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Ni saben que hay una Ley Orgánica del Sufragio y la Participación Política que prevé, en su artículo 144, que el 30% de<br />

las listas electorales debe estar cubierto por mujeres; que ese artículo está suspendido por decisión de las mayorías<br />

masculinas de todos los partidos y que la propia presidenta del Inamujer ha solicitado que sea sustituido por uno que la<br />

cuota pase del 30 al 50%, con alternabilidad de los puestos (una mujer, un hombre, una mujer…). A este artículo 144, su<br />

suspensión y la solicitud de sustitución se le ha dado más publicidad, dado que es un asunto especialmente sensible para<br />

las lideresas de un polo y del otro, pues sus propias aspiraciones han estado en juego desde el 2000. Con todo y que se<br />

logró una declaración de tres de los cinco rectores principales del CNE sugiriendo (porque sólo la Asamblea Nacional<br />

puede reformar una ley) a los partidos y grupos electorales la elaboración de sus listas con un 50-50% con alternabilidad y<br />

dado que sugerencia no es obligación, las mujeres no lograron cubrir ni siquiera el 30 % en las listas de sus partidos y<br />

grupos electorales, de manera que no puede llamarnos la atención los resultados del 4 de diciembre de 2005<br />

(parlamentarias). Aunque la oposición se retiró de la contienda, las mujeres de los diversos partidos y grupos electorales<br />

que apoyan a Chávez, lograron el 27% de los puestos, entre principales y suplentes. Las mismas mujeres ---declararon<br />

las lideresas de un lado y del otro en una reunión que hizo balance sobre la manera en que fueron construidas las listas<br />

en cada partido o coalición de partidos y grupos electorales —proponían <strong>com</strong>o principales a los hombres y a las mujeres<br />

<strong>com</strong>o suplentes, o proponían a dos hombres. Y al final, fue un grupo de hombres en las direcciones o –en el caso de la<br />

coalición chavista— el máximo líder quien decidió entre varios nombres quiénes se quedaban en la lista de cada estado.<br />

El día de las elecciones parlamentarias, 4 de diciembre de 2005, la abstención fue del 75.5 %, un poco más de la<br />

abstención que es tradicional en Venezuela para cualquier elección no presidencial (sólo importa, para la mayoría, quién<br />

es el hombre que está al frente de la cosa pública) dada la confusión que la mayoría de las organizaciones de la oposición<br />

creó retirándose del evento electoral 48 horas antes del cierre de campaña, cuando los tarjetones ya estaban impresos y<br />

muchos candidatos apoyados por esos partidos habían metido sus ahorros en sus campañas electorales. Ese 27 % de<br />

mujeres “oficialistas” fue electo por las mismas razones que fue electo el 73 % de hombres: porque estaban en las listas<br />

por su indiscutible adhesión al presidente de la República y al proceso que adelanta, no por su apoyo a la agenda mínima<br />

de las mujeres, lo cual no quiere decir que no pueda sensibilizarse a algunas de ellas (así <strong>com</strong>o a algunos de ellos) en esa<br />

agenda. De hecho, la aprobación por unanimidad de la ley contra la violencia, el 25-11-6 podría leer <strong>com</strong>o expresión de<br />

este avance en la sensibilización de algunas y algunos diputados de la AN<br />

Que las mujeres no se opusieran a la vieja práctica descrita para elaborar la lista final que llegó (en el caso que apoya al<br />

gobierno) o no llegó (en el caso del polo oposicionista) al 4 de diciembre de 2005 y, sobre todo, que ellas mismas<br />

prefirieran a hombres en lugar de mujeres con los mismos méritos que los hombres tanto en las listas finales <strong>com</strong>o al votar<br />

por esas listas, no es sino una demostración más de que al inconsciente no lo modifica ni una ley ni –mucho menos— una<br />

“sugerencia” del CNE u otro organismo oficial o no oficial y que la convicción secular de que no somos aptas para los<br />

asuntos públicos no es exclusiva de los hombres. Por eso no pocas feministas están planteando la vuelta a los grupos de<br />

autoconciencia de los <strong>com</strong>ienzos de la segunda ola en los años 60, pues el saboteo de los hombres beneficiarios para<br />

mantener a la mujer lejos de “sus negocios” cuenta con el apoyo de las mujeres, de ahí el triunfo del machismo frente a la<br />

claridad de las consignas y discursos feministas por radio y televisión. Dicen una cosa ante los medios pero la callan<br />

dentro de sus partidos, cuando están frente a los hombres.

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