Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
gusto. Sahib, tened un poco de paciencia, y día llegará en que yo se lo aclararé todo;<br />
porque, si gustáis, algún día llevaremos por donde nos parezca bien al nilghai macho<br />
entre los dos. En todo esto no hay obra alguna del demonio. Únicamente... se trata de que<br />
yo conozco el rukh lo mismo que un hombre la cocina de su casa.<br />
Mowgli se expresaba como si estuviese hablando con un niño impaciente. Gisborne,<br />
intrigado, desconcertado y bastante molesto, no dijo nada, pero clavó su mirada en el<br />
suelo y meditó. Cuando alzó la vista, el hombre de los bosques había desaparecido, y<br />
desde la espesura dijo una voz sin entonación :<br />
–– No es bueno entre amigos irritarse. Esperad hasta el atardecer, sahib, porque<br />
entonces el aire refresca.<br />
Dejado de esta manera a sí mismo, abandonado como quien dice en el corazón del<br />
rukh, Gisborne empezó a lanzar tacos, y luego se echó a reír, montó a caballo y siguió<br />
cabalgando. Visitó la choza de un guardabosques, examinó un par de plantaciones<br />
nuevas, dio determinadas órdenes para que se quemase una mancha de hierba seca y se<br />
dirigió a un terreno de su agrado donde acampar; consistía éste en una construcción de<br />
piedras sueltas, con un techo primitivo de ramas y hojas, no muy lejos de las orillas del<br />
río Kenye. Era ya crepúsculo cuando llegó a la vista de su lugar de descanso, el rukh<br />
empezaba a despertar a su vida silenciosa y famélica de la noche.<br />
En la loma brillaba la llama vacilante de un fuego de campamento y se olfateaba en el<br />
aire el husmillo de una cena muy buena. Gisborne dijo para sí:<br />
–– ¡Hum! Esto es en todo caso mejor que la carne fiambre. Ahora bien: sólo hay un<br />
hombre que podría encontrarse por estos lugares. Ese hombres e Muller; pero<br />
oficialmente debería estar examinando el rukh de Changamanga. Me imagino que por esa<br />
razón se encuentra ahora en mis tierras.<br />
El gigantesco alemán que estaba al frente del Departamento de Bosques y Selvas de<br />
toda la India, el guardabosques máximo desde Birmania hasta Bombay, acostumbraba<br />
escurrirse lo mismo que un murciélago, sin previo aviso, desde un lugar a otro,<br />
presentándose precisamente donde menos lo esperaban. Guiábase por la teoría de que las<br />
visitas inesperadas, el descubrimiento de las negligencias y las censuras dirigidas de viva<br />
voz a un subordinado eran un método infinitamente mejor que el lento ir y venir de<br />
cartas, cuyo final podía ser una censura escrita y oficial, es decir, algo que andando el<br />
tiempo figuraría como una nota mala en la hoja de servicios de un funcionario de<br />
Bosques. Solía decir: “Cuando yo hablo a mis muchachos como si fuese un tío holandés,<br />
ellos dicen: “Fue simplemente cosa de ese condenado viejo Muller.” Y en adelante<br />
cumplen mejor. Pero si el cabezota de escribiente mío redacta un documento en el que<br />
dice que Muller, el inspector general, no se explica semejante cosa y está muy enojado, lo<br />
primero que ocurre es que no se remedia nada, porque yo no estoy allí, y lo segundo, que<br />
el majadero que habrá de sucederme en el puesto quizá dirá al hablar a mis mejores<br />
hombres: “Oiga usted, mi predecesor se vio obligado a vapulearlo.” Créame: el darse<br />
tono como alto jefe no hace crecer los árboles.”<br />
En este momento alzábase el vozarrón de Muller desde la oscuridad que reinaba fuera<br />
del círculo de luz del fuego:<br />
¡No le eches tanta salsa, hijo de Belia! ––le decía a su cocinero preferido,<br />
inclinándose por encima de sus hombros––. La salsa de Worcester es un condimento y no<br />
un fluido. ¡Hola, Gisborne! ¡Va usted a cenar malísimamente! ¡Dónde tiene su<br />
campamento?