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Nora Roberts<br />

ÁNGELES CAÍDOS


— 2 —<br />

Para mamá.


ÍNDICE<br />

SEÑALES ................................................................................. 4<br />

Capítulo 1 ........................................................................... 5<br />

Capítulo 2 ......................................................................... 17<br />

Capítulo 3 ......................................................................... 28<br />

Capítulo 4 ......................................................................... 38<br />

Capítulo 5 ......................................................................... 53<br />

Capítulo 6 ......................................................................... 66<br />

Capítulo 7 ......................................................................... 77<br />

Capítulo 8 ......................................................................... 90<br />

Capítulo 9 ....................................................................... 103<br />

Capítulo 10 ..................................................................... 115<br />

DESVÍOS ............................................................................. 126<br />

Capítulo 11 ..................................................................... 127<br />

Capítulo 12 ..................................................................... 138<br />

Capítulo 13 ..................................................................... 147<br />

Capítulo 14 ..................................................................... 158<br />

Capítulo 15 ..................................................................... 169<br />

Capítulo 16 ..................................................................... 179<br />

Capítulo 17 ..................................................................... 190<br />

Capítulo 18 ..................................................................... 201<br />

Capítulo 19 ..................................................................... 212<br />

Capítulo 20 ..................................................................... 224<br />

DESTINO ............................................................................. 235<br />

Capítulo 21 ..................................................................... 236<br />

Capítulo 22 ..................................................................... 248<br />

Capítulo 23 ..................................................................... 260<br />

Capítulo 24 ..................................................................... 270<br />

Capítulo 25 ..................................................................... 282<br />

Capítulo 26 ..................................................................... 292<br />

Capítulo 27 ..................................................................... 302<br />

Capítulo 28 ..................................................................... 311<br />

Capítulo 29 ..................................................................... 323<br />

Capítulo 30 ..................................................................... 335<br />

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA .............................................. 348<br />

— 3 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

SEÑALES<br />

Quien está en todos los sitios no está en ninguna parte.<br />

— 4 —<br />

Séneca


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 1<br />

Reece Gilmore atravesaba las rugosida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la carretera <strong>de</strong> Angel's Fist en un<br />

Chevy Cavalier recalentado. Reece llevaba en el bolsillo doscientos cuarenta y tres<br />

dólares y algo <strong>de</strong> cal<strong>de</strong>rilla, lo suficiente para curar el Chevy, echar gasolina y comer<br />

algo. Si tenía la suerte <strong>de</strong> su lado, y el coche no estaba gravemente enfermo, le<br />

llegaría para pagar una habitación don<strong>de</strong> pasar la noche.<br />

Entonces, incluso según los cálculos más optimistas, estaría sin blanca.<br />

Consi<strong>de</strong>ró que el vapor que salía a bocanadas <strong>de</strong>l capó era la señal <strong>de</strong> que había<br />

llegado el momento <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> viajar durante un tiempo y buscar un trabajo.<br />

«Nada <strong>de</strong> preocupaciones, nada <strong>de</strong> problemas», se dijo. El pueblo <strong>de</strong> Wyoming,<br />

apiñado alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las frías aguas azules <strong>de</strong> un lago, era tan bueno como cualquier<br />

otro sitio. Tal vez mejor. Era un lugar abierto, lo que ella necesitaba, con aquel cielo<br />

inmenso y los picos nevados <strong>de</strong> los Tetons que se alzaban como dioses sensatos y, en<br />

cierto modo, reservados.<br />

Durante horas había avanzado hacia ellos por una carretera llena <strong>de</strong> curvas, a<br />

través <strong>de</strong> un paisaje salpicado <strong>de</strong> picos y llanuras. Cuando emprendió el viaje aquel<br />

mismo día antes <strong>de</strong>l alba, no tenía ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> acabaría, pero ro<strong>de</strong>ó Cody, cruzó<br />

como una bala Dubois y, tras acariciar la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> dirigirse a Jackson, <strong>de</strong>cidió bajar<br />

hacia el sur.<br />

Así pues, algo <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haberla arrastrado hacia aquel lugar.<br />

En los últimos ocho meses había <strong>de</strong>sarrollado una fuerte ten<strong>de</strong>ncia a creer en<br />

señales e impulsos. CURVAS PELIGROSAS, RESBALADIZAS CON LLUVIA. Agra<strong>de</strong>ció que<br />

alguien se tomase el tiempo y la molestia <strong>de</strong> colocar aquella clase <strong>de</strong> avisos. Otras<br />

señales podían ser una inclinación peculiar <strong>de</strong> la luz <strong>de</strong>l sol dirigida hacia una<br />

carretera <strong>de</strong>l interior, o una veleta que apuntaba hacia el sur.<br />

Si le gustaba el aspecto <strong>de</strong> la luz o la veleta, seguía aquel camino hasta<br />

encontrar lo que le parecía el lugar a<strong>de</strong>cuado en el momento a<strong>de</strong>cuado. Podía<br />

instalarse durante unas semanas o, como hizo en Dakota <strong>de</strong>l Sur, unos meses; buscar<br />

trabajo, explorar la zona y luego, cuando las señales, los impulsos, indicasen una<br />

nueva dirección, seguir a<strong>de</strong>lante.<br />

Había libertad en aquel sistema <strong>de</strong> vida, y a menudo —sobre todo<br />

últimamente— una disminución <strong>de</strong> la ansiedad que zumbaba constantemente en el<br />

fondo <strong>de</strong> su mente. Aquellos últimos meses viviendo consigo misma, esencialmente<br />

por sí misma, habían conseguido proporcionarle una tranquilidad mayor que todo el<br />

año <strong>de</strong> terapia.<br />

En realidad, suponía que la terapia le había proporcionado la base para<br />

enfrentarse a sí misma todos los días. Todas las noches. Y todas las horas entre el día<br />

y la noche.<br />

— 5 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Y ahí estaba un nuevo comienzo, otra nueva vida en los <strong>de</strong>dos juntos <strong>de</strong> Angel's<br />

Fist, el Puño <strong>de</strong>l Ángel.<br />

Pero al menos se tomaría unos cuantos días para disfrutar <strong>de</strong>l lago y las<br />

montañas, para reunir el dinero suficiente para volver a la carretera. Un lugar como<br />

aquel —el letrero indicaba que tenía una población <strong>de</strong> 623 habitantes— <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> vivir<br />

<strong>de</strong>l turismo, por el paisaje y la proximidad <strong>de</strong>l parque nacional.<br />

Como mínimo habría un hotel, seguramente un par <strong>de</strong> pensiones y tal vez un<br />

rancho para turistas a poca distancia. Trabajar en un rancho para turistas podía<br />

resultar divertido. Todos aquellos lugares necesitarían a alguien que hiciera recados<br />

y limpiase, sobre todo en esa época <strong>de</strong>l año, cuando el <strong>de</strong>shielo primaveral<br />

amortiguaba el frío <strong>de</strong>l invierno.<br />

Pero su coche estaba echando señales <strong>de</strong> humo <strong>de</strong>nsas y <strong>de</strong>sesperadas, por lo<br />

que la principal prioridad era un mecánico.<br />

Avanzó <strong>de</strong>spacio por el camino que bor<strong>de</strong>aba el largo y ancho lago. Las<br />

manchas <strong>de</strong> nieve formaban charcos blancos y mates en la sombra. Los árboles lucían<br />

aún sus hojas color marrón, propias <strong>de</strong>l invierno, pero había varias barcas en el agua.<br />

Vio a un par <strong>de</strong> tipos vestidos con anorak y gorra remando en una canoa blanca a<br />

través <strong>de</strong>l reflejo <strong>de</strong> las montañas.<br />

Al otro lado <strong>de</strong>l lago estaba lo que supuso que era la zona comercial. Tienda <strong>de</strong><br />

recuerdos, un pequeño museo. Banco, oficina <strong>de</strong> correos, observó. Oficina <strong>de</strong>l sheriff.<br />

Se alejó <strong>de</strong>l lago y avanzó con dificultad hasta lo que parecía un gran comercio.<br />

Delante había un par <strong>de</strong> hombres con camisa <strong>de</strong> franela sentados en unas sillas<br />

robustas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las que tenían una buena vista <strong>de</strong>l lago.<br />

Cuando apagó el motor y salió <strong>de</strong>l coche, la saludaron con un gesto <strong>de</strong> la<br />

cabeza. Luego, el <strong>de</strong> la <strong>de</strong>recha dio un golpecito en la visera <strong>de</strong> su gorra azul; llevaba<br />

impreso el nombre <strong>de</strong> la tienda: FERRETERÍA Y COMESTIBLES MAC.<br />

Parece que su coche tiene problemas, señorita.<br />

Des<strong>de</strong> luego. ¿Saben <strong>de</strong> alguien que pueda echarme una mano?<br />

El hombre apoyó las manos en los muslos y se levantó <strong>de</strong> la silla. Era <strong>de</strong><br />

complexión fuerte, <strong>de</strong> tez rubicunda, con algunas arrugas en las comisuras <strong>de</strong> sus<br />

amigables ojos castaños. Su voz era cansina y lenta.<br />

—¿Por qué no levantamos el capó y echamos un vistazo?<br />

—Se lo agra<strong>de</strong>zco.<br />

Cuando ella soltó el pestillo, el hombre subió el capó y dio un paso atrás para<br />

evitar las nubes <strong>de</strong> humo. Por razones in<strong>de</strong>finibles, la humarada y el ruido le<br />

causaron más incomodidad que ansiedad.<br />

—Creo que ha empezado a unos quince kilómetros <strong>de</strong> aquí —dijo—. No estaba<br />

atenta. Tenía toda la atención puesta en el paisaje.<br />

—Es normal. ¿Se dirigía al parque?<br />

—Sí, más o menos. —«No estoy segura, nunca estoy segura», pensó, y trató <strong>de</strong><br />

concentrarse en el presente en lugar <strong>de</strong> en el pasado o en el futuro—. Creo que el<br />

coche tenía otras i<strong>de</strong>as —añadió.<br />

El otro hombre se acercó y ambos miraron bajo el capó tal como Reece sabía que<br />

— 6 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

hacían los hombres. Con mirada seria y ceños sagaces. Miró con ellos, aunque<br />

reconocía que en eso respondía al tópico <strong>de</strong> la mujer para quien lo que escon<strong>de</strong> el<br />

capó <strong>de</strong> un coche es tan extraño como la superficie <strong>de</strong> Plutón.<br />

—Uno <strong>de</strong> los tubos <strong>de</strong>l radiador se ha roto —le dijo el hombre—. Tendrá que<br />

cambiarlo.<br />

No sonaba tan mal, no <strong>de</strong>masiado mal. No <strong>de</strong>masiado caro.<br />

—¿Hay algún sitio aquí don<strong>de</strong> pueda hacerlo?<br />

—En el garaje <strong>de</strong> Lynt se lo arreglarán. ¿Quiere que le telefonee?<br />

—Me salva usted la vida —dijo ella con una sonrisa mientras le tendía la mano,<br />

un gesto que había llegado a resultarle mucho más fácil con los extraños—. Soy<br />

Reece. Reece Gilmore.<br />

—Mac Drubber. Él es Cari Sampson.<br />

—Es <strong>de</strong>l Este, ¿verdad? —preguntó Cari.<br />

Reece le echó cincuenta y tantos años bien llevados y un poco <strong>de</strong> sangre india<br />

que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> remontarse a varias generaciones.<br />

—Sí, <strong>de</strong> la zona <strong>de</strong> Boston. Les agra<strong>de</strong>zco <strong>de</strong> verdad la ayuda.<br />

—Solo es una llamada telefónica —dijo Mac—. Si le apetece pue<strong>de</strong> quedarse<br />

aquí a tomar el aire o dar un paseo. Es posible que Lynt tar<strong>de</strong> un poco en llegar.<br />

Me gustaría dar un paseo, si no les importa. Tal vez puedan indicarme un buen<br />

sitio para alojarme. Nada <strong>de</strong>masiado elegante.<br />

—Tenemos el hotel Lakeview, al final <strong>de</strong>l camino. El hostal Teton, al otro lado<br />

<strong>de</strong>l lago, es un poco más familiar; como una pensión, con cama y <strong>de</strong>sayuno. También<br />

hay varias cabañas junto al lago y otras fuera <strong>de</strong>l pueblo que se alquilan por semanas<br />

o meses.<br />

Ya no pensaba en meses. Un día era reto suficiente. Y la palabra «familiar» le<br />

sonaba <strong>de</strong>masiado íntima.<br />

—Pue<strong>de</strong> que me acerque a echar un vistazo al hotel.<br />

—Hay un buen trecho. Puedo acercarla con el coche.<br />

—Llevo todo el día conduciendo. Me vendrá bien estirar las piernas. Pero<br />

gracias, señor Drubber. No hay problema.<br />

Se quedó mirándola un momento mientras se alejaba por la acera <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra.<br />

—Una chica guapa —comentó.<br />

—Ni un gramo <strong>de</strong> carne —replicó Cari sacudiendo la cabeza—. Hoy en día las<br />

mujeres pasan hambre hasta per<strong>de</strong>r las curvas.<br />

Reece no había perdido las curvas a base <strong>de</strong> pasar hambre, y en realidad trataba<br />

<strong>de</strong> recuperar el peso que había perdido en los dos últimos años. Pasó <strong>de</strong> estar en<br />

forma gracias al gimnasio a estar flaca. Demasiados ángulos, <strong>de</strong>masiados huesos.<br />

Cada vez que se <strong>de</strong>snudaba, su cuerpo le parecía el <strong>de</strong> una extraña.<br />

De haber oído a Mac, no habría estado <strong>de</strong> acuerdo. Ya no. Hubo un tiempo en<br />

que se veía así, una mujer guapa, elegante, sexy cuando quería serlo. Pero ahora su<br />

cara le parecía dura, los pómulos <strong>de</strong>masiado prominentes, los huecos <strong>de</strong>masiado<br />

profundos. Las noches agitadas eran menos frecuentes, pero cuando llegaban le<br />

<strong>de</strong>jaban gran<strong>de</strong>s ojeras bajo sus oscuros ojos y le cubrían la piel con una pali<strong>de</strong>z<br />

— 7 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

grisácea.<br />

Quería volver a reconocerse.<br />

Se permitió vagar. Sus gastadas zapatillas <strong>de</strong>portivas avanzaban en silencio<br />

sobre la acera. Había aprendido a no apresurarse, a no empujar, a no correr, a tomar<br />

las cosas como viniesen. Y, <strong>de</strong> una forma muy real, a aprovechar cada momento.<br />

La brisa fresca le acarició el rostro y pasó a través <strong>de</strong> su larga melena castaña,<br />

sujeta en una cola. Le gustó la sensación, el olor limpio y fresco, la intensa luz que<br />

inundaba los Tetons y arrancaba <strong>de</strong>stellos <strong>de</strong>l agua.<br />

A través <strong>de</strong> las ramas <strong>de</strong>snudas <strong>de</strong> los sauces y los álamos, vio algunas <strong>de</strong> las<br />

cabañas <strong>de</strong> las que Mac le había hablado. Se ocultaban tras los árboles: troncos y<br />

vidrio, amplios porches y, supuso, imponentes vistas.<br />

Debía <strong>de</strong> ser agradable sentarse en uno <strong>de</strong> aquellos porches y observar el lago,<br />

las montañas, contemplar cualquier cosa que se acercase a la marisma, don<strong>de</strong> las<br />

espadañas afloraban <strong>de</strong>l pantano. Tener aquel espacio alre<strong>de</strong>dor, y el silencio.<br />

«Tal vez algún día —pensó—. Pero hoy no.»<br />

Vio ver<strong>de</strong>s tallos <strong>de</strong> narcisos asomar <strong>de</strong> un barril <strong>de</strong> whisky junto a la puerta <strong>de</strong><br />

un restaurante. Aunque la brisa gélida los hacía temblar ligeramente, Reece pensó en<br />

la primavera. Todo renacía en primavera. Tal vez ella también renaciese aquella<br />

primavera.<br />

Se <strong>de</strong>tuvo a admirar los tiernos brotes. El regreso <strong>de</strong> la primavera tras el largo<br />

invierno le producía una sensación reconfortante. Pronto llegarían otros indicios. Su<br />

guía hablaba <strong>de</strong> millares <strong>de</strong> flores silvestres en los campos <strong>de</strong> salvia, y más a orillas<br />

<strong>de</strong> los lagos y las charcas <strong>de</strong> la zona.<br />

«Estoy lista para florecer —se dijo—. Lista para brotar.»<br />

Luego levantó la mirada hasta la amplia ventana <strong>de</strong> la fachada <strong>de</strong>l restaurante.<br />

«Más casa <strong>de</strong> comidas que restaurante», se corrigió. Servicio en la barra, mesas para<br />

dos y para cuatro, mesas entre dos bancos, todo en un rojo <strong>de</strong>svaído y blanco. Tartas<br />

y bizcochos a la vista, y la cocina abierta a la barra. Un par <strong>de</strong> camareras se afanaban<br />

entre los clientes con ban<strong>de</strong>jas y cafeteras.<br />

La clientela <strong>de</strong>l almuerzo, comprendió. «Se me ha olvidado el almuerzo. En<br />

cuanto le eche un vistazo al hotel, creo que...» Entonces vio en la ventana el letrero,<br />

escrito a mano.<br />

SE NECESITA COCINERO/A<br />

RAZÓN EN EL INTERIOR<br />

«Señales», pensó <strong>de</strong> nuevo, aunque había dado un paso atrás sin darse cuenta.<br />

Se quedó don<strong>de</strong> estaba y observó atentamente la situación <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el otro lado <strong>de</strong>l<br />

cristal. «Cocina abierta», se recordó, eso era fundamental. Comida sencilla; podía<br />

dominar aquello con los ojos cerrados. O habría podido, antes.<br />

Tal vez fuese el momento <strong>de</strong> averiguarlo, el momento <strong>de</strong> dar otro paso<br />

a<strong>de</strong>lante. Si no era capaz <strong>de</strong> dominarlo, lo sabría y las cosas no serían peores <strong>de</strong> lo<br />

que eran en ese momento.<br />

— 8 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Probablemente el hotel necesitaba contratar a más personal para la temporada<br />

<strong>de</strong> verano. O quizá el señor Drubber necesitaba otro <strong>de</strong>pendiente.<br />

Pero la señal estaba justo allí, su coche se había dirigido hacia ese pueblo y sus<br />

pasos la habían llevado hasta ese punto, don<strong>de</strong> unos retoños <strong>de</strong> narciso salían <strong>de</strong>l<br />

polvo para alcanzar las primeras fragancias vacilantes <strong>de</strong> la primavera.<br />

Retrocedió hasta la puerta, respiró profundamente y la abrió.<br />

Cebolla frita, carne asada —más bien picante—, café fuerte, una máquina <strong>de</strong><br />

discos que emitía música country y el murmullo <strong>de</strong> la charla en las mesas.<br />

Suelo rojo y limpio, observó, barra blanca bien fregada. Las pocas mesas vacías<br />

estaban preparadas. De las pare<strong>de</strong>s colgaban fotografías que le parecieron buenas.<br />

Fotos en blanco y negro <strong>de</strong>l lago, <strong>de</strong> agua blanca, <strong>de</strong> las montañas en todas las<br />

estaciones.<br />

Aún estaba orientándose y haciendo acopio <strong>de</strong> valor cuando se le acercó una <strong>de</strong><br />

las camareras.<br />

—Buenas tar<strong>de</strong>s. Si <strong>de</strong>sea comer algo pue<strong>de</strong> sentarse a una mesa o en la barra.<br />

—En realidad, busco al encargado. O al dueño. Es sobre el letrero <strong>de</strong> la ventana.<br />

El puesto <strong>de</strong> cocinera.<br />

La camarera se <strong>de</strong>tuvo con la ban<strong>de</strong>ja en la mano.<br />

—¿Eres cocinera?<br />

Hubo un tiempo en que Reece habría <strong>de</strong>spreciado la palabra, amablemente, eso<br />

sí, pero sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> <strong>de</strong>spreciarla.<br />

—Sí.<br />

—Qué bien, Joanie <strong>de</strong>spidió a uno hace un par <strong>de</strong> días. —Se llevó la mano libre<br />

a los labios para indicar que bebía.<br />

—Ya.<br />

—Le dio el empleo en febrero, cuando pasó buscando trabajo. Dijo que había<br />

encontrado a Cristo y difundía su palabra por todo el país. —La<strong>de</strong>ó la cabeza y la<br />

ca<strong>de</strong>ra y mostró una sonrisa alegre en una cara bonita—. Es verdad que predicaba la<br />

palabra <strong>de</strong> Dios como un discípulo drogado. Te daban ganas <strong>de</strong> meterle un trapo en<br />

la boca. Luego creo que encontró la botella y ahí se acabó todo. Bueno. ¿Por qué no<br />

pasas y te sientas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la barra? Iré a ver si Joanie pue<strong>de</strong> salir <strong>de</strong> la cocina un<br />

minuto. ¿Te apetece un café?<br />

—Té, si no te importa.<br />

—Te lo sirvo enseguida.<br />

No tenía por qué quedarse con el empleo, se recordó mientras se acomodaba en<br />

un taburete <strong>de</strong> piel con patas cromadas y se secaba la humedad <strong>de</strong> las palmas <strong>de</strong> las<br />

manos contra las perneras <strong>de</strong> los vaqueros. Aunque se lo ofreciesen, no tenía por qué<br />

aceptarlo. Podía seguir limpiando habitaciones <strong>de</strong> hotel, o salir <strong>de</strong>l pueblo y buscar<br />

aquel rancho para turistas.<br />

La máquina cambió <strong>de</strong> disco y Shania Twain anunció alegremente que se sentía<br />

como una mujer.<br />

La camarera fue hasta la parrilla, le dio un golpecito en el hombro a una mujer<br />

baja y robusta y se inclinó hacia ella. Al cabo <strong>de</strong> un momento, la mujer echó un<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

vistazo por encima <strong>de</strong>l hombro, miró a Reece a los ojos y asintió. La camarera volvió<br />

a la barra con una taza blanca <strong>de</strong> agua caliente y una bolsa <strong>de</strong> té Lipton en el plato.<br />

—Joanie viene enseguida. ¿Quieres comer? Tenemos carne asada como plato<br />

<strong>de</strong>l día. Lleva puré <strong>de</strong> patatas, judías ver<strong>de</strong>s y un bollo.<br />

—No, gracias, no; con el té es suficiente.<br />

No habría sido capaz <strong>de</strong> comer nada con los nervios que le atenazaban el<br />

estómago. El pánico, ese peso húmedo y asfixiante en el pecho, quería acompañarlos.<br />

«Debería marcharme —pensó Reece—. Marcharme ahora mismo y volver al<br />

coche. Arreglar el radiador y salir <strong>de</strong> este pueblo. A hacer puñetas las señales.»<br />

Joanie tenía el cabello fino y rubio. Llevaba a la cintura un <strong>de</strong>lantal blanco<br />

salpicado <strong>de</strong> manchas <strong>de</strong> grasa y unas botas <strong>de</strong> baloncesto Converse rojas. Salió <strong>de</strong> la<br />

cocina secándose las manos con un paño.<br />

Calibró a Reece con ojos inflexibles, más grises que azules.<br />

—¿Sabes cocinar? —Su voz <strong>de</strong> fumadora hizo que la pregunta resultase<br />

extrañamente sensual.<br />

—Sí.<br />

—¿Como oficio, o simplemente para meterte algo en la boca?<br />

—Es lo que hacía en Boston... como oficio.<br />

Mientras luchaba contra los nervios, Reece <strong>de</strong>sgarró el sobre <strong>de</strong> la bolsa <strong>de</strong> té.<br />

La boca <strong>de</strong> Joanie, suave, casi con forma <strong>de</strong> corazón, contrastaba con la dureza<br />

<strong>de</strong> sus ojos. Una antigua cicatriz le recorría la mandíbula <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la oreja izquierda<br />

hasta casi la barbilla.<br />

—Boston... —En un movimiento ausente, Joanie se metió el trapo en el cinturón<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong>lantal—. Eso está muy lejos.<br />

—Sí. —No sé si quiero tener a una cocinera <strong>de</strong> la costa Este que no pueda estar<br />

con la boca cerrada durante cinco minutos.<br />

Reece abrió la suya, sorprendida, y a continuación volvió a cerrarla en un<br />

amago <strong>de</strong> sonrisa.<br />

—Soy una cotorra terrible cuando estoy nerviosa.<br />

—¿Qué haces por aquí?<br />

—Viajar. Se me ha estropeado el coche y necesito trabajo.<br />

—¿Tienes referencias?<br />

Un puño <strong>de</strong> callado dolor le oprimió el corazón.<br />

—Puedo conseguirlas.<br />

Joanie aspiró por la nariz y frunció el ceño.<br />

—Ve a la cocina y ponte un <strong>de</strong>lantal. El siguiente pedido es un sándwich <strong>de</strong><br />

lomo al punto, torta <strong>de</strong> cebolla, cebollas y champiñones fritos, patatas fritas y<br />

ensalada <strong>de</strong> col. Si Dick no cae muerto <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber comido lo que cocines,<br />

seguramente te daré el empleo.<br />

—De acuerdo.<br />

Reece apartó el taburete y, tratando <strong>de</strong> respirar <strong>de</strong>spacio, cruzó la puerta <strong>de</strong><br />

batiente situada al final <strong>de</strong> la barra.<br />

No se dio cuenta, aunque Joanie sí lo hizo, <strong>de</strong> que había roto el sobre <strong>de</strong> la bolsa<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

<strong>de</strong> té en pedacitos diminutos.<br />

La cocina era sencilla y eficiente. Parrilla gran<strong>de</strong>, cocina industrial, frigorífico,<br />

congelador. Recipientes, frega<strong>de</strong>ros, superficies <strong>de</strong> trabajo, freidora doble, sistema <strong>de</strong><br />

supresión <strong>de</strong>l calor. Mientras se ataba el <strong>de</strong>lantal, Joanie dispuso los ingredientes que<br />

necesitaría.<br />

—Gracias.<br />

Reece se frotó las manos y se puso a trabajar.<br />

«No pienses —se dijo—. Solo tienes que <strong>de</strong>jarte llevar.»<br />

Puso el lomo a freír en la parrilla mientras picaba cebollas y champiñones.<br />

Metió las patatas precortadas en la cesta <strong>de</strong> la freidora y reguló el temporizador.<br />

No le temblaban las manos y, aunque todavía sentía una opresión en el pecho,<br />

no se permitió mirar por encima <strong>de</strong>l hombro para asegurarse <strong>de</strong> que no había<br />

aparecido un muro para encerrarla.<br />

Escuchaba la música <strong>de</strong> la máquina <strong>de</strong> discos, <strong>de</strong> la parrilla, <strong>de</strong> la freidora.<br />

Joanie retiró el siguiente pedido <strong>de</strong> la pinza y lo colocó con una palmada en la<br />

encimera.<br />

—Cuenco <strong>de</strong> sopa <strong>de</strong> tres judías, ese hervidor <strong>de</strong> ahí, con picatostes.<br />

Reece se limitó a asentir, echó los champiñones y las setas en la parrilla y<br />

preparó el segundo pedido mientras se freían.<br />

—¡Pedido listo! —exclamó Joanie, y tiró <strong>de</strong> otra nota—. Ensalada <strong>de</strong> carne,<br />

sándwich <strong>de</strong> pollo, dos ensaladas ver<strong>de</strong>s.<br />

Reece pasó <strong>de</strong> un pedido a otro <strong>de</strong>jándose llevar. Aunque el ambiente y los<br />

pedidos fuesen distintos, el ritmo era el mismo. Trabajar sin parar, moverse sin parar.<br />

Colocó en el plato el primer pedido y se lo pasó a Joanie para que lo<br />

inspeccionase.<br />

—Ponlo en la fila —le dijo—. Empieza con la siguiente nota. Si no llamamos al<br />

médico en la próxima media hora, quedas contratada. Luego hablaremos <strong>de</strong>l dinero<br />

y el horario.<br />

—Tengo que...<br />

—Coge esa nota —la atajó Joanie—. Salgo a fumar.<br />

Trabajó durante una hora y media más, hasta que el ritmo disminuyó lo<br />

suficiente para que pudiera apartarse <strong>de</strong> la cocina y beber una botella <strong>de</strong> agua.<br />

Cuando se volvió, Joanie estaba sentada a la barra, tomando un café.<br />

—No se ha muerto nadie —dijo.<br />

—¡Uf! ¿Siempre hay tanto trabajo?<br />

—Es la clientela <strong>de</strong>l almuerzo <strong>de</strong>l sábado. Nos va bien. Te pagaré ocho dólares<br />

por hora para empezar. Si <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> dos semanas sigo estando satisfecha, añadiré<br />

otro dólar por hora. Estamos tú, yo y otra persona que trabaja a tiempo parcial en la<br />

parrilla. Tienes libres dos días enteros, o casi, por semana. Organizo los turnos con<br />

una semana <strong>de</strong> antelación. Abrimos a las seis y media <strong>de</strong> la mañana, lo que significa<br />

que el primer turno <strong>de</strong>be estar aquí a las seis. El <strong>de</strong>sayuno pue<strong>de</strong> pedirse durante<br />

todo el día; el menú <strong>de</strong>l almuerzo, <strong>de</strong> las once a la hora <strong>de</strong> cerrar; la cena, <strong>de</strong> las cinco<br />

a las diez. Si quieres trabajar cuarenta horas semanales, puedo conseguírtelo. No<br />

— 11 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

pago horas extra, así que si tienes que quedarte más rato <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la parrilla, lo<br />

<strong>de</strong>scontaremos <strong>de</strong> tus horas <strong>de</strong> la semana siguiente. ¿Algún problema con eso?<br />

—No.<br />

—Si bebes en horas <strong>de</strong> trabajo, te echo <strong>de</strong> inmediato.<br />

—Entendido.<br />

—Pue<strong>de</strong>s tomar todo el café, agua o té que quieras. Si prefieres los refrescos, los<br />

pagas. La comida, lo mismo. Aquí no hay almuerzo gratis. Aunque no me parece que<br />

te vayas a liar a comer en cuanto yo vuelva la espalda. Estás flaca como un palo <strong>de</strong><br />

escoba.<br />

—Lo sé.<br />

—El cocinero <strong>de</strong>l último turno limpia la parrilla y la cocina, y echa el cierre.<br />

—Eso no puedo hacerlo —interrumpió Reece—. No puedo cerrar. Puedo abrir y<br />

trabajar en cualquier turno que quieras, haré doble turno cuando te haga falta, turnos<br />

partidos. Puedo adaptarme si me necesitas más <strong>de</strong> cuarenta horas, pero no cerrar. Lo<br />

siento.<br />

Joanie enarcó las cejas y se acabó el café.<br />

—¿Te da miedo la oscuridad, niña?<br />

—Sí. Si cerrar forma parte <strong>de</strong>l puesto, tendré que buscar otro empleo.<br />

—Ya lo arreglaremos. Tenemos que rellenar los formularios para el gobierno.<br />

Eso pue<strong>de</strong> esperar. Tu coche está arreglado y te espera en la tienda <strong>de</strong> Mac —dijo<br />

Joanie con una sonrisa—. Aquí todo se sabe, y yo me mantengo alerta. Si buscas<br />

dón<strong>de</strong> alojarte, puedo alquilarte una habitación encima <strong>de</strong>l restaurante. No es nada<br />

<strong>de</strong>l otro mundo, pero tiene buena vista y está limpia.<br />

—Gracias, pero creo que <strong>de</strong> momento probaré en el hotel. Así las dos nos<br />

damos un par <strong>de</strong> semanas para ver cómo va todo.<br />

—No sabes estarte quieta, ¿eh?<br />

—Eso es.<br />

—Tú sabrás. —Joanie se levantó encogiéndose <strong>de</strong> hombros y se dirigió hacia la<br />

puerta <strong>de</strong> batiente con la taza <strong>de</strong> café—. Ve a buscar tu coche e instálate. Te espero a<br />

las cuatro.<br />

Reece salió, un poco aturdida. Había vuelto a trabajar en una cocina y todo<br />

había ido bien. No le había ocurrido nada. Ahora que todo había pasado, se sentía un<br />

tanto mareada, pero era normal, ¿no? Una reacción normal al hecho <strong>de</strong> conseguir un<br />

trabajo <strong>de</strong> pronto, <strong>de</strong> volver a hacer lo que sabía hacer. Hacer lo que no había podido<br />

hacer durante casi dos años.<br />

Mientras iba en busca <strong>de</strong>l coche, sin prisas, intentó asimilar la situación.<br />

Cuando entró en la tienda, Mac estaba haciendo una venta por teléfono en un<br />

pequeño mostrador situado frente a la puerta. El local era como Reece esperaba: un<br />

poco <strong>de</strong> todo, neveras para la carne y otros productos frescos, estanterías <strong>de</strong> telas,<br />

una sección para ferretería, para utensilios domésticos, equipos <strong>de</strong> pesca,<br />

municiones.<br />

¿Necesitabas un cartón <strong>de</strong> leche y una caja <strong>de</strong> balas? Ese era el lugar a<strong>de</strong>cuado.<br />

Cuando Mac terminó la transacción, Reece se acercó al mostrador.<br />

— 12 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Creo que su coche ya está arreglado —dijo Mac.<br />

—Eso me han dicho. Gracias. ¿Qué tengo que hacer para pagar?<br />

—Lynt ha <strong>de</strong>jado la factura. Si piensa pagar con tarjeta, pue<strong>de</strong> pasar por el<br />

garaje. Si paga en metálico, pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>jarme el dinero a mí. Después lo veré.<br />

—Pagaré en metálico.<br />

Cogió la factura y vio con alivio que era menos <strong>de</strong> lo que esperaba. Oyó a<br />

alguien charlando en la trastienda y el sonido <strong>de</strong> otra caja registradora.<br />

—Tengo trabajo —dijo Reece.<br />

El hombre la<strong>de</strong>ó la cabeza mientras ella sacaba la cartera.<br />

—¿Ah, sí? No pier<strong>de</strong> el tiempo.<br />

—En el restaurante. Ni siquiera sé cómo se llama —respondió Reece.<br />

—Angel Food, pero los <strong>de</strong>l pueblo lo llaman Joanie's.<br />

—Entonces Joanie's. Espero verlo alguna vez por ahí. Soy buena cocinera.<br />

—Seguro que sí. Aquí tiene el cambio.<br />

—Gracias. Gracias por todo. Voy a buscar una habitación y luego volveré al<br />

trabajo.<br />

—Si sigue pensando en el hotel, pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle a Brenda, en la recepción, que le<br />

aplique la tarifa mensual. Dígale que trabaja en Joanie's.<br />

—Así lo haré —dijo al tiempo que sentía el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> anunciarlo en el periódico<br />

local—. Gracias, señor Drubber.<br />

El hotel era un edificio <strong>de</strong> cinco pisos, tenía la fachada <strong>de</strong> estuco <strong>de</strong> color<br />

amarillo pálido y presumía <strong>de</strong> vistas al lago. Albergaba una pequeña tienda, una<br />

cafetería diminuta y un comedor íntimo con manteles <strong>de</strong> lino.<br />

Le dijeron que había conexión a internet <strong>de</strong> alta velocidad por una pequeña<br />

cuota diaria, servicio <strong>de</strong> habitaciones <strong>de</strong> siete <strong>de</strong> la mañana a once <strong>de</strong> la noche, y una<br />

lavan<strong>de</strong>ría <strong>de</strong> autoservicio en el sótano.<br />

Reece tomó una habitación individual con tarifa semanal —una semana era<br />

tiempo suficiente— en el tercer piso. Por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l tercero la habitación era<br />

<strong>de</strong>masiado accesible para su tranquilidad, y más arriba se habría sentido atrapada.<br />

Con el mone<strong>de</strong>ro vacío, acarreó el petate y el or<strong>de</strong>nador portátil escalera arriba<br />

en lugar <strong>de</strong> usar el ascensor.<br />

La vista cumplía lo prometido. Reece abrió enseguida las ventanas y observó el<br />

<strong>de</strong>stello <strong>de</strong>l agua, el <strong>de</strong>slizarse <strong>de</strong> las barcas y las montañas que ro<strong>de</strong>aban la pequeña<br />

porción <strong>de</strong> valle.<br />

«Este es mi sitio hoy —pensó—. Ya averiguaré si es mi sitio mañana.»<br />

Al volverse <strong>de</strong> nuevo hacia la habitación, vio la puerta que comunicaba con la<br />

contigua. Comprobó el cerrojo y luego empujó y arrastró el tocador hasta situarlo<br />

<strong>de</strong>lante.<br />

Así estaba mejor.<br />

No <strong>de</strong>sharía el equipaje, solo sacaría lo esencial. La vela aromática, algunos<br />

artículos <strong>de</strong> aseo y el cargador <strong>de</strong>l teléfono móvil. Como el cuarto <strong>de</strong> baño era apenas<br />

mayor que el armario, <strong>de</strong>jo la puerta abierta mientras se daba una ducha rápida.<br />

Mientras corría el agua, repasó las tablas <strong>de</strong> multiplicar en voz alta para mantener la<br />

— 13 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

calma. Al terminar se puso ropa limpia con movimientos rápidos.<br />

Se recordó a sí misma que tenía un nuevo empleo, y se tomó el tiempo y el<br />

esfuerzo <strong>de</strong> secarse el pelo y maquillarse un poco. Se vio menos pálida y con menos<br />

ojeras.<br />

Después <strong>de</strong> comprobar la hora, conectó el or<strong>de</strong>nador portátil, abrió su diario y<br />

escribió.<br />

— 14 —<br />

Angel's Fist, Wyoming<br />

15 <strong>de</strong> abril<br />

Hoy he cocinado. Tengo un empleo <strong>de</strong> cocinera en un restaurante sencillo en<br />

este precioso pueblo, situado en un valle, con su gran lago azul. Me imagino<br />

abriendo una botella <strong>de</strong> champán, tirando serpentinas e inflando globos.<br />

Me siento como si hubiese subido a una montaña, como si hubiese escalado<br />

los robustos picos que ro<strong>de</strong>an este lugar. Aún no estoy en la cima; todavía me<br />

encuentro en un saliente. Pero es resistente y amplio, y puedo <strong>de</strong>scansar aquí un<br />

rato antes <strong>de</strong> seguir subiendo.<br />

Trabajo para una mujer llamada Joanie. Es baja, robusta y guapa a su<br />

manera. También es dura, y eso es bueno. No quiero que me mimen. Creo que me<br />

moriría <strong>de</strong> asfixia, me quedaría sin aire, igual que me siento al <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong> uno <strong>de</strong><br />

mis sueños. Aquí puedo respirar, y aquí puedo quedarme hasta que llegue el<br />

momento <strong>de</strong> marcharme.<br />

Me quedan menos <strong>de</strong> diez dólares, pero ¿<strong>de</strong> quién es la culpa? No pasa nada.<br />

Tengo una habitación para una semana con vistas al lago y a los Tetons, un<br />

empleo y un nuevo tubo para el radiador.<br />

No he comido, y eso es un paso atrás. Tampoco pasa nada. Estaba <strong>de</strong>masiado<br />

ocupada cocinando, ya lo compensaré.<br />

Es un buen día, quince <strong>de</strong> abril. Me voy a trabajar.<br />

Apagó el or<strong>de</strong>nador y se guardó en los bolsillos el teléfono móvil, las llaves, el<br />

permiso <strong>de</strong> conducir y los tres dólares que le quedaban. Cogió una chaqueta y se<br />

dirigió hacia la puerta.<br />

Antes <strong>de</strong> abrirla, se acercó a la mirilla y observó el pasillo vacío. Comprobó dos<br />

veces que había cerrado bien, se enfadó consigo misma y lo comprobó por tercera<br />

vez antes <strong>de</strong> volver a entrar para sacar <strong>de</strong> su bolsa el rollo <strong>de</strong> cinta adhesiva y<br />

arrancar un trozo. Lo pegó en la puerta, por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la altura <strong>de</strong> los ojos, y caminó<br />

hacia las escaleras.<br />

Bajó corriendo y repasando las tablas <strong>de</strong> multiplicar. Después <strong>de</strong> pensarlo un<br />

momento, <strong>de</strong>cidió <strong>de</strong>jar el coche aparcado. Si caminaba ahorraría gasolina, aunque<br />

tal vez hubiese anochecido cuando terminara su turno.<br />

Un par <strong>de</strong> manzanas, eso era todo. De todos modos, tocó su llavero y la alarma<br />

que llevaba en él.<br />

Quizá <strong>de</strong>bería volver a buscar el coche, por si acaso. «Estúpida —se dijo—. Ya


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

casi has llegado. Piensa en el presente, no en el futuro.» Cuando los nervios<br />

empezaron a borbotear, se imaginó ante la parrilla. La luz intensa <strong>de</strong> la cocina, la<br />

música <strong>de</strong> la máquina <strong>de</strong> discos, las voces <strong>de</strong> las mesas. Sonidos, olores, movimientos<br />

familiares.<br />

Aunque tenía las palmas <strong>de</strong> las manos frías y húmedas, abrió la puerta <strong>de</strong><br />

Joanie's y entró.<br />

La camarera con la que había hablado durante el turno <strong>de</strong>l almuerzo la vio y<br />

movió los <strong>de</strong>dos indicándole que se acercase. Reece se <strong>de</strong>tuvo junto a la mesa don<strong>de</strong><br />

la muchacha estaba rellenando las vinagreras.<br />

—Joanie's está en el almacén. Me ha dicho que te oriente un poco. Ahora<br />

po<strong>de</strong>mos permitirnos un respiro, pero los primeros clientes empezarán a llegar<br />

pronto. Yo soy Linda-Gail.<br />

—Yo me llamo Reece.<br />

—Primer aviso. Joanie no soporta a los perezosos. Si te pilla holgazaneando,<br />

saltará y te mor<strong>de</strong>rá el trasero. —Sonrió <strong>de</strong> tal modo que sus ojos azules brillaron y<br />

se le formaron unos hoyuelos en las mejillas. Llevaba el cabello, rubio <strong>de</strong> muñeca,<br />

sujeto en dos trenzas flojas. Vestía vaqueros y una camisa roja con ribetes blancos.<br />

Unos pendientes <strong>de</strong> plata y turquesas colgaban <strong>de</strong> sus orejas.<br />

Reece pensó que parecía una granjera <strong>de</strong>l Oeste.<br />

—Me gusta trabajar.<br />

—Pues trabajarás, créeme. Los sábados por la noche estamos a tope. Hay otras<br />

dos camareras, Bebe y Juanita. Matt lleva las cuentas y Pete friega los platos. Joanie y<br />

tú os encargaréis <strong>de</strong> la cocina. No te quitará la vista <strong>de</strong> encima. Si necesitas un<br />

<strong>de</strong>scanso, se lo dices. En la trastienda hay un sitio para <strong>de</strong>jar los abrigos y los bolsos.<br />

¿No llevas bolso?<br />

—No lo he traído.<br />

—Madre mía, yo no puedo salir <strong>de</strong> casa sin bolso. Ven, te lo enseñaré todo. La<br />

jefa tiene los formularios que has <strong>de</strong> rellenar en la trastienda. Por lo bien que has<br />

empezado hoy, supongo que ya habías hecho antes este tipo <strong>de</strong> trabajo.<br />

—Sí, así es.<br />

—Los aseos. Los limpiamos por turnos rotativos. Tardarás un par <strong>de</strong> semanas<br />

en tener ese gusto.<br />

—Lo estoy <strong>de</strong>seando.<br />

I.inda-Gail sonrió.<br />

—¿Tienes familia por aquí?<br />

—No; soy <strong>de</strong>l Este. ¿Quién se encarga <strong>de</strong> las bebidas?<br />

No quería hablar <strong>de</strong> sus orígenes. No quería pensar en sus orígenes.<br />

—Las camareras. Si no damos abasto, pue<strong>de</strong>s preparar tú los pedidos <strong>de</strong><br />

bebidas. También servimos vino y cerveza, pero la mayoría <strong>de</strong> la gente que quiere<br />

beber alcohol va a Clancy's. Eso es todo. Para cualquier cosa que necesites, dame un<br />

grito. Tengo que acabar <strong>de</strong> poner las mesas si no quiero que Joanie me chille.<br />

Bienvenida a bordo.<br />

—Gracias.<br />

— 15 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Reece entró en la cocina y cogió un <strong>de</strong>lantal.<br />

«Un buen saliente, resistente y amplio», se dijo. Un buen lugar don<strong>de</strong> quedarse<br />

hasta que <strong>de</strong> nuevo llegase el momento <strong>de</strong> seguir a<strong>de</strong>lante.<br />

— 16 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 2<br />

Linda-Gail estaba en lo cierto; tuvieron mucho trabajo. Gente <strong>de</strong>l pueblo,<br />

turistas, excursionistas y unas pocas personas <strong>de</strong> un camping cercano que querían<br />

comer algo caliente. Joanie y ella trabajaron sin apenas hablar entre el humo <strong>de</strong> las<br />

freidoras y el calor <strong>de</strong> la parrilla.<br />

En un momento dado, Joanie puso un cuenco <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Reece.<br />

—Come.<br />

—Oh, gracias, pero...<br />

—¿Tienes algo en contra <strong>de</strong> mi sopa?<br />

—No.<br />

—Siéntate a la barra y come. Las cosas se han calmado un poco y pronto te toca<br />

un <strong>de</strong>scanso. Te lo pondré en tu cuenta.<br />

—Bueno, gracias.<br />

De repente, se dio cuenta <strong>de</strong> que estaba hambrienta. Mientras se sentaba al final<br />

<strong>de</strong> la barra, Reece pensó que aquello era una buena señal.<br />

Des<strong>de</strong> allí podía ver el restaurante y la puerta.<br />

Linda-Gail le <strong>de</strong>slizó un plato con un panecillo y dos trozos <strong>de</strong> mantequilla<br />

encima.<br />

—Joanie me ha dicho que necesitas combustible. ¿Quieres un té?<br />

—Perfecto. Iré a buscarlo.<br />

—Deja, hoy estoy <strong>de</strong> buenas. Eres rápida —añadió mientras traía una taza. Tras<br />

echar un vistazo por encima <strong>de</strong>l hombro, se inclinó hacia ella y sonrió—. Más rápida<br />

que Joanie. Y dispones muy bien la comida en los platos. Algunos clientes lo han<br />

comentado.<br />

No buscaba comentarios ni atención. Solo un cheque con la paga.<br />

—No pretendía cambiar nada.<br />

—No era un reproche —respondió Linda-Gail, la<strong>de</strong>ando la cabeza con una<br />

sonrisa que resaltó sus hoyuelos—. Te asustas pronto, ¿no?<br />

—Supongo que sí.<br />

Reece probó la sopa y le gustó el sutil sabor picante <strong>de</strong>l caldo.<br />

—No me extraña que haya tanta clientela. Esta sopa está tan buena como la<br />

mejor que puedas tomar en un hotel <strong>de</strong> cinco estrellas.<br />

Linda-Gail echó un vistazo hacia la cocina para asegurarse <strong>de</strong> que Joanie estaba<br />

ocupada.<br />

—Hemos hecho una apuesta. Bebe cree que tienes problemas con la ley. Ve<br />

<strong>de</strong>masiado la televisión. Juanita cree que estás huyendo <strong>de</strong> un marido maltratador.<br />

Matthew, como tiene diecisiete años, solo piensa en el sexo. Yo creo que te rompieron<br />

— 17 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

el corazón en el Este. ¿Quién ha acertado?<br />

—Nadie, lo siento. Simplemente estoy <strong>de</strong>socupada, <strong>de</strong> viaje.<br />

Sintió una punzada <strong>de</strong> ansiedad al pensar que los <strong>de</strong>más estaban haciendo<br />

especulaciones, pero se recordó a sí misma que los restaurantes estaban llenos <strong>de</strong><br />

pequeños dramas y mucho cotilleo.<br />

—Aquí hay gato encerrado —replicó Linda-Gail sacudiendo la cabeza—. Para<br />

mí, llevas escrito en la cara que te han roto el corazón. Y hablando <strong>de</strong><br />

rompecorazones, aquí llega un hombre alto, moreno y guapo.<br />

«Es alto», pensó Reece cuando siguió la dirección <strong>de</strong> la mirada <strong>de</strong> Linda-Gail.<br />

Un metro ochenta y cinco más o menos. Y moreno, tenía el pelo <strong>de</strong>sgreñado y oscuro<br />

y la tez aceitunada. Pero no le parecía guapo.<br />

Para ella esa palabra significaba elegante y distinguido, y aquel hombre no era<br />

ninguna <strong>de</strong> las dos cosas. Al contrario, tenía un aire tosco y duro, una barba<br />

<strong>de</strong>scuidada, un rostro enjuto, y algo aún más tosco, en su opinión, en la línea áspera<br />

<strong>de</strong> la boca y en cómo sus ojos estudiaban la sala. No había ninguna elegancia en su<br />

cazadora <strong>de</strong> cuero raída, sus vaqueros <strong>de</strong>scoloridos y sus botas gastadas.<br />

No era el típico vaquero, <strong>de</strong> eso estaba segura, pero parecía capaz <strong>de</strong><br />

arreglárselas muy bien por sí solo. Parecía fuerte, y tal vez un poquito malo.<br />

—Se llama Brody —susurró Linda-Gail—. Es escritor.<br />

Reece se relajó un poco. Algo en su postura, en su toma <strong>de</strong> posesión <strong>de</strong> la sala,<br />

le había hecho pensar que podría ser policía. Escritor era mejor. Más fácil. ¿De qué<br />

tipo?<br />

Escribe artículos para revistas y cosas así, y le han publicado nada menos que<br />

tres libros. De misterio. Le pega, porque eso es él. Un misterio. —Se echó el pelo<br />

hacia atrás y se movió un poco para po<strong>de</strong>r observar <strong>de</strong> reojo a Brody mientras él se<br />

dirigía a gran<strong>de</strong>s zancadas hacia una mesa vacía—. Dicen que trabajaba para un gran<br />

periódico en Chicago y le <strong>de</strong>spidieron. Tiene alquilada una cabaña al otro lado <strong>de</strong>l<br />

lago y casi siempre va solo. Pero viene a cenar aquí tres veces por semana. Deja un<br />

veinte por ciento <strong>de</strong> propina.<br />

Cuando Brody se sentó, la camarera se volvió hacia Reece.<br />

—¿Qué pinta tengo?<br />

—Estupenda.<br />

—Un día <strong>de</strong> estos voy a inventar algo para que se fije en mí, solo para satisfacer<br />

mi curiosidad, aunque por ahora me quedaré con el veinte por ciento.<br />

Linda-Gail se dirigió hacia la mesa mientras sacaba el bloc <strong>de</strong> pedidos <strong>de</strong>l<br />

bolsillo. Des<strong>de</strong> su asiento, Reece oyó su alegre saludo.<br />

—¿Qué tal te va, Brody? ¿Qué tienes pensado para esta noche?<br />

Mientras comía, Reece observó cómo la camarera coqueteaba y cómo el hombre<br />

llamado Brody hacía su pedido sin consultar el menú. Cuando se dio la vuelta,<br />

Linda-Gail le lanzó una mirada exageradamente soñadora. Justo cuando los labios <strong>de</strong><br />

Reece dibujaban una sonrisa en respuesta, Brody la miró a la cara.<br />

El corazón le dio un vuelco. Aunque apartó los ojos enseguida, sintió los <strong>de</strong> él<br />

sobre ella, <strong>de</strong>scarados, <strong>de</strong>liberadamente exploradores. Por primera vez <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />

— 18 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

había empezado su turno, se sintió expuesta y vulnerable.<br />

Apartó el taburete y apiló sus platos. Haciendo esfuerzos por no mirar por<br />

encima <strong>de</strong>l hombro, se los llevó a la cocina.<br />

Brody pidió chuletas <strong>de</strong> alce y engañó la espera con una botella <strong>de</strong> cerveza<br />

Coors y un libro. Alguien había puesto un disco <strong>de</strong> Emmylou Harris en la máquina y<br />

él tarareó mentalmente la música.<br />

Pensó en la morenita y en su mirada. Richard Adams utilizaba mucho la<br />

palabra «petrificado» en La colina <strong>de</strong> Watership. «Buena palabra —pensó—; a la nueva<br />

cocinera, con esa inmovilidad repentina, le va como un guante.»<br />

Por lo que sabía <strong>de</strong> Joanie Parks, la morenita no tendría trabajo si no fuese<br />

competente. Sospechaba que <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l caparazón <strong>de</strong> Joanie había un corazón tierno,<br />

pero el caparazón era grueso y espinoso, y no soportaba a los inútiles.<br />

Por supuesto, si quería enterarse <strong>de</strong> la vida y milagros <strong>de</strong> la recién llegada solo<br />

tenía que preguntarle a la rubita. Pero entonces se sabría que había preguntado y<br />

otros le preguntarían qué pensaba, qué sabía. Conocía lugares como Angel´s Fist, y<br />

era consciente <strong>de</strong> que vivían <strong>de</strong> las habladurías.<br />

Sin preguntar, tardaría un poco más en saber cosas <strong>de</strong> ella, pero habría<br />

murmullos y comentarios, rumores y especulaciones Y, cuando le interesaba, tenía<br />

buen oído para enterarse <strong>de</strong> esas cosas.<br />

La muchacha parecía frágil, <strong>de</strong> las que se diría que se van a romper <strong>de</strong> un<br />

momento a otro. Se preguntó por qué.<br />

En cualquier caso, vio que estaba en lo cierto en cuanto a su profesionalidad.<br />

Trabajaba sin cesar, como esos buenos cocineros que le hacían pensar que tenían un<br />

par <strong>de</strong> manos más escondidas en alguna parte.<br />

Tal vez era su primer día en aquel empleo, pero estaba seguro <strong>de</strong> que no era la<br />

primera vez que trabajaba en la cocina <strong>de</strong> un restaurante. Como, por el momento, la<br />

muchacha resultaba más interesante que el libro, siguió observándola mientras se<br />

tomaba la cerveza.<br />

«No tiene ninguna relación con nadie <strong>de</strong>l pueblo», <strong>de</strong>cidió. Brody llevaba casi<br />

un año viviendo allí, y si hubiese tenido que llegar la hija, hermana, sobrina o prima<br />

tercera <strong>de</strong> alguien, se habría enterado. No le parecía una trotamundos. Más bien una<br />

corredora. Eso era lo que había visto en sus ojos: cautela y rapi<strong>de</strong>z para saltar en el<br />

momento oportuno.<br />

Cuando ella se movió para colocar un plato en la fila <strong>de</strong> los pedidos listos,<br />

aquellos ojos le lanzaron una mirada; solo fue un instante, luego volvieron a<br />

<strong>de</strong>sviarse. Antes <strong>de</strong> que se situara <strong>de</strong> nuevo frente a la parrilla, se abrió la puerta y su<br />

mirada se <strong>de</strong>svió hacia allí. La sonrisa apareció en su cara <strong>de</strong> forma tan rápida e<br />

inesperada que Brody parpa<strong>de</strong>ó. Todo cambió en ella, se volvió más ligero, más<br />

suave, y él supo que allí se escondía algo más que una belleza frágil. Cuando echó<br />

una ojeada para ver lo que había provocado aquella sonrisa radiante, vio que Mac<br />

Drubber se la <strong>de</strong>volvía y saludaba con la mano.<br />

— 19 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Al fin y al cabo, tal vez tuviese parientes en el pueblo.<br />

Mac se acomodó en el banco que había enfrente al suyo.<br />

—¿Cómo va todo? —preguntó.<br />

—No puedo quejarme —respondió Brody.<br />

—Me apetecía comer algo que no tuviera que freír yo mismo. ¿Qué pinta bien<br />

esta noche? Aparte <strong>de</strong> la nueva cocinera... —dijo arqueando las cejas.<br />

—Yo he pedido chuletas. No sueles venir los sábados por la noche, Mac. Eres<br />

un animal <strong>de</strong> costumbres, y sé que vienes los miércoles, cuando hay espaguetis.<br />

—No tenía ganas <strong>de</strong> abrir una lata, y quería ver cómo le iba a la chica. Ha<br />

llegado hoy al pueblo con un tubo <strong>de</strong>l radiador roto.<br />

«Solo has <strong>de</strong> esperar cinco minutos —pensó Brody— para que la información te<br />

llegue a las manos.»<br />

—¿De verdad?<br />

—Al poco me he enterado <strong>de</strong> que trabajaba aquí. Por la cara que ha puesto,<br />

parecía que le hubiese tocado la lotería. Es <strong>de</strong>l Este, <strong>de</strong> Boston. Se aloja en el hotel. Se<br />

llama Reece Gilmore.<br />

Se cayó cuando Linda-Gail llevó el plato <strong>de</strong> Brody a la mesa.<br />

—Hola, señor Drubber. ¿Cómo va todo? ¿Qué le traigo hoy?<br />

Mac se inclinó para observar mejor el plato <strong>de</strong> Brody.<br />

—Eso tiene un aspecto estupendo.<br />

—La nueva cocinera tiene buena mano. Ya me dirás qué te parecen esas<br />

chuletas, Brody. ¿Te traigo algo más?<br />

—Otra cerveza.<br />

—Enseguida. ¿Y usted, señor Drubber?<br />

—Tomaré una Coca-Cola y lo mismo que está comiendo mi amigo. Esas<br />

chuletas tienen que estar riquísimas.<br />

«Lo están —pensó Brody— y vienen con una ración generosa <strong>de</strong> patatas al<br />

gratén y frijoles.» La comida estaba dispuesta artísticamente en el sencillo plato<br />

blanco, a diferencia <strong>de</strong> los montones sin or<strong>de</strong>n que Joanie solía servir.<br />

—Te vi en la barca el otro día —comentó Mac—. ¿Pescaste algo?<br />

—No estaba pescando. Cortó un trozo <strong>de</strong> chuleta y lo comió.<br />

—Qué cosas tienes, Brody. Sales al lago <strong>de</strong> vez en cuando pero no a pescar.<br />

Sales al bosque <strong>de</strong> vez en cuando pero no a cazar.<br />

—Si pescase o cazase algo, tendría que guisarlo.<br />

—Eso es verdad. ¿Cómo está?<br />

—Bueno. —Brody cortó otro trozo—. Muy bueno.<br />

Mac Drubber era una <strong>de</strong> las pocas personas con las que Brody no tenía<br />

inconveniente en pasar una velada, así que se entretuvo con el café mientras Mac se<br />

acababa su plato.<br />

—Los frijoles saben distinto. Más finos. Debería <strong>de</strong>cir que saben mejor, pero si<br />

repites eso don<strong>de</strong> pueda oírlo Joanie, juraré que mientes.<br />

—Si ha cogido una habitación en el hotel, no creo que piense quedarse mucho<br />

tiempo.<br />

— 20 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Ha reservado por una semana. —A Mac le gustaba saber lo que ocurría, y a<br />

quién, en su pueblo. No solo tenía una tienda, también era alcal<strong>de</strong>. Consi<strong>de</strong>raba que<br />

el cotilleo formaba parte <strong>de</strong> sus obligaciones—. La verdad, no creo que la chica tenga<br />

mucho dinero —dijo dirigiendo el tenedor hacia Brody antes <strong>de</strong> pinchar los últimos<br />

frijoles—. Ha pagado el tubo <strong>de</strong>l radiador en metálico y me han dicho que también el<br />

hotel.<br />

«Nada <strong>de</strong> tarjetas <strong>de</strong> crédito», reflexionó Brody, y se pregunto si la mujer<br />

misteriosa huía <strong>de</strong> algo.<br />

—Tal vez no quiera <strong>de</strong>jar rastro para evitar que alguien o algo la siga.<br />

—Tienes una mente suspicaz. —Mac retiró el último pedacito <strong>de</strong> carne <strong>de</strong>l<br />

hueso—. Y si no quiere, algún motivo tendrá. Por su cara, diría que es una persona<br />

honrada.<br />

—Y tú eres un romántico. Hablando <strong>de</strong> romances —dijo Brody al tiempo que<br />

señalaba la puerta con un gesto <strong>de</strong> la cabeza.<br />

El hombre que entró llevaba unos Levis´s y una camisa a cuadros bajo una<br />

cazadora negra, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> botas <strong>de</strong> piel <strong>de</strong> serpiente, un cinturón militar y un<br />

sombrero <strong>de</strong> vaquero. Tenía el cabello rizado y <strong>de</strong> color rubio rojizo con algunos<br />

mechones aclarados por el sol. Su rostro era suave, <strong>de</strong> rasgos armoniosos, con la<br />

barbilla hendida y unos ojos <strong>de</strong> color azul claro que, como todo el mundo sabía,<br />

utilizaba siempre que tenía ocasión para seducir a las damas.<br />

Se pavoneó —no había otra forma <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir su paso lento y oscilante— hasta<br />

la barra y se sentó en un taburete.<br />

—Cas ha venido para ver si la chica nueva merece su tiempo —dijo Mac<br />

sacudiendo la cabeza mientras se terminaba las patatas—. Cas le cae bien a todo el<br />

mundo. Es un tipo agradable, pero espero que ella tenga sentido común.<br />

Parte <strong>de</strong> la distracción <strong>de</strong> que disfrutaba Brody en el pueblo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía un año<br />

consistía en contemplar la forma en que Cas hacía caer a las mujeres como si fuesen<br />

bolos.<br />

—Apuesto diez dólares a que liga con ella y a que aña<strong>de</strong> una muesca a la pata<br />

<strong>de</strong> su cama antes <strong>de</strong> que acabe la semana.<br />

Mac enarcó las cejas en un gesto <strong>de</strong> reprobación.<br />

Esa no es forma <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> una buena chica.<br />

—No la conoces tanto como para estar seguro <strong>de</strong> que es una buena chica.<br />

—Yo digo que lo es, así que voy a aceptar esa apuesta y tendrás que pagar.<br />

Brody se echó a reír <strong>de</strong> mala gana. Mac no bebía, no fumaba y si se interesaba<br />

por las mujeres no lo hacía <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la gente. Brody pensaba que su ligero toque<br />

puritano formaba parte <strong>de</strong> su encanto.<br />

—Es solo sexo, Mac.<br />

A Mac se le pusieron coloradas las puntas <strong>de</strong> las orejas.<br />

—¿Te acuerdas <strong>de</strong>l sexo, no? —añadió Brody con una amplia sonrisa.<br />

