ARQUETIPOS HISPANOS EN LA OBRA DE ... - Miguel Manzano
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Introducción<br />
<strong>ARQUETIPOS</strong> <strong>HISPANOS</strong><br />
<strong>EN</strong> <strong>LA</strong> <strong>OBRA</strong> <strong>DE</strong> MANUEL <strong>DE</strong> FAL<strong>LA</strong><br />
Conferencia leída en el Congreso “Manuel de Falla: Latinité et universalité”<br />
Colloque Internacional tenu en Sorbonne (Psaris, 18-21 nvembre 1996)<br />
Publicada en las Actas, a cargo de Louis Jambou. París, 1999<br />
La presencia de elementos de música tradicional española en la obra de Manuel<br />
de Falla es evidente. Atestiguada por el propio compositor, que expuso en varias<br />
ocasiones los motivos que le impulsaron a prestar atención a esa música, se percibe<br />
desde las primeras obras en las que el músico comenzó a dar muestras de un estilo<br />
personal. Sólo ha habido desacuerdo entre los estudiosos y comentaristas de la música<br />
de Falla cuando se ha tratado de aclarar si los materiales musicales que sirven como<br />
fuente temática a muchas de sus obras fueron tomados directa y puntualmente de la<br />
tradición popular, o proceden de la inventiva y creatividad del compositor.<br />
Poco importa aclarar este aspecto para el tema del que vamos a ocuparnos en<br />
esta ocasión. Y por fortuna, hay que añadir, ya que el afán de rastreo de temas<br />
populares en la obra de Falla, inaugurado por los trabajos de García Matos, y que<br />
parece no haber terminado todavía, ha contribuido a dibujar una imagen un tanto<br />
distorsionada del compositor. Leyendo ciertas biografías o trabajos sobre Manuel de<br />
Falla se recibe la impresión de que se le presenta como un músico que necesita<br />
continuamente tomar ideas de la tradición popular para alimentar su trabajo creativo.<br />
Como creemos haber demostrado ya en otras ocasiones, las citas puntuales de música<br />
popular, indiscutibles en algunas obras de Falla, no son tan claras en otros muchos<br />
casos en los que se ha creído hallarlas. Y cuando lo son, incluso en el caso más claro de<br />
las Siete Canciones Españolas, un examen detenido de la elaboración musical a que las<br />
somete el músico demuestra claramente que las escoge precisamente por las<br />
posibilidades musicales que contienen y por el valor arquetípico que encierran. 1 De<br />
arquetipos vamos a hablar en esta ocasión, precisamente. Por esta vez la labor de<br />
rastreo se va a referir a un aspecto que deja a un lado las citas literales, para centrarse<br />
en una consideración global, en la detección de resonancias musicales que tienen un<br />
poder de evocación de lo español. ¿Cuáles son, en la obra de Falla, esas referencias<br />
sonoras, esos arquetipos musicales en los que aparecen los rasgos de la música<br />
española? Tratemos de aclararlo.<br />
Arquetipos musicales<br />
1 Sobre la búsqueda de temas populares en las obras de Manuel de Falla son muy conocidos<br />
"los tres trabajos que Manuel García Matos dedicó a este tema. Los dos primeros aparecieron en la<br />
revista Música, de los Conservatorios españoles, en los números IlI-IV, enero-junio de 1953, pp. 41-<br />
48, y en el número VI, octubre-diciembre de 1953. El tercero fue publicado en el Anuario Musical del<br />
¡.E.M., XXVI, 1972, pp. 173-197. En dos ocasiones hemos revisado y corregido las opiniones de<br />
García Matos : en una ponencia en el Congreso « España y los ballets rusos de Serge Diaghilev »,<br />
Granada, junio de 1990, bajo el título « Fuentes populares en la música de "El Sombrero de Tres<br />
Picos" », y por segunda vez en una conferencia del ciclo « Manuel de Falla y su entorno », organizado<br />
por la Fundación Juan March (Madrid, abril de 1996), con el título « Falla y la música popular<br />
tradicional ». Ambos trabajos están inéditos.
Entendiendo arquetipo en el sentido más amplio y usual de un ejemplar<br />
conformado por los rasgos distintivos que le proporcionan valor de modelo, es evidente<br />
que la mayor parte de las obras musicales del pasado se conforman a un arquetipo. Lo<br />
que acostumbramos a denominar géneros musicales no son en el fondo otra cosa que<br />
modelos arquetípicos que, una vez establecidos, han logrado imponerse en la memoria<br />
colectiva, sirviendo de patrones para sucesivas obras musicales. En este caso damos al<br />
término arquetipo ese mismo sentido, pero más restringido, refiriéndolo al material<br />
temático que aparece en una obra musical determinada. Precisamente la corriente<br />
denominada nacionalismo musical se caracterizó por un intento, entre otros varios, de<br />
renovar un lenguaje que se consideraba ya gastado por la repetición, poniendo en juego<br />
nuevos arquetipos que, además de que trajeron nuevas sonoridades, al incluir<br />
referencias temáticas puntuales, evocaban también una tierra, una región, un país, un<br />
colectivo humano. Hoy es bien claro que esa corriente dio frutos más bien escasos en el<br />
campo de la ópera, donde primero y principalmente se ensayó. Sin embargo sí los dio<br />
en determinados compositores y en géneros musicales no tan ambiciosas como la<br />
ópera, aunque no por ello menos relevantes.<br />
Dentro de la última etapa de esta corriente nacionalista hay que situar a Manuel<br />
de Falla, en un momento en que la música española hervía en fervores nacionales, ya<br />
un tanto tardíos, y en unos años en que « lo español », digámoslo, así sin concretar<br />
demasiado, después de haber tenido cierto poder de atracción sobre algunos<br />
compositores extranjeros como Liszt, Glinka, Rimsky Korsakoff y Lalo, todavía lo<br />
seguía teniendo, ya contemporáneamente a Falla, sobre otros compositores como<br />
Debussy y Ravel, por citar a los más relevantes entre los que tomaron referencias<br />
musicales españolas para alguna de sus obras.<br />
