6. Constitución orgánica de la Iglesia y culto cristiano - Parroquia de ...

CONSTITUCIÓN ORGÁNICA DE LA IGLESIA
Y CULTO CRISTIANO
1.- LA IGLESIA PRIMITIVA: los desarrollos de la liturgia
2.- LA IGLESIA DURANTE EL SIGLO II: la homilética patrística y la
religiosidad popular.
3.- LA IGLESIA EN EL SIGLO III: organización eclesiástica
4.- LA IGLESIA HASTA EL SIGLO IV: Roma y la nueva Roma.
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1.- LA IGLESIA PRIMITIVA: los desarrollos de la liturgia
En los Hechos se nos describe el medio en que se desenvuelve la
comunidad cristiana de Jerusalén, y nos deja ver algunos aspectos de su
vida. Los primeros cristianos siguen tomando parte en la vida religiosa de
su pueblo, pero los cristianos tienen conciencia de formar a su vez una
comunidad particular. Los cristianos se reunían con frecuencia, los Hechos
hablan de reuniones diarias, que comprendían la fracción del pan, una
comida y oraciones de alabanza. Algunas de estas reuniones tenían lugar
también durante la noche.
Otro aspecto era su organización económica. Los Hechos hablan de una
comunidad de bienes por parte de los hermanos. No se sabe muy bien en
qué consistía esta comunidad de bienes, pero puede suponerse la existencia
de una caja común para remediar las necesidades de los indigentes, al estilo
de las que existían en las sinagogas judías. Los problemas de organización
económica aparecen también a propósito de otra cuestión: los Hechos nos
dicen que a consecuencia de las protestas de los helenistas, que veían
descuidadas a sus viudas, los apóstoles eligieron entre ellos a siete
personajes, que no loso son destinados a la gestión del servicio a los
pobres, sino que también predican y bautizan. Los apóstoles aprovechan la
ocasión para proporcionarse unos colaboradores a quienes comunican parte
de sus poderes y se los confieren mediante la ordenación.
2.- LA IGLESIA DURANTE EL SIGLO II: la homilética patrística y la
religiosidad popular.
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Durante el siglo II, la comunidad cristiana se afirma en su originalidad.
Presenta una gran riqueza que podemos considerar desde diversos puntos
de vista: ante todo una estructura jerárquica y un pueblo laico, se encuentra
distintos carismas que corresponden a vocaciones particulares, se dan
contrastes entre los que participan plenamente de la comunidad y lo que
viven de ella solo parcialmente: catecúmenos y penitentes. Hay vírgenes y
ascetas que buscan la perfección de la ley evangélica y esposos que
intentan realizar el ideal cristiano. Por último, los que figuran en la
vanguardia del testimonio de la fe: los confesores y los mártires.
a) La Jerarquía. El Pastor de Hermas distingue varias categorías.
Están por una parte los presbíteros, que Hermas los designa con el
nombre de obispos. Luego los misioneros itinerantes, los apóstoles y
doctores. Junto a los presbíteros encontramos diáconos, cuyas
funciones son principalmente la gestión material de la Iglesia. En un
principio el obispo es el superintendente y vigilante general de la
vida de la comunidad en todas sus manifestaciones. La figura del
obispo emerge en un período de tiempo muy breve, ya en el siglo I
de entre el grupo de los presbíteros o colegio de ancianos de la
comunidad, aunque su afirmación no estuvo carente de resistencias y
conflictos con otras figuras más antiguas y dotadas de más vitalidad,
como la de los profetas itinerantes que con todo derecho podían
remitirse también a la tradición palestina de la misión inicial de los
discípulos de Jesucristo.
El paso de la misión itinerante a la constitución de unas comunidades
sedentarias tenía que producir necesariamente modificaciones
eclesiológicas y en consecuencia, la creación de diversas figuras con
diversas funciones concentradas en el episcopado monárquico. Las
funciones del obispo cristiano poco a poco van quedando delineadas
y perfiladas a través del recurso a la transposición de los modelos del
sacerdocio levítico veterotestamentario. Esto trae como consecuencia
un proceso de clericalización que hace cada vez más profundo el
surco de división entre la jerarquía aglutinada en torno al obispo, y
detentadora de la verdad y la autoridad, y los laicos o miembros del
pueblo cristiano que han recibido solo el bautismo.
Otra figura es la del diácono, dedicado a la custodia de los bienes de
la Iglesia y a su administración para satisfacer las necesidades de los
pobres, viudas y huérfanos.
Con el tiempo se le atribuyen a las mujeres funciones especiales para
el servicio a la comunidad. Las viudas y diaconisas consagradas para
servir a las jóvenes y para la unción bautismal de las mujeres. Pero
en esta estructura jerárquica organizada no queda ya lugar alguno
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para el profetismo femenino, que practicado por las sectas
carismáticas queda marginado y asumido en la Iglesia.
b) Carismas espirituales. Junto a estos ministerios institucionales
hayamos carismas espirituales que tenía cierta importancia en al
comunidad. El principal era el de la profecía, que se refiere
principalmente a la acción de gracias en las asambleas litúrgicas,
nunca a la enseñanza.
