1 DISCURSO ASUNCION DEL MANDO DE JOSE LUIS GIOJA ...
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<strong>DISCURSO</strong> <strong>ASUNCION</strong> <strong><strong>DE</strong>L</strong> <strong>MANDO</strong><br />
<strong>DE</strong> <strong>JOSE</strong> <strong>LUIS</strong> <strong>GIOJA</strong><br />
ANTE LA ASAMBLEA LEGISLATIVA<br />
11 de diciembre de 2007<br />
Honorables Miembros de la Asamblea Legislativa, Autoridades<br />
presentes, compañeros del Frente para la Victoria, queridas<br />
comprovincianas, queridos comprovincianos:<br />
Hace exactamente cuatro años y un día desde la última vez que nos<br />
reunimos en este mismo recinto para participar en un acto de asunción del<br />
mando, idéntico al que hoy volvemos a vivir juntos.<br />
Por supuesto nada más lejos de mi intención que la frase “cuatro años y un<br />
día” suene como una condena. Todo lo contrario. Quisiera, más bien, que sus<br />
ecos tuvieran el sonido de la gesta compartida, del episodio histórico vivido a<br />
fondo, codo a codo y en plena conciencia de lo que estábamos<br />
emprendiendo: un desafío monumental manifestado en la voluntad<br />
inquebrantable de tomar el futuro con ahínco.<br />
Es que en verdad, así fue. En los meses previos a la asunción del nuevo<br />
gobierno, allá por el 2003, la vida de todos los argentinos era como un<br />
endeble velero en un mar huracanado. Parecía no haber rumbo, parecía no<br />
haber ni velas, ni remos, ni motor para impulsarnos. Parecía incluso no haber<br />
timón y, lo que es peor aun, la gente no estaba segura en quién debía confiar<br />
para erigirse en el piloto de tormenta que nos sacara a flote.<br />
Pero una palabra nos salvó del naufragio. Una palabra, una simple palabra,<br />
fue –como decíamos en aquel discurso de hace cuatro años- capaz de<br />
arrasar con las divisiones entre hermanos, capaz de superar el divorcio entre<br />
la sociedad civil y las autoridades, capaz de aplastar las miserias del<br />
sectarismo y las falsedades de la politiquería.<br />
Esa palabra no sólo templó los corazones y encendió la mecha de una<br />
transformación productiva, de una reforma de paz y de trabajo, sino que<br />
terminó reventando las urnas con los votos de cientos de miles de hombres y<br />
mujeres que hasta hacía muy poco pedían con razón que se fueran todos.<br />
Fue la palabra ESPERANZA.<br />
Bajo la advocación de la Esperanza fuimos doblegando los enconos de una<br />
sociedad fracturada y dolorida, fuimos cicatrizando las heridas que nos<br />
dejaron las profundas discrepancias, los errores y las humillaciones que<br />
todos nuestros comprovincianos estaban viviendo en carne propia.<br />
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Con la Esperanza como escudo salimos a defender a los más pobres, a los<br />
indefensos, a los relegados, a la familia, a la mujer, a los niños, a los abuelos,<br />
a los enfermos, a los sin tierra y los sin casa, a los que habían sido arrojados<br />
al costado del camino, a los que habían caído y ya no tenían ni fuerza ni<br />
voluntad para ponerse una vez más de pie.<br />
Con la Esperanza, impulsamos a los emprendedores a retomar la pala, el<br />
martillo y el arado. Impulsamos a los intelectuales a volver a pensar y a los<br />
maestros a recuperar la magia del pizarrón. Impulsamos a los albañiles a<br />
volver a construir. Impulsamos a los empresarios a retornar tanto sus<br />
capitales como sus sueños. Impulsamos a la sociedad sanjuanina entera a<br />
mirarse a sí misma, pero no con egoísmo o mediocridad, sino con los ojos de<br />
la ilusión y del futuro.<br />
Es verdad: la palabra Esperanza nos devolvió a la vida, nos dio alas, nos<br />
prestó aliento, nos llenó el pecho nuevamente. Era una Esperanza de<br />
dientes apretados y puños crispados, de mucho sudor y no pocas lágrimas.<br />
