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LOS DESTERRADOS DE CAPELLA
de un mundo mejor para el orbe terrestre, espíritus esos que
se determinó llamar de componentes de la raza adámica, que
fueron en tiempos remotísimos desterrados para las sombras
y para las regiones salvajes de la Tierra, porque la evolución
espiritual del mundo en que vivían no los toleraba más, en
virtud de sus reincidencias en el mal. Vuestro mundo era
entonces poblado por los tipos del “Primata hominus” dentro
de las eras de las cavernas y del sílice, y esas legiones de
hombres singulares, por su asombroso e increíble aspecto se
aproximaban bastante del “Pithecanthropus erectus”,
estudiado por vuestras ciencias modernas como uno de los
respetables antecesores de la humanidad.
Fueron, por lo tanto, las entidades espirituales a las
que me referí que, por misericordia divina, y en razón de las
nuevas necesidades evolutivas del planeta, imprimieron un
nuevo factor de organización a las razas primogénitas,
dotándolas de nuevas combinaciones biológicas, con el
objetivo de perfeccionar el organismo humano.
Los animales son los hermanos inferiores de los
hombres, ellos también, como nosotros, vienen de lejos a
través de luchas incesantes y redentoras y son, como nosotros,
candidatos a una posición brillante en la espiritualidad. No
es en vano que sufren en las tareas benditas de la dedicación
y de la renuncia, a favor del progreso de los hombres.
Sus labores, penosamente efectuadas, tendrán un premio
que es el de la evolución en la espiritualidad grandiosa, ellos,
en su condición de almas fragmentarias en el terreno de la
comprensión, tienen todo un ejercito de protectores de los
planes del Alto, con el objetivo de su mejora y el amplio
desenvolvimiento de su progreso, en demanda del reino
hominal.
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