—Tengo un vago recuerdo <strong>de</strong>l proceso.<br />

En la cocina, Joanie puso un trozo <strong>de</strong> tarta <strong>de</strong> manzana sobre la encimera.<br />

—Tómale un <strong>de</strong>scanso —le or<strong>de</strong>nó a Reece—. Cómete la tarta.<br />

— 21 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—La verdad, no tengo hambre, y he <strong>de</strong>...<br />

—No te he preguntado si tenías hambre, ¿verdad? Cómete la tarta, no te<br />

cobraré nada. Es el último pedazo, y <strong>de</strong> todos modos mañana habrá que tirarla. ¿Ves<br />

a aquel que está sentado a la barra?<br />

—¿Ese que parece que acaba <strong>de</strong> bajarse <strong>de</strong>l caballo?<br />

—Es William Butler, pero todo el mundo le llama Cas. Es el diminutivo <strong>de</strong><br />

Casanova; le pusieron el apodo cuando era un chaval y se pasaba el día empeñado en<br />

llevarse a la cama a cualquier chica que estuviese en un radio <strong>de</strong> cien kilómetros.<br />

—Ah, ya.<br />

—Ahora casi todos los sábados por la noche Cas queda con alguna o va a<br />

Clancy's con sus colegas para <strong>de</strong>cidir qué vaquilla separar <strong>de</strong> ese rebaño en<br />

particular. Ha venido para echarte un vistazo.<br />

Al ver que no tenía otra opción, Reece empezó a comerse la tarta.<br />

—No creo que haya mucho que ver.<br />

Eres nueva, mujer, joven y, que se sepa, soltera. En su favor, hay que <strong>de</strong>cir que<br />

Cas no se lía con mujeres casadas. Mira, ahora está coqueteando con Juanita, este<br />

invierno estuvo liado unas semanas con ella, hasta que les echó el ojo a unas chicas<br />

que vinieron a esquiar. —Joanie cogió la gran cafetera que siempre tenía a mano—.<br />

El chico tiene encanto. Ninguna <strong>de</strong> las mujeres con las que se acuesta le hace<br />

reproches cuando se abrocha los vaqueros y se marcha.<br />

—¿Me lo dices porque supones que se acostará conmigo una <strong>de</strong> estas noches?<br />

—Solo te informo.<br />

—Pues ahora ya lo sé. No te preocupes, no busco un hombre, ni para un ratito<br />

ni para siempre. Des<strong>de</strong> luego, a ninguno que utilice el pene como varilla <strong>de</strong> zahorí.<br />

Joanie soltó una carcajada.<br />

—¿Cómo está la tarta?<br />

—Muy buena, <strong>de</strong>liciosa. No le he preguntado por las pastas. ¿Las preparáis<br />

aquí o las compráis en alguna pana<strong>de</strong>ría <strong>de</strong> la zona?<br />

—Las hago yo.<br />

—¿De verdad?<br />

—Ahora estás pensando que se me dan mejor las pastas que la parrilla. Y tienes<br />

razón. ¿Y a ti?<br />

—No es mi fuerte, pero puedo echarte una mano cuando te haga falta.<br />

—Te lo haré saber.<br />

Joanie sirvió un par <strong>de</strong> hamburguesas y luego echó patatas fritas y judías en los<br />

platos para acompañarlas. Estaba añadiendo encurtidos y tomates cuando Cas entró<br />

con paso lento en la cocina.<br />

—Hola, William.<br />

—Hola, mamá —contestó él, se inclinó y le dio un beso en la frente.<br />

A Reece se le cayó el alma a los pies.<br />

«Mamá —pensó—, y yo haciendo chistes sobre su pene.»<br />

—Me han dicho que estabas mejorando la categoría <strong>de</strong>l local —dijo él. Le<br />

<strong>de</strong>dicó a Reece una sonrisa lenta y afable antes <strong>de</strong> echar un trago <strong>de</strong> la cerveza que<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

llevaba en la mano—. Mis amigos me llaman Cas.<br />

—Yo soy Reece. Encantada <strong>de</strong> conocerte. Yo me ocupo <strong>de</strong> estos, Joanie. —Cogió<br />

los platos, los llevó a la fila y observó con disgusto que por primera vez en toda la<br />

noche no había notas en espera <strong>de</strong> servir.<br />

—Pronto cerraremos la cocina —le dijo Joanie—. Ya pue<strong>de</strong>s irte. Mañana haces<br />

el primer turno, así que tienes que estar aquí a las seis en punto.<br />

—Claro, <strong>de</strong> acuerdo —respondió Reece mientras se quitaba el <strong>de</strong>lantal.<br />

—Te acompañaré al hotel con el coche —se ofreció Cas mientras <strong>de</strong>jaba la<br />

cerveza a un lado—. Así me aseguro <strong>de</strong> que no te ocurre nada por el camino.<br />

—Oh, no, no te molestes —replicó Reece mirando a la madre con la esperanza<br />

<strong>de</strong> recibir un poco <strong>de</strong> ayuda por ese lado, pero Joanie ya se había alejado para apagar<br />

las freidoras—. No está lejos. Estoy bien, y <strong>de</strong> todos modos me apetece caminar.<br />

—Perfecto, te acompañaré. ¿Llevas chaqueta?<br />

Reece pensó que si se negaba sería una <strong>de</strong>scortesía por su parte, y que si<br />

aceptaba tendría que andar por la cuerda floja. Optó por la segunda opción. Sin una<br />

palabra, cogió su cazadora vaquera.<br />

—Estaré aquí a las seis.<br />

Se <strong>de</strong>spidió entre dientes y se dirigió hacia la puerta. Notaba los ojos <strong>de</strong>l<br />

escritor —Brody— clavados en su espalda. ¿Por qué seguía allí?<br />

Cas le abrió la puerta y salió <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ella.<br />

—Hace fresco. ¿Seguro que no tendrás frío?<br />

—Me sentará <strong>de</strong> maravilla <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l calor <strong>de</strong> la cocina.<br />

—Seguro que sí. No <strong>de</strong>jes que mi madre te obligue a trabajar <strong>de</strong>masiado.<br />

—Me gusta trabajar.<br />

—Seguro que esta noche no has parado. Te invito a tomar algo para que puedas<br />

relajarte un poco y me cuentes tu vida.<br />

—Gracias, pero mi vida no vale una invitación. A<strong>de</strong>más, mañana me toca el<br />

primer turno.<br />

—Creo que hará buen día —dijo Cas con voz tan lenta como su paso—. Si<br />

quieres, te paso a buscar cuando salgas. Te enseñaré todo esto. Te aseguro que no<br />

hay mejor guía en Angel's Fist. Y tengo referencias que <strong>de</strong>muestran que soy un<br />

caballero.<br />

Reece <strong>de</strong>bía reconocer que Cas tenía una sonrisa fantástica y una mirada<br />

seductora como una caricia.<br />

Y era el hijo <strong>de</strong> su jefa.<br />

—Eres muy amable, pero como aquí conozco a poca gente, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace menos<br />

<strong>de</strong> un día, podrías falsificar esas referencias. Mejor paso y mañana aprovecho para<br />

situarme un poco.<br />

—Como quieras.<br />

Cuando la tomó <strong>de</strong>l brazo, Reece dio un bote.<br />

—Tranquila, no corras —le susurró como si hablase a un caballo espantado—.<br />

Se nota que eres <strong>de</strong>l Este porque caminas como si llegases tar<strong>de</strong> a una cita. Tómate<br />

un minuto y mira hacia arriba. Menuda vista, ¿no?<br />

— 23 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

El corazón seguía latiéndole <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong>prisa, pero miró hacia arriba. Y allí,<br />

por encima <strong>de</strong> las sombras recortadas <strong>de</strong> las montañas, flotaba la luna llena.<br />

Las estrellas brillaban a su alre<strong>de</strong>dor como si alguien hubiese cargado una<br />

escopeta con diamantes y hubiese disparado al aire. Su luz teñía <strong>de</strong> un azul extraño<br />

la nieve <strong>de</strong> los picos y salpicaba con profundas e intensas sombras las grietas y<br />

hondonadas.<br />

«Esto es lo que me pierdo cuando me pue<strong>de</strong>n los nervios y clavo la vista en el<br />

suelo», pensó. Y aunque le habría gustado disfrutar a solas <strong>de</strong> aquel momento, tenía<br />

que agra<strong>de</strong>cerle a Cas que la hubiese obligado a <strong>de</strong>tenerse a mirar.<br />

—Qué maravilla. La guía que compré dice que esas montañas son majestuosas,<br />

y yo creía que exageraba. Cuando las he visto antes no me han parecido majestuosas,<br />

sino ásperas y duras. Pero ahora sí lo son.<br />

—Allí arriba hay lugares que hay que ver para creer, y cambian ante tus propios<br />

ojos. En esta época <strong>de</strong>l año, si subes y te acercas al río, oyes el ruido <strong>de</strong> las rocas que<br />

arrastran las aguas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>shielo. Ya te llevaré. No hay nada como ver los Tetons a<br />

caballo.<br />

—No sé montar.<br />

—Puedo enseñarte.<br />

Reece reanudó la marcha.<br />

—A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> guía, eres profesor <strong>de</strong> equitación.<br />

—A eso me <strong>de</strong>dico sobre todo en el Circle K, un rancho para turistas situado a<br />

unos tres kilómetros <strong>de</strong> aquí. Puedo pedirle al cocinero <strong>de</strong>l rancho que nos prepare<br />

un buen picnic y buscarte una montura mansa. Te prometo una jornada digna <strong>de</strong><br />

contarla en tus cartas.<br />

—Estoy segura. —Le habría gustado oír el ruido <strong>de</strong> las rocas y ver las morrenas<br />

y los prados. Y en aquel momento, a la luz <strong>de</strong> aquella luna espectacular, casi era<br />

tentador acce<strong>de</strong>r a que él se lo enseñase—. Lo pensaré —añadió—. Yo me quedo<br />

aquí.<br />

—Te acompaño arriba.<br />

—No tienes por qué. Estoy...<br />

—Mi madre me enseñó a acompañar a las damas hasta la puerta.<br />

Volvió a tomarla <strong>de</strong>l brazo, como si tal cosa, y abrió la puerta <strong>de</strong>l hotel. Reece<br />

percibió que <strong>de</strong>sprendía un atractivo olor a cuero y a pino.<br />

—Buenas noches, Tom —saludó al recepcionista <strong>de</strong> noche.<br />

—Hola, Cas. Señora...<br />

Reece vio la sombra <strong>de</strong> una sonrisa irónica en los ojos <strong>de</strong>l recepcionista.<br />

Cuando Cas se volvió hacia el ascensor, Reece se echó hacia atrás.<br />

—Mi habitación está en el tercer piso. Subiré a pie.<br />

—Eres una <strong>de</strong> esas fanáticas <strong>de</strong>l ejercicio, ¿verdad? Por eso <strong>de</strong>bes <strong>de</strong> estar tan<br />

<strong>de</strong>lgada.<br />

Pero cambió <strong>de</strong> dirección sin protestar y luego abrió la puerta que daba a la<br />

escalera.<br />

—Te agra<strong>de</strong>zco las molestias —dijo ella, haciendo esfuerzos para no <strong>de</strong>jarse<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

arrastrar por el pánico ante la caja <strong>de</strong> la escalera, que parecía mucho más pequeña<br />

con él a su lado—. Des<strong>de</strong> luego, he ido a parar a un pueblo acogedor.<br />

—Wyoming es un estado acogedor. Pue<strong>de</strong> que no seamos muchos, pero somos<br />

agradables. Me han dicho que eres <strong>de</strong> Boston.<br />

—Sí.<br />

—¿Es la primera vez que vienes por aquí?<br />

—Así es.<br />

Un tramo más y se abriría la puerta.<br />

—¿Te has tomado unas vacaciones para ver el país?<br />

—Sí, exactamente.<br />

—Tú sólita... eres muy valiente.<br />

—¿Tú crees?<br />

—Demuestra que tienes un espíritu aventurero.<br />

Reece se habría echado a reír, pero se sintió <strong>de</strong>masiado aliviada cuando él le<br />

abrió la puerta y pudo salir por fin al pasillo <strong>de</strong>l tercer piso.<br />

—Esta es mi habitación.<br />

Sacó la tarjeta y bajó la mirada automáticamente para comprobar que la cinta<br />

adhesiva <strong>de</strong> la puerta seguía allí.<br />

Antes <strong>de</strong> que pudiera <strong>de</strong>slizar la tarjeta en la ranura, él la cogió y se le a<strong>de</strong>lantó.<br />

Abrió la puerta y le <strong>de</strong>volvió la tarjeta.<br />

—Te has <strong>de</strong>jado todas las luces encendidas —comentó—. Y la tele.<br />

—Vaya, es verdad. Debía <strong>de</strong> estar <strong>de</strong>masiado ansiosa por empezar a trabajar.<br />

Gracias por la compañía, Cas.<br />

—Ha sido un placer. Pronto montarás a caballo, ya lo verás.<br />

Reece consiguió sonreír.<br />

—Lo pensaré. Gracias <strong>de</strong> nuevo. Buenas noches.<br />

Cruzó el umbral y cerró la puerta. Corrió el cerrojo y puso la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong><br />

seguridad. Se sentó al otro lado <strong>de</strong> la cama y se puso a mirar por la ventana, hacia<br />

todo aquel espacio abierto, hasta que ya no tuvo que esforzarse para respirar con<br />

regularidad.<br />

Más tranquila, echó un vistazo a través <strong>de</strong> la mirilla para asegurarse <strong>de</strong> que el<br />

pasillo estaba <strong>de</strong>spejado antes <strong>de</strong> apoyar una silla en la puerta. Después <strong>de</strong><br />

comprobar <strong>de</strong> nuevo el cerrojo y la robustez <strong>de</strong>l tocador que bloqueaba la puerta <strong>de</strong><br />

la habitación contigua, se preparó para acostarse. Puso el <strong>de</strong>spertador <strong>de</strong>l hotel las<br />

cinco <strong>de</strong> la mañana y luego el suyo, para mayor seguridad.<br />

Actualizó su diario y luego consi<strong>de</strong>ró cuántas luces podía <strong>de</strong>jar encendidas<br />

durante toda la noche. Era su primera noche en un lugar nuevo; tenía <strong>de</strong>recho a <strong>de</strong>jar<br />

encendida la luz <strong>de</strong>l escritorio y la <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> baño. De todos modos, en realidad<br />

el cuarto <strong>de</strong> baño no contaba. Era solo por seguridad y comodidad. Tal vez tuviese<br />

que levantarse en plena noche para orinar.<br />

Sacó la linterna <strong>de</strong> la mochila y la colocó junto a la cama. Podía producirse un<br />

corte <strong>de</strong>l suministro eléctrico <strong>de</strong>bido a un incendio. Al fin y al cabo, no era la única<br />

huésped <strong>de</strong>l hotel. Alguien podía fumar en la cama y dormirse, o algún niño podía<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

jugar con fósforos.<br />

A saber.<br />

Todo el edificio podía ar<strong>de</strong>r a las tres <strong>de</strong> la mañana. En ese caso tendría que<br />

salir <strong>de</strong>prisa. Tener la linterna cerca era una cuestión <strong>de</strong> pru<strong>de</strong>ncia.<br />

El cosquilleo en el pecho le hizo anhelar los somníferos que llevaba en el<br />

neceser. Se recordó que aquellas píldoras, los anti<strong>de</strong>presivos y los ansiolíticos eran<br />

solo una red <strong>de</strong> seguridad. Hacía meses que no tomaba un somnífero, y esa noche<br />

estaba lo bastante cansada para conseguir dormir sin ayuda. A<strong>de</strong>más, si <strong>de</strong> verdad<br />

había un incendio y un corte <strong>de</strong>l suministro eléctrico, se tambalearía al caminar y se<br />

movería <strong>de</strong>spacio. Moriría achicharrada o asfixiada por la inhalación <strong>de</strong> humo.<br />

Esa i<strong>de</strong>a la obligó a sentarse en un lado <strong>de</strong> la cama con la cabeza entre las<br />

manos, maldiciéndose por tener una imaginación <strong>de</strong>sbordante y estúpida.<br />

—Para, Reece —dijo en voz alta—. Para ahora mismo y vete a la cama. Tienes<br />

que levantarte temprano y realizar las funciones básicas como un ser humano<br />

normal.<br />

Antes <strong>de</strong> acostarse volvió a comprobar el cerrojo. Se quedó quieta, escuchando<br />

los sordos latidos <strong>de</strong> su corazón, los sonidos proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> la habitación contigua,<br />

<strong>de</strong>l pasillo, <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong> la ventana.<br />

«No hay peligro —se dijo—. Esto es completamente seguro. No va a <strong>de</strong>clararse<br />

ningún incendio. No va a explotar ninguna bomba. Nadie va a irrumpir en mi<br />

habitación para asesinarme mientras duermo.»<br />

El cielo no iba a <strong>de</strong>splomarse sobre su cabeza.<br />

Pero <strong>de</strong>jó la televisión encendida, con el volumen bajo, y aprovechó la vieja<br />

película en blanco y negro para conciliar el sueño.<br />

El dolor era tan horroroso, tan atroz, que no podía gritar. La oscuridad, el<br />

yunque <strong>de</strong> oscuridad, cayó a plomo sobre su pecho para atraparla. Aplastó sus<br />

pulmones y le impidió respirar, le impidió moverse. El martillo golpeó aquel<br />

yunque, machacando su cabeza, su pecho, vapuleándola. Hizo esfuerzos para<br />

respirar, pero el dolor era excesivo y el miedo era aún mayor que el dolor.<br />

Estaban allí fuera, entre las tinieblas. Los oía, oía los cristales que se rompían,<br />

las explosiones. Y, lo que era peor, los gritos.<br />

Peor que los gritos, las risas.<br />

«¿Ginny? ¿Ginny?»<br />

«No, no, no grites, no hagas ruido. Es preferible morir aquí a oscuras a que la<br />

encuentren.» Pero venían, venían a buscarla, y no podía contener los gemidos, no<br />

podía impedir el castañeteo <strong>de</strong> sus dientes.<br />

La luz repentina era cegadora, y los alaridos que resonaban en su cabeza<br />

salieron como gruñidos fúnebres.<br />

—Queda una viva.<br />

Lanzó débiles manotazos y patadas contra las manos que se alargaban hacia<br />

ella.<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Despertó envuelta en sudor, con aquellos gruñidos en la garganta, mientras<br />

cogía la linterna y la empuñaba como si fuese un arma.<br />

¿Había alguien allí? ¿En la puerta? ¿En la ventana?<br />

Se sentó estremeciéndose, temblando, aguzando el oído.<br />

Una hora más tar<strong>de</strong>, cuando sonaron los <strong>de</strong>spertadores, seguía sentada en la<br />

cama, con la linterna aún en la mano y todas las luces <strong>de</strong> la habitación encendidas.<br />

— 27 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 3<br />

Tras el ataque <strong>de</strong> pánico, era difícil afrontar la cocina, la gente, la pretensión <strong>de</strong><br />

ser normal. Pero a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> estar casi sin blanca, había dado su palabra. Las seis en<br />

punto.<br />

Tenía otra alternativa: volver atrás, retroce<strong>de</strong>r, y todos los meses que había<br />

pasado avanzando poco a poco quedarían borrados. Solo tenía que hacer una<br />

llamada telefónica para que la rescatasen.<br />

Y para estar acabada.<br />

Se movió paso a paso. Vestirse fue una victoria; abandonar la habitación, otra.<br />

Salir al exterior y dirigir sus pasos hacia el restaurante fue un pequeño triunfo<br />

personal. El aire era frío —al invierno aún le quedaban fuerzas—, y su aliento<br />

resultaba visible a la trémula luz que precedía al amanecer. Las montañas eran<br />

siluetas oscuras y fuertes que se recortaban contra el cielo ahora que la luna llena se<br />

había ocultado tras los picos. Una extensa capa <strong>de</strong> niebla se extendía a los pies <strong>de</strong> las<br />

montañas. Dedos <strong>de</strong> bruma se alzaban <strong>de</strong>l lago y envolvían los árboles <strong>de</strong>snudos,<br />

finos como las alas <strong>de</strong> las hadas.<br />

En la gélida oscuridad, todo parecía fantástico, inmóvil y bien equilibrado. El<br />

corazón le dio un vuelco cuando algo salió <strong>de</strong> aquella bruma. Volvió a calmarse al<br />

ver que era un animal.<br />

A aquella distancia no distinguía si era un alce o un ciervo pero, fuera lo que<br />

fuese, pareció <strong>de</strong>slizarse, y la bruma se hizo jirones a su alre<strong>de</strong>dor cuando se acercó<br />

al lago.<br />

Mientras el animal inclinaba la cabeza para beber, Reece oyó el primer coro <strong>de</strong>l<br />

canto <strong>de</strong> los pájaros. Una parte <strong>de</strong> ella quiso sentarse en la acera y contemplar a solas<br />

y en silencio el nacimiento <strong>de</strong>l sol.<br />

Apaciguada, echó a andar <strong>de</strong> nuevo. Tendría que enfrentarse a la cocina, la<br />

gente, las preguntas que siempre ro<strong>de</strong>aban a una cara nueva en cualquier empleo.<br />

No podía permitirse llegar tar<strong>de</strong> y estar nerviosa, ni quería atraer más atención <strong>de</strong> la<br />

estrictamente necesaria.<br />

«Mantén la calma —se or<strong>de</strong>nó—. Céntrate.» Para conseguirlo, se puso a recitar<br />

fragmentos <strong>de</strong> poesía, concentrándose en el ritmo <strong>de</strong> las palabras, hasta que se dio<br />

cuenta <strong>de</strong> que hablaba en voz alta y se acobardó. Se recordó a sí misma que nadie la<br />

oía, y la confusión la acompañó hasta la puerta <strong>de</strong> Ángel Food.<br />

Las luces encendidas que brillaban en el interior aflojaron parte <strong>de</strong> la tensión<br />

que pesaba sobre sus hombros. Vio movimiento <strong>de</strong>ntro. Era Joanie, ya en la cocina.<br />

¿Aquella mujer dormía alguna vez?<br />

«Tienes que llamar a la puerta —se dijo—. Llama, sonríe, saluda.» Cuando diese<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

ese paso, cuando se obligase a entrar, ahogaría la ansiedad en el trabajo.<br />

Pero su brazo parecía <strong>de</strong> plomo y se negaba a moverse. Tenía los <strong>de</strong>dos<br />

<strong>de</strong>masiado rígidos, <strong>de</strong>masiado fríos para cerrarse en un puño. Se quedó don<strong>de</strong><br />

estaba, sintiéndose estúpida, inútil e impotente.<br />

—¿Algún problema con la puerta?<br />

Dio un bote y se volvió. Allí estaba Linda-Gail cerrando <strong>de</strong> golpe la puerta <strong>de</strong><br />

un pequeño y resistente utilitario.<br />

—No, no. Solo estaba...<br />

—¿Espiando? No parece que hayas dormido mucho esta noche.<br />

—Pues no, la verdad.<br />

El aire, ya frio, se congeló con cada paso que Linda-Gail dio hacia ella. Los<br />

brillantes ojos azules, tan amistosos el día anterior, se mostraban reservados,<br />

distantes.<br />

—¿Llego tar<strong>de</strong>?<br />

—Me extraña que hayas venido con la noche que <strong>de</strong>bes <strong>de</strong> haber pasado.<br />

Reece se recordó acurrucada en la cama, agarrando la linterna y escuchando.<br />

Escuchando.<br />

—¿Cómo...?<br />

—Cas tiene fama <strong>de</strong> resistir mucho.<br />

—¿Cas? Yo no... ¡Oh!<br />

Una mezcla <strong>de</strong> sorpresa y regocijo calmó sus nervios.<br />

—No, él y yo no... yo no. Por el amor <strong>de</strong> Dios, Linda-Gail, hacía unos diez<br />

minutos que le conocía. Tiene que pasar al menos una hora <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que conozco a un<br />

tío para que ponga a prueba su resistencia.<br />

Linda-Gail bajó la mano que había levantado hasta la puerta y miró a Reece con<br />

los ojos entrecerrados.<br />

—Entonces, ¿no te acostaste con Cas?<br />

—No —contestó, sintiéndose más fuerte—. ¿He roto alguna tradición secreta<br />

<strong>de</strong>l pueblo? ¿Me <strong>de</strong>spedirán? ¿Me <strong>de</strong>tendrán? Si ser una tía fácil forma parte <strong>de</strong> los<br />

requisitos <strong>de</strong>l empleo, <strong>de</strong>berían habérmelo dicho <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio y pagar más <strong>de</strong><br />

ocho dólares por hora.<br />

—Esa cláusula es voluntaria. Lo siento —dijo Linda-Gail, sonriendo<br />

ruborizada—. Lo siento <strong>de</strong> verdad. No <strong>de</strong>bería haberlo dado por supuesto y<br />

lanzarme sobre ti solo porque os marchasteis juntos.<br />

—Me acompañó al hotel, propuso que tomásemos algo, cosa que yo no quise, se<br />

ofreció a enseñarme la zona, algo que puedo hacer sola, y luego dar tal vez un paseo<br />

a caballo. No sé montar, pero a lo mejor pruebo esa parte. Le doy un diez en la escala<br />

<strong>de</strong> belleza masculina y otro diez en comportamiento y modales. No sabía que<br />

estuvieseis liados.<br />

¿Liados? ¿Cas y yo? —Linda- Gail resopló—. ¡Qué va! De eso nada. Debo <strong>de</strong><br />

ser la única mujer soltera <strong>de</strong> menos <strong>de</strong> cincuenta años en cien kilómetros a la<br />

redonda que no se ha acostado con él. Para mí un salido es un salido, ya sea hombre<br />

o mujer.<br />

— 29 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Se encogió <strong>de</strong> hombros y luego volvió a observar la cara <strong>de</strong> Reece.<br />

—De todas formas, pareces agotada.<br />

—No he dormido bien, eso es todo. La primera noche en un litio nuevo, un<br />

trabajo nuevo... Nervios.<br />

—Pues tranquilízate —or<strong>de</strong>nó Linda-Gail mientras abría la puerta con mirada<br />

<strong>de</strong> nuevo cordial—. Aquí somos buena gente.<br />

—Me preguntaba si ibais a pasaros todo el día <strong>de</strong> palique ahí fuera. No os pago<br />

por charlar.<br />

—Por el amor <strong>de</strong> Dios, Joanie, son las seis y cinco. Descuéntamelo. Ah, por<br />

cierto, Reece, hablando <strong>de</strong> dinero, esta es tu parte <strong>de</strong> las propinas <strong>de</strong> anoche.<br />

—¿Mi parte? No serví ninguna mesa.<br />

Linda-Gail puso el sobre en las manos <strong>de</strong> Reece.<br />

—Son normas <strong>de</strong> la casa. El cocinero se lleva el diez por ciento <strong>de</strong> las propinas.<br />

Nos las dan por el servicio, pero si la comida es una porquería no nos darán gran<br />

cosa.<br />

—Gracias.<br />

«Ya no estoy sin blanca», pensó Reece mientras se metía el sobre en el bolsillo.<br />

—No te lo gastes todo <strong>de</strong> golpe.<br />

—¿Se acabó ya la cháchara? —dijo Joanie <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la barra con los<br />

brazos cruzados—. Pon las mesas para el <strong>de</strong>sayuno, Linda-Gail. Reece, ¿te parece que<br />

estás lista para mover ese culo tan flaco y ponerte a trabajar?<br />

—Sí, señora. Ah, y solo para <strong>de</strong>spejar el ambiente —añadió mientras ro<strong>de</strong>aba la<br />

barra para coger un <strong>de</strong>lantal—, tu hijo es encantador, pero esta noche he dormido<br />

sola.<br />

—El chico <strong>de</strong>be <strong>de</strong> estar perdiendo faculta<strong>de</strong>s.<br />

Eso no puedo <strong>de</strong>círtelo. Yo pienso seguir durmiendo sola mientras este en<br />

Angel's Fist.<br />

Joanie puso a un lado un cuenco <strong>de</strong> masa <strong>de</strong> tortitas.<br />

—¿No te gusta el sexo?<br />

—Claro que sí. —Reece fue hasta el frega<strong>de</strong>ro para lavarse las manos—.<br />

Simplemente no está en mi lista en este momento.<br />

—Pues <strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser una lista bastante corta y triste. ¿Sabes preparar huevos<br />

rancheros?<br />

—Sí.<br />

—Los domingos los pi<strong>de</strong>n mucho, como las tortitas. Vamos, empieza a freír<br />

tocino y salchichas. Enseguida llegarán los primeros clientes.<br />

Poco antes <strong>de</strong>l mediodía, Joanie puso en manos <strong>de</strong> Reece un plato con un poco<br />

<strong>de</strong> comida apilada, una cucharada <strong>de</strong> huevos revueltos y una loncha <strong>de</strong> tocino.<br />

—Vamos, llévate esto a la habitación <strong>de</strong> atrás. Siéntate y come.<br />

—Aquí hay comida para dos personas.<br />

—Sí, si las dos son anoréxicas.<br />

—Yo no lo soy —respondió Reece al tiempo que cogía con el tenedor un poco<br />

<strong>de</strong> huevo como para <strong>de</strong>mostrarlo.<br />

— 30 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Llévate eso a mi <strong>de</strong>spacho y <strong>de</strong>scansa. Tienes veinte minutos.<br />

Reece había visto el <strong>de</strong>spacho, y el término «habitación» resultaba muy<br />

generoso.<br />

—Oye, tengo un problema con los espacios pequeños.<br />

—Miedo a la oscuridad y claustrofobia. Tienes un montón <strong>de</strong> fobias, chica.<br />

Bueno, pues siéntate a la barra. Te doy igualmente veinte minutos.<br />

Hizo lo que le <strong>de</strong>cían y se sentó al final <strong>de</strong> la barra. Al cabo <strong>de</strong> un momento,<br />

Linda-Gail <strong>de</strong>jó una taza <strong>de</strong> té a su lado y le guiñó un ojo.<br />

—Buenos días, doctor —dijo Linda-Gail mientras pasaba un paño por la barra y<br />

le <strong>de</strong>dicaba una sonrisa al hombre que se había <strong>de</strong>slizado en el taburete situado junto<br />

al <strong>de</strong> Reece—. ¿Lo <strong>de</strong> siempre?<br />

—Mi especial colesterol <strong>de</strong> los domingos, Linda-Gail. Es el día en el que me<br />

suelto la melena.<br />

—Enseguida se lo pongo. Joanie, el doctor está aquí—dijo sin molestarse en<br />

escribir el pedido—. Doctor, esta es Reece, la nueva cocinera. Reece, te presento al<br />

doctor Wallace. Te curará todos los males. Pero no <strong>de</strong>jes que te convenza para jugar<br />

al póquer. Es una fiera.<br />

—Bueno, bueno, ¿cómo voy a <strong>de</strong>splumar a los recién llegados si dices esas<br />

cosas? —El hombre se movió en el taburete y saludó a Reece con la cabeza—. Me<br />

dijeron que Joanie tenía a alguien que sabía lo que hacía en la cocina. ¿Cómo te va?<br />

—De momento bien. Me gusta el trabajo.<br />

Tuvo que hacer un esfuerzo y recordarse que el tal Wallace no llevaba una bata<br />

<strong>de</strong> médico y unas agujas.<br />

—En Joanie's sirven el mejor <strong>de</strong>sayuno <strong>de</strong> domingo <strong>de</strong> todo Wyoming —dijo él,<br />

dispuesto a disfrutar <strong>de</strong>l café que Linda-Gail le puso <strong>de</strong>lante—. En el hotel preparan<br />

un gran bufet para los turistas, pero aquí sale más a cuenta. Cómete eso ahora que<br />

aún está caliente.<br />

«En lugar <strong>de</strong> mirarlo —pensó el hombre—, como si la comida <strong>de</strong>l plato fuese un<br />

rompecabezas» mientras Reece jugaba con la comida, él le contó que hacía casi<br />

treinta años que era el médico <strong>de</strong>l pueblo. Llegó cuando era joven, en respuesta a un<br />

anuncio que puso el ayuntamiento en el periódico <strong>de</strong> Laramie.<br />

—Iba en busca <strong>de</strong> aventuras —dijo con una voz en la que se percibía vagamente<br />

el acento <strong>de</strong> las zonas rurales <strong>de</strong>l Oeste—. Me enamoré <strong>de</strong>l lugar y <strong>de</strong> una bonita<br />

chica <strong>de</strong> ojos castaños llamada Susan. Criamos a tres hijos aquí. El mayor también es<br />

médico, y este es su primer año <strong>de</strong> interno en Cheyenne. La mediana, Annie, se casó<br />

con un tipo que hace fotos para la revista National Geographic. Se trasladaron a<br />

Washington. Allí también tengo un nieto. El más pequeño estudia filosofía en<br />

California. No sé sobre qué <strong>de</strong>monios va a filosofar, pero ahí está. Mi Susan murió<br />

hace dos años <strong>de</strong> cáncer <strong>de</strong> pecho.<br />

—Lo siento.<br />

—Es algo muy, muy duro —respondió Wallace, echando un vistazo a su<br />

alianza—. Todavía la busco a mi lado cuando me <strong>de</strong>spierto por las mañanas.<br />

Supongo que nunca <strong>de</strong>jaré <strong>de</strong> hacerlo.<br />

— 31 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Aquí tiene, doctor. —Linda-Gail puso un plato <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él, y ambos se<br />

echaron a reír cuando Reece lo miró con los ojos <strong>de</strong>sorbitados—. Se lo comerá todo,<br />

ya verás —dijo Linda-Gail antes <strong>de</strong> alejarse.<br />

Había un montón <strong>de</strong> tortitas, una tortilla, una gruesa loncha <strong>de</strong> jamón, una<br />

ración generosa <strong>de</strong> <strong>de</strong>spojos fritos y tres salchichas.<br />

—No pue<strong>de</strong> comerse <strong>de</strong> verdad todo eso.<br />

—Mira y apren<strong>de</strong>, niña. Mira y apren<strong>de</strong>.<br />

«Se le ve en forma —pensó Reece—, con su camisa <strong>de</strong> cuadros y su cómoda<br />

chaqueta <strong>de</strong> punto.» Hubiera dicho que era alguien que comía sano y hacía una<br />

cantidad razonable <strong>de</strong> ejercicio. Su rostro era rubicundo y enjuto, con unos ojos <strong>de</strong><br />

color avellana claro <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> unas gafas con montura metálica.<br />

Sin embargo, se zampaba el enorme <strong>de</strong>sayuno con el apetito <strong>de</strong> un camionero<br />

<strong>de</strong> largo recorrido.<br />

—¿Tienes familia en el Este? —le preguntó.<br />

—Sí, mi abuela vive en Boston.<br />

—¿Es ahí don<strong>de</strong> aprendiste a cocinar?<br />

Reece no podía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirar cómo <strong>de</strong>saparecía la comida.<br />

—Sí, allí empecé. Fui al Instituto Culinario <strong>de</strong> Nueva Inglaterra, en Vermont, y<br />

luego pasé un año en París, en el Cordon Bleu.<br />

—Instituto Culinario —repitió el doctor, levantando las cejas—. Y París. Qué<br />

elegante.<br />

—¿Perdón? —dijo ella, dándose cuenta bruscamente <strong>de</strong> que en dos minutos<br />

había revelado más <strong>de</strong> su pasado <strong>de</strong> lo que acostumbraba a contarle a nadie en dos<br />

semanas—. Más que elegante, intenso. Tengo que volver al trabajo. Me alegro <strong>de</strong><br />

conocerle.<br />

Reece no paró <strong>de</strong> trabajar durante el turno <strong>de</strong>l almuerzo; tenía el resto <strong>de</strong> la<br />

tar<strong>de</strong> y la noche para sí misma, y <strong>de</strong>cidió dar un largo paseo. Podía ro<strong>de</strong>ar el lago, tal<br />

vez explorar parte <strong>de</strong>l bosque y los riachuelos. Podía hacer fotos y enviárselas a su<br />

abuela por correo electrónico y, entre el aire fresco y el ejercicio, agotarse.<br />

Se puso las botas <strong>de</strong> excursión y llenó la mochila exactamente como<br />

recomendaba su guía para excursiones <strong>de</strong> menos <strong>de</strong> quince kilómetros. De nuevo en<br />

el exterior, buscó un punto cerca <strong>de</strong>l lago para sentarse y leer los folletos <strong>de</strong><br />

información que había cogido en el hotel.<br />

Decidió que se tomaría todos los días que pudiese para salir <strong>de</strong>l pueblo, visitar<br />

el parque y tal vez un poco las zonas menos habitadas <strong>de</strong> la región. Se sentía mejor<br />

en el exterior al aire libre.<br />

El primer día que no le tocase trabajar, tomaría uno <strong>de</strong> los sen<strong>de</strong>ros más fáciles<br />

y haría una excursión para ver el río. Pero por el momento más valía que empezase<br />

haciendo lo que aconsejaba su guía y ablandase sus botas <strong>de</strong> excursión.<br />

Se puso en marcha a paso tranquilo. Esa al menos era una <strong>de</strong> las ventajas <strong>de</strong> su<br />

vida en ese momento. Pocas veces tenía prisa. Podía hacer lo que quisiera cuando<br />

quisiera, a su ritmo. Antes nunca se lo permitía. En los últimos ocho meses había<br />

visto y hecho más que en los veintiocho años anteriores. Tal vez estaba un poquito<br />

— 32 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

loca, y sin duda neurótica, fóbica y ligeramente paranoica, pero había huecos <strong>de</strong> sí<br />

misma que había conseguido volver a llenar y pedazos <strong>de</strong> sí misma que había<br />

<strong>de</strong>vuelto a su lugar.<br />

Nunca volvería a ser lo que fue, una urbanita activa y ambiciosa. Pero le<br />

gustaba cómo estaba tomando forma. Prestaba más atención a <strong>de</strong>talles que antes le<br />

pasaban <strong>de</strong>sapercibidos. El juego <strong>de</strong> la luz y las sombras, el chapoteo <strong>de</strong>l agua, notar<br />

bajo sus pies la tierra esponjosa por el <strong>de</strong>shielo.<br />

Podía <strong>de</strong>tenerse don<strong>de</strong> estaba, en ese mismo instante, y contemplar como una<br />

garza, silenciosa como una nube, alzaba el vuelo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el lago. Podía contemplar<br />

cómo las ondas, cada vez más amplias, agitaban la superficie hasta alcanzar la punta<br />

<strong>de</strong> los remos que manejaba un muchacho en un kayak rojo.<br />

Se acordó <strong>de</strong> su cámara <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong> para captar la garza, pero sí captó al<br />

muchacho con su barca roja, y las aguas azules, y el reflejo <strong>de</strong>slumbrante <strong>de</strong> las<br />

montañas que atravesaba su superficie.<br />

«Adjuntaré pequeñas notas a cada foto», pensó mientras reanudaba la marcha.<br />

De esa forma su abuela se sentiría parte <strong>de</strong>l viaje. Reece sabía que la había <strong>de</strong>jado<br />

preocupada en Boston, pero lo único que podía hacer era enviar largos correos<br />

electrónicos y hacer una llamada telefónica <strong>de</strong> vez en cuando para hacerle saber<br />

dón<strong>de</strong> y cómo estaba.<br />

Aunque no siempre era <strong>de</strong>l todo sincera en cuanto al cómo.<br />

Había casas y cabañas diseminadas en torno al lago, y se fijó en que alguien<br />

preparaba una barbacoa <strong>de</strong> domingo: pollo asado, ensalada <strong>de</strong> patatas, pinchos <strong>de</strong><br />

verdura en adobo, litros <strong>de</strong> té frío y cerveza. Era un buen día para aquello.<br />

Un perro se metió en el agua chapoteando tras una pelota azul, mientras una<br />

niña permanecía en la orilla riendo y animándolo a gritos. Cuando el animal la<br />

recogió y regresó a tierra firme, se sacudió como un loco; las gotas que rociaron a la<br />

niña reflejaron la luz <strong>de</strong>l sol y se encendieron como diamantes.<br />

El ladrido se llenó <strong>de</strong> alborozo cuando la niña lanzó <strong>de</strong> nuevo la pelota, y el<br />

perro volvió a saltar al agua para repetir el proceso.<br />

Reece sacó su botella <strong>de</strong> agua y bebió mientras se alejaba <strong>de</strong>l lago y se<br />

a<strong>de</strong>ntraba en el bosque.<br />

Si no hacía <strong>de</strong>masiado ruido, tal vez viese algún ciervo o alce, tal vez el mismo<br />

que había observado aquella mañana. Podía prescindir <strong>de</strong> los osos que, según los<br />

folletos y las guías, habitaban en los bosques <strong>de</strong> la zona, aunque la guía afirmaba que<br />

los osos acostumbraban a alejarse si percibían la presencia humana.<br />

Cabía la posibilidad <strong>de</strong> que ese día los osos estuviesen <strong>de</strong> mal humor y la<br />

tomaran con ella.<br />

Así pues, se andaría con cuidado, no se alejaría <strong>de</strong>masiado y, aunque llevaba<br />

una brújula, no se saldría <strong>de</strong>l camino.<br />

«Aquí hace más fresco», pensó. El sol no alcanzaba los charcos y parches <strong>de</strong><br />

nieve, y el agua <strong>de</strong>l pequeño torrente que encontró tenía que atravesar los trozos <strong>de</strong><br />

hielo.<br />

Siguió el torrente, escuchando el silbido y la caída <strong>de</strong>l hielo que se fundía<br />

— 33 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

<strong>de</strong>spacio. Cuando encontró huellas, se sintió entusiasmada. «¿De qué animal serán<br />

estas huellas?», se preguntó. Para saberlo, se dispuso a sacar la guía <strong>de</strong> la mochila.<br />

Un crujido la <strong>de</strong>jó paralizada; echó un vistazo a su alre<strong>de</strong>dor. Habría sido difícil<br />

<strong>de</strong>cir quién estaba más sorprendido, si Reece o el ciervo mulo, pero se miraron<br />

mutuamente asombrados durante un intenso momento.<br />

«Debo <strong>de</strong> estar contra el viento —pensó—. ¿O era a favor <strong>de</strong>l viento?» Mientras<br />

alargaba el brazo <strong>de</strong>spacio para coger la cámara, se dijo que <strong>de</strong>bería comprobarlo.<br />

Logró un primer plano y luego cometió el error <strong>de</strong> reírse encantada. Al oírla, el<br />

ciervo se alejó dando brincos.<br />

—Sé cómo te sientes —murmuró mientras lo veía huir <strong>de</strong>l contacto humano—.<br />

El mundo está lleno <strong>de</strong> cosas que dan miedo.<br />

Volvió a guardarse la pequeña cámara en el bolsillo mientras pensaba que ya no<br />

oía ladrar al perro ni el estruendo <strong>de</strong> los coches que circulaban por la calle principal<br />

<strong>de</strong>l pueblo. Solo la brisa entre los árboles como una ola callada y el silbido <strong>de</strong>l<br />

torrente.<br />

—Tal vez <strong>de</strong>bería vivir en un bosque. Buscarme una pequeña cabaña aislada y<br />

tener un huerto. Podría ser vegetariana —consi<strong>de</strong>ró mientras tomaba impulso para<br />

superar <strong>de</strong> un salto el estrecho torrente—. Vale, seguramente no. Pero podría<br />

apren<strong>de</strong>r a pescar. Comprarme una camioneta e ir a comprar al pueblo una vez al<br />

mes.<br />

Dibujo la imagen en su mente. Ni <strong>de</strong>masiado lejos <strong>de</strong>l agua, ni <strong>de</strong>masiado<br />

metida en el bosque. Con montones y montones <strong>de</strong> ventanas para que fuese casi<br />

como vivir en el exterior.<br />

—Podría montar mi propio negocio. Una pequeña granja. Cocinar y ven<strong>de</strong>r los<br />

productos. Hacerlo todo a través <strong>de</strong> internet, quizá. No salir nunca <strong>de</strong> casa. Y acabar<br />

añadiendo la agorafobia a mi lista.<br />

No, viviría en el bosque —esa parte estaba bien—, pero trabajaría en el pueblo.<br />

Podría incluso ser allí, y seguir trabajando para Joanie.<br />

—Esperaré unas semanas, es lo mejor. A ver cómo van las cosas. Me marcharé<br />

<strong>de</strong> ese hotel, eso <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego. No va a servirme mucho tiempo. De todos modos,<br />

¿dón<strong>de</strong> puedo ir? Es un problema. Pue<strong>de</strong> que mire...<br />

Dejó escapar un grito, retrocedió dando un traspié y a punto estuvo <strong>de</strong> caer <strong>de</strong><br />

culo.<br />

Una cosa era encontrarse a un ciervo mulo y otra muy distinta tropezar con un<br />

hombre tendido en una hamaca con un libro abierto sobre el pecho.<br />

Brody la había oído venir. Habría sido difícil no hacerlo, pensó, porque iba<br />

discutiendo en voz alta consigo misma. Supuso que se <strong>de</strong>sviaría hacia el lago, pero<br />

en lugar <strong>de</strong> eso giró directamente hacia su hamaca, con los ojos clavados en la punta<br />

<strong>de</strong> sus flamantes botas <strong>de</strong> excursión. Así que <strong>de</strong>jó el libro para contemplarla.<br />

«Mujer urbana andando con tiento por un lugar solitario —reflexionó—.<br />

Mochila y botas L. L. Bean, Levi's que al menos parecen usados, botella <strong>de</strong> agua.»<br />

¿Aquello que le asomaba <strong>de</strong>l bolsillo era su teléfono móvil? ¿A quién <strong>de</strong>monios<br />

iba a llamar?<br />

— 34 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

La muchacha llevaba una cola <strong>de</strong> caballo que asomaba por la abertura posterior<br />

<strong>de</strong> una gorra negra. Tenía la cara pálida, los ojos gran<strong>de</strong>s y sobresaltados, <strong>de</strong> un<br />

intenso castaño oscuro.<br />

—¿Perdida?<br />

—No. Sí. No. —Miró a su alre<strong>de</strong>dor como si acabase <strong>de</strong> aterrizar proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />

otro planeta—. Estaba dando un paseo. Debo <strong>de</strong> haber entrado en tu propiedad sin<br />

darme cuenta.<br />

—Sin duda. ¿Quieres esperar aquí un momento mientras voy a buscar mi rifle?<br />

—Pues no, la verdad. Mmm. Supongo que esa cabaña es tuya.<br />

—Ya llevas dos aciertos.<br />

—Es bonita.<br />

La observó, una sencilla estructura <strong>de</strong> troncos, un largo porche cubierto, una<br />

silla y una mesa. Le pareció encantadora. Una silla y una mesa.<br />

—Y privada —añadió—. Lo siento.<br />

—Yo no. A mí me gusta que sea privada.<br />

—Quiero <strong>de</strong>cir... bueno, ya sabes qué quiero <strong>de</strong>cir.<br />

Respiró hondo mientras abría y cerraba el tapón <strong>de</strong> su botella <strong>de</strong> agua. Le<br />

resultaba más fácil con los extraños. Lo que no podía soportar eran las miradas <strong>de</strong><br />

compasión e interés <strong>de</strong> los conocidos.<br />

—Es <strong>de</strong> mala educación mirar fijamente a la gente, y vuelves a hacerlo —dijo.<br />

El hombre levantó una ceja. Reece siempre había admirado a la gente que sabía<br />

hacerlo, como si esa sola ceja tuviese un juego <strong>de</strong> músculos in<strong>de</strong>pendiente. A<br />

continuación, alargó el brazo hacia el suelo y cogió sin fallar una botella <strong>de</strong> cerveza.<br />

—¿Quién <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> ese tipo <strong>de</strong> cosas, lo que es <strong>de</strong> mala educación en una cultura<br />

<strong>de</strong>terminada?<br />

—La SPME.<br />

El hombre solo tardó un momento.<br />

—¿La Sociedad para la Prevención <strong>de</strong> la Mala Educación? Creía que se había<br />

disuelto.<br />

—No, siguen realizando su buena labor <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lugares secretos.<br />

—Mi bisabuelo era miembro <strong>de</strong> la SPME, pero no hablábamos <strong>de</strong>l tema porque<br />

era un completo gilipollas.<br />

—Bueno, eso pasa en todas las familias y grupos. Te <strong>de</strong>jo con tu lectura.<br />

Dio un paso atrás, y Brody pensó que podría preguntarle si le apetecía una<br />

cerveza. Como habría sido un gesto casi sin prece<strong>de</strong>ntes, ya había <strong>de</strong>cidido no<br />

hacerlo cuando un sonido agudo perforó el aire.<br />

Reece se echó al suelo y se cubrió la cabeza con los brazos como un soldado en<br />

una trinchera.<br />

La primera reacción <strong>de</strong> él fue <strong>de</strong> regocijo. Una chica <strong>de</strong> ciudad. Pero al ver que<br />

no se movía ni hacía sonido alguno, comprendió que era más que eso. Sacó las<br />

piernas <strong>de</strong> la hamaca y luego se agachó.<br />

—Encendido prematuro —dijo con calma—. Es la furgoneta <strong>de</strong> Carl Sampson,<br />

una ruina sobre ruedas.<br />

— 35 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Encendido prematuro.<br />

La oyó murmurarlo una y otra vez, temblando.<br />

—Sí, eso es.<br />

Le apoyó una mano sobre el brazo para tranquilizarla, y ella se puso tensa.<br />

—No, no me toques. No me toques. No. Solo necesito un minuto.<br />

—Está bien —contestó él, antes <strong>de</strong> levantarse para ir a buscar la botella <strong>de</strong> agua,<br />

que había salido <strong>de</strong>spedida cuando ella se arrojó al suelo—. ¿Quieres tu agua?<br />

—Sí, gracias. —Cogió la botella, pero sus <strong>de</strong>dos temblorosos no podían abrirla.<br />

Sin <strong>de</strong>cir nada, Brody se la quitó, <strong>de</strong>senroscó el tapón y se la <strong>de</strong>volvió—. Estoy bien.<br />

Solo me he llevado un sobresalto. Creía que era un disparo.<br />

«Sobresalto, y una mierda», pensó él.<br />

—También oirás ese tipo <strong>de</strong> cosas. No en la temporada <strong>de</strong> caza, pero a la gente<br />

<strong>de</strong> por aquí le gusta tirar al blanco. Esto es el salvaje Oeste, Flaca.<br />

—Claro, por supuesto. Ya me acostumbraré.<br />

—Si sales a caminar por el bosque y las colinas, es mejor que lleves algo <strong>de</strong><br />

colores vivos, rojo o naranja.<br />

—Claro, sí, por supuesto, es cierto. Lo haré la próxima vez.<br />

Su cara había recuperado algo <strong>de</strong> color, pero en opinión <strong>de</strong> Brody era la<br />

manifestación <strong>de</strong> la vergüenza que sentía. Cuando se puso en pie, oyó su aliento<br />

entrecortado. Hizo un intento <strong>de</strong>sganado <strong>de</strong> sacudirse la ropa.<br />

—Esto completa la parte <strong>de</strong> diversión <strong>de</strong> nuestro programa. Que disfrutes <strong>de</strong> lo<br />

que queda <strong>de</strong>l día.<br />

—Eso pretendo.<br />

«Un tipo más agradable —pensó él—, insistiría en que se sentase o se ofrecería a<br />

acompañarla hasta el pueblo.» Pero él no era un tipo más agradable.<br />

Reece reanudó la marcha y tras unos pasos echó un vistazo por encima <strong>de</strong>l<br />

hombro.<br />

—Por cierto, me llamo Reece.<br />

—Ya lo sé.<br />

—Ah, bueno. Pues ya nos veremos.<br />

«Será difícil evitarlo», pensó Brody mientras ella aceleraba el paso con la mirada<br />

clavada en el suelo. Una mujer asustadiza, con gran<strong>de</strong>s ojos <strong>de</strong> cierva. Era bonita, y<br />

seguramente sería hasta sexy si pesase cinco kilos más.<br />

Pero lo que le intrigaba era que fuese tan asustadiza. Nunca podía resistirse a<br />

imaginar lo que movía a la gente. Y en el caso <strong>de</strong> Reece Gilmore, suponía que lo que<br />

se movía en su interior, fuera lo que fuese, tenía muchas mechas <strong>de</strong>masiado cortas.<br />

Reece clavó la vista en el lago, con sus ondas, cisnes y barcas. Ro<strong>de</strong>arlo<br />

representaría una larga caminata, pero le permitiría calmarse y superar la vergüenza.<br />

Empezaba a transformarse en una migraña, pero eso no era grave, no pasaba nada. Si<br />

no remitía, se tomaría un analgésico al llegar al hotel.<br />

Tal vez tuviese el estómago revuelto, pero eso no era tan malo. No había<br />

vomitado para rematar la mortificación.<br />

¿Por qué no estaba sola en el bosque cuando sonó el encendido prematuro <strong>de</strong><br />

— 36 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

aquella estúpida furgoneta? Claro que, <strong>de</strong> haber sido así, tal vez siguiese acurrucada<br />

allí, lloriqueando.<br />

Al menos Brody se había mostrado práctico. Aquí tienes tu agua, tranquilízate.<br />

Eso era mucho más fácil <strong>de</strong> sobrellevar las caricias, las palmaditas y las frases <strong>de</strong><br />

consuelo.<br />

El sol le molestaba en los ojos; buscó sus gafas en la mochila. Se obligó a<br />

mantener la cabeza erguida y caminar a paso normal. Incluso consiguió sonreírle a<br />

una pareja que paseaba junto al lago, como ella, y levantar la mano en respuesta al<br />

saludo <strong>de</strong>l conductor <strong>de</strong> un coche que pasó cuando por fin llegó a la calle principal.<br />

La muchacha <strong>de</strong> la recepción —Reece no consiguió extraer el nombre <strong>de</strong> su<br />

dolorida cabeza— volvía a estar en su puesto. Con una sonrisa, la chica le preguntó<br />

cómo estaba y si había disfrutado <strong>de</strong> su excursión. Reece contestó <strong>de</strong> forma mecánica,<br />

pero todas las palabras le sonaron falsas.<br />

Anhelaba llegar a su habitación.<br />

Subió por la escalera, sacó la llave y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> entrar se apoyó contra la<br />

puerta.<br />

Tras comprobar la cerradura dos veces y tomarse un analgésico, se acurrucó en<br />

la cama con las botas y las gafas <strong>de</strong> sol aún puestas.<br />

Al cerrar los ojos, cedió al agotamiento <strong>de</strong> fingir normalidad.<br />

— 37 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 4<br />

Una tormenta <strong>de</strong> primavera <strong>de</strong>jó caer veinte centímetros <strong>de</strong> nieve húmeda y<br />

pesada, y convirtió el lago en un espumoso disco gris. Algunos <strong>de</strong> los lugareños se<br />

abrieron camino por él en motos <strong>de</strong> nieve mientras los niños, como bultos informes<br />

envueltos en ropa <strong>de</strong> invierno, se entretenían haciendo muñecos <strong>de</strong> nieve alre<strong>de</strong>dor<br />

<strong>de</strong>l lago.<br />

Lynt, con sus anchos hombros y su rostro curtido, hacía un <strong>de</strong>scanso en su tarea<br />

<strong>de</strong> quitanieves para rellenar el termo con el café <strong>de</strong> Joanie y quejarse <strong>de</strong>l viento.<br />

La propia Reece lo había sufrido aquella mañana <strong>de</strong> camino al trabajo. Soplaba<br />

con furia cañón abajo, a través <strong>de</strong>l lago, levantaba la nieve fresca y se metía en los<br />

huesos. Azotaba las ventanas y bramaba como un hombre con intenciones asesinas.<br />

Cuando el suministro eléctrico falló, la propia Joanie se puso el abrigo y las botas<br />

para salir y conectar el generador.<br />

El rugido <strong>de</strong> la máquina competía con el chillido <strong>de</strong>l viento y el estrépito <strong>de</strong> la<br />

máquina quitanieves <strong>de</strong> Lynt, hasta que Reece se preguntó cómo podía ser que la<br />

gente no se volviera loca con aquel ruido implacable.<br />

Eso no impidió que entrasen clientes. Lynt <strong>de</strong>sconectó el quitanieves y se<br />

instaló ante un enorme cuenco <strong>de</strong> estofado <strong>de</strong> búfalo. Carl Sampson, con las mejillas<br />

rojas por el viento, entró resoplando, se sentó con Lynt, engullo un buen trozo <strong>de</strong><br />

carne y se quedó a comer dos raciones <strong>de</strong> pastel <strong>de</strong> arándanos.<br />

Otros entraron y salieron. Otros entraron y se quedaron. Todos buscaban<br />

comida y compañía; contacto humano y algo caliente en el estómago que les<br />

recordase que no estaban solos. Mientras asaba, freía, hervía y picaba, Reece también<br />

se sentía más calmada gracias al rumor <strong>de</strong> las voces.<br />

Pero no habría voces ni contacto cuando terminase su turno. Pensó en su<br />

habitación <strong>de</strong> hotel, y en el <strong>de</strong>scanso caminó con dificultad hasta la tienda a comprar<br />

pilas <strong>de</strong> recambio para la linterna. Por si acaso.<br />

—Son los últimos coletazos <strong>de</strong>l invierno —le dijo Mac mientras le cobraba—.<br />

Voy a tener que pedir más <strong>de</strong> estas. He tenido mucha <strong>de</strong>manda. También estoy a<br />

punto <strong>de</strong> quedarme sin pan, huevos y leche. ¿Por qué será que la gente siempre hace<br />

acopio <strong>de</strong> pan, huevos y leche cuando hay tormenta?<br />

—Supongo que para hacer torrijas.<br />

El hombre soltó una carcajada asmática.<br />

—Pue<strong>de</strong> ser. ¿Cómo van las cosas por Joanie's? No he ido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que empezó la<br />

tormenta. Cuando hay problemas me gusta pasar por los negocios que están abiertos.<br />

Soy el alcal<strong>de</strong>, y me parece que es mi obligación.<br />

—El generador funciona, así que seguimos trabajando. Como usted.<br />

— 38 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Sí, no me gusta cerrar. Lynt mantiene las calles bastante <strong>de</strong>spejadas y, según<br />

me han dicho, la electricidad volverá <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> horas. A<strong>de</strong>más, la<br />

tormenta ya está en las últimas.<br />

Reece miró hacia las ventanas.<br />

—¿Usted cree?<br />

—Para cuando vuelva la electricidad, habrá terminado, ya lo verá. El único<br />

problema serio ha sido el hundimiento <strong>de</strong>l tejado <strong>de</strong>l almacén <strong>de</strong> Clancy. De todas<br />

formas, él tiene la culpa. Tenía que arreglarlo y no ha retirado la nieve. Dígale a<br />

Joanie que en cuanto pueda pasaré a ver cómo va todo.<br />

En poco más <strong>de</strong> una hora se cumplieron las predicciones <strong>de</strong> Mac el viento<br />

amainó hasta convertirse en un murmullo airado. Antes <strong>de</strong> que transcurriese otra<br />

hora, la máquina <strong>de</strong> discos que Joanie se negaba a conectar al generador se puso en<br />

marcha con un chirrido, hipó y luego presentó a Dolly Parton.<br />

Y mucho <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que la gran nevada y el brutal viento abandonasen el<br />

pueblo, Reece pudo verlo bramar en nubes magulladas en las montañas. Le parecía<br />

que aumentaba la ferocidad <strong>de</strong> estas y les otorgaba un po<strong>de</strong>r frío y reservado.<br />

Se alegraba <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r contemplarlas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su cálida habitación <strong>de</strong> hotel.<br />

Mezclaba tinas <strong>de</strong> estofado según las recetas <strong>de</strong> Joanie, asaba kilos y kilos <strong>de</strong><br />

carne, aves y pescado. Cuando acababa su turno, contaba el dinero <strong>de</strong> sus propinas y<br />

lo metía en un sobre que guardaba en su petate.<br />

En algún momento <strong>de</strong>l día o <strong>de</strong> la noche, Joanie ponía un plato <strong>de</strong> comida<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Reece. Ella se lo comía en un rincón <strong>de</strong> la cocina mientras la carne<br />

humeaba sobre la parrilla y la gente charlaba sentada ante la barra, con la música <strong>de</strong><br />

fondo.<br />

Tres días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la tormenta, estaba sirviendo estofado cuando entró Cas y<br />

husmeó el aire con gesto teatral.<br />

—Aquí hay algo que huele muy bien.<br />

—Sopa <strong>de</strong> tortitas <strong>de</strong> maíz; está muy rica. ¿Quieres un cuenco?<br />

Por fin había convencido a Joanie para que le <strong>de</strong>jase preparar una <strong>de</strong> sus<br />

propias recetas.<br />

—Me refería a ti, pero no voy a <strong>de</strong>spreciar un cuenco <strong>de</strong> eso.<br />

Le dio el que acababa <strong>de</strong> preparar e intentó alcanzar otro cuenco. Cas se <strong>de</strong>slizó<br />

tras ella y alargó el brazo a la vez que ella. Un movimiento clásico, pensó Reece,<br />

como el ágil gesto <strong>de</strong> apartarse <strong>de</strong> ella.<br />

Lo tengo. Tu madre está en su <strong>de</strong>spacho, por si quieres verla.<br />

—Hablare con ella antes <strong>de</strong> irme. He venido a verte a ti.<br />

—¿Ah, sí?<br />

Llenó el siguiente cuenco y le echó por encima el queso rallado y las tiras <strong>de</strong><br />

tortita fritas. Mientras lo <strong>de</strong>positaba en un plato con un panecillo y dos trozos <strong>de</strong><br />

mantequilla, pensó con melancolía en lo buena que habría estado la sopa con cilantro<br />

fresco. Se movió con ligereza para poner el plato en la fila.<br />

—¡Pedido listo! —exclamó antes <strong>de</strong> coger la siguiente nota.<br />

