Representaciones Sociales de Violencia Conyugal en mujeres - Inicio

“Representaciones Sociales de Violencia Conyugal
en mujeres urbanas víctimas y no víctimas de violencia,
de la Ciudad de Temuco: Un Estudio Descriptivo-Comparativo”
RESUMEN INVESTIGACIÓN
Autores
Rodrigo Alejandro Henríquez Sánchez
Eduardo Mauricio Troncoso Gallardo
Irving Israel Henson Maldonado
Dámaris Elizabeth Opazo Vega
Carlos Leonardo Quezada Gangas
Introducción
El siguiente estudio es el resultado de una investigación sobre las representaciones
sociales de la violencia conyugal en mujeres en la ciudad de Temuco. Se describieron y
compararon las representaciones sociales de dos grupos de mujeres populares sobre la
violencia. Se pretendió descubrir posibles regularidades y/o diferencias respecto a la
violencia conyugal y a las condiciones de femineidad / masculinidad que puedan estar
asociadas.
Se utilizó un diseño es descriptivo-comparativo de casos y controles de carácter
cualitativo. Permite aclarar las diferencias entre grupos y lleva a teorizar si están
asociadas con el tema de interés. Se realizó un muestreo intencionado por criterios con
un total de 24 mujeres de la ciudad de Temuco que participaron en los grupos de
discusión.
Como resultado se encontró que ambos grupos comparten 8 núcleos centrales de
contenido: Causas de surgimiento; Rol del hombre en la violencia y limitaciones
impuestas a la mujer; Estereotipo de rol femenino; Características de las mujeres como
causas de mantención en una relación violenta; Formas de violencia; Consecuencias
negativas para la mujer, hijos y familia; La existencia de factores protectores a nivel
social, de pareja, relacionales e individuales y; Alternativas de solución.
El grupo casos presenta 2 núcleos adicionales: Necesidad de instancias de protección
a la mujer e Inconvenientes respecto a la denuncia
Como conclusiones del estudio se tiene que las representaciones sociales de
violencia conyugal en ambos grupos, coinciden en atribuir al modelo hegemónico de
masculinidad una importancia fundamental para sustentar la caracterización del hombre
que ejerce violencia. Sin embargo, la actitud hacia la violencia diverge en ambos grupos.
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Por una parte, la mujer que es víctima posee una visión del fenómeno centrada en
características individuales, donde las características de la mujer, coincidirían con el
estereotipo de rol de género femenino tradicional que es interiorizado a partir de una
serie de creencias y mandatos sociales que se adecuan al modelo masculino. La
condición anterior genera una base sobre la cual se instala la aceptación de ciertas
prácticas. Producto de la situación violenta, aceptada y tolerada por estas mujeres
comienzan a conjugarse una serie de factores tales como un estado permanente de
ensimismamiento, desesperanza, aislamiento y traumatización, que determinan una
percepción pesimista respecto a las soluciones y formas de evitación del problema,
incrementado por el grado real de ineficacia que poseería el sistema judicial.
Por su parte las mujeres no víctimas de violencia poseen mayor conciencia respecto
al carácter sociocultural del problema, lo cual atraviesa la totalidad de su discurso. Este
aspecto parece ser un factor protector, que conduciría a estas mujeres a situarse desde
una postura actitudinal que busca evitar o no aceptar situaciones de violencia directa.
Además de visualizar una gran gama de factores protectores de la violencia, en la esfera
social, en la cual ellas buscan activamente insertarse propiciando un mayor
empoderamiento, que se pontenciaría con la percepción de un cambio cultural en
relación a los géneros.
Como implicancias de este estudio se puede decir que en una sociedad patriarcal
como la nuestra la socialización familiar es una tarea compartida por hombres y
mujeres, formando un sistema en el cual el rol doméstico femenino también se extiende
a la crianza cotidiana de los hijos y su pauteamiento estructural en una relación madre
hijo(a) donde este último es visto como un leal compañero frente a una figura parental
agresora lo cual conlleva un daño psicológico directo para los hijos triangulados en
relaciones conyugales violentas. Dicha situación se tiende a mantener estable y ayuda a
perpetuar el uso de la violencia e inhibe la búsqueda de ayuda en las redes de apoyo
institucionales o comunitarias. Es sabido el efecto a largo plazo que tiene para los hijos
la violencia conyugal, especialmente en los hijos triangulados. Algunas consecuencias de
la violencia constituyen disfunciones psicosociales, trastornos emocionales, patrones de
conducta inadaptados, ambientes familiares poco sanos, frustración generalizada, etc.
Antecedentes sobre la violencia conyugal
Vizcarra y colaboradores (2001) evidencian que el 68% de la muestra de mujeres
señala haber vivido un episodio de violencia psicológica, es decir haber sido humilladas,
insultadas o amenazadas por sus cónyuges sin recibir ayuda económica por más de 6
meses. Por otra parte 49,3% señala que esta situación se da frecuentemente (Vizcarra,
Cortes y Bustos, 2001).
Según Larraín y colaboradores (2002), en la Región Metropolitana un 50,3 por ciento
de las mujeres ha vivido alguna vez violencia en la relación de pareja. De ellas, un 34,1
por ciento ha sufrido violencia física y/o sexual y un 16,3 por ciento violencia
psicológica. En la Región de la Araucanía los resultados son semejantes: 47,1 por ciento.
