Oficio de Tinieblas - Música Litúrgica
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SEGUNDA LECTURA (AÑOS IMPARES)<br />
De la exposición <strong>de</strong> San Ambrosio, obispo, sobre el evangelio <strong>de</strong> San Lucas.<br />
(Libro 10, 56. 59-62; CCl 14, 330-331)<br />
Asumió mi tristeza para comunicarme su alegría<br />
Por mí sufrió la aflicción aquel que por sí mismo no tenía <strong>de</strong> que afligirse y, privándose<br />
<strong>de</strong> la felicidad propia <strong>de</strong> la divinidad eterna, experimenta el tedio propio <strong>de</strong> mi<br />
<strong>de</strong>bilidad. Asumió mi tristeza para comunicarme su alegría y, siguiendo nuestros pasos,<br />
bajó hasta la pesadumbre <strong>de</strong> la muerte, para volvernos a llamar la vida, siguiendo<br />
nosotros los suyos.<br />
Me atrevo a hablar <strong>de</strong> tristeza, porque me refiero a la cruz, ya que no tomó una mera<br />
apariencia humana, sino que se encarnó realmente. Por tanto, tuvo que asumir también<br />
el sufrimiento, con el fin <strong>de</strong> superar la tristeza, no <strong>de</strong> suprimirla. No merecen ser<br />
alabados por su fortaleza los que son insensibles al dolor, sino los que lo toleran. Como<br />
un hombre <strong>de</strong> dolores, dice la Escritura, acostumbrado a sufrimientos.<br />
Luego dice: Aparta <strong>de</strong> mí ese cáliz; en cuanto hombre rehuye la muerte, en cuanto Dios<br />
mantiene su <strong>de</strong>signio; nosotros, en efecto, hemos <strong>de</strong> morir al mundo a fin <strong>de</strong> resucitar<br />
para Dios; así queda abolida la ley <strong>de</strong> la maldición, infligida por la justicia divina, según<br />
la cual nuestra naturaleza estaba <strong>de</strong>stinada a volver al lodo <strong>de</strong> la tierra.<br />
Por lo que se refiere a aquellas palabras: No se haga mi voluntad, sino la tuya, hay que<br />
referirlas a la voluntad humana <strong>de</strong> Cristo y a la voluntad divina <strong>de</strong>l Padre, ya que la<br />
voluntad humana es temporal, la divina, en cambio es eterna. No es que el Padre tenga<br />
una voluntad y el Hijo otra, puesto que hay una sola voluntad don<strong>de</strong> hay una misma<br />
divinidad. Apren<strong>de</strong> aquí a someterte a Dios, escogiendo, no lo que tú quieres, sino lo<br />
que sabes que ha <strong>de</strong> agradar a Dios.<br />
Consi<strong>de</strong>remos, finalmente, el sentido propio <strong>de</strong> las palabras: Mi alma, dice, está triste.<br />
Y, en otro lugar: Ahora mi alma está agitada. Lo que se agita no es el que ha asumido<br />
una alma humana, sino el alma humana asumida, porque está sujeta a las pasiones,<br />
mientras que la divinidad está libre <strong>de</strong> ellas. Finalmente aña<strong>de</strong>: El espíritu está <strong>de</strong>cidido,<br />
pero la carne es débil.<br />
No está triste él, sino su alma. No está triste la sabiduría, la naturaleza divina, sino el<br />
alma. Tomó realmente mi cuerpo; no me engañó <strong>de</strong> manera que fuese algo distinto <strong>de</strong> lo<br />
que parecía. Parecía triste y lo estaba <strong>de</strong> verdad, no por su pasión, sino por nuestra<br />
dispersión. Dice: Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas <strong>de</strong>l rebaño. Estaba triste<br />
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