11.05.2013 Views

Artículos Sobre el buen hacer del conquistador. Técnicas y tácticas ...

Artículos Sobre el buen hacer del conquistador. Técnicas y tácticas ...

Artículos Sobre el buen hacer del conquistador. Técnicas y tácticas ...

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

HIb. Revista de Historia Iberoamericana | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

http://revistahistoria.universia.net<br />

<strong>Artículos</strong><br />

<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong><br />

militares en <strong>el</strong> advenimiento de la conquista de las Indias<br />

Antonio Espino López<br />

The U.S. Press and Chile, 1964–1973: Ideology and U.S. Foreign<br />

Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

“Perón habla a los territorios”. La creación de nuevas<br />

provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in<br />

Álvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación<br />

Ramon Sanchez<br />

La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda<br />

nacionalista argentina a partir de un análisis de caso<br />

Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

Reseñas<br />

Denle duro que no siente. Poder y transgresión en <strong>el</strong> Perú<br />

Republicano. Carlos Aguirre. Josefina Araos Bralic<br />

Unveiling Secrets of War in the Peruvian Andes. Olga González.<br />

Marc<strong>el</strong>o Casals<br />

La danza de los cuervos: <strong>el</strong> destino final de los detenidos<br />

desaparecidos. Javier Rebolledo. Cristina Luz García Gutiérrez<br />

The Dictator’s Seduction: Politics and the Popular Imagination in the<br />

Era of Trujillo. Lauren Derby. F<strong>el</strong>ipe Sánchez Barría<br />

Los saberes d<strong>el</strong> Estado. Volumen I<br />

Mariano Ben Plotkin y Eduardo Zimmermann (compiladores). Yohad<br />

Zacarías S.


HIb. Revista de Historia Iberoamericana<br />

Historia Iberoamericana nace con la misión de contribuir a la reflexión sobre <strong>el</strong> espacio cultural<br />

iberoamericano, ampliar <strong>el</strong> horizonte de las historiografías nacionales, generar un mayor grado<br />

de integración entre los historiadores iberoamericanos y aportar a los debates de nuestras<br />

sociedades.<br />

Historia Iberoamericana aparece dos veces al año y cada uno de sus números contiene artículos<br />

de investigación histórica original de alta calidad, garantizada por la evaluación anónima de los<br />

pares.<br />

Historia Iberoamericana, publicada en español, portugués e inglés, no tiene restricciones<br />

temáticas, metodológicas ni cronológicas, tampoco respecto d<strong>el</strong> carácter monográfico o general<br />

de sus artículos y números.<br />

Su s<strong>el</strong>lo distintivo está en una perspectiva y un enfoque que sitúa <strong>el</strong> objeto de estudio en su<br />

r<strong>el</strong>evancia contemporánea. Historia Iberoamericana está dirigida a todos los historiadores<br />

especialistas en historia iberoamericana y busca integrar, asimismo, a las nuevas generaciones<br />

doctoradas o en vías de doctorarse en universidades de la región.<br />

Comité de Dirección | Executive Board | Comitê Executivo<br />

Sol Serrano, Directora<br />

Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile<br />

sserrano@hib.universia.net<br />

Patricio Bernedo, Editor<br />

Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile<br />

pbernedo@hib.universia.net<br />

Fernando Purc<strong>el</strong>l, Co-Editor<br />

Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile<br />

fpurc<strong>el</strong>l@hib.universia.net<br />

Luz María Díaz de Valdés<br />

Secretaria de Redacción<br />

luzmaval@hib.universia.net<br />

Comité Científico | Scientific Board | Comitê Científico<br />

Manu<strong>el</strong> Burga<br />

Escu<strong>el</strong>a de Historia, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú.<br />

Elisa Cárdenas<br />

Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad de Guadalajara, México.<br />

2<br />

http://revistahistoria.universia.net


Manu<strong>el</strong> Chust<br />

Departamento de Historia, Geografía y Arte, Universidad de Jaume I, España.<br />

Carlos Alberto de Moura Zeron<br />

Departamento Historia, Universidad de Sao Paulo, Brasil.<br />

Eduardo Devés<br />

Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de Santiago de Chile, Chile.<br />

Roberto di Stefano<br />

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Argentina.<br />

Javier Donézar<br />

Departamento de Historia Contemporánea, Universidad Autónoma de Madrid, España.<br />

Pilar González Bernaldo<br />

Département d’Espagnol, Etudes Intercultur<strong>el</strong>les de Langues Appliquees, Universidad de París<br />

VII, Francia.<br />

Jorge Hidalgo<br />

Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile, Chile.<br />

Iván Jaksic<br />

Stanford University, Estados Unidos; Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de<br />

Chile, Chile.<br />

María Dolores Luque<br />

Departamento de Historia, Universidad de Puerto Rico, Puerto Rico.<br />

Carlos Malamud<br />

Facultad de Geografía e Historia, Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED),<br />

España.<br />

Florencia Mallon<br />

Departamento de Historia, University of Wisconsin-Madison, Estados Unidos.<br />

José Luis Martínez<br />

Departamento de Ciencias Históricas Universidad de Chile, Chile.<br />

Pedro Martínez Lillo<br />

Departamento Historia Contemporánea, Universidad Autónoma Madrid, España.<br />

Alicia Mayer<br />

Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México, México.<br />

Antonio Fernando Mitre<br />

Departamento de Ciencias Políticas, Universidad Federal de Minas Gerais, Brasil.<br />

Raúl Navarro<br />

Escu<strong>el</strong>a de Estudios Hispano-Americanos (EEHA), Sevilla, España.<br />

Marco Antonio Pamplona<br />

Departamento de Historia, Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro, Brasil.<br />

Pedro Pérez Herrero<br />

Departamento de Historia II, Universidad de Alcalá, España.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

3


Héctor Pérez-Brignoli<br />

Escu<strong>el</strong>a de Historia Universidad de Costa Rica, Costa Rica.<br />

Eduardo Posada-Carbó<br />

Latin American Centre, Oxford Saint Antony’s College, Inglaterra.<br />

Inés Quintero<br />

Instituto de Estudios Hispanoamericanos, Universidad Central de Venezu<strong>el</strong>a, Venezu<strong>el</strong>a.<br />

Luis Alberto Romero<br />

Centro de Estudios de Historia Política, Universidad Nacional de San Marcos, Argentina.<br />

Hilda Sábato<br />

Departamento de Historia, Universidad de Buenos Aires, Argentina.<br />

Guillermo Zermeño<br />

Centro de Estudios Históricos Colegio de México, México.<br />

S<strong>el</strong>ección | Procedure | Procedimento<br />

Normas para Autores<br />

I.- HIb publica artículos originales que contribuyan al conocimiento de la historia de Iberoamérica,<br />

y que fomenten <strong>el</strong> debate y <strong>el</strong> intercambio entre los investigadores. Las temáticas están abiertas<br />

a todos los aspectos históricos, sean sociales, culturales, r<strong>el</strong>igiosos, políticos y económicos,<br />

abarcando cronológicamente desde <strong>el</strong> período prehispánico hasta <strong>el</strong> contemporáneo. HIb se<br />

publica en español y portugués, aceptándose también artículos escritos en inglés.<br />

II.- Los autores deberán enviar sus artículos en formato Word al correo <strong>el</strong>ectrónico: editor@hib.<br />

universia.net<br />

III.- Los artículos deberán tener una extensión máxima de 50 páginas, tamaño carta, a doble<br />

espacio -en letra Arial Regular 12-, incluyendo notas, gráficos, cuadros, ilustraciones, citas y<br />

referencias bibliográficas.<br />

IV.- Las citas irán a pie de página y deberán ajustarse a las siguientes indicaciones:<br />

1) Cuando se cite por primera vez una obra, deberá figurar nombre y ap<strong>el</strong>lido d<strong>el</strong> autor,<br />

título (cursiva), ciudad, editorial, año de edición y páginas (p./pp.). Todos estos datos deberán<br />

aparecer separados por comas. Las referencias siguientes a esa obra se harán citando <strong>el</strong> ap<strong>el</strong>lido<br />

d<strong>el</strong> autor (en mayúsculas), seguido de op.cit. Ejemplos:<br />

1.a) Marc<strong>el</strong>lo Carmagnani, El otro occidente. América Latina desde la invasión europea hasta la<br />

globalización, Fondo de Cultura Económica, 2004.<br />

1.b) Carmagnani, op. cit., pp. 38-98.<br />

2) Se escribirá en cursiva solamente <strong>el</strong> título d<strong>el</strong> libro o de la revista en la que se incluya<br />

<strong>el</strong> artículo que se cite, yendo éste entre comillas. En este caso, junto al nombre la revista, se<br />

añadirá <strong>el</strong> volumen, número, año y páginas. Ejemplos:<br />

4<br />

http://revistahistoria.universia.net


2.a) Emilia Viotti da Costa, “1870-1889”, Leslie Beth<strong>el</strong>l (editor), Brazil: Empire and Republic,<br />

1822-1930, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, pp. 161-215.<br />

2.b) José Alfredo Uribe, “Economía y mercado en la minería tradicional mexicana, 1873-1929”,<br />

Revista de Indias, Vol LXI, N° 222, Madrid, 2001, pp. 47-94.<br />

3) Idem e Ibidem (sin acentuar y en cursiva si se refiere a un artículo o un libro. Si se<br />

refiere a una fuente documental no irá en cursiva) se utilizarán para reproducir la cita anterior.<br />

Idem cuando es exactamente igual e Ibidem cuando contiene alguna variación como número de<br />

páginas, capítulos, etc.<br />

V.- Junto a los artículos se enviará un resumen de entre 6 y 10 líneas, además de entre 4 y 8<br />

palabras claves. En <strong>el</strong> resumen se especificarán los objetivos, las principales fuentes y resultados<br />

de la investigación.<br />

VI.- El nombre d<strong>el</strong> autor(a) y <strong>el</strong> de la institución a la que pertenece se deberán indicar claramente.<br />

Con un llamado a pie de página al final d<strong>el</strong> título se podrá indicar si <strong>el</strong> texto es <strong>el</strong> fruto de algún<br />

proyecto de investigación concursable.<br />

VII.- Los autores deberán estar en disposición de ceder los beneficios derivados de sus derechos<br />

de autor a la revista.<br />

VIII.- El Editor Responsable de HIb acusará recibo de los artículos en un plazo de quince días<br />

hábiles a partir de su recepción. La aceptación de las colaboraciones dependerá de los arbitrajes<br />

ciegos y confidenciales de a lo menos dos especialistas. A partir de sus informes, la Comisión<br />

Editora decidirá sobre la publicación e informará a los autores. En caso positivo, <strong>el</strong> plazo máximo<br />

transcurrido desde la llegada d<strong>el</strong> artículo y su publicación es de un año. Al final de cada artículo<br />

figuran las fechas de recepción y publicación d<strong>el</strong> mismo.<br />

IX.- HIb se publica dos veces al año.<br />

X.- HIb publica regularmente reseñas de libros, de no más de tres años de antigüedad, editados<br />

en español, portugués o inglés. Las reseñas no deben extenderse más de tres páginas, tamaño<br />

carta, y deben ser escritas a doble espacio, en letra Arial Regular 10.<br />

Las reseñas deben ser enviadas al correo <strong>el</strong>ectrónico: editor@hib.universia.net<br />

XI.- Declaración de privacidad.<br />

Los nombres y direcciones de correo <strong>el</strong>ectrónicos introducidos en esta publicación se usarán<br />

exclusivamente para los fines declarados por esta revista y no estarán disponibles para ningún<br />

otro propósito u otra persona e institución.<br />

Instructions for Authors<br />

I.- HIb publishes original articles that contribute to knowledge of the history of Latin America, and<br />

to encourage discussion and exchange among researchers. The topics are open to all historical<br />

aspects, whether social, cultural, r<strong>el</strong>igious, political and economic, ranging chronologically from<br />

the prehistoric period until today. Hib is published in Spanish and Portuguese, also accept articles<br />

written in English.<br />

II.- The authors should send their articles in Word format to e-mail: editor@hib.universia.net<br />

III.- The articles must have a maximum length of 50 pages, letter-size, double-spaced in-point<br />

Arial Regular 12- including notes, graphs, charts, illustrations, quotations and references.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

5


IV.- The appointments will go to footer and must comply with the following:<br />

1) When is acknowledged for the first time a work, must bear full name of author, title<br />

(italics), city, publisher, year of r<strong>el</strong>ease and pages (p / pp.). All these data should appear separated<br />

by commas. The following references to that work will be quoting the author’s surname (in capital<br />

letters), followed by op. Examples:<br />

1.a) Marc<strong>el</strong>lo Carmagnani, El otro occidente. América Latina desde la invasión europea hasta la<br />

globalización, Fondo de Cultura Economica, 2004.<br />

1.b) Carmagnani, op. cit., pp. 38-98.<br />

2) It is written in italics only the title of the book or magazine to be included in the article<br />

that cited, it going in quotation marks. In this case, the magazine next to the name is added to the<br />

volume, number, year and pages. Examples:<br />

2.a) Emilia Viotti da Costa, “1870-1889”, Leslie Beth<strong>el</strong>l (editor), Brazil: Empire and Republic,<br />

1822-1930, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, pp. 161-215.<br />

2.b) Jose Alfredo Uribe, “Economy and mining market in traditional Mexican, 1873-1929”, Revista<br />

de Indias, Vol LXI, No. 222, Madrid, 2001, pp. 47-94.<br />

3) Ibid e Ibidem (non-accented and in italics if it refers to an article or book. If you’re<br />

referring to a source documentary does not go in italics) will be used to reproduce the above<br />

quotation. Idem when exactly the same and when Ibid contains some variation as number of<br />

pages, chapters, etc.<br />

V.- Along with articles will be sent a summary of between 6 and 10 lines, as w<strong>el</strong>l as between 4 and<br />

8 keywords. The summary specifies the objectives, the main sources and research results.<br />

VI.- The author’s name (a) and the institution to which it b<strong>el</strong>ongs should be clearly. With a call<br />

to footer at the end of the title may indicate whether the text was the fruit of a research project<br />

contest.<br />

VII.- The authors must be willing to cede the benefits of their copyright to the journal.<br />

VIII.- The editor in charge of HIb acknowledge receipt of articles within fifteen working days of<br />

receiving it. Acceptance of contributions will depend on arbitrations blind and confidential at least<br />

two specialists. From their reports, the editorial board decide to publish and inform the authors. If<br />

yes, the maximum period <strong>el</strong>apsed since the arrival of the article and its publication is one year. At<br />

the end of each article contains the date of receipt and publication.<br />

IX.- HIb is published twice a year.<br />

X.- HIb regularly publishes book reviews, not more than three years old, published in Spanish,<br />

Portuguese or English. The profiles should not extend more than three-page letter size, and must<br />

be written double-spaced, Arial Regular 10 point. The profiles should be sent to e-mail: editor@<br />

hib.universia.net<br />

XI.- Privacy Statement<br />

The names and email addresses entered in this publication will be used sol<strong>el</strong>y for the purposes<br />

declared by this magazine and will not be available for any other purpose or another person and<br />

institution.<br />

6<br />

http://revistahistoria.universia.net


Normas para Autores<br />

I.- HIb publica artigos originais que contribuem com o conhecimento da historia de Ibero-América, e<br />

que propiciem o debate e o intercâmbio entre os pesquisadores. As temáticas estão abertas a todos<br />

os aspectos históricos, já sejam sociais, culturais, r<strong>el</strong>igiosos, políticos ou econômicos, abrangendo<br />

cronologicamente do período pré-hispânico até o contemporâneo. HIb é publicada em espanhol e em<br />

português, sendo também aceitos artigos escritos em inglês.<br />

II.- Os autores deverão enviar seus artigos em formato Word para o e-mail: editor@hib.universia.net<br />

III.- Os artigos deverão ter uma extensão máxima de 50 páginas, em pap<strong>el</strong> tamanho carta, entre-linha<br />

duplo, com letra Arial Regular 12-, incluindo notas, gráficos, quadros, ilustrações, citas e referências<br />

bibliográficas.<br />

IV.- As citas irão no pé de página e deverão estar ajustadas às seguintes indicações:<br />

1) Quando for citada uma obra p<strong>el</strong>a primeira vez, deverão aparecer o nome e o sobrenome<br />

do autor, o título (itálico), a cidade, editora, ano de edição e páginas (p./pp.). Todas essas informações<br />

deverão estar separadas por vírgulas. As referências posteriores sobre essa obra serão realizadas<br />

citando o sobrenome do autor (em caixa alta), seguido de op.cit. Exemplos:<br />

1.a) Marc<strong>el</strong>lo Carmagnani, El otro occidente. América Latina desde la invasión europea hasta la<br />

globalización, Fundo de Cultura Econômica, 2004.<br />

1.b) Carmagnani, op. cit., pp. 38-98.<br />

2) Será escrito em itálico apenas o título do livro ou da revista na qual for incluída o artigo a<br />

ser citado, figurando o mesmo entre aspas. Nesse caso, junto ao nome da revista, será acrescentado<br />

o volume, número, ano e quantidade de páginas. Exemplos:<br />

2.a) Emilia Viotti da Costa, “1870-1889”, Leslie Beth<strong>el</strong>l (editor), Brazil: Empire and Republic, 1822-<br />

1930, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, pp. 161-215.<br />

2.b) José Alfredo Uribe, “Economia e mercado na mineração tradicional mexicana, 1873-1929”, Revista<br />

de Índias, Vol LXI, N° 222, Madri, 2001, pp. 47-94.<br />

3) Idem e Ibidem (sem acentuar e em itálico se for a respeito de um artigo ou de um livro. Se<br />

for a respeito de uma fonte documentária, não estará em itálico) serão utilizadas para reproduzir a cita<br />

anterior. Idem quando for exatamente igual e Ibidem quando contém alguma variação como número de<br />

páginas, capítulos, etc.<br />

V.- Junto com os artigos será enviado um resumo de entre 6 e 10 linhas, além de entre 4 e 8 palavraschave.<br />

No resumo serão especificados os objetivos, as principais fontes e os resultados da pesquisa.<br />

VI.- O nome do autor(a) e o da instituição à qual <strong>el</strong>e pertence deverão estar indicados claramente. Com<br />

uma nota no pé da página, no final do título, poderá ser indicado se o texto é o resultado de algum<br />

projeto de pesquisa sujeito a concurso.<br />

VII.- Os autores deverão estar dispostos a ceder os benefícios derivados de seus direitos de autor à<br />

revista.<br />

VIII.- O Editor Responsáv<strong>el</strong> p<strong>el</strong>a HIb acusará recebimento dos artigos dentro de um prazo de quinze<br />

dias úteis a partir de seu recebimento. A s<strong>el</strong>eção das cooperações vai depender das arbitragens cegas<br />

e confidenciais de p<strong>el</strong>o menos dois especialistas. A partir de seus r<strong>el</strong>atórios, a Comissão Editora<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

7


definirá a publicação e informará os autores. Em caso positivo, o prazo máximo transcorrido<br />

desde a chegada do artigo até sua publicação é de um ano. No final de cada artigo aparecem as<br />

datas de recebimento e publicação.<br />

IX.- HIb é publicada duas vezes ao ano.<br />

X.- HIb publica regularmente resenhas de livros, com,. no máximo, três anos de antigüidade,<br />

editados em espanhol, português ou inglês. As resenhas não devem ir além das três páginas,<br />

folha tamanho carta, e devem ser escritas a espaço duplo, com letra Arial Regular 10. As resenhas<br />

devem ser enviadas para o correio <strong>el</strong>etrônico: editor@hib.universia.net<br />

XI.- Declaração de privacidade Os nomes e endereços de correio <strong>el</strong>etrônico introduzidos nesta<br />

publicação serão utilizados exclusivamente para os fins declarados por esta revista e não estarão<br />

disponíveis para nenhum outro propósito ou outra pessoa ou instituição.<br />

Enviar artículos | Submit Articles | Enviar Artigos<br />

editor@hib.universia.net<br />

Consultas | Suggestions | Consultas<br />

editor@hib.universia.net<br />

© PORTAL UNIVERSIA, S.A., Madrid 2012. Todos los derechos reservados. Esta publicación no<br />

puede ser reproducida, distribuida, comunicada públicamente o utilizada con fines comerciales,<br />

ni en todo ni en parte, modificada, alterada o almacenada en ninguna forma ni por ningún medio,<br />

sin la previa autorización por escrito de la sociedad Portal Universia, S.A.<br />

Ciudad Grupo Santander. Avda. de Cantabria, s/n - 28660. Boadilla d<strong>el</strong> Monte. Madrid, España.<br />

8<br />

http://revistahistoria.universia.net


1<br />

2<br />

3<br />

4<br />

5<br />

6<br />

7<br />

8<br />

9<br />

10<br />

Sumario | Summary | Sumário<br />

<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento de la<br />

conquista de las Indias<br />

El Buen <strong>hacer</strong> of the Conquistador. Techniques and Military Tactics in the Advent of the Conquest of the Indies.<br />

<strong>Sobre</strong> a boa atuação do <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> e táticas militares na iminência da conquista das Índias<br />

Antonio Espino López<br />

The U.S. Press and Chile, 1964–1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

La prensa de Estados Unidos y Chile, 1964-1973: Ideología y política exterior de Estados Unidos.<br />

A imprensa dos Estados Unidos e Chile, 1964-1973: Ideologia e política exterior dos Estados Unidos<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

“Perón habla a los territorios”. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong><br />

discurso estatal (1946-1955)<br />

“Perón Speaks to the Territories”. The Creation of New Argentinean Provinces in the State Discourse (1946-<br />

1955)<br />

“Perón fala dos territórios”. A criação de novas províncias argentinas no discurso estadual (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Álvar Núñez Cabeza de Vaca’s<br />

1542 La R<strong>el</strong>ación<br />

Discursos conflictivos en la conquista de las Américas en La R<strong>el</strong>ación de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, 1542<br />

Discursos conflitivos na conquista das Américas em La R<strong>el</strong>ación de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, 1542<br />

Ramon Sanchez<br />

La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir<br />

de un análisis de caso<br />

The Paradox of Anti-int<strong>el</strong>lectualism. Rethinking Argentinean Leftist Nationalism Starting From a Case Study<br />

A contradição do anti-int<strong>el</strong>ectualismo. Repensando a esquerda nacionalista Argentina a partir de uma análise de<br />

caso<br />

Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

Denle duro que no siente. Poder y transgresión en <strong>el</strong> Perú Republicano. Carlos Aguirre.<br />

Reseña<br />

Josefina Araos Bralic<br />

Unveiling Secrets of War in the Peruvian Andes. Olga González. Reseña<br />

Marc<strong>el</strong>o Casals<br />

La danza de los cuervos: <strong>el</strong> destino final de los detenidos desaparecidos. Javier<br />

Rebolledo. Reseña<br />

Cristina Luz García Gutiérrez<br />

The Dictator’s Seduction: Politics and the Popular Imagination in the Era of Trujillo.<br />

Lauren Derby. Reseña<br />

F<strong>el</strong>ipe Sánchez Barría<br />

Los saberes d<strong>el</strong> Estado. Volumen I<br />

Mariano Ben Plotkin y Eduardo Zimmermann (compiladores). Reseña<br />

Yohad Zacarías S.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

9<br />

10-36<br />

37-61<br />

62-81<br />

82-102<br />

103-122<br />

123-124<br />

125-127<br />

128-130<br />

131-132<br />

133-134


AUTOR<br />

Antonio Espino<br />

López<br />

Universidad<br />

Autónoma de<br />

Barc<strong>el</strong>ona,<br />

Barc<strong>el</strong>ona, España<br />

Antonio.Espino@uab.<br />

es<br />

RECEPCIÓN<br />

26 de abril 2012<br />

APROBACIÓN<br />

11 de octubre 2012<br />

DOI<br />

10.3232/RHI.2012.<br />

V5.N2.01<br />

<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y<br />

<strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento de la conquista<br />

de las Indias<br />

El Buen <strong>hacer</strong> of the Conquistador. Techniques and Military Tactics in the<br />

Advent of the Conquest of the Indies.<br />

<strong>Sobre</strong> a boa atuação do <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> e táticas militares na iminência<br />

da conquista das Índias<br />

A través d<strong>el</strong> análisis de diversos testimonios acerca de media docena<br />

de campañas militares llevadas a cabo entre 1524 y 1569 en otros tantos<br />

territorios americanos, nuestra intención ha sido reflexionar sobre las principales<br />

causas que condujeron a la derrota d<strong>el</strong> <strong>el</strong>emento aborigen, concluyendo que no<br />

sólo no se puede argumentar a favor de las armas de fuego o la caballería<br />

como arma principal de la victoria hispana, sino que, de hecho, no existe una<br />

causa tecnológica clara –<strong>el</strong> avance en tecnología militar de los europeos con<br />

respecto a los amerindios– que explique por sí sola dicha derrota. Más bien, en<br />

conquistas como las que nos han ocupado, fue la férrea voluntad por conquistar,<br />

por apoderarse de un territorio y sus habitantes y riquezas, es decir por no<br />

desalentarse y persistir en <strong>el</strong> intento, la principal causa de la dominación hispana<br />

de las Indias.<br />

Palabras clave<br />

Conquista; Siglo XVI; Campañas militares; Guerra; Cru<strong>el</strong>dad; Violencia; Indias<br />

Through the analysis of diverse testimonies from about a half dozen<br />

military campaigns carried out between 1524 and 1569 in territories across the<br />

Americas, the purpose of this article is to analyze the main causes that lead to the<br />

military defeat of the indigenous. This paper concludes that the principal causes<br />

of the Spanish victory can not only be attributed to fire arms or their cavalry<br />

but that in fact, a clear reason which can be attributed to technology in and of<br />

its<strong>el</strong>f, for example European advances compared to Amerindian advances in<br />

technology explain the defeat, does not exist. On the contrary, in conquests like<br />

the ones mentioned in this article, the main reason of the Spanish domination of<br />

the Indies was their iron will to conquer, which kept them from being discouraged<br />

and h<strong>el</strong>ped them to remain persistent in their intent, to take over territories, their<br />

inhabitants and their riches.<br />

Key words<br />

Conquest; Sixteenth Century; Military Campaigns; War; Cru<strong>el</strong>ty; Violence; Indies<br />

10


Através da análise de diversos depoimentos acerca de meia dúzia de campanhas<br />

militares levadas a cabo entre 1524 e 1569 em muitos outros territórios americanos, nossa<br />

intenção foi refletir sobre as principais causas que levaram à derrota do <strong>el</strong>emento indígena,<br />

concluindo que não é possív<strong>el</strong> argumentar a favor das armas de fogo ou a cavalaria como arma<br />

principal da vitória hispânica, mas que, de fato, não existe uma causa tecnológica clara – o<br />

avanço em tecnologia militar dos europeus com r<strong>el</strong>ação aos ameríndios – que explique por si<br />

só essa derrota. Assim, nas conquistas como as que nos ocuparam, foi a férrea vontade de<br />

conquistar, de apoderar-se de um território e seus habitantes e riquezas, quer dizer, não perder<br />

a coragem e persistir na tentativa, a principal causa da dominação hispânica das Índias.<br />

Palavras-chave<br />

Conquista; Século XVI; Campanhas militares; Guerra; Cru<strong>el</strong>dade; Violência; Índias<br />

Introducción<br />

<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

En <strong>el</strong> presente trabajo nos proponemos reflexionar, a partir de determinados ejemplos,<br />

acerca de un tema a priori muy manido, como sería la supuesta superioridad armamentística<br />

hispana 1 en <strong>el</strong> transcurso de la conquista de las Indias como principal explicación de la<br />

inevitabilidad de la misma 2 . Como vamos a comprobar, la victoria no siempre estuvo asegurada<br />

y, muy a menudo, dependió mucho más de la ayuda de los aliados aborígenes 3 y, sobre todo, de<br />

la voluntad hispana por conquistar 4 .<br />

Hemos <strong>el</strong>egido media docena de ejemplos, que responden a otras tantas campañas<br />

concretas, a partir de los cuales nos proponemos analizar algunos comportamientos en combate<br />

que, sin ser tan trascendentes para la historia de la conquista de las Indias como los casos más<br />

preclaros, sin duda aportan nuevos <strong>el</strong>ementos para terminar de profundizar en <strong>el</strong> conocimiento<br />

d<strong>el</strong> uso combinado de las diversas armas y su importancia en <strong>el</strong> desarrollo de los acontecimientos.<br />

Al mismo tiempo, la referencia a determinados caudillos, no todos <strong>el</strong>los tan conocidos como un<br />

Cortés, un Pizarro o un Valdivia, también nos permitiría ampliar <strong>el</strong> abanico de las experiencias<br />

personales a la hora de afrontar <strong>el</strong> uso de la violencia y la práctica de la guerra en <strong>el</strong> Nuevo Mundo.<br />

Bernal Díaz d<strong>el</strong> Castillo y la pacificación de Chiapa (1524)<br />

Si bien <strong>el</strong> propio Bernal Díaz se declaró veterano de ciento diecinueve batallas y<br />

encuentros con los indios, consideramos que su participación en las acciones militares que<br />

condujeron a la pacificación de la ciudad de Chiapa en 1524 es un ejemplo paradigmático de lo<br />

que fue una campaña militar (o entrada) en Nueva España.<br />

Tras recibir las órdenes oportunas de Hernán Cortés, <strong>el</strong> capitán Luis Marín se embarcó en<br />

la empresa, haciéndose un alarde una vez que la expedición se acercaba al objetivo, hallándose<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

11


veintisiete efectivos de caballería que se encontraban en condiciones de p<strong>el</strong>ear y otros cinco que<br />

no, quince ballesteros, ocho arcabuceros, una pieza de artillería 5 con su correspondiente artillero,<br />

que según él mismo había militado en Italia, aunque Bernal Díaz lo encontraba especialmente<br />

cobarde, sesenta soldados “de espada y rod<strong>el</strong>a”, y unos ochenta mexicas, además de algunos<br />

caciques de Cachula con sus hombres, también tildados de cobardes por Díaz d<strong>el</strong> Castillo, por<br />

encontrarse en territorio de sus enemigos, los chiapanecas. Es decir, una fuerza compuesta por<br />

ciento catorce europeos, treinta y dos caballos y algunos centenares de indios aliados, pero de<br />

diferentes etnias.<br />

<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

El primer encuentro militar, tildado por Bernal Díaz de “gran batalla”, ocurrió una vez<br />

alcanzada la localidad de Estapa. Un grupo de guerreros chiapanecas, armados con arcos<br />

y flechas, tiradoras, hondas, lanzas más largas que las hispanas, así como con macanas y<br />

defendidos con escaupiles de algodón, se echaron sobre <strong>el</strong>los. Se p<strong>el</strong>eó largas horas, hasta<br />

entrada la noche, haciéndose al enemigo quince muertos y muchos heridos, que no podían<br />

levantarse d<strong>el</strong> su<strong>el</strong>o, mientras que d<strong>el</strong> lado hispano murieron dos hombres y quedaron heridos<br />

trece de <strong>el</strong>los. También se perdieron cuatro caballos -un octavo d<strong>el</strong> total-, piezas insustituibles<br />

en aqu<strong>el</strong> tipo de guerra. Tanto es así, que los cronistas siempre refieren las mermas producidas<br />

en su número tras una acometida. Llegados aquí, debemos plantear algunas cuestiones: ¿qué<br />

se hacía con los enemigos malheridos después de una batalla? ¿Se los remataba? En caso de<br />

ser ése su final, ¿quien se encargaba de <strong>hacer</strong>lo? Todo parece indicar que los indios aliados,<br />

como veremos. Desde luego, una prioridad era <strong>hacer</strong> prisioneros entre los caciques para<br />

posteriormente buscar la paz dejándolos libres. Por otro lado, ¿por qué motivo aqu<strong>el</strong>la acción<br />

fue una “gran batalla” para Bernal Díaz? ¿Por su duración temporal? ¿Por <strong>el</strong> encono con <strong>el</strong> que<br />

luchaba <strong>el</strong> enemigo? Nos inclinamos por esta segunda posibilidad: nuestro cronista comentaba<br />

con una cierta admiración, poco habitual al referirse a las habilidades bélicas de los aborígenes,<br />

“[...] que ni por ballestas ni lanzas ni escopetas ni aun estocadas no les podimos retraer ni apartar<br />

un paso atrás, tuvímoslos por <strong>buen</strong>os guerreros y osados en <strong>el</strong> p<strong>el</strong>ear”. No obstante, ¿fue una<br />

“gran batalla” por <strong>el</strong> número de muertos? Aquí, Díaz d<strong>el</strong> Castillo nos parece tremendamente<br />

verosímil: sólo quince muertos tuvo <strong>el</strong> enemigo, cuando sabemos que en la conquista de México-<br />

Tenochtitlán se p<strong>el</strong>eó con y contra ejércitos de decenas de miles de indios. Casi sin duda, son<br />

datos como <strong>el</strong> referido los que nos pueden permitir tener una idea más cabal sobre las cifras que<br />

emplean nuestros cronistas a la hora de historiar dichas operaciones militares. Porque lo habitual<br />

es la grandilocuencia: un cronista de la talla de Cieza de León puede argüir, por ejemplo, que <strong>el</strong><br />

capitán Francisco César, con treinta y nueve hombres y trece caballos, se enfrentase a veinte<br />

mil indios de Nueva Granada, derrotándoles. En la batalla de Potonchán, la primera victoria de<br />

Hernán Cortés en su larga campaña, <strong>el</strong> propio Bernal Díaz d<strong>el</strong> Castillo aseguraba que lucharon<br />

contra ciento cincuenta mil guerreros, es decir, diez veces más que la población de la ciudad<br />

según la r<strong>el</strong>ación d<strong>el</strong> lugar que hiciese Juan de Grijalva. En realidad, si esa cifra es correcta,<br />

seguramente lucharon contra cuatro o cinco mil guerreros, en una proporción de ocho o diez a<br />

uno, y no de trescientos a uno como quería Díaz d<strong>el</strong> Castillo 6 .<br />

En cualquier caso, tras <strong>el</strong> aviso que significó <strong>el</strong> primer encuentro con los chiapanecas,<br />

esa misma noche se advirtió a los efectivos de la caballería cómo a partir de entonces deberían<br />

12<br />

http://revistahistoria.universia.net


<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

luchar “hermanados” de cinco en cinco, es decir, entrarles a los contrarios en grupos de cinco,<br />

para apoyarse unos a otros, manteniendo las lanzas terciadas y pasándolas por los rostros d<strong>el</strong><br />

enemigo, atrop<strong>el</strong>lándolos y rompiendo su formación, pero sin alancear, pues los chiapanecas<br />

podían tomar la lanza si <strong>el</strong> caballero alargaba <strong>el</strong> brazo y, tirando de <strong>el</strong>la, dar con <strong>el</strong> caballero en<br />

tierra. De hecho, a pesar de las advertencias, cuatro de <strong>el</strong>los al día siguiente acabaron de esa<br />

guisa, sobre todo uno, cuando seis o siete indios se lanzaron contra su caballo, abrazándolo<br />

para intentar tirarlo al su<strong>el</strong>o, cosa que consiguieron con <strong>el</strong> caballero. Éste acabó malherido y a<br />

los dos días murió. Dicha técnica de combate a caballo contra indios fue descrita por <strong>el</strong> propio<br />

Bernal Díaz cuando, <strong>el</strong> 12 de marzo de 1521, <strong>el</strong> capitán Gonzalo de Sandoval operó con veinte<br />

caballeros y trescientos peones en favor de los aliados de Chalco y contra los mexica: Sandoval<br />

colocó a sus ballesteros y arcabuceros por d<strong>el</strong>ante y los de caballería irían actuando de tres en<br />

tres de forma que, cuando los anteriores hubiesen realizado sus primeros disparos, entonces<br />

los de caballería romperían sobre <strong>el</strong> contrario “á media rienda y las lanzas terciadas, y que no<br />

curasen alancear, sino por los rostros, hasta ponerlos en huida” 7 .<br />

Al levantarse <strong>el</strong> día, la hueste avanzó en escuadrón, con “<strong>el</strong> tiro puesto en orden, y<br />

<strong>el</strong> artillero bien apercebido de lo que había de <strong>hacer</strong>”, cuando se encontraron con <strong>el</strong> ejército<br />

chiapaneca en formación de combate. Se terció la p<strong>el</strong>ea, cuando <strong>el</strong> artillero “cortado de miedo y<br />

temblando, ni supo tirar ni poner fuego al tiro; é ya que a poder de voces que le dábamos pegó<br />

fuego, hirió á tres de nuestros soldados, que no aprovechó cosa ninguna”. Pocas veces se ha<br />

descrito tan bien las limitaciones de la artillería. Porque, claro, habiendo caballería, las nobles<br />

monturas, ¿qué podía <strong>hacer</strong> la modernidad en forma de artillería? Es obvio que, en un momento<br />

dado, mucho, pero también es muy significativo, a nuestro entender, lo poco entusiastas de la<br />

misma que se muestran la mayor parte de los cronistas, especialmente en este tipo de entradas.<br />

Más que la tecnología, se aprecia mucho más <strong>el</strong> valor y esfuerzo personal, ya sea a pie o a caballo.<br />

Ahora bien, es muy posible que en este tipo de operaciones militares la artillería realmente no<br />

fuese tan decisoria, o bien los cronistas no quisieron que lo fuese. En <strong>el</strong> caso que nos ocupa,<br />

sin duda Díaz d<strong>el</strong> Castillo estaba orgulloso de montar un caballo, cuando en la conquista de<br />

México no lo había hecho. Cuando se comenzó a luchar, los efectivos de la caballería puestos<br />

en cuadrilla se echaron sobre los enemigos para romper su formación, mientras que los infantes,<br />

formando su escuadrón “porque no les desbaratasen”, “nos ayudaron muy bien”. Fijémonos.<br />

“Nos ayudaron”, a nosotros, a la caballería, punta de lanza, y nunca mejor dicho, de la hueste<br />

indiana. Díaz d<strong>el</strong> Castillo, definitivamente, había cambiado de estatus.<br />

Cuando <strong>el</strong> contrario comenzaba a retirarse, lo habitual era perseguirle con la caballería<br />

y, sobre todo, con los indios aliados, quienes entonces entraban en acción procurando matar o<br />

<strong>hacer</strong> prisionero al mayor número posible de enemigos. Si pertenecían a grupos enemistados,<br />

como era habitual, <strong>el</strong> encarnizamiento solía ser notable. En <strong>el</strong> caso que nos ocupa, la existencia<br />

de unos pedregales impidió que la caballería hispana hostigase un largo trecho a los chiapanecas,<br />

que al poco regresaron con nuevas fuerzas y con una novedosa estrategia para enfrentarse a la<br />

caballería: portaban lazos y redes para derrocar a los caballos. Tras desbaratarlos por segunda<br />

vez ese día, <strong>el</strong> recuento de bajas dio como resultado dos soldados fenecidos, varios heridos, así<br />

como cinco caballos muertos y diez heridos, que se curaron lo mejor posible. <strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> contrario,<br />

Díaz d<strong>el</strong> Castillo vu<strong>el</strong>ve al laconismo: “hallamos muertos donde tuvimos esta batalla muchos de<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

13


<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

<strong>el</strong>los, y otros heridos [...]”. Pero <strong>el</strong> laconismo es incluso mayor en cuanto al pap<strong>el</strong> de los indios<br />

aliados: ¿cuál fue su función en este combate? Sólo sabemos que acompañaban a la hueste<br />

hispana: “[...] nuestros amigos, que venían hechos un cuerpo con sus capitanías”. ¿La falta de<br />

protagonismo es real o forzada por <strong>el</strong> autor?<br />

Aqu<strong>el</strong>la noche se acercaron al campamento hispano hasta diez notables de la provincia<br />

de Jaltepec, esclavos de los chiapanecas desde hacia años, pidiendo la libertad para volver a sus<br />

tierras a cambio de su colaboración militar. Las gentes de Jaltepec les dijeron que en las batallas<br />

tenidas hasta entonces los chiapanecas habían sufrido unas ciento veinte bajas, un tipo de<br />

información que difícilmente encontramos en las crónicas. ¿Era <strong>el</strong> número de caídos amerindios<br />

la causa d<strong>el</strong> laconismo de Díaz d<strong>el</strong> Castillo? Es decir, ¿le parecían pocos ahora que él era mucho<br />

más protagonista que antes de un lance bélico? En cualquier caso, la colaboración de las gentes de<br />

Jaltepec iba a ser preciosa. Cuando <strong>el</strong> grupo hispano se dispuso a vadear un río que se interponía<br />

entre su campamento y la localidad de Chiapa, los contrarios les salieron al paso disparándoles<br />

flechas, varas y tirándoles piedras, matando dos caballos y ahogándose un cast<strong>el</strong>lano, sin que sus<br />

compañeros pudiesen avanzar ni poco ni mucho, estando casi todos heridos. En aqu<strong>el</strong>la tesitura<br />

tan dificultosa, las gentes de Jaltepec irrumpieron por la retaguardia de los chiapanecas, que<br />

intentaban evitar <strong>el</strong> vado d<strong>el</strong> río d<strong>el</strong> grupo hispano, y los diezmaron. Tras atravesar <strong>el</strong> río, la hueste<br />

hispana se puso en formación de combate y atacó a los chiapanecas de tal modo que éstos<br />

desampararon su ciudad. Para evitar un contraataque en una ciudad que tenía mala defensa, con<br />

las casas demasiado juntas, por lo que la caballería no podía maniobrar, <strong>el</strong> grupo hispano pasó<br />

la noche fuera de la misma y con la necesaria vigilancia. Sin duda, la experiencia habida en las<br />

luchas por <strong>el</strong> control de México-Tenochtitlán se nota en tales disposiciones.<br />

Tras permanecer cinco días en Chiapa, <strong>el</strong> capitán Luis Marín consiguió concertar la<br />

paz con los chiapanecas utilizando para <strong>el</strong>lo los seis caciques que habían sido capturados en<br />

la batallas pasadas y la promesa de no quemar la ciudad como se había hecho días atrás con<br />

un pueblo una vez comenzadas las hostilidades. De esta forma, no sólo Chiapa se pacificó,<br />

sino que con <strong>el</strong>la lo hicieron otras muchas de la zona, como Cinacantan, Gopanaustlán, Pinola,<br />

Gueyhuiztlán y Chamula, aliviados por ver derrocado <strong>el</strong> poder chiapaneca.<br />

Cuando la misión parecía estar cumplida, un hecho vino a alterar la situación. Un soldado<br />

de la hueste de Luis Marín –Díaz d<strong>el</strong> Castillo no quiso dar su nombre, pero gracias al testimonio d<strong>el</strong><br />

escribano Diego Godoy sabemos que era Francisco de Medina–, se llevó consigo ocho mexicas<br />

y fueron a Chamula, donde se pidió oro supuestamente en nombre d<strong>el</strong> capitán cast<strong>el</strong>lano. Como<br />

a su juicio no recibió lo bastante, <strong>el</strong> soldado tomó preso al cacique de la localidad. Entonces, los<br />

habitantes se levantaron, y con <strong>el</strong>los sus vecinos de Gueyhuiztlán, queriendo matar al intruso.<br />

Cuando quedó enterado d<strong>el</strong> suceso <strong>el</strong> capitán Marín, consiguió rescatar al inconsciente Medina,<br />

al que envió a ser juzgado a Ciudad de México. Con dicha medida se procuró sosegar y satisfacer<br />

a Chamula, pero no fue suficiente. Así, Luis Marín se vio obligado a organizar una acción contra<br />

Chamula, llevando consigo doscientos indios de Cinacantan e idéntica cantidad de Chiapa, que<br />

así certificaba su amistad.<br />

14<br />

http://revistahistoria.universia.net


Chamula contaba con unas fuertes defensas, una empalizada y una albarrada, que<br />

comprendían también una honda cava que las rodeaba, con una subida muy fuerte hacia la<br />

parte más accesible, que impedía <strong>el</strong> uso de los caballos, por lo que éstos aguardaron en <strong>el</strong> llano<br />

impidiendo <strong>el</strong> arribo de posible ayuda a los de la ciudad. En los mamparos y almenas que tenían,<br />

dice Díaz d<strong>el</strong> Castillo, hasta dos mil lanceros defendían la posición. Tras comprobar la dificultad,<br />

se dieron órdenes de construir varios burros o mantas, unas defensas de madera que permitían<br />

guarecer hasta veinte personas, que con picos y azadones procuraban abrirse camino en las<br />

defensas, mientras desde las empalizadas les lanzaban material ígneo y piedras. Tras muchos<br />

esfuerzos, consiguieron abrir dos brechas para poder entrar en la ciudad, pero al <strong>hacer</strong>se de<br />

noche y comenzar a llover se suspendió la operación. Los de la ciudad, que tuvieron doscientas<br />

bajas <strong>el</strong> primer día, según <strong>el</strong> testimonio de Diego Godoy, aprovecharon para huir dejando un<br />

retén de tropas al cuidado de la albarrada. El propio Díaz d<strong>el</strong> Castillo asegura que fue él quien<br />

se dio cuenta d<strong>el</strong> engaño, entrando con otro soldado por una de las brechas para toparse con<br />

<strong>el</strong> retén de chamultecas, quienes estuvieron a punto de matarlo sino llega a producirse la rápida<br />

intervención de otros soldados. En la persecución de los huidos, Díaz d<strong>el</strong> Casillo señala que se<br />

atraparon treinta guerreros, además de mujeres y niños. Según Diego Godoy se mató mucha<br />

gente aqu<strong>el</strong> segundo día. Posteriormente, dejando libres a seis chamultecas con sus familias,<br />

Luis Marín consiguió que la ciudad volviese a dar la paz y sus habitantes retornasen a la localidad.<br />

Tras la pacificación de Chamula le tocó <strong>el</strong> turno a Gueyhuiztlán. Díaz d<strong>el</strong> Castillo se limita<br />

a decir que sus habitantes desampararon las defensas en poco tiempo, volviendo <strong>el</strong>los hacia<br />

Chiapa. Diego Godoy se lamentó de que la campaña militar acabase con la muerte de “sólo”<br />

quince hombres días más tarde en la provincia de Gueyhuiztlán y algunos otros a quienes se<br />

dio muerte camino de Cinacantan, dado que como éste estaba en muy malas condiciones “era<br />

lástima yr asy porque tardo mucho la gente que ya todos [los indios] eran ydos todos dexaron las<br />

armas que llevaban como onbres que yvan perdidos” 8 .<br />

La campaña acabaría avanzando la hueste en dirección a Tecomayacatl y Ateapan,<br />

ambas alzadas, presentando batalla mientras se vadeaba un río profundo. Allá, los indios<br />

hirieron seis soldados y mataron tres caballos, pero al no poder frenar a los hispanos, <strong>el</strong>los<br />

mismos pusieron fuego en sus casas y huyeron. Estuvieron cinco días curándose las heridas y<br />

haciendo entradas para obtener “muy <strong>buen</strong>as indias”. Luis Marín les ofreció la paz a cambio de<br />

los prisioneros hechos, mientras Diego Godoy, calificado por Díaz d<strong>el</strong> Castillo de “entrometido”,<br />

demandaba que no se liberasen aqu<strong>el</strong>los indios, sino que se vendiesen como esclavos para<br />

cubrir <strong>el</strong> gasto de los tres caballos muertos, además de por ser reb<strong>el</strong>des, pues antes ya habían<br />

concedido la paz a los cast<strong>el</strong>lanos. Díaz d<strong>el</strong> Castillo sostuvo la opinión contraria, “y sobre <strong>el</strong>lo<br />

yo y <strong>el</strong> Godoy tuvimos grandes debates y palabras y aun cuchilladas, que entrambos salimos<br />

heridos, hasta que nos departieron y nos hicieron amigos”. Luis Marín siguió <strong>el</strong> criterio de Díaz<br />

d<strong>el</strong> Castillo.<br />

<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

Tras atravesar <strong>el</strong> territorio enemigo de Cimatlán, en Talatupan fueron atacados por indios<br />

flecheros desde unos andamios construidos cerca de un monte, de manera que les hirieron<br />

veintes soldados y mataron dos caballos. Tras atacarlos, los indios huyeron aprovechando unas<br />

ciénagas cercanas, impracticables. Se les pidió que aceptasen la paz, pero no la quisieron.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

15


<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

El cansancio hizo que la hueste hispana se decidiese por no prolongar la campaña, regresando<br />

a su villa de Guacacualco, desde donde se había lanzado toda la operación. Con <strong>el</strong> oro obtenido,<br />

como era habitual, se pagaron los caballos perdidos en la campaña, dieciséis si nuestros cálculos<br />

no fallan; es decir, la mitad de los caballos participantes murieron.<br />

Algún tiempo más tarde, al mando de Rodrigo Rang<strong>el</strong>, Díaz d<strong>el</strong> Castillo volvería a p<strong>el</strong>ear<br />

contra Cimatlán y Talatupan, llevando en aqu<strong>el</strong>la ocasión cien infantes y caballos, de <strong>el</strong>los<br />

veintiséis arcabuceros y ballesteros. Como en la ocasión anterior, los indios flecheros dieron<br />

<strong>buen</strong>a cuenta de once caballos y dos soldados, por lo que algunos infantes de los recién llegados<br />

de Castilla demandaron regresar a Guacacualco dada la imposibilidad de seguir a los indios por<br />

las ciénagas. Sólo la bravura de Díaz d<strong>el</strong> Castillo consiguió convencerles de seguir ad<strong>el</strong>ante,<br />

tomando la población, una vez que sus habitantes la quemaron. Se hicieron prisioneros, pero<br />

los de Cimatlán se hundieron en las ciénagas y no quisieron aceptarla. Y por segunda vez se<br />

hubieron de retirar los hispanos. No todos los días se conquistaba México 9 .<br />

Alonso de Alvarado y la conquista de Chachapoyas (1535)<br />

Comisionado por Francisco Pizarro para la exploración de nuevos territorios, en 1535<br />

partió de Lima <strong>el</strong> capitán Alonso de Alvarado 10 con trece compañeros. Tras alcanzar Cochabamba,<br />

donde dejó un retén de sus hombres entablando <strong>buen</strong>as r<strong>el</strong>aciones con los aborígenes, Alvarado<br />

regresaría a Lima a demandar a Pizarro más medios para poder realizar una entrada provechosa<br />

en la tierra de Chachapoyas. Una vez alcanzada la ciudad de Trujillo, donde procuró reclutar tropa<br />

hispana que le siguiese en su conquista, Alvarado avanzó de nuevo hasta alcanzar Cochabamba,<br />

donde se hallaban sus primeros compañeros. Allá pasó revista a sus tropas para comprobar su<br />

niv<strong>el</strong> de armamento: los peones iban armados, como era usual, con rod<strong>el</strong>a, espada y ballesta,<br />

además de “sayos cortos [a]colchados recios, provechosos para la guerra de acá 11 ; los caballeros<br />

con sus lanças y morriones y otra armas hechas de algodón”, asegura Cieza de León. Una vez<br />

más, la adaptación al nuevo medio. No se citan armas de fuego.<br />

Alvarado procuró, en los primeros compases de su empresa, asegurarse su retaguardia<br />

y conseguir la alianza con todos los indios que pudiese, buscando, como era habitual, tanto<br />

<strong>el</strong> concurso de guerreros como indios e indias de servicio, además de bastimentos para la<br />

campaña. Midiendo sus reclamaciones de ayuda para no soliviantar en demasía a la población<br />

de Cochabamba, Alvarado consintió que algunos de sus hombres ayudasen a sus aliados en<br />

su enfrentamiento con unos vecinos b<strong>el</strong>icosos. Tras ocupar la fortificación de Quita, los indios<br />

enemigos se acercaron dispuestos al ataque; algunos españoles a caballo salieron de la fortaleza<br />

y les acometieron, pero fueron rodeados y se vieron en un aprieto cuando los indios pegaron<br />

fuego al pasto seco de la llanura. Ahogados por <strong>el</strong> humo, todo parecía estar acabado; no obstante,<br />

uno de los caballeros, Rui Barba, reaccionó y se puso al frente de los indios aliados, quienes<br />

consiguieron <strong>hacer</strong> huir a los d<strong>el</strong> otro bando. Mientras, <strong>el</strong> resto de los caballeros conseguían<br />

escapar d<strong>el</strong> p<strong>el</strong>igro. Ese liderazgo hispano, que se repetiría tantas veces, bastaba en estos<br />

enfrentamientos entre indios.<br />

16<br />

http://revistahistoria.universia.net


<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

Una vez recuperada su gente, Alvarado se mantuvo en su avance procurando trabar<br />

amistad con los indios sin necesidad de recurrir a la violencia y la cru<strong>el</strong>dad. Los habitantes de<br />

algunas comarcas, una vez comprobada la potencia militar de los hispanos, quienes metían <strong>el</strong><br />

miedo en <strong>el</strong> cuerpo sólo mostrando veinte caballos 12 –Alvarado no arriesgaba más–, pero también<br />

sus tropas aliadas, consentían en aliarse a su vez con <strong>el</strong> caudillo hispano. Fue <strong>el</strong> caso de las<br />

provincias de Langua y Charrasmal. Pero no de todas. En la localidad de Coxcón, donde ya los<br />

incas se vieron obligados a dejar guarniciones ocupando <strong>el</strong> territorio, a Alvarado le fue forzoso a<br />

emplearse a fondo. Las tropas aborígenes procuraron tomar las alturas por donde había de pasar<br />

la hueste hispana, colocando vigías en todas partes para avisar a tiempo y poder atacarles con<br />

ventaja. Alvarado, conocedor de todo lo acontecido por sus propios informantes, marchaba con<br />

su gente en escuadrón por <strong>el</strong> camino real, pero con la precaución de enviar d<strong>el</strong>ante de él un grupo<br />

de ballesteros –de haber contado con arcabuceros, habrían sido éstos quienes se ocupasen de<br />

tal menester–; mientras, había dividido su caballería en tres partes: él mismo comandaba una,<br />

que cuidaba <strong>el</strong> grueso de la hueste; Pedro de Samaniego y Juan Pérez de Guevara, con treinta<br />

hombres cada uno, comandaban las otras dos, quienes debían comenzar a presionar a los indios<br />

hostiles con la ayuda de tres mil indios aliados, una fuerza nada despreciable. Tras rechazar<br />

su ataque, las tropas de Alvarado persiguieron a los indios hostiles causándoles algunas bajas.<br />

Luego llegó la represión, o <strong>el</strong> pago de servicios: una vez vu<strong>el</strong>to a unirse <strong>el</strong> grupo, los aliados se<br />

dedicaron a saquear la comarca en busca de bastimentos, “destruyendo lo que hallaban hasta<br />

quemar las casas”, asevera Cieza de León. Perturbado por la destrucción realizada, que no era<br />

la mejor política, Alvarado envió a uno de sus capitanes, Camacho, con cuarenta hispanos y<br />

quinientos o mil indios en busca de rehenes para obligar al resto de los indios hostiles a rendirse<br />

y evitar más daños en aqu<strong>el</strong>la tierra. Camacho hubo de jugar con las ballestas, que al matar a<br />

distancia siempre causaban estupor en quienes no las conocían 13 , e incluso hubo de cargar con<br />

los caballos contra los indios a los que se enfrentó, consiguiendo que alzasen <strong>el</strong> campo, pero no<br />

<strong>el</strong> objetivo de <strong>hacer</strong> la paz con <strong>el</strong>los.<br />

Aunque le llegaron refuerzos desde Trujillo, Alvarado tenía serios problemas porque “La<br />

tierra estaba abrasada, faltando bastimentos”, indica Cieza. Los indios hostiles se negaban a<br />

poblar sus tierras, formando cuadrillas que desde las montañas inquietaban a la hueste hispana,<br />

mientras Alvarado se veía obligado a mantener su política de repartir sus tropas en cuadrillas de<br />

unos treinta o cuarenta hispanos más unos centenares de indios aliados que se desperdigaban<br />

en busca de bastimentos. El capitán Balboa acudió a la localidad de Tonche, <strong>el</strong> propio Alvarado<br />

siguió un escuadrón de indios hostiles sin resultado, mientras que <strong>el</strong> capitán Samaniego lo hacía<br />

en la de Chillao. Con dos mil indios de apoyo y cuarenta hispanos, Samaniego halló mucha<br />

comida y ganados, que inmediatamente condujo al campamento de Alvarado, no sin que los indios<br />

aliados, una vez más señala Cieza, fueran “destruyendo lo que <strong>el</strong>los querían”. Unos cuatro mil<br />

indios hostiles se confederaron y ocuparon los pasos por donde habían de retornar <strong>el</strong> grupo de<br />

Samaniego. Los indios aliados, “que iban cargados de bastimentos huyeron como liebres, dejando<br />

solos a los cristianos”, quienes hubieron de parar <strong>el</strong> ataque gracias a sus ballestas y espadas,<br />

matando e hiriendo a muchos de <strong>el</strong>los, con sólo un herido d<strong>el</strong> lado hispano, si bien todos los<br />

hombres acabaron agotados. Como pudieron, consiguieron alcanzar <strong>el</strong> campamento de Alvarado.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

17


<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

Ante la obstinación de los indios, que a larga podían triunfar si todo <strong>el</strong> territorio se destruía,<br />

Alvarado decidió ir a buscarlos con toda su gente. Envió d<strong>el</strong>ante d<strong>el</strong> grupo al capitán Camacho<br />

con veinte hispanos para ir descubriendo <strong>el</strong> camino y evitar emboscadas –es significativo que<br />

ya no confiase en los indios aliados para tal tarea una vez vista su actuación con Samaniego–; <strong>el</strong><br />

terreno era muy dificultoso para caballos e incluso los peones por las muchas piedras que había<br />

en <strong>el</strong> camino, pero no fueron atacados en lugar tan sensible. Sólo más ad<strong>el</strong>ante, los indios hostiles<br />

habían reunido fuerzas en lugar seguro, mientras sus mujeres e hijos se hallaban ya a <strong>buen</strong> recaudo,<br />

lejos de la guerra. Decidieron mostrarse sumisos e incluso llevar algunos presentes en forma de<br />

ganado para ganarse la confianza de Alvarado y los suyos. Lo consiguieron. Cuando la hueste<br />

avanzó se encontró de improviso con un ejército indio que les esperaba, pero no se inquietaron,<br />

quizá a causa ya de su experiencia en la guerra de las Indias. “Los nuestros se pusieron en<br />

orden ni turbados ni espantados de lo que veían; hirieron y mataron muchos enemigos”. Aunque<br />

la diferencia entre <strong>el</strong> número de contrincantes era mucha –“aunque para cada cristiano había<br />

ciento y cincuenta indios”, asegura Cieza de León–, <strong>el</strong> caso es que consiguieron una vez más la<br />

victoria. No obstante, <strong>el</strong> p<strong>el</strong>igro era grande. Al soldado Prado, quien perseguía con su caballo a<br />

un capitán aborigen, le dieron tal pedrada en la cabeza que <strong>el</strong> morrión no le protegió en absoluto:<br />

“le derribó d<strong>el</strong> caballo los sesos de fuera”. En cambio, otro soldado de caballería, Luis Var<strong>el</strong>a, se<br />

vio rodeado por enemigos y se defendió hasta recibir ayuda de sus compañeros. Alrededor de<br />

su caballo quedaron siete indios muertos 14 . Poco después, la sublevación de Manco Cápac, que<br />

puso sitio a Cuzco (1536-1537), obligaría a Alonso de Alvarado a desistir de su conquista.<br />

La jornada de Jerónimo Lebrón: de Santa Marta a Santa Fe (1539-1541)<br />

Una vez muerto <strong>el</strong> gobernador de Santa Marta (en la costa de la actual Colombia), Pedro<br />

Fernández de Lugo, la Audiencia de Santo Domingo proveyó dicho cargo de manera interina en<br />

la persona d<strong>el</strong> canario Jerónimo Lebrón de Quiñones. Enterado de las riquezas halladas en <strong>el</strong><br />

Nuevo Reino de Granada merced a la entrada realizada en aqu<strong>el</strong> país por Gonzalo Jiménez de<br />

Quesada a partir de 1536, comisionado por <strong>el</strong> gobernador Fernández de Lugo, Lebrón organizó<br />

a su vez una jornada con la intención de incorporar a su gobernación las tierras d<strong>el</strong> interior, una<br />

vez informado sobre <strong>el</strong> viaje de Jiménez de Quesada a la Península a dar cuenta al rey sobre lo<br />

realizado en 1539. Así, Lebrón reunió cuatrocientos hombres (trescientos infantes y cien efectivos<br />

de caballería, además de otros animales de tiro) a los que dividiría en dos escuadras de doscientos:<br />

como hiciera antes Jiménez de Quesada 15 , él mismo con la mitad de su hueste avanzaría por<br />

tierra, mientras que seis bergantines armados con pedreros 16 remontarían <strong>el</strong> Magdalena con la<br />

otra mitad y los mantenimientos necesarios, acompañados tres canoas de indios auxiliares. Su<br />

teniente general sería Ortuño V<strong>el</strong>ázquez de V<strong>el</strong>asco, veterano de las guerras de Italia y Alemania,<br />

pero <strong>el</strong> resto de la oficialidad escogida lo fue por su experiencia en la guerra en las Indias; Alonso<br />

Martín, uno de <strong>el</strong>los, dirigiría la expedición fluvial.<br />

Martín pronto se enfrentó a una emboscada en <strong>el</strong> río, pasando a cuchillo a los aborígenes<br />

que se acercaron a los baj<strong>el</strong>es para tantear la situación, mientras daban tiempo a toda una<br />

flotilla de canoas enemigas a rodear la armada de Alonso Martín. Aquí entraron en juego los<br />

18<br />

http://revistahistoria.universia.net


<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

pedreros y la arcabucería, que destrozaron a distancia al enemigo, sin protección alguna en<br />

sus canoas, y sin permitir que las flechas envenenadas pudieran ser utilizadas. Una segunda<br />

intentona quedó como la primera, muy dañada y con grandes pérdidas, de ahí que <strong>el</strong> resto de<br />

las fuerzas fluviales aborígenes decidieran desaparecer. Uno de los tres caciques apresados<br />

en aqu<strong>el</strong> primer enfrentamiento, para rehabilitarse a los ojos de los españoles, les condujo a<br />

la localidad de Tamalameque, donde consiguieron recuperar armamento perdido a manos de<br />

los indios <strong>el</strong> año precedente. La muerte de un soldado hispano en una isla hallada en <strong>el</strong> río<br />

sirvió para la habitual venganza, atacándose a sangre y fuego la misma, hasta que los indios la<br />

desampararon, habiéndose degollado los indios “más atrevidos”, señala <strong>el</strong> cronista Fernández de<br />

Piedrahita. Alonso Martín gastó cierto tiempo en atacar a los indios comarcanos, buscando botín<br />

y esclavos, pero pronto impuso la lógica de su misión, que no era otra que encontrarse con <strong>el</strong><br />

ejército de tierra a la altura d<strong>el</strong> río Cesare. Si bien sus hombres deseaban seguir operando en la<br />

zona, menospreciando las armas enemigas y sus <strong>tácticas</strong> y buscando la batalla, Alonso Martín no<br />

sólo hubo de recurrir a su experiencia, expresada en la convicción de que los aborígenes podían<br />

atacarles de noche con sus flechas envenenadas sin que sus arcabuces y pedreros pudieran<br />

<strong>hacer</strong>les mucho daño en las tinieblas, sino también al uso de ejemplos de la Antigüedad –Aníbal<br />

en Cannas– y en fechas más recientes –<strong>el</strong> marqués de Pescara levantando <strong>el</strong> sitio de Mars<strong>el</strong>la<br />

en 1529– para recordar a sus hombres que una retirada a tiempo podía ser <strong>el</strong> primer paso de<br />

una futura victoria. En todo caso, la pluma d<strong>el</strong> cronista Fernández de Piedrahita supo adornar las<br />

reflexiones de Alonso Martín con ejemplos de una marcialidad sin discusión 17 .<br />

Al poco de alcanzar la boca d<strong>el</strong> río Cesare, la armada hispana se vio atacada por dos<br />

armadas de canoas aborígenes, que según Fernández de Piedrahita alcanzarían las mil quinientas<br />

unidades. La primera de <strong>el</strong>las quiso anotarse la gloria y envistió sin más dilación, habiendo hecho<br />

Alonso Martín que se colocasen en sus embarcaciones<br />

toldos de mantas de algodón, esperaban los unos en los bordos con espadas y rod<strong>el</strong>as,<br />

y los otros con chuzos y armas de fuego prevenidas para su tiempo. Los indios, pues,<br />

viéndose á distancia de poder jugar su flechería, dieron tan espesa carga á los bergantines,<br />

que á no estar defendidos de las mantas, en que se quedaban pendientes sin pasar<br />

ad<strong>el</strong>ante las flechas, fuera <strong>el</strong> daño muy considerable en los nuestros.<br />

Así, mientras <strong>el</strong> contingente hispano sí pudo, o supo, aprovechar <strong>el</strong> armamento defensivo<br />

aborigen, éstos no podían <strong>hacer</strong> nada contra las armas de fuego: aprovechando Martín la<br />

cercanía de las canoas enemigas,<br />

se disparó la artillería y arcabuces á tan <strong>buen</strong> tiempo, que volcando muchas, haciendo<br />

pedazos otras y dejando algunas limpias de gente, fué tal <strong>el</strong> estrago de la primera rociada<br />

que, turbados los indios, ya fuese d<strong>el</strong> temor de los arcabuces, ya d<strong>el</strong> espanto de ver en<br />

tan breve tiempo muertos tantos de los suyos, buscaban seguridad en lo más profundo<br />

d<strong>el</strong> agua con la fuga que ejecutaron [...].<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

19


<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

No obstante, se produjo un segundo ataque, intentando los aborígenes cercar los baj<strong>el</strong>es<br />

hispanos avanzando en formación de media luna, pero una vez más la potencia de fuego europea<br />

consiguió destrozar las líneas atacantes. Según Fernández de Piedrahita, trescientas canoas y<br />

ochocientos indios fueron destruidos sin heridos de consideración por parte hispana 18 .<br />

Tras alcanzar <strong>el</strong> ejército de Lebrón a su armada en la localidad de La Tora, las muchas<br />

calamidades pasadas hicieron que algunos pensasen en abordar los baj<strong>el</strong>es para desertar<br />

viajando río abajo de retorno a Santa Marta. Lebrón tomó una decisión rápida y taxativa, propia<br />

de un <strong>buen</strong> general: sacó los baj<strong>el</strong>es a tierra, y tras apoderarse de su clavazón, herrajes y<br />

artillería –que, por cierto, escondió en una caverna por no poder transportarlos–, les pegó fuego.<br />

Lebrón no quiso castigar a nadie por entender que las dificultades d<strong>el</strong> viaje habían sido muchas.<br />

Y, en realidad, todavía no se habían enfrentado con la sierra de Opón, que de manera tan<br />

inmisericorde destruyese a los hombres de Jiménez de Quesada algunos años antes. Ninguno<br />

de estos sucesos es explicado por Fernández de Piedrahita, quien sí se explayaba, como vimos,<br />

en las luchas en <strong>el</strong> río, sino que se lo debemos a la crónica d<strong>el</strong> padre Aguado. En los combates<br />

trabados aqu<strong>el</strong>los días, cuando algunos aborígenes defendían las pocas provisiones de las que<br />

disponían de los famélicos hispanos, a menudo se demostró que sólo las armas de fuego podían<br />

contener a los indios, pues en las luchas cuerpo a cuerpo, la debilidad física de los hispanos por<br />

la sanguinaria expedición eran su principal deficiencia, a pesar de contar con espadas y rod<strong>el</strong>as<br />

de acero. Por otro lado, Lebrón se vio obligado a proclamar un bando por <strong>el</strong> que se prohibía<br />

matar animales domésticos para satisfacer <strong>el</strong> hambre, ya fuesen caballos, acémilas e, incluso,<br />

perros. A menudo, algunos de estos animales amanecían mutilados para obligar a sus dueños<br />

a matarlos, a pesar de los duros castigos que había impuesto Lebrón si se sorprendía a los<br />

culpables. El hecho es que cuando la expedición alcanzó <strong>el</strong> valle denominado de la Grita, de<br />

los cuatrocientos soldados apenas quedaban ciento cincuenta, mientras que también se habían<br />

perdido doscientas cabalgaduras. Pero no estaban derrotados.<br />

Tras alcanzar la villa de Vélez a fines de 1540, su cabildo aceptó a Lebrón como nuevo<br />

gobernador y se sumaron a sus filas, alcanzando éstas los doscientos infantes y los cien efectivos<br />

de caballería, y, marchando con <strong>el</strong>los en <strong>buen</strong> orden militar, se personó Lebrón ante la ciudad de<br />

