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<strong>Hansel</strong> y <strong>Gretel</strong> (<strong>La</strong> <strong>casita</strong> <strong>de</strong> <strong>chocolate</strong>)<br />
Publicado en Cuentos para Dormir (http://cuentosparadormir.com)<br />
<strong>Hansel</strong> y <strong>Gretel</strong> (<strong>La</strong> <strong>casita</strong> <strong>de</strong> <strong>chocolate</strong>)<br />
Autor:<br />
Los hermanos Grimm<br />
Eda<strong>de</strong>s:<br />
Todas las eda<strong>de</strong>s<br />
Valor educativo: El ingenio y la unión como forma <strong>de</strong> superar dificulta<strong>de</strong>s, que siempre<br />
pue<strong>de</strong>n superarse<br />
Resumen <strong>de</strong>l cuento:<br />
<strong>Hansel</strong> y <strong>Gretel</strong> son dos hermanos que son abandonados en el bosque. Perdidos, encuentran una <strong>casita</strong> <strong>de</strong><br />
<strong>chocolate</strong> y dulces en la que vive una ancianita que les invita a pasar. Los niños se quedan, pero la ancianita<br />
resulta ser una bruja que encierra al niño en una jaula y lo engorda para comérselo, mientras la niña tiene que<br />
hacer tareas.<br />
Consiguen aplazar que la bruja se lo coma haciéndola creer que no engorda, mostrándole un hueso <strong>de</strong> pollo como<br />
si fuera el <strong>de</strong>do <strong>de</strong>l niño, pero la bruja se harta y <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> comérselo igual. Le pi<strong>de</strong> a la niña que prepare el horno,<br />
pero esta hace como que no sabe, y cuando la bruja se asoma para enseñarle, la empuja <strong>de</strong>ntro y se quema. Los<br />
niños consiguen huir y encontrar el camino a casa con su padre.<br />
Texto original:<br />
Junto a un bosque muy gran<strong>de</strong> vivía un pobre leñador con su mujer y dos hijos; el niño se llamaba Hänsel, y la<br />
niña, <strong>Gretel</strong>. Apenas tenían qué comer, y en una época <strong>de</strong> carestía que sufrió el país, llegó un momento en que el<br />
hombre ni siquiera podía ganarse el pan <strong>de</strong> cada día. Estaba el leñador una noche en la cama, cavilando y<br />
revolviéndose, sin que las preocupaciones le <strong>de</strong>jaran pegar el ojo; finalmente, dijo, suspirando, a su mujer:<br />
- ¿Qué va a ser <strong>de</strong> nosotros? ¿Cómo alimentar a los pobres pequeños, puesto que nada nos queda?<br />
- Se me ocurre una cosa -respondió ella-. Mañana, <strong>de</strong> madrugada, nos llevaremos a los niños a lo más espeso <strong>de</strong>l<br />
bosque. Les encen<strong>de</strong>remos un fuego, les daremos un pedacito <strong>de</strong> pan y luego los <strong>de</strong>jaremos solos para ir a<br />
nuestro trabajo. Como no sabrán encontrar el camino <strong>de</strong> vuelta, nos libraremos <strong>de</strong> ellos.<br />
- ¡Por Dios, mujer! -replicó el hombre-. Eso no lo hago yo. ¡Cómo voy a cargar sobre mí el abandonar a mis hijos<br />
en el bosque! No tardarían en ser <strong>de</strong>strozados por las fieras.<br />
- ¡No seas necio! -exclamó ella-. ¿Quieres, pues, que nos muramos <strong>de</strong> hambre los cuatro? ¡Ya pue<strong>de</strong>s ponerte a<br />
aserrar las tablas <strong>de</strong> los ataú<strong>de</strong>s! -. Y no cesó <strong>de</strong> importunarle hasta que el hombre accedió<br />
-. Pero me dan mucha lástima -<strong>de</strong>cía.<br />
Los dos hermanitos, a quienes el hambre mantenía siempre <strong>de</strong>svelados, oyeron lo que su madrastra aconsejaba a<br />
su padre. <strong>Gretel</strong>, entre amargas lágrimas, dijo a Hänsel:<br />
- ¡Ahora sí que estamos perdidos!<br />
- No llores, <strong>Gretel</strong> -la consoló el niño-, y no te aflijas, que yo me las arreglaré para salir <strong>de</strong>l paso.<br />
Y cuando los viejos estuvieron dormidos, levantóse, púsose la chaquetita y salió a la calle por la puerta trasera.