Arquetipos musicales hispanos<br />
Preguntémonos ya, para entrar directamente en el tema de que vamos a<br />
ocupamos : ¿Cuáles eran los arquetipos musicales "hispanos" que obraban en la mente<br />
y en la memoria de los compositores cuando escribían "música española" ? Un<br />
arquetipo musical con referencia geográfica, en este caso España, se produce por el<br />
bombardeo de la memoria con la repetición de algún rasgo musical que lleve la etiqueta<br />
de español. Estas referencias musicales casi siempre connotan la música popular y<br />
venían apareciendo en España durante el siglo XIX en dos tipos de repertorios un tanto<br />
diferentes, aunque relacionados musicalmente. Por una parte en el repertorio<br />
tonadillero, formado por composiciones que imitan algún rasgo rítmico o melódico de<br />
la música popular. El resultado de esta mezcla se puede calificar como música<br />
popularizante, imitativa de lo popular, que, sorprendentemente, vuelve a ser asimilada e<br />
imitada en muchos casos por el pueblo, produciendo una especie de folklore urbano<br />
que se instala en la memoria colectiva, sobre todo en las grandes ciudades. Pero al lado<br />
de este estilo tonadillero popularizan te, desde las últimas décadas del siglo XIX<br />
comienza a ponerse de moda en España otro repertorio integrado por pequeñas piezas<br />
de salón adaptadas generalmente para voz y piano, que se publican bajo la etiqueta de<br />
música española, y que a menudo contienen referencias geográficas de las tierras que<br />
desde hacía tiempo se venían considerando ricas en folklore musical. Hasta más de un<br />
centenar de publicaciones de este estilo se han llegado a catalogar, 2 en las que aparece<br />
2 La catalogación de estas colecciones ha sido realizada por Emilio Rey y Victor Pliego y ha<br />
sido publicada en las Actas del III Congreso de Musicología (Granada, 1990), Revista de la SEDM, vol.<br />
XIV - 1991, 1-2, Madrid, 1991, pp. 355 Y sqq., bajo el título “La recopilación de la música popular
casi siempre una referencia que va desde una alusión general a lo español o a lo popular<br />
(Colección general de canciones españoles, Potpourri de aires nacionales para piano,<br />
La música del pueblo, Ecos de España, Flores de España, y otros) hasta unas<br />
referencias geográficas concretas (Colección de cantos populares valencianas, La<br />
gracia de Andalucía, Peteneras sevillanas populares, Cantos populares asturianos,<br />
Ecos de Vasconia, Cantos y bailes populares de Valencia, de Murcia, de Galicia, Cien<br />
Cantos populares asturianos, Repertorio completo de jotas aragonesas, y un sinfin de<br />
títulos más.<br />
Un compositor de finales del siglo pasado o principios de éste que se intererase<br />
por conocer la música popular española no disponía en general de otro medio que el<br />
acceso a esas colecciones de cantos populares editadas hasta la fecha que señalamos.<br />
Porque es un hecho bien comprobable que entre los músicos españoles de cierto<br />
renombre no hubo generalmente contacto directo con la tradición musical popular. La<br />
razón es clara: la música popular de tradición oral ya había quedado, por la época a que<br />
nos referimos, casi completamente confinada dentro del ámbito rural. Y no hay entre<br />
los músicos españoles ni un solo caso semejante al de Bela Bartók, que compaginó su<br />
actividad de compositor prolífico con una dedicación también muy asidua a la<br />
búsqueda de la música popular en sus fuentes. Los trabajos más relevantes en el campo<br />
de la búsqueda de la tradición oral musical española han sido hechos casi en su<br />
totalidad por músicos "de provincia", cuya labor no sobrepasó el ámbito geográfico en<br />
que ejercieron su actividad. Pero estas colecciones de música popular fueron<br />
prácticamente desconocidas para los compositores, que casi siempre volvían a los<br />
arquetipos musicales contenidos en el repertorio al que acabamos de referirnos, que ya<br />
estaban en la memoria colectiva.<br />
Arquetipos tópicos<br />
Llegados aqui, hemos de decir que un análisis riguroso del contenido de estas<br />
colecciones de cantos españoles permite concluir que no proporcionan una imagen<br />
auténtica de la tradición musical popular, sino muy distorsionada y deformada. En<br />
primer lugar, hay que señalar que se trata casi siempre de colecciones muy breves,<br />
muchas de las cuales no sobrepasan la veintena de ejemplos, publicadas en tiradas muy<br />
cortas y a menudo reducidas a un ámbito local. En segundo lugar, se trata, salvo muy<br />
raras excepciones, de un repertorio de escaso o nulo valor documental, cuyo destino es<br />
preferentemente la música de salón. Las canciones aparecen en estas colecciones sin<br />
referencias concretas de intérpretes y lugares, sin datos concretos acerca de dónde,<br />
cuándo y de quién fueron recogidas. De ello se sigue una consecuencia grave: la escasa<br />
garantia del material musical contenido en ellas, tanto por lo que se refiere a la<br />
procedencia de los temas como por lo que afecta a la fiabilidad documental de la<br />
transcripción que, como es bien sabido, no estaba en la costumbre de aquella época, en<br />
la que los recopiladores se permitían corregir las melodías según criterios personales. Y<br />
en tercer lugar, se trata de un repertorio enormemente fragmentario y reiterativo:<br />
mientras que ciertos géneros aparecen a cada página en todas las colecciones, otros<br />
están completamente ausentes; mientras que ciertos esquemas y fórmulas de ritmo se<br />
repiten hasta la saciedad, de otros muchos, a menudo los más originales y<br />
característicos de la música de tradición oral, no hay ni un solo ejemplo. Y sobre todo,<br />
mientras que algunas regiones (así se las llamaba entonces) están ampliamente<br />
española en el siglo XIX : cien cancioneros en cien años.”
