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Edición 34 - Revista literaria POLIGRAMAS - Universidad del Valle

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Rector<br />

<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Valle</strong><br />

Dr. Iván Enrique Ramos Calderón<br />

Decano<br />

Facultad de Humanidades<br />

Mag. Darío Henao Restrepo<br />

Director<br />

Escuela de Estudios Literarios<br />

Mag. Julián Malatesta<br />

Director<br />

<strong>Revista</strong> Poligramas<br />

Mag. Darío Henao Restrepo<br />

Comité Editorial<br />

Mag. Carmiña Navia Velasco<br />

(<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Valle</strong>)<br />

Mag. Juan Julián Jiménez Pimentel<br />

(<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Valle</strong>)<br />

Dr. César Valencia Solanilla<br />

(<strong>Universidad</strong> Tecnológica de<br />

Pereira)<br />

Dra. María Antonieta Gómez<br />

Goyeneche<br />

(<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Valle</strong>)<br />

Dr. Fabio Martínez<br />

(<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Valle</strong>)<br />

Dr. Augusto Escobar<br />

(<strong>Universidad</strong> de Antioquia)<br />

Asistente Editorial<br />

Elizabeth Vejarano<br />

Corrección<br />

Rodolfo Villa Valencia<br />

Comité Asesor<br />

Dr. Eduardo F. Coutinho<br />

(<strong>Universidad</strong> Federal de Río de<br />

Janeiro)<br />

Dra. Silvia Inés Cárcamo<br />

(<strong>Universidad</strong> Federal de Río de<br />

Janeiro)<br />

Dr. Michael Palencia Roth<br />

(<strong>Universidad</strong> de Illinois)<br />

Dr. Hernán Lara Zabala<br />

(<strong>Universidad</strong> Autónoma de<br />

México)<br />

Dr. Armando Romero<br />

(<strong>Universidad</strong> de Cinccinati)<br />

Dr. Álvaro Pineda Botero<br />

(<strong>Universidad</strong> EAFIT)<br />

Dr. Jaques Gillard<br />

(<strong>Universidad</strong> de Tolouse)<br />

Dr. Fernando Cruz Kronfly<br />

(<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Valle</strong>)<br />

Periodicidad<br />

Semestral<br />

Ilustraciones<br />

Mónica Blandón<br />

Traducciones<br />

Simone Accorsi,<br />

Diseño y diagramación<br />

Unidad de Artes Gráficas<br />

Facultad de Humanidades<br />

<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Valle</strong>


Contenido<br />

Dossier Inspiraciones y sospechas<br />

Ficción de ficciones<br />

Eduardo Subirats 11<br />

Palabras de carne, letras, hueso y alma<br />

Guillermo Alberto Arévalo 33<br />

Eros y Thánatos, componentes esenciales en la cuentística<br />

de Germán Espinosa<br />

Orfa Kelita Vanegas V. 43<br />

Dossier Lo propio, lo otro y lo nos-otro<br />

La metáfora <strong>del</strong> viaje en Cantos y encantamiento de la lluvia,<br />

de Albalucía Ángel<br />

Carlos A. Castrillón 61<br />

La narrativa colombiana de la segunda mitad <strong>del</strong> siglo XX<br />

con el tema de la violencia política<br />

Marta Cecilia Lora-Garcés 77<br />

La poesía colombiana en la transición de dos siglos:<br />

una lectura personal<br />

Carlos Patiño Millán 103<br />

Otras lecturas sobre el Teatro americano<br />

Liliana Alzate Cuervo 141<br />

Sobre las políticas de los cuerpos y las emociones para la<br />

construcción <strong>del</strong> proyecto de nación en la novela María<br />

de Jorge Isaacs (1868) y en la prensa * de 1900 a 1920<br />

Elizabeth Vejarano Soto 171<br />

El poeta se transfigura en un artesano de la palabra pública:<br />

El mecanógrafo <strong>del</strong> parque de Julián Malatesta<br />

Álvaro Bautista-Cabrera 201


Editorial<br />

Abre en esta oportunidad el ensayo Ficción de Ficciones, <strong>del</strong> filósofo<br />

español Eduardo Subirats, en el cual hilvana una mirada crítica de<br />

la obra de Jorge Luis Borges a partir <strong>del</strong> comentario <strong>del</strong> escritor polaco<br />

Witold Gombrowicz. La nota es virulenta, como para desesperar a los<br />

borgeanos, pues en ella el autor de Ferdydurke califica a Borges<br />

como abstracto, escolástico, metafísico y falto de originalidad. Subirats<br />

busca razones y argumentos para fundamentar esta apreciación de<br />

Gombrowisz y aprovecha para poner en cuestión a la máquina académica<br />

de decodificación estructuralista que hizo de Borges una figura<br />

idolatrada. En esta perspectiva, la obra de Borges es considerada como<br />

una literatura de simulacro y artificio, reducida a juegos lingüísticos<br />

vaciados de toda experiencia, de signos, metáforas e intertextualidades<br />

fenomenológicamente vaciados de todo conflicto, de todo drama<br />

vivido. Ideas que Subirats desarrolla echando mano de otros escritores<br />

latinoamericanos como Onetti, Rulfo, Guimaraes Rosa y José María<br />

Arguedas. El asunto da mucho para argumentar y contra-argumentar,<br />

pues al final de cuentas se trata de un antiguo tema: la Literatura y su<br />

relación con la Realidad.<br />

Dos escritores colombianos – Alonso Aristizábal y Germán Espinosa<br />

- son objeto de los trabajos de Guillermo Alberto Arévalo y Orfa<br />

Kelita Vanegas. El primero, Palabras de carne, letras, hueso y alma,<br />

se ocupa <strong>del</strong> libro, Poemas caminos por la tierra, <strong>del</strong> escritor caldense.<br />

El análisis se centra en la concepción y vivencia <strong>del</strong> tiempo que<br />

el poeta elabora con una geografía, unas gentes, una tradición y una<br />

memoria. A seguir, Eros y Thánatos, componentes esenciales en la<br />

cuentística de Germán Espinosa, de Orfa Kelita Vanegas se detiene a<br />

mostrar la relación entre la muerte y el erotismo en los cuentos <strong>del</strong> escritor<br />

cartagenero. La idea de Thánatos como eje principal de la diferencia<br />

entre el ser humano y su entorno animal, la santidad expresa en<br />

la negación y vivificada en la burla de las prohibiciones es un vector<br />

principal de la obra <strong>del</strong> autor que la autora demuestra en este trabajo.


Se sigue con varios ensayos dedicados a la literatura colombiana.<br />

Dos dedicados a escritoras, un proceso de valoración cada<br />

vez más consolidado en los estudios literarios <strong>del</strong> país. El primero,<br />

La metáfora <strong>del</strong> viaje en Cantos y encantamiento de la lluvia,<br />

de Albalucía Ángel, de Carlos A. Castrillón, presenta como la<br />

metáfora de un viaje de encuentros y desencuentros ya trabajada<br />

por la autora en Las Andariegas vuelve en los poemas ligada<br />

al encantamiento de la palabra, el descubrimiento <strong>del</strong> erotismo<br />

personal y la reflexividad de la búsqueda. En este libro de Albalucía<br />

el amor es el destino, una búsqueda que le da sentido a la<br />

circularidad de la estructura que lo ordena.<br />

Dos ensayos de carácter panorámico nos ofrecen una mirada<br />

acerca de temáticas de suma importancia para los estudios literarios<br />

en Colombia: la literatura sobre el fenómeno de la violencia<br />

y la poesía moderna. En el primer tema, La narrativa colombiana<br />

de la segunda mitad <strong>del</strong> siglo XX con el tema de la violencia<br />

política, de Marta Cecilia Lora-Garcés, es una balance de cómo<br />

la ficción ha dado cuenta de la violencia, en particular la elaboración<br />

simbólica <strong>del</strong> conflicto armado que azola varias regiones<br />

<strong>del</strong> país. Controvirtiendo a Gonzalo Sánchez en Guerras, memoria<br />

e historia, cuando asevera que el país ha vivido en un “déficit<br />

de narración” o en un “déficit de la capacidad expresiva”,<br />

la autora demuestra con los textos recogidos que ellos sin dan<br />

cuenta de muchos aspectos asociados a estos temas de la memoria,<br />

la crueldad, el dolor, el miedo, el desarraigo y tantos otros<br />

que atraviesan nuestra cotidianidad. El segundo tema, La poesía<br />

colombiana en la transición de dos siglos: una lectura personal,<br />

de Carlos Patiño Millán, es un esfuerzo <strong>del</strong> autor por armar su<br />

visión en diálogo con la crítica, con los poetas colombianos y<br />

sus libros. Trabajo de enorme utilidad por la vasta bibliografía<br />

consultada y las relaciones y hipótesis de interpretación enunciadas<br />

en el recorrido por varias décadas de la poesía colombiana.<br />

La diversidad en las valoraciones es puesta en escena, a<br />

partir de las voces de poetas y críticos, con cierta dosis de ironía<br />

dado que todos tienen su canon, sus preferencias y sus fobias.<br />

6


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

En el campo de los estudios sobre Jorge Isaacs, iniciados por<br />

el Grupo Narrativa Colombiana de Univalle, el trabajo que aquí<br />

presentamos es una nueva aproximación a la novela cumbre <strong>del</strong><br />

autor: Sobre las políticas de los cuerpos y las emociones para la<br />

construcción <strong>del</strong> proyecto de nación en la novela María de Jorge<br />

Isaacs (1868) y en la prensa de 1900 a 1920, de Elizabeth<br />

Vejarano Soto. Los cuerpos de hombres y mujeres, en la novela<br />

y en la prensa de la época, son aquí focalizados para estudiar<br />

cómo se van configurando subjetividades en pro de una identidad<br />

nacional moderna. Finalmente, el ensayo, Otras lecturas<br />

sobre el Teatro americano, de Liliana Alzate Cuervo, ofrece una<br />

valoración <strong>del</strong> teatro hispanoamericano como un hecho cultural<br />

pluri-étnico y multicultural, entre lo indígena, lo negro, lo criollo<br />

y lo español.<br />

Ilustran en esta ocasión la portada y las páginas interiores las pinturas<br />

de Mónica Blandón.<br />

Darío Henao Restrepo<br />

Director<br />

7


Dossier Inspiraciones y sospechas<br />

Sin titulo Acrilico sobre lienzo 1.40 mt x 1.70 mt Mónica Blandón


FICCIÓN DE FICCIONES<br />

1<br />

Eduardo Subirats<br />

“Estoy seguro, recibirá el premio Nobel. Una pena, que pena…<br />

toda su existencia parece instalada en torno a esa meta… Es la suya<br />

una literatura escrita para literatos, especialmente escrita para miembros<br />

de un jurado. Y él es el candidato idóneo: abstracto, escolástico,<br />

metafísico, con la suficiente falta de originalidad como para buscarse<br />

caminos trillados, pero lo suficientemente original en su falta de originalidad<br />

como para convertirse en una variante nueva, incluso creativa,<br />

de algo ya conocido y reconocido. ¡Y un cocinero de cuatro estrellas!<br />

¡Cocina para gourmets...!”<br />

Comentario al margen escrito por Witold Gombrowicz en su diario<br />

de 1962. No sólo <strong>del</strong>ata una figura nueva <strong>del</strong> escritor y <strong>del</strong> intelectual<br />

en nuestra cultura corporativamente administrada. Más importante es<br />

señalar sus constituyentes formales. Poner de manifiesto el predominio<br />

de la forma y el formalismo que acompaña fatalmente a esta figura<br />

decadente <strong>del</strong> escritor contemporáneo.<br />

La originalidad en la falta de originalidad. Novedad de lo repetido.<br />

Escolástica. Escritura para jurados literarios. Una cocina escritural…<br />

Esta crítica de Gombrowicz cristalizaba una firme tradición intelectual<br />

europea que concebía la literatura como experiencia ejemplar, como<br />

reflexión <strong>del</strong> Zeitgeist, que concebía la literatura como esclarecimiento<br />

sobre la condición humana, sobre las continuas crisis de la civilización<br />

contemporánea, sobre la resistencia de la existencia ante una<br />

mala realidad: August Strindberg y James Joyce, Franz Kafka, Robert<br />

Musil o Thomas Mann, Hermann Broch y Samuel Beckett… Sin embargo,<br />

Gombrowicz no se refería con estas palabras de su diario a la<br />

cultura <strong>literaria</strong> europea que dejaba a sus espaldas bajo la amenaza<br />

Poligramas <strong>34</strong> • Junio - Diciembre 2010 • 11- 31


Eduardo Subirats<br />

de los fascismos y las guerras. Escribía desde otro punto de vista: el<br />

pequeño mundo hispanoamericano en cuyo medio se había exiliado.<br />

“…Frío fuego de artificios, chispeante ingenio, inteligente hasta el<br />

extremo de la más elevada sutileza, piruetas de un pensamiento retórico,<br />

pensamiento muerto, incapaz de concebir una idea vital, un pensamiento<br />

que ni siquiera se interesa por el “verdadero” pensamiento,<br />

que es conscientemente ficticio, y que, además, se acolchona en sus<br />

arabescos, glosas y exégesis, un pensamiento ornamental. Pero, ¡que<br />

métier! ¡Literariamente inmaculado! ¡Qué maestro de cocina! ¿Y qué<br />

puede ser más embelesador para un escritor de pura sangre que un<br />

literato que no tiene sangre en las venas, un literato literario que nada<br />

ve, que no ve nada más allá de sus elucubraciones mentales?”. 1<br />

Literatura como simulacro y artificio, literatura reducida a juegos<br />

lingüísticos vaciados de toda experiencia, literatura de los signos, metáforas<br />

e intertextualidades fenomenológicamente vaciados de toda<br />

realidad, de todo conflicto, de todo drama realmente vivido. Repito:<br />

es definitivamente irrelevante el caso. Que Gombrowicz cuestione el<br />

esteticismo neobarroco José Luis Borges, y que Borges fuera elevado<br />

a una figura idolátrica de la máquina académica de decodificación estructuralista,<br />

y que no sea el caso de cualquier otro escritor argentino<br />

o latinoamericano o europeo o global, todo eso no tiene mayor importancia.<br />

Tampoco la tiene que Gombrowicz denuncie en las páginas<br />

silenciosas de su diario la fosilización comercial de “un genre à la<br />

Kafka”. Podría denunciarse por igual un subsiguiente “genre à la Rulfo,”<br />

o “à la Arguedas”, o cualquier otro brand mark realmaravilloso<br />

de nuestros mercados culturales y sus aduaneros académicos globales.<br />

Lo relevante aquí es la definición negativa de este prototipo literario<br />

que entre tanto se ha hecho global: la crítica <strong>del</strong> escritor como<br />

productor de ficciones, la denuncia de una literatura de boutique, el<br />

rechazo <strong>del</strong> intelectual como productor transubjetivo de textos; y más<br />

importante todavía es el rechazo existencial <strong>del</strong> formalismo, de la escolástica<br />

y <strong>del</strong> academicismo que fatalmente ampara a este proceso<br />

espiritualmente regresivo. Relevante es el concepto <strong>del</strong> intelectual<br />

1 Witold Gombrowicz, Tagebuch, en: W.G., Gesammelte Werke (Frankfurt a. M.: Fischer<br />

Taschenbuch Verlag), vol. 6-8, pp. 779 y s.<br />

12


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

como cocinero y de su audiencia como una sociedad de gourmets. O<br />

de simples consumidores estupidizados por los infomerciales de las<br />

industrias culturales y los slogans de una teoría <strong>literaria</strong> que la máquina<br />

académica reproduce ad nauseam como dispositivo discursivo<br />

prêt-à-porter. También es relevante, si se me permite llevar las cosas<br />

a un consecuente extremo, que esta figura decadente <strong>del</strong> escritor profesional<br />

latinoamericano haya sido naturalizada por una irresponsable<br />

crítica <strong>literaria</strong> bajo la categoría de realismo mágico, y que esta categoría<br />

se haya convertido en la llave maestra para encerrar a todos los<br />

secretos literarios, a todas las diferencias sociales, étnicas, simbólicas<br />

o mitológicas, así como a la variedad y diversidad de experiencias<br />

físicas y metafísicas, religiosas y mágicas, psicológicas y eróticas de<br />

la literatura latinoamericana y, por extensión, global, en una única y<br />

simplísima fosa común semiótica que permite igualar y aplastar todas<br />

las tensiones que se despliegan en el arte <strong>del</strong> siglo 20, para disciplinarlos<br />

a continuación bajo la anodina supervisión política de los “cultural<br />

studies” y de las cadenas de producción de “creative writing”.<br />

Pero Gombrowicz pone esta visión en escorzo no solo para resaltar<br />

expresionísticamente la degradación intelectual y la putrefacción<br />

moral de un “último artista” y de una “postliteratura”, por mencionar<br />

moneda corriente de la corriente crítica escolástica. Cierto: el escritor<br />

integralmente adaptado a los imperativos estéticos y académicos de la<br />

sociedad <strong>del</strong> consumo, el productor de arte como lánguido entertainer<br />

de estupidizadas masas mediáticas, el autor de best sellers y el academic<br />

super star han sido en las últimas décadas figuras protagónicas<br />

y hegemónicas en todos los ámbitos <strong>del</strong> espectáculo cultural. Eso ya<br />

lo sabíamos hace mucho tiempo. Con respecto a la literatura acorralada,<br />

acechada y aislada en los campos de concentración semiótica<br />

<strong>del</strong> latinoamericanismo hemisférico, la identidad estética y política de<br />

este neobarroco postmodernista con la teología contrarreformista <strong>del</strong><br />

barroco colonial ibérico salta asimismo a la vista.<br />

Sin embargo, me parece más interesante, y mucho más urgente incluso,<br />

poner de manifiesto la otra cara de este paisaje de cinismo y<br />

vulgaridad que nos rodea por todas partes. Ciertamente Gombrowicz<br />

fue un intelectual que se impuso por tarea destruir las últimas aparien-<br />

13


Eduardo Subirats<br />

cias de la agónica cultura europea. Su crítica es enteramente negativa.<br />

Pero a través de esta crítica de la forma y el formalismo en la que se<br />

había petrificado esa cultura bajo los poderes fácticos de la “postguerra”<br />

trazaba también un perfil preciso <strong>del</strong> artista o <strong>del</strong> intelectual que<br />

él deseaba ser y que realmente fue. Lo llamó “escritor de pura sangre”.<br />

¿Cómo definir a este animal de raza?<br />

14<br />

2<br />

Ferdydurke o Pornografía, sus cuentos y sus diarios ponen de manifiesto<br />

una constelación intelectual caracterizada por una serie de circunstancias<br />

históricas de marcada intensidad emocional e intelectual:<br />

dos guerras mundiales, las revoluciones comunistas que la coronaron<br />

a lo ancho de Europa central, el desmoronamiento de los valores de<br />

la cultura aristocrática, el ascenso <strong>del</strong> stalinismo, y de los fascismos y<br />

nacionalsocialismos, la implosión de la sociedad industrial, la cultura<br />

de masas, la movilización de las masas, la ocupación militar nazista<br />

y soviética, la sucesión de genocidios dentro y fuera de Europa, la<br />

devastación europea bajo los zone bombing anglonorteamericanos, la<br />

desaparición de Polonia, la división de Alemania y la final disolución<br />

de Europa… Todos estos dilemas se ponen de manifiesto de manera<br />

muy ostensible y rotunda en sus novelas. Más aún: Gombrowicz concibió<br />

sus novelas, sus cuentos, su teatro y sus diarios como el espacio<br />

vital de experimentación “situacionista” de la violencia que atravesó<br />

su experiencia personal y existencial en todos estos escenarios reales,<br />

y de la subsiguiente desintegración de los valores de la sociedad tradicional<br />

europea, ya fuera aristocrática, ya fuera campesina, ya fuera<br />

obrera. Para él escribir significaba describir el final de la nación, de la<br />

literatura y de la cultura; significaba relatar el final de la libertad y de<br />

la humanidad. Escritura como disolución expresionista de las formas.<br />

Escritura como disolución de la forma. De todas las formas, <strong>literaria</strong>s,<br />

sexuales, metafísicas. Tenemos aquí un representante de la crisis de la<br />

modernidad, la antesala de este ridículo slogan de la postmodernidad<br />

que la máquina académica y las industrias culturales autoproclamadas


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

globales han bagatelizado en el equívoco signo de identidad de una era<br />

de destrucción y escarnio, y en el anuncio de la catástrofe mundial que<br />

sus eventos culturales y políticos <strong>del</strong> fin de siècle ocultaban tras sus<br />

omnipresentes y omnipotentes pantallas virtuales.<br />

Pero tenemos aquí también una concepción limpia y radical de la<br />

literatura no como producción de signos, metonimias y metáforas, simulacros<br />

y artificios. Tenemos aquí una literatura comprendida como<br />

un mo<strong>del</strong>o de reflexión crítica, como el medio de esclarecimiento de la<br />

realidad subjetiva e histórica. Una literatura concebida como confrontación<br />

de una realidad conflictiva, no como su neutralización fenomenológica<br />

en un universo ficticio de signos puros. Es esta una literatura<br />

comprendida como drama en el sentido griego de dromenon, es decir,<br />

de resistencia frente a la realidad, de transgresión y subversión de normas,<br />

roles y formas, y de acción subjetiva y transformadora.<br />

Y todavía puede decirse algo más, aunque no sea mi propósito escribir<br />

aquí sobre Gombrowicz, quien al fin y al cabo fue un escritor europeo<br />

por antonomasia precisamente porque abandonó a Europa, a una<br />

agónica Europa, y detectó las fibras nerviosas más irritables que anunciaban<br />

su irreversible desaparición. Se puede decir algo más aunque<br />

lo que pretendo analizar en estas páginas sea más bien el concepto de<br />

literatura de un intelectual latinoamericano de características completamente<br />

diferente. Aunque quizás no tan diferentes: José María Arguedas.<br />

3<br />

En el juego de espejos que distingue la modernidad estética de Argentina,<br />

y de la élite letrada que giraba en torno a Victoria Ocampo en<br />

particular, Gombrowicz desempeñó el ostensible papel de un indeseado<br />

intruso. Quizás ni siquiera un intruso. La palabra adecuada tal vez<br />

sea advenediza. Cierto que este escritor era europeo en la totalidad<br />

de sus facetas personales y <strong>literaria</strong>s. ¡Uno de los más profundos europeos<br />

<strong>del</strong> siglo veinte! Eso, por sí sólo, debía de abrirle paso en los<br />

foros intelectuales de América latina: el “continente vacío,” como por<br />

esos mismos años lo denominó el escritor mexicano Salvador Novo.<br />

15


Eduardo Subirats<br />

¡Sin lugar a dudas: un europeo! Pero Gombrowicz no era francés,<br />

ni tampoco inglés. Y eso ni siquiera era lo peor. Lo peor era que la Europa<br />

que encarnaba y descarnaba el novelista polaco se encontraba en<br />

las antípodas de la visión idealizada y trivial de la modernidad europea<br />

que la élite argentina de la revista Sur era capaz de regurgitar. No<br />

sólo su conciencia de la crisis europea tenía que sentirse en aquellos<br />

círculos “vanguardistas” como una provocación o incluso una bravata<br />

“anarquista” —como fielmente pone de manifiesto Gombrowicz en<br />

su diario. Con el transcurso <strong>del</strong> tiempo esta percepción provinciana<br />

pudo corregirse después de todo porque otros intelectuales europeos,<br />

esta vez franceses, alemanes e ingleses, de Albert Camus y Theodor<br />

W. Adorno, a Thomas Mann o Samuel Beckett, por citar nombres y<br />

talantes muy diversos, llegaron más pronto o más tarde a una similar<br />

conclusión negativa sobre el destino europeo.<br />

Pero lo más imperdonable en el caso de Gombrowicz no era sólo<br />

esta visión a<strong>del</strong>antada de las cosas. Lo más intolerable era su peculiar<br />

mirada sobre las letras argentinas e hispanoamericanas que este<br />

amplio horizonte intelectual le permitía arrojar: una mirada que definitivamente<br />

era y sigue siendo inadmisible para los aduaneros de las<br />

“modernidades periféricas” o “tardías”, de las modernidades “hemisféricas”,<br />

“subalternas” e “hibridas”, así también llamadas “modernidades<br />

<strong>del</strong> Sur”, a falta de un concepto. 2<br />

Para Gombrowicz, Argentina y, por extensión, América, o más específicamente,<br />

la América latina, significaba la juventud, la energía<br />

creativa, la inmadurez en un sentido afirmativo que comprende las<br />

posibilidades más coloridas de la espontaneidad y la fuerza, y de la<br />

originalidad y la radicalidad. América era un mundo nuevo porque era<br />

un mundo joven dotado de inmensas posibilidades de expresión artística<br />

que no tenían parangón en el continente europeo. América latina<br />

2 En Memoria y exilio (Madrid: Losada, 2003) he puesto de manifiesto con sobrada<br />

claridad, incluso para los oídos sordos de los hispanistas, las razones y sinrazones históricas<br />

constitutivas de la decadencia cultural hispánica a partir <strong>del</strong> siglo 16, y el subsiguiente<br />

trasplante de sus sombras y demonios al proceso colonial americano. Y he denunciado<br />

no menos incisivamente el patético paternalismo con el que el hispanismo anglosajón<br />

ha dado su definitiva autorización a estas modernidades adjetivadas: si más no, bajo<br />

su discreto paraguas los dramas literarios y los conflictos neocoloniales derivados de<br />

esa decadencia se disipan en las escolásticas nieblas de esas modernidades adjetivadas.<br />

16


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

era “Ein Land der Zukunft”, una tierra de futuros, como Stefan Zweig<br />

subtituló a Brasil bajo una mirada en algunos aspectos comparable a<br />

la de Gombrowicz.<br />

Esta visión <strong>del</strong> “Nuevo Mundo” no es necesariamente idéntica, dicho<br />

sea de paso, a las miradas <strong>del</strong> sujeto colonizador europeo. Gombrowicz<br />

no comparte en ningún momento la fascinación <strong>del</strong> “descubridor”<br />

europeo que llegó al llamado Nuevo Mundo con la fanática<br />

vocación de dar viejos nombres e imponer consabidas leyes sobre<br />

todas las cosas que hallaba a su paso por el deslumbrante continente,<br />

fueran naturales, humanas o divinas. Esta es precisamente su ventaja<br />

con respecto al latinoamericanismo que representaba Alejo Carpentier<br />

en aquellos mismos años, un nacionalismo realmaravilloso que confundía<br />

la creación <strong>literaria</strong> con la obsesión colonial de bautizar todas<br />

las cosas. Tampoco la defensa que Gombrowicz hace de la “ausencia<br />

de forma”, y que distinguiría a estas Américas como culturas jóvenes<br />

altamente creadoras, despierta en su obra latinoamericana aquella<br />

ilusión colonial de una naturaleza virgen, pura y carente historia que<br />

según Lezama Lima o García Márquez elevaba el eterno paraíso de<br />

los trópicos a matriz originaria de una identidad latinoamericana tan<br />

maravillosa como irreflexiva.<br />

Gombrowicz no fue precisamente un escritor neo o postsurrealista.<br />

Criticaba a los literatos argentinos precisamente por ignorar sus<br />

propias realidades y desechar las posibilidades creadoras que éstas<br />

encerraban. Les reprochaba su incomprensión de la decadencia que<br />

recorría la Europa que ensoñaban provincianamente y les despreciaba<br />

por encerrarse en un mundo de simulacros, fantasmas y ficciones. El<br />

escritor que desembarcó en Buenos Aires de un transatlántico procedente<br />

de una Polonia desaparecida durante la travesía oceánica les<br />

echaba en cara a estos intelectuales rioplatenses sus duplicados de una<br />

Europa que sólo existía en su imaginación ficcionalista. “Esta élite<br />

argentina… recordaba más bien a una juventud acomodadiza cuyo orgullo<br />

consistía en aprender de los mayores a envejecer lo más rápidamente<br />

posible. ¡Ah! ¡No ser ya más jóvenes! ¡Ah! ¡Poseer una literatura<br />

madura! ¡Ah! ¡Igualarse a Francia e Inglaterra! ¡Hacerse adultos y<br />

hacerse adultos a toda prisa!” –escribía en 1955, para añadir a renglón<br />

17


Eduardo Subirats<br />

seguido: “Lo que me disgustaba era su incapacidad de encontrar una<br />

posición propia frente a la cultura que estuviese acorde con su realidad<br />

y con la realidad de Argentina. Aunque algunos de ellos eran maduros<br />

desde un punto de vista personal, vivían en un país en el que la madurez<br />

era más débil que la inmadurez, y aquí, en Argentina, el arte,<br />

la religión, la filosofía no eran lo mismo que en Europa. En lugar de<br />

trasplantarlos sin cambio alguno al propio suelo para refunfuñar luego<br />

sobre el raquítico arbolito resultante, ¿no hubiera sido mejor cultivar<br />

algo que se adaptase mejor a su propia tierra? De ahí que esta adaptabilidad<br />

<strong>del</strong> arte argentino, su corrección, su mueca de alumno ejemplar,<br />

su lindo cuarto de niños no significaran para mí sino la prueba de<br />

la impotencia frente al propio destino”. 3<br />

18<br />

4<br />

Las palabras de Gombrowicz son lo suficientemente elocuentes.<br />

Primero: literatura como arte de cocina. Esta concepción se anticipa<br />

a la plena integración profesionalizada de la producción <strong>literaria</strong> a las<br />

exigencias de un libre mercado cultural íntegramente tutelado por una<br />

irreflexiva máquina académica. Sus invectivas contra la literatura de<br />

cocineros para lectores de consumo recuerdan también, dicho sea de<br />

paso, a las críticas <strong>del</strong> letrado hispanoamericano y de la ficción letrada<br />

de la modernidad que expuso Ángel Rama. Lo que Gombrowicz puso<br />

en cuestión es, al fin y al cabo, la constitución de una élite escritural<br />

argentina o latinoamericana en nombre de los fantasmas, simulacros<br />

y signos de una modernidad europea que su encendida imaginación<br />

subalterna transformaba en anémico canon escolástico. Lo que pone<br />

en cuestión es la instauración de lo moderno por los protagonistas de<br />

la ciudad letrada latinoamericana como una ficción de ficciones.<br />

Segundo: dar la espalda a la realidad, ignorar la propia realidad<br />

histórica, eliminar la realidad <strong>del</strong> carácter, de la psicología, de la existencia,<br />

escapar a la realidad social, abstraer toda realidad histórica,<br />

ignorar la naturaleza, las necesidades humanas, los conflictos sociales<br />

3 Witold Gombrowicz, Tagebuch, op.cit, pp. 226 y s.


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

en una era de decadencia y guerras: este era el verdadero programa<br />

ficcionalista de esa élite <strong>literaria</strong>. Prospecto letrado, retórico y barroco,<br />

más tarde reciclado como doctrina deconstruccionista no de transformar<br />

<strong>literaria</strong>mente la realidad social, histórica o simbólica, sino de<br />

desguazar la obra <strong>literaria</strong> en signos y sintaxis, en textualidades y estructuras,<br />

y en representaciones, alucinaciones, fantasmas y alegorías.<br />

Bioy Casares y Borges y Xul Solar como paradigmas de una literatura<br />

abiertamente textual y de un arte letrado y letrista, literatura como<br />

mascarada y artificio, pintura como simulacro y reflejos espectrales.<br />

Tercero y conclusión final: la ausencia de originalidad, los arbolitos<br />

raquíticos, las modernidades clonadas, la ideas fuera de lugar y,<br />

por toda conclusión, aquella “impotencia frente al propio destino”,<br />

ese destino histórico sutil o no tan sutilmente estilizado como inapelable<br />

e implacable necesidad en las academias e industrias culturales<br />

lo mismo que en los escenarios políticos de modernidades gaseosas,<br />

guerras virtuales, burbujas financieras, eventos semióticos, ciudades<br />

inmateriales y sermones postmodernistas. Esas son las marcas de la<br />

debilidad artística y la decadencia <strong>literaria</strong>, y de la disminución y el<br />

vacío intelectuales que la máquina académica ha idealizado y elevado<br />

urbi et orbi a la virtud moral por excelencia de la cocina escritural corporativamente<br />

sancionada de secuencias narrativas y redes intertextuales,<br />

y sus funcionarios-creadores transubjetivos. En fin, el “creative<br />

writing”.<br />

No se requieren mayores comentarios.<br />

5<br />

Pero queda un comentario por hacer. Es una entrada en el diario<br />

de José María Arguedas, fechada el mes de mayo de 1968. Pero que<br />

reincide sobre los mismos lugares y motivos que recorre la mirada de<br />

Gombrowicz: la lucha por la forma, una literatura radical, y lo que<br />

también llama “escritor de pura sangre.”<br />

Sólo que Arguedas contempla el mismo paisaje latinoamericano<br />

que vilipendia Gombrowicz desde la otra orilla. Para ser más exactos:<br />

lo contempla desde la orilla opuesta. Arguedas no era un intelectual<br />

19


Eduardo Subirats<br />

escapado <strong>del</strong> incendio europeo. Era todo lo contrario. Un escritor peruano.<br />

Mucho peor todavía. Arguedas escribe unívoca e inconfundiblemente:<br />

“Soy en este sentido un escritor provincial...”.<br />

Aquí tenemos a un escritor que no se despega de una realidad americana,<br />

andina, peruana. Tenemos aquí al autor de una mirada “local”,<br />

como tantos enemigos de su obra se han deseado. Hasta podemos emplear<br />

un adjetivo más infamante todavía: estamos frente a un “indigenista”.<br />

Novelista quechua hablante. Escritor bárbaro que maltraduce<br />

su propia y perfecta habla quechua a una imperfecta escritura castellana.<br />

Pero Arguedas es un escritor provincial y local que ha planteado y<br />

resuelto con un rigor incomparable el “peligro <strong>del</strong> regionalismo” y “el<br />

problema de la universalidad”, por citar sus propias palabras. Escritor<br />

nacional peruano que ha escapado a los dilemas de un universalismo<br />

subalterno, de la globalidad unilateralmente definida por los mercados<br />

culturales y las burocracias académicas transnacionales, y que ha<br />

sabido librarse también de los regionalismos exóticos mágicorealistas<br />

que las culturas metropolitanas han cultivado ávidamente desde el colonialismo<br />

misionero hasta la globalización <strong>literaria</strong> industrial.<br />

Ciertamente es Arguedas un escritor “provincial”. No un escritor<br />

provinciano. Describe una mirada que nunca parece sumergirse lo bastante<br />

en la realidad andina, en un sentido mitológico y mimético de esta<br />

realidad, y en un sentido musical, y por tanto espiritual, de esta realidad<br />

provincial y local e indígena. Más aun: Arguedas es el artista que<br />

transforma la escritura castellana en un arte musical capaz de unir la<br />

tierra con el cielo y de transformar el drama humano “indígena” en una<br />

revelación cósmica de valor universal. Es el escritor que sumerge una<br />

realidad regional profunda y en perpetuo conflicto étnico y social, y<br />

político y religioso en los ríos profundos de una experiencia poética que<br />

es cósmica y metafísica y universal en el más radical de los sentidos. 4<br />

Esta profundidad filosófica es la que otorga a su obra <strong>literaria</strong> un<br />

carácter distintivo. Definitivamente, no se trata de ficción. Su principio<br />

estético tampoco es la construcción de una “arquitectura estructural-<br />

4 José María Arguedas, Un mundo de monstruos y de fuego (Abelardo Oquendo, compilador)<br />

(México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1993), pp. 195 y ss.<br />

20


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

mente acertada” como también se ha mascullado malhumoradamente<br />

a propósito de su obra. El orden de objetivos que Arguedas define en<br />

su poética no es literal, no es textual, no es semiótico ni alegórico, ni<br />

tampoco es letrado. No es una organización narrativa, ni una construcción<br />

arquitectónica, ni mucho menos la producción ficcional a una<br />

escala industrial y global. Su poética pertenece a otro reino.<br />

“Yo no soy escritor profesional… — afirma Arguedas sin<br />

disimulos —. João (Guimarães Rosa) y don Juan Rulfo… escribimos<br />

por amor, por goce y por necesidad, no por oficio… ¡Ah! La última<br />

vez que vi a Carlos Fuentes, lo encontré escribiendo como a un<br />

albañil que trabaja a destajo. Tenía que entregar la novela a plazo fijo.<br />

Almorzamos, rápido, en su casa. Él tenía que volver a la máquina…<br />

Perdonen, amigos Cortázar, Fuentes, tú mismo, Mario, que estás en<br />

Londres… Hay escritores que empiezan a trabajar cuando la vida<br />

los apera, con apero no tan libremente elegido, sino condicionado, y<br />

están ustedes, que son, podría decirse, más de oficio. Quizás mayor<br />

mérito tengan ustedes, pero ¿no es natural que nos irritemos cuando<br />

alguien proclama que la profesionalización <strong>del</strong> novelista es un signo<br />

de progreso, de mayor perfección? <strong>Valle</strong>jo no era profesional, Neruda<br />

es profesional; Juan Rulfo no es profesional. ¿Es profesional García<br />

Márquez? ¿Le gustaría que le llamaran novelista profesional? Puede<br />

decirse que Molière era profesional, pero no Cervantes (1983: 25).<br />

Escritor provincial. Escritor inmerso en un destino personal y social<br />

profundo, ineludible, trágico. Escritor por necesidad. Escritor de<br />

raza. Pero todavía puede decirse algo más sobre la crítica arguediana<br />

de la reducción letrada de la literatura a cocina semiótica.<br />

Entre otras cosas debe recordarse que la obra de Arguedas nace<br />

de hecho en una cocina. Es una literatura aderezada y guisada entre<br />

cocineras y fogones. Sólo que es una prosa y una poesía de horno muy<br />

especial. Admito de buen grado que no estamos frente a un escritor<br />

ni una cocina de cinco, ni de cuatro estrellas. ¡Esto no es el Hilton!<br />

¡No es una gastronomía para gourmets! Es una cocina para estómagos<br />

fuertes.<br />

Arguedas la describe con las siguientes palabras: “…mi madrastra,<br />

que era dueña de la mitad <strong>del</strong> pueblo, tenía mucha servidumbre indí-<br />

21


Eduardo Subirats<br />

gena… y como me tenía tanto menosprecio y tanto rencor como a los<br />

indios, decidió que yo había de vivir con ellos en la cocina, comer y<br />

dormir allí…”.<br />

La cocina de Arguedas no es una empresa de textualidades y ficciones.<br />

No es el consorcio industrial de una producción <strong>literaria</strong> obediente<br />

a códigos lingüísticos y formales académicamente tutelados y<br />

comercialmente administrados. Es una entidad realmente diferente. A<br />

juzgar por su descripción arguediana esta cocina de las mujeres indias<br />

parece tan misteriosa como la caverna en la que Pitágoras encerraba<br />

a sus seguidores como parte <strong>del</strong> proceso iniciático de reconocimiento<br />

místico y metafísico de la armonía y la infinitud <strong>del</strong> ser. La imagino<br />

como un gran vientre materno en lo hondo de la tierra o como una<br />

caverna de la Pachamama…<br />

En esta cocina “sólo se hablaba quechua”, añade Arguedas. Y en<br />

esta cocina quechua se contaban “cantos, cuentos y adivinanzas”. No<br />

puede olvidarse que a través de estos cantos y cuentos Arguedas engasta<br />

la lengua quechua en su obra castellana como una lengua sagrada.<br />

Tampoco puede pasarse por alto que la asociación <strong>del</strong> canto,<br />

el cuento y la adivinanza elevan a esta cocina <strong>literaria</strong> de las mujeres<br />

indias a un rito de iniciación mistérica.<br />

De esta cocina “quedaron en mi naturaleza dos cosas muy sólidamente<br />

desde que aprendí a hablar…”, añade a continuación este<br />

escritor a propósito de su lengua “materna” quechua. Lo que aprendió<br />

en esta cocina fue “…el amor sin límites de los indios, el amor que se<br />

tienen entre ellos mismos y que tienen a la naturaleza, a las montañas,<br />

a los ríos, a las aves; y el odio que tenían a quienes, casi inconscientemente,<br />

y como una especie de mandato Supremo, les hacían padecer<br />

(1983: 195)”.<br />

Cantos y cuentos, y el misterio <strong>del</strong> amor cósmico y la resistencia<br />

al racismo inherente al logos colonial y postcolonial: esos son las<br />

tres o cuatro proposiciones complementarias que rigen la poética de<br />

José María Arguedas. Pero esos son también precisamente o en primer<br />

lugar los tres principios elementales que definen el proyecto hermenéutico<br />

de la obra fundacional de la literatura hispanoamericana,<br />

latinoamericana y americana tout court: los Comentarios reales <strong>del</strong><br />

22


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

Inca Garcilaso. En esta obra inaugural <strong>del</strong> humanismo panamericano<br />

se relatan también los cantos, cuentos y adivinanzas de la memoria<br />

andina. Esos “comentarios” eran las memorias y mitologías que el<br />

humanista andino escuchaba a su “madre y a sus hermanos y tíos…”.<br />

y que “en mis niñeces me contaban sus historias como se cuentan las<br />

fábulas a los niños…”. Y Garcilaso, lo mismo que Arguedas, feminiza<br />

esta memoria arcaica (la memoria que, en sus propias palabras “mamé<br />

en la leche”) poniéndola, por consiguiente, en las inmediaciones de<br />

aquel culto de la Gran madre que el humanismo renacentista europeo<br />

recuperó a través de las musas. En segundo lugar, las “fábulas historiales”<br />

ligadas a este principio maternal de la memoria mamada en la<br />

leche ancestral nos transportan a un cosmos y una naturaleza animados<br />

por el principio de un amor arcaico o mítico, ese mismo “amor<br />

sin límites… a las montañas, a los ríos, a las aves…” que nos describe<br />

Arguedas. Por último, Garcilaso, y en este sentido coincide también<br />

profundamente con Arguedas, incorpora esta memoria femenina de un<br />

cosmos amoroso dentro de un proyecto de recuperación hermenéutica<br />

y resistencia espiritual de una cultura “antes destruida que conocida” a<br />

lo largo <strong>del</strong> proceso colonial (de la Vega, 1976: 36-45).<br />

Estamos, por consiguiente, en una cocina especial. Cocina de indias<br />

quechuas. La cocina maternal de un “amor sin límites” que nos<br />

está permitido relacionar con aquel Eros cósmico y metafísico que<br />

distingue, por poner un ejemplo, el sistema de la naturaleza de Lucrecio<br />

o de Leone Ebreo. Y estamos en un antro ancestral de mujeres que<br />

cuentan cantos, cantan cuentos y descifran adivinanzas o augurios.<br />

Y nos encontramos frente a un escritor por necesidad y junto a un<br />

escritor de profundidad generado en una cocina de raíces maternales y<br />

míticas. Pero esto solamente responde a una cuestión. Sólo responde<br />

a la pregunta relativa a las fuentes de la creación <strong>literaria</strong>, no al origen<br />

de la literatura como creación. No define por si sólo la poética arguediana<br />

como expresión vital y proyecto artístico, y no explica todavía<br />

su intención intelectual y espiritual. Una intención que comparte, además,<br />

con otros escritores latinoamericanos a los que en parte menciona<br />

expresa y enfáticamente: Huidobro, Rulfo, Roa Bastos, Guimarães<br />

Rosa, Asturias…<br />

23


Eduardo Subirats<br />

Poeta de profundidad y escritor por necesidad. Pero el problema<br />

fundamental de esta poética de la profundidad mítica <strong>del</strong> ser es la forma,<br />

es la comprensión mítica y mimética de la realidad, y es su cristalización<br />

en un estilo y en una forma, o más bien, es la cristalización de<br />

un sentido específico y radical de este concepto de forma.<br />

Pero, ¿qué significa forma?<br />

24<br />

6<br />

Pocos conceptos poseen una importancia tan central en el pensamiento<br />

moderno, y pocos muestran tantas facetas y tan difíciles de<br />

definir. Sus significados se confunden, en un extremo, con los <strong>del</strong> mismo<br />

concepto de cultura en su acepción etimológica latina y también<br />

moderna. La forma tiene que ver con el proceso de cuidado y cultivo<br />

de la naturaleza y los medios de supervivencia humana, y con el culto<br />

y cultivo espiritual <strong>del</strong> alma humana. La forma comprende también las<br />

categorías, los medios y los procesos, la configuración simbólica de la<br />

realidad, ya sean el lenguaje y el arte, ya sean también los instrumentos<br />

técnicos de producción y el conocimiento intelectual de las cosas.<br />

Por eso no existe forma en cuanto a tal, sino procesos formativos de<br />

las culturas que, en la visión de las filosofías humanistas europeas y de<br />

las mitologías antiguas, tenían al humano por medida.<br />

En un sentido específicamente occidental y moderno la actividad<br />

creadora <strong>del</strong> espíritu humano como homo faber subyacente a este proceso<br />

formativo identificado con la formación cultural (Bildung) se<br />

define de manera más restringida como conocimiento objetivo y científico<br />

de la realidad, y como el conjunto de mo<strong>del</strong>os epistemológicos<br />

y sistemas de organización que contribuyen a la dominación instrumental<br />

de la naturaleza y el control social. En la filosofía de Kant el<br />

concepto de forma funge como sistema organizador <strong>del</strong> conocimiento<br />

objetivo en un sentido instrumental. En la Fenomenología <strong>del</strong> Espíritu,<br />

de Hegel, este mismo concepto epistemológico y productivo de<br />

forma se expande hacia la realidad social <strong>del</strong> trabajo alienado, de la<br />

acumulación capitalista y <strong>del</strong> estado absoluto. Para el arte y la arquitectura<br />

<strong>del</strong> siglo veinte la forma comprende todos los procesos de di-


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

seño y planificación industriales <strong>del</strong> tiempo y el espacio. Sin embargo,<br />

en el pensamiento literario de Arguedas la forma significa otra cosa.<br />

El interés <strong>del</strong> concepto de forma que Arguedas pone de manifiesto<br />

en su poética reside, si así se quiere, en su carácter rigurosamente<br />

lingüístico. El escritor peruano creció como un niño indio. Su lengua<br />

materna de hijo huérfano de madre fue el quechua. En sus relatos biográficos<br />

subraya que no aprendió sino tarde y mal el castellano. Arguedas<br />

especifica, además, que el problema de la forma <strong>literaria</strong> consistió<br />

para él en crear “un lenguaje castellano especial.” Esta creación<br />

o recreación de la lengua de Castilla tiene el carácter estricto de una<br />

traducción. Pero Arguedas define esta traducción <strong>del</strong> quechua a una<br />

lengua castellana peculiar como una “lucha por la forma”. Debe subrayarse,<br />

con vistas a los usos y abusos nebrijianos o gramatológicos<br />

de la lingüística colonial castellana y sus herederos contemporáneos,<br />

que el significado de esta lucha formal trasciende enteramente los límites<br />

de la traducción de un habla quechua a la escritura <strong>del</strong> castellano<br />

encerrada en el impreciso campo de una “hibridación” lingüística o de<br />

un proceso acumulativo <strong>del</strong> capital lexicográfico de “real propiedad<br />

académica” con una variedad multicolor de exotismos, regionalismos<br />

e indigenismos.<br />

La “lucha por la forma” es, por el contrario, lo que distingue la<br />

creación <strong>literaria</strong> de Arguedas como una literatura de creación en un<br />

sentido radical, esto es, mitológico, cosmológico y esclarecedor de la<br />

palabra. 5 Arguedas subraya en este sentido un detalle que no debería<br />

pasarse por alto. El objetivo de esta lucha formal consiste, de acuerdo<br />

con sus propias palabras, en “no perder el alma” y en “guardar la esencia”.<br />

Su finalidad es “comunicar a la lengua casi extranjera la materia<br />

de nuestro espíritu”. Insisto en que ello pone de manifiesto una acción<br />

formadora que escapa a los límites de aquella definición trascendental<br />

5 Utilizo aquí el concepto de esclarecimiento en el sentido filosófico de “Aufklärung,”<br />

(Averroes, Lessing, Bertold Brecht…), en el sentido religioso de iluminación (Ibn Arabi) y en<br />

el sentido de un concepto de ciencia intrínsecamente ligado a un proceso de emancipación <strong>del</strong><br />

género humano <strong>del</strong> trabajo alienado (Karl Marx), de una tecnología destructiva y de un concepto<br />

industrial de cultura como sistema corporativamente administrado de control y estupidización<br />

masivos (Horkheimer, Adorno, Debord). Un significado claramente distinto <strong>del</strong> concepto de<br />

“Ilustración” bagatelizado por un predominante hispanismo no esclarecido ni filosófica, ni<br />

religiosa, ni sociológicamente.<br />

25


Eduardo Subirats<br />

de forma canónicamente representada por las epistemologías científicas<br />

modernas de Kant a Husserl: la forma como dominación categorial<br />

o escritural <strong>del</strong> ser. Por eso el escritor peruano plantea de inmediato y,<br />

por así decirlo, como condición general de su “lucha por la forma”, el<br />

rechazo de “la forma en su acepción superficial y corriente.” Por eso<br />

también plantea la pregunta por la forma poética “como problema <strong>del</strong><br />

espíritu, de la cultura”. Este concepto estético y espiritual de la forma<br />

que plantea Arguedas es inseparable <strong>del</strong> universo cultural quechua<br />

(1983: 213).<br />

El hibridismo y sus sinónimos —transculturación, mestizaje o sincretismo—<br />

han constituido uno de los motivos más generosamente<br />

prodigados por el hispanismo anglosajón de las últimas décadas. Bajo<br />

su bandera semiótica se ha pretendido homologar y empaquetar las expresiones<br />

culturales “hemisféricas” de América latina sin más razones<br />

ni evidencias que las diferencias de género e identidad escrituradas<br />

por la industria cultural y la máquina académica global. Y la poética<br />

de Arguedas cae programática y explícitamente en esta taxonomía. No<br />

pretendo decir con ello que estas categorías de sincretismo e hibridación,<br />

o de transculturación y mestizaje sean reductivas, unilaterales o<br />

tendenciosas en sí mismas. Son otra cosa. Son inespecíficas, indeterminadas<br />

y aleatorias. Cualquier proceso formativo, ya se trate de una<br />

obra de arte o de la construcción de una forma colectiva de vida, parte<br />

necesariamente de la interacción de elementos simbólicos, creencias,<br />

instituciones y objetos procedentes de diferentes lenguas, mitologías,<br />

religiones, conocimientos y culturas. Toda creación de formas entraña<br />

necesariamente una dosis de hibridismo y transculturación. Pero<br />

hibridismo y transculturación no definen por sí mismos los procesos<br />

creadores de las culturas, las lenguas, las obras de arte y los pueblos.<br />

Eventualmente distinguen sus expresiones y sus objetos como resultados<br />

de determinadas transacciones materiales o lingüísticas, y de los<br />

poderes generalmente desiguales que rigen estos intercambios. Pero<br />

no ponen de manifiesto su génesis, ni su sentido, ni su finalidad, ni su<br />

función. Ni tampoco revelan los fenómenos de desplazamiento o deformación,<br />

de manipulación y represión, o de resistencia y liberación<br />

que entrañan los muy diversos hibridismos y mestizajes religiosos o<br />

26


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

genéticos, semióticos u ontológicos que atraviesa el proceso civilizatorio<br />

y el proceso colonial. En esta misma medida la capacidad heurística<br />

de estas categorías es inespecífica y restringida en lo que se refiere<br />

a la configuración formal de lenguas, literaturas y culturas.<br />

Arguedas plantea de todos modos otra cosa. Su objetivo no es hibridizar,<br />

ni tampoco trata de transculturar o sincretizar el quechua y<br />

lo castellano. De lo que se trata, según sus propias palabras, es de<br />

“guardar la esencia”, de “comunicar a la lengua casi extranjera la materia<br />

de nuestro espíritu”. Su finalidad no es una transacción icónica<br />

o lingüística, ni un intercambio general de signos, sino de un acto de<br />

formación y transformación de la lengua. Y no se trata de una transformación<br />

gramatical o lexicográfica, sino mitológica y metafísica.<br />

Se trata de la literatura como el medio de una creación en un sentido<br />

mitológico y metafísico.<br />

7<br />

Literatura como cocina semiótica. Los discursos y las gramáticas<br />

de modernidades y postmodernidades escolásticamente predefinidas<br />

y comercialmente empaquetadas como ficciones de ficciones. Dar la<br />

espalda a la realidad. Ignorar la propia realidad. Abstraer la realidad<br />

de la naturaleza. Evaporar la realidad histórica. Volatilizar la realidad<br />

social. Neutralizar sus conflictos. Reducirlos a trazas y trazos. Transubstanciar<br />

lo real en alegorías y alucinaciones. Estas son hoy las consignas<br />

de la industria cultural bendecidas por la máquina académica.<br />

Programa letrado, gramatológico y ficcionalista ligado a una renuncia<br />

a la forma, al culto nihilista <strong>del</strong> vacío. Celebración de la pasividad ataráxica,<br />

de la no forma; celebración de la no-acción, no-transformación<br />

escolásticamente sublimada en el éxtasis posthistórico de postliteraturas<br />

y postsujetos. Estrategias de liquidación de la experiencia humana<br />

y reducción de la obra <strong>literaria</strong> a textualidades semióticamente homologadas.<br />

Conclusión final: la ausencia de originalidad, los árboles<br />

raquíticos, los discursos electrónicamente clonados y ecdémicamente<br />

vigilados. Sumaria censura de la literatura como “comunicación de<br />

nuestro espíritu” y de la literatura como conservación de la “esencia”.<br />

27


Eduardo Subirats<br />

Todo eso que cuestionaban Gombrowicz o Arguedas, es decir, la<br />

literatura y la obra de arte en general como transacción icónica o lingüística,<br />

y como un intercambio general y abstracto de signos, textualidades,<br />

alegorías y fantasmas constituye hoy la moneda corriente de<br />

cambio de la literatura concebida como ficción comercial. Esas son<br />

las marcas de la debilidad artística y la decadencia <strong>literaria</strong>, y de la<br />

anemia y el vacío intelectuales que distinguen nuestro mundo postpostmoderno<br />

en nuestras ferias de libros, eventos culturales corporativamente<br />

tutelados y concentraciones profesionales de producción<br />

<strong>literaria</strong> masiva.<br />

En relación a estas marcas <strong>del</strong> desencanto y la decadencia de nuestro<br />

mundo Gombrowicz y Arguedas, y los escritores clásicos de la<br />

literatura latinoamericana <strong>del</strong> siglo veinte, de Rulfo y Roa Bastos a<br />

Guimarães Rosa, plantean, entre muchas otras cosas, tres conceptos<br />

estéticos, tres perspectivas intelectuales, tres visiones alternativas: una<br />

literatura poderosamente interiorizada, una literatura que en algunos<br />

casos, como en el de Yo, el Supremo de Roa Bastos o en las novelas<br />

Claris Lispector adquiere la profundidad de una verdadera introspección.<br />

A lo largo de esta introspección se construye una forma en el<br />

sentido más radical de esta palabra: forma en el sentido de la autoconciencia<br />

analítica que construye Lispector, o de la conciencia mítica y<br />

mística que describe Arguedas, por señalar universos lingüísticos que<br />

la escolástica estructuralista ha encerrado en territorios separados.<br />

El segundo motivo es el de la radicalidad que distinguen a estas literaturas.<br />

Esta radicalidad no entraña en modo alguna un extremismo<br />

político o un fundamentalismo semiótico. Más bien define una busca<br />

de las raíces, de una realidad elemental y originaria. Y la correspondiente<br />

originalidad de estas obras <strong>literaria</strong>s tampoco se reduce a los<br />

signos de identidad <strong>del</strong> narcisismo fetichista que promocionan el mercado<br />

cultural y la máquina académica, sino todo lo contrario: quiere<br />

decir la cercanía estética y metafísica con respecto a estas realidades<br />

psicológicas, sociales o espirituales elementales y originarias. Y no es<br />

ocioso subrayar una vez más aquí que esta reflexión artística y <strong>literaria</strong><br />

sobre los orígenes y sobre el trasfondo mítico de las palabras y las historias,<br />

y sobre el fundamento religioso y cosmológico de las culturas<br />

28


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

históricas de América, y que esta “comunicación de nuestro espíritu”<br />

y restauración de nuestra “esencia”, por citar una vez más las palabras<br />

de Arguedas, no entraña en modo alguno un fundamentalismo esencialista<br />

o mitológico, sino a un proceso hermenéutico y esclarecedor<br />

de reconstrucción de la memoria, y de resistencia a la reducción letrada,<br />

ficcionalista o semiótica de estas historias, mitos y memorias a<br />

signos y alegorías, a textualidades y fantasmas.<br />

En este sentido puede añadirse un último comentario didáctico. Lo<br />

que distingue a Guimarães Rosa o a Arguedas <strong>del</strong> uso que, por poner<br />

un ejemplo, hace Borges de las filosofías medievales europeas y orientales<br />

es que aquellos reconstruyen una memoria mitológica y una cosmovisión<br />

metafísica a partir <strong>del</strong> trabajo poético <strong>del</strong> lenguaje hablado,<br />

y a partir de las memorias culturales y formas de vida ligadas a estas<br />

tradiciones orales de los pueblos y las culturas originales de América.<br />

Borges es un inventor de ficciones; transforma mitos y metafísicas en<br />

juegos lingüísticos; los ficcionaliza; los reduce a textualidades puras.<br />

Guimarães Rosa y Arguedas o Rulfo se sumergen por el contrario en<br />

la realidad profunda de una arché mitológica; penetran el lugar mitológico<br />

<strong>del</strong> origen de la palabra en un sentido lingüístico, religioso y<br />

metafísico. Y en un sentido reflexivo y esclarecedor que permite desentrañar<br />

al mismo tiempo los misterios <strong>del</strong> ser y los dramas y conflictos<br />

humanos de una edad de mentiras, destrucción y esperanza.<br />

Por poner un caso en claro. Guimarães Rosa es el explorador de la<br />

<strong>del</strong>icada e intensa espiritualidad que habita en las culturas campesinas<br />

