo con Ur-Hamlet del<br />
Odin Teatret me ha hecho caer en estas refl exiones.<br />
Utilizar como base una fi gura que es leyenda y se<br />
halla en el justo límite entre realidad y fi cción, de<br />
hechos veraces y hechos inventados que se le adjudican,<br />
pero en cualquier caso un sujeto emblemático<br />
por su gestus, pareciera empresa fácil mediante<br />
la cual hablar, como suelen los espectáculos de<br />
Eugenio Barba, del individuo de hoy que lleva<br />
adentro voces antes emitidas, imágenes antes<br />
deli-neadas, vidas antes vividas. Pero Ur-Hamlet es<br />
eso apenas en su comienzo. Apenas en una lectura<br />
rápida que descubre el ejercicio del director y del<br />
Odin al crear una partitura de movimientos y cuerpos<br />
que no es sólo orquestación dinámica, sino<br />
también ensayo sociopolítico. Una revisión cívica<br />
a los patrones que rigen nuestra conducta, ello a<br />
RyC<br />
32<br />
<strong>No</strong>s despertarán<br />
los perros<br />
Abel González Melo<br />
través de un ejemplo, de un modelo, de un sistema<br />
humano listo para ser resquebrajado y recompuesto<br />
mediante un espectáculo teatral.<br />
<strong>No</strong> es el histórico Hamlet afamado gracias al genio<br />
de Shakespeare el protagonista del montaje. Es ese,<br />
sí, pero amplía zonas de su alcance. La saga hamletiana<br />
pautada por Saxo Grammaticus en su Gesta<br />
Danorum es la base para registrar fábula y sucesos.<br />
El príncipe de Dinamarca queda ubicado así en<br />
medio de un núcleo de relaciones que desestabiliza<br />
su jerarquía, desenfoca los contornos de su triunfo<br />
social y político, no pone demasiado claro el futuro<br />
de su lógica ascensión al trono y por tanto lo aboca<br />
a fi ngir locura, trazar estrategia, convertirse en el<br />
vengador de su padre por convicción, mas, sobre<br />
todo, por necesidad inmediata, por instinto de<br />
supervivencia. Ur-Hamlet habla irónicamente de<br />
cómo el príncipe arcaico expande sus brazos en<br />
el presente y agita los extremos de su comportamiento:<br />
al remontarse en la leyenda, al absorber<br />
de la fuente primigenia y de las sucesivas con que<br />
el arte lo ha manipulado, este Hamlet (en el cuerpo<br />
de Augusto Omolú) es salvaje y radical, es su mente<br />
y su cuerpo, es el centro de un entramado que lo<br />
tiene como eje de sus expectativas y preferencias.<br />
Mucho más asequible en términos de cinismo<br />
posmoderno se torna su conducta: la acusación<br />
de puta a su madre Gerutha precedida por unas<br />
envolventes caricias casi incestuosas, o la decisión<br />
fi nal de mandar a asesinar a su hermana de leche<br />
(cálidamente asumida por Mia Theil Have) después<br />
de que ella lo ayudase ante la trampa tendida por<br />
su tío Fengo. El orden que Hamlet anuncia a través<br />
de nueve reglas es dictatorial (incluye normativas<br />
de traición, mentira y matanza), de un salvajismo<br />
generado por la violencia perpetua y el sostenido<br />
afán de venganza: deudor de la guerra y el vandalismo,<br />
de la infamia que otorgan ciertas realezas y<br />
la costumbre de presenciar barbarie, el príncipe lega<br />
su status a un niño, lo enviste, lo corona y lo deja<br />
solo. En un despliegue dancístico de elevada coordinación,<br />
la pequeña Pia, una de las más jóvenes<br />
intérpretes balinesas, se convierte en la promesa<br />
del futuro régimen.<br />
El relato va creciendo a través de una estrategia de
narración muy efi caz: se anuncia, con la presencia<br />
de un cartel, que Saxo Grammaticus ha desenterrado<br />
la historia de Hamlet y que fungirá aquí<br />
como personaje-narrador. Saxo, a su vez, introducirá<br />
al resto de los personajes ante el público: excava<br />
y obtiene un conjunto de huesos que al ini-cio<br />
del montaje se hallan velados por una manta: la<br />
historia que yacía muerta comenzará a desplegarse<br />
y los intérpretes cubrirán esos huesos con<br />
carne. Saxo será, de algún modo, la plasmación del<br />
punto de vista contemporáneo sobre los sucesos: el<br />
erudito de antaño padecerá en presente. El hieratismo<br />
y la dignidad con que Julia Varley asume el rol de<br />
Saxo Grammaticus es vital para que la impronta<br />
pretendida por el director sea entendida: no es<br />
una máquina que reproduce o narra, apenas da la<br />
pauta para introducir una escena y luego vigila los<br />
derre-dores de su decursar, se siente responsable<br />
por ser autor intelectual, asevera que la historia se<br />
repite. Con Julia el espectáculo enfoca el ángulo<br />
que lo legitima, que le da un sentido específi co y<br />
que condiciona la recepción. Esa es una marca de<br />
diferencia de este Hamlet con respecto a otros: al ser<br />
presentados los temas de cada escena al inicio de<br />
las mismas, en carteles, claro signo brechtiano, la<br />
percepción puede fi jarse en el cómo más que en el<br />
qué, pues la fábula ya es conocida y lo interesante<br />
serán los móviles que la van desencadenando. Los<br />
huesos desenterrados son todos los huesos, no los<br />
de un monarca en específi co. Julia consigue esa<br />
expansión de huesos en el espacio: al fi nal quedan<br />
dispersos, ajenos a la unidad primaria.<br />
Y es que el Theatrum Mundi integra, rehuye la<br />
dispersión. Huesos centenarios y ciudadanos<br />
de hoy. El director no teme mezclar lenguas y<br />
personajes, al contrario, ejecuta adrede su condición<br />
de labrador del mundo. El indicio más claro de esta<br />
voluntad de labranza multicultural, de la demostración<br />
de que en cualquier cultura y momento un<br />
comportamiento y la cadena de sucesos que este<br />
desentraña pueden cobrar sentido, regenerarse, es<br />
el contraste que en términos de lenguaje sonoro<br />
se establece entre el verbo de los balineses, el<br />
latín que Saxo utiliza como detalle que conecta el<br />
montaje con la herencia clásica matriz, y el idioma<br />
preciso del sitio donde se representa Ur-Hamlet (yo<br />
lo escuché en italiano en Ravenna y en danés en<br />
Holstebro). El espectador asiste a un material, a un<br />
fruto de labranza que surge hibridado en su esencia,<br />
donde los factores confl uyentes no se despojan de nada.<br />
Los intérpretes incorporan la vocación aprehendida,<br />
tanto como actores, músicos o cantantes (Annada<br />
Prasanna Pattanaik es de la India, Cleber da Paixao,<br />
de Brasil...) y absorben de quienes les acompañan:<br />
el entramado defi nitivo los expone mixturados.<br />
Una de las mayores enseñanzas que el Odin me<br />
ha entregado desde que conozco su trabajo es el<br />
efecto que logra producir la precisión a la hora de<br />
cualifi car un tema y su desarrollo. Los actores del<br />
grupo han dado testimonio históricamente de las<br />
fuentes y las vías de investigación que han utilizado<br />
para bucear en los mundos de sus personajes. En<br />
este caso, y para compartir un comentario de Barba<br />
referido a que en el Odin confl uyen individuos y no<br />
sólo tradiciones, es curioso analizar de qué forma<br />
Ur-Hamlet conecta ahora intérpretes de diversas<br />
procedencias y los integra en una partitura de<br />
continuas retroalimentaciones y precisiones. Aquí<br />
los aros se superponen. En primer lugar hay una<br />
estricta codificación del lenguaje escénico en<br />
momentos trazados coreográfi camente, tanto a<br />
partir de la compañía balinesa Gambuh Pura Desa<br />
Ensemble con Cristina Wistari al frente (la charla<br />
entre los hermanos, los combates, los paseos de<br />
los reyes, recalco con especial énfasis el minucioso<br />
trabajo de I Wayan Bawa como Fengo), o Akira Mitsui<br />
en el depurado acting de la Reina de las Ratas a<br />
través del asentamiento en su conciencia y en<br />
su cuerpo del Teatro <strong>No</strong>h. En segundo lugar, los<br />
actores del Odin diseñan sus trayectorias mediante<br />
complejos mecanismos internos, sedimento de<br />
un saber heredado de las experiencias de la ISTA,<br />
los Theatrum Mundi y los recorridos y aprendizajes<br />
alrededor del mundo. Breves momentos de sosiego<br />
alternan con otros de alta tensión sonora, kinésica.<br />
Son bruscas las transiciones y eso las llena de<br />
demonio, de vanda-lismo, monta perenne-mente la<br />
atención del espectador gracias a la huida<br />
de la serenidad, como si la calma<br />
fuese desterrada rápidamente<br />
sólo tras su intuición<br />
y el espacio escénico<br />
se convir-tiese en una<br />
mezcla de estallidos que<br />
llegan a oídos y ojos<br />
del espectador en el<br />
momento justo para<br />
crear impacto. Es en<br />
el enlace de los elementos<br />
propios de la<br />
narración, del mundo<br />
que viven los personajes,<br />
y de elementos<br />
exter-nos que guían<br />
esa narra-ción, que se<br />
ofrecen intere-santes<br />
fricciones para estas<br />
alteraciones rítmicas.<br />
Caso que me emociona<br />
en términos de recepción,<br />
dadas tales transformaciones<br />
y la exactitud con que resulta<br />
manejado, es este, protagonizado<br />
por la magnífi ca Roberta Carreri en el rol de<br />
Gerutha, madre de Hamlet: tras desposar a Fengo<br />
ella camina tran-quila hasta que choca con los<br />
huesos del marido muerto y ese choque provoca un<br />
cambio repentino y un reajuste de la tensión global.<br />
O bien otra vez Roberta, cuando repite la pauta de<br />
su cántico, su melodía (impresionante fusión de voz<br />
y gestuali-dad) ante la muerte de los dos maridos:<br />
algo en ella, en su majestad, en la dignidad con que<br />
asume el hecho, convence también de que la historia<br />
se repite. El discurso de Saxo desde los derredores de<br />
la historia y el de Gerutha en el centro mismo de<br />
esta, con dos detalles, dan fe de tal reiteración.<br />
Pero Ur-Hamlet no cerraría su círculo, no tendería<br />
un puente, no se conectaría del todo sin la presencia<br />
de un grupo de casi cuarenta extranjeros invasores.<br />
Provenientes de «tierras lejanas», como reza uno de<br />
33 RyC<br />
Akira Mitsui, el actor<br />
japonés que supo<br />
adaptar las características<br />
del teatro<br />
<strong>No</strong>h a los fi nes de la<br />
puesta de Ur-Hamlet<br />
por el Odin Teatret
Teatro<br />
los carteles, ellos son jóvenes estudiantes ávidos<br />
de aprendizaje, de hurgar en la técnica, de cursar<br />
la experiencia del Theatrum Mundi. Seleccionados<br />
dentro de muchos aspirantes llegan al espectáculo<br />
cuando el bastidor de este casi está concluido,<br />
cuando ya la química entre los actores del Odin y<br />
los balineses se ha fortalecido durante los ensayos<br />
en Bali y ha alcanzado un matiz particular y un<br />
elevado nivel de precisión. Llegan y arman la<br />
tempestad. A lo largo de las dos semanas previas al<br />
estreno en Russi fui testigo del curioso puzzle ante<br />
el cual se vio Eugenio Barba: sé que es una práctica<br />
habitual en su trabajo, pero sin duda entraña<br />
siempre un riesgo nuevo, dado que la estructura<br />
de base y el trabajo previo son diferentes a los de<br />
otras ocasiones, el fi lo con que se pretende cortar<br />
también lo es, y por supuesto lo es este equi-po de<br />
infi ltrados. Ellos irrumpen ajenos a todo, en culeros,<br />
algunos con escasa o nula formación dramática,<br />
mas deben irse acoplando al tono y al sentido<br />
tras el rigor del entrenamiento físico-vocal, que<br />
paulatinamente se va tornando más específi co y<br />
se va relacionando más con el espectáculo. Horas<br />
de constancia y dedicación, de ensayo junto a los<br />
profesores, de agotamiento, dan la seguridad de que<br />
este grupo de entrometidos no será justamente acusado<br />
de intromisión.<br />
Pienso que es difícil entender las melodías de Ur-<br />
Hamlet tal cual habitan en la mente revolucionaria<br />
y agitada del maestro Eugenio Barba. Pero del<br />
mismo modo pienso que sólo tras esa difi cultad de<br />
comprensión se asiste a la certeza de que el espectáculo<br />
es un fenómeno punzante, que lacera y cura<br />
a un tiempo. Tanto los artículos del líder del Odin<br />
como el del teórico Ferdinando Taviani, presentes<br />
en el programa de mano de la obra, colman el<br />
ima-ginario del espectador avisado, construyen un<br />
raíl de conocimiento que avanza paralelamente al<br />
montaje. Conocer esos textos en tanto asistía a los<br />
ensayos de Ur-Hamlet en el Palazzo San Giacomo me<br />
llenó de sensaciones encontradas: debo reco-nocer<br />
que a pesar de la infl uencia que dichos escri-tos<br />
provocaron en mí, quise resistirme. Quise trazar<br />
mi propia estrategia de comprensión y que esa<br />
línea fuese única, que no se empapase con aquellos<br />
criterios ni con los de mis colegas Raquel, Nara,<br />
José, Jaime y Habey: nos sentíamos ávidos ante el<br />
proceso y compartíamos ideas. Yo conversaba y<br />
opinaba, dormía en una polvorienta y entrañable<br />
habitación del Palazzo, visitaba las carpas, asistía<br />
a los entrenamientos en el Magazzino dello Zolfo.<br />
Sin embargo, en el fondo aspiraba a la inmunidad y<br />
soñaba con un análisis muy personal, muy mío.<br />
Tal aspiración suele ser a menudo inútil. <strong>No</strong> he<br />
podido despegarme de las palabras que leí, ni de las<br />
que escuché. Ni se me han borrado las imágenes<br />
de la puesta en escena: los invasores, los extranjeros,<br />
penetrando por las gradas, asombrados de<br />
todo, desprovistos de herencia y de patria. Creo que<br />
muchos ejecutaron a conciencia lo que les dictaban<br />
su voluntad y su proyección moral, esencial, y so-bre<br />
todo su sensibilidad artística en consonancia con<br />
este macroproyecto cultural. En las funciones de<br />
Holstebro estos aprendices, tras haber muerto por<br />
la peste, renacían al fi nal del espectáculo en una<br />
RyC<br />
34<br />
bacanal inesperada, con rumba incluida, mientras<br />
ostentaban una bandera blanca en cuyo centro<br />
una inmensa rata roja relucía. Algunos de ellos en<br />
un momento, cuando la peste comienza a azotar<br />
a los habitantes e invasores del palacio y Gerutha<br />
y Fengo observan la destrucción con asombro y<br />
miedo, presagios del horror que se avecina (y que a<br />
esas alturas del espectáculo sabemos que se repetirá<br />
hasta el infi nito), eran testigos y novios de una boda<br />
improvisada (cuando un amor se escinde otro amor<br />
empieza): la mesa de celebración justo se sitúa sobre el<br />
sitio donde yacían, al comienzo de la historia, los huesos<br />
sepultados. Las alegorías de los espectáculos del Odin<br />
se han convertido, tras su sencillez, en monumentos<br />
inquebrantables de la mente a los que acudo con<br />
asiduidad.<br />
Refl ejadas en las paredes traseras del Palazzo San<br />
Giacomo, las sombras de los actores logran fi jarse<br />
grandes y chiquitas gracias a la potencia de las<br />
lu-ces artifi ciales desde el frente, mas cambian de<br />
posición y tamaño debido a los desplazamientos<br />
de los intérpretes. A la misma vez el estatismo de<br />
estas sombras se quiebra por la inestabilidad, el<br />
retintín de las antorchas, luz básica en el montaje<br />
para conseguir apreciar en detalle las texturas de<br />
los trajes, el maquillaje, rostros y máscaras de los<br />
participantes de este misterio. Un retablo en la<br />
leja-nía, sobre el muro centenario del Palazzo, es Ur-<br />
Hamlet cuando contemplo la función desde la carpa,<br />
de pie en una silla, dejando que mi vista esculpa la<br />
luz sobre la piedra. Yo guardo conmigo esta imagen.<br />
Y hoy también la de una chica extranjera que corre<br />
de un lado a otro de la escena sosteniendo un<br />
morral con todas sus pertenencias: signo del signo<br />
que marca esta historia, contada aquí por el Odin<br />
como una aventura arcaica y nueva a propósito de<br />
las políticas de estado y las migraciones. Y podrá<br />
ser peor más adelante, cuando en vez de pájaros,<br />
ma-ñana, nos despierten perros.
Otro Salón que tuvo<br />
su Antisalón<br />
l Octavo Salón Nacional de<br />
Pintura y Escultura, realizado<br />
en 1956, reafi rmó el<br />
triunfo de la vanguardia. O<br />
me-jor: ratifi có su prevalencia en<br />
estos certámenes. Víctor Manuel<br />
García, Antonio Gattorno, Eduardo<br />
Abela, Domingo Ravenet,<br />
Carlos Enríquez, Fidelio Ponce,<br />
Jorge Arche, Mariano Rodríguez,<br />
Felipe Orlando, et al., conquistaron<br />
uno o más premios en los seis<br />
salones nacionales convo-cados<br />
por el Ministerio de Edu-cación<br />
entre los años 1935 y 1953. Y si<br />
los modernos no aca-pararon<br />
los lauros de la séptima edición<br />
(1954) fue por no haber casi<br />
tomado parte en ella. 1 En la<br />
octava, René Portocarrero y Roberto<br />
Estopiñán obtuvieron las<br />
máximas distinciones en pintura<br />
y escultura, respectivamente;<br />
con galardones de mérito<br />
para Amelia, Mariano, Felipe<br />
Orlando, Girona y Manuel Rodulfo<br />
Tardo. Otros estuvieron entre<br />
las menciones honorífi cas en una<br />
y otra manifestación. 2<br />
Todavía en el Octavo Salón, donde<br />
probaron suerte no pocos fi eles<br />
discípulos de San Alejandro,<br />
per-vivía el enfrentamiento<br />
Moder-nidad-Academia, que<br />
en prece-dentes exhibiciones<br />
de artes visuales en Cuba se<br />
había enun-ciado incluso en<br />
términos de distribución espacial.<br />
A la iz-quierda –usualmente<br />
identifi -cada con la ideología de<br />
partidos liberales, progresistas–<br />
se agru-paban los renovadores;<br />
y a la derecha –habitualmente<br />
asocia-da con los partidos<br />
conservado-res– se ubicaban los<br />
académicos.<br />
Incluso en muestras colectivas<br />
Israel Castellanos León<br />
donde la competencia, la rivalidad,<br />
no estaba cifrada en los<br />
premios, era frecuente que la<br />
pugna entre ambas facciones,<br />
de opuestos credos artísticos,<br />
se manifestara por el hecho de<br />
ex-poner en cotos segregados<br />
den-tro de un mismo recinto. La<br />
bal-canización entre «modernos»<br />
y «clásicos» podía responder incluso<br />
a otras denominaciones<br />
dentro de lo contemporáneo<br />
neocolonial. En algún momento,<br />
Jorge Mañach designó a los<br />
primeros como «vanguardistas»,<br />
«muchachada del día»,<br />
«innovadores» «arte nuevo»;<br />
y «académicos», «pompiers»,<br />
«pasadistas», «no-nuevos», a los<br />
últimos. 3<br />
Lo insólito del Octavo Salón fue<br />
haber propiciado una división al<br />
interior de la propia vanguardia<br />
después de superadas, en buena<br />
medida, las tiranteces –reales<br />
o artifi ciosas– entre su primera<br />
hornada y la segunda. Esta vez<br />
los vanguardistas exhibieron en<br />
espacios diferentes y encontrados,<br />
en dos exhibiciones casi paralelas<br />
y cismáticas. La mayoría<br />
lo hizo en el propio concurso,<br />
acogido en el recién estrenado<br />
Palacio de Bellas Artes, asiento<br />
del convocante Instituto Nacional<br />
de <strong>Cultura</strong> (INC); y una<br />
exi-gua minoría –representada<br />
por Víctor Manuel y Marcelo<br />
Pogo-lotti– decidió hacerlo en la<br />
Expo-sición de Pintura y Escultura<br />
Con-temporánea, que auspició la<br />
Asociación Cubana por la Libertad<br />
de la <strong>Cultura</strong>. Esta muestra fue<br />
rebautizada como Antisalón o<br />
Contrasalón por su objeto de an-<br />
tagonismo; y como Exposición de<br />
la Acera de Enfrente por su colocación<br />
respecto a la del certamen,<br />
si bien dicha ubicación<br />
implicaba también una actitud<br />
de enfrentamiento. Todo ello<br />
revelaba el simbolismo e importancia<br />
del locus.<br />
Aunque no habían suscrito manifi<br />
estos programáticos y unifi -<br />
cadores, los vanguardistas cubanos,<br />
históricamente agrupados<br />
en exposiciones colectivas<br />
–incluso en el extranjero–, habían<br />
conformado un grupo cohesionado<br />
por la comunión de intereses<br />
ideoestéticos –sin obviar<br />
las peculiaridades–, así como<br />
por el espíritu y las acciones<br />
de resis-tencia versus la fuerza<br />
opositora del academicismo, la<br />
falta de amparo gubernamental,<br />
la in-comprensión del espectador<br />
mayoritario y el desabrigo de un<br />
mercado anémico por demás.<br />
¿Por qué ante el Octavo Salón se<br />
verifi có, por primera vez quizá y<br />
de manera palmaria, una escisión<br />
en ese movimiento vanguardista,<br />
genéricamente designado<br />
por algunos como «Escuela<br />
de La Habana», y al cual se había<br />
sumado, unos pocos años antes,<br />
la promoción representada por<br />
el abstraccionismo, tendencia<br />
con la cual algunos modernos<br />
tuvieron escarceos o lazos más<br />
profundos y sostenidos? Varias<br />
conjeturas, no forzosamente<br />
excluyentes, podrían formularse<br />
al respecto.<br />
Estas promociones de artistas<br />
habían medido fuerzas en el<br />
Sexto Salón (1953), no sólo en<br />
pos del dividendo monetario<br />
35 RyC
Cubierta del catálogo<br />
del Antisalón, 1956.<br />
de los premios, sino también<br />
por lo que estos reportaban en<br />
términos de consolidación –para<br />
los consa-grados– y legitimación<br />
–para los nuevos o emergentes.<br />
<strong>No</strong> obs-tante, unos y otros –con<br />
excep-ción de una minoría–,<br />
habían estado mancomunados<br />
en la muestra Homenaje a José<br />
Martí. Exposición de Plástica Cubana<br />
Contemporánea o Antibienal (1954),<br />
que por principios éticos y<br />
artísticos fue antípoda del Séptimo<br />
Salón Nacional y de la II Bienal<br />
Hispanoamericana de Arte.<br />
La Antibienal había sido más que<br />
una exposición contestataria<br />
contra esos eventos que, por demás,<br />
inauguraron el Palacio de<br />
Bellas Artes, Museo Nacional de<br />
Cuba. El itinerario de la Contrabienal<br />
por las tres ciudades más<br />
importantes del país –la capital<br />
(Lyceum y Universidad), Santiago<br />
de Cuba y Camagüey–, acompañada<br />
de protestas hechas<br />
públicas –oralmente y por es-<br />
RyC 36<br />
crito–, contribuyeron a un movimiento<br />
nacional de repulsa intelectual<br />
contra la dictadura de<br />
Fulgencio Batista, que se había<br />
abroquelado en el centenario<br />
de José Martí para celebrar la<br />
antedicha Bienal. En tanto que<br />
por su oposición a este certamen<br />
de convocatoria multinacional,<br />
coauspiciado por el franquismo,<br />
la Antibienal recibió<br />
asimismo expresiones de adhesión<br />
y solidaridad desde varios<br />
países de Iberoamérica, con lo<br />
cual expandió su repercusión<br />
ideológica a la órbita mundial.<br />
Según Graziella Pogolotti, el<br />
éxito de la Antibienal había sido<br />
tal «que el gobierno tomó represalias<br />
contra alguno de los<br />
participantes, mientras otros se<br />
apresuraban a acatar la consigna<br />
de los ‘neutralistas’». 4 Y aunque<br />
ello no coartó la verifi cación<br />
de una experiencia similar dos<br />
años después –el mencionado<br />
Antisalón–, el nivel de riesgo de<br />
los concurrentes era sin duda<br />
mayor, mientras que el apoyo<br />
institucional y mediático era todavía<br />
menor.<br />
Amén del posible amedrentamiento<br />
de algunos, en la disensión<br />
de marras tuvo mucha<br />
incidencia la faena de zapa realizada<br />
por el INC en las huestes<br />
de los artistas visuales combativos,<br />
beligerantes, como los que<br />
habían intervenido en la Antibienal.<br />
(Ya se sabe: «Divide y vencerás».)<br />
Fundado en el año posterior<br />
a la Contrabienal, el INC era<br />
el sucedáneo de la Dirección de<br />
<strong>Cultura</strong> del propio Ministerio de<br />
Educación, y un instrumento ofi -<br />
cialista para crear el espejismo<br />
de una política cultural. Entre<br />
otras acciones tácticas, realizó<br />
exposiciones (bi)personales en<br />
Bellas Artes y otorgó becas en el<br />
extranjero a creadores emergentes,<br />
no tanto para desarrollar su<br />
potencial artístico como para<br />
neutralizarlos ideológicamente,<br />
«sacarlos de circulación».<br />
En ello, el desempeño de Mario<br />
Carreño cual asesor del INC<br />
de-bió de ser infl uyente, por su<br />
ca-pacidad de convocatoria y<br />
per-suasión. Era un ungido que<br />
había «recapacitado», un abanderado<br />
de la inconveniencia de<br />
mezclar arte y política. Carreño,<br />
que anteriormente había concitado<br />
a miembros de Los Once a<br />
participar en la Antibienal, convenció<br />
en esta ocasión al novel<br />
escultor Agustín Cárdenas de<br />
aceptar una beca de estudios en<br />
Francia. Ello inició el desmembramiento<br />
de ese grupo cultor<br />
de la abstracción, como registró<br />
el artista Raúl Martínez en sus<br />
memorias. 5 Por su parte, el pintor<br />
Manuel Couceiro inculpó al INC<br />
de haber aprovechado las imperiosas<br />
necesidades de un emblemático<br />
y sempiterno incendiario<br />
como Carlos Enríquez –depauperado<br />
físicamente y también<br />
diezmado psicológicamente por<br />
el alcohol– para lograr que desdijera<br />
públicamente el haber<br />
fi rmado, junto a otros colegas,<br />
una declaración de principios en<br />
contra del Octavo Salón. 6<br />
Cárdenas no era el único de los<br />
creadores que habían tomado<br />
parte en la Antibienal y lo hacían<br />
esta vez en el Octavo Salón. El<br />
número signifi cativo de estos y<br />
su peso como artistas, represen-
taban para el INC, más que una<br />
anulación ideológica de la Contrabienal<br />
–a la que además no<br />
pudo enfrentarse–, un arma para<br />
deslegitimar y empequeñecer<br />
cualquier otro intento similar.<br />
Pero, si a causa de la división<br />
apuntada, la «plástica de avance»<br />
–como la llamó Ramón Loy–<br />
no pudo estar representada en<br />
el Antisalón con la misma magnitud<br />
de la pasada experiencia<br />
antibienalista, no se pudo evitar<br />
que expusiera otra vez en una<br />
muestra contestataria.<br />
Carreño fue también un catalizador<br />
de la apertura, en 1955, de<br />
la Sala Permanente de Artes<br />
Plásticas de Cuba en el Museo<br />
Nacional, lo cual era un antiguo<br />
reclamo de los modernos. Conformado<br />
por obras premiadas en<br />
salones nacionales, o adquiridas<br />
a discreción por el propio Ministerio<br />
de Educación en otros<br />
mo-mentos, dicho espacio fue la<br />
oportunidad de atraer e involucrar<br />
a creadores de la vanguardia<br />
implicados en la Contrabienal,<br />
y que hasta entonces no<br />
habían expuesto en el fl amante<br />
Palacio de Bellas Artes. Hubo<br />
prominentes artistas excluidos<br />
de esta meca, entre ellos la mayoría<br />
de Los Once –que no se<br />
dejaron encandilar–; y modernos<br />
con una vertical actitud política,<br />
como Marcelo Pogolotti,<br />
quien por tomar parte en la<br />
Antibienal perdió su plaza en la<br />
otra Dirección de <strong>Cultura</strong> de ese<br />
ministerio.<br />
Junto al escultor Juan José Sicre<br />
y el pintor Lorenzo Romero Arciaga,<br />
Carreño tuvo también a su<br />
cargo la organización del Octavo<br />
Salón. Según dejó asentado en el<br />
catálogo Guillermo de Zéndegui,<br />
director general del INC, un propósito<br />
de esa edición era dar<br />
continuidad a la realización de<br />
estos certámenes, cuya periodicidad<br />
había sido hasta entonces<br />
irregular. 7 Otra pretensión era<br />
seguir enriqueciendo, con las<br />
nuevas obras premiadas, aquella<br />
«sala permanente» o los<br />
de-pósitos del Museo Nacional.<br />
Aunque estas creaciones también<br />
podían integrar exposiciones<br />
itinerantes por el país, con<br />
arreglo a la convocatoria del<br />
evento, que en esta ocasión tuvo<br />
un nuevo reglamento y estuvo<br />
dirigida exclusivamente a la<br />
pintura y la escultura. Zéndegui<br />
sostuvo igualmente que, dado<br />
el criterio selectivo de esta celebración<br />
del concurso, «el solo<br />
hecho de fi gurar en la exposición,<br />
supone una categoría artística<br />
y constituye un preciado<br />
galardón», con independencia<br />
de los lauros conferidos por el<br />
jurado. Este fue presidido nada<br />
