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Digitalización de Elsa Martínez – mayo 2006<br />

PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN<br />

En plena guerra civil española y durante una corta estancia en<br />

Buenos Aires —otoño de 1937— se me ocurrió <strong>com</strong>poner un tomo<br />

dedicado a los convalecientes de la lucha, que poblaban Hospitales y<br />

Sanatorios, con la recopilación de un centenar de antiguos trabajos<br />

cortos, publicados, al <strong>com</strong>ienzo de mis actividades literarias, en diversas<br />

revistas semanales, hoy desaparecidas, tales <strong>com</strong>o "Nuevo Mundo", "Buen<br />

Humor", "Gutiérrez", "Ondas" y "Blanco y Negro" y en las secciones<br />

de cuentos —también desaparecidas hoy— de diarios <strong>com</strong>o "La Voz",<br />

"El Sol" e "Informaciones".<br />

Mi propósito era, nada más y nada menos, que el de procurar a<br />

los convalecientes de las trincheras una lectura divertida, ligera y un<br />

poco pueril, <strong>com</strong>o debe ser la lectura de todo convaleciente, de ilación<br />

sencillísima para no precisar de ellos excesiva atención, y a un tiempo<br />

extensa y breve para que les durase el mayor tiempo posible y pudieran<br />

abandonarla a la primer fatiga: lectura que les hiciera olvidar por<br />

momentos, ya que no aquellos padecimientos que no se olvidan nunca, sí<br />

las tediosas horas de encierro en el Hospital o en el Sanatorio, que son<br />

secuela inevitable e insoportable de la herida recibida o de la<br />

enfermedad contraída en el campo.<br />

Con haberlo logrado en un solo caso ya me daba por satisfecho<br />

al lanzar aquella primera y única edición de EL LIBRO DEL CONVALECIENTE.<br />

Y no tengo que decir, por lo tanto, la serie de alegrías íntimas y<br />

personales que me produjeron las numerosas cartas de convalecientes y<br />

heridos hospitalizados que, llenas de amables y agradecidas palabras,<br />

recibí por entonces, y cómo, al recibirlas, la satisfacción deseada se me<br />

cumplió en el grado más alto que hubiera podido apetecer.<br />

Pero sucedió, por contera, que con el final de la guerra, conforme<br />

los Sanatorios y los Hospitales iban jubilosamente vaciándose y EL LIBRO<br />

DEL CONVALECIENTE se quedaba sin lectores genuinos, la primera

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