You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Acerca del Proyectismo y del <strong>Reformismo</strong><br />
Borbónico en Santo Domingo<br />
Escuela de Estudios Hispano Americanos (CSIC). Sevilla<br />
A principios del siglo XVlll la presencia extranjera en el<br />
Caribe era un hecho incuestionable e irreversible, aprovechado<br />
además para multiplicar las funciones de las islas tropicales.<br />
A su privilegiada ubicación para el control del tráfico oceánico<br />
se unía el valor comercial alcanzado con su explotación<br />
y el servir de asentamiento para el desarrollo del contrabando,<br />
La nueva centuria contemplará una lucha ininterrumpida<br />
que tiene su punto clave en el área antillana. La Guerra de<br />
Sucesión española (1702-1714),la del Asiento o de los Nueve<br />
Años (1739-1748), las delTercer Pacto de Familia (1762-1763<br />
y 1779-1783) enmascaran motivaciones más profundas. Son<br />
batallas encaminadas no sólo a defender lo conquistado anteriormente,<br />
sino a ampliarlo si fuera posible. Estaba en juego el<br />
dominio sobre la participación comercial en los beneficios<br />
americanos -de vital impodancia tanto para el mantenimiento<br />
de la política interna como de la ultramarina- y la obtención de<br />
mayores riquezas a través de la venta de productos tales como<br />
el azúcar, el añil, el café, el algodón o el tabaco.<br />
España puso un especial énfasis en los derechos que<br />
amparaban la presencia hispana en el Nuevo Mundo, realizando<br />
un esfuerzo titánico para controlar el tráfico americano<br />
a fin de preservarlo en lo posible de la influencia de las otras<br />
potencias marítimas en discordia. No se admitirá el más mínimo<br />
desgajamiento del suelo indiano, y en la defensa de estos<br />
intereses no se dudará en aceptar la ayuda de la pujante<br />
Francia de Luis XlV, incluso a riesgo de que los galos manipularan<br />
la administración colonial en su propio beneficio (1).<br />
Aunque los problemas surgirán por el deseo de las naciones<br />
europeas de evitar el exclusivismo colonial, trasladándose a<br />
las lndias las rivalidades existentes en el Viejo Continente (2).<br />
Un nuevo siglo, una nueva dinastía<br />
No puede extrañarnos que, a fines del siglo XVll, en determinados<br />
círculos políticos hispanos dominase un sentimiento<br />
general respecto de la necesidad de una renovación sustancial<br />
en la formas políticas que la proximidad de la nueva centuria y<br />
la posibilidad de un cambio de dinastía hacían cada día más<br />
evidente. Ya en 1689 el embajador francés en Madrid,<br />
Rébenac, abogaba por una transformación drástica si se quería<br />
evitar la ruina total, mientras que el marqués de Villena, al poco<br />
tiempo del fallecimiento de Carlos ll, planteaba al rey francés<br />
una situación sombría de España a consecuencia del gobierno<br />
de los últimos Habsburgos: la justicia estaba abandonada; la<br />
política, despreciada; los recursos, vendidos; la religión, falseada;<br />
la nobleza, desmoralizada; el pueblo, oprimido; el poder,<br />
decaÍdo; el amor y el respeto por la Corona, perdidos (3).<br />
(1)<br />
(2)<br />
(3)<br />
Parry, J.H.: El lmper¡o Español de Ultramar. Madrid, 1970, p. 264.<br />
Bethencourt, Antonio: Patlño e n la polít¡ca de Felrpe V. Valladolid, 1954, pp.<br />
5-6.<br />
T.A. 13<br />
Véase Navarro García, Luis: Hispanoamér¡ca en el siglo XVll/. Sevilla,<br />
1 992.<br />
Apud Avilés Fernández, M¡guel y otros: La ¡nstaurac¡ón borbónica. Maüid,<br />
1984, pp. 51-52. Véase también para esta época la obra de Kamen, Henry:<br />
La España de Carlos //. Barcelona, 1981.<br />
Antonio Gutiérrez <strong>Escudero</strong>.<br />
Escuela de Estudios Hispano Americanos (CSIC). Sevilla.<br />
Así la cosas, la disputa por la sucesión a la Corona hispana<br />
entre el archiduque Carlos, un Austria, y Felipe de Anjou<br />
(futuro Felipe V), un Borbón, se presentaba ante determinados<br />
estamentos peninsulares más bien como un símbolo claro de<br />
elección: continuismo o innovación, respectivamente. Durante<br />
casi tres lustros España mantuvo, en unión con Francia, una<br />
guerra externa contra la Gran Alianza (Austria, lnglaterra,<br />
Holanda, Porlugal y Saboya) y una guerra interna que "supuso<br />
para el país un doloroso conflicto civil, que enfrentó no sólo<br />
a los partidarios de los Borbones y a los seguidores del partido<br />
austriaco. También se enfrentaron dos concepciones de la<br />
monarquia, la centralista y la que podríamos denominar foralista<br />
o pactista, la misma que había estado vigente desde que<br />
los Reyes Católicos habían unido los distintos reinos peninsulares<br />
bajo una misma corona" (4).<br />
Desconocemos qué hubiera sucedido de haber reinado en<br />
España el archiduque Carlos, es decir si de verdad se hubieran<br />
confirmado los temores de que su política en nada, o en<br />
muy poco, hubiera modificado las pautas establecidas por los<br />
Habsburgos antecesores (5). Desde luego tampoco Felipe V<br />
resultó ser, como persona, el rey que se esperaba (6). Durante<br />
los primeros años el joven monarca, llamado popularmente E/<br />
Animoso, sorprendió a todos por su entusiasmo y por su disposición<br />
a "no abandonar España sino con la vida...Además,<br />
no habría nada tan peligroso en esta coyuntura -le escribe a<br />
Luis XIV su abuelo- que demostrar desconfianza hacia los<br />
castellanos, cuando sólo me han hecho ver de su parte fidelidad<br />
y celo, y yo no les puedo demostrar mejor mis buenas<br />
intenciones que arrojándome en sus brazos con entera confianza,<br />
en un tiempo tan espinoso como éste" (7). Pero en el<br />
transcurso del tiempo una cada vez mayor hipocondría y<br />
melancolía acabó por trastornar al soberano hasta llevarle al<br />
desequilibrio mental.<br />
Pese a este primer reinado tan contradictorio, la entronización<br />
de los Borbones en España supondrá un cambio radical en<br />
el sistema político imperante, con repercusiones decisivas en<br />
los dominios hispanoamericanos (8). lncluso durante la propia<br />
guerra de Sucesión española se asiste a la paulatina implantación<br />
de una serie de reformas de todo tipo cuyo objetivo principal<br />
era colocar a España en idénticos niveles que el resto de<br />
(5)<br />
(6)<br />
(7)<br />
(8)<br />
Avilés Fernández, p. 13. Acerca de este conflicto pueden consullarse las<br />
monografías de Kamen, H.: La guerra de sucesión en España, 1700-1715.<br />
Barcelona, 1974, Calvo Poyato, José: La guerra de sucesión. Madrid,<br />
1988, y Voltes, Pedro: La Guerra de Sucesión. Barcelona, 1990.<br />
Dos buenos estudios sobre la España austracista durante los pr¡meros<br />
años del siglo XVlll son los de León Sanz, Virginia: La Guerra de Sucesión<br />
española a través de los Consejos de Estado y Guerra del Archiduque<br />
Carlos de Austria. Madrid, 1989 y Entre Austrias y Borbones. El Arch¡duque<br />
Carlos y la monarquía de España, 1700-1704. Madrid, 1993.<br />
La obra clás¡ca por antonomasia sobre Felipe V es la de Baudrillañ, Alfred:<br />
Philippe V et la couri de France. Paris, 1890-1905,5 vols. Más recientemente<br />
podemos consultar la biografía elaborada por Voltes, P.: Felipe V,<br />
lundador de la España contemporánea. Madrid, 1 991 .<br />
Avilés Fernández, p. 46.<br />
Véanse Ramos Pérez, Demetrio: "La época de la nueva monarquía" y<br />
Navarro García, Luis: "La política indiana", ambos en América en el siglo<br />
XVlll. Los primeros Borbones. Tomo Xl-1 de la Historia General de España y<br />
América, Ediciones Rialp, Madrid, 1983, pp. Xl-XLl y 3-64, respectivamente.<br />
-17
naciones europeas. Sin embargo, sería injusto pensar que este<br />
conjunto de modificaciones económicas, adrninistrativas, científicas,<br />
etc. son aporladas única y exclusivamente por los franceses<br />
que acompañan y asesoran a Felipe V bajo la supervisión<br />
de Luis XlV, como si en la Península no hubiera existido -<br />
al igual que en un buen número de monarquías de Europa- un<br />
ambiente favorable y dispuesto a poner en marcha un verdadero<br />
repeftorio reformista (9). A este respecto son esclarecedoras<br />
las afirmaciones de Demetrio Ramos respecto a que "ni<br />
las reformas fueron exclusivas del siglo XVlll, ni la tendencia<br />
ilustrada se agota en sus fronteras cronológicas'' (10).<br />
Del mismo modo resulta arriesgado pensar que a partir de<br />
1701 "surgen de súbito en el país hombres cultos, anhelosos<br />
del bien común'', cualificados para desempeñar las más altas<br />
tareas de gobierno (11), como si no hubieran existido con anterioridad<br />
o no hubieran aparecido en la escena política hispana<br />
sin la instauración borbónica. Sí podríamos aventurar que el<br />
cambio dinástico actuó de precipitador, a manera de un proceso<br />
químico, en el ánimo de un buen número de españoles<br />
deseosos de dar por cerrada una larga etapa de vicisitudes en<br />
la historia de España e iniciar con renovados bríos una nueva<br />
centuria que permitiera la puesta en práctica del ideario europeo<br />
ilustrado que comenzaba a desarrollarse (12).<br />
Proyectismo y <strong>Reformismo</strong> en lndias<br />
Dos de los mejores autores que han sabido reflejar este<br />
estado de cosas y sus repercusiones sobre los dominios hispanos<br />
en América son José Muñoz Pérez y Luis Navarro<br />
García, cuyos estudios sobre el proyectismo en el siglo XVlll<br />
(13) y las transformaciones políticas acaecidas a lo largo de la<br />
centuria (14) representan sendos modelos muy adecuados<br />
para el propósito de este trabajo, enlazan con algunas de las<br />
ideas expuestas con anterioridad y anticipan varias de las<br />
cuestiones que pretendemos exponer en este artículo.<br />
En síntesis, Muñoz Pérez defiende que el proyecfo "es un<br />
producto típico de nuestra España del XVlll", fomentado en<br />
algunos casos por los propios monarcas y sus gabinetes, y<br />
cuyos antecedentes más cercanos habría que buscarlos en el<br />
llamado arbitrismo del siglo anterior. Sin embargo, mientras el<br />
arbitrio insistía con terquedad en un solo punto -la necesidad<br />
de hallar solución al problema de la Hacienda nacional, sin<br />
cuyo arreglo persistirían el resto de los males del país-, el proyecto<br />
pretende remediar un aspecto concreto de cualquiera de<br />
las ramas de la administración, la sociedad o la economía (15).<br />
Añade, además, Muñoz Pérez que esta tendencia al proyectismo<br />
durante el XVlll "sobrepasa su condición de género,<br />
para ser más bien una actitud mental, ligada como pocas al<br />
(9) Un planteamiento conlrar¡o al difundido tópico del afrancesam¡ento de<br />
España con la llegada del primer Borbón podemos encontrarlo en Voltes,<br />
Fel¡pe V (e especial véase el capítulo 10).<br />
(10) Ramos Pérez, p. Xl-<br />
(11) Véase Voltes, P: Dos míl años de economía española. Barcelona, 1988, p.<br />
1 08.<br />
(12) Sobre este particular consúltense las obras de Hazard, Paul: La crisis de la<br />
conciencia europea, 1680-1715. Madrid, 1952 y El pensam¡ento europeo<br />
en el sigto Xvttt. Madrid, 1985; Sánchez-Blanco Parody, Franciscoi Europa<br />
y et pensamiento españot del s¡glo Xvlll. Madrid, 1991; y Díaz, Furio:<br />
Europa, de la ilustración a la revolución. Madrid, 1994.<br />
(13) Muñoz Pérez, José: "Los proyectos sobre España e lndras en el siglo XVlll:<br />
el proyectismo como género". Revista de Estud¡os Políticos, Madrid, vol.<br />
LlV, nro.81 (mayo-junio de 1955), pp. 169'195.<br />
(14) Véanse las obras de Navarro García, "Carlos lll y América", en La Amér¡ca<br />
españota en la época de Carlos ///. Sev¡lla, 1986, pp. 9-15, "La polÍt¡ca<br />
indiana", e H¡spanoamérica en el s¡glo Xvlll.<br />
(15) Muñoz Pérez, "Los proyectos", pp.170'171 y 182.<br />
18-<br />
alma de una época...es, sobre todo, una forma de ver, plante-<br />
ar y resolver los problemas, que es consustancial con el siglo",<br />
cuyo fundamento más significativo podría encontrarse en el<br />
intento de difundir "las reformas emprendidas en el ambiente<br />
general del país" (16). Son esa actitud mental y ese ambiente,<br />
como decíamos al principio, los que pueden explicar todas las<br />
alteraciones que se suceden con la entronización borbónica y<br />
que quedarán ref lejadas de forma meridiana en<br />
Hispanoamérica.<br />
Nos quedarían aún un par de factores para complelar<br />
nuestra visión, que tomamos precisamente del profesor Luis<br />
Navarro García. Por el primero de ellos admitimos dos fases<br />
bien diferenciadas en el reformismo borbónico en lndias divididas<br />
por el año 1763, momento a partir del cual se producirá<br />
una intensificación en el proceso de transformación de las<br />
estructuras americanas. Estaríamos así ante dos etapas, una<br />
inicial de cambios moderados (reinados de Felipe V y<br />
Fernando Vl), "donde el esfuerzo desplegado por la Corona no<br />
se dirigió tanto a cambiar las estructuras como a recuperar el<br />
grado de opulencia y poderío" que había conocido el lmperio<br />
en época pasada (17), y otra posterior de acción mucho más<br />
intensa y ambiciosa (reinado de Carlos lll) (18).<br />
El otro factor al que antes aludíamos se refiere al factor<br />
humano, es decir a las personas que contribuyeron a hacer<br />
realidad todos los planes reformistas propuestos (19). Pese al<br />
interés que pudiesen tener los Borbones por llevar a cabo sus<br />
proyectos nada hubiesen logrado de no contar con una serie<br />
de colaboradores que secundaron sus ideas o que fueron los<br />
promotores de otras nuevas igualmente positivas. En palabras<br />
referidas a Carlos lll, pero que podrÍamos aplicar a los dos<br />
reyes que le precedieron, Navarro García afirma que "la gloria<br />
de su reinado, las empresas acometidas, los éxitos cosechados,<br />
no es la obra de un solo hombre. Destacadas personalidades,<br />
políticos de amplia visión, eficaces burócratas, contribuyeron<br />
de manera poco común a formular una nueva política<br />
y a ponerla en vigor, venciendo en ocasiones serias resistencias"<br />