<strong>Hansel</strong> y <strong>Gretel</strong> (<strong>La</strong> <strong>casita</strong> <strong>de</strong> <strong>chocolate</strong>)<br />
Publicado en Cuentos para Dormir (http://cuentosparadormir.com)<br />
Brillaba una luna esplendoroso y los blancos guijarros que estaban en el suelo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa, relucían como<br />
plata pura. Hänsel los fue recogiendo hasta que no le cupieron más en los bolsillos. De vuelta a su cuarto, dijo a<br />
<strong>Gretel</strong>:<br />
- Nada temas, hermanita, y duerme tranquila: Dios no nos abandonará -y se acostó <strong>de</strong> nuevo.<br />
A las primeras luces <strong>de</strong>l día, antes aún <strong>de</strong> que saliera el sol, la mujer fue a llamar a los niños:<br />
- ¡Vamos, holgazanes, levantaos! Hemos <strong>de</strong> ir al bosque por leña-.<br />
Y dando a cada uno un pedacito <strong>de</strong> pan, les advirtió-: Ahí tenéis esto para mediodía, pero no os lo comáis antes,<br />
pues no os daré más. <strong>Gretel</strong> se puso el pan <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>lantal, porque Hänsel llevaba los bolsillos llenos <strong>de</strong><br />
piedras, y emprendieron los cuatro el camino <strong>de</strong>l bosque. Al cabo <strong>de</strong> un ratito <strong>de</strong> andar, Hänsel se <strong>de</strong>tenía <strong>de</strong><br />
cuando en cuando, para volverse a mirar hacia la casa. Dijo el padre:<br />
- Hänsel, no te que<strong>de</strong>s rezagado mirando atrás, ¡atención y piernas vivas!<br />
- Es que miro el gatito blanco, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el tejado me está diciendo adiós -respondió el niño.<br />
Y replicó la mujer:<br />
- Tonto, no es el gato, sino el sol <strong>de</strong> la mañana, que se refleja en la chimenea.<br />
Pero lo que estaba haciendo Hänsel no era mirar el gato, sino ir echando blancas piedrecitas, que sacaba <strong>de</strong>l<br />
bolsillo, a lo largo <strong>de</strong>l camino. Cuando estuvieron en medio <strong>de</strong>l bosque, dijo el padre:<br />
- Recoged ahora leña, pequeños, os encen<strong>de</strong>ré un fuego para que no tengáis frío.<br />
Hänsel y <strong>Gretel</strong> reunieron un buen montón <strong>de</strong> leña menuda. Prepararon una hoguera, y cuando ya ardió con viva<br />
llama, dijo la mujer:<br />
- Poneos ahora al lado <strong>de</strong>l fuego, chiquillos, y <strong>de</strong>scansad, mientras nosotros nos vamos por el bosque a cortar<br />
leña. Cuando hayamos terminado, vendremos a recogeros.<br />
Los dos hermanitos se sentaron junto al fuego, y al mediodía, cada uno se comió su pedacito <strong>de</strong> pan. Y como oían<br />
el ruido <strong>de</strong> los hachazos, creían que su padre estaba cerca. Pero, en realidad, no era el hacha, sino una rama que<br />
él había atado a un árbol seco, y que el viento hacía chocar contra el tronco. Al cabo <strong>de</strong> mucho rato <strong>de</strong> estar allí<br />
sentados, el cansancio les cerró los ojos, y se quedaron profundamente dormidos.<br />
Despertaron, cuando ya era noche cerrada. <strong>Gretel</strong> se echó a llorar, diciendo:<br />
- ¿Cómo saldremos <strong>de</strong>l bosque?<br />
Pero Hänsel la consoló:<br />
