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cuentos<br />

con el mismo<br />

papel


© <strong>de</strong> los textos: El espejo <strong>de</strong> Lara Croft y Amaia Cia<br />

© Copyright <strong>de</strong> la edición <strong>de</strong> los cuentos:<br />

<strong>Ayuntamiento</strong> <strong>de</strong> <strong>Logroño</strong>.<br />

© Copyright <strong>de</strong>l diseño e ilustraciones: Antonia<br />

Santolaya.<br />

Dep. Leg.:---------------<br />

No está permitida la reproducción total o parcial<br />

<strong>de</strong> este libro, ni su tratamiento informático, ni la<br />

transmisión <strong>de</strong> ninguna forma o por cualquier medio,<br />

ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por<br />

registro u otros métodos, ni su préstamo, alquiler o<br />

cualquier otra forma <strong>de</strong> cesión <strong>de</strong> uso <strong>de</strong>l ejemplar,<br />

sin el permiso previo y por escrito <strong>de</strong>l titular <strong>de</strong>l<br />

Copyright.


CUENTOS<br />

.<br />

CON EL MISMO PAPEL<br />

.<br />

2º CERTAMEN<br />

· Había una vez...<br />

El espejo <strong>de</strong> Lara Croft<br />

· Souflé <strong>de</strong> queso...<br />

Amaia Cia


Prólogo<br />

Habían quedado citadas en el Museo <strong>de</strong>l Louvre,<br />

en Paris. Los personajes <strong>de</strong> estos cuentos<br />

literarios nos hablan <strong>de</strong> los <strong>de</strong>seos, <strong>de</strong>l mundo, <strong>de</strong><br />

sus sentimientos. Nos trasladan con facilidad a sus<br />

escenarios y compartimos las anécdotas felices,<br />

fantásticas, respetuosas y sabrosas con las que nos<br />

<strong>de</strong>leitan.<br />

La Concejalía <strong>de</strong> Igualdad y la Concejalía <strong>de</strong> Derechos<br />

Sociales <strong>de</strong>l <strong>Ayuntamiento</strong> <strong>de</strong> <strong>Logroño</strong>, publican <strong>de</strong><br />

nuevo la recopilación <strong>de</strong> cuentos ganadores <strong>de</strong>l II<br />

Certamen Nacional <strong>de</strong> Literatura “Con el mismo papel”.<br />

A través <strong>de</strong> estas publicaciones quiere hacer llegar a la<br />

infancia ya la juventud los necesarios y amplios aspectos<br />

<strong>de</strong> la Igualdad <strong>de</strong> género, <strong>de</strong> trato, <strong>de</strong> oportunida<strong>de</strong>s, <strong>de</strong><br />

realida<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> vida.<br />

Se encierran en estos cuentos un “soufflé <strong>de</strong> palabras”<br />

bellas, armónicas y muy interesantes. Imaginar y<br />

reflexionar son dos activida<strong>de</strong>s necesarias para nuestra<br />

mente. Esta que te ofrecemos es inmejorable. Lee y te<br />

<strong>de</strong>leitarás. Habla con tus profesores y tu familia sobre<br />

lo que has leído, dialoga con tus amigos y amigas,<br />

explícales a tus abuelos el contenido mágico <strong>de</strong> estos<br />

cuentos que te han hecho pensar y <strong>de</strong>sear un mundo<br />

más tolerante e igualitario.


