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abril2009<br />
009<br />
revista literaria editada por la concejalía de cultura
Pág. 2 • Revista Literaria ALECEIA<br />
Sumario<br />
06 Hay otras cosas 08 Juan Palomo<br />
09 Martingala Literaria 10 Cum Laude<br />
11 Cortos 12 La estantería de aire<br />
18 Jóvenes 20 El bolso de Mary Poppins<br />
22 Reseñas 27 Nuestras cosas<br />
5 Otras cosas<br />
009<br />
Dirección <strong>Editorial</strong> Mª. Estefanía Sánchez García<br />
Consejo <strong>Editorial</strong> Joaquín Bassecourt Hernández, Inmaculada Jiménez Montero, Marisol<br />
Dorado Villanueva, Valerio de la Hoz Caravaca, Rosa Mª Carrasco Nieto, Raúl Rubio Millares,<br />
Luis Alfonso Corbacho Rodríguez Dirección Artística/Portada Sergio Tejedor<br />
Maquetación Dpto. Gráfico Ayuntamiento de La Línea
Aquí estamos otra vez: Sí, hombre, o mujer,<br />
tú nos conoces. Esos mismos que hacíamos<br />
una revista literaria en papel, y en edición<br />
<strong>más</strong> convencional, y que ahora aparecemos<br />
ante tus ojos en forma digital. Bueno, hemos<br />
dicho mal. Somos los que somos, pero hay <strong>más</strong> “somos”;<br />
<strong>más</strong> gente en definitiva. Y esperamos que los que contamos<br />
con tu indulgencia, y, quién sabe, quizás también con tu<br />
asentimiento, esperamos seguirteniendo la generosidad de<br />
tu atención.<br />
Porque es el caso, querido amigo, o querida amiga,<br />
que los de este pueblo de nuestras dichas y nuestros pecados<br />
andamos por ahí con fama de troleros, garambainas, y otras<br />
lindezas de las que algún medio que otro se ha regodeado,<br />
echando también alguna calumnia que otra, para ir tirando.<br />
Pero sabemos de buena tinta que por estos lares hay gente<br />
que lee, que escribe, que pinta, que piensa…Y nosotros<br />
queremos unirnos a esta gente (ya lo habíamos intentado<br />
hace mucho). Dicho de otra forma: queremos poner<br />
nuestro mejor afán en que estas letras salgan derechas y no<br />
torcidas, para dar nuestro puntito a la actividad intelectual<br />
de esta ciudad, que es <strong>más</strong> interesante, mucho <strong>más</strong>, que lo<br />
que cuentan por ahí.<br />
Esperamos que ahora, al salir en forma digital,<br />
<strong>más</strong> gente, toda esa del ciberespacio tenga ocasión de ver<br />
nuestro trabajo, que si bien modesto, es honrado, hecho<br />
con esa sinceridad del amor a las escrituras varias y que<br />
ponemos en esta revista literaria lo <strong>más</strong> valioso de nuestros<br />
deseos intelectuales: los de trasmitir una sensibilidad, un<br />
poema, una idea, una cosa, para que tú, lector o lectora<br />
participes también con tu lectura recreadora en esta nuestra<br />
pasión por el espíritu en forma de escritura.<br />
Y nada, <strong>más</strong>, que no queremos cansarte. Esperamos<br />
que disfrutes de esta aportación nuestra a tu mundo y al de<br />
todos<br />
es una revista literaria editada por la Concejalía de Cultura<br />
del Excmo. Ayuntamiento de La Línea de la Concepción y<br />
el Aula de Letras “Gabriel Baldrich”. Para contactar con<br />
nosotros, podéis llamar al tel. 956 696 269 ó escribirnos<br />
un correo electrónico dirigido a BIBLIOTECA.LALINEA@<br />
telefonica.net. Todos los que de una u otra forma hace-<br />
mos esto os agradecemos de corazón la acogida que está<br />
teniendo nuestro trabajo.<br />
<strong>Editorial</strong><br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 3
Pág. 4 • Revista Literaria ALECEIA<br />
un árbol<br />
un verso<br />
una piruleta<br />
un beso<br />
una pelota<br />
una queja<br />
una cabeza<br />
tus pensamientos<br />
una madeja de lana<br />
un garabato<br />
nuestras emociones<br />
un nido<br />
una tormenta<br />
un sol<br />
las buenas ideas<br />
un mebli<br />
y las malas también
Pintura<br />
Cine<br />
Fotografía<br />
Historia<br />
Teatro<br />
Música<br />
Con sólo un click podrás tener acceso a toda<br />
la información de la Concejalía de Cultura,<br />
descargarte la programación cultural, bases<br />
de concursos, solicitudes administrativas, la<br />
revista literaria Aleceia, contactar con nosotros…<br />
próximamente en www.cultura.lalinea.es<br />
Escultura<br />
Literatura<br />
Danza<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 5
Hay otras cosas<br />
por Valerio De la Hoz Caravaca<br />
Se suponía que dormía, pero no. Hacía muchos años<br />
que no podía dormir antes de la corrida, pero por no<br />
escuchar a Paco, su mozo de espadas, lo fingía. Ade<strong>más</strong>,<br />
eran momentos de pensar, de pensar gozosamente, de<br />
plantearse cosas. Como el aburrimiento. Ni siquiera<br />
estaba seguro de la ciudad o pueblo que le tocaba hoy.<br />
Era demasiado tiempo haciendo lo mismo. Últimamente,<br />
casi nunca sentía miedo. Era <strong>más</strong> como el oficinista que<br />
sabe que le esperan las mismas tareas de todos los días<br />
y no tiene ningunas ganas de hacerlas. Pero, bueno, era<br />
su oficio, ganaba muchísimo dinero y, aunque llegara<br />
algún contratiempo de vez en vez, también eso era casi<br />
rutina. Lo que no podía evitar era a falta de interés.<br />
Hoy, allí tendido, había una pequeña lucecita<br />
que se hacía <strong>más</strong> y <strong>más</strong> fuerte. La hacía sonreír, pero no<br />
se la quitaba de encima. Sospechó que tampoco quería<br />
que se fuera.<br />
Al llegar al hotel, muy cerca, en la esquina,<br />
había entrevisto <strong>más</strong> que visto una librería, no muy<br />
grande, no con mucha gente. Antonio, nuestro personaje,<br />
apenas había ido a la escuela, leía con dificultad,<br />
pero cada vez sentía <strong>más</strong> curiosidad por lo que pasaba<br />
fuera de ese mundo hermético del toro y el campo, y la<br />
plaza. Los libros nuevos, brillantes, relucían al sol abrasador<br />
del verano. Se habían metido en la retina de Antonio,<br />
que, confusamente, se decía algo como esto: Ahí sí<br />
que te deben de explicar las cosas.<br />
Paco, apareció discretamente en la habitación:<br />
“maestro, ¿estamos listos?<br />
Sí, Paco, venga, vamos allá, otra vez. ¿de qué nos vestimos<br />
hoy?<br />
De verde esperanza, sonrió el mozo de espadas, adivinando<br />
las ganas de Antonio por acabar rápidamente<br />
aquella tarde.<br />
Pues hala, a vestirse.<br />
Siguieron los mil ritos del mataor y el hotel. Al cabo de<br />
un rato, la sonrisa del mozo, se volvió carcajada.<br />
Anda y que tienes ganas, compañero. Pero no la jodas,<br />
que te dan una pasta gansa por cada pasito que das en la<br />
Pág. 6 • Revista Literaria ALECEIA<br />
plaza. Y que <strong>más</strong> de uno vivimos de esto..<br />
Y a mi costa, correspondió el torero con otra carcajada.<br />
Apareció Antonio en el vestíbulo, y se repitieron, como<br />
todas las tardes, los ohhhhhh, de los turistas, las palmaditas,<br />
y el “suerte, maestro”.<br />
Al entrar en el coche, la volvió a ver, también confusamente,<br />
como la primera vez. La librería que hacía<br />
esquina allí al lado. Y el hastío subió de tono. “ Si<br />
pudiera pasar las dos horas de la corrida, ahí metido,<br />
viendo papeles de esos” No hubo tiempo de <strong>más</strong> filosofías;<br />
el auto arrancó y los papanatas volvieron a repetir<br />
sus ohssssssssssss, y los transeúntes sus miradas.<br />
Volvió la vena profesional.”Tío, ¿mucho<br />
viento? No, algún achuchón que otro, pero nada serio.<br />
Allí estaba la cuadrilla, conscientes de la decadencia<br />
del incipiente veterano. “Antonio, hoy hay que<br />
echarle cojones, o vamos a acabar todos<br />
Repartiendo postales de toros pa los guiris”. Una amplia<br />
sonrisa, casi feliz, fue la respuesta del interpelado.<br />
Más rutina: el capote de paseo, el suerte señores,<br />
el lento discurrir por la arena, el saludo protocolario,<br />
el cambiar la seda por el percal, y el primer clarinazo de<br />
la tarde, largo y agudo como un cuchillo.<br />
Antonio, montera encasquetada, mirada por<br />
encima del burladero, ve aparecer su primer toro. Un<br />
negro zaino justito de peso, de cuernos, de trapío, de<br />
todo. A justificarse tocan, se dice para sus adentros.<br />
La cuadrilla actúa, con eficiencia funcionarial,<br />
como el público, como Antonio. Cae el toro vulgarote,<br />
y el maestro, que disimula el gesto de cansancio, sale<br />
al tercio a corresponder una tibia ovación de los <strong>más</strong><br />
optimistas.<br />
“Así vas a acabar justo para el potaje”, le<br />
comenta Juan, el algarrobito, peón de confianza, al pasar<br />
por su lado. Antonio acoge el comentario con una sonrisa<br />
de cordialidad.<br />
Pasan lances, algún susto, algún ole, alguna protesta.
Todo igual, se dice Antonio.<br />
Llega su segundo toro. Antonio está <strong>más</strong> contento. “A<br />
esto le queda poco”<br />
El animal, colorao ojo de perdiz, se planta en la puerta<br />
de chiqueros, despacio, orgulloso, con la cabeza alta.<br />
Parece decir, “qué masa de gilipollas, y viene a por mí.<br />
Seguro que viene a por mí “<br />
A Antonio el ojo izquierdo le ha dado un brillo instantáneo,<br />
una iluminación súbita. El toro, se lanza hacia su<br />
lado derecho en una galopada fija, consciente, alegre.<br />
Y Antonio no se lo piensa. Se va hacia él y éste entra<br />
a la verónica, y los primeros oles auténticos de la tarde<br />
surgen espontáneos y la primera sonrisa verdadera del<br />
torero, también. Han sido cuatro verónicas ganando<br />
terreno, yendo casi hasta el centro de la plaza, donde<br />
la media ha enroscado el colorao a la cintura del maestro,<br />
Acuden los peones y el torero les grita que lo dejen.<br />
El picador, hombre gordo sobre jamelgo flaco, avanza<br />
despacioso para colocarse en su lugar. Y Antonio, por<br />
delantales, cada uno una chispa de toreo, lo coloca en<br />
suerte, no muy cerca del del castoreño. El bravo se lanza<br />
como un proyectil, y la vara, quiere ponerse, pero en su<br />
lugar se pone el golpe, y hombre y caballo, ruedan por<br />
el suelo. Quite rápido del maestro, limpio, eficaz, sin<br />
efectismos.<br />
Se lo lleva al centro, tres chicuelinas,, revolera<br />
para acabar, vuelven a encender la plaza. Y ahí va el toro<br />
otra vez, recto y despiadado contra el picador, que esta<br />
vez aguanta como puede y la vara se clava en la carne, y<br />
el animal insiste en su bravura. Quites, <strong>más</strong> varas, <strong>más</strong><br />
aplausos, <strong>más</strong> tarde de toros.<br />
Brinda Antonio al público, despacioso, casi<br />
solemne, ilusionado por primera vez en mucho tiempo.<br />
Y comienza la faena con ayudados por bajo, serios,<br />
pierna flexionada, templando, mandando. En uno el<br />
supuesto enemigo, se le cuela un poco. Culpa del torero,<br />
que ha errado algo en los terrenos.<br />
Y siguen los pases de siempre, pero con gusto,<br />
con arte, con solera. Alguna colada hay, que también el<br />
colorao se cansa de tanta bravura. “Me queda poco pero<br />
os voy a dar que hacer, cabrones” El Algarrobico, atento<br />
en su burladero, no se lo cree: “Vamos a tener asegurado<br />
el Fino por <strong>más</strong> tiempo” Las gentes enloquecen, el lío<br />
está montao.<br />
Se perfila Antonio, entra y en el hoyo de las<br />
agujas cae la espada certera e implacable. Me voy<br />
a morir con los huevos por delante, se dice el toro. Y<br />
se despolma en el centro del albero, sin abrir la boca,<br />
cayendo con toda la dignidad de una muerte digna e<br />
injusta. Al buen tío que es el maestro le ha rodado una<br />
tímida lágrima por la mejilla un segundo antes.<br />
El colorao, ya cadáver de una fiesta (todas las<br />
fiestas tienen los suyos) recorre el ruedo en vuelta a<br />
gloria del ganadero y el mayoral. El torero, la pasea después<br />
con los trofeos, restallante de felicidad. Una turista<br />
histérica le ha lanzado las bragas. Antonio, se rompe de<br />
la risa.<br />
Sale a hombros, sale entre la alegría de unos, la<br />
envidia de los otros dos, y llega al hotel. La absurda idea<br />
le ha vuelto. Le rodean, le abrazan, le besan, le hacen<br />
la pelota, pero su mirada se ha vuelto a desviar hacia<br />
la esquina, donde, ya noche, brilla un escaparate iluminado.<br />
Ducha, secado, y Antonio, que, presuroso,<br />
chándal caro y zapatillas de marca, huye por la puerta<br />
de atrás. Allí están: libros, libros y <strong>más</strong> libros, pero un<br />
cartel anuncia: “Horario al público: Abierto de 9,30<br />
a 1,30. Tardes. De 5,30 a 8,30. Sábados de 10 a 2. El<br />
maestro, hoy <strong>más</strong> maestro que nunca, marca un número<br />
en el móvil. La respuesta es casi un alarido:<br />
¿Dónde coño estás? Todo el mundo te busca. Yo creo<br />
que estás perdiendo la chaveta”. Antonio se olvida del<br />
tono, de la bronca:<br />
¿A qué hora salimos mañana?<br />
A las Ocho y media.<br />
De eso, nada, a las 10 y media,<br />
¿Qué? No da tiempo, hombre, qué mosca te ha picado.<br />
No discutas, a las diez y media.<br />
Toda una hora allí mañana. Él lee mal, pero Paquita, su<br />
mujer, a la que nunca ha sabido valorar como merece,<br />
se dice, lo ayudará. Ahí en esos papeles tiene que haber<br />
<strong>más</strong> cosas.<br />
Ya voy, César (César es el apoderado), no te preocupes,<br />
gruña al móvil.<br />
Y sale corriendo camino de la gloria del postoreo.<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 7
Juan Palomo<br />
por Marisol Dorado Villanueva<br />
Desnudos y expulsados<br />
del Paraíso<br />
Si analizamos la historia sagrada, comprendemos<br />
el porqué del avance tecnológico e industrial<br />
de la humanidad y de, cómo Dios, a lo<br />
mejor sin darse cuenta, benefició a unos pocos<br />
y perjudicó a otros muchos.<br />
En un principio, desnudos, estábamos desnudos<br />
y éramos felices, nadie diseñaba, ni<br />
había rebajas, ni se pasaba de moda la hoja<br />
de parra…. Claro, que eso no duró mucho,<br />
pues con el miedo a quedarnos sin comida por<br />
aquello de la huelga del transporte, Eva, que<br />
no se las pensaba, cogió compulsivamente la<br />
manzana y se comió hasta el rabillo. Adán,<br />
que ahora se hace el tonto: - “¡Yo no quería,<br />
yo no quería…!” él también se la tragó y hasta<br />
eructó, que yo lo sé.<br />
Bueno, a lo que vamos, que aparece Dios en<br />
un triángulo, que era donde vivía entonces (ya<br />
se habían inventado los pisos de 30 m2) y les<br />
dice: - “Ahora tenéis que buscar un diseñador<br />
y ade<strong>más</strong> barato, porque se os acabó el chollo<br />
y tenéis que trabajar.<br />
Eva respondió: - “¿Pero no éramos funcionarios?<br />
Yo creí que con lo de la costilla ya había<br />
aprobado oposiciones”.<br />
Adán no decía nada, ya se sabe que los tíos,<br />
cuando hay que dar la cara, se rajan.<br />
Eva siguió: - “Y qué me dices de “esa” (mirando<br />
a la serpiente) porque ha llegado la última y<br />
nos ha liado a todos.<br />
Justo en ese momento, Dios, con un enorme<br />
esfuerzo, pues no tenía espacio dentro del<br />
triángulo ni para mover la lengua de un lado<br />
a otro de la boca, giró los ojos y vio a la serpiente<br />
relamiéndose dos veces (ella puede) y<br />
Pág. 8 • Revista Literaria ALECEIA<br />
pensó: - “¡Qué chulo soy! Acabo de inventar<br />
el culebrón (por lo de la culebra ¿vale?)”. La<br />
verdad es que ahí estuvo acertado (tres en discordia<br />
y la culebra en medio).<br />
Bueno, lo cierto es que con este acto simple<br />
de aquí no ha pasado nada, coge tu maletita<br />
y circula, se jodió el invento para siempre: el<br />
llegar a fin de mes, ahora qué me pongo, este<br />
piso es muy caro, la invención de Zara, etc, etc<br />
…Todo tuvo lugar en ese preciso instante.<br />
P.D.: Los vegetarianos siguen en litigio porque<br />
dicen que no fue una manzana, que es fruta<br />
muy sana (perdón por el pareado) y alarga la<br />
vida, que lo que Eva se comió fue una hamburguesa<br />
del “McParadise” que, en verdad era<br />
un Club-Gourmet que regentaba la serpiente,<br />
pero, claro, nunca han podido demostrarlo,<br />
porque Dios se fue con su triángulo (que era<br />
móvil y después se lo traspasó al Papa) a otra<br />
parte, la serpiente vendió el local y aquí paz y<br />
allí Gloria (oh, oh, oh).