Tunja. Hernán Pérez de Quesada, que gobernaba <strong>el</strong> Nuevo Reino de Granada en nombre de su<br />

hermano, saldría de Santa Fe de Bogotá con fuerzas similares a las de Lebrón –en la pluma de<br />

Fernández de Piedrahita, sospechosamente similares, ya que son <strong>el</strong> mismo número de hombres<br />

y armas– en dirección a Tunja. En un entorno que forzosamente recuerda al de algunas batallas<br />

de las guerras civiles de Perú, con unas colinas cubiertas de indios que esperaban presenciar<br />

una batalla entre españoles 19 , Quesada evitó un enfrentamiento proponiendo a Lebrón que los<br />

cabildos de Tunja y Santa Fe, de quienes estaba bastante confiado, decidiesen si lo aceptaban<br />

como gobernador, siendo su respuesta negativa. A pesar de producirse algunas ofertas de<br />

desafectos a Quesada, que buscaban <strong>el</strong> desafío a través de la persona de Lebrón, éste recibió<br />

un serio ultimátum d<strong>el</strong> primero, de modo que tras comprárs<strong>el</strong>e <strong>buen</strong>a parte de los medios de<br />

guerra que llevó al territorio (como le había ocurrido a Pedro de Alvarado en su incursión en<br />

Perú en 1534) 20 , se le conminó a que lo abandonase. Lebrón así lo hizo, y regresó a Santa Marta<br />

20<br />

http://revistahistoria.universia.net


<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

acompañado por apenas veinticinco de sus hombres, si bien pudieron aprovechar <strong>el</strong> viaje para<br />

ranchear en las poblaciones de los contornos d<strong>el</strong> río Magdalena. Lo interesante es que cuando<br />

Jerónimo Lebrón alcanzó la costa, decidió justificar sus acciones ante <strong>el</strong> rey haciendo<br />

criminal la resolución de los Cabildos d<strong>el</strong> Reino, fu[l]minó causa contra sus <strong>conquistador</strong>es,<br />

y especialmente contra los Quesadas, Cardoso, Alonso Martin, Junco, Maldonado<br />

y Céspedes, sobre los desafueros, cru<strong>el</strong>dades, muertes y tiranías ejecutadas con los<br />

indios, cuyo proceso para en <strong>el</strong> archivo de Simancas, y de cuya r<strong>el</strong>ación apasionada<br />

tanto se vale <strong>el</strong> Obispo de Chiapa [es decir, Bartolomé de las Casas] en la que hizo de<br />

la destrucción de las Indias.<br />

Señala <strong>el</strong> cronista Fernández de Piedrahita: “¿Pero todo lo declarado por Lebrón era<br />

falso, fruto d<strong>el</strong> despecho?” 21 .<br />

Campañas contra los indios muzos, Nueva Granada (1543-1562)<br />

Desde que en 1543 <strong>el</strong> capitán Luis Lanchero, que fuese soldado en Italia y Flandes,<br />

atravesase por primera vez <strong>el</strong> territorio de Muzo, comisionado por <strong>el</strong> gobernador Alonso Luis de<br />

Lugo, dicha etnia presentó batalla a los diversos grupos hispanos. Migu<strong>el</strong> Díez de Armendáriz,<br />

quien llegó a Nueva Granada en 1547 como juez de residencia d<strong>el</strong> gobernador Alonso de Lugo,<br />

decidió destinar al capitán Martínez con sesenta efectivos a pacificar al cacique Saboyá, principal<br />

de los muzos. Martínez en ningún momento pudo presentarles batalla, sino sólo atravesar su<br />

territorio cuidando de no ser derrotado en toda la línea y con algunas bajas. Tras aqu<strong>el</strong> pequeño<br />

desastre, la cuestión de los muzos quedó pendiente.<br />

Los oidores B<strong>el</strong>trán de Góngora y Juan López de Galarza asentaron la Real Audiencia en<br />

Nueva Granada en abril de 1550 y heredaron la guerra contra los b<strong>el</strong>icosos muzos. Su primera<br />

opción consistió en confiar en <strong>el</strong> capitán M<strong>el</strong>chor de Valdés, quien había llegado al territorio con la<br />

hueste de Sebastián de B<strong>el</strong>alcázar. Valdés desplegó una fuerza demasiado exigua, setenta hombres<br />

según <strong>el</strong> padre Aguado –cien para <strong>el</strong> cronista Fernández de Piedrahita–, a los cuales dividió aún<br />

más cuando envió al capitán Oñate con cuarenta hombres a intentar emboscar la fuerza principal<br />

de muzos que por entonces se estaba formando, según se desprendía de la confesión obtenida<br />

de dos indios capturados. Oñate, al poco, se vio rodeado por tropas superiores, las cuales no se<br />

dejaban impresionar fácilmente por los caballos, pues un intento de seis caballeros por romper sus<br />

filas se desbarató cuando los escuadrones muzos se abrieron para dejarles pasar, cerrándose a<br />

continuación y en su interior ser flechados de manera inmisericorde. Sólo los sayos de algodón<br />

permitían sobrevivir algún tiempo a tales percances, a veces <strong>el</strong> suficiente como para recomponerse<br />

y huir, justo lo ocurrido en esta ocasión con la mayor parte d<strong>el</strong> grupo hispano, si bien Valdés tuvo<br />

treinta heridos y contó con la baja d<strong>el</strong> propio Oñate quien, al perder su espada, murió luchando con<br />

una de sus espu<strong>el</strong>as. Las cru<strong>el</strong>dades que solían cometer los muzos con sus prisioneros obligaba a<br />

los españoles a morir p<strong>el</strong>eando sin rendirse, recuerda <strong>el</strong> cronista Pedro Aguado.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

21


<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

Conocedor de la victoria de los muzos, Valdés decidió fortificar su alojamiento,<br />

preparándolo para las salidas de los caballos, al tiempo que en un bohío concentraba su<br />

caballería con algunos peones de apoyo, mientras dividía <strong>el</strong> grueso de la exigua tropa en tres<br />

escuadras para rep<strong>el</strong>er una posible invasión d<strong>el</strong> recinto. También ordenó a sus indios de servicio,<br />

muiscas, la fabricación de hondas para que les asistiesen en las futuras batallas. Rodeados<br />

por hasta veinte mil muzos, según las estimaciones siempre exageradas d<strong>el</strong> cronista Aguado,<br />

Valdés rechazó algunos ataques gracias al temor al atrop<strong>el</strong>lamiento con los caballos y a las<br />

heridas infringidas con lanzas y espadas, pero pronto se comprobó cómo los muzos optaron por<br />

p<strong>el</strong>ear a cubierto jugando con su flechería envenenada. El cerco se mantuvo ocho días, <strong>el</strong> último<br />

d<strong>el</strong> cual murieron once de los heridos d<strong>el</strong> grupo de Oñate. Comp<strong>el</strong>ido por sus hombres, Valdés<br />

aceptó salir d<strong>el</strong> territorio viajando de noche y p<strong>el</strong>eando por de día, cuando eran detectados y<br />

rodeados por los indios; la situación llegó a tal extremo, que <strong>el</strong> cansancio obligaba a p<strong>el</strong>ear a<br />

unos mientras los otros procuraban rechazar al contrario. El momento clave de la campaña de<br />

Valdés llegó cuando se planteó <strong>el</strong> vadeo d<strong>el</strong> río Sarbe a la vista d<strong>el</strong> enemigo, una operación<br />

militar siempre complicada. Una parte de sus tropas se precipitó a atravesar <strong>el</strong> río e hizo pie en<br />

la orilla opuesta sin percatarse de la cercanía de los muzos y la tardanza en esguazarlo de toda<br />

la hueste hispana. Así, se vieron pronto atacados sin que <strong>el</strong> resto de las tropas pudieran <strong>hacer</strong><br />

gran cosa, aunque también se arrojaron ya al río con voluntad de ayudar a sus compañeros. El<br />

<strong>buen</strong> tino de Valdés hizo que retrajera a su gente y, desde la orilla inversa, con sus arcabuces<br />

lograsen frenar <strong>el</strong> ataque de los muzos. Con todo, murieron más de treinta españoles, sin contar<br />

los muchos heridos, y aunque <strong>el</strong> cronista Fernández de Piedrahita pretenda igualar la batalla<br />

alegando la muerte de medio millar de muzos, lo cierto es que reconoce cómo “aquí fue donde<br />

perdieron de suerte <strong>el</strong> temor á nuestras armas, que se acreditaron de los más guerreros, como<br />

veremos después en la constancia y valor con que sustentaron la guerra”. Estas palabras de<br />

Fernández de Piedrahita nos recuerdan la obsesión hispana por evitar tener bajas en sus luchas<br />

contra los aborígenes 22 , pues no podían permitirse que la moral de éstos se recuperase a costa<br />

de sus pérdidas. Contra todo pronóstico, Valdés consiguió salir d<strong>el</strong> territorio, no dudándose que<br />

la derrota tendría consecuencias.<br />

Los oidores Góngora y López de Galarza, necesitados de un capitán con capacidad<br />

para terminar con <strong>el</strong> levantamiento de los indios de la tierra de Muzo, no sólo crecidos por <strong>el</strong><br />

rechazo de la hueste d<strong>el</strong> capitán Valdés, sino que atacaban a los sometidos indios muiscas,<br />

algunos de cuyos grupos también se habían reb<strong>el</strong>ado y en cuadrillas de medio millar atacaban<br />

las encomiendas de la ciudad de Vélez, confiaron en Pedro de Ursúa 23 , Éste pudo reclutar<br />

hasta ciento veinticinco hombres –ciento cuarenta infantes y veinte caballos para <strong>el</strong> cronista<br />

Piedrahita, “bien prevenidos de lanzas, armas de fuego y perros 24 , en que consistía la fuerza<br />

que más atemorizaba á los indios”– en las ciudades principales, Santa Fe de Bogotá, Tunja y la<br />

propia Vélez, operando en primer lugar contra los indios de Saboyá, procurando pacificarlos de<br />

<strong>buen</strong>as maneras, sin apenas gastar municiones, tan escasas, sobre todo las p<strong>el</strong>otas de plomo<br />

que disparaban sus arcabuces; de hecho, en un momento dado, los oidores dieron órdenes para<br />

transformar en balas los tinteros de plomo de todo <strong>el</strong> Reino y así municionar los también escasos<br />

arcabuces, “pero muy provechosos por ser arma a quien mucho temían los indios” asevera<br />

Fernández de Piedrahita.<br />

22<br />

http://revistahistoria.universia.net


Tras su éxito inicial en Saboyá, Pedro de Ursúa fue internándose en tierras de los<br />

muzos, cuidando de no <strong>hacer</strong>lo por las fronteras de Siminjaca, donde existían “defensas de<br />

hoyos, púas, troncos y despeñaderos”, decidiendo buscar un alojamiento fortificado desde donde<br />

lanzar correrías por <strong>el</strong> territorio. Los aborígenes solían rodear <strong>el</strong> emplazamiento, pero siempre<br />

desde posiciones que impidiesen a los caballos y arcabuces hispanos actuar con ventaja. Ursúa<br />

emboscó tres arcabuceros y comenzó a operar con treinta infantes intentando atraerlos a la<br />

batalla, pero los indios supieron evitar la emboscada, aunque sufriesen algún daño con las armas<br />

de fuego. Así, por un lado, la experiencia de los aborígenes en sus ya largas guerras contra los<br />

hispanos les hacía conocedores de algunas de sus <strong>tácticas</strong> y de cómo evitar la p<strong>el</strong>igrosidad de<br />

sus principales armas, mientras que Ursúa, como <strong>buen</strong> caudillo de Indias, también sabía que,<br />

cuando salió con un escaso número de hombres, aunque escogidos, de su campamento, sólo<br />

podría atacar si atrapaba desprevenidos a los indios, de madrugada. Para entonces, <strong>el</strong> griterío<br />

típico de las guerras en las Indias apenas si afectaba a los soldados veteranos 25 , quienes formaron<br />

en escuadrón, como tantas veces se ha señalado, buscando su mayor potencia y seguridad<br />

–“hechos un cuerpo se estuviesen todos juntos, viendo cuánto importaba para conservarse<br />

entre tanta multitud de indios, <strong>el</strong> estar juntos o divididos, según la <strong>buen</strong>a disciplina les muestra”,<br />

comenta Piedrahita. Como solía ocurrir, al primer acometimiento las espadas hispanas hirieron<br />

fácilmente a un gran número de contrarios, factor que siempre era de peso y causaba gran<br />

desazón en sus filas, no acostumbrados a tener tantas bajas de inmediato en sus combates;<br />

porfiando, los aborígenes mantenían <strong>el</strong> cerco d<strong>el</strong> escuadrón hispano, pero más apartados,<br />

momento en <strong>el</strong> que los arcabuceros comenzaban a dispararles causando nuevas bajas; sólo<br />

entonces <strong>el</strong> escuadrón hispano podía comenzar a romper <strong>el</strong> acoso padecido. Ursúa, con tres<br />

bajas en sus filas, supo mantenerse en retaguardia con ocho de sus hombres para impedir que<br />

<strong>el</strong> contrario aprovechase la orografía y les atacase desde las alturas, permitiendo que <strong>el</strong> resto de<br />

su escuadra se pusiese a salvo. Luego, los arcabuceros de la misma protegieron la retirada de<br />

sus camaradas. Ursúa decidió poblar una ciudad, Tud<strong>el</strong>a, e incluso salió d<strong>el</strong> territorio en busca<br />

de más hombres y municiones, pero su designio ya estaba en su gran expedición a El Dorado, de<br />

modo que acabó por abandonar la empresa. Los escasos vecinos de Tud<strong>el</strong>a se vieron obligados<br />

a desampararla ante <strong>el</strong> empuje de los muzos, y, según <strong>el</strong> cronista Fernández de Piedrahita, “en<br />

esta retirada murió mucha gente española á manos d<strong>el</strong> enemigo”.<br />

En 1559, a decir d<strong>el</strong> padre Aguado, <strong>el</strong> capitán Luis Lanchero llegó con <strong>el</strong> encargo de<br />

pacificar la tierra de los muzos “con mucha munición de arcabucería y perros, [e] hizo muy<br />

grandes castigos en la tierra”, pero aquéllos se mantuvieron en sus trece, no dejando de hostigar<br />

a los españoles gracias al veneno de sus flechas y al de las muchas trampas que colocaban en<br />

todas partes,<br />

<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

porque todos los lugares y caminos y comidas y árboles frutales y lugares de cualquier<br />

suerte que sean donde españoles puedan llegar e presuman que llegarán, todo lo<br />

ocupan con puyas untadas con esta yerba, con las cuales se pican o lastiman de suerte<br />

que hagan sangre, es dificultosa su sanidad y cura 26 .<br />

Lanchero consiguió sesenta milites “y con <strong>el</strong>los los más aderezos y pertrajes (sic) de<br />

guerra que pudo, como eran arcabuces, pólvora y plomo, que era lo más necesario para la guerra<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

23


de estos indios”, señala <strong>el</strong> padre Aguado, además de trescientos yanaconas, aporta <strong>el</strong> cronista<br />

Fernández de Piedrahita. Al poco de iniciarse la campaña, <strong>el</strong> cacique Quirimaca presentó batalla<br />

con cuatro mil hombres, pero fue derrotado con pérdida de tres españoles y veinte heridos.<br />

Conocedor de la manera de p<strong>el</strong>ear de los indios, Lanchero enviaba en vanguardia a sus soldados<br />

más prácticos y briosos para que fuesen tomando todas las alturas y evitar emboscadas, mientras<br />

<strong>el</strong> cuerpo de su pequeño ejército los seguía en escuadrón, pero era inevitable que los muzos,<br />

por su número, los esperasen en todas las quebradas y los flechasen día y noche, impidiendo<br />

su descanso. Otra táctica consistía en apoderarse de los indios yanaconas que se quedaban<br />

retrasados. Un error de bisoño de Lanchero, quitarse <strong>el</strong> sayo de armas para poder refrescarse,<br />

le costó un flechazo p<strong>el</strong>igroso. Para obligar a su gente a no desamparar la empresa en caso<br />

de muerte, Lanchero decidió fundar la ciudad de Trinidad en una loma que permitía una cierta<br />

defensa.<br />

<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

Una vez recuperado, Lanchero se decidió por <strong>el</strong> avance hacia <strong>el</strong> interior d<strong>el</strong> país muzo,<br />

siempre enviando pequeñas escuadras de reconocimiento por d<strong>el</strong>ante y por los flancos d<strong>el</strong><br />

escuadrón. Pero no tuvo que esperar mucho a verse atacado por unos veinte mil aborígenes,<br />

dicen nuestros cronistas –lo más probables es que fuesen dos mil y, con todo, era ésta una cifra<br />

más que respetable de guerreros–; tras una larga porfía, cuando las municiones de los arcabuces<br />

parecían agotadas, una última descarga acertó en uno de los jefes de guerra, obligando a los<br />

muzos a retraerse. Las bajas hispanas fueron asumibles: un soldado y un caballo muertos. La<br />

p<strong>el</strong>igrosidad de las flechas envenenadas con las que tenazmente eran atacados obligaba a la<br />

hueste a vestir día y noche <strong>el</strong> sayo de armas de algodón, muy pesado y trabajoso de portar,<br />

pero los indios de apoyo y los caballos sí iban cayendo, muriendo de manera horrible. La falta<br />

de mantenimientos obligó a Lanchero a enviar al capitán Morcillo, veterano de las guerras civiles<br />

de Perú, y todos los indios auxiliares a tomar los suministros que hubiese en la localidad de<br />

Capacapi, un lugar localizado en alto, fortificado con hoyos y puntas envenenadas, que fue<br />

tomado con pérdida de un soldado. Como en otras ocasiones, con los arcabuces se podía<br />

limpiar con efectividad las cumbres de algunas pequeñas colinas para evitar <strong>el</strong> acoso constante<br />

d<strong>el</strong> contrario. Pero las municiones comenzaban a escasear, de modo que Lanchero hubo de<br />

enfrentarse a murmuraciones en <strong>el</strong> seno de la hueste acerca de si era más conveniente regresar<br />

y proveerse de tropas y medios de guerra o bien continuar. Para entonces ya comían de los<br />

caballos muertos, aumentando cada día <strong>el</strong> número de soldados lisiados. Lanchero se decidió por<br />

fortificarse donde se hallaba y demandar ayuda a la Real Audiencia. La tardanza en la llegada de<br />

ésta le obligó a mudar de alojamiento, siendo atacado sin desmayo por los muzos. Como señala<br />

<strong>el</strong> padre Aguado, no sólo iban cayendo los milites hispanos, sino que<br />

murieron así mismo muchos indios ladinos de los d<strong>el</strong> servicio de los españoles, flechados<br />

y empuyados, y así, cotidianamente tenían los nuestros averías y se iban haciendo<br />

menos y consumiendo de la yerba y <strong>el</strong> trabajo de la guerra, que era tan ordinaria que<br />

pocos días de la semana pasaban sin tener guazabaras y p<strong>el</strong>eas con los indios, ora<br />

estuviesen alojados, ora caminasen.<br />

Los oidores de la Audiencia de Santa Fe se emplearon a fondo para conseguirle tropas<br />

al capitán Ribera, deudo de Lanchero, quien debía asistirle con refuerzos. Para entonces era de<br />

dominio público la p<strong>el</strong>igrosidad de aqu<strong>el</strong>la campaña haciéndola impopular. Ribera, con treinta<br />

24<br />

http://revistahistoria.universia.net


<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

o treinta y cinco españoles, además de indios yanaconas y una enorme jauría de perros, entró<br />

en <strong>el</strong> territorio muzo. Fue atacado en su camino por hombres d<strong>el</strong> cacique Quirimaca, quien, por<br />

tomarlos en un camino difícil, consiguió al principio una cierta ventaja, pero una vez rehechas<br />

las tropas hispanas, y con <strong>el</strong> apoyo de quince arcabuceros de Lanchero, quienes dirigidos por<br />

<strong>el</strong> capitán Morcillo hacía días que buscaban a Ribera ante su tardanza y fueron providenciales,<br />

consiguieron inflingirles una seria derrota con quinientas bajas. Según <strong>el</strong> cronista Fernández de<br />

Piedrahita, para evitar que Quirimaca emboscase sus hombres y no les permitiese curar sus<br />

heridos y re<strong>hacer</strong>se, Ribera lanzó contra los indios sus perros que “luego pusieron en confusión<br />

y desorden á los indios, cuya pérdida acrecentaron con otros trescientos y más que quedaron<br />

heridos y despedazados”. Ribera tuvo en la batalla cinco muertos hispanos y cuarenta yanaconas<br />

“por más que se amparaban á la sombra de los troncos y árboles, y de los escaupiles y rod<strong>el</strong>as de<br />

los españoles”. De esta cita se infiere, pues, que los auxiliares muiscas luchaban sin protección<br />

alguna y a merced de un enemigo muy p<strong>el</strong>igroso.<br />

Una vez unidas todas las fuerzas, no sin algunas recriminaciones a Ribera por la tardanza<br />

de su ayuda, Lanchero decidió proseguir la campaña. Una vez más envió en vanguardia a sus<br />

veinte mejores hombres con <strong>el</strong> capitán Morcillo, mientras él se mantenía con <strong>el</strong> cuerpo d<strong>el</strong><br />

ejército y <strong>el</strong> capitán Ribera marchaba en la retaguardia con apenas dos caballos y dos infantes.<br />

Al descuidarse un tanto y separarse d<strong>el</strong> cuerpo central d<strong>el</strong> ejército, Ribera fue atacado por<br />

fuerzas muy superiores, debiendo ser asistido por los hombres de Lanchero, quien lo alcanzó<br />

con sus hombres formando en escuadrón. Tras recibir tres cargas de arcabuces y ballestas, que<br />

difícilmente causaron los dos mil muertos que reclama Fernández de Piedrahita, Quirimaca vio<br />

la imposibilidad de romper <strong>el</strong> frente hispano, ordenando seguidamente la retirada. Fue entonces<br />

cuando Lanchero envió tras <strong>el</strong>los los perros de presa con gran efecto. El padre Vázquez de<br />

Espinosa aseguraba que la ferocidad de los perros había conseguido que los indios les hubiesen<br />

“cobrado más temor que a los arcabuces”. De la hueste hispana murieron diez hombres, además<br />

de numerosos yanaconas –como es habitual, los cronistas siempre fueron parcos en tales datos.<br />

Tras la salida d<strong>el</strong> territorio d<strong>el</strong> capitán Ribera, algunos vecinos de la ciudad de Trinidad<br />

de los Muzos se quejaron a la Real Audiencia de la actitud de Luis Lanchero, siendo acusado<br />

por ser “grandes los estragos y muertes y malos tratamientos de indios que Lanchero había<br />

hecho en aqu<strong>el</strong>la tierra sin causa ni necesidad urgente”. También fue perseguido <strong>el</strong> capitán<br />

Francisco Morcillo, dice <strong>el</strong> cronista Aguado, “por haber sido ocasión de las discordias que<br />

Lanchero y los otros soldados habían tenido, y él particularmente contra particulares personas”.<br />

Aunque los veteranos de la entrada estaban muy divididos, unos esperando <strong>el</strong> retorno de<br />

Lanchero y otros justo lo contrario, <strong>el</strong> caso es que los oidores designaron a don Lope de Orozco<br />

corregidor de la zona. Orozco con apenas cuarenta hombres, de los que perdió cinco, realizó<br />

un recorrido por <strong>el</strong> territorio para certificar ante la Real Audiencia su estado de pacificación.<br />

Pero <strong>el</strong> cronista Aguado explica que si bien Orozco procuró atraerse a los indios por la vía<br />

de la prédica y los <strong>buen</strong>os propósitos, “pero más aprovechaba para esto un <strong>buen</strong> castigo<br />

y terror que cuantos requerimientos se les podían <strong>hacer</strong>, ni persuasiones ni otros halagos”,<br />

tomando claramente partido por la actitud de Luis Lanchero. Éste murió en 1562 sin poder<br />

ejercer <strong>el</strong> cargo de corregidor en la ciudad por él fundada. En los siguientes años, incluso los<br />

oidores de la Audiencia de Santa Fe se vieron obligados a enviar allá a d<strong>el</strong>incuentes, hombres<br />

desterrados d<strong>el</strong> Nuevo Reino, para aumentar los efectivos de la ciudad de Trinidad, pues la<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

25


<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

fama de mortíferos de sus indios aún persistía. Unos indios que avisaban siempre antes de<br />

realizar un ataque general y jamás p<strong>el</strong>eaban de noche. Extraña nobleza.<br />

Sólo cuando en 1564 se hallaron minas de esmeraldas la codicia cambió la situación.<br />

Para entonces, veteranos como <strong>el</strong> capitán Morcillo ya daban órdenes para acabar con los<br />

sembrados de los indios, buscando la huida de los mismos, mientras que los perros de presa<br />

seguían siendo esenciales; según <strong>el</strong> padre Aguado:<br />

ya a esta sazón tenían los españoles perros de ayuda a quien los indios habían cobrado<br />

muy gran miedo y temor. Por su causa no se osaban acercar a donde los españoles<br />

estaban; que fue gran ayuda esto de los perros para que los nuestros pudiesen ir y pasar<br />

ad<strong>el</strong>ante con la sustentación de su pueblo y soportar los trabajos de la guerra, porque<br />

como los perros son grandes venteadores y rastreros, en acercándose los indios a los<br />

españoles luego los sentían y descubrían y daban en <strong>el</strong>los y a bocados los ahuyentaban<br />

y echaban de sobre los nuestros; porque <strong>el</strong> indio que un perro de estos alcanza, a dos<br />

zaleadas lo descompone y lastima malamente.<br />

La respuesta bélica de los muzos, descartadas las emboscadas, consistió en redoblar<br />

las trampas con puyas envenenadas, “y así de cada día se les empuyaban muchos indios amigos<br />

y d<strong>el</strong> servicio de los españoles que se desmandaban a andar por muchas partes p<strong>el</strong>igrosas” 27 .<br />

Hubo que esperar al gobierno d<strong>el</strong> corregidor Cepeda de Ayala para que comenzase<br />

a “pacificarse” <strong>el</strong> territorio de los muzos. Éste, con la ayuda de su teniente, López de Poveda,<br />

fue derrotando poco a poco la resistencia: en Pauna, dieron de noche en <strong>el</strong> pueblo “prendió los<br />

culpados, y aun creo los inocentes, y fueron castigados ejemplarmente”, dice <strong>el</strong> padre Aguado. En<br />

Saboyá, donde la resistencia duraba hacía décadas, “prendieron algunos capitanes y principales<br />

agresores de lo dicho, y habida averiguación de la culpa que tenían por sus confisiones, se<br />

hizo castigo en <strong>el</strong>los”. En Topo, tras aqu<strong>el</strong>los ejemplos, obtuvieron comida y mil porteadores,<br />

algo inaudito hasta entonces. Les siguieron las localidades de Marpe y Minipu, Nico y Copere,<br />

las cuales fueron atacadas siempre de noche. Los pobladores de esta última, desesperados,<br />

acabaron por luchar cara a cara contra los españoles, sin recurrir a flechar a distancia. Cepeda de<br />

Ayala pugnó para desterrar una práctica muy usada hasta hacía poco tiempo: <strong>el</strong> padre Aguado,<br />

que rehúsa entrar en detalles escabrosos, asegura en su crónica haber sido muy común aqu<strong>el</strong>los<br />

años en todo <strong>el</strong> territorio dar “muertes cru<strong>el</strong>es” a los indios por cualquier excusa, “cosa cierto<br />

indigna d<strong>el</strong> nombre español, pues tan sin causa ofendían a los que habían de halagar para que<br />

su paz fuese ad<strong>el</strong>ante” 28 .<br />

La conquista de Uaymil-Chetumal (Yucatán), 1543-1545<br />

La difícil conquista de la península de Yucatán comenzó en 1526 cuando Francisco<br />

de Montejo, uno de los compañeros de Hernán Cortés, capituló con la Corona. Comenzando<br />

su aventura en la zona norte y noreste en 1527, <strong>el</strong> clima y la oposición aborigen obligaron a<br />

26<br />

http://revistahistoria.universia.net


Montejo a retirarse a Nueva España en busca de ayuda en 1529. Tras obtenerla por parte de la<br />

primera Audiencia, <strong>el</strong> ad<strong>el</strong>antado Montejo intentó una nueva entrada por Tabasco en 1529-1530,<br />

mientras su segundo, Alonso Dávila, lo hacía por <strong>el</strong> interior, alcanzando Acalán en 1530-1531.<br />

No obstante, nuevas entradas de Dávila y d<strong>el</strong> hijo de Montejo, llamado Montejo <strong>el</strong> Mozo, entre<br />

1531 y 1534 demostraron la enorme dificultad para <strong>el</strong> control d<strong>el</strong> territorio, apenas sometiendo la<br />

zona de Tabasco. Francisco de Montejo se incorporó de nuevo a la conquista en 1537 llevando<br />

una flota a Champotón, desde donde su hijo conseguiría fundar, ya en 1540, San Francisco de<br />

Campeche. La ciudad de Mérida se fundó tras la conquista de la zona occidental de la península<br />

en 1542, mientras que <strong>el</strong> oriente y <strong>el</strong> interior de la misma cayeron entre 1542 y 1545. Uno<br />

de los territorios por conquistar aqu<strong>el</strong>los años, la provincia meridional de Uaymil-Chetumal, fue<br />

cedida para su ocupación a Gaspar Pacheco, quien actuaría como teniente de gobernador d<strong>el</strong><br />

ad<strong>el</strong>antado Montejo.<br />

<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

Tras organizar una compañía con veinticinco o treinta efectivos, enrolando a su hijo<br />

M<strong>el</strong>chor y a su sobrino Alonso, Gaspar Pacheco entró a fines de 1543 o comienzos de 1544 en<br />

la provincia de Cochuah para dotarse de indios cargadores y de servicio, así como de grandes<br />

cantidades de vituallas. Ante las primeras resistencias, Pacheco no dudó en llevarse consigo<br />

a cualquier persona que atrapase, sin consideraciones de ningún tipo, así como en arramblar<br />

con todos los suministros que pudo. Numerosos indios huyeron a los bosques, mientras otros<br />

muchos morían por falta de alimentos. La provincia quedó semidestruida.<br />

Una vez entrado en <strong>el</strong> territorio de Uaymil-Chetumal, Pacheco hubo de emplearse<br />

a fondo ante la resistencia de los mayas, quienes, como en otras regiones, comenzaron por<br />

construir defensas donde podían atacar con ventaja a los intrusos, mientras abandonaban sus<br />

asentamientos y destruían sus depósitos de vituallas. La orografía les permitió desarrollar una<br />

guerra de guerrillas que dificultó enormemente <strong>el</strong> avance hispano, sobre todo cuando Pacheco<br />

y los suyos se vieron obligados a lanzar correrías más en busca de alimentos que d<strong>el</strong> propio<br />

enemigo para destruirlo. Gaspar Pacheco enfermó y acabó por retirarse a Mérida dejando a su hijo<br />

y su sobrino la conducción de la guerra. Exasperados ambos por aqu<strong>el</strong>las dificultades, para tratar<br />

de imponerse en un conflicto que amenazaba con destruirlos, comenzaron a utilizar prácticas<br />

aterrorizantes a un niv<strong>el</strong> como no se había visto hasta entonces en Yucatán. Comenzaron a<br />

agarrotar indios, tanto hombres como mujeres, o bien éstas eran arrojadas a las lagunas con<br />

pesas atadas a sus cuerpos para que se ahogaran, en una práctica que se utilizó durante la<br />

conquista de las Canarias 29 . En otras ocasiones, las jaurías de perros masacraban a los indios<br />

indefensos. También se habla de cortes de manos, orejas y narices a muchos indios 30 . Todo<br />

apunta a que fue Alonso Pacheco quien más se destacó en la aplicación de tales prácticas, muy<br />

posiblemente porque no llevaron miembros d<strong>el</strong> clero en su hueste que pudieran refrenarles. Tras<br />

someter a los indios, M<strong>el</strong>chor Pacheco fundó Salamanca de Bacalar en 1544, pero <strong>el</strong> territorio<br />

quedó muy diezmado 31 .<br />

El padre franciscano Lorenzo de Bienvenida escribiría al príncipe F<strong>el</strong>ipe desde Mérida<br />

en febrero de 1548 r<strong>el</strong>atándole aqu<strong>el</strong>los excesos: entre otras lindezas aseguraba de Alonso<br />

Pacheco que “Nerón no fue más cru<strong>el</strong> que éste”. Señala cómo la región de Chetumal estaba en<br />

paz, pero fue la incursión de los Pacheco la única causa de los disturbios, pues ante la terrible<br />

presión que padecían, los indios huían a los montes de puro miedo a los españoles, pues en<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

27


<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

cuanto tomaban alguno lo aperreaban. El resultado fue que los indios “no sembraron, y todos<br />

murieron de hambre: digo todos porque había pueblos de a quinientas casa, de a mil, y <strong>el</strong> que<br />

agora tiene ciento es mucho”. Aseguraba que Alonso Pacheco en persona agarrotaba a sus<br />

víctimas; también “Cortó muchos pechos a mugeres y manos a hombres, y narices y orejas, y<br />

estacó, y a las mugeres ataba calabazas a los pies, y las echaba a las lagunas [a] ahogar, por<br />

su pasatiempo; y otras grandes cru<strong>el</strong>dades que por abreviar las dexo”. Estacar significaba atar<br />

a estacas y posteriormente flechar los cuerpos hasta la muerte. Asimismo, se asegura que los<br />

Pacheco se dedicaron a<br />

robar y matar y maltratar a los indios e indias naturales de aqu<strong>el</strong>las tierras estando de paz,<br />

y sirviendo a los cristianos españoles por fuerza contra su voluntad les dieron muchas<br />

cuchilladas y les cortaron las manos y narices a [los] hombres [y a] las mujeres las tetas<br />

cortaron [y] ataron a estacas y atados los asaetearon y flecharon hasta que murieron<br />

naturalmente e hicieron otras muchas cru<strong>el</strong>dades y robos no vistos ni oydos [...]. 32<br />

Aunque los Montejo quedaron escandalizados por los excesos de los Pacheco en<br />

Chetumal, lo cierto es que durante la reb<strong>el</strong>ión maya de 1546-1547, cuando éstos matarían unos<br />

quince o veinte españoles y unos quinientos naborías 33 , <strong>el</strong> sobrino d<strong>el</strong> ad<strong>el</strong>antado Francisco de<br />

Montejo, llamado igual que aquél, ordenó cortar las manos a veinticinco habitantes de Cupul<br />

atrapados con armas en las manos. En otra ocasión hizo ahorcar a cierto número de mujeres;<br />

asimismo se usó d<strong>el</strong> aperreamiento para abortar dicha reb<strong>el</strong>ión. Gracias al juicio de residencia<br />

realizado a Montejo en 1549-1550 se sabe que éste siguió proceso contra varios de sus capitanes<br />

por actos de cru<strong>el</strong>dad demostrados. También en esta ocasión se esclavizaron hasta dos mil<br />

indios, varones, mujeres y niños, si bien Montejo los dejó más tarde en libertad. Lo cierto es que<br />

tras estos episodios, numerosos grupos de mayas se dirigieron a la zona de Petén Itzá, donde<br />

conservaron su libertad. Todavía en 1548, <strong>el</strong> malestar de los caciques de la provincia de Mani con<br />

<strong>el</strong> apostolado de los franciscanos, unido a las noticias de un posible levantamiento en la población<br />

de Peto, acabó con la detención de veinte señores mayas, quienes fueron sentenciados a ser<br />

quemados en Mérida. Sólo la intervención de fray Luis de Villalpando les salvó de las llamas,<br />

aumentando <strong>el</strong> prestigio de la orden en todo Yucatán 34 .<br />

En 1550, en un memorial dirigido a la Audiencia de México, se acusaría a Francisco de<br />

Montejo, sobrino d<strong>el</strong> ad<strong>el</strong>antado, de haber ahorcado en 1547 treinta indias de unos árboles, si<br />

bien la acusación aumenta cuando se asegura que otros testigos vieron cómo se ahorcaban<br />

más mujeres “y los niños de leche que mamaban ahorcaba también de los pies de las madres<br />

que estaban ahorcadas”. De Gaspar Pacheco, su hijo y su sobrino se asegura que “asolaron dos<br />

provincias las mejores y de más gente que havia en este Yucatán a tanto que [h]oy día ya no [h]ay<br />

casi nadie en <strong>el</strong>las”. Francisco y Hernando Bracamonte son acusados de haber matado muchos<br />

indios también en 1547 pero “en un pueblo de paz y que los mataron con muertes muy cru<strong>el</strong>es y<br />

nuevamente inventadas”. Y se añade: “Todos estos sobredichos d<strong>el</strong>ictos son muy públicos y [h]<br />

ay muchos testigos”, pero como los culpables ocupan los cargos de alcaldes, etc., r<strong>el</strong>evándose<br />

entre sí sistemáticamente se sentencian unos a otros a penas muy leves. Así, terminaba por<br />

señalar <strong>el</strong> padre Villalpando, “cuesta más en Yucatán matar una vaca o un caballo que matar un<br />

indio vasallo d<strong>el</strong> rey” 35 .<br />

28<br />

http://revistahistoria.universia.net


La entrada de Juan Álvarez Maldonado en <strong>el</strong> país de los chunchos<br />

(1567-1569)<br />

El proceso de ocupación de Charcas conduciría, a su vez, a nuevas tentativas de<br />

expansión desde esta última. El noreste d<strong>el</strong> nuevo territorio incorporado sería <strong>el</strong> objeto de varias<br />

expediciones al llamado país de los chunchos, donde en <strong>el</strong> pasado habían operado <strong>conquistador</strong>es<br />

como Pedro Álvarez Holguín y Francisco de Villagrán sin éxito. Hacia 1560, <strong>el</strong> virrey d<strong>el</strong> Perú,<br />

conde de Nieva, envió al capitán Juan Nieto a la conquista de los chunchos, de la que regresaría<br />

en 1563 sin haber conseguido un solo poblamiento. Cuatro años más tarde, en 1567, otro capitán,<br />

Juan Álvarez Maldonado, probaría fortuna 36 . No obstante, nuevos <strong>conquistador</strong>es, como Nuflo de<br />

Chaves y Andrés Manso, intentaron la conquista d<strong>el</strong> país de los Moxos, asimilado a veces con<br />

<strong>el</strong> Gran Paititi, si bien era éste un El Dorado distinto que, teóricamente, se hallaba más allá de<br />

la tierra de los chunchos. Álvarez Maldonado, en cambio, siempre habló en su r<strong>el</strong>ación d<strong>el</strong> Gran<br />

Paititi como la tierra que no pudo someter.<br />

Álvarez Maldonado alcanzó Perú, procedente de Veragua, donde llegó en 1542, y se<br />

incorporó a la causa real contra los reb<strong>el</strong>ados pizarristas durante las guerras civiles. Vencedor<br />

de la causa pizarrista, tras desposar a una rica viuda, quien le aportó una encomienda, Álvarez<br />

Maldonado estuvo en disposición de gastar hasta 80.000 ducados en la jornada que comentamos.<br />

Como decíamos, en 1567 obtuvo mediante la oportuna capitulación la posibilidad de ocupar la<br />

gobernación de los chunchos y de los araonas, provincias dependientes de la Audiencia de<br />

Charcas.<br />

<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

Partido de Cuzco a partir de agosto de 1567 con apenas catorce hombres, “no mas<br />

por escusar Juntas que en esta tierra su<strong>el</strong>en temerse”, Álvarez Maldonado alcanzó <strong>el</strong> territorio<br />

de Opatari con muchas fatigas por ir abriendo <strong>el</strong>los mismos <strong>el</strong> camino, donde fundó la ciudad<br />

de Bierzo, a partir de la cual se exploraría un amplio territorio. Tras comenzar a acumular<br />

hombres y vituallas y construir una flotilla para navegar <strong>el</strong> río, Álvarez Maldonado comisionó<br />

al capitán Manu<strong>el</strong> de Escobar para que, con ochenta hombres, navegase río abajo hasta la<br />

tierra de los toromonas, a quienes tendría que procurar atraer al servicio de los hispanos con<br />

la intención de que aportasen mano de obra y vituallas para cuando llegase <strong>el</strong> grueso de la<br />

expedición. Los caballos avanzarían por tierra unas quince leguas. Era <strong>el</strong> 20 de mayo de<br />

1568. Tras avanzar con alguna dificultad por la poca profundidad d<strong>el</strong> agua, Escobar mandó<br />

en su momento embarcar hasta treinta caballos, de los cuarenta que habían salido, “porque<br />

sabía quanto le ynportaban para lo de ad<strong>el</strong>ante”, en cuatro balsas que mando construir. Al<br />

poco, Escobar contactó con <strong>el</strong> cacique Cavanava de los capinares, quien lo recibió de paz, así<br />

como otros muchos caciques, entre <strong>el</strong>los Tarano. Con su inestimable apoyo, Escobar envió<br />

dos de sus hombres a la tierra de los toromonas, acompañados por numerosos indios aliados,<br />

quienes en cuatrocientas balsas cargadas de gente e impedimenta, <strong>el</strong>igieron un asentamiento<br />

adecuado y comenzaron a sembrar en las tierras de estos últimos mientras se esperaba la<br />

llegada de Álvarez Maldonado y <strong>el</strong> grueso de la expedición. Mientras, durante cuarenta días<br />

<strong>el</strong> capitán Escobar permaneció en tierras de los cavanavas aderezando las armas –“limpiando<br />

los arcabuces, enjugando las municiones”– y reformando los caballos, además de arreglar<br />

la fragua transportada, <strong>el</strong>emento importante, y todo <strong>el</strong>lo “sin agravio a yndio ni a yndia de la<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

29


<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

provincia”. Poco después se trasladó con sus hombres al nuevo asentamiento río abajo, donde<br />

ganó la amistad de nuevos caciques.<br />

Por su parte, <strong>el</strong> gobernador Álvarez Maldonado desde la cabecera d<strong>el</strong> río continuaba<br />

buscando nuevos participantes para su entrada –hasta cien–, así como armas, herramientas<br />

y animales de tiro y ganado en Cuzco cuando <strong>el</strong> veterano <strong>conquistador</strong> Gómez de Tordoya se<br />

cruzó en su camino. Éste había obtenido d<strong>el</strong> conde de Nieva hacía seis años permiso para<br />

realizar una jornada en los chunchos, pero le fue revocada por un intento de motín en Cuzco,<br />

a decir d<strong>el</strong> padre Lizárraga 37 . Sin resignarse, Gómez de Tordoya con apenas veinte hombres<br />

se introdujo en <strong>el</strong> territorio asignado por entonces a Álvarez Maldonado y, antes o después,<br />

acabarían por chocar. En Cuzco, los hombres apalabrados por Álvarez Maldonado se resistieron<br />

a embarcarse en la expedición de éste pues estaban a la expectativa de lo que ocurriese con<br />

Gómez de Tordoya. A Álvarez Maldonado no le quedó más remedio que fabricar toda la pólvora<br />

que pudo y viajar río abajo en busca d<strong>el</strong> capitán Escobar.<br />

Haciéndose pasar por capitán d<strong>el</strong> legítimo gobernador, Gómez de Tordoya consiguió<br />

seiscientos indios de apoyo d<strong>el</strong> cacique Arapo y avanzó hacia donde se hallaba <strong>el</strong> capitán<br />

Escobar. Éste, advertido, dejó doce hombres en <strong>el</strong> puesto y avanzó con <strong>el</strong> resto, más de sesenta,<br />

así como con trescientos indios taranos, y fue al encuentro d<strong>el</strong> alzado. Una vez entablada la<br />

lucha, varios hombres de Tordoya se pasaron al bando de Escobar mientras éste disparaba<br />

a los demás, quienes comenzaron a huir siendo acosados por sus antiguos aliados de Arapo,<br />

conocedores entonces d<strong>el</strong> engaño. Pero la pugna entre españoles envalentonó a los indios.<br />

Escobar se mantuvo en <strong>el</strong> alcance y halló a casi todos los hombres de Tordoya muertos; éste<br />

también moriría. Mientras, los antiguos indios aliados asaltaron <strong>el</strong> fuerte hispano y mataron a los<br />

doce hombres d<strong>el</strong> retén así como a diez caballos, “que fue gran perdida para <strong>el</strong> lugar y tienpo”.<br />

Cuando incluso los indios d<strong>el</strong> cacique Tarano se le huyeron y Escobar alcanzó <strong>el</strong> fuerte destruido,<br />

se impuso la idea de castigar aqu<strong>el</strong>la traición y con quince caballos supervivientes atacaron<br />

de madrugada un pueblo de indios cayanpuxes, Vinono, pero estaba desierto. Tras ocupar un<br />

galpón para <strong>hacer</strong>se fuertes, los indios, emboscados en la montaña, comenzaron a lanzarles<br />

flechas con algodón incendiado, consiguiendo quemar <strong>el</strong> galpón y todo <strong>el</strong> pueblo. Dispuestos a<br />

usar de sus caballos con ventaja, los indios, advertidos, volvieron a retirarse “en <strong>buen</strong>a orden<br />

a la montaña... donde salían de ordinariamente a hazer saltos y poner cerco”. Conscientes de<br />

que los indios no se dejarían sorprender en campo abierto, <strong>el</strong> grupo de Escobar se fortificó lo<br />

mejor que pudo en uno de los bohíos quemados y esperaron la llegada d<strong>el</strong> gobernador. En un<br />

descuido d<strong>el</strong> capitán Escobar, que salió a dar de beber a su caballo, fue flechado y muerto por<br />

los indios. Elegido un soldado, Malaver, como jefe improvisado, decidieron abandonar <strong>el</strong> lugar y<br />

alcanzar <strong>el</strong> fuerte original confiando en la amistad d<strong>el</strong> cacique Tarano, pero tras perder algunos<br />

hombres por <strong>el</strong> camino a manos de los cayanpuxes, la gente de Tarano mató a casi todos los<br />

españoles, quienes, mal armados y famélicos, apenas si pudieron defenderse. Tras salvar a un<br />

herrero, por su oficio, y al padre Diego Martín, quien vivía con <strong>el</strong>los hacía algunos años, hasta<br />

doce españoles, prisioneros, fueron ejecutados uno a uno.<br />

Una vez reunidos hasta ochenta caballos y nuevos refuerzos, armas y vituallas, <strong>el</strong><br />

gobernador Álvarez Maldonado avanzó en busca de la tropa d<strong>el</strong> capitán Escobar <strong>el</strong> 13 de<br />

30<br />

http://revistahistoria.universia.net


noviembre de 1568. El viaje, con <strong>el</strong> río crecido, fue un desastre. No sólo no se pudieron embarcar<br />

los caballos, que se abandonarían, sino que varias canoas zozobraron, con pérdida de hombres<br />

y material. Con sus fuerzas muy mermadas, <strong>el</strong> gobernador comenzó a abrirse paso machete<br />

en mano en busca de mantenimiento mientras era espiado por los indios manopanpa. Éstos<br />

les atacaron con ventaja siendo rep<strong>el</strong>idos, pero con algunas pérdidas entre los hispanos. Tras<br />

recomponer <strong>el</strong> grupo, <strong>el</strong> gobernador avanzó hasta <strong>el</strong> territorio de los canivares, donde halló<br />

muestras inequívocas de estar toda la tierra alzada. Tras decidirse por alcanzar la tierra d<strong>el</strong><br />

cacique Tarano, a quien creía aliado, y saber nuevas d<strong>el</strong> capitán Escobar, Álvarez Maldonado y<br />

los suyos fueron cercados por los canivares, quienes aprovecharon la espesura para flecharlos<br />

con ventaja, pues éstos, sin más armas defensivas corporales y agotados, luchaban con espada<br />

y rod<strong>el</strong>a. Tantos de <strong>el</strong>los fueron heridos que, para evitar <strong>el</strong> claro rastro dejado por su sangre y no<br />

alentar al enemigo, procuraban taparla con los pies. Así caminaron cuatro leguas. Puestas sus<br />

esperanzas de salvación en volver a atravesar <strong>el</strong> río, pues eran atacados cada día de manera<br />

inmisericorde, <strong>el</strong> gobernador quiso lanzarse con doce hombres a cruzar la corriente, pero no le<br />

dejaron ante la posibilidad de que fueran masacrados en la otra orilla con tan pocas fuerzas. El<br />

soldado Hurtado se prestó a cruzar <strong>el</strong> impetuoso río a nado y, tras conseguirlo, pudo indicar al<br />

gobernador que podía atravesarlo sin cuidado. Así lo hicieron, y desde allá, tras recoger algunos<br />

mantenimientos para <strong>el</strong> viaje, pusieron rumbo a tierras d<strong>el</strong> cacique Tarano.<br />

Días más tarde éste les permitiría acercarse a sus tierras sin agredirles, cosa de<br />

agradecer pues en las semanas previas había matado a no menos de sesenta españoles y<br />

se había apoderado de sus armas. El caso es que los hombres de Tarano, muchos vestidos a<br />

la usanza española tras desvalijar a los muertos de Escobar y Tordoya, portaban “sus armas,<br />

c<strong>el</strong>adas, cotas, espadas y dagas, arcabuzes, frascos y frasquillos y con cada tres u quatro cabos<br />

de mechas encendidas y como trayan cargados los arcabuzes hasta la boca quan los disparavan<br />

rrespondían como lombardas”. Tarano los recibió y pudieron curarse muchos hombres que<br />

hubieran muerto sin remedio, pero les advirtió que no les permitiría quedarse en su tierra ni,<br />

muchos menos, cederles las armas que había tomado. Tras pasar algunos días restableciéndose,<br />

<strong>el</strong> gobernador Álvarez Maldonado regresó a Cuzco.<br />

Sabiendo cómo manejarse contra su enemigo europeo, de quien muy pronto obtuvieron<br />

armas y conocimiento para manejarlas, los aborígenes se vieron favorecidos por las dificultades<br />

orográficas, las cuales impidieron que una utilización más profusa d<strong>el</strong> caballo les proporcionase<br />

algunas ventajas militares a los invasores. Así, éstos, quienes intentaron <strong>el</strong> algunas ocasiones<br />

más desde Charcas introducirse en los chunchos, siempre fracasaron en <strong>el</strong> siglo XVI 38 .<br />

Conclusiones<br />

<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

La casuística de la conquista hispana de las Indias fue inmensa. Las apreciaciones<br />

generales sobre las principales causas que condujeron a la dominación de los diversos territorios<br />

no son válidas. En <strong>el</strong> caso de Díaz d<strong>el</strong> Castillo, su narración de la pacificación de Chiapa en 1524<br />

puede entenderse como un <strong>buen</strong> ejemplo de la superioridad de la infantería sobre la caballería,<br />

que resultó muy dañada en aqu<strong>el</strong>la entrada, con un 50% de bajas, un número a todas luces<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

31


<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

excesivo y abrumador de pérdidas en las guerras de Indias. Alonso de Alvarado y su intento<br />

por conquistar Chachapoyas en 1535 sería <strong>el</strong> caso <strong>el</strong>egido para ilustrar la importancia de la<br />

caballería, incluso en un terreno a priori poco favorable para la misma como <strong>el</strong> de Perú, mientras<br />

que la infantería armada con ballesta, y sin testimonios que refieran <strong>el</strong> uso de arcabuces, cumplió<br />

muy bien con su cometido. Por otro lado, la presencia de un importante número de indios aliados,<br />

hasta tres mil, no significó una gran ventaja en esta ocasión para la hueste hispana. Por su<br />

parte, la aventura de Jerónimo Lebrón en 1539-1541 puede servir de ejemplo de cómo los<br />

condicionantes ambientales podían llegar a destruir una hueste sin apenas la necesidad d<strong>el</strong><br />

concurso de la hostilidad de los aborígenes, además de señalar la importancia de las armas<br />

de fuego, artillería y arcabuces, a la hora de frenar los embates de las canoas aborígenes en<br />

la guerra fluvial (que se dio también, por ejemplo, en <strong>el</strong> transcurso de la campaña de Hernando<br />

de Soto en Florida). La caballería ni fue r<strong>el</strong>evante. Las más que interesantes campañas en <strong>el</strong><br />

territorio de los indios muzos, tan fieros e indómitos como los mucho más famosos araucanos,<br />

sólo pudieron ganarse merced a una rara combinación: un uso constante d<strong>el</strong> escuadrón para<br />

proteger <strong>el</strong> grueso de la hueste, defendidos sus integrantes con escaupiles, mientras que las<br />

armas de fuego y las ballestas servían para matar a suficiente distancia a unos indios muy<br />

p<strong>el</strong>igrosos al usar flechas envenenadas. Las características geográficas de la zona, s<strong>el</strong>vática<br />

y montañosa, obligaron al uso generalizado de los perros de combate, que sustituyeron a los<br />

indios aliados, quienes se encargaban en otras zonas de dar <strong>el</strong> “alcance” a los indios hostiles<br />

en su retirada cuando eran derrotados. Por otro lado, la prolongación de la guerra habían hecho<br />

de los muzos unos hábiles contendientes, pues ya no se dejaban sorprender por las <strong>tácticas</strong><br />

de combate hispanas, al tiempo que desarrollaban de manera autónoma formas de oponerse a<br />

hombres y caballos, como hoyos poblados de estacas para los segundos y púas envenenadas<br />

con las que sembrar los caminos para los primeros, técnicas que también se emplearon en otros<br />

territorios. Y ése siempre fue un gran p<strong>el</strong>igro. De ahí la necesidad hispana de utilizar prácticas<br />

aterrorizantes para domeñar su resistencia por imperativo militar. Donde éstas parecieron ser<br />

claves fue en la conquista de la provincia maya de Uaymil-Chetumal entre 1543 y 1545; <strong>el</strong><br />

escaso número de efectivos hispanos se compensó usando la cru<strong>el</strong>dad, <strong>el</strong> terror y la violencia<br />

extrema a unos niv<strong>el</strong>es pocas veces vistos, aunque no desconocidos en otras operaciones. Por<br />

último, la desastrosa expedición de Álvarez Maldonado, donde murieron casi tantos hispanos<br />

como en <strong>el</strong> sitio de México-Tenochtitlán de 1521, no fue, ni mucho menos, un caso aislado.<br />

El enfrentamiento entre grupos hispanos, la división de fuerzas, las dificultades d<strong>el</strong> territorio,<br />

sumado todo <strong>el</strong>lo a la extraordinaria capacidad aborigen para adaptarse a las <strong>tácticas</strong> de combate<br />

hispanas condujeron a la derrota y desistimiento de Álvarez Maldonado.<br />

El uso d<strong>el</strong> armamento europeo, de esa tan cacareada tecnología armamentística<br />

europea superior a la de los amerindios, fue, en realidad, un espejismo que ha mantenido, sino<br />

engañados, sí un tanto confusos a muchos miembros de la profesión histórica durante mucho<br />

tiempo. Como hemos argumentado en las páginas anteriores, <strong>el</strong> uso de armas de fuego y de<br />

acero, además de los caballos (y los perros de combate), no cabe verlo como la panacea de<br />

la victoria, sino más bien como la principal baza para la supervivencia de la hueste hispana en<br />

unos territorios hostiles y, especialmente, en los primeros momentos de las conquistas, los más<br />

difíciles. De hecho, <strong>el</strong> armamento hispano sólo hubiese sido determinante en <strong>el</strong> caso de que<br />

la invasión de las Indias la hubiesen acometido ejércitos reales de varias decenas de miles de<br />

combatientes, bien armados y equipados, como ocurrió en la fase final de la conquista d<strong>el</strong> reino<br />

32<br />

http://revistahistoria.universia.net


Nazarí de Granada (1482-1492). Pero, como sabemos, <strong>el</strong>lo no fue así, como tampoco lo fue en <strong>el</strong><br />

caso de la conquista de las islas Canarias. Muy difícilmente una hueste <strong>conquistador</strong>a alcanzaba<br />

los mil efectivos europeos (además de esclavos africanos), con un número reducido de equinos<br />

y, en general, con escasas armas de fuego portátiles y artillería. En realidad, la principal arma<br />

de los hispanos en Indias fue la voluntad por conquistar, por permanecer, por reducir y controlar,<br />

y para <strong>el</strong>lo se ayudaron tanto de los propios aborígenes en numerosas ocasiones como de<br />

las prácticas aterrorizantes de sometimiento. Las experiencias bélicas acumuladas fueron<br />

determinantes. En ese enfrentamiento vencieron sobradamente los hispanos. El poso dejado<br />

por <strong>el</strong> uso de prácticas aterrorizantes por imperativo militar en la tradición bélica de los europeos<br />

era muy fuerte, e incluía <strong>el</strong> enfrentamiento con comunidades étnica y r<strong>el</strong>igiosamente diferentes,<br />

distintas. Los mundos limitadamente en expansión de mexicas e incas no les permitieron dotarse<br />

de una experiencia bélica semejante. Además, se desconocían entre sí y no supieron, por lo<br />

tanto, lo que les había ocurrido a otros amerindios. Los hombres que formaban parte de las<br />

huestes <strong>conquistador</strong>as acumulaban experiencias; al menos <strong>el</strong>lo era así en una parte importante<br />

de los mismos: sabían que había que buscar aliados; sabían que debían <strong>hacer</strong>se con <strong>el</strong> control<br />

de personas de r<strong>el</strong>ieve en cada territorio –y torturarlos si hacía falta para obtener de <strong>el</strong>los lo<br />

necesario–; no dudaron en masacrar poblaciones enteras cuando hizo falta; hicieron un uso<br />

planificado de la violencia extrema muy a menudo; sabían como usar sus armas –les iba en <strong>el</strong>lo<br />

la vida– y, además, las adaptaron al entorno americano; adaptaron sus <strong>tácticas</strong> de combate a la<br />

realidad americana, cierto, pero sabemos que guerrearon como europeos entre sí en las guerras<br />

civiles de Perú, donde hubo comportamientos militares de carácter e ideología caballeresca<br />

medieval. Los aborígenes fueron sorprendidos militarmente hablando, pero no hasta <strong>el</strong> día de su<br />

derrota final; tenían una experiencia bélica muy limitada a su mundo y, no obstante, rechazaron<br />

en numerosas ocasiones a determinados grupos hispanos (los ejemplos <strong>el</strong>egidos en este trabajo<br />

buscan, justamente, señalar la enorme dificultad de la conquista), por <strong>el</strong>lo la guerra se endureció<br />

y se hizo más cru<strong>el</strong>.<br />

Fuentes<br />

<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

Aguado, Pedro. Recopilación historial. 2 Vols. Bogotá, Empresa Nacional de Publicaciones, 1956-1957.<br />

Álvarez Maldonado, Juan. R<strong>el</strong>ación de la jornada y descubrimiento d<strong>el</strong> Río Manu (hoy Madre de Dios) por Juan Álvarez<br />

Maldonado en 1567. Ulloa, Luis (ed.). Sevilla, 1899.<br />

Cieza de León, Pedro. Crónica d<strong>el</strong> Perú. Tomo III. Sáenz de Santamaría, Carm<strong>el</strong>o (ed.). Madrid, CSIC, 1984.<br />

--------------------------. Las guerras civiles peruanas. Tomo II. Sáenz de Santamaría, Carm<strong>el</strong>o (ed.). Madrid, CSIC, 1985.<br />

De Herrera, Antonio. Historia general de los hechos de los cast<strong>el</strong>lanos en las islas y tierra firme d<strong>el</strong> Mar Océano. Madrid,<br />

Juan Flamenco, 1601 [décadas I-IV] y Madrid, Juan de la Cuesta, 1615 [décadas V-VIII].<br />

De Lizárraga, Reginaldo. Descripción d<strong>el</strong> Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile. Ballesteros, Ignacio (ed.). Madrid,<br />

Historia 16, 1987.<br />

Díaz d<strong>el</strong> Castillo, Bernal. Historia verdadera de la conquista de Nueva España. BAE, Tomo XXVI, Historiadores primitivos<br />

de Indias. Madrid, Atlas, 1947.<br />

Fernández de Piedrahita, Lucas. Historia General de las conquistas d<strong>el</strong> Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Imprenta de<br />

M. Rivas, 1881.<br />

López de Cogolludo, Diego. Historia de Yucathan. Madrid, Juan García Infanzón, 1685.<br />

Román, Jerónimo. Repúblicas d<strong>el</strong> Mundo. Salamanca, Juan Fernández, 1595.<br />

VV. AA. Cartas de Indias. BAE, CCLXIV-CCLXVI. 3 Tomos, Madrid, Atlas, 1974.<br />

Vargas Machuca, Bernardo. Milicia y descripción de las Indias. Valladolid, 2003.<br />

Vázquez de Espinosa, Antonio. Compendio y descripción de las Indias Occidentales. Madrid, Historia 16, 1992.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

33


Bibliografía<br />

Assadourian, Carlos S. “‘La gran vejación y destrucción de la tierra’. Las guerras de sucesión y de conquista en <strong>el</strong><br />

derrumbe de la población indígena d<strong>el</strong> Perú”. Assadourian, Carlos S. Transiciones hacia <strong>el</strong> sistema colonial andino. Lima,<br />

El Colegio de México & Instituto de Estudios Peruanos, 1994.<br />

Barnadas, Joseph M. Charcas, 1535-1565. Orígenes históricos de una sociedad colonial. La Paz, CIPCA, 1973.<br />

Bernand, Carmen y Gruzinski, Serge. Historia d<strong>el</strong> Nuevo Mundo. D<strong>el</strong> Descubrimiento a la Conquista. La experiencia<br />

europea, 1492-1550. México D.F., FCE, 1996.<br />

Bicheno, Hugo. La batalla de Lepanto. Barc<strong>el</strong>ona, Ari<strong>el</strong>, 2005.<br />

Chamberlain, Robert S. Conquista y colonización de Yucatán, 1517-1550. México D.F., Porrúa, 1982.<br />

Clendinnen, Inga. “‘Fierce and Unnatural Cru<strong>el</strong>ty’: Cortés and the Conquest of Mexico”. Representations. No 33, Winter<br />

1991, University of California.<br />

Friede, Juan. Descubrimiento d<strong>el</strong> Nuevo Reino de Granada y fundación de Bogotá (1536-1539). Bogotá, 1960.<br />

García, Genaro. Carácter de la conquista española en América y México, según los textos de los historiadores primitivos.<br />

México, D.F., 1901.<br />

González Ochoa, José Mª. Quién es quién en la América d<strong>el</strong> Descubrimiento. Madrid, Acento, 2003.<br />

Hanson, Victor Davis. Matanza y cultura. Batallas decisivas en <strong>el</strong> auge de la civilización occidental. Turner/FCE, Madrid,<br />

2004.<br />

Hassig, Ross. War and Society in Ancient Mesoamerica. Los Ang<strong>el</strong>es, University of California Press, 1992.<br />

Hemming, John. La conquista de los incas. México D.F., FCE, 2000.<br />

Morales Padrón, Francisco. Canarias: crónicas de su conquista. Las Palmas, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1993.<br />

Parry, John Horacy. The Spanish Seaborne Empire. Londres, Hutchinson, 1966.<br />

Pereña, Luciano. Genocidio en América. Madrid, Mapfre, 1992.<br />

Raudzens, George. “So Why Were the Aztecs Conquered, and What Were the Wider Implications? Testing Military<br />

Superiority as a Cause of Europe’s Preindustrial Colonial Conquests”. Hammer, Paul E.J. (ed.). Warfare in Early Modern<br />

Europe 1450-1660. Londres, Ashgate, 2007.<br />

Reynolds, Winston A. Hernán Cortés en la literatura d<strong>el</strong> Siglo de Oro. Madrid, Nacional, 1978.<br />

Ruiz Guadalajara, Juan Carlos. “‘...A su costa e minsión...’. El pap<strong>el</strong> de los particulares en la conquista, pacificación y<br />

conservación de la Nueva España”. Ruiz Ibáñez, José Javier (coord.) Las milicias d<strong>el</strong> rey de España. Sociedad, política<br />

e identidad en las Monarquías Ibéricas. FCE, Madrid, 2009.<br />

Schmidt-Riese, Ronald. R<strong>el</strong>atando México. Cinco textos d<strong>el</strong> período fundacional de la colonia en Tierra Firme. Madrid,<br />

Vervuert & Iberoamericana, 2003.<br />

Valcárc<strong>el</strong>, Simón. Las crónicas de Indias como expresión y configuración de la mentalidad renacentista. Granada,<br />

Diputación provincial, 1997.<br />

Vaner, John G. y Vaner, Jeannette J. Dogs of the conquest. Norman, University of Oklahoma, 1983.<br />

Weckmann, Luis. La herencia medieval de México. México D.F., El colegio de México, 1984.<br />

Zambrana, Patricia. “Rasgos generales de la evolución histórica de la tipología de las penas corporales”. Revista de<br />

Estudios Histórico-Jurídicos. XXVII, Valparaíso, 2005.<br />

Notas<br />

<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

1 Ross Hassig aseveraba en una de sus obras más conocidas que la tecnología armamentística hispana no fue decisiva<br />

para <strong>el</strong> resultado final de la conquista. Ross Hassig, War and Society in Ancient Mesoamerica, Los Ang<strong>el</strong>es, University<br />

of California Press, 1992, pp. 163-164. También pensaba así J. H. Parry cuando subrayaba: “The possession of firearms<br />

was naturally an important, but probably not a decisive factor”. Parry también asegura que los caballos fueron más<br />

importantes que las armas de fuego en la conquista, aunque inmediatamente recuerda que la mayor parte de los hombres<br />

eran infantes armados con espada, pica y ballesta, y si bien tenían la ventaja d<strong>el</strong> acero sobre la piedra, “[...] they were<br />

not a w<strong>el</strong>l-equipped European army fighting a horde of h<strong>el</strong>pless savages”. J. H. Parry, The Spanish Seaborne Empire,<br />

Londres, Hutchinson, 1966, pp. 95-96.<br />

2 G. Raudzens, “So Why Were the Aztecs Conquered, and What Were the Wider Implications? Testing Military Superiority<br />

as a Cause of Europe’s Preindustrial Colonial Conquests”, en E.J. Hammer (ed.), Warfare in Early Modern Europe 1450-<br />

1660, Londres, Ashgate, 2007.<br />

3 Ya lo dijo William Prescott en su The History of the Conquest of Mexico: “The Indian empire was in a manner conquered<br />

by Indians”. Citado en Raudzens, op. cit., p. 405, n. 83. Aunque dicha idea, en realidad, ya fuera puesta de manifiesto<br />

por Servando T. de Mier, cuando señaló que “los soldados para la conquista han sido indios con jefes europeos”. Citado<br />

en L. Pereña, Genocidio en América, Madrid, Mapfre, 1992, p. 321. Asimismo, J. C. Ruiz Guadalajara, “‘...A su costa e<br />

minsión...’. El pap<strong>el</strong> de los particulares en la conquista, pacificación y conservación de la Nueva España”, en J. J. Ruiz<br />

Ibáñez (coord.), Las milicias d<strong>el</strong> rey de España. Sociedad, política e identidad en las Monarquías Ibéricas, FCE, Madrid,<br />