Tal vez pudiese convencer a Joanie para que añadiera cilantro y algunas hierbas<br />

— 39 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

frescas más al pedido <strong>de</strong> productos. Tomates secados al sol y rúcula. Si pudiese...<br />

—Eh, ¿dón<strong>de</strong> andas? —preguntó Cas—. ¿Puedo ir yo también?<br />

—¿Qué? Perdona, ¿has dicho algo?<br />

Pareció un poco molesto y también <strong>de</strong>sconcertado. Reece supuso que no estaba<br />

acostumbrado a que las mujeres olvidasen su presencia. Enseguida se recordó que<br />

era el hijo <strong>de</strong> la jefa y sonrió.<br />

—Cuando cocino, pierdo el mundo <strong>de</strong> vista.<br />

—Eso parece. De todos modos, hoy no hay muchos clientes.<br />

—Pero el trabajo es continuo.<br />

Sacó lo necesario para hacer una hamburguesa con queso y beicon y un<br />

sándwich <strong>de</strong> pollo y se puso a preparar los dos pedidos <strong>de</strong> patatas fritas.<br />

—¡Caramba! Está buenísima—comentó Cas mientras se tomaba la sopa.<br />

—Gracias. No te olvi<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>de</strong>círselo a la jefa.<br />

—Lo haré. Por cierto, Reece, he comprobado el horario. Esta noche libras.<br />

—Sí —admitió ella distraída, saludando con un gesto a Pete cuando el<br />

lavaplatos peso gallo volvió <strong>de</strong> su <strong>de</strong>scanso.<br />

—Había pensado que a lo mejor te apetecía ver una película.<br />

—No sabía que hubiese un cine en el pueblo.<br />

—Es que no lo hay. Tengo la mejor colección <strong>de</strong> DVD <strong>de</strong>l oeste <strong>de</strong> Wyoming.<br />

A<strong>de</strong>más, hago unas palomitas riquísimas.<br />

—No me extraña. —Reece volvió a recordarse que era el hijo <strong>de</strong> la jefa y <strong>de</strong>cidió<br />

mostrarse simpática pero distante—. Es Una buena oferta, Cas, pero tengo muchas<br />

cosas que hacer esta noche. ¿Quieres un panecillo con la sopa?<br />

—Bueno —respondió él, a punto <strong>de</strong> acorralarla contra la parrilla—. ¿Sabes,<br />

preciosa? Me vas a romper el corazón si sigues rechazándome.<br />

—Lo dudo —replicó Reece en tono ligero mientras repasaba los pedidos <strong>de</strong><br />

parrilla, antes <strong>de</strong> pasarle un panecillo y un plato—. Más vale que no te acerques<br />

<strong>de</strong>masiado a la parrilla —le advirtió—. Podría salpicarte.<br />

En lugar <strong>de</strong> llevarse la sopa al comedor, como Reece esperaba, Cas se apoyó en<br />

la encimera.<br />

—Tengo un corazón muy tierno.<br />

—Entonces más vale que te alejes <strong>de</strong> mí—dijo ella—. Yo los pisoteo todos.<br />

Des<strong>de</strong> Boston hasta aquí he <strong>de</strong>jado un rastro <strong>de</strong> corazones ensangrentados y<br />

maltrechos. Es una enfermedad.<br />

—Yo podría ser la cura.<br />

La muchacha le miró. Demasiado atractivo, <strong>de</strong>masiado encantador. Tiempo<br />

atrás tal vez le hubiese gustado que la persiguiese, e incluso que la atrapase durante<br />

unas semanas. Pero ya no tenía energía para juegos.<br />

—¿Quieres que te diga la verdad? —preguntó.<br />

—¿Me va a doler?<br />

Reece se echó a reír.<br />

—Me caes bien y prefiero que sigas cayéndome bien. Eres el hijo <strong>de</strong> mi jefa, y<br />

eso te convierte en el más próximo a la jefa en mi lista. Nunca me acuesto con el jefe,<br />

— 40 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

así que no voy a acostarme contigo. Pero agra<strong>de</strong>zco la oferta.<br />

—Aún no te he pedido que te acuestes conmigo —señaló él.<br />

—Así los dos ahorramos tiempo.<br />

Cas siguió comiendo <strong>de</strong>spacio, pensativo, sonrió <strong>de</strong>l misino modo, <strong>de</strong>spacio y<br />

pensativo.<br />

—Si me dieses una oportunidad, seguro que podría hacerte cambiar <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a.<br />

—Por eso no te la doy.<br />

—Pue<strong>de</strong> que mi madre te <strong>de</strong>spida o que me repudie.<br />

Cuando la freidora zumbó, Reece <strong>de</strong>jó escurrir las patatas en las cestas mientras<br />

terminaba los sándwiches.<br />

—No puedo permitirme quedarme sin trabajo, y tu madre te quiere. —Terminó<br />

los pedidos y los colocó en la fila—. Ahora sal, siéntate a la barra y acábate la sopa.<br />

Estás estorbando.<br />

—Las mujeres mandonas son mi <strong>de</strong>bilidad —respondió él con una sonrisa.<br />

Pero salió <strong>de</strong>spacio cuando ella empezó a preparar el siguiente plato.<br />

—Volverá a intentarlo —le dijo Pete <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el frega<strong>de</strong>ro con una voz que aún<br />

sonaba al Bronx <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ocho años en Wyoming—. Es superior a él.<br />

Reece se sentía un poco acosada, un poco acalorada.<br />

—Tal vez <strong>de</strong>bería haberle dicho que estoy casada o que soy lesbiana.<br />

—Ya es <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong> para eso. Es mejor que le digas que te has enamorado<br />

locamente <strong>de</strong> mí —respondió Pete con una sonrisa que mostró el amplio hueco entre<br />

sus incisivos.<br />

Ella volvió a reír entre dientes.<br />

—¿Por qué no se me habrá ocurrido?<br />

—A nadie se le ocurre. Por eso funcionaría.<br />

Joanie entró, metió un cheque en el bolsillo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>lantal <strong>de</strong> Pete y le dio otro a<br />

Reece.<br />

—Día <strong>de</strong> cobro.<br />

—Gracias —dijo Reece mientras tomaba una <strong>de</strong>cisión repentina—. Me pregunto<br />

si cuando tengas un momento podrías enseñarme el apartamento <strong>de</strong> arriba, si sigue<br />

disponible.<br />

—No has visto que nadie suba ahí, ¿verdad? Ven a mi <strong>de</strong>spacho.<br />

—Tengo que...<br />

—Hazme caso —cortó Joanie mientras salía.<br />

Sin más elección, Reece la siguió. Dentro, Joanie abrió un Armario <strong>de</strong> pared<br />

poco profundo blasonado con un vaquero montado en un caballo encabritado. Había<br />

un montón <strong>de</strong> llaves etiquetadas y colgadas en ganchos. Cogió una y se la dio.<br />

—Sube y echa un vistazo.<br />

—No es mi hora <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso.<br />

Joanie levantó una ca<strong>de</strong>ra y apoyó el puño en ella.<br />

—Chica, es tu hora cuando yo digo que es tu hora. Vete. Las escaleras están en<br />

la parte trasera.<br />

—De acuerdo. Vuelvo en diez minutos.<br />

— 41 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Hacía bastante frío, aunque la nieve se <strong>de</strong>rretía con rapi<strong>de</strong>z, así que fue a buscar<br />

el abrigo. Se alegró <strong>de</strong> llevarlo al subir por la escalera exterior y poco segura y abrir la<br />

puerta. Resultaba evi<strong>de</strong>nte que Joanie era lo bastante ahorradora para mantener la<br />

calefacción apagada en el apartamento <strong>de</strong> arriba.<br />

Era una habitación con un hueco en el que había un diván y un tabique bajo en<br />

el lado <strong>de</strong> la calle que separaba una pequeña cocina. El suelo era <strong>de</strong> tablas <strong>de</strong>siguales<br />

<strong>de</strong> roble que mostraban algunas cicatrices, mientras que las pare<strong>de</strong>s estaban pintadas<br />

<strong>de</strong> un beis industrial.<br />

El cuarto <strong>de</strong> baño era algo más amplio que el <strong>de</strong> la habitación <strong>de</strong>l hotel, con un<br />

lavabo blanco con pie y una vieja bañera <strong>de</strong> fundición con pies con forma <strong>de</strong> garras.<br />

Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sagües florecían manchas <strong>de</strong> óxido. El espejo situado sobre el<br />

lavabo estaba picado y las baldosas eran blancas con el rebor<strong>de</strong> negro.<br />

En la habitación principal había un sofá <strong>de</strong> cuadros hundido, una butaca <strong>de</strong> un<br />

azul <strong>de</strong>scolorido y un par <strong>de</strong> mesas con lámparas <strong>de</strong> segunda mano.<br />

Sonreía incluso antes <strong>de</strong> acercarse a las ventanas. Tres <strong>de</strong> ella daban a la<br />

montaña y parecían abrirse al mundo, Vio el cielo, don<strong>de</strong> las velas azules luchaban<br />

por apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong>l monótono blanco, y el lago, don<strong>de</strong> el azul brillaba contra el gris.<br />

Los muñecos <strong>de</strong> nieve se fundían hasta convertirse en hobbits <strong>de</strong>formados que<br />

se extendían sobre la hierba quemada por el invierno. Los sauces eran pobres palos<br />

doblados; los álamos se estremecían. Sobre los picos nevados oscilaban sombras a<br />

medida que las nubes se juntaban y separaban, y le pareció ver un tenue brillo que<br />

podía ser un lago <strong>de</strong> montaña.<br />

El pueblo, con sus calles embarradas, su alegre quiosco y sus rústicas cabañas,<br />

se extendía a sus pies. Des<strong>de</strong> don<strong>de</strong> estaba, se sentía parte <strong>de</strong> él y al mismo tiempo,<br />

segura y apartada.<br />

—Aquí podría ser feliz —murmuró—. Aquí podría estar bien.<br />

Tendría que comprar algunas cosas. Toallas, sábanas, material para la cocina,<br />

artículos <strong>de</strong> limpieza. Pensó en el cheque que llevaba en el bolsillo y en el dinero <strong>de</strong><br />

las propinas. Podía comprar lo más importante, y sería divertido. La primera vez que<br />

compraría sus propias cosas en casi un año.<br />

«Es un gran paso», pensó, y enseguida empezó a analizarse. ¿Era un paso<br />

<strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>? ¿Era <strong>de</strong>masiado pronto? Alquilar un apartamento, comprar<br />

sábanas... ¿Y si tenía que marcharse? ¿Y si la <strong>de</strong>spedían? ¿Y sí...?<br />

—Por el amor <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong>jemos las dudas para mañana —murmuró—. El<br />

momento es lo que importa. Y en este momento, quiero vivir aquí.<br />

Mientras lo pensaba, las nubes se abrieron y un frágil rayo <strong>de</strong> sol las atravesó<br />

como una flecha.<br />

Decidió que era una buena señal. Lo intentaría allí, durara lo que durase.<br />

Oyó pisadas en la escalera, y en su pecho se abrió la burbuja <strong>de</strong> miedo. Rebuscó<br />

en su bolsillo y cerró el puño en torno a la alarma mientras con la otra mano agarraba<br />

una <strong>de</strong> las vulgares lámparas <strong>de</strong> mesa.<br />

Cuando Joanie abrió la puerta, Reece <strong>de</strong>jó la lámpara en su litio como si la<br />

estuviese examinando.<br />

— 42 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Es muy fea, pero da bastante luz —dijo Joanie, sin más comentarios.<br />

—Lo siento, he tardado más <strong>de</strong> lo que pensaba. Bajo ahora mismo.<br />

—No hay prisa. No hay mucha gente, y Beck está con la parrilla. Mientras no<br />

sea nada <strong>de</strong>masiado complicado, pue<strong>de</strong> arreglárselas. ¿Quieres el apartamento o no?<br />

—Sí, siempre que pueda pagar el alquiler. No me has dicho cuánto...<br />

En mangas <strong>de</strong> camisa, con su manchado <strong>de</strong>lantal y sus zapatos <strong>de</strong> suela gruesa,<br />

Joanie repasó rápidamente la habitación. Luego mencionó una cifra mensual que era<br />

algo inferior al precio <strong>de</strong>l hotel.<br />

—Eso incluye la calefacción y la electricidad, siempre que no te vuelvas loca<br />

gastando. Si quieres teléfono, corre a tu cuenta. Lo mismo si se te mete en la cabeza<br />

que quieres pintar las pare<strong>de</strong>s. No quiero ruido aquí arriba durante las horas <strong>de</strong><br />

apertura.<br />

—Soy muy silenciosa, y prefiero pagar por semanas.<br />

—Mientras pagues a tiempo, no me importa. Si quieres, pue<strong>de</strong>s mudarte hoy.<br />

—Mañana. Necesito comprar algunas cosas.<br />

—Por mí no hay problema. Esto está bastante vacío. —Joanie recorrió la<br />

habitación con su mirada <strong>de</strong> águila—. Debo <strong>de</strong> tener algunas cosas por ahí que<br />

puedo subirte. Si necesitas ayuda para traer lo tuyo, Pete y Beck te echarán una<br />

mano.<br />

—Te lo agra<strong>de</strong>zco mucho.<br />

—Eres solvente. Pronto tendrás un aumento.<br />

—Gracias.<br />

—No tienes que agra<strong>de</strong>cerme algo que acordamos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer momento.<br />

Haces tu trabajo y no das problemas. Tampoco haces preguntas. Me imagino que es<br />

porque estabas ausente el día que repartieron tu ración <strong>de</strong> curiosidad o porque no<br />

quieres que te hagan preguntas.<br />

—¿Es una pregunta o una afirmación?<br />

—No eres tonta. —Joanie se dio una palmadita en el bolsillo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>lantal don<strong>de</strong><br />

guardaba su paquete <strong>de</strong> tabaco—. Vamos a <strong>de</strong>cirlo claramente. Tienes problemas.<br />

Cualquiera con dos <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> frente pue<strong>de</strong> verlo con solo mirarte. Supongo que<br />

tienes lo que a la gente le gusta llamar «dificulta<strong>de</strong>s».<br />

—¿Así las llaman? —murmuró Reece.<br />

—Des<strong>de</strong> mi punto <strong>de</strong> vista, tanto si tratas <strong>de</strong> solucionarlas como si te quedas <strong>de</strong><br />

brazos cruzados, es cosa tuya. Pero no <strong>de</strong>jas que interfieran en tu trabajo, y eso es<br />

cosa mía. Eres una buena trabajadora, y la mejor cocinera que he tenido <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la<br />

parrilla. Y eso pienso aprovecharlo, sobre todo porque intuyo que no vas a<br />

escabullirte una noche y <strong>de</strong>jarme tirada. No me gusta <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> nadie. Solo<br />

consigues llevarte una <strong>de</strong>cepción. Pero voy a aprovecharte, y tú vas a recibir tu paga<br />

a tiempo y un alquiler razonable por este apartamento. Tendrás el tiempo libre que te<br />

correspon<strong>de</strong> y, si sigues aquí <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> meses, recibirás otro aumento.<br />

—No te <strong>de</strong>jaré tirada. Si tengo que irme, te lo diré <strong>de</strong> antemano.<br />

—Eso está bien. Ahora voy a preguntártelo sin ro<strong>de</strong>os, y si me mientes me daré<br />

cuenta. ¿Te persigue la policía?<br />

— 43 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—No. —Reece se pasó los <strong>de</strong>dos por el pelo y se rió sin ganas—. Por el amor <strong>de</strong><br />

Dios, no.<br />

—Lo suponía, pero más vale que sepas que algunos <strong>de</strong> por aquí especulan<br />

sobre eso. A la gente <strong>de</strong> Fist le gusta sacar sus conclusiones, para pasar el tiempo... Si<br />

no quieres <strong>de</strong>cir qué te pasa, también es cosa tuya. Pero podría ser útil, por si alguien<br />

viene buscándote, que me dijeras si quieres que te encuentre o que le envíe en otra<br />

dirección.<br />

—Nadie va a venir a buscarme. Solo tengo a mi abuela, y sabe dón<strong>de</strong> estoy. No<br />

huyo <strong>de</strong> nadie.<br />

«Excepto tal vez <strong>de</strong> mí misma», pensó.<br />

—Muy bien, entonces. Ya tienes la llave. Tengo un duplicado en mi <strong>de</strong>spacho.<br />

Una vez, que te mu<strong>de</strong>s, no subiré a fisgonear. Pero si te retrasas con el alquiler te lo<br />

<strong>de</strong>scontaré <strong>de</strong> tu paga. Nada <strong>de</strong> excusas. Ya las he oído todas.<br />

—Si pue<strong>de</strong>s cobrar mi cheque, te pagaré ahora la primera semana.<br />

—Me parece bien. Otra cosa, agra<strong>de</strong>cería un poco <strong>de</strong> ayuda con el horno <strong>de</strong> vez<br />

en cuando. Podrías echarme una mano. Utilizo la cocina <strong>de</strong> mi casa para las recetas<br />

que se preparan en el horno.<br />

—No hay problema.<br />

—Lo encajaré en el horario. En fin, volvamos antes <strong>de</strong> que Bock envenene a<br />

alguien.<br />

Con el resto <strong>de</strong> la paga y parte <strong>de</strong>l dinero <strong>de</strong> las propinas, Reece se dirigió a la<br />

tienda. «Cosas básicas —se recordó—. Lo esencial y nada más.» Aquello no era<br />

Newberry Street y no podía permitirse caprichos.<br />

Pero Dios santo, le hacía ilusión comprar algo que no fuesen unos calcetines o<br />

unos vaqueros. Aquella i<strong>de</strong>a aligeró sus pasos. Se sentía bien, pudo sentir el color<br />

saludable en sus mejillas.<br />

Entró acompañada <strong>de</strong>l tintineo <strong>de</strong> la campana colgada sobre la puerta. Había<br />

otros clientes, y a algunos los reconoció <strong>de</strong>l restaurante. Solomillo en salsa con extra<br />

<strong>de</strong> cebolla para el hombre <strong>de</strong> la chaqueta <strong>de</strong> cuadros que estaba en la sección <strong>de</strong><br />

ferretería. También le resultaban familiares la mujer y el niño que echaban un vistazo<br />

en la <strong>de</strong> telas; pollo frito para él, ensalada completa para ella.<br />

I<strong>de</strong>ntificó como campistas a un grupo <strong>de</strong> cuatro personas que cargaban las<br />

provisiones apiladas en uno <strong>de</strong> los carros.<br />

Saludó con la mano a Mac Drubber y se sintió reconfortada por su gesto <strong>de</strong><br />

respuesta. Era agradable reconocer y ser reconocida. Todo tan natural y normal. Y ya<br />

estaba mirando los juegos <strong>de</strong> cama. Rechazó <strong>de</strong> inmediato <strong>de</strong> color blanco. Le<br />

recordaban <strong>de</strong>masiado los hospitales. Tal vez, el azul celeste, con un estampado <strong>de</strong><br />

pequeñas violetas, y la manta azul marino. Y para las toallas, el amarillo; sería como<br />

llevar un poco <strong>de</strong> sol al cuarto <strong>de</strong> baño.<br />

Hizo el primer viaje hasta el mostrador.<br />

—Creo que ya tienes casa... —dijo Mac.<br />

—Sí, el apartamento que hay encima <strong>de</strong> Joanie's.<br />

—Eso está muy bien. ¿Quieres que te abra una cuenta?<br />

— 44 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Con lo animada que se sentía en aquel momento, resultaba tentador. Podría<br />

comprar lo que necesitase y algunas cosas imprescindibles, y pagarlo todo más tar<strong>de</strong>.<br />

Pero eso supondría romper la inflexible norma por la que se había regido su vida<br />

durante más <strong>de</strong> ocho meses.<br />

—No hace falta. Es día <strong>de</strong> cobro. De momento solo quiero comprar algunas<br />

cosas para la cocina.<br />

Hizo las cuentas mentalmente mientras echaba un vistazo, <strong>de</strong>batía, eliminaba o<br />

seleccionaba lo que era absolutamente necesario y lo que resultaba prescindible. Una<br />

buena sartén <strong>de</strong> hierro, una olla en condiciones. No podía permitirse la clase <strong>de</strong><br />

cazuelas que tuvo tiempo atrás ni unos buenos cuchillos, pero con eso podía<br />

arreglárselas.<br />

Mientras calculaba y adaptaba su lista, miraba hacia la puerta cada vez que<br />

sonaba la campanita.<br />

Por eso vio entrar a Brody. Llevaba la misma cazadora <strong>de</strong> cuero raída y las<br />

mismas botas gastadas. No parecía haberse afeitado en un par <strong>de</strong> días. Pero aquella<br />

mirada, fiel reflejo <strong>de</strong> que lo había visto todo y no se le escapaba nada, seguía allí<br />

mientras sus ojos pasaban por encima <strong>de</strong> ella antes <strong>de</strong> dirigirse a la sección <strong>de</strong><br />

comestibles.<br />

Por fortuna, ella ya había recorrido aquella zona para coger lo que consi<strong>de</strong>raba<br />

elementos básicos <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spensa y la nevera.<br />

Empujó su carrito hasta el mostrador.<br />

—Esto es todo, señor Drubber.<br />

—Enseguida te hago la cuenta. La tetera no te la cobro. Considéralo un regalo<br />

<strong>de</strong> bienvenida.<br />

—Oh, no tiene por qué hacerlo.<br />

—En mi tienda soy yo quien pone las normas —dijo levantando el índice—. Un<br />

minuto, Brody.<br />

—Muy bien. —Brody <strong>de</strong>jó sobre el mostrador un cartón <strong>de</strong> leche, una caja <strong>de</strong><br />

cereales y un paquete <strong>de</strong> café y saludó a Reece con un gesto <strong>de</strong> la cabeza—. ¿Qué tal?<br />

—Bien, gracias.<br />

—Reece se muda al apartamento que hay encima <strong>de</strong> Joanie's.<br />

—¿Ah, sí?<br />

—En cuanto le cobre y coloque la compra en unas cajas, échale una mano para<br />

llevarlas hasta allí, Brody.<br />

—Oh, no. No hace falta. Puedo arreglármelas.<br />

—No pue<strong>de</strong>s cargar con todo esto tú sola —insistió Mac—. Tienes el coche ahí<br />

fuera, ¿verdad, Brody?<br />

—Claro. —Su boca dibujó una ligera sonrisa; se diría que la situación le<br />

divertía.<br />

—De todos modos, cenarás en Joanie's, ¿no?<br />

—Ese es el plan.<br />

—¿Lo ves? No es ninguna molestia. ¿Te cobro en metálico o con tarjeta?<br />

—En metálico. Sí, en metálico.<br />

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Y, <strong>de</strong>scontando la tetera, sería casi todo el dinero que llevaba encima.<br />

—Cárgame lo mío en mi cuenta, Mac.<br />

Brody puso sus compras encima <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las cajas que Mac había llenado y la<br />

levantó. Antes <strong>de</strong> que Mac hubiese terminado, Brody estaba <strong>de</strong> vuelta en busca <strong>de</strong> la<br />

segunda caja.<br />

Atrapada, Reece levantó la última.<br />

—Gracias, señor Drubber.<br />

—¡Que disfrutes <strong>de</strong> tu nueva casa! —dijo Mac mientras Reece seguía a Brody<br />

hacia la puerta.<br />

No tienes por qué hacerlo. En serio —empezó ella en cuanto salieron-. Te ha<br />

puesto en un aprieto.<br />

—Sí, es verdad.<br />

Brody cargó la segunda caja en el fondo <strong>de</strong> un Yukon negro, se volvió y alargó<br />

los brazos para coger la que llevaba Reece. La muchacha la apretó con más fuerza.<br />

—He dicho que no tienes por qué hacerlo. Puedo llevarlo yo todo.<br />

—No, no tengo por qué hacerlo, y no, no pue<strong>de</strong>s llevarlo tú todo, así que<br />

hagámonos un favor y acabemos antes <strong>de</strong> que se haga <strong>de</strong> noche. Sube. —Le quitó la<br />

caja <strong>de</strong> un tirón y la cargó en el coche.<br />

—No quiero...<br />

—Te estás comportando como una tonta. Tengo tus cosas —siguió él mientras<br />

ro<strong>de</strong>aba el capó—. Pue<strong>de</strong>s subir y viajar con ellas o pue<strong>de</strong>s ir andando.<br />

Reece habría preferido la segunda opción, pero eso la habría convertido en<br />

imbécil a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> en tonta. Subió y cerró con un portazo, irritada. Y, sin<br />

preocuparse <strong>de</strong>masiado por si a él le parecería bien o no, abrió la ventanilla para no<br />

sentirse atrapada.<br />

Brody no dijo nada. La radio emitía a toda potencia a los Red Hot Chili Peppers,<br />

así que ella no tuvo que darle conversación durante el breve trayecto.<br />

Aparcó en la calle y salió para <strong>de</strong>scargar una caja por uno <strong>de</strong> los laterales<br />

mientras ella tiraba <strong>de</strong> la segunda por el otro.<br />

—La entrada está en la parte <strong>de</strong> atrás —dijo Reece. Su voz sonó cortante y eso la<br />

sorprendió. No recordaba la última vez que se había enfadado <strong>de</strong> verdad con alguien<br />

que no fuese ella misma.<br />

Tuvo que alargar las zancadas para no quedarse atrás y, aunque subió por la<br />

escalera junto a él sin <strong>de</strong>masiado esfuerzo, cuando tuvo que apoyar la caja contra la<br />

pared para manejar la llave le costó lo suyo.<br />

Brody cogió con una sola mano la caja que llevaba, le quitó la llave <strong>de</strong> las manos<br />

y abrió la puerta.<br />

Una nueva oleada <strong>de</strong> resentimiento la inundó. Aquella era su casa y estaba en<br />

su <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> invitar a entrar a quien le apeteciera y <strong>de</strong>jar fuera a quién no. Y allí<br />

estaba él, cruzando el umbral para <strong>de</strong>jar caer sobre el mármol <strong>de</strong> la cocina su caja con<br />

nuevas y valiosas posesiones.<br />

Brody salió sin hacer un comentario. Resoplando, Reece <strong>de</strong>jó su caja en el suelo.<br />

Corrió hacia la puerta y salió con la esperanza <strong>de</strong> alcanzarle y cargar con lo que<br />

— 46 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

quedaba.<br />

Pero Brody ya volvía.<br />

—Ya la cojo yo —dijo Reece, molesta, apartándose <strong>de</strong> la cara el pelo que le<br />

revolvía el viento—. Gracias.<br />

—Yo la llevo. ¿Qué <strong>de</strong>monios hay aquí? ¿Ladrillos?<br />

—Deben <strong>de</strong> ser la sartén <strong>de</strong> hierro y los artículos <strong>de</strong> limpieza. Puedo llevarlo yo,<br />

<strong>de</strong> verdad.<br />

Él se limitó a no hacerle caso y subió los peldaños.<br />

—¿Por qué diablos has cerrado la puerta si íbamos a volver enseguida?<br />

—Por costumbre.<br />

Reece giró la llave en la cerradura, pero antes <strong>de</strong> que pudiese quitarle la caja él<br />

entró para meterla por sí mismo.<br />

—Bueno, pues gracias —dijo ella, inmóvil junto a la puerta abierta, sabiendo<br />

que a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> comportarse como una maleducada estaba <strong>de</strong>jando entrar el frío—.<br />

Lamento la imposición.<br />

—No pasa nada. —Brody dio una vuelta con las manos en los bolsillos. «Un<br />

espacio pequeño y <strong>de</strong>primente», pensó «hasta que te fijas en la vista». La vista lo era<br />

todo. Y estaba limpio; <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser cosa <strong>de</strong> Joanie. Vacío o no, había quitado con<br />

frecuencia el polvo y las telarañas—. No le iría nada mal una mano <strong>de</strong> pintura —<br />

comentó.<br />

—Supongo que sí.<br />

—Y un poco <strong>de</strong> calefacción. Aquí se te congelarán esos huesos <strong>de</strong> pajarito que<br />

tienes.<br />

—No tiene sentido encen<strong>de</strong>r la calefacción hasta que me trasla<strong>de</strong> mañana. No<br />

quiero entretenerte.<br />

El se volvió y le apuntó con aquellos ojos.<br />

—No te preocupa entretenerme, solamente quieres que me vaya.<br />

—Vale. Adiós.<br />

Por primera vez, le <strong>de</strong>dicó una sonrisa franca y sincera.<br />

—Eres más interesante cuando estás <strong>de</strong> malas. ¿Cuál es el plato <strong>de</strong> esta noche?<br />

—Pollo frito con guarnición <strong>de</strong> patatas en salsa ver<strong>de</strong>, guisantes y zanahorias.<br />

—Suena bien —dijo antes <strong>de</strong> dirigirse hacia la puerta y <strong>de</strong>tenerse justo <strong>de</strong>lante<br />

<strong>de</strong> ella. Habría jurado que casi podía oír cómo se le tensaba el cuerpo—. Ya nos<br />

veremos.<br />

La puerta se cerró sin ruido tras él, y la cerradura sonó antes <strong>de</strong> que hubiese<br />

bajado el primer peldaño. Ro<strong>de</strong>ó el edificio y, para satisfacer su curiosidad, miró<br />

hacia arriba, a la fachada.<br />

La muchacha estaba junto a la ventana <strong>de</strong>l centro, mirando hacia el lago. «Flaca<br />

como el tronco <strong>de</strong> un sauce —pensó él—, con el pelo revuelto por el viento y ojos<br />

profundos y reservados. » Se le ocurrió que parecía más un retrato en un marco que<br />

alguien <strong>de</strong> carne y hueso. Se preguntó dón<strong>de</strong> habría <strong>de</strong>jado el resto <strong>de</strong> sí misma. Y<br />

por qué.<br />

El <strong>de</strong>shielo primaveral significaba fango. Los caminos y sen<strong>de</strong>ros quedaron<br />

— 47 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

cubiertos <strong>de</strong> él, y las botas sucias lo extendieron por las calles y aceras. Los lugareños,<br />

que conocían bien el carácter <strong>de</strong> Joanie, se las limpiaban en lo posible antes <strong>de</strong> entrar<br />

en el restaurante. Los turistas, que al cabo <strong>de</strong> un mes acudirían en tropel a los<br />

parques, campings y cabañas, eran escasos. Pero algunos acudían para disfrutar <strong>de</strong>l<br />

lago y <strong>de</strong>l río, remaban en sus canoas y kayaks por el agua fría y a través <strong>de</strong> los<br />

cañones que <strong>de</strong>volvían el eco.<br />

Angel's Fist se instalaba en el tranquilo intervalo entre la temporada <strong>de</strong> invierno<br />

y la <strong>de</strong> verano.<br />

Nada más salir el sol, cuando el cielo florecía <strong>de</strong> tonos rosado, Reece recorría<br />

una <strong>de</strong> las carreteras estrechas y llenas <strong>de</strong> buches <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong>l lago. «Es más una<br />

pista que una carretera», pensaba mientras giraba el volante y aminoraba la<br />

velocidad para evitar hundirse en el barro endurecido.<br />

Cuando un alce cruzó el camino, la muchacha no solo lanzó un suave grito <strong>de</strong><br />

sorpresa y regocijo, sino que también pronunció una pequeña oración <strong>de</strong><br />

agra<strong>de</strong>cimiento por estar circulando a muy poca velocidad.<br />

Si resultaba que no se había perdido, cantaría <strong>de</strong> alegría.<br />

Joanie quería que llegase a las siete, y aunque había salido con el doble <strong>de</strong>l<br />

tiempo necesario, temía llegar tar<strong>de</strong>. O acabar en Utah.<br />

Deseaba pasarse la mañana horneando, así que no quería acabar en Utah.<br />

Pasó junto al bosque <strong>de</strong> sauces colorados <strong>de</strong>l que le había hablado Joanie, o al<br />

menos creyó que eran sauces colorados. Luego divisó una tenue luz.<br />

—Ro<strong>de</strong>ar los sauces, girar a la izquierda y luego... ¡Sí!<br />

Cuando vio la vieja furgoneta Ford <strong>de</strong> Joanie, levantó en el aire un puño<br />

imaginario. Paró el coche.<br />

No supo qué esperaba. Tal vez una pequeña cabaña rústica. Un bungalow <strong>de</strong>l<br />

Oeste. Cualquiera <strong>de</strong> las dos opciones habría respondido a su imagen <strong>de</strong>l lugar<br />

don<strong>de</strong> podía vivir su impaciente jefa <strong>de</strong> lengua viperina.<br />

Pero no esperaba el estilo y el espacio <strong>de</strong> aquella casa <strong>de</strong> troncos y vidrio, las<br />

largas extensiones <strong>de</strong> porches y pisos que sobresalían para alzarse sobre el pantano y<br />

el claro.<br />

Tampoco esperaba el pequeño torrente <strong>de</strong> alegres pensamientos <strong>de</strong> invierno <strong>de</strong><br />

color violeta que <strong>de</strong>sbordaban <strong>de</strong> las jardineras. Pensó que parecía la Casita <strong>de</strong><br />

Chocolate, aunque tenía líneas rectas y prácticas en vez <strong>de</strong> sinuosida<strong>de</strong>s. Algo en la<br />

forma en que estaba metida en el bosque, como un secreto, la hacía fantástica.<br />

Hechizada, siguió las ór<strong>de</strong>nes que había recibido, arrancó <strong>de</strong> nuevo, aparcó y<br />

luego salió <strong>de</strong>l coche para dar la vuelta a la casa.<br />

Había ventanas por todas partes. Amplias ventanas con vistas a la montaña, el<br />

pantano, el lago y el pueblo. Más macetas <strong>de</strong> pensamientos, y otras que contenían<br />

tallos que florecerían con narcisos, tulipanes y jacintos cuando la temperatura<br />

subiese.<br />

Una luz brillaba a través <strong>de</strong>l cristal. Vio a Joanie <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las ventanas<br />

<strong>de</strong> la cocina. Llevaba una suda<strong>de</strong>ra remangada hasta los codos y ya estaba<br />

mezclando algo en un cuenco.<br />

— 48 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Reece fue hasta la puerta y llamó.<br />

—¡Está abierto!<br />

Que la puerta no estuviese cerrada le hizo poner mala cara. ¿Y si en vez <strong>de</strong> ella<br />

fuese un loco armado con un palo? ¿No <strong>de</strong>bería una mujer, sobre todo si vivía sola,<br />

consi<strong>de</strong>rar ese tipo <strong>de</strong> posibilida<strong>de</strong>s y tomar unas precauciones básicas? Entró en un<br />

or<strong>de</strong>nado lava<strong>de</strong>ro; una vieja chaqueta <strong>de</strong> franela y un sombrero marrón <strong>de</strong>forme<br />

colgaban <strong>de</strong> un perchero. Junto a la puerta, a mano, había un par <strong>de</strong> viejas botas <strong>de</strong><br />

trabajo.<br />

—Si llevas barro en los zapatos, quítatelos antes <strong>de</strong> entrar en mi cocina.<br />

Reece lo comprobó, encogió los hombros sintiéndose culpable y luego se quitó<br />

los zapatos.<br />

Si el exterior <strong>de</strong> la casa había sido una revelación, la cocina era la respuesta a<br />

todas sus oraciones.<br />

Espaciosa, bien iluminada, con una encimera enorme en preciosos tonos <strong>de</strong><br />

bronce y cobre. Hornos dobles. «Oh, Dios mío —pensó—, un horno <strong>de</strong> convección. »<br />

Vio el congelador y se estremeció <strong>de</strong> placer, casi como una mujer antes <strong>de</strong> hacer el<br />

amor con un adonis. A punto estuvo <strong>de</strong> babear al ver una cocina Vulcan y, madre <strong>de</strong>l<br />

amor hermoso, una batidora Berkel.<br />

Sintió que las lágrimas pugnaban por brotarle <strong>de</strong> los ojos.<br />

Y a la máxima eficacia acompañaba el encanto. Bulbos <strong>de</strong> primavera florecían<br />

en frasquitos <strong>de</strong> vidrio en el alféizar <strong>de</strong> la ventaba, ramitas y hierbas interesantes<br />

emergían <strong>de</strong> un jarrón <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra nudosa. En una pequeña chimenea ardía <strong>de</strong>spacio<br />

un fuego. El aire estaba impregnado <strong>de</strong>l aroma <strong>de</strong> pan recién horneado y canela.<br />

Joanie apoyó en la encimera el cuenco que llevaba en las manos.<br />

—Bueno, ¿piensas quedarte ahí embobada o vas a ponerte un <strong>de</strong>lantal y<br />

empezar a trabajar?<br />

—Antes quiero ponerme <strong>de</strong> rodillas.<br />

La atractiva boca <strong>de</strong> Joanie se contrajo. Al final, se rindió y sonrió.<br />

—Es bonita, ¿verdad?<br />

—¡Fabulosa! Mi corazón canta. Suponía que estaríamos...<br />

Se interrumpió y se aclaró la garganta.<br />

—¿Horneando en algún horno estropeado y sin ningún sitio en condiciones<br />

don<strong>de</strong> apoyar las cosas? —dijo Joanie con un bufido mientras se acercaba a una<br />

cafetera <strong>de</strong> acero inoxidable—. Vivo aquí, y don<strong>de</strong> vivo me gusta tener algo <strong>de</strong><br />

comodidad y un poco <strong>de</strong> estilo.<br />

—Se nota. ¿Quieres ser mi mamá?<br />

Joanie volvió a resoplar.<br />

—Y me gusta la intimidad. Esta es la última casa <strong>de</strong> este lado <strong>de</strong>l pueblo. Hay<br />

medio kilómetro <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí hasta la casa <strong>de</strong> los Mardson, don<strong>de</strong> viven Rick y Debbie<br />

con sus hijas. Su hija pequeña juega con el perro junto al lago siempre que pue<strong>de</strong>.<br />

—Sí. —Reece pensó en la niña que lanzaba la pelota al agua para que el perro la<br />

recogiese—. La he visto algunas veces.<br />

—Son unas niñas muy majas. Al otro lado <strong>de</strong> su casa, a cierta distancia, vive<br />

— 49 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Dick. Aquel con el que practicaste el día que llegaste. Es un viejo memo —dijo Joanie<br />

con cierto afecto—. Le gusta fingir que es un hombre duro <strong>de</strong> montaña, cuando en<br />

realidad es todo plumas. Por si no te has dado cuenta.<br />

—Lo suponía.<br />

Más allá está la cabaña que utiliza Boyd, Hay un par mas plantadas aquí y allá,<br />

pero la mayoría son <strong>de</strong> alquiler. Es una zona agradable y tranquila.<br />

—Es una zona preciosa. He tropezado con un alce, es <strong>de</strong>cir, lo he visto. En<br />

realidad no hemos entrado en contacto.<br />

—A veces casi llaman a mi puerta. No me molestan, ni ellos ni los <strong>de</strong>más<br />

animales que vienen por aquí, salvo cuando se empiezan a comer mis flores. —<br />

Mientras estudiaba a Reece, Joanie cogió un paño <strong>de</strong> cocina y se secó las manos—.<br />

Voy a tomarme un café y a fumar un cigarrillo. En el hervidor hay agua. Si quieres,<br />

pue<strong>de</strong>s prepararte un té. Estaremos trabajando unas tres horas, y entonces no querré<br />

cháchara. Mejor charlamos antes.<br />

—Muy bien.<br />

Joanie sacó un cigarrillo y lo encendió. Se apoyó contra la encimera y <strong>de</strong>jó<br />

escapar el humo. Cruzó los tobillos, cubiertos con unos calcetines <strong>de</strong> lana gris.<br />

—Te preguntas qué hago viviendo en un sitio como este.<br />

—Es precioso.<br />

—Vivo aquí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace casi ya veinte años. En estas dos décadas he añadido<br />

cosas, me he divertido y he perdido el tiempo cuando me apetecía —dijo antes <strong>de</strong><br />

hacer una pausa para probar el café—. Era justo lo que quería hacer.<br />

Reece retiró el hervidor <strong>de</strong>l fogón.<br />

—Pues tienes muy buen gusto.<br />

—Por eso te preguntas por qué mi local no es mejor. Te lo explicaré —dijo antes<br />

<strong>de</strong> que Reece pudiese objetar nada—. La gente viene a Ángel Find porque quiere<br />

estar cómoda. Quieren comer bien, que les sirvan rápido y a buen precio. Tenía eso<br />

en mente cuando abrí, hace casi veinte años.<br />

—Te va muy bien.<br />

—Des<strong>de</strong> luego. Vine aquí porque quería tener mi propia casa y darle a mi hijo<br />

una buena vida. Hace tiempo cometí un error y me casé con un hombre que lo único<br />

que sabía hacer era estar guapo. Y aunque eso lo hacía muy bien, no era bueno ni<br />

para mí ni para mi hijo.<br />

Pru<strong>de</strong>nte, Reece cogió la taza <strong>de</strong> té que había preparado.<br />

—Te las has arreglado bien sin él.<br />

—Si me hubiese quedado con él, ahora uno <strong>de</strong> nosotros estaría muerto —dijo<br />

Joanie, encogiéndose <strong>de</strong> hombros—. Todo mejoró en cuanto le di una patada en el<br />

culo y me marché. Tenía unos ahorrillos —añadió, curvando los labios en un gesto a<br />

medio camino entre la sonrisa y el sarcasmo—. Fui lo bastante tonta para casarme<br />

con él y lo bastante lista para conservar una cuenta bancaria propia y no hablarle <strong>de</strong><br />

ella. Llevaba trabajando como una esclava <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los dieciséis años, como camarera, a<br />

tiempo parcial, y como cocinera. Fui a la escuela nocturna y estudié dirección <strong>de</strong><br />

restaurantes.<br />

— 50 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Fuiste muy lista.<br />

—Cuando me libré <strong>de</strong> ese lastre <strong>de</strong>cidí que si iba a trabajar como una esclava lo<br />

haría por mi hijo y por mí misma. Por nadie más. Así que aterricé aquí. Conseguí un<br />

empleo <strong>de</strong> cocinera en lo que entonces era The Chuckwagon.<br />

—¿Tu local? ¿Joanie's era The Chuckwagon?<br />

—Hamburguesas grasientas y filetes <strong>de</strong>masiado fritos. Pero en cuatro meses era<br />

mío. El propietario era un idiota y había perdido hasta la camisa. Sabía que estaba<br />

acabado y me vendió el local por cuatro cuartos. Y cuando acabé <strong>de</strong> engatusarle, me<br />

pidió cuatro cuartos contados —dijo con la satisfacción pintada en el rostro—.<br />

Durante el primer año William y yo vivimos don<strong>de</strong> tú vives ahora.<br />

Reece trató <strong>de</strong> imaginarse a una mujer y a un niño compartiendo aquel espacio.<br />

—Qué difícil —murmuró, mirando a Joanie—. Debió <strong>de</strong> ser muy difícil para ti<br />

montar un negocio, criar a un hijo y tener que ganarte la vida tú sola.<br />

—Lo difícil <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> serlo cuando cuentas con unas buenas espaldas y una meta,<br />

y yo tenía ambas cosas. Compré esta finca y construí una casita. Dos dormitorios, un<br />

solo cuarto <strong>de</strong> baño y una cocina que medía más o menos la mitad <strong>de</strong> lo que mi<strong>de</strong><br />

esta ahora. Después <strong>de</strong> vivir con un niño <strong>de</strong> ocho años en aquel apartamento, era<br />

como un palacio. Conseguí lo que quería porque puedo ser muy cabezota cuando<br />

hace falta. Casi siempre, me parece. Pero recuerdo muy bien cómo fue coger mis<br />

cosas y marcharme, <strong>de</strong>jar lo que conocía, por malo que fuese, y tratar <strong>de</strong> encontrar mi<br />

sitio.<br />

Joanie volvió a encogerse <strong>de</strong> hombros mientras tomaba otro sorbo <strong>de</strong> café.<br />

—Y esos recuerdos vuelven cuando te miro.<br />

«Tal vez sí», pensó Reece. Tal vez viese algo <strong>de</strong> lo que hacía que una mujer se<br />

<strong>de</strong>spertase a las tres <strong>de</strong> la mañana, preocupada, haciendo mil suposiciones. Rezando.<br />

—¿Cómo supiste que era tu sitio?<br />

—No lo sabía —respondió Joanie mientras apagaba la colilla y se terminaba el<br />

café—. Solo era un lugar distinto y mejor que <strong>de</strong> don<strong>de</strong> venía. Luego, una mañana<br />

me <strong>de</strong>sperté y era mío. Entonces <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> mirar hacia atrás.<br />

Reece apoyó su taza.<br />

—Te preguntas por qué alguien con mi formación está en tu restaurante. Te<br />

preguntas por qué me marché y aterricé aquí.<br />

—La verdad, se me ha pasado por la cabeza.<br />

«Esta es la mujer que me ha dado un empleo —pensó Reece—. Que me ha<br />

proporcionado un lugar don<strong>de</strong> vivir. Que me está ofreciendo a su modo, sin<br />

tonterías, un terreno <strong>de</strong> pruebas. »<br />

—No pretendo hacer un misterio <strong>de</strong> ello; simplemente no puedo hablar <strong>de</strong> los<br />

<strong>de</strong>talles, porque continúan siendo penosos. Pero no fue una persona, un marido, lo<br />

que me obligó a marcharme. Fue... un acontecimiento. Viví una experiencia que me<br />

perjudicó física y emocionalmente. Pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que me traumatizó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> todos los<br />

puntos <strong>de</strong> vista. —Miró a Joanie a los ojos. Ojos fuertes, duros. No estaban llenos <strong>de</strong><br />

compasión. Era imposible explicar, incluso a sí misma, cuánto le facilitaban<br />

continuar—. Y cuando me di cuenta <strong>de</strong> que si me quedaba don<strong>de</strong> estaba, no me<br />

— 51 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

curaría, me fui. Mi abuela se <strong>de</strong>svivía para cuidar <strong>de</strong> mí. Yo ya no podía soportarlo.<br />

Un día me subí al coche y me marché. Llamé a mi abuela y traté <strong>de</strong> convencerla <strong>de</strong><br />

que estaba bien. Estaba mejor y quería pasar un tiempo sola.<br />

—¿La convenciste?<br />

—No <strong>de</strong>l todo, pero no pudo <strong>de</strong>tenerme. Estos últimos meses está más relajada.<br />

Ha empezado a verlo como «la aventura <strong>de</strong> Reece. Me resulta fácil presentarlo así<br />

cuando todo se limita a mensajes <strong>de</strong> correo electrónico y llamadas telefónicas. Y a<br />

veces es verdad. Es una aventura. —Se volvió para coger un <strong>de</strong>lantal <strong>de</strong>l perchero<br />

que estaba junto al lava<strong>de</strong>ro—. De todas formas, estoy mejor que antes. Me gusta<br />

don<strong>de</strong> estoy, por ahora. Y eso me basta.<br />

—Entonces lo <strong>de</strong>jaremos así. Por ahora. Quiero que hagas unas pastas. Si veo<br />

que tienes buena mano, pasaremos a otra cosa.<br />

— 52 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 5<br />

Había pocos clientes y Linda-Gail se ocupaba <strong>de</strong> la barra. Colocó un trozo <strong>de</strong><br />

tarta <strong>de</strong> manzana <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Cas y terminó <strong>de</strong> llenar su café.<br />

—Estas dos últimas semanas se te ve mucho por aquí.<br />

—El café es bueno y la tarta es mejor —dijo esbozando una sonrisa mientras<br />

pinchaba un gran bocado—. La vista no está mal.<br />

Linda-Gail echó un vistazo por encima <strong>de</strong>l hombro hacia la parrilla, don<strong>de</strong><br />

trabajaba Reece.<br />

—Me han dicho que ahí has dado con hueso, machote.<br />

—Aún es pronto —dijo antes <strong>de</strong> probar la tarta. Nadie hacía los pasteles como<br />

su madre—. ¿Sabes algo más <strong>de</strong> ella?<br />

—Eso forma parte <strong>de</strong> la vida privada.<br />

El joven soltó un bufido.<br />

—Vamos, Linda-Gail.<br />

Ella intentó mantenerse distante, pero lo cierto era que a ella y a Cas les<br />

encantaba contarse chismes <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que eran niños. En realidad, no había nadie con<br />

quien le gustase hablar más que con Cas.<br />

—Es reservada, no rehúye el trabajo, entra puntual y se queda hasta que<br />

termina o hasta que Joanie la manda a casa. —Linda-Gail se apoyó en la barra y se<br />

encogió <strong>de</strong> hombros—. No recibe correo, por lo que me han dicho, Pero se ha puesto<br />

teléfono arriba. Y...<br />

Cas se inclinó hacia <strong>de</strong>lante para acercar su rostro al <strong>de</strong> la muchacha.<br />

—Continúa.<br />

—Bueno, Brenda, la <strong>de</strong>l hotel, me dijo que mientras Reece se alojaba allí puso el<br />

tocador <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> la habitación contigua. Yo creo que tiene miedo <strong>de</strong><br />

algo o <strong>de</strong> alguien. No pagó con tarjeta <strong>de</strong> crédito ni una sola vez, y nunca utilizó el<br />

teléfono <strong>de</strong>l hotel excepto para enviar correo electrónico, una vez al día. La<br />

habitación tenía acceso <strong>de</strong> alta velocidad, pero cuesta diez dólares al día; el teléfono<br />

<strong>de</strong> recepción sale más barato. Eso es todo.<br />

—Parece que le vendría bien alguna distracción.<br />

—Eso es un eufemismo, Cas —dijo Linda-Gail, disgustada. Se echó hacia atrás,<br />

molesta consigo misma por haberse <strong>de</strong>jado arrastrar a un antiguo hábito—. Te diré lo<br />

que no le hace falta. No le hace falta ningún tío salido que la persiga con la esperanza<br />

<strong>de</strong> llevársela a la cama. Lo que le vendría bien es un amigo.<br />

—Yo puedo ser un amigo. Tú y yo somos amigos.<br />

—¿Eso es lo que somos?<br />

Algo cambió en los ojos y en el rostro <strong>de</strong> él. Deslizó la mano sobre la barra hacia<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

ella.<br />

—Linda-Gail...<br />

Pero ella apartó la mirada, retrocedió y exhibió su sonrisa <strong>de</strong> camarera.<br />

—Hola, sheriff.<br />

—Buenos días, Linda-Gail y compañía.<br />

El sheriff Richard Mardson se acomodó en un taburete. Era un hombre<br />

corpulento, <strong>de</strong> brazos largos, que caminaba con paso pausado y mantenía el or<strong>de</strong>n<br />

con la razón y el compromiso cuando podía, y con la fuerza y una mirada dura<br />

cuando no podía. Le gustaba el café dulce y ligero, y ya alargaba el brazo para coger<br />

el azúcar cuando Linda-Gail le sirvió una taza.<br />

—¿Estáis riñendo otra vez?<br />

—Solo hablamos —dijo Cas—. De la nueva cocinera <strong>de</strong> mi madre.<br />

—Des<strong>de</strong> luego, sabe manejar esa parrilla. Linda-Gail, ¿le dices que me prepare<br />

una pechuga <strong>de</strong> pollo frita?<br />

Se echó el azúcar en el café. Tenía los ojos <strong>de</strong> color azul claro y el cabello rubio<br />

cortado a cepillo. Su fuerte mandíbula estaba bien afeitada; durante catorce años su<br />

esposa había insistido, hasta casi volverle loco, para que se librase <strong>de</strong> la barba que se<br />

había <strong>de</strong>jado crecer durante el invierno.<br />

—¿Vas <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> esa chica flaca, Cas?<br />

—He hecho algunos movimientos <strong>de</strong> tanteo en esa dirección.<br />

Rick sacudió la cabeza.<br />

—Tendrías que sentar la cabeza con el amor <strong>de</strong> una buena mujer.<br />

—Lo haré en cuanto pueda. La nueva cocinera tiene un aire <strong>de</strong> misterio —<br />

comentó Cas antes <strong>de</strong> hacer girar su taburete con la intención <strong>de</strong> charlar—. Hay<br />

quien piensa que huye <strong>de</strong> algo.<br />

—Si es así, no es <strong>de</strong> la policía. Yo sé hacer mi trabajo —dijo Rick cuando Cas<br />

enarcó las cejas—. No tiene antece<strong>de</strong>ntes ni ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> <strong>de</strong>tención pendientes. Y<br />

prepara una carne genial.<br />

—Supongo que sabe que ahora vive arriba. Linda-Gail acaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme que<br />

Brenda le contó que Reece <strong>de</strong>jaba el tocador contra la puerta <strong>de</strong> la habitación<br />

contigua mientras se alojó allí. A mí me parece que está asustada.<br />

—Tal vez tenga motivos —dijo el sheriff dirigiendo su penetrante mirada hacia<br />

la cocina—. Seguramente ha <strong>de</strong>jado a un marido, o a un novio, que la zurraba <strong>de</strong> lo<br />

lindo.<br />

—Nunca he entendido esas cosas. Un hombre que le pega a una mujer no es<br />

hombre.<br />

Rick se tomó su café.<br />

—Hay toda clase <strong>de</strong> hombres en el mundo.<br />

Cuando acabó su turno, Reece se instaló arriba con su diario. Había <strong>de</strong>jado la<br />

calefacción a unos mo<strong>de</strong>rados dieciocho grados y llevaba un jersey y dos pares <strong>de</strong><br />

calcetines. Calculaba que el ahorro por ese concepto compensaría las luces que<br />

mantenía encendidas día y noche.<br />

Estaba cansada, pero era una sensación agradable. El apartamento tenía un<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

efecto positivo en ella; era seguro, amplio y or<strong>de</strong>nado. Aún más seguro cuando<br />

apuntalaba <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l pomo <strong>de</strong> la puerta uno <strong>de</strong> los dos taburetes que Joanie le había<br />

dado. Algo que hacía siempre que estaba en la habitación.<br />

Hoy también ha sido un día tranquilo. Casi todos los clientes eran <strong>de</strong>l pueblo. Es<br />

<strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong> para esquiar o hacer snowboard, aunque me han dicho que algunos puertos<br />

<strong>de</strong> montaña no estarán abiertos hasta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> unas semanas. Es extraño pensar que <strong>de</strong>be <strong>de</strong><br />

haber mucha nieve en las alturas, mientras aquí abajo todo es fango y hierba marrón.<br />

La gente es muy rara. Me pregunto si <strong>de</strong> verdad no saben que me doy cuenta cuando<br />

hablan <strong>de</strong> mí, o si creen que es natural. Supongo que es natural, sobre todo en un pueblo tan<br />

pequeño. Mientras estoy ante la parrilla o los fogones noto que las palabras me presionan la<br />

nuca.<br />

Todos sienten mucha curiosidad, pero no preguntan. Imagino que eso sería un signo <strong>de</strong><br />

mala educación, así que hacen conjeturas.<br />

Mañana tengo el día libre. Todo un día libre. El último que tuve estaba tan ocupada<br />

limpiando esto y colocando las cosas que se me pasó volando. Pero esta vez, en cuanto vi el<br />

horario, casi me da un ataque <strong>de</strong> pánico. ¿Qué haría? ¿Cómo pasaría un día y una noche<br />

enteros sin trabajar?<br />

Entonces <strong>de</strong>cidí hacer una excursión cañón arriba, tal como planeé cuando llegué aquí.<br />

Tomaré uno <strong>de</strong> los sen<strong>de</strong>ros fáciles, iré tan lejos como pueda y contemplaré el rió, Tal vez las<br />

rocas aún hagan ruido, como Cas me dijo. Quiero ver el agua blanca, las morrenas, los prados<br />

y pantanos. Pue<strong>de</strong> que alguien haga rafting en el río. Prepararé un pequeño almuerzo y me<br />

tomaré mi tiempo.<br />

Hay mucha distancia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la bahía Back hasta el río Snake.<br />

La cocina estaba muy bien iluminada. Reece canturreaba con Sheryl Crow<br />

mientras fregaba los fogones. «La cocina —pensó—, queda oficialmente cerrada. »<br />

Era su última noche en Maneo's —el fin <strong>de</strong> una era para ella—, por lo que<br />

pretendía <strong>de</strong>jar reluciente su puesto <strong>de</strong> trabajo.<br />

Tenía toda la semana libre y luego iniciaría el empleo <strong>de</strong> sus sueños como jefa<br />

<strong>de</strong> cocina <strong>de</strong> Oasis. «Jefa <strong>de</strong> cocina —pensó, bailoteando mientras trabajaba— para<br />

uno <strong>de</strong> los mejores restaurantes <strong>de</strong> Boston. » Supervisaría a un equipo <strong>de</strong> quince<br />

personas, diseñaría sus propios platos <strong>de</strong> firma y su trabajo estaría a la altura <strong>de</strong> lo<br />

mejor <strong>de</strong>l negocio.<br />

Los horarios serían atroces; la presión, terrible.<br />

No podía esperar.<br />

Ella misma había contribuido a formar a Marco, y entre él y Tony Maneo lo<br />

harían muy bien. Tony y su esposa, Lisa, se alegraban por ella. En realidad, sabía <strong>de</strong><br />

buena fuente —su pinche, Donna, era incapaz <strong>de</strong> guardar un secreto— que le habían<br />

preparado una fiesta para celebrar su nuevo puesto y para <strong>de</strong>cirle adiós.<br />

Supuso que Tony ya <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>spedido a los últimos clientes, salvo a un<br />

puñado <strong>de</strong> asiduos invitados a su fiesta <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida.<br />

Echaría <strong>de</strong> menos aquel sitio, a la gente, pero había llegado el momento <strong>de</strong> dar<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

el paso. Había trabajado, estudiado y hecho planes para ello, y ahora estaba a punto<br />

<strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r.<br />

Se apartó <strong>de</strong> los fogones, asintió con un gesto <strong>de</strong> satisfacción y se llevó los<br />

artículos <strong>de</strong> limpieza al pequeño trastero.<br />

Al oír el estrépito proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l comedor puso los ojos en blanco. Pero los<br />

gritos que siguieron la marearon. Cuando estallaron los disparos, se quedó helada.<br />

Mientras se sacaba <strong>de</strong>l bolsillo el teléfono móvil con <strong>de</strong>dos temblorosos, la puerta <strong>de</strong><br />

batiente se abrió <strong>de</strong> golpe. Hubo un movimiento confuso y un instante <strong>de</strong> miedo. Vio<br />

la pistola, vio solo la pistola. Tan negra, tan gran<strong>de</strong>.<br />

Entonces cayó hacia atrás, contra el trastero; un dolor ardiente e inexpresable le<br />

golpeó en el pecho.<br />

El grito que nunca llegó a emerger brotó <strong>de</strong> Reece en aquel momento mientras<br />

se incorporaba tambaleándose en la cama y se llevaba una mano a la parte superior<br />

<strong>de</strong>l pecho. Podía notar aquel dolor en el punto don<strong>de</strong> se había hundido la bala. El<br />

fuego, el choque. Pero cuando se miró la mano, no vio sangre; cuando se frotó la piel,<br />

solo palpó la cicatriz.<br />

—No pasa nada. Estoy bien. Es solo un sueño. Estaba soñando, eso es todo.<br />

Pero temblaba <strong>de</strong> pies a cabeza al agarrar su linterna y levantarse para<br />

comprobar la puerta y las ventanas.<br />

No había nadie allí, ni un alma se movía en la calle, en el lago. Las cabañas y las<br />

casas estaban a oscuras. Nadie llegaría para acabar lo que empezaron dos años antes.<br />

No les importaba ni si seguía viva ni dón<strong>de</strong> estaba.<br />

Estaba viva. «Solo fue un acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino, la lotería», pensó mientras se<br />

frotaba con los <strong>de</strong>dos la cicatriz que la bala había <strong>de</strong>jado.<br />

Estaba viva, y casi amanecía un nuevo día. «Y mira, mira allí, un... un alce baja<br />

al lago a beber.»<br />

—Eso no lo ve uno todos los días —dijo en voz alta—. Al menos en Boston. No<br />

si pasas cada minuto empujando para subir y avanzar. No ves la luz que se suaviza<br />

al este y un alce <strong>de</strong> rodillas nudosas que sale <strong>de</strong>l bosque para beber.<br />

Observó que la niebla cubría el suelo, fina como papel <strong>de</strong> seda; el lago<br />

durmiente parecía un espejo. Entonces se encendió la luz en la cabaña <strong>de</strong> Brody. Tal<br />

vez tampoco pudiese dormir. Tal vez se levantase temprano para escribir y así po<strong>de</strong>r<br />

pasar la tar<strong>de</strong> tumbado en la hamaca leyendo.<br />

Ver la luz, saber que alguien estaba <strong>de</strong>spierto como ella, suponía un curioso<br />

consuelo.<br />

Había tenido el sueño —o la mayor parte <strong>de</strong> él— pero no se había<br />

<strong>de</strong>smoronado. Eso era un avance, ¿no? Y alguien había encendido una luz al otro<br />

lado <strong>de</strong>l lago. Tal vez ese alguien mirase por su ventana como ella miraba por la suya<br />

y viese su propio resplandor. De aquella extraña forma, compartirían el amanecer.<br />

Se puso en pie contemplando la luz que al este veteaba el cielo <strong>de</strong> rosa y oro y<br />

que a continuación se extendió sobre el espejo <strong>de</strong>l lago hasta que el agua<br />

resplan<strong>de</strong>ció como un callado fuego.<br />

Cuando tuvo la mochila equipada <strong>de</strong> acuerdo con la lista recomendada por su<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

guía para una excursión, le pareció que pesaba veinticinco kilos. Solo eran unos trece<br />

kilómetros entre ida y vuelta, pero pensó que era mejor ser pru<strong>de</strong>nte y basarse en la<br />

lista para excursiones <strong>de</strong> más <strong>de</strong> dieciséis kilómetros.<br />

Tal vez <strong>de</strong>cidiese ir más lejos, o tal vez diese un ro<strong>de</strong>o. O... daba igual, ya había<br />

llenado la mochila y no iba a vaciarla otra vez. Se recordó que podía <strong>de</strong>tenerse<br />

cuando quisiera, tantas veces como quisiera, <strong>de</strong>jar la mochila en el suelo y <strong>de</strong>scansar.<br />