Martingala Literaria<br />
por Marisol Dorado Villanueva<br />
Mandala<br />
no deja de ser sorpresivo.<br />
Savia que crece dentro de mi pluma,<br />
Los versos invaden la tinta,<br />
Me compré un anillo con un Mandala todo el mar cabe en su cartucho,<br />
lancé al viento su oración,<br />
todo el mar que se desgrana línea a línea,<br />
compartimos cafés y música estridente, Mandala de la inmensidad,<br />
mariposas de ciudad,<br />
de la obcecación y la locura,<br />
que en sus alas de Mandala,<br />
vaivenes de las olas que desangran en la orilla<br />
llevan gravado un corazón,<br />
la última rosa que el temporal arrastra.<br />
cada atardecer que las une,<br />
Con la calma,<br />
deja abierta la puerta de las palabras,<br />
un manto azul abraza la tierra desde arriba,<br />
Mandala de la poesía,<br />
Mandala de la posibilidad compartida,<br />
de la adolescencia que adolece,<br />
Mandala de la utopía,<br />
con sus ojos seductores<br />
tu mano que acaricia dos soles,<br />
venciendo el miedo al olvido.<br />
mi boca que enajena tu boca,<br />
Mandala de tus besos,<br />
Mandala de la pasión.<br />
que el viento conjuntivo reúne<br />
¡Cómo huele el aire a hierba fresca!<br />
A lluvia presentida, Mandala de la primavera,<br />
deseo que se impulsa a través de la tierra.<br />
En las noches en blanco y pilot lila<br />
te vi, no sé si eras un ángel o luciérnaga curiosa,<br />
Mandala de mi espacio inundado,<br />
cubriéndome de versos, tinta y criaturas.<br />
Mandala del recuerdo,<br />
ya apenas quedan en el mismo lugar<br />
las cosas, que en otro tiempo lo ocuparon.<br />
¡Qué capacidad de adaptación tiene el ojo humano!<br />
Van sucediéndose las imágenes,<br />
Mandala de la continuidad,<br />
encima de unas casas , otras casas<br />
encima de unos parques, otros parkings,<br />
sobre unos rostros, otros rostros,<br />
otras calles, otros edificios,<br />
otra gente, otras historias,<br />
Mandala del relevo.<br />
¡Cómo después de mil veces, cien mil veces visto,<br />
todo lo verdaderamente eterno sigue sorprendiendo!<br />
Mandala del impacto,<br />
todo lo que nos es querido, cotidiano,<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 9
Cum Laude<br />
por Rosa Mª Carrasco Nieto<br />
El bús que lleva libros a<br />
los niños del Sahara se<br />
llama Bubisher<br />
El proyecto se inició en el Colegio San<br />
Narciso de Pontevedra y cuenta con el<br />
apoyo del gobierno Vasco y de la Universidad<br />
de Alicante. La primera etapa fue<br />
adquirir el autobús, la segunda acondicionarlo<br />
como bibliobús y ahora la tercera es reclutar<br />
voluntarios que lleven adelante el plan lector<br />
que beneficiará a la comunidad de niños de 8<br />
a 12 años de diversos pueblo.<br />
Hemos hablado en varias oportunidades de las<br />
bibliotecas móviles, esas que, en lugar de espe-<br />
Pág. 10 • Revista Literaria ALECEIA<br />
rar que los lectores vayan a ella, se mueven en<br />
búsqueda de aquellos que no tienen libros a su<br />
alcance. Quizás ocurre que pensamos siempre<br />
en la biblioteca ideal, aquella muy bien organizada,<br />
limpia, silenciosa y pensamos también<br />
en niños, jóvenes, adultos y ancianos que las<br />
visitan teniendo muy claro qué es lo que están<br />
buscando: desde leer el periódico, pasando<br />
por la lectura de una novela hasta la consulta<br />
especializada para la realización de un trabajo<br />
universitario.<br />
Pero ocurre que no todos tienen una biblioteca<br />
a la vuelta de la esquina, de hecho, hay muchas<br />
personas que no tienen la experiencia de lo que<br />
es un libro, niños que no tienen la oportunidad<br />
de hojear uno de los tantos tomos que muchos<br />
de nosotros tuvimos siempre a la mano durante<br />
la infancia, de esos que nos formaron y que<br />
nos brindaron, de primera mano, lo que es la<br />
experiencia del libro aún antes de saber leer.<br />
Hay niños que viven en el desierto. En un<br />
desierto muy cercano: el desierto del Sahara.<br />
Son muchos <strong>más</strong> niños de los que nosotros quisiéramos<br />
pensar y justamente para ellos se ha<br />
creado el Bubisher, un autobús que llega a su<br />
pueblo con muchos libros y personas comprometidas<br />
en lograr que se inicien en la lectura.<br />
Varias editoriales han colaborado en la conformación<br />
de esta biblioteca rodante que aspira<br />
constar de unos 1400 volúmenes.
Cortos<br />
por Valerio De la Hoz Caravaca<br />
No se oye hablar de Gerardo Diego. Al menos,<br />
yo no oigo ni leo nada. ¿Otra vez las razones<br />
políticas? ¿Todo el que no se fue al exilio era<br />
un malvado? Que se lea y todas esas tonterías<br />
desaparecerán ante un gran, grandísimo poeta.<br />
Qué dulce persona sería nuestro presidente si<br />
hubiera estado vivito y activo por el año 34 ó<br />
así.<br />
Reencuentro de viejos amigos: suspicacia.<br />
¡Y decían que el fútbol era cosa de Franco!<br />
¿Tiene razón Cioran y los metafísicos no son<br />
cinéfilos? Seguramente, sí.<br />
“La frase ha de ser preñada” Conforme, pero<br />
no de viento.<br />
Quien elogia siempre, sospecho que no elogia<br />
nunca.<br />
Quien esté libre de vulgaridad, que tire la primera<br />
piedra. Nadie se atrevió y los televisores<br />
de todo el mundo permanecieron intactos.<br />
No se puede tolerar, no podemos tolerar, que<br />
sea rara la semana en la que no leamos de accidentes<br />
laborales. Es uno de los <strong>más</strong> terribles<br />
problemas de la sociedad, que pasa sobre él<br />
como de puntillas. Claro, que hay una cosa que<br />
se llama sindicatos que algo tendrá que decir,<br />
pero dice poco y mal. Insisto: No lo podemos<br />
consentir.<br />
Gilipollas, majaderos, mentecatos con poder y<br />
en el poder. ¿No hay por ahí ningún periodista desconocido<br />
que quiera hacer dinerillo con el tema?<br />
Ya lo he dicho, pero me reafirmo: si saqueáramos<br />
casas, cajones, cosas, habría que rehacer<br />
la historia de la literatura.<br />
Relación entre literatura y matemáticas: el<br />
número de escritores actuales tiende al infinito.<br />
Gibraltar y el encabronamiento histórico.<br />
El acoso de Usa a Cuba, insoportable. El régimen<br />
castrista, <strong>más</strong> insoportable aún.<br />
Qué interés tiene la derecha española a que no<br />
se la identifique con Franco, que gobernó con<br />
alguien, digo yo. No en el vacío.<br />
“El pluripartidismo es la pluriporquería”,<br />
Castro dixit. Él se ha bastado solito para ser<br />
pluriporquero.<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 11
La Estantería de Aire<br />
por Raúl Rubio<br />
El mundo de las apariencias en la España del XVIII a<br />
través de Los eruditos a la violeta de José Cadalso<br />
“Mi tío decía que papá era uno de esos socialistas<br />
«a la violeta», siempre gritaba «libertad,<br />
libertad» en las manifestaciones” («Matar las<br />
preguntas», Alberto Daneri, 1981).<br />
“Sea como fuere, este fenómeno suele promover<br />
el rasgado de vestiduras o el ensayo sociológico<br />
a la violeta” (Prensa argentina, 1992).<br />
“Los pedagogos a la violeta han rebautizado<br />
el tradicional recreo de los escolares como<br />
segmento de ocio” («La perversión del lenguaje»,<br />
Amando de Miguel, 1994).<br />
“Nuestros eruditos a la violeta fotográfica la<br />
reinventaban al revés, para acabar exaltando<br />
la España eterna” («Historia de la fotografía<br />
en España», Publio López Mondéjar, 1997).<br />
Estos cuatro ejemplos – extraídos del CREA<br />
de la Real Academia – nos sirven para reflejar<br />
cómo la expresión acuñada por Cadalso ha<br />
llegado a lexicalizarse en nuestra lengua y ha<br />
utilizarse de forma normal para hacer referencia<br />
a personajes cercanos a los retratados por<br />
Cadalso en esta obra. Creo que esto es uno de<br />
los mayores logros a los que puede aspirar un<br />
escritor.<br />
Sin embargo, también suele ocurrir que de tanto<br />
usarlo, de tan consabido, se pierde la conciencia<br />
del origen. ¿Qué escribió Cadalso en este<br />
Pág. 12 • Revista Literaria ALECEIA<br />
“ensayo”? ¿Qué criticó y de qué manera? ¿En<br />
qué radica su importancia, <strong>más</strong> allá de la contribución<br />
al léxico cotidiano?<br />
De todos los elementos que podemos destacar<br />
de esta obra, nos centraremos en el mundo de<br />
las apariencias en el que se centra Cadalso,<br />
apariencias en diversos ámbitos, pero sobre<br />
todo centra la crítica en la vida social de su<br />
España contemporánea.<br />
Ya en el mismo título, Cadalso comienza a<br />
mostrar cuáles son sus intenciones: «Los eruditos<br />
a la violeta o curso completo de todas las<br />
ciencias, dividido en siete lecciones para los<br />
siete días de la semana. Compuesto por don<br />
Joseph Vázquez, quien lo publica en obsequio<br />
de los que pretenden saber mucho, estudiando<br />
poco».<br />
En estas últimas palabras se encierra el primer<br />
mensaje: los que pretenden saber mucho, estudiando<br />
poco. La analogía de contrastes es clara<br />
a través de los adverbios cuantificadores.<br />
Para entender en qué contexto aparece la obra,<br />
debemos situarnos en el contexto histórico de<br />
la Ilustración, del siglo XVIII. Ya ha aparecido<br />
«El contrato social» de Rousseau, y ya se ha<br />
producido la división social entre el ámbito de<br />
lo público y de lo privado.<br />
Lo público es el espacio de los hombres, que
deben mostrar sus aptitudes, su sapiencia...<br />
Por tanto, es “necesario” que, en la época de<br />
los enciclopedistas, los jóvenes delfines de la<br />
sociedad cortesana se “formen” para aparentar<br />
sabiduría en la sociedad.<br />
Como señala Cadalso en la advertencia preliminar:<br />
“En todos los siglos y países del mundo han<br />
pretendido introducirse en la república literaria<br />
unos hombres ineptos, que fundan su<br />
pretensión en cierto aparato artificioso de literatura.<br />
Este exterior de sabios puede alucinar<br />
a los que no saben lo arduo que es poseer una<br />
Ciencia, lo difícil que es entender varias a un<br />
tiempo”.<br />
Destacamos: «aparato artificioso», «exterior<br />
de sabios», frente a «lo arduo que es poseer<br />
una Ciencia, lo difícil». No anda con engaños<br />
Cadalso, no tira la piedra y esconde la mano.<br />
Después de dedicar la obra a Demócrito y<br />
Heráclito, comienza con la obra, dividida en<br />
siete lecciones, una por cada día de la semana.<br />
Veamos cómo reparte Cadalso las críticas a<br />
todos aquellos que pretender aparentar sabiduría.<br />
Lunes. Oración con que se da principio al<br />
curso, y primera lección. Idea general de<br />
las ciencias, su objeto y uso, y de las calidades<br />
que han de tener mis Discípulos.<br />
Comienza el curso con una invocación al<br />
tiempo que les había tocado vivir, siglo feliz,<br />
afrenta de la ignorante antigüedad.<br />
Y aquí surgen las primeras dudas ante el profesor<br />
Violeto. ¿Quién es este personaje? ¿Aplica<br />
él en la sociedad cortesana sus conocimientos?<br />
¿Son auténticos o también son apariencia?<br />
Porque él mismo dice que la fortuna, <strong>más</strong><br />
que el mérito, lo han colocado al frente de esta<br />
“academia”; y añade que está colocado entre el<br />
miedo y el deseo:<br />
“Me hiela el temor de la crítica que me hagan<br />
unos hombres tétricos, serios y adustos; pero<br />
me inflaman los primorosos aplausos de tanto<br />
erudito barbilampiño, peinado, empolvado,<br />
adonizado, y lleno de aguas olorosas de<br />
lavanda, sanspareille, ambar, jazmín, bergamota,<br />
y violeta”.<br />
Una vez <strong>más</strong>, Cadalso trabaja mediante analogía<br />
de contrastes: la crítica frente al aplauso,<br />
hombres frente a barbilampiños, serios y adustos<br />
frente a olorosos empolvados.<br />
¿Por qué se decide el profesor Violeto?<br />
“me atrae lo agradable, como la luz a la mariposa”.<br />
Entonces comienza la primera lección.<br />
Una vez <strong>más</strong>, analogía de contrastes. Comienza<br />
Violeto diciendo que para «los hombres<br />
graves» las ciencias requieren esfuerzo, que un<br />
solo saber da para ocupar la mente de hombre,<br />
en raras ocasiones se encuentran hombres que<br />
se aplican a dos; frente a esto, Violeto y sus<br />
discípulos:<br />
“Las Ciencias no han de servir <strong>más</strong> que para<br />
lucir en los estrados, paseos, luneta de las<br />
comedias, tertulias, antesalas de poderosos,<br />
y cafés, y para ensobervecernos, llenarnos de<br />
orgullo, hacernos intratables e infundirnos un<br />
sumo desprecio para con todos los que no nos<br />
admiren».<br />
Queda bastante clara el objeto y fin del profesor<br />
Violeto: las apariencias, el lucimiento, la<br />
admiración.<br />
Concluye la primera lección aconsejando que<br />
desechen la moderación con los iguales, el respeto<br />
a los mayores y la compasión con los inferiores,<br />
porque ese es el camino para conseguir<br />
«el nombre de sabios». Y si a esta actitud, esta<br />
pose, se le añade el curso («adornandoos con<br />
la erudición siguiente»), el éxito será incuestionable,<br />
pues el objetivo una vez <strong>más</strong>, queda<br />
claro: «me acrediten vuestros lucimientos».<br />
No se puede negar la sinceridad del profesor<br />
Violeto. En ningún momento afirma que vaya<br />
a hacer sabios a sus discípulos, no es su propósito.<br />
Lo que sí afirma de forma cristalina es<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 13
que su meta es el lucimiento, la apariencia de<br />
sabios.<br />
Pasamos entonces al segundo día.<br />
Martes. Segunda lección. Poética y Retórica.<br />
Es la lección <strong>más</strong> larga del curso. Sigue en su<br />
línea el profesor Violeto; ¿qué pide a sus discípulos?:<br />
“Aprended de mí a rajar de alto a bajo, y hacer<br />
hastillas todo el monte Parnaso”.<br />
No puede ser <strong>más</strong> preciso Cadalso en el verbo<br />
que elige. Como vemos, no pide sabiduría,<br />
sino chabacanería, critiqueo barato de portal y<br />
barra de bar, de corrillo en una esquina. Rajar<br />
de todo, espíritu hispano.<br />
Comienza entonces el profesor Violeto el<br />
repaso por la historia de la literatura universal,<br />
desde los griegos y latinos.<br />
¿Qué deben hacer? Hablar poco de griegos y<br />
latinos, centrándose en comentarios generales,<br />
datos biográficos, anécdotas... Y sobre todo,<br />
apariencia, actitud:<br />
“Gritad, clamad, chillad [...] insinuar con aire<br />
misteriosos [...] sabed como un papagayo [...]<br />
al pronunciar este último verso, arquead las<br />
cejas, mirad alrededor, por encima de las cabezas<br />
de todos, extendiendo el brazo derecho [...]<br />
recitaréis con mucha pompa [...] decid cuanto<br />
se os antoje en desdoro nuestro, que todo será<br />
bien admitido, verdadero o falso, cierto o exagerado”.<br />
Podemos ver qué verbos utiliza Cadalso, qué<br />
acciones propone: apariencia, apariencia, apariencia.<br />
Y todo esto por qué, porque “en todos<br />
tiempos ha habido muchos sabios de teórica y<br />
pocos de práctica”. Y por supuesto, no deben<br />
caer en un error gravísimo:<br />
“Pero vosotros no deis al público un dedo de<br />
papel vuestro, porque os exponéis a perder<br />
todo el concepto que os habrá adquirido esta<br />
lección. Nunca soltéis prenda”.<br />
Pág. 14 • Revista Literaria ALECEIA<br />
A la Retórica le dedica menos tiempo. ¿Por<br />
qué? Porque se luce con mayor facilidad, pues<br />
menos aún saben de Retórica en los tiempos<br />
en los que se sitúa la obra. Cuatro nombres,<br />
cuatro títulos (eso sí, todo muy bien pronunciado)<br />
y «sentaréis plaza de hombre pasmosamente<br />
instruido en la elocuencia antigua».<br />
De esta manera, «no habrá quien diga que no<br />
sois unos verdaderos poetas y oradores a la<br />
violeta».<br />
Miércoles. Tercera lección. Filosofía antigua<br />
y moderna.<br />
En cuanto a la filosofía, el profesor Violeto<br />
recomienda una “obrita” que resume todos<br />
los conocimientos necesarios sobre la materia<br />
para que puedan «salir lucidos». Una vez <strong>más</strong><br />
queda evidenciada que el objetivo sigue siendo<br />
la aparente sabiduría.<br />
Entonces expone varios conceptos (en orden<br />
alfabético) y la explicación que se ofrece en<br />
esa obrita, y una lista de filósofos antiguos.<br />
¿Qué deben hacer?:<br />
“Con aprender de memoria los nombres <strong>más</strong><br />
enrevesados de algunos de estos viejos [...] y<br />
otros de este sonido [...] se abrirán las bocas<br />
de par en par”.<br />
No podía ser de otra manera: las apariencias.<br />
Pero no basta con esto en materia de Filosofía,<br />
según el profesor Violeto. Porque aquellos que<br />
sepan de Filosofía deben, por supuesto, acompañar<br />
todo su “saber” de una serie de actitudes<br />
exteriores:<br />
“Es indispensable que tengáis, llevéis, publiquéis,<br />
aparentéis y obstentéis un exterior filosófico<br />
[...] Es preciso que os distingáis también<br />
por algún capricho de semejante naturaleza<br />
[...] Unos habéis de estar, por ejemplo, siempre<br />
distraidos [...] Otros, aunque tengáis los<br />
ojos muy buenos y hermosos, habéis de llevar<br />
un sempiterno anteojo en conversación con la<br />
nariz”.<br />
Y algunas otras extravagancias del mismo<br />
tipo. Es decir, de nuevo lo <strong>más</strong> importante es
la apariencia exterior de estos discípulos del<br />
profesor Violeto.<br />
Recomienda entonces que si hay alguna mujer<br />
escuchándolos, que reciten una lista de filósofas,<br />
que también viene en la obrita. Y una vez<br />
<strong>más</strong>, el aparentar: Violeto se detiene <strong>más</strong> en las<br />
formas, en los gestos que deben acompañar las<br />
palabras de los “eruditos”, que en el contenido,<br />
buscando con esta actitud la aprobación y el<br />
halago del auditorio, el aplauso fácil de los que<br />
escuchan:<br />
“Veréis cómo todas se sonríen y dicen: ¡Qué<br />