De las mujeres de esta última región, un 18,9 por ciento ha sido objeto de violencia
psicológica, mientras que un 28,2 por ciento ha sufrido violencia física y/o sexual.
Los estudios sobre violencia en la mujer muestran ciertas características comunes en
las mujeres más agredidas: no trabajar remuneradamente, ausencia o precariedad de
redes sociales y ser socializadas bajo patrones sexistas. Además se describe a las
mujeres sometidas a violencia física, con características psicológicas como baja
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autoestima, sentimientos de miedo constante frente a futuras agresiones y
autoinculpación por la violencia recibida (SERNAM, 2000).
También se ha encontrado que la presencia o ausencia de violencia está relacionada
a factores sociodemográficos en las mujeres entrevistadas, los que se constituyen en
factores de riesgo asociados a violencia, tales como mayor o menor educación,
participación o no del mercado laboral y presencia o ausencia de hacinamiento entre
otros (Larraín, 1994).
La propensión de las mujeres maltratadas a sentir vergüenza, culpa y miedo tiene
sus raíces en las características femeninas tradicionales, es decir la variable cultural,
potencializándose en forma más acentuada la pasividad, la tolerancia, la falta de
afirmación, la obligación de cumplir un rol doméstico y la creencia de que sólo es
alguien con un hombre a su lado. Las víctimas ocultan la historia que están viviendo,
encubren la conducta del golpeador y consecuentemente se aíslan de toda relación, con
el objeto de esconder las marcas y lesiones registradas en su cuerpo.
Marco Teórico
A continuación se revisarán los conceptos de representación social, violencia
conyugal, género, factores protectores y de riesgo y modelos explicativos.
Representaciones Sociales
Las representaciones sociales integran aspectos sociales y psicológicos permitiéndole
al individuo y a los grupos poder interactuar de manera fluida, natural y con un sentido
común.
Según Avendaño, Krausse y Winkler (1993) "se relacionan con los contenidos del
pensamiento cotidiano, imágenes y modelos explicativos que un determinado grupo
social tiene acerca de los fenómenos de la realidad". Ibañez (1988) "integra procesos
cognitivos, inserciones sociales, factores afectivos, creencias, sistemas de valores.
Tendiendo un puente entre la subjetividad y la vida social de los sujetos".
Jodelet y Moscovici (1986) "concierne a la manera en que sujetos sociales aprenden
acontecimientos diarios, características medio ambientales, informaciones, etc. De este
modo es un conocimiento espontáneo, ingenuo, de sentido común o pensamiento natural
que intenta dominar el entorno, comprender y explicar su realidad y los
acontecimientos, actuar sobre y con otras personas y situarnos respecto de ellas,
constituyéndose en principios generativos de tomas de posturas que se ligan a
ubicaciones sociales específicas en un conjunto de relaciones, organizando los procesos
simbólicos implicados en esas relaciones".
Según Jodelet (1986) es "actividad mental orientada hacia la práctica que guía la
actuación sobre hombres y cosas, que sistematiza saberes pragmáticos y a la vez
constituye un universo mental consensual por medio de la comunicación".
Todos estos autores hacen alusión al carácter psicosocial de las representaciones
sociales lo cual las hace altamente necesarias para la vida social a la vez que le
permiten a los individuos adaptarse y subsistir en la sociedad pues constituyen una via
de comunicación mediante el lenguaje consensuado.
Ibañez (1988) profundiza su cualidad de social apoyándose en tres razones: a)
posibilitan la producción de ciertos procesos y fenómenos sociales (por ejemplo el
proceso de las conversaciones cotidianas); b) porque son colectivas, es decir, porque son
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compartidas por conjuntos de personas; c) el papel que desempeñan las
representaciones en la configuración de los grupos sociales y especialmente en la
conformación de su identidad.
Moscovici (1986) señala que existirían 3 ejes en torno a los cuales se estructuran los
componentes de una representación social:
a) la actitud, disposición más o menos favorable hacia el objeto de la representación,
dando cuenta de la orientación evaluativa que dinamiza las conductas en relación al
objeto suscitando un conjunto de reacciones emocionales:
b) información, que varía en cantidad y calidad según los medios de acceso a la
información en función de la pertenencia a distintos grupos sociales y;
c) campo de la representación que se organiza y jerarquiza en torno al núcleo
figurativo: parte más sólida y estable que organiza y da significado global a la
representación, ocurriendo una transformación de los diversos contenidos
conceptuales más complejos por elementos figurativos más accesibles al
pensamiento concreto.
Finalmente las representaciones pueden verse por un lado como productos
socioculturales, estructuras significantes que emanan de la sociedad y que reflejan
características de ésta y de las personas que los asumen. Por otro lado son procesos
constructores de la realidad, lo que abre la posibilidad al cambio social.
Género
El ser un estudio sobre la violencia desde la perspectiva de las mujeres refiere a la
variable género como factor relevante en dicha realidad por lo que se hace necesario
explicitarlo y asumirlo como un punto de vista de un aspecto del género, el lado
femenino. Se relaciona con la construcción cultural de lo femenino y lo masculino, sobre
la base biológica del sexo, define relaciones entre hombre y mujer basadas en una
distribución asimétrica del poder.
