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EL GRECO: LOS APÓSTOLES<br />

Santos y “locos de Dios”<br />

Entre 1600 y 1614, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y su taller realizaron al menos seis series<br />

pictóricas de Cristo y los Apóstoles. La serie del Museo del <strong>Greco</strong> de<br />

Toledo es la protagonista de este catálogo y de la exposición del<br />

mismo nombre organizada por la Fundación <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> <strong>2014</strong>.<br />

Estamos ante una serie de obras excepcionales sometidas al estudio<br />

de un destacado conjunto de investigadores. Sus trabajos explican<br />

el origen de la peculiar iconografía, el contexto en el que ésta<br />

aparece y las múltiples y variadas lecturas sufridas por los lienzos a<br />

lo largo de los siglos. Un revelador juego de miradas y reflexiones,<br />

que muestra el interés despertado por estas obras y su capacidad<br />

para introducirnos en la compleja personalidad del artista.<br />

EL GRECO:<br />

LOS APÓSTOLES<br />

Santos y “locos de Dios”<br />

EL GRECO: LOS APÓSTOLES<br />

Santos y “locos de Dios”


Museo de Guadalajara. Palacio del Infantado.<br />

16 Septiembre - 14 Noviembre<br />

Antiguo Convento de la Merced. Ciudad Real.<br />

27 Noviembre - 28 Enero<br />

EL GRECO: LOS APÓSTOLES<br />

Santos y “locos de Dios”<br />

Patrocinan: Colabora:<br />

Proyecto y organización:


MINISTERIO DE CULTURA<br />

Ministra<br />

Ángeles González-Sinde Reig<br />

Subsecretaria<br />

Mercedes <strong>El</strong>vira del Palacio Tascón<br />

Directora General de Bellas Artes y Bienes Culturales<br />

María Ángeles Albert de León<br />

Subdirector General de Museos Estatales<br />

Santiago Palomero Plaza<br />

JUNTA DE COMUNIDADES DE CASTILLA-LA MANCHA<br />

Presidente<br />

José María Barreda Fontes<br />

Vicepresidenta y Consejera de Economía y Hacienda<br />

María Luisa Araújo Chamorro<br />

Consejera de Educación, Ciencia y Cultura<br />

María Ángeles García Moreno<br />

Viceconsejero de Educación y Cultura<br />

Pedro Pablo Novillo Cicuéndez<br />

Director General de Promoción Cultural<br />

Rafael de Lucas Vargas<br />

Director General de Patrimonio Cultural<br />

Luis Martínez García<br />

FUNDACIÓN EL GRECO <strong>2014</strong><br />

Presidencia de Honor<br />

SS.MM. Los Reyes de España<br />

PATRONATO<br />

Presidente<br />

Gregorio Marañón y Bertrán de Lis *<br />

Vocales<br />

José María Barreda Fontes, Presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha<br />

Ángeles González-Sinde, Ministra de Cultura<br />

Braulio Rodríguez Plaza, Arzobispo de Toledo, Primado de España<br />

María Luisa Araújo Chamorro ** , Vicepresidenta y Consejera de Economía y Hacienda de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha<br />

Mercedes <strong>El</strong>vira del Palacio Tascón ** , Subsecretaria del Ministerio de Cultura<br />

María Ángeles García Moreno ** , Consejera de Educación, Ciencia y Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha<br />

María Ángeles Albert de León ** , Directora General de Bellas Artes y Bienes Culturales del Ministerio de Cultura<br />

Emiliano García-Page Sánchez, Alcalde de Toledo<br />

José Manuel Tofiño Pérez, Presidente de la Diputación Provincial de Toledo<br />

Ángel Felpeto Enríquez ** , Vicealcalde de Toledo y Concejal de Educación, Cultura, Festejos, Juventud y Deportes<br />

Juan Sánchez Rodríguez, Deán de la Santa Iglesia Catedral Primada de Toledo<br />

Andrés Javier Ruedas Carvajal ** , Ayuntamiento de Toledo<br />

* Presidente de la Comisión Ejecutiva de la Fundación <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> <strong>2014</strong><br />

** Vocal de la Comisión Ejecutiva de la Fundación <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> <strong>2014</strong>


EXPOSICIÓN<br />

Proyecto y organización<br />

Fundación <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> <strong>2014</strong><br />

Patrocinan<br />

Ministerio de Cultura<br />

Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha<br />

Colabora<br />

Caja Castilla La Mancha (CCM)<br />

Comisarios<br />

Fernando Marías<br />

María Cruz de Carlos Varona<br />

Documentalistas<br />

Fernando Abad Aguado<br />

Ramón Andrés del Pino<br />

Mercedes Casas de Santiago<br />

Cloe Cavero de Carondelet<br />

Marta Díaz Yáñez<br />

Valeria Manfré<br />

David Ruiz Eguía<br />

Coordinación<br />

Jana Zamacois<br />

Diseño y dirección de montaje<br />

db comunicación<br />

AMA Arquitectura<br />

Montaje<br />

Intervento<br />

Transporte y seguros<br />

SIT Transportes Internacionales<br />

AGRADECIMIENTOS<br />

CATÁLOGO<br />

Edita<br />

Fundación <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> <strong>2014</strong><br />

Coordinación editorial<br />

Fernando Marías<br />

María Cruz de Carlos Varona<br />

Jesús Carrobles<br />

Autores<br />

Fernando Marías<br />

María Cruz de Carlos Varona<br />

Leticia Ruiz Gómez<br />

Ana Carmen Lavín<br />

Jesús Carrobles<br />

Fichas<br />

Fernando Abad Aguado<br />

Ramón Andrés del Pino<br />

María Cruz de Carlos Varona<br />

Mercedes Casas de Santiago<br />

Cloe Cavero de Carondelet<br />

María Luz Crespo<br />

Miguel Ángel Cuadrado<br />

Marta Díaz Yáñez<br />

Valeria Manfré<br />

Fernando Marías<br />

David Ruiz Eguía<br />

Diseño y maquetación:<br />

db comunicación<br />

© de la edición: Fundación <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> <strong>2014</strong>.<br />

© de los textos: sus autores.<br />

© de las imágenes: sus autores o las instituciones.<br />

ISBN: 978-84-938268-0-2<br />

Depósito legal: TO-0431-2010<br />

Personas:<br />

Emilia Aglio, Ana Bau, Fernando Aguado, Juan Manuel de la Cruz, Andrés Gutiérrez, María del Carmen Ibáñez,<br />

Amalia Jiménez, Enrique Jiménez, Vicente Larraga, Carlos Macía, José de la Mano, Sergio Martínez, Marta Monterroso,<br />

Carmen Morales, Isabel Ortega, Manuel Osuna, Olvido Partearroyo, Consolación Pastor, José Juan Pérez Preciado, Ana Vicente.<br />

Instituciones:<br />

Archivo Histórico Provincial de Toledo / Biblioteca de Albacete / Biblioteca de Castilla-La Mancha /<br />

Biblioteca del CSIC / Biblioteca Nacional / Christie´s España / Colección Fernando Abad, Madrid /<br />

Fundación Cultura y Deporte de Castilla-La Mancha / Fundación Ortega-Marañón / Museo de Ciudad Real /<br />

Museo del <strong>Greco</strong> / Museo de Guadalajara.


José María Barreda Fontes<br />

Presidente de Castilla-La Mancha<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> es una seña de identidad cultural universal que tiene su más excelente manifestación<br />

en Toledo. Ya está cercana la fecha del IV Centenario de su muerte en el <strong>2014</strong>.<br />

Con este motivo, considerado un verdadero hito en la historia del arte, el Gobierno Regional<br />

ha creado la Fundación <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> <strong>2014</strong>, con el objetivo de ensamblar todos los<br />

actos entorno a este evento y lograr con ello un mejor conocimiento de la figura del artista,<br />

una extensión social de la cultura y un incremento patrimonial que, trascendiendo<br />

la citada fecha, fomente los valores de Toledo, de Castilla-La Mancha y de España.<br />

Ese es el propósito del que parten los responsables de la Fundación <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> <strong>2014</strong>, con<br />

un proyecto abierto, colaborador e integrador de esfuerzos e instituciones, para abordar<br />

su trayectoria, a la que da inicio con las exposiciones bajo el título: <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>: Los<br />

Apóstoles. Santos y “locos de Dios”, de las que da cuenta este catálogo.<br />

La universalidad de la figura de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y su representatividad como símbolo en el<br />

gran código de la historia del arte están, hoy, fuera de toda duda. <strong>El</strong> gran pintor forma<br />

parte del imaginario colectivo que no conoce fronteras. Por ello, considero un gran<br />

acierto que se comience brindando esta espléndida muestra de su apostolario, fuera<br />

de su lugar habitual en Toledo, en dos marcos culturales tan importantes como son<br />

el Palacio del Infantado, en Guadalajara, y el Antiguo Convento de la Merced, en Ciudad<br />

Real, emplazamientos que son también, a su vez, símbolos esenciales del arte y<br />

el patrimonio en Castilla-La Mancha.<br />

Estimo que es una acertada decisión la de dar a la muestra carácter itinerante, para<br />

que sea contemplada y disfrutada en distintas ubicaciones. De la misma manera que<br />

la ciudad histórica de Toledo trasciende sus propias murallas, la figura de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> se<br />

propaga como patrimonio colectivo que se debe acercar a las personas para ser contemplado<br />

y disfrutado.<br />

Agradezco el compromiso, la implicación y la voluntad cooperativa mostrada por el<br />

Ministerio de Cultura que, junto con el Gobierno de Castilla-La Mancha, ha propiciado<br />

que estas exposiciones sean una brillante realidad.<br />

Felicito a todos los artífices de esta primera gran iniciativa de la Fundación <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>,<br />

entre los que cuento a todas las personas responsables de la composición y redacción<br />

de este valioso catálogo, que han hecho posible, con su trabajo y esfuerzo, que<br />

la pintura de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> pueda estar al alcance de quienes quieran conocerla y gozar<br />

con su contemplación.<br />

Para el Gobierno que presido es una satisfacción y un orgullo trabajar por la cultura<br />

y acercar las obras de grandes artistas, artistas universales como <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, al mayor<br />

número de personas y, al mismo tiempo, supone abrir al mundo una nueva puerta<br />

para que conozca las maravillas, en este caso artísticas, que queremos compartir en<br />

nuestra Comunidad.<br />

7


Ángeles González-Sinde<br />

Ministra de Cultura<br />

La exposición <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>: Los Apóstoles. Santos y “locos de Dios” es el primer<br />

evento organizado por la Fundación <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> <strong>2014</strong>, el Ministerio de Cultura y la<br />

Junta de Comunidades de Castilla La-Mancha. Su inauguración marca el punto de<br />

partida de los actos de conmemoración del IV centenario de la muerte del genial pintor<br />

cretense, que culminarán en el año <strong>2014</strong>. Hasta entonces, todas y cada una de<br />

las instituciones públicas y privadas representadas en su Patronato, quedamos comprometidas<br />

con un modelo de trabajo que permite coordinar nuestros esfuerzos y,<br />

sobre todo, optimizar nuestros recursos.<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> es un pintor universal cuyas obras están presentes en las mejores pinacotecas<br />

del mundo. Aunque fueran realizadas en Toledo, nunca antes se habían expuesto<br />

series originales completas de este artista en las ciudades de Guadalajara y Ciudad<br />

Real. Este es el verdadero valor de la exposición que ahora presentamos, el de acercar<br />

el arte a nuestra propia gente. Por primera vez los vecinos de ambas poblaciones<br />

podrán disfrutar de auténticos iconos de la cultura universal en los renovados Museos<br />

del Infantado y de la Merced. Un auténtico acontecimiento que, esperamos, tenga el<br />

éxito y la repercusión que merece.<br />

La celebración de estas exposiciones ha supuesto el primer escalón de un proyecto<br />

de interés científico, cultural, social y económico. Este catálogo muestra que el esfuerzo<br />

ha merecido la pena y que podemos esperar nuevas e interesantes propuestas<br />

para el futuro más próximo, gracias al trabajo de la Fundación <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> <strong>2014</strong>.<br />

A todos los que trabajan en ella y en especial a su Presidente, Gregorio Marañón y<br />

Bertrán de Lis, queremos hacerles llegar nuestro reconocimiento y apoyo. Saben que<br />

siempre podrán contar con el Gobierno de España.<br />

9


<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, un inmigrante del siglo XVI<br />

Gregorio Marañón y Bertrán de Lis<br />

Presidente de la Fundación <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> <strong>2014</strong><br />

Un viaje, por largo que sea, depende de un primer paso. En el caso de la Fundación<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> <strong>2014</strong>, constituida en marzo de este año por la Junta de Comunidades de<br />

Castilla-La Mancha y el Ministerio de Cultura con la colaboración del Ayuntamiento<br />

de Toledo, la Diputación Provincial y el Arzobispado bajo la Presidencia de Honor de<br />

Sus Majestades los Reyes, el camino se inicia con esta primera exposición titulada<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>: Los Apóstoles. Santos y “locos de Dios”, centrada en los cuadros del<br />

genial pintor cretense que se conservan en el Museo del <strong>Greco</strong>.<br />

Se trata de una serie de obras excepcionales que hemos sometido al estudio de un<br />

destacado conjunto de investigadores liderado por Fernando Marías y María Cruz de<br />

Carlos Varona. Sus trabajos explican el origen de la peculiar iconografía, el contexto<br />

en el que ésta aparece y las múltiples y variadas lecturas aplicadas a los lienzos a lo<br />

largo de los siglos. Un revelador juego de miradas y reflexiones, que muestra el interés<br />

despertado por estas obras y su capacidad para introducirnos en la compleja personalidad<br />

del artista.<br />

Esta iniciativa de la nueva Fundación creada para celebrar la figura del <strong>Greco</strong> en el<br />

cuarto centenario de su muerte consiste en una exposición triplemente significativa:<br />

por la altísima calidad de las obras que se exponen, por el atractivo del innovador<br />

discurso expositivo y por ser la primera vez que estas dos ciudades castellano manchegas,<br />

Guadalajara y Ciudad Real, acogen semejante conjunto de obras del <strong>Greco</strong>,<br />

después de su largo recorrido de dos años por España, Europa y América e inmediatamente<br />

antes de la esperada reapertura del Museo toledano del artista.<br />

La Fundación <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> <strong>2014</strong> nace con la voluntad de conmemorar la capacidad creativa<br />

de un artista único y genial. También, con la intención de crear nuevos modelos<br />

para favorecer el uso y disfrute de nuestro Patrimonio histórico y procurar el cumplimiento<br />

de sus funciones sociales, más necesarias que nunca.<br />

<strong>El</strong> inestimable apoyo del Ministerio de Cultura y de la Biblioteca Nacional con el préstamo<br />

del Apostolado y de las obras de arte que completan la exposición, así como la<br />

incondicional ayuda de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha han sido los<br />

pilares de un proyecto que empieza a ser una feliz realidad.<br />

Dicen los viajeros que los momentos más apasionantes suceden al inicio y a la llegada.<br />

En nuestro caso este catálogo, testimonio de la ambición por la excelencia que<br />

nos guía, y su correspondiente exposición, se sitúan en ese primer momento en el que<br />

la ilusión supera cualquier dificultad.<br />

Nos convoca aquel inmigrante de Creta, isla entonces dependiente de Venecia, que<br />

desde Roma llegó a Toledo en 1577 y que se hizo tan nuestro que hoy es un icono<br />

universal indisociable de nuestra capital regional.<br />

11


Índice<br />

15<br />

53<br />

85<br />

101<br />

127<br />

216<br />

Los Apóstoles del <strong>Greco</strong> entre ayer y hoy:<br />

de modelos ejemplares a “locos de Dios”<br />

Fernando Marías<br />

“Speculum Pastorum”. Los Apóstoles del <strong>Greco</strong><br />

y la Iglesia toledana de comienzos del Seiscientos<br />

María Cruz de Carlos Varona<br />

Galerías de “retratos” del <strong>Greco</strong>: los apostolados<br />

Leticia Ruiz Gómez<br />

Cien años del Apostolado del Museo del <strong>Greco</strong>:<br />

el experimento de Marañón y otras propuestas<br />

Ana Carmen Lavín y Jesús Carrobles<br />

Fichas<br />

Bibliografía<br />

13


eco<br />

LOS APÓSTOLES DEL GRECO<br />

ENTRE AYER Y HOY:<br />

DE MODELOS EJEMPLARES<br />

A “LOCOS DE DIOS”<br />

Fernando Marías 1<br />

Universidad Autónoma de Madrid<br />

Doménico Theotocópoli ‘<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>’ (Candía, Creta, 1541-Toledo, 1614), pintor que sintetiza<br />

las tradiciones de la pintura griega, el color veneciano y el diseño romano, desarrolló<br />

una fantástica y cambiante carrera artística en Creta, Venecia, Roma y Toledo, ciudad<br />

donde transcurrió la mitad de su vida. En España, <strong>El</strong> Griego de Toledo se convirtió en el<br />

artista más singular de los reinados de Felipe II y Felipe III, asombrando a propios y extraños<br />

por sus composiciones complejas, sus colores brillantes, sus juegos de luces,<br />

sombras, transparencias y reflejos, su capacidad naturalista en telas o celajes, la belleza<br />

pálida de sus mujeres y la sobria elegancia de sus varones, su imaginación desbordante<br />

a la hora de representar lo sobrenatural, su logro de dar vida a las ficciones<br />

pictóricas. Nada semejante se había visto antes en España, y por ello su arte complejo,<br />

intelectualizado y arrebatador causó asombro y admiración pero también desasosiego<br />

y rechazo, sobre todo por su desprecio de ciertas convenciones y la consciente exhibi-<br />

15


16<br />

ción de su valor y su diferencia. <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> creó con sus pinceles un nuevo mundo de imágenes<br />

religiosas, y una revolucionaria forma de tratar y mostrar a los individuos divinos<br />

o terrenales, de tal fuerza que hoy podemos fácilmente reconocerlo como propio del<br />

Griego de Toledo.<br />

Doménikos Theotokópoulos o Doménico Theotocópuli –fórmula que adoptó en Italia<br />

y mantuvo en España– constituye uno de los case-studies más interesantes para<br />

constatar la influencia de sus interpretaciones fundacionales tanto sobre nuestra percepción<br />

moderna como sobre la realidad documental. A ‘Ménegos Theotokópoulos’ en<br />

Candía (Iraklion), ‘Domenico <strong>Greco</strong>’ en Italia o ‘<strong>El</strong> Griego de Toledo’ en España, lo conocemos<br />

hoy como ‘<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>’, personaje que, formado como simple pintor de iconos en<br />

la isla greco-veneciana, se transformó en un artista occidental refinado y complejo. Famoso<br />

en su tiempo como retratista a la veneciana y como persona difícil por su carácter<br />

arrogante, orgulloso y despreciativo y por su altísima consideración como artista-autor<br />

(características que lo convirtieron en “extravagante”), gozó en vida de una estimación<br />

minoritaria, basada en su capacidad de pintor naturalista, colorista e intelectual, “filósofo<br />

de agudos dichos”, que parecía querer sintetizar ideas aristotélicas y neoplatónicas,<br />

como intentó en su propia pintura fundir a Tiziano y Tintoretto con Miguel Ángel y Giorgio<br />

Giulio Clovio “el pequeño miguelángel”.<br />

UN GRIEGO CAMBIANTE<br />

Desde su “recuperación” hacia 1900 (Cossío 1908; ed. revisada por Natalia Cossío de<br />

Jiménez 1972 y 1981 2 ), sin embargo, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> se transformó en un pintor universal, anticipador<br />

de los movimientos modernos por su libertad expresiva, arquetípico representante<br />

del espíritu castellano del siglo XVI y de las tendencias religiosas minoritarias<br />

–ascéticos y místicos– o más institucionalizadas y canónicas de la Contrarreforma católica<br />

tanto italiana como española.<br />

Hoy, un siglo después, la imagen histórica del <strong>Greco</strong> ha cambiado sustancialmente.<br />

Si en 1900 su biografía comenzaba entre Venecia y Roma en 1570, hoy (desde 1986,<br />

2000 y 2009) se inicia en 1563 2 , momento en que aparece en Candía como “maestro”<br />

junto a su hermano Manusso y sus respectivas familias, y donde permaneció como ‘maistro<br />

sgouráfos’ (maestro pintor) hasta 1567. Si su obra pictórica se iniciaba hace un siglo<br />

en Venecia y a veces ni se le reconocía como propio el ‘Tríptico de Modena’ (ca. 1568-<br />

69), hoy contamos con tres tablas firmadas en el estilo bizantino tardo-paleólogo que comenzó<br />

cultivando con sus coetáneos cretenses, pero que incluía fórmulas occidentales<br />

tomadas de estampas, tablas que podrían haber sido pintadas antes de su llegada a Venecia<br />

o, durante su primer periodo de transformación, ya en la ciudad de la Laguna. También<br />

disponemos ahora, no solo de medio millar de documentos españoles sobre<br />

Doménico, sino asimismo de cuatro de Creta (1563-66), uno de Venecia (1568) y cinco<br />

de Roma (1570-73); y hay que sumar las preciosas anotaciones autógrafas que con sus<br />

ideas sobre la pintura y la arquitectura incluyó en los márgenes de los ejemplares de dos


de sus libros, Le Vite de Giorgio Vasari (ca. 1586) y De architettura de Vitruvio editado por<br />

Daniele Barbaro (ca. 1592) 3 . En ellas, redactadas en una lengua que podríamos denominar<br />

itañol, y sorprendentemente para el contexto español en que se redactaron, así como<br />

para su finalidad de constituir materiales para un tratado hoy perdido, se evidenciaba su<br />

silencio respecto al estatuto y las funciones religiosas de la pintura, y se defendía la autonomía<br />

tanto del arquitecto como del artista –como colorista– y los fines preferentemente<br />

cognoscitivos –naturalistas y filosóficos– del arte. Estas ideas concuerdan con su itinerario<br />

vital desde Creta, como pintor de iconos, hasta Roma y Toledo, como artista de renombre<br />

y su frustrada búsqueda de una protección áulica, cardenalicia o regia.<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, Dormición de la Virgen<br />

(ca. 1566), Sira, Ermoúpolis,<br />

Koímesis.<br />

17


18<br />

Desconocemos las razones de su viaje a España, donde se encontraba quizá ya en<br />

1576 o con seguridad desde 1577, en Madrid y luego en Toledo, donde contrataría con<br />

la catedral primada y con el monasterio de Santo Domingo el Antiguo sus primeros lienzos<br />

(1577), el Expolio para aquélla y los de los tres retablos –diseñados pero no construidos<br />

por <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>– para éste. Trajo y con él vivió hasta su muerte un ayudante italiano,<br />

Francisco Prevoste; en 1578 nació su hijo Jorge Manuel Theotocópuli, fruto natural de<br />

unas relaciones efímeras con Jerónima de las Cuevas, mujer que procedía del medio<br />

artesanal toledano, tal vez converso. Desde esta fecha, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> reside en Toledo, de<br />

donde saldrá en escasas ocasiones, siempre por motivos laborales. Tras ver rechazado<br />

en 1584, por Felipe II y el monasterio del Escorial, su encargo regio del Martirio de San<br />

Mauricio para su basílica, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> amplió su taller, iniciando la producción de retablos<br />

–no solo de lienzos– para conventos y parroquias de la ciudad y del arzobispado toledano,<br />

así como de cuadros de dimensiones reducidas para la devoción de una clientela<br />

privada. Sus principales trabajos consistieron en la ejecución global de retablos para<br />

monasterios, parroquias y capillas, sucediéndose los de la parroquia de Talavera la Vieja<br />

(Cáceres), la Capilla de San José y la del Colegio de San Bernardino de Toledo, el Colegio<br />

de la Encarnación o de doña María de Aragón de Madrid, la iglesia del Hospital de<br />

la Caridad de Illescas, la Capilla de Isabel de Ovalle de la parroquia de San Vicente Mártir<br />

o los del Hospital de San Juan Bautista o Tavera, de Toledo, inacabados a su muerte<br />

tanto es sus lienzos como en la arquitectura del mayor.<br />

En algunos de estas últimas obras, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> tendió a proyectar de forma altamente<br />

innovadora conjuntos artísticos plurales, en los que se combinaban las esculturas, la arquitectura<br />

de los retablos con sus lienzos y otras telas empotradas en muros y bóvedas,<br />

complejos sistemas formales y visuales que debieron producir –es difícil encontrar alguno<br />

en su estado original– efectos de una fascinante teatralidad. Proyectó obras de escultura<br />

y de arquitectura, disciplina ésta que le interesó vivamente durante su carrera<br />

española y en la que, aun sin diseñar ningún edificio, adoptó una postura de oposición<br />

a los postulados locales, marcados desde la corte por Juan de Herrera y, en Toledo, por<br />

sus fieles seguidores.<br />

En un ambiente refinado, trampeando, empeñado y gastando más de lo que ingresaba<br />

por su trabajo, sin formar parte de ninguna cofradía y rodeado por la intelectualidad<br />

académica toledana y un breve grupo de amigos italianizados y helenistas, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong><br />

murió sin otorgar testamento el 7 de abril de 1614, dejando una obra elogiada por los poetas<br />

culteranos como Luis de Góngora y Fray Hortensio Félix Paravicino, y coleccionada<br />

por los entendidos en el arte de la pintura; también disfrutó en vida y dejó fama de “extravagante”,<br />

singular y paradójico por su pensamiento teorético y su estilo personalísimo,<br />

fácilmente reconocible como suyo, mitificado por sus colegas a causa de sus<br />

tentativas por la dignificación social de la profesión pictórica, criticado también por los<br />

más intransigentes teóricos contrarreformistas por sus licencias formales e iconográficas<br />

–de tono, conjunto o detalle–, quienes rechazaban su desmedido interés por los aspectos<br />

supérfluos, formalistas, de sus obras, y el carácter inapropiado de sus realizaciones<br />

religiosas desde el punto de vista funcional más importante para la época, que incenti-


<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, La Asunción (1578),<br />

Chicago, The Art Institute.<br />

19


20<br />

varan en el espectador los deseos de rezar, como señalara en 1605 el historiador jerónimo<br />

del Escorial Fray José de Sigüenza.<br />

A pesar de ello y de sus constantes problemas con sus mecenas (desde el Cardenal<br />

Alessandro Farnese en Roma a Felipe II) y sus clientes institucionales eclesiásticos (se han<br />

documentado nueve pleitos, incoados por él o por su clientela, a causa del precio por el<br />

que se tasaban sus lienzos o por las quejas, de orden técnico o por razones iconográficas<br />

y devocionales), la obra religiosa del <strong>Greco</strong> gozó también del éxito que prueban sus<br />

encargos y sus series de lienzos de determinadas iconografías, que testimonian las devociones<br />

principales de la época y la aceptación de sus propuestas por sectores de fieles<br />

que todavía han de estudiarse en profundidad. Es indudable que su búsqueda de la<br />

belleza humana afectó también a la de Cristo, la Virgen María, los santos y, sobre todo, a<br />

la de los seres celestiales, angélicos y bienaventurados, que alcanza una cima en <strong>El</strong> entierro<br />

del Señor de Orgaz (Santo Tomé, 1584-87); en aquéllos se evitó una representación<br />

patética de la Pasión o el martirio, reduciendo la sangre o las emociones y el sufrimiento;<br />

en éstos se acentuaron los carácteres que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> identificó con la belleza –altura, estilización,<br />

complejidad, escorzos y dinamismo de la figura serpentinata–; y ambos mundos<br />

se fundían en las representaciones epifánicas, en las que la divinidad irrumpía en el mundo<br />

terrenal.<br />

Si para un pintor-filósofo como <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, este proceder podía entenderse como su<br />

investigación naturalista de la realidad plural, también podía leerse como un ejercicio<br />

personal de teología, en el que la figuración pictórica permitía un determinado conocimiento<br />

de Dios y de sus santos. Si es posible que todos estemos hoy en día de acuerdo,<br />

no obstante, en su propio tiempo su propuesta no obtuvo la respuesta unánime que cabría<br />

haber esperado.<br />

LOS APÓSTOLES DEL SIGLO XVII<br />

En este sentido, las series de los Apóstoles del <strong>Greco</strong> demuestran ambos temas muy a<br />

las claras, dado que, por una parte, nuestra lectura moderna, al menos la novecentista,<br />

coincide difícilmente con la que tuvo que justificar su producción a comienzos del siglo<br />

XVII. Por otra parte, la representación de los apóstoles plantea problemas de orden religioso<br />

e histórico, empezando por el de su identificación.<br />

Según los evangelios sinópticos (por ejemplo en Mateo, 10, 2-4), “Los nombres de<br />

los doce apóstoles son éstos: <strong>El</strong> primero Simón, por sobrenombre Pedro y Andrés su hermano;<br />

Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, su hermano; Felipe y Bartolomé; Tomás y<br />

Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y [Judas] Tadeo; Simón el Cananeo, y Judas<br />

Iscariote, el mismo que le vendió. A éstos doce envió Jesús, dándoles las siguientes instrucciones”.<br />

Los Hechos de los apóstoles (Hc. 1, 13) citan a los mismos, “Y cuando llegaron<br />

subieron a la estancia superior, donde vivían, [11] Pedro, Juan, Santiago [Zebedeo<br />

o el Mayor] y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo [el Menor],<br />

Simón el Zelotes y Judas de Santiago”, añadiéndose Matías para sustituir a Judas Isca-


iote (Hc. 1, 26). En otros pasajes, también se les dieron nombre de apóstoles a Pablo<br />

de Tarso y Bernabé. En el contexto toledano del <strong>Greco</strong>, Alonso de Villegas, en su Flos<br />

sanctorum II (1586 y 1691, pp. 59 y 256), recalcaría la presencia de los once, según narraba<br />

San Lucas, y cómo se sustituyó a San Matías por San Pablo.<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> sustituyó al duodécimo por San Pablo, jamás por San Matías. Y en algunas<br />

ocasiones San Lucas –que como el también evangelista San Marcos no figuró en ninguna<br />

relación de los apóstoles– tomó el lugar de San Bartolomé, aparentemente excepcional<br />

en los apostolados del candiota; no obstante, a veces aparece entre los<br />

apóstoles de la catedral de Toledo como San Marcos un posible San Simón. En otros<br />

casos, como vemos, las cosas no están tan claras 4 , pues sus series presentan diferentes<br />

problemas de identificación de los santos representados, al carecer muchas veces<br />

de inscripciones o haber sido añadidas y no concordar siempre sus iconografías con<br />

las que aparecen en otros conjuntos; da la impresión de que el cretense en muchos<br />

casos prefirió tal ambigüedad, o polivalencia, a una evidente y precisa explicitación del<br />

santo pintado en sus diferentes apostolados; primaba su intercambiabilidad, su funcionalidad,<br />

más que la exactitud o su calidad total; su propia naturaleza era la de serie más<br />

que la de suma de individuos perfectamente reconocibles.<br />

En un texto, fueran los evangelios o sus comentarios o cualquier otro, la identificación<br />

de un apóstol se basaba simplemente en su designación, en la aparición de su<br />

nombre; en una imagen, o éste se incluía como inscripción como se hizo en alguna de<br />

las series, aunque no sabemos si de origen o como información añadida al carecer de<br />

la misma, o se tenían que buscar nuevas fórmulas. Éstas venían de sus propias historias<br />

cuando precisaban episodios específicos con los que se les podía dotar de un elemento<br />

identificador, fundamentalmente el de sus instrumentos de martirio, convertidos<br />

en los principales atributos; los colores de sus vestiduras, túnicas y mantos pudieron establecer<br />

tradiciones en el arte occidental, que los artistas tendían a seguir, pero difícilmente<br />

pudieron sustituir a los instrumentos. Incluso en algunos textos quinientistas de<br />

especial prolijidad, y proximidad al <strong>Greco</strong> por otra parte, como los de Alonso de Villegas,<br />

las precisiones eran limitadas en número y objetos de la vestimenta. Veamos tres<br />

ejemplos recogidos en su Fructus sanctorum y Quinta Parte del Flos sanctorum<br />

(Cuenca, 1594):<br />

“San Pedro, príncipe de los Apóstoles, traía por vestido ordinario una túnica,<br />

de donde tuvo origen la sotana de los clérigos, y un palio, de donde también<br />

le tuvo el manteo que usan, y unos sandalios en los pies, que son al talle del<br />

calçado que traen algunos frailes menores, que solamente defienden que el<br />

pie no toque a la tierra en tiempo frío y húmedo; éstos por otros nombres se<br />

llaman cáligas… de su vestido haze mención San Clemente Papa en sus Recogniciones.<br />

Y hase de advertir en los sandalios que por la parte de la tierra<br />

estavan cubiertos, y por la parte del Cielo, descubiertos, porque a los santos<br />

y varones religiosos háseles de descubrir el Cielo y encubrir la tierra”.<br />

21


<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, La Oración en el huerto<br />

(ca. 1590-1595), antes en Gijón,<br />

Instituto Jovellanos.<br />

22<br />

Ninguna precisión de color se podía<br />

extraer y, desde luego, la referencia a la<br />

proximidad de su túnica a las sotanas clericales<br />

contemporáneas no parece que hiciera<br />

mella alguna en el imaginario artístico.<br />

Tampoco parecen haberse seguido en sus<br />

detalles las indicaciones respecto a San<br />

Bartolomé que aparecían en diferentes pasajes;<br />

en unos los vestidos blancos se<br />

adornaban respectivamente con figuras de<br />

clavos y piedras preciosas del color de la<br />

púrpura real de la que supuestamente descendía<br />

este apóstol:<br />

“San Bartolomé usava vestirse un colobio blanco, que era como ropilla corta<br />

sin mangas, y un palio o capa larga de grana, y sandalios. Afirma ésto Abdías<br />

en su Vida, y que en veinticinco años, ni se envegecieron, ni se ensuciaron,<br />

ni menos el calçado se gastó. Y aunque el santo guardó la moderación y pobreza<br />

en el vestido que los demás Apóstoles, sólo conservó el palio de púrpura<br />

diferente dellos, para dar a entender la real sangre de donde venía,<br />

aunque nacido en Galilea, y que la avía menospreciado y tenido en poco por<br />

seguir a Cristo”.<br />

En tercer lugar, al llegar a la descripción de Santiago Alfeo o el Menor, se apunta una<br />

específica tipología humana, que no parece haberse tampoco seguido por la confusión<br />

que podría haber generado, al lado del aire poco digno que se habría desprendido de<br />

atenerse a algunos aspectos de esta descripción:<br />

“Jacobo el Menor, que por la semejança en el rostro y persona fue llamado<br />

hermano de Cristo entre todos sus primos, no traía vestido de paño, sino de<br />

lino. No se quitava el cabello, ni ungía con óleo según el uso de la tierra, ni<br />

se bañó, y con este traje y atavío era tenido en tanto que a él sólo consentían<br />

los judíos entrar en los lugares del templo vedados aun a los comunes<br />

sacerdotes. Dízelo Egesipo, libro quinto”.<br />

Solo en casos contados las fisonomías de los personajes –tradicionales más que estrictamente<br />

históricas– pudieron erigirse en caracteres identificatorios; San Juan Evangelista<br />

siempre sería el más joven, mientras que San Pedro adoptaba los rasgos de un<br />

canoso y sólido hombre maduro, y San Pablo los de un calvo y moreno “hebreo” de nariz<br />

aguileña. De todas formas, como veremos, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> pudo repetir básicamente en sus series<br />

un repertorio de fisonomías y colores, pero no siempre se mantuvieron de forma sistemática<br />

ni permitieron una identificación indiscutible.<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, La Oración en el huerto (ca. 1590-<br />

1595), Cuenca, Museo Diocesano.


24<br />

De hecho, algunos de los apóstoles del <strong>Greco</strong> cambiaron sus atributos martiriales<br />

o, como en el caso de San Pedro –sus llaves– o en el de Santo Tomás, profesionales<br />

(unas veces la escuadra de su actividad de arquitecto, fuera en la India o en la edificación<br />

alegórica, y otras la lanza de su martirio). En otros casos, como en nuestro San Bartolomé,<br />

se sumó extrañamente el cuchillo con el que fue desollado –que solía estar<br />

acompañado por su propio pellejo, con artísticas posibilidades autorretratísticas como<br />

en Miguel Ángel o Pedro de Campaña– con la imagen del demonio Astaroth, al que<br />

había vencido y encadenado en el reino de Polimio, tras expulsarlo milagrosamente del<br />

cuerpo de una joven poseída; se trata de la única vez en el que se da esta redundancia<br />

totalmente innecesaria, al lado de la copresencia de la espada y una epístola en<br />

San Pablo.<br />

En cierto sentido, aunque algunos de sus miembros pudieran ser intercambiables, lo<br />

importante era la serie de los doce apóstoles rodeando a Cristo Salvador como un colegio<br />

apostólico plenamente –aunque no históricamente– constituido; al tratarse de series<br />

en las que siempre se ha excluido a Judas Iscariote, son en lo temporal posteriores<br />

a la Pasión y muerte de Cristo. Esta seriación no requería un específico orden de presentación<br />

sino su misma exposición sinóptica. La sucesión temporal era requisito sine<br />

que non en la elocución de los nombres de la lista apostólica fuera la enunciada por San<br />

Mateo (Pedro y Andrés, Santiago Zebedeo y Juan, Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo,<br />

Santiago Alfeo y Judas Tadeo, y Simón y el sustituto de Judas Iscariote, fuere el que<br />

fuere) o cualquier otra. Las series de estampas que se recojen como contexto visual en<br />

esta exposición solían tener un orden específico, muchas veces solo establecido por los<br />

textos que los acompañaban, como el del Credo, como es lógico en el caso de unos grabados<br />

que se contemplarían diacrónicamente, uno detrás de otro, como si fueran naipes<br />

o estampitas que se recogían en un pequeño mazo.<br />

MIRANDO APÓSTOLES<br />

Las series de lienzos del <strong>Greco</strong> se contemplaban de forma distinta, colgados de los<br />

muros de una sala, e importaba más su desplegamiento total y su visión de conjunto<br />

que su mera sucesión 5 . Tal vez por ello ha sido y es sumamente difícil reconstruirles un<br />

orden, a pesar de los varios intentos 6 , en dos secuencias de seis apóstoles en direcciones<br />

opuestas (de derecha a izquierda y de izquierda a derecha) a partir de la imagen central<br />

de Cristo. Y ello a pesar de que ya en el texto de San Mateo se recogían claramente<br />

parejas, que podrían haber establecido un diálogo a través del espacio de la sala en<br />

que se colgaran; aunque éstas tuvieran su propia lógica, no terminaban de ser “apropiadas”<br />

desde un punto de vista institucional, al negarle una posición privilegiada a San<br />

Pablo junto a San Pedro.<br />

Es posible, por lo tanto, que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> optara por una solución resueltamente figurativa,<br />

aunque siempre con un elemento discordante, la iluminación de los apóstoles,<br />

desde la izquierda en todos y cada uno de los casos. Una de estas soluciones sería que<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, La Pentecostés (ca. 1600)<br />

Madrid, Museo del Prado, P828.


<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, San Pablo (ca. 1607),<br />

Toledo, Museo del <strong>Greco</strong> (detalle).<br />

Foto: David Blázquez.<br />

26<br />

seis apóstoles tuvieran que mirar a nuestra derecha y a su izquierda hacia Cristo, y otros<br />

seis hacia nuestra izquierda y su propia derecha en dirección al Salvador 7 ; desde el centro<br />

hacia los extremos, los dos sextetos se organizarían de acuerdo con su propio lenguaje<br />

corporal, sus cuerpos y cabezas escorzadas, de forma que los más laterales<br />

presentaran una imagen de perfil, girando hacia los tres cuartos a medida que se aproximaban<br />

al Salvador, flanqueado por San Pedro a la izquierda y San Pablo a la derecha,<br />

y concluyendo en los extremos con San Felipe a la izquierda y San Andrés a la derecha.<br />

Otra opción podría haber sido la construcción de parejas que dialogaran entre sí, al margen<br />

de su composición in crescendo hacia Cristo. No obstante, ninguna de estas soluciones,<br />

como otras que se han intentado, resulta plenamente satisfactoria, por lo que la<br />

idea de su intercambiabilidad de posición vuelve a surgir como característica propia de<br />

sus series, y en las que el orden podía venir dado por una decisión de quien tuviera que<br />

colgar los doce lienzos, aun excluyendo siempre a Pedro y Pablo.


Esta idea de la intercambiabilidad, al lado de la innecesaria identificación precisa de<br />

los apóstoles como individuos parece haber presidido también el tratamiento de los<br />

apóstoles por parte del <strong>Greco</strong> en sus representaciones en “historias”, en los episodios<br />

neotestamentarios en los que todos o una fracción habían hecho acto de presencia. Y<br />

esta constatación nos lleva incluso hasta su Creta natal, donde podemos situar su primer<br />

“incursión” apostólica.<br />

<strong>El</strong> icono de La Dormición de la Virgen con la entrega de la cinta a Santo Tomás (ca.<br />

1566), de la iglesia de la Koímesis de Ermúpolis, en la isla griega de Sira o Siros, cons-<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, San Pablo (ca. 1607),<br />

Toledo, Museo del <strong>Greco</strong>.<br />

Foto: David Blázquez.<br />

27


28<br />

tituiría su más temprana representación del colegio apostólico; en ella no queda completamente<br />

clara ni la naturaleza de los apóstoles entre los varones que aparecen a un<br />

lado y a otro del cuerpo de la Virgen María (7 y dos mujeres a nuestra izquierda y 9 y una<br />

mujer a nuestra derecha), teniendo además en cuenta que un joven e incrédulo San<br />

Tomás debiera ser el apóstol que a la derecha de María parece recoger su cinturón, si<br />

no es un San Juan Evangelista colocado a su diestra. En cualquier caso, si excluimos a<br />

Pedro y Pablo, los demás no son reconocibles ni por su ropaje (¿quién es el apóstol con<br />

un manto decorado con cruces o el de la estola con cruces?) ni por su fisonomía, y sus<br />

atributos brillan por su ausencia (¿podría ser San Lucas el apóstol portador del libro situado<br />

junto a la cabeza de la Virgen?). Algunos establecen relaciones dialogales y emotivas,<br />

abrazándose o con ademanes de diálogo, pero no podríamos –a falta de unas<br />

inscripciones hipotéticas pero de las que no se ha hallado traza– precisar su identitad en<br />

la mayoría de los casos.<br />

Algo similar sucede en la segunda aparición importante de los apóstoles 8 ; se trataría,<br />

ya en Toledo, en La Asunción (1578) del retablo mayor del convento de Santo Domingo<br />

el Antiguo, hoy en el Art Institute de Chicago. Tampoco aparece claramente<br />

identificado ninguno de los doce apóstoles, mayoritariamente presentados como hombres<br />

jóvenes (y dos con caracteres autorretratísticos), si exceptuamos los tres situados<br />

a nuestra derecha, un calvo que debiera ser San Pablo y dos hombres entrados en<br />

años, probablemente San Andrés –tal como aparecerá más tarde en las series– y San<br />

Pedro, que sostiene un gran libro donde apoya el cartellino con la firma del pintor. Incluso<br />

uno nos da claramente la espalda y otros quedan con las cabezas traslapadas y<br />

ocultas; los colores de sus vestimentas no coinciden ni con las de Siros ni con las posteriores<br />

de las series seiscientistas; importa pues el bulto y el grupo más que sus precisas<br />

identidades.<br />

La tercera aparición de los apóstoles, ahora en número de tres, tiene lugar en la serie<br />

de lienzos, y un dibujo perdido, que representan La oración en el huerto de los Olivos;<br />

en los diferentes lienzos que han llegado hasta nosotros –Cuenca, Budapest, Andújar o<br />

en la versión de Toledo (Ohio)– o en el dibujo atribuido al cretense de la colección de<br />

Juan Agustín Ceán Bermúdez (destruido en el Instituto Jovellanos de Gijón y conocido<br />

por fotografía), las variaciones son limitadas en la representación de tres apóstoles dormidos<br />

al pie del monte de los Olivos: Juan vestido de rojo anaranjado y azul, Santiago<br />

de amarillo, y Pedro de azul y amarillo. Según el Evangelio de Marcos (14, 32-42), acompañaron<br />

a Cristo en su oración en el huerto de Getsemaní estos tres apóstoles, que<br />

según Mateo (26, 37) eran Simón Pedro y los dos hijos de Zebedeo, por lo tanto Santiago<br />

el Mayor y Juan 9 . Si la tipología humana de Juan y Pedro los haría reconocibles, Santiago<br />

no encaja con ninguno de los apóstoles de las series y su manto amarillo lo vincularía<br />

más bien con Santiago el Menor; tampoco los colores de San Juan coinciden con los que<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> utilizará en otras de sus representaciones, al pie de la cruz en la Crucifixión del<br />

retablo madrileño de Doña María de Aragón o en las series apsotólicas.<br />

Una cuarta aparición apostólica tuvo lugar hacia 1600, fecha de La Pentecostés del<br />

Museo del Prado, cuya procedencia del retablo mayor del colegio madrileño de la En-


carnación o de Doña María de Aragón todavía debatimos. Es tal vez posible identificar<br />

a algunos de los apóstoles por los tipos humanos que luego fijará en cada apóstol,<br />

como San Pedro, un muy avejentado San Pablo –muy probablemente su autorretrato–,<br />

Santiago el Mayor, Santo Tomás, San Andrés o San Juan Evangelista 10 , pero es probable<br />

que no todos estuviéramos de acuerdo ni satisfechos meramente con el reconocimiento<br />

de la mitad de ellos. ¿No sería más bien San Pablo el calvo junto a San Pedro?<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, San Bartolomé (detalle)<br />

(ca. 1607), Toledo, Museo del <strong>Greco</strong>.<br />

Foto: David Blázquez.<br />

29


<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, Cristo Salvador<br />

(ca. 1607), Toledo,<br />

Museo del <strong>Greco</strong>.<br />

Foto: David Blázquez.<br />

30<br />

¿Es San Bartolomé el joven vestido de blanco y rojo a la derecha del lienzo? ¿Sería el<br />

dubitativo o incrédulo Santo Tomás el joven vestido de verde que eleva la mano izquierda<br />

tal vez en gesto de interrogación? Desgraciadamente no tenemos respuestas<br />

para toda esta serie de interrogantes.


INTERROGANTES HISTÓRICOS Y NOVECENTISTAS<br />

Podemos todavía, desde luego, mantener sin afilar suficientemente nuestros instrumentos<br />

de análisis para dar solución a estas preguntas; pero quizá sean nuestras, de nuestra<br />

época científica más que inquisitorial, más que de la época en que fueron pintados<br />

y en la que tal vez estas preguntas no llegaran a ser enunciadas.<br />

Es evidente, por una parte, la importancia que en la obra tardía del <strong>Greco</strong> adquirieron<br />

no solo las representaciones de algunos santos, y entre ellos algunos apóstoles, individuales<br />

y por parejas, testimonio de devociones plurales, sino de las propias series.<br />

Más allá de las casi totalmente consideradas autógrafas y de figuras de tres cuartos (catedral<br />

11 y Museo del <strong>Greco</strong> de Toledo), han llegado hasta nosotros series completas o<br />

incompletas de menores dimensiones como las del Marqués de San Feliz, Almadrones<br />

(Guadalajara), Henke y la pequeña de Arteche 12 , todas ellas de medio cuerpo. Es difícil<br />

vincular claramente alguna de ellas con las Doze cabezas de apóstoles con su Christo<br />

del inventario de los bienes del <strong>Greco</strong> de 1614, así como con los apóstoles relacionados<br />

independientemente más que como serie (“Un San Juan Ebangelista medio cuerpo, Un<br />

San Pablo medio cuerpo, Un San Mateo medio cuerpo, Un San Simón medio cuerpo,<br />

Una cabeza de un Salbador, Una cabeza de un apóstol, Una cabeza de un apóstol”).<br />

Tampoco, a pesar de incluirse ahora medidas, de los inventariados en 1621 (“103 Un Salbador,<br />

del mesmo i alto [de tres quartas de alto y dos terzias de ancho]; 104 Otro Salvador,<br />

de la mesma manera; 113 114 dos apóstoles, de bara y bara y quarta cada uno;<br />

144 Un San Simón, de bara y bara y quarta; [149-]161 Treze quadros de negro con los<br />

doze apóstoles i Cristo, de tres quartas [de vara] de alto y dos terzias de ancho; 164 Un<br />

apóstol del mesmo tamaño”) 13 .<br />

Si contamos con estas dos series pintadas y los cuadros sueltos antes de 1621, el<br />

número total sería altísimo y testimonio de un interés muy específico, en Toledo y el territorio<br />

controlado por la oferta grequiana, por las series apostólicas. Sin meternos en<br />

las distinciones de grupos autógrafos o de taller anteriores a 1614 o anteriores a 1621<br />

o a 1631, la fecha de la muerte de Jorge Manuel, se alcanzaría la suma de seis o siete<br />

series.<br />

A pesar de ello, carecemos de información documental sobre su encargo y primera<br />

localización, ni siquiera para el apostolado de la catedral de Toledo 14 . Tal vez fuera su función<br />

la ayuda mnemotécnica del Credo o Símbolo apostólico –como apuntan algunas series<br />

grabadas en el siglo XVI, como las dos series de catorce estampas de Hendrik<br />

Goltzius (1558-1617) de 1589 y de Anton Wierix (ca. 1555-1604) de hacia 1600 15 o la<br />

serie toledana de Cristóbal García Salmerón (ca. 1603-1666) 16 – a pesar de carecer de referencia<br />

alguna a su texto.<br />

Aunque su función ejemplarizante se dirigía preferentemente al colectivo sacerdotal,<br />

como herederos de los enviados de Cristo, y en primer lugar a los prelados<br />

como cabezas de la Iglesia 17 , es evidente que su amplísima difusión tanto de la mano<br />

del <strong>Greco</strong> y otros pintores a comienzos del siglo XVII 18 , como de la estampa italiana<br />

y flamenca, buscaba otros clientes y compradores. Cualquier colectivo que se consi-<br />

31


32<br />

derara poseedor de un poder colegiado –cabildos catedralicios o de colegiatas, comunidades<br />

religiosas masculinas 19 , colegios universitarios, etc.– podía verse representado<br />

en este arquetipo de colegio fundacional del Cristianismo, pero también<br />

cualquiera de sus miembros integrantes como parte de ese todo 20 , u otros grupos<br />

masculinos, que podrían ser tanto religiosos seculares como laicos 21 ; y es precisamente<br />

ese colectivo el que aparece en la documentación, aunque tardía, de las series<br />

del <strong>Greco</strong>.<br />

En unos u otros casos, los apóstoles habrían supuesto para sus espectadores de los<br />

siglos XVII y XVIII claros ejemplos de una heroica masculinidad grupal, ortodoxa, jerarquizada<br />

e institucionalizada, puesta al servicio de la Iglesia católica y romana, a los que<br />

se dirigiría una mirada devota a la espera de que su modelo humano ejerciera su poder<br />

de emulación.<br />

CAMBIO DE TERCIO: DE COSSÍO A MARAÑÓN<br />

Tal función y semejante explicación de su propia existencia no parece haber sido suficiente<br />

a comienzos del siglo XX, cuando se forjó –entre los documentos españoles y la<br />

imaginación contextualizadora e ideologizante– la interpretación básica que de la pintura<br />

y el pintor que permanece todavía anclada en el imaginario colectivo del mundo occidental,<br />

y aun en un buen segmento de la historiografía.<br />

Cossío intentó esbozar ante estas figuras una explicación que consiguiera conciliar,<br />

por una parte, su negación de la locura que tradicionalmente se le había achacado al pintor<br />

cretense y, por otra, su lectura personal del misticismo arrebatado de los apóstoles,<br />

producto de una tesis ya formulada más que de la propia evidencia fisionómica o gestual<br />

de los apóstoles grequianos. De forma aparentemente intuitiva y sin profundizar en<br />

el tema de esta conexión, Cossío apuntó una hipótesis alternativa, aunque fuera altamente<br />

improbable y no existiera el más mínimo resquicio para su afirmación: la de su empleo<br />

de modelos de enajenados, los locos del Nuncio Viejo de Toledo 22 . De hecho, el<br />

probablemente inacabado San Bartolomé del Museo del <strong>Greco</strong> pudo parecerle a Cossío<br />

“un loco furioso escapado del antiguo y célebre Hospital del Nuncio, allí vecino, porque<br />

es imposible traducir con más verdad que lo hace aquel alucinado apóstol el<br />

completo extravío de las facultades mentales” 23 .<br />

En paparelo a la búsqueda de una nueva explicación, aparecían publicadas las primeras<br />

ilustraciones fotográficas de Mariano Moreno de un apostolado, el del Museo Provincial<br />

de Toledo, que pasarían poco más tarde a la Casa Museo del <strong>Greco</strong> del II<br />

Marqués de la Vega Inclán Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer (1858-1942); trece fotografías<br />

se publicaron con el libro de Manuel Bartolomé de Cossío (1857-1935); le siguieron<br />

otras reproducciones en el catálogo de la exposición de 1909 de la Real<br />

Academia de Bellas Artes de San Fernando y en el volumen dedicado al candiota por<br />

parte del viajero y escritor Albert [Frederick] Calvert (1872-1946) y de la periodista Catherine<br />

Gasquoine Hartley (1867-1928) 24 .


Sin embargo, la idea de Cossío no cuajó en los dos ingleses ni en otros escritores<br />

contemporáneos como Aureliano de Beruete y Moret 25 , o el Conde de Cedillo, Jerónimo<br />

López de Ayala-Álvarez de Toledo y del Hierro 26 , a tenor de la desigual imagen de los diferentes<br />

apóstoles; no obstante, quedó al menos para el apostolado del antiguo Museo<br />

el lastre de los locos del Nuncio. De hecho, en sus gruesos volúmenes de 1950 o en<br />

sus, tal vez oportunísticas ediciones de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>. Apostolado (Barcelona, Edart, [1959]),<br />

José Camón Aznar volvió a sostener la tesis. <strong>El</strong>lo fue debido, naturalmente, y sobre todo<br />

en la segunda de estas obras, al efecto de la nueva propuesta del doctor Gregorio Marañón,<br />

aparentemente científica y experimentada en el “laboratorio”.<br />

Pues la idea de Cossío había sido retomada con nuevos brios casi medio siglo más<br />

tarde por el médico e historiador Gregorio Marañón (1887-1960) en su <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y Toledo<br />

(1956) 27 . Como resumiría poco después, no se podía ver al <strong>Greco</strong> más que “como pintor,<br />

lo cual es, en él, lo de menos”; había que contemplarlo “como místico, apasionado<br />

hasta casi conseguir, sin lograrlo, hacer una interpretación plástica de lo único que no<br />

podrá nunca representarse en formas de apariencia humana, que es la pasión de Dios.<br />

La pintura del <strong>Greco</strong> es pintura de oratorio en soledad, y no se puede llegar a su sentido<br />

cuando se está… rodeado de una muchedumbre…” 28 .<br />

Marañón proyectaba su vivencia religiosa personal e interior como instrumento interpretativo<br />

de la obra del <strong>Greco</strong>, aunque insistiera en que lo hacía como experiencia<br />

compartida y no solo individual, pues don Gregorio apelaba a la “naturalidad que hoy tienen<br />

los lienzos del cretense para el buen pueblo” de Toledo, a “lo que el pueblo ha sentido”,<br />

a las “emociones del arroyo”, apostando por la rectitud de su apreciación frente a<br />

otras interpretaciones que tachaba de intelectualísticas 29 .<br />

No obstante, Marañón era consciente de los límites de su propia postura; y su impostación<br />

científica de la historia, desgraciadamente no siempre compartida por todos<br />

los practicantes de la historiografía artística de aquel momento, tenía que rendirse, aunque<br />

fuera parcialmente y tal vez a contrapelo, ante la evidencia de lo que él mismo definió<br />

como el verdadero y gran secreto del <strong>Greco</strong>: “su fracaso”. Pintor de lienzos<br />

maravillosos, Doménico no habría alcanzado a expresar el misterio de su fervor con la<br />

plenitud que habría soñado. Sus “señales desesperadas para entenderse con Dios”, en<br />

que consistirían sus cuadros de última época, eran “señales frustradas, porque a Dios<br />

hay que hablarle con una voz inaudible, como la de los místicos, pero no con los pinceles<br />

en la mano, aun cuando se sea un genio” 30 .<br />

Mas había existido otro fracaso del griego… el económico del cretense, producto de<br />

su éxito toledano solo relativo y, desde luego, su carencia de un monopolio total en el ámbito<br />

del retablo y la pintura de Toledo. Y este fracaso, históricamente verificable –como<br />

incluso señaló el propio Marañón analizando su pobre inventario de bienes– más que<br />

subjetivo, ponía en entredicho su hipótesis precedente. ¿Era inconsciente <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> de<br />

que sus “señales desesperadas para entenderse con Dios”, eran “señales frustradas”?,<br />

y que su medio de expresión pictórico era por naturaleza inadecuado. Quizá Marañón habría<br />

cambiado de opinión de haber podido leer los propios testimonios del pintor, que<br />

comenzarían a conocerse pocos años después de su desaparición 31 .<br />

33


34<br />

Para don Gregorio, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> solo había sido estudiado fragmentariamente, olvidando<br />

el análisis –“la disección del genio” 32 – de su proceso creativo, en el que consideraba estaba<br />

precisamente el secreto de muchos aspectos de su vida y de su arte.<br />

Ese proceso incluía oponerse a la frialdad y parcialidad de los meros hechos de una<br />

biografía a la búsqueda, no de un diagnóstico nuevo –pues tenía por transitorio el arte<br />

de diagnosticar– sino de la propia humanidad del pintor, recuperable a través de “conjeturar”<br />

desde los fragmentos dispersos de la verdad; y éste era el procedimiento en el<br />

que radicaba la esencia misma de la ciencia 33 ; tenía que conceder un carácter biográfico<br />

a su propia obra, a sus mismos lienzos, pero también un especial protagonismo a<br />

Toledo, ciudad catalizadora de su itinerario transformativo, desde un arte –para él– “casi<br />

mediocre” cultivado en Italia a la “sublimación genial que hoy contemplamos”.<br />

Aunque el genio consistiría en ser el que “domina a las circunstancias” 34 , Toledo no<br />

solo funcionaba como abductora del artista sino que catalizaba su arte a causa de su sintonía.<br />

<strong>El</strong> misticismo –que ya Marañón consideraba un “tópico” 35 perfectamente asumido<br />

y hoy parece indefendible– de tradición oriental (griega bizantina, sarracena y judía de<br />

su Creta natal) 36 , sería para nuestro humanista uno de los factores que le presentarían<br />

Toledo al candiota como un imán de su propia naturaleza; a esta intepretación de la psicología<br />

de la ciudad imperial se sumarían otros elementos de Toledo, hoy no menos improbables,<br />

como la ciudad en decadencia pero cosmopolita, e israelita, “el verdadero<br />

secreto de su atracción” para el cretense 37 , y árabe. Y de ahí la supuesta comprensión<br />

de su obra por parte de los cristianos nuevos y la incomprensión de los cristianos viejos 38 .<br />

También aparecían en su horizonte, de forma altamente sentimental, la mujer excepcional<br />

que habría sido doña Jerónima de las Cuevas, a pesar de su fugacidad y su real extracción<br />

social –los pelaires o cardadores de Toledo– y cultural 39 ; y, con mayor<br />

verosimilitud, sus amigos toledanos (estudiosos, jueces, secretarios y médicos).<br />

<strong>El</strong> estilo “irrealista” del <strong>Greco</strong>, sus deformaciones y extravagancias, y las interpretaciones<br />

más manidas hasta entonces fueron sometidas a examen por parte de Marañón. Descartó<br />

lo que más tarde se ha denominado “la falacia del <strong>Greco</strong>” 40 , su supuesto astigmatismo –defendido<br />

desde Carl Justi (1882) a los médicos August Goldschmidt, Siro García del Mazo y<br />

Germán Beritens (1913 y 1914)–; y lo hizo con clarividencia, al señalar que el pintor se daba<br />

a “una representación dinámica, en una vibración alargada de las figuras celestes” 41 .<br />

Analizó también el tema de su supuesta locura 42 , para deslizarse, de la mano de Cossío,<br />

hacia su negación y su sustitución por la teoría del empleo de modelos de enajenados,<br />

los locos del Nuncio 43 . Si el inacabado San Bartolomé del Museo del <strong>Greco</strong> podía<br />

haberle parecido a Cossío, como hemos visto, “un loco furioso escapado del antiguo y<br />

célebre Hospital del Nuncio, allí vecino, porque es imposible traducir con más verdad que<br />

lo hace aquel alucinado apóstol el completo extravío de las facultades mentales” 44 , Marañón<br />

buscó una prueba para justificar tal aserto.<br />

Durante su estancia en París de 1918, Marañón había estado en relación con Joseph<br />

François Félix Babinski (1852-1932), un discípulo de Jean-Martin Charcot (1825-1893);<br />

éste, profesor de anatomía patológica, neurólogo y precursor de la psicopatología, había<br />

publicado sus importantes Leçons sur les maladies du système nerveux faites à la Sal-<br />

Hendrik Goltzius, San Simón (ca. 1589), Madrid, BNE.