Una esperanza que no aceptaba el desgano, la indiferencia o la<br />
contemplación pasiva. Una Esperanza adonde se subieron los lúcidos, los<br />
valientes, los emprendedores y que al mismo tiempo dejó de a pie a esos<br />
profetas de la desgracia que no quisieron creer, un puñado de oscuros<br />
rencorosos a los que la gente les ha venido dando la espalda una y otra vez<br />
en estos cuatro años, hasta arrinconarlos en la frustración y en el olvido.<br />
Esperanza, señores: esa palabra sencilla y humilde, esa palabra generosa,<br />
que interpretó a carta cabal la fuerza interior de todo un pueblo. Un pueblo<br />
que, tal como dijera hace cuatro años, se negó a sucumbir frente a la<br />
adversidad y hoy puede reconocerse en su historia con todo orgullo, y puede<br />
sentirse justo heredero del tesón y el coraje de los padres fundadores de<br />
nuestra querida tierra sanjuanina. Un pueblo sencillo y decente, educado en<br />
el trabajo, alimentado en tradiciones centenarias, curtido por un clima duro y<br />
una tierra que siempre ha reclamado y seguirá reclamando enormes<br />
esfuerzos.<br />
Fue frente a ese pueblo, por ese pueblo, y junto a ese pueblo, que yo hablé<br />
por primera vez de terminar para siempre con el San Juan de las vacas flacas<br />
y los burócratas gordos, ese aciago San Juan del “no se puede”, y empezar a<br />
trabajar por el San Juan que todos queríamos.<br />
En aquel momento ya nombrábamos a ese San Juan como el del cambio, el<br />
del trabajo y la producción, el de la prosperidad individual, el de la niñez<br />
protegida. Ese San Juan –como decía en ese entonces y aun sostengo -<br />
donde nadie sobra, nadie está de más y nadie debe sentirse ajeno.<br />
Fueron días de jornadas interminables de trabajo abrumador, las<br />
dificultades sobraban, pero nada nos tomo por sorpresa. Y sabíamos<br />
que no empezábamos de cero, sino de menos diez.<br />
2
Tanto era así, que en aquel discurso inaugural yo dije que para recuperar<br />
todo lo que quedo a mitad de camino y abandonado, debíamos demostrar<br />
que la pasión, el ingenio y las ganas le pueden torcer el brazo a la indolencia,<br />
y ahí mismo anuncié la creación de una Oficina Anti- Desidia.<br />
No obstante, debo confesarlo: esa oficina jamás funcionó. Pero no vayan a<br />
creer que no funcionó porque también nosotros nos hubiésemos contagiado<br />
de ser holgazanes y de la abulia del pasado. No funcionó por la simple razón<br />
de que no fue necesario: la verdad es que el gobierno en pleno se<br />
convirtió en una Oficina Anti-Desidia.<br />
No fue casual ni gratuito. Y hay un motivo: quienes llegábamos a administrar<br />
la provincia en diciembre del 2003, no lo hacíamos ni en forma errática, ni<br />
improvisada, sino como disciplinados participantes de ese proyecto<br />
fundacional de la Segunda Reconstrucción. Por eso, ningún miembro de mi<br />
gobierno, desde el vicegobernador hacia abajo, fue nombrado fruto del<br />
impulso, la improvisación o el interés politiquero, sino como resultado<br />
del análisis, y el diálogo con cada uno de ellos para garantizar no sólo<br />
su voluntad sino la calidad de su aporte al proyecto.<br />
Sabíamos lo que se debía hacer y sabíamos que contábamos tanto con las<br />
capacidades para realizar como con la humildad para escuchar y reconocer<br />
errores. Pero además de todo ello, y tal vez por encima de todo ello, fue la<br />
Esperanza, ésa que vimos en los ojos, en el alma, y en las palabras de la<br />
gente, la que nos convirtió en una administración que no necesitaba crear<br />
oficinas Anti-Desidia porque desde el primer día iba a dedicarse por<br />
entero a hacer, a hacer de verdad y a hacerlo bien.<br />
Fueron años de cemento. Años de pilares, de puentes, de caminos, de<br />
