ANA PELLICER
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<strong>ANA</strong> <strong>PELLICER</strong><br />
POEMAS FORJADOS<br />
Centro Cultural Clavijero<br />
Morelia, Michoacán, México<br />
Marzo - Junio 2010
Contenido<br />
Presentación<br />
Ana de Santa Clara<br />
Mercedes Iturbe<br />
7<br />
Prólogo<br />
Ana Pellicer, Artista universal y Tarasca por adopción<br />
Lily Kassner<br />
9<br />
La Máquina Enamorada<br />
Fernando Gamboa<br />
12<br />
Ana Pellicer: Escultora del Metal<br />
Mariana Frenk<br />
14<br />
El Metal en el Arte<br />
James Metcalf<br />
15<br />
Arte e Identidad<br />
Juan Soriano<br />
17<br />
La Libertad no es una Estatua<br />
Alain Joyffroy<br />
18<br />
La Pelota que Rebota<br />
Eduardo Matos Moctezuma<br />
20<br />
Obra<br />
23<br />
Ana Pellicer<br />
109
Presentación<br />
Ana de Santa Clara<br />
Mercedes Iturbe<br />
Cobres luminosos enredados de historia, tradición fundida en el metal que al mezclarse con<br />
resinas, lleva el propósito de crear espacios inundados de luz. Ana Pellicer juega con el pasado y<br />
con el futuro, y con ambos va tejiendo sus conceptos y sus obsesiones que posteriormente vierte<br />
en las piezas, convertidas en el testimonio de su universo interior. Ana lleva más de 20 años en<br />
Santa Clara del Cobre, en donde, con su marido James Metcalf, ha desarrollado un proyecto<br />
creativo. Ambos viven involucrados con ese lugar y especialmente con la tradición del trabajo<br />
del cobre. Es en esa región de Michoacán en donde Ana ha gestado su trabajo escultórico y<br />
desarrollado su talento.<br />
Siempre me ha sorprendido el compromiso que el artista tiene con su trabajo. Ana se entrega a<br />
cada proyecto con absoluta pasión. Nunca se queda a la mitad del camino sino que lleva todo<br />
hasta sus últimas consecuencias.<br />
Una de sus características más fascinantes es su explosiva naturaleza, profundamente femenina y<br />
lúdica. No se trata en lo más mínimo de una artista atormentada, sino todo lo contrario. Copula<br />
con el metal, con la naturaleza. Genera sensualidad a cada instante a través de su mirada, de su<br />
risa, de sus ideas y por supuesto de su obra con la que nos revela el secreto de su mundo. Tiene<br />
una vitalidad única que le permite encontrar excitantes la mayor parte de sus actos cotidianos;<br />
alimenta su espíritu con la esencia profunda de la cultura tarasca, que combina con su interés y su<br />
curiosidad por las manifestaciones más vanguardistas del arte internacional. A pesar de vivir en un<br />
pueblo aparentemente alejado, ella y Jimmy están informados de todo aquello que trasciende en el<br />
arte contemporáneo. Su escultura se alimenta de estos dos universos aparentemente polarizados,<br />
pero que la han conformado como artista. Con el mismo interés con que escucha una pirekua de<br />
Michoacán, escucha la música de Prince.<br />
7
Ana Pellicer ama a México, al mundo y sobre todo a la vida. La vehemencia que habita su persona<br />
queda traducida en cada uno de sus pasos y en cada uno de los objetos fabricados con sus manos<br />
fuertes y su imaginación.<br />
Su última serie de esculturas –Concentración de luz en los albores del siglo 21–. Atestigua esa<br />
evolución que recoge en cada pieza su universo femenino integrado de sensualidad, de curiosidad,<br />
de reflexión y de esa asombrosa capacidad para conjuntar la tradición con la audacia de una visión<br />
conceptual profundamente moderna.<br />
Los títulos de cada escultura son también reveladores de un discurso que afirma las características<br />
de la escultora: “Flor del mal”, “Beso”, “Afrodita”, “El juego”, entre otras. Estas piezas representan<br />
las obsesiones de Ana Pellicer, que con su inagotable energía ha esculpido una vez más la magia<br />
que lleva en sus entrañas y el conocimiento acumulado en su espíritu. Las esculturas que ahora se<br />
presentan en la Casa de la Cultura Jesús Reyes Heroles son joyas, pero también son sueños de una<br />
mente alucinada que todo lo quiere convertir en luz. Ana es uno de esos seres excepcionales que<br />
redimen al mundo con su talento, con su vitalidad y con esa mirada que busca siempre generar la<br />
belleza. Lo logra con el solo hecho de existir.<br />
8<br />
Mtra. Mercedes Iturbe<br />
Directora del Museo del Palacio de Bellas Artes<br />
2002
Prólogo<br />
Ana Pellicer, Artista universal y Tarasca por adopción<br />