epresentadas, sobre todo las periféricas, y más que ninguna otra Andalucía, apenas hay<br />
rastro de las tradiciones musicales de tierra adentro, que parecen ser completamente<br />
desconocidas para los autores. La referencia andaluza llega a ser maniática en estas<br />
colecciones, hasta el punto de que lo andaluz y lo español se llegan a identificar. 3<br />
A la identificación del folklore español con el andaluz, que ha persistido durante<br />
más de un siglo y todavía no ha desaparecido por completo, contribuyeron, sin duda<br />
alguna, estas primeras recopilaciones, hechas con muy escaso rigor documental. Como<br />
también a difundir y fomentar la idea de que, mientras el folklore andaluz ostenta una<br />
gran variedad y riqueza de formas, el de las otras tierras está suficientemente<br />
representado por un solo género que lo caracteriza, lo tipifica y en cierto modo lo<br />
caricaturiza. Así a Galicia la representa la gallegada o muñeira, a Aragón la jota, a<br />
Murcia la parranda, a la Mancha y Levante la seguidilla y el bolero, al País Vasco el<br />
zortzico y a Cataluña la sardana. Mientras que el resto del país queda completamente<br />
ausente y sin representación en las recopilaciones de la época.<br />
Esta es la idea del folklore español que transmiten estas colecciones. Y ésta es<br />
también la idea, nótese bien, que caló en las mentes de la casi totalidad de los músicos<br />
de la época a la que nos estamos refiriendo. De ahí las referencias típicas y tópicas a la<br />
sonoridad de la denominada cadencia andaluza, que no es más que una entre<br />
centenares de diseños melódicos de la sonoridad del modo de mi cromatizado, presente<br />
en la tradición oral de toda la Península Ibérica. Y de ahí también el empleo reiterativo,<br />
de los ritmos de la petenera, el fandango, el zapateado, la jota, la seguidilla, el bolero,<br />
el vito y algunos otros, constantemente presentes en el nacionalismo musical español,<br />
incluso, como vamos a ver, en las producciones universalmente aceptadas y<br />
consagradas como obras maestras. El uso persistente de estos elementos rítmicos y<br />
melódicos ha producido una imagen sonora bien definida de la música española, pero<br />
también, preciso es decirlo, muy incompleta y fragmentaria.<br />
Arquetipos deteriorados por un mal tratamiento<br />
Pero hay algo más. Porque si analizamos el tratamiento musical de los temas, esa<br />
elaboración en la que se muestra la creatividad de un compositor que toma cualquier<br />
tema, propio o ajeno, no encontramos más que vulgaridad, pobreza y tópico. Una<br />
lectura analítica de esas colecciones demuestra hasta qué la parte del piano reproduce<br />
reiterativamente una serie de plantillas rítmicas y un conjunto de clichés y sucesiones<br />
armónicas convencionales. La influencia de estas antologías repetitivas tanto en la<br />
zarzuela como en la obra de los compositores que buscaban otras formas y sonoridades<br />
más elaboradas, es más que evidente. Y no está de más señalar que ni siquiera<br />
Granados, Albéniz y Falla pudieron sustraerse a la influencia de los estereotipos de lo<br />
español creados por este repertorio, aunque es evidente que en estos tres casos el<br />
talento musical y la depuración del estilo acabaron por imponerse al tópico.<br />
3 El índice del cuaderno Flores de España, de Isidoro Hernández, publicado hacia 1883, es<br />
una muestra bien clara de lo que acabamos de afirmar. Entre las 41 piezas que contiene, aparecen<br />
nada menos que 20 tomadas del repertorio andaluz o gitano : jarabe, cachucha, zorongo, caña, polo,<br />
el vito, el olé, fandango, malagueña, javeras, rondeña malagueña, soleá gitana, playeras, boleras<br />
sevillanas y zapateado. Entre estos 20 títulos andaluces quedan medio perdidos una gallegada, una<br />
jota aragonesa, un zortzico vasco, unas seguidillas manchegas, otras murcianas y una jota de quintos.<br />
Cuatro piezas americanas y algunos títulos difundidos como populares, pero pertenecientes más<br />
bien al folklore urbano de estilo tonadillero completan este álbum, que, a pesar del contenido,<br />
pretende ofrecer un muestrario de los géneros más representativos de la canción popular española,<br />
como parece indicar el título.
Transcribimos una cita textual de Felipe Pedrell, por lo que tiene de aclaradora<br />
de la situación del momento. No le duelen prendas al veterano maestro al decir las<br />
cosas claras y al poner el dedo en la llaga cuando escribe así en el prólogo de su<br />
Cancionero popular musical español:<br />
“En este repentino despertar del folklore (hay que decir la verdad, aunque sea dolorosa),<br />
los músicos, lo que se llama músicos profesionales, fuera de contadísimas excepciones, no<br />
figuran para nada. No tengo la pretensión temeraria de hacer investigaciones respecto a esta<br />
dejadez culpable. Además que sólo hay una: la de la incultura artística, y ésta hace innecessaria<br />
toda investigación. Eso sí, presentáronse colecciones y más colecciones de música popular,<br />
hechas por músicos tan incultos y tan desvalidos en achaques de música, que al mirar uno la<br />
adaptación armónica (¡) de esa música, se ha de repetir dolorosamente aquello de Virgilio a<br />
Dante : guarda e passa ; de la fidelidad de transcripción de los documentos guarda e passa,<br />
también: el traduttore es, siempre, traditore, y suerte, todavía, que no sea, cuando no lo es,<br />
trucidatore.” 4<br />
Nuevos arquetipos y nuevo tratamiento musical<br />
Hemos creído conveniente describir con algún detalle el ambiente musical<br />
nacionalista de finales del s. XIX, porque en este contexto hay que situar el comienzo<br />
de las primeras composiciones significativas de Manuel de Falla, que como es bien<br />
sabido, comenzó su andadura como compositor recorriendo el camino trillado por el<br />
que todos los. músicos de su época comenzaban a marchar : abrirse paso en el mundo<br />
de la zarzuela, el piano de concierto y la canción de estilo lied. Por el testimonio del<br />
propio compositor conocemos la importancia que en su trayectoria tuvo el contacto con<br />
Felipe Pedrell quien le dio una nueva visión, mucho más amplia, pero sobre todo más<br />
profunda, del amplísimo campo que tenía delante por aquella época un compositor que<br />
no se resignase a seguir la corriente. 5<br />
Es fácil imaginarse a un Falla todavía indeciso, tanteando el modo de abrirse<br />
camino, y descubriendo de pronto todo un mundo de posibilidades en un campo, el de<br />
una música "nacional", que a Falla, dada su sensibilidad, le tenía que parecer a la fuerza<br />
bastante yermo. Que Pedrell estimuló a Falla con sus charlas, con su proyecto, con la<br />
lectura del cancionero español (todavía muy lejos de ver la luz, téngase en cuenta), es<br />
indudable. A este estímulo, seguramente generado por un conocimiento de la verdadera<br />
tradición musical popular, por encima de los tópicos y en sus fuentes directas, hay que<br />
atribuir la hondura musical de que dan muestra las composiciones de Falla desde aquel<br />
encuentro tan decisivo en su carrera. Aunque también es evidente, como han hecho<br />
notar algunos, que desde las primeras obras significativas después del encuentro con<br />
Pedrell, Falla ya da muestras de una originalidad, una hondura y una forma de<br />
tratamiento del material música tradicional que le sitúan muy por encima del que fuera<br />
su indudable maestro.<br />
En La vida breve, considerada como la primera obra que marca con claridad el<br />
nuevo camino que emprende Falla, están ya presentes la mayor parte de los rasgos<br />
musicales que van a definir su quehacer. Está ya presente, desde luego, la referencia al<br />
4 Pedrell, Felipe, Cancionero musical popular español, Barcelona, 1919-1922.<br />
5 Acerca de la influencia de Pedrell sobre Falla se ha escrito mucho. En las páginas que<br />
dedica Gómez Amat a la figura de Pedrell en la Historia de la música española en el siglo XIX (1984 :<br />
pp. 273-285) se resumen con claridad y obietividad todas las opiniones de los musicólogos que han<br />
estudiado la vida y obra de Pedrell. La impresión que queda después de la lectura es muy clara. Si<br />
Pedrell enseñó algo a Falla, no fue principalmente en el campo de la técnica musical, sino sobre todo<br />
descubriéndole un camino por el que dar cauce a su creatividad e ilusionándole con un proyecto.