Hacía buen día, un día claro —libre— y estaba <strong>de</strong>cidida a aprovecharlo a fondo.<br />

Apenas había recorrido tres metros cuando la saludaron.<br />

—¿Vas a explorar un poco? —le preguntó Mac.<br />

Llevaba una <strong>de</strong> sus camisas <strong>de</strong> franela preferidas metida <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los<br />

vaqueros, y una gorra <strong>de</strong> vigilante encasquetada en la cabeza.<br />

—He pensado recorrer un poquito el sen<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Little Ángel.<br />

El hombre frunció el ceño.<br />

—¿Vas sola?<br />

—Según la guía, es un camino fácil. Hace buen día, y quiero ver el río. Llevo un<br />

mapa —continuó—. Brújula, agua, todo lo que necesito, según la guía —repitió con<br />

una sonrisa—. En realidad, más <strong>de</strong> lo que podría necesitar.<br />

—Pero el camino todavía estará cubierto <strong>de</strong> fango. Y estoy seguro <strong>de</strong> que en esa<br />

guía pone que es mejor salir <strong>de</strong> excursión en pareja, y mejor aún en grupo.<br />

Así era, pero a ella no le iban los grupos. Siempre estaba mejor sola.<br />

—No voy muy lejos. He hecho algunas excursiones en los Smokies y en los<br />

Black Hills. No se preocupe por mí, señor Drubber.<br />

—Yo también me tomo hoy un poco <strong>de</strong> tiempo libre. Tengo al joven León en el<br />

mostrador <strong>de</strong> la tienda, y también se encarga <strong>de</strong> los comestibles. Podría acompañarte<br />

durante una hora.<br />

—Estoy bien, y eso no es lo que usted quería hacer con su día libre. De verdad,<br />

no se preocupe. No iré lejos.<br />

—Si no has vuelto a las seis, enviaré a un equipo <strong>de</strong> salvamento.<br />

—A las seis, no solo habré vuelto, sino que tendré en remojo mis cansados pies.<br />

Se lo prometo.<br />

Cambió <strong>de</strong> posición la mochila y se dispuso a bor<strong>de</strong>ar el lago y tomar el<br />

sen<strong>de</strong>ro que atravesaba el bosque hacia la pared <strong>de</strong>l cañón.<br />

Caminaba con paso lento, disfrutando <strong>de</strong> la luz moteada que se filtraba a través<br />

<strong>de</strong> los árboles. Con el aire fresco en la cara y el olor <strong>de</strong> los pinos y <strong>de</strong> la tierra que<br />

<strong>de</strong>spertaba, los restos <strong>de</strong>l sueño se <strong>de</strong>svanecieron.<br />

Se prometió hacer aquello más a menudo. Escoger un camino distinto y<br />

explorarlo en su día libre, o al menos en días libres alternos. Más a<strong>de</strong>lante iría con el<br />

coche hasta el parque y haría lo mismo, antes <strong>de</strong> que los veraneantes lo invadiesen<br />

todo. El ejercicio saludable le abriría el apetito y volvería a ponerse en forma.<br />

Y para mejorar su salud mental, apren<strong>de</strong>ría a i<strong>de</strong>ntificar las flores silvestres <strong>de</strong><br />

las que hablaba la guía y que cubrirían en verano el bosque y el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> los<br />

caminos, los campos <strong>de</strong> salvia y los prados <strong>de</strong> montaña. Po<strong>de</strong>r ver la floración era un<br />

aliciente para quedarse allí.<br />

— 57 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Cuando el sen<strong>de</strong>ro se bifurcó, balanceó los hombros para acomodarse la<br />

mochila y tomó la senda que llevaba hacia el cañón <strong>de</strong> Little Ángel. La pendiente<br />

ascendía suave pero constantemente a través <strong>de</strong>l aire húmedo resguardado por las<br />

coníferas, en cuyas ramas más altas vio nidos. Había gran<strong>de</strong>s piedras entre los<br />

charcos <strong>de</strong> la nieve fundida y ríos <strong>de</strong> fango don<strong>de</strong> su guía afirmaba que en pocas<br />

semanas brotarían abundantes flores silvestres.<br />

Pero por el momento a Reece casi le parecía estar en otro planeta, ver<strong>de</strong><br />

apagado, marrón y silencioso.<br />

El sen<strong>de</strong>ro subía morrena arriba, al principio con suavidad, siguiendo la cuesta<br />

a través <strong>de</strong> un bosque <strong>de</strong> abetos y bajando al otro lado <strong>de</strong>l bor<strong>de</strong> hasta un barranco<br />

profundo e inesperado. Las cimas nevadas <strong>de</strong> las montañas, brillantes a la intensa luz<br />

<strong>de</strong>l sol, atravesaban el cielo. Cuando el sen<strong>de</strong>ro se hizo más pronunciado se acordó<br />

<strong>de</strong> que <strong>de</strong>bía cambiar el ritmo y bloqueó brevemente la rodilla con cada paso. «Pasos<br />

cortos», recordó.<br />

Sin prisas, sin agobios.<br />

Después <strong>de</strong> recorrer el primer kilómetro y medio, se <strong>de</strong>tuvo a <strong>de</strong>scansar, beber<br />

y respirar.<br />

Aún se veía el <strong>de</strong>stello <strong>de</strong>l lago Ángel al su<strong>de</strong>ste. Ya no había niebla, pues el sol<br />

intenso en el cielo claro la había disipado. «El turno <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno <strong>de</strong>be <strong>de</strong> estar a<br />

tope», pensó. En el restaurante resonarían las conversaciones y el olor a panceta y<br />

café llenaría la cocina. Pero el ambiente que la ro<strong>de</strong>aba era silencioso, abierto y olía a<br />

pino.<br />

Y estaba sola, completamente sola, el único sonido que la acompañaba era el <strong>de</strong><br />

la brisa que soplaba a través <strong>de</strong> los árboles y se abría camino entre las hierbas <strong>de</strong> un<br />

pantano don<strong>de</strong> los patos se ocupaban <strong>de</strong> sus asuntos, y el golpeteo distante e<br />

insistente <strong>de</strong> un pájaro carpintero que <strong>de</strong>sayunaba en el bosque.<br />

Continuó subiendo por la pendiente, lo bastante empinada para que le doliesen<br />

las pantorrillas. «Antes <strong>de</strong> que me hiriesen —pensó, disgustada—, podría haber<br />

recorrido este sen<strong>de</strong>ro corriendo.» No es que estuviese acostumbrada a hacer<br />

excursiones, pero ¿qué diferencia había en regular la cinta <strong>de</strong> andar en el gimnasio a<br />

una pendiente <strong>de</strong> ocho kilómetros?<br />

—Una diferencia enorme —murmuró—. Enorme. Pero puedo hacerlo.<br />

El sen<strong>de</strong>ro atravesaba los prados aún dormidos y recorría en zigzag las cuestas<br />

más empinadas. Junto a la pendiente soleada don<strong>de</strong> volvió a hacer una pausa para<br />

recuperar el aliento, vio una pequeña poza pantanosa, <strong>de</strong> la que alzó el vuelo entre<br />

las espadañas una garza con un pez que se agitaba en el pico.<br />

Se maldijo por haber echado mano <strong>de</strong> la cámara fotográfica <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong> y<br />

siguió avanzando penosamente en zigzag hasta que oyó el retumbar <strong>de</strong>l río. Cuando<br />

el embarrado sen<strong>de</strong>ro volvió a bifurcarse, miró pensativa el pequeño poste indicador<br />

<strong>de</strong> Big Ángel. Aquel camino subía cañón arriba; sin duda requería buena resistencia<br />

y habilida<strong>de</strong>s básicas <strong>de</strong> escalada.<br />

Ella no contaba ni con una cosa ni con otra, <strong>de</strong>bía reconocer que tenía los<br />

músculos <strong>de</strong> las piernas doloridos y los pies lastimados. Volvió a pararse, volvió a<br />

— 58 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

beber, y consi<strong>de</strong>ró si en aquella primera salida <strong>de</strong>bía conformarse con las vistas <strong>de</strong><br />

los pantanos y las pra<strong>de</strong>ras. Podía sentarse en una roca, allí tomar el sol y tal vez<br />

tener la suerte <strong>de</strong> ver algún animal. Pero aquel retumbar la reclamaba. Había salido<br />

con la intención <strong>de</strong> llegar a Little Ángel, y eso haría.<br />

Le dolían los hombros. De acuerdo, seguramente se había excedido en mucho<br />

con las provisiones. Pero se recordó que estaba a medio camino y que incluso a esa<br />

marcha lenta podía alcanzar su objetivo antes <strong>de</strong> mediodía.<br />

Acortó por la pra<strong>de</strong>ra y luego subió por la pendiente embarrada. Cuando llegó<br />

arriba y ro<strong>de</strong>ó el siguiente zigzag, vio por primera vez la larga y brillante cinta <strong>de</strong>l<br />

río.<br />

Se abría camino por el cañón acompañada por un constante y enérgico<br />

murmullo. Aquí y allá, en sus orillas, había montones <strong>de</strong> rocas y piedras apiladas<br />

como si el río hubiese <strong>de</strong>cidido <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> ellas. Sin embargo, el lugar era<br />

apacible, casi <strong>de</strong> ensueño; el curso <strong>de</strong>l río serpenteaba hacia el oeste entre pare<strong>de</strong>s<br />

verticales cortadas a pico.<br />

Sacó la cámara a sabiendas <strong>de</strong> que una instantánea no captaría aquella<br />

amplitud. Una foto no reproduciría los sonidos, el contacto <strong>de</strong>l aire, los asombrosos<br />

precipicios y las salvajes alturas.<br />

Entonces vio un par <strong>de</strong> kayaks <strong>de</strong> un azul brillante y, fascinada, los encuadró<br />

para utilizarlos como escala. Contempló cómo sus ocupantes remaban y daban<br />

vueltas; oyó el sonido apagado <strong>de</strong> unas voces que <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> ser gritos.<br />

Seguramente alguien estaba recibiendo una clase; Reece sacó sus prismáticos<br />

para acercar la imagen. Un hombre y un niño, seguramente un preadolescente. La<br />

cara <strong>de</strong>l niño era <strong>de</strong> concentración e ilusión. Le vio sonreír y asentir, y su boca se<br />

movió cuando le gritó algo a su compañero. ¿Un instructor?<br />

Siguieron remando, avanzando por el río, el uno junto al otro hacia el oeste.<br />

Reece se colgó los prismáticos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l cuello y continuó.<br />

La altura era cautivadora. Mientras su cuerpo avanzaba notó el ardor <strong>de</strong> los<br />

músculos, el vértigo <strong>de</strong> la aventura, y ni rastro <strong>de</strong> preocupación o ansiedad. Se sentía<br />

muy humana. Pequeña, mortal y llena <strong>de</strong> asombro. Solo tenía que echar hacia atrás la<br />

cabeza para que el cielo entero le perteneciese. A ella y a aquellas montañas que<br />

brillaban azules a la luz <strong>de</strong>l sol.<br />

Incluso con el frío en el rostro, el sudor <strong>de</strong>l esfuerzo le bañaba la espalda.<br />

Decidió que no tardaría en hacer otra pausa para quitarse la cazadora y beber medio<br />

litro <strong>de</strong> agua.<br />

Subió más y más, con dificultad, ja<strong>de</strong>ando.<br />

Y se <strong>de</strong>tuvo en seco, patinando un poco, cuando vio a Brody encaramado en un<br />

amplio saliente rocoso.<br />

Él apenas le <strong>de</strong>dicó una mirada.<br />

—Tenía que haber sabido que eras tú. Haces ruido suficiente para <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nar<br />

un alud. —Cuando ella levantó una mirada cautelosa, él sacudió la cabeza—. Pue<strong>de</strong><br />

que no tanto —rectificó—. De todos modos, el ruido suele mantener alejados a los<br />

<strong>de</strong>predadores. Al menos a los <strong>de</strong> cuatro patas.<br />

— 59 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Si a Reece se le había olvidado la posibilidad <strong>de</strong> encontrar osos —y así era—,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego no contaba con la posibilidad <strong>de</strong> encontrar a seres humanos.<br />

—¿Qué estás haciendo aquí arriba?<br />

—Ocuparme <strong>de</strong> mis asuntos —contestó Brody antes <strong>de</strong> beber un trago <strong>de</strong> su<br />

botella <strong>de</strong> agua—. ¿Y tú? ¿Qué haces, aparte <strong>de</strong> caminar ja<strong>de</strong>ando y cantando «Ain't<br />

no mountain high enough»?<br />

—No cantaba.<br />

«Oh, por favor, que no estuviese cantando.»<br />

—Vale, no la cantabas. Más bien la recitabas con voz entrecortada.<br />

—He salido <strong>de</strong> excursión. Es mi día libre.<br />

—¡Yupi! —exclamó él mientras cogía la libreta que tenía sobre las rodillas.<br />

Ya que se había <strong>de</strong>tenido, necesitaba conce<strong>de</strong>rse un minuto para recobrar el<br />

aliento antes <strong>de</strong> seguir subiendo. Podía disimular su necesidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>scansar<br />

conversando durante uno o dos minutos.<br />

—¿Estás escribiendo? ¿Aquí arriba?<br />

—Me estoy documentando. Dentro <strong>de</strong> un rato voy a matar a alguien aquí<br />

arriba. En la ficción —añadió con cierto <strong>de</strong>leite cuando se <strong>de</strong>svaneció el color que el<br />

esfuerzo había llevado a las mejillas <strong>de</strong> Reece—. Es un buen sitio, sobre todo en esta<br />

época <strong>de</strong>l año. A principios <strong>de</strong> la primavera no hay nadie en los caminos... o casi<br />

nadie. La convence para que suba hasta aquí y la empuja. —Brody se asomó un poco<br />

y miró hacia abajo. Ya se había quitado la cazadora, como Reece anhelaba hacer—.<br />

Una caída larga y horrible. Un terrible acci<strong>de</strong>nte, una terrible tragedia.<br />

A su pesar, Reece se sentía intrigada.<br />

—¿Por qué lo hace?<br />

El se limitó a encogerse <strong>de</strong> hombros, unos hombros anchos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una<br />

camisa vaquera.<br />

—Sobre todo porque tiene la posibilidad <strong>de</strong> hacerlo.<br />

—Había kayaks en el río. Los ocupantes podrían verlo.<br />

—Por eso lo llaman ficción. Kayaks —masculló mientras garabateaba algo en su<br />

libreta—. Pue<strong>de</strong> ser. Tal vez así sea mejor. ¿Qué verían? El cuerpo cayendo. El eco <strong>de</strong><br />

un grito. El choque <strong>de</strong>l cuerpo contra el suelo.<br />

—En fin, te <strong>de</strong>jo con tu trabajo.<br />

Como su respuesta fue solo un gruñido ausente, Reece continuó. «Es un poco<br />

irritante, la verdad», pensó. El hombre había encontrado un buen sitio para<br />

<strong>de</strong>scansar y disfrutar <strong>de</strong> la vista. Un sitio que habría sido el <strong>de</strong> ella si él no hubiese<br />

estado allí. Pero encontraría otro, el suyo. Solo que un poco más arriba.<br />

De todos modos, se mantuvo bien alejada <strong>de</strong>l bor<strong>de</strong> mientras caminaba y trató<br />

<strong>de</strong> borrar la imagen <strong>de</strong> un cuerpo volando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el fin <strong>de</strong>l mundo y hasta las rocas y<br />

el agua, abajo.<br />

Supo que rozaba el muro <strong>de</strong> su resistencia cuando volvió a oír el trueno. Se<br />

<strong>de</strong>tuvo, se apoyó las manos en los muslos y recobró el aliento. Antes <strong>de</strong> que pudiese<br />

<strong>de</strong>cidir si aquel era su sitio, oyó el chillido prolongado e intenso <strong>de</strong> un halcón. Al<br />

levantar la mirada, vio que volaba majestuoso hacia el oeste.<br />

— 60 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Quiso seguirlo, como una señal. Decidió que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un último zigzag, solo<br />

uno más, se sentaría en esplendida soledad, sacaría el almuerzo <strong>de</strong> la mochila y<br />

disfrutaría <strong>de</strong> una hora con la única compañía <strong>de</strong>l río.<br />

Su recompensa por aquel último esfuerzo fue una vista <strong>de</strong> agua blanca que se<br />

agitaba y rompía contra las rocas, se lanzaba contra torres <strong>de</strong> ellas y luego caía sobre<br />

sí misma en una breve catarata espumosa. Su rugido llenaba el cañón y retumbó<br />

sobre su propia risa <strong>de</strong> júbilo.<br />

Después <strong>de</strong> todo, lo había conseguido.<br />

Aliviada, se quitó la mochila <strong>de</strong> los hombros antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarse caer sobre una<br />

piedra marcada por la erosión. Sacó su almuerzo y comió con voracidad.<br />

En la cima <strong>de</strong>l mundo, así se sentía. Tranquila y al tiempo llena <strong>de</strong> energía, y<br />

absolutamente feliz. Mordió una manzana tan crujiente que sus sentidos se<br />

sobresaltaron, mientras el halcón volvía a chillar y planeaba por encima <strong>de</strong> su cabeza.<br />

«Es perfecto —pensó—. Absolutamente perfecto.»<br />

Reece levantó los prismáticos para seguir el vuelo <strong>de</strong>l halcón y luego fue<br />

bajándolos para rastrear el po<strong>de</strong>roso arranque <strong>de</strong>l río. Esperanzada, exploró las<br />

rocas, los bosques <strong>de</strong> sauces, álamos y pinos en busca <strong>de</strong> animales. Quizá un oso se<br />

acercase a pescar, o tal vez divisase a otro alce que se acercase a beber.<br />

Quería ver castores, ver cómo jugaban las nutrias, estar justo don<strong>de</strong> estaba, con<br />

los altos picos, el sol brillante y el agua como un retumbar constante allá abajo.<br />

Si no hubiese estado escrutando la áspera orilla, no los habría visto.<br />

Estaban entre los árboles y las rocas. El hombre —al menos le pareció que era<br />

un hombre— se hallaba <strong>de</strong> espaldas a ella, y la mujer, <strong>de</strong> cara al río, con las manos en<br />

las ca<strong>de</strong>ras.<br />

Pese a los prismáticos, la altura y la distancia le impedían verlos con claridad,<br />

pero distinguió la melena oscura sobre una chaqueta roja, bajo una gorra roja.<br />

Reece se preguntó qué hacían. Supuso que estaban consi<strong>de</strong>rando dón<strong>de</strong><br />

acamparían o buscando un punto por el que entrar en el río. Pero al mover los<br />

prismáticos <strong>de</strong> un lado a otro no distinguió ninguna canoa o kayak. Eso significaba<br />

que se disponían a acampar, aunque no distinguía nada <strong>de</strong> lo necesario para ello.<br />

Encogiéndose <strong>de</strong> hombros, volvió a observarles. Era una indiscreción, pero<br />

tenía que reconocer que resultaba emocionante. No podían saber que estaba allí, en<br />

las alturas, al otro lado <strong>de</strong>l río, estudiándolos como podía haber observado a un par<br />

<strong>de</strong> cachorros <strong>de</strong> oso o a una manada <strong>de</strong> ciervos.<br />

—Están discutiendo —masculló—. O eso parece.<br />

Había algo agresivo e irritado en la postura <strong>de</strong> la mujer, y cuando señaló al<br />

hombre con el <strong>de</strong>do, Reece soltó un silbido.<br />

—Oh, sí, estás furiosa. Seguro que querías alojarte en un buen hotel con cuarto<br />

<strong>de</strong> baño y servicio <strong>de</strong> habitaciones, y él te ha arrastrado <strong>de</strong> acampada.<br />

El hombre hizo un gesto, como un árbitro que proclama a un bateador seguro<br />

en la base, y esta vez la mujer le abofeteó.<br />

—¡Ay! —exclamó Reece con una mueca, y se or<strong>de</strong>nó a sí misma bajar los<br />

prismáticos.<br />

— 61 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

No estaba bien espiarles. Pero no pudo resistir el pequeño drama privado y<br />

mantuvo los prismáticos enfocados.<br />

La mujer golpeó con ambas manos el pecho <strong>de</strong>l hombre y luego volvió a<br />

abofetearle. Reece empezó a bajar los prismáticos, la repugnante violencia empezaba<br />

a marearla.<br />

Pero la mano se le congeló y el corazón le dio un vuelco cuando vio que el<br />

brazo <strong>de</strong>l hombre retrocedía. No pudo distinguir si fue un puñetazo, un bofetón o un<br />

revés, pero la mujer cayó cuan larga era.<br />

—No, no, no sigáis —murmuró Reece—. No sigáis. Tenéis que parar ahora<br />

mismo. Parad.<br />

En lugar <strong>de</strong> eso, la mujer se levantó <strong>de</strong> un salto y se abalanzó contra el hombre.<br />

Antes <strong>de</strong> que pudiese <strong>de</strong>scargar el golpe, se vio lanzada <strong>de</strong> nuevo hacia atrás, resbaló<br />

en la tierra fangosa y sufrió una violenta caída.<br />

El hombre se acercó y se paró encima <strong>de</strong> ella mientras el corazón <strong>de</strong> Reece latía<br />

con fuerza contra sus costillas. Le pareció que alargaba el brazo como para ayudarla<br />

a levantarse; la mujer se apoyó en los codos. Le sangraba la boca, y tal vez la nariz,<br />

pero sus labios se movían <strong>de</strong>prisa. «Le grita —pensó Reece—. Deja <strong>de</strong> gritar, solo<br />

empeorarás las cosas.»<br />

Las cosas empeoraron, empeoraron horriblemente cuando él se sentó a<br />

horcajadas sobre la mujer, cuando le levantó <strong>de</strong> un tirón la cabeza por el cabello y la<br />

golpeó contra el suelo. Sin darse cuenta <strong>de</strong> que ella misma se había puesto en pie <strong>de</strong><br />

un salto y <strong>de</strong> que los pulmones le ardían con sus propios gritos, Reece permaneció<br />

observando a través <strong>de</strong> los prismáticos cuando las manos <strong>de</strong>l hombre se cerraron<br />

sobre la garganta <strong>de</strong> la mujer.<br />

Las botas golpearon el suelo; el cuerpo se retorció y se arqueó. Y cuando se<br />

quedó inmóvil, se oyó el rugido <strong>de</strong>l río y los ásperos sollozos que brotaban <strong>de</strong>l pecho<br />

<strong>de</strong> Reece.<br />

Se volvió, tropezó, resbaló y se <strong>de</strong>splomó sobre las rodillas. Luego se puso en<br />

pie y echó a correr.<br />

Lo veía todo borroso. Sus botas resbalaron en el camino cuando se precipitó<br />

cuesta abajo a una velocidad <strong>de</strong> locos. Le pareció que el corazón iba a salírsele por la<br />

garganta como una bola giratoria <strong>de</strong> terror mientras tropezaba y resbalaba en los<br />

agudos zigzag. La cara <strong>de</strong> la mujer <strong>de</strong>l abrigo rojo se convirtió en otra cara, un rostro<br />

<strong>de</strong> bonitos ojos azules que la miraban.<br />

Ginny. No era Ginny. No era Boston. No era un sueño.<br />

Sin embargo, todo se mezcló y se fundió en su mente hasta que oyó los gritos y<br />

las carcajadas, los disparos. Hasta que el pecho empezó a darle punzadas y el mundo<br />

comenzó a girar.<br />

Chocó con fuerza contra Brody y luchó frenéticamente para evitar que la<br />

sujetase.<br />

—Para. ¿Estás loca? ¿Te quieres suicidar? —exclamó él mientras la empujaba<br />

contra la pared <strong>de</strong> roca y la sujetaba cuando las rodillas <strong>de</strong> ella cedieron—. ¡Cálmate<br />

ahora mismo! La histeria no sirve <strong>de</strong> nada. ¿Qué ha sido? ¿Un oso?<br />

— 62 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—La ha matado, la ha matado. Lo he visto, lo he visto todo. —Porque Brody<br />

estaba allí, se lanzó contra él y enterró su rostro en su hombro—. Lo he visto. No era<br />

Gin. No era un sueño. La ha matado, al otro lado <strong>de</strong>l río.<br />

—Respira —dijo él mientras retrocedía y la agarraba por los hombros. Inclinó la<br />

cabeza hasta que sus ojos se encontraron—. He dicho que respires. Muy bien, otra<br />

vez. Una vez más.<br />

—Vale, vale. Estoy bien —contestó Reece, inspirando con fuerza y expulsando<br />

el aire—. Por favor, ayúdame. Por favor. Estaban al otro lado <strong>de</strong>l río, y les he visto<br />

con esto —añadió mientras levantaba los prismáticos con mano temblorosa—. La ha<br />

matado, y yo lo he visto.<br />

—Enséñamelo.<br />

Reece cerró los ojos. «Esta vez no estoy sola», pensó. Alguien estaba allí, alguien<br />

podía ayudarla.<br />

—Camino arriba. No sé cuánto he retrocedido, pero es camino arriba.<br />

Aunque no quería retroce<strong>de</strong>r y volver a verlo, él la tenía cogida <strong>de</strong>l brazo y<br />

dirigía sus pasos.<br />

—He parado a comer —dijo más tranquila—. A contemplar el agua y las<br />

cascadas. Había un halcón.<br />

—Sí, lo he visto.<br />

—Era precioso. He sacado los prismáticos. Pensaba que podía ver un oso o un<br />

alce. Esta mañana he visto un alce en el lago. Pensaba... —Se dio cuenta <strong>de</strong> que estaba<br />

<strong>de</strong>svariando y trató <strong>de</strong> concentrarse—. Estaba echando un vistazo a los árboles, a las<br />

rocas, y he visto a dos personas.<br />

—¿Qué aspecto tenían?<br />

—No... no he podido verlo muy bien. —Reece se cruzó <strong>de</strong> brazos. Se había<br />

quitado la cazadora y la había extendido sobre la roca don<strong>de</strong> había almorzado. Para<br />

tomar el sol.<br />

Ahora tenía mucho frío. Estaba helada.<br />

—Pero ella tenía el pelo largo y oscuro, y llevaba una gorra y un abrigo <strong>de</strong> color<br />

rojo, y gafas <strong>de</strong> sol. Estaba <strong>de</strong> espaldas a mí.<br />

—¿Qué llevaba él?<br />

—Mmm... Una cazadora oscura y una gorra naranja. Como las <strong>de</strong> los cazadores.<br />

Me parece que llevaba... Me parece que también llevaba gafas <strong>de</strong> sol. No le he visto la<br />

cara. Ahí, ahí está mi mochila. Lo he <strong>de</strong>jado todo y he salido corriendo. Allá, era allá<br />

—dijo señalando y apretando el paso—. Estaban allí, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los árboles. Ya no<br />

están, pero estaban allí, allí abajo. Los he visto. Tengo que sentarme.<br />

Cuando se <strong>de</strong>jó caer en la roca, él no dijo nada, pero le cogió los prismáticos <strong>de</strong><br />

alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l cuello. Los enfocó hacia abajo. No vio a nadie, ni rastro.<br />

—¿Qué has visto exactamente?<br />

—Estaban discutiendo. Me he dado cuenta <strong>de</strong> que ella estaba furiosa por su<br />

postura. Tenía las manos en las ca<strong>de</strong>ras. Agresiva. —Tuvo que tragar saliva y<br />

concentrarse porque tenía los nervios en el estómago. Tiritando, cogió su cazadora,<br />

se la puso y se envolvió con ella—. La mujer le ha abofeteado, luego le ha empujado<br />

— 63 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

hacia atrás y ha vuelto a abofetearle. Él le ha pegado y la ha tirado al suelo, pero ella<br />

se ha levantado y ha ido por él. Entonces el hombre ha vuelto a pegarle. Le he visto<br />

sangre en la cara. Creo que le he visto sangre en la cara. Oh, Dios mío, oh, Dios mío.<br />

Brody se limitó a echarle una ojeada.<br />

—No vayas a ponerte histérica otra vez. Acaba <strong>de</strong> contarme lo que has visto.<br />

—El se ha agachado, la ha agarrado por el cabello y le ha golpeado la cabeza<br />

contra el suelo. Me ha parecido que... la estrangulaba. —Al recordarlo, Reece se frotó<br />

la boca con el revés <strong>de</strong> la mano, rogando para no vomitar—. La ha estrangulado —<br />

continuó—. Los pies <strong>de</strong> ella golpeaban el suelo y luego han <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> hacerlo.<br />

Entonces he echado a correr. Creo que he gritado, pero los rápidos hacen tanto<br />

ruido...<br />

—Es mucha distancia, incluso con los prismáticos, ¿Estás segura <strong>de</strong> que has<br />

visto todo eso?<br />

Reece levantó la mirada, tenía los ojos hinchados y agolados.<br />

—¿Has visto alguna vez matar a alguien?<br />

—No.<br />

Reece se levantó con esfuerzo y cogió su mochila.<br />

—Yo sí. Se la ha llevado a algún sitio, se ha llevado el cadáver. Lo ha arrastrado.<br />

No sé. Pero la ha matado y ha conseguido escapar. Tenemos que ir a buscar ayuda.<br />

—Dame tu mochila.<br />

—Puedo llevarla yo.<br />

El se la quitó <strong>de</strong> un tirón y le <strong>de</strong>dicó una mirada <strong>de</strong> compasión.<br />

—Lleva la mía; pesa menos. —Se la quitó con un gesto <strong>de</strong> los hombros y se la<br />

tendió—. Po<strong>de</strong>mos quedarnos aquí discutiendo —prosiguió—. Ganaré <strong>de</strong> todos<br />

modos, pero per<strong>de</strong>remos tiempo.<br />

Reece se colgó la mochila <strong>de</strong> él y, por supuesto, tenía razón. Pesaba mucho<br />

menos. Ella había cargado la suya <strong>de</strong>masiado, pero solo quería estar segura...<br />

—¡El teléfono móvil! Soy una imbécil —dijo mientras se metía la mano en el<br />

bolsillo.<br />

—Pue<strong>de</strong> que sí —replicó él—. Pero el móvil no te servirá <strong>de</strong> nada aquí. No hay<br />

cobertura.<br />

Mientras caminaba, Reece lo intentó <strong>de</strong> todos modos.<br />

—Pue<strong>de</strong> que <strong>de</strong>mos con un punto don<strong>de</strong> haya comunicación. Tardaremos<br />

mucho en regresar. Irías más <strong>de</strong>prisa tú solo. Deberías a<strong>de</strong>lantarte.<br />

—No.<br />

—Pero...<br />

—¿A quién viste matar antes <strong>de</strong> esto?<br />

—No puedo hablar <strong>de</strong> eso. ¿Cuánto tardaremos en regresar?<br />

—Lo que haga falta. Y no empieces a darme la lata preguntando sin parar si ya<br />

queda poco.<br />

Reece estuvo a punto <strong>de</strong> sonreír. Aquel hombre era tan brusco, tan enérgico,<br />

que <strong>de</strong>jaba su miedo <strong>de</strong> lado. Tenía razón. Tardarían lo que tardasen. Y harían lo que<br />

tuviesen que hacer cuando llegasen.<br />

— 64 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Y al ritmo al que los pasos <strong>de</strong> él <strong>de</strong>voraban el terreno, estarían allí en la mitad<br />

<strong>de</strong> tiempo que ella había necesitado para recorrer el camino por primera vez. Eso si<br />

conseguía seguirle, claro.<br />

—¿Pue<strong>de</strong>s hablarme, por favor? De otra cosa. De cualquier otra cosa. De tu<br />

libro.<br />

—No. No hablo <strong>de</strong> las obras que no he terminado.<br />

—Temperamento artístico.<br />

—No, es aburrido.<br />

—Yo no me aburriría.<br />

Él le lanzó una ojeada.<br />

—Para mí.<br />

—¡Vaya! —exclamó ella. Quería palabras, <strong>de</strong> él o <strong>de</strong> ella misma—. De acuerdo,<br />

¿por qué Angel's Fist?<br />

—Seguramente por la misma razón que tú. Quería un cambio.<br />

—Porque en Chicago te echaron a la calle.<br />

—A mí no me echaron a la calle.<br />

—¿No le diste un puñetazo a tu jefe y te <strong>de</strong>spidieron <strong>de</strong>l Tribune? Eso he oído.<br />

—El puñetazo se lo di a lo que podría llamarse vagamente un colega por copiar<br />

mis notas sobre un artículo, y como el redactor jefe, que resultaba ser el tío <strong>de</strong>l<br />

cabrón, le creyó a él y no a mí, me marché.<br />

—Para escribir libros. ¿Es divertido?<br />

—Me parece que sí.<br />

—Seguro que mataste al cabrón en el primero que escribiste.<br />

Él le echó otra ojeada. Había una chispa <strong>de</strong> regocijo en sus ojos. Ojos <strong>de</strong> un<br />

ver<strong>de</strong> muy interesante.<br />

—Has acertado. Le maté a golpes con una pala. Fue muy satisfactorio.<br />

—Antes me gustaba leer novela negra y <strong>de</strong> misterio. No he vuelto a hacerlo...<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace un tiempo.<br />

Reece ignoró las protestas <strong>de</strong> los músculos <strong>de</strong> sus piernas mientras continuaban<br />

<strong>de</strong>scendiendo.<br />

Se suponía que al bajar por una pendiente <strong>de</strong>bía caminar <strong>de</strong> forma distinta.<br />

Echar el peso hacia <strong>de</strong>lante, caminar sobre los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> los pies y no sobre los<br />

talones. Como hacía Brody.<br />

—Pue<strong>de</strong> que pruebe con uno <strong>de</strong> los tuyos.<br />

Él volvió a encogerse <strong>de</strong> hombros con indiferencia.<br />

—Los hay peores.<br />

— 65 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 6<br />

Caminaron en silencio, por la pra<strong>de</strong>ra, ro<strong>de</strong>ando la poza pantanosa. Reece<br />

recordó haber visto patos y una garza. Y el pobre pez con<strong>de</strong>nado. Se sentía<br />

entumecida y confusa.<br />

—¿Brody?<br />

—Sigo aquí.<br />

—¿Me acompañarás a la policía?<br />

Él se <strong>de</strong>tuvo para beber y luego le ofreció la botella <strong>de</strong> agua. La miró con ojos<br />

serenos. Ojos ver<strong>de</strong>s. Oscuros, como las hojas al final <strong>de</strong>l verano,<br />

—Llamaremos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi casa. Está más cerca, para llegar hasta el pueblo hay<br />

que ro<strong>de</strong>ar todo el lago.<br />

—Gracias.<br />

Aliviada y agra<strong>de</strong>cida, Reece siguió colocando un pie <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l otro en<br />

dirección a Angel's Fist.<br />

Para mantener la concentración, se puso a repasar recetas en su mente y se<br />

imaginó a sí misma midiendo los ingredientes y preparándolas.<br />

—Suena bien —comentó Brody, sacándola bruscamente <strong>de</strong> su ensoñación.<br />

—¿Qué?<br />

—Lo que estás cocinando ahí—respondió mientras se llevaba un <strong>de</strong>do a la<br />

sien—, sea lo que sea. ¿Gambas asadas?<br />

Reece <strong>de</strong>cidió que no tenía sentido avergonzarse. Estaba muy por encima <strong>de</strong><br />

eso.<br />

—Gambas asadas en salmuera. No me he dado cuenta ele que hablaba en voz<br />

alta —contestó mirando hacia <strong>de</strong>lante—. Es un problema que tengo.<br />

—Yo no veo ningún problema, salvo que ahora tengo hambre y no muchas<br />

gambas por aquí.<br />

—Necesito pensar en otra cosa, en lo que sea. Necesito... Vaya, qué mierda.<br />

Sentía una opresión en el pecho y empezó a sofocarse. El ataque <strong>de</strong> ansiedad<br />

alargó una mano para apretarle la garganta. Se mareó y se inclinó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cintura,<br />

ja<strong>de</strong>ando.<br />

—No puedo respirar. No puedo.<br />

—Sí que pue<strong>de</strong>s. Lo estás haciendo. Pero si sigues respirando así te <strong>de</strong>smayarás.<br />

No pienso llevarte a cuestas, así que basta ya —dijo Brody en tono uniforme y<br />

práctico mientras la ayudaba a en<strong>de</strong>rezarse. Se miraron a los ojos—. Basta ya.<br />

—Está bien.<br />

Había cercos dorados alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> sus pupilas, alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l margen exterior<br />

<strong>de</strong>l iris. Tal vez fuese aquello lo que daba tanta intensidad a sus ojos.<br />

— 66 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Termina <strong>de</strong> guisar las gambas.<br />

—¿Cómo dices?<br />

—Termina <strong>de</strong> guisar las gambas.<br />

—Ah, sí. Añado la mitad <strong>de</strong>l aceite <strong>de</strong> freír los ajos al cuenco <strong>de</strong> gambas asadas,<br />

remuevo. Las coloco en una fuente, las <strong>de</strong>coro con limón y hojas <strong>de</strong> laurel, y sirvo<br />

con chapata tostada y el resto <strong>de</strong>l aceite.<br />

—Si consigo unas gambas, podrías compensarme por esto y prepararme un<br />

buen plato.<br />

—Des<strong>de</strong> luego.<br />

—¿Qué <strong>de</strong>monios es la chapata?<br />

Sin saber por qué, aquella pregunta le hizo reír y su cabeza se <strong>de</strong>spejó mientras<br />

caminaban.<br />

—Es un pan italiano muy bueno. Te gustará.<br />

—Seguramente. ¿Piensas darle más categoría a Joanie's?<br />

—No es mi restaurante.<br />

—¿Tenías tu propio restaurante? Tal como te manejas en la cocina, es evi<strong>de</strong>nte<br />

que ya has tenido una antes.<br />

—Trabajé en un restaurante. Nunca tuve el mío propio. Nunca lo quise.<br />

—¿Por qué? ¿No es el sueño americano? Me refiero a tener tu propia empresa.<br />

—Cocinar es un arte. Si el local es tuyo, a<strong>de</strong>más tienes que ocuparte <strong>de</strong>l<br />

negocio. Yo solo quería... —Estuvo a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir «crear», pero le pareció que<br />

sonaba <strong>de</strong>masiado pretencioso— cocinar.<br />

—¿Querías?<br />

—Quiero. Tal vez. No sé lo que quiero. —Pero sí lo sabía, y mientras<br />

atravesaban el frío bosque <strong>de</strong>cidió <strong>de</strong>cirlo—. Quiero volver a ser normal, <strong>de</strong>jar <strong>de</strong><br />

tener miedo. Quiero ser quien era hace dos años, pero nunca lo seré, así que intento<br />

averiguar quién voy a ser durante el resto <strong>de</strong> mi vida.<br />

—El resto es mucho tiempo. Tal vez <strong>de</strong>berías tratar <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r quién vas a<br />

ser durante las próximas dos semanas.<br />

Reece le miró y luego <strong>de</strong>svió la vista.<br />

—Quizá <strong>de</strong>bería empezar con las próximas dos horas.<br />

El se limitó a encogerse <strong>de</strong> hombros mientras sacaba el teléfono móvil. Aquella<br />

mujer era un manojo <strong>de</strong> misterios envuelto en nervios. Quizá fuese interesante retirar<br />

algunas capas y llegar al centro. No le parecía tan frágil como ella creía ser. Poca<br />

gente habría sido capaz <strong>de</strong> recorrer todo aquel camino sin <strong>de</strong>rrumbarse <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

ver lo que ella había visto.<br />

—Aquí <strong>de</strong>bería haber cobertura —dijo mientras marcaba varios números—. Soy<br />

Brody. Ponme con el sheriff... No, ahora.<br />

Reece pensó que no le gustaría discutir con él. Su tono tenía una autoridad<br />

inflexible sencillamente porque no contenía urgencia, <strong>de</strong>sesperación. Se preguntó si<br />

alguna vez recuperaría una mínima porción <strong>de</strong> ese tipo <strong>de</strong> control y confianza.<br />

—Rick, estoy con Reece Gilmore a medio kilómetro más o menos <strong>de</strong> mi casa, en<br />

el sen<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Little Ángel. Reúnete con nosotros en mi cabaña. Sí, hay problemas. Ha<br />

— 67 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

presenciado un asesinato. Eso he dicho. Ya te lo contará. Nos falta poco para llegar.<br />

Cerró el teléfono y volvió a metérselo en el bolsillo.<br />

—Voy a darte un consejo. Me revientan los consejos, tanto dados como<br />

recibidos.<br />

—¿Pero?<br />

—Pero vas a tener que mantener la calma. Si quieres volver a ponerte histérica,<br />

llorar, gritar o <strong>de</strong>smayarte, espera a que él acabe <strong>de</strong> tomarte <strong>de</strong>claración. Mejor aún,<br />

espera a salir <strong>de</strong> mi cabaña porque no quiero verme en la obligación <strong>de</strong> aguantarlo.<br />

Sé minuciosa, sé clara y termina.<br />

—Si empiezo a per<strong>de</strong>r los nervios, ¿me harás el favor <strong>de</strong> pararme? —Percibió<br />

con claridad su ceño antes <strong>de</strong> levantar la mirada y verlo—. Quiero <strong>de</strong>cir que me<br />

interrumpas o que tires una lámpara. No te preocupes, te la pagaré. Lo que sea para<br />

darme un minuto y recuperarme.<br />

—Tal vez.<br />

—Huelo el lago. Se ve a través <strong>de</strong> los árboles. Me siento mejor cuando veo agua.<br />

Tal vez <strong>de</strong>bería vivir en una isla, aunque me parece que eso quizá sería <strong>de</strong>masiada<br />

agua. Tengo que parlotear durante un minuto. No tienes por qué escucharme.<br />

—Tengo oídos —le recordó él antes <strong>de</strong> cambiar <strong>de</strong> dirección para tomar el<br />

camino más fácil hasta su cabaña.<br />

Se acercó por la parte <strong>de</strong> atrás, don<strong>de</strong> estaba arropada por los árboles y las<br />

matas <strong>de</strong> salvia. Reece supuso que el círculo <strong>de</strong> montañas se vería <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cualquier<br />

ventana.<br />

—Es un sitio bonito. Tienes un sitio bonito.<br />

Pero se le secó la boca cuando él abrió la puerta trasera. No había cerrado con<br />

llave. Cualquiera hubiera podido entrar.<br />

Al ver que ella no le seguía hasta el interior, Brody se volvió.<br />

—¿Quieres quedarte ahí fuera para hablar con Rick, el sheriff?<br />

—No.<br />

Se armó <strong>de</strong> valor y cruzó el umbral.<br />

Llegaron a la cocina. Observó que a pesar <strong>de</strong> su reducido tamaño estaba<br />

bastante bien distribuida. Brody limpiaba como un hombre. «Una generalización<br />

terrible», pensó, pero la mayoría <strong>de</strong> los hombres que conocía y no eran <strong>de</strong>l negocio se<br />

limitaban a fregar los platos, pasar un trapo por las encimeras y listo.<br />

Sobre la encimera <strong>de</strong> piedra gris, había un par <strong>de</strong> manzanas y un plátano<br />

<strong>de</strong>masiado maduro en un cuenco blanco, una cafetera, una tostadora que parecía<br />

más vieja que ella y un bloc <strong>de</strong> notas.<br />

Brody se dirigió <strong>de</strong> inmediato a la cafetera, la llenó <strong>de</strong> agua y midió el café<br />

antes <strong>de</strong> quitarse la chaqueta. Reece se quedó junto a la puerta mientras él la ponía en<br />

el fuego y sacaba <strong>de</strong> un armario un trío <strong>de</strong> tazas blancas <strong>de</strong> loza.<br />

—Mmm, ¿tienes té?<br />

Él le lanzó por encima <strong>de</strong>l hombro una mirada seca y divertida al tiempo.<br />

—Oh, claro. Espera, tengo que buscar mi tetera.<br />

—Lo tomaré como un no. No bebo café; me provoca temblores. Más temblores<br />

— 68 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—rectificó cuando él la miró levantando una ceja—. Agua. Un poco <strong>de</strong> agua me<br />

vendrá muy bien. ¿Tampoco cierras con llave la puerta principal?<br />

—Aquí no tiene sentido cerrar con llave. Si alguien quisiera entrar, <strong>de</strong>rribaría la<br />

puerta <strong>de</strong> una patada o rompería una ventana.<br />

Al observar que Reece pali<strong>de</strong>cía, Brody la<strong>de</strong>ó la cabeza.<br />

—¿Qué? ¿Quieres que vaya a mirar <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l armario y <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la cama?<br />

Ella se limitó a volverse para <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> la mochila.<br />

—Está claro que nunca en tu vida has pasado miedo.<br />

«La he provocado», pensó él, y prefirió el matiz <strong>de</strong> insulto e irritación <strong>de</strong> su<br />

tono a los estremecimientos y escalofríos.<br />

—Michael Myers.<br />

Reece se volvió, confusa.<br />

—¿Quién? ¿Shrek?<br />

—Diablos, Flaca, ese es Mike Myers. Michael Myers. El tipo horripilante <strong>de</strong> la<br />

máscara. ¿Conoces La noche <strong>de</strong> Halloween? La vi en ví<strong>de</strong>o cuando tenía unos diez<br />

años. Me cagué <strong>de</strong> miedo. Después <strong>de</strong> eso, Michael Myers se pasó años viviendo en<br />

mi dormitorio.<br />

Los hombros <strong>de</strong> ella se relajaron un poco cuando se quitó la chaqueta.<br />

—¿Cómo te libraste <strong>de</strong> él? ¿No siguió volviendo en las películas?<br />

—Cuando tenía dieciséis años metí a una chica a escondidas en mi habitación.<br />

Jennifer Ridgeway. Una pelirroja muy mona con un montón <strong>de</strong>... energía. Después<br />

<strong>de</strong> pasar un par <strong>de</strong> horas con ella en la oscuridad, nunca volví a acordarme <strong>de</strong><br />

Michael Myers.<br />

—¿El sexo como exorcismo?<br />

—A mí me funcionó —respondió él mientras sacaba una botella <strong>de</strong> agua <strong>de</strong>l<br />

frigorífico—. Si quieres probar, ya me lo dirás.<br />

—Lo haré.<br />

Solo los reflejos le permitieron coger la botella <strong>de</strong> agua que él le lanzó<br />

alegremente. Pero estuvo a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarla caer, y los hombros se le volvieron a<br />

petrificar al oír el enérgico toque en la puerta principal.<br />

—Debe <strong>de</strong> ser el sheriff. Michael Myers no llama a la puerta. ¿Quieres hacerlo<br />

aquí?<br />

Reece miró la pequeña mesa <strong>de</strong> la cocina.<br />

—Aquí está bien.<br />

—Espera un momento.<br />

Cuando él fue a abrir, Reece <strong>de</strong>stapó la botella y bebió un poco <strong>de</strong> agua muy<br />

fría. Oyó los suaves murmullos, los andares pesados <strong>de</strong> unas botas masculinas.<br />

«Tranquila —se recordó—. Tranquila, breve y clara.»<br />

Rick entró y la saludó con un gesto <strong>de</strong> la cabeza. Sus ojos eran serenos e<br />

inexpresivos.<br />

—Hola, Reece. Parece que has tenido problemas.<br />

—Sí.<br />

—Vamos a sentarnos aquí para que puedas contármelo todo.<br />

— 69 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Reece se sentó y empezó; se esforzó en relatar los <strong>de</strong>talles sin atascarse ni pasar<br />

por alto nada relevante. En silencio, Brody sirvió el café y puso una taza <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

Rick.<br />

Mientras hablaba, Reece acariciaba la botella <strong>de</strong> arriba abajo, una y otra vez,<br />

mientras el sheriff tomaba notas y la observaba. Brody se apoyó en la encimera gris;<br />

bebía su café en silencio.<br />

—De acuerdo. Dime, ¿crees que podrías i<strong>de</strong>ntificar a alguna <strong>de</strong> esas dos<br />

personas?<br />

—Tal vez a ella. Tal vez. Pero a él no llegué a verlo. Me refiero a su cara. Estaba<br />

<strong>de</strong> espaldas a mí y llevaba una gorra. Me parece que los dos llevaban gafas <strong>de</strong> sol.<br />

Ella seguro, al principio. Tenía el pelo castaño o negro. Castaño, creo. Pelo largo y<br />

castaño. Ondulado. Y llevaba una chaqueta roja y una gorra.<br />

Rick se volvió hacia atrás para mirar a Brody.<br />

—¿Tú qué viste?<br />

—A Reece. —Se acercó a la cafetera para volver a llenar su taza—. Estaba más o<br />

menos a medio kilómetro <strong>de</strong> mí, camino arriba, cuando se <strong>de</strong>tuvo. Des<strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />

estaba sentado no podría haber visto lo que sucedió aunque hubiese estado mirando<br />

hacia allí.<br />

Mardson se estiró el labio inferior.<br />

—Entonces no estabais juntos.<br />

—No. Como ha dicho Reece, pasó por don<strong>de</strong> yo estaba trabajando, hablamos<br />

un poco y siguió a<strong>de</strong>lante. Al cabo <strong>de</strong> una hora más o menos, me dirigí hacia arriba y<br />

tropecé con ella, bajaba corriendo. Me contó lo que había pasado y subí hasta don<strong>de</strong><br />

ella había estado.<br />

—¿Viste algo entonces?<br />

—No. Si quieres saber dón<strong>de</strong> era, traeré un mapa y te lo mostraré.<br />

—Te lo agra<strong>de</strong>zco. Reece —continuó Rick cuando Brody salió <strong>de</strong> la cocina—,<br />

¿has visto algún barco, coche o camioneta? ¿Algo así?<br />

—No. Creo que busqué una barca o algo parecido, pero no vi ninguna. Pensé<br />

que <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> estar acampados, pero tampoco vi ningún equipo ni tienda. Solo los vi<br />

a ellos. Solo le vi a él estrangulándola.<br />

—Cuéntame todo lo que puedas <strong>de</strong>l hombre. Lo que te venga a la mente —<br />

insistió—. Nunca se sabe lo que vas a sacar, lo que vas a recordar.<br />

—No le presté <strong>de</strong>masiada atención. Era blanco... Estoy bastante segura. Le vi las<br />

manos, pero llevaba guantes. Negros o marrones. Pero su perfil... Estoy segura <strong>de</strong><br />

que era blanco. Supongo que podía ser hispano o indio. Estaba muy lejos, incluso con<br />

los prismáticos, y al principio yo simplemente mataba el rato. Entonces ella le<br />

abofeteó. Dos veces. La segunda vez. Él la empujó o le pegó. Ella se cayó al suelo.<br />

Todo ocurrió muy <strong>de</strong>prisa. Él llevaba una chaqueta negra. Una chaqueta oscura y<br />

una <strong>de</strong> esas gorras <strong>de</strong> caza <strong>de</strong> color naranja o rojizo.<br />

—Vale, es un buen comienzo. ¿Y el pelo?<br />

—Me parece que no me fijé —respondió ella conteniendo un estremecimiento.<br />

Ya había pasado por aquello. Las preguntas que no podía contestar—. Se lo <strong>de</strong>bían<br />

— 70 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

tapar la gorra y la chaqueta. No creo que lo llevase largo. Grité, tal vez chillé. Pero no<br />

podían oírme. Llevaba la cámara en la mochila, pero no se me ocurrió hacer fotos.<br />

Solo me quedé paralizada y luego eché a correr.<br />

—Podías haber saltado al río, intentar atravesarlo a nado y <strong>de</strong>spués llevarle a<br />

rastras ante las autorida<strong>de</strong>s con el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> tu voluntad —comento Brody en tono<br />

<strong>de</strong>spreocupado cuando regresó con un mapa <strong>de</strong> la zona; lo colocó sobre la mesa—.<br />

Es aquí—añadió señalando un punto.<br />

—¿Estás seguro?<br />

—Des<strong>de</strong> luego.<br />

—Muy bien. —Rick asintió y se puso en pie—. Voy para allá ahora mismo, a ver<br />

lo que haya que ver. No te preocupes, Reece, vamos a ocuparnos <strong>de</strong> esto. Volveremos<br />

a hablar. Mientras tanto, quiero que lo repases todo. Si recuerdas algo, lo que sea,<br />

aunque no te parezca importante, quiero saberlo. ¿De acuerdo?<br />

—Sí. Sí, <strong>de</strong> acuerdo. Gracias.<br />

Rick se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> Brody con un gesto, cogió su gorra y salió.<br />

—Bueno. —Reece <strong>de</strong>jó escapar un largo suspiro—. ¿Crees que pue<strong>de</strong>...? ¿Es<br />

competente?<br />

—No he visto nada que me haga pensar otra cosa. Por aquí los problemas<br />

suelen ser borracheras y alteraciones <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n público, peleas domésticas, críos que<br />

roban en las tiendas, riñas... Pero sabe tratarlos. Cuando vienen los turistas también<br />

hay excursionistas, remeros y escaladores perdidos o heridos, líos <strong>de</strong> tráfico y <strong>de</strong>más.<br />

Al parecer, hace su trabajo. Tiene... <strong>de</strong>dicación sería la palabra.<br />

—Pero un asesinato... Un asesinato es diferente.<br />

—Pue<strong>de</strong>, pero él es quien está al cargo aquí. Como ha sucedido fuera <strong>de</strong> los<br />

límites <strong>de</strong>l pueblo, tendrá que llamar a la policía <strong>de</strong>l condado o <strong>de</strong>l estado. Has visto<br />

lo que has visto, lo has <strong>de</strong>nunciado y has hecho tu <strong>de</strong>claración. No pue<strong>de</strong>s hacer<br />

nada más.<br />

—No, nada más. —«Cómo antes, no puedo hacer nada más», pensó—. Me<br />

parece que voy a marcharme. Gracias por... todo —dijo mientras se levantaba.<br />

—Yo tampoco tengo nada más que hacer. Te acompañaré a casa con el coche.<br />

—No hace falta que te molestes. Puedo ir caminando.<br />

—No seas tonta.<br />

Brody cogió la mochila <strong>de</strong> ella y salió <strong>de</strong> la cocina en dirección a la puerta<br />

principal.<br />

Como se sentía tonta, Reece se llevó a rastras su chaqueta y le siguió. Él salió <strong>de</strong><br />

la casa a gran<strong>de</strong>s zancadas, sin darle el tiempo que tal vez le habría gustado tener<br />

para estudiar y calibrar su hogar. Tuvo una rápida impresión <strong>de</strong> sencillez, <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n<br />

informal y lo que le pareció el hábitat propio <strong>de</strong>l hombre soltero.<br />

Nada <strong>de</strong> flores, adornos, cojines ni toques que suavizasen la sala <strong>de</strong> estar. Un<br />

sofá, una silla, un par <strong>de</strong> mesas y una acogedora chimenea <strong>de</strong> piedra que dominaba<br />

la pared más lejana.<br />

Tuvo una impresión <strong>de</strong> tonos tierra, líneas rectas y funcionalidad antes <strong>de</strong> salir<br />

al exterior.<br />

— 71 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Hoy te he causado muchos problemas —empezó.<br />

—Des<strong>de</strong> luego que sí. Sube.<br />

Reece se <strong>de</strong>tuvo, y la gratitud luchó contra el insulto, el agravio y el<br />

agotamiento. La gratitud perdió.<br />

—Eres un hijo <strong>de</strong> puta grosero, insensible e insultante.<br />

Brody se apoyó en el coche.<br />

—¿A qué viene eso?<br />

—Hoy han asesinado a una mujer. La han estrangulado. ¿Lo entien<strong>de</strong>s? Estaba<br />

viva y ahora está muerta, y nadie ha podido ayudarla. Yo no he podido ayudarla. He<br />

tenido que quedarme allí mirando. Sin hacer nada, como la otra vez. He visto cómo<br />

él la mataba, y tú has sido el único a quien he podido <strong>de</strong>círselo. En lugar <strong>de</strong><br />

mostrarte implicado, preocupado y compasivo, has sido seco, insolente y distante.<br />

Pues vete al infierno. Prefiero volver a subir diez kilómetros por ese sen<strong>de</strong>ro que<br />

recorrer tres kilómetros contigo en tu estúpida furgoneta. Dame mi maldita mochila.<br />

Él se quedó don<strong>de</strong> estaba, pero ya no parecía aburrido.<br />

—Ya era hora. Empezaba a pensar que no sabías lo que era el mal genio. ¿Te<br />

sientes mejor?<br />

Detestaba reconocer que así era. Le ponía furiosa que la indiferencia <strong>de</strong> él la<br />

hubiese alterado hasta vomitar gran parte <strong>de</strong> su ansiedad y terror.<br />

—Vete al infierno —repitió.<br />

—Espero que me guste. Pero mientras tanto, sube. Has tenido un día horrible.<br />

—Abrió la puerta—. Y, para tu información —continuó—, los tíos no pue<strong>de</strong>n ser<br />

insolentes. Somos fisiológicamente incapaces <strong>de</strong> mostrar insolencia. La próxima vez<br />

utiliza la palabra «arrogante». Eso queda bien.<br />

—Eres un hombre exasperante, <strong>de</strong>sconcertante.<br />

Pero subió al coche.<br />

—Eso también queda bien.<br />

Brody dio un portazo y luego ro<strong>de</strong>ó el coche a gran<strong>de</strong>s zancadas hasta el<br />

asiento <strong>de</strong>l conductor. Después <strong>de</strong> lanzar la mochila al asiento trasero, se puso al<br />

volante.<br />

—¿Tenías amigos en Chicago —le preguntó Reece—, o solo gente que te<br />

encontraba exasperante, <strong>de</strong>sconcertante y arrogante?<br />

—Supongo que las dos cosas.<br />

—¿No se supone que los reporteros tienen que ser más o menos agradables<br />

para conseguir que la gente les cuente cosas?<br />

—No lo sé, pero a<strong>de</strong>más ya no soy reportero.<br />

—Y los escritores <strong>de</strong> ficción tienen <strong>de</strong>recho a ser ariscos, solitarios y excéntricos.<br />

—Tal vez. De todos modos, a mí me gusta.<br />

—Des<strong>de</strong> luego que sí —respondió ella, y él se echó a reír.<br />

El sonido <strong>de</strong> su risa la sorprendió lo suficiente para levantar la vista. Brody aún<br />

sonreía mientras ro<strong>de</strong>aban el lago.<br />

—¡Vaya, Flaca, ahora que ya sé que tienes temple, me alegra saber que también<br />

tienes dientes!<br />

— 72 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Pero cuando Brody aparcó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Ángel Food y ella miró por la ventanilla,<br />

sintió que su temple menguaba y sus dientes estaban a punto <strong>de</strong> castañetear. De<br />

todos modos bajó <strong>de</strong>l coche, y habría cogido su mochila si él no la hubiese sacado<br />

antes <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su asiento.<br />

Se quedo en la acera, dudando entre el orgullo y el pánico.<br />

—¿Algún problema?<br />

—No. Sí. Maldita sea. Oye, ya que has venido hasta aquí, ¿podrías subir<br />

conmigo un momento?<br />

—¿Para asegurarnos <strong>de</strong> que no te está esperando Michael Myers?<br />

—Algo parecido. Eres libre <strong>de</strong> retirar el cumplido, si lo era, sobre mi temple.<br />

El se echó la mochila al hombro y se encaminó hacia el otro lado <strong>de</strong>l edificio.<br />

Una vez que Reece introdujo la llave en la cerradura, Brody empujó la puerta para<br />

entrar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella.<br />

Reece se corrigió. Aquel hombre no era tan insensible. No había sonreído con<br />

<strong>de</strong>sprecio ni había hablado <strong>de</strong> más; solo había entrado el primero.<br />

—¿Qué <strong>de</strong>monios haces aquí?<br />

—¿Disculpa?<br />

—No hay tele —señaló—, ni ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> música.<br />

—La verdad, acabo <strong>de</strong> mudarme. No paso mucho tiempo aquí.<br />

Brody se puso a curiosear y ella no le <strong>de</strong>tuvo. No había gran cosa que ver.<br />

El diván bien arreglado, el sofá, los taburetes <strong>de</strong> la barra. Olía a mujer. Sin<br />

embargo, no vio ninguno <strong>de</strong> los signos hogareños que uno espera ver en la casa <strong>de</strong><br />

una mujer. Nada <strong>de</strong> cosas bonitas e inútiles, nada <strong>de</strong> recuerdos <strong>de</strong>l hogar o <strong>de</strong> sus<br />

viajes.<br />

—Bonito portátil —dijo dándole un golpecito con el <strong>de</strong>do.<br />

—Has dicho que tenías hambre.<br />

Brody levantó la vista <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>nador y le sorprendió que la habitación casi vacía<br />

la hiciese parecer tan sola.<br />

—¿Sí?<br />

—Antes. Si tienes hambre, puedo preparar algo para comer. Po<strong>de</strong>mos<br />

consi<strong>de</strong>rarlo un pago por lo <strong>de</strong> hoy, y quedamos en paz.<br />

Lo dijo con tono alegre, pero Brody tenía habilidad para interpretar a las<br />

personas, y aquella no estaba preparada para quedarse sola. De todos modos, tenía<br />

hambre, y sabía <strong>de</strong> primera mano lo bien que cocinaba Reece.<br />

—¿Qué clase <strong>de</strong> comida?<br />

Ella se pasó una mano por el cabello y miró hacia la cocina. Era evi<strong>de</strong>nte que<br />

estaba haciendo un inventario mental <strong>de</strong> sus existencias.<br />

—Podría preparar rápidamente un poco <strong>de</strong> pollo con arroz. ¿Veinte minutos?<br />

—Perfecto. ¿Tienes cerveza?<br />

Reece se volvió hacia la cocina.<br />

—No, lo siento. En la nevera tengo un vino blanco muy bueno.<br />

—Perfecto. ¿Tienes frío?<br />

—¿Frío?<br />

— 73 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Si no, quítate el abrigo.<br />

Reece fue por el vino y un sacacorchos. Luego sacó <strong>de</strong>l diminuto congelador un<br />

paquete <strong>de</strong> dos pechugas <strong>de</strong> pollo sin piel. Tendría que <strong>de</strong>scongelarlas, al menos<br />

parcialmente, en el también diminuto microondas, pero no había más remedio.<br />