Lily K assner<br />
La artista y maestra del arte tridimensional, Ana Pellicer, de preclara estirpe, ha cumplido más de<br />
cuarenta años de vivir y convivir con los artesanos de esa peculiar locación michoacana, de raíz<br />
purépecha, llamada Santa Clara del Cobre, cuna de uno de los personajes literarios mexicanos<br />
más entrañables de nuestro país que es, al mismo tiempo, receptáculo de características nacionales<br />
y ha configurado muchos de los rasgos de nuestra común identidad, “Hilo lacre”, “Pito Pérez.”<br />
Pero aparte de esta referencia literaria, estamos hablando de que Ana Pellicer, en compañía de<br />
James Metcalf, con quien hace escultura desde 1968, lleva más de cuarenta años de residir y<br />
trabajar en Santa Clara del Cobre: y lo celebra con esta exposición en que muestra una selección<br />
antológica de sus aportaciones que ha compartido con los artesanos cobreros en esta zona de<br />
extracción tarasca, donde también ha estado totalmente involucrada en el proceso de producción<br />
de las piezas tradicionales, muchas de uso doméstico, cazos, platones, jarras, floreros, etc., cuyas<br />
técnicas de realización provienen desde la época prehispánica.<br />
Extraordinaria variedad de objetos de arte elaborados en este metal, mezclado con resinas u otros<br />
materiales, maleable al calor, por manos indígenas y mestizas; trabajo que ha enriquecido con su<br />
propia sensibilidad en el contacto directo en la elaboración de la obra de los artesanos aborígenes,<br />
a quienes, generosamente, ha otorgado sus amplios conocimientos del arte contemporáneo,<br />
revelándoles tendencias artísticas de nuestros días que, sin embargo, están acordes con su propia<br />
capacidad creativa.<br />
Una vertiente de ello es la creación de joyas en cobre de inspiración prehispánica, como una nueva<br />
especialidad en la comunidad de mujeres indígenas que, en una escala gigantesca, propone para<br />
ornar la estatua de la libertad neoyorquina, cuyo verdadero nombre es “La libertad iluminando el<br />
mundo”, en el doble centenario de su erección junto a la desembocadura del río Hudson.<br />
9
Pues recordemos que esta pieza monumental, obra de Frédéric-Auguste Bartholdi, fue regalada a<br />
Estados Unidos por Francia el año de 1886.<br />
Ana Pellicer propone diversos adornos femeninos para engalanar en su bicentenario cumpleaños<br />
al icono por antonomasia de Nueva York: arracada, prendedor, cadena, anillo y collar.<br />
Mitológicamente, de alguna forma esto también nos corresponde, dado que entre los anteriores<br />
Soles o edades –pues vivimos en el Quinto sol–, hay el antecedente de que alguna vez la tierra<br />
estuvo habitada por gigantes, si bien no fueron del todo aceptados por los dioses que los crearon<br />
y fueron finalmente desechados, antes de que Quetzalcóatl formara con barro a los hombres<br />
actuales y les infundiera vida con su propia sangre, en un ritual de auto sacrificio.<br />
Si bien aquí hay que recordar, como nos dice James Metcalf, “a los mitos de la creación de pueblos<br />
tan apartados como los griegos del Egeo y los tarascos de Michoacán, que creían que el primer<br />
hombre fue hecho de metal por un dios forjador”.<br />
En esta faceta creativa, libertaria, femenina y feminista de Ana Pellicer, se incluyen asimismo<br />
otras interesantes piezas emblemáticas de simbología localista: La Libertad Purépecha, en cobre<br />
martillado, vidrio, madera y textil; La Libertad de Ocumichu, en cobre, fibra de vidrio, latón y<br />
acero y, aunque no en la misma temática pero con otras cualidades expresivas de alto dramatismo,<br />
su Homenaje a Frida, en los mismos materiales de la primera citada en este párrafo.<br />
Entre otras piezas que rememoran el ritual cósmico del juego de pelota ancestral: yugos, hachas,<br />
anillos, ruedas y hasta la misma representación de la cancha y los adminículos de su ejercicio,<br />
incluida una Pelota que rebota, de hule esculpido y base de mimbre, también en este último caso<br />
en un homenaje de gigantescas proporciones, encontramos creaciones en que la forma circular se<br />
reitera con diversas variantes, como en Andrógino, Cíclope de Tacuchi, Él y Ella, sus Estudios sobre<br />
la rueda, entre otras.<br />
Otra de monumental formato, conformada por dos enormes discos cuasi empalmados<br />
y concéntricos, muy peculiar y original, en cobre martillado y forjado, titulada La máquina<br />
