Contemplando la ontogénesis humana desde los ojos del - UdG
Contemplando la ontogénesis humana desde los ojos del - UdG
Contemplando la ontogénesis humana desde los ojos del - UdG
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Psicología Evolucionista <strong>del</strong> Desarrollo:<br />
contemp<strong>la</strong>ndo <strong>la</strong> <strong>ontogénesis</strong> <strong>humana</strong><br />
<strong>desde</strong> <strong>los</strong> <strong>ojos</strong> <strong>del</strong> evolucionismo<br />
CARLOS HERNÁNDEZ-BLASI, JESSE M. BERING<br />
& DAVID F. BJORKLUND<br />
Universitat Jaume I; University of Arkansas; Florida At<strong>la</strong>ntic University<br />
Resumen<br />
La influencia de <strong>la</strong> teoría evolucionista en <strong>la</strong> ciencia y el pensamiento humano ha sido constante <strong>desde</strong> que<br />
fuera formu<strong>la</strong>da por primera vez a mediados <strong>del</strong> siglo XIX, y <strong>la</strong> psicología no ha sido inmune a dicha influencia.<br />
Sin embargo, <strong>la</strong> mayor parte de <strong>los</strong> enfoques evolucionistas se han centrado tradicionalmente en el estudio<br />
<strong>del</strong> comportamiento adulto, obviando <strong>los</strong> procesos ontogenéticos <strong>del</strong> comportamiento. En este artículo, se presenta<br />
una nueva aproximación al estudio evolucionista <strong>del</strong> comportamiento, l<strong>la</strong>mada Psicología Evolucionista <strong>del</strong><br />
Desarrollo (PED), que se ocupa de <strong>los</strong> sistemas psicológicos que son objeto de desarrollo humano. Básicamente,<br />
<strong>la</strong> PED propone un mo<strong>del</strong>o evolutivo de cómo <strong>los</strong> mecanismos psicológicos evolucionados se acaban expresando, y<br />
asume que <strong>la</strong> selección natural darwiniana actúa sobre <strong>los</strong> organismos inmaduros no sólo en términos de ejercitación<br />
de adaptaciones para <strong>la</strong> vida adulta (adaptaciones diferidas), sino también sobre comportamientos que<br />
están especialmente bien adaptados para un determinado período evolutivo (adaptaciones ontogenéticas). En este<br />
sentido, creemos que <strong>la</strong> PED puede servir simultáneamente como una metateoría de corte evolucionista para <strong>la</strong><br />
psicología evolutiva contemporánea, y como una fuente potencialmente rica de hipótesis, investigaciones e interpretaciones<br />
sobre cuestiones evolutivas.<br />
Pa<strong>la</strong>bras c<strong>la</strong>ve: Psicología evolucionista <strong>del</strong> desarrollo, psicología evolucionista, teoría de <strong>la</strong> evolución,<br />
psicología <strong>del</strong> desarrollo, Darwin.<br />
Evolutionary Developmental Psychology:<br />
Viewing human ontogeny through the<br />
eyes of evolutionary theory<br />
Abstract<br />
The influence of evolutionary theory in science and human thinking has been pervasive since it was first<br />
well-formu<strong>la</strong>ted at the middle of the 19th century, and psychology has not been immune to this influence.<br />
However, most evolutionary approaches have focused on the study of adult behaviors and have overlooked the<br />
processes of ontogenetic emergence of behavior. In this article we argue for a new approach to the evolutionary<br />
study of behavior, called Evolutionary Developmental Psychology (EDP), that focuses on the psychological systems<br />
inherent in human development. Basically, EDP provides a developmental mo<strong>del</strong> for how evolved psychological<br />
mechanisms become expressed, and assumes that Darwinian natural selection acts on immature organisms<br />
not just to prepare them for life as an adult (deferred adaptations), but also on behaviors that are specially<br />
adapted to developmental time periods (ontogenetic adaptations). Accordingly, we believe that EDP can<br />
serve both as an evolutionarily based metatheory for contemporary developmental psychology, and also as a<br />
potentially rich source of hypotheses, research, and interpretations of developmental issues.<br />
Keywords: Evolutionary developmental psychology, evolutionary psychology, evolutionary theory,<br />
developmental psychology, Darwin.<br />
Correspondencia con <strong>los</strong> autores: Car<strong>los</strong> Hernández B<strong>la</strong>si. Departamento de Psicología. Universitat Jaume I.<br />
12080-Castellón, Spain. E-mail: b<strong>la</strong>si@psi.uji.es<br />
Jesse M. Bering. Department of Psychology. University of Arkansas. Fayetteville, AR 72701, United States.<br />
E-mail: jbering@uark.edu<br />
David F. Bjorklund. Department of Psychology. Florida At<strong>la</strong>ntic University. Boca Raton, FL 33431, United<br />
States. E-mail: dbjorklund@fau.edu<br />
Original recibido: Enero, 2003. Aceptado: Abril, 2003.<br />
© 2003 by Fundación Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0210-3702 Infancia y Aprendizaje, 2003, 26 (3), 267-285
268<br />
Infancia y Aprendizaje,2003, 26 (3), pp. 267-285<br />
Darwin y <strong>la</strong> Teoría de <strong>la</strong> Evolución<br />
La idea central de cualquier teoría de <strong>la</strong> evolución es que <strong>la</strong>s especies cambian<br />
con el paso <strong>del</strong> tiempo, estando re<strong>la</strong>cionadas con otras especies que pertencen a<br />
un linaje (s) taxonómico simi<strong>la</strong>r, puesto que tienen un pasado común, repleto de<br />
contingencias ambientales que han ayudado a formar sus adaptaciones presentes.<br />
Desde el siglo XVIII, se ha venido especu<strong>la</strong>ndo sobre <strong>los</strong> mecanismos precisos<br />
<strong>del</strong> cambio evolucionista (e.g., Buffon, Lamarck, Erasmus Darwin). Sin embargo,<br />
fue Darwin, no sólo <strong>la</strong> figura señera sino también el verdadero fundador de <strong>la</strong><br />
ciencia evolucionista contemporánea, quien permitió a <strong>la</strong>s ciencias biológicas<br />
lograr su primer gran paso en el pensamiento evolucionista. Las ideas contenidas<br />
en su trabajo seminal, El Origen de <strong>la</strong>s Especies (1859), tuvieron implicaciones<br />
revolucionarias para el conocimiento científico, sólo comparables, tal vez, a <strong>la</strong>s<br />
ofrecidas por Copérnico, Galileo y Newton. Darwin fue el primero en conectar<br />
una serie de hechos observacionales cuya re<strong>la</strong>ción entre sí había pasado inadvertida<br />
hasta aquel momento. En primer lugar, tomando prestada <strong>la</strong> idea de <strong>la</strong> teoría<br />
económica de Malthus, señaló que nacen más miembros de una especie en cada<br />
generación de <strong>los</strong> que podrán realmente sobrevivir (superfecundidad). En segundo<br />
lugar, se dio cuenta de que existen variaciones entre <strong>los</strong> individuos de una<br />
misma especie respecto a sus características físicas y comportamentales, siendo<br />
dichas variaciones heredables. Finalmente, Darwin sostuvo que aquel<strong>los</strong> rasgos<br />
que ayudan a un determinado organismo a prosperar y reproducirse en un determinado<br />
entorno tienden a ser conservados en <strong>los</strong> descendiendes de dicho organismo,<br />
mientras que <strong>los</strong> rasgos que disminuyen o directamente dañan <strong>la</strong>s posibilidades<br />
de reproducción de un determinado organismo es más improbable que se<br />
transmitan a <strong>la</strong>s generaciones siguientes (i.e., selección natural).<br />
La idea de <strong>la</strong> evolución fue muy polémica en <strong>la</strong> época de Darwin (y aún lo es<br />
para muchas personas en <strong>la</strong> actualidad) puesto que cuestionaba interpretaciones<br />
tradicionales sobre <strong>la</strong> naturaleza <strong>humana</strong>, de inspiración inequívocamente religiosa,<br />
que habían estado profundamente enraízadas en <strong>la</strong> cosmovisión de <strong>la</strong><br />
sociedad occidental. La teoría evolucionista, al reconocer también su aplicabilidad<br />
a <strong>los</strong> orígenes <strong>del</strong> ser humano, amenazó con poner al Homo Sapiens al mismo<br />
nivel que otros organismos vivos en el firmamento de <strong>la</strong> naturaleza. Para<br />
muchos, ello obviaba <strong>la</strong> necesidad de considerar cualquier forma de creación<br />
especial para <strong>los</strong> seres humanos, y, consiguientemente, cuestionaba el papel de<br />
Dios en el universo.<br />
En cualquier caso, es preciso seña<strong>la</strong>r que esta resistencia a <strong>la</strong>s ideas de Darwin<br />
no provino tan sólo de <strong>la</strong>s personas con convicciones religiosas, sino también de<br />
<strong>los</strong> académicos que estaban en desacuerdo con <strong>los</strong> supuestos centrales de su teoría.<br />
Contrariamente a <strong>la</strong> asunción popu<strong>la</strong>r de que <strong>la</strong> teoría evolucionista y <strong>la</strong> teoría<br />
de <strong>la</strong> selección natural de Darwin son una misma cosa, ésta última tan sólo es,<br />
a todos <strong>los</strong> efectos, una de <strong>la</strong>s variantes teóricas que trata de dar cuenta <strong>del</strong> hecho<br />
de que <strong>la</strong>s especies cambian con el paso <strong>del</strong> tiempo, y Darwin, junto con <strong>la</strong>s sucesivas<br />
generaciones de darwinistas, encontró una firme resistencia por parte de<br />
aquel<strong>los</strong> que apoyaban otras teorías evolucionistas famosas en aquel momento.<br />
La idea distintiva <strong>del</strong> darwinismo es <strong>la</strong> selección natural (i.e., <strong>la</strong> idea de que <strong>los</strong><br />
organismos mejor adaptados a sus entornos sobreviven y transmiten <strong>los</strong> rasgos<br />
que han facilitado su adaptación a sus descendientes; no <strong>la</strong> idea de que <strong>la</strong>s especies<br />
evolucionan con el tiempo y están estrechamente interre<strong>la</strong>cionadas), y esta<br />
idea fue extremadamente controvertida incluso entre <strong>los</strong> científicos y pensadores<br />
evolucionistas de <strong>la</strong> época de Darwin. Así, por ejemplo, Huxley (1942) usó el<br />
término “eclipse darwinista” cuando describió el período de evolucionismo académico<br />
que transcurre <strong>desde</strong> <strong>la</strong> emergencia de <strong>la</strong>s tesis darwinistas y <strong>la</strong> asunción
Psicología Evolucionista <strong>del</strong> Desarrollo / C. Hernández-B<strong>la</strong>si et al.<br />
<strong>del</strong> neodarwinismo (teoría sintética de <strong>la</strong> evolución, o <strong>la</strong> nueva/moderna síntesis)<br />
durante <strong>los</strong> años 40 y 50. Y de hecho, el evolucionismo teísta o finalismo (un<br />
tipo de teología natural), el <strong>la</strong>marckismo (<strong>la</strong> herencia de <strong>la</strong>s características adquiridas),<br />
<strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong> mutación o saltacionismo (<strong>la</strong> evolución ocurre a saltos antes<br />
que de forma gradual) y <strong>la</strong> ortogénesis (hay una tendencia a <strong>la</strong> perfección que es<br />
inherente a todas <strong>la</strong>s formas de vida orgánica, y que dirige el proceso de <strong>la</strong> evolución)<br />
son tan sólo algunas de <strong>la</strong>s concepciones relevantes que históricamente han<br />
cuestionado el punto de vista darwinista sobre <strong>la</strong> evolución (Arsuaga, 2001).<br />
El enfoque moderno de <strong>la</strong> teoría evolucionista, o neodarwinismo, es una combinación<br />
de <strong>la</strong>s ideas de Darwin sobre <strong>la</strong> selección natural y <strong>la</strong> teoría genética<br />
moderna, cuyos orígenes se remontan a <strong>los</strong> trabajos de Men<strong>del</strong>. Esta síntesis<br />
moderna fue inicialmente desarrol<strong>la</strong>da por especialistas como Dobzhansky<br />
(1937), Mayr (1942), Simpson (1944) y Stebbins (1950), entre otros (Julian<br />
Huxley e incluso el español Francisco J. Aya<strong>la</strong> se suelen asociar también con este<br />
grupo). En <strong>la</strong> actualidad, cuando se hab<strong>la</strong> de <strong>la</strong> teoría darwinista de <strong>la</strong> evolución,<br />
se hace referencia fundamentalmente a este enfoque; un enfoque que ha aportado<br />
una enorme cantidad de evidencias empíricas en favor de <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong> selección<br />
natural, y que ha puesto definitivamente en entredicho viejas alternativas evolucionistas<br />
como el <strong>la</strong>marckismo y <strong>la</strong> ortogénesis. Sin embargo, es oportuno seña<strong>la</strong>r<br />
que el neodarwinismo, a pesar de ser c<strong>la</strong>ramente el punto de vista dominante<br />
en <strong>la</strong> ciencia evolucionista contemporánea, sigue teniendo rivales. Por ejemplo,<br />
Gould (2002), partiendo de un reconocimiento de <strong>la</strong> importancia de <strong>la</strong> idea de<br />