<strong>del</strong> sertão brasileiro. Una espiritualidad atravesada por un misticismo<br />

que posee elementos que recuerdan en alguna medida los sistemas<br />

orientales de los vedas o <strong>del</strong> sufismo, por un sentimiento sagrado de<br />

los seres de la naturaleza inherente al chamanismo, y por la religiosidad<br />

mágica de las religiones africanas, todo ello arropado bajo una<br />

variedad de supersticiones católicas. Y atravesado por una lucha por la<br />

supervivencia que la poética rosiana transmite mediante su poderosa<br />

construcción épica. Roa Bastos se sumerge en las fisuras y los desplazamientos<br />

de las memorias históricas latinoamericanas. Mario de<br />

Andrade o José María Arguedas penetran en las memorias mitológicas<br />

de las culturas antiguas de América. Aquí no estamos en un escenario<br />

29


Eduardo Subirats<br />

de ficciones. Nos encontramos en el corazón emocional, erótico, vital<br />

y espiritual de las culturas latinoamericanas. Estamos en el centro de<br />

un proceso creador de formas, símbolos y mitos. Nos hallamos en el<br />

medio de una reflexión esclarecedora sobre memorias destruidas y palabras<br />

falsas. En estas obras <strong>literaria</strong>s se construye un vínculo lingüístico<br />

y ontológico de solidaridad humana y natural y una resistencia<br />

transformadora y emancipadora.<br />

Pero es preciso subrayar un tercer aspecto de la concepción de la<br />

literatura que abrazan los autores y las obras que cito en estas páginas.<br />

Un tercer aspecto que ya señalaba a propósito de Gombrowicz: la forma<br />

que surge de la destrucción de la forma.<br />

Si en algo coinciden autores tan diversos como Arguedas, Guimarães<br />

Rosa, García Márquez, Asturias y Roa Bastos es en sus reiterados<br />

paisajes de destrucción, sus paisajes de corrupción política<br />

y violencia criminal, sus escenarios de desesperación humana. Hijo<br />

de hombre relata una desesperación tan inexpresablemente dolorosa<br />

como los más angustiantes relatos de Auschwitz y Buchenwald. Cien<br />

años de soledad elude en su alegorización neobarroca reales genocidios<br />

contemporáneos de historia, fecha y autores conocidos. En Yo<br />

el Supremo estos waste lands cristalizan poéticamente como un desconcierto<br />

esquizofrénico de escrituras, percepciones de la realidad,<br />

perspectivas sociales y políticas, y sensibilidades e idiosincrasias discordantes<br />

y conflictivas. Es a partir de estas asimetrías y desconciertos<br />

que nace la búsqueda de orígenes y raíces, así como la construcción de<br />

la forma en un sentido lingüístico y político y filosófico.<br />

Y eso nos lleva a un siguiente episodio, a un cuarto capítulo: la<br />

condición huérfana de la conciencia moderna. La orfandad en un sentido<br />

literal y metafísico es el punto de partida común de estas poéticas<br />

latinoamericanas. En muchos casos se trata de una orfandad literal:<br />

Riobaldo de Guimarães Rosa, el Ernesto de Los ríos profundos, Juan<br />

Preciado en Pedro Páramo... son huérfanos en un sentido explícito y<br />

enfático. Pero Arguedas define esta orfandad en el sentido quechua<br />

de la palabra huak’cho: una orfandad radical, una orfandad que abraza<br />

a la existencia humana entera y que define la condición de una<br />

existencia simbólicamente desahuciada en un mundo desolado. Esta<br />

30


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

orfandad significa la pérdida de las raíces en el fundamento mitológico,<br />

cosmológico, histórico y psicológico de la existencia. Entraña la<br />

alienación y la carencia de ser en un sentido al mismo tiempo material<br />

y espiritual. Orfandad bajo esta dimensión sustancial de la palabra<br />

huak’cho, palabra que quiere decir ausencia de morada tanto en el<br />

sentido físico de un lugar donde abrigarse, cuanto en el sentido de la<br />

morada espiritual que nos ofrece un cosmos divino y una naturaleza<br />

sagrada, y una memoria comunitariamente compartida y una existencia<br />

individual y social autónomas.<br />

También esta condición desahuciada de realidad y de mundo se<br />

encuentra en el centro de la preocupación por la forma. En último<br />

análisis esta forma es el medio de proyectar sobre el mundo nuestra<br />

condición de orfandad, nuestra condición de exiliados y nuestra ausencia<br />

de morada. Su finalidad es la de resistencia al vacío existencial<br />

e histórico inherente a esta orfandad universal. Forma como resistencia<br />

a la nada. Resistencia al no ser. En palabras de Arguedas: forma<br />

como voluntad de “seguir siendo”.<br />

Eduardo Subirats<br />

Actualmente es profesor en New York University. Ha enseñado en las<br />

universidades de Sao Paulo, Madrid, Caracas, México y Princeton. Es autor de<br />

Da vanguarda ao pós-moderno (Sâo Paulo, 1984); Los malos días pasarán<br />

(Caracas, 1992); Linterna Mágica (Madrid, 1997), A cultura como espetaculo<br />

(São Paulo, 1989; México, 2001), A penúltima visão do Paraíso (São Paulo,<br />

2001; México 2004), y Memoria y exilio (Madrid 2003); La existencia sitiada<br />

(México, 2006) y Filosofía y tiempo final (Madrid 2010). La <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong><br />

<strong>Valle</strong> publicará próximamente la tercera edición aumentada de su obra más<br />

importante: El continente vacío (México, 1994).<br />

Recibido: junio 10 de 2010<br />

Aprobado: agosto 9 de 2010<br />

31


Palabras de carne, letras, hueso y alma<br />

Resumen<br />

Este es el primer libro de poemas<br />

de Alonso Aristizábal que antes había<br />

publicado dos libros de relatos,<br />

dos novelas y dos libros de ensayos.<br />

Sin duda, sus poemas corresponden<br />

a otra de las búsquedas <strong>del</strong> autor en<br />

la tarea de crear su mundo. Por ello<br />

aquí cobra tanto sentido lo que dice<br />

Octavio Paz: “La poesía es plegaria<br />

al vacío, diálogo con la ausencia, el<br />

tedio, la angustia y la desesperación<br />

la alimentan”. Es sabido que existe<br />

algo llamado fi<strong>del</strong>idad a la expresión<br />

poética, que no a todos les es<br />

dado. Pero sí en el caso de Aristizábal,<br />

como puede leerse desde los<br />

versos iniciales de su libro. Tal lírica<br />

fecunda aquella primera experiencia<br />

y va germinando y ofreciendo frutos.<br />

Pero los versos configuran así<br />

mismo nuevas y nuevas facetas de<br />

la fugaz pero a la vez imperecedera<br />

existencia de los hombres y mujeres<br />

en nuestro mundo. Sin embargo, es<br />

preciso abordar otras temáticas en el<br />

libro Poemas caminos por la tierra:<br />

la concepción y vivencia <strong>del</strong> tiempo,<br />

una problemática universal y filosófica.<br />

El tiempo, que en la poesía,<br />

conlleva memoria.<br />

Palabras clave: expresión poética,<br />

memoria, temáticas.<br />

Guillermo Alberto Arévalo<br />

Abstrac<br />

This is Alonso Aristizábal’s first<br />

poem book. He has already published<br />

two stories, two novels and two<br />

essays. Without a doubt his poems<br />

are part of one of the attempts of this<br />

writer to create his own world. That’s<br />

why in this article it has a lot of sense<br />

what Octavio Paz says: “Poetry<br />

is a prayer to the space, a dialogue<br />

with absence. It is fed by tedium,<br />

anguish and desperation”. It is well<br />

known that there is something called<br />

fi<strong>del</strong>ity to poetic expression that not<br />

everyone receives. Anyway this is<br />

Aristizábal’s case, it is reflected and<br />

it can be read in the initial poems of<br />

his book. That kind of poetry fertilizes<br />

his first experience and germinates<br />

offering fruits. But poems also<br />

configure new aspects of the brief<br />

and enduring existence of men and<br />

women in our world. However it is<br />

necessary to mention other subjects<br />

on the book Poems paths on earth:<br />

conception and experience of time,<br />

a philosophical and universal problematic.<br />

In poetry the time involves<br />

memory.<br />

Keywords: poetic expression,<br />

memory, topics.<br />

Poligramas <strong>34</strong> • Junio - Diciembre 2010 • 33- 42


Guillermo Alberto Arévalo<br />

Resumo<br />

Este é o primeiro livro de poemas<br />

de Alonso Aristizábal que já havia<br />

publicado dois livros de contos e<br />

dois livros de ensaios. Sem dúvida,<br />

seus poemas correspondem a outra<br />

das pesquisas do autor na tarefa de<br />

criar o seu mundo. Então aqui cobra<br />

muito sentido quanto Octavio<br />

Paz diz: “A poesia é oração no vazio,<br />

diálogo com a ausência, tédio,<br />

na ansiedade e o desespero son seu<br />

nutriente”. É sabido que existe uma<br />

coisa chamada fi<strong>del</strong>idade na expressão<br />

poética, que nem todo mundo<br />

é dada. Mas no caso de Aristizábal<br />

No se ha hecho mucha crítica sobre la obra de Alonso Aristizábal.<br />

Es injusto. Pero es que, en verdad, aquí casi no existe crítica. Todo<br />

lo que aparece son recopiladores de antologías de artículos (incluso a<br />

veces libros flojos y sin sustento) que, luego, como por arte de magia,<br />

para la prensa se convierten en “la última palabra”. Sólo a ellos consultan,<br />

para plasmar en “periódicos de ayer” sus conceptos.<br />

Poemas caminos por la tierra (Bogotá, 2008) el más reciente libro<br />

de Alonso Aristizábal, ya conocido como crítico y narrador, menos<br />

como poeta, lo eleva a esa categoría que escribió Octavio Paz para<br />

iniciar uno de sus mejores libros de ensayos, El arco y la lira (México,<br />

1982, p.13): “La poesía es plegaria al vacío, diálogo con la ausencia,<br />

el tedio, la angustia y la desesperación la alimentan”. Es sabido que<br />

existe algo llamado fi<strong>del</strong>idad a la expresión poética, que no a todos les<br />

es dado. Pero sí en el caso de Aristizábal, como puede leerse desde los<br />

versos iniciales de su libro:<br />

El poema ahora y siempre,<br />

el retorno al camino y a la calle,<br />

el agua de la nube que vuelve al río y a la piedra de su origen,<br />

<strong>34</strong><br />

sim, como pode ser visto a partir<br />

das linhas de abertura de seu livro.<br />

Essa lírica fecunda aquela primeira<br />

experiência e irão germinando e<br />

oferecendo frutas. Mas os versículos<br />

do mesmo modo forman novas e novas<br />

facetas da existência breve mas<br />

intemporal dos homens e mulheres<br />

no mundo. No entanto, é importante<br />

abordar outros temas do livro<br />

“Poemas caminos por la tierra”: a<br />

concepção e experiência do tempo,<br />

uma questão universal e filosófico. O<br />

tempo, na poesia, envolve memória<br />

Palavras chave: expressão poética,<br />

memória, temas.


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

la historia de quienes escriben con sus puños a diario<br />

reconciliando sus pasos con su destino.<br />

…<br />

para permanecer más allá de los límites de la memoria.<br />

…<br />

Que la poesía convierte en claridad sin límites<br />

y en consuelo salvador para muchos.<br />

(El poema ahora y siempre, pp. 11-12)<br />

Es precisamente esta fi<strong>del</strong>idad a la poesía lo que quiero tocar como<br />

primero de los cinco temas que configuran el mundo poético de Alonso<br />

Aristizábal. Porque es el más sobresaliente, y domina su mundo<br />

de palabras cantadas. El poeta entona la música <strong>del</strong> mundo que vive,<br />

en cada momento <strong>del</strong> día: a las seis de la mañana, al mediodía, “en el<br />

momento cuando el color <strong>del</strong> sol pinta las ventanas / y los techos de las<br />

casas de luz brillante o carbón oscuro”. (Canto, p.16). Por ello ve su<br />

labor como un jeroglífico, en el breve pero elocuente poema que lleva<br />

justamente ese título (p.23):<br />

Borges habla de la primera mañana <strong>del</strong> mundo.<br />

Joyce, <strong>del</strong> primer hombre triste que bebió vino.<br />

Sancho, <strong>del</strong> primero que se asombró frente a la imaginación.<br />

Y yo, de la primera vez que sentí la poesía.<br />

Tal lírica fecunda aquella primera experiencia y va germinando y<br />

ofreciendo frutos: “Ignoro si alguien más que los siglos / pueda declarar<br />

su triunfo sobre este otro desastre / de la vida porque solo la poesía<br />

permanece”, dice en Mirando las murallas (p. 36). Es cíclica, pues el<br />

destino humano “son dos voces… / el de un hombre que va por la calle<br />

o un camino, / pero siempre a través de la senda / de su respiración<br />

en medio <strong>del</strong> silencio”. (Dos palabras, p. 37). Más a<strong>del</strong>ante dirá que<br />

“la poesía / es la vida que reinventa el mundo”. Y ella misma es un<br />

acto <strong>del</strong> sueño, un “confesarse con las musas de la noche” (Anoche<br />

dormido, p. 27). La idea se reitera en el siguiente texto (Sueños, p.<br />

28), donde los rostros de la semiconciencia de la noche, con seguridad<br />

35


Guillermo Alberto Arévalo<br />

desconocidos, sabe que “vienen a mí en busca de mi voz y mis palabras”.<br />

En el día, ya despierto, se topa con ellos “recorriendo andenes<br />

y avenidas”, y recibe como enigmática respuesta una sonrisa. “Están<br />

agradecidos / de este papel de dios que me permite la poesía”. Ese rol<br />

divinizado de la palabra poética se concreta en la misma página:<br />

36<br />

Diario<br />

A diario, los seres humanos como los artistas,<br />

reparten su imagen y su voz por muchos lugares.<br />

nuestra memoria<br />

que sigue viviendo igual que si estuviéramos<br />

en esos lugares por años sin fin,<br />

a manera de fantasmas (p.28).<br />

Imposible no recordar al leer esto los hermosos versos finales de la<br />

Oda a la Poesía de Pablo Neruda, ese poeta que, como César <strong>Valle</strong>jo,<br />

quedó circulando por la sangre de los seres humanos que tocaron sus<br />

obras: “Como si el tiempo / Que poco a poco me convierte en tierra<br />

/ Fuera a dejar corriendo eternamente / Las aguas de mi canto”. Tal<br />

metáfora de la poesía como líquido vital se reafirma en el final de<br />

otro poema de Aristizábal: “Esta, otra confesión de la forma como la<br />

poesía crea al mundo / y nos ayuda a mantener los anhelos sin límites,<br />

semejantes al océano” (Los barcos que fundan la gran ciudad moderna,<br />

pp. 32-33).<br />

Pero los versos configuran asimismo nuevas y nuevas facetas de la<br />

fugaz pero a la vez imperecedera existencia de los hombres y mujeres<br />

en nuestro mundo. Por ejemplo, el amor. Bástenos el poema Si una<br />

muchacha (p.<strong>34</strong>), donde si la niña o mujer “llora al lado de su hombre”<br />

por algún motivo, o si él “llora al lado de ella”, siempre “…todo esto<br />

es otra forma de ver la poesía”. También la original comparación de<br />

que “cada esquina / y cada parque son una mujer, muchas mujeres” en<br />

virtud <strong>del</strong> título (Por la poesía, p. 47). O la amistad:


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

Yo he escrito estas palabras para que él sepa<br />

que desde todos nuestros encuentros,<br />

el más verdadero es este, el de los versos<br />

porque están hechos con las voces<br />

que nos han unido y deseo que así sea por los siglos de los siglos,<br />

aunque él cada vez regrese a sus dominios y yo recuerde con sus<br />

ecos que son para mí la nostalgia y la evocación de los terrenos de<br />

la infancia.<br />

(Oda a dos amigos que se encuentran en un poema, pp. 50-51)<br />

Pero también la demencia, como en El loco (p. <strong>34</strong>), donde este se<br />

trepa a un árbol para escapar de un gentío urbano que jamás lo comprenderá,<br />

y hace de él su casa, y fallece, pero tanto su vida como su<br />

muerte son “la forma de fundirse con el aire de los sueños”. Esos sueños<br />

que, ya lo citamos, conforman parte esencial <strong>del</strong> mundo poético.<br />

El cual es un “anchuroso llano” (p.41), donde “estaba la poesía”, un<br />

llano tan ajeno a las montañas de su tierra natal antioqueña que tanto<br />

rememora Alonso Aristizábal, como todos los poetas de los Andes colombianos<br />

pero en especial los nacidos y criados en esa región, como<br />

Rogelio Echavarría, el mismo Barba Jacob o José Manuel Arango,<br />

para no citar sino unos poquísimos.<br />

(Se supone que un crítico literario no debe decir este tipo de cosas,<br />

pero por mis venas, de mi madre, corren sangre, memorias, amores<br />

que provienen de Fredonia. Por eso los comparto y me emocionan.<br />

Debería demandar perdón a los teóricos por la falta de academia y<br />

modas parisinas, pero pienso cada vez más que la escritura, así sea<br />

crítica, debe contener también sentimientos y esas “pequeñas cosas”,<br />

como dice Joan Manuel Serrat, personales e íntimas).<br />

Cada poema que alguien escribe es siempre, al mismo tiempo, un<br />

comienzo y la terminación de un sentimiento, de una idea, de una solidaridad,<br />

de una vivencia. Casi al final de su libro, Alonso Aristizábal<br />

dice que Cada poema es un final (pp. 60-61). Lo afirma recordando “el<br />

canario que antes estaba allí en su jaula”, señalando que es “el encanto<br />

de su música efímera”, y concluyendo que resulta igual que “el hecho<br />

simple o la verdad <strong>del</strong> hombre que se despide”. Y en su adiós nos dice<br />

37


Guillermo Alberto Arévalo<br />

que este “volumen de papel revele para siempre uno a uno sus propios<br />

secretos”. Así, y esto apenas lo resume, concibe su labor este poeta.<br />

Sin embargo, es preciso abordar otras temáticas de Poemas caminos<br />

por la tierra. Uno, muy importante en la historia de la poesía<br />

universal, es el de la concepción y vivencia <strong>del</strong> tiempo. Eso “claro<br />

y oscuro a la vez”, por el cual “cuando llegan las horas celebro con<br />

su diáfano e inefable / canto de campanas que anuncian los años <strong>del</strong><br />

porvenir” (El reloj, p. 18). Ese paso de los días, los meses, los años, y<br />

ahora de los minutos y hasta los segundos, se halla a lo largo de todo el<br />

libro. Por ejemplo en el poema Solsticio (p. 22), que comienza diciendo:<br />

“El cielo todavía no amanece a pesar de la hora” y la mirada va<br />

siguiendo la lucha entre el gris oscuro <strong>del</strong> cielo y la salida <strong>del</strong> sol, “en<br />

medio de una batalla dura, despiadada y sangrienta”. “No obstante”,<br />

señala en medio <strong>del</strong> texto, “cada vez se ha dicho que triunfa el bien<br />

sobre el mal”.Y termina:<br />

38<br />

A esta hora respiro profundo<br />

como si de nuevo nos hubiéramos salvado <strong>del</strong> desastre,<br />

y es la misma sensación de los hombres y mujeres dichosos<br />

después de las escaramuzas de la fatalidad.<br />

Tal momento <strong>del</strong> día reaparece en Confesiones de un poeta desvelado<br />

(p.57), donde el amanecer es una “sonrisa” que hace recomenzar<br />

la vida y permite hablar y escucharse a solas y con felicidad, “y así lo<br />

escribe como loco, porque comprende que en sus palabras / muchos<br />

encontrarán luz, aliento y esperanza”. Ese pasar y pasar de cada momento<br />

de la existencia no es tomado como algo fatal; por el contrario,<br />

“de un segundo a otro, los años cambian / y nos dan un nuevo rostro<br />

como fiesta”. Como Antonio Machado dijo “Ya nuestra vida es tiempo”,<br />

y determinó como propuesta estética y poética: “La poesía es la<br />

palabra esencial en el tiempo”. Así concluye Aristizábal:<br />

Y por eso la vida es como la poesía,<br />

se siente para convertir en luz cada una de las miserias.<br />

Pero también se canta en los atardeceres, esos instantes “rojo y gris


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

cuando el mar se pone su infinita piel de tortuga”, que es “un cuarto<br />

a media luz”, “lo que se venera en la penumbra”, cuando “el poeta<br />

piensa entre las sombras / de la luna nueva de espadas relucientes”.<br />

Paradójicamente, se trata de la esperanza <strong>del</strong> próximo despertar, se<br />

revitalizan y recuerdan los amores, pero también de una especie de<br />

telaraña de estrellas.<br />

Atardecer,<br />

la antorcha que ilumina el horizonte<br />

e incendia de grana las montañas, y la oscuridad<br />

se abre como una puerta <strong>del</strong> tamaño <strong>del</strong> universo.<br />

En este momento, alguien cae atropellado en la avenida<br />

y todos saben que el hombre es sombra<br />

de la vida que empieza y termina a cada paso.<br />

Atardecer, (pp. 14-15)<br />

Pero el tiempo conlleva memoria. Especialmente de la infancia,<br />

de “los años de colegio o universidad” donde se hace un homenaje a<br />

las travesuras, locuras y desórdenes de los viejos amigos que después<br />

“siempre han estado ausentes” pero siguen siendo “queridos amigos”<br />

y cuya “existencia ha sido el camino y eso les basta” (Oda a los muchachos<br />

malos, pp. 44-45). Pero puede ser también el innominado<br />

compañero de camino con el cual se comparten vivencias, paisajes, un<br />

desayuno, personajes de la plaza <strong>del</strong> pueblo al cual se llega, que “Hablaba<br />

de personajes que yo no conocía como si los tuviera enfrente”<br />

y se recorren montañas “hablando y evocando sueños”. El hombre se<br />

dirigía a un sanatorio, regresando, para morir más tarde. En esta Oda<br />

al hombre que volvió a morir a su infancia (pp. 54-55), se escribe el<br />

poema para “con mi testimonio […] responder al deseo / de que lo<br />

acompañara a ese regreso”.<br />

Por eso, lo sabemos, y muchos lo hemos cantado, “se hace camino<br />

al andar”. Y el camino como metáfora de la vida recorre prácticamente<br />

todo este libro. Así, en Oda al niño que hubo una vez (p.53), éste “iba<br />

por caminos largos / como la vida entera, porque deseaba aprender<br />

a nadar” y eso hace falta “bien que mal” para seguir a<strong>del</strong>ante. Y en<br />

39


Guillermo Alberto Arévalo<br />

Dos palabras, (p.37) el destino humano “son dos voces” pero con un<br />

solo sentido: “el de un hombre que va por la calle o un camino, / pero<br />

siempre a través de la senda / de su respiración en medio <strong>del</strong> silencio”.<br />

También aparece un borracho vive llamando a su madre a los<br />

cincuenta años, como le sucedía a los cuarenta, a los treinta y a los<br />

veinte “porque siguió siendo el niño que no puede vivir sin la mamá”<br />

(pp. 38-39). El propio poeta dice que “La gente expresa mi tierra y con<br />

ello quiere hablar <strong>del</strong> lugar de sus raíces”, que en últimas remiten a la<br />

madre. “Esos senderos cada vez me han llamado con sus sueños” (p.<br />

40). En el recuerdo aparece el cerro de Morrón, el que “todos llevamos<br />

aquí dentro” y está ligado por inscripciones a un pasado mucho más<br />

remoto, el indígena el de la “raza que desapareció en la noche / de ese<br />

monte, antes que entregarse al invasor”.<br />

Precisamente, el extenso poema que cierra el libro, Oda <strong>del</strong> regreso<br />

a los lugares <strong>del</strong> origen <strong>del</strong> agua (pp. 64-70) se inicia diciendo: “A<br />

través <strong>del</strong> viaje lento voy saltando sobre los años”. Es un largo recorrido<br />

por los lugares <strong>del</strong> largo camino de la vida, con remembranzas<br />

de paisajes, sean de lluvia, tormentas, rayos o soles, montañas y llanuras,<br />

pájaros, flores, mariposas, ríos y puentes, muy estrechamente<br />

ligados a lo sentido y andado de día y de noche durante la infancia y<br />

la juventud en la tierra donde se crió. Aristizábal nos lleva de la mano<br />

de su palabra por Guarinó, el cerro San Cayetano, La Miel, El Salado,<br />

una vez más Morrón, decenas de otros nombres de lugares enumerados,<br />

luego Piamonte y San José, el alto de La Marianita, “el río de los<br />

recuerdos”, caminos, calles, plazas y bares, personajes que son bellos<br />

porque estaban “para consolarme”. Tales caminos son “como los senderos<br />

de la noche y de los sueños”:<br />

40<br />

Entonces doy de espaldas un paso sobre el puente<br />

para echar al agua la moneda <strong>del</strong> regreso<br />

porque seguro volveré una y muchas veces más,<br />

incluso como si viniera navegando sobre el torrente de los años.<br />

[…]


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

pero cada vez pensando en volver incluso desde los caminos más<br />

oscuros,<br />

porque esta agua son mi origen como el origen de todo y de todos.<br />

Cabe, pues, llamar a Alonso Aristizabal un caminante a través <strong>del</strong><br />

tiempo de la vida y de la poesía.<br />

Pero existe otro aspecto que no por recurrente deja de ser original,<br />

gracias a la manera como verbalmente el autor lo desarrolla: los homenajes<br />

y recuerdos de poetas, actores, músicos, cantantes, personajes literarios,<br />

presentadores de noticieros de televisión. En este libro están,<br />

para sólo enumerarlos, Bau<strong>del</strong>aire, Goethe, Crescencio Salcedo, Paco<br />

Rabal, Greta Garbo, Jorge Isaacs, Melvilla, un cantante de boleros<br />

Rogelio Echavarría, Jorge Franco y su Rosario Tijeras. En los textos<br />

correspondientes se confunden los temas que ya hemos tratado de señalar<br />

con mayor cuidado: poesía, tiempo, recuerdos.<br />

Tampoco escapa de su temática la gente pobre. Aparecen aquí y<br />

allá, pero quiero destacar tres poemas: Mapa de carne y huesos (p.13),<br />

donde “En el semáforo, un mendigo descubre / su pecho y su estómago,<br />

sus costillas escaldadas / como túmulos, y la miseria que lleva en<br />

sus entrañas”, dejándonos testimonio <strong>del</strong> dolor que “ahonda el sendero<br />

terrible de su huella diaria”. Reflexión (p.19), que habla de la vida que<br />

es guerra para el conductor de bus, para el zorrero, para “el hombre<br />

cansado que viene de no se sabe dónde”, y culmina diciendo lo que<br />

piensa el poeta:<br />

Sin embargo, frente al que llora en una esquina<br />

mostrando sus heridas,<br />

agrega que escribe como su forma de desplegar las alas<br />

y vencer todas las miserias.<br />

El tercero es Memoria (p. 21), un breve poema sobre lo que no vemos<br />

cotidianamente pero de lo cual nos enteramos por relatos, noticias<br />

y a veces muertes:<br />

41


Guillermo Alberto Arévalo<br />

42<br />

Hoy escribo esta página para dedicársela a los ojos tristes<br />

de las muchachas latinoamericanas que trabajan en las cafeterías<br />

de Nueva Cork, Londres, París, Madrid, Roma, Moscú y Tokio…<br />

Pero como no podían faltar en medio de las principales temáticas<br />

de Poemas caminos por la tierra, están la vida y la muerte. Usted y yo<br />

“andamos juntos […] para que el mundo siga vivo a través de nuestro<br />

aliento”, dice en Evocación (p.17). Luego de levantarse “con las melodías<br />

de los buses y camiones, / los gritos de los voceadores de prensa<br />

/ o los vendedores de baratijas”, llora al atardeceral ver una paloma<br />

alzar el vuelo con una ramita en su pico porque “Sé que pronto mis<br />

huesos serán esa paja diminuta / que ella lleva dichosa a traves <strong>del</strong> aire<br />

para su nido”. En Otra forma de elegía (p.43), llega <strong>del</strong> entierro de<br />

un amigo y se llena de furia, que es “otra manera de llorar”, y porque<br />

la gente tiene que reclamar de cualquier manera<br />

que alguien se haya ido definitivamente,<br />

y que a menudo ese llanto no tiene límites.<br />

Sin embargo, en Queridos amigos (p.63), nos hace una invitación<br />

al optimismo: “Volemos alto o bajo, pero volemos. / Nunca nos dejemos<br />

llevar por el suelo”.<br />

Casi nunca un análisis puede ser total o exhaustivo. Pero es preciso<br />

señalar que este libro, así apretadamente reseñado, da testimonio de<br />

que Alonso Aristizábal ama la vida y la poesía con la misma intensidad<br />

que a sus seres más cercanos y que sabe expresarlo con belleza.<br />

Guillermo Alberto Arévalo<br />

Crítica <strong>literaria</strong>: César <strong>Valle</strong>jo, poesía en la historia (Valencia Editores,<br />

Bogotá, 1977), <strong>Edición</strong> crítica de la obra de Luis Carlos López, Banco de<br />

la República, Bogotá, 1976, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1994, Contracorriente,<br />

<strong>Universidad</strong> Pedagógica, Bogotá, 2006, Siete poetas colombianos,<br />

Ancora Editores, 1983, y Poesía indígena de América, Arango Editores, Bogotá,<br />

1994,<br />

Recibido: junio 16 de 2010<br />

Aprobado: julio 29 de 2010


Eros y Thánatos, componentes esenciales en la cuentística<br />

de Germán Espinosa<br />

Resumen<br />

En este ensayo se trazan la relación<br />

de la muerte y el erotismo en<br />

la cuentística de Germán Espinosa.<br />

El sentir erótico que significa la inminencia<br />

<strong>del</strong> final de los tiempos, la<br />

idea de Thánatos como eje principal<br />

de la diferencia entre el ser humano<br />

y su entorno animal, la santidad expresa<br />

en la negación y vivificada en<br />

la burla de las prohibiciones es un<br />

vector principal de la obra <strong>del</strong> autor<br />

colombiano, por eso la voluptuosidad<br />

de la cotidianidad <strong>del</strong> instinto<br />

negado establece las dimensiones de<br />

los personajes a mitad de camino <strong>del</strong><br />

perfil-carácter de lo que pertenece<br />

al mundo que no merece relato y la<br />

gran dimensión <strong>del</strong> esperpento interior<br />

que justifica los desencadenantes<br />

de la ficción, esperpento interior<br />

relatado cual sujeto de leyenda: la<br />

muerte que seduce por la piel negada,<br />

carne de imaginación que al<br />

exponerse será el brillo de la hoz insalvable<br />

que entra en acción. Rodar<br />

de cabezas y finales de historias que<br />

no significan condena, sino quizá la<br />

completitud de la angustia tocada<br />

por los tintes de carnaval que le corresponden<br />

a la literatura.<br />

Orfa Kelita Vanegas V.<br />

Palabras claves:<br />

Erotismo, Transgresión, Eros,<br />

Thánatos, Continuidad, expansión,<br />

ritualística.<br />

Abstract<br />

In this essay it is drawn the relation<br />

between death and eroticism<br />

presented in the stories of Germán<br />

Espinosa. The erotic feeling that<br />

means the imminence of the end of<br />

times, Thánatos’ idea as the central<br />

theme of difference between human<br />

being and his animal environment,<br />

holiness expresses in denial<br />

and brought to life in the mockery<br />

of prohibitions; these are one of the<br />

main vectors of the work of this Colombian<br />

writer. This is why voluptuousness<br />

of daily characteristics of<br />

denied instinct establishes the dimensions<br />

of the characters half way<br />

of the profile which belongs to the<br />

world that doesn’t deserve to be told<br />

and the big dimension of the horrible<br />

inside that justifies what provoke<br />

fiction, horrible inside described as<br />

a legend: death which can seduce<br />

because of denied skin, substance<br />

of imagination that when is exposed<br />

it will be the shine of the inevitable<br />

Poligramas <strong>34</strong> • Junio - Diciembre 2010 • 43- 57


Orfa Kelita Vanegas V.<br />

blade that goes into action. Heads<br />

rolling around and endings of stories<br />

that doesn’t mean a sentence but maybe<br />

the finish of an anguish touched<br />

by a carnival that doesn’t belong to<br />

literature.<br />

Key words:<br />

Eroticism, Transgression, Eros,<br />

Thánatos, Continuity, Expansion,<br />

Ritualistic.<br />

Resumo<br />

Neste ensaio, traçan-se as relaçãos<br />

entre morte e erotismo nos<br />

contos de Germán Espinosa. O sentimento<br />

erótico que significa o iminente<br />

fim do tempo, a idéia da pulsão<br />

de morte como a principal diferença<br />

entre o ambiente humano e animal, a<br />

santidade expressa na negação e vivificado<br />

no escárnio das proibições é<br />

44<br />

um vetor principal da obra do autor<br />

colombiano, assim a voluptuosidade<br />

da vida cotidiana negação do instinto<br />

define as dimensões dos caracteres a<br />

meio caminho do perfil- caráter que<br />

pertence ao mundo que não merecem<br />

história e a grande dimensão da esperpento<br />

interior relatado como a figura<br />

da legenda: morte que seduz pela<br />

pele negada, carne da imaginação<br />

que a exposição será o brilho da foice<br />

intransponível que entra em ação.<br />

Rodar de cabeças e final das histórias<br />

que não significa condenação, mas<br />

talvez a completude de ansiedade<br />

pintado pelos corantes do carnaval<br />

que correspondem à literatura.<br />

Palavras chave<br />

Erotismo, Transgressão, Eros,<br />

Thanatos, continuidade, expansão,<br />

ritualística<br />

La cuentística <strong>del</strong> escritor colombiano Germán Espinosa está <strong>del</strong>imitada<br />

dentro de una serie de temas relacionados con las profundas<br />

estructuras psíquicas <strong>del</strong> ser humano: los conflictos trágicos, las fatalidades<br />

misteriosas, las conjeturas sobrenaturales, el heroísmo, entre<br />

otras, nucleando en torno a ellas una serie de nociones, razonamientos<br />

y sensibilidades que determinan en el lector un complejo desasosiego<br />

e inquietud consigo mismo y su sistema de valores. La constante en<br />

el estilo narrativo de Espinosa es llevar a su narratario más allá de lo<br />

aparentemente contado, al trasfondo de unas líneas donde se perciba<br />

la problemática inquietante, la esencia válida de la ficción, desenmascarar<br />

el quimérico devenir <strong>del</strong> hombre en cada uno de sus personajes.<br />

La muerte y el erotismo se resuelven como fenómenos fundamentales<br />

y complementarios en la experiencia interior de los protagonistas<br />

literarios de la cuentística espinosiana; siendo así, pretendemos en


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

esta reflexión exponer la unidad que se da entre esos dos elementos a<br />

pesar de su antagonismo, además de las consecuencias y generación<br />

de nuevas visiones de mundo que provoca en la sensibilidad psíquica<br />

individual y colectiva de cada uno de los implicados.<br />

La sexualidad y la muerte se han definido como factores primordiales<br />

que <strong>del</strong>imitan la existencia humana, se moviliza en ellos la reproducción<br />

y el sostenimiento de la especie, y ante todo se proyectan<br />

como elementos intrínsecos a la imaginación y transformación <strong>del</strong><br />

comportamiento y pensamiento, estableciendo una palpable diferencia<br />

entre el hombre y el animal.<br />

Estos dos elementos se han <strong>del</strong>ineado en la psiquis humana como<br />

condiciones sagradas para la existencia, por ello han estado sujetos a<br />

prohibiciones explícitas en las leyes divinas y en las normatividades<br />

sociales; por ejemplo, los mandamientos No matarás, No cometerás<br />

adulterio, se asumen como interdictos consecuentes de la actitud para<br />

con los muertos y la sexualidad, revelando así el sustrato sagrado que<br />

el hombre ha dimensionado como Ley que resignifica el acto sexual<br />

primario y el valor de la vida más allá de la muerte.<br />

Eros, Thánatos y santidad<br />

Germán Espinosa en su cuento “Noticias de un convento frente al<br />

mar”, narra la historia de una novicia adolescente que dentro de su<br />

convento —San Simón—, despierta a su erotismo a través <strong>del</strong> contacto<br />

sexual con una de las monjas antiguas, la hermana Helga, situación<br />

que la sumerge en una especie de encantamiento mágico frente a la<br />

sombría cotidianidad que se había enraizado en ella, pues desde el<br />

momento en que la narradora se hace consciente de su placer erótico,<br />

empieza a mutar cada visión que le pintaba el monasterio, colorea los<br />

atardeceres y aromas <strong>del</strong> patio de ropas, el ruido escabroso <strong>del</strong> mar se<br />

hace rumor musical, renace a la vida desde sus visiones espectrales<br />

que la estaban marchitando lentamente en los desesperanzados meses<br />

que llevaba en el claustro.<br />

Pronto la voluptuosa monja lograría sutilmente esa alteración, al<br />

introducirme en su mundo de quimeras manifiestas y de sensoriales<br />

éxtasis… y no sorprenda si, por los días en que hiciera profesión y for-<br />

45


Orfa Kelita Vanegas V.<br />

mulara mis votos de castidad y pobreza, el monasterio se me hubiese<br />

de convertir en una mansión principesca. 1<br />

Para Georges Bataille (2007) toda prohibición está sujeta a una<br />

trasgresión, generada por el persistente impulso manumisor e instintivo<br />

<strong>del</strong> hombre, y en este caso podemos constatar cómo las dos religiosas<br />

al verse oscurecidas frente a la negación de la exploración sexual,<br />

tanto en sus juramentos sagrados como en su filosofía de vida, transgreden<br />

e inventan nuevos niveles para justificar su devenir cotidiano,<br />

con gran suspicacia y casi malevolencia, especialmente la hermana<br />

Helga, trascienden su existir en el deseo pasional de la otra, ambas<br />

transfiguran el acto carnal en una <strong>del</strong>iciosa exploración erótica, dando<br />

continuidad a su ser en la piel y el placer de la amada.<br />

En este caso la transgresión cometida por las monjas es mucho<br />

más profunda, juega por partida doble, pues hay quebrantamiento de<br />

sus votos de castidad, además de sostener relaciones homosexuales,<br />

acto repudiado por los prejuicios católicos, pero es precisamente ese<br />

actuar “perverso” lo que las sumerge en una nueva vida. Cada encuentro<br />

clandestino es aprovechado hasta el desbordar de los sentidos,<br />

buscando frenéticamente en los besos y caricias y vibrar <strong>del</strong> cuerpo un<br />

verdadero paraíso y comunión con lo divino.<br />

46<br />

Helga aún hacía presión en mis entrepiernas y percibí cómo, a<br />

través de la fina tela de hilo de mis interiores, introducía firmemente<br />

uno de sus dedos por la hendidura de mi cuerpo... tuve, en aquel<br />

instante, una impresión de plenitud, de comunión con el alma <strong>del</strong><br />

universo…(p. 243).<br />

Es de notar que esta historia pertenece a los recuerdos de la narradora,<br />

la novicia adolescente, ahora una mujer de más de ochenta años,<br />

una Madame, dueña de un bur<strong>del</strong>, desencantada de los hombres actuales<br />

por no saber cómo acercarse a sus muchachas y disfrutar totalmente<br />

<strong>del</strong> placer erótico, preguntándose aún por su vida en el monasterio<br />

y creyendo haber cumplido su más caro sueño.<br />

1 Todas las citas que se utilizan en este ensayo corresponde a Germán Espinosa, Cuentos<br />

Completos, Narrativa Colombiana, Ministerio de Cultura, Arango Editores, 1998. Para comodidad<br />

de la fuente citada, los textos escogidos tendrán solo el número de página correspondiente a esta<br />

edición.


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

Para Pellegrini 2 la continuidad <strong>del</strong> hombre estaría en el amor erótico<br />

y la discontinuidad en la muerte; discontinuidad que toma un carácter<br />

simbólico-mágico al enriquecer su sentido con una serie de rituales<br />

y creencias que idealizan en la conciencia humana una trascendencia<br />

eterna más allá de la finitud <strong>del</strong> cuerpo. Siendo así, Eros y Thánatos se<br />

dimensionan como fenómenos sagrados de la intimidad humana, dos<br />

antagonistas que coexisten permanente y hasta simultáneamente, dos<br />

potencias que configuran la vida <strong>del</strong> hombre, se enlazan el uno al otro<br />

para trascender el ser más allá de su subsistencia netamente fisiológica.<br />

Germán Espinosa en Fenestella confessionis, cuento <strong>del</strong> primer libro<br />

La noche de la Trapa, fusiona de manera magistral los elementos<br />

de la muerte y el erotismo en la psiquis <strong>del</strong> personaje principal <strong>del</strong> relato,<br />

el hermano Néstor, aquí la muerte adquiere un valor religioso, el<br />

suicidio es un auto-sacrificio que prolonga la existencia <strong>del</strong> monje en<br />

ese más allá deseado, ya que no pudo concretarlo en vida a través <strong>del</strong><br />

erotismo. Ambas acciones aunque son repudiadas por sus congéneres,<br />

llevan el más alto valor místico, el deseo erótico y el suicidio son los<br />

promotores <strong>del</strong> enaltecimiento espiritual <strong>del</strong> personaje, y aunque el<br />

escritor de manera jocosa termina su relato, no somos ajenos a la desesperación<br />

interna <strong>del</strong> pobre hermano.<br />

...Se apretó contra mi cuerpo y dijo en susurro: ¡Sí! ¡Alonso! ¡Tú<br />

eres mi diablo! ¡poséeme de una vez para siempre!...<br />

—Cuando volvimos, lo hallamos muerto. Se había estrangulado<br />

con el rosario (p. 19).<br />

La culpa <strong>del</strong> religioso es angustiosa y <strong>del</strong>irante, sabe que su lucha<br />

es quimérica frente al irrefrenable deseo erótico por su compañero, sin<br />

duda es demasiado consciente de su terrible transgresión a la Orden, su<br />

homosexualismo inaceptable lo lleva a comparar sus sentimientos con la<br />

figura satánica y por ello de manera bellamente simbólica se estrangula<br />

con su propio rosario, lo mata su propia fe, o quizás una imperecedera<br />

esperanza de purificar el alma pecadora para acceder al perdón divino,<br />

porque para el humano ya está condenado de vergonzosa manera.<br />

2 PELLEGRINI, Aldo. Prólogo: “El conde de Lautréamont y su obra”, En Lautréamont,<br />

Obras completas, Ediciones Boa, Buenos Aires, 1964.<br />

47


Orfa Kelita Vanegas V.<br />

Nada en el desarrollo <strong>del</strong> erotismo y concepción de la muerte es<br />

exterior al terreno de la religión, palabras sentenciosas de Bataille<br />

(2007), para argumentar que son desequilibrios en los cuales el ser<br />

se cuestiona a sí mismo, conscientemente. En Fenestella confessionis<br />

el erotismo es arrastrado en esa confusión de fuerzas antagónicas, se<br />

puede hablar de un erotismo de muerte, el hermano Néstor busca la superación<br />

de su ser individual, su suicidio no significa aniquilamiento<br />

sino expansión, penetra el misterio de la continuidad.<br />

Otro de los cuentos en los que se aborda el erotismo unido a la<br />

muerte es Confesión de parte, donde se narra la historia de una mujer<br />

que toma venganza contra su futuro esposo por la muerte de su hermano,<br />

pero lo interesante reside en que esos dos elementos se unen en el<br />

momento sagrado de la primera noche de bodas.<br />

La protagonista <strong>del</strong> cuento es una mujer que desde niña ha sido una<br />

asesina en potencia, es por ella que su tío, un boticario, muere de melancolía<br />

al encontrar siempre gusarapos en el agua destilada, diablura<br />

que comete la pequeña en retaliación por los sufrimientos que éste le<br />

había causado a su padre. Ya en su adultez muestra grandes habilidades<br />

para conquistar y enamorar a los hombres, posee el conocimiento<br />

<strong>del</strong> coqueteo femenino, arma que utiliza para asediar erótica y calculadamente<br />

al que fuera su víctima la noche de bodas.<br />

La esencia sádica es relevante en la relación sentimental que sostienen<br />

los dos personajes, aquí se reconoce el hecho inquietante en que el<br />

impulso <strong>del</strong> deseo sexual, llevado hasta el extremo, es un impulso de<br />

muerte, y la fémina de este cuento, muestra una conciencia profunda<br />

de ello al afirmar: “Mi boda no se consumó, porque tan pronto como<br />

se colocó encima mío, apenas amagó con ejecutar el sagrado crimen<br />

para el que mi madre me preparó toda la vida, hendí su carótida con la<br />

hoja de afeitar... (p. 323)”.<br />

El primer encuentro pasional de los protagonistas es recreado como<br />

un crimen sacro, entran en juego una serie de instrumentos y rodeos<br />

ceremoniales que despiertan en lector una atmósfera ritualística; en<br />

ello es clave el manejo juguetón <strong>del</strong> lenguaje, el escritor propone un<br />

despliegue de términos, palabras familiares al contexto místico: sol<br />

moribundo, desnudez de espada, rito de caricias, esencias recónditas;<br />

48


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

que armonizadas a través de la descripción de las diversas escenas<br />

insinúan un ambiente de sacrificio religioso, una muerte sagrada <strong>del</strong><br />

amado esposo, quien desde un inicio es elegido como la víctima y<br />

preparado para ese final.<br />

Se entrelazan en esta narración las fuerzas placenteras <strong>del</strong> erotismo<br />

con las de la muerte, conjugando hábilmente los desbordantes sentimientos<br />

de la venganza con los de la pasión erotizada. Está latente<br />

en esta historia una de las afirmaciones que hace Paz (1994) sobre el<br />

pensamiento de Sade al afirmar que el erotismo pertenece al dominio<br />

de lo imaginario, <strong>del</strong> placer, como la fiesta, la representación y el rito.<br />

Precisamente por ser un ritual colinda en alguna de sus dimensiones<br />

con la violencia y la trasgresión. Y en Confesión de parte el ritual se<br />

cumple tanto de forma real como simbólica en el sacrificio de Antonio<br />

Cocuy, pues él es la ofrenda sagrada que permite gozar el placer de<br />

la venganza y equilibrar la íntima subversión que abate el alma de la<br />

narradora.<br />

El vínculo entre erotismo y muerte no debería parecer paradójico,<br />

dice Bataille (2007) puesto que para comprender el exceso <strong>del</strong> que procede<br />

el primero y el exceso que es el segundo es necesaria la inclusión<br />

de los dos fenómenos, dimensionar en ellos la característica común<br />

de ser liberadores <strong>del</strong> instinto humano, de la división o resquebrajamiento<br />

<strong>del</strong> Ser. Ambas actitudes contienen un sublime y desgarrador<br />

desprendimiento total de la conciencia, es decir, que en el momento<br />

pletórico <strong>del</strong> desvanecimiento de la razón en el acto placentero de la<br />

posesión <strong>del</strong> otro, los sentidos se unifican en el desborde de un extraño<br />

placer, placer de vida liberada, que emana precisamente de la trasgresión<br />

a la prohibición, por la encarnación de una situación irregular.<br />

En el cuento “En casa ha muerto un negro”, <strong>del</strong> libro Los doce infiernos,<br />

también se da una íntima asociación entre el placer <strong>del</strong> Eros y<br />

<strong>del</strong> Thánatos, asimismo encontramos un personaje femenino, Leonor<br />

Radzynovich, quien siente la descomposición de su erotismo en la<br />

traición causada por su amante, y en medio de su perturbación y despecho<br />

decide terminar con la vida de este por utilizarla y amenazarla<br />

con chantajes mezquinos.<br />

49


Orfa Kelita Vanegas V.<br />

Con su esclavo negro, dejaba de lado su sentimiento de pavor insano,<br />

el vértigo de estar cometiendo relaciones incestuosas como en los<br />

acercamientos sexuales con su esposo, tal vez no sentía en su intimidad<br />

legal el desborde de pasión violenta, <strong>del</strong> paroxismo supremo que<br />

la liberara de sí misma, mientras que al saberse adúltera, transgresora,<br />

su nivel de erotismo fluye desbocado y amenazador.<br />

“Creo que fue el vaho de las bestias, el perfume <strong>del</strong> estiércol… Lo<br />

gocé sobre el heno, en una especie de <strong>del</strong>irio legendario, una suerte de<br />

acercamiento a los orígenes mismos de la vida… (p. 138)”.<br />

La señora Leonor Radzynovich, que actúa como Soberana, un<br />

poco al estilo de los personajes de Sade, decide nuevamente satisfacer<br />

sus caprichos íntimos, ya no para utilizar su elegido para el desenfreno<br />

de sus deseos pasionales sino para sacrificarlo en nombre de su amor<br />

traicionado. En ambos momentos el negro se convierte en la víctima<br />

de esta mujer, pues es ella la protagonista <strong>del</strong> inicio de las relaciones<br />

amorosas al saberlo sometido por su condición inferior, por su piel<br />

negra, e igualmente el de arrancarle la vida, e inclusive desvanecer<br />

y trivializar las consecuencias de este crimen, pues el mismo juez,<br />

eludiendo su deber, termina el relato susurrando: “Y le prohibo que<br />

vuelva a tomar en serio a estos bromistas que llaman para hacernos<br />

creer que en casa ha muerto un negro”.<br />

Hay una constante en el perfilamiento de los personajes femeninos<br />

en la cuentística de Espinosa, ya que ellos se caracterizan por ser<br />

independientes, inteligentes y con voz propia, tienen conciencia de<br />

su cuerpo y dominio de sus encantos eróticos; son ante todo heroínas<br />

trasgresoras que se pasean por las líneas con total autonomía frente a<br />

su existencia inmediata, que buscan desesperadamente reafirmar su<br />

yo y trascender su vida en los otros, desdibujando así la imagen de la<br />

mujer sometida o convencional, al servicio de sus señores.<br />

Ensoñación y Erotismo<br />

Los sueños se caracterizan por ser pasajeros, inclusive por quedar<br />

en cierto vacío existencial porque una vez despiertos, conscientes de<br />

nuestra realidad empírica, de los marcos geométricos <strong>del</strong> espacio claro,<br />

no recordamos con exactitud los sucesos soñados, sólo fragmentos<br />

50


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

de estos u olvido total. El espacio onírico es un estado de inconciencia,<br />

de la perdición momentánea <strong>del</strong> ser, la pequeña muerte que surge de<br />

una voluntad irracional de ocultamiento en las profundidades de lo<br />

oscuro.<br />

“El sueño de la noche no nos pertenece. No es nuestra propiedad.<br />

Para nosotros es un raptor, el más desconcertante de los raptores: nos<br />

arrebata nuestro ser (Bachelard, 1993: 218).<br />

Mas cuando un sueño se hace recurrente y consciente, hay en la<br />

psiquis <strong>del</strong> soñador una transformación, no se presenta ya un arrebato<br />

involuntario <strong>del</strong> ser, sino una prolongación <strong>del</strong> mismo en las imágenes<br />

suscitadas por su imaginación, y a la imaginación de la concentración<br />

sucede una voluntad de irradiación que conlleva a la ensoñación. La<br />

mente humana se abstrae <strong>del</strong> espacio y tiempo inmediato para penetrar<br />

en un mundo ensoñado, recurrente en imágenes placenteras que transforman<br />

el cogito <strong>del</strong> soñador, permitiéndole así una liberación de sus<br />

instintos e infundiendo nueva vida a su ser.<br />

Antonio Anzoátegui, personaje central <strong>del</strong> cuento “La máscara<br />

amorosa de la muerte”, en El Naipe negro, se abstrae momentáneamente<br />

en sus luchas campales con los recuerdos y ensoñaciones que<br />

le inspiraban Cecilia Gómez; las imágenes eróticas, de deseo ardiente,<br />

se entrecruzan con las ráfagas de bala y las lúgubres nubes de pólvora.<br />

Hay en su voluntad de imaginación, signada por la angustia y la<br />

transgresión, la ilusión de ser más de lo que es, de poseer el cuerpo de<br />

la mujer ansiada y trascender en la lucha erótica su propia existencia.<br />

...El recuerdo de la mujer.. jugueteaba, se divertía en su imaginación,<br />

escabulléndose y reapareciendo al modo de una presa fugaz en<br />

alguna remota expedición de cacería... (p. 458).<br />

…Una punzada horadó su corazón. El recuerdo insepulto se había<br />

avivado como una de esas banderas sacudidas por el viento… (p. 461).<br />

El militar transforma los efímeros recuerdos en posibles realidades<br />

futuras, pasa años deseando ver de nuevo esa mujer fugaz que se cruzó<br />

rápidamente en algún lugar de Tunja, sólo eso bastó para sumergir el<br />

resto de su vida en una ensoñación erotizada. El ensueño <strong>del</strong> cuerpo<br />

apetecido, de los nocturnos ojos, lo extraviaban <strong>del</strong> campo de bata-<br />

51


Orfa Kelita Vanegas V.<br />

lla para envolverlo en un aire alucinado, de imágenes exaltadas en<br />

su amor furibundo, pues veía rebrotar en su fantasía, en medio de la<br />

batalla, el infatigable rostro de Cecilia Gómez como si fuese la quintaesencia<br />

de la victoria.<br />

Estas ensoñaciones tienen un núcleo común primordial: la violencia,<br />

en el desborde <strong>del</strong> placer absoluto tanto en la ensoñación erótica<br />

por Cecilia, como en la matanza a sus adversarios, pues es precisamente<br />

en el momento más álgido de los encuentros bélicos que Anzoátegui<br />

se desmanda en su frenesí sensual. Él se sabe inmortal en el campo de<br />

batalla, confiesa en algunas cartas a su esposa, Teresa Arguíndegui,<br />

que no sería una bala la que suprimiera su vida, se mostraba seguro<br />

de este destino. Lo que desconocía era que su existencia se disolvería<br />

en otra lid, la de la cópula perfecta.<br />

52<br />

Entonces la tumbó sobre el lecho y la penetró con suavidad…<br />

sólo unos pocos vaivenes fueron posibles antes que, con horror,<br />

Cecilia viera congestionarse en forma alarmante el rostro <strong>del</strong> hombre<br />

amado…éste se desgonzaba hasta yacer como muerto… (p. 473).<br />

La ensoñación erótica termina de manera magistral, toma forma y<br />

relieve acrecentando la existencia de Anzoátegui, muere, sí, pero en<br />

medio <strong>del</strong> deseo conquistado tal vez escuchó la música interior que le<br />

anunciaba la llegada <strong>del</strong> ángel de la muerte, pero lo confundió con el<br />

ángel encarnado en el cuerpo vibrante y apasionado de Cecilia Gómez.<br />

Los cuentos “Susurro de hojas de otoño” y “The boomerang”, <strong>del</strong><br />

libro Noticias de un convento frente al mar, desarrollan una nueva<br />

faceta <strong>del</strong> erotismo unido al significado <strong>del</strong> sueño, hay en ellos un<br />

estilo burlesco pero también exultante de las teorías psicoanalíticas<br />

freudianas sobre el inconsciente individual plasmado en las vivencias<br />

reprimidas de los personajes.<br />

Julio Braga, protagonista <strong>del</strong> relato The boomerang, sufre por la<br />

constancia de un sueño erótico o fantasía nocturna: en el momento<br />

de unirse sexualmente a su pareja femenina descubre en ella con desolación<br />

un prometedor sexo masculino, experiencia onírica que lo<br />

atormenta al ser devuelto a su realidad diurna.


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

“Descubría de repente… que a pesar de los garridos senos y de las<br />

caderas incitantes, entre sus piernas pendía un pequeño pero convincente<br />

miembro viril” (p.287).<br />

El intelectual, conocedor y casi fiel a las teorías psicoanalíticas,<br />

interpreta este hecho como cierta inclinación homosexual inconsciente,<br />

y para liberarse de ello recurre a las terapias con el doctor Ramón<br />

Goyzueta, pero desafortunadamente para su perfil de hombre macho,<br />

político y luchador acérrimo en el partido, el espacio onírico se amplía,<br />

su psiquis lo traiciona, y la noche se vuelve completa al apoderarse<br />

también de su voluntad diurna, pues en poco tiempo se torna un<br />

enamorado fiel de su psicoanalista, tanto así que por libre decisión<br />

invierte todos sus ahorros para publicar en edición de lujo la indivisa<br />

charlatanería que este barboteaba en los cafetines.<br />

Se confirma en este hecho el cogito difuso de este soñador de<br />

ensoñaciones eróticas, quien cree recibir de la imagen de Goyzueta<br />

una tranquila confirmación a su existencia, pero no, porque lo más<br />

inquietante surge después de terminar las sesiones psicoanalíticas<br />

y volver a su vida cotidiana, pues el sueño sigue recurriendo pero<br />

con una variante, ahora la mujer conserva todos los encantos de su<br />

cuerpo femenino, pero desafortunadamente él constata que su propio<br />

sexo es ahora tan femenino como el de la susodicha ninfa. Es decir,<br />

que su ensoñación erótica homosexual pervive en medio de su negación<br />

voluntaria diurna.<br />

El cuento “Susurro de hojas de otoño”, aúna el erotismo, el sueño<br />

y la muerte, como posibilitadores y dinamizadores <strong>del</strong> acontecer existencial<br />

<strong>del</strong> personaje narrador que confiesa su historia. A medida que<br />

va haciendo una exposición detenida de las teorías psicoanalíticas de<br />

Freud, describe sus andares por otros países, su vida aventurada y la<br />

recurrencia de un sueño bastante traumático: la violación de una niña<br />

de nueve años.<br />

…Fue por los días en que Freud, exiliado, murió en Londres,<br />

cuando vi enriquecerse la visión con el acto adicional y absurdo de la<br />

violación por mí perpetrada, con horror, en aquel cuerpecillo que no<br />

terminaba de florecer (p. 296).<br />

53


Orfa Kelita Vanegas V.<br />

Es de notar que en este relato, rico en microtextos y referentes históricos,<br />

el hilo conductor son las transformaciones oníricas en el espacio<br />

diurno cuando se es consciente de los actos. El médico, único<br />

narrador personaje, demuestra desde su sabiduría científica la trascendencia<br />

de los sueños nocturnos en la psiquis humana, él como espejo<br />

de las teorías freudianas se autoanaliza y descubre que su neurastenia<br />

sexual es consecuencia de una experiencia infantil traumática.<br />

Lo interesante es visionar cómo la transmutación de sus neurosis<br />

le enriquece su faceta erótica, y que además rebrota en relación con la<br />

muerte de seres queridos; por ejemplo, cuando regresa <strong>del</strong> funeral de<br />

su primer maestro, esa misma noche sueña con su desnudez, se siente<br />

tranquilo, satisfecho frente a un grupo de personas que le miran con<br />

naturalidad; lo curioso es que al final <strong>del</strong> sueño se tira al piso como<br />

un perro a dormir. Este desenlace onírico puede interpretarse como un<br />

reflejo de animalidad por el acto de estar desnudo sin provocar vergüenza,<br />

perdiendo entonces la esencia erótica por verse desligado de<br />

la transgresión, su desnudez es ajena a la interdicción; quizás por ello<br />

el narrador no limita su placer exhibicionista al inconsciente nocturno,<br />

y decide hacer la prueba en el mundo real, descubriendo en éste el sobresalto<br />

que causa a los otros su desnudez desprevenida, reacción que<br />

le origina una pletórica sensualidad.<br />

54<br />

…muy a las claras hallaba ahora que el placer de mostrarme<br />

desnudo… me resultaba harto superior al <strong>del</strong> acto sexual, ya este<br />

difícilmente lograba la satisfacción final, en tanto que con el otro<br />

llegaba a ella en un crescendo sostenido… (p.295).<br />

Los sueños eróticos se van apoderando poco a poco de su vida<br />

consciente mientras que se desdibujan de su espacio onírico, pero persiste<br />

el sueño pedófilo, e inclusive se transforma y enriquece cuando<br />

se entera de la muerte de Freud en Londres, y es tanto su impacto<br />

frente al hecho de perder su segundo maestro, que esa misma noche el<br />

sueño toma un cariz más violento y sugestivo, ya no sólo se complace<br />

en ver el cuerpo desnudo de la niña, sino que arremete contra ella y<br />

la viola.