(20).<br />
Podemos añadir, por tanto, que el ambiente propicio de la<br />
época, una renovada actitud mental, las nuevas corrientes de<br />
pensamiento y la disposición positiva de una notable materia<br />
prima humana contribuyó a la culminación de un proceso de<br />
reformas de toda índole (políticas, administrativas, económicas,<br />
militares, etc.), iniciadas desde principios del siglo XVlll y<br />
encaminadas a devolver a España el prestigio de gran potencia<br />
perdido durante la centuria precedente. Al menos para<br />
ofrecer un punto de vista distinto es justo decir, aunque sea un<br />
análisis que correspondería hacerlo en otro estudio, qr-re la historiografía<br />
anglosajona arguye que de 1759 a 1788 es un período<br />
de mejoras pasajeras que oculta -la clásica calma que<br />
antecede a la tempestad- una decadencia inevitable e imparable<br />
que tiene su apogeo en la invasión de tierras hispanas por<br />
(1 6) Esta actitud hace "que los dictámenes y representaciones de los flscales y<br />
burócratas rebasen en ocasiones sus límites de trámite, y no sólo inÍormen,<br />
sino que ptopongan mediod' .lbídem, pp. 173, 174y 189 (los resaltados del<br />
texto son nuestros).<br />
(17) Navarro García, "La política indiana", p. 64.<br />
(18) Navarro, Hispanoamérica, p. 53, y "Carlos lll y América", pp. 9-15.<br />
(19) Luis Navarro considera que en la formulación y aplicación de la polít¡ca<br />
indiana durante el siglo XVlll intervienen cuatro polos principales: el rey, el<br />
gobierno, el Consejo de Indias y el Consulado. Los dos primeros representan<br />
la actitud innovadora, frente a los dos últimos que, por mentalidad<br />
e intereses, adoptarían una postura conservadora. Navarro, "La política<br />
indiana", p. 63.<br />
(20) Navarro García, "Carlos lll y América", p. 10.<br />
T.A. 13
las tropas napoleónicas y la posterior independencia de los<br />
territorios ultramarinos (21 ).<br />
En cualquier caso, sí podríamos afirmar que en aquellas<br />
regiones hispanoamericanas donde por distintos motivos las<br />
reformas borbónicas no fueron tan intensas, tal como en Santo<br />
Domingo, no faltaron sin embargo proyectos de todo tipo y personas<br />
firmemente decididas a impulsar su progreso a través<br />
de la presentación de una serie de planes e ideas, que con<br />
mayor o menor fortuna han quedado recogidos en la documentación<br />
pertinente. Queremos decir que con independencia<br />
de las directrices generales o concretas emanadas desde el<br />
gobierno central y dirigidas a las diferentes autoridades indianas,<br />
a un lado y otro del Atlántico podemos encontrarnos con<br />
una excelente representación de individuos empeñados en<br />
contribuir con su esfuerzo particular a esa tarea de renovación<br />
emprendida por la Corona y sus ministros.<br />
Sin duda el reformismo borbónico es de una evidencia más<br />
destacada en los grandes virreinatos, en las Capitanías más<br />
significativas o en las zonas del imperio de mayor valor estratégico.<br />
Pero tampoco falta en las regiones denominadas marginales<br />
a través de alguna acción concreta englobada dentro<br />
de la nueva política metropolitana. Es más, en distintas ocasiones<br />
nos encontramos con la aparición de una persona que<br />
a título particular asume una misión en principio correspondiente<br />
al gobierno central, o vemos cómo una autoridad indiana<br />
decide de motu proprio -aunque luego solicite a la Corona<br />
la validación de sus decisiones- emprender una serie de mejoras<br />
dentro del territorio de su jurisdicción. ¿Podrían incluirse<br />
ambas intervenciones dentro del campo estricto del reformismo<br />
borbónico o corresponderían más bien a su espíritu?<br />
A todo ello contribuye, pensamos, ese ambiente generalizado,<br />
tantas veces ya citado, en pos de unas transformaciones<br />
necesarias. Y allí donde no existió reformismo borbónico en<br />
sentido estricto o sus efectos estuvieron muy mediatizados o su<br />
aplicación no fue tan evidente, es decir en aquellos lugares en<br />
los que por su marginalidad no se realizaron Visitas, o las innovaciones<br />
en el tráfico marítimo no les afectó de forma especial,<br />
o su estructura organizativa continuó tal cual estaba con anterioridad,<br />
elc. (22), sí podemos hallar, en cambio, multitud de<br />
propuestas encaminadas al proyectismo más entusiasta.<br />
Quizás en estas regiones, y esa es nuestra idea, podría<br />
plantearse la cuestión de tal manera que hablar de proyectismo<br />
es hablar de reformismo y viceversa, en tanto en cuanto la<br />
instauración borbónica fue la impulsora o creadora de este<br />
modo de actuación (23). Ambos términos, pues, tienden a fundirse<br />
en una fructífera simbiosis que coadyuvó a que en toda<br />
América, de una u otra forma, el siglo XVlll se caracterice por<br />
una continua búsqueda de soluciones a los problemas de toda<br />
índole que existían, con aportaciones concretas en la mayoría<br />
de los casos. Y un buen ejemplo de todo ello es la parte hispana<br />
de la Española -Santo Domingo-, que a continuación<br />
pasamos a estudiar.<br />
(21)<br />
(22)<br />
(23)<br />
Céspedes del Castillo, Guillermo: "La expansión territoria¡ de la América<br />
española en la época de Carlos lll", en La Amér¡ca española en la época<br />
de Carlos ///. Sevilla, 1986, pp. 28 y 29.<br />
Una relación pormenorizada de medidas gubernamentales puede encontrarse<br />
en las ya citadas obras de Navarro García, H¡spanoamér¡ca en el<br />
siglo Xvllly "La política ¡ndiana".<br />
Muñoz Pérez habla de un recrudecimiento del proyectismo en los primeros<br />
años del reinado de Felipe V, en tiempos de Carlos lll se trataría de abordar<br />
todos los temas posibles, m¡entras que con Carlos lV se advierte ya un<br />
tono menor en las propuestas. l\¡luñoz, "Los proyectos", pp. 191-195.<br />
T.A. 13<br />
Proyectos y Reformas en Santo Domingo<br />
No es nuestra intención realizar un catálogo exhaustivo de<br />
todas las medidas reformistas aplicadas en Santo Domingo, ni<br />
un inventario pormenorizado de cada uno de los proyectos que<br />
pueden rastrearse en la isla. Pretendemos demostrar que si de<br />
las "tres llaves" del Nuevo Mundo -Cuba, Puerlo Rico y la<br />
Española-, esta última, por razones estratégicas, había perdido<br />
su impoftancia inicial, ello no fue óbice para que llegado el<br />
momento también intentara, dentro de sus limitaciones por<br />
supuesto, incorporarse a esa corriente renovadora que se<br />
extendía por Hispanoamérica en su totalidad. Sólo nos centraremos,<br />
por tanto, en el análisis de algunos de puntos concretos<br />
que contribuyan a demostrar las tesis hasta ahora expuestas.<br />
A) Población<br />
Una de las principales preocupaciones de ios Borbones<br />
fue el fomento de la población en los territorios ultramarinos, y<br />
en especial de aquellos que por diversas circunstancias presentaban<br />
una relación de habitantes por km. cuadrado muy<br />
baja. A fin de paliar este defecto la Corona favoreció el envío<br />
de familias colonizadoras que voluntariamente se trasladaran<br />
al Nuevo Mundo mediante el abono del pasaje con cargo al<br />
Real Erario, además de otras ayudas imporlantes como determinadas<br />
cantidades de dinero para cubrir las primeras necesidades,<br />
entrega de aperos y utensilios de labranzas, animales<br />
de cría y labor, etc., operación en suma que implicaba un fuerte<br />
desembolso para la Hacienda Pública (25).<br />
Santo Domingo fue uno de los lugares donde se procuró<br />
la remisión de emigrantes que al mismo tiempo que cultivaran<br />
la tierra formaran una verdadera barrera humana en la frontera<br />
que impidiera las constantes pretensiones de avance por<br />
parte francesa (26). Durante la primera mitad de siglo y según<br />
nuestros cálculos realizados en función del volumen de la<br />
población, el índice de ocupación del suelo en la parle hispana<br />
de la isla oscilaría de 0,4 a t habitante/km. cuadrado (27),<br />
(24\<br />
(25)<br />
(26)<br />
(27)<br />
En términos generales, a las posesiones hispanas en el Nuevo Mundo no<br />
fueron deportados forzosos por causas judiciales, o perseguidos por motivos<br />
relig¡osos, ni se dirigieron expediciones de prostitutas o vagabundos,<br />
como sÍ sucedió en los territorios colon¡ales de Francia e lnglaterra. Sin<br />
embargo, no nos consta que la Corona hispana adoptase medidas similares<br />
o parecidas a las que la monarquía francesa decretó para Canadá a fin<br />
de ¡ncrementar su exigua población: licencia y un año de paga a los soldados<br />
que contrajesen nupcias y permaneciesen en tierras canad¡enses; concesión<br />
de 20 libras a los mozos que se casasen antes de los velnte años y<br />
otras tantas a las jóvenes que desposaran con menos de d¡ec¡séis; subvenc¡ón<br />
de 300 libras por año al cabeza de familia con 10 hijos y 400 al que<br />
tenía 12 vástagos, etc. Véase Gutiérrez <strong>Escudero</strong>, Antonio: "La colonización<br />
francesa en Norteamérica, 1700-1763", en Luis Navarro García:<br />
Histor¡a de las Amér¡cas. Sevilla, 1992, tomo lll, pp. 275-277.<br />
Durante el proceso de fundación de la nueva villa de Santa Bárbara de<br />
Samaná, en el año 1759, por ejemplo, se desembolsaron ¡as sigujentes<br />
cantidades: 1.440 reales por las semillas que debían repartirse entre los<br />
pobladores; 6.480 reales por 1 03 reses vacunas y 434 cerdos para el abasto<br />
de dichos habitantes; 24.000 reales correspondientes al real diario que<br />
debían recibir las familias; 16.000 reales en gastos de fábrica y 200 pesos<br />
de la cóngrua del primer sacerdote. Archivo General de lndias, Sevilla<br />
(A.G.l.), Contaduría, 1.069 B. Desde luego éstas no fueron nr los primeras<br />
ni las últ¡mas sumas empleadas en este establecimiento.<br />
No olvidemos que desde la firma del Tratado de Ryswick la isla Española<br />
había quedado divid¡da oficiosamenle entre los franceses, situados en la<br />
zona occidental o Sa¡nt Domingue, y los españoles, asentados en la región<br />
oriental o Santo Domingo. Véase Gutiérrez <strong>Escudero</strong>, "Cuest¡ón de límites<br />
en la isla Española", Temas Americanisfas, Sevilla, 1982, núm. 1, pp. 22-<br />
24 y Población y economía en Santo Domingo (1700-1746). Sevilla, 1985,<br />
pp. 35-39.<br />
Gutiénez <strong>Escudero</strong>, Poblac¡ón y Economía, pp. 45-59. Cassá, Roberto:<br />
Historia social y económica de la República Dominicana. Santo Domingo,<br />
1977, tomo l, p. 157, y Moya Pons, Ftank:. H¡stor¡a colon¡al de Santo<br />
Dom¡ngo. Santiago (Rep. Dominicana),1974, p.285, nos aportan los datos<br />
de población de Saint Dom¡ngue que permiten las deducciones pertinentes.<br />
- 19
mientras que en la zona francesa estaría situado en los 6,4<br />
hab./km. cuadrado. Esta evidente desproporción favoreció que<br />
el territorio hispanodominicano fuera repoblado fundamentalmente<br />
con familias procedentes del Archipiélago canario, fenómeno<br />
al que hemos dedicado diversos estudios a los cuales<br />
remitimos para no repetir las mismas conclusiones que en<br />
ellos apodamos (28).<br />
En este caso anterior se trata de un plan dirigido desde el<br />
gobierno metropolitano y que pudiera englobarse dentro de la<br />
política reformista de la época (29). No obstante esta preocupación<br />
de la Corona, nos encontramos con al menos tres proyectos<br />
particulares a lo largo del siglo cuya característica principal<br />
es el interés por la remisión de pobladores europeos no<br />
ibéricos, aunque es preciso adelantar que ninguno de ellos se<br />
vio coronado por el éxito. Un antecedente a esta cuestión<br />
podemos encontrarlo en 1699 cuando unos comerciantes de<br />
Amberes solicitan autorización para formar una Compañía de<br />
Comercio -que operarÍa en la Española, Trinidad y en el río<br />
Orinoco- a cambio de transportar familias irlandesas y naturales<br />
de Flandes (30).<br />
Las excesivas prerrogativas demandadas (31 ) y el miedo<br />
a la introducción de extranjeros en tierras hispanoamericanas<br />
motivaron la denegación del proyecto citado (32), pero en<br />
determinados organismos puede apreciarse ya ese cambio de<br />
mentalidad antes aludido. En efecto, el Consejo de lndias se<br />
mostró proclive al envío de pobladores, independientemente<br />
de su lugar de origen, mediante la búsqueda en los Países<br />
Bajos de mil familias que con cargo al Real Erario estuviesen<br />
dispuestas a trasladarse a Santo Domingo, donde se les repartiría<br />
tierras (33). La propuesta no tuvo mayor repercusión, justo<br />
es decirlo, si bien demuestra un talante mucho más abierto y<br />
progresista, pese a que dicho ánimo no alcanzase a todas las<br />
esferas de la administración.<br />
En 1701 se sugirió el envío de 500 ó 600 familias irlandesas<br />
que deberían situarse "lejos de la comunicación de los puertos<br />
por lo mucho que impoda internarlos cuanto se pueda en la tierra"<br />
y cuya distribución hubiera sido de la siguiente manera: 100<br />
se establecerían en Santo Domingo, 100 en Santiago,50 en La<br />
Vega, 50 en Bayaguana, 25 en Monte Plata, 150 en Cotuí y<br />
Guaba y 125 en San Juan (34). Los mismos recelos que frustraron<br />
planes anteriores hicieron acto de presencia en esta ocasión<br />
para malograr también la citada proposición.<br />
(28) Véanse Gutiérrez <strong>Escudero</strong>, Población y economía, pp. 64 y sgs.,<br />
"Colonos, fam¡lias pobladoras y fundación de ciudades en la Española,<br />
1684-1768", en El Re¡no de Granada y el Nuevo Mundo. Y Congreso<br />
lnternacional de la A.E.A. Granada, 1994, tomo lll, pp.453-466,<br />
"Asentamientos urbanos, poblaciones y villas en la Española, 1664-1778',<br />
en Temas American,btas, Sevilla, 1994, núm. 11, pp.22-24, y "Nuevas consideraciones<br />
acerca de la emigración canaria a Santo Domingo en el siglo<br />
Xvlll", en Actas del X Coloquio de H¡stor¡a Canaria-Americana (1992). Las<br />
Palmas, 1994, pp.445-466, entre otros.<br />
(29) Navarro Garcia, "La política indiana", pp. 28 y 47-49; Martínez Shaw,<br />