Mientras se quitaba el abrigo y recogía el que él había tirado sobre un taburete<br />

para <strong>de</strong>jarlos sobre el diván, Brody <strong>de</strong>scorchó el vino.<br />

—Solamente tengo vasos normales —dijo Reece mientras abría un armario—.<br />

En realidad, el vino era más que nada para guisar.<br />

—Así que me sirves vino para guisar. Bien, sláinte.<br />

—Es un buen vino —dijo ella, un tanto irritada—. Nunca cocinaría con un vino<br />

que no fuese capaz <strong>de</strong> beberme. Es un Pinot Grigio <strong>de</strong>licioso, así que salute resulta<br />

más apropiado.<br />

Brody sirvió un poco en el vaso que Reece le dio; luego alargó el brazo por<br />

encima <strong>de</strong> la cabeza <strong>de</strong> ella para coger otro y le añadió vino. Lo probó y asintió.<br />

—Vale, añadiremos a tu curriculum que entien<strong>de</strong>s <strong>de</strong> vinos. ¿Dón<strong>de</strong> estudiaste<br />

cocina?<br />

Ella se alejó para ponerse manos a la obra.<br />

—En un par <strong>de</strong> sitios.<br />

—Y uno <strong>de</strong> ellos es París.<br />

Reece sacó ajos y cebollas tiernas.<br />

—¿Por qué lo preguntas si el doctor Wallace te lo ha dicho ya?<br />

—En realidad fue Mac, y él lo supo por el doctor. Aún no has captado el ritmo<br />

provinciano.<br />

—Me parece que no.<br />

Sacó un cazo para hervir agua para el arroz.<br />

Brody cogió su vino, se instaló en un taburete y se puso a observarla.<br />

«Profesionalidad —pensó—. Control con cierto toque <strong>de</strong> poesía.» Los nervios<br />

que parecían zumbar a su alre<strong>de</strong>dor en otros momentos no se percibían cuando<br />

estaba en su elemento.<br />

Necesitaba comer más <strong>de</strong> lo que ella misma preparaba, hasta ganar como<br />

mínimo cinco kilos. Los que <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l acontecimiento que la llevó<br />

a huir <strong>de</strong> Boston.<br />

De nuevo se preguntó a quién habría visto matar. Y por qué. Y cómo.<br />

Reece preparó algo rápido y sencillo con unas galletas saladas, queso cremoso,<br />

aceitunas y una pizca <strong>de</strong> algo que le pareció pimentón. A continuación lo puso en un<br />

platito <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él.<br />

—Primer plato.<br />

Le brindó un amago <strong>de</strong> sonrisa antes <strong>de</strong> empezar a cortar el pollo en filetes y<br />

picar los ajos.<br />

Brody había <strong>de</strong>vorado la mitad <strong>de</strong> los <strong>de</strong>liciosos crackers cuando Reece tuvo el<br />

arroz en marcha. Un intenso aroma a ajo perfumaba el aire.<br />

Mientras él permanecía sentado en silencio, ella manejaba tres ollas, una con el<br />

pollo, otra con el arroz y la tercera con el salteado <strong>de</strong> pimientos, champiñones y<br />

— 74 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

brécol.<br />

—¿Cómo sabes guisarlo todo y tenerlo listo al mismo tiempo?<br />

Ella le miró por encima <strong>de</strong>l hombro. Tenía el rostro relajado y rosado por el<br />

calor.<br />

—¿Cómo sabes cuándo terminar un capítulo y empezar el siguiente?<br />

—Eso ha tenido gracia. Tienes buen aspecto cuando cocinas.<br />

—Mi cocina es mejor que mi aspecto. —Removió las verdura y agitó la sartén<br />

con el pollo.<br />

Apagó el fuego y empezó a servir la comida en los platos. Colocó el <strong>de</strong> él en su<br />

sitio. Brody levantó una ceja.<br />

—Veinte minutos. Y huele muchísimo mejor que la lata <strong>de</strong> sopa que pensaba<br />

abrir esta noche.<br />

—Te lo has ganado.<br />

Reece se sirvió su plato, con porciones mucho más pequeñas que las <strong>de</strong> Brody,<br />

antes <strong>de</strong> dar la vuelta a la barra para sentarse junto a él. Y, por fin, cogió su vaso <strong>de</strong><br />

vino.<br />

Hizo amago <strong>de</strong> brindar y lo probó.<br />

—Bueno, ¿cómo está?<br />

Brody probó el primer bocado y se echó hacia atrás como para reflexionar.<br />

—Tienes una cara interesante —empezó—. Fascinante a su estilo, sobre todo<br />

por esos ojazos oscuros. Absorben a un hombre y lo ahogan si no se anda con<br />

cuidado. Sin embargo —continuó mientras ella parecía apartarse <strong>de</strong> él, solo un<br />

poco—, pue<strong>de</strong> que tu cocina sea mejor que tu aspecto.<br />

La sonrisa agra<strong>de</strong>cida <strong>de</strong> Reece le hizo cambiar <strong>de</strong> opinión, pero siguió<br />

comiendo y disfrutando <strong>de</strong> la comida, y también <strong>de</strong> su compañía, más <strong>de</strong> lo que<br />

había esperado.<br />

—Bueno, ¿sabes qué rumor corre ahí abajo en este momento? —preguntó él.<br />

—¿En Joanie's?<br />

—Eso es. La gente ve mi coche enfrente y no me ve a mí <strong>de</strong>ntro. Uno comenta<br />

algo al respecto, otro dice: «Le he visto subir con Reece o con la nueva cocinera <strong>de</strong><br />

Joanie, ya llevan un rato arriba».<br />

—¡Oh, bueno, no importa! —exclamo Reece, resoplando y en<strong>de</strong>rezándose en el<br />

asiento—. ¿O sí? ¿Te importa lo que digan?<br />

—Me da lo mismo. ¿A ti te preocupa lo que piensen o digan <strong>de</strong> ti?<br />

—Algunas veces sí, <strong>de</strong>masiado. Otras, no me preocupa en absoluto. Des<strong>de</strong><br />

luego, no me preocupa para nada que perdieses una apuesta con Mac Drubber<br />

porque no me fui a la cama con Cas.<br />

La mirada <strong>de</strong> Brody se iluminó, divertida, mientras seguía comiendo.<br />

—Sobrestimé a Cas y te subestimé a ti.<br />

—Eso parece. Si la gente piensa que estamos liados durante un tiempo, tal vez<br />

Cas <strong>de</strong>je <strong>de</strong> tratar <strong>de</strong> convencerme para que salga con él.<br />

—¿Te está molestando?<br />

—No, tanto como molestar no. Todo va mejor <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que le <strong>de</strong>jé las cosas claras.<br />

— 75 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Pero esto no me vendrá mal, así que me parece que te <strong>de</strong>bo otra.<br />

—Creo que sí. ¿Me merezco otra cena?<br />

—Pues... claro, supongo —dijo frunciendo el ceño, confusa—. Si tú quieres.<br />

—¿Cuándo tienes otra noche libre?<br />

—Ah... —Dios, ¿cómo había conseguido meterse ella sola en aquella<br />

encerrona?—. El martes. Me toca el primer turno, salgo a las tres.<br />

—Estupendo. Vendré a las siete. ¿Te va bien?<br />

—A las siete. Claro, claro. En fin, ¿hay algo que no comas, que no te guste, que<br />

te cause alergia?<br />

—Si preparas vísceras no esperes que me las coma.<br />

—Nada <strong>de</strong> mollejas; entendido.<br />

«¿Y ahora qué?», se preguntó. No se le ocurría ningún tema <strong>de</strong> conversación<br />

intrascen<strong>de</strong>nte. «Antes tenía habilidad para este cosas, pensó. Le gustaba quedar, le<br />

gustaba sentarse con un hombre ante un plato <strong>de</strong> comida y hablar, reír. Pero su<br />

cerebro no quería bajar por aquel camino.<br />

—Llegará cuando llegue.<br />

Miró a Brody a los ojos.<br />

—Si soy tan transparente, voy a tener que instalar unas persianas.<br />

—Es natural que lo tengas metido en la cabeza. Te has relajado un poco<br />

mientras cocinabas.<br />

—Ya <strong>de</strong>be <strong>de</strong> haberla encontrado. Cualquiera que sea el que lo ha hecho, no<br />

pue<strong>de</strong> habérsela llevado lejos, y si la ha enterrado...<br />

—Es más fácil lastrarla con rocas y tirarla al río.<br />

—¡Oh, Dios! Muchas gracias por esa imagen; seguro que vuelve a mi cabeza<br />

más tar<strong>de</strong>.<br />

—Es probable que, el cuerpo, con la corriente, no permanezca hundido.<br />

Acabará aflorando en algún punto río abajo. Algún tipo que haya salido a pescar<br />

tropezará con ella, o algún excursionista, remero o turista <strong>de</strong> Omaha, lo que más te<br />

guste. Alguien se llevará una gran sorpresa cuando la encuentre.<br />

—¿Pue<strong>de</strong>s parar? —pidió Reece frunciendo el ceño—. Aunque hubiese hecho<br />

algo así, habrá algún indicio, alguna prueba <strong>de</strong> lo que ha pasado. <strong>San</strong>gre. Le ha<br />

golpeado en la cabeza bastante fuerte, la maleza <strong>de</strong>be <strong>de</strong> haber quedado aplastada,<br />

o... pisadas. ¿No las habría?<br />

—Seguramente. No sabía que alguien le estaba viendo, así que ¿por qué<br />

molestarse en borrar las huellas? Supongo que se preocupó sobre todo por librarse<br />

<strong>de</strong>l cadáver y alejarse.<br />

—Sí. Así que el sheriff encontrará algo.<br />

Reece se sobresaltó al oír pasos en el exterior.<br />

—Debe <strong>de</strong> ser él —dijo Brody en tono sereno, y se levantó <strong>de</strong>l taburete para<br />

abrir la puerta él mismo.<br />

— 76 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 7<br />

—¿Qué tal, Brody? ¿Reece? —Rick se quitó el sombrero al entrar y pasó la<br />

mirada por la barra <strong>de</strong> la cocina—. Siento interrumpir vuestra cena.<br />

—No importa, hemos terminado —contestó Reece poniéndose en pie; las<br />

rodillas le temblaban—. ¿La ha encontrado?<br />

—¿Os importa que me siente?<br />

¿Cómo podía haber olvidado el ritual propio <strong>de</strong> las visitas <strong>de</strong> los policías?<br />

Pedirles que entren, que se sienten, ofrecerles café. Aquellos días había hecho acopio<br />

<strong>de</strong> café para los amigos. Y para la policía.<br />

—Lo siento. —Reece hizo un gesto hacia el sofá—. Por favor. ¿Puedo traerle<br />

algo?<br />

—Estoy bien, gracias.<br />

Después <strong>de</strong> acomodarse en el sofá, Rick se colocó el sombrero sobre las rodillas<br />

y esperó a que Reece se sentase. Como había hecho antes en su propia cabaña, Brody<br />

se quedó apoyado en la barra.<br />

La muchacha lo supo antes <strong>de</strong> que hablase, lo vio en su rostro. Había aprendido<br />

a leer la expresión cuidadosamente neutra que mostraba la policía.<br />

—No he encontrado nada.<br />

Sin embargo, Reece sacudió la cabeza.<br />

—Pero...<br />

—Vamos a tomárnoslo con calma—la interrumpió Rick—. ¿Por qué no vuelves<br />

a contarme lo que viste?<br />

—Oh, Dios mío. —Reece se pasó las manos por la cara, se apretó los ojos con los<br />

<strong>de</strong>dos y <strong>de</strong>jó caer las manos en su regazo. Sí, claro. Volver a contarlo. Otra parte <strong>de</strong>l<br />

ritual—. De acuerdo.<br />

Recitó <strong>de</strong> nuevo todo lo que recordaba.<br />

—Habrá echado el cadáver en el río, o lo habrá enterrado, o... —añadió.<br />

—Ya comprobaremos eso. ¿Estás seguro <strong>de</strong>l sitio, Brody?<br />

—Te he mostrado en el mapa el lugar don<strong>de</strong> Reece me dijo que lo vio. Muy<br />

cerca <strong>de</strong> los pequeños rápidos.<br />

—Al otro lado <strong>de</strong>l río —le dijo Rick a Reece, en un tono tan neutro como su<br />

rostro—. A tanta distancia, pue<strong>de</strong>s haberte confundido. Y mucho.<br />

—No. Los árboles, las rocas, el agua blanca... No me he confundido.<br />

—No había ninguna señal <strong>de</strong> lucha en esa zona. No he encontrado ninguna<br />

cuando he examinado el entorno.<br />

—Debió <strong>de</strong> borrar sus huellas.<br />

—Podría ser —dijo en un tono en el que se percibía la duda; una ligera salida <strong>de</strong><br />

— 77 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

la neutralidad—. Volveré allí por la mañana, cuando haya luz. Brody, tal vez quieras<br />

venir conmigo para asegurarnos <strong>de</strong> que es la zona correcta. Mientras tanto, haré<br />

algunas llamadas para ver si ha <strong>de</strong>saparecido alguna turista o resi<strong>de</strong>nte.<br />

—Hay varias cabañas por esa zona —comentó Brody mientras cogía el vino que<br />

había <strong>de</strong>jado sobre la barra.<br />

—He pasado por un par <strong>de</strong> las más cercanas. Está la mía, y Joanie tiene un par.<br />

Por allí son <strong>de</strong> alquiler, y en esta época <strong>de</strong>l año no hacen mucho negocio. No he visto<br />

a nadie, ni ninguna señal <strong>de</strong> que estén ocupadas. También estoy comprobando eso.<br />

Llegaremos al fondo <strong>de</strong> esto, Reece. No quiero que te preocupes. Brody, ¿quieres<br />

venir conmigo mañana por la mañana?<br />

—Des<strong>de</strong> luego, no hay problema.<br />

—Puedo pedirle a Joanie la mañana libre e ir yo también —empezó Reece.<br />

—Brody ha estado allí. Creo que con que me acompañe uno <strong>de</strong> vosotros es<br />

suficiente. Y te agra<strong>de</strong>cería que <strong>de</strong> momento no comentases nada <strong>de</strong> esto con nadie.<br />

Examinaremos el lugar antes <strong>de</strong> que corra el rumor. —Rick se puso en pie—. Brody,<br />

¿qué te parece si paso a recogerte por tu casa más o menos a las siete y media?<br />

—Allí estaré.<br />

—Intentad disfrutar <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> la velada. Reece, quítate esto <strong>de</strong> la cabeza<br />

durante un rato. No pue<strong>de</strong>s hacer nada más.<br />

—No, claro, nada más.<br />

Reece se quedó sentada mientras Rick se ponía el sombrero y salía.<br />

—No me cree.<br />

—Yo no he oído que dijera eso.<br />

—Sí que lo has oído —replicó Reece, sin po<strong>de</strong>r reprimir la ira—. Los dos lo<br />

hemos oído, por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> sus palabras.<br />

Brody volvió a <strong>de</strong>jar el vino y se le acercó.<br />

—¿Por qué no iba a creerte?<br />

—Porque no ha encontrado nada. Porque nadie más lo ha visto. Porque solo<br />

llevo en el pueblo un par <strong>de</strong> semanas. Por un montón <strong>de</strong> razones.<br />

—Yo también tengo toda esa información y te creo.<br />

A la muchacha le escocían los ojos. El ansia <strong>de</strong> levantarse, apretar la cara contra<br />

su pecho y echarse a llorar era abrumadora. En lugar <strong>de</strong> eso, se quedó sentada, con<br />

las manos entrecruzadas con fuerza en el regazo.<br />

—Gracias.<br />

—Me voy a casa. Intenta seguir el consejo <strong>de</strong>l sheriff y olvídate <strong>de</strong> eso durante<br />

unas horas. Tómate una pastilla y acuéstate.<br />

—¿Cómo sabes que tengo pastillas para dormir?<br />

Los labios <strong>de</strong> Brody se curvaron, solo un poco.<br />

—Tómate un somnífero y <strong>de</strong>sconecta. Mañana te diré lo que hay.<br />

—De acuerdo, gracias.<br />

Se levantó para acercarse a la puerta y abrirla ella misma.<br />

—Buenas noches.<br />

Satisfecho por <strong>de</strong>jarla más enfadada que <strong>de</strong>primida, Brody salió sin <strong>de</strong>cir nada<br />

— 78 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

más.<br />

La muchacha cerró la puerta, la comprobó y comprobó las ventanas. El hábito<br />

hizo que se dirigiese hacia la cocina para fregar los platos y cazuelas, pero a medio<br />

camino se volvió y conectó el or<strong>de</strong>nador portátil.<br />

Lo escribiría todo en su diario.<br />

Mientras Reece se sentaba ante el teclado, Rick entraba en su oficina y encendía<br />

las luces. Colgó el sombrero y el abrigo, y luego volvió a la pequeña habitación <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>scanso para preparar un poco <strong>de</strong> café.<br />

Mientras tanto, llamó a su casa. Tal como esperaba, su hija mayor cogió el<br />

teléfono a la primera llamada.<br />

—¡Hola, papá! ¿Puedo ponerme rímel para ir al baile <strong>de</strong> primavera? Solo un<br />

poco. Todas las chicas lo llevan. Por favor.<br />

Se apretó los ojos con los <strong>de</strong>dos. Aún no tenía trece años y ya hablaba <strong>de</strong> rímel y<br />

bailes.<br />

—¿Qué ha dicho tu madre?<br />

—Ha dicho que lo pensará. Papá...<br />

—Entonces yo también lo pensaré. Pásame a mamá, cariño.<br />

—¿No pue<strong>de</strong>s venir a casa? Podríamos hablarlo.<br />

«¡Dios me libre!», pensó Rick.<br />

—Esta noche tengo que trabajar hasta tar<strong>de</strong>, pero hablaremos <strong>de</strong> ello mañana.<br />

Ahora pásame a mamá.<br />

—¡Mamá! Papá está al teléfono. Tiene que trabajar hasta tar<strong>de</strong>, y mañana<br />

hablaremos <strong>de</strong> si puedo ponerme rímel como una persona normal.<br />

—Gracias por la información. —Debbie Mardson se echó a reír en el auricular,<br />

más divertida que agobiada. Rick se preguntó cómo lo conseguía—. Esperaba que<br />

estuvieses <strong>de</strong> camino a casa.<br />

—Tengo que quedarme en la oficina un rato, no sé cuánto. ¿Por qué <strong>de</strong>monios<br />

tiene que ponerse rímel esa chica? Tiene los mismos ojos que tú, las pestañas más<br />

largas <strong>de</strong> Wyoming.<br />

Era como si las estuviera viendo, largas y curvadas, sobre los ojos azules.<br />

—Por las mismas razones que yo unas pestañas <strong>de</strong>masiado finas. A<strong>de</strong>más, es<br />

un instrumento femenino básico.<br />

—¿Se lo vas a permitir?<br />

—Lo estoy consi<strong>de</strong>rando.<br />

Rick se frotó la nuca. Era un hombre lamentablemente excedido en número por<br />

las mujeres.<br />

—Primero fue el pintalabios.<br />

—Brillo —corrigió Debbie—. Brillo <strong>de</strong> labios.<br />

—Lo que sea. Ahora es el rímel. Luego querrá un tatuaje. Hasta ahí podíamos<br />

llegar.<br />

—Me parece que po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>jar el tatuaje para más a<strong>de</strong>lante. ¿Por qué no<br />

llamas antes <strong>de</strong> salir? Así te tendré la cena caliente.<br />

—Quizá salga tar<strong>de</strong>. Me he traído un bocadillo <strong>de</strong> lomo <strong>de</strong> Joanie's. No te<br />

— 79 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

preocupes. Dales un beso a las chicas <strong>de</strong> mi parte.<br />

—Lo haré. No te canses <strong>de</strong>masiado, lo justo para que al volver a casa puedas<br />

darme un beso.<br />

—Claro que sí. Te quiero, Deb.<br />

—Yo también te quiero. Adiós.<br />

Se quedó un rato sentado en silencio, bebiendo el café, comiendo el bocadillo,<br />

pensando en su esposa y en sus tres hijas. No quería que su niña se pusiera<br />

maquillaje, pero ya sabía que acabaría convenciéndolo. Su hija mayor poseía la<br />

tenacidad <strong>de</strong> la madre.<br />

Con un suspiro, metió la servilleta <strong>de</strong> papel en la bolsa <strong>de</strong> la comida y lo tiró<br />

todo a la basura. Mientras se servía una segunda taza <strong>de</strong> café, repasó mentalmente la<br />

<strong>de</strong>claración <strong>de</strong> Reece, revisó <strong>de</strong> nuevo los <strong>de</strong>talles, el tiempo. Sacudió la cabeza,<br />

añadió leche en polvo al café y se lo llevó a su oficina.<br />

El también conectó el or<strong>de</strong>nador. Había llegado el momento <strong>de</strong> averiguar algo<br />

más sobre Reece Gilmore, aparte <strong>de</strong> que no estaba lidiada y procedía <strong>de</strong> Boston.<br />

Pasó varias horas buscando, leyendo, haciendo llamadas y tomando notas.<br />

Cuando acabó, tenía un archivo y, tras vacilar un poco, lo guardó en el último cajón<br />

<strong>de</strong> su escritorio.<br />

Era tar<strong>de</strong> cuando salió <strong>de</strong> la oficina para volver a casa preguntándose si su<br />

esposa le habría esperado <strong>de</strong>spierta.<br />

Cuando pasó junto a Ángel Food, observó que la luz seguía encendida en el<br />

apartamento <strong>de</strong> arriba.<br />

A las siete y media <strong>de</strong> la mañana, mientras Reece se esforzaba por concentrarse<br />

en las tortitas <strong>de</strong> leche y los huevos revueltos, Brody subía al coche <strong>de</strong> Rick armado<br />

con un termo <strong>de</strong> café.<br />

—Buenos días. Te agra<strong>de</strong>zco que me acompañes, Brody.<br />

—No hay problema. Lo consi<strong>de</strong>raré un trabajo <strong>de</strong> documentación.<br />

Rick sonrió brevemente.<br />

—Supongo que podríamos <strong>de</strong>cir que tenemos un misterio entre manos.<br />

¿Cuánto tiempo dijiste que pasó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que Reece te dijo que lo vio hasta que volviste<br />

allí con ella?<br />

—No sé cuánto tardó en llegar hasta don<strong>de</strong> yo estaba. Ella bajaba corriendo, y<br />

yo ya subía por el sen<strong>de</strong>ro. Supongo que menos <strong>de</strong> diez minutos. Diría que cinco<br />

antes <strong>de</strong> que empezásemos a subir, y quizá diez minutos o un cuarto <strong>de</strong> hora más<br />

hasta que llegamos al punto en el que ella se había <strong>de</strong>tenido.<br />

—¿Y su estado <strong>de</strong> ánimo cuando la viste?<br />

Brody se sintió irritado.<br />

—El que cabría esperar en una mujer que ha visto que estrangulaban a otra.<br />

—Tranquilo, Brody, no vayas a pensar que no comprendo la situación, la<br />

cuestión es que tengo que consi<strong>de</strong>rar esto <strong>de</strong> forma diferente. Quiero saber si se<br />

mostraba coherente, si tenía la mente clara.<br />

—Al cabo <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> minutos, sí. Ten en cuenta que se encontraba a<br />

kilómetros <strong>de</strong> cualquier medio para conseguir ayuda, aparte <strong>de</strong> mí. Era la primera<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

vez que recorría ese sen<strong>de</strong>ro. Se sintió sola, conmocionada, asustada e impotente<br />

mientras presenciaba la escena.<br />

—A través <strong>de</strong> unos prismáticos, al otro lado <strong>de</strong>l río Snake. —Rick levantó una<br />

mano—. Tal vez todo pasó tal como ella dijo, pero tengo que tomar en consi<strong>de</strong>ración<br />

las circunstancias y la falta <strong>de</strong> pruebas. ¿Pue<strong>de</strong>s afirmar que estás seguro <strong>de</strong>l todo <strong>de</strong><br />

que no se equivocó? Quizá viese a un par <strong>de</strong> personas discutiendo, que incluso viese<br />

a un hombre golpear a una mujer.<br />

Había pensado mucho en ello la noche anterior. Él mismo había repasado los<br />

<strong>de</strong>talles, punto por punto. Y recordaba la cara <strong>de</strong> ella, fría y húmeda, pálida, con los<br />

ojos muy abiertos, vidriosos y hundidos.<br />

Una mujer no mostraba semejante terror por presenciar una discusión entre<br />

extraños.<br />

—Creo que vio exactamente lo que dijo. Lo que me contó en el camino y lo que<br />

te contó tres veces en sus <strong>de</strong>claraciones. No cambió los <strong>de</strong>talles ni una sola vez.<br />

Rick soltó un bufido.<br />

—En eso tienes razón. ¿Estáis liados?<br />

—¿En qué?<br />

Rick soltó una carcajada.<br />

—Me tienes que caer bien por fuerza, Brody. Eres un cabrón. ¿Estáis<br />

personalmente liados el uno con el otro?<br />

—¿Eso qué tiene que ver?<br />

—La información siempre tiene que ver en una investigación.<br />

—Entonces, ¿por qué no me preguntas si me acuesto con ella y ya está?<br />

—Bueno, he intentado mostrarme sensible y sutil —dijo Rick con una ligera<br />

sonrisa—. Pero <strong>de</strong> acuerdo. ¿Te acuestas con ella?<br />

—No.<br />

—Está bien —repitió.<br />

—¿Y si hubiese dicho que sí?<br />

—Entonces tendría en cuenta esa información, como un buen funcionario <strong>de</strong><br />

policía. Tus asuntos son tuyos, Brody. Aunque, por supuesto, ese tipo <strong>de</strong> asuntos<br />

corre por el pueblo como un reguero <strong>de</strong> pólvora. No hay nada tan interesante como<br />

el sexo, tanto si es uno mismo el que lo practica como si hablas <strong>de</strong> otros que lo<br />

practican.<br />

—Yo prefiero practicarlo que hablar <strong>de</strong> él.<br />

—Tú eres así —dijo Rick volviendo a sonreír brevemente—. Y, la verdad, yo<br />

también.<br />

Circularon un rato en silencio hasta que Rick abandonó la carretera.<br />

—Este es el mejor sitio para acortar camino y llegar al lugar junto al río que me<br />

mostraste en el mapa.<br />

Brody se colgó una pequeña mochila <strong>de</strong>l hombro. Incluso para una excursión<br />

tan corta, no era pru<strong>de</strong>nte salir sin los utensilios esenciales. Atravesaron campos <strong>de</strong><br />

salvia y bosque, don<strong>de</strong> el barro blando conservaba unas huellas que Brody reconoció.<br />

Eran <strong>de</strong> ciervo, <strong>de</strong> oso y, supuso, <strong>de</strong> las botas <strong>de</strong> Rick <strong>de</strong>l día anterior.<br />

— 81 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—No hay huellas humanas que se dirijan al río —señaló Rick—. Estas son las<br />

mías <strong>de</strong> ayer. Por supuesto, pudieron llegar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> otro lugar, pero eché un buen<br />

vistazo por los alre<strong>de</strong>dores. Si tienes un cadáver, <strong>de</strong>bes librarte <strong>de</strong> él. Echarlo al río<br />

podría ser el gesto instintivo, la primera reacción <strong>de</strong> pánico. —Caminaba <strong>de</strong>spacio,<br />

observando el suelo y los árboles—. O lo enterrarías. Des<strong>de</strong> luego, habría señales <strong>de</strong><br />

eso. No tiene sentido arrastrar lejos un cadáver, y cavar una tumba es mucho más<br />

difícil <strong>de</strong> lo que parece. —Se puso en jarras, con una muñeca apoyada distraídamente<br />

en la culata <strong>de</strong> su arma reglamentaria—. Se notaría, y los animales <strong>de</strong> por aquí la<br />

encontrarían enseguida. Tú mismo pue<strong>de</strong>s ver que no hay señales <strong>de</strong> que nadie<br />

entrase o saliese <strong>de</strong> esta zona ayer. Te lo preguntaré <strong>de</strong> nuevo: ¿podrías haberte<br />

equivocado en el sitio?<br />

—No.<br />

A través <strong>de</strong> los pinos, los arándanos y los sauces, avanzaron hacia el norte, en<br />

dirección al río. Brody observó que la tierra estaba húmeda por el <strong>de</strong>shielo. Debería<br />

haber conservado las huellas humanas igual que conservaba las huellas <strong>de</strong> ciervos y<br />

alces. Aunque vio señales <strong>de</strong>l paso <strong>de</strong> animales, no había huellas humanas. Ro<strong>de</strong>aron<br />

un bosquecillo y, mientras Brody se paraba a mirar y se agachaba para buscar<br />

señales, Rick esperó.<br />

—Supongo que ya hiciste esto ayer.<br />

—Des<strong>de</strong> luego —reconoció Rick—. Por aquí hay buenas bayas en temporada —<br />

añadió en tono informal—. Tenemos arándanos, gayubas... —Hizo una pausa y miró<br />

en la dirección don<strong>de</strong> se encontraba el río, que ya se presentía—. Si un hombre<br />

hubiese tratado <strong>de</strong> escon<strong>de</strong>r un cuerpo ahí, habría señales <strong>de</strong> ello. Y creo que a estas<br />

alturas los animales habrían captado el olor y habrían venido a explorar.<br />

—Sí. —Brody volvió a ponerse en pie—. Sí, tienes razón. Incluso un urbanita<br />

como yo sabe eso.<br />

A pesar <strong>de</strong> las circunstancias, Rick sonrió.<br />

—Te manejas bastante bien en el campo para ser un urbanita.<br />

—¿Cuánto tiempo tengo que vivir aquí para per<strong>de</strong>r la etiqueta <strong>de</strong> urbanita?<br />

—Pue<strong>de</strong> que se te <strong>de</strong>sgaste un poco cuando lleves diez o quince años muerto.<br />

—Eso suponía —dijo Brody mientras reanudaba la marcha—. Tú tampoco<br />

naciste aquí —recordó—. Recluta.<br />

—Mi madre se instaló en Cheyenne antes <strong>de</strong> que yo cumpliese doce años, así<br />

que te llevo una buena ventaja. Soy <strong>de</strong> por aquí. Ya se oyen los rápidos.<br />

El grave retumbar llegaba a través <strong>de</strong> los álamos temblones, los chopos<br />

americanos y los sauces colorados. La luz <strong>de</strong>l sol se hizo más intensa hasta que Brody<br />

pudo verla reflejada en el agua. Más allá estaba el cañón y, al otro lado, el punto alto<br />

don<strong>de</strong> había estado con Reece.<br />

—Estaba sentada allí cuando lo vio.<br />

Protegiéndose los ojos con la palma <strong>de</strong> la mano, Brody señaló hacia las rocas.<br />

«Aquí hace más fresco —pensó Brody—, más fresco junto al agua, con el viento<br />

susurrando entre los árboles.» Pero el día era lo bastante claro para que sacase sus<br />

gafas <strong>de</strong> sol <strong>de</strong> la mochila.<br />

— 82 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Tengo que <strong>de</strong>cir, Brody, que eso está a mucha distancia. —Rick sacó sus<br />

gemelos y siguió la dirección indicada por Brody—. A mucha distancia —repitió—.<br />

A<strong>de</strong>más, a esa hora el reflejo <strong>de</strong>l sol en el agua te <strong>de</strong>slumbra.<br />

—Rick, somos amigos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace un año.<br />

—Des<strong>de</strong> luego.<br />

—Por eso voy a preguntártelo sin ro<strong>de</strong>os. ¿Por qué no crees a la chica?<br />

—Vayamos paso a paso. Ella está allí arriba, ve lo que pasa aquí abajo, baja<br />

corriendo por el sen<strong>de</strong>ro y tropieza contigo. Mientras tanto, ¿qué está haciendo ese<br />

tipo con el cadáver <strong>de</strong> la mujer? Si lo tiró al río, saldrá a flote. Y probablemente ya<br />

tendría que haberlo encontrado alguien. Por aquí no hay gran cosa para lastrar el<br />

cuerpo y, según el tiempo que me has indicado, solo tuvo una media hora para<br />

hacerlo. Si ese era el plan, habría tardado... En mi opinión más <strong>de</strong> lo que tardasteis<br />

vosotros dos en volver al punto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> se ve este sitio.<br />

—Podría haberla arrastrado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> aquellas rocas o entre los árboles. Des<strong>de</strong><br />

el otro lado <strong>de</strong>l río no la habríamos visto. Tal vez fue a buscar una pala o una cuerda.<br />

Vete a saber.<br />

Rick suspiró.<br />

—¿Has visto alguna señal <strong>de</strong> que alguien haya entrado o salido <strong>de</strong> aquí<br />

arrastrando o enterrando un cuerpo?<br />

—No, no la he visto. Todavía no.<br />

—Ahora tú y yo vamos a dar una vuelta, como ya hice ayer. No hay ni una sola<br />

señal <strong>de</strong> una tumba reciente. Eso <strong>de</strong>ja la posibilidad <strong>de</strong> llevarse a rastras el cadáver<br />

hasta un coche o una cabaña. Es mucha distancia para acarrear un peso muerto,<br />

mucha distancia para no <strong>de</strong>jar una sola señal que ninguno <strong>de</strong> nosotros pueda ver. —<br />

Se volvió hacia Brody—. Me estás diciendo que estás seguro <strong>de</strong> que fue aquí don<strong>de</strong><br />

lo vio, y yo te digo que no veo nada que indique que alguien estuviese aquí, y mucho<br />

menos que golpease a una mujer contra el suelo y la estrangulase.<br />

La lógica <strong>de</strong> la argumentación era indiscutible.<br />

—Borró sus huellas —insistió Brody.<br />

—Es posible, es posible. Pero ¿cuándo <strong>de</strong>monios lo hizo? Se llevó el cuerpo, lo<br />

arrastró don<strong>de</strong> nadie pudiera verlo, volvió, borró sus huellas aquí... y eso sin saber<br />

que alguien le había visto matar a otra persona.<br />

—Suponiendo que no viese a Reece allí arriba.<br />

Rick se quitó las gafas <strong>de</strong> sol y a través <strong>de</strong> ellas miró al otro lado <strong>de</strong>l agua,<br />

camino arriba.<br />

—Muy bien, démosle la vuelta y digamos que la vio. De todos modos consiguió<br />

largarse en los treinta minutos que dices que pasaron. Aunque fuesen cuarenta, en<br />

mi opinión sigue sin sostenerse.<br />

—¿Crees que miente, que se lo ha inventado? ¿Qué sentido tiene?<br />

—No creo que mienta. —Rick se echó el sombrero hacia atrás y se frotó la<br />

frente, preocupado—. Hay algo más, Brody. Al veros juntos ayer, primero en tu casa<br />

y luego en la <strong>de</strong> ella, supuse que os traíais algo entre manos. Que tal vez supieses<br />

más <strong>de</strong> ella.<br />

— 83 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿Más <strong>de</strong> qué?<br />

—Te lo contaré mientras damos ese paseo. Espero que puedas guardarte lo que<br />

voy a <strong>de</strong>cirte. Supongo que eres una <strong>de</strong> las pocas personas <strong>de</strong>l pueblo que es capaz<br />

<strong>de</strong> hacerlo.<br />

Mientras caminaban, Brody clavaba la mirada en el suelo u observaba la<br />

vegetación. Quería encontrar algo que <strong>de</strong>mostrase que Rick estaba equivocado, y se<br />

daba cuenta.<br />

Eso significaba que prefería <strong>de</strong>mostrar que una mujer estaba muerta a que Rick<br />

creyera que Reece se equivocaba.<br />

Pero recordó el aspecto que tenía cuando la encontró, cómo se había esforzado<br />

para no hundirse en el largo camino <strong>de</strong> regreso. Y lo sola que parecía en su piso casi<br />

vacío.<br />

—He hecho algunas comprobaciones sobre ella.<br />

Cuando Brody se <strong>de</strong>tuvo y entrecerró los ojos, Rick sacudió la cabeza.<br />

—Lo consi<strong>de</strong>ro parte <strong>de</strong> mi trabajo —añadió—. Cuando llega alguien nuevo y<br />

se instala en el pueblo, quiero saber si está limpio. Hice lo mismo contigo.<br />

—¿Y pasé la prueba?<br />

—Tú y yo no hemos tenido palabras en otro sentido, ¿verdad? —Hizo una<br />

pausa y levantó la barbilla hacia la izquierda—. Esa es la parte trasera <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las<br />

cabañas <strong>de</strong> Joanie. Esa es la más cercana, y hemos tardado unos diez minutos en<br />

llegar. A buen paso, y sin llevar peso muerto. Ninguna clase <strong>de</strong> vehículo pue<strong>de</strong> llegar<br />

más cerca. En cualquier caso, habría huellas <strong>de</strong> neumáticos.<br />

—¿Entraste en la cabaña?<br />

—Llevar una placa no significa que pueda entrar en una propiedad privada.<br />

Pero miré por ahí, miré por las ventanas. Las puertas están cerradas con llave. Fui a<br />

las otras dos que están más cerca, entre las que se incluye la mía. Y ahí sí que entré.<br />

No había nada.<br />

De todas formas continuaron, alcanzaron la cabaña y la ro<strong>de</strong>aron.<br />

—Reece está limpia, por si te interesa —continuó Rick cuando Brody atisbo por<br />

las ventanas <strong>de</strong> la cabaña—. Pero estuvo implicada en algo hace unos años.<br />

Brody dio un paso atrás y midió sus palabras.<br />

—¿Implicada en qué?<br />

—Una matanza por diversión en el restaurante en el que trabajaba en Boston.<br />

Fue la única superviviente. Le pegaron dos tiros.<br />

—Por el amor <strong>de</strong> Dios...<br />

—Sí. La dieron por muerta y la <strong>de</strong>jaron en una especie <strong>de</strong> armario, un trastero.<br />

Me ha dado los <strong>de</strong>talles un policía <strong>de</strong> Boston que trabajó en el caso. Ella se hallaba en<br />

la cocina y todos los <strong>de</strong>más estaban en el comedor... Fue <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cerrar. Oyó<br />

gritos, disparos, y recuerda, o cree recordar, que cogió su teléfono móvil. Uno <strong>de</strong> los<br />

hombres entró y le disparó. No recuerda mucho más... o no lo recordaba. No pudo<br />

verle bien. Cayó contra el armario y se quedó allí hasta que la policía la encontró un<br />

par <strong>de</strong> horas más tar<strong>de</strong>. El policía con el que hablé me dijo que estuvo a punto <strong>de</strong> no<br />

contarlo. Estuvo casi una semana en coma <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que la operasen, y al <strong>de</strong>spertar<br />

— 84 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

tenía la memoria afectada. Y su estado mental no era mucho mejor que el físico.<br />

Nada, nada <strong>de</strong> lo que había imaginado se acercaba a aquello.<br />

—¿Cómo habría podido serlo?<br />

—Lo que digo es que tuvo una crisis. Pasó varios meses en un hospital<br />

psiquiátrico. Nunca fue capaz <strong>de</strong> darles a los policías <strong>de</strong>talles suficientes o una buena<br />

<strong>de</strong>scripción. Nunca atraparon a quienes mataron a toda aquella gente, y luego ella<br />

<strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong>l mapa. El <strong>de</strong>tective que dirigía la investigación se puso en contacto<br />

con ella varias veces durante más o menos el primer año. La última vez que lo<br />

intentó, se había mudado sin <strong>de</strong>jar señas. Tiene familia, una abuela, pero esta solo<br />

pudo <strong>de</strong>cirle que Reece se había marchado y no pensaba volver.<br />

Rick se <strong>de</strong>tuvo y recorrió los alre<strong>de</strong>dores con una mirada lenta y prolongada.<br />

Luego cambió <strong>de</strong> dirección y volvió hacia atrás. Una curruca empezó a emitir su<br />

rápido y agudo canto.<br />

—Recuerdo algo <strong>de</strong> aquello. La matanza salió en todos los periódicos y en la<br />

televisión. Me acuerdo <strong>de</strong> que pensé: «Gracias a Dios que vivimos aquí y no en la<br />

ciudad».<br />

—Sí, claro, por aquí no hay armas.<br />

Rick apretó la mandíbula.<br />

—La gente <strong>de</strong> aquí valora su <strong>de</strong>recho constitucional a llevar armas. Y lo<br />

respetan, urbanita.<br />

—Has olvidado <strong>de</strong> llamarme izquierdoso.<br />

—Estaba siendo educado.<br />

—Des<strong>de</strong> luego, lunático facha —dijo Brody en tono ligero.<br />

Rick soltó una carcajada.<br />

—No sé por qué tengo que ser amigo <strong>de</strong> un elitista <strong>de</strong> ciudad —dijo la<strong>de</strong>ando la<br />

cabeza—. Me sorpren<strong>de</strong> que no te enterases <strong>de</strong> ese asunto siendo reportero <strong>de</strong> una<br />

gran ciudad.<br />

Brody calculó el tiempo. Si sucedió justo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que se fuese <strong>de</strong>l periódico,<br />

<strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar cociendo su amargura al sol y entre las olas <strong>de</strong> Aruba. No leyó un<br />

periódico en casi ocho semanas, y le hizo boicot a la CNN. Solo por principio.<br />

—Cuando <strong>de</strong>jé el Trib, durante un par <strong>de</strong> meses me tomé lo que llamaremos<br />

una moratoria respecto a las noticias.<br />

—Bueno, supongo que la atención <strong>de</strong> los medios <strong>de</strong> comunicación <strong>de</strong>bió <strong>de</strong><br />

agotarse en ese tiempo. Siempre hay algo nuevo con lo que bombar<strong>de</strong>ar al público.<br />

—La Constitución <strong>de</strong> Estados Unidos garantiza la libertad <strong>de</strong> prensa.<br />

—Y es una lástima. Pero, para volver a lo nuestro, lo que le pasó a Reece es una<br />

experiencia terrible para cualquiera, y cabe la posibilidad <strong>de</strong> que no se haya<br />

recuperado <strong>de</strong>l todo.<br />

—¿Qué quieres <strong>de</strong>cir? ¿Que se imaginó un asesinato? Corta el rollo, Rick.<br />

—Pue<strong>de</strong> que se durmiese, que echase una cabezada <strong>de</strong> pocos minutos y tuviese<br />

una pesadilla. El policía que trabajó en el caso me contó que era propensa a sufrirlas.<br />

Esa subida es muy larga para alguien que no esté acostumbrado a las caminatas, y<br />

<strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar cansada cuando llegó al lugar don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>tuvo. También podía estar<br />

— 85 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

mareada. Joanie dice que la chica solo come si le pone un plato <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> las narices.<br />

A<strong>de</strong>más, está nerviosa.<br />

Arrastró el tocador hasta <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> la habitación contigua en el<br />

hotel y lo <strong>de</strong>jó así durante todo el tiempo que estuvo allí. No llegó a <strong>de</strong>shacer la<br />

maleta.<br />

—Que sea <strong>de</strong>masiado pru<strong>de</strong>nte no significa que esté loca.<br />

—Vamos, Brody, no he dicho que esté loca, pero creo que es probable que siga<br />

estando emocionalmente perturbada —dijo el sheriff, aunque levantó ambas manos<br />

<strong>de</strong> inmediato—. Retiraré lo <strong>de</strong> perturbada y diré frágil. Así lo veo yo, porque en<br />

realidad no hay nada más que ver. No es que no vaya a seguir investigando el<br />

asunto, pero tal como están las cosas no voy a llamar a la policía <strong>de</strong>l estado. No<br />

tienen nada que hacer aquí. Investigaré en el registro <strong>de</strong> personas <strong>de</strong>saparecidas, a<br />

ver si encuentro a alguien que corresponda a la <strong>de</strong>scripción que Reece me dijo <strong>de</strong> la<br />

mujer. No puedo hacer más que eso.<br />

—¿Eso es lo que vas a <strong>de</strong>cirle, que no pue<strong>de</strong>s hacer nada más?<br />

Rick se quitó el sombrero y se pasó los <strong>de</strong>dos por el pelo.<br />

—¿Ves lo que veo yo aquí, o sea, nada? Si tienes tiempo me gustaría que<br />

vinieses conmigo a examinar las otras cabañas <strong>de</strong> las proximida<strong>de</strong>s.<br />

—Tengo tiempo. Pero ¿por qué yo en lugar <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> tus ayudantes?<br />

—Tú estabas con ella —contestó Rick mientras volvía a ponerse el sombrero sin<br />

cambiar <strong>de</strong> expresión—. Te consi<strong>de</strong>raremos un testigo secundario.<br />

—¿Quieres que te cubra las espaldas?<br />

—Si lo prefieres, pue<strong>de</strong>s llamarlo así —dijo Rick, sin rencor—. Mira, creo que<br />

ella piensa que vio algo, pero no hay pruebas que lo confirmen. Lo que pienso es que<br />

se durmió y tuvo una pesadilla, y tú tienes que admitir al menos la posibilidad <strong>de</strong><br />

que fuese eso lo que ocurrió. No quiero agravar sus problemas, sean los que sean, y<br />

tengo que trabajar con hechos. El hecho es que aquí no hay ningún indicio <strong>de</strong> que<br />

haya pasado algo raro. Ni siquiera un indicio <strong>de</strong> que alguien haya estado aquí en las<br />

últimas veinticuatro horas. Daremos otra vuelta al regresar y examinaremos las<br />

cabañas <strong>de</strong> esta zona. Si encontramos algo, solo con que tropecemos con una<br />

puñetera pelusa, telefonearé a la policía <strong>de</strong>l estado y le seguiremos la pista a este<br />

asunto. De lo contrario, lo único que puedo hacer es comprobar cada cierto tiempo el<br />

registro <strong>de</strong> personas <strong>de</strong>saparecidas.<br />

—Simplemente no la crees.<br />

—¿Tal como están las cosas, Brody? —Rick miró al otro lado <strong>de</strong>l río, hacia las<br />

rocas—. No, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego que no.<br />

Cuando la avalancha <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno terminó, Reece empezó a preparar la sopa<br />

<strong>de</strong>l día. Puso a hervir judías, cortó sobras <strong>de</strong> jamón y picó cebollas. En Joanie's no se<br />

utilizaban hierbas frescas, así que se conformó con las secas.<br />

Sería mejor con albahaca y romero fresco. La pimienta negra recién molida sería<br />

preferible al maldito polvo gris <strong>de</strong>l bote <strong>de</strong>l estante. Por el amor <strong>de</strong> Dios, ¿cómo se<br />

podía hacer un guiso con ajo molido? Ojalá tuviese sal marina. ¿No había por allí<br />

ningún sitio don<strong>de</strong> conseguir tomates con algo <strong>de</strong> sabor en esa época <strong>de</strong>l año?<br />

— 86 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Des<strong>de</strong> luego, no paras <strong>de</strong> quejarte. —Joanie se acercó a la olla y la olió—. A<br />

mí me parece que tiene buena pinta.<br />

Reece se dio cuenta <strong>de</strong> que había vuelto a hablar sola.<br />

—Lo siento. Quedará muy buena. Es que estoy <strong>de</strong> mal humor.<br />

—He podido verlo por mí misma durante toda la mañana. Y ahora, a<strong>de</strong>más, te<br />

he oído. Esto no es un restaurante fino. Si querías lujo, tenías que haber dirigido el<br />

coche hacia Jackson Hole.<br />

—Está bien. Lo siento.<br />

—No he pedido la primera disculpa, y la segunda ya es una pesa<strong>de</strong>z. ¿No tienes<br />

carácter?<br />

—Tenía. Sigue en el taller <strong>de</strong> reparaciones.<br />

Cualquiera que fuese la causa <strong>de</strong>l mal humor, la mirada <strong>de</strong> Reece y sus<br />

movimientos espasinódieos resultaban preocupantes.<br />

—Te he dicho que preparases lo que quisieras para la sopa <strong>de</strong>l día, ¿no? —dijo<br />

Joanie en tono enérgico—. Si quieres algo que no tengamos aquí, haz una lista. A lo<br />

mejor lo encargo. Si no tienes iniciativa para pedirlo, luego no murmures y protestes.<br />

—De acuerdo.<br />

—¡Sal marina...!<br />

Con un bufido <strong>de</strong> burla, Joanie se alejó a gran<strong>de</strong>s zancadas para servirse una<br />

taza <strong>de</strong> café. Des<strong>de</strong> el rincón, pudo contemplar a Reece a sus anchas. Observó que la<br />

muchacha estaba pálida y tenía ojeras.<br />

—Diría que no te fue <strong>de</strong>masiado bien en tu día libre.<br />

—No, no me fue bien.<br />

—Mac me dijo que hiciste una excursión por el sen<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Little Ángel.<br />

—Sí.<br />

—Te vi volver con Brody.<br />

—Sí... nos encontramos en el sen<strong>de</strong>ro.<br />

Joanie bebió <strong>de</strong>spacio un sorbo <strong>de</strong> café.<br />

—Tal como te tiemblan las manos en lugar <strong>de</strong> filetear esas zanahorias vas a<br />

acabar cortándote los <strong>de</strong>dos en rodajas.<br />

Reece <strong>de</strong>jó el cuchillo y se volvió.<br />

—Joanie, vi... —empezó, pero se interrumpió cuando Brody entró en el local—.<br />

¿Puedo tomarme un <strong>de</strong>scanso?<br />

«Algo pasa —pensó Joanie al ver a Brody, que se <strong>de</strong>tuvo y esperó—. Estos se<br />

traen algo entre manos.»<br />

—A<strong>de</strong>lante.<br />

Reece no se echó a correr pero salió <strong>de</strong>prisa <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la barra con los ojos<br />

fijos en Brody. El corazón le golpeaba las costillas. Y su mano se alargó para coger la<br />

<strong>de</strong> él cuando aún estaba a dos pasos.<br />

—¿La habéis...?<br />

—Vamos fuera.<br />

La muchacha se limitó a asentir, un gesto innecesario porque Brody ya tiraba <strong>de</strong><br />

ella hacia la puerta.<br />

— 87 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿La habéis encontrado? —repitió Reece—. Dime, ¿sabemos quién es?<br />

Él siguió caminando y agarrando con firmeza el brazo <strong>de</strong> ella hasta que<br />

estuvieron en el lateral <strong>de</strong>l edificio, al pie <strong>de</strong> las escaleras que llevaban al piso <strong>de</strong><br />

Reece.<br />

—No hemos encontrado nada.<br />

—Pero... Debió <strong>de</strong> lanzarla al río. —Se había pasado la noche visualizando la<br />

escena—. ¡Oh, Dios mío! ¡Lanzó su cuerpo al río! —añadió.<br />

—No he dicho a nadie, Reece. He dicho nada.<br />

—Debió... —Se contuvo y aspiró con fuerza—. No lo entiendo —dijo luego en<br />

tono pru<strong>de</strong>nte.<br />

—Hemos ido al sitio don<strong>de</strong> dijiste que les habías visto. Hemos recorrido el<br />

terreno <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí hasta la carretera y hacia atrás <strong>de</strong>s<strong>de</strong> distintas direcciones. Hemos<br />

ido a las cinco cabañas más cercanas a la zona. Están vacías, y no hay señales <strong>de</strong> que<br />

hayan estado ocupadas.<br />

El terror enfermizo surgió en el centro <strong>de</strong> su vientre.<br />

—No tenían por qué alojarse en una cabaña.<br />

—No, pero tuvieron que llegar al lugar don<strong>de</strong> tú les viste <strong>de</strong>s<strong>de</strong> algún sitio. No<br />

había huellas, no había señales.<br />

—Os habéis confundido <strong>de</strong> sitio.<br />

—No nos hemos confundido.<br />

Reece cruzó los brazos contra el pecho, pero lo que le producía escalofríos no<br />

era la fría brisa <strong>de</strong> primavera.<br />

—Eso es imposible. Estaban allí. Discutieron, se pelearon y él la mató. Lo vi con<br />

mis propios ojos.<br />

—Yo no he dicho otra cosa. Lo que te digo es que allí no hay nada que lo<br />

confirme.<br />

—Él quedará impune. Se marchará y vivirá su vida. —Reece se <strong>de</strong>jó caer<br />

sentada en los escalones—. Porque yo fui la única que lo vi, y no vi lo suficiente, no<br />

pu<strong>de</strong> hacer nada.<br />

—¿Siempre gira el mundo a tu alre<strong>de</strong>dor?<br />

Reece alzó la mirada, dividida entre la conmoción y el dolor.<br />

—¿Y cómo <strong>de</strong>monios te sentirías tú? Supongo que te limitarías a encogerte <strong>de</strong><br />

hombros. Caray, hice lo que pu<strong>de</strong>. Más vale que te vayas a tomar una cerveza y te<br />

tumbes en la hamaca.<br />

—Aún es un poco pronto para una cerveza. El sheriff va a comprobar si ha<br />

<strong>de</strong>saparecido alguien. Irá al rancho para turistas, a la pensión, a algunas zonas y<br />

campings alejados. ¿Se te ocurre alguna forma mejor <strong>de</strong> llevar el caso?<br />

—Eso no es cosa mía.<br />

—Tampoco mía.<br />

Reece se puso en pie <strong>de</strong> golpe.<br />

—¿Por qué no ha vuelto para hablar conmigo? Porque no me cree —dijo antes<br />

<strong>de</strong> que él pudiese respon<strong>de</strong>r—. Piensa que me lo inventé.<br />

—Si quieres saber lo que cree, pregúntaselo. Yo te digo lo que sé.<br />

— 88 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Quiero ir allí y verlo por mí misma.<br />

—Eso es cosa tuya.<br />

—No sé cómo llegar allí. Y aunque tal vez seas la última persona a la que quiero<br />

pedirle un maldito favor, ¿sabes una cosa?, también eres la única persona que estoy<br />

absolutamente segura <strong>de</strong> que no mató a esa mujer. Salvo que, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> tus otras<br />

aptitu<strong>de</strong>s, puedas echar alas y volar. Salgo a las tres. Pue<strong>de</strong>s recogerme aquí.<br />

—¿Puedo?<br />

—Sí, pue<strong>de</strong>s. Y lo harás. Porque estás tan intrigado con esto como yo. —Se<br />

metió la mano en el bolsillo, sacó un arrugado y <strong>de</strong>scolorido billete <strong>de</strong> diez dólares y<br />

se lo puso en la mano con un gesto brusco—. Ahí tienes. Eso <strong>de</strong>bería cubrir la<br />

gasolina.<br />

Se marchó a gran<strong>de</strong>s pasos y le <strong>de</strong>jó mirando el billete con una mezcla <strong>de</strong><br />

diversión y enojo.<br />

— 89 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 8<br />

Reece puso a hervir la sopa y, con un humor <strong>de</strong> perros, empezó a elaborar<br />

mentalmente una lista <strong>de</strong> lo que consi<strong>de</strong>raba productos esenciales para cualquier<br />

cocina.<br />

Restaurante <strong>de</strong> cinco tenedores, local mo<strong>de</strong>sto <strong>de</strong> pueblo, cocina doméstica...<br />

¿Qué más daba? La comida era comida y ¿Por qué <strong>de</strong>monios no <strong>de</strong>bía estar<br />

perfectamente preparada?<br />

Aprontó varios pedidos para clientes que, por razones que se le escapaban,<br />

querían comer una hamburguesa <strong>de</strong> búfalo antes <strong>de</strong>l mediodía. Entre un pedido y<br />

otro se <strong>de</strong>dicó a limpiar la cocina, empezando por el interior <strong>de</strong> los armarios.<br />

Estaba <strong>de</strong> rodillas repasando la zona <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l frega<strong>de</strong>ro cuando Linda-Gail<br />

se agachó junto a ella.<br />

—¿Intentas que los <strong>de</strong>más que<strong>de</strong>mos mal?<br />

—No. Me mantengo ocupada.<br />

—Cuando hayas terminado aquí, pue<strong>de</strong>s ir a mi casa y mantenerte ocupada allí.<br />

¿Estás cabreada con Joanie?<br />

—No, estoy cabreada con el mundo. Con todo el puto y asqueroso mundo.<br />

Linda-Gail echó un vistazo por encima <strong>de</strong>l hombro y bajó la voz.<br />

—¿Tienes la regla?<br />

—No.<br />

—Es que durante uno o dos días al mes suelo cabrearme con todo el puto y<br />

asqueroso mundo. ¿Puedo hacer algo?<br />

—¿Pue<strong>de</strong>s eliminar las últimas veinticuatro horas con el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> tu mente?<br />

—No creo —dijo al tiempo que apoyaba una mano en la espalda <strong>de</strong> Reece en un<br />

gesto cariñoso—, pero llevo chocolate en el bolso.<br />

Reece soltó un suspiro y <strong>de</strong>jó caer el trapo en el cubo <strong>de</strong> agua jabonosa.<br />

—¿Qué clase <strong>de</strong> chocolate?<br />

—Los cuadraditos envueltos en papel dorado que el hotel pone sobre las<br />

almohadas por la noche. María, la encargada <strong>de</strong> la limpieza, es mi camello.<br />

La sonrisa parecía tan ajena en el rostro <strong>de</strong> Reece que casi dolía.<br />

—No son malos. Gracias, quizá...<br />

—Reece, ven un momento a mi <strong>de</strong>spacho.<br />

La voz <strong>de</strong> Joanie's, cortante y fría, la obligó a sacar la cabeza <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l<br />

frega<strong>de</strong>ro.<br />

Reece y Linda-Gail intercambiaron una mirada —y la <strong>de</strong> Linda-Gail estaba llena<br />

<strong>de</strong> compasión— antes <strong>de</strong> que Reece se levantase y siguiese a Joanie al pequeño<br />

<strong>de</strong>spacho.<br />

— 90 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Cierra esa puerta. Mi hijo acaba <strong>de</strong> llamarme. Resulta que el sheriff ha ido al<br />

rancho a hacer preguntas. Al parecer, busca a unas personas, sobre todo a una mujer<br />

que podría haber <strong>de</strong>saparecido. Cas no le ha sacado gran cosa, pero no he criado a<br />

ningún bobo, así que ha atado cabos.<br />

Se volvió a la pequeña ventana y la abrió <strong>de</strong> par en par antes <strong>de</strong> vaciarse el<br />

bolsillo <strong>de</strong> cigarrillos.<br />

—Rick dice que pue<strong>de</strong> que alguien viese que algo le pasaba a esa mujer, que<br />

pue<strong>de</strong> que esa persona estuviese en Little Ángel y creyese que algo pasaba al otro<br />

lado <strong>de</strong>l río. Como yo tampoco soy boba, supongo que ese alguien que pudo ver algo<br />

eres tú.<br />

—El sheriff me pidió que no dijese nada hasta que él investigase, pero como no<br />

encuentra nada... Vi cómo un hombre mataba a una mujer. Le vi estrangularla y yo<br />

estaba <strong>de</strong>masiado lejos para hacer nada. Y ahora no encuentran nada, como si nunca<br />

hubiese ocurrido.<br />

Joanie soltó un torrente <strong>de</strong> humo.<br />

—¿Qué mujer?<br />

—No sé. No la reconocí. No la vi bien. Ni su cara, ni la <strong>de</strong> él. Pero vi... Vi...<br />

—No vayas a ponerte histérica —dijo Joanie con voz fría y firme—. Si lo<br />

necesitas, siéntate, pero no te pongas histérica.<br />

—De acuerdo. —Reece no se sentó, pero se enjugó las lágrimas con las manos—<br />

. Los vi. Vi lo que él le hizo. Fui la única que vio algo.<br />

Las botas <strong>de</strong> ella golpeando el suelo.<br />

Unas Nike negras <strong>de</strong> caña alta con tiras plateadas en la puerta <strong>de</strong>l almacén.<br />

Su cazadora negra y su gorra anaranjada <strong>de</strong> cazador.<br />

Suda<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> color gris oscuro, pistola gran<strong>de</strong> y negra.<br />

—Fui la única que vio algo —repitió—, pero no vi lo suficiente.<br />

—Dijiste que Brody y tú estabais en el sen<strong>de</strong>ro.<br />

—Él estaba más abajo y no lo vio. Subió conmigo luego, pero ya no había nada<br />

que ver. —En aquella habitación diminuta le faltaba aire; Reece se acercó a la<br />

ventana—. No me lo imaginé —añadió.<br />

—¿Por qué iba a pensar que lo imaginaste? Si estabas trastornada por esto,<br />

podías haberte tomado el día libre.<br />

—Ya me lo tomé ayer y mira lo que pasó. ¿Te ha dicho Cas... si había alguna<br />

mujer alojada en el rancho?<br />

—Todos los que se alojan o trabajan allí están controlados.<br />

—Claro —dijo Reece cerrando los ojos, sin saber si <strong>de</strong>bía sentirse aliviada o<br />

aterrada—. Claro que sí.<br />

Después <strong>de</strong> llamar a la puerta, Linda-Gail asomó la cabeza.<br />

—Lo siento, pero aquí fuera empezamos a estar apurados.<br />

—Diles que se esperen —or<strong>de</strong>nó Joanie, y luego aguardó a que la puerta<br />

volviese a cerrarse—, ¿Pue<strong>de</strong>s acabar tu turno?<br />

—Sí. Prefiero tener algo que hacer.<br />

—Entonces ocúpate <strong>de</strong> la cocina. Mientras tanto, si te comes el coco, pasa <strong>de</strong> lo<br />

— 91 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

que Rick Mardson te diga. Pue<strong>de</strong>s hablar conmigo.<br />

—Gracias. Me siento como si me hubiesen retorcido las tripas.<br />

—No me extraña. Seguro que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> soltarlo te sientes mejor.<br />

—Sí, es cierto. Si te preguntase... Ya se lo he preguntado a Brody, pero el sheriff<br />

Mardson y él son amigos... Bueno, si te preguntase a ti, ¿me dirías qué opinión tienes<br />

<strong>de</strong> él como sheriff?<br />

—Lo bastante buena para haber votado por él las dos veces que se ha<br />

presentado. Hace una docena <strong>de</strong> años que los conozco, a Debbie y a él, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se<br />

trasladaron aquí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Cheyenne.<br />