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

Una y otra vez el sueño recurre en sus noches, siempre asociado<br />

a acontecimientos fúnebres o a fuertes transgresiones eróticas, pero<br />

poco a poco también va desenmarañando su psiquis para descubrir la<br />

causa de este; es así como asocia sus violencia onírica a un recuerdo<br />

borrado, hoja de otoño que susurra un instante en el viento, y es el de<br />

haber sorprendido a su padre violando a la hija de la criada, una niña<br />

de nueve años cuando el narrador sólo contaba con tres.<br />

Desperté con sobresalto, pues había soñado que la entornada puerta<br />

por donde alguien espiaba mi acto de violación se abría con violencia,<br />

y quien desde allí me observaba… era mi padre, maldita sea, mi padre,<br />

que me miraba con ojos de complacida aprobación (p. 302).<br />

El sueño se plantea como revelador de lo real, <strong>del</strong> recuerdo sellado,<br />

declara a través de él la horripilante verdad además de encontrar justificación<br />

al odio inexplicable que sentía por su progenitor. El personaje<br />

dice citando a Freud, su padre cósmico, que el sueño es un realizador<br />

de deseos, y gracias a ellos es que este singular médico descubre el<br />

éxtasis erótico y la vergüenza de su familia.<br />

Vemos, entonces, cómo en cada uno de los cuentos abordados se<br />

esclarece la relación que fundan los fenómenos de la muerte y el erotismo<br />

en el devenir de los personajes, hay en estos componentes un<br />

dispositivo de humanidad, que conllevan a la generación de interrogantes<br />

íntimos frente a la cotidianidad y por ende a una movilidad de<br />

la existencia misma. Eros y Thánatos dimensionados desde un plano<br />

sagrado modifican la concepción primaria de la vida y la muerte, pasan<br />

a resignificar dentro de un conjunto de leyes y determinaciones<br />

morales la convivencia <strong>del</strong> hombre con sus coetáneos y el contexto<br />

cultural propio.<br />

El escritor alcanza en estas narraciones ricos matices al relacionar<br />

el erotismo y la muerte con los estados <strong>del</strong> sueño y la santidad,<br />

pues abre nuevas posibilidades para interpretar la compleja psiquis <strong>del</strong><br />

hombre. En la caracterización de los personajes se percibe la intervención<br />

de las teorías <strong>del</strong> psicoanálisis y la fenomenología, con el claro<br />

propósito de enriquecer el significado connotativo de la anécdota, lo<br />

cual a su vez también genera estudios caleidoscópicos, es decir, con<br />

55


Orfa Kelita Vanegas V.<br />

variedad de tonalidades y miradas a los temas y problemas suscitados.<br />

La cuentística espinosiana contiene diferentes elementos antagónicos<br />

que celebran el devenir <strong>del</strong> hombre: el erotismo y la muerte, el<br />

amor y el odio, el bien y el mal, el día y la noche, van apareciendo en<br />

sus líneas narrativas, en las historias recreadas como unidades sólidas,<br />

constitutivas de la esencia vital <strong>del</strong> ser. Así como en sus grandes novelas:<br />

La tejedora de coronas o El signo <strong>del</strong> pez, entre otras, nuevamente<br />

nos encontramos en un mundo ficcional lleno de referentes históricos,<br />

míticos, mágicos; de un mundo dotado de vitalidad: a través de<br />

asociaciones de imágenes, de metáforas obsesivas, de elaboración de<br />

cierto tipo de personajes (Valencia, 1998), que de manera magistral<br />

proyectan múltiples relaciones que comprometen la identidad humana<br />

y cuestionan su sistema de Valores.<br />

56


Bibliografía<br />

<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

Bachelard, Gastón. La poética de la ensoñación. Santafé de Bogotá: Fondo<br />

de Cultura Económica, 1993.<br />

_______. El derecho de soñar. Santafé de Bogotá: Fondo de Cultura Económica,<br />

1998.<br />

Bataille, George. El erotismo. Barcelona: Tusquets, 1997.<br />

Cajiao, Francisco. La piel <strong>del</strong> alma. Santafé de Bogotá: Magisterio, 1997.<br />

Espinosa, Germán. Cuentos Completos. Santafé de Bogotá: Arango editores,<br />

1998.<br />

Freud, Sigmund. Los textos fundamentales <strong>del</strong> psicoanálisis. Barcelona: Altaya,<br />

1993.<br />

Paz, Octavio. Un más allá erótico: Sade. Santafé de Bogotá: TM editores,<br />

1994.<br />

Pellegrini, Aldo. Prólogo: “El conde de Lautréamont y su obra”, En Lautréamont,<br />

Obras completas. Buenos Aires: Ediciones Boa, 1964.<br />

Orfa Kelita Vanegas<br />

Profesora de Literatura de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Tolima, Magíster enLiteratura<br />

de la <strong>Universidad</strong> Tecnológica de Pereira. Autora <strong>del</strong> libro La estética<br />

de la herejía en Héctor Escobar Gutiérrez, (<strong>Universidad</strong> Tecnológica de Pereira,<br />

2007). Integrante <strong>del</strong> grupo de investigación sobre Literatura Regional<br />

y Colombiana de la Maestría en Literatura de la <strong>Universidad</strong> Tecnológica de<br />

Pereira. Vinculada a Colciencias en el Grupo de investigación de Literatura<br />

Colombiana. Coordinadora <strong>del</strong> grupo de investigación en Didáctica de la Literatura<br />

de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Tolima, Correo electrónico: http://rizomaliterariout.wordpress.com,<br />

kelitav@yahoo.es<br />

Recibido: junio 25 de 2010<br />

Aprobado: julio 30 de 2010<br />

57


Dossier Lo propio, lo otro y lo nos-otro<br />

Sin titulo Acrilico sobre lienzo 40 cmx 60 cm Mónica Blandón


La metáfora <strong>del</strong> viaje en Cantos y encantamiento de la lluvia,<br />

de Albalucía Ángel<br />

Resumen<br />

El libro de poemas Cantos y<br />

encantamiento de la lluvia, de Albalucía<br />

Ángel, se presenta como la<br />

metáfora de un viaje de encuentros<br />

y desencuentros que tendrá un desarrollo<br />

complejo en Las Andariegas.<br />

En este artículo se propone una primera<br />

lectura de los indicios de esa<br />

metáfora, ligada al encantamiento<br />

de la palabra, el descubrimiento <strong>del</strong><br />

erotismo personal y la reflexividad<br />

de la búsqueda.<br />

Palabras claves:<br />

Metáfora, icasticidad, erotismo,<br />

Albalucía Ángel.<br />

Abstract<br />

The book of poems Songs and<br />

spell of the rain, written by Albalucía<br />

Ángel, is presented as a metaphor of<br />

a journey full of encounters and disagreements<br />

that will have a complex<br />

development in Las Andariegas. This<br />

Carlos A. Castrillón<br />

<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Quindío<br />

paper intends to make a first approach,<br />

a first reading of the sings in this<br />

metaphor. It will be linked to the spell<br />

of the word, the discovery of the personal<br />

eroticism and the reflexivity in<br />

the act of search.<br />

Key words<br />

Metaphor, un-chastity, eroticism,<br />

Albalucía Ángel.<br />

Resumo<br />

O livro de poemas “Cantos e encantos<br />

da chuva” de Albalucía Ángel,<br />

aparece como a metáfora de um<br />

Viagem de acordos e desacordos,<br />

que tem um desenvolvimento<br />

complexo em “Las Andariegas”.<br />

Este artigo propõe uma primeira<br />

leitura das provas desta metáfora,<br />

ligada ao encantamento de palavra,<br />

a descoberta do erotismo pessoal e a<br />

reflexividade da pesquisa.<br />

Palavras-chave: Metáfora, icasticidade,<br />

erotismo, Albalucía Ángel<br />

Poligramas <strong>34</strong> • Junio - Diciembre 2010 • 61- 76


Carlos A. Castrillón<br />

En una intervención en el Centro Cultural <strong>del</strong> Banco Interamericano<br />

de Desarrollo, en 1998, Albalucía Ángel afirmaba que su deseo de<br />

experimentación está profundamente arraigado desde cuando asumió<br />

el ser mujer como una “carrera”, siguiendo la afirmación de Simone<br />

de Beauvoir acerca de que una mujer se hace; “mi plan de vida ha<br />

sido esencialmente experimental, porque la experimentación está en<br />

mi sangre”, dice Albalucía Ángel, y demuestra la persistencia de esa<br />

tarea en la presentación de su trabajo De vuelta al silencio, sobre seis<br />

escritoras latinoamericanas.<br />

Sin embargo, a continuación la misma autora completa la visión<br />

sobre su vida y su obra: “Los principios que guían la vida deben ser<br />

el equilibrio y la armonía” (Ángel, 1998: 3). Su obra, siempre experimental<br />

y consistente, puede entenderse como una lucha por la causa<br />

de la armonía, lucha en la cual la turbulencia es signo evidente de una<br />

tensión.<br />

Nos proponemos demostrar la existencia de esa tensión en el libro<br />

de poemas Cantos y encantamiento de la lluvia, bajo la premisa de que<br />

la poesía, por su misma naturaleza, revela más claramente el valor de<br />

la palabra y produce en ella sobresaltos semánticos que iluminan los<br />

tres componentes que, en nuestra opinión, estructuran el libro: La palabra<br />

encantada —con la lluvia como motivo—, la reflexividad como<br />

correlato <strong>del</strong> erotismo y la metáfora <strong>del</strong> viaje.<br />

1. La palabra encantada<br />

En el universo narrativo de Albalucía Ángel la palabra siempre<br />

ha sido protagonista destacada, tanto en su valor intrínseco como en<br />

las voces que llama al diálogo. Desde la palabra directa y cruda de<br />

Oh Gloria Inmarcesible hasta la palabra alada de Las Andariegas, el<br />

proceso parece cumplir su propia estética: “Encuentro el lenguaje por<br />

alucinación porque soy una gran soñadora” (Ángel, 1998: 13).<br />

En Cantos y encantamiento de la lluvia una mujer vive y deja vivir<br />

en los poemas, sin violentar la palabra, en una serie de introspecciones<br />

que mantienen su anclaje con el mundo. Lo humano y lo natural<br />

conviven sin exaltaciones abismadas sobre lo último y sin la expresión<br />

declamatoria de lo primero.<br />

62


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

Las abundantes ocurrencias de la lluvia en las imágenes poéticas y<br />

en los momentos <strong>del</strong> viaje señalan un movimiento hacia la lluvia (para<br />

cantarla) y desde la lluvia (para dejarse encantar por ella). Ese doble<br />

movimiento estructura el poemario y le da el ritmo que la <strong>del</strong>gadez <strong>del</strong><br />

verso, dispuesto sin atender a una clave eufónica, no soportaría. Tanto<br />

la lluvia “de llanto dulce” como la lluvia “lustral y vencedora” van<br />

señalando un derrotero que luego, en la interpretación <strong>del</strong> libro como<br />

conjunto, comienza a develar sus claves. Esto lo ejemplifica bien el<br />

poema «Sueños <strong>del</strong> agua» (19): 1<br />

seré lluvia<br />

serena<br />

compañera de viaje<br />

en tiempos sin<br />

campanas<br />

mientras buscas<br />

el nido donde<br />

dejar tus sueños<br />

y colgar una<br />

hamaca<br />

de amanecer a<br />

amanecer<br />

seré lluvia<br />

fugaz<br />

de madrugada<br />

lluvia de<br />

llanto<br />

dulce<br />

seré lluvia<br />

<strong>del</strong> retorno.<br />

1 Todas las citas de: Ángel, Albalucía (2004). Cantos y encantamiento de la lluvia. Bogotá:<br />

Apidama Ediciones. Se ha respetado la disposición original de versos centrados en la página.<br />

63


Carlos A. Castrillón<br />

El viaje al cual se alude en este poema es el viaje subjetivo que abre<br />

y cierra el libro, en jornadas de avance y retroceso que señalan un camino<br />

de conciencia y descubrimiento. El “nido donde dejar tus sueños<br />

y colgar una hamaca” nos habla <strong>del</strong> retorno soñado por esta “viajera<br />

de la lluvia”, retorno al cual la lluvia imaginada, soñada y sentida le<br />

sirve de escenario, de motivo y de ropaje simbólico. En «Destierros»<br />

(p. 55) este motivo se hace explícito:<br />

64<br />

si llegaran las lluvias<br />

lustrales<br />

vencedoras<br />

iniciaría el viaje<br />

<strong>del</strong> destierro.<br />

Además de lo anterior, la lluvia es asumida en imágenes de bella<br />

icasticidad que resaltan su presencia y desarrollan el encantamiento<br />

<strong>del</strong> título: “deshilvano / acaricio / tejo otra vez / tus ojos / en la lluvia”.<br />

Con todo esto algunos poemas se acercan por momentos a la estética<br />

<strong>del</strong> haikú y de la tanka, en los que la imagen se soporta en el puro<br />

decir, sin mayores complejidades, pero con el deseo de compartir una<br />

súbita iluminación; esta semejanza encaja en el espíritu <strong>del</strong> haikú mas<br />

no en su forma, como en «Rumores» (p. 18): “quién cultivó tu sed /<br />

quién te dejó el / enigma / en una rosa”. Igual ocurre en «Cristales» (p.<br />

31), una tanka perfecta con sus versos conclusivos:<br />

son testigos mi<br />

sangre<br />

y el canto gris<br />

<strong>del</strong> alba<br />

te regalé mis alas<br />

mariposa.<br />

En general, el encanto de la palabra discurre apacible por los versos,<br />

pero en ocasiones se desborda en un cúmulo de imágenes que


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

dibujan en tropel una vida, como en «Oráculo» (p. 79), el poema dedicado<br />

a Tillie Olsen, símbolo <strong>del</strong> feminismo norteamericano: “la de las<br />

manos tejedoras”, “voz sin eco”, “piedra de río”, “flor de tus auroras”,<br />

“cautiva <strong>del</strong> silencio”.<br />

El otro encanto de la palabra en estos poemas tiene que ver con la<br />

plasticidad de la derivación morfológica, que es común a Las Andariegas.<br />

Estas formas personales y muy expresivas sitúan la palabra<br />

en un plano de familiaridad que convoca y son guiños <strong>del</strong> verso a la<br />

oralidad: andar imaginero y pindonguero, barquito piratero, ave volandera,<br />

etc.<br />

2. Erotismo y reflexividad<br />

El epígrafe de Susan Sherman, poeta y artista radical (“odiarte es<br />

odiarme, desearte es desearme”), introduce el segundo componente<br />

estructural: la alteridad de comunión que surge <strong>del</strong> erotismo entendido<br />

en reflexividad. En «Carmine Street» (p. 11) aparecen por primera vez<br />

los dos espacios de esa comunión:<br />

hoy hace dulce<br />

amada<br />

entre la lluvia<br />

afuera<br />

y ese batir<br />

de mar<br />

entre tus ingles.<br />

“La lluvia afuera” y el “batir de mar entre tus ingles”; afuera y<br />

adentro se corresponden en una enunciación que anula las diferencias<br />

entre los espacios y trae todo el mundo hacia la carne, en una formulación<br />

que se repite hasta el logro de la unidad total en la búsqueda erótica<br />

bajo diferentes máscaras. Así, en «Anhelo» (p. 13): “hay anhelo /<br />

en la tarde / y en mi sangre”.<br />

Al avanzar, los encuentros y desencuentros se suceden en la secuencia<br />

de nombres simbólicos y juguetones <strong>del</strong> objeto <strong>del</strong> deseo:<br />

agua, lluvia, mariposa, cierva galopera, grulla pescadora. Un cruce<br />

65


Carlos A. Castrillón<br />

de sueños, de cuerpos en luz y sombra o la amada que “navega dulce<br />

por mi anhelo” mientras afuera llueve; el andar entre la sombra de la<br />

noche, que está en “tus manos” y “tu cuerpo florecido”, con la noche<br />

adentro y afuera porque los caminos se hacen indistinguibles cuando<br />

no importa quién habla, quién siente o quién sueña. Al descender, la<br />

otra surge, “deshecha en luz y en miel”; al ascender, la otra se desata,<br />

“violando nuestro pacto / que era de / luz”.<br />

Pero la piel también asesina y esconde el fuego final, que deshace<br />

los cuerpos como un relámpago. «Delirios en azul de un alba dulce»<br />

(16) lo resume así:<br />

66<br />

unciéndonos<br />

amada<br />

vertiéndome en tu<br />

fuego<br />

desalojada<br />

calcinada.<br />

Siempre indefinible, siempre en contraste, el objeto <strong>del</strong> deseo sólo<br />

admite el oxímoron, como en «Elegía» (p. 23):<br />

ácido y miel<br />

su voz<br />

ácido y miel<br />

sus manos<br />

sus caderas<br />

su sexo<br />

ave de presa.<br />

Finalmente, la imagen especular resulta ser la mejor metáfora de<br />

esta búsqueda. Son dos los poemas que definen esa posibilidad: «En<br />

la mañana <strong>del</strong> espejo» (p. 63) y «Narcisa» (p. 103). En el primero, se<br />

describe cómo se forma la imagen de sí sobre el espectro de la imagen<br />

otra: entregar es recibir, recibir es emerger, emerger es encontrar el<br />

eco; ir hacia el otro es encontrarse y los caminos todos se confunden


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

en uno solo, que no puede recorrerse más que en compañía porque el<br />

acto erótico es comitativo:<br />

voy encontrada y<br />

fuego<br />

navegante<br />

desciendo hasta<br />

el reflejo<br />

donde mi cuerpo<br />

nace<br />

sorprendido<br />

acariciado<br />

alígero<br />

vértigo y canto<br />

en tu mirada<br />

y te recibo<br />

en mí<br />

como emergiendo<br />

savia nutricia<br />

enredadera.<br />

En «Narcisa», poema dedicado a Sappho Durrell, la hija de<br />

Lawrence Durrell, que se suicidó después de acusar a su padre de incesto,<br />

el verso sentencioso lo define de modo sintético: “Mira hacia /<br />

ti / enamórate”.<br />

3. El comienzo <strong>del</strong> viaje<br />

La metáfora <strong>del</strong> viaje es el tercero y más importante de los ejes estructurantes<br />

de este poemario. Los poemas de Cantos y encantamiento<br />

de la lluvia están fechados entre octubre de 1979 y octubre de 1980,<br />

justo antes <strong>del</strong> proceso de composición de Las Andariegas (octubre de<br />

1980 y junio de 1982). Si hemos de creer en las fechas, estos poemas,<br />

con su conjunto de indicios, son un buen ejemplo de cómo la poesía,<br />

en su decantación, puede intuir derroteros que luego encuentran desarrollo.<br />

Nos proponemos mostrar esos indicios bajo la hipótesis de que<br />

67


Carlos A. Castrillón<br />

Cantos y encantamiento de la lluvia se sitúa como pivote fundamental<br />

en el proceso que terminó con la escritura de Las Andariegas.<br />

No es sólo porque en los poemas aparecen algunos de los personajes<br />

de Las Andariegas, el primer dibujo de sus recorridos, el tono<br />

general e, incluso, similares construcciones sintácticas, sino, fundamentalmente,<br />

porque el libro se inicia con una declaración <strong>del</strong> propósito<br />

y la marca inicial <strong>del</strong> itinerario, en el poema «Fragmentos» (p. 9):<br />

68<br />

ir hacia el<br />

sol de todas<br />

estas muertes<br />

desarraigada<br />

navegante<br />

cantarle a<br />

este silencio.<br />

El poema final, «Simbad the sailor» (108), como correlato, señala<br />

la continuidad de la búsqueda, hacia el viento, hacia las islas, hacia el<br />

silencio:<br />

desata las amarras<br />

de ese barquito<br />

piratero<br />

y emprende viaje<br />

al viento<br />

amiga<br />

hacia las islas<br />

donde sólo el olor<br />

a yodo y flor<br />

y alas veloces<br />

cruzan<br />

y<br />

el silencio


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

De este modo, el viaje es circular, eterno y vivificante, y se estatuye<br />

como propósito en sí mismo. En ese viaje las islas están vinculadas<br />

al amor y a la nostalgia, a las tardes de soledad y recuerdo, a las aves<br />

que cruzan el cielo hacia los espacios que apenas se intuyen. Por tal<br />

razón, el itinerario es interno y con frecuentes regresos, pues el horizonte<br />

es doble: el sol naciente y el sol poniente invitan por igual; aquí,<br />

lo mismo que en Las Andariegas, el horizonte está representado por<br />

Harmakhis, el que vigila, el Horus de los dos horizontes, simbolizado<br />

por la Esfinge y el halcón, «Máscaras y pájaros» (p. 29):<br />

visitaré el azar<br />

y me abrirá<br />

el cancel<br />

Harmakhis<br />

rostro de piedra<br />

vigilante<br />

silenciosa de arena<br />

sin preguntas<br />

descenderé a la noche<br />

y cruzaré<br />

cien puertas.<br />

Como en Las Andariegas, que también cruzaron las cien puertas, el<br />

movimiento es complejo: andar, navegar, cruzar, desandar, descender.<br />

“Descenderé a la noche” es el verso que da la pauta sobre el sentido<br />

inicial <strong>del</strong> viaje, y se complementa con el “dejaré atrás”: “el desierto<br />

está / atrás”, “no mires / hacia / atrás”, “hoy llueve y atrás / queda el /<br />

desierto”. El viaje es hacia la lluvia y el viento, lejos <strong>del</strong> desierto:<br />

habitada de<br />

luz<br />

y flores de papiro<br />

volátil<br />

aromosa<br />

69


Carlos A. Castrillón<br />

70<br />

con esencias de<br />

sándalo<br />

y de cedro<br />

dejaré atrás<br />

los capiteles y<br />

el valle <strong>del</strong> desierto<br />

infinita seré<br />

como el silencio<br />

olvidada<br />

viajera de la lluvia.<br />

El simbolismo de la lluvia queda así centrado en el propósito <strong>del</strong><br />

viaje. Esta andariega, viajera de la lluvia, que se adentra en sí misma<br />

para ponerse cara a cara con el enigma, está ligada eternamente al<br />

agua; todo el viaje es acuático, en la verticalidad de la lluvia y la horizontalidad<br />

<strong>del</strong> mar. Indecisa entre andar y desandar, entre los horizontes<br />

que señala Harmakhis y la promesa vertical <strong>del</strong> agua, “la viajera<br />

entre / las aves / la viajera / <strong>del</strong> agua” (p. 103), no sucumbe al acertijo<br />

y elige “avanzar nada / más / sobrevivir al / grito” (p. 25), aunque en la<br />

encrucijada de su doble viaje parezca obligada la pregunta de «Ritornello»<br />

(p. 14): “¿permaneces o remas / viajera / entre los cíclopes?”.<br />

La “viajera en / campos de / trigales” es una “Antígona / sin sombra”,<br />

“peregrina en / las flores”, que no depone el grito ni la espada<br />

guerrera y que “cabalga hacia / las puertas / <strong>del</strong> olvido”, sin mirar<br />

hacia atrás, hacia el desierto.<br />

Finalmente, en «Zonas de fuego» (p. 37), poema dedicado a Alejandra<br />

Pizarnik, y tal vez el más bello <strong>del</strong> conjunto, el cúmulo de<br />

símbolos y sentidos entrecruzados funde en uno solo los tres ejes estructurantes,<br />

con lo cual aparece un sentido posible para el viaje y el<br />

retorno. El poema se inicia con una declaración taxativa: “No volveré<br />

a tu oscuridad”; luego, como en un resumen <strong>del</strong> itinerario, la viajera<br />

desciende “en llamas / por el río” y comienza el viaje “hacia los valles


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

/ donde flores / y pájaros / desanudan el tiempo / y esperan / al silencio”.<br />

La duda aparece porque “cambia de rumbo / la marcha de / mi<br />

sangre” y el cansancio “encubre la distancia / que me separa / <strong>del</strong> fruto<br />

prohibido”. A la distancia se percibe ese objeto <strong>del</strong> deseo, con dificultad<br />

porque “astuto es el / fantasma / que me ronda”; hay un momento<br />

para mirar hacia atrás, hacia el mundo desierto y sin lluvia al que no<br />

se desea regresar, pero la pulsión <strong>del</strong> avance se impone y “desamarro<br />

mi llanto / de niña / mañanera / perdida en el espejo / y dejo libre al /<br />

huracán”. La viajera se ve “destazada”, “destronada y sin cantos”, y se<br />

pregunta: “¿dónde están las / antorchas / y el castillo?”. Ahora se ve:<br />

desnuda y<br />

transparente<br />

vagar por entre<br />

olivos<br />

blanquecina la<br />

luz<br />

náufraga<br />

rescatada<br />

y es el rumor <strong>del</strong><br />

alba que me acuna.<br />

Y termina con esta declaración de voluntad de su viaje personal,<br />

íntimo, de rebeldía, de lucha por el “fruto prohibido”:<br />

no volveré a tu oscuridad<br />

refugio de<br />

chacales<br />

el desierto está<br />

atrás<br />

yo me dirijo<br />

al<br />

viento<br />

y al olvido.<br />

71


Carlos A. Castrillón<br />

En «Parábola viajera» (49) se aclara el sentido <strong>del</strong> objeto <strong>del</strong> deseo,<br />

envuelto en imágenes poéticas que lo ocultan y aluden:<br />

72<br />

me vaciaré <strong>del</strong><br />

tiempo<br />

para llegar a<br />

ti<br />

sin escudos<br />

sin lanzas.<br />

Vaciarse <strong>del</strong> tiempo, que en «Ranuras» (p. 15) ha sido descrito<br />

como una lanza que atraviesa a quien no logra vaciarse de él, es la<br />

clave para alcanzar el “fruto prohibido”. En el poema que lleva este<br />

título (p. 51), el fruto prohibido se concibe como un encuentro lleno<br />

de certezas, un viaje hacia “tus sueños / sin promesas” para beber “en<br />

silencio / de tu muerte pequeña”, la petite mort, como llaman los franceses<br />

al orgasmo:<br />

encontraré de nuevo<br />

ese lamento<br />

dulce<br />

de la quena<br />

que nos dejó<br />

la piel<br />

amable<br />

adormecida<br />

y ese olor a<br />

manzana<br />

entre mis manos<br />

como entonces<br />

al alba<br />

viajaré hacia tus<br />

sueños<br />

sin promesas


desandaré el camino<br />

musgoso<br />

empetalado<br />

y beberé<br />

en silencio<br />

de tu muerte pequeña<br />

asistirá<br />

encajera<br />

sin memoria<br />

la torre<br />

de París.<br />

<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

En varios de los poemas esta idea se repite. En «Grietas» (p. 89),<br />

por ejemplo, el descenso hacia el sueño descubre a la amada, la desandadora<br />

que sigue el camino complementario <strong>del</strong> encuentro, que se<br />

ve “surgir / deshecha en luz / y en miel”. En «Una segunda muerte»<br />

(p. 83) la desandadora Auriga vendrá “sin las armas / al cinto” y “veré<br />

tu entrada / en mi silencio / y sentiré / tus manos / de buscadora de /<br />

girasoles / ojos de luz / errante / sombra perenne de / mi sombra”. La<br />

desandadora responde en «Moderato cantábile» (p. 87): “desando y<br />

cruzo el / puente / que me lleva a / tu goce”. Y en el otro poema de<br />

motivo musical, «Allegro con brío» (p. 81), se confirma el pacto:<br />

se detendrá primero<br />

un rayo en su<br />

caída<br />

que tú entrar<br />

en mi olvido.<br />

Atrás queda el desierto porque el amor es el destino, aunque la búsqueda<br />

continúe por el llamado final y la circularidad de la estructura.<br />

El poema «Zonas de hechizo» (p. 80) parece adecuado para terminar<br />

estas notas:<br />

73


Carlos A. Castrillón<br />

74<br />

hoy llueve<br />

amada<br />

mientras que tú<br />

navegas<br />

dulce<br />

por mi anhelo<br />

y tu mirar<br />

de almendra<br />

deja en mi piel<br />

como una quemadura<br />

hoy llueve<br />

y atrás queda el<br />

desierto.


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

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de Albalucía Ángel”. En Memorias, III Encuentro de Escritoras Colombianas,<br />

Homenaje a Albalucía Ángel, Bogotá, Presidencia de la República,<br />

OEI. 63-78.<br />

Carlos A. Castrillón<br />

Profesor <strong>del</strong> programa de Español y Literatura de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Quindío<br />

y de la Maestría en Literatura de la <strong>Universidad</strong> Tecnológica de Pereira.<br />

Es director de la línea de investigación en “Relecturas <strong>del</strong> Canon Literario”<br />

(<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Quindío), de la cual procede el artículo sobre la poesía de<br />

Albalucía Ángel. Entre sus publicaciones recientes se encuentran Bernardo<br />

75


Pareja y los Argonautas <strong>del</strong> Espíritu (2010), La Casa poética de Zoe Savina<br />

(2009), La poesía inédita de Carmelina Soto (2007), “La minificción posmoderna<br />

de Daniil Harms” (2007), “El destino doble en Los Hijos <strong>del</strong> Agua de<br />

Susana Henao” (2007), “Ortega y Gasset: La plenitud <strong>del</strong> Quijote” (2006).<br />

76<br />

Recibido: junio 10 de 2010<br />

Aprobado: agosto 9 de 2010


La narrativa colombiana de la segunda mitad <strong>del</strong> siglo XX con el<br />

tema de la violencia política<br />

Resumen<br />

La narrativa con el tema de la<br />

violencia política de la segunda mitad<br />

<strong>del</strong> siglo XX ha sido una constante<br />

en el mundo de las letras colombianas,<br />

en contraposición con la<br />

aseveración de algunos analistas de<br />

las ciencias sociales que consideran<br />

que ha habido un déficit de “capacidad<br />

expresiva” para representar<br />

simbólicamente el conflicto interno<br />

armado que vive el país.<br />

Palabras clave<br />

Narrativa <strong>literaria</strong><br />

Narrativa testimonial<br />

Teoría narrativa de la acción<br />

Violencia política<br />

Conflicto interno armado<br />

Abstract<br />

The narrative that uses as the<br />

main subject the political violence<br />

of the second half of the XX century<br />

it has been a constant feature of the<br />

Colombian literature, in comparison<br />

to the statement of some social<br />

sciences analysts who consider that<br />

there has been in Colombia a shor-<br />

Marta Cecilia Lora-Garcés<br />

tfall in the “expressive capacity” to<br />

represent symbolically the internal<br />

armed conflict that takes place in<br />

Colombia.<br />

Key words<br />

Literary narrative<br />

Testimonial narrative<br />

Narrative theory of action<br />

Political violence<br />

Internal armed conflict<br />

Resumo<br />

A narrativa com a questão da violência<br />

política da segunda metade do<br />

século XX é uma constante no mundo<br />

das letras colombiano ao contrário<br />

de alguns analistas de Ciências<br />

Sociais afirmam que é uma falta de<br />

“poder expressivo” para simbolizar<br />

o conflito que tem prevalecido no<br />

país.<br />

Palavras-chave:<br />

Narrativa literária<br />

Narrativa testemunhal<br />

Teoria da narrativa de ação<br />

Violência Política<br />

Conflito armado interno<br />

Poligramas <strong>34</strong> • Junio - Diciembre 2010 • 77- 101


Marta Cecilia Lora-Garcés<br />

El tema de la violencia política colombiana de la segunda mitad <strong>del</strong><br />

siglo XX, ha sido una constante en la narrativa <strong>literaria</strong> y testimonial,<br />

ya que ha corrido paralelo con la conciencia política <strong>del</strong> país, al menos<br />

en su representación simbólica, y no ha estado separado de ella, como<br />

algunos analistas de las ciencias sociales lo han sugerido. Lo que me<br />

lleva a controvertir los argumentos de Gonzalo Sánchez en Guerras,<br />

memoria e historia, cuando asevera que el país ha vivido en un “déficit<br />

de narración” o en un “déficit de la capacidad expresiva”, “para dar<br />

cuenta de muchos aspectos asociados a estos temas de la memoria, la<br />

crueldad, el dolor, el miedo, el desarraigo y tantos otros que atraviesan<br />

nuestra cotidianidad” (2006: 131).<br />

El concepto de violencia política es un término que comúnmente<br />

se ha utilizado en el ámbito académico colombiano para referirse a<br />

“aquella ejercida como medio de lucha político-social, con el fin de<br />

mantener, modificar, sustituir o destruir un mo<strong>del</strong>o de Estado o de<br />

sociedad”, según la definición <strong>del</strong> Centro de Investigaciones y Educación<br />

Popular, CINEP. En este sentido, en los últimos sesenta años,<br />

la violencia política ha irrumpido en el espacio público-político de<br />

los colombianos, convirtiéndose en la brutal realidad que domina la<br />

teoría política y que presume que lo político es la violencia, sin llegar<br />

a entender que el ser político es la más elevada posibilidad de la existencia<br />

humana, que nada tiene que ver con la violencia, siguiendo el<br />

pensamiento de Hannah Arendt (1997: 151).<br />

Un brevísimo recorrido historiográfico<br />

Al hacer un somero bosquejo de la violencia política colombiana<br />

de la segunda mitad <strong>del</strong> siglo XX, 1 podemos señalar que<br />

las décadas de los cincuenta e inicios de los sesenta, se caracterizan<br />

por una serie de experiencias dolorosas que irrumpen con<br />

la consolidación de diferentes actores armados que conforman<br />

1 Consultar de Fernán E. González, Ingrid J. Bolívar y Teófilo Vásquez el estudio Violencia<br />

política en Colombia: de la nación fragmentada a la construcción <strong>del</strong> Estado (2003), en el<br />

cual los investigadores <strong>del</strong> CINEP analizan la evolución <strong>del</strong> conflicto interno colombiano y el<br />

comportamiento de los diferentes actores armados, en las últimas décadas <strong>del</strong> siglo XX, de una<br />

manera que van articulando las poblaciones y los territorios nacionales en una compleja trama<br />

de interrelaciones que desembocan en la construcción <strong>del</strong> Estado.<br />

78


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

las redes de poderes locales y regionales, denominados como<br />

los jefes políticos, o los bandoleros, o los gamonales, según el<br />

bando desde el cual se narren. 2 En los inicios de la década de los<br />

sesenta se da el nacimiento de los movimientos guerrilleros, 3 y<br />

a finales de los años ochenta y comienzos de los noventa surgen<br />

y se consolidan las autodefensas y los grupos paramilitares.<br />

4 Además, el fenómeno <strong>del</strong> narcotráfico, a partir de la década<br />

de los ochenta, entra como una nueva modalidad para financiar<br />

los grupos por fuera de la ley, con los recursos provenientes de<br />

los cultivos de drogas ilícitas. A esta nueva modalidad de financiación<br />

de los grupos armados ilegales se agrega la infiltración<br />

alcanzada por las organizaciones de las autodefensas y de los<br />

paramilitares en el Estado y en la sociedad, a finales <strong>del</strong> siglo<br />

XX e inicios <strong>del</strong> XXI. 5<br />

En las experiencias recientes de violencia <strong>del</strong> conflicto interno<br />

colombianos, todos los actores armados son portadores de referentes<br />

culturales que crean identidades y pertenencias dentro <strong>del</strong><br />

proceso de configuración de la política <strong>del</strong> país, y cuyas representaciones<br />

simbólicas se ven reflejadas insistentemente en las temáti-<br />

2 El artículo de Íngrid Johanna Bolívar, “La violencia de los cincuenta y las modalidades<br />

de integración territorial y social”, (Controversia 179, (2001): 77-121), ofrece un recorrido<br />

historiográfico y crítico acerca de la violencia política de los años cincuenta. Otro estudio<br />

histórico que podemos mencionar es de Gonzalo Sánchez Gómez y Donny Meertens, Bandoleros,<br />

gamonales y campesinos (1983, 2006), que enfatiza el entramado de relaciones políticas en el<br />

que se da el bandolerismo colombiano en la década de los cincuenta.<br />

3 Con el tema de los movimientos guerrilleros consultar los estudios de Camilo Echandía<br />

Castilla, “Evolución reciente <strong>del</strong> conflicto armado en Colombia: la guerrilla”, en: Arocha,<br />

Jaime, Fernando Cubides y Myriam Jimeno, comp. Las violencias: inclusión creciente (1998),<br />

y el trabajo de Eduardo Pizarro Leongómez, Una democracia asediada: balance y perspectiva<br />

<strong>del</strong> conflicto armado en Colombia (2004). Ambos estudios ofrecen una visión general de las<br />

guerrillas colombianas desde su fundación.<br />

4 Algunos estudios que podemos citar acerca de las autodefensas y los grupos paramilitares<br />

son: de Fernando Cubides, “De lo privado y de lo público en la violencia colombiana: los<br />

paramilitares”, en: Arocha, Jaime, Fernando Cubides y Myriam Jimeno, comp. Las violencias:<br />

inclusión creciente (1998); de Mauricio Romero, Paramilitares y autodefensas: 1982-2003<br />

(2003), y editado por Alfredo Rangel, El poder paramilitar (2005).<br />

5 Un estudio polémico acerca de las conexiones entre los narcotraficantes y los paramilitares<br />

que llegan a infiltrarse en las élites políticas <strong>del</strong> Estado colombiano a finales <strong>del</strong> siglo XX e<br />

inicios <strong>del</strong> XXI es: Parapolítica: la ruta de la expansión paramilitar y los acuerdos políticos<br />

(2007), realizado por la Corporación Nuevo Arco Iris, bajo la dirección de Mauricio Romero y<br />

León Valencia. Los investigadores concluyen que esta conexión consolida su predominio dentro<br />

y fuera <strong>del</strong> Estado, con grandes repercusiones que alteran la competencia política <strong>del</strong> país.<br />

79


Marta Cecilia Lora-Garcés<br />

cas utilizadas por la narrativa <strong>literaria</strong> y testimonial que se producen<br />

en esas décadas. En este sentido, los narradores colombianos<br />

tratan el tema de la violencia política en forma recurrente, y cada<br />

autor trabaja el tiempo histórico en su propia actividad narrativa:<br />

en primer lugar narran la luchas bipartidistas, luego las acciones<br />

guerrilleras y posteriormente la llamada guerra <strong>del</strong> narcotráfico,<br />

colocando a la literatura como el signo de su tiempo, como lo<br />

anota Alonso Aristizábal (1999: 185-194).<br />

Las décadas de los cincuenta y sesenta<br />

La simbolización de la violencia política partidista entre las décadas<br />

de los cincuenta y sesenta recorre el pasado y el presente de los<br />

colombianos, permaneciendo en el fondo de sus vidas y marcando la<br />

cultura nacional. En estos años aparecen gran cantidad de ensayos,<br />

novelas, representaciones teatrales y producciones tanto cinematográficas<br />

como de las artes plásticas, caracterizadas todas por el crudo realismo,<br />

por el testimonio y por la crónica de los hechos ocurridos. Pero<br />

ante todo, la tradición oral cuenta con una colección de testimonios,<br />

más o menos verídicos, transformados en leyendas fragmentarias por<br />

la incontable sucesión de narradores. En la lucha bipartidista de esos<br />

años, ambos bandos, el liberal y el conservador, difunden historias<br />

negras con el propósito de desprestigiar al contendor. De este modo,<br />

el imaginario colectivo y la mentalidad política de la época están<br />

acompañados por la elaboración de imágenes simbólicas, insignias,<br />

emblemas, consignas, apodos, canciones, coplas, creencias, leyendas,<br />

mitos y ritos. Todo ello con el objeto de nutrir el conflicto y realizar<br />

una lectura <strong>del</strong> momento histórico que sirva para elaborar una versión<br />

legítima y justificadora de sus conductas, como lo sugiere Darío Acevedo<br />

(1995: 194). Pero, en últimas, el tema de la violencia política, en<br />

estos años, es una constante que acecha la literatura colombiana dando<br />

énfasis al malestar, a la desesperación y a la muerte (Palacios, 1998:<br />

191). Carlos Lleras de la Fuente enfatiza el hecho de que muchos de<br />

los autores de las obras que componen la denominada “literatura de la<br />

violencia”. 6<br />

80<br />

6 Para Marino Troncoso, el término “novela de la violencia” fue acuñado, en primer lugar,


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

fueron víctimas directas de ella y es por eso que saben expresar,<br />

con ese vigor y esa sinceridad que apasionan, los sentimientos <strong>del</strong><br />

pueblo martirizado, de las mujeres vejadas, <strong>del</strong> campesino que vio sus<br />

siembras destruidas y su rancho en llamas (1961: 660).<br />

Además, Lleras de la Fuente sugiere que esta “literatura de la violencia”<br />

no sólo es un género literario, sino también un fenómeno sociológico,<br />

que enseña al pueblo colombiano a través de lo que él denomina<br />

la “verdadera literatura” producida en los últimos años (p. 661).<br />

Varios son los inventarios bibliográficos que dan cuenta de la profusa<br />

narrativa con el tema de la violencia política colombiana de las<br />

décadas de los cincuenta y sesenta. Entre ellos podemos mencionar: de<br />

Lucila Inés Mena, “Bibliografía anotada sobre el ciclo de la violencia<br />

en la literatura colombiana”, que registra 74 novelas publicadas entre<br />

1951 y 1972 (1978). Mena también recoge en este mismo artículo<br />

35 estudios críticos sobre la novelística de la violencia, escritos entre<br />

1965 y 1976. Por su parte, Augusto Escobar Mesa, en su artículo “La<br />

Violencia: ¿generadora de una tradición <strong>literaria</strong>?”, enumera 70 novelas<br />

editadas entre 1949 y 1967 (1996). 7 Posteriormente, Escobar Mesa<br />

realiza un cuidadoso estudio de 67 novelas 8 publicadas entre 1946 y<br />

1966, concluyendo que de este universo literario el setenta por ciento<br />

defiende el punto de vista político liberal, el diez por ciento el punto<br />

de vista de los conservadores, y un veinte por ciento realizan una reflexión<br />

crítica que supera el enfoque partidista (2000: 330). También<br />

anota Escobar que lo impactante de estos años cincuenta y sesenta es el<br />

hecho de que la literatura colombiana, que había estado ausente de los<br />

aconteceres político-sociales en los años anteriores, como producto de<br />

una cultura dominante y dependiente, no puede marginarse <strong>del</strong> hecho<br />

por el crítico Hernando Téllez, quien en sus comentarios literarios de las “Lecturas Dominicales”<br />

de El Tiempo, comienza a utilizarlo en los inicios de los años cincuenta (1989: 32).<br />

7 Este artículo también es publicado con el título “Literatura y violencia en la línea de<br />

fuego”, en: Ensayos y aproximaciones a la otra literatura (Santafé de Bogotá: Fundación<br />

<strong>Universidad</strong> Central, 1997, 97-153), y en: Literatura y cultura: narrativa colombiana <strong>del</strong> siglo<br />

XX, compilado por María Mercedes Jaramillo, Betty Osorio y Ángela Inés Robledo (Bogotá:<br />

Ministerio de Cultura, 2000, Vol. II: 321-338). En los tres textos reseñados, aparecen algunas<br />

variaciones pero sin cambiar la esencia <strong>del</strong> tema tratado.<br />

8 No todas estas 67 obras pertenecen al género literario de la novela sino más bien a la<br />

narrativa testimonial, pero Escobar Mesa no hace esa distinción en su artículo.<br />

81


Marta Cecilia Lora-Garcés<br />

histórico de la Violencia 9 y decide involucrarse con su narrativa (2000:<br />

323). Laura Restrepo también manifiesta que: “la ha sido<br />

el punto de referencia obligado de casi tres decenios de narrativa: no<br />

hay autor que no pase, directa o indirectamente, por el tema; éste está<br />

siempre presente, subyacente o explícito, en cada obra” (1976: 9-10).<br />

Otro de los inventarios bibliográficos para mencionar es el de Carlos<br />

Lleras de la Fuente, “La literatura de la violencia (Bibliografía)”,<br />

en el que anota doce novelas y veintiséis cuentos, publicados entre<br />

1950 y 1961, indicando que son en estos textos donde las generaciones<br />

<strong>del</strong> futuro deberán de aprender la verdadera historia patria (1961:<br />

660).<br />

Algunos ejemplos de las obras con el tema de la Violencia de los<br />

años cincuenta, escritas por personas que estuvieron muy cerca de los<br />

hechos, entre muchos otros, son: Viento seco (1953) <strong>del</strong> médico Daniel<br />

Caicedo, testigo presencial de los acontecimientos de la violencia<br />

política en el <strong>Valle</strong> <strong>del</strong> Cauca; Balas de la ley (1953) de Alfonso Hilarión,<br />

soldado de la Policía Nacional y alcalde militar de Muzo, departamento<br />

de Boyacá, quien actúa bajo la pasión política y la venganza<br />

en los inicios de los años cincuenta; Lo que el cielo no perdona (1954)<br />

de Ernesto León Herrera, seudónimo <strong>del</strong> sacerdote Fi<strong>del</strong> Blandón Berrío,<br />

en el que describen las masacres de la policía chulavita 10 en el occidente<br />

antioqueño, durante los gobiernos conservadores de Mariano<br />

Ospina Pérez (1946-1950) y Laureano Gómez (1950-1954); De Caín<br />

a Pilatos o lo que el cielo no perdonó: refutación a “Viento Seco y “Lo<br />

que el cielo no perdona” (1955) de Testis Fi<strong>del</strong>is, seudónimo de Germán<br />

Saldarriaga, quien demuestra con multitud de documentos y citas<br />

cómo la violencia liberal o la “guerra de los bandoleros”, entre 1948<br />

9 La época denominada de la Violencia, con mayúscula, se refiere al fenómeno colombiano<br />

de agitación y disturbios civiles marcado por la violencia política entre 1945 y 1966, con un<br />

estimado de muertes que los académicos sitúan entre 200.000 y 400.000 personas, a través de<br />

todo el territorio nacional. Cf. Roldán, Mary. A sangre y fuego: la violencia en Antioquia,<br />

Colombia 1946-1953. Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, Fundación para<br />

la Promoción de la Ciencia y la Tecnología, 2003, 380.<br />

10 El término “chulavita” se toma de la vereda Chulavo, municipio de Boavita, departamento<br />

de Boyacá, famosa por el fanatismo conservador y generalizado a la policía que ejerce la<br />

violencia sobre la población. Para los liberales referirse a “chulavitas” era considerado como<br />

sinónimo de muerte y terror. Cf. Reyes, Catalina. “El gobierno de Mariano Ospina Pérez: 1946-<br />

1950”. Nueva Historia de Colombia. Bogotá: Planeta, 1989, Vol. II: 9-32.<br />

82


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

y 1953, deja marcado al país con una “monstruosa crueldad y ciego<br />

fanatismo”; y Las guerrillas <strong>del</strong> Llano (1959) de Eduardo Franco Isaza,<br />

en la que narra la génesis de las guerrillas liberales de los Llanos<br />

Orientales, realizando una minuciosa crónica de la rebelión de un pueblo<br />

contra la persecución oficial desencadenada entre 1948 y 1953.<br />

Ya al final de la década de los años cincuenta la literatura colombiana<br />

inicia un proceso de cambio radical en su mirada e interiorización,<br />

que va paralela con la toma de conciencia política <strong>del</strong> país. Para explicar<br />

los cambios en esta toma de conciencia, Marino Troncoso resalta<br />

dos hechos de importancia nacional: por una parte, la creación de la<br />

comisión investigadora de las causas de la violencia por la Junta Militar<br />

de Gobierno en 1958. Y por otra, la propuesta investigativa para<br />

estudiar la Violencia en Colombia, a cargo de la Facultad de Sociología<br />

de la <strong>Universidad</strong> Nacional, que dio como resultado el polémico<br />

libro de Germán Guzmán Campos, Orlando Fals Borda y Eduardo<br />

Umaña Luna, La violencia en Colombia (primer volumen publicado<br />

en 1962, segundo volumen publicado en 1964, y ambos textos reeditados<br />

en 2005 por la editorial Taurus), trabajo en el que se compila una<br />

multitud de voces y de imágenes de los actores, de las víctimas y de<br />

los testigos de las infamias cometidas durante la Violencia (Troncoso,<br />

1989: 35-36). Con estos dos hechos de incidencia nacional, a partir de<br />

1958, la narrativa colombiana con el tema de la violencia política la<br />

asumen los escritores que van dejando atrás a los que sólo daban un<br />

testimonio de lo que habían presenciado.<br />

Del total <strong>del</strong> extenso inventario bibliográfico de la literatura colombiana<br />

con el tema de la violencia política escrita entre 1949 y finales<br />

de los años sesenta 11 se pueden hacer excepciones de novelas<br />

con valiosas dimensiones <strong>literaria</strong>s que narran el hecho histórico de<br />

manera poética, algunas de ellas son: de Eduardo Caballero Calderón,<br />

El Cristo de espaldas (1952), Siervo sin tierra (1954) y Manuel<br />

Pacho (1964); de Jorge Zalamea Borda, El gran Burundún Burundá<br />

ha muerto (1952), novela también considerada como un “poema satírico”<br />

por el mismo autor; de Gabriel García Márquez, El coronel no<br />

11 Es pertinente aclarar que la crítica <strong>literaria</strong> ha clasificado a la narrativa testimonial como<br />

parte <strong>del</strong> género novela, acrecentando, de esta manera, su número cuando se elaboran los<br />

inventarios bibliográficos.<br />

83


Marta Cecilia Lora-Garcés<br />

tiene quien le escriba (1958) y La mala hora (1962), ambas obras con<br />

exquisita finura narrativa; de Tulio Bayer, Carretera al mar (1960);<br />

de Donato Cartagena, Una semana de miedo (1960); de Jaime Sanín<br />

Echeverri, ¿Quién dijo miedo? (1960); de Fernando Soto Aparicio,<br />

Solamente la vida (1961) y Espejo sombrío (1967).<br />

Un aspecto que hay que enfatizar, en esta narrativa testimonial de<br />

las décadas de los cincuenta y sesenta, es el hecho de que la llamada<br />

“literatura de la violencia” culpabilizó a los dirigentes políticos como<br />

responsables directos de las barbaries que estaban ocurriendo, como<br />

lo sugiere Óscar Osorio en su artículo “Anotaciones para un estudio<br />

de la novela de la violencia en Colombia”. Osorio también sugiere<br />

que dicha narrativa fue censurada y sancionada en su época, además<br />

de catalogada como “mentirosa y <strong>del</strong>eznable”, y en muchos casos destruida<br />

o, al menos, recogida de las bibliotecas públicas y universitarias,<br />

como le sucede a Arturo Echeverri Mejía con su novela Marea de<br />

ratas (1960), que aborda el tema de la violencia de manera directa, y<br />

cuyas reacciones oficiales no se dejan esperar con la desaparición casi<br />

total de la obra (2003: 132-139).<br />

Cabe mencionar que, generalmente, la crítica <strong>literaria</strong> y los analistas<br />

políticos de la literatura colombiana con el tema de la violencia política<br />

de la segunda mitad <strong>del</strong> siglo XX parten de los acontecimientos<br />

previos al asesinato <strong>del</strong> líder político Jorge Eliécer Gaitán (Troncoso,<br />

1989: 33), ocurrido el 9 de abril de 1948, aunque lo más preciso sería<br />

partir de ese 9 de abril, con el homicidio de Gaitán y la revuelta de<br />

las masas populares y los hechos ocurridos durante el denominado<br />

“Bogotazo”. Para el historiador Jorge Orlando Melo, ese hecho <strong>del</strong><br />

“Bogotazo” genera una representación nacional de carácter mítico y<br />

se convierte inevitablemente en el factor de los acontecimientos históricos<br />

posteriores (1997: 9). Por ellos, la vida y la muerte <strong>del</strong> caudillo<br />

han generado una literatura de gran amplitud: libros, memorias,<br />

comentarios y discursos se han sumado para evocar e interpretar el<br />

sentido de su acción, y la narrativa <strong>literaria</strong> con el tema <strong>del</strong> Bogotazo<br />

no se ha quedado atrás. Podemos citar las siguientes novelas con esta<br />

temática: de Pedro Gómez Corena, El 9 de abril (1951), cuenta desde<br />

la versión diplomática los acontecimientos <strong>del</strong> “Bogotazo”, en los<br />

84


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

momentos que se celebra la IX Conferencia Panamericana; para el narrador,<br />

la revuelta de ese 9 de abril fue orquestada para sabotear dicha<br />

conferencia. De José Antonio Osorio Lizarazo, El día <strong>del</strong> odio (1952),<br />

narra, desde el punto de vista de los más desfavorecidos, lo que ocurre<br />

en la capital bogotana con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán;<br />

hechos que el narrador atribuye a todas las insatisfacciones e injusticias<br />

que sienten las masas populares en esos momentos. De Ignacio<br />

Gómez Dávila, Viernes 9 (1953), centra su atención en las grandes<br />

contradicciones que vive la sociedad bogotana en los momentos de la<br />

revuelta, que el narrador considera fracasada por no encontrarse los<br />

responsables de los hechos. De Carlos H. Pareja, El monstruo (1955),<br />

narra desde la ideología de los seguidores de Gaitán y su consigna de<br />

“restauración moral” los hechos <strong>del</strong> 9 de abril, explicando el espíritu<br />

en que se inspiró el pueblo para lanzarse a la rebelión. Y de Manuel<br />

Zapata Olivella, La calle 10 (1960), también narrada desde el punto<br />

de vista de cómo viven las personas más olvidadas de la sociedad<br />

bogotana y cómo la furia <strong>del</strong> pueblo puede desencadenarse con el asesinato<br />

de su líder. Cuatro de estas novelas forman parte <strong>del</strong> material<br />

de investigación que María Mercedes Andrade utiliza para el M. A.<br />

en Literatura Hispánica <strong>del</strong> State University of New York, La ciudad<br />

fragmentada: una lectura de las novelas <strong>del</strong> Bogotazo (2001). Andrade<br />

sostiene que Gaitán se apoya en la lengua y la raza como elementos<br />

aglutinadores y subversivos <strong>del</strong> discurso sobre lo popular (2002: 49).<br />

También podemos agregar al inventario anterior de obras publicadas<br />

con el tema <strong>del</strong> “Bogotazo”, la novela de Miguel Torres, El crimen<br />

<strong>del</strong> siglo (2006), que se ocupa <strong>del</strong> relato literario acerca de la vida y de<br />

la muerte <strong>del</strong> supuesto asesino de Gaitán, Juan Roa Sierra. Esta obra<br />

está construida y documentada en base a una exhaustiva investigación<br />

de la época y de sus personajes.<br />

El tema de la violencia política en los géneros literarios <strong>del</strong> cuento<br />

y de la poesía<br />

Al finalizar la década <strong>del</strong> cincuenta, en lo referente al género literario<br />

<strong>del</strong> cuento, el 1 de febrero de 1959, el periódico El Tiempo convoca<br />

a un Concurso de Cuento, y escoge como tema central la violencia<br />

85


Marta Cecilia Lora-Garcés<br />

política que vive el país. De los 515 participantes, las tres primeras<br />

obras ganadores recaen en los poemas: de Jorge Gaitán Durán, La<br />

duda; de Manuel Mejía <strong>Valle</strong>jo, Aquí yace alguien, y de Gonzalo<br />

Arango, Batallón antitanque. En todos los trabajos que se presentan al<br />

concurso, lo que se muestra como más representativo son los cambios<br />

que se están dando en la forma de narrar los cuentos, como lo sugiere<br />

Jairo Mercado Romero (1999: 214-215); se escribe desde el interior de<br />

una conciencia, superando el maniqueísmo de buenos y malos, propio<br />

de las obras anteriores (Troncoso, 1989: 37). Los veintiséis cuentos<br />

finalistas son publicados por El Tiempo ese mismo año, con el título<br />

26 cuentos colombianos, y sus autores son reconocidos literatos como:<br />

Jorge Gaitán Durán, Manuel Mejía <strong>Valle</strong>jo, Gonzalo Arango, Alfonso<br />

Bonilla-Naar y Carlos Castro Saavedra, y otros nuevos escritores que<br />

están entrando al mundo de las letras con grandes valores narrativos,<br />

como: Yamily Humar, Jaime Arismendi, Alberto Dow y Sonia Chica<br />

Alba. Diez años después <strong>del</strong> Concurso de Cuento de El Tiempo, Luis<br />

Iván Bedoya M. y Augusto Escobar Mesa publican El cuento de la<br />

violencia en Colombia (1979), con la transcripción y comentarios de<br />

cinco obras: de Hernando Téllez, Sangre en los Jazmines; de Darío<br />

Ruiz Gómez, Pero Margarita Restrepo ¿dónde estás?; de Manuel Zapata<br />

Olivella, Un acordeón tras las rejas; de Policarpo Varón, Rosas<br />

para toda una vida; y de Arturo Alape, Yo te llamo valor. Todos estos<br />

cuentos son seleccionados por mostrar eficazmente una construcción<br />

<strong>literaria</strong> en la que superan el carácter testimonial. Al final de la edición,<br />

los editores de la publicación anexan dos inventarios bibliográficos<br />

con el tema de la violencia política colombiana. Uno de los inventarios<br />

con 88 títulos de cuentos escritos por 35 autores entre 1950<br />

y 1977, y el otro inventario con 65 títulos de novelas escritas por 54<br />

autores entre 1951 y 1975.<br />

No podemos dejar de mencionar que el género literario de la poesía<br />

tampoco estuvo ajeno a la temática de la violencia política en la segunda<br />

mitad <strong>del</strong> siglo XX. Juan Manuel Roca en su fino artículo: “La<br />

poesía colombiana frente al letargo”, afirma que, “el creador de poesía<br />

tendría que ser ciego para que todo ese entorno no se filtrara en su<br />

obra”, y cuestiona el hecho de que la creación poética no debe caer en<br />

86


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

el sociologismo de señalar las diversas formas de violencia, como si<br />

estas fueran un prurito de la época para poder escribir. Para él, “la poética<br />

piensa que una verdad mal dicha puede volverse mentira”, y que<br />

la realidad <strong>del</strong> hombre, también está conformada por lo inexpresable<br />