gracioso! ¡Qué chusco! Unas dandoos con sus<br />
abanicos en el hombro, otras hablando a otras<br />
al oído, con buen agüero para vosotros, y todas<br />
muy satisfechas de vuestra erudición”.<br />
Y en esta ocasión, se le filtra un comentario<br />
interesante al profesor Violeto, porque dice:<br />
«arrepentimiento de haberos enseñado en tan<br />
corto tiempo lo que me ha costado tantos años<br />
de vasta lectura y profunda meditación».<br />
¿Años de vasta lectura y profunda meditación?<br />
¿Cómo podemos interpretar esta afirmación de<br />
Violeto? ¿Como una forma <strong>más</strong> de aparentar<br />
del mayor experto a la violeta? ¿O es realmente<br />
el lamento de un auténtico sabio que<br />
sólo cumple con su deber profesional?<br />
Tenemos indicios, a lo largo de la obra, para<br />
pensar que Violeto no es un auténtico sabio,<br />
porque esos eran los hombres serios, tétricos<br />
y adustos a los que él teme. Es un perfecto<br />
compilador, un sabio en conocer a la sociedad<br />
para la que prepara a sus alumnos, pero eso no<br />
garantiza el que él se haya leído todas las obras<br />
que cita; y ade<strong>más</strong>, él es todo lo contrario a un<br />
hombre serio, tétrico y adusto.<br />
La lección del siguiente día espera.<br />
Jueves. Cuarta lección. Derecho natural y<br />
de las gentes.<br />
«La lección de este día es muy trivial», inicia el<br />
profesor Violeto. Una vez <strong>más</strong>, los verbos que<br />
predominan son los que indican conocimiento<br />
superficial y gestualidad, porque «no ahondéis<br />
cuestión alguna del Derecho público, porque<br />
son todas peligrosas; y así dejando el tronco,<br />
subíos por esas ramas, suscitando cuestiones<br />
en que no podáis cometer absurdos».<br />
Entonces comienza una larga lista de materias<br />
sobre las que pueden discurrir, sin olvidar la<br />
gestualidad, «exclamad [...] enfureceos, y dad<br />
una gran palmada sobre la mesa (con gran<br />
tiento para no haceros mal) y lamentaos [...]<br />
Charlad [...] Hablad [...] Decid todo lo que han<br />
dicho otros, que es mucho, muy bueno, y muy<br />
malo».<br />
No profundiza mucho <strong>más</strong> el profesor Violeto<br />
en esta materia.<br />
Viernes. Quinta lección. Teología.<br />
El viernes es el día dedicado a la Teología. La<br />
forma de comenzar la lección es también, en<br />
esta ocasión, contundente:<br />
“No sé por qué se ha escrito tanto sobre la<br />
Teología. Esta facultad trata de Dios. Dios<br />
es incomprensible. Ergo es inútil la Teología.<br />
Este silogismo se aprenderá de memoria, y se<br />
repetirá con sumo desprecio hacia los teólogos”.<br />
En este momento añade el profesor Violeto un<br />
comentario que también nos sirve para aclarar<br />
el punto que comentamos sobre la sabiduría<br />
del profesor: «Escuchadme y seréis tan teólogos<br />
como yo».<br />
Y una vez <strong>más</strong> vuelve a utilizar la analogía de<br />
contrastes, pues explica que no es necesario<br />
poseer una suma y humilde veneración al Ente<br />
Supremos, ni un pleno conocimiento sobre sus<br />
atributos, sobre el hebreo y el griego, sobre<br />
la historia sagrada, un estudio largo sobre las<br />
costumbres judaicas, una idea exacta de la<br />
doctrina de cada uno de los padres de la Iglesia...<br />
no, nada de eso es necesario para ser un<br />
erudito a la violeta. El conocimiento que deben<br />
buscar se limita a nombres, datos biográficos<br />
y anécdotas. Porque lo <strong>más</strong> importante, una<br />
vez <strong>más</strong>, es aparentar, acompañar de mucha<br />
gestualidad, o como en este caso sugiere, «con<br />
aire misterioso».<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 15
Después, recomienda Violeto que traten sobre<br />
Mitología, porque «aquí podréis disparar sin<br />
tino, con toda seguridad. Hablad cuánto, cómo<br />
y dónde gustéis en esta materia».<br />
El objetivo es liar con nombres, hacer ruido,<br />
hablar confundiendo... porque en la multitud<br />
de palabras huecas se esconde la falta de sabiduría,<br />
el conocimiento superficial, la aparente<br />
sapiencia. Finalizando la lección, como siempre,<br />
con el aparato gestual que debe acompañar<br />
al discurso que estén dando:<br />
“Daréis la definición de la Teología, diciendo<br />
que esta voz se compone de dos griegas, que<br />
significan Sermo y Deus; aprenderéis a escribirlas,<br />
con carbón en la pared en caracteres<br />
griegos, y no faltará en el auditorio quien crea<br />
que son caracteres mágicos”.<br />
Y esto es importante, porque la obra de Cadalso<br />
no debe interpretarse únicamente como una<br />
crítica a aquellos que aparentaban ser sabios<br />
cuando en realidad eran unos ignorantes, sino<br />
que la crítica <strong>más</strong> profunda es a la sociedad de<br />
su tiempo, a la España del XVIII, que era la<br />
que en salones, reuniones y tertulias, sustentaba,<br />
aplaudía y promocionaba a esta pléyade<br />
de ignorantes y superficiales. Porque lo que critica<br />
Cadalso es la superficialidad de esta sociedad:<br />
alaban a sus eruditos a la violeta porque<br />
ellos mismos son así, porque ellos mismos son<br />
unos ignorantes que no desean aprender, que<br />
no quieren ser <strong>más</strong> sabios. Es la moda, es el<br />
hablar por hablar. Qué diferentes de esos hombres<br />
tétricos, serios y adustos. Ellos no están en<br />
los salones, no alternan con la alta sociedad de<br />
la Corte. Ellos son los que guardan el auténtico<br />
saber. Por eso la sociedad no los quiere, por<br />
eso prefieren a estos sucedáneos de sabios.<br />
Con esto pasamos a la penúltima lección.<br />
Sábado. Sexta lección. Matemática.<br />
Una vez <strong>más</strong>, podemos intuir el auténtico espíritu<br />
del profesor Violeto en sus comentarios:<br />
“Creo haber oído a no sé quién, haber leído<br />
no sé dónde haber sabido no sé cómo y haber<br />
aprendido no sé cuándo que bajo el nombre de<br />
Matemática se comprenden una infinidad de<br />
Pág. 16 • Revista Literaria ALECEIA<br />
avechuchos con nombres todos durísimos de<br />
pelar; pero en pronunciarlos bien está todo el<br />
mérito a que podéis aspirar”.<br />
Queda claro también qué espera de sus alumnos,<br />
aunque acto seguido no deja el menor<br />
lugar a las dudas:<br />
“No es para vosotros, y sería el modo de privaros<br />
de los lucimientos exteriores, que deben<br />
ser las niñas de vuestros ojos”.<br />
Esa, y no otra, es la meta del profesor Violeto,<br />
se evidencia en sus palabras vez tras vez, como<br />
estamos demostrando. Las apariencias.<br />
Y otra vez <strong>más</strong> se evidencia cuál es la sabiduría<br />
del profesor, pues al hablar de las matemáticas,<br />
él dice:<br />
“Yo no lo entiendo, ni quiero entenderlo, ni que<br />
vosotros lo entendáis, porque dicen que pide<br />
mucha aplicación, constancia, y método, tres<br />
cosas tan enemigas de vuestras almas, como<br />
mundo, demonio y carne”.<br />
No es ambiguo Cadalso. Es evidente qué actitudes<br />
no quiere Violeto para sus alumnos,<br />
porque estas cualidades pertenecen a los que<br />
verdaderamente buscan la sabiduría, y ese no<br />
es el objetivo de ellos, como acaba de decir,<br />
sino el lucimiento público, la apariencia.<br />
Continúa su lección hablando de Geometría,<br />
mencionando los términos que deben memorizar<br />
para «aturdid a todos».<br />
Después trata de la Náutica, aconsejando que<br />
lo mejor para lucir como erudito a la violeta en<br />
este asunto es aprender de memoria un vocabulario<br />
de marina. Pasa a la Arquitectura civil,<br />
donde aconseja aprender los órdenes y poco<br />
<strong>más</strong>. Lo siguiente es Astronomía, los planetas<br />
(lo <strong>más</strong> importante es conocer las leguas de<br />
distancia del sol) y, una vez <strong>más</strong>, la apariencia:<br />
“Pronunciar con énfasis las espantosas voces<br />
Eclíptica, Coluros, Grados, Planetas, Astros,<br />
Estrellas fijas, Eclipses, Discos, Paralajes,<br />
Cometas, Elipse, Rotación, Periodo, y los
de<strong>más</strong> que encontraréis en cualquiera Diccionario<br />
Astronómico. Ánimo, hijos, que con<br />
esto solo he visto lucir algunos que no saben<br />
<strong>más</strong>”.<br />
Esta es otra de las principales lecciones que<br />
enseña el profesor Violeto, las palabras que<br />
deben utilizar y el énfasis en pronunciarlas. Es<br />
curioso que hoy, doscientos años después, sea<br />
pertinente aún este consejo, pues de discursos<br />
vacíos, de palabras huecas, de conceptos poco<br />
definidos y multiutilizados, están los periódicos,<br />
las aulas y los pasillos llenos.<br />
Ha llegado el último día.<br />
Domingo. Séptima lección. Miscelánea.<br />
La última clase del profesor Violeto comienza<br />
con un repaso de lo que ha enseñado hasta<br />
ahora, para señalar sobre qué materias hablará:<br />
Historia, Lenguas vivas, Blasón, Música,<br />
Viajes y Crítica. Y empieza con la Historia.<br />
Menciona las nociones básicas que deben saber,<br />
aunque en realidad todo se reduce a decir «que<br />
es corto el trecho que hay de la fábula <strong>más</strong> ridícula<br />
a la historia <strong>más</strong> extendida».<br />
Pide a sus alumnos que no estudien las Lenguas<br />
vivas, «porque esto de aplicarse a la francesa,<br />
inglesa, italiana y alemana, pide cuatro<br />
vidas, y <strong>más</strong> si os detuviérais en aprenderlas<br />
de raíz». Sólo necesitan saber lo básico, lo preciso.<br />
Y junto a esto, «quejaos muchas veces de<br />
la pobreza del castellano».<br />
También deben tener leves conocimientos de<br />
Blasón, pues deben procurar comer con grandes,<br />
embajadores y poderosos. Así, deben<br />
hablar y descubrir su escudo y su genealogía.<br />
De la Música advierte que no hay mucho de<br />
que hablar, que deben criticar la música actual,<br />
porque toda la buena se aniquiló, y poco <strong>más</strong>.<br />
Entonces pasa a hablar de los viajes, y aquí<br />
Cadalso realiza un pequeño homenaje a Cervantes,<br />
que tanto admiraba, pues introduce una<br />
historia dentro de la historia, al decir que en<br />
«unos bizcochos de la confitería» le llega un<br />
papel donde estaban las “Instrucciones dadas<br />
por un padre anciano a su hijo que va a empren-<br />
der sus viajes”. Los tres escasos párrafos que<br />
componen esas instrucciones, interrumpidas<br />
rápidamente por Violeto, son una síntesis del<br />
pensamiento ilustrado, una nueva analogía de<br />
constrastes, porque las palabras de este padre<br />
son lo opuesto a los consejos de Violeto, la<br />
Razón frente a las apariencias:<br />
“De otro cuño es la moneda con que quiero<br />
enriqueceros en punto de viajes”.<br />
Y menciona cinco puntos básicos al respecto:<br />
1. No saber nada de España.<br />
2. Ir a París y “entrar en consejo” de peluqueros,<br />
sastres y bañadores, «para que os apulan,<br />
labren, acicalen, compongan, y hagan hombres<br />
de una vez».<br />
3. Una vez acicalados, presentarse en los<br />
paseos, teatros y otros parages (de nuevo queda<br />
claro dónde deben lucir).<br />
4. Ir a Londres. Allí, deben olvidar toda la<br />
moda francesa. Después, volver al continente<br />
por Alemania e Italia.<br />
5. Volver a España.<br />
Y para cuando vuelvan, queda una vez <strong>más</strong><br />
reflejada la mayor preocupación del profesor<br />
Violeto con respecto a sus alumnos, su meta<br />
<strong>más</strong> importante:<br />
“Entrar en España con algún extraño vestido,<br />
peinado, tonillo y gesto, pero sobre todo,<br />
haciendo tantos ascos y gestos como si entrárais<br />
en un bosque o desierto”.<br />
Por último, pasa a hablar de la Crítica, «la policía<br />
de la República literaria». Cadalso vuelve<br />
a utilizar la analogía de contrastes, pues dice a<br />
través del profesor Violeto qué se espera de los<br />
críticos («sujetos de conocido talento, erudición,<br />
madurez, imparcialidad y juicio») y qué<br />
se encuentra («privilegios, inmunidad y representación»).<br />
Aconseja a sus alumnos que se<br />
metan a críticos, siguiendo las siguientes reglas<br />
(no tiene desperdicio lo que escribe Cadalso):<br />
- Despreciad todo lo antiguo o todo lo<br />
moderno.<br />
- Escoged entre nuestra literatura y la extranjera.<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 17
- No haced igual aprecio de todo lo bueno o<br />
todo lo malo sin saber de qué país viene.<br />
- Cualquier libro que os citen decid que ya lo<br />
habéis leído y examinado.<br />
- Alabaos los unos a los otros y mirad con ceño<br />
a todo el que no esté en vuestra matrícula.<br />
Jóvenes<br />
por Inmaculada Jiménez Montero<br />
Irene y el collar<br />
- Cuando no sepáis algo, a los compendios y<br />
diccionarios.<br />
Así concluye el profesor Violeto su curso,<br />
diciendo que ha cumplido su promesa de<br />
formar auténticos eruditos a la violeta.<br />
Irene sabía que su cuerpo estaba cambiando constantemente.<br />
Hablaba con el espejo de su dormitorio cada noche.<br />
Los vaqueros estrechos y el jersey azul que se compró en las rebajas, le<br />
sentaban maravillosamente bien.<br />
Un día que el sol entraba con fuerzas en su habitación, iluminando todas<br />
las paredes descubrió en un pequeño cajón un collar que su abuela le había<br />
regalado hace tiempo.<br />
Paseó entre sus dedos cada perla de colores y desnudando sus ideas,<br />
se vistió de mujer.<br />
En el mismo instante que rodeó su cuello con el objeto encontrado, se dio<br />
cuenta de que sus quince años se hacían cada vez <strong>más</strong> importantes.<br />
Comprendió que su joven cuerpo se transformaba e incluso imaginó el<br />
rostro del chico que le gustaba sentado en la silla de su ordenador.<br />
Estaba sola, en su cuarto y me contó que una voz muy dulce le susurró al<br />
oído lo hermosa que era.<br />
Ese collar poseía la magia de hacer sentir cosas maravillosas.<br />
Nunca se separó de él.<br />
Ahora, veinte años después aún sigue oyendo esa voz que le dice cada<br />
noche:<br />
Soy tu interior, nunca dejes de ver la belleza que encierra tu corazón porque<br />
es en tu alma donde reside el verdadero misterio de la hermosura.<br />
El beso<br />
Caminaban cogidos de la mano.<br />
De vez en cuando sus hombros se rozaban y sus labios se encendían.<br />
Era entonces cuando se miraban y reían cómplices de esos deseos que llevaban<br />
dentro y que ninguno de los dos se atrevían a demostrar.<br />
Pág. 18 • Revista Literaria ALECEIA
Eran jóvenes…..muy jóvenes.<br />
Tan jóvenes como los primeros granos de trigo, como el clavel con aroma<br />
de mayo, como el aire que despeina las ideas cuando se está enamorado.<br />
Caminaban juntos, miraban juntos las mismas olas.<br />
En un descuido, él rodeo con su brazo sus hombros, ella, quieta lo dejaba.<br />
Él quería decirle, ella, quería escucharlo.<br />
De pronto, una fina lluvia empezó a caer sobre sus cuerpos. Corrieron sin<br />
soltarse de la mano por la avenida.<br />
Estaban empapados. El hueco de un gran árbol los cobijó.<br />
Y esas ramas fueron testigos de lo que ambos habían deseado hacer durante<br />
toda la tarde……….<br />
………simplemente besarse……<br />
Los zapatos<br />
En un lejano país vivía un chico y no recuerdo su rostro.<br />
La primera vez que lo vi sonreía y hablaba sin parar.<br />
No tendría <strong>más</strong> de quince años.<br />
Sus ganas de vivir y descubrir cosas me conducían a un mundo maravilloso<br />
y lleno de posibilidades.<br />
A veces sucede que no apreciamos ni valoramos todo lo que tenemos tal<br />
vez, porque tenemos demasiadas cosas.<br />
Este chico, no tenía nada.<br />
No tenía ordenador, ni play station, ni vaqueros con bolsillos grandes, ni<br />
móvil, no tenía conocimientos del mundo que le rodeaba ni tan siquiera<br />
sabía quiénes eran Machado o Lorca, porque no tuvo oportunidades para<br />
que le hablasen de ellos.<br />
Todas las mañanas caminaba tres horas con el tiempo como compañero<br />
para ir a un pueblo cercano, a unas clases que impartía una voluntaria<br />
venida de lejos.<br />
A veces la lluvia lo calaba hasta los huesos, otras, era el sol quien resecaba<br />
sus ideas por los senderos de piedras sin refinar.<br />
Pero no se cansaba, no se arrepentía de nada, no tiraba la toalla en medio<br />
de la batalla.<br />
Su ilusión por aprender y comerse al mundo era <strong>más</strong> grande que alcanzar<br />
el último nivel en el gran juego de la vida.<br />
Sus zapatos no eran Nike, ni Adidas, ni Puma, eran los zapatos <strong>más</strong> veloces<br />
que cualquier joven de su edad hubiese querido tener.<br />
Sus zapatos estaban llenos de un aire muy especial, de ansias, de hambre de<br />
querer llegar a la cima de algo.<br />
Sus zapatos estaban llenos de ilusiones por realizar, y, aunque no recuerdo<br />
su rostro, ja<strong>más</strong> supe el nombre de la tienda donde los compró.<br />
Cuando se enamoró, se dio cuenta de que su chica también llevaba los<br />
mismos zapatos que él, esos zapatos que son tan fáciles de conseguir si<br />
los buscas y que sólo los encuentras gratis en el gran supermercado de la<br />
vida.<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 19
El bolso de Mary Poppins<br />
por Marisol Dorado Villanueva<br />
Las vacas son felices,<br />
si no tienen lombrices.<br />
Si les haces algún test,<br />
algunas tiene estrés,<br />
y por <strong>más</strong> hierbas que les eches<br />
no dan ni pizca de leche.<br />
Las vacas lo flipan<br />
si les das un saco de pica-pica,<br />
no tienen reloj<br />
y las margaritas le gustan un montón.<br />
¡Que vaca tan osada<br />
Pág. 20 • Revista Literaria ALECEIA<br />
Vacantes (las vacas de antes)<br />
lleva rimel en la mirada!<br />
Las vacas de ahora<br />
no son como las de antes<br />
por eso se llaman<br />
vacas vacantes.<br />
Conclusión:<br />
Pon una vaca en tu vida<br />
o mejor en tu nevera<br />
y ja<strong>más</strong> tendrás que comprar<br />
ni un litro de Puleva.