10
enamorada, nombre que parecería un oximoron, pues ninguna máquina tiene el ánimo vital, pero<br />
ésta, provista de cifras misteriosas, también guarda en su interior la efigie de una pareja humana,<br />
producto indiscutible del amor.<br />
Feliz celebración y homenaje a su desprendimiento y generosidad en la que Ana Pellicer se muestra<br />
como la mayor escultora de técnica directa en metal de nuestros días, basada en una sensibilidad<br />
que a pesar de los años transcurridos puede decirse prehispánica.<br />
Dra. Lily Kassner<br />
Autora de la Enciclopedia de Escultores Mexicanos<br />
Primavera de 2010<br />
11
La Máquina Enamorada<br />
Fernando Gamboa<br />
Estamos aquí reunidos en torno a esta bella escultura que acaba de instalarse en el Museo. Es<br />
obra de una joven artista, Ana Pellicer, cuyo talento es evidente. Ana viene de una de las familias<br />
que mayor lustre le han dado a México. Es el más reciente retoño de ese frondoso árbol de gentes<br />
valiosas cuyo primer brote fue Carlos Pellicer, uno de los más grandes poetas latinoamericanos de<br />
nuestro siglo. Ana, una artista de plena vocación a la que puede predecírsele un gran porvenir en<br />
el terreno de la escultura mexicana.<br />
Ana es culta, ha viajado mucho, tiene ideas claras sobre el arte. Ha trabajado intensamente<br />
y ha tenido la fortuna de ser guiada por un maestro, por un gran artista como es el escultor<br />
norteamericano James Metcalf.<br />
La técnica en que Ana ha realizado su obra, con sus ayudantes de Santa Clara, es pues antigua.<br />
Se sirvió de ella para dar expresión a su específica voluntad de forma de artista moderna, y a<br />
su concepción espiritual. “La Máquina Enamorada”, ese título tan ingenioso como sugestivo,<br />
alude a la idea y los ideales de la escultora en torno a la función de la máquina. Cree ella que<br />
la máquina en lugar de avasallar al hombre, perjudicar y acosarlo, debe ayudarlo a liberarse del<br />
trabajo esclavizante y a emplear mejor su creatividad. Y para ayudarlo debe amarlo, debe ser,<br />
como dice Ana Pellicer, “Una máquina enamorada.<br />
La “Máquina Enamorada” de Ana Pellicer no tiene precisamente la forma de máquina, sus formas<br />
son orgánicas, florales o frutales. “Por supuesto no me jacto de ser original. En la historia del<br />
arte –prosigue Ana Pellicer– sobre todo del arte moderno, ha habido muchos artistas que han<br />
representado la esencia de la máquina, algunos exaltándola, Fernand Leger, otros ironizándola.<br />
Sí, ahí está Duchamp-Villon y también Jean Tingueli. Duchamp hizo la representación del<br />
mecanismo. Jean Tingueli representa la máquina que se destruye a sí misma. Pero hay otro artista<br />
muy importante para mí. Es Fontana, porque Fontana no pinta la tela, la viola. Yo, siguiendo su<br />
12
ejemplo, le pongo números electrónicos a “La Máquina Enamorada”, que tiene formas orgánicas,<br />
que parecen estar a punto de moverse. Esto es como una especie de violación del objeto de uso,<br />
puesto que “La Máquina Enamorada” repito, es una obra de arte que representa un concepto, ya<br />
no un uso”.<br />
Mtro. Fernando Gamboa<br />
Subdirector Técnico del INBA y Director del Museo de Arte Moderno<br />
México, D. F. a 2 de agosto de 1975<br />
13
Ana Pellicer: Escultora del Metal<br />
Mariana Frenk<br />
La escultura en cobre tiene en México una larga tradición. Se remonta a la prehispánica, a los<br />
tiempos en que los artífices purépechas confeccionaban con este metal, en gran escala, las hachas<br />
ceremoniales que, igual que las de piedra de la región del Golfo, eran imágenes de las hachas<br />
del dios de la lluvia y las tormentas, con las que éste hendía las nubes para abrir camino a los<br />
relámpagos y los truenos.<br />
Entre los pocos artistas que hoy en día trabajan el cobre, Ana Pellicer ocupa un rango destacado.<br />
Viviendo desde hace muchos años en Santa Clara del Cobre, en el estado de Michoacán, ha<br />
estudiado a fondo la naturaleza de este material y la técnica empleada por los forjadores del lugar,<br />
que no ha cambiado desde la época del México antiguo.<br />
Mientras alrededor de la artista los artesanos purépechas producen sus obras de bellas formas<br />
tradicionales -platos, jarras, vasijas, candeleros-, Ana crea sus esculturas, las pequeñas y las<br />
monumentales, ambas inspiradas tanto en el arte popular de la comarca, como también en<br />