menos que por un norteamericano<br />
–Allan Mc Naab, director<br />
de la Escuela de Arte de Chicago–<br />
y completado con la escultora<br />
cubana Rita Longa –quien<br />
fungió de secretaria– y el pintor<br />
criollo Eduardo Abela, invitado<br />
de honor del Octavo Salón, y a<br />
quien por tal motivo el INC le<br />
dedicó una monografía ilustrada<br />
con imágenes mayormente en<br />
blanco y negro, contentiva de<br />
un estudio –El mundo ensoñado<br />
de Abela, escrito por Loló de la<br />
Torriente–, seguido de un condensado<br />
de opiniones sobre la<br />
obra del artista firmadas por<br />
varios autores y en diversos<br />
momentos.<br />
Sin embargo, varios pintores y<br />
escultores de la avanzada artística<br />
cubana proclamaron por<br />
escrito su negativa a participar<br />
en dicho Salón, que admitía<br />
«en sus salas por amiguismo y<br />
política [a] elementos negativos<br />
para la Proyección Plástica<br />
Nacional» y no cumplimentaba<br />
los objetivos fundacionales de<br />
esos eventos: «desarrollo de la<br />
plástica y fomento de una economía<br />
para el artista». Por insufi<br />
ciente, se negaban a «admitir<br />
como estímulo […] un premio<br />
periódicamente adjudicado por<br />
turnos». 8<br />
Sus reclamos apuntaban a<br />
soluciones de fondo, propias de<br />
una inexistente política cultural:<br />
«Consideramos obligación<br />
del Estado elaborar un programa<br />
capaz de difundir plenamente,<br />
dentro y fuera del territorio<br />
na-cional, la Plástica cubana, y<br />
pro-ducir con ella una economía<br />
para el artista que lo libere de<br />
las funciones de angustiado<br />
‘marchand’ que se ve obligado a<br />
producir para la subsistencia a<br />
través de otros medios ajenos al<br />
arte, pero que al menos le permiten<br />
mantener la dignidad artística<br />
con la libertad de expresión<br />
estética requerida por el Arte, y<br />
el derecho a enfrentarse a los<br />
antagonismos convencionales<br />
del buen vivir de algunos a costa<br />
de la evolución intelectual y estética<br />
del pueblo». Y proseguían:<br />
«<strong>No</strong> podemos admitir que las<br />
raquíticas y arbitrariamente repartidas<br />
becas que funcionan,<br />
sean solución a la problemática<br />
planteada. <strong>No</strong> podemos considerar<br />
que exposiciones realizadas<br />
unas tras otras sin programa<br />
ni orientación que señalen rumbos<br />
y fi nes a lograr sirvan como<br />
difusión de nuestra Plástica».<br />
Entre octubre y mediados de<br />
noviembre de 1956, algunos diarios<br />
de la época –como Información,<br />
Avance, Pueblo, Excelsior–<br />
publicaron notas informativas<br />
que dieron cuenta de este acuerdo<br />
tomado en una reunión del<br />
llamado «Movimiento Plástico»,<br />
cuyos integrantes invitaban a su<br />
vez a «todos los artistas afi nes a<br />
nuestras orientaciones plásticas<br />
a que nos secunden en nuestra<br />
actitud». 9 Como en la Antibienal,<br />
los creadores elaboraron un<br />
llamamiento previo y acudieron<br />
a los medios de difusión masiva<br />
para convocar y sacudir a la opinión<br />
pública. Pero esta vez la<br />
movilización de artistas, de prosélitos,<br />
fue relativamente menor.<br />
Posiblemente muchos creadores<br />
que optaron por el Octavo<br />
Salón lo hicieron guiados también<br />
por el escepticismo. Aunque<br />
pudieran estar identificados<br />
con las demandas de los<br />
manifestantes, dudaban quizá<br />
de que mediante esa «labor de<br />
agitación» se granjearan las reivindicaciones<br />
a que todos aspiraban<br />
como artistas.<br />
La mayoría de quienes suscribieron<br />
la referida declaración de<br />
principios replicaron al Octavo<br />
Salón con el mencionado Antisalón,<br />
10 siguiendo también la iniciativa<br />
probada con fortuna<br />
en la Antibienal. Tampoco se<br />
otorga-ron premios, como otro<br />
indica-dor de diferencia con el<br />
antago-nista. Los participantes en<br />
ambas exposiciones de protesta,<br />
unidos y abiertos a adhesiones,<br />
no rivalizaban entre sí por la<br />
retribución monetaria de los<br />
premios, sus correspondientes<br />
diplomas de reconocimiento y<br />
garantías de promoción. Sacrifi -<br />
caron estas lógicas necesidades<br />
por los principios expresados en<br />
cada caso, por una gratifi cación<br />
37 RyC
artística y moral de otro tipo,<br />
por conquistas más duraderas<br />
para la subsistencia material y<br />
el destino de sus obras. 11<br />
En el Contrasalón, Víctor Manuel,<br />
Pogolotti, René Ávila, Consuegra,<br />
Llinás, Raúl Martínez, Antonio<br />
Vidal, Moret, Tomás Oliva,<br />
Eugenio Rodríguez y Couceiro<br />
repitieron como expositores. La<br />
reiteración de fi rmas presentes<br />
en anteriores cruzadas artísticas<br />
contra la dictadura de Batista,<br />
denotaba cohesión en torno<br />
a una posición ética, cívica,<br />
desde el arte. Conforme a lo<br />
evi-denciado en la Antibienal, se<br />
aventaban contradicciones no<br />
solamente estético-artísticas.<br />
Thelvia Marín –uno de los dos<br />
expositores del Antisalón que<br />
viven en Cuba– rememora que en<br />
el lapso entre la Contrabienal y el<br />
Contrasalón «se había agudizado<br />
la represión batis-tiana hasta<br />
el extremo. Por una parte no<br />
era lo mismo haber participado<br />
con el respaldo del Lyceum,<br />
institución muy pres-tigiosa<br />
integrada por familias de alta<br />
solvencia económica y social<br />
–que además siempre realizaba<br />
importantes exposiciones, conciertos<br />
y eventos culturales–;<br />
que atreverse a hacerlo a pecho<br />
descubierto, en esa fecha, dos<br />
años más tarde, sin ningún apoyo<br />
institucional». 12<br />
El Antisalón tuvo lugar en Zulueta<br />
no. 208 (altos) e/ Trocadero y<br />
Ánimas, en una acera lateral al<br />
Palacio de Bellas Artes, lo cual<br />
subrayó su condición de muestra<br />
alternativa. Es un lugar difícil de<br />
identifi car en la actualidad, pues<br />
en la cuadra no hay numeración<br />
ni salida directa al exterior. Según<br />
M. Couceiro –fi gura capital en la<br />
concepción de esta muestra–, se<br />
trataba de un salón ubicado al<br />
fondo del Hotel Sevilla, al cual<br />
pertenecía. 13 Y Thelvia Marín<br />
abunda: «era un local pintado<br />
de gris, liso, sen-cillo, modesto y<br />
con escasas condiciones puesto<br />
que no tenía ni la iluminación<br />
propia de una galería, ni el<br />
acondi-cionamiento de paredes<br />
para instalar las obras».<br />
La exposición disidente tuvo<br />
por sede nuevamente, y desde<br />
luego, a una institución no<br />
gubernamental. En esta ocasión<br />
no fue una entidad como el<br />
Lyceum, dotada de galería bien<br />
RyC 38<br />
habilitada para exposiciones<br />
sistemáticas; pero muy distanciada<br />
de la muestra a confrontar.<br />
Este hecho había servido a la<br />
Contrabienal para subrayar su<br />
posición de rechazo a la Bienal<br />
franquista y al Séptimo Salón. En<br />
cambio, el Antisalón procuraba<br />
una actitud de confrontación<br />
más directa y, en virtud de su<br />
ubicación inmediata al Palacio<br />
de Bellas Artes, Zulueta no. 208,<br />
se erigía en espacio ad hoc para<br />
esas miras; aunque la exposición<br />
estuviera en altos: es decir,<br />
dispusiera de un acceso menos<br />
directo. Ahora bien, al Octavo<br />
Salón tampoco se ingre-saba<br />
llanamente desde el um-bral:<br />
ocupaba la tercera planta del<br />
Palacio de Bellas Artes.<br />
Las peripecias y cabildeos para<br />
hallar ese local alternativo y<br />
organizar la muestra, pudieron<br />
ocasionar el desfase de unas tres<br />
semanas entre el vernissage del<br />
Octavo Salón (28 de no-viembre)<br />
y la apertura del Contrasalón<br />
(21 de diciembre de 1956). Así,<br />
esta última expo-sición fue<br />
inaugurada por Luis A. Baralt y<br />
Raúl Roa siete días antes de la<br />
conclusión del vecino adversario.<br />
En cambio, la Antibienal había<br />
precedido con holgura a la II<br />
Bienal Hispa-noamericana de Arte<br />
–Bienal fran-quista o «Bienal de<br />
La Habana»– y al concomitante<br />
Séptimo Salón. De acuerdo con<br />
Thelvia Marín: «Tan peligroso y<br />
difícil era conseguir que alguien<br />
se jugara la vida, prestando un<br />
local para un enfrentamiento<br />
directo, como participar en el<br />
hecho en sí». Paradójicamente,<br />
la aso-ciación que auspició la<br />
expo-sición estaba «vinculada<br />
al Congreso por la Libertad de la<br />
<strong>Cultura</strong>, organización internacional<br />
patrocinada por la CIA»,<br />
según precisó Graziella Pogolotti.<br />
Pero de esta vinculación se<br />
supo después. 14<br />
Thelvia Marín –vinculada en<br />
ese momento a la sección de<br />
artes plásticas de la Sociedad<br />
Nuestro Tiempo– y Antonio Vidal<br />
–el otro expositor del Antisalón<br />
que reside en Cuba, y es Premio<br />
Nacional de Artes Plásticas–,<br />
afi rmaron desconocer entonces<br />
la naturaleza de la Asociación<br />
Cubana por la Libertad de la <strong>Cultura</strong>,<br />
cuyo nombre hacía presumir<br />
una confl uencia de intereses y<br />
principios con los del Antisalón.<br />
Vidal incluso sonrió irónicamente<br />
al evocar que la fachada del<br />
lugar estaba presi-dida por un<br />
letrero donde se leía: «Partido<br />
Liberal», indicador quizá de<br />
elecciones recientes. 15 El hecho<br />
que la Antibienal hubiera sido<br />
«preparada con un carácter<br />
unitario por artistas de izquierdas,<br />
incluidos militantes<br />
del PSP [Partido Socialista Popular]<br />
clandestino» y que esta organización<br />
política fuera «absolutamente<br />
incompatible con el<br />
Congreso por la Libertad de la<br />
<strong>Cultura</strong>», pudo ser, en opinión de<br />
Pogolotti, una causa de la división<br />
de los «antibienalistas».<br />
De cualquier modo, los artistas<br />
que habían coordinado la<br />
Antibienal no participaron en el<br />
Antisalón. Ya se escribió sobre<br />
la postura de Carreño, quien<br />
por otro lado era un excelente<br />
pintor y director de arte. Mariano<br />
Rodríguez prefirió exponer en<br />
el Octavo Salón. Marta Arjona y<br />
Alfredo Lozano –firmantes de<br />
la aludida declaración de principios,<br />
y cuyos créditos aparecen<br />
en el catálogo del Antisalón–<br />
finalmente no exhibieron en<br />
este último, como recordó A.<br />
Vidal. El alumbramiento del<br />
Contra-salón fue posible, en gran<br />
medida, gracias a otro «antibienalista»:<br />
«Manolo Couceiro<br />
fue el organizador principal, el<br />
alma y el que dio la mayor parte<br />
de las carreras en la búsqueda de<br />
local, la recopilación de obras y<br />
en el montaje de la expo-sición»,<br />
evocó Thelvia Marín. Y en ello<br />
concordó el artista y profesor<br />
Antonio Alejo.<br />
M. Couceiro poseía ya cierta<br />
práctica en estas lizas. Según<br />
A. Vidal, aquel promotor había<br />
organizado también una exposición<br />
de plástica cubana<br />
contemporánea en la Universidad<br />
de La Habana cuando la<br />
función de desagravio al Ballet<br />
Nacional de Cuba, motivada por<br />
el recorte presupuestario del<br />
INC a esta «agrupación privada».<br />
Organizada por la Dirección de<br />
<strong>Cultura</strong> de la FEU con el apoyo de<br />
varias instituciones cultu-rales<br />
no estatales y la asistencia de un<br />
público masivo y hete-rogéneo,<br />
esta actividad fue realizada<br />
en septiembre de 1956 en el<br />
estadio universitario habanero y
precedió unos meses al Antisalón,<br />
donde «sólo parti-cipamos<br />
quienes estábamos, en mayor o<br />
menor escala, compro-metidos y<br />
situados en la opo-sición», como<br />
precisó Thelvia Marín cuando se<br />
le preguntó sobre la causa de la<br />
división de los «antibienalistas».<br />
Entre los más implicados en esa<br />
expo-sición –clausurada el 3 de<br />
<strong>enero</strong> de 1957, según el catálogo–,<br />
se hallaba precisamente M.<br />
Cou-ceiro, quien pertenecía<br />
al Movimiento 26 de Julio, fue<br />
combatiente clandestino y partió<br />
al exilio en ese propio año.<br />
Como la Antibienal, el Contrasalón<br />
estuvo coordinado con la FEU<br />
en la capital. Ambas muestras,<br />
verificadas en momentos de<br />
una contraofensiva cultural<br />
desa-fi ante y desenmascaradora,<br />
fueron expresión de la lucha<br />
política a través de la cultura<br />
artística. Los participantes en<br />
ellas, no necesariamente coincidentes<br />
en doctrinas políticoideológicas,<br />
sí estaban mancomunados<br />
por el sentimiento<br />
de incompatibilidad con la<br />
sa-trapía. Se enfrentaron al despotismo<br />
gobernante con armas<br />
también empleadas por este:<br />
exposiciones de artes plásticas.<br />
Si antes Carreño, Mariano, Arjona<br />
y Lozano hicieron declaraciones<br />
a los periódicos sobre las<br />
motivaciones de la Antibienal,<br />
esta vez fue Couceiro quien tomó<br />
de tribuna a la prensa escrita.<br />
Sin medias tintas, desmintió el<br />
pretenso carácter apolítico del INC<br />
y evidenció su labor socavadora:<br />
«Se ha pretendido amordazar la<br />
expresión ideológica del artista,<br />
como ciudadano responsable, con<br />
argumentos como el siguiente:<br />
El arte no es política, no puede<br />
inmiscuirse en ella. Esto intenta<br />
dos cosas: justifi car la traición a<br />
los principios sustentados por<br />
el hombre, y captar a la vez a<br />
los artistas cubanos a través del<br />
engaño, aprovechándose de sus<br />
nece-sidades materiales, para<br />
que colaboren con un Instituto<br />
de <strong>Cultura</strong> que no es más que<br />
un politburó de propaganda». Y<br />
agregó: «Nuestra exposición es<br />
esto: una clarinada de protesta, en<br />
defensa de la libertad intelectual<br />
y del libre albedrío de cada<br />
artista». 16<br />
Graziella Pogolotti y Thelvia<br />
Marín coincidieron en el valor<br />
más bien ético de la Exposición<br />
de la Acera de Enfrente, que al<br />
parecer no tuvo el saldo estéticoartístico<br />
de la Antibienal. «<strong>No</strong><br />
recuerdo que haya tenido mucha<br />
calidad artística –afi rmó Pogolotti<br />
sobre el Antisalón, donde<br />
expuso su padre, Marcelo–. Fue,<br />
sobre todo, un gesto simbólico».<br />
A su vez, Thelvia aseveró: «La<br />
calidad artística no fue nuestra<br />
razón primordial. La mayoría<br />
realizamos obras de ocasión,<br />
que demostraran lo que<br />
pensábamos, más que lo que<br />
nos proponíamos como puros<br />
artistas».<br />
Otro tanto había sucedido con<br />
la Antibienal. Y aunque fue<br />
igualmente una exposición<br />
contingente, donde coincidieron<br />
diferentes edades y maneras<br />
artísticas, en el Antisalón no dejó<br />
de haber cierta exigencia en la<br />
admisión de obras, lo cual fue otra<br />
expresión de dignidad. <strong>No</strong> era el<br />
clásico «llega y pon». Antonio<br />
Vidal recuerda, por ejemplo, que<br />
Jesús González de Armas –otro<br />
artista refl ejado en el catálogo<br />
del Antisalón– defi nitivamente se<br />
negó a participar en este porque<br />
no le aceptaron una composición<br />
pictórica de blanco sobre fondo<br />
blanco. Sus colegas la consideraron<br />
una flagrante apropiación<br />
de la famosa pintura<br />
del pintor suprematista ruso<br />
Kassimir Malevich. (Algunas<br />
décadas después, se la habría<br />
considerado posmodernista.)<br />
En el Contrasalón tomaron parte,<br />
en realidad, unos veintiún<br />
artistas, de los cuales solo tres<br />
–Víctor Manuel, Eugenio Rodríguez<br />
y Enrique Moret– tenían<br />
obras en la antedicha «sala<br />
permanente» del Museo. En<br />
el Antisalón también estaba el<br />
núcleo más sólido de Los Once,<br />
llamado por algunos Los Cinco<br />
–G. Llinás, Tomás Oliva, Raúl<br />
Martínez, H. Consuegra y<br />
Antonio Vidal–, quienes junto<br />
a otro ex integrante –R. Ávila–,<br />
seguían exponiendo en el ala<br />
contestataria de la visualidad<br />
cubana. De modo que en esta<br />
nueva hornada hubo división,<br />
como en los modernos. Estos y<br />
aquellos conformaban lo que<br />
el pintor Ramón Loy denominó<br />
«plástica de avance», presumiblemente<br />
por sus propuestas<br />
estético-artísticas avant-la-<br />
lettre, herederas de las aupadas<br />
por la <strong>Revista</strong> de Avance en la<br />
Exposición de Arte Nuevo (1927),<br />
donde el propio Loy tomó parte.<br />
<strong>No</strong> obs-tante, en las nuevas circunstancias<br />
el término «plástica<br />
de avance» podía tener además<br />
connotaciones político-ideológicas,<br />
de las que no estuvo<br />
divorciada en absoluto la<br />
vanguardia de los años veinte.<br />
El abstraccionismo –geométrico<br />
o informalista– era la tendencia<br />
novedosa y pujante en la plástica<br />
cubana de los años cincuenta. En<br />
el Contrasalón fue una presencia<br />
vital y notable, como lo había sido<br />
en la Antibienal y anunció también<br />
la portada del catálogo. Mantuvo<br />
el espíritu de rebeldía social que<br />
luego pretendió escamo-teársele.<br />
Pero es difícil asegurar que haya<br />
tenido nuevamente mayor nivel<br />
cualitativo que la abstracción<br />
expuesta en el salón contrario.<br />
<strong>No</strong> sólo por modestia de los<br />
involucrados en el Antisalón, sino<br />
también porque no visitaron<br />
el aledaño Octavo Salón. Por<br />
cuestión de principios, como<br />
manifestó Pogolotti. Y lo propio<br />
habrán hecho otros intelectuales<br />
comprometidos.<br />
Un crítico de arte como Ramón<br />
Loy –más identificado con<br />
la figuración y los preceptos<br />
académicos– fl ageló de manera<br />
global al abstraccionismo concursante<br />
en el Octavo Salón. A<br />
su juicio, era repetitivo y monótono,<br />
de una geometrización<br />
nada novedosa. 17 En cambio, su<br />
colega Rafael Marquina lo hizo<br />
de manera más ponderada y<br />
puntual. Reseñó el Salón a partir<br />
de notas capsulares sobre<br />
ar-tistas y obras correspondientes.<br />
Al referirse a Zilia Sánchez<br />
–joven exponente de la<br />
abstracción geométrica, y en su<br />
opinión «buena componedora»<br />
–, afi rmó: «Lo abstracto aquí es,<br />
de cierto modo, demasiado concreto<br />
y escueto». 18 Sobre la hoy<br />
preterida Gaby de la Riva declaró<br />
que era una «pintora que se<br />
está haciendo a sí misma […]<br />
con audacia suficiente para<br />
hacerlo en las geome-trías<br />
desgeometrizadas del chacha-chá».<br />
19<br />
Pero en esta crítica declaradamente<br />
impresionista, Marquina<br />
apuntó también a valores<br />
abstractos en obras de otros<br />
39<br />
RyC
artistas, ejemplificando la incidencia<br />
de la abstracción en<br />
artistas eminentemente fi gurativos<br />
y/o en creaciones que no<br />
clasifi carían en una concepción<br />
ortodoxa de la tendencia. De la<br />
escultura de Estopiñán, acotó:<br />
«En la supresión de lo superfl uo<br />
está lo que puede, si usted quiere,<br />
señor, llamar abstracto». En<br />
pintura, a propósito del Arlequín<br />
de Eberto Escobedo, advirtió<br />
en «la realidad de lo concreto,<br />
el símbolo de lo abstracto».<br />
Sobre uno de los premios de<br />
honor, expuso: «El Cantaclaro<br />
de Mariano […] no puede cantar<br />
más claro la madurez perfecta<br />
de un arte en el que, en mixtura<br />
de muchas sapiencias y muchas<br />
renuncias felices, se aglutinan<br />
todos los esfuerzos –naturales<br />
y aprendidos– en el hallazgo de<br />
una nueva pintura en la que<br />
lo figurativo, sin desaparecer,<br />
asume –defi -niéndose concreto–<br />
sus valores abstractos[…]: el gallo<br />
y no un gallo. La pintura y no una<br />
pintura».<br />
En sentido general, Marquina fue<br />
más bien condescendiente con<br />
el Octavo Salón. Aunque apuntó<br />
que Rafael Soriano no aportaba<br />
nada nuevo a lo ya conocido,<br />
encomió obras de varios artistas<br />
y enfatizó que Eduardo Abela,<br />
Teodoro Ramos Blanco, Carlos<br />
Enríquez, Sandú Darié, Agustín<br />
Fernández, Flo-rencio Gelabert,<br />
José Mijares, et al., se habían<br />
presentado con obras dignas de<br />
ellos. Disentía así de lo publicado<br />
poco antes por Loy, quien lamentó<br />
que artistas «consagrados por<br />
la crítica» hubieran enviado<br />
piezas desmerecedoras de su<br />
bien ganado prestigio: «<strong>No</strong> se ve<br />
un esfuerzo por realizar obras<br />
de composición de gran envergadura»,<br />
argumentó el también<br />
catedrático de la Academia de San<br />
Alejandro, quien se abstuvo de<br />
cuestionar el premio de mérito<br />
adjudicado a una adocenada<br />
naturaleza muerta pintada por<br />
un no vanguardista: Alberto<br />
Menocal.<br />
Precisamente por considerarla<br />
una «lección para los jóvenes»,<br />
un paradigma de cuanto se podía<br />
lograr una vez dominado el<br />
ofi cio pictórico, un modelo de experimentación<br />
formal y de hallazgos<br />
personales inconfundibles,<br />
carentes de «estridencias<br />
RyC 40<br />
y rebuscamientos», Loy ensalzó<br />
la muestra antológica de Abela<br />
incluida en el Salón, y elogiada<br />
también por Marquina: «Abela<br />
ha hecho un copioso envío al<br />
Salón. Un conjunto de obras<br />
de distintos tiempos en el que<br />
puede atenderse y entenderse<br />
su proceso evolutivo». Era una<br />
muestra panorámica desde los<br />
inicios académicos de Abela,<br />
quien por esos años cincuenta<br />
experimentaba también con la<br />
abstracción.<br />
A juicio de Loy, entre las<br />
doscientas treinta y cuatro<br />
pinturas, y las cuarenta y seis<br />
esculturas concursantes en el<br />
Octavo Salón, solo hubo una<br />
docena de obras meritorias.<br />
Y también en su opinión, esta<br />
edición era cualitativamente<br />
inferior a la precedente –en<br />
la que él había fungido como<br />
jurado, y tampoco ha sido tenida<br />
como dechado de calidad. Loy<br />
indicó como una causa de la<br />
fl ojera del Octavo Salón la poca<br />
exigencia de la junta de admisión,<br />
presumiblemente la misma de<br />
premiación. <strong>No</strong> obs-tante, al<br />
encomiar la muestra personal<br />
de Abela, pareció conjurar la idea<br />
de que el anterior señalamiento<br />
impli-cara un cuestionamiento<br />
a la aptitud e idoneidad artística<br />
del jurado; al menos, a la de<br />
Abela. A la competencia de<br />
un jurado que, a juzgar por el<br />
espectro de las obras premiadas<br />
–desde la figuración más conservadora<br />
a la más resuelta<br />
abstracción, desde la academia<br />
a la avanzada del patio–, trató<br />
cuando menos de ser pon-derado<br />
y omnicomprensivo.<br />
Loy imputó también la pobre<br />
calidad de la muestra-concurso<br />
a «la ausencia de destacadas<br />
figuras de nuestra plástica<br />
clásica y de avance», según él por<br />
recelos, propios de artistas, con la<br />
objetividad de los organizadores<br />
del Salón; y otras razones que no<br />
indicó pero «de-bemos respetar».<br />
<strong>No</strong> mencionó la declaración<br />
de principios de quienes se<br />
habían negado a par-ticipar<br />
en el certamen, pero has-ta<br />
cierto punto retomó lo planteado<br />
en ella cuando señaló la<br />
carencia de objetivo del evento,<br />
dirigido «únicamente [a] exponer<br />
lo que cada uno ha buenamente<br />
hecho». De manera que<br />
este quedaba «de estímulo a<br />
pintores que están en sus primeras<br />
armas», y sorprendentemente<br />
excluía a «las secciones de<br />
Dibujo y Grabado, que con tanto<br />
éxito figuraron en ante-riores<br />
Salones y donde un nutrido<br />
grupo de xilógrafos cu-banos<br />
presentaba sus interesan-tes<br />
producciones».<br />
Este comentario tenía que ver,<br />
sin duda, con los miembros de<br />
la Asociación de Grabadores<br />
de Cuba, dirigida por Carmelo<br />
González Iglesias. Ellos, que<br />
desde la cuarta edición habían<br />
obtenido premios en las especialidades<br />
omitidas, no tuvieron<br />
esta vez más opciones que<br />
participar en pintura y/o escultura.<br />
Esta última, por cierto,<br />
faceta poco conocida, y al parecer<br />
coyuntural, en Carmelo González.<br />
La de este creador fue,<br />
además, la más fuerte invectiva<br />
publicada en contra del Octavo<br />
Salón por la prensa de la época.<br />
Desde su posición de insider,<br />
Carmelo redactó una diatriba<br />
cuyo título es bien sugestivo: «El<br />
escándalo y el amiguismo mancharon<br />
el Salón de Arte». 20 De<br />
modo que, si bien por razones<br />
diversas y controversiales, el<br />
Antisalón y sus manifestaciones<br />
concomitantes no fueron las<br />
únicas reacciones de rechazo<br />
al Octavo Salón y a cuanto este<br />
implicaba.<br />
La Exposición de la Acera de Enfrente<br />
–según la denominó la prensa–<br />
no tuvo una repercusión social<br />
tan grande como la Antibienal.<br />
Aunque –de acuerdo con el<br />
testimonio de Thelvia Marín–,<br />
la cantidad de público que visitó<br />
al Antisalón «fue sig-nificativa,<br />
como una muestra de oposición<br />
al régimen», la dimensión de<br />
dicha muestra resultó más bien<br />
puntual. Estuvo circunscrita a un<br />
solo lugar de la capital, pequeño,<br />
modesto, y casi desconocido a<br />
pesar de su emplazamiento en<br />
una calle frecuentada.<br />
Comparar su calidad artística<br />
con la del Octavo Salón, no ha<br />
sido posible. Primero, porque<br />
el Contrasalón no pretendía demostrar<br />
que los allí reunidos<br />
fueran mejores, desde el punto<br />
de vista artístico, que los<br />
participantes en el concurso. Y<br />
también porque apenas existen<br />
puntos de referencia. Contra-
iamente a lo sucedido con la<br />
Antibienal, la cobertura periodística<br />
del Antisalón fue casi<br />
inexistente, ¿por(auto)represión<br />
de los principales órganos<br />
de prensa? Se publicó apenas<br />
alguna nota informativa sobre<br />
su inauguración. Se conoce una<br />
breve reseña valorativa, muy<br />
parcializada; y el catálogo<br />
–huérfano de ilustraciones–,<br />
únicamente recogió el listado de<br />
artistas, no el de obras. Además,<br />
a cincuenta años de distancia,<br />
los recuerdos sobre el Contrasalón<br />
aportados por los testigos<br />
disponibles resultan muy<br />
generales.<br />
Con alrededor de ciento treinta<br />
y nueve pintores, y cuarenta y<br />
seis escultores –algunos nombres<br />
coincidieron en una y otra<br />
manifestación–, el Octavo Salón<br />
fue el último celebrado en la<br />
República neocolonial. De manera<br />
que el objetivo de continuidad<br />
formulado por el INC<br />
quedó en la tinta impresa en el<br />
catálogo correspondiente. <strong>No</strong> fue<br />
hasta 1959 cuando tuvo lugar en<br />
Cuba el siguiente Salón Nacional,<br />
el cual rescató al gra-bado y<br />
perdió la enumeración. Si bien<br />
no brilló por su calidad artística,<br />
y generó igualmente polémicas,<br />
no tenía propósito de prolongar<br />
la naturaleza de los celebrados<br />
anteriormente. Sig-nifi caba más<br />
bien otro punto de ruptura: esta<br />
vez con el ayer. Mar-có también<br />
la convergencia en un mismo<br />
lugar –el Palacio de Bellas Artes,<br />
pero en nuevas cir-cunstancias<br />
sociopolíticas– de varios artistas<br />
que habían parti-cipado en la<br />
II Bienal Hispanoame-ricana de<br />
Arte, en el Séptimo y Octavo Salón<br />
Nacional o en sus antípodas: la<br />
Antibienal y el Antisalón.<br />
Resulta curioso que dos años<br />
después, con motivo del I Congreso<br />
Nacional de Escritores y<br />
Artistas de Cuba, algunos volvieran<br />
a coincidir allí. Varios, incluso,<br />
con obras exhibidas en dichas<br />
exposiciones, a tenor de<br />
lo relacionado en el catálogo<br />
de la muestra concomitante.<br />
Esta última exhibición, ligada a<br />
un trascendental encuentro de<br />
in-telectuales cubanos –que en<br />
buena medida, y en lo sucesivo,<br />
sentaría el precepto de la política<br />
cultural del país–, resultó<br />
un acto de justicia para algunos<br />
de los que habían sido total y<br />
arbitrariamente excluidos de la<br />