Darwin, ha cuestionado recientemente algunos de <strong>los</strong> supuestos básicos <strong>del</strong> darwinismo:<br />
(a) <strong>la</strong> evolución tal vez no opera de forma progresiva en el curso de<br />
periodos <strong>la</strong>rgos de tiempo, tal como Darwin señaló, sino a menudo de forma<br />
muy rápida y puntual, por lo menos <strong>desde</strong> una perspectiva geológica (teoría <strong>del</strong><br />
equilibrio puntuado, e.g., Eldredge y Gould, 1972); (b) otros factores además de<br />
<strong>la</strong> selección natural, incluyendo <strong>la</strong>s restricciones sobre <strong>los</strong> procesos evolutivos<br />
(principalmente embriológicos), pueden erigirse en fuentes significativas de creatividad<br />
en <strong>la</strong> evolución (Gottlieb, 1992); y (c) <strong>la</strong> selección natural puede operar<br />
a <strong>la</strong> vez sobre distintos niveles de organización (e.g., <strong>la</strong>s especies, el c<strong>la</strong>do) así<br />
como a nivel <strong>del</strong> individuo (e.g., D. S. Wilson, 1997).<br />
Las especies evolucionan: el hecho de <strong>la</strong> evolución no es cuestionable. Ningún<br />
científico serio que se precie puede estar en contra de <strong>la</strong> veracidad de esta afirmación.<br />
Además, a pesar de <strong>los</strong> vehementes debates entre científicos sobre <strong>la</strong> naturaleza<br />
de <strong>la</strong> evolución, <strong>la</strong> mayor parte de <strong>los</strong> teóricos, tanto en biología como en<br />
psicología evolucionista, asumen que <strong>la</strong> selección natural, tal como fue propuesta<br />
por Darwin hace más de 140 años, es el principal mecanismo (aunque no el<br />
único) de <strong>la</strong> evolución. Ello no quiere decir, sin embargo, que todas <strong>la</strong>s cuestiones,<br />
incluso <strong>la</strong>s referentes a <strong>los</strong> mecanismos evolucionistas más básicos, hayan<br />
sido totalmente resueltas. Al contrario, muchas siguen abiertas, y ello es particu<strong>la</strong>rmente<br />
c<strong>la</strong>ro en re<strong>la</strong>ción con el re<strong>la</strong>tivamente nuevo campo de <strong>la</strong> psicología<br />
evolucionista, que pretende explicar cómo <strong>los</strong> sistemas psicológicos específicos<br />
fueron diseñados para acomodar a una especie dada a su “entorno de adaptabilidad<br />
evolutiva”.<br />
Aproximaciones evolucionistas al comportamiento humano<br />
Desde <strong>la</strong> publicación de El Origen, <strong>la</strong> influencia <strong>del</strong> pensamiento evolucionista<br />
se ha dejado notar en distintas disciplinas científicas, incluyendo <strong>la</strong> biología, <strong>la</strong><br />
medicina, <strong>la</strong> antropología, y, en lo que nos concierne en estos momentos, <strong>la</strong> psicología.<br />
De hecho, fue Darwin quien inició el estudio de <strong>los</strong> procesos psicológicos<br />
que subyacen a <strong>la</strong> conducta <strong>desde</strong> una perspectiva explícitamente evolucio-<br />
269
270<br />
Infancia y Aprendizaje,2003, 26 (3), pp. 267-285<br />
nista con su libro La expresión de <strong>la</strong>s emociones en el hombre y <strong>los</strong> animales (1872),<br />
donde, basándose en <strong>la</strong> anatomía facial de <strong>la</strong>s expresiones emocionales, trató de<br />
demostrar <strong>la</strong> similitud en <strong>los</strong> orígenes de <strong>la</strong> emocionalidad entre <strong>los</strong> humanos y<br />
otros animales. Además, algunos expertos sostienen que <strong>la</strong>s observaciones de<br />
Darwin (1877) sobre su propia hija Doody fueron empleadas para dar apoyo a<br />
sus hipótesis preliminares sobre <strong>la</strong> evolución (Bradley, 1989). La lucidez <strong>del</strong> pensamiento<br />
de Darwin es asombrosa, especialmente si se considera que, en aquel<br />
momento, no existía todavía nada parecido a una verdadera ciencia psicológica;<br />
Wundt tenía todavía que abrir <strong>la</strong>s puertas <strong>del</strong> primer <strong>la</strong>boratorio de psicología<br />
experimental en Leipzig, y no fue hasta varias décadas más tarde, con <strong>la</strong> formu<strong>la</strong>ción<br />
de <strong>la</strong> fa<strong>la</strong>z teoría recapitu<strong>la</strong>cionista de Haeckel (“<strong>la</strong> <strong>ontogénesis</strong> recapitu<strong>la</strong> <strong>la</strong><br />
filogénesis”), que alguién empezó a darse cuenta de <strong>la</strong> importancia que podía<br />
tener estudiar el organismo en desarrollo para comprender mejor <strong>los</strong> mecanismos<br />
evolucionistas.<br />
De forma progresiva, sin embargo, empezaron a florecer una serie de innovadores<br />
p<strong>la</strong>nteamientos teóricos, que se servían de <strong>la</strong> selección natural como aproximación<br />
metateórica al estudio <strong>del</strong> comportamiento y <strong>la</strong> cognición, en el seno<br />
de distintas áreas de <strong>la</strong> psicología de orientación biológica (e.g., <strong>la</strong> psicología<br />
comparada, <strong>la</strong> psicología animal, <strong>la</strong> psicología evolucionista), así como en el seno<br />
de otras ciencias naturales (e.g., <strong>la</strong> etología, <strong>la</strong> sociobiología, <strong>la</strong> primatología) que<br />
estudian <strong>la</strong>s bases <strong>del</strong> comportamiento.<br />
Probablemente una de <strong>la</strong>s más importantes es <strong>la</strong> etología, una disciplina procedente<br />
de <strong>la</strong>s ciencias biológicas y que es con frecuencia definida, de una forma<br />
más bien vaga, como “el estudio biológico <strong>del</strong> comportamiento” (e.g., S<strong>la</strong>ter,<br />
1985). Nacida durante <strong>los</strong> años 30 y liderada por dos futuros ganadores <strong>del</strong> Premio<br />
Nobel (Konrad Lorenz y Niko Tinbergen en 1972), <strong>la</strong> etología nos ha enseñado<br />
mucho sobre <strong>la</strong> función adaptativa <strong>del</strong> comportamiento en <strong>los</strong> animales.<br />
Esto ha sido particu<strong>la</strong>rmente c<strong>la</strong>ro <strong>desde</strong> que Tinbergen (1963) formu<strong>la</strong>ra <strong>la</strong>s<br />
cuatro preguntas a <strong>la</strong>s que, a su juicio, deberían remitirse <strong>los</strong> etólogos en re<strong>la</strong>ción<br />
con cualquier comportamiento: 1) ¿cuál es el beneficio inmediato para el organismo?<br />
(análisis funcional); 2) ¿cuáles son <strong>la</strong>s causas inmediatas? (análisis causal);<br />
3) ¿cómo se desarrol<strong>la</strong> un comportamiento dado dentro de <strong>la</strong> especie? (análisis<br />
ontogenético), y 4) ¿cómo evolucionó el mismo a lo <strong>la</strong>rgo de <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> especie?<br />
(análisis filogenético).<br />
Sin embargo, no fue hasta <strong>los</strong> años 60 que <strong>la</strong> etología empezó a prestar atención<br />
a <strong>la</strong>s bases biológicas <strong>del</strong> comportamiento humano. De hecho, <strong>la</strong> “etología<br />
<strong>humana</strong>” es una disciplina de aparición re<strong>la</strong>tivamente reciente en <strong>la</strong> historia <strong>del</strong><br />
análisis comportamental (Eib-Eibesfeldt, 1984, 1989), centrada generalmente<br />
en temáticas muy específicas (e.g., <strong>la</strong> agresión, el comportamiento no verbal, <strong>la</strong>s<br />
estrategias de emparejamiento), y liderada en su mayoría por especialistas formados<br />
fuera de <strong>la</strong> psicología. Desafortunadamente, por tanto, y aunque <strong>la</strong> etología<br />
ha hecho acopio de interesantes y novedosas informaciones para <strong>la</strong> comprensión<br />
<strong>del</strong> comportamiento humano (incluyendo algunos aspectos evolutivos <strong>del</strong> comportamiento,<br />
e.g., <strong>la</strong> teoría <strong>del</strong> apego), son muchos <strong>los</strong> que piensan que <strong>la</strong> etología<br />
constituye en <strong>la</strong> actualidad una aproximación demasiado general a <strong>la</strong>s bases<br />
biológicas de <strong>los</strong> sistemas psicológicos, que además no se adecúa bien para comprender<br />
convenientemente el comportamiento humano adulto, y mucho menos<br />
para estudiar <strong>la</strong>s cuestiones evolutivas (e.g., Martí, 1991; López, 1983; pero ver<br />
Hinde, 1974).<br />
Otro enfoque evolucionista <strong>del</strong> comportamiento que ha tenido una considerable<br />
importancia es <strong>la</strong> sociobiología. Desarrol<strong>la</strong>da a mediados de <strong>los</strong> años 70 y liderada<br />
por E. O. Wilson, un prestigioso entomólogo de Harvard, dos veces gana-
Psicología Evolucionista <strong>del</strong> Desarrollo / C. Hernández-B<strong>la</strong>si et al.<br />
dor <strong>del</strong> Premio Pulitzer, <strong>la</strong> sociobiología se ocupa específicamente <strong>del</strong> “estudio<br />
sistemático de <strong>la</strong>s bases biológicas <strong>del</strong> comportamiento social” (Wilson, 1975).<br />
Aunque su contribución a <strong>la</strong> comprensión <strong>del</strong> comportamiento social de <strong>la</strong>s distintas<br />
especies ha sido significativa, <strong>la</strong> perspectiva sociobiológica ha generado<br />
una gran controversia entre <strong>los</strong> psicólogos (ver e.g., Hernández B<strong>la</strong>si, 1998).<br />
Existen varias razones para ello. En primer lugar, su interés por el comportamiento<br />
humano ha sido más bien secundario que principal (aunque Wilson<br />
publicó On Human Nature en 1978, sostenía en su obra seminal que “el organismo<br />
es sólo el sistema que tiene el DNA de producir más DNA”, Wilson, 1975,<br />
p. 3). En segundo lugar, <strong>la</strong> sociobiología se ha limitado, por definición, al estudio<br />
<strong>del</strong> comportamiento social, dejando de <strong>la</strong>do otros temas de gran significación<br />
evolucionista como, por ejemplo, <strong>la</strong> cognición. Asimismo <strong>la</strong> sociobiología<br />
no ha sido especialmente sensible a <strong>la</strong>s cuestiones evolutivas, y, de hecho, algunos<br />
sociobiólogos niegan <strong>la</strong> significación <strong>del</strong> cambio evolutivo en sí mismo<br />
(Green, 1989). Por último, algunos sociobiólogos no han resistido <strong>la</strong> tentación<br />
de sobregeneralizar y sobreinterpretar al comportamiento social humano, en términos<br />
que recuerdan poderosamente el “darwinismo social” (ver e.g., Lewontin,<br />
Rose y Kamin, 1984).<br />
Una tercera aproximación evolucionista importante que se ocupa de <strong>la</strong> biología<br />
<strong>del</strong> comportamiento es <strong>la</strong> primatología. Siempre tomando como referencia a<br />
Darwin, <strong>los</strong> psicólogos y <strong>los</strong> biólogos comparados han creído en <strong>la</strong> continuidad<br />
filogenética <strong>del</strong> funcionamiento mental. Con respecto a <strong>la</strong> evolución <strong>humana</strong>, <strong>la</strong>s<br />
especies que más recientemente han compartido un antepasado común con <strong>los</strong><br />
humanos deberían, por reg<strong>la</strong> general, compartir más características cognitivas y<br />
comportamentales (ver Parker, 2001; Parker y McKinney, 1999). Los primates,<br />
por supuesto, y en particu<strong>la</strong>r <strong>los</strong> antropoides (Pan troglodytes, Pan paniscus, Pongo<br />
pygmeaus, y Goril<strong>la</strong> goril<strong>la</strong>) son especies particu<strong>la</strong>rmente interesantes; con humanos<br />
y chimpancés (tanto Pan troglodytes como Pan paniscus), sin ir más lejos, compartiendo<br />
antepasados comunes hace tan sólo entre 5 y 7 millones de años. Por<br />
estas razones, <strong>los</strong> primatólogos han sostenido que el estudio científico <strong>del</strong> comportamiento<br />
de <strong>los</strong> primates no-humanos, puede aportar valiosísimas informaciones<br />
para comprender <strong>la</strong> evolución <strong>del</strong> comportamiento humano. Por ejemplo,<br />
si se acepta <strong>la</strong> propuesta de que <strong>los</strong> cerebros de <strong>los</strong> chimpancés existentes semeja<br />
<strong>la</strong> neuroanatomía <strong>del</strong> antepasado común <strong>del</strong> humano-chimpancé, entonces <strong>la</strong><br />
destreza tecnológica de <strong>los</strong> modernos chimpancés, mostrada en cosas tales como<br />
su conducta de “cascar-nueces”, podría estar reflejando en parte <strong>la</strong> capacidad<br />
intelectual de dicho antepasado común. A lo <strong>la</strong>rgo <strong>del</strong> siglo pasado, numerosos<br />
científicos han fascinado al mundo con sus observaciones, sus grabaciones y sus<br />
estudios sobre primates no humanos. Köhler (1925), Harlow y Harlow (1966),<br />