Dicen que en cierta ocasión un discípulo le <strong>de</strong>cía a su<br />

maestro: “Siempre nos cuentas historias, pero nunca<br />

nos <strong>de</strong>svelas su significado”.<br />

El maestro le replicó:” ¿Te gustaría que alguien te<br />

ofreciera fruta y la masticara antes <strong>de</strong> dártela?”<br />

Te proponemos la lectura <strong>de</strong> este librito masticando su<br />

contenido y sacándole todo su jugo. ¡Atrévete!<br />

Tomás Santos Munilla<br />

ALCALDE DE LOGROÑO<br />

Concha Arribas Llorente<br />

CONCEJALA DE IGUALDAD


· Había una vez...<br />

El espejo <strong>de</strong> Lara Croft<br />

9_


E<br />

ra la hora <strong>de</strong> dormir y Laricha,<br />

que se había quedado esa noche en<br />

casa <strong>de</strong> sus abuelos, no tenía sueño.<br />

–Abuelita, cuéntame un cuento.<br />

–¿Un cuento muy bonito?<br />

–¡El más bonito que conozcas!<br />

–Si te lo cuento,<br />

¿te dormirás pronto?<br />

–Sí, abuelita, te<br />

lo prometo.<br />

_10


–De acuerdo… Había una vez<br />

una princesa muy hermosa…<br />

–¡Ah, sí! –contestó Laricha, muy<br />

complacida– ¡La princesa guerrera!<br />

La abuelita se<br />

sorprendió un poco.<br />

–No, cariño, ese no es el<br />

cuento que yo me sé... Yo<br />

no creo que las princesas<br />

vayan a la guerra. Sólo<br />

van los príncipes…<br />

Como la nietecita no<br />

quería discutir, hizo gestos<br />

a su abuela para que continuara.<br />

11_


–Pues bien –siguió la abuelita simulando<br />

con la voz inflexiones <strong>de</strong> misterio–, había<br />

una vez una princesa muy hermosa que<br />

vivía en un palacio <strong>de</strong> cristal adornado por<br />

un maravilloso jardín, con un lago lleno <strong>de</strong><br />

cisnes, y ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> un bosque encantado.<br />