36<br />

pêtrière (1885-1887); un producto central de sus intereses fue también la recopilación de<br />

fotografías que se editó con el título de L’iconographie photographique de La Salpêtrière<br />

(París, 1876) 45 , y, en colaboración con Paul Richer, Les difformes et les malades dans l’art<br />

(Lecrosnier et Babé, París, 1889). Aunque desconozcamos con total precisión la fecha<br />

de las fotos encargadas por Marañón (a los fotógrafos de Toledo y Madrid Rodríguez,<br />

Pardo Bea y José María Lara, a comienzos de 1954), parecen haber respondido a estos<br />

estímulos. Reconociendo la primacía de la sugestión de Cossío y defendiéndose de la<br />

acusación de haber dado a la prensa las fotografías que había hecho hacer (en 1954 –<br />

en <strong>El</strong> Alcázar– y entre abril y octubre de 1955 aparecieron artículos diversos en la prensa<br />

internacional), inconsciente de la “hiperestésica publicidad de hoy”, y más como “pasatiempo”<br />

o “sencillo experimento”, Marañón procedió a tomarlas.<br />

Según él, ello se hizo dándoles un “muy leve adobo cosmético” (pero dejándoles<br />

crecer barbas y cabellos) a los internos del Nuncio nuevo de Toledo 46 , y desde luego<br />

con más “artificio indumentario” del pretendido por él mismo (“leve atuendo apostólico”)<br />

47 – para recuperar “los rasgos raciales de las gentes del pueblo que convivieron<br />

con el <strong>Greco</strong> y que éste copió… y la expresión de arrebatado misticismo de los modelos”.<br />

Sin embargo, contra las prácticas posteriores de naturalistas y antropólogos de<br />

campo de excluir las interferencias, “les hizo entrar en situación –porque el hábito hace<br />

al monje, sobre todo en los ‘inocentes’–”. <strong>El</strong> que terminaría siendo el más famoso de<br />

sus experimentos históricos venía nuevamente dictado por las ideas adquiridas y de difícil<br />

verificación: “<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> tenía la intuición de la proximidad del desvarío a la santidad”;<br />

aun cuando hubiera sido cierto, habría sido imposible probarlo con el disfraz de un inocente<br />

“que piensa que es San Pedro”.<br />

DOCUMENTOS, ARTE Y CIENCIA<br />

A pesar de muchos de su asertos, en cierto sentido inerciales o de grupo, Marañón se había<br />

propuesto superar el estancamiento de una psicología pre-freudiana que habría estado detrás<br />

de ciertas interpretaciones –las más veces de aficionados a la psicología– intencionales<br />

del <strong>Greco</strong> de Toledo, sin llegar a echarse –tal vez en actitud defensiva 48 – en los brazos<br />

de los psicoanalistas seguidores de Sigmund Freud; para Marañón, éstos eran consecuencia<br />

–más que causa– de la renovación del conocimiento de la personalidad profunda<br />

del ser humano y para muchos historiadores contemporáneos del arte, solo literatura.<br />

Aunque Marañón apelaba, como ya hemos señalado, a la interpretación basada en<br />

el juicio certero de las “emociones del arroyo” más que en las opiniones de las gentes<br />

cultas, aquéllas eran difícilmente recuperables como producto de una cultura oral pero<br />

documentalmente silente. Su pulsión científica, no obstante, tenía que buscar un terreno<br />

más sólido y recurrió a los documentos que podían ser más significativos. Y en dos de<br />

ellos –los juicios que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> vertió en su contrato de San Vicente Mártir y en la leyenda<br />

de la Vista y plano de Toledo– encontró 49 , a pesar de su datación muy tardía, Marañón<br />

vislumbró acertadamente los fundamentos de su psicología y su estética; un tercero,


contradictorio con respecto a éstos dos, una carta del candiota a Giorgio Giulio Clovio,<br />

lo condujo por la senda de lo que llamó “el sueño abismal” 50 de la mística judía, su “soñar<br />

despierto”, o su cultivo de la “fantasía onírica”, del ensimismamiento o dejadez mística<br />

que lo vinculaban con los místicos alumbrados. Lástima que no le llegara a tiempo la<br />

prueba irrefutable de la naturaleza falsa de este testimonio 51 .<br />

No obstante, y a pesar de su propia circunstancia, tal vez por su propio genio, Marañón<br />

dibujó a la postre para <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> un personaje mucho más complejo de lo que podríamos<br />

haber pensado: personaje exótico, teólogo 52 , inteligente, intelectual, agudo,<br />

irónico, melancólico, introvertido, altanero, de humor intransigente y atrabiliario, rebelde,<br />

arbitrario 53 . No deja de ser sorprendente que estos perfiles lo aproximaran mucho al<br />

Anton Wierix.<br />

San Matías. (ca. 1600).<br />

37


Cristóbal García Salmerón,<br />

San Juan Evangelista, Madrid,<br />

Museo del Prado, P3363.<br />

38<br />

<strong>Greco</strong> más actual, menos místico, menos ascético, más filósofo, producto de sus propios<br />

testimonios escritos más que de los deseos de sus intérpretes 54 .<br />

Sin embargo, Marañón ha quedado, probablemente malgré lui, unido a la extravagante<br />

prueba de laboratorio de sus fotografías de los locos del Nuncio. Es lástima que<br />

no sepamos más de la historia profunda de este episodio y no solamente de la superficie<br />

visual de sus negativos y positivos en papel. Visto desde hoy en día, y con la infor-


mación que hasta la fecha se ha podido recoger –falta la información de la propia institución<br />

si es que existe– se podría pensar en una actitud no demasiado reflexiva sino intuitiva,<br />

estética. La ecuación misticismo-locura, como la de genio-locura, podía flotar en<br />

el ambiente, pero parece escasamente desarrollada. ¿Por qué se escogieron a los locos<br />

que se terminaron fotografiando? ¿Sufrían de patologías que pudieran haberlos identificado<br />

con cuadros de arrebatamiento anímico próximos a los de los arrebatos místicos?<br />

Cristóbal García Salmerón,<br />

San Bartolomé, Madrid, Museo del<br />

Prado, P5115 (depositado en<br />

Ciudad Real, Museo Provincial).<br />

39


40<br />

¿O solo eran los enfermos más susceptibles de mostrar un aspecto más pintoresco? en<br />

el sentido estricto del término. Son cuestiones que por ahora han de quedar sin respuesta.<br />

No obstante, aunque tal vez los locos del Nuncio nuevo no fueran los mismos<br />

locos del Nuncio viejo, es indudable que, desde un punto de vista histórico, habría sido<br />

muy improbable que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> optara por este tipo de modelos para representar a los<br />

apóstoles, incluso de haber buscado intencionalmente imágenes de místicos; el mayor<br />

pecado de Cossío y Marañón fue probablemente el histórico del anacronismo.<br />

¿LOCOS DE DIOS?:<br />

LA AMBIGÜEDAD DE LA LOCURA EN TIEMPOS DEL GRECO<br />

Estamos lejos de tener una visión de conjunto de la locura y su consideración en la España<br />

de los siglos XVI y XVII, pero nunca debieron parecer las cosas tan simples como<br />

para los españoles de comienzos del siglo XX 55 . Existía la idea, por una parte, de los<br />

locos como inocentes, incluso como “inocentes de Dios”, “pupilos especiales de Cristo”,<br />

a partir tal vez de su imagen ocasional de desvalimiento y la extrapolación extremada de<br />

la oposición entre la inocencia del “idiota” (incluso entre agunos de los apóstoles, idiotas<br />

en el sentido de legos e iletrados) y la desconfianza ante “fariseos y doctores”. Por<br />

otra, podía mantenerse el viejo topos cristiano que consideraba, a los ojos de Dios, el<br />

mundo como locura y a los hombres como locos: el orden humano no sería sino locura.<br />

Ahora bien, los pasajeros de la nave de los locos (Narrenschiff) de Sebastian Brandt o<br />

del Carro del heno de Jerónimo Bosco, o del auto sacramental <strong>El</strong> hospital de locos (1602)<br />

que escribió en Toledo el maestro Josef de Valdivielso 56 , eran más bien los inconscientes<br />

de su mortalidad y del pecado, viciosos y propensos a los errores, avaros, delatores,<br />

borrachos, desordenados, torpes, adúlteros, intérpretes erróneos de las Escrituras, etc.<br />

En ese sentido –de necios, insipientes- habría que interpretar las palabras de San Pablo<br />

en su segunda Epístola a los Corintios (11): “Como si estuviera loco hablo” (“iterum dico<br />

ne quis me putet insipientem alioquin velut insipientem accipite me ut et ego modicum<br />

quid glorier”).<br />

La arqueología de la locura –por decirlo con Michel Foucault– ha tendido a separar<br />

a los tontos (nivel adolescente), los imbéciles (nivel infantil) y los estúpidos (nivel infrainfantil),<br />

y a los insensatos y locos furiosos, a los lunáticos, insanos, vesánicos y melancólicos,<br />

según la tipología etiológica de los locos de Paracelso (1493-1541), que caían<br />

de lleno en el pozo de la animalidad de la locura, el tema tan caro a Santo Tomás de<br />

Aquino 57 .<br />

Los tontos no eran internados y recluidos, marginados a causa de su alteridad, en las<br />

instituciones que la Baja Edad Media fue creando para intentar aislarlos y segregarlos,<br />

no como, en otros casos, como el de los pobres, para asilarlos y convertirlos no solo en<br />

objetos de la caridad cristiana sino que dejaran de ser súbditos o ciudadanos socialmente<br />

inútiles. A pesar de la casuística múltiple y la transformación de la patología histórica,<br />

parece que en nuestra época se encerraba preferentemente a los locos


considerados agresivos y peligrosos, tenidos incluso por lunáticos, endemoniados, dementes,<br />

posesos, embelesados y fuera de sí mismos, que habían perdido el juicio. No<br />

parece que cayeran en los manicomios u hospitales de locos o inocentes todos los alucinados<br />

o los iluminados (con revelaciones) y visionarios (de apariencias celestiales) 58 .<br />

Desde los tratados de Jean Gerson y, entre nosotros, de Pedro Ciruelo y Martín de Castañaga<br />

a Juan Huarte de San Juan, se tendía a considerar a los locos como enfermos<br />

del cuerpo, producto de un desequilibrio de humores frios y húmedos, que terminaba<br />

afectando al seso, al cerebro, o al corazón (como en el caso de los enfermos de gota<br />

coral, la epilepsia).<br />

Más allá de la sintomatología de estos enfermos, de sus diagnósticos y su taxonomía<br />

quinientista y seiscientista, los locos se tenían por enfermos del cuerpo pero no del<br />

alma; sus almas habían sido preservadas de todo mal por la propia enfermedad y, en<br />

consecuencia, no podían pecar –aunque fueran susceptibles de recibir el sacramento de<br />

la penitencia– y eran sujetos de la salvación cristiana 59 . Por ello, algunos individuos acusados<br />

y procesados por la inquisición podían simular locura y tratar de salvarse; la Suprema<br />

mantenía por ello un importante escepticismo frente a estos supuestos enfermos<br />

mentales, intentándose en consecuencia probar su falsedad y sus intenciones criminales<br />

reales y voluntariamente heréticas. De hecho, un significativo porcentaje de los procesados<br />

terminaba siendo enviado a los hospitales de locos.<br />

La locura era vista con ojos suspicaces por la Iglesia católica; ello parece también<br />

probado 59 , si pensamos en que el propio Felipe II y su círculo sopesaron, ante las mues-<br />

Foto Rodríguez, Demente<br />

disfrazado de apóstol (1954),<br />

Toledo, AHPT.<br />

41


Foto Rodríguez,<br />

Demente disfrazado (1954),<br />

Toledo, AHPT.<br />

42


44<br />

tras de locura y impiedad de su abuela la reina Juana la Loca, la posibilidad de que fuera<br />

examinada por la Inquisición, para valorar la relación entre una y otra, una idea finalmente<br />

desechada por consejo del futuro San Francisco de Borja, que fue llamado a examinarla<br />

61 . Pero algunos de sus procesados, e incluso condenados, fueron indultados y<br />

enviados a hospitales; por ejemplo, un fraile y ermitaño fracasado de Toledo, Luis de<br />

San Pablo, fue enviado en 1549 al Nuncio toledano, pues al creerse el Gran Mesías, Jesucristo,<br />

la Virgen María, el Sacramento viviente y Martín Lutero –todo al mismo tiempo–<br />

este comportamiento lo salvó de una sentencia condenatoria. <strong>El</strong> cardador Bartolomé<br />

Sánchez de Cardenete (Cuenca), procesado en el periodo 1553-1560 por creerse <strong>El</strong>íasel<br />

Mesías, fue finalmente confinado en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza,<br />

tras ser condenado e incluso llevado a la hoguera 62 .<br />

Es evidente, como reflejan estos dos últimos casos, que incluso los iluminados y visionarios<br />

de carácter religioso más demente podían terminar en los hospitales. No es,<br />

por lo tanto, demasiado probable que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> buscara, con sus propios clientes, modelos<br />

para los apóstoles entre los inquilinos del Nuncio viejo de Toledo; más que místicos<br />

y santos vehementes habría encontrado allí encerrados desgraciados ejemplos de<br />

desvarío, fueran pacíficos “locos honrados” o agresivos.<br />

No obstante, se estaba estableciendo desde comienzos del siglo XX una nueva relación<br />

entre mística y locura en el marco de los estudios etnosociológicos (de Émile<br />

Durkheim y Lucien Lévy-Bruhl), filosóficos (de William James y Henri Bergson a Rudolf<br />

Otto y Mircea <strong>El</strong>iade), antropológicos, psicológicos (de Sigmund Freud a Romain Rolland)<br />

y de historia literaria (Henri Bremond) sobre la religión; se conjugaron mentalidades<br />

primitivas, irracionalismos orientales, signos de antisociabilidad y nostalgias de<br />

referentes espirituales despegadas de afiliaciones eclesiales, en un discurso universal<br />

sobre la mística 63 . Sin embargo, esta ficción se alejaba del estatuto moderno de la mística<br />

que se había erigido en Europa en los siglos XVI y XVII, como un conocimiento experimental<br />

que se apartaba de la teología tradicional y de las instituciones<br />

eclesiásticas, para abismarse en la conciencia adquirida de que la pasividad podía llegar<br />

a colmar la pérdida del yo en Dios; era místico lo que se separaba de las vias ordinarias,<br />

lo que se desgajaba de la unidad social de una fe o de las referencias<br />

religiosas más comunes, quedando al margen de una sociedad que se laicizaba y de


un saber basado en la ciencia; simultáneamente surgía otra relación, aislada como experiencias<br />

y conocimientos, de hechos extraños y fenómenos extraordinarios, con un<br />

Dios oculto, la mística 64 . Su nuevo estatuto marginal y especial la llevará a la paradoja<br />

de negociar, por una parte, con su testimonio de un Dios único y verdadero que debiera<br />

ser universal y, por otra, con su experiencia de fenómenos particulares y excepcionales,<br />

de hechos extraños, que se convirtieron en objeto deslizante de la curiosidad<br />

devota, etnográfica, psicológica y psiquiátrica.<br />

En esta mística aislada por la época moderna podía buscarse una genealogía externa<br />

–en el tiempo o en el espacio– a sí misma y, al mismo tiempo, trazarse una taxonomía<br />

de su naturaleza y de los hechos en que se manifestaba, en los fenómenos<br />

en los que se evidenciaba, no a través de la palabra de lo supuestamente inefable –<br />

o de la imagen desde el punto de vista de Marañón– sino del cuerpo como lenguaje<br />

testimonial, su lenguaje social moderno: arrebatos, visiones, éxtasis, levitaciones, estigmas,<br />

ayunos, insensibilidad y a la par tactos y olores. Tales manifestaciones psicosomáticas<br />

podían ser tomadas en serio por la observación científica y se<br />

convirtieron en objeto de la atención médica, psicológica, psiquiátrica, etnográfica o<br />

sociológica como la evidencia de las experiencias de los místicos; en el siglo XIX, el<br />

propio Dr. Charcot disgnosticaría un conjunto de tales manifestaciones como propias<br />

de una patología histérica; con ello, la mística bordeaba o atravesaba la enfermedad<br />

65 , y sus experimentadores podían desde entonces aproximarse al umbral del asilo<br />

y manicomio. Don Bartolomé y don Gregorio podían empezar a encontrar apóstoles<br />

supuestamente arrebatados en el Nuncio.<br />

Marañón, por su parte, asumió esta impostación mística del <strong>Greco</strong> esbozada por<br />

Cossío y reimpulsada por autores –para citar solo los recogidos en su bibliografía 66 –<br />

como el historiador alemán del arte Kurt Steinbart 67 , la embajadora de Bélgica en España<br />

y artista griega Alexandra [Alma Comnène] Everts (1880-1961), que había publicado<br />

un librito, Le <strong>Greco</strong>, une esquisse (s.l. [Aguirre, Madrid], 1934) y que él mismo<br />

prologó y tradujó como <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, Ediciones del Árbol, Madrid, 1936) 68 , quien insistía en<br />

el origen judio y oriental del <strong>Greco</strong> 69 ; también se apoyó en el texto del cirujano gallego<br />

Dr. José Goyanes Capdevila (1876-1964) en su <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, pintor místico (Madrid, 1936)<br />

y más tarde en el del historiador francés del arte contemporáneo y de la música, así<br />

Foto Rodríguez,<br />

Demente disfrazado de apóstol<br />

(1954), Toledo, AHPT.<br />

45


46<br />

como viajero a España, que ya hemos citado, Bernard Champigneulle. Las compañías<br />

no dejaban de ser, por decirlo de alguna forma, amateurish; pero no podemos dejar de<br />

pensar que la reconstrucción del Griego de Toledo se hizo a través de muy variados profesionales,<br />

desde el historiador y pedagogo Cossío a los literatos y los críticos de arte<br />

contemporáneos, de los historiadores hispanistas a los humanistas aficionados, de los<br />

médicos a los psiquiatras 70 . En la mayoría de los casos, y el de los Apóstoles sería uno<br />

de ellos, parafraseando al Ortega que se declaraba “Nada ‘moderno’ y ‘muy siglo XX’”,<br />

el resultado tenía que ser muy moderno y nada siglo XVI.


Notas<br />

1 <strong>El</strong> presente trabajo se ha realizado en el marco<br />

del proyecto de investigación En las Fronteras<br />

de las imágenes: consideraciones metodológicas<br />

y fuentes para el estudio de la imagen religiosa<br />

en el Antiguo Régimen del MICINN<br />

(HAR2008-04324).<br />

2 Nikolaou M. Panagiotákis, E kretiké períodos tes<br />

zoés tou Doménikou Theotokópoulou, Atenas,<br />

1986; Τα νεανικά χρόνια του Δομήνικου<br />

Θεοτοκόπουλου (The Early Years of Domenicos<br />

Theotocopoulos), Crete University Press, Iraklion,<br />

2000; y <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>. The Cretan Years, ed.<br />

Roderick Beaton, Ashgate, Aldershot, 2009.<br />

3 Xavier de Salas, Miguel Ángel y <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, Real<br />

Academia de San Fernando, Madrid, 1966; Xavier<br />

de Salas y Fernando Marías, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y el<br />

arte de su tiempo. Las notas de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> a Vasari,<br />

Real Fundación de Toledo, Madrid, 1992;<br />

Fernando Marías y Agustín Bustamante, Las<br />

ideas artísticas de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> (comentarios a un<br />

texto inédito), Madrid, Cátedra, 1981.<br />

4 Véase Fernando Marías, “<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, apóstoles<br />

confusos (<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>. Obras Maestras)”, <strong>El</strong> Cultural<br />

de <strong>El</strong> Mundo, 5-X-2002, pp. 30-31.<br />

5 Este tipo de orden se aleja de la mera secuencia<br />

unidireccional, presente en otras obras del Quinientos.<br />

La pila bautismal de la catedral de Gerona<br />

(1528-1540), de Guido y Juan Belljoch y<br />

Juan Roig, de la capilla de San Julián y Santa<br />

Basilisa, presenta una estructura dodecagonal,<br />

y en cada frente aparece en dirección contraria<br />

a las agujas del reloj y en una secuencia de nichos<br />

clasicistas, los apóstoles de cuerpo entero:<br />

San Juan Evangelista, San Mateo, San<br />

Bartolomé, Santo Tomás, San Felipe, San<br />

Simón y Santiago el Menor.<br />

6 Véase al respecto el importante ensayo de María<br />

Cruz de Carlos Varona en este catálogo, sobre<br />

la información de los ejemplares del Apostolado<br />

Arteche.<br />

7 La nueva secuencia aparentemente establecida<br />

con los lienzos de San Lucas y Santiago el Mayor<br />

(del Apostolado Artecha, que presentan en el<br />

bastidor respectivamente las inscripciones “Juan<br />

de Alcocer / n 4 derecha” y “Juan de Alcocer / n<br />

5 çurda”) parece haber respetado este principio<br />

básico, pues ambos parecen mirar, y sobre todo<br />

girar su cuerpo, hacia su propia diestra.<br />

8 Nada añade La Última Cena de la Pinacoteca<br />

Nazionale de Bolonia.<br />

9 Ni Lucas (22, 38-41) ni Juan precisan identidad<br />

alguna.<br />

10 Sobre la Pentecostés, véase Leticia Ruiz<br />

Gómez, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> en el Museo Nacional del<br />

Prado. Catálogo razonado, Madrid, 2007, nº 13,<br />

pp. 102-109.<br />

11 En el momento de redactar estas páginas, se encuentra<br />

el apostolado catedralicio restuarándose<br />

en el Museo del Prado. Dado que están apareciendo<br />

en el curso de esta limpieza y restauración<br />

algunas firmas, debemos esperar para emitir una<br />

opinión fundada sobre el número de los lienzos<br />

autógrafos, hasta ahora difícilmente visibles de<br />

cerca. Sabemos que se restauraron en el siglo<br />

XVIII-XIX; se pagó por ello al pintor Pedro Morales,<br />

en concreto “por componer un apostolado y<br />

Dolorosa original del <strong>Greco</strong>”; véase Juan Nicolau<br />

Castro, Escultura toledana del siglo XVIII, IPIET,<br />

Toledo, 1991, pp. 131-133 y 374-377.<br />

12 Sus medidas de 31 x 28 cm, sin embargo, encajan<br />

mal con el apostolado inventariado en el taller<br />

en 1621 ([149-]161 “Treze quadros de negro<br />

con los doze apóstoles i Cristo, de tres quartas<br />

de alto y dos terzias de ancho” [63 x 56 cm]),<br />

procedencia que la convertiría en producto del<br />

taller de Jorge Manuel más que estrictamente<br />

paterno. Esta última serie debiera ser la que en<br />

1624 Jorge Manuel entregó como prenda de sus<br />

deudas al Hospital Tavera y en 1631, al poco de<br />

la muerte de Jorge Manuel acaecida el 28 de<br />

marzo, habían sido vendidas, probablemente<br />

por su herederos, al capellán del hospital Andrés<br />

Martínez Calvo (San Román 1927, doc. xliii);<br />

como veremos, sus medidas coinciden con<br />

otras dos series de apóstoles que se coleccionaron<br />

en Toledo en 1653 y 1703.<br />

De hecho, las medidas del apostolado de 1621<br />

no coinciden con las de ninguna serie conocida,<br />

más allá del “fragmento” que coleccionó<br />

el consejero madrileño don Agustín de Hierro a<br />

mediados del siglo XVII y cuya enorme cantidad<br />

de lienzos grequianos parece haber procedido<br />

del legado de Jorge Manuel: 6-9. [263] “Cuatro<br />

apóstoles, de más de tres cuartas, cada uno a<br />

400 reales, 1600 reales (II, 146/161)”; a ellos se<br />

podría añadir un San Pedro, el único que se<br />

47


48<br />

identificó con precisión. Quizá ello fuera testimonio<br />

de la temprana dispersión de la serie de<br />

1621. Véase Fernando Marías, “Reflexiones<br />

sobre una colección de pinturas de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y<br />

la Gloria de Felipe II“, Anuario del Departamento<br />

de Historia y Teoría del Arte, V, 1993, pp. 59-70.<br />

Por otra parte, carecemos de medidas en la<br />

entrada de los Doze cabezas de apóstoles con<br />

su Christo del inventario de 1614, con los que<br />

también se podrían alternativamente poner en<br />

contacto.<br />

13 Se trata del tamaño (tres cuartas de alto) del<br />

apostolado que en 1703, y valorado en 1.650 reales,<br />

poseía el jurado y escribano mayor de rentas<br />

Félix Martínez de Ribadeneira; es también el<br />

mismo del que en 1653 se tenía por un apostolado<br />

copia de los originales del <strong>Greco</strong>, tasado en<br />

solo 572 reales, propiedad del licenciado Alonso<br />

Díaz de Cháves, canónigo de catedral Primada,<br />

abogado de presos del Santo Oficio, patrón de la<br />

capilla de la Encarnación en la parroquia de San<br />

Nicolás. En 1707, doña Manuela Ruiz de Guzmán,<br />

mujer del jurado don Manuel Muñoz del<br />

Rincón, poseía a su vez otro apostolado original,<br />

valorado en 1.200 reales pero solamente de una<br />

tercia de alto (28 cm), medidas que no coinciden<br />

con ninguna serie conocida (Aranda 2010); tal<br />

vez el conocido como Apostolado Arteche.<br />

14 Parece por la documentación conservada que<br />

pasó a la catedral y su sacristía de los bienes de<br />

la viuda de don Diego Maroto (1676); es posible<br />

–aunque no demasiado probable– que a la colección<br />

de éste hubiera podido llegar desde la de<br />

los arzobispos de Toledo y que se tratara de la<br />

misma serie que el Cardenal Bernardo de Sandoval<br />

y Rojas (1546-1618) dejó a su sucesor en<br />

su testamento de abril de 1618: “las imágenes<br />

del salbador y de los doze apostoles”, aun sin<br />

precisarse ningún autor, que podría haber sido<br />

alguna serie de Rubens si pensamos en su pertenencia<br />

a la familia del Duque de Lerma. Alguna<br />

vez, aun sin documentos que lo sostenga, se ha<br />

señalado que habría sido comprado este apostolado<br />

por parte del cabildo catedralicio tras la<br />

muerte del <strong>Greco</strong> (Revenga Domínguez 2010,<br />

312). Como es sabido, en la sacristía son citados<br />

por vez primera por Antonio Acisclo Palomino<br />

(1724).<br />

Para los detalles de procedencia de las otras<br />

series, véase el ensayo de Leticia Ruiz Gómez<br />

de este catálogo.<br />

15 Como también las cuatro estampas, con tres<br />

apóstoles cada una, grabadas por Pieter van der<br />

Heyden (ca. 1530-1575), a partir de Pieter de Vos<br />

II, y editadas por Hieronymus Cock en 1568.<br />

16 De la serie de Cristóbal García Salmerón, procedente<br />

del convento del Carmen calzado de<br />

Toledo, un Apostolado de tres cuartos y tamaño<br />

natural (141 x 107 cm), se conservan hoy siete<br />

apóstoles (y cuatro con descripción) y <strong>El</strong> Buen<br />

Pastor (Museo del Prado [P6085], hoy en Madrid,<br />

San Ginés. Se ordenan, a tenor de los fragmentos<br />

del Credo latino, comenzando por San<br />

Pedro (Palacio episcopal de Mondoñedo, Lugo)<br />

[P5429], San Juan Evangelista (Museo del<br />

Prado) [P3363], Santiago el Mayor (Palacio<br />

episcopal de Mondoñedo, Lugo) [P5427], San<br />

Andrés, San Felipe (sin referencia documental),<br />

Santo Tomás (Palacio episcopal de Mondoñedo,<br />

Lugo) [P5428], San Bartolomé (Museo<br />

Provincial de Ciudad Real) [P5115], San Mateo<br />

Santiago el Menor (Palacio episcopal de Mondoñedo,<br />

Lugo) [P5426], San Simón, (Museo<br />

Municipal de Játiva, Valencia) [P4047], San<br />

Judas Tadeo y San Matías.<br />

Véase <strong>El</strong>isa Bermejo Díez, “Un pintor del siglo<br />

XVII: Cristóbal Salmerón. Su vida y su obra en<br />

Cuenca”, Archivo Español de Arte, 175, 1972,<br />

pp. 9ss.; Diego Angulo Íñiguez y Alfonso E.<br />

Pérez Sánchez, Historia de la pintura española.<br />

Escuela toledana de la primera mitad del siglo<br />

XVII, CSIC, Madrid, 1972, pp. 359-371; Pintores<br />

del reinado de Felipe III, Museo del Prado, Madrid,<br />

1994, n.º 40; y José Álvarez Lopera, <strong>El</strong><br />

Museo de la Trinidad. Historia, obras y documentos<br />

(1838-1872), Museo Nacional del<br />

Prado, Madrid, 2009.<br />

17 Véase el ensayo de María Cruz de Carlos Varona<br />

en este catálogo.<br />

18 Las más próximas en el tiempo serían las de<br />

Pieter Paul Rubens (1577-1640), realizada hacia<br />

1610-1612, y Jusepe de Ribera (l591-1652), ejecutada<br />

em Roma hacia 1611; sobre ésta, Gianni<br />

Papi, “Jusepe de Ribera a Roma e il Maestro<br />

del Giudizio di Salomone”, Paragone, 44, 629,<br />

2002, pp. 21-43; Ribera en Roma, Soncino,<br />

2007; “Reinventando a Ribera”, ARS, 1, 2008,<br />

pp. 98-105; “José de Ribera. Completando el<br />

Apostolado Cussida”, Ars Magazine, 5, 2010,<br />

pp. 79-89. También Nicola Spinosa, Ribera. La


obra completa, Madrid, 2008. A Ribera, en<br />

Roma entre 1605/6 y 1616 con una obra hasta<br />

ahora atribuida al llamado “Maestro del Juicio<br />

de Salomón” se le han atribuido recientemente<br />

diez lienzos (ca. 125 x 96/112 cm) de un apostolado<br />

con el Salvador (en paradero desconocido)<br />

para el diplomático español Pedro<br />

Cussida (5 en Florencia, Fondazione Longhi; 2<br />

en Nápoles, Museo Nazionale di Capodimonte;<br />

col. priv.; 2 en Milán, col. Koelliker; y 5 copias<br />

de la serie en en Génova, Museo di Palazzo<br />

Bianco).<br />

19 Como el convento del carmen calzado de Toledo,<br />

donde se conservaba la serie de apóstoles<br />

de Cristóbal García Salmerón.<br />

20 Como la serie de pequeños bustos que acompañan<br />

–como espejo de prelados– a los retratos<br />

de Pio V y don Francisco de Reinoso, el obispo<br />

de Palencia que pudo haber sido clientedel candiota,<br />

en los muros del crucero de su capilla funeraria<br />

del convento de las agustinas recoletas<br />

de la Virgen de la Expectación, en Palencia.<br />

21 En 1632, en el oratorio del castillo de Batres,<br />

el I Conde de los Arcos don Pedro Lasso de la<br />

Vega (†1637), entre otros grecos, poseía un<br />

“quadro del Salvador” y “doce retratos de los<br />

doce apóstoles”, aunque en este caso y a pesar<br />

de que el autor del inventario fuera el pintor Fray<br />

Juan Bautista Maíno, no se indicaba el autor de<br />

este apostolado; véase Kagan, 1992, p. 158. De<br />

ser identificable con uno de los del <strong>Greco</strong>, quizá<br />

hubiera que pensar en el inventariado a su<br />

muerte en 1614.<br />

22 Véase Enrique García Melero, “Una mención<br />

historiográfica: Marañón, el apostolado de <strong>El</strong><br />

<strong>Greco</strong> y y la locura”, en Arte y pensamiento en<br />

la Edad Moderna y contemporánea, en<br />

http://www.uned.es/.../texto%20garciamelero.ht<br />

m. Sobre el Hospital del Nuncio, véase ahora<br />

Rafael Sancho de San Román, “<strong>El</strong> Hospital del<br />

Nuncio de Toledo en la historia de la asistencia<br />

psiquiátrica”, Anales toledanos, xvii, 1983, pp.<br />

55-71.<br />

23 Cossío, 1908, p. 367 y II, p. 280.<br />

24 Albert Calvert y Catherine Gasquoine Hartley, <strong>El</strong><br />

<strong>Greco</strong>: An account of His Life and Works, John<br />

Lane, Londres, 1909.<br />

25 Aureliano de Beruete y Moret, Catálogo del<br />

Museo del <strong>Greco</strong> de Toledo, José Blass y cia.,<br />

Madrid, 1912.<br />

26 Conde de Cedillo, De la Religiosidad y del misticismo<br />

en las obras del <strong>Greco</strong>, Toledo, 1915.<br />

27 Gregorio Marañón, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y Toledo, Espasa-<br />

Calpe, Madrid, 1956. Ha de seguirse en paralelo<br />

su más condensado discurso de ingreso, de 20<br />

de mayo de 1956, en la Academia de Bellas<br />

Artes de don Gregorio Marañón y Posadillo, <strong>El</strong><br />

Toledo de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, Real Academia de Bellas<br />

Artes de San Fernando, Madrid, 1956. Véase<br />

Fernando Marías, “Marañón, Toledo y <strong>El</strong><br />

<strong>Greco</strong>”, en Marañón 1887-1960. Médico, humanista<br />

y liberal, ed. Juan Pablo Fusi, SECC, Madrid,<br />

2010, pp. 239-249.<br />

Ya había iniciado sus publicaciones sobre el<br />

cretense con artículo Gregorio Marañón, “Nuevas<br />

notas médicas sobre la pintura del <strong>Greco</strong>”,<br />

Revista de las Españas, 6, 1927, 2, pp. 3-6, en<br />

las que ya anunciaba que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> no había estado<br />

loco sino empleado “arquetipos esquizoides<br />

puros” como modelos, reproducido como<br />

prólogo a su traducción del libro de Alexandra<br />

Everts, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, Ediciones del Árbol, Madrid,<br />

1936, y antes como “Visión griega de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>”,<br />

Cruz y Raya, 29, 1935.<br />

28 Gregorio Marañón, “Prólogo” a André Maurois,<br />

La vida de Alexander Fleming [1959], Cid, Madrid,<br />

1963; el subrayado es nuestro.<br />

29 En este mismo sentido, es ejemplar el crédito<br />

que concedió mucho más tarde Marañón a un<br />

historiador del arte contemporáneo y de la música,<br />

y viajero a España, el francés Bernard<br />

Champigneulle (1896-1984), autor de un “Le<br />

<strong>Greco</strong> à Tolede”, publicado en un volumen dedicado<br />

al misticismo español del Siglo de Oro<br />

(L’Espagne mystique au XVIe siècle, ed. P.<br />

Bruno de Jésus-Marie, Arts et Métiers graphiques,<br />

París, 1946, pp. 19-31), cuya competencia<br />

de estos temas parecía altamente limitada<br />

en la opinión de los especialistas.<br />

30 Marañón, 1956, p. 308.<br />

31 Xavier de Salas, Miguel Ángel y <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, Real<br />

Academia de San Fernando, Madrid, 1966; Fernando<br />

Marías y Agustín Bustamante, Las ideas<br />

artísticas de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>. Comentarios a un texto<br />

inédito, Cátedra, Madrid, 1981; Xavier de Salas<br />

y Fernando Marías, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y el arte de su<br />

tiempo. Las notas de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> a Vasari, Real<br />

Fundación de Toledo, Madrid, 1992.<br />

32 Marañón, 1956, p. 8.<br />

33 Marañón, 1956, p. 12.<br />

49


50<br />

34 Marañón, 1956, p. 16.<br />

35 Marañón, 1956, pp. 19 y 175-198.<br />

36 Véase ahora la muy diferente visión de Creta y<br />

el periodo juvenil de Panagiotakes, 2009.<br />

37 Marañón, 1956, p. 161.<br />

38 Marañón, 1956, pp. 212-222.<br />

39 Sometió en paralelo a examen “el sentido intersexual<br />

de los desnudos oníricos” del <strong>Greco</strong><br />

como producto interpretativo de una actitud intelectual<br />

de abdicación de la anatomía, pero<br />

obviando una causalidad homosexual que, ya<br />

en las letras de W. Somerset Maughan (1874-<br />

1965), en su novela Don Fernando (1935 y<br />

1950), ha ido in crescendo.<br />

40 Patrick Trevor-Roper, The World through blunted<br />

Sight, Penguin, Londres, 1988.<br />

41 Marañón, 1956, p. 224.<br />

42 Marañón, 1956, pp. 224-150.<br />

43 García Melero, op. cit. y, sobre las fuentes y circunstancias<br />

del “experimento”, véanse también<br />

el artículo de Jesús Carrobles y Ana Carmen<br />

Lavín y las fichas de Cloe Cavero de Carondelet<br />

de éste catálogo.<br />

44 Cossío, 1908, p. 367 y II, p. 280.<br />

45 Georges Didi-Huberman, La Invención de la<br />

histeria: Charcot y la iconografía fotográfica de<br />

La Salpêtrière (1982), Cátedra, Madrid, 2007.<br />

46 Véase ahora Mercedes Alonso Morales, “Hospital<br />

del Nuncio Nuevo (1790-1836)”, Anales toledanos,<br />

43, 2007, pp. 215-264.<br />

47 Marañón, 1956, pp. 228-242.<br />

48 No dejaría de ser significativo el hecho de que<br />

reconociera, al mismo tiempo, que tal renovación<br />

hubiera sido “iniciada por los israelitas<br />

[sic]”; testimoniaría tanto las prevenciones antisemitas<br />

del régimen como el escudo que surgía<br />

de la reciente creación del Estado de<br />

Israel. En este sentido, es digno de hacerse<br />

notar, y de buscar una explicación probablemente<br />

contextual, cómo Marañón rehuyó constantemente<br />

el empleo del término judío,<br />

sustituido por hebrero o israelita. Por otra<br />

parte, tal psicologismo no parece haber sido<br />

aceptado por la historiografía artística española<br />

contemporánea, que hizo oidos sordos a<br />

muchos de planteamientos.<br />

49 Marañón, 1956, pp. 260-273.<br />

50 Marañón, 1956, pp. 274-277.<br />

51 En esta carta –que publicó Hugo Kehrer (“Ein<br />

Besuch des Giulio Clovio im Atelier <strong>Greco</strong>s”,<br />

Kunstchronik und Kunstmarkt, N.F., 34, IV-X-<br />

1923, pp. 784-785, anterior a su Die Kunst des<br />

<strong>Greco</strong>, Munich, 1926)– se narraba la visita de<br />

Clovio al estudio del cretense en Roma, donde<br />

lo habría encontrado a oscuras, echadas las<br />

cortinas, a pesar de hacer afuera un hermoso<br />

día de sol; tras negarse a correrlas e interrogado<br />

por las causas de su comportamiento, <strong>El</strong><br />

<strong>Greco</strong> habría respondido (quizá a la manera de<br />

Jacopo Tintoretto) que la claridad destruía su<br />

luz interior. La carta no solo introducía objetos e<br />

ideas que podrían juzgarse anacrónicos o<br />

“anatópicos”, sino ajenos al discurso que el artista<br />

empleara en sus anotaciones más personales<br />

a los textos de Giorgio Vasari y Vitruvio,<br />

como vendría a demostrarse. Además, se demostraría<br />

ser un falso; nunca habría existido la<br />

supuesta carta de la Biblioteca Municipal de<br />

Split, como señalara el Profesor Hrvoje Morović<br />

(“Jedna Izmisljotina o <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>”, Moguć nostri,<br />

vii, 4, IV-1960, pp. 312-315), director de su sección<br />

de Libros Especiales y Manuscritos –y recogiera<br />

Harold E. Wethey en la más importante<br />

monografía que sobre el pintor se ha escrito (<strong>El</strong><br />

<strong>Greco</strong> and His School, 2 vols., Princeton University<br />

Press, Princeton, 1962; trad. esp.<br />

Guadarrama, Madrid, 1967, I, p. 30)–, de no<br />

mediar un discípulo croata de Kehrer, el también<br />

pintor Jerko Fabković (1901-1974), quien<br />

inventó el falso extracto de un imaginario diario<br />

o grupo de cartas del miniaturista croata. No<br />

obstante, la carta circuló como verdadera durante<br />

cuarenta años, permitiendo sustentar el<br />

tópico que pretendía defender.<br />

Nuestros deseos interpretativos pueden llevarnos,<br />

no solo a forjar ficciones sino a seguir<br />

aceptando como ciertos documentos falsos, incluso<br />

después de haberse desvelado su falsedad<br />

pero por adaptarse a nuestros deseos. No<br />

era este el caso de Marañón, quien aceptó de<br />

buena fe la carta, tomándola del libro del danés<br />

J. F. Willumsen (La jeunesse du peintre <strong>El</strong><br />

<strong>Greco</strong>, essai sur la transformation de l’artiste<br />

byzantin en peintre européen, París, 1927). En<br />

cambio, no recogió ni citó la hasta entonces inédita<br />

y falsa correspondencia entre el pintor <strong>El</strong><br />

<strong>Greco</strong> y el poeta Luis de Góngora que los redactores<br />

de la revista Índice, el poeta Enrique<br />

Díez-Canedo y el pintor Gabriel García Maroto,<br />

dieron a la luz en 1921 (F. Marías, “De veras y


falsas: las reconstrucciones de <strong>El</strong> Griego de<br />

Toledo”, en <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>: Toledo 1900, ed. Ana<br />

Carmen Lavín, Ministerio de Cultura-Comunidad<br />

de Castilla-La Mancha, Madrid-Toledo,<br />

2008, pp. 95-115).<br />

52 Marañón, 1956, p. 50.<br />

53 Marañón, 1956, pp. 282-295.<br />

54 F. Marías, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, biografía de un pintor “extravagante”,<br />

Nerea, Madrid, 1997.<br />

55 Véase, por ejemplo, Martine Bigeard, La folie<br />

et les fous littéraires en Espagne 1500-1650,<br />

Centre de Recherches Hispaniques, París,<br />

1972; Alison Weber, “Between Ecstasy and<br />

Exorcism: Religious Negotiation in Sixteenth-<br />

Century Spain”, Journal of Medieval and Renaissance<br />

Studies,23, 1993, pp. 221-234;<br />

Enrique González Duro, Historia de la locura<br />

en España, 2 vols., Temas de Hoy, Madrid,<br />

1994; Hélène Tropé, Locura y sociedad en la<br />

Valencia de los siglos XVI al XVII, Diputación,<br />

Valencia, 1994; Sara T. Nalle, Loco por Dios.<br />

Bartolomé Sánchez, el Mesías secreto de<br />

Cardenete [2001], Fundación de Cultura<br />

“Ciudad de Cuenca”-Ayuntamiento, Cardenete,<br />

2009.<br />

56 O Farsa de la locura, según el título del manuscrito<br />

de la BNE 16.159; véase el texto en<br />

Autos sacramentales 1865, pp. 259-269.<br />

57 Michel Foucault, Historia de la locura en la<br />

época clásica [1964], FCE, México, 1967 y<br />

2005, I, pp. 299-309.<br />

58 Foucault, 2005, I, pp. 184-186.<br />

59 Foucault, 2005, I, pp. 325-328.<br />

60 Foucault, 2005, I, pp. 24, 29 y 45 ha recordado<br />

también cómo la Iglesia prohibía a los locos el<br />

acceso a las iglesias (incluso a sacerdotes que<br />

se habían vuelto locos), aunque no a los sacramentos.<br />

61 Véase Bethany Aram, La reina Juana. Gobierno,<br />

piedad y dinastía, Marcial Pons, Madrid, 2001.<br />

62 Nalle, 2009, especialmente cap. 8, pp. 190-201.<br />

63 Michel de Certeau, La fable mystique 1, s. XVIe-<br />

XVIIe siècle [1982], Gallimard, París, 1987 y<br />

20022 (trad. esp. La fábula mística. Siglos XVI-<br />

XVII, Siruela, Madrid, 2006); y <strong>El</strong> lugar del otro.<br />

Historia religiosa y mística, Katz, Buenos Aires,<br />

2007, pp. 347-365.<br />

64 Du Certeau, 2007, pp. 349-350.<br />

65 Du Certeau, 2007, p. 353.<br />

66 Quedaban como transfondo obras como las<br />

del hispanista británico Edgar Allison Peers<br />

(1891-1952), Studies of the Spanish Mystics,<br />

Londres, 1927-1930 o la del filólogo Pedro<br />

Sáinz Rodríguez (1897-1986), Introducción a la<br />

historia de la literatura mística en España, Madrid,<br />

1927, quienes no parecen haber citado a<br />

nuestro artista.<br />

67 K. Steinbart, “<strong>Greco</strong> und die Spanische Mystik”,<br />

Repertorium für Kunstwissenschaft, 36, 1913,<br />

pp. 121-134.<br />

68 La historia editorial de este texto es bastante<br />

confusa; en castellano pare haber aparecido ya<br />

como “Visión griega de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>” en Cruz y<br />

Raya, 29, 1935.<br />

69 Véase Dagmar Vandebosch, Y no con el lenguaje<br />

preciso de la ciencia: la ensayística de<br />

Gregorio Marañón en la entreguerra española,<br />

Droz, Ginebra, 2006, pp. 71-75.<br />

70 Véase Fernando Marías, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, biografía de<br />

un pintor “extravagante”, Nerea, Madrid, 1997,<br />

Introducción; “De veras y falsas: las reconstrucciones<br />

de <strong>El</strong> Griego de Toledo”, en <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>:<br />

Toledo 1900, ed. Ana Carmen Lavín, Ministerio<br />

de Cultura-Comunidad de Castilla-La Mancha,<br />

Madrid-Toledo, 2008, pp. 95-115; y “Luces y<br />

sombras de una pasión: Zuloaga y <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>”,<br />

en Homenaje al Profesor José Álvarez Lopera,<br />

Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada,<br />

40, 2008 [2009] (en prensa).<br />

51


eco<br />

“SPECULUM PASTORUM”.<br />

LOS APÓSTOLES DEL GRECO<br />

Y LA IGLESIA TOLEDANA DE<br />

COMIENZOS DEL SEISCIENTOS *<br />

“Es Toledo la madre de la religión. Porq[ue] desde q[ue] recibió la<br />

Católica Evangélica en tiempo de los Apóstoles, no la ha dexado”.<br />

María Cruz de Carlos Varona<br />

Universidad Autónoma de Madrid<br />

Así se pronunciaba Pedro Salazar de Mendoza en la dedicatoria de su Historia del Glorioso<br />

Doctor San Ildefonso, fechada en Toledo el 20 de junio de 1618, a la entonces todavía<br />

princesa Isabel de Borbón. <strong>El</strong> erudito canónigo toledano, amigo y patrón del <strong>Greco</strong>,<br />

recordaba a la recién llegada princesa de Francia el vínculo simbólico de la Primada con<br />

la Iglesia de los tiempos apostólicos, encarnación del ideal de vida religiosa en la Europa<br />

posterior al Concilio de Trento. La visión de la iglesia de Toledo como heredera de los<br />

ideales del Cristianismo primitivo o, mejor dicho, su aspiración a hacer de ella una diócesis<br />

que los recuperara, está presente en todos los escritos de Salazar de Mendoza y<br />

fue un empeño compartido con muchos de sus colegas en los puestos catedralicios.<br />

53


54<br />

Todos ellos estuvieron firmemente comprometidos desde finales del siglo XVI con la reforma<br />

de la diócesis conforme a las disposiciones del Concilio de Trento y, a la vez, produjeron<br />

una abundante reflexión teórica sobre la formación del clero, la renovación de sus<br />

costumbres y algo particularmente importante en el caso toledano: la figura del prelado,<br />

para quienes los Apóstoles eran referente y modelo. Toledo asentaba su autoridad en el<br />

poder religioso establecido en la ciudad por los mismísimos apóstoles y desde allí extendido<br />

a todo el territorio hispano. Estas raíces explicaban y legitimaban la primacía de<br />

su arzobispo sobre todos los de la Monarquía y autores como Salazar de Mendoza así<br />

lo señalaban en su obra.<br />

En este contexto de acción reformadora y reflexión teórica, Domenico Theotocopuli<br />

y su taller produjeron al menos seis Apostolados completos, un número significativo,<br />

que se incrementa si consideramos las series que sólo conocemos por referencias documentales<br />

y que nos permite afirmar que la producción de series pictóricas de Apostolados<br />

en España estuvo esencialmente vinculada a Toledo y a la figura del <strong>Greco</strong>. <strong>El</strong><br />

análisis de los Apostolados del <strong>Greco</strong> que se realiza en las líneas siguientes se centra<br />

en su relación con este particular contexto y propone una lectura para estos cuadros, reflexionando<br />

sobre la visión que el cretense presentó a los fieles de su tiempo de los seguidores<br />

más cercanos de Jesucristo. ¿Cómo se veía en el Toledo de principios del siglo<br />

XVII a los Apóstoles? ¿Qué nos dicen de ello los cuadros del <strong>Greco</strong> y los textos de hombres<br />

de iglesia que estuvieron relacionados con él?<br />

Dejando aparte varios “Apóstoles” sueltos que aparecen de vez en cuando en el mercado,<br />

que quizá formaron parte de otras series que desconocemos y las conocidas por<br />

referencias documentales, hoy en día tenemos noticia de seis conjuntos, un primer grupo<br />

de series completas y otro de series dispersas y/o incompletas 1 . De ellas, los especialistas<br />

están de acuerdo en considerar a las de la Catedral y Museo del <strong>Greco</strong> como las<br />

de mayor calidad y autógrafas del maestro en mayor medida que las otras, aunque no<br />

en su totalidad.<br />

Todos los conjuntos tienen características comunes, como el hecho de que, si bien<br />

algunos cuadros –los menos– están firmados con el nombre completo del artista, la mayoría<br />

lo está con sus iniciales en griego (“Delta” y “Theta”) lo que podría interpretarse más<br />

como una “marca” que como una firma, indicando de esta manera que se trata de obras<br />

salidas de la “factoría” del <strong>Greco</strong>, pero no enteramente de su mano. En general, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong><br />

representa a los Apóstoles con el mismo rostro en cada una de las series y con los ropajes<br />

del mismo color. Pese a la arbitrariedad de atributos que vemos en algunos casos, esto<br />

podría indicar el deseo por su parte de dotar de una identidad clara a cada uno de ellos.<br />

La falta de documentación plantea problemas para el estudio de estas series: no sabemos<br />

con certeza quiénes y para qué lugares las encargaron; ni siquiera sabemos con<br />

seguridad si el Apostolado existente en la sacristía de la catedral primada fue donado por<br />

el Cardenal Sandoval y Rojas o si procede de una venta posterior 2 . Respecto a la ubicación<br />

original del Apostolado del Museo del <strong>Greco</strong> es desconocida, aunque la primera noticia<br />

documentada también se vincula a la catedral toledana, pues fue donado al Asilo de<br />

pobres de San Sebastián en noviembre de 1837 por el Dr. Manuel Marcelino Rodríguez.