edificios. De recuperación del salario. De ordenar e invertir en educación y<br />
salud. De trabajar incesantemente en la producción de San Juan defendiendo<br />
su valor, fomentando la nueva minería y sus controles. De equipar y ordenar<br />
las fuerzas de seguridad. De atender las necesidades de los carecientes, los<br />
menores, los ancianos y las personas con capacidades especiales. Y también<br />
nos dimos tiempo para saldar la deuda con nuestros adultos mayores,<br />
asesorando, facilitando, y promoviendo, logramos que más de 28.000<br />
sanjuaninos dejen de estar excluidos del sistema provisional, y cobren<br />
puntualmente su nueva jubilación. Años de rehabilitar, reconstruir y<br />
recuperar la infraestructura provincial en todos los ámbitos y en todos los<br />
niveles. Años cuyos resultados son por todos conocidos, y en los que hoy ya<br />
no creo necesario insistir, porque siento que, después de estos cuatro<br />
años, más que cerrar un libro, sólo estamos dando vuelta una página<br />
para enfrentarnos a un nuevo capítulo.<br />
Este nuevo capítulo, el de la reelección y del segundo mandato, se comenzó<br />
a escribir amparado en tres convicciones centrales:<br />
La primera fue que este reto actual es el definitivo, dado que no voy a<br />
impulsar ni a permitir ninguna reforma que propicie la reelección<br />
indefinida, en tanto creo profundamente que la alternancia en el poder<br />
3
es la virtud matriz de la democracia. Lo digo, entonces, con todas las<br />
letras: no hay ni va a haber reelección indefinida a la gobernación de<br />
San Juan.<br />
La segunda convicción fue que el respeto por la autoridad democráticamente<br />
elegida se justifica tanto en la cantidad de votos obtenidos como en el<br />
contenido ético con que se responde al mandato, especialmente porque<br />
estamos convencidos de que el haber triunfado sobre proyectos<br />
distintos, legitima nuestra opción, pero no destierra esas otras. En ese<br />
sentido, quiero afirmar enfáticamente que las puertas para el diálogo, el<br />
consejo y la critica, si es necesaria, están más abiertas que nunca para quien<br />
quiera aportar como sanjuanino comprometido.<br />
De hecho, hay un principio elemental para todos quienes comparten el<br />
trabajo de esta administración: los votos no dan derechos sino<br />
obligaciones, y si la primera de ellas es cumplir con los deseos del<br />
electorado, la segunda es desterrar hasta el menor grado de altanería,<br />
jactancia o necedad en quienes detentan temporalmente el poder.<br />
Y hay un tercer convencimiento en la decisión de haberme postulado para<br />
este segundo y último mandato: el sentimiento de una impostergable<br />
obligación de continuidad, puesto que sólo está concluida la primera parte de<br />
la obra proyectada y resta otra, aun más desafiante y no menos urgente:<br />
consolidar el proyecto de San Juan, pero ahora menos focalizado en una<br />
reconstrucción material que ya está madura y consolidándose. Me refiero, a<br />
que ha llegado la hora de dar un salto hacia el futuro y comprender qué<br />
significa aquello de que no sólo de pan vive el hombre.<br />
En efecto, queridos amigos y amigas, hemos hablado extensamente del<br />
pasado, del origen, del punto de partida y de la obra realizada… pero ya es<br />
suficiente. Yo propongo, desde ahora, que dediquemos todas nuestras<br />
fuerzas, todos nuestro músculos y toda nuestra creatividad a construir<br />
el porvenir.<br />
Un trabajo duro y sostenido, para el cual no basta con que a nadie le falte el<br />
pan y el agua, ni con bajar los índices de pobreza y subir los de empleo, ni<br />
con acometer esfuerzos reconstructivos que nos devuelvan la infraestructura<br />
material perdida.<br />
Tener acceso a la alimentación, al trabajo, al techo, a la salud y la educación<br />