Carlos: La em¡gración española a América, 1492'1824. Gijón, 1993. Para<br />
el caso canario véanse Morales Padrón, F: "Las Canarias y la poiítica emigratoria<br />
a lndias", en I Coloquio de Historia Canario-Americana, Las<br />
Palmas 1977, pp. 210-291, y más recientemente Macías Hernández,<br />
Antonio M.: La migración canaria a América, 1500-1980. Oviedo, 1992.<br />
(30) El elector de Baviera al rey. Gante, 23 de diciembre de 1699. A.G.l., Santo<br />
Domingo, 558. Bibl¡oteca de Palacio, Madrid- (B-P), manuscrito (ms.)<br />
2.833, tomo XXl, fol¡os 58-89<br />
(31) B.P, ms.2.83s, t. XXl, fls. 90-96.<br />
(32) Fiscal del Conselo de lndias. Madrid,24 de septiembre de 1700. A.G.l.,<br />
Santo Domjngo, 558.<br />
(33) Cánsejo de lndias. Madrid, 14 de agosto de 1699. A.G.l., Santo Domingo,<br />
236, y Madrid,26 de octubre de'1700. A.G.l., Santo Domingo,239.<br />
(34) Audiencia de Santo Dom¡ngo al rey. Santo Domingo, 28 de septiembre de<br />
1705. A.G.l, Santo Domingo,251.<br />
20-<br />
Debemos esperar hasta 1769 para encontrarnos de nuevo<br />
otro proyecto. Esia vez el promotor fue el parisino Francisco Le<br />
Negre de Mondragón, quien al amparo de los Pactos de<br />
Familia promete transportar hasta Santo Domingo un número<br />
considerable de negros y poblar la parte hispana con doce mil<br />
personas blancas "flamencos, alemanes, suizos, italianos y<br />
otros" durante un período de diez años (35).<br />
Por último, en 1789 es el Vizconde de Gante, Grande de<br />
España y vecino también de París, quien a sus expensas promete<br />
poblar toda la península de Samaná -un territorio apetecido<br />
desde hacía tiempo por los franceses de Saint Domingue<br />
(36)- con una cantidad indeterminada de extranjeros católicos<br />
que rendirían vasallaje al rey de España y a él mismo. A cambio,<br />
el Vizconde exigía una serie de privilegios desorbitados -<br />
entre ellos, el señorío y dominio pleno, perpetuo e irrevocable<br />
con jurisdicción civil y criminal en primera instancia sobre la<br />
península y licencia a los colonos para el envío a Francia,<br />
durante treinta años y en barcos propios, de los productos<br />
agrícolas-, que a la postre dieron al traste con su ofrecimiento<br />
(37).<br />
De los ejemplos expuestos es fácil deducir un interés inusitado<br />
por tratar de alcanzar en la pafte hispana de la isla los<br />
mismos éxitos de producción agrícola que por esas fechas se<br />
obtenían en Saint Domingue, convertida en la más importante,<br />
poderosa y productiva colonia francesa del Caribe (38). Uno<br />
de los aspectos más destacados del reformismo borbónico<br />
fue, precisamente, la pretensión de potenciar el desarrollo económico<br />
de los dominios americanos, de ahí las argucias de los<br />
naturales de Francia encaminadas a introducirse en territorio<br />
español y explotarlo en profundidad. En este sentido resulta<br />
curiosa la significativa cantidad de peticiones individuales de<br />
tierras solicitadas por los franceses para asentarse en Santo<br />
Domingo, en las que se alegaban los Pactos de Familia y la<br />
pertenencia a la misma Casa Real de ambas Coronas (39).<br />
Al menos en lo que se refiere a la fundación de poblaciones<br />
y ciudades sí nos he dado hablar de realizaciones exitosas<br />
emprendidas por la iniciativa privada. San Gabriel de las<br />
Caobas -erigida en 1768- debe su nacimiento al interés del<br />
capitán Fernando de Espinosa (40). En el mismo año, el<br />
teniente coronel de milicias José de Guzmán, uno de los<br />
"señores de ganado" más poderosos de Santo Domingo,<br />
levantaba en tierras de su propiedad y a sus expensas el caserío<br />
de San Miguel de la Atalaya, que diez años más tarde<br />
lograría la categoría de villa (41).<br />
(35)<br />
(36)<br />
Le Negre al rey. S/1,25 de diciembre de 1769. A.G.l., Santo Domingo, 931.<br />
Durante el último cuarto del siglo XVll se organ¡zaron distintas expediciones<br />
para el desalo¡o de los franceses afincados en Samaná. A.G.l.,<br />
lndiferente General, 127 y Santo Domingo, 91 . Este peligro continuó vigente<br />
pues en 1756, año de Ia fundación de la villa de Santa Bárbara de<br />
Samaná, se capturaron ocho franceses asentados en el paraje. Cuentas de<br />
Real Hacienda, 1754-1758. A.G.l., Contaduría, 1 .069 A.<br />
(37) Vizconde de Gante al rey. Madrid, 10 de octubre de 1789. 8.P., ms.2.860,<br />
t. XLVll, fls. 291-297. El proyecto en su totalidad ha sido publicado por<br />
Rodríguez Demorizi, Emilioi Samaná, pasado y porvenir. Ciudad Trujillo<br />
(Rep. Dominicana), 1945, pp. 68-73.<br />
(38) Véanse Cassá, H¡storia social, p. 155 y Moya, H¡storia colon¡al, p. 292.<br />
(39) Confróntese a este respecto Ia documentación contenida en A.G.l., Santo<br />
Domingo, 1 .018.<br />
(40) Gobernador Azlor al rey. Santo Domingo, 31 de mayo de 1768- A.G.l.,<br />
Santo Domingo, 979.<br />
(41) Gobernador Azlor al rey. Santo Domingo, 31 de mayo de 1768. A.G.l.,<br />
Santo Dom¡ngo, 1.005.<br />
T.A. 13
B) Economía<br />
Hace tiempo dimos a conocer un informe de un oidor del<br />
Consejo de lndias, Tomás Ximénez Pantoja, quien veía en la<br />
potencial riqueza de Santo Domingo la causa de los intentos<br />
de expansión franceses en la Española (42). En su opinión, si<br />
el territorio hispano iniciaba un creciente progreso, ello provocaría<br />
que Francia intentase dominar la isla por completo; y<br />
justo este temor había llevado a la Corona a un premeditado<br />
escaso fomento de dicha región, "aunque no he encontrado<br />
las especiales cédulas, ni leyes [que avalen este juicio], sí noti-<br />
cias autorizadas en la antigüedad" acaba afirmando (43).<br />
De ser ciefta esta actitud de la monarquía que aconsejó no<br />
promover ninguna medida que redundara en beneficio de la<br />
pafie española de la isla, ello explicaría la paulatina marginación<br />
de Santo Domingo, que sin duda sería la causanle de su<br />
deficiente progreso económico a comienzos del siglo XVlll.<br />
Desde luego esta marginalidad consciente fue positiva en<br />
cuanto a que Santo Domingo se vio libre de los efectos negativos<br />
de las frecuentes guerras de la centuria, en cambio tuvo<br />
como principal inconvenienie la deficiente conexión con la<br />
Península y un más lenta prosperidad al depender casi en<br />
exclusiva de la propia iniciativa de sus habitantes. Sin embargo,<br />
no se desaprovechará ocasión para intentar disputar a<br />
otras regiones americanas, y en especial a Cuba y Puerlo<br />
Rico, un puesto destacado dentro de la economía indiana.<br />
1) Agricultura<br />
Aunque quizás a través del comercio de ganado los habitantes<br />
de Santo Domingo obtuvieron los mayores beneficios,<br />
hubo un artículo agrícola que representó los nuevos deseos de<br />
transformación de las tradicionales estructuras productivas: el<br />
tabaco. Desde fines del primer cuarto de siglo abundan los<br />
proyectos que abogan por el fomento del cultivo de la planta y<br />
la instalación de molinos de agua (44), que no encontraron en<br />
la Corona un eco especial, probablemente porque no habría<br />
en la Península una idea muy clara acerca de la excelencia y<br />
abundancia de este fruto dominicano, y quizás porque de<br />
Cuba se obtenía una producción suficiente y de mayor calidad,<br />
o por lo menos más apreciada hasta entonces (45).<br />
Fue el gobernador Alfonso de Castro (1731-1741), cuyo<br />
deseo no era "otro gue abrir puertas al comercio de esta pobre<br />
isla", quien desplegó toda una sistemática y continuada campaña<br />
encaminada a la siembra de grandes superficies, el aba-<br />
ratamiento del coste del producto, la expodación a Europa y el<br />
establecimiento del estanco (46). Con reiterados escritos a la<br />
Corona en defensa de su plan, Castro se mostró dispuesto<br />
controlar personalmente la calidad de las hojas y a costear de<br />
su peculio el importe de las naves precisas para su envío a La<br />
(42)<br />
(43)<br />
(44\<br />
(45)<br />
(46)<br />
Gutién'ez <strong>Escudero</strong>: "Juan Nieto de Valcárcel, minero en Huelva y Santo<br />
Domingo", en Actas de las I Jornadas de Andalucía y América. Huelva<br />
1981 , tomo ll, p. 138.<br />
D¡ctamen, 16 de enero de 1694. A.G.l., Santo Domingo, 91.<br />
Juan López de Morla al rey. Santo Domingo, I de noviembre de 1724.<br />
A.G.l., Santo Dom¡ngo, 303.<br />
Véase la respuesta dada al gobernador Rub¡o en este sentido. Madrid, 15<br />
de septiembre de 1753. A.G.l., Santo Domingo, 1-010. Respecto al cultivo<br />
del tabaco en la Española consúltese Gutiérrez <strong>Escudero</strong>, Población y economía,<br />
pp. 108-11 3.<br />
Sobre la renta del tabaco en las provincias americanas valgan estos tres<br />
estudios: Arcila Farías, E: H¡stor¡a de un monopolio: el estanco del tabaco<br />
en Venezuela, 1779-1833. Caracas, 1977; Céspedes del Castillo, G.: La<br />
renta del tabaco en el virreinato del Perú. Lima, 1955; Laviana Cuetos, Mq<br />
Luisa: "El estanco del tabaco en Guayaquil", Temas Americanlsfas, Sevilla,<br />
1985, núm.5,pp.21-32.<br />
Guaira y posterior reexpedición a la metrópoli (47). lncluso sin<br />
que desde el gobierno central se le autorizara remitió para su<br />
análisis una partida de tabaco a España (48), donde en 1740<br />
se dictará una lnstrucción para reorganizar el monopolio en la<br />
Península en clara demostración del interés que despertaba<br />
esta renta que podía proporcionar grandes beneficios al Erario<br />
(4e).<br />
El ejemplo dado por Castro permitió que otro gobernador,<br />
Manuel de Azlor y Urríes (1759-1771), asum¡ese sus mismas<br />
propuestas, con la ventaja de que por esos años se pretendía<br />
la reinstauración del monopolio en Cuba (50), el establecimiento<br />
de la renta en Nueva España (51) y que regía una política<br />
fiscal cuya finalidad era la extensión del estanco a otros<br />
territorios americanos, e incluso Filipinas, hasta constituir uno<br />
de los ingresos más sólidos de la Real Hacienda.<br />
Aprovechando la ocupación de La Habana por los ingleses en<br />
1762 y que el tráfico marítimo cubano se encontraba por este<br />
motivo paralizado, bajo su responsabilidad y sin disponer de<br />
orden al respecto, Azlor adquirió con fondos de la Real<br />
Hacienda y envió a la Península "tres cargas de tabaco de<br />
punta o de primera suerte, 11 cargas y media de segunda calidad<br />
y tres cargas y media de calidad más común", en un claro<br />
intento de promocionar la producción tabaquera de Santo<br />
Domingo (52).<br />
Tanta insistencia tuvo un éxito inicial, pues el 12 de octubre<br />
de 1763 una Real Orden creaba en la ciudad de Santo<br />
Domingo una factoría de tabacos para la fabricación de cigarros<br />
(53), cuya materia prima principal debería provenir del<br />
Cibao, en especial de la jurisdicción de Santiago. Parece incluso<br />
que se ordenó al virrey de México remitiese a la isla personas<br />
experimentadas que fomentasen las sementeras e instruyesen<br />
a los labradores acerca del método más beneficioso<br />
para la producción de tabaco y su manipulación (5a). La factoría<br />
dominicana, sin embargo, tuvo una vida llena de vicisitudes:<br />
el factor y el interventor-contador no pudieron desplazarse<br />
a la isla a causa de un pleito en Sevilla; durante mucho<br />
tiempo se careció de unas ordenanzas o instrucciones específicas;<br />
la irregularidad caracterizó la llegada de los 25.000<br />
pesos asignados por el Gobierno metropolitano para la explotación<br />
delfruto, etc. (55)<br />
La historia del tabaco en Santo Domingo, como vemos,<br />
está llena de contradicciones, pues las iniciales perspectivas<br />
halagüeñas fueron muy pronto seguidas por la mayor de las<br />
decepciones. Los comienzos prometedores estarían representados<br />
por la euforia del funcionamiento de la factoría en 1770,<br />
(47) Castro al rey. Santo Domingo, 12 de diciembre de 1733, A.G.l., Santo<br />
. Domingo, 94'1 , y Santo Domingo, 12 de octubre de 1733. B.P, ms. 2.820,<br />
fls. 59-63.<br />
(48) Castro al rey. Santo Domingo, 13 de octubre de 1735. A.G.l., Santo<br />
Domingo, 262.<br />
(49) Véase González Enciso, Aguslín: "Aspectos de la Renta del Tabaco en el<br />
reinado de Carlos Ill", en Actas del Congreso lnternacional sobre Carlos lll<br />
y ta tlustrac¡ón. Madrid, 1989, vol. ll, pp. 320 y sgs.<br />
(50) Rivero Muñí2, J.: Tabaco. Su h¡stor¡a en Cuba. La Habana, 1 964, vol. l, pp.<br />
235 y sgs.<br />
(51 ) Véase, en general, Céspedes del Castillo, G: El tabaco en Nueva España.<br />
Madrid, 1992 (discurso de recepción en la Real Academia de la Historia).<br />
(52) Azlor al rey. Santo Domingo,6 de febrero de 1763. A.G.l., lndiferente,<br />
t.143.<br />
(53) A.G.l., Santo Domingo, 1.055.<br />
(54) Arcila Farías, E.: El s¡glo ilustrado en América. Caracas, 1955, p. 211.<br />
(55) Expediente sobre la Administrac¡ón de la renta del tabaco en Santo<br />
Domingo, 1763-1776. A.G.l., lndiferente, 1.745. lnstrucciones para la creación<br />
de una factorÍa de tabacos en Santo Domingo, 1 l de octubre de 1763.<br />
A.G.l., Santo Domingo, 1.055.<br />
T.A. 13 -21
la opinión de los expertos de las Reales Fábricas de Sevilla<br />
acerca de la excelente calidad del "tabaco de tienda" dominicano,<br />
equiparable al de La Habana (56), la orden al gobernador<br />
Solano encareciéndole el fomento de las sementeras con<br />
el fin de que su producción sustituyera al que antes se adquiría<br />
en Virginia (57), la extensión de los cultivos y el auge de las<br />
plantaciones (58) y la petición de los cosecheros, aceptada por<br />
la Corona, de un alza en los precios de venta del producto a la<br />
Factoría que les igualara con sus colegas cubanos (59)'<br />
El desencanto se produjo a partir de septiembre de 1774,<br />
cuando los expertos de la Fábrica de Sevilla consideraron que<br />
para los fines precisos les bastaba con 12.000 arrobas anuales<br />
de tabaco dominicano procedente del partido de Licey, de<br />
similar calidad que el habanero. Así se le comunicó al gobernador<br />
Solano, además de encomendarle que los esfuerzos<br />