(1999: 227-235). Un breve recorrido por esta poesía con el tema de la<br />

violencia política nos hace mencionar los siguientes poemas: de Jorge<br />

Artel, “El 9 de abril en Colombia”; de Eduardo Cote Lamus, “A un<br />

campesino muerto en la violencia”; de Fernando Charry Lara, Llanura<br />

de Tuluá y Testimonio; de Emilia Ayarza, “A Cali ha llegado la muerte”;<br />

de Samuel Jaramillo, “Muerte dos veces”; y de María Mercedes<br />

Carranza, “El canto de las moscas”, entre muchos otros que podríamos<br />

citar. Igualmente, en el género poético, hay que reseñar la antología<br />

compilada por Inocencio Infante Díaz, Sangre rebelde: poemas<br />

de guerrillas y libertad (1959), con 112 poemas escritos por “rebeldes<br />

de la palabra”, que se adhieren al rechazo de diez años de zozobra, en<br />

la década de los cincuenta, y que deciden elogiar las hazañas de los<br />

igualmente “rebeldes”, que para Infante son los primeros guerrilleros<br />

investidos con la mística que los acompaña en sus gestas revolucionarias.<br />

Entre los poemas que componen dicha antología podemos citar:<br />

de Carlos Castro Saavedra, Jorge Eliécer Gaitán y Exiliados; de Darío<br />

Samper, “Gesta y muerte de Guadalupe Salcedo” y “Los héroes”; de<br />

Matilde Espinosa de Pérez, “Rosa María la guerrillera”; de Néstor Botero<br />

López, Barricada; de Baltasar Uribe Isaza, “La muerte <strong>del</strong> guerrillero”;<br />

y de Jorge Gaitán Durán, “Desde el más vasto verano”.<br />

La década de los setenta<br />

En los años posteriores a la década de los cincuenta se supera ese<br />

fenómeno de la violencia política como un deseo persistente y excesivo<br />

de presentar algo de la mejor manera en el orden ético-narrativo,<br />

buscando una interiorización <strong>del</strong> fenómeno y expresando más bien<br />

sus secuelas en el acervo imaginario, como lo sugiere César Valencia<br />

Solanilla (1988: 465). La narrativa colombiana en la década de los<br />

sesenta se toma la tarea de profundizar el fenómeno de la violencia política<br />

y los creadores de ficción se ocupan de recrear sus producciones<br />

con una perspectiva más crítica que la de las dos décadas anteriores,<br />

87


Marta Cecilia Lora-Garcés<br />

presentando propuestas narrativas con formas de expresión más consolidadas<br />

que trasciendan lo anecdótico y moralista, sin preocuparse<br />

por identificar o juzgar quiénes son los buenos o quiénes son los malos<br />

<strong>del</strong> conflicto. Alonso Aristizábal sugiere que los escritores de los años<br />

sesenta piensan primero en la lucha “político-<strong>literaria</strong>”, dentro de la<br />

preocupación por el tema en el contexto latinoamericano, y se plantean<br />

preguntas como ¿cuál es la verdadera forma de narrar la violencia?<br />

(1999: 202), dándole una gran importancia al lenguaje. Podemos<br />

citar algunas de esas obras que presentan propuestas narrativas más<br />

consolidadas, como: de Jorge Gaitán Durán, Carretera al mar (1960);<br />

de Donato Cartagena, Una semana de miedo (1960); de Jaime Sanín<br />

Echeverri, ¿Quién dijo miedo? (1960); de Fernando Soto Aparicio,<br />

Solamente la vida (1961) y Espejo sombrío (1967); de Eduardo Caballero<br />

Calderón, Manuel Pacho (1964); de Flor Romero de Nohra,<br />

Mi capitán Fabián Sicachá (1968); y de Soraya Juncal, Jacinta y la<br />

violencia (1967). Además, con otras dimensiones mucho más poéticas<br />

en su manera de narrar, podemos mencionar las siguientes novelas<br />

publicadas en la década <strong>del</strong> sesenta: de Manuel Zapata Olivella, La<br />

calle 10 (1960); de Arturo Echeverri Mejía, Mareas de ratas (1960);<br />

de Gabriel García Márquez, La mala hora (1962); y de Manuel Mejía<br />

<strong>Valle</strong>jo, El día señalado (1964).<br />

A partir de la década de los setenta la narrativa <strong>literaria</strong> se caracteriza<br />

por tener un compromiso con el hecho estético y poner su énfasis<br />

en el lenguaje que utiliza cuando se trata de temas sobre la violencia<br />

política; proceso que ya se había iniciado en los años sesenta, pero<br />

que se acentúa mucho más en los setenta. Dos ejemplos significativos<br />

de esa literatura comprometida con el hecho estético son las novelas:<br />

Cóndores no entierran todos los días (1972) de Gustavo Álvarez Gardeazábal,<br />

en la que “el autor trascribe al lector los cuentos recogidos<br />

en la tradición oral de un pueblo que susurra y murmura su propia<br />

historia y la de cada uno de sus habitantes”, como lo sugiere Laura<br />

Restrepo (1976: 25). Además de girar esta novela sobre un eje central<br />

narrativo de gran significación política, como es el personaje León<br />

María Lozano, apodado “El Cóndor”, jefe de los “pájaros”, que dirige<br />

las masacres en el <strong>Valle</strong> <strong>del</strong> Cauca, teniendo a Tuluá como sede de las<br />

88


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

operaciones de su organización entre 1949 y 1955. La otra novela a<br />

que nos referimos es de Albalucía Ángel, Estaba la pájara pinta sentada<br />

en el verde limón (1975), en la que se resalta una compleja construcción<br />

que utiliza estrategias narrativas como: los recuerdos de los<br />

personajes, los retrocesos en los tiempos históricos, tanto de la protagonista<br />

como <strong>del</strong> país, y los monólogos. Esta novela se presenta como<br />

una obra abierta que no culmina, empezando por el final, además de<br />

que ese final se repite al terminar la novela, de una manera circular,<br />

según lo anota Martha Luz Gómez en la edición crítica que hace a la<br />

obra de Ángel (2003: 21).<br />

Como hemos venido discutiendo, la violencia política colombiana<br />

en la segunda mitad <strong>del</strong> siglo XX acompaña la historia narrativa <strong>del</strong><br />

país y Albalucía Ángel lo confirma en Estaba la pájara pinta sentada<br />

en el verde limón. Óscar Osorio señala muy bien este recorrido histórico<br />

de la narración en el estudio crítico que también hace a la obra de<br />

Ángel, identificando cuatro grandes momentos de la vida nacional en<br />

los cuales se recrea la obra: el Bogotazo; el período de 1948 a 1953<br />

durante los gobiernos de Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez;<br />

la dictadura <strong>del</strong> general Gustavo Rojas Pinilla; y el Frente Nacional<br />

(2003a: 51-85).<br />

La década de los ochenta<br />

Históricamente en la década de los ochenta, en Colombia se fueron<br />

agregando otras formas de violencia de diferentes procedencias<br />

y distintos actores armados. Las dimensiones políticas se empiezan a<br />

debilitar y, en cambio, comienzan a aparecer otro tipo de conexiones<br />

ligadas a la expansión de la economía de las drogas ilícitas y al sicariato,<br />

con una serie de acciones violentas que podemos enumerar como:<br />

los secuestros, los boleteos, los ajustes de cuentas, las operaciones de<br />

“limpieza social”, los asesinatos políticos, y el manejo <strong>del</strong> terror como<br />

estrategia para controlar las poblaciones, entre muchos otros hechos,<br />

que violan los Derechos Humanos, DD.HH., y el Derecho Internacional<br />

Humanitario, DIH. Los distintos observadores y analistas de las<br />

ciencias sociales coinciden en afirmar que sin el apoyo <strong>del</strong> narcotráfico<br />

no habría sido posible el espectacular incremento de la guerrilla, de<br />

89


Marta Cecilia Lora-Garcés<br />

las autodefensas y <strong>del</strong> paramilitarismo, sobre todo a finales <strong>del</strong> siglo<br />

XX, lo cual nos lleva a centrar gran parte de la temática <strong>literaria</strong> y<br />

testimonial de esos momentos en el fenómeno relacionado con las actividades<br />

de las mafias <strong>del</strong> narcotráfico.<br />

La narrativa testimonial producida en los inicios de los años ochenta,<br />

con la serie de crónicas de la violencia política realizadas por el<br />

sociólogo Alfredo Molano, es el hecho literario que más responde a<br />

ese compromiso social de los escritores con su tiempo. En este sentido,<br />

el trabajo de Molano consiste en dar voz a los protagonistas y a<br />

las víctimas <strong>del</strong> conflicto interno armado colombiano de la segunda<br />

mitad <strong>del</strong> siglo XX y de los inicios <strong>del</strong> siglo XXI, dando una nueva<br />

mira a los hechos de violencia. Las entrevistas recogidas por Molano a<br />

través de todo el país, entre 1985 y 2009, con las protestas y las denuncias<br />

de los afectados por la violencia desencadenada por los actores<br />

<strong>del</strong> conflicto interno armado, las convierte en un grupo de libros que<br />

despliegan una nueva perspectiva para poder reconstruir una histórica<br />

más verídica de los hechos. Molano comienza con la publicación de<br />

Los años <strong>del</strong> tropel (1985), en el cual narra los hechos históricos de la<br />

época de la Violencia, con las vivencias y memorias de siete personajes<br />

que participan en el conflicto armado, entre los años 1946 y 1966.<br />

Continúa con Selva adentro: una historia oral de la colonización <strong>del</strong><br />

Guaviare (1987), que recoge la situación de la región <strong>del</strong> Guaviare,<br />

una zona fronteriza en la que se conectan varios problemas nacionales<br />

relacionados con la guerrilla y el narcotráfico y que amenazan a<br />

los colonos desde los años veinte. Posteriormente, Molano escribe:<br />

Siguiendo el corte: relatos de guerras y de tierras (1989), que consta<br />

de seis narraciones en las cuales se rescata la historia rebelde de los<br />

primeros jefes que toman las armas en los Llanos Orientales a mediados<br />

<strong>del</strong> siglo XX. Trochas y fusiles: historias de combatientes (1994),<br />

cuenta algunas historias íntimas de militantes <strong>del</strong> grupo guerrillero de<br />

las Farc, y las motivaciones que tuvieron para unirse a dicho movimiento.<br />

Del Llano llano: relatos y testimonios (1995), es el producto<br />

colectivo de los participantes a un concurso de historia oral convocado<br />

por la Asociación Santiago de Las Atalayas, que reúne numerosos testimonios<br />

sobre la vida de la gente azotada por la violencia política en<br />

90


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

los Llanos <strong>del</strong> Casanare. Rebusque mayor: relatos de mulas, traquetos<br />

y embarques (1997), se trata de siete personajes que entran en contacto<br />

con el narcotráfico y transforman sus vidas en una dramática experiencia<br />

con hondas implicaciones en el orden económico, social, cultural y<br />

político. Desterrados: crónicas <strong>del</strong> desarraigo (2001), compila ocho<br />

narraciones con el tema <strong>del</strong> conflicto interno armado colombiano y el<br />

impacto de las víctimas que siempre terminan en un fuego de odios <strong>del</strong><br />

que no hacen parte. Aguas arriba: entre la coca y el oro (2001), son las<br />

crónicas escritas a partir <strong>del</strong> testimonio de los propios protagonistas y<br />

de sus experiencias, en tierras fronterizas de colonos donde la guerrilla<br />

es guardiana <strong>del</strong> orden y donde el sueño obsesivo de los habitantes<br />

de la zona es el afán de un enriquecimiento rápido. Ahí les dejo esos<br />

fierros (2009), narra seis historias de vida de personas desmovilizadas<br />

y reincorporadas a la sociedad civil, en medio de los desgarradores<br />

procesos de la reinserción. En esta serie de crónicas y trabajos testimoniales,<br />

Molano no realiza ninguna tarea explicativa, sino que deja<br />

al lector la posibilidad de hacer sus propios juicios. Para Orlando Fals<br />

Borda, prologuista de Siguiendo el corte: relatos de guerras y de tierras,<br />

Molano se anticipa a la formación oral <strong>del</strong> mito en las regiones<br />

que recorre, compilando las voces de su gente.<br />

En el género de la novela, en la década de los ochenta, podemos dar<br />

algunos ejemplos de una narrativa con gran valor estético, sin perder<br />

el compromiso social con el momento histórico que narran: de Arturo<br />

Alape, Noches de pájaros (1984), es un poema acerca <strong>del</strong> miedo y<br />

<strong>del</strong> terror que viven los personajes anónimos <strong>del</strong> relato durante las<br />

noches transcurridas en la ciudad de Cali, en las décadas de los sesenta<br />

y de los ochenta. De Alonso Arstizábal, Una y muchas guerras<br />

(1985), narra la violencia en la región de Caldas, antes <strong>del</strong> 9 de abril<br />

de 1948 y los años posteriores, involucrando a los personajes en una<br />

larga trayectoria de dolor y de crueldad, utilizando un estilo vigoroso<br />

y revelador para la época. De Gustavo Álvarez Gardeazábal, El último<br />

gamonal (1987), centra la narración en el mito inmortal <strong>del</strong> personaje<br />

Leonardo Espinosa, que con su sola mira o con sus pocos monosílabos,<br />

impone el terror en Trujillo, <strong>Valle</strong> <strong>del</strong> Cauca, en los años veinte.<br />

91


Marta Cecilia Lora-Garcés<br />

La década de los noventa e inicios <strong>del</strong> siglo XXI<br />

La mayor novedad en la literatura colombiana a finales de la década<br />

de los noventa e inicios de 2000 surge <strong>del</strong> debate sobre la postmodernidad<br />

y el rechazo de los cánones con pretensiones de validez<br />

universal, que va desmoronando mitos y jerarquías, y da una primacía<br />

a la libertad de elección y al goce estético <strong>del</strong> lector, como lo anota<br />

Álvaro Pineda Botero (2001: 16). Por otra parte, esta narrativa <strong>literaria</strong><br />

se ajusta temáticamente a los conflictos políticos que vive el país, y su<br />

construcción obedece a cambios que permiten a los lectores recrearse<br />

por las múltiples opciones de interpretación que ofrecen los autores<br />

en sus obras.<br />

Algunos ejemplos de novelas producidas a finales <strong>del</strong> siglo XX e<br />

inicios <strong>del</strong> XXI, que exigen una lectura mucho más cuidadosa, porque<br />

en sus planos argumentativos se entrecruzan diferentes tiempos narrativos<br />

y se dan multiplicidad de perspectivas, son: de Laura Restrepo,<br />

El leopardo al sol (1993), cuyo tema es la violencia “marimbera”, 12<br />

producto <strong>del</strong> contrabando y el narcotráfico en el departamento de la<br />

Guajira. De Fernando <strong>Valle</strong>jo, La virgen de los sicarios (1994), novela<br />

narrada en Me<strong>del</strong>lín, una ciudad inundada por los desplazados de la<br />

violencia, donde el oficio de matar se convierte en algo común y corriente<br />

para todos los sicarios que se encuentran al servicio <strong>del</strong> narcotráfico.<br />

De Consuelo Triviño, Prohibido salir a la calle (1998), cuenta<br />

a través de su pequeña protagonista cómo el país se ha transformado<br />

con la migración <strong>del</strong> campo a la ciudad, llegando a una descomposición<br />

que no es ajena para ella, una de las recién llegadas a la urbe,<br />

junto con su familia. De Jorge Franco, Rosario Tijeras (1999), narra<br />

el mundo <strong>del</strong> sicariato en Me<strong>del</strong>lín, en medio de una historia de amor<br />

entre Emilio, Rosario y Antonio, personajes finamente entretejidos en<br />

pleno auge de los carteles de la droga. De Laura Restrepo, La multitud<br />

errante (2001), construye poéticamente el tema de los refugiados o<br />

desplazados por la violencia política colombiana en la últimas décadas<br />

<strong>del</strong> siglo XX. De Umberto Valverde, Quítate de la vía Perico (2001),<br />

relata el mundo sórdido de los narcotraficantes en una ciudad como<br />

12 Se le llama “marimberas” a las personas encargadas de transportar, vender y entregar la<br />

marihuana a otro país.<br />

92


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

Cali, a fines de los años noventa. De Gustavo Álvarez Gardeazábal,<br />

Comandante paraíso (2002), resalta la figura de la muerte como una<br />

compañera más en la historia <strong>del</strong> país, señalando el narrador que no<br />

se trata de la muerte como un hecho natural, sino como una situación<br />

trágica y violenta que ocurre metafóricamente en “la muerte <strong>del</strong> otro”,<br />

en las víctimas <strong>del</strong> conflicto armado colombiano, generalizado desde<br />

hace mucho tiempo. De Fabio Martínez, Pablo Baal y los hombres<br />

invisibles (2003), se ocupa de una narración fantástica de la sociedad<br />

caleña de los últimos cuarenta años, identificando cuáles son los<br />

asesinos en cada una de esas décadas. De Patricia Lara, Amor enemigo<br />

(2005), consiste en la reconstrucción de una historia pasional<br />

sin esperanza, en base a testimonios de adolescentes paramilitares. De<br />

Óscar Osorio, El cronista y el espejo (2007), es una historia acerca <strong>del</strong><br />

mundo <strong>del</strong> narcotráfico, en la que se ahonda la dimensión psicológica<br />

de los personajes. De Evelio Rosero, Los ejércitos (2007), novela que<br />

combina los diferentes actores armados <strong>del</strong> conflicto interno colombiano<br />

de las últimas décadas, narrada desde el punto de vista de las<br />

víctimas, de los que sufren a diario en cualquier región fronteriza <strong>del</strong><br />

territorio nacional, y en un ambiente de globalización de la guerra.<br />

Siguiendo este orden de ideas, en el compromiso de los escritores<br />

con la realidad política <strong>del</strong> país, en lo que se refiere a la más reciente<br />

narrativa testimonial femenina, 13 podemos citar algunas obras escritas<br />

en los inicios de 2000: de Patricia Lara Salive, Las mujeres en la<br />

guerra (2000), reúne a diez protagonistas, también víctimas de la violencia,<br />

para que narren cómo se ven envueltas en el conflicto interno<br />

armado colombiano, y cómo les afecta en sus vidas. De Vera Grave,<br />

Razones de vida (2000), es una reflexión profunda de una ex guerrillera<br />

que desea explicarle a su hija las razones que tuvo para pertenecer<br />

al Movimiento 19 de abril, M-19, y su necesidad de cambiar de estrategia<br />

para encaminarse a la construcción <strong>del</strong> país que desea, por fuera<br />

13 En lo referente a las narraciones testimoniales realizadas por mujeres, Carmiña Navia<br />

Velasco en la introducción a Guerra y Paz: las mujeres escriben (Cali: Programa Editorial<br />

<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Valle</strong>, 2005, 17-19), cuestiona si los términos “narrativa testimonial” o “literatura<br />

testimonial” pueden definir el tipo de obras escritas por mujeres que vivieron y viven el conflicto<br />

interno armado en Colombia. Para Navia, estos términos se quedan cortos para hablar de este<br />

tipo de narraciones, y propone ampliar las posibilidades para su recepción, con la sugerencia de<br />

no leerlas simplemente como testimonios o historias de vida.<br />

93


Marta Cecilia Lora-Garcés<br />

de dicha organización. De María Eugenia Vásquez Perdomo, Escrito<br />

para no morir: bitácora de una militancia (2000), también perteneciente<br />

al M-19, durante más de dieciocho años, relata la “memoria<br />

insurgente colombiana” de los años setenta y ochenta, y su decisión de<br />

retirarse <strong>del</strong> movimiento. En sus propias palabras:<br />

94<br />

Escribir fue como dibujarme en una sola hoja. Como hilvanar<br />

la vida, encontrar la manera de reconciliar pasado y presente,<br />

entenderme como proceso en mis continuidades y discontinuidades,<br />

en mis contradicciones, en mis cambios y permanencias. Fue también<br />

una manera de romper la clandestinidad en la cual mantenía la mitad<br />

de mi historia, revelar una memoria que estaba codificada en clave de<br />

silencios y asumirme como soy (2001: 21).<br />

Otros dos trabajos testimoniales que podemos citar, en esta misma<br />

dirección de compromiso con el momento histórico que vive el país,<br />

e igualmente valiosos por atreverse a denunciar la vinculación de la<br />

niñez en las filas de los grupos armados por fuera de la ley, son: de<br />

Guillermo González Uribe, Los niños de la guerra (2002), narra una<br />

serie de once dramáticas historias de niños y adolescentes que han<br />

abandonado las filas de combate de los grupos guerrilleros y paramilitares<br />

y se han acogido al amparo de hogares que atienden a los chicos<br />

desmovilizados. La otra obra testimonial, relacionada con menores<br />

vinculados al conflicto y que terminan formado parte <strong>del</strong> grupo de<br />

los desplazados, es de Óscar Collazos, Desplazados <strong>del</strong> futuro (2003),<br />

una producción colectiva con las voces de algunos jóvenes desterrados<br />

por la violencia, que viven en un barrio marginal de la ciudad de<br />

Cartagena y que dan sus desgarradores testimonios al escritor, después<br />

de haber vivido los enfrentamientos por disputas territoriales al norte<br />

<strong>del</strong> país entre las guerrillas y los movimientos paramilitares. En Colombia<br />

es común la estrategia de vincular niños al conflicto armado en<br />

las últimas décadas <strong>del</strong> siglo XX e inicios <strong>del</strong> XXI. Según el Ministerio<br />

de Defensa de Colombia, en octubre de 2009 hay un verdadero<br />

ejército de menores reclutados a la fuerza, cerca de 8.000 niños en<br />

los grupos ilegales y 11.000 combatientes sin llegar a la mayoría de<br />

edad, en los diferentes grupos <strong>del</strong>incuenciales. La principal razón de


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

la utilización de estos niños por los <strong>del</strong>incuentes radica en el hecho<br />

de que estos menores no son sujetos punibles, quedando libres para<br />

cometer toda clase de <strong>del</strong>itos, además de que son fáciles de infiltrar<br />

entre la población civil. Inicialmente, ellos son involucrados en diferentes<br />

actividades como el transporte de víveres y alimentos, también<br />

para la fabricación de minas y explosivos, hasta que finalmente, en<br />

muchos casos, los convierten en sicarios a través de un entrenamiento<br />

especial. Muchos de estos menores son presionados a integrarse a las<br />

bandas <strong>del</strong>incuenciales o de lo contrario sus jefes atentan contra sus<br />

vidas y las de sus familias. Los temas de la vinculación de la niñez<br />

al conflicto interno armado colombiano quedan registrados y representados<br />

en las obras testimoniales antes mencionadas, de Guillermo<br />

González Uribe y Óscar Collazos.<br />

Otra de las características de la narrativa <strong>literaria</strong> de la primera<br />

década de 2000 tiene que ver con el tema de los Derechos Humanos,<br />

DD.HH., y <strong>del</strong> Derecho Internacional Humanitario, DIH, que conduce<br />

a producir una serie de narraciones testimoniales acerca de las<br />

víctimas y, más concretamente, de los desplazados por la violencia<br />

política. Esta nueva narrativa de los hechos empieza a imponerse y<br />

a sentirse a nivel nacional como una necesidad para poder saber la<br />

verdad y precisar las implicaciones que dicha violencia tiene en las<br />

comunidades afectadas. En lo que se refiere al género <strong>del</strong> cuento, en<br />

los inicios <strong>del</strong> siglo XXI, podemos citar: Lugares ajenos: relatos de<br />

desplazamiento (2001), publicado por la <strong>Universidad</strong> EAFIT, bajo la<br />

convocatoria hecha a un grupo de escritores para que dejen un registro<br />

literario <strong>del</strong> fenómeno conocido como el “desplazamiento” en Colombia.<br />

Tarea que los narradores asumen como un compromiso por las<br />

“miles de personas que deambulan de un lugar a otro para escapar a la<br />

persecución de alguien” (2001: 12). Los cuentos que reúne dicha publicación<br />

son: de Andrés Burgos, El metro más limpio y ordenado <strong>del</strong><br />

mundo; de Álvaro Pineda Botero, Sandra Milena; de Fernando Cruz<br />

Kronfly, Uldarico Rueda de la Sierra; de Jaime Alejandro Rodríguez,<br />

Separado de mi razón de ser; de Ignacio Piedrahíta, Desquite; de Mario<br />

Escobar Velásquez, Con sabor a fierro; de Juan Carlos Orrego,<br />

A la ciudad en pullman; de Esther Fleisacher, La muñeca no sabía<br />

95


Marta Cecilia Lora-Garcés<br />

nadar; de Oscar Castro García, ¿Y usted quién es de dónde viene qué<br />

hace aquí?; de Juan Manuel Silva, Cuatro huecos; de Marco Antonio<br />

Mejía, El griego; de Roberto Burgos Cantor, Nadanostra; de Arturo<br />

Alape, Amor y muerte en las selvas de Galilea; y de Rocío Vélez de<br />

Piedrahita, Desde la torre los veo pasar. Todos estos cuentos narran<br />

el tema <strong>del</strong> desplazamiento de una manera estética y desde el punto<br />

de vista de las víctimas. Según las cifras oficiales suministradas por<br />

el Alto Consejero Presidencial, para mediados de 2010, el número de<br />

desplazados en Colombia llega a 3´389.386, y en el contexto internacional,<br />

este país es considerado uno de los que más número de personas<br />

han tenido que abandonar sus lugares de origen para radicarse en<br />

poblaciones cercanas. A la difícil situación humanitaria que producen<br />

los desplazamientos internos en el país se le agrega otro componente<br />

mayor de desequilibrio social, y que consiste en la apropiación indebida<br />

de las tierras que han tenido que dejar los campesinos, los indígenas<br />

y los afro descendientes. Se calcula que entre cuatro y seis millones de<br />

hectáreas de tierras han sido robadas y están en manos de los grupos<br />

irregulares que forman parte <strong>del</strong> conflicto interno armado colombiano.<br />

También podemos citar otro tipo de narraciones testimoniales producidas<br />

en los primeros años de 2000 que tienen que ver con la violación<br />

de los Derechos Humanos y <strong>del</strong> Derecho Internacional Humanitario.<br />

Me refiero a los testimonios de las personas secuestradas por los<br />

movimientos guerrilleros, durante varios años, y que pudieron obtener<br />

la libertad de diferentes maneras. Ejemplos de esas narraciones: el<br />

relato <strong>del</strong> policía John Pinchao, Mi fuga hacia la libertad (2008), que<br />

escapa de las alambradas y las cadenas con que las FARC-EP lo mantienen<br />

durante más de ocho años, en medio de la selva, entre los departamentos<br />

<strong>del</strong> Vaupés y el Gauviare. El testimonio <strong>del</strong> ex congresista<br />

Óscar Tulio Lizcano, Años en silencio (2009), que también escapa <strong>del</strong><br />

cautiverio de las FARC-EP ayudado por uno de sus secuestradores.<br />

Y el relato <strong>del</strong> ex gobernador <strong>del</strong> Meta, Alan Jara, El mundo al revés<br />

(2010), en el cual encara la crítica situación que supone convivir<br />

en cautiverio. Todos estos testimonios, entre otros más, dan razón de<br />

cómo viven el flagelo <strong>del</strong> secuestro cientos de personas que han sido<br />

arrebatadas de la vida civil por los grupos irregulares, para ser condu-<br />

96


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

cidas en condiciones inhumanas y en desgarradoras marchas a lugares<br />

alejados en la selva colombiana. Por las características específicas que<br />

el secuestro ha tenido en Colombia, en las dos últimas décadas <strong>del</strong><br />

siglo XX, esta actividad <strong>del</strong>ictiva se la considera como un crimen de<br />

lesa humanidad que debe ser examinado por la Corte Penal Internacional.<br />

En este sentido, la Fundación País Libre denuncia en 2004,<br />

ante esta Corte, 26.000 casos de secuestros ocurridos en un período de<br />

dieciseis años, entre 1988 y 2004, todos ellos imputables a los grupos<br />

irregulares de las FARC-EP, el ELN y las Autodefensas Unidad de<br />

Colombia, AUC.<br />

Históricamente, en Colombia sólo se comienza a hablar de reconciliación<br />

y reparación de las víctimas después de los miles de homicidios<br />

cometidos en los últimos cincuenta años, producto <strong>del</strong> conflicto<br />

interno entre las guerrillas, los paramilitares e incluso la Fuerza Pública,<br />

y la violencia urbana. Según el historiador Jorge Orlando Melo,<br />

en el documento Cincuenta años de homicidios: tendencias y perspectivas<br />

(2008), la cifra de personas asesinadas entre 1958 y 2007 llega<br />

a 709.000, 14 estadísticas que podrían ser superiores si se tienen en<br />

cuenta los serios problemas en la recolección de este tipo de datos y la<br />

disparidad de metodologías utilizadas por las instituciones encargadas<br />

de sistematizar esta información.<br />

Jurídicamente, con la Ley 975 de 2005, Capítulo IX: Derecho a la<br />

reparación de las víctimas, y concretamente en el Artículo 50º, se crea<br />

la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, CNRR. Dicha<br />

Comisión, con vigencia por ocho años (2006-2014), tiene el enorme<br />

desafío de lograr la mayor dosis de reparación simbólica, judicial y<br />

material de las víctimas de la violencia. De esta manera, Colombia<br />

entra a formar parte de las experiencias internacionales que han creado<br />

comisiones de verdad y reparación en el mundo, como son: Guatemala,<br />

Perú, Argentina, Chile, El Salvador y Sudáfrica. En la misma Ley<br />

975 de 2005, en su Artículo 56º, Deber de memoria, “El conocimiento<br />

de la historia de las causas, desarrollos y consecuencias de la acción<br />

de los grupos armados al margen de la ley deberá ser mantenido<br />

14 Cf. http://www.razonpublica.com/index.php?option=com_content&task=view&id=212<br />

&Itemid=71<br />

97


Marta Cecilia Lora-Garcés<br />

mediante procedimientos adecuados, en cumplimiento <strong>del</strong> deber a la<br />

preservación de la memoria histórica que corresponde al Estado”. Con<br />

este Artículo 56º se pone el énfasis en la preservación de la memoria<br />

histórica, y como las medidas de reparación simbólica forman parte<br />

de la reparación integral para cumplir una finalidad de reconciliación,<br />

la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, CNRR, crea<br />

el Grupo de Memoria Histórica. En septiembre de 2008 este Grupo<br />

presenta el primero de una serie de casos de estudio titulado: Trujillo:<br />

una tragedia que no cesa, trabajo coordinado por Álvaro Camacho<br />

Guizado, bajo el supuesto de que “hacer memoria es recuperar sentido”.<br />

El informe reconstruye los hechos ocurridos entre 1988 y 1994<br />

en los municipios de Trujillo, Bolívar y Riofrío (<strong>Valle</strong> <strong>del</strong> Cauca), en<br />

donde fueron asesinados y torturadas cientos de personas. Cuatro años<br />

antes <strong>del</strong> informe de Trujillo, el Centro de Investigación y Educación<br />

Popular, Cinep, ya había elaborado otro documento encaminado a “recuperar<br />

sentido” a través de la memoria de las víctimas, Deuda con la<br />

humanidad: paramilitarismo de Estado en Colombia 1988-2003, en el<br />

cual se denuncian miles de crímenes perpetrados por los paramilitares<br />

en un período de quince años. También, en 2009, se edita el segundo<br />

gran informe <strong>del</strong> Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional<br />

de Reparación y Reconciliación, CNRR, con el título: La Masacre<br />

de El Salado: esa guerra no era nuestra, en el que se hace una<br />

rigurosa reconstrucción de los hechos ocurridos entre el 16 y el 21 de<br />

febrero de 2000, en el corregimiento de El Salado, región de los Montes<br />

de María, entre los departamentos de Sucre y de Bolívar, donde<br />

mueren 60 personas en estado de total indefensión atrapados por 450<br />

paramilitares que luchan por el control <strong>del</strong> territorio. El resultado de<br />

esta masacre produce el éxodo de toda su población convirtiendo a<br />

El Salado en un pueblo fantasma donde sólo el diez por ciento de sus<br />

habitantes retornan años después.<br />

Podemos concluir que, una de las mayores tareas de la actividad<br />

narrativa es el hecho de ayudar a comprender el mundo. No obstante,<br />

hay que aceptar que relatar no es dominar las experiencias, sino sólo<br />

saber con precisión qué fue lo que ocurrió para poder comprender y<br />

soportar ese conocimiento, que luego va a orientar a las personas en<br />

98


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

el mundo, por una parte, para darles sentido y “aceptar lo que irrevocablemente<br />

ha ocurrido”, y por otra, para permitirles reconciliarse<br />

“con lo que inevitablemente existe”, como lo sugiere Hannah Arendt<br />

(1995: 44). El deseo de comprender y de establecer la verdad <strong>del</strong> conflicto<br />

interno colombiano empieza cuando las víctimas logran elaborar<br />

simbólicamente lo sucedido, y el lector, como un cómplice más de los<br />

hechos narrados, se suma a ese trabajo de comprensión de la realidad.<br />

Con la narración de los hechos, de lo que se trata es de tomar conciencia<br />

que el relatar, el recordar y el simbolizar los eventos trágicos<br />

es necesario no sólo para las víctimas y las comunidades afectadas,<br />

sino para la sociedad colombiana en general, que debe comprender lo<br />

que pasó para poder lograr la reconciliación nacional. En este sentido,<br />

el hallazgo de la verdad es el primer paso hacia la reconciliación; al<br />

esclarecer los hechos, identificando culpables y reparando a las víctimas,<br />

se establece una relación entre comprensión y reconciliación<br />

durante la acción. Además, siguiendo la teoría narrativa de la acción<br />

de Hannah Arendt, la acción narrada tiene la habilidad de crear relatos<br />

y hacerse histórica, para convertirse en “la fuente de donde surge la<br />

plenitud de significado que ilumina a la existencia humana” (1993:<br />

<strong>34</strong>8). Con el ejercicio narrativo de recoger y preservar las voces de<br />

las víctimas <strong>del</strong> conflicto interno armado que vive Colombia desde<br />

hace sesenta años, lo que se pretende es una reconciliación durante la<br />

acción, ya que comprender es reconciliarse durante la acción.<br />

99


Marta Cecilia Lora-Garcés<br />

Bibliografía<br />

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<strong>Universidad</strong> Nacional de Colombia, El Áncora Editores,<br />

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Ángel, Albalucía. Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón. <strong>Edición</strong><br />

crítica de Martha Luz Gómez Cardona. Me<strong>del</strong>lín: Editorial <strong>Universidad</strong><br />

de Antioquia, 2003.<br />

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2000. Vol. II: 321-338.<br />

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Osorio, Óscar. “Anotaciones para un estudio de la novela de la Violencia en<br />

Colombia”. Poligramas. 19 (2003): 127-142.<br />

100


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

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<strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Valle</strong>, 2003a.<br />

Palacios, Marco. Entre la legitimidad y la violencia: Colombia 1875-1994.<br />

Santafé de Bogotá, Editorial Norma, 1998.<br />

Pineda Botero, Álvaro. Juicios de residencia: la novela colombiana 19<strong>34</strong>-<br />

1985. Me<strong>del</strong>lín: Fondo Editorial <strong>Universidad</strong> EAFIT, 2001.<br />

Restrepo, Laura. “Niveles de realidad en la literatura de la violencia<br />

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Bogotá, Grupo Editorial Norma, 1999, 227-235.<br />

Sánchez Gómez, Gonzalo. Guerras, memoria e historia. Me<strong>del</strong>lín: La<br />

Carreta Editores E.U., <strong>Universidad</strong> Nacional de Colombia, 2006.<br />

Troncoso, Marino. “De la novela en la violencia a la novela de la<br />

violencia: 1959- 1960 (hacia un proyecto de investigación)”. Violencia<br />

y literatura en Colombia. Johnathan Tittler, editor. Madrid: Editorial<br />

Orígenes, 1989, 31-40.<br />

Valencia Solanilla, César. “La novela colombiana contemporánea en la<br />

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S. A., Planeta, 1988. Tomo III: 464-508.<br />

Vásquez Perdomo, María Eugenia. Escrito para no morir: bitácora de<br />

una militancia. 2 ed. Bogotá: Instituto Latinoamericano de Servicios<br />

Alternativos, ILSA, Ediciones Antropos, 2001.<br />

Marta Cecilia Lora-Garcés<br />

Candidata a Doctora en Humanidades de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Valle</strong> (2009),<br />

con el trabajo investigativo Le representación de la violencia política en tres<br />

novelas colombianas de la segunda mitad <strong>del</strong> siglo XX; Magister en Literatura<br />

Colombiana y Latinoamericana de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Valle</strong> (2001);<br />

Magister en Administración de la <strong>Universidad</strong> EAFIT (1986); Especialista<br />

en Gerencia de Sistemas de Información de la <strong>Universidad</strong> ICESI (1986);<br />

Bibliotecóloga de la Escuela Interamericana de Bibliotecología de la <strong>Universidad</strong><br />

de Antioquia (1976).<br />

Recibido: julio 23 de 2010<br />

Aprobado: agosto 20 de 2010<br />

101


La poesía colombiana en la transición de dos siglos:<br />

una lectura personal<br />

Resumen<br />

Este ensayo pretende dialogar<br />

con la crítica, con los poetas colombianos<br />

y sus libros. En un país que se<br />

caracteriza por el ensimismamiento,<br />

el diálogo se extraña y se hace necesario.<br />

El texto propone, a manera de<br />

reflexión provocadora, una mirada<br />

particular sobre algunos de los más<br />

importantes poetas y movimientos<br />

poéticos colombianos de los siglos<br />

XX y XXI. A la vez que plantea otra<br />

lectura e interpretación quiere situar,<br />

en su contexto, unas voces y unos<br />

textos, una historia que es la historia<br />

de la poesía colombiana.<br />

Palabras claves<br />

Poesía colombiana siglo XX,<br />

Poesía colombiana siglo XXI, Literatura<br />

colombiana.<br />

Abstract<br />

This essay intends to make a<br />

meeting point with the critics, the<br />

Colombian writers and their books.<br />

In a country characterized by the isolation<br />

the dialogue is necessary. This<br />

text proposes, as a provocative reflection,<br />

a particular look over some<br />

of the most important Colombian<br />

poets and poetic movements of the<br />

Carlos Patiño Millán<br />

XX and XXI centuries. At the same<br />

time it presents another interpretation<br />

and tries to set in their context<br />

some voices, texts and a history of<br />

the Colombian poetry.<br />

Key words<br />

Colombian poetry XX century,<br />

Colombian poetry XXI century, Colombian<br />

literature.<br />

Resumo<br />

Este trabalho pretende discutir<br />

com a crítica, com os poetas colombianos<br />

e seus livros. Em um país<br />

caracterizado pela auto-absorção,<br />

o diálogo almeja-se e torna-se necessário.<br />

O texto propõe, como uma<br />

reflexão instigante, uma visão particular<br />

sobre alguns dos mais importantes<br />

poetas e os movimentos<br />

poéticos colombianos do séculos<br />

XX e XXI. Enquanto que suscita<br />

outra leitura e interpretação pretende<br />

colocar, em contexto, vozes e textos,<br />

uma história que é a história da<br />

poesia colombiana.<br />

Palavras-chave<br />

poesia colombiana século XX,<br />

poesia colombiana século XXI, Literatura<br />

colombiana.<br />

Poligramas <strong>34</strong> • Junio - Diciembre 2010 • 103- 140


Carlos Patiño Millán<br />

Basta ser un lector exigente para comprobar que la historia de la literatura<br />

colombiana, desde los tiempos de la Colonia, se reduce a tres o cuatro<br />

aciertos individuales, a través de una maraña de falsos prestigios.<br />

104<br />

Gabriel García Márquez 1<br />

… si uno escribe cosas bellas, se las presenta al ángel el día <strong>del</strong> juicio<br />

final: entonces uno va a salvarse por la belleza. Bueno, en Colombia nos salvaremos…<br />

El país se salvará por Cien años de Soledad ¿Verdad? Y España<br />

por El Quijote.<br />

Giovanni Quessep 2<br />

Tres suicidas se quitan la vida<br />

Tres suicidas, tres suicidios marcaron la poesía colombiana en el<br />

siglo XX: las muertes por propia mano de José Asunción Silva (1865-<br />

1896), Raúl Gómez Jattin (1945-1997) y María Mercedes Carranza<br />

(1945-2003). Entre Silva y Carranza hay un largo paréntesis y un vasto<br />

reguero de muertos. 3<br />

Poesía, muertos, paz de los cementerios. Explica nuestro sabio más<br />

popular: la culpa de todo la tiene el inclemente clima 4 . Una parte <strong>del</strong><br />

país se separa a la fuerza <strong>del</strong> otro y lo condena al naufragio, al ninguneo,<br />

a ser la puerta y el puerto de nadie 5 .<br />

1 Juan Gustavo Cobo Borda. Historia de la poesía colombiana. Siglo XX: de José Asunción<br />

Silva a Raúl Gómez Jattin. Villegas Editores, Bogotá, 2003.<br />

2 Piedad Bonnet. Imaginación y oficio: conversaciones con seis poetas colombianos.<br />

Editorial <strong>Universidad</strong> de Antioquia, Me<strong>del</strong>lín, 2003.<br />

3 “Un pueblo incapaz de darle la cara a los males se merece su postración y su angustia.<br />

Pero cuando uno se pregunta dónde están los que protestaron, los que se rebelaron, los que<br />

exigieron, los que se creyeron con derecho a reclamar un país más justo, más respetuoso, el<br />

pensamiento se ensombrece. Los héroes están en los cementerios, nos dice una voz al oído. Y<br />

entonces recordamos aquella pieza teatral en la que un personaje exclama: “¡Desgraciado el país<br />

que no tiene héroes!”, y otro le responde: “¡No, desgraciado el país que los necesita!”. William<br />

Ospina. Colombia: el proyecto nacional y la franja amarilla. <strong>Revista</strong> Número 9, Bogotá, 1996.<br />

4 Escribe Jaime Jaramillo Uribe: “el estudio sobre la influencia <strong>del</strong> clima en las costumbres<br />

y la moralidad de los hombres, que siguiendo los pasos de Montesquieu emprendió Caldas, lo<br />

colocaron ante la evidencia <strong>del</strong> conflicto. Si la moralidad o inmoralidad de la conducta depende<br />

de la latitud, <strong>del</strong> calor o el frío, como llegó a afirmarlo con cierta simpleza e ingenuidad en su<br />

Ensayo sobre la influencia <strong>del</strong> clima en los seres organizados, entonces no sólo quedaba en<br />

entredicho la moral tradicional, la perenne moral cristiana, sino también el concepto de responsabilidad<br />

<strong>del</strong> hombre por sus actos”. Jaime Jaramillo Uribe. Travesías por la Historia. Biblioteca<br />

Familiar Presidencia de la República, Bogotá, 1997.<br />

5 “Históricamente, Colombia nunca se organizó como país. Ni siquiera desde los inicios de<br />

la «nacionalidad» colombiana, cuando la invasión occidental de Cristóbal Colón y el proceso


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

“Colombia es una tierra de leones”, recita Rubén Darío. Leones<br />

no hay, tampoco gran inmigración y el gorro frigio sólo es sinónimo<br />

de libertad y republicanismo en el escudo. Dios y patria. Con todo, el<br />

país conservador, pobre y atrasado cosecha cierta reputación cultural<br />

en el siglo XIX: el historiador y erudito español Marcelino Menéndez<br />

y Pelayo habla de la Atenas suramericana para referirse a Bogotá y<br />

el argentino Miguel Cané caracteriza a Colombia como república de<br />

catedráticos. La élite aplaude, pues se da por aludida.<br />

Décadas de conservadurismo, tradición, orden. <strong>Valle</strong>s, desiertos.<br />

Tedio, sopor, sudor. Todo es cuestión de pronunciación: un político le<br />

enrostra a otro su incapacidad para hablar bien en latín. 6 Una caravana<br />

de vehículos militares, cargada con explosivos, borra parte de un<br />

pueblo y lo convierte en ciudad. Desiertos, valles. Calor, borrachera,<br />

machetes al cinto. Trapos azules, rojos.<br />

Un incidente de guerra contra un país vecino y una interminable<br />

guerra declarada contra nosotros mismos. Montañas, mares verdes.<br />

Un país nacional y otro político. Ha sido imposible que aparezcan<br />

nuevos actores sociales y políticos en el escenario nacional. Todos<br />

sabemos qué les pasa. Invisibilidad, desaparición real e imaginaria <strong>del</strong><br />

otro. La dictadura militar es una estridente silbatina bañada por sangre<br />

en la Plaza de Toros de Santamaría. Frente Nacional: clientelismo 7 .<br />

Democracia pactada en balnearios españoles, jefes de partido en pantalones<br />

cortos y gafas de sol. Mo<strong>del</strong>os, mo<strong>del</strong>itos.<br />

posterior de conquista, ni desde la formación misma de los núcleos sociales que existían antes de<br />

la llegada de los españoles y que recibieron el mazazo ideológico, ético y estético de la Conquista<br />

y de la violación de su existencia. El país, incluso desde el punto de vista de la organización<br />

social precolombina, no se formó como tal, no se armó como Estado y por eso jamás se generó<br />

nación de ningún tipo” dice Antonio Morales Riveira. En: Guillermo Solarte Lindo. No pasa<br />

nada. Una mirada a la guerra. Tercer Mundo e Instituto Interamericano de Cooperación para la<br />

Agricultura, Bogotá, 1998.<br />

6<br />

Después de tomar lecciones de latín durante tres meses, el liberal Rafael Uribe Uribe le<br />

dice al conservador Miguel Antonio Caro que él no era el único latinista en el congreso, a lo que<br />

Caro replicó: “¡Horror, horror! Cuando ustedes quieran hablarme en latín, les ruego que me pronuncien<br />

bien las sílabas finales, porque allí es donde está el meollo de la cuestión”. En: Malcolm<br />

Deas. Del poder y la gramática. Taurus, Bogotá, 2006.<br />

7 Según Marco Palacios y Frank Safford el resultado <strong>del</strong> Frente Nacional fue “la modernización<br />

<strong>del</strong> clientelismo”. En: Marco Palacios y Frank Safford. Colombia: país fragmentado, sociedad<br />

dividida. Grupo Editorial Norma. Bogotá, 2006.<br />

105


Carlos Patiño Millán<br />

“Colombia no tiene perdón ni tiene redención. Esto es un desastre<br />

sin remedio”. 8 La constitución se interpreta al antojo <strong>del</strong> presidente de<br />

turno. Los intersticios jurídicos permiten huir al primer mandatario,<br />

al senador, al ladrón, al bufón. Crucigramas no resueltos. Si lo tiene,<br />

tráigalo. Ni libertad ni orden; el cóndor de los Andes, Vultur gryphus<br />

Linneo, se llevó los símbolos volando en su pico.<br />

Élites inamovibles parlotean en inglés y francés. Gente culta, seria.<br />

La historia universal vista y leída desde la sabana de Bogotá. República<br />

de los bobos descrestados: todo aquel que cruza la frontera cuenta<br />

los lujos que hay <strong>del</strong> otro lado pero sólo trae de recuerdo una baratija.<br />

Desastres naturales. Tras las lluvias incesantes, los ríos se desbordan.<br />

Tras la sequía, se le reza a Dios para que haga el milagro. Imágenes<br />

de la Virgen o el Divino Niño aparecen cada ocho días en algún lugar<br />

remoto de la abrupta geografía. Buñuelos a medio morder, paredes a<br />

punta de desplomarse. Todo aquel que se siente bendecido por el azar<br />

corre a agradecerle al Señor de los Milagros de Buga su suerte.<br />

Sicarios, café. El segundo lírico de la lengua castellana, el segundo<br />

himno más bello <strong>del</strong> mundo, siempre segundones. Ciclismo, fútbol,<br />

boxeo. Cocaína, marihuana, heroína. Un hermoso volcán recuerda su<br />

nombre y borra, de un tajo, el nombre de un fértil pueblo haciéndolo<br />

todavía más fértil. Selvas infestadas de secuestrados que oyen pronunciar<br />

sus nombres en la radio.<br />

En nuestro caso, “epatar al burgués” significa empatar con la Unión<br />

Soviética y Alemania en fútbol. Se sacude el polvo, se deja la telaraña.<br />

Un caudillo es asesinado puntualmente a la una de la tarde y el país se<br />

incendia sin horario. El cadáver <strong>del</strong> asesino luce dos corbatas. 9 Ríos de<br />

sangre. Sangre de justicia social. Hombres deambulan vestidos de negro<br />

en la capital y de todos los colores de la pobreza y la desnudez en<br />

el resto <strong>del</strong> país ausente. 10 Fotografías en sepia. Borrada la memoria,<br />

se brinda por el instante. Pobreza en medio <strong>del</strong> esplendor.<br />

8 Fernando <strong>Valle</strong>jo. Chapolas negras. Alfaguara, Bogotá, 1995.<br />

9 Felipe González Toledo. Locura e intriga en el asesinato y proceso de Jorge Eliécer<br />

Gaitán. Editorial Panamericana, Bogotá, 1998<br />

10 Recuerda Gabriel García Márquez: “Bogotá era entonces una ciudad remota y lúgubre<br />

donde estaba cayendo una llovizna insomne desde principios <strong>del</strong> siglo XVI. Me llamó la<br />

atención que había en la calle demasiados hombres deprisa, vestidos como yo desde mi llegada,<br />

de paño negro y sombreros duros.”. En: Gabriel García Márquez. Vivir para contarla. Norma,<br />

Bogotá, 2002. .<br />

106


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

En Colombia se habla el mejor español de América. 11 Dos costas,<br />

beatos, un cura guerrillero es sacrificado miserablemente por el cobarde<br />

jefe de su tropa. Una reina universal de la belleza, guacas, un avión<br />

repleto de armas aterriza en la mitad <strong>del</strong> río Orteguaza. El Palacio de<br />

Justicia arde. El presidente poeta toca su lira. Guerrilleros y militares,<br />

armados hasta los dientes, se matan entre sí. La tierra arrasada sirve<br />

para mantener la democracia, maestro. Una isla fue cárcel, la otra es<br />

un paraíso <strong>del</strong> contrabando. Arribismo social, exclusión, discriminación<br />

a negros, indios y mulatos. Riqueza en manos de unos cuantos.<br />

Colombia: nueva administración, siga usted.<br />

Penurias intelectuales y amorosas. País forjado por el hierro <strong>del</strong><br />

Catecismo <strong>del</strong> Padre Astete y el “Manual de urbanidad y buenas maneras<br />

para uso de la juventud de ambos sexos en el cual se encuentran<br />

las principales reglas de civilidad y etiqueta que deben observarse en<br />

las diversas situaciones sociales, precedido de un breve tratado sobre<br />

los deberes morales <strong>del</strong> hombre”, de Manuel Antonio Carreño. Si la<br />

patria es la <strong>del</strong> silencio mudo, que la diáspora hable. 12 Si la belleza<br />

es lo esencial, la ceguera está a la orden <strong>del</strong> día. Colombia: ambiente<br />

familiar, directamente atendido por su propietario.<br />

Un mafioso arrodilla a todo un país. Ese mismo capo le dedica a<br />

su amante el libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada<br />

de Neruda. Legamos palabras al diccionario: traquetos, cocinas, enfierraos,<br />

lavaperros, prepagos. Apodos: Sietecolores, Chupeta, Chéchere,<br />

Rasguño, Jabón, Tirofijo. Inventos: la cocaína sale por cielo,<br />

mar y tierra escondida en los más disímiles soportes: guayos, dulces,<br />

maletas, artesanías, instrumentos musicales. Fuegos fatuos: el único<br />

novelista <strong>del</strong> país dice <strong>del</strong> escritor de una novela llamada Melodrama:<br />

“éste es uno de los autores colombianos a quien me gustaría pasarle<br />

la antorcha”.<br />

11 “El historiador comunista Nicolás Buenaventura declaró alguna vez que cuando alguien le<br />

felicitaba por la pureza de su español siempre pensaba en los doscientos mil muertos que ella le<br />

había costado al país”. Marco Palacios y Frank Safford. Ob. Cit.<br />

12 Aduce R. H. Moreno Durán: “ser escritor colombiano fuera <strong>del</strong> país es la más palpable<br />

forma de encarnar una ficción que ni siquiera es jurídica”. En: R. H. Moreno Durán. Por una<br />

escritura disidente. Magazín Dominical de El Espectador 226, julio de 1987.<br />

107


Carlos Patiño Millán<br />

Colombia siempre ha sido y será una isla: el Japón de Suramérica,<br />

el Tíbet de Suramérica, el Israel de Suramérica. Un país se arrodilla<br />

ante el narcotráfico. Carteles de la droga, las multinacionales que da la<br />

tierra. Guerrilla, paramilitarismo, crímenes de Estado. Cuando brinda,<br />

un líder guerrillero agita un vaso con Buchanan´s y deja ver su reloj<br />

Rolex. Un líder paramilitar es interrumpido por el filósofo francés<br />

Bernard Henri-Lévy mientras lee la Biblia (todas las noches). Sobre su<br />

mesa hay libros de Orianna Fallaci, Gabriel García Márquez y Mario<br />

Benedetti. Un líder <strong>del</strong> ejército colombiano cita a un autor griego y<br />

sugiere a las mujeres de los guerrilleros abstenerse de tener relaciones<br />

sexuales para obligarlos a dejar las armas.<br />

Ni asomo de vanguardias, ni asomo de revolución. Machismo,<br />

sexismo. Los manifiestos nadaístas son para partirse de la risa: su autor<br />

dice que los patrocina una supuesta fábrica de papitas Juan XXIII.<br />

Pamplinas, la próxima semana más cuentachistes. Los muertos votan,<br />

cédula en mano. En un cementerio mientras se entierra a un candidato,<br />

se elige a un presidente. Extradición. Una tumba en Colombia y otra<br />

tumba en Estados Unidos.<br />

Un Nobel, un único efecto mariposa en toda nuestra historia. Las<br />

amarillas aletean en la gélida Estocolmo y desatan una tempestad de<br />

nieve en Aracataca. No habrá nunca más otro Nobel, los científicos nacionales<br />

pasan sus días descubriendo el agua tibia o culpando al clima<br />

de nuestros males. Renglones subrayados en libros prestados, ajenos,<br />

robados. Nadie lee. Gente analfabeta gobernada por exquisitos gramáticos.<br />

13 Corrupción, caspa, costumbres. Un niño, nacido durante el<br />

secuestro de su madre, es mitad de acá y mitad de allá. Gotas amargas.<br />

La gente, siempre la gente. El pueblo. Nadie le quita lo bailado.<br />

Nos burlamos de nosotros mismos con una sevicia única, malicia indígena,<br />

suspicacia criolla. Generaciones de humoristas y repentistas<br />

han puesto a pensar y a llorar al país. Risas; en medio de todo, la gente<br />

también ríe y goza, es vital. 14<br />

13 Siendo presidente de la República de Colombia, Alberto Lleras Camargo afirmó: “la<br />

poesía era el primer escalón en la vida pública y se podía llegar a la Presidencia por una escalera<br />

de alejandrinos pareados”. En Juan Gustavo Cobo Borda. Ob. Cit.<br />

14 “Colombia es un país rebosante de energía y la mayor parte de las cosas atroces que<br />

ocurren aquí son manifestaciones de energía, esa violencia desmesurada es una violencia<br />

108


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

Antes que “la tradición de la pobreza”, 15 en Colombia parece reinar<br />

la tradición de la muerte: la física, la espiritual, la política, la social, la<br />

cultural. 16 Pese a las risas y al gozo. Todo bien, todo bien. Bienvenidos<br />

al futuro. Pese al Nobel y sus mariposas amarillas. A pesar de los pesares:<br />

ese es nuestro Cantar de los Cantares.<br />

La pobreza es nuestra riqueza<br />

La colombiana es una poesía pasmada, abortada, rezagada,<br />

comiéndose las uñas, modosita, sin grandes ambiciones, bien portada,<br />

siempre tímida, temerosa de pasar la raya o lanzarse al abismo. De<br />

pronto un autor logra destellos, pero luego se silencia, calla por temor<br />

y desaparece en la oscuridad. Es como si el poeta colombiano, cual<br />

niño aplicado, supiera que hay un límite imaginario que no puede<br />

pasar, y teme lanzarse a la aventura <strong>del</strong> bosque por temor al lobo,<br />

abomina descubrir nuevos yacimientos, parajes, cavernas, remolinos,<br />

fangos, arenas movedizas.<br />

Eduardo García Aguilar 17<br />

La nuestra es una poesía menor, provinciana, poco importante,<br />

“pobre en recursos” y “pobre en imaginación”. 18 La poesía colombiana<br />

—así las cosas— es la suma de unos pocos versos memorables y<br />

muchos otros olvidables (“Nocturno” 19 y “Leyendo a Silva” 20 de un<br />

cuyo origen es sano, digámoslo así, es decir es una violencia de energía, no es una violencia<br />

destructiva. Naturalmente, que esa violencia crea toda suerte de destrucción, pero a mí me parece<br />

que aun cuando podamos vivir todavía cosas espantosas durante muchos años serán expresión<br />

<strong>del</strong> crecimiento, porque comparando Colombia con Perú hay que decir que este último es un país<br />

atroz, un mundo que parece hundirse en un abismo. La violencia colombiana es juvenil, vital,<br />

espantosa es cierto y los políticos son corruptos, y la guerrilla sigue matando inocentes y además<br />

están los narcos, etc., pero Colombia está llena de vitalidad”. Antonio Caballero entrevistado por<br />

Andrew Graham Yooll. Página 12, Buenos Aires, Argentina, 21 de abril de 2008.<br />

15 Juan Gustavo Cobo Borda dixit.<br />

16 Escriben Palacios y Safford: “cuando al último relevo de siglo los índices de desempleo<br />

urbano y de violencia política alcanzan las cuotas más altas de los últimos años, es difícil pensar<br />

que los colombianos puedan sentirse más cerca de las puertas <strong>del</strong> cielo”. Marco Palacios y Frank<br />

Safford. Ob. Cit<br />

17Eduardo García Aguilar. Diatriba contra la poesía colombiana. El Tiempo, Bogotá, 22 de<br />

Julio de 2001.<br />

18 Juan Gustavo Cobo Borda. Ob. Cit.<br />

19 Poema de José Asunción Silva.<br />

20 Poema de Guillermo Valencia.<br />

109


Carlos Patiño Millán<br />

lado, miles <strong>del</strong> otro), revistas <strong>literaria</strong>s (Los Nuevos, Mito, Eco, Golpe<br />

de dados, Acuarimántima), vates muertos, inspiración, bohemia y<br />

malos tragos. 21<br />

La Violencia —así en mayúsculas— es su meridiano, su línea ecuatorial.<br />

Se discute la existencia de un atisbo de vanguardia criolla con<br />

nombre propio (Luis Vidales o León de Greiff, si se arriesga). Poetas<br />

cambian de máscaras como de calzoncillos: Miguel Ángel Osorio se<br />

convierte en Maín Ximénez, Ricardo Arenales y Porfirio Barba Jacob.<br />

Este autor se dedica a cantarles loas a los verdugos. 22 Encuentren un<br />

verdugo, en Colombia le tenemos su poeta.<br />

“Soy una especie de santo sin milagro”. 23 El acné juvenil y la insolencia<br />

se llaman Nadaísmo. Gran trasgresión es pisar hostias, esa es la<br />

gracia nacional. Fetidez en plena iglesia, que corran los escribanos católicos.<br />

Conocidos son los afanes parricidas y los previsibles arrepentimientos,<br />

las rupturas en el papel, las imágenes trasnochadas y el notorio<br />

afán por estar al día, por renovarse, por pertenecer a alguna parte, aun<br />

si esa parte es la sombra de un mustio poeta español (Piedra y cielo).<br />

Aquí los poetas tienen padre extranjero: Homero, Luis de Góngora,<br />

Emily Dickinson, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, William Carlos<br />

Williams, Vicente Alexandre, Pablo Neruda, Jaime Gil de Biedma,<br />

Constantino Cavafis, José Agustín Goytisolo, los hermanos Panero,<br />

Georges Bataille, los beatniks. Poeta huérfano: siga con confianza, reclame<br />

padre.<br />

21 Señala Rafael Gutiérrez Girardot: “el signo bajo el cual se inició la literatura colombiana<br />

en el siglo XX fue el de la simulación. En la viñeta que dibujó Valencia y que veneraron sus<br />

admiradores aparece el Maestro con rasgos realmente inverosímiles: los de Goethe y los de<br />