Gardner y Gardner (1969), Goodall (1971, 1986), Savage-Rumbaugh (1986), y<br />
muchos otros, han documentado el impresionante parecido “humano” de<br />
muchos comportamientos de <strong>los</strong> primates no humanos (e.g., capacidades simbólicas<br />
y comunicativas, comprensión social, expresiones emocionales), proporcionando<br />
así nuevos datos y “dando qué pensar” de forma provocativa a cualquier<br />
persona interesada en <strong>los</strong> orígenes de <strong>la</strong> naturaleza <strong>humana</strong>.<br />
Comprensiblemente, <strong>la</strong> primatología se ha ocupado más <strong>del</strong> comportamiento<br />
de <strong>los</strong> primates no humanos que <strong>del</strong> comportamiento humano. Aunque este<br />
enfoque es valioso y <strong>los</strong> investigadores pueden extrapo<strong>la</strong>r distintos principios<br />
generales respecto a <strong>la</strong> estructura de <strong>la</strong> psicología de <strong>los</strong> primates, una psicología<br />
verdaderamente comparada de otras mentes ha sido con frecuencia dejada de<br />
<strong>la</strong>do. Además, <strong>los</strong> primatólogos no prestan normalmente mucha atención a <strong>la</strong>s<br />
cuestiones evolutivas (aunque hay, por supuesto, algunas excepciones, e.g., Sava-<br />
271
272<br />
Infancia y Aprendizaje,2003, 26 (3), pp. 267-285<br />
ge-Rumbaugh et al., 1993), o, incluso peor, no distinguen entre <strong>los</strong> comportamientos<br />
y <strong>la</strong>s habilidades de individuos inmaduros y maduros. Por otra parte, <strong>la</strong><br />
aplicación de tales “principios generales” a <strong>la</strong> cognición <strong>humana</strong> resulta hasta<br />
cierto punto cuestionable. Respecto a una serie de importantes dimensiones, <strong>los</strong><br />
humanos constituyen una c<strong>la</strong>se de primate muy especial. Por ejemplo, <strong>los</strong><br />
humanos son <strong>los</strong> únicos primates que utilizan lenguaje, y recientemente se ha<br />
seña<strong>la</strong>do incluso que <strong>la</strong> comprensión <strong>del</strong> mundo físico y social por parte de <strong>los</strong><br />
chimpancés y de <strong>los</strong> humanos es (en términos cualitativos) profundamente diferente,<br />
a pesar de <strong>la</strong>s muchas similitudes comportamentales entre estas especies<br />
(ver e.g., Tomasello, 1999; Povinelli, 2002). En resumen, creemos que <strong>la</strong> primatología<br />
es una disciplina muy importante –y en muchos aspectos, fundamental–<br />
para cualquier aproximación evolucionista al comportamiento humano, pero nos<br />
parece de algún modo insuficiente (al menos tal como ha venido siendo aplicada)<br />
para proporcionar todo lo que se necesita saber sobre <strong>la</strong>s bases naturales <strong>del</strong> comportamiento<br />
humano y su desarrollo. En otras pa<strong>la</strong>bras, <strong>la</strong> primatología nos<br />
parece una disciplina necesaria pero no suficiente para poner juntas <strong>la</strong>s diferentes<br />
piezas que conformen un discurso adecuado sobre <strong>los</strong> orígenes de <strong>los</strong> sistemas<br />
psicológicos humanos.<br />
Esto es cierto también para <strong>la</strong> mayor parte de aproximaciones evolucionistas<br />
al comportamiento durante el último siglo (e.g., etología, sociobiología). En términos<br />
generales, cada una de el<strong>la</strong>s se ha interesado tan sólo parcialmente por el<br />
comportamiento humano adulto, e incluso menos en el desarrollo humano. Además,<br />
muchos de <strong>los</strong> escritos que han l<strong>la</strong>mado <strong>la</strong> atención <strong>del</strong> público en el pasado<br />
reciente con respecto a <strong>la</strong>s explicaciones evolucionistas <strong>del</strong> comportamiento<br />
humano, no provenían en su mayor parte de <strong>la</strong> investigación científica con<br />
humanos, sino más bien de generalizaciones realizadas a partir de <strong>la</strong>s observaciones<br />
<strong>del</strong> comportamiento animal (e.g., The territorial imperative, Ardrey, 1967; On<br />
aggression, Lorenz, 1966; The naked ape, Morris, 1967; The imperial animal, Tiger<br />
y Fox, 1970). Una vez más, mientras este tipo de aproximaciones tienen un<br />
indudable valor informativo, una verdadera ciencia evolucionista de <strong>la</strong>s mentes<br />
<strong>humana</strong>s debe ante todo fundamentarse en <strong>los</strong> datos empíricos obtenidos con<br />
humanos, así como en comparaciones contro<strong>la</strong>das con otras especies.<br />
Psicología Evolucionista<br />
A raíz <strong>del</strong> énfasis de <strong>la</strong> sociobiología y otros campos afines sobre <strong>la</strong> evolución<br />
<strong>del</strong> comportamiento, <strong>la</strong> psicología evolucionista emerge como disciplina académica<br />
formal a finales de <strong>los</strong> años 80 y principios de <strong>los</strong> 90 (e.g., Barkow, Cosmides<br />
y Tooby, 1992; Buss, 1989; 1995; Cosmides y Tooby, 1987; Daly y Wilson,<br />
1988; Tooby y Cosmides, 1992). En el centro de sus p<strong>la</strong>nteamientos, se encuentra<br />
<strong>la</strong> idea de que <strong>los</strong> seres humanos han ido desarrol<strong>la</strong>ndo a lo <strong>la</strong>rgo de su pasado<br />
filogenético una serie de soluciones sumamente específicas para resolver problemas<br />
recurrentes que nuestros antepasados ya tuvieron que afrontar en el “entorno<br />
de adaptabilidad evolutiva”, generalmente ubicado en el Pleistoceno, que se<br />
remonta a <strong>los</strong> 2 millones de años de antigüedad. Por consiguiente, lo que verdaderamente<br />
evoluciona son <strong>los</strong> programas de procesamiento de información; el<br />
comportamiento adaptativo surgió <strong>del</strong> pensamiento adaptativo.<br />
Los psicólogos evolucionistas emplean <strong>la</strong> selección natural para explicar procesos<br />
psicológicos complejos. Sin embargo, se han centrado primordialmente en<br />
<strong>los</strong> adultos, lo que resulta razonable, dado que son <strong>los</strong> adultos <strong>los</strong> que se reproducen,<br />
el sine qua non <strong>del</strong> éxito darwinista. Sin embargo, <strong>los</strong> individuos deben primero<br />
sobrevivir durante <strong>la</strong> primera infancia y <strong>la</strong> niñez antes de poder reproducirse,<br />
y nosotros pensamos que <strong>la</strong>s características psicológicas que favorecen <strong>la</strong>
Psicología Evolucionista <strong>del</strong> Desarrollo / C. Hernández-B<strong>la</strong>si et al.<br />
supervivencia durante el período juvenil son tan importantes para el organismo,<br />
e incluso más, que <strong>la</strong>s características de <strong>los</strong> adultos. Uno de <strong>los</strong> objetivos de <strong>la</strong><br />
psicología evolucionista <strong>del</strong> desarrollo es estudiar con mayor detalle <strong>la</strong> influencia<br />
de <strong>la</strong> evolución en <strong>la</strong>s fases tempranas <strong>del</strong> ciclo vital.<br />
Los psicólogos evolucionistas sostienen explícitamente que su disciplina no<br />
aboga por el determinismo genético. En su lugar, proponen que son <strong>los</strong> programas<br />
cognitivos evolucionados, en interacción con el ambiente, quienes producen<br />
el pensamiento y el comportamiento adaptativos. Sin embargo, no especifican<br />
cómo <strong>la</strong> experiencia y <strong>los</strong> mechanismos evolucionados interactúan, dando <strong>la</strong><br />
impresión de que <strong>la</strong> experiencia sirve tan sólo para activar sistemas pre-formados<br />
que están en <strong>la</strong> base <strong>del</strong> comportamiento adaptativo. Un segundo objetivo de <strong>la</strong><br />
psicología evolucionista <strong>del</strong> desarrollo es proporcionar un mo<strong>del</strong>o evolutivo de<br />
cómo <strong>los</strong> genes y el ambiente interactúan para producir comportamiento adaptado.<br />
Antes de ver en qué manera <strong>la</strong> psicología evolucionista <strong>del</strong> desarrollo enriquece<br />
<strong>la</strong> psicología evolucionista tradicional, vamos a revisar algunas de <strong>la</strong>s<br />
influencias históricas que han tenido lugar en el estudio de <strong>la</strong> evolución y el desarrollo.<br />
La influencia <strong>del</strong> darwinismo en <strong>la</strong> psicología evolutiva<br />
Desde su aparición en torno a 1882 (año en que Wilhelm Preyer publica <strong>la</strong><br />
biografía infantil El alma <strong>del</strong> niño, tal vez el primer texto que explícitamente se<br />
ocupa <strong>del</strong> pensamiento infantil), <strong>la</strong> psicología evolutiva ha sido influida por <strong>la</strong>s<br />
perspectivas evolucionistas y darwinianas. Schulz (1981), por ejemplo, ha seña<strong>la</strong>do<br />
que <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong> selección natural dio apoyo a, por lo menos, cuatro ideas<br />
que han perdurado a lo <strong>la</strong>rgo de <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> disciplina: 1) existe una continuidad<br />
entre el hombre y otros animales, 2) <strong>la</strong>s diferencias individuales (i.e.,<br />
variación, en pa<strong>la</strong>bras de Darwin) son importantes, 3) el comportamiento es<br />
adaptativo, y 4) <strong>los</strong> métodos de investigación científica que no son propiamente<br />
de naturaleza experimental (e.g., <strong>la</strong> metodología observacional) pueden proporcionar<br />
informaciones cruciales sobre <strong>la</strong> naturaleza <strong>del</strong> desarrollo (cf., sin embargo,<br />
Charlesworth, 1992, para una refutación, punto por punto, de esta argumentación<br />
de Schulz).<br />
Cómo han influido verdaderamente <strong>la</strong>s ideas de Darwin en <strong>la</strong> psicología evolutiva<br />
ha sido con frecuencia objeto de debate. Para algunos autores (e.g., Dixon y<br />
Lerner, 1984, 1985; Delval, 1982, 1988, 1994; Borstelmann, 1983) existe un<br />
vínculo directo entre <strong>la</strong>s ideas de Darwin y <strong>la</strong> ciencia evolutiva; pero para<br />
muchos otros, este vínculo es más retórico que real (e.g., Reinert, 1979; Bradley,<br />
1989; Morss, 1990; Fernández y Gil, 1990; Charlesworth, 1992).<br />
Una posición extremadamente crítica dentro de esta controversia es tal vez <strong>la</strong><br />
sostenida por Morss (1990), quien ha debatido y “documentado” ampliamente<br />
en torno a lo que él denomina el “mito darwinista”. Según Morss, <strong>los</strong> padres fundadores<br />
de <strong>la</strong> psicología evolutiva (e.g., Preyer, Baldwin, Hall, Bühler, Stern,<br />
Gesell, Werner, Freud, Piaget, Vygotsky), junto con muchos otros, aceptaron sin<br />
fisuras <strong>la</strong>s principales asunciones <strong>del</strong> evolucionismo sobre <strong>la</strong> heredabilidad genética<br />
y el cambio de <strong>la</strong>s especies, e incluso aplicaron dichas ideas a sus respectivos<br />
p<strong>la</strong>nteamientos evolutivos (e.g., <strong>la</strong>marckismo, ortogénesis). Sin embargo, Morss<br />
seña<strong>la</strong> que estas ideas se encontraban realmente más cerca <strong>del</strong> pensamiento predarwinista<br />
que mostraba una mayor resistencia a <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong> selección natural,<br />
o bien estaban asociadas con algunos conceptos post-darwinistas que han sido<br />
rechazados. En su opinión, <strong>la</strong> más significativa de estas tesis erróneas es <strong>la</strong> teoría<br />
de <strong>la</strong> recapitu<strong>la</strong>ción de Haeckel. De acuerdo con dicha teoría, “<strong>la</strong> <strong>ontogénesis</strong><br />
recapitu<strong>la</strong> <strong>la</strong> filogénesis”, o, en otras pa<strong>la</strong>bras, <strong>la</strong> secuencia evolutiva de un indi-<br />
273
274<br />
Infancia y Aprendizaje,2003, 26 (3), pp. 267-285<br />
viduo de una especie es un reflejo <strong>del</strong> desarrollo evolucionista <strong>del</strong> conjunto de<br />
dicha especie, siendo <strong>los</strong> avances producidos por <strong>la</strong> evolución añadidos progresivamente<br />
a <strong>la</strong> etapa adulta de un organismo (adiciones terminales). Así, por ejemplo,<br />
<strong>la</strong>s “agal<strong>la</strong>s” amorfas de un embrión humano serían un vestigio remoto <strong>del</strong><br />
pasado acuático <strong>del</strong> hombre. En este sentido, aunque va más allá <strong>del</strong> propósito de<br />
este artículo, Morss indica que dos de <strong>la</strong>s teorías de estadios más importantes <strong>del</strong><br />
siglo XX, <strong>la</strong>s de Freud y Piaget, fueron sustancialmente influidas por concepciones<br />
evolucionistas falsas. Por ejemplo, Freud, siguiendo <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong> recapitu<strong>la</strong>ción,<br />