Scott "es un elemento constitutivo de las relaciones sociales y una forma primaria de
relaciones significantes de poder que serán de igualdad, complementariedad o
desigualdad según las jerarquías sociales, la participación económica y las
simbolizaciones sobre hombre y mujer en cada cultura"
De este modo se distinguen 4 elementos:
a) Los símbolos y mitos culturalmente disponibles.
b) Los conceptos normativos que manifiestan las interpretaciones de los significados
simbólicos
c) Instituciones y organizaciones sociales encargadas de transmitir las pautas en las
relaciones de género.
d) Identidad.
El concepto plantea el desafío de explorar en las realidades más que asumirlas como
dadas, contraponiéndose a la idea de un "hombre" y "mujer" universal y de la fijeza de su
identidad, posición y condición.
Conell plantea, en relación con la construcción social de la masculinidad, la
presencia de un modelo hegemónico de masculinidad que estructura las identidades
individuales y colectivas y garantiza la posición dominante de los hombres y la
subordinación de las mujeres.
Kauffman (1994) afirma que este modelo contiene mandatos que operan a nivel
subjetivo y que son difícilmente evitables si se quiere evitar la marginalización. Según
Valdés y Olavarría (1988) los mandatos son: no rebajarse; ser fuerte; no tener miedo; ni
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expresar sus emociones; el hombre es de la calle y el trabajo; heterosexual; animal;
recto; protector; solidario. Existiría una equiparación de lo masculino con el poder.
La contraparte de este modelo es el estereotipo tradicional de rol de género
femenino que define características esperables en la mujer como: dependientes;
relativa a; débiles; no inteligentes; temerosas; subjetivas; emocionales; pasivas;
entregadas; sexualmente reprimidas; aliada del hombre desde el ámbito doméstico y
crianza; su actividad es subordinada a la del hombre.
Bourdieu (1991) también aporta a la comprensión de las relaciones de género de
género con su concepto de habitus que define como “sistemas de disposiciones
duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas para funcionar como
estructuras estructurantes. Son principios generadores y organizadores de prácticas y
representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin, sin suponer la
búsqueda consciente de fines. De este modo aseguran la presencia activa de
experiencias pasadas que, depositadas en cada organismo baja la forma de principios de
percepción, pensamiento y acción, tienden con mayor seguridad que todas las reglas
formales y normas explícitas, a garantizar la conformidad de las prácticas y su
constancia a través del tiempo. Este sentido práctico realiza la reactivación del sentido
objetivado en las instituciones.”
Estos habitus de género le permiten a los grupos entenderse, conocer el mundo
desde una mirada sin cuestionarla o tener que preguntar por el significado de las cosas
pues estas ya están determinadas con ciertos significados que corresponden alas
disposiciones estructuradas y estructurantes que constituyen los habitus. Así un hombre
sabe lo que se espera de él y lo que espera de una mujer y a la inversa. Así como
también saben lo que tienen que hacer siendo consistentes con su percepción de
“realidad”.
Violencia Conyugal
Ferreira "es la violencia que se instala en la relación íntima y estable entre una
mujer y un hombre, estén o no legalmente casados.
Duque "es el uso de medios instrumentales por parte del cónyuge o pareja para
intimidar psicológicamente o anular física, sexual y moralmente a la pareja para
disciplinar arbitrariamente la vida familiar”.
Torres (2001) agrega que “se puede dar en el ámbito público o privado y cuya
finalidad es obligar a la víctima a hacer lo que el agresor quiere, su móvil último es
ejercer poder y control y estrechar las redes de sujeción para lo cual se efectúan
manipulaciones psicológicas sistemáticas”.
Torres (2001) propone que las formas que puede adquirir son: física; psicológica;
sexual y; económica señalando además que en general se presentan juntas.
• Violencia física. Es aquella ejercida sobre el cuerpo en una variedad de
manifestaciones que abarcan desde el pellizco al asesinato, incluyen los golpes de
diferentes intensidades propinados con los pies, manos u objetos.
Se manifiesta en formas de gravedad variable. En un escenario ideal las sanciones a
aplicar deberían tomar en cuenta: daños producidos; los medios utilizados; intención de
quien agrede y; el contexto.
• Violencia Psicológica. Aquí el daño producido y los medios utilizados se dan en la
esfera emocional, no es objetiva y por lo tanto no es demostrable. Las formas que
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puede tomar son: asedio; abuso verbal; silencio; amenazas; utilizar a los hijos;
intimidación; uso del privilegio masculino. Este tipo de violencia ocurre en un clima
de descalificación, colocando a la mujer en una posición de confusión y de
incertidumbre, disminuyendo su capacidad real para comprender lo que sucede y
actuar para salir de la situación. Algunos terapeutas afirman que los efectos del
maltrato emocional son devastadores y que sería más fácil para las mujeres sino
tuvieran en frente a un hombre ambivalente.
Torres (2201) señala que una “característica típica de las relaciones violentas es
el aislamiento, el encierro real o imaginario que obstaculiza el poder salir de la
relación y que en si mismo constituye una forma de violencia”.
• Violencia sexual. Obligar a la mujer a realizar actos eróticos en contra de su
voluntad y someterla a prácticas para ella dolorosas y desagradables.
• Violencia económica. Actos u omisiones deliberados para someter mediante el
control de recursos como el dinero, bienes y valores de ambos o a uno de ellos.
Generándose situaciones de dependencia económica que obligan a la sumisión y
obediencia.
Ciclo de la violencia.