Nietzsche, con los rasgos que inventó la leyenda provinciana de Guillermo Valencia, y que nada<br />

tienen que ver con las figuras históricas”. Rafael Gutiérrez Girardot. La literatura colombiana<br />

en el siglo XX. Manual de Historia de Colombia. Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá, 1980.<br />

22 “(Porfirio Barba Jacob) se puso el nombre de un dictador mexicano, Porfirio Díaz. Estuvo<br />

a favor de ese tirano y atacó a los indios encabezados por Emiliano Zapata; después apoyó a<br />

quien quería restaurar al dictador; más tarde se opuso a los republicanos españoles y elogió<br />

al dictador español Francisco Franco; admiró a Mussolini; apoyó el ascenso nazi; leía libros<br />

antisemitas y raciales, como La rebeldía contra la civilización, de Lothrop Stoddard (y eso que<br />

de haber vivido en Europa los nazis lo hubieran llevado de inmediato a la cámara de gas) y murió<br />

antes de saber de la derrota nazi, el suicidio de Hitler y Eva Braun en el bunker de Berlín, el<br />

Holocausto y el Proceso de Nüremberg”. En: Eduardo García Aguilar. El fantasma de Porfirio<br />

Barba Jacob. Diario Excelsior on line, México, 4 de noviembre de 2007. Como todo hay que<br />

decirlo, Barba Jacob es el único poeta colombiano reseñado por Agustín Basabe Fernández <strong>del</strong><br />

<strong>Valle</strong> en su libro ¿Qué es la poesía?<br />

23 Frase atribuida a Fernando Linero. En: Milcíades Arévalo. Robinson Quintero: la poesía<br />

es más un oficio de lectura que de escritura. <strong>Revista</strong> Puesto de Combate 64/65, Bogotá, 2004.<br />

110


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

País <strong>del</strong> todo o nada: todo intelectual es sospechoso hasta que demuestre<br />

lo contrario, no hay poetas, no hay lectores, no hay poesía, no<br />

hay poetas malditos, no hay poetas místicos (salvo que entendamos<br />

por místico a Hernando Domínguez Camargo y su “Poema heroico<br />

de san Ignacio de Loyola” de 1666). A lo sumo hay poetas que leen y<br />

hablan en otras lenguas (Jorge Gaitán Durán y Eduardo Cote Lamus).<br />

No hay poetas pero pululan los poetas de familia como pintores de fin<br />

de semana. “Éste es el que escribe en la familia”. 24 Generaciones sin<br />

nombre ni espacio visible tardan años en entrar, tímidamente, en los<br />

libros de historia. Sombras. Hay figuras aisladas, núcleos generacionales,<br />

voces reconocidas e ignoradas en un país atravesado por fantasmas,<br />

desplazados y desaparecidos.<br />

“En Colombia la calidad es clandestina”. 25 Se asiste a un variopinto<br />

espectáculo para la galería, variable según soplan los vientos: los<br />

poetas son bajados <strong>del</strong> pedestal por reaccionarios (Guillermo Valencia<br />

y Eduardo Carranza), entronizados por asumir posturas que pueden<br />

leerse como progresistas (León De Greiff y Luis Vidales), neutralizados<br />

al ser descritos como referencias (Aurelio Arturo y Giovanni<br />

Quessep), lanzados a la calle, a su suerte (Raúl Gómez Jattin y Darío<br />

Lemos), olvidados y borrados (Carlos Obregón y Alberto Ángel Montoya),<br />

señalados y perseguidos como viciosos (Gonzalo Arango y Porfirio<br />

Barba Jacob), asesinados (Julio Daniel Chaparro) y conducidos a<br />

su muerte (José Asunción Silva y María Mercedes Carranza). 26<br />

24 Lo dice Darío Jaramillo Agu<strong>del</strong>o. En: Piedad Bonnet. Ob. Cit.<br />

25 R. H. Moreno Durán. Ob. Cit.<br />

26 Que el Colombia los asuntos, incluso los literarios, se resuelvan a palo no es noticia. A<br />

propósito de esa práctica, escribe Santiago Mutis Durán a propósito de la antología La casa sin<br />

sosiego hecha por Juan Manuel Roca: “con frecuencia el hombre es inferior a su talento. Cobo<br />

Borda habla de su generación como de la más sosa, tilda a la siguiente de insípida y lamenta<br />

no haberse dedicado a cosas útiles; Darío Jaramillo se refiere a la poesía como a un consuelo<br />

de bobos; Caballero aporrea a Giovanni Quessep acusándolo de habitar un país de princesitas;<br />

Alvarado Tenorio insulta... (véase la mal editada antología de la <strong>Universidad</strong> Nacional, de 1985).<br />

Nos deshicimos de la retórica para caer en el desprecio y en el tedio. Esta contribución de<br />

la crítica, más la mudez académica, ha entregado las letras colombianas a la banalidad y ha<br />

llevado a solicitar prólogos al presidente —de una cuestionable república—. Lo más opuesto<br />

a la poesía. Pero esta crítica panfletaria hace bien en desconfiar de la poesía, como también el<br />

silencio académico y los esfuerzos oficiales por marginarla o domesticarla”. En: Santiago Mutis<br />

Durán. Dos reseñas por SMD. Ciudad viva. Publicación de la Secretaría de Cultura, Recreación<br />

y Deporte de la Alcaldía Mayor de Bogotá. D.C. <strong>Edición</strong> de mayo de 2007.<br />

111


Carlos Patiño Millán<br />

Este país ha visto de todo, lo sagrado y lo profano, lo bello y lo siniestro,<br />

pero ha escogido vivir en el término medio, en la áurea mediócritas,<br />

para citar la expresión de Jaime Jaramillo Uribe. No tenemos<br />

poetas pero sí hay público para escuchar a los poetas: que lo digan los<br />

miles de asistentes al Festival internacional de Poesía de Me<strong>del</strong>lín en<br />

todas sus versiones.<br />

No hemos tenido un Jorge Luis Borges, un Octavio Paz, un César<br />

<strong>Valle</strong>jo, un Pablo Neruda. No hemos tenido una Gabriela Mistral,<br />

una Juana de Ibarbourou, una Alejandra Pizarnik, una Blanca Varela.<br />

No hemos tenido un Andrés Bello, un Alfonso Reyes, un Macedonio<br />

Fernández. No hemos tenido editoriales como Losada, Suramericana,<br />

Emecé. Ciertamente hemos sido marginales para la gran tradición y<br />

entre nosotros mismos. 27<br />

Por todas esas razones cabe decir que la carta de presentación de la<br />

poesía colombiana sigue siendo Silva (<strong>del</strong> mismo modo que la carta de<br />

presentación de la literatura colombiana es Gabriel García Márquez). 28<br />

No todos lo ven así: “Silva se está convirtiendo en un caso evidente de<br />

mitificación para gustos provincianos, donde la tragedia <strong>del</strong> hombre<br />

se convierte en <strong>del</strong>iciosa película de terror”, provoca Eduardo García<br />

Aguilar 29 . Con todo y sus detractores, a la espera <strong>del</strong> milagro en plena<br />

sequía, todavía Silva sigue siendo el poeta nacional.<br />

Silva abre la puerta, Carranza apaga la luz. No importa que el suicidio<br />

de Silva ocurriera en las postrimerías <strong>del</strong> siglo XIX, tampoco que<br />

el suicidio de Carranza hubiera ocurrido en los inicios <strong>del</strong> siglo XXI;<br />

él y ella representan el siglo XX en Colombia, hablando en términos<br />

poéticos. Muy poético: el doctor Juan Evangelista Manrique dibujó, en<br />

el cuerpo de Silva, el sitio exacto <strong>del</strong> corazón el 23 de mayo de 1896.<br />

El 24 de mayo el poeta fue hallado muerto en su habitación. Muy<br />

poético: el 10 de julio de 2003, después de finalizar sus labores en<br />

la Casa Silva, Carranza fue a su apartamento y se mató. Dice Daniel<br />

27 Eso no significa que no hayamos existido, escrito y publicado.<br />

28 Gabriel García Márquez es el único autor colombiano presente en El canon occidental de<br />

Bloom. En el apartado Autores de la Edad Caótica, García Márquez aparece al lado de Darío,<br />

Borges, Carpentier, Cabrera Infante, Sarduy, Arenas, Neruda, Guillén, Paz, <strong>Valle</strong>jo, Asturias,<br />

Lezama Lima, Donoso, Cortázar, Vargas Llosa, Fuentes y Drummond de Andrade. En: Harold<br />

Bloom. Ob. Cit.<br />

29 Eduardo García Aguilar. Ob. Cit.<br />

112


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

Samper Pizano: “Hace ciento siete años, en el despacho contiguo<br />

al que ella ocupó en la calle catorce con carrera tercera, el dueño<br />

de casa se pegó un tiro fatal. Previamente, el médico de la familia<br />

le había dibujado en el pecho el sitio exacto donde late el corazón.<br />

José Asunción Silva murió agobiado por la vida. María Mercedes ha<br />

terminado por imitarlo agobiada por la muerte. En la mesa de noche,<br />

donde reposaban los frascos vacíos de píldoras antidepresivas, su<br />

única hija Melibea, encontró la carta de despedida. Le hablaba <strong>del</strong><br />

amor y de la juventud”. 30<br />

Poeticemos el suicidio pendiente. El poeta está de pie, desesperado.<br />

Que no espere más. Es absolutamente inmoral detener la carrera de<br />

un suicida hacia la muerte. 31 Dice Harold Alvarado Tenorio: “como se<br />

sabe, Gómez Jattin sufrió de severos trastornos de personalidad que en<br />

sus últimos años le llevaron a incendiar cuartos de hoteles, desnudarse<br />

en sitios públicos, golpear a sus amigos, etc. Su muerte fue causada<br />

por el odio que había generado entre los cartageneros con su comportamiento<br />

agresivo”. 32 Muy poético: el 22 de mayo de 1997, en Cartagena,<br />

Raúl Gómez Jattin se tira al paso de un bus y muere atropellado.<br />

Silva, Jattin y Carranza: sus vidas y muertes cubren a todos los<br />

poetas colombianos, aun a los que jamás los han leído. Todo poeta<br />

arrastra a sus poetas. Nosotros arrastramos sus sombras hacia nuestras<br />

sombras. Y eran una, tres. ¡Y eran una sola sombra larga! 33<br />

Se ofrece servicio gratuito de entronización y defenestración: que<br />

pase el poeta<br />

Estos grupos tribales vivían en guerra permanente. Algunos<br />

estudios de estas culturas suponen que las guerras se libraban por el<br />

control de la tierra, dada la fuerte presión demográfica. Otros, como<br />

Hermann Trimborn, las analizan a la luz de motivaciones simbólicas<br />

30 Daniel Samper Pizano. Me estoy diciendo adiós: la despedida de María Mercedes<br />

Carranza. Periódico El Tiempo, Bogotá, 11 de julio de 2003.<br />

31 Escribe Homero en su Epistula ad Pisones: “tengan libre derecho a morir los poetas,<br />

salvar a quien no quiere es igual que matarlo”. En: Vítor Manuel Aguiar e Silva. Op. Cit.<br />

32 Harold Alvarado Tenorio. Raúl Gómez Jattin. 1945- 1997. Ajuste de cuentas: una<br />

antología crítica de la poesía colombiana <strong>del</strong> siglo XX. En: www.revistaarquitarve.com<br />

33 Verso de José Asunción Silva.<br />

113


Carlos Patiño Millán<br />

114<br />

y políticas. Según él, no eran guerras totales en el sentido de que un<br />

grupo buscara aniquilar al adversario. Más bien la guerra servía a los<br />

jefes para confirmar y fortalecer su autoridad. Dice Trimborn que el<br />

canibalismo, asociado con la guerra, tenía un carácter mágico pues los<br />

vencedores creían que al consumir al vencido de esa forma adquirirían<br />

su fortaleza y arrojo.<br />

Marco Palacios y Frank Safford <strong>34</strong><br />

No todos ven sombras, nuestras sombras, en Silva, Jattin y Carranza.<br />

Algunos no ven nada o ven ovnis. Se critica por criticar antes que<br />

situar críticamente a los poetas. Se insulta, se niega, se desaparece<br />

al poeta y a su obra. 35 Así ha sido antes, así es. Tomemos el caso de<br />

Eduardo García Aguilar y su diatriba. En este ejemplo, uno más (hay<br />

otros), parece quedar claro que se acude —la más de las veces— a la<br />

afrenta personal antes que asumir el esfuerzo por dialogar con la obra,<br />

por leer el poema como texto y estructura.<br />

No hay crítica (o sí la hay) pero su rostro es la maledicencia: si no<br />

hay poesía, que no quede piedra sobre cielo; si no hay poesía, que no<br />

se hable de tradición, ni siquiera de la pobreza. Costumbre nacional<br />

es la de tirar piedras a las estatuas, los transeúntes, los vecinos, los<br />

perros, los gatos, los indigentes, a todo el mundo. ¿Por qué se iban a<br />

salvar los poetas?<br />

<strong>34</strong> Marco Palacios y Frank Safford. Ob. Cit.<br />

35 Harold Alvarado Tenorio, poeta y crítico, sepulta al poeta Mario Rivero, así: “Mario<br />

Rivero, seudónimo de Mario Cataño, es uno de los mitómanos de la farándula colombiana más<br />

singulares, cuya vida, más que su llamada obra poética, amerita una novela, o una biografía<br />

como la que hizo Fernando <strong>Valle</strong>jo de Barba Jacob, con quien Cataño tiene mas de una analogía,<br />

al menos hasta el momento que comenzó a disfrutar de la gloria y los frutos de sus bizarras<br />

empresas bursátiles. Nacido, al parecer, en Envigado, la misma patria de Pablo Escobar, hijo<br />

de un obrero de una fábrica de telas, recorrió, como correspondía a un típico vástago de la<br />

Antioquia pendenciera, todos los caminos <strong>del</strong> calvario hasta llegar al monte de los Olivos de<br />

la satisfacción que da la fama y la fortuna. Según todas las malas lenguas, Cataño habría sido<br />

veterano de la guerra de Corea, trapecista de circo y domador de elefantes, contrabandista y<br />

vendedor de refrigeradores, enciclopedias y colecciones de premios Nobel, cantante de tangos en<br />

el bar Manhattan de Mario Vélez y El Rosedal de doña Blanca Barón, “manager” de boleristas,<br />

empresario e inventor de hojas de vida de toreros, locutor de radio, marchante de obras de arte,<br />

“crítico” de arte, vendedor de esmeraldas, cambista de moneda extranjera, avicultor, técnico en<br />

maquillaje de estrellas y gigoló de viejas damas de los radioteatros de la capital de Colombia,<br />

aparte de un consuetudinario enamorado de las secretarias de las oficinas de los abogados de la<br />

carrera séptima, a quienes habría conquistado con un método tremendamente eficaz: medio pollo<br />

asado y un par de zapatos de tacón alto de los almacenes Ley.” Harold Alvarado Tenorio. Mario<br />

Rivero, 1935. Página web citada.


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

García Aguilar reconoce algo, un indicio, pero enseguida arremete:<br />

en el inicio de lo que se ha querido llamar poesía moderna<br />

colombiana, nos encontramos con los tres padres fundadores: Silva,<br />

arquetipo <strong>del</strong> fracasado suicida que se malogra, Julio Flórez, maldito<br />

beodo vestido de negro con un fémur en el bolsillo <strong>del</strong> saco y una<br />

calavera en la mano de la que liba vino de numen mientras declama<br />

en camposantos, y Guillermo Valencia, el bien portado, triunfador,<br />

político ascendente que decide ‘sacrificar un mundo para pulir<br />

un verso’ y lo alcanza con espléndidas joyas. ¿Qué pasa con estos<br />

señores? ¿Qué extraños mitos y leyendas fundan? ¿Cuál es su lugar<br />

en el panorama <strong>del</strong> imaginario colombiano, conformado por las<br />

generaciones <strong>del</strong> siglo? 36<br />

En aras de defenestrar, que no quede títere con cabeza, se apela a la<br />

autoridad: para acabar con Barba-Jacob, García Aguilar acude a Octavio<br />

Paz, que lo llamó “modernista rezagado”, y a Cardozo y Aragón,<br />

que lo definió como “burócrata de funeraria”. La sangrante cabeza <strong>del</strong><br />

poeta está servida en la mesa, pasen todos, sírvanse con cuidado, el cadáver<br />

todavía está caliente. De la arremetida de García Aguilar parece<br />

no salvarse nadie, así Raúl Gómez Jattin se convierte en “un ictiosauro<br />

en años de real cambio y revolución mundiales”, 37 Luis Carlos López<br />

en un “clown simpático” 38 y la obra de León de Greiff en “excesiva y<br />

cornetuda”. 39<br />

¿Realmente el panorama es tan deplorable? Lo es cuando de la descalificación<br />

se pasa a la valoración sin más, a la exageración criolla, a<br />

pedir el altar y la estatua: el Nadaísmo es, según García Aguilar,<br />

el que sacudió por fin la anacrónica estructura <strong>del</strong> país.<br />

Movimiento extraordinario de precoces, el nadaísmo fue temblor,<br />

viaje, irreverencia, apertura en esos 60 que en todas partes explotaban<br />

con su hippies, la liberación sexual y el ideario de la paz y el amor,<br />

y en E.U. revolucionaba con los beatniks, Ginsberg, Burroughs,<br />

Corso, Kerouac. Pero los nadaístas Gonzalo Arango, Eduardo<br />

Escobar, Jotamario Arbeláez y tantos otros, son inolvidables por su<br />

36 Eduardo García Aguilar. Ob. Cit.<br />

37 Ibíd.<br />

38 Ibíd.<br />

39 Ibíd.<br />

115


Carlos Patiño Millán<br />

116<br />

labor equivalente en Colombia a la revolución <strong>del</strong> 68 en Francia o<br />

en San Francisco. Merecen estatuas y plazas. Merecen incluso que<br />

pronto haya escuelas, estadios, siquiátricos, cárceles y colegios de<br />

bachillerato con sus nombres. 40<br />

¿Habla en serio o bromea? ¿Dónde queda la rigurosidad de la mirada?<br />

¿Se debe tomar a pecho lo que el autor escribió? No se mide con<br />

el mismo rasero: enanos pasan por gigantes y el portero lo advierte<br />

cuando ya es tarde.<br />

Al decir de García Aguilar,<br />

entre los 70, 80 y 90 reinó en Colombia esa poesía sonsa, carente<br />

de ambiciones, una poesía que bien puede llamarse deprimida,<br />

que no tuvo la gracia urbana y arrabalera de Rivero, ni intentó la<br />

autodestrucción antipoética de Cobo, María Mercedes Carranza y<br />

Jaramillo Agu<strong>del</strong>o, ni logró los altos vuelos de Quessep, Arango,<br />

García Maffla y Roca, para producir poemitas estreñidos en serie<br />

cargados de lugares comunes sobre el sueño, la locura, el <strong>del</strong>irio y<br />

otras zarandajas para ingenuos. 41<br />

Tal pareciera que tras la desaparición <strong>del</strong> padre (La Generación<br />

sin nombre, para mencionar un nombre), los hijos no hubieran sabido<br />

que hacer con el muerto. Había que enterrarlo, se cae de su peso, pero<br />

no lo hicieron. Se lo disputaron, toda repartición no deja sino heridas,<br />

camisas viejas y rotas, harapos: una poesía sonsa. 42<br />

Sigamos con García Aguilar. Su texto es discutible pero de eso se<br />

trata precisamente. De poder dialogar con la crítica, con los autores y<br />

sus libros. En un país que se caracteriza por el ensimismamiento, el<br />

diálogo se extraña y se hace necesario, así tenga que esperar uno cien<br />

años de soledad para encontrarse con un provocador.<br />

Después de la descarga, el autor pasa a ponderar positivamente la<br />

poesía <strong>del</strong> poeta y novelista Juan Manuel Roca 43 y <strong>del</strong> poeta, ensayista<br />

40 Ibíd. La cursiva es mía.<br />

41 Ibíd.<br />

42 Nada menos que el período que más me interesa situar críticamente en este texto –por que<br />

es en el que nació mi poesía- es embestido duramente: poemas estreñidos en serie…<br />

43 García Aguilar no duda en bautizar como Rocatierrismo, la corriente que inaugura Roca.


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

y novelista William Ospina, 44 de quienes dice que son los poetas más<br />

populares e idolatrados <strong>del</strong> fin de siglo. Nadie duda <strong>del</strong> acierto en la<br />

escogencia de estos dos autores como los más importantes e influyentes<br />

<strong>del</strong> final de siglo XX y <strong>del</strong> comienzo <strong>del</strong> siglo XXI. En mi opinión<br />

habría que agregar, sin complejos, el nombre de la poeta, dramaturga y<br />

novelista Piedad Bonnet para que la trinidad de la transición estuviera<br />

a salvo y completa. 45<br />

Al finalizar su texto, García Aguilar destaca entre los poetas posteriores<br />

a la Generación sin nombre y al Rocatierrismo a dos grupos<br />

de autores tan disímiles entre sí que habría que preguntar qué palabra<br />

los une salvo el pasaporte <strong>del</strong>ator. El primer grupo lo conforman Álvaro<br />

Rodríguez Torres, Jaime Manrique Ardila, Antonio Correa, Jorge<br />

Bustamante, Guillermo Martínez, Piedad Bonnet, Fernando Herrera,<br />

Gustavo Adolfo Garcés, Fernando Rendón, Renata Durán, Eugenia<br />

Sánchez, Orietta Lozano, Gustavo Tatis y Santiago Mutis (14 poetas);<br />

el segundo, Ramón Cote, Gustavo Tatis, Rafael <strong>del</strong> Castillo, Hugo<br />

Chaparro, Mario Jursich y Gloria Posada (6 poetas).<br />

¿Son los ungidos el canon más reciente de la poesía colombiana?<br />

¿El novísimo canon emergente? Y si lo son, ¿son ellos conscientes<br />

de su inclusión en la lista, asimilan los postulados de una Generación<br />

Post-sonsa, comparten criterios, se conocen, actúan como masa<br />

o como individuos? Además: ¿qué criterios se siguieron para escogerlos?<br />

¿Por qué nos aferramos al recurso de la periodización como una<br />

última tabla de salvación para tratar de entender el asunto? 46<br />

44 “Ospina es otro de los grandes poetas cívicos <strong>del</strong> país al lado de Caro, Epifanio Mejía y<br />

Castro Saavedra”. Nótese el empleo de la palabra “cívico”. Ibíd.<br />

45 No es casual que Roca, Ospina y Bonnet hayan ampliado, en el nuevo siglo, el ámbito de<br />

sus intereses y resonancias. Queda pendiente averiguar, en algún trabajo posterior, el origen de<br />

esa transformación y sus inevitables consecuencias. Roca, Ospina y Bonnet serían los herederos<br />

de Silva, Jattin y Carranza, nuestros vitales suicidas.<br />

46 Opina Diógenes Fajardo en el capítulo relativo a Los Nuevos en la Historia de la poesía<br />

en Colombia que “la clasificación por generaciones en la poesía colombiana ha llevado a la<br />

consagración de ciertos grupos que se formaron alrededor de la bohemia o de alguna publicación,<br />

en detrimento de otros autores o grupos que no alcanzaron el mismo grado de canonización<br />

durante el periodo”. En: Patricia Trujillo. Periodos y generaciones en la historia de la poesía<br />

colombiana <strong>del</strong> siglo XX. Literatura: teoría, historia, crítica 5. Departamento de Literatura,<br />

<strong>Universidad</strong> Nacional de Colombia, Bogotá, 2003.<br />

117


Carlos Patiño Millán<br />

Las respuestas parece tenerlas el propio García Aguilar que reserva<br />

un último dulce veneno; tras la zanahoria, el garrote. Al hablar de<br />

Gloria Posada, anota que es:<br />

118<br />

una de las más saludables revelaciones actuales, cuya precisión y<br />

perfección formales, aunadas a la incisiva inteligencia, son excelentes<br />

broches de oro para despojar a la poesía colombiana de sus peores<br />

vicios, como el autismo provinciano, la clownería metafórica, la<br />

heliotropía cardiaca, el desgano depresivo de los 70 y la retórica<br />

trakliana de los 80, cargada de falsos crepúsculos y sueños. 47<br />

Me pregunto: ¿no fue precisamente Roca quien repartió en el medio<br />

poético la semilla de un autor como Georg Trakl? 48 ¿En qué quedamos<br />

entonces? ¿Nominar a la Generación Post-sonsa sirve únicamente<br />

para empujar barranco abajo a la anterior que estaba pegada<br />

con babas? ¿Cómo bautizamos a los novísimos, como los de la Generación<br />

<strong>del</strong> Broche de oro? ¿Pasamos de “la tradición de la pobreza” a<br />

tener el terrible oro en nuestras manos? ¿Nos enloquecerá el tesoro?<br />

¿El destino <strong>del</strong> Rocatierrismo es ser empalizado, como movimiento,<br />

ante nuestros ojos? ¿Qué dice la poesía de los últimos años? Mientras<br />

arde Raúl en el fondo <strong>del</strong> mar, que conteste Eduardo.<br />

No, que conteste, por lo pronto, David (Jiménez) que también tiene<br />

su caracterización particular:<br />

los caminos de la poesía hoy no pueden ser sino negativos: no dice<br />

nada directamente, no es discurso propagandístico, no vende ni sirve<br />

a ningún poder, ni proclama ninguna verdad absoluta. Sin embargo,<br />

tiene su propia manera de participar en la historia colectiva. Aunque<br />

dé la impresión de no someterse para nada a las normas de la cultura<br />

como institución social y de crecer por su propio impulso como si<br />

obedeciese a leyes naturales —a la respiración o a los instintos <strong>del</strong><br />

poeta—, no es, sin embargo, culturalmente inocente. Detrás de su<br />

apariencia salvaje o excesivamente privada y secreta, se levanta el<br />

47 Ibíd. La cursiva es mía.<br />

48 Dice Roca: “yo encuentro, por ejemplo, que un poeta que de alguna manera ha sido<br />

definitivo en la creación de atmósferas, en la apreciación de un mundo cargado de un gran<br />

sentido plástico, es Georg Trakl; siento que es un poeta pintor, no solamente por la preocupación<br />

que tiene por el color, por ciertas tonalidades, sino por la carga psicológica que le impone a esos<br />

colores y a esa tonalidades”. En: Piedad Bonnet. Ob. Cit.


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

testimonio más revelador acerca de los conflictos y aspiraciones de<br />

una sociedad. Precisamente porque el poema sólo puede tratarlos en<br />

cuanto experiencia vivida por un individuo, no en cuanto esquema<br />

general y abstracto, la poesía traza la línea menos insegura cuando se<br />

ha de reconocer la verdad de un sentimiento colectivo o la autenticidad<br />

de un comportamiento cultural. Pueden recorrerse todas las demás<br />

artes, tanto como las ciencias sociales, los medios de comunicación<br />

o incluso la novela: ninguna forma de expresión ha señalado con más<br />

certera precisión lo que somos, cómo sentimos y dónde nos duele la<br />

realidad a los colombianos. 49<br />

Si Jiménez dice que los caminos de la poesía —“el testimonio más<br />

revelador acerca de los conflictos y aspiraciones de una sociedad”—<br />

hoy no pueden ser sino negativos, Alvarado Tenorio agrega que “la<br />

poesía colombiana ha dejado de existir”, 50 partida de defunción que<br />

supone la existencia pretérita de poetas y poemas ya sepultados y olvidados.<br />

¿Cuáles? Menos efectista, Julián Malatesta, poeta y crítico,<br />

introduce una perspectiva política, necesaria para entender las transformaciones<br />

de la vida nacional (y <strong>del</strong> quehacer literario y poético) a<br />

finales <strong>del</strong> siglo XX. Menos palo para el prójimo, más cuestionamientos<br />

a la trágica historia común. Dice Malatesta:<br />

49 David Jiménez. La nueva poesía desde 1970. En: Gran Enciclopedia de Colombia, tomo<br />

IV. Bogotá, Círculo de Lecturas, 1992.<br />

50 Dice Alvarado Tenorio: “el triunfo <strong>del</strong> narcotráfico y la escalada de la guerra civil entre<br />

guerrillas y paramilitares ofreció a un sector de la inteligencia colombiana la oportunidad de<br />

entrar en escena con beneficios y resultados que nunca se habían conocido. En los primeros<br />

años ochentas se crearon La Casa de Poesía Silva y El Festival de Poesía de Me<strong>del</strong>lín, dos de<br />

las instituciones que hicieron de la poesía el más grande espectáculo de nuestro tiempo. Filmes,<br />

videos, seriales de televisión, grabaciones, lecturas públicas, seminarios, todo ha servido para<br />

prorratearse los presupuestos municipales y de los ministerios. En ningún otro país <strong>del</strong> mundo<br />

ha servido la poesía tanto a los políticos de la guerra en su ejercicio <strong>del</strong> poder. Y como nunca<br />

antes, la inopia de la poesía ha escalado hasta las profundidades de la ignorancia y ordinariez.<br />

Instrumentalizada y pervertida como oficio y como forma de vida, la poesía, sea colombiana<br />

o no, en Colombia ha desaparecido y no parece dar señales de vida en un futuro inmediato.<br />

Porque como nunca antes, distritos y gabinetes, secretarias de cultura y empresarios <strong>del</strong> capital<br />

han invertido desmedidas sumas de dinero para hacer brillar la lírica como una joya más de<br />

la pasarela y <strong>del</strong> entretenimiento contemporáneo. Los poetas colombianos crecen ahora como<br />

palmas y desaparecen como cocos, según el criterio <strong>del</strong> manipulador de turno, d´habitude poeta<br />

él mismo. Hoy son más de medio centenar de vates vivos y muertos los que ostentan en sus<br />

faltriqueras más de un laurel <strong>del</strong> erario público, pero nadie, literalmente, nadie, recuerda sus<br />

nombres ni lee sus versos”. Harold Alvarado Tenorio. La poesía colombiana ha dejado de<br />

existir. Página web citada.<br />

119


Carlos Patiño Millán<br />

120<br />

en la década <strong>del</strong> ochenta el mundo asiste atónito al exterminio<br />

masivo de un grupo de oposición, con el Estado en el lamentable papel<br />

de espectador cómplice de ese horrendo escenario de sangre que frustra<br />

los anhelos de paz de toda una sociedad. Todavía con los esfuerzos<br />

renovadores consagrados en la Carta Política de 1991, Colombia se<br />

resiste a pasar de una democracia representativa a una democracia<br />

participativa, que implica reordenar políticamente al país y resolver el<br />

drama de amplios sectores de la población en zonas rurales, medianos<br />

centros urbanos y en las capitales, que sufren las confrontaciones de la<br />

guerra y toda clase de manifestaciones de violencia. Paradójicamente,<br />

así como terminó el siglo XIX, así termina el siglo XX y, así como<br />

comenzó el siglo XX, así comienza el siglo XXI. Una sociedad que<br />

presenta esta circularidad en su evolución histórica, es una sociedad<br />

deslegitimada en todos sus proyectos. 51<br />

Y añade:<br />

a mediados de la década <strong>del</strong> setenta hasta finalizar el siglo XX<br />

hace presencia en el campo de las letras una generación desencantada<br />

que le toca vivir las grandes derrotas de los discursos de emancipación<br />

y que ve frustrados sus anhelos de modernidad. Se trata de un grupo<br />

de poetas que asiste al desamparo de un proyecto cultural en la región<br />

y en el país y que carga con el peso de la disolución de ese campo<br />

intelectual que logró expresarse con fuerza unos años atrás. 52<br />

Malatesta sabe que la pérdida y la derrota no fueron sólo locales. Él<br />

suscribiría lo que dice Eduardo Grüner:<br />

todos los tiempos fueron malos para los hombres que tuvieron<br />

que vivirlos. Esto, o algo muy parecido, dijo alguna vez Jorge Luis<br />

Borges. Es un atendible llamado a la sobriedad, a sustraerse a la<br />

tentación, siempre irresistible, <strong>del</strong> patetismo. Hay, por supuesto,<br />

buenas razones para que nosotros, hoy, en este mundo, caigamos<br />

en esa tentación. Difícilmente haya habido una etapa anterior de<br />

la historia en la que tantas y tan poderosas promesas despertadas<br />

auténticamente por un estadio de desarrollo económico, social,<br />

51 Julian Malatesta. Poéticas <strong>del</strong> desastre: aproximación crítica a la poesía <strong>del</strong> <strong>Valle</strong> <strong>del</strong><br />

Cauca en el siglo XX. Centro virtual Isaacs. Portal cultural <strong>del</strong> pacífico colombiano. http://dintev.<br />

univalle.edu.co/ciisaacs. Consulta <strong>del</strong> 29 de abril de 2008.<br />

52 Ibíd


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

político y cultural de la humanidad, hayan quedado frustradas hasta la<br />

desesperación. En la potencialidad inmensa y cierta, científicamente<br />

posible, tecnológicamente verosímil, de una buena vida humana haya<br />

conducido a una catástrofe semejante. ¿Se trata solamente —porque<br />

sin duda se trata en principio de eso— <strong>del</strong> modo de producción<br />

dominante? ¿Es que además, en algún momento, o incluso desde<br />

el principio, nuestra ciencia, nuestra tecnología, nuestros saberes,<br />

erraron el rumbo? ¿Falló toda nuestra filosofía, nuestro arte, nuestra<br />

literatura, nuestras religiones y aun nuestros agnosticismos? 53<br />

Centrando su reflexión en el <strong>Valle</strong> <strong>del</strong> Cauca, como tiempo y lugar,<br />

Malatesta arriesga la teoría según la cual ser poeta en las actuales condiciones<br />

es una toma de posición ética. A propósito escribe:<br />

aún cuando el país reconoce en su carta fundamental la<br />

pluriculturalidad y en términos de política le abre espacios a la<br />

participación ciudadana y comunitaria, sobrevive en el <strong>Valle</strong> <strong>del</strong><br />

Cauca la idea <strong>del</strong> patrimonialismo y el mecenazgo cultural propios<br />

de la república conservadora y de los primeros gobiernos liberales<br />

de principios <strong>del</strong> siglo XX, con el agravante de que ahora los poetas<br />

no pertenecen a las élites <strong>del</strong> poder y por eso no pueden poner a su<br />

servicio los organismos culturales <strong>del</strong> Estado o integrar las entidades<br />

privadas que para la gestión cultural fundan las élites locales.<br />

Así nos encontramos con una poesía disímil en sus formas y<br />

temáticas, que convive con las elaboraciones poéticas más ortodoxas<br />

de la tradición y que también asiste a todas las renovaciones de la<br />

escritura, que hoy propone el mundo contemporáneo.<br />

El grupo de poetas encargado de cerrar la averiada puerta de este<br />

siglo sobrevive al horror de una vida cotidiana agobiada por el crimen<br />

y la guerra. Realizan una poesía solitaria que sólo asiste al diálogo con<br />

la ciudad y su tiempo como quien va a cumplir con una tregua; una<br />

poesía inconstante en sus temáticas, impredecible en sus aciertos; una<br />

poesía <strong>del</strong> secreto, de la pequeña murmuración de café y de esquina.<br />

Los poetas fuertes de esta generación consiguen que su obra<br />

poética logre mantenerse en el tiempo a través de penetrar con rigor<br />

el legado literario de los antecesores, la corriente que nutre y guía a<br />

todo poeta que dialoga con sus sucesores. En medio de la múltiple<br />

diversidad temática que expresan los poetas de finales <strong>del</strong> siglo XX se<br />

53 Eduardo Grüner. El fin de las pequeñas historias: de los estudios culturales al retorno<br />

(imposible) de lo trágico, Espacios <strong>del</strong> saber, Paidós, Buenos Aires, Argentina, 2002.<br />

121


Carlos Patiño Millán<br />

122<br />

puede rastrear en su poesía todo el hastío y cansancio de una época.<br />

Ser poeta en una sociedad donde la emancipación fracasó, donde el<br />

discurso especulativo de la ciencia y la filosofía que ha tenido una<br />

precaria existencia a diario se deslegitima por la crudeza de los<br />

acontecimientos sociales, ser poeta en estas condiciones es, a nuestro<br />

juicio, una toma de posición ética.<br />

El grupo de poetas en mención lo integra: Medardo Arias, Alfredo<br />

Vanín, Álvaro Burgos, Rodrigo Escobar Holguín, Carlos Patiño<br />

Millán, Hernando Revelo, William Ospina, Aníbal Manuel, Carlos<br />

Fajardo, Fabio Arias (Farías), Fabio Ibarra Valdivia, Javier Tafur<br />

González, Carlos Vásquez Zawadzki, Harold Ballesteros, Humberto<br />

Jarrín, Edgar Arenas, Omar Ortiz, Horacio Benavides, Orlando López,<br />

Áloz Rojas, Octavio Javier Bejarano, Alberto Cardona Gómez, Jorge<br />

Eliécer Ordóñez, Edgar Ruales, Raúl Henao y Antonio Zibara. 54<br />

¿Hay algo que puedan hacer estos poetas vallecaucanos, los de la<br />

Generación Post-sonsa y los de la Generación <strong>del</strong> Broche de oro? Por<br />

lo pronto, deshacer lo hecho y dispersarse en la oscuridad. Después ya<br />

se pensará en algo. 55 A la frustración desesperada se le puede enfrentar<br />

con la construcción de otra historia. Quedan palabras:<br />

“Si he perdido la vida, el tiempo, todo<br />

lo que tiré, como un anillo, al agua,<br />

si he perdido la voz en la maleza,<br />

me queda la palabra”. 56<br />

54 . Julián Malatesta. Ob. Cit.<br />

55 “Dentro de unas semanas el agua se habrá evaporado, el lodo se habrá secado y los charcos<br />

serán lechos de polvo finísimo sobre el que los niños y el viento han de revolcarse”, dice Octavio<br />

Paz. En: Octavio Paz. El mono gramático. Seix Barral, Barcelona, 1974.<br />

56 Fragmento <strong>del</strong> poema En el principio de Blas de Otero. En: Blas de Otero. Poesía<br />

escogida. Vicens Vives, Barcelona, 2000.


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

Nombrando la soga en la casa <strong>del</strong> ahorcado: pongamos que hablo<br />

de poetas<br />

Salvando diez nombres de excepción, todo el resto de la poesía<br />

colombiana es soporífera, menos la de los poetas jóvenes que todavía<br />

no alcanza a ser ni lo uno ni lo otro.<br />

Jaime Jaramillo Escobar 57<br />

Retrocedamos, no hay prisa. Si no hay poesía ni poetas en Colombia,<br />

una tesis de creación acerca de la escritura de un libro de poemas<br />

puede esperar otra vida. Es en serio: ¿de qué hablamos cuando<br />

hablamos de poesía colombiana? ¿De quién, quiénes? La crítica –la<br />

de aquí, la de allá, lo acabamos de ver- no ha resistido la tentación<br />

de homogeneizar disparidades, agrupar núcleos particulares, restringir<br />

cronológicamente a poetas que difícilmente dialogan entre sí con el<br />

evidente afán de fundar y bautizar escuelas. Si no entiendes algo, dale<br />

un nombre, etiquétalo.<br />

Prácticamente a la fuerza existen generaciones de poetas: lo que<br />

uno encuentra son figuras aisladas, insularidades, posando para una<br />

foto común. Foto Agüita. ¿Qué emparenta a José Asunción Silva con<br />

Guillermo Valencia, a Porfirio Barba Jacob con Luis Carlos López, a<br />

León De Greiff con Rafael Maya, a Jorge Rojas con Eduardo Carranza,<br />

a Fernando Charry Lara con Álvaro Mutis, a Jorge Gaitán Durán<br />

con Eduardo Cote Lamus, a Jaime Jaramillo Escobar con Mario Rivero,<br />

a Giovanni Quessep con José Manuel Arango, a Juan Manuel Roca<br />

con William Ospina, a Raúl Gómez Jattin con Elkin Restrepo, a María<br />

Mercedes Carranza con Piedad Bonnet? Estas paredes. Nacieron aquí,<br />

han vivido y publicado en Colombia, han escrito en el mismo idioma,<br />

aquí están enterradas sus dichas y sus muertos.<br />

El afán de ponerlos en algún lado, de enumerar, de listar no es nuevo.<br />

En 1930, Gustavo Otero Muñoz publicó la Antología de poetas<br />

colombianos 1800-1930 e incluyó a 85 poetas. 58 ¿Exageración? ¿85<br />

57 Juan Gustavo Cobo Borda. Ob. Cit. Los diez de Jaramillo Escobar son, en realidad, nueve:<br />

Hernando Domínguez Camargo, José Asunción Silva, Guillermo Valencia, José Eustasio Rivera,<br />

Porfirio Barba Jacob, Luis Carlos López, León De Greiff, Aurelio Arturo y Álvaro Mutis.<br />

58 Juan Gustavo Cobo Borda. Ob. Cit.<br />

123


Carlos Patiño Millán<br />

poetas en 130 años? A ver: eso nos da un promedio de 0.65 poetas<br />

por año. ¿No es sospechosa la cifra, para no hablar de falta de rigor?<br />

Por su lado, “Quién es quién en la poesía colombiana” de Rogelio<br />

Echavarría menciona 98 poetas, sólo en el apartado correspondiente a<br />

la letra “A”. 59 Esfuerzo asombroso, sin duda. Como dice Cobo Borda:<br />

“ningún país ha producido […] en toda su historia, cien poetas de<br />

primer orden”. 60<br />

No ha habido cien poetas. Digamos que ha habido diez, que ya es<br />

hipérbole. Se suelen agrupar así:<br />

Los Modernistas: José Asunción Silva, Guillermo Valencia, Porfirio<br />

Barba Jacob, José Eustasio Rivera y Eduardo Castillo.<br />

Los Nuevos: León De Greiff, Rafael Maya, Luis Vidales y Jorge<br />

Zalamea.<br />

Los de Piedra y Cielo: Eduardo Carranza, Jorge Rojas, Carlos<br />

Martín, Arturo Camacho Ramírez, Gerardo Valencia y Aurelio Arturo.<br />

Los de Mito: Jorge Gaitán Durán, Eduardo Cote Lamus, Fernando<br />

Charry Lara, Álvaro Mutis, Fernando Arbeláez y Rogelio Echavarría.<br />

Los Nadaístas: Gonzalo Arango, Jaime Jaramillo Escobar, Mario<br />

Rivero, Jotamario Arbeláez, Eduardo Escobar, Darío Lemos y Amílkar<br />

Osorio.<br />

Los de la Generación sin nombre: Elkin Restrepo, Jaime García<br />

Maffla, Darío Jaramillo Agu<strong>del</strong>o, Juan Gustavo Cobo Borda, Giovanni<br />

Quessep, María Mercedes Carranza y Juan Manuel Roca.<br />

Hay variante de la anterior:<br />

Los de la Generación desencantada: José Manuel Arango, Harold<br />

Alvarado Tenorio, Darío Jaramillo Agu<strong>del</strong>o y los repitentes Quessep,<br />

Carranza, Cobo Borda y Roca. 61<br />

¿Generación sin nombre o desencantada? ¿El desencanto fue tan<br />

grande que no tuvo nombre? Es a partir de aquí que no logramos ponernos<br />

de acuerdo. ¿Quiénes siguen? Lo sabemos pero no lo sabemos<br />

decir. Intuiciones, corazonadas, pálpitos. Pregunten a los críticos,<br />

ellos saben. ¿Dónde están Armando Romero, Henry Luque Muñoz,<br />

59 Rogelio Echavarría. Quién es quién en la poesía colombiana. Ministerio de Cultura y El<br />

Áncora Editores, Bogotá, 1998.<br />

60 Juan Gustavo Cobo Borda. Ob. Cit.<br />

61 Se sigue la clasificación propuesta por Juan Gustavo Cobo Borda. Ob. Cit.<br />

124


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

Juan Gustavo Cobo Borda, Guillermo Linero o David Jiménez? Se<br />

han pasado la vida criticando, bien que lo hacen.<br />

Se barajan nombres como naipes, se hacen listas, cada poeta es la<br />

voz de su generación; la de él, la suya única. Islas sin náufragos. Callos<br />

que pisan cayos. A callar. Se callan nombres, es imposible —hoy<br />

en día— seguirle la pista a la poesía que se escribe y publica en Colombia.<br />

Se publica mucho, demasiado, tal vez. Se lee poco, no se lee,<br />

no se termina de leer el segundo libro: el promedio de lectura de libros<br />

en Colombia en el 2005 fue de 1.6 libros al año por cada habitante. 62<br />

Volvamos a las listas. Citemos a García Aguilar:<br />

De nuevo, sólo, Roca. Esta vez por ser el padre <strong>del</strong> Rocatierrismo.<br />

William Ospina, él sólo.<br />

La Generación Post-sonsa: Álvaro Rodríguez Torres, Jaime Manrique<br />

Ardila, Antonio Correa, Jorge Bustamante, Guillermo Martínez,<br />

Piedad Bonnet, Fernando Herrera, Gustavo Adolfo Garcés, Fernando<br />

Rendón, Renata Durán, Eugenia Sánchez, Orietta Lozano, Gustavo<br />

Tatis y Santiago Mutis.<br />

La Generación <strong>del</strong> broche de oro: Ramón Cote Baraibar, Gustavo<br />

Tatis, Rafael <strong>del</strong> Castillo, Hugo Chaparro, Mario Jursich y Gloria Posada.<br />

Dejemos ahí. Cerremos, nosotros también, con broche de oro.<br />

II<br />

Cada poeta y crítico tiene su mirada y sus listas, otras, las suyas.<br />

Cada poeta trae su pan bajo <strong>del</strong> brazo: madres y padres, tengan hijos<br />

poetas, son lo mar de agradecidos. El poeta y crítico ahora en cuestión<br />

es Ramón Cote Baraibar, 63 hijo de poeta como María Mercedes<br />

62 “El Estudio de hábitos de lectura, asistencia a bibliotecas y consumo de libros en<br />

Colombia, realizado en el 2005, mostró que los colombianos solo leemos al año 1,6 libros. Por<br />

el contrario, las cifras concluyeron que los argentinos leen 3,2 y los mexicanos, 2,5. Y ni hablar<br />

de los españoles que leen 7,7. En el 2000, cuando se realizó el anterior estudio, el promedio<br />

de lecturabilidad en Colombia era de 2,4 libros al año. El estudio también mostró que el 22%<br />

de los colombianos dice no tener un libro en su casa, mientras que en México es solo el 4,1%.<br />

En Bogotá la cifra es más alta: en casi el 50% de los hogares no hay libros”. El Tiempo, Así están<br />

los índices de lectura entre los colombianos, Bogotá, 22 de abril de 2008.<br />

63 Ramón Cote Baraibar. La poesía de los noventa. El Tiempo, Bogotá, 11 de agosto de 2007.<br />

125


Carlos Patiño Millán<br />

Carranza y Santiago Mutis Durán. Dialoguemos, entonces, con el hijo<br />

de poeta.<br />

Cote abre su análisis diciendo que en los años noventa hubo un<br />

cambio en lo concerniente a la actividad poética en el país. Parte reconociendo<br />

la labor de la Casa de Poesía Silva en esa década. Dice: “gracias<br />

a esta institución la poesía pasó de ser una actividad clandestina<br />

a tener una permanente presencia. El poeta participa de la sociedad<br />

y la sociedad participa de la poesía, parecen ser las conquistas más<br />

inmediatas”. 64<br />

La cursiva no es mía, es de él. Y merece una rápida réplica: ¿presencia<br />

permanente? ¿En dónde? ¿En la burocracia, en los medios o en<br />

los festivales de poesía? ¿En la discusión de políticas públicas sobre<br />

cultura y educación, en la seria reflexión poética consignada en libros<br />

y revistas especializadas, en los talleres de poesía y en las aulas universitarias<br />

o en las revistas <strong>del</strong> corazón? ¿En dónde?<br />

Menciona el poeta y crítico igualmente a eventos como La poesía<br />

tiene la palabra y Alzados en Almas, y festivales de poesía de Bogotá<br />

y Me<strong>del</strong>lín. De este último destaca que es un ejemplo de cómo “la<br />

poesía puede llenar estadios, alterar los cursos de los colegios, paralizar<br />

las calles, cesar la violencia de los barrios marginales, disputándole<br />

esos mismos espacios a los espectáculos musicales”. 65 ¿Cesar<br />

la violencia de los barrios marginales? ¿Por cuántos días? ¿Cuántas<br />

horas? ¿Una vez terminado el recital resurgen el crimen abyecto, el<br />

atraco rastrero? ¿Ese es el parámetro para medir la recepción de la<br />

poesía en el medio?<br />

El agradecimiento de Cote –es hora de agradecer y hay que ser<br />

generoso- se extiende a todo el mundo: desde revistas de poesía como<br />

Prometeo, Casa Silva, Golpe de dados, Ulrika, Gradiva, Puesto de<br />

combate, Arquitrave, Catapulta, Deshora, Luna de Locos, Aleph,<br />

Ophelia y Luna Nueva hasta revistas culturales como El malpensante,<br />

Número, Tinta Fresca, el Boletín Cultural y Bibliográfico de la Biblioteca<br />

Luis Ángel Arango y editoriales como la de la <strong>Universidad</strong> de<br />

Antioquia, <strong>Universidad</strong> Eafit, Editorial Magisterio, Ediciones Luna<br />

126<br />

64 Ibíd.<br />

65 Ibíd.


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

Nueva, Trilce Editores, Fundación Simón y Lola Guberek, Deriva,<br />

Bartleby, Lealón, El propio bolsillo, y la publicación de los premios<br />

<strong>del</strong> Ministerio de Cultura, el Instituto Distrital <strong>del</strong> Cultura y Turismo<br />

y la Casa Silva.<br />

¿Alguien quedó por fuera? Ni una palabra sobre el Magazín Dominical<br />

de El Espectador. Resulta muy diciente el olvido reservado para<br />

ese espacio que fue decisiva casa de poetas, cuentistas, novelistas y<br />

ensayistas, para restringirnos al ámbito de la palabra. En sus páginas<br />

se dieron cita los arduos debates, los necesarios encuentros y desencuentros<br />

que debe vivir toda generación. El Magazín Dominical fue<br />

más que el lugar de visibilización de un grupo de intelectuales colombianos,<br />

fue —durante años y hasta su vergonzosa desaparición— el<br />

único espacio mediático que se entendía como cultural en el país. Ignorarlo<br />

es, lo diré, imperdonable.<br />

A lo que vinimos: Cote señala que “para los poetas nacidos <strong>del</strong><br />

sesenta en a<strong>del</strong>ante y activos desde finales de los 80, existe una serie<br />

de poetas tutelares, y otros intermedios o de transición”. 66 Y antes de<br />

hablar se queja, padre de por medio: “es conveniente anotar que una<br />

poética tan influyente en las anteriores generaciones como fue la de<br />

Mito—Gaitán Durán, Cote Lamus, Charry Lara, Mutis, entre otros-<br />

no ha encontrado suficiente eco en la actualidad”. 67 Tras descubrir que<br />

cada generación inventa su propia tradición y que cada generación<br />

reivindica un poeta olvidado, reconoce la ascendencia en los más jóvenes<br />

de poetas como Héctor Rojas Herazo y Carlos Obregón, respectivamente.<br />

Como se trata de mencionar a los poetas tutelares de las nuevas<br />

generaciones de poetas colombianos, Cote cuenta con los dedos de<br />

la mano y unge a seis: Giovanni Quessep (“se ha convertido en el<br />

nuevo Aurelio Arturo”), 68 Jaime Jaramillo Escobar (“escribe poemas<br />

de enorme extensión, construidos con una gran coherencia interna,<br />

mecidos por una música parecida al salmo de la recitación”), 69 José<br />

Manuel Arango (“su obra abre las compuertas a una manera sutil e<br />

66 Ibíd.<br />

67 Ibíd.<br />

68 Ibíd.<br />

69 Ibíd.<br />

127


Carlos Patiño Millán<br />

inteligente de unir en pocas y exactas palabras naturaleza y ciudad,<br />

circunstancia personal y experiencia social”), 70 ” Darío Jaramillo Agu<strong>del</strong>o<br />

(“el gran mérito de Jaramillo Agu<strong>del</strong>o consiste en que ha sabido<br />

anclar su poesía en el vertiginoso y peligrosísimo coloquialismo que<br />

campeó largamente por estos pagos, para volverlo un eficaz vehículo<br />

de comunicación, cuidando de no lastrarlo con la llaneza acostumbrada<br />

de este estilo, sino por el contrario, apropiándose de su libertad”), 71<br />

Raúl Gómez Jattin (“es justo reconocerle que supo abordar su entorno<br />

geográfico y biográfico sin sentir que estos asuntos fueran inferiores<br />

o carentes de calidad <strong>literaria</strong>”), 72 y Juan Manuel Roca (“desde un<br />

principio manejó con habilidad en sus poemas un tono de denuncia<br />

político mezclado con una concepción onírica, muy al estilo <strong>del</strong><br />

surrealismo”). 73<br />

Digo yo, que aquí también hablo: no sobra un nombre, falta uno,<br />

el de María Mercedes Carranza, no por su trabajo al frente de la Casa<br />

Silva (ya reconocido por el mismo Cote) sino por su obra <strong>literaria</strong> tan<br />

sólida (y tan precaria, si se quiere) como la de los demás elegidos. La<br />

poesía colombiana cabe en los dedos de una mano masculina, la mano<br />

grande de Cote. 74<br />

Pero hay más. Cote menciona un segundo pelotón de poetas que<br />

también inciden en el quehacer poético <strong>del</strong> 90: Elkin Restrepo, Piedad<br />

Bonnet, William Ospina, Álvaro Rodríguez y Víctor Gaviria. Leamos<br />

lo que dice de Bonnet:<br />

128<br />

entresaca de los asuntos domésticos sus temas principales, sin<br />

olvidar la reflexión sobre la inutilidad de la escritura. Con cada libro<br />

suyo confirma el constante crecimiento de su obra. Si María Mercedes<br />

70 Ibíd.<br />

71 Ibíd.<br />

72 Ibíd.<br />

73 Ibíd.<br />

74 Seamos justos; en su balance de siglo llamado Antología: la poesía <strong>del</strong> siglo XX en<br />

Colombia, texto editado por el prestigioso sello Visor, Cote incluye a veintiún autores, más de<br />

dos manos, así: León de Greiff, Luis Vidales, Eduardo Carranza, Aurelio Arturo, Gaitán Durán,<br />

Fernando Charry Lara, Eduardo Cote Lamus, Álvaro Mutis, Carlos Obregón, Héctor Rojas<br />

Herazo, Jaime Jaramillo Escobar, Giovanni Quessep, José Manuel Arango, Darío Jaramillo<br />

Agu<strong>del</strong>o, María Mercedes Carranza, Juan Gustavo Cobo Borda, Raúl Gómez Jattin, Juan Manuel<br />

Roca, Álvaro Rodríguez, Piedad Bonnet y William Ospina. Ramón Cote Baraibar (compilador)<br />

Antología: la poesía <strong>del</strong> siglo XX en Colombia. Visor, Madrid, 2006.