sostenía que <strong>la</strong>s etapas ontogenéticas de <strong>la</strong> sexualidad se vieron muy influidas<br />
por su creencia en que había tres etapas en <strong>la</strong> evolución de <strong>la</strong> sexualidad en<br />
<strong>los</strong> animales, que, no por casualidad, se correspondían grosso modo con el id, el ego<br />
y el superego en el desarrollo humano (ver e.g., Bradley, 1989, para <strong>los</strong> detalles).<br />
De igual modo, Piaget concibió <strong>la</strong> lenta acumu<strong>la</strong>ción de conocimiento científico<br />
a lo <strong>la</strong>rgo de <strong>los</strong> sig<strong>los</strong> como un reflejo de <strong>la</strong> progresiva comprensión <strong>humana</strong> de<br />
<strong>la</strong> realidad (Butterworth y Harris, 1994), y creyó que <strong>los</strong> avances infantiles a través<br />
de una serie de etapas evolutivas parecidas refleja una recapitu<strong>la</strong>ción de dicha<br />
evolución intelectual (ver Morss, 1990, para un análisis en profundidad de esta<br />
cuestión).<br />
Estos puntos de vista particu<strong>la</strong>rmente anticuados sobre el evolucionismo han<br />
ido siendo (afortunadamente) reemp<strong>la</strong>zados por otros explícitamente darwinistas,<br />
tanto en <strong>la</strong> psicología general como, más específicamente, en <strong>la</strong> psicología<br />
<strong>del</strong> desarrollo. La historia de esta influencia ha quedado c<strong>la</strong>ramente reflejada en<br />
áreas como <strong>la</strong> teoría <strong>del</strong> apego y <strong>la</strong>s emociones infantiles. Así, por ejemplo, <strong>la</strong>s<br />
contribuciones de etólogos como Hinde (1976), psicólogos animales como Harlow<br />
(Harlow y Harlow, 1966), y psicólogos evolutivos como Bowlby (1969),<br />
han ayudado a <strong>los</strong> especialistas <strong>del</strong> desarrollo a comprender mejor <strong>los</strong> mecanismos<br />
subyacentes que están implicados en el establecimiento de <strong>la</strong>s primeras re<strong>la</strong>ciones<br />
<strong>del</strong> bebé con otros seres humanos (que frecuentemente suele ser su<br />
madre). En el campo de <strong>la</strong>s emociones, es interesante constatar que una parte<br />
importante de <strong>la</strong> investigación ha sido realizada por etólogos humanos (ver e.g.,<br />
Eibl-Eibesfeldt, 1989, 1999), y por investigadores contemporáneos, como<br />
Ekman, Izard y Campos (ver e.g., Ekman, 1973, Ekman y Friesen, 1971; Izard,<br />
1971, 1991; Barrett y Campos, 1987; Campos, Caplovitz, Lamb, Goldsmith y<br />
Stenberg, 1983), entre otros, que asumen en su conjunto una perspectiva c<strong>la</strong>ramente<br />
funcional/evolucionista. Así, por ejemplo, Ekman y Friesen (1971) mostraron<br />
en un famoso estudio que <strong>los</strong> niños y <strong>los</strong> adultos fore, procedentes de una<br />
cultura iletrada de Nueva Guinea, ais<strong>la</strong>da de sociedades occidentales, eran capaces<br />
de interpretar adecuadamente expresiones emocionales <strong>humana</strong>s de sujetos<br />
occidentales, que les fueron presentadas a partir de series de fotografías en donde<br />
se presentaban diferentes emociones faciales. Estos resultados apoyaron <strong>la</strong> tesis<br />
de <strong>la</strong> universalidad <strong>del</strong> reconocimiento emocional de algunas expresiones faciales<br />
<strong>humana</strong>s (i.e., <strong>la</strong>s emociones básicas), cuya importante función adaptativa entre<br />
<strong>los</strong> miembros de <strong>la</strong> especie <strong>humana</strong> se remontaría a <strong>la</strong> existencia de una <strong>la</strong>rgo (y<br />
compartido) pasado filogenético.<br />
Históricamente, pues, parece c<strong>la</strong>ro que el pensamiento evolucionista ha tenido<br />
una gran influencia en <strong>la</strong> psicología <strong>del</strong> desarrollo <strong>desde</strong> su establecimiento<br />
como ciencia psicológica. Sin embargo, desafortunadamente, <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción entre <strong>la</strong><br />
teoría evolucionista y <strong>la</strong> psicología <strong>del</strong> desarrollo se ha mantenido tradicionalmente<br />
sobre una base poco sólida, e incluso hasta hace re<strong>la</strong>tivamente poco tiempo<br />
parecen haber sido “unos mútuamente desconocidos/extraños compañeros de<br />
cama”. En su mayor parte, <strong>los</strong> psicólogos evolutivos han encontrado <strong>la</strong>s perspectivas<br />
evolucionistas interesantes, aunque irrelevantes, mientras que <strong>los</strong> psicólo-
gos evolucionistas han considerado <strong>la</strong>s perspectivas evolutivas como tangenciales<br />
a lo que constituye su principal interés, es decir, el comportamiento adulto.<br />
Psicología Evolucionista <strong>del</strong> Desarrollo<br />
¿Qué es <strong>la</strong> Psicología Evolucionista <strong>del</strong> Desarrollo?<br />
Psicología Evolucionista <strong>del</strong> Desarrollo / C. Hernández-B<strong>la</strong>si et al.<br />
La Psicología Evolucionista <strong>del</strong> Desarrollo (PED) ha sido definida a grandes<br />
rasgos como “<strong>la</strong> aplicación de <strong>los</strong> principios básicos de <strong>la</strong> evolución darwinista,<br />
en particu<strong>la</strong>r <strong>la</strong> selección natural, para explicar el desarrollo humano contemporáneo.<br />
Implica el estudio de <strong>los</strong> mecanismos genéticos y ambientales que subyacen<br />
al desarrollo universal de <strong>la</strong>s competencias cognitivas y sociales, así como de<br />
<strong>los</strong> procesos epigenéticos (interacciones gen-ambiente) evolucionados que adaptan<br />
dichas competencias a <strong>la</strong>s condiciones locales; asume que no sólo <strong>los</strong> comportamientos<br />
y <strong>la</strong>s cogniciones que caracterizan a <strong>los</strong> adultos son producto de <strong>la</strong>s<br />
presiones de <strong>la</strong> selección actuando en el curso de <strong>la</strong> evolución, sino también <strong>la</strong>s<br />
características de <strong>los</strong> comportamientos y de <strong>la</strong>s mentes infantiles” (Bjorklund y<br />
Pellegrini, 2002, p. 4). Desde esta perspectiva, <strong>la</strong> PED puede ser considerada<br />
simultáneamente como: 1) un marco psicobiológico general (o metateoría) para<br />
comprender el desarrollo, y 2) una fuente de hipótesis experimentales, preguntas<br />
e interpretaciones sobre <strong>los</strong> logros evolutivos <strong>desde</strong> un punto de vista ontogenético<br />
(Bjorklund, 1997b; Hernández B<strong>la</strong>si y Bjorklund, en prensa).<br />
La PED tiene una corta historia, y probablemente carece aún de reconocimiento<br />
como campo independiente de investigación. Harold Fishbein publicó<br />
el primer libro de texto <strong>desde</strong> una perspectiva evolucionista <strong>del</strong> desarrollo en<br />
1976, con el título Evolution, Development, and Children’s Learning. La primera<br />
colección de artícu<strong>los</strong> organizada en torno a una perspectiva evolucionista <strong>del</strong><br />
desarrollo fue el volumen editado por Kevin MacDonald (1988), Sociobiological<br />
perspectives on human development. Por su parte, el primer artículo de investigación<br />
que obtuvo una amplia audiencia partiendo de esta perspectiva fue probablemente<br />
el de Belsky, Steinberg y Draper “Childhood experience, interpersonal<br />
development, and reproductive strategy: An evolutionary theory of socialization,”<br />
publicado en <strong>la</strong> revista Child Development en 1991. Finalmente, una serie<br />
de artícu<strong>los</strong> publicados a finales de <strong>los</strong> años 90 y el año 2000 parecieron perfi<strong>la</strong>r<br />
de una manera más c<strong>la</strong>ra y genérica el nuevo campo (e.g., Bjorklund, 1997b;<br />
Bjorklund y Pellegrini, 2000; Geary, 1995, 1999; Geary y Bjorklund, 2000;<br />
Keller, 2000; MacDonald, 1997; Surbey, 1998).<br />
La PED surge dentro de una cultura de creciente y renovado interés por <strong>la</strong>s<br />
ideas evolucionistas dentro de <strong>la</strong>s ciencias <strong>humana</strong>s. Tenemos varias razones para<br />
creer que <strong>la</strong> PED puede ser considerada como una nueva aproximación evolucionista<br />
al comportamiento. En primer lugar, en comparación con <strong>la</strong> primatología,<br />
<strong>la</strong> etología e, incluso, <strong>la</strong> psicología comparada, <strong>la</strong> PED se centra primordialmente<br />
en el comportamiento humano. En segundo lugar, en comparación con <strong>la</strong> etología<br />
<strong>humana</strong> y <strong>la</strong> psicología evolucionista, <strong>la</strong> EDP se ocupa sobre todo de cuestiones<br />
evolutivas. Finalmente, <strong>la</strong> PED es menos reduccionista y determinista<br />
como enfoque, especialmente si se <strong>la</strong> compara con <strong>la</strong> sociobiología, <strong>la</strong> psicología<br />
evolucionista y perspectivas etológicas más “instintivistas” como, por ejemplo,<br />
<strong>la</strong> de Konrad Lorenz.<br />
Principios básicos de <strong>la</strong> Psicología Evolucionista <strong>del</strong> Desarrollo<br />
La principal asunción de <strong>la</strong> perspectiva que sostiene <strong>la</strong> PED es que <strong>la</strong> selección<br />
natural actúa no sólo sobre <strong>los</strong> aspectos de <strong>la</strong> infancia que preparan el camino<br />
para <strong>la</strong> vida adulta y que fueron explícitamente seleccionados para cumplir una<br />
275
276<br />
Infancia y Aprendizaje,2003, 26 (3), pp. 267-285<br />
función en el curso de <strong>la</strong> evolución (lo que nosotros denominamos adaptaciones<br />
diferidas 1 ) (Hernández B<strong>la</strong>si y Bjorklund, en prensa) (como sucede, por ejemplo,<br />
con algunas de <strong>la</strong>s diferencias de género hal<strong>la</strong>das en distintas habilidades sociales<br />
y cognitivas). Sino que, además, en el curso de <strong>la</strong> evolución se han producido<br />
también presiones de <strong>la</strong> selección natural en <strong>los</strong> organismos en diferentes<br />
momentos de <strong>la</strong> <strong>ontogénesis</strong>, y, nosotros sostenemos que algunas de <strong>la</strong>s características<br />
de <strong>los</strong> bebés y <strong>los</strong> niños fueron seleccionadas para cumplir una determinada<br />
función adaptativa en un momento determinado <strong>del</strong> desarrollo y no para<br />
preparles para <strong>la</strong> vida adulta posterior. Esto es lo que nosotros designamos como<br />
adaptaciones ontogenéticas (Oppenheim, 1981). Algunos reflejos de <strong>los</strong> bebés,<br />
como, por ejemplo, el reflejo de succión, han sido considerados buenos ejemp<strong>los</strong><br />
de adaptaciones ontogenéticas porque cumplen una importante y específica función<br />
después <strong>del</strong> nacimiento, pero desaparecen más tarde.<br />
Sin embargo, <strong>la</strong> PED, como <strong>la</strong> psicología evolucionista en general, también<br />
sostiene que hay aspectos de <strong>la</strong> primera infancia y <strong>la</strong> niñez que no evolucionaron<br />
para resolver problemas recurrentes y que no han sido conformados por <strong>la</strong> selección<br />
natural, sino que son simplemente subproductos o remanentes residuales de<br />
adaptaciones diferidas o adaptaciones ontogenéticas (subproductos ontogenéticos), o<br />
son simples efectos fortuitos debidos a <strong>la</strong>s mutaciones, <strong>los</strong> cambios en el entorno,<br />
o <strong>la</strong>s aberraciones <strong>del</strong> desarrollo (ruido ontogenético). Este podría ser el caso, por<br />
ejemplo, de <strong>la</strong> presencia <strong>del</strong> ombligo en el vientre (subproducto), y de <strong>la</strong> forma<br />
particu<strong>la</strong>r <strong>del</strong> ombligo en cada uno (ruido), respectivamente (Buss, Haselton,<br />
Shackelford, Bleske y Wakefield, 1998). De este modo, aunque <strong>la</strong> PED, como <strong>la</strong><br />
psicología evolucionista, tratan de identificar el valor adaptativo o funcional de<br />
un comportamiento, es preciso obrar con caute<strong>la</strong>, puesto que no todos <strong>los</strong> rasgos<br />
universales de una especie sufrieron <strong>la</strong> presión de <strong>la</strong> selección natural, y, por<br />
tanto, no pueden ser calificados como adaptaciones.<br />
Finalmente, al igual que <strong>la</strong> psicología evolucionista tradicional, pero esta vez<br />
respecto a <strong>la</strong>s adaptaciones evolutivas, <strong>la</strong> PED reconoce que, debido a que <strong>la</strong>s<br />
condiciones en que nuestra especie evolucionó (el entorno de adaptabilidad evolutiva)<br />
eran muy diferentes de <strong>los</strong> entornos de <strong>la</strong> era de <strong>la</strong> información en que <strong>los</strong><br />