Junto al profeta encontramos al falso profeta: no todo hombre que
habla en espíritu es un profeta –dice la Didajé- sino solo aquel que
tiene las maneras de ver del Señor. Por tanto el verdadero y falso
profeta se distinguen por su conducta.
La Didajé es un escrito procedente de la Iglesia de Siria, redactado
en la época de san Juan y en el cual se manifiestan los carismas
existentes antes de la clericalización de la Iglesia. En él se manifiesta
cómo el carisma es tenido en alta consideración. Habla de tres clases
de carismas:
- el apóstol profeta, que sería el misionero itinerante
- el carismático de la palabra, que sería el predicador
- el pedagogo o catequista enseñante
Según la Didajé los obispos y diáconos debían ser elegidos entre los
carismáticos de la palabra.
3.- LA IGLESIA EN EL SIGLO III: organización eclesiástica
El siglo III marca una etapa en el desarrollo de la vida cristiana. Liberado
ya del contexto judío, el cristianismo se difunde por el mundo grecoromano.
Esto le origina una nueva situación tanto por los obstáculos que
encuentra como por los valores que asume. La iglesia extiende
considerablemente su espera de influencia, lo que supone un gran esfuerzo
de organización distinto a los siglos anteriores. Hay que tener en cuenta las
importantes diversidades de nivel que se perfilan en la comunidad cristiana.
El rasgo más sobresaliente es la importancia que toma el catecumenado.
Un caso particular dentro de la comunidad es el de los confesores, los
cristianos encarcelados por su fe y que forman un orden particular dentro
de la comunidad.
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Otra cuestión es la de las órdenes femeninas la más antigua es la de las
viudas. La tradición apostólica de Hipólito la nombra inmediatamente
después de los diáconos, pero precisa que es una institución no ordenada.
Hasta bien entrado el siglo II solamente los adultos son admitidos al
bautismo. Este estaba perfectamente ordenado litúrgicamente desde
principios del siglo III como lo atestigua la institución de catecumenado
que tenía la finalidad de instruir y examinar a los candidatos. Parece que ya
san Pablo no bautizaba inmediatamente a los convertidos, sino que difería
un poco el bautismo. El catecumenado o tiempo de preparación para el
bautismo recibió una estructuración fija a partir del siglo III: dura de dos a
tres años, aunque podía acortarse este tiempo si el catecúmeno demostraba
estar bien preparado. Durante el tiempo de preparación ya se le exigía un
comportamiento plenamente cristiano y esta fue la razón de la institución
del padrino, es decir, aquel cristiano que se encargaba de resolver no solo
las dificultades que le pudieran sobrevenir al catecumenado, sino también
de vigilar su conducta a fin de informar a la comunidad si podía o no ser
admitido al bautismo.
Los catecúmenos podían asistir solamente a la parte doctrinal o instructiva
de la celebración de la Eucaristía y nunca estaban presentes en la parte
histérica. El bautismo excepcionalmente se podía administrar en cualquier
momento, pero se reservaba a las vigilias de Resurrección y Pentecostés,
para su administración solemne. En el siglo IV el catecumenado recibió
una estructura más completa, en la que había una serie de exámenes para
constatar la formación doctrinal del catecúmeno y de acciones simbólicas
como unciones y exorcismos, tendentes a fortalecerlo para las exigencias
de la vida cristiana y librarlo de la influencia del demonio.
4.- LA IGLESIA HASTA EL SIGLO IV: Roma y la nueva Roma.
Llegados a estos años, la Iglesia había tenido casi tres siglos de historia,
con locuaz tuvo tiempo de desarrollar su organización, excepto el
monacato, que se halla todavía en sus comienzos. Todas sus instituciones
fundamentales están ya en marcha y han alcanzado un desarrollo próximo a
la madurez. Se ha llegado a una distinción neta entre la masa de los fieles y
el clero, que a su vez se halla fuertemente jerarquizado y dividido en
obispos, presbíteros, diáconos y subdiáconos.
a) La liturgia. La Iglesia primitiva estableció desde la misma era
apostólica el primer día de la semana como día de culto cristiano: el
domingo o día del Señor en recuerdo de la resurrección de Jesús.
En cambio las comunidades palestinenses continuaron durante
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algún tiempo celebrando el culto cristiano el sábado, el día festivo
del judaísmo. Desde finales del siglo I el domingo se convirtió en
santo y seña de la identidad cristiana.
San Ignacio de Antioquía contrapone el domingo cristiano al
sábado judío. El Concilio de Nicea (325) estructuró ya y organizó
litúrgicamente el domingo, y Constantino le concedió en el 321 el
carácter de fiesta civil.
La Iglesia mantuvo las principales fiestas judías, pero dándoles un
sentido cristiano: la Pascua como conmemoración de la
resurrección del Señor, pasó a ser la fiesta principal de la Iglesia.