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

Carranza abrió el camino, Piedad Bonnet representa a una poesía<br />

poco complaciente con el canto, a una poesía un tanto desencantada y<br />

crítica de lo que la rodea, a una poesía fracturada que la emparenta con<br />

la que realiza Blanca Varela en el Perú. 75<br />

La mención obligada de Carranza en este apartado hace más injusta<br />

su descalificación previa. Pero para algo escribe Cote, no para<br />

agradarme a mí ni a usted, sino para situar y situarse en el paisaje de<br />

la tierra desolada. Como todos.<br />

Un poco después, Cote pasa revista a la antología “Inventario a<br />

contraluz” de Federico Díaz Granados 76 (una amplia muestra —41<br />

poetas, nacidos desde 1960 hasta 1980- “de la más reciente hornada<br />

de la poesía colombiana”). 77 Argumenta Cote:<br />

la experiencia común de recibir un país descuadernado condujo<br />

a esta promoción de poetas a ser testigos mudos e impotentes de una<br />

guerra sucia que ha ensangrentado a Colombia en los últimos 15<br />

años, con la utopía de un posible cambio en las estructuras morales,<br />

incineradas en la medida que caían acribillados los pocos líderes que<br />

surgían. De igual forma debieron ver en vivo y en directo la caída <strong>del</strong><br />

muro de Berlín al ritmo de The wall de Pink Floyd, lo mismo que el<br />

bombardeo a la legendaria Bagdad, ciudad que conocían desde las<br />

páginas de las Mil y una noches en la llamada Operación Tormenta<br />

<strong>del</strong> desierto. 78<br />

Están, estamos, los poetas de la década <strong>del</strong> noventa “condicionados<br />

por el marco histórico que les ha tocado vivir”. 79 Y agrega:<br />

“si al fondo existe el conflicto por el que pasa Colombia, esto no<br />

quiere decir que la poesía escrita en esa década estuviera supeditada<br />

por éste. En otras palabras, la poesía de los noventa no tuvo<br />

necesariamente que refleja esa condición, o aludir a ella como prueba<br />

de su existencia. Sería un error evaluarla bajo ésta rígida óptica. Más<br />

bien estamos hablando de una poesía comprometida con su libertad,<br />

75 Ramón Cote Baraibar. La poesía de los noventa. El Tiempo, Bogotá, 11 de agosto de 2007.<br />

76 Federico Díaz Granados. Inventario a contraluz. Arango Editores, Bogotá, 2001.<br />

77 Ibíd. El autor de estas páginas se encuentra en esas páginas.<br />

78 Ramón Cote Baraibar. Ob. Cit.<br />

79 Ibíd.<br />

129


Carlos Patiño Millán<br />

130<br />

una poesía que sabe el momento que vive, que está ubicada en el<br />

tiempo, más madura en la asimilación de tradiciones y abierta a<br />

nuevas influencias. De manera que los poetas de los noventa exigen<br />

que sus producciones sean leídas o estudiadas ateniéndose a estrictos<br />

criterios de calidad, y que por lo mismo, sus aciertos o desaciertos no<br />

sean valorados únicamente por el hecho de haber sido escritos en uno<br />

de los países más violentos <strong>del</strong> mundo. 80<br />

Y nombra a los que se destacan, según él, “por su firmeza, gran<br />

talento y enorme madurez entre la más reciente poesía colombiana”: 81<br />

Juan Felipe Robledo, Jorge Cadavid y Gloria Posada.<br />

Termina lapidariamente: “nunca se había editado tantos poetas colombianos<br />

en el exterior como en estos años”. 82 Es cierto. Me pregunto<br />

si se debe al hecho de que los poetas colombianos escriben precisamente<br />

en uno de los países más violentos <strong>del</strong> mundo o porque no son<br />

piernijuntos. Gonzalo Rojas, que sabe lo que pasa en otras latitudes,<br />

dijo recientemente que la poesía latinoamericana sigue siendo la misma<br />

de siempre “airosa, limpia, temeraria”. 83 Sin embargo, agregó que<br />

antes “había mayor desenfado y casi descaro, sano descaro, saludable<br />

descaro. Ahora encuentro a los poetas colijuntos, piernijuntos, como<br />

las niñas necias que se pasean por los lugares de moda. Parece una<br />

poesía de pasarela. En ese sentido, la poesía latinoamericana se ha<br />

debilitado, sin duda”. 84<br />

Veamos otro caso, otra casa, otra lectura, la más reciente. La de<br />

Jorge Cadavid; acabo de mencionarlo.<br />

III<br />

En un entrevista hecha por Fernell Tabares y titulada “Panorama<br />

actual de la poesía colombiana”, 85 Cadavid responde así a la pregunta<br />

80 Ibíd. La cursiva es mía.<br />

81 Ibíd.<br />

82 Ibíd.<br />

83 Arturo Jiménez. La poesía de América Latina se ha vuelto piernijunta: Gonzalo Rojas. La<br />

Jornada, México, 28 de abril de 2008. www.jornada.unam.mx<br />

84 Ibíd<br />

85 Fernell Tabares. Panorama actual de la poesía colombiana. Entrevista a Jorge Cadavid: una<br />

visión a través de los años hacia el futuro. Eleducador.com. Información y servicios educativos<br />

para docentes de América Latina, 21 de febrero de 2008. www.eleducador.com


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

sobre los poetas que están haciendo un aporte importante a la poesía<br />

colombiana actual:<br />

-“Quisiera remitirme a la reciente Antología de la poesía colombiana<br />

de finales <strong>del</strong> siglo XX que hicieron Catalina Arango y Ana Isabel Correa<br />

para la Biblioteca Luis Ángel Arango, 86 por ser una selección rigurosa<br />

y exigente que se ciñe a los siguientes criterios: poetas que hubieran<br />

obtenido premios en concursos a nivel nacional e internacional, que<br />

contaran más de dos libros publicados y que hubieran sido incluidos<br />

en las últimas antologías nacionales (entre ellas las compiladas por<br />

Rogelio Echavarría, Henry Luque Muñoz, Fabio Jurado y Federico<br />

Díaz-Granados). Impresiona el número tan reducido de nombres:<br />

Horacio Benavides, Piedad Bonnet, William Ospina, Rómulo Bustos,<br />

Víctor Gaviria, Gustavo Adolfo Garcés, Alberto Vélez, Fernando<br />

Herrera, Flóbert Zapata, Orlando Gallo, Jorge García Usta, Joaquín<br />

Mattos Omar, Hugo Chaparro Valderrama, Jorge Cadavid, Nelson<br />

Romero Guzmán, Ramón Cote Baraibar, Óscar Torres Duque, Pablo<br />

Montoya, Gloria Posada, Juan Felipe Robledo, Pascual Gaviria y<br />

Felipe García Quintero”. 87<br />

Según Cadavid, “todos estos poetas funcionan como individualidades<br />

aisladas, sin pertenecer a un determinado grupo poético o generación<br />

y que dialogan solas con la tradición y sus influencias. Años de<br />

proliferación promiscua, los ha llamado Cobo Borda. La polifonía<br />

en esta época rompe con una tradición de movimientos dentro de la<br />

historia de la poesía colombiana. La respuesta queda esbozada en mi<br />

antología inédita Bitácora de la diáspora como una serie de ‘cánones<br />

sueltos’, mapas móviles que vislumbran un relevo en la estética<br />

actual”. 88<br />

86 Sobre sus criterios de escogencia, dicen sus autoras: “la selección de los poemas se valió<br />

de la sensibilidad y el gusto de sus compiladoras. La escogencia de los poetas tuvo como criterio<br />

principal que ellos hubieran publicado su primer libro entre el año 1980 y 2000. Luego la selección<br />

estuvo marcada por criterios, sin duda injustos y excluyentes, como que los poetas hubieran<br />

obtenido premios y menciones en concursos de poesía nacionales e internacionales, contaran<br />

con más de dos libros publicados y hubieran sido incluidos en antologías de poesía colombiana.<br />

Esperamos que los lectores sepan perdonar estar arbitrariedad. Por último hay que decir que esta<br />

antología quiere ser apenas un abrebocas a la riqueza y la variedad de la obra de los poetas aquí<br />

incluidos y a la poesía misma, que es en últimas lo que nos interesa”. En: Catalina Arango y Ana<br />

Isabel Correa. Selección de poesía colombiana, años 80 y 90. <strong>Edición</strong> en la Biblioteca Virtual<br />

Luis Angel Arango, Bogotá, 2006. www.lablaa.org<br />

87 Fernell Tabares. Ob. Cit.<br />

88 Ibíd.<br />

131


Carlos Patiño Millán<br />

Ya se dijo que todo poeta guarda varios libros inéditos. 89 Cadavid<br />

vende su antología distinguiendo ciertos rasgos que definirían a estas<br />

nuevas voces: 90<br />

• “Rinden homenaje a los maestros de las generaciones precedentes<br />

(Mito, Piedra y Cielo, Nadaísmo, Generación sin nombre), en<br />

tiempos donde al unísono se habla de parricidio.<br />

Recordemos lo que acaba de decir Cote en estas mismas páginas:<br />

“es conveniente anotar que una poética tan influyente en las anteriores<br />

generaciones como fue la de Mito -Gaitán Durán, Cote Lamus,<br />

Charry Lara, Mutis, entre otros- no ha encontrado suficiente eco en<br />

la actualidad”. Al fin, ¿qué? ¿Cuál de los dos tiene la razón? ¿La<br />

tienen ambos? ¿Hay alguien, un poeta, haciendo neo-nadaísmo, 91 neopiedracielismo?<br />

• No plantean una ruptura con sus antecesores, sino que por el<br />

contrario los asimilan y realizan una lectura crítica de sus obras.<br />

Menos mal que los novísimos no se creen, cada uno de ellos,<br />

“Adán al despertarse”. 92 Está bien reconocer que su genio no es sólo<br />

suyo sino parte de una tradición de muertos.<br />

• Son voces plurales, en las que la experimentación e innovación se<br />

ligan a la tradición: tradición de la ruptura.<br />

89 Y toda revista su lista: celebrando los 20 años de existencia de Luna Nueva, “se les solicitó<br />

a doce poetas y narradores colombianos los diez poemas que en su personal gusto consideraran<br />

los mejores de la poética nacional a partir <strong>del</strong> siglo XX”. Sólo una firma no concurrió al llamado,<br />

por razones de salud. En: Luna Nueva. Once miradas a la poesía colombiana. Tulúa, 2007.<br />

90 Horacio Benavides nació en 1949 y Felipe García Quintero en 1973. Benavides podría ser<br />

el padre de Quintero; no lo es, que yo lo sepa.<br />

91 Víctor Bustamente dirige, desde Me<strong>del</strong>lín, un grupo llamado Neonadaísmo. Su blog se<br />

presenta así: “este blog hace parte de una revisión de los textos iniciáticos nadaístas con el<br />

propósito de mantener nuestra fe intacta en algunos de ellos. Podríamos decir que es una versión<br />

remasterizada, con inyecciones letales de cinismo y humor negro, de esta doctrina creada,<br />

simultáneamente, en Me<strong>del</strong>lín y Cali, a mediados <strong>del</strong> siglo pasado. Mantenemos la fe intacta en<br />

la creación libre, somos iconoclastas por naturaleza”.<br />

92 Harold Bloom dixit.<br />

132


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

Siempre resulta conveniente apelar a la autoridad: en este caso,<br />

Octavio Paz. Según él, la sociedad actual ha inventado la expresión de<br />

la tradición moderna como un signo de búsqueda de fundamento en el<br />

cambio, y ya no en el pasado o en algún principio inmóvil. Asistimos<br />

al momento preciso <strong>del</strong> traspaso de la llama: Paz le da una mano a<br />

Cadavid para explicar en qué andan los novísimos poetas colombianos.<br />

• No existe una voluntad de grupo, generación o movimiento, sino<br />

que conscientemente encuentran en la diversidad una configuración<br />

de mundos.<br />

Pero el mismo Cadavid no resiste la tentación de unirlos: existen,<br />

en sus palabras, en la poesía actual colombiana las tendencias crítica<br />

y autoirónica, clásica, barroca, prosaica y narrativa, y filosófica. Y el<br />

poeta mete en esos cinco sacos a quince poetas. Sigamos:<br />

• Son autores que reflexionan sobre la poesía dentro de la poesía<br />

misma.<br />

Si esa es una característica reconocible, no es ninguna novedad ni<br />

siquiera en estos pagos. Pero es que no se trata de encontrar novedades,<br />

se trata de especular, de decir Rocatierrismo como quien dice buenos<br />

días; de pronto, el otro, contesta.<br />

• Su actitud crítica se refleja en una desconfianza ante el lenguaje y<br />

cierta tentación por el silencio.<br />

• Tienden a una eliminación de nexos sintácticos, a una destrucción<br />

<strong>del</strong> discurso lineal así como una ruptura <strong>del</strong> yo poético.<br />

• Gustan <strong>del</strong> empleo de metáforas herméticas, de difícil interpretación,<br />

con cierta oscuridad <strong>del</strong>iberada.<br />

• Entienden la poesía como un palimpsesto. Relacionan cada<br />

discurso con los precedentes, llegando hasta la parodia, el collage<br />

o el pastiche.<br />

• Limando las aristas políticas, los jóvenes poetas siguen siendo<br />

disidentes a su manera, en especial de toda deshumanización,<br />

venga de donde venga.<br />

133


Carlos Patiño Millán<br />

• Hallan en la presencia desoladora de la poesía conversacional y<br />

coloquial una música sombría, que no otorga optimismos.<br />

• Sus posiciones ideo-estéticas aparecen catalizadas por el humor y<br />

la ironía.<br />

• Creen en el desprestigio de toda utopía (religiosa, política,<br />

filosófica, científica)”. 93<br />

De ser cierto todo lo anterior tendríamos una poesía plural, diversa,<br />

reflexiva, crítica, hermética, paródica, humana, conversacional, irónica,<br />

escéptica. La pregunta es: ¿la tenemos? Cadavid –cada poeta reina<br />

su día- arriesga cinco corrientes dominantes dentro de esa novísima<br />

poesía; “cánones sueltos” amarrados a la mano <strong>del</strong> amo, el perro corre<br />

hasta donde lo permite el collar de su dueño, el poeta tutelar.<br />

Es curioso saber cómo uno es leído por el otro, por su semejante. Es<br />

ciertamente una intriga dilucidar las causas que llevaron a Cadavid, en<br />

este caso, adscribir tal nombre a tal corriente; uno mismo se despierta<br />

rodeado de desconocidos, los supuestos compañeros de generación<br />

<strong>literaria</strong>. “Y ninguno me es más conocido que los otros”. 94<br />

Dejemos que hable el autor. Lo citaré in extenso:<br />

1<strong>34</strong><br />

“Cinco corrientes dominantes se advierten en esta novísima<br />

poesía: la primera y más notoria es la tendencia crítica y autoirónica,<br />

en la cual el verbo descarnado y el desenfado expresivo orientan su<br />

mirar hacia lo interior, busca al hombre escindido y anónimo de la<br />

ciudad, los espacios urbanos y la enajenación <strong>del</strong> cuerpo, los asuntos<br />

domésticos y la reflexión sobre la inutilidad de la escritura. En esta<br />

línea de acción cabe mencionar especialmente a Eva Durán (1976) y<br />

Andrea Cote (1981). La figura de Piedad Bonnet (1951) marca en este<br />

grupo un derrotero.<br />

La segunda línea expresiva la constituyen los poetas de talante<br />

clásico. Poetas que, según el crítico Óscar Torres, “Asimilan sus<br />

propios mo<strong>del</strong>os, pero dentro <strong>del</strong> vasto y muy suyo panorama de<br />

la poesía universal” (La poesía como idilio, 1992). ‘Clásica’, aquí,<br />

puede entenderse como esteticista. Se ubican en esta corriente: Miguel<br />

Ángel López (Vito Apüshana, 1964, cuyas raíces se reconocen en la<br />

93 Fernell Tabares. Ob. Cit.<br />

94 Verso de Walt Whitman.


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

tradición épica Guajira, ganador <strong>del</strong> Premio Casa de América), Luis<br />

Mizar Mestre (1962), Hugo Chaparro Valderrama (1961) y Ramón<br />

Cote Baraibar (1963), el poeta más antologado y más internacional,<br />

ganador en España <strong>del</strong> premio Casa de América (2003).<br />

La tercera vertiente es la barroca, donde el reino de la imagen<br />

prolifera en una descarga estilística de símiles y retruécanos. En<br />

este apartado se incluyen a: Juan Felipe Robledo (1968), ganador en<br />

México <strong>del</strong> premio internacional Jaime Sabines, especialista en el<br />

Siglo de Oro español, y Gabriel Arturo Castro (1962).<br />

La cuarta tendencia que se deja apreciar es la de carácter prosaico y<br />

narrativo. Cierta obsesión por la cotidianidad lleva a estos poetas hasta<br />

los límites de la prosa, con un lenguaje escueto, de corte coloquial<br />

(este giro prosaico se presta para “sutilezas críticas”). La sensibilidad<br />

<strong>del</strong> rock toca a estos poetas. Aquí se ubican escritores como: Óscar<br />

Torres (1963), Ricardo Silva (1973), Juan Carlos Galeano (1958) y<br />

Carlos Patiño Millán (1961). La influencia <strong>del</strong> trabajo cinematográfico<br />

y el corte narrativo de Víctor Gaviria (1955) es significativa.<br />

El quinto y último conjunto agrupa a los poetas que intentan<br />

solucionar el poema mediante un discurso de corte filosófico. La<br />

imagen poética sirve aquí para comunicar, argumentando, la percepción<br />

que subyace tras las apariencias sensibles. En esta corriente de<br />

extrañamiento fenomenológico, a veces metafísico o incluso místico,<br />

se reconocen poetas como: Pascual Gaviria (1972), Jorge Mario<br />

Echeverri (1963) y Felipe García Quintero (1973), ganador de varios<br />

premios internacionales, entre ellos, el Pablo Neruda en Chile”. 95<br />

Faltan años para saber si alguno de estos poetas sobrevive al<br />

hecho de haber nacido y vivir en un país sin poetas ni poesía. A la<br />

espera de que Cadavid publique su antología inédita, es bueno pensar<br />

brevemente en el afán de pontificar y canonizar (antes de tiempo), 96<br />

en los modos en que se transmite una tradición (pobre) y en cómo,<br />

pese a todo, los poetas (aun los colombianos) escriben y publican por<br />

el deseo de “ser diferentes” 97 y “de estar en todas partes” 98 Repito:<br />

95 Ibíd.<br />

96 Dice Bloom: “la profecía canónica tiene que ser puesta a prueba unas dos generaciones<br />

después de la muerte <strong>del</strong> escritor”. Así las cosas, un esfuerzo como el de Cadavid es, por lo<br />

menos, apresurado. Harold Bloom. El canon occidental. Anagrama, Barcelona, 2002.<br />

97<br />

Ibíd.<br />

98 Ibíd.<br />

135


Carlos Patiño Millán<br />

brevemente; no vamos a solucionar aquí lo que no ha tenido solución.<br />

Es claro, lo dice Bloom, que “poemas, relatos, novelas, obras de<br />

teatro, nacen como respuesta a anteriores poemas, relatos, novelas<br />

u obras de teatro, y esa respuesta depende de actos de lectura e<br />

interpretación llevados a cabo por escritores posteriores, actos que son<br />

idénticos con las nuevas obras”. 99 Y añade, por si quedan dudas: “los<br />

grandes textos son siempre reescritura o revisionismo, y se fundan<br />

sobre una lectura que abre espacio para el yo, o que actúa para reabrir<br />

viejas obras a nuestros recientes sufrimientos”. 100<br />

Tenemos un país en común, poesía y poetas menores en común, es<br />

natural que los novísimos se reconozcan en el espejo de la tradición<br />

por más precaria que ésta sea. Debido a esa pobreza lo que se hace es<br />

pobre y deja ver el remiendo: pedimos prestado y no salimos corriendo,<br />

pagamos a nuestro modo. Cantamos nuestras “cuitas” porque siempre<br />

riman con “casas pequeñitas”. Cosas pequeñitas: poetas colombianos.<br />

El miedo a la mortalidad, en un país tan violento como Colombia,<br />

es pan diario. De ahí que los poetas escriban y publiquen: cada cual<br />

aspira a reconocerse en algún canon por mediocre que sea, “de unirse<br />

a la memoria social o común”. 101 De ser alguien, algún día. Silva,<br />

acaso; el dueño de un almacén de artículos importados a punto de la<br />

quiebra, tal vez. A todo poeta colombiano lo contiene Silva, como a<br />

todo escritor Shakespeare. 102 La ilusión es válida.<br />

Terminemos. Citaré a un crítico, Samuel Johnson:<br />

136<br />

“El oficio <strong>del</strong> poeta (…) es contemplar, no lo individual, sino lo<br />

genérico; notar las características principales y los grandes fenómenos;<br />

el poeta no cuenta las rayas <strong>del</strong> tulipán ni describe las diferentes<br />

sombras en el verdor de la selva.<br />

(…)<br />

Debe despojarse de los prejuicios de su siglo y país, ignorar las<br />

leyes e ideologías <strong>del</strong> momento y elevarse a verdades generales<br />

y trascendentes, que serán siempre las mismas; se contentará, por<br />

tanto, con el lento progreso de su fama, desdeñará el aplauso de<br />

99 Ibíd.<br />

100 Ibíd.<br />

101 Ibíd.<br />

102 Ibíd.


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

sus contemporáneos y confiará sus pretensiones a la justicia de la<br />

posteridad”. 103<br />

Está en las manos de los poetas colombianos escuchar atentamente<br />

las palabras de Johnson o seguir describiendo las diferentes sombras<br />

en el verdor de la selva y esperar la vejez, la enfermedad y la muerte.<br />

O ambas. O ninguna.<br />

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138


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Wallace Stevens. De la simple existencia. DeBolsillo, Barcelona, 2006.<br />

139


Carlos Patiño Millán<br />

Carlos Patiño Millán<br />

Profesor asociado de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Valle</strong>. Magister en Literaturas<br />

Colombiana y Latinoamericana. Especialista en Prácticas Audiovisuales con<br />

Énfasis en Documental. Profesor e investigador de la Escuela de Comunicación<br />

Social de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Valle</strong>. Director de la revista Entreartes.<br />

Autor de los libros: Canciones de los días líquidos (Poesía, Ediciones Radio<br />

Utopía, Me<strong>del</strong>lín, 1992); Tocando las puertas <strong>del</strong> cielo (Cuentos, Concejo de<br />

Me<strong>del</strong>lín, 1996); El jardín de los niños muertos (Poesía, Premio Jorge Isaacs,<br />

Cali, 1998); La tierra vista desde la luna (Poesía, Editorial <strong>Universidad</strong> de<br />

Antioquia, Me<strong>del</strong>lín, 1999); Más canciones sobre amor, odio y perros (Poesía,<br />

Ediciones Deriva y Radio Utopía, Cali, 2000); El día en que le volé un<br />

dedo a David Gilmour (Prosas, Ediciones Radio Utopía, Cali, 2001); Estaba<br />

en llamas cuando me acosté (Poesía, Coedición entre la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Valle</strong><br />

y la Secretaría de Educación de Cali, 2002); Inclínate ante la madera y la<br />

piedra (Cuentos, Fondo Editorial de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Valle</strong>, 2006); Hotel<br />

Amén (Poesía, Colección de poesía de la <strong>Universidad</strong> Nacional de Colombia,<br />

2008).<br />

140<br />

Recibido: junio 23 de 2010<br />

Aprobado: agosto 4 de 2010


Otras lecturas sobre el Teatro americano<br />

Resumen<br />

El teatro hispanoamericano en<br />

esencia puede considerarse como un<br />

hecho cultural plurietnico y multicultural,<br />

entre lo indígena, lo negro,<br />

lo criollo y lo español. Sin embargo<br />

su análisis ha sido a través de un<br />

pensamiento criollo, que en general<br />

invisibiliza la voz y la visión <strong>del</strong><br />

otro, sustentando sus argumentaciones<br />

desde una mirada europeizante.<br />

En décadas mas recientes las<br />

características mas reconocidas <strong>del</strong><br />

Teatro latinoamericano han sido sus<br />

enlaces con lo popular, los movimientos<br />

sociales y las comunidades<br />

marginales. Varias corrientes estéticas<br />

han pasado por su producción<br />

dramática, pero no todos los países<br />

han contado con serias investigaciones<br />

sobre el tema, es urgente entonces<br />

en Colombia la reflexión sobre<br />

su historia y que hacer actual. Por<br />

ello considero relevante el uso de<br />

materiales sobre la poscolonialidad<br />

y los estudios culturales como herramientas<br />

para encontrar unas nuevas<br />

lecturas de las obras latinoamericanas<br />

contemporáneas que abordan temas<br />

americanistas.<br />

Inicialmente el análisis dará a<br />

conocer algunas lecturas que se han<br />

hecho <strong>del</strong> teatro mesoamericano:<br />

crónicas, críticas e investigadores<br />

<strong>del</strong> tema abordando temas como: su<br />

Liliana Alzate Cuervo<br />

posible representación, la actuación,<br />

el espacio escénico y la palabra dramática.<br />

Ya que para indagar históricamente<br />

sobre la palabra americana<br />

en nuestro teatro debemos acudir a<br />

una nueva lectura de la escena; la<br />

cual de cuenta de la hibridez cultural<br />

en una escena contemporánea. No<br />

para definir categóricamente todos<br />

los elementos determinantes <strong>del</strong> teatro<br />

iberoamericano actual, si no para<br />

reconocer desde la práctica teatral<br />

su dimensión histórica; y encontrar<br />

enlaces de las corrientes de creación<br />

dramática entre los grupos hispanoamericanos<br />

<strong>del</strong> siglo XX.<br />

Se espera que finalmente se logre<br />

proponer la definición de un canon<br />

fronterizo para el teatro latinoamericano<br />

y se planteen nuevas interpretaciones<br />

para las obras que profundizan<br />

en nuestras raíces mesoamericanas.<br />

Palabras Clave: teatro hispánico,<br />

pluriétnico, poscolonianidad,<br />

mesoamericano<br />

Abstrac<br />

Spanish American theater in essence<br />

can be considered as a multicultural<br />

fact which has indigenous,<br />

African, Creole and Spanish traces.<br />

However, the analysis of it has<br />

been done trough a Creole thought<br />

which makes invisible the voice<br />

Poligramas <strong>34</strong> • Junio - Diciembre 2010 • 141- 170


Liliana Alzate Cuervo<br />

and vision of the other cultures.<br />

Its arguments are backed from a<br />

European point of view.<br />

In more recent decades the most<br />

known characteristics of Latin American<br />

theater have been their links<br />

with traditions, with the social movements<br />

and with the poorer areas.<br />

Many aesthetic movements have<br />

been part of their dramatic production<br />

but not all the countries have<br />

had serious researches about their<br />

history and their present. This is why<br />

I think is necessary to use materials<br />

about the post-colonial period and<br />

cultural studies, to find new interpretations<br />

of contemporary Latin American<br />

works which have American<br />

matters as main topics.<br />

Initially the analysis will present<br />

some interpretations that have been<br />

done about the theater created in<br />

Middle America: chronicles, critics<br />

and researchers of these matters who<br />

have deal with topics such as their<br />

possible representation, acting, stages<br />

and drama. In order to investigate<br />

the history of American words in<br />

our theater we have to turn to a new<br />

interpretation about the scene, which<br />

gives us traces of the cultural mixing<br />

of a contemporary scene. The objective<br />

is not to define categorically all<br />

the significant factors of the current<br />

Latin American theater. The real objective<br />

is to recognize its historical<br />

dimension from the theatrical experience<br />

and also find links of the movements<br />

of drama creation among<br />

Latin American groups of Twentieth<br />

century.<br />

142<br />

Finally I want to suggest the<br />

definition of a border tax for Latin<br />

American theater and new interpretations<br />

for works which deal with<br />

our Middle American roots indepth.<br />

Keywords: Latin American<br />

theater, post-colonial, creole, mesoamerican<br />

Resumo<br />

O Teatro Hispânico em essência<br />

pode ser considerado como um<br />

evento cultural multiétnico e multicultural<br />

entre os indígenas, negros,<br />

mestiços e espanhóis. Mas, sua análise<br />

tem sido através de um pensamento<br />

mestiço, que geralmente invisíveis<br />

a voz ea visão dos outros,<br />

suportando seus argumentos a partir<br />

de uma perspectiva europeizante.<br />

Nas décadas mais recentes, os<br />

traços mais reconhecíveis da Teatro<br />

Latino-Americano tem sua relação<br />

com o popular, os movimentos sociais<br />

e comunidades marginalizadas.<br />

Várias tendências estéticas passaram<br />

por sua produção dramática. mas<br />

nem todos os países tem uma investigação<br />

séria sobre este assunto,<br />

é urgente na Colômbia, em seguida,<br />

refletir sobre sua história e tornar<br />

atual. Considero, portanto, o uso<br />

de materiais relevantes sobre póscolonialismo<br />

e dos estudos culturais,<br />

como ferramentas para encontrar<br />

uma nova leitura dos trabalhos contemporâneos<br />

da América Latina que<br />

lidam com temas americanos.<br />

Inicialmente, a análise mostra<br />

algumas leituras que são feitas de<br />

teatro da Mesoamérica: crítica crô-


nica e pesquisadores no campo abordando<br />

questões como: representação<br />

possível, o desempenho, o espaço de<br />

atuação ea palavra dramática. Para<br />

investigar historicamente a palavra<br />

americana em nosso teatro devemos<br />

nos voltar para uma nova leitura da<br />

cena; que representam o hibridismo<br />

cultural na cena contemporânea.<br />

Não para definir categoricamente<br />

todos os factores-chave para o teatro<br />

latino-americano atual, mas para<br />

reconhecer a partir da prática teatral<br />

<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

sua dimensão histórica; e encontrar<br />

conexões para as tendências de<br />

criação dramática entre os grupos<br />

latino-americanos no século XX.<br />

Espera-se que, eventualmente,<br />

apresente-se a definição de um parâmetro<br />

de fronteira para o teatro latino-americano<br />

e surgem novas interpretações<br />

de obras para aprofundar<br />

as nossas raízes na Mesoamérica.<br />

Palavras Chave: Teatro Hispânico,<br />

pós-colonialismo, mesoamérica,<br />

multiétnico e multicultural.<br />

¿Como se ha leído el teatro latinoamericano?<br />

Gracias a la copiosa información obtenida de los trabajos que realizaron<br />

Fernando Gonzáles Cajiao, Carlos José Reyes, Marina Lamus,<br />

José Vicente Ortega Ricaurte, Héctor H Orjuela, Álvaro Gonzáles<br />

Martha, Cesar Valencia Solanilla , Angel María Garibay , Juan Villegas,<br />

entre otros especialistas latinoamericanos es posible hacer una reconstrucción<br />

aproximada de aquellas ceremonias y de hechos teatrales<br />

de nuestra vasta historia latinoamericana y colombiana desde tiempos<br />

prehispánicos hasta la reconstrucción de la republica. Sin embargo a<br />

pesar de sus materiales teóricos y su insistencia en hacer historia con<br />

las representaciones desde la época amerindia, conquista, colonia e independencia<br />

para la gran mayoría académica e historiográfica el teatro<br />

solo empieza con la llegada de los españoles, mejor dicho con la letra,<br />

con la palabra escrita. Y así mismo su valor dentro <strong>del</strong> teatro universal.<br />

Tanto el teatro como otras diversiones había llegado al nuevo<br />

mundo con los primeros conquistadores: el teatro y las formas parateatrales<br />

cumplieron funciones practicas, artísticas y lúdicas. 1<br />

A excepción de Juan Villegas 2 que en diversos ensayos y libros<br />

1 Marina Lamus, Teatro en Colombia 1831-1886 , editorial Ariel historia , pag 18, Bogota,<br />

2 Juan Villegas es uno de los teóricos <strong>del</strong> teatro más connotados a nivel latinoamericano. Es<br />

Research Professor y Director de The Irvine Hispanic Theater Research Group en la University<br />

of California, Irvine. También fue fundador y director de Gestos, <strong>Revista</strong> de Teoría y Práctica <strong>del</strong><br />

Teatro Hispánico. Villegas ha recibido numerosos premios internacionales por su investigación<br />

sobre teatro latinoamericano, entre los que cuentan el Premio Ollantay. Ensayo. Teatro<br />

Latinoamericano (1990) y el premio Armando Discépolo. Argentina (1996). Recientemente fue<br />

143


Liliana Alzate Cuervo<br />

ha planteado la insuficiencia de los mo<strong>del</strong>os existentes europeizantes<br />

para construir una teorización seria <strong>del</strong> teatro latinoamericano. La<br />

inclusión o exclusión de textos o productos culturales depende <strong>del</strong><br />

canon establecido como alta cultura occidental. Este investigador<br />

desde Norteamérica con otros profesores han visto la necesidad de<br />

analizar el impacto de los mo<strong>del</strong>os europeos en la mirada latinoamericana<br />

y creen en la construcción de una historia teatral que se funde<br />

desde su lugar de origen. Últimamente ha analizando sobre la multiculturalidad,<br />

y las diversas de teatralidades de las culturas latinoamericanas.<br />

Sin embargo estos materiales son publicados en las universidades<br />

norteamericanas y su distribución en los países o en las escuelas<br />

teatrales no es mucha. Por lo tanto aun suena extraño para la academia<br />

teatral de estos países.<br />

¿Qué piensa la academia nacional sobre la existencia <strong>del</strong> otro<br />

teatro indígena y afrodecendiente?<br />

El canon académico ha considerado al otro teatro, solo como ritual<br />

y ceremonia, que al parecer en nada influencio, ni marco el desarrollo<br />

<strong>del</strong> teatro latinoamericano de años venideros (conquista, colonia e<br />

independencia) y mucho menos acepta que existiera alguna influencia<br />

de America en el teatro de Europa. A manera de ejemplo, tomemos las<br />

escritas en el S. XIX, las cuales se demarcan dentro de un teatro decimonónico<br />

con influencias modernistas y de un estilo de posromanticismo.<br />

La mirada ilustrada es evidente en todos los intelectuales de la<br />

época aunque tomaran temas, personajes o acontecimientos relevantes<br />

de la historia de la republicas, en su búsqueda de la identidad se confundían<br />

con la construcción de una nación naciente.<br />

En oposición tenemos las raíces mesoamericanas y afrodecendientes<br />

como parte la bibliografía existente, en la cual contamos con varios<br />

ejemplos de obras de teatro:<br />

Chonta de Gerardo Valencia 19<strong>34</strong>, que trata de la cultura afrodecendientes<br />

en la colonia a comienzos <strong>del</strong> siglo XIX, la cual nos presenta<br />

una sociedad agraria todavía señorial en la que el negro oprimi-<br />

nombrado uno de los cinco Consejeros <strong>del</strong> Scientific Advisory Board. Institute of Advanced<br />

Studies. Institute fur Theaterwissenschaft. Frei Universitat Berlin (2008-2013).<br />

144


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

do y desarraigado, intenta asumir una real conciencia de su identidad<br />

racial, social y nacional. Esta obra logra la más acabada síntesis entre<br />

lo mejor <strong>del</strong> teatro realista <strong>del</strong> centenario y las inclinaciones poéticas<br />

de los Nuevos. Esta herencia africana la continúa luego Can<strong>del</strong>ario<br />

Obeso y finalmente los hermanos Zapata Olivella no solo con teatro<br />

sino con ensayo y novela.<br />

Con temas amerindios tenemos algunos ejemplos como : Guatimoc<br />

(1827) y Atala de Fernández Madrid (1789-1830), Sulma 1832 de José<br />

Joaquin Ortiz Rojas sobre los sacrificios al sol dios de los muiscas, Las<br />

víctimas de la guerra de Soledad Acosta de Samper, Zuma (1892) de<br />

Waldina Ponce de León, entre otros.<br />

A su vez varios personajes históricos de América deambulan entre<br />

la dramaturgia de una época, textos como: Sugamuxi, Aquimin el<br />

último zaque, Saquesagipa, Witikindo construidos por Vargas tejada<br />

en sus inicios y el caso de Nemequene personaje Chibcha abordado<br />

en el texto teatral <strong>del</strong> presidente Santiago Pérez en 1855. En la lucha<br />

por la independencia: se encuentran Córdoba de José Francisco Ortiz<br />

y se repiten personajes como La Gaitana, Lope de Aguirre, Pizarro ,<br />

además de los acontecimientos de La Pola, los cuales fueron narrados<br />

por varios autores a través de la historia, pero el primero fue José<br />

Domínguez Roche. Un poco más tarde José María Domínguez (1788-<br />

1858) mitifica a la prócer, hasta el punto que en 1826, al representar la<br />

tragedia en el Coliseo Ramírez hubo que perdonarle la vida, al menos<br />

en el escenario, a casusa de las protestas <strong>del</strong> público enardecido contra<br />

los españoles. Transformando la pieza de tragedia a comedía.<br />

En épocas más actuales contamos con: Los Tupamaros 1790 de<br />

Danilo tenorio, la leyenda de Guatavita de 1964, Hunzagua, el chibcha<br />

de 1968 por el escritor Boyacence Carlos Nossa Monroy , la obras<br />

de Fernando Gonzáles Cajiao como Atabí o la última profecía de los<br />

chibchas, representada en la Fundación Folclórica Colombiana, 1976.<br />

Conjunto, La Habana, Cuba, 1977; Actuemos, Bogotá, 1985; Instituto<br />

Colombiano de Cultura, Bogotá, 1984 y Popón, el brujo, y el sueño<br />

de Tisquesusa, estrenada por el Teatro Taller de Colombia, Bogotá,<br />

1990. Esta pieza teatral obtuvo mención especial en el Concurso Plural,<br />

México, 1990.<br />

145


Liliana Alzate Cuervo<br />

Corre, corre Carigueta <strong>del</strong> teatro La can<strong>del</strong>aria basada en el texto<br />

anónimo de 1555 de la ragedia <strong>del</strong> fin de atawalpa, Cristóbal colon<br />

, réquiem para el padre de las casas y el guinnnaru de Enrique<br />

Buenaventura, las obras <strong>del</strong> grupo viento teatro , el trabajo de Juan<br />

Monsalve y su grupo, de Manuel Zapata Olivella con las obras “Los<br />

pasos <strong>del</strong> indio” y “Creonte Liberado “y el trabajo <strong>del</strong> grupo itinerante<br />

<strong>del</strong> sol (Boyacá) de la directora y dramaturga Beatriz Camargo, y las<br />

propuestas performativas <strong>del</strong> caminar como ritual sagrado de María<br />

Teresa Hincapié, entre otros autores y experiencias contemporáneos. 3<br />

Como vemos no es poco los referentes bibliográficos pero lastimosamente<br />

la gran mayoría continúan guardados, empolvados, no<br />

reeditados y poco circulan entre los académicos y los interesados en<br />

teatro. Además los análisis, por lo menos en Latinoamérica, no intentan<br />

encontrar sus propias formas, discursos, si no las influencias <strong>del</strong><br />

teatro occidental: español, italiano, francés y el alemán. En general<br />

el teatro amerindio es citado como caso aislado que no pertenece a<br />

los cánones teatrales occidentales. Es llamado parateatro, preteatro o<br />

teatro precolombino.<br />

Lo más serio a investigación americana la encontramos en uno de<br />

los más estudiosos historiadores teatrales Fernando González Cajiao,<br />

que dijo:<br />

En el teatro podemos seguir la evolución cultural <strong>del</strong> país, pues se<br />

parte de un teatro europeo en temas y formas y se va hacia un teatro<br />

que busca la identidad nacional dentro de la rica variedad cultural y<br />

étnica. …Ya en la América precolombina existía un teatro de forma<br />

ritual o parateatral, donde la música, la danza y las recitaciones eran<br />

elementos indispensables <strong>del</strong> acto ceremonial. 4<br />

Cajiao ve en estas celebraciones formas parateatrales precolombinas,<br />

debido a los cantos, danzas y demás elementos necesarios para la<br />

ceremonia religiosa pero deja claro que como teatro se parte <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o<br />

europeo. Como vemos el análisis se rige por mo<strong>del</strong>os de teatralidad<br />

europeas y de allí su relevancia. Y añade:<br />

3 Ver mas libro Carlos José Reyes “el teatro en el nuevo reino de granada” , editorial<br />

universidad eafit colección arena , Me<strong>del</strong>lín, 2008. cap X pag 253- 261<br />

4 Fernando González Cajiao, Historia <strong>del</strong> teatro en Colombia (Bogotá: Instituto Colombiano<br />

de Cultura, 1986. los subrayados son mios<br />

146


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

La ceremonia duraba cinco años, lo cual nos recuerda los larguísimos<br />

desfiles y celebraciones de la pasión en las sociedades cristianas<br />

de la Edad Media; (1986, 24-25).<br />

Aún no se intenta leer cual podría ser la cosmovisión que motiva<br />

a esta duración, ni el sentido de la presentación en un acontecimiento<br />

cultural especifico. Solo es llamado ritual, sin profundizar tampoco en<br />

este concepto desde una mirada americana.<br />

Veamos el caso de Pedro Morales distingue en los principales ceremoniales<br />

aztecas, ocho elementos “preteatrales”: la personificación<br />

de dioses; la existencia de actitudes teatrales comunes a la mayoría<br />

de los rituales: mímesis y simulación; la coexistencia, dentro de un<br />

mismo tiempo ritual, de diferentes manifestaciones de base teatral,<br />

con distinto grado de elaboración de la acción dramática; la presencia<br />

y explicitación de conflictos; la estructura interna <strong>del</strong> ritual, lo<br />

cual implicaba una gradación dramática de las diferentes partes; la<br />

presencia <strong>del</strong> factor lúdico en los rituales; la participación masiva en<br />

los ceremoniales y el interés en la creación de una atmósfera emotiva<br />

en consonancia con una determinada situación.” 5<br />

Morales da cuenta de elementos “preteatrales” en ocho ceremoniales<br />

aztecas, utilizando esta categorización en circunstancias que al<br />

hacer uso de ella implícitamente está señalando la inferioridad de este<br />

teatro, en relación al “verdadero teatro”, sin mediar ningún cuestionamiento.<br />

Por otro lado Grunzisky en su libro la guerra de las imágenes 6 ,<br />

recopila los acontecimientos teatrales de los pueblos indígenas desde<br />

el punto de vista <strong>del</strong> conquistador, visión que toma de las crónicas<br />

como primeros registros históricos de estos hechos:<br />

el franciscano Juan de Ribas jugaba con la memoria y lo visual:<br />

hacia a los indios representar los misterios de nuestra fe y las vidas de<br />

los santos en sus propias fiestas porque mejor lo pudiesen percibir y<br />

retener en su memoria, según son gente de flaca capacidad y talento<br />

(Gruzinsky, 1994.pp 91)<br />

5 Elementos preteatrales en los principales rituales aztecas”, Conjunto. <strong>Revista</strong> de Teatro<br />

Latinoamericano. Cuba. Número antológico, octubre, 1993, pp. 46-47.<br />

6 Gruzinski, Serge. Fondo de cultura económica México, 1994.los subrayados son míos<br />

147


Liliana Alzate Cuervo<br />

148<br />

...Esas obras desarrollaban la imagen occidental como lo hacia el<br />

fresco, el grabado y la pintura. Desarrollaban una traducción visual<br />

de la predicación….mas no por ello la imagen y la representación<br />

dramática dejaba de ser auxiliares temporales, estrechamente<br />

subordinadas a la enseñanza <strong>del</strong> catecismo a los indios. Por cierto , eso<br />

fue lo que se empeñan en recordar desde fines <strong>del</strong> siglo XVII todos los<br />

que quisieron poner fin a esta experiencia y prohibir el teatro indígena<br />

en todas sus formas.. (Gruzinsky, 1994.pp 91)<br />

Los subrayados son para resaltar la condición de la labor <strong>del</strong> actor<br />

indígena y como se le fue negada la construcción de una imagen propia<br />

en esas representaciones.<br />

En otro aparte Gruzinsky reconoce los precedentes prehispánicos:<br />

Los indios, según se dice, había poseído una “tradición teatral” (nótese<br />

las comillas) que los había familiarizado, para empezar, con las<br />

representaciones franciscanas.(Horcasitas1974). Sin duda, las cosas<br />

no son tan sencillas. Es sabido que las sociedades precortesianas organizaban<br />

ritos “espectaculares” y “fastuosas puestas en escena”<br />

que se desarrollaban en ocasiones regulares y vecinas. Hasta se tiene<br />

la sensación de que las ciudades prehispánicas pasaban la mayor<br />

parte <strong>del</strong> tiempo preparando y después celebrando solemnidades que<br />

se sucedían al ritmo de los ciclos de los calendarios. (Gruzinsky,1994.<br />

pp 92- 97)<br />

Junto con esta visión llegan también el resto de interpretaciones<br />

sobre los actores, los posibles textos dramáticos y puestas en escena<br />

amerindias hasta la colonia y la independencia.<br />

¿Había representación de actores propiamente dichas? ¿Puede<br />

hablarse de papeles y de personajes?¿Había indios que los encarnaran<br />

en el sentido que nosotros lo entendemos? he aquí el merito inmenso<br />

de esas sociedades desaparecidas: volver a poner en entredicho<br />

incansablemente, la herencia de los clichés que pueblan nuestra visión<br />

<strong>del</strong> mundo (Gruzinsky, 1994. pp 92).<br />

Gruzinki reconoce que la visión occidental ha negado la posibilidad<br />

de que las representaciones indígenas ya tenían un tipo de realismo<br />

indígena que durante el tiempo <strong>del</strong> ritual y el espacio de la fiesta


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

alcanzaba la esencia cósmica de las cosas. El juego escénico entre realismo<br />

y artificio evoca muchas de las teorías teatrales que los maestros<br />

de la escena occidental despliegan en el teatro moderno. Así mismo<br />

como la participación <strong>del</strong> público que muchas veces no diferenciaba al<br />

actor-espectador y que la mayoría de veces era multitudinaria.<br />

Estilo de representación que los conquistadores aprovecharon para<br />

la evangelización sin dar nunca crédito de las posibles influencias al<br />

teatro occidental. Podemos entender, según lo anterior, porque solo<br />

nos llega siglos después con el descubrimiento, la tradición evangelizadora<br />

<strong>del</strong> teatro como punto cero de la historia teatral latinoamericana.<br />

Obviamente esta tradición continúa hoy en la lectura de las obras<br />

y su posible interpretación de las imágenes y <strong>del</strong> espectáculo en si. En<br />

los antecedentes fiestas y rituales precolombinos de la ultima investigación<br />

de Carlos José Reyes. Si bien, el autor reconoce la confrontación<br />

de culturas, creencias, costumbres y expresiones artísticas entre<br />

los españoles y las manifestaciones nativas. Y acierta en declarar<br />

que eran impositivas y no respetaron valores ni expresiones genuinas,<br />

desde la imposición de la lengua española sobre las nativas, hasta la<br />

prohibición de sus ritos y ceremonias. Concluye que esos hechos: impidieron<br />

perpetuar la memoria de sus antepasados mas allá de su<br />

tradición oral, la cual fue rescatada gracias a algunos cronistas de<br />

indias que con su visión católica y letrada dieron cuenta de sus costumbres.<br />

7<br />

Sin embargo cuando de validar estas tradiciones orales como fuente<br />

de las teatralidades originales de esta región de America se trata, por<br />

ejemplo los “areitos 8 ”-ceremonias cantadas y bailadas- se pronuncia<br />

dentro <strong>del</strong> canon establecido:<br />

No podemos afirmar que estos bailes y ceremonias fueran<br />

representaciones teatrales propiamente dichas, en cuanto expresión de<br />

conflictos y situaciones dramáticas de personajes en acción, tal como<br />

7 Carlos José Reyes, el teatro en el nuevo reino de granada., 2008, Me<strong>del</strong>lin<br />

8 Cita tomada <strong>del</strong> libro ibid 5 .Areito. Palabra de origen taino. Areito es como una zambra de<br />

moros, que bailan cantando romances en alabanza de sus idolos y de sus reyes, y en memoria de<br />

acontecimientos notables y antiguos Fray Bartolomé de las casas: historias de las indias; libro I<br />

cap CXIV. Biblioteca americana fondo de cultura económica de México, nov. 1981<br />

149


Liliana Alzate Cuervo<br />

150<br />

el teatro lo entiende, como un tipo de discurso especifico, diferente<br />

<strong>del</strong> ritual y la ceremonia religiosa y sobre todo fuera de la unicidad y<br />

cerradura interna <strong>del</strong> mito. El teatro como genero que posee su propia<br />

identidad y en especial el occidental, a partir tanto de los textos de los<br />

grandes trágicos como de la poética de Aristóteles…. (Reyes,2008.<br />

pp 15)<br />

Y allí se extiende desde la palabra de Aristóteles en la diferencia<br />

con el mito, el ritual frente al discurso dramático, <strong>del</strong> bien entendido<br />

teatro occidental, que concibe cada uno de ellos como expresiones<br />

humanas que buscan objetivos diversos aunque tengan semejanzas en<br />

la formas.<br />

La dicotomía que se plantea aquí al citar esas afirmaciones es el<br />

valor de la palabra oral como inicio de la teatralidad americana y por<br />

lo tanto como forma de lectura.<br />

Según un análisis sobre la teatralidad en el Popol Vuh : La palabra<br />

oral siempre constituye la modificación de una situación existencial<br />

total que invariablemente envuelve al cuerpo. En este sentido, puede<br />

afirmarse que la teatralidad es consustancial a las culturas orales. 9<br />

Lo que quiero hacer evidente con este ejemplo y con el respeto<br />

que me merece el investigador teatral, autor <strong>del</strong> libro citado, es que<br />

no existe, aun hoy una deconstrucción de las interpretaciones de estas<br />

obras que proponga visibilizar y construir un otro canon más allá de<br />

las fronteras occidentales. Unas cartografías que no sólo reconozca<br />

los ultrajes cometidos en la historia sino que encuentre los rasgos que<br />

se mantienen y que desde las perspectivas actuales <strong>del</strong> arte escénico<br />

están siendo estudiados y visibilizados para comprender nuestra profunda<br />

teatralidad americana y así mismo la lectura de sus actuales<br />

autores.<br />

Cajiao es uno de los primeros en acercarse a ese concepto de hibridez<br />

que debe revelarse en las obras:<br />

El teatro retoma elementos que se nutren en la tradición indígena,<br />

negra, hispana y que revelan nuestro mestizaje cultural. Las técnicas<br />

<strong>del</strong> teatro occidental, oriental o precolombino son utilizadas para<br />

9 Oralidad y teatralidad en el Popol Vuh / P. HENRÍQUEZ P. ACTA LITERARIA Nº 28, 2003


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

enriquecer las tradiciones propias, para recuperar historias, personajes<br />

y temas de interés para el público colombiano. 10<br />

Un antecedente importante de esta hibridez es la obra colombiana<br />

Zuma (1892),poco o nada analizada de Waldina Ponce de León<br />

(1823-1900). La obra Zuma, al estilo romántico de la época cuenta la<br />

enfermedad de una virreina en el Perú incaico salvada por su criada<br />

indígena, la cual prefirió traicionar a su pueblo y revelar el secreto <strong>del</strong><br />

remedio de la Quinua, para salvar a su protectora la virreina.<br />

Jimeo: No me interrumpáis, prestadme atención a lo que digo.<br />

Hace más de doscientos años que sufrimos el yugo de los que<br />

destruyeron nuestros templos, nuestros dioses y nuestras ciudades.<br />

Somos parias en nuestras propias tierras, que estamos obligados a<br />

fertilizar con nuestras lagrimas, arrastrando las afrentosas cadenas de<br />

la esclavitud, y de los inmensos tesoros que poseímos, ya solo nos<br />

queda los secretos de la naturaleza, que para conservarlos ilesos,<br />

han costado la vida a muchos de nuestros abuelos, sacrificados sin<br />

consideración en el tormento. …(Ponce de León ,Zuma.1892, pp 10)<br />

Lo atrayente aquí es ver las mezclas de los elementos que revelan<br />

lo americano además de comparar su importancia con los mo<strong>del</strong>os<br />

occidentales de pensamiento criollo de la época. Esta autora le pone<br />

voz a los vencidos y narra teatralmente este periodo histórico con una<br />

mirada aventajada para su época, muy pertinente hoy en día para analizar<br />

bajo el prisma de los estudios poscoloniales.<br />

Otro dato importante lo encontramos en la introducción de la obra<br />

Atabi (1984) de Fernando Gonzáles Cajiao, en el cual visibiliza el<br />

merito de las tradiciones orales de Colombia, y confirma con su texto<br />

que si se puede deducir, así sea en forma fragmentaria el grado de<br />

teatralidad de nuestros antepasados indígenas y que nuestra historia no<br />

comienza con la conquista, lo que llama inadecuado en esa época, ya<br />

que se ignora nuestra época realmente autónoma:<br />

10 Ibid . Fernando González Cajiao, Historia <strong>del</strong> teatro en Colombia (Bogotá: Instituto<br />

Colombiano de Cultura, 1986. los subrayados son mios<br />

151


Liliana Alzate Cuervo<br />

152<br />

..es indudable que entonces la nuestra no es la historia de la<br />

civilización americana, sino la historia de Europa en America..,<br />

marcada desde un comienzo, en forma predomínate, por al violencia,<br />

la bestialidad y el salvajismo, pero no de parte de los pueblos<br />

americanos, que estaban en la legitima obligación de defenderse, <strong>del</strong><br />

lado de la legitima defensa de su territorio, sino de parte de una Europa<br />

agresiva y oscurantista, imperialista y racista, católica y monopolista,<br />

que implanto a sus conquistados un salvajismo hasta entonces<br />

desconocido: el salvajismo occidental esclavista e imperialista, bajo la<br />

mas hipócrita mascara <strong>del</strong> altruismo cristiano (Cajiao, 1984.pp 12). 11<br />

Es así como este dramaturgo-investigador interpreta una leyenda<br />

chibcha: La última profecía y la convierte en obra de teatro, relegada<br />

al olvido en los estantes de las bibliotecas públicas y como es obvio<br />

poco estudiada por los estudiosos de la literatura y el teatro dentro de<br />

las académicas.<br />

Raíz indígena en el teatro latinoamericano<br />

Para podernos ocupar <strong>del</strong> origen, es necesario señalar que tenemos<br />

en la mente el concepto de teatro como la definición de Villegas:<br />

un discurso, es decir, como un acto de comunicación entre un<br />

emisor y un destinatario (receptor) en una situación específica , en la<br />

cual el emisor utiliza una pluralidad de signos (verbales, gestuales,<br />

visuales, auditivos, culturales, estéticos, etc.) para construir un<br />

imaginario social y comunicar un mensaje a sus receptores. Hemos<br />

agregado que el discurso teatral utiliza los códigos con posibilidad<br />

legitimadora en el espacio cultural de sus espectadores potenciales<br />

(Villegas, 2005 pp15).<br />

Entendemos también como raíz teatral os grandes núcleos de las<br />

culturas más avanzadas: la nahoa-azteca, la de los mayas y la de los<br />

pueblos pre-incas e incas, que ciñéndonos a lo que se conoce hasta<br />

ahora, cubren una extensión geográfica que va desde el sur de los Estados<br />

Unidos hasta la provincia de Mendoza en la Argentina.<br />

11 Atabi o la ultima profecía de los chibchas, colección popular IDCT Bogota, 1984


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

Estos pueblos eran de culturas tan avanzadas que en algunos aspectos,<br />

cuando se produce el descubrimiento en 1492, tenían un a<strong>del</strong>anto<br />

superior a los pueblos de mayor cultura de Europa. Ya se ha probado<br />

que más de la mitad de todos los productos agrícolas que comemos<br />

hoy en día se le debe a estos indios de América. Según los arqueólogos<br />

los mayas fueron los primeros en tener el concepto <strong>del</strong> cero en su sistema<br />

vigesimal, pues estaban a la cabeza tanto en matemáticas como<br />

en astronomía, y en la región de los incas se practicaba la trepanación<br />

<strong>del</strong> cráneo hacía cientos de años, cuando en Europa no se pensaba<br />

remotamente en ella. Todo esto nada más para señalar un mínimo de<br />

factores en estas avanzadísimas civilizaciones.<br />

La raíz indígena <strong>del</strong> teatro hispanoamericano es remotísima. En<br />

los pueblos mayances está presente en los diálogos <strong>del</strong> Popol Vuh, su<br />

libro sagrado. el Rabinal Achí, de la cultura Maya-Qquiché o el Baile<br />

<strong>del</strong> Güegüense o Macho Ratón, texto ya colonial pero de la tradición<br />

Náhualtl. Pensando en la línea histórica occidental, cuando se descubre<br />

América en 1492, España se encuentra en la transición <strong>del</strong> teatro<br />

medieval hacia el teatro <strong>del</strong> Siglo de Oro que se irá manifestando paralelamente<br />

a medida que se afianza la conquista. Lo que hace inevitable<br />

que el teatro europeo se haya influenciado de las teatralidades <strong>del</strong><br />

nuevo continente aunque se insista en no reconocer esa línea histórica.<br />

Debe destacarse, en este sentido, el poema Cococuicatl o «Canto<br />

de las tórtolas», pero sobre todo el Chalcacihuacuicatl, «Canto de las<br />

mujeres de Chalco» de Aquiauhtzin de Ayapango, extraordinaria pieza<br />

de la poesía erótica náhuatl, en donde las alusiones sexuales son<br />

expresas, y muestran el enfrentamiento de un grupo de mujeres de la<br />

región de Chalco al rey Axayácatl, que es vencido en el terreno en el<br />

que ellas son poderosas invencibles: la sexualidad.<br />

El Padre Acosta en sus crónicas famosas cuenta que en el templo<br />

de Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, célebre adoratorio de Cholula,<br />

se hacían grandes bailes y no sólo de contenido trágico, sino, aún<br />

mismo, cómico Describe cómo en el patio de dicho templo había un<br />

teatro de unos treinta pies de cuadro, bien encalado, al que se adornaba<br />

con ramas y arcos de flores y de plumería. En los pequeños entremeses<br />

burlescos los actores se fingían sordos y con sus respuestas, maliciosa-<br />

153


Liliana Alzate Cuervo<br />

mente equivocadas, zaherían cuanto quedaba al alcance de su ingenio<br />

-base, éste, de la ironía prehispánica, que ha supervivido en el “Güegüence”,<br />

comedia híbrida en náhuatl y español. Otros actores fingían<br />

ser sordos, ciegos o rengos; otros más, disfrazados de animales, bailaban<br />

la danza de la lagartija, <strong>del</strong> sapo o <strong>del</strong> escarabajo.<br />

Componentes estructurales<br />

Se pueden distinguir varios componentes estructurales de la poesía<br />

dramática náhuatl que son aplicables a las creaciones <strong>literaria</strong>s amerindias<br />

que se cantaban y bailaban acompañadas de música, y pueden<br />

sintetizarse así:<br />

1. Los poemas llevan, además <strong>del</strong> texto, la indicación de un ritmo<br />

musical. Las sílabas ti, qui, to, co, en diversas combinaciones<br />

dispuestas, señalaban la forma en que debía tañerse el instrumento<br />

de percusión, que acompañaba y medía el canto. De esta manera<br />

podían distinguirse los poemas que se representaban a aquellos que<br />

simplemente se cantaban. Los poemas representados, de índole<br />

dramática, eran entonces acompañados de danza, de música y de<br />

una rudimentaria representación teatral.<br />

2. Muchos de los poemas, además de las indicaciones anteriores,<br />

tenían una anotación al pie <strong>del</strong> texto que decía, «con un tambor,<br />

con dos tambores, con tres» o también «con el segundo tambor»,<br />

etc. Lo que indica su destinación hacia la representación, mediante<br />

la danza y la música.<br />

3. Los poemas contenían las voces de varias personas, la intervención<br />

de diferentes interlocutores, la mayoría de las veces expresando<br />

directamente el nombre de quien toma la voz. Es decir, es evidente<br />

que se hicieron para ser representados por diferentes actores que<br />

tomaban los papeles de los personajes, confiriéndole así una clara<br />

naturaleza dramática<br />

154<br />

Aunque en la poesía dramática no se hace la indicación expresa


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

de los movimientos que debían realizar los actores, ni trazaban las<br />

escenas y escasamente en algunos se hace referencia al espacio en<br />

que se llevaba a cabo la representación, todos los elementos señalados<br />

anteriormente nos indican evidentemente su carácter teatral.<br />

Finalmente, puede concluirse que el teatro amerindio o mal llamada<br />

“poesía dramática”, conserva las características de estilo, medida,<br />

ritmo y lengua usada para las formas de expresión poética como la<br />

lírica y la épica, incorporando algunos rasgos singulares como la bufonería<br />

y la ligereza, la ironía, la procacidad y los temas eróticos y<br />

sexuales, que tenían todos ellos una amplia aceptación popular.<br />

¿Rito- ceremonia o mito?<br />

Los pueblos no renuncian tan fácil a su memoria cultural ni permiten<br />

el despojo de sus dioses, pervive en manifestaciones como el<br />

teatro a través de la representación simbólica, a diferencia de lo que<br />

sostiene Motolinia(1971), sobre la imagen- espectáculo de los indígenas<br />

en America:<br />

“después de participar en las primeras procesiones cristianas organizadas<br />

en el continente, los indios descubrieron la imagen –espectáculo<br />

en el decenio de 1530..” (Gruzinky,1994) 12<br />

Los cronistas eclesiásticos, llevados por su cultura letrada y su sensibilidad<br />

renacentista y luego barroca, de expresión dramática, describieron<br />

las ceremonias indígenas como ritos y espectáculos, empleando<br />

categorías y referencias que ya poseían: nada puede ser más natural<br />

y más engañoso.<br />

En este sentido, la interpretación <strong>del</strong> mito en el teatro de hoy debe<br />

ser más interdisciplinaria e ir más allá de su enunciado ritual o ceremonial.<br />

El mito precede la realidad crea la realidad. Por lo tanto deviene<br />

en una obra de arte al ser un acontecimiento. Es evidente que hace<br />

falta un análisis de sentido holístico para el material mitológico usado<br />

en la escena teatral mesoamericana.<br />

Sin embargo sobrevivieron reflexiones sobre los ritos y ceremonias<br />

entroncados con el pasado amerindio, lograron preservarse de la<br />

persecución cristiana y, aunque sea incipientemente, en forma de poe-<br />

12 Cita tomada <strong>del</strong> mismo libro de Gruzinky, la guerra de las imágenes pag 90.<br />

155


Liliana Alzate Cuervo<br />

mas dramáticos, cantos sagrados y épico-religiosos entre los aztecas,<br />

mayas e incas; inclusive, de fiestas que aún se celebran en algunos<br />

pueblos, en donde es vigorosa la presencia de lo teatral, como es el<br />

caso de la danza <strong>del</strong> palo volador 13 el juego de la pelota y el baile<br />

de los gigantes entre los mayas, derivados <strong>del</strong> Popol Vuh, los rituales<br />

religiosos de sentido militar como el Huarachico de los quechuas en<br />

honor a Huari -dios de la virilidad-, las danzas fálicas de varios pueblos<br />

americanos, los festivales quechuas de Acataymita, con un fuerte<br />

contenido erótico.<br />

Pero como obras dramáticas aceptadas por la academia contamos<br />

con el Rabinal Achi , el ollantay y La tragedia <strong>del</strong> fin de Atahualpa<br />

