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EDUARDO MATEO GAMBARTE<br />

El epígrafe con que se abre el libro (“La caza de amor es de altanería”)<br />

es otra pequeña pero importante trampa del autor. Su posición inicial<br />

parece que abarca y se cierne sobre toda la obra, es decir, sobre todos los<br />

personajes de la obra, pero <strong>en</strong> realidad sólo ampara la secu<strong>en</strong>cia del libro<br />

del segundo capítulo donde se nos cu<strong>en</strong>ta la historia de amor <strong>en</strong>tre Bayardo<br />

y Ángela. ¿Qué cambia esto? Pues que Santiago Nasar nada ti<strong>en</strong>e que ver<br />

<strong>en</strong> ese combate de amores altaneros como nos inducía a p<strong>en</strong>sar el epígrafe.<br />

Con ese recurso, el narrador hace que el lector desprev<strong>en</strong>ido incorpore a<br />

Santiago Nasar de una manera actorial d<strong>en</strong>tro del drama. Pero no es de él<br />

de qui<strong>en</strong> está hablando el epígrafe, sino de la pareja Bayardo-Ángela. En<br />

cambio sí va con Santiago Nasar el otro epígrafe: “Halcón que se atreve con<br />

garza guerrera, peligros espera”. De esta manera, el narrador consigue que<br />

el lector de forma natural y sin posibilidad de cuestionárselo <strong>en</strong> una lectura<br />

normal involucre a Santiago Nasar <strong>en</strong> el meollo del <strong>en</strong>redo amoroso por la<br />

superposición de ambos epígrafes. No sólo los lectores normales, muchos<br />

críticos también amparan a Santiago Nasar <strong>en</strong> el epígrafe primero.<br />

En ningún mom<strong>en</strong>to se introduce el narrador <strong>en</strong> esas guerras de<br />

amor, pasa siempre de hurtadillas, como si con él no fuese la cosa. Y no es<br />

así, porque él también ti<strong>en</strong>e una relación de halcón guerrero con María Alejandrina<br />

Cervantes, aunque la lleve <strong>en</strong> secreto. De esta manera y mediante<br />

esas calificaciones equipara a los tres personajes c<strong>en</strong>trales de la novela:<br />

Santiago, Bayardo y Ángela, <strong>en</strong> la caza de amor y él se queda fuera del<br />

juego. El hecho de introducir a Santiago Nasar <strong>en</strong> “la caza de amor” logra<br />

concitar todas las miradas sobre él y hacer pasar desadvertida la actuación<br />

del narrador, como más adelante veremos.<br />

Junto a ello hay otro elem<strong>en</strong>to que no debe pasar desapercibido: el<br />

carácter de Ángela, por lo m<strong>en</strong>os hasta la boda. No parece ser un personaje<br />

tan pusilánime como el que el narrador nos está dando a <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der. En cambio,<br />

permite que el lector se pase casi toda la novela con esa versión dada<br />

por Santiago Nasar y suscrita por el narrador: : “t<strong>en</strong>ía un aire desamparado<br />

y una pobreza de espíritu que le auguraban un porv<strong>en</strong>ir incierto” [...] “Ya<br />

está de colgar <strong>en</strong> un alambre tu prima la boba” (p. 53). Ahí se puede ver<br />

claram<strong>en</strong>te cómo el narrador maneja la información a su antojo e interés. El<br />

narrador conoce perfectam<strong>en</strong>te el carácter de su prima.<br />

Esta mujer también va a resultar ser otra auténtica garza guerrera.<br />

Es evid<strong>en</strong>te, por tanto, más que el cambio sufrido por Ángela Vicario a raíz<br />

de su matrimonio con Bayardo San Román, el desconocimi<strong>en</strong>to de la personalidad<br />

de esta mujer <strong>en</strong> que nos ha mant<strong>en</strong>ido el narrador. También es<br />

cierto que esta pres<strong>en</strong>tación del personaje ti<strong>en</strong>e que ver con el tema de las

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