2009, pp. 116 y ss.<br />

34<br />

http://revistahistoria.universia.net


<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

4Como dice H. Bicheno, “[...] a lo largo de la historia, la importancia de la tecnología en la guerra siempre ha tenido un<br />

pap<strong>el</strong> secundario frente a la intensidad variable d<strong>el</strong> deseo de dominar de los diferentes grupos sociales. Donde hay<br />

voluntad, hay un arma”. Hugh Bicheno, La batalla de Lepanto, Barc<strong>el</strong>ona, Ari<strong>el</strong>, 2005, p. 65. Contrástese dicha idea con<br />

la de V. Hanson: “La conquista de México es uno de los pocos acontecimientos de la historia en que la tecnología [...]<br />

se bastó por sí misma para anular <strong>el</strong> peso de variables como <strong>el</strong> genio y las hazañas individuales”. V. Hanson, Matanza y<br />

cultura. Batallas decisivas en <strong>el</strong> auge de la civilización occidental, Turner/FCE, Madrid, 2004, p. 251. Una frase que sólo<br />

demuestra, en realidad, la ignorancia de Hanson.<br />

5Como señala Weckmann, “la artillería tuvo una importancia psicológica incomparablemente mayor que la eficacia de sus<br />

tiros para aterrorizar a los naturales”. L. Weckmann, La herencia medieval de México, México D.F., El Colegio de México,<br />

1984, I, pp. 126-127 y n. 8.<br />

6Genaro García, Carácter de la conquista española en América y México, según los textos de los historiadores primitivos,<br />

México, D.F., 1901, pp. 157-158. Carlos S. Assadourian, “‘La gran vejación y destrucción de la tierra’. Las guerras de<br />

sucesión y de conquista en <strong>el</strong> derrumbe de la población indígena d<strong>el</strong> Perú”, en Transiciones hacia <strong>el</strong> sistema colonial<br />

andino, Lima, El Colegio de México & Instituto de Estudios Peruanos, 1994, pp. 19-62, cita en p. 37.<br />

7B. Díaz d<strong>el</strong> Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, BAE, Tomo XXVI, Historiadores primitivos de<br />

Indias, Madrid, Atlas, 1947, pp. 160-162.<br />

8 “Carta de Diego Godoy”, en R. Schmidt-Riese, R<strong>el</strong>atando México. Cinco textos d<strong>el</strong> período fundacional de la colonia en<br />

Tierra Firme, Madrid, Vervuert & Iberoamericana, 2003, p. 101. El cronista A. de Herrera habla d<strong>el</strong> capitán Diego Godoy y<br />

no de Luis Marín, sin duda por conocer la carta d<strong>el</strong> anterior y no <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ato de Díaz d<strong>el</strong> Castillo. Véase, Antonio de Herrera,<br />

Historia general de los hechos de los cast<strong>el</strong>lanos en las islas y tierra firme d<strong>el</strong> Mar Océano, Madrid, Juan Flamenco, 1601<br />

[décadas I-IV] y Madrid, Juan de la Cuesta, 1615 [décadas V-VIII], década III, Lib. V, p. 205.<br />

9Díaz d<strong>el</strong> Castillo, op. cit., pp. 224-240.<br />

10<strong>Sobre</strong> la trayectoria de Alonso de Alvarado, José Mª González Ochoa, Quién es quién en la América d<strong>el</strong> Descubrimiento,<br />

Madrid, Acento, 2003, p. 30.<br />

11Antonio de Herrera asegura que las tropas de Alonso de Alvarado, en su incursión en la tierra de los chachapoyas,<br />

llevaban “sayos cortos estofados de algodón que eran muy provechosos para aqu<strong>el</strong>la guerra”. Herrera, op. cit., V, VII, p.<br />

216. No obstante, este arma admitía críticas: <strong>el</strong> propio A. de Herrera señala cómo los escaupiles “fatigan mucho, porque<br />

<strong>el</strong> algodón en lo frío es frío, y en lo caliente es fuego”, de ahí que admirase “unas corazinas de laonas de cuerno para<br />

infantes, que duran más que <strong>el</strong> hierro y azero, y defienden tanto como los escaupiles”, un tipo de arma típica d<strong>el</strong> Ecuador.<br />

Herrera, op. cit., V, X, p. 302.<br />

12Cieza de León aseguraba que los poco menos de cuarenta caballos que acompañaban a F. Pizarro en su primera<br />

acometida peruana eran “fuerza grande para la guerra de acá, porque sin <strong>el</strong>los no se podrían sojuzgar tantas naciones”.<br />

Y en <strong>el</strong> caso de la campaña de Sebastián de B<strong>el</strong>alcázar en tierras de lo que sería Ecuador, <strong>el</strong> mismo Cieza señala “que<br />

la fuerza de la guerra y quien la ha hecho a estos indios, los caballos son”. Pedro Cieza de León, Crónica d<strong>el</strong> Perú, I-III,<br />

C. Sáenz de Santamaría (ed.), Madrid, CSIC, 1984, Tomo III, pp. 259 y 299.<br />

13Este extremo ya fue señalado por Inga Clendinnen para <strong>el</strong> caso de Nueva España: “Spaniards valued their crossbows<br />

and muskets for their capacity to pick off s<strong>el</strong>ected enemies w<strong>el</strong>l behind the line of engagement: as snipers, as we would<br />

say. The psychological demoralization attending those sudden, trivializing deaths of great men painted for war, but not<br />

yet engaged in combat, must have been formidable”. Inga Clendinnen, “‘Fierce and Unnatural Cru<strong>el</strong>ty’: Cortés and the<br />

Conquest of Mexico”, Representations, No 33, Winter 1991, University of California, pp. 65-100, cita en p. 80.<br />

14Para la campaña de Alvarado en Chachapoyas (1535), véase Cieza de León, 1984, op. cit., Tomo III, pp. 341-351.<br />

15Jiménez de Quesada movilizó seiscientos veintes infantes y ochenta y cinco caballos, “sin <strong>el</strong> excesivo número de<br />

miserables indios que acostumbraban llevar por cargueros á las conquistas”, según <strong>el</strong> cronista Fernández de Piedrahita,<br />

quienes avanzarían con <strong>el</strong> apoyo de varios bergantines que remontarían <strong>el</strong> río desde su desembocadura con otros<br />

doscientos hombres. <strong>Sobre</strong> esta expedición, véase Juan Friede, Descubrimiento d<strong>el</strong> Nuevo Reino de Granada y fundación<br />

de Bogotá (1536-1539), Bogotá, 1960, cap. V. L. Fernández de Piedrahita, Historia General de las conquistas d<strong>el</strong> Nuevo<br />

Reino de Granada, Bogotá, Imprenta de M. Rivas, 1881, Tomo I, Lib. III, cap. V.<br />

16El pedrero era un tipo de cañón corto, que se cargaba por la recámara, y que disparaba balas de piedra, de ahí su<br />

nombre, de entre 4 y 12 libras de peso.<br />

17Estas comparaciones son interesantes, ya que lo más habitual era comparar a Hernán Cortés con Julio César, y, junto<br />

con Francisco Pizarro, ambos con Alejandro Magno. <strong>Sobre</strong> estas cuestiones, véase W. A. Reynolds, Hernán Cortés<br />

en la literatura d<strong>el</strong> Siglo de Oro, Madrid, Nacional, 1978, pp. 115-119, y Simón Valcárc<strong>el</strong>, Las crónicas de Indias como<br />

expresión y configuración de la mentalidad renacentista, Granada, Diputación provincial, 1997, pp. 86-90.<br />

18Fernández de Piedrahita, op. cit., I, VI, caps. VI-VII. Pedro Aguado, Recopilación historial, 2 Vols., Bogotá, Empresa<br />

Nacional de Publicaciones, 1956-1957, Parte IV, cap. VIII.<br />

19Hay testimonios acerca de la multitud de aborígenes que presenciaron las batallas de las Salinas (1538) y Chupas<br />

(1542), ambas derrotas de los almagristas, aunque dicha información, en boca de Cieza de León, siempre cabe<br />

entenderla como una crítica a la inutilidad criminal de una guerra civil entre españoles. P. Cieza de León, Las guerras<br />

civiles peruanas, C. Sáenz de Santa María (ed.), Madrid, CSIC, 1985, Tomo II, pp. 256-268.<br />

20John Hemming, La conquista de los incas, México D.F., FCE, 2000, p. 189. Cieza de León, 1984, op. cit., Tomo III, pp.<br />

305-312 y 318-325.<br />

21Fernández de Piedrahita, op. cit., I, VIII, caps. V-VI. Aguado, op. cit., IV, caps. VIII-IX. Herrera, op. cit., VI, IX, p. 245.<br />

Lebrón murió en Santo Domingo en 1545.<br />

22C. Bernand y S. Gruzinski nos dan la clave para entender determinados comportamientos militares en las Indias y su<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

35


utilización sistemática en los diversos territorios que se iban atacando: “La posición d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong> no deja de parecer<br />

asombrosamente frágil: una sola derrota y los españoles estarían acabados”. C. Bernand y S. Gruzinski, Historia d<strong>el</strong><br />

Nuevo Mundo. D<strong>el</strong> Descubrimiento a la Conquista. La experiencia europea, 1492-1550, México D.F., FCE, 1996, pp.<br />

259-260, 271.<br />

23<strong>Sobre</strong> Ursúa, González Ochoa, op. cit., pp. 402-403.<br />

24<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> uso de los perros en la conquista, John Grier Vaner y Jeannette Johnson Vaner, Dogs of the conquest, Norman,<br />

University of Oklahoma, 1983. En <strong>el</strong> caso de la conquista de los muzos, Fernández de Piedrahita, señaló: “Debióse todo<br />

<strong>el</strong> <strong>buen</strong> éxito de esta conquista á los perros de que usaban los españoles, á quienes los Muzos preferían á las armas de<br />

fuego y caballos; y á la verdad, como no se su<strong>el</strong>ten al atacar las batallas, son de grande conveniencia en las guerras de<br />

Indias, porque acometiendo cara á cara p<strong>el</strong>igran los más a los tiros de las flechas, y valiéndose de <strong>el</strong>los al tiempo que los<br />

indios huyen ó se retiran, hacen tal estrago, que los dejan acobardados para los encuentros futuros y aun para turbarlos<br />

con su vista [...]. Fernández de Piedrahita, op. cit., I, XII, cap. VI.<br />

25Bernardo de Vargas Machuca planteó las peculiaridades de las marchas por territorio enemigo, avanzando poco a poco,<br />

haciendo continuas paradas, pero manteniendo siempre la formación de combate, las mechas encendidas y en silencio<br />

para oír antes a un enemigo que se caracteriza por <strong>el</strong> uso de lo sonoro en la guerra. El griterío en <strong>el</strong> combate. B. Vargas<br />

Machuca, Milicia y descripción de las Indias, Valladolid, 2003, pp. 146-147.<br />

26Fernández de Piedrahita, op. cit., Tomo I, Lib. X, cap. IV y Lib. XI, caps. I-IX. Aguado, Parte II, Lib. IX, caps. I-VII.<br />

27Fernández de Piedrahita, op. cit., Tomo I, Lib. XII, caps. I-VI. Aguado, op. cit., Parte I, Lib. XII, caps. I-XXI. Antonio<br />

Vázquez de Espinosa, Compendio y descripción de las Indias Occidentales, Madrid, Historia 16, 1992, Tomo II, pp. 465-<br />

466.<br />

28Aguado, op. cit., Parte I, Lib. XII, caps. XXII-XXV.<br />

29En La Gomera, tras la muerte d<strong>el</strong> gobernador Hernán Peraza a manos de sus súbditos gomeros, Pedro de Vera dirigió<br />

la represión y “sentenciaron a muerte a todos los que quinze años arriba, y dado que los matadores fueron pocos, los<br />

condenados a muerte fueron muchos, que a unos arrastravan y los desquartisavan, y a otros les cortaban pies y manos,<br />

y a otros ahorcavan, y a otros muchos echavan a la mar en barcas a lo largo, atados de pies y manos y con pesgas a los<br />

pescuesos”. Citado en la “Crónica matritense”, en F. Morales Padrón, Canarias: crónicas de su conquista, Las Palmas,<br />

Cabildo Insular de Gran Canaria, 1993, p. 255.<br />

30Fray Jerónimo Román recoge la amputación de las manos y los pulgares como gran castigo entre las legiones romanas,<br />

“lo qual se hazia porque con aqu<strong>el</strong>la afrenta eran mas atormentados, trayendo la nota de su pecado d<strong>el</strong>ante, que no<br />

quitándoles la vida”. Jerónimo Román, Repúblicas d<strong>el</strong> Mundo, Salamanca, Juan Fernández, 1595, II, VI, cap. XIV, fol.<br />

261vº. Patricia Zambrana nos informa de cómo la amputación de las manos estaba presente entre los pueblos lusitanos,<br />

quienes cortaban la mano derecha de sus prisioneros de guerra; se usaba en <strong>el</strong> derecho romano para castigar d<strong>el</strong>itos<br />

como la reb<strong>el</strong>ión; en <strong>el</strong> visigótico para la falsificación, entre otros; en <strong>el</strong> mundo musulmán para castigar <strong>el</strong> latrocinio; en la<br />

Edad Media hispana para castigar, desde <strong>el</strong> siglo XI, al menos, <strong>el</strong> hecho de causar lesiones o heridas, falsificación, hurto<br />

o violación. Lo importante es que entre los siglos XIII y XV se incrementó la cru<strong>el</strong>dad penal y existió una hegemonía en <strong>el</strong><br />

uso o aplicación de penas corporales. Patricia Zambrana, “Rasgos generales de la evolución histórica de la tipología de<br />

las penas corporales”, Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, XXVII, Valparaíso, 2005, pp. 197-229.<br />

31Nada de esto nos es explicado por <strong>el</strong> cronista López de Cogolludo, quien se limita a señalar que en los encuentros con<br />

los indios murieron algunos de los <strong>conquistador</strong>es. López de Cogolludo, D. Historia de Yucathan, Madrid, Juan García<br />

Infanzón, 1685, Parte III, cap. XV.<br />

32AGI, México, 2999, L. 1, cédula d<strong>el</strong> primero de junio de 1549.<br />

33Fray Lorenzo de Bienvenida al príncipe F<strong>el</strong>ipe, 10 de febrero de 1548, en VV. AA., Cartas de Indias, BAE, CCLXIV-<br />

CCLXVI, 3 tomos, Madrid, Atlas, 1974, Tomo I, p. 71. El padre Bienvenida acusaba a los malos tratamientos recibidos por<br />

los mayas como causa de la reb<strong>el</strong>ión.<br />

34Robert S. Chamberlain, Conquista y colonización de Yucatán, 1517-1550, México D.F., Porrúa, 1982, pp. 239-243,<br />

258-260, 324-325.<br />

35AHN, Diversos-Colecciones, 23, No 55, Fray Luis de Villalpando a la Audiencia de México, Mérida, 15-X-1550.<br />

36Juan Álvarez Maldonado, R<strong>el</strong>ación de la jornada y descubrimiento d<strong>el</strong> Río Manu (hoy Madre de Dios) por Juan Álvarez<br />

Maldonado en 1567, Luis Ulloa (ed.), Sevilla, 1899, pp. 1-44.<br />

37R. de Lizárraga, Descripción d<strong>el</strong> Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile, I. Ballesteros (ed.), Madrid, Historia 16, 1987,<br />

pp. 319-320.<br />

<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>buen</strong> <strong>hacer</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong>. <strong>Técnicas</strong> y <strong>tácticas</strong> militares en <strong>el</strong> advenimiento<br />

de la conquista de las Indias. Antonio Espino López<br />

38 J. M. Barnadas, Charcas, 1535-1565. Orígenes históricos de una sociedad colonial, La Paz, CIPCA, 1973, pp. 42-45.<br />

36<br />

http://revistahistoria.universia.net


AUTOR<br />

Sebastián Hurtado<br />

Torres<br />

Ohio University,<br />

Athens, Ohio, United<br />

States<br />

sh180408@ohio.edu<br />

RECEPCIÓN<br />

17 de octubre de 2011<br />

APROBACIÓN<br />

21 de junio 2012<br />

DOI<br />

DOI 10.3232/RHI.2012.<br />

V5.N2.02<br />

The U.S. Press and Chile, 1964–1973: Ideology and<br />

U.S. Foreign Policy<br />

La prensa de Estados Unidos y Chile, 1964-1973: Ideología y política exterior<br />

de Estados Unidos<br />

A imprensa dos Estados Unidos e Chile, 1964-1973: Ideologia e política<br />

exterior dos Estados Unidos<br />

In this essay I argue that, although the press and public opinion did not exert<br />

direct influence on the policies toward Chile of both the Johnson and Nixon administrations,<br />

the image of Chile displayed by U.S. news outlets reflected some of the ideological and<br />

cultural assumptions of the mainstream Cold War U.S. mentality and contributed to the<br />

construction of a public context in which anticommunism, modernization theory and the<br />

latter’s int<strong>el</strong>lectual roots were legitimate principles in the design of foreign policy. By<br />

assessing the coverage of Chilean affairs in the most important mainstream newspapers<br />

and news magazines, this essay describes and analyzes the corr<strong>el</strong>ation between policies<br />

and official attitudes toward Chile and the broader Cold War mindset of American society,<br />

thus pinpointing a link that is often assumed but not so frequently explored in depth.<br />

Key words:<br />

Press; Ideology; Images; U.S. Foreign Policy; Cold War; Frei; Allende<br />

En este trabajo se argumenta que a pesar de que la prensa y la opinión pública<br />

no ejercieron una influencia directa en las políticas hacia Chile por parte de los presidentes<br />

Johnson y Nixon, la imagen que se desplegó sobre Chile en las noticias reflejó algunos<br />

de los razonamientos centrales de la mentalidad de Guerra Fría de Estados Unidos. Esto<br />

llevó a la construcción de un contexto público en <strong>el</strong> que <strong>el</strong> anti-comunismo y la teoría de<br />

la modernidad y sus raíces int<strong>el</strong>ectuales se transformaron en principios legitimadores<br />

en <strong>el</strong> diseño de la política exterior. Haciéndose cargo de la cobertura de los asuntos<br />

chilenos en los diarios y revistas de mayor circulación, este trabajo describe y analiza la<br />

corr<strong>el</strong>ación entre políticas y actitudes oficiales hacia Chile a la vez que la mentalidad de<br />

la sociedad estadounidense, estableciendo un vínculo que a menudo se asume sin ser<br />

examinado en profundidad.<br />

Palabras clave:<br />

Prensa; Ideología; Imágenes; Política Exterior de Estados Unidos; Guerra Fría;<br />

Frei; Allende.<br />

37


Neste trabalho argumenta-se que apesar de que a imprensa e a opinião pública não exerceram<br />

uma influência direta nas políticas para o Chile por parte dos presidentes Johnson e Nixon, a imagem que<br />

se desdobrou sobre o Chile nas notícias refletiu alguns razoamentos centrais da mentalidade da Guerra Fria<br />

dos Estados Unidos. Isso levou à construção de um contexto público no qual o anti-comunismo e a teoria<br />

da modernidade e suas raízes int<strong>el</strong>ectuais se transformaram em princípios legitimadores no desenho da<br />

política exterior. Dando conta da cobertura dos assuntos chilenos nos jornais e revistas de maior circulação,<br />

este trabalho descreve e analisa a corr<strong>el</strong>ação entre políticas e atitudes oficiais para o Chile ao mesmo<br />

tempo que a mentalidade da sociedade norte-americana, estab<strong>el</strong>ecendo um vínculo, amiúde assume sem<br />

ser examinado em profundidade.<br />

Palavras-chave:<br />

Imprensa; Ideologia; Imagens; Política Exterior dos Estados Unidos; Guerra Fria; Frei; Allende.<br />

Ideological Assumptions and U.S. Foreign Policy<br />

As Micha<strong>el</strong> Hunt has pointed out, the r<strong>el</strong>ationship between ideology and U.S. foreign<br />

policy cannot be discerned easily 1 . Unlike the foreign policies of totalitarian regimes such as<br />

Nazi Germany and the Soviet Union, which r<strong>el</strong>ated directly to principles explicitly set forth by the<br />

ideology of the state, the foreign policy of the United States is the product of complex processes of<br />

decision-making, is subject to the constant scrutiny of American citizens, and usually becomes an<br />

important issue in domestic political debates and <strong>el</strong>ectoral contests 2 . Neverth<strong>el</strong>ess, U.S. foreign<br />

policy draws on some ideological assumptions that, although flexible and interpretable, amount<br />

to a common language and a wid<strong>el</strong>y shared sensibility with which most Americans -including<br />

political leaders and policymakers- identify 3 .<br />

Needless to say, anticommunism was the foremost guiding ideological principle for<br />

the United States during the Cold War. As such, it was the main driving force behind U.S.<br />

policies towards Chile between 1964 and 1973. To policymakers, diplomats, and most of the<br />

press, Salvador Allende was the incarnation of all that was perilous in Cold War Latin America.<br />

Consequently, Allende and its leftist coalition were often depicted as threats to the stability of the<br />

inter-American system and Chile became a highly r<strong>el</strong>evant matter in the U.S. media between 1970<br />

and 1973. This attitude contrasted sharply with the favorable image that the Frei government and<br />

his program of reform had earned among U.S. officials and most of the printed press between<br />

1964 and 1970.<br />

The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

Anticommunism and the Cold War were not the only factors in the construction of images<br />

of others and the design of foreign policies in the United States. In the 1950s and early 1960s,<br />

U.S. social scientists rationalized some of the deepest ideas h<strong>el</strong>d by Americans about thems<strong>el</strong>ves<br />

and the rest of the world into a theory that purported to present the best and most consistent<br />

ideological response to the philosophy of history of Marxism. Modernization theory, as it came<br />

to be known, proposed an interpretation of history that set modern capitalism as the final and<br />

best expectable stage in the process of historic evolution and, much like Marxism, set forth a<br />

38<br />

http://revistahistoria.universia.net


The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

series of steps to be taken in order to reach it. A modern economy would spawn a large and<br />

empowered middle class, which in turn, would consolidate the institutions of liberal democracy 4 .<br />

Although modernization theory was mainly an abstract product of U.S. academia, it became the<br />

most important int<strong>el</strong>lectual principle behind U.S. polices toward the Third World in the 1960s 5 .<br />

Modernization theory, however, was not a brand new set of ideas. It drew heavily on<br />

Americans’ long-h<strong>el</strong>d values and perceptions of thems<strong>el</strong>ves and the rest of the world. Modernization<br />

theory gave a new int<strong>el</strong>lectual framework to images of national and international history that<br />

had deep roots in U.S. society 6 . According to these images, whereas the United States had<br />

followed the right path of political, social, and economic progress, most of the rest of the world,<br />

and particularly Latin America, had remained in backwardness because it had been unable to<br />

break off the shackles of atavism and tradition and build the dynamic yet stable capitalist society<br />

that was the benchmark of modernity and universal w<strong>el</strong>fare. Systematized by social scientists<br />

and policymakers, these historic images of Latin America became one of the cornerstones of<br />

the Alliance for Progress 7 . Along with Cold War anticommunism, the image of Latin America as<br />

an unstable, backward and dangerous region in need of urgent modernization became the most<br />

important ideological assumption underlying U.S. policies toward the region in general and Chile<br />

in particular, before as w<strong>el</strong>l as after the heyday of modernization theory.<br />

The Press and Ideological Assumptions<br />

As a mirror and a creator of public opinion, the press is a good source to probe into the<br />

ideological assumptions and images of others h<strong>el</strong>d by the American people during the Cold War 8 .<br />

According to one study, newspaper readership remained between 70% and 80% of the adult<br />

population between 1964 and 1973 9 . The outlets assessed in this essay were among the most<br />

read and prestigious in the United States (see Table 1) 10 . Moreover, some of the media analyzed<br />

in this study (The New York Times, The Washington Post, Time Magazine and Newsweek)<br />

were considered among the most trusted sources of information about domestic and foreign<br />

policymaking, and international affairs by U.S. political, economic and int<strong>el</strong>lectual <strong>el</strong>ites 11 . As a<br />

consequence, these media activ<strong>el</strong>y set the tone of much of the public discourse in the Cold<br />

War and the simplified images of foreign realities conveyed to the public by these news outlets<br />

constituted a significant part of the int<strong>el</strong>lectual base on which Americans built their worldviews. As<br />

William A. Dorman and Mansour Farhang have pointed out in their study of the U.S. press and<br />

Iranian politics during the Cold War, mainstream newspapers and magazines created a “highly<br />

generalized sense of things: of what [was] required and what [was] not; of who [was] the enemy<br />

and who [was] friend. The press [set] the broad limits of our thinking about the “other” 12 . This was<br />

all the more so when it came to themes of secondary importance to U.S. citizens such as Latin<br />

American affairs. In all lik<strong>el</strong>ihood, most U.S. citizens did not care much about Latin America and<br />

Chile (and most of the rest of the world, for that matter) 13 . Noneth<strong>el</strong>ess, the historic images and<br />

analytical tools through which they viewed the region stemmed mostly from the media coverage<br />

of and the opinions expressed in the press about Latin American affairs.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

39


Table 1. Average Weekday Circulation of Major U.S. Newspapers<br />

Newspaper Average Weekday Circulation<br />

Los Ang<strong>el</strong>es<br />

Times<br />

1964 1967 1970 1973<br />

768,503 847,869 955,915 1,004,908<br />

New York Times 603,574 767,239 899,231 823,935<br />

Chicago Tribune 831,904 832,146 775,416 728,760<br />

Washington Post 422,145 440,762 486,422 519,795<br />

Miami Herald 325,451 359,959 380,828 354,408<br />

Atlanta<br />

Constitution<br />

Christian<br />

Science Monitor<br />

The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

200,642 199,197 203,984 214,591<br />

174,093 192,399 213,964 187,897<br />

Source: Editor & Publisher Yearbook (1964, 1967, 1970 and 1973 editions).<br />

The United States and Chile, 1964-1973<br />

From 1963 through 1973, the U.S. government waged in Chilean politics one of its many<br />

Cold War battles. Overtly, the Johnson administration, out of typical Cold War assumptions<br />

and sympathy for social reform in Latin America, provided considerable amounts of financial<br />

aid and political support to its Chilean counterpart, the government of the Christian Democrat<br />

Eduardo Frei Montalva. After Johnson was succeeded by Richard Nixon in 1969, and Frei by<br />

the Socialist Salvador Allende in 1970, the state of affairs changed dramatically. The lavish<br />

American financial support to Chile decreased sharply, and the political tension between both<br />

governments reached probably the highest point in the history of U.S-Chilean r<strong>el</strong>ations. While all<br />

this happened in public, the Central Int<strong>el</strong>ligence Agency of the United States carried out covert<br />

operations in Chile to prevent Allende from becoming president in 1964 and 1970. Allende,<br />

whose Marxist credentials raised deep concerns among U.S. officials, was defeated by Frei<br />

in 1964, but obtained a plurality in the presidential <strong>el</strong>ection of 1970. After a tense two-month<br />

period between the popular <strong>el</strong>ection and his inauguration day, Allende took office as President<br />

of Chile on 3 November 1970. Neverth<strong>el</strong>ess, the CIA covert operations did not stop. The CIA<br />

continued to finance political parties, newspapers, and other social and political organizations<br />

40<br />

http://revistahistoria.universia.net


The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

that opposed the Allende government. Covert operations in Chile came to an end only after<br />

Allende was overthrown by a military coup in September of 1973.<br />

In U.S. policymakers’ minds, the nuances and particularities of Chile’s political situation<br />

were always subsumed under the larger picture of world politics. The U.S. involvement in Chilean<br />

affairs was primarily an outgrowth of the Cold War. The specific means of that involvement<br />

were determined by Chile’s b<strong>el</strong>onging to Latin America and the Western Hemisphere. Both the<br />

Johnson and Nixon administrations assumed that the U.S. government had to do something in<br />

Chile because it was located within the U.S. sphere of hegemony (or empire) 14 . However, Chile’s<br />

geographical location and political history made it unthinkable for U.S. policymakers to entertain<br />

thoughts of interventions like that carried out in the Dominican Republic in 1965 15 . Consequently,<br />

U.S. policies toward Chile during this period comprised covert financial support for the non-<br />

Marxist forces and overt support for reformist policies. The strategy fit into the spirit of the Alliance<br />

for Progress and the Cold War pattern of U.S. involvement in Western Hemisphere politics 16 .<br />

U.S. Foreign Policy and the Press<br />

Unlike other hot spots of U.S. foreign policy such as the Vietnam War, U.S-Latin American<br />

r<strong>el</strong>ations were of little interest to the vast majority of the American people. As a result, U.S. policies<br />

toward Chile over this nine-year period were mostly designed within a public framework that exerted<br />

little pressure on the U.S. government. There are no polls that t<strong>el</strong>l us how Americans viewed<br />

Chile and its r<strong>el</strong>ations with the United States over this time period and presidential candidates<br />

did not bring up Latin American themes as campaign issues in the <strong>el</strong>ections of 1964, 1968 and<br />

1972. However, U.S. newspapers, news magazines, and political journals covered Chilean politics<br />

from 1964 through 1973 consistently, informing about various specific issues and often expressing<br />

strong opinions on the ideological debates that took place in Chile. Even though the public its<strong>el</strong>f was<br />

only shallowly aware of events in the Southern Cone country, press coverage and its ideological<br />

assessment of Chilean politics allow for the consideration of Chile as a topic within the realm of<br />

U.S. public opinion on international affairs.<br />

Despite the fact that Chile and its r<strong>el</strong>ations with the United States were of little importance<br />

to the U.S. public and of rather secondary r<strong>el</strong>evance for the U.S. press, some links between official<br />

policymaking and the public views represented by the press did exist. The most conspicuous<br />

example was the Congressional investigation on the r<strong>el</strong>ationship between ITT and the CIA<br />

regarding Chilean affairs triggered by the publication of some documents by Jack Anderson in The<br />

Washington Post in 1972. However, the practical effects of the controversy set off by Anderson’s<br />

denunciations were f<strong>el</strong>t only after Richard Nixon resigned in 1974.<br />

Another dimension of the r<strong>el</strong>ationship between official policies and the press was the use<br />

of the latter by the CIA in its covert actions in Chile. From 1964 through 1973, one of the most<br />

important aspects of the agency’s operations in Chile was the creation of anti-Marxist propaganda<br />

and its diffusion through news agencies, newspapers, magazines, and radio broadcasts throughout<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

41


the country. After the presidential <strong>el</strong>ection of 1970, the CIA and the State Department sought to<br />

spread the anti-Marxist and anti-Allende propaganda throughout all Latin America and Western<br />

Europe 17 . According to the Congressional committee that investigated CIA covert operations in<br />

Chile, over the six-week period between the presidential <strong>el</strong>ection of 1970 and Allende’s inauguration<br />

day, “726 articles, broadcasts, editorials, and similar items directly resulted from Agency activity” 18 .<br />

Although this propaganda was meant to be publicized in Latin America and Western Europe, it<br />

is highly probable that the CIA used news agencies such as UPI and AP for that purpose. If that<br />

was so, many stories published by the U.S. press may have actually been written by CIA agents<br />

or journalists associated with the agency. Furthermore, later Congressional probes on CIA covert<br />

action in Chile proved that, at least once, an American magazine, Time, obtained information about<br />

the Chilean political situation directly from the headquarters of the int<strong>el</strong>ligence agency at Langley.<br />

Apparently, the briefing provided by the CIA turned Time’s originally cautious stance into a more<br />

alarmist one. As a result, even before taking office, Allende was portrayed by a Time cover story as<br />

a “Marxist Threat in the Americas” 19 .<br />

The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

The most consistent link, however, was in the ideological assumptions in which both U.S.<br />

policymakers and the press grounded their approaches to Chilean affairs. Just as policymakers<br />

did, the mainstream U.S. press saw Chile through the lens of Cold War politics and Latin America’s<br />

historic and contingent reality. The broad assumptions that informed U.S. policies toward Chile<br />

were roughly the same assumptions made by the majority of the most r<strong>el</strong>evant newspapers and<br />

magazines on this issue. In choosing sides, the U.S. government and the U.S. press were mostly<br />

in accord. As we shall see, however, those shared broad assumptions did not imply full agreement<br />

on what the United States should have done regarding Chilean politics. Noneth<strong>el</strong>ess, since the<br />

actions on which the U.S. government and the press did not agree were covert, there was no public<br />

fuss about the differences, because those differences became apparent only after 1973. After<br />

that fateful year, U.S. involvement in Chilean politics has been amply uncovered and has earned<br />

condemnation not only in the United States but in many other places all over the world. However,<br />

over the period between 1964 and 1973, the only events that U.S. public opinion was aware of<br />

were those that comprised the overt policies toward Chile. The historic and contingent ideas about<br />

Chilean affairs h<strong>el</strong>d by most of the press and U.S. government officials were remarkably similar. In<br />

a broad sense, the ideological Cold War was defined and waged by both the U.S. government and<br />

the press. On that loose and implicit ideological agreement the U.S. government could and did r<strong>el</strong>y<br />

to fight many Cold War battles, one of which took place in Chile from 1964 through 1973.<br />

Underlying Assumptions: Chile in the Latin American Context<br />

Two days before the Chilean Congress <strong>el</strong>ected Salvador Allende as President of Chile for<br />

the term 1970-1976, National Security Advisor Henry Kissinger sent to Undersecretary of State for<br />

Political affairs U. Alexis Johnson a memorandum outlining a public statement on Chile and its new<br />

administration. The statement’s second and last paragraph read:<br />

42<br />

http://revistahistoria.universia.net


Few nations have more justification for pride in political and int<strong>el</strong>lectual freedom than Chile.<br />

That nation has in the past contributed to a very high degree to the furtherance of the inter-<br />

American system. We would, therefore, hope that Chile will not violate its own democratic and<br />

western tradition, and certainly all the American nations will be anxious to determine whether<br />

the policies which the new government pursues will permit the continuation of the constructive<br />

r<strong>el</strong>ationships which Chile and the nations of the Hemisphere have so long enjoyed 20 .<br />

In terms of concrete policy these words amount to little more than a careful expression of a<br />

cool stance and a subtle warning for the future. In addition, Kissinger’s actual attitude toward Chile<br />

hardly complied with the ideas stated in this document. However, the underlying assumptions that<br />

inform the statement are not bereft of any meaning. Since it was meant to be a public statement,<br />

its wording aimed at representing the way in which the Nixon administration wanted to be seen<br />

regarding its r<strong>el</strong>ations with the Allende government. The message was clear: Chile had hitherto<br />

gone down the road of the free, democratic, and western tradition, something of which few other<br />

nations could be proud. Any departure from that way would stir opposition in the United States and<br />

the rest of the hemisphere. Unlike many other Latin American nations, Chile had a long tradition of<br />

stability to which it could and should hold on to prevent any dangerous disruption.<br />

A handful of other government documents also point out the rather exceptional<br />

characteristics of Chile’s political tradition. In 1965, William G. Bowdler, member of the National<br />

Security Council Staff, advised McGeorge Bundy that the United States could “hardly do less for<br />

a strong democracy like Chile than we do for shaky constitutional government in Colombia and a<br />

de facto government in Brazil” 21 . In 1969, the embassy in Santiago sent to the State Department<br />

a lengthy report on the Chilean armed forces that basically pointed out their “more European<br />

background” and “more apolitical orientation” than other armed forces’ in Latin America 22 . In April<br />

of 1964, five months before the <strong>el</strong>ection in which Eduardo Frei defeated Salvador Allende, the<br />

embassy in Santiago informed the State Department that in the event of an Allende victory, a<br />

military takeover would be unlik<strong>el</strong>y because of “[a] strong democratic tradition which prevails in<br />

[the] great majority [of] presently politically aware Chileans” 23 . The records of the Department of<br />

State show countless reiterations of visions of this kind.<br />

The actual weight of these assumptions in the design of American policies toward Chile<br />

is hard to measure. In some cases, these favorable views of Chile’s political system comp<strong>el</strong>led<br />

U.S. policymakers to treat Chile as an example of what the United States expected from Latin<br />

America. In more tense moments, the apolitical stance of the Chilean armed forces could <strong>el</strong>icit<br />

more contemptuous comments from U.S. officials. A fortnight after the <strong>el</strong>ection of 4 September<br />

1970, in a cable sent to Undersecretary Alexis Johnson, Ambassador in Santiago Edward Korry<br />

called the Chilean military “a union of toy soldiers” for their unwillingness to do something to prevent<br />

Allende from being <strong>el</strong>ected president 24 . The apolitical and non-interventionist stance of the military,<br />

a cornerstone of Chile’s political stability, was not so pleasing when the possibility of a Marxist<br />

becoming president was certain.<br />

The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

43


The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

However the views about Chile’s exceptionally stable political system influenced U.S.<br />

policy making, it is clear that those assumptions were common among U.S. diplomats and<br />

policymakers and constituted an important part of the int<strong>el</strong>lectual ground on which U.S. policies<br />

toward Chile were designed. Furthermore, those assumptions said much about views of Chile<br />

among American officials, but they also said a great deal about general views of Latin America<br />

h<strong>el</strong>d in the United States. If Chile had a tradition of democracy and institutional stability, most Latin<br />

American countries were identified with the frequent rule of strongmen, constant social turmoil, and<br />

a tradition of military intervention in politics. Although both images were rough and, to some extent,<br />

mistaken generalizations of much more complex historical situations, the stark contrast made up<br />

much of the U.S. attitude toward Chile.<br />

Most U.S. newspapers and news magazines also h<strong>el</strong>d views of Chile as a sort of exception<br />

to Latin American patterns. A sample of statements about Chile and Latin America found in the<br />

printed press illustrates the point: “Chileans are probably the least militaristic people in South<br />

America […] and they are, by and large, the most honest of Latins in their governmental dealing. […]<br />

Chile is one of the most politically sophisticated and mature nations in the world, and Chileans know<br />

it” (New York Times, 1 February 1967); “In all of Latin America no country is more wholeheartedly<br />

and vigorously democratic than Chile” (Washington Post, 11 March 1969); “[Chile has been] long<br />

the exemplar of democracy in South America” (Miami Herald, 6 September 1970); “[Chile] has<br />

had a democratic image beyond its frontiers unshared by any other Latin American nation. That<br />

image springs from a remarkable political stability which Chile has enjoyed, with few interruptions,<br />

for 140 years” (Los Ang<strong>el</strong>es Times, 23 October 1970); “Chile […] has been for so long a bulwark<br />

of democratic practice, fair play, and decency in Latin America” (Christian Science Monitor, 12<br />

October 1971); “[The armed forces in Chile] have operated in a manner unusual in Latin American<br />

countries: They have served the <strong>el</strong>ected leadership, whether they agreed with it or not. They have<br />

refrained from any move toward a military takeover and have worked to gain solutions rather<br />

than promote violence. In doing so, they have h<strong>el</strong>ped preserve a venerable democracy” (Chicago<br />

Tribune, 23 August 1973) 25 ; “In the mercurial world of Latin American politics, Chile has been a<br />

conspicuous exception. Though most Chileans follow politics with an ardor usually reserved for<br />

soccer, their passion has been tempered by a strong democratic tradition” (Newsweek, 10 August<br />

1970); “Unlike its Latin American neighbors, [Chile] has a record of democratic stability and honest<br />

<strong>el</strong>ections dating back to 1932” (Time, 7 September 1970).<br />

The image of Chile as an exception to the Latin American pattern traversed the whole<br />

spectrum of political sensibilities among the mainstream press and spanned the entire period<br />

between 1964 and 1973. The description of Chile as an exception to the Latin American reality was<br />

not the core of the information about Chile provided by the press, but it was one the most common<br />

comments that preceded any news or opinion about Chilean politics. Since neither Latin America nor<br />

Chile was among the foremost concerns of the U.S. press, the sort of generalization represented by<br />

these views constituted the most accessible and manageable source of knowledge about Chilean<br />

and Latin American politics in the United States. Chile’s purported exceptional characteristics are<br />

less important than what their constant mention means. Latin American countries were mostly seen<br />

in the United States as economically underdev<strong>el</strong>oped, socially restless, and politically unstable. By<br />

and large, Chile had not experienced as many disruptive events as its continental neighbors. As a<br />

44<br />

http://revistahistoria.universia.net


consequence, newspapers and magazines covered Chilean dev<strong>el</strong>opments with a lev<strong>el</strong> of attention<br />

different from that paid to most of Latin America, both quantitativ<strong>el</strong>y and qualitativ<strong>el</strong>y.<br />

Although not determined by any direct link, there was a degree of corr<strong>el</strong>ation between the<br />

coverage of the press, in quality and quantity, and policies toward Chile. One of the commonalities<br />

between American officials’ views and those of the mainstream press was the special consideration<br />

that Chile enjoyed among them, and the dim image of Latin America in the United States. Because<br />

of Chile’s exceptional image, U.S. policymakers and diplomats dreaded with especial intensity the<br />

possibility of the <strong>el</strong>ectoral victory of a Marxist, for such dev<strong>el</strong>opment could have repercussions w<strong>el</strong>l<br />

beyond the Southern Cone. The press, for its part, shared and reinforced this view of Chile as an<br />

exceptional nation and an important Cold War battlefi<strong>el</strong>d, thus contributing to the sense of urgency<br />

that underlay U.S. policies toward and operations in the South American country from the 1964<br />

<strong>el</strong>ection to the 1973 military coup.<br />

The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

Eduardo Frei and the “Revolution in Liberty”<br />

Although three candidates ran in the Chilean presidential <strong>el</strong>ection of 1964, the actual<br />

contest was between two of them, Eduardo Frei Montalva of the Christian Democratic Party and<br />

Salvador Allende of the Socialist Party. The foremost aim of the U.S. government was to defeat<br />

Allende, a popular and experienced Marxist politician who had a good chance of winning the<br />

<strong>el</strong>ection. The most important aspect of the U.S. involvement in Chilean politics was the CIA’s<br />

funding of Eduardo Frei’s candidacy in the presidential <strong>el</strong>ection. The agency, through proxy<br />

organizations and people that did not let the official hand be seen, contributed nearly $3 million to<br />

Frei’s campaign 26 . Given the importance that Chile had in the Latin American political picture for<br />

the U.S. government, covert action went on after Frei’s <strong>el</strong>ection. In all the <strong>el</strong>ections h<strong>el</strong>d in Chile<br />

during the Frei administration (Congressional <strong>el</strong>ections in 1965 and 1969, Municipal <strong>el</strong>ections in<br />

1967, and a number of Congressional by-<strong>el</strong>ections), the CIA provided funding for candidates of<br />

various political parties, ranging from the right-wing National Party to the splinter Socialist Popular<br />

Union. According to the Congressional Subcommittee that probed the CIA operations in Chile, the<br />

agency handed nearly $600,000 to Chilean political parties from 1965 through 1969, all approved<br />

during the Johnson administration 27 .<br />

The U.S. press also deemed the race between Frei and Allende a momentous event in<br />

the political history of the Western Hemisphere. On 1 September 1964, three days before the<br />

<strong>el</strong>ection, the Christian Science Monitor straightforwardly expressed its choice: “More than just<br />

voting for a candidate, in Eduardo Frei, Chileans will be voting for democracy and freedom.” More<br />

tepidly, the Los Ang<strong>el</strong>es Times considered that the <strong>el</strong>ection of Allende “would prove a serious blow<br />

to U.S. prestige throughout the Southern Hemisphere and to other American backed projects such<br />

as the already troubled Alliance for Progress” (4 September 1964). After the <strong>el</strong>ection, the Chicago<br />

Tribune played the Castro card in w<strong>el</strong>coming Frei’s triumph: “[An Allende victory] would have turned<br />

Chile into another Cuba” (8 September 1964); so did the Atlanta Constitution: “Chalk up another<br />

blow against Fid<strong>el</strong> Castro’s ambitions in this hemisphere” (19 September 1964). To the New York<br />

Times, by <strong>el</strong>ecting Frei, “the people of Chile again proved their devotion to democratic methods”<br />

(6 September 1964). Time also commended Chile’s people for their decision and expressed<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

45


The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

r<strong>el</strong>ief for the tim<strong>el</strong>y prevention of another Cuba in the hemisphere: “In a striking manifestation<br />

of democracy, Chile’s voters overwh<strong>el</strong>mingly rejected Allende, rejected all the talk of Cuban-<br />

styled socialism, rejected all the Communists and leftists who supported him” (11 September<br />

1964). Newsweek also stressed the importance of the Chilean <strong>el</strong>ection and joined the laudatory<br />

chorus for its outcome: “With the exception of the U.S. <strong>el</strong>ection this November, Chile’s poll was<br />

generally considered to be the hemisphere’s most crucial in years. […] By voting for reform rather<br />

than revolution, Chileans have given democracy a resounding affirmation in the Americas” (19<br />

September 1964). Of course, the officials directly involved in the covert actions that h<strong>el</strong>ped Frei<br />

also rejoiced in the success of the operation. In a 303 Committee meeting a few days after the<br />

<strong>el</strong>ection, McGeorge Bundy said that all people involved in the successful actions carried out in<br />

Chile should be given commendation. Letting the arrogance of the hegemon show, the Director of<br />

the CIA John McCone added “that the voters, thems<strong>el</strong>ves, in Chile deserved some commendation<br />

for the high number of the <strong>el</strong>ectorate voting and the very few votes that were invalidated” 28 . The<br />

nearly unanimous opinion, among both policymakers and the mainstream press, was that, at a<br />

crucial crossroads, Chile had made the right decision.<br />

Frei’s victory was far preferable to the triumph of an avowed Marxist. However, to the<br />

U.S. government and most of the press, Frei was more than just the lesser of two evils. His<br />

“Revolution in Liberty” was a strong call for change in Chilean society and, consequently, his<br />

political adversaries were on the Marxist left as w<strong>el</strong>l as on the traditional right. The U.S. government<br />

did not ignore this fact. Indeed, in the spirit of the Alliance for Progress, before and after Frei’s<br />

<strong>el</strong>ection, the Johnson administration was considerably supportive of the policies proposed and<br />

carried out by the Christian Democratic government. The amount of aid given to Chile throughout<br />

Frei’s presidential term is a good sign of that support: only the Dominican Republic and Panama,<br />

two countries in which direct American involvement was high, received more financial aid from<br />

the United States from 1965 through 1970. Although the immediate aim of supporting Frei was<br />

preventing a Marxist <strong>el</strong>ectoral victory in Chile, the reformist program behind the “Revolution in<br />

Liberty” in and of its<strong>el</strong>f garnered the favorable attitude of the Johnson administration 29 .<br />

Whereas the attitude of the U.S. government toward Chile’s reformist government was<br />

supportive, most of the press viewed Eduardo Frei and his “Revolution in Liberty” as one of the<br />

best and last hopes for Latin America 30 . Much like the official attitudes, these favorable views h<strong>el</strong>d<br />

by the press stemmed from Frei’s victory over an avowedly Marxist coalition in a momentous<br />

<strong>el</strong>ection. However, equally significant for these favorable attitudes toward Frei’s program was a<br />

widespread sense among the U.S. press—and most lik<strong>el</strong>y among U.S. society as a whole—that<br />

Latin America badly needed profound economic and social reforms. In these matters, Chile was<br />

not as exceptional as it was regarding political stability.<br />

A stark description of what Latin America looked like to many Americans was given by<br />

columnist George Bosw<strong>el</strong>l in the Atlanta Constitution in 1966: “Today Latin America is a land of<br />

contrast. Its ruling class lives in an atmosphere of the past. Its political institutions in the main are<br />

based on an exploitation of the land and masses of the people. The latter larg<strong>el</strong>y are illiterate. The<br />

landed aristocrats have used r<strong>el</strong>igion, military dictatorships and ignorance to maintain thems<strong>el</strong>ves<br />

in power. Great fortunes are stored in Europe and <strong>el</strong>sewhere instead of being invested in the<br />

46<br />

http://revistahistoria.universia.net


The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

advancement of their own dev<strong>el</strong>opment and their own people” 31 . As a consequence, the Chilean<br />

thirst for radical reform was understandable and commendable. The New York Times deemed<br />

Chile’s “need for a revolution” great (9 March 1965) and the agrarian reform “badly needed” (18 July<br />

1967). The Washington Post enthusiastically compared the spirit of Chile’s reformist experiment<br />

with the American public atmosphere of the 1930s: “[Frei’s] “revolution in liberty” means to be<br />

what it says: a revolution, and it is a program for Chile, not a program to please Americans, and<br />

certainly not those Americans who have yet to reconcile thems<strong>el</strong>ves to the revolution that took<br />

place in this country in the 1930s” (9 March 1965). Other media took a strong stance against the<br />

Chilean oligarchy, blaming it for the state of underdev<strong>el</strong>opment in which Chile still remained and,<br />

consequently, for the rise of Marxist revolutionary forces in the political sphere (Christian Science<br />

Monitor, 9 September 1964). Besides praising Frei’s strong pro-Western stance, the Los Ang<strong>el</strong>es<br />

Times also commended its “[threatening] the right which has never given up its struggle, vainly<br />

defending ground it must ultimat<strong>el</strong>y lose.” (2 November 1964). Newsweek resorted to an easier<br />

qualification, greeting Frei’s reformism as a necessity for “Chile’s near-feudal economic and social<br />

order” (14 September 1964). The enemies against which Frei was waging his just war did not<br />

come only from the red front; equally threatening was the peril entailed by the reactionary forces<br />

of the traditional ruling classes. The “Revolution in Liberty” proposed by the Chilean Christian<br />

Democrats was not only a wise strategy to stave off a Marxist revolutionary takeover, but also the<br />

right way to free the country from the oppressive shackles of an old and dated order.<br />

The Frei government also <strong>el</strong>icited praise for its groundbreaking policies as to the<br />

nationalization of U.S. business assets, a thorny topic that in the 1960s was at its height. Instead<br />

of taking over the copper mines owned by U.S. corporations, the Frei government negotiated<br />

with the companies and eventually associated with them in terms favorable for both the Chilean<br />

government and the U.S. interests 32 . Since other situations regarding American interests abroad<br />

had been much more traumatic (i.e. Peru’s takeover of the International Petroleum Corporation<br />

assets in 1968), the middle way chosen by the Chilean government seemed to offer the best<br />

solution for a problem that would come along some day, anyway. The New York Times, a staunch<br />

advocate of such policy, devoted six editorials to this issue, all of them highly laudatory. 33 Even<br />

though the number may not look impressive in absolute terms, it is necessary to remember that<br />

Latin America was a rather secondary issue for the U.S. press and Chile’s policy toward copper<br />

was a very specific topic. The Washington Post also lauded the deal made by Chile and the<br />

American companies and also stressed its importance for the future of the r<strong>el</strong>ations between the<br />

United States and the rest of the hemisphere (28 June 1969). The “Chileanization” of copper, as<br />

the policy was christened by the Christian Democrats, was one of the reformist ideas that, before<br />

many U.S. eyes, made the Frei government a mod<strong>el</strong> to be imitated by the rest of Latin America.<br />

Frei and his “Revolution in Liberty” enjoyed a great deal of sympathy from U.S. officials<br />

and the U.S. press because his political project fit w<strong>el</strong>l with the liberal philosophy of history that<br />

characterized American Cold War ideology. Not only did Frei and the Christian Democrats oppose<br />

the illiberal nature of Communism, but they also offered the best way to progress toward economic<br />

and social dev<strong>el</strong>opment within the framework of capitalism and political stability. Neverth<strong>el</strong>ess,<br />

the failure of the Christian Democrats to capitalize on Frei’s r<strong>el</strong>ative success and indisputable<br />

popularity turned the 1970 presidential <strong>el</strong>ection into another highly polarized contest. The eventual<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

47


triumph of Allende at the polls prompted President Nixon and National Security Adviser Kissinger<br />

to involve thems<strong>el</strong>ves in the process of policy and decision making regarding Chile and highlighted<br />

the tensions between the liberal ideals of democracy and respect for institutional stability, on the<br />

one hand, and the supposed problems posed by the existence of a Marxist government in a<br />

country within the United States’ sphere of hegemony.<br />

The <strong>el</strong>ection of 1970 turned out to be even more decisive than that of 1964. The Chilean<br />

Constitution did not allow Frei to run for re<strong>el</strong>ection, so the Christian Democratic Party chose<br />

as its candidate former ambassador in Washington Radomiro Tomic, a man whose political<br />

views were considerably to the left of Frei’s. The right, which had been b<strong>el</strong>ieved to be politically<br />

dead after the presidential <strong>el</strong>ection of 1964 and the parliamentary <strong>el</strong>ections of 1965, raised the<br />

candidacy of former president Jorge Alessandri Rodriguez. The Socialist-Communist coalition,<br />

the Popular Unity, presented Salvador Allende for the fourth time as its candidate, promising that<br />

if he were <strong>el</strong>ected, his government would begin paving the “Chilean Road to Socialism.” Despite<br />

the acknowledged importance of the <strong>el</strong>ection, covert actions were not as carefully planned as<br />

those carried out in the 1964 <strong>el</strong>ection. As a result, Allende’s victory in the <strong>el</strong>ection of 4 September<br />

1970 triggered a hasty and outrageous response from the Nixon government, precis<strong>el</strong>y because<br />

the President hims<strong>el</strong>f took charge of the situation.<br />

Since none of the candidates got a majority, Congress had to hold a runoff <strong>el</strong>ection between<br />

the two candidates with the highest totals of votes, Allende and Alessandri. The Congressional<br />

meeting had to be h<strong>el</strong>d fifty days after the popular vote, on 24 October 1970. Among government<br />

officials there was no agreement as to the actual degree of peril entailed by the <strong>el</strong>ection of an<br />

avowed Marxist as president of Chile. An int<strong>el</strong>ligence report issued by the CIA on 7 September<br />

1970 concluded that:<br />

[.1. The U.S. has no vital national interests within Chile. There would however, be tangible<br />

economic losses. 2. The world military balance of power would not be significantly altered<br />

by an Allende government. 3. An Allende victory would, however, create considerable<br />

political and psychological costs: a. Hemispheric cohesion would be threatened by the<br />

challenge that an Allende government would pose to the OAS, and by the reactions that<br />

it would create in other countries. We do not see, however, any lik<strong>el</strong>y threat to the peace<br />

of the region. b. An Allende victory would represent a definite psychological set-back to<br />

the U.S. and a definite psychological advance for the Marxist idea. 34<br />

Undersecretary of State for Political Affairs U. Alexis Johnson and Assistant Secretary<br />

of State for Inter-American Affairs Charles Meyer advocated a hands-off position regarding Chile<br />

because the turmoil following any American attempt to prevent Allende from taking office would be<br />

more detrimental for U.S. interests than an Allende government its<strong>el</strong>f 35 . National Security Council<br />

staffer Viron Vaky argued that any intervention in Chile would “patently [be] a violation of our own<br />

principles and policy tenets. […] If these principles have any meaning, we normally depart from<br />

them only to meet the gravest threat to us, e.g., to our survival. Is Allende a mortal threat to the<br />

US? It is hard to argue this” 36 .<br />

The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

48<br />

http://revistahistoria.universia.net


The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

President Richard Nixon, neverth<strong>el</strong>ess, adopted a far more hawkish position. His<br />

instructions to the Director of the CIA on 15 September 1970, according to the handwritten notes<br />

taken by H<strong>el</strong>ms, were to “save Chile;” use for that purpose “our best men;” spend as much<br />

as $10,000,000 and more, if necessary; circumvent the embassy in Santiago; and “make the<br />

economy scream” 37 . Two days after the meeting, the CIA turned on “Project Fub<strong>el</strong>t,” a plan aimed<br />

at preventing Salvador Allende from being <strong>el</strong>ected president in the runoff congressional <strong>el</strong>ection<br />

of 24 October. The two legs of the plan, known as Track I and Track II failed miserably. Indeed,<br />

the assassination of the Chief of the Army René Schneider by plotters that had received material<br />

and moral support by the CIA prompted the Chilean people and political <strong>el</strong>ites to rally behind the<br />

constitutional process and strengthened Allende´s position in the congressional runoff.<br />

The Nixon administration took a hard position on the possibility of the government of a<br />

Marxist coalition in Chile because such event could have repercussions that would go far beyond<br />

Chile’s borders. In this sense, the Nixon government acted on the same assumptions as the<br />

Johnson administration. According to Henry Kissinger,<br />

The <strong>el</strong>ection of Allende as President of Chile poses for us one of the most serious<br />

challenges ever faced in this hemisphere. Your decision as to what to do about it may be<br />

the most historic and difficult foreign affairs decision you will have to make this year, for<br />

what happens in Chile over the next six to tw<strong>el</strong>ve months will have ramifications that will<br />

go far beyond just US-Chilean r<strong>el</strong>ations. They will have an effect on what happens in the<br />

rest of Latin America and the dev<strong>el</strong>oping world; on what our future position will be in the<br />

hemisphere; and on the larger world picture, including our r<strong>el</strong>ations with the USSR. They<br />

will even affect our own conception of what our role in the world is 38 .<br />

Though the language used is very loaded and the conclusions may seem exaggerated,<br />

the general lines of the message are not very different from those along which officials of the<br />

Johnson administration assessed the <strong>el</strong>ection of 1964. Actually, one can speculate that given the<br />

considerable amount of money spent and the huge efforts made for Frei in the Chilean <strong>el</strong>ection of<br />

1964, an Allende victory would have been received even more bitterly than in 1970.<br />

The presidential <strong>el</strong>ection of 1970 resembled that of 1964 in the attention that it <strong>el</strong>icited<br />

and the ideological choices at stake in it. However, since the outcome was the opposite of that<br />

yi<strong>el</strong>ded by the <strong>el</strong>ection of 1964, the reaction of the U.S. press was complet<strong>el</strong>y different. Six years<br />

before, Frei had defeated his Marxist opponent by proposing a promising path of reform. R<strong>el</strong>ief<br />

and hope constituted the response of the U.S. government and most of the press to Frei’s victory.<br />

In 1970, the victory of a Marxist candidate could not but provoke the opposite: disappointment,<br />

alarm, fear. If Frei was a good possible alternative to Marxism in Latin America, Allende was the<br />

incarnation of an actual threat to the Western Hemisphere. A few days before the <strong>el</strong>ection, the New<br />

York Times warned that the effects of an Allende victory “on Chile and throughout the Americas,<br />

would be cataclysmic” (27 August 1970). The Christian Science Monitor went even further in its<br />

assessment of Allende’s <strong>el</strong>ection: “It is not beyond the bounds of possibility that the <strong>el</strong>ection of an<br />

avowed Marxist as President of Chile may be the most important political event in the Western<br />

hemisphere of this 20th century. (...) This is the first time in world history that a Marxist has come<br />

to power through the democratic <strong>el</strong>ectoral process” (30 October 1970). The preoccupation of the<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

49


The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

Christian Science Monitor was shared by nearly all mainstream newspapers and magazines in<br />

the United States. From 4 September 1970 onwards, nearly every news, column, report, and<br />

editorial on Chilean politics pointed out the fact that Allende would be the first avowed Marxist to<br />

be <strong>el</strong>ected president in a democratic <strong>el</strong>ection in the Western Hemisphere. The assertion rapidly<br />

became a formula to describe how high were the stakes that the United States and the Western<br />

Hemisphere had in Chilean events. During the brief period between the popular <strong>el</strong>ection of 4<br />

September 1970 and the congressional runoff <strong>el</strong>ection of 24 October 1970, the language of the<br />

Cold War was more significant than ever in the U.S. press coverage of Chilean affairs.<br />

Most newspapers and magazines did not conceal their worries about a Marxist becoming<br />

president by democratic means. The New York Times described the Allende victory at the polls on<br />

4 September 1970 as “a heavy blow at liberal democracy” (6 September 1970). The Washington<br />

Post brought up specters of past Communist takeovers: “It is essential that Mr. Allende make<br />

50<br />

a pledge [to keep the democratic system<br />

intact] and even more essential that he<br />

move immediat<strong>el</strong>y to honor it by throwing<br />

his weight against those of his followers<br />

who, in his name, are threatening to turn<br />

Chile 1970 into Czechoslovakia 1948” (22<br />

September 1970). The most conservative of<br />

the newspapers assessed in this essay, the<br />

Chicago Tribune, chose a more sarcastic<br />

way to express its criticism and skepticism:<br />

“If […] Dr. Allende succeeds in turning Chile<br />

into a classic Marxist economic state, without<br />

curtailing political and social freedom in the<br />

process, and if Chile later votes to remain<br />

Marxist in a free <strong>el</strong>ection, then—w<strong>el</strong>l, we’ll<br />

eat our sombrero” (9 September 1970).<br />

The most impressive display of concern,<br />

however, was the cover of Time Magazine<br />

on 19 October 1970, which openly presented<br />

Allende as a threat, apparently following the<br />

lines of the information provided to the magazine directly by the CIA 39 . Much like Nixon, Kissinger<br />

and most U.S. officials involved in the process of decision-making regarding Chile, most of the<br />

press saw Allende and his ideological commitments as actual dangers for the political order of the<br />

Western Hemisphere, even before his assumption of the presidency.<br />

After Allende took office on 3 November 1970, Nixon decided that the “public posture<br />

of the United States [would] be correct but cool, to avoid giving the Allende government a basis<br />

on which to rally domestic and international support for consolidation of the regime; but that<br />

the United States [would] seek to maximize pressures on the Allende government to prevent its<br />

consolidation and limit its ability to implement policies contrary to U.S. and hemisphere interests” 40 .<br />

Consequently, economic aid to Chile would be heavily reduced and the United States would seek<br />

http://revistahistoria.universia.net


to influence international institutions’ decisions on credits to be granted to Chile. Covert actions<br />

went on funding opposition parties, newspapers, and other social organizations (including a semi-<br />

fascist group, Patria y Libertad). Historian Jonathan Haslam has said that the Nixon administration<br />

ordered the Pentagon to plan along with the Chilean military the coup that overthrew Allende in<br />

1973. Unfortunat<strong>el</strong>y, there are no documents that prove this assertion, and Haslam r<strong>el</strong>ies only on<br />

anonymous “authoritative sources” 41 . So far, documentary evidence shows that the involvement<br />

of the United States in Chilean affairs was deep, but stopped short of orchestrating the military<br />

coup of 1973, as the more ideological literature about the matter has proposed ever since.<br />

The importance of the Allende government among U.S. newspapers can be best grasped by<br />

looking at some quantitative data. During Frei’s presidential term Chile was little above the rest of the<br />

Latin America countries in terms of quantity of news and op-ed articles. After the presidential <strong>el</strong>ection<br />

of 1970, Chile’s quantitative presence in the American press increased substantially (see table 2).<br />

Table 2. News, reports, and op-ed articles about Chilean politics in American newspapers<br />

1 September 1964 - 11 September 1973<br />

NEWSPAPER News of Chile<br />

1 Sep. 64’ - 31<br />

Aug. 70’<br />

News of Chile<br />

1 Sep. 70’ - 11<br />

Sep. 73’<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

51<br />

News of Chile<br />

per week<br />

1 Sep. 64’ - 31<br />

Aug. 70’<br />

News of Chile<br />

per week<br />

1 Sep. 70’ - 11<br />

Sep. 73’<br />

Chicago Tribune 110 221 0.35 1.40<br />

Christian Science<br />

Monitor<br />

Los Ang<strong>el</strong>es<br />

Times<br />

The New York<br />

Times<br />

The Washington<br />

Post<br />

The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

126 168 0.40 1.06<br />

186 412 0.59 2.61<br />

465 584 1.48 3.69<br />

238 399 0.76 2.52<br />

The amount of news may be sign of a much more pronounced attention to Chilean affairs<br />

coming from an ideological predisposition of the U.S. press toward a government headed by a<br />

Marxist president. Undoubtedly, much of that predisposition existed. However, the lik<strong>el</strong>y political<br />

bias against an Allende government cannot be fully seen through this specific figure. After all, a<br />

Marxist <strong>el</strong>ected president through democratic means was in its<strong>el</strong>f a nov<strong>el</strong>ty that warranted the<br />

closest attention. Besides, the Allende government was much more eventful than its predecessor,<br />

and the frequent political crises, the important decisions in foreign policy, and the social turmoil<br />

into which Chile slipped as Allende’s tenure went on were all newsworthy dev<strong>el</strong>opments.<br />

However, other figures show that the advent of the Allende government was more than<br />

simply a newsworthy event for the U.S. mainstream press. News magazines such as Time and<br />

Newsweek made Chile their principal Latin American subject (see table 3). Likewise, most of the


mainstream newspapers devoted not only news coverage, but also a considerable number of<br />

editorials to events in Chile during the Allende government. Almost needless to say, only a few of<br />

those editorials were neutral or favorable. Since editorials not only address what is newsworthy,<br />

but also what is considered publicly r<strong>el</strong>evant by the press, it is clear that the Allende government<br />

<strong>el</strong>icited attention not only because of its uniqueness but also for its importance in the interest of<br />

the U.S. public (see table 4).<br />

Table 3. News of Chilean and Latin American politics in Time and Newsweek<br />

September 1964 - September 1973<br />

News of Latin<br />

America/issue<br />

The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

Sep. 1964 - Aug.<br />

1970<br />

News % of Total<br />

Latin<br />

American<br />

News<br />

Newsweek Time<br />

0.75 1.013<br />

Sep. 1970 - Sep.<br />

1973<br />

News % of Total<br />

52<br />

Latin<br />

American<br />

News<br />

Sep. 1964 - Aug.<br />

1970<br />

News % of Total<br />

Latin<br />

American<br />

News<br />

Sep. 1970 - Sep.<br />

1973<br />

News % of Total<br />

Latin<br />

American<br />

News<br />

Chile 18 6.55 33 40.24 21 5.63 31 28.97<br />

Argentina 22 8.00 12 14.63 29 7.77 20 18.69<br />

Bolivia 18 6.55 4 4.88 23 6.17 4 3.74<br />

Brazil 40 14.55 6 7.32 57 15.28 7 6.54<br />

Colombia 5 1.82 0 0.00 12 3.22 2 1.87<br />

Costa Rica 1 0.36 1 1.22 1 0.27 3 2.80<br />

Cuba 29 10.55 8 9.76 44 11.80 8 7.48<br />

Dominican R. 32 11.64 0 0.00 40 10.72 0 0.00<br />

Ecuador 5 1.82 1 1.22 6 1.61 1 0.93<br />

El Salvador 0 0.00 0 0.00 1 0.27 0 0.00<br />

Guatemala 7 2.55 0 0.00 9 2.41 1 0.93<br />

Haiti 5 1.82 2 2.44 5 1.34 7 6.54<br />

Honduras 2 0.73 1 1.22 0 0.00 2 1.87<br />

Latin America 39 14.18 7 8.54 61 16.35 6 5.61<br />

Mexico 12 4.36 0 0.00 15 4.02 6 5.61<br />

Nicaragua 2 0.73 0 0.00 1 0.27 0 0.00<br />

Panama 10 3.64 1 11 2.95 2 1.87<br />

Paraguay 1 0.36 0 0.00 0 0.00 0 0.00<br />

Peru 10 3.64 0 0.00 17 4.56 1 0.93<br />

Uruguay 6 2.18 5 6.10 13 3.49 6 5.61<br />

Venezu<strong>el</strong>a 11 4.00 1 1.22 7 1.88 0 0.00<br />

http://revistahistoria.universia.net


The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

Table 4. Editorials on Chile in American Newspapers, 1 Sep. 1964 - 11 Sep. 1973<br />

Newspaper Editorials on Chile<br />

1 Sep. 64’ - 31 Aug. 70’<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

53<br />

Editorials on Chile<br />

1 Sep. 70’ - 11 Sep. 73’<br />

Chicago Tribune 2 23<br />

Christian Science Monitor 9 17<br />

Los Ang<strong>el</strong>es Times 3 14<br />

New York Times 20 38<br />

Washington Post 10 14<br />

All the editorial opinions on the Allende government among the mainstream press were<br />

decidedly negative. The Chicago Tribune was the staunchest opponent of Allende and devoted a<br />

high number of editorials to criticizing his administration, even for things that it did not actually do,<br />

such as buying arms from the Soviet Union (Chicago Tribune, 18 December 1972). Less strident<br />

but equally decided opposition was expressed by the Miami Herald, the Los Ang<strong>el</strong>es Times, and<br />

the New York Time, all of which devoted an important number of editorials to addressing critically<br />

numerous policies and actions of the Allende government. The Christian Science Monitor and the<br />