humanos viven ahora, muchas de <strong>la</strong>s adaptaciones comportamentales y cognitivas<br />
que han sido fruto de <strong>la</strong> evolución no se ajustan bien a <strong>la</strong> vida moderna y pueden,<br />
de hecho, ser desadaptativas (lo que nosotros l<strong>la</strong>mamos desajustes<br />
ontogenéticos). Los elevados niveles de actividad que exhiben <strong>los</strong> niños (en particu<strong>la</strong>r<br />
<strong>los</strong> varones), tan apropiados para un contexto de juego libre, pueden causar<br />
problemas cuando estos mismos niños deben integrarse en <strong>la</strong> dinámica <strong>del</strong> “siéntate<br />
y atiende” propia de <strong>los</strong> entornos esco<strong>la</strong>res. De igual manera, <strong>la</strong> dificultad<br />
que muchos niños experimentan en re<strong>la</strong>ción con <strong>la</strong> lectura y <strong>la</strong>s matemáticas era<br />
previsible, dado que implican el uso de una serie de habilidades cognitivas que<br />
son muy nuevas, en términos evolucionistas, y que aún no han experimentado <strong>la</strong><br />
presión de <strong>la</strong> selección natural en <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> especie (e.g., Bjorklund y<br />
Bering, 2002; Bjorklund y Pellegrini, 2002; Geary, 2003).<br />
Además de estas asunciones básicas, hay por lo menos cuatro principios más<br />
de <strong>la</strong> PED, que deberían servir para diferenciar de una forma c<strong>la</strong>ra esta perspectiva<br />
de cualquier otro programa de investigación evolucionista o evolutivo (Bjorklund<br />
y Pellegrini, 2000, 2002). Estos principios son <strong>los</strong> siguientes:<br />
1) <strong>la</strong> PED sostiene que el prolongado período de juventud <strong>del</strong> Homo sapiens se<br />
ha visto favorecido por <strong>la</strong> necesidad (y <strong>la</strong> necesidad de tiempo) de dominar un<br />
entorno social y tecnológico cada vez más complejo. Este prolongado periodo de<br />
juventud tuvo implicaciones importantes para <strong>la</strong> evolución y el desarrollo <strong>del</strong><br />
cerebro, así como para el desarrollo psicológico;
Psicología Evolucionista <strong>del</strong> Desarrollo / C. Hernández-B<strong>la</strong>si et al.<br />
2) <strong>la</strong> evolución opera sobre <strong>la</strong> base de <strong>la</strong> diversidad ontogenética (variación),<br />
dado que <strong>los</strong> seres humanos viven en muy diferentes tipos de entorno, y ello<br />
requiere de una gran flexibilidad de <strong>los</strong> sistemas cognitivos y comportamentales<br />
para sobrevivir;<br />
3) de manera consistente con el pensamiento contemporáneo de muchos científicos<br />
cognitivos (e.g., Pinker, 1997), <strong>los</strong> psicólogos evolucionistas (e.g., Buss,<br />
1995; Tooby y Cosmides, 1992) han insistido en que <strong>los</strong> humanos (y otros animales)<br />
desarrol<strong>la</strong>ron una serie de habilidades cognitivas específicas para resolver<br />
una serie de problemas recurrentes a <strong>los</strong> que tuvieron que hacer frente nuestros<br />
antepasados (e.g., obtener comida, emparejarse). Las habilidades lingüísticas son<br />
con frecuencia puestas como ejemplo de mecanismos de dominio específicos.<br />
Desde esta perspectiva, <strong>los</strong> seres humanos no desarrol<strong>la</strong>ron en el curso de su evolución<br />
habilidades generales y polivalentes para <strong>la</strong> resolución de problemas, que<br />
pudieran ser aplicados con éxito en distintos dominios y en cualquier circunstancia.<br />
Nosotros estamos de acuerdo con <strong>la</strong> importancia de <strong>la</strong>s habilidades de dominio<br />
específico que han sido el fruto de <strong>la</strong> evolución, pero un enfoque PED también<br />
defiende que mecanismos de dominio general, como <strong>la</strong> velocidad de procesamiento<br />
y <strong>la</strong> memoria operativa, también recibieron una presión selectiva en el<br />
curso de <strong>la</strong> evolución <strong>humana</strong> (Geary y Huffman, 2002). Esta posición es consistente<br />
con el punto de vista que, creemos, es mayoritario entre <strong>los</strong> investigadores<br />
en psicología cognitiva, desarrollo cognitivo, e inteligencia; a saber, que <strong>la</strong> cognición<br />
<strong>humana</strong> es multidimensional, componiéndose a <strong>la</strong> vez de habilidades de<br />
dominio general y de habilidades de dominio específico (e.g., Bjorklund, 2000;<br />
Fodor, 2000; Sternberg, 1997);<br />
4) <strong>los</strong> comportamientos, <strong>la</strong>s cogniciones y <strong>los</strong> rasgos físicos que aparecen y<br />
cambian <strong>desde</strong> <strong>la</strong> infancia hasta <strong>la</strong> vejez emergen de <strong>la</strong> interacción entre <strong>los</strong><br />
mecanismos evolucionados y el ambiente. Como tales, <strong>los</strong> patrones de desarrollo<br />
no se conciben como genéticamente predeterminados (con independencia de<br />
que sean universales o no), sino como el resultado de un proceso epigenético evolucionado<br />
que adapta <strong>la</strong>s competencias <strong>humana</strong>s a <strong>la</strong>s condiciones locales, tal<br />
como se describe, por ejemplo, en el l<strong>la</strong>mado enfoque de sistemas evolutivos<br />
(e.g., Gottlieb, 2000). No existen, por tanto, <strong>desde</strong> nuestra perspectiva, efectos<br />
genéticos o ambientales puros, sino que más bien todo se desarrol<strong>la</strong> sobre <strong>la</strong> base<br />
de <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción bidireccional entre estructura y función, que tiene lugar de forma<br />
continua a lo <strong>la</strong>rgo <strong>del</strong> desarrollo.<br />
A pesar de <strong>la</strong> diversidad de ambientes que el niño experimenta, el desarrollo<br />
avanza de forma muy simi<strong>la</strong>r en <strong>la</strong> mayor parte de individuos. La razón para ello<br />
es que <strong>los</strong> niños heredan no sólo un genoma típico-de-<strong>la</strong>-especie sino también un<br />
ambiente típico-de-<strong>la</strong>-especie. En <strong>la</strong> medida que <strong>los</strong> individuos crecen en<br />
ambientes simi<strong>la</strong>res a <strong>los</strong> de nuestros antepasados, el desarrollo debería seguir un<br />
patrón típico-de-<strong>la</strong>-especie. Los animales (incluyendo <strong>los</strong> humanos) han evolucionado<br />
para “esperar” un cierto tipo de ambiente. Para <strong>los</strong> humanos, éste incluye<br />
nueve meses en un útero protegido, una madre <strong>la</strong>ctante, cálida y afectuosa,<br />
parientes que ofrecen apoyo suplementario, y más tarde, en <strong>la</strong> niñez, <strong>los</strong> iguales.<br />
Muchos comportamientos que tradicionalmente han sido descritos como<br />
“instintivos” pueden ser entendidos mucho mejor en términos de algo que se ha<br />
desarrol<strong>la</strong>do a partir de <strong>la</strong> interacción temprana <strong>del</strong> organismo y su ambiente.<br />
Así, por ejemplo, es bien sabido que <strong>los</strong> ánades y otras aves seguirán al primer<br />
objeto que se mueva y grazne que encuentren inmediatamente después de salir<br />
<strong>del</strong> cascarón (impronta). Este fenómeno fue empleado por Lorenz (1965) como<br />
ejemplo de un comportamiento complejo que no requiere de ninguna experiencia<br />
para su expresión (i.e., un instinto). Sin embargo, esta interpretación ha sido<br />
277
278<br />
Infancia y Aprendizaje,2003, 26 (3), pp. 267-285<br />
cuestionada <strong>desde</strong> entonces. Asi, por ejemplo, cuando <strong>los</strong> patitos crecen dentro<br />
<strong>del</strong> huevo en ais<strong>la</strong>miento, no pudiendo oir ni <strong>la</strong>s vocalizaciones de su madre, ni <strong>la</strong><br />
de sus compañeros de cría, e incluso se les impide vocalizar a el<strong>los</strong> mismos, esta<br />
conducta “instintiva” desaparece. Cuando se les presenta <strong>la</strong> opción después de<br />
salir <strong>del</strong> cascarón de aproximarse bien a <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mada maternal de su propia especie<br />
o a <strong>la</strong> de otra (e.g., un pollo), <strong>los</strong> patitos que adolecen de experiencia auditiva<br />
escogen su aproximación de forma completamente fortuita (ver Gottlieb, 1997).<br />
Lo que una vez se pensó que era instintivo y que estaba codificado directamente<br />
en <strong>los</strong> genes (i.e., “genes <strong>del</strong> comportamiento”) hoy sabemos que requiere de <strong>la</strong><br />
sutil interacción de <strong>la</strong> experiencia auditiva de <strong>los</strong> animales (incluso si tan sólo son<br />
sus propias vocalizaciones) con su maduración “normal” para que pueda finalmente<br />
expresarse.<br />
Vías de aplicación de una perspectiva psicológica evolucionista <strong>del</strong><br />
desarrollo<br />
De <strong>la</strong> misma manera que <strong>la</strong> teoría evolucionista constituye <strong>la</strong> base de <strong>la</strong><br />
moderna biología, creemos que debe ser <strong>la</strong> base de <strong>la</strong> moderna psicología<br />
(ver Daly y Wilson, 1988; Tooby y Cosmides, 1992; Wilson, 1998), y, en<br />
particu<strong>la</strong>r, de <strong>la</strong> psicología <strong>del</strong> desarrollo. La PED pretende tomar el conocimiento<br />
disponible sobre cómo el desarrollo y <strong>la</strong> evolución actúan para integrarlo<br />
en una perspectiva unificada, esperamos que coherente. Sin embargo,<br />
al tiempo que subrayamos el papel que puede cumplir <strong>la</strong> PED como metateoría<br />
para <strong>la</strong> psicología <strong>del</strong> desarrollo (e.g., Bjorklund, 1997b), no <strong>la</strong> concebimos<br />
sólo como un enfoque teórico contemp<strong>la</strong>tivo, y, aún menos, como un<br />
enfoque teórico excluyente cuyo fin sea, en última instancia, reemp<strong>la</strong>zar<br />
otras explicaciones alternativas <strong>del</strong> desarrollo. De hecho, nosotros vemos<br />
también en <strong>la</strong> PED una herramienta útil que puede ayudar a mejorar nuestra<br />
comprensión de ciertos aspectos <strong>del</strong> desarrollo (en especial, por supuesto, <strong>los</strong><br />
funcionales), y que, a su vez, puede (y debe) coexistir y complementar otras<br />
explicaciones proximales de <strong>la</strong> <strong>ontogénesis</strong>. Por todo ello, sostenemos que <strong>la</strong><br />
PED debería proponer interpretaciones funcionales concretas sobre datos<br />
evolutivos actuales, y poner<strong>la</strong>s a prueba empíricamente.<br />
Recientemente hemos propuesto cinco modos diferentes, que no únicos, de<br />
hacer esto (ver Hernández B<strong>la</strong>si y Bjorklund, en prensa, para más detalles):<br />
1) C<strong>la</strong>sificar <strong>la</strong>s características evolutivas de acuerdo con su estatus evolucionista<br />
o funcional. Anteriormente hemos distinguido tres c<strong>la</strong>ses de productos de <strong>la</strong><br />
evolución: <strong>la</strong>s adaptaciones diferidas, <strong>la</strong>s adaptaciones ontogenéticas, y <strong>los</strong><br />
subproductos ontogenéticos (cf., Buss et al., 1998). En otro lugar (Hernández<br />
B<strong>la</strong>si y Bjorklund, en prensa), se ha propuesto además otro producto de<br />
<strong>la</strong> evolución, concretamente <strong>la</strong>s exaptaciones: “rasgos que actualmente<br />
aumentan <strong>la</strong> eficacia, pero que no fueron generados a partir de <strong>la</strong> selección<br />
natural para su función actual” (Gould, 1991, p. 47), y, concretamente en<br />
este artículo, hemos mencionado también <strong>los</strong> l<strong>la</strong>mados desajustes ontogenéticos).<br />
Uno de <strong>los</strong> retos importantes para <strong>la</strong> PED (ver el próximo apartado de<br />
este artículo) es, a nuestro juicio, e<strong>la</strong>borar un catálogo de <strong>los</strong> diferentes tipos<br />
de características comportamentales y cognitivas <strong>humana</strong>s, <strong>desde</strong> el nacimiento<br />
hasta <strong>la</strong> edad adulta, en diferentes culturas, y tratar de c<strong>la</strong>sificar<strong>la</strong>s<br />
de acuerdo a su estatus adaptativo.<br />
2) Proponer hipótesis y microhipótesis para explorar <strong>la</strong> función de <strong>los</strong> rasgos evolutivos.<br />
La “teoría de <strong>la</strong> evolución” es una teoría en verdad grandiosa, que no puede ser<br />
puesta a prueba simplemente por una serie de “pequeños” experimentos. Sin<br />
embargo, existen dentro de una perspectiva evolucionista teorías de nivel inter-
Psicología Evolucionista <strong>del</strong> Desarrollo / C. Hernández-B<strong>la</strong>si et al.<br />
medio (e.g., <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong> inversión paterna de Trivers (1972); ver Smith, 2003, en<br />