meca institucional de la plástica<br />
en Cuba.<br />
Agrupados esta vez dentro de<br />
la Etapa Republicana –la otra<br />
era la Etapa Colonial–, todos<br />
aquellos artistas representaban<br />
un período histórico, político,<br />
socioeconómico, recién destituido;<br />
pero de facto, en sentido<br />
cronológico, abrían también uno<br />
nuevo: la «Etapa Revolucionaria».<br />
Ello no implicaba, necesariamente,<br />
una re-orientación<br />
de sus poéticas. Algunos intentaron<br />
por un tiempo, y sin el<br />
provecho esperado, hacer frente<br />
a las nuevas circunstancias y<br />
exigencias, proseguir con la abstracción<br />
en la nueva realidad so-<br />
cial. Otros se escoraron radicalmente<br />
hacia la figuración, y<br />
dentro de esta varios apostaron<br />
incluso por la proyección épica.<br />
Unos se quedaron en el país;<br />
otros cambiaron sus rumbos,<br />
ocupacionales o de residencia.<br />
<strong>No</strong> debe obviarse que si bien<br />
numerosos artistas visuales<br />
tomaron parte en actividades<br />
de algún modo politizadas, la<br />
ac-titud de muchos de ellos «no<br />
llegó a cuajar en un verdadero<br />
compromiso revolucionario.<br />
Así se explican ciertas deserciones».<br />
21 Algunos «bienalistas»,<br />
«antibienalistas», «salonistas»<br />
o «antisalonistas» que<br />
permanecieron en Cuba coincidieron<br />
en otras exposiciones;<br />
y hasta contribuyeron juntos,<br />
41<br />
RyC<br />
Facsimil de la Declaración<br />
de artistas contra<br />
el Octavo Salón Nacional.<br />
Cortesía de Hilda Vidal
docencia mediante, a la formación<br />
de nuevas promociones<br />
artísticas. ¿Ironías, paradojas,<br />
relatividades o decantaciones de<br />
la Historia?<br />
NOTAS:<br />
1 Véase el texto «La otra y casi olvidada Bienal<br />
de La Habana», publicado en el no. 3 de 2006<br />
de esta misma revista.<br />
2 Las menciones de honor en pintura fueron<br />
para: Servando Cabrera Moreno, Sandú Darié,<br />
Jorge Camacho, Carlos Enríquez, Agustín<br />
Fernández, Ernesto González Puig, Ernesto<br />
Mijares, José María Mijares, Glyn Jones. Y<br />
en escultura, para: Francisco Antigua, Enzo<br />
Gallo, Ernesto González Jerez, Antonio López,<br />
Rolando López Dirube, Ernesto Navarro,<br />
Teodoro Ramos Blanco y Carlos Sobrino.<br />
3 Cfr. Mañach, Jorge. «Vanguardismo».<br />
En: <strong>Revista</strong> de Avance. La Habana, 15 de<br />
septiembre de 1927.<br />
4 Pogolotti, Graziella. «La pintura abstracta y la<br />
dictadura. Respuesta a Roberto Fandiño». En:<br />
Experiencia de la crítica. La Habana, Editorial<br />
Letras Cubanas, 2003, p. 20.<br />
5 Titulada Yo, Publio, y parcialmente reproducida<br />
en el artículo «Los once», no. 1 de 1999 de<br />
<strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong>, pp. 30-33<br />
6 Cfr. Tamargo, Agustín. «Póngale el cuño», y<br />
otro recorte de prensa, también sin datos, en<br />
el archivo de Félix Couceiro.<br />
7 El I Salón se realizó en 1935, en el Colegio<br />
Provincial de Arquitectos; el II, en 1938<br />
(Castillo de la Real Fuerza); el III, en 1946<br />
(Capitolio Nacional); el IV, en 1950 (Centro<br />
Asturiano); el V, al año siguiente, en el mismo<br />
lugar; el VI, en 1953 (Capitolio Nacional); y el<br />
VII, en 1954 (Palacio de Bellas Artes, Museo<br />
Nacional).<br />
8 Esta cita, como la anterior y las dos siguientes,<br />
pertenecen a la «Declaración de principios de<br />
RyC 42<br />
artistas plásticos que acordaron no concurrir<br />
al VIII Salón de Pintura, Escultura y Cerámica<br />
convocado por el Instituto Nacional de<br />
<strong>Cultura</strong>». Véase documento conservado en el<br />
archivo personal de Manuel Vidal, donde si<br />
bien está mecanografi ado el nombre de Carlos<br />
Enríquez, este no parece confi rmado.<br />
9 Véase el diario Información. La Habana, 12<br />
de octubre de 1956.<br />
10 En una versión de ese documento,<br />
perteneciente al archivo personal de Marta<br />
Arjona, aparecen los nombres mecanografi<br />
ados (sin fi rmas) de 23 artistas: Víctor<br />
Manuel, Marcelo Pogolotti, Alfredo Lozano,<br />
Eugenio Rodríguez, Manuel Couceiro, Guido<br />
Llinás, Tomás Oliva, Enrique Moret, Raúl<br />
Martínez, José Antonio Díaz Peláez, Lino<br />
Pedroso, Marta Arjona, Hugo Consuegra,<br />
Manuel Vidal, René Ávila, Sabá Cabrera, Julio<br />
Matilla, Arturo Buergo, Ruperto León, José<br />
Y. Bermúdez, José Álvarez Baragaño, Lázaro<br />
Fresquet y Miguel Collazo. Los cuatro últimos<br />
de la relación no aparecen en el catálogo<br />
de la muestra. Allí sí están relacionados, en<br />
cambio: Margie Gavilán, Thelvia Marín, Sergio<br />
Ruiz, Juan Tapia Ruano y Antonio Vidal. Sin<br />
embargo, tres de los artistas que recoge el<br />
mismo catálogo fi nalmente no participaron<br />
en la exposición: Marta Arjona, Alfredo Lozano<br />
y Jesús González de Armas –según precisó<br />
Antonio Vidal al autor de este texto. La Habana,<br />
19 de diciembre de 2006, casa del artista.<br />
Y en el recorte, sin fecha, de un artículo de<br />
prensa aparecen veintiún expositores.<br />
11 Sobre las motivaciones de la Antibienal,<br />
léase el texto «Una Bienal que tuvo su<br />
Antibienal», en el no. 4 de 2006 de esta<br />
misma revista.<br />
12 Declaraciones al autor de este texto. La<br />
Habana, 12 y 14 de diciembre de 2006, vía<br />
e- mail. Todas las referencias a esta creadora<br />
tienen la misma procedencia.<br />
13 Así lo afirmó Manuel Couceiro en su<br />
Autobiografía plástica. Material mecanografiado,<br />
sin fecha, p. 3. (Archivos de sus<br />
hijos Avelino y Félix Couceiro.) Sin embargo,<br />
un periodista lo ubicó «en la calle Monserrate,<br />
junto al viejo teatro La Comedia». Véase:<br />
Tamargo, Agustín, op. cit.)<br />
14 De acuerdo con Pogolotti: «La orientación<br />
política del Congreso por la Libertad de la<br />
<strong>Cultura</strong> estuvo muy clara desde el comienzo.<br />
Publicaba revistas culturales en inglés,<br />
francés y español. La versión española se<br />
llamó Cuadernos. La información específi ca<br />
acerca de las fuentes de su fi nanciamiento se<br />
hizo pública en los años 60 a través del New<br />
York Times y dio lugar a un gran escándalo.<br />
Algunos intelectuales vinculados al Congreso<br />
y a sus publicaciones declararon desconocer<br />
el origen del fi nanciamiento, que implicaba<br />
fondos para cubrir impresión, distribución,<br />
derecho de autor y oficinas instaladas en<br />
distintas ciudades. Los detalles de esa historia<br />
ocupan el telón de fondo de la polémica entre<br />
Mundo Nuevo y Casa de las Américas. Mundo<br />
Nuevo resultó ser un intento más sofi sticado<br />
para captar a intelectuales latinoamericanos.<br />
Supongo que los organizadores escogieron el<br />
local [del Antisalón] por su ubicación frente<br />
al Museo para subrayar el valor simbólico del<br />
gesto.» (Declaraciones al autor de este<br />
artículo. La Habana, 18 de diciembre de<br />
2006, vía e-mail.)<br />
15 Declaraciones al autor de este artículo. La<br />
Habana, 19 de diciembre de 2006, en casa<br />
del artista. Todas las citas de Antonio Vidal<br />
tienen el mismo origen.<br />
16 Citado por Tamargo, Agustín, op.cit.<br />
17 Véase: Loy, Ramón. «Exposiciones». En:<br />
Boletín de la Comisión Nacional Cubana de<br />
la UNESCO. La Habana, diciembre de 1956,<br />
pp. 14-16. Todas las citas de Loy proceden de<br />
la misma fuente.<br />
18 Marquina, Rafael. «Primera visita al VIII<br />
Salón Nacional de Pintura y Escultura». En:<br />
Información. La Habana, 2 de diciembre de<br />
1956, p. B-2.<br />
19 Marquina, Rafael. «Vida cultural y artística.<br />
El VIII Salón Nacional». En: Información. La<br />
Habana, 10 de <strong>enero</strong> de 1957, p. B-2 y E-2.<br />
Las referencias a Marquina que siguen, son<br />
de esta misma fuente.<br />
20 En: Rescate. La Habana, vol. I, no. II, 15 de<br />
<strong>enero</strong> de 1957.<br />
21 Rigol, Jorge. «Apuntes sobre el grabado<br />
y la pintura en Cuba». En: Panorama de la<br />
cultura cubana. La Habana, Editorial Política,<br />
1983, p. 154.
arias veces me he sentido<br />
impulsada a escribir sobre<br />
Roberto Matta (o Sebastián<br />
Echaurren: a veces<br />
usaba su segundo nombre y su<br />
segundo apellido). Desde su inicial<br />
es-tancia a Cuba, invitado en 1963<br />
por la Casa de las Américas, hasta<br />
su última visita en los albores<br />
del nuevo siglo, Matta, con sus<br />
exposiciones, su conversación<br />
chispeante, su incansable indagación,<br />
dejaba constancia de su<br />
quehacer plástico, además de sus<br />
«propuestas», como gustaba llamar<br />
a sus constantes iniciativas.<br />
Matta, siempre g<strong>enero</strong>so, abría<br />
las puertas a su conversación y a<br />
sus ideas originales, tanto en la<br />
esfera del arte como en la de las<br />
rea-lidades sociales vigentes.<br />
La primera vez lo acompañé a un<br />
encuentro con estudiantes de arte<br />
y vi maravillada cómo de una<br />
paleta de pintura iba surgiendo<br />
un mundo de seres fabulosos,<br />
al principio percibidos solo por<br />
Matta hasta que los tornaba visibles<br />
por los trazos de su lápiz<br />
delineador alrededor de la mancha<br />
en la paleta. Luego seguí escuchando<br />
su conversación profunda<br />
bajo el aparente juego de<br />
palabras: en París, en La Habana,<br />
siempre nos acogió el rostro<br />
sonriente y la mirada penetrante<br />
del chileno universal. El artista<br />
que había roto lanzas por Grimau,<br />
los Rosenberg, Boupacha y otras<br />
víctimas de la reacción, hizo<br />
suya la revolución cubana con la<br />
mis-ma constante adhesión con<br />
que luego haría con la de su país<br />
de origen. Ahora vengo de un<br />
reno-vado encuentro con Matta,<br />
«Yo no pinto, muerdo.»<br />
Adelaida de Juan<br />
esta vez con el conjunto de obras<br />
que donara a Cuba, casi todas a<br />
la Casa de las Américas, la cual<br />
ha organi-zado el Año Matta, con<br />
el añadi-do de dos encuentros<br />
internacio-nales de refl exión y<br />
debate, que llenará casi todos los<br />
espacios de la Casa hasta marzo<br />
de <strong>2007</strong>.<br />
A la entrada, «Cuba es la capital»<br />
nos recibe en el vestíbulo; es el<br />
mural que allí fuera colocado<br />
por el artista en <strong>febrero</strong> de 1963.<br />
Ante la escasez de materiales<br />
de pintura, Matta realiza dos<br />
mu-rales a los que incorpora<br />
tierra de los alrededores de la<br />
Casa; el segundo, ahora expuesto<br />
en la Galería Latinoamericana,<br />
lleva por título «Han tomado las<br />
es-trellas» y es patrimonio del<br />
Mu-seo Nacional de Bellas Artes.<br />
Ambas piezas añaden a la tierra<br />
elementos de óleo y yute, lo cual<br />
las matiza de tonalidades sepia<br />
que delimitan las fi guraciones<br />
reconocibles de Matta en la época.<br />
«Cuba es la capital» abre, en<br />
más de un sentido, la megaexposición:<br />
su ubicación, su morfología<br />
característica, su título<br />
signifi cante, todos constituyen<br />
elementos que dan entrada a la<br />
riqueza que Matta legó a Cuba, a<br />
través de la institución que hoy<br />
se honra honrando su recuerdo.<br />
43<br />
RyC<br />
Profesora de la<br />
Universidad de<br />
La Habana.<br />
Sus libros más<br />
recientes son:<br />
Paisaje con fi -<br />
guras (2005) y<br />
Abriendo ventanas.<br />
Textos críticos<br />
(<strong>2007</strong>).<br />
Roberto Matta. Emospheral,<br />
aguafuerte y<br />
aguatinta, 1973.<br />
Foto: Cortesía de<br />
Casa de Las Américas.
Inmediatamente, muy a la manera<br />
del exigente juego de palabras<br />
y formas que caracteriza la<br />
labor de Matta, se pasa a la Sala<br />
Contemporánea, en la cual se<br />
han agrupado varias piezas bajo<br />
el título genérico de «Obra ocasional».<br />
Hay algunos ejemplos<br />
de los muebles que ensambló el<br />
chileno: dos sillas (1976) cuyos<br />
altos respaldares llevan talladas<br />
las criaturas que pueblan tantas<br />
obras de Matta; en el piso se<br />
extiende, pletórico de colorido,<br />
un variforme colchón que remata<br />
con una cola que se enrosca<br />
sobre sí misma en el espacio del<br />
colchón (estas obras se exhibieron<br />
en 1980 en la exposición «El<br />
Quijote. Traducción gráfica de<br />
Matta».) En este local también<br />
se encuentran muestras de otras<br />
técnicas expresivas del artista:<br />
algunas litografías del Taller Experimental<br />
de Gráfi ca, acompañadas<br />
de sus piedras litográfi -cas<br />
dibujadas en blanco y negro;<br />
un vitral de pequeñas dimensiones<br />
y colorido brillante, y un<br />
envase para confituras, parte<br />
de la colección que a mediados<br />
de la década de 1970 contó con<br />
la colaboración de muchos<br />
artistas cubanos y algunos de<br />
otras tierras.<br />
La Galería Latinoamericana<br />
exhibe «Pintura y dibujo», y en<br />
ella se han colocado piezas de<br />
alto valor histórico y artístico. La<br />
más antigua de toda la muestra,<br />
una litografía de la década del<br />
1940, es un ejemplo valioso de<br />
la época en la cual Matta, preocupado<br />
por la manera visual de<br />
comunicar el ámbito espacial en<br />
que se mueven obra y receptor,<br />
abre los lados de un cubo, sobre<br />
los cuales desarrolla la pintura.<br />
Matta pretendía así situarse en<br />
el centro de la escena imaginada,<br />
pintaba a su alrededor, procurando<br />
de esta manera que el<br />
espectador no contemplara una<br />
escena a través de un marco o<br />
una ventana, decía él, sino que<br />
lo hiciera inmerso en un espacio<br />
circundante y totalizador.<br />
Otra pieza temprana en lo que<br />
posteriormente desarrollaría<br />
Matta es un dibujo de 1964 en<br />
el cual diseña una suerte de tira<br />
cómica, a leerse en tres bandas<br />
horizontales. Su tema es alusivo<br />
a la situación política del<br />
momento y el «juego», como<br />
RyC 44<br />
siempre en Matta, es serio y<br />
exigente (el caimán crece y acaba<br />
derrotando al monstruo). Estos<br />
recursos serán desarro-llados y<br />
enriquecidos por el ar-tista en<br />
décadas siguientes, en grabados<br />
a los que haré referen-cia más<br />
adelante.<br />
En la Galería se han situado algunos<br />
bocetos que son obras<br />
valederas en sí. Allí se han colocado<br />
segmentos que integrarían<br />
«Cuba es la capital», y la obra<br />
«Han tomado las estrellas», que<br />
se expone al público por primera<br />
vez. Al igual que el mural del<br />
vestíbulo, los materiales son similares,<br />
aunque aquí la base es<br />
de masonite y las dimensiones<br />
se asemejan (188.5 x 341.5 cm.)<br />
Asimismo considero que despierta<br />
un especial interés el<br />
dibujo de gran formato sobre<br />
papel Kraft en el cual, en 1967 y<br />
en el mismo local de la Galería,<br />
Matta y los alumnos de la Escuela<br />
de Arte abocetaron el futuro<br />
mural que habría de situarse<br />
en la cooperativa San Andrés<br />
de Pinar del Río, lo cual no llegó<br />
a realizarse. La Casa conservó el<br />
boceto, brillante de color, y ahora<br />
se despliega en el espacio de la<br />
Galería donde fue originalmente<br />
concebido.<br />
La muestra de la Galería se completa<br />
con un óleo (c.1963) en el<br />
cual las transparencias cromáticas<br />
que Matta utilizaría con<br />
tanta bella insistencia se extenderán<br />
por obras de mayor formato;<br />
está, además, otro óleo, de<br />
1958, titulado «El vicario» y una<br />
pequeña serie de dibujos a tinta<br />
con elementos de collage agrupadas<br />
bajo el título «Operación<br />
verdad». Señalo estas piezas no<br />
solo por su valor intrínseco –que<br />
es considerable– sino porque en<br />
ellas se esbozan primero y desarrollan<br />
luego recursos formales<br />
que Matta potenciaría en obras<br />
paralelas y posteriores. Mencionaré<br />
sobre todo su apropiación<br />
creadora de recursos popularizados<br />
por las tiras cómicas, como<br />
los textos agrupados en los<br />
límites de globitos que emergen<br />
de las bocas de los personajes.<br />
En «El vicario» este recurso es<br />
apenas un sombreado alusivo;<br />
en los dibujos de «Operación verdad»,<br />
los textos son explícitos y<br />
bien visibles como partes integrantes<br />
de la composición.<br />
En el segundo piso, a lo largo de<br />
todos sus pasillos y espacios de<br />
tránsito, se encuentra la «Gráfi -<br />
ca» (así denominada en la guía<br />
discursiva de la exposición). Se<br />
trata de cerca de cuarenta litografías,<br />
aguafuertes, grabados<br />
de diversa tecnología, tanto en<br />
blanco y negro como en color.<br />
Fueron realizadas a lo largo de<br />
las décadas de 1960 y 1970, con<br />
preferencia esta última. Quisiera<br />
detenerme ahora en las<br />
diversas litografías y serigrafías<br />
relacionadas con la situación<br />
chilena a partir del triunfo de<br />
Salvador Allende. Del mismo<br />
modo que Matta, siempre activo<br />
en causas sociales, había abrazado<br />
con entusiasmo la revolución<br />
cubana, no quedó atrás ante<br />
la situación de su país de origen.<br />
Solía contar, con gran sonrisa,<br />
cómo había enviado un telegrama<br />
a Allende inmediatamente<br />
después de su triunfo electoral:<br />
«<strong>No</strong> hagas nada hasta que yo<br />
llegue». Y cómo el Presidente, en<br />
similar tono, le había respondido:<br />
«Te espero Salvador».<br />
Matta, entonces, realiza litografías<br />
cuyo título, «El primer gol<br />
de Chile», es una clara referencia<br />
al triunfo popular de 1970. Dos<br />
años después hace en Chile<br />
siete litografías en las cuales<br />
los textos, bien en los globitos<br />
de los comics, bien en secciones<br />
diver-sas de la composición,<br />
son signi-fi cativos: «Napalm al<br />
egoísmo» incluye entre otros<br />
textos una versión del Padre<br />
Nuestro alusi-va a la situación<br />
chilena del mo-mento. En 1973,<br />
ante el crimi-nal golpe de estado,<br />
realiza una serie de litografías<br />
en color bajo el título genérico<br />
«Allende pasa-je de la muerte a la<br />
vida», de la cual se muestran aquí<br />
cuatro ejemplos. Por último, esta<br />
temá-tica incluye un portafolio<br />
de una docena de serigrafías en<br />
trece colores titulado «Chile 11 de<br />
septiembre», con temáticas referidas<br />
al sangriento derrocamiento<br />
y muerte de Allende y<br />
sus seguidores. Debo apuntar<br />
que el régimen golpista le retiró<br />
la nacionalidad a Matta, a quien<br />
entonces le fue otor-gada la<br />
cubana.<br />
La culminación de la exposición<br />
Año Matta está permanentemente<br />
expuesta en el tercer piso,<br />
en la sala Che Guevara. «Para
que la libertad no se convierta<br />
en estatua» fue el título genérico<br />
de una muestra en la Galería<br />
Latinoamericana de la Casa de<br />
las Américas en 1967, y su obra<br />
principal cubre hoy un muro de<br />
la Sala superior. Se trata de un<br />
óleo sobre tela de 299 x 994 cm.,<br />
pintado entre 1963 y 1964. Es<br />
un ejemplo magnífi co, no solo<br />
por la estructuración del amplio<br />
espacio, sino por la proyección<br />
de ese ámbito creado por las<br />
tonalidades verde acuosas que<br />
Matta hizo tan suyas en numerosas<br />
obras a partir de la década<br />
de 1940. Este óleo maneja elementos<br />
figurativos, manchas<br />
cromáticas que parecen diluirse<br />
unas en otras y una luminosidad<br />
extraordinaria.<br />
La variedad tanto temática como<br />
técnica de esta magna exposición<br />
revela la riqueza creadora<br />
de Matta. <strong>No</strong> puede olvidarse el<br />
papel fundador y la inventiva<br />
constante del artista. Se ha señalado<br />
en más de una ocasión<br />
su infl uencia en los fundadores<br />
de lo que constituyó la Escuela<br />
de Nueva York a inicios de la<br />
década de 1940. He apuntado en<br />
algún texto cómo la llegada de<br />
Matta a la Gran Manzana al comienzo<br />
de la llamada Segunda<br />
Guerra Mundial en Europa forma<br />
parte de un signifi cativo vuelco,<br />
por el cual algunos artistas procedentes<br />
del sur –notablemente<br />
los mexicanos Rivera, Orozco,<br />
Siqueiros, y luego Kahlo– invirtieron<br />
la línea de influencias<br />
creadoras en el ejercicio plástico<br />
que hasta entonces se dirigía de<br />
nuestra América hacia las metrópolis<br />
del norte. Con el cambio<br />
apuntado, al aporte de los mexicanos<br />
y la llegada de los latinoamericanos<br />
Torres García, Lam y<br />
Matta, que coincidirá con el arribo<br />
de algunos europeos, muchos<br />
de ellos de tendencias surrealistas,<br />
se potencian entonces<br />
las posibilidades expresivas de<br />
jó-venes estadunidenses como<br />
Pollock, De Kooning, Rothko,<br />
Gorky, et al. En este panorama.<br />
la ejecutoria y, sobre todo, la<br />
ac-titud ante la vida y el arte<br />
de Matta fueron fundamentales<br />
para la cristalización de lo que<br />
se conoce como expresionismo<br />
abstracto.<br />
Debo insistir en la actitud desplegada<br />
activamente por Matta.<br />
Se emparienta, en cierta línea<br />
de continuidad, con las explosivas<br />
acciones de quien llegaría<br />
a ser su amigo y compañero, el<br />
francés radicado en Nueva York<br />
Marcel Duchamp. La noción de<br />
que todo puede ser considerado<br />
como un objeto de arte encarna<br />
en gestos y obras bien diversas<br />
en ambos artistas, pero no puede<br />
negarse que hay puntos de<br />
contacto que los convierten en<br />
fi guras potenciadoras del desarrollo<br />
de las artes plásticas de<br />
la segunda mitad del siglo XX.<br />
Pienso sobre todo en su desenfado,<br />
en su sentido del juego<br />
como motivación de una obra,<br />
en su exploración de terrenos<br />
ignorados hasta entonces, en<br />
su apropiación de otras zonas<br />
del quehacer humano. Para citar<br />
solo un ejemplo, me referiré al<br />
constante juego de palabras que<br />
ambos llevaron a efecto para<br />
ti-tular sus producciones; sospecho,<br />
para citar solo un caso, que<br />
cuando Matta titula a una de sus<br />
obras «Le vert tige de rose» está<br />
de algún modo recordando uno<br />
de los pseudónimos que usara<br />
Duchamp: «Rrose Sélavy». Pero<br />
es sobre todo en su actitud creadora<br />
al mofarse de lo establecido<br />
y canonizado (la firma «Mutt»<br />
para uno de los iniciales ready<br />
mades del francés y , años después,<br />
«La banale de Venise» del<br />
chileno) en que van a coincidir<br />
los dos artistas, quienes por otra<br />
parte estuvieron tan cercanos a<br />
criterios y actitudes surrealistas.<br />
Tal sentido del juego desembocaría<br />
años después en<br />
otros artistas que promueven<br />
acciones diversas, como los<br />
juegos participativos y, al propio<br />
tiempo, de matiz político, desarrollados<br />
por Julio Le Parc a<br />
fi nes de la década de 1960.<br />
El incesante laboreo de Matta<br />
buscó –encontró, diría por supuesto<br />
el gran iniciador que fue<br />
Picasso– nuevos cauces para su<br />
expresión. Hasta el fi nal de sus<br />
días, Matta estuvo en sintonía<br />
con las fuerzas más progresistas<br />
del momento; he citado más de<br />
una obra en que se ejemplifi ca<br />
este compromiso activo del artista<br />
con el acontecer contemporáneo.<br />
Sin tocar en ningún<br />
sentido lo panfl etario, el chileno,<br />
de modo manifiesto o no,<br />
está inmerso en la realidad de<br />
la sociedad que le tocó vivir. Y<br />
su imaginario incesante nos va<br />
exponiendo hitos importantes en<br />
la historia contemporánea.<br />
He mencionado al pasar la apropiación<br />
de recursos entronizados<br />
por diversas manifestaciones<br />
del quehacer plástico<br />
contemporáneo. Los comics, por<br />
ejemplo, son, desde fi nales del<br />
siglo XIX, una forma eminentemente<br />
masiva de comunicación<br />
por la imagen y el texto<br />
breve. Matta se sirve de estos<br />
recursos en fecha bien temprana.<br />
Lo hará, como todo lo que<br />
realizaba, de un modo creador,<br />
convirtiendo esos elementos en<br />
expresión de su propio estilo. A<br />
diferencia de algunos artistas<br />
Pop, notablemente Roy Lichtenstein,<br />
que trasladaban, magnificándola,<br />
la tira cómica al<br />
lienzo o cartón, Matta asimila la<br />
función del comic y convierte el<br />
globito y el texto en parte consustancial<br />
de su diseño original.<br />
Muchos artistas de fines del<br />
siglo XX e inicios del actual han<br />
incorporado textos a sus creaciones<br />
–entre nosotros pienso,<br />
sobre todo, en Tonel– siguiendo y<br />
desarrollando el ejemplo ini-cial<br />
de Matta.<br />
Una sensación algo extraña se<br />
va apoderando del espectador<br />
ante esta magna muestra: creo<br />
que esa sensación se basa en<br />
la absoluta contemporaneidad<br />
de lo contemplado. Como Matta<br />
ejecuta obras hasta sus últimos<br />
momentos, al fallecer en 2002 ha<br />
cubierto más de medio siglo con<br />
sus incesantes propuestas. Tales<br />
propuestas siguen funcionando,<br />
siguen inquietando; así son sentidas<br />
por las sucesivas promociones<br />
de artistas que las han<br />
asimilado como propias. Matta<br />
se vio a sí mismo como un creador<br />
cuya misión fundamental<br />
era la de inquietar, provocar e<br />
incitar a su copartícipe en el<br />
acto creativo. Creo que por esas<br />
razo-nes, en una de sus últimas<br />
cartas a los compañeros de la<br />
Casa de las Américas, y siempre<br />
jugando en serio, escribió «Yo no<br />
pinto, muerdo». Sigue urticando<br />
la «mordida» del amigo creador.<br />
Puede vaticinarse que seguirá<br />
haciéndolo.<br />
45<br />
RyC
El Pilar fue trasladado<br />
al patio de Finca<br />
Vi-gia, donde aún<br />
per-manece como la<br />
pieza más preciada<br />
del museo.<br />
Foto de Raúl<br />
Corrales tomada de<br />
Hemigway & Cojímar.<br />
Sharon Marine S.<br />
A. Jan Corporation,<br />
1999.<br />
o creo que haya un lugar<br />
en el mundo donde su<br />
gente conserve tan fresca y<br />
viva la memoria de Ernest<br />
Hemingway como en Cojímar.<br />
Aún más, diría que algunos vecinos<br />
y sus descendientes le rinden<br />
culto, un culto que se explica<br />
por la singular relación que<br />
se estableció entre ellos. Y, claro<br />
está, por su presencia allí a lo<br />
largo de unos veinte años, lo que<br />
se ha ido convirtiendo en leyenda,<br />
en mito, que como todo mito<br />
que se respete, crece y se abulta<br />
con el tiempo. ¿Acaso no se dice<br />
que gracias a su ayuda un carpintero<br />
pudo comprar sus herramientas,<br />
y que otros lugareños se<br />
benefi ciaron con gestos suyos de<br />
desprendimiento? Por ejem-plo,<br />
que al llevarse al cine su novela<br />
El viejo y el mar, como una de las<br />
locaciones donde tuvo lugar el<br />
rodaje fue en ese pueblo, exigió<br />
que los que actuasen co-mo<br />
dobles en la película fueran<br />
pescadores de Cojímar.<br />
Nadie olvida que en sitio tan pobre<br />
corrió el dinero de verdad<br />
durante la filmación y que,<br />
mientras duró, el ambiente fue<br />
de fi esta todo el tiempo.<br />
Por ello es más que explicable<br />
que en esta ocasión quienes alimentan<br />
esa leyenda no sean los<br />
críticos e investigadores que admiran<br />
su obra literaria sino esos<br />
mismos pescadores y pobladores<br />
que lo conocieron.<br />
Las evidencias de que se conocían<br />
bien son múltiples. Con<br />
fre-cuencia se reunían en torno<br />
a una mesa rústica del bar de El<br />
Curro, el más popular del pue-<br />
RyC 46<br />
Hemingway, Corrales<br />
y una leyenda<br />
que no se apaga<br />
Jaime Sarusky
lo, a contarse las más fabulosas<br />
hazañas de pescadores y pesquerías.<br />
<strong>No</strong> cabe dudas de que<br />
en esos encuentros amistosos<br />
se establecieron vínculos de<br />
sim-patía y hasta de mutuo<br />
afecto. Pero tampoco debemos<br />
pasar por alto que la pesca era<br />
su hobby, una afición que lo<br />
apasio-naba, mientras para ellos<br />
se trataba de una necesidad, un<br />
ofi cio del cual vivían. El que no<br />