Maestro de ceremonias de la catedral, Rodríguez fue posteriormente párroco titular de la<br />

parroquia mozárabe de San Sebastián. <strong>El</strong> conjunto permaneció en el asilo hasta su entrega<br />

en 1888 a la Comisión de Monumentos con destino al Museo Provincial. Cabe destacar<br />

que en el documento de donación al asilo, se describe como “… el Redentor y sus<br />

doce Apóstoles, siete de ellos del famoso pintor Dominico <strong>Greco</strong>…”, resaltándose así el<br />

carácter de serie realizada por el artista en colaboración 3 . Por lo que respecta a la serie<br />

de Almadrones, se pensó que podía haber sido donada a la iglesia guadalajareña por D.<br />

Miguel del Olmo y de la Riva, obispo de Cuenca, fallecido en 1721, ya que Almadrones<br />

era su pueblo natal. <strong>El</strong> testamento del obispo sí recoge donaciones de otras obras a la<br />

iglesia de Almadrones, pero no menciona ningún apostolado 4 . Por último, la serie hoy en<br />

Asturias fue adquirida en Sevilla a mediados del siglo XVIII por un hidalgo asturiano y fue<br />

a parar a un convento benedictino en Oviedo. Después de la Desamortización de 1835<br />

atravesó por diversas peripecias y fue restaurada y puesta a la venta a comienzos del<br />

siglo XX hasta su adquisición por el Marqués de San Feliz, D. Antonio Sarri de Oller 5 .<br />

Si añadimos a estos seis conjuntos conocidos hoy en día total o parcialmente los<br />

cuadros de este temática inventaríados entre las posesiones del <strong>Greco</strong> a su muerte 6 y<br />

en el inventario de su hijo en 1621 7 advertimos que la realización de cuadros de esta temática<br />

ocupó buena parte de las atenciones del pintor y del taller de Jorge Manuel Theotocópuli<br />

en los años finales de la vida del padre.<br />

Por entonces el artista atravesaba importantes dificultades económicas a consecuencia,<br />

por ejemplo, de sus gastos anuales en alquileres, muy elevados debido al aumento<br />

de miembros de su familia y, especialmente, a la potenciación del trabajo colectivo<br />

del taller. <strong>El</strong>lo se vió agravado por los efectos del pleito que mantuvo con los responsables<br />

del Hospital de la Caridad de Illescas y, por si fuera poco, por la llegada a Toledo<br />

en 1603 de Manusso, su hermano mayor, que vino a la ciudad en compañía de un grupo<br />

de griegos y permaneció en ella durante dos años 8 . Tal y como señaló Fernando Marías,<br />

en este momento de su carrera el <strong>Greco</strong> echó mano de viejos géneros, del retrato y del<br />

lienzo de devoción y pintó ayudado por su extenso taller para una clientela a gran escala<br />

que le permitiera hacer frente a las dificultades económicas por las que atravesaba 9 . Con<br />

ello se ha relacionado la existencia de tantas series de Apóstoles y la calidad variable de<br />

las mismas, pensando que la creación de este modelo tuvo una exitosa acogida y que<br />

los encargos de series apostólicas se multiplicaron.<br />

Posiblemente en su taller existía una amplia variedad de precios dependiendo de si<br />

las copias eran obra del maestro o de sus oficiales. Así, en estos años tardíos encontramos<br />

la repetición no sólo de las series de Apostolados, sino de temas como San Francisco<br />

y el hermano León o San Pedro y San Pablo. Pero tampoco hay que olvidar que la<br />

repetición de modelos fue siempre una manera de trabajar habitual en el taller del <strong>Greco</strong><br />

y que también pudo deberse a su continua reflexión, a lo largo de toda su carrera, sobre<br />

ciertos temas que le interesaban. Recordemos el caso de la de la Expulsión de los mercaderes<br />

del templo, tema del que conocemos varias versiones realizadas por el pintor<br />

con años de distancia entre ellas como la de la National Gallery de Washington (ca. 1570)<br />

y la existente en la National Gallery de Londres, pintada unos treinta años después.<br />

55


56<br />

Sabemos por el testimonio de Francisco Pacheco que el artista guardaba versiones<br />

en pequeño de todas las composiciones que había pintado, a modo de “muestrario”<br />

para enseñarlas en un momento dado a posibles clientes 10 . <strong>El</strong>lo es importante en relación<br />

con el Apostolado llamado “de Arteche”, que repite en pequeño las composiciones<br />

de Apostolados grandes, por lo que es posible que los cuadros pequeños que el cretense<br />

realizaba y guardaba fueran similares a éstos, de los que tal vez serían réplicas a<br />

escala. También se ha sugerido la posibilidad de que fueran del tipo de la cabeza de<br />

Apóstol conservada en el Museo de Budapest 11 .<br />

En la España de su época, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> fue el único que pintó series apostólicas de manera<br />

sistemática, aunque existieron dos precedentes cercanos en los cuadros realizados<br />

por Navarrete el Mudo para el monasterio de <strong>El</strong> Escorial y en el Apostolado de Rubens<br />

para el Duque de Lerma (ca. 1603-1612), hoy en el Museo del Prado 12 . Mientras Navarrete<br />

presentó a sus apóstoles en parejas de carácter monumental que afirman con rotundidad<br />

su condición de firmes pilares de la Iglesia romana, Rubens empleó la tradición<br />

naturalista para crear retratos de los seguidores más cercanos de Cristo y las facciones<br />

de sus apóstoles corresponden a modelos reales.<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> comparte con Rubens la presentación de sus apóstoles sobre un fondo<br />

neutro y sin referencias espaciales concretas. <strong>El</strong> enfoque de cada uno de los personajes<br />

es muy directo y la iluminación es intensa y frontal, incidiendo únicamente en rostros<br />

y atributos sin distribuírse por el fondo, lo que indica que se trata de un artificio conscientemente<br />

buscado y que que no le interesa abordar estas representaciones con un<br />

carácter naturalista 13 .<br />

En sus series se representa a Cristo y los apóstoles que vivieron en tiempo de éste,<br />

excepto, obviamente, a Judas Iscariote y tampoco se incluye a Matías, sustituto del traidor<br />

después de que éste se suicidara. Para reemplazar a ambos, incluye siempre a Pablo<br />

y a Lucas –aunque no se trate de apóstoles que vivieron con Cristo– y en la serie protagonista<br />

de esta exposición sustituye a Lucas por Bartolomé. Salvo en ocasiones puntuales<br />

los rostros siempre son los mismos, así como los atributos de cada apóstol y el<br />

color de sus ropas.<br />

<strong>El</strong> Salvador aparece en todas las series llevando túnica rosa y manto azul. En la serie<br />

de Almadrones lleva sólo la túnica, pero es posible que el manto fuera eliminado en alguna<br />

restauración o, simplemente, que se haya perdido, pues el estado de conservación<br />

de varios de estos cuadros era precario al momento de su hallazgo. Cristo es el único<br />

que lleva nimbo, un halo luminoso siempre en forma romboidal y en general, para representarlo<br />

bendicente <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> se ajusta a la tradición iconográfica del Pantócrator,<br />

bendiciendo a la manera de la iglesia bizantina al cruzarse los dedos pulgar y corazón<br />

bosquejando las iniciales del nombre de Jesús (Iesus Christus).<br />

Entre los apóstoles que no presentan problemas de identificación, destaca en primer<br />

lugar san Pedro. Vestido siempre con los mismos colores azul y amarillo y con el mismo<br />

rostro en todas las series de las que, a decir verdad, es una de las figuras menos atractivas.<br />

Responde al tipo fijado en la iconografía tradicional desde los orígenes del Cristianismo:<br />

hombre de espesa cabellera, cana, al igual que su barba, mira al espectador y


señala a Cristo, situado a su izquierda. Las dos llaves que porta aluden a su doble poder<br />

para salvar y condenar y, por tanto, a la institución del Sacramento de la Penitencia (Jn.<br />

20, 22-23). Frente a esta uniformidad en las series apostólicas, en sus representaciones<br />

aisladas del santo <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> nos muestra a un tipo humano algo diferente como demuestra<br />

por ejemplo el San Pedro en lágrimas del Museo Casa del <strong>Greco</strong> de Toledo.<br />

Parecidos comentarios podríamos aplicar a san Pablo, siempre el mismo rostro grave<br />

y reconcentrado en las series apostólicas. Vestido con túnica azul y manto rojo, dirige su<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, San Pedro en lágrimas.<br />

Museo del <strong>Greco</strong>, Toledo.<br />

Foto: David Blázquez.<br />

57


58<br />

mirada a Cristo, situado a su derecha y muestra al espectador un papel con el texto en<br />

griego de la Epístola a Tito; junto a él aparece la espada con que fue decapitado. Sin embargo,<br />

en las representaciones aisladas encontramos también un tipo humano diferente,<br />

un hombre más corpulento y en pose más activa que el reflexivo apóstol de las series y<br />

casi completamente calvo (Madrid, Colección Marquesa de Narros). Pedro y Pablo presiden,<br />

a ambos lados de Cristo, el Colegio Apostólico que se distribuye alrededor del Salvador.<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> respeta los tipos físicos de ambos establecidos desde el Cristianismo<br />

primitivo, que algunos textos de su época describen de manera bastante precisa 14 .<br />

San Juan es en general una de las figuras más bellas de todos los Apostolados.<br />

Siempre con los mismos rasgos, también en las representaciones aisladas (Madrid,<br />

Museo del Prado) viste túnica verde y manto rosa. Excepto en las series de Oviedo y Almadrones,<br />

porta un cáliz con dragoncillo como atributo pero aún cuando estos están<br />

ausentes lo inalterado de su representación hace fácil reconocerlo. Tal atributo simboliza<br />

el veneno que fue ofrecido al santo en Asia por el sacerdote Aristodemo y del que<br />

salió indemne. En la Edad Media el veneno es simbolizado por la presencia sobre la<br />

copa del dragón o serpiente, pero este motivo desaparece en el Renacimiento y el Barroco,<br />

aunque <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> siempre lo mantiene en sus representaciones del santo.<br />

Las representaciones de San Lucas constituyen también algunos de los más bellos<br />

ejemplares de los Apóstoles del cretense. Junto con San Pablo, sustituye a las dos figuras<br />

que faltan en todas las series: Judas y Matías, por razones sobre las que volveré<br />

más adelante, si bien en la serie objeto de esta exposición ha sido sustituído por San Bartolomé.<br />

Sin embargo, está en todas las demás y el <strong>Greco</strong> creó para este evangelista<br />

hasta tres modelos: en Oviedo y Arteche es un hombre joven y barbado que sostiene un<br />

libro cerrado y un pincel. En la catedral de Toledo –el más hermoso de todos– lleva pincel<br />

y libro abierto, en el que muestra al espectador su retrato de la Virgen.<br />

Por último, en la serie de Almadrones (hoy en el Indianapolis Museum of Art) aparece como<br />

hombre de edad más avanzada, de perfil, con túnica verde y manto amarillo, sosteniendo un<br />

libro cerrado y su inseparable pincel. Es digno de reseñarse un aspecto que ha pasado inadvertido:<br />

en las representaciones de la catedral de Toledo, Oviedo y Arteche, el evangelista no<br />

viste, como los demás apóstoles, túnica y manto sino un traje de color verde con cuello de<br />

color blanco. Sólo en los ejemplos del tipo de Almadrones lleva manto y túnica como los demás.<br />

En la tradición cristiana, Lucas es considerado el autor del retrato verdadero de la Virgen,<br />

resaltándose este papel al igual que su condición de evangelista. <strong>El</strong> tema de San<br />

Lucas retratando a la Virgen tenía una fuerte tradición en el mundo bizantino, en cuyo ambiente<br />

transcurrieron los primeros años de formación del <strong>Greco</strong> y es además un texto de<br />

Andrés de Creta el primero que, en el siglo VIII, menciona a San Lucas como pintor de<br />

la Virgen. De hecho, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> representó el tema en una de sus primeras obras, realizada<br />

dentro del espíritu de los iconos bizantinos 15 . Es significativo, pues, que en su inclusión<br />

en las series de Apostolados, el pintor retratara a Lucas enfatizando entre otras cosas,<br />

no ya su condición de pintor, sino de autor de la vera effigies de la Virgen.<br />

Simón el Cananeo o el Zelote es, junto con el apóstol San Pedro, una de las figuras<br />

menos atractivas de las series apostólicas, aunque no presenta problemas de identifi-


cación. Siempre lleva un libro, hacia el que dirige su mirada y manto amarillo sobre túnica<br />

azul. <strong>El</strong> tipo humano es también el mismo en todos los casos.<br />

San Andrés lleva siempre el instrumento de su martirio, la cruz en aspa y su rostro<br />

tampoco presenta problemas, pues es el mismo en todas las series, así como el color<br />

de sus vestiduras: manto verde sobre túnica azul. La única variante se produce en oca-<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, San Lucas, Santa Iglesia<br />

Catedral Primada, Toledo.<br />

Foto: David Blázquez.<br />

59


60<br />

siones en la cruz, pues, por ejemplo en el cuadro de la serie de Almadrones (actualmente<br />

en Los Angeles County Museum of Art) aparece un único travesaño.<br />

Judas Tadeo presenta también el mismo rostro inconfundible: el de un anciano con<br />

mirada un tanto torva que lleva como atributo la alabarda de su martirio, ataviado con túnica<br />

azul (que a veces, como en el ejemplar de la catedral de Toledo, ha virado a verde<br />

por la oxidación del barniz) y manto amarillo-anaranjado.<br />

Mateo es un hombre de largos cabellos y barba blancos que en los ejemplares de<br />

mayor tamaño (Catedral y Museo del <strong>Greco</strong>) lleva libro y pluma, mientras aparece en<br />

enérgico gesto de escritor y en los más pequeños (Almadrones, Oviedo) sólo el libro.<br />

Viste túnica azul y manto rosa.<br />

Los restantes apóstoles son más problemáticos en cuanto a su identificación. <strong>El</strong> Bartolomé<br />

del Museo del <strong>Greco</strong> es, como dijimos, ejemplar único en las series apostólicas,<br />

aunque existió otro según Harold E. Wethey en la serie de Henke, que fue destruido 16 . Viste<br />

completamente de blanco y encadena a un pequeño demonio, detalles ambos relacionados<br />

con su leyenda tal y como narran textos como la “Leyenda Dorada” 17 . <strong>El</strong> texto nos informa<br />

que Bartolomé exorcizó en la India a varios posesos, especialmente a una<br />

muchacha, encadenando tras liberarla al demonio que la atormentaba. Por ello fue venerado<br />

como el patrón y especial abogado de quienes padecían enfermedades nerviosas y<br />

en representaciones anteriores (Martín García, Museo de Navarra, ca.1515-20) aparece<br />

con un demonio encadenado y vestido con manto blanco. Especial importancia tienen en<br />

los textos hagiográficos de la época los comentarios sobre el color de sus vestiduras,<br />

“San Bartolomé usava vestirse un colobio blanco, que era como ropilla corta<br />

sin mangas, y un palio o capa larga de grana, y sandalios. Afirma esto Abdías<br />

en su Vida, y que en veinticinco años, ni se envegecieron, ni se ensuciaron,<br />

ni menos el calçado se gastó. Y aunque el santo guardó la<br />

moderación y pobreza en el vestido que los demás Apóstoles, sólo conservó<br />

el palio de púrpura diferente dellos, para dar a entender la real sangre de<br />

donde venía, aunque nacido en Galilea, y que la avía menospreciado y tenido<br />

en poco por seguir a Cristo 18 ”.<br />

Pese a las coincidencias de la representación del <strong>Greco</strong> con los textos, en cuanto a<br />

los rasgos físicos y color de sus ropas, algunos autores han cuestionado que el santo<br />

representado en este cuadro sea realmente san Bartolomé. Se han aducido para ello razones<br />

técnicas, pues el cuadro estaría inacabado y el color blanco no sería en realidad<br />

sino una fase preparatoria, previa a la aplicación del color. Para hacer los mantos de los<br />

apóstoles el <strong>Greco</strong> aplicaba en primer lugar una capa blanca y sobre ésta la posterior<br />

capa de color, obteniendo determinados efectos lumínicos a partir de la mezcla del color<br />

y del blanco de la capa inferior. Esta idea fue apuntada por Kerestetsis y por Alonso y el<br />

primero de ellos incluso sugirió que al quedar el cuadro inacabado tras la muerte del<br />

<strong>Greco</strong>, el color blanco de las vestiduras hizo pensar que se trataba de San Bartolomé,<br />

añadiéndose posteriormente el diablillo con la cadena y convirtiéndose en una repre-


sentación de este Apóstol, aunque originalmente hubiese sido concebido como una representación<br />

de otro 19 .<br />

Sin discutir estas precisiones técnicas, creo que no debemos deshechar la idea de<br />

que se trate de Bartolomé, fundamentalmente por una razón: el rostro de este personaje<br />

no coincide con ninguno de los apóstoles de otras series; es decir, si no era a San Bartolomé<br />

¿a qué apóstol se quería representar? ¿quizá a Bernabé o Matías, los ausentes en<br />

todas las series? En este caso el demonio encadenado que identifica a Bartolomé sería<br />

un añadido posterior, pero las vestiduras de color blanco del personaje sólo coinciden con<br />

Bartolomé. Por otra parte, una atenta observación de la pintura revela que el blanco no<br />

está sin trabajar 20 , aunque sí es cierto que no se han aplicado otras capas encima hasta<br />

conseguir los mismos matices que vemos en otros blancos del <strong>Greco</strong>. Martin Soria señaló<br />

que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> recoge en esta representación la tradición española, pues las representaciones<br />

del santo de blanco, encadenando al demonio, fueron habituales en la España<br />

del siglo XIV y asumidas únicamente por la tradición pictórica italiana y española 21 .<br />

San Felipe lleva, en los ejemplares de la catedral y Museo del <strong>Greco</strong>, la cruz de su<br />

martirio por atributo y sus vestiduras son de color oro y azul. En el ejemplar de Oviedo,<br />

no lleva atributo alguno y tampoco se aprecia el ropaje azul por debajo del amplio manto<br />

amarillo. Esta ausencia de atributos y el rótulo con el nombre equivocado del apóstol ha<br />

hecho que, en ocasiones, se haya confundido la identidad de los personajes representados.<br />

Los rótulos de la serie de Oviedo se añadieron en el siglo XVIII y casi todos ellos<br />

son erróneos.<br />

Santiago el Mayor es una de las representaciones más problemáticas, aunque el<br />

ejemplar de Almadrones (hoy en el Museo del Prado) es también uno de los más hermosos<br />

y enigmáticos. En la catedral, Museo del <strong>Greco</strong>, Oviedo y Arteche es el mismo<br />

personaje y lleva manto verde sobre túnica azul. Sin embargo, los atributos cambian,<br />

pues si en el ejemplar de la Museo del <strong>Greco</strong> lleva un bastón de peregrino, en la catedral<br />

porta un libro y en Oviedo y Arteche no lleva nada. Al igual que sucede en otros<br />

Apóstoles, el tipo es completamente distinto cuando se representa al santo aisladamente,<br />

como muestran los ejemplos del Museo de Santa Cruz y de la Hispanic Society<br />

de Nueva York, en que se muestra con cabello oscuro y largo, partido al centro y que recuerda<br />

en algo a las efigies de Cristo. En el ejemplar de Almadrones no sólo faltan los<br />

atributos sino también, incluso, el manto de color verde. La mirada del personaje aparece<br />

perdida y el gesto que realiza con su mano derecha indica que estuviera discutiendo<br />

o presentando sus argumentos sobre alguna cuestión. En realidad no tenemos<br />

ningún dato que permita asegurar que este apóstol es Santiago el Mayor y, de hecho, la<br />

posición tan peculiar de la mano derecha recuerda más al Santiago el Menor de otras series<br />

como en seguida veremos. Es curioso que el patrón de España sea representado<br />

de una forma tan confusa por <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y sobre ello volveremos más adelante.<br />

Santiago el Menor plantea problemas de identificación también: si en la catedral y<br />

Museo de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> lleva túnica amarilla y manto azul y sostiene un libro, en Oviedo el<br />

manto es rosado y la túnica verdosa y porta un bastón, al igual que en el considerado<br />

estudio que se encuentra en el Museo de Budapest.<br />

61


62<br />

Por fín, el Apóstol Tomás, aunque responde al mismo tipo humano, también introduce<br />

cambios en los demás aspectos. Mientras en el Museo del <strong>Greco</strong> lleva túnica color cobre<br />

amarillento y manto azul, los colores se invierten en la serie de Oviedo. Parece tratarse<br />

del mismo colorido que en la serie de la catedral, aunque los barnices están tan oxidados<br />

que la túnica parece rojiza. Los tonos de los ropajes cambian asimismo en el ejemplar<br />

de la serie de Almadrones. <strong>El</strong> del Museo del <strong>Greco</strong> muestra al santo llevando como<br />

atributo una lanza, mientras en el de la catedral lleva una escuadra y en las series de Almadrones<br />

y Oviedo no hay atributo alguno. La lanza alude al martirio del apóstol mientras<br />

la escuadra de arquitecto recuerda su promesa de edificar un palacio espiritual en<br />

el cielo para el rey indio Gondophorus.<br />

Para Sarah Schroth, la gran aportación del cretense en estas imágenes es la fusión<br />

del género retratístico y de la imagen de devoción, lo que le permite crear retratos imaginarios<br />

no a partir de modelos reales, sino de una elaboración mental previa del concepto<br />

de “apóstol” 22 .<br />

Martin Soria definió más certeramente la aproximación –no tanto de pintor como de<br />

scholar– del <strong>Greco</strong> a la representación de los apóstoles 23 . Como hemos visto, el artista<br />

los representó ajustándose en la mayoría de los casos a unos modelos determinados en<br />

cuanto a tipos físicos y actitudes, color de los ropajes y atributos. En sus series apostólicas<br />

destacan con particularidad dos aspectos: los gesticulación de los efigiados y el<br />

uso relativamente estable de una tradición cromática en sus representaciones.<br />

A ambos dedicó brillantes reflexiones Harold E. Wethey, quien se basó en ellos<br />

para tratar de clarificar la posible colocación original de las series 24 . Respecto al color,<br />

para el historiador norteamericano no existía duda de que la elección cromática del<br />

<strong>Greco</strong> para varios santos recoge tradiciones aprendidas en Italia, donde existe una<br />

“iconografia del color” para las ropas de apostoles y santos bien establecida desde finales<br />

del gotico. Los colores elegidos para Cristo, la Virgen, San Pedro, San Juan Evangelista<br />

y San Pablo son fijos y son los mismos que en las series italianas de fines del<br />

siglo XVI (San Giuovanni in Laterano, Santa Prassede y Aracoeli, en Roma, por ejemplo).<br />

Los atributos colorísticos serían elementos tan relevantes como los símbolos a<br />

efectos de identificación.<br />

Los textos litúrgicos empleados en España en época del <strong>Greco</strong> no ofrecen demasiada<br />

información a este respecto, señalando dos colores que deberían emplearse en las<br />

festividades conmemorativas de los apóstoles: el rojo y el blanco,<br />

“En las fiestas de qualesquier Apóstoles o Mártyres, que sucedieron en sus<br />

vidas (como Cátedra de san Pedro, Conversión de san Pablo &c.) siempre<br />

se usa del color blanco; mas en sus martyrios y las que se celebran después<br />

(como Translaciones, Invenciones, &c.) usarse ha de colorado: si no es en<br />

la fiesta de san Iuan ante Portam latinam, que por ser su martyrio, se usa de<br />

colorado, y en su muerte, blanco, por no aver muerto con martyrio 25 ”).


Otras fuentes de la época hablan también, aunque de forma imprecisa, sobre el aspecto<br />

y color de los vestidos de los apóstoles. Así, el jesuíta Portocarrero afirmaba en<br />

1616: “Iansenio en la concordia Evangélica afirma que el [Cristo] y los Apóstoles tuvieron<br />

muchos [vestidos] aunque de un solo color” Pese a que ello pudiera inducir a error<br />

respecto a la posesión de numerosas vestiduras por parte de los apóstoles, como habían<br />

demostrado varios autores sólo tuvieron dos 26 .<br />

Una relación de las reliquias existentes en el Sagrario de la catedral toledana en torno a 1601<br />

revela que se conservaban en ella varias procedentes de las vestiduras de los apóstoles,<br />

“…Relicario en que estan las fimbrias de las ropas de Sant pedro y S. pablo<br />

es de plata dorado hecho un castillo sobre una salva…Un vaso de agata<br />

donde esta de [sic] los huesos de sant Andres y parte de la cruz en que fue<br />

martirizado…Relicario donde esta un pedaço del caxco de sanctiago el<br />

menor…Parte de los huessos de sant Bartholome [en?] un relicario de plata<br />

dorada que tiene por remate una lengua de escorpion…Un Relicario en que<br />

ay reliquias de s. Joan apostol de su tunica y del paño de s. Phelipe y Sant<br />

Bernave Apostoles del velo de sancta Leocadia [margen: y el cuchillo] es de<br />

plata dorada a manera de custodia…capillis prínçipis apostolorum… 27 ”<br />

En términos de gestos, el <strong>Greco</strong> recoge la tradición presente en las series de estampas<br />

apostólicas europeas de las que se presentan buenos ejemplos en esta exposición.<br />

Las estampas funcionan cuando se ven de manera conjunta y en ellas se<br />

despliega todo un repertorio gestual de interconexión entre los apóstoles que, como en<br />

las series del <strong>Greco</strong>, parecen estar manteniendo un diálogo ajenos en su mayoría al espectador.<br />

Esto es explicable en términos compositivos para dotar a estos conjuntos de<br />

cierto dinamismo. Pero también es posible, como apuntó Wethey, que la gestualidad tuviera<br />

referencias explícitas para los espectadores de la época, probablemente capaces<br />

de identificar a cada apóstol con el gesto o ademán a él asociado.<br />

Todos los autores que han trabajado sobre los Apostolados están de acuerdo en<br />

que fueron pensados para colocarse en una misma habitación, flanqueando seis cuadros<br />

en cada lado a Cristo situado en el centro, lo que explicaría la dirección de las miradas<br />

de los personajes, seis hacia la derecha y seis hacia la izquierda, dependiendo de<br />

su situación respecto al Salvador. Lo más probable es que Cristo presidiera el conjunto<br />

desde el centro de la habitacion con seis figuras a cada lado, aunque ignoramos qué criterio<br />

determinaba el orden de los apóstoles. Wethey sugirió que pudieran estar colocados<br />

siguiendo la secuencia del canon de la misa, que es la siguiente: Santos Pedro y<br />

Pablo, Andres y Santiago el Mayor, San Juan Evangelista y Santo Tomas, Santiago el<br />

Menor y Felipe, San Bartolome y San Mateo, San Simon y San Judas Tadeo 28 . Pero este<br />

orden no proporciona un esquema convincente desde el punto de vista compositivo y<br />

tampoco lo hace la propuesta de Wethey para establecer una secuencia lógica de gestos<br />

interconectados y de juegos cromáticos armoniosos, al considerar que Pedro y Pablo<br />

debían compartir la misma pared.<br />

63


64<br />

Otra posibilidad es disponer a los apóstoles siguiendo el orden que vemos en las estampas<br />

europeas del Credo. Las series de Gerard de Jode (†1591), Pieter van der Heyden<br />

(ca. 1530-1575) y la estampa del Credo de Luca Bertelli (act. 1550-1580) presentan<br />

a los apóstoles con un versículo del Credo en la parte inferior en el mismo orden: Pedro,<br />

Andrés, Juan, Santiago el Mayor, Santo Tomás, Santiago el Menor, Felipe, Bartolomé,<br />

Judas Tadeo, Simeón, Matías y Mateo. Una serie de Luca Bertelli y otra de Anton Wierix<br />

(ca. 1600) respetan el mismo orden excepto en el caso de Juan, que lo cambia con Santiago<br />

el Mayor y Judas Tadeo que lo cambia con Mateo 29 . Pero la colocación de los apostolados<br />

del <strong>Greco</strong> siguiendo el orden y criterios de cualquiera de estas dos alternativas<br />

no resulta satisfactoria, al no coincidir la dirección de la mirada de dos apóstoles que<br />

conforme a ello, deberían compartir la misma pared.<br />

Tampoco debieron estar colocados conforme al orden en que los citan los evangelistas<br />

30 , como evidencian los propios cuadros, al ofrecer como resultado parejas que no se relacionan<br />

de manera convincente.<br />

Dos pequeños San Lucas y Santiago el Mayor supuestamente pertenecientes a la serie<br />

de Arteche subastados en Madrid en octubre de 2005, aunque proporcionan pistas respecto<br />

al orden de las series, tampoco nos permiten llegar a una solución satisfactoria 31 . Los<br />

dos lienzos, sin reentelar, conservan sus bastidores originales en los que una inscripción de<br />

la época indica, en el caso de San Lucas, “4 derecha” y en el caso de Santiago el Mayor<br />

“nº 5 çurda”, señalando, por tanto, el orden correspondiente del apóstol en la serie y el lugar<br />

donde debería ser colocado. Esto significa que ambos debían estar en muros enfrentados<br />

y, efectivamente, cada apóstol dirige su mirada hacia el lado opuesto respecto al otro.<br />

Lo único que podemos afirmar con certeza es que la idéntica actitud de los apóstoles<br />

en todas las series conocidas del <strong>Greco</strong> indica que eran colocados siempre en el mismo<br />

lugar respecto a Cristo. Éste presidiría la sala, flanqueado por San Pedro y San Pablo –a su<br />

derecha e izquierda respectivamente– 32 y, basándonos en la dirección de sus miradas y teniendo<br />

en cuenta los datos apuntados en último lugar, podríamos proponer que ocuparan<br />

la pared derecha a continuación de San Pedro y en orden que desconocemos: Tomás,<br />

Juan, Mateo, Lucas –o Bartolomé– y Felipe, mientras en la izquierda tendríamos a Judas<br />

Tadeo, Andrés, Simón, Santiago el Menor y Santiago el Mayor, cerrando la serie San Pablo.<br />

¿Qué entorno fue el que acogió la creación y desarrollo por <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> de esta novedad<br />

pictórica? ¿Cómo se vería a los Apóstoles en la Toledo de comienzos del siglo XVII?<br />

Y, a partir de lo que podemos deducir de sus series ¿cómo los vio <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>? ¿Por qué<br />

eligió a unos y dejó fuera a otros y a qué pudo deberse la ambigüedad representativa en<br />

unos casos y la absoluta claridad en otros? En las líneas siguientes, trataremos de responder<br />

a estas preguntas.<br />

Es extremadamente importante el hecho de que estas series se pinten precisamente<br />

en Toledo. En la tradición cristiana, los Apóstoles son los precedentes de los obispos y<br />

Toledo es la sede primada de todas las hispanas, la capital espiritual del Reino. Por<br />

tanto, si en algún lugar existió abundante reflexión teórica sobre el papel de los obispos<br />

y sus antecesores los Apóstoles, tuvo que ser en éste.


Como acerca de todos los aspectos de la vida de la comunidad católica, el Concilio<br />

de Trento tuvo mucho que decir sobre la nueva organización de la Iglesia y, especialmente,<br />

sobre el papel de sus pastores. La Iglesia que se aspiraba a configurar debería<br />

ser una nueva Iglesia pastoral, reforzando y mejorando la formación de los clérigos en<br />

este aspecto, insistiendo en aspectos como la residencia de los obispos en sus sedes 33 .<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y taller, San Lucas.<br />

Colección particular.<br />

© Christie’s Images Limited [2010].<br />

65


<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y taller, San Lucas,<br />

(detalle de inscripción en el<br />

bastidor). Colección particular.<br />

66<br />

A este asunto dedicó una publicación<br />

en 1547 quien sería arzobispo<br />

de Toledo, Bartolomé Carranza de<br />

Miranda. Es difícil saber con exactitud<br />

si el clero mejoró después de<br />

Trento en todo el mundo católico,<br />

pero la mayoría de los especialistas<br />

están de acuerdo en que sí lo hizo.<br />

La época en la que vivió y trabajó <strong>El</strong><br />

<strong>Greco</strong> puede considerarse un<br />

tiempo propicio para la especulación<br />

teórica sobre la figura del<br />

obispo modelo y explica en cierto<br />

modo el surgimiento de estas series<br />

de tema apostólico en Europa.<br />

En el caso de la diócesis de Toledo,<br />

la reforma tardaría un tiempo<br />

en llevarse a cabo. Tras la caída del<br />

arzobispo Carranza en manos de la<br />

inquisición en 1559 so cargo de herejía,<br />

la diócesis era gobernada por<br />

un grupo de eclesiásticos a los que<br />

Felipe II trató de convocar a concilio<br />

en 1565 con el objeto de realizar recomendaciones para la reforma. Pero, como era de esperar,<br />

los canónigos catedralicios, que no aceptarían fácilmente la mínima intromisión en<br />

sus competencias, torpedearon cuantas medidas se intentaron imponer. De forma que<br />

cuando el cardenal Gaspar de Quiroga fue nombrado arzobispo en 1577, el mismo año<br />

en que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> llegó a la ciudad, la sede primada estaba todavía pendiente de reforma 34 .<br />

Con Quiroga comenzaron una serie de medidas adoptadas por los arzobispos de Toledo<br />

que fueron cruciales en este sentido, pues fue plenamente consciente del papel de<br />

pastores que debían ejercer los obispos. Tras su muerte fue el arzobispo García de Loaisa<br />

quien siguió impulsando la reforma de la diócesis. Sería, sin embargo, el sucesor<br />

de éste, Sandoval y Rojas quien más seriamente consideró el nuevo papel de los obispos,<br />

también como guardianes del arte sacro, contando para ello con <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y su hijo,<br />

Jorge Manuel, como censores de las representaciones adecuadas para las iglesias. Además<br />

de las medidas prácticas que, por su papel de arzobispo llevara a cabo en la reforma<br />

del clero diocesano, Sandoval fue un destacado escritor, que no llegó a ver<br />

terminada la obra que estaba escribiendo con Francisco de Pisa, precisamente una Historia<br />

de los Arzobispos de Toledo.<br />

Todos estos obispos, especialmente el último, se empeñarón en hacer de la toledana<br />

una diócesis modélica, garante de la más perfecta ortodoxia. Esta fue una tarea<br />

común, encabezada por el arzobispo, pero donde todos los estamentos religiosos e in-


<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y taller, Santiago el Mayor.<br />

Colección particular.<br />

© Christie’s Images Limited [2010].<br />

67


<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y taller, Santiago el Mayor,<br />

(detalle de inscripción en el<br />

bastidor). Colección particular.<br />

68<br />

telectuales de la ciudad tuvieron<br />

algo que aportar. Desde artistas<br />

como <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y su hijo en calidad<br />

de censores, hasta algunos familiares<br />

y consultores de la Inquisición,<br />

y amigos del <strong>Greco</strong> como Pedro Salazar<br />

de Mendoza.<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, pues, conocía bien el<br />

ambiente de reforma que se respiraba<br />

en la ciudad en su tiempo.<br />

Como hombre letrado estaba bien informado<br />

sobre lo decretado por el<br />

Concilio de Trento, porque en su biblioteca<br />

se inventarió una traducción<br />

griega de los cánones y decretos del<br />

mismo y su pintura refleja siempre los<br />

temas de la religiosidad contrarreformista<br />

35 . Sus relaciones amistosas le<br />

llevaron a tratar con personajes que<br />

tuvieron gran importancia en la vida<br />

religiosa y cultural de la ciudad 36 . Si,<br />

tras el pleito por <strong>El</strong> Expolio, nunca<br />

volvió a encontrar entre los canónigos<br />

de la primada a sus patronos a nivel institucional, muchos de ellos siempre siguieron<br />

teniendo contacto con él a nivel privado.<br />

Entre sus amigos más cercanos destacó Antonio de Covarrubias y Leiva, retratado<br />

por el cretense en el cuadro que se conserva en el Musée du Louvre. Antonio, a quien<br />

<strong>Greco</strong> llamó “milagro de la naturaleza”, se retiró a Toledo tras quedar sordo y tras una<br />

brillante carrera como oidor de la Chancillería granadina y miembro del Consejo de Castilla.<br />

Mientras desempeñaba estos cargos, fue asesor de Felipe II en materias culturales,<br />

colaborando en las compras de códices y manuscritos para la biblioteca escurialense.<br />

En Toledo se ordenó sacerdote y fue maestrescuela de la catedral, dedicándose a sus<br />

trabajos como helenista y a la clasificación de su biblioteca. Tuvo contacto con otros expertos<br />

en materias de la Antigüedad, como el jesuita Andreas Schott, catedrático de<br />

griego en la universidad toledana. Antonio había asistido a las sesiones del Concilio de<br />

Trento en compañía de su hermano, Diego, cuyo retrato por el candiota se conserva<br />

también en el Museo del <strong>Greco</strong>.<br />

Hacia 1600, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> también retrató a Francisco de Pisa, coautor de la Historia de<br />

los Arzobispos junto con el cardenal García de Loaisa. Francisco, fallecido dos años<br />

después que el cretense, fue catedrático de Sagrada Escritura en la universidad toledana,<br />

autor de una historia de la Ciudad imperial y una destacada figura en materias<br />

eclesiásticas en la ciudad en época del <strong>Greco</strong>.


Pero sin duda Pedro Salazar de Mendoza, uno de los más personajes más cercanos<br />

al artista y por cuya intermediación consiguió encargos artísticos de importancia, fue especialmente<br />

relevante en cuanto a la reflexión teórica sobre el papel de los prelados 37 .<br />

Canónigo de la primada, miembro del Consejo de la gobernación del arzobispado y consultor<br />

de la Inquisición, su carrera en los círculos del alto clero toledano se debió a su carácter<br />

reformador de las costumbres del clero, a resultas de la visita que había realizado<br />

en 1581 a la audiencia arzobispal a instancias del Cardenal Quiroga. Sus recomendaciones<br />

en este sentido se dirigieron a que el arzobispo eliminase de su puesto a los laicos<br />

que habían comprado cargos en la corte arzobispal, sustituyéndolos por eclesiásticos de<br />

carrera, planteando un refuerzo del poder eclesiástico y, a la postre, episcopal. Como escritor,<br />

su obra más importante fue la que él mismo denomina en su testamento Historia<br />

de los arzobispos de Toledo, una obra que él creía era urgentemente necesitada y que,<br />

al final, quedó manuscrita como la de Pisa y García de Loaisa. Su interés en la historia de<br />

la diócesis se puso de manifiesto en otras obras, principalmente biografías de grandes<br />

prelados como la Crónica del cardenal Juan Tavera, y sus biografías de San Ildefonso,<br />

Pedro González de Mendoza –fundador del hospital de Santa Cruz– y Bartolomé Carranza.<br />

En esta última obra pretendió reivindicar la memoria del obispo Carranza, rehabilitar<br />

su figura y presentarlo como prelado ejemplar de la Iglesia contrarreformista 38 . Pero,<br />

además, y esto es importante en relación con la imagen de los Apóstoles en la época, Carranza<br />

había basado sus Comentarios sobre el Catecismo Cristiano, una obra muy influyente<br />

y considerada modélica hasta algún tiempo después de su arresto, en San Pablo,<br />

los Padres primitivos y Santo Tomás de Aquino, y su Speculum Pastorum constituyó una<br />

importante aportación sobre la figura del obispo modelo 39 .<br />

Además de exponer el compromiso de su autor con la reforma de la iglesia y presentar<br />

modelos paradigmáticos de prelados, las biografías de Salazar de Mendoza pretendían<br />

glorificar a la diócesis toledana presentándola como heredera de los ideales del<br />

Cristianismo primitivo entre otros aspectos a través, precisamente, de su vínculo con los<br />

Apóstoles. En el largo prólogo antecedente a su biografía del cardenal Pedro González<br />

de Mendoza, Salazar señala no sólo el vínculo de la iglesia toledana con los tiempos<br />

apostólicos, sino con los mismísimos apóstoles, que tuvieron en la ciudad epicentro<br />

desde donde transmitieron el Cristianismo –o Catolicismo, usando sus palabras– al resto<br />

de las ciudades hispanas.<br />

Así, fue Santiago el Mayor quien señaló a Toledo por Primada “por su grandeza, comodidad<br />

y sitio, en el centro de España” y nombró por su primer obispo a Marco Julio<br />

<strong>El</strong>pidio, discípulo de San Pedro. También dejó a Colocero, otro discípulo suyo como<br />

obispo “en el resto de la Carpetania… esto fue forçoso para que huviesse quien confirmasse,<br />

ordenasse y exerciesse en otros actos Pontificales: y luego se començaron a<br />

edificar yglesias en Toledo y su comarca”. Santiago, además, trajo doce discípulos, que,<br />

desde Toledo, envió a toda España y dejó consagrados como obispos. Todo ello sucedió<br />

en el año 37 40 .<br />

También San Pedro y San Pablo habían visitado Toledo, el primero de ellos en el año<br />

50 para traer a Marco Marcelo Eugenio “… q[ue] después fue primer Primado de Es-<br />

69


70<br />

paña como Obispo de Toledo 41 ” y San Pablo en el año 69, posiblemente en compañía<br />

de Filemón y Timoteo, probablemente para conocer el lugar designado por Santiago<br />

para la primacía “…pues todo corría por quenta de todos y era una mesma causa…”<br />

Pero, además, la toledana poseía otros vínculos especiales con los apóstoles, institutores<br />

del oficio que la distinguía frente a todas las demás: el mozárabe, que era en realidad<br />

el oficio de la misa instituído por Santiago el Menor,<br />

“San Clemente Romano, en las constituciones Apóstolicas dize, que traxo<br />

Santiago a España el Cathecismo de los Apóstoles, y la Missa q[ue] havía ordenado<br />

Santiago el menor. Otros dizen que la Missa era la de San pedro y<br />

q[ue] la compuso delante de los Apóstoles, y la escrivió San Clemente, por<br />

lo qual se tuvo por suya. Lo primero se tiene por más cierto. También lo es,<br />

q[ue] se celebra oy en Toledo con esta Missa en muchas yglesias. Es el oficio<br />

muy devoto, y el primero por donde se rezò y celebrò en España y esta<br />

provincia la primera de el Poniente q[ue] le recibio” 42 .<br />

La fuente aquí mencionada por Salazar de Mendoza son las llamadas Constituciones<br />

de los Apóstoles. <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> poseía un ejemplar de esta obra, en griego, que fue inventaríado<br />

en su biblioteca tras su fallecimiento 43 .<br />

Fue también la toledana la primera iglesia “del mundo” que cantó el Símbolo de los<br />

Apóstoles, según atestiguaba Luitprando en el siglo X. En la Iglesia posterior a Trento el<br />

Credo –o Símbolo de los Apóstoles– había cobrado nueva fuerza como expresión de las<br />

principales verdades del catolicismo; la misma función que había cumplido en tiempos<br />

de los Apóstoles, supuestos autores colectivos de la oración. En la Edad Moderna ésto<br />

dio lugar a la asociación de la imagen de los apóstoles con los distintos versículos del<br />

Credo en la parte inferior, como comentamos al hablar de varias series de estampas. Salazar<br />

se refiere al Símbolo de los Apóstoles aunque también detalla los añadidos del llamado<br />

Símbolo niceno-constantinopolitano relativos a la creación por Dios de lo visible e<br />

invisible, la naturaleza de Padre, Hijo y Espíritu en respuesta, respectivamente, a Maniqueo,<br />

Arrio y Macedonio.<br />

La difusión en Toledo de este Símbolo de los Apóstoles la atestiguaban copias de antiguos<br />

documentos que poseían Francisco Portocarrero –autor de la historia de San Ildefonso<br />

que citamos anteriormente– y el Dr. Luis de San Loriente, racionero de Sevilla.<br />

Ambas eran copias de los originales supuestamente llevados por Luitprando en su marcha<br />

a Italia y existentes en tiempo de Salazar en el monasterio alemán de Fulda (OSB) 44 .<br />

Y, especialmente, nuestro autor destaca como otro hecho característico de la sede<br />

toledana, sólo compartido con Roma ni más ni menos, la existencia ininterrumpida de<br />

prelados. Salazar demuestra particular énfasis en desmentir a aquéllos autores que afirmaban<br />

que no hubo prelados en Toledo desde 956 hasta 1085; los hubo, pero no se<br />

halló catálogo o dyphtera de los mismos 45 .<br />

Ni que decir tiene que todo ello convertía a los obispos de Toledo en los sucesores<br />

de los Apóstoles por antonomasia: de ellos habían recibido su gran privilegio –la Prima-


cía–, algunos de sus más antiguos y característicos ritos y, sobre todo, el revestimiento<br />

de autoridad, que se mantenía ininterrumpido en una línea continua que remontaba hasta<br />

los orígenes del Cristianismo.<br />

¿Trasladaría Salazar de Mendoza al pintor algunas de estas ideas a la hora de concebir<br />

el proyecto de doce esculturas de los Apóstoles para el tabernáculo del Hospital<br />

Tavera que el <strong>Greco</strong> debía realizar según contrato de 1608? Probablemente nunca lo sabremos,<br />

pues la obra no llegó a realizarse, pero es inevitable conectar la personalidad<br />

de Salazar –intermediario en la concesión de este contrato del cretense– y escritos como<br />

el que acabamos de analizar con las series apostólicas realizadas en Toledo por <strong>El</strong><br />

<strong>Greco</strong>. Salazar y muchos otros autores como Villegas o Portocarrero reflexionaron sobre<br />

los Apóstoles; otros personajes como Pisa o García de Loaisa escribieron biografías<br />

sobre prelados. <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, que había respirado en Roma los aires de reforma eclesiástica<br />

no pudo permanecer impasible cuando éstos llegaron a Toledo, una diócesis todavía<br />

conmocionada por la larga prisión de su arzobispo cuando él se asentó en la<br />

ciudad 46 . Es inevitable pensar que todos estos escritos e ideas le influyeran a la hora de<br />

abordar sus Apóstoles.<br />

Las series apóstólicas del <strong>Greco</strong> enfatizan visualmente algunas de las ideas clave<br />

para la Iglesia católica posterior a Trento y permiten sugerir el compromiso del artista<br />

con las ideas de reforma pastoral y el vínculo de la iglesia toledana con los tiempos apostólicos<br />

expresado en textos como los de Salazar de Mendoza.<br />

En ellas, los más cercanos seguidores de Cristo mantienen un diálogo con su Maestro<br />

mediante el despliegue de expresivos gestos, sin establecer comunicación visual con<br />

el espectador. Únicamente nos miran el Salvador bendicente y Pedro, quien lo señala<br />

como si renovase su profesión de fe “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” y su subsiguiente<br />

consagración como cabeza de la Iglesia: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra<br />

edificaré mi Iglesia y el poder del infierno no prevalecerá contra ella” (Mt.16, 13-20). <strong>El</strong><br />

gesto del Apóstol y las llaves que porta aluden sin duda a este momento. Un tercer apóstol,<br />

Judas Tadeo, también nos mira, pero es la suya una mirada retraida y misteriosa, no<br />

directa como la de Pedro, sin pretender aparentemente comunicarnos enseñanza alguna,<br />

como aquél.<br />

Pablo se comunica con el espectador de otra manera, mostrándole el papel que<br />

porta en las manos, el comienzo de la Epístola a Tito, considerado homenaje del cretense<br />

a su tierra natal pero que tendría, en mi opinión, un sentido bien distinto como veremos<br />

en seguida. Juan nos muestra con el elegante gesto de su mano la copa de veneno con<br />

la que sus enemigos quisieron acabar con su vida. Sólo su fé inquebrantable en el verdadero<br />

Dios le hizo atreverse a tomar el veneno, convencido de que el Señor le salvaría<br />

la vida.<br />

Felipe, Andrés y Judas abrazan sus instrumentos de martirio que se muestran de<br />

forma prominente al espectador. En la Europa de comienzos del siglo XVII, la posibilidad<br />

del martirio no se veía como algo lejano pues, desde mediados del siglo anterior con el<br />

advenimiento del protestantismo en Inglaterra, las persecuciones contra católicos –especialmente<br />

cartujos, franciscanos y jesuitas– se recrudecieron en el continente y en la<br />

71


72<br />

remota Asia, por lo que la sensibilidad martirial que, en época del <strong>Greco</strong>, se vivía en Europa<br />

sólo fue quizá comparable a la que conoció la Iglesia primitiva 47 . Los tres reafirman<br />

visualmente la importancia del sacrificio de los mártires en el mundo católico.<br />

Las actitudes de otros apóstoles demuestran aspectos igualmente importantes en la<br />

marcha de la comunidad católica: Simón y Mateo aluden al estudio y trabajo intelectual,<br />

uno enfrascado en el libro que sostiene, el otro en actitud de escribirlo. Los dos Santiagos<br />

realizan con sus manos gestos explícitos de estar inmersos en alguna discusión<br />

como si refutaran o argumentaran frente a un interlocutor.<br />

Y, por último, Lucas sostiene un libro con una miniatura de la Virgen María, aludiendo<br />

como vimos a la tradición que lo señalaba como autor del primer retrato de la Virgen. Con<br />

ello, el pintor pone de manifiesto otro aspecto atacado por los protestantes: la legitimidad<br />

de las imágenes sacras que en la defensa católica se argumentaba, precisamente,<br />

por su vinculación con los tiempos apostólicos a través de la figura de Lucas.<br />

En suma, cada uno de los Apóstoles del <strong>Greco</strong> pone de manifiesto aspectos que<br />

habían sido atacadados en la Reforma y que la Iglesia católica se empeñó en defender<br />

con determinación: el valor de los sacramentos –orden sacerdotal, penitencia–, el culto<br />

de los mártires y el valor de las reliquias; el uso de las imágenes sagradas; la labor escriturística<br />

de los santos y hombres de letras. Y vistos de manera conjunta, todos ellos<br />

exponían las verdades esenciales de la renovada Iglesia católica, unas verdades que<br />

sus pastores debían predicar, como lo habían hecho al comienzo los apóstoles y preservar.<br />

La elección de quienes deberían figurar en sus series apostólicas y el tratamiento de<br />

algunos de los personajes no pudo ser desinteresada por parte del <strong>Greco</strong>. La lista de los<br />

doce apóstoles la conocemos a través de los evangelios sinópticos y por los Hechos de<br />

los Apóstoles. He aquí lo que nos dice Mateo (10, 2-4):<br />

“Los nombres de los doce apóstoles son estos: <strong>El</strong> primero Simón, por sobrenombre<br />

Pedro y Andrés su hermano; Santiago, hijo de Cebedeo, y Juan, su<br />

hermano; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de<br />

Alfeo, y Tadeo; Simón el cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que le vendió.”<br />

<strong>El</strong> artista, como dijimos, introduce en sus series únicamente a los que vivieron en<br />

época de Cristo, excepto a Judas Iscariote y al sustituto de éste, Matías. Sustituye a los<br />

dos primeros siempre por San Pablo y San Lucas, excepto en la serie en esta exposición<br />

donde Lucas es sustituido por Bartolomé.<br />

En su caso parece, pues, existir una especial preocupación por incluir en las series<br />

a San Lucas. Algunos historiadores del arte han señalado que, además de existir un<br />

deseo de defender la leyenda de San Lucas de los ataques protestantes, el evangelista<br />

pintor aparece siempre en las series de apóstoles bizantinas. Por ello, se ha interpretado<br />

su presencia en las series del <strong>Greco</strong> como una muestra de la filiación del artista a<br />

su tradición original bizantina. Sin excluir esta idea, es posible que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> incluyera a<br />

San Lucas porque en la tradición de la Iglesia se le considera el autor de los Hechos de


los Apóstoles, el quinto libro del Nuevo Testamento, que sigue a su Evangelio. <strong>El</strong>lo lo convierte<br />

en el compilador de las vidas y hechos de los propios apóstoles, el autor del texto<br />

de referencia para conocer cómo fue su actividad en la difusión del Cristianismo y es<br />

una elección coherente con su aproximación de scholar, aparte de reafirmar la legitimidad<br />

de uso de la imagen religiosa, revestida de autoridad por los propios apóstoles.<br />

La inclusión de Pablo es otro de los puntos que llaman la atención. Pese a que no fue<br />

uno de los apóstoles canónicos él mismo se considera “Apóstol de los gentiles”, es decir,<br />

de los no judios y se confiesa en sus Epístolas (Rom. I, 1) “apóstol por vocación”, lla-<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, Diego de Covarrubias.<br />

Museo del <strong>Greco</strong>, Toledo.<br />

Foto: David Blázquez.<br />

73


74<br />

mado según la voluntad de Dios por el mismo Cristo, en su espectacular conversión en<br />

el camino de Damasco. Siempre aparece mostrando claramente al espectador el papel<br />

con el comienzo, en griego, de su Epístola a Tito. Ya que Tito fue el primer obispo de<br />

Creta, ello ha sido interpretado tradicionalmente como un homenaje del <strong>Greco</strong> a su tierra<br />

nativa. Sin embargo, los comentarios que Pablo dedica a los cretenses en la Epístola<br />

hacen difícil creer que fuera precisamente éste el texto elegido por <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> para homenajear<br />

a su tierra. Así, en I, 10-12, tras advertirle contra los falsos maestros y los infieles<br />

en Creta, los falsamente convertidos, Pablo escribe a Tito: “Ya dijo de ellos uno de sus propios<br />

profetas: ‘Cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, vientres perezosos” para<br />

más adelante, rematar: “Dicen que conocen a Dios, pero sus obras los desmienten. Son<br />

gente abominable, rebelde, incapaz de cualquier obra buena”. Resulta extraña, como mínimo,<br />

la elección de este texto por <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> para “homenajear” a su tierra nativa.<br />

La clave ha de buscarse en el resto del texto porque, en realidad, la Epístola de Pablo a<br />

Tito es, como la dirigida a Timoteo, una de las llamadas “cartas pastorales” de las epístolas<br />

paulinas, que contiene instrucciones encaminadas al buen funcionamiento de la comunidad<br />

cristiana y especialmente, relativas a las condiciones para examinar a quienes eligiesen como<br />

obispos 48 . Ambas hacen énfasis en la necesidad de buenos responsables que dirigieran<br />

convenientemente a las primeras comunidades cristianas. Tito era griego y, de algunas menciones<br />

en los textos paulinos, se deduce que Pablo lo convirtió al Cristianismo y que fue uno<br />

de sus más queridos discípulos. Probablemente evangelizaron juntos Creta y después Pablo<br />

marchó dejándolo al frente de la iglesia en la isla, instruyéndolo acerca de cómo proceder<br />

en su gobierno por medio de esta epístola. La carta de Pablo a Tito no es sino una instrucción<br />

acerca de cómo debería actuar un prelado en el gobierno de su diócesis,<br />

“Es preciso que el obispo sea irreprochable, como administrador que es de<br />

la Casa de Dios; que no sea soberbio, ni iracundo, ni dado al vino, ni violento,<br />

ni codicioso, sino hospitalario, amigo del bien, prudente, justo, piadoso,<br />

dueño de sí mismo, firmemente adherido a la palabra, tal y como ha<br />

sido enseñada, para que sea capaz de exhortar según la sana doctrina y refutar<br />

a quienes la contradicen (I, 7-9)”.<br />

¿No era el modelo de pastor que se propone en este párrafo aquél al que aspiraban<br />

los reformadores obispos y hombres de iglesia toledanos contemporáneos al <strong>Greco</strong>? Parece<br />

más bien ser esta descripción del buen obispo la que pudo motivar al <strong>Greco</strong> para incluir<br />

esta carta, más que un posible homenaje a su tierra para la que, sin duda, podía<br />

haber elegido textos más adecuados. Las epístolas pastorales de Pablo insisten en particular<br />

en la integridad de vida de los pastores de la comunidad 49 ; es significativo, pues,<br />

que el <strong>Greco</strong> incluya no sólo a San Pablo sino, de forma explícita, una de estas epístolas.<br />

<strong>El</strong> papel de modelos que los obispos podían encontrar en los apóstoles, en figuras<br />

como Pablo, queda fuera de duda al repasar textos como el prólogo a las Constituciones<br />

sinodales que Sandoval y Rojas dio a la imprenta en 1601. <strong>El</strong> prelado toledano comenzaba<br />

así su presentación del texto,


Frontispicio de Pedro Salazar de<br />

Mendoza, Cronica de el Gran<br />

cardenal de España, don Pedro<br />

Gonçalez de Mendoça… Toledo,<br />

María Ortiz de Saravia, 1625.<br />

75


76<br />

“ <strong>El</strong> Glorioso Apóstol San Pablo, admirable dechado de sacerdotes, y prelados,<br />

dize unas palabras tan provechosas como necessarias a los que tenemos<br />

por vocación y oficio la enseñanza de las almas 50 ”.<br />

En las series del <strong>Greco</strong>, Pablo y Tito están siempre presentes, el segundo de forma<br />

indirecta en el papel que sostiene en su mano su maestro. Es posible pensar que la alusión<br />

al estado de la diócesis de Creta en la epístola paulina fuera una referencia, para<br />

quien pudiera entenderla, a la situación de la diócesis toledana que justificaba la necesidad<br />

imperiosa de llevar a cabo su reforma y de pastores que pudieran acometerla.<br />

La figura de Santiago Apóstol es uno de los enigmas de las series apostólicas del<br />

<strong>Greco</strong>. Como vimos, el pintor representa siempre al mismo personaje, ataviado con los<br />

mismos colores en sus vestiduras. Sin embargo, cambia constantemente sus atributos:<br />

un bastón de peregrino en el Museo del <strong>Greco</strong>, un libro en la Catedral y ninguno en Oviedo<br />

y Arteche. <strong>El</strong> enigma se complica mucho más con el caso de Almadrones: el rostro no responde<br />

a ninguno de los santiagos de las otras series; la pose es de Santiago el Menor,<br />

pero el color azul de la túnica es de Santiago el Mayor... y para acabar de complicar las<br />

cosas, no lleva atributo que nos ofrezca una pista sobre la identidad del personaje 51 .<br />

Es curioso que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> aborde de una forma tan imprecisa su representación del<br />

considerado patrón de España. Ni siquiera cuando lo representa aisladamente (Toledo,<br />

Museo de Santa Cruz; Nueva York, The Hispanic Society of America) muestra una iconografía<br />

que claramente nos permita afirmar que se trata de él: en los dos últimos cuadros,<br />

el modelo es el mismo: pies descalzos, túnica y manto y humilde bastón de<br />

peregrino. Las conchas en el sombrero, que rápidamente nos hubieran permitido identificar<br />

al hombre representado en el cuadro con el apóstol Santiago, son difícilmente perceptibles<br />

al estar el sombrero caido sobre la espalda del santo 52 .<br />

Según la tradición, el apóstol Santiago predicó el Evangelio en la Península y, tras su regreso<br />

a Judea, fue martirizado por orden de Herodes. Tras su muerte, su cuerpo fue traido<br />

milagrosamente hasta Iria Flavia, siendo después llevado a Compostela donde, en torno a<br />

sus restos, se organizó el que todavía hoy es uno de los santuarios de peregrinación más<br />

importantes del mundo católico. Pero el patronazgo del apóstol sobre la Península, fue a lo<br />

largo de los siglos ampliamente contestado y lo era en gran medida en tiempos del <strong>Greco</strong> 53 .<br />

Las fuentes más antiguas no mencionan que el apóstol hubiera salido de Jerusalén cuando<br />

padeció martirio y no hay menciones de su fundación de la sede hispana ni en los concilios<br />

ni en los textos primitivos. En tiempos del <strong>Greco</strong> se publicaron numerosos textos que<br />

dan cuenta de la polémica. Uno de los más famosos fue atribuido al VI Condestable de<br />

Castilla, Juan Fernández de Velasco y se publicó con el título Dos discursos en que se defiende<br />

la venida a España del Apóstol Santiago. De él se hicieron varias ediciones e incluso<br />

una traducción al latín que se publicó en Amberes. <strong>El</strong> asunto, defender la veracidad de la<br />

estancia del Apóstol en la Península, la autenticidad de sus reliquias y la legitimidad de su<br />

patronato sobre España, no era para menos y el más importante de los nobles castellanos<br />

no tuvo reparos en unir su nombre a la defensa de esta causa.<br />

Frontispicio de Fray Juan de Alcocer (OFM), Ceremonial de la Missa… Madrid, 1610.<br />

Madrid, BNE, 2/36396.