este monográfico, para una breve descripción de <strong>la</strong> misma) que sí pueden ser<br />
empleadas para generar hipótesis empíricas dentro de una perspectiva PED.<br />
Alternativamente, <strong>los</strong> investigadores también podrían trabajar <strong>desde</strong> una perspectiva<br />
bottom-up, de abajo a arriba, identificando distintos fenómenos que fueran<br />
susceptibles de una explicación evolucionista.<br />
3) Acumu<strong>la</strong>r datos que provengan de distintas fuentes para poner a prueba hipótesis<br />
evolucionistas <strong>del</strong> desarrollo. La mayor parte de <strong>la</strong>s explicaciones evolucionistas no<br />
pueden ser puestas a prueba directamente. No se puede repetir de nuevo el pasado<br />
lejano, ni conducir estudios longitudinales de suficiente longitud para detectar<br />
cambios evolucionistas a nivel de especie (al menos, no en <strong>la</strong> <strong>humana</strong>). Pero<br />
ello no significa que <strong>la</strong>s hipótesis evolucionistas no puedan ser puestas a prueba.<br />
Lo que se requiere es una convergencia de datos procedentes de distintas fuentes<br />
de información.<br />
4) Describir <strong>la</strong> historia filogenética y sociocultural de <strong>la</strong>s características evolutivas<br />
<strong>humana</strong>s. Conocer <strong>la</strong> historia evolucionista (y sociocultural) de una especie puede<br />
ayudar a explicar el comportamiento presente y futuro, así como, en algunos<br />
casos, puede ayudar a entender algunos comportamientos problemáticos (e.g., el<br />
abuso infantil). Por una parte, <strong>los</strong> estudios comparados de especies muy próximas<br />
a <strong>la</strong> nuestra (especialmente <strong>los</strong> estudios centrados en <strong>la</strong> <strong>ontogénesis</strong> de <strong>la</strong>s<br />
funciones psicológicas, en particu<strong>la</strong>r en <strong>los</strong> primates no humanos) pueden ofrecernos<br />
realmente mucha información útil. Por otra parte, <strong>la</strong> paleontología y otras<br />
disciplinas afines (e.g., <strong>la</strong> antropología evolucionista, <strong>la</strong> historia) pueden proporcionar<br />
informaciones muy relevantes sobre cómo vivieron nuestros antepasados,<br />
permitiendo de este modo <strong>la</strong> generación y puesta a prueba de muchas hipótesis<br />
de <strong>la</strong> psicología evolucionista <strong>del</strong> desarrollo.<br />
5) Diseñar “experimentos evolucionistas”. Para que una teoría científica realmente<br />
triunfe, es necesario que sea capaz no tan sólo de organizar y explicar <strong>los</strong> fenómenos<br />
ya existentes, sino además de predecir fenómenos nuevos. En <strong>la</strong>s ciencias <strong>del</strong><br />
comportamiento, como <strong>la</strong> psicología, ello significa generar hipótesis y poner<strong>la</strong>s a<br />
prueba. Esta es <strong>la</strong> base de nuestra propuesa para desarrol<strong>la</strong>r lo que nosotros denominamos<br />
“experimentos evolucionistas”: modos de poner a prueba hipótesis<br />
sobre comportamientos evolucionados sobre <strong>la</strong> base de su ocurrencia (actual)<br />
entre una serie de posibilidades empíricas diferentes.<br />
Finalmente, creemos que <strong>la</strong> PED puede resultar una perspectiva potencialmente<br />
útil para entender y actuar sobre algunos comportamientos “problemáticos”<br />
(e.g., el abuso infantil, <strong>la</strong> vio<strong>la</strong>ción, <strong>la</strong>s dificultades en lectura y<br />
matemáticas) (Bjorklund y Bering, 2002; Bjorklund y Pellegrini, 2000).<br />
Así, por ejemplo, Geary y Bjorklund (2000) han argumentado recientemente,<br />
con respecto a ciertas conductas de riesgo mostradas por <strong>los</strong> adolescentes<br />
y adultos jóvenes (e.g., conducción temeraria, agresión entre varones), que<br />
dichas conductas se pueden entender mejor si <strong>la</strong>s analizamos en términos de<br />
competición por estatus social, que a su vez afecta potencialmente a <strong>la</strong>s oportunidades<br />
de emparejamiento de <strong>los</strong> varones (ver Weisfeld, 1999). En consecuencia,<br />
sugieren que una estrategia que probablemente pueda ser de ayuda<br />
para evitar <strong>la</strong>s peligrosas consecuencias de estas conductas es proporcionar a<br />
<strong>los</strong> varones jóvenes diferentes oportunidades para conseguir estatus en un<br />
dominio u otro, a través de expresiones culturalmente regu<strong>la</strong>das (i.e., aceptables)<br />
de competitividad intrasexual, como, por ejemplo, <strong>la</strong>s competiciones<br />
deportivas, e incluso, <strong>la</strong>s académicas.<br />
En síntesis, y como ya hemos seña<strong>la</strong>do antes, <strong>la</strong> PED pretende emplear el<br />
conocimiento disponible sobre cómo actúan el desarrollo y <strong>la</strong> evolución para<br />
279
280<br />
Infancia y Aprendizaje,2003, 26 (3), pp. 267-285<br />
integrar ambos en un marco teórico unificado y coherente. Esta perspectiva se<br />
basa a su vez en una serie de teorías bien contrastadas, tanto en lo que se refiere a<br />
<strong>la</strong> <strong>ontogénesis</strong> como a <strong>la</strong> filogénesis; está sujeta a falsación y abierta a futuras<br />
modificaciones, en tanto que nuevas evidencias/ideas sean presentadas; y permite<br />
<strong>la</strong> generación/puesta a prueba de teorías e hipótesis específicas en niveles inferiores.<br />
Asumimos que cabe <strong>la</strong> posibilidad de que, tal vez, en algunos casos se tienda<br />
a simplicar tanto <strong>la</strong>s cuestiones evolutivas como <strong>la</strong>s evolucionistas, mientras que,<br />
quizás, en otros, se puedan llegar a sofisticar dichas cuestiones de una manera<br />
excesiva. Pero, en cualquier caso, creemos firmemente que <strong>la</strong> aplicación de <strong>la</strong>s<br />
ideas evolucionistas al estudio <strong>del</strong> desarrollo humano, junto con una evaluación<br />
crítica de <strong>la</strong> investigación y <strong>la</strong> teoría, permitirá avanzar a nuestra ciencia de una<br />
manera importantísima, pudiendo servir a <strong>la</strong> vez como marco de referencia<br />
común dentro <strong>del</strong> cual <strong>los</strong> investigadores evolutivos puedan estudiar temas dispares.<br />
¿Qué debería ser lo próximo en una agenda psicológica evolucionista<br />
<strong>del</strong> desarrollo?<br />
Son muchas <strong>la</strong>s hipótesis evolucionistas <strong>del</strong> desarrollo que han surgido recientemente<br />
y que han sido sometidas a prueba. En <strong>la</strong> tab<strong>la</strong> I, se muestran algunos<br />
temas que han recibido esta atención empírica o teórica <strong>desde</strong> una perspectiva<br />
PED.<br />
TABLA I<br />
Ejemp<strong>los</strong> de cuestiones evolutivas que han recibido algún tipo de explicación/interpretación evolucionista,<br />
así como algunos intentos de teorización (Fuente: Bjorklund y Pellegrini, 2000, 2002)<br />
1. Desarrollo convencional<br />
Ritmo de crecimiento (e.g., Gould, 1977)<br />
Imitación temprana (e.g., Bjorklund, 1987)<br />
Baby talk (e.g., Fernald, 1992)<br />
Diferencias de género (e.g., Geary, 1998)<br />
Inmadurez cognitiva (e.g., Bjorklund, 1997a)<br />
Juego (e.g., Pellegrini y Smith, 1998)<br />
Teoría de <strong>la</strong> mente (e.g., Baron-Cohen, 1995)<br />
Dominancia social (e.g., Hawley, 1999)<br />
Matemática intuitiva (e.g., Geary, 1995)<br />
Control inhibitorio (e.g., Bjorklund y Harnisfeger, 1995)<br />
2. Problemáticas evolutivas<br />
Malestar <strong>del</strong> embarazo (e.g., Profet, 1992)<br />
Estimu<strong>la</strong>ción precoz (e.g., Als, 1995)<br />
Efectos de <strong>los</strong> esti<strong>los</strong> paternales (e.g., Belsky et al., 1991)<br />
Rivalidad entre hermanos (e.g., Sulloway, 1996)<br />
Dificultades esco<strong>la</strong>res (e.g., Geary, 1995)<br />
Infanticidio (e.g., Daly y Wilson, 1984)<br />
Abuso infantil (e.g., Daly y Wilson, 1996)<br />
Embarazo adolescente (e.g., Weinsfeld y Billings, 1988)<br />
Violencia y conductas de riesgo en <strong>la</strong> juventud (e.g., Cairns y Cairns, 1994)<br />
Trastorno de hiperactividad con déficit de atención (TDAH) (e.g., Jensen et al., 1997)<br />
3. Teorías de corte evolucionista sobre el desarrollo<br />
Teoría <strong>del</strong> apego (Bowlby, 1969)<br />
Teoría de <strong>la</strong> inversión paterna (Trivers, 1972)<br />
Teoría de <strong>la</strong> socialización grupal (Harris, 1995)
Psicología Evolucionista <strong>del</strong> Desarrollo / C. Hernández-B<strong>la</strong>si et al.<br />
Sin embargo, a pesar de este esfuerzo, el campo está todavía en su infancia, y<br />
son muchas <strong>la</strong>s cosas que están por hacer. Aunque tal vez es un poco pronto para<br />
proponer un programa de investigación exhaustivo y manejable para <strong>la</strong> PED,<br />
creemos, no obstante, que es posible p<strong>la</strong>ntear una agenda a corto p<strong>la</strong>zo que prepare<br />
el camino para <strong>la</strong> investigación futura en este campo. En concreto, nos gustaría<br />
referir aquí tres líneas preliminares que <strong>los</strong> investigadores interesados en<br />
esta área deberían empezar a trabajar: 1) c<strong>la</strong>sificar <strong>la</strong>s etapas discretas, universales,<br />
de <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> vida <strong>humana</strong> en términos de desarrollo físico, cognitivo y<br />
emocional, identificando <strong>los</strong> rasgos adaptativos de estas características para cada<br />
etapa; 2) construir una taxonomía de comportamientos, ejemplificando <strong>la</strong>s distintas<br />
etapas <strong>del</strong> desarrollo que deberían ser analizadas en términos evolucionistas;<br />
y 3) empezar a producir investigaciones sobre <strong>la</strong> base de <strong>la</strong>s cinco propuestas<br />
mencionadas en el apartado anterior, y descritas en Hernández B<strong>la</strong>si y Bjorkund<br />
(en prensa).<br />
La importancia de conceptualizar <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> vida <strong>humana</strong> en términos<br />
de etapas <strong>del</strong> desarrollo puede ser ilustrada por el mo<strong>del</strong>o propuesto por Bogin<br />
(1997), resumido por Geary y Bjorklund (2000) (ver Tab<strong>la</strong> II). De acuerdo con <strong>la</strong><br />
propuesta de Bogin, el ciclo de <strong>la</strong> vida <strong>humana</strong> consta de cinco etapas principales<br />
(infancia, niñez, pre-adolescencia o juvenility, adolescencia y vida adulta), cada<br />
una de <strong>la</strong>s cuales puede distinguirse de <strong>la</strong>s restantes respecto a <strong>los</strong> distintos grados<br />
de cambio físico (e.g., <strong>los</strong> rasgos infantiles vs. <strong>la</strong>s características sexuales<br />
secundarias), dependencia social (e.g., el apego maternal vs. <strong>los</strong> ce<strong>los</strong> de tipo<br />
sexual), y metas sociales (e.g., <strong>la</strong> competencia social vs. <strong>la</strong> conservación de <strong>la</strong> pareja).<br />
Este tipo de mode<strong>los</strong> resultan extremadamente útiles para una perspectiva<br />
PED porque nos ayudan a comprender <strong>los</strong> efectos de <strong>la</strong> selección natural en períodos<br />
evolutivos específicos.<br />
TABLA II<br />
Etapas de <strong>la</strong> Historia de <strong>la</strong> Vida Humana según Bogin (1997) (Fuente: Geary y Bjorklund, 2000)<br />
Infancia<br />
Rasgo definitorio: Para <strong>los</strong> mamíferos, este es el momento <strong>del</strong> amamantamiento.<br />
Características <strong>humana</strong>s: En sociedades cazadoras-recolectoras, <strong>los</strong> bebés son normalmente<br />
amamantados hasta <strong>la</strong> edad de 3 años. La edad de destete en <strong>los</strong> humanos es más temprana<br />
que <strong>la</strong> observada en un pariente próximo, el chimpancé, donde <strong>la</strong>s crías son destetadas entre<br />
<strong>los</strong> 4 y <strong>los</strong> 5 años de edad.<br />
Niñez<br />
Rasgo definitorio: El período comprendido entre el destete y <strong>la</strong> capacidad para ingerir alimentos<br />
propios <strong>del</strong> adulto.<br />
Características <strong>humana</strong>s: Este período es más <strong>la</strong>rgo en <strong>los</strong> humanos que en otros primates y<br />
parece estar asociado con una infancia re<strong>la</strong>tivamente corta. En sociedades cazadoras-recolectoras,<br />
<strong>la</strong> niñez abarca de <strong>los</strong> 3 a <strong>los</strong> 7 años, siendo <strong>los</strong> 7 años <strong>la</strong> edad en que <strong>los</strong> primeros mo<strong>la</strong>res<br />
adultos aparecen y <strong>la</strong> dependencia de <strong>los</strong> adultos disminuye. Durante este tiempo, <strong>la</strong> responsabilidad<br />