Ahumada (1994) refiere que pasado un tiempo de relativa armonía comienza a
cambiar el clima de la pareja, existe disconformidad con ciertos aspectos de la
convivencia y se produce algún acontecimiento desencadenante. Se identifican 3 fases:
a) Fase de acumulación de tensión. El agresor inicia agresiones verbales y la persona
agredida va acumulando temor y rabia, generándose un clima de tensión que va en
aumento.
b) Fase aguda de golpes o crisis. La acumulación llega a su climax, se produce la crisis,
el proceso no responde a ningún control. Finalizada esta fase sigue un shock, una
negación e incredulidad de que el episodio haya realmente sucedido.
c) Conducta arrepentida amante. El agresor se arrepiente de su conducta y pide perdón
explícitamente o a través de regalos demostrando afecto, el que se hace intenso en
esta fase y resalta los aspectos simbióticos del vínculo.
Causas de mantención
Gelles señala algunas razones como:
Autoconcepto negativo; Creen que sus maridos se van a corregir; Situación
económica difícil; Hijos que necesitan soporte económico del padre; Dudan de poder
salir adelante solas; Creen que el divorcio estigmatiza; Difícil encontrar trabajo; Ama al
hombre y siente que no podrá sobrevivir emocionalmente; Miedo a que la mate, lastime
a los hijos, a los familiares o a él mismo; No tiene apoyo de familiares o amigos.
Consecuencias
Walker “las mujeres viven una situación de terror o angustia denominado "síndrome
mujer maltratada" cuyos rasgos característicos son culpabilidad, baja autoestima,
confusión, trastornos de hábito alimenticio y de sueño, sensación de no poderse
comunicar, disfunciones sexuales, timidez, depresión, miedo o furia prolongados. Otras
reacciones son; encerrarse en si misma, sentir que el mundo se le viene encima,
fantasías suicidas, estallar de distintas formas, generalmente con sus hijos, hecho que
constituiría la primera consecuencia para ellos además de estar expuesto a la violencia
del padre”.
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Mullender (2000) “también los hijos se encuentran atemorizados, se quedan
callados, pueden mostrarse dependientes, volverse agresivos o desobedientes, también
hay casos de enuresis, ataques de asma, tartamudez, inseguridad, nerviosismo general,
reacciones histéricas, pesadillas. También se describen trastornos emocionales,
trastornos alimenticios”.
Sinclair “los adolescentes pueden buscar una válvula de escape en el consumo de
drogas y alcohol, que acaben con su propia vida o piensen en hacerlo y que cometan
delitos o violencia, además de posibles embarazos o matrimonios prematuros”.
Según Cirillo y Di Blassio, (1999) la violencia conyugal trae implicancias para los
hijos de manera directa aunque estos en un principio no sean las víctimas. La violencia
empieza con la intención de querer cambiar al cónyuge en cuanto a sus conductas,
actitudes y formas de pensar que resultan inconvenientes para quien desea el cambio
pero que no encuentran asidero en el otro. Dicha situación promueve constantes
desencuentros que empiezan a caer en la violencia y con el paso de los años van
integrando a los demás miembros de la familia en lo que se conoce como triangulación.
De este modo, todos o alguno de los hijos pasan a aliarse con el padre visto por ellos
como más débil o víctima de las agresiones e injusticias del otro lo que va promoviendo
en ellos un resentimiento y deseo de hacer justicia. Como consecuencias de este
fenómeno, este hijo triangulado por uno de sus padres, el que se siente víctima del otro,
puede llegar a enfrentarse a su propio padre o padrastro, o bien a futuro llegar a ejercer
malos tratos a sus propios hijos o futura pareja aunque sus sentimientos y rechazo a la
violencia estén también presentes.
Factores Protectores y de Riesgo
Urzúa et al (2001) refieren la existencia de una serie de aspectos relacionados a la
violencia conyugal. Por ejemplo el estrato socioeconómico, entre más bajo el estrato
más altas las tasas de violencia. Nivel de educación y tipo de ocupación del jefe de
hogar.
En relación con la mujer son factores protectores el nivel educacional, así como la
existencia de una red de apoyo familiar estable.
Otros factores son el estado conyugal, así se observa menor violencia en la mujer
casada que en la que convive, menor participación en organizaciones y actividades
comunitarias.
Dentro de los factores predisponentes en el contexto familiar: acceso y control
sobre los recursos, haber presenciado violencia entre los padres en la niñez, apoyo de
amigos o redes familiares, comunicación en la relación de pareja, uso de alcohol y
drogas por parte de hombre, agresividad contra hombres por parte del esposo.
En el contexto social de la mujer cabe destacar: el grado de autonomía económica y
las actitudes hacia los roles de género.
Cirillo y Di Blassio, (1999) agregan elementos predisponentes de tipo sociocultural
como: elevado índice de estrés relacionado con la marginalización social, con la
desocupación, falta de vivienda o superpoblación en viviendas inadecuadas, con la
miseria y la pobreza cultural que limita el recurso de la verbalización en la resolución de
conflictos.
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Modelos explicativos.