canto popular tradicional por una parte, y por otra un tratamiento musical generador de<br />
un recinto sonoro que parece como nacer de la propia naturaleza de esa música.<br />
Conviene advertir, no obstante, que el hecho de que esta primera .obra significativa de<br />
Falla esté relacionada con Andalucía es un factor puramente coyuntural, proporcionado<br />
por el concurso convocado por la Academia de Bellas Artes de San Fernando. El<br />
concurso se convocaba para la composición de una ópera.<br />
En todo caso, lo que queda claro desde los primeros pasos del nuevo camino<br />
emprendido por Falla' es que hay una ruptura con el pasado y con el entorno. Esta<br />
ruptura se manifiesta en primer lugar en la elección de los materiales musicales<br />
(tomados o inventados, poco importa aquí a nuestro propósito) que el compositor toma<br />
como referencia. Pero se manifiesta sobre todo en el tratamiento musical, que le<br />
permitió obtener efectos inéditos hasta entonces. Busca y elige los temas en las<br />
colecciones de que dispone en aquel momento, y a menudo los inventa, en razón de su<br />
capacidad de evocación y de las posibilidades que le brindan para un trabajo creativo.<br />
Para La vida breve pide a algunos amigos que le den pistas acerca de Granada,<br />
escenario de la acción, que él desconoce. 6 Con algunos datos descriptivos y<br />
costumbristas y con algunas referencias musicales acerca de los gitanos y el cante<br />
flamenco, que por aquella época ne pudieron ser directas, Falla es capaz de pintar un<br />
paisaje musical que evoca Granada y Andalucía, pero también trasciende estas tierras,<br />
como vamos a ver inmediatamente. Y para las Cuatro Canciones Españolas, que<br />
compone casi simultáneamente y por propia iniciativa, busca las referencias en los<br />
repertorios de que dispone en aquel momento.<br />
El modo de Mi<br />
En ambas obras aparecen ya con toda claridad algunos de los arquetipos<br />
musicales a los que Falla va a acudir insistentemente a lo largo de su actividad de<br />
compositor. 7 El primero de ellos es la sonoridad del modo de mi, 8 que percibe en La<br />
vida breve ya desde la primera frase del coro de los herreros, que conforma una buena<br />
parte de los cantos de los solistas, sobre todo en los momentos de danza, que han<br />
llegado a ser unas páginas de las más escuchadas entre toda la producción de Falla. Son<br />
numerosas las melodías de esta obra que en su desarrollo y en las cadencias se<br />
conforman a la sonoridad inconfundible de este rasgo musical. Pero sobre todo son<br />
incontables a lo largo de la obra de Falla. El modo de mi aparece también conformando<br />
6 En Vida y Obra de Falla (Madrid, Turner Música, 1988), Federico Sopeña transcribe una<br />
carta de respuesta de Antonio Arango a Falla, fechada el 8 de septiembre de 1904, en la que a<br />
petición de éste, su amigo le proporciona algunos datos, más bien escasos, acerca de Granada,<br />
escenario de La vida breve, que Falla no conoce (Nota al cap. IV en la p. 42).<br />
7 Conviene recordar que Falla escribe La vida breve presentándose a un concurso<br />
convocado por la Academia de Bellas Artes de San Fernando en cuyas bases consta la intención por<br />
parte de los promotores de fomentar el Arte Nacional con una serie de composiciones en las que ha<br />
de aparecer el carácter español. El primero de los premios, al que Falla se presenta, se otorgará a<br />
una ópera española en un acto, que resultó ser La vida breve.<br />
8 En la tradición musical popular española, el modo de mi, sucesión que toma como base<br />
este sonido de la gama natural (trasladado a cualquier tesitura, ya que en la música tradicional no<br />
hay alturas absolutas de entonación, y la sonoridad de los sistemas se crea únicamente por la<br />
interválica de cada sucesión), aparece muy frecuentemente con una inestabilidad característica en<br />
algunos de sus grados (III, II Y VI sobre todo), que unas veces son naturales y otras alterados<br />
ascendentemente. En este caso denominamos modo de mi cromatizado, pues los sonidos inestables<br />
le hacen perder su configuración diatónica.