La princesita dormía en una cama <strong>de</strong> oro<br />

con sábanas <strong>de</strong> seda, y todos los días un<br />

centenar <strong>de</strong> sirvientas la peinaban con<br />

_12


un peine <strong>de</strong> plata y la vestían con sus<br />

trajes bordados… ¿A que a ti también te<br />

hubiera gustado vivir en ese palacio?<br />

–No sé, abuela. Depen<strong>de</strong>… La princesa,<br />

¿a qué jugaba? –preguntó bostezando–<br />

¿Se escondía en el jardín? ¿Perseguía a<br />

los cisnes? ¿Se subía a los árboles?<br />

13_


–No, cariño, no –contestó la abuela<br />

riendo–. La princesita no jugaba<br />

a esas cosas… ¡Hubiera podido<br />

manchar o romper sus vestidos!<br />

–¡Ah! Entonces, se divertiría con el centenar<br />

<strong>de</strong> sirvientas… Con tanta gente, siempre<br />

habría alguien para jugar al escondite<br />

o a la goma o al tejo, o para nadar en<br />

el lago o salir al bosque a explorar…<br />

–No, cariño, no… A la princesa no<br />

le estaba permitido jugar con las<br />

sirvientas… Simplemente, permanecía<br />

en su hermoso palacio esperando a su<br />

príncipe… ¡El príncipe azul! –y añadió<br />

emocionándose:– ¡Iba a venir a buscarla<br />

en un caballo encantado! ¡En el cinto,<br />

la espada, y en la mano, un azor!<br />

–¿Y por qué lo esperaba? –preguntó<br />

Laricha, un poco aburrida <strong>de</strong> que<br />

en ese cuento no pasase nada.<br />

_14


–Bueno, las princesas… –la abuela<br />

intentó ganar tiempo hasta encontrar<br />

una explicación razonable a esa extraña<br />

pregunta– las princesas siempre esperan<br />

a un príncipe… ¡El cuento es así!<br />

–Vale, abuela, el cuento es así…<br />

15_


–resignándose, Laricha procuró ser<br />

paciente con el particular relato <strong>de</strong><br />

la abuela–. Pero… ¿por qué esperaba<br />

al príncipe? ¿Le traía algún juguete?<br />

¿Alguna vi<strong>de</strong>oconsola? ¿Una espada?<br />

_16


–No, no… Algo mucho mejor…<br />

¡Venía a casarse con ella!<br />

–¿A casarse? ¡Qué raro! –esta vez la<br />

niña quedó absolutamente sorprendida,<br />

pero sabía que discutiendo con la<br />

abuela el cuento no podría mejorar.<br />

17_


–Pasaban los días y, como el<br />

príncipe no llegaba, la pobre<br />

princesita langui<strong>de</strong>cía <strong>de</strong> pena…<br />

–Sí, qué pena…Pero, en vez <strong>de</strong> tanto<br />

esperar, ¿por qué no salió ella a buscarlo?<br />

–interrumpió Laricha, llena <strong>de</strong> razón–.<br />

Si, por lo que fuera, no consiguió<br />

llamar por teléfono, la princesita<br />

podía montar en un cisne y escapar<br />

<strong>de</strong>l palacio, o salir hacia el bosque…<br />

_18


–No, no, no… El cuento no dice eso…<br />

–la abuela, ahora ya bastante<br />

impaciente, intentó retomar el espíritu<br />

<strong>de</strong> su melancólico relato– La princesita<br />

lloraba, lloraba, porque el príncipe azul<br />

aún no había encontrado el camino…<br />

19_


Laricha ya no pudo aguantar la risa.<br />

–¡Qué princesa más tonta! ¡Llorar por<br />

esa payasada! A<strong>de</strong>más… ¡yo nunca me<br />

casaría con un príncipe tan lelo!<br />

Aquello fue <strong>de</strong>masiado para la abuelita,<br />

que se levantó indignada por el poco<br />

éxito <strong>de</strong> su relato. Las niñas <strong>de</strong> ahora no<br />

tenían sensibilidad, ni podían compren<strong>de</strong>r<br />

la poesía <strong>de</strong> los cuentos antiguos.<br />

_20


Sería por culpa <strong>de</strong> la educación, o por culpa<br />

<strong>de</strong> la televisión, o por culpa <strong>de</strong> internet<br />

y los or<strong>de</strong>nadores… Las niñas <strong>de</strong> ahora<br />

no sabían lo que querían. Seguramente<br />

¡ni siquiera querían ser princesas!<br />

21_


La abuelita, fracasada en su intento<br />

<strong>de</strong> embaucar a la niña con<br />

historias al parecer pasadas <strong>de</strong> moda,<br />

se dispuso a salir <strong>de</strong> la habitación.<br />

–Abuelita –la llamó Laricha, medio<br />

dormida– ¿No me das un beso?<br />

–Sí, tesoro, sí –se enterneció la<br />

abuela–. ¿Ya no quieres el cuento?<br />

_22


–Ya no, abuelita… Mañana me cuentas<br />

otro… –y añadió mientras se dormía–<br />

Pero que no sea <strong>de</strong> princesas…<br />

Que sea <strong>de</strong> zombis, o <strong>de</strong> Narnia, o <strong>de</strong><br />

Lara Croft… algo que no sea tan increíble…<br />

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· Souflé <strong>de</strong> queso...<br />

Amaia Cia<br />

25_


Al<br />

atar<strong>de</strong>cer, cuando el Museo <strong>de</strong>l<br />

Prado cerraba sus puertas al<br />

público, la <strong>de</strong> la izquierda se quitaba los<br />

zapatos dorados (que le apretaban un poco<br />

en el empeine) y respiraba aliviada. La <strong>de</strong><br />

la <strong>de</strong>recha se ponía una bata <strong>de</strong> guatiné<br />

azul cielo (pasada <strong>de</strong> moda pero muy<br />

abrigada) y hacía un cafecito para las dos.<br />

Así, la maja vestida y la maja<br />

<strong>de</strong>snuda, la una quitándose ropa y<br />

la otra poniéndosela, charlaban y<br />

acercaban un poco sus diferencias.<br />

_26


—¿Tú crees que alguna vez llegaré a ver la<br />

Torre Eiffel? —suspiraba la maja vestida<br />

mientras se servía dos terrones <strong>de</strong> azúcar.<br />

Estaba aprendiendo francés con un<br />

curso a distancia (ya sabía <strong>de</strong>cir “un<br />

croissant, s´il vous plait”) y no <strong>de</strong>scartaba<br />

completar sus estudios con unas lecciones<br />

rápidas <strong>de</strong> acor<strong>de</strong>ón. Dominaba la cocina<br />

francesa (exceptuando el soufflé <strong>de</strong><br />

queso, que conseguía que subiera pero<br />

se le <strong>de</strong>smoronaba en seguida). La pared<br />

<strong>de</strong> su habitación se había convertido en<br />

un mosaico <strong>de</strong> postales <strong>de</strong> la Torre Eiffel<br />