Según Torres (2001) existen varios niveles explicativos de la violencia:
a) Individual que destaca aspectos personales de los sujetos implicados en una relación
de violencia (consumo de alcohol y drogas, psicopatología, frustración, mujeres
provocativas por masoquismo y necesidad de dominación)
b) Modelo familiar que analiza la dinámica de las relaciones que establecen sus
integrantes y atribuye una falla en el funcionamiento familiar, por ejemplo, falta de
comunicación, distancia emocional, incapacidad para manejar conflictos, escasa
convivencia, relaciones rígidas y autoritarias, incapacidad de adaptación a
situaciones variables.
c) Modelo sociocultural que centra su atención en la estructura social y cómo operan
las desigualdades en función de las jerarquías derivadas de elementos como el
género o el estrato socioeconómico.
Dentro de este último Caltung propone un modelo que integra 3 variantes de la
violencia:
a) Violencia directa que se produce entre dos personas determinadas cara a cara.
b) Violencia estructural, se origina en las instituciones, en la asignación de
jerarquías en función de la clase social, la raza, el sexo, la discapacidad, la
preferencia sexual, el lugar que cada persona ocupa en la familia y en el reparto
desigual del poder.
Baró entiende por “violencia estructural aquella fuerza que las estructuras
sociales pueden aplicar sobre las personas sacándolas de su estado o situación,
que les obliga a actuar en contra de su sentir o parecer”.
c) Violencia cultural, se refiere a los símbolos, los valores y las creencias que
arraigadas en el imaginario social y en las mentalidades, parecen extender un
manto de inevitabilidad sobre las relaciones de desigualdad existentes en la
sociedad y la familia.
Método
Objetivos específicos
a) Conocer y describir posibles diferencias respecto a las representaciones sociales
sobre violencia conyugal entre mujeres víctimas y no víctimas de dicha violencia.
b) Conocer y describir posibles regularidades respecto a las representaciones sociales.
c) Conocer y describir posibles regularidades y diferencias respecto a condiciones de
femeneidad y masculinidad relacionadas con la violencia conyugal para ambos
grupos.
Para estos fines se utilizó un diseño Descriptivo Comparativo de Casos y Controles de
carácter cualitativo, ya que este proceso comparativo permite aclarar las diferencias
entre grupos y lleva a teorizar si están asociadas con el tema de interés y la forma cómo
operan.
Sujetos
La muestra total estuvo conformada por 24 mujeres. Para acceder a dicha muestra
se realizó un muestreo de tipo intencionado por criterios. Los criterios de inclusión
fueron:
• Ser mujer
• Tener escolaridad mínima 5º año básico
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• Ser mayor de 21 años
• Tener pareja actual
• Pertenecer al nivel socioeconómico medio-bajo
• Vivir en un sector urbano de la ciudad de Temuco
Los criterios de exclusión fueron:
• Presentar trastornos psiquiátricos
• Haberse sometido a psicoterapia
• Haber asistido a más de tres sesiones de tratamiento psiquiátrico o psicoterapéutico
• Tener ascendencia mapuche
Resultados
En ambos grupos existen representaciones sociales sobre violencia conyugal, cuyos
elementos fueron agrupados en 8 núcleos centrales de contenido compartidos:
En ambos grupos existen distintos énfasis o grados de importancia otorgados a los
núcleos centrales en función de la totalidad del discurso para cada grupo. Así en el
grupo casos se enfatiza: consecuencias de la violencia (21.37); rol del hombre en la
violencia (19.79) y; causas de mantención (18.58)
En el grupo control se enfatiza: rol del hombre en la violencia (24.19); factores
protectores (23.72) y; causas de surgimiento de la violencia (22.09). Cabe señalar que
ambos grupos enfatizan el rol del hombre en la violencia
Regularidades y diferencias al interior de las subcategorías.
1. Causas de surgimiento de la violencia. Ambos grupos comparten la representación
de que existen causas que se agrupan en 3 áreas: etiología individual (en el hombre):
una cultura machista y; la sociedad violenta.
a) Etiología individual. Se comparte la representación de que la historia de violencia
es el principal factor causal y que la violencia expresa la posesión de un trastorno
psicológico, de personalidad o una enfermedad. El grupo casos agrega la herencia
genética como un factor.
El grupo control da mayor énfasis a la sociedad violenta y cultura machista. El
grupo casos a la cultura machista y a la etiología individual.
b) Cultura machista. Se comparte la representación de la superioridad masculina
como sustento ideológico del machismo, ejerciéndose pautas de crianza que lo
perpetúan, cuya transmisión para el grupo control es responsabilidad de la
mujer. En el grupo casos se encuentra la representación de que el hombre está
excluido de lo doméstico al cumplir exclusivamente un rol económico-proveedor,
además poseería el derecho exclusivo para ser infiel.
c) Sociedad violenta. Ambos grupos tiene la representación que en nuestra sociedad
se experimenta un sentimiento de frustración permanente, siendo la violencia un
problema generalizado que no discrimina estratos socioeconómicos.
El grupo control destaca que la mujer también ejerce violencia y que puede
provocarla y que la violencia sería multicausada. El grupo casos posee además la
representación de que otros factores causales son las dificultades en la pareja,
principalmente de índole económicos.
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2. Rol del hombre en la violencia. Existencia de características particulares del hombre
violento y a una serie de limitaciones que impone a la mujer en distintos planos.
Se comparte la representación de que el hombre es más violento que la mujer y que
al violentar actúa animalmente y falto de control. La desconfianza se extrapola a la
pareja en forma de celos, hacia si mismo se transforma en inseguridad, lo cual es
manejado por medio de la expresión de sentimientos de posesión y abuso de poder hacia
la mujer para mantenerla controlada. El consumo de alcohol y drogas son dos agravantes
que para ambos grupos coexisten con la violencia.