productivos se concentraran sólo en aquellos lugares donde<br />
podía obtenerse la mejor hoja (60). Al parecer esta medida<br />
provocó el abandono de un estimable número de sementeras'<br />
un descenso vertiginoso de las cosechas y la ruina para<br />
muchos de los plantadores. Del examen de la documentación<br />
podría deducirse que ante la tentadora perspectiva de las<br />
expodaciones a Sevilla los hispanodominicanos sembraron<br />
tabaco por doquier sin tener en cuenta la posibilidad de que en<br />
la Fábrica sevillana se exigiera una cantidad y calidad determinada,<br />
así como un tipo concreto de hoia.<br />
Pese al interés del gobierno metropolitano, manifestado en<br />
diversas oportunidades, porque no cesaran los envíos de tabaco<br />
dominicano, en los años posteriores a la limitación de las<br />
remesas no pudo cumplirse ni siquiera con las 12'000 arrobas<br />
estipuladas, quizás porque en Licey y sus alrededores no se<br />
producía en tal cantidad. A veces la excusa consistía en los<br />
perniciosos efectos de una terrible sequía, mientras en otras<br />
ocasiones se argüía la falta de fondos o las negativas repercusiones<br />
de la restricción impuesta (61). En 1778 ya se informaba<br />
de la decadencia de los cultivos y si bien se autorizó la venta<br />
de tabaco -de baja calidad y no apto para Sevilla- en Saint<br />
Domingue a cambio de esclavos negros y dinero, no parece<br />
que la medida promoviese la deseada recuperación (62)'<br />
Aunque el progreso por la labor del tabaco tuvo caracteres<br />
tan paradójicos -cuyos efectos más positivos serán perceptibles<br />
a mediados del siglo XIX- (63), la iniciativa no fue sino un<br />
(56) lnforme. Sevilla, 24 de octubre de 1771 ' A.G l , Santo Domingo, 1 055'<br />
(57) Real Orden de 23 de noviembre de 1771' en Expediente sobre la<br />
AdminisÍación de la renta del tabaco (1763-1776)' cit'<br />
(58) Solano al rey. Santo Domingo, 24 de diciembre.de 1.772 AG 1' Santo<br />
Domingo, l.-OSs. t-a animación suscitada queda patente en Sánchez<br />
Valveróe, Antonio'. tdea det valor de ta isla Española' Santo Domingo' 1 976'<br />
pp.185-186.<br />
(59) Solano al rey. Santo Domingo, 24 de agosto de]772 Consejo de lndias a<br />
Solano. Madrid, marzo de 1773. Expediente sobre la Administración de la<br />
renta del Tabaco (1763-1776), cit.<br />
(60) Real orden. Madrid, 16 de septiembre de 1774 AG'| , Santo Domingo'<br />
1.055. En 1772 el gobernador Solano había ya calculado pa'a 1774 una<br />
producción de 24.0ó0 arrobas. Solano al rey. Santo Domingo, 26 de marzo<br />
de 1774. A.G.l., Santo Domingo, 944.<br />
(61) Solano al rey. Santo Domingo' 20 de enero de 1778 Real Orden San<br />
Lorenzo, 17 de noviembre de 1779' Consejo de lndias al gobernador'<br />
Madrid, 9 de julio de 1785. A.G.l., Santo Domingo, 1'055'<br />
(62) Al parecer la media anual de exporlación de tabaco durante el período<br />
'<br />
lzéo-lzgo fue de 5.864 arrobas. Sevilla Soler, R: santo Domingo T¡erra<br />
de frontera (1750-1800). Sevilla' 1981, p. 116' De 1770 a 1796 y en 23<br />
envíos la Factoría remit¡ó a la Península 124 429 arrcbas y 6 libras' es<br />
decir una media de 5.410 anobas anuales' Lluberes Navarro' Antonio:<br />
"Tabaco y catalanes en Santo Domingo durante el siglo Xvlll", EME EME'<br />
vol V, núm- 28, enero{ebrero de 1977 , p 22'<br />
(63) Véanse Cassá, Historia socra¿ tomo ll, pp 18-24, Hoetink, Harry: Elpuebto<br />
dominicano, 1850-lg00 Santiago (Rep' Dominicana), 1971' y Moya'<br />
H¡storia colonial, P 402<br />
22-<br />
intento tardío del gobierno central por implantar también en<br />
Santo Domingo una de las primeras medidas reformistas<br />
adoptadas en 1716 en Cuba; ya desde fecha tan temprana<br />
existió la convicción de que el monopolio del tabaco suponía<br />
"una impodante fuente de recursos para la reconstrucción del<br />
poder de la Corona" y una renta a la que ésta no podía renunciar<br />
(64). Es también un buen ejemplo del dinamismo de ciertas<br />
autoridades superiores indianas, deseosas de que las<br />
regiones bajo su mando constituyeran piezas de gran importancia<br />
económica dentro del engranaie del lmperio.<br />
Un fenómeno parecido al tabaco aunque con diferentes<br />
repercusiones lo constituyó el algodón. En 1775 el gobernador<br />
José Solano y Bote (1771-1778) remitía al Consejo de lndias<br />
unas muestras del producto acompañadas de un detallado<br />
plan para su exportación mediante el cual se podría soslayar<br />
el inconveniente de que "los malteses provean las Fábricas de<br />
Barcelona de algodón hilado a menos precio que el que resulta<br />
de llevarlo los españoles de lndias en rama y hilarlo allá"<br />
(65). Si bien la idea procedía de años anteriores, a partir de<br />
1752 había comenzado a plantearse seriamente en la<br />
Península, y en especial en Cataluña, la conveniencia de<br />
incrementar las importaciones de algodón americano -eximiéndole<br />
del pago de derechos- (66) a fin de que sustituyera<br />
al hilado y en rama suministrado "por los malteses, que eran<br />
los únicos que hacían tal comercio", y cuyo precio se había<br />
encarecido (67). Este proyecto pronto encontró un eco favorable<br />
en la Sociedad Económica de Amigos del País de Madrid'<br />
que celebró una sesión extraordinaria donde se debatió la propuesta<br />
del gobernador Solano -informada previamente por el<br />
Marqués del Real Tesoro, uno de los miembros de la<br />
Sociedad- y se analizó el problema de las importaciones de<br />
algodón (68).<br />
Sin embargo, el importante costo que suponía el transporte<br />
del artículo desde tierras tan lejanas y de que además hubiera<br />
que alijarlo en la Península frustró gran parte de los planes<br />
diseñados y constituyó siempre un poderoso handicap frente al<br />
procedente de Levante o maltés. Ello explicaría, y el proyecto<br />
de Solano es un buen ejemplo, que aún en 1775 el algodón de<br />
origen americano no fuese la principal materia prima en la<br />
industria textil peninsular. La Compañía de Barcelona, en casi<br />
treinta años (1758-1785), importó de Puefto Rico y Santo<br />
Domingo la insignificante cantidad de 2'549 arrobas y fracasó<br />
en su intento de hacer funcionar en Cumaná unas máquinas<br />
para despepitar algodón (69); experiencia ésta que de haber<br />
(64) Navarro García, "La política indiana", pp.22-24'<br />
(65)EntreotrascuestioneselgobernadorSugeríaunfuerteincrementodelos<br />
gravámenes sobre el hilado de Malta, el intercambio de algodón por artíóulos<br />
peninsulares, etc. Solano al rey. Santo Domingo, 26 de agosto de<br />
1773. 8.P., ms. 2.872, f ls. 1 39-1 56.<br />
(66) Real Orden de 24 de octubre de 1766' A.G.l., Santo Domingo, 944'<br />
(67) Carrera Pujal, Jaime: Histor¡a de ta Economía española' Barcelona' 1 945'<br />
tomo lll, p. 354. En la década de los cuarenta las factorías de ¡ndianas de<br />
Cataluña func¡onaban exclusivamente con algodón procedente de Malta'<br />
Martínez Shaw, C.: "Los orígenes de la industr¡a algodonera catalana y el<br />
comercio colon¡a|", en J. Nadal y G. Tortella (eds'): Agricultura, comercio<br />
colonial y crecim¡ento económ¡co en ta España contemporánea' Barcelona'<br />
1974, p.265.<br />
(68) La Sociedad proponía el abandono de la dependencia maltesa y la traída del<br />
algodón en "los navíos y fragatas de guerra y urcas de V M que regresan de<br />
loé puertos de lndias, y señaladamente de Veracruz, Cartagena' Callao'<br />
Valparaiso, Santiago de Chile, islas de Barlovento y Filipinas"- lnforme y consulia.<br />
Madrid, 30 de marzo de 1776. B.P., ms 2'872,f\s"l39-156'<br />
(69) Oliva Melgar, José Ms'. Catatuña y el comercio priv¡leg¡ado con Amér¡ca en<br />
el sigto *wtt. tu Real Compañía de Comercio de Barcelona a lndias<br />
Barcelona, 1 987, PP. 305-307.<br />
Véase también Carrera Puial: Historia potít¡ca y económica de Cataluña<br />
(s¡gtos xvt at Xvttt). Barcelona, 1946-1947, tomo lll, p 23'<br />
T.A, 13
tenido éxito, pensamos, quizás la hubiese extendido a otros<br />
territorios de su influencia con los resultados apetecidos.<br />
Se ha aventurado, como una de las posibles causas del<br />
discreto papel desempeñado por el algodón americano en la<br />
tejeduría peninsular, que probablemente la industria textil catalana<br />
no fuese capaz, o no le resultara rentable, asumir la indispensable<br />
transformación del producto, y de ahí que prefiriese<br />
el de Malta. De hecho, de 1767 a 1777 el algodón remitido<br />
desde Cádiz a Barcelona para las fábricas de indianas fue tan<br />
solo de 15.775 arrobas. Pero también se ha indicado un detalle<br />
muy imponante: que una parte estimable de este algodón<br />
procedente del Nuevo Mundo no se transformaba en Cataluña,<br />
sino que se reexportaba al extranjero, seguramente por los<br />
propios consignatarios gaditanos (70).<br />
El ya citado informe del Marqués del Real Tesoro nos permite<br />
colegir algunas conclusiones que ayudan a comprender el<br />
problema y en cierto modo confirman las hipótesis apuntadas<br />
por otros historiadores. En primer lugar se pone de manifiesto<br />
una evidencia obvia, que los mercaderes preferían negociar<br />
con artículos de mayor rentabilidad económica que con el<br />
algodón, "porque el comerciante donde halla más utilidad aplica<br />
su negociación: la tiene allí [en el Perú] en el empleo y conducción<br />
del cacao de Guayaquil, cascarilla y alguna lana de<br />
vicuña, de que vienen los navíos a su regreso totalmente cargados<br />
y desatiende el comercio de algodón". Y otro tanto<br />
podría decirse de Nueva España, "que es señai de que no deja<br />
utilidad lel algodón], respecto a que los navíos que regresan y<br />
han regresado, vienen y han venido a media carga" de<br />
Veracruz a Cádiz (71).<br />
En segundo lugar, en una representación de José<br />
Canaleta, un industrial de Cataluña, se señala como causa de<br />
la compra de los hilados procedentes de Malta el hecho de que<br />
sus fábricas de indianas disponían de escaso algodón americano<br />
porque "el que venía a Cádiz salía para los reinos extranjeros<br />
por la Aduana de Cádiz". Si bien el Marqués del Real<br />
Tesoro matiza bastante la afirmación de Canaleta al asegurar<br />
"ser muy coña cantidad la que se ha extraído para fuera del<br />
reino en años pasados, y en los dos últimos ninguno por<br />
haberles resultado pérdida a los comerciantes remisores", no<br />
cabe duda que su declaración lleva implícita la aceptación de<br />
que una parte del algodón americano se reexportaba al extranjero,<br />
como ya se ha dicho (72).<br />
Por último, subyace en el expediente el reconocimiento<br />
del todavía limitado desarrollo tecnológico hispano que explicaría<br />
nuestra dependencia de Malta debida al alto costo que<br />
supondría el montaje de la infraestructura precisa para la total<br />
transformación del algodón en la Península (73). Así, la propia<br />
(70) Figuran como puertos de embarque Cartagena de lnd¡as, principalmente,<br />
Veracruz y Caracas, pero algunas partidas parece que procedían de La<br />
Habana. Bernal, Antonio Miguei: "Cotó americá per a Catalunya (1767-<br />
1 777)". Actes de les ll Jornades d'Estud¡s Catalano-Americans. Barcelona,<br />
1987, pp.210-212.<br />
(71) lnforme. Madr¡d, 30 de marzo de 1776. B.P, ms. 2.872, cil.<br />
(72) Según aseguraba Canaleta, la compra del hilado maltés le suponia el pago<br />
de 500 a 600 mil pesos. Esta extracción de capital podría evitarse s¡ se le<br />
concediese, entre otras gracias, dos registros a Veracruz, de 200 a 300<br />
toneladas, a frn de transportar todo el algodón posible a Barcelona. lbídem.<br />
(El resaltado del texto es nuestro). Véase también Martínez Shaw, "Los orígenes<br />
de la ¡ndustria", p. 266.<br />
(73) Hacia 1752, Bernardo Gldr¡a, propietario de varias industrias textrles, manifestaba<br />
a la Junta General de Comercio "que sólo había conseguido hacer<br />
hilar una corta porción lde algodón americano] por med¡o de un extranjero<br />
que le había dado el método y que su parecer era que superaba el de<br />
Malta...Añadía que el hilar una libra de algodón le costaba s¡ete reales y<br />
medio, pero que estaba seguro de que se minoraría el costo con la práctica".<br />
Carrera, Historia de la economía, t. lll, p. 354 (el resaltado del texto es<br />
nuestro).<br />
T.A. 13<br />
S.E.A.P. de Madrid debatió en una sesión "sobre los graves<br />
perjuicios que se padecen en el reino por no haber llegado a<br />
la posesión de los hilados y preparación de esta materia tan<br />
interesante, viéndonos precisados a tomarlos de los malteses".<br />
Y el mismo Marqués del Real Tesoro deja traslucir cierto<br />
pesimismo cuando tras encargar se hiciese en el Hospicio de<br />
Cádiz una prueba de hilado de una part¡da procedente de<br />
Veracruz -"para cotejo y cómputo comparativo del precio de un<br />
quintal hilado en madejas con el de los malteses"-, afirma que<br />
"los días que ocupa en hilarlo pende de la destreza del operario<br />
y máquina ventajosa de que se s¡rve. Lo examinado en el<br />
Hospicio, en cuanto al tiempo, no puede dar regla por la falta<br />
de agilidad y tarnos aparentes, y fue emplear una mujer dos<br />
dÍas en una libra, que sale a un real de jornal" (74).<br />
En resumen, que al menos hasta 1780 demasiadas dificultades<br />
se oponían a que el algodón americano sustituyera<br />
claramente al de Levante en las industrias peninsulares. En<br />
esta ocasión no puede hablarse de despreocupación del rey<br />
por un asunto que afectaba de lleno a la economía nacional,<br />
pues se concedieron todo tipo de exenciones a particulares y<br />
el propio gobierno central estuvo interesado en la promoción<br />
de la fibra indiana. Pero por las causas expuestas la mayor<br />
parte de los esfuerzos encaminados a este fin se malograron,<br />
entre ellos el proyecto del gobernador Solano pese al reconoc¡miento<br />
de la calidad de la muestra de algodón enviada desde<br />
Santo Domingo, equiparable al de Cartagena de lndlas y superior<br />
al de Veracruz (75).<br />
2) Ganadería<br />
Podemos afirmar sin temor a equívoco que la principal<br />