ideas plásticas de tiempos y latitudes muy diferentes, que a veces combina con gran imaginación<br />
escultórica, como en el prendedor “etrusco-cuanajense” o en las joyas -prendedor, anillo, collar,<br />
cadena, arracada-, adecuadas para engalanar a gigantes; ese maravilloso y temible linaje, que según<br />
la mitología de muchos pueblos, vivía en épocas remotas sobre nuestra tierra, cambian, gracias al<br />
enorme aumento del tamaño, su condición de objetos de adorno, de la que partió la concepción del<br />
artista y adquieren un rango de escultura y un aspecto fantástico, de sugestiva irrealidad.<br />
Estas obras impresionantes por su originalidad, por la belleza de sus formas y de su material, son<br />
muestras elocuentes del poder creativo y la maestría técnica de la joven artista.<br />
Dra. Mariana Frenk<br />
Sub Directora del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de Mexico<br />
Ciudad de México, 1985<br />
14
El Metal en el Arte<br />
James Metcalf<br />
A pesar del hecho reconocido de que el metal ha sido, sin comparación, el elemento más importante<br />
en el desarrollo humano durante los últimos tres mil años, la disciplina de las artes plásticas<br />
menos comprendida por los legos así como por los críticos, es sin duda la del trabajo en metal.<br />
Los dos principales motivos de esa situación son: primero, que el valor económico del metal por<br />
sí mismo explica el hecho de que nuestros museos carezcan de ejemplos adecuados para el estudio<br />
del desarrollo del arte del metal. Aunque este vacío existe en los tesoros de todas las culturas, en<br />
ningún lugar es tan grande como entre las casi increíbles descripciones de las magnificencias<br />
del arte del metal, que fueron contempladas por los primeros europeos que llegaron a América,<br />
y 1o que nos es dado ver hoy. Según el testimonio de artesanos de Santa Clara del Cobre, hubo<br />
épocas en el pasado en que la única materia prima para fundir y hacer cazos eran las hachas<br />
precolombinas de cobre y que algunas veces llegaban a ser toneladas.<br />
La segunda razón es que la creatividad del trabajador en metal fue la víctima principal de la<br />
revolución industrial; su talento fue pervertido hasta la extinción por las crecientes demandas<br />
impuestas al diseño<br />
Las piezas de Ana Pellicer que se muestran en esta exposición han sido escogidas siempre que<br />
ha sido posible, para ilustrar las diferentes etapas de la lucha de un artista para rectificar este<br />
mal entendimiento y reinstalar la escultura en metal en el lugar que le corresponde como medio<br />
creativo directo. Ninguna de estas obras debe su origen a un modelo hecho en otro material,<br />
como es este caso con la mayoría de las esculturas fundidas hoy, que son reproducciones de<br />
modelos en yeso o en arcilla. Tampoco son acumulaciones de objetos encontrados, soldados para<br />
formar un collage. Cuando en estas obras se utiliza la técnica del troquelado, tan frecuente hoy<br />
en día en la industria, las matrices han sido cortadas en acero por la artista, así como las matrices<br />
de otros materiales como el hule o la resina.<br />
15
Muchas de las esculturas de Ana Pellicer expuestas en esta exhibición tienen el tejo como forma<br />
primaria. Tejos besándose, tejos explotando y descubriendo parejas escondidas, un árbol de la<br />
vida con hojas hechas de tejos en forma de ombligos, hasta la maqueta de la máquina enamorada<br />
en donde se incorpora un juego de tres tejos. En otras piezas como en Ilusión de II dimensiones<br />
I, la simple superficie reglado de la hoja de metal empieza a asimilar la tensión y la vitalidad y la<br />
técnica se va haciendo más competente y menos obvia y empieza a someterse a la obra como un<br />
todo. La forma natural y casi automática en que el metal se presta a hacerse metáfora del cuerpo<br />
humano, me parece dar una sustancia literal a los mitos de la creación de pueblos tan apartados<br />
como los griegos del Egeo y los tarascos de Michoacán que creían que el primer hombre fue hecho<br />
de metal por un dios forjador.<br />
16<br />
James Metcalf<br />
Escultor<br />
2010
Arte e Identidad<br />
Juan Soriano<br />
Ana Pellicer es una de las artistas más singulares de su generación, su escultura a menudo<br />
inspirada en las culturas prehispánicas han estimulado su imaginación y su regocijo al crear sus<br />