En el grupo casos se enfatiza la incapacidad del hombre para amar a la mujer, el ser
infiel recurriendo a la mentira y a la astucia, la insensibilidad e indiferencia y la
prepotencia generalizada. El grupo control agrega la inexpresión de sentimientos en el
hombre violento.
Se comparte la representación de que el hombre impone limitaciones a la mujer
principalmente para desarrollarse laboralmente, para relacionarse socialmente y para el
esparcimiento. En el grupo control aparece la representación de que el hombre utiliza a
los hijos como principal estrategia para mantener a la mujer en la relación.
3. Estereotipo de rol femenino. Serie de elementos que configuran este estereotipo.
Ambos grupos poseen la representación de que existe fundamentalmente, en
relación con la mujer, una expectativa de cumplimiento del rol doméstico tradicional,
además de poseer un rol económico secundario y que es pasiva en la lucha por sus
derechos. El grupo control agrega que la mujer es más sensible, inferior físicamente y la
mujer trabajadora es considerada por el hombre como una prostituta.
4. Causas de mantención. Características de la mujer como causas de mantención en
una relación violenta y a las dependencias como otro factor de mantención.
Se comparte la representación de que la dependencia económica es fundamental
para mantener a la mujer en una relación violenta y que la aceptación de la violencia
por parte de la mujer sería relevante para dicha mantención. El grupo casos realiza una
descripción exhaustiva de las características de la mujer que contribuyen a mantenerla
en la relación, siendo las principales: el temor hacia la pareja, el deseo de mantener
unida a la familia por los hijos y la recurrencia del perdón hacia el hombre. Mientras que
el grupo control enfatiza las dependencias.
5. Tipos de violencia. Representaciones respecto a la violencia psicológica y a que los
golpes constituyen la máxima expresión de violencia.
Se comparte la representación de que los golpes son la máxima expresión de la
violencia física hacia la mujer. Además existirían expresiones como palabras o
respuestas agresivas, insultos, groserías que constituyen agresiones verbales que son
dañinas tanto por su contenido como por el tono emocional que transmiten.
El grupo casos da mayor énfasis a la violencia psicológica y amplía su descripción
incorporando la infidelidad, desvalorización del aspecto físico, la ausencia de apoyo
económico por parte del hombre y finalmente la indiferencia. Además poseen la
representación de que el maltrato a los hijos desde el hombre es una forma indirecta de
violencia hacia la mujer.
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El grupo control posee además la representación de que a nivel simbólico también
se ejerce violencia hacia la mujer, el trabajo actúa como una institución reproductora
de la dominación a través de la discriminación laboral y de situaciones de abuso de
poder laboral. Estas constituirían la principal forma de violencia.
6. Consecuencias de la violencia. Es compartida la representación de que la violencia
acarrea una serie de consecuencias negativas para la mujer, los hijos y la familia.
Se comparte la representación de que el sufrimiento y el maltrato a los hijos desde
la mujer son las principales consecuencias de la violencia en los hijos. En el grupo casos
también se señala como consecuencia relevante la intranquilidad de los hijos y el grupo
control considera el que a futuro los hijos sean violentos y posibles delincuentes.
Además este grupo prioriza las consecuencias en los hijos.
También se comparte la representación de que la separación de la pareja y la
pobreza son consecuencias en la familia. El grupo casos agrega y enfatiza la pérdida de
contacto padre-hijos y la expulsión del hombre del hogar.
El grupo casos pone el mayor énfasis a las consecuencias en la mujer y las
principales son: miedo, indiferencia, rabia, desconfianza, sufrimiento y desamor. Esta
última es compartida por el grupo control junto con baja autoestima, sentimiento de
indefensión y la muerte.
7. Factores protectores. Factores a nivel social, de la pareja, relacionales e
individuales.
El grupo casos enfatiza los factores protectores individuales y el grupo control los de
pareja y sociales.
Se comparte la representación de la religiosidad, la existencia de un cambio social
conducente a una mayor igualdad en los roles de género como factores protectores
sociales.
El grupo control agrega la educación, poseer una profesión y la independencia
económica. El grupo casos destaca la legislación sobre protección a la mujer.
La complementariedad es un factor protector de la pareja compartido por ambos
grupos. El grupo control destaca además la comunicación.
La no aceptación de la violencia es el principal factor protector individual para
ambos grupos, así como la posesión una autoestima positiva.
La búsqueda de contactos sociales es el factor protector compartido a nivel
relacional y el grupo control enfatiza además la participación social de la mujer y agrega
el apoyo de la familia extensa.
8. Alternativas de solución. Existiría una carencia de soluciones a la violencia una vez
que se ha instalado en la pareja.
Se comparte la representación de una inexistencia de soluciones al problema de la
violencia, pero el grupo casos da mayor relevancia a la percepción pesimista respecto a
la solución visualizando como única alternativa un cambio en la justicia. Mientras que el
grupo control enfatiza la búsqueda de ayuda psicoterapéutica.
En el grupo casos aparecen 2 núcleos adicionales:
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1. Necesidad de instancias de protección. Visualizándose a los hijos como la principal
figura protectora.
2. Inconvenientes respecto a la denuncia del problema. Especialmente para denuncia
violencia psicológica.