riqueza de Santo Domingo en el siglo XVlll fue su ganadería<br />
(76). Con menos de 50.000 kms. cuadrados y el inconveniente<br />
de su insularidad, que la parte hispana de la isla tuviese una<br />
cabaña de casi un cuarto de millón de cabezas vacunas es un<br />
mérito a destacar que en nada desmerece si la comparamos<br />
con algunas regiones ganaderas del continente {al como<br />
Guadalajara en México (110.000 kms. cuadrados y dos millones<br />
de cabezas) (77)- e incluso supera ampliamente a otras<br />
zonas como Sonora (120.900 cabezas) y Nueva Vizcaya<br />
(80.000 cabezas) (78). Y todo ello sin contar con unas 50.000<br />
bestias caballares y un número indeterminado de ganado porcino.<br />
En teoría el ganado era exclusivamente para consumo<br />
interno, pero en la práctica se llevaba a cabo un intensísimo<br />
comercio con Saint Domingue pese a la promulgación de reiteradas<br />
órdenes en contra, de tal modo que a la colonia francesa<br />
se trasladaban fraudulentamente los animales y a cambio<br />
se recibía dinero, esclavos negros y todo tipo de artículos<br />
europeos (79). Quien mejor se percató de las inmensas posibilidades<br />
que podían extraerse de este tráfico entre ambas<br />
partes de la isla fue el gobernador Pedro Zorrilla de San Martín<br />
(74)<br />
(75)<br />
lnforme. Madr¡d, 30 de marzo de 1776.8.P., ms. 2.872, cil. (el resaltado del<br />
texto es nuestro).<br />
lbídem.<br />
(76) Véase Gutiérrez <strong>Escudero</strong>, Poblac¡ón y economía, pp. 125-170.<br />
(77)<br />
(78)<br />
(7e)<br />
Confróntese Serrera, Ramón'. Guadalajara ganadera. Estudio regional<br />
novohispano, 1 760-1 805. Sevilla,, 1 977 pp. 2 y 76-77 .<br />
Navarfo GarcÍa, L.: Don José de Gálvez y la Comandancia General de las<br />
Prov¡nc¡as lnternas en el norie de Nueva España. Sevilla, 1964, pp.409-<br />
414 y 417.<br />
En Saint Domingue predominaba la producción agrícola, de ahí que para<br />
alimenlar a una poblac¡ón esclava de varios cientos de miles de negros<br />
precisaran del suministro de carne procedente de la parte española de la<br />
isla. Gutiérrez <strong>Escudero</strong>, Población y Economía, pp. 158-1 70.<br />
-23
(1741-1750), a nuestro juicio uno de los que más competencia<br />
demostró en el desempeño de su cargo.<br />
Zorrilla ideó un proyecto para regular de forma legal las<br />
expodaciones de ganado a los franceses, que en su opinión<br />
proporcionaría más beneficios que el mantenimiento a ultranza<br />
de la prohibición. De esta forma, pensaba, se impediría la saca<br />
indiscriminada de becerros y vacas de vientre, se evitarían los<br />
sobornos y corrupciones y se recaudarían cuantiosos fondos<br />
para la Real Hacienda (80)' Por si todo esto no fuera suficiente,<br />
el gobernador insistía poco más tarde en que el comercio de<br />
reses confirmaría la amistad franco-hispana y permitiría además<br />
exigirle a los franceses el respeto de los límites fronterizos<br />
en la Española, fuente de frecuentes conflictos por los persistentes<br />
intentos de avance de los galos (81).<br />
El plan de Zorrilla podemos enmarcarlo dentro del espíritu<br />
reformista de la época pues preveía el fomento de la cría de<br />
ganado y pretendía acabar con los numerosos ladrones de<br />
animales y otros grupos de personas ociosas. También aconsejaba<br />
que el cobro de un impuesto por cada animal exportado<br />
-cuyo monto total calculaba podría alcanzar la cantidad de<br />
25.000 pesos anuales- pasase a formar parte de las cantidades<br />
destinadas a socorrer a las familias emigrantes destinadas<br />
a Santo Domingo, sirviendo así de patrocinio de uno de los<br />
objetivos borbónicos más específicos (82).<br />
Con estos fines Zorrilla propuso la creación de dos aduanas<br />
en la frontera, una al norte y otra al sur, por donde obligatoriamente<br />
debían circular todas las reses vacunas destinadas<br />
a Saint Domingue. Ordenó además la confección de un censo<br />
de la cabaña ganadera en el que, aparte de la relación de propietarios<br />
y del número de cabezas, se estableciese el incremento<br />
reproductivo ganadero anual de cada propiedad; de esta<br />
cantidad se deducían las bestias pedenecientes a la iglesia en<br />
concepto de diezmo, mientras que la cifra resultante se dividía<br />
en tres par-tes, una de las cuales debía emplearse para la multiplicación<br />
de la especie en los hatos (crianza), al tiempo que<br />
las otras dos se sumaban primero y se dividían después en tres<br />
porciones, que se utilizarían un tercio para el consumo propio<br />
del hatero, otro tercio para el abasto a la ciudad de Santo<br />
Domingo y el último tercio para su venta a los franceses (83)'<br />
El plan de Zorrilla preveía a la perfección cuánto ganado<br />
podía suministÍarse a los franceses sin perjuicio de la cabaña<br />
dominicana, tenía en cuenta el resto de necesidades de la<br />
parle hispana de la isla y establecía para cada ciudad un coeficiente<br />
de contribución acorde con el índice de reproducción<br />
de su ganado. Lamentablemente el proyecto no recibió la<br />
aprobación del Conselo de lndias, influido en su sector más<br />
conservador por los informes negativos al respecto de dos<br />
anteriores gobernadores de Santo Domingo (84); en consecuencia<br />
se ordenó la interrupción del tráfico de reses con Saint<br />
Domingue (85).<br />
La citada desestimación supuso un claro retraso en el<br />
desarrollo económico de Santo Domingo, pues retornaron<br />
muchos de los vicios señaiados por Zorrilla (fraude' contra-<br />
(80) Zorrilla al rey. Santo Domingo, 1 de septiembre de 1741' AG I' Santo<br />
Domingo, 314<br />
(81) Zorrilla al rey. Santo Domingo, 14 de diciembre de 1741' lbídem<br />
(82) Dictamen del Fiscai del Consejo de lndias Madrid, 1749 1bídem'<br />
(83) Testimonio de Autos sobre el abastecimiento de ganado a los franceses'<br />
1744.1bídem. Véase el censo completo de Santiago e Hincha en Gut¡érrez<br />
<strong>Escudero</strong>, "Diferencias entre agricultores y ganaderos en Santo Domingo'<br />
siglo XVlli", ECOS, Santc Domingo (Rep. Dominicana), 1993' nq 2, pp' 45-76<br />
(84) lnforme de Francisco de la Rocha. Madrid, 21 de ochrbre de 1743' e<br />
lnforme de Alfonso de Castro. Madrid,26 de octubre de 1743 1bídem'<br />
(85) Consejo de lndias. Madrid, 1749. lbídem.<br />
24-<br />
bando, etc.) y se despreció una brillante idea que años más<br />
tarde, con motivo de los conflictos bélicos y los Pactos de<br />
Familia, fue puesta en práctica por los sucesivos gobernadores.<br />
lncluso en 1762|a propia Corona ordenaba al Presidente<br />
Azlor que abasteciese a la colonia francesa "al modo que lo<br />
practicó el gobernador Zorrilla, aunque se le desaprobó", mandato<br />
que implicaba un reconocimiento tácito de la validez del<br />
proyecto (86). Es más, veinte años después se reglamentó<br />
que los franceses enviasen dos comisionados a Santo<br />
Domingo, quienes serían los encargados de solicitar el número<br />
de ganado preciso según las necesidades de Saint<br />
Domingue (87).<br />
El gobernador Solano, ya en el último cuarto de siglo y con<br />
una mentalidad plenamente ilustrada, reconocía que la prohibición<br />
de la venta de mulas y caballos a Saint Domingue había<br />
hecho decrecer la cría de estos animales. A fin de remediar<br />
este mal y contribuir al fomento de Santo Domingo ¡ntrodujo<br />
una variante en el simple intercambio cárnico: solicitó autorización<br />
para comerciar todo tipo de bestias y "que los pueblos<br />
fronterizos puedan vender a los franceses su caza y pesca' y<br />
los víveres de primera necesidad y las maderas" para sus<br />
obras civiles (88), porque así se les tendría en todo "dependiente<br />
de nosotros como [los] tenemos en carne para su abasto"<br />
y manutención (89).<br />
Es este último punto muy interesante pues fue el propio<br />
Solano quien meior supo sacar provecho de la dependencia<br />
cárnica de ios franceses. Cualquier intento de éstos por ocupar<br />
territorio fronterizo hispano mediante el establecimiento de<br />
sementeras o la construcción de bohíos era contrarrestado por<br />
el gobernador español con la interrupción del envío de reses'<br />
En efecto, al poco tiempo del cese de la remisión de ganado<br />
los franceses abandonaban los terrenos ocupados sin objeción<br />
alguna; esta táctica fue empleada en diversas ocasiones<br />
con idénticos resultados (90). Es decir que muchas de las previsiones<br />
intuidas por Zorrilla en su día acabaron cumpliéndose<br />
años después, lástima que para ello se hubieran perdido al<br />
menos dos décadas quizás esenciales para el desarrollo de<br />
los acontecimientos históricos y el progreso de Santo<br />
Domingo,<br />
3) Minería<br />
Aunque en el siglo XVlll la creencia acerca de las fabulosas<br />
riquezas mineras de la Española pedenecían al campo de<br />
lo mítico, no por eso delamos de encontrarnos con algunos<br />
proyectos sobre el particular en la idea de que quedaba mucho<br />
mineral por extraer y los ríos y minas sólo habían cedido una<br />
mínima parle de los metales que guardaban (91). La característica<br />
principal de la minería en Santo Domingo es la formación<br />
de compañías al efecto.<br />
La primera de estas compañías, para la explotación de<br />
una mina de cobre y azul,laconstituyeron a principios de siglo<br />
tres individuos. Su historia, sin embargo, es decepcionante:<br />
(86) Orden Real. Madrid, 3 de octubre de1762. A.G.l., Santo Domingo,974'<br />
(87) Fiscal del Consejo de lndias. Madrid, 24 de agosto de 1783 A G l' Santo<br />
Domingo, 930.<br />
(88) Solano al rey. Santo Domingo, I de octubre de 1776' A G I ' Santo<br />
Domingo, 944.<br />
(89) Solano al rey. Santo Domingo, 23 de iunio de 1775 A G 1 , Santo Domingo'<br />
1 .019.<br />
(90) Gutiérrez <strong>Escudero</strong>, "Cuest¡ón de lím¡tes"' pá}s 22-25<br />
(91) Un estudio acerca del fenómeno del proyect¡smo aplicado a la temática<br />
minera y en un área concreta es el de Fuentes Bajo, Ma Dolores" Minería y<br />
proyectismo en Perú, 1775-1821. Granada, 1985'<br />
T.A. 13
uno abandonó la sociedad al poco tiempo, de otro se decía en<br />
1723 que "estaba demente por el mucho gasto que le supuso"<br />
su participación en el negocio (92) y sólo el tercero, Francisco<br />
de Zufía, continuó algunos años con las labores extractivas,<br />
pero sin mucho éxito debido a la falta de operarios cualificados<br />
y de inversores capitalistas (93).<br />
Al igual que en el caso del tabaco y el algodón, los intentos<br />
de explotación minera contaron con el decidido apoyo de<br />
los gobernadores de Santo Domingo y en menor medida de la<br />
propia Corona. Así, por ejemplo, Severino de Manzaneda<br />
(1698-1702) y Guillermo de Morfi (1707-1710) no dudaron en<br />
recurrir a los fondos de las Cajas Reales para apoyar estas iniciativas<br />
(94). Desde el gobierno central, por su parte, se ofreció<br />
la construcción de una Casa de la Moneda al minero con<br />
quien se ajustase el cuño y labor de los 4/5 del cobre extraído<br />
de las minas, medida que no tuvo mayores repercusiones porque<br />
faltaban operarios expertos en la manipulación del metal.<br />
El propio Zufía se comprometió a levantar una Ceca si desde<br />
Cuba se le remitían los obreros adecuados, pero efectuada la<br />
petición a La Habana nadie quiso desplazarse a Santo<br />
Domingo (95). Y ni ahora ni más tarde la Corona promocionaría<br />
el envío a la isla de técnicos especializados peninsulares o<br />
europeos, como sin embargo hizo con la contratación de once<br />
expertos alemanes para las minas de Guanajuato, Zacatecas<br />
y Tasco, en Nueva España (96).<br />
En los años siguientes, sucesivos intentos de reanudar el<br />
trabajo en los yacimientos mineros encontraron dificultades<br />
para concretarse debido sobre todo a las diferencias entre lo<br />
solicitado por los presuntos explotadores y lo que la Corona<br />
estaba dispuesta a conceder. Así, por ejemplo, una propuesta<br />
del Cabildo de la villa de San Carlos para ocuparse de forma<br />
colectiva de todas las minas de cobre a cambio, entre otros<br />
beneficios, de la acuñación de monedas y la exención del quinto<br />
real encontró la respuesta negativa del Consejo de lndias a<br />
estas dos peticiones, sin la concesión de las cuales no fue<br />
posible el acuerdo (97).<br />
En realidad se reunían diversas circunstancias adversas,<br />
puesto que la Corona estaba dispuesta a modernizar las<br />
explotaciones mineras pero sólo allí donde la rentabilidad de<br />
su inversión (en dinero o exenciones fiscales) estuviese garantizada<br />
(98), y este no era el caso de Santo Domingo. Ello se<br />
pone de manifiesto cuando el gobernador Castro remite a la<br />
metrópoli, junto con unas muestras de oro y cobre, otro de sus<br />
proyectos, esta vez encaminado a la explotación minera de la<br />
isla. Castro razonaba que el desarrollo minero supondría un<br />
contacto asiduo con la Península, aumento de la población,<br />
incremento del tráfico comercial, etc. -objetivos todos beneficiosos<br />
y deseados por la propia Corona-, por lo que, ante la<br />
ausencia de inversores pafticulares, debía esperarse la ayuda<br />
real. La respuesta del Fiscal no dejó lugar a dudas pues consideró<br />
que el plan "no era útil a la Real Hacienda, mayormen-<br />
(92) Cabildo de San Carlos al rey, 1723. A.G.l., Santo Domingo, 257.<br />
(93) Gobernador Manzaneda al rey. Santo Domingo, 20 de junio de 1702.<br />
A.G.l., Santo Domingo, 250.<br />
(94) lbídem. Morfi al rey. Santo Domingo, 17 de octubre de 1709. A.G.l., Santo<br />
Domingo, 281 y 851.<br />
(95) Aud¡encia al rey. Santo Domingo, 25 de septiembre de 1 705. A.G.l., Santo<br />
Dom¡ngo, 250.<br />
(96) Arcila, El siglo ilustrado, pp. 192 y sgs.<br />
(97) Dictamen del Fiscal del Consejo. Madrid, 1 de mayo de 1729. A.G.l., Santo<br />
Domingo, 261.<br />
(98) Arcila, El siglo ¡lustrado, pp. 186 y sgs.<br />
T.A. 13<br />
te cuando es necesario un suplemento cuantioso, incierta la<br />
utilidad y tan escaso presentemente el Real Erario" (99).<br />