- Espera un poquitín a que brille la luna, que ya encontraremos el camino.<br />
Y cuando la luna estuvo alta en el cielo, el niño, cogiendo <strong>de</strong> la mano a su hermanita, guiose por las guijas, que,<br />
brillando como plata batida, le indicaron la ruta. Anduvieron toda la noche, y llegaron a la casa al <strong>de</strong>spuntar el<br />
alba. Llamaron a la puerta y les abrió la madrastra, que, al verlos, exclamó:<br />
- ¡Diablo <strong>de</strong> niños! ¿Qué es eso <strong>de</strong> quedarse tantas horas en el bosque? ¡Creíamos que no queríais volver!<br />
El padre, en cambio, se alegró <strong>de</strong> que hubieran vuelto, pues le remordía la conciencia por haberlos abandonado.<br />
Algún tiempo <strong>de</strong>spués hubo otra época <strong>de</strong> miseria en el país, y los niños oyeron una noche cómo la madrastra,<br />
estando en la cama, <strong>de</strong>cía a su marido:<br />
- Otra vez se ha terminado todo; sólo nos queda media hogaza <strong>de</strong> pan, y sanseacabó. Tenemos que <strong>de</strong>shacernos<br />
<strong>de</strong> los niños. Los llevaremos más a<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l bosque para que no puedan encontrar el camino; <strong>de</strong> otro modo, no<br />
hay salvación para nosotros.<br />
Al padre le dolía mucho abandonar a los niños, y pensaba: «Mejor harías partiendo con tus hijos el último<br />
bocado». Pero la mujer no quiso escuchar sus razones, y lo llenó <strong>de</strong> reproches e improperios. Quien ce<strong>de</strong> la<br />
primera vez, también ha <strong>de</strong> ce<strong>de</strong>r la segunda; y, así, el hombre no tuvo valor para negarse. Pero los niños estaban<br />
aún <strong>de</strong>spiertos y oyeron la conversación. Cuando los viejos se hubieron dormido, levantóse Hänsel con intención
<strong>Hansel</strong> y <strong>Gretel</strong> (<strong>La</strong> <strong>casita</strong> <strong>de</strong> <strong>chocolate</strong>)<br />
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<strong>de</strong> salir a proveerse <strong>de</strong> guijarros, como la vez anterior; pero no pudo hacerlo, pues la mujer había cerrado la<br />
puerta. Dijo, no obstante, a su hermanita, para consolarla:<br />
- No llores, <strong>Gretel</strong>, y duerme tranquila, que Dios Nuestro Señor nos ayudará.<br />
A la madrugada siguiente se presentó la mujer a sacarlos <strong>de</strong> la cama y les dio su pedacito <strong>de</strong> pan, más pequeño<br />
aún que la vez anterior. Camino <strong>de</strong>l bosque, Hänsel iba <strong>de</strong>smigajando el pan en el bolsillo y, <strong>de</strong>teniéndose <strong>de</strong><br />
trecho en trecho, <strong>de</strong>jaba caer miguitas en el suelo.<br />
- Hänsel, ¿por qué te paras a mirar atrás? -preguntóle el padre-. ¡Vamos, no te entretengas!<br />
- Estoy mirando mi palomita, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el tejado me dice adiós.<br />
- ¡Bobo! -intervino la mujer-, no es tu palomita, sino el sol <strong>de</strong> la mañana, que brilla en la chimenea.<br />
Pero Hänsel fue sembrando <strong>de</strong> migas todo el camino. <strong>La</strong> madrastra condujo a los niños aún más a<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l<br />
