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Don Alejandro Straffon Arteaga Para debatir Raúl Arroyo Para ...

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<strong>Don</strong> <strong>Alejandro</strong> <strong>Straffon</strong> <strong>Arteaga</strong><br />

<strong>Para</strong> <strong>debatir</strong><br />

<strong>Raúl</strong> <strong>Arroyo</strong><br />

<strong>Para</strong> Carolina,<br />

Marcela y <strong>Alejandro</strong><br />

Hace cuarenta años <strong>Alejandro</strong> <strong>Straffon</strong> <strong>Arteaga</strong> era juez penal de Pachuca. Iniciaba el sexenio del<br />

polémico gobernador Manuel Sánchez Vite cuando el 29 de abril de 1969 cayó sobre las calles de<br />

Hidalgo el helicóptero que traía a bordo al procurador Isaac Piña Pérez, quien ahí murió. Pasado el<br />

funeral, el juez <strong>Straffon</strong> recibió la instrucción de presentarse con el gobernador Sánchez Vite.<br />

Parco como era, don Manuel se limitó a decirle: me dicen que usted tiene la capacidad necesaria<br />

para hacerse cargo de la Procuraduría. Vaya y tome posesión. Sin mayor explicación y lleno de<br />

asombro, <strong>Alejandro</strong> <strong>Straffon</strong> se convirtió, inesperadamente, en responsable de la procuración de<br />

justicia, cargo que desempeñó hasta el 31 de marzo de 1975. Viniendo el nombramiento de quien<br />

había sido también Procurador General de Justicia, era un compromiso profesional y político;<br />

además de sorpresivo, de implicaciones mayores por el momento y condiciones que lo habían<br />

producido.<br />

Finalizado el sexenio con el enfrentamiento político entre el gobierno local y el Presidente de la<br />

República, el licenciado <strong>Straffon</strong> <strong>Arteaga</strong> fue nombrado director de Seguridad Pública por el<br />

gobernador Otoniel Miranda Andrade. El ejercicio del cargo fue brevísimo pues otro 29 de abril, el<br />

de 1975, desaparecieron los poderes por decreto del Congreso de la Unión. Fuera del gobierno y<br />

con el señalamiento de pertenecer y haber servido al grupo político desplazado, don <strong>Alejandro</strong><br />

mantuvo su vida normal, familiarmente, de amistad y sencillez, hasta padecer las consecuencias<br />

del desempleo. Ese es uno de los ejemplos más valiosos que tras su partida hace unas horas, nos<br />

deja este abogado hidalguense: después de los cargos públicos en los que sirvió, el legado es una<br />

hoja de servicio limpia; incluye uno de los cargos más complejos como es el de Procurador de<br />

Justicia, lo cual no le impidió caminar por la calle sin temor ni precaución alguna por su seguridad y<br />

recibir el saludo cálido de quienes cruzaban por su camino, muchos con el agradecimiento por el<br />

apoyo recibido y que él mismo había olvidado.<br />

Reintegrado años después a la judicatura, fue por un largo periodo magistrado en el Tribunal Fiscal<br />

Administrativo del estado, que presidió de 1999 hasta 2005 cuando recibió su jubilación del Poder<br />

Judicial. Había dirigido también el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma del<br />

estado donde muchas generaciones se formaron con su enseñanza de las normas penales. No<br />

hubo en la vida de <strong>Alejandro</strong> <strong>Straffon</strong> <strong>Arteaga</strong> prepotencia ni ostentación. El trato amable y cordial<br />

fue característico de su personalidad. Su casa estuvo permanentemente abierta para los muchos<br />

amigos que cultivó en las oficinas, en las aulas, en la calle. Siempre fue la misma casa, sin porteros<br />

ni vigilantes, en el mismo barrio donde nació, creció y cultivó el cariño de los vecinos. Los cargos


fueron en su vida solo una línea más para el curriculum. No le produjeron altivez, tampoco<br />

soberbia; nunca usó de ellos para dañar a otros.<br />

Con la entereza y dignidad que da la experiencia, una noche de años recientes salió de su casa en<br />

medio de un operativo policiaco que indignó a todos quienes conocíamos la calidad humana y por<br />

diversas razones habíamos compartido personal o profesionalmente algún momento con el<br />

licenciado <strong>Straffon</strong>: lo mismo en las aulas donde enseñó Derecho Penal; en los espacios de la<br />

judicatura; en los actos oficiales; en los tragos; en la vida. . . Días después del incidente, presente<br />

en la ceremonia anual del Día del Abogado, celebración en la que años antes había sido<br />

recipiendario de la medalla Alfonso Cravioto, el aplauso cálido, prolongado, de los asistentes,<br />

rubricó, además del respeto, el rechazo al absurdo intento de hacerlo culpable de un delito<br />

presuntamente producido en su función de Procurador, que finalmente no quedó acreditado.<br />

Hoy don <strong>Alejandro</strong> <strong>Straffon</strong> se ha ido. Nos deja un cúmulo de vivencias y un ejemplo de actitud,<br />

particularmente para quienes tenemos las responsabilidades de procurar e impartir justicia,<br />

facultad donde la tentación de doblegar la independencia en aras de un indebido beneficio<br />

económico puede señalarnos por el resto de nuestros días y hacernos cargar por siempre la marca<br />

indeleble de la corrupción. El licenciado <strong>Straffon</strong> no estará ya físicamente entre nosotros. Queda<br />

su presencia cordial y amable. Pero deja más, mucho más de él: la riqueza de su amistad sin<br />

distinciones de ninguna índole y la congruencia en el desempeño del servicio público, sin<br />

ambiciones desmedidas ni humillaciones a los demás por sentirse poderoso.<br />

Aprendamos los servidores públicos, de <strong>Alejandro</strong> <strong>Straffon</strong> <strong>Arteaga</strong>, el valor de mantenerse<br />

respetado durante el cargo y respetable después de concluido; démonos la satisfacción de<br />

estrechar muchas manos en lugar de recibir insultos, porque antes nunca proferimos agravios o<br />

abusamos del mandato. Las grandes casas y los lujosos automóviles no hacen más ni mejor a quien<br />

no sabe vislumbrar la trascendencia del cumplimiento honesto, ignorante del destino que no es<br />

casualidad sino producto de nuestros propios yerros y aciertos; y erróneamente supone la<br />

prolongación del éxito y la simpatía al final de la jornada, cuando la siembra ha sido de abuso y<br />

fatuidad. <strong>Don</strong> <strong>Alejandro</strong> <strong>Straffon</strong> <strong>Arteaga</strong> lleva en su postrer cargamento muchos afectos, muchos<br />

cariños. Deja muchos amigos, muchos recuerdos. Descanse en paz.

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