obras. Ana ha realizado una extensa investigación en la utilización de diversos materiales por<br />
lo que en su obra existe una gran gama que va del metal, al hule y a las piedras semipreciosas<br />
y ha fusionado éstas con acontecimientos históricos. Hacer joyas tradicionales a la escala de la<br />
Estatua de la Libertad o esculturas que rebotan, inspiradas en el juego de pelota prehispánico,<br />
utilizando el hule de origen mesoamericano, han llevado a París y a Nueva York parte de la<br />
esencia de nuestra cultura.<br />
Ana ha vivido desde hace muchos años en un pueblo en el Estado de Michoacán, en donde dirige<br />
una escuela de artes y oficios, es esta experiencia, la razón por la cual su obra está profundamente<br />
enraizada en nuestra cultura.<br />
Tengo la confianza en el auge de sus futuros proyectos y considero que su trabajo y su larga<br />
trayectoria dan muestra de su talento y su singularidad.<br />
17<br />
Juan Soriano<br />
Pintor y Escultor<br />
México, D.F., a 19 de junio del 2001
La Libertad no es una Estatua<br />
Alain Joyffroy<br />
Al realizar las joyas gigantes para la estatua de la Libertad, Ana Pellicer, que desde 1968 trabaja<br />
con el escultor James Metcalf, responde cien años más tarde al reto lanzado por Bartholdi con su<br />
“Libertad iluminando el mundo”. Al inspirarse, para estas joyas, en el arte de los Indígenas del<br />
México antiguo, tomando de ejemplo a los Tarascos, ella nos incita a reflexionar sobre la función<br />
simbólica del célebre monumento de Nueva York, que pretende confiscar el papel de defensor<br />
de la libertad mediante la representación de ésta en forma de mujer occidental. Además del<br />
contrasentido que implica la transformación de la libertad en estatua, del movimiento espontáneo<br />
en inmovilidad académica, nos olvidamos en efecto de pensar que la “Libertad iluminando el<br />
mundo” fue concebida para ocultar la realidad de todos los pueblos oprimidos por el colonialismo<br />
y el imperialismo occidentales. En un sentido amplio, la libertad no podría ser reducida a la<br />
definición que se le ha dado en Francia y en los Estados Unidos donde, como lo afirmó Régis<br />
Débray, la libertad ha precisado de esclavos para existir.<br />
Al crear un arete, un collar, una pulsera, un broche y un anillo gigantes que habrán de adornar<br />
esta estatua para cambiar el sentido en el momento de su centésimo aniversario, Ana Pellicer ha<br />
consumado el primer gesto simbólico de escultor con respecto a este monumento-sueño. Ella evoca<br />
al mismo tiempo que la mujer no podría confundirse con una alegoría y que por estas joyas, ella<br />
revela su identidad y cultura propias. En nuestros días, donde el racismo y la intolerancia religiosa se<br />
han despertado al mismo tiempo que los nacionalismos, un artista debe mostrar lo más claramente<br />
posible que nunca hay que ceder el poder de expresión a los más fuertes, sino al contrario, desviar<br />
los monumentos oficiales de sus fines mezquinos. La libertad no puede reducirse a una estatua de<br />
la academia occidental al igual que la revolución a un mausoleo en la Plaza Roja.<br />
Al vincularse con un grupo de mujeres indígenas e introducir la joyería en cobre como nueva<br />
especialidad en esta comunidad de artesanos cobreros, y formándolas de tal modo que ellas<br />
18
concibieron un nuevo estilo de joyas, Ana Pellicer hace funcionar la libertad de la mujer para<br />
fortificar su papel creador. James Metcalf recuerda a este respecto que Apollinaire pensaba que<br />
Marcel Duchamp iba a reconciliar el arte con el pueblo. Marcel Duchamp –demasiado irónico<br />
para asumir semejante utopía– con toda seguridad no llegó a ello. Pero desde 1968, los artistas<br />
están buscando otros caminos, otras fórmulas, otras formas de intervención para sacar a la pintura<br />
y a la escultura de sus perspectivas mercantilistas y museológicas. Estas búsquedas me incitan hoy<br />
a aprobar y a respaldar el trabajo y la iniciativa de Ana Pellicer: la revolución femenina –feminista<br />
o no– no ha pronunciado su última palabra.<br />
Mientras que la estatua de Bartholdi no sea revestida de “Esculturas anti-estatua” de Ana<br />
Pellicer, ésta continuará siendo lo que es: una abstracción vacía destinada a camuflar la verdad y<br />
la identidad de todos los pueblos. Es preciso recordar a este respecto que Bartholdi fue primero el<br />
autor de la estatua del general Rapp y del León de Belfort y que en 1886, año en que se inauguró<br />