78<br />

No podemos dudar de que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y su entorno estaban al tanto del debate. Y, es<br />

posible que ello ocasionara el peculiar tratamiento que el patrón de España recibe en las<br />

series del cretense, donde no se resalta ninguna vinculación con el reino ni se alude a<br />

ninguno de los elementos habituales en sus representaciones. En él es muy difícil, casi<br />

imposible, reconocer al evangelizador de la Península.<br />

Otro enigma en los lienzos apostólicos del <strong>Greco</strong> está constituído por el misterioso<br />

san Bartolomé, incluído sólo en una ocasión, aunque como ya dijimos Wethey señaló la<br />

existencia de otro, hoy destruído, en la serie de Arteche. En el contexto de reforma eclesial<br />

con el que estamos relacionando estas series, es posible que pudieran interpretarse<br />

las vestiduras blancas del personaje, nunca manchadas a pesar de haber llevado las<br />

mismas durante años, como una alusión a la necesidad de limpieza y renovación de<br />

costumbres en la Iglesia. A un nivel más estrictamente relativo al contexto toledano, es<br />

posible especular con una alusión al arzobispo Bartolomé Carranza de Miranda, que<br />

había dedicado al apóstol un altar en la catedral, en la capilla de san Juan Bautista y lo<br />

había señalado como el lugar donde habrían de oficiar misa los canónigos 54 . Ya dijimos<br />

que la larga prisión del primado, que murió a los pocos días de recobrar la libertad, había<br />

causado hondo impacto en la diócesis; eran muchos quienes años después de su<br />

muerte seguían empeñados en rehabilitar su memoria 55 . ¿Aludían las blancas vestiduras<br />

del apóstol del <strong>Greco</strong> a la inocencia del prelado?<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, en conclusión, realizó estas series en sintonía con las inquietudes espirituales<br />

y de reforma de la Toledo de su tiempo. La suya, como señaló Martin Soria, es una<br />

aproximación de scholar.<br />

A lo largo de las páginas anteriores hemos venido asumiendo que el público privilegiado<br />

para estos cuadros fueron los miembros del alto clero toledano. Como dijimos, no<br />

hay evidencias documentales que nos permitan conocer con seguridad datos exactos<br />

sobre estas series, pero a partir de los escasos con que contamos y teniendo en cuenta<br />

el planteamiento del pintor que acabamos de exponer, es muy probable que así fuera.<br />

Es muy significativo que, en su testamento, el arzobispo Sandoval y Rojas ordenara<br />

entregar a su sucesor “las imágenes del salbador y de los doze apostoles”, probablemente<br />

el conjunto existente hasta nuestros días en la sacristía de la catedral de Toledo.<br />

<strong>El</strong> hecho de que el obispo las donara a su sucesor al frente de los destinos de la primada<br />

es suficientemente indicativo del carácter modélico que los primeros pastores del pueblo<br />

cristiano debían encarnar para los prelados toledanos de comienzos del Seiscientos.<br />

Al menos en otras dos series podemos apuntar con seguridad un origen vinculado<br />

al clero y, en una de ellas, a la catedral toledana, como dijimos al respecto de la presente<br />

en esta exposición, donada por quien fuera su maestro de ceremonias al asilo de pobres<br />

de San Sebastián.<br />

<strong>El</strong> tercer caso, desconocido hasta ahora, es el de los dos Apóstoles subastados en<br />

Madrid en 2005. Como vimos, ambos lienzos –sin reentelar y con sus bastidores originales–<br />

conservan las inscripciones de época en que se leen dos números y las palabras<br />

señalando su puesto en la serie y el lugar de colocación respecto a Cristo. Otra inscrip-


ción de la misma caligrafía anotó además en<br />

cada uno de ellos un nombre: Juan de Alcocer,<br />

que pudiera referirse al comitente o primer<br />

poseedor de las obras.<br />

Es posible que pueda identificarse este<br />

nombre con fray Juan de Alcocer, un franciscano<br />

observante aragonés, eminente estudioso<br />

de ritos y ceremonias católicas, fruto de<br />

las cuales publicó un Ceremonial de la Misa<br />

cuya primera edición vio la luz en Zaragoza en<br />

1607 56 . A ella siguieron nada menos que otras<br />

cinco hasta 1622 57 , lo que da idea del prestigio<br />

que el autor y su libro alcanzaron en ámbitos<br />

eclesiásticos. Como se deduce de su extenso<br />

título, el Ceremonial era una obra que recogía<br />

las reformas del Misal con posterioridad al<br />

Concilio de Trento. Divulgado desde 1568 y reformado<br />

por Clemente VIII (1602) el nuevo<br />

misal debería llegar a todos los sacerdotes y prelados para ayudarles en el cumplimiento<br />

de sus obligaciones y con esta intención de instrucción para prelados fue escrito.<br />

Alcocer fue pues, hombre preocupado por las mismas intenciones reformadoras y de<br />

formación del clero que los eclesiásticos toledanos que rodeaban al <strong>Greco</strong> y realizó con<br />

esta obra una aportación importante. Resulta realmente tentador pensar que este “Juan<br />

de Alcocer” mencionado en las inscripciones de los cuadros se corresponda con nuestro<br />

franciscano, pues las series apostólicas son un encargo particularmente adecuado<br />

para alguien de sus características.<br />

¿Cómo verían estos miembros del alto clero las series apostólicas del <strong>Greco</strong>? Es muy<br />

posible que, como han señalado varios estudiosos asumiendo que decoraban sacristías,<br />

los sacerdotes pudieran meditar frente a ellos antes de celebrar la Misa recordando las palabras<br />

del Concilio de Trento: “Que el Sacramento de la Eucaristía fue instituido por el mismo<br />

Señor nuestro Salvador y que a los Apóstoles y a sus sucesores los sacerdotes, les había<br />

sido concedido el poder de consagrar, ofrecer y administrar su cuerpo y su sangre 58 ”.<br />

Pero, además de esta función meditativa en el momento de disponerse a celebrar la<br />

misa los apostolados servirían para ellos como un permanente espejo de pastores en palabras<br />

del arzobispo Carranza. En ellos veían al prelado modelo al que todos deberían<br />

aspirar a encarnar, por lo que en este contexto serían comparables a lo que las galerías<br />

de antepasados ilustres significaban para coleccionistas de la nobleza. Su aspiración a<br />

hacer de la toledana una modélica diócesis reformada encontraría inspiración en las<br />

vidas y acciones de los apóstoles.<br />

Pero también las obras teóricas de hombres de iglesia y amigos del <strong>Greco</strong> como<br />

Salzar de Mendoza invocan la existencia de un pasado común que señala la primacía toledana<br />

como el gran privilegio de la ciudad, la verdadera razón para su consideración<br />

Frontispicio de Francisco Torres<br />

(ed.), Constitutiones sanctorum<br />

apostolorum…Venecia, Iordani<br />

Zileti, 1563.<br />

79


80<br />

como capital espiritual del reino encabezada por su arzobispo y con un poder cimentado<br />

en la actuación colegiada del cabildo, cual un nuevo colegio apostólico. Esta autoridad<br />

del poder eclesiástico establecido en la ciudad se legitima por su descendencia directa<br />

–recordemos la sucesión episcopal ininterrumpida aludida por Salazar de Mendoza, Portocarrero<br />

y otros– de los mismísimos apóstoles, que la asientan por primada y proceden,<br />

desde ella, a la evangelización de todo el territorio, que la dotan de sus primeros y más<br />

significativos ritos. Los obispos toledanos son, más que ningún otro en España, herederos<br />

de los apóstoles.<br />

Los apostolados del <strong>Greco</strong> sirven de nexo visual con estos tiempos apostólicos. Naturalmente,<br />

no podemos afirmar que el pintor compartiera estas aspiraciones de sus colegas<br />

a formar en Toledo una diócesis modélica, ni siquiera que tuviera interés en la reforma o en<br />

la configuración de un tipo determinado de obispo. Pero no podemos dudar de que las conocía<br />

y que, en ocasiones, las incorporó a su propia labor artística. En su obra tenemos antecedentes<br />

de este emparejamiento apóstoles/arzobispos de Toledo como el San Ildefonso<br />

y San Pedro para la Capilla de Isabel de Ovalle (1610-1614). Aunque no se mencionan en<br />

el contrato original de 1607, fueron ideados para flanquear la Inmaculada desde los muros<br />

laterales y se describen entre los bienes de Jorge Manuel en 1621. <strong>El</strong> primer obispo de<br />

Roma, príncipe de los apóstoles, se colocaba en paralelo al obispo y patrón de Toledo 59 .<br />

Un indicio importante de que el <strong>Greco</strong> pudo compartir algunos de estos intereses es<br />

su posesión de las llamadas Constituciones de los Apóstoles. Este no es un texto común.<br />

Se trata de una obra del siglo IV, en ocho libros, compuesta por pequeños tratados sobre<br />

disciplina cristiana, liturgia y doctrina, concebida como manual para el clero y en ciertos<br />

aspectos, también para los laicos. Supuestamente compilado por San Clemente de<br />

Roma, el texto fue desconocido en la iglesia occidental hasta la Edad Media. En 1546 se<br />

publicó una versión latina hallada en Creta y en 1563 aparecieron las versiones en griego<br />

de Bovio y del jesuita Torres, que sostenían se trataba de un trabajo escrito por los mismísimos<br />

apóstoles. <strong>El</strong> primer libro se centra en los deberes de los laicos, particularmente<br />

en los peligros de sus relaciones con personas que no compartieran su fe. <strong>El</strong> segundo se<br />

dirige a los clérigos, centrándose en las cualidades y formación de quienes actuaran<br />

como obispos, diáconos o sacerdotes. <strong>El</strong> tercero se ocupa del papel de las viudas y otros<br />

aspectos como el bautismo y el cuarto de las obras de caridad. <strong>El</strong> quinto y el sexto se dedican,<br />

respectivamente, al martirio y y a las herejías de la Iglesia primitiva. <strong>El</strong> séptimo tiene<br />

un carácter más moral que doctrinario y, por fín, el octavo destaca por su carácter litúrgico<br />

centrado en la significación de la consagración episcopal, conteniendo también la<br />

llamada Liturgia Clementina, el más antiguo texto detallando los ritos de la misa 60 .<br />

Como dijimos, un texto nada común, cuya posesión resulta tan intrigante como casi<br />

toda la obra del <strong>Greco</strong>. En sus series apostólicas, el artista presenta una visión de los primeros<br />

pastores de la Iglesia tan original como en él fue habitual. Considerados tradicionalmente<br />

obras de taller para satisfacer una demanda elevada, en su creación<br />

pesaron también –o así lo creemos– las preocupaciones sobre reforma eclesiástica e<br />

identidad histórica de la diócesis primada sobre las que tanto reflexionaron algunos de<br />

sus más cercanos contemporáneos.


Notas<br />

* <strong>El</strong> presente trabajo se ha realizado en el marco<br />

del proyecto de investigación En las Fronteras<br />

de las imágenes: consideraciones metodológicas<br />

y fuentes para el estudio de la imagen religiosa<br />

en el Antiguo Régimen financiado por el<br />

MICINN (HAR2008-04324), Universidad Autónoma<br />

de Madrid. En su forma original constituyó<br />

una conferencia leída en la Real<br />

Fundación de Toledo (Toledo, 21-03-2007)<br />

dentro del ciclo Hablando del <strong>Greco</strong> organizado<br />

por Fernando Marías.<br />

1 Véase el texto de Leticia Ruiz en este mismo catálogo.<br />

2 <strong>El</strong> primer testimonio que cita los cuadros en este<br />

lugar es Palomino en 1724 (ed. 1988, III, p. 131).<br />

Richard Kagan (1982, p. 69) fue el primero en<br />

sugerir que Bernardo Sandoval y Rojas pudo<br />

ser el comitente y que este apostolado de la catedral<br />

sea el que legó a su sucesor en su testamento<br />

(22 abril 1618) citado como “las<br />

imágines del Salvador y los doce apóstoles”.<br />

Sin embargo, como bien apunta Schroth (2003,<br />

p. 397), Sandoval no tuvo sucesor en mucho<br />

tiempo, pues quien actuaría como tal –el cardenal<br />

infante D. Fernando– no asumió su cargo<br />

hasta mucho después y varias pinturas del cardenal<br />

quedaron en la catedral en manos de sus<br />

albaceas. Schroth deduce, con toda lógica, que<br />

pese a que no exista prueba documental, todo<br />

induce a pensar que el Apostolado de la sacristía<br />

fue pintado por el <strong>Greco</strong> para el Cardenal<br />

Sandoval (Ibidem y nota 37).<br />

3 Mora del Pozo, 1987, pp. 161-170.<br />

4 Sobre el Apostolado de Almadrones, véase Ruiz<br />

Gómez, 2007, pp. 149-167.<br />

5 Pérez Sánchez, 1998.<br />

6 “Un San Judas en un circulo pequeño…un san<br />

Pablo…un san Pedro y san Pablo…un san<br />

Pablo medio cuerpo, un san Mateo medio<br />

cuerpo, un san Simón medio cuerpo…una cabeza<br />

de un Salbador, una cabeza de un apostol,<br />

una cabeza de un apostol, doze cabezas<br />

de apostoles con su Cristo” (Marías, 1997, pp.<br />

312-313).<br />

7 “43. Un san Pablo, de bara y terzia de ancho y<br />

dos baras y dos terzias de alto…67. Un san<br />

Pedro en pie de bara y terzia de alto y tres<br />

quartas de ancho digo tres quartas…113.114<br />

Dos apostoles, de bara y bara y quarta cada<br />

uno…127 Un Salbador, con quadro negro, de<br />

bara y terzia y bara y sesma…130 Un lienzo<br />

con san Pedro y san Pablo medias figuras…140.141<br />

Dos lienzos de san Pedro y san<br />

Andres de bara y terzia de alto y dos terzias de<br />

ancho…144 Un San Simon de bara y bara y<br />

quarta [bosquejadas]… 149-161 Treze quadros<br />

de negro con los doze apóstoles i Cristo de tres<br />

quartas de alto y dos terzias de ancho... 164.<br />

Un apóstol del mesmo tamaño. 165 Un san<br />

Judas en redondo de tres quartas…171 Un san<br />

Bartolomé de bara y bara y quarta…” (Íd., pp.<br />

313-315).<br />

8 Marías, 1997, p. 177.<br />

9 Idem, p. 260.<br />

10 Brown, 1982-83, p. 109. Pacheco: “Dominico<br />

<strong>Greco</strong> me mostró, el año 1611, una alhacena<br />

de modelos de barro de su mano, para valerse<br />

dellos en sus obras y, lo que excede toda admiración,<br />

los originales de todo cuanto había<br />

pintado en su vida, pintados a olio, en lienzos<br />

más pequeños en una cuadra que, por su mandado,<br />

me mostró su hijo”. Véase ahora Marías,<br />

2007, pp. 187-197.<br />

11 O/l, 49,5 x 42,5 cm. Budapest, Szépmüvészeti<br />

Múzeum.<br />

12 Sobre esta última serie, véase ahora José Juan<br />

Pérez Preciado, 2010 (en prensa).<br />

13 Así lo señala Schroth, 2003, p. 391.<br />

14 <strong>El</strong> libro del toledano Luis Hernández Blasco –<br />

aprobado por el amigo del <strong>Greco</strong> fray Hortensio<br />

Félix de Paravicino– describía así la<br />

fisionomía de ambos apóstoles en 1613: “Fue<br />

Pedro de estatura algo delgada, / derecho y<br />

alto en proporción decente / blanco y ancho de<br />

rostro / y un poquillo / teñido y matizado de<br />

amarillo. // Espeso y crespo el pelo, qual contino<br />

/ le pintan, con las barbas aplanadas, / los<br />

ojos negros de color sanguino / larga nariz y<br />

cejas despoblada” (fol. 92) y Pablo: “De cuerpo<br />

fue pequeño algo corbado / la cara blanca,<br />

grave y descubría / mayor edad que tiene ni ha<br />

passado / chica cabeça y ojos de alegría / el<br />

sobrecejo un poco derribado, / nariz hermosa,<br />

larga y se torcia / en arco un poco, barba espessa<br />

y algo / mas q[ue] entrecana, y el cabello<br />

largo” (fol. 146). Las descripciones<br />

81


82<br />

anteriores contenidas en una obra de carácter<br />

popular, evidencian sin embargo deudas con<br />

fuentes emanadas de la catedral, especialmente<br />

con el Flos Sanctorum de Alonso de Villegas.<br />

Por ejemplo, en la descripción de san<br />

Pedro: “…el apóstol san Pedro era de estatura<br />

alta y de pocas carnes. Su rostro blanco, y tirava<br />

algo a amarillo. Sus barbas y cabellos<br />

crespos y cortos: sus ojos negros y sanguíneos.<br />

Tenía pocas cejas. Su nariz era larga y en<br />

remate ancha. Su aspecto era todo de gravedad<br />

santa” (1615, fol. 173 rº).<br />

15 Véase Álvarez Lopera, 1999-2000, nº 2.<br />

16 Wethey, 1967, II, p. 113.<br />

17 Vorágine, 1987, II, p. 524. Además el tipo físico<br />

del santo aquí descrito coincide con el representado<br />

por <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>.<br />

18 Villegas, 1594, p. 78.<br />

19 Kerestetsis, 1998, pp. 171-176; Alonso, 2002,<br />

pp. 39-40.<br />

20 Opinión que comparte Leticia Ruiz (véase su<br />

texto en este mismo catálogo).<br />

21 Soria, 1942, p. 2.<br />

22 Idem, p. 392: “En lugar de partir del retrato<br />

para hacer un apóstol, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> parte del concepto<br />

del apóstol y seguidamente concibe un<br />

retrato imaginario” .<br />

23 Soria, 1942, p. 11.<br />

24 Wethey, 1967, II, p. 113.<br />

25 Alcocer, 1610, Tratado III, Canon 18, Glosa 18,<br />

fol. 216.<br />

26 Portocarrero, 1616, f. 99.<br />

27 BNE, mss. 9850, ff. 26v.-29v.<br />

28 Ibídem. Este orden canónico se sigue en conjuntos<br />

italianos, como los frescos –que <strong>El</strong><br />

<strong>Greco</strong> llegó a ver– de Federico Zuccari en la<br />

capilla del Palazzo Farnese de Caprarola o el<br />

conjunto escultórico de San San Giovanni in<br />

Laterano.<br />

29 González de Zárate, 1992-96, vol. 1 (Bertelli) y<br />

vol. 6 (Jode y Heyden); Mauquoy-Hendrickx,<br />

1979, pp. 176 y 131-133 (Wierix).<br />

30 Las citas evangélicas en la elección de los<br />

doce: Mt. 10, 1-4; Mc. 3, 13-19 y lc. 6, 12-16.<br />

Mateo y Lucas los citan por parejas.<br />

31 Christie’s Madrid, octubre de 2005, lotes 4 y 5.<br />

O/l, 36,5 x 26 cm cada uno.<br />

32 Sin embargo, ni siquiera está clara la inmutabilidad<br />

de la posición de Pedro y Pablo respecto<br />

a Cristo; véase Caramuel, 2008, sec. 7.<br />

33 O’Malley, 2000, p. 64.<br />

34 Kagan, 1982, p. 55.<br />

35 Davies, 1999-2000, p. 189.<br />

36 Sobre ello, véase el excelente ensayo de Kagan,<br />

1982, a quien sigo en las líneas siguientes.<br />

37 Kagan, 1984, pp. 85-95.<br />

38 Véase Truman, 2005, cap. xi.<br />

38 Bartolomé Carranza de Miranda (OP), Speculum<br />

pastorum: hierarchia ecclesiastica in qua<br />

describuntur officia ministrorum Ecclesiae militantis,<br />

ed. José Ignacio Tellechea Idígoras, Universidad<br />

Pontificia, Salamanca, 1992. Véase<br />

también, Tellechea Idígoras, 1963.<br />

40 Salazar de Mendoza, 1625, p. 6. Para otros autores<br />

Santiago no solo vino a Toledo sino que<br />

comenzó el edificio de la catedral: “…aunque<br />

no con la traza y espacio que al presente<br />

tiene…” (Portocarrero, 1616, fol. 1 vº).<br />

41 Olvidando al parecer a Marco Julio <strong>El</strong>pidio.<br />

42 Salazar de Mendoza, 1625, p. 7.<br />

43 Constitutiones sanctorum apostolorum doctrina<br />

catholicaa Clemente Romano Episcopo, & ciue<br />

scripta libris octo / Francisci Turriani prolegomena,<br />

& explanationes apologeticae in easdem<br />

Constitutiones ; haec nunc primum impressa<br />

sunt, Venecia, Giordano Zileti, 1563. <strong>El</strong> <strong>Greco</strong><br />

poseía además la Biblia en griego y obras de<br />

Padres de la Iglesia también en su lengua materna<br />

(Marías y Bustamante, 1981, p. 221 (inventario<br />

de 1614) y 223 (inventario de 1621).<br />

44 Aunque Loriente (¿Llorente?) había obtenido la<br />

suya en Vercelli (Lombardía) y preparaba una<br />

edición con comentarios que parece no llegó a<br />

editarse (Salazar de Mendoza, 1625, p. 20).<br />

45 Ídem, p. 17.<br />

46 Algunas de las obras del pintor se han interpretado<br />

como expresivas de su interés en la reforma<br />

de la vida eclesial, como las varias versiones existentes<br />

de la Expulsión de los mercaderes del templo<br />

que aludirían a la “purificación” o limpieza y<br />

renovación de las costumbres de la Iglesia (véase<br />

Finaldi, 2003, pp. 51-73).<br />

47 Sobre ello véase Gregory, 1999.<br />

48 Véase Carranza, ed. 1992, p. 198: 1ª carta a Timoteo,<br />

c.3, 1-7 y Tito, c.1, 7-9.<br />

49 Tellechea Idígoras, 1963, p. 123.<br />

50 Constituciones synodales del Arçobispado de<br />

Toledo, hechas, copiladas y ordenadas por...<br />

Don Bernardo de Rojas y Sandoual.., Toledo,<br />

1601.


51 Así lo señala también Schroth, 2003, p. 395,<br />

que indica que el ejemplar de Almadrones hoy<br />

en el Prado, representa en realidad a Santiago<br />

el Menor.<br />

52 Resulta además significativo el extraordinario<br />

parecido físico del santo peregrino con Cristo.<br />

En las fuentes contemporáneas al <strong>Greco</strong>, se<br />

alude al parecido físico de un apóstol con<br />

Cristo, pero se trata de Santiago el Menor; así,<br />

Villegas: “…refiere san Antonio una carta de<br />

San Ignacio en que dize que fue Santiago el<br />

Menor muy parecido a Christo en el rostro y<br />

cuerpo y que por esto le llamavan su hermano”<br />

(1615, fol. 127 vº).<br />

53 Véase Kendrick, 1960; Rowe, 2005.<br />

54 BNE, mss 9850, f. 16v.<br />

55 BNE, mss 12951/50: Pedro Salazar de Mendoza,<br />

Prólogo a la vida de fray Bartolomé de<br />

Carranza y Miranda.<br />

56 Fray Juan había nacido en Burbáguena (Teruel)<br />

y profesó como franciscano observante en<br />

el convento de San Diego de Zaragoza en octubre<br />

de 1583. Allí murió en 1656 (Latassa y<br />

Ortin, 1799, III).<br />

No obstante, también podría identificarse con<br />

don Juan de Alcocer de Herrera, clérigo menor<br />

de Toledo, en cuyo inventario de 1667 se recogieron<br />

dos obras del <strong>Greco</strong>, aunque ningún<br />

apóstol; véase Aranda 2010 (en prensa).<br />

57 Son las siguientes: Madrid, 1609; 1610; Valladolid,<br />

1610; 1614; 1622. <strong>El</strong> título de la obra es<br />

Ceremonial de la Missa, en el qual se ponen<br />

todas las Rubricas generales y algunas particulares<br />

del Missal Romano que divulgò Pio V y<br />

mandò reconocer Clemente VIII con advertencias<br />

y resoluciones de muchas dudas que se<br />

pueden ofrecer… Hemos consultado la edición<br />

de Madrid, Pedro Lisao, 1610.<br />

58 Davies, 2003, p. 63; también en esta línea<br />

Schroth, 2003, p. 399.<br />

59 William Jordan en, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> of Toledo, 1982,<br />

nº 53; Marías, 1991, pp. 83-92.<br />

60 Véase, Peterson, 1907 [2010].<br />

83


eco<br />

GALERÍAS DE “RETRATOS” DEL GRECO:<br />

LOS APOSTOLADOS<br />

Leticia Ruiz Gómez<br />

Museo Nacional del Prado<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> fue sin duda el pintor de mayor calidad y fuerza creativa que trabajó en España<br />

en el último cuarto del siglo XVI y los primeros catorce años del siglo XVII. Murió el 7 de<br />

abril de 1614, con setenta y tres años, y tras pasar treinta y siete en suelo español. Su<br />

extraordinaria personalidad convirtió toda su producción pictórica es una de las más originales<br />

y reconocibles de la historia de la pintura, independientemente del rechazo o la<br />

atracción que sus obras hayan suscitado y aún hoy susciten. Bien es cierto que la valoración<br />

de tan poderosa figura ha ido cambiando a lo largo del tiempo, siendo a finales<br />

del siglo XIX, gracias a la nueva mirada que propició la eclosión de la pintura moderna,<br />

cuando <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> comenzó a ser percibido como uno de los más grandes artistas de la<br />

Edad Moderna 1 .<br />

La pintura que el <strong>Greco</strong> desarrolló fue mayoritariamente de carácter religioso, el tipo<br />

de obras que podía realizar un artista en la España del siglo XVI, y más aún si su carrera<br />

85


86<br />

se desarrolló en la ciudad de Toledo, sede de la poderosa catedral primada de España.<br />

Para la práctica totalidad de sus composiciones, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> se valió de su notable formación<br />

en la Italia de mediados del XVI, aunque sin renunciar a buena parte de sus raíces<br />

bizantinas; no en vano comenzó su vida profesional en su isla natal, Creta. Manejó sin<br />

duda un número importante de estampas que le ayudaron en muchas de sus composiciones,<br />

aunque supo adaptarlas a su propia personalidad artística. Además de sus grandes<br />

piezas para altares y capillas, fueron especialmente brillantes sus creaciones de<br />

santos, en los que supo captar con especial sensibilidad cierta espiritualidad católica<br />

de la época. Baste recordar sus inolvidables versiones de la Magdalena penitente, de<br />

San Pedro arrepentido o las numerosas variantes de San Francisco de Asís.<br />

Otra de sus aportaciones más notables a la pintura fue su producción de retratos; una<br />

ocupación de la que nos ha llegado un grupo significativo de ejemplares, algunos de su<br />

etapa italiana, y que permite ver la evolución del <strong>Greco</strong> en este género, la extraordinaria<br />

simbiosis de los modos venecianos en que se formó con los usos de la corte española.<br />

Sin duda, los ejemplares más característicos serán los retratos de medio cuerpo o de<br />

busto, representados sobre un fondo indefinido, generalmente de tono gris perlado lleno<br />

de matices lumínicos que hace emerger la figura hacia el espectador. Destaca sobre todo<br />

la expresión de vivacidad de cada uno de estos retratos, la energía anímica que derrochan;<br />

como supo expresar Álvarez Lopera, es “un tipo de retrato denso, austero, de evidente<br />

refinamiento psicológico y en el que la sobriedad en el vestir de los efigiados se ve<br />

desmentida por su aire de afectación y, a veces, por su distanciamiento un tanto altanero”<br />

2 . La forma en que el <strong>Greco</strong> se enfrentó al retrato nos ha proporcionado una galería<br />

extraordinaria de sus contemporáneos, especialmente de ese grupo de caballeros con los<br />

que el pintor coincidió en la Toledo de finales del siglo XVI y principios del XVII. En muy<br />

pocas ocasiones hemos podido identificar a los retratados, pero el impacto visual que<br />

éstos nos proporcionan ha ayudado a forjar una idea –a veces excesiva o equivocada–<br />

de la sociedad y de la clase orgullosa y decadente a la que pertenecieron.<br />

Esa intensidad expresiva y formal que hayamos en los retratos del <strong>Greco</strong> está igualmente<br />

presente en una de las producciones más novedosas y difundidas de la etapa final<br />

del <strong>Greco</strong>, la representación del Salvador y sus apóstoles, conjuntos de trece cuadros<br />

exentos que conforman lo que llamamos “apostolados”. La representación colectiva de<br />

los apóstoles es un tipo de representación que recupera imágenes bastante tempranas<br />

del cristianismo. De hecho, las figuras de los apóstoles aparecen flanqueando a Jesucristo<br />

en sarcófagos paleocristianos, teniendo su continuidad en el arte medieval, donde<br />

aparecen de manera habitual en las predelas de numerosos retablos, en los fustes, tímpanos<br />

o arquivoltas de portadas arquitectónicas, en recipientes litúrgicos de orfebrería<br />

o en basamentos sepulcrales. En el siglo XV fue en el mundo de la estampa y especialmente<br />

entre artistas flamencos y alemanes, donde se hizo habitual la representación seriada<br />

de apostolados, haciéndose más frecuentes en los siglos XVI y XVII 3 .<br />

Aunque el número de apóstoles quedó establecido en doce, en correspondencia<br />

con las doce tribus de Israel, no aparecen siempre las mismas figuras. Con la muerte de<br />

Judas, se incorporaron Matías y Lucas. Pablo de Tarso, que no llegó a conocer a Jesús,<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, La Pentecostés, detalle, (ca. 1600)<br />

Madrid, Museo del Prado, P828.


88<br />

se sumó más tardíamente, pasando a ocupar junto a Pedro un papel principal en la jerarquía<br />

apostólica. <strong>El</strong> listado de nombres alcanza un total de hasta catorce apóstoles, lo<br />

que explica las variaciones que pueden encontrarse en las series referidas 4 .<br />

Un retrato colectivo de los apóstoles, pintados en un único lienzo nos lo ofrece <strong>El</strong><br />

<strong>Greco</strong> en la tela de la Pentecostés, tal vez perteneciente al retablo de Doña María de<br />

Aragón; una obra del Museo del Prado que datamos en los primeros meses de 1600 y<br />

que resulta un espléndido friso de retratos espirituales de los doce primeros seguidores<br />

de Jesucristo, una tela donde el pintor adelanta ese intenso valor expresivo que dará a<br />

las manos y a la corporalidad misma de cada individuo en sus apostolados, concebidos<br />

aquí, en perfecta sintonía con las lenguas de fuego que aparecen sobre sus cabezas,<br />

como flameantes figuras al borde de la desmaterialización. Es posible incluso reconocer<br />

los tipos humanos que luego fijará en cada apóstol: San Pedro, San Pablo –muy probablemente<br />

su autorretrato–, Santiago el Mayor, Santo Tomás, San Andrés o San Juan<br />

Evangelista 5 .<br />

Tiempo después de concluir esa tela de la Pentecostés, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> concebiría sus<br />

apostolados. Los más importantes que han llegado hasta nosotros son los que se conservan<br />

en la ciudad de Toledo, en la catedral y en el Museo del <strong>Greco</strong>, siendo de mayor<br />

calidad el de esta última institución, aunque en ambos conjuntos participara el taller del<br />

artista. De hecho, raramente están firmados con el nombre completo, siendo una interesante<br />

excepción el magnífico San Pablo del Museo del <strong>Greco</strong>, una obra de gran calidad<br />

que se ha visto alguna vez como un autorretrato 6 . En obras donde la participación<br />

del taller es muy clara, la firma se reduce a las dos iniciales en minúsculas del nombre<br />

del maestro.<br />

Más allá de la calidad pictórica de cada tela, los apostolados del <strong>Greco</strong> ponen de manifiesto<br />

la capacidad del cretense para idear prototipos, rostros cargados de trascendencia,<br />

y en el caso de estas series, con un discurso expresivo que se complementa<br />

entre sí, y así se ha apuntado por algunos estudiosos del <strong>Greco</strong>. José Gudiol consideró<br />

que la creación de los apóstoles dio ocasión al <strong>Greco</strong> de intentar “captar lo que pudiéramos<br />

llamar la sagrada elocuencia de los rostros y manos de los hombres que propagaron<br />

por el mundo la fe de Cristo. Estos retratos ideales son la culminación grequiana” 7 .<br />

Más recientemente, Álvarez Lopera ha resumido perfectamente la altura del logro: <strong>El</strong><br />

<strong>Greco</strong> “concibe a sus Apóstoles desbordantes de energía y un punto colosales pero<br />

sobre todo abismados, ajenos a cualquier contingencia…, estamos aquí ante la expresión<br />

de un determinado estado de ánimo colectivo. Aislada, cada una de estas imágenes<br />

pierde intensidad. Todas extraen parte de su fuerza de su relación con las demás, y<br />

actúa como un factor de multiplicación expresiva” 8 .<br />

En el tratamiento iconográfico <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> mantuvo un interesante equilibrio entre tradición<br />

e invención personal. <strong>El</strong> Salvador, en rigurosa visión frontal y bendiciendo al modo<br />

bizantino, enlazaba con un modelo que, al menos desde el siglo XV, se había hecho frecuente<br />

en la iconografía cristológica europea, pero al intensificar el aire de Pantocrátor<br />

–rostro alargado, intensa mirada y barba larga y puntiaguda– <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> recuperaba y<br />

potenciaba la raigambre bizantina de esa imagen, una fuente que propiciaba además<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, San Benito.<br />

Madrid, Museo del Prado, P817.


<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, San Mateo (ca. 1607),<br />

Toledo, Museo del <strong>Greco</strong>.<br />

Foto: David Blázquez.<br />

90<br />

la necesaria distancia entre el Hijo de Dios y sus discípulos, y que servía de eje central<br />

en la colocación de todo el conjunto. Para los apóstoles, el artista retomó una fórmula<br />

que ya había empleado en sus primeros trabajos en España, cuando lleva a cabo las<br />

imágenes de San Benito (Museo del Prado) y San Bernardo (San Petersburgo, Ermitage)<br />

para el retablo mayor de la iglesia de Santo Domingo el Antiguo en Toledo (1577-<br />

1579). Figuras de medio cuerpo, recortadas sobre fondos neutros, dotadas de<br />

monumentalidad formal y de expresividad psicológica. La intensidad espiritual de esas


epresentaciones permanece en los lienzos de los apóstoles, acrecentándose incluso<br />

en este momento de la producción tardía del cretense. Cubiertos con túnica y manto,<br />

estos hombres singulares se acompañaban de los atributos propios de cada figura, al<br />

menos para las dos series que se hallan en la ciudad de Toledo, las de la catedral y el<br />

Museo del <strong>Greco</strong>, y que son las de mayor tamaño, con figuras de medio cuerpo. <strong>El</strong> Salvador<br />

aparece de frente, bendiciendo y con el globo terráqueo en primer término, San<br />

Pedro lleva las llaves, San Pablo la espada y un fragmento de papel en el que puede<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, San Bartolomé (ca. 1607),<br />

Toledo, Museo del <strong>Greco</strong>.<br />

Foto: David Blázquez.<br />

91


92<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, San Lucas, detalle.<br />

Santa Iglesia Catedral Primada, Toledo.<br />

Foto: David Blázquez.


leerse en caracteres griegos el comienzo de la Epístola a Tito, el primer obispo de Creta.<br />

San Andrés se reconoce por la cruz aspada, San Felipe por acariciar el larguero de la<br />

cruz martirial, Santiago el Mayor y Santo Tomás parecen caminar, valiéndose el primero<br />

del bordón de peregrino y el segundo de la lanza de su martirio; Santiago el Menor, con<br />

gesto elocuente muestra el libro de sus epístolas; San Juan Evangelista presenta el<br />

cáliz con veneno con el que quisieron asesinarlo; San Mateo sostiene su evangelio y una<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, San Lucas,<br />

Dación de Aceralia al Estado<br />

Español. Depósito en el Museo<br />

de Bellas Artes de Asturias, Oviedo.<br />

93


94<br />

pluma, mientras que San Judas Tadeo su alabarda. San Simón es representado en actitud<br />

de leer el libro que sostiene con ambas manos. La identidad del último de los doce<br />

apóstoles no es la misma en las dos series; en la del Museo del <strong>Greco</strong> se pintó a San<br />

Bartolomé, una magnífica pintura que parece casi totalmente de mano del maestro y en<br />

la que se ha seguido la descripción que del apóstol hiciera Jacopo della Voragine en<br />

su Leyenda dorada: “sus cabellos son negros, su figura blanca, sus ojos grandes, su<br />

nariz recta”, viste con túnica y manto blanco y lleva una suerte de diablo encadenado,<br />

referencia explícita al ídolo pagano Astaroth 9 . Sin que sepamos el motivo, este apóstol<br />

no volverá a aparecer en ninguno de los apostolados del <strong>Greco</strong> o su taller; en el conjunto<br />

de la catedral, esta figura se sustituyó por la de San Lucas, que aparece con un<br />

pincel de pintor y un libro abierto –sin duda el evangelio– mostrando la hermosa representación<br />

de la Virgen y el Niño, una suerte de miniatura que no volverá a aparecer en<br />

otras versiones, como la del Museo de Bellas Artes de Oviedo, optándose por mostrar<br />

el evangelio cerrado, lo que sin duda hacía más sencillas y económicas las demás versiones<br />

o copias.<br />

Además de esos atributos, para uno de los grandes estudiosos del pintor como<br />

Harold E. Wethey, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> concibió unas combinaciones cromáticas en las vestimentas,<br />

además de una gestualidad propia para cada figura que pasaron a convertirse<br />

en claves de su código de identificación de los personajes; todo estaría calculado, cobrando<br />

cada personaje su verdadero significado en la proyección conjunta de las trece<br />

telas, colocadas en dos grupos de seis flanqueando al Salvador 10 . Una combinación<br />

de recursos expresivos que podrían estar tan calculados como para hacernos pensar<br />

que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> había previsto una ordenación determinada para sacristías, instituciones<br />

colegiadas o acomodados particulares. Podría ser, pero es éste un extremo que no<br />

puede determinarse con seguridad, puesto que desconocemos cuáles fueron las circunstancias<br />

que acompañaron a la génesis de estas series. En el inventario de bienes<br />

del pintor realizado con motivo de su muerte, se hace relación de una serie completa<br />

(“doze cabezas de apóstoles con su christo”) y algunas telas sueltas que podrían corresponder<br />

también con composiciones pensadas para conformar apostolados, haciéndose<br />

referencia a los dos formatos que podrían corresponder con los dos tipos<br />

de apostolados que del <strong>Greco</strong> y su taller nos han llegado ejemplos: los de media figura<br />

(o medio cuerpo según se indica en ese inventario) o los más reducidos (cabezas) 11 .<br />

No se indican medidas, y no podemos por lo tanto ponerlos en relación clara con ninguna<br />

serie concreta.<br />

Los dos apostolados de Toledo deben fecharse en los últimos años del pintor, y así<br />

lo indicaría el resultado final de ambas series. <strong>El</strong> mejor de ellos, el del Museo del <strong>Greco</strong>,<br />

es un conjunto de calidad heterogénea, con lienzos donde puede apreciarse la característica<br />

mano del maestro en su etapa final: una construcción abocetada y llena de energía,<br />

donde las figuras aparecen concebidas más como retratos psicológicos que físicos;<br />

sin embargo, el tratamiento esbozado de algunos de estos ejemplares va más allá del<br />

estilo final del <strong>Greco</strong>, lienzos como el de San Mateo o San Judas Tadeo solo pueden entenderse<br />

como obras inacabadas, y otros como el San Simón resultan de una ejecución


<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, Santiago,<br />

Dación de Aceralia al Estado Español. Depósito en el Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo.<br />

95


96<br />

bastante mediocre, responsabilidad de algún miembro del taller 12 . <strong>El</strong> apostolado de la catedral<br />

presenta también fragmentos de gran calidad, pero la huella del taller es más frecuente<br />

13 . En general, las composiciones están más acabadas, realizadas con un dibujo<br />

bastante definido que se aleja de la sensación de pintura abocetada del apostolado del<br />

Museo del <strong>Greco</strong>. Además, la entonación y la luz resultan menos brillantes y las mezclas<br />

cromáticas de algunos ejemplares son algo turbias, en un proceso que se agudizará en<br />

las otras series 14 . Cabría preguntarse si los dos conjuntos no quedarían sin terminar en<br />

1614, año del fallecimiento del <strong>Greco</strong>, siendo algunos de los pintores del taller los que<br />

se ocuparon de terminar las series.<br />

Además de los dos conjuntos de Toledo, se conserva igualmente completo el Apostolado<br />

del Museo de Bellas Artes de Oviedo (antes colección del Marqués de San Feliz),<br />

aunque no cuenta con la figura del Cristo Salvador. Es una serie con masiva participación<br />

del taller, aunque con algunos detalles concretos de calidad que harían pensar en<br />

algún grado de elaboración o supervisión del <strong>Greco</strong>. Son figuras de busto largo en las<br />

que, en la mayoría de los casos, se han eliminado –si llegaron a pintarse– los atributos<br />

que acompañan a los apóstoles en las series toledanas. Algo que también puede detectarse<br />

en el grupo que mejor conocemos, el del Apostolado de Almadrones, de parecidas<br />

dimensiones y del que el Museo del Prado cuenta con cuatro ejemplares de un total<br />

de nueve obras 15 . Este último conjunto se dio a conocer durante la Guerra Civil española.<br />

Se hallaban en la iglesia parroquial de Almadrones, localidad de la provincia de Guadalajara.<br />

En 1941 los nueve lienzos pasaron al Museo del Prado, donde fueron restaurados,<br />

y en 1945 el Museo se quedó con las telas que representan a Cristo Salvador, San Pablo,<br />

Santo Tomás y Santiago, dispersándose por colecciones norteamericanas los otros cinco<br />

ejemplares 16 . También disperso es el de la antigua Colección Henke, de formato aún<br />

más reducido (62 x 50 cm). Se encontraba en Sevilla desde 1843 como propiedad de<br />

López de Cepero y Cañaveral; se ha supuesto que pudo provenir de la sacristía del convento<br />

de las Baronesas de Madrid, desamortizado en 1835. Las medidas de ese conjunto<br />

pueden relacionarse con las del apostolado del inventario de bienes de Jorge Manuel<br />

Theotocópuli de 1621 (nº 161) 17 . Otro conjunto completo a principios del siglo XX fue el<br />

conocido como Apostolado Arteche (36 x 26 cm) también disperso en la actualidad. Se<br />

conocen además ejemplares aislados con algunas de estas figuras, dentro de la misma<br />

caracterización y dimensiones, y que podrían corresponderse, al menos en algunos<br />

casos, con algún apostolado.<br />

En cualquier caso, es evidente que nos hallamos ante un tipo de producción que alcanzó<br />

una notable aceptación en España, constituyéndose como una importante novedad<br />

en la tradición religiosa hispana, y cuya repercusión ha sido explicada dentro de<br />

la mentalidad contrarreformista en el Toledo de principios de siglo 18 . Esta explicación<br />

podría extenderse a una espiritualidad más amplia que sobrepasa el ámbito toledano,<br />

como demostraría la existencia misma del apostolado de Peter Paul Rubens del Museo<br />

del Prado, anterior a 1614 y que tempranamente acabaría en colecciones españolas 19 .<br />

Pese a que en muchas ocasiones se ha situado la creación de los apostolados del<br />

<strong>Greco</strong> en los primeros años del siglo XVII, por las razones que hemos explicado cree-


mos que es más ajustado situarlos en unas fechas más próximas a las empleadas por<br />

Rubens. La invención del <strong>Greco</strong> puede ser algo anterior, pero en cualquier caso parece<br />

poco probable que el pintor flamenco hubiera podido conocer en su primer viaje a España<br />

(1603-1604) alguna de las series del cretense; al menos, ninguna de las que ha<br />

llegado hasta nosotros. <strong>El</strong>lo hace más sorprendente el emparejamiento espiritual y emocional<br />

de ambos artistas a la hora de representar a los discípulos directos de Jesu-<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, Santiago,<br />

Museo del Prado, Madrid, P2890.<br />

97


98<br />

cristo; una suerte de retrato espiritual que el caso de Rubens son culminación de una<br />

brillantísima tradición de la escuela flamenca, especialmente significativa en el mundo<br />

de la estampa, con imágenes tan monumentales y grandiosas como las propuestas<br />

por Marteen de Vos, Crispijn van den Broeck o los hermanos Wierix 20 . Es muy posible<br />

que como ha apuntado Fernando Marías, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> también en este caso se sirviera de<br />

estampas 21 , algo por otro lado bastante habitual en el pintor; pero tanto en los apostolados<br />

del <strong>Greco</strong> como en los de Rubens se manifiesta la pulsión creadora de los dos<br />

pintores, haciendo posible en cada caso un personalísimo retrato colectivo de los apóstoles<br />

de Cristo.


Notas<br />

1 Para este asunto, los textos más importantes se<br />

deben a José Álvarez Lopera, 1987; Álvarez Lopera,<br />

1991, pp. 47-68; e Íd., 1999-2000, pp. 25-<br />

55. Sobre el mismo tema, véase también Calvo<br />

Serraller, 1996, pp. 36-43.<br />

2 Álvarez Lopera, 2005, pp. 120-139, esp. p. 125.<br />

3 Sobre el origen de los apostolados en relación<br />

con el mundo de la estampa, véase Ruiz<br />

Gómez, 1998, pp. 65-82.<br />

4 Sobre el sentido cristiano de los apostolados, su<br />

fundamento doctrinal e iconografía, véase el<br />

texto clásico de Louis Réau, 1997, T.2, vol. 3,<br />

pp. 137-144.<br />

5 Sobre la Pentecostés, véase Ruiz Gómez, 2007,<br />

nº 13, pp. 102-109.<br />

6 Milicua, 1996, pp. 124-127.<br />

7 Gudiol, 1971, p. 298.<br />

8 Álvarez Lopera, 1993, p. 212.<br />

9 Por la blancura inmaculada de la vestimenta, en<br />

alguna ocasión se ha señalado esta tela como<br />

un ejemplar inacabado. Idea que comparten<br />

Marías (2001 p. 111) y Alonso, para quien <strong>El</strong><br />

<strong>Greco</strong> ofrece “una grisalla de base para el tratamiento<br />

final” que no llegó a concluirse (2002,<br />

pp. 30 y 49). En mi opinión es una interpretación<br />

que no se corresponde ni con la observación directa<br />

de toda la tela (en la que la cadena de Astaroth<br />

está por ejemplo perfectamente acabada<br />

sobre el manto) ni con la narración de Voragine<br />

que hace referencia explícita a esa vestimenta,<br />

aspecto iconográfico que han seguido otros<br />

pintores como Jusepe de Ribera (ejemplares de<br />

San Bartolomé del Museo del Prado o del<br />

Museo Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona).<br />

10 Wethey, 1967, II, p. 115.<br />

11 Archivo Histórico Provincial de Toledo (AHPTO),<br />

escribano Juan Sánchez de Soria. Publicado<br />

por San Román, 1910, doc. 52, pp. 189-198.<br />

12 Nada sabemos de la procedencia inicial de<br />

este apostolado. En 1837 fue donado por Manuel<br />

Marcelino Rodríguez a la Fundación del<br />

Asilo de Pobres de San Sebastián (Toledo). En<br />

1889 pasó al Museo Provincial de Toledo y más<br />

tarde, en 1910, a la Casa Museo del <strong>Greco</strong><br />

(véase Mora del Pozo, 1987, pp. 161-170)<br />

13 Su precedencia también nos es desconocida.<br />

Para Fernando Marías pudo llegar de la venta de<br />

un particular en 1676, aunque también pudo proceder<br />

del legado del Cardenal Bernardo Sandoval<br />

y Rojas (†1618). Véase Marías, 2001, p. 68.<br />

14 En la actualidad se está procediendo a limpiar<br />

todo el conjunto en el Departamento de Restauración<br />

del Museo del Prado. La finalización de<br />

este trabajo ayudará a establecer de manera<br />

más certera estos aspectos y la participación<br />

más ajustada del maestro.<br />

15 Las telas del Museo de Bellas Artes de Oviedo<br />

miden 70 x 54 cm, y las procedentes de la parroquia<br />

de Almadrones (Guadalajara) 72 x 55 cm.<br />

16 A este conjunto nos hemos referido más pormenorizadamente<br />

en Ruiz Gómez, 2007, pp.<br />

149-153.<br />

17 AHPTO, escribano Rodrigo de Hoz. Publicado<br />

por San Román, 1927, pp. 139-195 y 275-339.<br />

18 Schroth, 2003, pp. 381-401, esp. pp. 398-400.<br />

19 De la amplia bibliografía sobre el conjunto de Rubens,<br />

véase Vergara, 1999, pp. 20-21, 203 y 204.<br />

20 Véase Ruiz Gómez, 1998, pp. 75-78.<br />

21 Para Marías, del también flamenco Hendrick<br />

Golzius, 2001, p. 109.<br />

99


eco<br />

UN DESTINO PARA TRECE LIENZOS DEL GRECO<br />

CIEN AÑOS DEL APOSTOLADO<br />

DEL MUSEO DEL GRECO:<br />

<strong>El</strong> EXPERIMENTO DE MARAÑÓN<br />

Y OTRAS PROPUESTAS<br />

Ana Carmen Lavín<br />

Ministerio de Cultura<br />

Jesús Carrobles<br />

Fundación <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> <strong>2014</strong><br />

En abril de 1910 se inauguraba el Museo del <strong>Greco</strong> de Toledo con la presencia de Alfonso<br />

XIII y de su creador el Marqués de la Vega Inclán. En las salas bajas del mismo podían<br />

verse colgados y restaurados los trece lienzos de la serie del Apostolado que tantos<br />

quebraderos de cabeza habían dado a Vega Inclán. Desde que el marqués había visto<br />

el estado lamentable en el que se encontraba las pinturas en el Museo Provincial, no<br />

había cejado en el empeño de restaurarlas y exponerlas de una forma digna en el edificio<br />

que restauraba en la judería toledana 1 . De hecho, la génesis del futuro museo tenía<br />

su origen en la custodia y restauración de las obras del cretense que estaban abandonadas<br />

por distintos lugares de Toledo, y muy especialmente en el Apostolado, objeto<br />

de las críticas de los viajeros, historiadores y artistas que pasaban por la ciudad; así el<br />

101


102<br />

crítico Julius Meier-Graefe publicará, refiriéndose a estas pinturas que estaban en ese<br />

momento en el Museo Provincial: “se encuentran en un estado que pone los pelos de<br />

punta, dando cuenta del grado de aprecio que se tiene a <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> en España”. En su visita<br />

a la ciudad del Tajo, Vega Inclán ya le anticipaba que iban a restaurarse en Madrid 2 .<br />

Para ello recurrió, por recomendación del Ministro de Instrucción Pública, a uno de los<br />

restauradores más importantes de la época, Salvador Martínez Cubells, que realizando<br />

un cuidado trabajo en los talleres del Museo del Prado 3 y costeado por el propio marqués,<br />

salvó los cuadros de la ruina a la que estaban fatalmente condenados.<br />

Para conmemorar este salvamento, en el mes de mayo de 1909 se organiza en la<br />

Real Academia de Bellas Artes de San Fernando una de las primeras exposiciones dedicadas<br />

al pintor 4 ; en el catálogo de la misma Vega Inclán había incluido las reproducciones<br />

fotográficas realizadas por Mariano Moreno de algunos de los cuadros –caso del<br />

San Bartolomé antes y después de la restauración– convirtiéndose con esta acción en<br />

un héroe y en un generosos mecenas a los ojos de todo el país.<br />

De todo el país, excepto de la pequeña, paradójica y montaraz ciudad carpetana 5 ,<br />

que lejos de acoger con entusiasmo la interesante iniciativa vegainclaniana, mostraba un<br />

profundo recelo hacia su persona. Razones no les faltaban, dicho sea de paso, porque<br />

aunque el marqués brillaba con una nueva coraza de defensor del patrimonio español,<br />

hasta ese momento era el mayor marchante de arte del país y había estado presente en<br />

la mayoría de las ventas de las pinturas del <strong>Greco</strong> que salieron de España y que hoy<br />

cuelgan en las salas de muchos museos americanos y europeos.<br />

De este modo, comenzaron a circular por Toledo rumores que insinuaban que los<br />

cuadros no volverían a la ciudad o que serían sustituidos por copias. La tensión en la<br />

prensa se disparó en esos días y así en el diario La Justicia se leían guindas como esta:<br />

“… con esto no queremos decir que el Sr. Marqués sea un chamarilero que no nos ofrece<br />

confianza y temamos nos de mañana un cambiazo…” 6 . Mientras tanto, Vega Inclán se<br />

quejaba amargamente a su amigo Sorolla de la incomprensión de la ciudad: “La exposición<br />

del <strong>Greco</strong>, un acontecimiento, pero lo pintoresco ha sido la protesta en masa de<br />

Toledo contra la exposición y sobre todo contra mí, por el arreglo de los cuadros y por<br />

erigirles un Templo en Toledo¡¡¡¡…” 7 .<br />

<strong>El</strong> mismo día que se inauguraba la exposición en Madrid, el director del Museo Provincial,<br />

recibía una reprimenda de los miembros de la Comisión Provincial de Monumentos<br />

y de la Diputación; reunidos en sesión extraordinaria aprobaron un voto de<br />

censura al director del Museo Provincial por haber dejado salir el Apostolado sin el permiso<br />

de la Diputación, legítima dueña de los cuadros que habían depositado en el museo<br />

y exigían su devolución a la tutela de la institución, revocando el depósito en el museo 8 .<br />

Estos probos hombres parecían ser los únicos que ignoraban la resolución que ya había<br />

tomado el Ministro de adscribir los cuadros al nuevo Museo del <strong>Greco</strong> 9 , donde han permanecido<br />

hasta su cierre por remodelación en el año 2006.<br />

Hoy sólo se conservan intactos dos apostolados completos con participación clara del<br />

propio artista. Uno es el de la Sacristía de la Catedral de Toledo, actualmente en proceso<br />

de restauración en el Museo del Prado, y cuyos nuevos estudios seguramente nos permi-


tirán precisar más exactamente su cronología, autoría y la participación del taller del <strong>Greco</strong><br />

en su factura. <strong>El</strong> otro es el del Museo del <strong>Greco</strong>, al que se considera más tardío, inacabado,<br />

con mayor grado de intervención del maestro y dependiente del de la catedral.<br />

<strong>El</strong> origen del conjunto del Apostolado del Museo del <strong>Greco</strong>, quién fue el personaje<br />

que lo encargó y dónde se ubicó inicialmente, está todavía sin resolver. La serie, inconclusa<br />

a la muerte del artista, se creyó en principio pintada para el Hospital de Santiago<br />

de Toledo aunque hoy se sabe que, en realidad, pertenecía a una fundación piadosa: el<br />

Asilo de Pobres de San Sebastián que se fundó en 1834 y que se estableció en el Hospital<br />

de Santiago, una antigua institución fundada por Alfonso VIII en los recintos del Alcázar<br />

toledano.<br />

Según las investigaciones de Mora del Pozo 10 , el conjunto habría llegado al Hospital<br />

de Santiago en el mes de noviembre de 1837, por la donación del doctor don Manuel<br />

Marceliano Rodríguez, párroco titular de la Iglesia Mozárabe de San Sebastián, a la institución<br />

benéfica; dicho asilo se instaló desde el 21 de junio de 1838 hasta septiembre<br />

de 1846, en el citado Hospital de Santiago, pasando después al desamortizado con-<br />

<strong>El</strong> Museo Provincial en su ubicación<br />

en San Juan de los Reyes.<br />

Puede verse en la sala la<br />

famosa Vista y Plano del <strong>Greco</strong>.<br />

Foto: Alexander Lamont<br />

Henderson. Cortesía de Eduardo<br />

Sánchez Butragueño.<br />

103


104<br />

vento de San Pedro Mártir. Dada la precariedad económica de la institución, los miembros<br />

de la Junta directiva del asilo decidieron poner a la venta los cuadros donados,<br />

anunciando su venta pública en la Gaceta de Madrid el 25 de marzo de 1839. Las ofertas<br />

de compra fueron escasas y el comisionado por la Junta finalmente impidió su venta<br />

y salida de Toledo. Nada se sabe del destino anterior de este misterioso apostolado ni<br />

de cómo llegó a las manos de este sacerdote.<br />

En 1846, al pasar las instituciones de beneficencia al edificio del Convento de San<br />

Pedro Mártir, el conjunto de cuadros se trasladó allí con el Asilo de los Pobres, donde estuvo<br />

expuesto en la Iglesia. Uno de los primeros testimonios que tenemos es el de José<br />

Amador de los Ríos, que en su obra Toledo Pintoresca, al describir el recién exclaustrado<br />

convento reconvertido en Museo Provincial por la Comisión de Monumentos escribe<br />

“… buenas cabezas y manos ejecutado con inteligencia y valentía en el dibujo<br />

como en la manera y el colorido, atrae las miradas de cuantos visitan San Pedro Mártir”,<br />

refiriéndose sin duda al Apostolado, aunque como señala Martínez-Burgos 11 , de la que<br />

hemos recogido el dato, no identifica la mano del <strong>Greco</strong> en las pinturas. Años más tarde<br />

algunos viajeros relataban que: “… en la Iglesia de San Pedro Mártir se ve un apostolado<br />

de figuras de medio cuerpo, que es muy notable…” 12 , y que acabó “… siendo blanco<br />

para pelotas de los niños cuando colgaban de los muros de las antigua iglesia desafectada<br />

y abierta a los cuatro vientos de san Pedro Mártir” como recoge Muñoz Herrera<br />

13 . Finalmente, en 1898 se depositó en el Museo Provincial, entonces en la Iglesia de<br />

San Juan de los Reyes donde ya lo verá Vega Inclán.<br />

En 1909, tras la publicación por Cossío de las fotografías que evidenciaban su lamentable<br />

estado de conservación fueron, a petición de la Junta de Iconografía Nacional,<br />

trasladados al Museo del Prado y restaurados por Salvador Martínez Cubells (1845-1914)<br />

el restaurador más prestigioso de su tiempo, y tras una antológica exposición en la Real<br />

Academia de Bellas Artes de San Fernando, pasaron a formar parte del Museo del <strong>Greco</strong><br />

de Toledo en 1910.<br />

La representación del Colegio Apostólico, es decir, los doce apóstoles, casi siempre<br />

acompañados de Cristo Salvador y de San Pablo, –que aunque no fuera uno de los doce<br />

elegidos se incorpora muy pronto a la imagen de los primeros padres del cristianismo–<br />

era habitual desde la Edad Media, pero alcanzará con la contrarreforma católica y el primer<br />

barroco una importancia excepcional. Las primeras representaciones se inspiraron<br />

fundamentalmente en el texto compilado por Jacobo de la Vorágine en La leyenda dorada,<br />

donde se narra la vida y muerte de cada uno de los Apóstoles. <strong>El</strong> texto, que reúne<br />

relatos legendarios y textos de la tradición apócrifa –no incluidos por tanto en el canon<br />

de la Biblia– ha sido fuente inagotable de inspiración para artistas de todas las épocas.<br />