bosque, a un lugar en el que nunca había estado. Encendieron una gran hoguera, y la mujer les dijo:<br />
- Quedaos aquí, pequeños, y si os cansáis, echad una siestecita. Nosotros vamos por leña; al atar<strong>de</strong>cer, cuando<br />
hayamos terminado, volveremos a recogemos.<br />
A mediodía, <strong>Gretel</strong> partió su pan con Hänsel, ya que él había esparcido el suyo por el camino. Luego se quedaron<br />
dormidos, sin que nadie se presentara a buscar a los pobrecillos; se <strong>de</strong>spertaron cuando era ya <strong>de</strong> noche oscura.<br />
Hänsel consoló a <strong>Gretel</strong> diciéndole:<br />
- Espera un poco, hermanita, a que salga la luna; entonces veremos las migas <strong>de</strong> pan que yo he esparcido, y que<br />
nos mostrarán el camino <strong>de</strong> vuelta.<br />
Cuando salió la luna, se dispusieron a regresar; pero no encontraron ni una sola miga; se las habían comido los<br />
mil pajarillos que volaban por el bosque. Dijo Hänsel a <strong>Gretel</strong>:<br />
- Ya daremos con el camino -pero no lo encontraron.<br />
Anduvieron toda la noche y todo el día siguiente, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la madrugada hasta el atar<strong>de</strong>cer, sin lograr salir <strong>de</strong>l<br />
bosque; sufrían a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> hambre, pues no habían comido más que unos pocos frutos silvestres, recogidos <strong>de</strong>l<br />
suelo. Y como se sentían tan cansados que las piernas se negaban ya a sostenerlos, echáronse al pie <strong>de</strong> un árbol<br />
y se quedaron dormidos.<br />
Y amaneció el día tercero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que salieron <strong>de</strong> casa. Reanudaron la marcha, pero cada vez se extraviaban más<br />
en el bosque. Si alguien no acudía pronto en su ayuda, estaban con<strong>de</strong>nados a morir <strong>de</strong> hambre.<br />
Pero he aquí que hacia mediodía vieron un hermoso pajarillo, blanco como la nieve, posado en la rama <strong>de</strong> un<br />
árbol; y cantaba tan dulcemente, que se <strong>de</strong>tuvieron a escucharlo. Cuando hubo terminado, abrió sus alas y<br />
emprendió el vuelo, y ellos lo siguieron, hasta llegar a una <strong>casita</strong>, en cuyo tejado se posó; y al acercarse vieron<br />
que la <strong>casita</strong> estaba hecha <strong>de</strong> pan y cubierta <strong>de</strong> bizcocho, y las ventanas eran <strong>de</strong> puro azúcar.<br />
- ¡Mira qué bien! -exclamó Hänsel-, aquí podremos sacar el vientre <strong>de</strong> mal año. Yo comeré un pedacito <strong>de</strong>l tejado;<br />
tú, <strong>Gretel</strong>, pue<strong>de</strong>s probar la ventana, verás cuán dulce es.<br />
Se encaramó el niño al tejado y rompió un trocito para probar a qué sabía, mientras su hermanita mordisqueaba<br />
en los cristales. Entonces oyeron una voz suave que procedía <strong>de</strong>l interior: «¿Será acaso la ratita la que roe mi<br />
<strong>casita</strong>?» Pero los niños respondieron: «Es el viento, es el viento que sopla violento». Y siguieron comiendo sin<br />
<strong>de</strong>sconcertarse. Hänsel, que encontraba el tejado sabrosísimo, <strong>de</strong>sgajó un buen pedazo, y <strong>Gretel</strong> sacó todo un<br />