Washington Post, though by no means sympathetic to Allende, were milder in their opposition. The<br />

most important news magazines -Time, Newsweek, and U.S. News & World Report- adopted critical<br />

positions toward the Allende government and, even in a higher degree than newspapers, depicted<br />

Chile’s reality after the presidential <strong>el</strong>ection of 1970 as a situation of constant crisis and social unrest.<br />

Among political journals, The National Review was very active in its opposition to the<br />

Unidad Popular government. On the other side of the political spectrum, The Nation was rather<br />

sympathetic to the “Chilean Road to Socialism,” which was considered a “reasonable revolution” in<br />

an article on Chile published on 1 November 1971. Furthermore, on 29 January 1973, The Nation<br />

published an article titled “What the Press Leaves Out,” which aimed at analyzing and criticizing the<br />

seemingly partial way in which the U.S. press had assessed the Allende government. According<br />

to the article’s author, John Pollock, press coverage of Chilean affairs did not take sufficiently<br />

into account the acts of Allende’s opponents—Chile’s political right, American multinationals with<br />

vested interests in the country, and the U.S. government. Thus, the picture presented by the<br />

press was partial and inaccurate. Although this view was as ideologically biased as that of the<br />

news outlets that opposed Allende, it was partly true. The fact that Allende was a Marxist and his<br />

intention was to put Chile on the road to Socialism overshadowed every other characteristic of his<br />

administration. As a consequence, most of the U.S. press was eager to find flaws in the Allende<br />

government and criticize it implacably.<br />

However, some news outlets that opposed and criticized Allende did so in a constructive<br />

way. Conspicuous in this attitude was the New York Times, which was probably the most nuanced<br />

and even-handed critic of the Allende government among the media. Unlike other newspapers<br />

such as the Chicago Tribune and the Miami Herald, and magazines such as Time and U.S. News<br />

& World Report, the New York Times did not base its assessments of Chile’s reality on anti-<br />

Communist clichés. In fact, the Times was the most accurate and prescient interpret of Chile’s<br />

political situation. Viewing how polarization in Chile quickly intensified, the New York Times called


The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

for the Allende government to act more cautiously to avoid a military coup in seven different<br />

editorials from March through September 1973 42 . Although in general the Times concurred with the<br />

simplified views of Latin America h<strong>el</strong>d by the U.S. press, because of its traditional internationalist<br />

outlook it had a keener sense of where Chile was going and how important a peaceful resolution<br />

of the crisis was for the politics of the Western Hemisphere.<br />

On the other hand, to show opposition toward Allende and his government, several<br />

news outlets resorted to themes that were in actuality of marginal importance as to political<br />

dev<strong>el</strong>opments in Chile. The NBC Evening News of 6 September 1970 introduced Allende to its<br />

audience in a scarc<strong>el</strong>y concealed contemptuous tone: “[He] is a physician who never had live<br />

patients; he only did autopsies. He drives a sport car, lives in an <strong>el</strong>egant chalet, wears only the<br />

most expensive clothes, and drinks the best whisky. Also, he is the only Marxist who ever won a<br />

free <strong>el</strong>ection anywhere in the world.” The National Review columnist James Burnham, pointing<br />

to the fact that Allende did not get a majority in the popular vote, maintained that it was incorrect<br />

to say that Allende was the first Marxist to be democratically <strong>el</strong>ected head of state in the world. A<br />

better way to picture the situation, according to Burnham, was to describe the victory of Allende<br />

as a constitutional one rather than a democratic one. In his attempt to stress the importance of<br />

and the dangers entailed by the Chilean dev<strong>el</strong>opments, the columnist went even further. Allende’s<br />

victory made Burnham recall another watershed moment of 20th century history: “In the July<br />

1932 <strong>el</strong>ection Adolf Hitler’s percentage of the total vote was within one-tenth of a percentage<br />

point of Allende’s total last month, and like Allende’s, higher than that of any other contender.<br />

Six months later Hitler became chanc<strong>el</strong>lor in accord with the constitutional procedures of the<br />

Weimar Republic. The German antirevolutionaries, also, yi<strong>el</strong>ded peacefully” 43 . Once in power,<br />

Allende’s radical measures were the main targets of the constant criticism of U.S. newspapers and<br />

news magazines. Generally, those critical appraisals aimed at events that were of the foremost<br />

importance in Chile its<strong>el</strong>f. However, there also was room for more trivial kinds of criticism. One of<br />

the first measures taken by the Allende government was to oblige Chilean radio stations to make<br />

up their playlists using at least 40 percent of Chilean songs. Even though the measure did not<br />

cause much unrest in Chile, to the Chicago Tribune it was simply unacceptable, and gave way to<br />

a sarcastic and rather hollow critique of the Chilean president: “We suspect the next step will be<br />

a five-year plan setting production goals for Chilean composers. If this fails, perhaps Allende will<br />

dispatch some Chilean commandos to kidnap the Beatles” (31 December 1970). When it came to<br />

treat an ideological adversary, all rhetorical weapons were useful.<br />

For all the worries brought about by the Allende government in most of the press, all<br />

newspapers and magazines considered in this study were explicit in their calling for the United<br />

States government not to intervene in Chile in any way. A s<strong>el</strong>ection of examples illustrates the<br />

point: “All the United States can do in this situation is to keep hands off, behave correctly and<br />

hope for the best. (…) The Monroe Doctrine has no r<strong>el</strong>evance here and neither does the Inter-<br />

American Defense Treaty. Whatever troubles Chile may face would only be compounded by even<br />

the appearance of American interference” (New York Times, 6 September 1970); “To confess<br />

official disappointment would be regarded—and rightly—as a form of intervention encouraging<br />

Chileans of other persuasions to balk at seating Dr. Allende. Respect for Chile’s democratically<br />

taken decisions is the only mature course for the United States” (Washington Post, 9 September<br />

54<br />

http://revistahistoria.universia.net


1970); “The American interest at this point: it seems, would be best served by keeping hands off<br />

and letting the Chileans work things out thems<strong>el</strong>ves” (The Los Ang<strong>el</strong>es Times, 10 September<br />

1970); “Gone are the days of gunboat diplomacy and intervention in the style of 1965 in the<br />

Dominican Republic. The Nixon administration has acknowledged its Latin neighbors as equals,<br />

and differences with an equal are settled by diplomacy” (Miami Herald, 2 November 1970).<br />

Although all U.S. interventions in Latin America during the Cold War were unlawful, the possibility<br />

of involvement was always latent and openly discussed. Fortunat<strong>el</strong>y, the U.S. press unanimously<br />

recommended that the Nixon administration not intervene in Chile. Yet the outright presence<br />

of the matter among the topics of debate bespeaks a public ideology that, at least subliminally,<br />

considered Latin America a region in which intervention was a matter of unilateral choice.<br />

The position of the mainstream press had an ironic side. While the Nixon administration<br />

was about to embark on an ill-conceived plot to thwart Allende before he could take office, a<br />

number of newspapers were praising the U.S. government for not intervening in Chilean affairs.<br />

Before the <strong>el</strong>ection of 4 September 1970, the New York Times said: “Despite the United States<br />

stake in the survival of democracy in Chile, the Nixon Administration has emphatically—and<br />

wis<strong>el</strong>y—ruled out any intervention” (27 August 1970). To the Washington Post, it was “of more<br />

than passing interest to note how detached and proper the United States has been to the Chilean<br />

<strong>el</strong>ections of 1970. The prospect which alarmed it deeply six years ago seems about to become<br />

a reality now but the United States is keeping its cool” (9 September 1970). On 21 March 1973,<br />

journalist Jack Anderson published in the Washington Post some documents that revealed the<br />

attempts made in 1970 by ITT to prevent Allende from gaining the presidency, of which the most<br />

notorious features were the offering of $1,000,000 to the CIA to achieve that goal and the fact that<br />

one of the men who approached the CIA on behalf of the company was John McCone, former<br />

director of the agency. Since ITT was already in the eye of the storm for corrupt actions involving<br />

government officials and the Allende government was far more critical to U.S. interests than most<br />

Latin American governments in the twentieth century, the case <strong>el</strong>icited a good deal of attention<br />

within the U.S. press. The CIA rejected the offer, but the ITT documents uncovered by Anderson<br />

showed that the ITT men in Chile were r<strong>el</strong>ativ<strong>el</strong>y w<strong>el</strong>l aware of what both the U.S. embassy<br />

and the CIA station in Santiago were doing. Therefore, though not accurat<strong>el</strong>y, the documents<br />

portrayed a picture in which the presumed aloofness of the U.S. government concerning the<br />

<strong>el</strong>ection of Allende was dubious. In March 1973, Congress h<strong>el</strong>d hearings on the issue of the<br />

r<strong>el</strong>ationship between multinational corporations, the U.S. Government, and foreign policy. Other<br />

than the all-too-tight links between the CIA and ITT, the agency was not directly charged with<br />

any improper meddling in Chilean affairs regarding the Allende <strong>el</strong>ection 44 . As a consequence,<br />

the press went on praising the Nixon administration for keeping its hands off Chile. The Los<br />

Ang<strong>el</strong>es Times put it as follows: “It is not clear how far the American government leaned toward<br />

intervention before deciding against it; but all that really matters is that it did decide against it. […]<br />

For this time, there was no intervention” (26 March 1972). The New York Times threw its darts at<br />

the CIA: “If a State Department witness is correct in insisting that the official United States policy<br />

toward Chile, before and after Dr. Allende’s <strong>el</strong>ection, was one of “nonintervention”, it is evident<br />

that the C.I.A. once again was conducting its own foreign policy, “going off on a frolic of its own”,<br />

as Senator [J. William] Fulbright [D-AR] suggested, and raising anew the question whether there<br />

are effective controls over its agents and activities” (3 April 1973). The Washington Post blamed<br />

the whole affair on the company:<br />

The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

55


But all witnesses so far have agreed that the United States did not act on the block-<br />

Allende proposals. He did take office. So on the basis of this testimony it would be wrong<br />

and unfair to accuse the Nixon administration […] of having tried to keep Mr. Allende from<br />

taking power. […] Note w<strong>el</strong>l: any citizen or corporation has a right, within certain limits,<br />

to petition his government. But have you ever heard of any citizen or corporation offering<br />

the government an extra sum to provide a special service: flouting a foreign government’s<br />

<strong>el</strong>ectoral process at that? It’s as though ITT considered the U.S. government to be, w<strong>el</strong>l,<br />

a multinational corporation, with varied services to s<strong>el</strong>l to various customers. A concept<br />

more defiant of democratic government is hard to imagine (24 March 1973).<br />

However, despite the unanimity of the American press in couns<strong>el</strong>ing the U.S. government<br />

not to intervene in Chile, not everyone regarded the ITT attempts to prevent Allende from becoming<br />

president as fully condemnable. Such was the stance of William F. Buckley in his syndicated<br />

column “Nice Try Anyway, ITT” 45 . The conservative columnist straightforwardly expressed his wish<br />

“that the spirit of ITT were more pervasive.” Although a little more tepidly, the Chicago Tribune<br />

also tried to minimize the guilt of the ITT in the Chilean affair by pointing to responsibilities lying<br />

on past U.S. governments: “Businessmen therefore have a proper right to make approaches to<br />

the government in defense of their interests. We wouldn’t say I.T.T. has taken the most int<strong>el</strong>ligent<br />

approach in asserting this right; but it is only fair to remember that I.T.T. and the government might<br />

not have been led to invite the present suspicion of secret conspiracy if earlier governments had<br />

not conditioned the world to think that American business interests can be kicked around with<br />

impunity” (29 March 1973). For some conservative sensibilities, ITT’s attitude toward Allende and<br />

its reaching out to the CIA were not necessarily inconsistent with the U.S. Cold War ideology.<br />

Epilogue<br />

The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

On 12 September 1973, the New York Times published an editorial entitled “Tragedy in<br />

Chile.” In this piece, the U.S. newspaper of record pointed out that “[the military coup] is especially<br />

tragic for Chile, where sturdy democratic machinery had functioned for many years and the armed<br />

forces had a strong tradition of keeping to their barracks.” Similar views were expressed by the<br />

Washington Post, the Los Ang<strong>el</strong>es Times and the Miami Herald 46 . The coup in Chile inflicted significant<br />

damage to the dream of many Marxists around the world that Socialism could be established and<br />

function within the framework of liberal democracy. In this regard, those in the U.S. government and<br />

the press who had attributed great international importance to the Allende experiment were right.<br />

Indeed, with the exception of the Los Ang<strong>el</strong>es Times, most of the mainstream news outlets blamed<br />

the military intervention squar<strong>el</strong>y on Allende and his coalition 47 . Once again, the evaluations of the<br />

press did not differ significantly from those of government officials.<br />

However, the tacit ideological agreement between the mainstream press and the U.S.<br />

government had its limits. The military coup destroyed the purported threat to the inter-American<br />

system posed by the Allende government. Yet the brutality of the military dictatorship that took<br />

over and the brazen attempts of Augusto Pinochet to perpetuate his rule proved a far heavier blow<br />

to the Chilean democratic tradition. Soon after the coup any optimism as to a quick resumption<br />

56<br />

http://revistahistoria.universia.net


of the democratic process vanished and Pinochet hims<strong>el</strong>f became a universal icon of repression<br />

and tyranny. Whereas the Nixon and Ford administrations cooperated with the Pinochet regime,<br />

the U.S. press could not countenance such a blatant disrespect for the tradition that had made it<br />

fear and criticize the Allende experiment in the first place. After most of the Nixon administration’s<br />

deeds in Chile between 1970 and 1973 were uncovered by the Church Committee in 1975, most<br />

of the U.S. press turned against the attitude of the U.S. government and most U.S. media became<br />

consistent critics of Pinochet. If before 1973 the image of Chile as a democratic and stable country<br />

had contributed to make appear Allende as a bigger threat to liberal democracy than he actually<br />

was, after the coup that image h<strong>el</strong>ped spawn the widespread rejection that Pinochet earned from<br />

liberal and democratic quarters all over the world.<br />

Conclusion<br />

The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

Both the Johnson and Nixon administrations devised their policies toward Chile in terms<br />

of the U.S. Cold War ideology. The first and foremost goal of the United States regarding Chilean<br />

politics was to prevent a Marxist government. After a Marxist candidate was <strong>el</strong>ected president in<br />

1970, the U.S. government changed its overt attitudes toward Chile, but not the tenets that had<br />

informed its general policy since the active involvement in Chilean politics had begun in the early<br />

1960s. Except for the rather unint<strong>el</strong>ligent int<strong>el</strong>ligence operations that sought to forestall Allende’s<br />

victory in the congressional runoff <strong>el</strong>ection of October, 1970, the pattern of U.S. r<strong>el</strong>ations with and<br />

covert operations in Chile was consistent.<br />

U.S. newspapers, magazines, and t<strong>el</strong>evision news broadcasts were an integral component<br />

of the Cold War political culture. Therefore, the broad doctrinal assumptions that informed U.S.<br />

policies toward Chile did not differ from those advocated by the press. U.S. public opinion may<br />

have been unaware of the specifics of Chilean politics and would probably have been surprised by<br />

the importance assigned by the U.S. government to Chile, but it was consistently informed by the<br />

press about Chilean affairs in terms that were mostly similar to those embraced as an interpretive<br />

framework by policymakers and other officials. Although no direct link can be demonstrated, the<br />

similarities between the ideological foundations of U.S. policies toward Chile and the news media’s<br />

views of Chilean political affairs are apparent. While the U.S. government supported a reformist<br />

government and opposed a Marxist one, most American newspapers and news magazines h<strong>el</strong>d<br />

similar attitudes. Eduardo Frei and his “Revolution in Liberty” were synonymous with hope and<br />

earned favorable opinions from most of the U.S. press. On the contrary, Salvador Allende and the<br />

Marxist parties that backed him were almost unanimously seen with alarm and <strong>el</strong>icited a lev<strong>el</strong> of<br />

public attention that Chilean affairs had never had before in the United States.<br />

Of course, the concrete policies toward Chile carried out by both the Johnson and Nixon<br />

administrations had little to do directly with U.S. public opinion. The fact that Chile was only a<br />

secondary battlefi<strong>el</strong>d of the Cold War allowed for the U.S. government to act with rather ample<br />

room for maneuver in Chilean affairs. However, U.S. policies were not complet<strong>el</strong>y detached from<br />

the views h<strong>el</strong>d by non-official public actors. The ideological adversaries that the U.S. government<br />

was fighting in Chile were recognized as such by most of the press. Likewise, most newspapers<br />

and magazines deemed the reformist forces supported by the Johnson administration as the<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

57


The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

best alternative way to revolution in Chile and Latin America. Even the long-term historical<br />

assumption that Chile was an exceptional case to the Latin American political pattern of instability<br />

was common to both U.S. officials and the press. To be sure, in some specific situations, the<br />

U.S. government actions in Chile did run counter to opinions h<strong>el</strong>d by the press. While the Nixon<br />

administration was deeply involved in plots aimed at preventing Salvador Allende from becoming<br />

president, a number of newspapers and magazines were advising that the U.S. government keep<br />

its hands off Chile and some of them were indeed praising Nixon for doing so. In fact, later, when<br />

they were uncovered, Nixon’s actions in Chile became one of the several cases that contributed<br />

to the widespread sense of deception that has characterized his presidency after the Watergate<br />

scandal erupted. Neverth<strong>el</strong>ess, even though Nixon (and Kissinger) acted out of overzealousness<br />

and arrogance, their ideological convictions were not essentially different from those h<strong>el</strong>d by<br />

U.S. public opinion and its most important representative, the press. Over the nine-year period<br />

assessed by this essay, there was a considerable degree of corr<strong>el</strong>ation between U.S. government<br />

policies and American public opinion attitudes toward Chile.<br />

Sources<br />

“Daily Newspaper Readership Trend: Total Adults,” Newspaper Association of America, accessed 28 May 2012, <br />

FOIA, Chile Declassification Project-NARA, accessed 20 June 2012, <br />

Foreign R<strong>el</strong>ations of the United States 1964-1968. Vol. XXIII, South and Central America; Mexico. Geyer, David C. and<br />

Herschler, David H., and Keefer, Edward C. (ed.). Washington, United States Government Printing Office, 2004<br />

U.S. Senate. Congress. Subcommittee on Multinational Corporations. The International T<strong>el</strong>ephone and T<strong>el</strong>egraph<br />

Company and Chile, 1970-1971. 93rd Cong., 1st Sess., June 21st, 1973.<br />

U.S. Senate, S<strong>el</strong>ect Committee to Study Governmental Operations with Respect to Int<strong>el</strong>ligence Activities. Covert Action<br />

in Chile 1963-1973. 94th Congress, 1st Sess., 1975.<br />

Bibliography<br />

Alexander, Robert. The Tragedy of Chile. Westport, & London, Greenwood Press, 1978.<br />

Appleman Williams, William. The Tragedy of American Diplomacy. Clev<strong>el</strong>and, World Pub. Co., 1959.<br />

Bosw<strong>el</strong>l, George. “Latin America in Contrast”. The Atlanta Constitution, 22 April 1966.<br />

Burnham, James. “Give Up?”. National Review, 17 November 1970.<br />

Dorman, William A. and Farhang, Mansour. The U.S. Press and Iran: Foreign Policy and the Journalism of Deference.<br />

Berk<strong>el</strong>ey, University of California Press, 1987.<br />

Dumbr<strong>el</strong>l, John. The Making of U.S. Foreign Policy. Manchester and New York, Manchester University Press, 1997.<br />

Fermandois, Joaquín. Chile y <strong>el</strong> Mundo 1970-1973. La Política Exterior d<strong>el</strong> Gobierno de la Unidad Popular y <strong>el</strong> Sistema<br />

Internacional. Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1985.<br />

Fermandois, Joaquín; Bustos, Jimena; and Schneuer, María José. Historia Política d<strong>el</strong> Cobre, 1945-2008. Santiago,<br />

Centro de Estudios Bicentenario, 2009.<br />

Foran, John. “Discursive Subversions: Time Magazine, the CIA Overthrow of Musaddiq, and the Installation of the Shah”.<br />

Appy, Christian G. (ed.). Cold War Constructions: The Political Culture of United States Imperialism, 1945-1966. Amherst,<br />

The University of Massachusetts Press, 2000.<br />

Geertz, Clifford. “Ideology as a Cultural System”. Geertz, Clifford. The Interpretation of Cultures. New York, Basic Books,<br />

1973.<br />

Gross, Leonard. The Last Best Hope: Eduardo Frei Montalva and Chilean Democracy. New York, Random House, 1967.<br />

Grow, Micha<strong>el</strong>. U.S. Presidents and Latin American Interventions. Pursuing Regime Change in the Cold War. Lawrence,<br />

University Press of Kansas, 2008.<br />

Gustafson, Kristian. Hostile Intent, U.S. Covert Operations in Chile, 1964-1974. Washington D.C., Potomac Books Inc.,<br />

2007.<br />

Harmer, Tanya. Allende’s Chile and the Inter-American Cold War. Chap<strong>el</strong> Hill, The University of North Carolina Press,<br />

2011.<br />

Haslam, Jonathan. The Nixon Administration and the Death of Allende’s Chile. A Case of Assisted Suicide. London, Verso, 2005.<br />

58<br />

http://revistahistoria.universia.net


Hunt, Micha<strong>el</strong>. Ideology and U.S. Foreign Policy. New Haven, Yale University Press, 1987.<br />

Kissinger, Henry. Diplomacy. New York, Simon & Schuster, 1994.<br />

Knight, Alan. “U.S. Imperialism/Hegemony and Latin American Resistance”. Rosen, Fred (ed.). Empire and Dissent: The<br />

United States and Latin America. Durham and London, Duke University Press, 2008.<br />

Kornbluh, Peter. The Pinochet File. A Declassified Dossier on Atrocity and Accountability. New York, The New Press,<br />

2003.<br />

Latham, Micha<strong>el</strong>. Modernization as Ideology: American Social Science and “Nation-Building” in the Kennedy Era. Chap<strong>el</strong><br />

Hill, University of North Carolina Press, 2000.<br />

McDougall, Walter. Promised Land, Crusader State: The American Encounter with the World since 1776. Boston and New<br />

York, Houghton Mifflin Company, 1997.<br />

Merrill, John C. and Fisher, Harold A. The World’s Great Dailies: Profiles of Fifty Newspapers. New York, Hastings House,<br />

Publishers, 1980.<br />

Moran, Theodore. Multinational Corporations and the Politics of Dependence: Copper in Chile. Princeton, Princeton<br />

University Press, 1974.<br />

Ninkovich, Frank. Modernity and Power: A History of the Domino Theory in the Twentieth Century. Chicago & London, The<br />

University of Chicago Press, 1994.<br />

Qureshi, Lubna. Nixon, Kissinger, and Allende: U.S. Involvement in the 1973 Coup in Chile. Lanham, Lexington Books,<br />

2009.<br />

Rabe, Stephen. The Most Dangerous Area in the World: John F. Kennedy Confronts Communist Revolution in Latin<br />

America. Chap<strong>el</strong> Hill, University of North Carolina Press, 1999.<br />

Rostow, Walt W. The Stages of Economic Growth: A Non-Communist Manifesto. Cambridge, Cambridge University Press,<br />

1960.<br />

Sigmund, Paul E. Multinationals in Latin America: The Politics of Nationalization. Madison, The University of Wisconsin<br />

Press, 1980.<br />

----------------------. The United States and Democracy in Chile. Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1993.<br />

Smith, Tony. America’s Mission: The United States and the Worldwide Struggle for Democracy in the Twentieth-Century.<br />

Princeton, Princeton University Press, 1994.<br />

Tuchman, Gaye. Making News: A Study in the Construction of Reality. New York, The Free Press, 1978.<br />

Van Dijk, Teun. News as Discourse. Hillsdale, Lawrence Erlbaum Associates, Publishers, 1988.<br />

-------------------. News Analysis: Case Studies of International and National News in the Press. Hillsdale, Lawrence<br />

Erlbaum Associates, Publishers, 1988.<br />

Vergara, Áng<strong>el</strong>a. “El Reportaje a Chile”. Rolle, Claudio (coord.). 1973: La Vida Cotidiana de un Año Crucial, Santiago,<br />

Planeta, 2003.<br />

Weiss, Carol H. “What America’s Leaders Read”. Public Opinion Quarterly. Spring 1974, Vol. 38, Issue 1.<br />

Notes<br />

1 Micha<strong>el</strong> Hunt, Ideology and U.S. Foreign Policy, New Haven, Yale University Press, 1987, pp. 13-14.<br />

2 I am following Clifford Geertz’s definition of ideologies as “maps of problematic social reality and matrices for the creation<br />

of collective conscience”. Clifford Geertz, “Ideology as a Cultural System,” in Clifford Geertz, The Interpretation of Cultures,<br />

New York, Basic Books, 1973, p. 220.<br />

3 On the r<strong>el</strong>ation between ideology and U.S. foreign policy, see William Appleman Williams, The Tragedy of American<br />

Diplomacy, Clev<strong>el</strong>and, World Pub. Co., 1959; Hunt, op. cit.; Tony Smith, America’s Mission: The United States and<br />

the Worldwide Struggle for Democracy in the Twentieth-Century, Princeton, Princeton University Press, 1994; Walter<br />

McDougall, Promised Land, Crusader State: The American Encounter with the World since 1776, Boston and New York,<br />

Houghton Mifflin Company, 1997; Micha<strong>el</strong> Latham, Modernization as Ideology: American Social Science and “Nation-<br />

Building” in the Kennedy Era, Chap<strong>el</strong> Hill, University of North Carolina Press, 2000.<br />

4 See Walt W. Rostow, The Stages of Economic Growth: A Non-Communist Manifesto, Cambridge, Cambridge University<br />

Press, 1960.<br />

5 Latham, op. cit., passim.<br />

6 Frank Ninkovich, Modernity and Power: A History of the Domino Theory in the Twentieth Century, Chicago & London, The<br />

University of Chicago Press, 1994, pp. xii-xiii.<br />

7 Latham, op. cit., pp. 69-108.<br />

The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

8 For the ideological nature of newsmaking and the importance of the press as creator of knowledge and attitudinal<br />

structures see Gaye Tuchman, Making News: A Study in the Construction of Reality, New York, The Free Press, 1978;<br />

Teun Van Dijk, News as Discourse, Hillsdale, Lawrence Erlbaum Associates, Publishers, 1988, especially pp. 11 and 182.<br />

For the ideological roots of the s<strong>el</strong>ection of foreign news, see Teun Van Dijk, News Analysis: Case Studies of International<br />

and National News in the Press, Hillsdale, Lawrence Erlbaum Associates, Publishers, 1988, pp. 39-40.<br />

9 “Daily Newspaper Readership Trend: Total Adults,” Newspaper Association of America, accessed 28 May 2012,<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

59


10 John C. Merrill and Harold A. Fisher, The World’s Great Dailies: Profiles of Fifty Newspapers, New York, Hastings House,<br />

Publishers, 1980.<br />

11 Carol H. Weiss, “What America’s Leaders Read,” in Public Opinion Quarterly, Vol. 38, Issue 1, Spring 1974, pp. 1-22.<br />

12 William A. Dorman and Mansour Farhang, The U.S. Press and Iran: Foreign Policy and the Journalism of Deference<br />

Berk<strong>el</strong>ey, University of California Press, 1987, p. 19. See also John Foran, “Discursive Subversions: Time Magazine, the<br />

CIA Overthrow of Musaddiq, and the Installation of the Shah,” in Christian G. Appy (ed.), Cold War Constructions: The<br />

Political Culture of United States Imperialism, 1945-1966, Amherst, The University of Massachusetts Press, 2000.<br />

13 John Dumbr<strong>el</strong>l, The Making of U.S. Foreign Policy, Manchester and New York, Manchester University Press, 1997, p.<br />

146.<br />

14According to Henry Kissinger, National Security Adviser and, from 1973, Secretary of State in the Nixon administration,<br />

“Empires have no interest in operating within an international system; they aspire to be the international system. (…) That<br />

is how the United States has conducted its foreign policy in the Americas.” Henry Kissinger, Diplomacy, New York, Simon<br />

& Schuster, 1994, p. 21.<br />

15On the differences between U.S. foreign policies toward South American countries, on the one hand, and Central<br />

American and Caribbean-basin countries, on the other, see Alan Knight, “U.S. Imperialism/Hegemony and Latin American<br />

Resistance,” in Empire and Dissent: The United States and Latin America, Fred Rosen (ed.), Durham and London, Duke<br />

University Press, 2008, p. 32.<br />

16The literature on U.S. policies and covert operations in Chile is extensive. See Joaquín Fermandois, Chile y <strong>el</strong> Mundo<br />

1970-1973. La Política Exterior d<strong>el</strong> Gobierno de la Unidad Popular y <strong>el</strong> Sistema Internacional, Santiago: Ediciones<br />

Universidad Católica de Chile, 1985; Paul E. Sigmund, The United States and Democracy in Chile, Baltimore, The Johns<br />

Hopkins University Press, 1993; Peter Kornbluh, The Pinochet File. A Declassified Dossier on Atrocity and Accountability,<br />

New York, The New Press, 2003; Jonathan Haslam, The Nixon Administration and the Death of Allende’s Chile. A Case<br />

of Assisted Suicide, London, Verso, 2005; Kristian Gustafson, Hostile Intent, U.S. Covert Operations in Chile, 1964-1974,<br />

Washington D.C., Potomac Books, Inc., 2007; Micha<strong>el</strong> Grow, U.S. Presidents and Latin American Interventions. Pursuing<br />

Regime Change in the Cold War, Lawrence, University Press of Kansas, 2008; Lubna Qureshi, Nixon, Kissinger, and<br />

Allende: U.S. Involvement in the 1973 Coup in Chile, Lanham, Lexington Books, 2009; Tanya Harmer, Allende’s Chile and<br />

the Inter-American Cold War, Chap<strong>el</strong> Hill, The University of North Carolina Press, 2011.<br />

17From Undersecretary of State for Inter-American Affairs U. Alexis Johnson to Ambassador in Santiago Edward Korry,<br />

30 September 1970. In FOIA, Chile Declassification Project-NARA, accessed 20 June 2012, <br />

18U.S. Senate, S<strong>el</strong>ect Committee to Study Governmental Operations with Respect to Int<strong>el</strong>ligence Activities. Covert Action<br />

in Chile 1963-1973. 94th Congress, 1st Sess., 1975, p. 25.<br />

19Idem. 20From Henry Kissinger to Alexis Johnson, 22 October 1970. In FOIA, Chile Declassification Project-NARA.<br />

21Memorandum From William G. Bowdler of the National Security Council Staff to the President’s Special Assistant for<br />

National Security Affairs (Bundy), 10 November 1965. In Foreign R<strong>el</strong>ations of the United States 1964-1968, Vol. XXIII,<br />

South and Central America; Mexico, (hereafter FRUS 1964-1968), p. 616.<br />

22From Embassy in Santiago to State Department, 1 September 1969. In FOIA, Chile Declassification Project-NARA.<br />

23T<strong>el</strong>egram From the Embassy in Chile to the Department of State, 22 April 1964. In FRUS 1964-1968, p. 560.<br />

24From Ambassador Korry for Under-Secretary Johnson, 16 September 1970. In FOIA, Chile Declassification Project-<br />

NARA.<br />

25 Ironically, the very same day on which the Chicago Tribune published these words in its editorial page, Augusto Pinochet<br />

assumed the position of Commander-in-Chief of the Chilean army.<br />

26 Covert Action, op. cit., p. 57.<br />

27 Ibid., p, 57-8.<br />

The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

28Memorandum for the Record by Jessup, 11 September 1964. FRUS 1964-1968, p. 592.<br />

29On the Kennedy administration and reform in Latin America, see Stephen Rabe, The Most Dangerous Area in the World:<br />

John F. Kennedy Confronts Communist Revolution in Latin America, Chap<strong>el</strong> Hill, University of North Carolina Press, 1999;<br />

Latham, op. cit.<br />

30An example of this attitude is the book written by journalist Leonard Gross in 1967, The Last Best Hope: Eduardo Frei<br />

Montalva and Chilean Democracy, New York, Random House, 1967.<br />

31George Bosw<strong>el</strong>l, “Latin America in Contrast”, The Atlanta Constitution, 22 April 1966.<br />

32Theodore Moran, Multinational Corporations and the Politics of Dependence: Copper in Chile, Princeton, Princeton<br />

University Press, 1974, pp. 119-152; Paul E. Sigmund, Multinationals in Latin America: The Politics of Nationalization,<br />

Madison, The University of Wisconsin Press, 1980; Joaquín Fermandois, Jimena Bustos, and María José Schneuer,<br />

Historia Política d<strong>el</strong> Cobre, 1945-2008, Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2009, pp. 101-126.<br />

33The New York Times, 20 September 1965, 28 December 1965, 14 April 1966, 12 October 1966, 29 May 1969, 19 June 1969.<br />

34Directorate of Int<strong>el</strong>ligence, Int<strong>el</strong>ligence Memorandum, “Situation Following the Chilean Presidential Election”, 7<br />

September 1970, in FOIA, Chile Declassification Project-NSC.<br />

60<br />

http://revistahistoria.universia.net


35 Memorandum for the Record, Minutes of the 40 Committee, 9 September 1970, in FOIA, Chile Declassification Project-<br />

NSC.<br />

36 Memorandum From Viron Vaky (NSC) to Henry Kissinger, 14 September 1970, in FOIA, Chile Declassification Project-<br />

NSC.<br />

37 Richard H<strong>el</strong>ms, Hand-Writing notes of the meeting with the President on Chile, 15 September 1970, in FOIA, Chile<br />

Declassification Project-NARA.<br />

38 From National Security Advisor Kissinger to President Nixon, 5 November 1970, in Kornbluh, op. cit., p. 121-128.<br />

Emphasis in the original.<br />

39 Covert Action, op. cit., p. 25.<br />

40 National Security Decision Memorandum 93, 9 November 1970. In Kornbluh, op. cit., p. 129-131,<br />

41 Haslam, op. cit., p. 182.<br />

42 The New York Times, 6 March 1973, 25 June 1973, 30 June 1973, 31 July 1973, 9 August 1973, 18 August 1973, 31<br />

August 1973.<br />

The U.S. Press and Chile, 1964-1973: Ideology and U.S. Foreign Policy<br />

Sebastián Hurtado Torres<br />

43James Burnham, “Give Up?” National Review, 17 November 1970.<br />

44U.S. Senate. Congress. Subcommittee on Multinational Corporations. The International T<strong>el</strong>ephone and T<strong>el</strong>egraph<br />

Company and Chile, 1970-1971. 93rd Cong., 1st Sess., June 21st, 1973.<br />

45Miami Herald, 28 March 1973.<br />

46For an argument that stresses the importance of Chilean events for world politics, see Robert Alexander, The Tragedy<br />

of Chile. Westport & London, Greenwood Press, 1978, especially pp. 444-448. Alexander, a professor of economics at<br />

Rutgers University, was a member of the Task Force on Latin America that recommended the design of a special policy<br />

toward the region (which would later be christened the Alliance for Progress) to President John F. Kennedy.<br />

47A good survey of the reactions of the U.S. and European press to the military coup in Áng<strong>el</strong>a Vergara, “El Reportaje a<br />

Chile”, in Claudio Rolle (coord.), 1973: La Vida Cotidiana de un Año Crucial, Santiago, Planeta, 2003, pp. 31-57.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

61


AUTORA<br />

Martha Ruffini 1<br />

Consejo Nacional<br />

de Investigaciones<br />

Científicas y <strong>Técnicas</strong><br />

de la Argentina<br />

(CONICET)<br />

Universidad Nacional<br />

de Quilmes, Buenos<br />

Aires, Argentina<br />

Universidad Nacional<br />

d<strong>el</strong> Comahue,<br />

Neuquén Capital,<br />

Argentina<br />

meruffini@unq.edu.ar<br />

RECEPCIÓN<br />

27 de diciembre 2011<br />

APROBACIÓN<br />

9 de julio 2012<br />

DOI<br />

DOI 10.3232/RHI.2012.<br />

V5.N2.03<br />

“Perón habla a los territorios”. La creación de<br />

nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal<br />

(1946-1955)<br />

“Perón Speaks to the Territories”. The Creation of New Argentinean Provinces<br />

in the State Discourse (1946-1955)<br />

“Perón fala dos territórios”. A criação de novas províncias argentinas no<br />

discurso estadual (1946-1955)<br />

En este artículo nos proponemos analizar <strong>el</strong> discurso d<strong>el</strong> presidente Juan<br />

Domingo Perón (1946-1955) sobre los territorios nacionales para advertir los rasgos<br />

de continuidad o ruptura con las etapas precedentes y la tipicidad d<strong>el</strong> discurso estatal<br />

que justificó la creación de ocho provincias argentinas, saldando así la larga exclusión<br />

política de estos espacios centralizados. El discurso peronista presenta un quiebre<br />

al definir a los territorios como un imperativo para la acción gubernativa, destacar su<br />

paridad con <strong>el</strong> estatus provincial, proponer la inclusión gradual y diferenciada al esquema<br />

político nacional y la necesidad de obtener la adscripción política de los habitantes al<br />

peronismo en forma previa a su conversión en provincias autónomas. Este artículo se<br />

realiza utilizando fuentes primarias inéditas, fundamentalmente discursos de Perón ante<br />

<strong>el</strong> Congreso, conferencias, libros y folletos.<br />

Palabras clave:<br />

Peronismo; Populismo; Discurso; Estado; Territorios; Ciudadanía; Exclusión<br />

This article analyzes president Juan Domingo Perón’s (1946-1955) discourse<br />

regarding the national territories to highlight the continuities and breaks with previous<br />

periods as w<strong>el</strong>l as the characteristics of the states’ discourse that justified the creation<br />

of eight Argentinean provinces, which put an end to the long political exclusion of these<br />

centralized spaces. The Peronist discourse breaks with the past by defining the territory<br />

as an essential part of the governing action, emphasizing its equality with provincial status,<br />

proposing the gradual and differentiated inclusion of the territories on the national political<br />

layout and the necessity to garnering political support for Peronism before the territories<br />

were to become autonomous provinces. This article uses unpublished primary sources,<br />

mainly speeches d<strong>el</strong>ivered by Perón to Congress, conferences, books and pamphlets.<br />

Key words:<br />

Peronism; Populism; Discourse; State; Territories; Citizenry; Exclusion<br />

Neste artigo nos propomos analisar o discurso do presidente Juan Domingo<br />

Perón (1946-1955) sobre os territórios nacionais para advertir os rasgos de continuidade<br />

ou ruptura com as etapas precedentes e a tipicidade do discurso estadual que justificou<br />

a criação de oito províncias argentinas, saldando assim a longa exclusão política<br />

62


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

destes espaços centralizados. O discurso peronista apresenta uma ruptura ao definir os territórios como<br />

um imperativo para a ação governativa, destacar sua paridade com o status provincial, propor a inclusão<br />

gradativa e diferenciada do esquema político nacional e da necessidade de obter circunscrição política<br />

dos habitantes ao peronismo em forma prévia a sua conversão em províncias autônomas. Este artigo foi<br />

realizado utilizando fontes primárias inéditas, fundamentalmente discursos de Perón ante o Congresso,<br />

palestras, livros, folhetos.<br />

Palavras-chave:<br />

Peronismo; Populismo; Discurso; Estado; Territórios; Cidadania; Exclusão<br />

Algunas consideraciones acerca d<strong>el</strong> peronismo<br />

En 1946 se inició un cambio profundo en la estructura política y social argentina debido<br />

a la llegada a la presidencia de la nación de Juan Domingo Perón, un militar que tres años antes<br />

había sido uno de los gestores d<strong>el</strong> golpe de estado d<strong>el</strong> 4 de junio de 1943 2 .<br />

Al igual que <strong>el</strong> México de Lázaro Cárdenas (1931-1940) o <strong>el</strong> Brasil de Getulio Vargas<br />

(1930-1945/1951-1954), <strong>el</strong> peronismo es considerado un movimiento de carácter populista. Las<br />

diferentes vertientes interpretativas ubicaron tempranamente al populismo como un fenómeno<br />

propio de la transición de sociedades tradicionales a las modernas, señalando algunas<br />

características comunes como la integración de las clases populares en un esquema de articulación<br />

política, una amplia movilización social y un formato estatal intervencionista apoyado sobre un<br />

énfasis industrializador 3 . Debates más recientes consideran al populismo como una forma de<br />

construcción política articuladora de demandas diversas y que opera institucionalmente signada<br />

por la lógica de la diferencia 4 . Otras posturas lo analizan como una estrategia de acumulación<br />

de capital específica d<strong>el</strong> capitalismo latinoamericano en un tiempo histórico determinado que<br />

presenta, como movimiento político, la coincidencia de intereses de fracciones emergentes de<br />

las clases populares 5 . Algunos autores coinciden en que <strong>el</strong> populismo contiene, como rasgo<br />

distintivo, un fuerte consenso popular signado por un liderazgo personalista, pero que carece de<br />

la intención de realizar transformaciones profundas d<strong>el</strong> orden de dominación existente 6 .<br />

De modo similar a lo sucedido en Brasil, <strong>el</strong> rasgo más difundido y perdurable d<strong>el</strong> peronismo<br />

es <strong>el</strong> concerniente a los avances en la ciudadanía social. Pero no resulta menos importante referir<br />

que durante <strong>el</strong> gobierno peronista se produjo una sustancial ampliación de la ciudadanía política,<br />

al decidir <strong>el</strong> engrosamiento d<strong>el</strong> cuerpo <strong>el</strong>ectoral de la nación con la incorporación de las mujeres<br />

(1947) y la población de los territorios nacionales (1951-1955) 7 . Estas dos ciudadanías-social y<br />

política- se articularon entre sí, ya que dentro d<strong>el</strong> núcleo duro de los derechos laborales se halla<br />

<strong>el</strong> reconocimiento d<strong>el</strong> trabajador como ciudadano, la “ciudadanía de las masas” que conlleva <strong>el</strong><br />

principio de igualdad dentro d<strong>el</strong> sistema institucional 8 .<br />

Dentro de la historiografía argentina, la llamada “normalización” de los estudios sobre<br />

<strong>el</strong> peronismo 9 desplazó <strong>el</strong> foco de atención desde las rupturas y la insularidad d<strong>el</strong> fenómeno<br />

peronista hacia los rasgos de continuidad que le permiten a este movimiento histórico insertarse<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

63


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

en <strong>el</strong> campo de las tradiciones políticas argentinas d<strong>el</strong> siglo XX. Sin negar que existen rasgos<br />

y comportamientos similares entre <strong>el</strong> peronismo y las etapas políticas que lo precedieron 10 ni<br />

tampoco desconocer que en todo proceso histórico se advierte un juego dialéctico de interacción<br />

entre <strong>el</strong> gobierno y las demandas de los ciudadanos 11 , <strong>el</strong> enfoque adoptado en este artículo<br />

privilegia <strong>el</strong> análisis d<strong>el</strong> discurso de Perón sobre los territorios nacionales 12 , sus variaciones de<br />

sentido con respecto a etapas anteriores y las transformaciones discursivas. Desde la perspectiva<br />

populista, <strong>el</strong> pueblo porta virtudes, conformando un todo orgánico objeto de regeneración, que<br />

requiere ser transformado en una comunidad política ideal 13 . A ese colectivo <strong>el</strong> líder no sólo lo<br />

integra sino que le asigna sentido, prometiéndole la restitución de las capacidades <strong>el</strong>ectorales<br />

restringidas o negadas 14 . Interpretar las argumentaciones esgrimidas por Perón para fundar<br />

la inclusión nos permitirá ubicar esta problemática dentro d<strong>el</strong> universo de ideas peronistas,<br />

conocer su justificación y las motivaciones que guiaron, orientaron o determinaron la decisión de<br />

ampliación d<strong>el</strong> cuerpo político de la nación.<br />

En <strong>el</strong> caso de las mujeres, <strong>el</strong> proceso que llevó a la sanción d<strong>el</strong> voto femenino en Argentina<br />

ha sido ampliamente estudiado 15 . Sin embargo, la inclusión de los territorios nacionales resulta<br />

menos conocida a la hora de considerar los avances en la ciudadanía política durante <strong>el</strong> peronismo.<br />

La provincialización de los territorios ha sido analizada en trabajos que con una mirada<br />

desde <strong>el</strong> Estado, dan cuenta de la importancia de la cuestión <strong>el</strong>ectoral en las decisiones<br />

vinculadas con los representantes parlamentarios, municipios <strong>el</strong>ectivos y provincialización 16 . En<br />

este sentido y para las gobernaciones d<strong>el</strong> sur se estudió la formación y actuación d<strong>el</strong> movimiento<br />

sindical, <strong>el</strong> partido justicialista y su r<strong>el</strong>ación con los procesos de creación de nuevas provincias en<br />

Neuquén, Santa Cruz y Tierra d<strong>el</strong> Fuego 17 . Se señaló que la provincialización estuvo precedida<br />

de un respaldo político al peronismo por parte de la población territorial 18 , que se obtuvo<br />

mediante la penetración estatal sobre los territorios, en un triple juego envolvente de acción<br />

sindical, asistencial y política. Se afirmó que la provincialización constituyó <strong>el</strong> corolario de una<br />

serie de acciones vinculadas con la multiplicación de oficinas estatales, la difusión doctrinaria,<br />

la organización d<strong>el</strong> Partido Peronista y la progresiva participación de la población territorial que<br />

sirvió como ensayo piloto para advertir su comportamiento <strong>el</strong>ectoral futuro 19 . En menor medida<br />

se ha analizado la recepción d<strong>el</strong> peronismo desde la sociedad civil, pero las investigaciones<br />

que postulan analizar las expectativas y acciones de los sujetos involucrados presentan una<br />

contradicción dialéctica al referir una visión desde <strong>el</strong> Estado sin contrastarla con las voces de los<br />

actores sociales y políticos de los territorios 20 .<br />

El eje de análisis que atraviesa este artículo se orienta a complejizar las interpretaciones<br />

existentes a través d<strong>el</strong> discurso de Perón sobre los territorios, considerado en su integralidad<br />

y no sobre fragmentaciones s<strong>el</strong>eccionadas que no logran dar cuenta de variaciones y<br />

desplazamientos discursivos. Nuestra intención es aportar al debate sobre la provincialización<br />

incorporando <strong>el</strong> lugar que ocuparon los territorios dentro d<strong>el</strong> discurso d<strong>el</strong> presidente Perón, para<br />

observar la resignificación de los mismos en función de la dimensión política como determinante<br />

de la decisión estatal de inclusión.<br />

Consideramos al discurso político como práctica social compleja y heterogénea<br />

atravesada por las condiciones socio-históricas de su producción. En un enfoque “foucaultiano”,<br />

64<br />

http://revistahistoria.universia.net


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

<strong>el</strong> discurso político, polémico o persuasivo, emerge de la superficie y atraviesa capilarmente la<br />

sociedad. Constituye una estrategia fundamental en la construcción d<strong>el</strong> liderazgo y la hegemonía<br />

política: en los lugares en los que <strong>el</strong> poder se encarna, <strong>el</strong> discurso se reconoce como poder y<br />

pone en juego <strong>el</strong> poder, estableciendo una lucha directa o formal por él 21 . En este aspecto, <strong>el</strong><br />

discurso peronista fue interpretado desde varios enfoques. Por un lado mediante la cuestión<br />

educativa, la creación de un mod<strong>el</strong>o de ciudadano y su r<strong>el</strong>ación con la idea de legitimidad 22 .<br />

Desde una perspectiva más conceptual se ha abordado <strong>el</strong> discurso de Perón y sus alusiones a la<br />

nación y al ciudadano como demostración de la singularidad d<strong>el</strong> peronismo y de la construcción<br />

d<strong>el</strong> líder, construcción discursiva que obró como facilitadora d<strong>el</strong> contacto posterior de Perón con<br />

su partido durante <strong>el</strong> exilio 23 . Por otra parte, se ha considerado que la articulación discursiva entre<br />

ciudadanía política y social realizada por Perón reforzaría la imagen de inclusión socio-política<br />

d<strong>el</strong> movimiento justicialista 24 .<br />

La exclusión política en Argentina: una marca de origen<br />

Para comprender la importancia de los avances en la ciudadanía política debemos referir<br />

que desde principios d<strong>el</strong> siglo XIX, la construcción y organización d<strong>el</strong> Estado Nacional (1810-<br />

1880) se cimentó obturando la participación <strong>el</strong>ectoral de gran parte de la población argentina.<br />

De modo similar a muchos países latinoamericanos, en Argentina la construcción d<strong>el</strong> Estado<br />

Nacional formó parte d<strong>el</strong> proyecto político de las <strong>el</strong>ites dominantes -comerciantes y ganaderas-<br />

quienes plantearon un mod<strong>el</strong>o de país que debía generar un sistema político estable para facilitar<br />

<strong>el</strong> crecimiento económico.<br />

A mediados d<strong>el</strong> siglo XIX la inserción argentina en <strong>el</strong> comercio internacional -generadora<br />

d<strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o agroexportador vigente hasta 1930-, implicaba pensar en una sociedad más “civilizada”,<br />

con pautas y hábitos de comportamiento que no contuvieran hu<strong>el</strong>las de lo que era considerado<br />

rémora de un pasado “salvaje”. La dicotomía civilización y barbarie debía ser superada y para<br />

<strong>el</strong>lo había que replantear la cuestión de la participación política.<br />

Las premisas d<strong>el</strong> régimen político a construir, contemplaban la concentración de<br />

facultades en <strong>el</strong> poder ejecutivo y <strong>el</strong> gobierno de una minoría ilustrada. Para <strong>el</strong> pensamiento<br />

dominante era indispensable impedir que los sectores populares incidieran directamente en las<br />

decisiones políticas más trascendentes. Eran considerados carentes de educación y por tanto<br />

“p<strong>el</strong>igrosos” ya que durante la etapa rosista (1829-1852) -según se afirmaba-habían demostrado<br />

ausencia de racionalidad política25. En 1852 y con la derrota en la batalla de Caseros d<strong>el</strong> poderoso<br />

gobernador bonaerense Juan Manu<strong>el</strong> de Rosas (1829-1852), se abrió <strong>el</strong> debate sobre <strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o<br />

de país a construir. Al plantear las bases sobre las que debía fundarse la organización nacional,<br />

los int<strong>el</strong>ectuales opositores al rosismo -Juan Bautista Alberdi, Domingo Faustino Sarmiento, Félix<br />

Frías- consensuaron que las decisiones más trascendentes debían ser tomadas por una minoría<br />

ilustrada hasta que la población estuviera en condiciones de ejercer plenamente la totalidad<br />

de los derechos. La forma de gobierno <strong>el</strong>egida fue una República, la única que los sectores<br />

dirigentes consideraron “posible” para ese momento, caracterizada por fuertes restricciones a los<br />

derechos políticos, que intentaron atenuarse con la amplia vigencia de derechos civiles para toda<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

65


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

la población. Este mod<strong>el</strong>o conocido en la historiografía argentina como “la fórmula alberdiana”26<br />

traducía en la práctica una “monarquía que podía pasar por República” o -como se ha dicho- una<br />

república muy poco republicana27. Se aclaraba que su carácter sería provisorio hasta que <strong>el</strong><br />

desarrollo económico, social y cultural de la sociedad permitiera <strong>el</strong> pasaje hacia una “República<br />

Verdadera”, más inclusiva y representativa.<br />

En este contexto restrictivo, la participación popular fue ocluida mediante la introducción<br />

de los colegios <strong>el</strong>ectorales para los cargos de presidente y senador de la nación, limitando así<br />

<strong>el</strong> alcance d<strong>el</strong> voto 28 . Este sistema de “representaciones invertidas” constituía una manifestación<br />

visible de la voluntad de concentrar las decisiones más importantes en un reducido número de<br />

“notables” quienes asumían la representación de la totalidad d<strong>el</strong> colectivo nacional y controlaban<br />

a los representados mediante <strong>el</strong> sistema de “gobierno <strong>el</strong>ector” 29 . En las postrimerías d<strong>el</strong> siglo<br />

XIX, y ante la persistencia de un régimen político excluyente, en <strong>el</strong> horizonte de expectativa de<br />

la población fue emergiendo la ampliación d<strong>el</strong> sufragio cómo <strong>el</strong> remedio más eficaz para las<br />

debilidades de la democracia.<br />

Como se advierte, una de las marcas de origen d<strong>el</strong> Estado Argentino fue la exclusión<br />

política de vastos segmentos de la población. Si bien la fórmula de la “República Posible” fue<br />

planteada como transitoria, su vigencia fue sostenida en <strong>el</strong> tiempo por un Estado que no quería o<br />

no sabía cómo incorporar a aqu<strong>el</strong>los que había ubicado en los bordes d<strong>el</strong> sistema: los extranjeros,<br />

las mujeres, los habitantes de los territorios nacionales.<br />

Las argumentaciones de la exclusión fueron disímiles -incapacidad por residencia y minoría<br />

de edad, por nacionalidad, por falta de autonomía y razón práctica- y la posibilidad de subsanarla<br />

era diferente según <strong>el</strong> colectivo afectado 30 . Los extranjeros podían adquirir esos derechos con<br />

sólo expresar su voluntad de <strong>hacer</strong>lo, pero para las mujeres su condición femenina implicaba<br />

que dichos derechos no fueran reconocidos en ningún caso en función de argumentaciones de<br />

corte biológico y psicológico. En <strong>el</strong> caso de los habitantes de los territorios los derechos políticos<br />

plenos 31 quedaban condicionados a la adquisición de hábitos y condiciones materiales de vida<br />

propias de regiones civilizadas o en su defecto les eran reintegrados y reconocidos cuando<br />

trasladaban su domicilio a una provincia.<br />

Esta situación fue de larga data en Argentina. En <strong>el</strong> caso de las mujeres -con derechos<br />

políticos negados- y los habitantes de los territorios nacionales -con derechos políticos<br />

restringidos- la imposibilidad de ejercer derechos políticos plenos se mantuvo hasta la llegada<br />

d<strong>el</strong> peronismo al gobierno, a pesar de los numerosos proyectos de ley e iniciativas presentadas 32 .<br />

Perón en la escena política argentina: ideas sobre nación, pueblo y<br />

ciudadanía<br />

El peronismo como movimiento histórico nació a partir d<strong>el</strong> hito fundante d<strong>el</strong> 17 de octubre<br />

de 1945 cuando los trabajadores, mediante una movilización masiva pacífica en la Plaza de<br />

Mayo, (frente a la Casa de Gobierno), establecieron <strong>el</strong> vinculo perdurable con Perón, abriendo <strong>el</strong><br />

66<br />

http://revistahistoria.universia.net


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

camino a la presidencia para <strong>el</strong> nuevo líder 33 . Con <strong>el</strong> apoyo d<strong>el</strong> movimiento obrero y la estructura<br />

d<strong>el</strong> nov<strong>el</strong> Partido Laborista 34 , Perón obtuvo un importante triunfo en las <strong>el</strong>ecciones d<strong>el</strong> 24 de<br />

febrero de 1946, asumiendo en junio de ese año como Presidente de la Nación.<br />

Como parte de la fundación d<strong>el</strong> movimiento justicialista, durante <strong>el</strong> primer gobierno se<br />

construyó una versión propia de la historia pasada y reciente y d<strong>el</strong> lugar de Perón y de Eva en <strong>el</strong><br />

destino de la nación. Obviamente <strong>el</strong> ideario justicialista sobre la nación, la patria y la ciudadanía<br />

incluyó al movimiento obrero como columna vertebral d<strong>el</strong> movimiento en gestación.<br />

Sin pretensión de profundizar un campo ya suficientemente estudiado 35 , mencionaremos<br />

algunos postulados básicos d<strong>el</strong> ideario justicialista. Como movimiento hegemónico, <strong>el</strong> peronismo<br />

se presento como encarnación absoluta y excluyente d<strong>el</strong> pueblo y de la nación. La idea de<br />

nación, que obró como concepto aglutinante durante los primeros años d<strong>el</strong> peronismo, constituía<br />

una “unidad de destinos” de construcción permanente que debía ser defendida de los <strong>el</strong>ementos<br />

extranjeros que atentaban contra sus intereses. En <strong>el</strong> peronismo la unidad de la nación se gestó<br />

bajo la triada Patria-Pueblo-Peronista, reconstituyendo al pueblo como Pueblo Trabajador y a<br />

Perón como conductor de la masa organizada. La patria quedó deslindada d<strong>el</strong> concepto de nación<br />

y aparecía cargada de un componente más afectivo, vinculado con la identidad. El peronismo irá<br />

definiendo <strong>el</strong> perfil de la Patria Argentina en una patria peronista y de los trabajadores.<br />

Esa patria era patrimonio d<strong>el</strong> pueblo, pero Perón diferenciaba claramente entre masa y<br />

pueblo. Para Perón la “masa” debía ser educada para convertirla en una masa organizada susceptible<br />

de ser conducida y convertirla en pueblo consciente de sus derechos y deberes, participativo en<br />

una comunidad solidaria que debía llegar a constituirse en una comunidad organizada 36 . En esta<br />

organización <strong>el</strong> sindicalismo tendrá, sin duda alguna, un rol esencial ya que los trabajadores eran<br />

los que portaban los valores morales necesarios para operar “la salvación d<strong>el</strong> pueblo” 37 .<br />

Las adjetivaciones dadas al pueblo lo rev<strong>el</strong>an como fi<strong>el</strong> a su tradición histórica, defensor de<br />

sus derechos, sufriente y trabajador, sensible y comprensivo, libre y fuerte. El pueblo era “la gran masa<br />

neutral que influye en los destinos d<strong>el</strong> país” 38 . Pero es un pueblo que debe a Perón su estado actual.<br />

El líder se reservaba <strong>el</strong> lugar de “hacedor d<strong>el</strong> pueblo”, gestor de su destino, creador y orientador. De<br />

esta forma hermanaba su propio destino al d<strong>el</strong> pueblo y su causa a una causa nacional 39 .<br />

En 1952 con la declaración legislativa d<strong>el</strong> justicialismo como Doctrina Nacional, la nación<br />

quedó soslayada como concepto aglutinante y pasó a ocupar su lugar la doctrina peronista<br />

generadora de identidades compartidas. La unidad de doctrina perseguía dos objetivos: orientar<br />

la conducta nacional mediante principios económicos, políticos y sociales y allanar los obstáculos<br />

que impedían la común- unión de los argentinos, o sea evitar la separación pueblo-gobierno. La<br />

unidad de doctrina será entonces un paso previo e indispensable para lograr la unidad nacional 40 .<br />

En esa unidad nacional la política tenía un lugar expectante pero con una significatividad<br />

diferente a la existente en décadas anteriores. Para Perón, la política era una actividad integral en<br />

la que se articulaban la conducción y la organización. Su origen quedó anclado en la “revolución<br />

de 1943” como germen y misión, momento que inicia una “verdadera reforma social participando<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

67


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

de la reconstrucción de la Patria” 41 . Para Perón, <strong>el</strong> ciclo revolucionario 1943-1946 implicaba <strong>el</strong><br />

pasaje de un período crítico a una etapa constructiva. Junto a la “revolución” de 1943 ubicaba<br />

como jalones en <strong>el</strong> derrotero hacia <strong>el</strong> gobierno <strong>el</strong> 17 de octubre de 1945 y las <strong>el</strong>ecciones d<strong>el</strong> 24<br />

de febrero de 1946 que lo consagraron como presidente.<br />

Evidentemente resulta complejo entender la utilización d<strong>el</strong> quiebre institucional de 1943<br />

como fundamento de un gobierno constitucional. El giro enunciativo convirtió al golpe d<strong>el</strong> ‘43 en<br />

una verdadera revolución, una transformación de los valores espirituales y morales, un cambio<br />

y ruptura definitiva con <strong>el</strong> pasado reciente. Perón se auto-asignó <strong>el</strong> lugar de heredero de esa<br />

revolución que ahora adquiría un contenido democrático y representativo en las <strong>el</strong>ecciones de<br />

1946 42 . Para Perón la “revolución de 1943” había iniciado una verdadera reforma social y había<br />

logrado que <strong>el</strong> pueblo y <strong>el</strong> Ejército volvieran a hermanarse en intereses comunes. Su gobierno<br />

debía terminar la misión, llevando a cabo las dos etapas restantes: la reforma económica y la<br />

reforma política Se iniciaba así una instancia radicalmente evolutiva, en la que la legislación<br />

debía consolidar la reforma social.<br />

Los objetivos que planteó en <strong>el</strong> mensaje de asunción presidencial se centraban en <strong>el</strong><br />

restablecimiento d<strong>el</strong> ejercicio de la libertad, la soberanía y la justicia social para poder encaminar<br />

al país hacia la vigencia de las normas democráticas 43 . En este esquema Perón se ubicaba como<br />

ejecutor y personificación de la ecuación Ejército-pueblo-trabajadores, mediante <strong>el</strong> “mod<strong>el</strong>o de<br />

llegada” identificado por Silvia Sigal y Eliseo Verón 44 .<br />

Los objetivos que planteó en <strong>el</strong> mensaje de asunción presidencial se centraban en <strong>el</strong><br />

restablecimiento d<strong>el</strong> ejercicio de la libertad, la soberanía y la justicia social para poder encaminar<br />

al país hacia la vigencia de las normas democráticas . En este esquema Perón se ubicaba como<br />

ejecutor y personificación de la ecuación Ejército-pueblo-trabajadores, mediante <strong>el</strong> “mod<strong>el</strong>o de<br />

llegada” identificado por Silvia Sigal y Eliseo Verón .<br />

Para Perón, la reforma política comenzaba con la definición doctrinaria para todo <strong>el</strong> conjunto<br />

d<strong>el</strong> país y al servicio de la nación, una organización espiritual y después material que conllevaba la<br />

disciplina política, en la que <strong>el</strong> hombre obraba según su conciencia. Para <strong>el</strong>lo se necesitaba tener<br />

una clara percepción de los problemas de la nación y aventar toda posibilidad de conflicto. En ese<br />

marco Perón propició reformas legislativas que se llevaron a cabo a partir de 1948 45 .<br />

En esta construcción discursiva Perón incluyó los derechos políticos y la ciudadanía.<br />

La política d<strong>el</strong> gobierno-afirmaba Perón- consistía en “…otorgar al pueblo de todo <strong>el</strong> territorio<br />

de la nación la plenitud de sus derechos ciudadanos” 46 . Analizando <strong>el</strong> discurso de Perón y<br />

siguiendo a Giovanna Zincone, resulta claro que Perón se ubicó como de gestor de la inclusión,<br />

convirtiéndola en parte de la voluntad transformadora d<strong>el</strong> líder para “su” pueblo. De esta manera<br />

reforzó conscientemente la preeminencia d<strong>el</strong> poder político sobre la sociedad civil y negó algún<br />

sitio para la oposición en la arena decisional 47 .<br />

Resulta importante aclarar qué lugar ocupaba <strong>el</strong> ciudadano en <strong>el</strong> ideario justicialista. El<br />

mod<strong>el</strong>o de ciudadano que <strong>el</strong> peronismo planteaba era <strong>el</strong> “ciudadano integrado” por la aplicación<br />

68<br />

http://revistahistoria.universia.net


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

combinada de la idea de igualdad con la justicia social, valor por antonomasia para <strong>el</strong> peronismo:<br />

ciudadano es aqu<strong>el</strong> que goza de iguales derechos e iguales oportunidades de acceso a los<br />

bienes, componentes fundamentales para gestar una comunidad renovada e inclusiva. Toda otra<br />

pretensión era considerada divergente, polarizando de esta manera a la opinión publica a través<br />

de la oposición amigo/enemigo, que colocaba fuera d<strong>el</strong> Estado y de la nación a los que no se<br />

sintieran representados por <strong>el</strong>la.<br />

La ampliación de la ciudadanía política durante <strong>el</strong> peronismo tendrá este signo reparador<br />

que canc<strong>el</strong>a <strong>el</strong> pasado y hace nacer un nuevo sujeto político imbuido de la ideología justicialista.<br />

La idea de Perón era <strong>el</strong>iminar “anacronismos políticos” como imperativo de la nacionalidad 48 y<br />

para <strong>el</strong>lo iba a utilizar la legislación como herramienta de transformación.<br />

Acorde con esto, en <strong>el</strong> cuerpo de leyes previsto para <strong>el</strong> Primer Plan Quinquenal (1947-<br />

1951) se incluyó la modificación de la ley <strong>el</strong>ectoral Nº 8871 en su artículo 2º que excluía d<strong>el</strong><br />

padrón <strong>el</strong>ectoral a cabos y sargentos d<strong>el</strong> ejercito, de la armada y de la policía .También se incluyó<br />

un proyecto de ley para otorgar derechos <strong>el</strong>ectorales a la mujer 49 .<br />

En cambio, los habitantes de los territorios formaron parte de la Constitución reformada<br />

en 1949 y fueron incluidos en <strong>el</strong> padrón <strong>el</strong>ectoral para sufragar en los comicios en los que se<br />

<strong>el</strong>egía presidente y vice de la nación en 1951. Veamos entonces que implicó en la práctica esta<br />

decisión para los habitantes territoriales, las concepciones imperantes y <strong>el</strong> lugar asignado dentro<br />

d<strong>el</strong> ideario justicialista a los territorios nacionales.<br />

Perón en la escena política argentina: ideas sobre nación, pueblo y<br />

ciudadanía<br />

Para poder comprender <strong>el</strong> discurso peronista sobre los territorios resulta necesario<br />

reseñar someramente cómo fueron definidos por la dirigencia nacional desde su fundación y<br />

cuales fueron las concepciones que cristalizaron -en <strong>el</strong> sentido “arendtiano”- en consensos de<br />

larga duración -y escasamente matizados- por parte de la dirigencia nacional.<br />

Una vez finalizada la campaña militar contra los indígenas, <strong>el</strong> Estado Argentino<br />

decidió incorporar los espacios conquistados como territorios nacionales. Inspirada en su<br />

similar norteamericana, esta organización político-administrativa propia también de otras<br />

naciones americanas 50 , tuvo una impronta centralizada, signada por un férreo control<br />

estatal. Los legisladores de 1884 otorgaron al Ejecutivo nacional un poder interventor y<br />

tut<strong>el</strong>ar sobre todos los aspectos vinculados con su desarrollo político, económico, moral y<br />

cívico argumentando que esta facultad otorgada no desvirtuaba <strong>el</strong> republicanismo, ya que<br />

en los territorios se reproducía <strong>el</strong> esquema de la República con su división funcional en tres<br />

poderes: un gobernador, la justicia letrada y la legislatura territorial 51 . Esta figura retórica que<br />

ha sido denominada “republicanismo tut<strong>el</strong>ado” 52 , implicaba en la práctica una sujeción de<br />

estos espacios a la Nación, tendiente a evitar iniciativas que posibilitaran un grado -aunque<br />

sea mínimo- de autonomía con respecto al gobierno y que pudieran generar proyectos<br />

alternativos o lealtades diferentes a las difundidas por los principios de nacionalidad<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

69


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

dominantes. Para los sectores dirigentes era necesario homogeneizar la sociedad y la<br />

cultura para poder gestar una “nación cívica”, fin último de las medidas tomadas por <strong>el</strong><br />