—Sí, pero... —Reece se hume<strong>de</strong>ció los labios—. Me refiero a su trabajo como<br />

policía.<br />

—En cuanto a eso, hace lo que hay que hacer, sin llamar mucho la atención. Tal<br />

vez creas que no hay mucho que hacer en un pueblo <strong>de</strong> este tamaño, pero te<br />

garantizo que todo hijo <strong>de</strong> vecino tiene un arma en Ángel's Fist. La mayoría más <strong>de</strong><br />

una. Rick se asegura <strong>de</strong> que la gente las utilice para cazar y practicar el tiro al blanco.<br />

Mantiene el ambiente todo lo pacífico que puedas imaginarte cuando este pueblo<br />

rebosa <strong>de</strong> turistas. Hace su trabajo.<br />

No hacía falta ser un lince para ver que Reece no estaba convencida.<br />

—Deja que te pregunte una cosa —continuó Joanie—. ¿Hay algo más que<br />

puedas hacer sobre este asunto aparte <strong>de</strong> lo que hiciste?<br />

—No lo sé.<br />

—Entonces déjalo en manos <strong>de</strong> Rick, vuelve a la cocina y haz tu trabajo.<br />

—De acuerdo, supongo que tienes razón. Ah, Joanie, estoy haciendo esa lista, y<br />

solo quería mencionar que comprar ajos frescos resultaría a la larga mucho más<br />

barato y práctico que comprar el ajo molido.<br />

—Lo tendré en cuenta.<br />

La sopa fue un éxito, así que no tenía sentido pensar que habría quedado más<br />

rica si hubiese tenido a mano todos los ingredientes que echaba en falta.<br />

Aquella constante lucha por conseguir la perfección era cosa <strong>de</strong>l pasado. ¿Aún<br />

no había aprendido que bastaba con salir a<strong>de</strong>lante? Allí a nadie le importaba si el<br />

orégano era fresco o si llevaba seis meses en frascos <strong>de</strong> plástico.<br />

¿Por qué <strong>de</strong>bía importarle a ella?<br />

Solo tenía que cocinar, servir y cobrar su cheque.<br />

No pertenecía a aquel lugar. En realidad, seguramente había cometido un error<br />

al quedarse con el apartamento <strong>de</strong> arriba. Estaba <strong>de</strong>masiado cerca. Debería<br />

trasladarse <strong>de</strong> nuevo al hotel.<br />

Mejor aún, <strong>de</strong>bería meter sus cosas en el coche y marcharse.<br />

Nada la retenía allí. Nada la retenía en ninguna parte.<br />

—¡Brody está aquí! —le gritó Linda-Gail—. Ahí tienes la nota. El doctor y él han<br />

pedido la sopa.<br />

—Brody y el doctor —masculló Reece—. ¿No es perfecto?<br />

Les serviría sopa, muy bien. Sin problemas.<br />

Mientras la rabia empezaba a burbujear, llenó dos cuencos y los puso en un<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

plato con pan y mantequilla. Y cuando el burbujeo se convirtió en vapor, los llevó a<br />

la mesa don<strong>de</strong> estaban sentados los hombres.<br />

—Aquí tienen su sopa. Y como acompañamiento voy a <strong>de</strong>jar clara una cosa. No<br />

necesito ni quiero ningún examen médico. No estoy enferma. No le ocurre nada a mi<br />

vista. No me dormí en el sen<strong>de</strong>ro y no soñé que veía estrangular a una mujer.<br />

La violencia <strong>de</strong> sus palabras flotando en el aire interrumpió las conversaciones<br />

en las mesas cercanas. Por un momento, solo se oyó a Clarín lirooks en la máquina <strong>de</strong><br />

discos.<br />

—Que disfruten <strong>de</strong> su comida —concluyó Reece antes <strong>de</strong> volver a la cocina.<br />

Se quitó <strong>de</strong> un tirón el <strong>de</strong>lantal y cogió su chaqueta.<br />

—Mi turno ha terminado. Me voy arriba.<br />

—Muy bien. —Joanie colocó una hamburguesa sobre la plancha—. Mañana<br />

trabajas <strong>de</strong> once a ocho.<br />

—Conozco mis turnos.<br />

Salió por la puerta <strong>de</strong> atrás, dio la vuelta hasta el lateral <strong>de</strong>l edificio y subió por<br />

la escalera con pasos bruscos.<br />

Una vez en el apartamento, buscó los mapas y las guías <strong>de</strong> la zona. Ella sola<br />

encontraría la forma <strong>de</strong> llegar. No necesitaba un acompañante; no necesitaba a un<br />

hombre que la siguiera para aplacarla y tratarla con aire protector.<br />

Abrió el mapa y contempló cómo caía al suelo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos sin fuerza.<br />

Estaba cubierto <strong>de</strong> rayas <strong>de</strong>ntadas, curvas y manchas rojas. La zona <strong>de</strong>l otro<br />

lado <strong>de</strong>l sen<strong>de</strong>ro don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>tuvo el día anterior estaba ro<strong>de</strong>ada por docenas <strong>de</strong><br />

círculos.<br />

Ella no había hecho aquellas marcas. Sin embargo, se miró los <strong>de</strong>dos como si<br />

esperase ver manchas rojas en las yemas. El día anterior el mapa estaba impoluto, y<br />

ahora parecía que lo hubieran plegado una y otra vez, pintarrajeado y garabateado<br />

en algún código disparatado.<br />

Ella no lo había hecho. No podía haberlo hecho.<br />

Respirando con dificultad, se precipitó al cajón <strong>de</strong> la cocina y lo abrió <strong>de</strong> un<br />

tirón. Allí, justo don<strong>de</strong> lo había puesto, estaba su rotulador rojo. Con <strong>de</strong>dos<br />

temblorosos, le quitó la tapa y vio que la punta estaba embotada y aplanada.<br />

Pero antes no lo estaba. Se lo había comprado al señor Drubber hacía pocos<br />

días.<br />

Con mucho cuidado volvió a colocar la tapa y <strong>de</strong>jó el rotulador en el cajón.<br />

Cerró el cajón. Luego se volvió con la espalda contra la pared y observó el<br />

apartamento.<br />

No había nada fuera <strong>de</strong> su sitio. Se daría cuenta. Si hubiesen movido un libro<br />

un solo centímetro lo sabría. Pero todo estaba exactamente tal como lo había <strong>de</strong>jado<br />

por la mañana. Cuando salió y cerró la puerta con llave.<br />

Había comprobado la cerradura dos veces. Tal vez tres.<br />

Volvió a mirar el mapa que estaba en el suelo. ¿Ella había hecho aquello? En<br />

algún momento <strong>de</strong> la noche, entre las pesadillas y los estremecimientos, ¿se había<br />

levantado y había sacado el rotulador <strong>de</strong>l cajón?<br />

— 93 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

En ese caso, ¿por qué no se acordaba?<br />

Se dijo que no importaba y fue a recoger el mapa. Estaba trastornada, era<br />

natural. Estaba muy trastornada y había cogido el rotulador para estar segura <strong>de</strong> que<br />

no olvidaría el punto exacto don<strong>de</strong> había visto el asesinato.<br />

Eso no la convertía en una loca.<br />

Plegó el mapa. Decidió comprar uno nuevo. Tiraría aquel, lo enterraría entre la<br />

basura <strong>de</strong>l restaurante y compraría uno nuevo. Solo era un mapa. No valía la pena<br />

preocuparse.<br />

Pero cuando oyó pisadas en la escalera se lo metió a toda prisa, sintiéndose<br />

culpable, en el bolsillo <strong>de</strong>l pantalón.<br />

La llamada fue enérgica y, sí era capaz <strong>de</strong> interpretar el sonido <strong>de</strong>l golpear <strong>de</strong><br />

unos nudillos contra la ma<strong>de</strong>ra, irritada. Supo que era Brody quien estaba al otro<br />

lado <strong>de</strong> la puerta.<br />

Se tomó un momento para asegurarse <strong>de</strong> que estaba lo bastante tranquila y<br />

luego fue a abrir.<br />

—¿Estás lista?<br />

—He cambiado <strong>de</strong> opinión. Voy a ir sola.<br />

—Muy bien. Hazlo. —Pero la empujó con suavidad hasta obligarla a retroce<strong>de</strong>r<br />

un paso y a continuación cerró la puerta tras <strong>de</strong> sí <strong>de</strong> un portazo—. No sé por qué me<br />

molesto —continuó—. No he llevado al doctor a rastras al restaurante para que te<br />

echase un vistazo. ¿Por qué <strong>de</strong>monios habría <strong>de</strong> hacerlo?<br />

Resulta que va a comer allí varias veces por semana, cosa que, si no eres ciega y<br />

estúpida, habrás visto con tus propios ojos. También resulta que, si coincidimos allí, a<br />

veces nos sentamos juntos. A eso se le llama ser sociable. ¿Estás contenta?<br />

—No. No <strong>de</strong>masiado.<br />

—Mejor, porque seguramente lo que viene a continuación te pondrá como una<br />

moto. Rick ha hecho algunas investigaciones. En eso consiste su trabajo, que yo sepa.<br />

Así que el rumor se está difundiendo. El doctor me ha preguntado si sabía algo.<br />

Intentaba <strong>de</strong>cidir si se lo contaba o no hasta que has servido la sopa. Una sopa<br />

riquísima, por cierto, aunque estés como una cabra.<br />

—Me pasé tres meses en un hospital psiquiátrico. Oír que estoy como una cabra<br />

no hiere mis sentimientos.<br />

—Tal vez <strong>de</strong>berías haberte pasado allí unas cuantas semanas más.<br />

Reece abrió la boca y la cerró. Luego fue hasta el diván y se sentó. Y se echó a<br />

reír. Siguió riendo mientras se <strong>de</strong>shacía la cola <strong>de</strong> caballo y el pelo le caía suelto sobre<br />

la espalda.<br />

—¿Por qué es un consuelo? ¿Por qué <strong>de</strong>monios esa clase <strong>de</strong> respuesta grosera e<br />

ina<strong>de</strong>cuada es más fácil <strong>de</strong> oír que todos los «pobrecita» y los «bueno, bueno, ya pasó<br />

todo». Pue<strong>de</strong> que esté como una cabra. Pue<strong>de</strong> que haya perdido el juicio.<br />

—Tal vez <strong>de</strong>berías <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> tenerte lástima.<br />

—Creía haberlo hecho, pero me parece que no. Gente con buenas intenciones,<br />

gente que se preocupaba por mí, una fila <strong>de</strong> médicos o psiquiatras cada vez que<br />

parpa<strong>de</strong>aba.<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Yo no tengo buenas intenciones. Yo no te quiero.<br />

—Lo recordaré la próxima vez —respondió Reece mientras <strong>de</strong>jaba el coletero<br />

sobre la mesita junto al diván—. ¿Aún estás dispuesto a llevarme allí?<br />

—De todos modos, ya he perdido el día.<br />

—Muy bien.<br />

La muchacha se levantó para ir a buscar su mochila.<br />

Brody se quedó junto a la puerta y observó cómo comprobaba el contenido.<br />

Cerró la cremallera. La abrió. Volvió ha comprobar el interior. Le pareció adivinar<br />

que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cerrar la cremallera por segunda vez, por un momento Reece estuvo<br />

a punto <strong>de</strong> volver a abrirla.<br />

Cuando él abrió la puerta, la muchacha salió y cerró con llave. Luego se quedó<br />

un momento mirando la puerta.<br />

—A<strong>de</strong>lante, comprueba que has cerrado con llave. No tiene sentido que<br />

empieces a preocuparte y a obsesionarte cuando nos hayamos marchado.<br />

—Gracias.<br />

Reece lo comprobó, le <strong>de</strong>dicó una breve mirada <strong>de</strong> disculpa y a continuación<br />

volvió a comprobarlo antes <strong>de</strong> obligarse a bajar por la escalera.<br />

—He mejorado —le dijo—. Antes tardaba veinte minutos en salir <strong>de</strong> una<br />

habitación. Y eso tomando ansiolíticos.<br />

—Gracias a la química se vive mejor.<br />

—No tanto. Las píldoras me <strong>de</strong>jan... ausente. Más <strong>de</strong> lo que pueda parecerte.<br />

Antes <strong>de</strong> subir al coche, comprobó el asiento trasero.<br />

—Durante un tiempo no me importó sentirme ausente, pero prefiero tomarme<br />

la molestia <strong>de</strong> asegurarme <strong>de</strong> las cosas a tomar una píldora.<br />

Se abrochó el cinturón <strong>de</strong> seguridad y lo verificó.<br />

—¿No te interesa por qué estuve en un hospital psiquiátrico?<br />

—¿Vas a contarme tu vida?<br />

—No, pero supongo que, ya que te he metido en esto, <strong>de</strong>berías conocer una<br />

parte.<br />

Brody se <strong>de</strong>svió <strong>de</strong> la curva para tomar el camino que bor<strong>de</strong>aba el lago y salía<br />

<strong>de</strong>l pueblo.<br />

—Ya conozco una parte. El sheriff comprobó tus antece<strong>de</strong>ntes.<br />

—Él... —Reece se interrumpió para reflexionar—. Supongo que es lógico. Nadie<br />

me conoce, y <strong>de</strong> pronto digo que he visto un crimen.<br />

—¿Cogieron al tipo que te disparo?<br />

—No—respondió ella con mirada ausente mientras levantaba la mano <strong>de</strong> forma<br />

automática para trotarse el pecho—. Creen que i<strong>de</strong>ntificaron a uno <strong>de</strong> ellos, pero<br />

murió <strong>de</strong> sobredosis antes <strong>de</strong> que pudiesen interrogarle. Había más <strong>de</strong> uno no sé<br />

cuántos, pero más <strong>de</strong> uno. Por fuerza.<br />

—Ya.<br />

—Doce personas. Personas con las que trabajé o para las que cociné y que me<br />

importaban. Todas muertas. Yo también <strong>de</strong>bería haber muerto. Esa es una <strong>de</strong> las<br />

cosas en las que pienso. Por qué yo sobreviví y ellos no. ¿Qué sentido tiene eso?<br />

— 95 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Te tocó la lotería.<br />

—Es posible. Pue<strong>de</strong> que sea así <strong>de</strong> frío. —Reece se preguntó si el frío resultaba<br />

un consuelo—. No consiguieron más que dos mil dólares. La gente suele pagar con<br />

tarjeta <strong>de</strong> crédito cuando sale a cenar. Dos mil dólares y lo que había en las carteras y<br />

los bolsos. Algunas joyas... Nada especial. Vino y cerveza. Teníamos una buena<br />

bo<strong>de</strong>ga <strong>de</strong> vinos. Pero no murieron por eso. Nadie les habría <strong>de</strong>tenido, nadie se<br />

habría metido con ellos. No por dinero, vino y unos cuantos relojes.<br />

—¿Por qué murieron?<br />

Reece fijó la vista en las montañas, tan po<strong>de</strong>rosas, tan salvajes contra el azul<br />

lechoso <strong>de</strong>l cielo.<br />

—Porque los que entraron así lo <strong>de</strong>cidieron. Para pasarlo bien. Una matanza<br />

por diversión. Se lo oí <strong>de</strong>cir a los policías. Trabajaba allí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los dieciséis años.<br />

Crecí en Maneo's.<br />

—Empezaste a trabajar a los dieciséis... Debías <strong>de</strong> ser <strong>de</strong> esas chicas que hacen<br />

lo que les da la gana.<br />

—Tuve mis momentos, pero quería trabajar. Quería trabajar en un restaurante.<br />

Ponía las mesas y cocinaba los fines <strong>de</strong> semana, durante el verano y en las<br />

vacaciones. Me encantaba. —Podía verlo como si no hubiese pasado el tiempo. El<br />

ajetreo en la cocina, el ruido <strong>de</strong> los platos al otro lado <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> batiente, las<br />

voces, los olores—. Era mi última noche. Iban a darme una pequeña fiesta <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>spedida. Se suponía que era una sorpresa, así que estaba perdiendo el tiempo en la<br />

cocina para que pudiesen prepararlo todo. Hubo gritos, disparos y ruido <strong>de</strong> cristales<br />

rotos. Creo que por un momento me quedé <strong>de</strong>sconcertada. No se oían gritos y<br />

disparos en Maneo's, era un agradable restaurante familiar. Sheryl Crow.<br />

—¿Cómo?<br />

—En la radio <strong>de</strong> la cocina sonaba Sheryl Crow. Cogí mi teléfono móvil, al<br />

menos así lo recuerdo. Y se abrió la puerta. Empecé a volverme, o quizá eché a<br />

correr. En mi mente, cuando lo pienso, o en los sueños, veo la pistola y la suda<strong>de</strong>ra<br />

con capucha <strong>de</strong> color gris oscuro. Eso es todo. Veo eso, me caigo al suelo, y entonces<br />

surge el dolor. Dos veces, dijeron. Una en el pecho; la otra bala me rozó la cabeza.<br />

Pero sobreviví.<br />

Cuando hizo una pausa, Brody la miró un instante.<br />

—Continúa.<br />

—Me caí hacia atrás, contra el armario. Productos <strong>de</strong> limpieza. Había estado<br />

guardando productos <strong>de</strong> limpieza en el armario, y me caí <strong>de</strong>ntro. Los policías me lo<br />

dijeron <strong>de</strong>spués. No sabía dón<strong>de</strong> estaba. Me <strong>de</strong>spabilé un poco. Me sentía atontada y<br />

confusa. Tenía frío. —Volvió a frotarse los pechos con la mano—. No podía respirar<br />

con aquel peso en el pecho, aquel dolor horrible. Me faltaba el aire. La puerta seguía<br />

abierta, no <strong>de</strong>l todo, solo unos centímetros. Oí voces, y al principio traté <strong>de</strong> pedir<br />

ayuda. Pero no pu<strong>de</strong>. Por suerte, no pu<strong>de</strong>. Oí llanto y gritos, y también carcajadas. —<br />

Bajó la mano hasta el regazo, muy <strong>de</strong>spacio—. Entonces no pensé en pedir ayuda.<br />

Solo pensé en no hacer ruido, ningún ruido, para que no viniesen a mirar, no<br />

viniesen a matarme. Algo se <strong>de</strong>rrumbó. Mi amiga, mi ayudante, cayó al otro lado <strong>de</strong><br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

la puerta. Ginny. Ginny Shanks. Tenía veinticuatro años. Tenía novio <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el mes<br />

anterior, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día <strong>de</strong> <strong>San</strong> Valentín. Iban a casarse en octubre. Yo iba a ser su dama<br />

<strong>de</strong> honor. —Al ver que Brody no <strong>de</strong>cía nada, Reece cerró los ojos y siguió—. Ginny<br />

cayó; pu<strong>de</strong> verle la cara a través <strong>de</strong> la rendija <strong>de</strong> la puerta. La tenía magullada y<br />

ensangrentada; <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> haberle pegado. Lloraba y suplicaba. Y nuestras miradas se<br />

encontraron durante un segundo. Creo que así fue. Entonces oí el disparo, y ella<br />

sufrió una sacudida. Solo una, como una marioneta que cuelga <strong>de</strong> unos hilos. Sus<br />

ojos cambiaron. En un instante, la vida había <strong>de</strong>saparecido. Uno <strong>de</strong> ellos <strong>de</strong>bió <strong>de</strong><br />

darle una patada a la puerta, porque se cerró. Todo estaba negro. Ginny estaba allí<br />

mismo, al otro lado <strong>de</strong> la puerta, y no pu<strong>de</strong> hacer nada por ella. Por ninguno <strong>de</strong> ellos.<br />

No podía salir. Estaba en mi ataúd, enterrada viva, y todos estaban muertos. Eso es<br />

lo que pensé. La policía me encontró. Y sobreviví.<br />

—¿Cuánto tiempo pasaste en el hospital?<br />

—Seis semanas, pero no recuerdo para nada las dos primeras, y solo imágenes<br />

sueltas <strong>de</strong> las siguientes. Pero no lo llevé <strong>de</strong>masiado bien.<br />

—¿Qué es lo que no llevaste <strong>de</strong>masiado bien?<br />

—El inci<strong>de</strong>nte, sobrevivir a él, ser una víctima.<br />

—¿Cuál sería la <strong>de</strong>finición <strong>de</strong> llevar bien que te disparen, que te <strong>de</strong>jen por<br />

muerta y ver cómo matan a una amiga?<br />

—Respon<strong>de</strong>r a la terapia, aceptar que no pu<strong>de</strong> hacer nada para evitar o impedir<br />

nada <strong>de</strong> eso, incluso sentirme agra<strong>de</strong>cida por haberme salvado. Encontrar a Cristo o<br />

lanzarme a los placeres <strong>de</strong> la vida hasta agotarlos —dijo la muchacha en tono<br />

impaciente—. No lo sé. Pero no fui capaz <strong>de</strong> afrontarlo. Sufrí pánico y terrores<br />

nocturnos. Sonambulismo, ataques <strong>de</strong> histeria y luego momentos <strong>de</strong> letargo. Creo<br />

que les oía venir por mí, veía aquella suda<strong>de</strong>ra gris por la calle, en gente<br />

<strong>de</strong>sconocida. Sufrí una crisis; <strong>de</strong> ahí el hospital psiquiátrico.<br />

—¿Te metieron en un psiquiátrico?<br />

—Ingresé por propia voluntad cuando me di cuenta <strong>de</strong> que no mejoraba. No<br />

podía trabajar. No podía comer. No podía hacer nada —explicó frotándose la sien—.<br />

Pero <strong>de</strong>cidí marcharme porque comprendí lo fácil que sería quedarme en aquel<br />

ambiente controlado. Dejé <strong>de</strong> tomar las píldoras porque con ellas me sentía casi todo<br />

el tiempo atontada, y ya me había pasado largos períodos así.<br />

—O sea que ahora solo eres neurótica y maniática.<br />

—Más o menos. Claustrofóbica, obsesivo compulsiva, con paranoia ocasional y<br />

ataques <strong>de</strong> pánico frecuentes. Tengo pesadillas y a veces me <strong>de</strong>spierto creyendo que<br />

todo ocurre <strong>de</strong> nuevo o pue<strong>de</strong> volver a ocurrir. Pero vi a aquellas dos personas. No<br />

me las imaginé. Las vi.<br />

—Muy bien —respondió él mientras aparcaba en el arcén—. Des<strong>de</strong> aquí iremos<br />

caminando.<br />

Reece bajó la primera y, armándose <strong>de</strong> valor, se sacó el mapa <strong>de</strong>l bolsillo.<br />

—He ido a coger esto cuando estaba cabreada porque creía que le habías<br />

hablado <strong>de</strong> mí al doctor. He subido y he sacado esto porque iba a venir yo sola. —<br />

Abrió el mapa y se lo dio—. No recuerdo haberlo llenado <strong>de</strong> marcas. No lo recuerdo,<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

pero eso no significa que me imaginase lo que pasó ayer. Supongo que tuve un<br />

ataque <strong>de</strong> pánico durante la noche y lo he borrado <strong>de</strong> mi mente.<br />

—Entonces, ¿por qué me lo enseñas?<br />

—Deberías saber con qué te enfrentas.<br />

Brody miró el mapa un momento y luego lo plegó.<br />

—Vi tu cara ayer cuando bajaste corriendo por el sen<strong>de</strong>ro. Si te imaginaste que<br />

viste cómo mataban a aquella mujer, estás perdiendo el tiempo en la cocina.<br />

Cualquiera que tenga una imaginación tan <strong>de</strong>sbordante <strong>de</strong>bería ser escritor, como yo.<br />

Ven<strong>de</strong>rías más libros que J. K. Rowling.<br />

—Me crees <strong>de</strong> verdad.<br />

—Por el amor <strong>de</strong> Dios, escúchame bien —respondió, poniéndole el mapa en las<br />

manos con un gesto brusco—. Si no te creyese, no estaría aquí. Tengo mi propia vida,<br />

mi propio trabajo, mi propio tiempo. Viste lo que viste, y es una putada. Ha muerto<br />

una mujer, y no pue<strong>de</strong> ser que a nadie le importe una mierda.<br />

Reece cerró los ojos un instante.<br />

—No le tomes esto en el mal sentido, ¿Vale?<br />

Se acercó a él, le abrazó y posó ligeramente sus labios en los <strong>de</strong> él.<br />

—¿En qué mal sentido podría tomármelo?<br />

—En el <strong>de</strong> cualquier cosa que no sea sincero agra<strong>de</strong>cimiento —dijo mientras se<br />

echaba la mochila al hombro—. ¿Conoces el camino?<br />

—Sí, conozco el camino.<br />

Mientras se alejaban <strong>de</strong> la carretera, ella le echó una mirada rápida.<br />

—Es la primera vez que beso a un hombre <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace dos años.<br />

—No me extraña que estés loca. ¿Qué te ha parecido?<br />

—Reconfortante.<br />

Brody soltó un bufido.<br />

—Alguna vez, Flaca, tal vez busquemos algo un poco más interesante que<br />

reconfortante.<br />

—Tal vez sí.<br />

Reece se obligó a pensar en otra cosa.<br />

—Esta mañana, en uno <strong>de</strong> mis <strong>de</strong>scansos, me he escapado a la tienda y he<br />

comprado tu libro, Jamison P. Brody.<br />

—¿Cuál?<br />

—Por los suelos. Mac me ha dicho que era tu primera novela, así que he<br />

querido empezar por ella. Ha dicho que le gustó mucho.<br />

—A mí también.<br />

Reece se echó a reír.<br />

—Si me gusta, te lo diré. ¿Te llama alguien por tu nombre <strong>de</strong> pila?<br />

—No.<br />

—¿Qué significa la «p»?<br />

—Perverso.<br />

—Te pega —comentó Reece hume<strong>de</strong>ciéndose los labios—. Pudieron venir <strong>de</strong><br />

cualquier parte.<br />

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—Dijistes que no vistes mochilas ni equipo.<br />

—No, a lo mejor lo <strong>de</strong>jaron todo atrás, fuera <strong>de</strong> mi campo visual.<br />

—Reece, no había huellas en ninguna dirección, salvo las <strong>de</strong> Rick. Mira —dijo,<br />

agachándose—. ¿Ves esto? No soy ningún experto pero me las arreglo. Mis huellas<br />

<strong>de</strong> esta mañana y las <strong>de</strong> Rick. El terreno está bastante blando.<br />

—Pues no llegaron volando.<br />

—No, pero si él sabía algo <strong>de</strong> huellas y <strong>de</strong> excursionismo pudo borrar las suyas.<br />

—¿Por qué? ¿Quién iba a buscar aquí a una mujer muerta si nadie le vio<br />

matarla?<br />

—Tú le viste. Y pue<strong>de</strong> que él te viese a ti.<br />

—No miró a su alre<strong>de</strong>dor ni hacia el otro lado en ningún momento.<br />

—No mientras tú estabas mirando. Echaste a correr, ¿no? Y <strong>de</strong>jaste tus cosas<br />

apoyadas en la roca. Pue<strong>de</strong> que te viese cuando te ibas, o que viese tu mochila en la<br />

roca. Solo tuvo que sumar dos y dos y cubrió sus huellas. Tardamos dos horas en<br />

llegar a mi cabaña, y Rick tardó al menos media hora más en llegar aquí. Más bien<br />

una hora más, porque antes habló contigo. ¿Tres horas? Puñeta, cualquiera capaz <strong>de</strong><br />

distinguir su culo <strong>de</strong> su codo podría borrar las huellas <strong>de</strong>l paso <strong>de</strong> un elefante por<br />

aquí.<br />

—Me vio —dijo ella, y la garganta se le cerró <strong>de</strong> golpe ante la i<strong>de</strong>a.<br />

—Pue<strong>de</strong> que te viese y pue<strong>de</strong> que no. En cualquier caso, fue cuidadoso. Lo<br />

bastante listo y meticuloso para tomarse su tiempo y eliminar todos los indicios <strong>de</strong> su<br />

presencia y <strong>de</strong> la <strong>de</strong> ella.<br />

—Me vio. ¿Por qué no se me ha ocurrido antes? —se preguntó Reece pasándose<br />

una mano por la cara—. Cuando llegué don<strong>de</strong> tú estabas, ya la había arrastrado o se<br />

la había llevado a cuestas, o había lastrado el cadáver y lo había arrojado al agua.<br />

—Yo me inclinaría por la primera opción. Se tarda mucho en lastrar un cadáver.<br />

—Entonces se lo llevo.<br />

Reece se <strong>de</strong>tuvo. Allí estaba el río, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los árboles y las rocas. Su cuchilla<br />

cortaba el cañón <strong>de</strong> forma que las pare<strong>de</strong>s parecían volar hacía arriba en línea recta.<br />

«Como si estuviésemos en una caja —pensó—, con la tapa abierta a la extensión <strong>de</strong><br />

cielo.»<br />

—Des<strong>de</strong> aquí... —murmuró— se respira tanta soledad... La presencia <strong>de</strong>l río te<br />

aísla <strong>de</strong> todo. Es tan bonito que... ¿<strong>de</strong> qué podría uno preocuparse?<br />

—Un buen lugar para morir.<br />

—Ningún lugar lo es. Cuando has estado lo bastante cerca, sabes que ningún<br />

lugar es bueno para morir. Pero esto es tan imponente... Los árboles, las rocas, las<br />

pare<strong>de</strong>s, el agua... Podría haber sido lo último que ella viese, pero no lo vio. Estaba<br />

tan furiosa... Creo que no vio nada aparte <strong>de</strong> a él y su propia rabia. Luego <strong>de</strong>bieron<br />

<strong>de</strong> llegar el miedo y el dolor.<br />

—¿Ves dón<strong>de</strong> estabas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí?<br />

Reece se acercó al río. «Hoy hace más fresco —pensó—, y no hace tan buen<br />

día.» El sol no era tan intenso y las nubes eran más <strong>de</strong>nsas, torrentes y volutas <strong>de</strong><br />

blanco sobre azul.<br />

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—Allí—dijo Reece, señalando hacia arriba, al otro lado <strong>de</strong>l río—. Me <strong>de</strong>tuve allí,<br />

me senté, me comí un bocadillo y bebí agua. El sol era muy agradable, y me gustaba<br />

oír el agua. Vi el halcón. Luego los vi a ellos, aquí. —Se volvió hacia Brody—. Como<br />

estamos nosotros. Ella estaba <strong>de</strong> cara a él, así, y él se hallaba <strong>de</strong> espaldas al agua.<br />

Antes he dicho que me parecía que ella solo le veía a él. Supongo que también él la<br />

veía solo a ella. Me fijé más en ella porque estaba más agitada. Mucho movimiento.<br />

—Reece agitó los brazos para mostrarlo—. Un drama. Se percibía el calor <strong>de</strong> ella<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el otro lado <strong>de</strong>l río. Echaba humo. Pero él parecía muy controlado, al menos su<br />

lenguaje corporal. ¿Me lo estoy inventando? —dijo mientras se presionaba los ojos<br />

con los <strong>de</strong>dos—. ¿Estoy recordando lo que ocurrió o proyectando?<br />

—Sabes lo que viste.<br />

La calma absoluta <strong>de</strong> su tono la llevó a <strong>de</strong>jar caer las manos y le calmó los<br />

nervios <strong>de</strong>l estómago.<br />

—Sí. Sí que lo sé. Ella movía los brazos y le señalaba con el <strong>de</strong>do. Parecía que le<br />

dijese: «Te lo advierto». Y le dio un empujón. —Reece plantó las manos en el pecho<br />

<strong>de</strong> Brody y le empujó—. Creo que él dio un paso atrás —dijo en tono seco—. Si no te<br />

importa meterte en el personaje...<br />

—De acuerdo —accedió él.<br />

—Él hizo así. —Reece cruzó las manos y las separó—. Pensé: ¡Seguro! Como la<br />

señal <strong>de</strong>l árbitro.<br />

—¿Pensaste en el béisbol? —preguntó Brody, divertido.<br />

—Por un segundo. Pero significaba «Ya está bien. Me he hartado». Entonces ella<br />

le dio una bofetada.<br />

Cuando Reece echó la mano hacia atrás, Brody la cogió <strong>de</strong> la muñeca.<br />

—Ya me hago a la i<strong>de</strong>a.<br />

—No iba a pegarte. Él le agarró la mano la primera vez, y luego ella se liberó y<br />

volvió a pegarle. Fue entonces cuando él la tiró al suelo <strong>de</strong> un empujón. A<strong>de</strong>lante.<br />

—Claro.<br />

Brody la empujó y, aunque ella tuvo que retroce<strong>de</strong>r un poco, no cayó al suelo.<br />

—Debió ser mucho más fuerte. No —dijo Reece levantando las manos cuando<br />

él sonrió e hizo el gesto <strong>de</strong> darle otro empujón—. Ya sigo yo. —Miró hacia atrás para<br />

calibrar la distancia hasta las rocas. Reconstruir el crimen no significaba que tuviese<br />

que darse un golpe tontamente—. Espera —añadió—. No llevaba mochila. Reece se<br />

quitó la suya, la echó a un lado y se <strong>de</strong>jó caer en el suelo—. Debió <strong>de</strong> caer con más<br />

fuerza, y creo que se golpeó la cabeza contra el suelo, o tal vez contra estas rocas. Se<br />

quedó un momento así. Se le cayó la gorra. Se me olvidó eso. Se le cayó la gorra y,<br />

cuando sacudió la cabeza, como si estuviese un poco mareada, hubo un <strong>de</strong>stello.<br />

Pendientes. Debía <strong>de</strong> llevar pendientes. Yo no prestaba suficiente atención.<br />

—Diría que en eso te equivocas. ¿Qué hizo él? ¿Avanzar hacia ella?<br />

—No, no. Ella se levantó enseguida y arremetió contra él. No tenía miedo,<br />

estaba cabreada. Muy cabreada. Le chillaba... Yo no la oía, pero la veía. Él la tiró al<br />

suelo. Esa vez no hubo empujón. Y cuando cayó, el se puso a horcajadas sobre ella.<br />

Reece se echó y miró a Brody.<br />

— 100 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿Te importaría?<br />

—Des<strong>de</strong> luego que no. No hay problema.<br />

Colocó un pie a cada lado <strong>de</strong> Reece.<br />

—Él le ofreció una mano, creo, pero ella no quiso levantarse. Se apoyó en los<br />

codos y siguió increpándole. Movía la boca y pu<strong>de</strong> imaginar que le gritaba y le<br />

insultaba. Entonces él se agachó.<br />

Brody se puso en cuclillas.<br />

—Él se sentó sobre ella, le echó el peso encima para sujetarla —siguió Reece;<br />

Brody hizo lo propio—. ¡Uf! Sí, así fue. No jugaban, no había nada sexual, al menos<br />

no me lo pareció. Ella le abofeteaba, y él le sujetó los brazos contra el suelo. ¡No, no lo<br />

hagas! —exclamó llevada por el pánico cuando Brody le agarró las muñecas—. ¡No<br />

puedo! ¡No!<br />

—Tranquila —dijo él mirándola a los ojos, mientras reducía la fuerza con que la<br />

sujetaba—. No voy a hacerte daño. Dime qué pasó a continuación.<br />

—Ella forcejeaba, se retorcía <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> él. Pero él era más fuerte. La agarró <strong>de</strong>l<br />

pelo y le golpeó la cabeza contra el suelo. Luego... luego le puso las manos alre<strong>de</strong>dor<br />

<strong>de</strong>l cuello. Ella se resistió, trató <strong>de</strong> quitárselo <strong>de</strong> encima, le aferró las muñecas, pero<br />

no creo que le quedasen muchas fuerzas. Espera... Con las rodillas, él le sujetó los<br />

brazos contra el suelo para impedir que le golpease. ¡También olvidé eso, maldita<br />

sea!<br />

—Ahora te has acordado.<br />

—Ella pateó, supongo que tratando <strong>de</strong> hacer palanca. Golpeó el suelo con los<br />

pies y hundió los <strong>de</strong>dos en la tierra. Luego <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> moverse. Todo <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> moverse,<br />

pero él mantuvo las manos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su garganta. Las mantuvo allí, y yo eché a<br />

correr. Levántate, ¿vale? Levántate.<br />

Brody se sentó en el suelo, junto a ella.<br />

—¿Alguna posibilidad <strong>de</strong> que aún estuviese viva?<br />

—Él mantuvo las manos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su garganta.<br />

Reece se incorporó, dobló las rodillas y apretó la cara contra ellas.<br />

Brody no dijo nada durante unos instantes. El río fluía junto a ellos mientras las<br />

nubes proyectaban sombras sobre las rocas y el agua.<br />

—Supongo que eres <strong>de</strong> esas personas que ven la botella medio vacía.<br />

—¿Cómo?<br />

—Seguramente la botella está más que medio vacía porque el cristal tiene<br />

grietas y el agua que hay <strong>de</strong>ntro se está saliendo. Así que presencias esto y piensas:<br />

«Oh, Dios mío, me siento culpable, culpable y <strong>de</strong>sesperada. Vi cómo mataban a una<br />

mujer y no pu<strong>de</strong> hacer nada para evitarlo. Pobre <strong>de</strong> ella, pobre <strong>de</strong> mí» —siguió—. En<br />

lugar <strong>de</strong> pensar: «Vi cómo mataban a una mujer y, si yo no hubiese estado allí en ese<br />

momento, nadie habría sabido lo que le pasó».<br />

Reece se había apoyado la barbilla en las rodillas para observarle mientras<br />

hablaba, y ahora la<strong>de</strong>ó la cabeza.<br />

—Tienes razón. Sé que tienes razón, y estoy tratando <strong>de</strong> verlo <strong>de</strong> ese modo. Sin<br />

embargo, tú no me pareces <strong>de</strong> los que ven la botella medio llena.<br />

— 101 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Medio llena, medio vacía... ¿Cuál es la diferencia? Si hay algo en la puñetera<br />

botella, bébetelo.<br />

La muchacha se echó a reír. Sentada en el lugar don<strong>de</strong> había muerto una mujer<br />

el día anterior, Reece sintió que la risa surgía en su pecho y se liberaba.<br />

—Buena filosofía. Ahora mismo, me encantaría que estuviese llena <strong>de</strong> un buen<br />

Pinot Grigio.<br />

Después <strong>de</strong> apretarse los ojos con las manos, se puso <strong>de</strong> pie.<br />

—Al reconstruir la escena hemos <strong>de</strong>jado señales, pisadas —dijo—. Las marcas<br />

<strong>de</strong> los talones <strong>de</strong> mis botas, tierra aplanada, huellas. No hace falta ser un experto<br />

para ver que dos personas han estado aquí y se han peleado.<br />

Brody se alejó varios pasos para romper la rama <strong>de</strong> un sauce que se agitaba al<br />

viento y empezó a pasarla por la tierra removida.<br />

—Es listo —dijo mientras borraba las huellas—. Se la lleva a rastras o a cuestas,<br />

lejos <strong>de</strong>l río y <strong>de</strong>l cañón; luego coge <strong>de</strong> otra zona una rama como esta, vuelve y se<br />

asegura <strong>de</strong> que a ninguno <strong>de</strong> los dos se le haya caído nada. Hay que tener nervios <strong>de</strong><br />

acero. —Se en<strong>de</strong>rezó y observó el suelo—. Ha quedado bastante limpio. Un experto<br />

tal vez pudiese ver algo, pero yo soy un aficionado. Quizá, si viniese la policía<br />

científica encontraría un cabello, pero ¿qué <strong>de</strong>mostraría eso? —Tiró la rama a un<br />

lado—. Nada —continuó—. Todo lo que tiene que hacer es borrar las huellas que se<br />

alejan <strong>de</strong> la zona. Por aquí hay muchos sitios don<strong>de</strong> enterrar un cadáver. Si fuese yo<br />

y tuviese coche, lo echaría en el maletero y me iría a otro sitio. A algún lugar don<strong>de</strong><br />

pudiese tomarme el tiempo necesario para cavar un agujero lo bastante hondo para<br />

que los animales no lo <strong>de</strong>senterrasen.<br />

—Eso no es tener nervios <strong>de</strong> acero; es ser un témpano <strong>de</strong> hielo.<br />

—Matar a alguien requiere frío o calor, <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>. Pero evitar que te <strong>de</strong>scubran<br />

requiere sangre fría. ¿Has visto lo suficiente?<br />

Ella asintió.<br />

—Más que eso.<br />

— 102 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 9<br />

Mientras regresaban, Reece <strong>de</strong>stapó su botella <strong>de</strong> agua, bebió y se la pasó a<br />

Brody cuando este alargó una mano.<br />

—Dicen que no existe el crimen perfecto.<br />

Él tomó un buen trago y le <strong>de</strong>volvió la botella.<br />

—Dicen muchas cosas y casi siempre se equivocan.<br />

—Es verdad. De todos modos, fuera quien fuese, aquel hombre era <strong>de</strong> algún<br />

sitio. Seguramente tenía un trabajo, un hogar. Tal vez tuviese una familia.<br />

—Eso solo son conjeturas.<br />

Molesta, Reece se metió las manos en los bolsillos.<br />

—Bueno, al menos tenía relación con una persona. Y la mató. Había algo entre<br />

ellos.<br />

—Más conjeturas. Tal vez se conocieron el día que acabaron aquí, o quizá<br />

llevaban diez años juntos. Pudieron venir <strong>de</strong> cualquier sitio. De California, <strong>de</strong> Texas,<br />

<strong>de</strong>l Este. Demonios, a lo mejor eran franceses.<br />

—¿Franceses?<br />

—La gente mata en todos los idiomas. La cuestión es que hay tantas<br />

posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> que estuviesen <strong>de</strong> paso como <strong>de</strong> que fuesen <strong>de</strong> la zona.<br />

Seguramente más. En Wyoming vive menos gente que en Alaska.<br />

—¿Por eso te trasladaste aquí?<br />

—En parto. Probablemente. Si trabajas para un periódico, un periódico <strong>de</strong> una<br />

gran ciudad, acabas hasta el gorro <strong>de</strong> la gente. La cuestión es que hay más<br />

posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> que, fueran quienes fuesen esas personas, vinieran <strong>de</strong> otro sitio.<br />

—¿Y empezaron a pelearse hasta matarse porque se perdieron y él no quiso<br />

pararse a preguntar? Es un <strong>de</strong>fecto masculino que merecería una buena patada en el<br />

culo, te lo aseguro. Pero no lo creo. Se reunieron o fueron allí porque tenían que<br />

hablar o discutir sobre algo.<br />

Brody <strong>de</strong>cidió que le gustaba su forma <strong>de</strong> hablar. Pocas veces lo hacía en línea<br />

recta. Como cuando cocinaba y hacía juegos malabares con varios platos al mismo<br />

tiempo.<br />

—Eso es una suposición, no un hecho.<br />

—De acuerdo, estoy haciendo suposiciones. Y supongo que no eran franceses.<br />

—Podían ser italianos. Aunque no hay que <strong>de</strong>scartar que fuesen lituanos.<br />

—Muy bien, una pareja <strong>de</strong> lituanos se pier<strong>de</strong> porque, como los hombres <strong>de</strong> todo<br />

el globo, el hombre valora su pene, entre otras cosas, como brújula. Es incapaz <strong>de</strong><br />

preguntar porque eso <strong>de</strong>sacreditaría el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> su pene.<br />

Él la miró frunciendo el ceño.<br />

— 103 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Ese es un secreto masculino muy bien guardado. ¿Cómo lo has averiguado?<br />

—Lo conocen muchas más mujeres <strong>de</strong> las que te imaginas. En cualquier caso,<br />

bajan <strong>de</strong>l coche, se dirigen hacia el río por entre los árboles, porque sin duda esa es la<br />

forma <strong>de</strong> averiguar dón<strong>de</strong> están. Discuten, se pelean y él la mata. Luego, como él es<br />

un montañés <strong>de</strong> Lituania, cubre con habilidad todas las huellas y se lleva el cadáver<br />

al Taunus alquilado para po<strong>de</strong>r enterrarla en su tierra natal.<br />

—Deberías escribir eso.<br />

—Si esa es la clase <strong>de</strong> ridiculeces que tú escribes, me sorpren<strong>de</strong> que te las hayan<br />

publicado.—Yo tal vez, me habría quedado con los franceses, para seguir en el<br />

ámbito internacional. Pero, flaca, el caso es que podían ser <strong>de</strong> cualquier sitio.<br />

Ayudaba pensar en ello como si fuese un rompecabezas. De algún modo, se<br />

veía con más distancia.<br />

—Si borró sus huellas como lo hizo, <strong>de</strong>be <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r <strong>de</strong> excursionismo y<br />

búsqueda <strong>de</strong> rastros.<br />

—Hay mucha gente que entien<strong>de</strong> <strong>de</strong> eso. Para seguir con las imposiciones,<br />

pue<strong>de</strong> que ya hubiesen estado aquí antes.<br />

Brody miró a su alre<strong>de</strong>dor. Conocía ese tipo <strong>de</strong> terreno porque había hecho<br />

excursiones por zonas parecidas y había utilizado lugares similares en su trabajo.<br />

Pronto brotarían flores <strong>de</strong> milenrama y lunaria. Madreselva en flor que se enredaría<br />

hasta don<strong>de</strong> pudiese alcanzar. Lugares sombríos, lugares bonitos.<br />

Tendría mejor aspecto alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l mes <strong>de</strong> junio.<br />

—Es un poco pronto para los turistas —calculó Brody—, pero hay gente que<br />

prefiere venir en esta época <strong>de</strong>l año para evitar las multitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l verano y el<br />

invierno. O están <strong>de</strong> paso hacia otro sitio y paran a hacer una pequeña excursión.<br />

También cabe la posibilidad <strong>de</strong> que la pareja que viste viviera en el pueblo y haya<br />

probado tus guisos.<br />

—Es una reflexión muy agradable. Gracias.<br />

—Viste cómo iba vestido. ¿Lo reconocerías otra vez?<br />

—Gorra <strong>de</strong> cazador anaranjada, anorak negro. Largo. No, corto, me parece. Veo<br />

esa clase <strong>de</strong> prenda cada día. Pero no pu<strong>de</strong> verle lo bastante bien. Podría darle <strong>de</strong><br />

comer la sopa <strong>de</strong>l día y no darme cuenta. No veo cómo voy a... ¡Oh, Dios mío!<br />

El también lo vio. En realidad, había visto al oso al menos diez segundos antes<br />

que ella.<br />

—No está interesado en ti.<br />

—¿Pue<strong>de</strong>s leer los pensamientos <strong>de</strong> los osos? —Parecía tan irreal que no se<br />

sentía realmente asustada. Al menos no <strong>de</strong> forma manifiesta—. Madre mía, es muy<br />

gran<strong>de</strong>.<br />

—Los he visto mayores.<br />

—Mejor para ti. Mmm... se supone que no <strong>de</strong>bemos correr.<br />

—No. Eso solo le serviría <strong>de</strong> entretenimiento hasta que nos alcanzase. Sigue<br />

hablando, sigue moviéndote, daremos un pequeño ro<strong>de</strong>o. Vale, nos ha visto.<br />

«Muy bien —pensó Reece, que empezaba a asustarse <strong>de</strong> verdad—. Hola, oso.»<br />

—¿Y eso es bueno?<br />

— 104 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Recordó la ilustración que aparecía en su guía <strong>de</strong> la posición aconsejada para<br />

hacerse el muerto durante el ataque <strong>de</strong> un oso. Se parecía a la postura <strong>de</strong>l feto en el<br />

yoga. No tendría problemas para hacer aquello. Le sería fácil caer al suelo porque, si<br />

el animal atacaba, las rodillas se le doblarían <strong>de</strong> todos modos.<br />

Antes <strong>de</strong> que pudiese poner a prueba la veracidad <strong>de</strong> la guía, el oso les <strong>de</strong>dicó<br />

una larga mirada, dio la vuelta y se alejó.<br />

—Suelen ser tímidos —comentó Brody.<br />

—Suelen. Excelente. Creo que necesito sentarme.<br />

—No <strong>de</strong>jes <strong>de</strong> moverte. ¿Es la primera vez que ves un oso?<br />

—De tan cerca, sí. Me había olvidado <strong>de</strong> ellos. —Se frotó entre los pechos con<br />

una mano para asegurarse <strong>de</strong> que su corazón, que latía <strong>de</strong>sbocado, seguía en su<br />

sitio—. Se me ha olvidado estar alerta por si aparecían osos, como dice mi guía. Me<br />

he quedado sin resuello —añadió mientras se llevaba <strong>de</strong> nuevo la mano al pecho—.<br />

Supongo que era bonito, a su aterrador estilo.<br />

—Si el oso hubiese olido un cadáver en las proximida<strong>de</strong>s, se habría mostrado<br />

más agresivo. Así pues, eso significa que, o no está por aquí, o está enterrado<br />

bastante hondo.<br />

Reece tragó saliva con esfuerzo.<br />

—Más imágenes agradables. Des<strong>de</strong> luego, voy a tomarme ese vino. Un enorme<br />

vaso <strong>de</strong> vino.<br />

Se sintió más segura cuando volvió al coche. Más segura y ridículamente<br />

cansada. Le apetecía una siesta tanto como el vino.<br />

Una habitación oscura y en silencio, una manta suave, las puertas cerradas. Y el<br />

olvido.<br />

Cuando Brody arrancó el coche, ella cerró los enrojecidos ojos solo por un<br />

instante. Y sin darse cuenta pasó <strong>de</strong> la fatiga al sueño.<br />

«Duerme tranquila —pensó Brody—, ni un sonido, ni un movimiento.» Su<br />

cabeza <strong>de</strong>scansaba en el rincón entre el asiento y la ventanilla, y sus manos yacían<br />

flácidas en su regazo.<br />

¿Qué <strong>de</strong>monios se suponía que iba a hacer con ella?<br />

Como no estaba muy seguro, condujo ociosamente, dando impulsivos ro<strong>de</strong>os<br />

para alargar el viaje <strong>de</strong> vuelta al pueblo.<br />

La muchacha se dominaba mejor <strong>de</strong> lo que ella creía. Al menos eso opinaba él.<br />

Pocos habrían hecho lo que ella. Suponía que la mayoría consi<strong>de</strong>raría que había<br />

cumplido con su <strong>de</strong>ber <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>nunciar el crimen.<br />

Pero ella no.<br />

Tal vez por lo que había vivido antes. O tal vez porque esa era su forma <strong>de</strong> ser.<br />

Brody reflexionó acerca <strong>de</strong>l hecho <strong>de</strong> que había ingresado por propia voluntad<br />

en un hospital psiquiátrico. Y por el tono <strong>de</strong> su voz había comprendido que a ella le<br />

parecía una especie <strong>de</strong> rendición.<br />

A él le parecía valor.<br />

También se imaginaba que <strong>de</strong>bía consi<strong>de</strong>rar sus viajes <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Boston una especie<br />

<strong>de</strong> huida. Él pensaba que eran más bien un periplo. Así consi<strong>de</strong>raba él su tiempo<br />

— 105 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que salió <strong>de</strong> Chicago. Una huida era solo miedo y fuga. Un viaje era un<br />

<strong>de</strong>splazamiento, ¿no? Él había necesitado aquel <strong>de</strong>splazamiento para investigar y<br />

hacer lo que quería, para vivir según sus propias reglas, su propio reloj y su<br />

calendario.<br />

Des<strong>de</strong> su punto <strong>de</strong> vista, Reece Gilmore estaba haciendo algo muy parecido.<br />

Sencillamente llevaba mucho más equipaje en el trayecto.<br />

El nunca había temido por su vida, pero podía imaginar lo que era. Imaginar<br />

era su profesión. Igual que podía imaginar el pánico <strong>de</strong> yacer dolorido y confuso en<br />

una cama <strong>de</strong> hospital. La <strong>de</strong>sesperación <strong>de</strong> dudar <strong>de</strong> tu propia cordura. Si se sumaba<br />

todo, era mucho para una sola persona.<br />

Y ella había conseguido implicarle, algo que no era fácil. No era <strong>de</strong> los que<br />

tratan <strong>de</strong> curar el ala rota <strong>de</strong> un polluelo. La naturaleza seguía su curso y, cuanta<br />

menos gente interfiriese en él, mejor.<br />

Pero ahora estaba metido en aquello, y no solo porque le había ido <strong>de</strong> pelos<br />

haber presenciado un asesinato. Aunque eso habría sido suficiente.<br />

Ella tiraba <strong>de</strong> él. No con sus <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s, sino con la fuerza que trataba <strong>de</strong><br />

encontrar y que utilizaba para combatirlas. Él <strong>de</strong>bía respetar eso. Igual que <strong>de</strong>bía<br />

reconocer el suave burbujeo <strong>de</strong> la atracción.<br />

Nunca habría dicho que fuese su tipo. Un temple <strong>de</strong> acero en reparación bajo<br />

un frágil caparazón. Aquello la hacía <strong>de</strong>pendiente, y él no tenía paciencia para las<br />

mujeres <strong>de</strong>pendientes. Por lo general.<br />

Le gustaban listas y equilibradas, y con una vida propia. Así no le quitaban<br />

<strong>de</strong>masiado tiempo.<br />

Seguramente ella había sido todo eso antes <strong>de</strong> que la hirieran. Podía volver a<br />

ser así, pero nunca exactamente igual. Pensó que sería interesante observar cómo se<br />

recuperaba y contemplar los resultados.<br />

Así pues, siguió conduciendo mientras ella dormía, a través <strong>de</strong> los campos<br />

amarillos y el ver<strong>de</strong> claro <strong>de</strong> la omnipresente salvia. Y contempló cómo los Tetons<br />

surgían <strong>de</strong> la llanura. No había suaves elevaciones, no había estribaciones que<br />

menguasen aquella potencia repentina e impresionante.<br />

La nieve aún formaba remolinos sobre los picos, y las cuchilladas <strong>de</strong>l blanco<br />

contra el azul, el gris, añadían otra capa <strong>de</strong> fuerza al chocar contra el cielo.<br />

Aún recontaba la primera vez que los vio, y su impresión ante su tosca y<br />

terrible magia, aunque nunca se había consi<strong>de</strong>rado un hombre espiritual. Suponía<br />

que las Rocosas <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> ser más majestuosas, y las montañas <strong>de</strong>l Este, más<br />

elegantes. Pero aquellas, las montañas que ro<strong>de</strong>aban lo que <strong>de</strong> momento era su<br />

hogar, eran primitivas.<br />

Tal vez se hubiese instalado ahí porque no tenía que abrirse paso a codazos<br />

entre la gente para hacerse un poco <strong>de</strong> espacio. Pero aquellas montañas eran una<br />

fantástica atracción adicional.<br />

Condujo <strong>de</strong>prisa por la carretera vacía a través <strong>de</strong> los campos <strong>de</strong> salvia don<strong>de</strong><br />

pacía un pequeño rebaño <strong>de</strong> bisontes. Observó que se movían pesadamente con su<br />

pelaje abundante y la cabeza gacha. Un par <strong>de</strong> crías se mantenían junto a sus madres.<br />

— 106 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Supuso que a Reece le habría gustado verlos, pero la <strong>de</strong>jó dormir.<br />

Sabía que los campos florecerían bajo el sol <strong>de</strong>l verano, que resplan<strong>de</strong>cerían con<br />

un color increíble entre la salvia. Y supuso que, con toda aquella extensión <strong>de</strong> campo,<br />

una tumba pasaría inadvertida para personas y animales. Si el hombre tenía la<br />

paciencia <strong>de</strong> cavar lo bastante hondo.<br />

Se <strong>de</strong>svió hacia Angel's Fist y las alamedas y pinares que bor<strong>de</strong>aban la<br />

población. Reece gimió suavemente. Cuando Brody le echó un vistazo, vio que<br />

temblaba.<br />

Detuvo el coche en mitad <strong>de</strong> la carretera y se volvió para sacudirle el brazo.<br />

—Despierta.<br />

—¡No!<br />

Salió <strong>de</strong>l sueño como un corredor <strong>de</strong> los tacos <strong>de</strong> salida. Cuando dio un<br />

puñetazo al aire, él lo bloqueó con la palma <strong>de</strong> la mano.<br />

—Dame un golpe —dijo en tono suave— y te lo <strong>de</strong>vuelvo.<br />

—¿Qué? ¿Qué? —Se quedó mirando con ojos nublados su puño sujeto con<br />

firmeza por la mano <strong>de</strong> él—. Me he dormido, ¿no? —añadió.<br />

—Si no lo has hecho, has fingido muy bien durante una hora.<br />

—¿Te he pegado?<br />

—Lo has intentado. No vuelvas a hacerlo.<br />

Reece le or<strong>de</strong>nó a su corazón que se calmase.<br />

—¿Me <strong>de</strong>vuelves la mano?<br />

Brody abrió los <strong>de</strong>dos; la muchacha retiró el puño y lo <strong>de</strong>jó caer en su regazo.<br />

—¿Siempre te <strong>de</strong>spiertas como si acabases <strong>de</strong> oír la campana <strong>de</strong>l segundo<br />

asalto?<br />

—No lo sé. Hace mucho tiempo, no recuerdo cuánto, que no duermo con nadie<br />

cerca. Supongo que me siento cómoda cerca <strong>de</strong> ti.<br />

—Cómoda... —Brody levantó aquella ceja—. Si sigues utilizando palabras así,<br />

me voy a sentir obligado a hacerte cambiar <strong>de</strong> opinión.<br />

Ella sonrió un poco.<br />

—Tú no eres <strong>de</strong> los que hacen daño a las mujeres.<br />

—¿Ah, no?<br />

—Quiero <strong>de</strong>cir físicamente. Es probable que hayas roto unos cuantos corazones,<br />

pero antes no le pegas una paliza a la propietaria. Te limitarías a acabar con su ego a<br />

base <strong>de</strong> palabras, que, ahora que lo pienso, es tan malo como un puñetazo en la<br />

mandíbula. De todos modos, gracias por <strong>de</strong>jarme dormir. Debo <strong>de</strong> haber... ¡Oh! ¡Oh,<br />

míralas!<br />

La vista que llenaba el parabrisas borró <strong>de</strong> su mente todo lo <strong>de</strong>más.<br />

Impresionada, se <strong>de</strong>sabrochó el cinturón <strong>de</strong> seguridad y abrió la puerta. El viento le<br />

revolvió el cabello cuando salió <strong>de</strong>l coche.<br />

—¡Es todo tan puro, tan imponente y pavoroso...! Todo este campo, y ahí están,<br />

esas..., no sé, esas fortalezas que lo dominan todo. Es como si se hubiesen abierto<br />

paso fuera <strong>de</strong> la tierra. Me encanta lo repentino que hay en ellas. —Caminó hasta la<br />

parte <strong>de</strong>lantera <strong>de</strong>l coche para apoyarse en el capó—. Las miro todos los días, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

— 107 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

mi ventana, o cuando voy o vengo <strong>de</strong> trabajar. Pero no es lo mismo que estar aquí,<br />

sin edificios, sin gente.<br />

—Yo soy gente.<br />

—Ya sabes a qué me refiero. Aquí, frente a ellas, te sientes profundamente<br />

humano. —Le miró, y se sintió complacida al ver que se le acercaba—. Pensé que<br />

pasaría por aquí, trabajaría unos días y me iría. Pero todas las mañanas miro por mi<br />

ventana hacia el lago, las veo reflejadas en él, y no se me ocurre ninguna razón para<br />

marcharme.<br />

—Al final hay que aterrizar en algún sitio.<br />

—Ese no era el plan. Bueno, en realidad no tenía ningún plan, por así <strong>de</strong>cirlo.<br />

Pero pensaba que acabaría volviendo al Este tar<strong>de</strong> o temprano. Seguramente no a<br />

Boston, tal vez a Vermont. Estudié allí, así que conozco la ciudad. Estaba segura <strong>de</strong><br />

que echaría <strong>de</strong> menos el ver<strong>de</strong>. Ese ver<strong>de</strong> <strong>de</strong> la costa Este.<br />

—Los prados se vuelven ver<strong>de</strong>s, y los campos florecen, los pantanos... Es como<br />

un cuadro.<br />

—Des<strong>de</strong> luego, pero esto también. Mejor que ese vaso <strong>de</strong> vino.<br />

Echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y respiró hondo.<br />

—A veces tienes ese aspecto cuando cocinas.<br />

Volvió a abrir sus ojos castaños.<br />

—¿Sí? ¿Qué aspecto?<br />

—Relajado y tranquilo. Feliz.<br />

—Supongo que es cuando tengo confianza en mí misma, y tener confianza en<br />

mí misma me vuelve relajada y feliz. Lo he echado <strong>de</strong> menos. No pu<strong>de</strong> volver a<br />

entrar en una cocina <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo que pasó. Aquello me lo robó, o yo <strong>de</strong>jé que me lo<br />

robase. Sea como fuere, lo estoy recuperando. Escucha los pájaros. Me pregunto qué<br />

son.<br />

El no se había fijado en el canto <strong>de</strong> los pájaros hasta que ella lo mencionó. Reece<br />

se volvió a mirar a su alre<strong>de</strong>dor, abriendo mucho los ojos. Le cogió <strong>de</strong>l brazo y<br />

señaló.<br />

—Mira. ¡Guau!<br />

Brody vio el pequeño rebaño <strong>de</strong> bisontes que se movían mascando por los<br />

campos <strong>de</strong> salvia.<br />

—¿También es la primera vez que los ves?<br />

—Como el oso, ya los había visto. Pero nunca había estado al aire libre con<br />

ellos. Es más emocionante. ¡Oh, mira! Bebés.<br />

Había suavizado su acento al pronunciar la palabra, estirándola como si se<br />

fundiese.<br />

—¿Por qué las mujeres siempre <strong>de</strong>cís «bebés» en ese tono?<br />

Ella se limitó a darle un golpe en el brazo con el revés <strong>de</strong> la mano.<br />

—¡Son tan tiernos, y luego se hacen tan gran<strong>de</strong>s...!<br />

—Y entonces los preparas a la plancha.<br />

—Por favor, estoy viviendo un momento precioso en la naturaleza. Al verlos<br />

<strong>de</strong>searía ir montada a caballo en lugar <strong>de</strong> en una furgoneta. ¿Sabes? Un caballo es<br />