Vacasiones<br />
(Vacas-iones)<br />
Se ha demostrado, metafísicamente, que la<br />
profundidad de mirada de las vacas, viene<br />
dada por el sonido reticente, hondo y contundente<br />
del cencerro. El hecho de llevar dicho<br />
sonido colgado de sus cuellos siempre y en<br />
todo momento, produce unas hondas radiocohercitivas<br />
de iones que van desarrollando<br />
una cierta intuición cognitiva, que les provoca<br />
la adivinación exhaustiva del pasto idóneo y<br />
las capacita para comprobar, con certeza, cual<br />
de sus compañeros porta verdaderos cuernos<br />
conyugales, de ahí el misterio de su retina,<br />
el parpadeo sospechoso y esa especie de risa<br />
socarrona que la vaca exhibe con una cierta<br />
impunidad, mientras sus compañeros machos<br />
se empeñan en ir paseando sus vergüenzas por<br />
esos campos de Dios.<br />
Bacanales<br />
(Vacas altas en canales)<br />
El hecho histórico sucedía en la Venecia del<br />
siglo XVII, cuando era de rabiosa actualidad<br />
pasear por los canales (Incluida la gondolavaca)<br />
con una vaca, alta, muy alta, en tamaño<br />
y en pretensiones (de ahí la “b”) sujeta por una<br />
hermosa cadena, toda ella subida en unos hermosos<br />
y exagerados tacones, inventados por<br />
un enano contorsionista-ganadero, que ordeñaba<br />
a dichas cornúpetas encaramado a estos<br />
curiosos artilugios . En un elaborado golpe<br />
de estado vacuno, las susodichas derrocaron,<br />
o mejor dicho, destaconaron al enano saltarín<br />
(de ahí su nombre) y le sustrajeron sus apéndices<br />
zapateriles y se dedicaron a diseñar para<br />
“Manolo” y a montar unas fiestas de escándalo,<br />
por todo lo “alto”.<br />
Vaca que ríe<br />
Ella era feliz en su matrimonio,<br />
su marido era un toro, se llamaba Antonio,<br />
por su excelente vida conyugal,<br />
la sonrisa de su hocico no podía borrar.<br />
La vida a su lado era un exceso,<br />
sus lamentos sabían a hierba y a queso.<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 21
En francés sonaría “la vache qui rit”<br />
pero quedaría un poco “cursí”.<br />
…. que vaca volando<br />
En un principio las vacas volaban. Cruzaban<br />
los prados en vuelos rasantes hasta<br />
posarse de golpe sobre un cerro de verdes<br />
y hermosos tréboles. Todo era hermoso y<br />
feliz, un bucólico paisaje de documental<br />
de la “2”, lleno de delicadas<br />
unguladas posándose aquí y allí,<br />
todas ellas con sus lunares y sus<br />
tonos pardos, dando color a la vida<br />
aburrida de los campos.<br />
Todo era perfecto, menos cuando<br />
sentían la perentoria urgencia evacuativa<br />
intestinal; entonces, todo<br />
el prado se oscurecía, se nublaba<br />
el horizonte con las boñigas voladoras<br />
y reinaba la desolación entre<br />
los agricultores (los cuales descubrieron<br />
las ventajas de protegerse<br />
del sol con las majadas e inventaron<br />
las boinas, también cuando a uno de<br />
ellos le cayó en la boca, se inventó<br />
la ensaimada). Por eso el hada del<br />
prado, que mataba moscas con el<br />
Reseñas<br />
por Raúl Rubio<br />
Título: 2666<br />
Autor: Roberto Bolaño<br />
<strong>Editorial</strong>: Anagrama<br />
Hace tres años y dos meses, una calurosa<br />
mañana de julio, me decidí a coger de la<br />
estantería de la biblioteca del pueblo donde<br />
Pág. 22 • Revista Literaria ALECEIA<br />
rabo (era travesti) decidió subir a los cielos a<br />
las mariposas, que, por aquel entonces, andaban<br />
con tacón de aguja por el césped (lo cual<br />
era un poco penoso, la verdad) y aposentar de<br />
una vez por todas a las vacas en el suelo<br />
y todos contentos (menos las vacas, que<br />
perdieron la visión aérea de los prados,<br />
pero para compensarlas les regalaron un<br />
GPS y así se acabó el problema). De ahí<br />
viene el refrán “<strong>más</strong> vale boina en chorla,<br />
que vaca volando”.<br />
Bacardí<br />
La conocida marca de ron debe su<br />
nombre a una vaca bonzo, que se<br />
quemó delante de una quesería protestando<br />
por la utilización de leche<br />
sintética, extraída de vacas travestis<br />
aragonesas (sin teticas). En su protesta<br />
rezaba un cartel con la siguiente<br />
leyenda:<br />
VACA NACÍ<br />
BACA ARDÍ<br />
P.D.- la escribo con “b” porque estoy<br />
muuuuuu “arta”.<br />
vivía una novela enorme (me refiero, en este<br />
momento, a su volumen físico) editada por<br />
Anagrama, de un escritor chileno del que no<br />
sabía nada y cuyo título en forma de cifra me<br />
hacía evocar el Apocalipsis.<br />
Había leído un par de reseñas de 2666,<br />
había visto un par de recomendaciones en la<br />
revista que regalan en El Corte Inglés, recomendaciones<br />
de famosos del momento que se<br />
ven sometidos al típico interrogatorio de libropelícula-cd,<br />
etcétera. Pero lo que acabó de convencerme<br />
para que la agarrara y la leyera fue<br />
la contraposición que hacía un tal Vila-Matas<br />
(que después supe mejor quién era) entre la<br />
obra de Bolaño y la Rayuela de Cortázar. Es
decir, tomé el libro para saber quién era ese<br />
escritorzuelo que, según Vila-Matas, había<br />
dado un carpetazo definitivo a mi Biblia. Es<br />
decir, mi ánimo contra el libro no podía ser<br />
peor. Tres días después ya era un incondicional<br />
de Roberto Bolaño.<br />
2666 supuso un orgasmo literario para<br />
mí. Con el tiempo, entendí que la alusión a<br />
Cortázar y Rayuela no era<br />
<strong>más</strong> que mero marketing,<br />
pues ni Bolaño pretendía<br />
oponerse a Cortázar ni 2666<br />
tiene que situarse frente a<br />
Rayuela. Son dos grandes<br />
obras, dos impresionantes<br />
milagros.<br />
Las 1.119 páginas<br />
que componen la novela de<br />
Bolaño son un auténtico alegato<br />
a favor de la literatura y<br />
de la vida, o de la vida y de<br />
la literatura, porque para él,<br />
como se encargó de demostrar<br />
a través de toda su obra,<br />
son las dos caras de una<br />
misma moneda: el escritor.<br />
Dividida en cinco<br />
partes (la Parte de los críticos, la Parte de<br />
Amalfitano, la Parte de Fate, la Parte de los<br />
crímenes y la Parte de Archimboldi), la novela<br />
presenta un sumo protagonista común: la violencia.<br />
Queramos o no, seguimos muy cerca de<br />
ese animal que fuimos, que seguimos siendo,<br />
y que sólo con la provocación de un taxista<br />
paquistaní sale a la superficie de nuestro ser,<br />
aunque seamos dos reputados filólogos, dos<br />
intelectuales.<br />
Cada una de las partes presenta una forma<br />
de narrar distinta, un tono diferente. Se pueden<br />
leer por separado (el crítico Ignacio Echevarría<br />
explica en una nota final que el propósito<br />
de Bolaño antes de morir era editarla así, para<br />
que su venta fuera <strong>más</strong> sencilla), pero juntas,<br />
con ese inquietante título en forma de cifra,<br />
forman un conjunto impresionante, espeluznante;<br />
porque ade<strong>más</strong>, si se lee como un todo,<br />
se pueden descubrir múltiples permeaciones<br />
que le dan sentido y unidad al conjunto.<br />
Maestro a la hora de crear personajes,<br />
contumaz contador de historias, 2666 hace un<br />
repaso por la historia del siglo XX a través de<br />
un personaje, el escritor Hans Reiter, quien<br />
utiliza el pseudónimo de Benno von Archimboldi,<br />
y a través de una ciudad, Santa Teresa,<br />
trasunto de la mexicana ciudad fronteriza de<br />
Ciudad Juárez, famosa por los crímenes de<br />
mujeres que año tras año, desde principios de<br />
los noventa, se vienen cometiendo allí y que<br />
siguen, en su gran mayoría, sin resolverse.<br />
Pero hay <strong>más</strong>, hay<br />
mucho <strong>más</strong> encerrado en<br />
cada uno de los párrafos de<br />
esta obra, párrafos que como<br />
peces-globo se hinchan para<br />
cargarse de significados, y<br />
que con sus afiladas púas<br />
señalan, no sólo al resto de<br />
la obra del chileno, sino al<br />
resto de la literatura que se<br />
ha escrito, esa literatura que<br />
tanto amaba y que tan bien<br />
conocía, sin necesidad de<br />
haber asistido a una prestigiosa<br />
universidad, porque su<br />
universidad fueron sus ojos,<br />
y sus aulas las páginas de<br />
las grandes obras (y de las<br />
que no lo eran también) que<br />
tanto placer le otorgaron.<br />
Murió Bolaño, nació su leyenda. 2666<br />
supuso su colofón póstumo, su último regalo<br />
a los hombres (me niego a catalogar El secreto<br />
del mal como algo <strong>más</strong> que un conjunto de<br />
borradores). Les invito a adentrarse en un<br />
universo peligroso, fascinante, conmovedor.<br />
Corren el peligro de no querer volver, pero el<br />
viaje merece la pena. Os lo aseguro.<br />
Título: El pez volador.<br />
Antología de cuentos<br />
Autor: Hipólito G. Navarro<br />
<strong>Editorial</strong>: Páginas de espuma<br />
Se dice que la ignorancia es atrevida.<br />
Como yo soy un ignorante me atrevo a conjeturar<br />
una hipótesis sobre un tema tan profundo<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 23
como la literatura (osadía que causará repulsa<br />
a <strong>más</strong> de uno): existen autores que neutralizan,<br />
que opacan las capacidades inventivas de los<br />
lectores, que establecen barreras nítidas entre<br />
las categorías que cada uno representan; y<br />
existen otros autores<br />
que provocan justo lo<br />
contrario, que tienden<br />
tableros de madera<br />
entre las ventanas del<br />
que escribe y del que<br />
lee, que persiguen el<br />
intercambio, el juego,<br />
que estimulan las neuronas<br />
de los lectores<br />
y de forma silenciosa<br />
les extienden una<br />
invitación para que se<br />
lancen ellos a la aventura<br />
de escribir. Sin<br />
lugar a dudas, Hipólito<br />
G. Navarro es uno de<br />
estos últimos.<br />
El descubrimiento<br />
de los cuentos<br />
de Hipólito supone<br />
una reconciliación con<br />
la vida, una ráfaga de<br />
colores entre tanta existencia gris, el descubrimiento<br />
del pez volador, como dice Javier<br />
Sáez de Ibarra, la metáfora perfecta de toda su<br />
narrativa breve.<br />
La aventurada hipótesis de ignorante que<br />
he expuesto queda refrendada por las propias<br />
palabras de Hipólito, que dice que la lectura de<br />
los cuentistas latinoamericanos le pusieron la<br />
imaginación a mil, volvieron inevitable el paso<br />
de un papel al otro en la comunicación literaria.<br />
Y para muestra de todo esto sólo hace falta<br />
empaparse de esta antología, «El pez volador»<br />
(no podía ser de otra manera).<br />
Puede surgir una duda: ¿qué aporta<br />
de nuevo este libro, cuando los cuentos que<br />
recoge ya están en «Los últimos percances»?<br />
Para aquellos que seguimos la obra de Hipólito<br />
la pregunta sobra; para todos los de<strong>más</strong>, ahí<br />
van tres poderosas razones para adquirir «El<br />
pez volador»:<br />
1. Las magníficas quince páginas que<br />
preceden a los cuentos fruto del trabajo estupendo<br />
del editor, Javier Sáez de Ibarra. Todavía<br />
Pág. 24 • Revista Literaria ALECEIA<br />
hay gente que confunde calidad con cantidad,<br />
que pesa la intelectualidad; yo, aunque soy un<br />
ignorante, creo que es muchísimo <strong>más</strong> complicado<br />
saber decir con el número exacto de<br />
palabras aquello que se quiere decir, ni <strong>más</strong><br />
ni menos. Y este prólogo<br />
es así, conciso,<br />
claro, sencillamente<br />
profundo. Dividido en<br />
siete partes, Sáez de<br />
Ibarra nos introduce<br />
en el Hipoliniverso,<br />
con la habilidad de<br />
presentarnos la obra<br />
y el autor sin pisar<br />
el goce de la lectura,<br />
sin adelantar datos<br />
que será mejor descubrir<br />
por uno mismo.<br />
No pretende Sáez de<br />
Ibarra lucir erudición<br />
ni robar protagonismo;<br />
pero con esa actitud se<br />
convierte en un pilar<br />
básico del conjunto.<br />
2. La nueva disposición<br />
de los cuentos.<br />
Quien haya leído<br />
«Los últimos percances» se habrá ido encontrando<br />
estos veinte cuentos esparcidos por el<br />
tiempo y el espacio del libro; aquí se encuentra<br />
con una relación distinta, y en ese contacto<br />
nuevo de los textos, producen sensaciones<br />
diferentes. Al releerlos, uno siente nuevos<br />
chispazos extraordinarios, nuevos aguijonazos<br />
del maestro que en su momento no supo (o no<br />
pudo) captar.<br />
Divididos en tres grandes secciones<br />
(Inmersiones, Saltos, Vuelos, cada una correspondiente<br />
a uno de los movimientos del pez<br />
volador, como explica Sáez de Ibarra), estamos<br />
ante veinte joyas de la narrativa breve en<br />
español, entre las que destaco “Meditaciones<br />
del vampiro”, “Las notas vicarias”, “Los frutos<br />
<strong>más</strong> dulces”, “Inconvenientes de la talla L”,<br />
“El aburrimiento, Lester”, “Ni a trescientos<br />
metros de las acacias”, “Con los cordones desatados,<br />
a ninguna parte”, “Tres trillizas torres”<br />
o el que da nombre al conjunto, “Sucedáneo:<br />
pez volador”. Singularidades dentro del panorama<br />
cuentístico hecho en español.