pescaba no comía. Y el intercambio<br />
y la convivencia con<br />
ellos le facilitaron y le permitieron<br />
al escritor utilizar efi cazmente<br />
en función de su obra<br />
literaria toda aquella valiosísima<br />
información humana,<br />
profesional y psicológica. Algunos<br />
hasta afi rman que siempre<br />
llevaba consigo una libreta<br />
donde anotaba sus impre-siones<br />
siempre que se senta-ban a<br />
conversar.<br />
Como bien dicen ellos mismos, si<br />
usted es pescador y no es mentiroso,<br />
no es pescador. Sin embargo,<br />
no pienso que eran ni son<br />
mentirosos sino fabuladores,<br />
inventores, descubridores de otra<br />
dimensión de la realidad.<br />
Pues vea usted que los de Cojímar,<br />
cuando tenían que poner su<br />
pescadito más grande, po-nían el<br />
más grande, y cuando hablaban<br />
de la mar gruesa, la mar que<br />
sorprendió a uno era más gruesa<br />
que la del otro, y el pez que se<br />
le escapó siempre era el más<br />
grande, aunque de ese pez nunca<br />
nadie pudo dar fe de que lo vio.<br />
<strong>No</strong> por gusto les dicen arroberos,<br />
porque para el muy imaginativo<br />
pescador de Cojí-mar la unidad<br />
de medida en el peso de sus<br />
pejes no es la libra ni el kilo sino<br />
la arroba. Y para demostrarle<br />
que usted es un in-crédulo de<br />
marca mayor le ha-blan y hasta<br />
pueden exhibir una fotografía<br />
de un tiburón gigante que fue<br />
capturado allí y, oiga bien, sólo<br />
el hígado de aquel monstruo<br />
pesaba 1005 libras.<br />
Pueblito marino en las cercanías<br />
de La Habana, Cojímar se desliza<br />
suavemente, en pendiente, desde<br />
sus alturas, hacia aquel mar<br />
–la mar, como dicen sus pescadores–<br />
protagonista, testigo y<br />
escenario de tantas leyendas en<br />
las que Papa, como algunos lo<br />
nombran todavía, siempre está<br />
envuelto. Lo recuerdan, claro<br />
que lo recuerdan, con una vaga<br />
nostalgia de aquella imagen<br />
na-da común en aquel entorno,<br />
pues veían al viejo de sólido corpachón,<br />
barba blanca, gorra de<br />
deportista de pronunciada visera,<br />
bermudas y chancletas, enfi -<br />
lando por sus calles principales,<br />
las tres que corrían paralelas a<br />
la bahía donde tenía anclado su<br />
yate Pilar. O cuando lo observaban<br />
compartir, en un ambiente<br />
sosegado y tranquilo, además,<br />
con famosos amigos, actores y<br />
actrices como Gary Cooper, Ava<br />
Gardner y Errol Flynn, entre<br />
otros, a la par que saboreaban<br />
una paella en el restaurante La<br />
Terraza o bebían y disfrutaban<br />
de un delicioso pescado en escabeche<br />
en el bar y fonda de El Curro,<br />
así llamado por los pobladores<br />
aunque llevaba el sonoro<br />
nombre de bar-fonda Rigoletto.<br />
Para la gente de Cojímar, Hemingway<br />
ya estaba incrustado<br />
en la vida del pueblito y formaba<br />
parte de su paisaje habitual.<br />
Como explica el fotógrafo Raúl<br />
Corrales, allí no llamaba la atención<br />
en nada; sin embargo, en<br />
La Habana sí, porque los turistas<br />
norteamericanos lo asediaban<br />
cuando lo descubrían.<br />
En esos tiempos, es decir, en<br />
1953, y en tales andanzas, descubre<br />
Corrales a aquel americano<br />
que llamaba la atención por<br />
su estampa y no porque supiera<br />
su verdadera identidad. Sería al<br />
año siguiente, en 1954, que el<br />
autor de El viejo y el mar, obra<br />
en gran medida inspirada en<br />
su amigo Anselmo, pescador<br />
de Cojímar, obtendría el Premio<br />
<strong>No</strong>bel de Literatura y que la efi -<br />
gie de su rostro curtido y bien<br />
modelado recorrería el mundo.<br />
<strong>No</strong> pocas conversaciones de<br />
Hemingway con Anselmo tuvieron<br />
lugar en su desvencijada<br />
cabañita de madera a la orilla<br />
del mar. Corrales le hizo varias<br />
fotografías donde se percibe la<br />
atmósfera más que humilde de<br />
su hábitat mientras remendaba<br />
una red. Anselmo, tal como se<br />
describe al protagonista de El<br />
viejo y el mar, era fl aco, enjuto.<br />
Callado. Y el personaje del niño<br />
estaba inspirado en el nieto de<br />
Anselmo que el escritor vio allí<br />
con frecuencia.<br />
Hacía años que Corrales andaba<br />
y desandaba la Isla como re-<br />
portero gráfi co de un semanario<br />
de circulación nacional. Pero<br />
quiso la buena fortuna que ya<br />
en aquel momento estuviera<br />
residiendo en Cojímar y que,<br />
como todo artista de raza, se<br />
em-peñara en dejar registradas<br />
las imágenes de los pescadores y,<br />
cuando lo veía por allí, también<br />
las de aquel norteamericano<br />
nada convencional, que se había<br />
ganado a la gente del poblado.<br />
Perdidamente enamorado, Corrales<br />
sucumbió dos veces: ante<br />
<strong>No</strong>rma, su esposa desde entonces,<br />
y ante Cojímar. Se fue adaptando<br />
a su nueva vida así que<br />
también se hizo pescador como<br />
su suegro Alipio y toda la familia,<br />
que en aquella época era como<br />
decir casi toda la población,<br />
porque el que más, el que menos,<br />
estaba emparentado. De<br />
modo que las fotos que le hizo<br />
a Hemingway coinciden en el<br />
tiempo con los fervores amorosos<br />
que culminaron en su matrimonio.<br />
Yo no tenía idea de quién era<br />
Hemingway –dice Corrales–.<br />
Ni yo, ni los pescadores que<br />
había aquí. Tampoco me dio la<br />
impresión de que se tratara de<br />
un millonario. Para mí, sencillamente,<br />
era un americano más al<br />
que le gustaba la pesca. Y con su<br />
franqueza característica precisa:<br />
lo consideraban un americano<br />
loco. Y yo también lo pensaba<br />
porque hablaba solo. Lo oí algunas<br />
veces y me llamaba la atención<br />
que monologara en español<br />
y no en inglés.<br />
Ver el Pilar fondeado en la bahía<br />
indicaba que él estaba en el<br />
47<br />
RyC<br />
«Era un viejo que<br />
pescaba solo en un<br />
bote en la Corriente<br />
del Golfo y hacía<br />
ochenta y cuatro días<br />
que no cogía un pez».<br />
Fragmento de<br />
El viejo y el mar.<br />
Foto de Raúl<br />
Corrales tomada de<br />
Hemigway & Cojímar.<br />
Sharon Marine S.<br />
A. Jan Corporation,<br />
1999.
Hemingway, en el<br />
puente volante<br />
de El Pilar.<br />
Foto de Raúl<br />
Corrales tomada de<br />
Hemigway & Cojímar.<br />
Sharon Marine S.<br />
A. Jan Corporation,<br />
1999.<br />
pueblo y también Gregorio<br />
Fuentes, el patrón de la nave.<br />
Cuando terminaba la faena<br />
y regresaba a Cojímar, con<br />
las piezas capturadas o sin<br />
ellas, llamaba por teléfono a<br />
su fi nca la Vigía y el chofer se<br />
encargaba de irlo a recoger en su<br />
automóvil.<br />
Hemingway ya conocía a Corrales<br />
de tanto verlo en compañía<br />
de los otros pescadores.<br />
Un día que llevaba su camarita<br />
lo invitó a conocer el barco.<br />
Corrales no dijo nada, no preguntó<br />
nada. Dio por sentado que<br />
en la invitación iba implícita la<br />
autorización para fotografi ar a<br />
quien entonces ya era universalmente<br />
un consagrado de la<br />
literatura del siglo veinte.<br />
Claro que Hemingway sabía.<br />
Sabía lo que era vivir. Sabía vivir.<br />
Muchos –escribió– le preguntan<br />
a uno por qué vive en Cuba.<br />
Les contesta simplemente que<br />
le agrada vivir allí. «Es difícil<br />
explicar la fresca brisa matinal<br />
que sopla incluso en los días<br />
más calurosos del estío sobre<br />
las colinas que rodean a La<br />
Habana.»<br />
Se refería, por supuesto, a su<br />
fi nca la Vigía. Allí, explicaba, se<br />
veían todo el año extraordinarios<br />
y hermosos pájaros, aves de<br />
paso que se detienen en ella, la<br />
co-dorniz que muy temprano<br />
va a beber agua en la ondulada<br />
pis-cina, distintas especies de<br />
lagar-tijas que viven y cazan en<br />
el em-parrado al extremo de la<br />
piscina, las dieciocho clases de<br />
mango que crecen en la ladera<br />
de la loma que se extiende hasta<br />
la casa.<br />
Por supuesto que era casi imposible<br />
argumentar y ser comprendido<br />
que a un duro como<br />
él, cuya filosofía y la de buen<br />
número de los personajes de sus<br />
novelas y cuentos, tenía como<br />
premisa en su conducta la lucha<br />
y la confrontación, un desafío<br />
permanente a los retos de la<br />
vida, le regocijara una existencia<br />
tal, tan dulce y paradisíaca.<br />
Quizás, por ello mismo, en<br />
sobresaltos existenciales, en<br />
los que primaba el Hemingway<br />
aventurero, se lanzó a perseguir<br />
en su yate a submarinos alemanes<br />
durante la Segunda Guerra<br />
Mundial, aunque también se<br />
sumergió en esa confl agración<br />
RyC 48<br />
como corresponsal de guerra; o<br />
después, cuando se fue al África<br />
a correr los riesgos de la cacería<br />
de animales peligrosos. En al-gún<br />
momento Corrales le pre-guntó<br />
cuál fue su reacción cuan-do se<br />
difundió en todo el mundo la<br />
noticia de su muerte en Áfri-ca,<br />
al estrellarse el avión en que<br />
viajaba. Y sin inmutarse, con<br />
una media sonrisa, le respon-dió:<br />
–¿Yo? Sentirme muy feliz.<br />
Pero a pesar de aquella vida intensa<br />
y turbulenta, de regreso<br />
a su fi nca y de pie ante la maquinita<br />
de escribir, se ponía a<br />
contar sus historias gracias a<br />
la circunstancia, tal y como lo<br />
ha-bría de reiterar en otras ocasiones,<br />
de que en la Isla «con el<br />
fresco de la mañana se trabaja<br />
mejor y con más comodidad<br />
que en cualquier otro lugar en<br />
el mundo».<br />
Fue más explícito al escribir<br />
que la principal razón de vivir<br />
en Cuba es el Gran Río Azul,<br />
–o sea, la Corriente del Golfo–.<br />
Luego puntualizaba que desde<br />
la fi nca y a través de un hermoso<br />
pai-saje, se tardan cuarenta y<br />
cinco minutos en llegar a ella,<br />
donde hay la mejor y más<br />
abundante pesca que uno ha<br />
visto en su vida.<br />
De su yate el Pilar, que fue construido<br />
siguiendo sus indicaciones,<br />
dice que unas veces lo<br />
deja en el puerto de La Habana,<br />
y otras en Cojímar, pueblo de<br />
pescadores que dista unas siete<br />
millas de la capital y tiene un<br />
puerto seguro en verano e inseguro<br />
en invierno, cuando soplan<br />
los nortes.<br />
Aquella presencia en el yate fue<br />
para Corrales la única oportunidad<br />
en que lo fotografió. En<br />
buena medida habría de agradecérselo<br />
al ego del viejo aventurero.<br />
Y lo que no admitiría jamás<br />
un fotógrafo a propósito de<br />
Hemingway, sí lo hace Corrales,<br />
que sin vacilar un momento<br />
nos dice:<br />
–<strong>No</strong> era interesante para mí. Yo<br />
también en aquellos tiempos<br />
ignoraba muchas cosas–. Y va<br />
todavía más lejos al hacer la<br />
confesión de que pudo haber<br />
retratado juntos a Hemingway y a<br />
Anselmo, el pescador que inspiró
el personaje de Santiago de El<br />
viejo y el mar, y a Spencer Tracy,<br />
que lo encarnó en la película.<br />
–Por qué no lo hiciste?– le pregunto.<br />
–<strong>No</strong> le di importancia. Además,<br />
no pensé que esas fotos trascenderían<br />
y pudieran interesar<br />
algún día casi cincuenta<br />
años después. Mi problema<br />
era resolver el condumio, el<br />
condumio diario.<br />
–Tirar entonces aquellas fotos<br />
que tendrían un destino incier-to<br />
era un lujo– digo.<br />
–Claro que era un lujo– me<br />
responde. Y después procesarlas,<br />
revelarlas, imprimirlas. Todo<br />
eso costaba dinero y yo en Cojímar<br />
era un buscavidas de la<br />
fo-tografía. Corrales describe<br />
en-tonces las escenas que vio.<br />
Hemingway subiendo las escalerillas<br />
del Pilar o al timón de la<br />
nave. Junto al timón tenía unos<br />
portavasos de madera donde<br />
colocaba los vasos cargados con<br />
whisky o un buen ron.<br />
–Hemingway bebía duro, duro—<br />
nos dice Evelio Ferrera,<br />
quien fue grumete en el Pilar<br />
durante un tiempo. Allí leía o<br />
conversaba con Mary, su mujer,<br />
o con sus invitados, con Gregorio<br />
o el propio Evelio. –Evelio, prepárame<br />
un trago– me decía. Y<br />
él se iba a la cocina y cargaba el<br />
vaso, un vaso grande, de ginebra<br />
con jugo de toronja. Allí estaba<br />
Gregorio cocinando el almuerzo<br />
o la comida. Un día, pescado en<br />
rueda; otro, beefsteak, o si no,<br />
arroz con pollo a la cubana. El<br />
desayuno ya era otra cosa: té<br />
con leche y huevos fritos con<br />
jamón.<br />
La impresión que guardan algunos<br />
pescadores de Cojímar es<br />
que Hemingway bebía, bebía todo<br />
el tiempo. Nunca llevaba caneca<br />
consigo aunque donde-quiera<br />
que hubiese un bar allí recalaba.<br />
Sin embargo, no pa-recía jamás<br />
estar bebido o bo-rracho. Se<br />
mantenía fi rme, erec-to. Además,<br />
estaba bien alimen-tado y tenía<br />
cuerpo para eso. Le fascinaba<br />
la pesca de la aguja. Pero lejos<br />
de ser un pescador solitario<br />
compartía su barco con gente de<br />
su agrado.<br />
Sus colegas de Cojímar pescaban<br />
el día entero, desde muy temprano<br />
en la mañana. La pesca a<br />
grandes alturas, también llamada<br />
pesca del alto, se hacía a cien o<br />
ciento cincuenta brazas de profundidad,<br />
donde se captura el<br />
pargo rojo. Esa era la pesca cotidiana.<br />
Para la captura de la<br />
agu-ja no había nylon, se pescaba<br />
al cordel. Se hacían mordazas,<br />
se te-jía una mota de algodón<br />
y se colocaba en la punta del<br />
anzuelo con la falsa creencia<br />
de que la aguja cuando mordía<br />
no podía hacer contacto con<br />
nada que fuera metal, nada que<br />
le molestara al engullir. Esos<br />
criterios se han descartado,<br />
porque la aguja devora todo<br />
lo que tenga al alcance de su<br />
boca.<br />
De madrugada cada pescador<br />
capturaba las lisetas que usaba<br />
como carnada. Esa faena duraba<br />
todo el día. Entonces se ponía<br />
a garetear, es decir, a dejar que<br />
la embarcación se la llevara la<br />
Corriente del Golfo. Echaba los<br />
avíos, los botalones, los cordeles<br />
que sostenía con unas varas pequeñas,<br />
y colgaba los cuatro<br />
avíos, dos por cada banda del<br />
bote. Flotaban y se movían con la<br />
co-rriente. Si capturaba algún pez<br />
tenía que preservarlo tapándolo<br />
con sacos, porque ni él ni ningún<br />
otro pescador llevaba hielo en la<br />
embarcación. A Cojímar no retornaban<br />
si no tenían Lina marea<br />
–captura– respetable. El tiempo<br />
era un factor decisivo en esa<br />
operación, ya que los primeros<br />
que arribaran con su cargamento,<br />
por estar más fresco, encontraban<br />
compradores dispuestos a adquirirlos<br />
a un precio más alto que<br />
los que llegaban más tarde. Se lo<br />
vendían a los llamados arrieros,<br />
como el Curro, por ejemplo, que<br />
lo comercializaba en su barfonda<br />
o los transportaba al<br />
mercado donde los revendía.<br />
Hago un comentario con Corrales<br />
acerca de algunas de las fotos que<br />
le hizo en el yate: Hemingway<br />
pescando, Hemingway con una<br />
pistola para lanzar señales, Hemingway<br />
activo siempre, como el<br />
gran señor que se sabe, además,<br />
insuperable protagonista. Pero,<br />
¿por qué y para qué? ¿Tanta era<br />
su vanidad? ¿Acaso le satisfacía<br />
llamar la atención hasta<br />
tales extremos? Para Corrales no<br />
hay duda:<br />
–Lo hacía para llamar la atención,<br />
para hacerse ver– dice.<br />
Exhibicionismo. En el fondo<br />
era un exhibicionista, pero sólo<br />
cuando bebía. Antes, no.<br />
Corrales recuerda que fue en<br />
otoño cuando realizó su ensayo<br />
fotográfi co con el autor de Islas<br />
en el Golfo.<br />
Subió a la cubierta del castillo<br />
de proa del yate para retratarlo<br />
desde un plano más alto, aunque<br />
también con la intención<br />
de dominar el paisaje que se extendía,<br />
con las diferentes gamas<br />
de los azules y los verdes, hasta<br />
el horizonte. Repentinamente,<br />
como en un acto de magia, descubrió<br />
la formidable imagen en<br />
movimiento de una bandada<br />
de patos de la Florida, que en<br />
in-creíble ceremonial repetido<br />
des-de la luz de tiempos más<br />
vírge-nes, atraviesan la Isla cada<br />
año, puntualmente, en la misma<br />
época, en busca de tierras más<br />
cálidas, más acogedoras, siempre<br />
protectoras, allí, bien lejos del<br />
rudo invierno. Reparó en aquel<br />
hermoso espectáculo, to-dos<br />
volando a ras del agua en una<br />
formación uniforme, en delta,<br />
siguiendo al que los guia-ba,<br />
dueño y señor de la travesía.<br />
Corrales se dio cuenta de que<br />
Hemingway hizo silencio, y se<br />
retrajo como arrobado ante una<br />
escena así.<br />
–¡Qué felices son!– exclamó.<br />
–¿Qué dice usted, Papa?– le<br />
preguntó Corrales.<br />
–Dije: qué felices son– le respondió.<br />
–¿Quiénes son los felices?–<br />
insistió Corrales sin dejar de<br />
disparar su cámara.<br />
–Los patos– respondió él con la<br />
mirada en lontananza–, los patos<br />
que pueden ir a donde quieran.<br />
49 RyC<br />
«Todo en él era viejo,<br />
salvo sus ojos» Fragmento<br />
de El viejo y<br />
el mar.<br />
Foto de Raúl<br />
Corrales tomada de<br />
Hemigway & Cojímar.<br />
Sharon Marine S. A.<br />
Jan Corporation, 1999.
Los dramaturgos del XXI<br />
Amado del Pino 1<br />
os autores sobresalen en<br />
la dramaturgia cubana en<br />
los años previos al 2000:<br />
Alberto Pedro Torriente<br />
(1954-2005) y Abilio Estévez (1954).<br />
Alberto se había dado a conocer<br />
en los ochenta con Tema para Verónica,<br />
una obra que se inscribía<br />
en la tendencia generalizada<br />
por entonces plantear temas del<br />
universo estudiantil, y estrenó<br />
también Weekend en Bahía, aguda<br />
refl exión sobre las relaciones<br />
entre los que permanecieron en<br />
la isla y los que escogieron la<br />
opción del exilio. Manteca (1994)<br />
se convierte en todo un acontecimiento<br />
por la sabiduría literaria,<br />
escénica y social con que<br />
hace coincidir la problemática<br />
concreta del llamado Período<br />
Es-pecial con una indagación<br />
más honda y duradera sobre<br />
el lugar de la utopía para la<br />
subsistencia espiritual. En Delirio<br />
habanero, Pedro asumió el legado<br />
de dos mitos de la música cubana<br />
(Benny Moré y Celia Cruz) y<br />
persiguiendo la leyenda se asoma<br />
a importantes consideraciones<br />
acerca de la cultura nacional<br />
y sus manipulaciones.<br />
Estévez alcanza su plenitud con<br />
La noche (Premio Tirso de Molina),<br />
descarnada visión de las<br />
re-laciones familiares, a la vez<br />
abs-tracta y sensorial; universal<br />
y muy cubana. Antes, con Perla<br />
Marina logró una yuxtaposición<br />
intencionada de citas de la lírica<br />
nacional, que generaban una<br />
aguda nostalgia. Abilio trabaja<br />
también con éxito el monólogo.<br />
Santa Cecilia constituye un bojeo<br />
formidable por una suerte de<br />
RyC 50<br />
Habana secreta o cifrada, que<br />
funciona como una transfi guración<br />
poética de la historia de la<br />
ciudad y sus costumbres.<br />
A partir del 2000, Estévez se ha<br />
dedicado a la novela; y Alberto<br />
Pedro falleció recientemente,<br />
dejando inédita y sin estrenar<br />
la ambiciosa obra El banquete infi<br />
nito. Otros nombres decisivos<br />
de nuestra literatura dramática,<br />
como Abelardo Estorino (1925)<br />
y Eugenio Hernández Espinosa<br />
(1936), se mantienen activos en<br />
el período que nos ocupa –2000<br />
al 2005– pero sin la productividad<br />
de otras etapas. Estorino<br />
publica y estrena en el 2000 El<br />
baile, una exquisita apropiación<br />
de la memoria, donde ratifi ca<br />
–más sutilmente que en las ya<br />
clásicas Morir del cuento o Vagos<br />
rumores– la naturaleza voluntariamente<br />
convencional y narrativa<br />
de la estructura dramática.<br />
Tomando como pretexto los ochenta<br />
años de vida del formi-dable autor,<br />
se celebró un enjun-dioso<br />
evento teórico sobre su creación<br />
y, recientemente, la editorial<br />
Alarcos, publicó el pri- mer tomo<br />
de su Teatro Completo.<br />
Hernández Espinosa –el maestro<br />
del monólogo en el contexto<br />
cubano– logró con Tíbor Galarraga<br />
ofrecer la otra cara de la moneda,<br />
el anverso sentimental de su<br />
Emelina Cundiamor, estrenada<br />
una década antes. ¿Quién engaña<br />
a quién?, comedia agridulce que<br />
toma como centro el jineterismo<br />
o prostitución a la cubana en los<br />
años recientes, resulta francamente<br />
menor tratándose de un<br />
dramaturgo que ha escrito textos<br />
tan rotundos como María Antonia<br />
o Mi socio Manolo.<br />
José Milián (1946) sí da a conocer<br />
uno de los títulos más profundos<br />
y encantadores del período, Mamíferos<br />
hablando con sus muertos,<br />
una indagación con algo de<br />
expresionista, repleta de diálogos<br />
certeros y muy humanos.<br />
En Lo que le sucedió a la cantante<br />
de baladas el crecimiento dramático<br />
se ve afectado por la retórica,<br />
aunque se aprecian virtudes de<br />
este autor tales como la riqueza<br />
de las situaciones y el desenfado<br />
de los personajes.<br />
Estas breves refl exiones acuden<br />
preferentemente a escritores<br />
que salen a la luz pública en el<br />
último lustro del XXI y que grafi<br />
can en sus obras una sensibilidad<br />
muy permeada por las<br />
contradicciones y certezas del<br />
nuevo siglo. Vale recordar que<br />
en la pujante atmósfera creativa<br />
de estos años han infl uido, a manera<br />
de estímulos concretos, la<br />
creación del Premio de Dramaturgia<br />
Virgilio Piñera –cuya<br />
primera edición se entregó en<br />
<strong>enero</strong> del 2002–, los ciclos de lecturas<br />
organizados por Gerardo<br />
Fulleda y su compañía Rita Montaner<br />
primero y después por la<br />
revista Tablas, así como la presencia<br />
en Cuba de la conocida<br />
compañía inglesa Royal Court<br />
que ha impartido seminarios,<br />
otorgado premios y concedido<br />
becas para los autores cubanos<br />
más jóvenes.<br />
<strong>No</strong>rge Espinosa (1971) es uno de<br />
los escritores muy vinculados a<br />
esas iniciativas institucionales.<br />
El mayor logro de Espinosa en<br />
estos años se localiza en La virgencita<br />
de bronce, ingeniosa recreación<br />
de la novela fundadora<br />
de la tradición narrativa nacional:<br />
Cecilia Valdés o la loma del<br />
Ángel, de Cirilo Villaverde. Aquí<br />
<strong>No</strong>rge retoma la casi olvidada<br />
modalidad de los títeres para<br />
adultos a través de una efi caz<br />
estructura que denota originalidad<br />
a pesar de que tiene una<br />
deuda confesa con Parece Blanca,<br />
del maestro Estorino. Dada a<br />
conocer sólo por una lectura pública,<br />
Trío resulta señoreada por<br />
la fuerza del personaje protagónico,<br />
pero se dilata en vericuetos<br />
argumentales y textos explicativos<br />
que restan encanto al<br />
con-trastante y vital sistema de
diálogos que caracteriza a<br />
Es-pinosa.<br />
La pasión amorosa y/o la sexualidad<br />
homoerótica que resulta<br />
una presencia fundamental en<br />
Trío tiene mucho peso también<br />
en dos textos de Abel González<br />
Melo (1980) estrenados recientemente.<br />
En Por gusto la estructura<br />
tiene mucho de narración, y la<br />
necesidad de revelar las acotaciones<br />
funciona como un elemento<br />
de juego que pone cierta<br />
distancia entre los personajes y<br />
su recepción. González Melo<br />
–que ha incursionado con éxito<br />
en la poesía y la narrativa– se nos<br />
muestra como un dramatur-go que<br />
valora y cuida la palabra, pero que<br />
también cuenta con un sentido<br />
exquisito de lo dramático.<br />
Un notable crecimiento se experimenta<br />
en Chamaco (Premio del<br />
Concurso de Dramaturgia de la<br />
Embajada de España en Cuba<br />
2005). Sobre la órbita social en<br />
que se mueve ha comentado<br />
la dramaturga e investigadora<br />
Esther Suárez Durán: «El humus<br />
social sobre el que emerge Chamaco<br />
es tangible para todos nosotros:<br />
la emigración incontrolada<br />
–e incontrolable– hacia la<br />
capital; individuos jóvenes sin<br />
un proyecto de vida: los nuevos<br />
tipos de la picaresca contemporánea,<br />
los buscavidas de la época<br />
cibernético-turístico-dolarizada;<br />
escépticos –cuando no cínicos–,<br />
carentes de ideales cívicos,<br />
en el ejercicio del «sálvese<br />
quién pueda» que hasta aquí<br />
conocíamos por las páginas de<br />
las valoraciones historiográfi cas<br />
y la literatura que versa sobre<br />
las décadas republicanas. Testigos<br />
de la doblez moral de las<br />
autoridades que supuestamen-te<br />
hubieron de guiar sus prime-ros<br />
años de existencia: familiares,<br />
maestros, algún que otro<br />
funcionario administrativo y<br />
político, que ahora intentan<br />
par-ticipar en tales lides, aprovechando<br />
ese doble juego, con las<br />
armas naturales de que disponen:<br />
juventud y sexo» 2 .<br />
En Chamaco la intención social,<br />
el interés por penetrar zonas y<br />
sensibilidades de la ciudad que<br />
el discurso oficial no tiene en<br />
cuenta, resulta más importante<br />
que un posible llamado de<br />
atención sobre el amor homosexual<br />
y su legitimidad. En Por<br />
gusto estaba más ese afán –tal<br />
vez un tanto pueril pero comprensible<br />
después de tantos<br />
años de discriminación y silencio–<br />
de situar el amor entre<br />
hom-bres como una variante<br />
legíti-ma y posible. Chamaco –en<br />
cier-to sentido como Andoba, de<br />
Abraham Rodríguez, estrenada<br />
en 1979, antes de que naciera<br />
Abel– hurga en los valores, las<br />
ambiciones sentimentales y las<br />
heridas de personas que o bien<br />
viven al margen de la cultura<br />
central o hegemónica, o bien<br />
asumen una doble moral que los<br />
complica y atormenta. Disfruto<br />
especialmente del personaje de<br />
Roberta, esa mujer medio vigía,<br />
medio mendiga, un tanto metáfora<br />
de la ciudad subterránea:<br />
«Roberta: Niño, ya no pasa nada…<br />
Están cerrando La Revoltosa,<br />
mira, si tuviera tres pesos correría<br />
hasta allá enfrente y le pediría a<br />
Punche que me ven-diera un<br />
trago. Pero si no me trago la saliva<br />
y aspiro y vuelvo a tragar, no me<br />
cae nada en el estómago. Ni un<br />
pedacito de microbio. Nunca<br />
había encon-trado tan vacío<br />
este latón de basura, como si<br />
un gato reptil se hubiera subido<br />
persiguiendo las sobras de las<br />
pizzas y las butifarras. El cine sin<br />
función desde las once, yo que<br />
iba a ver la tanda de medianoche<br />
de esa película que se llama…<br />
¿Có-mo..? Belleza americana… Ya<br />
tú la viste, ¿no? ¿Y de verdad está<br />
buena?». 3<br />
En Nevada, González Melo continúa<br />
algunas de las obsesiones<br />
de Chamaco. La ciudad vuelve a<br />
funcionar como personaje, mucho<br />
más allá de la función de<br />
te-lón de fondo. Aquí la mirada<br />
se hunde en sectores sociales y<br />
sexuales más amplios; la casualidad<br />
o el azar que en Chamaco<br />
tienen algo de ingenuo, ahora<br />
ganan en intencionalidad y relevancia.<br />
Abel se consolida como<br />
un primoroso dialoguista.<br />
Amante de la réplica breve y<br />
rít-mica, cuando nos ofrece<br />
un par-lamento más extenso y<br />
apa-sionado logra el efecto de<br />
la sorpresa. Se trata de un habla<br />
teatral portadora de acción y que<br />
evade –a golpes de sobrie-dad<br />
y eficacia– la retórica seudopoética<br />
para adentrarse en un<br />
tejido verbal donde se dan la<br />
mano la belleza literaria y el<br />
potencial espectacular.<br />
Otro nombre imprescindible<br />
dentro de esta etapa es el de<br />
Nara Mansur (1969). El hecho<br />
de que su dramaturgia no haya<br />
51<br />
RyC<br />
Chamaco, de Abel<br />
González Melo,<br />
obtuvo el premio del<br />
Concurso de Dramaturgia<br />
de la Embajada<br />
de España en Cuba,<br />
2005.
