4 - Ejército de tierra
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Chascarrillos<br />
EL PEDO<br />
En cierta ocasión, cierto Teniente, en la Escuela Militar<br />
<strong>de</strong> Montaña, no recuerdo con motivo <strong>de</strong> qué visita, inspección<br />
o solemnidad, tuvo que asistir formando como ofi cial<br />
en una Compañía a la preparación <strong>de</strong> una gran parada en<br />
el patio <strong>de</strong> armas <strong>de</strong>l acuartelamiento <strong>de</strong> San Bernardo. En<br />
lo más solemne <strong>de</strong> la parada y justo en el momento en que<br />
el Director <strong>de</strong> la Escuela pasaba revista a una compañía, un<br />
soldado componente <strong>de</strong> la misma, no pudo evitar dar suelta<br />
a una ventosidad que amenazaba con reventar su integridad<br />
física. Pero el “Diablo <strong>de</strong> las revistas” quiso que lo que<br />
él pensaba sería un escape suave y silencioso, se transformó<br />
en un horrísono pedo capaz <strong>de</strong> estremecer los cimientos<br />
<strong>de</strong> la Peña Oroel. Algunas veces los “boliches” <strong>de</strong> Embún<br />
juegan estas malas pasadas.<br />
El asombro primero y el estupor <strong>de</strong>spués, se refl ejó<br />
en la cara <strong>de</strong>l Director que, lanzando improperios sobre la<br />
educación y la disciplina, se retiró sin querer saber más <strong>de</strong><br />
aquella formación.<br />
Los mandos <strong>de</strong> la compañía comenzando por su capitán,<br />
atónitos y perplejos, no sabían cómo actuar ante aquel<br />
<strong>de</strong>saguisado. Pero aquello no podía quedarse así, había que<br />
corregir y repren<strong>de</strong>r, pero … ¿Cómo? Hasta que Don Roberto,<br />
ofi cial experimentado, <strong>de</strong> una gran profesionalidad<br />
y gran conocedor <strong>de</strong> la psicología <strong>de</strong>l soldado, haciéndose<br />
cargo <strong>de</strong> la situación, tomó el mando <strong>de</strong> la compañía y con<br />
gran energía y sin pérdida <strong>de</strong> tiempo, inició una tanda <strong>de</strong><br />
movimientos <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n cerrado. La compañía entera se movía<br />
como un solo hombre, los soldados no eran dueños <strong>de</strong><br />
sus actos y se movían como verda<strong>de</strong>ros autómatas. Al fi nal<br />
<strong>de</strong> una <strong>de</strong> las series, colocándose al frente <strong>de</strong> la formación,<br />
con voz enérgica mandó:<br />
-¡A cubrirse! Ar! ¡Tú, más a la <strong>de</strong>recha! ¡Aquel, más a la<br />
izquierda!<br />
Y mientras con la cabeza levantada miraba las hileras,<br />
con su mano <strong>de</strong>recha hacía señales para que se cubrieran<br />
los hombres, y en medio <strong>de</strong> aquel silencio sepulcral atronó<br />
la voz <strong>de</strong>l Teniente:<br />
-¡El <strong>de</strong>l pedo! ¡Un paso a la izquierda!<br />
El autor <strong>de</strong>l estropicio, que en el fondo era un buen<br />
soldado, al sentirse aludido no se lo pensó dos veces, y ejecutó<br />
el movimiento or<strong>de</strong>nado dando el paso fatídico.<br />
No cabe duda <strong>de</strong> que Don Roberto era un psicólogo.<br />
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