para <strong>la</strong> alimentación de <strong>los</strong> niños a menudo pasa de <strong>la</strong> madre a <strong>la</strong> comunidad extensa<br />
(e.g., <strong>los</strong> hermanos mayores), aunque <strong>la</strong> dependencia social y psicológica de <strong>los</strong> padres aún perdura.<br />
Pre-adolescencia (Juvenility)<br />
Rasgo definitorio: Período comprendido entre el destete o <strong>la</strong> niñez y <strong>la</strong> maduración sexual y <strong>la</strong><br />
independencia social. Este periodo es común a todos <strong>los</strong> mamíferos sociales y está caracterizado<br />
por el juego social y otras formas de juego.<br />
Características <strong>humana</strong>s: En <strong>la</strong>s sociedades cazadoras-recolectoras, este periodo va de <strong>los</strong> 7 a <strong>los</strong><br />
15 años aproximadamente. Como otros mamíferos sociales, éste es con frecuencia un momento<br />
de juego social y de otras formas de juego, así como el momento durante el que <strong>la</strong> dependencia<br />
de <strong>los</strong> padres disminuye y <strong>la</strong> dependencia de <strong>los</strong> iguales aumenta.<br />
281
282<br />
Infancia y Aprendizaje,2003, 26 (3), pp. 267-285<br />
Adolescencia<br />
Rasgo definitorio: Comprende el proceso de maduración física, social y personal. En muchos<br />
primates, <strong>la</strong> transición entre <strong>la</strong> juvenalidad y <strong>la</strong> edad adulta no aparece marcada por un periodo<br />
c<strong>la</strong>ro de adolescencia (e.g., no hay una aceleración <strong>del</strong> crecimiento)<br />
Características <strong>humana</strong>s: C<strong>la</strong>ra aceleración <strong>del</strong> crecimiento, y <strong>la</strong>rgo periodo de maduración física.<br />
Este es generalmente un momento para explorar <strong>los</strong> roles sociales y sexuales adultos y refinar<br />
<strong>la</strong>s estrategias sociales ligadas a <strong>la</strong> reproducción (e.g., aquel<strong>la</strong>s asociadas con <strong>la</strong> competencia<br />
por emparejarse). Durante este tiempo, <strong>la</strong>s actividades sociales comunes a <strong>la</strong> juvenilidad<br />
adoptan progresivamente una forma adulta (e.g., el juego de lucha se transforma gradualmente<br />
en luchas reales). La maduración física temprana y <strong>la</strong> <strong>la</strong>rga dependencia de <strong>los</strong> padres (e.g.,<br />
para completar <strong>la</strong> esco<strong>la</strong>rización) ha incrementado <strong>la</strong> longitud de este periodo en <strong>la</strong>s sociedades<br />
industriales, en comparación con <strong>la</strong>s sociedades cazadoras-recolectoras.<br />
Edad adulta<br />
Rasgos definitorios: Periodo de actividades reproductoras maduras, que implican encontrar un<br />
compañero sexual o varios (e.g., compitiendo para emparejarse sexualmente o eligiendo compañeros<br />
sexuales) e invertir en <strong>la</strong> descendencia. Para el 95-97% de <strong>la</strong>s especies mamíferas,<br />
existen grandes diferencias de género en estas actividades: <strong>los</strong> machos centran <strong>la</strong> mayor parte<br />
de sus energías reproductivas en el emparejamiento sexual, y <strong>la</strong>s hembras, en <strong>la</strong> crianza.<br />
Características <strong>humana</strong>s: Como otros mamíferos, <strong>la</strong> búsqueda de un compañero sexual y <strong>la</strong><br />
inversión en <strong>la</strong> descendencia constituyen el principal centro de interés de este periodo en <strong>la</strong>s<br />
sociedades cazadoras-recolectoras, así como en otras. Los humanos son atípicos entre <strong>los</strong><br />
mamíferos, puesto que el varón invierte en el bienestar de <strong>los</strong> niños, aunque menos que <strong>la</strong><br />
mujer, y <strong>la</strong> mujer, como el hombre, compite también para emparejarse.<br />
Asimismo, creemos que proponer p<strong>la</strong>nes documentados en términos evolucionistas<br />
para hacer frente a fenómenos evolutivos con relevancia social (e.g., el<br />
abuso sexual, dificultades esco<strong>la</strong>res y violencia esco<strong>la</strong>r) es algo para lo que <strong>la</strong> PED<br />
se encuentra particu<strong>la</strong>rmente bien calificada. Esta cuestión ya ha sido explorada,<br />
por ejemplo, por Geary (1998), quien ha sugerido una taxonomía de dominios<br />
evolucionados de <strong>la</strong> mente, y ha debatido sobre <strong>la</strong>s ramificaciones de estos sistemas<br />
evolucionados en el caso de <strong>los</strong> niños de nuestra época que se encuentran<br />
generalmente inmersos en programas educativos complejos (ver Tab<strong>la</strong> I en<br />
Geary, 2003, en esta monografía).<br />
En síntesis, <strong>la</strong> ciencia evolutiva (al igual que otras disciplinas históricas) ha<br />
asumido tradicionalmente que una comprensión <strong>del</strong> pasado nos ayuda a comprender<br />
el presente y a predecir el futuro. Como ya hemos mencionado antes,<br />
nosotros sostenemos que esto también es cierto cuando hab<strong>la</strong>mos de filogénesis:<br />
conocer <strong>la</strong> historia evolucionista de una especie puede ayudar a explicar el comportamiento<br />
presente y a predecir el comportamiento futuro, incluyendo <strong>la</strong><br />
mejora de algunos comportamientos “problemáticos”. Confiamos que <strong>la</strong> PED se<br />
acabe convirtiendo en una herramienta flexible para el estudio <strong>del</strong> desarrollo<br />
humano. Como mo<strong>del</strong>o metateórico para el desarrollo, puede contribuir a ubicar<br />
el campo de <strong>la</strong> psicología evolutiva en una nueva dimensión, y como principio<br />
explicativo, puede servir para generar hipótesis empíricas comprobables sobre el<br />
desarrollo de <strong>la</strong> naturaleza <strong>humana</strong>.<br />
Notas<br />
1 Al usar el término “adaptación diferida”, no pretendemos evocar connotación teleológica alguna, de manera que <strong>la</strong>s adaptaciones<br />
en <strong>la</strong> infancia anticipen <strong>la</strong>s necesidades adultas. Más bien, dichas adaptaciones funcionarían a lo <strong>la</strong>rgo de toda <strong>la</strong> vida, adaptando a<br />
<strong>los</strong> menores a su nicho durante <strong>la</strong> infancia, a <strong>la</strong> vez que a <strong>la</strong> vida que probablemente seguirán de adultos. Ello es más probable que<br />
suceda, entendemos nosotros, cuando <strong>la</strong>s condiciones/presiones ambientales de <strong>los</strong> menores y de <strong>los</strong> adultos son simi<strong>la</strong>res, o incluso<br />
continuas (como probablemente ocurre con <strong>la</strong> composición de <strong>los</strong> grupos sociales en <strong>los</strong> pequeños grupos de cazadores-recolectores).<br />
Los beneficios de tales adaptaciones pueden ser enormes, e incluso cruciales, para <strong>la</strong> supervivencia y <strong>la</strong> eficacia reproductora<br />
durante <strong>la</strong> vida adulta (e.g., <strong>los</strong> comportamientos re<strong>la</strong>cionados con <strong>la</strong> cooperación o <strong>la</strong> competición con <strong>los</strong> miembros de <strong>la</strong> misma
especie, que están vincu<strong>la</strong>dos al logro de status). Sin embargo, comportamientos simi<strong>la</strong>res serían muy probablemente adaptativos<br />
de manera parecida durante <strong>la</strong> infancia (aunque seguramente con consecuencias menos importantes), o, en el peor de <strong>los</strong> casos, neutros<br />
para el funcionamiento cotidiano <strong>del</strong> niño. En definitiva, <strong>los</strong> efectos de <strong>la</strong>s adaptaciones diferidas pueden ser mejor entendidas<br />
en términos de su efecto continuado a lo <strong>la</strong>rgo <strong>del</strong> ciclo vital, aunque <strong>los</strong> mayores beneficios para <strong>la</strong> eficacia inclusiva tengan probablemente<br />
lugar durante <strong>la</strong> vida adulta.<br />
Referencias<br />
Psicología Evolucionista <strong>del</strong> Desarrollo / C. Hernández-B<strong>la</strong>si et al.<br />
ALS, H. (1995). The preterm infant: A mo<strong>del</strong> for the study of fetal brain expectation. En J. P. Lecanuet, W. P. Fifer, N. A. Krasnegor<br />
& W. P. Smotherman (Eds.), Fetal development: A psychobiological perspective (pp. 439-471). Hillsdale, NJ: Erlbaum.<br />
ARDREY, R. (1967). The territorial imperative. Londres: Collins.<br />
ARSUAGA, J. L. (2001). El enigma de <strong>la</strong> esfinge: Las causas, el curso y el propósito de <strong>la</strong> evolución (The mystery of sphinx: Causes, course<br />
and purpose of evolution). Barcelona: P<strong>la</strong>za & Janés.<br />
BARKOW, J. H., COSMIDES, L. & TOOBY, J. (Eds.) (1992). The adapted mind: Evolutionary psychology and the generation of culture. Nueva<br />
York: Oxford University Press.<br />
BARON-COHEN, S. (1995). Mindblindness: An essay on autism and theory of mind. Cambridge, MA: MIT Press.<br />
BARRETT, K. C. & CAMPOS, J. J. (1987). Perspectives on emotional development II: A functionalist approach to emotions. En J. D.<br />
Osofsky (Ed.), Handbook of infant development (2 nd ed., pp. 555-578). Nueva York: Wiley.<br />
BELSKY, J., STEINBERG, L. & DRAPER, P. (1991). Childhood experience, interpersonal development, and reproductive strategy: An<br />
evolutionary theory of socialization. Child Development, 62, 647-670<br />
BJORKLUND, D. F. (1977a). A note on neonatal imitation. Developmental Review, 7, 86-92.<br />
BJORKLUND, D. F. (1997b). In search of a metatheory for cognitive development (or, Piaget’s dead and I don’t feel so good myself).<br />
Child Development, 68, 142-146.<br />
BJORKLUND, D. F. (2000). Children’s thinking: Developmental function and individual differences (3ª ed.). Belmont, CA: Wadsworth.<br />
BJORKLUND, D. F. & BERING, J. M. (2002). The evolved child: Applying evolutionary developmental psychology to modern schooling.<br />
Learning & Individual Differences 12, 1-27.<br />
BJORKLUND, D. F. & HARNISHFEGER, K. K. (1995). The role of inhibition mechanisms in the evolution of human cognition and<br />
behavior. En F. N. Dempster, & C. J. Brainerd (Eds.), New perspectives on interference and inhibition in cognition (pp. 141-173).<br />
Nueva York: Academic Press.<br />
BJORKLUND, D. F. & PELLEGRINI, A. D. (2000). Child development and evolutionary psychology. Child Development, 71, 1687-<br />
1798.<br />
BJORKLUND, D. F. & PELLEGRINI, A. D. (2002). The origins of human nature: Evolutionary developmental psychology. Washington, DC:<br />
American Psychological Association.<br />
BOGIN, B. (1997). Evolutionary hypotheses for human childhood. Yearbook of Physical Anthropology, 40, 63-89.<br />
BORSTELMANN, L. J. (1983). Children before psycholoy: Ideas about children from antiquity to the <strong>la</strong>te 1805. En W. Kessen (Ed.),<br />
Handbook of child psychology, vol. 1: History, theory, and methods (4ª ed.) (pp. 1-40). Nueva York: Wiley.<br />
BOWLBY, J. (1969). Attachment and <strong>los</strong>s: Vol. 1: Attachment. Londres: Hogarth.<br />
BRADLEY, B. S. (1989). Visions of Infancy. A critical introduction to child psychology. Oxford: B<strong>la</strong>ckwell.<br />
BUSS, D. M. (1989). Sex differences in human mate preferences: Evolutionary hypotheses tested in 37 cultures. Behavioral and<br />
Brain Sciences, 12, 1-49.<br />
BUSS, D. M. (1995). Evolutionary psychology. Psychological Inquiry, 6, 1-30.<br />
BUSS, D. M., HASELTON, M. G., SHACKELFORD, T. K., BLESKE, A. L. & WAKEFIELD, J. C. (1998). Adaptations, exaptations, and<br />
spandrels. American Psychologist, 53, 533-548.<br />
BUTTERWORTH, G. & HARRIS, M. (1994). Principles of developmental psychology. Hillsdale, NJ: Lawrence Erlbaum Associates.<br />
CAIRNS, R. B., & CAIRNS, B. D. (1994). Lifelines and risks: Pathways of youth in our time. Nueva York: Cambridge University Press.<br />
CAMPOS, J. J., CAPLOVITZ, K. B., LAMB, M. E., GOLDSMITH, H. H. & STENBERG, C. (1983). Socioemotional development. En M.<br />
M. Haith & J. J. Campos (Eds.), Handbook of child psychology: Vol. 3: Infancy and developmental psychobiology (pp. 783-915). Nueva<br />
York: Wiley.<br />
CHARLESWORTH, W. R. (1992). Darwin and developmental psychology: Past and present. Developmental Psychology, 28 (1), 5-16.<br />
COSMIDES, L. & TOOBY, J. (1987). From evolution to behavior: Evolutionary psychology as the missing link. En J. Dupre (Ed.),<br />
The <strong>la</strong>test on the best essays on evolution and optimality (pp. 277-306). Cambridge, MA: MIT Press.<br />
DALY, M. & WILSON, M. (1984). A sociobiological analysis of human infanticide. En G. Hausfater & S. B. Hrdy (Eds.), Infanticide:<br />
Comparative and evolutionary perspectives (pp. 487-502). Nueva York: Aldine de Gruyter.<br />
DALY, M. & WILSON, M. (1996). Violence against children. Current directions in Psychological Science, 5, 77-81.<br />
DALY, M. & WILSON, M. (1988). Homicide. Nueva York: Aldine.<br />
DARWIN, C. (1859). The origin of species. Nueva York: Modern Library.<br />