la sonoridad de la Andaluza, tercera de las Cuatros piezas españolas, de nuevo en El<br />
paño moruno, la Nana y el Polo, de las Siete canciones españolas; invade de principio<br />
a final las páginas de El amor brujo, como no podía ser menos, dado el argumento de la<br />
obra y la referencia al mundo gitano y al cante flamenco; reaparace envuelto en<br />
armonías impresionistas en los temas y los desarrollos de los tres tiempos de Noches en<br />
los jardines de España ; está también presente en numerosos episodios de El sombrero<br />
de tres picos, donde lo escuchamos ya desde el comienzo, cuando una voz entona entre<br />
bastidores la canción Casadita, casadita, con un inicio melódico uy peculiar del género<br />
rondeño, que aparece insistentemente en los repertorios tradicionales; y sobre todo en la<br />
Fantasía Bética, donde la sonoridad arquetípica de este sistema melódico es reiterativa<br />
e insistente desde principio a fin.<br />
Es evidente que Falla encontró en la sonoridad del modo de mi un resorte<br />
musical que empleó con profusión, a causa del gran poder evocador de lo español que<br />
ya venía teniendo desde varias décadas antes. ¿ De lo español, o de lo andaluz 'l,<br />
podríamos preguntamos. Hay un hecho cierto : en la obra de Manuel de Falla esta<br />
sonoridad arquetípica va indisolublemente unida a Andalucía, y en muchos casos a la<br />
música flamenca. Pero lo sorprendente de este hecho es que el modo de mi, como se<br />
puede comprobar haciendo un rastreo por las recopilaciones de música popular<br />
tradicional, tanto las que aparecieron en las primeras décadas de siglo como las que se<br />
han hecho posteriormente a la época de Falla, está presente en la tradición popular<br />
española con una insistencia que no deja ninguna duda sobre su carácter autóctono y<br />
arquetípico de lo español. La sonoridad de este sistema melódico aparece lo mismo en<br />
un alalá de Malpica, junto al norteño Finisterre, que en un romance de Gerineldo<br />
recogido en Tarifa; la escuchamos en una ronda cacereña, y en una jota leonesa, en un<br />
agudillo burgales y en un canto navideño de tierras de Madrid, en una tonada de<br />
aguinaldo manchega y en una vetusta tonada de boda de la sierra segoviana, en un<br />
canto torero de tierras de Gredos y en una canción de laboreo de tierras levantinas.<br />
Sabiduría o intuición, el hecho es que Falla dió desde el primer momento con uno de<br />
los arquetipos más universalizados en la tradición musical española. Si él lo tomó<br />
preferentemente para evocar la tierra andaluza, ateniéndose a un cliché conformado por<br />
la repetición, lo cierto es que tocó un resorte musical que hace vibrar la sensibilidad del<br />
pueblo español como ningún otro. Esta es, sin duda, una de las razones de la aceptación<br />
tan amplia de la música de Falla.<br />
Aún hay otro dato más referente al uso que Falla hace de la sonoridad de este<br />
sistema modal. Si se catalogan y se analizan comparativamente las fórmulas melódicas<br />
que el compositor inventa para trazar la cadencia final del modo de mi, se percibe la<br />
asombrosa variedad de los decursos, posibilitada por la inestabilidad sonora de los<br />
grados 11 y III del sistema. En su estudio sobre La vida breve, García Matos encuentra<br />
nueve diferentes, sólo en el primer acto. Y afanado en buscar modelos de los que Falla<br />
pudiera haber tomado referencia, encuentra sin dificultad otras tantas melodías<br />
parecidas, recogidas en trabajos de recopilación, varios de ellos inéditos o publicados<br />
después de la composición de La vida breve. Este dato demuestra con claridad que<br />
Falla está dentro de la tradición.<br />
Pero hay una sonoridad especialísima del modo de mi que se repite con<br />
muchísima frecuencia en la práctica del canto tradicional y que está recogida en los<br />
cancioneros populares de una zona muy amplia de la Península Ibérica. Falla la recoge<br />
y la pone de relieve en varias ocasiones, pero sobre todo en la tonada que en El<br />
sombrero de tres picos suena entre bastidores al final de la obra, aquélla que comienza<br />
con las palabras “Por la noche canta el cuco ...” La sonoridad característica de esta<br />
melodía está configurada por la inestabilidad del TI grado del sistema melódico de mi,
que está transcrito en altura si. Pues bien la inestabilidad sonora del 11 grado del modo<br />
de mi es también un rasgo característico de una de las múltiples formas en las que este<br />
sistema se presenta en el repertorio tradicional español, y es consecuencia del cruce de<br />
influencias y mezcla de culturas musicales en la Península Ibérica. García Matos, fue<br />
quien por vez primera constató este fenómeno en su primera obra de recopilación<br />
extremeña. Lírica popular de la Alta Extremadura, 9 y lo definió acuñando una<br />
expresión acertadísima : « alternancia modulante de tónicas homónimas ». Que es tanto<br />
decir: el sonido mi, base del sistema melódico más reiteradamente presente en la<br />
tradición oral española, por efecto de posteriores influencias, tan pronto es, en una<br />
misma melodía, el sonido fundamental de ese sistema como el primer grado de una<br />
escala de sonoridad menor. El sonido con que fluctúa el TI grado hace alternar de<br />
función a la misma nota básica. Que Palla conociera este comportamiento por el<br />
contacto con la tradición, o que lo inventara en este caso, poco importa aquí. Lo<br />
evidente es que acertó con un arquetipo, y además con un comportamiento melódico<br />
arquetípico.<br />
Pero a la extraordinaria intuición que tuvo nuestro compositor al elegir una<br />
sonoridad tan característica y evocadora hay que añadir la no menos genial del<br />
tratamiento musical que le dio. Una lectura atenta de cualquiera de las colecciones de<br />
cantos a las que nos hemos referido anteriormente deja bien clara la hondura musical<br />
que separa la manera de Palla de las de otros compositores. A diferencia del tratamiento<br />
armónico de la sonoridad del modo de mi por la sucesión de los cuatro acordes usuales<br />
de la cadencia en su variante andaluza, que constituía un tópico en los repertorios al<br />
uso, Palla descubre la hondura musical que mana de la tensión melódica que se<br />
establece entre los sonidos de la cadencia hasta llegar al reposo final sobre el mi, y<br />
juega con esa tensión en una nueva forma inédita hasta entonces. En el tratamiento<br />
musical de Palla se adivinan rasgos del estilo flamenco, de esa morosidad con que el<br />
cantor y el guitarrista se detienen en floreos y omamentaciones sutilísimas hasta llegar<br />
al sonido final. Pero además se comprueba la gran sabiduría con que aplica los nuevos<br />
recursos armónicos que, descubiertos un tanto al azar en el tratado de armonía de Louis<br />
Lucas, y profundamente meditados, proporcionan a una cadencia archirrepetida una<br />
sorprendente e inédita novedad. En la obra de Falla se percibe una maduración<br />
progresiva, producto de una meditación musical intensa, que produce un tratamiento<br />
cada vez más hondo, más radical, más despojado de todo lo que no sea esencial, hasta<br />
llegar a la austeridad que muestra en la Fantasía Bética, que es, muy probablemente, la<br />
realización más magistral, nunca igualada, de la sonoridad arquetípica del modo de mi.<br />
Este recurso sonoro combinado con la fuerza del ritmo, a la que después nos<br />
referiremos, da como resultado una nueva dimensión de la música con resonancias<br />
españolas. Es sorprendente cómo consigue Falla pulverizar tópicos musicales hispanos<br />
partiendo a menudo de los mismos arquetipos, ya gastrados por un uso reiterado y<br />
superficial.<br />
El tempo de jota<br />
Fijémonos ahora en otra de las sonoridades arquetípicas capaces de evocar lo<br />
español, que también aparece reiterativamente en la obra de Falla. Y desde muy pronto,<br />
pues ya la encontramos también en la primera de las Cuatro piezas españolas para<br />
piano, bajo el título de Aragonesa. Para esta obra toma nuestro músico un tema de jota<br />