La agrupación de los Apóstoles y el Salvador no era un tema nuevo en el arte –de<br />

hecho, la Puerta del Perdón de la Catedral de Toledo estaba decorada con las estilizadas<br />

estatuas de los doce apóstoles– pero la idea de presentarlo como una serie de pinturas<br />

de caballete, a modo de retratos de tres cuartos, sí era novedosa, y reflejaba el<br />

nuevo énfasis que el universo católico quería imprimir en la personalidad individual de<br />

cada uno de los santos. <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> supo captarlo con una maestría excepcional. Se van


a multiplicar así, las series de lienzos presentes en sacristías, salas capitulares o muros<br />

de iglesias como testimonio inmediato de la viva presencia de la fe y respuesta al mundo<br />

de la Reforma Protestante que negaba el valor del culto a los santos.<br />

En el caso de los lienzos del <strong>Greco</strong>, sus composiciones se centran en la figura, evitando<br />

en general toda referencia espacial y cualquier elemento decorativo que distrajera<br />

al fiel de la contemplación del santo o el apóstol representado, recordando, en cierto<br />

sentido, los iconos bizantinos que pintó en su juventud 14 . Todos ellos se presentan de<br />

una forma extremadamente expresionista, de modo que el espectador o fiel tiene la inquietante<br />

impresión de encontrarse ante los vivos retratos de los personajes de las Sagradas<br />

Escrituras.<br />

Aunque para muchos estudiosos y viajeros que nos han dejado en sus crónicas la<br />

impresión que estos cuadros les causaban, se traten de auténticos retratos de toledanos<br />

de la época, para la mayoría de los investigadores actuales son abstracciones idealizadas<br />

de cada uno de los santos, de sus virtudes morales y de los valores que<br />

encarnan. Así, para Leticia Ruiz o para Palma Martínez-Burgos, citando dos de las investigaciones<br />

más recientes, “el <strong>Greco</strong> idea prototipos, rostros cargados de transcendencia”<br />

15 , “series de imágenes próximas, monumentales e icónicas que fueran fácilmente<br />

legibles” 16 . En cambio, para otras investigadoras como Sara Schroth 17 , “el <strong>Greco</strong> trata a<br />

los apóstoles de forma individual, no como tipos idealizados, así que no necesita iden-<br />

Vista parcial del la sala del<br />

apostolado del Museo del <strong>Greco</strong><br />

en 1910. Archivo Moreno IPHE.<br />

105


San Judas Tadeo antes<br />

de la restauración, 1900-1905.<br />

IPHE-AM 5309C.<br />

106<br />

tificarlos con sus atributos”. Para Álvarez Lopera 18 , “el <strong>Greco</strong> concibe a sus apóstoles<br />

desbordantes de energía y un punto colosales pero sobre todo abismados, ajenos a<br />

cualquier contingencia… estamos aquí ante la expresión de un determinado estado de<br />

ánimo colectivo. Aislada cada una de estas imágenes pierde intensidad. Todas extraen<br />

parte de su fuerza de su relación con las demás, que actúa como un factor de multiplicación<br />

expresiva”; Lopera opina que si es comprensible que el énfasis en la caracterización<br />

psicológica de los apóstoles haya hecho que se hable de ellos como retratos<br />

individuales, en realidad, y en ésto sigue a Camón, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> quiere plasmar la expresión


de un determinado estado de ánimo colectivo, de manera que, aislada, cada una de las<br />

imágenes de los apóstoles, pierde intensidad. Quizá únicamente el rostro de Santiago<br />

el Mayor, con un tratamiento algo más naturalista, como ha señalado Schroth, sea el<br />

único que nos hace dudar.<br />

La ubicación original del Apostolado sigue siendo una incógnita y nos movemos en<br />

el terreno de la hipótesis. Probablemente estaba destinado a una sacristía según el modelo<br />

de la Catedral. Según las investigaciones de Mora del Pozo, parece plausible pensar<br />

que pudo estar colgado en la Iglesia Mozárabe de San Sebastián durante el tiempo<br />

San Judas Tadeo después de la<br />

restauración de Salvador Martínez<br />

Cubells. IPHE-AM 5308C.<br />

Páginas siguientes:<br />

el Apostolado en la exposición<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> Domenikos<br />

Theotokopoulos 1900 celebrada<br />

en Bruselas del 4 de<br />

febrero al 9 de mayo de 1910.<br />

Foto: David Blázquez.<br />

107


110<br />

que ejerció de párroco don Manuel Marceliano<br />

Rodríguez. Nada sabemos de su destino<br />

anterior, aunque parece poco probable<br />

que fuera concebido para la propia parroquia,<br />

demasiado modesta en patrimonio y<br />

dimensiones para un conjunto de cuadros<br />

tan caros y de los que no se tiene noticia<br />

con anterioridad formando parte de sus fondos.<br />

Ramírez de Arellano no señala este<br />

conjunto en los inventarios de la parroquia<br />

de 1626, 1670 y 1842 19 .<br />

La representación de los apóstoles<br />

tenía una larga tradición iconográfica<br />

desde los sarcófagos paleocristianos, pasando<br />

por los mosaicos bizantinos, pinturas<br />

románicas o tallas escultóricas góticas.<br />

La presencia de Apostolados era algo habitual<br />

también en el oriente Mediterráneo, y<br />

algunas iglesias ortodoxas exponían el<br />

conjunto sobre la cancela de la iconostasis<br />

–frente al fiel– y presidiendo el sagrado sacramento<br />

de la eucaristía, que en el rito ortodoxo<br />

quedaba oculto a los ojos de los<br />

devotos. <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, dado su origen, debía<br />

conocer este tipo de conjuntos de carácter<br />

tan bizantino. En el caso de las iglesias católicas<br />

romanas, las representaciones más<br />

cercanas quizá sean las tallas de las predelas<br />

de los retablos hacia el siglo XV 20 ,<br />

donde –ya con un carácter procesional– los<br />

doce apóstoles se disponían convergiendo<br />

sus miradas hacia la figura de un Cristo<br />

central o hacia el sagrario. A partir del siglo<br />

XVII las representaciones en lienzo se generalizan ubicándose en las naves de las iglesias<br />

o en las sacristías. Si aventuramos que el Apostolado del <strong>Greco</strong> podría estar situado<br />

en la sacristía, un recinto restringido a la preparación espiritual y física del sacerdote<br />

para la misa, el mensaje contrarreformista cobraría un sentido global: Cristo, fue modelo<br />

y maestro de los doce apóstoles, primeros difusores de la palabra de Dios, a los que<br />

envió a predicar el Evangelio. Los sacerdotes son los continuadores de dicha misión<br />

apostólica. Se remarcaba así el valor del sacerdocio y la idea de apóstoles, santos y<br />

mártires como modelos de comportamiento. Además, con este tipo de obras, se asentaba<br />

la autoridad de los prelados de la Iglesia católica. Como señala Schroth, “… para


los obispos españoles significaba que, como sucesores de los apóstoles, mantenían<br />

una autoridad divina…”<br />

Quizá por esta última razón esta investigadora mantiene la teoría de que fue el Cardenal<br />

Sandoval y Rojas quién encargó al <strong>Greco</strong> la realización de un primer Apostolado para la Sacristía<br />

de la Catedral. Ésta hipótesis se basa en el testamento de Sandoval que, en 1618, legaba<br />

a su sucesor unas imágenes del Salvador y de los doce apóstoles y que han<br />

permanecido en la Catedral junto con otras obras de la colección del cardenal. La mayoría<br />

de los investigadores no dudan de que, cronológicamente y atendiendo a su evolución técnica,<br />

la de la Sacristía de la Catedral fue la primera de sus series y la del Museo la última. Pa-<br />

Santiago <strong>El</strong> Menor, detalle.<br />

Foto: David Blázquez.<br />

111


112<br />

rece que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> a partir de ésta primera serie estableció una pauta para la decoración de<br />

las sacristías que sería seguida por otros templos. <strong>El</strong> programa del Apostolado tuvo éxito,<br />

aunque un conjunto de trece cuadros resultaría muy caro. Por ello se deduce que el cliente<br />

debía ser alguien con una buena cultura y posibilidades económicas, probablemente un<br />

eclesiástico si partimos de la hipótesis de que los Apostolados eran dedicados a las sacristías<br />

de iglesias y no a espacios domésticos 21 . Es todo lo que podemos colegir sobre el cliente<br />

que encargó al pintor el Apostolado del Museo del <strong>Greco</strong> y del lugar para el que fue concebida<br />

la obra, ante la falta de documentación hasta el momento.<br />

Con respecto al tema de la disposición de cada apóstol dentro de la serie, siempre<br />

se ha pensado que la figura de Cristo se ubicaría en el centro, con seis de los apóstoles<br />

dirigiéndose hacia él desde la derecha y los otros seis desde la izquierda, pero no se<br />

ha conservado ningún conjunto in situ para comprobar esta posibilidad, con lo cual ignoramos<br />

si colgaban dispuestos en una sola pared o en dos lienzos de muro con la figura<br />

del Salvador frontal.<br />

Parece bastante seguro que San Pedro y San Pablo se mostrarían a ambos lados de<br />

Cristo; de hecho en el Apostolado del Museo son los únicos tres cuadros totalmente<br />

acabados y firmados por el Griego, el primero con sus iniciales en una de las llaves, el<br />

segundo de forma completa en el filo de la espada y <strong>El</strong> Salvador de forma parcial y sobre<br />

la bola del mundo, a penas perceptible, debido a la abrasión del óleo y el barniz. <strong>El</strong> resto<br />

de apóstoles es probable que siguiera la ordenación canónica que representaba las parejas<br />

confrontadas de Andrés y Santiago el Mayor, San Juan Evangelista y Tomás, Santiago<br />

el Menor y Felipe, San Bartolomé y Mateo, San Simón y Judas Tadeo; al menos ésta<br />

era la disposición más habitual en la mayoría de los conjuntos italianos. Quizá <strong>El</strong> <strong>Greco</strong><br />

tuviera presente la disposición que hizo su amigo Federico Zuccari en la capilla del Palazzo<br />

Farnese en la villa de Caprarola, pero se trata de otra hipótesis apuntada por Wethey<br />

que no se ha podido contrastar 22 . Lo que sí es patente es que existe una dualidad<br />

de posiciones y actitudes entre todos los apóstoles, así como una correspondencia entre<br />

los colores de sus mantos y túnicas, que provoca una sensación de gestos en espejo,<br />

y que el conjunto toma una fuerza inusitada cuando se muestra junto, ya que imbuye al<br />

visitante o fiel dentro de una escena haciéndole participar de la misma, como si de una<br />

santa cena se tratase, algo que se repetía en cada celebración eucarística.<br />

De cualquier forma, el ciclo apostólico del <strong>Greco</strong> aporta un toque de novedad y frescura<br />

en España, al incorporar sus conocimientos previos de la tradición italiana, más<br />

constreñida iconográficamente. Aunque, frente al repertorio rafaelesco de los apóstoles<br />

de Raimondi, en el que adoptan posturas y vestimentas solemnes a la manera clásica,<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> revitalizará los tipos y los individualiza intentando definir cada apóstol por sus<br />

rasgos psicológicos, reduciendo a lo esencial el lienzo, con figuras de tres cuartos y centrando<br />

la atención del fiel en las actitudes, los rasgos expresivos, las miradas y los gestos.<br />

Todo ello es evidente en el caso de la representación de las manos: mientras la<br />

tradición mostraba las manos de los apóstoles quietas y con su atributo, o asiendo el<br />

manto o un libro, los apóstoles del <strong>Greco</strong> están representados con manos que expresan.<br />

<strong>El</strong> conjunto de ademanes apostólicos que el pintor plasma, ayudan a identificar cada


santo y además, crean un vínculo de comunicación con la figura del Salvador, entre los<br />

propios apóstoles, y por supuesto con el fiel.<br />

Finalmente, con el Apostolado, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> estaría dotando a la obra de una gran fuerza<br />

expresiva a la par que de una serie de funciones y significados claros, dentro del marco<br />

de la contrarreforma católica; se impondrían también así las funciones didácticas y devocionales,<br />

pues este tipo de lienzos acercaban al creyente los dogmas de la Iglesia y<br />

los propios santos y hechos representados, además de inculcar una orientación moral<br />

al fiel, al proponer modelos de comportamiento a seguir. En definitiva, un conjunto maestro<br />

que invitaba a la conmoción y a la devoción.<br />

VISIONES DE UN SIGLO: TRECE IMÁGENES ICÓNICAS<br />

Si ha habido un pintor icónico por excelencia en el siglo XX sin duda ese ha sido <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>.<br />

Desde su “redescubrimiento” hacia 1900, su obra no ha dejado de influir en todas las<br />

grandes generaciones de artistas hasta nuestros días 23 . <strong>El</strong> estudio y la puesta en valor<br />

de su obra en el cambio de siglo dio lugar a toda una serie de creaciones y estudios en<br />

las diversas artes en torno a su pintura.<br />

La influencia del <strong>Greco</strong> en el arte del siglo XX es un tema que todavía no se ha estudiado<br />

con profundidad. Además del clásico libro de Álvarez Lopera sobre la Fortuna crítica<br />

del <strong>Greco</strong> en el siglo XIX, o sus artículos sobre el descubrimiento del <strong>Greco</strong> y su<br />

influencia en Manet 24 , y el conocido catálogo editado en 1996 de la exposición <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>:<br />

su revalorización por el modernismo catalán, sólo un par de artículos más han visto la luz<br />

en estos años. Destacamos por su interés el estudio de Albert Boime (2003) sobre la influencia<br />

del <strong>Greco</strong> en Estados Unidos y especialmente en el movimiento de la figuración<br />

abstracta centrado en Jackson Pollock, y el reciente de Javier Barón (2007) sobre la influencia<br />

del <strong>Greco</strong> en la pintura española del siglo XX, y en el que realiza una completa revisión<br />

de la presencia del cretense en el panorama pictórico español del siglo XX; también<br />

encontramos pequeños artículos o referencias al tema dentro de obras más generales,<br />

muchas veces difíciles de localizar; así en las actas de los fecundos congresos organizados<br />

por Nicos Hadjinicolau en Creta (1990-2007), se presentaron ponencias dedicadas a<br />

la influencia del <strong>Greco</strong> en Picasso y Cézanne 25 , que se añade al conocido artículo de Mª<br />

Teresa Ocaña (1996) sobre Picasso y <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>. Uno de los últimos trabajos que se han presentado<br />

lo ha realizado Teresa Posada (2007 y 2010), valorando el descubrimiento del<br />

<strong>Greco</strong> en Alemania en la obra de Justi, Meier-Graefe y Mayer. Sorprendentes y poco conocidos<br />

estudios, se vienen realizando en la República Checa y en Hungría, fruto del buen<br />

número de grecos que custodian sus museos, algunos adquiridos por mediación del marqués<br />

de la Vega Inclán. En 1991 se celebró en Budapest una interesante exposición de homenaje<br />

al <strong>Greco</strong> y su influencia en la transvanguardismo húngaro. En ella, además de los<br />

artículos de los profesores Marías, Alvarez Lopera y Barkóczi, figuraban varias obras de artistas<br />

magiares como András Baranyay (n. 1938) que presentaba una serie de fotografías<br />

sobreexpuestas y retocadas con grafito en un tríptico sobre las manos de las apóstoles u<br />

113


114<br />

Oszkár Papp (n. 1925), que partiendo de la cabeza del Apóstol Santiago del Museo de<br />

Budapest, realiza la obra Variaciones verticales de cabeza en memoria del <strong>Greco</strong>. Incluso<br />

la estupenda portada del estudio homenaje es un canto a la influencia del <strong>Greco</strong> –más<br />

concretamente del Apostolado– en los distintos movimientos artísticos.<br />

Rastrear la influencia del <strong>Greco</strong> en el arte del siglo XX no es excesivamente complicado.<br />

Hacerlo con la imagen de los Apóstoles nos causa más problemas. Quizá porque<br />

estas obras no habían salido nunca de Toledo (tanto el Apostolado de la Catedral como<br />

el del Museo, con la corta excepción de su estancia en Madrid), habían permanecido más<br />

ocultas y su ámbito de acción fue menos evidente. Si comparamos la influencia que las<br />

obras que se exhibían en Estados Unidos han ejercido sobre la pintura moderna es evidente:<br />

La Visión del Apocalipsis del Metropolitan Museum de Nueva York, el San Martín y<br />

el pobre de la National Gallery de Washington y La Asunción de la Virgen en Chicago, se<br />

evidencian en pintores de la talla de Sargent, Pollock, muralistas como Orozco, Siqueiros<br />

o Benton, o escritores como Hemingway, asiduo visitante del Museo de Chicago y que escribe<br />

sobre el <strong>Greco</strong> en su conocida obra Por quién doblan las campanas. <strong>El</strong> mexicano Clemente<br />

Orozco volvió de su visita a Toledo muy impresionado y en su autobiografía dejaría<br />

escrito: “… en Toledo todavía están enterrando al Conde de Orgaz, y <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> todavía vive<br />

y pinta, y sus Apóstoles todavía trabajan durante el día. Uno de ellos llevó mi equipaje<br />

hasta el hotel, otro me sirvió un vaso de vino, y un tercero era el conductor del autobús de<br />

Madrid, e incluso pude ver otro apóstol en el Puente de Alcántara” 26 .<br />

<strong>El</strong> número de cuadros del <strong>Greco</strong> que estaban a la venta en París desde mediados del<br />

siglo XIX se contaba sobre la veintena, principalmente santos aislados o figuras de apostolados<br />

27 . Y la influencia que ejerce sobre Manet, debido a su contacto Zacharie Astruc<br />

(pintor, escultor, compositor y poeta) tras su viaje iniciático a España en 1863, es de<br />

sobre conocida; de hecho, Manet parece inspirarse en el Caballero de la Mano en el<br />

Pecho para realizar el retrato de su amigo Astruc en 1866. La huella en el Realismo, Impresionismo<br />

y Postimpresionismo es evidente; Monet, Degas o Cezanne son buena<br />

muestra de ello; así Palma Martínez Burgos señala que “no puede negarse que los distintos<br />

apostolados constituyen una lección sin igual de la capacidad introspectiva de <strong>El</strong><br />

<strong>Greco</strong>. Pocas veces se ha dado en la historia de la pintura tal concentración de expresividad<br />

con la que se alcanzan cotas inigualables en la atmósfera emocional. Habrá que<br />

esperar al realismo francés para que vuelvan asomar esas miradas extraviadas en las<br />

que se desvanecen las distancias entre la razón y la demencia” 28 . Ya en el cambio de<br />

siglo, en la capital del Sena nos encontramos con Picasso o Zuloaga. Este, en su estudio<br />

parisino, tenía la famosa Visión del Apocalipsis, antes de pasar a Nueva York (aparece<br />

como fondo en la conocida obra Mis amigos, donde retrata la intelectualidad de<br />

los años 20). <strong>El</strong> pintor fue un gran coleccionista de grecos y su relación con el joven Picasso<br />

–que ya copiaba al <strong>Greco</strong> en el Museo del Prado en 1897, y escribía en sus apuntes<br />

“Yo, el <strong>Greco</strong>”– fue importante. Durante su Etapa Azul ya había pintado obras tan<br />

significativas como <strong>El</strong> Entierro de Casagemas o Las Dos Hermanas, inspiradas en el entierro<br />

del Conde de Orgaz y la Visitación respectivamente. Ya en París, podrá contemplar<br />

al Visión del Apocalipsis que tanto influirá para pintar Las Señoritas de Avignon.


Portada del catálogo de la<br />

exposición dedicada al <strong>Greco</strong><br />

celebrada en Budapest en 1991.<br />

115


116<br />

En Alemania, la “grecomanía” se desata a raíz de la publicación de la influente monografía<br />

sobre el pintor de August Mayer, en 1911. Los artistas alemanes tuvieron la posibilidad<br />

de contemplar obras del <strong>Greco</strong> depositadas en museos alemanes (caso del<br />

Laocoonte en la Pincacoteca de Munich). Gracias a ello Franz Marc realizará en ese año<br />

el almanaque <strong>El</strong> Jinete Azul donde convertirá al pintor en el abanderado del expresionismo<br />

alemán, y Klee y Kokoschka –cuya obra Músico en trance no es sino un estudio<br />

invertido del Caballero de la mano en el pecho– confrontaron su estilo con el cretense<br />

después de ver <strong>El</strong> San Juan Bautista del <strong>Greco</strong> junto a obras de Van Gogh en Colonia 29 .<br />

Sin duda las obras de mayor influencia fueron las que se integraron mediante compra<br />

en circuitos y museos internacionales. Y en esto Vega Inclán no andaba muy desencaminado<br />

cuando quería dar a conocer <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> mediante la venta de obras a museos<br />

y colecciones extranjeras: sirva de ejemplo el caso de Las lágrimas de San Pedro que<br />

hoy día pertenece al museo del <strong>Greco</strong> de Toledo y que el marqués ofreció al museo de<br />

Berlín sin que éste finalmente lo comprara 30 .<br />

Como ya hemos apuntado, toda la zona de Bohemia fue un importante foco desde<br />

donde se irradió <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>. <strong>El</strong> eje Viena-Praga-Budapest, albergaba las obras del gran coleccionista<br />

Marczell von Nemes, que en 1909 poseía el asombroso número de diecisiete<br />

grecos, entre ellos un San Andrés de medio busto y pequeño formato, la ya mencionada<br />

Cabeza de Santiago, y otra figura de San Andrés de cuerpo entero portando la cruz 31 . <strong>El</strong><br />

Marqués de la Vega Inclán estuvo directamente relacionado con la venta de al menos seis<br />

de las obras. <strong>El</strong> interés sobre <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> fue de la mano de la introducción del arte moderno,<br />

cubismo y expresionismo, fundamentalmente, a partir de la exposición que se celebra en<br />

Praga de Eduard Munch en 1905: “… bastó en este lugar traer a <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, e inmediatamente<br />

comenzó a hablarse de una fiebre grequiana, del culto a <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>…” 32 . Los artistas<br />

bohemios viajaban para buscar al griego en los museos centroeuropeos (Munich, Dresde,<br />

Budapest, Viena, Berlín, París…); sólo una minoría llegaba a España, dada la distancia y<br />

el desembolso monetario. Reseñamos la importancia del teórico y coleccionista Vincenc<br />

Kramár, que poseía un gran número de obras de Picasso. Queriendo conocer al <strong>Greco</strong> emprende<br />

un viaje de seis semanas a España en 1912 y pasa tres días en Toledo viendo grecos.<br />

De su impresión escribe “… quien quiera que estuviese interesado por la creación<br />

contemporánea no puede haber evitado el fenómeno fascinante del <strong>Greco</strong>: tiene que ajustar<br />

cuentas con él…”. A través de Picasso accederá a la colección de Zuloaga en París,<br />

convirtiéndose así en el mayor difusor del <strong>Greco</strong>, del Cubismo, de Picasso y de Zuloaga.<br />

En Gran Bretaña, la situación no era muy diferente. Tenemos un elocuente testimonio<br />

de la reacción del público británico la primera vez que contempló el cuadro de la<br />

Oración en el Huerto en la National Gallery. <strong>El</strong> crítico de arte Roger Fry escribe en 1920<br />

en el Burlington Magazine: “as an electric shock comparing the violent attack of the forms<br />

the ecstatic gestures and the sweeping diagonal to the melodramatic apparatus of film,<br />

the newest form of popular entertainment and claiming that not even the cinema star can<br />

push expression futher than this” 33 .<br />

En España, las pinturas del <strong>Greco</strong> que mayor impacto causaron son las que se exponían<br />

en el Museo del Prado, fuente donde venían a beber todos los grandes artistas.


Especial incidencia tuvieron los retratos –<strong>El</strong> Caballero de la mano en el pecho se convierte<br />

en un icono– y las piezas del retablo del Colegio de Doña María de Aragón. A ello<br />

debemos añadir la visita obligada a Toledo para contemplar <strong>El</strong> Entierro del Conde de<br />

Orgaz y <strong>El</strong> Expolio de la Catedral. <strong>El</strong> Apostolado e incluso la celebérrima Vista y Plano,<br />

arrumbadas en el Museo Provincial hasta su traslado al Museo del <strong>Greco</strong>, pasaron más<br />

desapercibidas.<br />

Aún así encontramos referencias al conjunto del Apostolado en la prensa escrita: el crítico<br />

francés Paul Lafond publica en un artículo en la Gazette des Beaux-Arts sobre la exposición<br />

de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, la que sería una de las<br />

primeras descripciones objetivas que se hicieron sobre el Apostolado restaurado, llegando<br />

incluso a creer ver en la figura de San Pablo un supuesto autorretrato del <strong>Greco</strong>: “Se tomaría<br />

con toda naturalidad las figuras de este apostolado como retratos ciertamente los más<br />

verdaderos, los más humanos, los más cumplidos... quienes como nosotros los habían<br />

visto en el museo de Toledo, se acuerdan del fragmento del manto de San Bartolomé, colgando<br />

lamentablemente sobre el pecho del personaje, del pecho hecho jirones de Santo<br />

Tomás, prácticamente decapitado, de las rasgaduras de los vestidos y las manos de San<br />

Andrés, San Judas, San Juan. ¿Mas cómo sería de extrañar, sabiendo que esos preciosos<br />

cuadros habían servido de blancos para pelotas de los niños cuando colgaban de los muros<br />

de las antigua iglesia desafectada y abierta a los cuatro vientos de san Pedro Mártir?” 34 .<br />

En España, además de la gran influencia en un gran número de pintores como Romero<br />

de Torres, Gutierrez Solana, Martín Rico, Zuloaga, Rusiñol, Clapés, Pichot, el movimiento<br />

surrealista, Gordillo, o el Equipo Crónica se produjo la realización de un<br />

experimento que tuvo amplia repercusión 35 , en una sociedad en la que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> se consolidaba<br />

como referente obligado de la cultura nacional.<br />

Billete emitido por el Banco de<br />

España en 1940 con un detalle<br />

del Entierro del Conde de Orgaz.<br />

117


118<br />

LOS LOCOS DEL NUNCIO Y EL EXPERIMENTO DEL DOCTOR MARAÑÓN<br />

Desde que comenzó la revalorización de la obra del pintor, se produjo un notable aumento<br />

de las propuestas, más o menos aventuradas, que intentaban encontrar una explicación<br />

lógica al expresionismo que dominaba en sus cuadros más tardíos, como son<br />

los que integran el Apostolado que se conserva en el Museo del <strong>Greco</strong>. Algunas de ellas<br />

tienen como punto de partida la consideración de la locura, bien por la atribución directa<br />

de problemas mentales al propio pintor, como por los que pudieron sufrir las gentes que<br />

le rodeaban que, en ocasiones, habrían servido como modelos para sus creaciones. Se<br />

trata de una interpretación que contó con un número variable de adeptos en función de<br />

la peculiar evolución que ha ido tomando el proceso de reconstrucción del <strong>Greco</strong>. Una<br />

figura que, en un buen número de ocasiones, ha dejado de ser histórica para convertirse<br />

en una referencia idealizada e incluso novelada, proyectada desde momentos y situaciones<br />

recientes, que poco o nada tienen que ver con la realidad 36 .<br />

Es dentro de este debate centrado en la reconstrucción del personaje y en el estudio<br />

de sus relaciones con algunas enfermedades mentales, en el que tenemos que situar<br />

el experimento realizado por Gregorio Marañón que consistió en la recreación de la<br />

iconografía plasmada en los apostolados 37 . Para conseguirlo utilizó auténticos enajenados<br />

ingresados en el hospital psiquiátrico de Toledo, con el fin de tratar de demostrar,<br />

de manera empírica, que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> utilizó el mismo método de trabajo para mostrar la<br />

arrebatada expresión de misticismo que se quería ver en su obra.<br />

Para entender esta peculiar propuesta, muy posiblemente la más arriesgada que han<br />

generado los lienzos que se muestran en esta exposición, es necesario situar la figura<br />

del promotor de la iniciativa, conocer su formación e intereses y, a partir de ellos, comprobar<br />

los fines que se proponía en esta sencilla operación que tanta repercusión tuvo<br />

en la opinión pública.<br />

Gregorio Marañón nació en 1887. Cursó sus estudios de medicina en la Universidad<br />

Central de Madrid y tuvo como profesores a personajes destacados como Ramón y<br />

Cajal, Medinaveitia u Olóriz, que despertaron su interés por campos concretos de la medicina<br />

que quedarían reflejados en sus principales estudios 38 . En 1909 obtuvo su licenciatura<br />

y poco después viajó a Alemania con el fin de conocer el trabajo de científicos<br />

entonces destacados como eran los profesores Ehrlich y Einbden, que dirigieron la labor<br />

del joven investigador al campo de las enfermedades infecciosas y la endocrinología 39 .<br />

Su vinculación con la cultura alemana le llevaría a viajar a este país en otras ocasiones<br />

y a conocer algunas de las aportaciones que en esos mismos años se realizaban en<br />

el conjunto de países centroeuropeos de habla alemana, en los que Austria ejercía un<br />

destacado papel. De todos los movimientos y tendencias que tienen su origen en esta<br />

zona y en estos momentos de los comienzos del siglo XX, es necesario destacar la importancia<br />

alcanzada por el influyente Círculo de Viena, en el que surge la escuela psicoanalítica<br />

y una cierta manera de comprender el comportamiento humano.<br />

<strong>El</strong> inicio de la trayectoria científica de Gregorio Marañón muestra la doble vinculación<br />

procedente de la formación positivista recibida de sus profesores en la Universidad


de Madrid y el interés neopositivista por la psicología vienesa 40 . La unión de ambas le<br />

llevó a plantear un modelo de trabajo específico en el que se mezclaban los aspectos<br />

biológicos con los psicológicos de cada paciente o personaje real ante el que se enfrentaba,<br />

tanto en sus trabajos cotidianos como en sus investigaciones. Gracias a la uti-<br />

Mosaico comparativo con los<br />

resultados del experimento del<br />

Nuncio publicados por<br />

G. Marañón en <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y Toledo.<br />

119


120<br />

lización de este modelo, se convirtió en un personaje anómalo en el campo de la medicina<br />

interna al mezclar lo estrictamente biológico con lo social y cultural 41 . Una pasión por<br />

un tipo de conocimiento completo que, como veremos, fue alcanzando un creciente protagonismo<br />

en su obra 42 .<br />

Sus primeras publicaciones fueron de carácter estrictamente médico pero muy<br />

pronto, en 1917, publicó su primer estudio sobre cuestiones sociales y políticas 43 . De<br />

esta manera, sus valoraciones médicas más tradicionales, fueron dejando paso a la aparición<br />

de obras y planteamientos relacionados con la historia pero también con la psicología,<br />

hasta el punto de que la figura de Gregorio Marañón se convirtió en uno de los<br />

primeros referentes de esta disciplina en España 44 , y uno de los autores más destacados<br />

en el campo de la psicohistoria 45 .<br />

La condición médica del autor, el valor que ésta alcanzó en la sociedad española de<br />

los comienzos del siglo XX, su alto grado de compromiso social y la capacidad que demostró<br />

para llegar a todo tipo de públicos, sirvió para aumentar la difusión de sus propuestas,<br />

que llegaron a sectores de la sociedad poco o nada interesados en debates<br />

sobre nuestros personajes históricos 46 . De ahí la importancia y trascendencia que alcanzaron<br />

algunas de sus teorías, caso de la que plantea la utilización de los enajenados<br />

del Hospital del Nuncio de Toledo como modelo de los apóstoles por parte del <strong>Greco</strong>.<br />

La divulgación de las fotografías que realizó, sirvió para fomentar todas aquellas propuestas<br />

que trataban de relacionar la obra de nuestro pintor con la locura. Una realidad<br />

hoy felizmente abandonada pero que, en los momentos en los que se realizó el experimento,<br />

se encontraba en pleno vigor y era objeto de trabajo por parte de diferentes y reconocidos<br />

creadores.<br />

La realización de esta recreación y la formulación de una visión tan particular de nuestro<br />

artista, no surge de manera espontánea sino que es el resultado de una trayectoria<br />

científica concreta y de las corrientes de pensamiento que influyeron en la obra del Dr. Marañón.<br />

Buena parte de su labor hay que entenderla dentro de la tradición académica imperante<br />

en la universidad española en los comienzos del siglo XX y, sobre todo, del<br />

pensamiento generado por las gentes que integran la conocida como Generación del 14 47 .<br />

La formación y definición intelectual de este autor tuvo lugar en unos años caracterizados<br />

por la existencia de profundas transformaciones científicas que afectaron a toda<br />

Europa y tuvieron su reflejo en España. Por primera vez y salvo excepciones puntuales<br />

como fue la figura de Ramón y Cajal, en nuestras grandes ciudades aparecieron diferentes<br />

grupos científicos que mantenían contactos fluidos con los centros de investigación<br />

más destacados del resto de Europa e, incluso, se convertían en abanderados de<br />

determinados conocimientos 48 . Esta internacionalización fue el resultado de la labor realizada<br />

por la Junta de Ampliación de Estudios que permitió a los mejores estudiantes<br />

de una nueva generación viajar por Europa y conocer de primera mano las corrientes<br />

científicas y filosóficas más destacadas del momento. Uno de los principales destinos<br />

académicos fueron las universidades alemanas, tanto por la propia valía y repercusión<br />

de su capacidad investigadora, como por la vinculación que mantenían las clases liberales<br />

españolas con el krausismo a través de la Institución Libre de Enseñanza 49 .


En las universidades alemanas, jóvenes como Marañón y Ortega y Gasset, entraron<br />

en contacto con el positivismo crítico neokantiano, entonces en boga en escuelas como<br />

la de Marburgo, que iba a marcar buena parte de su posterior trayectoria intelectual 50 . De<br />

él arranca el inusitado fervor que ambos sintieron por lo científico como única verdad<br />

posible y la tendencia de que cualquier tipo de conocimiento, tanto en las disciplinas físicas<br />

o naturales como en las sociales y humanísticas, debía sustentar sus enunciados<br />

y conclusiones en la utilización de los esquemas y métodos desarrollados en disciplinas<br />

como la Química que, con su flamante tabla periódica y sus leyes generales, se convertía<br />

en la mejor muestra de las posibilidades que ofrecía el método.<br />

La difusión de este tipo de propuestas provocó que la ciencia y sobre todo sus procesos<br />

lógicos, se convirtieran en algo más que una obsesión. La labor de personajes<br />

como Gregorio Marañón consistió en aplicar este modelo de conocimiento a las disciplinas<br />

sociales que, hasta ese momento, habían quedado al margen de la renovación<br />

científica y parecían campos propicios para la práctica de un idealismo hegeliano o de<br />

las corrientes metafísicas, que dejaban volar la imaginación. Una situación que afectó a<br />

la historia del arte pero también al derecho o la literatura, que iniciaron su propio camino<br />

hacia la construcción científica mediante la introducción de la formulación de hipótesis<br />

y la experimentación.<br />

Una de las primeras y más novedosas experiencias en este campo fue la que llevó<br />

a cabo el conocido como Círculo de Viena. Su principal aportación consistió en la formulación<br />

de la ciencia psicoanalítica que tiene como punto de partida, la aplicación de<br />

las leyes generales y universales al campo del estudio del comportamiento humano. <strong>El</strong><br />

Preparativos del<br />

experimento del Nuncio.<br />

Archivo Rodríguez (AHPT 11-400).<br />

121


122<br />

origen de la disciplina se debe a la figura de Sigmund Freud que, además de sentar las<br />

bases del nuevo modelo de interpretación de la mente humana, fue el responsable de<br />

realizar los primeros trabajos sobre algunos artistas históricos a partir de la valoración<br />

psíquica de su obra 51 . Leonardo da Vinci fue el primer artista estudiado desde esta nueva<br />

óptica en un trabajo publicado en el año 1910 que iba a marcar tendencia 52 , al plantear<br />

temas como la relación de la experiencia artística con el fracaso. Una relación que, como<br />

podemos comprobar, sirvió de base a algunas de las conclusiones que daría a conocer<br />

el propio Marañón en su estudio sobre <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, algunos años después 53 .<br />

Este auge de la introspección psicológica tuvo importantes consecuencias en la evolución<br />

de algunas ideas estéticas, en especial sobre la vieja y recurrente relación con las<br />

enfermedades mentales 54 . <strong>El</strong> origen de esta vinculación es muy antiguo, tal y como lo demuestra<br />

la defensa de la locura realizada por Platón, por considerarla un mecanismo necesario<br />

para la propia existencia de la creación artística. Desde entonces fueron<br />

numerosos los investigadores que relacionaron la locura con aspectos positivos como<br />

eran la felicidad o la libertad, entre los que destacan figuras como la de Erasmo de Rotterdam.<br />

Una relación heredada por los artistas románticos que fueron los primeros en representar<br />

la locura como objeto de interés de la expresión artística, para dar lugar a series<br />

tan conocidas como es la formada por los diez retratos de las monomanías de Gericault 55 .<br />

Sin embargo, el mayor auge de este binomio establecido entre el arte y la locura, se<br />

produjo tras el inicio de la difusión de las teorías psicoanalíticas 56 . La valoración de la<br />

obra de arte como reflejo de la enfermedad, especialmente de la que podía sufrir el alma,<br />

adquirió entonces carta de naturaleza y permitió el inicio de una corriente que planteaba<br />

la existencia de un arte perfectamente diferenciado, que era fruto de la locura que sufrían<br />

sus autores. Uno de los primeros en ocuparse de este tipo de planteamientos fue Hans<br />

Prinzhorn que en 1922 publicó La producción de imágenes en el enfermo mental. Su estela<br />

fue seguida por otros autores tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial y el<br />

cambio de actitud que mostró la sociedad ante un tipo de enfermos que habían sufrido<br />

como pocos, las consecuencias del nazismo. Es el momento en el que surgen expresiones<br />

como las de art des fous o art brut para definir a este tipo de creaciones realizadas<br />

por internos de los centros psiquiátricos, que fueron formuladas por personas como<br />

Leo Navratil que defendió la existencia de este arte alternativo. En su labor investigadora<br />

destacan los trabajos realizados con pacientes con los que convivió y, también, la revisión<br />

de determinadas obras y movimientos del pasado, que le llevaron a relacionar el tipo<br />

de manifestaciones en las que trabajaba con la obra de los manieristas del siglo XVI, incluidos<br />

personajes como Arcimboldo, Andrea del Sarto o el propio <strong>Greco</strong> que, una vez<br />

más, volvía a presentarse como un ejemplo de genio enfermo 57 .<br />

Un planteamiento próximo en el tiempo aunque diferente en el origen, que pudo influir<br />

en el experimento toledano, es el que nos encontramos en los trabajos relacionados<br />

con la anatomía patológica, otra de las pasiones de Marañón desde su paso por las clases<br />

del Dr. Olóriz en la Universidad Central de Madrid 58 . Una de las vias utilizadas por<br />

estos profesionales fue la de la edición de repertorios fotográficos de enfermos, que alcanzaron<br />

una amplia difusión y sirvieron de referencia para nuevas propuestas. De todos


ellos destacan los realizados por Jean-Martin Charcot y Paul Richer bajo títulos como<br />

Leçons sur les maladies du système nerveux faites à la Salpêtrerière, L´iconographie<br />

photographique de La Salpêtrerière o Les difformes et les malades dans l´art, en los que<br />

los enfermos mentales alcanzaron un destacado protagonismo 59 .<br />

Tanto unos como otros, psiquiatras y anatomistas, fueron los responsables de que<br />

en la primera mitad del siglo XX se conocieran diferentes repertorios de un arte de locos<br />

o con locos, que influyeron en personajes como Marañón que estaban atentos e interesados<br />

ante este tipo de propuestas.<br />

La existencia de estas corrientes de pensamiento y tradiciones, sirven para conocer<br />

el origen de lo que el propio Gregorio Marañón definió como un sencillo experimento o<br />

pasatiempo antropológico 60 . Un “entretenimiento” basado en la tradición neokantiana<br />

que, como vimos, hacía del experimento el único medio para acceder al verdadero conocimiento.<br />

Con él se planteó profundizar en la teoría enunciada por Cossío algunas décadas<br />

antes 61 , aunque ahora fuera formulada de nuevo para permitir su contrastación<br />

mediante el cumplimiento de las leyes de reproductibilidad y falsabilidad, inherentes al<br />

método científico 62 .<br />

En líneas generales, sus trabajos sirvieron para marcar el inicio de una nueva interpretación<br />

del <strong>Greco</strong> al iniciar la construcción de un personaje más cercano al pintor filósofo<br />

que hoy triunfa 63 . En el caso concreto de la relación con la locura, la labor de<br />

Marañón tiene dos aspectos perfectamente diferenciados. Por una parte se produjo la<br />

defensa médica de la coherencia mental del <strong>Greco</strong> 64 , pero, por otra, se le mantuvo en un<br />

mundo de semilocura y en contacto con modelos enajenados, con todo lo que ello venía<br />

a implicar. Su trabajo, no obstante, sirvió para poner fin a propuestas tan disparatadas<br />

como eran las formuladas por otros médicos como Ricardo Jorge, que consideró que el<br />

pintor cretense era un auténtico paranoico. También a las interpretaciones patológicas<br />

defendidas por el Dr. Beritens, siguiendo antiguas sugerencias de Carl Justi, que acha-<br />

Comparación de la figura alargada<br />

de San Bernardino con el efecto<br />

que producen las sombras.<br />

Procede de la publicación de<br />

G. Marañón, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y Toledo.<br />

123


Recreación de un apóstol del <strong>Greco</strong><br />

en 2010. Fotografía de Eva Corral.<br />

124<br />

caban la desproporción de las figuras de<br />

sus cuadros, al padecimiento de un alto<br />

grado de astigmatismo. De esta manera,<br />

el alargamiento de los personajes representados<br />

dejó de ser el fruto de una realidad<br />

biológica para convertirse en<br />

psicológica y relacionarse con conceptos<br />

psicoanalíticos, utilizando términos<br />

como el de la sombra y la llama que, de<br />

nuevo, nos dan la clave para entender la<br />

relación de sus estudios con los que realizó<br />

Sigmund Freud en la ciudad de<br />

Viena 65 . Una coincidencia en muchos aspectos<br />

básicos que, sin embargo, no implica<br />

una aceptación completa de todos<br />

y cada uno de los postulados que este<br />

último formuló a lo largo de su dilatada<br />

carrera intelectual 66 .<br />

Este auge psicoanalítico que reconocemos<br />

en la obra más tardía de Marañón<br />

puede tener su propia explicación.<br />

Su preocupación por los estados mentales y la práctica de la introspección en la experiencia<br />

vital de determinados personajes históricos, podría ser un reflejo del repliegue<br />

que él mismo sufrió como consecuencia de los sucesos ocurridos en la Guerra Civil Española.<br />

Del mismo modo que el psicoanálisis surge en una Viena en crisis que sufre la<br />

desaparición del Imperio austro-húngaro 67 , los estudios psicológicos de Marañón adquieren<br />

mayor importancia tras el fracaso que supuso para él la Guerra Civil y la desaparición<br />

de una sociedad que pudo ser parte de esa Europa con la que sentía la<br />

necesidad de equipararnos 68 . Una realidad dura sin la que quizás, no existirían unas<br />

fotos que se han convertido en nuevos iconos y han adquirido vida propia, hasta el punto<br />

de generar sus propias secuelas.<br />

La más conocida es la realizada por Eva Corral que propone una nueva recreación<br />

del Apostolado en la que, significativamente, ha desaparecido cualquier rastro de locura.<br />

Su labor es el resultado de la fusión de ideas que surgen de la contemplación de<br />

las obras originales del <strong>Greco</strong>, pero también de las fotografías de Marañón, que muestran,<br />

de esta manera, que se trata de imágenes que se mantienen plenamente vigentes<br />

muchos años después de que se descartaran las propuestas teóricas que las<br />

acompañaban.


Notas<br />

1 Lavín, 2007.<br />

2 Muñoz, 2008, p. 85.<br />

3 Alonso, 2008.<br />

4 Álvarez Lopera, 2008.<br />

5 Carrobles, 2008.<br />

6 Muñoz, 2007, p. 88.<br />

7 Lavín, 2008, p. 190.<br />

8 Álvarez Lopera, 2008, p. 133.<br />

9 García Serrano, 2008.<br />

10 Mora del Pozo, 1987.<br />

11 Martínez-Burgos, 2009, p. 23.<br />

12 Araujo y Sánchez, 1875, p. 146.<br />

13 Muñoz Herrera, 2008, p. 88.<br />

14 Álvarez Lopera, 1993, p. 212.<br />

15 Ruiz, 2007, p. 430.<br />

16 Martínez-Burgos, 2005, p. 356.<br />

17 Schroth, 2008, p. 235.<br />

18 Álvarez Lopera, 1993, pp. 212-214.<br />

19 Ramírez de Arellano, 1921.<br />

20 Navarrete, 2002.<br />

21 Schroth, 2003.<br />

22 Wethey, 1967, II, p. 115.<br />

23 Álvarez Lopera, 1991; Carrobles, 2008.<br />

24 Álvarez Lopera, 2003.<br />

25 Foundoulaki, 1990, p. 567.<br />

26 Orozco, 1962, p. 156.<br />

27 Álvarez Lopera, 2003, p. 487.<br />

28 Martínez Burgos, 2005, p. 357.<br />

29 Posada, 2008, p. 162.<br />

30 Lavín, 2008, p. 178.<br />

31 Barkóczi, 1991.<br />

32 Stepanek, 2003, p. 469.<br />

33 AAVV, 2009, p. 85.<br />

34 Muñoz, 2008, p. 88.<br />

35 Barón, 2007.<br />

36 La preocupación por las interpretaciones y la<br />

“construcción” del pintor, del que se desconocía<br />

prácticamente todo en los momentos de su<br />

recuperación a comienzos del siglo XX, han crecido<br />

en las últimas décadas. Algunas obras en<br />

las que conocer este interesante proceso son:<br />

Álvarez Lopera, 1987 y 1999; Marías, 1997.<br />

37 Marañón, 1956, pp. 29-33; García, s.f.<br />

38 Balaguer y Ballester, 2010.<br />

39 Marañón y López, 2010.<br />

40 Carpintero, 2010.<br />

41 Desde el comienzo de su trabajo como médico,<br />

Marañón mostró la necesidad de mantener un<br />

trato directo con el paciente con el fin de conocer<br />

las condiciones sociales y culturales en las<br />

que vivía y explicar determinados comporta-<br />

mientos y enfermedades. Su método de trabajo<br />

incluía un acercamiento al individuo desde planteamientos<br />

relacionados con la psiquiatría, que<br />

fue una de sus pasiones científicas menos conocidas.<br />

Ver: Morales, 2010; Balaguer y Ballester,<br />

2010, p. 95.<br />

42 La producción científica de Gregorio Marañón<br />

se recoge en cientos de artículos y libros que<br />

permiten seguir la evolución de sus amplios intereses.<br />

Un estudio de todo ello se puede consultar<br />

en: Laín Entralgo, 1966.<br />

43 Marañón y López, 2010.<br />

44 Carpintero, 2010.<br />

45 Pinillos, 1988.<br />

46 Algunas de las aportaciones de Marañón tuvieron<br />

una enorme repercusión. La consideración<br />

de referente moral y científico que alcanzó en la<br />

sociedad española, permitió que sus obras tuvieran<br />

una enorme difusión y alcanzaran un<br />

grado de aceptación difícil de alcanzar.<br />

Ver: Morales, 2010a y 2010b.<br />

47 Una generación en la que junto a Marañón,<br />

destacan personajes como Manuel Azaña, José<br />

Ortega y Gasset o Ramón Pérez de Ayala. Ver:<br />

Menéndez, 2006.<br />

48 Juliá, 2010.<br />

49 Tusell, 1998, pp. 413-417.<br />

50 San Martín, 1991; Atencia, 1991.<br />

51 Giménez, 1988.<br />

52 Freud, 1910.<br />

53 La relación de Marañón con los psicoanalistas<br />

del Círculo de Viena es evidente. La lectura de<br />

su obra muestra un cierto contacto con algunos<br />

planteamientos recogidos en la obra de Sigmund<br />

Freud y, sobre todo, con los formulados<br />

por su discípulo Otto Rank. Ver: Romero, 1995.<br />

54 Bolaños, 2007.<br />

55 Quirosa, 2007.<br />

56 Loza, 2006.<br />

57 Bolaños, 2007, p. 457.<br />

58 Arquiola, 1981.<br />

59 Marías, 2010, pp. 244-246.<br />

60 Marañón, 1956, p. 29.<br />

61 Marañón, 1973, p. 227.<br />

62 Marañón, 1973, p. 246.<br />

63 Marías, 2010; Pérez Sánchez, 1999.<br />

64 Marañón, 1966, p. 112.<br />

65 Marañón, 1966, pp. 136-137.<br />

66 Marías, 2010, p. 246.<br />

67 Bolaños, 2007.<br />

68 Morales, 2010a y 2010b.<br />

125


eco<br />

Fichas<br />

Doménico Theotocópoli ‘<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>’. (Candía, Creta, 1541-Toledo, 1614) y taller.<br />

Cristo Salvador, San Pedro, San Andrés, Santiago el Mayor (Zebedeo),<br />

San Juan, San Felipe, San Bartolomé, Santo Tomás, San Mateo,<br />

Santiago el Menor (Alfeo), San Judas Tadeo, San Simón y San Pablo.<br />

ca. 1607; otras fechas: 1604-1614 (Cossío 1908); 1607-1614 (Soehner, aunque el Cristo y<br />

San Pablo serían de 1603-1605); ca. 1608-1614 (<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>: Toledo 1900, 2008); 1610-1614<br />

(Wethey 1962 y 1967, II, 118; Gómez-Moreno 1968, pp. 20-28).<br />

Óleo sobre lienzo, 101 x 81 cm.<br />

San Pablo, firmado “Doménikos Theotokópoulos ‘epoiei” y Cristo Salvador y San Pedro<br />

respectivamente con restos de una firma y firmado sólo con las iniciales griegas δθ [dth].<br />

San Pablo, además, alza una carta en la mano, con la inscripción “Πρòς Τἰτον τών<br />

Κρητών ἐκκλησἰας πρώτον ἐπἰσκοπον χειροτονηθέντα” (“Prós Títov ton Kretón<br />

ekklesías próton epískopon cheirotovethénta”; “A Tito, primer obispo ordenado de la<br />

iglesia de los cretenses”), de la Epístola de San Pablo a Tito (Tt, 3, en la mayoría de las<br />

primeras ediciones del Nuevo Testamento en griego) (Panagiotakes 2009, 15).<br />

<strong>El</strong> Cristo Salvador benedicente y con la bola del mundo y los doce apóstoles del<br />

<strong>Greco</strong>, que se han conservado en el Museo del <strong>Greco</strong>, plantean todavía muchos problemas<br />

tanto historiográficos, relativos a su cronología, grado de acabamiento y autografía,<br />

procedencia y encargo, como también interpretativos. De tres cuartos y<br />

vestidos a la antigua, aunque con algunos atributos más modernos que anticuarios, se<br />

sitúan contra un fondo negro, abstracto y en absoluto histórico o narrativo, pero que<br />

refuerza su tridimesionalidad; la ausencia de nimbos –a excepción del romboidal de<br />

Cristo- los sitúa, sin embargo, en un espacio aparentemente terrenal, aunque la presencia<br />

de sus atributos martiriales los lleva por contra a la categoría de imágenes icónicas<br />

e intemporales. Esta representación, ni retratística ni terrenal, del colegio<br />

apostólico se aproxima a la configuración -e incluso expresividad- de algunas de las<br />

series italianas grabadas, como las de Marcantonio Raimondi y Marco Dente, y al tratamiento<br />

de factura “deshecha” de las de Parmigianino o Schiavone.<br />

127


128<br />

Para algunos estudiosos habrían quedado sin acabar a la muerte del artista, pues<br />

habrían estado solo definidos en su totalidad Cristo, San Pedro y San Pablo, y los<br />

demás en distintos grados de preparación y ejecución (Wethey 1962 y 1967, II, 118-<br />

120; Kerestesis 1997-1998, 171-176; Alonso Alonso 2002, 36-59; 2008, 230-234; y<br />

2009, 87-90; Garrido 2008, 251-262); sin embargo, difícilmente pueden vincularse las<br />

figuras de tres cuartos con los cuatro apóstoles de medio cuerpo (“Un San Juan Ebangelista<br />

medio cuerpo / Un San Pablo medio cuerpo / Un San Mateo medio cuerpo / Un<br />

San Simón medio cuerpo”) o con las cabezas (“Una cabeza de un Salbador / Una cabeza<br />

de un apóstol / Una cabeza de un apóstol” y “Doze cabezas de apóstoles con su<br />

Christo”) inventariadas en el taller del <strong>Greco</strong> en 1614. Tampoco coinciden sus medidas<br />

(1 vara y media cuarta por 1 vara) con las de los lienzos inventariados por Jorge Manuel<br />

Theotocópuli, en su taller, en 1621, unos mayores y otros menores “103 Un Salbador,<br />

del mesmo i alto [de tres quartas de alto y dos terzias de ancho] / 104 Otro<br />

Salvador, de la mesma manera / 113 114 dos apóstoles, de bara y bara y quarta cada<br />

uno / 144 Un San Simón, de bara y bara y quarta / [149-]161 Treze quadros de negro<br />

con los doze apóstoles i Cristo, de tres quartas [de vara] de alto y dos terzias de<br />

ancho / 164 Un apóstol del mesmo tamaño”). Estos Treze quadros de negro con los<br />

doze apóstoles i Cristo, de tres quartas [de vara] de alto y dos terzias de ancho debieran<br />

de ser los que en 1624 Jorge Manuel entregó como prenda de sus deudas al Hospital<br />

Tavera y en 1631, al poco de la muerte de Jorge Manuel acaecida el 28 de marzo,<br />

habían sido vendidas, probablemente por su herederos, al capellán del hospital Andrés<br />

Martínez Calvo (San Román 1927, doc. xliii).<br />

En consecuencia, el Apostolado del Museo del <strong>Greco</strong> debería de haber salido ya<br />

en 1614 del taller de las casas del Marqués de Villena, aunque su estado no fuera absolutamente<br />

perfecto. Para el San Pablo, se ha avanzado la hipótesis de que se tratara<br />

de un autorretrato (Milicua 1996, 124-127), aunque el candiota habría procedido a un<br />

rejuvenecimiento que no practicaría en su inclusión como imagen entre los apóstoles<br />

de La Pentecostés (ca. 1600-1605) del Museo el Prado.<br />

Tradicionalmente fechados a comienzos del siglo XVII, nuestros apóstoles serían ligeramente<br />

posteriores al Apostolado de la catedral de Toledo, que tiende a datarse<br />

hacia 1602-1606 (Cossío 1908); 1602-1607 (Soehner); 1604-1609 (Mayer); 1605-1610<br />

(Wethey 1962 y 1967, II, 116-118); 1608 (Camón Aznar 1950 y [1959]).<br />

<strong>El</strong> desarrollo de la salud del <strong>Greco</strong> en la segunda y tercera décadas del Seiscientos<br />

no deja de plantear problemas. Firmado el contrato para la capilla de Isabel de<br />

Ovalle el 18 de diciembre de 1607 y un cobro el 24 de agosto de 1608, no reaparecería<br />

en su papeleo documental hasta el 17 de abril de 1613 (Marías 1991, 83-92). <strong>El</strong><br />

número de los documentos otorgados por el candiota se redujo enormemente y sus<br />

firmas escasean y dejan, al mismo tiempo, de parecer autógrafas. Hacia 1607 su<br />

firma se transformó completamente, como para hacer pensar en que desde esa<br />

fecha pudo ser sustituida o si queremos falseada por la de su hijo, como el 16 de<br />

enero de 1608 en esta misma obra o el 17 de abril de 1613 (Galende Díaz 2008, 6-<br />

20). Debió de sufrir el candiota quizá algún tipo de accidente, del que se recuperó<br />

hacia finales de 1608, cuando contrató los retablos del Hospital Tavera, en ausencia<br />

de su hijo, el 16 de septiembre, pero en un documento en el que su amigo don Pedro<br />

Salazar de Mendoza incluyó por dos veces referencias a sucesos eventuales que


condujeran a su incumplimiento (“por qualquier accidente en vida o en la muerte” y<br />

“por falta del dicho Dominico por muerte suya”), y se precisó que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> se limitaría<br />

exclusivamente a “maestrar” la obra que harían sus oficiales. <strong>El</strong> estudio de estas firmas<br />

en los siguientes documentos, supuestamente otorgados en persona por el pintor,<br />

se hace hoy perentoria, pues parece que el candiota alternaba periodos de salud<br />

(como en 1611) y enfermedad.<br />

Eso llevaría a situar precisamente nuestro apostolado hacia 1607.<br />

Han sido restaurados en el Museo del Prado en 1909 por Salvador Martínez Cubells<br />

y, en 1992-1993, por Rafael Alonso Alonso.<br />

<strong>El</strong> origen y circunstancias de la producción del Apostolado del Museo del <strong>Greco</strong><br />

están aún por dilucidar. La serie, para algunos inconclusa a la muerte del artista, y<br />

para otros terminada por el taller todavía en vida del <strong>Greco</strong>, está llena de sombras,<br />

como también la historia de sus vicisitudes desde su control histórico, a comienzos<br />

del siglo XIX.<br />

Sabemos que estuvo en una fundación piadosa de Toledo, el Asilo de Pobres de<br />

San Sebastián, fundado en 1834 y que se estableció, entre 1838 y 1846, en el Hospital<br />

de Santiago, antigua institución piadosa ya fundada por Alfonso VIII bajo el Alcázar<br />

toledano, y después en el Hospital de Santa Cruz; allí llegó en noviembre de 1837<br />

(Mora del Pozo 1987), como donación testamentaria del doctor don Manuel Marceliano<br />

Rodríguez (1786-1837), cura párroco de la iglesia de la Asunción de la villa de<br />

Navalcarnero, maestro de ceremonias de la catedral (1829) y párroco de la iglesia<br />

mozárabe de San Sebastián (1834); fue autor de un Directorium ad divinum officium<br />

persolvendum missamque celebrandam in tota archidioecesi toletan. in omnibusque<br />

ecclesiis villae Matritens. pro anno... a DD. Emmanuele Marceliano Rodríguez (Toledo,<br />

José de Cea, 1831).<br />

Los lienzos, dada la precariedad económica del asilo, fueron puestos en venta pública<br />

por su junta directiva, anunciada en la Gaceta de Madrid el 25 de marzo de 1839,<br />

pero dada la escasez de ofertas, se obvió su enajenación, señalándose entonces que<br />

de los trece lienzos, eran solo “siete dellos del famoso pintor Dominico <strong>Greco</strong>”.<br />

Para algunos autores, la institución del asilo de San Sebastián pasó en 1846-1847,<br />

con otras instituciones de beneficencia, al edificio del antiguo convento de los dominicos<br />

de San Pedro Mártir, ya desamortizado. <strong>El</strong> Apostolado se habría trasladado entonces,<br />

exponiéndose en su templo; allí lo habría visto supuestamente, aunque sin<br />

identificarlo como obra del <strong>Greco</strong>, José Amador de los Ríos (1818-1878), que en su<br />

obra Toledo Pintoresca (1845, 1879, 206), al describir el Museo Provincial, lo citaba<br />

como de “… buenas cabezas y manos ejecutado con inteligencia y valentía en el dibujo<br />

como en la manera y el colorido, atrae las miradas de cuantos visitan San Pedro<br />

Mártir”, pero no es seguro que podamos identificar estos cuadros con los nuestros; de<br />

hecho, en 1857 Sisto Ramón Parro no los citaba allí.<br />

Según otras fuentes, sin embargo, no pasó el apostolado a San Pedro Mártir hasta<br />

1888, como depósito de la Diputación de Toledo, señalándose entonces que los lienzos<br />

procedían del convento o iglesia de Santiago (García Martín 2008, 50-51); esta indicación<br />

podría referirse a que procedían de la iglesia del Hospital de Santiago. No<br />

obstante, esta fuente tampoco parece resisitir una verificación, pues en 1875 se señalaba<br />

que “en la iglesia de San Pedro Mártir se ve un apostolado de figuras de medio<br />

129


130<br />

cuerpo, que es muy notable…” y cuyo autor se identificaba con <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> (Araujo y<br />

Sánchez 1875, 116), cuyos lienzos acabaron “… siendo blanco para pelotas de los<br />

niños cuando colgaban de los muros de la antigua iglesia desafectada y abierta a los<br />

cuatro vientos de San Pedro Mártir” (Muñoz Herrera 2008, 88), según el testimonio del<br />

artista francés Paul Lafond (1847-1918), por entonces conservador del Museo de Pau<br />

(Lafond 1906, 538). Finalmente, en 1898 se depositó la serie en el Museo Provincial,<br />

entonces en la iglesia de San Juan de los Reyes, donde la fotografió hacia 1907 Mariano<br />

Moreno para Cossío y encontró el Marqués de la Vega-Inclán, y donde estuvieron<br />

hasta incorporarse a la Casa y Museo del <strong>Greco</strong>.<br />

En 1909, y dado el estado de conservación que testimoniaban las fotos de Moreno,<br />

fueron trasladados, a petición de la Junta de Iconografía Nacional, al Museo del<br />

Prado, para ser allí restaurados por Salvador Martínez Cubells (1845-1914). Tras ser<br />

contemplados en la exposición de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando<br />

de 1909, fueron devueltos a Toledo para formar parte de la Casa y Museo del <strong>Greco</strong><br />

desde 1910, abierto en 1912.<br />

La procedencia antes de llegar a las manos de don Manuel Marceliano Rodríguez<br />

está absolutamente oscura. No pudiéndose identificar realmente con ninguno de los<br />

apostolados inventariados en 1614 y en 1621, tampoco existe referencia alguna hasta<br />

el siglo XIX, tras los avatares de la Guerra de la Independencia y la Desamortización. A<br />

fines del siglo XVIII, don Antonio Ponz (1772, I, carta iv, 19, 169 y 35 [34 en sucesivas<br />

ediciones], 184) citó en Toledo el apostolado del <strong>Greco</strong> de la catedral y otros dos apostolados<br />

de la época, pero los vinculó con su discípulo Luis Tristán; el de la iglesia de las<br />

carmelitas descalzas de San José, con figuras de medio cuerpo, fue vendido en 1836 al<br />

Barón Taylor pero no se expuso en París en la Galería española y se vendieron en Londres,<br />

como parte de la colección de Louis-Philippe, en 1853, perdiéndose desde entonces<br />

prácticamente su rastro; sin embargo, en otras fuentes de 1836 se citaba este<br />

apostolado como procedente del convento de las Jerónimas de la Reina (Álvarez Lopera<br />

2009, 60, n. 19). <strong>El</strong> segundo –“del tamaño del natural de bellos partidos, y verdaderas<br />

expresiones, conforme practicó el célebre Tristán”- se encontraba en la sacristía<br />

de la iglesia de los capuchinos de Santa Leocadia del Alcázar, fundado como del Santo<br />

Ángel por el Cardenal Sandoval y Rojas (1611) y trasladado a la ciudad por el Cardenal<br />

Moscoso; parcialmente destruido por incendio el convento durante la Guerra de la Independencia,<br />

su obras artísticas se dispersaron; el Apostolado no ha podido identificarse<br />

con ninguno del pintor toledano, quizá por haberse destruido o haberse establecido incorrectamente<br />

su atribución. Por lo tanto, pudieron ser adquiridos por don Manuel tanto<br />

de un laico como de la desamortización de algún convento toledano.<br />

María Cruz de Carlos Varona<br />

Fernando Marías


<strong>El</strong> Salvador<br />

Doménico Theotocópoli ‘<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>’ y taller, ca. 1607. Museo del <strong>Greco</strong>, Toledo.