Estado Argentino a partir de 1880.<br />

La población territorial fue considerada incapaz de ejercer la dimensión <strong>el</strong>ectoral de los<br />

derechos políticos. El habitante de los territorios no era un ciudadano en sentido pleno en lo<br />

atinente a los derechos pero si lo era en cuanto a sus deberes de armarse, servir a la patria y<br />

contribuir con su sostenimiento. Tampoco se le reconocía <strong>el</strong> derecho a tener un representante<br />

ante <strong>el</strong> Congreso de la Nación, figura que era objeto de la oposición parlamentaria fundada en<br />

argumentaciones débiles que enmascaraban un temor corporativo a abrir la arena legislativa a<br />

nuevos actores provenientes de lugares “carentes de civilización”.<br />

La exclusión se fundaba en razones de residencia, no tanto de incapacidad o minoridad<br />

que eran más bien una consecuencia de esta. Vivir en los territorios significaba haber carecido<br />

lisa y llanamente de contacto con la civilización aunque una parte de la población pudiera estar<br />

alfabetizada. La penetración d<strong>el</strong> Estado Nacional acompañada d<strong>el</strong> “Ejército civilizador” implicaría<br />

la regeneración de la sociedad que sería moldeada bajo un renovado formato, funcional a los<br />

principios de nacionalidad dominantes.<br />

La exclusión política de las decisiones <strong>el</strong>ectorales nacionales fue la resultante de esta<br />

argumentación. La persistencia de este formato generaba una clara vulneración de los principios<br />

republicanos al sostener dos categorías de ciudadanos al interior d<strong>el</strong> mismo espacio nacional y<br />

desvirtuaba la letra d<strong>el</strong> federalismo constitucional al existir nueve gobernaciones centralizadas o<br />

sea carentes de la autonomía que la Constitución Nacional otorga a las provincias argentinas.<br />

La vigencia de la organización territorial se sostuvo por casi setenta años a pesar de que<br />

se habían cumplido los requisitos numéricos estipulados por la ley -sesenta mil habitantes- y a<br />

contrap<strong>el</strong>o de las promesas de ampliación de la ciudadanía política formuladas durante etapas<br />

de mayor democratización política como la de los gobiernos radicales entre 1916 -1930 53 .<br />

Retomando las promesas vertidas en la campaña <strong>el</strong>ectoral, al asumir <strong>el</strong> gobierno Perón<br />

consideraba que había culminado exitosamente una primera etapa o ciclo revolucionario de<br />

reforma social (1943-1946) y se abría paso un segundo ciclo evolutivo, orgánico y planificado 54 .<br />

En esta segunda instancia <strong>el</strong> peronismo incorporó la cuestión de los territorios nacionales en <strong>el</strong><br />

marco de un proceso de significativa ampliación de la ciudadanía política.<br />

Si consideramos al discurso político como aqu<strong>el</strong> lenguaje que tiene <strong>el</strong> poder de<br />

representar <strong>el</strong> pensamiento de quien lo emite, resulta claro que las representaciones vertidas<br />

constituyen una s<strong>el</strong>ección d<strong>el</strong>iberada y organizada de ese pensamiento en función de los<br />

destinatarios d<strong>el</strong> discurso 55 . Desde sus primeros mensajes como presidente de la nación,<br />

Perón comenzó a expresar opiniones favorables acerca de la necesidad de modificar la<br />

situación territorial y otorgarles la igualdad plena a sus habitantes para <strong>hacer</strong> realidad la<br />

unidad política de una “nueva Argentina” caracterizada por una comunidad nacional solidaria,<br />

responsable e inclusiva. Esta nueva Argentina impulsada por Perón debía superar y saldar<br />

70<br />

http://revistahistoria.universia.net


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

las asignaturas pendientes de la historia y presentarse como una opción transformadora<br />

para <strong>el</strong> país.<br />

En <strong>el</strong> discurso de Perón sobre los territorios, se advierte en primer lugar una diferenciación<br />

con las etapas anteriores. Al crear los territorios, en las discusiones legislativas, en los proyectos<br />

de ley posteriores y en los informes ministeriales, siempre se los había definido de un modo<br />

negativo: se los calificaba en función de lo que no eran, sin lograr precisar claramente su esencia<br />

o sus rasgos distintivos. Es sabido que al adoptarse <strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o norteamericano, se pensó en los<br />

territorios como solución transitoria. Quizá por <strong>el</strong>lo no se preocuparon en definir bien sus bordes<br />

sino en marcar <strong>el</strong> camino que debían seguir: crecer moral, cívica y materialmente para poder<br />

ser transformados en provincias autónomas. La significatividad de lo territorial estuvo entonces<br />

cruzada por esta connotación negativa, este “no ser” en <strong>el</strong> tránsito continuo hacia un estadio<br />

superior: <strong>el</strong> estadio provincial. Si bien los legisladores y <strong>el</strong> gobierno remarcaban claramente la<br />

diferencia entre territorios y provincias, no se lograba una definición positiva de los mismos y se<br />

los nominaba con expresiones que aludían a su futuro, al desemboque natural de la situación<br />

territorial-provisoria-que era la transformación de estos en provincias autónomas. Así entre 1884<br />

y hasta 1943 desfilan por las voces de los parlamentarios expresiones como “provincias en<br />

embrión”, “proto-provincias” “provincias en ciernes” o sea <strong>el</strong> señalamiento de un devenir pero no<br />

de un presente. Incluso desde <strong>el</strong> campo jurídico se definió a los territorios señalando su condición<br />

de divisiones administrativas fuera de los límites provinciales, definición que no otorgaba un<br />

contenido preciso a la noción “territorios nacionales” y que sólo señalaba la diferencia con las<br />

provincias históricas. Esta definición fue utilizada por parlamentarios, ministros y los mismos<br />

juristas en forma reiterada a lo largo de la etapa territorial 56 .<br />

Otro aspecto presente en <strong>el</strong> discurso oficial era su condición de minoridad que explicaba<br />

la incapacidad política de sus habitantes. Al haber estado carentes de civilización y bajo dominio<br />

indígena, no estaban preparados para un ejercicio autónomo de la vida política y social. El tut<strong>el</strong>aje<br />

estatal auguraba un presente ordenado, de crecimiento constante y un destino venturoso. Por <strong>el</strong>lo<br />

se esgrimían expresiones que depositaban en ese colectivo poco definido la esperanza de una<br />

regeneración moral d<strong>el</strong> futuro de la nación: “germen de la nacionalidad”, “promesa de la República”<br />

expresiones que no sólo justificaban <strong>el</strong> republicanismo tut<strong>el</strong>ado sino que auguraban un devenir<br />

exento de conflictos. Al estar controlados por <strong>el</strong> gobierno nacional y administrados directamente por<br />

él, no cabía la posibilidad de reb<strong>el</strong>iones, rupturas y quiebres al interior de estos espacios, evitando<br />

<strong>el</strong> pasaje por las etapas conflictivas que habían atravesado las provincias históricas.<br />

Con <strong>el</strong> peronismo se produjo un cambio en <strong>el</strong> discurso oficial sobre los territorios<br />

nacionales. Perón no va a definir ni adjetivar a los territorios ni tampoco depositar en <strong>el</strong>los en<br />

forma excesiva expectativas de cambio para transformar <strong>el</strong> cuerpo político nacional. Utilizó en<br />

forma muy esporádica e incluso ambigua expresiones para calificarlos, generando un notable<br />

quiebre discursivo con las etapas precedentes. Para Perón los territorios, ese colectivo poco<br />

definido, tenían “problemas” que los afectaban y <strong>el</strong> gobierno debía encarar la solución.<br />

Este imperativo de la acción por sobre la idea permitió a Perón alejarse discursivamente<br />

de los anteriores gobiernos que como ya mencionamos no provocaron cambios sustanciales<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

71


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

en la situación política y económica de los territorios. Perón enfatizaría, en cambio, la idea de<br />

transformación en la r<strong>el</strong>ación gobierno-territorios asegurando <strong>el</strong> cumplimiento efectivo de las<br />

propuestas gubernativas y manifestado interés por su desarrollo económico y social 57 .<br />

Una estrategia discursiva novedosa fue la de colocar a los territorios en un lugar de paridad<br />

con las provincias, tratando de borrar con la verba la distancia política que los separaba. Perón<br />

buscaba acentuar la unidad de miras y de acción, <strong>el</strong> sentimiento “argentino y peronista” como<br />

igualador entre ambos formatos nacionales. Esta identificación territorios-provincias constituía<br />

una forma práctica de federalismo asociado a la idea de unidad nacional como contenedora de<br />

las diferencias. Esta díada fue utilizada por Perón en varias ocasiones y se profundizó al decidir<br />

<strong>el</strong> sufragio femenino y la participación <strong>el</strong>ectoral de los territorios a partir de 1951 58 .<br />

Perón remarcó que tanto la concesión d<strong>el</strong> voto a la mujer como la inclusión <strong>el</strong>ectoral<br />

de los habitantes de los territorios constituían instancias definitorias de la consolidación d<strong>el</strong><br />

ciudadano. Formaban parte de un segundo ciclo posterior a la etapa revolucionaria, un ciclo<br />

evolutivo, orgánico y planificado Esta ampliación de derechos se fundaba en la igualdad de todos<br />

los habitantes de la Nación y generaba una nueva forma de federalismo “práctico”, coronación d<strong>el</strong><br />

ordenamiento económico ya realizado. La ampliación d<strong>el</strong> cuerpo <strong>el</strong>ectoral de la nación traducía<br />

entonces la consolidación d<strong>el</strong> federalismo político 59 .<br />

La decisión estatal de crear nuevas provincias autónomas:<br />

modalidades y justificaciones<br />

Desde la perspectiva d<strong>el</strong> “federalismo práctico” Perón abordó la r<strong>el</strong>ación con los territorios<br />

nacionales. Hasta ese momento, cada vez que se había planteado la provincialización, <strong>el</strong> Estado o<br />

bien negaba lisa y llanamente tal posibilidad -como sucedió durante los gobiernos conservadores<br />

entre 1880 y 1912 -o prometía la provincialización para los territorios que evidenciaban mayor<br />

crecimiento económico-como Chaco y La Pampa-, sin desplegar argumentaciones políticas para<br />

justificar la creación de nuevas provincias.<br />

A diferencia de la etapa conservadora y más cercana a la opción discursiva d<strong>el</strong> radicalismo<br />

entre 1916 y 1930, Perón no encaró los territorios como un todo, con un criterio homogéneo o<br />

lineal. En primer lugar cabe aclarar que la provincialización fue un proceso complejo, no exento de<br />

contradicciones así como de avances y retrocesos. Pero podemos identificar una constante discursiva:<br />

la gradualidad como norma de acción al plantear la cuestión de la creación de nuevas provincias.<br />

En primer lugar Perón justificó la gradualidad en la incertidumbre, en <strong>el</strong> interrogante<br />

sobre cómo esas nuevas provincias podían sostenerse y desarrollarse tanto desde lo económico<br />

como lo político, en suma cómo garantizar un cambio sin conflictos 60 . Para <strong>el</strong>lo, implementó una<br />

evaluación previa de los aspectos políticos y económicos – fundamentada en <strong>el</strong> primer plan<br />

quinquenal- 61 que decidió la adopción de modalidades de inserción, fundadas en una premisa<br />

expresa: los territorios podían obtener la ampliación de la ciudadanía política en un proceso<br />

72<br />

http://revistahistoria.universia.net


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

gradual y amplio que no excluía a ninguno de <strong>el</strong>los. Pero la oportunidad y la forma de ser<br />

declarados provincias autónomas era exclusivo resorte estatal.<br />

La justificación de la provincialización gradual de los territorios se basaba en que si bien<br />

algunos territorios tenían todas las condiciones para ser “provincializados”, la transformación<br />

no se podía realizar en forma “inmediata y simultánea”. La responsabilidad d<strong>el</strong> gobierno era<br />

preparar a los territorios para ejercer sus derechos, rémora de la vieja idea d<strong>el</strong> “republicanismo<br />

tut<strong>el</strong>ado” nuevamente reactualizada: “La provincialización de los territorios es un problema que <strong>el</strong><br />

país deberá encarar pero no antes de haber preparado los territorios para que puedan absorber<br />

la modificación sin graves inconvenientes y tropiezos iniciales…” 62<br />

Como se observa, desde los fundamentos d<strong>el</strong> I Plan Quinquenal se aludió a estas etapas<br />

previas que incluían como prioridad la reforma económica mediante obras públicas incluidas en<br />

la planificación. El segundo momento era <strong>el</strong> perfeccionamiento jurídico-político: “…hasta llegar<br />

paulatinamente a la autonomía de aqu<strong>el</strong>las porciones d<strong>el</strong> su<strong>el</strong>o argentino que deben formar parte<br />

d<strong>el</strong> ejercicio pleno de nuestro sistema constitucional. Perfeccionamiento d<strong>el</strong> Poder Ejecutivo<br />

local, régimen municipal y legislativo son las tres etapas que han de cumplirse previamente a la<br />

provincialización” 63 .<br />

En un mensaje de 1948 Perón reseño las obras realizadas en los territorios, vinculadas<br />

con usinas <strong>el</strong>éctricas, <strong>el</strong>ementos de transporte, maquinarias e infraestructura en caminos. En<br />

esa instancia anunció la ampliación de las facultades municipales para facilitar <strong>el</strong> desarrollo<br />

institucional y cívico de los habitantes 64 .<br />

Pero no fueron las obras ni <strong>el</strong> crecimiento económico las que posibilitaron la autonomía<br />

política de los territorios. Existe un segundo aspecto que pronto se convertirá en <strong>el</strong> <strong>el</strong>emento central<br />

para la decisión política: la adscripción de los habitantes al justicialismo y la consustanciación con<br />

los principios doctrinarios. La aplicación de esta dimensión quebrará la ap<strong>el</strong>ación a la gradualidad<br />

contradiciendo <strong>el</strong> propio discurso y sobre-determinando la conveniencia política de la inclusión.<br />

La creación de las provincias quedó atada no solamente a cuestiones materiales -como<br />

se había afirmado hasta entonces- sino a los resultados <strong>el</strong>ectorales que se obtuvieran o sea a la<br />

peronización demostrada por los guarismos <strong>el</strong>ectorales obtenidos en estos espacios.<br />

La novedad discursiva radicó en sobreimprimir a las expresiones sobre la “necesaria<br />

gradualidad” la afirmación expresa de la necesidad de peronización previa de estos espacios<br />

y su constatación por la vía <strong>el</strong>ectoral. En 1954 al explicar ante <strong>el</strong> Congreso la decisión de<br />

provincializar Misiones, <strong>el</strong> ministro d<strong>el</strong> Interior afirmaba que “El sentimiento acorde de<br />

aprobación y solidaridad que se ha podido comprobar en todos los sectores de la población<br />

y fuerzas vivas de los territorios nacionales con la política de gobierno desarrollada en los<br />

mismos por <strong>el</strong> Excmo. Señor Presidente de la Nación […] ha determinado que se procediera en<br />

<strong>el</strong> transcurso de este año la provincialización d<strong>el</strong> territorio de Misiones” 65 . Asimismo, en <strong>el</strong> Plan<br />

de Acción estatal 1955-1956 se afirma que los territorios lograrán su tan deseada autonomía<br />

una vez finalizado <strong>el</strong> adoctrinamiento de las fuerzas de seguridad, asociaciones y personal<br />

de la administración pública mediante la “<strong>el</strong>iminación de la función d<strong>el</strong> opositor o indiferente<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

73


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

que ocupe cargos directivos, o de responsabilidad alcanzando también a los empleados que<br />

evidencien tales propensiones” 66 .<br />

En tanto se fueron dando los pasos para realizar ensayos <strong>el</strong>ectorales. La reforma<br />

constitucional de 1949 a través de su artículo 82 posibilitó que los habitantes de los territorios<br />

participaran de las <strong>el</strong>ecciones presidenciales que esta vez serían realizadas en forma directa.<br />

Discursivamente se afirmaba que con este acto quedaba iniciado <strong>el</strong> proceso de progresiva<br />

incorporación de derechos políticos para los habitantes de los territorios. En esa oportunidad,<br />

Perón afirmó su voluntad y la de su gobierno de darle al pueblo los derechos de los que carecía,<br />

como parte de la consolidación de la coincidencia fundamental entre pueblo y gobierno 67 .<br />

En 1951 la reforma de la ley <strong>el</strong>ectoral posibilitó incorporar representantes parlamentarios<br />

<strong>el</strong>ectivos de los territorios y en ese mismo año fueron provincializados Chaco y La Pampa, en un<br />

proceso abrupto en <strong>el</strong> que se remarcó la acción combinada de la intervención de Eva Perón y <strong>el</strong><br />

movimiento obrero 68 . Asimismo se realizó <strong>el</strong> primer test <strong>el</strong>ectoral en las <strong>el</strong>ecciones presidenciales<br />

d<strong>el</strong> 11 de noviembre, obteniendo la formula Perón-Quijano un claro triunfo en todos los territorios<br />

con guarismos muy <strong>el</strong>evados en Chaco con <strong>el</strong> 81º% y Santa Cruz con 68,7% que incluso superan<br />

al promedio obtenido en las provincias y en Capital Federal.<br />

En 1953 fue provincializada Misiones y en abril de 1954 los habitantes de los territorios<br />

participaron de <strong>el</strong>ecciones para vicepresidente de la nación 69 , renovación de consejos municipales<br />

y d<strong>el</strong>egados parlamentarios, nuevamente con claros triunfos d<strong>el</strong> peronismo 70 .<br />

Pero no debemos interpretar que lo político es la única dimensión existente para la<br />

creación de nuevas provincias. Obviamente, es parte de la construcción hegemónica d<strong>el</strong><br />

peronismo como populismo pero se imbrica también-como se ha afirmado- en la cuestión<br />

ideológica 71 . En la provincialización entran activamente en escena los conceptos de integración<br />

e inclusión, de definición de un sujeto político incorporado a una comunidad nacional que repara<br />

así la larga marginación política sufrida.<br />

En 1955, Perón afirmó que la provincialización de los territorios nacionales de Formosa,<br />

Río Negro, Neuquén, Chubut y Santa Cruz tenía un objetivo igualitario pero también afianzaba la<br />

doctrina nacional en todo <strong>el</strong> país:<br />

la provincialización importará borrar de una vez y para siempre diferencias entre los<br />

habitantes de la patria incompatibles con <strong>el</strong> estado actual de su evolución política y<br />

permitirá afirma , por fin , la igualdad integral de los argentinos[…]con este proyecto se<br />

tiende a afianzar, en <strong>el</strong> orden de las instituciones políticas, la efectividad de la Doctrina<br />

Nacional y por ende se contribuye a una mayor grandeza de la patria 72<br />

Los habitantes de los territorios convertidos en provincias recuperaban sus derechos<br />

políticos debido a la decisión d<strong>el</strong> líder, de Perón como autoridad que reconoce esos derechos<br />

dándole mayor fuerza a la dimensión nacional como camino indispensable para asegurar la unidad<br />

de doctrina. La dimensión política sería determinante en <strong>el</strong> proceso de provincialización quedando<br />

la dimensión económica r<strong>el</strong>egada a un lugar de condición previa preparatoria de la misma.<br />

74<br />

http://revistahistoria.universia.net


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

Esta dimensión política generó un quiebre en la postura gradual propuesta en 1946.<br />

A pesar de que Perón sostenía que los territorios aún no provincializados debían ser preparados<br />

para la autonomía, creando legislaturas para que pudieran alcanzar un grado de madurez social,<br />

política y económica 73 , dispuso abruptamente la provincialización de la casi totalidad de los<br />

territorios restantes con la excepción de Tierra d<strong>el</strong> Fuego. Inmerso en una crisis política, con <strong>el</strong><br />

resquebrajamiento d<strong>el</strong> orden vertical y la emergencia de una oposición activa, se hizo necesario<br />

incorporar nuevas fuerzas sociales para mantener la hegemonía a la par que acallar las críticas<br />

que la sanción de la nueva ley orgánica para los territorios (1954) había suscitado debido al<br />

deslinde de zonas de importancia turística y económica 74 .<br />

Con esta decisión, <strong>el</strong> Estado Argentino incorporó nueve provincias, manteniendo <strong>el</strong><br />

control sobre la zona austral d<strong>el</strong> país y habiendo ya constatado que al menos para <strong>el</strong> futuro<br />

cercano <strong>el</strong> devenir de esas nuevas provincias se haría bajo <strong>el</strong> signo justicialista.<br />

A modo de conclusión<br />

En <strong>el</strong> marco de las representaciones sobre <strong>el</strong> pueblo, la nación y la patria, Perón<br />

forjó identidades políticas basadas en criterios de igualdad que aparecían como reparadores<br />

de asignaturas pendientes. Enlazó discursivamente su gobierno con <strong>el</strong> golpe militar de 1943,<br />

señalando en ese camino la emergencia de su liderazgo como conductor - mediador y la d<strong>el</strong><br />

movimiento obrero como organizador d<strong>el</strong> pueblo.<br />

La figura d<strong>el</strong> ciudadano destacó <strong>el</strong> componente integrador fruto de la justicia social. La<br />

concesión de derechos políticos a las mujeres-que engrosaron considerablemente <strong>el</strong> padrón<br />

<strong>el</strong>ectoral- a los cabos y sargentos de las Fuerzas Armadas y a los habitantes de los territorios<br />

nacionales, consolidó <strong>el</strong> formato estatal y angostó los bordes d<strong>el</strong> sistema, dando cabida a un<br />

mayor numero de ciudadanos que volvieron a recuperar-mediante la vía estatalista- los derechos<br />

políticos plenos que les habían sido negados o limitados.<br />

Con la ampliación d<strong>el</strong> cuerpo <strong>el</strong>ectoral de la nación <strong>el</strong> peronismo saldaba una larga etapa<br />

de marginalidad política de importantes colectivos sociales hasta entonces poco considerados<br />

por los sucesivos gobiernos <strong>el</strong>ectos desde la sanción de la Constitución Nacional de 1853/1860.<br />

A su vez, producía una articulación sinérgica entre <strong>el</strong> campo de la política social y la integración<br />

de nuevos ciudadanos a la arena <strong>el</strong>ectoral. Los resultados <strong>el</strong>ectorales demostraron también que<br />

la ampliación de la ciudadanía política permitiría al peronismo revitalizar lasa filas de esta Nueva<br />

Argentina en construcción y consolidar su proyecto hegemónico.<br />

La organización político-administrativa dada a los territorios nacionales constituía<br />

una demostración evidente de las convicciones de la República Posible ya que conceptos<br />

como exclusión política, minoridad, tut<strong>el</strong>aje estatal y control social se hallaban asociados<br />

in<strong>el</strong>udiblemente a este formato político centralizado.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

75


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

Los territorios nacionales como destinatarios de esta política fueron incluidos<br />

tempranamente en <strong>el</strong> discurso oficial. Las representaciones sobre los territorios mostraron<br />

una clara diferenciación con las etapas precedentes al otorgarles un rango similar al de las<br />

provincias en función de la unidad de pensamiento y acción y considerarlos como portadores de<br />

problemáticas que debían ser resu<strong>el</strong>tas. El predominio de la acción gubernativa pautó etapas<br />

previas preparatorias para la autonomía política que gestaría un ciudadano igual en derechos y<br />

obligaciones con <strong>el</strong> resto de la comunidad nacional.<br />

Pero en cierto modo, <strong>el</strong> discurso de Perón no deja de compartir las prevenciones seculares<br />

acerca d<strong>el</strong> comportamiento <strong>el</strong>ectoral y cívico de los territorios una vez provincializados, presente al<br />

s<strong>el</strong>eccionar dos categorías de territorios en función de su potencial adscripción política al peronismo.<br />

La paulatina incorporación de los habitantes de los territorios a la vida política a partir de<br />

la reforma constitucional de 1949 fue coronada con la creación de nuevas provincias argentinas<br />

que nacieron bajo la hegemonía peronista, en espacios que fueron objeto de una penetración<br />

estatal profunda con una intencionalidad clara de peronización. No fue un proceso improvisado<br />

sino que aunque si alterado por coyunturas políticas que decidieron modificar la orientación d<strong>el</strong><br />

mismo decidiendo provincializar territorios en forma ac<strong>el</strong>erada y desacompasada d<strong>el</strong> ritmo que<br />

<strong>el</strong> discurso venía imponiendo.<br />

La nueva interrupción d<strong>el</strong> orden constitucional en 1955 provocó <strong>el</strong> derrocamiento d<strong>el</strong><br />

presidente Perón y demoró la puesta en marcha de las provincias más jóvenes-las d<strong>el</strong> sur y<br />

Formosa- que recién tres años después normalizaron su vida institucional.<br />

Fuentes<br />

Archivo General de la Nación.Archivo Intermedio. Territorio Nacional de Río Negro. Plan de Acción estatal 1955-1956.<br />

Secreto-confidencial. Ejemplar Nº 1, Plan Político, Plan de acción.<br />

Perón, Juan Domingo. Conducción Política. Buenos Aires, Fre<strong>el</strong>and, 1971.<br />

---------------------------. Doctrina Peronista. Buenos Aires, Macacha Güemes, 1973.<br />

---------------------------. “La organización d<strong>el</strong> gobierno, d<strong>el</strong> Estado y de la Nación. Primera Conferencia de Gobernadores<br />

de provincias y Territorios Nacionales”. Discurso d<strong>el</strong> 17 de junio de 1950. Reproducido en Hechos e ideas. Publicación<br />

de cuestiones políticas, económicas y sociales. Tomo XIX, Año XI, mayo- julio de 1950.<br />

Presidencia de la Nación. Habla Perón. Conferencias, discursos y alocuciones de Perón en cuatro temas: político,<br />

económico, social y cultural. Buenos Aires, Subsecretaría de informaciones, 1950.<br />

Presidencia de la Nación. La Nación Argentina: libre, justa y soberana. Año d<strong>el</strong> Libertador General San Martín, 1950.<br />

Presidencia de la Nación. Plan de Gobierno 1947-1952. Tomo I, Buenos Aires, Secretaría Técnica.<br />

República Argentina, Congreso Nacional, Cámara de Diputados. Diario de Sesiones 1946-1955.<br />

República Argentina, Congreso Nacional, Cámara de Senadores. Diario de Sesiones 1946-1955.<br />

Bibliografía<br />

Acha, Omar y Quiroga, Nicolás. “La normalización d<strong>el</strong> primer peronismo en la historiografía argentina reciente”. Revista<br />

Estudios Interdisciplinarios de América Latina y <strong>el</strong> Caribe (EIAL). Vol. 20, No 2, Universidad de T<strong>el</strong> Aviv, julio-diciembre<br />

d<strong>el</strong> 2009.<br />

76<br />

http://revistahistoria.universia.net


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

Arias Bucciar<strong>el</strong>li, Mario. “El peronismo clásico y la ley Sáenz Peña. Aportes para un debate desde los territorios<br />

nacionales”. Avances d<strong>el</strong> CESOR. Universidad Nacional de Rosario, Facultad de Humanidades, Año VI, No 6, 2009.<br />

-----------------------------. “Repensar la expansión de la ciudadanía política en los territorios nacionales durante <strong>el</strong> primer<br />

peronismo. Debates y derivaciones teórico-metodológicas”. Iberoamérica Global, Vol. 4, No 2, Noviembre d<strong>el</strong> 2011.<br />

Barrancos, Dora. Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos. Buenos Aires, Sudamericana, 2007.<br />

Barros, Sebastián. “Peronismo y politización. Identidades políticas en la emergencia d<strong>el</strong> peronismo en la Patagonia<br />

Central”. Revista Estudios. Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba, No 22, 2009.<br />

Barry, Carolina. Sufragio femenino. Prácticas y debates políticos, r<strong>el</strong>igiosos y culturales en Argentina y América. Caseros,<br />

Universidad de Tres de Febrero, 2011.<br />

Bona, Aixa y Vilaboa, Juan. Las formas de la política en la Patagonia. El primer peronismo en los territorios nacionales.<br />

Buenos Aires, Biblos, 2007.<br />

Botana, Natalio. Poder y Hegemonía. El régimen político después de la crisis. Buenos Aires, Emecé, 2006.<br />

Di T<strong>el</strong>la, Torcuato. “Populismo”. Di T<strong>el</strong>la, Torcuato, et al. Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas. Buenos Aires,<br />

Emecé, 2001.<br />

Favaro, Orienta. “Realidades contrapuestas a los Estados provinciales: los territorios Nacionales 1884-1955”. Realidad<br />

Económica. Buenos Aires, IADE, No 144, 1997.<br />

Favaro, Orietta y Arias Bucciar<strong>el</strong>li, Mario. Peronismo y Territorios Nacionales. Los derechos de los territorianos a tener<br />

derechos. Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2001.<br />

Foucault, Mich<strong>el</strong>. Arqueología d<strong>el</strong> saber, México, Siglo XXI, 1999.<br />

---------------------. Las palabras y las cosas. Una arqueología de las Ciencias Humanas. Buenos Aires, Siglo XXI, 2003.<br />

García D<strong>el</strong>gado, Dani<strong>el</strong>. Raíces cuestionadas: la tradición popular y la democracia. Buenos Aires, Centro Editor de<br />

América Latina, 1989.<br />

Germani, Gino. Política y sociedad en una época de masas: de la sociedad tradicional a la sociedad de masas. Buenos<br />

Aires, Paidós, 1965.<br />

Girbal, Noemí; Graciano, Osvaldo; Gutiérrez, Talía y Zarrilli, Adrián. Perfiles históricos de la Argentina peronista 1946-<br />

1955. Int<strong>el</strong>ectuales, política y discurso. La Plata, Ediciones Al Margen, 2005.<br />

Halperín Donghi, Tulio. “Una nación para <strong>el</strong> desierto argentino”. Proyecto y construcción de una nación 1846-1880.<br />

Buenos Aires, Editorial Ari<strong>el</strong>, Biblioteca d<strong>el</strong> Pensamiento Argentino, 1995.<br />

James, Dani<strong>el</strong>. Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina. Buenos Aires, Sudamericana,<br />

1990.<br />

Laclau, Ernesto. La razón populista. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007.<br />

Leoni, María Silvia. “Territorios Nacionales”. Academia Nacional de la Historia. Nueva Historia de la Nación Argentina. Vol.<br />

8, Buenos Aires, Planeta, 2001.<br />

Maeder, Ernesto. La política sobre los territorios nacionales en la etapa peronista. Buenos Aires, Academia Nacional de<br />

la Historia, 2001.<br />

Mangone, Carlos y Warley, Jorge. El discurso político. D<strong>el</strong> foro a la TV. Buenos Aires, Biblos, 1994.<br />

Mases, Enrique y Rafart, Carlos. “La patria peronista en la norpatagonia: notas sobre <strong>el</strong> origen d<strong>el</strong> peronismo en Río<br />

Negro y Neuquén”. Macor, Darío y Tcach, César (eds.). La invención d<strong>el</strong> peronismo en <strong>el</strong> interior d<strong>el</strong> país. Santa Fe,<br />

Universidad Nacional d<strong>el</strong> Litoral, 2003.<br />

M<strong>el</strong>o, Julián. “¿Dividir para reinar? La política populista en perspectiva federal”. Revista de la Sociedad Argentina de<br />

Análisis Político. Vol. 3, No 1, Agosto de 2007.<br />

Rafart, Carlos y Mases, Enrique. El peronismo desde los territorios a la nación. Su historia en Río Negro y Neuquén 1943-<br />

1958. Neuquén, Editorial de la Universidad d<strong>el</strong> Comahue, 2005.<br />

Ruffini, Martha. “Peronismo, territorios nacionales y ciudadanía política. Algunas reflexiones en torno a la provincialización”.<br />

Avances d<strong>el</strong> CESOR. Universidad Nacional de Rosario, Facultad de Humanidades. Año V, No 5, 2005.<br />

-------------------. La pervivencia de la República Posible en los Territorios Nacionales. Bernal, Editorial de la Universidad<br />

Nacional de Quilmes, 2007.<br />

-------------------. “El proceso formativo y de consolidación d<strong>el</strong> Estado Argentino en perspectiva histórica. La exclusión<br />

política y sus diferentes itinerarios”. Rajland, Beatriz y Cotar<strong>el</strong>o, María C<strong>el</strong>ia (coord.) La revolución en <strong>el</strong> Bicentenario.<br />

Reflexiones sobre la emancipación, clases y grupos subalternos. Buenos Aires, Ediciones CLACSO, 2009.<br />

Savarino, Franco. “Populismo: perspectivas europeas y latinoamericanas”. Revista Espiral. México, Universidad de<br />

Guadalajara, Vol. XIII, No 138, 1998.<br />

Segovia, Juan Fernando. La formación ideológica d<strong>el</strong> peronismo. Perón y la legitimidad política 1943-1955. Buenos<br />

Aires, Ediciones d<strong>el</strong> Copista, 2007.<br />

Sigal, Silvia y Verón, Eliseo. Perón o muerte. Los fundamentos discursivos d<strong>el</strong> fenómeno peronista. Buenos Aires,<br />

EUDEBA, 2010.<br />

Torre, Juan Carlos. Nueva Historia Argentina. Los años peronistas 1943-1955. Tomo VIII. Buenos Aires, Sudamericana,<br />

2002.<br />

Valobra, Adriana. D<strong>el</strong> hogar a las urnas .Recorridos de la ciudadanía política femenina. Argentina 1946-1955. Rosario,<br />

Prohistoria, 2010.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

77


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

Verón, Eliseo. El discurso político. Lenguaje y acontecimiento. Buenos Aires, Hachette, 1987.<br />

Vilas, Carlos. “El populismo latinoamericano: un enfoque estructural”. Revista Desarrollo Económico. Buenos Aires, Vol.<br />

28, No 111, 1988.<br />

----------------. La democratización fundamental. El populismo en América Latina. México, Claves de América Latina, 1995.<br />

Weffort, Francisco. “Clases populares y desarrollo social. Contribución al estudio d<strong>el</strong> populismo”. Weffort, Francisco y<br />

Quijano, Aníbal. Populismo, marginación y dependencia, Ensayos de interpretación sociológica. San José de Costa Rica,<br />

Editorial Universitaria, 1973.<br />

-----------------------. El populismo en la política brasileña”. Mackinnon, Moira y Petrone, Mario Alberto (comp.). Populismo<br />

y neopopulismo en América Latina. El problema de la Cenicienta. Buenos Aires, Eudeba, 1999.<br />

Zanatta, Loris. Breve historia d<strong>el</strong> peronismo clásico. Buenos Aires, Sudamericana, 2009.<br />

Zincone, Giovanna. “Due vie alle cittadinanza: il mod<strong>el</strong>lo societario e il mod<strong>el</strong>lo statalista”. Revista italiana di Scienza<br />

Política. Anno XIX, No 2, 1989.<br />

Notas<br />

1 Doctora en Historia. Investigadora Independiente d<strong>el</strong> Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y <strong>Técnicas</strong><br />

(CONICET). Investigadora d<strong>el</strong> Centro de Estudios de la Argentina Rural (CEAR) de la Universidad Nacional de Quilmes.<br />

Directora d<strong>el</strong> Proyecto de Investigación “Estado y Territorios Nacionales. Poder y Ciudadanía en Río Negro 1930-1955”<br />

de la Universidad Nacional d<strong>el</strong> Comahue República Argentina.<br />

2 Durante <strong>el</strong> siglo XX, la República Argentina sufrió seis golpes militares: <strong>el</strong> primero fue <strong>el</strong> 6 de septiembre de 1930,<br />

cuando fue desplazado d<strong>el</strong> poder <strong>el</strong> presidente de la Unión Cívica Radical, Hipólito Yrigoyen, quien había asumido dos<br />

años antes; <strong>el</strong> segundo <strong>el</strong> 4 de junio de 1943 que derrocó al presidente conservador Ramón Castillo; <strong>el</strong> tercer golpe fue<br />

<strong>el</strong> 16 de septiembre de 1955 que provocó la caída d<strong>el</strong> segundo gobierno de Juan D. Perón y abrió <strong>el</strong> largo camino d<strong>el</strong><br />

exilio d<strong>el</strong> líder peronista; <strong>el</strong> golpe d<strong>el</strong> 28 de marzo de 1962 que desplazó a Arturo Frondizi, radical intransigente que había<br />

llegado al gobierno en virtud de un pacto con <strong>el</strong> peronismo proscripto; <strong>el</strong> golpe d<strong>el</strong> 28 de junio de 1966 que expulsó d<strong>el</strong><br />

gobierno al presidente Arturo Illia (Unión Cívica Radical d<strong>el</strong> Pueblo) y <strong>el</strong> golpe d<strong>el</strong> 24 de marzo de 1976 que puso fin al<br />

gobierno de María Est<strong>el</strong>a Martínez, tercera esposa de Perón, quien había sucedido al líder fallecido en <strong>el</strong> ejercicio d<strong>el</strong><br />

cargo en 1974. En estos golpes se registró participación militar con apoyo civil.<br />

3 Gino Germani, Política y sociedad en una época de masas: de la sociedad tradicional a la sociedad de masas, Buenos<br />

Aires, Paidós, 1965; Francisco Weffort, “Clases populares y desarrollo social. Contribución al estudio d<strong>el</strong> populismo”,<br />

Francisco Weffort y Aníbal Quijano, Populismo, marginación y dependencia, Ensayos de interpretación sociológica, San<br />

José de Costa Rica, Editorial Universitaria, 1973, pp. 17-26<br />

4 Ernesto Laclau, La razón populista, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007.<br />

5 Carlos Vilas, La democratización fundamental. El populismo en América Latina, México, Claves de América Latina, 1995;<br />

Carlos Vilas, “El populismo latinoamericano: un enfoque estructural”, Revista Desarrollo Económico, Vol. 28, No 111,<br />

Buenos Aires, 1988, pp. 323-352.<br />

6 Natalio Botana, Poder y Hegemonía. El régimen político después de la crisis, Buenos Aires, Emecé, 2006. Torcuato Di<br />

T<strong>el</strong>la, “Populismo” en Di T<strong>el</strong>la, et. al., Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas, Buenos Aires, Emecé, 2001, pp. 564-<br />

568.<br />

7 En <strong>el</strong> campo de la teoría política se considera que la dimensión <strong>el</strong>ectoral de la ciudadanía política constituye una<br />

atribución estatal. Según <strong>el</strong> politólogo recientemente desaparecido Guillermo O’Donn<strong>el</strong>l, es <strong>el</strong> Estado qua sistema legal<br />

<strong>el</strong> que decide quienes son admitidos para gozar de esos derechos y a quienes provisoriamente y por causas fundadas<br />

coloca fuera d<strong>el</strong> ejercicio de los mismos. Por eso afirmamos que son derechos que corresponden al hombre como tal<br />

pero se encuentran en estado de latencia hasta que <strong>el</strong> gobierno los reconozca y los otorgue.<br />

8 Francisco Weffort, “El populismo en la política brasileña”, Moira Mackinnon y Mario Alberto Petrone (comp.), Populismo<br />

y neopopulismo en América Latina. El problema de la Cenicienta, Buenos Aires, Eudeba, 1999, pp.135-152.<br />

9 Cf. Omar Acha y Nicolás Quiroga,“La normalización d<strong>el</strong> primer peronismo en la historiografía argentina reciente”,<br />

Revista Estudios Interdisciplinarios de América Latina y <strong>el</strong> Caribe (EIAL), Universidad de T<strong>el</strong> Aviv, Vol. 20, No 2, Julio-<br />

Diciembre d<strong>el</strong> 2009, pp. 7-34.<br />

10 Sebastián Barros, “Peronismo y politización. Identidades políticas en la emergencia d<strong>el</strong> peronismo en la Patagonia<br />

Central”, Revista Estudios, No 22, Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba, 2009, pp. 21-48.<br />

11 Mario Arias Bucciar<strong>el</strong>li, “Repensar la expansión de la ciudadanía política en los territorios nacionales durante <strong>el</strong> primer<br />

peronismo. Debates y derivaciones teórico-metodológicas”, Iberoamérica Global, Vol. 4, No 2, Noviembre d<strong>el</strong> 2011, pp.<br />

99-114.<br />

12 En Argentina <strong>el</strong> proceso de formación de las provincias fue realizado entre 1819 y 1822. En 1884, al crearse los<br />

territorios nacionales existían catorce provincias autónomas-no soberanas- fruto d<strong>el</strong> reparto d<strong>el</strong> poder contenido en<br />

la Constitución de 1853/1860 que diluyó la posibilidad de sostener un régimen confederal como <strong>el</strong> que había primado<br />

entre 1831 y 1852. En 1884 se crearon nueve territorios nacionales y en 1900 se agregó <strong>el</strong> décimo territorio-Los Andes-<br />

78<br />

http://revistahistoria.universia.net


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

disu<strong>el</strong>to en 1943. En <strong>el</strong> momento histórico d<strong>el</strong> peronismo, <strong>el</strong> Estado Argentino tenía una estructura compuesta por catorce<br />

provincias, un distrito federal y nueve territorios nacionales.<br />

13 Franco Savarino, “Populismo: perspectivas europeas y latinoamericanas”, Revista Espiral, México, Universidad de<br />

Guadalajara, Vol. XIII, No 138, 1998, pp. 77-94.<br />

14 Juan Fernando Segovia, La formación ideológica d<strong>el</strong> peronismo. Perón y la legitimidad política 1943-1955, Buenos<br />

Aires, Ediciones d<strong>el</strong> Copista, 2007.<br />

15 A modo de ejemplo, Carolina Barry. Sufragio femenino. Prácticas y debates políticos, r<strong>el</strong>igiosos y culturales en Argentina<br />

y América, Caseros, Universidad de Tres de Febrero, 2011; Adriana Valobra, D<strong>el</strong> hogar a las urnas .Recorridos de la<br />

ciudadanía política femenina. Argentina 1946-1955, Rosario, Prohistoria, 2010. Dora Barrancos, Mujeres en la sociedad<br />

argentina. Una historia de cinco siglos, Buenos Aires, Sudamericana, 2007, entre otros.<br />

16 Enrique Mases y Carlos Rafart “La patria peronista en la norpatagonia: notas sobre <strong>el</strong> origen d<strong>el</strong> peronismo en Río<br />

Negro y Neuquén”, Darío Macor y César Tcach, (eds.), La invención <strong>el</strong> peronismo en <strong>el</strong> interior d<strong>el</strong> país, Santa Fe,<br />

Universidad Nacional d<strong>el</strong> Litoral, 2003, pp. 385-436.<br />

17 Aixa Bona y Juan Vilaboa, Las formas de la política en la Patagonia. El primer peronismo en los territorios nacionales,<br />

Buenos Aires, Biblos, 2007.<br />

18Orietta Favaro y Mario Arias Bucciar<strong>el</strong>li, Peronismo y Territorios Nacionales. Los derechos de los territorianos a tener<br />

derechos, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2001.<br />

19Martha Ruffini “Peronismo, territorios nacionales y ciudadanía política. Algunas reflexiones en torno a la provincialización”,<br />

Avances d<strong>el</strong> CESOR, Universidad Nacional de Rosario, Facultad de Humanidades, Año V, No 5, 2005, pp. 132- 148.<br />

20Mario Arias Bucciar<strong>el</strong>li, “El peronismo clásico y la ley Sáenz Peña. Aportes para un debate desde los territorios<br />

nacionales”, Avances d<strong>el</strong> CESOR, Universidad Nacional de Rosario, Facultad de Humanidades, Año VI, No 6, 2009, pp.<br />

27-41.<br />

21Mich<strong>el</strong> Foucault, Arqueología d<strong>el</strong> saber, México, Siglo XXI, 1999.<br />

22Noemí Girbal-Blacha, Osvaldo Graciano, Talía Gutiérrez y Adrián Zarrilli, Perfiles históricos de la Argentina peronista<br />

1946-1955. Int<strong>el</strong>ectuales, política y discurso, La Plata, Ediciones Al Margen, 2005. Segovia, op.cit.<br />

23Silvia Sigal y Eliseo Verón, Perón o muerte. Los fundamentos discursivos d<strong>el</strong> fenómeno peronista, Buenos Aires,<br />

EUDEBA, 2010.<br />

24Dani<strong>el</strong> James, Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 1990.<br />

25El rol protagónico de los sectores populares en <strong>el</strong> escenario política nacional fue uno de los rasgos característicos de<br />

la etapa previa a la organización constitucional d<strong>el</strong> país, durante <strong>el</strong> gobierno de Juan Manu<strong>el</strong> de Rosas (1829-1852),<br />

gobernador de la provincia de Buenos Aires y Encargado de las R<strong>el</strong>aciones Exteriores de la Confederación Argentina.<br />

El rosismo constituyó un sistema político basado en la coerción, la persecución política a los adversarios y un ejercicio<br />

d<strong>el</strong> poder omnímodo y unanimista, con apoyo de sectores populares fundamentalmente rurales. Fue <strong>el</strong> dilema de estas<br />

“masas en acción” <strong>el</strong> que se intentó resolver a través de la fórmula de la República Posible.<br />

26Con <strong>el</strong> término “fórmula alberdiana” se alude explícitamente al mod<strong>el</strong>o político plasmado en la Constitución Nacional de<br />

1853/1860 de autoría d<strong>el</strong> jurista argentino Juan Bautista Alberdi y que puede sintetizarse en la expresión “derechos civiles<br />

para todos los habitantes, derechos políticos para una minoría”.<br />

27Tulio Halperín Donghi “Una nación para <strong>el</strong> desierto argentino”, Proyecto y construcción de una Nación (1846-1880), Vol.<br />

II, Biblioteca d<strong>el</strong> Pensamiento Argentino, Buenos Aires, Ari<strong>el</strong>, 1995, pp. 7-107.<br />

28En los regímenes conservadores como los iniciados en 1880 y 1930, <strong>el</strong> fraude y la violencia <strong>el</strong>ectoral acompañaban la<br />

inversión de la representación.<br />

29 Botana, op. cit., p.25.<br />

30 Martha Ruffini, “El proceso formativo y de consolidación d<strong>el</strong> Estado Argentino en perspectiva histórica. La exclusión<br />

política y sus diferentes itinerarios”, Beatriz Rajland y María C<strong>el</strong>ia Cotar<strong>el</strong>o (coord.), La revolución en <strong>el</strong> Bicentenario.<br />

Reflexiones sobre la emancipación, clases y grupos subalternos, Buenos Aires, ediciones CLACSO, 2009, pp. 169-188.<br />

31 En los territorios nacionales se podía votar sólo en <strong>el</strong> ámbito municipal pero condicionado a que la localidad tuviera como<br />

mínimo mil habitantes. Dadas las características de las regiones en las que hubo territorios, con escasa población, pocas<br />

localidades pudieron ejercer efectivamente este derecho, que incluso fue limitado por <strong>el</strong> mismo Estado ante conflictos o<br />

acefalías municipales o quedaba en suspenso durante los gobiernos de facto como las ya mencionadas.<br />

32 María Silvia Leoni, “Territorios Nacionales”, Academia Nacional de la Historia, Nueva Historia de la Nación Argentina,<br />

Vol. 8, Buenos Aires, Planeta, 2001, pp. 43-76.<br />

33 Perón estuvo detenido en Martín García, una isla de difícil acceso situada en <strong>el</strong> río de La Plata, desde la fecha de su<br />

renuncia hasta su derivación al Hospital Militar de la ciudad de Buenos Aires en las jornadas previas al 17 de octubre<br />

La mencionada isla ha sido <strong>el</strong> lugar de detención de la mayoría de los presidentes argentinos derrocados por golpes de<br />

Estado.<br />

34 El 24 de octubre de 1945 se constituyó <strong>el</strong> Partido Laborista, una agrupación conformada mayoritariamente por<br />

trabajadores pero también por fracciones disidentes d<strong>el</strong> tronco yrigoyenista de la Unión Cívica Radical, los centros<br />

cívicos y algunos conservadores especialmente d<strong>el</strong> interior d<strong>el</strong> país. Perón compitió <strong>el</strong>ectoralmente como candidato de<br />

este partido acompañado por Hortensio Quijano dirigente d<strong>el</strong> radicalismo disidente. El laborismo subsistió como fuerza<br />

política hasta mayo de 1946, cuando Perón ordenó su disolución y la convergencia de las fuerzas que lo integraban en <strong>el</strong><br />

Partido Único de la Revolución Nacional, fuerza política que en 1947 se constituyó como Partido Peronista.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

79


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

35 Segovia, op. cit.; Dani<strong>el</strong> García D<strong>el</strong>gado, Raíces cuestionadas.La tradición popular y la democracia, Vol. 2, Buenos<br />

Aires, Centro Editor de América Latina, 1989.<br />

36Juan Domingo Perón, Conducción Política, Buenos Aires, Fre<strong>el</strong>and, 1971 (1º edición 1952), p. 325. Según Segovia,<br />

en <strong>el</strong> discurso de Perón se referencia siempre esta doble invocación al pueblo que permite situar al conductor como<br />

mediador, al sindicalismo como organizador y a las instituciones estatales como lugar de acceso y disciplinamiento.<br />

37Presidencia de la Nación. Subsecretaría de Informaciones. Año d<strong>el</strong> Libertador General San Martín 1950. Habla Perón.<br />

Conferencias, discursos y alocuciones de Perón en cuatro temas: político, económico, social y cultural, p. 36. Véase un<br />

interesante análisis en Segovia, op. cit., pp. 138-146.<br />

38República Argentina. Congreso Nacional. Cámara de Diputados. Diario de Sesiones (en ad<strong>el</strong>ante CD-DS), año de 1946,<br />

Tomo I, sesión d<strong>el</strong> 4 de junio de 1946, Mensaje Presidencial, p. 39-40, 45; año de 1947, sesión d<strong>el</strong> 1º de mayo, pp.23-24;<br />

República Argentina. Congreso Nacional. Cámara de Senadores. Diario de Sesiones (en ad<strong>el</strong>ante CS-DS), año de 1950,<br />

Tomo I, sesión d<strong>el</strong> 1º de mayo, pp.7-10, entre otros.<br />

39CD-DS, año de 1946, Tomo I, sesión d<strong>el</strong> 4 de junio de 1946, Mensaje Presidencial, p. 41; CS-DS, año de 1953, Tomo<br />

I, sesión d<strong>el</strong> 1º de mayo de 1953, Mensaje Presidencial, p.12, entre otros<br />

40CS-DS, año de 1950, sesión d<strong>el</strong> 1º de mayo de 1950, Mensaje Presidencial, pp. 5-6.<br />

41Para Perón <strong>el</strong> peronismo se inició con la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión en noviembre de 1943, que<br />

implicaba un nuevo rumbo y una asignación de sentido para la propuesta revolucionaria de junio de 1943.<br />

42Segovia, op. cit., p. 23.<br />

43CD-DS, año de 1946, sesión d<strong>el</strong> 4 de junio de 1946, Mensaje Presidencial, pp. 40-44.<br />

44Sigal y Verón, op. cit.; pp. 29 y ss. Este mod<strong>el</strong>o de llegada d<strong>el</strong> “cuart<strong>el</strong>” al Estado como prefiguración de la política,<br />

ocasiona la ruptura con <strong>el</strong> pasado anterior y <strong>el</strong> vaciamiento de la política. Los autores proponen operacionalizar este<br />

mod<strong>el</strong>o también para la coyuntura d<strong>el</strong> peronismo en 1973 a través de la llegada de Perón d<strong>el</strong> “exilio” iniciado en 1955.<br />

45Juan Domingo Perón, Doctrina Peronista (primera edición 1948), Buenos Aires, Macacha Güemes, 1973, pp. 17-30.<br />

46CS-DS, año de 1952, Tomo I, sesión d<strong>el</strong> 1º de mayo, p.24.<br />

47Giovanna Zincone, “Due vie alle cittadinanza: il mod<strong>el</strong>lo societario e il mod<strong>el</strong>lo statalista”, Revista italiana di Scienza<br />

Política, Anno XIX, No 2, 1989, pp. 223-265.<br />

48 Habla Perón…, op. cit., p.28.<br />

49 Presidencia de la Nación. Secretaría Técnica, Plan de Gobierno 1947-1951, Tomo I, Buenos Aires, 1946, pp. 94-97.<br />

50 Colombia, Venezu<strong>el</strong>a, México y Brasil tuvieron durante <strong>el</strong> siglo XIX y gran parte d<strong>el</strong> siglo XX formatos similares bajo <strong>el</strong><br />

nombre de Estados o territorios federales.<br />

51 Tanto <strong>el</strong> gobernador como <strong>el</strong> juez letrado eran cargos periódicos y de exclusiva nominación d<strong>el</strong> ejecutivo. Las legislaturas<br />

territoriales previstas una vez que <strong>el</strong> territorio alcanzase los treinta mil habitantes nunca fueron instaladas.<br />

52 Martha Ruffini, La pervivencia de la República Posible en los territorios nacionales, Bernal, Ediciones de la Universidad<br />

de Quilmes, 2007. La expresión alude a esta división funcional en tres poderes al modo republicano. La idea de tut<strong>el</strong>aje<br />

refiere <strong>el</strong> rol que debía cumplir <strong>el</strong> Estado en los territorios: controlar <strong>el</strong> desarrollo político e ideológico de sus habitante, la<br />

obediencia a la ley y los poderes instituidos, la formación d<strong>el</strong> “<strong>buen</strong> ciudadano”, quien debía destacarse por <strong>el</strong> trabajo y<br />

<strong>el</strong> cumplimiento de sus deberes para con la Nación.<br />

53 Entre 1916 y 1930 Yrigoyen planteó la necesidad de provincializar los territorios d<strong>el</strong> Chaco y La Pampa y dio los<br />

primeros pasos para instalar las legislaturas territoriales, iniciativa que continuó su sucesor Marc<strong>el</strong>o T. de Alvear. Sin<br />

embargo, estas propuestas no tuvieron concreción efectiva.<br />

54 Mensaje d<strong>el</strong> Presidente Perón al Congreso Nacional d<strong>el</strong> 21 de octubre de 1946, en Presidencia de la Nación. Secretaría<br />

Técnica Plan de Gobierno 1947-1952 Tomo I, pp. 19-25.<br />

55 Mich<strong>el</strong> Foucault, Las palabras y las cosas. Una arqueología de las Ciencias Humanas, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003,<br />

p. 87.<br />

56Ruffini, 2007, op. cit., pp. 100 y ss. Orietta Favaro “Realidades contrapuestas a los Estados provinciales: los territorios<br />

Nacionales 1884-1955”, Realidad Económica, Buenos Aires, IADE, No 144, 1997, pp. 79-96.<br />

57CD-DS, año de 1947, sesión d<strong>el</strong> 1º de mayo, p. 11.<br />

58Juan Domingo Perón “La organización d<strong>el</strong> gobierno, d<strong>el</strong> Estado y de la Nación. Primera Conferencia de Gobernadores<br />

de provincias y Territorios Nacionales”, Discurso d<strong>el</strong> 17 de junio de 1950, p. p194-198. Reproducido en Hechos e ideas.<br />

Publicación de cuestiones políticas, económicas y sociales, Tomo XIX, Año XI, Mayo-Julio de 1950, Buenos Aires, pp.<br />

193-206.<br />

59CD-DS, año de 1946, Tomo I, sesión d<strong>el</strong> 21 de octubre, pp.19-25; CS-DS, año de 1950, sesión d<strong>el</strong> 1º de mayo, p. 9. Año<br />

de 1951, sesión d<strong>el</strong> 1º de mayo, p. 43, entre otros.<br />

60 Leoni, op. cit., p. 64.<br />

61 Cf. Presidencia de la Nación, La Nación Argentina libre, justa y soberana, Buenos Aires, año d<strong>el</strong> Libertador General San<br />

Martín, 1950, p. 38.<br />

62 CS-DS, año de 1946, Tomo III, sesión d<strong>el</strong> 21 de octubre, Mensaje Presidencial con motivo de la presentación d<strong>el</strong> I Plan<br />

Quinquenal, pp.33-34.<br />

63 Plan de Gobierno 1947-1951…, op. cit., p. 93 y p. 33.<br />

64 CD-DS, año de 1948, Tomo VII, sesión d<strong>el</strong> 27 y 28 de septiembre, p. 4479.<br />

65 CD-DS, año de 1954, Tomo I, sesión d<strong>el</strong> 1º de mayo, Informe d<strong>el</strong> Ministerio d<strong>el</strong> Interior, p.78.<br />

80<br />

http://revistahistoria.universia.net


‘Perón habla a los territorios’. La creación de nuevas provincias argentinas en <strong>el</strong> discurso estatal (1946-1955)<br />

Martha Ruffini<br />

66 Archivo General de la Nación. Archivo Intermedio. Territorio Nacional de Río Negro. Plan de Acción estatal 1955-1956.<br />

Secreto-confidencial, Ejemplar No 1, p. 25.<br />

67 CS-DS, año de 1950, Tomo I, sesión d<strong>el</strong> 1º de mayo, p. 7.<br />

68 Maeder, op. cit., p. 5.<br />

69 El vicepresidente <strong>el</strong>ecto Hortensio Quijano falleció antes de asumir. En los comicios de 1954 fue <strong>el</strong>ecto <strong>el</strong> Almirante<br />

Alberto Tesaire, quien asumió <strong>el</strong> 7 de mayo de 1954.<br />

70Para ver este proceso desde la acción política d<strong>el</strong> gobierno y d<strong>el</strong> Congreso: Ernesto Maeder, La política sobre los<br />

territorios nacionales en la etapa peronista, op. cit. Favaro y Arias Bucciar<strong>el</strong>li, op. cit., entre otros.<br />

71Julián M<strong>el</strong>o, “¿Dividir para reinar? La política populista en perspectiva federal”, Revista de la Sociedad Argentina de<br />

Análisis Político, Vol. 3, No 1, Agosto de 2007, pp. 103-122.<br />

72CS-DS, año de 1955, Tomo I, sesión d<strong>el</strong> 18 de mayo, p. 116.<br />

73CD-DS, año de 1954, Tomo I, sesión d<strong>el</strong> 1º de mayo, p. 37.<br />

74La Ley Nº 14315 disponía <strong>el</strong> desmembramiento de la zona de Bariloche ubicada en la cordillera andina fronteriza<br />

con Chile y su incorporación a una nueva provincia formada con esta zona y otras separadas de los territorios sureños<br />

como Río Negro, Chubut y Neuquén, lo que ocasionó protestas y petitorios de las mas importante firmas comerciales y<br />

federaciones y sociedades agrarias d<strong>el</strong> sur.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

81


AUTOR<br />

Ramon Sanchez<br />

California State<br />

University, Fresno,<br />

California, United<br />

States<br />

ramons@csufresno.<br />

edu<br />

RECEPCIÓN<br />

16 de diciembre de<br />

2011<br />

APROBACIÓN<br />

31 de mayo 2012<br />

DOI<br />

DOI 10.3232/RHI.2012.<br />

V5.N2.04<br />

Conflicting Discourses in the Conquest of the<br />

Americas in Álvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La<br />

R<strong>el</strong>ación<br />

Discursos conflictivos en la conquista de las Américas en La R<strong>el</strong>ación de Álvar<br />

Núñez Cabeza de Vaca, 1542<br />

Discursos conflitivos na conquista das Américas em La R<strong>el</strong>ación de Álvar<br />

Núñez Cabeza de Vaca, 1542<br />

This article examines the section in La R<strong>el</strong>ación in which Cabeza de Vaca is<br />

reunited with Spanish <strong>conquistador</strong>s and works with M<strong>el</strong>chior Díaz mayor of Culiacán,<br />

in order to pacify the natives that had been abused and displaced by the Spanish. The<br />

article is divided into two parts. The first presents the clash of Cabeza de Vaca’s discourse<br />

with that of the Spanish encomenderos. The second approaches the imperial discourse<br />

that opposed indigenous attempts to maintain their independence. This work analyzes<br />

Cabeza de Vacas’ civilizing rhetoric, which promoted the officialization, regularization,<br />

and the centralization of the Spanish empire in the Americas.<br />

Keywords:<br />

Cabeza de Vaca; Conquest; Empire; Indigenous<br />

Este artículo examina la sección de La R<strong>el</strong>ación en la cual Cabeza de Vaca se<br />

reúne una vez más con <strong>conquistador</strong>es y trabaja con M<strong>el</strong>chior Díaz, alcalde mayor de<br />

Culiacán, con <strong>el</strong> fin de pacificar a los nativos agredidos y desplazados por los españoles.<br />

El artículo está dividido en dos partes. La primera presenta <strong>el</strong> discurso de Cabeza de<br />

Vaca en choque con <strong>el</strong> d<strong>el</strong> <strong>conquistador</strong> español encomendero. La segunda, trata d<strong>el</strong><br />

discurso imperial en lucha con los indígenas que intentan mantener su independencia. El<br />

trabajo analiza <strong>el</strong> lenguaje civilizador de Cabeza de Vaca que promueve la oficialización,<br />

la regularización, y la centralización d<strong>el</strong> imperio español en las Américas.<br />

Palabras Clave:<br />

Cabeza de Vaca; Conquista; Imperio; Indígenas<br />

Este artigo examina a seção de La R<strong>el</strong>ación na qual Cabeza de Vaca se<br />

reúne mais uma vez com <strong>conquistador</strong>es e trabalha com M<strong>el</strong>chior Díaz, prefeito maior<br />

de Culiacán, com a finalidade de pacificar os nativos agredidos e deslocados p<strong>el</strong>os<br />

espanhóis. O texto está dividido em duas partes. A primeira apresenta o discurso de<br />

Cabeza de Vaca em choque com o <strong>conquistador</strong> espanhol encomendero. A segunda,<br />

82


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

trata do discurso imperial na luta com os indígenas que tentam manter sua independência. O trabalho<br />

analisa a linguagem civilizadora de Cabeza de Vaca que promove a oficialização, a regularização, e a<br />

centralização do império espanhol nas Américas.<br />

Palavras-chave:<br />

Discurso; Império; Cristiano; Indígenas; Encomendero; Náufrago.<br />

Introducción<br />

E después que los huvimos embiado, debaxo de caut<strong>el</strong>a los cristianos nos embiaron<br />

con un alcalde que se llamava Zebreros y con él otros tres cristianos, donde parece<br />

quanto se engañan los pensamientos de los hombres, que nosotros andábamos a les<br />

buscar libertad y quando pensábamos que la teníamos sucedió tan al contrario. Y por<br />

apartarnos de conversaçión de los indios, nos llevaron por los montes despoblados a fin<br />

que no viéssemos lo que <strong>el</strong>los hazían ni sus tratamientos, porque tenían acordados de<br />

ir a dar en los indios que embiávamos assegurados y de paz. Y ansí como lo pensaron<br />

lo hizieron 1 .<br />

Within the context of the conquest of the Americas, Álvar Núñez Cabeza de Vaca<br />

addresses the Spanish Crown in La R<strong>el</strong>ación que dio Álvar Núñez Cabeça de Vaca de lo<br />

acaescido en las Indias... (1542). The narrative contains, at least, three different genre <strong>el</strong>ements:<br />

the eye-witness testimony, historical report, and an account of merits (r<strong>el</strong>ación de méritos y<br />

servicios) in connection to his participation in the Pámfilo de Narváez Expedition (1527-1536) 2 .<br />

As royal treasurer of this endeavor, Cabeza de Vaca’s account r<strong>el</strong>ates their military thrust into<br />

the mainland, which Emperor Charles V authorized: to conquer and govern the land from Río<br />

de las Palmas to the cape of la Florida 3 . However, the Narváez Expedition fails and Cabeza de<br />

Vaca becomes a castaway who after a difficulty journey that takes years reconnects with Spanish<br />

forces in 1536.<br />

In the opening citation of this article, Cabeza de Vaca speaks about what occurs after<br />

his reunion with f<strong>el</strong>low cristianos, and his concern is not just pointing out a personal betrayal or<br />

illustrating that men are morally weak. As a treasurer of the Spanish crown, he is addressing the<br />

conflict between a centralizing Spanish crown’s ideological perspective, which Cabeza de Vaca<br />

represents with the rhetoric of the civilizer, and the decentralizing encomenderos and would-<br />

be ones, whose language represents a feudal-oriented position 4 . This also involves Cabeza de<br />

Vaca maneuvering to guarantee the emperor’s control of s<strong>el</strong>f-governing indigenous people and<br />

resources in newly conquered areas, a difficult task as his civilizer language confronts the natives’<br />

assertion of their independence.<br />

The scholar Ralph Bauer points out that Cabeza de Vaca’s La R<strong>el</strong>ación rhetorically<br />

supports and reinforces the Spanish crown’s authority and power to control the distant Indies (las<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

83


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

indias), manifesting the official narrative interests of the state. 5 In his narrative, Cabeza de Vaca<br />

participates in the wider struggle over the constitution of the Spanish empire, seeking as civilizer<br />

to fulfill the obligations required of his Sovereign, e.g., conversion of the indigenous people, while<br />

ensuring the crown’s governance of the conquered regions 6 . In this empire building process,<br />

Cabeza de Vaca’s narrative reveals his and the encomendero’s protracted struggle over who<br />

holds authority and control of the conquered resources, specifically indio labor. Thus as civilizer,<br />

Cabeza de Vaca questions the <strong>conquistador</strong>’s encomendero-oriented claims over economic,<br />

political, legal, and military matters and as w<strong>el</strong>l as the natives’ assertion of independence 7 .<br />

This article examines the section of La R<strong>el</strong>ación where Cabeza de Vaca is once more<br />

reunited with f<strong>el</strong>low Spaniards and works with M<strong>el</strong>chior Díaz, Captain and Civil Official of Culiacán,<br />

in order to pacify the Spanish assaulted and displaced natives. I designate this occurrence as the<br />

M<strong>el</strong>chior Díaz episode, in which Cabeza de Vaca’s civilizer discourse is in conflict with those of the<br />

encomendero-oriented Spanish conquerors and the natives. In the Díaz episode, I first address<br />

Cabeza de Vaca’s discourse clash with the feudal-oriented Spanish conqueror. I then scrutinize<br />

his imperial discourse strife with the indigenous people who seek to hold on to their independence.<br />

This examination of the M<strong>el</strong>chior Díaz episode allows one to discern Cabeza de Vaca’s civilizer<br />

language, which supports the emperor’s officializing, regularizing, and centralizing -as w<strong>el</strong>l as the<br />

re-conceptualization and restructuring- of the Spanish empire building process in the Americas.<br />

Backgound<br />

Succinctly, Cabeza de Vaca’s 1542 narrative, published at Zamora, Spain, is about the<br />

failed Pámfilo de Narváez Expedition (1527-1536) -of which he is one of the four survivors- and<br />

his trav<strong>el</strong>s from Florida to almost the Pacific Ocean. In April 1527, Governor Narváez leads a<br />

conquering force that consists of five ships and about 600 armed men to conquer land and people<br />

in the Americas. Cabeza de Vaca represents the Spanish crown’s interests as treasurer of the<br />

Expedition. He is among the 300 armed men who enter inland into Florida in 1528, but who end up<br />

unable to reconnect with the ships 8 . Consequently, the stranded men construct barges and launch<br />

thems<strong>el</strong>ves into the sea and end up shipwrecked somewhere on the coast of the Gulf of Mexico.<br />

From there, Cabeza de Vaca, along with three companions, tries to reconnect with cristianos and<br />

journeys inland westward. The castaways finally reach a Spanish slave raiding party in 1536 near<br />

the Sinaloa River close to the Pacific Ocean. Before and after meeting the Spanish military forces,<br />

Cabeza de Vaca observes their violent destruction of the native communities in the region. 9 He<br />

then meets and joins M<strong>el</strong>chior Díaz, Chief Justice of Culiacán, in subduing the natives of this<br />

region. He returns to Spain in 1537.<br />

Cabeza de Vaca promotes his imperial corporate perspective through a civilizer discourse<br />

against one displayed by an encomedero. In the empire building process, both groups use terms<br />

like cruz (cross) and iglesia (church), which manifest Spanish imperial cultural, political, and military<br />

concepts working in concert to establish Spanish sovereignty in the Americas. Both the civilizer<br />

and encomendero-oriented groups speak of the all-important Spanish Providential mandate that<br />

84<br />

http://revistahistoria.universia.net


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

stokes their imperial commitment to convert the conquered to Catholicism, which is understood<br />

as crucial in the goal of not just establishing an empire but in the fulfilling of the universal one 10 .<br />