Discusión
La mujer no víctima de violencia posee la representación de que la principal causa
es “una sociedad violenta”. Se visualizó una mayor conciencia de que tanto la
frustración permanente como el hecho de que la violencia sea un medio generalizado
para resolver conflictos, constituyen condiciones que contribuyen a perpetuar las
prácticas violentas en la pareja. Asimismo existe la conciencia del machismo como
condición reproductora de la dominación masculina, sin embargo se visualizó que es la
mujer quien tiene parte importante de la responsabilidad de perpetuarlo a través de las
pautas de crianza que pueden reproducir la asignación asimétrica de roles y poderes.
Por su parte la mujer víctima atribuye como principal causa la “cultura machista”,
lo que a su vez se relaciona con el gran énfasis dado tanto a la caracterización del
hombre que ejerce violencia, como de la mujer que es víctima y también al hecho de
que las consecuencias que perciben sean principalmente en la propia mujer.
Esta diferencia puede deberse a que por el hecho de estar en una situación violenta
la mujer experimenta un estado disfórico y de ensimismamiento que se cristalizó en su
discurso de carácter autoreferente y en su dificultad para situarse en situaciones de
intercambio social de perspectivas respecto a un problema común.
Tanto el rasgo depresivo, como la dificultad de comunicación con los demás y el
consiguiente ensimismamiento son características de lo que Walker denominó "Síndrome
de la mujer maltratada". En la práctica se hizo difícil encauzar la conversación hacia lo
grupal, evidenciándose un discurso muy invadido emocionalmente por las experiencias
personales. Luhmann (1985) refiere que existiría una incapacidad para ver "desde fuera"
la realidad de la violencia, que sólo cambia en la medida que ocurran quiebres en su
estructura cognitiva.
El ensimismamiento se ve reforzado por la condición objetiva del aislamiento que
según Torres (2001) es una característica típica de las relaciones de maltrato en que el
encierro real o imaginario de la mujer permite entender su dificultad para salir de una
relación de abuso. El aislamiento sería agravado por las limitaciones impuestas por el
hombre a la mujer conducentes a reducir la autonomía de la mujer, que según Torres
sería experimentada en forma amenazante por los hombres, que recurren al maltrato
como forma de control.
Si a esto se suma el ocultamiento o privatización de la situación, la mujer ve
coartadas sus posibilidades de participar en conversaciones provocando que su
representaciones no sean matizadas por un influjo de experiencias y prácticas
diferentes.
Así en el grupo casos se observó una tendencia a reafirmar, a través de la
experiencia traumática común a ellas, sus propias representaciones.
La mujer no víctima, al no estar en la condición de aislamiento puede insertarse en
distintos espacios sociales de conversaciones que para Ibañez (1988) es una de las bases
fundamentales para la construcción de representaciones sociales. Entonces poseerían
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epresentaciones más abstractas que pueden incluir perspectivas más concretas sin
contradecirlas.
En el grupo de mujeres no víctimas existe una conciencia mayor de la influencia que
tiene el modelo hegemónico de masculinidad como sustento de prácticas violentas que
trascienden la subjetividad, como la violencia simbólica, siendo capaces de distinguir
expresiones de violencia de las 3 variantes propuestas por Caltung: dentro de la variante
directa se distingue la violencia conyugal; en la estructural se encuentran las formas de
discriminación y abuso laboral y; en la cultural la violencia comunicacional. Por lo tanto
existe una conciencia de que la mujer, como género, cotidianamente está expuesta a la
violencia, comprensión que le permite afirmar y sostener una postura actitudinal de no
aceptación de la violencia en el plano directo, lo que constituye a su vez el principal
factor protector individual de la violencia (cambio cultural).
Para ambos grupos existe la conciencia de que el estereotipo de rol femenino
tradicional constituye un facilitador de la violencia conyugal, sin embargo, para el grupo
casos la caracterización de la mujer coincide en los aspectos básicos que definen el
estereotipo tales como el amor, el poder de la maternidad, la protección y entrega a los
otros, la búsqueda de conciliación con el hombre, la mantención de la familia, incluso
por sobre la violencia, junto con el cumplimiento impuesto y autoimpuesto del rol
doméstico tradicional. A su vez existe una representación compartida respecto a las
características del hombre violento, sin embargo las características de la mujer para el
grupo casos son complementarias a las características que define el Modelo Hegemónico
de Masculinidad, es decir, en esta categoría se da un sistema social en el que hombre y
mujer ocupan roles complementarios y facilitadotes de relaciones de poder abusivas.
En el grupo control se da un mayor énfasis a la noción de cambio cultural que
conlleva a una redefinición de los roles tradicionales de género, además de existir una
iniciativa para ejercer prácticas que den cuenta del cambio como la defensa de la
inserción y desarrollo laboral de la mujer, la relevancia dada a la educación y la
búsqueda de instancia de contacto y participación social y desarrollo personal.
Los factores protectores de la pareja también dan cuenta de este cambio,
definiéndose la comunicación, la explicitación de los límites y el ejercicio de la
complementariedad no en función de los roles tradicionales de género, sino de la
búsqueda de una construcción conjunta en mayor igualdad.