San Pedro<br />

Doménico Theotocópoli ‘<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>’ y taller, ca. 1607. Museo del <strong>Greco</strong>, Toledo.


San Pablo<br />

Doménico Theotocópoli ‘<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>’ y taller, ca. 1607. Museo del <strong>Greco</strong>, Toledo.


San Juan Evangelista<br />

Doménico Theotocópoli ‘<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>’ y taller, ca. 1607. Museo del <strong>Greco</strong>, Toledo.


San Bartolomé<br />

Doménico Theotocópoli ‘<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>’ y taller, ca. 1607. Museo del <strong>Greco</strong>, Toledo.


Santiago el Mayor<br />

Doménico Theotocópoli ‘<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>’ y taller, ca. 1607. Museo del <strong>Greco</strong>, Toledo.


Santiago el Menor<br />

Doménico Theotocópoli ‘<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>’ y taller, ca. 1607. Museo del <strong>Greco</strong>, Toledo.


Santo Tomás<br />

Doménico Theotocópoli ‘<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>’ y taller, ca. 1607. Museo del <strong>Greco</strong>, Toledo.


San Felipe<br />

Doménico Theotocópoli ‘<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>’ y taller, ca. 1607. Museo del <strong>Greco</strong>, Toledo.


San Andrés<br />

Doménico Theotocópoli ‘<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>’ y taller, ca. 1607. Museo del <strong>Greco</strong>, Toledo.


San Judas Tadeo<br />

Doménico Theotocópoli ‘<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>’ y taller, ca. 1607. Museo del <strong>Greco</strong>, Toledo.


San Simón<br />

Doménico Theotocópoli ‘<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>’ y taller, ca. 1607. Museo del <strong>Greco</strong>, Toledo.


San Mateo<br />

Doménico Theotocópoli ‘<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>’ y taller, ca. 1607. Museo del <strong>Greco</strong>, Toledo.


Alberto Durero (1471-1528).<br />

Cinco apóstoles. 1514 (San Pablo y Santo Tomás),<br />

1523 (San Simón y San Bartolomé), 1523/26 (San Felipe).<br />

Serie de cinco estampas a buril, 123 x 74 mm (huella de la plancha).<br />

Firmadas con el monograma AD.<br />

Bibliografía: Hollstein v7, pp. 40-41; Bartsch v7, pp.64-67, 46-50; Mende, Schoch et al., 2001.<br />

Madrid, Biblioteca Nacional de España [INVENT/29787-INVENT/29790]<br />

Madrid, Biblioteca Nacional de España [INVENT/42664-INVENT/42667]<br />

<strong>El</strong> Apostolado incompleto de Durero es un caso interesantísimo de evolución de la retórica<br />

de la imagen dentro de una misma serie. En efecto, en 1514 Durero emprendió<br />

un proyecto de Apostolado cuyas dos primeras entregas auguraban una rápida compleción,<br />

a razón de una estampa cada seis meses. Si bien no se conocen los planes<br />

exactos de Durero, el hecho de que la serie comenzara con un San Pablo ya implicaba<br />

quizás la intención de realizar un Apostolado “extendido”, al modo del de Lucas de<br />

Leyden.<br />

En cualquier caso, el arranque del apostolado con San Pablo era una elección atípica,<br />

en la que Mathias Mende ve indicios de una especial motivación espiritual. En<br />

efecto, este historiador vincula el hecho con la influencia que ejerciera en Durero la predicación<br />

de Johannes von Staupitz en Nüremberg en 1512. Staupitz era vicario general<br />

de los agustinos en Alemania y fue un personaje esencial en la evolución espiritual de<br />

Martín Lutero, a quien contagió su pasión paulina, en un momento en que las Epístolas<br />

se promovían como testimonios del ideal de vida cristiana. Mende sugiere que el San<br />

Pablo de Durero surgiera de sus conversaciones (si no de un encargo directo) con<br />

miembros de la sodalitas stapitziana (Mende, Schoch et al., 2001, p. 191).<br />

<strong>El</strong> siguiente apóstol de la serie fue el inmediato Santo Tomás, también datado en<br />

1514. Si el arranque con San Pablo resulta enigmático, continuar con Santo Tomás<br />

frente a la más canónica elección de San Pedro constituye un nuevo elemento de especulación<br />

que ha desembocado en sobre-interpretaciones que giran en torno a la<br />

incredulidad de Santo Tomás y el antídoto que contra ella suponen las Escrituras<br />

(Id., p. 192).<br />

Ambas estampas de 1514 comparten rasgos estilísticos. Por un lado, en ellas persisten<br />

aureolas y agitación gestual hasta cierto punto comparables con Lucas de Leyden.<br />

Sin embargo, los drapeados derivados de togas senatoriales, el contraposto de las figuras<br />

y el clasicismo de los dignos rostros de ancianos sitúan estas obras en nuevas<br />

coordinadas estéticas con respecto a las de Lucas de Leyden. Si en el holandés los<br />

Apóstoles son peregrinos determinados, los del alemán suscitan el recuerdo del héroe<br />

clásico, pero un héroe que, lejos de combatir con la espada de su martirio, arma arro-<br />

San Pablo. Alberto Durero, ca. 1526? BNE, Madrid.<br />

145


146<br />

jada a sus pies, lucha con las escrituras. La relación por lo tanto con el héroe clásico<br />

del conocimiento, el Filósofo, queda patente en la filiación estilística del San Pablo con<br />

respecto a la pareja Platón/Aristóteles de “La Escuela de Atenas” de Rafael (Ibíd.).<br />

Frente a ellos, los Apóstoles de 1523 reanudan la serie con un replanteamiento formal<br />

proporcional a los grandes cambios espirituales que Durero había vivido en torno a los<br />

años iniciales de la Reforma. De golpe desaparecen aureolas y contraposto.<br />

Las figuras se hacen más macizas, concentradas y estáticas. <strong>El</strong> carácter heroico permanece:<br />

San Simón, San Bartolomé y San Felipe blanden sus atributos desafiantes.<br />

Solo que la estatuaria clásica ha dado paso a la estética del caballero medieval. Muy<br />

especialmente destaca la mirada de San Bartolomé al espectador, auténtica interpelación<br />

a la defensa de la fe por parte del mismo.<br />

La evolución hacia una imagen modélica del Apóstol desprovista del lastre pagano se<br />

culmina con la imagen intemporal, estática, sólida, de función casi arquitectónica, de San<br />

Felipe. La hipótesis de Rainer Schoch es que esta última estampa (la más popular de<br />

todas a juzgar por el número de copias) ya estaba muy avanzada en 1523, o quizás terminada,<br />

puesto que el año 1526 parece esconder la auténtica fecha de 1523 (Íd., p. 240).<br />

En ese año de 1523, la fe luterana está a punto de ser adoptada oficialmente por la<br />

ciudad de Nüremberg, a cuyo consejo pertenece Durero. Así pues, en el cambio estético<br />

del artista en esta etapa final de su carrera, en esa búsqueda del “gran estilo”, algunos<br />

historiadores (como Panofsky y Kuspit) han detectado la huella de la teoría de la<br />

retórica de Melanchthon y de su “genus grande”, superpuesta a una valoración de la<br />

simplicidad como camino visual hacia la verdad.<br />

Así pues, el hieratismo de las figuras y el naturalismo creciente de los fondos paisajísticos<br />

invierten los valores de Lucas de Leyden. Se trata de volver a la consideración de<br />

los apóstoles como modelos heroicos para los modernos cristianos, pero situándolos<br />

en nuestro mundo y por lo tanto alejándolos de cualquier papel de intercesores.<br />

Las posiciones de Lutero y de Durero coincidían en la primera mitad de los años<br />

1520 en su doble rechazo a la iconoclasia calvinista y al culto católico a los santos intercesores.<br />

Aceptaban la función de la imagen de los santos como “recordatorio” instructivo<br />

(Schoch, 2007, p. 119), distinguiendo entre “adoración” de la imagen y<br />

“veneración” de los santos.<br />

Aunque son varios los ejemplos de inspiración de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> en Durero (Marías, 1997,<br />

p. 148), siendo el prestigio del alemán y la divulgación de sus estampas notables en Italia<br />

y en España, es difícil que el incompleto Apostolado de Durero pudiera servir de inspiración<br />

a los del cretense. De hecho, más que una estética, sólo parecen compartir con<br />

recursos opuestos un espíritu de renovación del clero mediante el ejemplo apostólico.<br />

David Ruiz Eguía


Lucas van Leyden (h.1494-1533).<br />

Cristo y los Apóstoles, ca. 1510-11.<br />

14 estampas, buril, 118 x 73 mm aprox. (huella de la plancha)<br />

Firmadas con el monograma L<br />

Bibliografía: Hollstein v10, pp.121-123, 86-99; Bartsch v12, pp.219-232, 86-99;<br />

New Hollstein, Lucas de Leyden, pp-103-108, 86-99<br />

Madrid, Biblioteca Nacional de España [INVENT/1630-INVENT/1641]<br />

Madrid, Biblioteca Nacional de España [INVENT/42676-INVENT/42682;<br />

INVENT/42684; INVENT/42685; INVENT/42687-INVENT/42689]<br />

Esta serie de catorce estampas es un apostolado compuesto por los doce apóstoles<br />

enumerados en Mateo (10, 1-4) a los que se han añadido las figuras de Jesucristo y<br />

San Pablo. Por razones estilísticas (diferencias en aureola, pliegues, postura y línea de<br />

horizonte), hay razones para pensar que San Bartolomé (Bartsch 94) pudo incorporarse<br />

posteriormente a la serie, habiendo sido quizás inicialmente apartado para dar cabida a<br />

San Pablo conservando no obstante el más canónico número de doce apóstoles.<br />

En cualquier caso, las catorce estampas estás firmadas con el monograma L utilizado<br />

por Lucas de Leyden. Dado que no están fechadas Bartsch y Hollstein, basándose<br />

en análisis estilísticos, sitúan este apostolado al inicio de la carrera de Lucas de<br />

Leyden: hacia 1510-1511. De dar crédito a su biógrafo Karel van Mander, el artista contaba<br />

por aquél entonces con dieciséis años y el Apostolado sería apenas dos años<br />

posterior a su primera obra datada. La formación de Lucas de Leyden como grabador<br />

sigue siendo aún un misterio, insistiendo varios autores en su precocidad y originalidad.<br />

Su obra temprana está repleta de ejemplos de rasgos iconográficos y estilísticos sin<br />

precedentes.<br />

Varios son los que singularizan su Apostolado. Cada una de las estampas representa<br />

al personaje de cuerpo entero, situado en un espacio apenas definido por un plano de<br />

suelo cuyo sombreado genera una ambigua sensación de profundidad, y envuelto en<br />

agitados ropajes de convincente materialidad. Friedländer consideró que, desde su primera<br />

época, Lucas van Leyden osciló entre el interés por la profundidad y la pasión por<br />

el detalle, alternando logros en uno y otro sentido sin llegar a conciliarlos nunca de forma<br />

plena lo que genera, en el caso del Apostolado, una tensión visual de fuerte impacto.<br />

Otros elementos de tensión caracterizan estas estampas: la solidez de los pies firmemente<br />

asentados en el suelo contrasta con las radiantes aureolas; el abigarramiento de los<br />

pliegues con la desnuda exposición de los instrumentos de su labor pastoral. Todo ello<br />

contribuye sin duda al magnetismo de las imágenes, que resultan intemporales, como Friedländer<br />

califica el efecto de muchos de sus grabados de la primera época (1973, p. 60).<br />

147


148<br />

Alejadas de cualquier registro narrativo, su carácter convulso parece obedecer a la finalidad<br />

inspiradora de la imagen de devoción que se contempla en soledad. En este<br />

sentido, autores como James Snyder vinculan el arte de Lucas de Leyden con el movimiento<br />

de la Devotio Moderna, que pretendía inspirar una emulación cristiana mediante<br />

la aproximación de la imagen sacra a la experiencia temporal (Jacobowitz, 1983, p. 24).<br />

Quizá en este sentido, los pies desnudos firmemente anclados al suelo, la singularización<br />

de los rostros y la concreción de los ropajes de los apóstoles de Lucas de Leyden<br />

supongan una visualización de la aproximación espiritual subyacente en este movimiento.<br />

También Friedländer detectó en Leyden una tendencia hacia la humanización de los<br />

santos,<br />

“Sus figuras no debían ser orgullosamente entronizadas como elevados salvadores<br />

heroicos, divinos y santos, aislados y distantes. <strong>El</strong> hombre estaría<br />

aquí en la tierra, criatura del rebaño, sometido a las mismas leyes que los<br />

demás” (1973, p. 61).<br />

Sin embargo, Friedländer lo justificaba en los años veinte-treinta del siglo XX con el<br />

habitual determinismo psicológico de aquella década: la frágil salud y personalidad “hipersensible”<br />

de Lucas de Leyden habrían marcado empáticamente su obra hasta el<br />

punto de representar vírgenes y santos aquejados de rarezas y caprichos. O, dicho con<br />

sus palabras: “para Lucas [de Leyden] un santo era un hombre exhausto y agobiado<br />

por su vocación”. A pesar de estos rasgos de humanización, los apóstoles de Lucas de<br />

Leyden quedan a distancia del hombre corriente. Las contradictorias referencias de su<br />

representación (calma y tensión, reflexión y acción, estatismo y movimiento, humanidad<br />

y santidad, …) tienen como objetivo mantenerles en la órbita del modelo próximo, pero<br />

reverenciado.<br />

Son pues varios los rasgos comunes entre el Apostolado de Lucas de Leyden y los<br />

de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, siendo los más destacables el de encerrar en un cuerpo frágil una gran<br />

autoridad espiritual y el de eliminar la referencia espacial como medio de concentrar la<br />

atención del espectador en la figura.<br />

<strong>El</strong> acceso de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> a grabados de Lucas de Leyden no está atestiguado, pero sí<br />

es muy posible considerando la perdurable fortuna crítica de Lucas de Leyden a lo<br />

largo del siglo XVI. En el caso concreto de su Apostolado, ésta queda atestiguada por<br />

reimpresiones en Amberes en 1595 y copias de Rafaello Schiaminossi en 1605. Pero en<br />

otros aspectos de su obra, Marco Antonio Raimondi ya se sirvió de alguna de sus composiciones<br />

y su consagración italiana se encuentra en el elogio que Vasari dedicó a<br />

“Lucas de Holanda” en las “Vidas” (Van Berge -Gerbaud, 1983, pp. 5-6), texto de referencia<br />

para el cretense.<br />

David Ruiz Eguía<br />

San Andrés. Lucas van Leyden, ca. 1510-11.


149


150


Anónimo italiano (copias de Marcantonio Raimondi, ca. 1470-1534)<br />

Jesucristo y los doce apóstoles, ca. 1520<br />

Trece estampas, buril, 206 x 134 mm.<br />

Bibliografía: Bartsch, XIV, p.74-76; Casanovas, I, 281.19.II-31.XII; Delaborde, 110, 24-35;<br />

Le Blanc, III, 275.62-73; Passavant, VI, 19; The Illustrated Bartsch, vol. 26, p. 92-104.<br />

Madrid, Biblioteca Nacional de España, INVENT/7542; INVENT/7540; INVENT/7534<br />

Considerado uno de los genios en el arte del grabado de la primera mitad del siglo XVI,<br />

Marcantonio Raimondi es uno de los reconocidos representantes del renacimiento italiano,<br />

en el que fue introduciéndose <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> ya antes de su traslado a Venecia. Aunque<br />

el estilo de los pintores candiotas no cambió radicalmente al renacentista, si se<br />

conoce la introducción de reflejos de estética occidental gracias a la presencia en la<br />

isla de grabados de Durero, Cranach, Raimondi, Campagnola, Tiziano, Zuccaro y Cornelius<br />

Cort. Incluso se reconocen préstamos tomados de Raimondi en obras realizadas<br />

por <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> anteriores a su traslado a Venecia, como La Dormición (Marías, 1997, p.<br />

47, 52; Constantoudaki-Kitromilides, 2003, p. 21-36).<br />

Nacido hacia 1470-1480, en Argini, localidad próxima a Bolonia, comienza su aprendizaje<br />

junto a Francesco Raibolini (ca. 1450-1517), “il Francia”. Hasta 1506 permaneció<br />

junto a su maestro, de quien tomaría modelos para sus primeras composiciones, hasta<br />

su traslado a Venecia ese mismo año. Más bien autodidacta, en esta segunda etapa,<br />

Raimondi procuró conocer la producción de los artistas más importantes del momento,<br />

y copió varios temas de Albrecht Dürer (1471-1528) y Lucas van Leyden (1494-1533),<br />

cuya estética podemos ver en obras primerizas como la serie de Vida de la Virgen o la<br />

Pequeña Pasión. Tras su paso por Venecia, el grabador boloñés se trasladó a Roma,<br />

donde llegaría hacia 1509-1510, época en la se enmarca la producción de las series de<br />

Apostolados cuyo ejemplos encontramos en la exposición.<br />

A pesar de ser una ciudad relativamente pequeña, la Roma del siglo XVI era un centro<br />

cosmopolita, donde se reunían los intereses religiosos y políticos de la Iglesia Católica.<br />

La Sede del Primado Apostólico se había convertido en el centro de comunicaciones europeo,<br />

lo que sin duda colaboró con el ágil desarrollo de la producción artística del grabado.<br />

Es entonces cuando Marcantonio Raimondi llega a la Ciudad Eterna, donde<br />

recibirá el encargo de grabar los dibujos preparatorios que Raffaello Sanzio (1483-1520)<br />

había preparado para la decoración de la Sala dei Palafrenieri en 1517 (Raphael invenit,<br />

1985, p. 66), un conjunto de trece estampas de los doce apóstoles acompañados de la<br />

figura de Cristo, realizadas hacia 1520. Grabados que se encargaría de distribuir el asistente<br />

del pintor de Urbino, Baviero Carocci, conocido como il Baviera.<br />

San Felipe. Anónimo italiano (copia de Marcantonio Raimondi), ca. 1520. BNE, Madrid.<br />

151


152<br />

Los modelos rafaelescos, de gran corrección en el dibujo, ajustados a los cánones<br />

clásicos tan admirados por Vitruvio, son tratados con gran delicadeza por el artista. Se<br />

trata de doce representaciones tradicionales de los apóstoles, acompañados de sus<br />

respectivos atributos -e identificados al mismo tiempo por los nombres situados en el<br />

interior de los nimbos-, presentados sobre fondo neutro, que permiten resaltan ese carácter<br />

escultórico con el que pretendía dotarlos el maestro de Urbino, y que al mismo<br />

tiempo les mantiene aislados de cualquier contexto narrativo, siendo así mostrados<br />

como modelos independiente e intemporales de seguidores de Cristo.<br />

Esta labor de copia en un principio poco valorada, le llevo a ser considerado mero<br />

transmisor de los modelos rafaelescos. Pero si tenemos en cuenta que Raimondi recibía<br />

simplemente unos sencillos dibujos de Raffaello, meros contornos a lápiz, pluma o sanguina,<br />

descubriremos su atrevida personalidad, que confiere mediante la sombra, el volumen,<br />

y su característico trazo más redondeado una nueva imagen a los modelos<br />

(Schoemaker, 1987, p. 13). Particularidades que podemos también reconocer en otras dos series<br />

conservadas en la Real Colección de Estampas de San Lorenzo de <strong>El</strong> Escorial, Jesucristo,<br />

los apóstoles y los ángeles Gabriel y Rafael y Los Apóstoles (Casanovas, 1962, p. 281). La<br />

primera serie se compone de dos láminas, con ocho imágenes para ser recortadas, y la segunda<br />

por doce estampas individuales. En la primera de ellas los apóstoles son reconocidos<br />

igualmente por la inscripción de su nombre, algo que se pierde en la segunda, pero realmente<br />

lo novedoso de ambas es la introducción de un escenario arquitectónico, pilastras y hornacinas<br />

respectivamente, que enfatizan esta intención escultórica recogida del pintor de Sanzio.<br />

Estas tres series indican la abundancia que de las mismas circulaban durante el siglo XVI.<br />

Se trata, como lo denomina Sarah Schroth, de naipes santos de fácil distribución, de los que<br />

muy probablemente contase con copia <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> (Schroth, 2003, p. 388). Si nos fijamos en la<br />

figura de San Pedro de esa primera serie que conserva la Biblioteca Nacional, y en la representación<br />

que del mismo apóstol hace Domenikos, podemos encontrar semejanzas que<br />

apoyan esa hipótesis de la posible posesión de un juego de grabados de Raimondi por<br />

parte del pintor. Es muy característica del San Pedro de Raimondi, la manera en que prende<br />

el manto con su mano izquierda, entrelazándolo entre sus dedos, y como de su mano derecha<br />

se inclinan pesadamente las llaves, las cuales podríamos aguanta con cansancio. Al<br />

mismo tiempo el apóstol de aspecto también cansado del pintor cretense, deja ver estas referencias<br />

(Íd., p. 389).<br />

Pero esta tradición medieval de la representación del apostolado, tomará tras el Concilio<br />

de Trento (1545-1563) otra vertiente más catequética que pretendía enfatizar la doctrina tradicional<br />

de la Iglesia Católica, que venía amenazada por la reforma luterana. Es en este ambiente<br />

donde debemos introducir el Apostolado del <strong>Greco</strong>, que aún tomando referencias de<br />

grabadores como Marcantonio Raimondi, transmite una visión personal y libre (Pérez Sánchez,<br />

2002, pp. 9-39).<br />

Marta Díez Yáñez


Anónimo italiano (copias de Marco Dente, ca. 1510-1570)<br />

Jesucristo y los doce apóstoles, ca. 1520<br />

Serie de trece estampas, buril, 210 x 143 mm<br />

Bibliografía: Bartsch, XIV, pp. 80-82; Casanovas 1, 105.2.I-105.14.XIII; González de Zárate,<br />

1992-96, vol.IV, pp. 16.19; Le Blanc II, 111.8; Passavant VI, 68.8; The Illustrated<br />

Bartsch, vol. 26, pp. 107-119.<br />

Madrid, Biblioteca Nacional de España, INVENT/4295; INVENT/4301;<br />

INVENT/7531; INVENT/7544; INVENT/7663<br />

<strong>El</strong> florecimiento de los libros de ilustración a principios del siglo XVI, favorece que<br />

poco a poco se desarrolle una producción de estampas individuales que acaba copando<br />

las principales ciudades italianas. Roma será la primera que comience a<br />

acumular un gran número de nombre notables, entre ellos el de Marcantonio Raimondi<br />

(ca. 1470-1534), de quién es discípulo el artista que nos ocupa.<br />

Marco Dente es un autor bastante desconocido, se le atribuyen las obras firmadas<br />

con el monograma R (Ravignano) o el entrelazado de las letras R y S (Silvestro<br />

da Ravena), que hacen referencia su ciudad natal. Nacido en Rávena en la segunda<br />

mitad del siglo XV, se instalará en Roma hasta su fallecimiento durante el Saco de<br />

Roma (1527). Durante este tiempo trabajará en el taller de Raimondi, grabando<br />

temas por lo general inspirados en la obra de Rafael Sanzio (1483-1520), como<br />

haría su maestro. Entre ellos encontramos la serie expuesta, Jesucristo y los doce<br />

apóstoles, fechada hacia el año 1520. Se trata de una copia invertida de los modelos<br />

ya grabados por Marcantonio en la misma época, siguiendo los dibujos que recibió<br />

del maestro de Urbino para la decoración de la Sala dei Palafrenieri en 1517<br />

(Raphael invenit, 1985, p. 66). Como eminente copista que es, estas estampas ofrecen<br />

casi reproducción exacta de los originales, con pequeñas variaciones en los<br />

trazos de menor finura y agilidad, que muestran los contornos algo más toscos de<br />

estos grabados.<br />

En esta serie también perdemos las inscripciones en el interior de los nimbos,<br />

quedando los atributos identificativos de cada apóstol en primer plano a la hora de<br />

reconocer las identidades de los mismos. Las llaves de San Pedro, la cruz en aspa<br />

de San Andrés, el bordón de peregrino de Santiago el Mayor, el cáliz de San Juan,<br />

la cruz que contempla San Felipe, el cuchillo de San Bartolomé, la escuadra de<br />

Santo Tomás, la bolsa de san Mateo, la alabarda de San Judas Tadeo, la sierra de<br />

San Simón, la lanza de San Matías y San Pablo sustituyendo a Santiago el Menor<br />

con su espada.<br />

153


154<br />

En muchas ocasiones no es fácil distinguir entre las estampas de Raimondi y<br />

Dente, ya que éste sin duda trató de aprovechar sus dotes copistas para introducir<br />

en el mercado sus propias tiradas, ya que como indica J.M. González de Zárate,<br />

Marco estimo mucho más el dinero que la gloria (1992-1996, IV, p. 13). Pero esta<br />

labor reproductora del discípulo contribuyó a la creación de uno de los primeros negocios<br />

de venta de grabados más duraderos de un artista renacentista. Los modelos<br />

grabados de Raimondi fueron vendidos hasta aproximadamente finales del XIX<br />

cuando se facilitó y abarató su reproducción (Mayor, 1971, pp. 341-343), lo que indica<br />

la gran distribución que tuvieron desde época muy temprana. Quizá la copia<br />

que poseía <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> de la serie de Raimondi, en la que probablemente se inspirase<br />

el artista candiota para confeccionar su San Pedro (Schroth, 2003, p. 388), fuese<br />

una de estas copias que realizara su discípulo Marco Dente.<br />

Marta Díez Yáñez<br />

Santiago el Mayor. Anónimo italiano, (copia de Marco Dente), ca. 1520. BNE, Madrid.


156<br />

Anónimo italiano (copias de Francesco Mazzuola, il Parmigianino, 1503-1540)<br />

Cristo y los doce apóstoles, ca. 1525-1530<br />

Serie de trece estampas, aguafuerte, 116 x 188 mm<br />

Bibliografía: Bartsch, 16, p.21-22; The Illustrated Bartsch, vol. 32 p. 15.<br />

Madrid, Biblioteca Nacional de España, inv. 44851, 44853 y 44849.<br />

Pintor, dibujante y grabador, genio precoz del renacimiento italiano, Francesco Mazzuola<br />

(1503-1540), conocido como il Parmigianino, ocupa un papel predominante en el desarrollo<br />

del manierismo italiano. Nace en Parma en 1503, y no llegará a Roma hasta 1523,<br />

donde quedará fascinado por la obra de Miguel Ángel (1475-1564), Rafael (1483-1520) y<br />

Corregio (1489-1534). En la Ciudad Eterna se irá poco a poco introduciendo en el ambiente<br />

del manierismo toscano-romano del momento. Se desconoce quién pudo ser su<br />

maestro, pero el contacto que mantuvo con Jacopo Caraglio (1500-1565), discípulo de<br />

Marcantonio Raimondi (1470-1534), lleva a pensar que aprendiese la técnica del grabado<br />

en torno al ambiente estético de Raimondi (Cánovas del Castillo, 1997, p. 14).<br />

Tras pasar cuatro años en Roma, movido por los tristes acontecimientos que sufre la<br />

ciudad en 1527, regresará a Bolonia donde comienza a publicar sus grabados (Bury,<br />

2001, p. 204), una buena manera de restablecer su economía después de haber perdido<br />

sus patronos por el traslado.<br />

Autor de gran particularidad, concibió sus composiciones desde una nueva perspectiva<br />

manierista que muchos denominan parmigianista. Trazos interrumpidos, líneas protagonistas<br />

frente a la sombra, movimiento, luz llena de vida, aspectos que fueron<br />

polémicos a la hora de insertarlos en el canon vasariano de la pintura renacentista italiana.<br />

Sin embargo <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, junto con otros seguidores como el escritor italiano Ludovico<br />

Dolce (1500-1568), introdujeron a il Parmigianino en su discurso de la pintura<br />

renacentista italiana (Checa, 2003, p. 42).<br />

La mayoría de sus estampas se conservan por copias de grabadores italianos del<br />

siglo XVI como las realizadas por Caraglio, G. Bonasone, A.Meldolla y el llamado<br />

Maestro F.P. En esta serie de Cristo y los doce apóstoles, fechada en torno a 1525-<br />

1530, que vemos en la exposición, las estampas llevan la firma F.P, y por tanto se<br />

atribuyen al desconocido maestro, a quién se le otorga la autoría del grabado pero<br />

no la composición, que corresponde a Francesco Mazzuola (Cánovas del Castillo,<br />

1997, p. 20).<br />

San Simón. Anónimo italiano, (copia de Francesco Mazzuola, il Parmigiano), ca. 1525-1530. BNE, Madrid.


158<br />

Esta serie de trece estampas reproduce los modelos clásicos, por los atributos tradicionales<br />

que porta cada figura, de los apóstoles y Cristo, aunque debe apuntarse una<br />

pequeña confusión. Si nos fijamos en la figura identificada como San Matías, vemos<br />

que porta la espada característica de San Pablo. Este tipo de confusiones no eran del<br />

todo extrañas en el momento, ya que se estaba recuperando una tradición e intentando<br />

canonizarla en modelos estables, que no todos tenían tan claros.<br />

Pero la aportación del autor a estas composiciones la encontramos en esa estilización,<br />

en ocasiones excesiva, de las figuras, como vemos en San Felipe, o esos giros rápidos,<br />

de cabeza y cuerpo, como el de San Juan o el propio Cristo, o los paños en<br />

movimiento de San Mateo. Todos ellos ejemplos de ese manierismo tan particular de Il<br />

Parmigianino. Figuras compuestas por trazos nerviosos que aunque no muestra una<br />

gran elegancia en los rostros, sí presentan una gran riqueza en los gestos, en la elegancia<br />

de sus poses, que confieren al conjunto una gran armonía y belleza.<br />

Como apuntamos al principio, es posible que el artista aprendiese la técnica del grabado<br />

por medio de Caraglio, seguidor de Raimondi. Si nos fijamos en los grabados de<br />

esta serie, y los comparamos con la también expuesta de Marcantonio, podremos reconocer<br />

algunas características que nos llevan a corroborar esta hipótesis.<br />

Concretamente me refiero a la figura del San Pedro, del que seguimos reconociendo<br />

ese gesto cansado de la mano sosteniendo las llaves y de la particular manera de colocar<br />

los dedos entrelazados con el manto que cubre al santo, que también reconocemos<br />

en la obra del artista cretense Doménikos Theotokópoulos.<br />

<strong>El</strong> antivasarianismo de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> que le hizo fijarse y defender la obra de Il Parmigianino,<br />

el contacto que mantuvo con Michael Damaskinós, quien probablemente poseyese<br />

estampas de Mazzuola (Marías, 1997, pp. 48-49), y las referencias que vemos a<br />

su Epifanía en La Adoración de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> (Íd., p. 69), son indicios del contacto que mantuvo<br />

el artista establecido en Toledo con la obra del italiano.<br />

Marta Díez Yáñez


Andrea Meldolla, “Schiavone” (1512-1563)<br />

Cristo y los doce apóstoles, ca. 1540<br />

Cristo y los apóstoles, ca. 1548-1550<br />

Trece estampas, 221 x 113 mm.<br />

Fuera de catálogo<br />

Bibliografía: Bénézit, 2006, vo. 12, pp. 601-602; González de Zárate, 1992-96, vol.VII,<br />

pp, 229-233; González de Zárate, 1999, pp. 165-166; The Illustrated Bartsch, vol. 32 p.<br />

62-68 y 69-84.<br />

Fuera de Catálogo.<br />

Uno de los continuadores más destacados del manierismo de il Parmigianino, el italianizado<br />

Andrea Meldolla, también conocido como Andrea Schiavone, a quien ni Vasari<br />

(1511-1574) ni Aretino (1492-1556) mencionaban como grabador, es el autor de las dos<br />

serie de apostolados identificados por Bartsch. Nacido en Zara, localidad cercana a<br />

Dalmacia, pronto se adscribe a los artistas de la escuela veneciana, concretamente a<br />

Giorgione (1477-1510) y Tiziano (1477-1576), introduciéndose poco a poco en el llamado<br />

manierismo parmigianista, cuyos rasgos podemos reconocer de manera inmediata<br />

en los grabados de la primera serie que presentamos en esta exposición.<br />

Reconocemos esa elegancia ya vista en las composiciones del grabador parmesano,<br />

ese movimiento e iluminación tan característicos del boloñés, que vuelven a repetirse<br />

en este Apostolado, que comienza a producir hacia el año 1540, cuando se encuentra<br />

ya bien establecido en Venecia.<br />

Esta primera serie de la que hablamos, Cristo y los doce apóstoles, responde, como<br />

decía, a los años de aprendizaje con il Parmigianino. Schiavone se había familiarizado<br />

con las composiciones de su maestro, y las plasma prácticamente de manera completa<br />

en esta serie. Composiciones como las de San Pedro, San Andrés o San Juan, ilustran<br />

perfectamente la deuda con el boloñés.<br />

Este interés por el grabado de Schiavone muestra la Venecia del siglo XVI, que sigue<br />

los pasos de la Ciudad Eterna. Junto a Roma, Venecia es otro de los grandes centros<br />

de producción y distribución de grabados. La importancia comercial que representaba<br />

su puerto, el nacimiento de una afán coleccionista nacional e internacional, favorecen la<br />

demanda de reproducciones de las obras de los maestros. Como explica Michael Bury<br />

(2001, p. 9), siguiendo los textos de David Landau (1994, pp. 360-363), en la historia<br />

del grabado italiano del XVI podemos distinguir un grupo de artistas-diseñadores, y otro<br />

de transmisores. Estos últimos, favorecidos por la gran demanda de grabados del momento,<br />

se introducen en la competición del mercado reproduciendo modelos ya instalados<br />

y aceptados. Este gran movimiento sin duda favorece a que en la segunda mitad<br />

159


del siglo XVI la generación de grabadores continúe la producción y el diseño, en ocasiones<br />

muy creativo, de nuevos modelos.<br />

Este es el caso de la segunda serie de grabados sobre los apóstoles del artista, recogida<br />

por Bartsch (The Illustrated Bartsch, vol. 32, pp. 69-64). Una serie de trece estampas<br />

titulada Cristo y los apóstoles, realizada entre los años 1548-1550, que<br />

presentan una mayor personalidad, propia de un grabador más maduro en la técnica y<br />

más seguro a la hora de liberar su creatividad.<br />

Con una gran libertad en sus composiciones, Schiavone sorprende con representaciones<br />

como la del apóstol San Juan. Una figura prácticamente girada en su totalidad,<br />

cuyos brazos se entrecruzan creando un gran movimiento y nerviosismo. Al mismo<br />

tiempo sorprende lo acentuado del manierismo parmigianesco que vemos en el excesivo<br />

alargamiento de las figuras, que se contrapone al rigor academicista que habíamos<br />

visto con anterioridad en la producción de Marcantonio Raimondi (González de<br />

Zárate, 1992-1996, vol. VIII, p. 231)<br />

Si la figura de Parmigianino no pasó desapercibida para <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, tampoco lo sería la<br />

de su seguidor Andrea Meldolla, de quién podremos ver referencias en La Adoración<br />

de los Reyes (Marías, 1997, p. 69), o en la figura de San José de la Vida de la Virgen<br />

(Constantoudaki-Kitromilides, 2003, pp. 30-33; Mann, 2003, pp. 139-173). Sin duda la<br />

producción artística del grabado en la Italia renacentista creó un medio de comunicación<br />

internacional que favoreció el germen de la influencia veneciana en los primeros<br />

años de formación de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>.<br />

Marta Díez Yáñez<br />

160 Cristo Salvador. Andrea Meldolla, “Schiavone”.


161


162<br />

Lambert Zutman "Suavius" (Lieja, 1510-Frankfurt, 1567)<br />

Cristo y los doce apóstoles (1553)<br />

Santiago el Menor (n.1, L.SVAVIVS/INVENT), San Judas Tadeo (n.2, L.SVAVIVS INVE /<br />

1545), San Andrés (n.3, L.SVAVIVS / INVE), San Simón (n.4, L´SVAVIVS / INVNE,<br />

1545), San Bartolomé (n.5, L.SVAVIVS/INVE), Santiago el Mayor (n.6, L.SVAVIVS / IN-<br />

VÊTOR), San Mateo (n.7, SVAVIVS.IN/ 1547, L.S.), San Felipe (n.8, SVAVIVS.INVE),<br />

San Juan Evangelista (n.9, SVAVIVS / INVEN), San Pablo (n.10, SVAVIVS / INVE), San<br />

Pedro (n.11, SVAVIVS /INVEN), Cristo Salvador [n.12, inscripción en griego en la esquina<br />

superior izquierda (4 líneas), inscripción en latín en la esquina superior derecha (6<br />

líneas): “Ego sum via et / veritas et vi / Nemo venit / ad patre(m) / nisi p(er) / me”, e<br />

inscripción en caracteres hebreos en rótulo inferior centrado (2 líneas); L.SVAVIVS /<br />

LEOD: INVE / ET TIPOGR, 1548] y San Matías (sin numeración, firma ni fecha).<br />

1º o 2º estado (de tres), excepto estampa n.12 (Cristo): 3º estado.<br />

Marcas de agua en estampas n.7 (INVENT/1703) y n.11 (INVENT/1699): escudo rematado<br />

en corona con una flor de lis en el interior, posible origen, Namur (Bélgica), 1546.<br />

Estampa n.9 (INVENT/1705): jarra medio llena con asa lateral, posible origen, Amberes,<br />

1549 (BRIQUET, C.M., 1984).<br />

Dibujo preparatorio de Suavius para estampa n. 10 (San Pablo) en Oxford según F.<br />

Hollstein (K. Parker, 1938, cat. n. 74).<br />

Bibliografía: Casanovas 1962, 2, pp. 314-315; González de Zárate 1992-96, 9, pp. 90-93;<br />

Hollstein 1954, 28, pp. 165-174; Le Blanc 1854, 3, p. 608; Passavant 1862, 3, pp. 111-113.<br />

Madrid, Biblioteca Nacional de España, INVENT 1697-1708, INVENT 3285-3294,<br />

INVENT 46746-46747<br />

Una mala interpretación de los pasajes que Giorgio Vasari dedica a Lambert Suavius en<br />

sus comentarios a la vida de Marcantonio Raimondi ha provocado que entre los historiaodres<br />

del arte se hayan producido confusiones entre la identidad de este artista y<br />

otros contemporáneos, como es el caso del pintor procedente de Amsterdam Sustris,<br />

o incluso con Lambert Lombard, cuyo nombre original es Suterman, llegando algunos a<br />

considerarlos a todos una sola persona (Passavant, 1862, p.109). Suavius, cuyo nombre<br />

procede de la latinización de Zutman o Zoetman, fue un reconocido grabador, arquitecto<br />

y pintor nacido en Lieja alrededor de 1510. Parece ser que dejó esta ciudad en<br />

los últimos años de su vida por sus convicciones religiosas, y se transladó a Frankfurt,<br />

donde murió alrededor de 1574-1576. Viajó primero a Alemania y luego a Italia donde,<br />

además de estudiar en profundidad el legado de la Antigüedad, admiró la obra de Rafael<br />

y sus seguidores, entre ellos Marcantonio Raimondi. La impronta producida en su<br />

estilo por esta experiencia italiana se consolidaría durante su estancia en la academia


de claro corte romanista que su cuñado, el pintor y arquitecto Lambert Lombard, creó<br />

en Lieja tras su viaje a Italia.<br />

Entre las obras de Suavius con tema religioso se encuentra esta serie de estampas<br />

que representa a Cristo, los doce apóstoles y San Pablo, donde el artista se presenta<br />

no solo como el grabador de la misma sino también como el creador de estas bellas<br />

composiciones, a través de la inscripción que aparece en la estampa nº. 12, posiblemente<br />

la portada, “L.SVAVIVS/ LEOD: INVE/ ET TIPOGR”.<br />

Los apóstoles aparecen representados de cuerpo entero, enmarcados en hornacinas<br />

o en conjuntos arquitéctonicos de claro corte clásico, con la depurada técnica y con el<br />

detallismo característico del arte del grabado flamenco. Esta forma de representar las<br />

figuras esbeltas, casi monumentales, con gestos manieristas y paños a la antigua, ya<br />

aparecia en su serie de Las Sibilas, de la que también conserva varios ejemplos la Biblioteca<br />

Nacional. No solo estos bellos conjuntos arquitéctonicos evocan la Antigüedad<br />

clásica, también la forma de representar las figuras y sus vestimentas nos recuerdan a<br />

las de los sabios y filósofos antiguos.<br />

No todos los apóstoles portan los atributos propios con los que se les relaciona habitualmente<br />

(Navarrete Prieto, 2002, pp. 31-34), por lo que parece haber ciertos problemas<br />

a la hora de la identificación de los mismos. La catalogación de la Biblioteca<br />

Nacional sigue la ofrecida, en cuanto a la identificación de los personajes, por Hollstein<br />

(1954, pp. 165-174). Éste atribuye a la figura que porta una escuadra la personalidad<br />

de San Judas Tadeo, mientras que Casanovas (1962, vol.2, pp.314-315) y Gónzalez de<br />

Zárate (1992-1996, vol. 9, pp. 90-93), en su catalogación del ejemplar de esta serie<br />

existente en el Monasterio de <strong>El</strong> Escorial, identifican esta estampa con la figura de<br />

Santo Tomás, que tampoco coincide con la opinión de Passavant, que le cataloga<br />

como Santiago el Menor. A la figura que porta en su mano el manuscrito enrollado de<br />

papel, relacionado frecuentemente con San Pablo, los autores citados anteriormente<br />

atribuyen la identidad de San Judas Tadeo, mientras que Passavant considera que es<br />

Santo Tomás.<br />

La serie de la Biblioteca Nacional se encuentra incompleta, contando con un total de<br />

trece estampas de las catorce que la componían. Hollstein añade una estampa que no<br />

aparece en la serie madrileña, que muestra una figura indicando con su dedo índice una<br />

de las representaciones tradicionales del santo, a la que este autor identifica con Santo<br />

Tomás. Esta imagen tampoco aparece en el ejemplar conservado en <strong>El</strong> Escorial. No obstante,<br />

Passavant tambien describe otra estampa dentro de esta misma serie que identifica<br />

como San Pablo por aparecer representado con una gran espada apoyada a la izquierda<br />

de la imagen y con una inscripción que parece ratificar esta atribución: “Quandiu sum gentium<br />

apostolus ministeriu meu honorificabo” (Passavant, 1862, p.113).<br />

Dejando a un lado los problemas de identificación de las figuras reflejadas en las estampas,<br />

tenemos que destacar el hecho, quizás más significativo para el tema que nos<br />

atañe, de su representación de forma individualizada. Zutman otorga a cada una de las<br />

figuras una dignidad y majestuosidad que, evocando valores de la Antigüedad clásica,<br />

dotan a la representación de los apóstoles de un fuerte carácter modélico. Esto es muy<br />

significativo en el contexto histórico en el que aparecen estas estampas, que no es otro<br />

que el de la Europa postridentina, donde el uso de la imagen con fines políticos y religiosos<br />

cobró una importancia superlativa.<br />

163


164<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> seguramente no sería ajeno al contenido de estos debates intelectuales en<br />

torno a la imagen, que tendrían una gran intensidad en una ciudad como Toledo (M. C.<br />

de Carlos Varona en este catálogo), dentro de los cuáles el fenómeno de la amplia difusión<br />

de la estampa en este siglo XVI tendría un papel muy significativo.<br />

Gran parte de este auge en la difusión del grabado en Europa vino dado por el desarrollo<br />

de la imprenta, marcando un hito en este campo la ciudad de Amberes, donde<br />

destacaron personalidades como Hieronymus Cock o Christophe Plantin. Entre las personalidades<br />

que formaban el círculo de intelectuales de este último encontramos a Benito<br />

Arias Montano, quien trasladó a la corte española infinidad de libros y grabados<br />

desde Flandes e Italia, muchos de los cuales procedían de la imprenta de Plantin, prototipógrafo<br />

de Felipe II (Huidobro, 2004, p.69). De este modo llegaría probablemente a<br />

la Colección Real de Estampas del monasterio el ejemplar de esta serie de Suavius que<br />

se conserva allí. <strong>El</strong> contrato que el 14 de marzo de 1553, Plantin y Zutman firmaron ante<br />

el notario Hertogen, por el cual el primero se aseguraría la venta exclusiva de esta serie<br />

de apóstoles por un año (Delen, 1924-1934, vol.2, pp.22-23) podría dar consistencia a<br />

la hipótesis de esta posible procedencia.<br />

Aunque tenemos constancia de que Diego Velázquez años después tuvo acceso a<br />

los repertorios de estampas dispuestos para su consulta en diferentes álbumes en la<br />

biblioteca de <strong>El</strong> Escorial, no podemos afirmar lo mismo del <strong>Greco</strong>, que nunca llegó a<br />

tener la relevancia deseada en el entorno de la corte de Felipe II.<br />

Pero es indudable que este apostolado de Suavius, y otros que gozaron de un gran<br />

éxito en la época como los de Raimondi, Durero, Goltzius o los hermanos Wierix, formaban<br />

parte del imaginario artístico en el que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> estaba inmerso a principios del<br />

XVII, momento en el que el pintor inventa las series de apostolados que tanto éxito alcanzaron,<br />

y que el artista y su taller realizarían de forma sistemática durante varios<br />

años, con gran influencia entre sus seguidores a lo largo del tiempo.<br />

José Ramón Andrés del Pino<br />

Cristo Salvador. Lambert Zutman "Suavius", 1548. BNE, Madrid.


165


166<br />

Pieter van der Heyden (ca.1530-1575) (gr.)<br />

Pieter de Vos II (inv.)<br />

Hieronymus Cock (ed.)<br />

<strong>El</strong> Símbolo de los Apóstoles, 1568<br />

Serie de cuatro estampas, buril, talla dulce, 210 x 256 mm. (huella de la plancha)<br />

Estampa 1ª: S.PETRVS.//S.ANDREAS// S.IOHANNES.// CREDO IN DEVM/ PATREM OM-<br />

NIPO=// TENTEM CREA=// TOREM COELI/ ET TERRAE// ET IN IESVM CHRISTVM/<br />

FILIVM EIVS VNICVM,// QVI CONCEPTVS/ EST DE SPIRITV/ SANCTO NATVS/ EX<br />

MARIA VIR=/ GINE//.P.VOS. INVENT.// COCK. EXCVD. 1568; Estampa 2ª: S.IACOBVS<br />

MAIOR.// .S. THOMAS// .S. IACOBVS MINOR.// PASSVS SVB/ PONTIO PILATO/ CRVCI-<br />

FIXVS. / MORTVVS ET / SEPVLTVS. // DESCENDIT AD INFERNA,/ TERTIA DIE<br />

RESVRREXIT/ A MVRTVIS.// ASCENDIT AD/ COELOS, SEDET/ AD DEXTRAM/ DEI<br />

PATRIS OM=/ NIPOTENTIS.// .P.VOS INVEN// COCK EXCVDE; Estampa 3ª: S. PHILIP-<br />

PVS.// S. BERTHOLOMEVS// S. IVDAS. THADEVS// INDE VENTVRVS/ EST IVDICARE /<br />

VIVOS ET MORTVOS.// CREDO IN SPIRITVM/ SANCTVM, // SANCTAM/ ECCLESIAM/<br />

CATHOLICAM,/ SANCTORVM/ COMMVNIONEM// COCK EXCV.; Estampa 4ª S.<br />

SIMEON// .S. MATHEVS// .S.MATHIAS// REMISSIONEM/ PECCATORVM,// CARNIS<br />

RESURREC=/ TIONEM,// ET VITAM/ AETERNAM/ AMEN<br />

Bibliografía: Hollstein v 9, 28.21; González de Zárate, 1994, VI, p. 85<br />

Madrid, Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de <strong>El</strong> Escorial [28-II-16,<br />

fol.166-169]<br />

Fuera de catálogo.<br />

Las cuatro láminas de Pieter van der Heyden forman un apostolado rigurosamente<br />

reducido a los doce apóstoles establecidos por la tradición: los elegidos por Jesucristo,<br />

menos Judas Iscariote, reemplazado por San Matías. La tipología de este<br />

apostolado corresponde con la de una visualización del Credo como Símbolo de los<br />

Apóstoles. Fue ésta una tendencia propia de los años de la Contrarreforma, frecuente<br />

tras la confirmación en el Concilio de Trento del Credo como corazón doctrinal<br />

de la Iglesia.<br />

La asociación de los artículos del Credo con los apóstoles reforzaba su legitimidad<br />

como doctrina de la Iglesia, buscando una vinculación directa de cada artículo con un<br />

apóstol concreto. Además, tal y como recogen también las fuentes toledanas de época<br />

del <strong>Greco</strong>, numerosos autores de la Edad Moderna definen el Credo como obra elaborada<br />

colectivamente por los apóstoles, esencialmente con la finalidad de definir con<br />

exactitud las verdades esenciales del Cristianismo que se habían de predicar y de establecer<br />

una “contraseña” que distinguiera a los verdaderos maestros de herejes y falsarios.<br />

Así, el símbolo apostólico sería


“…Una contraseña y señal con que se conociessen los fieles y para tenerle<br />

por lista y recapitulación breve y compendiosa de lo que cada uno avía de<br />

predicar y todos avían de creer, y para que se conociessen quáles eran los<br />

buenos maestros entre los falsos y hereges. Por ésto le llamaron Sýmbolo.<br />

Y también porque se compuso, como contribuyendo cada uno un poco:<br />

q[ue] todo esto quiere dezir en Griego Sýmbolo” (Villegas, 1615, I, p. 171v.)<br />

<strong>El</strong> carácter colectivo del Credo y su vinculación concreta con los Apóstoles se manifiestan,<br />

pues, con claridad en esta serie de Heyden.<br />

Las estampas seguían en realidad un diseño de Pieter de Vos II, romanista flamenco<br />

de los muchos que Pieter van der Heyden tradujo al grabado en sus años de colaboración<br />

con el artista y editor Hieronymus Cock entre 1551 y 1572. Al frente de “Les Quatre<br />

Vents”, Cock dirigió un conjunto muy heterogéneo de artistas que daban satisfacción a<br />

una clientela muy diversa con una amplia gama de géneros y estéticas (Riggs 1977, p.<br />

53). Aunque la etapa de máximo romanismo del taller se sitúa entre los años 1550 y<br />

1555, lustro de colaboración de Cock con el italiano Ghisi, la tendencia convivió largo<br />

tiempo con otras estéticas que tenían igual acogida en el taller (Riggs 1977, p. 77).<br />

Así es como Cock da a la imprenta las cuatro láminas de Pieter van der Heyden en<br />

1568 con rasgos estilísticos próximos a los de la serie de los cuatro evangelistas de<br />

1554 del mismo grabador: figuras de marcada gestualidad manierista, aureoladas, envueltas<br />

en drapeados clásicos y ocupando tronos de nubes en el cielo.<br />

Realizadas en un momento en que la actividad del taller se ha visto mermada por la<br />

creciente iconoclastia en torno a la fecha de las revueltas de 1566, las cuatro láminas<br />

representan una opción de defensa de la imagen religiosa que conjuga los valores de<br />

la Contrarreforma por los de los intereses de los creadores de imágenes devocionales.<br />

Los recursos formales empleados refuerzan el mensaje: la agitación gestual y expresiva<br />

de los apóstoles y el retorno de las aureolas resaltan la naturaleza revelada del<br />

dogma; la ubicación celestial y la postura sedente confieren autoridad; la agrupación<br />

de los apóstoles en cuatro láminas, en grupos de tres, permite simular “sagradas conversaciones”<br />

cuya virtud evidente es resaltar la unidad indisoluble de los artículos del<br />

Credo, disipando la tentación de enjuiciarlos individualmente y de seleccionar en un<br />

diálogo directo con el apóstol aquellos que resulten apropiados al fiel-espectador.<br />

David Ruiz Eguía<br />

167


168<br />

Hieronymus Wierix (ca.1553-1619)<br />

Maarten de Vos (inv.)<br />

Pieter Baltens (ed.)<br />

Catorce estampas de la serie de Cristo, los doce Apóstoles y San Pablo, 1578<br />

Buril, 337 x 221 mm (huella de la plancha, estampa 1), 333 x 221 mm (huella de la plancha,<br />

estampa 2), 339 x 221 mm (huella de la plancha, estampa 3), 334 x 220 mm (huella<br />

de la plancha, estampas 4 y 5), 336 x 220 mm (huella de la plancha, estampa 6), 330 x<br />

224 mm (huella de la plancha, estampa 7), 338 x 225 mm (huella de la plancha, estampa<br />

8), 337 x 224 mm (huella de la plancha, estampa 9), 330 x 222 mm (huella de la plancha,<br />

estampas 10 y 11), 329 x 223 mm (huella de la plancha, estampa 12), 322 x 220 mm<br />

(huella de la plancha, estampa 13) y 331 x 225 mm (huella de la plancha, estampa 14).<br />

Bibliografía: Hollstein LXIV [2007], pp. 5-42; Delen 1934; Mauquoy-Hendrickx 1979;<br />

Riggs y Silver 1993.<br />

Madrid, Patrimonio Nacional (Real Biblioteca). GRAB.62 (99-112).<br />

Fuera de catálogo.<br />

Esta serie de estampas numeradas, en origen concebidas sueltas, se encuentra actualmente<br />

en la Real Biblioteca formando parte del libro Picturae Sacra. Colecc. Estampas<br />

Antiguas. Confeccionado con grabados de artistas de los Países Bajos, esta colección<br />

relata visualmente la Historia Sagrada. Desde la Creación del Mundo, en sus distintos<br />

días, las estampas representan a los profetas, narran episodios relevantes del Antiguo<br />

Testamento, la vida de Jesús –desde su Encarnación hasta su Resurrección– y los Hechos<br />

de los Apóstoles. Antecediendo a estos últimos episodios, se presentan individualmente<br />

las figuras de Cristo, los doce Apóstoles y San Pablo.<br />

Este cambio en la ubicación de la serie es importante pues, con él, cambia también<br />

su lectura. Estas estampas no fueron concebidas como un tema más, dentro de los<br />

muchos que pueblan la Historia Sagrada. Fueron ideadas aparte, conformando una<br />

serie que se justifica y posee importancia por sí sola. Como los Apostolados del <strong>Greco</strong>,<br />

su creación respondió a las necesidades de un clima concreto; su inclusión dentro de<br />

una colección, a otras bien distintas. Si dentro de Picturae Sacra la serie parece formar<br />

parte de una narración más amplia, fuera de ella su sentido es puramente expositivo:<br />

los Apóstoles manifiestan al espectador el triunfo y los fundamentos de la fe.<br />

En el siglo XVI europeo, las inquietudes de la Iglesia católica se encaminan en esta<br />

dirección. Se suceden las imágenes que reafirman victoriosas los principios puestos en<br />

peligro. La necesidad de sobrevivir a los ataques protestantes impone una serie de medidas<br />

reformadoras, elaboradas en el Concilio de Trento y puestas en marcha mediante<br />

diferentes vías. La imagen religiosa será una de las más poderosas y eficaces.<br />

En este sentido se conciben las figuras de Cristo, los doce Apóstoles y San Pablo.<br />

Enmarcadas por una potente arquitectura clásica, portan sus atributos con una gravedad<br />

que recuerda a la del héroe victorioso. Dos columnas marmóreas sostienen un entablamento<br />

y apoyan en un zócalo, delimitándose así un gran vano en el que cada<br />

San Matías. Hieronymus Wierix.