Hasta pasada la primera mitad del siglo no surgen dos<br />
compañías privadas para la explotación de una mina de cobre<br />
en Cotuíy otra de oro en La Atalaya (Hincha), alavez que se<br />
forman diversas sociedades interesadas en los trabajos mineros,<br />
con la peculiaridad de que un mismo individuo podía estar<br />
implicado en varias de las distintas empresas mineras. Antonio<br />
Sánchez Valverde opinaba que estas asociaciones eran la<br />
manera pedecta de abordar la minería en Santo Domingo<br />
pues "con esta prevención se conseguiría, lo primero, que en<br />
caso de no hallarse el provecho que prometía, se distribuyese<br />
la pérdida entre muchos y que ninguno se arruinase. Lo segundo,<br />
que en el caso contrario de un feliz hallazgo, girase entre<br />
muchos la utilidad y la riqueza y hubiese más sujetos que<br />
pudiesen emprender" otro tipo de actividades (100).<br />
En realidad, a partir de 1750 hay un interesante resurgimiento<br />
de las explotac¡ones mineras Jenómeno que corre<br />
paralelo al que se produce en Nueva España (101)- aunque de<br />
escasas repercusiones por la falta de mano de obra, dificultades<br />
para la exportación de los excedentes de producción, el<br />
empleo de una técnica obsoleta y la ausencia de técnicos cualificados<br />
(102). Casi un siglo más tarde, en 1842, el informe de<br />
una compañía inglesa refiere cómo la mina de Maimón, una de<br />
las que estaban en beneficio en nuestra época de estudio, "no<br />
fue abierla por los antiguos habitantes más que de una manera<br />
imperfecta y el trabajo fue realizado con poca inteligencia",<br />
palabras que explican por sí mismas las deficientes condiciones<br />
del trabajo en el subsuelo dominicano y el porqué del fracaso<br />
de estas labores (103).<br />
Ni siquiera se logró alcanzar de forma rotunda uno de los<br />
objetivos pretendido por el gobernador Francisco Rubio y<br />
Peñaranda (1751-1758) con el trabajo en la mina de La<br />
Atalaya. Nos referimos al desarrollo económico y la repoblación<br />
de las tierras limítrofes con Saint Domingue a través de la<br />
explotación minera (104), tal como sucedió en el continente<br />
con el funcionamiento del sistema que Florescano denomina<br />
"complejo real de minas-centro agrícola-estancia ganadera"<br />
que tan óptimos resultados había dado en Nueva España<br />
(105). En efecto, las tierras de Nueva Yizcaya, Nuevo México,<br />
Sonora y Sinaloa (106) sufrieron una gran transformación gracias<br />
a la minería, que llevó a lugares hasta entonces inhóspitos<br />
todo su bagaje colonizador (instalaciones mineras, predios<br />
agrícolas, corral para reses, viviendas de mineros y peones,<br />
tiendas, etc.), resultados que no se produjeron con idéntica<br />
fuerza en Santo Domingo.<br />
(99) lnforme del Fiscal del Consejo. Madrid, 4 de junio de 1735. A.G.l., Santo<br />
Domingo, 276.<br />
(1 00) Sánchez Valverde, ldea det vator, p. 2O4.<br />
(101)Arc¡la, El s¡glo ilustrado, pp. 190 y sgs.<br />
(102) lbídem, pp. 201-204.<br />
(103)Rodríguez Demoriz¡, E.: Riqueza mineral y agrícola de Santo Domingo.<br />
Santo Domingo,1965.<br />
(104)Rubio al rey. Santo Domingo, 30 de abril de 1752. A.G.l., Santo Domingo,<br />
't.009.<br />
(105)Florescano, Enrique: "Colonización, ocupación del suelo y'frontera'en el<br />
noñe de Nueva España, 1521-1750", apud Alvaro Jara: Tierras nuevas.<br />
Expansión territorial y ocupación del suelo en Amér¡ca (s¡glos XVI-XIX).<br />
México, 1973, pp. 55-58.<br />
(1 06) Véase Navarro GarcÍa, L.'. Sonora y Sinaloa en el s¡glo XVII. Sevilla, 1966<br />
(reeditada por Ed. S¡glo XXl, México, 1995).<br />
-25
4) Proyecto de construeción naval<br />
Los monarcas de la Casa de Borbón y los sucesivos ministros<br />
del ramo entendieron bien pronto que el mantenimiento y<br />
control de los inmensos territorios ultramarinos sólo sería posible<br />
si España disponía de una poderosa fuerza naval, de guerra<br />
y mercante, que hiciera frente a la injerencia extranjera en<br />
lndias, que impidiera el contrabando y que provocara el respeto<br />
del resto de potencias marítimas, en especial de lnglaterra,<br />
la gran rival de los mares. Fue José Patiño, como Secretario<br />
de Marina e lndias, quien inició esta política de rearme naval<br />
(107) que luego continuarían Campillo, el marqués de la<br />
Ensenada y Arriaga.<br />
A consecuencia de estas directrices se fomentará, tanto<br />
en la Península como en Hispanoamérica, la creación de ast¡lleros<br />
que coadyuvaran a una rápida construcción de bajeles.<br />
A lo largo del siglo XVlll encontramos distintas propuestas<br />
para la reactivación de antiguos arsenales y la constitución de<br />
nuevas atarazanas en lndias, aunque no todas prosperaron.<br />
Junto a los intentos fallidos de Jagua (Cuba) y Coatzacoalcos<br />
(Nueva España), nos hallamos con realizaciones exitosas en<br />
La Habana -quizás la de mayor prestigio y donde se fabricarÍan<br />
los famosos "navíos criollos"-, Guayaquil y Manila.<br />
Hay, sin embargo, otro plan frustrado para el levantamiento<br />
de un astillero en América que no mencionan los estudios al<br />
respecto. Evidentemente este proyecto se origina en Santo<br />
Domingo y su valedor será el gobernador Pedro Zorrilla'<br />
Conocedor sin duda de ese entusiasta apoyo a la actividad<br />
naval que predominaba enlre los miembros del gobierno<br />
metropolitano, Zorrilla dirigirá diversos escritos al rey en favor<br />
de su propósito. Razonaba el mandatario que el territorio dominicano<br />
reunía idénticos o superiores requisitos para el levantamiento<br />
de una industria dedicada a la fabricación de naves<br />
que otras regiones americanas: excelente material maderero<br />
(108), buena tradición en la construcción de embarcaciones y<br />
lugares óptimos, con bahías espléndidas y abundancia de bosques<br />
próximos (109).<br />
ParaZorrilla la creación de un arsenal en Santo Domingo<br />
atraería un número significativo de profesionales (leñadores'<br />
carpinteros, calafates, etc.), beneficiaría a la agricultura y<br />
ganadería, aumentaría la población, incrementarÍa el capital<br />
circulante, permitiría el empleo de otros productos de la tierra'<br />
como la brea y el alquitrán, etc. En la documentación manejada<br />
no hemos encontrado respuesta alguna a este proyecto por<br />
parte de la Administración Central, siquiera para denegarlo,<br />
máxime cuando era un asunto prioritario del Gabinete.<br />
lgnoramos si la cuestión se estudió, se debatió o fue tenida<br />
en cuenta por el gobierno central; en cualquier caso quedó<br />
como otro plan malogrado de los muchos propuestos por la<br />
máxima autoridad de Santo Domingo. Sin duda que la existencia<br />
y cercanía de los astilleros de La Habana hacía innecesaria<br />
la duplicidad de funciones en un área tan reducida, aparte<br />
de la fuerte inversión necesaria, pues el lugar presumiblemente<br />
más adecuado, Samaná, era una región virgen donde<br />
no había instalación alguna a estos fines. Ello quizá explique<br />
el porqué de ese "silencio administrativo".<br />
(107)Navarro Garcia, "La política indiana", pp. 38-45.<br />
(108)Véase Sánchez Valverde, tdea del valor, pp. 50-55 y Rodríguez Demorizi,<br />
Riqueza mineral y agrícola, pp. 185 y sgs.<br />
(109)Zorrilla al rey. Santo Domingo, 30 de jul¡o de 1745. B.P, ms. 2.820' lls 64'<br />
65.<br />
26-<br />
5) Comercio<br />
La idea de que las lndias eran un impoftante mercado que<br />
cultivar mediatiza toda la política hispana con sus posesiones<br />
ultramarinas. Desde el Gobierno se buscará afanosamente la<br />
recuperación del comercio con América, para lo cual les parecía<br />
necesario a algunos una modificación sustancial del sistema<br />
heredado de los Austrias (110). No puede sorprendernos,<br />
por tanto, el gran número de iniciativas adoptadas en este sentido<br />
que resumimos en una rápida panorámica: creación de la<br />
Junta de Restablecimiento del Comercio (1705); organización<br />
de la Junta de Hacienda y Comercio (1713); el Proyecto de<br />
Galeones y Flotas (1720); la normalización del sistema de<br />
"registros" o "navíos sueltos"; instauración de las Compañías<br />
Privilegiadas de Comercio; la promulgación del Decreto de<br />
1765 que permitía el tráfico entre distintos puerlos peninsula-<br />
res y las islas de Barlovento; la publicación del Reglamento de<br />
Comercio Libre (1778); la Real Orden de 1789 que ampliaba el<br />
Reglamento y concedía a los pueftos menores, entre ellos<br />
Santo Domingo y Montecristi, la exención de aranceles en sus<br />
intercambios con los puertos mayores de lndias, etc.<br />
A Santo Domingo, en principio, le favorecían todas estas<br />
medidas pues no en balde la principal queja de sus habitantes<br />
era el escaso o nulo contacto comercial que se mantenía con<br />
la Península, circunstancia que en opinión de los gobernadores<br />
dominicanos les había impelido a un contrabando desaforado<br />
(111). Otra cuestión es el provecho que de las citadas<br />
providencias pudiera obtenerse en la pafte hispana de la isla.<br />
No habían faltado, tanto con los Habsburgos como en pleno<br />
reformismo borbónico, órdenes específicas destinadas a reavivar<br />
el tráfico de Santo Domingo con la metrópoli. Desde 1690<br />
la Corona había intentado, sin mucho éxito, potenciar el tráfico<br />
naval entre las islas Canarias y la Española (112), y en 1700<br />
se impuso a las naves con destino a Venezuela, Trinidad,<br />
Cumaná, Margarita, Cuba y Puerlo Rico la escala obligatoria<br />
en el puedo de la capital dominicana (113).<br />
En 1701 se prometió la dispensa de los derechos de<br />
Avería, Consulado y Almojarifazgo a fin de "esforzar a los naturales<br />
de estos reinos para que, alentándose a comerciar con la<br />
isla Española, logren sus naturales el consuelo de hallarse<br />
proveídos de los frutos y géneros que tanto importa, para que<br />
no admitan los comercios extranjeros" (114). La búsqueda de<br />
soluciones a la falta de tráfico naval con la Península llevó en<br />
1722 a eximir del pago de alcabalas a las mercancías de los<br />
vecinos hispanodominicanos, tratando de animarles a embarcar<br />
sus productos (115). Además, en 1742 se intentó estimularles<br />
para que enviasen sus naves a la Península prometiéndoles<br />
la concesión de registro de vuelta cargado con productos<br />
hispanos y familias emigrantes (116). Y en fin, el 4 de<br />
mayo de 1755 se expedía la Real Cédula de erección de la<br />
(1 1 0) Navarro García, "La política indiana", pp. 5, 1 3-1 6, 25, 29-31,34-36, 43-45<br />
v 62.<br />
(1 1 1 ) Gutiérrez <strong>Escudero</strong>, Población y economía, pp' 197 -207.<br />
(112) Real Cédula. Madrid, 3 de febrero de 1690. A.G.l., Santo Domingo, 91.<br />
(113)Real Cédula. Madrid,20 de noviembre de 1700. A.G.l., Santo Domingo'<br />
239.<br />
(114)Consejo de lnd¡as al rey. Madrid,21 de enero de 1701. A.G.l., Santo<br />
Dom¡ngo, 239. En 1716 José Rodrigo le escribía al rey que "El último estado<br />
de las lndias ha sido tener en ellas los extranjeros el comercio, aun sin<br />
la circunstancia de que se hiciese por manos de españoles", apud Navarro<br />
García, "La política indiana", p. 25.<br />
(115)Consejo de lndias al rey. Madrid, 16 de octubre de 1722. A.G.l., Santo<br />
Domingo, 236.<br />
(116)Real Despacho. San lldefonso, 29 de octubre de 1742. A.G.l., Santo<br />
Domingo, 1.009.<br />
T.A. 13
Compañía de Comercio de Barcelona, creada con el objetivo<br />
de "restablecer el comercio de mis vasallos en las islas de<br />
Santo Domingo, Puerlo Rico y la Margarita", ámbito geográfico<br />
de acción que más tarde se ampliaría a Cumaná (117).<br />
Todas estas medidas, que complementaban a las que de<br />
carácter general se dictaban para otros puertos de América y<br />
que en la mayor parte de los casos también afectaban al de<br />
Santo Domingo, lograron algunos de sus objetivos. Los datos<br />
aportados por las dos obras que han estudiado el comercio de<br />
Santo Domingo durante el siglo XVlll -basados en los cuales<br />
hemos elaborado los tres cuadros que a continuación se exponen-<br />
reflejan un cambio sustancial en el movimiento de navíos<br />
del puerto dominicano entre la primera y segunda mitad de la<br />
centuria (118), consecuencia lógica del ritmo creciente de la<br />
aplicación de la política reformista en lndias y del especial<br />
énfasis puesto por el Gobierno en revitalizar el tráfico mercantil<br />
entre los territorios situados a uno y otro lado del Atlántico.<br />
Antes de pasar al análisis de los citados cuadros hagamos<br />
unas precisiones. En su día, en nuestro trabajo investigamos<br />
el tráfico naval de Santo Domingo -salidas y llegadas- en todos<br />
sus aspectos durante un espacio de tiempo concreto: los primeros<br />
cincuenta años del siglo. El libro de Rosario Sevilla, sin<br />
embargo, sólo presenta un similar estudio temporal de la<br />
segunda mitad del siglo cuando se refiere al comercio con y<br />
desde la Península (Cuadro lll)y con límite en 1795, año de la<br />
firma del Tratado de Basilea que establecía la entrega de la<br />
parte hispana de la isla a Francia; para los restantes intercambios<br />
comerciales únicamente proporciona información de la<br />
elapa 1754-1775, pues alega que no facilita datos de 1750 a<br />
1753 y de 1776 en adelante, respecto a los navíos que entraron<br />
y zarparon de Santo Domingo procedentes y con destino a<br />
las colonias españoles y extranjeras de América, porque "no<br />
aparecen las citadas cuentas [de las Cajas Reales] entre la<br />
documentación" examinada (1 1 9).<br />
Quiere todo esto decir que las cifras que figuran en los<br />
Cuadros I y ll correspondientes al período 1750-1795 son<br />
apodaciones conjeturales nuestras, inferidas al objeto de completar<br />
los vacíos existentes y cuya única responsabilidad asumimos.<br />
Estos guarismos se han deducido de la media anual<br />
obtenida de los datos ofrecidos por Rosario Sevilla para los<br />
años 1754-1775, al tiempo que hemos supuesto un ritmo naval<br />