3. La entrevista final, realizada por Sáez<br />
de Ibarra. Como soy un ignorante, pienso que<br />
el biografismo no es indispensable en la literatura,<br />
que para deleitarnos con el Quijote no<br />
es necesario saber que Cervantes era manco;<br />
sin embargo, estoy totalmente de acuerdo con<br />
Sáez de Ibarra cuando escribe que las palabras<br />
de Hipólito en la entrevista dan muchas claves<br />
de su obra y ayudan a que el lector “alcance<br />
una visión <strong>más</strong> profunda […] enriquecerá su<br />
expectativa y abrirá su sensibilidad al disfrute”.<br />
Y ade<strong>más</strong>, si bien es cierto que muchas veces<br />
es mejor no saber nada del que escribe (pues<br />
ese conocimiento personal puede provocar el<br />
rechazo instantáneo de su obra), el ser humano<br />
Hipólito González Navarro se muestra como<br />
alguien que es digno de admirar, <strong>más</strong> allá de lo<br />
que escriba su alter ego de la G.<br />
En esta época de sombríos con ceño fruncido<br />
que no se permiten el lujo de sonreír, que<br />
censuran la mirada alegre de la vida (a pesar<br />
de todas las desgracias que nos rodean), «El<br />
pez volador» supone una cosquilla a tiempo,<br />
un guiño malicioso y cómplice, una invitación<br />
a huir de la existencia mediocre en un refugio<br />
propio en el que podamos ser lo que nos apetezca,<br />
donde podamos desterrar el aburrimiento<br />
y fantasear. No es superficialidad, es una actitud<br />
valiente con la vida, con la literatura. Que<br />
se queden ellos con esa exitencia gris, yo ya<br />
me estoy preparando una bañera de emergencia<br />
que no me cure de mi feliz ignorancia.<br />
Título: Los trasnochadores<br />
Autor: John Lessone<br />
<strong>Editorial</strong>: <strong>Little</strong> <strong>Shit</strong> <strong>Machines</strong><br />
Aunque han pasado cientos de años desde<br />
que Catulo escribió sus composiciones, mucha<br />
gente sigue pensando que hay temas literarios<br />
y temas que no lo son, es decir, temas que no<br />
podrán formar parte de una composición lite-<br />
raria y temas que sí. No estoy de acuerdo con<br />
este planteamiento. Creo que lo que determina<br />
que una obra sea literaria o no es la forma en<br />
que se expresa, no sólo el contenido.<br />
Actualmente, nadie se escandaliza<br />
porque en una novela se hable de juergas, alcohol,<br />
drogas, sexo… Pero aún hay mucha gente<br />
que si les dicen que en una novela aparecen<br />
estos temas, directamente colocan la obra en<br />
un escalafón inferior de la jerarquía literaria.<br />
Para esta gente no está escrita Los trasnochadores,<br />
no están a la altura de la obra.<br />
En esta novela aparecen estos temas y<br />
<strong>más</strong> a través de una galería de personajes inolvidables,<br />
la pandilla de trasnochadores que<br />
irán salpicando la honorable Villaserrín de sus<br />
excesos. Por ejemplo Papito, descrito de la<br />
siguiente manera:<br />
“A Papito lo habían llevado a la<br />
clínica por las buenas, y tanto debió<br />
gustarle a los especialistas el cuadro del<br />
paciente que decidieron quedárselo una<br />
temporada […] ¿Un pleno? Sí, que no le<br />
faltaba una sola sustancia en la sangre,<br />
y encima con brotes depresivos y manías<br />
persecutorias […] Un caso extraño.<br />
¿Extraño? Lo extraño es que siga con<br />
vida” (p.101).<br />
Junto a él, el empresario Enric Falcó,<br />
Ortega, Santos Laviña, Hojiblanca, el portero<br />
Buffalo, Menéndez, Fibonacci, Lechín, el juez<br />
Sanz, John Mhorci… o El Poeta Raro, que por<br />
sus acciones queda descrito:<br />
“Entre los dos policías introdujeron<br />
al poeta borracho en la parte trasera<br />
del vehículo […] El poeta comenzó a<br />
empañar los cristales traseros del coche<br />
con el vaho de su aliento y comenzó a<br />
trazar extrañas formas con el dedo […]<br />
Poco a poco, fueron apareciendo en los<br />
cristales formas alargadas con círculos<br />
en la base (p.114)”.<br />
Y por supuesto el juego del Duro, convertido<br />
a lo largo de la trama, a lo largo de la<br />
noche – porque en realidad la acción principal<br />
se centra en una noche –, en un personaje <strong>más</strong>,<br />
en un miembro <strong>más</strong> del grupo.<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 25
Aunque en un principio podríamos<br />
pensar que Los trasnochadores es una novela<br />
que anda por caminos ya trillados, la sinceridad<br />
con que está escrita, la honestidad con el<br />
lector, provocan que rápidamente caigamos en<br />
las redes de la historia,<br />
una historia que transcurre<br />
a ritmo frenético, al<br />
son de Los Chichos.<br />
La novela está<br />
escrita con las entrañas, y<br />
eso se nota, eso se agradece.<br />
Y este detalle se<br />
hace patente sobre todo en<br />
el final, un final que considero<br />
perfecto, redondo,<br />
inesperado y original,<br />
porque en mi opinión este<br />
final es el que singulariza<br />
Los trasnochadores de<br />
otras novelas encuadradas<br />
en ese estilo. Evidentemente,<br />
os animo a que<br />
investiguéis por vosotros<br />
mismos la razón.<br />
Y dentro de ese final, la escena – no<br />
puede ser <strong>más</strong> que una escena genial digna de<br />
cualquier sainete o telecomedia – que tiene<br />
como protagonista al tomo G de la enciclopedia<br />
Larousse. Porque, y esta es otra de las<br />
grandes virtudes de la novela, las páginas de<br />
Los trasnochadores están cargadas de humor,<br />
humor de todos los gramajes y colores, aunque<br />
me inclino a pensar que sobre todo prima el<br />
humor negro; y la ironía, una ironía que obliga<br />
a designar cada cosa por su nombre pero con<br />
otro nombre, hablando claro.<br />
Pág. 26 • Revista Literaria ALECEIA<br />
Volviendo a lo que mencionaba al principio,<br />
y queriendo destacar la principal virtud<br />
– en mi modesta opinión – de esta novela, destaco<br />
la forma en que está escrita. El lenguaje<br />
empleado por Lessone es minucioso, afilado,<br />
un lenguaje en el que<br />
cada palabra cuenta, cada<br />
palabra está escogida. No<br />
porque se hable de alcohol,<br />
sexo, drogas, juergas…<br />
se tiene que descuidar la<br />
expresión; esto lo puede<br />
hacer alguien apasionado<br />
por el lenguaje, alguien<br />
que ha leído mucho y que<br />
sabe lo que quiere hacer.<br />
En este sentido, lo sitúo en<br />
la línea de Montero Glez.,<br />
por ejemplo, en Sed de<br />
champán.<br />
En definitiva, nos<br />
encontramos con una obra<br />
escrita con detalle, revisada,<br />
pulida, pero que sin<br />
embargo resulta fresca, ágil, divertida, una<br />
novela que te arranca una sonrisa en los primeros<br />
párrafos y que logra mantenerla hasta el<br />
final. Una novela no apta para recatados, apocados,<br />
cobardes que teman a la vida; y muy<br />
recomendable para todos los de<strong>más</strong>.
Nuestras cosas<br />
A una prostituta<br />
Mascarón de proa de insultos,<br />
Pobre despojo de sombras,<br />
Sobre tu sexo,<br />
Un día floreciente,<br />
Cae el semen continuo<br />
De tu desdicha.<br />
Deslenguada, vocinglera,<br />
Ajada de pobre perfume,<br />
Te rodean mil guiños<br />
De podridos jazmines,<br />
Y mil deseos de angustias<br />
Malolientes.<br />
Pobre criatura de la noche<br />
Antirromántica,<br />
Rompedora de verdes<br />
Sin escarcha,<br />
Te ha llegado el rojo<br />
Sin rosa<br />
Y te ha sorprendido<br />
El azul sin abrigo<br />
De mañana.<br />
Tienes un viejo oficio<br />
Canalla<br />
Como canalla es tu suerte,<br />
Y has enviudado sin marido<br />
Y has muerto sin entrañas.<br />
Sea para ti mi compasión<br />
De egoísta burgués<br />
Sin esperanza.<br />
Valerio De la Hoz Caravaca<br />
Paisaje del recuerdo<br />
Bamboleo de memoria<br />
Y olvidos,<br />
Tierno hábitat<br />
Del yo<br />
En la penumbra del<br />
Recuerdo y el ayer.<br />
Humilde lugar<br />
De sueños<br />
Y adolescencias<br />
Donde el verano<br />
Y su templanza<br />
Hacía del tiempo<br />
Sus deslumbres<br />
De sexo anhelado.<br />
Cada niña<br />
Era mujer,<br />
Cada pestaña,<br />
tu esperanza.<br />
Ojos negros<br />
Y labios finos,<br />
Que llevaban<br />
En una lanza<br />
Todo el fulgor<br />
De tu vivir divino.<br />
Humilde lugar<br />
Que ha sido tuyo,<br />
Cuando tu cuerpo<br />
Pedía vida<br />
Y tu alma,<br />
Espíritu.<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 27
Hay otras cosas<br />
Se suponía que dormía, pero no. Hacía muchos<br />
años que no podía dormir antes de la corrida,<br />
pero por no escuchar a Paco, su mozo de<br />
espadas, lo fingía. Ade<strong>más</strong>, eran momentos<br />
de pensar, de pensar gozosamente, de plantearse cosas.<br />
Como el aburrimiento. Ni siquiera estaba seguro de<br />
la ciudad o pueblo que le tocaba hoy. Era demasiado<br />
tiempo haciendo lo mismo. Últimamente, casi nunca<br />
sentía miedo. Era <strong>más</strong> como el oficinista que sabe que<br />
le esperan las mismas tareas de todos los días y no tiene<br />
ningunas ganas de hacerlas. Pero, bueno, era su oficio,<br />
ganaba muchísimo dinero y, aunque llegara algún contratiempo<br />
de vez en vez, también eso era casi rutina. Lo<br />
que no podía evitar era a falta de interés.<br />
Hoy, allí tendido, había una pequeña lucecita que se<br />
hacía <strong>más</strong> y <strong>más</strong> fuerte. La hacía sonreír, pero no se la<br />
quitaba de encima. Sospechó que tampoco quería que<br />
se fuera.<br />
Al llegar al hotel, muy cerca, en la esquina, había<br />
entrevisto <strong>más</strong> que visto una librería, no muy grande,<br />
no con mucha gente. Antonio, nuestro personaje, apenas<br />
había ido a la escuela, leía con dificultad, pero cada vez<br />
sentía <strong>más</strong> curiosidad por lo que pasaba fuera de ese<br />
mundo hermético del toro y el campo, y la plaza. Los<br />
libros nuevos, brillantes, relucían al sol abrasador del<br />
verano. Se habían metido en la retina de Antonio, que,<br />
confusamente, se decía algo como esto: Ahí sí que te<br />
deben de explicar las cosas.<br />
Paco, apareció discretamente en la habitación:<br />
“maestro, ¿estamos listos?<br />
Sí, Paco, venga, vamos allá, otra vez. ¿de qué nos<br />
vestimos hoy?<br />
De verde esperanza, sonrió el mozo de espadas, adivinando<br />
las ganas de Antonio por acabar rápidamente<br />
aquella tarde.<br />
Pues hala, a vestirse.<br />
Pág. 28 • Revista Literaria ALECEIA<br />
Siguieron los mil ritos del mataor y el hotel. Al cabo<br />
de un rato, la sonrisa del mozo, se volvió carcajada.<br />
Anda y que tienes ganas, compañero. Pero no la<br />
jodas, que te dan una pasta gansa por cada pasito que<br />
das en la plaza. Y que <strong>más</strong> de uno vivimos de esto..<br />
Y a mi costa, correspondió el torero con otra carcajada.<br />
Apareció Antonio en el vestíbulo, y se repitieron,<br />
como todas las tardes, los ohhhhhh, de los turistas, las<br />
palmaditas, y el “suerte, maestro”.<br />
Al entrar en el coche, la volvió a ver, también confusamente,<br />
como la primera vez. La librería que hacía<br />
esquina allí al lado. Y el hastío subió de tono. “ Si<br />
pudiera pasar las dos horas de la corrida, ahí metido,<br />
viendo papeles de esos” No hubo tiempo de <strong>más</strong> filosofías;<br />
el auto arrancó y los papanatas volvieron a repetir<br />
sus ohssssssssssss, y los transeúntes sus miradas.<br />
Volvió la vena profesional.”Tío, ¿mucho viento?<br />
No, algún achuchón que otro, pero nada serio.<br />
Allí estaba la cuadrilla, conscientes de la decadencia<br />
del incipiente veterano. “Antonio, hoy hay que echarle<br />
cojones, o vamos a acabar todos<br />
Repartiendo postales de toros pa los guiris”. Una amplia<br />
sonrisa, casi feliz, fue la respuesta del interpelado.<br />
Más rutina: el capote de paseo, el suerte señores, el<br />
lento discurrir por la arena, el saludo protocolario, el<br />
cambiar la seda por el percal, y el primer clarinazo de la<br />
tarde, largo y agudo como un cuchillo.<br />
Antonio, montera encasquetada, mirada por encima<br />
del burladero, ve aparecer su primer toro. Un negro<br />
zaino justito de peso, de cuernos, de trapío, de todo. A<br />
justificarse tocan, se dice para sus adentros.<br />
La cuadrilla actúa, con eficiencia funcionarial, como<br />
el público, como Antonio. Cae el toro vulgarote, y el<br />
maestro, que disimula el gesto de cansancio, sale al<br />
tercio a corresponder una tibia ovación de los <strong>más</strong> optimistas.<br />
“Así vas a acabar justo para el potaje”, le comenta<br />
Juan, el algarrobito, peón de confianza, al pasar por su<br />
lado. Antonio acoge el comentario con una sonrisa de<br />
cordialidad.<br />
Pasan lances, algún susto, algún ole, alguna protesta.<br />
Todo igual, se dice Antonio.