subido a las tablas dentro de la<br />
cartelera profesional habanera<br />
me parece un síntoma de carencia<br />
para la escena cubana actual.<br />
Nara se desentiende de lo que<br />
podríamos llamar –en aras de<br />
la brevedad, aunque desconfío<br />
profundamente del término,<br />
tanto como me cuesta nombrar<br />
como vanguardista una propuesta<br />
a estas alturas– estructuras<br />
convencionales. El caso es que<br />
se mueve en una órbita (en la<br />
que sería fácil reconocer huellas<br />
de Müller, Koltés y otros autores<br />
del fi n de siglo) que desdeña la<br />
construcción formal de personajes<br />
y que busca la naturaleza<br />
dramática en la atmósfera verbal,<br />
las divagaciones fi losófi cas<br />
o la decisiva convocatoria a tejer<br />
un puente sensorial entre el<br />
tex-to y los referentes culturales<br />
o cívicos del público. Alberto<br />
Gar-cía Sánchez nos puede dar<br />
luz desde el siguiente párrafo:<br />
«Es preciso entender que en la<br />
obra de Nara el signo teatral ha<br />
de someterse a un proceso de<br />
deco-difi cación muy particular,<br />
si es que se le quiere reconocer<br />
como tal. Bien podría afi rmarse<br />
que es esta una práctica habitual<br />
ante un texto teatral. El signo<br />
lin-güístico-literario tiene que<br />
con-vertirse en un signo escénico<br />
y esto lleva implícito una decodificación.<br />
Pero en el caso de<br />
Charlotte Corday el proceso es<br />
doble. Primero se impone aquella<br />
instancia para la que esta-mos<br />
culturalmente preparados, la<br />
que está registrada en la actividad<br />
inconsciente del lectorespectador;<br />
luego tendría que<br />
pasarse a un segundo plano del<br />
análisis, aquel al que nos obliga<br />
la evidencia de que los códigos<br />
manejados por la autora no son<br />
los habituales: se mencionan<br />
personajes, estos desarrollan<br />
situaciones y actos, pero los<br />
acontecimientos no suceden<br />
se Pueblo Estaco logra una<br />
singular mezcla entre cierto<br />
costum-brismo y un lirismo<br />
que im-prime una neblina de<br />
nostalgia y refl exión a su cesos<br />
que vienen desde el pasado hasta<br />
un presente que se resuelve entre<br />
el juego de posibilidades y una<br />
atenuada pero incisiva crítica<br />
social.<br />
También muy interesado por<br />
debatir asuntos actuales, Roberto<br />
RyC 52<br />
D. Yeras (1972) obtuvo con <strong>No</strong>ria,<br />
el Premio Virgilio Piñera en su<br />
más reciente edición de 2006.<br />
Estamos también ante una<br />
vuelta al naturalismo, pero aquí<br />
con una acentuada crudeza. Al<br />
dramaturgo le preocupan el lenguaje<br />
callejero, los prototipos<br />
de la marginalidad, pero rehúye<br />
la postal risueña en busca de<br />
la contradicción, la mueca, el<br />
dolor. Reflexiones singulares<br />
sobre la actualidad laten también<br />
en Retratos, de Liliam Susel de<br />
los Reyes (1971). Este texto le<br />
imprime una sorpresiva visión<br />
al tema de la dinámica nacionalidad-emigración.<br />
Ahora no se<br />
trata –como en la mayoría de<br />
las piezas con esa temática–<br />
de alguien que parte, sino de<br />
una muchacha que se decide a<br />
regresar. La autora tiene inédita<br />
Naufragio de la fe, un texto entre<br />
intimista y amargo, en el que se<br />
describe la pasión y, sobre todo,<br />
el desamor de una pareja en<br />
esta Cuba del principio de siglo.<br />
Más que los vericuetos de la<br />
agridulce historia de amor, Lilian<br />
Susel parece preocuparse por los<br />
acontecimientos externos y las<br />
disyuntivas éticas que afectan<br />
la existencia misma de la vida<br />
en pareja.<br />
La más joven de los dra-maturgos<br />
incluidos en este recorrido, Lilian<br />
Ojeda (1983), en Con tanto mar<br />
consigue un sintético y expresivo<br />
sistema de diálogos, que da paso<br />
a lo musical y logra un texto<br />
fl uido que propicia la refl exión<br />
sobre la fragilidad y los matices<br />
de las relaciones humanas.<br />
He dejado para el fi nal de este<br />
sucinto recorrido a un autor<br />
es-pecialmente signifi cativo en<br />
la arrancada del siglo teatral en<br />
Cuba. Desde la primera lectura<br />
de El concierto –la obra más conocida<br />
de Ulises Rodríguez Febles<br />
(1967), Premio Virgilio Piñera 2004<br />
y del Royal Court en ese mismo<br />
año– me impresionó la vitalidad<br />
y oportunidad del argumento,<br />
la pasión sobria pero delirante<br />
que ejerce el protago-nista y que<br />
impulsa toda la acción. Cuando<br />
se dice oportuno en este caso, se<br />
anda lejos del llevado y traído, con<br />
razón fus-tigado oportunismo.<br />
Tiene que ver más bien con<br />
acierto, pun-tería del artista para<br />
no dejar pasar contradicciones y<br />
matices que le son tan cercanos<br />
en el tiempo. La narrativa cubana<br />
ya se había ocupado de la huella<br />
de los Beatles y mucho han circulado<br />
los cuentos de Francisco<br />
López Sacha y Abel Prieto, entre<br />
otros. Pero Ulises lo hace con<br />
las armas inmediatas y escrutadoras<br />
de la escena. Además aquí<br />
la pasión juvenil resulta evaluada,<br />
revisada desde un presente<br />
que el texto nos hace suponer<br />
tan complicado como aquellos<br />
míticos años sesenta.<br />
El autor apela a una acción base,<br />
un suceso clave que define la<br />
obra y compromete sus resultados:<br />
un fanático de los Beatles<br />
¿roba? una estatua y se dispone<br />
a que John Lennon –que para él<br />
todo el tiempo es carne y sangre<br />
viva del hombre y el mito– escuche<br />
a los que fueron cuatro jóvenes<br />
cubanos, ahora cincuentones<br />
desencontrados. Creer o no<br />
creer en la posible legitimidad<br />
del robo es una de las paradojas<br />
iluminadoras del texto. Mien-tras<br />
cierta lógica nos recuerda que la<br />
buscan y que será con-denado<br />
el autor del delito, otra corriente<br />
más subterránea y esencial<br />
nos lleva por los derro-teros<br />
sentimentales y profunda-mente<br />
sociales de los cuatro muchachos<br />
de la década del sesenta y sus<br />
destinos.<br />
Pudiera establecerse un paralelo<br />
entre Carnicería, otro de los<br />
importantes textos de Rodríguez<br />
Febles en este período, y<br />
La noche (1994), de Abilio Estévez.<br />
En ambos casos se trata de<br />
una profundización, despojada<br />
de retórica o melodrama, en el<br />
alma humana. Para Estévez la<br />
carne tiene un sentido más vinculado<br />
al sexo, a la sensualidad<br />
y al valor del cuerpo como pasto<br />
seguro de la muerte. El intercambio<br />
de los enterradores en<br />
La noche fi gura entre los grandes<br />
momentos de la dramaturgia<br />
cubana de las últimas décadas.<br />
Ulises asume también lo sen-sual<br />
en su costado íntimo y au-téntico,<br />
pero no apela a las referencias<br />
bíblicas como Estévez; nos pone<br />
ante la dis-yuntiva del hambre<br />
física, de la escasez colectiva que<br />
neurotiza, cuestiona la efi cacia<br />
de las es-tructuras formales ante<br />
la ava-lancha de la carencia y el<br />
desa-sosiego.<br />
En Carnicería se agudiza, se dimensiona<br />
la visión descarnada;
detallada y total a la vez. Estamos<br />
ante elementos cruciales<br />
de la vida del hombre. Una familia<br />
con hambre, un tren que<br />
atropella vacas, personas apoderándose<br />
de la carne como si<br />
fuesen aves de rapiña. Un paso<br />
más allá el embarazo, el dolor, la<br />
moral, la vejez sin honor ni asidero<br />
y la inminencia de la muerte.<br />
El mismo hecho se ve desde<br />
diferentes ángulos, se revisa y<br />
se revisita hasta dejar a la puesta<br />
en escena opciones para el<br />
desenlace de los confl ictos y las<br />
pasiones.<br />
Si en Carnicería el desenfado<br />
a-puntaba al juego con las escenas<br />
y el argumento de una forma que<br />
en nuestro continente evoca a<br />
Córtazar, en Huevos el maridaje<br />
entre la vocación cívica y la búsqueda<br />
formal llega a plasmarse<br />
en el papel que tenemos delante<br />
de los ojos. El dramaturgo nos<br />
ofrece espacios en blanco –más<br />
o menos dilatados– donde se<br />
suele escribir Pausa o Silencio.<br />
La solución me parece totalmente<br />
orgánica y efectiva, lejos<br />
de un alarde posvanguardista o<br />
innovador. El espacio en blanco<br />
funciona también como una<br />
metáfora a todo lo que ha quedado<br />
por decir en este tiempo<br />
febril. En la obra que nos ocupa<br />
la agresión fundamental está en<br />
la devolución del objeto lanzado.<br />
El acosado del año 1980 regresa<br />
en tiempos de miseria y puede<br />
darse el gusto de tentar a su rival<br />
con el huevo, ahora reincorporado<br />
a su función de manjar en<br />
falta. Los huevos de Rodríguez<br />
Febles son los redondos y blancos<br />
que suenan y estimulan<br />
el apetito cuando caen a la<br />
sartén y también pueden ser un<br />
proyectil, un símbolo claro de<br />
la pasión política que llega a la<br />
intolerancia.<br />
Por supuesto que se trata de un<br />
corpus dramático sujeto a cambio,<br />
perfecciones y reacomodos<br />
en relación con un movimiento<br />
teatral que no ha acogido estos<br />
textos con el interés y el fervor<br />
que merecen. Con todo, es de<br />
celebrar la aparición y consolidación<br />
de nuevos dramaturgos<br />
que desde diversos procedimientos<br />
estéticos prefi eren hablar<br />
de sus contemporáneos desde la<br />
sinceridad y el desenfado.<br />
Nuevas iniciativas amplían el<br />
clima propicio al crecimiento y<br />
consolidación de la dramaturgia<br />
cubana actual. La compañía Rita<br />
Montaner ha comenzado un ciclo<br />
de funciones de entresemana<br />
para que jóvenes directores<br />
asuman textos de sus compañeros<br />
de generación. Se trata de<br />
evitar que esos títulos deban esperar<br />
años por las programaciones<br />
o intereses de los grupos<br />
establecidos. El público, con su<br />
respaldo a las obras cubanas de<br />
tema actual, es otro factor que<br />
contribuye y a la larga presiona<br />
para que los asuntos de la vida<br />
nuestra se debatan también sobre<br />
las tablas.<br />
NOTAS:<br />
1 Resulta imprescindible aclarar que el autor<br />
de estas notas ha formado también parte<br />
activa de la literatura dramática cubana en<br />
el período que se analiza. En el 2002 obtiene<br />
el Premio de Dramaturgia Virgilio Piñera en<br />
su primera edición con El zapato sucio, que<br />
en 2003 recibiría también el Premio de la<br />
Crítica. A esta etapa corresponde igualmente<br />
el estreno y publicación de Penumbra en<br />
el noveno cuarto, Premio UNEAC 2003, y<br />
Triángulo, texto que vio la luz en la antología<br />
Teatro, de la Editorial Letras Cubanas en 2005.<br />
Ese mismo año obtiene, con el monólogo<br />
En falso, accesit del Concurso Anual de<br />
Dramaturgia que auspicia la Embajada de<br />
España en Cuba. Se da la feliz coyuntura de<br />
que todos estos títulos han sido estrenados.<br />
(<strong>No</strong>ta de la Redacción)<br />
2 Esther Suárez: «Chamaco: la escena<br />
que escuece el alma», en http://www.<br />
tablasalarcos.cult.cu/oficiocritica/2006/<br />
critica77_06.htm.<br />
3 Abel González Melo: Chamaco, Editorial Ñaque,<br />
2006, p. 22.<br />
4 Alberto García Sánchez: «Charlotte Corday.<br />
Poema dramático: alucinaciones sobre los<br />
textos y los escenarios que se entrecruzan»,<br />
en Tablas 3/05, p.64.<br />
53<br />
RyC
LOS ARQUITECTOS<br />
XABIER EIZAGUIRRE<br />
GARAITAGOITIA Y<br />
CARLES CROSAS<br />
ARMENGOL,<br />
profesor titular<br />
e investigador,<br />
el primero, e<br />
in-vestigador,<br />
el segundo,<br />
traba-jan en el<br />
Labo-ratorio de<br />
Urba-nismo de<br />
la Escuela Técnica<br />
Superior de<br />
Arquitectu-ra, en<br />
la Univer-sidad<br />
Politécni-ca de<br />
Cataluña. Son<br />
autores del libro:<br />
El Vedado. La<br />
Habana. Proyecto<br />
y Transformación<br />
(2006).<br />
l 8 de abril de 1859 el Ayuntamiento de la<br />
Ciudad de la Habana aprobaba el «Proyecto<br />
de El Carmelo», fi rmado por el Ingeniero Civil<br />
Luis Yboleón Bosque, una «nueva población»<br />
em-plazada a «una distancia de dos con cinco millas de<br />
la capital» y conformada en base a un trazado ortogonal<br />
de manzanas cuadradas. Apenas dos meses<br />
después, una Real Orden del Ministerio de Fomento<br />
español aprobaba también el «Proyecto de Reforma<br />
y Ensanche de la ciudad de Barcelona», elaborado en<br />
este caso, por el que se reconocería tiempo después<br />
como uno de los personajes de mayor calado en el<br />
panorama urbanístico decimonónico, el ingeniero<br />
Ildefons Cerdà.<br />
La coincidencia temporal entre ambos proyectos<br />
capitales se contextualiza en un marco general en<br />
el que se desarrollaran algunas de las propuestas<br />
más decisivas para la urbanística moderna, momento<br />
en el que las ciudades de trazados tortuosos<br />
encerradas dentro de sus murallas construyen su<br />
futuro sobre nuevas áreas de expansión: lo hacen<br />
La Habana y Barcelona, pero también Viena, que<br />
sobrepasa su Ring, o Turín, Madrid, Atenas y tantas<br />
otras.<br />
La importancia crucial de estos proyectos en la<br />
historia urbana de las ciudades antillana y catalana<br />
nos brinda la oportunidad de realizar una mirada<br />
dual a El Vedado y al Ensanche Cerdà: en base a<br />
su coincidencia temporal, a algunas semejanzas<br />
entre sendos marcos coyunturales, y sobre todo, a<br />
las similitudes de sus trazados concebidos desde<br />
la idea universal de la retícula cartesiana. Una<br />
analogía pertinente además, desde nuestro punto<br />
de vista, para contraponer la visión tradicional de El<br />
Vedado como una ciudad jardín en transformación<br />
a la de un modelo urbano de mayor densidad, el del<br />
Ensanche de Barcelona.<br />
Una suma de similitudes que nos lleva a sospechar<br />
de posibles infl uencias entre ambas propuestas o<br />
sendos autores, que hasta la fecha no se han podido<br />
probar. El mismo Ingeniero Yboleón 1 sigue siendo<br />
también una gran incógnita, por desconocerse su<br />
biografía o la autoría de otras obras de dimensión<br />
análoga. Aún así, son diversos los autores 2 que<br />
se han referido a los múltiples contactos entre<br />
RyC 54<br />
Ildefons Cerdà y Luis<br />
Yboleón Bosque.<br />
Idea y realidad<br />
de dos proyectos<br />
de ciudad<br />
Xabier Eizaguirre Garaitagoitia<br />
Carles Crosas Armengol<br />
los ingenieros emplazados a ambas orillas del<br />
Atlántico, durante unas décadas en que se intensifi<br />
caron los viajes y se dio una mayor divulgación<br />
del conocimiento. Da muestra de ello el mismo<br />
Ildefons Cerdà, citando el caso de Cienfuegos entre<br />
los muchos de las retículas que analiza en el Atlas<br />
que ilustra su «Examen de las Ciudades antiguas<br />
y modernas» 3 .<br />
Origen, instrumental y proceso<br />
Previa presentación de aquello de común que tienen<br />
los dos proyectos, conviene detenerse en la refl exión<br />
de cuáles son los instrumentos y determinaciones<br />
que permitirán plasmar los trazados abstractos<br />
en importantes fragmentos urbanos. Aquí reside<br />
seguramente una de las grandes paradojas<br />
urbanísticas que nos ofrece esta comparación:<br />
confrontar la simplicidad y el prag-matismo del<br />
plano de Luís Yboléon Bosque con la enciclopédica<br />
y holística obra de Ildefons Cerdà.<br />
Una primera aproximación semántica a los enunciados<br />
de ambos proyectos ya nos anticipa algunas<br />
de sus diferencias. Cerdà realiza un «proyecto de<br />
ensanche», que supone una auténtica refundación<br />
de la ciudad preexistente. Este proceso se inscribe<br />
en el marco de la Europa Mediterránea de mediados
del XIX, en el que algunas de sus principales<br />
ciudades viven uno de los episodios más fructíferos<br />
de su historia: la formación de los ensanches<br />
decimonónicos (en España además de Barcelona,<br />
destacan los de San Sebastián, Bilbao, Madrid,<br />
Valencia y algunos de ciudades menores).<br />
El proyecto de Cerdà adquiere todavía mayor relevancia<br />
a partir del corpus teórico que recoge su obra<br />
«Teoría General de la Urbanización», compendio enciclopédico<br />
donde se sientan las bases de aquello que<br />
signifi ca el denominado «proyecto de ensanche»; un<br />
proceso que ha sido defi nido como «una nueva idea<br />
de ciudad, una nueva actitud metodológica, unos nuevos<br />
instrumentos y una teoría general para las ciudades» 4 .<br />
Desde una perspectiva totalmente distinta, Yboleón<br />
realiza un «plano y perfi l» de una «nueva población»<br />
o «reparto», emplazado en franca proxi-midad a la<br />
capital cubana. Lejos de la pretensión del Ensanche<br />
Cerdà, que llega a multiplicar por once la extensión<br />
urbana de la ciudad preexistente y que supone un<br />
auténtico proyecto capital, el origen del Plano de El<br />
Carmelo tiene a priori una voluntad más modesta,<br />
y nace además en un marco diferenciado: el de las<br />
ciudades de nueva fundación que habían colonizado<br />
el extenso con-tinente americano desde el siglo<br />
XVI.<br />
Aún así, son los mismos cambios económicos y<br />
sociales en los que inscribimos el nacimiento de<br />
los ensanches del XIX los que conforman también<br />
el escenario de las ciudades de nueva fundación en<br />
la isla de Cuba durante este mismo siglo. La máquina<br />
de vapor, el ferrocarril, la prosperidad económica<br />
y la consolidación de una clase burguesa<br />
dominante son causa, y a la vez consecuencia, del<br />
asentamiento de un importante número de ciudades<br />
durante este periodo: Cienfuegos (1798), Alquízar<br />
(1799), Guantánamo (1820) o San Diego de los<br />
Baños (1856) entre otras.<br />
El incipiente instrumental utilizado por Yboleón<br />
en la definición de su obra, toma un cuerpo<br />
mayor cuando «las referencias» de ordenación que<br />
acompa-ñan al Plano de El Carmelo se incorporan<br />
a las nuevas Ordenanzas de Edifi cación de 1861.<br />
Pero su consolidación defi nitiva se produciría en<br />
la exten-sión de este «Plano» sobre la estructura de<br />
los repar-tos contiguos: El Vedado (1860), Medina<br />
(1883-1907), Rebollo (1885) y los repartos posteriores<br />
de Vega Gregorio, Bosino, Rodríguez, Azotea, San<br />
Nicolás y San Antonio. La modestia del plano<br />
original y de sus sintéticas determinaciones se ve<br />
acrecentada en el decurso de unos pocos años,<br />
y el ejercicio simplista de creación de una nueva<br />
«urba-nización» acabará convirtiéndose en auténtica<br />
referencia y patrón ejemplar para una gran área<br />
de extensión de La Habana. Las ciento cinco manzanas<br />
del plano original se multiplican hasta las<br />
Plano y Perfi l de<br />
El Carmelo, Luis<br />
más de cuatrocientas que constituyen lo que se Yboleón Bosque,<br />
denomina genéricamente hoy El Vedado (abar- 1859<br />
cando desde la línea de la costa y la desembocadura<br />
del río Almendares, hasta los límites interiores<br />
defi nidos por el Cementerio de Colón, el Castillo<br />
del Príncipe y el tejido de Centro Habana). Pero<br />
su valor de referencia trasciende estos límites, y<br />
durante décadas sucesivas será éste un patrón que<br />
se extenderá sobre los nuevos barrios de Miramar,<br />
Marianao o del Nuevo Vedado, entre otros.<br />
Aunque con un instrumental, pretensión y proceso<br />
urbanizador antagónicos, en ambos proyectos<br />
Barcelona y La Habana determinan, con mayor<br />
o menor autoconciencia, la forma urbana de sus<br />
ciudades. El instinto visionario de Cerdà le lleva a<br />
concebir un proyecto capital que defi ne una imagen<br />
acabada y unitaria de su ciudad. Son en cambio la<br />
audacia, el oportunismo, o quizás la mera casualidad<br />
de Yboleón, las que permiten que su plano,<br />
concebido más desde la tradición de las ciudades<br />
de nueva colonización en Hispanoamérica, acabe<br />
superando su visión fragmentada y se convierta<br />
en pieza capital de un rompecabezas de una muy<br />
notable envergadura.<br />
Imágenes:<br />
Cortesía de<br />
los autores<br />
Los lugares comunes de los proyectos<br />
55<br />
RyC
Topografía del<br />
territorio y directriz<br />
de la retícula de<br />
La Habana<br />
1 | Los objetivos generales del proyecto.<br />
Desarrollados en un mismo espacio cronológico, la<br />
urbanización de El Carmelo se realiza, al igual que<br />
el Ensanche Cerdà, como voluntad de conseguir una<br />
nueva imagen de ciudad, refl ejo de las teorías de la<br />
vanguardia urbanística de la época: el higienismo<br />
y la nueva movilidad. En representación de los<br />
ideales burgueses como clase ascendente se exaltan<br />
los valores «de la nueva ciudad maquinista donde el<br />
progreso se identifi cará [...] con la técnica y el orden con<br />
la razón» 5 .<br />
2 | La elección del lugar.<br />
La zona de El Vedado, como pasó también en el<br />
Llano de Barcelona, permaneció desocupada en los<br />
siglos precedentes por ser zona de prohibición militar<br />
(1565), conocida por esta razón con el topóni-mo<br />
que perdura hasta nuestros días (sitio «Veda-do»).<br />
Fueron pocas las preexistencias emplazadas sobre<br />
este territorio: algunos clubs y jardines pri-vados<br />
(como el Salón de Trotcha) y algunas casas de<br />
salud que le otorgaban la fama de lugar «saludable».<br />
De forma paralela, en las zonas del llano<br />
de Barcelona próximas a la Ciudad Vieja, sometidas<br />
también al non aedifi candi de las ordenanzas militares,<br />
destacaban también unos pocos elementos<br />
estructurados a lo largo del actual Paseo de Gracia,<br />
en donde se emplazaban las atracciones de los<br />
Campos Elíseos y los Jardines del Tívoli.<br />
Dos planos históricos de la época muestran los<br />
radios de alcance de las baterías de defensa, ilustrando<br />
esta condición análoga, equiparable en este<br />
caso, a la de otras ciudades amuralladas.<br />
3 | La precisa disposición de las directrices de la<br />
malla.<br />
Con una total enajenación de la ciudad existente,<br />
la extensión de El Vedado se implanta con una<br />
directriz de 40º respecto a la orientación norte,<br />
co-mo respuesta a la voluntad de adaptación al<br />
en-torno: optimizar el asoleo, los vientos dominantes<br />
y la adaptación topográfica, buscando una<br />
tangente con las líneas de máxima pendiente<br />
del monte del Castillo del Príncipe (como lo<br />
hace también la Gran Via barcelonesa<br />
con Montjuïc).<br />
De una forma coinci-dente Cerdà,<br />
que fue experto conocedor<br />
del Llano de Barce-lona,<br />
por el levanta-miento<br />
topográfico que había<br />
realizado él<br />
mismo por encargo<br />
ministerial unos<br />
pocos<br />
años<br />
RyC 56<br />
antes (1855), dispondrá la retícula de su ensanche<br />
empleando los mismos argumentos y con un<br />
resultado paralelo, 45º norte.<br />
4 | Su preocupación inicial por la ordenación y<br />
tipología de los edifi cios, que la construcción<br />
real de los tejidos ha modificado en gran<br />
medida.<br />
Cerdà ensayó distintas alternativas para una conformación<br />
abierta de la manzana, con una composición<br />
de pequeños bloques emplazados en su<br />
perímetro cuadrado, buscando la alternancia entre<br />
frentes libres y construidos. Sin embargo, el proyecto<br />
defi nitivo de 1863 determinará únicamente las<br />
alineaciones y ya desde sus orígenes, se seguirá el<br />
modelo característico de manzana cerrada.<br />
Tampoco acabará imponiéndose en El Vedado el<br />
modelo de construcción continua en planta baja<br />
que Yboleón había dibujado en el perfi l-perspectiva<br />
que acompaña el Plano de El Carmelo. Aún así, la<br />
retirada de 5 metros respecto al perímetro de la<br />
manzana y el espacio de portales a la calle (de unos<br />
4 m), se convertirán en norma para la construcción<br />
del que acabará siendo el tipo edifi catorio más<br />
característico: «las villas», residencias aisladas<br />
re-presentativas de las clases burguesas que las<br />
habitaron.<br />
5 | Y fi nalmente una estructura general urbana<br />
de rasgos comunes:<br />
a. Que refl eja en ambos casos una preferencia por<br />
la isotropía de la retícula de manzanas cuadradas,<br />
rehuyendo cualquier direccionalidad o los trazados<br />
de tipo concéntrico. Resulta interesante destacar<br />
la renuncia explícita a ciertas ideas de la ciudad<br />
barroca o neoclásica que aún observamos en el<br />
proyectos de la época, como el de Antoni Rovira<br />
i Trias para el mismo Ensanche de Barcelona<br />
(ganador en primera instancia<br />
del concurso) o
tantos otros ejemplos que encuentran en Haussman<br />
(Paris) y l’Enfant (Washington) su paradigma.<br />
b. Que se construye en base a la división víasintervías<br />
(defi nida por Cerdà en su Teoría General<br />
de la Urbanización), con unas calles de sección determinada<br />
y un ancho constante en ambas direcciones<br />
(16 metros para El Vedado y 20 metros para<br />
Barcelona). A esta retícula menuda se le superpone<br />
además, un sistema jerárquico de vías de ancho<br />
superior, conformando cuadrantes de dimensión<br />
mayor, que podríamos denominar como «macro<br />
manzanas»: la agrupación de 7x7 manzanas delimitada<br />
por Línea, Presidentes, Paseo y Calle 23 en La<br />
Habana, y el ritmo que pautan Tarragona, Compte<br />
d’Urgell, paseo de Gràcia y paseo de Sant Joan en su<br />
intersección con la Gran Via en Barcelona.<br />
c. Que prevé también unos espacios libres en un<br />
punteado distribuido por la retícula, así como<br />
un cuidadoso proyecto para la incorporación del<br />
arbolado que califica el espacio público de las<br />
calles de El Vedado. De forma análoga el proyecto<br />
de-termina también la ubicación de algunos equipamientos<br />
como son el mercado, la estación, la iglesia<br />
o el hospital. Siguiendo un mismo criterio, y de<br />
una forma más extensiva, Cerdà sitúa también las<br />
dotaciones públicas por toda la trama del Ensanche<br />
según un modelo teórico que ha sido interpretado<br />
en estudios precedentes. 6 Y es tal la importancia<br />