1555 . A las cuales los investigadores categorizar como poemas dramáticos.<br />

Ni siquiera entran en el género de teatro y mucho menos en la<br />

literatura. Veamos esta cita de Valencia Solanilla que nos lo comprueba:<br />

156<br />

De modo que el «corpus» literario existente se refiere casi<br />

exclusivamente a las fuentes de conservación que en diferentes<br />

manuscritos en lenguas autóctonas pudieron escribir los amanuenses<br />

letrados, quienes tomando como base la memoria colectiva<br />

vertieron en libros una cantidad apreciable de poemas sagrados,<br />

épicos, líricos, relatos, narraciones breves, pláticas educativas y<br />

demás manifestaciones <strong>literaria</strong>s de su comunidad. Los llamados<br />

«manuscritos de conservación» que son fuentes primarias para el<br />

estudio y traducción de las literaturas precolombinas, son creaciones<br />

<strong>literaria</strong>s muy antiguas escritas utilizando la fonética <strong>del</strong> español para<br />

la conversión tipográfica de las lenguas autóctonas, que desde entonces<br />

pudieron fijarse a través de la escritura, para que su apropiación se<br />

popularizara; de lo contrario hubieran corrido el peligro de perderse,<br />

por la fragilidad de la memoria oral y los radicales procesos de<br />

transculturación impuestos por las metrópolis conquistadoras<br />

(Solanilla,2000). 14<br />

Valencia Solanilla nos aterriza en unas fuentes primarias “manus-<br />

13 Esta danza pudimos verla en Colombia EN UN, cuando México fue país invitado de<br />

honor. Se practica en la sierra totoneca en México, con múltiples implicaciones numerológicas<br />

mágicas. «Consagrado originalmente este juego <strong>del</strong> volador a Xiuhtecuhtli, dios <strong>del</strong> fuego, en su<br />

advocación de Señor <strong>del</strong> Año o Nauhyotecutli (cuatro<br />

14 Teatro precolombino: el ritual y la ceremonia de César Valencia Solanilla. <strong>Revista</strong> no 17<br />

ciencias humanas- UTP Pereira -Colombia - 2000


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

critos de conservación” para entender las manifestaciones precolombianas,<br />

lo que pone contradeciría que para entender una cultura como<br />

coexistencia de sistemas culturales, nos obliga a “considerar los diferentes<br />

factores y ritmos de transformación en cada sistema y sus<br />

consecuencias para la periodización de las historias de las culturas”<br />

(Villegas, 2005.p 17). Entonces para comprender las raíces de nuestro<br />

teatro habría que visibilizar las fiestas rituales, las majestuosas<br />

ceremonias de nuestros antepasados, priorizando su visión objetiva<br />

<strong>del</strong> mundo en el que el mito era la realidad y el hombre el único<br />

protagonista congregador de sentido que crea, inmola y venera a los<br />

dioses para perpetuarse en ellos; y entender, cómo las representaciones<br />

teatrales que se gestaron al interior de estos pueblos preservaron la<br />

memoria más remota de lo sagrado y de lo profano en una simbiosis<br />

formidable en que el arte no se fragmentó ni sirvió para escindir al<br />

hombre entre el objeto representado y la representación misma, sino<br />

conservó la unidad primigenia que simbólica y efectivamente integra<br />

la realidad y la fantasía.<br />

En todo caso ya es hora de aclarar que no se trata de raíces que sólo<br />

se refieren al folklore, al aspecto filológico <strong>del</strong> teatro, o a las manifestaciones<br />

rituales de estos pueblos. No; de ninguna manera: estamos<br />

hablando de verdadero teatro. Del teatro nuestro, que aunque muchas<br />

obras se han perdido o destruido intencionalmente, lo que nos queda<br />

es suficiente para comprender como se represento y que consecuencia<br />

social tuvo dentro de las comunidades.<br />

En el texto de Solanilla el cota a GARIBAY, Angel María y sus 3<br />

tomos de Poesía Náhuatl, donde se recupera el acceso a muchas de<br />

esas fuentes.<br />

El trabajo <strong>del</strong> profesor es bien ilustrativo para una posible<br />

investigación teatral en la medida en que contienen la versión en original<br />

náhuatl con las marcaciones correspondientes a la participación de la<br />

música y de la danza, en una clara muestra de cómo estos poemas<br />

dramáticos hacían parte de la representación ritual y ceremonial.<br />

Las breves piezas nahuatlacas que nos presenta Ángel María<br />

Garibay en su Historia de la literatura náhuatl, demuestran que [los<br />

aborígenes] eran asiduos al teatro, ya se tratara de obras de carácter<br />

157


Liliana Alzate Cuervo<br />

158<br />

histórico, cómico o de otros variados temas. En las treguas de las<br />

batallas en las principales cortes mexicanas se hacían representaciones<br />

entre los nobles. Es sutil una pieza <strong>del</strong> siglo XVI en la Corte <strong>del</strong> Rey<br />

Tecayehuatzin en Huexotzinco. El Monarca expresa su concepto de la<br />

amistad [en estos términos]: “Cual blanca flor fragante, la amistad se<br />

estremece, con albas plumas de garza está entretejida; en sus preciosas<br />

flores rojas y en sus ramas andan chupando miel reyes y príncipes<br />

(Valencia Solanilla ,2000). 15<br />

Parece representar la relación entre las cuatro estaciones <strong>del</strong> ciclo<br />

agrícola y la cuenta <strong>del</strong> año en veintenas; consiste en un acto circense<br />

en el que cuatro acróbatas, disfrazados de pájaros, penden de sendas<br />

cuerdas atadas a o mecanismo giratorio en los alto <strong>del</strong> poste, desde el<br />

que trazan simbólicamente la órbita terrestre» 16<br />

Buena prueba de este teatro se encuentra entre los maya-quichés<br />

la tragedia El Rabinal Achí; 1855-1862 o sea, El Barón de Rabinal.<br />

La obra durante siglos fue conservada por los indios, a hurtadillas de<br />

los españoles, hasta fines <strong>del</strong> siglo XVIII. El motivo para ocultarla es<br />

que en la misma aparecía el sacrificio humano. Después de todo el<br />

ceremonial, cuando el Barón de Quiché va a ser sacrificado, expresa el<br />

sentimiento de no fallecer en sus tierras:<br />

Puesto que es necesario que yo muera, que yo desaparezca aquí<br />

bajo el cielo, sobre la tierra, no poder tornarme en esa ardilla, ese<br />

pájaro, que mueren sobre la rama <strong>del</strong> árbol, sobre el brote <strong>del</strong> árbol, en<br />

donde se procuraron su alimento, sus comidas, bajo el cielo, sobre la<br />

tierra. Para luego con toda valentía aceptar el sacrificio.<br />

En el Perú el drama “Ollantay” (nombre <strong>del</strong> protagonista) presenta<br />

la figura <strong>del</strong> guerrero más destacado <strong>del</strong> Imperio, quien se rebela en<br />

contra <strong>del</strong> Inca porque le niega la mano de su hija. En el monólogo de<br />

su desesperación, el Jefe se desahoga diciendo:<br />

15 GARIBAY, Angel María. 3 tomos Historia de la literatura náhuatl, Porrúa, México, 1992.<br />

tomado de ibid 7<br />

16 MERINO LANZILOTTI, Ignacio Cristóbal, La representación de los mitos, en El público<br />

(España), número monográfico sobre el teatro precolombino, No. 88, enero-febrero, 1992,., p.<br />

75. tomado de ibid 7


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

¡Ollantay! ¡Desdichado Ollantay! ¿Cómo te dejas abatir por aquél<br />

a quien tanto tiempo has servido, tú, el señor de tantos países? ¡Oh,<br />

Estrella de mi dicha; acabo de perderte para siempre! ¡Qué vacío siento<br />

en mi alma! ¡Oh, princesa mía! ¡Oh, Cuzco, la bella ciudad! Desde<br />

hoy seré tu enemigo implacable. ¡Abriré tu seno para arrancarte el<br />

corazón y arrojarlo a los buitres! (Anonimo, Ollantay, 1770 pp. 239).<br />

Ollantay es un drama originalmente compuesto en quechua. El<br />

primer manuscrito de la obra sobre la cual se tenga noticias perteneció<br />

al sacerdote Antonio Valdés, considerado por algunos el autor original<br />

de la obra. Y sobre todo en la Tragedia <strong>del</strong> fin de Atuwalpa, obra que<br />

se estrenó en Potosí, Bolivia, en 1555, y que representa la voz de los<br />

vencidos después de la conquista. El manuscrito fue descubierto y<br />

traducido por el erudito y poeta Jesús Lara. La obra demuestra el alto<br />

desarrollo <strong>del</strong> arte teatral entre los incas. Es comparable a las tragedias<br />

griegas. En el momento de la muerte <strong>del</strong> Inca, el coro de las ñustas<br />

(mujeres y familiares <strong>del</strong> soberano) se lamenta dolorosamente como<br />

en un gritar de sus sentimientos alcanzando la hipérbole:<br />

Todo, todo se estremece,<br />

Inca mío, mi solo señor,<br />

como nube de tempestad,<br />

Inca mío, mi solo señor.<br />

El torbellino se desata,<br />

Inca mío, mi solo señor;<br />

se desmoronan las montañas,<br />

Inca mío, mi solo señor,<br />

hay sangre en el agua <strong>del</strong> río.<br />

Y un poco más tarde la propia hipérbole llega a un máximo de<br />

exageración:<br />

Tu noble y varonil acento<br />

Inca mío, mi solo señor,<br />

estremecía al mundo entero,<br />

Inca mío, mi solo señor,<br />

159


Liliana Alzate Cuervo<br />

tu inigualable poderío<br />

Inca mío, mi solo señor,<br />

hacía temblar hasta los montes<br />

La otra lectura:<br />

Cuerpo como teatralidad<br />

160<br />

El cuerpo es una escenificación de sí mismo y punto de partida de<br />

un proceso de significación y diseminación; ya no es más una estructura<br />

subordinada, metáfora o puente para elementos extraños al cuerpo, sino<br />

representación o presentación (cfr. A. de Toro 2001, 2001a, 2004b).<br />

Escribir/representar equivalen a cuerpo y viceversa, Cuerpo es<br />

escritura/representación, acción.<br />

El cuerpo lo entendemos como una cartografía representacional de<br />

la historia, memoria, sexualidad, poder, pasión, violencia, tortura, etc.<br />

El cuerpo como historia y memoria es el lugar de representación de<br />

la historia colonial, punto de compresión o condensación de diversas<br />

estructuras, lugar de concretización <strong>del</strong> deseo. A manera de ejemplo<br />

concreto en la historia actual es evidente que a través de Happenings y<br />

Performances y/o en el teatro antropológico, 17 el cuerpo pasa a ser cada<br />

vez más, y en forma más absoluta, material y mensaje al mismo tiempo.<br />

El medio ‘cuerpo’ es su propio mensaje; medio y mensaje constituyen<br />

una unidad, no máscara de o para algo, sino simplemente cuerpo.<br />

Ahora bien, teniendo en cuenta que la literatura teatral tiene una naturaleza<br />

dual y que se encuentra no solo en la representación de la vida<br />

sino en la explicación de la realidad como un documento cultural. Este<br />

aspecto <strong>del</strong> análisis buscaría encontrar en los cuerpos, mo<strong>del</strong>os de una<br />

memoria de la violencia, de una memoria ancestral, de un pensamiento<br />

cósmico en las acotaciones, en los diálogos, en las imágenes.<br />

Veamos un acercamiento a este tipo de análisis en el Popol Vuh y texto<br />

<strong>del</strong> Rabinal achi<br />

17 Definición de Eugenio Barba a finales de los 60 con el fin de diferenciarse <strong>del</strong> teatro<br />

occidental tradicional y valorar la importancia <strong>del</strong> ritual y la ejecución escénica más que a la<br />

representación dramática.


Popolvuh<br />

<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado y<br />

vacía la extensión <strong>del</strong> cielo<br />

Popolvuh<br />

El Popol Vuh comienza con la creación de una atmósfera en consonancia<br />

con la situación que se desarrollará: el génesis <strong>del</strong> universo.<br />

Para ello trabaja con los componentes visual y sonoro, como vemos<br />

en la cita inicial. Según Morales la descripción inicial busca la grandiosidad<br />

y la belleza, propias de las artes <strong>del</strong> espectáculo. Para él autor<br />

estas manifestaciones son “preteatrales”, el autor utiliza esta categorización,<br />

sin mediar ninguna circunstancia <strong>del</strong> sistema cultural al que<br />

pertenecen, lo que implícitamente está señalando la inferioridad de<br />

este teatro, en relación al “verdadero teatro”. Sin embargo dan cuenta<br />

de varios elementos que sirven de categorización para este mo<strong>del</strong>o de<br />

interpretación desde el cuerpo de la representación:<br />

la personificación de dioses; la existencia de actitudes teatrales<br />

comunes a la mayoría de los rituales: mímesis y simulación; la<br />

coexistencia, dentro de un mismo tiempo ritual, de diferentes<br />

manifestaciones de base teatral, con distinto grado de elaboración<br />

de la acción dramática; la presencia y explicitación de conflictos; la<br />

estructura interna <strong>del</strong> ritual, lo cual implicaba una gradación dramática<br />

de las diferentes partes; la presencia <strong>del</strong> factor lúdico en los rituales; la<br />

participación masiva en los ceremoniales y el interés en la creación de<br />

una atmósfera emotiva en consonancia con una determinada situación.<br />

(Morales,1996) 18<br />

En el Popol Vuh es recurrente la reinvención de viejas historias,<br />

entre las cuales se destaca, en primer lugar, la historia de la creación<br />

<strong>del</strong> ser humano ,que fuera de formar parte de la Biblia, también figura<br />

en la Mitología Makiritare:<br />

18 Pedro Morales. “Elementos preteatrales en los principales rituales aztecas”, Conjunto.<br />

<strong>Revista</strong> de Teatro Latinoamericano.Número antológico, octubre, 1993, pp. 46-47.<br />

161


Liliana Alzate Cuervo<br />

162<br />

La mujer y el hombre soñaban que Dios los estaba soñando.<br />

Dios los soñaba mientras cantaba y agitaba sus maracas, envuelto<br />

en humo de tabaco, y se sentía feliz y también estremecido por la<br />

duda y el misterio. Los indios makiritare saben que si Dios sueña con<br />

comida, fructifica y da de comer. Si Dios sueña con la vida, nace y da<br />

nacimiento. La mujer y el hombre soñaban que en el sueño de Dios<br />

aparecía un gran huevo brillante. Dentro <strong>del</strong> huevo, ellos cantaban y<br />

bailaban y armaban mucho alboroto, porque estaban locos de ganas<br />

de nacer. Soñaban que en el sueño de Dios la alegría era más fuerte<br />

que la duda y el misterio; y Dios, soñando, los creaba, y cantando<br />

decía: –Rompo este huevo y nace la mujer y nace el hombre. Y juntos<br />

vivirán y morirán. Pero nacerán nuevamente. Nacerán y volverán a<br />

morir y otra vez nacerán. Ynunca dejarán de nacer, porque la muerte<br />

es mentira (Galeano,1995 ). 19<br />

Otras historias son aquéllas sobre el origen de distintas especies<br />

animales o de rasgos singulares que las caracterizan, como la historia<br />

<strong>del</strong> mono, el sapo y el conejo, entre otras. La imitación de animales,<br />

prueba de la teatralidad de varias escenas <strong>del</strong> Popol Vuh, habitualmente<br />

se realizaba, utilizando máscaras con ornamentos de pieles de<br />

animales, pelo, piedras y textiles o directamente dibujadas sobre los<br />

rostros y/o cuerpos.<br />

La “teatralidad” de los diálogos y de varias escenas <strong>del</strong> Popol Vuh<br />

fue apreciada, desde antes de la llegada de los españoles a las tierras<br />

mesoamericanas, por las comunidades chorti, ubicadas en la actual<br />

Chiapas, como por los quiché, ubicados al occidente y centro de la<br />

actual República de Guatemala. Puede suponerse, incluso, que el proceso<br />

de transmisión <strong>del</strong> relato maya, dirigido al pueblo en general o<br />

a una casta dominante , incluía la representación de varias escenas y<br />

que a partir de ellas se originan el Baile-Drama de los Gigantes, escenificada<br />

por las comunidades chorti, el Baile-Drama Palo Volador,etc<br />

Uno de los aspectos interesantemente teatrales de estas historias<br />

son los discursos propuestos como formas de acción, transformadoras<br />

y dinamizadoras de las situaciones.<br />

19 Eduardo Galeano, Memoria <strong>del</strong> fuego. “I. Los Nacimientos”. Siglo Veintiuno Editores.<br />

México. 1995, p. 3.


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

En seguida le dio sus órdenes a un conejo: –Anda a colocarte<br />

sobre el juego de pelota; quédate allí entre el encinal, le fue dicho<br />

al conejo por Ixbalanqué; cuando te llegue la pelota sal corriendo<br />

inmediatamente, y yo haré lo demás, le fue dicho al conejo cuando se<br />

le dieron las instrucciones durante lo noche. Popolvuh<br />

Recordemos que en las culturas prehispánicas el cuerpo mágico<br />

es una característica que se encuentra en el esquema religioso y por<br />

extensión, en las culturas chamánicas y es aquel que puede entrar en<br />

contacto con los espíritus y realizar tareas que un cuerpo normal no<br />

puede hacer, como volar y transformarse en animal. El cuerpo mágico<br />

también está constituido por fuerzas sobrenaturales que provienen <strong>del</strong><br />

exterior y que se manifiestan en un momento determinado. El tema <strong>del</strong><br />

despojo <strong>del</strong> cuerpo racional, como vehículo de tránsito entre cuerpo<br />

normal y cuerpo mágico.<br />

El Rabinal achi: 1855-1862<br />

La pieza mayor <strong>del</strong> teatro maya y al mismo tiempo <strong>del</strong> teatro precolombino,<br />

es el Rabinal Achí o El varón de Rabinal, La obra durante<br />

siglos fue conservada por los indios, a hurtadillas de los españoles,<br />

hasta fines <strong>del</strong> siglo XVIII. El motivo para ocultarla es que en la misma<br />

aparecía el sacrificio humano.<br />

La obra de índole trágica, celebra la guerra y actualiza la ceremonia<br />

de los sacrificios de los guerreros, relativamente compleja en su<br />

estructura dramática pero sobre todo respecto de las formas de salutación<br />

y cortesía entre los protagonistas, el varón de Rabinal, el varón<br />

de los Queché y el jefe Cinco Lluvia, cada uno simbolizando formas<br />

diversas <strong>del</strong> poder político y militar.<br />

Fue recogida por Carlos Esteban Brasseur de Bourbourg en 1856,<br />

de una versión que ya tenía escrita y sabía de memoria el anciano indígena<br />

Bartolo Ziz, quien era antiguo actor y director de la obra en su<br />

pueblo, Rabinal, donde la obra se había representado durante trescientos<br />

años. La obra fue mostrada a Brasseur de Bourbourg, quien pudo<br />

no sólo cotejar las versión de Bartolo Ziz, sino también la música,<br />

que fuera copiada por el indio Colásh López. El francés la transcribió<br />

teniendo en cuenta el aspecto fonético <strong>del</strong> idioma y luego la tradujo<br />

163


Liliana Alzate Cuervo<br />

al francés, publicándola en su Collection des documents dans les languages<br />

indigènes pour servir a l’étude de l’histoire et la philologie de<br />

l’Amérique ancienne en 1862. Esta versión fue revisada por George<br />

Raynaud, director de estudios de la religiones precolombinas en la<br />

<strong>Universidad</strong> de la Sorbona, quien realizó otra, traducida finalmente al<br />

español por el conocido escritor guatemalteco Luis Cardoza y Aragón,<br />

que fue publicada en 1929.<br />

La Obra consta de al menos 21 personajes. el hecho de que el Rabinal<br />

Achí es recitado en Achí post-clásico es un claro testimonio de<br />

su originalidad. Sus ritmos, las figuras retóricas, y la composición<br />

<strong>del</strong> texto como un todo, reflejan una poesía particular. A travez <strong>del</strong><br />

lenguaje, las interrelaciones entre el hombre y la naturaleza, el hombre<br />

y la realidad, el hombre y su mundo, todo conceptualizado de una<br />

manera poética e interpretativa.<br />

Las coreografías de las danzas responden a diagramas específicos,<br />

y siguen una composición especial para prepara los diferentes<br />

momentos de la representación: Alguno describe el movimiento de<br />

una serpiente, otro dibuja el lugar de los caracteres que se van incorporando<br />

a la danza. Que básicamente es linear y en rueda. En algunos<br />

puntos los actores siguen el ritmo de la música con sus pies.<br />

Tras atar al cautivo a un árbol, ayudado por sus guerreros, prosigue<br />

Rabinal Achí incitando al varón de los Queché a que declare el nombre<br />

de su patria, pero éste, tras repetir una parte <strong>del</strong> parlamento de su<br />

contrincante, se niega a hacerlo:<br />

164<br />

-¡Ah, cielo, ah, tierra! -responde- ¿Es verdad que dijiste eso, que<br />

pronunciaste voces absurdas ante el cielo, ante la tierra, ante mis labios<br />

y mi cara? ¿Que soy un valiente, un varón? Eso dijo tu voz. Mas aquí<br />

tu voz dijo también: “Dí, revela el aspecto de tus montañas, el aspecto<br />

de tus valles” así dijiste. ¡Vamos! ¿Sería un valiente, sería un varón y<br />

diría, revelaría el aspecto de mis montañas, el aspecto de mis valles?<br />

¿No está claro que nací en el costado de una montaña, en el costado<br />

de un valle, yo, el hijo de las nubes, el hijo de los nublazones? ¡Ah!<br />

¡Cómo rebasan (aquellas) el cielo, cómo rebasan la tierra! Por eso no<br />

pronunciaré abundantes palabras, varón de Rabinal. ¡El cielo, la tierra,<br />

estén contigo! (Rabinal, 1855-1862).


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

El varón de Rabinal le anuncia la muerte que le será dada con estas<br />

expresiones:<br />

-Tu dijiste, por consiguiente, adiós a tus montañas, a tus valles,<br />

porque aquí cortaremos tu raíz, tu tronco, bajo el cielo, sobre la tierra.<br />

Ya no te acontecerá jamás, de día , de noche, bajar de tus montañas,<br />

de tus valles.<br />

El mito se inscribe en la escena teatral como una gramática en movimiento,<br />

como un espiral envolvente y evolutiva <strong>del</strong> gesto, <strong>del</strong> movimiento,<br />

de la acción, de los tempos. y aunque no se tenga la representación<br />

se puede hacer una lectura de ese cuerpo ejecutante, sacrificado<br />

en al escena en un acontecimiento ancestral. En el contexto <strong>del</strong> teatro,<br />

de central interés es el análisis de la interpretación <strong>del</strong> cuerpo, la norma<br />

y <strong>del</strong> deseo, sus contradicciones, interrelaciones y dependencias<br />

sobre la base de dos estrategias sociales: poder y sexualidad.<br />

En la obra existen elementos acústicos y actorales recuperados gracias<br />

a la escenificación se restauró una escritura de gestos, sonidos y<br />

movimientos de los cuerpos maya-achí y queché en el espacio escénico<br />

mesoamericano <strong>del</strong> siglo XIX, que actualizaba otras escrituras,<br />

aquellas compuestas por los cuerpos prehispánicos (Schechner 60).<br />

Se recompusieron ciertas técnicas corporales ancestrales y algunos<br />

procedimientos de apropiación por medio de los cuales los actores<br />

se despojaron de su cuerpo normal para alcanzar un cuerpo mágico.<br />

Se recompusieron sonidos de instrumentos de viento y percusión,<br />

planteando propuestas de sentido y significación. Las voces variaron<br />

en entonación, potencia y timbre para restaurar unos discursos poéticodramáticos<br />

primorosos, en tanto prolíficos en metáforas, paralelismos,<br />

difrasismos, estribillos y formas reverenciales. La escenificación <strong>del</strong><br />

Rabinal Achí o Danza <strong>del</strong> Tun actualizó una propuesta dramática<br />

ancestral inserta en el esquema religioso de las culturas prehispánicas,<br />

en la que el cuerpo operaba en cercano contacto con la naturaleza y<br />

el cosmos, interpretando sus ritmos, combinaciones, pausas y cortes.<br />

(Dolores,1994.PP151-162) 20<br />

20 EL TEATRO HISPANOAMERICANO:RAÍZ INDIA Y TRONCO POLIFACÉTICO<br />

Dolores Martí de Cid. Círculo: <strong>Revista</strong> de Cultura, Vol. XXI, Año 1992, Páginas 151-162. Puerto<br />

rico<br />

165


Liliana Alzate Cuervo<br />

La trama narrativa se aparta <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o lineal en el que una acción<br />

ascendente acumula tensión, alcanzando un punto culminante<br />

que suele consistir en un vuelco de la acción en sentido contrario, para<br />

finalizar en un desenlace. El Rabinal Achí comienza con una situación<br />

dramática de tensión máxima que no refiere a la secuencia temporal<br />

clásica. Al avanzar el relato se retrocede en el tiempo para exponer los<br />

motivos que han dado lugar a la situación inicial. Esta estrategia narrativa<br />

forma parte de los procedimientos básicos de composición de las<br />

antiguas narraciones orales. “Comenzar a «la mitad de la acción» no<br />

es una técnica ideada conscientemente sino el modo original, natural<br />

e inevitable que tenía un poeta oral para abordar una narración larga”.<br />

(Ong 141).<br />

166<br />

¿Es esa la mesa de tus manjares; es esa la copa en que bebes?...¡Pero<br />

si es el cráneo de mi abuelo; esa es la cabeza de mi padre, la que veo,<br />

la que contemplo! ¿No se podría hacer lo mismo con los huesos de<br />

mi cabeza, con los huesos de mi cráneo; cincelar mi boca, cincelar<br />

mi cara?<br />

Está aquí, también, el hueso de mi brazo; aquí está el mango de la<br />

calabaza de metales preciosos que resonará, que producirá estruendo,<br />

en los vastos muros, en la vasta fortaleza. Está aquí, también, el hueso<br />

de mi pierna; está aquí la baqueta <strong>del</strong> tambor grande, <strong>del</strong> tamboril,<br />

que harán palpitar el cielo, la tierra, en los vastos muros, en la vasta<br />

fortaleza (Rabinal, 1855-1862. pp 60).<br />

La estructura tanto en cuatro actos en la traducción francesa de<br />

Bourbourg como en dos actos de acuerdo a la versión directa <strong>del</strong> Maya<br />

quiché de Francisco Monteverde, la variedad de simbolismos propios<br />

de la cultura Maya relacionados con el sentido heroico de la muerte, la<br />

valentía, el bien común, las alusiones esotéricas y el poder; la singularidad<br />

<strong>del</strong> lenguaje y <strong>del</strong> estilo provenientes de complicadas formas<br />

de ritualidad entre los guerreros. La función política, religiosa y simbólica<br />

que significa preservar la memoria colectiva de los rituales <strong>del</strong><br />

sacrificio humano -de los guerreros.<br />

-”El cielo, la tierra estén contigo, valiente varón, hombre prisionero<br />

y cautivo”. (Rabinal, 1855-1862)


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

La preservación simbólica de este ritual es doblemente significativa<br />

pues transgrede la estructura misma de la obra, convirtiendo al<br />

supuesto vencido -el prisionero varón de los Queché-en vencedor, al<br />

obligar al Jefe Cinco Lluvia a llevar a cabo su ejecución, manteniendo<br />

incólume su honor y condición de guerrero, es decir, posibilitando por<br />

voluntad propia su conversión en inspiración (numen) para trascender<br />

el mundo de lo histórico.<br />

El Rabinal Achí modula una propuesta teatral en la que el cuerpo<br />

escribe una historia que recompone otras escrituras corporales, aquellas<br />

que mantenidas en la memoria orgánica de los sucesivos depositarios<br />

de la obra, actualizan una retórica corporal prehispánica, posibilitando<br />

que nos re-conozcamos en una gramática orgánica ancestral. En este<br />

sentido, el Rabinal Achí es una obra clásica <strong>del</strong> teatro occidental y con<br />

justa razón patrimonio de la humanidad. El cuerpo en el Rabinal Achí<br />

articula al ritmo de la música de instrumentos de viento y percusión,<br />

una danza en ronda y un discurso lingüístico poético intensamente<br />

metafórico y profuso en repeticiones, formas reverenciales, saludos y<br />

expresiones de humildad (Dolores,1992. pp151). 21<br />

La danza <strong>del</strong> El Rabinal Achí sigue siendo escenificado actualmente<br />

por 21 personas todos los meses de enero frente a la iglesia<br />

de Rabinal en Guatemala. Previo a la realización de la danza, los oficiantes<br />

hacen nueve rituales, las nueve noches anteriores, para pedir<br />

permiso a sus ancestros y a la tierra. El drama se representa en idioma<br />

Achí. El texto es el mismo que se emplea desde hace ocho siglos y<br />

narra un hecho histórico: el juicio al príncipe Quiché Achí<br />

Coda<br />

La dirección de investigación que propongo para el análisis de los<br />

textos prehispánicos o con temas mesoamericanos, espera trascender<br />

la perspectiva de la exclusividad de la disciplina teatral en particular,<br />

ya que un procedimiento exclusivista no solamente repetiría el canon<br />

imperante, sino que además nos llevaría a una reducción o generalización<br />

de posibilidades interpretativas.<br />

21 .ibid.<br />

167


Liliana Alzate Cuervo<br />

Walter Mignolo señala que “el proceso de colonización <strong>del</strong> lenguaje<br />

implicó la subversión de dos sistemas humanos de interacción: el<br />

aural, que basado en la organización de los sonidos pone en actividad<br />

la lengua, los oídos, la cercanía de los cuerpos; y el gráfico, que basado<br />

en la inscripción de marcas en superficies sólidas pone en actividad<br />

las manos y los ojos y tiende a alejar los cuerpos.” (Mignolo. 1992,<br />

pp183-191.) Me adhiero a esta aproximación por la simple razón de<br />

que la cultura de arte teatral no se pueden limitar con lazos ideológicos<br />

o regionales por los complejos problemas que representa tan<br />

sólo el objeto ‘literario ’, sino también sus actantes, el dramaturgo,<br />

el director y los actores que exigen y reclaman un amplio contexto<br />

argumentativo.<br />

Solo nos queda entonces, reconocer que la academia, los análisis,<br />

las historias teatrales y las reflexiones se han quedado atrás, sin herramientas<br />

para la lectura de la verdadera teatralidad de los países<br />

americanos. Tal vez ahora con las nuevas teatralidades y las discusiones<br />

entre representación y presentación se encuentran de nuevo estos<br />

textos dramáticos con una validez insólita que ha tomado varios<br />

siglos en revelarse.<br />

168


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Liliana Alzate Cuervo<br />

Actriz, investigadora y directora teatral, candidata a Maestría de la <strong>Universidad</strong><br />

<strong>del</strong> <strong>Valle</strong> en Literatura colombiana y latinoamericana 2006-2009,<br />

estudios de posgrado en la universidad <strong>del</strong> Rosario de Bogota en crítica teatral<br />

1992-1994, Licenciada en educación artística <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> Bosque<br />

1999- 2003. Otros estudios:. Participante <strong>del</strong> taller de investigación teatral<br />

de Santiago García desde 1990-97. Estudios en Barcelona – España con el<br />

maestro José Sanchis Sinisterra, “Nuevas tendencias de la creación teatral”<br />

1993-1994. Escuela Internacional de teatro de Latinoamérica y el caribe (EI-<br />

TALC), maestro: Andrés Pérez, Chile 1998 y Augusto Boal en Brasil 2000.<br />

Taller de dramaturgia con Arístides Vargas. Grupo Malayerba, Ecuador, Festival<br />

alternativo, 2007.<br />

170<br />

Recibido: julio 29 de 2010<br />

Aprobado: agosto 20 de 2010


Sobre las políticas de los cuerpos y las emociones para la<br />

construcción <strong>del</strong> proyecto de nación en la novela María<br />

de Jorge Isaacs (1868) y en la prensa * de 1900 a 1920<br />

Resumen:<br />

Los cuerpos de hombres y mujeres<br />

que se dirigen hacia la modernidad<br />

en Colombia, desde finales <strong>del</strong><br />

siglo XIX, empiezan a ser enmarcados<br />

en un orden estético, que promueve<br />

subjetividades afables a una<br />

identidad nacional moderna. Este<br />

orden estético implica unas políticas<br />

para la conducta de los cuerpos<br />

y la apariencia de los mismos, que<br />

crean una gramática corporal, donde<br />

las formas debían aportarle a la semántica<br />

<strong>del</strong> progreso. Estudiaremos<br />

las políticas corporales (políticas<br />

de rostrificación y conformación de<br />

cuerpos – nación), el diseño de la<br />

interioridad y concluiremos con las<br />

marcas que dejan vestuarios habitables<br />

de la condición social; todo lo<br />

anterior en la novela María de Jorge<br />

Isaacs y algunos artículos de prensa<br />

ubicados entre 1900 y 1920.<br />

Palabras Clave:<br />

Políticas corporales, subjetividades,<br />

imaginarios, modernidad, literatura<br />

nacional.<br />

Elizabeth Vejarano Soto **<br />

Abstract:<br />

The bodies of men and women<br />

who go to modernity in Colombia<br />

since the end of the Nineteenth century<br />

are getting included in an aesthetic<br />

precept that promotes pleasant<br />

subjectivities to a modern national<br />

identity. This aesthetic precept involves<br />

policies for the behaviour<br />

of the bodies and their appearance<br />

which create a physical grammar<br />

where shapes should offer progress<br />

to the semantics. We will study the<br />

physical policies (Building of bodies<br />

– nation) and the designing of inner<br />

world, we will conclude with the<br />

marks left by the social condition.<br />

All these will be analyse in the novel<br />

‘María’ written by Jorge Isaacs and<br />

some press articles published between<br />

1.900 and 1.920.<br />

Key Words:<br />

Physical policies, subjectivities,<br />

common belief, modernity, national<br />

literature.<br />

* Se estudiarán algunos documentos periodísticos de circulación regional (<strong>Valle</strong> <strong>del</strong> Cauca)<br />

y de circulación nacional (Colombia), de los cuales lamentablemente se conservan escasos<br />

números en los centros de documentación de la ciudad de Cali, lugar donde se realizó el trabajo<br />

empírico, preliminar, para este texto.<br />

** Docente – Investigadora Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño, Programa Diseño de<br />

Vestuario, <strong>Universidad</strong> de San Buenaventura Cali. Cédula de ciudadanía número: 67.012.477 de<br />

Cali. evejarano@usbcali.edu.co<br />

Poligramas <strong>34</strong> • Junio - Diciembre 2010 • 171- 200


Elizabeth Vejarano Soto<br />

Resumo<br />

Os corpos dos homens e mulheres<br />

que são direcionadas para a<br />

modernidade, na Colômbia, a partir<br />

do final do século XIX, começam a<br />

ser enquadrado em uma ordem estética,<br />

que promove subjetividades<br />

afável com uma identidade nacional<br />

moderna. Ista estética implica uma<br />

política para o comportamento dos<br />

corpos e da aparência do mesmo,<br />

que criam uma gramática do corpo,<br />

onde as formas devem contribuir à<br />

semântica do progresso. Vamos estu-<br />

Introducción:<br />

El presente texto, surge de las preocupaciones de la línea de investigación<br />

dedicada al estudio de las subjetividadades, usos <strong>del</strong> vestuario<br />

y construcción de los cuerpos en la <strong>Universidad</strong> de San Buenaventura<br />

Cali y su Programa Diseño de Vestuario, que se inaugura preguntándose<br />

sobre las políticas de la corporalidad en las narrativas identitarias<br />

(la novela María de Jorge Isaacs y algunos artículos de la prensa entre<br />

1900 y 1920), para la producción de subjetividades, con el fin de comprender<br />

el fenómeno de la identidad nacional ligada a una exterioridad<br />

constitutiva al cuerpo (conducta – movimiento, vestuario), que actúa<br />

según unas políticas de representación y agenciamiento de los cuerpos<br />

a través de las diferentes tecnologías de poder.<br />

Durante el último cuarto <strong>del</strong> siglo XIX, las obras <strong>literaria</strong>s, y la<br />

prensa en Colombia sirvieron de escenario para iniciar la movilización<br />

de subjetividades y la creación de imaginarios sociales encaminados<br />

a construir representaciones sociales y hegemónicas de la condición<br />

moderna. De igual forma, en este período ocurre un tránsito histórico<br />

que permite la consolidación <strong>del</strong> Estado Nación y un cambio paulatino<br />

de las relaciones sociales de producción, heredadas de la colonia, con<br />

la conformación de un incipiente capitalismo industrial.<br />

Partimos <strong>del</strong> precedente de que la novela María de Jorge Isaacs,<br />

172<br />

dar as políticas do corpo (políticas de<br />

Visibilidade e conformação do corpo<br />

- nação) o desenho de interioridade e<br />

concluímos com as marcas deixadas<br />

por as roupas de status social, tudo<br />

isso na novela María de Jorge Isaacs<br />

e artigos de jornal localizados entre<br />

1900 e 1920.<br />

Palavras-chave:<br />

políticas do corpo, subjetividades,<br />

imaginários, modernidade, literatura<br />

nacional


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

cuya primera edición fue impresa en 1868 1 , tiene como contexto de<br />

los hechos narrados en el <strong>Valle</strong> <strong>del</strong> Cauca entre los años 1845 y 1860<br />

(Cristina: 2005), en la hacienda patriarcal llamada El Paraíso, gran<br />

casa vivida por el protagonista y agente narrador de la novela, Efraín,<br />

como un paraíso sentimental, espacio donde también va agonizando la<br />

sociedad colonial/republicana, fundada en la economía de la hacienda<br />

y el imaginario <strong>del</strong> cuerpo señorial (cortesano) y se tiende un camino<br />

hacia la sociedad industrial capitalista en nuestro país, con cuerpos<br />

urbanizados, que pudieran más a<strong>del</strong>ante transformarse a sí mismos y<br />

ponerse en movimiento (cinética 2 ).<br />

Suponemos, así mismo, que los discursos de la prensa y la literatura,<br />

constituyen esa tecnología de gobierno sobre la intimidad y<br />

los estilos de vida de las personas, que promueve imaginarios (ideas,<br />

creencias, deseos), instalables en la interioridad o conciencia de los<br />

individuos, imaginarios que se revelan en la disposición de sus cuerpos,<br />

en sus movimientos, en su apariencia. Los textos de la prensa<br />

interpelan a las personas (Castro – Gómez, 2009) y les hablan de sus<br />

cuerpos, desencadenando posibles transformaciones en las formas de<br />

individuación femenina y masculina.<br />

Trataremos de comprender que la novela María de Jorge Isaacs<br />

funcionó como un texto que acopiaba el canon de las políticas de los<br />

cuerpos que se dirigían al proyecto moderno, pues en medio de la consolidación<br />

<strong>del</strong> estado nación y el cambio hacia la modernidad industrial<br />

era vital el ordenamiento de la sociedad, a través de la instrucción<br />

de los cuerpos, las emociones, los afectos, las conductas y las formas<br />

<strong>del</strong> vestido. La literatura, como práctica cultural abanderada en el siglo<br />

XIX en la formación <strong>del</strong> estado nación, también podría ayudar al<br />

moldeamiento de una sociedad que se encaminaba hacia la razón moderna,<br />

exaltando sentimientos y pasiones con un fin moral y estético,<br />

haciendo que las personas amaran lo bello y lo desearan para sí. Doris<br />

1 La segunda edición se sacó un año después y antes de terminar el siglo XIX se<br />

habían sacado otras tres ediciones para Colombia y ocho para el extranjero.<br />

2 Una subjetividad Cinética (Castro – Gómez, 2009) es decir una manera de<br />

sentir de los cuerpos, dentro de un orden económico y social capitalista por venir,<br />

que los instaba al movimiento, al traslado rápido de un lugar a otro y a ser aptos para<br />

el cambio.<br />

173


Elizabeth Vejarano Soto<br />

Sommers profundiza en esta relación entre literatura y política en su<br />

texto Ficciones Fundacionales 3 , donde aclara que su objetivo es “Poner<br />

al descubierto lo inextricable que es la relación que existe entre la<br />

política y la ficción en la historia de la construcción de una nación…”<br />

(Sommers: 22)<br />

El maridaje entre literatura y nación, resultado <strong>del</strong> aporte de autores<br />

de ficción que preparaban proyectos nacionales, favorecía esta<br />

conquista interna <strong>del</strong> espíritu nacional, con base en la creación de un<br />

imaginario patrio, fundamentado en la familia, el amor, y la producción.<br />

La novela romántica es un escenario de arraigo de ese proyecto<br />

de armonización nacional (Sommers: 23). En este escenario el cuerpo<br />

de la mujer – madre- esposa, en el centro <strong>del</strong> gobierno <strong>del</strong> hogar, hacía<br />

las veces de reguladora de las virtudes, los afectos, la apariencia y las<br />

conductas de los hijos y <strong>del</strong> marido, junto a la economía de la casa.<br />

Diseño de la interioridad femenina<br />

En el imaginario de Nación que se desplegó en plena consolidación<br />

de la República y en el juego de las relaciones económicas precapitalistas<br />

a finales <strong>del</strong> siglo XIX, también fue pertinente imaginar<br />

los cuerpos de las mujeres y de los hombres: cuerpos que realizaban<br />

acciones y tareas diferentes y con ellas contribuían a la solidez de<br />

aquellos proyectos de modernidad, para los cuales el cuerpo constituye<br />

la entidad por excelencia para definir la condición humana. La<br />

densidad semántica y simbólica de los cuerpos, se resuelve con una<br />

lectura moral de los paulatinos hallazgos de los estudios anatómicos<br />

<strong>del</strong> siglo XVIII, unidos a la fisiología, la higiene y, posteriormente, a<br />

la medicina (Pedraza: 2008). Dichas lecturas arrojan el ordenamiento<br />

retórico de la diferencia de mujeres y niños (calificados en el mismo<br />

nivel de minoría de edad, incapacidad e incompetencia) que debía vigilarse,<br />

con respecto a la normalidad antropológica, representada por<br />

3 En resumen, uno de los argumentos de Sommers (2004), más relevantes para este estudio<br />

apuntan a que la novela romántica afianza a los ciudadanos, en las creencias y valores nacionales,<br />

la novela romántica también llena vacíos, pretende resolver conflictos. Por ello no podía<br />

fortalecerse como género literario, sino después de las independencias, cuando se necesitaba<br />

consolidar una identidad nacional.<br />

174


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

el cuerpo <strong>del</strong> hombre. En el año 1909 en la Gaceta Departamental <strong>del</strong><br />

<strong>Valle</strong>, se escribía el siguiente reporte:<br />

En Cali á los veintidós días <strong>del</strong> mes de Noviembre de mil<br />

novecientos nueve, siendo la una de la tarde, se presentó el señor<br />

Inspector Escolar, en el local de la Escuela de Varones número 3° (…)<br />

con el objeto de practicar la visita oficial. Halló á los niños en clase de<br />

Escritura, y examinadas las planas, quedó por lo general satisfecho…<br />

Son buenas la conducta y la salud de los niños, y no consta que haya<br />

ningún caso de epidemia entre ellos…<br />

Con base en esta fisiología moral 4 se resuelve el debate sobre la<br />

educación de la mujer y de los niños. Con respecto a ellas, se respondieron<br />

las preguntas: ¿merece una instrucción racional, científica? O<br />

mejor ¿una educación básica para las labores <strong>del</strong> hogar?; se encaminan,<br />

entonces, esfuerzos por educar a la mujer como madre de familia.<br />

En el capítulo IV, la madre de Efraín le solicita a su hijo que les imparta<br />

a María y a sus hermanas lecciones sobre temas en los que ellas<br />

tienen “muy escasas nociones”. El joven había regresado de estudiar<br />

en Bogotá y estaba ya dotado con los atributos de la razón masculina<br />

(Restrepo, Jimeno, 2010), necesarios para ejercer su derecho a la ciudadanía<br />

y encaminar a los considerados menores, como las mujeres<br />

y los niños de la casa. Estos atributos masculinos los define la Carta<br />

Constitucional de 1821 y son: naturaleza y domicilio; masculinidad;<br />

libertad personal; edad y estado civil; alfabetismo e independencia<br />

económica.<br />

Ilumináronsele los ojos cuando mi madre manifestó deseo de que<br />

yo diese a las muchachas algunas lecciones de gramática y geografía,<br />

materias en que no tenían sino muy escasas nociones. Convínose<br />

en que daríamos principio a las lecciones pasados seis y ocho días,<br />

durante los cuales podría yo graduar el estado de los conocimientos<br />

de cada una<br />

4 “La fisiología moral expresa la retórica que le reconoció efectos morales a los endebles<br />

argumentos anatómicos de la inconmensurable diferencia <strong>del</strong> cuerpo de la mujer…<br />

”(Pedraza, 2008:13)<br />

175


Elizabeth Vejarano Soto<br />

En este mo<strong>del</strong>o corpopolítico, la mujer es considerada inmadura en<br />

sus sentimientos, por ello es imposible inculcarle un pensamiento racional.<br />

Efraín ya no es compañero de juegos o de diversiones, sino que<br />

toma el papel de guía y educador de las jóvenes, que sólo necesitaban<br />

ciertos conocimientos básicos para no “perderse” en las conversaciones<br />

con los mayores. En cambio, la fe y el amor son dos sentimientos<br />

que armonizan con su realidad femenina, pero que le otorgan una debilidad<br />

impropia para la participación en la vida pública: “En cambio,<br />

estas cualidades la habilitan “naturalmente” para el gobierno <strong>del</strong> hogar<br />

doméstico” (Pedraza, 2010: 5).<br />

Por ello, el protagonista empieza a impartir una educación moral<br />

y “elemental” a las mujeres, a través de textos que completan la intervención<br />

que ya ha hecho la madre sobre la subjetividad femenina,<br />

intervención que ubica a las mujeres en el gobierno <strong>del</strong> hogar, cuyo<br />

ejercicio se da, pero bajo la potestad de unas reglas totalmente patriarcales:<br />

“Nos reuníamos todos los días dos horas, durante las cuales les<br />

explicaba yo algún capítulo de geografía, leíamos algo de historia universal,<br />

y las más veces muchas páginas <strong>del</strong> Genio <strong>del</strong> Cristianismo”.<br />

En dicha fisiología moral, los niños (varones) son transformación,<br />

recipiente de los valores nacionales y se ubican en una etapa transitoria<br />

hacia su pleno uso de la razón. María, encargada de cuidar a Juan,<br />

el hijo menor de la familia, pone en práctica la maternidad, la crianza<br />

y la educación de los niños, para el ordenamiento de la inteligencia<br />

masculina y la disciplina. Lo vemos en el capítulo XXII: “María (…)<br />

se dirigió al salón llevando a Juan de la mano: este, asido de la falda<br />

de ella y asustado aún, le impedía andar. Hubo de alzarlo, y le decía al<br />

salir: ¿Llorando? ¡ah feo! ¿un hombre con miedo?”<br />

Entonces, la feminidad deviene una construcción social y simbólica,<br />

que determina la subjetividad de la mujer con respecto a su cuerpo<br />

y a sus emociones. Ambas entidades, material y emocional, son<br />

intervenidas. La laboriosidad en los oficios <strong>del</strong> hogar y en el cuidado<br />

de su economía, el aporte de capital emocional a los miembros <strong>del</strong><br />

círculo familiar, la moralización en las buenas costumbres <strong>del</strong> cuerpo,<br />

son discursos cuyo símbolo principal está en la figura <strong>del</strong> dedal:<br />

176


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

objeto de gran valor moral, especialmente entregado por los hombres<br />

a las mujeres que amaban, como prenda de la construcción <strong>del</strong> hogar,<br />

a través de ese trabajo dedicado, fiel y silencioso de la mujer que en<br />

casa se dedica a la costura. Este imaginario se refleja en una diatriba,<br />

encontrada en el periódico El Alba, llamado “La mujer sin dedal” <strong>del</strong><br />

15 de julio de 1869.<br />

La mujer sin dedal es un ser horrible.<br />

En la casa de una mujer sin dedal reina un espantoso desorden, el<br />

desaseo i hasta la licencia.<br />

¡Desgraciado el marido de una mujer sin dedal! Esa mujer sueña<br />

con el divorcio. ¡Infelices de sus hijos, i sobre todo de sus hijas!<br />

Al entrar en una casa lo primero que debéis hacer es ver dónde<br />

está el dedal de la mujer que vive en ella: si se encuentra encima de<br />

la mesa o de la chimenea, o en cualquier parte que sea, menos en el<br />

suelo, estad seguros que en esa casa reina el mayor orden. Los hijos<br />

de ella son respetuosos i prudentes, las hijas laboriosas i dotadas de<br />

buen juicio i el marido un padre respetado i querido.<br />

La administración de la vida familiar tiene en el ejercicio de la<br />

costura una tecnología para el diseño de la interioridad femenina, dirigida<br />

controlar la naturaleza de la mujer y educarla en la laboriosidad<br />

y el silencio, a imagen y semejanza de la Virgen María. Así la costura<br />

se convierte casi que en una forma de orar y de donar el tiempo a los<br />

otros. En la novela de Isaacs, las mujeres de la casa pasan muchas horas<br />

en el costurero, bordando y es la madre la que orienta en esta actividad:<br />

“Pasado el almuerzo, me llamó mi madre a su costurero. Emma<br />

y María estaban bordando cerca de ella (…) Emma más insinuante ya<br />

, me preguntaba mil cosas de Bogotá (…) Oían sin dejar sus labores<br />

(…)y al ponerse en pie [María] para acercarse a mi madre a consultar<br />

algo sobre el bordado”.<br />

Según Aída Martínez de Carreño (1994), aunque la creación y producción<br />

de vestuario, siempre ha estado ligada al talento femenino,<br />

la costura, desde la Europa de la Edad Media, fue una preocupación<br />

doméstica, pues la agremiación de artesanos <strong>del</strong> vestuario (sastres,<br />

sombrereros, zapateros, tejedores), estaba conformada por hombres,<br />

cuya labor les daba prestigio y lucro:<br />

177


Elizabeth Vejarano Soto<br />

178<br />

La acción femenina se circunscribía a la preparación y tejido de<br />

la seda y a los oficios complementarios -tejer cintas y medias, bordar,<br />

hacer encajes o fabricar piezas sueltas como cuellos y puños- que<br />

ellas realizaban al interior <strong>del</strong> hogar, paralelamente a las labores<br />

domésticas, sin derecho a la organización y protección que brindaban<br />

los gremios de artesanos… (16).<br />

El costurero de la casa era el sitio de educación en la feminidad<br />

desde el siglo XVIII, el cual, en el contexto de la República fue reemplazado<br />

o complementado por la educación en los conventos, donde<br />

se enseñaban la gramática corporal femenina para las artes de hacer en<br />

el hogar: “…la educación religiosa y piadosa, cátedras de economía<br />

doméstica y de arte de la cocina junto con el ramo principal de una<br />

mujer que es coser con perfección …”(Carreño, 1994), encarnaban<br />

valores socio- políticos, culturales, morales, para la emergencia de<br />

un estado nación que brotaba <strong>del</strong> cuerpo de una mujer tejedora, bordadora,<br />

en todo caso, costurera de los retazos e hilos de la sociedad<br />

por hacerse. Por eso la mujer sin dedal no está comprometida con<br />

este proyecto y con ella se muere la nación entera, sin posibilidad de<br />

soportarse en los valores de la familia, en los cuerpos dóciles de las<br />

nuevas generaciones.<br />

El hombre medita andando o inmóvil en su gabinete, i también al<br />

elevar sus preces de Dios.<br />

La mujer reflexiona cosiendo. Andando se distrae o se fastidia;<br />

orando pide, se queja, suplica, pero no reflexiona.<br />

La mujer sin dedal en nada se ocupa i para nada tiene tiempo. Su<br />

vida se construye en el vacío (…) Para la mujer sin dedal, la vida es<br />

larga i la muerte viene pronto<br />

(La mujer sin dedal, 1869).<br />

Siguiendo a Norbert Elías en su texto Estatuas Pensantes (1940-<br />

1950), podríamos afirmar que la estructura social se transparenta a través<br />

de los cuerpos de individuos particulares. En ellos están impresos<br />

los signos de la ley. En los cuerpos de los hombres y las mujeres, en<br />

sus rostros, quehaceres, relaciones y movimientos, está puesto el sello<br />

violento de la modernidad, con sus políticas corporales, (con base en


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

la vigilancia y el control de cuerpos incómodos o inadecuados para las<br />

lógicas <strong>del</strong> progreso), a través <strong>del</strong> allanamiento histórico de la corporalidad<br />

y de la conciencia.<br />

Importaba, entonces, que esos cuerpos diseñaran su interioridad,<br />

es decir “una particular configuración emocional y una intensificación<br />

de la actividad subjetiva” (Pedraza, 2009), para lograr hombres<br />

y mujeres autorregulados y mo<strong>del</strong>ados por una “concepción biológica<br />

de la vida” basada en regímenes disciplinarios, los cuales disponían<br />

los cuerpos en función de instrucciones higiénicas, de las buenas maneras,<br />

vestuarios apropiados para la configuración de lo civilizado, lo<br />

educado, lo culto. Historia, saberes (adquisición) y poder (organización),<br />

son los hilos de esta trama de relaciones y experiencias entre<br />

cuerpos orgánicos de hombres y mujeres, que también constituyen<br />

emocionalidades encarnadas desde el reino de la subjetividad valuada<br />

por cada época. Puesto que el cuerpo lleva una investidura o está<br />

investido por prescripciones que lo cincelan, siempre está recubierto<br />

de un trozo de tela o de una ley. En el tránsito histórico estudiado es<br />

evidente un desmesurado valor simbólico por la expresión femenina.<br />

“La señora imaginada por la urbanidad es el símbolo más acabado de<br />

las virtudes humanas. La señorita, a su vez, representante en potencia<br />

de tales atributos” (Pedraza, 1999: 58)<br />

Disciplinas de la apariencia: políticas de rostrificación y los<br />

cuerpos – nación<br />

Políticas de rostrificación<br />

En una sociedad de distancias, como la que se exhibe en la novela<br />

María e inspirada por los paradigmas asépticos <strong>del</strong> positivismo, los<br />

ojos constituyeron el sentido privilegiado de un cuerpo racional, cuyo<br />

orden corporal radicaba en evitar el contacto físico con otro cuerpo,<br />

con el fin de mantener la ecuanimidad en los actos y pensamientos, la<br />

coherencia con la moral católica y para tomar distancia <strong>del</strong> supuesto<br />

caos <strong>del</strong> mundo sensible. Sobre este tema, Grosso (2009) cita un pasaje<br />

de David Lebreton que comenta: “Las sociedades occidentales<br />

(modernas) eligieron la distancia y, por lo tanto, privilegiaron la mira-<br />

179


Elizabeth Vejarano Soto<br />

da y, al mismo tiempo condenaron al olfato, al tacto, al oído, e incluso<br />

al gusto, a la indigencia”.<br />

De allí que en la novela se hace evidente la ocultación <strong>del</strong> cuerpo<br />

de la mujer en el recurso de la rostrificación: política de los modales y<br />

regente de la corporalidad, donde la cara pasó a ser la parte más digna<br />

<strong>del</strong> cuerpo de la mujer, trasladando la mirada de los hombres hacia el<br />

rostro de sus amadas.<br />

El recorrido de Efraín por el paisaje natural, en la primera parte<br />

<strong>del</strong> capítulo II, arrobado por el frenesí de un encuentro sensual con él<br />

mismo (su cuerpo y sus recuerdos), es el anuncio de ese otro recorrido<br />

que hará por el cuerpo de María; ambos caminos los trazará con la<br />

mirada.<br />

Las jóvenes, ocultan su rostro y se sonrojan cuando son miradas,<br />

porque en el rostro está todo el cuerpo y mirarlo fijamente es casi<br />

como tocarlo.<br />

180<br />

La conversación se había hecho general; y mi hermana me preguntó<br />

casi en secreto por qué había preferido aquel asiento. Yo le respondí<br />

con un ‘así debe ser’, que no la satisfizo: mirome con extrañeza y<br />

buscó luego en vano los ojos de María: estaban tenazmente velados<br />

por sus párpados de raso-perla<br />

De esta manera, la mirada no censurable debía ascender, asentarse<br />

en el extremo superior <strong>del</strong> cuerpo, despegarse de los miembros inferiores,<br />

que van camino hacia la perdición en la plenitud de la sexualidad<br />

femenina. El desorden positivo <strong>del</strong> cuerpo popular que tiende<br />

hacia abajo, hacia las regiones inferiores y más fértiles, <strong>del</strong> que nos<br />

habla M. Bajtín en su obra La cultura popular en la Edad Media y<br />

en el Renacimiento (2005), es <strong>del</strong> que se quiere liberar esta política<br />

ennoblecedora <strong>del</strong> rostro, para reprimir las naturales orientaciones hacia<br />

las zonas bajas <strong>del</strong> cuerpo que implican secreciones, fornicación,<br />

infierno, injurias y rebajamiento (Bajtin, 3<strong>34</strong>). Sin embargo, en el<br />

rostro de María estaba todo su cuerpo… Efraín se solazaba leyendo y<br />

descifrando las señales que dejaba el amor en sus mínimos rasgos. Las<br />

tramas de la gestualidad que iban y venían entre los rostros de Efraín<br />

y María, conspiraban contra el silencio impuesto a los enamorados en<br />

aquella época:


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

…María estaba de pie junto a mí, y velaban sus ojos anchos<br />

párpados orlados de largas pestañas. Fue su rostro el que se cubrió de<br />

más notable rubor, cuando al rodar mi brazo de sus hombros, rozó con<br />

su talle; y sus ojos estaban humedecidos aún, al sonreír a mi primera<br />

expresión afectuosa, como los de un niño cuyo llanto ha acallado una<br />

caricia materna<br />

El gesto y la palabra, siempre sometidos al dominio invisible <strong>del</strong><br />

espíritu (la bondad o la maldad <strong>del</strong> alma se reflejaban en el movimiento<br />

o costumbres de un cuerpo que debería ser reformado y sometido<br />

a autocontrol), sucumben en una semiología <strong>del</strong> rostro (espacio murmurante<br />

de la emoción), impulsada por la gestualidad vigilada para la<br />

comunicación de sentimientos como la excesiva alegría o la congoja,<br />

que estaban vetados dentro de las políticas corporales.<br />

Es importante considerar también el tema de la gravedad de los<br />

cuerpos en la novela María, la tendencia a priorizar la ausencia <strong>del</strong><br />

gesto o la parquedad en la emoción, constituyen instrucciones para<br />

la ocultación de los cuerpos, protección ante la revelación de sus sensaciones:<br />