es primordial, pero es insuficiente. Y es insuficiente porque no hemos sido<br />
traídos al mundo para pasar de largo, para sobrevivir apenas, para convivir<br />
en la mediocridad de una vida sin otro rumbo que la mera subsistencia. Por<br />
eso, Es hora de volver a la vida el alma de los argentinos, que había<br />
llegado al estado de coma.<br />
Esto significa que ya es hora que dejemos de pensar en vivir eternamente<br />
de los subsidios y las dádivas. Ya es hora de pasarle la topadora a la<br />
idea de que si no nos dan, no tenemos. Ya es hora de que se paren los<br />
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que estaban de rodillas y que comiencen a caminar los que esperaban<br />
sentados.<br />
Claro que si eso le pedimos a la sociedad, también debemos responder<br />
desde el estado. Y para el estado sanjuanino, para mi gobierno, también ya<br />
es hora. Hora de ir más allá, y estimular todas las instancias destinadas a<br />
dotar de contenido, de esencia, de médula a las personas. Hora de terminar<br />
con los fatalismos y dedicarnos a construir el porvenir en vez de esperar<br />
mansamente que venga. Hora de tomar las riendas de la trascendencia y<br />
ayudar a alimentar el alma de la gente, tanto o más que sus estómagos.<br />
Tengo en claro que siempre ha sido más fácil levantar un edificio que nutrir el<br />
espíritu de quienes lo habitan. Y si bien sabemos que hacerlo no suele ser<br />
tarea de un Estado, también sabemos que sí es tarea del Estado el<br />
impulsarlo, creando las condiciones más propicias para ello.<br />
Por otra parte, también comprendemos que conceptos como “nutrir el<br />
espíritu” o “alimentar el alma” parecen abstracciones o idealizaciones difusas,<br />
pero en realidad tienen relación directa con acciones prácticas y concretas<br />
que vayan generando un entorno propicio. Un ambiente social que pasa tanto<br />
por la cultura y la educación, como por la economía, el deporte, la salud, el<br />
medio ambiente, la tecnología, la acción social.<br />
Y fíjense que, sin duda y primordialmente, esta nueva etapa de gestión<br />
responde también a esa misma palabra que amparó los inicios de nuestra<br />
primera gestión de gobierno: esperanza. Esperanza, sí, pero con notorias<br />
diferencias: mientras que aquélla era una esperanza en blanco y negro, la<br />
de hoy es una esperanza en colores, porque mientras que aquélla era<br />
una esperanza de vida o muerte, hoy es una esperanza de vida o mejor<br />
vida.<br />
Paso a paso, con humildad y prudencia, no sólo estamos empeñados sino<br />
que estamos empezando a lograr que la sociedad sanjuanina sea un poco<br />
más feliz, un poco más optimista, un poco más entusiasta. Sin la menor<br />
soberbia, pero con toda certeza, podemos asegurar que hoy estamos<br />
despertando a una sociedad más aspirante, que cada día le quiere adicionar<br />
más musicalidad, más afecto y armonía a sus conductas cotidianas.<br />
Superados o contenidos algunos de los problemas más urgentes, es posible<br />
esperar una mejor predisposición del sanjuanino hacia lo ciudadano, un<br />
mayor respeto por los demás y por sí mismo, una actitud más tolerante hacia<br />
la diversidad y una incipiente inclinación hacia la unidad. Y, atención, porque<br />
no se trata de la unidad del rebaño, sino de una unidad alerta y perceptiva,<br />
capaz no sólo de aceptar sino de honrar las divergencias.<br />
Por cierto, esta sociedad sanjuanina es distinta a la del 2003, en tanto ya<br />
evidencia ese saludable cansancio de haber estado durante muchas décadas<br />
en permanente conflicto consigo misma.<br />
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Y esto tiene un motivo: creemos que, al ir salvando las dificultades<br />
individuales, las personas tienen espacio para comenzar a percibir que<br />