del espacio arbolado de las calles del Ensanche de<br />
Barcelona, que en su adición lineal se ha convertido<br />
en la mayor de las zonas verdes de esta ciudad.<br />
d. Y que introduce el tranvía como símbolo de<br />
vanguardia para esta nueva ciudad. En 1848 se<br />
inauguraba la línea Barcelona –Mataró; en 1837<br />
el primer ferrocarril español, construido precisamente<br />
en la isla de Cuba (La Habana-Bejucal-<br />
Güines). En ambas ordenaciones se aprecia la<br />
im-portancia de su trazado, con puntos donde se<br />
modifi ca la perfecta ortogonalidad de la retícula:<br />
en la diagonal de Línea en La Habana y en la de la<br />
avenida de Roma en Barcelona. La relación en el<br />
caso de El Vedado tendría que considerarse mayor,<br />
en tanto que la promoción del reparto de El Carmelo<br />
se acompaña también de la compra del ferrocarril<br />
por parte de los mismos promotores del proyecto.<br />
El Vedado y el Ensanche Cerdà, camino de los<br />
150 años<br />
Ambos hitos urbanísticos del XIX se conforman a<br />
principios del nuevo siglo como estructuras ur-banas<br />
fundamentales para sus respectivas ciuda-des.<br />
Lejos de signifi car anexos o simples exten-siones<br />
sobre los núcleos históricos precedentes, reúnen<br />
en la actualidad una importante concen-tración de<br />
actividades administrativas, comercia-les, de ocio<br />
y lógicamente residenciales. El Ensanche Cerdà es<br />
desde hace años el Distrito Central de la ciudad. El<br />
futuro inmediato de La Habana depara un papel<br />
análogo a un Vedado que ya desarrolla, de una<br />
forma quizás más tímida, este mismo rol.<br />
Habiendo superado ampliamente su «mayoría de<br />
edad», ambos tejidos han sobrepasado vastamente<br />
la adolescencia de su «construcción», y su carne y<br />
piel están curtidas de bellas arrugas, de implantes<br />
relucientes, de cicatrices profundas y de tratamientos<br />
cosméticos más superfi ciales. Esta es la rique-za<br />
de unos tejidos urbanos de gran vitalidad, capaces<br />
de afrontar seguramente los nuevos tiempos<br />
con mayor soltura que los cascos antiguos que les<br />
precedieron, cada vez más patrimonializados. Y<br />
así es como lo demostraron en su pasado reciente,<br />
como explica el Profesor Mario Coyula para el caso<br />
de El Vedado: «el ejemplo que ofrece su concepción,<br />
trazado, regulaciones, procesos y formas de gestión ha<br />
demostrado ser fl exible, efi caz y sobre todo resistente; con<br />
una mezcla balanceada de unidad en la variedad que es<br />
la esencia eterna de la armonía» 7 . La potencia de sus<br />
re-tículas estructurales es, sin lugar a dudas, una de<br />
sus mejores cartas para su transformación. Como<br />
lo es también la fuerza de su legado histórico, por<br />
el que las fantásticas arquitecturas del ayer conviven<br />
dignamente con los nuevos tipos arquitectónicos<br />
de la contemporaneidad. Es en este sentido<br />
El Vedado, una atractiva mezcla híbrida, cuyo valor<br />
no puede medirse únicamente en las columnas<br />
neoclásicas de las espléndidas villas situadas sobre<br />
las esquinas, sino también en algunas de sus obras<br />
de los primeros años de la <strong>Revolución</strong>. Como tampoco<br />
en Barcelona, hemos valorado nuestro Ensanche<br />
únicamente por las composiciones singulares<br />
de los edifi cios racionalistas o del Modernismo<br />
catalán, sino por su capacidad de renovación continua<br />
y por su demostrada adaptación a los nuevos<br />
tipos y usos.<br />
En El Vedado de La Habana, es la diferencia, más<br />
que la armonía de la uniformidad, la que debería<br />
reclamarse como principal valor. Una visión global<br />
del barrio, desde la vista que ofrece la fantástica<br />
Maqueta de la Habana, pone de relieve el interés de<br />
la diacronía de su construcción y de la diversidad<br />
vo-lumétrica de sus piezas (de las miniaturas tintadas<br />
en oscuro, en ocre, en blanco o en marfi l). El<br />
Vedado real, el que observa el ciudadano o quien<br />
deambula por sus calles, multiplica hasta el infinito<br />
los matices y diferencias que nos ofrece<br />
su visión global: es la alternancia entre las fi nas<br />
si-luetas de edifi cios en altura, las majestuosas<br />
vi-viendas en esquina, los prismáticos bloques de<br />
apartamentos con terraza, las simpáticas villas<br />
adosadas, las sombras temerosas de unos pocos<br />
bloques pantalla... Y los capiteles de las columnas<br />
dóricas, y las vallas de chapa reciclada, y las delgadas<br />
losas de hormigón sostenidas por tensados<br />
tirantes metálicos...<br />
NOTAS:<br />
1 La fi rma que acompaña el plano<br />
es «Yboleón», con «y», aunque el<br />
apellido «Iboleón», con «i» sea más<br />
común.<br />
2 Entre otros Segre, Roberto «Cerdà<br />
en el mar del Caribe« (Ciudad y<br />
Territorio, 125, 2000) y Rigau, Jorge<br />
«<strong>No</strong> longer Islands: Dissemination<br />
of Architectural Ideas in the<br />
Hispanic Caribbean, 1890-1930«,<br />
(The Journal of Decorative and<br />
Propaganda Arts, núm. 20, 1994)<br />
3 Cerdà, Ildefons Teoría de la<br />
construcción de las ciudades<br />
(aplicada al proyecto de Reforma y<br />
Ensanche de Barcelona, Barcelona,<br />
1859 (Reedición en Cerdà y<br />
Barcelona, Barcelona, 1991).<br />
4 Solà-Morales i Rubió, Manuel<br />
Les formes del creixement urbà<br />
/ Las formas del Crecimiento<br />
Urbano.Edicions UPC<br />
1993/1997<br />
5 Ídem anterior<br />
6 Domingo i Clota, Miquel<br />
«Consideraciones sobre el Pla<br />
Cerdà« CAU núm. 19, mayo-junio<br />
1973.<br />
7 Coyula Cowley, Mario. «Más acá<br />
del Río y bajo los árboles. A la<br />
sombra de un Vedado que ya no<br />
es más». Texto inédito.<br />
57<br />
RyC
RyC 58<br />
Por: Adelaida de Juan<br />
El paisaje de un académico<br />
ace unos meses, escribí<br />
unas líneas sobre «La Escuela<br />
de La Habana» con<br />
motivo de una exposición<br />
mostra-da en el Museo Nacional.<br />
En ellas señalaba, con referencia<br />
a lo exhi-bido, hasta qué punto las<br />
prime-ras obras de tal «Escuela»,<br />
así bautizada a principios de la<br />
déca-da de 1940, marcaron «el<br />
fl oreci-miento inicial de la pintura<br />
moder-na cubana». 1 Por supuesto,<br />
el ejercicio de la pintura no había<br />
ce-sado desde antes de la fundación<br />
de la Academia de San Alejandro<br />
en la segunda década del siglo XIX;<br />
la salida pública del «Arte nuevo»<br />
en 1927 no hacía sino marcar la<br />
existencia pujante de una línea<br />
paralela, cuyos principios mismos se<br />
oponían radicalmente a lo postulado<br />
y sostenido por la Academia. La<br />
producción de ésta tenía el aval de<br />
los comitentes ofi -ciales y de la clase<br />
económica-mente hegemónica. Los<br />
«nuevos» obtuvieron el respaldo de la<br />
inte-lligentsia –tan económicamente<br />
escasa de recursos como ellos– y<br />
de unos poquísimos coleccionis-tas<br />
privados; los grandes encar-gos<br />
oficiales y privados iban inexorablemente<br />
a los académicos.<br />
<strong>No</strong> pretendo restarle mérito al<br />
quehacer de éstos; pero no cabe<br />
dudas de que las líneas que conducen<br />
al florecimiento del arte<br />
contemporáneo cubano no pasan<br />
por la Academia tradicional. En ella,<br />
reconocemos obras de valor en su<br />
ejecución, siempre que aceptemos<br />
los cánones retardata-rios que<br />
mantenía a capa y espa-da. Por<br />
regla general, tendemos a conservar<br />
en la memoria las producciones<br />
consideradas anci-lares por su<br />
ejecutores: pienso, por ejemplo,<br />
en los ágiles apuntes de la guerra<br />
independentista de Menocal, en las<br />
espontáneas ma-rinas de Romañach.<br />
Algo similar ocurre con una fi gura tan<br />
rele-vante como Rafael Blanco: puso<br />
su valoración en sus propios óleos<br />
académicos y no en sus incisivas<br />
aguadas y caricaturas, las cuales<br />
marcan un hito en el quehacer<br />
contemporáneo de la historia del<br />
arte cubano.<br />
Ahora, en una suerte de vindica-ción<br />
de lo mejor de la vieja Acade-mia,<br />
las mismas salas del Museo acogen<br />
una muestra de los pai-sajes de<br />
Domingo Ramos. <strong>No</strong> puedo dejar<br />
de pensar en algunas causales<br />
que motivaran tal inicia-tiva: la<br />
preferencia actual por el paisajismo<br />
en el mercado de arte; el interés<br />
mostrado en los recien-tes lustros<br />
por muchos pintores –sobre todo de<br />
las promociones emergentes– por<br />
el «buen queha-cer» en contraste<br />
con el «bad painting» popular en los<br />
años inmediatamente precedentes;<br />
el «rescate» de fi guras preteridas del<br />
pasado inmediato o lejano; el aparente<br />
desprendimiento conceptual<br />
que implica el tema de un paisaje<br />
despoblado y preferiblemente virgen<br />
de toda modifi cación en cuanto a<br />
«lo natural». Resulta lógi-co, pues,<br />
que se acudiera a quien, de una<br />
manera u otra, siempre estuvo<br />
presente: recuerdo un pai-saje<br />
de gran formato (creo que era de<br />
Viñales) en un banco del Vedado;<br />
obras similares fueron ubicadas en<br />
variadas instalacio-nes públicas.<br />
En otro orden de cosas, Ramos,<br />
con Valderrama, Hernández Giro,<br />
Augusto Menocal, y otros, fue uno<br />
de los académicos escogidos para<br />
la decoración del entonces Palacio<br />
Presidencial en su segunda etapa<br />
(1940-1944): pintó una vez más<br />
el «Valle de Yu-murí» en una tela de<br />
hilo de 2 x 3 metros, luego adherida<br />
al muro, así como otro paisaje, esta<br />
vez de Viñales.<br />
Y he aquí aun otro dato que otorga<br />
cierta vigencia a la obra de Ramos.<br />
Su realización de piezas de<br />
gran formato, las cuales funcionan<br />
como murales aunque, como en los<br />
casos citados del Palacio, no sean<br />
obras al fresco. Induda-blemente<br />
Ramos maneja la com-posición con<br />
una cuidadosa aten-ción al balance<br />
y a la luz. Creo que estas notas<br />
características de su forma de pintar<br />
(preferente-mente al óleo) constituyen<br />
caracteres positivos y atrayentes<br />
a la mirada contemporánea. En la<br />
muestra del MNBA que ha dado<br />
pie a estas refl exiones, se muestra<br />
un «Viñales», pintado en 1940,<br />
cuyas dimensiones –195 x 300<br />
cm.– coadyuvan a su lugar preeminente<br />
en el salón de exhibición.<br />
Su sentido de la perspectiva está<br />
trabajado mediante la colocación<br />
de las sombras de los árboles del<br />
primer plano, contrastando con<br />
las lomas que se erigen al fondo,<br />
coronadas por el asomo luminoso<br />
de unas pocas nubes. Independientemente<br />
del tamaño monumental,<br />
pudiera decirse con una<br />
concepción muralística, el pintor<br />
ha logrado dar la sensación del<br />
espacio abierto en el cual las zonas<br />
de luces y sombras se alter-nan
armoniosamente. <strong>No</strong> solo por su<br />
tamaño es el cuadro emblemá-tico<br />
de la exposición, con el aña-dido de<br />
representar un lugar privi-legiado en<br />
el largo quehacer del pintor.<br />
Hay dos piezas en la muestra sobre<br />
las cuales quisiera detener-me un<br />
poco. «Amanecer en Viña-les» es un<br />
paisaje pintado en 1926; «Loma de<br />
Santa Clarita (Falcón, Santa Clara)»<br />
está fe-chado al año siguiente.<br />
Ambos son obras muy en la línea<br />
cultivada siempre por Ramos: en<br />
ellos pue-de observarse quizás cierta<br />
añadi-da atención a los juegos de<br />
luces y sombras sobre los diversos<br />
pla-nos de la composición. Sin<br />
embar-go, lo que llama la atención<br />
es que son cuadros realizados<br />
exac-tamente en el momento de<br />
la eclo-sión pública de lo que su<br />
vocero 1927 revista de avance<br />
dio en llamar «Arte nuevo». Víctor<br />
Ma-nuel, Arístides, Abela, Carlos<br />
Enrí-quez, entre otros, expusieron y<br />
fueron el centro de arduas polémicas<br />
por su antiacademicismo, jus-to<br />
lo único que los relacionaba en el<br />
ejercicio de sus estilos indi-viduales.<br />
Muchos de ellos venían o se dirigían<br />
a Europa, concreta-mente a París,<br />
para ahí tomar el lenguaje de las<br />
vanguardias ya establecidas y dar<br />
con ellas una nueva visión de la<br />
realidad cuba-na. Ramos, formado<br />
en San Ale-jandro, también se dirigió<br />
con una beca al Viejo Continente<br />
(viaje del cual dejó diversos paisajes).<br />
Pero en su caso, fue a Madrid para<br />
pro-seguir sus estudios en la Academia<br />
San Fernando, modelo de la<br />
institución habanera. A su regreso,<br />
precisamente en 1927, Ramos ingresa<br />
en ésta como profesor, y en<br />
1943 pasa a ser Profesor de Paisaje.<br />
Es una trayectoria consecuente,<br />
lo cual subraya la fi delidad a su<br />
manera de pintar, así como a la<br />
reiteración de su temática.<br />
Yumurí y Viñales fueron lugares<br />
reiterados en la paisajística cubana<br />
de Ramos, pero no los únicos.<br />
«Loma de Santa Clarita», «Matanzas»,<br />
el conocido «Río Cristal», son<br />
algunos de los paisajes exhibidos<br />
en esta muestra. Los de pequeño<br />
formato incluyen un «Paisaje europeo»<br />
cuyos montes y arbustos se<br />
reflejan en un agua tranquila carente<br />
de movimiento y refl ejo, como<br />
ocurre con otros paisajes mos-<br />
trados con este elemento natural.<br />
En «Amanecer en Asturias», los<br />
árboles son cipreses, los cuales<br />
contrastan con la luz que baña<br />
las lomas del plano posterior de la<br />
composición. En otro «Amanecer»,<br />
este en Viñales (que ya he citado),<br />
el rejuego de luces y sombras se<br />
produce en la vegetación del plano<br />
primero del lienzo, mientras las<br />
nubes se esparcen en estratos. Una<br />
excepción a los paisajes totalmente<br />
rurales es la pieza de 1930 titulada<br />
«Matanzas». La ve-getación cubre<br />
con tonos de verde toda la zona<br />
primera del lienzo, para ceder su<br />
lugar a la ciudad apenas apuntada<br />
en tonalidades de rosa al fondo;<br />
la bahía que abre la ciudad al mar<br />
aparece en el lado izquierdo de la<br />
obra como una zona tranquila (como<br />
solía tratar Ramos la presencia del<br />
agua en sus paisajes), para al fi nal<br />
difuminar los contornos superiores.<br />
La muestra, como he apuntado,<br />
incluye un paisaje realizado durante<br />
su juvenil estancia española,<br />
así como otros ejecutados desde<br />
los inicios de su labor pictórica en<br />
Cuba. Resulta, pues, curioso que<br />
un artista tan apegado al tema de la<br />
naturaleza no haya prestado mayor<br />
interés a las fl ores, tema académico,<br />
por una parte, y que, por otra, ha<br />
concitado el interés de no pocos<br />
artistas innovadores interesados<br />
asimismo en diver-sas versiones<br />
del paisaje rural. Desde su inclusión<br />
en cuadros co-loniales de diversos<br />
temas –sobre todo retratos de<br />
damas de alcur-nia– hasta los inicios<br />
y décadas subsiguientes del siglo XX,<br />
las fl ores, no sólo como el tradicional<br />
búcaro, han estado presentes en<br />
nuestra pintura. Abela, Amelia,<br />
Milián, Feijoo, han hecho cuadros<br />
centrados en conjuntos de fl ores,<br />
mientras pintores como Mariano<br />
y Raúl Martínez las han utilizado<br />
por su valor simbólico u otros como<br />
Martínez Pedro o Duporté les han<br />
otorgado un papel pro-tagónico. Algo<br />
similar ocurre con algunos árboles<br />
o arbustos que cualifi can nuestros<br />
paisajes rura-les. Los platanales<br />
de Gattorno, la carolina de Felipe<br />
Orlando, la ceiba de Lester Campa<br />
son, entre muchos otros, ejemplos<br />
de esta presencia determinante<br />
en el cam-po cubano. Uno de los<br />
árboles que con mayor frecuencia<br />
es re-presentado en su etapa de fl orecimiento<br />
es el framboyán, ya que<br />
combina la presencia del árbol y de<br />
sus fl ores de brillante colorido. Se<br />
presta a diversas interpre-taciones:<br />
los framboyanes de Víctor Manuel<br />
se emparientan por su colorido<br />
esparcido por el es-pacio con los<br />
de Jay Matamoros. El de Domingo<br />
Ramos presente en esta exposición<br />
es asimismo brillante en su colorido;<br />
el pintor lo coloca casi solitario,<br />
proyectan-do su sombra sobre el<br />
pasto mientras su ramas fl orecidas<br />
en intenso color se recortan contra<br />
un cielo apacible. Esta pieza contrasta<br />
con la práctica del pintor<br />
en otros cuadros exhibidos, en los<br />
cuales los árboles aparecen como<br />
recortados en sus ramas superiores,<br />
prestando el artista mayor<br />
atención a la superficie rugosa y<br />
sólida de sus troncos.<br />
Siguiendo esta línea discursiva,<br />
quisiera detenerme un momento<br />
en un «Paisaje con palmas», obra<br />
temprana de 1921, por ser la úni-ca<br />
pieza exhibida en la cual la vegetación<br />
está dada por el árbol nacional. En<br />
nuestra historia pic-tórica, la palma<br />
puede ser encon-trada a menudo<br />
con papel pro-tagónico en obras que<br />
cubren un amplio radio temporal. De<br />
los apuntes dedicados a las palmas<br />
por Fredrika Bremer durante su visita<br />
a nuestro país en 1851, a reiteradas<br />
obras de la Academia –como los<br />
paisajes de Rodríguez Morey en los<br />
cuales estos árboles desempeñan<br />
un papel de peso visual y pictórico–<br />
las palmas es-tán presentes en<br />
la pintura de Cuba. Fuera de la<br />
Academia, algu-nos artistas de las<br />
vanguardias han dirigido su atención<br />
al árbol nacional. Sus versiones<br />
van de las palmas aciclonadas de<br />
Carlos Enrí-quez al aparentemente<br />
estático «Palmar amenazando al<br />
soñador del charco», de Tomás<br />
Sánchez. <strong>No</strong> insistiré aquí en la<br />
conocida polémica que sostuvieron<br />
en la década de 1940 Enríquez y Guy<br />
Pérez Cisneros: el pintor defendía,<br />
contra la opinión del crítico, las<br />
posibilidades pictóricas del árbol<br />
emblemático. Y, en efecto, en sus<br />
cuadros parece cobrar vida, está<br />
agitada por el viento arremolinado<br />
y aún permanece, como afi rmara el<br />
artista, con posibilidades toda-vía<br />
por descubrir mediante la pa-leta<br />
59<br />
RyC
y los pinceles del pintor. To-más<br />
Sánchez, quien se convirtiera hace<br />
tres décadas en el pintor de paisajes<br />
por excelencia de la pin-tura cubana<br />
contemporánea, insufla un aire<br />
refl exivo y cargado de meditación<br />
en sus paisajes. En el cuadro citado,<br />
la línea ondu-lante del palmar<br />
parece moverse hacia la superfi cie<br />
reflejante del agua: la presencia<br />
del ser humano –el «soñador»– es<br />
apenas un a-punte en el vasto<br />
uve que esperar a reponerme de una operación de cataratas<br />
precoces para leer Fiebre de invierno, de Marilyn Bobes, premio<br />
de novela Casa de las Américas en el 2005, de ahí que este<br />
comentario llegue con demasiados buenos antecesores. De todos<br />
sus valores, me conquista el juego literario que Marilyn propone par-tiendo<br />
de las indecisiones técnicas de la protagonista al abordar la escritura de<br />
una novela, intento que, según ella misma, la rebasa. Jacqueline, puesta<br />
a escribir en una desesperada búsqueda de refugio existencial, comienza<br />
remitiendo al lector al telegrafi smo hemingweya-no. Punto y seguido, tras<br />
punto y seguido, en una forma casi ansiosa de avanzar, deja sentados los<br />
precedentes de sí misma, del problema que va a centrar la anécdota de su<br />
novela, utilizando incluso los adje-tivos más englobadores y lisos. Marcelo,<br />
el esposo infi el, era un escritor famoso; ella misma es una entendida en<br />
arte famosa.<br />
Poco a poco, la mano de la autora le va insufl ando el ofi cio que ella domina<br />
gracias a su talento y al gran auxiliar de ese talento: un largo ejercicio que<br />
comienza con la poesía, sigue con un singular periodismo y desemboca<br />
en la cuentística con Alguien tiene que llorar, también ganador del premio<br />
Casa de las Américas, un libro sólido, abordado sin vacilaciones, resuelto<br />
con maestría.<br />
Era de esperar que al dar el paso a la novela, Marilyn Bobes comenzara<br />
por ahí, por el alto punto en que nos dejó aquel alguien castigado con<br />
el llanto. Pero la imbricación autora-personaje la obliga a hacer hablar<br />
(escribir) a Jacqueline con impericia técnica, sin privarla de la capacidad<br />
de análisis de una mujer inteligente y culta. Por eso, cuando evoca su<br />
intimidad con Marcelo y le aplica los rayos x de un intelecto que ya pa-só<br />
por el sicoanalista, solo dispone de frases cortas, incapaces de le-vantar<br />
vuelo, para la magna empresa inconsciente de demoler al ídolo y dejarlo<br />
en su puro hueso de ególatra hipocondríaco, algo que en diez años de<br />
matrimonio no había visto.<br />
E igual ocurre con Luis Enrique, el hombre-arbolito de Navidad que Jacqueline<br />
ha venido adornando, idealizando, para disfrutarlo mejor. Tras silencioso<br />
análisis se dice que le gusta porque puede ser un amante sofi sticado, con<br />
RyC 60<br />
panorama de la naturaleza intocada<br />
por la mano del hombre. Las palmas<br />
del cua-dro –de pequeño formato–<br />
de Ramos se nos presentan tras un<br />
primer plano totalmente despro-visto<br />
de variantes cromáticas; forman una<br />
hilera compacta al fondo, apretadas<br />
unas contra otras, con los límites del<br />
grupo claramente delineados. Esta<br />
pieza resulta curiosa, además, por<br />
su grueso empaste, que contrasta<br />
con el óleo pulido de las demás.<br />
Al calor de las edades<br />
María Elena Llana<br />
Al entrar en contacto con una veintena<br />
de paisajes de Domingo Ra-mos,<br />
se llega a la valoración ema-nada de<br />
su fi delidad al tema es-cogido y a<br />
la manera de reprodu-cirlo en el<br />
lienzo (como, en el siglo XIX, nuestro<br />
paisaje es visto a través de la óptica<br />
brumosa de Esteban Chartrand).<br />
Hasta ahora, se ve a Viñales a través<br />
de las versiones monumentales<br />
que Do-mingo Ramos hiciera de<br />
ese pai-saje pinareño, un tanto del<br />
lo cual indica que no va a tomarla<br />
desprevenida, aunque corresponde<br />
al lector deducir que la sofi sticación<br />
implica una elaboración deliberada,<br />
contraria al desinterés por las apariencias<br />
que él proclama. Es otra<br />
noble argucia autoral: reconocer al<br />
lector, invitarlo a participar.<br />
En la galería de personajes que se<br />
mueven en esta pandemia in-vernal,<br />
destaca la siquiatra, cuyo nombre<br />
Irina, es una precisa refe-rencia a<br />
lo que ha sido parte del tiempo en
mismo modo que vemos al mar<br />
como las «aguas territoriales» de<br />
Martínez Pedro, las concentraciones<br />
popu-lares como las «masas» de<br />
Maria-no, la efi gie de Martí como<br />
las ver-siones que de él hiciera Raúl<br />
Mar-tínez, la imagen de la «ciudad<br />
de los puentes» como fuera pintada<br />
una y otra vez por Víctor Manuel, y la<br />
de La Habana por Portocarrero, y así<br />
sucesivamente. Tal es el poder del<br />
arte, tal la apreciación debida a los<br />
pintores que saben ver por nosotros,<br />
revelando las ocultas posibilidades<br />
expresivas de las cosas.<br />
una exposición curada durante más de cuarenta años. Ese nombre tintinea<br />
un poco como una piedrecita desprendida de algún muro que va a rebotar<br />
contra el travestismo moral de un esposo convertido en jinetero. Otros<br />
tiempos, otros tópicos.<br />
Y a medida que Jacqueline va rebasando el empeño que la rebasaba,<br />
entramos en los enjundiosos párrafos que ya le conocemos a Ma-rilyn: el<br />
enfrentamiento al idioma con el mismo inspirado ímpetu con que Cellini<br />
«domeñaba los metales»; las felices, poéticas descripciones de un plumazo:<br />
«como una joven de belleza atolondrada y pasajera» o «su largo cuello de<br />
bailarina cansada». Esto ocurre cuando la memoria de Jacqueline va a sus<br />
propios orígenes, como si el hálito vivifi cante, la piedra de toque, tuviéramos<br />
que encontrarla siempre en esas tías y abuelas que marcaron el compás<br />
familiar tanto o más que los propios padres. Pero las tangencias con la<br />
poesía que nos muestran la natu-raleza delicada de Jacqueline sólo son<br />
facetas de un gran diamante que se está puliendo a sí mismo. Porque,<br />
llegado el momento esta pobre mujer abandonada no vacilará en decirle<br />
a un fl ojo amante que no la llame más pues está indignada porque «no<br />
se le para». Ya se han ido al diablo las maneras de la niña que tenía una<br />
piscinita plástica en el jardín y vive de los dólares que le manda su papá<br />
que está en Miami. Porque, pese a todo, el lugar que eligió para su vida<br />
es aquí y ahora.<br />
Y este es otro aspecto que me seduce: Con encomiable autenticidad Fiebre de<br />
invierno se ubica en el devenir de la pequeña burguesía cubana blanca,<br />
española y católica (o casi) pero el personaje no añade la expiación de ese<br />
pecado original a los avatares de su generación (las melenas, el rock, las<br />
granjas de reeducación y un realismo específi co, por cierto muy maltratado,<br />
que no acogería esta realista novela).<br />
Por todo esto pasa la memoria en la cual Jacqueline quiere basarse para<br />
cumplir el gran anhelo liberador de escribir. Pero sigue de largo, porque su<br />
asunto es otro, tan válido y actual como el reconocimiento de sí misma. Y<br />
lo aborda: conjura sus fantasmas, pasa por Miami, ese catalizador, donde<br />
se produce el desplazamiento al mundo paralelo de los afectos muertos y<br />
encuentra a Julia, la amiga sepultada entre las cartas no escritas. Eurídice<br />
NOTA:<br />
1 A. de Juan, «La Escuela de La Habana»,<br />
<strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong>, 1/2006.<br />
en La Florida. Magnífi ca escena en la<br />
cual Julia le echa en cara su olvido,<br />
con dolida y sabia altivez.<br />
Un anecdotario interesante en torno<br />
al tema central, que se recibe con<br />
la fl uidez de la vida, sin acertijos ni<br />
adivinanzas, otro de los dones de la<br />
novela. Me congratulo de su lectura,<br />
un regalo después de haberme<br />
librado al fin de unas cataratas<br />