9 Matos, Manuel García. Lírica popular de la Alta Extremadura, Madrid, 1944, p. 31.
de invención propia, pero de sonoridad y estructura convencional. Sonoridad que<br />
consiste en la alternancia reiterativa de las armonías de dominante y tónica, y estructura<br />
integrada por la alternancia de un estribillo rítmico y una copla de estilo cantable y<br />
melódico. Es un hecho evidente para quién conozca el repertorio popular tradicional<br />
español que la jota es el género musical más difundido en toda la amplitud geográfica<br />
de la Península Ibérica. El más difundido, y también uno de los más antiguos, ya que en<br />
su estructura más simple y en su plantilla rítmica se remonta al nacimiento de la<br />
cuarteta octosilábica. Las formas más primitivas de la jota aparecen preferentemente en<br />
las tierras norteñas, pero la forma más reciente, configurada, como hemos dicho, por<br />
melodías tonales que se apoyan sobre la alternancia de dos acordes, aparece por igual<br />
en el repertorio popular de todas las tierras de España, aunque una opinión tópica cuyo<br />
origen no es fácil descifrar la haya adscrito a Aragón como patria y cuna desde la que<br />
se habría difundido 10 . El hecho es que la jota tal como la toma Falla tiene una<br />
resonancia amplia y un poder evocador de lo español que ya venía de atrás, como lo<br />
demuestran las obras de Liszt, Glinka y otros músicos que también la tomaron, llevados<br />
sin duda por su especial atractivo.<br />
Después de esta primera toma, Falla volvió varias veces más a este género tan<br />
arquetípico. Volvemos a encontrar una jota entre las Siete canciones españolas, tomada<br />
en este caso puntualmente de la colección de Alvira, 11 y de nuevo otro tema de jota en<br />
El sombrero de tres picos, que además de caracterizar musicalmente al personaje de la<br />
Molinera, aparece a menudo como leitmotiv a lo largo de la obra, hasta convertirse en<br />
una especie de orgía sonora en el apoteósico baile final que cierra la obra. En los tres<br />
casos Falla recurre a la sonoridad reiterativa de la especie de jota denominada<br />
aragonesa, que al ser la más difundida, a pesar de ser la más reciente entre todas las<br />
variantes del género, es la que contiene mayor y más amplio poder de evocación de lo<br />
español.<br />
Pero lo sorprendente vuelve a ser aquí el tratamiento musical que Falla da a esta<br />
sucesión reiterativa de los dos acordes que forman la base armónica de la jota, que<br />
presenta un revestimiento sonoro inédito hasta entonces. Además de llevar el sistema a<br />
diferentes alturas por medio de inspiradas modulaciones y sabios contrapuntos en los<br />
que se entreteje el tema del estribillo con el de la estrofa, la armonía aparece manchada<br />
con apoyaturas sin resolución y otras disonancias que renuevan la referencia sonora<br />
tópica. Los temas de jota quedan así envueltos en un recinto sonoro sorprendentemente<br />
nuevo, que sigue configurado básicamente por los elementos de siempre.<br />
Arquetipos rítmicos<br />
Sólo por razones de claridad hemos separado en nuestro intento de detección de<br />
arquetipos los dos elementos, melodía y ritmo, que son inseparables en toda música.<br />
Una escucha atenta de la obra de Falla permite detectar una estructura rítmica<br />
reiterativamente presente en toda su primera época, la que llega hasta la composición<br />
de El Retablo. La fórmula rítmica a que nos referimos aparece con toda claridad ya en<br />
la Danza segunda de La vida breve, cerca del final de la obra, como base rítmica de una<br />
10 Remitimos a los lectores interesados por profundizar en el conocimiento de este tema a<br />
nuestro reciente trabajo La jota como género musical: un estudio musicológico acerca del género más<br />
difundido en el repertorio tradicional español de la música popular.(Míguel <strong>Manzano</strong>, Editorial<br />
Alpuerto, Madrid, 1996.)<br />
11 Alvira, José María: Repertorio completo de jotas aragonesas, Madrid, Casa Romero, 1897,<br />
núm. 9, p. 20.
