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Relato Ganador: "Tu voz, la mía"

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añil. ¡De añil! ¿Recuerdas mi cara de sorpresa? B<strong>la</strong>nco<br />

y añil. Los mismo colores de los pueblos de mi<br />

tierra. Ni tú ni yo creemos en <strong>la</strong>s premoniciones<br />

pero aquello fue un presentimiento. ¿Sería posible<br />

que al fin fuera a tener un lugar? ¿Sería posible que<br />

por fin pudiera tener una gente, ser uno más entre <strong>la</strong><br />

gente? Nadie lo dice nunca, yo al menos no lo he<br />

oído nunca, pero el hogar no es un lugar, es olor,<br />

sabor, color. Una vez, hab<strong>la</strong>ndo de poesía, leyendo<br />

poesía como tantas veces, me leíste los últimos versos<br />

de Antonio Machado:<br />

esos días azules<br />

y ese sol de <strong>la</strong> infancia<br />

Así, exactamente eso fue lo que yo vi. Lo que<br />

sentí. Como si su <strong>voz</strong> fuera <strong>la</strong> mía. Pero antes, tú lo<br />

sabes muy bien, <strong>la</strong>s voces que oí no eran <strong>la</strong>s mías.<br />

Eran voces agrias, frutos agrios. Una persona no tendría<br />

que estar tanto tiempo sometido al rencor de los<br />

otros, al desprecio de los otros, a <strong>la</strong> indiferencia de<br />

los otros. ¿No hubo ca<strong>la</strong>midades suficientes? ¿No era<br />

demasiado ya el campo de refugiados, <strong>la</strong> travesía por<br />

el desierto y por ese desierto aún mayor que es el<br />

océano? Las o<strong>la</strong>s son so<strong>la</strong>mente o<strong>la</strong>s cuando se acercan<br />

a <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ya y juegas con el<strong>la</strong>s, te zambulles en el<strong>la</strong>s,<br />

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