— 108 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

más a<strong>de</strong>cuado. Quiero ver un antílope —<strong>de</strong>cidió—. Bueno, primero tendría que<br />

saber cómo montarlo.<br />

—¿Quieres montar un antílope?<br />

—No. —Se echó a reír <strong>de</strong> nuevo con suavidad—. Me he hecho un lío. Quiero<br />

ver un antílope mientras monto a caballo. Pero no sé montar.<br />

—¿No se ha ofrecido Cas a enseñarte?<br />

Reece se metió las manos en los bolsillos sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirar el rebaño.<br />

—No es eso lo que quería que montase. Pero pue<strong>de</strong> que le tome la palabra, en<br />

cuanto a la clase <strong>de</strong> equitación, cuando esté segura <strong>de</strong> que se comportará.<br />

—¿Te gusta que los hombres se comporten?<br />

—No necesariamente —dijo en tono ausente—, pero en su caso sí.<br />

Las alarmas no se dispararon en su cabeza hasta que él se volvió y apoyó las<br />

manos sobre el capó, a ambos lados <strong>de</strong> ella, atrapándola en el centro.<br />

—Brody...<br />

—No eres tonta ni lenta. Que tengas miedo es otra cosa. ¿Vas a <strong>de</strong>cirme que no<br />

te lo esperabas?<br />

El corazón <strong>de</strong> Reece latía a toda velocidad, tal vez en parte por miedo. Pero solo<br />

en parte.<br />

—Hace mucho tiempo que mi mente no piensa en eso. Creo que no me he dado<br />

cuenta. Casi no me he dado cuenta —corrigió.<br />

—Si no te interesa, más vale que lo <strong>de</strong>jes claro.<br />

—Claro que me interesa. Es solo que... ¡uf!<br />

La última palabra se convirtió casi en un chillido cuando él la cogió <strong>de</strong> los<br />

brazos y la levantó hasta ponerla <strong>de</strong> puntillas.<br />

—Más vale que tomes aliento —advirtió—. Vamos a tirarnos <strong>de</strong> cabeza.<br />

No pudo tomar aliento, ni pensar, ni equilibrarse. El chapuzón fue repentino, y<br />

el aire que era tan limpio y fresco se volvió abrasador. La boca <strong>de</strong>l hombre no era<br />

paciente ni amable, no persuadía ni seducía. Sencillamente cogía lo que quería. La<br />

sensación <strong>de</strong> ser barrida, arrastrada y transportada la <strong>de</strong>jó mareada y floja.<br />

Lo notó caliente, duro y sediento. Apenas recordaba cómo era sentir que un<br />

hombre tuviese sed <strong>de</strong> probarla y luego se saciase <strong>de</strong> ella.<br />

Mientras se preguntaba si quedaría algo <strong>de</strong> ella cuando él terminase, sus brazos<br />

ro<strong>de</strong>aron el cuello <strong>de</strong>l hombre. Las manos <strong>de</strong> él aferraron sus ca<strong>de</strong>ras y la atrajeron<br />

brutalmente contra sí.<br />

Su corazón latió con fuerza contra el <strong>de</strong>l hombre. Temblaba, pero su boca se<br />

mostraba tan ávida como la <strong>de</strong> él; sus brazos se enlazaban con firmeza alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong><br />

su cuello. Cuando él recorrió sus labios, no percibió el sabor <strong>de</strong>l miedo, sino el <strong>de</strong><br />

una sorpresa que asomaba a través <strong>de</strong> una sofocante llamarada <strong>de</strong> necesidad.<br />

Él quería más. La levantó por las ca<strong>de</strong>ras hasta <strong>de</strong>jarla sentada sobre el capó <strong>de</strong>l<br />

coche. Entonces avanzó y tomó más.<br />

Tal vez se hubiese vuelto loca y más tar<strong>de</strong> se arrepintiese.<br />

Pero por el momento cedió a las exigencias <strong>de</strong> su propio cuerpo y ro<strong>de</strong>ó la<br />

cintura <strong>de</strong> él con las piernas.<br />

— 109 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Tócame —pidió, mordiéndole el labio inferior, la lengua—. Tócame en algún<br />

sitio. Don<strong>de</strong> sea.<br />

Las manos <strong>de</strong> él se <strong>de</strong>slizaron enseguida bajo el suave algodón <strong>de</strong>l jersey y<br />

agarraron sus pechos. Un gemido surgió <strong>de</strong> la garganta <strong>de</strong> Reece; su cuerpo anhelaba<br />

más. Más contacto, más sensación, más <strong>de</strong> todo. Sus manos eran ásperas y duras,<br />

como el resto <strong>de</strong> él, ásperas, duras y directas. Eran fuertes y magullaban tiernamente<br />

todo lo que tocaban.<br />

La respuesta <strong>de</strong> ella, sus <strong>de</strong>mandas, <strong>de</strong>voraban el control que él no creía<br />

necesitar hasta <strong>de</strong>jarlo pendiente <strong>de</strong> un hilo. Se imaginó tomándola allí mismo, sobre<br />

el capó <strong>de</strong>l coche, arrancando toda la ropa que estorbase y entrando en ella hasta<br />

liberar aquella tensión viva y madura.<br />

—Calma —dijo, cogiéndola por los brazos con manos no <strong>de</strong>masiado firmes—.<br />

Vamos a relajarnos un poco.<br />

Reece apenas le oyó por encima <strong>de</strong>l estruendo <strong>de</strong> su mente, así que <strong>de</strong>jó caer la<br />

cabeza sobre su hombro.<br />

—Vale, vale. Caray. No po<strong>de</strong>mos... No <strong>de</strong>beríamos hacer esto...<br />

—Lo hemos hecho y seguro que lo volveremos a hacer pero, como no tenemos<br />

dieciséis años, no será en mitad <strong>de</strong> la carretera ni sobre el capó <strong>de</strong> un coche.<br />

—No, claro.<br />

¿Era allí don<strong>de</strong> estaban? Consiguió levantar la cabeza y centrarse.<br />

—Madre mía, estamos en mitad <strong>de</strong> la carretera. Muévete. Tienes que moverte.<br />

Saltó al suelo, se pasó las manos por el cabello <strong>de</strong>speinado y se arregló el jersey<br />

y la chaqueta.<br />

—Estás bien.<br />

Ella no se sentía bien. Se sentía utilizada, aunque no lo suficiente.<br />

No po<strong>de</strong>mos... No estoy preparada para... Esto no es buena i<strong>de</strong>a.<br />

—No te estoy pidiendo que te cases conmigo y tengamos hijos, flaca. Ha sido<br />

un beso y una i<strong>de</strong>a buenísima. Acostarnos juntos es una i<strong>de</strong>a aún mejor.<br />

Ella se llevó las manos a las sienes.<br />

—No puedo pensar. Mi cabeza va a explotar.<br />

—Hace unos minutos parecía que fuese a explotarte otra parte <strong>de</strong>l cuerpo.<br />

—Para. ¿Pue<strong>de</strong>s parar? Míranos, metiéndonos mano, hablando <strong>de</strong> sexo. Ha<br />

muerto una mujer.<br />

—Seguirá muerta tanto si nos vamos a la cama como si no. Si necesitas algo <strong>de</strong><br />

tiempo para asimilarlo, vale. Tómate un par <strong>de</strong> días. Pero si <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esto crees<br />

que no vamos a tenernos el uno al otro, entonces me equivocaba. Eres tonta.<br />

—No soy tonta.<br />

—¿Lo ves? Tenía razón.<br />

Él se volvió para entrar en el coche.<br />

—Brody, ¿pue<strong>de</strong>s esperar un puñetero minuto?<br />

—¿Para qué?<br />

Reece se quedó mirando a aquel hombre corpulento, masculino y tosco, con la<br />

elevada extensión <strong>de</strong> los Tetons como fondo.<br />

— 110 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—No lo sé. No tengo la menor i<strong>de</strong>a.<br />

—Entonces volvamos. Me apetece una cerveza.<br />

—Yo no me acuesto con todos los hombres que me atraen.<br />

Brody se apoyó en la puerta abierta <strong>de</strong>l coche.<br />

—Según tú, hace dos años que no te acuestas con nadie.<br />

—Es verdad, pero si crees que vas a aprovecharte <strong>de</strong> mi... racha <strong>de</strong> sequía...<br />

—Pue<strong>de</strong>s apostar tu culo flaco a que lo haré —contestó él con una sonrisa<br />

mientras subía al coche.<br />

Ella movió su culo flaco hasta la puerta <strong>de</strong>l pasajero y subió ofendida.<br />

—Esta es una conversación ridícula.<br />

—Pues cállate.<br />

—Ni siquiera sé por qué me gustas —refunfuño ella—. Pue<strong>de</strong> que no me<br />

gustes. Tal vez he reaccionado así contigo porque hace mucho tiempo que no tengo<br />

ningún... contacto personal íntimo.<br />

—¿Por qué no dices simplemente que hace mucho tiempo que no echas un<br />

polvo?<br />

—Es evi<strong>de</strong>nte que no tengo tu elegancia con las palabras. Pero lo que quiero<br />

<strong>de</strong>cir es que el simple hecho <strong>de</strong> que haya reaccionado no significa que vaya a <strong>de</strong>jar<br />

que me eches en tu cama.<br />

—No tengo previsto golpearte en la cabeza con mi garrote y arrastrarte por los<br />

pelos hasta mi cueva.<br />

—No me extrañaría —respondió ella mientras buscaba la protección <strong>de</strong> sus<br />

gafas <strong>de</strong> sol—. Y, aunque te agra<strong>de</strong>zco que me creas y me apoyes, no...<br />

El frenazo fue tan brusco que ella se vio lanzada contra el cinturón <strong>de</strong><br />

seguridad.<br />

—Una cosa no tiene nada que ver con la otra —dijo él con voz peligrosamente<br />

fría—. No vayas por ahí.<br />

—Yo... —Reece cerró la boca y respiró hondo cuando él volvió a conducir—.<br />

Eso ha sido ofensivo, tienes razón. Ha sido ofensivo para los dos. Ya te he dicho que<br />

no podía pensar. Tengo el cuerpo revuelto y el cerebro <strong>de</strong>l revés. Estoy cabreada,<br />

estoy asustada y estoy caliente. Y me está entrando dolor <strong>de</strong> cabeza.<br />

—Tómate un par <strong>de</strong> aspirinas y acuéstate. Cuando la calentura domine sobre lo<br />

<strong>de</strong>más, me avisas.<br />

Reece fijó la vista en las montañas.<br />

—Estos dos últimos días han sido muy extraños.<br />

—Cuéntamelo a mí.<br />

—Quiero hablar con el sheriff. Podrías <strong>de</strong>jarme allí.<br />

—Vete a casa, tómate la aspirina y llámale.<br />

Necesito hablar con el cara a cara. Déjame allí —repitió mientras entraban en el<br />

pueblo—. Ve a tomarte tu cerveza. —Al ver que Brody no respondía, se movió en su<br />

asiento para ponerse <strong>de</strong> cara a él—. No te pido que vengas conmigo; no quiero que lo<br />

hagas. Si el sheriff Mardson piensa que no puedo <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme a mí misma, tendrá<br />

menos motivos para creerme.<br />

— 111 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Haz lo que te parezca.<br />

—Eso intento.<br />

Tras <strong>de</strong>tener el coche <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la oficina <strong>de</strong>l sheriff, la miró con curiosidad.<br />

—¿Qué hay para cenar mañana?<br />

—¿Cómo?<br />

—Me has invitado.<br />

—¡Ah, se me había olvidado! No lo sé. Ya se me ocurrirá algo.<br />

—Eso suena <strong>de</strong>licioso. A<strong>de</strong>lante, acaba con esto y luego duerme un poco. Tienes<br />

muy mal aspecto.<br />

—Por favor, no me alabes más. Se me subirá a la cabeza.<br />

Esperó un segundo, dos. Luego cogió su mochila <strong>de</strong>l suelo y se dispuso a abrir<br />

la puerta.<br />

—¿Algún problema?<br />

—No. Bueno, pensaba que me darías un beso <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida.<br />

Los labios <strong>de</strong> él se crisparon mientras levantaba una ceja.<br />

—Caramba, Flaca, ¿somos novios?<br />

—¡Qué gilipollas eres!<br />

Pero una risa le hizo cosquillas en la garganta mientras abría la puerta <strong>de</strong> un<br />

empujón.<br />

—Y cuando me pidas que sea tu novia —añadió metiendo la cabeza por la<br />

ventanilla—, asegúrate <strong>de</strong> traer un anillo. Y tulipanes, son mis flores favoritas.<br />

Luego cerró <strong>de</strong> un portazo.<br />

La mezcla <strong>de</strong> regocijo y <strong>de</strong>sconcierto la acompañó hasta la puerta <strong>de</strong>l sheriff.<br />

Los nervios no la asaltaron hasta que la abrió y entró.<br />

Olía a café rancio y perro húmedo. Vio la ubicación <strong>de</strong>l primero sobre una<br />

pequeña encimera a la izquierda <strong>de</strong> la habitación, don<strong>de</strong> humeaba una jarra casi<br />

vacía <strong>de</strong> algo que parecía fango negro. Y la fuente <strong>de</strong>l segundo olor yacía roncando<br />

en el suelo junto a las dos mesas metálicas situadas una frente a otra en las que<br />

supuso que trabajaban los ayudantes.<br />

Solo una estaba ocupada. Mata <strong>de</strong> pelo oscuro, pequeña perilla, alegres ojos<br />

castaños, figura ligera y juvenil. «Denny Darwin —recordó Reece—, le gustan los<br />

huevos muy hechos y el beicon casi quemado.»<br />

Cuando se abrió la puerta levantó la vista y se ruborizó un poco. La prisa con<br />

que sus <strong>de</strong>dos pulsaron unas teclas <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>nador le hizo pensar que lo que estuviese<br />

haciendo no era asunto oficial.<br />

—Hola, señora Gilmore.<br />

—Reece —rectificó la muchacha, pensando que no era mucho más joven que<br />

ella; tenía unos veinticinco años, y una cara franca y fresca a pesar <strong>de</strong> la perilla—.<br />

Esperaba hablar con el sheriff, si está.<br />

—Claro; le encontrará en su <strong>de</strong>spacho. A<strong>de</strong>lante.<br />

—Gracias. Bonito perro... Lo había visto antes. Suele nadar en el lago.<br />

—Se llama Moses. Es el perro <strong>de</strong> Abby Mardson, la hija mediana <strong>de</strong>l sheriff. ¿La<br />

conoce?<br />

— 112 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Sí, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego. Le lanza una pelota al lago para que se zambulla a recogerla.<br />

—Le gusta hacernos compañía cuando las niñas están en el colegio. Hoy se ha<br />

quedado un poco más.<br />

En la cara marrón y peluda <strong>de</strong> Moses se abrió un ojo. El animal le echó un<br />

vistazo a Reece y se levantó lo suficiente para golpear contra el suelo su enorme y<br />

tupida cola.<br />

—Suelen sobrarnos huesos <strong>de</strong> la sopa en Joanie's. Si Moses quiere uno, solo<br />

tienen que <strong>de</strong>círmelo.<br />

—Se lo agra<strong>de</strong>zco.<br />

—Encantada <strong>de</strong> conocerte, Moses.<br />

Cruzó la oficina en la dirección que le había indicado Denny. Justo antes <strong>de</strong>l<br />

pasillo había otra mesa para trámites, vacía y silenciosa en ese momento.<br />

En un extremo <strong>de</strong>l corredor había dos celdas abiertas y <strong>de</strong>socupadas, y en el<br />

otro, una puerta que indicaba ALMACÉN y otra que indicaba ASEO. Al otro lado <strong>de</strong>l<br />

almacén se abría la puerta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Rick Mardson.<br />

Estaba sentado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> una mesa <strong>de</strong> roble que parecía haber pasado por<br />

varias guerras. Se hallaba <strong>de</strong> cara a la puerta, con la ventana <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él lo bastante<br />

alta para permitir la entrada <strong>de</strong> la luz sin que se le viese <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la calle. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l<br />

or<strong>de</strong>nador y el teléfono, había en la mesa un par <strong>de</strong> fotos enmarcadas, expedientes y<br />

un vaso <strong>de</strong> color rojo que albergaba varios bolígrafos y lápices.<br />

Del viejo perchero <strong>de</strong>l rincón colgaba su sombrero y un chaquetón marrón<br />

<strong>de</strong>steñido. Unos pósters <strong>de</strong> cine animaban las pare<strong>de</strong>s pintadas <strong>de</strong> un beis industrial<br />

con imágenes <strong>de</strong> John Wayne, Clint Eastwood y Paul Newman vestidos <strong>de</strong> vaquero.<br />

Se levantó al verla vacilar en el umbral.<br />

—Pase, Reece. Acabo <strong>de</strong> llamar a su casa.<br />

—Debería comprarme un contestador. ¿Tiene un momento?<br />

—Des<strong>de</strong> luego. Siéntese. ¿Quiere una taza <strong>de</strong>l peor café <strong>de</strong> Wyoming?<br />

—Prescindiré <strong>de</strong> él, pero gracias. Me preguntaba si tendría noticias.<br />

—Bueno, la buena noticia es que no falta nadie <strong>de</strong> Angel's Fist. Lo mismo pue<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>cirse <strong>de</strong> los visitantes que hemos tenido en los últimos días. No hay <strong>de</strong>saparecidos<br />

en la zona que coincidan con su <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> la mujer.<br />

—Nadie se ha dado cuenta todavía <strong>de</strong> que no está. Solo ha pasado un día.<br />

—Es posible, lo comprobaré periódicamente.<br />

—Usted cree que me lo imaginé.<br />

Él fue hasta la puerta, la cerro y volvió para sentarse en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> su mesa. Su<br />

rostro reflejaba amabilidad y paciencia.<br />

—Solo puedo <strong>de</strong>cirle lo que sé. Ahora mismo sé que todas las mujeres <strong>de</strong>l<br />

pueblo están localizadas, y que las visitantes que están aquí, o que estuvieron aquí<br />

hasta ayer, están sanas y salvas. Y sé, porque comprobar estas cosas forma parte <strong>de</strong><br />

mi trabajo, que pasó una mala racha hace un par <strong>de</strong> años.<br />

—Eso no tiene nada que ver con esto.<br />

—Pue<strong>de</strong> que sí. Ahora quiero que se tome algún tiempo y piense en todo esto.<br />

Podría ser que hubiese visto a un par <strong>de</strong> personas, tal como dijo, que discutían. Tal<br />

— 113 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

vez hubo incluso violencia física. Pero usted estaba muy lejos, Reece, incluso con los<br />

prismáticos. Quiero que piense si es posible que esas dos personas se marchasen<br />

caminando.<br />

—Ella estaba muerta.<br />

—Vamos, estaba usted al otro lado <strong>de</strong>l río, camino arriba. No pudo tomarle el<br />

pulso, ¿verdad?<br />

—No, pero...<br />

—Repasé su <strong>de</strong>claración un par <strong>de</strong> veces. Echó a correr, se encontró con Brody y<br />

regresó. Pasaron unos treinta minutos. ¿No es posible que la mujer se levantase y se<br />

fuese, pue<strong>de</strong> que aún furiosa, pue<strong>de</strong> que con algunos car<strong>de</strong>nales, pero viva y con<br />

buena salud?<br />

«La botella no está medio vacía o medio llena —pensó Reece—. Solo es una<br />

puñetera botella, y la he visto con mis propios ojos.»<br />

—Estaba muerta. Si se fue caminando, ¿cómo explica que no hubiese huellas ni<br />

señal alguna <strong>de</strong> que alguien hubiese estado allí?<br />

El se quedó callado unos momentos, y cuando habló lo hizo con la misma<br />

paciencia infinita que a ella empezaba a treparle por la columna vertebral como un<br />

puñado <strong>de</strong> arañas.<br />

—Usted no es <strong>de</strong> por aquí, y era la primera vez que recorría ese sen<strong>de</strong>ro. Estaba<br />

conmocionada y trastornada. El río es largo, Reece. Es fácil que se equivocase <strong>de</strong> sitio<br />

cuando volvió con Brody. ¡Caramba, pudo ser medio kilómetro más arriba!<br />

—No pudo ser tan lejos.<br />

—En fin, he examinado la zona lo mejor que he podido, pero es mucho terreno<br />

para cubrir. Me he puesto en contacto con los hospitales más cercanos. Ninguna<br />

mujer que correspondiese a su <strong>de</strong>scripción con traumatismos en el cuello o la cabeza<br />

ha sido ingresada. Mañana volveré a comprobarlo.<br />

Ella se levantó.<br />

—No cree que viese nada.<br />

—Se equivoca. Creo que vio algo que la asustó y trastornó. Pero no encuentro<br />

una sola prueba que confirme que presenció un homicidio. Mi consejo es que me <strong>de</strong>je<br />

seguir con esto, y tiene mi palabra <strong>de</strong> que lo haré. Por ahora olví<strong>de</strong>se <strong>de</strong>l asunto.<br />

Ahora me voy a casa, a ver a mi mujer y a mis hijas. La acompañaré.<br />

—Prefiero caminar y <strong>de</strong>spejarme. —Se dirigió hacia la puerta y se volvió antes<br />

<strong>de</strong> salir—. Esa mujer estaba muerta, sheriff —añadió—. Eso no es algo que pueda<br />

olvidar.<br />

Cuando se marchó, Mardson respiró hondo y sacudió la cabeza. «He hecho<br />

cuanto he podido —pensó—, y eso es todo lo que se le pue<strong>de</strong> pedir a un hombre.»<br />

Se llevaría a su perro, se marcharía a casa y cenaría con su mujer y sus hijas.<br />

— 114 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 10<br />

Brody cogió su cerveza y metió una pizza congelada en el horno. Cuando pulsó<br />

el botón <strong>de</strong>l contestador automático, se oyó un mensaje <strong>de</strong> su agente. Había<br />

conseguido un excelente acuerdo con una editorial para el libro previsto para<br />

principios <strong>de</strong>l otoño. Lo que podía merecer una segunda cerveza con la cena.<br />

Tal vez <strong>de</strong>rrocharía parte <strong>de</strong> los ingresos que le correspondiesen en una<br />

televisión nueva. Una <strong>de</strong> plasma. Podía colgarla sobre la chimenea. ¿Las pantallas <strong>de</strong><br />

plasma se podían colgar sobre una chimenea, o se estropeaban con el calor? Bueno,<br />

ya se enteraría, porque sería muy agradable tumbarse en el sofá a ver los <strong>de</strong>portes en<br />

una <strong>de</strong> esas pantallas enormes.<br />

Pero por el momento se quedó en el umbral <strong>de</strong> la cocina, bebiéndose la cerveza<br />

mientras contemplaba cómo la luz se atenuaba y las sombras se intensificaban en<br />

dirección a la noche.<br />

El silencio cayó con tanta suavidad como aquella primera cerveza fría.<br />

Tenía que recuperar las horas <strong>de</strong> trabajo perdidas; no podía permitirse una<br />

enorme televisión <strong>de</strong> plasma sin <strong>de</strong>dicar tiempo ante el teclado. Eso significaba que<br />

antes <strong>de</strong> acostarse invertiría un par <strong>de</strong> horas en el libro que estaba escribiendo.<br />

Estaba <strong>de</strong>seando ponerse manos a la obra.<br />

Tenía que matar a una mujer.<br />

De todos modos, mientras se tomaba la cerveza y esperaba su pizza, podía<br />

ocupar su tiempo en pensar en otra mujer.<br />

Ella no pasaba con suavidad. Reece Gilmore tenía <strong>de</strong>masiados cantos mellados<br />

para <strong>de</strong>slizarse con facilidad <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un hombre. Tal vez por eso le resultaba tan<br />

intrigante pese a que no había tenido intención alguna <strong>de</strong> sentirse intrigado. Le<br />

gustaban sus contrastes; fuerte y frágil, pru<strong>de</strong>nte e impetuosa. La gente que<br />

caminaba en línea recta siempre por la misma calle resultaba aburrida al cabo <strong>de</strong> un<br />

tiempo.<br />

A<strong>de</strong>más, no podía evitar sentir que estaban juntos en aquella situación tan<br />

particular.<br />

Hasta que superasen aquella situación, sería interesante averiguar más sobre<br />

ella.<br />

Miró a su alre<strong>de</strong>dor. El or<strong>de</strong>nador portátil estaba sobre la mesa.<br />

«No <strong>de</strong>jes para mañana lo que puedas hacer hoy», <strong>de</strong>cidió, y con otro sorbo <strong>de</strong><br />

cerveza cerró la puerta.<br />

Conectó el aparato y luego sacó la pizza <strong>de</strong>l horno. La rueda <strong>de</strong> cortar era, junto<br />

con la cafetera, uno <strong>de</strong> sus pocos utensilios <strong>de</strong> cocina. Puso toda la pizza, cortada en<br />

cuatro triángulos, en un plato, cogió un par <strong>de</strong> servilletas <strong>de</strong> papel y, tras abrir una<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

segunda cerveza, consi<strong>de</strong>ró que aquello era una cena.<br />

Dudaba que le tomase más tiempo <strong>de</strong>l que le había tomado ,al sheriff acce<strong>de</strong>r a<br />

los datos sobre Reece. Buscó su nombre en Google y obtuvo suficientes entradas para<br />

mantenerse ocupado e interesado.<br />

Encontró un viejo artículo sobre cocineros prometedores <strong>de</strong> Boston en el que<br />

aparecía Reece, que entonces contaba veinticuatro años. Al ver la foto, observó que<br />

estaba en lo cierto.<br />

Tenía mejor aspecto con unos cinco kilos más. En realidad, tenía un aspecto<br />

fantástico.<br />

Joven, vibrante, esencial, por así <strong>de</strong>cirlo, sonriente ante la cámara sosteniendo<br />

un gran cuenco azul y un brillante batidor <strong>de</strong> varillas. El Artículo indicaba mi<br />

formación —un año en París añadía mucho refinamiento— y contaba como anécdota<br />

que <strong>de</strong> niña preparaba cenas <strong>de</strong> cinco platos para sus muñecas.<br />

El artículo citaba a Tony y Terry Maneo, los dueños <strong>de</strong>l restaurante don<strong>de</strong><br />

trabajaba y que murieron a los pocos años. Decían que no solo era la joya <strong>de</strong> su<br />

negocio sino que la consi<strong>de</strong>raban una más <strong>de</strong> la familia.<br />

Había más <strong>de</strong>talles. Supo que se quedó huérfana a los quince años y que <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

entonces la crió su abuela materna. Era soltera, hablaba francés con flui<strong>de</strong>z y le<br />

gustaba invitar a sus amigos, entre los cuales al parecer tenía fama por su brunch <strong>de</strong>l<br />

domingo.<br />

Los adjetivos utilizados para <strong>de</strong>scribirla eran «enérgica», «creativa»,<br />

«aventurera» y, el mismo que le había asignado él, «vibrante».<br />

«¿Cómo la <strong>de</strong>scribiría ahora?», se preguntó Brody mientras masticaba la pizza.<br />

Maniática, nerviosa, <strong>de</strong>cidida.<br />

Excitante.<br />

Una llamativa crónica <strong>de</strong>l Boston Globe hablaba <strong>de</strong> su futuro puesto <strong>de</strong> jefa <strong>de</strong><br />

cocina para un «local muy conocido, famoso por su cocina americana <strong>de</strong> fusión y su<br />

agradable ambiente». Se incluían sus antece<strong>de</strong>ntes y datos curiosos junto con una<br />

foto <strong>de</strong> una Reece <strong>de</strong> aspecto más sofisticado que llevaba el cabello recogido en un<br />

moño alto —bonito cuello— y posaba, en lo que supuso que era la gloria <strong>de</strong> acero<br />

inoxidable <strong>de</strong> su nueva cocina, vestida con un sexy traje negro y unos seductores<br />

zapatos rojos <strong>de</strong> tacón altísimo.<br />

Siempre recordaré con cariño mis años en Maneo's y a todas las personas con las que<br />

trabajé o para las que cociné. Tony y Terry Maneo no solo me ofrecieron mi primera<br />

oportunidad profesional, también me dieron una gran familia. Aunque echaré <strong>de</strong> menos la<br />

comodidad y familiaridad <strong>de</strong> Maneo 's, me hace mucha ilusión incorporarme al equipo<br />

creativo <strong>de</strong> Oasis. Pretendo mantener el alto nivel <strong>de</strong>l restaurante... y añadir algunas<br />

sorpresas.<br />

—Estás para comerte, Flaca —dijo en voz alta, observando <strong>de</strong> nuevo la foto.<br />

Comprobó la fecha <strong>de</strong>l artículo y vio que se había publicado más o menos en la<br />

época en que mandó a hacer puñetas al redactor jefe <strong>de</strong>l Trib. Cuando encontró la<br />

— 116 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

primera noticia <strong>de</strong> la matanza en Maneo's, vio que sucedió tres días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l<br />

artículo <strong>de</strong>l Globe.<br />

Un asunto terrible, se mirara por don<strong>de</strong> se mirase. Reece aparecía como única<br />

superviviente, víctima <strong>de</strong> múltiples heridas <strong>de</strong> bala y en estado crítico. La policía<br />

estaba investigando y <strong>de</strong>más. Hablaba <strong>de</strong> los propietarios y <strong>de</strong>l restaurante que<br />

habían regentado durante más <strong>de</strong> un cuarto <strong>de</strong> siglo. Había <strong>de</strong>claraciones <strong>de</strong> la<br />

familia y los amigos; la conmoción, las lágrimas, la atrocidad. El periodista utilizaba<br />

expresiones como «baño <strong>de</strong> sangre», «carnicería» y «brutalidad».<br />

Artículos sucesivos informaban <strong>de</strong>l avance <strong>de</strong> la investigación —<strong>de</strong> poco a<br />

ninguno— y Brody pudo leer la frustración <strong>de</strong> los investigadores en cada cita.<br />

Se informaba <strong>de</strong> funerales y misas para quienes habían muerto. El estado <strong>de</strong><br />

Reece pasó a ser grave. Se <strong>de</strong>cía que estaba bajo protección policial.<br />

Luego fue <strong>de</strong>sapareciendo, poco a poco, y los artículos pasaron <strong>de</strong> la primera<br />

plana a la página tres, y más atrás. Volvió a hablarse cuando fue dada <strong>de</strong> alta en el<br />

hospital. No había <strong>de</strong>claraciones <strong>de</strong> Reece ni fotos.<br />

Brody se dijo que así eran las cosas. Una noticia solo lo era hasta que aparecía<br />

algo nuevo. Hacía falta jugo para alimentar a la prensa, y a la Matanza <strong>de</strong> Maneo,<br />

como la bautizaron los periódicos, se lo exprimieron todo durante tres semanas.<br />

Los muertos estaban enterrados, los asesinos sin i<strong>de</strong>ntificar, y a la única<br />

sobreviviente le quedaba recoger las piezas que pudiese <strong>de</strong> una vida <strong>de</strong>strozada.<br />

Mientras Brody se acababa la pizza y leía sobre ella, Reece llenaba su pequeña<br />

bañera <strong>de</strong> agua caliente y un generoso chorro <strong>de</strong> gel <strong>de</strong> baño. Se había tomado la<br />

aspirina y se había obligado a comer un poco <strong>de</strong> queso con galletas saladas y un<br />

racimo <strong>de</strong> uvas, para equilibrar.<br />

Se pondría en remojo con un vaso <strong>de</strong> vino y empezaría el libro <strong>de</strong> Brody en la<br />

bañera. No quería pensar en la realidad, al menos durante una hora. Dudó entre<br />

cerrar o no la puerta <strong>de</strong>l baño. Habría preferido cerrarla, pero el cuarto era tan<br />

pequeño que no habría sido capaz <strong>de</strong> soportar semejante encierro.<br />

La había cerrado un par <strong>de</strong> veces y había acabado saliendo <strong>de</strong> la bañera,<br />

chorreando y ja<strong>de</strong>ando, para volver a abrirla.<br />

Se recordó que la puerta <strong>de</strong> la calle estaba cerrada con llave y que había puesto<br />

el respaldo <strong>de</strong> una silla bajo el picaporte. Estaba a salvo. Pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>slizarse<br />

en la bañera tuvo que incorporarse dos veces y estirarse para observar la zona <strong>de</strong><br />

estar a través <strong>de</strong>l umbral. Por si acaso. Aguzar el oído por si oía algo.<br />

Impaciente consigo misma, tomó <strong>de</strong>spacio dos largos sorbos <strong>de</strong> vino.<br />

—Para. Relájate. Te encantaba hacer esto, ¿recuerdas? Sentarte en un baño <strong>de</strong><br />

burbujas con una copa <strong>de</strong> vino y un libro. Se acabó lo <strong>de</strong> restregarse en tres minutos<br />

y salir encogida <strong>de</strong> la ducha como si Norman Bates fuese a matarte a hachazos... Y,<br />

¡oh, por el amor <strong>de</strong> Dios, cállate!<br />

Cerró los ojos y tomó otro sorbo <strong>de</strong> vino. Luego abrió el libro.<br />

Empezaba así:<br />

Algunos comentaban que Jack Brewster llevaba años cavando su propia tumba, pero<br />

— 117 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

cuando la pala cortó la dura tierra invernal se sintió un tanto enojado al pensar que alguien<br />

pudiera tornarse la frase en sentido literal.<br />

Sonrió, confió en que Jack no acabase pronto bajo tierra.<br />

Leyó durante un cuarto <strong>de</strong> hora, hasta que los nervios la llevaron a incorporarse<br />

para volver a atisbar hacia la zona <strong>de</strong> estar. Reece lo consi<strong>de</strong>ró un nuevo récord.<br />

Complacida, consiguió leer durante diez minutos más, pero una inquietud creciente<br />

le indicó que ya estaba bien.<br />

Mientras quitaba el tapón <strong>de</strong> la bañera, se prometió que la próxima vez<br />

probaría a tomar un baño más largo.<br />

Le gustaba el libro, y eso era un alivio. Lo <strong>de</strong>jó para po<strong>de</strong>r aplicarse la crema<br />

corporal, que olía igual que el gel <strong>de</strong> baño. Se metería en la cama con la novela, eso<br />

haría. Utilizaría al Jack Brewster <strong>de</strong> Brody para cerrar todos los lugares hacia los que<br />

se <strong>de</strong>sviaba su mente.<br />

Esa noche no escribiría en su diario.<br />

Pue<strong>de</strong> que estuviese irritada con el sheriff Mardson cuando salió <strong>de</strong> su oficina,<br />

pero ahora que se sentía más tranquila tenía que reconocer que hacía todo lo que<br />

estaba en su mano.<br />

La creyese o no, había mostrado interés. Al menos cierto interés.<br />

Así que ella haría lo posible para seguir por lo menos uno <strong>de</strong> sus consejos. Se<br />

olvidaría <strong>de</strong>l asunto al menos durante unas horas.<br />

Se puso un pantalón <strong>de</strong> pijama y una camiseta, y se quitó las pinzas <strong>de</strong>l pelo.<br />

«Un té y una velada con un libro», pensó.<br />

Después <strong>de</strong> poner a hervir el agua, trató <strong>de</strong> reunir algo <strong>de</strong> entusiasmo para<br />

prepararse un bocadillo, pero en lugar <strong>de</strong> eso acabó pensando en un menú para la<br />

noche siguiente.<br />

Carne roja, por supuesto. Tal vez un poco <strong>de</strong> carne asada con salsa <strong>de</strong> vino<br />

tinto. En cuanto pudiese se escaparía al mercado y prepararía un adobo. «Muy fácil»,<br />

pensó mientras empezaba una lista. Patatas y zanahorias nuevas, guisantes frescos si<br />

podía encontrarlos. Una cena masculina. Bollos <strong>de</strong> mantequilla.<br />

Si tenía tiempo podría preparar unos champiñones rellenos como aperitivo. Y<br />

acabar con un postre <strong>de</strong> frutos rojos con nata. No, <strong>de</strong>masiado femenino. Pastel <strong>de</strong><br />

manzana, quizá. Comida sencilla y tradicional.<br />

Y <strong>de</strong>spués ¿acabaría en la cama con él? No era buena i<strong>de</strong>a; en realidad era una<br />

i<strong>de</strong>a pésima. Pero, puñeta, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego aquel hombre la había encendido. Era un<br />

alivio saber que podía encen<strong>de</strong>rse, pero resultaba frustrante no estar segura <strong>de</strong> lo que<br />

<strong>de</strong>bía o podía hacer con eso.<br />

Debía lavar las sábanas, por si acaso. Solo tenía un juego, así que escribió en su<br />

lista «Colada» con un signo <strong>de</strong> interrogación. Tendría que conseguir un buen vino<br />

tinto. Quizá también coñac. Y, maldita sea, no solo no tenía café; tampoco tenía<br />

cafetera.<br />

Se llevó los <strong>de</strong>dos al centro <strong>de</strong> la frente, don<strong>de</strong> el dolor <strong>de</strong> cabeza resurgía poco<br />

a poco. Debería cancelarlo. Se volvería loca tratando <strong>de</strong> preparar la cena perfecta<br />

— 118 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

cuando seguramente Brody estaría contento con un par <strong>de</strong> hamburguesas <strong>de</strong> búfalo y<br />

unas patatas fritas.<br />

Aún más inteligente sería meter sus cosas en el petate, <strong>de</strong>jarle una nota a Joanie<br />

y marcharse <strong>de</strong> Angel's Fist. ¿Qué motivos tenia para quedarse?<br />

Habían asesinado a una mujer, y ese era un buen motivo para abandonar la<br />

zona. Muy pronto, si no había ocurrido ya, todos los habitantes <strong>de</strong>l pueblo sabrían<br />

que ella afirmaba haber presenciado el crimen, y no había ni un atisbo <strong>de</strong> prueba que<br />

apoyase esa afirmación.<br />

No quería que la gente volviese a mirarla <strong>de</strong> reojo como si fuese una bomba a<br />

punto <strong>de</strong> estallar. A<strong>de</strong>más, había hecho progresos allí, podía marcharse sin sentir<br />

vergüenza. Volvía a cocinar, se había montado un apartamento, había aguantado<br />

veinticinco minutos en la bañera.<br />

Sentía que su sexualidad empezaba a hervir a fuego lento.<br />

Otra sesión con Brody, pensó, y la sexualidad se saldría <strong>de</strong> la olla. No había<br />

nada malo en ello, nada en absoluto. Ambos eran adultos sin ataduras. El sexo era<br />

saludable; pensar en la posibilidad <strong>de</strong> acostarse con un hombre atractivo era una<br />

actividad femenina normal.<br />

Era un progreso.<br />

Podía coger todo ese progreso, todos esos avances, y utilizarlos en el siguiente<br />

pueblo.<br />

Dejó el lápiz en el momento en que el hervidor empezó a chisporrotear. Silbaba<br />

en tono agudo cuando sacó <strong>de</strong>l armario una taza y un platillo. Recordó que no tenía<br />

tetera. Tal vez compraría una en el siguiente lugar don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>tuviese.<br />

Apagó el fuego y apartó el hervidor. Mientras el silbido disminuía, alguien<br />

llamó a la puerta.<br />

Habría chillado si le hubiese quedado aliento. En lugar <strong>de</strong> eso, retrocedió con<br />

brusquedad y se golpeó la ca<strong>de</strong>ra contra la encimera. Cuando se disponía a agarrar el<br />

mango <strong>de</strong> su mejor cuchillo, la brusca voz <strong>de</strong> Joanie atravesó la puerta.<br />

—Abre, por todos los diablos. No tengo toda la noche.<br />

Con las rodillas temblorosas, Reece cruzó la habitación a toda prisa y retiró la<br />

silla haciendo el menor ruido posible.<br />

—¡Lo siento, espera un segundo!<br />

Abrió la puerta y retiró la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> seguridad.<br />

—Estaba en la cocina —dijo Reece.<br />

—Sí, y este apartamento es tan espacioso que me extraña que me hayas oído.<br />

Joanie olía a especias y a humo.<br />

—Traigo el último cuenco <strong>de</strong> sopa —añadió—. La próxima vez tenemos que<br />

preparar más. ¿Has cenado?<br />

—Pues...<br />

—Da igual —Joanie <strong>de</strong>jó sobre la encimera un recipiente <strong>de</strong>sechable, caliente y<br />

tapado—. Cena ahora. A<strong>de</strong>lante —insistió al ver que Reece vacilaba—. Aún está<br />

caliente. Es mi turno <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso. —Dicho esto, se acercó a la ventana y la abrió unos<br />

centímetros. Luego sacó un encen<strong>de</strong>dor y un paquete <strong>de</strong> Marlboro Lights—. ¿Vas a<br />

— 119 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

cabrearme diciendo que no puedo fumar aquí?<br />

—No —contestó Reece mientras le acercaba el platito para que lo utilizase como<br />

cenicero—. ¿Cómo van las cosas esta noche?<br />

—No está mal. Esa sopa ha tenido mucho éxito. Pue<strong>de</strong>s hacer la <strong>de</strong> mañana si<br />

tienes alguna i<strong>de</strong>a.<br />

—Claro, no hay problema.<br />

—Siéntate y come.<br />

—No tienes por qué quedarte ahí <strong>de</strong> pie, junto a la ventana.<br />

—Estoy acostumbrada —respondió Joanie, apoyando una nalga en el alféizar—.<br />

Huele bien.<br />

—Acabo <strong>de</strong> tomar un baño. Mango Tropical.<br />

—Qué bien. —Joanie dio una calada contemplativa—. ¿Esperas compañía?<br />

—¿Cómo? No, no, esta noche no.<br />

—Cas está abajo —dijo Joanie mientras echaba la ceniza por la ventana con<br />

expresión ausente—. Quería subirte la sopa. No creo que fuese para tirarte los tejos,<br />

sobre todo porque ha dicho que pensaba que Linda-Gail <strong>de</strong>bía subir con él. De todos<br />

modos, dale la mano y te cogerá el brazo.<br />

—Lo <strong>de</strong> la sopa es todo un <strong>de</strong>talle por su parte.<br />

—Está preocupado por ti; supone que <strong>de</strong>bes <strong>de</strong> estar asustada y trastornada.<br />

—Lo estaba —dijo Reece con media sonrisa mientras se sentaba para tomarse la<br />

sopa—, pero me encuentro bien.<br />

—No es el único preocupado. Como suele pasar, ha corrido el rumor <strong>de</strong> lo que<br />

viste ayer en el sen<strong>de</strong>ro.<br />

—¿Lo que vi o lo que creí ver?<br />

—Tú sabrás.<br />

—Lo vi.<br />

—Muy bien. Linda-Gail me ha pedido que te diga que, si no quieres estar sola,<br />

subirá a pasar la noche contigo, o que pue<strong>de</strong>s ir a su casa.<br />

Reece se <strong>de</strong>tuvo con la cuchara a medio camino <strong>de</strong> la boca.<br />

—¿De verdad?<br />

—No, me lo he inventado para que puedas quedarte embobada.<br />

—Es un encanto, pero estoy bien.<br />

—La verdad es que tienes mejor aspecto que antes. —Apoyando la espalda<br />

contra el marco <strong>de</strong> la ventana, Joanie echó más cenizas al exterior y añadió—. Como<br />

soy tu jefa y tu casera, la gente se ha pasado el día preguntándome y dándome<br />

recuerdos para ti. Mac, Cari, el doctor, Bebe, Pete, Beck y los <strong>de</strong>más. Reconozco que<br />

algunos han venido con la esperanza <strong>de</strong> echarte un vistazo o sonsacarme<br />

información, pero la mayoría estaban sinceramente preocupados. He pensado que<br />

<strong>de</strong>bías saberlo.<br />

—Agra<strong>de</strong>zco las preguntas, los recuerdos y la preocupación. Joanie, el sheriff<br />

no encuentra nada.<br />

—Algunas cosas cuesta más encontrarlas que otras. Rick seguirá buscando.<br />

—Supongo que sí. Pero en realidad no me cree. ¿Por qué iba a hacerlo? ¿Por qué<br />

— 120 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

iba a creerme nadie? Aunque ahora sí lo hagan, lo verán <strong>de</strong> otro modo cuando corra<br />

el rumor, <strong>de</strong> lo que ocurrió en Boston. Y... creo que ya ha corrido.<br />

—Alguien se lo murmuró a alguien que se lo murmuró a alguien más. Así que,<br />

sí, se ha hablado <strong>de</strong> lo que ocurrió allí y <strong>de</strong> cómo te afectó.<br />

—Tenía que suce<strong>de</strong>r —dijo Reece tratando <strong>de</strong> restarle importancia—. Ahora<br />

habrá más murmullos, más habladurías. Luego empezarán: «Oh, esa pobre chica lo<br />

pasó muy mal y no consigue superarlo. Se imagina cosas».<br />

—Puñeta, y yo sin mi violín —replicó Joanie mientras apagaba el cigarrillo—.<br />

Me aseguraré <strong>de</strong> llevarlo conmigo la próxima vez que montes una fiesta.<br />

—¡Qué mala eres! —Reece siguió comiendo—. ¿Por qué será que las dos<br />

personas menos comprensivas son las que más me ayudan?<br />

—Supongo que te diste un atracón <strong>de</strong> comprensión en Boston y no quieres<br />

repetir.<br />

—Has dado en el clavo. Antes <strong>de</strong> que subieras estaba pensando en marcharme.<br />

Ahora estoy aquí sentada comiendo sopa, que, dicho sea <strong>de</strong> paso, estaría más buena<br />

con hierbas frescas, y mientras hablo contigo comprendo que no me voy a ir a<br />

ninguna parte. Me alegro <strong>de</strong> saberlo, aunque cuando te marches comprobaré que las<br />

ventanas y la puerta están cerradas, y me aseguraré <strong>de</strong> que tengo línea telefónica.<br />

—¿También volverás a poner la silla <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l picaporte?<br />

—No se te escapa nada.<br />

—No mucho. —Joanie llevó el improvisado cenicero junto al frega<strong>de</strong>ro—.<br />

Tengo sesenta tacos, así que...<br />

—¿Sesenta años? ¡Venga ya!<br />

Incapaz <strong>de</strong> evitar una rápida sonrisa ante la evi<strong>de</strong>nte incredulidad <strong>de</strong> Reece,<br />

Joanie se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—Cumpliré sesenta en enero <strong>de</strong>l año que viene, así que estoy practicando. De<br />

ese modo no será un golpe tan gran<strong>de</strong>. Ahora no sé qué estaba diciendo. Me he<br />

perdido...<br />

—Te habría echado cincuenta.<br />

Joanie le <strong>de</strong>dicó una mirada larga y fría, pero sus labios volvieron a sonreír.<br />

—¿Estás intentando conseguir un aumento antes <strong>de</strong> hora?<br />

—Si puedo...<br />

—Sé reconocer lo bueno cuando lo veo. Eso es lo que iba a <strong>de</strong>cir. Tú eres <strong>de</strong><br />

buena raza y aguantarás. Has aguantado cosas peores.<br />

—No aguanté.<br />

—No me digas que no —replicó Joanie—. Estoy aquí mirándote, ¿no? Recuerda<br />

que en el pueblo pue<strong>de</strong> haber muchos curiosos, pero hay buena gente; <strong>de</strong> lo<br />

contrario, me habría largado <strong>de</strong> aquí hace tiempo. En todas partes pasan cosas malas,<br />

y tú lo sabes mejor que nadie. La gente <strong>de</strong> aquí se ocupa <strong>de</strong> sí misma, y <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más<br />

cuando hace falta. Si necesitas que te echen una mano, pí<strong>de</strong>lo.<br />

—Lo haré.<br />

—Tengo que volver abajo. —Mientras retrocedía, Joanie echó un vistazo a su<br />

alre<strong>de</strong>dor—. ¿Quieres una tele? Tengo una <strong>de</strong> sobra.<br />

— 121 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Reece iba a <strong>de</strong>cir que no, que era <strong>de</strong>masiada molestia. «Afina esos violines»,<br />

pensó.<br />

—Si pue<strong>de</strong>s prestarme una, me gustaría mucho.<br />

—Pue<strong>de</strong>s subírtela mañana.<br />

En la puerta, Joanie se <strong>de</strong>tuvo y husmeó el aire.<br />

—Va a llover otra vez. Te espero a las seis en punto.<br />

Una vez sola, Reece se levantó a cerrar las ventanas y a cerrar la puerta con<br />

llave. Se tomó su tiempo. «Cualquier mujer lo cierra todo para pasar la noche», se<br />

dijo. Si apoyaba la silla bajo el picaporte, eso no perjudicaba a nadie.<br />

La lluvia llegó poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las dos <strong>de</strong> la mañana y la <strong>de</strong>spertó. Se había<br />

dormido con las luces encendidas y el libro <strong>de</strong> Brody en la mano. Se oían truenos<br />

ahogados bajo el golpeteo <strong>de</strong> la lluvia sobre el tejado y contra las ventanas. Le<br />

gustaba la fuerza <strong>de</strong> aquel sonido. Hacía que se sintiese aún más confortable y<br />

abrigada en su pequeña cama.<br />

Se acurrucó mientras se frotaba el cuello entumecido. Suspiró y se tapó hasta la<br />

barbilla. Al recorrer con la mirada la habitación antes <strong>de</strong> volver a cerrar los ojos, se<br />

quedó helada.<br />

La puerta <strong>de</strong> la calle estaba abierta. Solo una rendija.<br />

Temblando, se envolvió los hombros con la manta y agarró la linterna que tenía<br />

junto a la cama como si fuese un garrote. Tenía que levantarse, tenía que mover las<br />

piernas. Se levantó, con la respiración entrecortada, y corrió hasta la puerta.<br />

Dio un portazo, cerró con llave y accionó el picaporte con fuerza para<br />

asegurarse <strong>de</strong> que no cedía. El corazón le latía a toda velocidad mientras corría a las<br />

ventanas para asegurarse <strong>de</strong> que estaban bien cerradas. Atisbo por los cristales.<br />

No había nadie bajo la lluvia. El lago era una negra extensión <strong>de</strong> agua; la calle<br />

estaba resbaladiza y vacía.<br />

Trató <strong>de</strong> convencerse <strong>de</strong> que había <strong>de</strong>jado la puerta mal cerrada por error o se<br />

las había arreglado para abrirla al hacer la última comprobación antes <strong>de</strong> acostarse.<br />

El viento la había abierto un poco. La tormenta había entrado y el viento la había<br />

abierto.<br />

Pero se arrodilló junto a la puerta y vio los ligeros arañazos que había<br />

producido el roce <strong>de</strong> la silla.<br />

El viento no había abierto la puerta con la fuerza suficiente para mover la silla<br />

más <strong>de</strong> dos centímetros.<br />

Se sentó contra la pared, junto a la puerta, con la manta sobre los hombros.<br />

Consiguió echar una cabezada, y luego vestirse y trabajar. En cuanto la tienda<br />

abrió, se tomó su <strong>de</strong>scanso y se acercó a comprar un cerrojo.<br />

—¿Sabe cómo instalar esto? —preguntó Mac.<br />

—Pensaba que podría averiguarlo.<br />

El hombre le dio una palmadita en la mano.<br />

—¿Por qué no se lo instalo yo? De todos modos, hoy pensaba ir a comer a<br />

Joanie's. No tardaré mucho.<br />

«Pi<strong>de</strong> ayuda cuando la necesites», recordó Reece.<br />

— 122 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Se lo agra<strong>de</strong>cería mucho, señor Drubber.<br />

—Será un momento. No me extraña que esté un poquito nerviosa. Un buen<br />

cerrojo le ayudará a sentirse mejor.<br />

—Sí, lo sé. —Se volvió al oír que se abría la puerta—. Buenos días, señor<br />

Sampson —-dijo cuando vio entrar a Cari.<br />

—Buenos días. ¿Cómo está?<br />

—Estoy bien. Mmm..., supongo que el sheriff habrá hablado ya con uste<strong>de</strong>s,<br />

pero me pregunto si en los últimos días han visto en el pueblo a una mujer con el<br />

pelo largo y oscuro y un abrigo rojo.<br />

—Vinieron algunos excursionistas —le dijo Mac—, todos hombres, aunque dos<br />

<strong>de</strong> ellos llevaban pendientes. Uno en la nariz.<br />

—Se ven muchos en invierno, cuando vienen los aficionados al snowboard —<br />

comentó Cari—. Los chicos llevan más quincalla que las chicas. Mac, hace un par <strong>de</strong><br />

días pasó por aquí una pareja <strong>de</strong> jubilados <strong>de</strong> Minnesota con una autocaravana.<br />

—La mujer tenía el pelo canoso, Cari, y él pesaba al menos ciento treinta kilos.<br />

No son el tipo <strong>de</strong> personas por las que preguntaba el sheriff.<br />

—Por cierto —dijo Cari mirando a Reece—, podría ser que la pareja a la que<br />

usted vio estuviese peleándose en broma, haciendo el tonto. La gente hace cosas<br />

rarísimas.<br />

—Sí, es cierto —contestó Reece mientras sacaba el mone<strong>de</strong>ro—. ¿Le <strong>de</strong>jo a usted<br />

el cerrojo, señor Drubber?<br />

—Sí, mejor. Ah, y guár<strong>de</strong>se el dinero. Se lo apuntaré a Joanie.<br />

—Oh, no, es para mí, así que...<br />

—¿Piensa quitarlo <strong>de</strong> la puerta y llevárselo a algún sitio?<br />

—No, pero...<br />

—Ya lo arreglaré con Joanie. ¿Tienen hoy sopa <strong>de</strong>l día?<br />

—De fi<strong>de</strong>os y pollo, al estilo antiguo.<br />

—Eso suena muy bien. ¿Necesita algo más?<br />

—Pues sí, pero tendré que venir <strong>de</strong>spués. He <strong>de</strong> volver al trabajo.<br />

—Deme la lista —dijo Mac antes <strong>de</strong> coger un lápiz y hume<strong>de</strong>cer la punta—. Se<br />

lo subiré cuando vaya a comer.<br />

—Me vendrá estupendamente. Necesito una tapa pequeña <strong>de</strong> ternera, medio<br />

kilo <strong>de</strong> patatas nuevas, medio kilo <strong>de</strong> zanahorias...<br />

Cuando acabó, Mac levantó las cejas.<br />

—Parece que va a cenar en compañía.<br />

—Así es. He invitado a Brody. Últimamente me ha ayudado en algunas cosas.<br />

¿Qué mal había?<br />

—Apuesto a que él sale ganando.<br />

—Si sobra algo, es para usted. Por poner el cerrojo.<br />

—Trato hecho.<br />

La muchacha regresó, aspirando el aire limpio y fresco que había <strong>de</strong>jado la<br />

tormenta nocturna. Había conseguido manejar la situación. Había hecho lo más<br />

sensato.<br />

— 123 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Y cuando se acostase aquella noche —sola o acompañada—, habría un nuevo<br />

cerrojo en la puerta.<br />

Cas entró en Angel's Fist abordo <strong>de</strong> su furgoneta Ford con un CD <strong>de</strong> Waylon<br />

Jennings gimiendo en el reproductor. Antes <strong>de</strong> entrar en el pueblo había estado<br />

escuchando a Faith Hill, a quien consi<strong>de</strong>raba el no va más en cuestión <strong>de</strong> mujeres.<br />

Pero a pesar <strong>de</strong> eso y <strong>de</strong> sus excelsas cuerdas vocales, un tipo no podía recorrer el<br />

pueblo con una chica cantando en su furgoneta.<br />

Salvo que estuviese vivita y coleando, claro.<br />

Estaba pensando en una chica. En realidad, en un par; en su mente cabían<br />

muchas mujeres. Vio a una <strong>de</strong> ellas, vestida con unos vaqueros ajustados y una<br />

suda<strong>de</strong>ra roja, que subida a una escalera <strong>de</strong> mano pintaba <strong>de</strong> un vivo y alegre<br />

amarillo los postigos <strong>de</strong> la pequeña casa <strong>de</strong> muñecas que tenía alquilada.<br />

Pisó el acelerador a fondo, esperando que ella se volviese y admirase su imagen<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l masculino vehículo negro. Al ver que no se volvía, puso los ojos en blanco<br />

y aparcó.<br />

Siempre había tenido que esforzarse más con esa mujer para sacar unas migajas<br />

que con las <strong>de</strong>más para conseguir el pastel entero.<br />

—¡Hola, Linda-Gail!<br />

—¡Hola, tú! —respondió ella sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> pintar.<br />

—¿Qué haces?<br />

—Me estoy haciendo una limpieza <strong>de</strong> cutis y una pedicura. ¿A ti qué te parece<br />

que hago?<br />

Él volvió a poner los ojos en blanco y bajó <strong>de</strong> la furgoneta para acercarse.<br />

—¿Tienes el día libre?<br />

Ya había echado un vistazo al horario y sabía que sí.<br />

—Así es. ¿Y tú?<br />

—Tengo a unos turistas, pero hoy salen a remar. ¿Has visto a Reece?<br />

—No.<br />

Golpeó la ma<strong>de</strong>ra con la brocha lo bastante fuerte para que salpicase y para<br />

obligarle a apartarse <strong>de</strong> un salto.<br />

—Ten cuidado.<br />

—Pues muévete.<br />

«Qué mujer más tozuda», pensó. No sabía por qué volvía a intentarlo con ella si<br />

siempre le insultaba.<br />

—Oye, solo quería saber cómo estaba, eso es todo.<br />

—Tu madre me dijo que la <strong>de</strong>jase en paz y eso hago —dijo con un suspiro,<br />

bajando la brocha—. Aunque me gustaría enterarme. Es horrible.<br />

—Horrible... —repitió él—. Pero en cierto modo emocionante.<br />

—¡Sí que lo es! —exclamó ella mientras se contorsionaba para mirarle—. Nos<br />

gusta el morbo, pero ¡Dios mío, es un asesinato! Bebe cree que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser una<br />

pareja que atracó un banco o algo así, tuvieron un enfado, él la mató y se ha quedado<br />

con todo el dinero.<br />

—Una teoría como otra cualquiera.<br />

— 124 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Bajando la brocha, la muchacha se apoyó en la escalera.<br />

—Yo creo que tenían un lío y se escaparon juntos. Luego ella cambió <strong>de</strong> opinión<br />

y quiso volver con su marido y sus hijos, así que él la mató llevado por la pasión.<br />

—También suena bien. Lastró el cuerpo y lo metió a la fuerza en una vieja<br />

madriguera <strong>de</strong> castores.<br />

Oh, eso es horrible <strong>de</strong> verdad, Cas. Peor que enterrarla.<br />

—De todos modos, no creo que hiciera eso. —Cas se apoyó en la escalera.<br />

Percibía el olor <strong>de</strong> la pintura pero, a tan poca distancia, también olía algún producto<br />

que ella se aplicaba en la piel, fuera lo que fuese—. Tenía que saber dón<strong>de</strong> encontrar<br />

una vieja madriguera <strong>de</strong> castores, ¿no? Y no podían ser <strong>de</strong> por aquí. Lo mires por<br />

don<strong>de</strong> lo mires, el ya <strong>de</strong>be <strong>de</strong> estar muy lejos.<br />

—Supongo que sí. Eso no le ayuda a Reece.<br />

La muchacha volvió a pintar. Tal como él estaba situado, el bonito trasero <strong>de</strong><br />

ella le quedaba justo a la altura <strong>de</strong> los ojos. Solo tenía que inclinarse cinco centímetros<br />

para...<br />

—Me imagino que piensas pasar a verla —añadió Linda-Gail.<br />

—¿A quién? —preguntó él mientras parpa<strong>de</strong>aba <strong>de</strong>sconcertado—. Ah, te<br />

refieres a Reece. No lo sé. Lo haría si me acompañaras.<br />

—Tu madre me ha dicho que hoy no moleste a Reece. A<strong>de</strong>más, ya que he<br />

empezado con esto tengo que terminarlo.<br />

—A este paso, va a llevarte la mitad <strong>de</strong>l día.<br />

Ella le miró por encima <strong>de</strong>l hombro.<br />

—Tengo otra brocha, listo. Podrías hacer algo útil en lugar <strong>de</strong> ir por ahí<br />

presumiendo.<br />

—Es mi día libre.<br />

—También el mío.<br />

—Mierda. —No le apetecía nada pintar unos malditos postigos, pero no se le<br />

ocurría ningún otro sitio a don<strong>de</strong> ir, nada más que hacer—. Supongo que puedo<br />

echarte una mano —añadió al tiempo que cogía una brocha que aún llevaba la<br />

etiqueta con el precio en el mango—. Tal vez, si acabamos esto antes <strong>de</strong>l martes que<br />

viene, podamos ir al rancho. Podría ensillar un par <strong>de</strong> caballos. Hace un buen día<br />

para dar un paseo.<br />

Linda-Gail sonrió para sus a<strong>de</strong>ntros mientras pintaba.<br />

—Tal vez. Hace un día estupendo.<br />

— 125 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

DESVÍOS<br />

El dolor tiene algo <strong>de</strong> vacío;<br />

no logra recordar<br />

cuándo empezó, o si hubo<br />

un día en que no fue.<br />

— 126 —<br />

EMILY DICKINSON


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 11<br />

Reece subió corriendo por la escalera en el siguiente <strong>de</strong>scanso. Con la llave que<br />

Mac había <strong>de</strong>jado en Joanie's, abrió el nuevo y robusto cerrojo.<br />

Oír ese simple sonido seco hizo que se sintiera mejor. Lo probó un par <strong>de</strong> veces<br />

y luego suspiró aliviada.<br />

Pero se recordó que no tenía tiempo que per<strong>de</strong>r, <strong>de</strong>bía preparar el adobo,<br />

mezclarlo con la carne, bajar enseguida y acabar su turno.<br />

Sobre la encimera encontró una nota <strong>de</strong> Mac escrita con letra clara y esmerada y<br />

sujeta por la nueva parrilla que había incluido en la lista.<br />

He guardado los comestibles en la nevera; no quería <strong>de</strong>jar fuera los productos<br />

perece<strong>de</strong>ros. Le he abierto una cuenta, así que pue<strong>de</strong> pagarme a finales <strong>de</strong> mes. Que disfrute <strong>de</strong><br />

su cena. Estoy <strong>de</strong>seando probar esas sobras.<br />

M.D.<br />

«Qué encanto», pensó, y se preguntó distraída por qué alguna mujer lista no lo<br />

había pescado todavía.<br />

Sacó lo que necesitaba <strong>de</strong>l frigorífico y la alacena, y luego abrió el armario<br />

situado bajo la encimera para coger el cuenco gran<strong>de</strong>.<br />

No estaba allí. Sus cuencos no estaban allí, en su lugar encontró sus botas <strong>de</strong><br />

excursión y su mochila.<br />

Se arrodilló <strong>de</strong>spacio.<br />

Ella no las había puesto allí. Guardaba las botas y la mochila en el pequeño<br />

ropero. Las sacó con cuidado, como si <strong>de</strong>sactivase una bomba, para examinarlas.<br />