en verdad los buenos son más que los malos. Que los delincuentes<br />
terminan en la cárcel. Que no se peca de tonto o inocente si se cree que<br />
la corrupción se está batiendo en retirada. Que ganan los que trabajan,<br />
más que los que piden. Que no es obligatorio ser amigo del juez para<br />
recibir justicia. Que la Biblia no va a quedarse para siempre junto al<br />
calefón. En definitiva, que pese a todo lo que falta. Que pese a los<br />
errores y las demoras. Que pese a que el infierno está a sólo unos<br />
pasos atrás nuestro, hoy los sanjuaninos pueden empezar a creer que<br />
lo mejor aun está por venir.<br />
Y para eso, comprovincianos, estamos determinados a gobernar desde<br />
mañana mismo.<br />
Hablemos entonces de gestión, o en otras palabras, hablemos de cómo<br />
vamos a transitar de ser una autoridad dedicada a curar heridas<br />
abiertas, hacia una autoridad dedicada a garantizar que jamás vuelvan a<br />
producirse. Para ello, creemos que es imprescindible dejar de gobernar sólo<br />
para las actuales generaciones y comenzar a gobernar pensado en las<br />
próximas. Un concepto que verdaderamente muestra muchas y muy valiosas<br />
aristas.<br />
Tal vez la primera de ellas sea reafirmar que lo que se estaba haciendo no va<br />
a dejarse de lado. En ese sentido, a todos les debe quedar claro que la lucha<br />
contra la pobreza y la marginación no está ganada ni mucho menos. Lo que<br />
sí sabemos es que estamos en el camino correcto, alineados con un proyecto<br />
nacional exitoso y del cual nos sentimos tan agradecidos como partícipes.<br />
Ese camino, el camino que hoy nuestra Presidenta comienza a profundizar,<br />
tiene un componente central: impulsar el crecimiento. Un crecimiento de<br />
todos los sectores de la economía, sin parcialidades ni remilgos, pero que no<br />
puede carecer del objeto que lo justifica: el mejoramiento directo de la calidad<br />
de vida de las personas.<br />
Para que ello ocurra, no podemos ni debemos permitir distingos entre la<br />
economía argentina y la de los argentinos. Para ello debemos buscar un<br />
crecimiento con equidad para que esa bonanza equitativa, justa y plural que<br />
pretendemos destierre la asimetría que perjudica a los más pobres.<br />
Tenemos que impulsar, por fin, una política de crecimiento que armonice con<br />
el bienestar de las personas; eliminando hasta el ultimo vestigio de exclusión<br />
social, y asegurando la participación plena y armónica en los beneficios del<br />
crecimiento económico. La mejor herramienta para lograrlo, es el empleo<br />
productivo.<br />
Para lo cual debemos seguir sustentándonos en nuestras cuatro grandes<br />
orientaciones económicas: la minería, el complejo agroindustrial, el turismo;<br />
la salida al Pacifico y la integración con Chile.<br />
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Todo esto cumplimentado con racionalidad desde la obra publica, con mejor<br />
educación y una fuerte presencia de la ciencia y tecnología.<br />
Respecto al tema minero, seguimos siendo optimistas apostando al<br />
incremento permanente de está actividad<br />
Vamos a seguir dando la batalla que sea necesaria para defender el futuro de<br />
nuestra gente, pero –eso sí y no me voy a cansar de repetirlo- :necesitamos<br />
que no nos dejen solos. Y se los pido, porque por más esfuerzos que<br />
hemos hecho, necesitamos de todos los sanjuaninos controlando que se<br />
cumpla a rajatabla cada línea de los acuerdos firmados con las compañías<br />
mineras.<br />
Amigas y amigos: aquí todos somos guardianes de nuestro aire, nuestra<br />
tierra y nuestros ríos. Sólo vigilando juntos vamos a conseguir que nadie nos<br />
vaya a meter jamás un dedo en la boca. Y eso es vital para que sigamos<br />
avanzando con esta Nueva Minería, que no es cualquier minería y no es a<br />