cristal redondo y se sentó en el suelo, comiendo a dos carrillos.<br />
Abrióse entonces la puerta bruscamente, y salió una mujer viejísima, que se apoyaba en una muleta. Los niños se<br />
asustaron <strong>de</strong> tal modo, que soltaron lo que tenían en las manos; pero la vieja, meneando la cabeza, les dijo:<br />
- Hola, pequeñines, ¿quién os ha traído? Entrad y quedaos conmigo, no os haré ningún daño.<br />
Y, cogiéndolos <strong>de</strong> la mano, los introdujo en la <strong>casita</strong>, don<strong>de</strong> había servida una apetitosa comida: leche con bollos<br />
azucarados, manzanas y nueces. Después los llevó a dos camitas con ropas blancas, y Hänsel y <strong>Gretel</strong> se<br />
acostaron en ellas, creyéndose en el cielo. <strong>La</strong> vieja aparentaba ser muy buena y amable, pero, en realidad, era<br />
una bruja malvada que acechaba a los niños para cazarlos, y había construido la <strong>casita</strong> <strong>de</strong> pan con el único objeto
<strong>Hansel</strong> y <strong>Gretel</strong> (<strong>La</strong> <strong>casita</strong> <strong>de</strong> <strong>chocolate</strong>)<br />
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<strong>de</strong> atraerlos. Cuando uno caía en su po<strong>de</strong>r, lo mataba, lo guisaba y se lo comía; esto era para ella un gran<br />
banquete. <strong>La</strong>s brujas tienen los ojos rojizos y son muy cortas <strong>de</strong> vista; pero, en cambio, su olfato es muy fino,<br />
como el <strong>de</strong> los animales, por lo que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy lejos ventean la presencia <strong>de</strong> las personas. Cuando sintió que se<br />
acercaban Hänsel y <strong>Gretel</strong>, dijo para sus a<strong>de</strong>ntros, con una risotada maligna: «¡Míos son; éstos no se me<br />
escapan!».<br />
Levantóse muy <strong>de</strong> mañana, antes <strong>de</strong> que los niños se <strong>de</strong>spertasen, y, al verlos <strong>de</strong>scansar tan plácidamente, con<br />
aquellas mejillitas tan sonrosadas y coloreadas, murmuró entre dientes: «¡Serán un buen bocado!». Y, agarrando<br />
a Hänsel con su mano seca, llevólo a un pequeño establo y lo encerró <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> una reja. Gritó y protestó el niño<br />
con todas sus fuerzas, pero todo fue inútil. Dirigióse entonces a la cama <strong>de</strong> <strong>Gretel</strong> y <strong>de</strong>spertó a la pequeña,<br />
sacudiéndola rudamente y gritándole:<br />
- Levántate, holgazana, ve a buscar agua y guisa algo bueno para tu hermano; lo tengo en el establo y quiero que<br />
engor<strong>de</strong>. Cuando esté bien cebado, me lo comeré.<br />
<strong>Gretel</strong> se echó a llorar amargamente, pero en vano; hubo <strong>de</strong> cumplir los mandatos <strong>de</strong> la bruja. Des<strong>de</strong> entonces a<br />
Hänsel le sirvieron comidas exquisitas, mientras <strong>Gretel</strong> no recibía sino cáscaras <strong>de</strong> cangrejo. Todas las mañanas<br />
bajaba la vieja al establo y <strong>de</strong>cía:<br />
- Hänsel, saca el <strong>de</strong>do, que quiero saber si estás gordo.<br />
Pero Hänsel, en vez <strong>de</strong>l <strong>de</strong>do, sacaba un huesecito, y la vieja, que tenía la vista muy mala, pensaba que era<br />