que llamo precoces precisamente<br />
porque en Cuba todo el mundo<br />
tiene una abuela que a los noventa<br />
años puede ensartar una aguja sin<br />
necesidad de usar lentes.<br />
Y hablando de edades, me gustaría<br />
leer la novela que Marijacquelyn<br />
escriba a los setenta, y recuerde que<br />
hizo la primera cuando era tan joven<br />
que andaba por la meno-pausia.<br />
61<br />
RyC
sta anécdota la he referido en anteriores ocasiones. En 1963 recién<br />
habíamos fundado la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y como<br />
parte del proceso instaurador creamos la publicación La Gaceta<br />
de Cuba, de la cual Nicolás Guillén era el Director y yo, su Jefe<br />
de Redacción. Cada día revisaba numerosos cuentos, poemas, artículos<br />
y decidía lo que iría a imprenta y lo que se dese-chaba en el latón de<br />
desperdicios. Recibí una tarde un grupo de poemas con una nota de Calvert<br />
Casey en la cual me recomendaba la publicación de un joven desconocido.<br />
Abrumado por otras tareas auto-máticamente guardé en una gaveta aquellos<br />
versos sin leerlos siquiera. Semanas después me hallaba cerrando una<br />
edición, algo escaso de materiales, y eché mano a las reservas de mi gaveta<br />
y mi asombro fue grande al leer los poemas del recomendado de Calvert.<br />
Eran de una frescura, de una fuerza, de una creatividad insólitas y los incluí<br />
de inmediato en la edición que preparaba. El nombre del poeta desconocido:<br />
Miguel Barnet. El primer libro que le publicamos en la Unión de Escritores<br />
se tituló La piedra fi na y el pavo real y vio la luz en 1963. Todavía conservo<br />
una copia dedicada por él: «A Lisandro, por haber sacado de su gaveta, a<br />
buen tiempo, mis poemas».<br />
Pasaron los años. Se creó la Imprenta Nacional y Alejo Carpentier fue<br />
designado su Director. Iba por allí con frecuencia a disfrutar del diálogo<br />
abierto y airoso de Alejo y un día surgió de su despacho, con un libro en la<br />
mano, conmovido por la exaltación literaria. Elogió con los más exorbitantes<br />
califi cativos la novela que recién había leído y realizó entusiastas augurios<br />
sobre el joven narrador. Una vez más se trataba de Miguel Barnet y de su<br />
relato testimonio Cimarrón.<br />
Desde entonces aprecié una obra creciente de sinfónicas resonancias y<br />
dimensiones plurales. Poeta, narrador, antropólogo, folclorista, promotor<br />
cultural, diplomático y periodista, Barnet ha recorrido todas las gamas del<br />
universo intelectual con la misma efi cacia y brío con que acomete todas sus<br />
tareas. En 1960 se inició como antropólogo en el seminario de etnología<br />
y folclor organizado por Argeliers León, uno de los discípulos eminentes<br />
de Fernando Ortiz. Al año siguiente se unió al instituto que, con el mismo<br />
nombre, había creado la Academia de Ciencias. Allí inició sus estudios de<br />
cultura afrocubana. Por esos tiempos empezó, también, su frecuentación<br />
a la residencia de Fernando Ortiz, padre de todas las ciencias y las artes<br />
que defi nen nuestra identidad. Lo acuciaba una imperiosa necesidad de<br />
entender el país en que vivía, quería comprender las relaciones sociales<br />
que han dado nacimiento a nuestra condición criolla.<br />
De ahí a escribir Cimarrón había un corto trecho. Con ella dejó en nuestros<br />
cimientos una de las obras fundamentales de la cultura nacional por la mucha<br />
luz que arroja en nuestro pasado y la iluminación excepcional que concentra<br />
sobre la esencia autóctona. La novela tuvo un éxito editorial inusual, es<br />
quizás una de las obras cubanas que más traducciones cuenta en su haber.<br />
Era de suponer. De la historia que nos cuenta Esteban Montejo emana una<br />
vibración de las raíces vernáculas. Esa expedición a nuestras entrañas, este<br />
buceo en la naturaleza cubana, es un verdadero compendio de los olores,<br />
sabores, aromas, vestimenta, fauna, alimentación, supersticiones, fl ora,<br />
costumbres, historia y relaciones sociales de la vida nacional. <strong>No</strong> se trata<br />
de una obra antropológi-ca, como han pretendido errónea-mente algunos,<br />
detrás de cada página hay un poeta que está uti-lizando la voz de Montejo<br />
RyC 62<br />
Miguel Barnet<br />
o la identidad<br />
Lisandro Otero<br />
como un vehículo emocional. Barnet<br />
su-po extraer del discurso del esclavo<br />
las imágenes más gentiles y<br />
fijarlas con un lenguaje elegante<br />
y donoso donde cumplió las exigencias<br />
de Flaubert para le mot<br />
juste o la palabra exacta en cada<br />
oración. Hay un trabajo de construcción<br />
literaria en esa compilación<br />
de giros musicales y rotundos<br />
del idioma. La hermosa sencillez<br />
del lenguaje del hombre primitivo<br />
no habría podido recogerse sin un<br />
alumbramiento habilidoso. La materia<br />
testimonial en estado bruto<br />
se convirtió en poesía por una<br />
transmutación donde la mano del<br />
demiurgo fue indispensable.<br />
Pero Cimarrón fundaba, tras el<br />
Juan Pérez Jolote de Ricardo Pozas,<br />
uno de los pilares de la novela-testimonio.<br />
Eso que llamamos novela,<br />
afi rmó Barnet, no es más que una<br />
manera como cualquier otra de<br />
organizar un relato, la llamada<br />
fi cción va perdiendo consistencia<br />
y cede el paso a la socio-literatura.<br />
Pero la novela-testimonio demanda<br />
la supresión del yo, del ego del<br />
escritor o del sociólogo, requiere<br />
despojarse de la individualidad<br />
para asumir la del informante.<br />
Requiere dotar a la conciencia<br />
de una tradición y consolidar los<br />
mitos. En esa des-personalización<br />
el arte se aproxi-ma a la ciencia.<br />
Hay que trabajar con materiales de<br />
la realidad en bruto y sacar de ellos<br />
el mayor pro-vecho imprimiéndole un<br />
sentido histórico y contribuir con ello<br />
al conocimiento del contexto donde<br />
habitamos.<br />
Barnet repite la hazaña que había<br />
acometido en Cimarrón en una época<br />
de frivolidad, de espectacularidad<br />
circense, de vana ostentación, de<br />
privilegios y miserias. En Canción de<br />
Rachel disfrutamos de las memorias<br />
de una vedette habanera que reinó<br />
en la escena durante la Danza de<br />
los Millones. Es una mujer g<strong>enero</strong>sa,
víctima y cómplice de una sociedad frustrada. Es un relato nostálgico donde<br />
la propia Rachel da una versión de sí misma: «ser artista no es pararse<br />
en un escenario a cantar es sentir distinto a los demás… sentir que es un<br />
extraño dentro de la especie humana». Una vez más el autor cumple con el<br />
dictado de Flaubert: no hay dos maneras de decir sino una sola y hay que<br />
rebuscar en el idioma hasta encontrarla. Miguel Barnet tiene esa virtud de<br />
hallar siempre la palabra fresca como si él la hubiera inven-tado antes de<br />
utilizarla para su exclusivo dominio.<br />
En Gallego nos contó la historia de Manuel Ruiz, un inmigrante salido de<br />
su aldea de Pontevedra en 1916. Con ese personaje cubre otra área del<br />
mundo criollo: el migrante peninsular. Esa es otra Habana, la de romerías<br />
en la Tropical donde se cantaban coplas gallegas, se de-gustaba el jamón<br />
serrano y se hablaba de la muerte de Chichón Gómez Mena y del naufragio<br />
del Valbanera. De nuevo transitamos por la opulencia efímera de las Vacas<br />
Gordas y nos adentramos en la ciudad del Machadato con tiroteos en las<br />
calles y las risotadas en el teatro Alhambra con el gallego Otero, Acebal<br />
y Regino López. <strong>No</strong>s identifi camos con la sencilla fi losofía del austero<br />
inmigrante: «pedir, lo que se dice pedir, trabajo nada más, por eso, si tengo<br />
un paquete de caramelos lo reparto».<br />
Miguel Barnet nos aportó la vida del emigrante, Julián Mesa, en su si-guiente<br />
novela, La vida real, sobre uno de los miles de cubanos que se fueron<br />
empujados por las circunstancias económicas hacia Estados Unidos en la<br />
década del cuarenta. Es una obra que viene a llenar un vacío porque no<br />
existía en la literatura cubana un solo título represen-tativo de un fenómeno<br />
social que mostrase la insatisfacción del emigrado cubano en tierras del<br />
<strong>No</strong>rte. Un criollo que recibe patrones culturales demasiado abstractos y se<br />
adentra en un Nueva York de boliteros y chucheros, infames alojamientos,<br />
proles chillonas, mezco-lanza de idiomas, amalgamas raciales y culturales<br />
y llega a la conclu-sión que no hay casa en tierra ajena.<br />
Miguel Barnet es de aquellos que ha comprendido la importancia de la<br />
cultura que los afrocubanos aportaron a nuestro país. Cuando Fer-nando<br />
Ortiz publicó Los negros brujos, en Madrid, en 1906, abrió una vía insólita<br />
a la interpretación de la vida cubana. Hasta entonces la condición de negro,<br />
haber nacido con la piel oscura, arrastraba una carga de limitaciones que<br />
venían del ínfi mo papel social que los negros habían ocupado en la sociedad<br />
esclavista. Durante todo el siglo die-cinueve el negro, arrebatado de sus<br />
tierras africanas por mercaderes de mano de obra, fue tratado como un<br />
rehén de un modo de producción, un prisionero, un guerrero vencido que<br />
merecía todas las cargas que su derrota le imponía. Se les sometió, por<br />
añadidura, a un proceso de deculturación para disolver su identidad, lo<br />
cual los obligó a una clan-destinidad de sus valores culturales. El miedo al<br />
negro, a su posible preponderancia futura, fue el motor del pensamiento<br />
político de fi guras como Arango y Parreño, el conde de Villanueva, Saco y<br />
Delmonte du-rante todo el siglo diecinueve. Al instaurarse la República de<br />
1902 se creó un sistema discriminatorio para mantener a distancia del<br />
poder a los negros, lo cual culminó en la desesperada sublevación de los<br />
Independientes de Color que fue salvajemente reprimida.<br />
Fernando Ortiz afi rmó, años después, que apenas se puso a escudriñar en<br />
la vida cubana «enseguida me salió al paso el negro... Sin el negro Cuba no<br />
sería Cuba». Esta aseveración era de una audacia ilimitada en aquel tiempo,<br />
y el cuidadoso estudio de las raíces de la nacionalidad cubana dentro de<br />
una urdimbre de observaciones sicológicas, religio-sas y antropológicas<br />
sobre los negros, constituyó un deslumbramiento que tuvo sus seguidores.<br />
Miguel Barnet ha sido uno de ellos, por ello dirige hoy, con ejemplar efi cacia<br />
la Fundación que lleva el nom-bre de aquel ilustre padre de nues-tra<br />
identidad.<br />
Miguel Barnet es un escritor que ha sabido tocar la vibración de la cubanía.<br />
Tal como él dice: ha sa-bido «cuidar la sombra del jagüey sobre la tierra».<br />
Es un poeta excep-cional, un narrador de óptima plu-ma, que procuró<br />
desvelarse para vivir dentro de lo que ama comu-nicándose en una armonía<br />
de eterno fervor. Ha recibido nume-rosos premios y reconocimientos<br />
internacionales y en ello su cosecha<br />
es próspera. Su crecida obra<br />
mueve a la g<strong>enero</strong>sidad y tal como<br />
quería el gallego Manuel Ruiz hay<br />
que entregarle todo el paquete de<br />
caramelos. Se lo merece.<br />
* En ocasión de la conmemoración de los<br />
cuarenta años de Biografía de un Cimarrón<br />
RyC<br />
Ilustraciones de Biografía<br />
de un cimarrón<br />
en su edición de 1986<br />
que celebraba el<br />
cen-tenario de la Ley<br />
de de supresión del<br />
Patro-nato, con la cual<br />
se abolía la esclavitud<br />
de manera efectiva
A propósito del 28 Festival<br />
del Nuevo cine latinoamericano<br />
Modas y modos<br />
Frank Padrón<br />
ada vez que una edición del festival habanero fi naliza, uno puede<br />
sentarse a pasar cuentas no sólo del cine latinoame-ricano (esencia<br />
y razón de ser del mismo) sino de todo el cine, como quiera que la<br />
cantidad de muestras por países, y de fi lmes representativos de<br />
éstos en el voluminoso acápite «Panorama Con-temporáneo Internacional»<br />
permiten e invitan a tal análisis.<br />
El de este año no fue una excepción, aún cuando la opinión mayoritaria<br />
es que resultó inferior al de anteriores ediciones (criterio no muy serio por<br />
cuanto se basa en impresiones y no en índices científi cos) 1 . Lo cierto es<br />
que la gran cita de diciembre en La Habana (y casi todas las provincias que<br />
siempre reciben títulos del festival) permitió, una vez más, tomarle un poco<br />
el pulso al cine que se hace en el minuto actual tanto en Latinoamérica<br />
como en el resto del mundo.<br />
FRIALDAD, AUSTERIDAD, ECONOMÍA DE RECURSOS...<br />
Resulta al menos curioso el hecho de que casi todos los fi lmes más redondos<br />
estéticamente en lo recibido (dentro o fuera de competencia, latinoamericanos<br />
o de otras partes) responden a modos narrativos que se apartan de la tradición,<br />
que eluden los modelos aristotélicos y se mueven en una cuerda más refl exiva<br />
y desconstructiva de los relatos.<br />
<strong>No</strong> se trata, aclarémoslo de entrada, de «novedades» a ultranza; tales<br />
procedimientos (en el caso de ciertas poéticas individuales, eso que aún<br />
llamamos «estilo») son herederos de viejas escuelas como la <strong>No</strong>uvelle Vague<br />
o los «nuevos cines» (en el caso de Argentina, no pre-cisamente del que<br />
fue bautizado así en los noventa, si no más bien de los sesenta). Pero de<br />
cualquier modo, renuevan anquilosadas fórmulas de hacer cine.<br />
Tomemos el caso de El hijo (Le fi ls) , de los belgas hermanos Dardenne<br />
(Roxette) donde una historia sencilla (a un padre le asignan la reedu-cación<br />
de, nada menos que el asesino de su hijo) es sometida a un proceso de<br />
concentración en el sujeto que no escatima detalles ni ahorra tiempo; un<br />
espectador interesado solamente en la anécdota, diría que el fi lme pudo<br />
ser un excelente corto, o a la sumo mediome-traje (de hecho, oí tal opinión),<br />
mas los que así opinan ignoran que el cine es también, y mucho, recreación,<br />
ambientación, atmósferas, y que en no pocas ocasiones, las ramas importan<br />
más que el árbol, los detalles, los subtextos y paratextos resultan más<br />
sugerentes, más enriquecedores que el propio texto central.<br />
Así lo entendieron, y proyectaron, los realizadores, que no ahorran<br />
aparentes superfl uidades en esas lecciones de carpintería impartidas<br />
por un padre herido que se está auto aplicando otras de tolerancia, de<br />
perdón, mientras el alumno trata de recibirlas y devolverlas; el ejercicio de<br />
perenne desdramati-zación en la diégesis llega al de-senlace, que siendo<br />
sorpresivo elude el efectismo típico de la na-rrativa hollywoodense: apenas<br />
hay música, puede respirarse un am-biente de tensión latiente, de volcán en<br />
RyC 64<br />
erupción que los direc-tores logran a<br />
plenitud, mediante las sugerencias<br />
y los silencios que cada diálogo,<br />
cada acción aparentemente fútil<br />
encierran.<br />
Es de veras una obra excepcional,<br />
madura, como en buena medida lo<br />
es también Luces en el ocaso, del<br />
maestro Kaurismaki (Un hombre sin<br />
pasado) que, pletórico de disolvencias<br />
aspirantes a acentuar la continuidad<br />
presente en la fragmentada<br />
historia, se inserta igualmente<br />
dentro de esa narración gélida que<br />
oculta pasiones y confl ictos de gran<br />
calidez humana: el custodio humillado<br />
por todos, al que salva de cada<br />
golpe bajo una estoica voluntad<br />
de supervivencia, nos llega en una<br />
pie-za donde también las esquinas<br />
tex-tuales, los paréntesis y las alusiones,<br />
resultan más signifi cativos que<br />
el sujet.<br />
Un interesante filme resultó también<br />
Free Zone, del israelí Amos<br />
Gitai, donde la singular relación<br />
de dos mujeres dentro de un road<br />
movie con los conflictos bélicos<br />
del área de fondo, modula su trayecto,<br />
aunque sin todo el ajuste y<br />
la maestría narrativa del anterior,<br />
sobre el inderrotable personaje de<br />
Kaurismaki.<br />
Y hablando de guardas, El custo-dio,<br />
del argentino Rodrigo Moreno, que<br />
aspiraba a alguno de los co-rales y<br />
obtuvo dos de los más im-portantes<br />
(mejor dirección y mejor actuación<br />
masculina de Julio Chá-vez, aunque<br />
evidentemente debió fi gurar en la<br />
lista de los fi lmes) también va por<br />
esa línea narrativa.<br />
Tampoco importa mucho aquí el
decursar narrativo, más enfocado<br />
en afi rmar la rutina de esa vida y<br />
la inexistencia del tiempo (cuando<br />
a mediados del metraje asistimos<br />
a la inclusión de la secuencia inicial);<br />
a Moreno lo que le interesa es<br />
hacernos partícipes de la mirada<br />
omnipresente del protagonista,<br />
suerte de narrador mudo, de «supraconciencia<br />
inconsciente» (hasta<br />
un momento, claro, justamente el<br />
clímax) y lo hace desde la misma<br />
óptica minimalista que venimos rastreando,<br />
pero a la vez, con un despliegue<br />
cinematográfico que reparte<br />
lecciones más enriquecedoras para<br />
un estudiante de la técnica que<br />
cualquier curso intensivo.<br />
El director coloca y acciona la cámara<br />
de modo perfecto, los encuadres<br />
y planos son de una simetría<br />
neoclásica, pudiera hasta hablarse<br />
de subjetivismo sin subjetividad,<br />
porque, al contrario, el enfoque<br />
alardea de objetividad (como intenta<br />
ser en todo momento el personaje)<br />
aunque no lo consigue, y también<br />
mira en ciertas ocasiones desde<br />
los otros (la elocuente escena del<br />
retrato en la casa campestre incluye<br />
una desfocalización que signifi ca lo borroso, lo amorfo del custodio para el<br />
ministro objeto de su protección).<br />
Como en las dos cintas anteriormente reseñadas (El hijo y Luces...) el<br />
desenlace posee gran fuerza, pero queda a años luz del efectismo made<br />
in Hollywood: detenta la contundencia y solidez dramatúrgica del resto de<br />
la obra que, así como es de virtuosa y calculada, incluye un desempeño<br />
magistral de Julio Chávez en el protagónico.<br />
Aunque hubo otras actuaciones sobresalientes (Wilker en O maior amor<br />
do mundo, Arozarena en El Benny...) de veras no había quien le arrebatara<br />
el coral al argentino; así de estudiada, pensada y proyectada fue la<br />
personalidad de ese hombre gris, de asumida adherencia al otro, que actúa<br />
al fi nal de modo desconcertante, aunque como alguien que aprehendió la<br />
más dura de las lecciones.<br />
DE LA REGIÓN<br />
Y prosiguiendo en América Latina, en la premiación estuvo sufi ciente-mente<br />
representado este tipo de narrativa, justamente en el mayor coral: la cinta<br />
brasileña El cielo de Suely, de Karim Ainouz, y no porque en este caso sí se<br />
aprecien ciertos titubeos en la puesta en pantalla (pese a que la cinta resulta<br />
mejor narrada que la anterior de ese director, Madame Satá), dejamos<br />
de percibir una recreación dilatada, pormenorizada, que se regodea en el<br />
segmento y el detalle más que en el seguimiento de la historia, y que permite<br />
una maduración en los personajes y la diégesis que un tempo apresurado,<br />
un ritmo acelerado (que podría reducir el metraje a la mitad de su duración)<br />
hubieran malogrado.<br />
Pero quizá el título más representativo dentro de esa línea sea una obra<br />
del patio, que además de varios premios colaterales (digamos, el «Glauber<br />
Rocha», que otorga Prensa Latina) se alzó con los co-rales de fotografía y<br />
dirección de arte: La edad de la peseta, copro-ducción hispanocubana del<br />
de-butante en el largo, Pavel Giroud.<br />
Si bien la historia (el despertar de un adolescente al mundo adulto, mediante<br />
sus vivencias y sobre todo, la relación con una abuela española) resulta<br />
interesante y bien contada, desde<br />
esa poten-ciación del detalle, lo más<br />
impor-tante, y a la vez conseguido en<br />
la obra, es la atmósfera, que tanto en<br />
los rubros premiados como en otros<br />
(edición, música, actuacio-nes...)<br />
coadyuva a lograr un fi lme que se<br />
siente, se «respira» más que lo que<br />
se escucha o ve, y que delata en el<br />
joven cineasta un per-feccionista al<br />
que debemos seguir.<br />
Dentro del apartado de óperas primas<br />
siempre se encuentran títu-los<br />
de gran interés, y es justamen-te<br />
la sangre fresca del Nuevo cine<br />
latinoamericano la que generalmente<br />
aporta la novedad no sólo en<br />
los temas sino en lo más im-portante<br />
para el arte: los trata-mientos.<br />
A pesar de las reservas que desde<br />
su estreno tengo en torno El Benny,<br />
del cubano Jorge Luis Sánchez, obra<br />
ganadora en este acápite, no dejo<br />
de saludar el premio, por cuanto de<br />
cualquier modo considero que se<br />
trata de una obra notable, y dentro<br />
de esa categoría concreta en que<br />
compi-tió, un muy digno comienzo<br />
para un cineasta que si bien ya había<br />
probado fuerzas en el docu-mental,<br />
se estrena con ésta en el ruedo de<br />
la fi cción.<br />
Sin embargo, considero que una<br />
obra como la peruana Madeinusa,<br />
de Claudia Llosa (sobrina del excelente<br />
autor de Conversación en la<br />
catedral o Pantaleón y las visitadoras)<br />
merecía, no ya el consolador<br />
tercer lugar que obtuvo en la competencia<br />
de primeras obras, sino<br />
incluso, un sitio en los corales<br />
prin-cipales; así de madura y<br />
desgarra-dora es esta historia que<br />
tiene lu-gar en un apartado sitio<br />
rural del Perú contemporáneo, y<br />
donde sin embargo prevalecen<br />
costumbres y comportamientos<br />
ancestrales: relaciones incestuosas<br />
padre-hijas, fetichismo, caciquismo,<br />
deslumbramiento o relaciones amorodio<br />
por la capital y sus ciudadanos,<br />
y relaciones muy complejas que<br />
la novel directora desarrolla en<br />
una historia excelentemente<br />
narrada, con un excelente montaje<br />
donde se alternan festejos de una<br />
celebración religiosa típica en la<br />
comunidad con los evolutivos y bien<br />
encaminados accidentes de una<br />
diégesis sobrecogedora; también<br />
aquí hallamos uno de esos fi nales<br />
65<br />
RyC
electrizantes, pero plasmados con una sobriedad y una sencillez dramáticas<br />
consecuentes con los rumbos narrativos; la serenidad, el tino, la densidad,<br />
la provechosa lentitud de un ritmo que no escatima detalles para redondear<br />
la historia, y donde el más aparentemente insignifi cante detalle (como la<br />
acción de matar ratas del inicio) tiene un calculado peso específi co en los<br />
meandros de la narración.<br />
Si el lugar que antecedía en los premios de óperas primas a esta extraordinaria<br />
cinta peruana (Qué tan lejos, de la ecuatoriana Tania Her-mida)<br />
descollaba por todo lo contrario (insustancialidad, retoricismo hueco,<br />
pésimas actuaciones, desperdicio de metraje...), Madeinusa sobresale<br />
por caracterizar un cine de profundas indagaciones ontoló-gicas, y que<br />
trasciende el cada vez más estrecho rubro de «cine feminis-ta» en que una<br />
mirada superfi cial al sujeto, o la simple ubicación sexual de su directora<br />
pudiera suponer.<br />
Si he estado potenciando en este artículo un modo narrativo denso y<br />
pormenorizado, un discurso que se aleja de las prisas y las urgencias con<br />
cuño de cine norteamericano al uso que, como vemos, estuvo ampliamente<br />
(y sobre todo, bien) representado en la edición veintiocho del festival. <strong>No</strong><br />
signifi ca ello que todas las cintas que optaran por el mismo salieran airosas:<br />
baste recordar los escollos que constituyeron fi lmes como El cielo dividido,<br />
del mexicano Julián Hernández (insufrible «pas de trois» gay), o la argentina<br />
Nacido y criado, de Pablo Trapero (que trata de aplicar, fallidamente, las<br />
características del nuevo cine a un melodrama de poco vuelo). Pero en<br />
sus mejores momentos, pudiera decirse que por ahí anduvo lo mejor del<br />
evento.<br />
El laureado corto de fi cción Gozar, comer, partir, escrito y dirigido por<br />
el guionista de La edad..., Arturo Infante (Utopía) es desde el punto de<br />
vista morfológico, todo lo contrario; como inevitablemente resulta en esa<br />
categoría, es intenso, lleva el tiempo justo para cada una de sus pequeñas<br />
historias, pero repite el ingenio, la mordacidad y la agudeza que demostrara<br />
el director en su tan justamente elogiado corto an-terior; aquí, conjugando<br />
con semejante imaginación y vitalidad esos tres verbos que para él son los<br />
más empleados por el cubano, obtiene una pieza singular, con encomiables<br />
actuaciones (sobre todo en los segmentos segundo y tercero).<br />
El documental no quedó detrás en cuanto a experimentación narrativa,<br />
comenzando por el primer coral: En el hoyo, del mexicano Juan Carlos Rulfo<br />
(hijo del célebre autor de Pedro Páramo). Laureado también en un foro<br />
que justamente reconoce las innovaciones ideostéticas (el BAFICI, Festival<br />
de Cine Independiente de Buenos Aires), el fi lme se acerca a un grupo<br />
de trabajadores que levanta un inmenso puente en el Periférico del DF,<br />
bordeando una leyenda según la cual, cada vez que ello ocurre, el diablo se<br />
lleva por lo menos un alma de las que allí laboran. El joven cineasta se acerca<br />
al lado humano de la obra, bucea en las vidas, anhelos y criterios de esos<br />
hombres sencillos, y construye un fi lme que rezuma calidez y ternura.<br />
Quiero dejar constancia, sin embargo, de que no considero este documental,<br />
como algunos colegas, una obra maestra; me parece que alarga<br />
demasiado ciertos momentos, que reitera situaciones y que los grandes<br />
primeros planos son innecesarios, pero sería a la vez in-justo no reconocer<br />
en el director (a quien pertenece también un anterior documental visto en<br />
Cuba: Del olvido al no me acuerdo) un artista que se introduce en facetas<br />
inéditas, o al menos poco exploradas en este tipo de fi lmes, en el cual<br />
logra asimismo interesantes conquistas fílmicas, como la curiosa mezcla<br />