Llega su segundo toro. Antonio está <strong>más</strong> contento.<br />
“A esto le queda poco”<br />
El animal, colorao ojo de perdiz, se planta en la<br />
puerta de chiqueros, despacio, orgulloso, con la cabeza<br />
alta. Parece decir, “qué masa de gilipollas, y viene a por<br />
mí. Seguro que viene a por mí “<br />
A Antonio el ojo izquierdo le ha dado un brillo instantáneo,<br />
una iluminación súbita. El toro, se lanza hacia<br />
su lado derecho en una galopada fija, consciente, alegre.<br />
Y Antonio no se lo piensa. Se va hacia él y éste entra<br />
a la verónica, y los primeros oles auténticos de la tarde<br />
surgen espontáneos y la primera sonrisa verdadera del<br />
torero, también. Han sido cuatro verónicas ganando<br />
terreno, yendo casi hasta el centro de la plaza, donde<br />
la media ha enroscado el colorao a la cintura del maestro,<br />
Acuden los peones y el torero les grita que lo dejen.<br />
El picador, hombre gordo sobre jamelgo flaco, avanza<br />
despacioso para colocarse en su lugar. Y Antonio, por<br />
delantales, cada uno una chispa de toreo, lo coloca en<br />
suerte, no muy cerca del del castoreño. El bravo se lanza<br />
como un proyectil, y la vara, quiere ponerse, pero en su<br />
lugar se pone el golpe, y hombre y caballo, ruedan por<br />
el suelo. Quite rápido del maestro, limpio, eficaz, sin<br />
efectismos.<br />
Se lo lleva al centro, tres chicuelinas,, revolera para<br />
acabar, vuelven a encender la plaza. Y ahí va el toro otra<br />
vez, recto y despiadado contra el picador, que esta vez<br />
aguanta como puede y la vara se clava en la carne, y<br />
el animal insiste en su bravura. Quites, <strong>más</strong> varas, <strong>más</strong><br />
aplausos, <strong>más</strong> tarde de toros.<br />
Brinda Antonio al público, despacioso, casi solemne,<br />
ilusionado por primera vez en mucho tiempo. Y<br />
comienza la faena con ayudados por bajo, serios, pierna<br />
flexionada, templando, mandando. En uno el supuesto<br />
enemigo, se le cuela un poco. Culpa del torero, que ha<br />
errado algo en los terrenos.<br />
Y siguen los pases de siempre, pero con gusto, con<br />
arte, con solera. Alguna colada hay, que también el colorao<br />
se cansa de tanta bravura. “Me queda poco pero os<br />
voy a dar que hacer, cabrones” El Algarrobico, atento en<br />
su burladero, no se lo cree: “Vamos a tener asegurado<br />
el Fino por <strong>más</strong> tiempo” Las gentes enloquecen, el lío<br />
está montao.<br />
Se perfila Antonio, entra y en el hoyo de las agujas<br />
cae la espada certera e implacable. Me voy a morir con<br />
los huevos por delante, se dice el toro. Y se despolma en<br />
Valerio De la Hoz Caravaca<br />
el centro del albero, sin abrir la boca, cayendo con toda<br />
la dignidad de una muerte digna e injusta. Al buen tío<br />
que es el maestro le ha rodado una tímida lágrima por la<br />
mejilla un segundo antes.<br />
El colorao, ya cadáver de una fiesta (todas las fiestas<br />
tienen los suyos) recorre el ruedo en vuelta a gloria del<br />
ganadero y el mayoral. El torero, la pasea después con<br />
los trofeos, restallante de felicidad. Una turista histérica<br />
le ha lanzado las bragas. Antonio, se rompe de la risa.<br />
Sale a hombros, sale entre la alegría de unos, la envidia<br />
de los otros dos, y llega al hotel. La absurda idea<br />
le ha vuelto. Le rodean, le abrazan, le besan, le hacen<br />
la pelota, pero su mirada se ha vuelto a desviar hacia<br />
la esquina, donde, ya noche, brilla un escaparate iluminado.<br />
Ducha, secado, y Antonio, que, presuroso, chándal<br />
caro y zapatillas de marca, huye por la puerta de atrás.<br />
Allí están: libros, libros y <strong>más</strong> libros, pero un cartel<br />
anuncia: “Horario al público: Abierto de 9,30 a 1,30.<br />
Tardes. De 5,30 a 8,30. Sábados de 10 a 2. El maestro,<br />
hoy <strong>más</strong> maestro que nunca, marca un número en el<br />
móvil. La respuesta es casi un alarido:<br />
¿Dónde coño estás? Todo el mundo te busca. Yo creo<br />
que estás perdiendo la chaveta”. Antonio se olvida del<br />
tono, de la bronca:<br />
¿A qué hora salimos mañana?<br />
A las Ocho y media.<br />
De eso, nada, a las 10 y media,<br />
¿Qué? No da tiempo, hombre, qué mosca te ha<br />
picado.<br />
No discutas, a las diez y media.<br />
Toda una hora allí mañana. Él lee mal, pero Paquita,<br />
su mujer, a la que nunca ha sabido valorar como merece,<br />
se dice, lo ayudará. Ahí en esos papeles tiene que haber<br />
<strong>más</strong> cosas.<br />
Ya voy, César (César es el apoderado), no te preocupes,<br />
gruña al móvil.<br />
Y sale corriendo camino de la gloria del postoreo.<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág.29
Pág. 30 • Revista Literaria ALECEIA<br />
Cuando la diversión era el viento<br />
y la bici roja un caballo volador,<br />
cuando las tardes olían a caramelo de fresa, a regaliz<br />
y la playa, sin fin, era sólo nuestra,<br />
el mundo entero era posible<br />
en equilibrio.<br />
Jugar a ser... sobre ruedas,<br />
la heroína audaz del cuento,<br />
mucho <strong>más</strong> veloz que el tiempo<br />
que duraba <strong>más</strong>... sobre ruedas.<br />
Cuando la diversión era el instante eterno<br />
y la bici roja un caballo volador,<br />
cuando las noches olían a fruta, a jardín,<br />
y la calle, sin fin, era sólo nuestra,<br />
la felicidad completa no tenía nombre<br />
siempre en equilibrio... sobre ruedas.<br />
Publicado en la antología poética POETAS EN BICICLETA<br />
(Nuño <strong>Editorial</strong> 2007)<br />
Puzzle<br />
Vivir<br />
es flotar a veces sobre la ciudad<br />
con la ilusión<br />
de trastocar las estaciones.<br />
Respirar azahar<br />
en un amanecer de invierno<br />
y contener el aliento de las castañas<br />
en los atardeceres largos del verano.<br />
Nadar contra el viento,<br />
jugar con el tiempo tonto del reloj<br />
en una noche de otoño...<br />
y arroparse con las aguas del océano<br />
un mediodía cualquiera del mes de abril.<br />
Eso es vivir<br />
a veces<br />
con la ilusión<br />
de hacer saltar por los aires<br />
el puzzle de mil piezas.<br />
Publicado en la antología poética POETAS EN EL CAMINO<br />
(Nuño <strong>Editorial</strong> 2008)
Desnuda entre tus brazos<br />
siento la levedad del tiempo<br />
y el amor,<br />
ese pálpito que se desliza<br />
en suspiros, en sonrisas,<br />
que juega a confundir las horas,<br />
que transforma en eternos los instantes,<br />
que convierte en próximo lo extraño<br />
nos invade los cuerpos<br />
como el océano invade el mundo.<br />
Y mi cuerpo desnudo,<br />
vulnerable entre tus brazos,<br />
feliz y en calma,<br />
siente que está donde tiene que estar.<br />
Mañana de sábado<br />
Los sábados de invierno son así.<br />
Las paredes frías<br />
me saludan al despertar<br />
mientras tú duermes tibio<br />
volando quién sabe por qué cielos.<br />
Una llama ilumina mis manos<br />
mientras la cera esparce<br />
un tenue vapor de lavanda.<br />
Escribo...<br />
(con mis orejas a los pies)<br />
y al pulsar las teclas<br />
auyento el frío,<br />
atraigo hasta esta habitación<br />
los paisajes del alma<br />
escenarios de mil vidas<br />
y mil puzzles de mil corazones.<br />
Las mañanas frías del invierno son así<br />
con aroma a lavanda, pan recién hecho y chocolate<br />
mientras tú duermes<br />
tibio entre las sábanas.<br />
Nuria del Saz<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 31
Nuria del Saz<br />
Mortalidad<br />
Mirar el largo horizonte,<br />
flotante, sobre las rojizas aguas del mar;<br />
oler el estruendo de las olas<br />
y su fresco olor a sal.<br />
Cerrar los ojos; soñar<br />
y oír caer la lluvia<br />
en la desangelada tarde otoñal.<br />
El pasado, concentrado en mis manos,<br />
tratará de quebrantar<br />
la deliciosa atmósfera<br />
de algodonoso olvido<br />
en la que hoy respiro, sin lamentar<br />
mi boca, sin suspirar;<br />
siendo presa de la resignación,<br />
clavándome la tristeza su puñal.<br />
Ese ocaso añil y plata,<br />
testigo único de inocentes almas,<br />
presencia envolvente del amor,<br />
refugio de turbaciones estivales<br />
y de ilusiones alfa.<br />
¿Cómo sacrificarás<br />
ese código centenario?<br />
La fatídica respuesta: Mortalidad.<br />
Pero son acariciantes las alas,<br />
blanquísimas, como de leche,<br />
y sirven para volar<br />
por el cielo del presente,<br />
sobre el anchuroso mar.<br />
Y en el vuelo,<br />
en las espumosas olas,<br />
estallidos de agua y sal,<br />
con la mirada perdida en él,<br />
embelesada... morirás.<br />
(Alma Atrapada, <strong>Ediciones</strong> Alfar 2006)<br />
Pág. 32 • Revista Literaria ALECEIA<br />
Te quiero cercano y dulce,<br />
abrazado a mi cuerpo<br />
con la única intensidad<br />
del que solamente abraza.<br />
Tersa piel de bronce oscuro,<br />
carne dulce y tierna y blanca.<br />
Sol de fuego sol de viento,<br />
mar de brisa, mar de llamas.<br />
Te quiero ya, mío y cerca,<br />
amados tú y tu cuerpo,<br />
besado con los labios<br />
del que solamente besa.<br />
(Alma Atrapada, <strong>Ediciones</strong> Alfar 2006)
Mañana<br />
A Miguel Ángel<br />
Mañana<br />
habrán pasado<br />
los años<br />
y el desnudo<br />
metal de tu cabello<br />
habrá heredado<br />
las penas<br />
que caían<br />
de tus manos<br />
cuando la risa<br />
se la llevaba<br />
el viento<br />
y los abrazos<br />
se convertían<br />
en cadenas.<br />
Quizá mañana<br />
despiertes<br />
y en tu ventana<br />
veas mariposas<br />
revoloteando<br />
entre los sauces<br />
que dejaron<br />
de llorar.<br />
Carmen Sánchez Melgar<br />
Carmen Sánchez Melgar<br />
¿Cómo?<br />
A Juan Emilio<br />
¿Cómo decirle<br />
que va empapando<br />
mi vida<br />
de su sabiduría?<br />
¿Cómo decirle<br />
que mi libertad<br />
ya no vale<br />
lo mismo que antes?<br />
¿Cómo decirle<br />
que aprenda<br />
a fregar,<br />
a guisar<br />
y a barrer...?<br />
Tendré que decirle<br />
que ya<br />
no me hallo<br />
sin él.<br />
Carmen Sánchez Melgar<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 33
Pág. 34 • Revista Literaria ALECEIA<br />
“No conoce las ciudades.<br />
No las recuerda.<br />
Va muerto.<br />
Muerto, de pie, por las calles.”<br />
I<br />
Rafael Alberti<br />
Y ya no conocía a nadie<br />
y no recordaba ni mi nombre<br />
ni si tenía perro,<br />
amante o hijos.<br />
No reconocía mis manos,<br />
mis ojos ni mi sexo<br />
y sin embargo,<br />
muerto de pie<br />
por las desiertas calles<br />
seguía escondiéndome<br />
de Dios<br />
y sus secuaces.
II<br />
El ángel del carbón<br />
“Por los desvanes de los sueños rotos.<br />
Telarañas.Polillas.Polvo<br />
Te condenen!”<br />
Somos sueño.<br />
Materia irreal<br />
que puebla<br />
nuestros andamios.<br />
Abstracción<br />
que se escapa<br />
de los límites<br />
físicos del cerebro.<br />
Y nunca nos apetece<br />
hacer limpieza<br />
de nuestros<br />
sueños rotos.<br />
¡Nadie quiere nunca<br />
bajar la basura!<br />
Rafael Alberti<br />
Juan Emilio Ríos Vera<br />
III<br />
“¿Quién sacude mi almohada<br />
reinados de yel y sangre,<br />
cielos de azufre,<br />
mares de vinagre?”<br />
Rafael Alberti<br />
Alguien habita mi cama<br />
pero no duerme,<br />
espera que cierre los ojos<br />
para mi carne ponerse.<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 35
Cuarenta segundos<br />
Puzzle de letras<br />
Danzan en cuadricula<br />
Esperando que el pilot<br />
Ordene su sexo<br />
Consomé de silabas<br />
Que enjuaga la boca<br />
De juglares de palacios<br />
Con agradecido beso<br />
Nombres y apellidos<br />
Evocan frases fecundas<br />
Y lamentos brillantes<br />
En firmas de sublimes titanes<br />
Cuarenta segundos<br />
Para perderse<br />
En islas saladas,<br />
Cuarenta segundos<br />
Musas y sirenas<br />
Tocan diana<br />
En plateadas caracolas.<br />
Pág. 36 • Revista Literaria ALECEIA<br />
13-3-2008<br />
Escribí un poema<br />
Escribí un poema<br />
Con pluma de azafrán<br />
Relicario de versos<br />
De un poeta reciente<br />
Escribí un poema<br />
Con alegras doradas<br />
Para mi sola,<br />
Con tristezas podadas<br />
Desde un vientre remoto<br />
Escribí un poema<br />
De cenicienta añoranza,<br />
Tropiezo con la luna<br />
Pero el sol sale…<br />
Enero<br />
15-4-2008<br />
El sol tornaba en sus dominios<br />
Con una luz de pesadilla,<br />
Amenazando el negro manto<br />
de sueños entreabiertos.<br />
El coleo quema la tarde<br />
Y el poto se desprende,<br />
El agua sobre agua<br />
Lucero diamantino<br />
Donde nada hay<br />
Y todo se pierde<br />
El nublado es nácar,<br />
La lluvia hilos de seda<br />
Crisálida de enero.<br />
Amor y hojas<br />
Viento que las mueve<br />
¿Dónde vais juntos?<br />
Juntos se mueren.<br />
5-1-2009
Tú y tú<br />
La habitación huele a limpio, el orden<br />
no da crédito al silencio oculto en el vestidor.<br />
Las camisas cuelgan como si de<br />
ahorcados se trataran, y el frío se escurre<br />
entre las listas de las colchas que añoran<br />
cuerpos calientes que arruguen sus sábanas.<br />
El nído está vacío de voces<br />
claras, la música estridente no traspasa<br />
la ventana pero el olor fino a presencia<br />
cálida acude a mi todas las mañanas.<br />
El ordenador, ordena y manda<br />
en un idilio, que divide y suma cuantas<br />
palabras se entrelazan como lianas, en<br />
un solo sentimiento.<br />
Amanece, y esa luz azulada de<br />
códigos desconocidos, ondula el azul<br />
cristalino, y a pesar de tu brevedad<br />
comulgo contigo.<br />
El filo del deseo<br />
Las notas del piano<br />
Atenúan el filo del deseo,<br />
Pisadas de bailarina<br />
Zozobran en la alfombra<br />
Y el silencio pegajoso<br />
De una bocanada de aire,<br />
Tapiza la tenue claridad<br />
Que revolotea en la alcoba<br />
8-1-2009<br />
27-1-2009<br />
Rosa María Carrasco<br />
Haikus al calendario<br />
I<br />
Rojos y negros,<br />
Doce cartas jugadas<br />
Poemas nuevos.<br />
II<br />
Carnaval vivo,<br />
El disfraz empeñado<br />
Carnal estío.<br />
III<br />
Semana Santa,<br />
Devotos corazones<br />
Abril ya canta.<br />
IV<br />
Ferias eternas,<br />
Alegrías nuevas<br />
Tú siempre llegas<br />
V<br />
Navidades, ¡ya!,<br />
Breves hojas pasadas<br />
La vida estalla.<br />
10-2-2009<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 37
J Daniel Camacho<br />
Pág. 38 • Revista Literaria ALECEIA<br />
Tango arrabalero<br />
Caminas.<br />
Y yo te miro<br />
escondido en el sendero.<br />
Caminas<br />
y no caminas:<br />
bailas tango<br />
arrabalero.<br />
Avanzas<br />
y me embelesas:<br />
cómo en tu espalda traviesa<br />
cae derramado tu pelo.<br />
Caminas.<br />
No me adivinas<br />
tras el polvo del albero…<br />
Si he de vivir,<br />
yo vivo;<br />
si he de morir,<br />
yo muero…<br />
Caminas,<br />
que no caminas:<br />
bailas tango<br />
arrabalero…
Sarta de cuentos<br />
Cádiz, agosto de 1969. Pavón sale del<br />
bloque y avanza por Callejón del blanco camino<br />
de la Avenida. Sus pasos son lentos, pesados,<br />
pausa cada zancada como si pisara un campo<br />
de minas. El bamboleo de su cuerpo semeja a<br />
un elefante, siendo la trompa el abrazo acabado<br />
en pañuelo que constantemente sube hasta la<br />
frente para secar el sudor. El levante, que ha<br />
saltado con el nuevo día, le reseca las ganas de<br />
arrancar el día, y si no le echa un poco de gasolina<br />
al cuerpo… Por fin alcanza la esquina, y<br />
no sin dificultad, dobla Avenida arriba, avanza<br />
resguardándose del viento, hasta que llega al<br />
Bar Mariano, parada obligatoria de días como<br />
este, su gasolinera.<br />
- ¿Qué, Pavón?<br />
- Ahí estamos.<br />
- Levante.<br />
- Tela.<br />
Mariano está medio secando los vasos que<br />
acaba de enjuagar con un trapo húmedo y sucio,<br />
con un cigarrillo colgándole del labio inferior,<br />
con la misma cara de cansado que tiene siempre.<br />
Sin que Pavón se lo diga, le coloca delante<br />
un vaso de tinto lleno hasta el borde que Pavón<br />
vacía en un suspiro. Con la mano le señala que<br />
llene, Mariano obedece mientras canturrea.<br />
- Ha entrao con ganas.<br />
- Ya sabes.<br />
- Si es que…<br />
Con la misma celeridad de antes, Pavón<br />
vacía el segundo vaso, deja el dinero sobre el<br />
mostrador e inicia su extraña coreografía que<br />
cansa con solo mirarla, que marea de tanto<br />
vaivén.<br />
- Hasta luego, Mariano.<br />
- Con Dios.<br />
Raúl Rubio<br />
El levante lo recibe con furia en el inicio<br />
de Callejón del blanco. Al fondo, el bloque<br />
de pisos parece que se mueve al capricho del<br />
viento. Por el hueco de la calle XXXXX puede<br />
ver un poco de mar, turbio y verdusco, con las<br />
olas camino de la Caleta, como queriendo huir<br />
de ese familiar pesado y caliente que empuja a<br />
Pavón de vuelta a la guarida.<br />
Siente en las sienes el martilleo de la sangre.<br />
Lleva veinte años en Cádiz y todavía no se ha<br />
acostumbrado. Al menos ya está resguardado.<br />
No han pasado ni cinco minutos cuando suena<br />
la puerta. Pavón abre extrañado y ve a l otro<br />
lado a la señora Ana, la vecina del octavo.<br />
- Buenos días, señora. Dígame usted.<br />
- Buenos días, Pavón. Verá usted, es que he<br />
tenido un problemilla con el ascensor.<br />
- Usted dirá.<br />
- Es que mandé hace un rato a mi Gregorio<br />
por lejía a la droguería de Moare y resulta que<br />
al volver se ha quedado parado en mitad de los<br />
pisos.<br />
- ¿Su Gregorio? ¿Cuándo dice usted que<br />
salió?<br />
- Hará unos veinte minutos.<br />
- Disculpe usted, pero me extraña una<br />
mijita, porque a su Gregorio lo vi yo salir hace<br />
un par de horas y no lo he visto volver.<br />
- ¿Mi Gregorio? Perdone usted, Pavón, he<br />
querido decir mi Antonio.<br />
- ¡Pero si su Antonio lleva ya <strong>más</strong> de un<br />
mes embarcado! Señora, no le habrá usted<br />
dado al botón desde abajo…<br />
- ¡Yo! ¡Por Dios y por la Virgen, Pavón!<br />