la estatua de la libertad en Nueva York, Nietzsche escribió: “Más allá del bien y del mal” y que<br />
un auténtico artista creador, Antonio Gaudí, llevaba ya cuatro años trabajando en la “Sagrada<br />
Familia” de Barcelona.<br />
19<br />
Alain Joyffroy<br />
Crítico de Arte<br />
1986<br />
Traducción: Reynol Pérez Vázquez. Dramaturgo
La Pelota que Rebota<br />
Eduardo Matos Moctezuma<br />
Homenaje a Ana Pellicer<br />
Los dioses se convocaron en Xibalba para jugar a la pelota. Ese era el lenguaje de los dioses. De<br />
la lucha cósmica expresada a través de los mitos se daba paso a la lucha ceremonial en la cancha<br />
del juego de pelota de donde tendría que salir un vencedor y un vencido.<br />
Uno de ellos sería decapitado y de su cuello cercenado saldrían los torrentes de sangre<br />
representados en forma de siete serpientes y plantas floridas como canto sagrado en honor de<br />
los dioses. Así los vemos presentes en Chichen Itzá, en donde la pelota de hule se transforma en<br />
cráneo con todo su contenido simbólico ancestral. En uno de los juegos de pelota del Tajín. En<br />
uno de los juegos de pelota de El Tajín vemos, una vez más, la presencia de la muerte en uno<br />
de los contendientes que, acostado, espera ser sacrificado. Es nuevamente la reactualización de<br />
la lucha constante entre la noche y el día, entre Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, entre los poderes<br />
diurnos y nocturnos prevalecen en aquella pelota que no cesa de rodar y que lleva su giro la<br />
vida... Y también la muerte.<br />
Fue así como en aquel mundo de dualidades constantes el hombre supo dialogar con los dioses.<br />
Aquella lucha quedó plasmada en el juego de pelota. Canchas para el juego las vemos presentes<br />
a lo largo y ancho de Mesoamérica, lo mismo ocurre con la representación de jugadores. Desde<br />
las culturas más antiguas hasta el momento del contacto con los europeos van a proliferar estas<br />
presencias en el barro, en la arquitectura, en la piedra misma. Y algo insólito va a ocurrir: también<br />
se encuentran las pelotas de hule. Se han recuperado tanto del interior del Cenote sagrado de<br />
Chichen Itzá como del templo mayor de los Aztecas.<br />
...Y en el siglo XVI llegaron otros hombres. Traían la destrucción en sus manos, en sus espadas<br />
de hierro. Todo lo fueron destruyendo. Los viejos códices que hablaban de la cuenta de los<br />
20
días fueron quemados. Lo mismo ocurrió con los templos. Las esculturas de los dioses fueron<br />
mutiladas y la muerte se esparció por todas partes. Cesó la flor y el canto -in cuicatl, in xochitlpara<br />
dar paso a las cantigas coloniales. Pasaron los años y los siglos y surgieron los rostros de los<br />
nuevos hombres...<br />
...Pero aquel pasado estaba latente, vivo, a flor de tierra. Poco a poco la tierra empezó a devolvernos<br />
a los viejos dioses, a los hombres que fueron. Aquel rostro ancestral empezó nuevamente a cobrar<br />
forma y se nos mostró en todas sus facetas: pequeñas figurillas de barro; máscaras de piedra; caras<br />
sonrientes que supieron perdurar en el tiempo; templos y palacios que encontraron la luz del día<br />
y murales policromados que nos muestran un mundo de color en el que el simbolismo quedó<br />
atrapado hasta en el trazo más sutil...<br />
...y de aquellas vivencias presentes en el barro, en la piedra, en el muro hecho color, surgieron<br />
nuevas expresiones. Los actos de creación empezaron a repetirse y se buscaba en el tiempo para<br />
aprehender al tiempo mismo. Fue de esta manera como aquellas pelotas de hule que encerraban<br />
así la vida y la muerte empezaron a convertirse, a transformarse en enormes pelotas gracias a<br />
la acción creadora de manos que daban vida a lo muerto. Esas manos empezaron a moldear el<br />
hule, lo fueron tocando, amasando. A cada contacto el hule cobraba vida, renacía, Las manos<br />
prodigiosas creaban y creaban y la pelota crecía y crecía sin cesar. Allí; allí estaba con todo<br />
su contenido esencial: hule-cráneo-vida-muerte-tiempo. Al igual que los dioses, se había dado<br />
forma al tiempo...<br />
...pero el tiempo permanecía estático. Era necesario que la vida se expresara en el movimiento y<br />
sólo las manos que habían realizado el prodigio podrían lograrlo. Una vez más aquellas manos<br />
acudieron a su poder creador y dieron el impulso indispensable para que el tiempo apresado en la<br />
