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cel sin que medie protección alguna en ésta. Es una técnica que proporciona suaves tonos<br />

rompiendo la brillantez de los blancos pero sin trama alguna como sería el caso de la resi­<br />

na. De gran efecto si se aplica en zonas pequeñas, resulta difícil controlar los resultados en<br />

superficies amplias quedando una mayor intensidad en los bordes de la mancha donde ha<br />

actuado el pincel, del mismo modo que ocurre en la acuarela.<br />

La característica fundamental de Gaya como grabador es su capacidad para dar nuevas<br />

soluciones técnicas ante nuevos problemas y situaciones compositivas. En esta ocasión hay<br />

que suponer que la necesidad de soluciones ante las dificultades se extremaron debido a la<br />

carencia de materiales que existía en el momento en que el pintor estaba trabajando. Desde<br />

esta perspectiva podía plantearse la aguada como la solución dada por Gaya ante la caren­<br />

cia de aguatinta, y la mala calidad de los materiales, barnices y resinas, que se evidencian<br />

en las falsas mordidas del ácido. Gaya emplea en esta serie el mismo lenguaje visual que<br />

empleara en los Caprichos, la atención del espectador se centra con el reclamo que ejercen<br />

los blancos y que introducen al espectador en el contenido de la estampa.<br />

Gaya traslucirá una profunda amargura al enumerar los horrores y atrocidades de la gue­<br />

rra, no conmueve, hace reflexionar. Los Desastres de la guerra, como tantas veces se ha<br />

dicho, no son una proclama, en estas estampas se exalta a la razón y al valor, en la misma<br />

medida que se critica el fanatismo, la crueldad, la injusticia y los vicios que trajeron como<br />

consecuencia el terror, el hambre y la muerte.<br />

Por último, en los Desastres de la guerra se denota un apego a la realidad cotidiana que<br />

puede explicar la continuidad cronológica que se aprecia en la totalidad de la obra: el levan­<br />

tamiento y la lucha popular, los efectos devastadores de la contienda, el hambre en Madrid,<br />

las consecuencias de los siniestros primeros años de reinado de Fernando VII y la esperan­<br />

za de cambio.<br />

La serie de los Desastres de la guerra estaba terminada hacia 1815 pero no parece que<br />

Gaya tratara de hacer edición alguna en aquellos años, muy probablemente debido a las cir­<br />

cunstancias políticas de España. Sólo se conoce un ejemplar completo tirado en la época. Se<br />

trata del que Goya regaló a su amigo Ceán Bermúdez y cuya hija, Beatriz Ceán de Arana,<br />

dió a Valentín Carderera y que en la actualidad se encuentra en el British Museum<br />

(Londres). En la primera página de este volumen y con caligrafía de un profesional se lee:<br />

Fatales consequencias de la sangrienta guerra en España con Buonaparte. Y otros capri­<br />

chos enfáticos, en 80 estampas. Inventadas, dibuxadas y grabadas, por el pintor original D.<br />

Francisco de Gaya y Lucientes, En Madrid. Cincuenta y tres años después de que Gaya<br />

fechara los primeros cobres la Academia de San Fernando decidía publicar, tras haber adqui­<br />

rido toda la colección de láminas de cobre en octubre de 1862, la primera edición bajo el<br />

título Los desastres de la guerra. Esta denominación de la serie inicia el proceso de progre­<br />

siva universalización de la visión goyesca de la guerra, quedando en un segundo plano esa<br />

directa vinculación con la realidad que provocó la totalidad de las imágenes. Ayudó a este<br />

proceso, las escenas reflejadas en las estampas. En muchas ocasiones es imposible precisar<br />

en favor de quien va la lucha e incluso, a veces, no se puede afirmar quienes son sus prota­<br />

gonistas. La atemporalidad contribuye a ello, no se reconocen héroes ni generales, etc. Son<br />

imágenes recogidas de las experiencias vividas; la crueldad, la violencia y la muerte son los<br />

protagonistas de una guerra que el artista ve no ya como una contienda entre buenos y<br />

malos, sino mala en sí misma y en la que únicamente deja traslucir miseria e insolidaridad;<br />

y, al llegar la paz, de nuevo los egoísmos y la irracionalidad, que incluso hicieron que Gaya<br />

no se atreviera a publicar estas estampas, que lo fueron por primera vez en 1863.<br />

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