Consequently, encomendero-oriented conquerors also justify their actions as being necessary in<br />

order to bring a Christian rule of law to the invaded region 11 .<br />

Both Cabeza de Vaca and encomienda-oriented conquerors use the language of imperial<br />

allegiance in their contest over whose discourse gives authoritative and authentic substance to<br />

their positions, especially the issue concerning the control of indigenous people. At one lev<strong>el</strong>, the<br />

clash between these two groups is about whether indigenous people can be legally enslaved by<br />

the Spaniards or not, which since 1492 divides the opinions of Spaniards. The issue continues<br />

with the promulgation of the New Laws of the Indies of 1542 and again during the famous debates<br />

about the humanity of the Indians of the early 1550s. At another lev<strong>el</strong>, the conflict is about what<br />

institution is to be set in place for running the political, social, and economic aspects of the<br />

captured territories, which directly concerns the indigenous population and whether the crown or<br />

the conqueror will be in control.<br />

The process involving the conquest of the Americas contains the built-in conflict between<br />

the Spanish crown’s control and the conqueror’s expectation of recognition and reward of his work<br />

in empire building 12 . Patricia Seed comments that the Spanish crown attempts to limit the control<br />

of the apportionment of native labor, but it has to accommodate the settlers’ desires for permanent<br />

trusteeships of indigenous labor 13 . John Elliott observes that the Spanish monarchy seeks to<br />

prevent the rise of a European-style aristocracy, in part, by striving to prevent the automatic<br />

perpetuation of encomiendas through family inheritance 14 . The Spanish conquerors’ demands<br />

are based on the defense of the common w<strong>el</strong>l-being of the community along with recognition and<br />

reward for their services in building the empire15. The focal points of their conflict are indigenous<br />

labor and tribute, and the crown takes the conqueror’s threat to its centralizing control and authority<br />

seriously. The challenge to the crown, for example, is revealed in the Comuneros revolt (1520-<br />

1521), the threaten encomendero revolt to the crown’s attempt to end the encomienda which<br />

forces the viceroy of New Spain to not comply with the New Laws of the Indies 1542, and the<br />

violent encomendero revolt in Peru (1544-1548) 16 . However, the loyalty to the emperor is always<br />

claimed by both crown and conquerors even as they clash over the economic, political, legal, and<br />

military matters.<br />

This vision of a stronger and more centralized imperial state needs a discourse to assist in<br />

creating and maintaining it 17 . Cabeza de Vaca’s civilizer discourse works to establish the monarch<br />

as the harbinger of the millennial reign of peace and victory over “seigniorial discord, tyranny,<br />

and confusion” 18 . As Bauer observes, there is a “transformation of imperial policy” and “retroping<br />

of Spanish imperial identity” with the discourse shift from “conquest” to “pacification” 19 . Cabeza<br />

de Vaca h<strong>el</strong>ps erect this ideological environment, which promotes the emperor’s officializing,<br />

regularizing, and centralizing agenda about the construction of empire that is in conflict with both<br />

the feudal-oriented Spanish conquerors and with s<strong>el</strong>f-governing indigenous people. As treasurer,<br />

Cabeza de Vaca represents the crown’s interests and employs the imperial corporate discourse,<br />

which articulates a centralization of political power in the monarch and the victory over the feudal-<br />

oriented Spanish conqueror and native agency. His civilizer discourse intertwines secular and<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

85


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

r<strong>el</strong>igious authority -concis<strong>el</strong>y expressed as cruz and iglesia- and voices int<strong>el</strong>lectual and ethical<br />

supporting language that supposedly raises the imperial corporate perspective to an unassailable<br />

high position.<br />

When Cabeza de Vaca reunites with Spanish forces, he assists the efforts of the Chief<br />

Justice M<strong>el</strong>chior Díaz to pacify the assaulted and displaced natives. For most of his narrative,<br />

Cabeza de Vaca’s imposition of his imperial corporate discourse is not an actual fact on the<br />

ground. The M<strong>el</strong>chior Díaz episode, though, is presented by Cabeza de Vaca as a concrete<br />

example of an appropriate and justifiable conversion approach, in which he embodies the civilizer<br />

who upholds the emperor’s values, rights, and centralizing powers in the conquest process 20 .<br />

In this episode, Cabeza de Vaca’s discourse struggles with both the feudal-oriented Spanish<br />

conqueror’s and the indigenous peoples’ discourses. In the following section, I will first address<br />

Cabeza de Vaca’s civilizer discourse clash with the encomendero-oriented one.<br />

Part I<br />

In 1536, in the process of trying to catch up with f<strong>el</strong>low cristianos and end what he calls<br />

his captivity (aqu<strong>el</strong>la catividad), the castaway Cabeza de Vaca crosses a devastated region and<br />

observes the results of the destructive Spanish military attacks on the basis of the empire: the<br />

people and its lands 21 . In addition, because those armed Spaniards are terrorizing the indigenous<br />

communities (atemorizados), Cabeza de Vaca fears that the abused indios further along the path<br />

will make him and his f<strong>el</strong>low castaways pay for what those raiding Spaniards have done to the<br />

natives (maltratar y hazer que pagássemos lo que los christianos contra <strong>el</strong>los hazzían) 22 . The<br />

distinction between two different cristianos emerges.<br />

Governor Nuño de Guzmán is responsible for the actions of the assaulting Spanish<br />

soldiers 23 . Guzmán is known for seeking power and wealth, being arbitrary and unreasonable<br />

in his dealings with his f<strong>el</strong>low Spaniards, as w<strong>el</strong>l as cru<strong>el</strong> and brutal in dealing with indigenous<br />

people, and mistreating his Indian allies 24 . Cabeza de Vaca does not directly take on Guzmán.<br />

Indirectly, though, his civilizer discourse categorizes Guzmán’s approach as inappropriate and<br />

incompetent by describing the disastrous results to the region. Governor Nuño de Guzmán drives<br />

into the region without enacting the obligatory requerimiento and the forces responsible to him<br />

disrupt and devastate rich native farming communities 25 . He loses control of his Indian auxiliaries,<br />

issues slaving licenses, and even ends up enslaving his Mexica and Tlaxcalan military allies 26 .<br />

The dispute between Cabeza de Vaca’s vision and the regime imposed by Nuño de Guzmán<br />

and his subordinates concerns how the Spanish conquest of northwest New Spain should proceed.<br />

Consequently, Cabeza de Vaca needs to distinguish hims<strong>el</strong>f from the conqueror who wishes to<br />

take advantage of the opportunities offered by the expanding empire for his own sake while using<br />

the rhetoric of loyalty to the emperor. He must show that conquerors like Guzmán embody the<br />

callous cru<strong>el</strong>ties and betrayal done in the name of cruz and iglesia, which means they never commit<br />

thems<strong>el</strong>ves in any substantial manner to the conversion duty, instead paying mer<strong>el</strong>y lip service to it 27 .<br />

86<br />

http://revistahistoria.universia.net


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

Cabeza de Vaca’s and the encomendero’s language, as represented by cruz and iglesia,<br />

presupposes mutually agreed ready-made choices and interpretations about empire building,<br />

which define social r<strong>el</strong>ationships, convey legitimacy, and thus chann<strong>el</strong> responsive reactions and<br />

rejoinders of speakers 28 . One observes that Cabeza de Vaca’s and the autonomous-oriented<br />

conqueror’s discourses appear on the surface to utilize similar meanings for their imperial<br />

language, suggesting that the two factions have unified perceptions, memories, and ideas that<br />

transform and integrate the conqueror and conquered 29 . Both discourses, for instance, concur<br />

that the crusade continues, that their goal is to accomplish the ideal Christian empire, and that<br />

the on-going conquest of the Americas is bringing into being the universal domain as it thoroughly<br />

breaks with the recent past 30 . Both discourse factions accept the right to conquest and, most<br />

importantly, both uphold the Providential mandate, derived from a millennialist context 31 . In<br />

addition, they reinforce their divine right to empire building with Papal officializing language (e.g.,<br />

the bulls issued in 1493 by Pope Alexander VI, such as the Inter caetera and Dudum Siquidem)<br />

which sanctions Spanish rights to conquer and subjugate, as w<strong>el</strong>l as Roman law arguments used<br />

to deny rights to the natives 32 .<br />

However, the cristiano/Hispanic empire building process is forcing a reconceptualization<br />

of everything, leading to the argument about which Spanish discourse is truly cristiano and which<br />

is not 33 . Within a dev<strong>el</strong>oping imperialistic and evolving complex society, both Cabeza de Vaca’s<br />

civilizer and the encomendero-oriented discourses are in a long-drawn-out struggle over who<br />

grasps authority and controls the acquired wealth of the land, particularly indio labor. In the<br />

language of the feudal-oriented Spanish conqueror and in that of the civilizer, one can discern<br />

that each party recognizes the importance of the utterances cruz and iglesia but understands<br />

them differently 34 . Here both factions use the language of an imperial policy in their struggle over<br />

whose discourse gives authoritative and authentic substance to cruz and iglesia.<br />

Once Cabeza de Vaca is with M<strong>el</strong>chior Díaz, he is able to draw once again on Spanish<br />

military backing. As civilizer, though, Cabeza de Vaca’s use of cruz and iglesia guides his loyal<br />

service (servicio) to his His Majesty, who is the center of authority, emphasizing voluntary<br />

conversion of the natives (con entera voluntad), because it is pivotal to fulfilling the enterprise<br />

of the universal empire under the emperor 35 . For Cabeza de Vaca, in La R<strong>el</strong>ación, the above<br />

terms impose, interject, connote, expand, as w<strong>el</strong>l as highlight assigned meaning and values, and<br />

most importantly justify the Spaniards’ obligation to convert the conquered as part of their empire<br />

building. Cabeza de Vaca’s utterances mirror the imperial dictates as he seeks to naturalize the<br />

imperial social r<strong>el</strong>ationships to all in the emperor’s domain 36 .<br />

In the M<strong>el</strong>chior Díaz episode, the two Spanish discourse factions cannot draw together<br />

and become a united, stable, and coherent voice. The civilizer and feudal discourses, in fact,<br />

do disagree on issues such as how best to serve the imperial interests, raising questions about<br />

who can wrest and command the resources gained through the conquest and who and what will<br />

guarantee the stability of the Spanish imperial domain 37 . This leads to the feudalistic discourse<br />

attacks on the legitimacy of Cabeza de Vaca, which are not unexpected. Since near the beginning<br />

of La R<strong>el</strong>ación, the assaults commence, for instance, when Pámfilo de Narváez, head of the<br />

expedition and speaking as an encomendero-oriented conqueror, questions Cabeza de Vaca’s<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

87


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

honor, accusing him of being afraid and hence of being an obstacle to the inland military endeavor<br />

(tanto estorvava y temía). Thus he discredits the representative of the crown’s interests, portraying<br />

him as unfit to advance the universal empire and seeking to sid<strong>el</strong>ine him so he cannot witness<br />

Narváez reaping the rewards of the campaign 38 . Later, after years of being a castaway, Cabeza de<br />

Vaca reconnects with f<strong>el</strong>low Spaniards who categorize him as being of little worth. Captain Diego<br />

de Alcaraz and his men t<strong>el</strong>ls the natives they have to obey and serve (obedeçer y servir) them as<br />

lords of the land (señores de la tierra) and not Cabeza de Vaca and his companions who are of<br />

no importance (gente de poca suerte y valor) 39 . In the feudalistic Spanish conqueror’s discourse,<br />

Cabeza de Vaca does not fulfill his duty to His majesty, having no honor or earned worth. The<br />

language points out he does not embody cruz and iglesia, and it rejects his approach to empire<br />

building as ineffective.<br />

Cabeza de Vaca responds to Narváez by informing him his honor will not be questioned<br />

(mi honrra anduviesse en disputa), and he dutifully goes inland with the expedition representing the<br />

emperor. As for the Spaniards who categorize him as being of little worth, Cabeza de Vaca responds<br />

is to his reader, saying that the natives do not recognize the assaulting Spaniards and Cabeza de<br />

Vaca’s party as being of the same group (nunca se pudo acabar con los indios creer que éramos<br />

de los otros cristianos) 40 . He implies the native witnesses offer a public consensus that verifies<br />

the point that Cabeza de Vaca and his companions are the true cristianos. Consequently, there<br />

arises the phrase “los otros cristianos” (the other Christians) that exposes a serious differentiation<br />

between the Spanish factions and which identifies Cabeza de Vaca as the true cristiano 41 .<br />

Indeed, Cabeza de Vaca’s narrative grapples with a “discursive transformation” about who<br />

the imperial Spanish people are becoming during the problematic establishment of an empire in<br />

the Americas 42 . Cabeza de Vaca’s language conveys to a cristiano/Hispanic audience his civilizer’s<br />

inherent Providential duty. For instance, Gonzalo Fernández de Oviedo, royal chronicler, includes<br />

an account of the Narváez Expedition experience in the Americas in his Historia general y natural<br />

de las Indias (first compiled in 1539) and presents Cabeza de Vaca as fulfilling the Spanish<br />

sovereign’s authority (Emperador Rey) over the indios by leading the peaceful and good-willed<br />

natives (gente de paz e de <strong>buen</strong>a voluntad) into the empire 43 . Cabeza de Vaca recognizes the<br />

emperor’s role as leader of Christendom, defender and propagator of the faith, and acknowledges<br />

his universal sovereignty, for he is truly the one everybody is willing to serve (verdadera voluntad,<br />

gran diligençia y desseo) and in whose time and domain Cabeza de Vaca is fortunate to live in<br />

(debaxo de vuestro poder y señorio) 44 .<br />

The importance of the M<strong>el</strong>chior Díaz episode is that Cabeza de Vaca portrays it as having<br />

the substance of the sanctioned conquest, which is a response to the charge that his approach is<br />

ineffective. Cabeza de Vaca constructs imperial ideological and political expectations that orient<br />

the Spanish conqueror’s word and deed to a messianic mission based on a Providential mandate<br />

that is not acquired but is bestowed on a people. His Christianizing <strong>el</strong>ements establish jurisdiction<br />

over non-Christians and puts forth that there is no one more suitable to liberate the natives than<br />

the emperor. Thus, he articulates a God chosen Spanish conqueror who converts the natives,<br />

which will bring into actuality the ideal universal cristiano empire 45 .<br />

88<br />

http://revistahistoria.universia.net


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

Although the Spanish conquerors claim as their goal the conversion of the natives to<br />

Catholicism, Cabeza de Vaca points out he follows the proper imperial civilizing approach that<br />

accomplishes the r<strong>el</strong>igious duty and demonstrates loyalty to the emperor. For instance, he does<br />

this by describing what he, as castaway, sees as he nears his reconnection with Spaniards. He<br />

trav<strong>el</strong>s through a region that is in a state of administrative disorder, to say the least. The pillaging,<br />

plundering, and taking of slaves by Spanish military forces have impacted disastrously on the<br />

native communities, making the region ungovernable 46 . He notes that the military actions of the<br />

armed Spaniards, who pursue and champion old feudalistic patterns even as they speak of loyalty<br />

to Dios and Majesty, are only s<strong>el</strong>f-seeking and not part of the imperial corporate context 47 .<br />

It is the Spanish conqueror’s clash with the indigenous people that allows the Spanish<br />

“we” to be sharply contrasted with the indio or “them”. However, the conflicting Spanish civilizer<br />

and feudal-oriented conqueror discourses split the Spanish “we”, reflecting two different hostile<br />

factions. One group is exemplified by Cabeza de Vaca as the Spanish crown’s treasurer and<br />

another by the likes of Narváez, Zebreros, and Guzmán who demand their conqueror’s feudal<br />

privileges. These latter Spanish conquerors proclaim to be bound to the defense and maintenance<br />

of the unity of faith, which implies they are also to be entrusted to save the souls of conquered<br />

natives. After all, their discourse declares they secure a region, allowing the conversion process<br />

to occur, even if it means they impose thems<strong>el</strong>ves on the barbarian people in order to rectify their<br />

behavior. In such encomendero-oriented discourse, a conqueror is fuerte and señor de la tierra.<br />

His narrative depicts his s<strong>el</strong>f-confidence, which derives from being part of the chosen people, and<br />

presents him subduing the indios and making the newly won territories safe through honor and<br />

valor. Consequently, the Spanish conqueror pursues his special interests, making the point that<br />

by doing the fighting he earns his status and his rights 48 . In addition, this situation meshes with<br />

the notion of w<strong>el</strong>l-being of the community, which is affirmed as the proper r<strong>el</strong>ationship between<br />

His Majesty and his serving subject. In practical terms, this conqueror’s military power gives him<br />

command of some <strong>el</strong>ements of might and influence, such as controlling large indigenous groups<br />

and material resources. The encomendero-oriented conqueror’s word and deed, then, threaten to<br />

dominate politically and economically the conquered lands and to determine imperial policy while<br />

he purports to benefit the emperor.<br />

Cabeza de Vaca’s civilizer discourse reveals what the centralizing Spanish crown<br />

struggles against: the threat of political dissolution. For Cabeza de Vaca, the Spanish nosotros<br />

becomes two camps. There is the nosotros that connotes civilizer’s legitimacy and the <strong>el</strong>los that<br />

categorizes the independent conqueror faction. This nosotros/<strong>el</strong>los verbal-ideological distinction<br />

asserts the stabilizing authority of the emperor, alluding to the Spanish crown as heir of and<br />

successor to the Roman Empire and very importantly that it has the mandate to establish a<br />

Christian universal empire 49 . In addition, the civilizer language shows Cabeza de Vaca acting in<br />

good faith as he formulates and frames the cristiano cultural boundaries, which familiarize and<br />

naturalize His Majesty’s positions. This makes the crown’s policies compatible with the supposed<br />

willing conversion of the natives, who are placed in another category of <strong>el</strong>los.<br />

The incongruities -that lie in the evolving Spanish imperial endeavor- reflect the conflict<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

89


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

between the contesting Spanish factions, each trying to impose the context that defines word and<br />

deed. In the M<strong>el</strong>chior Díaz episode of La R<strong>el</strong>ación, Cabeza de Vaca responds to the events by<br />

presenting his and Díaz’s discourse and actions not as ad hoc remedial words and deeds initiated<br />

under the pressures of the destabilized situation but as exercising a sanctioned and sound<br />

approach based on the conversion of the indigenous people. In the narrative, although both the<br />

feudal-oriented Spaniards and Cabeza de Vaca lab<strong>el</strong> thems<strong>el</strong>ves cristianos, the independent-<br />

oriented Spaniards are described as not acting as such. For instance, Cabeza de Vaca points out<br />

the feudal-oriented conqueror merits no praise because his treacherous actions actually harm<br />

innocents. When the Spaniards, who receive Cabeza de Vaca and his companions back to the<br />

Christian fold, want to enslave 600 innocent natives who come with the castaways, Cabeza de<br />

Vaca angrily opposes such an act. He states that the good-willed indios will serve the cristianos,<br />

and he guarantees their liberty. However, the Spaniard Zebreros misleads (engaña) Cabeza<br />

de Vaca, isolating him from those natives who are then enslaved by Spaniards working with<br />

Zebreros. These Spaniards, as w<strong>el</strong>l, continue the attacks on the native communities (despoblados<br />

y quemados) 50 . This undermines the feudal-directed rhetoric about defending the w<strong>el</strong>l-being of the<br />

community and the issue of honor and valor.<br />

In the M<strong>el</strong>chior Díaz episode, Cabeza de Vaca illustrates the failed results of conquerors,<br />

such as Alcaraz, Zebreros, and Guzmán, who take advantage of sustained incessant military<br />

activity to act as if independent of His Majesty’s interests in the imperial enterprise, e.g., Nuño de<br />

Guzmán’s approved actions in the Culiacán region against the indios 51 . Cabeza de Vaca points<br />

out that the Spanish raids, such as those by Alcaraz and his men, are destroying and depopulating<br />

the indigenous sedentary communities, and creating native resistance 52 . Consequently, in the<br />

occupied territories these Spaniards fail to put in place subservient local native administrators,<br />

whom they need in order to maintain control and facilitate the extraction of logistical support for<br />

their expedition and allow it to be profitable. In addition, the conquerors cannot proceed with the<br />

amalgamation of the conquered people into the empire.<br />

The opposing Spanish factions struggle over whose rhetorical frame controls the meaning<br />

of the conquest, and this does not allow for a mutual discourse of unity and action, making their<br />

conflicts of interest irreconcilable 53 . Cabeza de Vaca’s language highlights the disloyal atomized<br />

Spanish conquerors’ undermining acts that fail to deal appropriat<strong>el</strong>y with the indigenous people<br />

as w<strong>el</strong>l as negating cristiano opportunities to peacefully extend the cross and church, as directed<br />

by the emperor 54 . Therefore, Cabeza de Vaca’s civilizer discourse identifies the feudal-oriented<br />

Spanish faction as a disorderly <strong>el</strong>ement, which has no place in the crown’s expanding domain.<br />

At the same time, his language presents Cabeza de Vaca as the royal agent who validates the<br />

incorporation of conquered land and people into the Spanish empire 55 .<br />

Part II<br />

In this next section I examine, in the M<strong>el</strong>chior Díaz episode, Cabeza de Vaca’s civilizer<br />

discourse strife with the indigenous one, which is highlighted by the cruz and iglesia utterances 56 .<br />

90<br />

http://revistahistoria.universia.net


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

Though it is difficult to get at the marginalized and fragmented indigenous discourse in the<br />

episode, it does exist and can be detected, for instance, through the rejoinders in the text 57 .<br />

In La R<strong>el</strong>ación, Cabeza de Vaca’s rhetorical starting point is a clash of opposites: civilizer vs.<br />

barbarian. The natives are neither cristianos nor españoles. Instead, Cabeza de Vaca lab<strong>el</strong>s them<br />

barbarian people (bárbaras naçiones), whom he intends to subjugate and transform 58 . However,<br />

these people from the Americas actually begin as a mystery that initially shakes the conqueror’s<br />

sense of what the world is, for these lands and people are not known in his narratives. The<br />

natives’ ambiguity is partially pushed aside by imposing a known narrative on them, which begins<br />

with the term indio. However, as the interaction with the indigenous people dev<strong>el</strong>ops, it appears<br />

that depending on the political situation the Spanish conqueror identifies the native in varying<br />

ways -such as indio, hermano, amigo, esclavo, enemigo, or cristiano- but without really altering<br />

his perceived subordinate status 59 . Neverth<strong>el</strong>ess, Cabeza de Vaca cannot ignore the indigenous<br />

people’s presence and their discourse which he is comp<strong>el</strong>led to take into account and respond to.<br />

The Díaz episode documents the Spanish violence that creates the conquered territory<br />

and brings with it the implementation of a coerced conversion of the subdued people whose<br />

communities are torn apart and whose members inevitably associate the cross and church with<br />

deadly assaults. The violent circumstances contribute to moments of obfuscation or incomplete<br />

or limited guidance on how Spaniards and natives can deal with each other. In the midst of<br />

the Spanish onslaught on the indigenous people, both groups awkwardly implement dissimilar<br />

discourse tools that provide knowledge and understanding (e.g., language, history, and customs)<br />

about thems<strong>el</strong>ves and others. For his part, Cabeza de Vaca seeks to clarify and stabilize the<br />

situation utilizing his civilizer discourse.<br />

Spanish aggression pressures different native groups or remnants of them to join in order<br />

to deal with the danger at hand 60 . The escaping indigenous people of the Culiacán region react to<br />

Spanish aggression by re-locating, fighting, and/or submitting with guarantees to their rights. This<br />

pattern of indigenous re-consolidation due to Spanish displacement is repeated throughout the<br />

northern regions. Under the Spanish pressure, natives re-group in order to improve their prospects<br />

for survival either in submission or reb<strong>el</strong>lion. The violence, though, profoundly redefines, or re-<br />

structures, or recreates ethnic group identities, affecting r<strong>el</strong>ationships and -under the Spanish-<br />

their official status.<br />

Once Cabeza de Vaca reunites with f<strong>el</strong>low Spaniards, he agrees to assist Chief Justice<br />

M<strong>el</strong>chior Díaz in h<strong>el</strong>ping to pacify the natives, who are fleeing the Spanish military assaults 61 . In<br />

the service of “Dios nuestro Señor” and “Vuestra Magestad,” Cabeza de Vaca and Díaz seek to<br />

resettle (poblar/asentar) these people and thus repair the damage done by the feudal-oriented<br />

Spanish military forces and consolidate them appropriat<strong>el</strong>y as a subordinate community within<br />

the universal empire 62 .<br />

In the Díaz episode, Cabeza de Vaca recedes to become the witness and symbol of<br />

the crown. His civilizer discourse promotes a persuasive approach that supposedly attracts the<br />

indigenous people to His Majesty’s lordship, señorio (debaxo de vuestro poder y señorío, estas<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

91


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

gentes vengan a ser verdaderamente y con entera voluntad sujetas al verdadero Señor) 63 . His<br />

language affirms the emperor’s governing control of a subdued region as he seeks to pacify the<br />

natives and construct a dual society, contributing to the invention of a subordinate indio, who<br />

at best turns out to be an incomplete cristiano 64 . Both the civilizer and encomendero-oriented<br />

Spanish discourses dovetail in their aim to not complement but oppose and to not supplement but<br />

replace the indigenous people’s discourse context.<br />

However, to the question about who is qualified and required to defend the emperor’s<br />

interests, the rhetoric of the encomendero brings up the Hispanic tradition of dividing the<br />

acquired wealth, which in this case is the indio labor. Cabeza de Vaca, to the contrary, replies<br />

that the crown is the only encomendero. Consequently, the indios are His Majesty’s. The natives,<br />

though, do not share the perspective of either Spanish conqueror, for their utterances about their<br />

ancestors present an alternative source of authority, which supports their independence 65 . These<br />

oppositional views continue to persist during the negotiations Díaz and Cabeza de Vaca conduct<br />

with the indigenous people.<br />

In a much disrupted region, Cabeza de Vaca presents his assistance to M<strong>el</strong>chior Díaz in<br />

pacifying natives as a needed decisive action, for he is maneuvering to guarantee the emperor’s<br />

control (poder y señorio) of indigenous people and resources in newly conquered areas and on<br />

the fringe of the continuing expanding imperial border. Through his civilizer discourse, Cabeza<br />

de Vaca strives to articulate the proper and successful imperial approach that accomplishes<br />

the conversion duty and demonstrates loyalty (his servicio) to the emperor, professing that his<br />

approach can effectiv<strong>el</strong>y speed up the stabilization and assimilation of a conquered region.<br />

Neverth<strong>el</strong>ess, he is faced with the fundamental difficulty of making his alien discourse and rule<br />

acceptable to the indigenous people, specifically to the native principales señores (indigenous<br />

chiefs) among whom loyalty to their cultural/social discourse traditions remains strong, e.g., their<br />

oral histories and commemorative rituals.<br />

His civilizer discourse d<strong>el</strong>etes indigenous conceptual narratives that are the basis of native<br />

authority, substituting them with cristiano/Hispanic ones. It is as if he changes the native people<br />

into blank sheets of paper on which he inscribes who they now are, shifting the indio perspective<br />

to a new history that re-defines the cristiano past as legitimate and that, in turn, ignores the<br />

natives’ own constructions of their past 66 . For instance, Cabeza de Vaca’s and Díaz’s fulfillment<br />

of the requerimiento legal obligation (which Guzmán fails to implement) clearly demands from the<br />

natives the forceful break from their cultural discourse memories by commanding their immediate<br />

allegiance to the Spanish crown and threatening a wide variety of aggressive actions against<br />

them if they do not 67 . In the M<strong>el</strong>chior Díaz episode, Cabeza de Vaca’s civilizer unifying language<br />

means to co-opt the subdued natives and replace their authority and independent histories,<br />

turning them into useable <strong>el</strong>ements in the formation of the empire 68 . It also attempts to stamp out<br />

any infringement by the Spanish conqueror of the centralizing prerogative of the crown.<br />

Cabeza de Vaca in his account also presents hims<strong>el</strong>f the as law-abiding servant of the<br />

Spanish crown, who journeys across the American land speaking about the cruz and iglesia and<br />

t<strong>el</strong>ling all to b<strong>el</strong>ieve in and serve (creyessen, sirviessen) God, which are terms that mandate,<br />

92<br />

http://revistahistoria.universia.net


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

legitimize, and solidify the Spaniard Providential right to empire 69 . In the Díaz episode, his civilizer’s<br />

imperial corporate discourse is credited with bringing the fleeing natives to the negotiating table<br />

as w<strong>el</strong>l as inducing them to accept the Spanish crown 70 . The indios become subordinated<br />

cristianos with whom treaties are enacted. They are settled and their life is regulated (turning the<br />

native voice into a passive whisper). Spanish imperial forces, as w<strong>el</strong>l, have a base in the pacified<br />

communities from where to continue empire building. Cabeza de Vaca’s language asserts that his<br />

approach allows the establishment of enforceable Spanish imperial norms, whose results give the<br />

crown the most gains and ensure the stability of the throne’s domain in an expanding, enduring,<br />

and peaceful realm.<br />

John H. Elliott in Empires of the Atlantic World observes that the Spanish imperial policy<br />

was to “reduc[e] the savage people to Christianity and civility” 71 . In the Díaz episode, Cabeza<br />

de Vaca’s civilizing discourse implements this by narrativ<strong>el</strong>y defining and exercising authority<br />

over bárbaras naçiones 72 . Through the utterances cruz and iglesia, he organizes conquered<br />

native territories around imperial corporate values, designating communities by means of the<br />

iconography of crosses and churches, which are one in the emperor 73 . Consequently, Cabeza<br />

de Vaca thanks merciful God our Lord (Dios nuestro Señor) for living in the days when under the<br />

dominion of Your Majesty (Vuestra Magestad) the indios truly submit voluntarily to the real Lord<br />

who created and redeemed them 74 .<br />

However, Cabeza de Vaca, in the M<strong>el</strong>chior Díaz incident, is confronted by the indigenous<br />

community discourse that challenges his civilizer utterances by re-defining what are acceptable<br />

meanings and limitations for the natives 75 . It is Cabeza de Vaca’s use of the gourd (calabaçón) and<br />

not the cross (cruz) that induces indigenous leaders to accede to a dialogue between the Spaniards<br />

and the natives, for the gourd carries a narrative that he may not clearly comprehend but which<br />

he knows must be used to communicate a reciprocal discourse frame that allows a dialogue 76 . He<br />

is obligated to work within and with the native community in order to have a language that truly<br />

validates authority for the indigenous people. The gourd as a sign expresses the sphere of native<br />

political power and structure and its interconnected expectations 77 . His use of it demonstrates that<br />

he anticipates the native questions about authority and discourse orientation 78 .<br />

Though the natives are forced to deal within a conflict environment with culturally intrusive<br />

Spanish forces that lead to immense cultural loss, they resist, evade, adjust, and deflect the<br />

aggressors as much as possible. Under the Spanish armed pressure, the natives acknowledge<br />

the outward forms of the imposed imperial r<strong>el</strong>ationships of the cruz and iglesia and endeavor to<br />

adapt or even redefine the terms into their ideological frame. From a weak political position, the<br />

indigenous chiefs negotiate with Díaz and Cabeza de Vaca and try to use the Spanish system<br />

as an instrument for accomplishing their governing aims, such as utilizing cruz and iglesia to<br />

deal with and resolve the Spanish violence against their communities. They incorporate those<br />

utterances without necessarily being committed to Cabeza de Vaca’s Providential mandate or<br />

agreeing with his civilizer philosophical underpinnings. For instance, it is not at all clear that<br />

the indigenous people accept or understand the cristiano/Hispanic significance of Cabeza de<br />

Vaca’s greatest claim to success: the fulfillment of his order (mandamos) to the indios to establish<br />

churches with crosses (hiziessen iglesias y pusiesen cruzes) 79 .<br />

The dissimilar or utterly different Spanish and indigenous discourses do produce and<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

93


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

frame two distinct sets of interpretive conventions. As an example, the natives t<strong>el</strong>l Cabeza de<br />

Vaca their r<strong>el</strong>igious b<strong>el</strong>iefs are based on what their ancestors have passed down from long ago.<br />

Their words root them to the land through their ancestors (sus padres y abu<strong>el</strong>os), who were there<br />

long before the Spaniards’ arrival. The natives communicate that their r<strong>el</strong>ationships of legitimacy<br />

are apart from the Spanish imperial context. It is their forebears who link them and give value to<br />

their discourse 80 . This echoes other indigenous peoples’ statements to the Spanish invaders 81 .<br />

Their ancestors are the basis of their legitimacy.<br />

This notion, neverth<strong>el</strong>ess, does not count within the cristiano/Hispanic empire building<br />

context because, as Gómara states in his Historia General de las Indias, the Spaniards are<br />

conquering the Americas in order to convert -and thus reveal the true God and Lord- and to fight<br />

the infid<strong>el</strong>s 82 . In addition, Cabeza de Vaca emphasizes service to the sovereign as the basis of<br />

his actions in fulfilling the civilizer’s tasks, specifically the conversion of the indigenous people.<br />

Legitimacy is defined by his civilizer discourse, which supposedly facilitates the subordination and<br />

incorporation of the natives’ social allegiance and identity to the Spanish universal empire, for<br />

they apparently give thems<strong>el</strong>ves up to the superior cristiano/Hispanic cultural history 83 .<br />

Because of the depth of the destruction and the rending of the social fabric of the Culiacán<br />

area native communities in 1536, the tribal leaders are forced to negotiate with the invading<br />

Spaniards 84 . The Spanish señorio demands from the natives a new ritual of observance, which aims<br />

to change their social boundaries. Cabeza de Vaca’s discourse requires that all indios abandon<br />

their own culture and adopt the cristiano/Hispanic way. The supposed indio acceptance of iglesia<br />

and cruz designates a native b<strong>el</strong>ief shift into a Hispanic imperial context, which assumes that the<br />

natives cannot see any reason to remain apart and, therefore, will wish not do so. Consequently,<br />

they agree to Spanish cristiano subordination (obedeçer sus mandamientos) 85 . However, there is<br />

one significant point that cannot be erased but which is ignored in the Díaz episode, and that is<br />

that the natives are free until the Spaniards arrive and subjugate them.<br />

In the M<strong>el</strong>chior Díaz incident, the required conversion of the natives to Catholicism<br />

underlies Cabeza de Vaca’s and Díaz’s peace protocol demands. They pressure the indigenous<br />

people to accept the required Spanish governing conventions through threats of violence and<br />

enslavement against them. Even though it is under military pressure that the native principales<br />

señores agree to accept the symbols of iglesia and cruz, the indigenous people do not simply<br />

passiv<strong>el</strong>y accept the Spanish terms for peace 86 . They bargain as they seek to protect their core<br />

interests. In exchange for protecting their rights to their lands and their security, the natives agree<br />

to the Spanish demands. For their part, Cabeza de Vaca and Díaz guarantee the natives’ safety,<br />

stating that the Spaniards (españoles) will receive them as brothers. However, the term “brothers”<br />

(hermanos) is quickly replaced by the phrase best of friends (grandes amigos). Yet, it becomes<br />

clear that even this phrase does not apply to the converted indigenous people, who turn out to<br />

be servants, for they are socially b<strong>el</strong>ow the español 87 . For instance, in this conquering context,<br />

the converted natives are obligated to obey, feed, and sh<strong>el</strong>ter the cristianos españoles. The<br />

aim of Cabeza de Vaca’s civilizing mission is not to incorporate the indios as “nosotros” but as<br />

94<br />

http://revistahistoria.universia.net


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

subordinates who are set apart from the Spaniards. He and Díaz dictate this hierarchy; hence, the<br />

natives are a type of “<strong>el</strong>los”.<br />

In addition, once Cabeza de Vaca establishes the social obligations of conversion, it<br />

follows that if the Christianized natives violate their presumed solemn vow to Catholicism, then<br />

they are heretics and, consequently, when and where necessary the full weight and severity of<br />

force must be brought to bear on them for their own good 88 . Cabeza de Vaca’s civilizer discourse<br />

justifies his and Díaz’s threatened aggression against the indios as fulfilling their obligation to<br />

direct the natives to the cristiano/Hispanic truth. After all, they have accepted Catholicism and if<br />

need be the natives must be reminded of that cristiano truth. This, of course, makes the civilizer’s<br />

commitment to win over the natives through persuasion problematic.<br />

Cabeza de Vaca’s civilizer statements about the indios being drawn to be Christians and<br />

to submit to the Imperial Majesty are contradicted by events, e.g., the coerced baptism of the sons<br />

of the principales señores (indigenous chiefs) or the readiness to use violence against the natives<br />

(Quien contra <strong>el</strong>los huviere de p<strong>el</strong>ear) 89 . Neverth<strong>el</strong>ess, first of all, Cabeza de Vaca presents the<br />

Spanish crown as reasserting its authority over the indigenous people, and he d<strong>el</strong>egitimizes<br />

the independent Spanish conqueror who is presented as de-centering the imperial endeavor 90 .<br />

Secondly, despite the inconsistency about the place of violence in the conquering enterprise, his<br />

language emphasizes not violence against the natives but instead their voluntary acceptance of<br />

Catholicism, which incorporates them into the universal. He states that the decisive issue is that<br />

indigenous people must be treated w<strong>el</strong>l, for there is no other approach (otro [camino] no) to empire<br />

building than the civilizer one, which addresses the natives’ desire to become cristianos and to<br />

obey the “Imperial Magestad” 91 . Cabeza de Vaca, in the role of r<strong>el</strong>iable witness, articulates what<br />

he designates as the proper path for the dev<strong>el</strong>opment and accomplishment of the Providential<br />

mandate through which he serves “Dios Nuestro Señor y Magestad” 92 .<br />

His discourse negates native meaning and legitimacy, for he argues their conversion to<br />

Catholicism is the process through which they gain substance. For instance, this is exemplified<br />

by his attempt to substitute the native god, Aguar, with the name of the cristiano god, Dios, which<br />

aims to redirect who the natives will serve and worship 93 . His and M<strong>el</strong>chior Díaz’s pressure on the<br />

natives to convert to Catholicism, though, will lead to a coerced community resettlement, involving<br />

their re-organization and re-congregation. This process unintentionally brings together diverse,<br />

fragmented, and ravaged natives who re-form their social r<strong>el</strong>ationships as w<strong>el</strong>l as community<br />

identities during the Spanish conquering and governance-dev<strong>el</strong>opment process 94 . Intentionally,<br />

Cabeza de Vaca’s discourse sets up the beginnings of an indigenous parall<strong>el</strong> yet subordinate<br />

line of authority, the república de los indios, which will be contested by the crown and the feudal-<br />

oriented <strong>conquistador</strong> 95 .<br />

However, Cabeza de Vaca’s attempt to use his unitary language to establish dominance<br />

over the natives is inconsistent because of the fact that at different times the speech of the<br />

indigenous people appears to retain, adapt, and even reject the Spanish imperial conversion<br />

discourse 96 . The indigenous people will not open negotiations without the discourse object-sign of<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

95


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

native culture (e.g., the gourd, calabaçón); they adapt to their cultural environment the imposed<br />

term Dios; and some as enemigos continue to complet<strong>el</strong>y and violently reject the Spanish 97 . In<br />

addition, the indio memories of the past speak, presenting the Spaniards with references to a<br />

history that gives the natives and not the Spaniards legitimacy 98 . The limited Spanish forces,<br />

as Cabeza de Vaca acknowledges, cannot at this time control the indios. In fact, they need the<br />

natives’ cooperation very much. Because of this, the indigenous people continue to retain their<br />

fundamental r<strong>el</strong>igious ideas embodied either by their divin<strong>el</strong>y recognized spiritual intermediaries<br />

or priests, and/or their principales señores.<br />

He ends the M<strong>el</strong>chior Díaz episode by stating that the negotiations with the natives are<br />

witnessed by a notary (en presençia d<strong>el</strong> escrivano), verifying his obedience to the emperor and<br />

the legitimacy of the discourse 99 . Neverth<strong>el</strong>ess, the difficulties of Spanish consolidation persist<br />

despite Cabeza de Vaca having declared pacification a success. He hims<strong>el</strong>f continues to shift<br />

the native’s identity back and forth between the categories of <strong>el</strong>los and nosotros notwithstanding<br />

having announced the transformation of the indigenous people into cristianos, which makes things<br />

problematic. In addition, the indigenous people appear to utilize cruz and iglesia as political tools<br />

without necessarily granting validity to the Spanish Providential values. In fact, indigenous cultural<br />

discourse persists, as it did in many native communities 100 . It should not be a surprise that as the<br />

indigenous people activ<strong>el</strong>y adapt to the dramatically changing circumstances they defend their<br />

community’s prerogatives, which are rooted in their history and cultural traditions. In the process,<br />

they reveal that they are not thoroughly assimilated or absorbed into the Spanish domain.<br />

On 15 May 1536, Cabeza de Vaca leaves the indios of the Culiacán region supposedly<br />

subdued and heads for Compost<strong>el</strong>a, where Governor Nuño de Guzmán is awaiting him. However,<br />

Cabeza de Vaca needs an escort to make sure he can reach his destination because natives<br />

continue to resist the Spaniards violently in what is declared to now be tierra cristiana, which<br />

turns out to be a Spanish ruined region and enemy dominated land 101 . This contests his civilizer<br />

claim that the cruz and iglesia have turned the indios into complete loyal servants of the Spanish<br />

domain. Neverth<strong>el</strong>ess, Cabeza de Vaca points out that this situation is the fault of the Spanish<br />

conqueror who covets feudalistic rights, because his ineffective, insufficient, and hasty measures<br />

to secure the regions create very unstable social conditions.<br />

Conclusion<br />

This discourse examination, of the M<strong>el</strong>chior Díaz episode in Cabeza de Vaca’s 1542 La<br />

R<strong>el</strong>ación, reveals the strife involved in the Spanish imperial enterprise between three contending<br />

discourses, each attempting to establish a particular ideological framework with which to<br />

define meaning and chann<strong>el</strong> the response of others 102 . The Díaz episode describes how in the<br />

Culiacán region the three discourses interact and affect one another in a very serious struggle<br />

over which group possesses authority and command in the territory. This results in a factional<br />

struggle between two Spanish groups and their assault on the cultural core of indigenous people.<br />

For his part, Cabeza de Vaca promotes a civilizer imperial discourse that is to be the guiding<br />

96<br />

http://revistahistoria.universia.net


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

influence in the dev<strong>el</strong>opment of empire. As a treasurer of the Spanish crown, Cabeza de Vaca’s<br />

language upholds the emperor’s rule over the encomendero-oriented Spanish conqueror, who is<br />

challenging the crown, and asserts His Majesty’s control over indigenous people and resources<br />

in newly conquered areas. His discourse is in conflict with the rhetoric of the encomenderos and<br />

would-be ones, as w<strong>el</strong>l as confronts the natives’ assertion of their independence.<br />

Although the feudal-oriented Spanish conqueror’s rhetorical perspective and that of the<br />

civilizer Cabeza de Vaca’s are struggling over the constitution of the Spanish empire through a<br />

common sanctioned vocabulary, the differences between the two discourses are significant. For<br />

Cabeza de Vaca, the independent Spanish conqueror’s words and deeds signify a trend that<br />

endangers the completion of the universal empire and the emperor’s sovereignty. His discourse,<br />

consequently, supports an Emperador Rey authoritative center with which he disputes the Spanish<br />

conqueror’s contentions to earned encomendero rights.<br />

Cabeza de Vaca’s civilizer discourse depicts his ordeal in the M<strong>el</strong>chior Díaz episode as<br />

concret<strong>el</strong>y fulfilling beyond a doubt the Providential mandate. His civilizer language challenges the<br />

encomendero-oriented conqueror’s hold on the instrument of warfare and coercion by claiming he<br />

is the one who applies the proper pacification approach and royal jurisdiction over the indigenous<br />

people. He utilizes the rhetoric of cruz and iglesia to demonstrate how to mend the dreadful<br />

circumstances created by the feudal-oriented Spanish conqueror, whom he accuses of applying<br />

disruptive and degenerative approaches along with employing misleading rhetoric. He professes<br />

that his persuasive Christianizing approach effectiv<strong>el</strong>y hastens the stabilization and assimilation<br />

of a conquered region and will lead to the establishment of the emperor’s political domain. In<br />

addition, in the Díaz episode, his claim of successfully pacifying the land not only testifies for the<br />

Emperador Rey’s assertion of authority but contrasts with the encomendero-oriented Spanish<br />

conqueror’s failed policies that damage the process of empire building -creating an unbalanced<br />

symbiosis- and, consequently, make him unworthy of the Providential mandate that validates the<br />

Spanish empire’s exercise of universal and exclusive sovereignty.<br />

In Cabeza de Vaca’s narrative, a crucial question is who owns interpretative authority,<br />

which is r<strong>el</strong>ated to issues of control and power. Cabeza de Vaca’s civilizer language defends<br />

the crown’s interests by formulating an end to all the separate rhetorical currents, especially the<br />

native one that fights against the dreaded dangers of the tribal community losing its integrity and<br />

independence to the Spaniards. Despite the problematic sanction of violence, Cabeza de Vaca<br />

claims to save the indios from their unenlightened state by persuading them to voluntarily convert,<br />

emphasizing that there can be no other way to empire building that fulfills the natives’ desire to<br />

become part of the crown’s realm. With the morality and ideology of this language underpinning<br />

Cabeza de Vaca’s actions, he attempts to complete the Spanish divine mission of the universal<br />

empire under which indigenous people are subordinated as vassals 103 .<br />

Cabeza de Vaca’s discourse supports the sovereignty of the monarch by reinforcing<br />

patterns of reference that produce and organize information with which the emperor can<br />

subsume all within the dev<strong>el</strong>oping Christian universal empire. The rhetorical conquering process<br />

appropriates and occupies the territories of the Americas, re-creating the cultural space in a<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

97


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

hierarchical and centralizing manner in which the emperor is the authoritative core. In Cabeza<br />

de Vaca’s civilizer discourse, crucial terms like cruz and iglesia drive an emperor’s officializing,<br />

regularizing, and centralizing agenda that re-orders the substance of the Spanish debate about the<br />

Providential mandate in the construction of the empire 104 . Cabeza de Vaca’s utterances resonate<br />

with expansionist millennialist attitudes and values as w<strong>el</strong>l as put forth a powerful corporate<br />

imperial identity with which to re-conceptualize and restructure the ever growing universal empire<br />

under the emperor’s civilizing and centralized domain.<br />

Sources<br />

Cabeza de Vaca, Álvar Núñez. La R<strong>el</strong>ación. Zamora, Augustin de Paz y Juan Picardo, 1542.<br />

Díaz d<strong>el</strong> Castillo, Bernal, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España. Madrid, Espasa Calpe, 1992.<br />

López de Gómara, Francisco, Historia General de las Indias: Hispania Victrix. Vol. I. Barc<strong>el</strong>ona, Ediciones Orbis, S.A.,<br />

1985.<br />

Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia General y Natural de las Indias. Perez de Tud<strong>el</strong>a Bueso, Juan (ed.). Vol. I y IV.<br />

Madrid, Ediciones Atlas, 1992.<br />

Bibliography<br />

Adorno, Rolena and Pautz, Patrick Charles (eds.) Álvar Núñez Cabeza de Vaca: His Account, His Life, and the Expedition<br />

of Pánfilo de Narváez. Vol. 1 and 2. Lincoln, University Of Nebraska Press, 1999.<br />

Alcock, Susan E.; D’Altroy, Terence N.; Morrison, Kathleen D.; and Sinopoli, Carla M. Empires: Perspectives from<br />

Archaeology and History. Cambridge, Cambridge University Press, 2001.<br />

Bakhtin, Mikhail M. The Dialogic Imagination. Holquist, Micha<strong>el</strong> (ed.). Translated by Carly Emerson and Micha<strong>el</strong> Holquist.<br />

Austin, University of Texas Press, 1981.<br />

-------------------------. Speech Genres and Other Late Essays. Emerson, Caryl and Hoquist, Micha<strong>el</strong> (eds.). Translated by<br />

Vern W. McGee. Austin, University of Texas Press, 1986.<br />

Bakhtin, Mikhail M. and Medvedev, Pav<strong>el</strong> N. The Formal Method in Literary Scholarship. Translated by Albert J. Wehrle.<br />

Cambridge, Harvard University Press, 1985.<br />

Barr, Juliana. “Geographies of Power: Mapping Indian Borders in the ‘Borderlands’ of the Early Southwest”. The William<br />

and Mary Quarterly. Vol. 68, No 1, Williamsburg, Virginia, January 2011.<br />

Bauer, Ralph. The Cultural Geography of Colonial American Literatures: Empire, Trav<strong>el</strong>, Modernity. Cambridge, Cambridge<br />

University Press, 2003.<br />

Dand<strong>el</strong>et, Thomas James. Spanish Rome, 1500-1700. New Haven, Yale University Press, 2001.<br />

Day, David. Conquest: How Societies Overwh<strong>el</strong>m Others. Oxford, Oxford University Press, 2008,<br />

Elliott, John H. Empires of the Atlantic World: Britain and Spain in America 1492-1830. New Haven, Yale University Press,<br />

2006.<br />

-------------------. Spain And Its World 1500-1700. New Haven, Yale University Press, 1989.<br />

Greenblatt, Stephen. Marv<strong>el</strong>ous Possessions: The Wonder of the New World, Chicago. The University of Chicago Press,<br />

1991.<br />

Himmerich y Valencia, Robert. The Encomenderos of New Spain, 1521-1555. Austin, University of Texas Press, 1991.<br />

Karttunen, Frances. Between Worlds: Interpreters, Guides, and Survivors. New Brunswick, New Jersey, Rutgerd University<br />

Press, 1994.<br />

Kubler, George. Esthetic Recognition of Ancient Ameridian Art. New Haven, Yale University Press, 1991.<br />

M<strong>el</strong>ton-Villanueva, Miriam. “Late Nahuatl Testaments from the Toluca Valley: Indigenous-Language Ethnohistory in the<br />

Mexican Independence Period”. Ethnohistory. Vol. 55, No 3, Durham, Summer 2008.<br />

Mills, Barbara J. “How the Pueblo Became Global: Colonial Appropriations, Resistance, and Diversity in the North<br />

American Southwest”. Archaeologies. Vol. 4, No 2, New York, August 2008.<br />

Mundy, Barbara E. The Mapping of New Spain: Indigenous Cartography and the Maps of the R<strong>el</strong>aciones Geográficas.<br />

Chicago, The University of Chicago Press, 2000.<br />

Padrón, Ricardo. The Spacious Word: Cartography, Literature, and Empire in Early Modern Spain. Chicago, University of<br />

Chicago Press, 2004.<br />

98<br />

http://revistahistoria.universia.net


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

Panich, Lee M. “Missionization and the Persistence of Native Identity on the Colonial Frontier of Baja California”.<br />

Ethnohistory. Vol. 57, No 2, Durham, Spring 2010.<br />

Rabasa, José. Writing Violence on the Northern Frontier: The Historiography of Sixteenth-century New Mexico and Florida<br />

and the Legacy of Conquest. Durham, Duke University Press, 2000.<br />

Reséndez, Andrés. A Land So Strange: The Epic journey of Cabeza de Vaca. New York, Basic Books, 2007.<br />

Rivera, Luis N. A Violent Evang<strong>el</strong>ism: The Political and R<strong>el</strong>igious Conquest of the Americas. Louisville, Kentucky,<br />

Westminster/John Knox Press, 1992.<br />

Salomons, Carolyn. “Hybrid Historiography: Pre- and Post-conquest Latin America and Perceptions of the Past”. Past<br />

Imperfect. Vol. 12, Edmonton, Canada, 2006 .<br />

Seed, Patricia. American Pentimento: The Invention of Indians and the Pursuit of Riches. Minneapolis, University of<br />

Minnesota Press, 2001.<br />

Serés, Guillermo. “Ariosto, los Reyes Católicos y la Monarchia Christianorum carolina”. Revista de Indias. Vol. LXXI, No<br />

252, Madrid, España, 2011.<br />

Simpson, Lesley Byrd. The Encomienda in New Spain. Berk<strong>el</strong>ey, University of California Press, 1950.<br />

Terraciano, Kevin. R<strong>el</strong>igion and the Church in Early Latin America”. Hsia, Po-chia (ed.). A Companion to the Reformation<br />

World. Oxford, Blackw<strong>el</strong>l Publishing, 2006, pp. 336-352.<br />

Tavárez, David E. “Idolatry as an Ontolological Question: Native Consciousness and Juridical Proof in Colonial Mexico”.<br />

Journal of Early Modern History. Vol. 6, No 2, Leiden, The Netherlands, 2002.<br />

Tyler, Stephen. “Memory and Discourse”. Fries, Peter H., et. al. (eds.), R<strong>el</strong>ations and Function Within and Around<br />

Language. New York, Continuum, 2002, pp. 189-224.<br />

Voloshinov, Valentin N. Marxism and the Philosophy of Language. Translated by Ladislav Matejka and I. R. Titunik.<br />

Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press, 1973.<br />

Wallerstein, Immanu<strong>el</strong>. European Universalism: the Rhetoric of Power. New York, The New Press, 2006.<br />

Weber, David J. Bárbaros: Spaniards and Their Savages in the Age of Enlightenment. New Haven, Yale University Press,<br />

2005.<br />

Wright, Ronald. Stolen Continents: The Americas Through Indian Eyes Since 1492. New York, Houghton Mifflin Company,<br />

1992.<br />

Zavala, Silvio. La encomienda Indiana. 2nd edition. Mexico City, Editorial Porrúa, 1973.<br />

Notes<br />

1 “After having sent the indios away, alclade Zebreros and three other Christians took us under their charge who showed<br />

us how much men deceive others because we were seeking freedom and, in turn, when we thought we had gained it the<br />

opposite occurred. And in order to keep us from communicating with the indios, they led us through the unpopulated hills.<br />

They did not want us to be aware of their deceitful actions, for they had agreed to seize the indios whom we had sent<br />

away reassured and in peace. And so they accomplished what they planned”. The Cabeza de Vaca translations are my<br />

own, and for the Spanish quotations, I follow the original orthography. Álvar Núñez Cabeza de Vaca, La R<strong>el</strong>ación, Zamora,<br />

Augustin de Paz y Juan Picardo, 1542, sig. H4v.<br />

2 Ralph Bauer, The Cultural Geography of Colonial American Literatures: Empire, Trav<strong>el</strong>, Modernity, Cambridge,<br />

Cambridge Press, 2003, pp. 35, 36. The r<strong>el</strong>ación de méritos y servicios seeks to gain royal favors based on merit of the<br />

author’s conduct while in service of the crown.<br />

3 Cabeza de Vaca, op. cit., sig. A3r. The referred area indicates a vast unexplored region that began at the Río Soto la<br />

Marina (present day Tamaulipas, Mexico) to the tip of the Florida Peninsula. Rolena Adorno and Patrick Charles Pautz,<br />

(eds.), Álvar Núñez Cabeza de Vaca: His Account, His Life, and the Expedition of Pánfilo de Narváez, Vol. 1, Lincoln,<br />

University Of Nebraska Press, 1999, p. 23.<br />

4 The encomienda is a grant by the Spanish crown of the right of the grantee to receive the labor and tribute of indios within<br />

a certain territory. See the following landmark and fundamental works on the encomienda Silvio Zavala, La encomienda<br />

Indiana, 2nd edición, Mexico City, Editorial Porrúa, 1973; Lesley Byrd Simpson, The Encomienda in New Spain, Berk<strong>el</strong>ey,<br />

University of California Press, 1950.<br />

5 Bauer, op. cit., p. 40.<br />

6 Ibid., pp. 42, 44.<br />

7 John H. Elliott, Empires of the Atlantic World: Britain and Spain in America 1492-1830, New Haven, Yale University<br />

Press, 2006, p. 130.<br />

8 Adorno and Pautz, op. cit., Vol. 1, p. 374.<br />

9 Cabeza de Vaca, op. cit., sig. H3r.<br />

10 For instance, Gonzalo Fernández de Oviedo, who is appointed in 1532 official royal chronicler of the Indies by Charles<br />

V, notes that as a faithful scribe he will be rewarded by His Imperial Majesty who is needed by the entire “universal<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

99


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

república cristiana,” because of his Christian rule as w<strong>el</strong>l as being in direct line of Roman emperors, “Vuestra Cesárea<br />

Majestad”. Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia General y Natural de las Indias, Vol. I, ed. Juan Perez de Tud<strong>el</strong>a<br />

Bueso, Madrid, Ediciones Atlas, 1992, pp. 12, 17-20.<br />

11 David E. Tavárez, “Idolatry as an Ontolological Question: Native Consciousness and Juridical Proof in Colonial Mexico,”<br />

Journal of Early Modern History, Vol. 6, No. 2, Leiden, The Netherlands, 2002, pp. 1145-139, (p. 124).<br />

12 Elliott, op. cit., 2006, p. 121.<br />

13 Patricia Seed, American Pentimento: The Invention of Indians and the Pursuit of Riches, Minneapolis, University of<br />

Minnesota Press, 2001, pp. 63, 64.<br />

14 Elliott, op. cit., 2006, pp. 40, 132.<br />

15 The term servicio for the conqueror takes on the connotations of expected reciprocity from the Monarch.<br />

16 Elliott, op. cit., 2006, pp. 131, 132. The Comuneros Revolt originally involves some of the eighteen cities in the crown of<br />

Castile represented in the Castilian Cortes. Andrés Reséndez notes that Cabeza de Vaca fought the Comuneros. Andrés<br />

Reséndez, A Land So Strange: The Epic journey of Cabeza de Vaca, New York, Basic Books, 2007, pp. 49, 50.<br />

17 Guillermo Serés comments on la tercera redacción (C 1532) d<strong>el</strong> Orlando furioso by Ariosto, pointing out the Providential<br />

view of Charles V as the one pastor and the one monarch who will bring peace and justice. Guillermo Serés, “Ariosto, los<br />

Reyes Católicos y la Monarchia Christianorum carolina,” Revista de Indias, Vol. LXXI, Núm. 252, Madrid, España, 2011,<br />

pp. 331-363, (pp. 331, 332).<br />

18 John H. Elliott, Spain And Its World 1500-1700, New Haven, Yale University Press, 1989, pp. 8-10. John H. Elliott has<br />

commented that millennialism for the Spanish conqueror involved the notion of being chosen by God to fight the enemies<br />

of their faith, a holy war. He executed the divine will, upholding and extending Catholic Christianity.<br />

19 Bauer, op. cit., pp. 44, 46, 48.<br />

20 Susan E. Alcock, et. al., Empires: Perspectives from Archaeology and History, Cambridge, Cambridge University Press,<br />

2001, p. 185.<br />

21 Cabeza de Vaca, op. cit., sigs. H1r, E5v, H7r.<br />

22 Ibid., sigs. H1r, H1v.<br />

23 Guzmán serves as Governor of the province of Pánuco from 1525–1533, President of the first Audiencia from 1528-<br />

30, and as Governor of Nueva Galicia from 1529–1534. In March 1531, Guzmán’s army reaches the site of present-day<br />

Culiacán (now in Sinaloa), where his force proceeds to enslave the inhabitants and devastate the region. Despite the fact<br />

that the Spanish Crown at times uses Guzmán as a counter balance to another autonomous-oriented conqueror Cortés,<br />

he is a threat to the authority and power of the crown, leading to Guzmán’s arrest in 1536 for treason.<br />

24 Nuño de Guzmán establishes encomiendas for hims<strong>el</strong>f and his Spanish followers and even seizes land previously<br />

granted to other Spaniards. In 1536, the Viceroy of New Spain, Antonio de Mendoza arrests Guzmán and imprisons him<br />

(1536-1538) and is then returned to Spain where he dies in obscurity. Encomienda, in the Spanish colonies, is a grant of<br />

authority over natives who provide cheap labor and periodic payments of goods to the encomendero, who is obliged to<br />

Christianize the indigenous people.<br />

25 Requerimiento was a document that was read aloud by the Spanish <strong>conquistador</strong>es of the early sixteenth century to<br />

native peoples in the Americas, demanding that they submit thems<strong>el</strong>ves to Spanish rule and to Christianity. If they did not,<br />

the <strong>conquistador</strong>es were permitted to conduct just war on them leading to their death or enslavement.<br />

26 Rolena Adorno and Patrick Charles Pautz (eds.), Álvar Núñez Cabeza de Vaca: His Account, His Life, and the Expedition<br />

of Pánfilo de Narváez, Vol. 2, Lincoln, University Of Nebraska Press, 1999, pp. 370, 372.<br />

27 The encomederos are also in conflict with r<strong>el</strong>igious orders over indigenous labor. But the orders thems<strong>el</strong>ves are a<br />

possible problem to the crown. The Franciscan Diego de Landa, for instance, in his struggle with the encomendero<br />

“asserted that his jurisdiction was not only independent of the civil court of appeals, but also of the authority of the<br />

archbishop in Mexcio City. Landa claimed that he was subject directly to the pope.” Frances Karttunen, Between Worlds:<br />

Interpreters, Guides, and Survivors, New Brunswick, New Jersy, Rutgerd University Press, 1994, pp. 96, 97.<br />

28 Mikhail M. Bakhtin, Speech Genres and Other Late Essays, trans. Vern W. McGee, Austin, University of Texas Press,<br />

1986, pp. 94, 95.<br />

29 Stephen Tyler, “Memory and Discourse,” in R<strong>el</strong>ations and Function Within and Around Language, Peter H. Fries, et. al.<br />

(eds.), New York, Continuum, 2002, pp. 189-224, (p. 211).<br />

30 Luis N. Rivera, A Violent Evang<strong>el</strong>ism: The Political and R<strong>el</strong>igious Conquest of the Americas, Louisville, Kentucky,<br />

Westminster/John Knox Press, 1992, pp. 50, 51.<br />

31 Bakhtin, op.cit., 1986, pp. 87, 88.<br />

32 Rivera, op. cit., p. 57; David Day, Conquest: How Societies Overwh<strong>el</strong>m Others, Oxford, Oxford University Press, 2008,<br />

p. 75.<br />

33 Elliott, op. cit., 2006, p. 66.<br />

34 Valentin N. Voloshinov, Marxism and the Philosophy of Language, trans. Ladislav Matejka and I. R. Titunik, Cambridge,<br />

Massachusetts, Harvard University Press, 1973, p. 68.<br />

35 Cabeza de Vaca, op. cit., sigs. A8v, C4r, F3v, H1r, H3v, H4r, H5r, H7r; Elliott, op. cit., 2006, pp. 14, 23.<br />

36 Mikhail M. Bakhtin, The Dialogic Imagination, ed. Micha<strong>el</strong> Holquist, trans. Carly Emerson and Micha<strong>el</strong> Holquist, Austin,<br />

University of Texas Press, 1981, pp. 257, 281.<br />

37 Kevin Terraciano, “R<strong>el</strong>igion and the Church in Early Latin America,” in A Companion to the Reformation World, ed. Po-<br />

100<br />

http://revistahistoria.universia.net


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

chia Hsia, Oxford, Blackw<strong>el</strong>l Publishing, 2006, pp. 336-352, (pp. 336, 337).<br />

38 Cabeza de Vaca, op. cit., sig. A8r.<br />

39 Ibid., sig. H3v.<br />

40 Ibid., sigs. A8r, H4r.<br />

41 Cabeza de Vaca, op. cit., sig. H4r.<br />

42 Bauer, op. cit., pp. 33, 48, 49.<br />

43 Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia General y Natural de las Indias, Vol. IV, ed. Juan Perez de Tud<strong>el</strong>a Bueso,<br />

Madrid: Ediciones Atlas, 1992, pp. 287, 313. Oviedo read the Joint Report of Cabeza de Vaca and his f<strong>el</strong>low expeditionary<br />

survivors and Cabeza de Vaca gave him access to the manuscript in progress that became La R<strong>el</strong>ación.<br />

44 Thomas James Dand<strong>el</strong>et, Spanish Rome, 1500-1700, New Haven, Yale University Press, 2001, pp. 31, 32; Cabeza de<br />

Vaca, op. cit., sigs. A1v, H7r.<br />

45 Elliott, op. cit., 1989, pp. 8, 9, 10.<br />

46 Cabeza de Vaca, op. cit., sigs. H1r, H2r.<br />

47 Bauer, op. cit., pp. 44, 48.<br />

48 Rivera, op. cit., pp. 50 115, 116.<br />

49 Bakhtin, op. cit., 1981, pp. 352, 354.<br />

50 Cabeza de Vaca, op. cit., sigs. H3v, H3r, H4v, H1r.<br />

51 Adorno and Pautz, op. cit., Vol. 2, p. 372.<br />

52 Reséndez, op. cit., pp. 210, 211.<br />

53 Bakhtin, op.cit., 1981, p. 401.<br />

54 Bauer, op. cit., p. 54.<br />

55 In the narrative, Cabeza de Vaca presents hims<strong>el</strong>f as representative of the true ruler, depicting Your Majesty (Vuestra<br />

Magestad) as the one who intertwines both crown and church (Sacra, Cesárea, Católica Magestad) and is renovating the<br />

empire. Cabeza de Vaca, op. cit., sig. A1v; Serés, op cit., pp. 336, 354.<br />

56 His civilizer discourse also confirms the legitimacy of the imperial endeavor through narrative utterances associated with<br />

cross and church, such as santiguamos, después de santiguado, creyessen en Dios nuestro Señor, or santiguar. Cabeza<br />

de Vaca, op. cit., sigs. D2r, E6r, E7v, G2r.<br />

57 Bakhtin, op.cit., 1986, pp. 124, 125.<br />

58 Cabeza de Vaca, op. cit., sigs. A2r, A2v.<br />

59 Ibid., sigs. H3v, H6r, H7v.<br />

60 An example of the native reconfiguration is in Texas involving the remnants of the Coahuilteco-, Comecrudo-, and<br />

Cotoname-speaking people. Juliana Barr, “Geographies of Power: Mapping Indian Borders in the ‘Borderlands’ of the<br />

Early Southwest,” The William and Mary Quarterly, Vol. 68, No. 1, Williamsburg, Virginia, January 2011, pp. 5-46, (pp. 12,<br />

13). Another example of this involves the remnants of Seris and Pimas in Sonora and Chichimecas in Coahuila. David J.<br />

Weber, Bárbaros: Spaniards and Their Savages in the Age of Enlightenment, New Haven, Yale University Press, 2005,<br />

p. 71.<br />

61 Cabeza de Vaca, op. cit., sig. H5r.<br />

62 Ibid., sigs. H4v, H5r.<br />

63 Stephen Greenblatt, Marv<strong>el</strong>ous Possessions: The Wonder of the New World, Chicago, The University of Chicago Press,<br />

1991, p. 82; Cabeza de Vaca, op. cit., sigs. G8r, H7r.<br />

64 This process, though, also affects the Spanish cristianos in the Americas with the creation of the indianos. A term used<br />

to call someone returning from the Americas with riches. George Kubler, Esthetic Recognition of Ancient Ameridian Art,<br />

New Haven, Yale University Press, 1991, pp. 14, 15; Seed, op. cit., p. 125.<br />

65 Robert Himmerich y Valencia, The Encomenderos of New Spain, 1521-1555, Austin, University of Texas Press, 1991,<br />

pp. 10, 11.<br />

66 Carolyn Salomons, “Hybrid Historiography: Pre- and Post-conquest Latin America and Perceptions of the Past,” Past<br />

Imperfect, Vol. 12, Edmonton, Canada, 2006, pp. 1-33, accessed May 28, 2011, , pp. 3, 4, 5, 15.<br />

67 Cabeza de Vaca, op. cit., sig. H6r.<br />

68 Bakhtin, op. cit., 1981, p. 271.<br />

69 Ricardo Padrón, The Spacious Word: Cartography, Literature, and Empire in Early Modern Spain, Chicago, University<br />

of Chicano Press, 2004, pp. 78, 79; Cabeza de Vaca, op. cit., sigs. A2r, A3r, H5v.<br />

70 Cabeza de Vaca, op. cit., sig. H5v ; José Rabasa, Writing Violence on the Northern Frontier: The Historiography of<br />

Sixteenth-century New Mexico and Florida and the Legacy of Conquest, Durham, Duke University Press, 2000, p. 80.<br />