pelota de hule empezara a moverse...<br />
...poco a poco el tiempo empezó a girar, como aletargado de tantos años de espera. Fue rodando<br />
cada vez con más fuerza hasta que llegó el momento en que tal fue su velocidad que nada podía<br />
detenerlo. Rodó por las laderas y cayó en los valles; subió montañas y cruzó ríos; atravesó y<br />
21
llegó, finalmente, al juego de pelota preparando para que en él se llevara a cabo el juego ritual<br />
transformado en el ciclo vital de los días, de los meses, de los años...<br />
...todo esto empezó un día en que las manos prodigiosas de Ana Pellicer decidieron atrapar el<br />
tiempo para convertirlo en una enorme pelota de hule...<br />
22<br />
Eduardo Matos Moctezuma<br />
Director del Museo del Templo Mayor<br />
Solsticio de Verano de 1992
Secretos
Mujer Alada<br />
2010<br />
Cobre electroformado, repujado, yeso, madera y acrílico<br />
Dimensiones: 80x80x10 cm.<br />
Colección del Artista
Las Guadalupanas<br />
1997<br />
Fibra de vidrio, vidrio y cerámica<br />
Dimensiones: 100x60 cm.<br />
Colección del Artista
Quetzalcóatl bicéfalo<br />
2010<br />
Resina esculpida, cobre calado y amatista<br />
Dimensiones: 15x31x70 cm.<br />
Colección del Artista
Libro primero de arte<br />
1970<br />
Latón repujado, platico y papel<br />
Dimensiones: 25x24x12 cm.<br />
Colección del Artista
Erandipani<br />
2009<br />
Técnica Mixta: madera, oleo, yeso, metal y vidrio<br />
Dimensiones: 80x80 cm.<br />
Colección Particular
Recuerdo<br />
2008<br />
Cobre repujado y madera<br />
Dimensiones: 68x80x10 cm.<br />
Colección del Artista
Mujeres
La Tehuana<br />
1996<br />
Encaje electroformado, resina y fierro soldado<br />
Dimensiones: 210x69x30 cm.<br />
Colección Particular
La Libertad de Ocumicho<br />
1990<br />
Técnica Mixta, fibra de vidrio, cobre, latón y fierro esculpidos<br />
Dimensiones: 253x115x78 cm.<br />
Colección del Artista
Medusa<br />
2010<br />
Bronce fundido y cobre repujado. Mármol y madera<br />
Dimensiones: 24x24x30 cm.<br />
Colección Particular
La Libertad Purépecha<br />
1987<br />
Técnica Mixta, fibra de vidrio, yeso. Madera, textil, cobre y latón<br />
Dimensiones: 190x60x40 cm.<br />
Colección Particular
Homenaje a Frida<br />
1989<br />
Cobre electroformado, latón, textil. Madera policromada y resina<br />
Dimensiones: 205x77x88 cm.<br />
Colección del Artista
Luz
Ilusión de II dimensiones I<br />
1995<br />
Cobre martillado, fierro y resina<br />
Dimensiones: 168x85x58 cm.<br />
Colección del Artista
La Reina<br />
2000<br />
Amatista y latón martillado<br />
Dimensiones: 168x62x28 cm.<br />
Colección del Artista<br />
El Rey<br />
2000<br />
Amatista y latón martillado<br />
Dimensiones: 150x88x36 cm.<br />
Colección del Artista
ELLA<br />
1996<br />
Cobre martillado, cristal de roca, encaje electroformado y fierro<br />
Dimensiones: 150x77x25 cm.<br />
Colección del Artista
El<br />
1996<br />
Cobre y latón martillado, vidrio y fierro<br />
Dimensiones: 173x78x18 cm.<br />
Colección del Artista
Querubines<br />
1998<br />
Cobre repujado, resina y fierro<br />
Dimensiones: 164x51x51 cm.<br />
Colección Particular
Objeto encontrado en la tumba de una Reina<br />
1996<br />
Cobre martillado, vidrio y mica templada<br />
Dimensiones: 164x60x40 cm.<br />
Colección del Artista
Ola Marina<br />
1998<br />
Vidrio emplomado y encaje electroformado<br />
Dimensiones: 120x80x30 cm.<br />
Colección del Artista
Ciclope en Tacuchi<br />
1996<br />
Cobre martillado, vidrio emplomado y fierro<br />
Dimensiones: 160x70x30 cm.<br />
Colección del Artista
Luna Creciente<br />
1995<br />
Latón martillado, resina y fierro<br />
Dimensiones: 150x50x40 cm.<br />
Colección del Artista
Poder
Mi Bandera Mexicana<br />
2010<br />
Cobre martillado y fierro esmaltado<br />
Dimensiones: 80x70 cm.<br />
Colección del Artista
La Maquina Enamorada (maqueta)<br />
1975<br />
Cobre martillado, forjado y calado<br />
Dimensiones: 50x50x30 cm.<br />
Colección del Artista
El Querendal<br />
1985<br />
Técnica mixta; fierro, querenda, yeso y resina<br />
Dimensiones: 158x137x32 cm.<br />
Colección del Artista
El Beso<br />
1995<br />
Cobre martillado y repujado<br />
Dimensiones: 35x40x15 cm.<br />
Colección del Artista
El SIDA si da (detalle)<br />
2010<br />
Cobre repujado y hule esculpido<br />
Dimensiones: 25x60x60 cm.<br />
Colección Particular
Libertad
Prendedor Etrusco-Cuanajense<br />
1986<br />