realmente el <strong>de</strong>do <strong>de</strong>l niño, y todo era extrañarse <strong>de</strong> que no engordara. Cuando, al cabo <strong>de</strong> cuatro semanas, vio<br />
que Hänsel continuaba tan flaco, perdió la paciencia y no quiso aguardar más tiempo:<br />
- Anda, <strong>Gretel</strong> -dijo a la niña-, a buscar agua, ¡ligera! Esté gordo o flaco tu hermano, mañana me lo comeré.<br />
¡Qué <strong>de</strong>sconsuelo el <strong>de</strong> la hermanita, cuando venía con el agua, y cómo le corrían las lágrimas por las mejillas!<br />
«¡Dios mío, ayúdanos! -rogaba-. ¡Ojalá nos hubiesen <strong>de</strong>vorado las fieras <strong>de</strong>l bosque; por lo menos habríamos<br />
muerto juntos!».<br />
- ¡Basta <strong>de</strong> lloriqueos! -gritó la vieja-; <strong>de</strong> nada han <strong>de</strong> servirte.<br />
Por la madrugada, <strong>Gretel</strong> hubo <strong>de</strong> salir a llenar <strong>de</strong> agua el cal<strong>de</strong>ro y encen<strong>de</strong>r fuego.<br />
- Primero coceremos pan -dijo la bruja-. Ya he calentado el horno y preparado la masa -.<br />
Y <strong>de</strong> un empujón llevó a la pobre niña hasta el horno, <strong>de</strong> cuya boca salían gran<strong>de</strong>s llamas.<br />
- Entra a ver si está bastante caliente para meter el pan -mandó la vieja.<br />
Su intención era cerrar la puerta <strong>de</strong>l horno cuando la niña estuviese en su interior, asarla y comérsela también.<br />
Pero <strong>Gretel</strong> le adivinó el pensamiento y dijo:<br />
- No sé cómo hay que hacerlo; ¿cómo lo haré para entrar?<br />
- ¡Habráse visto criatura más tonta! -replicó la bruja-. Bastante gran<strong>de</strong> es la abertura; yo misma podría pasar por<br />
ella -y, para <strong>de</strong>mostrárselo, se a<strong>de</strong>lantó y metió la cabeza en la boca <strong>de</strong>l horno.<br />
Entonces <strong>Gretel</strong>, <strong>de</strong> un empujón, la precipitó en el interior y, cerrando la puerta <strong>de</strong> hierro, corrió el cerrojo. ¡Allí era<br />
<strong>de</strong> oír la <strong>de</strong> chillidos que daba la bruja! ¡Qué gritos más pavorosos! Pero la niña echó a correr, y la malvada<br />
hechicera hubo <strong>de</strong> morir quemada miserablemente. Corrió <strong>Gretel</strong> al establo don<strong>de</strong> estaba encerrado Hänsel y le<br />
abrió la puerta, exclamando: ¡Hänsel, estamos salvados; ya está muerta la bruja! Saltó el niño afuera, como un<br />
pájaro al que se le abre la jaula. ¡Qué alegría sintieron los dos, y cómo se arrojaron al cuello uno <strong>de</strong>l otro, y qué <strong>de</strong><br />
abrazos y besos!<br />
Y como ya nada tenían que temer, recorrieron la casa <strong>de</strong> la bruja, y en todos los rincones encontraron cajas llenas<br />
<strong>de</strong> perlas y piedras preciosas.<br />
- ¡Más valen éstas que los guijarros! -exclamó Hänsel, llenándose <strong>de</strong> ellas los bolsillos.<br />
Y dijo <strong>Gretel</strong>:<br />
- También yo quiero llevar algo a casa -y, a su vez, se llenó el <strong>de</strong>lantal <strong>de</strong> pedrería.<br />
- Vámonos ahora -dijo el niño-; <strong>de</strong>bemos salir <strong>de</strong> este bosque embrujado -.