DARWIN, C. (1872/1921). The expression of the emotions in man and animals. Londres: Murray.<br />
DARWIN, C. (1877). A biographical sketch of an infant. Mind, 2, 285-294.<br />
DELVAL, J. (1982). El darwinismo y el estudio de <strong>la</strong> conducta <strong>humana</strong> (Darwinism and the study of human behaviour). Revista de<br />
Occidente (nº extraordinario dedicado a Charles Darwin), 201-218.<br />
DELVAL, J. (1988). Sobre <strong>la</strong> historia <strong>del</strong> estudio <strong>del</strong> niño (On the history of childhood studies). Infancia y Aprendizaje, 44, 59-108.<br />
DELVAL, J. (1994). El desarrollo humano (Human development). Madrid: Siglo XXI.<br />
DIXON, R. A. & LERNER, R. M. (1984). A history of systems in developmental psychology. En M. H. Bornstein & M. E. Lamb<br />
(Eds.), Developmental psychology: An advanced textbook (pp. 3-58). Hillsdale, NJ: Lawrence Erlbaum Associates.<br />
DIXON, R. A. & LERNER, R. M. (1985). Darwinism and the emergence of developmental psychology. En G. Eckardt, W. Bringamann<br />
& L. Sprung (Eds.), Contributions to a history of developmental psychology (pp. 245-266). Berlín: Mouton.<br />
DOBZHANSKY, T. (1937). Genetics and the origins of species. Nueva York: Columbia University Press.<br />
EIBL-EIBESFELDT, I. (1984). Die Bilogie des menschlichen Verhaltens. Múnich: Piper.<br />
EIBL-EIBESFELDT, I. (1989). Human ethology. Nueva York: Aldine de Gruyter.<br />
283
284<br />
Infancia y Aprendizaje,2003, 26 (3), pp. 267-285<br />
EIBL-EIBESFELDT, I. (1999). Cuatro Lecciones Magistrales sobre Etología Humana y Agresividad (Four Lessons on Human Ethology<br />
and Agression). Centro Reina Sofía para el Estudio de <strong>la</strong> Violencia (Cátedra Santiago Grisolía). Valencia: Generalitat Valenciana.<br />
EKMAN, P. (Ed.) (1973). Darwin and facial expression. Nueva York: Academic Press.<br />
EKMAN, P., & FRIESEN, W. (1971). Constants across cultures in the face and emotion. Journal of Personality and Social Psychology, 17,<br />
124-129.<br />
ELDREDGE, N. & GOULD, S. J. (1972). Punctuated equilibria: an alternative to phyletic gradualism. En T. J. M. Schopf (Ed.),<br />
Mo<strong>del</strong>s in paleobiology (pp. 83-115). San Francisco: Freeman and Cooper.<br />
FERNALD, A. (1992). Human maternal vocalizations to infants as biologically relevant signals: An evolutionary perspective. En J.<br />
H. Barkow, L. Cosmides & J. Tooby (Eds.), The adaptive mind: Evolutionary psychology and the generation of culture (pp. 391-428).<br />
Nueva York: Oxford University Press.<br />
FERNÁNDEZ, T. & GIL, P. (1990). El nacimiento de <strong>la</strong> psicología evolutiva. (The emercenge of developmental psychology). En J.<br />
A. García Madruga & P. Lacasa (Dirs.), Psicología evolutiva, vol. I: Historia, teorías, métodos y desarrollo infantil (pp. 31-74). Madrid:<br />
UNED.<br />
FISHBEIN, H. D. (1976). Evolution, development, and children’s learning. Santa Monica, CA: Goodyear.<br />
FODOR, J. A. (2000). The mind doesn’t work that way: The scope and limits of computational psychology. Cambridge, MA: MIT Press.<br />
GARDNER, R. A. & GARDNER, B. T. (1969). Teaching sign <strong>la</strong>nguage to a chimpanzee. Science, 165, 664-672.<br />
GEARY, D. (2003). Evolution and development of folk psychology: Implications for children´s learning. Infancia y Aprendizaje<br />
(Monográfico sobre Psicología Evolucionista <strong>del</strong> Desarrollo - Special Issue on Evolutionary Developmental Psychology), 26 (3),<br />
287-301.<br />
GEARY, D. C. (1995). Reflections of evolution and culture in children’s cognition: Implications for mathematical development<br />
and instruction. American Psychologist, 50, 24-37.<br />
GEARY, D. C. (1998). Male, female: The evolution of human sex differences. Washington, DC: APA.<br />
GEARY, D. C. (1999). Evolution and developmental sex differences. Current Directions in Psychological Science, 8, 115-120<br />
GEARY, D. C. & BJORKLUND, D. F. (2000). Evolutionary developmental psychology. Child Development, 71, 57-65.<br />
GEARY, D. C. & HUFFMAN, K. (2002). Brain and cognitive evolution: Forms of modu<strong>la</strong>rity and functions of mind. Psychological<br />
Bulletin, 128, 667-698.<br />
GOODALL, J. (1971). In the shadow of man. Londres: Collins.<br />
GOODALL, J. (1986). The chimpanzees of Gombe. Cambridge, MA: Belknap.<br />
GOTTLIEB, G. (1992). Individual development and evolution: The genesis of novel behavior. Nueva York: Oxford University<br />
Press.<br />
GOTTLIEB, G. (1997). Synthesizing nature-nurture: Prenatal roots of instinctive behavior. Mahwah, NJ: Erlbaum.<br />
GOTTLIEB, G. (2000). Environmental and behavioral influences on gene activity. Current Directions in Psychological Science, 9, 93-<br />
102.<br />
GOULD, S. J. (1977). Ontogeny and Phylogeny. Cambridge, MA: Harvard University Press.<br />
GOULD, S. J. (1991). Exaptation: A crucial tool for evolutionary psychology. Journal of Social Issues, 47, 43-65.<br />
GOULD, S. J. (2002). The structure of evolutionary theory. Cambridge, MA: Harvard University Press.<br />
GREEN, M. (1989). Theories of human development: A comparative approach. Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall.<br />
HARLOW, H. R. & HARLOW, M. K. (1966). Learning to love. American Scientist, 54, 244-272.<br />
HARRIS, J. R. (1995). Where is the child´s environment? A group socialization theory of development. Psychological Review, 102,<br />
458-489.<br />
HAWLEY, P. H. (1999). The ontogenesis of social dominance: A strategy-based evolutionary perpective. Developmental Review, 19,<br />
97-132.<br />
HERNÁNDEZ BLASI, C. (1998). Psicología evolutiva: Una aproximación histórica y conceptual (Developmental psychology: A historical<br />
and conceptual approach). Castellón: Publicacions de <strong>la</strong> Universitat Jaume I.<br />
HERNÁNDEZ BLASI, C. & BJORKLUND, D. F. (En prensa). Evolutionary developmental psychology: A new tool for better understanding<br />
human ontogeny. Human Development.<br />
HINDE, R. A. (1974). Biological bases of human social behavior. Nueva York: McGraw-Hill.<br />
HINDE, R. A. (1976). Interactions, re<strong>la</strong>tionships, and social structure. Man, 11, 1-17.<br />
HUXLEY, J. (1942). Evolution: The modern synthesis. Londres: George Allen & Unwin.<br />
IZARD, C. E. (1971). The face of emotion. Nueva York: Appleton.<br />
IZARD, C. E. (1991). The psychology of emotions. Nueva York: Plenum.<br />
JENSEN, P. S., MRAZEK, D., KNAPP, P. K., STEINBERG, L., PFEFFER, C., SCHWALTER, J. & SHAPIRO, T. (1997). Evolution and revolution<br />
in child psychiatry: ADHD as a disorder of adaptation. Journal of American Academy of Child & Adolescent Psychiatry, 36,<br />
1672-1681.<br />
KELLER, H. (2000). Human parent-child re<strong>la</strong>tionships from an evolutionary perspective. American Behavioral Scientist, 43, 957-<br />
969.<br />
KÖHLER, W. (1925). The mentality of apes. Londres: Kegan Paul.<br />
LEWONTIN, R. C., ROSE, S. & KAMIN, L. J. (1984). Not in our genes: Biology, ideology and human nature. Nueva York: Pantheon<br />
Books.<br />
LÓPEZ, F. (1983). Etología y psicología evolutiva (Ethology and developmental psychology). En A. Marchesi, M. Carretero & J.<br />
Pa<strong>la</strong>cios (Comps.), Psicología evolutiva. Vol. 1: Teorías y métodos (pp. 79-102). Madrid: Alianza.<br />
LORENZ, K. (1965). Evolution and modification of behavior. Chicago: University of Chicago Press.<br />
LORENZ, K. (1966). On aggression. San Diego: Harcourt Brace.<br />
MACDONALD, K. (1997). Life history theory and human reproductive behavior: Environmental/contextual influences and heritable<br />
variation. Human Nature, 8, 327-359<br />
MACDONALD, K. B. (Ed.) (1988). Sociobioloigcal perspectives on human development. Nueva York: Springer Ver<strong>la</strong>g.<br />
MARTÍ, E. (1991). Psicología Evolutiva: Teorías y ámbitos de investigación (Developmental Psychology: Theories and research fields).<br />
Barcelona: Antrophos.<br />
MAYR, E. (1942). Systematics and the origins of species from the viewpoint of a zoologist. Nueva York: Columbia University Press.<br />
MORRIS, D. (1967). The naked ape. Nueva York: McGraw-Hill.<br />
MORSS, J. R. (1990). The biologising of childhood: Developmental psychology and the Darwinian myth. Hillsdale, NJ: Erlbaum.
Psicología Evolucionista <strong>del</strong> Desarrollo / C. Hernández-B<strong>la</strong>si et al.<br />
OPPENHEIM, R. W. (1981). Ontogenetic adaptations and retrogressive processes in the development of the nervous system and<br />
behavior. En K. J. Connolly & H. F. R. Prechtl (Eds.), Maturation and development: Biological and psychological perspectives (pp. 73-<br />
108). Phi<strong>la</strong><strong>del</strong>phia: International Medical Publications.<br />
PARKER, S. T. (2001). Comparative developmental evolutionary psychology and cognitive ethology: Contrasting but compatible<br />
research programs. En M. Bekoff, C. Allen & G. Burghardt (Eds.), The cognitive animal (pp. 59-67). Cambridge, MA: MIT<br />
Press.<br />
PARKER, S. T. & MCKINNEY, M. L. (1999). Origins of intelligence: The evolution of cognitive development in monkeys, apes, and humans.<br />
Baltimore: The Johns Hopkins University Press.<br />
PELLEGRINI, A. D. & SMITH, P. K. (1998). Physical activity p<strong>la</strong>y: The nature and function of neglected aspect of p<strong>la</strong>y. Child Development,<br />
69, 577-598.<br />
PINKER, S. (1997). How the mind works. Nueva York: Norton.<br />
POVINELLI, D. (2002). On the content of chimpanzee consciousness. Paper presented at Sixth Conference of the Association for the Scientific<br />
Study of Consciousness. Barcelona, May.<br />
PROFET, M. (1992). Pregnancy sickness as adaptation: A deterrent to maternal ingestion of teratogens. En J. H. Barkow, L. Cosmides<br />
& J. Tooby (Eds.), The adaptive mind: Evolutionary psychology and the generation of culture (pp. 327-365). Nueva York:<br />
Oxford University Press.<br />
REINERT, G. (1979). Prolegomena to a history of life-span developmental psychology. En P. B. Baltes & O. G. Brim (Eds.), Lifespan<br />
development and behavior (vol. 2) (pp. 205-254). Nueva York: Academic Press.<br />
SAVAGE-RUMBAUGH, E. S. (1986). Ape <strong>la</strong>nguage: From condition response to symbol. Nueva York: Columbia University Press.<br />
SAVAGE-RUMBAUGH, E. S., MURPHY, J., SEVCIK, R. A., BRAKKE, K. E., WILLIAMS, S. L. & RUMBAUGH, D. M. (1993). Language<br />
comprehension in ape and child. Monographs of the Society for Research in Child Development, 58 (Serial No. 233).<br />
SCHULTZ, D. (1981). A history of modern psychology (3ª ed.). San Diego, CA: Academic Press.<br />
SIMPSON, G. G. (1944). Tempo and mode in evolution. Nueva York: Columbia University Press.<br />
SLATER, P. J. B. (1985). An introduction to ethology. Cambridge: Cambridge University Press.<br />
SMITH, P. K. (2003). Evolutionary developmental psychology and socio-emotional development. Infancia y Aprendizaje, 26 (2),<br />
303-313.<br />
STEBBINS, G. L. (1950). Variation and evolution in p<strong>la</strong>nts. Nueva York: Columbia University Press.<br />
STERNBERG, R. J. (1997). The concept of intelligence and its role in lifelong learning and success. American Psychologist, 52,<br />
1030–1037.<br />
SULLOWAY, F. (1996). Born to rebel. Nueva York: Pantheon.<br />
SURBEY, M. K. (1998). Developmental psychology and modern Darwinism. En C. B. Crawford & D. Krebs (Eds.), Handbook of evolutionary<br />
psychology: Ideas, issues, and applications (pp. 369-404). Hillsdale, NJ: Erlbaum.<br />
TIGER, L. & FOX, R. (1970). The imperial animal. Londres: Secker & Warburg.<br />
TINBERGEN, N. (1963). On the aims and methods of ethology. Zeitschrift fur Tierpsychologie, 20, 410-433.<br />
TOMASELLO, M. (1999). The cultural origins of human cognition. Cambridge, MA: Harvard University Press.<br />
TOOBY, J. & COSMIDES, L. (1992). The psychological foundations of culture. En J. H. Barkow, L. Cosmides, & J. Tooby (Eds.), The<br />
adapted mind: Evolutionary psychology and the generation of culture (pp. 19-139). Nueva York: Oxford University Press.<br />
TRIVERS, R. (1972). Parental investment and sexual selection. En B. Campbell (Ed.), Sexual selection and the descent of man (pp. 136-<br />
179). Nueva York: Aldine de Gruyter.<br />
WEISFELD, G. (1999). Evolutionary principles of human adolescence. Nueva York: Basic Books.<br />
WEISFELD, G. E. & BILLINGS, R. (1988). Observations on adolescence. En K. B. MacDonald (Ed.), Sociobiological perspectives on human<br />
development (pp. 207-233). Nueva York: Springer-Ver<strong>la</strong>g.<br />
WILSON, D. S. (1997). Altruism and organism: disentangling the themes of multilevel selection theory. American Naturalist, 150,<br />
122-134.<br />
WILSON, E. O. (1975). Sociobiology: The new synthesis. Cambridge, MA: Harvard University Press.<br />
WILSON, E. O. (1978). On human nature. Cambridge, MA: Harvard University Press.<br />
WILSON, E. O. (1998). Consilience: The unity of knowledge. Nueva York: Knopf.<br />
285