(vista <strong>de</strong>s<strong>de</strong> todos los ángulos). Una<br />

amiga suya, una chica italiana monísima<br />

que vivía allí, se las enviaba todos los<br />

meses. Siempre sonriente, Mona Lisa, le<br />

mandaba con cariño sus mejores <strong>de</strong>seos.<br />

A<strong>de</strong>más, se preocupaba <strong>de</strong> elegir un sello<br />

bonito (con preciosos dibujos <strong>de</strong> Mon<br />

Matre o <strong>de</strong>l Sena), para que ella se pusiera<br />

contenta. Como <strong>de</strong>spedida, firmaba:<br />

“La Torre Eiffel te espera, maja. Aurrevoire”.<br />

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29_


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En resumen, la maja vestida<br />

estaba locamente enamorada<br />

<strong>de</strong> nuestro país vecino.<br />

—No hay que per<strong>de</strong>r la esperanza<br />

—le animaba la maja <strong>de</strong>snuda,<br />

comiéndose un pastelillo petit-choux,<br />

recién sacado <strong>de</strong>l horno—. Aunque es<br />

verdad que París está muy lejos. Ser<br />

pintura tiene sus limitaciones. —Y ser<br />

mujer ni te cuento —le replicaba la<br />

maja vestida, bastante <strong>de</strong>sanimada.<br />

En eso tenía razón. Estaban allí <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

hacía más <strong>de</strong> dos siglos y, en aquellos<br />

tiempos, no les <strong>de</strong>bía parecer <strong>de</strong>masiado<br />

elegante que las mujeres leyeran, supieran<br />

31_


multiplicar o se aprendieran <strong>de</strong> memoria el<br />

nombre <strong>de</strong> todas las capitales <strong>de</strong>l mundo.<br />

Por eso las habían retratado así,<br />

tumbadas a la bartola, sin hacer nada<br />

más que sonreír. Sin un triste librito<br />

entre las manos, (¡con lo que disfrutaban<br />

ellas leyendo novelas policíacas!).<br />

Imaginad el lío que se hubiera armado si, un<br />

buen día, los visitanteshubieran <strong>de</strong>scubierto<br />

a la maja <strong>de</strong>snuda leyendo un tratado <strong>de</strong><br />

medicina o a la maja vestida hojeando unos<br />

cua<strong>de</strong>rnitos <strong>de</strong> gramática francesa. Todo<br />

el mundo se habría arremolinado, con los<br />

ojos <strong>de</strong>sorbitados, comparando los cuadros<br />

con los dibujitos <strong>de</strong> la guía ilustrada <strong>de</strong><br />

Madrid (¡menuda cola se habría formado<br />

en el mostrador <strong>de</strong> “Reclamaciones”!) A<br />

la Dirección <strong>de</strong>l Museo le iba a importar<br />

bien poco que la maja vestida pudiera<br />

<strong>de</strong>cir “un croissant, s´il vous plait”, con<br />

una pronunciación casi perfecta.<br />

_32


Mirándolo bien, no se podían quejar. Era<br />

un trabajo cómodo, aunque les <strong>de</strong>jaba poco<br />

tiempo libre. Mucho peor lo tenían “Las<br />

hilan<strong>de</strong>ras”, dándole a la rueca sin parar.<br />

Sin embargo, ellas estaban agradablemente<br />

recostadas en un diván. Era cierto que, a<br />

veces, se les dormían un poco los brazos.<br />

Tenerlos siempre doblados <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la nuca<br />

les producía un ligero hormigueo. Pero, ¿qué<br />

profesión no tiene algún inconveniente?<br />

Tomando su café humeante, aprovechaban<br />

para contarse las inci<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong>l día, leer el<br />

periódico o jugar una partidita <strong>de</strong> parchís.<br />

—¿Cómo crees que serán los franceses?<br />

—preguntaba la maja vestida, entornando<br />

los ojos y suspirando un poquito.<br />

—Pues no lo sé… afrancesados, supongo.<br />

Con una barra <strong>de</strong> pan muy larga<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l brazo y muchas dificulta<strong>de</strong>s<br />

para pronunciar frases como “mi<br />

perro marrón come macarrones”.<br />

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La maja vestida <strong>de</strong>cidió, en ese preciso<br />

instante, no tener mascotas por si<br />

algún día se enamoraba <strong>de</strong> un francés<br />

(como mucho tendría un gato blanco,<br />

pero jamás un perro marrón).<br />

—Estoy segura <strong>de</strong> que en París<br />

encontraría mi media naranja. Es<br />

más,¡París misma es mi media naranja!<br />

—Pero, qué tonterías dices —le recriminó<br />

la maja <strong>de</strong>snuda—. Como si sólo fueras<br />

una mitad que necesitaras <strong>de</strong> otra para<br />

ser algo. ¿Te has fijado cómo se quedan<br />

las medias naranjas <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la nevera?<br />

