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CONFLICTO Y VALOR - Truth For the End of Time

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224<br />

Viernes 6 de agosto CONTAMINACIÓN Y PURIFICACIÓN*<br />

2 Rey. 2: 19-22.<br />

Y saliendo él a los manantiales de las aguas, echó dentro la sal, y dijo: Así ha dicho Jehová: Yo sané<br />

estas aguas y no habrá más en ellas muerte ni enfermedad. (2 Rey. 2: 21).<br />

Al arrojar sal en el manantial amargo, Eliseo enseñó la lección espiritual que fue impartida siglos más<br />

tarde por el Salvador a sus discípulos cuando declaró: "Vosotros sois la sal de la tierra". Al mezclarse<br />

la sal con las aguas contaminadas del manantial las purificó, y puso vida y bendición donde antes había<br />

habido maldición y muerte. Cuando Dios compara sus hijos con la sal, quiere enseñarles que su<br />

propósito al hacerlos súbditos de su gracia es que lleguen a ser agentes para salvar a otros. . .<br />

La sal debe mezclarse con la sustancia a la cual se añade; debe compenetrarla para conservarla. Así<br />

también es por el trato personal como los hombres son alcanzados por el poder salvador del Evangelio.<br />

No se salvan como muchedumbres, sino individualmente. La influencia personal es un poder. Debe<br />

obrar con la influencia de Cristo. . . y detener el progreso de la corrupción del mundo. . . Debe elevar y<br />

endulzar la vida y el carácter de los demás por el poder de un ejemplo puro unido con una fe y un amor<br />

fervientes. ..<br />

El arroyo contaminado representa el alma que está separada de Dios. . . Por medio del pecado, queda<br />

desordenado todo el organismo humano, la mente se pervierte, la imaginación se corrompe; las<br />

facultades del alma se degradan. Hay en el corazón ausencia de religión pura y santidad. El poder<br />

convertidor de Dios no obró para transformar el carácter. . .<br />

El corazón que recibe la palabra de Dios no es un estanque que se evapora. . . Es como un río que fluye<br />

constantemente, y a medida que avanza se va haciendo más hondo y más ancho, hasta que sus aguas<br />

vivificantes se extienden por toda la tierra. . . Así también sucede con el verdadero hijo de Dios. la<br />

religión de Cristo se revela como principio vivificante, como una energía espiritual viva y activa que lo<br />

compenetra todo. Cuando el corazón se abre a la influencia celestial de la verdad y del amor, estos<br />

principios vuelven a fluir como arroyos en el desierto, y hacen fructificar lo que antes parecía árido y<br />

sin vida (Pr<strong>of</strong>etas y Reyes, págs. 173-176).

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