71 Elliott, op. cit., 2006, p. 66.<br />

72 Cabeza de Vaca, op. cit., sig. A2r<br />

73 Barbara E. Mundy, The Mapping of New Spain: Indigenous Cartography and the Maps of the R<strong>el</strong>aciones Geográficas,<br />

Chicago, The University of Chicago Press, 2000, p. 69.<br />

74 estas gentes vengan a ser verdaderamente y con entera voluntad sujetas al verdadero Señor que las crió y redimió.<br />

Cabeza de Vaca, op. cit., sig. H7r.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

101


Conflicting Discourses in the Conquest of the Americas in Alvar Núñez Cabeza de Vaca’s 1542 La R<strong>el</strong>ación.<br />

Ramon Sanchez<br />

75 Barr, op. cit., p. 10.<br />

76 Cabeza de Vaca, op. cit., sig. H5v.<br />

77 Bakhtin, op. cit., 1986, p. 124.<br />

78 Ibid., pp. 91, 99.<br />

79 Y nosotros les mandamos que hiziessen iglesias y pusiesen cruzes en <strong>el</strong>las, porque hasta entonces no las avían<br />

hecho.” We commanded them to build churches and place crosses in them. Until then, they had not done such a thing.<br />

Cabeza de Vaca, op. cit., sig. H6v.<br />

80 Ibid., sig. H6r.<br />

81 Bernal Díaz d<strong>el</strong> Castillo, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, Madrid, Espasa Calpe, 1992, pp.<br />

214, 226; Ronald Wright, Stolen Continents: The Americas Through Indian Eyes Since 1492, New York, Houghton<br />

Mifflin Company, 1992, pp. 146-148. For instance, the transcript of the 1524 debate between Nahuas and Franciscan<br />

missionaries communicates this point.<br />

82 Francisco López de Gómara, Historia General de las Indias: Hispania Victrix, Vol. I., Barc<strong>el</strong>ona, Ediciones Orbis, S.A.,<br />

1985, p. 25.<br />

83 Bakhtin, op. cit., 1981, pp. 276, 277.<br />

84 Cabeza de Vaca, op. cit., sigs. H1r, H1v, H2r, H5v, H6r.<br />

85 Ibid., sig. H6r.<br />

86 Ibid., sig. H6v.<br />

87 Cabeza de Vaca, op. cit., sig. H6r.<br />

88 Ibid., sigs. F3v, H6r; Immanu<strong>el</strong> Wallerstein, European Universalism: the Rhetoric of Power, New York, The New Press,<br />

2006, p. 7.<br />

89 Atraídos a ser christianos y a obediençia de la imperial magestad. Cabeza de Vaca, op. cit., sigs. H1v, F3v, H6v.<br />

90 Bauer, op. cit., p. 43.<br />

91 Cabeza de Vaca, op. cit., sig. H1v.<br />

92 Ibid., sig. H5r.<br />

93 Ibid., sig. H6r.<br />

94 Lee M. Panich, “Missionization and the Persistence of Native Identity on the Colonial Frontier of Baja California,”<br />

Ethnohistory, Vol. 57, No. 2, Durham, Spring 2010, pp. 225-262, (pp. 239, 247, 251, 252).<br />

95 Elliott, op. cit., 2006, pp. 169, 170.<br />

96 Bakhtin, op. cit., 1981, p. 271.<br />

97 Mikhail M. Bakhtin and Pav<strong>el</strong> N. Medvedev, The Formal Method in Literary Scholarship, trans. Albert J. Wehrle,<br />

Cambridge, Harvard University Press, 1985, p. 14; Cabeza de Vaca, op. cit., sigs. H5v, H6r, H7v.<br />

98 Cabeza de Vaca, op. cit., sigs. H6r, H6v; Tyler, 220.<br />

99 Ibid., sig. H6v.<br />

100 Barbara J. Mills, “How the Pueblo Became Global: Colonial Appropriations, Resistance, and Diversity in the North<br />

American Southwest,” Archaeologies, Vol. 4, No. 2, New York, August 2008, pp. 218-232, (pp. 224, 225). Mills reports<br />

on Zuni resistance to wheat in connection to tribal identity. Miriam M<strong>el</strong>ton-Villanueva, “Late Nahuatl Testaments from the<br />

Toluca Valley: Indigenous-Language Ethnohistory in the Mexican Independence Period,” Ethnohistory, Vol. 55, No. 3,<br />

Durham, Summer 2008, pp. 361-383, (pp. 361, 362, 363). Miriam M<strong>el</strong>ton-Villanueva documents an example of this in<br />

Nahuas continuing to write wills in their own language until w<strong>el</strong>l into the nineteenth century.<br />

101 Cabeza de Vaca, op. cit., sig. H7v.<br />

102 Bakhtin, op. cit., 1986, pp. 83, 84, 91.<br />

103 Day, op. cit., p. 138.<br />

104 Bauer, op. cit., p. 48.<br />

102<br />

http://revistahistoria.universia.net


AUTOR<br />

Roberto Luis<br />

Tortor<strong>el</strong>la<br />

Universidad Nacional<br />

de Mar d<strong>el</strong> Plata,<br />

Provincia de Buenos<br />

Aires, Argentina<br />

rltortor<strong>el</strong>la@mdp.edu.<br />

ar<br />

RECEPCIÓN<br />

16 de agosto 2012<br />

APROBACIÓN<br />

26 de octubre 2012<br />

DOI<br />

DOI 10.3232/RHI.2012.<br />

V5.N2.05<br />

La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando<br />

la izquierda nacionalista argentina a partir de un<br />

análisis de caso<br />

The Paradox of Anti-int<strong>el</strong>lectualism. Rethinking Argentinean Leftist Nationalism<br />

Starting From a Case Study<br />

A contradição do anti-int<strong>el</strong>ectualismo. Repensando a esquerda nacionalista<br />

Argentina a partir de uma análise de caso<br />

Ha sido habitual atribuir a los escritores de la izquierda nacionalista argentina un<br />

talante marcadamente antiint<strong>el</strong>ectualista. La existencia de hombres de ideas que hayan<br />

manifestado la tesitura antedicha constituye una paradoja que merece ser analizada.<br />

La puesta en r<strong>el</strong>ación de las trayectorias int<strong>el</strong>ectuales y políticas de los autores con los<br />

r<strong>el</strong>atos sobre lo nacional y las figuraciones d<strong>el</strong> int<strong>el</strong>ectual que de éstos se desprenden<br />

puede iluminar aspectos de otro modo opacos. Desde tal perspectiva se propone abordar<br />

la obra de Rodolfo Puiggrós, cuya producción permite observar un modo específico de<br />

tramitar <strong>el</strong> vínculo existente entre la interpretación d<strong>el</strong> pasado y <strong>el</strong> presente nacionales<br />

y <strong>el</strong> rol que tal escorzo asigna al int<strong>el</strong>ectual en <strong>el</strong> proceso histórico local. Se ofrece una<br />

lectura de la parábola trazada por la noción puiggrosiana d<strong>el</strong> “int<strong>el</strong>ectual revolucionario”,<br />

atendiendo a los desplazamientos y tensiones que la habitaron en la conversión nunca<br />

completa y unívoca d<strong>el</strong> autor desde <strong>el</strong> comunismo al peronismo.<br />

Palabras clave:<br />

Figuras de autor; Int<strong>el</strong>ectuales; Revolución; Marxismo; Peronismo<br />

Leftist nationalist Argentinean writers are regularly thought of as having a<br />

markedly anti-int<strong>el</strong>lectual stance. The existence of men of thought that have expressed<br />

this attitude constitute a paradox, which deserves to be analyzed. To r<strong>el</strong>ate the authors<br />

int<strong>el</strong>lectual and political trajectories with the stories about the nation and the appearance<br />

of int<strong>el</strong>lectuals in those stories can shed light on aspects that would otherwise remain<br />

unnoticed. The article proposes to analyze Rodolfo Puiggrós work from this perspective.<br />

His work allows us to observe a specific way of arranging the existing link between the<br />

national interpretations of the past and the present and the role that this perspective<br />

assigns the int<strong>el</strong>lectual in the local historical process. The article offers an interpretation<br />

of the parable drawn by the Puiggrósian notion of “the revolutionary int<strong>el</strong>lectual” focusing<br />

on the displacements and tensions that took place in the author’s never complete and<br />

univocal conversion from Communism to Peronism.<br />

Key words:<br />

Author figures; Int<strong>el</strong>lectuals; Revolution; Marxism; Peronism<br />

103


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

Tem sido habitual atribuir aos escritores da esquerda nacionalista Argentina um teor marcadamente<br />

anti-int<strong>el</strong>ectualista. A existência de homens com idéias que tenham manifestado a conjuntura mencionada<br />

anteriormente, constitui uma contradição que merece ser analisada. A listagem das trajetórias int<strong>el</strong>ectuais e<br />

políticas dos autores com os r<strong>el</strong>atos sobre o nacional e as figurações do int<strong>el</strong>ectual que d<strong>el</strong>es se desdobram<br />

podem iluminar aspectos que, de outro modo, ficariam opacos. Desde essa perspectiva se propõe abordar<br />

a obra de Rodolfo Puiggrós, cuja produção permite observar uma maneira específica de tramitar o vínculo<br />

existente entre a interpretação do passado e o presente nacional e o pap<strong>el</strong> que esse escorço atribui ao<br />

int<strong>el</strong>ectual no processo histórico local. É oferecida uma leitura da parábola traçada p<strong>el</strong>a noção puiggrosiana<br />

do “int<strong>el</strong>ectual revolucionário”, atendendo aos deslocamentos e tensões que a habitaram na conversão<br />

nunca completa e unívoca do autor desde o comunismo até o peronismo.<br />

Palavras-chave:<br />

Figuras do autor; Int<strong>el</strong>ectuais; Revolução; Marxismo; Peronismo<br />

Introducción<br />

En la caracterización de los autores que conformaron en los decenios centrales de la<br />

pasada centuria la heterogénea corriente de la izquierda nacionalista argentina , no ha sido<br />

infrecuente que se haya dejado indicado su talante predominantemente antiint<strong>el</strong>ectualista, en<br />

ciertas ocasiones refiriéndose al <strong>el</strong>enco en su conjunto , y en otras interpretando a algunos de sus<br />

más consagrados ideólogos y portavoces . Resulta por sí mismo evidente que la existencia de<br />

hombres de ideas en los que haya sido observada -con énfasis diferentes- la tesitura antedicha<br />

se constituye en un problema cuyo contorno paradojal merece ser analizado. En otras palabras,<br />

<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo atribuido a estos agentes deja al descubierto una interrogante a propósito<br />

de cómo gestionaron su propia condición de int<strong>el</strong>ectuales, cuestión a la cual la ap<strong>el</strong>ación a<br />

aqu<strong>el</strong>la categoría no sólo no responde, sino que la cubre de opacidades.<br />

En principio, cabe precisar <strong>el</strong> contenido de la noción aludida. En efecto, al concepto de<br />

antiint<strong>el</strong>ectualismo es inherente, como lo ha dejado indicado Gilman, una problematización de la<br />

r<strong>el</strong>ación entre la labor int<strong>el</strong>ectual y la acción, particularmente en lo que a la intervención eficaz<br />

en la arena política se refiere, cuyo rasgo definitorio reside en la vituperación d<strong>el</strong> primer orden de<br />

actividad a favor de la superioridad de la serie política. Precisamente, los sujetos privilegiados en<br />

esa sintaxis resultan <strong>el</strong> “hombre d<strong>el</strong> pueblo” y <strong>el</strong> “hombre de acción” .<br />

Si los dicterios contra la condición int<strong>el</strong>ectual en la historia cultural y política de Argentina<br />

podían encontrar sus motivos en las invectivas de cuño populista agitadas desde <strong>el</strong> horizonte<br />

peronista o en la fascinación que, dentro d<strong>el</strong> imaginario de izquierda, producían las posibilidades<br />

de la transformación revolucionaria de la sociedad en la convulsionada década d<strong>el</strong> ’60, aqu<strong>el</strong>los<br />

tenían sus antecedentes mediatos en una cuestión previa asociada a la crisis d<strong>el</strong> consenso liberal<br />

que, con matices, se había sostenido hasta la década d<strong>el</strong> ’20. En efecto, las “clases cultas”, en <strong>el</strong><br />

decir de Ramón Doll, habían defeccionado con respecto a las “masas nacionalistas”, configurando<br />

una suerte de trahison des clercs, aunque la expresión adquiría en la referencia citada un sentido<br />

104<br />

http://revistahistoria.universia.net


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

no asimilable al que por esos años le había conferido Julien Benda . Sin perjuicio de lo dicho<br />

y más allá de las solicitaciones estrictamente locales, la propia tradición marxista ofrecía una<br />

mirada crítica a la vocación contemplativa de los int<strong>el</strong>ectuales en las Tesis sobre Feuerbach,<br />

en las que se inducía a la construcción de un pensamiento que operara sobre la realidad en un<br />

sentido socialmente transformador .<br />

Y así como las disputas en torno a la r<strong>el</strong>ación entre int<strong>el</strong>ectuales y pueblo han sido en<br />

todas partes polémicas entre letrados , algo no muy diferente puede decirse de las discusiones<br />

ligadas a la valoración de la actividad int<strong>el</strong>ectual . En una obra ya clásica para la comprensión<br />

de la historia int<strong>el</strong>ectual de los años ’60, Sigal ha destacado que fueron las reflexiones emitidas<br />

desde orientaciones nacionalistas las que más resu<strong>el</strong>ta y explícitamente se situaron en <strong>el</strong> espacio<br />

cultural, definiendo a sus adversarios y a sus enemigos en ese plano . Consecuentemente, las<br />

<strong>el</strong>ucubraciones que, desde la izquierda nacionalista, se formularon sobre la figura d<strong>el</strong> int<strong>el</strong>ectual y<br />

su rol social pueden entenderse como una apuesta para la construcción de un tipo de legitimidad<br />

discursiva que hallaba su fundamento en la intersección entre cultura y política o, aún mejor,<br />

en una lucha ideológica por <strong>el</strong> control simbólico de la cultura, una batalla contra otras lecturas<br />

de lo social cuya raison d’être residiría en la rev<strong>el</strong>ación de una verdad que otros int<strong>el</strong>ectuales<br />

se habían ocupado de ocultar . En una de sus dimensiones y de modo complementario, se<br />

podría leer esta tesitura plenamente oposicional como un “efecto de campo”: esto es, resultaba<br />

parte de un dispositivo de construcción de figuraciones d<strong>el</strong> hombre de ideas que respondía a un<br />

posicionamiento marginal en un campo int<strong>el</strong>ectual frágil y dependiente .<br />

La obra de Rodolfo Puiggrós puede ser retrospectivamente interpretada, dentro de<br />

la historia int<strong>el</strong>ectual de la Argentina d<strong>el</strong> siglo XX, como un proyecto de carácter cultural y<br />

político asociado a la construcción de puentes que vincularan los universos d<strong>el</strong> marxismo y d<strong>el</strong><br />

nacionalismo popular. No obstante, en su producción también puede leerse un modo específico<br />

de tramitar <strong>el</strong> vínculo existente entre la interpretación d<strong>el</strong> pasado y <strong>el</strong> presente nacionales y <strong>el</strong><br />

locus que se reserva <strong>el</strong> autor en <strong>el</strong> proceso histórico local.<br />

Para este procedimiento de r<strong>el</strong>ectura d<strong>el</strong> problema d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo en la<br />

producción de Puiggrós, se recogen aquí dos aportes. Por un lado, <strong>el</strong> enfoque que, desde la<br />

antropología cultural, ha realizado Neiburg, quien adaptó la noción weberiana de teodicea,<br />

acuñada originalmente para una sociología de la r<strong>el</strong>igión, con <strong>el</strong> propósito de interpretar la<br />

construcción de mitologías nacionales en torno al peronismo. Así, definió <strong>el</strong> concepto de<br />

teodicea int<strong>el</strong>ectual como una forma de justificar <strong>el</strong> lugar que cada agente social ocupa en <strong>el</strong><br />

mundo, una lectura sobre su pasado y una imagen sobre su destino. De esta manera, “para<br />

construir una posición en un universo social que es pensado en términos nacionales, políticos,<br />

ensayistas, literatos, historiadores y científicos, deben ofrecer un r<strong>el</strong>ato de la historia y un<br />

proyecto que pueda ser reconocido por <strong>el</strong> resto de la sociedad” . En estos artefactos, las ideas<br />

de pueblo y nación son las protagonistas. Por otro lado, se retoman algunas indicaciones sobre<br />

las figuras de autor en las que se recogen las reflexiones formalizadas tanto desde la crítica<br />

literaria como desde la antropología. En esa línea y de acuerdo con Premat, se entiende aquí<br />

que las representaciones d<strong>el</strong> autor y su tarea son, a un tiempo, sociales (en tanto definidas<br />

en orden a una red r<strong>el</strong>acional que fija parámetros y expectativas y que d<strong>el</strong>imita un campo de<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

105


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

opciones para establecer apologías y rechazos) e imaginarias (en tanto invenciones de un<br />

personaje funcional).<br />

Este artículo se propone una interpretación en perspectiva de la parábola trazada por<br />

Puiggrós en torno a lo que se concibe aquí como su teodicea int<strong>el</strong>ectual, intentando explicar los<br />

desplazamientos y tensiones que la habitaron en su conversión nunca completa y unívoca d<strong>el</strong><br />

comunismo al peronismo. De tal modo, se intenta en estas páginas observar la r<strong>el</strong>ación entre la<br />

<strong>el</strong>aboración d<strong>el</strong> saber histórico puiggrosiano y una estrategia legitimadora de cierta modalidad de<br />

implicación pública y participación política d<strong>el</strong> int<strong>el</strong>ectual.<br />

En este sentido, la imaginación histórica de Puiggrós parte de la constatación de un hiato<br />

a saldar entre int<strong>el</strong>ectuales y pueblo o clase obrera. Si hasta mediados de la década d<strong>el</strong> ‘40 la<br />

respuesta a tal dilema hallaba su domicilio en la actividad desarrollada dentro d<strong>el</strong> Partido Comunista<br />

Argentino (PCA), la expulsión partidaria en 1946 (ligada a las reverberaciones producidas por<br />

<strong>el</strong> peronismo) y la cristalización de la lectura de tal fenómeno como un movimiento de liberación<br />

nacional sin teoría revolucionaria, fueron manifestaciones en Puiggrós de tensiones teóricas y<br />

políticas devenidas en transformaciones de su percepción sobre la índole de su intervención<br />

social como int<strong>el</strong>ectual revolucionario. A partir de entonces, dos tareas subtendieron su empresa:<br />

por un lado, las dificultades de construcción de un proyecto de transformación social y política<br />

superador d<strong>el</strong> peronismo y, por otro, la asignación d<strong>el</strong> rol de productor de teoría para <strong>el</strong> int<strong>el</strong>ectual<br />

de la izquierda nacionalista.<br />

Para una mejor comprensión de las operaciones int<strong>el</strong>ectuales de Puiggrós, se propone<br />

a continuación un recorrido por su biografía, tratando de señalar la inserción d<strong>el</strong> autor y su obra<br />

en <strong>el</strong> período 1940-1975. Luego, se aborda la articulación d<strong>el</strong> r<strong>el</strong>ato histórico puiggrosiano con<br />

su proyección de la figura d<strong>el</strong> int<strong>el</strong>ectual revolucionario.<br />

Rodolfo Puiggrós: trazos de su biografía int<strong>el</strong>ectual y política<br />

Rodolfo Puiggrós nació en Buenos Aires <strong>el</strong> 19 de noviembre de 1906. Hijo de un<br />

inmigrante republicano catalán, fue periodista, historiador y ensayista, aunque no registró en su<br />

formación académica más que un breve paso en tiempos de juventud por la Facultad de Ciencias<br />

Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Ello no resultó un óbice para que las<br />

resonancias de su trabajo int<strong>el</strong>ectual lo llevasen a lo largo de su trayectoria a circular por diversos<br />

centros académicos (en Argentina: Colegio Libre de Estudio Superiores, UBA y Universidad d<strong>el</strong><br />

Salvador; en <strong>el</strong> exterior: Universidades de San Javier –Bolivia- y San Marcos –Perú-, Escu<strong>el</strong>a<br />

Práctica de Altos Estudios -Francia- y Universidad Autónoma de México).<br />

Más allá de la impronta católica de su adolescencia, alimentada por su condición de<br />

pupilo de un colegio r<strong>el</strong>igioso, su identidad política reconoció dos núcleos decisivos: <strong>el</strong> comunismo<br />

y <strong>el</strong> peronismo. Precisamente, se afilió al PCA en 1928 -poco después de haber empezado<br />

106<br />

http://revistahistoria.universia.net


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

a colaborar en Claridad bajo <strong>el</strong> seudónimo Rodolfo d<strong>el</strong> Plata-, y fue en aqu<strong>el</strong>la organización<br />

donde desarrolló su primera etapa como int<strong>el</strong>ectual marxista, participando intensamente en sus<br />

emprendimientos político-culturales.<br />

La vocación historiadora Puiggrós comenzó a plasmarse en los años ’30 en un contexto<br />

que se presentaba acusadamente crítico. En efecto, la depresión económica y <strong>el</strong> derrocamiento<br />

de Yrigoyen ac<strong>el</strong>eraban la ya referida crisis d<strong>el</strong> consenso liberal que había dado a la llamada<br />

“Nueva Escu<strong>el</strong>a Histórica” la hegemonía en <strong>el</strong> proceso de construcción de un campo para <strong>el</strong><br />

conocimiento histórico . Precisamente, de esa circunstancia emergieron dos corrientes de<br />

r<strong>el</strong>ectura d<strong>el</strong> pasado nacional que dieron especial r<strong>el</strong>evancia a las conexiones entre historia<br />

y política. Por un lado, <strong>el</strong> abigarrado nacionalismo antiliberal. Por otro, <strong>el</strong> marxismo ligado a la<br />

Internacional Comunista .<br />

Una nueva preocupación por la historia como herramienta en la lucha revolucionaria<br />

había aparecido en <strong>el</strong> comunismo en los años ’30. Esta inclinación fue explícitamente d<strong>el</strong>ineada<br />

en 1935 en <strong>el</strong> VII Congreso de la Internacional Comunista, estimulando tanto la formación de<br />

frentes populares como la <strong>el</strong>aboración de una interpretación d<strong>el</strong> pasado nacional que convalidara<br />

la alianza con sectores burgueses progresistas y, al mismo tiempo, combatiera las versiones de<br />

la historia difundidas por núcleos nazi-fascistas, como lo propuso en su informe Georgi Dimitrov.<br />

Así, <strong>el</strong> comunismo local abandonaba oficialmente su fase más fervientemente<br />

ultraizquierdista –nutrida por la estrategia de clase contra clase establecida en <strong>el</strong> VI Congreso de<br />

1928- propugnando ahora la apertura a la gestación de alianzas políticas de creciente amplitud<br />

, aunque <strong>el</strong> proceso no estaba exento de vacilaciones derivadas de una situación internacional<br />

que exhibía una imagen aún magmática. En efecto, si la Guerra Civil Española parecía sugerir<br />

que la política de la Comintern había resultado de un examen adecuado d<strong>el</strong> clima mundial, <strong>el</strong><br />

pacto germano-soviético y los sucesivos virajes estratégicos posteriores d<strong>el</strong> máximo organismo<br />

d<strong>el</strong> comunismo internacional -en sentido antiimperialista entre 1939 y 1941, para regresar acto<br />

seguido a una política de “unidad democrática”- no dejaban de alentar una fundada incertidumbre.<br />

No obstante y por debajo de tales ambivalencias, la producción histórica a la que se<br />

daría un núcleo de int<strong>el</strong>ectuales argentinos militantes d<strong>el</strong> PCA parecía ser signo de una decisión<br />

político-cultural más inmediatamente vernácula y subyacente a las oscilaciones estratégicas: <strong>el</strong><br />

ánimo de integración a la comunidad política nacional d<strong>el</strong> comunismo local .<br />

Si bien la política cultural d<strong>el</strong> PCA había sido siempre ambiciosa, desde 1935 la voluntad<br />

de expansión y de cooptación de escritores y artistas se agudizaría, constituyéndose en ejemplo<br />

de <strong>el</strong>lo la propia revista Argumentos, que dirigió Puiggrós entre 1938 y 1939 y en la que se<br />

conformó <strong>el</strong> primer grupo de historiadores d<strong>el</strong> partido, aunque sin llegar a consolidarse en <strong>el</strong><br />

tiempo . De esa tarea participaron, además d<strong>el</strong> director de la publicación, Carlos Cabral, Eduardo<br />

Artesano, Bernardo Kordon y Alberto Mendoza.<br />

La actividad historiadora puiggrosiana estaría desde entonces ligada a una voluntad<br />

de r<strong>el</strong>ectura en clave marxista de un pasado argentino recuperado en términos de la “cuestión<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

107


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

nacional” , expresando <strong>el</strong> sistema de lecturas autorizado e impulsado por <strong>el</strong> Partido Comunista<br />

de la Unión Soviética y <strong>el</strong> PCA . Había, además, un diagnóstico específico para la interpretación<br />

de la realidad latinoamericana, prohijada por la Internacional Comunista desde 1928: los países<br />

integrantes de este sub-continente eran caracterizados como “semi-colonias” y sus formaciones<br />

económicas como “feudales” o “semi-feudales”, tesitura que remitía a la <strong>el</strong>aboración de un<br />

r<strong>el</strong>ato de la historia colonial e independiente rioplatense que explicara las vicisitudes de esa<br />

transición incompleta al capitalismo, la ausencia de una “revolución democrático-burguesa” . La<br />

incorporación de tales componentes al horizonte puiggrosiano se dejaría ver ostensiblemente ya<br />

en De la colonia a la revolución (1940), un trabajo que en sus sucesivas reediciones exhibiría, sin<br />

embargo, las marcas de los cambios de la perspectiva d<strong>el</strong> autor.<br />

Acha ha dejado indicado que la matriz originaria de la historiografía de Puiggrós era<br />

hospitalaria con respecto al tema nacional en función, precisamente, d<strong>el</strong> repertorio teórico-político<br />

que ofrecía la recepción de este tópico en la propia tradición comunista argentina . Empero,<br />

allende la presencia de los clásicos d<strong>el</strong> marxismo-leninismo de la época, se observa en sus<br />

textos la recepción crítica de las versiones d<strong>el</strong> pasado nacional integrables a una perspectiva<br />

historiográfica que se quería “progresista” frente a aqu<strong>el</strong>la d<strong>el</strong> nacionalismo oligárquico y<br />

fascistizante local, <strong>el</strong> principal adversario en la contienda política y cultural de los ‘30 y los ‘40 .<br />

Esta primera etapa de la empresa int<strong>el</strong>ectual de Puiggrós, que podemos considerar<br />

condensada en la producción <strong>el</strong>aborada mientras militaba en <strong>el</strong> PCA, quedaría asociada a la<br />

historia económico-social d<strong>el</strong> pasado colonial y d<strong>el</strong> siglo XIX rioplatense. No obstante, se ha<br />

destacado la presencia significativa de lo político en <strong>el</strong> primer Puiggrós , a lo que se debiera<br />

agregar su interés por tópicos de la ideología y la filosofía, reflejado en sus estudios sobre <strong>el</strong><br />

enciclopedismo, los socialistas utópicos o <strong>el</strong> pensamiento de Mariano Moreno.<br />

El surgimiento d<strong>el</strong> peronismo y su condición de integrante d<strong>el</strong> grupo disidente con las<br />

tesis codovillianas d<strong>el</strong> “nazi-peronismo” devinieron en la expulsión d<strong>el</strong> PCA hacia octubre de<br />

1946. El tiempo que media entre este hecho y la aparición de la primera edición de Historia crítica<br />

de los partidos políticos argentinos (1956), cuya publicación puede considerarse como <strong>el</strong> evento<br />

que desempeñó <strong>el</strong> pap<strong>el</strong> de mojón señero d<strong>el</strong> inicio de una nueva etapa, constituyó una década<br />

de r<strong>el</strong>ativo “silencio editorial” y de dedicación preeminente a la actividad política .<br />

Así, Puiggrós integró <strong>el</strong> Movimiento Pro-Congreso Extraordinario (1947), creado con la<br />

expectativa de regresar al partido. D<strong>el</strong> alejamiento de esta posibilidad y de la aproximación al<br />

peronismo nació luego <strong>el</strong> Movimiento Obrero Comunista (1949). En <strong>el</strong> órgano de difusión de la<br />

disidencia, <strong>el</strong> periódico Clase Obrera (1947-1955), Puiggrós volcó primigeniamente algunas de<br />

las tesis con arreglo a las cuales interpretaría al peronismo, al tiempo que convergió entre 1950<br />

y 1952 en <strong>el</strong> Instituto de Estudios Económicos y Sociales, en la convicción de la necesidad de<br />

promover un “ala izquierda peronista”.<br />

En esta fase, si bien su obra siguió inscripta en <strong>el</strong> género d<strong>el</strong> ensayo histórico-político,<br />

Puiggrós experimentó transformaciones en cuanto a temas, problemas y enfoque, asociados<br />

con su progresivo abandono de la identidad comunista y con la consolidación de su lectura d<strong>el</strong><br />

108<br />

http://revistahistoria.universia.net


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

peronismo como <strong>el</strong> canal por <strong>el</strong> que discurrían las posibilidades de cambio social en la Argentina.<br />

La caracterización d<strong>el</strong> peronismo en <strong>el</strong> gobierno como una “revolución nacional antiimperialista”<br />

y “emancipadora”, en una comprensión cuyo perímetro estuvo provisto por una búsqueda de<br />

las contradicciones inherentes a la sociedad argentina orientada por la apropiación de nociones<br />

de Mao Tsé Tung , se convirtió en una decisión conceptual destinada a perdurar en un contexto<br />

crispado por la reconfiguración de la lucha político-ideológica en términos de la díada peronismo-<br />

antiperonismo.<br />

De esta manera, <strong>buen</strong>a parte de su labor se concentró ahora en la historia de las<br />

ideologías en Argentina, teniendo como uno de sus ejes la revisión amonestadora de las<br />

expresiones tradicionales de la izquierda y observando privilegiadamente en su r<strong>el</strong>ato <strong>el</strong> conflicto<br />

entre proyectos nacionales y cosmopolitas . El abandono de reservorios interpretativos como<br />

<strong>el</strong> de Ingenieros o <strong>el</strong> de la historiografía decimonónica era esperable en esta nueva trama,<br />

así como <strong>el</strong> robustecimiento de la distinción entre las causas internas y las externas de los<br />

acontecimientos en orden a establecer la densidad de las instancias endógenas a través de las<br />

cuales se configuraba la historia de las sociedades nacionales .<br />

Si hasta la caída d<strong>el</strong> peronismo los escritos de Puiggrós sobre temas históricos fueron de<br />

los más destacados en la periferia de la cultura de izquierda, la visibilidad de la obra puiggrosiana<br />

adquirió crecientes bríos en circuitos int<strong>el</strong>ectuales y políticos luego de aqu<strong>el</strong> episodio, al lado de<br />

la producción de figuras como Jorge Ab<strong>el</strong>ardo Ramos y Juan José Hernández Arregui.<br />

Sin desconocer la incidencia de solicitaciones de alcance internacional, que inspiraron<br />

la renovación política e int<strong>el</strong>ectual de la izquierda en general (verbigracia, los movimientos<br />

independentistas en <strong>el</strong> Tercer Mundo, la crisis d<strong>el</strong> stalinismo, la revoluciones china y cubana, <strong>el</strong><br />

Concilio Vaticano II o la circulación en algunos grupos de la obra de Sartre y Gramsci, entre otros<br />

<strong>el</strong>ementos pasibles de ser referidos), las derivas de tales sucesos encontraron un catalizador<br />

vernáculo en <strong>el</strong> tema peronista. Efectivamente, la recolocación de Puiggrós en la franja cultural<br />

de izquierda se asoció a la polémica sobre <strong>el</strong> significado d<strong>el</strong> fenómeno peronista, cuya discusión<br />

adoptó ribetes de una quer<strong>el</strong>la más global sobre la interpretación de la Argentina, en tanto<br />

comportaba ofrecer una propuesta sobre la modalidad “de integración d<strong>el</strong> pueblo a la nación”<br />

. En tal marco, Puiggrós era visto como uno de los pioneros de la crítica a la postura adoptada<br />

por los partidos socialista y comunista ante la emergencia d<strong>el</strong> peronismo, y esta ubicación en la<br />

arena político-int<strong>el</strong>ectual dio a su intervención en <strong>el</strong> debate una recepción singular.<br />

Esta polémica, que tomó la forma d<strong>el</strong> discurso histórico y de la que participaron actores<br />

de distintos espacios d<strong>el</strong> arco ideológico, interp<strong>el</strong>aba directamente a quienes se reconocían en<br />

la representación política y simbólica de una clase obrera que se había incorporado a la esfera<br />

pública bajo la conducción de un caudillo militar y que parecía quedar luego de 1955 en situación<br />

de disponibilidad. Al mismo tiempo, <strong>el</strong> hecho peronista generaba interrogantes vinculados a las<br />

dificultades que comportaba su interpretación en términos exclusivamente clasistas .<br />

Los aspectos fundamentales de la visión puiggrosiana d<strong>el</strong> peronismo cristalizaron<br />

esencialmente en dos obras: El proletariado en la revolución nacional (1958) y El peronismo: sus<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

109


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

causas (1969), siendo este último trabajo publicado como <strong>el</strong> largo epílogo de la segunda edición<br />

-re<strong>el</strong>aborada y aumentada- de Historia crítica de los partidos políticos argentinos (1965-1969)<br />

. Empero, esta empresa no se realizó sin tensiones entre categorías y enfoques ligados a su<br />

formación marxista originaria y <strong>el</strong> propio impacto producido por <strong>el</strong> nacionalismo popular, entre la<br />

perspectiva de clase y la interp<strong>el</strong>ación al pueblo o al movimiento nacional.<br />

En <strong>el</strong> período que separa los trabajos referidos en <strong>el</strong> párrafo anterior, las dificultades<br />

económicas llevaron a Puiggrós a su primer exilio mexicano entre 1961 y 1965, continuando<br />

allí tanto con su producción histórica y ensayística como con su actividad periodística. En estos<br />

años, durante los que se entregó a la docencia en la Universidad Autónoma de México en las<br />

cátedras de Ciencias Sociales y Economía, su escritura no sólo se templó con una mirada de<br />

escala continental, sino que además se reencontró con temas de los ‘30 y los ’40 que estaban<br />

lejos de haberse esfumado de sus preocupaciones historiográficas. Sus <strong>el</strong>aboraciones en torno<br />

al carácter de la conquista y la colonización española en América, <strong>el</strong> análisis de la Europa feudal,<br />

y <strong>el</strong> debate con André Gunder Frank a propósito d<strong>el</strong> modo de producción en la América colonial<br />

(desarrollado en <strong>el</strong> suplemento El Gallo Ilustrado d<strong>el</strong> periódico El Día, fundado por <strong>el</strong> propio<br />

Puiggrós), no dejaron de señalarlo.<br />

En medio de la textura proscriptiva de los años posperonistas, se desarrolló un proceso<br />

de revisión d<strong>el</strong> vínculo -nunca liberado de tensiones- entre la matriz marxista y <strong>el</strong> pensamiento<br />

populista, al compás de la difusión de propuestas radicalizadas que ganaban a amplios sectores<br />

de la política y la acción sindical, la iglesia católica, la universidad y <strong>el</strong> mundo artístico e int<strong>el</strong>ectual.<br />

En estos años, Puiggrós se convirtió en uno de los int<strong>el</strong>ectuales peronistas más r<strong>el</strong>evantes,<br />

teniendo varias entrevistas con Perón en Madrid. En las circunstancias antedichas y con las<br />

credenciales de una vasta trayectoria letrada, Puiggrós arribó al cargo de rector interventor de la<br />

UBA en <strong>el</strong> curso d<strong>el</strong> auge camporista, para cuya candidatura contó con <strong>el</strong> apoyo de la Juventud<br />

Universitaria Peronista (JUP), Franja Morada y agrupaciones estudiantiles marxistas. Incluido en<br />

las listas de la Triple A, se exilió por segunda vez en México en 1974, donde prolongó su actividad<br />

en la docencia universitaria y <strong>el</strong> periodismo y su vínculo con la izquierda peronista a través<br />

d<strong>el</strong> cargo de Secretario de la Rama de Int<strong>el</strong>ectuales, Profesionales y Artistas d<strong>el</strong> Movimiento<br />

Peronista Montonero (1977) . Hasta su muerte en La Habana en 1980, militó en actividades de<br />

solidaridad cultural y política frente a la ola de golpes militares en Latinoamérica.<br />

La teodicea puiggrosiana: la figura d<strong>el</strong> int<strong>el</strong>ectual revolucionario entre<br />

<strong>el</strong> comunismo y <strong>el</strong> peronismo<br />

La empresa interpretativa de Puiggrós respecto d<strong>el</strong> pasado argentino reposaba, en<br />

principio, en <strong>el</strong> reconocimiento de la existencia de un saber acumulado cuya debilidad residía<br />

en la ausencia de “método científico”. Por <strong>el</strong>lo, en <strong>el</strong> prefacio de la primera edición de su De<br />

la colonia a la revolución retomaba la sentencia de Juan Agustín García (“Alcanzar la verdad<br />

histórica es un f<strong>el</strong>iz accidente”) para caracterizar la producción previa, presentando la propuesta<br />

de reinspeccionar <strong>el</strong> proceso histórico a partir d<strong>el</strong> materialismo dialéctico .<br />

110<br />

http://revistahistoria.universia.net


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

Así, en su etapa afecta a la militancia comunista, Puiggrós construyó un r<strong>el</strong>ato<br />

histórico que, articulando las ideas de evolución y progreso con la dinámica de la dialéctica y<br />

de la contradicción, condujo a postular una modalidad de integración de la clase obrera y d<strong>el</strong><br />

comunismo en <strong>el</strong> proceso histórico argentino. En ese r<strong>el</strong>ato estaba explícito un proyecto social<br />

que partía de la atribución al proletariado de una función redentora d<strong>el</strong> conjunto d<strong>el</strong> pueblo, bajo<br />

la conducción d<strong>el</strong> PCA. La proyección de una racionalidad de juicio a partir de la asociación de<br />

sus credenciales marxistas con una cientificidad que postulaba indisputable era en Puiggrós<br />

una marca (que se haría perdurable) en la construcción de una estrategia argumentativa que,<br />

no obstante, no dejaba de incluir la ap<strong>el</strong>ación a recursos emotivos y moralizantes . Al designar<br />

al “gran latifundio” y al “monopolio extranjero” como “los dos grandes enemigos de la Nación”,<br />

señalaba que<br />

Todas las fuerzas progresistas de la Nación están interesadas en la lucha contra <strong>el</strong>los,<br />

en <strong>el</strong>iminarlos. Pero es la clase obrera la que por su posición especial dentro de la<br />

sociedad, por la carencia de compromisos con las otras clases, por no tener nada que<br />

perder, la única que puede unir y encabezar todas esas fuerzas en un movimiento<br />

concentrado que libere a la Nación d<strong>el</strong> imperialismo extranjero, que destruya <strong>el</strong> latifundio,<br />

que incorpore al su<strong>el</strong>o y a la industria a millones de brazos nuevos y que haga de este<br />

pedazo d<strong>el</strong> planeta una región tan ad<strong>el</strong>antada y tan f<strong>el</strong>iz como la región más ad<strong>el</strong>antada<br />

y f<strong>el</strong>iz que en él exista .<br />

El fenómeno peronista y sus componentes disruptores en r<strong>el</strong>ación a los alineamientos<br />

según los cuales se había leído la historia política previa vinieron a trastocar este esquema.<br />

No obstante, la batería conceptual puiggrosiana reportaba una flexibilidad que la hacía lo<br />

suficientemente modulable como para asimilar un movimiento de masas de las características<br />

d<strong>el</strong> peronismo. La integración de este nuevo sujeto al discurso sobre la nación tuvo una primera<br />

cristalización en Puiggrós en la década d<strong>el</strong> ‘50, manteniendo la misma filosofía de la historia<br />

pero acondicionando su r<strong>el</strong>ato a los rasgos d<strong>el</strong> nuevo movimiento. De todos modos, si bien sus<br />

intuiciones originarias ya lo habían llevado a perder su posición dentro d<strong>el</strong> partido de origen, <strong>el</strong>lo<br />

no lo condujo a abandonar su identidad comunista en los años inmediatamente posteriores a su<br />

disidencia con <strong>el</strong> PCA.<br />

Así, en <strong>el</strong> nuevo r<strong>el</strong>ato <strong>el</strong> peronismo fue primariamente asimilado como un movimiento<br />

que propendía a la liberación nacional pero que, sin embargo, estaba ayuno de una teoría<br />

revolucionaria consistente y adolecía de las debilidades d<strong>el</strong> liderazgo pragmático y paternalista<br />

de Perón. Este postulado era acompañado por <strong>el</strong> reconocimiento de la existencia en <strong>el</strong> peronismo<br />

de una identidad interina a superar por la vía de una transmutación operable desde dentro<br />

d<strong>el</strong> movimiento de masas . En tal proyecto llegó a ocupar <strong>el</strong> núcleo la idea d<strong>el</strong> nacionalismo<br />

proletario y, en la década d<strong>el</strong> ’60, <strong>el</strong> nacionalismo popular revolucionario , cuyos vínculos con<br />

la meta socialista no fueron estables y dependieron no sólo de la coyuntura sino además d<strong>el</strong><br />

propio tránsito identitario e ideológico de Puiggrós hacia <strong>el</strong> peronismo . Sin embargo, quedaba<br />

claro que la idea de la revolución democrático-burguesa dejaba su lugar de privilegio como<br />

horizonte inmediato de la transformación social, pasando a primer plano la liberación nacional y<br />

su corr<strong>el</strong>ato, la revolución nacional antiimperialista.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

111


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

La teodicea int<strong>el</strong>ectual puiggrosiana se articula a partir de la constatación -común a<br />

otros autores- de una doble situación de disponibilidad: por un lado, d<strong>el</strong> pueblo, necesitado de<br />

liderazgo; por otro, de líderes potenciales (int<strong>el</strong>ectuales y políticos), carentes de base social .<br />

<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> particular, Puiggrós señalaba ya en De la colonia a la revolución que<br />

[…]la propia historia argentina enseña que las luchas intestinas que han llenado más de<br />

un siglo y los antagonismos profundos que han dividido a las ‘minorías s<strong>el</strong>ectas’ d<strong>el</strong> resto<br />

de la sociedad, se han debido a que las teorías revolucionarias burguesas no lograron<br />

enseñorearse de las masas .<br />

Más tarde, hacia 1965, <strong>el</strong> mismo problema aparecía reformulado, pero insistiendo en que<br />

<strong>el</strong> desencuentro entre int<strong>el</strong>ectuales y pueblo había sido la norma a lo largo d<strong>el</strong> proceso histórico<br />

argentino:<br />

En los años de la organización nacional aparecen dos problemas que se han agravado<br />

con <strong>el</strong> tiempo. Uno es <strong>el</strong> divorcio entre la política estatal y las necesidades reales de la<br />

sociedad [...] Otro es <strong>el</strong> divorcio entre la int<strong>el</strong>ectualidad (incluidos los dirigentes políticos)<br />

y las masas trabajadoras .<br />

En las décadas d<strong>el</strong> ‘30 y d<strong>el</strong> ‘40, la r<strong>el</strong>igación con <strong>el</strong> sujeto d<strong>el</strong> cambio social quedaba<br />

resu<strong>el</strong>ta por la pertenencia al núcleo de int<strong>el</strong>ectuales orgánicos d<strong>el</strong> PCA, un partido cuya cultura<br />

política se fundaba en la representación política y simbólica de la clase obrera. Sin embargo,<br />

la situación debía necesariamente cambiar tras <strong>el</strong> desgarramiento de la estructura partidaria<br />

que había organizado sus convicciones en torno a la r<strong>el</strong>ación entre la producción int<strong>el</strong>ectual<br />

y la militancia revolucionaria y, luego, con la progresiva y sinuosa transformación identitaria<br />

de Puiggrós. Mientras tanto, buscó reconstruir su espacio de inserción política e int<strong>el</strong>ectual<br />

participando de diversas iniciativas, como se vio en <strong>el</strong> apartado anterior.<br />

Si bien Neiburg ha señalado que los int<strong>el</strong>ectuales peronistas tendían a proponer formas<br />

de peronización de los int<strong>el</strong>ectuales , la teodicea puiggrosiana era en este punto necesariamente<br />

más ambigua, habida cuenta de las tensiones entre la realidad insoslayable d<strong>el</strong> fenómeno<br />

peronista y la necesidad de superarlo, entre su adopción d<strong>el</strong> marxismo y su convergencia con<br />

<strong>el</strong> nacional-populismo. En 1973, cuando su acercamiento al peronismo parecía ya definitivo,<br />

al renunciar al cargo de rector interventor de la UBA, Puiggrós expresaba abiertamente esta<br />

cuestión:<br />

La gente a veces me pregunta si soy marxista. Les digo que no puedo contestar esa<br />

pregunta. Yo he estudiado marxismo y lo considero una necesidad asimilable, pero <strong>el</strong><br />

propio Marx dijo en una oportunidad que no era marxista. [...] De modo que no soy yo<br />

quien tiene que definirse sino los que han estudiado mi obra .<br />

En los años ’50, Puiggrós había intentado instrumentar en la segunda edición de Rosas<br />

<strong>el</strong> pequeño (1953) y en El proletariado en la revolución nacional una respuesta a este dilema<br />

112<br />

http://revistahistoria.universia.net


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

en la figura d<strong>el</strong> int<strong>el</strong>ectual revolucionario , cuya misión sería la <strong>el</strong>aboración de una teoría que<br />

satisfaga la búsqueda de redención inmanente a la clase obrera y reconstruya así <strong>el</strong> lazo entre<br />

int<strong>el</strong>ectuales y pueblo.<br />

El desencadenamiento de las fuerzas motrices de la revolución nacional antiimperialista<br />

argentina crea en la clase obrera responsabilidades conductoras que se acrecientan con<br />

cada conquista, con cada paso ad<strong>el</strong>ante. No es menor la responsabilidad de quienes,<br />

dedicados a la labor int<strong>el</strong>ectual, se identifican con las luchas revolucionarias de la clase<br />

obrera. El autor de este libro aspira a ser fi<strong>el</strong> a esa responsabilidad, trabajando en la<br />

<strong>el</strong>aboración de la teoría revolucionaria .<br />

El encuentro d<strong>el</strong> movimiento obrero con su teoría revolucionaria es la tarea más<br />

difícil y urgente que tenemos por d<strong>el</strong>ante. [...] Es una tarea de obreros e int<strong>el</strong>ectuales<br />

revolucionarios. Pero mientras los obreros buscan, impulsados por su propia naturaleza<br />

de clase, la vanguardia teórica y política que los dirija, los int<strong>el</strong>ectuales se pierden en <strong>el</strong><br />

subjetivismo caudillista y en las nebulosidades de concepciones que la práctica destruye.<br />

Es de interés detenerse en algunos aspectos que emergen de estas citas. En primer<br />

lugar, se destaca la idea leninista de vanguardia rechazando, empero, la autoimposición “desde<br />

arriba” que operaban sectores de la izquierda y entendiendo su construcción como un proceso de<br />

mutuo reconocimiento con <strong>el</strong> proletariado. Tal vanguardia debía proceder a la formación de “una<br />

fuerza independiente de la clase obrera que se desarrolle desde dentro d<strong>el</strong> movimiento de masas<br />

para conducirlo y orientarlo” . Esta postura no difería de las <strong>el</strong>aboraciones puiggrosianas en De la<br />

colonia a la revolución a propósito de la r<strong>el</strong>ación entre minorías y masas, sólo que <strong>el</strong> argumento<br />

se adecuaba ahora a las hormas de la sociedad capitalista y d<strong>el</strong> movimiento peronista.<br />

En segundo lugar, se apunta un rechazo de la mera abstracción sin sentido práctico d<strong>el</strong><br />

individuo ari<strong>el</strong>ista de la “torre de marfil”, que se traducía en <strong>el</strong> “manipuleo puramente int<strong>el</strong>ectual<br />

de las tesis sobre <strong>el</strong> carácter de la revolución”, y tenía “la costumbre de conceptuar conceptos<br />

extraídos de libros e informes, o de conceptuar experiencias ajenas, en vez de analizar la realidad<br />

social sobre la que se pretende actuar” . Para Puiggrós, la teoría a <strong>el</strong>aborar era una teoría de y<br />

para la praxis.<br />

Ese motivo tampoco era novedoso en la matriz puiggrosiana, y no sólo por la imagen d<strong>el</strong><br />

int<strong>el</strong>ectual revolucionario que devolvían sus <strong>el</strong>ucubraciones sobre Moreno o Echeverría. En A<br />

ciento treinta años de la Revolución de Mayo (1940), lanzaba una crítica a trotskistas y ari<strong>el</strong>istas<br />

al subrayar que los hombres de 1810<br />

no pertenecían a la categoría de esos extremistas alocados y poco firmes, generalmente<br />

int<strong>el</strong>ectuales divorciados de la vida, clientes de todos los partidos a fuerza de pretender<br />

mantenerse químicamente puros, que agitan eternamente los fines, sin detenerse en<br />

pensar en los medios para llegar a <strong>el</strong>los .<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

113


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

En <strong>el</strong> mismo sentido, volvía poco después a la carga en Mariano Moreno y la revolución<br />

democrática argentina (1941), donde asumía una posible respuesta d<strong>el</strong> secretario de la Primera<br />

Junta a la pregunta “¿Dónde está <strong>el</strong> pueblo?”, y respondía: “<strong>el</strong> pueblo está en las montoneras y<br />

no en las cabezas de cuatro int<strong>el</strong>ectuales divorciados de la realidad para quienes la ‘libertad de<br />

los pueblos consistía en palabras y existía en los pap<strong>el</strong>es solamente’” .<br />

Desde los años ‘50, Puiggrós compuso y bruñó una ecuación que comportaba no<br />

sólo una clave de int<strong>el</strong>ección d<strong>el</strong> proceso histórico abierto en 1943, sino además una fórmula<br />

revolucionaria en orden a la superación d<strong>el</strong> peronismo partiendo d<strong>el</strong> interior de sus fronteras:<br />

la trilogía masas-armas-teoría. Con <strong>el</strong> retorno d<strong>el</strong> peronismo al poder, en la explicitación de ese<br />

triángulo se hacían evidentes tanto la persistencia de la convicción al respecto de la necesidad<br />

de una conciencia teorética para realizar los fines de la transformación social como los efectos<br />

de la radicalización política iniciada años antes:<br />

Creer que la sociedad mejor d<strong>el</strong> futuro va a surgir d<strong>el</strong> trabajo meramente int<strong>el</strong>ectual es<br />

una petulancia y una especie de platonismo.[...] Las masas solas van a la anarquía;<br />

las armas solas, sean d<strong>el</strong> ejército regular o irregular, llevan al despotismo, y la teoría<br />

revolucionaria sola conduce a la torre de marfil .<br />

Ahora bien, la doctrina justicialista se situaba en <strong>el</strong> universo puiggrosiano como “ideología<br />

ateórica”, módulo que encontraría su explicación en la distinción de teoría e ideología que hacía<br />

manifiesta <strong>el</strong> autor a fines de los ‘60:<br />

La ideología es un conjunto coherente de ideas que nace de la práctica para convertirse<br />

en instrumento de representación y defensa de determinados intereses (clasistas,<br />

gremiales, nacionales, internacionales o de otra índole). [...] En cambio, la teoría emerge<br />

en <strong>el</strong> plano científico como totalidad de un modo de interpretar <strong>el</strong> mundo o, unida a la<br />

práctica, de transformarlo. Tampoco existe una teoría cuya causa primera sea teórica y no<br />

empírica: es una abstracción de la realidad social que se forma, a través de mediaciones<br />

ideológicas, para expresar las tendencias generales de la sociedad (revolucionarias,<br />

conservadoras o reaccionarias). La ideología implica una problemática. La teoría es la<br />

respuesta (la solución propuesta) a esa problemática [<strong>el</strong> subrayado es de Puiggrós] .<br />

De este modo, quedaba claro que la teoría era inseparable de la ciencia. Pero, ¿qué<br />

herramientas científicas legitimaban <strong>el</strong> discurso puiggrosiano y, por lo tanto, su posición de<br />

int<strong>el</strong>ectual revolucionario? Fundamentalmente, <strong>el</strong> recurso al arsenal teórico y conceptual<br />

d<strong>el</strong> marxismo-leninismo, es decir, d<strong>el</strong> marxismo que se quería científico, con <strong>el</strong> agregado de<br />

credenciales de su conciencia de la necesidad de considerar en la adopción de tal instrumental<br />

las particularidades nacionales.<br />

Con <strong>el</strong> recurso alternativo o simultáneo a los raseros ideológico y epistemológico, Puiggrós<br />

dejaba palmariamente indicadas las insuficiencias de sus rivales en la arena int<strong>el</strong>ectual y política.<br />

Los liberales no sólo propugnaban una matriz de análisis “burguesa-imperialista”, además caían<br />

114<br />

http://revistahistoria.universia.net


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

recurrentemente en <strong>el</strong> positivismo empirista ayuno de “toda filosofía o concepción global d<strong>el</strong> mundo<br />

y de la vida” y en la proposición de soluciones cuya pasada vigencia era su mejor argumento<br />

frente a la novedad . Los nacionalistas eran desestimados por sus razonamientos abstractos<br />

y antipopulares y por desconocer “la teoría científica sobre <strong>el</strong> capitalismo imperialista” . <strong>Sobre</strong><br />

los marxistas-leninistas, a medida que transitaba hacia <strong>el</strong> peronismo, consolidó su opinión de<br />

que volcaron “lo internacional en lo nacional” y no procedieron a la recta aplicación de la teoría,<br />

en tanto tomaron de <strong>el</strong>la “lo que tiene de contingente y particular (las tesis correspondientes<br />

a determinados países y épocas, sin verificar su vigencia en nuestra realidad nacional), y<br />

desconocieron lo que tiene de necesario y universal (<strong>el</strong> método y la concepción d<strong>el</strong> mundo)<br />

[<strong>el</strong> subrayado es de Puiggrós]” . El marxismo que se convirtiera en intérprete y canalizador de<br />

las luchas nacionales era, en consecuencia, <strong>el</strong> único habilitado a resolver los problemas de la<br />

transformación social.<br />

Sin embargo, nuevas amenazas se cernían sobre la teodicea puiggrosiana a medida que<br />

avanzaba en su conversión identitaria hacia <strong>el</strong> peronismo, dado que se producía un paulatino<br />

desplazamiento de cargas en <strong>el</strong> discurso en <strong>el</strong> sentido de otorgar un mayor reconocimiento a<br />

las facultades d<strong>el</strong> líder. En El proletariado en la revolución nacional, publicado como libro en<br />

1958 pero constituido por artículos escritos entre 1954 y 1957, se adjudicaba a Perón un lugar<br />

r<strong>el</strong>ativamente aleatorio que dejaba resquicios teóricos para la constitución de una vanguardia<br />

proletaria. Empero, si estos asertos no eran necesariamente desmentidos en sus trabajos<br />

posteriores, a cambio convivían –no sin incomodidad- con una creciente aceptación d<strong>el</strong> pap<strong>el</strong><br />

de Perón como conductor. En este sentido, no debe haber dejado de incidir la persistencia de la<br />

figura de Perón luego de su caída como figura influyente dentro de la política argentina y como<br />

centro de constitución de la identidad peronista, pese a las variadas estrategias implementadas<br />

para socavar su liderazgo .<br />

De este modo, ya en sus “Tesis sobre <strong>el</strong> Nacionalismo Popular Revolucionario”,<br />

<strong>el</strong>aboradas a mediados de los años ‘60, la ambivalencia de Puiggrós se hacía transparente, al<br />

indicar que aqu<strong>el</strong> núcleo ideológico era “<strong>el</strong> ajuste, la superación y la proyección hacia <strong>el</strong> futuro de<br />

una unidad indestructible: la d<strong>el</strong> general Perón con las masas peronistas [<strong>el</strong> subrayado es mío]”<br />

. Por otra parte, en <strong>el</strong> último tomo de la edición sesentina de la Historia crítica de los partidos<br />

políticos argentinos, titulada El peronismo: sus causas, dedicaba un capítulo completo a esta<br />

cuestión, remarcando la idea de la co-construcción de la r<strong>el</strong>ación líder-masas y criticando al<br />

“hombre de negocios” y al “burócrata comunista” por su rechazo a “todo liderato popular” y al<br />

“culto a la personalidad” . Por último, en Adónde vamos, argentinos (1972), valoraba <strong>el</strong> “espíritu<br />

autocrítico, antidogmático” y la “capacidad creadora” de Perón al culminar su evolución ideológica<br />

con <strong>el</strong> planteamiento d<strong>el</strong> socialismo nacional, consentimiento que parecía <strong>hacer</strong> superfluas las<br />

tareas de <strong>el</strong>aboración de una teoría y de construcción de una vanguardia . A despecho de lo<br />

dicho, <strong>el</strong> discurso puiggrosiano se había construido sobre la premisa de reservar un espacio para<br />

<strong>el</strong> int<strong>el</strong>ectual en <strong>el</strong> proceso revolucionario.<br />

Esta cuestión iba a dejar en suspenso la potencialidad de la int<strong>el</strong>ectualidad revolucionaria<br />

para constituirse en vanguardia de la clase obrera, e incluso en “consejera d<strong>el</strong> Príncipe”. Más aún,<br />

mientras <strong>el</strong> líder quisiera menos <strong>el</strong> cambio que <strong>el</strong> consejero, se ponían en entredicho las propias<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

115


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

condiciones de posibilidad de la superación d<strong>el</strong> peronismo desde dentro . Las ambivalencias<br />

apuntadas en <strong>el</strong> discurso de Puiggrós evidencian la profundidad d<strong>el</strong> problema.<br />

Colofón<br />

Luego de este breve recorrido, parece claro que la imaginería puiggrosiana a propósito<br />

d<strong>el</strong> rol social d<strong>el</strong> int<strong>el</strong>ectual se construyó a partir d<strong>el</strong> cruce entre cultura y política. La aceptación<br />

de este punto hace legible su rechazo de una concepción de la actividad int<strong>el</strong>ectual que, desde<br />

su perspectiva, era ajena a toda praxis consecuente con los intereses nacionales y populares.<br />

No obstante, esa condena política de toda una franja de agentes culturales –crítica en la que<br />

repicaban, dependiendo d<strong>el</strong> caso, no sólo la racionalidad social de los alineamientos clasistas,<br />

sino también claudicaciones y vilezas morales- servía igualmente a los fines de la conquista de<br />

una posición legítima en <strong>el</strong> campo int<strong>el</strong>ectual, así como de una reivindicación de la necesariedad<br />

de los combates culturales en orden a la consecución de cambios sociales. Precisamente, en ese<br />

espacio fronterizo y recíprocamente poroso en <strong>el</strong> que se comunicaban la cultura y la política –dos<br />

campos que, efectivamente, tendieron a solaparse crecientemente en <strong>el</strong> curso de las décadas<br />

d<strong>el</strong> ’60 y d<strong>el</strong> ’70- es donde un autor como Puiggrós encontraba un territorio en <strong>el</strong> cual cabía<br />

afincarse.<br />

Como puntualizó Myers, la actividad historiadora puiggrosiana en <strong>el</strong> PCA, cuyo destinatario<br />

privilegiado debía ser <strong>el</strong> propio proletariado, edificaba su legitimidad a partir de variados objetivos:<br />

instruir sobre la existencia de una tradición revolucionaria nacional; demostrar la inserción d<strong>el</strong><br />

proyecto comunista en tal tradición; <strong>el</strong>aborar una explicación d<strong>el</strong> pasado que ejemplifique la unión<br />

de teoría y praxis en las instancias revolucionarias; construir un r<strong>el</strong>ato de la historia colonial e<br />

independiente rioplatense que explicara las vicisitudes de la transición incompleta al capitalismo,<br />

lo que remitía a la ausencia de una “revolución democrático-burguesa”.<br />

En ese sentido, es evidente que <strong>el</strong> fenómeno peronista significó para Puiggrós no sólo<br />

una cesura política, sino que además tuvo consecuencias en la construcción de su r<strong>el</strong>ato histórico<br />

y en <strong>el</strong> lugar reservado para <strong>el</strong> int<strong>el</strong>ectual en <strong>el</strong> proceso de cambio social. Una nueva situación<br />

dilemática se dibujó entonces a partir de la dificultad de articular un fuerte liderazgo personal<br />

como <strong>el</strong> de Perón con la centralidad de una teoría y de una vanguardia creadora. En este sentido,<br />

<strong>el</strong> reconocimiento de la infalibilidad de Perón y la transición identitaria que se le aparejaba no<br />

podían dejar de producir trastornos considerando que estos desplazamientos y recolocaciones<br />

implicaban aceptar <strong>el</strong> lugar d<strong>el</strong> líder como único enunciador primario, como “padre eterno” que<br />

expresaba los verdaderos intereses populares .<br />

Sigal ha postulado la existencia de una identidad en suspenso en torno a los int<strong>el</strong>ectuales<br />

marxistas durante <strong>el</strong> posperonismo . En ese sentido, cabe observar que <strong>el</strong> itinerario político e<br />

ideológico de Puiggrós en tanto miembro conspicuo de la izquierda nacionalista no parece haber<br />

sido más sencillo, aunque genéricamente se haya indicado lo contrario con respecto a la tradición<br />

a través de la cual intervino en <strong>el</strong> debate de los ‘50 y los ‘60. El arduo tránsito de Puiggrós hacia<br />

116<br />

http://revistahistoria.universia.net


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

<strong>el</strong> peronismo puede ser leído, inversamente, como una evidencia de las dificultades ínsitas en<br />

<strong>el</strong> proceso de construcción de una identidad que r<strong>el</strong>igara a los int<strong>el</strong>ectuales con los sectores<br />

populares, incluso para quienes intentaron urdirla en virtud de la integración de marxismo y<br />

nacionalismo.<br />

Bibliografia<br />

Acha, Omar. “Nación, peronismo y revolución en Rodolfo Puiggrós (Primera Parte: 1906-1955)”. Periferias. Revista de<br />

Ciencias Sociales. Año 6, No 9, segundo semestre de 2001.<br />

---------------. “Nación, peronismo y revolución en Rodolfo Puiggrós (Segunda Parte: 1956-1980)”. Periferias. Revista de<br />

Ciencias Sociales. Año 8, No 11, 2003.<br />

----------------. La nación futura. Rodolfo Puiggrós en las encrucijadas argentinas d<strong>el</strong> siglo XX. Buenos Aires, Eudeba,<br />

2006.<br />

----------------. Historia crítica de la historiografía argentina. Vol. 1: Las izquierdas en <strong>el</strong> siglo XX. Buenos Aires, Prometeo,<br />

2009.<br />

Altamirano, Carlos. “Montoneros”. Punto de Vista. Revista de Cultura, Año XIX, No 55, 1996.<br />

----------------. “Peronismo y cultura de izquierda en la Argentina (1955-1966)”. Altamirano, Carlos. Peronismo y cultura de<br />

izquierda. Buenos Aires, Temas, 2000.<br />

----------------. Para un programa de historia int<strong>el</strong>ectual y otros ensayos. Buenos Aires, Siglo XXI, 2005.<br />

Amaral, Samu<strong>el</strong>. “Peronismo y marxismo en los años fríos. Rodolfo Puiggrós y <strong>el</strong> Movimiento Obrero Comunista, 1947-<br />

1955”. Investigaciones y ensayos. Academia Nacional de la Historia, 2000.<br />

Angenot, Marc. El discurso social. Los límites históricos de lo pensable y lo decible. Buenos Aires, Siglo XXI, 2010.<br />

Cattaruzza, Alejandro. “Algunas reflexiones sobre <strong>el</strong> revisionismo histórico”. Devoto, Fernando (comp.) La historiografía<br />

argentina en <strong>el</strong> siglo XX. Vol. II, Buenos Aires, CEAL, 1993.<br />

-----------------. “Descifrando pasados: debates y representaciones de la historia nacional”. Cattaruzza, Alejandro (dir.)<br />

Nueva Historia Argentina. Crisis económica, avance d<strong>el</strong> Estado e incertidumbre política (1930-1943) Tomo VII, Buenos<br />

Aires, Sudamericana, 2001.<br />

------------------. “El revisionismo: itinerarios de cuatro décadas”. Cattaruzza, Alejandro y Eujanián, Alejandro. Políticas de<br />

la historia. Buenos Aires, Alianza, 2003.<br />

Chumbita, Hugo. “Patria y revolución: la corriente nacionalista de izquierda”. Biagini, Hugo y Roig, Arturo. El pensamiento<br />

alternativo en la Argentina d<strong>el</strong> siglo XX: obrerismo y justicia social (1930-1960). Buenos Aires, Biblos, 2006.<br />

Eng<strong>el</strong>s, Friedrich. Ludwig Feuerbach y <strong>el</strong> fin de la filosofía clásica alemana. Moscú, Ediciones en Leguas Extranjeras,<br />

1955.<br />

Geertz, Clifford. El antropólogo como autor. Barc<strong>el</strong>ona, Paidós, 1989.<br />

Georgieff, Guillermina. Nación y revolución. Itinerarios de una controversia en Argentina (1960-1970). Buenos Aires,<br />

Prometeo, 2008.<br />

Gilman, Claudia. “El int<strong>el</strong>ectual como problema. La eclosión d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo latinoamericano de los sesenta y los<br />

setenta”. Prismas. Revista de historia int<strong>el</strong>ectual, UNQ, No 3, 1999.<br />

------------------. Entre la pluma y <strong>el</strong> fusil. Debates y dilemas d<strong>el</strong> escritor revolucionario en América Latina. Buenos Aires,<br />

Siglo XXI, 2003.<br />

Halperín Donghi, Tulio. El revisionismo histórico argentino. Buenos Aires, Siglo XXI, 1971.<br />

--------------------. Ensayos de historiografía. Buenos Aires, El Ci<strong>el</strong>o por Asalto, 1996.<br />

--------------------. La Argentina y la tormenta d<strong>el</strong> mundo. Buenos Aires, Siglo XXI, 2003.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

117


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

Kohan, Néstor. De Ingenieros al Che. Ensayos sobre <strong>el</strong> marxismo argentino y latinoamericano. Buenos Aires, Biblos,<br />

2000.<br />

Leis, Héctor. Int<strong>el</strong>ectuales y política (1966-1973). Buenos Aires, CEAL, 1991.<br />

Myers, Jorge. “Rodolfo Puiggrós, historiador marxista-leninista: <strong>el</strong> momento de Argumentos”. Prismas. Revista de historia<br />

int<strong>el</strong>ectual. UNQ, No 6, 2002.<br />

------------------. “Pasados en pugna: la difícil renovación d<strong>el</strong> campo histórico entre 1930 y 1955”. Neiburg, Federico y<br />

Plotkin, Mariano (comps.) Int<strong>el</strong>ectuales y expertos. La constitución d<strong>el</strong> conocimiento social en la Argentina. Buenos Aires,<br />

Paidós, 2004.<br />

Neiburg, Federico. “El 17 de octubre de 1945: un análisis d<strong>el</strong> mito de origen d<strong>el</strong> peronismo”. Torre, Juan Carlos (comp.)<br />

El 17 de octubre de 1945, Buenos Aires, Ari<strong>el</strong>, 1995.<br />

------------------. Los int<strong>el</strong>ectuales y la invención d<strong>el</strong> peronismo. Estudios de antropología social y cultural. Buenos Aires,<br />

Alianza, 1998.<br />

Palti, Elías. Giro lingüístico e historia int<strong>el</strong>ectual. Stanley Fish, Dominck LaCapra, Paul Rabinow, Richard Rorty. Bernal,<br />

Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1998.<br />

Plantin, Christian. La argumentación. Historia, teorías, perspectivas. Buenos Aires, Biblos, 2012.<br />