La Didascalia de los apóstoles, escrita en Siria en el siglo III,
describe el modo de celebrar esta fiesta de las fiestas cristianas: El
viernes y el sábado ayunaréis completamente y no tomaréis nada.
Reuníos, no durmáis, velad toda la noche en oraciones, súplicas,
lectura de los profetas, del Evangelio y de los salmos hasta las tres
horas de la madrugada siguiente al sábado. Entonces dejaréis de
ayunar. Ofreced vuestros dones y luego comed; estad alegres,
felices y contentos, pues el Mesías, prenda de vuestra resurrección,
ha resucitado. Será para vosotros una ley eterna hasta el final del
mundo.
La fiesta de Pentecostés dejó de ser la fiesta de acción de gracias
por la recolección de la cosecha, para ser la conmemoración de la
venida del Espíritu Santo.
La fiesta de Navidad tuvo su origen en la Iglesia occidental. Se cita
por primera vez en el Cronógrafo 354: se celebraba en el principio
el 25 de diciembre, para oponer una fiesta cristiana, la fiesta del
nacimiento de Cristo verdadero sol invicto, que triunfa sobre las
tinieblas de la muerte, a la fiesta principal del paganismo, que era la
fiesta del sol invicto (henoteismo), la luz que vence las tinieblas de
la noche.
En cambio, la fiesta de la Epifanía, tiene su origen en la Iglesia
oriental en el siglo II y originariamente tenía la misma finalidad de
oponer la aparición del Verbo de Dios hecho hombre, a la fiesta
pagana del sol invicto, celebrada principalmente en Egipto y
Arabia. Pero en esta fiesta se conmemoraba también la fiesta del
bautismo de Cristo en el Jordán y el milagro de Caná. Esta fiesta se
introdujo en la liturgia de la Iglesia occidental a mediados del siglo
IV.
Parece también que es a finales del siglo IV cuando las diferentes
familias litúrgicas, entre las que va a dividirse el mundo cristiano,
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comienzan a adquirir forma y a fijarse sus ritos, por ejemplo, el rito
romano.
b) Piedad popular. Un primer aspecto de esta devoción privada
revela el papel desempeñado por la institución monástica. Cuando
un cristiano que vive en el siglo aspira a llevar una vida religiosa
más intensa, espontáneamente su mirada se vuelve a los monjes
para definir el estilo de vida que, salvando las proporciones,
procurará imitar. Y este es el estilo de vida ascética que la Iglesia
prescribe a sus penitentes públicos durante su período de expiación:
ayuno, oración y limosna.
c) Disciplina eclesiástica. Con el fin de ir reduciendo poco a poco las
tensiones y oposiciones, y buscando crear los presupuestos
mínimos indispensables para una gestión normal del poder
eclesiástico por parte de los obispos, comienzan a aparecer los
llamados textos de derecho canónico, donde se elabora una
normativa referente a al distribución de cargos, tareas y
responsabilidades en el seno de la Iglesia. Son textos como la
Didajé, la Didascalia de los apóstoles y las Constituciones
Apostólicas, que aparecen en Siria desde el siglo II al IV.
También aparecen los cánones de los Concilios provinciales y de
los Sínodos locales, y de todo ello se deduce que la comunidad se
encargaba de las necesidades económicas elementales de sus
miembros.
La Iglesia impulsó y estimuló la puesta en práctica del principio
según el cual los ricos tenían la obligación de socorrer a los pobres
por medio de limosnas, lo que les procuraría la remisión de sus
pecados menos graves. Los beneficiados deberían a su vez
corresponder a tal favor elevando oraciones al Señor para
interceder por la salvación eterna de sus bienhechores.
La fuerza de atracción que ejercía la solidaridad que practicaban los
cristianos fue uno de los elementos que de manera más
determinante contribuyeron al éxito y a la propagación de la Iglesia
en el mundo antiguo, como los mismos paganos se vieron
obligados a admitir.
También los comportamientos privados quedaban sometidos al
influjo de las comunidades cristianas, especialmente en la esfera de
la ética sexual. La castidad permanecía siempre como el modelo
supremo. La afirmación de la monogamia excluía el adulterio,
aunque en la práctica se indicaban diversas soluciones para resolver
el problema de los nuevos matrimonios después de los divorcios.
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El respeto a la vida excluía tanto el aborto como el abandono y la
indefensión de los recién nacidos.
Este rigorismo llevó en ocasiones, por ejemplo entre los
montanistas, incluso a condenar abiertamente las segundas nupcias
de los viudos.
No fueron desconocidos ni aislados casos extremos de auto
castración que llegados a un cierto punto, suscitaron la reacción y
la firme condena de la autoridad eclesiástica. Famoso fue el caso de
Orígenes, que había tomado al pie de la letra las palabras de
Jesucristo sobre los eunucos por el reino de los cielos (Mt 19, 12:
Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, los hay que fueron
hechos eunucos por los hombres y los hay que a sí mismos se hicieron tales por el
reino de Dios. ¡El que sea capaz de hacer esto que lo haga!".)
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