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Aquel Pablo de Tarso - MinisterioPMO.org

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El consejo no estaba mal, y <strong>Pablo</strong> aceptó. Sólo que, en vez <strong>de</strong> salir bien las cosas, se enredó<br />

todo <strong>de</strong> mala manera.<br />

Unos judíos llegados <strong>de</strong> Asia por la fiesta <strong>de</strong> Pentecostés, reconocieron a <strong>Pablo</strong> en los<br />

atrios <strong>de</strong>l Templo con los cuatro <strong>de</strong>l voto, y empezaron a gritar furiosos a toda la multitud:<br />

-¡Auxilio, hombres <strong>de</strong> Israel! Este es el hombre que va enseñando a todos por todas partes<br />

contra el pueblo, contra la Ley y contra este Lugar bendito. Y hasta se ha atrevido a introducir<br />

a unos griegos en el Templo, profanando este lugar Santo.<br />

Mentían, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego. Pero la ocasión era magnífica, y se dijeron:<br />

-¡Ahora este <strong>Pablo</strong> las va a pagar todas juntas!...<br />

Se armó un griterío infernal.<br />

Atestados los atrios <strong>de</strong>l Templo con muchos habitantes <strong>de</strong> Jerusalén y con tantos peregrinos,<br />

todos se echaron sobre <strong>Pablo</strong>, lo arrastraron fuera <strong>de</strong>l Templo, cerraron las puertas<br />

para que no pudiera volver.<br />

Ya se disponían a matarlo igual que habían hecho hacía veinticinco años con Esteban.<br />

Aunque <strong>Pablo</strong> se salvó <strong>de</strong> milagro, <strong>de</strong>bido a la fuerza romana.<br />

Durante las fiestas, las autorida<strong>de</strong>s romanas distribuían a los soldados por la ciudad, especialmente<br />

en los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong>l Templo.<br />

En este momento, un soldado subió rápido las escaleras <strong>de</strong> la Torre para dar el aviso:<br />

-¡Tribuno! Toda Jerusalén está revuelta.<br />

Y el tribuno, sin per<strong>de</strong>r un momento, bajó con varios centuriones y fuerte grupo <strong>de</strong> soldados,<br />

se llegó hasta <strong>Pablo</strong>, lo mandó atar con ca<strong>de</strong>nas, y preguntó para informarse:<br />

-¿Quién es éste? ¿De quién se trata?...<br />

Lucas lo dice bien:<br />

-Pero no sacó nada en claro, porque “entre la gente unos gritaban una cosa, otros otra”.<br />

Al fin, y para que la chusma no linche a <strong>Pablo</strong>, manda que lleven al <strong>de</strong>tenido a la cárcel.<br />

Al llegar a las escaleras <strong>de</strong> la Torre Antonia, tiene que ser agarrado <strong>Pablo</strong> por los soldados<br />

y subido en hombros, mientras la multitud seguía vociferando:<br />

-¡Mátalo! ¡Que lo maten!...<br />

<strong>Pablo</strong> no pier<strong>de</strong> la serenidad, y ya en las escaleras entre los soldados, pi<strong>de</strong> al tribuno:<br />

-¿Me permites <strong>de</strong>cirte una palabra?<br />

-¿Cómo? ¿Es que tú sabes el griego? ¿No eres tú el egipcio que días pasados armó<br />

aquella revuelta con cuatro mil terroristas, y que tuvo que huir al <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<br />

perdido cuatrocientos muertos y doscientos capturados?<br />

<strong>Pablo</strong> habla con una gran tranquilidad:<br />

-No, yo no soy ningún guerrillero. “Yo soy un judío, <strong>de</strong> <strong>Tarso</strong> <strong>de</strong> Cilicia, una ciudad importante”.<br />

¿Me permite hablar al pueblo?<br />

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