Resecas, pachuchas y arrugadas. ¡No<br />

quiero volver a oírte <strong>de</strong>cir esas san<strong>de</strong>ces!<br />

A la maja <strong>de</strong>snuda le sacaban <strong>de</strong> quicio esas<br />

afirmaciones. El día en que “El caballero<br />

<strong>de</strong> la mano en el pecho”, compañero <strong>de</strong><br />

trabajo <strong>de</strong> su marido, le dijo a modo <strong>de</strong><br />

piropo: “<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> todo gran hombre, se<br />

escon<strong>de</strong> una gran mujer”, estuvo a punto<br />

<strong>de</strong> lanzarle un zapato, gritándole:<br />

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—Y <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> toda gran mujer ¿qué<br />

hay? ¿Una buena lavadora?<br />

Pero se contuvo, porque no tenía a<br />

mano ningún zapato (recordad que<br />

ella era la maja <strong>de</strong>snuda) y porque era<br />

muy educada. Y, a<strong>de</strong>más, porque sabía<br />

que, en el fondo, el caballero era un<br />

antiguo (llevaba hasta corbatita blanca<br />

ondulada, <strong>de</strong> esas que ya no se usan).<br />

A la maja <strong>de</strong>snuda le molestaba muchísimo<br />

que a las mujeres sólo se las valorara si<br />

ayudaban discretamente a sus maridos, sin<br />

llegar a tener nunca el protagonismo. Menos<br />

mal que los tiempos estaban cambiando.<br />

—Las mujeres tenemos una gran<br />

responsabilidad —<strong>de</strong>cía la maja<br />

<strong>de</strong>snuda, con mucha razón— y no nos<br />

<strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>jar avasallar, pisotear o<br />

tratar como si no pintáramos nada.<br />

Por eso, una vez que un novio que<br />

tuvo cometió la torpeza <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle:<br />

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—Cariño, estás preciosa cuando te enfadas.<br />

Ella lo plantó así, sin más. Le dijo:<br />

—Vicente, ahí te quedas. No<br />

quiero verte ni en pintura.<br />

Él se cortó una oreja (que tampoco<br />

era para ponerse así) y mucho más<br />

tar<strong>de</strong>, se convirtió en un pintor muy<br />

famoso llamado Van Gogh. Pero esa<br />

es otra historia que no viene al caso.<br />

Lo importante, según contaba la maja<br />

<strong>de</strong>snuda, era que aquel mequetrefe se había<br />

dado cuenta <strong>de</strong> que ella hablaba en serio y<br />

<strong>de</strong> que no se le podía tratar como si fuera<br />

un objeto, por mucho que fuera un cuadro.<br />

—Querida, claro que tenemos fallos.<br />

¡Como todos! —<strong>de</strong>cía la maja <strong>de</strong>snuda—<br />

pero somos muy majas, y pensamos, y<br />

tenemos opiniones propias, y sueños que<br />

queremos ver cumplidos. Así que tú no<br />

pierdas nunca la esperanza <strong>de</strong> llegar a ver<br />

la Torre Eiffel. ¡Sigue estudiando francés!<br />

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La maja vestida, suspiraba mientras<br />