de los ruidos típicos de una construcción con una música complementaria<br />
a aquellos.<br />
El lauro de cine experimental lo obtuvo también un bisoño reali-zador, en<br />
este caso cubano: Este-ban Insausti (tercer cuento de Tres veces dos) 2 ,<br />
quien se acerca a famosos locos de la capital para que den sus criterios<br />
sobre la actualidad en el país, la política internacional, el cine y otros asuntos<br />
de interés. Consecuente con una línea que integra al género todo lo<br />
que considera enriquece-dor, el realizador utiliza desde los dibujos y los<br />
más diversos efec-tos digitales a las tradicionales «imágenes de archivo»<br />
RyC 66<br />
(aunque generalmente reelaboradas<br />
y re-contextualizadas) sin olvidar la<br />
variedad y riqueza de una ecléctica<br />
banda sonora y el dinamismo y la<br />
gracia del montaje (Angélica Salvador)<br />
con un criterio integrador<br />
y sutil, a veces irónico, otras muy<br />
se-rio, siempre cuestionador, y con<br />
un sentido dialógico respecto a sus<br />
entrevistados que más que afi rmar,<br />
sugiere y abre expectativas, de ahí<br />
el incuestionable valor de este documental.<br />
LA TRADICIÓN<br />
Esa presencia saludablemente mayoritaria<br />
de modos narrativos no<br />
tradicionales, de experimentación<br />
morfológica y, en términos genera-les,<br />
nuevos caminos, no excluyó abordajes<br />
más o menos tradiciona-les que no<br />
empañaron por ello su valía.<br />
En el cine latinoamericano sobresale<br />
(pese a muchos que sostienen<br />
una opinión contraria) la copro<br />
hispanomexicana El laberinto del<br />
fauno, de Guillermo del Toro, quien<br />
dada su pericia para el cine de<br />
efectos especiales y de tramas<br />
truculentas y fantasiosas, fue<br />
rápidamente captado por Hollywood,<br />
en donde ha rodado tí-tulos muy<br />
bien gratifi cados por la taquilla como<br />
Mimic o Hellboy.<br />
Pero en este caso, lo sentimos<br />
más cercano a aquel inicial Cronos<br />
donde la afición por las heridas,<br />
las desgarraduras y las erosiones<br />
(terreno expedito para el despliegue<br />
tecnológico) encerraba motivaciones<br />
fi losófi cas y humanas de no poca<br />
hondura.<br />
En El laberinto..., incluso, el<br />
procedimiento es más complejo,<br />
por cuanto la «más querida» de las<br />
realizaciones del exitoso cineasta<br />
mexicano, según confesión propia,<br />
tiene como fondo la España de<br />
1944, o sea, plena Guerra Civil,<br />
dentro de la cual confluyen dos<br />
mundos antagónicos: el mágico, de<br />
una niña que dialoga con criaturas<br />
fabulosas, como la que titula el<br />
filme, quien le asegura es ella<br />
una princesa a la que aguarda<br />
su reino, y el muy real, históricoconcreto,<br />
en cuyo extremo se sitúa<br />
el odiado padrastro: un militar sádico<br />
y pragmático... Justamente entre<br />
ambas polaridades se mueve este<br />
fi lme que amén de sus exquisi-tos
efectos especiales, su dirección de arte y maquillaje que nada tie-nen que<br />
envidiar al más sofi sticado Hollywood, detenta un mérito mayor: el hallazgo<br />
de un registro medio, de un equilibrio para ambos tonos, integrados a la<br />
perfección con el objetivo de comunicar su principal ideotema: la fantasía<br />
es la llave ideal para vencer la crueldad del mundo real. Del Toro predica<br />
con el ejemplo, y fi el a esa predilección por las heridas y las mutaciones que<br />
anunció desde su debut, así como a lo sobrenatural y esotérico (recordemos<br />
también El espinazo del diablo), entrega esta suerte de «fábula histórica»<br />
admirablemente narrada, fotografi ada y actuada (Sergi López brillante como<br />
siempre, la niña Ivana Vaquero como indudable revelación, Maribel Verdú<br />
y Ariadna Gil ajustadas a sus roles...).<br />
<strong>No</strong> con tanto entusiasmo recibí el cierre del Festival: porque la tan esperada<br />
Volver del manchego Pedro Almodóvar, queda bien por debajo de sus más<br />
recientes fi lmes (sobre todo, Hable con ella y La mala educación), con un<br />
confl icto que no carece de interés pero expuesto con debilidad dramatúrgica<br />
y falto de energía. Muy bien los desempeños (Penélope Cruz, Carmen Maura,<br />
la genial Lola Dueñas, nuestra María Isabel Díaz...) pero se trata de un fi lme<br />
no digamos que mediocre, pe-ro sí muy, muy menor.<br />
Hubo entre esos dos días, y aún después (prosiguió la loable medida de<br />
programar premios y títulos no latinos durante todo el fi n de se-mana) otras<br />
gratas sorpresas, dentro de estilos narrativos tradicionales que, como<br />
decía, siguen legitimando esa y, en defi nitiva, todas las formas de hacer,<br />
siempre que asista a los realizadores el talento y lo que se cuente motive<br />
el interés.<br />
Mencionaría entonces cintas como Factotum (<strong>No</strong>ruega-Estados Unidos-<br />
Alemania; Bent Hamer) sobre el escritor maldito Charles Bukowski,<br />
sobresaliente también por la deliberada frialdad de su estilo (aunque con<br />
una puesta en pantalla menos audaz) incorporando de manera creadora<br />
la narración in off que tiende un sólido puente con su referente literario;<br />
o La vida secreta de las palabras, lo nuevo de la española Isabel Coixet<br />
(producida por la compañía Almodóvar, por cierto, como su primer fi lme),<br />
una estremecedora historia de amor que también legitima ese tipo de guión<br />
literario, donde en honor a su título, lo es-crito reina y doblega la imagen.<br />
Como Water, de la cineasta hindú Deepa Mehta que, por el contrario, sitúa la<br />
exuberancia de la imagen (fotografía, banda sonora) por encima del diálogo,<br />
pero todo en función de una fuerte anécdota; o donde la riqueza de trazos<br />
en el diseño de personajes (asumidos además por magistrales desempeños)<br />
llevan adelante la trama (los casos de la francesa Pintar o hacer el amor,<br />
con Sabine Azéma, Daniel Auteuil y Sergi López, o la norteamericana The<br />
assasination of Richard Nixon, en la que Sean Penn demuestra su clase<br />
como el mejor de los actores norteamericanos del momento).<br />
El festival ofreció la oportunidad, prácticamente única, de contar con títulos<br />
que en ese mismo minuto «suenan» de un modo u otro en pan-tallas del<br />
mundo, y como siempre, están los extremos: desde un gra-to encuentro<br />
como The queen (La Reina, su director Stephen Frears incluido) hasta una<br />
irreversible decepción como World Trade Center, de Oliver Stone; la primera,<br />
con la sophrosine de que hablaban los griegos, esa moderación que permite<br />
bordar una trama donde los claroscuros del poder, los con-fl ictos entre deber<br />
social y sentires personales o los entretelones so-ciopolíticos que agitaron el<br />
suceso central (la muerte de Lady Di) se narran desde un guión inteligente<br />
y una puesta no menos precisa y preciosa; la segunda, todo lo con-trario,<br />
con el exceso como punte-ro: si las newyorquinas torres gemelas cayeron<br />
debido al odio y la intolerancia, esta versión sobre el contundente suceso<br />
que revolu-cionó el mundo el 9 de septiembre de 2001 se viene abajo por<br />
la confección de un poco convincente melodrama, explícito, moralizante,<br />
donde todo el tiempo se apela a la cohesión familiar desde los más viejos<br />
tópicos y lugares comu-nes; cierto que, hábil en el mon-taje y la diégesis, el<br />
célebre ci-neasta logra siempre conferir interés a lo que cuenta, pero es un<br />
crimen haber desperdiciado tan excelente material en un guión tan endeble,<br />
tan mal actuado y con una puesta así de cuestionable.<br />
También hallamos varias pro-puestas al Oscar extranjero, y aca-so la<br />
mejor fue la de Italia, <strong>No</strong>vo mundo<br />
de Emanuele Crialese, la que fuera<br />
presentada por su di-rector: una<br />
singular indagación en la euforia<br />
migratoria de campesi-nos italianos a<br />
Estados Unidos a principios del siglo<br />
XX que matiza la exposición realista<br />
con pincela-das de imaginación, lo<br />
cual permi-te no sólo enriquecer<br />
el sujeto, si-no regalar algunos<br />
momentos de exquisitez plástica<br />
en la imagen; a la película le sobra<br />
metraje, reite-ra situaciones y posee<br />
un ritmo desigual, pero también<br />
fuerza en su discurso e ingenio en<br />
la cons-trucción de caracteres y<br />
situa-ciones.<br />
BIEN POR EL CINE<br />
Mucho, eso sí, queda en el tintero.<br />
Con todo lo abarcadores que intenten<br />
ser resúmen como éste, resultan al<br />
final insuficientes ante lo que se<br />
aprecia en los días más fílmicos,<br />
más agitados, más velo-ces del<br />
año.<br />
Pero una idea quiero dejar bien<br />
transparente: hubo mucho de bueno,<br />
incluso de excelente en el cine<br />
que nos trajo la edición vigesimoctava<br />
del Festival habanero, de<br />
aquí, de allá, de todas partes, dentro<br />
de una cita que, con sus pros<br />
y sus contras, siempre debemos<br />
agradecer. Ella nos permitió, una<br />
vez más, tomarle la temperatura al<br />
audiovisual que se hace en América<br />
Latina y al mundo entero. Con todas<br />
las difi cultades a que se enfrentan<br />
los cineastas de la región y de todo<br />
lo que no es Hollywood, el cine se<br />
impone.<br />
Y, con sus nuevos modos narrativos<br />
o sus viejas fórmulas, nada mal<br />
anda, a la verdad, siempre que el<br />
talento y la voluntad de decir guíen<br />
las manos y las mentes de sus<br />
realizadores.<br />
67<br />
RyC
NOTAS:<br />
1 Muchos espectadores sustentan tal criterio<br />
en su propia experiencia dentro del Festival:<br />
a veces ven un par de películas diarias que ni<br />
siquiera son las mejores, o se concentran en<br />
determinadas muestras, y juzgan por tales<br />
imprecisos códigos; también algunos sólo se<br />
guían por su «olfato» (lo que les sugiere el título,<br />
el país, el director, etc.) o por comentarios<br />
ajenos sin comprobar por sí mismos. Otros, no<br />
pocos, lamentan la ausencia del «peliculón»,<br />
esa gran obra que deslumbra y va de boca en<br />
boca, mas, como afi rmaba el colega Rolando<br />
Pérez Betancourt en uno de sus artículos, es<br />
preferible muchas películas buenas que una<br />
o dos excepcionales.<br />
Lo cierto es que la 28 edición del FINCL tuvo<br />
pocas diferencias esenciales respecto a sus<br />
precedentes: muestras de Europa y Asia, cine<br />
independiente, retrospectivas, homenajes, panoramas<br />
informativos, presentaciones especiales<br />
y cifras respetables en la competencia<br />
( más de cien fi lmes en variados géneros, sin<br />
incluir los guiones inéditos y carteles, que<br />
también optan por premios, lo cual supera<br />
con mucho la media de los festivales de su<br />
tipo); respecto a la calidad, como se apreciará<br />
en el análisis a lo largo de este artículo, las<br />
oscilaciones responden a lo variopinto y<br />
diverso de siempre.<br />
De modo que la afi rmación de un descenso<br />
cualitativo, una inferioridad respecto a años<br />
anteriores, responde, a mi juicio, más a<br />
una mal argumentada nostalgia que a la<br />
realidad.<br />
2 Sería oportuno consignar que estas tres<br />
obras fueron reconocidas por la crítica y la<br />
prensa especializada en Cuba (selección en la<br />
que también participé) entre las mejores del<br />
año: el corto de Infante resultó según es-tos<br />
especialistas, el más destacado en su género,<br />
mientras En el hoyo y Existen clasi-fi caron<br />
entre los documentales. Por su parte,<br />
La edad de la peseta, de Giroud, obtuvo la<br />
mayor votación, lo cual la convirtió en el mejor<br />
RyC 68<br />
Fallece Josefi na Méndez<br />
Josefi na Méndez, una de las cuatro<br />
joyas del Ballet Nacional de Cuba, se<br />
despidió para siempre de nosotros,<br />
sus admiradores. Con una salud<br />
seriamente que-brantada en los<br />
últimos tiempos, se mantuvo<br />
vinculada –tras su retiro de los<br />
escenarios– a la for-mación de<br />
nuevas generaciones a las que<br />
inculcó la pasión y el ri-gor por un<br />
arte del que fue una excepcional<br />
exponente. De la con-tinuidad en<br />
sus éxitos, mucho le debe el BNC a<br />
Josefi na, a su per-severancia.<br />
Quienes la vieron bailar recorda-rán<br />
siempre la elegancia de una danza<br />
a la que aportó su sensi-bilidad e<br />
inteligencia y que res-plandeció en<br />
momentos como el II acto de El lago<br />
de los cisnes. Formada bajo la égida<br />
de Alicia, Fernando y Alberto Alonso,<br />
ingresó en los años cincuenta en el<br />
enton-ces Ballet Alicia Alonso, y ya<br />
en los sesenta era primera bailarina<br />
de la compañía, en la que acumuló<br />
una larga trayectoria profesional<br />
y una carrera artística trascendente.<br />
Trabajó como bailarina invitada<br />
de distintas agrupaciones<br />
en varios países. Galardonada con<br />
las medallas de bronce (1964)<br />
y plata (1965) en los con-cursos<br />
internacionales de ballet de Varna,<br />
mereció en 1970 en París la Estrella<br />
de Oro. Heredera de las mejores<br />
tradiciones de la escuela cubana,<br />
que contribuyó a enriquecer con su<br />
danza poderosa y fl uida, bordada<br />
con fi nura de orfebre, se le otorgó el<br />
Premio Na-cional de esa especialidad<br />
en 2003.<br />
Será recordada siempre como una<br />
de las grandes fi guras del Ba-llet<br />
Nacional de Cuba. Dejó un magisterio<br />
en su manera de entre-garse cada<br />
vez como si fuera la primera y la<br />
última sobre el es-cenario. Nacida el<br />
8 de marzo de 1941, tenía al morir<br />
65 años. (FUENTE: PL)<br />
Los premios del teatro<br />
Durante las jornadas por el Día<br />
del Teatro Cubano, el pasado 22<br />
de <strong>enero</strong> fue entregado el Premio<br />
Nacional de Teatro, auspiciado<br />
anualmente por el Ministerio de<br />
<strong>Cultura</strong> y el Consejo Nacional de las<br />
Artes Escénicas. Y en esta ocasión,<br />
cuatro distinguidas perso-nalidades<br />
merecieron dicho galar-dón: el<br />
actor y director René de la Cruz, los<br />
diseñadores María Elena Molinet<br />
y Eduardo Arocha, y el di-rector de<br />
obras infantiles René Fernández<br />
Santana.<br />
De ellos pudiera decirse, en muy<br />
pocas líneas, que de la Cruz es<br />
muy reconocido por su participación<br />
durante décadas en numerosas<br />
puestas en escena y su<br />
protagonismo dentro del Teatro<br />
Político Bertolt Brecha; Molinet,<br />
decana del diseño de vestuario en<br />
Cuba, es maestra de generaciones<br />
en esa especialidad; mientras<br />
Arocha exhibe una laureada trayectoria<br />
en la creación escenográfi ca.<br />
Fernández Santana, director del<br />
matancero Teatro Papalote, clasi-fi ca<br />
como uno de los más consis-tentes<br />
promotores del teatro in-fantil en<br />
nuestro país.<br />
Premio Internacional<br />
Fernando Ortiz<br />
El prominente intelectual haitiano<br />
Laennec Hurbon resultó merece-dor<br />
del premio que otorga anual-mente<br />
la Fundación que lleva el nombre<br />
del sabio cubano, en cere-monia<br />
efectuada en la Basílica Menor<br />
del Convento de San Fran-cisco<br />
de Asís. Simbolizado en el Adyá<br />
de Obatalá, campana de plata,<br />
dicho reconocimiento se en-trega a<br />
personalidades e institu-ciones que<br />
se destacan en el es-tudio de los<br />
procesos culturales del continente<br />
y contribuyan al conocimiento de<br />
nuestra identidad como senda de<br />
liberación política y social.<br />
Miguel Barnet, presidente de la
Fundación, hizo notar que el galardón<br />
le fue conferido a Hurbon por<br />
unanimidad la Junta Directiva y el<br />
Consejo Científi co de la institución en<br />
virtud de su «indagación en aspectos<br />
muy concretos de la etnografía<br />
haitiana, por su preocu-pación<br />
social y política, y también porque<br />
ha sabido indagar con inteligencia<br />
y profundidad en las funciones del<br />
Estado haitiano y de la política de<br />
su país».<br />
Hurbon, por su parte, llamó a estrechar<br />
las relaciones entre nuestros<br />
países y explicó que uno de<br />
sus principales propósitos ha sido<br />
descubrir la significación de la<br />
persecución de la Iglesia Católica<br />
a la religión vudú. Entre su amplio<br />
catálogo de obras sobresalen Los<br />
misterios del vudú y La insurrección<br />
de los esclavos en Saint Domingue.<br />
Antes de fi nalizar la ceremonia, a<br />
la que asistió parte del cuerpo diplomático<br />
africano acreditado en<br />
Cuba, el Adyá de Obatalá volvió a<br />
repicar para pronosticar buenos<br />
augurios a los asistentes.<br />
(FUENTE: GRANMA DIGITAL)<br />
Y desde la casa<br />
Escritores de Argentina, Uruguay,<br />
Brasil y Cuba protagonizaron la avanzada<br />
de la buena literatura latinoamericana<br />
al conquistar los Premios<br />
Casa <strong>2007</strong>. En la ceremonia de<br />
clausura, en la que estuvieron Abel<br />
Prieto, ministro de <strong>Cultura</strong>, Ricardo<br />
Alarcón, presidente de la Asamblea<br />
Nacional del Poder Popular, y José<br />
Ramón Fernández, vicepresidente<br />
del Consejo de Ministros, se supo<br />
que de las cuatrocientas noventa y<br />
tres obras concursantes, el lauro en<br />
novela de la cuarenta y ocho edición<br />
del certamen pasó a manos de Mil<br />
y una, de Susana Silvestre (Buenos<br />
Aires, 1950), narradora y periodista,<br />
a juicio del jurado «por su prosa<br />
fl uida, limpia, graciosa, su estructura<br />
inteligente, compleja y lúdica; y por<br />
constituir un desafío frente a las<br />
tendencias que mues-tran hoy los<br />
grandes consorcios editoriales».<br />
En ensayo de tema artístico lite-rario<br />
se llevó las palmas el narra-dor<br />
y crítico de arte cubano Alberto<br />
Abreu (Cárdenas, 1961), con Los<br />
juegos de la escritura o la (re)<br />
escritura de la Historia, mientras<br />
Heptalogía de Hieronymus Bosch:<br />
6. La paranoia, de Rafael Spregelburd<br />
(Buenos Aires, 1970), dramaturgo,<br />
actor, director y traductor<br />
teatral, obtuvo el primer puesto en<br />
teatro «por la creación de un universo<br />
dramático, original y poé-tico,<br />
cruce de comicidad, metafi c-ción y<br />
fi losofía».<br />
En literatura testimonial, el tribu-nal<br />
concedió el premio a Oblivion, de<br />
Edda Fabbri (Montevideo, 1949), al<br />
considerar el gran valor testimonial<br />
y literario de la crónica de una presa<br />
política encarcelada en los años de<br />
la dictadura en Uruguay, en tanto que<br />
en literatura brasileña Um defeito de<br />
cor, de Ana Maria Gonçalves (Minas<br />
Gerais, 1970), publicista y escritora,<br />
alcanzó el triunfo por resultar «una<br />
notable novela que se destaca por la<br />
elaboración estético-literaria». (FUENTE:<br />
GRANMA DIGITAL)<br />
XVI Feria del Libro<br />
de la Habana<br />
Y cada año, a criterio de la mayo-ría,<br />
la Feria Internacional del Libro de<br />
La Habana (de Cuba, en ver-dad),<br />
se consolida como un espa-cio de<br />
encuentro para autores y editores<br />
de los países del Tercer Mundo<br />
alejados de los grandes circuitos<br />
de distribución. Entre los días 8 de<br />
<strong>febrero</strong> y 11 de marzo, ellos y otros<br />
muchos invitados se dieron cita con<br />
un verdadero pueblo de lectores,<br />
una multitud que colmó los distintos<br />
espacios que a lo largo de toda la Isla<br />
acogieron esta Feria.<br />
Dedicada a Argentina como país<br />
Invitado de Honor y a rendir homenaje<br />
al poeta, ensayista y crítico<br />
literario César López (Premio<br />
Nacional de Literatura 1999), y al<br />
también ensayista e investigador<br />
Eduardo Torres-Cuevas (Premio<br />
Nacional de Ciencias Sociales<br />
2000), en la gran fiesta de las<br />
letras y las artes participaron más<br />
de ochenta expositores extranjeros<br />
en representación de más de<br />
quinientas cincuenta editoriales<br />
de veintiocho países, a las cuales<br />
se sumaron cincuenta y tres expositores<br />
de la Isla.<br />
Argentina, destacó por su representación<br />
en un área expositiva<br />
de quinientos dieciséis metros<br />
cuadrados y por su amplia e importante<br />
delegación, presidida por<br />
el secretario de <strong>Cultura</strong>, José Nun,<br />
y en la que fi guraron David Viñas,<br />
Tununa Mercado, <strong>No</strong>é Jitrik, Luisa<br />
Valenzuela y el historietista Joaquín<br />
Lavado (Quino). Desde otras<br />
latitudes llegaron personalidades<br />
como el nigeriano premio <strong>No</strong>bel<br />
de Literatura, Wole Soyinka; la<br />
narradora mexicana, Elena Poniatowska;<br />
el periodista paquistaní,<br />
Tariq Asif; y el italiano Gianni<br />
Vattimo, entre otros.<br />
Si a todo lo anterior se añaden los<br />
millones de ejemplares adquiridos<br />
por los millones de visitantes, pues<br />
no cabe duda de que está ha sido la<br />
mejor de las Ferias.<br />
Otros premios<br />
Entregados precisamente durante<br />
los días de la Feria del Libro, dos<br />
destacados intelectuales cuba-nos,<br />
Desiderio Navarro y Juan Valdés<br />
Montero, uno por su excep-cional<br />
aporte a la cultura cubana durante<br />
más de treinta años de sostenida<br />
labor editorial, investi-gativa y de<br />
traducción, y otro en virtud de una<br />
notable labor a lo largo de más<br />
de cuatro décadas al cuidado de<br />
textos científi cos y técnicos de gran<br />
complejidad, se hicieron acreedores<br />
del Premio Nacional de Edición<br />
2006.<br />
El jurado, integrado por Ana María<br />
Muñoz Bachs, Eduardo Heras León,<br />
Pablo Pacheco López, Da-miana<br />
Martín Laurencio y el vice-presidente<br />
del Instituto Cubano del Libro,<br />
Fernando León Jacomi-no, acordó por<br />
unanimidad distin-guir a Desiderio<br />
por haber contri-buido desde esta<br />
especialidad a la comprensión de<br />
zonas de la teoría de la literatura, las<br />
artes y la cultura que se han dado a<br />
co-nocer a través de la revista Criterios,<br />
fundada, escrita, traducida y<br />
editada por él; y en el caso de Valdés<br />
Montero, por lo que ha sig-nifi cado<br />
su trabajo para el desa-rrollo de<br />
la docencia en nuestro país y la<br />
elevación del conoci-miento de las<br />
ciencias de varias generaciones<br />
de estudiantes, pro-fesores y<br />
profesionales cubanos.<br />
Y otro<br />
Y last but not least, nuestro compañero<br />
de muchos años, Rolando de<br />
Oraá, mereció el Premio Nacio-nal de<br />
Diseño 2006, «por la per-manencia<br />
de un modo de expre-sión editorial<br />
69<br />
RyC
personal, que ha dejado siempre<br />
claras las funcio-nes utilitarias,<br />
comunicativas y expresivas del<br />
género», como lo precisó el jurado,<br />
integrado por Rafael Morante, Héctor<br />
Villaverde, Francisco Masvidal,<br />
Manuel López Oliva y Daniel García<br />
Santos.<br />
El tribunal estimó que se trata de<br />
una personalidad que pertenece<br />
no solo a la época más reconocida<br />
del diseño gráfi co del período<br />
revolucionario, sino que también<br />
ha mantenido un trabajo de aportes<br />
constantes y calidad en los<br />
campos en que ha laborado, tanto<br />
en su condición de diseñador de<br />
imagen como de director de arte:<br />
libros, catálogos, revistas, folletería<br />
y otras aristas del diseño como<br />
el cartel y el ordenamiento visual<br />
de exposiciones que expresan esa<br />
reconocida huella. Actualmen-te<br />
da su aporte a la Editorial Extramuros<br />
del Centro Provincial del<br />
Libro y la Literatura de Ciudad de<br />
La Habana.<br />
En unas declaraciones a Granma,<br />
Oraá expresó: «He sido partícipe<br />
junto a otros artistas de mi generación<br />
en el desarrollo del diseño<br />
cubano, por eso esta distinción que<br />
no esperaba ahora, pertenece no a<br />
mí, sino a ese movimiento y al diseño<br />
nacional. Estoy muy agradecido».<br />
Y nosotros, en R y C, también. Recibe<br />
nuestras felicitaciones.<br />
RyC 70<br />
l tradicional premio que otorga <strong>Revolución</strong> y <strong>Cultura</strong> al mejor<br />
documental de tema cultural en el Festival del nuevo cine<br />
latinoamericano, recayó en la última edición en Tocar y luchar,<br />
del venezolano Alberto Arvelo. De acuerdo con el jurado integrado<br />
por Marilyn Bobes, Vivian Martínez Tabares y Jaime Sarusky, este fi lme<br />
destaca<br />
por la originalidad al reconstruir la historia de un importante movimiento<br />
sociocultural no sufi cientemente conocido: la creación de las Orquestas<br />
Nacionales Juveniles, de notable valor humanista e impacto en la vida<br />
de miles de niños y jóvenes venezolanos, por reunir valiosos testimonios<br />
de grandes fi guras de la música con-temporánea que respaldan esa<br />
experiencia y por los méritos ar-tísticos del discurso cinematográfi co,<br />
capaz de promover en los espectadores legítima emotividad y goce<br />
estético…<br />
En cuanto a nuestra galería Espacio Abierto, la primera exposición de <strong>2007</strong>,<br />
inaugurada el 26 de <strong>febrero</strong>, fue Cuerpos y voces, de la artista trinitaria<br />
Yami Martínez. Ivonne Muñiz, en sus palabras al catálogo de la muestra,<br />
expresó lo siguiente:<br />
Hay objetos que al ser despojados de su condición trivial, pueden<br />
convertirse en fetiches, emblemas, iconos: la representación de una<br />
esencia, de un tiempo, de ciertos apremios. Y es justo, desde esta parcela<br />
de la resignifi cación, que emerge la voz de la artista. Estos se muestran<br />
travestidos por su hábil imaginación, se humani-zan y, como cuerpos<br />
narrativos, habitados por palabras y silencios, viven hasta el paroxismo,<br />
el artifi cio de la metamorfosis.<br />
Sus piezas construidas sobre diversos soportes y técnica mixta, operan<br />
como relatos autónomos, a la manera de fábulas y, para ello, construye<br />
fi cciones alegóricas que se nutren de su propia vida en la villa de Trinidad,<br />
su ciudad natal.<br />
Sus imágenes provocativas y de un fuerte aliento expresionista, revelan<br />
desde la euforia o el desgarramiento, el desasosiego y la ansiedad por<br />
comportamientos sociales corrosivos. Inspirada en referentes cotidianos,<br />
por medio de citas, simulacros y parodias, dialoga consigo misma, nuestros