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<strong>Hansel</strong> y <strong>Gretel</strong> (<strong>La</strong> <strong>casita</strong> <strong>de</strong> <strong>chocolate</strong>)<br />
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A unas dos horas <strong>de</strong> andar llegaron a un gran río.<br />
- No podremos pasarlo -observó Hänsel-, no veo ni puente ni pasarela.<br />
- Ni tampoco hay barquita alguna -añadió <strong>Gretel</strong>-; pero allí nada un pato blanco, y si se lo pido nos ayudará a<br />
pasar el río -.<br />
Y gritó: «Patito, buen patito mío Hänsel y <strong>Gretel</strong> han llegado al río. No hay ningún puente por don<strong>de</strong> pasar; ¿sobre<br />
tu blanca espalda nos quieres llevar?». Acercóse el patito, y el niño se subió en él, invitando a su hermana a hacer<br />
lo mismo.<br />
- No -replicó <strong>Gretel</strong>-, sería muy pesado para el patito; vale más que nos lleve uno tras otro.<br />
Así lo hizo el buen pato, y cuando ya estuvieron en la orilla opuesta y hubieron caminado otro trecho, el bosque les<br />
fue siendo cada vez más familiar, hasta que, al fin, <strong>de</strong>scubrieron a lo lejos la casa <strong>de</strong> su padre. Echaron entonces<br />
a correr, entraron como una tromba y se colgaron <strong>de</strong>l cuello <strong>de</strong> su padre. El pobre hombre no había tenido una<br />
sola hora <strong>de</strong> reposo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día en que abandonara a sus hijos en el bosque; y en cuanto a la madrastra, había<br />
muerto. Volcó <strong>Gretel</strong> su <strong>de</strong>lantal, y todas las perlas y piedras preciosas saltaron por el suelo, mientras Hänsel<br />
vaciaba también a puñados sus bolsillos. Se acabaron las penas, y en a<strong>de</strong>lante vivieron los tres felices. Y colorín<br />
colorado, este cuento se ha acabado.<br />
Análisis <strong>de</strong> sus Valores<br />
Lo mejor <strong>de</strong>l cuento Lo menos bueno<br />
-- Ilustra la unión y la colaboración entre hermanos. -- Afecta a la confianza en los padres, pues los niños no<br />
enten<strong>de</strong>rán que abandonen a sus hijos. Mejor cambiar<br />
-- Los niños ven que ellos mismos pue<strong>de</strong>n resolver sus esa parte <strong>de</strong>l cuento.<br />
problemas<br />
-- Muestra el valor <strong>de</strong>l ingenio como arma <strong>de</strong> los que son<br />
más débiles.<br />
-- Expresa <strong>de</strong> forma comprensible que las aparaciencias<br />
engañan, y que lo que pue<strong>de</strong> parecer dulce e infantil<br />
pue<strong>de</strong> escon<strong>de</strong>r gran<strong>de</strong>s peligros<br />
-- No es machista: es la niña quien acaba con la bruja y<br />
salva a su hermano<br />
Valoración<br />
Es un cuento con muchos elementos educativos. Lejos <strong>de</strong> la imagen idílica y un poco tontorrona <strong>de</strong> muchos<br />
cuentos clásicos, brillan el ingenio y la colaboración, y sobre todo, la capacidad <strong>de</strong> resolver los problemas uno<br />
mismo, por pequeño que sea.<br />
Su único punto negativo es que hoy día ningún niño enten<strong>de</strong>rá que los padres abandonen en un bosque a sus<br />
hijos (hace siglos se llegaba a hacer, pero no hoy). Recomiendo cambiar esa parte <strong>de</strong>l cuento; por ejemplo, pue<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>cirse que los niños se perdieron siguiendo el olor <strong>de</strong>l <strong>chocolate</strong>, o si se quiere cambiar poco, hacer ver que la<br />
madrastra era la bruja y tenía hechizado al padre o lo hizo a sus espaldas.<br />
En cualquier caso, es un cuento que encantará a los niños, sobre todo si tienen hermanos. Es más, si tienes un<br />
niño y una niña, les encantará hacer una representación <strong>de</strong>l cuento, y ayudará muchísimo a que se sientan más<br />
unidos. Mis hijos se lo pasan en gran<strong>de</strong> representando este cuento.<br />
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