cualquier costo, sino una minería responsable, respetuosa de la ley y<br />
solidaria con las personas.<br />
Pero el sustento de esta nueva página en la historia provincial ni comienza ni<br />
se agota en la producción minera. De hecho, vamos a aplicarle máxima<br />
atención y cuidado a los frutos de nuestro campo, por lo que al complejo<br />
agroindustrial lo continuaremos apoyando con mayor infraestructura, mejores<br />
créditos, más acceso a la información de los mercados y más apoyo<br />
institucional para sus exportaciones.<br />
El otro recurso maravilloso, ése que siempre tuvimos delante de nuestros<br />
ojos y que hoy impulsamos vigorosamente, es el Turismo. Estamos<br />
comprometidos a no bajar los brazos, a sentirnos cada vez más orgullosos de<br />
generar riqueza mostrando nuestro San Juan.<br />
Y la última de nuestras cuatro cartas de futuro: la salida al Pacifico y el túnel<br />
de Agua Negra. Un sueño. Un sueño gigantesco. Un sueño que será decisivo<br />
para cambiar para siempre el destino de esta tierra. Porque, el motivo de<br />
que hayamos venido pechando y pechando por taladrar esa bendita<br />
montaña y avizorar al final, el Océano Pacífico, es que por fin San Juan<br />
deje de ser Provincia Terminal.<br />
No queremos más ese destino, sino un porvenir de integración, porque en la<br />
integración está el crecimiento. Integración con Chile, con nuestros hermanos<br />
de la cuarta Región y de allí con el Pacífico y el Lejano Oriente. Integración<br />
con las provincias argentinas del centro y noreste. Integración con Uruguay,<br />
con Paraguay, con Brasil. Integración con el mundo para nuestros<br />
productores, para nuestros empresarios, para nuestro talento y nuestros<br />
frutos.<br />
Finalmente en el ámbito del proyecto productivo, sabemos que es<br />
determinante la vocación que el Estado tenga de proveer las condiciones<br />
necesarias para que el salto importante pueda producirse. En este sentido,<br />
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vamos a hacer nuestro mayor esfuerzo para conseguir los recursos, la<br />
tecnología, el apoyo nacional y los técnicos necesarios para lograr el<br />
desarrollo energético que se requiera, a través de obras como el dique de<br />
Punta Negra, y proyectos de energías alternativas como la solar y eólica.<br />
Especialmente la primera.<br />
Hace unos minutos les dije que ya era suficiente de hablar de lo que hicimos,<br />
para darnos todo el espacio para pensar el futuro. Y la herramienta más<br />
poderosa para pensar el futuro, es la imaginación. La imaginación no<br />
tiene cárceles, así que nadie la puede aprisionar. La imaginación no tiene<br />
vergüenza, así que nadie puede censurarla. La imaginación no tiene<br />
compromisos, así que nadie puede obligarla a que tome un rumbo<br />
predeterminado.<br />
Por eso es hora, comprovincianos, que, con toda libertad, imaginemos San<br />
Juan.<br />
Si me permiten, quiero por un instante hacer el ejercicio simbólico de<br />
imaginar una parte de ese San Juan que hoy no existe, pero sin embargo<br />
estamos en condiciones de hacerlo posible. Para ello, imaginemos aportes<br />
fundacionales en los grandes espacios donde el estado tiene la mayor<br />
obligación de intervenir: Educación, Trabajo, Apoyo Social, Salud, Seguridad,<br />
Justicia…<br />
En todos hay que avanzar y mejorar pero me detengo en lo social,<br />
imaginemos San Juan a la vuelta de la esquina de los países desarrollados, y<br />
eso significa encaminarnos decididamente a un perfil de asistencia del<br />
tipo Servicios Sociales Personalizados. Dicho en dos palabras: más que<br />
crear centros a cargo del estado donde agrupar gente con minusvalías<br />
físicas, mentales o sociales, procuraremos devolver al carenciado al seno de<br />