Vamos, vamos, vamos. Pero tiene usted razón,<br />
lo que pasa es que no se lo hge dicho antes para<br />
ahorrarle la vergüenza a la chiquilla. La que<br />
está en el ascensor es… - suena el teléfono.<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 39
- Disculpe usted, señora. En un segundo<br />
vuelvo - no han pasado ni dos minutos cuando<br />
Pavón está de vuelta -. Decía usted.<br />
- Que verá, me hacía falta un bote de lejía,<br />
porque antes de que llegue Manuel de Dragados<br />
quiero dejar lista la faena. Total, que me<br />
quedé sin lejía y me dije, pues voy a bajar a<br />
Moare, la compro y sigo. Y así hice. Bajé,<br />
saludé a su señora, compré la lejía y volví. Que<br />
por cierto, ¡hay que ver con qué ganas ha saltado<br />
el Levante – mientras la mujer hablaba,<br />
Pavón no paraba de llevarse el pañuelo a la<br />
frente. Intentaba poner atención en lo que<br />
decía, pero la voz nasal y demasiado aguda de<br />
la vecina lo despistaba demasiado – así que en<br />
esas estamos.<br />
- ¿Entonces?<br />
- Pues que el ascensor se paró y la lejía está<br />
dentro.<br />
- Vamos a ver dónde está el aparato.<br />
Pavón comenzó a seguir, escalón tras escalón,<br />
a la encorvada figura de la vecina, aunque<br />
concediéndole cierta distancia, pues ni su peso<br />
ni su edad eran comparables. Un poco después<br />
que la señora Ana, Pavón llegó al quinto piso.<br />
Después de recuperar la respiración tras unos<br />
segundos de descanso en los escalones, y después<br />
de haber empapado en sudor el pañuelo,<br />
a tal punto de tener que exprimirlo, Pavón sacó<br />
un manojo de llaves del bolsillo, escogió la que<br />
necesitaba y abrió la puerta del piso quinto. El<br />
vacío apareció frente a los dos pares de ojos.<br />
Pavón se asomó con cuidado y pudo ver el<br />
techo de la cabina en sus pies.<br />
- ¿Quién me dijo que estaba dentro?<br />
- Nadie.<br />
- ¡Cómo que nadie! No me había dicho<br />
usted…<br />
- Le expliqué que iba yo.<br />
- ¿Qué iba usted? ¡Déjese de historias,<br />
señora! ¿Cómo iba a estar usted dentro del<br />
cacharro y ahora está aquí fuera? – los ojos<br />
de Pavón se iban a salir de las cuencas que de<br />
momento los sostenían. Y es que Pavón mantenía<br />
una guerra con todas las vecinas del quinto<br />
para arriba, porque habían cogido la costumbre<br />
de meter la compra en el ascensor, que<br />
alguien arriba le diera al botón y así ahorrarse<br />
una subida, economía poco rentable porque<br />
Pág. 40 • Revista Literaria ALECEIA<br />
el ascensor, bicho caprichoso como todas las<br />
máquinas, había adquirido la costumbre de<br />
quedarse parado cuatro de cada cinco veces<br />
que lo hacían. Pero sin duda, de las doce vecinas<br />
que ejercían este hábito, la <strong>más</strong> rebelde y la<br />
que menos caso le hacía era la señora Ana –.<br />
El otro día la fruta, otro las patatas, el viernes<br />
pasado mismo la pillé con el pescado… ¡Y<br />
siempre contándome historias! Que si el Gregorio<br />
es que ya tiene cogió el truco, que si la<br />
Manolita es que es muy canija y cabe por cualquier<br />
lado, que es que Manuel está malo y tiene<br />
prisa. ¡Joé, señora, pero esto es demasiado!<br />
- No se tiene ustes que poner así, Pavón<br />
– pero sí se ponía, se ponía porque si había<br />
alguna cosa en el mundo que lo sacara de sus<br />
casillas es que le porfiaran, y <strong>más</strong> cuando era<br />
evidente que tenía la razón.<br />
- ¡Cómo quiere que ponga, señora! Estoy<br />
harto de decirles que no lo hagan así, que a<br />
ver cómo hago yo ahora, ¡que yo no soy un<br />
chiquillo, señora! Y ustedes nada: Antoñita la<br />
del sexto el otro día con la basura, Fina la de<br />
enfrente de su casa se puso a contarme también<br />
no sé qué historia que le pasó en Galicia y le<br />
echó la culpa a un espíritu. ¡No, si es que también!<br />
Pero usted, señora Ana, usted se lleva el<br />
premio a las excusas, usted…<br />
- ¡Yo! Por favor, Pavón, ¿por qué iba yo a<br />
engañarle?<br />
- ¡Porque lo quiere hacer siempre, joé!<br />
Siempre con lo mismo, siempre contando historias<br />
antes que admitir que me torean, y usted<br />
la que <strong>más</strong>, que…<br />
- Se está usted equivocando. Ya le he dicho<br />
que yo iba dentro del ascensor, que iba para<br />
arriba.<br />
- ¡Claro, lo que faltaba! Por ahí sí que no.<br />
Vamos a ver, señora, el ascensor se ha quedado<br />
parado entre dos pisos. ¿Ve? Pues bien,<br />
es imposible salir, imposible. Ahora mismo lo<br />
único que tiene delante el aparato es cemento.<br />
Como no haya usted salido por la pared – dijo<br />
Pavón mirando el suelo, secándose por enésima<br />
vez el sudor que ahora se desbordaba por<br />
todos los poros de su piel. Pero la señora Ana,<br />
eterna mentirosa, fabulista entrenada durante<br />
años, capaz de agarrarse al menor hilo para<br />
tejer una red de mentiras capaz de engañar al
mismísimo Generalísimo, respondió:<br />
- Así ha sido.<br />
- ¡Qué! – la vena aorta a su paso por el<br />
cuello de Pavón se hinchó de tal manera que<br />
hasta los ahuevados ojos de la señora Ana se<br />
redondearon de asombro de la misma manera<br />
que la boca –. ¡Lo que faltaba, lo que faltaba!<br />
Por ahí no, por ahí sí que no. ¿Me quiere usted<br />
hacer creer que estaba usted dentro del ascensor<br />
y que ha salido por la pared?<br />
- Así ha sido.<br />
- ¡Me cago en el Levante y en la madre que<br />
me parió! ¿Pero usted me ha visto a mí cara<br />
de tonto! De todas las mentiras, de todas las<br />
excusas que se ha inventado, esta sí que no se<br />
la consiento. ¡Faltaría <strong>más</strong>!<br />
- Pues así ha sido.<br />
La pose, el gesto, la voz… aquella mujer<br />
en su totalidad estaba logrando que el color de<br />
Pavón fuera adquiriendo a marchas forzadas el<br />
mismo color del vino que minutos antes había<br />
regalado a su sangre. Con la boca seca, con el<br />
sudor cayendo a borbotones por la cara cada<br />
vez <strong>más</strong> hinchada, Pavón hizo el esfuerzo de<br />
intentar serenarse y asumir que ya está, que<br />
aquella mujer era así y que tampoco valía la<br />
pena sofocarse. Pero el maldito viento de<br />
Levante que desquicia a las personas soplaba<br />
con rabia en la sangre de Pavón y no le permitía<br />
la retirada, así que dijo:<br />
- Entonces por la pared.<br />
- Por la pared.<br />
- Usted no estaba abajo, ha metido la botella<br />
de lejía en el cacharro y le ha dado al octavo<br />
porque su Manolita estaba arriba, ¿verdad?<br />
- Verdad. Yo estaba dentro.<br />
- Y ha salido por la pared.<br />
- Por la pared.<br />
Al borde del colapso, Pavón echó un bufido<br />
caliente como el viento que apretaba fuera, se<br />
volvió a llevar el pañuelo a la frente (tan empapado<br />
que ya ni secaba), cogió aire y le dijo a<br />
la mujer:<br />
- Lo que usted quiera, para qué vamos a<br />
seguir. Haga usted lo que tenga que hacer que<br />
me pongo a la faena. Cuando haya sacado la<br />
botella se la subo a su casa. Eso sí le digo, la<br />
próxima vez, le juro que la próxima vez que<br />
me venga usted con cuentos, yo, yo – cerrando<br />
los puños con toda la rabia que estaba a punto<br />
de soltársele –, no sé lo que voy a hacer.<br />
- Ay, Pavón, qué desconfiado es usted.<br />
Muchas gracias, hombre. Con Dios – se despidió<br />
mientras desaparecía escaleras abajo.<br />
“Todas igual, si es que no hay una. Si me<br />
pusiera a escribir las tonterías que me cuentan…<br />
Con el ascensor, con el patinillo, la otra<br />
que no es el novio el que le estaba mordiendo<br />
el cuello sino un primo que le estaba revisando<br />
un lunar, el otro que él no fuma sino que le<br />
está sujetando el cigarro al amigo… Menuda<br />
sarta de mentirosos que están hechos todos,<br />
así viniera un diluvio de fuego que los arrastrara…”.<br />
Después de veinte años, Pavón seguía<br />
sin acostumbrarse a muchas cosas.<br />
Más de una hora después dejó la botella<br />
de lejía en la puerta del octavo izquierda. Bajó<br />
lentamente las escaleras (porque seguía sin<br />
fiarse de un aparato que día sí, día también se<br />
estropeaba), chorreando por todas las esquinas<br />
de su pesado cuerpo, hasta que llegó a la<br />
casapuerta. Asomó con cautela la cabeza: en<br />
la calle el Levante aullaba con <strong>más</strong> fuerza que<br />
nunca. A pesar del viento, volvió a coger Callejón<br />
del blanco abajo, camino de la Avenida. Era<br />
lunes, así que quedaban cinco días de viento.<br />
La semana había empezado cabrona y no conocía<br />
otra forma de poderla sobrellevar. Llegó al<br />
bar y Mariano, como si no hubiera pasado el<br />
tiempo, seguía con el trapo en una mano y un<br />
vaso en la otra. Pavón se sentó en un taburete,<br />
frente al vaso que ya le había dejado Mariano.<br />
Al minuto se le acercó To<strong>más</strong> y empezó a contarle<br />
la corrida del día anterior, cuando él sabía<br />
(porque se lo había dicho el Baldomero) que<br />
no había estado en los toros sino descargando<br />
fruta en la lonja. “No tiene arreglo, la gente no<br />
tiene arreglo”, pensaba Pavón mientras apuraba<br />
el vaso, mientras escuchaba sin atención<br />
cómo describía la faena del Cordobés como si<br />
la hubiera hecho él mismo.<br />
Del libro Sarta de cuentos y otros relatos<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 41
Carnaval<br />
Con desesperación infantil<br />
ahondas en tus recuerdos,<br />
buscando tus otros “yos”,<br />
travestidos de vidas ajenas<br />
ocultos en la noche mágica<br />
Enfundado en otra piel<br />
decides vivir tu vida,<br />
en la noche eterna<br />
de don Carnal<br />
Recorres las calles<br />
con tu nuevo aspecto,<br />
viendo sin ser visto,<br />
mirando sin ser mirado.<br />
Al amanecer,<br />
como hombre-lobo,<br />
desaparecerá tu alma<br />
y serás sólo piel.<br />
Pág. 42 • Revista Literaria ALECEIA<br />
Regalo<br />
El sol tornaba en sus dominios<br />
En una calidad tarde de invierno,<br />
o en una mañana tibia de primavera;<br />
Sorpresas ocultas te visitan.<br />
De cándidas manos familiares,<br />
o de efusivas caricias amigas;<br />
Sorpresas de celofán te llegan.<br />
De jóvenes corazones enamorados,<br />
o de maduros amores conservados;<br />
Sorpresas decoradas te consuelan.<br />
En dulces momentos inesperados,<br />
o en días tiernamente señalados;<br />
Sorpresas forradas te esperan.<br />
Acompañadas de entrañable algarabía,<br />
o rodeadas de pudoroso silencio;<br />
Sorpresas multiformes te envuelven.<br />
Una canción, una rosa<br />
una blusa, una estación;<br />
Todo cabe en un regalo<br />
nacido del corazón.
Silencios<br />
Silencios eternos, mortales, reveladores<br />
cortan el aire<br />
Eternos por su grandeza;<br />
Mortales por su certeza;<br />
Reveladores de mezquindades.<br />
Silencios en tu mirada, Silencios<br />
Silencios que nos atan a lo invisible<br />
y nos enfrentan a nuestras miserias<br />
Silencios que hablan en bocas cerradas,<br />
con palabras muertas,<br />
llenando el tiempo de verdades.<br />
Silencios, Silencios, Silencios…<br />
Silencios que ahogan sentimientos insufribles<br />
en lágrimas fingidas,<br />
calmando la sed de las conciencias.<br />
Silencios que envuelven nuestras vidas,<br />
ocultando emociones contenidas.<br />
Silencios, dolorosos e inquietantes silencios,<br />
Eternos por su grandeza;<br />
Mortales por su certeza;<br />
Reveladores de mezquindades.<br />
Silencios, tangibles ráfagas heladas<br />
que nos alejan<br />
Si supiera<br />
Si supiera donde ir,<br />
empezaría a andar.<br />
Si supiera donde llegar,<br />
caminaría.<br />
Si supiera donde estas,<br />
empezaría a buscar<br />
Si supiera donde estoy,<br />
me encontraría.<br />
Si supiera nada,<br />
todo para olvidarlo<br />
Si supiera todo,<br />
nada seria usado<br />
Si supiera reír<br />
hasta agotarlo<br />
Eva María Lara<br />
Si supiera sumar,<br />
tu y yo igual a dos.<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 43
“La vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos”<br />
(Marco Tulio Cicerón)<br />
Mi memoria<br />
Desentiérrame y llévame contigo.<br />
Llévame junto a la higuera que me sintió volar entre sus ramas<br />
y acunó mis pasos por el valle donde me convertía en cometa.<br />
Desentiérrame y sácame de este cementerio de llantos y olvidos.<br />
Llévame a las calles empedradas y déjame saborear<br />
el café amargo y el pan bañado de oro.<br />
Desentiérrame y enséñame a caminar<br />
entre farolas y lluvias cogidas de la mano.<br />
Que mis huesos reposen en mi cuerpo<br />
como el azahar reposa entre las hojas<br />
para expandir su aroma en los campos olvidados.<br />
Excava lentamente la ilusión inerte y escondida hace años,<br />
que no encuentren mis enemigos los huesos de un desastre<br />
y lo contaminen de nuevo.<br />
Desentiérrame y llévame contigo<br />
para vivir la parte que aún me queda de este sueño.<br />
Llévame contigo y déjame respirar el recuerdo que me ahoga.<br />
Desentiérrame y descansarán en paz mis ojos y mi memoria.<br />
Desentiérrame y llévame contigo a un lugar inventado.<br />
Entiérrame de nuevo para seguir queriéndote.<br />
Pág. 44 • Revista Literaria ALECEIA
Donde una puerta se cierra, otra se abre.<br />
(Miguel de Cervantes Saavedra)<br />
Abrir las puertas<br />
La brisa, ha cortado en dos mi cara<br />
y las mejillas estrenan arrugas de frío,<br />
la sonrisa se hiela en la ventana<br />
y mi lengua recorre por los rincones<br />
el último café y un poema por escribir.<br />
La velocidad de una nube gris<br />
me hace sentir la rapidez del tiempo.<br />
De nada sirve,<br />
guardar en una esquina del corazón<br />
las palabras que queremos pronunciar<br />
y nunca nos atrevemos.<br />
De nada sirve,<br />
cerrar las puertas a las acciones <strong>más</strong> temblorosas<br />
que nos produce el miedo.<br />
De nada sirve el silencio<br />
cuando este ocupa tanto lugar en el alma.<br />
Pero todo sirve<br />
cuando la palabra desnuda<br />
sale de un alocado corazón<br />
lleno de errores perdonables.<br />
Y todo sirve<br />
cuando dejamos atrás la caída<br />
y lanzamos la piedra al infinito.<br />
Y todo sirve<br />
cuando miramos de frente a la vida<br />
y la retamos<br />
y la empezamos de nuevo.<br />
Inmaculada Jiménez Montero<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 45
Pág. 46 • Revista Literaria ALECEIA<br />
Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida.<br />
(Woody Allen)<br />
El futuro<br />
Tengo un suspiro azul en la garganta<br />
tan azul como el mar que envuelve mis días<br />
para decirte en esta tarde lluviosa<br />
que estoy naciendo de nuevo,<br />
que me está pariendo la reflexión sintiéndome neófito<br />
entre los colores del arco iris que un día olvidé<br />
atada al cordón umbilical de la esperanza.<br />
Enséñame a mirar con nuevas pupilas,<br />
las pequeñas cosas que sabemos que existen,<br />
y un grito en la garganta me habla de aromas nuevos,<br />
de ríos y canales que se abrirán por primera vez.<br />
Lo de<strong>más</strong>, todo lo de<strong>más</strong> duerme en un cementerio de olvidos.<br />
Volver el rostro carece de importancia<br />
cuando tengo un presente vibrando entre mis manos.<br />
Aferrada al báculo de las hora venideras<br />
caminaré decidida entre las piedras<br />
con las que una vez tropecé y ya no existen<br />
Tengo un aliento nuevo<br />
con sabor a mañana desbocado.<br />
Por eso, sólo quiero ese futuro innato<br />
y reciclar el pasado hasta convertirlo en papel de seda.
Los días pueden ser iguales para un reloj, pero no para un<br />
hombre.<br />
(Marcel Proust)<br />
Un domingo <strong>más</strong>…<br />
El hastío se pasea por mis manos<br />
y escribo versos que me dicta una ola sin orilla.<br />
Se adueña de mis sentidos la puntual monotonía<br />
de otro domingo <strong>más</strong> en mi ventana.<br />
Sentir los alejados pasos en la calle<br />
preguntándome hacia donde se encaminan.<br />
Doblar las esquinas sin saber que hay al otro lado.<br />
La rutina entra de lleno en estos ojos que contemplan<br />
la humedad en los tejados.<br />
El aire no huele ni respira.<br />
El sol me espía escondido y finge brillar<br />
entre las nubes azules de ayer.<br />
Suenan constantemente las campanas<br />
y con cada tañido mi lápiz escribe<br />
renglones y renglones de incongruencias.<br />
Inmaculada Jiménez Montero<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 47
Pág. 48 • Revista Literaria ALECEIA<br />
Cuando me acuesto<br />
Cierro los ojos antes de que apagues la luz<br />
y me fundo en ti en un abrazo tierno,<br />
mientras permanece en mi retina<br />
tu perfil acariciado por el ámbar y las orillas.<br />
Afronto así la noche,<br />
tránsito de otras vidas paralelas en lo profundo,<br />
asida a ti,<br />
a tu certeza.<br />
De tu mano recorro el pasillo interminable de los sueños,<br />
en tu pecho lloro y río en mi onírica cruzada<br />
y contigo navego los mares<br />
recónditos de mi otro yo subconsciente.<br />
El calor de tu cuerpo<br />
me envuelve en la incierta travesía<br />
y sólo tus ojos<br />
me dan la paz, cuando regreso.<br />
Sólo contigo, al despertar,<br />
me siento viva.<br />
Sensación transmitida<br />
Salgo a pasear.<br />
La música en mis oídos, en mi cerebro<br />
¡Qué buen invento el MP3!<br />
Voy caminando con banda sonora,<br />
como en una peli.<br />
Veo pasar los coches a cámara lenta,<br />
la realidad se me antoja virtual,<br />
incluso las cacas de perro,<br />
a las que dedico miradas de reojo,<br />
me resultan estupendas,<br />
pensando que son de atrezzo.<br />
La gente con la que me encuentro<br />
me parecen extras, muy en su papel todos ellos<br />
¡Qué bien conseguido!<br />
No hay voces, ni pitidos estridentes,<br />
sólo una sonrisa en mi rostro<br />
de imbécil feliz,<br />
que hará pensar a los que conmigo se cruzan:<br />
¿de qué película habrá salida ésta?