169


170<br />

Apóstol posa de cuerpo entero, a modo de escultura. Tras el vano, se extiende un paisaje<br />

urbano entre colinas, vegetación y agua. La línea del horizonte, muy baja, nos indica<br />

la elevada posición de las figuras y, sobre todo, nuestra relación de subordinación<br />

con respecto a ellas. Este recurso, unido al fuerte contraste existente entre el tamaño<br />

de los Apóstoles y el de los elementos del paisaje, da a entender que el dominio de los<br />

primeros se extiende sobre los segundos.<br />

Esta composición se repite invariablemente en las catorce estampas. Todas las figuras<br />

reciben un tratamiento escultórico idealizado. Se alzan rotundas, corpulentas pero<br />

bien proporcionadas; cubiertas por pesados ropajes que forman angulosos pliegues,<br />

caen elegantemente o se adhieren al cuerpo marcando una potente anatomía.<br />

Contrapposti y torsiones; energía contenida. Rostros y cuerpos que miran en distintas<br />

direcciones, nunca de frente. Todo ello dota al conjunto de un ritmo cadencioso y grandilocuente.<br />

Los instrumentos del martirio cobran aquí un papel protagonista, pues contribuyen a<br />

modelar las posturas de los Apóstoles así como su imagen triunfal. Con ellos se pretende<br />

recalcar la condición de mártir, tan importante en el mundo católico y tan criticada<br />

por la Reforma protestante.<br />

Los atributos que porta cada uno en esta serie solo coinciden muy parcialmente con<br />

los que acompañan a los Apóstoles de la Casa del <strong>Greco</strong>. Seis de ellos difieren, mientras<br />

que los demás resultan ser los mismos: San Pedro con las dos llaves, San Andrés<br />

y San Felipe con la cruz de su martirio. Santo Tomás y San Pablo sostienen la lanza y la<br />

espada que les dieron muerte por defender la fe, la misma que ayudó a San Juan Evangelista<br />

a sobrevivir al veneno ofrecido por sus enemigos, representado aquí, como en la<br />

serie de la Casa del <strong>Greco</strong>, por un cáliz de la que sale un dragoncillo. <strong>El</strong> resto de símbolos<br />

no mantienen correspondencia entre ambas series, a lo que hay que añadir el<br />

hecho de que Wierix representa a San Matías y el <strong>Greco</strong> lo elude.<br />

La pertenencia de los Apóstoles a una realidad superior viene marcada por la totalidad<br />

de la composición y se concreta en los nimbos que flotan sobre sus cabezas.<br />

En cada zócalo y entablamento, unos cartuchos a modo de placas encierran, respectivamente,<br />

las palabras del Credo y los nombres de los catorce en lengua latina. Salvo<br />

Cristo y San Pablo, a lo largo de la serie cada Apóstol expone solemnemente la profesión<br />

de fe. Cristo abre el conjunto anunciando su potestad sobre cielo y tierra, y ordenando a<br />

los Apóstoles enseñar y bautizar a las gentes (Mt.28, 18-19). San Pablo lo cierra con una<br />

cita extraída de su Carta a los Hebreos (Hechos 11, 6) que apela a la necesidad de la fe.<br />

La elección de estos dos fragmentos está en consonancia con el momento en que se<br />

creó la serie. En el primero, Cristo transmite sus poderes a los Apóstoles. Con ello se<br />

reafirma su cualidad de elegidos y predecesores del clero, legitimando así el sacramento<br />

del orden sacerdotal, puesto en duda por los protestantes y reforzado, como el<br />

resto de sacramentos, tras el Concilio de Trento. En su Carta a los Hebreos, Pablo defiende<br />

la fe y los puntos doctrinales que peligraban por aquel entonces entre los ambientes<br />

judaizantes del cristianismo, del mismo modo que los principios del catolicismo<br />

peligran con la Reforma. Inmersa en su tiempo, esta serie de estampas contribuye a<br />

elaborar y fijar la imagen de triunfo.<br />

Mercedes Casas de Santiago


Hendrik Goltzius (1558-1617)<br />

Catorce estampas de la serie de Cristo, los doce Apóstoles y San Pablo:<br />

<strong>El</strong> Credo, 1589.<br />

Buril, 151 x 105 mm (huella de la plancha, estampas 1-14).<br />

Bibliografía:Hollstein 1954, pp. 34-47 y 2002, p. 12; Den Broeder 1972; Strauss 1973; Hendrik<br />

Goltzius 1558-1617 1977; Mauquoy-Hendrickx 1979; The Illustrated Bartsch, III, 1980,<br />

p. 50; Bialler 1992; Harcourt 1992; Goddard y Ganz 2001; Hendrick Goltzius and... 2002;<br />

Leeflang 2003; van der 2005, pp. 251-264; Dutch and Flemish Etchings 2007, pp. 5-42.<br />

Biblioteca Nacional de España, Madrid. INVENT/ 44176. INVENT/ 2275. INVENT/ 35632.<br />

Se trata de una serie numerada de catorce estampas dedicada a Cristo, los doce Apóstoles<br />

y San Pablo, diseñada por Hendrik Goltzius en 1589. De ella existen seis estados<br />

y una copia de gran calidad realizada por Jacques Grandhomme (ca. 1560), cuyo San<br />

Pedro posee la Biblioteca Nacional de España desde 1948. Los otros dos ejemplares<br />

que se conservan en la misma biblioteca son las estampas 5 y 10 – San Felipe y San<br />

Simón, respectivamente. Según Hollstein (1954, p.12), corresponden al tercer estado<br />

de la composición. San Felipe perteneció a la colección particular de Valentín de Carderera<br />

adquirida por el Gobierno de España en 1867, mientras que la procedencia de San<br />

Simón nos es desconocida.<br />

Los seis estados de la composición fueron ideados y grabados por Goltzius: HGoltzius<br />

fecit / et sculptur. Aº 1589 figura en la roca en que apoyan los brazos de San Pedro.<br />

En la copia realizada por Grandhomme se sustituye por HGoltzius / Inuentor, indicando<br />

así que se trata de una reproducción. Seguramente, los tres primeros estados fueron<br />

editados por el propio Goltzius o por miembros de su taller, pues no se indica quién lo<br />

publicó, como sí se hace en los tres estados posteriores. En el IV y V los editores son<br />

Dancker Danckertsz. y F. de Wit, respectivamente. En el VI la marca está muy borrada.<br />

<strong>El</strong> diseño primigenio de la composición carecía de inscripciones, siendo su añadidura<br />

la que dio lugar a un segundo estado. Situadas en el margen inferior de cada estampa,<br />

estas inscripciones introducen la numeración romana I-XII y recogen las<br />

palabras del Credo apostólico en latín. De este modo, se indica al espectador el orden<br />

en que debe observar y leer la serie. <strong>El</strong> tercer estado introduce la numeración arábiga<br />

bajo las inscripciones, en el ángulo inferior izquierdo del margen. Esta renumeración,<br />

según Bartsch (1980, p.50), fue el resultado de la ampliación de la serie con las figuras<br />

de Cristo Salvator Mundi y de San Pablo, ambas carentes de numeración romana y<br />

cuyas inscripciones latinas no se refieren al Credo. La inclusión de Cristo en medio de<br />

la serie alteraría el orden inicial de la misma, por lo que, desde la estampa 8 a la 14, numeración<br />

romana y arábiga no concuerdan.<br />

171


172<br />

Según Hollstein, las figuras de Cristo y San Pablo estarían presentes desde el principio.<br />

En el primer estado, sin inscripciones ni numeración; en el segundo, con inscripción<br />

latina al pie, pero sin numeración alguna. <strong>El</strong>lo hace pensar que la serie completa<br />

fuera concebida en origen con Cristo y San Pablo. Probablemente, el orden fuera el siguiente:<br />

Cristo abriría y presidiría la serie; tras él, San Pedro, como su sucesor y cabeza<br />

de la Iglesia; a continuación, el resto de los Doce. Por último, la cerraría San Pablo, considerado<br />

el primero que predicó entre los no judíos, los paganos. <strong>El</strong> tercer estado pudo<br />

deberse entonces al deseo de establecer un nuevo orden de lectura: Cristo preside la<br />

serie desde el centro de la misma situándose a ambos lados sus elegidos; una disposición<br />

que comparten los Apostolados del <strong>Greco</strong>.<br />

La inscripción que acompaña a Cristo es el pasaje de Mc.16, 15-18, la base de la acción<br />

apostólica: “Id por todo el mundo, predicad el Evangelio a toda criatura…” Las palabras<br />

que siguen a la figura de Pablo se extraen de su Carta a los Filipenses (Fil. 1,<br />

21): “Pues para mi la vida es Cristo, y la muerte ganancia”. Con la elección de estos<br />

dos fragmentos se ponen de manifiesto dos de los pilares de la Iglesia Católica: la unidad<br />

en Cristo y la acción de proselitismo y prpagación misionera.<br />

En un periodo como el de la Contrarreforma en el que se está rescatando el espíritu<br />

de la Iglesia primitiva, en el que se lucha fervientemente contra la heterodoxia y en el<br />

que tanta importancia tienen la misión –a nivel universal– y la acción pastoral –en ámbito–,<br />

esta serie apela al mandato de Cristo de llevar su palabra a los confines de la Tierra;<br />

y a la figura de San Pablo, primer misionero universal y primero en afirmar la unidad<br />

de la Iglesia en Cristo frente a la dispersión.<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> captará la esencia formal de la serie de Goltzius: situándolos a ambos lados<br />

de Cristo, representa a cada uno de los Apóstoles por separado mediante una composición<br />

sencilla, pero tremendamente expresiva, en la que todos los elementos dialogan<br />

entre sí y con la totalidad. Esa interrelación es la que rige la serie del <strong>Greco</strong>. Ahora<br />

bien, es preciso recalcar que el resultado es completamente distinto. Por ello, el pintor<br />

cretense muestra una magnífica capacidad de asimilación ante una elección compositiva<br />

tan personal y genuina como la de Hendrik Goltzius, así como una extraordinaria<br />

creatividad a la hora de aportar una nueva imagen apostólica.<br />

Los Apóstoles representados por Goltzius son los doce elegidos por Jesucristo, salvo<br />

Judas Iscariote. Éste es sustituido aquí por San Matías, al igual que lo fuera entonces<br />

tras su muerte (Hch. 1, 15-26). Cada uno, incluido San Pablo, figura de medio cuerpo y<br />

sedente. En plena naturaleza, únicamente lo acompañan un libro y el atributo personal<br />

que lo identifica: San Pedro junto a las dos llaves, Santiago el Mayor ataviado como<br />

peregrino, San Juan Evangelista sosteniendo una copa y los demás con los símbolos<br />

de su martirio.<br />

San Pedro, San Andrés, San Felipe, Santo Tomás y San Pablo son los Apóstoles que<br />

comparten con los de la Casa del <strong>Greco</strong> idénticos símbolos. La copa que sostiene el<br />

San Juan de Goltzius carece del dragoncillo que acompaña al cáliz del <strong>Greco</strong>, y Santiago<br />

el Mayor, además de por su bastón, está identificado mediante una clara simbología<br />

ausente en el apóstol del pintor cretense. Si bien San Matías no tiene cabida en<br />

la serie toledana, aquí se presenta como uno más entre los Apóstoles.<br />

Tras enviarlos a predicar, nos cuenta San Marcos (16, 19) que Cristo “fue arrebatado<br />

al cielo y se sentó a la derecha de Dios”. Efectivamente, Goltzius nos presenta al Sal-<br />

San Simón. Hendrik Goltzius, ca. 1589. BNE, Madrid.


173


174<br />

vador sedente, intemporal, reposando en una realidad no natural. De medio cuerpo y<br />

de perfil, Cristo mira hacia su derecha. Su mano se alza serena en actitud bendicente;<br />

mientras la izquierda, escorzada, se refleja en la reluciente esfera que sostiene como<br />

muestra de su dominio y salvación del mundo. Es el único que lleva nimbo. Un potente<br />

halo irradia su luz desde la cabeza inundando todo el espacio.<br />

Los Apóstoles desprenden una nobleza y dignidad que participa de la de su maestro.<br />

No obstante, el modo tan humano y el medio tan terrenal en que se muestran difieren<br />

de la solemnidad intemporal de Cristo. Al prescindir del nimbo, Goltzius se sirve de sus<br />

atributos para recordar al espectador su calidad de hombres santos y mártires. Sus figuras<br />

reciben un tratamiento clásico a la vez que naturalista, interpretado a partir de los<br />

modelos italianos. Los Apóstoles resultan ser un estudio de edades, actitudes corporales<br />

y estados de ánimo. Partiendo de la observación directa del natural, se capta la<br />

esencia de un estado, de una actitud humana. Rostro, cabellos y cuerpo están en<br />

movimiento. Parlantes, expresan con intensidad en cada Apóstol plegaria, éxtasis, emoción;<br />

reposo, distensión, gozo; concentración y meditación.<br />

Destaca el protagonismo que Goltzius concede a las manos, como lo hará el <strong>Greco</strong>.<br />

La gestualidad y capacidad expresiva derivan, en este caso, de un estudio anatómico<br />

de extraordinario vigor y realismo, en el que se palpan venas y tendones.<br />

<strong>El</strong> libro no es un mero acompañamiento, toma parte activa en la composición, contribuyendo<br />

al dinamismo y expresión de cada Apóstol, y de la serie en su conjunto.<br />

Unas veces abierto, otras cerrado, descansa junto a ellos o lo toman entre sus manos;<br />

lo ojean, lo disfrutan o meditan. De un modo u otro, el libro hace referencia a su cualidad<br />

de hombres de letras, conocedores y seguidores de las Escrituras.<br />

La naturaleza cobra aquí protagonismo con su majestuosa sobriedad. Inmersos en<br />

ella, los Apóstoles resultan ascetas o sabios de la Antigüedad. Un árbol, un roquedo o<br />

una gruta; en ocasiones un horizonte montañoso o despejado. Esta naturaleza nos<br />

aleja de la imagen devocional. Los Apóstoles de Goltzius están en este mundo.<br />

Mercedes Casas de Santiago


Anton Wierix (ca. 1555-1604)<br />

Catorce estampas de la serie de los Apóstoles. ca. 1600.<br />

Buril, 81 x 60 mm (huella de la plancha, estampas 1-14).<br />

Bibliografía: Mauquoy-Hendrickx 1979, pp. 176-178 y 131-133; Hollstein 2007, pp. 5-42;<br />

Delen 1934; Mauquoy-Hendrickx 1979; Riggs y Silver 1993.<br />

Bibliothèque Royale Albert I, Bruselas. A. 698-712.<br />

Fuera de catálogo.<br />

Estas catorce estampas diseñadas por Anton Wierix representan a los doce Apóstoles, a<br />

San Pablo y al apóstol San Bernabé, elegido tras la muerte de Jesús. Judas Iscariote es<br />

sustituido aquí por Matías, personaje ausente en todas las series del <strong>Greco</strong>. Mauquoy-<br />

Hendrickx (1979, pp. 176 y 131-133) considera estos grabados como parte de una<br />

serie de dieciséis que completan Cristo y la Virgen. En efecto, en la Biblioteca Real de<br />

Bruselas se conservan dos ejemplares de Cristo Salvador del Mundo y de la Virgen cuya<br />

composición, tamaño y firma repiten el patrón seguido para las estampas de los Apóstoles<br />

aquí referidas.<br />

Todas ellas sin numerar, presentan a la figura aislada. Bajo ella, un margen recoge en<br />

tres renglones consecutivos escritos en latín, su nombre, una brevísima cita extraída de<br />

un salmo, de un Evangelio o de los Hechos de los Apóstoles; y la firma del inventor,<br />

grabador y editor.<br />

En unos casos encontramos la fórmula Anton. Wierx fecit et excud. En otros, Anton.<br />

Wierx fecit a la izquierda y Hieronymus Wierx excud. a la derecha. En alguna ocasión,<br />

como en el caso de San Pedro, encontramos una estampa en la que figura la primera formulación<br />

y otra del mismo apóstol en la que aparece la segunda. <strong>El</strong>lo se debe a que de<br />

unas estampas sólo se conserva el primer estado de la composición, editado por el<br />

mismo Anton, y de otras el segundo, editado por su hermano. Las modificaciones que se<br />

llevan a cabo en el segundo estado respecto del primero son apenas perceptibles. Según<br />

Hollstein (2007, pp. 5-12) y Mauquoy-Hendrickx (1979, pp. 176- 178), existe un tercer estado<br />

de la composición editado por Jean-Baptiste Barbé (1578-1649), quien añadiría una<br />

portada en la que figura, dentro de un óvalo enmarcado por una arquitectura, “XII./ SANC-<br />

TORVM / APOSTOLORVM / ICONES. / Ab / Antonio Wierx / delineatae et in / aes incisae”.<br />

En cuanto a la iconografía, los Apóstoles de esta serie presentan diferencias respecto<br />

al Apostolado de la Casa del <strong>Greco</strong>. Si el pintor cretense evita la representación de Matías,<br />

por ser el sustituto de Judas, y ni siquiera contempla la de Bernabé, Anton Wierix incluirá<br />

a ambos en su serie. A este particular se une el hecho de que tan sólo cuatro de<br />

los Apóstoles portan los mismos atributos que los de la serie del <strong>Greco</strong>: Andrés y Felipe<br />

con una cruz, Tomás sosteniendo una lanza y Pablo una espada; todos ellos instrumentos<br />

de su martirio. San Pedro sostiene una gran llave, en lugar de dos, y San Juan un<br />

cáliz sobre el que levita la Sagrada Forma en lugar de contener al dragoncillo. Santiago<br />

175


176<br />

el Mayor porta el bastón al igual que en la serie del <strong>Greco</strong>. Pero el hecho de que el santo<br />

esté claramente ataviado como peregrino por Wierix hace que no podamos establecer<br />

una coincidencia clara entre ambos. <strong>El</strong> resto de los símbolos cambian por completo de<br />

una serie a otra y, en el caso de la alabarda de martirio, se transfiere de un Apóstol a<br />

otro: acompaña a Mateo en esta de Wierix y a Judas Tadeo en la del <strong>Greco</strong>.<br />

En lo que a la composición formal se refiere, los Apóstoles del <strong>Greco</strong> guardan cierta relación<br />

con estos grabados de Anton Wierix. Ambos aúnan la tradición de la imagen devocional<br />

con el género retratístico. Por separado, cada apóstol es presentado de un modo<br />

muy directo, de medio cuerpo y sobre un fondo neutro sin referencias espacio-temporales.<br />

Todos ellos están coronados por un nimbo – a diferencia de los Apóstoles del <strong>Greco</strong><br />

–, sostienen el atributo personal que los identifica y, en ocasiones, un libro con el que nos<br />

muestran la importancia del estudio y del trabajo intelectual para la vida espiritual.<br />

A nivel de conjunto, los Apóstoles de Wierix carecen de la relación que establecen<br />

entre sí los del <strong>Greco</strong>. La intención de sus gestos y actitudes no es la de dialogar con el<br />

resto. San Pedro, Santiago el Mayor y San Simón son los únicos que rompen su ensimismamiento<br />

mirando al espectador. San Andrés, San Juan y Santiago el Menor dirigen su<br />

mirada a un lado y la dejan descansar, un tanto perdida, en un punto indeterminado.<br />

San Bartolomé, Santo Tomás y San Bernabé la elevan estableciendo relación con Dios.<br />

Por su parte, San Mateo, el único que se representa acompañado, se vuelve hacia el angelito<br />

que asoma por uno de sus hombros. San Felipe, San Judas Tadeo y San Matías<br />

se hallan absortos leyendo el libro que sostienen; ni siquiera vemos sus ojos abiertos por<br />

lo baja que cae su mirada. San Pablo la dirige a la esfera de luz, de la que salen rayos y<br />

en cuyo interior figura el monograma IHS coronado por la cruz, que reposa en su mano<br />

derecha. En definitiva, existe un interés por presentar a cada Apóstol de forma aislada.<br />

<strong>El</strong> tratamiento de las manos es uno de los factores que contribuyen a esta abstracción<br />

e impiden el diálogo. Los Apóstoles que portan atributo y libro las mantienen ocupadas;<br />

los que sólo sostienen el primero llevan a su pecho la mano que queda libre o agarran<br />

sus ropajes. San Andrés, el único con ambas manos libres, las deja reposar una encima<br />

de la otra apoyándose en la cruz de su martirio en actitud de descanso.<br />

Los volúmenes son modelados por el claroscuro y se acentúan con la neutralidad del<br />

fondo, haciendo que las figuras parezcan exentas y posean autonomía. La aplicación de<br />

luz es homogénea, sin incidir en un punto concreto. La depurada composición y el tamaño<br />

tan reducido de las estampas impiden que pueda existir una concentración mayor.<br />

Estos dos aspectos de las estampas, su reducido tamaño y el modo en que se concibe<br />

la composición, parecen indicarnos que estaban hechas para ser vistas de cerca, individualmente,<br />

y no expuestas en conjunto. Probablemente, se trataría de obras destinadas al<br />

uso personal, concebidas para ser contempladas mientras se sostienen entre las manos.<br />

La función sería entonces devocional y/o meditativa privada. Las citas cortas que figuran al<br />

pie resultan presentarse a modo de recordatorios o pensamientos breves que incitan al fiel<br />

a la contemplación. En diferentes momentos, éste tomaría un Apóstol y meditaría sobre la<br />

idea que evocan su figura y las palabras que lo acompañan. En este sentido, la concentración<br />

de la composición, figurativa y verbalmente, y la abstracción en que se halla sumido<br />

cada personaje, acompañan a la concentración del devoto-espectador en solitario.<br />

Mercedes Casas de Santiago<br />

Cristo Salvador. Anton Wierix.


177


178<br />

Bolswert, Schelte Adams (1586-1659) sobre pinturas de Seghers, Gerard<br />

(1591-1651).<br />

Cristo y Apostolado (Cristo, San Pablo y los doce Apóstoles).<br />

Buril, desde 128 x 93 mm hasta 133 x 97 mm, según la estampa.<br />

Márgenes Inferiores: Estampa Nº1: SALVATOR MUNDI. / Gerardus Segers pinxit. Martinus<br />

vanden Enden excudit / S. à Bolswert fecit. Antverpiae Cum privilegio Regis. 1. Estampa<br />

Nº2: S. PETRVS. / Gerardus Segers pinxit. Martinus vanden Enden excudit / S. à<br />

Bolswert fecit. Antverpiae Cum privilegio Regis. 2. Estampa Nº3: S. PAVLUS. / Gerardus<br />

Segers pinxit. Martinus vanden Enden excudit / S. à Bolswert fecit. Antverpiae Cum privilegio<br />

Regis. 3. Estampa Nº4: S. ANDREAS. / Gerardus Segers pinxit. Martinus vanden<br />

Enden excudit / S. à Bolswert fecit. Antverpiae Cum privilegio Regis. 4. Estampa Nº5: S.<br />

IACOVUS MAIOR. / Gerardus Segers pinxit. Martinus vanden Enden excudit / S. à Bolswert<br />

fecit. Antverpiae Cum privilegio Regis. 5. Estampa Nº6: S. IOANNES. / Gerardus Segers<br />

pinxit. Martinus vanden Enden excudit / S. à Bolswert fecit. Antverpiae Cum<br />

privilegio Regis. 6. Estampa Nº7: S. THOMAS. / Gerardus Segers pinxit. Martinus vanden<br />

Enden excudit / S. à Bolswert fecit. Antverpiae Cum privilegio Regis. 7. Estampa Nº8: S.<br />

IACOBVS MINOR. / Gerardus Segers pinxit. Martinus vanden Enden excudit / S. à Bolswert<br />

fecit. Antverpiae Cum privilegio Regis. 8. Estampa Nº9: S. PHILIPPVS. / Gerardus<br />

Segers pinxit. Martinus vanden Enden excudit / S. à Bolswert fecit. Antverpiae Cum privilegio<br />

Regis. 9. Estampa Nº10: S. BARTHOLOMAEVS. / Gerardus Segers pinxit. Martinus<br />

vanden Enden excudit / S. à Bolswert fecit. Antverpiae Cum privilegio Regis. 10. Estampa<br />

Nº11: S. MATTHAEVS. / Gerardus Segers pinxit. Martinus vanden Enden excudit / S. à<br />

Bolswert fecit. Antverpiae Cum privilegio Regis. 11. Estampa Nº12: S. SIMON. / Gerardus<br />

Segers pinxit. Martinus vanden Enden excudit / S. à Bolswert fecit. Antverpiae Cum privilegio<br />

Regis. 12. Estampa Nº13: S. THADAEVS. / Gerardus Segers pinxit. Martinus vanden<br />

Enden excudit / S. à Bolswert fecit. Antverpiae Cum privilegio Regis. 13. Estampa<br />

Nº14: S. MATTHIAS. / Gerardus Segers pinxit. Martinus vanden Enden excudit / S. à<br />

Bolswert fecit. Antverpiae Cum privilegio Regis. 14.<br />

Bibliografía: Le Blanc, v. 1, pp. 433, 71-84; Hollstein, v. 3, pp. 76 y 150-163.<br />

Madrid, Biblioteca Nacional de España, INVENT 37827-37839 y 37906.<br />

Esta serie de catorce estampas numeradas publicadas entre 1630 y 1660 (?) por Martin<br />

van den Enden en Bélgica fue cincelada a buril por Schelte Adams Bolswert sobre dibujos<br />

previos de Gerard Seghers. Las fechas de publicación no se conocen a ciencia<br />

cierta y su margen es bastante amplio. Las fechas que empleamos son las de la catalogación<br />

dee la Biblioteca Nacional de España.<br />

<strong>El</strong> hecho de que la serie esté numerada y que San Pablo ocupe ordinalmente el tercer<br />

lugar revela la inequívoca intención de los intervinientes en concebir un Apostolado<br />

compuesto por trece santos y no por doce. Esta condición de San Pablo como “Apóstol<br />

de los Gentiles” hace pues que éste se encuentre indiscutiblemente integrado en el<br />

Apostolado, después de San Pedro, y no fuera de él. La primera estampa numerada<br />

corresponde a Cristo como Salvator Mundi con el mencionado San Pedro a continuación<br />

como claro símbolo del destacado lugar que ocupa como cabeza de la Iglesia de<br />

Cristo y a continuación el resto de apóstoles según el orden arriba indicado.<br />

San Matías. Bolswert, Schelte Adams, entre 1630 y 1660. BNE, Madrid.


179


180<br />

La delicada factura de estas bellísimas estampas está caracterizada por presentar un<br />

apostolado de reducido tamaño, -la estampa más grande mide 133 x 97 mm-. Las ínfimas<br />

diferencias de tamaño de unas a otras dependen, por una parte, del individual estado<br />

de conservación y, por otra y principalmente, del hecho de que todas están<br />

recortadas. Las diferencias de tamaño como he dicho son mínimas, apenas 4 o 5 milímetros<br />

entre la mayor y la menor, lo que hace una colección muy homogénea estéticamente.<br />

La Biblioteca Nacional conserva dos juegos completos de estos grabados calcográficos.<br />

Las diferencias entre las dos series radican en el ya mencionado estado de conservación.<br />

Una, si bien presenta un excepcional estado de conservación, se encuentra con<br />

sendos sellos catalogadores, el de la propia Biblioteca Nacional y el de la Colección de<br />

Valentín de Carderera de 1867. La otra, que ahora presentamos, tiene un estado de<br />

conservación del papel algo inferior ya que faltan algunas esquinas, pero se encuentra<br />

sorprendentemente carente de sello alguno de catalogación, lo que hace excepcional<br />

su contemplación. Esta situación de falta de sellos pudiera deberse a que durante la<br />

Guerra Civil Española muchas de estas obras fueron depositadas preventivamente en<br />

la Biblioteca Nacional y nunca fueron reclamadas posteriormente. Por el momento, y<br />

para este caso, se trata de una hipótesis aún no confirmada.<br />

Todos los apóstoles se nos presentan de medio cuerpo, barbados y con alguno de sus<br />

atributos. Al mismo tiempo, todos también aparecen con la aureola completa, a excepción<br />

de la estampa que representa a Cristo, la cual es doble y destelleante, y las de Santiago el<br />

Mayor y Santiago el Menor las cuales no aparecen enteras al desbordar los márgenes superiores.<br />

Este planteamiento de presentar al Apostolado sin paisajes ni arquitecturas, con<br />

poco fondo y neutro, en interiores va a resultar de tanto éxito que veremos cómo el modelo<br />

es reproducido repetidamente por los artistas de la época. <strong>El</strong> único elemento arquitectónico<br />

que aparece es un trozo de un pilar en la estampa de San Pedro, lo que parece ser<br />

un claro símbolo de lo que supone el santo para la Iglesia que Cristo sobre él deposita.<br />

Los modelos humanos de los que se han valido los autores para concebir este apostolado<br />

están basados en prototipos de hombres más bien mayores, todos barbados y<br />

mirada algo perdida. Cada personaje está altamente humanizado, lo que lleva hacia un<br />

profundo retrato psicológico en el que los gestos transmiten la vivencia personal de<br />

cada uno de los santos. Parecen santos en introspección, sin pose alguna, que parecen<br />

repasar en el ocaso de sus vidas lo que éstas han sido. La lucha, el trabajo, la fe<br />

saltan de sus rostros y sus gestos para enseñarnos su lado más humano y terrenal. Parece<br />

como si se les hubiese robado una instantánea en cualquier momento de su ejercicio<br />

de retrospección. No suelen mirar a quien les mira sino que se encuentran<br />

inmersos en su particular mundo de pensamientos y sentimientos.<br />

<strong>El</strong> juego de miradas es excepcional. Con la excepción de Cristo, ningún apóstol mira<br />

hacia el espectador, aunque por algún momento lo parezca. Lo cierto es que si se observan<br />

las líneas de proyección de los ojos, las miradas pasan por nuestro lado sin impactar<br />

directamente en nosotros. Estas miradas introspectivas llegan a padecer de un<br />

ligero estrabismo en alguno de los casos, como con San Bartolomé, que aumenta la<br />

empatía con el que las observa.<br />

La talla en sí es tan preciosista, fina y abundante que, a pesar de ser hecha para ser<br />

impresa en una sola tinta, parece tener todas las escalas posibles de grises, lo que genera<br />

toda suerte de claroscuros e intensidades. <strong>El</strong> cincelado de pequeñas rectas y pe-<br />

Cristo Salvador. Bolswert, Schelte Adams, entre 1630 y 1660. BNE, Madrid.


181


182<br />

queñas curvas en unas estampas de tan reducido tamaño revela casi una obra que<br />

ronda el puntillismo, tal vez imitando algunos modos de la iluminación del siglos XVI, a<br />

la manera de Giorgio Giulio Clovio.<br />

Esta forma de presentarnos a los santos sobresale notablemente de las hasta entonces<br />

al uso, al estar influenciada por artistas anteriores, y tendría su influencia en artistas<br />

posteriores. Éste es el caso de Peter Paul Rubens, por ejemplo, quien trabaja prolíficamente<br />

junto con Schelte A. Bolswert, puesto que éste tallará varias de las obras de<br />

aquél como sucede con La conversión de San Pablo o Los Cuatro Evangelistas, entre<br />

otras. Es necesario recordar ahora el propio Apostolado que Rubens pinta para el<br />

Duque de Lerma, ahora en el Museo del Prado de Madrid. No es de extrañar que el<br />

mismo Rubens, de quien conocemos a la perfección sus viajes y trabajos por España,<br />

presentase este tipo de obras a artistas y personajes ilustres de la época, en donde podríamos<br />

encontrar tal vez al <strong>Greco</strong> como uno de ellos –aunque no exista dato alguno al<br />

respecto- y en donde podemos encontrar estas mismas características a la hora de<br />

buscar el pensamiento y sentimientos profundos en un momento en el que la Iglesia<br />

necesitaba más que nunca acercarse a los fieles en plena Contrarreforma.<br />

Fernando Abad Aguado


Romolo Cincinnato (ca. 1540-1597)<br />

San Pedro. Óleo sobre lienzo, 134 x 55 cm. ca. 1591<br />

San Pablo. Óleo sobre lienzo, 134 x 55 cm. ca. 1591<br />

Bibliografía: Catálogo de los Cuadros... 1846, nº 163 y 159; Baquerizo 1902, nº 319 y<br />

311; Tormo 1917; Ibáñez Martín 1991, pp. 442-443; Rodríguez Rebollo 2001; Nuestro<br />

Corpus 2004; Rodríguez Rebollo 2005.<br />

Guadalajara, Museo de Guadalajara (nº 7.383 y 7.382)<br />

Por la documentación conservada, esta pareja de lienzos debió formar parte del Museo<br />

Provincial de Guadalajara, instalado en el Convento de la Piedad, desde 1838. Sin duda<br />

estaban expuestos en 1846, fecha de publicación del primer Catálogo, donde se recogen<br />

con los números 181, <strong>El</strong> Apóstol San Pedro, y 182, <strong>El</strong> Apóstol San Pablo, de los<br />

que únicamente se indica “Pintura al óleo sobre lienzo. Se ignora el autor. Escuela Española”<br />

(Catálogo de los Cuadros... 1846). Estos números, pintados en la esquina inferior<br />

derecha de cada uno de ellos, se mantuvieron hasta la restauración efectuada en<br />

2000, lo que permite su identificación sin duda alguna.<br />

En el inventario de obras expuestas de 1873, realizado cuando el Museo se trasladó<br />

al Palacio de los Duques del Infantado, vuelven a aparecer con los mismos números,<br />

instalados en lo que había sido el “Comedor de Criados”, en la Sala 3ª. Tras otra estancia<br />

en el Convento de la Piedad, nuevamente habilitado como Museo, en 1900 éste se<br />

cierra y todos sus fondos se trasladan al edificio de la Diputación Provincial, repartiéndose<br />

por sus diversas dependencias. En 1902 se publicó un nuevo catálogo en el que<br />

a cada obra se le dio otro número de orden, que en las obras se indicó en una etiqueta,<br />

siguiendo el de su colocación en el edificio, pero manteniendo la numeración que habían<br />

tenido anteriormente (Baquerizo 1902). Así San Pablo, tiene como “nº del catálogo<br />

moderno” el 118 y del “catálogo antiguo” el 182 y San Pedro el 119 y el 181 respectivamente.<br />

De ellos se dice que estaban situados en la “Continuación de la galería” y que<br />

eran óleos sobre lienzo, de autor anónimo y escuela española.<br />

Desde esa fecha permanecieron en la Diputación, aunque se desconoce en qué condiciones<br />

y hasta cuándo estuvieron en las dependencias públicas antes de pasar a un<br />

almacén. En 1917, <strong>El</strong>ías Tormo publicó un recorrido por Guadalajara (Tormo 1917); durante<br />

su visita a la Diputación pudo ver numerosos cuadros, aunque al citar tan sólo los<br />

que consideraba mejores, éstos no figuran entre los destacados por él. De la escasa<br />

documentación conservada, se deduce que en los años siguientes el antiguo Museo<br />

había dejado de ser considerado como tal y que, salvo algunas de sus obras de mayor<br />

calidad de las que aún se mantenía la memoria, el resto estaban arrinconadas en la Diputación<br />

y la Casa de Misericordia.<br />

183


184<br />

En 1972, la aparición de un importante lote de pinturas en las cámaras de la Diputación<br />

Provincial, del que se hizo eco hasta la prensa nacional, dio pie a la creación del nuevo<br />

Museo de Guadalajara, con sede en el Palacio del Infantado, inaugurado en 1973. De esas<br />

obras se hizo un listado, en el que se les otorgaba un nuevo número que se grapó a los<br />

bastidores de los lienzos, el 74 correspondía al San Pablo y el 75 al San Pedro. Tras un probable<br />

paso por el Instituto de Restauración Artística de la Dirección General de Bellas Artes<br />

sin que se interviniera en ellos, ninguno de los dos fue incluido en la exposición permanente,<br />

quedando en los depósitos del Museo hasta el año 2000 en que fueron restaurados.<br />

Su primera exhibición pública tuvo lugar en 2004, cuando fueron incluidos en una exposición<br />

temporal celebrada en el Museo, Nuestro Corpus. Tradiciones populares de<br />

Guadalajara y Valverde de los Arroyos. Con el nuevo montaje de la exposición permanente<br />

del Museo, desde 2007 forman parte de la colección expuesta.<br />

En ninguno de los documentos citados figuran ni el autor ni la procedencia de estas<br />

obras. Fue Rodríguez Rebollo (2001) quien atribuyó su autoría al italiano Romolo Cincinnato<br />

y las publicó como procedentes del monasterio jerónimo de San Bartolomé de Lupiana,<br />

situándolos, a partir del inventario de 1835 debido a la desamortización de<br />

Mendizábal, en la quinta capilla de la sacristía del convento, en la que había “Un altar con<br />

retablo dorado, con el sepulcro del Señor. Dos cuadros, uno de San Pedro y otro de San<br />

Pablo” (Rodríguez Rebollo, 2001, 67-68). En la documentación sobre las colecciones del<br />

antiguo Museo Provincial solo se indica que procedían de “los conventos suprimidos”,<br />

aunque podría tratarse de dos identificados como “Otro (cuadro) peqº de S. Pablo” y “Id<br />

de S. Pedro”, ambos considerados como “buenos” y procedentes de Lupiana.<br />

Romolo Cincinnato, natural de Poggibonsi (Florencia) y discípulo de Francesco Salviati,<br />

tras una estancia en Roma, llegó a España en 1567, contratado junto a Giovanni Patrizio<br />

Casciesi o, en España, Caxés, por don Luis de Requeséns, para trabajar al servicio de Felipe<br />

II en las decoraciones pictóricas de los palacios reales. Sus primeras obras fueron para<br />

<strong>El</strong> Pardo y Valsaín, desde 1570 las hizo en el Alcázar y del año siguiente es su primera intervención<br />

en <strong>El</strong> Escorial. Fuera de las obras reales, en 1572 obtuvo permiso para trasladarse<br />

a Cuenca, donde hizo los tres cuadros conservados del retablo mayor de la iglesia de los<br />

jesuitas, y entre 1578 y 1580 decoró al fresco las Salas del Duque del Palacio del Infantado<br />

de Guadalajara. En los años siguientes, continuó sus labores en los palacios reales, hasta<br />

1591 en que Felipe II le concedió autorización para residir en Guadalajara, donde termjinó la<br />

decoración pictórica de la Capilla de Luis de Lucena que tal vez no llegara a concluir.<br />

La obra de Cincinnato está impregnada de modelos internacionales, basados en la<br />

maniera clasicista postrafaelesca, más rígida y seca que el de su maestro Salviati y<br />

con composiciones menos variadas, “obsesionado por lo formal y apremiado de un rigorismo<br />

academicista” (Ibáñez Martín 1991, 443).<br />

Tanto el San Pedro como el San Pablo son óleos sobre lienzo de formato vertical, que<br />

recogen una figura masculina dentro de un espacio arquitectónico de un nicho, sobre el<br />

que se proyecta la sombra esbatimentada del santo, y que firmaban parte de una estructura<br />

retablística.<br />

<strong>El</strong> Apóstol San Pedro gira ligeramente la cabeza hacia su izquierda y tanto el cabello<br />

como la barba son más rizados y canosos que los de su pareja. Lo pies también están<br />

descalzos pero firmemente apoyados en el suelo. Su túnica es azul y el manto rojo, cubriendo<br />

el hombro y brazo izquierdos y la pierna derecha. En la mano derecha sostiene<br />

San Pedro. Romolo Cincinnato.<br />

ca. 1591. Guadalajara, Museo de Guadalajara.


185


186<br />

las dos llaves, ambas doradas, y con la izquierda sujeta un libro que apoya en la cadera.<br />

Como su pareja, está dentro de una hornacina.<br />

<strong>El</strong> Apóstol San Pablo aparece con larga barba y la cabeza vuelta hacia su derecha,<br />

con los pies descalzos. Viste túnica verde y manto azul que cubre el hombro izquierdo y<br />

las piernas, con un retazo blanco sobre el hombro derecho. Su pie derecho se encuentra<br />

apoyado en un elemento prismático que levanta la pierna, sobre la cual apoya un<br />

libro con cierres dorados que el personaje mantiene entreabierto introduciendo los<br />

dedos anular y meñique de la mano derecha. Con la otra mano sujeta una espada por<br />

la hoja, cuya punta apoya en el suelo, al lado del pie izquierdo. La figura está enmarcada<br />

en una hornacina, que junto a la sombra del personaje, son los elementos que<br />

proporcionan profundidad.<br />

Siguiendo a Rodríguez Rebollo (2001, 67), no cabe duda de la atribución de estos<br />

lienzos al pintor florentino, ya que se trata de dos versiones a menor escala de la misma<br />

pareja de apóstoles que, pintados para la Compañía de Cuenca, se encuentran hoy en<br />

la Academia de San Fernando de Madrid, consideradas algunas de sus más tempranas<br />

pinturas (1572) (Ibáñez Martín 1991, 442). La manera de plegar las telas, las facciones<br />

de los santos, las posturas de las manos y el hecho de que ambos apóstoles, pero<br />

especialmente San Pedro, saquen del marco arquitectónico los pies, dando la impresión<br />

de que están fuera del cuadro, efecto que se acentuaría, si como parece, se hicieron<br />

para colocar a cierta altura, remiten a otras obras de Cincinnato. Para su ejecución<br />

tuvo que recurrir a las estampas que circularon en los obradores españoles e italianos,<br />

como las series de apóstoles grabadas por Raimondi sobre composición de Rafael,<br />

cuyas influencias se rastrean en el San Pablo, o a las de Wierix, más evidentes en el<br />

San Pedro (Rodríguez Rebollo 2001, 68-69). Este autor (Rodríguez Rebollo 2005, 22)<br />

los relaciona también con un dibujo firmado por el mismo pintor, San Antonio Abad<br />

(Museo del Prado), en el que asimismo la figura está enmarcada en una hornacina y<br />

presenta su manera característica de plegar las telas y de colocar los pies y las manos.<br />

Además de la pareja de la Academia, existe otra serie de apóstoles que puede ser relacionada<br />

con estas obras. Publicada recientemente (Rodríguez Rebollo 2001, 71-75),<br />

está compuesta por 16 lienzos de formato muy vertical (270 x 72 cm) que formaron<br />

parte de la colección del antiguo Museo de Guadalajara y que hoy están repartidos<br />

entre la iglesia de San Francisco y la Delegación de Defensa de Guadalajara. Tanto la<br />

calidad de las pinturas como el estado de conservación son muy desiguales aunque<br />

todos, como los anteriores, remiten a los modelos de Juan Fernández de Navarrete ‘el<br />

Mudo’ para <strong>El</strong> Escorial y presentan la influencia de Rafael a través de los grabados de<br />

Marcantonio Raimondi (Rodríguez Rebollo 2001, 72-73).<br />

Centrándonos solamente en las figuras de San Pedro y de San Pablo (Catálogo de<br />

los Cuadros... 1846, nº 163 y 159; Baquerizo 1902, nº 319 y 311), éste último ha sido<br />

restaurado correctamente y se podría asegurar que fue obra de Cincinnato, mientras<br />

que el primero, como otros de la serie, ha llegado en pésimas condiciones y la intervención<br />

realizada no lo ha mejorado; muy repintado, es difícil saber si es del mismo autor,<br />

ya que en el conjunto se observan diferencias que podrían deberse a varias manos,<br />

próximas no obstante a la de Cincinnato.<br />

Estas tres parejas ayudan a establecer una secuencia en la evolución de los modelos<br />

de apóstoles de Cincinnato.


<strong>El</strong> San Pedro del Museo de Guadalajara tiene una relación evidente con el de<br />

Cuenca. La postura de ambos es prácticamente idéntica, con el libro apoyado en la cadera<br />

izquierda levantando el manto y las llaves en la derecha, sujetando una y dejando<br />

colgar la otra, aunque muestran algunas diferencias, como la mano izquierda, ligeramente<br />

girada y sosteniendo el libro más inclinado en el de Guadalajara, mientras que<br />

en el de Cuenca se aproxima más a la del dibujo de San Antonio Abad. Las llaves,<br />

iguales, son en el primero doradas. Los ropajes y sus pliegues son los mismos pero<br />

simplificados en el del Museo; en el conquense, las vestiduras son más elaboradas,<br />

con ribetes dorados, superposiciones de túnicas que asoman en las mangas y un<br />

manto de dos colores; en el alcarreño, San Pedro viste solo una túnica a la que se le<br />

han alargado las mangas y se<br />

han suprimido los adornos y el manto es de un único color, pero dispuesto sobre el<br />

cuerpo de igual forma. Quizá lo más llamativo sea la cabeza; el rostro es similar pero en<br />

el de Cuenca tiene una abundante mata de pelo rizado. Ambas figuras destacan sobre<br />

un fondo arquitectónico muy simple, una hornacina para el de Guadalajara y un pilar o<br />

esquina para el de Cuenca, y en ambos casos, los pies, con igual posición, sobresalen<br />

ligeramente del marco.<br />

De los tres San Pedros conocidos de Cincinato, el más antiguo es el de Cuenca, de<br />

1572. <strong>El</strong> de Guadalajara es una versión del mismo con unas diferencias que indican un<br />

acercamiento al modelo de Navarrete para <strong>El</strong> Escorial. La supresión de la cabellera, la<br />

simplificación de las vestiduras y la sustitución del color amarillo del manto del primero<br />

por el rojo, parecen ser el resultado. La influencia de Navarrete es mucho mayor en el<br />

tercero (Rodríguez Rebollo 2001, 72-73); aunque el rostro sea idéntico al del Museo, la<br />

postura del cuerpo ha variado, estando mucho más cerca de la del escurialense. <strong>El</strong><br />

fondo, como en el de Navarrete, es un paisaje en el que conviven elementos arquitectónicos<br />

-como el Templete de San Pietro in Montorio de Roma- y vegetales.<br />

Los tres San Pablos presentan entre sí mayores diferencias. <strong>El</strong> de Cuenca y el del<br />

Museo no coinciden ni en posturas, ni en gestos, ni en vestiduras. <strong>El</strong> San Pablo conquense<br />

está más próximo al San Pedro de la iglesia de San Francisco, que parece<br />

haber tomado de él la disposición del m anto y la postura de los pies, que a cualquier<br />

otro San Pablo. <strong>El</strong> del Museo de Guadalajara sujeta con la mano derecha el libro que<br />

apoya en la pierna, en una posición muy similar a la del dibujo ya citado de San Antonio<br />

Abad, pero aún más a otro dibujo suyo, un San Mateo del Museo de San Pio V de Valencia,<br />

con el que comparte la postura de las manos y la pierna flexionada y apoyada<br />

sobre un bloque prismático. <strong>El</strong> rostro girado a su derecha y el gesto altivo del San<br />

Pablo de Guadalajara, que nada tienen que ver con el de Cuenca, proceden de los grabados<br />

de Raimondi (Rodríguez Rebollo 2001, 68), similares a los del mismo santo de<br />

Navarrete, con el que también tienen en común la posición de la espada. <strong>El</strong> tercer San<br />

Pablo, mejor conservado y restaurado que el resto de la serie de San Francisco, permite<br />

observar la calidad técnica que debió de tener el conjunto. Comparte con el del<br />

Museo el rostro y el colorido de los ropajes, pero su postura recuerda la Navarrete, especialmente<br />

la mano derecha que avanza hacia el espectador; a diferencia del escurialense,<br />

la otra mano apoya sobre la espada. También en éste hay un fondo<br />

arquitectónico, una construcción clásica compuesta por una columna y una pilastra que<br />

soportan un entablamento, junto a elementos vegetales.<br />

187


188<br />

En Guadalajara hay una cuarta serie de apóstoles relacionada con las anteriores; se<br />

trata de un arrimadero de azulejos del Palacio de los Duques del Infantado, conservado<br />

parcialmente en el Museo. Se representaron las figuras en un marco arquitectónico, con<br />

los colores azul y amarillo característicos de Talavera de la Reina. Aunque está muy<br />

perdida, se puede observar que cada apóstol, de cuerpo entero y con posturas similares<br />

a las de las obras citadas, está dentro de una hornacina de planta semicircular pero<br />

carente de bóveda, lo que permite ver un paisaje parcialmente oculto por unos cortinajes<br />

laterales. No obstante los personajes estén individualizados, forman un conjunto<br />

unitario ya que las hornacinas son parte de una arquitectura decorada con elementos<br />

clasicistas. Es probable que se trate del friso de azulejos “cuyos dibujos se atribuyen a<br />

Rómulo Cincinato” por Layna Serrano (1942 y 1996 2 , 75); aunque por su estado actual<br />

no es posible determinar cuántos personajes componían el conjunto, ni si las figuras de<br />

San Pedro y San Pablo seguían alguno de los modelos citados, mas se aprecian características<br />

distintivas de este autor.<br />

Sobre la fecha de ejecución de los dos lienzos del Museo de Guadalajara, Rodríguez<br />

Rebollo (2001, 67) consideró que sería a partir de 1591, cuando Cincinnato se trasladó<br />

definitivamente a Guadalajara. Sin duda son posteriores a los conquenses de 1572 y a<br />

los de Navarrete de 1577; a partir de estas fechas pudieron ser realizados en cualquier<br />

momento, pero con anterioridad a los de la otra serie alcarreña; éstos últimos debieron<br />

ser pintados después de 1591, ya que en ellos, como en la Capilla de Luis de Lucena,<br />

se aprecia la intervención de colaboradores.<br />

María Luz Crespo


Anónimo<br />

San Juan Evangelista. ca. 1600<br />

Talla en madera estofada, dorada y policromada, 75 x 45 x 29 cm.<br />

Bibliografía: Herencia Recibida 06, 2006, pp. 160-161.<br />

Guadalajara, Museo de Guadalajara (nº 9.855)<br />

En esta escultura, de procedencia y autor desconocidos, San Juan Evangelista está representado<br />

como un varón joven, siguiendo la iconografía occidental, con escasa<br />

barba, el cabello largo y ondulado que llega hasta los hombros, la cabeza ligeramente<br />

inclinada, la boca entreabierta y los ojos entornados. Viste túnica y manto sobre el hombro<br />

izquierdo que se extiende por el antebrazo y del que sobresale la mano sujetando<br />

la copa; sobre ella se dispone la mano derecha con los dedos anular y corazón extendidos<br />

en actitud de bendición.<br />

La imagen muestra al Apóstol de medio cuerpo, con el frontal y los costados perfectamente<br />

tallados y acabados; sin embargo, la parte posterior de la cabeza está únicamente<br />

trabajada para darle forma y desde el inicio de la espalda toda ella está<br />

ahuecada y presenta, además, un orificio cuadrangular al final del cuello para introducir<br />

un vástago, detalles que indican que su realización debía de estar relacionada con<br />

algún retablo. Aunque está tallada en un solo bloque, es posible que el brazo derecho<br />

se encuentre ensamblado al tronco, no así el izquierdo que se mantiene pegado al<br />

cuerpo y cubierto por el manto, del que sobresale la mano que sostiene la copa, unida<br />

al pecho por un amplio testigo cuadrangular. Este lado está recortado en vertical faltando<br />

parte del lateral del brazo.<br />

De las posibles representaciones del santo, en este caso se ha elegido el episodio<br />

acaecido en Éfeso, según el relato de La Leyenda dorada, en que el evangelista enfrenta<br />

su fe a la del pagano Aristodemo, bebiendo la copa de veneno que éste le<br />

ofrece. Recoge el momento en que San Juan bendice el recipiente que sujeta en su<br />

mano izquierda, representado, igual que en otras tantas imágenes pintadas y esculpidas,<br />

como un cáliz que contiene un pequeño dragón o serpiente, que aquí se encuentra<br />

con la cabeza mutilada.<br />

<strong>El</strong> rostro transmite una gran serenidad que acentúa la suave entonación de la encarnación<br />

y, a la vez, la concentración del santo en el acto de bendecir la copa que beberá<br />

luego.<br />

189


190<br />

Tras una reciente restauración, ha recuperado el delicado tratamiento de las encarnaciones<br />

y la espléndida policromía, realizada mediante la técnica del estofado, aplicada<br />

a la túnica, que se presenta cuajada de adornos florales en rojo, que contrastan sobre<br />

el dorado general de las vestiduras. Todo el manto muestra un rayado desigual sobre el<br />

dorado que se ha mantenido tras la intervención.<br />

Ingresó en el Museo de Guadalajara en 1975 tras su compra por el Ministerio de<br />

Educación y Ciencia, sin que se conozca su procedencia o relación con algún centro<br />

religioso, incorporándose entonces a la exposición permanente, compuesta únicamente<br />

por obras de la Sección de Bellas Artes. En 2006 fue restaurada en el Centro de<br />

Conservación y Restauración de Castilla-la Mancha, para formar parte de Tránsitos, la<br />

nueva exposición permanente del Museo, abierta en 2007 (Herencia Recibida 06,<br />

2006, 160-161).<br />

Miguel Ángel Cuadrado<br />

San Juan Evangelista. Anónimo.<br />

ca. 1600. Guadalajara, Museo de Guadalajara.


191


192<br />

Pieter Paul Rubens (Siegen, 1577- Amberes,1640)<br />

Apostolado (Serie de 12 cuadros: (1) San Pedro, (2) San Juan, (3) Santiago<br />

el Mayor, (4) San Andrés, (5) San Felipe, (6) San Mateo, (7) San Bartolomé,<br />

(8) San Matías, (9) Santo Tomás, (10) San Simón, (11) San Judas Tadeo<br />

y (12) San Pablo). Amberes (?) h. 1610-1612<br />

Óleo sobre tabla, 108 x 84 cm.<br />

Bibliografía: Carpenter 1845, p. 172; Vlieghe 1972, pp. 35-37 y 69; Díaz Padrón 1975, p. 236;<br />

Jaffé 1977, p. 69; Choné 1996, p. 129; Díaz Padrón 1995, p. 884; Vergara 1999, pp. 8-20.<br />

Madrid, Museo Nacional del Prado, cat. 1646-1657.<br />

Fuera de catálogo.<br />

<strong>El</strong> Apostolado, vinculado a la estampa en el siglo XVI, dio el salto definitivo a la pintura<br />

en torno a 1610. Los más señalados pioneros de este cambio fueron <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y Rubens,<br />

que además coincidieron al unísono en una tipología de figuras de medio cuerpo<br />

sobre fondo neutro que distingue los suyos, por un lado, de la mayor parte de Apostolados<br />

grabados del siglo XVI (cuerpo entero, fondo de paisaje), y por otro, de la solución<br />

de busto de algunas series pintadas inmediatamente posteriores, como el de<br />

Georges de La Tour (Choné, 1996, p. 129). Además de coincidencias temporales y formales,<br />

las consideradas series princeps de los Apostolados de ambos autores comparten<br />

coincidencia geográfica: ambas se encuentran hoy en España, y antiguas<br />

referencias apuntaron a Castilla como su posible ubicación común hacia 1614. Todo<br />

ello provocó que numerosos historiadores se pusieran a rastrear influencias entre los<br />

Apostolados de uno y otro pintor.<br />

Sin embargo, entre ambos tan sustanciales son las semejanzas como las diferencias.<br />

Si el tránsito a la tipología de medio cuerpo y fondo neutro en el Apostolado de Rubens<br />

parece recurso subordinado a generar una atmósfera de recogimiento e intimidad semejantes<br />

a las de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, la representación de las figuras adopta un punto de vista<br />

más bajo, lo cual revela una voluntad diferencial en Rubens orientada a encontrar un<br />

punto de equilibrio entre aproximación y distanciamiento, entre intimidad y veneración.<br />

Esta segunda tendencia queda reforzada por una mayor vinculación de las figuras a<br />

prototipos heroicos miguelangelescos tanto en la complexión física y en el empaque<br />

escultórico de los mantos como en la patente exhibición de los instrumentos del martirio.<br />

Pero si algo resulta singular e innovador en el Apostolado de Rubens es el tratamiento<br />

sensual (a la vez más óptico y táctil) de unos hombres de carne y hueso, cuyas<br />

miradas (San Pablo, Santiago) resultan intensamente escrutadoras por apoyarse en su<br />

corporeidad.<br />

A pesar de una comparación que arroja un balance tan equilibrado entre similitudes y<br />

diferencias, la tendencia a justificar posibles influencias ha sido constante.<br />

San Pablo. Pieter Paul Rubens, 1610-1612. Museo Nacional del Prado, Madrid.