invariable pese a las posibles alteraciones que los conflictos<br />
bélicos de la época pudieron ocasionar en el tráfico marítimo.<br />
Así, en el caso del movimiento de navíos con las colonias<br />
extranjeras la autora señala una entrada de 198 embarcaciones<br />
durante esos veintidós años (media 9) frente a 60 salidas<br />
(media 2.7); del mismo modo sitúa en 493 naves (media 22.4)<br />
el número de bajeles que procedentes de las colonias hispanoamericanas<br />
arribaron a Santo Domingo, por 185 navíos<br />
(media 8.4) que zarparon hacia los dominios hispanos en<br />
América.<br />
Expuestas estas aclaraciones digamos que una de las principales<br />
aspiraciones de las Reformas Borbónicas fue el intento<br />
de eliminar la participación extranjera en el comercio con las<br />
colonias hispanoamericanas, de tal manera que en la medida<br />
de lo posible ese tráfico "se hiciese por manos de españoles"<br />
exclusivamente. En este sentido, no cabe duda que el análisis<br />
(117) Real Cédula de 4 de mayo de 1755. A.G.l., Sanio Domingo, 1.100. Real<br />
Orden de 6 de marzo de 1761. A.G.l., lndiferente General,2.382.<br />
(118) Gutiérrez <strong>Escudero</strong>, Población y Economía, pp. 208-218 y Sevilla Soler,<br />
Santo Domingo, pp. 1 89-21 I y 409-458.<br />
(11 9) Sevilla Soler, Sanfo Dom¡ngo, p. 205.<br />
T,A. 13<br />
de los tres cuadros confirma que al menos en el caso de Santo<br />
Domingo esta aspiración se cumplió en gran medida.<br />
En el Cuadro I podemos ver que si de 1700 a 1749 hicieron<br />
escala en el puerto dominicano 320 navíos procedentes de<br />
las colonias extranjeras, en el período 1750-1795 debieron<br />
arribar 405 embarcaciones. Es decir que el incremento respecto<br />
de una a otra etapa se situaría en el 26,5%. Este evidente<br />
ascenso precisa de alguna matización y debe ser comparado<br />
con los Cuadros ll y lll. En primer lugar observamos en<br />
el mismo Cuadro I que en la primera mitad del siglo salieron de<br />
Santo Domingo 269 naves con destino a las colonias foráneas,<br />
mientras que de 1750 a 1795 partieron tan sólo 121 bEeles.<br />
O sea que en la segunda parte de la centuria se habría<br />
producido un descenso del 55% por este concepto, lo cual a<br />
nuestro juicio implica un significativo reflujo en los intercambios<br />
del puerto dominicano con los dominios extranjeros en<br />
América (120).<br />
En segundo lugar, este declive apuntado se compensa<br />
sobradamente con las salidas de navíos desde Santo<br />
Domingo a las colonias hispanoamericanas, tal como refleja el<br />
Cuadro ll. En efecto, mientras que durante los primeros cincuenta<br />
años del siglo zarparon 265 embarcaciones, de 1750 a<br />
1795 lo hicieron 378 naves, cifra que supone el notable incremento<br />
del 42.6%. Además de ello, las entradas procedentes<br />
de puertos de la América Hispana en la segunda mitad de la<br />
centuria (1.008 naves) multiplicaría por 2.17 la cantidad producida<br />
de 1700 a 1749, en un espectacular aumenlo que pone<br />
de manifiesto los magníficos resultados obtenidos con la aplicación<br />
de las medidas reformistas respecto al comercio.<br />
Cuadro I: MOVIMIENTO DE NAV\OS<br />
1700-49 1750-95<br />
Colonias extranjeras-Santo Domingo 32O 405<br />
Santo Domingo-Colonias extranjeras 269 121<br />
Cuadro II: MOVIMIENTO DE NAVíOS<br />
América Hispana-Santo Domingo<br />
Santo Domingo-América Hispana<br />
España-Santo Domingo<br />
Santo Domingo-España<br />
Cuadro ttl: MOVTMTENTO DE NAVíOS<br />
1700-49 1750-95<br />
464 1.008<br />
265 378<br />
1700-49 1750-95<br />
12 131<br />
563<br />
En tercer lugar y por último, en el Cuadro lll podemos<br />
comprobar la intensificación del contacto transoceánico entre<br />
la metrópoli y Santo Domingo. Si durante los primeros cincuenta<br />
años del siglo sólo doce embarcaciones realizaron el<br />
recorrido desde pueftos españoles (dos de la península y diez<br />
de las islas Canarias) a Santo Domingo, en la segunda mitad<br />
del siglo la cifra se había elevado a 131 (126 de la península y<br />
cinco del archipiélago canario). De igual manera, si en el primer<br />
período únicamente cinco naves viajaron desde Santo<br />
Domingo a España (tres a la Península y dos a Canarias), en<br />
el segundo este número ascendió a 63 (59 a la Península y<br />
cuatro a Canarias). Sin duda que a este sensible aumento<br />
había contribuido, además de las disposiciones especificas<br />
(120)Señalemos, sin embargo, que respecto al volumen de mercancía negociada<br />
desconocemos, por las razones ya apuntadas, el tonelaje de los navíos<br />
y la carga real en cada caso. El razonam¡ento es válido para todas las<br />
deducciones de este apartado.<br />
-27
para el fomento del tráfico, otra de las realizaciones señeras<br />
del reformismo borbónico: la creación de compañías de<br />
comercio (121).<br />
6) La Compañía de Comerció de Barcelona<br />
Fue el ministro Patiño el verdadero impulsor de las compañías<br />
de comercio, que como fenómeno innovador pretendían<br />
el desarrollo y una más efectiva incorporación al tráfico<br />
transatlántico de territorios económicamente atrasados, aunque<br />
potencialmente ricos (122). Entre todas las Compañías<br />
que nacen en el siglo XVlll, el 4 de mayo de 1755' como ya<br />
dijimos, se expedía la Real Cédula de erección de la de<br />
Barcelona, cuya trayectoria histórica ha sido estudiada en profundidad<br />
por José Ma Oliva, circunstancia que nos exime de<br />
dedicar un mayor espacio a este tema. Expongamos, sin<br />
embargo, algunas consideraciones.<br />
Oliva Melgar establece tres etapas en la vida de la<br />
Compañía: la primera, de 1756 a 1762' de despliegue y asentamiento<br />
del comercio; la segunda, de 1763 a 1776-78, de<br />
expansión definitiva y regularidad del comercio; y la tercera, de<br />
1778 en adelante, de repliegue y hundimiento de la actividad<br />
que muy bien pudiera tener su origen en la promulgación del<br />
Heglamento de Libre Comercio (123). Pese a tan corla vida y<br />
a un reducido período de prosperidad -los quince años centrales-<br />
la constitución de la Compañía supuso, a nuestro juicio'<br />
una apuesta importante del Gobierno Central encaminada al<br />
desarrollo de una región marginal y con tantos problemas<br />
como era Santo Domingo, que es el tema que aquí nos ocupa'<br />
La afirmación anterior se sustenta en el hecho de la radical<br />
modificación del área principal de operaciones de la<br />
Compañía. La propuesta inicial de los comerciantes catalanes<br />
incluía la preferencia por los territorios de Honduras y la provincia<br />
de Guatemala, pero el Gobierno designaría a Santo<br />
Domingo (124) -además de Puerto Rico y Margarita-, al tiempo<br />
que únicamente se regulaba para los citados lugares continentales<br />
el envío de diez registros en un plazo de doce a quince<br />
años. Por otra parle, la Compañía no monopolizé en absoluto<br />
el comercio dominicano; por señalar un ejemplo' digamos<br />
que tan sólo cinco años después de sancionada su creación,<br />
una Real Orden permitía que cualquier navío con destino a La<br />
Habana pudiese transportar víveres a Santo Domingo (125)'<br />
Todo ello demostraría una especial preocupación de la<br />
Administración por impulsar el progreso de Santo Domingo'<br />
Es posible que la Compañía de Barcelona no respondiese<br />
a las esperanzas puestas en ella. Parece que sus inversiones<br />
en ultramar no dieron los resultados apetecidos y que sus actividades<br />
no generaron grandes beneficios para los accionistas,<br />
pues a los dos únicos repartos de dividendos (1771 y 1777), le<br />
sucedieron en 1778 y 1779 sendas suspensiones de pago<br />
(126). Esto desde el punto de vista de la Península; si nos situamos<br />
en Santo Domingo podemos encontrar manifestaciones de<br />
descontento centradas fundamentalmente en la escasez de<br />
(121)VéaseGarcíaRuipérez,M.:"Elpensamientoeconómicoilustradoylacreación<br />
de las Compañías de Comercio". Revista de H¡stor¡a Económica' lV'<br />
núm. 3, 1986, PP.523-544<br />
(122)Navarro García, "La política indiana", pp.41-43y 62<br />
(123)Oliva, Cataluña y el comercio, pp.241-250 y 326<br />
(124)En esta decisión tuvo una influenc¡a importante José de Carvajal Véanse<br />
Oliva, Catatuña y et comercío, pp. 36-37 y García Ruipérez, "El pensamiento<br />
económico", PP. 529-532.<br />
(125)Real Orden de siete de marzo de 1760. A.G l , lndiferente General' 2 410'<br />
Quizás como compensación a todo ello en 1761 se amplió su campo de<br />
acción a Cumaná. Oliva, Cataluña y el comerc¡o' p 37<br />
(1 26) lbídem, pP. 322 Y 323-330.<br />
28-<br />
víveres -en especial harina- y ropas que transportaba a la isla y<br />
los precios desorbitados que imponía a estos productos (127),<br />
aunque dichas protestas puedan ser interesadas, surjan cuando<br />
apenas la Compañía iniciaban sus actividades y en algunos<br />
casos no encuentren justificación alaluz de las exportaciones<br />
efectuadas años más tarde desde Barcelona (128).<br />
Quizás no se produjera el pretendido ajuste entre la oferta<br />
y la demanda, o no se alcanzase la precisa fluidez de relaciones<br />
entre la Compañía y la oligarquía económica de Santo<br />
Domingo -más proclive al contrabando y al comercio con las<br />
coionias y naves extranjeras- (1 29), o no se encontró la adecuada<br />
conexión con el entramado comercial dominicano. Eso<br />
aparte, claro está, de la mayor o menor consideración que<br />
merecieran los productos isleños: el tabaco se estancó; de<br />
algodón, esencial para la industria textil catalana, sólo se<br />
importó, por las razones antes dichas, unas 2.549 arrobas<br />
entre 1758 y 1785, de las que un buen porcentaje procedía de<br />
Puefto Rico, etc. Y en Santo Domingo no abundaba precisamente<br />
la plata para el pago en efectivo de las transacciones<br />
mercantiles. Se explica así que la Compañía acabase concentrando<br />
sus mayores esfuerzos en Cumaná y su producción de<br />
cacao que en las Antillas (130).<br />
Podría hablarse de una cieña falta de sintonía entre las<br />
aciividades de la Compañía y determinados círculos influyentes<br />
dominicanos. Antonio Lluberes resalta en un anículo (131)<br />
el hecho significativo de que Antonio Sánchez Valverde no la<br />
mencione en absoluto a todo lo largo de su obra. Detalle que<br />
resulta curioso cuando el propio Valverde fue contemporáneo<br />
de esos hechos y se trata de una crónica bastante exhaustiva,<br />
publicada en 1785 por primera vez, dedicada en gran parte a<br />
la revalorización económica de Santo Domingo y cuyos últimos<br />
diez capítulos, según Muñoz Pérez, caen dentro del más<br />
típico proyectismo ilustrado (1 32).<br />
Discrepamos de Lluberes, sin embargo, cuando imputa a<br />
la Compañía no haber sabido explotar adecuadamente las<br />
riqueza de Santo Domingo, el escaso capital aplicado al desarrollo<br />
agrícola e industrial de la parte española de la isla, etc'<br />
(133). Entre otras cuestiones olvida Lluberes que la Compañía<br />
se debía también a los otros territorios señalados en su cédula<br />
fundacional, que el único producto que permitió a la<br />
Sociedad el reparto de dividendos -razón de ser de estas corporaciones-<br />
fue el cacao de Cumaná, que las inversiones<br />
necesarias para la expansión de productos alimenticios e<br />
industriales (azúcar, cacao, algodón, añil, etc') debían ser elevadas,<br />
y sin las necesarias garantías de rescate, por la ausencia<br />
de desembolsos anteriores a estos fines, etc'<br />
Pese a todo, la Compañía intentó, por ejemplo, establecer<br />
una refinería de azúcar en Santo Domingo, introdujo esclavos<br />
negros para el trabajo en las plantaciones, promocionó el<br />
envío de agricultores catalanes a la isla para el fomento de las<br />
haciendas (13a) y contribuyó, a través de su factor Narciso<br />
tlzilntf"t "f *V. S*to O*ingo ."* o" noui"tb,. de 1759 A'G l', lndiferente<br />
General, á.410. Arlor al rey Santo Domingo, dos de agosto de 1766'<br />
A.G.l., Santo Dom¡ngo, 977.<br />
(128)OI¡va, Catatuña y e! comercio, pp. 107 y 251-284<br />
(129)Un antecedente a esta cuest¡ón en Gutiérrez <strong>Escudero</strong>, Población y<br />
Economía, pp. 202-207 Véase Oliva Melgar: "Contrabandistas, criollos y<br />
mercantilismo español en el siglo XVlll: la resistencia a la Compañía de<br />
Barcelona en Santo Domingo". Pedralbes, ne 4, 1984, pp'233-272<br />
(130)Oliva, Cataluña y el comercio' pp. 297 Y 322<br />
(131)Lluberes, "Tabaco y catalanes", pp 22'23<br />
(132)Muñoz, "Los proyecto", p. 174. Sánchez, ldea del valor' cil'<br />
(133)Lluberes, "Tabaco y catalanes", p. 23'<br />
(134)Oliva, Cataluñay el comercio,pp 47-48 (nota 32) y 308'<br />
T.A. 13
Subirás y Barra, a franquear "a la navegación y carretería los<br />
ríos Yuna y Camú, y el camino hasta Santiago para así poder<br />
transportar los tabacos del rey" y otros géneros (135). Si no<br />
prosperaron estas iniciativas se debió más bien a los años de<br />
atraso padecidos por Santo Domingo en la época precedente<br />
que propiciaron su marginalidad, le impidieron la adquisición<br />
de una tradición empresarial al respecto y le imposibilitaron<br />
para disfrutar de unos medios e infraestructuras adecuadas<br />
para su rápida incorporación a un s¡stema mercantilista acorde<br />
con los nuevos tiempos (136).<br />
Del mismo modo también disentimos del pesimismo que<br />
embarga a Rosario Sevilla cuando afirma que si la creación de<br />
la Compañía "hizo pensar a algunos en un impoftante tráfico<br />
comercial entre España y Santo Domingo, pronto se vieron<br />
defraudados" (137). El análisis del Cuadro lll que realizamos<br />
en el apartado anterior bastaría para que esta aseveración<br />
deba ser corregida. Señalemos, además, que según los datos<br />
de esta autora, de los 126 navíos que de 175O a 1795 realizaron<br />
la ruta Península-Santo Domingo (frente a tan sólo dos<br />
naves en el período 1700-1749, recordemos), un total de 47<br />
(37,3"/') tienen su origen en Barcelona (138). Estos viajes fueron<br />