Latón martillado, repujado y granulado<br />
Dimensiones: 464x115x30 cm.<br />
Colección del Artista
Anillo Liliputense producto de Exportación<br />
1986<br />
Cobre martillado y resina<br />
Dimensiones: 116x79x20 cm.<br />
Colección del Artista
Arete de una gran dama<br />
1986<br />
Latón martillado<br />
Dimensiones: 116x46x20 cm.<br />
Colección del Artista
Collar de Oaxaca<br />
1986<br />
Cobre martillado<br />
Dimensiones: 11 metros<br />
Colección del Artista
Cascabel Purépecha<br />
2004<br />
Cobre fundido<br />
Dimensiones: 64x20x20 cm.<br />
Colección del Artista
La Reconstrucción de Tzintzuntzan<br />
1996<br />
Técnica Mixta, Papel amate, tinta y cobre repujado<br />
Dimensiones: 125x244x4 cm.<br />
Colección del Artista
Juego
Yugo marcador (detalle)<br />
1994<br />
Latón y hule esculpido<br />
Dimensiones: 200x100x40 cm.<br />
Colección Particular
La Pelota que rebota<br />
1993<br />
Hule esculpido y latón martillado<br />
Dimensiones: 80x80 cm.<br />
Colección del Artista
Cancha del Juego<br />
1993<br />
Hule esculpido, cobre electroformado y madera<br />
Dimensiones: 440x430x6 cm.<br />
Colección del Artista
101
Marcador Anillo rueda<br />
1993<br />
Latón, cobre, hule esculpido y madera<br />
Dimensiones: 270x100x30 cm.<br />
Diámetro del anillo: 110x 30 cm.<br />
Colección del Artista
103
Marcador Anillo rueda<br />
1992<br />
Cobre electroformado y hule esculpido<br />
Dimensiones: 270x100x30 cm.<br />
Diámetro del anillo: 110x 30 cm.<br />
Colección del Artista
105
Pelota de Base Ball<br />
2000<br />
Madera esmaltada y cobre<br />
Dimensiones: 80x80 cm.<br />
Colección del Artista
107
Ana Pellicer<br />
Nace en la ciudad de México. Estudia Artes Plásticas en “The Arts Students League” y “The<br />
New School” en Nueva York. De 1973 a 1974, Directora de Producción Artesanal de FONART<br />
(Fondo Nacional de las Artes Populares), en la ciudad de México. Ha vivido en Santa Clara del<br />
Cobre, en Michoacán, durante muchos años en donde trabaja hasta la fecha. En 1976 funda<br />
el “Centro de Artes y Oficios Adolfo Best Maugard”, de Santa Clara del Cobre, el cual dirigió<br />
hasta junio del 2002. En 1975, creó una escultura monumental hecha en cobre con la técnica<br />
precolombina de la región, escultura que forma parte de la colección del Instituto Nacional de<br />
Bellas Artes y que se encuentra instalada en el Museo de Arte Moderno de la ciudad de México.<br />
Diseñadora del vestuario de tres piezas de teatro: “Pasiphae” de Monterland, en 1981 el Museo<br />
Rufino Tamayo, en 1994, “El León de Invierno” de James Goldman, en el teatro Julio Prieto y en<br />
1999 “Nahui Olín”, durante el Festival del Centro Histórico en el Teatro de la ciudad. Ha hecho<br />
varias exposiciones tales como “Joyería de la Estatua de la Libertad”, en el Museo de Arte Moderno<br />
de la ciudad de México en 1981 “la Pelota que Rebota” en 1992 Museo del Templo Mayor en la<br />
ciudad de México. “Concentración de Luz en el Nuevo Milenio”, en 1995 en Casa de la Cultura<br />
“Jesús Reyes Heroles”, en la ciudad de México. “Cobre, Piedra y Fuego”, en el 2000 en Lincoln<br />
Center en Nueva York y “Tiempo, Piedra y Barro”. “Sirenas y Monstruos Marinos” en Lisboa<br />
Portugal en 1998. En 2002 en el Museo de Ciencias y Artes Muca, en la ciudad de México.<br />
En el 2009 Exposición colectiva “Las Mujeres de Michoacán” arte y artistas. En cada una de<br />
sus exposiciones individuales ha creado un Libro Objeto. Sus exhibiciones han sido presentadas<br />
en la ciudad de Morelia, Michoacán, México D. F., Nueva York, Chicago, Denver, Houston,<br />
Kentucky, Tennessee y también en París, Roma, Lisboa y Hannover.<br />
109
Gobierno del Estado de Michoacán de Ocampo<br />
Mtro. Leonel Gody Rangel<br />
Gobernador Constitucional<br />
Secretaría de Cultura<br />
Mtro. Jaime Hernández Díaz<br />
Secretario<br />
Centro Cultural Clavijero<br />
Vicente Guijosa Aguirre<br />
Director<br />
Liviere López Ponce<br />
Coordinadora de Logística y Planeación<br />
Martha Estrada Soto<br />
Coordinadora de Servicios Educativos<br />
Pedro Cervantes Saavedra<br />
Museógrafo<br />
Vicente Guijosa Aguirre<br />
Eduardo Rubio<br />
Fotografía<br />
Santo Diseño<br />
Elizabeth Sanchez Gómez / René Iván Torres González<br />
Diseño y formación<br />
Se terminó de imprimir en julio de 2010<br />
en ImpresionArte, S.A. de C.V. en la ciudad de Morelia, Michoacán.<br />
El tiraje consta de 500 ejemplares.