melodía en modo de mi. Pero se percibe todavía con mayor claridad en dos de las<br />
Cuatro piezas españolas para piano, la Aragonesa y la Andaluza. Si se escucha<br />
atentamente la primera de ellas, después de los cuatro compases iniciales se percibe un<br />
polirritmo simultáneo, resultado de la doble acentuación de una sucesión de 6 corcheas<br />
que en la melodía se agrupan en ritmo temario, 3+3, mientras que en el<br />
acompañamiento que lleva la mano izquierda se agrupan en pares, 2+2+2. Esta<br />
simultaneidad de ritmos vuelve a aparecer en la Andaluza. Aunque en este caso la<br />
agrupación temaria se impone a la binaria, ello ocurre sólo al comienzo, mientras que<br />
en el desarrollo volvemos a percibir el polirritmo en múltiples pasajes. Y también<br />
aparece con toda nitidez en la danza segunda de La vida breve, pero con un rasgo<br />
sonoro que Falla tiene buen cuidado en poner de relieve, acentuando la segunda<br />
corchea de cada grupo de 6, y destacando fuertemente el ritmo sincopado que resulta<br />
del contratiempo. Pues bien, si hay algún rasgo arquetípico en la tradición musical<br />
española por lo que se refiere al ritmo, es precisamente éste. El polirritmo simultáneo al<br />
que no hemos referido es el esquema rítmico de la jota y del fandango, que son sin<br />
duda alguna los baíles más relevantes y más reiterativamente presentes en el repertorio<br />
popular español. 12<br />
Casualidad o intuición, el caso es que Falla acertó también a elegir esta fórmula<br />
de ritmo tan arquetípica y a explotar las enormes posibilidades que encierra. Lo<br />
encontramos como fórmula básica, ya lo hemos dicho, en la Aragonesa y en la<br />
Andaluza, de las Cuatro piezas españolas; en las dos danzas de La vida breve; en El<br />
paño moruno, la Jota y la Canción, de las Siete canciones españolas; en la Danza de<br />
los Vecinos, la Danza de la Molinera y la Jota final de El Sombrero de tres picos; en la<br />
Canción del fuego fatuo, de El amor brujo, y como una especie de ostinato que recorre<br />
de principio a fin la Fantasía bética. Falla recurre una y otra vez a esta fórmula, que le<br />
proporciona una referencia arquetípica de lo gitano, lo flamenco, lo andaluz y lo<br />
español. Con frecuencia la fórmula aparece envuelta en figuraciones que recuerdan la<br />
guitarra, las castañuelas y los zapateados, añadiendo viveza y variedad a la estructura<br />
básica, siempre presente en el fondo. Y siempre destacando la acentuación de la cuarta<br />
corchea de cada serie de seis, rasgo que pone de relieve la naturaleza polirrítmica del<br />
compás del fandango y de la jota, tal como ya hiciera por vez primera Rimsky<br />
Korsakov en el Capricho Español.<br />
Otros arquetipos<br />
Estos son los arquetipos a los que Falla vuelve con mayor insistencia durante la<br />
primera etapa de las que marcaron su trayectoria. Hay algunos otros que aparecen más<br />
esporádicamente en su obra, ampliando un poco la extensión de las referencias a lo<br />
español. Dos veces se acercó el compositor a las sonoridades norteñas, en la Montañesa<br />
12 Para entender bien el tratamiento rítmico que Falla hace de estos dos géneros hay que<br />
advertir que tanto el fandango como la jota han sido transcritos casi siempre en un compás<br />
incorrecto. La jota se suele transcribir en 3/8 y el fandango en 3/4. Pero en realidad la base rítmica<br />
de la jota es siempre un 3/8 doble, es decir un 6/8, porque los bloques de tres se distribuyen en<br />
grupos de dos. El fandango, por el contrario, se suele transcribir en 3/4, lo que es correcto para la<br />
melodía, pero no para el ritmo, que también se interpreta casi siempre en un compás de 6/8. En<br />
realidad estos dos ritmos están profundamente emparentados, aunque difieran en las plantillas de<br />
acordes con que se les acompaña, y desde luego en la coreografía. Una lectura atenta de los<br />
repertorios tradicionales permitiría hablar de una especie de fandango jotero o de jota afandangada<br />
que se practica en la mayor parte de las tierras de la Península Ibérica. Los ejemplos aparecen a<br />
centenares, y su abundancia revela la forma en que se han implantado en la tradición oral.
y la Asturiana, creando un recinto sonoro sobrio, pero muy evocador, para melodías<br />
que destacan por la austeridad y la serena nostalgía. Y una vez toma explícitamente el<br />
ritmo de la seguidilla (Siete canciones), en una versione murciana, muy característica<br />
de la forma en que ese canto y baile aparece en todas las tierras del Centro y Levante.<br />
En cambio las breves citas de folklore urbano que salpican la partitura de El<br />
Corregidor y la Molinera no tienen más valor que el de evocar una situación o un<br />
personaje. Suele decirse que a partir de El Retablo de Maese Pedro Falla emprende un<br />
nuevo camino, ampliando la referencia musical andaluza a otras tierras y ámbitos. Esta<br />
apreciación es acertada, pero hay que matizarla. En primer lugar hay que precisar que<br />
los arquetipos musicales que toma el compositor en la mayor parte de las obras<br />
anteriores rebosan los límites de lo andaluz, como acabamos de comprobar. 13<br />
Segunda precisión : las citas musicales de El Retablo de Maese Pedro y del<br />
Concierto para clavicémbalo pertenecen a un universo sonoro que sobrepasa el de la<br />
música tradicional, y adquieren una resonancia diferente como arquetipos. Conserva, es<br />
cierto, una connotaci6n hispana, pero a la vez la trascienden. Los recitativos con que el<br />
Trujamán va canturreando la historia de Don Gaiferos y Melisendra recuerdan,<br />
ciertamente, los pregones callejeros y los semitonados litúrgicos que hasta hace poco<br />
sonaban a diario en España por las calles y en los templos, pero son a la vez<br />
supervivencias milenarias que aparecen en todas las culturas musicales. Los incipit de<br />
melodías de romances tomadas de la ejemplificaci6n de Salinas en su tratado De<br />
música libri septem pueden haber sido en origen melodías tomadas del repertorio<br />
popular. Pero ya en la época del autor del célebre tratado habían entrado en la memoria<br />
colectiva de un sector social muy amplio, al ser tratadas habitualmente en versiones<br />
corales e instrumentales de autor. Otro tanto ocurre con las citas de Gaspar Sanz y de<br />
Francisco Guerrero, que también pertenecen al fondo de melodías que servían<br />
frecuentemente de base temática para las glosas y diferencias con que los<br />
instrumentistas de tecla o de vihuela tañían fantasía, como enseña Tomás de Santa<br />
María en su tratado. Es evidente que el universo sonoro que Falla consigue evocar en<br />
El Retablo ya no es el mismo de sus obras anteriores, ni en las sonoridades ni en el<br />
tratamiento. Y sin embargo sigue siendo cierto que en el fondo sigue palpitando lo<br />
español, visto ahora desde una nueva dimensi6n. Los arquetipos se han ampliado, se<br />
han esfumado en cierta manera, y el revestimiento musical ha ganado en profundidad,<br />
en sobriedad, en austeridad. Falla sigue a la búsqueda de raíces de lo español y las<br />
sigue encontrando, cada vez más hondas.<br />
En esta misma búsqueda se inscribe el Concierto para clavicémbalo. De esta<br />
obra afirm6 el mismo Falla en una nota al prograrnma del estreno que “tanto por su<br />
estilo como por su carácter, la música se deriva de antiguas melodías españolas,<br />
religiosas, cortesanas y populares”. Los estudiosos han identificado dos de estas<br />
13 Por ello no estaría de más revisar la opinión, bastante repetida, de que la primera etapa<br />
de Falla se centra en Andalucía, abriéndose hacia otras tierras de España a partir de El sombrero de<br />
tres picos y El Retablo. Esta opinión es dificilmente sostenible a la vista de los títulos, de<br />
procendencia geográfica muy diversa, que integran las Cuatro piezas españolas, compuestas por la<br />
época de La vida breve, y las Siete canciones populares españolas, en las que Falla trabajó al mismo<br />
tiempo que escribía El amor brujo. Otro tanto se puede decir de El sombrero de tres picos y El<br />
Retablo, que se alternan con Noches en los jardines de España y la Fantasía Bética. No se pueden<br />
trazar líneas divisorias tan claras en el itinerario artístico de Falla, que en cada momento va<br />
centrando su atención en la obra que le exige una dedicación preferente, pero no olvida<br />
completamente las otras que tiene en proceso de creación. Si es indudable que algunas de las obras<br />
que mayor eco han tenido tienen como referencia la música y el ambiente andaluz, también es<br />
cierto que Falla estuvo abierto desde el primer momento de su quehacer a un horizonte musical<br />
mucho más amplio.