expediciones comerciales de la propia Compañía o<br />
"empresas en las que su intervención se limitó a la cesión en<br />
fletamiento de algunas de sus embarcaciones" (139), pero en<br />
cualquier caso suponen un incremento cuantitativo muy importante<br />
respecto a la primera mitad del siglo, que desdice cualquier<br />
síntoma de desesperanza acerca de la impoñancia de la<br />
actividad naval que supuso la fundación de la Compañía para<br />
Santo Domingo. Los problemas eran de otra índole, como creemos<br />
haber expuesto.<br />
Conclusiones<br />
Hay cierta tendencia a considerar que la Corona dejó<br />
abandonada a su suene a Santo Domingo, y algo de esto<br />
podría deducirse durante la primera mitad del siglo XVlll, cuando<br />
el reinado de Felipe V originó una abundante documentación<br />
en la que se trasluce una acusación de pasividad ante la<br />
prepotencia francesa de Saint Domingue. Es cierto que la parte<br />
hispana de la isla quedó para el Gobierno metropolitano en un<br />
segundo plano de importancia respecto de las cercanas Puefto<br />
Rico y Cuba. Pero igual sucedió en diferentes territorios hispanoamericanos,<br />
pues como cualquier otra potencia colonial<br />
España aplicaba unos criterios de valoración disímiles en las<br />
distintas regiones de su imperio ultramarino en función de factores<br />
político-estratégicos y económicos fundamentalmente.<br />
Si durante los primeros cincuenta años los efectos de las<br />
reformas borbónicas estuv¡eron muy matizados o incluso ni<br />
siquiera se percibieron, en la segunda mitad del siglo, sin<br />
embargo, se aprecian unas modificaciones sustanciales. Estas<br />
transformaciones son atribuibles tanto a las iniciativas empren-<br />
(135)Solano al rey. Santo Domingo, 19 de noviembre de 1775. A.G.l., Santo<br />
Domingo, 944. Gutiérez <strong>Escudero</strong>, Población y Econamía, p. 1 02, nola 1 4.<br />
(136)El puerto de Santo Domingo presentaba serias d¡ficultades para el fondeo<br />
de las naves. Gutiérrez, Población y Economía, p. 200. Los caminos, s¡<br />
existían, eran pésimos e intransitables. Rodríguez Demorizi, E-.i Viajeros de<br />
Francia en Santo Dom ingo. Santo Domingo, 1 97 I, p. 7 9. Y así continuaban<br />
en el siglo XlX. Hoetink, El pueblo dom¡n¡cano, pp. 89-92.<br />
(137)Sevilla Soler, Santo Dom¡ngo, p. 178.<br />
(1 38) Esta cifra sólo es superada por los 55 bajeles que zatparon exclusivamente<br />
de Cádiz, un 43,6% del total.<br />
(139) Oliva, Cataluña y el comerc¡o, pp- 210 y sgs. Al debate de esta cuestión<br />
conviene confrontar los datos aportados por Oliva Melgar y Sevilla Soler en<br />
sus respectivas obras.<br />
(140) Navarro García, Hispanoamérica en el siglo Xvlll, p. 153.<br />
T.A. 13<br />
didas por el nuevo talante de los gobernadores que arribaron<br />
a Santo Domingo, como a "la aceleración y culminación del<br />
proceso de reajuste de las instituciones del lmperio, con objeto<br />
de obtener de éste toda la tuerza y la riqueza necesarias<br />
para hacer de España una potencia capaz -por lo menos, aliada<br />
con Francia- de resistir con éxito a la creciente pujanza de<br />
lnglaterra", que emprende el Gobierno hispano (140).<br />
Así debemos inferirlo, por ejemplo, ante el radical cambio<br />
introducido en la propuesta de creación de la Compañía de<br />
Barcelona: frente a la petición inicial de los catalanes de ejercer<br />
el comercio con Honduras y Guatemala, la Administración<br />
Central impuso como área prioritaria Santo Domingo, entendemos<br />
que con la clara intención de fomentar el desarrollo de<br />
la parle hispana de la isla. Del mismo modo, las distintas disposiciones<br />
sobre el tráfico oceánico incluían referencias concretas<br />
a Santo Domingo, que por los cuadros más arriba<br />
expuestos vemos aumenta sensiblemente sus contactos con<br />
la Península y con las otras colonias hispanoamericanas, además<br />
de permitirse las transacciones comerciales terrestres<br />
con Saint Domingue a través de las poblaciones fronterizas de<br />
Dajabón, Hincha, Bánica y Las Caobas (141).<br />
Antonio Sánchez Valverde considera que los gobiernos de<br />
Pedro Zorrilla, Francisco Rubio, Manuel Azlor y José Solano<br />
"contribuyeron mucho al consuelo de Santo Domingo".<br />
Nosotros incluiríamos también a Alfonso de Castro, es decir<br />
que estaríamos así ante un período de casi cincuenta años<br />
(1731-1778) durante el cual es perceptible una gradual transformación<br />
del universo dominicano con respecto a épocas<br />
anteriores. Entre otras acciones beneficiosas se desarrolló el<br />
comercio de neutrales y Montecristi se convirlió en "un almacén<br />
común donde concurrían los comerciantes de ambas<br />
naciones [franceses e ingleses] a traficar sus especies. Con<br />
esto sólo, fueron inmensas las sumas que por aquella población<br />
corrían a lo demás de la isla" (142).<br />
En 1769 ya se ordenaba a Azlor la formación de una Junta<br />
con el único fin de impulsar el potencial económico dominicano<br />
(143), mientras que su sucesor, José Solano, fundaría una<br />
Sociedad de Hacendados cuya principal preocupación estribaría<br />
en la reactivación del comercio interno, regulación del<br />
comercio de ganado con Saint Domingue y el fomento de<br />
siembras y plantaciones. Las gestiones de estas asociaciones<br />
dieron como fruto una Real Cédula del 12 de abril de 1786 que<br />
concedía, entre otros privilegios, la libre introducción de esclavos<br />
y la redacción de un Código negro, el suministro de aperos<br />
y herramientas destinadas, a la agricultura e industria "de<br />
cualquier pafte que se conduzcan, sin exclusión de colonias<br />
extranjeras, libres de todos los derechos" y la expoñación de<br />
aguardiente de caña a las colonias hispanas o foráneas de<br />
América, sin necesidad de abonar contribución alguna (144).<br />
Aunque se dispensó a los ganaderos de la obligada contribución<br />
al abastecimiento cárnico de la ciudad de Santo<br />
Domingo, exigencia que hacía tiempo enfrentaba a las villas<br />
(141)Reat Orden de I de enero de 1777. A.G.l., Santo Domingo, 1.059. Diez<br />
años antes se había sol¡c¡tado el libre comercio con Saint Domingue que<br />
ahora se autorizaba. Azlor al rey. Santo Domingo, 18 de enero de 1767.<br />
A.G.l., Santo Domingo, 978.<br />
(142)Sánchez Valverde, ldea del valor, pp. 143-145. Según Rosario Sevilla la<br />
apertura de Montecr¡sti no supuso un incremento del comerc¡o "a juzgar<br />
por la escasez de embarcaciones españolas que llegaron a é1". Sev¡lla,<br />
Santo Domingo, p. 1 87. Observemos, s¡n embargo, que no parece tener en<br />
cuenta los navíos de otras nacionalidades tal como señala Valverde.<br />
(143)Real Cédula de 29 de octubre de 1769. A.G.l., Santo Domingo,981.<br />
(144)A.G.1., Santo Domingo 969 y 1.012.<br />
-29
del interior con la capital (145), lo cierto es que toda la citada<br />
Real Cédula rezuma una enérgica protección de la agricultura'<br />
Además de los beneficios ya citados se eximió del pago de<br />
diezmos, por eiemplo, a todo aquel que roturase nuevas tierras,<br />
fundase ingenios o desarrollase cultivos de tabaco,<br />
cacao, algodón, etc., y estas mismas mercedes fueron complementadas<br />
por distintas disposiciones posteriores que favorecían<br />
la importación de mano de obra esclava para el trabajo<br />
en las plantaciones (146).<br />
Si con el fomento de las explotaciones mineras el gobierno<br />
pretendía disponer de unas remesas de metales preciosos<br />
que, entre otras destinos, subvencionara la política exterior<br />
hispana, con el apoyo a la agricultura intentaba, además de<br />
aplicar las corr¡entes f isiocráticas de la época, que<br />
Hispanoamérica produjese toda una serie de productos que<br />
asegurasen el llamado "pacto colonial" y fortaleciesen el tráfi-<br />
(1 45) Gutiérrez <strong>Escudero</strong>, Población y Economía, pp. 1 48 y sgs'<br />
(146) Real Cédula de 29 de febrero de 1789. A.G.l., Santo Domingo, 953 Real<br />
Orden de ocho de marzo de 1791 A.G.i., Santo Domingo,954.<br />
(1) Cuando se in¡ciaron las propuestas para el establecimiento de las<br />
lntendencias en Quito y Santa Fe en 1782 acababan de produc¡rse los gravísimos<br />
sucesos de la sublevación del Socorro, que condicionaron muy<br />
profundamente la acc¡Ón de gobierno del Arzobispo-virrey, Caballero y<br />
bóngot". No se le podía despojar de ninguna autoridad al virrey cuando<br />
restáñaba las heridas y establecía las bases para que no se repitieran<br />
sucesos semejantes. Y por otro lado, tampoco parecÍa adecuado hacer<br />
cambios cuando ellos habían producido tan devastadores efectos'<br />
Debatirse se debatieron las Ordenanzas de lntendentes de Buenos Aires y<br />
de Nueva España para adaptarlas al Nuevo Reino, pero no llegÓ a concretarse<br />
nada cuando ya el propio sistema de intendencias era objeto de críticas.<br />
Sólo existió lá lntendencia de Cuenca, que después sería suprim¡-<br />
. da.Luis Navarro García, lntendencias en lndias, Sevilla, 1959; pp 46-48,<br />
115 y 136-137.Oidores Juan Hernández de Alba, Romualdo Antonio de<br />
lnclán y Francisco de Cortázar a S.M. Santa Fe, 19 diciembre 1806 AG|,<br />
Santa Fe, 664.<br />
(2) Modesto Bargalló, La m¡nería y ta metalurg¡a en la Américaespañola duran'<br />
te la época colonial, México, 1 955' p. 344.<br />
(3) Eduardo Posada y Pedro María lbáñez, Relac¡ones de mando de los v¡rre'<br />
yes det Nuevo Beino de Granada, Bogotá, 1910 - José Antonio García<br />
éarcía, Retaciones de virreyes del Nuevo Reino de Granada, Nueva York'<br />
1869.- José MarÍa Restrepo Sáenz, Biografías de los mandatarios y ministros<br />
de ta Reat Audiencia (1671'1519), Bogotá' 1952 - Basilio Vicente de<br />
Oviedo, Cuat¡dades y riquezas det Nuevo Reino de Granada, Bogolá'<br />
'1930.- Francisco Silvestre, Descrípción del Reino de Santa Fe de Bogotá'<br />
30-<br />
Bogotá,1968.<br />
co naval entre ambas orillas del océano. En este último sentido<br />
no cabe duda que las transformaciones introducidas por los<br />
Borbones contribuyeron a una meiora sustancial.<br />
Es verdad que no se alcanzaron todos los objetivos propuestos<br />
y que muchos de ellos tuvieron un desarrollo muy limitado.<br />
Pero algunos miembros del gobierno central y un grupo<br />
muy concreto de gobernadores de Santo Domingo realizaron<br />
un destacado esfuerzo, con todas las limitaciones que quieran<br />
señalarse, para que la parte hispana de la isla iniciase una<br />
recuperación que le permitiese captar los aires de renovación<br />
que predominaban en otras regiones americanas al amparo<br />
del reformismo borbónico. La más floreciente situación económica<br />
de Santo Domingo durante la segunda mitad del siglo' en<br />
comparación con los años precedentes, es la mejor muestra<br />
de que este empeño tuvo cierto éxito. Lástima que tantos afanes<br />
resultaran baldíos y tantas esperanzas cercenadas de<br />
cuajo con la sorprendente cesión a Francia, acordada en el<br />
Tratado de Basilea (1795); a partir de ahora comenzaba una<br />
historia muy diferente para la otrora imponante "Primada de<br />
América".<br />
<strong>Reformismo</strong> local en el nuevo Reino de Granada<br />
El Nuevo Reino de Granada fue el único territorio donde<br />
no llegaron a implantarse las intendencias, buque insignia de<br />
las reformas (1). Contrariamente a lo sucedido con otros territorios<br />
americanos, para los que existen estudios abundantes<br />
sobre las décadas del reformismo, para éste son escasísimos<br />
los que han dedicado los historiadores. Por ejemplo' la renovación<br />
científica de la minería, encabezada por Juan José de<br />
Elhuyar, no ha interesado como la misión de su hermano<br />
Fausto de Elhuyar en México (2). Las reformas borbónicas<br />
neogranadinas sólo han merecido una rápida o.ieada en las<br />
relaciones de virreyes, biografías de mandatarios o las descripciones<br />
de algunos visitadores u observadores (3).<br />
Julián B. Ruiz Rivera<br />
Universidad de Sevilla<br />
El fenómeno reformador<br />
A la vista de los resultados del reformismo borbónico<br />
podríamos decir que se cumplió una mínima pafie de lo proyectado.<br />
Antes que las materias concretas a reformar estaba<br />
en juego el repafto de poder entre quienes podían disputarlo'<br />
criollos y peninsuiares. En este territorio vemos encarnada esa<br />
pugna en dos personajes tan importantes como el Fiscal y<br />
Protector de lndios, Francisco Antonio Moreno y Escandón, y<br />
el Visitador y Regente, Juan Francisco Gutiérrez de<br />
Piñeres.Desde el comienzo de la colonización el gobierno<br />
regional se había estructurado en gobernaciones y corregimientos,<br />
muy pocos de ellos de nombramiento real' Esas divisiones<br />
dejaron de ajustarse a los cambios de población, al<br />
régimen de la propiedad, al establecimiento de redes comerciales<br />
y a las neces¡dades administrativas' Para el siglo XVlll<br />
la organización del territorio carecía de la racionalidad de una<br />
administración eficaz, coordinada y centralizada' De ahí los<br />
esfuerzos por lograr implantar las intendencias que pusieran<br />
orden, al menos en el ramo de la hacienda'<br />
Además del distrito de la capital de la gobernación, y más<br />
tarde del virreinato, se hallaban los corregimientos de blancos<br />
de las ciudades de Tunja y Mariquita, que correspondieron en<br />
su momento a la temprana riqueza agropecuaria y minera' De<br />
menor rango eran las alcaldías mayores de Pamplona, Neiva<br />
y Salazar de las Palmas. Y con ese mismo nombre de corregimientos,<br />
aunque de escasísima impoftancia, se hallaban los<br />
de Raposo, Los Remedios, Buga, Zaragoza, Loba, Guamocó<br />
y Las Lajas, todos ellos centros mineros en origen.<br />
Gobiernos de indios eran Girón, Neiva, la provincia de los<br />
Llanos y la ciudad de San Faustino. Corregimientos tenues de<br />
indios había numerosos y claramente desiguales en cuanto a<br />
número de pueblos: Zipaquirá (11), Ubaté (8), Sogamoso (7)'<br />
Duitama (5), Paeces ('12), Servitá (9), Tenza (3), Ubaque (9),<br />
T.A, 13