Las causas de mantención de la violencia son entendidas principalmente como
dependencias entre el hombre y la mujer derivadas de los roles rígidos desempeñados en
la relación, destacándose la dependencia económica como un importante obstaculizador
para desvincularse de la pareja. De este modo se confirma lo establecido por Urzúa et al
(2001) en el sentido de que el grado de autonomía económico de la mujer y las actitudes
hacia los roles de género constituyen 2 factores que en conjunción pueden predisponer a
la violencia.
El escaso peso otorgado a los factores protectores por el grupo casos, contribuye a
reafirmar la representación de que la violencia es inevitable y no tendría solución, lo
cual puede interpretarse como un estado de desesperanza aprendido en el cual
convergen las características de la mujer que contribuyen a mantenerla en una relación
violenta.
Este estado se encuentra reforzado por la ineficacia percibida principalmente en el
sistema judicial.
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Aunque ambos grupos otorgan primordial importancia a la forma psicológica de la
violencia conyugal, el grupo casos distingue expresiones más amplias, concordantes con
manifestaciones descritas por Torres, tales como: el asedio, abuso verbal, amenazas,
intimidación y, uso del privilegio masculino. Esta violencia provoca un daño progresivo y
acumulativo que desgasta emocionalmente a la mujer dado la fuerte ambivalencia que
genera.
Lo anterior se vincula con la falta de empatía en el hombre que ejerce violencia, lo
que constituye una expresión en la pareja del mandato de masculinidad tradicional que,
como señala Kauffman (1994), aleja al hombre de su propia emocionalidad o que lo lleva
a traducirla solo en rabia.
Dado que la mujer sería la encargada de la circulación de afectos en la familia, se
producen continuos quiebres puesto que se enfrenta a un hombre incapaz de acoger
afectivamente a la mujer, una mujer que resiente emocionalmente el daño.
Barudy indica que las situaciones de maltrato activo o pasivo, tienen a la base
creencias contradictorias que determinan la incorporación de patrones ambivalentes de
relación y una dificultad para incorporar la empatía como un código de relación. Como
la violencia se contextualiza en una relación amorosa y dado el ciclo que alterna entre
agresión y amor (arrepentimiento) se pondera a la mujer en una posición de confusión e
incertidumbre que reduce la capacidad para decidir con claridad y llegar a posibles
acciones frente a la violencia. A esto se agrega el hecho de que la mujer víctima de
violencia, se mantendría en la relación por el amor sosteniendo una esperanza
infatigable de cambio en el hombre que lleva a perdonarlo una y otra vez.
La violencia psicológica es inevitable y como la justicia posee a la base preceptos
derivados del positivismo busca indicios objetivos para actuar y, como sistema
autorreferente, busca hacer cumplir las leyes que pretender ser objetivas, excluyendo
de su visión las diferentes expresiones de violencia psicológica.
Dado que los cambios en el sistema se dan con mucha lentitud no adecuándose al
ritmo de los cambios sociales y que su modo de operar impide el abordaje integral de la
problemática, la justicia mantendría prácticas que reproducen habitus de dominación
masculina como disposiciones duraderas que permiten a su vez que las estructuras
objetivas (instituciones) sigan funcionando y fortaleciéndose. Asimismo, las creencias
manejadas respecto a lo que tradicionalmente se considera ser mujer que circulan en el
imaginario social imponiéndose simbólicamente a la mujer a través de los medios de
comunicación, refranes, etc. Al incorporarse a las estructuras de pensamiento permite
que desde ahí se estructuren prácticas acordes con las creencias, prácticas que son
socializadas hacia los hijos.
Por último es importante considerar que el grupo casos, dada su necesidad de
figuras de protección debido a la indefensión y aislamiento, genera la tendencia de
recurrir a los hijos al ser figuras significativas, cercanas y circunscritas al ámbito
privado. A medida que se agudiza y cronifica la violencia, la protección se transformaría
en un modo de relación necesario para mantener cierto equilibrio en el sistema familiar
a costas de reestructuraciones en los subsistemas que dan origen a alianzas, inversión de
roles con la consecuente parentalización y triangulación de los hijos, además de la
incorporación de pautas que se reproducen transgeneracionalmente.
Esta organización familiar adquiere carácter representacional pues las mujeres del
grupo casos reconocen contar con el apoyo de sus hijos y en general no hacen denuncia.
Es precisamente esta organización la que genera daño directo en los hijos, el que si bien
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es reconocido como tal, pareciera que desconocen la forma cómo estos se ven
afectados, tal vez por estar centradas mas en la relación conyugal y necesitar de los
hijos es que no pueden ver a estos como afectados.
A modo de conclusión es relevante que la temática del género sea incluida
sistemáticamente en todo taller, curso, psicoterapia grupal, etc. Ya que a la luz de esta
reflexión e que se podría potenciar en las mujeres especialmente la conciencia de su rol
social y de sus necesidades para empoderarse de estas y generar cambios relevantes en
la organización de la familia y a la larga, en la sociedad. Creemos que es en la mujer por
donde debe partir dicha tarea reflexiva ya que el hombre, por consecuencia de sus
propios habitus de género, es reacio y su misma estructura se lo impide ( en el trabajo,
amistades, etc.), pero la mujer, por ser quien cría los hijos, es la reproductora de los
habitus de género tanto para sus hijas como sus hijos y es ahí en donde es posible pensar
que al inculcar valores de respeto mutuo entre hombres y mujeres a la vez que defender
sus derechos frente al hombre dará un ejemplo de empoderamiento y dignidad.
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