melodías : la canci6n De los álamos vengo, a la que se atribuye origen popular, y que<br />
fue reiteradamente tratada por compositores el s. XVI, y la melodía del "Pange lingua"<br />
more hispano, que también fue tratada musicalmente por todos los compositores de<br />
tecla de los ss. XVI - XVIII, Y que se ha conservado en la tradici6n oral y en el uso<br />
litúrgico hasta hace tres décadas. Ambos temas son tomados solamente en el inicio,<br />
como mero punto de partida, por lo que tienen de evocadores. y a partir de ellos y de<br />
otras alusiones no menos esquemáticas construye Falla la música más radical, densa y a<br />
la vez austera de cuantas escribió en su vida.<br />
¿En qué medida está presente lo español en la obra de Falla?<br />
Si hubiera que resumir en una palabra la manera en que Falla se acercó a la<br />
música tradicional española, hasta hacerla parte de su propia obra, no habría palabra<br />
mejor que ésta: hondura. La genialidad de nuestro compositor se define por la hondura,<br />
por la capacidad de llegar hasta las raíces sonoras de las que brota la tradici6n musical<br />
popular, o hasta las resonancias más hondas que puede generar. Pero si queremos ser<br />
exactos en nuestra apreciaci6n, tenemos que añadir: hondura no es amplitud. Con ello<br />
queremos decir que en la música de Falla no está reflejada toda la tradición musical<br />
popular española. Un análisis detenido de esta tradici6n en los centenares de<br />
cancioneros en que ha sido recogida permite detectar una riqueza musical tan amplia en<br />
sonoridades, tan variada" en sistemas melódicos, tan rica en estructuras rítmicas, que es<br />
prácticamente imposible que un solo compositor pueda dejar testimonio musical de tal<br />
complejidad.<br />
A primera vista resulta un tanto extraño que Falla haya vuelto reiteradamente<br />
sobre una serie de arquetipos y haya pasado por alto otros muchos que le ofrecían<br />
enormes posibilidades de ampliar todavía más su paleta sonora. Por citar un solo caso:<br />
el Cancionero de Burgos, de Federico Olmeda, que Falla conocía en su primera edición<br />
de 1903, contiene una amplísima ejemplificación de melodías sorprendentes por su<br />
arcaísmo: por los inusuales sistemas melódicos que las conforman; por esa austeridad<br />
sonora que ofrecía tantas posibilidades a quien, como Falla, quería y sabía escapar del<br />
universo sonoro tonal, ya gastado por el uso de varios siglos; por la presencia de<br />
esquemas rítmicos que se escapan de la regularidad de los compases convencionales.<br />
Es muy improbable que detalles tan relevantes escapasen a la perspicacia del<br />
compositor, a la meticulosidad, atención y detenimiento con que se sabe que hacía sus<br />
lecturas.<br />
Pero el hecho es que de la obra de Falla está prácticamente ausente todo un<br />
mundo sonoro que es herencia musical secular de las tierras de la vieja Castilla, del<br />
antiguo reino de León, de la lejana Extremadura, de ese extenso territorio que Machado<br />
llamaba “el corazón de Iberia.” Herencia que ya desde las primeras décadas de siglo<br />
estaba recogida en más de un millar de tonadas configuradas por unos rasgos musicales<br />
claramente definidos, muy diversos de los que definen las músicas del Sur y del centro<br />
peninsular. Y herencia a la que, ni Manuel de Falla, ni ningún otro músico que haya<br />
alcanzado renombre suficiente, cuando todavía era el tiempo, como para haber dejado<br />
algún testimonio que haya merecido entrar a formar parte de un catálogo de música<br />
española. Esa indefinición sonora, o esa vuelta permanente al tópico del fandango y la<br />
seguidilla que suele caracterizar las músicas que en el catálogo de los compositores de<br />
este siglo comportan a veces en el título una alusión a Castilla demuestra claramente<br />
que, salvo excepciones rarísimas, los compositores españoles han ignorado e ignoran<br />
casi todo acerca de la música popular tradicional de la tierra a la que aluden cuando
dicen escribir música castellana. La causa de esta ignorancia es, muy probablemente, el<br />
hecho de que estas músicas estuvieron ausentes de las colecciones de música<br />
"española" que configuraron los arquetipos que sirvieron de referencia a los<br />
compositores.<br />
Es sorprendente que Falla no prestase atención a las músicas de esas tierras,<br />
hemos dicho, pero también es comprensible. La capacidad humana tiene unos límites<br />
de tiempo y de fuerza que no permiten a cada individuo ir más allá de lo que puede<br />
abarcar, si no es con menoscabo de la calidad de la obra. Falla se atuvo a esos límites y<br />
consiguió, dentro de ellos, la hondura, la profundidad y el poder evocador de toda<br />
buena música, que quizá una dispersión mayor hubiesen impedido. Y la buena música,<br />
la alta música, siempre acaba por entrar en la memoria colectiva. Unas veces porque ya<br />
contiene sonidos que evocan y sugieren. Y otras porque el compositor ha logrado tocar<br />
fondo al crear una obra en la que la persona humana se encuentra a sí misma y se<br />
reconoce.<br />
Las dos condiciones se dan en la obra de Falla, y por ellas ha entrado en la<br />
Historia de la Música.