193


194<br />

Una primera hipótesis tentadora es que el Apostolado de Rubens en el Prado fuera<br />

pintado en España en 1603 e influyera sobre los posteriormente creados por <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>.<br />

Contra esta posibilidad se puede aducir la nula mención a ese trabajo en las cartas escritas<br />

entonces por Rubens (en aquel momento muy interesado en resaltar su valía) (Vergara,<br />

1999, p. 8). Pero además, como veremos más tarde, existe consenso en datar su<br />

Apostolado en el bienio 1610-1612 por motivos estilísticos, mientras que 1610 sería ya<br />

una fecha demasiado avanzada para la serie princeps de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, por muy tardío que<br />

fuera el tema en la carrera del cretense (Gudiol, 1982, p. 298; Marías, 1997, p. 262).<br />

Inversamente, puede descartarse que Rubens en 1603 contemplara uno de los Apostolados<br />

del <strong>Greco</strong> y asimilara sus novedades. La ausencia de referencias al maestro<br />

candiota en la prolija correspondencia de Rubens y la improbable presencia del flamenco<br />

en los lugares donde pudieran encontrarse algunos de sus Apostolados restan<br />

solidez a esta hipótesis (Vergara, 1999, p. 10).<br />

Por otro lado, una entrada del Apostolado de Rubens en España entre 1610 y 1614<br />

sería tardía para considerar una posible influencia sobre el del <strong>Greco</strong>, amén de que<br />

sólo encontraría legitimación en una de las dos tempranas menciones a Apostolados<br />

de Rubens en España: en 1618 el propio Rubens ofrecía a Sir Dudley Carleton una versión<br />

de taller de su Apostolado, semejante a la que poseía “de su mano” el Duque de<br />

Lerma, sin indicar desde cuándo (Carpenter, 1845, p.172).<br />

La otra mención sitúa la llegada de un Apostolado de Rubens en 1614, y por lo tanto<br />

fuera de toda posibilidad de influir en <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>. Tras el arresto en 1619 de Rodrigo Calderón,<br />

se cita un Apostolado de Rubens que le habría sido regalado por el Conde de<br />

Arenberg en 1614, quien a su vez lo habría adquirido en una almoneda, posiblemente la<br />

de su cuñado Charles de Croy (Vergara, 1999, p. 20).<br />

Los dos Apostolados mencionados en estas referencias se han considerado el<br />

mismo, identificado a su vez con el del Museo del Prado, pero tal identificación es mera<br />

conjetura. Cuatro motivos aconsejan prudencia en este punto: 1º: la propia carta de Rubens<br />

informa de la comercialización de copias (confirmada por las que conocemos actualmente):<br />

2º: ninguna de las dos tempranas referencias españolas incluye medidas<br />

exactas; 3º: el Apostolado no figura en los inventarios de la colección Lerma; 4º: la trazabilidad<br />

de la procedencia del Apostolado del Museo del Prado no permite remontarse<br />

más allá de 1746, cuando aparece registrado en la colección de Isabel de Farnesio<br />

(Díaz Padrón, 1975, p. 236). Así pues, todas las hipótesis son posibles: (a) que el Apostolado<br />

del Museo del Prado fuera el de Duque de Lerma, y, dentro de eso, (a1) que<br />

fuera pintado para él en España (poco probable) o en Flandes (a2), o que lo adquiriera<br />

de Rodrigo Calderón (a3), y lo depositara en San Pablo de Valladolid (donde lo registró<br />

Ponz), escapando a los inventarios de la colección ducal (a4) o pasara por herencia a<br />

las colecciones de los Almirantes de Castilla y de ahí por incautación a la de Isabel de<br />

Farnesio (a5) (Díaz Padrón, 1995, p. 884); puede también que el del Prado fuese el de<br />

Calderón, pero que nunca pasara por manos del duque de Lerma (b); y puede, por último,<br />

que sea otra versión distinta de aquellas (c).<br />

En cualquier caso, de entre los Apostolados de Rubens total o parcialmente conservados,<br />

el del Prado es el único que, aunque incompleto (falta el “Cristo como Salvator<br />

Mundi” del que la mejor versión conocida se encuentra en la Galería Nacional de Ottawa)<br />

es considerado íntegra y unánimemente serie autógrafa, seguido del de la galería


del Palacio Pallavicini, original para algunos o de taller pero retocado por Rubens para<br />

otros. Lejos quedarían otras versiones generalmente consideradas de taller (algunas incompletas,<br />

dispersas, en paradero desconocido), y los grabados de Ryckmans e Isselburg<br />

que probarían el éxito de la serie desde el inicio de la década de 1620 (Vlieghe,<br />

1972, pp. 35-36).<br />

En cuanto a la cuestión de la datación del conjunto, 1610-1612 parece concitar<br />

consenso, porque tanto los Apóstoles del Prado como los correspondientes estudios<br />

de cabezas (por ejemplo, el nº 174 del Catálogo de Jaffé sería un estudio para el<br />

Santo Tomás) parecen vinculados a obras rigurosamente fechadas en 1609, como la<br />

“Adoración de los Magos” (donde aparecen inequívocamente como Reyes Magos los<br />

San Pablo y Santo Tomás) o en 1610, como el retablo de San Amando y Santa Walpurgis<br />

(donde San Amando es una vez más Santo Tomás) (Jaffé, 1977, p. 69;<br />

Vlieghe, 1972, p. 35).<br />

Las funciones sugeridas para esta serie son igualmente hipotéticas, al desconocerse<br />

su primer propietario y original contexto de exposición. Vlieghe descarta que se deba<br />

interpretar como un Símbolo de los Apóstoles, al reemplazar San Pablo a uno de los<br />

Apóstoles (Vlieghe, 1972, p. 37), mientras que Jaffé aventura que quizá pudieran ser<br />

creados para una sacristía (Jaffé, 1977, p. 69).<br />

Con todo ello, lo más probable es que el Apostolado de Rubens sea un conjunto<br />

pintado en el taller del pintor en Amberes, para un cliente flamenco, teniendo como<br />

precedente iconográfico directo los Apostolados flamencos de medio cuerpo grabados<br />

(Wierix) o pintados (Floris) en los Países Bajos católicos (Vlieghe, 1972, p. 37) y,<br />

por lo tanto, enteramente al margen del arte que Rubens pudiera haber visto en España<br />

en 1603.<br />

David Ruiz Eguía<br />

195


196<br />

Cossío, Manuel Bartolomé, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, Madrid, Victoriano Suárez, 1908,<br />

2 vols. Madrid, Colección Fernando Abad.<br />

Calvert, Albert y Catherine Gasquoine Hartley, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>: An account of His<br />

Life and Works, Londres, John Lane, 1909. Madrid, Biblioteca Nacional de<br />

España, BA/9460<br />

Beruete y Moret, Aureliano de, Catálogo del Museo del <strong>Greco</strong> de Toledo,<br />

Madrid, José Blass y Cia., 1912.<br />

Camón Aznar, José, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>. Apostolado, Barcelona, Edart, [1959]. Madrid.<br />

Pese al considerable interés que la figura de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> despertó a finales del siglo XIX,<br />

una muestra de dilettantismo decimonónico (Álvarez Lopera, 1987, p. 121) derivado de<br />

la corriente romántico-nacionalista en boga en la época, de la mano de viajeros y románticos<br />

como Gautier en su Voyage en Espagne, y especialmente de los modernistas<br />

catalanes, el verdadero redescubrimiento del pintor no se daría hasta el siglo XX. <strong>El</strong> interés<br />

de estos grupos de intelectuales por el pintor cretense fomentó la aparición de<br />

nuevas noticias documentales sobre su vida y obra, descubrimientos que derivaron en<br />

la publicación de artículos y reseñas sobre el artista. Sin embargo, no sería hasta la publicación<br />

de la inaugural monografía escrita por Manuel Bartolomé Cossío y aparecida<br />

a fines de 1907 cuando diese comienzo la verdadera historiografía del artista.<br />

Cossío fue el primer historiador en realizar un estudio serio sobre el pintor, promoviendo<br />

no solo el surgimiento de una corriente de investigación hacia la pintura del cretense, sino<br />

también de una tendencia de apreciación por parte de los intelectuales de la época hacia<br />

su persona y su espíritu, como es el caso de la llamada Generación del 98. La importancia<br />

de la obra de Cossío radica en que con ella se creó un marco global de la vida y obra del<br />

<strong>Greco</strong>, donde al escaso conjunto de conocimientos biográficos que sobre el pintor se<br />

tenía se unía un extenso y muy personal análisis de su obra, creando un contexto esencial<br />

aun hoy para el estudio de su figura. Manuel Cossío fue también el primero en apuntar<br />

tímidamente la posibilidad de que una de las razones de las especiales y características<br />

fisonomías de los personajes creados por <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> fuese que hubiese encontrado la inspiración<br />

en los dementes del Hospital del Nuncio de Toledo.<br />

“<strong>El</strong> límite máximo de excitación, desequilibrio y anormalidad, en cuanto a figuras<br />

aisladas, ha de buscarse en el Apostolado de San Pedro Mártir, hoy en el<br />

Museo de Toledo. Del obsesionante y aterrador San Bartolomé, tan extraño<br />

cuanto poéticamente vestido de blanco, no cabe decir sino que es un loco furioso<br />

escapado del antiguo y célebre Hospital del Nuncio, allí vecino, porque<br />

es imposible traducir con más verdad que lo hace aquel alucinado apóstol el<br />

completo extravío de las facultades mentales” (Cossío 1908, I, p. 367.).


Si, como hemos comentado, la monografía de Cossío tuvo una enorme repercusión<br />

tanto en el ámbito erudito como a nivel divulgativo, lo cierto es que sus declaraciones<br />

acerca de la hipotética enajenación de algunos de los personajes del cretense no tuvieron<br />

tanta repercusión como pudiese parecer, y pasaron bastante desapercibidas entre<br />

los historiadores y críticos de la primera mitad del siglo XX. La razón de esta falta de repercusión<br />

podría no haberse debido únicamente a una falta de acuerdo con la teoría,<br />

sino también a un deseo de evitar la probable polémica de apoyar un tema tan alejado<br />

de la mentalidad burguesa como era el de las enfermedades mentales.<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, (interior).<br />

Cossío, Manuel Bartolomé.<br />

Madrid, Victoriano Suárez,<br />

1908, 2 vols. Madrid,<br />

Colección Fernando Abad.<br />

197


198<br />

Dentro de los numerosos estudios realizados por autores procedentes de diferentes<br />

países que encontramos publicados después de 1908 hemos querido comentar aquéllos<br />

en los que se dio una especial importancia a los Apostolados dentro de la obra del<br />

<strong>Greco</strong>, ya fuese incluyendo las imágenes de las series o dedicando un apartado independiente<br />

a su estudio y análisis. Resulta curioso constatar que, pese a que en la<br />

mayor parte de las monografías sí encontramos menciones generales a lo extraviado<br />

del misticismo de algunos de sus personajes, no hay menciones específicas sobre la<br />

sugerencia de Cossío acerca de la búsqueda de modelos o fuentes de inspiración en<br />

los dementes del Hospital del Nuncio.<br />

La primera monografía del cretense en la que vemos que se presta una especial<br />

atención a los Apostolados es la escrita por los ingleses Albert Calvert y Catherine Gasquoine<br />

Hartley en 1909, un año después de la obra de Cossío. En este extenso estudio<br />

los autores, al comentar las fisonomías y extraños rostros de los apóstoles, dicen<br />

“But these Saints and apostles are depicted in a manner so original and so<br />

fantastic that they take an important place in <strong>Greco</strong>’s work. Each figure is<br />

absorbed in himself, remote, indeed, from the Earth, as are all <strong>Greco</strong>’s creations”<br />

(Calvert, 1909, p. 131.).<br />

Subrayan lo absorto y místico de los rostros de los santos apóstoles sin hacer ninguna<br />

mención a la teoría de la enajenación sugerida por el historiador español.<br />

Una de las publicaciones en las que se subraya la importancia del Apostolado del<br />

Museo del <strong>Greco</strong> es, como no podía ser de otra manera, el catálogo del museo que lo<br />

alberga. Los autores del catálogo, el pintor (entonces director del Museo del Prado) Aureliano<br />

de Beruete y el historiador y cronista de Toledo el conde de Cedillo, escriben al<br />

respecto que “el Sr. Cossío señaló en este Apostolado el límite máximo de excitación,<br />

desequilibrio y anormalidad en la obra del artista, cuanto a figuras aisladas”, y añaden<br />

que ésto “no impide advertir que no en todas las figuras imperan tales anormalidad y<br />

desequilibrio” (Beruete 1912, p. 28.) citando como ejemplos las más tradicionales figuras<br />

del Salvador, Santiago el Mayor y San Pedro. Resulta interesante ver cómo Beruete<br />

y el Conde de Cedillo, pese a reseñar el aspecto anormal y desquilibrado de los apóstoles,<br />

prefieren no citar las palabras específicas de Cossío.<br />

En 1950 ve la luz Dominico <strong>Greco</strong>, un importante y detallado estudio sobre el pintor<br />

firmado por José Camón Aznar. Este ilustre y subjetivo crítico más que historiador se refiere<br />

a los Apostolados de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> como lienzos que constituyen “una de las mayores<br />

audacias creacionistas de la pintura” y que reunidos “en adjunción expresiva, forman la<br />

asamblea más delirante que ha creado el Arte” (Camón Aznar 1950, p. 972.). En su<br />

análisis individual de los apóstoles, Camón Aznar distingue las diferentes series, confiriendo<br />

a los pertenecientes al Apostolado del Museo del <strong>Greco</strong> de Toledo las características<br />

de “desequilibrio y anormalidad” sugeridas por Cossío.<br />

La publicación en 1956 de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y Toledo de Gregorio Marañón marcó un antes y<br />

un después en los estudios de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y, especialmente, de los Apostolados. Como ya<br />

ha sido comentado largamente en otros apartados, la mayor aportación de Marañón fue<br />

la intentar probar la teoría de la enajenación de Manuel Cossío, caracterizando para ello<br />

a los pacientes del Nuncio como apóstoles, y consiguiendo así unos documentos visua-


les con un cierto aunque discutible carácter probatorio. La gran repercusión, tanto a nivel<br />

nacional como a nivel internacional, de la sesión fotográfica dirigida y concebida por Marañón<br />

fue uno de los motivos por los que, a partir de este momento, los Apostolados de<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> cobraron una importancia especial dentro del análisis de la obra del pintor.<br />

En los años que siguieron a la publicación de la primera edición de la obra de Gregorio<br />

Marañón vieron la luz un cierto número de libros sobre los Apostolados, algunos<br />

simples conjuntos de imágenes acompañadas de pequeños comentarios y algunos estudios<br />

más rigurosos. Entre estos últimos se incluye el libro <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>. Apostolado escrito<br />

por el ya citado Camón Aznar, publicado en 1959. A pesar de que la publicación<br />

de esta monografía constituye sin duda una muestra del interés surgido a mediados de<br />

siglo por estas misteriosas series de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, no es, sin embargo, un ejemplo de seguimiento<br />

de la teoría popularizada por el doctor Marañón. En el texto, que acompaña<br />

las reproducciones de los trece lienzos, no encontramos mención alguna sobre la teoría<br />

de la enajenación, únicamente una pequeña referencia a Cossío y la utilización de expresiones<br />

tales como “arrebatadas violencias espirituales”, “como enajenados, entregados<br />

a su vocación” o “visionarios” (Camón Aznar [1959], pp. 5-8.). esta llamativa<br />

omisión hace que nos inclinemos a considerar la posibilidad de que el texto hubiese<br />

sido escrito años atrás, y que hubiese sido la repercusión alcanzada por libro del Dr.<br />

Marañón el factor causante de su publicación.<br />

En 1959 fueron publicados también dos pequeños libritos sobre el Apostolado de la<br />

catedral de Toledo, en donde leemos<br />

“Busca el <strong>Greco</strong>, liberado de toda influencia, expresar esa enorme fuerza<br />

anímica de los Apóstoles que se proyectó en el mundo al nacer el Cristianismo,<br />

y no encontrando los modelos que pudieran expresar esa llama de<br />

fe ni esa potencia transmitida por Jesús a sus discípulos, los busca entre<br />

los hombres que, perdida la razón en la medida de la cordura, se encuentran<br />

recluidos en “<strong>El</strong> Nuncio” (<strong>Greco</strong>. <strong>El</strong> Apostolado 1959, pp. 7-8.).<br />

La inclusión en este breve texto divulgativo de las ideas de Cossío y Marañón es<br />

una muestra de hasta qué punto la teoría de la enajenación había calado hondo en la<br />

sociedad.<br />

Sin embargo, y pese al eco que tuvo el experimento del Dr. Marañón a mediados del<br />

siglo XX, la tendencia que los estudiosos posteriores del <strong>Greco</strong> seguirán en sus estudios<br />

sobre el pintor será limitarse a subrayar lo desequilibrado o lo arrebatado de los<br />

Apostolados, sin hacer mención expresa a una supuesta utilización de dementes como<br />

modelos o fuentes de inspiración.<br />

Cloe Cavero de Carondelet<br />

199


200<br />

Charcot, Jean-Martin y Richer, Paul, Les Démoniaques dans l’art, Amsterdam,<br />

B.M. Israël, 1972 (facsímil de la edición original, París, 1887). Madrid,<br />

Biblioteca Nacional de España, BA/26055<br />

Charcot, Jean-Martin, Nouvelle Iconographie de la Sâlpetriére, París, Lecrosnier<br />

et Babé, 1888-1917 (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas,<br />

Centro de Investigaciones Biológicas, Legado Marañón (Est. Met).<br />

Charcot Jean-Martin y Richer, Paul, Les Difformes et les Maladess dans l’art<br />

(1889), París, Lecrosnier et Babé, 1889.<br />

Madrid, Biblioteca Nacional de España, BA/2433<br />

Bibliografía: Charcot, J.M., 1888; Foucault, M., 1998, p. 128; Charcot, J.M y Richer,<br />

P., 2000; Charcot, J.M y Richer, P., 2002; Didi Huberman, G., 2007, p. 13; Sánchez<br />

Moreno, I. y Ramos Ríos, N., 2006; Marías F., 2010.<br />

En el siglo XIX el doctor francés Jean-Martin Charcot (1825-1893) fue el primero en descartar<br />

aquélla creencia social que empezó desde el aforismo de Hipócrates, que veía<br />

en la histeria un fraude femenino camuflado en convulsiones y delirios que las mujeres<br />

simulaban cuando no querían hacer frente a sus problemas. <strong>El</strong> profesor de anatomía<br />

patológica logró generar un sistema teórico y científico sobre la histeria llegando a la<br />

conclusión de que ésta era una enfermedad de carácter psicológico que también se<br />

desarrollaba en varones y niños.<br />

Antes de Charcot se creía que para explicar los fenómenos de los convulsionarios<br />

había que considerar causas divinas, manifestaciones del poder de Dios pero leídos<br />

en términos médicos. La herramienta que utilizó Charcot para analizar el carácter sagrado<br />

de los enfermos fue investigar la histeria por medio de grabados, dibujos, frescos<br />

y cuadros. Estas imágenes representaban escenas de exorcismo y las<br />

contorsiones de los poseídos fueron utilizadas por la ciencia para definir los rasgos de<br />

un estado patológico. Charcot utilizó el arte como recurso de conocimiento científico<br />

empezando a investigar sobre la vida de los santos en la Edad Media y sobre las primeras<br />

representaciones de la curación de los endemoniados como la del célebre baile<br />

de san Vito de Pierre Breughel o el cuadro de Rubens que representa a San Ignacio<br />

curando a los poseídos o pinturas del exorcismo. A través de este aparato iconográfico<br />

empezó a hallar similitudes con el cuadro clínico de sus pacientes afectados por<br />

histeria y epilepsia.<br />

La teoría sobre la histeria desarrollada por Charcot y Paul Richer (1849-1933) se<br />

apoyó en la historia del arte y a través de las pinturas se fueron estableciendo relaciones<br />

entre las posturas hieráticas de sus pacientes.<br />

Ouvres Completes, Charcot, Jean-Martin, París 1886.


202<br />

En el libro Los endemoniados en el arte, impreso por primera vez en el año 1887 en<br />

París, Charcot y Richer utilizaron obras de arte de diferentes épocas que solamente representaban<br />

endemoniados - como las citados anteriormente - para trazar una historia<br />

de la histeria. La larga serie de documentos figurativos que reproducen poseídos y endemoniados<br />

retratados durante sus crisis se remonta hasta el siglo V y llega hasta el<br />

siglo XVIII con las imágenes de la Biblia ilustrada por Bernard Picart (1673-1733) donde<br />

las convulsiones de los miembros de la figura representan la agresividad de las crisis<br />

convulsivas. Las primeras imágenes, que representan endemoniados con la misma<br />

postura e inclinaciones de cabeza, tienen un carácter más sagrado que con el tiempo<br />

dejará espacio a un mayor naturalismo. Después se hace hincapié con un carácter<br />

marcadamente histórico en la obra de Carré de Montgeron sobre los convulsionarios de<br />

san Medardo, la parte artística pierde aquí importancia en detrimento de los datos históricos.<br />

En el libro también se encuentra un gran numero de dibujos explicativos hechos<br />

por Paul Richer, profesor de anatomía artística en la Escuela Nacional Superior de Bellas<br />

Artes, que al mismo tiempo ordena el material siempre bajo la supervisión de su<br />

maestro, Charcot.<br />

La parte final del libro nos ofrece un cuadro general de la histeria dividiendo sus ataques<br />

en una serie de etapas. Además, a través del paralelismo de las contorsiones y<br />

movimientos de los antiguos endemoniados con los endemoniados de hoy - posturas<br />

que se repiten en los enfermos que Charcot tratará en el hospital de la Salpêtrière - concluyeron<br />

que se trataba de la misma patología, la histeria. Charcot ingresó en 1862 en<br />

la Salpêtrière, el mayor hospicio de Francia que acogía a cinco mil mujeres que se ofrecían<br />

al doctor como un enorme material convirtiéndolo en una especie de fotógrafo con<br />

el solo fin de retratar los hechos de los que sacar conclusiones. En la Nouvelle Iconographie<br />

de la Sâlpetriére se explota la vocación figurativa de Charcot a través de las<br />

técnicas fotográficas. Para el neurólogo era indispensable mirar una y otra vez, con una<br />

curiosidad inestancable e inacabable; la convivencia entre médicos y pacientes fue una<br />

convivencia formada de posturas del delirio recogidas por los clicks de fotos en blanco<br />

y negro. Y es este espacio del retrato el que invade los veinte y ocho tomos de la Nouvelle,<br />

que representa el resultado final de un saber medico racional y cierto.<br />

En estas fotos la histeria representa un dolor-espectáculo y un dolor-imagen donde<br />

Charcot se transforma de medico a artista de una ciudad dolorosa con su presunción<br />

de inventar una realidad. <strong>El</strong> método visual de Charcot es evidente en sus celebres clases<br />

de los martes, en las cuales cinco enfermas se presentaban delante del anfiteatro<br />

lleno de gente, donde la figuración y la mise en scène se operaba siempre al limite de<br />

la falsificación, en una obsesión de ver, saber y sufrir con la pretensión de tornar visible<br />

algo que pertenece solamente a aquellas mujeres (Didi Huberman, 2007, p. 13.).<br />

La fotografía se reveló como el mejor método de documentación técnica del experimento<br />

de la Sâlpetriére, que buscaba la construcción de una gran máquina de la histeria,<br />

y para descifrarla fue necesario deshacer los cuerpos de las histéricas. Paul<br />

Régnard y Albert Londe fueron los fotógrafos más importantes de la época, a quien<br />

Charcot puso al frente del departamento de fotografía del hospital de la Salpêtrière para<br />

desarrollar nuevos procedimientos de revelado y almacenamiento fotográfico. Las fotos<br />

nos ofrecen cuerpos con posturas que a menudo quedaban mudas y llenas de contradicciones,<br />

poniendo en escena la dramaturgia silenciosa necesaria para poder clasifi-


car el síntoma y hacer por fin cuadros clínicos, retratos exactos de la enfermedad (Foucault,<br />

1998, p. 128.). A través de la observación, Charcot clasificó los estadios de la histeria<br />

presentes en todos los pacientes epilépticos, posturas ilógicas, pasionales y<br />

delirantes, en una memoria absoluta de la fábrica de las imágenes. Las fotografías empiezan<br />

a ser la matriz de la memoria del saber, un saber recogido en un archivo científico<br />

y vehículo de transmisión como es la Nouvelle Iconographie. Las imágenes se<br />

transforman en facies, el paciente es un tipo alcanzado por parte del neurólogo a través<br />

trucos y embellecimientos, poses que no son auténticas sino dictadas por medios escénicos:<br />

reposacabezas, cortinas, trucos y decoraciones, e incorporando una didascalia<br />

la fotografía encuentra su cientificidad.<br />

Gracias a los estudios de fuentes iconográficas que realizó junto a Richer, Charcot se<br />

propuso investigar la reproducción artística de las enfermedades y deformidades en un<br />

libro que fue publicado en Parías en 1889, remarcando nuevamente la importancia que<br />

concedía al estudio visual. <strong>El</strong> punto de partida del libro Los deformes y los enfermos en<br />

el arte fue un encuentro fortuito durante un viaje a Venecia de un Mascarón grotesco de<br />

la iglesia de Santa María Formosa y de allí empezaron a encontrar una multitud de documentación<br />

de todas las épocas y de grandes autores con el fin de demostrar cómo<br />

los artistas han alcanzado a unir el culto de la belleza con la naturaleza.<br />

La utilización de los deformes para reproducir las formas ideales puede parecer<br />

contradictorio, así como el uso de la fotografía que capta la realidad tal cual es pero<br />

sin manifestar el movimiento. Richer, para justificar el estudio de los deformes, afirmó<br />

que gracias a las irregularidades de los rostros era más fácil poder llegar a conocer<br />

los tipos, principal objetivo de su investigación. Los autores privilegiaron las representaciones<br />

de los pintores naturalistas Rubens y Leonardo da Vinci abandonando las referencias<br />

a cualquier lenguaje simbólico, y anclados en el positivismo clasificaron los<br />

pintores en buenos, malos y locos. Para sus teorías, descartaron los demás pintores,<br />

y los únicos que consideraron buenos, fueron aquellos que pintaban la realidad tal<br />

cual era. Por esto están ausentes autores como Juan Van der Hamen, <strong>El</strong> Bosco o<br />

Goya, porque según los dos autores hay ciertos limites –en la representación de los<br />

locos– que no pueden ser cruzados. De hecho estos pintores lo que hacen es representar<br />

no tanto la realidad externa sino la interior, dejando descubiertas las pasiones<br />

humanas. Esto explicaría la ausencia de monstruos o seres fabulosos e híbridos<br />

como esfinges, centauros, quimeras, sirenas, etc., donde el artista sigue sólo las<br />

leyes de los mitos religiosos o los caprichos de su mente, alejándose del principio de<br />

la naturaleza. Las obras de arte (pintura, escultura, grabado) que utilizan como las estatuillas<br />

antiguas de pigmeos jorobados con piernas torcidas, los enanos y bufones<br />

de las cortes reales o el mismo mascarón de Venecia, constituyen reproducciones<br />

más o menos fieles de la naturaleza, sin que sus artífices hayan tenido que añadir<br />

nada más y esto porque ciencia y arte no son más que dos manifestaciones de un<br />

mismo fenómeno.<br />

Valeria Manfrè<br />

203


204<br />

Apostolado fotográfico de los enfermos del Nuncio de Toledo: Demente disfrazado<br />

de Lágrimas de San Pedro (17,6 x 11,4 cm); Demente disfrazado de<br />

San Pedro (17,7 x 11,5 cm); Demente disfrazado de San Judas Tadeo (17,2<br />

x 11,6 cm); Demente disfrazado (17,5 x 11,5 cm); Demente disfrazado (17,5<br />

x 11,5 cm); Demente disfrazado (17,6 x 11,6 cm); Gregorio Marañón, demente<br />

y Sebastián Miranda (17,5 x 11,5 cm).<br />

Negativo Kodak con cuatro imágenes de dementes disfrazados [1954]<br />

Carta del doctor Gregorio Marañón, 15 febrero 1954<br />

Toledo, Archivo Histórico Provincial. Fondo fotográfico Rodríguez, inv. 11.400.<br />

Bibliografía: Charcot, J. M., 1888-1917; Cossío, M.B., 1908; Marañón, G., 1958, p.<br />

235; Gómez Santos, M., 1958; Prieto, I., 1969, p. 318; Gómez Santos, M., 1986; Carrero<br />

de Dios, M., 1987; Didi-Huberman, G.; 2007; Soto Cano, M., 2008. Marías, F.,<br />

2010, pp. 244-247.<br />

“Es el libro - le dice Gregorio Marañón a Indalecio Prieto refiriéndose a <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y Toledo<br />

- que he escrito con más emoción, o mejor dicho, el que he escrito sobre temas<br />

más próximos a mis entretelas” (Prieto, 1969, p. 318.).<br />

En el libro <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y Toledo de Gregorio Marañon, publicado en 1956 encontramos<br />

un conjunto de fotografías de dementes del hospital del Nuncio Viejo de Toledo, procedente<br />

en parte del fondo fotográfico Rodríguez, destinado a probar la hipótesis sugerida<br />

por Manuel Bartolomé Cossío (1857-1935) de que Doménico Theotocópuli, <strong>El</strong><br />

<strong>Greco</strong>, hubiese utilizado a modelos con algún tipo de demencia para representar a los<br />

apóstoles en sus geniales cuadros.<br />

<strong>El</strong> método utilizado por el doctor Marañón, quizá una representación-manipulación de<br />

la locura, tuvo una gran repercusión y apareció en periódicos y revistas de todo el<br />

mundo. Es evidente que el medico humanista empleó una metodología interdisciplinar<br />

y por esto acudió a distintas fuentes.<br />

Durante una estancia en París en 1918, el doctor Marañón entró en contacto con Joseph-François-Félix<br />

Babinski (1852-1932), discípulo del neurólogo y profesor de anatomía<br />

patológica, Jean-Martin Charcot (1825-1893). Antes de Charcot los psiquiatras<br />

ingleses se habían interesado por la verificación de la histeria mediante métodos fotográficos,<br />

recordemos a Hugh Welch Diamond (1809-1886) y sus métodos fotográficos<br />

aplicados al estudio de la locura y sus experimentaciones en el Asilo del Condado de<br />

Surrey en Springfield. Años después, Charcot se interesó por la verificación de la histeria<br />

en el hospital de la Salpêtrière mediante métodos fotográficos. <strong>El</strong> profesor Charcot<br />

escenificó la locura presentando a sus locos de carne y hueso ante un amplio auditorio<br />

Apostolado fotográfico de los enfermos del Nuncio de Toledo: dementes disfrazados.<br />

Archivo Histórico Provincial, Toledo. Fondo fotográfico Rodríguez, inv. 11.400.


205


Negativo Kodak con<br />

cuatro imágenes de<br />

dementes disfrazados.<br />

Archivo Histórico Provincial,<br />

Toledo, Fondo fotográfico<br />

Rodríguez, inv. 11.400.<br />

206<br />

y fotografiándolos. Marañón, influenciado por sus métodos y siguiendo la teoría de<br />

Cossío (1857-1935), tomó como referente las acciones de Charcot en el hospital de la<br />

Salpêtrière, escenificando una gran farsa en donde los dementes actuaban según sus<br />

preceptos, así como en el París de Charcot (Marías 2010, pp. 244-247). Era puro teatro,<br />

una pantomima iconográfica del arte del retrato. <strong>El</strong> objetivo de Marañón fue hallar en<br />

estas personas los rasgos del célebre misticismo castellano que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> recreó con<br />

maestría en su apostolado y que tenía en Toledo su máxima expresión.<br />

La expresividad misteriosa de los enajenados que debía funcionar como elemento verificador<br />

de esta teoría, fue captada por los fotógrafos de la casa Rodríguez y por el pintor y<br />

escultor Sebastián Miranda, artista que había nacido en Oviedo en 1885 y que adquirió<br />

hasta su muerte (20 de octubre de 1975) una gran fama. Miranda hizo algunos dibujos,<br />

hasta ahora no localizados - y que deducimos gracias a una de las fotos del Archivo Histórico<br />

Provincial de Toledo, en los que vemos a Marañón junto con un loco disfrazado de<br />

apóstol y a su izquierda un hombre con sombrero, Miranda con una hoja entre las manos,<br />

dibujando al demente a través de trazos rápidos, firmes y esquemáticos.<br />

Los resultados fueron del total agrado de Marañón, que pidió confidencialidad a los<br />

presentes en cuanto a la divulgación de las imágenes. Sobre este asunto hay que tener<br />

en cuenta las circunstancias especiales que se daban en la España de los años cincuenta,<br />

época en la que asociar santidad a locura podía generar problemas con algunos<br />

sectores de la Iglesia o del gobierno. Por tratarse de un asunto delicado pocos<br />

años después en su libro aclarará que “no he querido disfrazar de Apóstoles a los actuales<br />

inocentes, sino mostrar que son los mismos en la morfología y en la exaltación<br />

expresiva” (Marañón, 1958, p. 235.).<br />

Durante su estancia parisina, como ya hemos dicho, Marañón debió entrar en contacto<br />

más directo con los libros de Charcot y Paul Richer (1849-1933) sobre la representación<br />

de la histeria, en una época en donde los tratados psiquiátricos se vieron<br />

saturados de láminas e imágenes utilizadas como pruebas nosológicas. Inventar y fingir,<br />

estas son las palabras que comparten las imágenes de la Nouvelle Iconographie de<br />

la Salpêtrière de Charcot y las fotos del fondo fotográfico Rodríguez. Claramente estas<br />

últimas se presentan menos impactantes en la representación del los enfermos, pero<br />

les une el interés por “experimentar” sobre los cuerpos para servir a una teoría o idea.<br />

Tanto a las mujeres del Asilo Salpêtrière, como a los enfermos del Nuncio se les orde-


nan movimientos, posturas dictadas por un alfabeto visible de los cuerpos. Caprichos<br />

fotográficos y representación grafica (nos referimos a los dibujos de Miranda) fueron<br />

elementos indispensables en el estudio de Marañón. Sin embargo, nos preguntamos si<br />

efectivamente estas imágenes “triunfales” fueron eficaces en su intento por representar<br />

el misticismo contenido en la enajenación, o si por el contrario sólo alcanzaron a representar<br />

rostros angustiados, imágenes en primer plano que fueron mutiladas, y por tanto<br />

desvirtuadas para su publicación.<br />

<strong>El</strong> objetivo planteado por Marañón fue buscar un rasgo adecuado para expresar la teoría<br />

ya largamente comentada de la representación de áquellos aspectos esenciales y<br />

significativos de la locura para acercarlos a los apóstoles pintados por el cretense.<br />

Charcot y Marañón obligan a posar a los locos y a ser retratados en busca de una foto<br />

que representa un “tipo”, cristalizando las expresiones de los rostros. Pese a que la fotografía<br />

suele considerarse un fiel reflejo de la verdad, aquí estamos delante de unas<br />

fotos que son espejo de la práctica del artificio de la representación de una existencia.<br />

Teatralidad y escenificación de cuerpos-imágenes, retratos-máscaras que son sinónimos<br />

de paradoja y representaciones ficticias.<br />

Valeria Manfrè<br />

Carta del doctor<br />

Gregorio Marañón.<br />

15 febrero 1954.<br />

Archivo Histórico Provincial,<br />

Toledo, Fondo fotográfico<br />

Rodríguez, inv. 11.400.<br />

207


208<br />

Moreno Nieto, Luis, “Marañón cree que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> se inspiró, para sus personajes,<br />

en los locos del manicomio de Toledo”, <strong>El</strong> Alcázar, s. a. [1954]. Madrid,<br />

Fundación Gregorio Marañón.<br />

“Eine moderne spanische Theorie: <strong>Greco</strong>s Modelle der Verzückung”, Munich,<br />

9 de abril de 1955, pp. 55-57. Madrid, Fundación Gregorio Marañón.<br />

“Une étonnante revélation, Le <strong>Greco</strong> prenait des fous pour modèles”, Noir<br />

et Blanc, 6 de junio de 1955. Madrid, Fundación Gregorio Marañón.<br />

“Ces six photos percent le mystère du <strong>Greco</strong>… il peignait des fous!!, Paris<br />

Press, 7 de junio de 1955. Madrid, Fundación Gregorio Marañón.<br />

“Los dementes de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>”, ABC, 5 de agosto de 1955, p. 21. Madrid, Fundación<br />

Gregorio Marañón.<br />

“<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>’s Madmen”, Life, 8 de agosto de 1955, pp. 77-78. Madrid, Fundación<br />

Gregorio Marañón.<br />

“Una asombrosa revelación: <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> buscaba locos por modelos”, Nuevo<br />

Zig-Zag, 8 de octubre de 1955. Madrid, Fundación Gregorio Marañón.<br />

Marañón, Gregorio, <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y Toledo, Espasa-Calpe, Madrid 1956.<br />

Biblioteca Museo del <strong>Greco</strong>.<br />

La revalorización de la figura de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> acaecida desde la primera edición de la monografía<br />

de Cossío a principios del siglo XX se tradujo en la publicación de diferentes estudios<br />

sobre el pintor realizados desde diferentes puntos de vista. <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y Toledo de<br />

Gregorio Marañón se distingue no sólo por aportar una novedosa y acertada visión del<br />

pintor más atenta a la situación del Toledo del siglo XVI, sino por haber sido sin duda una<br />

de las más polémicas. La idea de redactar una nueva biografía de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> sobrevino al<br />

doctor Marañón en los últimos años de su vida, en un momento en que ya tenía a sus espaldas<br />

un cierto número de biografías de personajes históricos. La principal motivación<br />

de Marañón para escribir esta obra fue crear un estudio global de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, no realizar un<br />

simple análisis formal y estilístico de las obras sino un análisis profundo del proceso creativo<br />

del genio, intentando profundizar en las incógnitas que su obra reflejaba. La impostación<br />

médica y científica del doctor se trasluce en su obra al comentar las interpretaciones<br />

existentes sobre <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, como sus hipotéticos astigmatismo o locura.<br />

Una de las piedras angulares de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y Toledo es la teoría acerca del empleo de<br />

los dementes del Hospital del Nuncio como modelos para algunos de los personajes<br />

más extraviados del pintor. Esta teoría, que tiene su origen en la monografía de Cossío,<br />

resultó polémica no tanto por lo que en ella se sugería sino por la manera en que Marañón<br />

quiso verificarla. Marañón, llevado quizá por su conocimiento del uso de las fotografías<br />

como documento probatorio de las enfermedades que se hacía en Francia en<br />

esos años, quiso<br />

Portada de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y Toledo, Gregorio Marañón,<br />

Espasa-Calpe, Madrid 1956. Biblioteca Museo del <strong>Greco</strong>, Toledo..


209


210<br />

“…encontrar en los enajenados del Toledo actual, vistos sin artificio indumentario<br />

o teatral alguno, o quizá con muy leve adobo cosmético, por una<br />

parte los rasgos raciales de las gentes del pueblo que convivieron con el<br />

<strong>Greco</strong> y que éste copió; y por otra, la expresión de arrebatado misticismo<br />

de los modelos del gran pintor” (Marañón, 1956, p. 230.).<br />

Marañón, consciente de que la utilización de enfermos mentales para un asunto de<br />

esta índole podía tener una repercusión negativa, quiso mantener en secreto sus actividades,<br />

intención que vemos reflejada en esta nota que escribió a uno de los fotógrafos<br />

que le ayudaron en las sesiones de fotos realizadas en 1594:<br />

“Querido Rodríguez. Están muy bien las fotografías. Sin embargo no son<br />

mas que un ensayo que espero dejaremos terminado el próximo Domingo.<br />

Le ruego que no se las enseñe a nadie pues es un asunto delicado”<br />

(AHPTO, 11.400.).<br />

Sin embargo, los primeros ecos sobre el controvertido experimento de Marañón vieron<br />

la luz sólo un mes después, en marzo de 1954, en los periódicos ABC y <strong>El</strong> Alcázar de Toledo.<br />

En los dos artículos, escritos por Luis Moreno Nieto, leemos muchos y precisos detalles<br />

sobre el proceso fotográfico, pero no se hace pública ninguna de las fotografías. <strong>El</strong><br />

autor escribe al respecto que “aunque don Gregorio rodeó sus trabajos del mayor secreto<br />

quienes han visto las fotos obtenidas aseguran que su semejanza con algunas<br />

caras de las que pintó <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> es, sencillamente, sorprendente” (Moreno Nieto, [1954].).<br />

Resulta verdaderamente sorprendente, por tanto, el hecho de que un año después<br />

del proceso (y un año antes de que viese la luz el libro) una gran cantidad de fotografías<br />

fuesen difundidas en diferentes publicaciones periódicas por todo el mundo, creando<br />

con ello una gran polémica. En abril de 1955 se publicó el primer artículo<br />

internacional conocido sobre la supuesta enajenación de los apóstoles del <strong>Greco</strong> en<br />

Alemania. <strong>El</strong> artículo de la revista alemana Munich se ilustraba con la contraposición de<br />

algunas imágenes del Apostolado del Museo del <strong>Greco</strong> de Toledo con algunas fotografías<br />

de los dementes realizadas por Marañón, una imagen del exterior del Hospital del<br />

Nuncio y otra del propio Marañón enseñando al fotógrafo Hanns Hubmann el Apostolado.<br />

Ese mismo año de 1955 se sucedieron las reseñas del suceso en diferentes revistas,<br />

entre ellas las francesas Noir et Blanc y Paris Press, la estadounidense Life y la<br />

chilena Nuevo Zig-Zag. Pese a que el elevado número de reseñas que citamos parezca<br />

indicar lo contrario, lo cierto es que los artículos no eran sino variaciones del publicado<br />

en la revista Munich. Los breves textos, en ocasiones simples traducciones, y las selecciones<br />

de fotografías no presentan variaciones significativas, por lo que no es posible<br />

establecer una diferenciación en la apreciación del suceso por países. La prensa española,<br />

que ya había dado noticia del suceso en 1954, se limitó a subrayar el sorprendente<br />

interés que la puesta en práctica de la teoría de Marañón en el resto del mundo,<br />

comentando al respecto el artículo de la revista Life.<br />

Toda esta polémica afectó al doctor Marañón, quien vio cómo su estudio no sólo era<br />

destapado sin su autorización, sino valorado de manera errónea y superficial. La falta<br />

de rigor y el sensacionalismo de estas revistas se refleja claramente en la inclusión de


unas declaraciones falsas del doctor Marañón en los artículos de Noir et Blanc y de<br />

Nuevo Zig-Zag. En este último leemos que el doctor Marañón supuestamente declaró<br />

que “La idea de que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> pudo servirse de locos como modelos para pintar los<br />

apóstoles de la Catedral de Toledo se me ocurrió porque conozco a fondo la historia de<br />

esta hermosa ciudad, donde el artista vino a instalarse en 1577”, y que al visitar el manicomio<br />

encontró en los alienados “los mismos rasgos de espiritualidad y éxtasis que el<br />

pintor reprodujo” (Nuevo Zig-Zag, 1955.). La importancia que Marañón confirió al eco<br />

internacional que sufrió su experimento se hace patente en el capítulo correspondiente<br />

de su libro <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y Toledo, texto que constituyó nada menos que una cuarta parte de<br />

su discurso de ingreso a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, leído el 20<br />

de mayo de 1956. Marañón, tras declarar la falsedad de las supuestas declaraciones<br />

concedidas a Noir et Blanc y Nuevo Zig-Zag, escribió que<br />

“Sobre este punto he hecho algunas investigaciones que creo necesario aclarar.<br />

En primer lugar me interesa repetir que la primacía de esta sugestión que<br />

tanto ha llamado la atención ahora, a favor de la gran popularidad actual de<br />

<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y al de la hiperestésica publicidad de hoy, pertenece exclusivamente<br />

a Cossío; y que éste hizo sólo eso, una sugestión delicada y no ninguna afirmación,<br />

tan contraria a su habitual prudencia. Y quiero añadir también que yo<br />

he sido ajeno a la publicación de las fotografías que se hicieron por encargo<br />

mío y a los cotejos, aparecidos en varias revistas del mundo, entre los locos<br />

del Nuncio actual y las pinturas de Dominico. Cossío se vio obligado a dar excusas<br />

semejantes, y eso que entonces las extralimitaciones publicitarias eran<br />

menores que ahora (…)” (Marañón, 1956, pp. 228-230.).<br />

Al publicarse <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> y Toledo el público pudo conocer la verdadera teoría del doctor<br />

Marañón, ilustrada en este caso no con forzadas correlaciones entre apóstoles y dementes,<br />

sino con un mosaico de fisonomías en donde llega a resultar difícil distinguir a<br />

los lienzos de las personas. Es importante subrayar el hecho de que la portada de <strong>El</strong><br />

<strong>Greco</strong> y Toledo está ilustrada por una imagen doble formada por la contraposición del<br />

rostro de un San Pedro con el de un enajenado de barba blanca. Esta atrevida elección<br />

de portada indica que pese a la polémica suscitada por el proceso, Marañón estaba<br />

convencido de lo acertado de la teoría sugerida por Cossío, y quiso quizá de esta manera<br />

hacer una apología de lo sucedido.<br />

En las secciones culturales de algunos periódicos españoles encontramos las reseñas<br />

literarias sobre el libro de Marañón. En el ABC podemos leer que uno de sus críticos<br />

considera que “Los aleccionadores documentos fotográficos que ilustran el texto<br />

de ese incidental capítulo de enajenados, a mi modesto juicio, más le contradicen que<br />

le corroboran” (Panero, 1957, p. 122.). Esta opinión, alejada ya del romanticismo y polémica<br />

que envolvieron todo el proceso fotográfico de Marañón, constituye uno de los primeros<br />

ejemplos de la tendencia que se adueñará de la crítica a partir de este momento,<br />

la opinión de que, si bien la teoría sugerida por Cossío tenía visos de verosimilitud, la<br />

manera en que Marañón quiso verificarla no fue del todo adecuada.<br />

Cloe Cavero de Carondelet<br />

211


212<br />

Gregorio Marañón y los enfermos del Nuncio de Toledo<br />

José María Lara (Bilbao, 1913-?)<br />

Sebastian Miranda, Gregorio Marañón y un demente disfrazado.10,5 x 7,6 cm.<br />

Gregorio Marañón disfrazando a un demente de Lágrimas de San Pedro. 6,6 x 9,6 cm.<br />

Gregorio Marañón ayudado a disfrazar de apóstol a un demente de Lágrimas<br />

de San Pedro. 6,6 x 9,6 cm.<br />

[1954]<br />

Madrid, Fundación Gregorio Marañón, inv. 866, 867, 447.<br />

Fotógrafo anónimo (copias de originales desconocidas)<br />

Gregorio Marañón vistiendo a un demente. 11,5 x 11,5 cm<br />

Gregorio Marañón mirando sonriente una foto junto con Sebastian Miranda,<br />

uno de los dementes y otros personajes. 13 x 18 cm.<br />

Gregorio Marañón colocando a uno de los enfermos del Nuncio. 13 x 18 cm.<br />

[1954]<br />

Madrid, Fundación Gregorio Marañón, inv. 449, 450, 451.<br />

Bibliografía: Cossío, M. B; 1908; Moreno Nieto, L., 1954, p. 22; Marañón, G; 1956;<br />

ABC, Madrid 19/12/1983, p. 93; Gómez Santos, M., 1986; Caballero Bernabé, F. J.,<br />

1991; Gómez Santos, M., 1997, p. 17; Marías, F., 1997; Gómez Santos, M., 2001; Marías,<br />

F., 2010, p. 247; García Melero, J.E., s.a.<br />

<strong>El</strong> doctor Gregorio Marañón (1887-1960), profesor universitario y miembro de cinco reales<br />

academias, compaginó sus obligaciones de medico con su faceta literaria y artística.<br />

En la biblioteca del Cigarral de Menores, fundado en el siglo XVI por Jerónimo Miranda Vivero<br />

y adquirido por Marañón en 1922, el doctor guardaba distintos volúmenes científicos,<br />

de literatura, historia, poesía, arte, teatro náutico y política. Entre los libros de arte se encontraban<br />

la primera biografía del pintor Doménico Theotocópuli, escrita por Manuel Bartolomé<br />

Cossío (1857-1935) en 1908, pintor cretense con el cual Marañón cree compartir<br />

un mismo destino:<br />

“Porque yo también, como el gran pintor, emigré a Toledo sin saber por<br />

qué, por ese instinto que atrae a los hombres, como a los pájaros-y lo<br />

mismo a las águilas que a las humildes golondrinas - a los lugares donde<br />

el destino ordena que nuestra obra se va a cumplir” (Marañón 1956, cit., en<br />

Gómez Santos 1997, p 17.).


Durante algunas de las tertulias celebradas en el locus amoenus, en el cigarral que<br />

tanto amaba el doctor, donde como si fuera una academia platónica se acogían innumerables<br />

intelectuales, científicos y políticos españoles y extranjeros, se abordó más de<br />

una vez el tema de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>. Se hablaba del fracaso del Martirio de San Mauricio de <strong>El</strong><br />

<strong>Greco</strong> en la Corte de Felipe II y del forzoso traslado a Toledo al que el pintor se vio abocado.<br />

Doménico se instaló definitivamente en Toledo (no sin una cierta dosis de amargura),<br />

ciudad donde formó su familia y donde estableció su hogar, fundando un próspero<br />

taller en el que se dedicaría a la elaboración de cuadros, diseño de retablos y esculturas.<br />

<strong>El</strong> doctor relataba a sus amigos cómo el libro de Cossío había adquirido un gran prestigio<br />

y cómo se había convertido en el causante de la consideración general de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong><br />

como intérprete del misticismo español. Don Gregorio iba, sin embargo, más allá de esta<br />

consideración, perfilando al pintor más como filósofo que como místico. <strong>El</strong> tema había<br />

sido tratado por Marañón en 1956 en su discurso de ingreso a la Real Academia de Bellas<br />

Artes de San Fernando, titulado <strong>El</strong> Toledo y <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, donde explicaba cómo el misticismo<br />

oriental del pintor, fundido con el ascetismo castellano y el sentido judío de la<br />

trascendencia, quedaba plasmado mediante una profunda expresión plástica.<br />

La tesis defendida por Cossío de que los modelos de las figuras religiosas de los apóstoles<br />

de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> habían sido los acogidos en la Casa de los Locos del Nuncio Viejo, ubicada<br />

cerca de la Catedral de Toledo, fue seguida por el Doctor Marañón, quien creía que<br />

“<strong>El</strong> <strong>Greco</strong> pintaba locos, no me cabe duda, porque tenía la intuición de la proximidad del<br />

Gregorio Marañón ayudado<br />

a disfrazar de apóstol<br />

a un demente. 1954.<br />

213


Gregorio Marañón disfrazando<br />

a un demente de Lágrimas<br />

de San Pedro. 1954.<br />

214<br />

desvarío a la santidad” (Marañón, p.<br />

242.). <strong>El</strong> doctor, ayudado por el psiquiatra<br />

director del Hospital de Dementes<br />

Virgilio Sánchez García Mora,<br />

seleccionó los veinte enfermos más<br />

parecidos físicamente a los modelos<br />

del <strong>Greco</strong>, les dejó crecer el pelo y la<br />

barba y les procuró una vestimenta<br />

apostólica. De los veinte dementes seleccionados<br />

solo dos no quisieron ser<br />

fotografiados (Moreno Nieto, 1954, p.<br />

22), y los restantes fueron retratados<br />

por tres expertos fotógrafos al finalizar<br />

el ensayo: Pardo Bea, Pablo Rodríguez<br />

(1897-1975) y José María Lara.<br />

En la Fundación Gregorio Marañón se<br />

encuentran seis fotografías en blanco y<br />

negro. Dos de ellas han sido recientemente publicadas (Marías 2010, p. 247.) y cuatro son<br />

desconocidas hasta hoy para el público. Tres fotografías fueron realizadas –según el sello en<br />

el verso de las fotos– por el fotógrafo José María Lara. La documentación hasta ahora manejada<br />

solo nos permite avanzar conjeturas sobre este fotógrafo. Creemos que es posible<br />

relacionarlo con el fotógrafo bilbaíno José María Lara Ortiz de Pinedo, que tuvo una carrera<br />

discreta. Solo tenemos noticia de una exposición suya realizada en 1983, probablemente en<br />

Madrid. De él se dijo que veía la fotografía como una actividad menor (ABC, 1983, p. 93.).<br />

<strong>El</strong> conjunto de fotografías de la Fundación Gregorio Marañón se sitúa en el mismo escenario<br />

que las ya mencionadas fotos de Casa Rodríguez. En ellas, el Dr. Marañón viste<br />

con túnicas y paños blancos a enfermos del Nuncio.<br />

No poseemos documentación que establezca las fechas de ejecución de las fotografías,<br />

pero podemos sugerir –por lo abrigado de sus ropas y por el contenido de una nota escrita<br />

por Gregorio Marañón a los fotógrafos de Casa Rodríguez (AHPTO, 11.400.)– que se realizaron<br />

al mismo tiempo que las realizadas por Rodríguez en los primeros meses del año 1954.<br />

Encontramos distintos espectadores que asisten a la sesión fotográfica; una monja,<br />

personajes desconocidos, y el escultor y dibujante asturiano Sebastián Miranda (1885-<br />

1975), un destacado artista del panorama escultórico español del siglo XX y buen amigo<br />

de Marañón.<br />

José María Lara utilizó una película de tamaño medio para el reportaje que realiza en<br />

el exterior. Emplea medios planos y una luz suave cenital. En la foto que representa a<br />

Gregorio Marañón disfrazando a un demente de Lágrimas de San Pedro (FGM, inv. 867)<br />

los personajes están representados con gran nitidez mientras que el edificio de detrás<br />

queda ligeramente fuera de foco. Marañon en primer plano es el personaje que guía la mirada<br />

del espectador hacía el objeto principal de la foto, que resulta ser el enfermo del<br />

Nuncio. La imagen está dividida por una diagonal que desciende de izquierda a derecha<br />

dejando separadas las figuras. Este efecto de separación se enfatiza a través de la contraposición<br />

cromática, pues Marañón lleva una vestimenta más oscura que la del demente<br />

disfrazado.


En las otras fotografías la luz procedente siempre desde la parte superior es menos<br />

suave, los contrastes se hacen más marcados y, en algunos casos, hay un efecto claro<br />

de sobreexposición, por ejemplo, en las zonas más claras del sombrero de la monja<br />

(FGM, inv. 447.) o en la cabeza del enfermo, que por su escasa definición llega a confundirse<br />

con el blanco de las paredes del patio. <strong>El</strong> ojo del espectador es conducido a través<br />

de las figuras laterales hacía el sujeto principal, el demente, que está siendo<br />

disfrazado de Lágrimas de San Pedro. Lara juega con la alternancia cromática de las imágenes:<br />

Marañón oscuro, junto a él una monja más brillante; el enfermo de nuevo oscuro,<br />

el personaje desconocido a la izquierda es todavía más luminoso. Al mismo tiempo, una<br />

amplia profundidad de campo nos permite reconocer sin dificultad el rostro de la monja.<br />

Las instantáneas muestran gestos espontáneos –una actitud que se aleja de las fotos<br />

conservadas en la colección de Casa Rodríguez–, concentrando el interés de la secuencia<br />

en el acto de caracterización de las figuras, los enfermos-apóstoles.<br />

En la fotografía de conjunto (FGM, inv. 450.) el fotógrafo anónimo utiliza un gran angular<br />

para una profundidad de campo muy elevada. La atención del espectador se introduce<br />

gracias a las figuras laterales que dirigen la mirada hacía la figura central y frontal, el Dr.<br />

Marañón sonriente, que se destaca gracias a la indumentaria luminosa. No hay interacción<br />

con el espectador puesto que nadie está mirando directamente a la cámara. Incluso<br />

en esta siguiente fotografía (FGM, inv. 449), Marañón no interacciona con el enfermo que<br />

está disfrazando y tampoco los personajes del fondo interaccionan entre ellos y nadie lo<br />

hace con el espectador. Aunque estos ropajes “retóricos” dignifican alegóricamente a los<br />

dementes, la intención no fue captar sus actitudes o psicología, sino captar una iconografía<br />

vinculada a los apóstoles de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong>.<br />

Valeria Manfrè<br />

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