No te vayas<br />
Marisol Dorado Villanueva<br />
No te vayas.<br />
Aún es mediodía<br />
y es mucho el tiempo<br />
que tengo para contemplarte.<br />
Aún las olas cadencian tu cintura<br />
con el astro rey que te corona<br />
y mis ojos, atentos, no perdonan<br />
la hombría desnuda de tus pasos.<br />
Todavía el horizonte se escuda en lo callado<br />
y la brisa acompaña el abandono de tu cuerpo<br />
sobre la arena que te acoge.<br />
En lo orillado,<br />
se confunde tu esfinge con la audacia del deseo,<br />
bajo el sol caliente.<br />
No te vayas.<br />
¡Quedan tantas tardes, aún, para conquistar el cosmos<br />
y derramar nuestro amor en estrellas infinitas!<br />
Todavía, no te vayas.<br />
Quiero guardar tu imagen de Apolo incendiado,<br />
como una flor seca, entre las páginas de mi libro.<br />
Recordar la piedra sumergida y la huella de un latido,<br />
la luz que guardas en tu pecho<br />
- mariposa entregada - de amante embelesado,<br />
feroz y dividido,<br />
flor de cerezo que al viento esparce su corola,<br />
río que conmueve la oquedad de mis manos<br />
No te vayas.<br />
Aún nos queda la tarde.<br />
Un tiempo de mar y de palomas,<br />
de florida razón ensimismada,<br />
con versos que lanzar entre miradas<br />
y un beso perdido entre las sombras.<br />
No te vayas.<br />
Primavera 2009<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 49
Marisol Dorado Villanueva<br />
Escojo la mirada<br />
Pág. 50 • Revista Literaria ALECEIA<br />
De entre todas las formas de amar,<br />
escojo la mirada,<br />
y dejo recorrer mis ojos por las nubes<br />
que suavemente cruzan el trozo de mi cielo,<br />
como un desfile meditado,<br />
ensayado en miles de tardes de viento de levante, como estas.<br />
Escojo la mirada para acariciar los tallos<br />
que comienzan a brotar,<br />
con su trabajo milenario bien aprendido,<br />
con la paciencia silenciosa de la raíz que perdura,<br />
como un jarrón chino, perfecta e irrepetible.<br />
Escojo la mirada<br />
para posarla despacio sobre tu cuerpo,<br />
adonis de bronce que al sol le echas un pulso<br />
y llegar, a través de tu piel, a tu corazón,<br />
terciopelo constante que envuelve mi vida.<br />
Escojo la mirada<br />
para embelesarme con los ojos de mis hijas<br />
y seguir la línea de sus labios,<br />
que adorna sus bocas con la risa,<br />
para sobrevolar, uno a uno, todos mis paraísos cercanos,<br />
para sentir la belleza del mar entre las olas,<br />
para vivir,<br />
de entre todas las formas de amar,<br />
escojo la mirada.
Abre tu puerta<br />
Por la senda que conduce a tu morada<br />
voy pensando qué decirte cuando llegue.<br />
Si mi torpe disertar no te conmueve<br />
harálo mi mirada.<br />
Me gustará creer por un momento<br />
que abres tu puerta al fin, a la esperanza<br />
de tenerte en mis brazos. Sin tardanza<br />
susurraré en tu oído<br />
Y tu alma se abrirá como la roca<br />
al empuje de la fuente cristalina<br />
y tu cuerpo temblará como la encina<br />
que el huracán azota.<br />
Si al final mi ilusión se desmorona<br />
como castillo de arena en la playa<br />
con prontitud humillaré mi espada.<br />
Que me acunen las olas.<br />
Jerez 27 de septiembre de 2008<br />
Homenaje a Don Antonio<br />
Cuando me asomo al espejo<br />
y veo que me estás mirando<br />
presumido y socarrón,<br />
pareces no conocerme<br />
pero te conozco yo.<br />
El espejo me devuelve<br />
lo que va dando la vida<br />
y va quitando la muerte.<br />
Rafael Díaz Caballero<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 51
Te quiero<br />
Te quiero.<br />
Dime al oído, te quiero<br />
y pondré sobre tu boca<br />
miel de romero.<br />
Te quiero.<br />
¡Pronto! Dime te quiero<br />
y me pondré de rodillas<br />
para estar pegado al cielo.<br />
Te quiero.<br />
¡Tanto te quiero!<br />
que dejarás en mis ojos<br />
el brillo de tus luceros.<br />
Te quiero.<br />
sólo dime,<br />
te quiero.<br />
30 de septiembre de 2008<br />
Pág. 52 • Revista Literaria ALECEIA<br />
...No me has de querer porque te quiera<br />
pues aunque lo que espero no esperara<br />
lo mismo que te quiero te quisiera.<br />
(Lope de Vega)<br />
Tus ojos<br />
¡Tus ojos!<br />
¿Qué sucede en tus ojos?<br />
¿Qué me ocurre en tus ojos?<br />
¿Cómo mirarlos sin que se me quede<br />
colgada el alma en ellos?<br />
Amor, va conquistando posiciones.<br />
Razón, contempla cómo<br />
irremisiblemente<br />
pierde dominios impotente<br />
ante el avance del dios imperturbable.<br />
Si tus labios me mostraran el camino<br />
y tus brazos me atrajeran con firmeza<br />
entregaría mi vida con presteza<br />
a los inciertos avatares de Destino.<br />
Tú, diosa, como Ilion inexpugnable<br />
te muestras a los ojos del guerrero.<br />
No importa si cual Aquiles muero.<br />
Como Odiseo, no quiero conquistarte.<br />
Aún los dioses usaran el engaño<br />
en empresas de amores,<br />
yo prefiero ganarte con fulgores<br />
de humildad candorosa<br />
como merece la <strong>más</strong> bella rosa.
Ahora pienso en ti<br />
Cuando el almendro blanqueaba el aire<br />
Con sus pétalos albos,<br />
Pensaba en ti.<br />
Cuando las flores devuelven la vida<br />
Exuberante y mágica<br />
Y el azahar inunda los sentidos<br />
Y perfuma las almas<br />
Pienso en ti.<br />
Cuando Apolo cruce el meridiano<br />
Abrasando los trigos,<br />
Y la tórtola se amontone en los eucaliptos<br />
Esperando su vuelo otoñal,<br />
Hacia el sur africano,<br />
Pensaré en ti.<br />
Cuando Plutón requiera mi presencia<br />
Acudiré presto a su llamada,<br />
Y cruzaré sin miedo a lo ignoto<br />
La Estigia laguna,<br />
Pensando en ti.<br />
Ahora, pienso en ti.<br />
3-4-2009<br />
Rafael Díaz Caballero<br />
Quien diga que no hay cielo,<br />
no ha visto tus ojos<br />
Quien no ha visto tus ojos<br />
No sabe qué es el cielo.<br />
Quien tus ojos no ha visto<br />
No sabe qué es el mar.<br />
Infinito y profundo<br />
Con destellos de calma<br />
Que relajan el alma<br />
Con tan solo mirar.<br />
No tenerte en mis brazos<br />
No me apena infinito.<br />
No mirar tus pupilas<br />
No me causa inquietud<br />
El color de tus ojos<br />
Es preso en mi retina<br />
La bondad de tu cuerpo<br />
Devuelve juventud.<br />
No necesito verte,<br />
Tocarte no merezco.<br />
No necesito hablarte<br />
Sólo quiero pensar<br />
Que eres feliz, entonces<br />
Se relaja mi alma<br />
Y me inunda la calma<br />
Y puedo suspirar.<br />
21-02-2009 Jerez<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 53
Otras cosas<br />
Almohadas sin horizontes<br />
No tenían horizonte las almohadas<br />
No tenían horizonte los calendarios<br />
No tenían eco las manos<br />
….las manos que no fuesen suyas<br />
We are just two lost souls<br />
Swimming in a fish bowl<br />
Year after year<br />
-Roger Waters (wish you were here)-<br />
Ojalá estuvieras aquí, decía la canción<br />
Y tu sombra firmaba cada papel blanco<br />
Porque cuando la verdad se vuelca en un tintero<br />
En realidad nadie quiere estar escribiendo<br />
Y las almohadas no ven el horizonte<br />
Ninguna cumbre cicatriza en su color blanco<br />
Ninguna sombra barre la línea de luz<br />
Que entra cruel, partiendo la noche<br />
Ningún párpado adolece con las flechas de la luna<br />
Y late la canción, porque ojalá estuvieras aquí<br />
Porque en el fondo preferiría no estar escribiendo<br />
Porque la soledad debería poder compartirse<br />
Si la oscuridad se pacta en tu voz y mi paciencia<br />
Cuando alguien duerme después de un papel blanco<br />
Las almohadas rencas tiemblan, se extienden, castigan<br />
…se alargan solitarias, desérticas, sin horizonte,<br />
Porque en el fondo lo sabemos<br />
…ojalá no estuviera escribiendo<br />
Carolina Hernández<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 55
Pág. 56 • Revista Literaria ALECEIA<br />
Sábanas por palabras<br />
Abrázame en esta duda del verano<br />
En la que silban los árboles nostalgia de otoño,<br />
A la sombra de este rincón ilícito<br />
En que pecan los amores imposibles<br />
En que manos se buscan a través de la palabra,<br />
Mirando por la ventana cómo late el mundo<br />
Mientras yo te escribo cartas,<br />
…Sólo cartas<br />
Mientras te acaricio con palabras<br />
Y te beso con tus propios labios si las leen.<br />
Arruga este papel si es lo preciso…<br />
Un beso no puede durar toda la vida…<br />
…y allí a lo lejos tú respiras hondo,<br />
Sentencias circunstancias de la vida,<br />
Y yo aquí, pero igualmente lejos<br />
Levanto la cabeza y compadezco<br />
La concentración de las mesas públicas<br />
En que los habitantes de mi equipaje se concentran,<br />
Porque ahora ellos no escriben cartas<br />
…sólo cartas.<br />
El verano ha dejado de dudar,<br />
Ahora a través de los cristales<br />
Incendia este pecado de buscarte en las palabras<br />
…nunca dejo de buscarte<br />
Y si al leer te paras a escucharlas<br />
Podré latir en la nostalgia de estas páginas<br />
cuanto no puedo latir entre tus sábanas.<br />
Carolina Hernández
Era noche de pronunciar destinos,<br />
De guarecernos del destiempo en nuestros brazos<br />
De curar el desatino del invierno<br />
Era noche de precipitarme en tu boca<br />
Era luna de orillar tu sonrisa en mi mirada<br />
Era azar…mil y una caricias para perdernos<br />
Hicimos una trenza con mi voz y tu silencio<br />
Con tus dedos y mi pelo, nuestros pies en la ventana…<br />
Otoño…viento<br />
Era noche de escribir tu silueta en el eco<br />
De grabar tu presencia, tu olor, en mi cuerpo<br />
De latir al unísono...mi lugar en tu abrazo<br />
Mi destino en tus cuadernos<br />
Folios blancos, tinteros repletos<br />
Promesas tácitas, atardeceres incompletos.<br />
Carolina Hernández<br />
Han acontecido ya plenilunios y eclipses<br />
desde la última vez que tu risa<br />
contamino mi pretensión al silencio,<br />
pero hay extraños instantes en los que<br />
el eco de tus labios contamina mi presente<br />
como un fantasma envuelto en nudos de verdad<br />
Y vuelvo a querer anochecer en tu mirada<br />
Y amanecer en el letárgico compás<br />
de tu respiración aún dormido<br />
Y llover sobre tu mañana como un cometa<br />
que pone su estela en la proa.<br />
…salvar, como siempre abismos<br />
mientras me das respuestas<br />
que nunca te he preguntado.<br />
Carolina Hernández<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 57
Una casa sin mar<br />
Es mi casa<br />
una casa<br />
y también<br />
un lugar,<br />
un lugar<br />
de nostalgia,<br />
de nostalgia<br />
del mar.<br />
Es mi casa<br />
una casa.<br />
¿O es acaso<br />
un solar,<br />
un solar<br />
donde habita<br />
la carencia<br />
del mar?<br />
De aguamarinas tonos,<br />
de verdes de verdad,<br />
de espumas blanquecinas,<br />
de celeste beldad,<br />
de cristalinas aguas,<br />
de calma y tempestad.<br />
¡Oh mar de las mareas!<br />
¡Oh mar de inmensidad!<br />
Del hombre, desafío,<br />
del pez, la libertad,<br />
de la luna, el espejo,<br />
de mi ser, la amistad,<br />
de horizontes rotundos,<br />
de la profundidad.<br />
¡Oh mar de marejadas!<br />
¡Oh mar de soledad!<br />
Por el sino obligado,<br />
ya que no por azar,<br />
abandoné tu orilla,<br />
tu orilla de azahar.<br />
¿Puede acaso el poeta<br />
componer y soñar<br />
Pág. 58 • Revista Literaria ALECEIA<br />
sin tenerte a su puerta<br />
en cada despertar?<br />
Por eso cuando canto<br />
mi canto no es cantar.<br />
Como ofrenda propicia<br />
para así olvidar<br />
quemaré tu recuerdo<br />
en mi alejado altar.<br />
Mis ventanas ahora,<br />
cansadas de esperar,<br />
ya no buscan azules<br />
ya no quieren mirar.<br />
En este lar sin vistas,<br />
en este mar sin mar,<br />
perece mi esperanza,<br />
zozobro de añoranza,<br />
sucumbo a mi pesar.<br />
¿Qué casa es<br />
una casa,<br />
qué hogar es<br />
un hogar,<br />
si es un pozo<br />
el que suple<br />
la presencia<br />
del mar?<br />
Artificial venero,<br />
remedo de la mar,<br />
agujero en la tierra,<br />
conducto circular,<br />
si en su blando costado<br />
has de desembocar,<br />
transmítele mi ansia,<br />
su falta y mi penar.<br />
Es mi casa<br />
una casa,<br />
una casa<br />
sin mar.<br />
Juan Manuel Ballesta Gómez<br />
La Línea, Primavera 2006
A Maitena<br />
Ni el agua de la mar ni del cielo<br />
ni el viento<br />
ajaron su figura.<br />
Ya, entre las otras del entorno, madura<br />
su alzado alza<br />
con graciosa gracia.<br />
El medio siglo de vejez<br />
no importa,<br />
<strong>más</strong> bien le aporta<br />
solera y altivez.<br />
Villa, mansión,<br />
castillo de mi feudo,<br />
palacio de mi reino,<br />
abierta prisión.<br />
Casa y hogar.<br />
Lugar.<br />
Otras manos de artistas y artesanos la hicieron.<br />
Yo, que bajo su mismo techo conviví,<br />
la cuidé<br />
y en su lecho dormí, soñé y amé.<br />
Sólo me queda haber nacido en ella…<br />
y en ella fallecer.<br />
Juan Manuel Ballesta Gómez<br />
La Línea, Marzo 1991<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 59
Pimiento Dafke<br />
Pág. 60 • Revista Literaria ALECEIA<br />
Al despertar G. una mañana, tras un sueño intranquilo, notó un<br />
picor leve en la punta de su nariz. Se incorporó, inquieto, y se<br />
la frotó con un suave movimiento de dedos, lo que le provocó<br />
un picor aun <strong>más</strong> intenso y tuvo que presionar con <strong>más</strong> fuerza<br />
e incidir en su nariz con las uñas. A mayor presión de los dedos<br />
mayor picor, hasta que tuvo que parar, no satisfecho. Se acercó<br />
al espejo y comprobó la prominencia roja y los ojos llorosos.<br />
¿Qué será esto?, se preguntó, aún mirando el espejo, esperando<br />
que su imagen quedara nítida en cuanto desapareciera<br />
la lágrima extendida levemente sobre sus pupilas. El picor fue<br />
desapareciendo y el color rojo fue virando hacia el verde, tras<br />
un breve paso intermedio y preocupante en el morado intenso,<br />
terroso, lo que convirtió a su nariz en una suerte de piedra antigua,<br />
arenisca, que amenazaba con desgajarse de la cara, caer<br />
al suelo y romperse. En ese tramo no osó tocársela, aunque le<br />
atraía palpar su textura, y dejó pasar unos segundos en los que<br />
su nariz tomó definitivamente un color verde, primero muy<br />
oscuro hasta que se estancó en el verde propio del pimiento<br />
Dafke.<br />
G. retrocedió unos pasos, se ajustó a la cintura el pantalón<br />
del pijama un poco caído, y pensó si no sería conveniente<br />
volver a la cama y tratar de dormir un poco <strong>más</strong> y que<br />
al despertar la nariz hubiera recobrado su normalidad. Pero en<br />
cuanto se sentó al borde de la cama notó cómo en el entrecejo<br />
iba apareciendo un trozo de algo, no alcanzaba a ver qué era,<br />
una protuberancia. Se acercó de nuevo al espejo y vio que era<br />
un pequeño tronco marrón que en segundos alcanzó la longitud<br />
de unos dos centímetros. Ya no tenía dudas, se estaba confirmando<br />
su primer temor: su nariz acababa de transformarse en<br />
un pimiento Dafke.<br />
Ya conocen el resto de la historia.<br />
Miguel Guerrero
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 61
Pág. 62 • Revista Literaria ALECEIA
un árbol<br />
un verso<br />
una piruleta<br />
un beso<br />
una pelota<br />
una queja<br />
una cabeza<br />
tus pensamientos<br />
una madeja de lana<br />
un garabato<br />
nuestras emociones<br />
un nido<br />
una tormenta<br />
un sol<br />
las buenas ideas<br />
un mebli<br />
y las malas también<br />
Revista Literaria ALECEIA • Pág. 63
…dinos, ¿qué quieres que sea aleceia?<br />
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