la familia y trabajarlo individualmente a través de profesionales involucrados y<br />
conocedores de su historia personal.<br />
Esta mecánica, más humana y más acogedora, es la única que produce<br />
recuperación, en vez de la cronicidad que deviene de ser depositado en un<br />
centro, sin esperanza por años, e incluso por el resto de la vida.<br />
También, en lo sanitario, imaginemos San Juan con una política de salud<br />
práctica, utilitaria, innovadora, dedicada fundamentalmente a fortalecer<br />
los 135 puestos de salud provinciales, además de terminar con la<br />
modernización de nuestros cinco grandes hospitales.<br />
Comprovincianos, imaginemos San Juan. Y para eso, si recién di simples<br />
ejemplos de un San Juan soñado que está en nuestras manos hacerlo<br />
tangible y cercano, denme la oportunidad también de compartir la sustancia<br />
que podría alimentar el paso hacia ese San Juan que queremos: me refiero a<br />
la voluntad de hurgar profundo en nuestras raíces, de volver al principio, al<br />
origen de nuestra civilidad, y encontrarnos allí, una vez más, con un colosal<br />
forjador de raza. Permítanme proponer que volvamos a encontrarnos con<br />
Sarmiento.<br />
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Pero no el Sarmiento de bronce. No el Sarmiento de libro escolar, ni el<br />
Sarmiento adusto que marco una época. No. Lo que quisiera es que nos<br />
volviésemos a encontrar cara a cara con el Sarmiento de carne y hueso,<br />
peleador, visionario, fogoso, intrépido, digno hasta los tuétanos,<br />
insoportablemente lleno de alma y vida. Un titán.<br />
Y querría que nos encontráramos con él, no para honrar su memoria -algo<br />
que los argentinos ya le hemos ofrendado tantas veces durante tantos años-<br />
sino para honrar su alma. Claro que honrar un alma de dimensión tan<br />
formidable no nos va a resultar gratuito.<br />
Si decidimos volver a mirarlo a los ojos, Sarmiento nos va a exigir un giro<br />
diametral a nuestra forma de construir la vida de las generaciones que<br />
vienen. Y nos va a pedir que pensemos un nuevo modelo de maduración<br />
social, en el cual todo gire en torno a la educación. Un modelo donde,<br />
grandes y chicos, todos enseñan y todos aprenden, con esa entrañable<br />
actitud sarmientina de tenacidad e interés.<br />
Es por eso que en el San Juan que imaginamos, no debiéramos honrar el<br />
alma de Don Domingo recordándolo simplemente en el interior de la Casa de<br />
Sarmiento, sino en el interior de las casas de todos los sanjuaninos,<br />
haciendo que su espíritu habite en cada una y nos insufle su curiosidad<br />
inagotable. Sus ideas visionarias, su desmesura para creer y crear, su<br />
férrea voluntad de HACER y HACER y HACER.<br />
En eso estamos. Y porque en eso estamos, tal como hace exactamente<br />
cuatro años y un día, les reitero mi absoluta convicción de que el concepto de<br />
“Primer Mandatario” para mí no significa “el que más manda” sino “el primero<br />
en cumplir el mandato”. El primer servidor público. Ayer y por los cuatro años<br />
que vienen.<br />
Cuenten con que voy a seguir siendo el primero en estar dispuesto a cumplir<br />
el mandato. Y eso significa que estoy disponible para lo que la gente<br />
necesite, pero no estoy disponible para renunciar a soñar. Y no estoy<br />
disponible para deponer la humildad. Y no estoy disponible para aflojar el<br />
tranco. Para rendirme al sopor y la modorra. Para dejar de imaginar y<br />
permitir que la mediocridad nos corte las alas, las ganas, la alegría de<br />
poder servir hasta el último día, hasta el último aliento y hasta al más<br />
lejano y el más pequeño de nuestros hermanos.<br />
Es hora que imaginemos San Juan. Los convoco a que lo hagamos en<br />
grande.<br />
Muchas gracias.<br />
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