Plotkin, Mariano. “La ideología peronista. Continuidades y rupturas”. Amaral, Samu<strong>el</strong> y Plotkin, Mariano (comps.) Perón<br />

d<strong>el</strong> exilio al poder, Buenos Aires, Cántaro, 1993.<br />

Premat, Julio. Héroes sin atributos. Figuras de autor en la literatura argentina. Buenos Aires, FCE, 2009.<br />

Puiggrós, Adriana. Rodolfo Puiggrós: retrato familiar de un int<strong>el</strong>ectual militante. Buenos Aires, Taurus, 2010.<br />

Puiggrós, Rodolfo. A ciento treinta años de la Revolución de Mayo. Buenos Aires, AIAPE, 1940.<br />

----------------. De la colonia a la revolución. Buenos Aires, AIAPE, 1940.<br />

----------------. Mariano Moreno y la revolución democrática argentina. Buenos Aires, Problemas, 1941.<br />

----------------. Rosas <strong>el</strong> pequeño. Buenos Aires, Perennis, 1953 [1944].<br />

----------------. Historia crítica de los partidos políticos argentinos. Buenos Aires, Argumentos, 1956.<br />

----------------. El proletariado en la revolución nacional, Buenos Aires, Sudestada, 1968 [1958].<br />

----------------. Adónde vamos argentinos. Buenos Aires, Corregidor, 1972.<br />

----------------. “Tesis sobre <strong>el</strong> Nacionalismo Popular Revolucionario”. Puiggrós, Rodolfo. Las Izquierdas y <strong>el</strong> problema<br />

nacional. Buenos Aires, Cepe, 1974 [1969].<br />

----------------. La universidad d<strong>el</strong> pueblo. Buenos Aires, Crisis, 1974.<br />

----------------. Historia crítica de los partidos políticos argentinos. Tres tomos. Buenos Aires, Hyspamérica, 1986 [1965-<br />

1969].<br />

Quatrocchi-Woisson, Diana. Los males de la memoria. Buenos Aires, Emecé, 1995.<br />

Sarlo, Beatriz. La batalla de las ideas (1943-1973). Buenos Aires, Ari<strong>el</strong>, 2001.<br />

Sigal, Silvia. Int<strong>el</strong>ectuales y poder en la década d<strong>el</strong> sesenta. Buenos Aires, Puntosur, 1991.<br />

Sigal, Silvia y Verón, Eliseo. Perón o muerte. Los fundamentos discursivos d<strong>el</strong> fenómeno peronista. Buenos Aires,<br />

Legasa, 1986.<br />

Smulovitz, Catalina. “En busca de la fórmula perdida”. Desarrollo Económico. No 121, 1991.<br />

Tarcus, Horacio. El marxismo olvidado de la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña. Buenos Aires, El Ci<strong>el</strong>o por Asalto,<br />

1996.<br />

------------------ (dir.), Diccionario biográfico de la izquierda argentina. De los anarquistas a la “nueva izquierda” (1870-<br />

1976). Buenos Aires, Emecé, 2007.<br />

Terán, Oscar. Nuestros años sesentas. Buenos Aires, Puntosur, 1991.<br />

118<br />

http://revistahistoria.universia.net


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

Notas<br />

1 El presente artículo forma parte de un proyecto de investigación actualmente en curso en <strong>el</strong> marco d<strong>el</strong> Doctorado<br />

Interuniversitario en Historia de la UNMdP, titulado “Entre <strong>el</strong> marxismo y <strong>el</strong> populismo. Itinerarios int<strong>el</strong>ectuales y políticos<br />

en la constitución de la izquierda nacionalista argentina (1930-1990)”.<br />

2 Profesor en Historia. Doctorando de la Universidad Nacional de Mar d<strong>el</strong> Plata (UNMdP, Argentina). Becario de<br />

Perfeccionamiento de la UNMdP, Facultad de Humanidades, Departamento de Historia. Miembro d<strong>el</strong> Centro de Estudios<br />

Históricos (UNMdP).<br />

3 Con <strong>el</strong> concepto “izquierda nacionalista” se alude aquí a la corriente int<strong>el</strong>ectual argentina que, a partir d<strong>el</strong> impacto de la<br />

constitución d<strong>el</strong> peronismo, ancló su perspectiva en la convergencia de alguna versión d<strong>el</strong> marxismo con <strong>el</strong> nacionalismo<br />

popular. Si bien se coincide en esta definición aproximativa con la bibliografía específica sobre <strong>el</strong> tema, cabe apuntar<br />

la existencia de otras denominaciones igualmente posibles que han sido producto de categorizaciones tanto históricas<br />

como analíticas. Omar Acha ha desestimado acertadamente <strong>el</strong> concepto de “marxismo nacional” en virtud de que en éste<br />

se privilegia <strong>el</strong> componente marxista y, en tal sentido, la idea de “izquierda” como r<strong>el</strong>evo d<strong>el</strong> primer término resulta menos<br />

dócil a la subsunción exclusiva en <strong>el</strong> marxismo siendo igualmente porosa al populismo. Sin embargo, Acha ha optado<br />

por la denominación de “izquierda nacional”, quizá algo connotada por su apropiación por la fracción hegemonizada<br />

por Jorge Ab<strong>el</strong>ardo Ramos y por la apertura excesiva a la que fuera sometida por Juan José Hernández Arregui. Omar<br />

Acha, Historia crítica de la historiografía argentina. Vol. 1: Las izquierdas en <strong>el</strong> siglo XX, Buenos Aires, Prometeo, 2009.<br />

Por último, la noción “nacionalismo de izquierda” genera <strong>el</strong> eco de un parentesco de familia que da preeminencia al polo<br />

populista, situación análoga y opuesta a la d<strong>el</strong> mencionado “marxismo nacional”. En otro orden de cosas, aunque Rodolfo<br />

Puiggrós, Jorge Ab<strong>el</strong>ardo Ramos y Juan José Hernández Arregui han sido considerados los máximos exponentes de la<br />

tradición referida (ver, por ejemplo, Carlos Altamirano, “Peronismo y cultura de izquierda en la Argentina (1955-1966)”,<br />

en <strong>el</strong> libro d<strong>el</strong> mismo autor, Peronismo y cultura de izquierda, Buenos Aires, Temas, 2000; Néstor Kohan, De Ingenieros<br />

al Che. Ensayos sobre <strong>el</strong> marxismo argentino y latinoamericano, Buenos Aires, Biblos, 2000), un canon sintético d<strong>el</strong><br />

colectivo puede consultarse también en Hugo Chumbita, “Patria y revolución: la corriente nacionalista de izquierda”, en<br />

Hugo Biagini y Arturo Roig, El pensamiento alternativo en la Argentina d<strong>el</strong> siglo XX: obrerismo y justicia social (1930-<br />

1960), Buenos Aires, Biblos, 2006.<br />

4 Ver Héctor Leis, Int<strong>el</strong>ectuales y política (1966-1973), Buenos Aires, CEAL, 1991; Horacio Tarcus, El marxismo olvidado<br />

de la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña, Buenos Aires, El Ci<strong>el</strong>o por Asalto, 1996.<br />

5 Ver Oscar Terán, Nuestros años sesentas, Buenos Aires, Puntosur, 1991; Kohan, op. cit.; Beatriz Sarlo, La batalla de<br />

las ideas (1943-1973), Buenos Aires, Ari<strong>el</strong>, 2001; Omar Acha, La nación futura. Rodolfo Puiggrós en las encrucijadas<br />

argentinas d<strong>el</strong> siglo XX, Buenos Aires, Eudeba, 2006; Guillermina Georgieff, Nación y revolución. Itinerarios de una<br />

controversia en Argentina (1960-1970), Buenos Aires, Prometeo, 2008.<br />

6 Claudia Gilman, Entre la pluma y <strong>el</strong> fusil. Debates y dilemas d<strong>el</strong> escritor revolucionario en América Latina, Buenos Aires,<br />

Siglo XXI, 2003, p. 166.<br />

7 Carlos Altamirano, Para un programa de historia int<strong>el</strong>ectual y otros ensayos, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005, pp. 63-65.<br />

8 Así rezaba la perdurable tesis 11, <strong>el</strong>aborada por Karl Marx en 1845, aunque publicada en 1888 como anexo al libro<br />

de Friedrich Eng<strong>el</strong>s Ludwig Feuerbach y <strong>el</strong> fin de la filosofía clásica alemana, Moscú, Ediciones en Leguas Extranjeras,<br />

1955: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos <strong>el</strong> mundo, pero de lo que se trata es de<br />

transformarlo”.<br />

9 Altamirano, op. cit., p. 63.<br />

10 Gilman, op. cit., p. 166.<br />

11 Silvia Sigal, Int<strong>el</strong>ectuales y poder en la década d<strong>el</strong> sesenta, Buenos Aires, Puntosur, 1991, p. 217.<br />

12 Ibíd., pp. 217-218.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

119


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

13 Se toma aquí la noción de “campo int<strong>el</strong>ectual” en los términos en que la recortara Bourdieu: “Dominada durante toda<br />

la edad media, durante una parte d<strong>el</strong> renacimiento y en Francia, con la vida de la corte, durante toda la edad clásica, por<br />

una instancia de legitimidad exterior, la vida int<strong>el</strong>ectual se organizó progresivamente en un campo int<strong>el</strong>ectual, a medida<br />

que los creadores se liberaron, económica y socialmente, de la tut<strong>el</strong>a de la aristocracia y de la Iglesia y de sus valores<br />

estéticos y éticos, y también, a medida que aparecieron instancias específicas de s<strong>el</strong>ección y consagración propiamente<br />

int<strong>el</strong>ectuales –aun cuando los editores o los directores de teatro quedaban subordinados a restricciones económicas<br />

y sociales que, por su conducto, pesaban sobre la vida int<strong>el</strong>ectual-, y colocadas en situación de competencia por la<br />

legitimidad cultural [<strong>el</strong> subrayado es d<strong>el</strong> autor]”. Bourdieu, Campo de poder, campo int<strong>el</strong>ectual, Buenos Aires, Cuadrata,<br />

2003, p. 14.<br />

14 Federico Neiburg, “El 17 de octubre de 1945: un análisis d<strong>el</strong> mito de origen d<strong>el</strong> peronismo”, en Juan Carlos Torre<br />

(comp.), El 17 de octubre de 1945, Buenos Aires, Ari<strong>el</strong>, 1995, pp. 234-235.<br />

15 Julio Premat, Héroes sin atributos. Figuras de autor en la literatura argentina, Buenos Aires, FCE, 2009, p. 26. Para<br />

introducirse a la problematización d<strong>el</strong> contexto de recepción en la antropología ver Clifford Geertz, El antropólogo como<br />

autor, Barc<strong>el</strong>ona, Paidós, 1989; Elías Palti, Giro lingüístico e historia int<strong>el</strong>ectual. Stanley Fish, Dominck LaCapra, Paul<br />

Rabinow, Richard Rorty, Bernal, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1998.<br />

16 La información está tomada de Omar Acha, “Nación, peronismo y revolución en Rodolfo Puiggrós, Primera Parte:<br />

1906-1955”, en Periferias. Revista de Ciencias Sociales, Año 6, No 9, segundo semestre de 2001; “Nación, peronismo<br />

y revolución en Rodolfo Puiggrós, Segunda Parte: 1956-1980”, en Periferias. Revista de Ciencias Sociales, Año 8, No<br />

11, 2003; La nación…, op. cit.; Historia crítica de la historiografía argentina..., op. cit.; Horacio Tarcus (dir.), Diccionario<br />

biográfico de la izquierda argentina. De los anarquistas a la “nueva izquierda” (1870-1976), Buenos Aires, Emecé, 2007;<br />

Adriana Puiggrós, Rodolfo Puiggrós: retrato familiar de un int<strong>el</strong>ectual militante, Buenos Aires, Taurus, 2010.<br />

17 Jorge Myers, “Pasados en pugna: la difícil renovación d<strong>el</strong> campo histórico entre 1930 y 1955”, en Federico Neiburg y<br />

Mariano Plotkin (comps.), Int<strong>el</strong>ectuales y expertos. La constitución d<strong>el</strong> conocimiento social en la Argentina, Buenos Aires,<br />

Paidós, 2004, pp. 75-76.<br />

18 <strong>Sobre</strong> las polémicas historiográficas desde 1930, ver, entre otros: Tulio Halperín Donghi, El revisionismo histórico<br />

argentino, Buenos Aires, Siglo XXI, 1971; Ensayos de historiografía, Buenos Aires, El Ci<strong>el</strong>o por Asalto, 1996; La Argentina<br />

y la tormenta d<strong>el</strong> mundo, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003; Alejandro Cattaruzza, “Algunas reflexiones sobre <strong>el</strong> revisionismo<br />

histórico”, en Fernando Devoto (comp.), La historiografía argentina en <strong>el</strong> siglo XX, Vol. II, Buenos Aires, CEAL, 1993;<br />

“Descifrando pasados: debates y representaciones de la historia nacional”, en Alejandro Cattaruzza (dir.), Nueva Historia<br />

Argentina. Crisis económica, avance d<strong>el</strong> Estado e incertidumbre política (1930-1943), T. VII, Buenos Aires, Sudamericana,<br />

2001; “El revisionismo: itinerarios de cuatro décadas”, en Alejandro Cattaruzza y Alejandro Eujanián, Políticas de la<br />

historia, Buenos Aires, Alianza, 2003; Diana Quatrocchi-Woisson, Los males de la memoria, Buenos Aires, Emecé, 1995;<br />

Jorge Myers, “Rodolfo Puiggrós, historiador marxista-leninista: <strong>el</strong> momento de Argumentos”, en Prismas. Revista de<br />

historia int<strong>el</strong>ectual, UNQ, No 6, 2002; “Pasados…”, op. cit.<br />

19 Myers, “Rodolfo Puiggrós…”, op. cit., p. 218; “Pasados…”, op. cit., p. 80.<br />

20 Con respecto a esta cuestión debe apuntarse que la práctica de la militancia comunista no es asimilable a la marcha<br />

pari passu con las prescripciones de Moscú. Ver Myers, “Rodolfo Puiggrós…”, op. cit., p. 219; Acha, La nación…, op. cit.,<br />

pp. 45, 47-48 y 52 nota 29.<br />

21 Un ejemplo de lo dicho surgía d<strong>el</strong> ánimo d<strong>el</strong> PCA de seducir a la Unión Cívica Radical (como también al socialismo y<br />

al demoprogresismo) para la conformación de un frente, alianza por la que abogó <strong>el</strong> propio Puiggrós desde las páginas<br />

de la revista Orientación. Ver Myers, “Rodolfo Puiggrós…”, op. cit., p. 219; Acha, La nación…, op. cit., pp. 42-43 y 54-55.<br />

22 Cattaruzza, “Descifrando…”, op. cit., p. 441. De hecho, los primeros escarceos escriturarios de Puiggrós en r<strong>el</strong>ación a<br />

la producción histórica se habrían dado al menos un año antes d<strong>el</strong> VII Congreso. Las prescripciones de éste último sólo<br />

habrían fungido como herramienta de legitimación ideológica de pulsiones previas. Ver Acha, La nación…, op. cit, p. 52.<br />

120<br />

http://revistahistoria.universia.net


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

23 Myers, “Rodolfo Puiggrós…”, op. cit., pp. 219-220.<br />

24 Myers, “Pasados…”, op. cit., p. 86.<br />

25 Myers ha destacado, entre los numerosos autores vetados tras <strong>el</strong> ascenso de Stalin al poder en la Unión Soviética, las<br />

figuras de León Trotsky, Víctor Serge, Boris Souvarine (estos dos autores en tanto que seguidores d<strong>el</strong> primero), Bujarin y<br />

Radek (estos últimos a raíz de los procesos de Moscú de la segunda mitad de la década d<strong>el</strong> ‘30). “Rodolfo Puiggrós…”,<br />

op. cit., p. 220.<br />

26 Tarcus, op. cit., pp. 67-70.<br />

27 Acha, “Nación, peronismo… Primera Parte: 1906-1955”, op. cit., pp. 95-96; La nación…, op. cit., pp. 46-47.<br />

28 Por ejemplo, las lecturas de Sarmiento, Mitre o Ingenieros dejaron hu<strong>el</strong>la en la perspectiva interpretativa d<strong>el</strong> primer<br />

Puiggrós.<br />

29 Myers, “Pasados…”, op. cit., p. 86.<br />

30 Samu<strong>el</strong> Amaral, “Peronismo y marxismo en los años fríos. Rodolfo Puiggrós y <strong>el</strong> Movimiento Obrero Comunista, 1947-<br />

1955”, en Investigaciones y ensayos, Academia Nacional de la Historia, 2000, p. 173.<br />

31 Acha, La nación…, op. cit., pp. 147-148.<br />

32 Acha, “Nación, peronismo… Segunda Parte: 1956-1980”, op. cit., p. 87; La nación…, op. cit., p. 176.<br />

33 Acha, La nación…, op. cit., pp. 178-179.<br />

34 Neiburg, “El 17 de octubre…”, op. cit., p. 226; Los int<strong>el</strong>ectuales y la invención d<strong>el</strong> peronismo. Estudios de antropología<br />

social y cultural, Buenos Aires, Alianza, 1998, pp. 14 y ss.<br />

35 Altamirano, “Peronismo…”, op. cit., pp. 51 y 55.<br />

36 Historia crítica de los partidos políticos argentinos, una de las obras más conocidas de Puiggrós, fue publicada<br />

originalmente en 1956. Aunque en este texto <strong>el</strong> análisis d<strong>el</strong> proceso histórico llegaba hasta 1938, en <strong>el</strong> prólogo se<br />

rev<strong>el</strong>aban algunos <strong>el</strong>ementos de su visión sobre <strong>el</strong> peronismo. El texto fue luego retrabajado integralmente y publicado<br />

en cinco volúmenes a partir de 1965 (las citas de estas páginas pertenecen a esta última versión de Historia crítica..., en<br />

su edición en tres tomos de Hyspamérica, Buenos Aires, 1986).<br />

37 Adriana Puiggrós, hija de Rodolfo y también exiliada en México, narra las dificultades por las que atravesó su padre en<br />

esos años, y <strong>el</strong>lo no sólo por <strong>el</strong> obligado distanciamiento de Argentina. Además de la muerte de su hijo Sergio en 1977,<br />

los contactos sociales de Rodolfo Puiggrós estaban custodiados por “cierto grupo residual de Montoneros”, que incluso<br />

restringió <strong>el</strong> contacto con su hija. Adriana Puiggrós, op. cit., pp. 13-14.<br />

38 Rodolfo Puiggrós, De la colonia a la revolución, Buenos Aires, AIAPE, 1940, p. 5.<br />

39 En este sentido, resulta pertinente destacar los desarrollos de las últimas décadas en la teoría de la argumentación y <strong>el</strong><br />

estudio de los discursos sociales, que se han inclinado a atender –cada vez más consistentemente- no sólo los recursos<br />

argumentales plenamente proposicionales (esto es, <strong>el</strong> logos, <strong>el</strong> discurso fundado en la razón), sino también aqu<strong>el</strong>las<br />

estrategias de persuasión no proposicionales (esto es, ligadas al plano afectivo y emocional, al ethos y al pathos).<br />

Ver Christian Plantin, La argumentación. Historia, teorías, perspectivas, Buenos Aires, Biblos, 2012; Marc Angenot, El<br />

discurso social. Los límites históricos de lo pensable y lo decible, Buenos Aires, Siglo XXI, 2010.<br />

40 Rodolfo Puiggrós, A ciento treinta años de la Revolución de Mayo, Buenos Aires, AIAPE, 1940, p. 42.<br />

41 Altamirano, “Peronismo…”, op. cit., p. 63.<br />

42 Rodolfo Puiggrós, El proletariado en la revolución nacional, Buenos Aires, Sudestada, 1968 [1958], p. 66.<br />

43 Rodolfo Puiggrós, “Tesis sobre <strong>el</strong> Nacionalismo Popular Revolucionario”, en <strong>el</strong> libro d<strong>el</strong> mismo autor, Las Izquierdas y<br />

<strong>el</strong> problema nacional, Buenos Aires, Cepe, 1974 [1969].<br />

44 Ello no obstaba para que Puiggrós sostuviera con convicción que <strong>el</strong> capitalismo atravesaba su crisis final, <strong>el</strong>emento<br />

constante en las obras aquí analizadas. Acha ha señalado, por otra parte, que Puiggrós recién llenaría su ficha de<br />

afiliación al peronismo en fecha tan tardía como <strong>el</strong> 5 de febrero de 1972. “Nación, peronismo… (Segunda Parte: 1956-<br />

1980)”, op. cit., p. 99; La nación…, op. cit., p. 176.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

121


La paradoja d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo. Repensando la izquierda nacionalista argentina a partir de un análisis de<br />

caso. Roberto Luis Tortor<strong>el</strong>la<br />

45 Neiburg, “El 17 de octubre…”, op. cit., p. 236.<br />

46 Puiggrós, De la colonia…, op. cit., p. 163.<br />

47 Puiggrós, Historia crítica…, op. cit., Tomo I, pp. 102-103.<br />

48 Neiburg, “El 17 de octubre…”, op. cit., p. 236.<br />

49 Rodolfo Puiggrós, La universidad d<strong>el</strong> pueblo, Buenos Aires, Crisis, 1974, p. 125. Acha ha apuntado <strong>el</strong> carácter táctico<br />

de las declaraciones públicas de Puiggrós, que en privado no se habría despojado d<strong>el</strong> marxismo. “Nación, peronismo…<br />

(Segunda Parte: 1956-1980)”, op. cit., p. 101.<br />

50 Para una revisión de los significados atribuidos a la idea d<strong>el</strong> int<strong>el</strong>ectual revolucionario, ver Tarcus, op. cit.; Claudia<br />

Gilman, “El int<strong>el</strong>ectual como problema. La eclosión d<strong>el</strong> antiint<strong>el</strong>ectualismo latinoamericano de los sesenta y los setenta”,<br />

en Prismas. Revista de historia int<strong>el</strong>ectual, UNQ, Nº 3, 1999; Entre la pluma…, op. cit.<br />

51 Rodolfo Puiggrós, Rosas <strong>el</strong> pequeño, Buenos Aires, Perennis, 1953 [1944], pp. 9-10.<br />

52 Puiggrós, El proletariado…, op. cit., p. 45.<br />

53 Ibíd., p. 174.<br />

54 Puiggrós, “Tesis…”, op. cit., pp. 187-188.<br />

55 Puiggrós, A ciento treinta…, op. cit., p. 32.<br />

56 Rodolfo Puiggrós, Mariano Moreno y la revolución democrática argentina, Buenos Aires, Problemas, 1941, p. 157.<br />

57 Puiggrós, La universidad…, op. cit., pp. 87-88.<br />

58 Puiggrós, Historia crítica…, op. cit., Tomo III, pp. 412-413.<br />

59 Rodolfo Puiggrós, Adónde vamos argentinos, Buenos Aires, Corregidor, 1972, pp. 11 y 33-37.<br />

60 Puiggrós, Historia crítica…, op. cit., Tomo III, p. 408.<br />

61 Ibíd., pp. 413-414.<br />

62 Ver Catalina Smulovitz, “En busca de la fórmula perdida”, en Desarrollo Económico, No 121, 1991.<br />

63 Puiggrós, “Tesis…”, op. cit., p. 193.<br />

64 Puiggrós, Historia crítica…, Tomo III, cap. “El líder y la sociedad”.<br />

65 Puiggrós, Adónde vamos…, op. cit., pp. 179-180.<br />

66 Acha ha apuntado <strong>el</strong> desplazamiento de Puiggrós en <strong>el</strong> sentido de aceptar la sagacidad d<strong>el</strong> líder como un “horizonte<br />

insuperable”. Acha, “Nación, peronismo… Segunda Parte: 1956-1980”, op. cit., p. 102. Para un análisis d<strong>el</strong> discurso de<br />

Perón a lo largo de su trayectoria militar y política, ver Mariano Plotkin, “La ideología peronista. Continuidades y rupturas”,<br />

en Samu<strong>el</strong> Amaral y Mariano Plotkin (comps.), Perón d<strong>el</strong> exilio al poder, Buenos Aires, Cántaro, 1993.<br />

67 Myers, “Rodolfo Puiggrós…”, op. cit., p. 229.<br />

68 Ver, sobre este tema, Silvia Sigal y Eliseo Verón, Perón o muerte. Los fundamentos discursivos d<strong>el</strong> fenómeno peronista,<br />

Buenos Aires, Legasa, 1986; Plotkin, op. cit.; Carlos Altamirano, “Montoneros”, en Punto de Vista. Revista de Cultura,<br />

Año XIX, No 55, 1996.<br />

69 Sigal, Int<strong>el</strong>ectuales…, op. cit., pp. 180 y 188.<br />

122<br />

http://revistahistoria.universia.net


RESEÑA<br />

Josefina Araos Bralic<br />

Pontificia Universidad<br />

Católica de Chile,<br />

Santiago, Chile<br />

jaraos1@uc.cl<br />

DOI<br />

DOI 10.3232/RHI.2012.<br />

V5.N2.06<br />

Denle duro que no siente. Poder y transgresión en <strong>el</strong><br />

Perú Republicano<br />

Carlos Aguirre<br />

“Denle Duro Que No Siente.” Power and Transgression in Republican Peru.<br />

Batam duro n<strong>el</strong>e que <strong>el</strong>e não sente. Poder e transgressão no Perú Republicano<br />

Lima, Fondo Editorial d<strong>el</strong> Pedagógico de San Marcos, 2008, 318 páginas<br />

ISBN: 978-6034518568<br />

Partiendo de la constatación que las sociedades modernas están<br />

fundadas en aparatos de coerción que cohesionan al cuerpo social, Carlos<br />

Aguirre, en una compilación de artículos sobre historia d<strong>el</strong> d<strong>el</strong>ito y la criminalidad,<br />

tiene como objetivo central evidenciar –y denunciar- que la ley y sus instituciones<br />

constituyen construcciones históricas y socioculturales, que son determinadas por<br />

los procesos más amplios que dan forma a las sociedades (p. 16). Desplegando<br />

un diagnóstico crítico de la realidad peruana y latinoamericana, <strong>el</strong> autor identifica<br />

en <strong>el</strong> ámbito de la justicia y la ley un espacio de mantención y perpetuación de<br />

tradiciones autoritarias y excluyentes, lo que motiva su preocupación por historizar<br />

los aparatos y sistemas de justicia, ejercicio que hace posible “desmontar las<br />

premisas que sustentan <strong>el</strong> armazón legal de cada sociedad” (p. 16), al tiempo<br />

que reivindicar la acción de todos los individuos involucrados y afectados por<br />

esos mismos aparatos, complejizando así la comprensión de los conflictos y<br />

contradicciones que cruzan a los estados latinoamericanos.<br />

Es así que la historia d<strong>el</strong> d<strong>el</strong>ito de Aguirre se vu<strong>el</strong>ve rápidamente una<br />

historia de d<strong>el</strong>incuentes, insertándose en la tendencia historiográfica que en los<br />

últimos años ha buscado aportar en <strong>el</strong> conocimiento de la historia de los grupos<br />

subalternos (p. 23). El mismo autor señala que su objetivo es “mirar la sociedad<br />

‘desde <strong>el</strong> otro lado’”, <strong>el</strong> de quienes han violado normas y han sido castigados,<br />

pero al mismo tiempo mal-tratados y excluidos por los aparatos de justicia (p.<br />

17), r<strong>el</strong>evando <strong>el</strong> protagonismo de personajes tradicionalmente olvidados, pero<br />

además –y quizás sobre todo- profundizando en <strong>el</strong> conocimiento de la sociedad<br />

que en esos aparatos se refleja.<br />

Con la d<strong>el</strong>imitación de estas premisas, y marcado por un fuerte compromiso<br />

con <strong>el</strong> presente latinoamericano, Carlos Aguirre inaugura esta compilación de<br />

artículos que comparten un mismo escenario histórico: <strong>el</strong> de los procesos de<br />

independencia y las primeras décadas de vida republicana de las naciones<br />

latinoamericanas, específicamente la peruana. Elección temporal que cobra<br />

sentido para <strong>el</strong> autor, en la medida en que fueron ahí donde se gestaron los<br />

primeros proyectos de Estado que incluyeron la definición d<strong>el</strong> discurso legal y<br />

123


Denle duro que no siente. Poder y transgresión en <strong>el</strong> Perú Republicano. Carlos Aguirre<br />

Reseña: Josefina Araos Bralic<br />

la aplicación de prácticas y reformas dirigidas al ordenamiento y estabilización social y política<br />

de los países, donde evidentemente la justicia y sus afectados ocuparon un lugar protagónico.<br />

Desde esa temporalidad común, los once artículos se agrupan en tres secciones. La primera<br />

incluye estudios sobre <strong>el</strong> mundo de la esclavitud, abarcando a esclavos negros e indígenas,<br />

donde se revisan formas de participación y lucha de estos grupos marginados que enfrentaron<br />

la mantención de las prácticas tradicionales de su exclusión, permaneciendo ajenos a las<br />

promesas d<strong>el</strong> discurso republicano. Destaca aquí <strong>el</strong> análisis de la independencia de Haití, que<br />

se constituyó como la primera república negra en <strong>el</strong> mundo (p. 68); proceso protagonizado por<br />

esclavos libertos que iniciaron una verdadera revolución al proponer un mod<strong>el</strong>o alternativo de<br />

modernidad (p. 70). La riqueza de este artículo reside así en la puesta en valor de una historia<br />

hasta ahora invisibilizada.<br />

La segunda sección agrupa ensayos “sobre las formas de representación d<strong>el</strong> d<strong>el</strong>ito y los<br />

mecanismos punitivos” destinados a disciplinar a los castigados (p. 22). Constituye este grupo <strong>el</strong><br />

eje central de despliegue d<strong>el</strong> argumento de Aguirre, en la medida en que aquí se produce la síntesis<br />

entre la revisión histórica de la articulación de los aparatos legales diseñados por la <strong>el</strong>ite peruana<br />

y <strong>el</strong> estudio y descripción de la participación excluida pero activa de los sectores subalternos que<br />

desafiaron a la autoridad, pero usaron también los recursos formales e informales disponibles para<br />

ganar mayores espacios de autonomía y acción.<br />

Finalmente, una tercera parte reúne artículos de discusión historiográfica con <strong>el</strong> objetivo<br />

de identificar los aportes conceptuales y metodológicos de la historia d<strong>el</strong> d<strong>el</strong>ito. Cobra aquí valor<br />

la síntesis d<strong>el</strong> impacto de la historia social en la modificación de la comprensión d<strong>el</strong> pasado<br />

peruano y latinoamericano, que al menos en la academia ha cuestionado <strong>el</strong> supuesto progreso<br />

lineal de las distintas repúblicas. Junto a <strong>el</strong>lo, Aguirre propone <strong>el</strong> desafío de unir una historia<br />

social, enfocada en <strong>el</strong> trabajo de los sectores populares, con una historia d<strong>el</strong> d<strong>el</strong>ito, las que en<br />

diálogo, pueden evidenciar mayores r<strong>el</strong>aciones y contradicciones en <strong>el</strong> desarrollo histórico d<strong>el</strong><br />

Perú y de la América Latina moderna.<br />

Las fuentes que sostienen los argumentos de Aguirre son principalmente documentos<br />

de archivos judiciales, que no sólo incluyen aqu<strong>el</strong>los r<strong>el</strong>ativos a litigios sino también reglamentos<br />

y disposiciones de instituciones legales que lideraron la consolidación de los aparatos de justicia<br />

en <strong>el</strong> Perú. A esto se suma <strong>el</strong> uso de prensa oficial que complementa la reconstrucción de los<br />

discursos de las élites d<strong>el</strong> periodo a propósito de los temas ligados al d<strong>el</strong>ito y lo que luego se<br />

definió como “cuestión social” (p. 205).<br />

La diversidad de artículos no impide reconocer la unidad de la compilación ofrecida por<br />

Aguirre, articulada en torno a la permanente referencia a un presente conflictivo que reclama<br />

historizar las prácticas asociadas a las instituciones legales, y al mismo tiempo visibilizar<br />

a aqu<strong>el</strong>los grupos que formaron parte de ese proceso inicial de construcción d<strong>el</strong> Estado,<br />

tradicionalmente olvidados. Es ese compromiso actual <strong>el</strong> que permite entender <strong>el</strong> llamado final<br />

con que <strong>el</strong> autor cierra su libro: politizar la reflexión histórica e historizar la discusión política<br />

(p. 269). Vínculo entre presente y pasado que funda y da sentido al ejercicio investigativo<br />

entregado por Aguirre en este texto.<br />

124<br />

http://revistahistoria.universia.net


RESEÑA<br />

Marc<strong>el</strong>o Casals<br />

University of<br />

Wisconsin-Madison,<br />

Wisconsin, Estados<br />

Unidos<br />

casals@wisc.edu<br />

DOI<br />

DOI 10.3232/RHI.2012.<br />

V5.N2.07<br />

Unveiling Secrets of War in the Peruvian Andes.<br />

Olga González<br />

Descubriendo secretos de la guerra en los Andes peruanos<br />

Desvendado segredos de guerra nos Andes peruanos<br />

Chicago, The University of Chicago Press, 2011, 307 páginas<br />

ISBN: 978-0226302713<br />

Tan importante como los hechos mismos d<strong>el</strong> pasado reciente es la manera<br />

en que una determinada sociedad o grupo humano los rememora, les da sentido<br />

y los incorpora a su cotidianeidad. Es allí donde operan estrategias de recuerdo<br />

y olvido colectivo que, en conjunto, hablan más de la subjetividad y experiencia<br />

común de determinados eventos -particularmente de los episodios de violencia<br />

política inscritos en la ola contrarrevolucionaria de América Latina durante los<br />

años 70’ y 80’- que de un r<strong>el</strong>ato unívoco y estático. Bajo esos preceptos, la<br />

antropóloga peruana Olga González se abocó a estudiar la comunidad de Sarhua,<br />

en Ayacucho, Perú, en r<strong>el</strong>ación a la experiencia vivida y <strong>el</strong>aborada luego d<strong>el</strong> ciclo<br />

de violencia política desatado por la guerrilla maoísta Sendero Luminoso y la<br />

consecuente respuesta militar d<strong>el</strong> Estado peruano. Sus hallazgos y sus desafíos<br />

metodológicos ante la investigación son parte central de su propio argumento.<br />

Sarhua no es sólo una comunidad quechua-parlante más en la<br />

sierra peruana. Gracias a la labor de sus pintores, ha alcanzado renombre<br />

en Perú y fuera de él. Basándose en la tradición de las tablas pintadas -o<br />

tablones largos y angostos pintados con motivos r<strong>el</strong>ativos a la familia que los<br />

recibe y regalados por un “compadre” en señal de amistad y confirmación de<br />

r<strong>el</strong>aciones de reciprocidad- un grupo de pintores sarhuinos radicados en Lima<br />

comenzó a plasmar en tablas más pequeñas y transportables la experiencia<br />

de la comunidad bajo <strong>el</strong> ciclo de violencia política. Motivados por <strong>el</strong> interés<br />

de benefactores extranjeros y por la propia necesidad de comunicar <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ato<br />

de la comunidad, este grupo de pintores dio vida a la colección llamada Piraq<br />

Causa, reproducida íntegramente en la parte central d<strong>el</strong> libro. La serie consta<br />

de 24 tablas que describen los conflictos comunitarios previos, la llegada<br />

violenta de los militares, <strong>el</strong> subsecuente arribo de militantes senderistas, los<br />

abusos de Sendero Luminoso, la reb<strong>el</strong>ión de la comunidad contra <strong>el</strong> líder local<br />

de la guerrilla y las consecuencias destructivas que <strong>el</strong> enfrentamiento tuvo para<br />

Sarhua. Esas pinturas son la puerta de entrada utilizada por González para<br />

ingresar a las memorias de la comunidad durante su trabajo de campo en la<br />

segunda parte de la década de los noventa. Si bien Piraq Causa no fue pintado<br />

para <strong>el</strong> público sarhuino, sus aspiraciones de verosimilitud hicieron que los<br />

125


propios campesinos aceptaran, durante las entrevistas, los aspectos centrales de ese r<strong>el</strong>ato,<br />

colaborando en <strong>el</strong> reforzamiento de una narrativa colectiva que parecía no mostrar fisuras.<br />

González notó, sin embargo, que al acercarse a ciertos temas polémicos, las<br />

inconsistencias se multiplicaban. El r<strong>el</strong>ato de la serie pictórica y de los propios comuneros se<br />

inicia con las aspiraciones de “Narciso”, miembro de la comunidad, por expandir sus tierras a<br />

costa de terrenos colectivos. La agudización d<strong>el</strong> conflicto interno llevó a la intervención militar<br />

de los “sinchis” -las fuerzas especiales dedicadas a la lucha contra Sendero Luminoso- ante las<br />

propias acusaciones de Narciso de presencia “terrorista” en Sarhua. El entuerto terminó con la<br />

“desaparición” y asesinato de Justiniano por parte de algunos habitantes de Sarhua. <strong>Sobre</strong> su<br />

suerte y paradero, ni Piraq Causa ni los propios sarhuinos hicieron referencia pública alguna.<br />

Narciso sencillamente desapareció d<strong>el</strong> mapa, y no faltaron quienes señalaron que se había<br />

marchado, abandonando a su familia.<br />

Unveiling Secrets of War in the Peruvian Andes. Olga González<br />

Reseña: Marc<strong>el</strong>o Casals<br />

Los silencios, sin embargo, no acabaron allí. Hubo un segundo asesinato, esta vez público,<br />

que marca la historia y la memoria reciente de Sarhua. Justiniano, líder local de Sendero Luminoso,<br />

fue golpeado hasta la muerte por miembros de Sarhua luego d<strong>el</strong> fusilamiento de autoridades de<br />

la comunidad como castigo impuesto por la guerrilla. En las pinturas y en <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ato campesino, <strong>el</strong><br />

asesinato aparece como una acción consensuada y justificada para “liberar” a Sarhua d<strong>el</strong> Onqoy,<br />

o “enfermedad”, como denominaban a la guerrilla maoísta. Como señala la autora, esa versión de<br />

los hechos esconde <strong>el</strong> apoyo que Justiniano y Sendero Luminoso recibieron en un principio, como<br />

también las resistencias al interior de la comunidad que despertó <strong>el</strong> linchamiento d<strong>el</strong> líder sarhuino.<br />

El trabajo de campo de González se enfocó precisamente en dev<strong>el</strong>ar esos “secretos”,<br />

estudiando tanto sus contenidos como su función social. Luego de un extenso análisis sobre las<br />

características de ambos eventos y su r<strong>el</strong>ación con <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ato hegemónico en Sarhua, González<br />

concluye que la memoria comunitaria está compuesta tanto de afirmaciones y recuerdos<br />

explícitos, algunos con gran cantidad de detalles, como también por omisiones y silencios que<br />

apuntan a la reconstrucción de una comunidad fracturada antes y durante la guerra. En ese<br />

sentido, la propia memoria de Sarhua está plagada de “secretos públicos”, omisiones que de<br />

todos modos circulan bajo formas de rumores al interior de la vida cotidiana de la comunidad.<br />

Son conocimientos compartidos, pero cuya verbalización pública no son permitidos, y que toman<br />

formas alternativas de expresión a través de sueños y r<strong>el</strong>atos fantásticos. Sarhua, de ese modo,<br />

construyó socialmente, y con aspiraciones de verosimilitud, su propia historia de la violencia<br />

política en <strong>el</strong> Perú, difundida más allá de sus fronteras a través de las pinturas de sus coterráneos<br />

limeños. Los sarhuinos escogieron colectivamente silenciar aspectos que no encajaran en <strong>el</strong><br />

r<strong>el</strong>ato general o incluso en los estereotipos construidos en torno al rol d<strong>el</strong> campesinado en<br />

<strong>el</strong> auge y caída de Sendero Luminoso en la sierra peruana. Es precisamente a <strong>el</strong>lo que se<br />

refieren los “secretos públicos”, como expresión subterránea que actualiza lo que todos sabes<br />

y nadie dice saber. Como han demostrado otras investigaciones referentes a la historia reciente<br />

peruana, los campesinos no fueron solamente víctimas d<strong>el</strong> “fuego cruzado” entre Sendero y<br />

los militares, aún cuando sin duda llevaron la peor parte d<strong>el</strong> enfrentamiento. La adecuación<br />

estratégica a los diferentes contextos de lucha por <strong>el</strong> territorio, como también la organización<br />

hacia la segunda parte de la década de los ochenta de las “rondas campesinas”, con apoyo<br />

126<br />

http://revistahistoria.universia.net


de las Fuerzas Armadas, fueron expresión de ese involucramiento activo y permanente de los<br />

campesinos en <strong>el</strong> conflicto interno.<br />

Unveiling Secrets of War in the Peruvian Andes. Olga González<br />

Reseña: Marc<strong>el</strong>o Casals<br />

El libro de González está lleno de virtudes que hay que destacar. Es un r<strong>el</strong>ato vívido,<br />

bien escrito, tanto de la historia de Sarhua y la sierra peruana como de su propia experiencia<br />

metodológica de investigación. Su involucramiento con la comunidad le permitió participar d<strong>el</strong><br />

circuito de información alternativo a través de rumores y conversaciones privadas que dev<strong>el</strong>aron<br />

importantes secretos. González, de hecho, como confiesa en cierto punto d<strong>el</strong> r<strong>el</strong>ato, se volvió<br />

parte de esa máquina generadora de silencios, al omitir (y luego olvidar) <strong>el</strong> nombre de la persona<br />

que le dio una información clave en su investigación, o en la manera de abordar las entrevistas<br />

más complejas, consciente de los límites que <strong>el</strong>las presentaban.<br />

Como todo libro provocador, Unveiling Secrets of War in the Peruvian Andes abre<br />

preguntas. ¿Cuál es <strong>el</strong> rol de los secretos en la propia construcción social y cultural de Sarhua y<br />

otras comunidades en <strong>el</strong> largo plazo? ¿Qué tan novedosa es esta manera de procesar <strong>el</strong> trauma<br />

y <strong>el</strong> conflicto en ese contexto? ¿Que cambios y qué continuidades se vislumbran en Sarhua<br />

luego de la experiencia senderista? Por otro lado, ¿puede la experiencia de esa comunidad en<br />

particular servir como puerta de entrada para entender la manera de procesar la memoria d<strong>el</strong><br />

conflicto interno en Perú? ¿Que diferencias y semejanzas existen entre las lógicas de memoria<br />

de una comunidad campesina andina y un país como Perú u otro en América Latina que sufrieron<br />

traumas políticos, como Chile, Brasil, Argentina, Uruguay, etc.? Parece ser que los “secretos<br />

públicos” no sólo circularon entre las mujeres sarhuinas mientras realizan labores domésticas,<br />

sino que también en sociedades post-autoritarias latinoamericanas en las que lo públicamente<br />

verbalizable se sometió a las necesidades y constreñimientos de la gobernabilidad y la obsesión<br />

compulsiva por <strong>el</strong> desarrollo económico. Por los intersticios de la retórica de la reconciliación<br />

circularon las ausencias y las omisiones tal como los espectros de Narciso y Justiniano, en<br />

sociedades donde esos silencios no fueron producto de un consenso social sino de una<br />

imposición, por ende de una lucha, con poderes asimétricos.<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

127


RESEÑA<br />

Cristina Luz García<br />

Gutiérrez<br />

Universidad<br />

Autónoma de Madrid,<br />

Madrid, España<br />

cristinaluz.garcia@<br />

uam.es<br />

DOI<br />

10.3232/RHI.2012.<br />

V5.N2.08<br />

La danza de los cuervos: <strong>el</strong> destino final de los<br />

detenidos desaparecidos. Javier Rebolledo<br />

The Ravens Dance: The Last Stop for the Disappeared<br />

A dança dos corvos: o destino final dos detidos desaparecidos<br />

Santiago de Chile, Ceibo Ediciones, 2012, 275 páginas<br />

ISBN: 978-9569071157<br />

Este libro, d<strong>el</strong> periodista de investigación Javier Rebolledo, nos r<strong>el</strong>ata<br />

los pormenores de la vida de Jorg<strong>el</strong>ino Vergara, más conocido como “El Mocito”,<br />

testigo de excepción de las actividades de la Dirección de Int<strong>el</strong>igencia Nacional<br />

(DINA) dentro de la Brigada Lautaro, que operaba en <strong>el</strong> centro de detención<br />

clandestino de la avenida Simón Bolívar durante la dictadura chilena.<br />

Es poco común que personas vinculadas directamente a la DINA cuenten<br />

sus experiencias. Las confesiones de El Mocito son sin duda aqu<strong>el</strong>las que más han<br />

podido desentrañar cómo funcionaba la organización entre <strong>el</strong> golpe de Estado y <strong>el</strong><br />

año 1978 cuando fue reconvertida en la Central Nacional de Informaciones (CNI).<br />

Debido a la inexistencia de documentos oficiales, que no se han<br />

encontrado o que simplemente se han hecho desaparecer, los testimonios de<br />

las víctimas han sido hasta hace poco, la única fuente que los investigadores<br />

teníamos para acercarnos al funcionamiento de la represión en Chile.<br />

El testimonio d<strong>el</strong> otro lado, d<strong>el</strong> lado de los verdugos, quedaba así en una<br />

penumbra. Los victimarios se habían dedicado a negar la mayor parte, o<br />

a dar algunos datos que d<strong>el</strong> todo eran insuficientes. El r<strong>el</strong>ato de Jorg<strong>el</strong>ino<br />

Vergara, sin ambages, reafirma <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ato de horror de las víctimas y nos lleva<br />

a plantearnos preguntas sobre la condición humana en situaciones críticas.<br />

Jorg<strong>el</strong>ino Vergara era apenas un adolescente cuando le contrataron de<br />

mozo, o asistente, en la casa de Manu<strong>el</strong> Contreras, director de la DINA y mano<br />

derecha de Pinochet hasta que cayó en desgracia en 1978. Jorg<strong>el</strong>ino era <strong>el</strong><br />

último hijo de una familia pobre de doce hermanos, que con siete años se quedó<br />

huérfano de padre y madre y que trabajó desde pequeño en <strong>el</strong> campo hasta que<br />

su hermano mayor le consiguió un trabajo en casa de Manu<strong>el</strong> Contreras. Allí<br />

pudo encontrar sino cariño, un techo donde cobijarse y la sensación de poder<br />

salir de esa espiral de pobreza que parecía <strong>el</strong> sino de su familia. Los detalles<br />

de la vida cotidiana de Manu<strong>el</strong> Contreras y su familia nos hacen sobrecogernos<br />

por la normalidad de la misma, descubrir cómo aún los grandes monstruos de la<br />

historia también tenían gente a la que querer y ser queridos.<br />

128


La danza de los cuervos: <strong>el</strong> destino final de los detenidos desaparecidos. Javier Rebolledo.<br />

Reseña: Cristina Luz García Gutiérrez<br />

Si en la primera parte d<strong>el</strong> libro <strong>el</strong> periodista se dedica a r<strong>el</strong>atar la vida dentro de la casa,<br />

en la segunda, más interesante desde <strong>el</strong> punto de vista histórico, se centra en <strong>el</strong> trabajo de<br />

Jorg<strong>el</strong>ino Vergara ya dentro de la DINA, en <strong>el</strong> cuart<strong>el</strong> situado en <strong>el</strong> número 8800 de la Avenida<br />

Simón Bolívar. Su labor comenzó al igual que en la casa de los Contreras de mozo: llevar la<br />

comida a los detenidos, los cafés a los oficiales y <strong>hacer</strong> tareas de limpieza básicas. Su testimonio<br />

es clave, ya que Jorg<strong>el</strong>ino Vergara trabajaba en <strong>el</strong> lugar más secreto, y a la vez más cruento de<br />

todos los centros de detención clandestinos de la dictadura. De allí nadie salió con vida, era <strong>el</strong><br />

destino final de muchos detenidos que ya habían pasado antes por otros centros de detención<br />

más conocidos, como Villa Grimaldi, Londres 38 o José Domingo Cañas.<br />

El Mocito desde su testimonio nos r<strong>el</strong>ata cómo funcionaba la Brigada Lautaro, la cual<br />

junto con <strong>el</strong> Grupo D<strong>el</strong>fín trabajaban en los previos d<strong>el</strong> cuart<strong>el</strong> y estaban dedicados en <strong>el</strong> año<br />

1976 a la caída d<strong>el</strong> Partido Comunista de Chile (PCCh). La media de lo que permanecían los<br />

detenidos en <strong>el</strong> cuart<strong>el</strong> era entre unos días y una semana, pocos aguantaban más las torturas.<br />

Después de que los cuerpos estaban destrozados por <strong>el</strong> uso de todo tipo de artilugios <strong>el</strong>éctricos<br />

y químicos, se les inyectaba, por parte de enfermeras que trabajaban para la DINA, un producto<br />

letal. De ahí, a las bases aéreas de Tobalaba o de P<strong>el</strong>dehue para llevarlos en h<strong>el</strong>icópteros al mar<br />

o meterlos en camionetas para tirarlos cerca de una mina abandonada.<br />

De entre los detenidos, Jorg<strong>el</strong>ino Vergara recuerda especialmente a uno: Víctor Díaz,<br />

Jefe d<strong>el</strong> Equipo de Dirección Interior d<strong>el</strong> PCCh. Él mismo r<strong>el</strong>ata cómo tenía un trato especial<br />

dentro d<strong>el</strong> cuart<strong>el</strong>. Prueba de <strong>el</strong>lo es que se mantuvo durante meses en su c<strong>el</strong>da, a diferencia de<br />

sus compañeros que llegaban y se iban al poco tiempo. Javier Rebolledo intercala <strong>el</strong> testimonio<br />

de El Mocito, con otras entrevistas o pruebas documentales extraídas de los juicios. Así se nos<br />

muestra cómo Víctor Díaz se convirtió en un informante después de las sesiones de tortura, y<br />

cómo la DINA le mantuvo vivo hasta que extrajeron toda la información que necesitaban para<br />

luego des<strong>hacer</strong>se de él. El Mocito r<strong>el</strong>ata cómo la noche de Navidad de 1976, en un momento<br />

en que se encontraba sólo en <strong>el</strong> cuart<strong>el</strong>, fue hasta la c<strong>el</strong>da de Víctor Díaz y le sacó de allí para<br />

degustar juntos <strong>el</strong> menú especial cortesía de las Fuerzas Armadas de Chile. Ese instante de<br />

humanidad dentro de un lugar tan inhumano, genera más matices al lector sobre la condición<br />

d<strong>el</strong> que sabe pero no denuncia, como fue Jorg<strong>el</strong>ino Vergara. El testimonio de El Mocito ayudó<br />

al procesamiento de más de sesenta militares vinculados a la DINA, muchos de quienes nunca<br />

habían aparecido en ninguna fuente anterior y permanecían en <strong>el</strong> anonimato.<br />

El libro de Javier Rebolledo, más allá de los maniqueísmos que su<strong>el</strong>en poblar la literatura<br />

sobre la represión en las dictaduras, nos deriva a un territorio más complejo, donde sitúa al<br />

lector en <strong>el</strong> otro lado, en <strong>el</strong> lugar donde rara vez nos queremos ver posicionados. Denuncia<br />

también la falsa retórica de los movimientos de izquierda que condenan al ostracismo a aqu<strong>el</strong>las<br />

víctimas que debido a la tortura otorgaron información. Como apunta <strong>el</strong> autor, la tortura es brutal<br />

y debemos dejar de buscar mártires en la misma, sino intentar comprender cómo <strong>el</strong> ser humano<br />

en situaciones críticas puede actuar de modos antes insospechados.<br />

El r<strong>el</strong>ato de la maldad, d<strong>el</strong> ensañamiento con un enemigo derrotado dentro de la<br />

actuación de la Brigada Lautaro, nos hace contemplar sin maquillaje los lugares más sombríos<br />

HIb. REVISTA DE HISTORIA IBEROAMERICANA | ISSN: 1989-2616 | Semestral | Año 2012 | Vol. 5 | Núm. 2<br />

129


La danza de los cuervos: <strong>el</strong> destino final de los detenidos desaparecidos. Javier Rebolledo.<br />

Reseña: Cristina Luz García Gutiérrez<br />

de la condición humana. El testimonio de Jorg<strong>el</strong>ino Vergara, que estuvo pero no actuó, según<br />

su testimonio, en los centenares de casos de tortura y muerte producidos en <strong>el</strong> cuart<strong>el</strong> de Simón<br />

Bolívar arroja luz sobre un centro clandestino de detención d<strong>el</strong> que poco se sabía, porque no<br />

hubo testimonios que sobreviviesen a él. Pero también ayuda a refutar las fuentes que teníamos<br />

de los métodos de tortura y desaparición, y acercarnos a cómo pensaban y actuaban aqu<strong>el</strong>los<br />

que todavía se niegan a contar todo lo que hicieron, por miedo a la justicia y también, porque no,<br />

por miedo a su propia conciencia.<br />

130<br />

http://revistahistoria.universia.net


RESEÑA<br />

F<strong>el</strong>ipe Sánchez Barría<br />

Pontificia Universidad<br />

Católica de Chile,<br />

Santiago, Chile<br />

fasanchez@uc.cl<br />

DOI<br />

10.3232/RHI.2012.<br />

V5.N2.09<br />

The Dictator’s Seduction: Politics and the Popular<br />

Imagination in the Era of Trujillo.<br />

Lauren Derby<br />

La sedución sedución d<strong>el</strong> dictador: Polítical Política e imaginación popular en la era de Trujillo<br />

A sedução do ditador: Política e imaginario popular en la era de Trujillo<br />

Durham and London, Duke University Press, 2009, 432 páginas<br />

ISBN: 978-0822344827<br />

Desde 1931 a 1961 República Dominicana sufrió una de las dictaduras<br />

más sangrientas y brutales de América Latina de la mano de Rafa<strong>el</strong> Trujillo. “El<br />

Jefe” ejerció su autoridad de forma implacable, no sólo a través de la militarización<br />

y <strong>el</strong> uso de la violencia explícita, sino también por medio de una serie de prácticas<br />

culturales y políticas vinculadas al culto a la personalidad d<strong>el</strong> dictador que tuvo<br />

profundas consecuencias en <strong>el</strong> imaginario popular de los dominicanos. Es en<br />

este “Estado-Teatro” donde Lauren Derby examina las formas cotidianas de<br />

dominación d<strong>el</strong> régimen, enfatizando <strong>el</strong> rol que jugaron los rituales públicos en<br />

<strong>el</strong> ejercicio d<strong>el</strong> poder, indicando con <strong>el</strong>lo que la cultura política que desarrolló <strong>el</strong><br />

régimen se extendió de tal forma en la sociedad civil que configuró una “política<br />

vernácula” basada en discursos de masculinidad y fantasías de movilidad social<br />

a pesar de la clase o la raza. Al mismo tiempo, sería este carácter vernáculo de<br />

las formas de dominación lo que hizo más difícil a los sujetos escapar d<strong>el</strong> poder<br />

d<strong>el</strong> Estado o tan solo resistir, afirmando que <strong>el</strong> aspecto más pernicioso de la<br />

dictadura fueron las prácticas d<strong>el</strong> rumor, <strong>el</strong> parentesco ficticio y <strong>el</strong> intercambio<br />

de regalos, ya que éstas reflejaron <strong>el</strong> control total d<strong>el</strong> dictador más allá de los<br />

espacios formales donde se desarrollaba la política.<br />

A comienzos d<strong>el</strong> siglo XX, <strong>el</strong> país entró en un clima de inestabilidad<br />

política y una grave crisis económica debido a las deudas d<strong>el</strong> asesinado<br />

presidente Heureaux. Esta inestabilidad dio paso a la intervención<br />

norteamericana, lo que modificó profundamente las prácticas culturales y<br />

los significados de la política en la población. La norteamericanización de la<br />

cultura popular y <strong>el</strong> mayor poder adquisitivo de una emergente clase media<br />

gracias al boom azucarero, trastornaron las distinciones sociales creando un<br />

profundo rechazo de la intervención por parte de la élite. La autora señala<br />

que la presencia de los marines simbolizó una feminización d<strong>el</strong> país y la<br />

emasculación de los hombres debido a su incapacidad de poder gobernar su<br />

propia nación. Esta situación se volvió insostenible una vez que la crisis de<br />

1929 golpeó fuertemente la economía y <strong>el</strong> tornado de San Zenón destruyó<br />

totalmente la capital, creando un ambiente de caos y disolución de las barreras<br />

sociales. Derby muestra cómo <strong>el</strong> desastre permitió a Trujillo demostrar su<br />

131


The Dictator’s Seduction: Politics and the Popular Imagination in the Era of Trujillo. Lauren Derby<br />

Reseña: F<strong>el</strong>ipe Sánchez Barría<br />

capacidad de liderazgo y consolidar su autoridad, presentándose como <strong>el</strong> padre fundador de la<br />

Patria Nueva, de la que él mismo era su principal benefactor.<br />

Las representaciones de género que adquirió <strong>el</strong> régimen de Trujillo, se encarnaron en<br />

<strong>el</strong> propio dictador bajo la figura popular d<strong>el</strong> “tíguere”, que simbolizaba al macho que escalaba<br />

socialmente a través de sus conquistas ilícitas a mujeres de mejor condición social. Esta figura<br />

avivó las fantasías de movilidad social en los sectores marginales, los que encontraron una<br />

oportunidad por medio d<strong>el</strong> reclutamiento en las fuerzas armadas o en <strong>el</strong> Partido Dominicano,<br />

provocando pugnas entre los miembros d<strong>el</strong> partido y las autoridades provinciales que pertenecían<br />

principalmente a las élites locales. Las fuertes tensiones entre estos grupos se resolvieron a<br />

través d<strong>el</strong> rumor, las denuncias y los <strong>el</strong>ogios. Estas prácticas se convirtieron en la mejor forma<br />

de solucionar conflictos en los grupos intermedios, mantener controlada a la población por<br />

medio de la paranoia y provocar la sensación de omnipresencia d<strong>el</strong> dictador. Pero también estas<br />

prácticas entregaron espacios de resistencia cotidianas, ya que otorgaban la oportunidad a la<br />

gente de denunciar y destituir a funcionarios abusivos, al mismo tiempo que podían participar<br />

restringidamente de la opinión pública por medio de las columnas en <strong>el</strong> periódico oficial.<br />

La autora destaca la particularidad d<strong>el</strong> populismo autoritario de Trujillo en América Latina,<br />

señalando que a diferencia d<strong>el</strong> caso de Perón que ejerció control por medio de formas simbólicas<br />

de niv<strong>el</strong>ación social identificándose éste con la clase trabajadora, “El Chivo” quiso llevar la cultura<br />

y la civilización a los sectores pobres e iletrados d<strong>el</strong> país. Transformando su capital económico<br />

en capital simbólico, Trujillo desarrolló una extensa red client<strong>el</strong>ar entre los sectores populares<br />

a través de la distribución de regalos y objetos que marcaban cierto status. Esto generó una<br />

sensación de inclusión ciudadana a la nación entre los sectores marginales, pero también<br />

formó parte de un medio esencial de control d<strong>el</strong> régimen. En efecto, así como la economía<br />

d<strong>el</strong> país mejoraba, todas las actividades d<strong>el</strong> Estado eran presentadas como regalos personales<br />

d<strong>el</strong> dictador. Éste no sólo regalaba casas, sino también era quien designaba los trabajos como<br />

quien podía quitarlos. La imposibilidad de rechazar cualquier dádiva por parte de Trujillo no<br />

sólo co-optaba a los sujetos, sino también generaba una sensación de complicidad forzada que<br />

provocaba incluso <strong>el</strong> autoaborrecimiento, confirmando con <strong>el</strong>lo <strong>el</strong> grado de profundidad con que<br />

penetró en los dominicanos la cultura política d<strong>el</strong> régimen.<br />

A través de diversas fuentes como entrevistas y documentos inéditos d<strong>el</strong> régimen,<br />

Derby ofrece un provocativo enfoque posmoderno que ayuda a complejizar <strong>el</strong> entendimiento<br />

de las dictaduras populistas de América Latina. Descentrando <strong>el</strong> análisis desde un énfasis<br />

excesivo en la figura d<strong>el</strong> dictador y en <strong>el</strong> uso de la violencia, The Dictator’s Seduction explora los<br />

diferentes espacios y mecanismos culturales a través de los cuales las “jerarquías de dominación<br />

y deferencia son creadas, mantenidas e invertidas”. Sin embargo, muchas veces discurre por<br />

diferentes tópicos y hechos a los que asocia categorías que han desarrollado otros autores<br />

sin incurrir en <strong>el</strong> propio desarrollo de estos conceptos, lo que le da cierta arbitrariedad a las<br />

asociaciones conceptuales y una sensación de dispersión dentro de la narrativa. No obstante,<br />

es una provocación novedosa que nos confirma la tesis de Corrigan y Sayer acerca de que no<br />

puede comprenderse la política d<strong>el</strong> Estado si no es culturalmente.<br />

132<br />

http://revistahistoria.universia.net


RESEÑA<br />

Yohad Zacarías S.<br />

Pontificia Universidad<br />

Católica de Chile,<br />

Santiago, Chile<br />

yzacaria@uc.cl<br />

DOI<br />

10.3232/RHI.2012.<br />

V5.N2.10<br />

Los saberes d<strong>el</strong> Estado. Volumen I<br />

Mariano Ben Plotkin y Eduardo Zimmermann (compiladores)<br />

State Knowledge Volume I<br />

Os saberes do Estado. Volume I<br />

133<br />

Buenos Aires, Edhasa, 2012, 256 páginas<br />

ISBN: 978-9876281546<br />

Fruto de un equipo de investigación dirigido por los historiadores<br />

argentinos Mariano Ben Plotkin y Eduardo Zimmermann, Los saberes d<strong>el</strong><br />

Estado es una compilación de artículos presentados en las Jornadas sobre<br />

Elites Int<strong>el</strong>ectuales y Formación d<strong>el</strong> Estado realizadas en Argentina <strong>el</strong> año 2009,<br />

más los comentarios finales d<strong>el</strong> historiador norteamericano Joseph L. Love. El<br />

volumen explora la formación y organización de las élites técnicas estatales, su<br />

r<strong>el</strong>ación con la <strong>el</strong>aboración de un conocimiento social y <strong>el</strong> proceso de constitución<br />

d<strong>el</strong> Estado en Argentina a fines d<strong>el</strong> siglo XIX e inicios d<strong>el</strong> XX.<br />

En las páginas introductorias al texto, los compiladores plantean la<br />

necesidad de reflexionar sobre la formación d<strong>el</strong> Estado en América Latina,<br />

proponiendo un alejamiento de las perspectivas historiográficas que lo sitúan<br />

como una categoría monolítica, o las reflexiones que lo unen al desarrollo de<br />

movimientos sociales y formas de resistencia. Tanto Plotkin como Zimmerman,<br />

mencionan que estas perspectivas no profundizan en las conexiones que <strong>el</strong><br />

Estado y las élites desarrollaron para institucionalizar <strong>el</strong> conocimiento de saberes<br />

técnicos que, posteriormente, formaron parte significativa d<strong>el</strong> proceso de desarrollo<br />

estatal. Ante esta necesidad, <strong>el</strong> volumen plantea que <strong>el</strong> proceso de formación d<strong>el</strong><br />

Estado no solo ha sido <strong>el</strong> producto de cambios a niv<strong>el</strong>es ideológicos, como <strong>el</strong><br />

influjo d<strong>el</strong> liberalismo o <strong>el</strong> socialismo, sino que su organización también es fruto<br />

de la <strong>el</strong>aboración de saberes técnicos, de la constitución de élites técnicas y la<br />

posterior institucionalización de esos conocimientos en <strong>el</strong> mismo Estado.<br />

Esta línea de investigación se centra en <strong>el</strong> proceso histórico de formación<br />

estatal durante <strong>el</strong> cambio de siglo, ya que sería en este período, donde <strong>el</strong><br />

Estado requirió de los aportes teóricos provenientes de las incipientes ciencias<br />

sociales para constituir saberes técnicos que le proporcionasen mecanismos<br />

de legitimación. Estos saberes, a su vez, necesitaron d<strong>el</strong> Estado para lograr<br />

un proceso de justificación y posterior consolidación. Así, estos conocimientos<br />

se volvieron saberes d<strong>el</strong> Estado, ubicados en un doble proceso: fueron tanto<br />

demandados como a la vez constitutivos d<strong>el</strong> Estado.


Los saberes d<strong>el</strong> Estado. Volumen I. Ben Plotkin y Eduardo Zimmermann<br />

Reseña: Yohad Zacarías<br />

El volumen profundiza en los saberes de Estado a través de tres secciones. La primera,<br />

se denomina “Saberes, Estado y cuestión social”. Los dos textos que la forman, de Juan Suriano<br />

y Claudia Dani<strong>el</strong>, exploran la composición de grupos técnicos y la implementación de sus<br />

conocimientos específicos en las políticas estatales, como <strong>el</strong> caso de los estadísticos oficiales en la<br />

Argentina y las políticas laborales de los técnicos en <strong>el</strong> Departamento Nacional de Trabajo durante<br />

<strong>el</strong> gobierno de Yrigoyen. La segunda sección se titula “Saberes y zonas grises”, donde se estudia<br />

la circulación de saberes entre <strong>el</strong> Estado y la sociedad, en un proceso mediado por la política, las<br />

instituciones y <strong>el</strong> mundo académico y universitario. Por último, la tercera sección, denominada<br />

“Ciudades y caminos: <strong>el</strong> espacio como problema de Estado”, aborda <strong>el</strong> proceso de modernización<br />

técnica y los cambios que produjo en la forma de entender <strong>el</strong> espacio; la institucionalización d<strong>el</strong><br />

conocimiento técnico y, por último, la importancia de las corrientes transnacionales en la formación<br />

de los grupos técnicos.<br />

Siguiendo esta división temática, la r<strong>el</strong>evancia d<strong>el</strong> volumen radica en las propuestas<br />

metodológicas y teóricas que subyacen a los saberes d<strong>el</strong> Estado. En primer lugar, permiten<br />

profundizar en los conocimientos básicos para establecer, sostener, legitimar y posteriormente<br />

normalizar servicios técnicos estatales. Por ejemplo, <strong>el</strong> estudio de organismos sanitarios, de<br />

urbanismo y vialidad. En segundo lugar, estos conocimientos son producidos, transmitidos y<br />

aplicados por élites técnicas, las cuales poseen un proceso de formación autónoma paral<strong>el</strong>o al<br />

desarrollo político de los Estados. Este proceso se ve contínuamente enriquecido con <strong>el</strong> arribo de<br />

corrientes transnacionales, las cuales son también estudiadas como herramientas de legitimación<br />

estatal, a través de las influencias europeas y norteamericanas sobre los grupos técnicos, siendo<br />

<strong>el</strong> caso paradigmático la r<strong>el</strong>ación que se entabla entre publicaciones y congresos internacionales<br />

y las élites técnicos estatales.<br />

Finalizando, <strong>el</strong> volumen entrega luces sobre cómo abordar <strong>el</strong> estudio de la formación<br />

d<strong>el</strong> Estado, cómo acercarse a las élites estatales, cómo materializar la introducción de los<br />

conocimientos técnicos derivados de la ciencia en la aplicación y posterior legitimación estatal. En<br />

este sentido, la compilación se plantea novedosa y necesaria para <strong>el</strong> estudio de la formación d<strong>el</strong><br />

Estado en Argentina y América Latina, contribuyendo al desarrollo de una línea de investigación<br />

historiográfica que tiene como foco a los saberes técnicos. A su vez, esta focalización logra<br />

ejemplificar, enriquecer y dinamizar <strong>el</strong> proceso de desarrollo estatal en una doble dimensión, tanto<br />

en <strong>el</strong> estudio de las consolidaciones tecnocráticas como su legitimación en saberes de Estado.<br />

134<br />

http://revistahistoria.universia.net

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!