María agachaba la cabeza las veces en las que su rostro se<br />

encendía de excitación o palidecía por la desesperanza y la tristeza.<br />

La exigencia de gravedad implica que surja la práctica, el movimiento<br />

sutil de los cuerpos, como intermediarios de lo sentido. La escena más<br />

efervescente <strong>del</strong> encuentro de esos cuerpos vigilados, controlados y<br />

obligados a la gravedad, se da cuando el pequeño hermano de Efraín,<br />

Juan, recibe los besos de María y sobre esa misma boca posa sus labios<br />

Efraín. En el capítulo XXVI se narra este primer beso así:<br />

Y se acercó a tomar a Juan. Yo lo estaba alzando ya en mis brazos,<br />

y María lo esperaba en los suyos: besé los labios de Juan entreabiertos<br />

y purpurinos, y aproximando su rostro al de María, posó ella los suyos<br />

sobre esa boca que sonreía al recibir nuestras caricias y lo estrechó<br />

tiernamente contra su pecho<br />

Aquí los cuerpos de los amantes han trastocado el orden social<br />

impuesto, de manera invisible y viviendo en él, con tácticas 5 de supervivencia<br />

<strong>del</strong> deseo.<br />

5 Para Michel de Certeau la táctica: “…debe actuar con el terreno que le impone y<br />

organiza la ley de una fuerza extraña (…) es movimiento ‘en el interior <strong>del</strong> campo de<br />

visión <strong>del</strong> enemigo’” (1996: 43)<br />

181


Elizabeth Vejarano Soto<br />

Los cuerpos - nación<br />

Siendo nuestro objeto de estudio la novela María de Jorge Isaacs,<br />

nos involucramos, a primera vista, con el proyecto romántico de la<br />

novela, que despliega una historia de amor imposible: la desdicha predestinada<br />

a Efraín y María, el afuera que amenaza el paraíso familiar<br />

(y sentimental) construido por el protagonista en un adentro idílico:<br />

“… y ávido aún de dicha, traté de hacer un paraíso de la casa paterna.”<br />

(37); el ensimismamiento, como callejón sin salida ante lo inminente<br />

de la muerte y la caída. Los arquetipos de la brisa nocturna y de<br />

las aves negras velando las jornadas de tragedia, por un lado, y, por el<br />

otro, el concierto de la naturaleza en esplendor cantando a los sentidos<br />

de los amantes en pleno ensueño, que se tocan sin tocarse, complementan<br />

este cuadro romántico, espectáculo de una disciplina de la<br />

interioridad, conquista de la cristiandad y de las políticas corporales<br />

burguesas, que se despliegan en el marco de las relaciones afectivas,<br />

desde la poética <strong>del</strong> recuerdo de Efraín e instaladas en la casa familiar.<br />

Con la bienvenida que la madre da su hijo recién llegado, se demuestra<br />

quién tiene allí la responsabilidad moral de educar los sentimientos:<br />

“Oí un grito indefinible; era la voz de mi madre: al estrecharme ella<br />

en los brazos y acercarme a su pecho, una sombra me cubrió los ojos:<br />

supremo placer que conmovía a una naturaleza virgen”<br />

Esta “sombra” que cubre los ojos de Efraín compone el imaginario<br />

de la mujer en función de agente civilizador, ubicada por la sociedad<br />

en un nivel moral superior que el hombre, pero física y mentalmente<br />

inferior que este. Todavía a principios <strong>del</strong> siglo XX la mujer se consideraba<br />

frágil fisiológicamente, y su organismo irritable y sensible,<br />

(Pedraza, 2010). En las dos primeras décadas <strong>del</strong> siglo XX, son las<br />

ciencias médicas las encargadas de reforzar ese imaginario, a través de<br />

la incorporación de hábitos, estilos de vida e ideas sobre los cuerpos<br />

de las mujeres, que hablaban de su subjetividad y corporalidad frágil.<br />

No obstante, con el mismo apoyo de la ciencia, en una dinámica de saber<br />

/poder sobre los cuerpos, se lograba cubrir la imperfección, domar<br />

la naturaleza débil, que además despojaba a la mujer de toda belleza.<br />

En el periódico El Relator de 1920 se publica un anuncio que dice así:<br />

182


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

Para mujeres solamente: Para ser físicamente hermosa, tiene Ud.<br />

que empezar siendo físicamente saludable. La forma perfecta, la<br />

complexión fina, el lustre de la mirada, todo ello proviene de buena<br />

salud; no hay verdadera belleza posible sin salud (…)<br />

Los cosméticos y artículos de aseo, a principios de siglo, empezaban<br />

a domar las maneras de moverse y actuar, prometían belleza,<br />

ya no la belleza por raza, herencia, ya no un don natural, ahora una<br />

hermosura dada por el poder de la ciencia. Los productos cosméticos<br />

o de medicina se apoyaron en el discurso de la ciencia para soportar<br />

un imaginario de progreso: era una retórica <strong>del</strong> gobierno <strong>del</strong> sí mismo,<br />

todavía incipiente entre las dos primeras décadas <strong>del</strong> siglo XX. La promesa<br />

de cubrir, curar, transformar el cuerpo y aportarle a su ciclo energético,<br />

iba poco a poco hilvanando deseos que determinarían, décadas<br />

después, disciplinas modernas de la apariencia. Cremas y polvos faciales,<br />

por ejemplo constituían una interfaz entre el cuerpo afuera y el<br />

cuerpo adentro. Los polvos faciales representaban una interfaz hacia<br />

afuera, para simular lozanía natural (lo mismo los vestidos); las cremas,<br />

una interfaz hacia adentro, que con sus propiedades y vitaminas,<br />

agregan lo que los cuerpos pierden (Traversa, 1997).<br />

La pregunta de la modernidad es por la perfección <strong>del</strong> cuerpo: la<br />

asepsia y la salud, entre otras, se convierten en un tema público, que<br />

se expone en los diarios (con sus publicidades y artículos de opinión),<br />

donde quedan capturadas las corporalidades de sujetos que todavía se<br />

preocupaban por el cuidado moral (felicidad, templanza), a través <strong>del</strong><br />

cuidado <strong>del</strong> cuerpo. En el periódico El Relator (1920), aparece este<br />

otro anuncio: “La mujer perfecta: Cuando Ud. se sienta mal, cuando padece<br />

sufrimientos a que solamente una mujer está expuesta, ¿por qué no tomar la<br />

medicina especialmente designada para los males femeninos?...”<br />

Y otra publicidad dice:<br />

“SALUD, VIVACIDAD, BUENOS COLORES, forman el atractivo<br />

que encierra la felicidad de la mujer. Consígalos tomando la legítima.<br />

Emulsión de Scott. Fortalece sin alcoholizar el organismo”.<br />

183


Elizabeth Vejarano Soto<br />

Las mujeres están en la mira de la ciencia (los estudios dicen que<br />

tiene un esqueleto débil, es un cuerpo con menos calor que el <strong>del</strong> hombre,<br />

se desarrolla tempranamente y es inmaduro), porque están llamadas<br />

a controlar su naturaleza nerviosa, blanda y húmeda, con la meta<br />

de trazar el camino para la educación científica de los hijos. En 1919<br />

un aviso interpelaba a la mujer así: “Es de gran importancia que las<br />

madres sean buenos ejemplos de robustez. En todos los períodos de la<br />

maternidad tómese la EMULSIÓN de SCOTT”<br />

La instrucción de los cuerpos y las emociones de las mujeres en<br />

la gramática corporal de la maternidad, ordena retóricamente su condición<br />

física y moral en discursos publicitarios, como se presenta a<br />

continuación, también en una de las ediciones <strong>del</strong> Relator de 1919:<br />

184<br />

TODA MUJER nacida aspira a ser madre. No hay lazo tan fuerte<br />

en la vida como el amor materno. Si Ud. es mujer, Ud. cuenta con<br />

tener algún día criaturas jugando en torno suyo. Ahora es el tiempo<br />

de prepararse. No contemporicen con la salud. ¡Tienen flores blancas,<br />

exceso de flujo, dolores de ijadas, etc.! Oigan lo que les decimos con<br />

toda sinceridad: no esperen, no titubeen, pueden estar bien; consigan<br />

un frasco de Grantillas y tómenlas con arreglo a las instrucciones,<br />

y estarán bien. No malgasten tiempo; empiecen hoy mismo. Su<br />

boticario las tiene.<br />

Por su parte, María es todavía bella, fruto <strong>del</strong> orgullo y dignidad<br />

de su raza; es la alegría que le proporciona el amor la que ilumina sus<br />

mejillas; es su recato virginal la fuente de seducción que la envuelve…<br />

la belleza emana de su naturaleza y ella se impone al esplendor<br />

que la rodea:<br />

María dejó entonces caer el velillo sobre su rostro, y al través de<br />

la inquieta gasa de color de cielo, buscaba algunas veces mis ojos con<br />

los suyos, ante los cuales todo el esplendor de la naturaleza que nos<br />

rodeaba, me era casi indiferente.<br />

Y la enfermedad también es natural a su cuerpo, herencia de la<br />

madre, herencia de la raza (una “identidad fracturada” para Sommers 6 )<br />

6 Según Sommers (…), la herencia racial de María, por haber nacido de madre judía, era


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

y destino fatal para ella y para los que le rodean, en el que no puede<br />

haber intervención científica alguna que la salve. El médico Mayn ve<br />

la cercanía de la muerte, diagnostica, pero no puede curar. Y en un<br />

mo<strong>del</strong>o social sustentado en la fisiología moral, sin salud la mujer no<br />

está en capacidad de ser madre, no hay aspiración de familia y, por lo<br />

tanto, se trunca el proyecto de nación:<br />

El doctor Mayn se atreve casi a asegurar que ella morirá joven <strong>del</strong><br />

mismo mal a que sucumbió su madre: lo que sufrió ayer es un síncope<br />

epiléptico, que tomando incremento en cada acceso, terminará por<br />

una epilepsia <strong>del</strong> peor carácter conocido: eso dice el doctor.<br />

Para Magdalena García Pinto, a María no le basta la belleza física<br />

y espiritual, la pureza y la devoción, pues la enfermedad emerge de su<br />

cuerpo como una sombra que descompone la herencia de un paraíso<br />

ya arruinado. Al respecto, complementa María Teresa Cristina (2005),<br />

afirmando que en el Paraíso se borran las tensiones “… Salvo la enfermedad<br />

de María que mina ese ‘eden’ desde dentro…”(5)<br />

En el capítulo LIV, María está cerca de la muerte. Sólo allí la narración<br />

se focaliza en ella, quien da cuenta de su interioridad, en primera<br />

persona, por medio de la escritura de unas cartas, cuyo destinatario<br />

es Efraín. Él ya se ha marchado a Londres, con el fin de concretar<br />

sus estudios de medicina. La promesa es la espera, pero ella va dejando<br />

que se deshoje su cuerpo. ¿Esperará a ese marido, a ese nuevo<br />

cautiverio (Legarde: 1997)? Tal vez la familia habitante <strong>del</strong> Paraíso<br />

colabora con esta muerte. La conveniencia de aquel deceso radicaba<br />

en que un cuerpo frágil y enfermo como el de María era descartable<br />

<strong>del</strong> proyecto moderno, por ser no apto para el progreso de la nación.<br />

La retórica de las diferencias de la época, genera un régimen interpretativo<br />

que se densifica en una especie de racismo, no sólo por el género<br />

o la etnia, sino por una existencia marcada por el discurso de las<br />

normalidades /anormalidades que definen el destino de los cuerpos.<br />

El cuerpo imperfecto de una mujer podría traer a la vida hij@s igual-<br />

la desgracia de su enfermedad: la epilepsia. “El narrador no se atreve a decir lo que demuestra<br />

ampliamente: que la misma heroína idealizada es la que perturba la estabilidad de la familia,<br />

mediante su enfermedad hereditaria” (240)<br />

185


Elizabeth Vejarano Soto<br />

mente imperfectos que para nada le servirían a la nación; hombres y,<br />

en el peor de los casos mujeres, impuros, pues la salud, por herencia,<br />

no los habitaba. Así mismo, María provenía no sólo de una familia<br />

Judía sino de una madre que murió a causa de la misma enfermedad<br />

que ahora la aquejaba. Una genealogía de la superioridad física, étnica<br />

y moral utilizada como recurso biopolítico, es analizada por Foucault<br />

(1975 – 1979) al interior de Europa y retomada por Castro Gómez<br />

(2007) 1 , quien explica de qué modo este tipo de racismo que se practicó<br />

en Europa a finales <strong>del</strong> siglo XVIII, constituía el arma biopolítica<br />

<strong>del</strong> estado Moderno, basada en un “discurso racista utilizado para<br />

mejoramiento de vitalidad y capacidad productiva de la población y<br />

exterminio de aquellas poblaciones biológicamente incapaces” (164)<br />

. El cuerpo de María no podía vivir mediocremente pues todo cuerpo<br />

ciudadano era la metáfora orgánica <strong>del</strong> Estado. Efraín es alejado<br />

de María; su padre se empeña en ello; aún estando en una situación<br />

económica difícil, prefiere que no trabaje para su hacienda porque allí<br />

está presente la enfermedad: la enfermedad es María y hay que salvar<br />

al hombre de ese posible contagio (el cuerpo masculino decae con el<br />

amor, con la pasión, con la desesperanza). El matrimonio, como parte<br />

<strong>del</strong> contrato social, debe realizarse con la garantía <strong>del</strong> éxito. El análisis<br />

de estas relaciones moleculares le dan trascendencia a “los afectos, la<br />

intimidad, la relación que los individuos establecen con ellos mismos<br />

y con otros” (Castro - Gómez: 167), que da la posibilidad de ver las<br />

diferentes cadenas de poder en la que operan los cuerpos en forma de<br />

resistencia, trastocación, subversión y evasión. Castro cita a Foucault<br />

para decir que el poder pasa siempre por el cuerpo, por lo cual emerge<br />

un cuerpo colonizado, cuyas experiencias, acciones, tareas, artes de<br />

hacer, gestos, desplazamientos, cicatrices están íntimamente ligados<br />

con unas prácticas de subjetivación coloniales, tecnologías que sirven<br />

a los regímenes de poder o que igualmente pueden resquebrajarlo.<br />

En el capítulo XVI asistimos a una de las escenas más tensionantes<br />

de la novela. Se trata <strong>del</strong> episodio en el que el padre de Efraín enfrenta<br />

a su hijo ante a la condición física de María y lo obliga a contener sus<br />

expresiones amorosas, dadas las recomendaciones <strong>del</strong> médico, para<br />

quien esas “emociones intensas” fruto <strong>del</strong> amor entre María y Efraín<br />

186


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

“necesitan precauciones”, pues le harán sucumbir por el mismo mal<br />

que llevó a la madre de María a la muerte. En la habitación se encuentra<br />

la madre de Efraín, quien guarda silencio. Es el padre el que habla<br />

sobre el acuerdo que tienen con respecto a este tema: “He querido que<br />

tu madre presencie esta conversación, porque se trata de un asunto<br />

grave, sobre el cual tiene ella la misma opinión que yo”. El padre<br />

mantiene el hilo de la conversación, <strong>del</strong>ineando el curso de la historia<br />

de estos jóvenes, entonces convoca al “hombre racional y caballero”<br />

que ha formado en Efraín. La madre no aguanta aquel mutismo y rompe<br />

en llanto cuando escucha que el hijo sufriría todo y sería capaz de<br />

soportar la enfermedad y la “desgracia lamentable de que está amenazada”<br />

María, con tal de casarse con ella. “Mi madre ocultó en ese<br />

momento el rostro en el pañuelo”<br />

Es así, un poco en silencio (“Mi madre estaba allí, pero no levantó<br />

la vista para buscarme (…) me compadecía como sabe compadecer<br />

una buena madre…”), un poco con marcas y gestos, como la madre<br />

de Efraín vela por la educación sentimental de su hijo y de las mujeres<br />

de su familia. Responsables de propender por los valores y principios<br />

de la familia, (así como por el control de los afectos y las emociones<br />

de sus miembros), soporte moral de la sociedad (Pedraza, 1999), las<br />

mujeres <strong>del</strong> hogar instruyen los cuerpos y las emociones de los ciudadanos<br />

que consolidarán el proyecto nación. Este estilo de economía<br />

sexual encarna la obligación de guiar a los hij@s para que tengan<br />

identidades sexuales definidas, con base en subjetividades orientadas<br />

a la producción y reproducción <strong>del</strong> orden social, según mo<strong>del</strong>os de<br />

feminidad y masculinidad que se infunden en la educación moral de<br />

los niñ@s desde temprana edad.<br />

En el capítulo XXIII, ya casi se acerca la visita de Carlos, amigo<br />

de Efraín y pretendiente de su amada María, a quien va a pedir en matrimonio.<br />

Efraín está ansioso, devastado, ha preferido que María tome<br />

la decisión y, aunque la ama profundamente, se ha hecho a un lado.<br />

Muestras de un orden corporal, que hace inteligible la continencia de<br />

los sentimientos (“Así revelaba, sin poder evitarlo, el más insoportable<br />

dolor que me había atormentado desde la noche en que supe<br />

la propuesta de los señores de M***”), que posiciona la virilidad <strong>del</strong><br />

187


Elizabeth Vejarano Soto<br />

varón, disfrazada de comprensión o indiferencia: “María, señora, le<br />

respondí, debe ser completamente libre para aceptar o no la buena<br />

suerte que le ofrece Carlos”.” La madre lo motiva a contenerse, y que<br />

cubra toda exacerbación <strong>del</strong> sentimiento, bien sea en forma de rabia<br />

o de tristeza, pues alguna de estas manifestaciones afectará a María y<br />

cualquiera lo condenará, por falta de decoro, frente al amigo. La dignidad<br />

y el deber son los pilares que moldean la interioridad de hombres<br />

y mujeres:“María, por dignidad y por deber, sabiéndose dominar mejor<br />

que tu, oculta mucho lo que tu conducta la está haciendo sufrir”.<br />

Efraín debe esperar a que María verbalice su decisión y se dispone<br />

para recibir con templanza y amabilidad al invitado, en el contexto de<br />

una cultura señorial, cuyos principios genéricos rigen entre la última<br />

mitad <strong>del</strong> siglo XIX y la primera <strong>del</strong> siglo XX.<br />

Las políticas de los cuerpos – nación van de la mano con los cambios<br />

en los modos de producción, donde la concepción <strong>del</strong> tiempo y<br />

<strong>del</strong> hacer determinan relaciones históricas híbridas como en el caso<br />

<strong>del</strong> <strong>Valle</strong> <strong>del</strong> Cauca: al cierre <strong>del</strong> siglo XIX, existía la corazonada de<br />

un cambio de modo de producción, de vivir y de moverse, de contar<br />

las horas, para iniciar <strong>del</strong> siglo XX; no obstante, prevalecía el contexto<br />

de una aldea de tradición señorial, clavada en los gestos de la<br />

gramática corporal, hasta en las relaciones de producción esclavocrática<br />

- semifeudal, donde primaba el decoro y la melancolía. En este<br />

diálogo <strong>del</strong> capítulo XVIII, entre Efraín y su padre se manifiestan<br />

estas características:<br />

188<br />

-Este es el reloj que encargue de Londres; míralo.<br />

-Es mucho mejor <strong>del</strong> que usted usa, observé examinándolo.<br />

- Pero el que uso es muy exacto, y el tuyo muy pequeño; debes<br />

regalarlo a una de las muchachas y tomar para ti este.<br />

Sin dejarme tiempo para darle las gracias añadió:<br />

-¿Vas a casa de Emigdio? Di a su padre que puedo preparar el<br />

potrero de guinea para que hagamos la ceba en compañía; pero que su<br />

ganado debe estar listo, precisamente el quince <strong>del</strong> entrante.<br />

Notamos en el cambio en la concepción <strong>del</strong> tiempo, representada<br />

en el nuevo reloj que portará el cuerpo de Efraín, una metáfora <strong>del</strong>


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

tiempo preciso, tiempo bien calculado, tiempo futuro, en todo caso,<br />

tiempo moderno, que se mezcla con el tiempo tradicional de las labores<br />

<strong>del</strong> campo que su padre lleva a cabo en relaciones informales de<br />

beneficio con sus vecinos.<br />

Intuimos que en el entramado de esta novela hay un manual de<br />

comportamiento y buenas maneras, fomenta unas normas para la “…<br />

división social de la sensibilidad” (Grosso, 2009) y que pertenece a<br />

una tradición cientificista impuesta a la corporalidad, cuya intensión<br />

era “…el ordenamiento callado de las materialidades (…)” (Grosso,<br />

2009), lo cual resulta determinante para encausar el comportamiento<br />

de hombres y mujeres, cuyas corporalidades <strong>del</strong>inean el fin de la<br />

cultura señorial en la sociedad colonial republicana. Corporalidades a<br />

las que se les va anunciando el advenimiento de un orden social capitalista,<br />

(Castro - Gómez, 2009:56), proyección de las élites liberales<br />

colombianas desde el siglo XIX 7 .<br />

En otras palabras, aquellos textos de civilidad conducentes a controlar<br />

las corporalidades, en cuyos límites se amenaza la representación<br />

de la corporalidad dominante, protegen un régimen de la distinción,<br />

que se escenifica en las maneras de los cuerpos, mejor llamadas<br />

por Zandra Pedraza como un orden corporal 8 : son las disposiciones<br />

que configuran los cuerpos y los impulsan a la acción o los detienen,<br />

los inmovilizan o los abalanzan.<br />

En el capítulo XXI Efraín sale de cacería con los hombres de la<br />

familia de José, vecino antioqueño de la hacienda patriarcal. Cuando<br />

ellos se van, las mujeres permanecen mirándolos desde la puerta y<br />

cuando llegan, con el triunfo de la presa en los brazos, ya desollada y<br />

sin vida, las mujeres siguen allí, como si no se hubieran movido de ese<br />

lugar, tratando de escuchar las noticias que el viento les traía en el sonido<br />

de los disparos y los rugidos, o simplemente contando las horas:<br />

7 Con respecto al tema de la modernidad en Colombia, antes soñada, antes deseo,<br />

también Zandra Pedraza dice lo propio: “En la periferia, lo moderno es utópico, es el<br />

deseo (…) la modernidad consiste en vivir en pos de la experiencia imaginada, en la<br />

perpetua búsqueda de piezas que completen un rompecabezas en constante evolución:<br />

el cambio ininterrumpido que se anhela únicamente se puede pensar conjugando lo moderno”<br />

(1999:16)<br />

8 A este orden corporal Zandra Pedraza (2008) le llama “Cultura somática”, donde<br />

el cuerpo es el terreno existencial de la cultura.<br />

189


Elizabeth Vejarano Soto<br />

190<br />

Luisa y las muchachas quedaron intranquilas, especialmente<br />

Tránsito (…) Conocíase que las mujeres nos contaban y recontaban<br />

desde que nos alcanzaron a ver; y cuando nos acercamos a la casa<br />

estaban aún indecisas entre el susto y la alegría, pues nuestra demora y<br />

los disparos que habían oído , suponían que habíamos corrido peligros.<br />

Ese orden corporal es el foco desde el cual se debe comprender la<br />

experiencia de los cuerpos, que son resultado de una particular cultura<br />

somática en la que las mujeres y los hombres viven y desde la cual<br />

trazan un horizonte de sentido en el hacer.<br />

Políticas de los cuerpos y marcas <strong>del</strong> vestuario<br />

Otro de los escenarios de la economía de la distinción se aprecia en<br />

el vestuario, como parte de un sistema vestimentario 9 . Para Barthes la<br />

moda es privativa de las sociedades modernas industriales y técnicas.<br />

En las sociedades antiguas o pre industriales no había moda, sino una<br />

indumentaria codificada estrictamente e inmutable. De esta manera,<br />

cada individuo poseía un tipo de vestuario codificado por su pertenencia<br />

social: aristócrata, burgués, campesino. El vestido en la colonia<br />

ha representado las diferencias sociales, diferencias que, para Roland<br />

Barthes, se fueron haciendo más difusas con la ilusión democrática<br />

de la Francia <strong>del</strong> siglo XVIII, cuando el auto control <strong>del</strong> cuerpo (la<br />

contención de todo tipo de ostentación) y las ideas de una sociedad<br />

igualitaria y que estuviera dispuesta al trabajo, se encarnaron en un<br />

estilo de traje ascético: “…ese vestido masculino de arquetipo austero,<br />

sobrio, cerrado. Ese vestido hacía desaparecer las diferencias de<br />

clase” (415). Debido a que la necesidad de distinción prevalece, por<br />

parte de las clases altas con respecto a las masas, los trajes de hombre<br />

empiezan a añadir detalles o naderías, ya que no se pueden cambiar las<br />

formas establecidas para las prendas: “Un hombre <strong>del</strong> siglo XIX, al no<br />

poder modificar la forma de su chaqueta, se distinguía <strong>del</strong> vulgo por<br />

su manera de anudar la corbata o de llevar los guantes” (416).<br />

9 En el Sistema de la Moda, Roland Barthes, afirma que el sistema vestimentario<br />

constituye un conjunto axiológico: restricciones, prohibiciones, tolerancias,<br />

aberraciones, fantasías, congruencias y exclusiones, que lo constituyen. “La<br />

indumentaria es esencialmente un hecho axiológico” (2003:353)


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

Elías (1988: 179) explicará las transformaciones históricas de la<br />

estructura de las clases sociales, con sus reveses en las manifestaciones<br />

corporales, según formas de refinamiento inclusivas de la distinción<br />

social, impuestas por los sectores altos, con el afán de mantener<br />

la potestad reguladora de lo que hacen y se ponen los cuerpos.<br />

Toussaint – Samat (1994: 115) plantea que “las sociedades suelen<br />

tener conciencia de que la presencia o la ausencia de uno u otro signo<br />

de la ropa puede poner en peligro el orden social” o puede mantenerlo<br />

y sugiere tres categorías de interpretación sobre el uso de los vestuarios,<br />

según la proximidad de la ropa o <strong>del</strong> cuerpo vestido a un orden<br />

social y económico dado: a)como igualdad real b) como aspiración a<br />

una mayor igualdad c)como inversión ideológica de la realidad.<br />

Ya en 1920 la publicidad interpelaba al hombre para que estuviera<br />

vestido según la gramática de los buenos modales, con lo cual se le<br />

abría la oportunidad a “gozar” de una mayor igualdad social, por medio<br />

de una imagen moderna, es decir pulcra. Las sastrerías que hacían<br />

vestidos a la medida, vendían las siluetas y vestuarios con materias<br />

primas inglesas o francesas, símbolo <strong>del</strong> contacto con el mundo civilizado.<br />

El cuerpo que se aproximaba a las telas europeas, quedaba<br />

investido de esa virtud: ser moderno:<br />

¿Quiere verse usted correctamente vestido? Diríjase a la SAS-<br />

TRERÍA MODERNA, de esta ciudad donde hay lindo surtido de paños<br />

ingleses y franceses de calidad extra, y mande hacer sus vestidos<br />

inmediatamente. Se garantiza esmero en el trabajo y puntualidad en<br />

los compromisos.<br />

En la novela María, esas distinciones entre los hombres, a través<br />

<strong>del</strong> vestuario y las maneras son muy evidentes en el capítulo XIX,<br />

cuando Efraín va de visita a la finca de su amigo y vecino Emigdio.<br />

En los diferentes diálogos entre Efraín, Emigdio y don Ignacio (padre<br />

de Emigdio), son claras las diferencias entre los hacendados tradicionales,<br />

dados más a las formas de refinamiento, a hacer sociedades<br />

conyugales convenientes y a la conservación de la tierra, y una nueva<br />

clase liberal, también hacendada, que, a la sazón <strong>del</strong> trabajo y <strong>del</strong> movimiento,<br />

fue ganando terreno política y económicamente:<br />

191


Elizabeth Vejarano Soto<br />

192<br />

—¿Para qué negarlo? Carlos es muchacho trabajador: luego que<br />

se convenza de que no puede ser hacendado sino deja antes a un lado<br />

los guantes y el paraguas, tiene que irle bien. Todavía se burla de mí<br />

porque enlazo, hago talanquera y barbeo muletos; pero el tiene que<br />

hacerlo mismo o reventar. ¿No lo has visto?<br />

—No.<br />

—Pues ya lo verás. ¿Me crees que no va a bañarse al río cuando<br />

el sol está fuerte, y que si no le ensillan el caballo no monta por no<br />

ponerse moreno y no ensuciarse las manos (…)<br />

Y más a<strong>del</strong>ante don Ignacio continúa con la carcajada irónica que<br />

había lanzado su hijo, frente a los signos de distinción de Carlos:<br />

—Nada, nada: los bogotanos les tienen miedo al sol y a los toros<br />

bravos; por eso los muchachos se echan a perder en los colegios de allá.<br />

No me dejará mentir ese niño bonito hijo de don Chomo: a las siete<br />

de la mañana lo he encontrado de camino aforrado con un pañuelo, de<br />

modo que no se le veía sino un ojo, ¡y con paraguas!..” (72)<br />

Las relaciones de las personas con la sociedad se hacen cuerpo en el<br />

vestido y este despliega una gramática que le da sentido a los objetos<br />

que le rodean, por tanto “…el vestido es, como ninguna otra cosa,<br />

objeto a la vez histórico y sociológico” (Barthes:<strong>34</strong>8)<br />

Miremos que en el mismo capítulo XIX, Efraín ubica el lugar social<br />

<strong>del</strong> cuerpo de don Ignacio, a quien llama “el rico propietario”,<br />

desde la detallada descripción de lo que él denomina como el decorado<br />

de aquel personaje: “…zamarros de león raídos y con capellada;<br />

espuelas de plata con rodajas encascabeladas; chaqueta de género sin<br />

aplanchar y ruana blanca recargada de almidón; coronándolo todo un<br />

enorme sombrero de Jipijapa…”<br />

Recordemos que en el Cauca Grande de estos tiempos coexistía<br />

un conjunto social complejo, con base en una división de clases que<br />

presenta Cristina de la siguiente manera: “…fue abundante la mano<br />

de obra esclava en la minería, en la agricultura y en el servicio doméstico”,<br />

además: “amos terratenientes (familias de Efraín, Carlos<br />

y Emigdio) (…) colonos (José y su familia); pequeños propietarios<br />

(Custodio), manumisos (Tiburcio) y agregados” (16). Sin embargo,


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

Isaacs trata de borrar las tensiones entre ellos, configurando una poética<br />

de la armonía y la asepsia en las relaciones sociales por naturaleza<br />

desiguales. De todas maneras, y a pesar de la coexistencia de clases,<br />

dichas tensiones en la novela se van a encarnar y a notar sutilmente<br />

en la distinción que brindan las gramáticas <strong>del</strong> vestuario, la conducta<br />

y las maneras de cada uno de los personajes, inscritos en los grupos<br />

sociales ya caracterizados por Cristina. Efraín relata las peripecias que<br />

sufrió Emigidio al salir <strong>del</strong> Cauca con destino a la gran capital, más<br />

por la retórica de su apariencia que revelaba su talante provinciano,<br />

arraigado al pasado.<br />

Mi paisano había venido cargado con el sombrero de pelo color de<br />

café con leche, gala de don Ignacio, su padre, en las semanas santas<br />

de sus mocedades (…) el cuello de la camisa hundido sin esperanza<br />

bajo las solapas de un chaleco blanco cuyas puntas se odiaban; los<br />

brazos aprisionados en las mangas de una casaca azul; los calzones<br />

con anchas trabillas de cordobán (…).<br />

Allí lo esperaban sus amigos Efraín y Carlos, quienes, después de<br />

sancionarlo a través de la risa lo sometieron al orden vestimentario<br />

de Hilario, uno de los barberos más solicitados por la alta sociedad<br />

bogotana (Cristina: 66):<br />

Pasados los días estaba ya nuestro Telémaco vestido convenientemente<br />

y acicalado por el maestro Hilario y aunque su ropa a la moda<br />

le incomodaba y las botas nuevas lo hacían ver can<strong>del</strong>illas, hubo de<br />

sujetarse estimulado por la vanidad y por Carlos, a lo que él llamaba<br />

un martirio<br />

Los movimientos y la conducta dialogan con los vestuarios, dándole<br />

una carga moral al cuerpo y modulando sus gramáticas. El cuerpo,<br />

sus transacciones y sus vestidos, dan cuenta de una idiosincrasia social<br />

y de unos hábitos. Esto quiere decir que la forma como las mujeres<br />

y los hombres utilizan sus cuerpos y los visten, demuestra el tipo de<br />

sociedad en la que están circunscritos (Mauss, 19<strong>34</strong>: 388). El arte de<br />

usar bien el cuerpo resulta de una inmersión pedagógica en lo social,<br />

por medio de la cual ciertas acciones (y no otras) son ensambladas en<br />

el individuo, de acuerdo al lugar que ocupe en la sociedad.<br />

193


Elizabeth Vejarano Soto<br />

En el diario Correo de Brujas de 1903 se hace la descripción de<br />

un hombre, cuyas características son propias de la masculinidad barbarizada<br />

en función <strong>del</strong> ejercicio <strong>del</strong> poder, nuevos burgueses, personas<br />

sin abolengo, pero que iban escalando en la sociedad a raíz de su<br />

talento en los negocios:<br />

194<br />

El otro, pisco gordo en la política, en el comercio, en todo, hasta<br />

en su casa. Hombre feliz que de sus rentas vive y sin afanes ni medida<br />

gasta, llámese D. Pacífico Carrera, General efectivo de Brigada,<br />

pobre en un tiempo, hoy rico negociante. Propietario de haciendas<br />

y de casas, y que en mulas trafica, las que vende sin el trabajo de<br />

comprarlas; cuasi banquero, gran señor, buen cliente de todos los<br />

casinos de elegancia, generoso anfitrión de grandes fiestas, <strong>del</strong> lujo<br />

amigo, y gastador sin tasa.<br />

Barthes advierte que los estudios sobre el vestido deben ubicarlo<br />

en su función de significación, más allá de los móviles <strong>del</strong> pudor, la<br />

protección y el adorno:<br />

El hombre se ha vestido para ejercer su actividad significante.<br />

Llevar un traje es fundamentalmente un acto de significación,<br />

más allá de los motivos de pudor… Es un acto de significación y,<br />

en consecuencia, un acto profundamente social instalado en pleno<br />

corazón de la dialéctica de las sociedades (419).<br />

En el ejemplo <strong>del</strong> capítulo XIX, vemos los rasgos vestimentarios<br />

para la distinción entre las clases sociales e imaginarios de la familia<br />

de Emigdio y la familia de Carlos, y comprendemos cómo el vestido,<br />

en las relaciones con los cuerpos, no es sólo un acto individual de<br />

actualización de los gustos o las necesidades, sino que es igualmente<br />

institución colectiva de relaciones y valores (de usos, prohibiciones,<br />

tolerancias, derogaciones), es decir, un sistema de normas y valores<br />

que vinculan o no a los individuos y los significa en un momento<br />

histórico – social. Cambiar vestuarios sería mudar de ser y de clase.<br />

En La Gaceta Departamental de 1919 se informa que el juez <strong>del</strong><br />

Circuito de Buenaventura hace un llamado a comparecer a un hombre<br />

que describe así:


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

[…] SEÑALES NATURALES: Un metro, sesenta y siete<br />

centímetros de estatura, color trigueño, cabeza pequeña de pelo crespo<br />

(…) SEÑALES PARTICULARES: Ninguna visible, sabe leer y<br />

escribir, es bastante culto, viste con decencia de cachaco, acostumbra<br />

afeitarse aun cuando está apenas saliéndole barba y bigote...<br />

En la urbanidad de Ospina (1917) era afeminado afeitarse toda la<br />

barba, como lo hacían los ingleses, para parecer más aseados. Tal vez<br />

esta preocupación radicaba en el imaginario de masculinidad, donde<br />

la noción de imberbe, representa inmadurez, falta de fuerza y de carácter.<br />

Vestirse es una acción semiótica performativa, que engendra<br />

transformaciones de la sociedad, que condicionan comportamientos<br />

individuales y sociales, genera valores y visiones de mundo, proporciona<br />

identidades y estilos de vida, crea un lenguaje y una estética y<br />

transmite sentidos que orientan la acción social.<br />

Los signos de distinción en el vestuario, son en realidad detalles, a<br />

los que Barthes llama “naderías”, con los que no se remarcaba pomposamente<br />

la superioridad, sino que eran gesto sutil, modesto y, sobre<br />

todo, reconocible de la dignidad y de la interioridad de quién lo<br />

llevaba. En el caso de María, las flores transforman creativamente su<br />

cabellera ya entrelazada en un par de mechones que caen y se mueven<br />

a su compás.<br />

Llevaba, como mis hermanas, la abundante cabellera castaño –<br />

oscura, arreglada en dos trenzas, sobre el nacimiento de una de las<br />

cuales se veía un clavel encarnado. Vestía un traje de muselina ligera,<br />

casi azul, <strong>del</strong> cual sólo se descubría parte <strong>del</strong> corpiño y la falda, pues<br />

un pañolón de algodón fino color de púrpura, le ocultaba el seno hasta<br />

la base de su garganta de blancura mate (8).<br />

La ligereza de la muselina permite que el cuerpo de María quede<br />

pegado casi a una segunda piel, cuyos pliegues son más fáciles de adivinar<br />

y el pañuelo que cubre y descubre, rompe con la continuidad <strong>del</strong><br />

azul oscuro y se envuelve en su pecho, ascendiendo hasta el encuentro<br />

con la piel desnuda <strong>del</strong> cuello… donde el vestuario no termina, si no<br />

que permanece como en una obra de arte abierta a la imaginación sen-<br />

195


Elizabeth Vejarano Soto<br />

sual <strong>del</strong> enamorado, pues “… el detalle permitía hacer indefinidamente<br />

<strong>del</strong> propio vestido otro” (Barthes: 406), en un deseo de invención<br />

personal de la singularidad.<br />

Las naderías tienen el poder de reinventar el vestuario y con ello la<br />

apariencia de los usuarios, como en el ejemplo que sigue a continuación,<br />

publicado en 1920:<br />

“SEÑORA: Le ofrecemos un artículo de verdadera novedad que<br />

somos únicos en tenerlo: BANDAS PUGAREE, de seda, para adornar<br />

sus sombreros. Tendrá usted tantos sombreros como bandas compre”.<br />

En el capítulo IV, volvemos a encontrar la descripción <strong>del</strong> vestuario<br />

de María, otra vez aparece el pañuelo púrpura, pero puesto en la<br />

cintura… el mismo pañuelo que el día anterior le cubrió los senos hoy<br />

le sirve para cubrirse los hombros, cuando rápidamente se da cuenta<br />

de que Efraín la observa desde la ventana, mientras ella juega con<br />

Emma y recoge flores; esta vez el cabello está suelto como dos trozos<br />

de seda que se reparten para cubrir, uno un pecho, el otro, parte de la<br />

espalda… Usados así, los detalles (o “naderías”), en aquella época,<br />

hacían <strong>del</strong> vestido algo más que un objeto terminado, lo hacían un<br />

objeto tratado.<br />

196<br />

…llevaba un traje más oscuro que el de la víspera, y el pañolón<br />

color de púrpura, enlazado a la cintura, le caía en forma de banda sobre<br />

la falda; su larga cabellera divida en dos crenchas ocultábale a medias<br />

parte de la espalda y el pecho; ella y mi hermana tenían descalzos los<br />

pies (…) Descubriome Emma: María lo notó, y sin volverse hacia<br />

mí, cayó de rodillas para ocultarme sus pies, desatándose <strong>del</strong> talle el<br />

pañolón y cubriéndose con él los hombros, fingía jugar con las flores<br />

(12).<br />

El vestuario, para Bourdieu (1991), pretende dar mensajes de dignidad<br />

en la conducta, corrección en las maneras y la idea de que el<br />

cuerpo no cede a la vulgaridad, ni a la facilidad, esto último, sobre<br />

todo en las mujeres. El vestuario y el embellecimiento corporal es una<br />

inversión y un esfuerzo importante, directamente relacionado con un<br />

valor moral o en una estética de lo moral:


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

En cuanto a las mujeres de la clase dominante, obtienen de su<br />

cuerpo una doble seguridad: creen (…) en el valor de la belleza y en<br />

el valor <strong>del</strong> esfuerzo para embellecerse, y asocian así el valor estético<br />

con el valor moral, se sienten superiores tanto por la belleza intrínseca,<br />

natural de sus cuerpos, como por el arte de embellecerlos y por todo<br />

lo que ellas denominan la compostura, virtud inseparablemente moral<br />

y estética , que constituye negativamente lo ´natural’ como dejadez<br />

(Bourdieu, 1991:204).<br />

De esta manera, concluimos que los vestuarios de la novela María,<br />

son una manera de habitar el espacio y factores decisivos para agenciar<br />

el comportamiento y la apariencia de los cuerpos. Sería pertinente<br />

preguntarnos ¿qué ponen a la luz y qué ponen a la sombra aquellas<br />

telas y encajes y paños en las tramas de socialidad que urden los cuerpos<br />

en la novela María? Por ahora se puede decir que el vestido se<br />

ajusta a los cuerpos y genera unas técnicas corporales (Mauss, 19<strong>34</strong>),<br />

movilizadoras de la conducta, por lo cual se convierte en un factor<br />

vital de la escenificación de la semántica <strong>del</strong> progreso. El vestuario<br />

envuelve las políticas de accionar de los cuerpos, representando la<br />

retórica corporal, en el campo de la percepción social, como mediadores<br />

entre quienes los poseen y los otros, engendrando una actividad<br />

significante continua. De allí que funcionen a manera de espejo donde<br />

la gente se reconoce y desde allí se traman las historias de sus cuerpos,<br />

que preservan o trasgreden el orden social: los vestidos y los adornos,<br />

son objetos de producción cultural, soporte de las transformaciones de<br />

los cuerpos en la sociedad.<br />

197


Elizabeth Vejarano Soto<br />

Bibliografía<br />

Bajtin, Mijail, 2005. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento.<br />

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198


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ket=MJIOnsw8Lvs%3D&tabid=98. Fecha de acceso: agosto 01 de 2010.<br />

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La Gaceta Departamental <strong>del</strong> <strong>Valle</strong>. 1909. Catálogo de prensa microfilmada.<br />

Centro de Documentación Regional, Banco de la República, Cali.<br />

Legarde, Marcela, 1997. Los cautiverios de las mujeres: madresposas,<br />

monjas, putas y locas. México, <strong>Universidad</strong> Autónoma de México.<br />

Le Breton, David, 2006. El sabor <strong>del</strong> mundo. Una antropología de los<br />

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Mauss, Marcel, 1979. Sociología y Antropología. Madrid. Tecnos.<br />

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Merleau – Ponty, Maurice ,1945. Fenomenología de la Percepción. Barcelona,<br />

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Pedraza, Gomez, Zandra, 2008. “Experiencia, cuerpo e identidad en la<br />

sociedad señorial en América Latina” . En: Espacio Abierto. Vol. 17.<br />

<strong>Universidad</strong> Del Zulia.<br />

Pedraza, Gomez, Zandra, 2007. “Saber emocional y estética de sí mismo”<br />

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Católica <strong>del</strong> Perú.<br />

Pedraza, Gomez, Zandra, 2004. “El regimen biopolítico en América Latina.”<br />

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PEDRAZA, GOMEZ, Zandra, 2007 . Políticas y estéticas <strong>del</strong> cuerpo en<br />

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199


Elizabeth Vejarano Soto<br />

Periódico El Relator, 1920. Catálogo de prensa microfilmada. Centro de<br />

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Voloshinov, Valentín N – Bajtin, Mijail, 1992. Marxismo y filosofía <strong>del</strong><br />

lenguaje. Madrid, Alianza.<br />

Elizabeth Bejarano<br />

Nació en Cali, el cinco de junio de 1978, en la ciudad de Cali. Es<br />

Comunicadora Social y Periodista de la <strong>Universidad</strong> Autónoma de<br />

Occidente y actualmente realiza una Maestría en Literaturas Colombiana y<br />

Latinoamericana en la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Valle</strong>, donde ha ocupado el primer<br />

puesto. Es docente de la <strong>Universidad</strong> Autónoma en las áreas de investigación<br />

y fundamentos de la comunicación para estudiantes de Comunicación<br />

Publicitaria, Diseño Gráfico y Comunicación Social. Siempre se ha<br />

desempeñado en el área escrita como redactora de revistas y correctora de<br />

estilo de diferentes publicaciones <strong>del</strong> sector público y privado.<br />

Actualmente ha sido publicado su primer poemario, llamado La Noche<br />

de la Ventana Parda , por la colección La Escala de Jacob de la <strong>Universidad</strong><br />

<strong>del</strong> <strong>Valle</strong>.<br />

Recibido: junio 10 de 2010<br />

Aprobado: agosto 9 de 2010<br />

200


El poeta se transfigura en un artesano de la palabra pública:<br />

El mecanógrafo <strong>del</strong> parque de Julián Malatesta<br />

Álvaro Bautista-Cabrera<br />

Profesor Titular<br />

Escuela de Estudios literarios<br />

Noviembre de 2010<br />

En una singular jugada con los dados <strong>del</strong> lenguaje poético, Julián<br />

Malatesta escribe uno de sus más complejos, ricos y profundos libros<br />

de poesía de los últimos años: “El mecanógrafo <strong>del</strong> parque”. Publicado<br />

en 2007 en una edición breve presentada en Venezuela, por la editorial<br />

Anzuelo ético, en la colección Tierra Baldía (que dirige el editor,<br />

poeta, narrador, músico y pintor Orlando López), el lector se enfrenta<br />

a un acto que multiplica la imagen poética en un torbellino que alcanza<br />

el encanto de los poemas surrealistas de Mayakovski. Malatesta<br />

ofrece al lector un conjunto de poemas que ponen en nuestra intimidad<br />

las palabras <strong>del</strong> amor, los vocablos <strong>del</strong> sarcasmo político y las claves<br />

de nuestra transitoria ontología sobre “la arena de los días”.<br />

El poeta se transfigura en un artesano de la palabra pública; con<br />

su máquina de escribir, en medio <strong>del</strong> parque, pide “cinco palabras”<br />

a todo el mundo; la voz poética se encarama en el andamio de la recepción<br />

de los mensajes de los otros. La voz lírica da a entender, así,<br />

que representa las voces de los lectores. El poemario toma entonces<br />

la forma de un múltiplo vocativo discurso: mujeres de nombres ancestrales<br />

y llenos de encanto femenino esencial, son llamadas por lo<br />

poemas: Zelma, Naara, Aglaé, etc. No hay que buscar en estas múltiples<br />

identidades una sola mujer porque, en el fondo, una mujer es una<br />

multiplicidad y las múltiples mujeres, la cifra de la esencial. De todas<br />

maneras, ya Baara, ya Attis, ya Efrata, “ella(s)” aparece(n) a veces<br />

como la mujer que ha ocupado la isla de la individualidad, como en<br />

el poema titulado “Isla ocupada”: “estos poemas han sido inspirados<br />

en una mujer que suele montar su campamento en la pequeña isla que<br />

habito. Quizá logres identificarla, en estas palabras está la huella de su<br />

generosa invasión”. Los poemas actúan en la mente <strong>del</strong> lector como<br />

Poligramas <strong>34</strong> • Junio - Diciembre 2010 • 201- 203


Álvaro Bautista-Cabrera<br />

cartas de amor dirigidas a objetos amorosos que son uno, dos o todos<br />

los que tenga nuestra historia de “cinco palabras”.<br />

La alegoría es la casa de este poemario. No dudes en encontrar detrás<br />

de unas palabras un llamado al poeta y sus devociones afectivas.<br />

Detrás de un “maestro de obra”, de “un albañil”, está el amante con<br />

su andamio construyendo el “palacio”, el “fuerte” o el “refugio” para<br />

tantearla y abordarla; detrás de “primeros auxilios” hay un llamado a<br />

“la ayuda humanitaria” que requiere el dolido amante; detrás de “la<br />

destrucción de la ciudad” está la súplica a Eyania para, juntos, “evitar<br />

este cosidio”; detrás de “señora gobernante”, de “derecho de petición”,<br />

de “asamblea”, de “pasacalle” está el reclamo, la imploración.<br />

Malatesta renueva, con ecos de un vocabulario político, el discurso<br />

amoroso, logrando multiplicar un juego de visitas y alejamientos con<br />

el lenguaje poético de “Los veinte poemas” y de “Residencia en la tierra”<br />

de Neruda. Efectivamente, el chileno confirma su presencia entre<br />

“avenas” y “minerales”:<br />

202<br />

“Era su blanco cuerpo de avena derritiendo minerales,<br />

era Neruda husmeando en el frágil verso que la evoca”.<br />

El poeta se la juega, pues, en el mundo de la metáfora. Encuentra<br />

en esta figura, en su desarrollo alegórico un ámbito dichoso ante las<br />

penurias <strong>del</strong> amor y las responsabilidades como ciudadano:<br />

“Este oficio de sacarle brillo a las palabras como si las fuera a exhibir<br />

en el mercado, quizá bajo un tenderete apropiado para visitantes<br />

extranjeros, sólo lo hago para que tú me escuches en el tono adecuado,<br />

Didasealia”.<br />

Las palabras <strong>del</strong> poeta se dirigen también a la vida ciudadana: “Admonición<br />

a los antioqueños” lanza un llamado a la Antioquia feroz y<br />

crítica de Baldomero Sanín Cano, de De Greiff, que le da el ritmo y la<br />

música a “El mecanógrafo” contra este mercader de caballos y mataderos<br />

que gobierna desde su comarca el reino de nuestro país; en “Los<br />

peligros <strong>del</strong> arte”, a través <strong>del</strong> deterioro <strong>del</strong> parque, de los crímenes<br />

diarios, presenta al poeta <strong>del</strong> poder: “El mandatario tiene a un poeta<br />

que le informa / qué se escribe aquí y a cuántas manos”; en “Dilo en


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

voz baja” Malatesta fustiga a un tal Ruiz (“sus palabras son hojas en<br />

el patio”), que trabaja para un gobernante que “cree que el país es una<br />

vaca / Que a palos hay que conducir al matadero”.<br />

Más allá de estos logros, que por sí solos hacen de este libro de<br />

poemas un hecho estético singular, el poeta escribe algunos poemas<br />

que provocan un temblor en nuestro estar en el mundo: ya dirigiéndose<br />

a la gravedad <strong>del</strong> mundo; ya, a una infamia. De un lado, en “El árbol<br />

bebe el agua” asistimos con temblor a un trozo de “llamado” sobre<br />

nuestra transitoriedad en la tierra: “Somos transitorios, / Tenemos la<br />

vida como una muleta /que hiere con su hierro / La tenue arena de los<br />

días”; de otro, en “Mentira”, el poeta esculpe en palabras una especie<br />

de “papel <strong>del</strong> infierno” goyesco sobre la mentira: la imaginación de<br />

“un viejo olmo [<strong>del</strong> que] cuelga una horca” se convierte, ante la labor<br />

soterrada de la mentira, en el claro sentir de que “alguien nos coloca<br />

la soga”.<br />

Al terminar la jornada, el mecanógrafo <strong>del</strong> parque se prepara para<br />

recoger sus insumos y herramientas y dejar el parque para las trabajadoras:<br />

“Me retiro <strong>del</strong> parque y suspendo el oficio,<br />

He perdido el día y no es mía la noche,<br />

El parque pertenece a las trabajadoras de hombres.”<br />

Hay una derrota en todos estos bellos poemas, como si no hubieran<br />

sido escuchados. Como dice uno de los epígrafes <strong>del</strong> libro, el poeta<br />

ha alternado sus palabras entre el amor que se humilla con la belleza<br />

de saberse dueño y poseído de las damas, y las palabras sarcásticas<br />

y crueles sobre los señores <strong>del</strong> poder: los gobernantes y sus secuaces:<br />

“Todo lo que nace en el desequilibrio reclama los extremos, le es imposible<br />

la vía media”.<br />

Este poemario merece ser reeditado, para dicha y zozobra de los<br />

lectores, sean amantes, sean ciudadanos, amantes de la política y sus<br />

miserias, ciudadanos de la mujer y sus gobiernos.<br />

203


A nuestros colaboradores<br />

Poligramas es una revista de publicación periódica semestral,<br />

editada por la Escuela de Estudios Literarios de la <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong><br />

<strong>Valle</strong>. Tiene como objeto central divulgar artículos, avances e informes<br />

de investigación sobre Literatura Colombiana y Latinoamericana<br />

de nuestras/os docentes y estudiantes de postgrado, así como de<br />

investigadores nacionales e internacionales.<br />

Cada autor es responsable de los enfoques, las interpretaciones<br />

y las opiniones expresadas en su trabajo. Por lo tanto, el Comité<br />

Editorial no asume responsabilidad alguna sobre las ideas expresadas<br />

en los artículos publicados, ya que estos no expresan la ideología, ni la<br />

interpretación <strong>del</strong> Comité o de la Escuela de estudios literarios.<br />

La revista Poligramas mantiene correspondencia solamente con<br />

las colaboraciones solicitadas. A quien se le publica un artículo, se<br />

le entregan dos ejemplares <strong>del</strong> número en el que aparece su texto. Si<br />

usted, estimado lector/a, desea publicar en Poligramas, puede presentar<br />

su texto bajo las siguientes normas:<br />

1. Los artículos de crítica, interpretación, reseña o avance de<br />

investigación discurrirán, de preferencia, sobre Literatura<br />

Colombiana o Latinoamericana.<br />

2. El texto debe presentarse en un disquete como archivo de Word<br />

(Versiones 7.0,6.0 ó 5.0), anexando una copia en papel blanco<br />

tamaño carta, en letra Times New Roman tamaño 12, con<br />

espaciado 1.5. El máximo de cuartillas para artículos es de 20 y<br />

para reseñas de 5.<br />

3. Se debe adjuntar una corta referencia biográfica de quien escribe<br />

el texto, incluyendo: nombre y apellidos completos, ciudad y<br />

país de nacimiento, último título académico, institución donde


206<br />

trabaja, cargo que desempeña, título de la investigación de la cual<br />

proviene el artículo, y títulos de las últimas publicaciones con su<br />

respectivo año y ciudad de publicación.<br />

4. De igual manera el artículo debe ir acompañado de un resumen,<br />

entre 8 y 10 líneas, a manera de presentación <strong>del</strong> mismo.<br />

5. Anexar al final <strong>del</strong> artículo la bibliografía utilizada, en orden<br />

alfabético, así:<br />

5.1. Para libros y folletos: Apellidos y Nombre <strong>del</strong> autor/a, Título,<br />

Editorial, Ciudad, fecha. Así:<br />

Bonilla, María Elvira, Jaulas, Planeta, Bogotá, 1984.<br />

5.2. Para artículos de revista: Apellidos y Nombre <strong>del</strong> autor/a, “Título<br />

<strong>del</strong> artículo”, Nombre de la revista, número, Editorial y/o Nombre<br />

Institución que publica, Ciudad, fecha, páginas. Así:<br />

Ágredo Piedrahita, Óscar, “El Odio es más fuerte que dios”,<br />

Poligramas, Nº. 17, <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Valle</strong>, Escuela de Estudios<br />

Literarios, Cali, 2002, pp. 63-73.<br />

5.3. Para obras colectivas, cuando son dos los autores/as: Apellidos<br />

y Nombre <strong>del</strong> primer autor/a y Nombre y Apellido <strong>del</strong> segundo<br />

autor/a, Título, Editorial, Ciudad, fecha. Así:<br />

Builes, Carlos y Ángela Pietagrua, De los goces <strong>del</strong> cuerpo,<br />

Himeneo, Me<strong>del</strong>lín, 1994.<br />

5.4. Cuando son tres autores/as: Apellidos y nombre <strong>del</strong> primer<br />

autor/a y Nombres y Apellidos de los otros dos autores/as, Título,<br />

Editorial, Ciudad, fecha. Así:<br />

Jaramillo, M. M, B. Osorio y Ángela Inés Robledo, Literatura y


<strong>POLIGRAMAS</strong> <strong>34</strong> • Diciembre 2010 •<br />

narrativa colombiana <strong>del</strong> siglo XX, Vol. 1, Ministerio de Cultura,<br />

Bogotá, 2000.<br />

5.5. Cuando son cuatro o más autores/as, se escriben el Apellido y el<br />

Nombre <strong>del</strong> primero y en seguida la expresión latina et al. o la<br />

expresión y otros. Así:<br />

Osorio, José Jesús, y otros, Nueva novela colombiana, 8<br />

aproximaciones críticas, Sin Frontera Editores, Fundación<br />

Literaria Botella y Luna, Cali, agosto de 2004.<br />

5.6. Para capítulos o artículos de antologías: Apellidos y Nombre<br />

<strong>del</strong> autor/a, “Título <strong>del</strong> artículo”, en: Nombre y Apellido <strong>del</strong><br />

compilador, Título <strong>del</strong> libro, Editorial, Ciudad, fecha. Así:<br />

Cortázar, Julio, “Algunos aspectos <strong>del</strong> cuento”, en: Lauro Zavala,<br />

Teorías <strong>del</strong> cuento, I: Teorías de los cuentistas, UNAM, México,<br />

1997.<br />

5.7. Para cuentos, ensayos, capítulos de un libro de un solo autor/a:<br />

Apellidos y Nombre <strong>del</strong> autor/a, “Título <strong>del</strong> texto”, en: Título <strong>del</strong><br />

libro, Editorial, Ciudad, Fecha. Así:<br />

Talese, Gay, “Frank Sinatra está resfriado”, en: Fama y oscuridad,<br />

Grijalbo, Barcelona, 1975.<br />

6. Los pies de página quedan reservados para comentarios,<br />

digresiones, apuntes, precisiones, discusiones, etc. En caso de<br />

usarse para referencias bibliográficas, éstas se anotarían con<br />

índice numérico, Nombre y Apellidos <strong>del</strong> autor/a, Título <strong>del</strong><br />

libro, Editorial, Ciudad, Fecha, páginas. Así:<br />

2 Harold Alvarado Tenorio, Ensayos, los poetas de la guerra de<br />

los Mil días, <strong>Universidad</strong> <strong>del</strong> <strong>Valle</strong>, Cali, 1994, p. 115.<br />

7. Si las citas o referencias, se señalan dentro <strong>del</strong> texto, deberán<br />

207


208<br />

indicarse <strong>del</strong> siguiente modo: Apellido <strong>del</strong> autor/a, año de la<br />

publicación <strong>del</strong> texto y número de página. Así:<br />

Se afirma entonces que “el conflicto político y militar se presenta<br />

como un enfrentamiento entre buenos y malos, ángeles y demonios…”<br />

(Henao, 2003: 55).<br />

O así:<br />

Como afirma Henao “el conflicto político y militar se presenta<br />

como un enfrentamiento entre buenos y malos, ángeles y demonios…”<br />

(2003: 55).<br />

Los artículos recibidos no implican su publicación. Los evaluadores<br />

y el Comité Editorial seleccionan los trabajos según criterios de calidad,<br />

pertinencia, originalidad, rigor investigativo, carácter de inédito y<br />

cumplimiento de las normas anteriormente expuestas. Asimismo, los<br />

artículos recibidos serán evaluados por pares de universidades locales<br />

y extranjeras.


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