seguía horneando petit-schoux y<br />

tirando a la basura soufflés <strong>de</strong> queso.<br />

Así, con cuatro pinceladas, os podéis<br />

hacer una i<strong>de</strong>a bastante aproximada<br />

<strong>de</strong> cómo era la vida <strong>de</strong> las majas.<br />

Pero un buen día sucedió algo que<br />

<strong>de</strong>jó a todo el museo…a cuadros. A los<br />

impresionistas los <strong>de</strong>jó impresionados.<br />

A los realistas realmente anonadados.<br />

Los expresionistas no podían <strong>de</strong>jar <strong>de</strong><br />

expresar su asombro. Los surrealistas creían<br />

estar viviendo un sueño. Las esculturas se<br />

quedaron <strong>de</strong> piedra. ¡No era para menos!<br />

El servicio <strong>de</strong> restauración <strong>de</strong>l museo,<br />

<strong>de</strong>scolgó los dos cuadros <strong>de</strong> las majas un<br />

lunes por la mañana (esto no fue lo extraño:<br />

cada cierto tiempo todas las pinturas<br />

pasaban por el taller <strong>de</strong> conservación).<br />

Allí, la maja <strong>de</strong>snuda se enteró <strong>de</strong> que se<br />

estaba organizando una exposición y se<br />

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le ocurrió una brillante i<strong>de</strong>a. Una noche,<br />

aprovechando que todo el mundo dormía<br />

(y la maja vestida soñaba con la Torre<br />

Eiffel), la maja <strong>de</strong>snuda, sigilosamente,<br />

se acercó al dormitorio <strong>de</strong> su amiga y<br />

abrió su armario ropero. Si alguien le<br />

hubiera estado espiando habría podido<br />

ver cómo la maja <strong>de</strong>snuda se llevaba toda<br />

la ropa <strong>de</strong> la maja vestida. ¡Qué raro!<br />

Quince días más tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>volvieron a la sala<br />

solamente uno <strong>de</strong> los cuadros. En el hueco<br />

que quedó, colgaron un cartelito que <strong>de</strong>cía<br />

“Esta pieza se encuentra, provisionalmente,<br />

en el Museo <strong>de</strong>l Louvre, París, en la<br />

exposición Desnudos <strong>de</strong> mujer a través<br />

<strong>de</strong> la Historia. Disculpen las molestias”<br />

La maja <strong>de</strong>snuda se puso un vestido <strong>de</strong><br />

gasa blanco muy vaporoso, un cinturón <strong>de</strong><br />

seda rosa y una chaquetilla tipo bolero con<br />

encajes negros. La ropa le quedaba un poco<br />

justa porque ella siempre había estado más<br />

rellenita que la maja vestida. Al acabar <strong>de</strong><br />

arreglarse, se recostó en el diván, para hacer<br />

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tiempo (el Museo <strong>de</strong>l Prado nunca abría al<br />

público antes <strong>de</strong> las nueve <strong>de</strong> la mañana).<br />

Mientras terminaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayunar, volvió<br />

a leer la postal que acababa <strong>de</strong> recibir.<br />

Tenía matasellos <strong>de</strong> París. La imagen,<br />

cómo no, era <strong>de</strong> la Torre Eiffel.Pensó que,<br />

verda<strong>de</strong>ramente, era una preciosidad.<br />

Después sonrió al ver lo bonito que era el<br />

sello. Y releyó con cierta dificultad (porque<br />

la maja vestida, tenía bastante mala letra):<br />

“Querida maja <strong>de</strong>snuda:<br />

No te lo vas a creer. No sé cómo he llegado hasta<br />

aquí ni quién me ha robado la ropa, pero…<br />

en el fondo ha sido un golpe <strong>de</strong> suerte porque<br />

gracias a eso ¡la veo a través <strong>de</strong> la ventana!<br />

¡La Torre Eiffel me estaba esperando, maja!<br />

Aurrevoire!<br />

La maja vestida.<br />

P.D.: ¡He aprendido a hacer soufflé <strong>de</strong> queso!”<br />

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La maja <strong>de</strong>snuda (ahora vestida), sonrió,<br />

mientras pensaba: “Para que luego digan<br />

que las mujeres no po<strong>de</strong>mos conseguir<br />

todo lo que nos proponemos. ¡Es que<br />

las mujeres pintamos mucho!” Y luego<br />

añadió: “Verda<strong>de</strong>ramente estos zapatos<br />

aprietan en el empeine, en cuanto la maja<br />

vestida regrese a Madrid, se los <strong>de</strong>vuelvo”.<br />

Después levantó los brazos y los apoyó <strong>de</strong>trás<br />

<strong>de</strong> la nuca porque sólo faltaban dos minutos<br />

para que dieran las nueve y el Museo <strong>de</strong>l<br />

Prado abriera sus puertas al público.<br />

§ § §<br />

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