Abrió la mochila y encontró la botella <strong>de</strong> agua, la brújula, la navaja, el polar, el<br />

protector solar. Todo en su sitio.<br />

Temblando un poco, las llevó al ropero. Y allí estaban los cuencos, colocados en<br />

el estante situado sobre las perchas.<br />

«No significa nada —se dijo—. Un momento <strong>de</strong> distracción, eso es todo.»<br />

Cualquiera podría cometer un error tan tonto. Cualquiera.<br />

Dejó las botas en el suelo y colgó la mochila en el gancho <strong>de</strong> siempre. Recordó<br />

haber hecho justo lo que acababa <strong>de</strong> hacer cuando regresó <strong>de</strong> su paseo hasta el río<br />

con Brody. Antes <strong>de</strong> tomarse la aspirina y llenar la bañera, se quitó las botas y las<br />

metió en el ropero junto con la mochila.<br />

Juraría haberlo hecho.<br />

Y los cuencos. Para empezar, ¿por qué iba a cambiarlos <strong>de</strong> sitio?<br />

Pero así era. Igual que había señalado el mapa y luego lo había borrado <strong>de</strong> su<br />

mente. «Amnesia», pensó con la frente apoyada en la puerta <strong>de</strong>l ropero. Se resistía a<br />

— 127 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

creer que volviese a sufrir amnesia, como durante la crisis. Pero los cuencos estaban<br />

en el ropero, ¿verdad? Mac Drubber no los había cambiado <strong>de</strong> sitio para hacerle una<br />

broma, así que solo quedaba ella.<br />

Se dijo que era el resultado <strong>de</strong>l estrés. Había sufrido un trauma que<br />

atormentaba su mente, y por eso había <strong>de</strong>jado un par <strong>de</strong> cosas en el lugar<br />

equivocado. No era un problema, no tenía por qué ser un problema si era capaz <strong>de</strong><br />

asumirlo.<br />

Se limito, a coger los cuencos, colocar sobre la encimera el que necesitaba y<br />

<strong>de</strong>jar los <strong>de</strong>más en su sitio.<br />

Se negó a seguir pensando y empezó a picar, medir y batir.<br />

Cuando terminó su turno, volvió a abrir la puerta. Esta vez comprobó todas sus<br />

cosas. Armarios, ropero, botiquín, aparador.<br />

Todo estaba justo don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bía estar. Por ello, apartó <strong>de</strong> su mente el pequeño<br />

inci<strong>de</strong>nte y lavó la nueva parrilla que le había traído Mac. A continuación se dispuso<br />

a hacer lo que más le gustaba.<br />

Hacía mucho tiempo que Reece no preparaba una comida seria e íntima. Para<br />

ella, era como re<strong>de</strong>scubrir el amor. Las texturas, las formas, los aromas y los<br />

productos eran físicos, emocionales, incluso espirituales.<br />

Mientras las verduras burbujeaban y se doraban en los jugos <strong>de</strong>l el asado, abrió<br />

una botella <strong>de</strong> Cabernet para que se oxigenase. Al colocar sobre la encimera los<br />

cubiertos, platos y vasos, pensó que comprar aquellas servilletas <strong>de</strong> tela con un<br />

estampado <strong>de</strong> vivos colores probablemente había sido una tontería. Sin embargo, no<br />

era capaz <strong>de</strong> utilizar las <strong>de</strong> papel para una cena en compañía. A<strong>de</strong>más, quedaban<br />

preciosas sobre los sencillos platos blancos, les daban un aire festivo. Y las velas eran<br />

tan prácticas como atractivas. Podía irse la luz en algún momento, las pilas <strong>de</strong> su<br />

linterna podían agotarse... Por otra parte, los pequeños soportes <strong>de</strong> vidrio azul no le<br />

habían salido <strong>de</strong>masiado caros.<br />

Había <strong>de</strong>cidido quedarse algún tiempo, ¿verdad? No había nada malo en<br />

comprar algunas cosas para hacer más acogedora la habitación. Más suya. No se<br />

había gastado todo el sueldo comprando alfombras, cortinas y cuadros.<br />

Aunque una alfombra <strong>de</strong> vivos colores quedaría muy bonita sobre las viejas y<br />

arañadas tablas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Podía ven<strong>de</strong>rla antes <strong>de</strong> marcharse. «En fin, ya veremos»,<br />

pensó mientras miraba el reloj.<br />

Se sorprendió tarareando una melodía mientras picaba y mezclaba el relleno<br />

para los champiñones. Se dijo que era buena señal. Demostraba que estaba bien. No<br />

había nada <strong>de</strong> qué preocuparse.<br />

Le gustaba escuchar música mientras trabajaba en la cocina. Rock, ópera, new<br />

age... Lo que mejor se adaptase a su humor y a la comida.<br />

Tal vez compraría un pequeño reproductor <strong>de</strong> CD para la encimera,<br />

simplemente para sentirse más acompañada. Echó un vistazo al tranquilizador<br />

<strong>de</strong>stello <strong>de</strong>l nuevo cerrojo contra la pintura <strong>de</strong>slucida <strong>de</strong> la puerta. Allí estaba segura.<br />

¿Por qué no sentirse también feliz y cómoda?<br />

Y volvería a salir <strong>de</strong> excursión. Consi<strong>de</strong>raría la posibilidad <strong>de</strong> alquilar o pedir<br />

— 128 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

prestada una barca para ir al lago. ¿Sería muy difícil remar en una barca? Le gustaría<br />

averiguarlo. Sería otro paso que la acercaría a la verda<strong>de</strong>ra normalidad y no solo a su<br />

apariencia.<br />

Tenía una cita, ¿no? Una especie <strong>de</strong> cita. Y eso era normalísimo. Tan normal<br />

como que Brody se retrasase diez minutos.<br />

A menos que no acudiese. A menos que hubiese reflexionado sobre lo que había<br />

sucedido —o casi sucedido— entre ellos y optase por quitarse <strong>de</strong> en medio antes <strong>de</strong><br />

que las cosas se complicasen. ¿Por qué iba a querer un hombre enredarse con alguien<br />

que estaba emocionalmente <strong>de</strong>sequilibrado? Alguien que comprobaba tres veces si<br />

había cerrado bien la puerta y aun así se las arreglaba para <strong>de</strong>jarla abierta. Que no<br />

recordaba haber llenado un mapa <strong>de</strong> marcas <strong>de</strong> rotulador rojo. Que metía sus bolas<br />

<strong>de</strong> excursión en un armario <strong>de</strong> cocina.<br />

«Debo <strong>de</strong> ser sonámbula», pensó Reece con un suspiro. Regresión. Pronto<br />

pasearía <strong>de</strong>snuda por las calles.<br />

Se <strong>de</strong>tuvo, cerró los ojos y respiró hondo. La asaltó el olor <strong>de</strong> los champiñones,<br />

los pimientos, las cebollas y la carne.<br />

No solo se sentía segura y bastante cuerda; también era productiva. Esa noche<br />

no tenía que preocuparse <strong>de</strong> nada, salvo <strong>de</strong> preparar una buena cena. Aunque<br />

acabase comiéndosela ella sola. Mientras lo pensaba, oyó unos pasos en las escaleras.<br />


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—No. A mi madre se le queman hasta los platos precocinados.<br />

Divertida, Reece acabó <strong>de</strong> rellenar los champiñones.<br />

—¿A qué se <strong>de</strong>dica?<br />

—Es psiquiatra. Tiene una consulta privada.<br />

Tratando <strong>de</strong> ignorar la sacudida automática <strong>de</strong> su estómago, Reece se concentró<br />

en los champiñones.<br />

—Ya.<br />

—Y hace macramé.<br />

—¿Que hace qué?<br />

—Hace cosas anudando cuerdas. Creo que una vez llegó a hacer un pequeño<br />

estudio <strong>de</strong> macramé. Amueblado. Es una obsesión.<br />

Reece metió los champiñones en el horno y reguló el temporizador.<br />

—¿Y tu padre?<br />

—A mi padre le gusta hacer barbacoas, incluso en invierno. Es profesor<br />

universitario. Enseña lenguas románicas. Hay quien piensa que forman una pareja<br />

extraña. Ella es apasionada y sociable; él es más bien tímido y soñador. Pero a ellos<br />

les va bien. ¿Quieres vino?<br />

—Enseguida —dijo Reece mientras sacaba un plato <strong>de</strong> aceitunas—. ¿Tienes<br />

hermanos?<br />

—Dos, un hermano y una hermana.<br />

—Yo siempre quise tener un hermano. Alguien con quien pelearme o con quien<br />

aliarme contra la autoridad. Soy hija única, y mi padre y mi madre también lo eran.<br />

—Así toca más pavo el día <strong>de</strong> Acción <strong>de</strong> Gracias.<br />

—Todo tiene su lado bueno. Entre otras cosas, me encantaba trabajar en<br />

Maneo's porque era ruidoso y cálido, y siempre estaba lleno <strong>de</strong> gente. En casa no<br />

éramos ruidosos ni cálidos. Mi abuela es maravillosa. Tranquila, cariñosa y amable.<br />

Siempre se ha portado muy bien conmigo —dijo mientras levantaba su vaso en una<br />

especie <strong>de</strong> brindis, antes <strong>de</strong> beber—. En los últimos dos años le he causado muchas<br />

preocupaciones.<br />

—¿Sabe dón<strong>de</strong> estás?—Sí, claro. La llamo cada dos semanas y le envío mensajes<br />

con frecuencia. Le encanta el correo electrónico. Es una mujer ocupada y mo<strong>de</strong>rna,<br />

con una vida propia muy llena. —Se volvió a comprobar los champiñones y encendió<br />

el gratinador—. Se divorció <strong>de</strong> mi abuelo antes <strong>de</strong> que yo naciese —añadió—. Ni<br />

siquiera le conozco. Luego mi abuela puso un negocio <strong>de</strong> <strong>de</strong>coración. —Reece echó<br />

un vistazo distraído al diminuto apartamento—. Se estremecería al ver lo que no he<br />

hecho con este sitio. También le encanta viajar. Cuando murieron mis padres tuvo<br />

que posponer muchas cosas. Fue en un acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> tráfico; yo tenía quince años. Mi<br />

abuela me crió <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces. No quería que me fuese <strong>de</strong> Boston. Pero yo no podía<br />

quedarme.<br />

—Tranquila, cariñosa y amable. Seguramente prefiere que estés bien aquí a que<br />

estés mal en Boston.<br />

Reece reflexionó mientras sacaba una fuente.<br />

—Tienes razón, pero en los últimos meses me he sentido culpable. De todos<br />

— 130 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

modos, la tengo bastante convencida <strong>de</strong> que estoy bien, así que ahora está en<br />

Barcelona, en un viaje <strong>de</strong> compras. —Sacó los champiñones, les echó un poco <strong>de</strong><br />

parmesano por encima y los puso a gratinar—. Estarían mejor si fuese fresco, pero no<br />

lo he encontrado.<br />

—Haré un esfuerzo y probaré alguno.<br />

Cuando estuvieron gratinados a su gusto y colocados en una fuente, Reece los<br />

puso entre los dos, sobre la encimera.<br />

—Esta es la primera comida que preparo para otra persona en los dos últimos<br />

años.<br />

—Abajo cocinas todos los días.<br />

La muchacha sacudió la cabeza.<br />

—Eso es trabajo. Me refiero a que es la primera comida que preparo por gusto.<br />

La otra noche no cuenta. Fue una cena improvisada. Hasta esta noche no me he dado<br />

cuenta <strong>de</strong> lo mucho que lo echaba <strong>de</strong> menos.<br />

—Me alegro <strong>de</strong> ser útil —dijo él antes <strong>de</strong> meterse un champiñón en la boca—.<br />

Están buenos.<br />

Ella cogió otro, lo mordió y sonrió.<br />

—Sí que lo están.<br />

No fue <strong>de</strong>masiado difícil. Más fácil para ella que salir, buscar o aceptar alguna<br />

actividad <strong>de</strong>stinada a matar el rato o crear tácticas <strong>de</strong> conversación. Allí podía<br />

relajarse, disfrutar <strong>de</strong> los últimos preparativos para la cena. Y, curiosamente, podía<br />

relajarse con Brody y disfrutar <strong>de</strong> él.<br />

—Será más cómodo si sirvo la comida en los platos. ¿Te parece bien?<br />

—A<strong>de</strong>lante —dijo él, indicando su plato con el vaso <strong>de</strong> vino—. No seas tacaña.<br />

Mientras ella servía, él vertió más vino en los vasos. Se había fijado en las velas,<br />

las servilletas elegantes y el robusto molinillo <strong>de</strong> pimienta. «Todo nuevo —pensó—,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi última visita.»<br />

También se había fijado en su libro, colocado sobre la mesita situada junto al<br />

diván.<br />

Supuso que Reece se estaba instalando y que no tardaría mucho en ver un<br />

jarrón con flores y un par <strong>de</strong> fotos en la pared.<br />

—He empezado tu novela—dijo Reece mirándole a los ojos.<br />

El corazón <strong>de</strong> Brody sufrió una rápida sacudida. Aquella mujer tenía lo que se<br />

dice unos ojazos.<br />

—¿Qué te parece?<br />

—Me gusta —contestó mientras se sentaba a su lado y se colocaba la servilleta<br />

sobre el regazo—. Da miedo y eso es bueno. Me distrae <strong>de</strong> mis propios nervios. Jack<br />

me cae bien. Es tan <strong>de</strong>sgraciado... Espero que no acabe en esa tumba. A<strong>de</strong>más, me<br />

parece que Leah pue<strong>de</strong> en<strong>de</strong>rezarle.<br />

—¿Eso es lo que se supone que hacen las mujeres? ¿En<strong>de</strong>rezar a los hombres?<br />

—Se supone que las personas se en<strong>de</strong>rezan unas a otras, cuando pue<strong>de</strong>n y si el<br />

otro les importa lo suficiente. A ella le importa él, así que confío en que acaben<br />

juntos.<br />

— 131 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿Que sean felices y coman perdices?<br />

—Si la justicia no triunfa y el amor no es perfecto, ¿qué sentido tienen las<br />

novelas? La vida real es asquerosa <strong>de</strong>masiadas veces.<br />

—Que los personajes sean felices y coman perdices no ayuda a ganar premios<br />

Pulitzer.<br />

Ella le observó con los labios apretados.<br />

—¿Eso es lo que buscas?<br />

—Si fuese eso, seguiría trabajando en el Trib. Preparar carne asada para cenar<br />

en Wyoming o hacer hamburguesas <strong>de</strong> búfalo en ese restaurante barato no te<br />

ayudará a ti a ganar el equivalente gastronómico <strong>de</strong>l Pulitzer, sea el que sea.<br />

—Yo también pensaba que quería eso. Premios importantes, reconocimiento...<br />

Ahora prefiero preparar carne asada... ¿Qué te parece?<br />

—Te daría un premio —dijo él antes <strong>de</strong> cortar otro trozo, acompañado con<br />

parte <strong>de</strong>l bollo, que había untado con mucha mantequilla—. ¿De dón<strong>de</strong> has sacado<br />

los bollos?<br />

—Los he hecho yo.<br />

—¡Venga ya! —exclamó con inmediata y sincera incredulidad—. ¿Con harina?<br />

—Ese es uno <strong>de</strong> los ingredientes.<br />

Le pasó el cuenco para que pudiese coger otro.<br />

—Es un gran avance respecto a la comida preparada que imperaba en mi casa<br />

—dijo él con una sonrisa.<br />

—Eso espero. En cuestión <strong>de</strong> comida, soy una sibarita —contestó Reece—.<br />

Vamos a ver si adivino lo que tienes en la <strong>de</strong>spensa. Pizza congelada, latas <strong>de</strong> sopa<br />

con chile, cajas <strong>de</strong> cereales....perritos calientes...<br />

—Te has olvidado <strong>de</strong> los macarrones con queso.<br />

—Ah, sí, el sustento <strong>de</strong>l soltero. Pasta seca y queso molido. Mmm...<br />

—Mantiene el cuerpo y el alma unidos.<br />

—Sí, como el engrudo.<br />

Brody pinchó una <strong>de</strong> las patatitas asadas <strong>de</strong> su plato.<br />

—¿Vas a en<strong>de</strong>rezarme, Flaca?<br />

—Te daré <strong>de</strong> comer <strong>de</strong> vez en cuando, y eso nos irá bien a los dos. Puedo...<br />

Se interrumpió y <strong>de</strong>jó caer el tenedor cuando en la calle sonó la explosión.<br />

—La furgoneta <strong>de</strong> Cari —dijo Brody, tranquilo.<br />

—La furgoneta <strong>de</strong> Cari —repitió ella mientras cogía su vino con ambas<br />

manos—. Siempre me asusta. A ver si la arregla <strong>de</strong> una puñetera vez.<br />

—A ti y a todos los <strong>de</strong>l pueblo. ¿Alguna vez anotas estas cosas?<br />

—¿Qué cosas?<br />

—Las recetas.<br />

Reece se or<strong>de</strong>nó coger el tenedor y comer a pesar <strong>de</strong> que tenía el corazón en un<br />

puño.<br />

—Sí, claro. Ya era organizada y un poco maniática antes <strong>de</strong> volverme loca.<br />

Tengo recetas archivadas en el portátil con dos copias <strong>de</strong> seguridad. ¿Por qué? ¿Te<br />

gustaría hacer bollos?<br />

— 132 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—No. Solo me preguntaba por qué no has escrito un libro <strong>de</strong> cocina.<br />

—Pensaba hacerlo con el tiempo, cuando me diesen un programa <strong>de</strong> tele en<br />

horario <strong>de</strong> máxima audiencia —dijo con una sonrisa—. Algo mo<strong>de</strong>rno, divertido,<br />

<strong>de</strong>stinado al público urbano joven y a los amantes <strong>de</strong>l brunch.<br />

—Con el tiempo significa «nunca». Si quieres hacer algo, hazlo.<br />

—No ha aparecido ningún programa <strong>de</strong> tele en el horizonte. No podría hacerlo.<br />

—Me refiero al libro <strong>de</strong> cocina.<br />

—Oh, no he pensado en eso <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace... —¿Por qué no podía escribir un libro<br />

<strong>de</strong> cocina? Tenía cientos <strong>de</strong> recetas en sus archivos y las había probado todas—. Tal<br />

vez lo consi<strong>de</strong>re.<br />

—Si preparas una propuesta, puedo enviársela a mi agente.<br />

—¿Por qué ibas a hacer eso?<br />

Brody se acabó el último trozo <strong>de</strong> carne <strong>de</strong>l plato.<br />

—Este asado está buenísimo. Si me trajeras el manuscrito <strong>de</strong> una novela, solo lo<br />

leería si me pusieras una pistola en la cabeza o te acostases conmigo. En esas<br />

condiciones, si el manuscrito no fuese totalmente infumable, podría ofrecerme a<br />

pedirle a mi agente que le echase un vistazo. Pero como he probado en persona tu<br />

cocina, puedo hacer la oferta sin necesidad <strong>de</strong> que intervengan la pistola ni el sexo.<br />

Tú <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>s.<br />

—Parece razonable —contestó ella—. En esas condiciones, ¿cuántos<br />

manuscritos le has enviado a tu agente?<br />

—Ninguno. El tema ha surgido unas cuantas veces, pero siempre he<br />

conseguido eludirlo con alguna evasiva.<br />

—Si preparo una propuesta y tu agente <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> representarme, ¿tendré que<br />

acostarme contigo?<br />

—Pues sí—respondió Brody, sacudiendo la cabeza como si la pregunta fuese<br />

ridícula—. Es evi<strong>de</strong>nte.<br />

—Claro. Lo pensaré.<br />

De nuevo relajada, se acomodó en el asiento con el vino en la mano.<br />

—Te ofrecería repetir, pero, primero, le he prometido al señor Drubber las<br />

sobras; segundo, no quedaría bastante asado para que te lo llevaras a casa y pudieras<br />

hacerte bocadillos; y tercero, tendrás que reservarte para el postre.<br />

Brody se quedó en el primer punto.<br />

—¿Cómo es que Mac se merece las sobras?<br />

—Por instalarme el cerrojo. A<strong>de</strong>más, no me ha <strong>de</strong>jado pagarlo.<br />

—Se ha prendado <strong>de</strong> ti.<br />

—Y yo <strong>de</strong> él. ¿Por qué no está casado?<br />

Brody soltó un triste suspiro.<br />

—Una típica pregunta femenina. Esperaba otra cosa <strong>de</strong> ti.<br />

—Tienes razón, es típica. Pero me gustaría que tuviese a alguien que le<br />

preparase carne asada y trabajase con él en la tienda.<br />

—Al parecer, ya te tiene a ti para que le prepares carne asada. Y Leon y el viejo<br />

Frank trabajan con él en la tienda. Beck hace media jornada cuando Mac le necesita.<br />

— 133 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Eso no es como tener a alguien que trabaje contigo y se preocupe <strong>de</strong> que<br />

tengas una buena cena caliente al final <strong>de</strong> la jornada.<br />

—Se dice que tuvo un <strong>de</strong>sengaño amoroso hace un cuarto <strong>de</strong> siglo más o<br />

menos. Su novia le <strong>de</strong>jó plantado poco menos que en el altar. Se fue con su mejor<br />

amigo.<br />

—No pue<strong>de</strong> ser. ¿De verdad?<br />

—Eso dicen, aunque seguramente exageran para darle más morbo. Supongo<br />

que hay algo <strong>de</strong> cierto.<br />

—¡Qué mala pécora! Ella no le merecía.<br />

—Probablemente él ni siquiera recuerda cómo se llamaba.<br />

—Claro que se acuerda. Apuesto a que ella ya va por el cuarto marido y sufre<br />

una terrible <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los fármacos provocada por complicaciones <strong>de</strong>rivadas<br />

<strong>de</strong> su tercer lifting.<br />

—Eres un poco mala. Me gusta.<br />

—Cuando alguien le hace daño a alguien que me importa, soy malísima. Bueno,<br />

¿por qué no te retiras al salón a disfrutar <strong>de</strong>l vino? Voy a limpiar esto.<br />

—Define «limpiar».<br />

—Mira y apren<strong>de</strong>.<br />

—De acuerdo, pero la vista es mejor <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí. He visto una foto tuya <strong>de</strong> hace<br />

algunos años. Artículos en internet, <strong>de</strong> periódicos y revistas —explicó él.<br />

—¿Por qué mirabas artículos sobre mí en internet?<br />

—Por curiosidad. Llevabas el pelo más corto.<br />

Reece recogió los platos y los llevó al frega<strong>de</strong>ro.<br />

—Sí. Solía ir a una buena peluquería <strong>de</strong> Newberry. Era cara, pero merecía la<br />

pena. O al menos eso me parecía entonces. No he podido aguantar en una peluquería<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong>... —Abrió el grifo y echó un poco <strong>de</strong> lavavajillas en el agua—. Así que me lo<br />

<strong>de</strong>jé crecer —concluyó.<br />

—Tienes un pelo muy bonito.<br />

—Me encantaba ir a la peluquería, que alguien me prestase tanta atención y se<br />

preocupase por mi aspecto. Sentarme allí tomando el vino, el té o el agua con gas que<br />

me servían, salir sintiéndome fresca y renovada. Era una <strong>de</strong> esas facetas <strong>de</strong> la vida<br />

por las que me encantaba ser mujer. —Se apartó <strong>de</strong>l frega<strong>de</strong>ro para repartir las<br />

sobras en las dos cajas <strong>de</strong> comida para llevar que había cogido en Joanie's—. Cuando<br />

salí <strong>de</strong>l hospital, mi abuela me invitó a un tratamiento completo en mi peluquería.<br />

Reservó hora con el peluquero, con la manicura, con la esteticista, con la masajista...<br />

Todo el mundo se mostró tan atento, tan amable... Tuve un ataque <strong>de</strong> pánico en el<br />

vestuario. Ni siquiera pu<strong>de</strong> <strong>de</strong>sabrocharme la camisa para ponerme la bata. Tuve que<br />

marcharme. —Metió las cajas en el frigorífico—. Mi peluquero... —añadió—. Fui<br />

clienta suya durante años. Es un encanto. Se ofreció a venir a mi casa. Pero no pu<strong>de</strong>.<br />

—¿Por qué no?<br />

—La mortificación era muy importante.<br />

—Eso es una tontería.<br />

—Es posible, pero así era. Y resultaba más fácil sentir vergüenza que miedo. Al<br />

— 134 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

fin y al cabo, la fobia a las peluquerías no supone una gran dificultad. Pero se van<br />

acumulando.<br />

—Tal vez <strong>de</strong>berías volver a intentarlo.<br />

Des<strong>de</strong> el frega<strong>de</strong>ro, le miró por encima <strong>de</strong>l hombro.<br />

—¿Tan mal aspecto tengo?<br />

—Tienes buen aspecto. Debes <strong>de</strong> tener buenos genes. Pero es una bobada no<br />

tratar <strong>de</strong> recuperar algo que te gusta.<br />

«Buenos genes», pensó mientras colocaba los platos en el escurridor. No era<br />

exactamente un cumplido poético. De todos modos, hizo que se sintiese más segura<br />

<strong>de</strong> su apariencia <strong>de</strong> lo que se había sentido en mucho tiempo.<br />

—Lo pondré en mi lista.<br />

Se volvió secándose las manos en el paño mientras él apartaba el taburete.<br />

Reece no dio un paso atrás, aunque pensó hacerlo. Una retirada no funcionaria con<br />

él. En realidad no estaba segura <strong>de</strong> sí quería retroce<strong>de</strong>r o avanzar hacia él.<br />

Él le quitó el paño <strong>de</strong> las manos y lo arrojó a un lado <strong>de</strong> un modo que le arrancó<br />

una mueca <strong>de</strong> disgusto. Había que ponerlo a secar plano para que no...<br />

Brody apoyó las manos en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l frega<strong>de</strong>ro, a cada lado <strong>de</strong> ella, como<br />

había hecho sobre el capó <strong>de</strong> su coche.<br />

—¿Qué hay <strong>de</strong> postre?<br />

—Pastel <strong>de</strong> manzana con helado <strong>de</strong> vainilla. Se ha estado calentando en el<br />

horno mientras...<br />

La boca masculina capturó la <strong>de</strong> ella, firme y fuerte. Reece saboreó el vino en su<br />

lengua, fuerte y tentador, y sintió el roce <strong>de</strong> sus dientes. Su sangre se encendió como<br />

si la hubiese alcanzado un rayo.<br />

—Madre mía —consiguió <strong>de</strong>cir—. Es como si se me cruzasen los circuitos <strong>de</strong>l<br />

cerebro. Chisporrotean y echan humo.<br />

—Tal vez necesitas tumbarte.<br />

—Me gustaría. Reconozco que me apetecería. Hasta he lavado las sábanas, por<br />

si acaso.<br />

Brody sonrió.<br />

—¿Has lavado las sábanas?<br />

—Parecía lo a<strong>de</strong>cuado. Pero... ¿pue<strong>de</strong>s dar un paso atrás? Me cuesta respirar.<br />

Él retrocedió.<br />

—¿Mejor?<br />

—Sí y no.<br />

«Es tan irresistible...», pensó. Reece se atenía a su impresión inicial. No era<br />

guapo, pero sí irresistiblemente atractivo. Masculino hasta la médula. Manos<br />

gran<strong>de</strong>s, pies gran<strong>de</strong>s, boca dura, cuerpo duro.<br />

—Quiero irme a la cama contigo; quiero volver a tener todas esas sensaciones.<br />

Pero creo que necesito esperar hasta estar un poco más segura <strong>de</strong> mí misma.<br />

—Y <strong>de</strong> mí.<br />

—Esa es una <strong>de</strong> las cosas que me gustan <strong>de</strong> ti. Lo captas todo. Soria normal para<br />

ti, agradable, tal vez fantástico, pero normal. Para mí, volver a tener intimidad sería,<br />

— 135 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

o será, monumental. Me parece que más vale que estemos seguros los dos, porque es<br />

un gran peso para ti.<br />

—O sea que si no te acuestas conmigo es por mi bien.<br />

—Por <strong>de</strong>cirlo <strong>de</strong> alguna manera.<br />

—Eres muy consi<strong>de</strong>rada.<br />

Brody le dio un suave empujón y volvió a besarla. Esta vez le pasó las manos<br />

por los costados, amoldándose a sus pechos, su cintura, sus ca<strong>de</strong>ras. Luego, una vez<br />

más, dio un paso atrás.<br />

—¿Qué puñetas es un pastel <strong>de</strong> manzana?<br />

—¿Qué? ¡Ah, espera!<br />

Reece se tomó un momento, con los ojos cerrados, hasta que su cerebro volvió a<br />

la normalidad.<br />

—Es <strong>de</strong>licioso, ya lo verás. Ve a sentarte, dame un minuto y te lo <strong>de</strong>mostraré.<br />

¿Quieres café?<br />

—No tienes café.<br />

—La verdad es que... —dio un paso hacia un lado para evitar el contacto con él<br />

y cogió un termo que había sobre la encimera— he subido un poco.<br />

—¿Tienes café?<br />

Reece vio que, por una vez, le había sorprendido.<br />

—Suave y con un terrón <strong>de</strong> azúcar, ¿verdad?<br />

—Sí, gracias.<br />

Reece preparó el postre y lo sirvió en la zona <strong>de</strong> estar.<br />

—No es sexo —dijo—, pero es un final agradable para una cena.<br />

Brody probó el pastel.<br />

—¿Cómo he podido vivir hasta hoy sin esto?<br />

—Aprendí a prepararlo para mi padre. Era su postre favorito.<br />

—Un hombre con buen gusto.<br />

La muchacha sonrió y comió un poco <strong>de</strong>l suyo.<br />

—No has dicho nada sobre... No sé muy bien cómo llamarlo.<br />

—Creo que la palabra es «asesinato».<br />

—Sí, la palabra es «asesinato». Una <strong>de</strong> las teorías <strong>de</strong>l sheriff es que me<br />

equivoqué <strong>de</strong> sitio, y que ella no murió. Tal vez vi a un par <strong>de</strong> personas que se<br />

peleaban, pero no fue un asesinato. Por eso nadie ha <strong>de</strong>nunciado la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong><br />

ninguna mujer.<br />

—Y tú no estás <strong>de</strong> acuerdo.<br />

—Para nada. Sé lo que vi y dón<strong>de</strong> lo vi. Tal vez no han <strong>de</strong>nunciado su<br />

<strong>de</strong>saparición porque esa mujer no era importante para nadie. O porque venía, en fin,<br />

<strong>de</strong> Francia.<br />

Esta vez Brody sonrió.<br />

—Fuera <strong>de</strong> don<strong>de</strong> fuese, alguien <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> verla. Poniendo gasolina, comprando<br />

comida, en un camping, en un motel... ¿Podrías <strong>de</strong>scribirla bien?<br />

—Ya lo he hecho.<br />

—No, quiero <strong>de</strong>cir si podrías <strong>de</strong>scribírsela a un dibujante.<br />

— 136 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿A un dibujante <strong>de</strong> la policía?<br />

—En Angel's Fist no hay <strong>de</strong> eso, pero tenemos a un par <strong>de</strong> artistas. Estaba<br />

pensando en el doctor.<br />

—¿En el doctor?<br />

—Hace dibujos al carboncillo. Es una especie <strong>de</strong> afición, pero lo hace bastante<br />

bien.<br />

—¿Y le <strong>de</strong>scribiría a la víctima <strong>de</strong> un asesinato o me haría una evaluación<br />

médica?<br />

Brody se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—Si no confías en el doctor, po<strong>de</strong>mos buscar a otra persona.<br />

—Confío en ti. —Brody frunció el ceño y ella asintió—. ¿Lo ves? —añadió—. Ya<br />

te he hablado <strong>de</strong>l peso. Confío en ti, así que estoy dispuesta a probar con el doctor<br />

Wallace. Si vienes conmigo.<br />

El ya tenía previsto ir con ella. No pensaba per<strong>de</strong>rse ningún <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> la<br />

situación. Pero siguió frunciendo el ceño mientras se tomaba el postre.<br />

—Si insistes que vaya contigo, ¿Como me vas a compensar por el tiempo? Estoy<br />

pensando en algo que combine bien con la botella <strong>de</strong> vino blanco que tienes en la<br />

nevera.<br />

—Tengo el domingo libre. Yo me encargo <strong>de</strong>l menú.<br />

Brody se terminó el último bocado <strong>de</strong> su cuenco.<br />

—Confío en ti. Hablaré con el doctor.<br />

— 137 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 12<br />

—Bueno, ¿cómo le fue?<br />

Linda-Gail colocó la pila <strong>de</strong> platos vacíos sobre la encimera, junto a Pete, y<br />

luego le dio a Reece un codazo.<br />

—¿Cómo fue qué?<br />

—Tu cita con Brody anoche.<br />

Reece dio la vuelta a las hamburguesas que estaba asando para una mesa <strong>de</strong><br />

adolescentes <strong>de</strong> regreso <strong>de</strong> la escuela.<br />

—Solo le invité a cenar a cambio <strong>de</strong> un favor que me había hecho.<br />

—Solo cenar. —Linda-Gail se volvió hacia Pete con los ojos en blanco—. ¿Y vas<br />

a <strong>de</strong>cirme que no aprovechaste la ocasión?<br />

—Está enamorada <strong>de</strong> mí—dijo Pete mientras <strong>de</strong>slizaba los platos en el<br />

frega<strong>de</strong>ro—. No pue<strong>de</strong> evitarlo.<br />

—Es cierto. Me paso el turno esforzándome por controlarme.<br />

—Compraste velas —observó Linda-Gail—. Y servilletas <strong>de</strong> tela. Y vino <strong>de</strong>l<br />

bueno.<br />

—¡Vaya! —Reece no sabía si reírse o sentirse humillada—. ¿Es que no hay<br />

secretos en este pueblo?<br />

—Ninguno que yo no pueda <strong>de</strong>scubrir. Vamos, dame algún <strong>de</strong>talle.<br />

Últimamente mi vida amorosa es tan escasa como el pelo <strong>de</strong> Pete.<br />

—¡He! Mi pelo solo se está tomando un pequeño <strong>de</strong>scanso entre las temporadas<br />

<strong>de</strong> cultivo. —Pete se pasó una mano por el pelo que le quedaba—. Empiezo a sentir<br />

un hormigueo en el cuero cabelludo; ya está a punto una nueva cosecha.<br />

—Pues necesitas un poco más <strong>de</strong> abono. ¿Besa bien? —quiso saber Linda-Gail.<br />

—¿Pete? De maravilla. Me tiene a sus pies. ¡Pedido listo! —dijo Reece cuando<br />

acabó <strong>de</strong> colocar en los platos las hamburguesas, las patatas fritas y los montoncitos<br />

<strong>de</strong> ensalada <strong>de</strong> col que los chavales <strong>de</strong>l instituto no probarían siquiera.<br />

—Tar<strong>de</strong> o temprano te lo sonsacaré.<br />

Después <strong>de</strong> coger los platos, Linda-Gail se dirigió hacia la mesa con paso<br />

oscilante.<br />

—Yo beso <strong>de</strong> maravilla —anunció Pete—. Te lo digo para tu información.<br />

—Nunca lo he dudado.<br />

—Los tipos como yo, ya sabes, los tipos compactos, tenemos mucha energía.<br />

Nosotros... jo<strong>de</strong>r.<br />

—La verdad, ahora mismo no tengo tiempo para eso.<br />

Divertida, Reece le echó un vistazo. De repente se sintió mareada y enferma. De<br />

las manos unidas <strong>de</strong> Pete brotaba sangre, que caía al suelo, a sus pies.<br />

— 138 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Así apren<strong>de</strong>ré a tener cuidado con lo que hay en el agua, ¡maldita sea! Me he<br />

hecho un buen corte. ¡Ay, ay, ay!<br />

Oyó a Pete gritar como si él estuviese en la cima <strong>de</strong> una montaña y ella en el<br />

valle. Luego los gritos se convirtieron en un zumbido, y el zumbido en silencio.<br />

La <strong>de</strong>spertaron unas rápidas palmaditas en su mejilla. Cuando el rostro <strong>de</strong><br />

Joanie entró en su campo visual, las náuseas estremecieron el estómago <strong>de</strong> Reece.<br />

—Hay sangre,<br />

—¿Está bien? Caray, Joanie, ha tenido una mala caída. No he podido sujetarla a<br />

tiempo. ¿Está bien?<br />

—Apártate ya, Pete. Está perfectamente.<br />

Pero Joanie ya estaba pasando una mano por la cabeza <strong>de</strong> Reece para<br />

comprobar si tenía algún chichón.<br />

—Ve a ver al doctor —añadió—. Que te ponga unos puntos en esa mano.<br />

—Solo quiero asegurarme <strong>de</strong> que se encuentra bien. Podría sufrir una<br />

conmoción o algo así.<br />

—¿Cuántos <strong>de</strong>dos hay aquí? —le preguntó Joanie a Reece.<br />

—Dos.<br />

—¿Lo ves? Está perfectamente. Ahora ve a que te curen esa mano. ¿Pue<strong>de</strong>s<br />

sentarte, niña?<br />

—Sí —dijo la muchacha, luchando contra las náuseas y los temblores mientras<br />

se sentaba en el suelo <strong>de</strong> la cocina—. Pete, ¿es grave? La mano...<br />

—Uf, el doctor me la coserá ahora mismo.<br />

Tenía la mano envuelta en un paño empapado <strong>de</strong> sangre.<br />

—Lo siento —dijo Reece.<br />

—Ha sido culpa mía. Ahora tómatelo con calma. —Le dio unas palmaditas en el<br />

hombro con la mano sana y se puso en pie.<br />

—Te está saliendo un chichón <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la cabeza —dijo Joanie—. Te traeré<br />

hielo.<br />

—Estoy bien —dijo Reece—. Solo he <strong>de</strong> recobrar el aliento. Alguien <strong>de</strong>bería ir<br />

con Pete. Es una herida muy fea.<br />

—Quédate ahí sentada un momento. —Joanie se levantó—. ¡He, Tod!<br />

Acompaña a Pete con el coche a casa <strong>de</strong>l doctor. Tu hamburguesa pue<strong>de</strong> esperar<br />

cinco minutos, y no te la cobraré. ¿Satisfecha, Reece?<br />

—Hay sangre.<br />

—Ya lo veo. Es normal sangrar cuando te haces un tajo con un cuchillo. Eso es<br />

todo. En las cocinas se producen acci<strong>de</strong>ntes sin parar.<br />

—Yo lo limpiaré, Joanie. —Linda-Gail se acercó—. Juanita se encarga <strong>de</strong> mis<br />

mesas.<br />

Sin <strong>de</strong>cir nada, Joanie sacó una bolsita <strong>de</strong> hielo <strong>de</strong>l congelador y la envolvió en<br />

un paño fino.<br />

—Sujeta esto sobre el chichón —le or<strong>de</strong>nó a Reece—. Cuando te encuentres<br />

mejor, pue<strong>de</strong>s irte arriba. Ya me ocupo yo <strong>de</strong> esto.<br />

—No, me encuentro bien. Puedo trabajar. Prefiero trabajar.<br />

— 139 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Vale. Entonces levántate, y veamos si te aguantas <strong>de</strong> pie. Estás pálida como<br />

un muerto —sentenció Joanie cuando Reece se agarró a la encimera para ponerse en<br />

pie—. Tómate un <strong>de</strong>scanso, sal a que te dé el aire. Bebe agua. —Puso una botella en<br />

la mano <strong>de</strong> Reece—. Cuando recuperes el color —añadió—, pue<strong>de</strong>s volver al trabajo.<br />

—El aire me sentará bien. Gracias.<br />

Cuando Joanie sacudió la cabeza, Linda-Gail asintió y siguió a Reece a la parte<br />

trasera.<br />

—¿Quieres sentarte? —le preguntó.<br />

—No, me apoyaré aquí un momento. No hace falta que me vigiles. Solo me<br />

siento un poco mareada y muy estúpida.<br />

«Y temblorosa», pensó Linda-Gail mientras cogía la botella <strong>de</strong> agua <strong>de</strong> las<br />

manos vacilantes <strong>de</strong> Reece y le quitaba el tapón.<br />

—A mí me pasa con las arañas. No solo las gran<strong>de</strong>s, ya sabes, esas que dan la<br />

impresión <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r transportar a un gato. También las pequeñitas me ponen la carne<br />

<strong>de</strong> gallina. Una vez me lancé contra una puerta y me di un golpe muy tonto tratando<br />

<strong>de</strong> salir <strong>de</strong> la habitación porque había visto una araña. Ponte esa bolsa <strong>de</strong> hielo en la<br />

cabeza, como ha dicho Joanie. Seguro que tienes un dolor <strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong><br />

una araña gran<strong>de</strong>.<br />

—Creo que sí. Pero Pete...<br />

—Al <strong>de</strong>smayarte así has asustado tanto a Pete que se ha olvidado <strong>de</strong> cuánto le<br />

dolía la mano. Por lo menos ha servido <strong>de</strong> algo.<br />

—Menuda hazaña.<br />

—Y Joanie estaba tan preocupada por vosotros dos que aún no se ha cabreado<br />

por tener que buscar a alguien que le sustituya ,a él hasta que le quiten los puntos.<br />

Dos hazañas.<br />

—Me siento abrumada.<br />

—¿Te vienes a tomar una cerveza luego para brindar por tus hazañas?<br />

Reece tomó otro sorbo <strong>de</strong> agua fría.<br />

—¿Sabes? Sí, me gustaría.<br />

La comida que servían en Clancy's no era mala, al menos si se acompañaba <strong>de</strong><br />

cerveza. Pero lo más importante para Reece era haber dado otro paso en su viaje <strong>de</strong><br />

vuelta.<br />

Estaba sentada en un bar con una amiga.<br />

Un bar muy extraño para su sensibilidad <strong>de</strong> la costa Este.<br />

Había trofeos colgados en la pared. Cabezas disecadas <strong>de</strong> osos, alces y ciervos<br />

adornaban el nudoso revestimiento <strong>de</strong> pino, junto a lo que Linda-Gail i<strong>de</strong>ntificó para<br />

su información como un par <strong>de</strong> enormes truchas <strong>de</strong>golladas. Todos miraban<br />

fijamente hacia la barra con una expresión que Reece interpretó como <strong>de</strong> susto y<br />

enfado.<br />

El revestimiento, con su sección inferior <strong>de</strong> troncos, parecía haber absorbido<br />

una generación <strong>de</strong> humo y vapores <strong>de</strong> cerveza.<br />

El suelo estaba rozado y arañado, y a lo largo <strong>de</strong>l tiempo <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haber<br />

acogido litros <strong>de</strong> cerveza <strong>de</strong>rramada. Parte <strong>de</strong> la zona, justo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un escenario<br />

— 140 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

bajo, estaba reservada para bailar.<br />

La barra era larga y negra, y se hallaba bajo el dominio <strong>de</strong> Michael Clancy, que<br />

había llegado a Wyoming directamente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Cork hacía unos doce años. Se había<br />

casado con una mujer que afirmaba tener sangre cherokee y llamarse Rainy. Clancy<br />

parecía lo que era, un irlandés grandullón y brusco que regentaba un bar. Rainy<br />

preparaba en la cocina nachos, pieles <strong>de</strong> patata y cualquier otra cosa que le<br />

apeteciera.<br />

Los taburetes <strong>de</strong> la barra tenían el asiento <strong>de</strong>sgastado y brillante por el roce <strong>de</strong><br />

los traseros durante una docena <strong>de</strong> años. Había Bud y Guinness <strong>de</strong> barril, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong><br />

algunas cervezas locales en botella, entre las que se incluía algo llamado Buttface.<br />

Amber, que Reece había rehusado probar. Otras opciones eran Harp<br />

embotellada o, si eras mujer —o un mariquita, en opinión <strong>de</strong> Claney—, Bud Light. En<br />

la abundante exposición <strong>de</strong> licores <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la barra abundaban los whiskies.<br />

Linda-Gail había avisado a Reece <strong>de</strong> que el vino que Clancy servía <strong>de</strong> una caja<br />

era barato y sabía a meados calientes.<br />

Había un par <strong>de</strong> mesas <strong>de</strong> billar en otra zona, y el sonido <strong>de</strong> las bolas llegaba<br />

mezclado con la música que emitían los altavoces.<br />

—¿Qué tal la cabeza? —le preguntó Linda-Gail.<br />

—Todavía la tengo sobre los hombros, y seguramente está mucho mejor que la<br />

mano <strong>de</strong> Pete.<br />

—Siete puntos. Uf. Pero le ha encantado que te <strong>de</strong>shicieras en atenciones con él<br />

cuando ha vuelto. Le has obligado a sentarse, le has servido tú misma esa trucha<br />

frita...<br />

—Es un encanto <strong>de</strong> tío.<br />

—Sí que lo es. Y, hablando <strong>de</strong> tíos, ahora que estás bebiendo, <strong>de</strong>sembucha.<br />

¿Cómo es Brody? ¿Es muy excitante?<br />

Reece <strong>de</strong>cidió que, si iba a tener una amiga, ella misma <strong>de</strong>bía actuar como tal.<br />

Se inclinó hacia <strong>de</strong>lante.<br />

—Explosivo.<br />

—¡Lo sabía! —Linda-Gail dio un puñetazo en la mesa—. Se nota. Los ojos, la<br />

boca. O sea, está el cuerpo y todo lo <strong>de</strong>más, pero sobre todo la boca. Está para<br />

comérsela.<br />

—Sí, tengo que reconocer que así es.<br />

—¿Qué otras partes <strong>de</strong> él has probado?<br />

—Eso es todo. Lo <strong>de</strong>más, me lo estoy pensando.<br />

Con la boca abierta y los ojos <strong>de</strong>sorbitados, Linda-Gail se echó hacia atrás.<br />

—Tienes un autocontrol sobrehumano. ¿Es aprendido o heredado?<br />

—Es lo que podría llamarse una consecuencia <strong>de</strong>l terror. Ya conoces mi historia.<br />

Para ganar tiempo, Linda-Gail bebió un poco <strong>de</strong> cerveza.<br />

—¿Te molesta?<br />

—No lo sé. Unas veces sí, pero otras es un alivio —respondió Reece.<br />

—No sabía si hablar <strong>de</strong> eso o no. Sobre todo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que Joanie... —Linda-<br />

Gail se interrumpió, <strong>de</strong> pronto parecía muy interesada en su cerveza.<br />

— 141 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿Joanie qué? —le apremió Reece.<br />

—Se suponía que no <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>cirlo, pero como más o menos ya lo he hecho...<br />

Nos echó a todas un rapapolvo cuando Juanita empezó a darle a la lengua. Juanita no<br />

tiene mala intención; es que no pue<strong>de</strong> mantener la boca cerrada. Ni la falda bajada,<br />

dicho sea <strong>de</strong> paso. —Linda-Gail tomó otro sorbo <strong>de</strong> cerveza y añadió—. Joanie le dio<br />

un buen tirón <strong>de</strong> orejas, y <strong>de</strong>jó muy claro que ninguna <strong>de</strong> nosotras <strong>de</strong>bía preguntarte.<br />

Pero como has sacado tú el tema...<br />

—No pasa nada. —¿No era asombroso contar con la inimitable Joanie Parks<br />

como <strong>de</strong>fensora?—. Simplemente no me gusta hablar <strong>de</strong> eso —añadió.<br />

—No me extraña. —Linda-Gail alargó el brazo y le apretó una mano—. No me<br />

extraña nada. Si yo hubiese pasado por algo así, aún estaría acurrucada en un rincón<br />

llamando a mi mamá.<br />

—No lo creo, pero gracias.<br />

—Bueno, pues hablaremos <strong>de</strong> hombres, sexo, comida y zapatos. Lo habitual.<br />

—Me parece bien. —Reece cogió otro nacho—. En cuanto a comida, hay que<br />

<strong>de</strong>cir que esta porquería que han puesto aquí no guarda relación alguna con el queso<br />

<strong>de</strong> verdad.<br />

—Es <strong>de</strong> color naranja. —Linda-Gail metió el nacho en algo que pretendía ser<br />

guacamole—. Casi. Bueno, pues, para estar a la par en el tema <strong>de</strong> los hombres, te diré<br />

que voy a casarme con Cas.<br />

—¡Oh, oh, Dios mío! —Reece <strong>de</strong>jó caer su nacho en el plato—. Eso es<br />

estupendo. No tenía ni i<strong>de</strong>a.<br />

—Él tampoco. —Linda-Gail se llevó el nacho a la boca—. Y supongo que<br />

refinarle hasta que merezca la pena casarse con él me va a tomar algo más <strong>de</strong> tiempo<br />

y esfuerzo. Pero a mí se me dan muy bien los proyectos.<br />

—Ah. Mmm, entonces estás enamorada <strong>de</strong> él.<br />

El bonito rostro <strong>de</strong> Linda-Gail se suavizó y el hoyuelo se hizo más profundo.<br />

—Le he querido toda mi vida. Bueno, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que tenía diez años, y eso es mucho<br />

tiempo. El también me quiere, pero su forma <strong>de</strong> resolverlo es correr en la dirección<br />

opuesta y tirarse a todas las mujeres que tiene a mano para no pensar en mí. Estoy<br />

<strong>de</strong>jando que se <strong>de</strong>sahogue... Ya casi ha llegado la hora.<br />

—Vaya... Es un sistema poco común y <strong>de</strong> amplias miras, Linda-Gail.<br />

—Últimamente mis miras se están estrechando.<br />

—El y yo nunca... Te lo digo por si quieres saberlo.<br />

—Ya lo sé, aunque no te lo reprocharía, o al menos no mucho. Juanita y yo nos<br />

llevamos bien, y hace algún tiempo estuvo liada con él. En fin, ¿quién no? —dijo<br />

riéndose entre dientes—. Pero seguramente no te invitaría a una cerveza si te lo<br />

hubieras tirado. Cas y yo salimos juntos cuando teníamos dieciséis años, pero no<br />

estábamos preparados. ¿Quién lo está a los dieciséis?<br />

—Ahora sí lo estás.<br />

—Sí, ahora sí. El solo tiene que ponerse al día. Brody no ha salido con nadie <strong>de</strong>l<br />

pueblo; te lo digo por si quieres saberlo. Se <strong>de</strong>cía que quedaba <strong>de</strong> vez en cuando con<br />

una abogada <strong>de</strong> Jackson, y tuvo un par <strong>de</strong> posibles líos con turistas, pero nunca con<br />

— 142 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

nadie <strong>de</strong>l pueblo.<br />

—Supongo que es bueno saberlo. En realidad, no estoy segura <strong>de</strong> lo que hay<br />

entre nosotros, aparte <strong>de</strong> los calores.<br />

—Los calores son un buen punto <strong>de</strong> partida. Tú, que eres cocinera, <strong>de</strong>berías<br />

saber eso.<br />

—Ha pasado algún tiempo. —Reece jugaba distraída con las puntas <strong>de</strong> su<br />

cabello mientras observaba el peinado <strong>de</strong> I.inda-Gail—. ¿A qué peluquería vas?<br />

—¿Cuándo tengo prisa o cuando quiero <strong>de</strong>rrochar?<br />

—Estoy consi<strong>de</strong>rando la posibilidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>rrochar.<br />

—Reece, Reece, la posibilidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>rrochar no admite consi<strong>de</strong>raciones. Por<br />

<strong>de</strong>finición, hay que tirarse <strong>de</strong> cabeza. Po<strong>de</strong>mos convencer a Joanie <strong>de</strong> que nos dé a las<br />

dos el mismo día libre la semana que viene y hacerlo.<br />

—Vale, pero <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cirte que la última vez que traté <strong>de</strong> ir a la peluquería acabé<br />

echándome a correr como alma que lleva el diablo.<br />

—No hay problema. —Linda-Gail se chupó la pegajosa sustancia anaranjada<br />

que le manchaba el pulgar y sonrió—. Llevaré una cuerda.<br />

Mientras Reece esbozaba una sonrisa, uno <strong>de</strong> los vaqueros <strong>de</strong>l pueblo se dirigió<br />

hacia el pequeño escenario. Era un tipo <strong>de</strong>lgado y alto que llevaba botas <strong>de</strong> cuero y<br />

unos téjanos <strong>de</strong>steñidos. Reece sabía ya que el <strong>de</strong>sgastado círculo blanco <strong>de</strong>l bolsillo<br />

trasero se <strong>de</strong>bía al hábito <strong>de</strong> llevar una lata <strong>de</strong> tabaco rape.<br />

—¿Espectáculo en vivo? —preguntó Reece al ver que cogía un micrófono.<br />

—Depen<strong>de</strong> <strong>de</strong> lo que entiendas por espectáculo. Karaoke. —Linda-Gail levantó<br />

el vaso hacia el escenario—. Todas las noches en Clancy's. Ese es Reuben Gates;<br />

trabaja en el Circle K. con Cas.<br />

—Café solo, huevos con tostadas, beicon y patatas fritas. Va a Joanie's todos los<br />

domingos por la mañana.<br />

—Ese mismo. Es bastante bueno.<br />

Tenía una profunda y fuerte voz <strong>de</strong> barítono, y era evi<strong>de</strong>nte que gozaba <strong>de</strong>l<br />

favor <strong>de</strong>l público, que silbó y dio palmadas cuando empezó a cantar «Ruby».<br />

Mientras le escuchaba cantar sobre una mujer infiel, trató <strong>de</strong> imaginárselo a<br />

orillas <strong>de</strong>l río Snakc con una cazadora negra y una gorra anaranjada <strong>de</strong> cazador.<br />

«Podría ser él», pensó. Sus manos parecían fuertes, y mientras cantaba se<br />

mostraba tranquilo.<br />

Podría ser él, un hombre para el que había frito huevos y patatas los domingos<br />

por la mañana. O podría ser cualquiera <strong>de</strong> los hombres sentados ante la barra o las<br />

mesas. Cualquiera <strong>de</strong> ellos podía ser un asesino. «Cualquiera», volvió a pensar<br />

mientras el pánico le atenazaba la garganta.<br />

La música seguía sonando y la profunda voz <strong>de</strong> barítono la acompañaba. Las<br />

conversaciones continuaron, ahora en voz baja por respeto a la interpretación. Los<br />

vasos chocaban contra la ma<strong>de</strong>ra, las sillas arañaban el suelo.<br />

Y el pánico empezó a cerrarse en un puño para <strong>de</strong>jarla sin aire.<br />

Vio el rostro <strong>de</strong> Linda-Gail, vio la boca <strong>de</strong> su amiga que se movía, pero la<br />

ansiedad le había llenado los oídos <strong>de</strong> algodón. Se forzó a espirar, se forzó a inspirar.<br />

— 143 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿Cómo? Perdona, no te he oído...<br />

—¿Te encuentras bien? Te has puesto muy pálida. ¿Te duele la cabeza?<br />

—No, no, estoy perfectamente. —Reece se obligó a mirar hacia el escenario—.<br />

Supongo que aún me cuesta permanecer en un sitio don<strong>de</strong> hay mucha gente.<br />

—¿Quieres salir? No tenemos por qué quedarnos.<br />

Pero cada vez que echaba a correr era un paso atrás. Una retirada más.<br />

—No, no, estoy bien. Mmm... ¿Alguna vez sales a cantar?<br />

Linda-Gail echó un vistazo hacia el escenario. Reuben terminaba y recibía unos<br />

aplausos muy entusiastas.<br />

—Claro. ¿Te apetece?<br />

—No lo haría ni por un millón <strong>de</strong> dólares. Bueno, ni por medio millón.<br />

Otro hombre se dirigía al escenario; como pesaba unos ciento diez kilos y medía<br />

un metro ochenta, Reece <strong>de</strong>cidió que podía eliminarlo <strong>de</strong> su lista.<br />

La sorprendió con una balada interpretada con una voz <strong>de</strong> tenor dulce aunque<br />

débil.<br />

—No lo conozco —comentó Reece.<br />

—T. B. Unger. Da clases en el instituto. T. B. significa Teddy Bear. Y esa que está<br />

sentada ahí es su mujer, Arlene, la morena <strong>de</strong> la camisa blanca. No van mucho a<br />

Joanie’s; tienen dos críos y son muy caseros. Pero vienen a Clancy's una vez por<br />

semana para que él pueda cantar. Arlene también trabaja en el instituto, en la<br />

cafetería. Parecen novios.<br />

«Des<strong>de</strong> luego», pensó Reece mientras contemplaba cómo el oso <strong>de</strong> peluche<br />

cantaba su canción <strong>de</strong> amor mirando directamente a los ojos <strong>de</strong> su esposa.<br />

Se recordó que había dulzura en el mundo. Y amor, y amabilidad. Era<br />

agradable volver a formar parte <strong>de</strong> eso, volver a sentir eso.<br />

Y reír cuando el siguiente intérprete, una rubia con muy mal oído y mucho<br />

sentido <strong>de</strong>l humor, <strong>de</strong>strozó un clásico <strong>de</strong> Dolly Parton.<br />

Lo hizo durante una hora entera y consi<strong>de</strong>ró la velada un enorme éxito.<br />

Mientras regresaba a su apartamento a través <strong>de</strong> las calles silenciosas, se sentía<br />

casi segura, casi tranquila. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan bien.<br />

Y cuando cruzó la puerta, casi se sintió en casa.<br />

Después <strong>de</strong> cerrar con llave, comprobar el picaporte y apoyar <strong>de</strong>bajo el<br />

respaldo <strong>de</strong> una silla, fue a lavarse.<br />

En el umbral <strong>de</strong>l pequeño baño se quedó paralizada. Ninguno <strong>de</strong> sus artículos<br />

<strong>de</strong> aseo se hallaba en el estrecho estante situado junto al lavabo. Cerró los ojos con<br />

fuerza, pero cuando volvió a abrirlos el estante seguía vacío. Abrió <strong>de</strong> golpe el<br />

botiquín con puerta <strong>de</strong> espejo en el que guardaba las medicinas y la pasta <strong>de</strong> dientes.<br />

También estaba vacío.<br />

Con un quejido, se dio la vuelta para observar la habitación. Su cama estaba<br />

hecha, como la había <strong>de</strong>jado por la mañana. El hervidor brillaba sobre la cocina. Pero<br />

faltaba la suda<strong>de</strong>ra con capucha que estaba segura había <strong>de</strong>jado colgada <strong>de</strong>l<br />

perchero.<br />

A los pies <strong>de</strong> la cama, y no <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> ella, estaba su petate.<br />

— 144 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Las piernas le temblaban mientras se acercaba a él, y el quejido se convirtió en<br />

un grito ahogado cuando corrió <strong>de</strong> un tirón la cremallera y encontró su ropa en el<br />

interior, bien colocada.<br />

Metió la mano en la bolsa y vio que contenía todo lo que traía al llegar. Todas<br />

sus cosas, bien dobladas y guardadas. Listas para llevárselas.<br />

¿Quién haría algo así?<br />

Cediendo ante sus vacilantes piernas, se arrodilló junto a la cama. Y afrontó la<br />

verdad. Nadie podía haber hecho aquello, no con el nuevo cerrojo.<br />

Tenía que haberlo hecho ella misma. Algún instinto interno, algún vestigio <strong>de</strong>l<br />

peor momento <strong>de</strong> su crisis volvía a irrumpir para <strong>de</strong>cirle que echase a correr, que se<br />

fuese, que se marchase.<br />

¿Por qué no se acordaba?<br />

Se dijo que no era la primera vez y <strong>de</strong>jó caer la cabeza entre sus manos. No era<br />

la primera vez ni la segunda que sufría amnesia o que no recordaba haber hecho<br />

algo.<br />

Pero habían pasado meses <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que sufrió el último <strong>de</strong> esos trastornos.<br />

«Casi me sentí en casa», pensó, luchando contra la <strong>de</strong>sesperación. Se había<br />

permitido creer que casi estaba en casa. Cuando una profunda parte <strong>de</strong> sí sabía que<br />

ni siquiera estaba cerca.<br />

Tal vez <strong>de</strong>bía darse por aludida. Coger el petate, bajar por la escálela, meterlo<br />

en el coche y marcharse. A cualquier sitio.<br />

Y si lo hacía, «cualquier sitio» sería solo otro lugar que también abandonaría.<br />

Aquel podía ser su lugar si persistía. Había tenido una cita, se había tomado una<br />

cerveza con una amiga. Tenía un empleo y un apartamento. Tenía una i<strong>de</strong>ntidad allí,<br />

si aguantaba.<br />

Sacó todas sus cosas, la ropa, el cepillo <strong>de</strong> dientes, los frascos, los zapatos.<br />

Aunque tenía el estómago revuelto, volvió a conectar el or<strong>de</strong>nador portátil. Envuelta<br />

en una manta para tratar <strong>de</strong> combatir un frío que provenía <strong>de</strong> su interior, se sentó a<br />

escribir.<br />

No he echado a correr. Hoy he cocinado, me he ganado el sueldo. Pete se ha hecho un<br />

tajo en la mano mientras fregaba los platos, y la sangre me ha conmocionado. Me he<br />

<strong>de</strong>smayado, pero no he echado a correr. Después <strong>de</strong> trabajar, he ido a Clancy's a tomar una<br />

cerveza con Linda-Gail. Hemos hablado <strong>de</strong> los hombres, <strong>de</strong>l pelo, <strong>de</strong> las cosas normales <strong>de</strong> las<br />

que hablan las mujeres. Hay karaoke en Clancy's, y las pare<strong>de</strong>s están llenas <strong>de</strong> cabezas <strong>de</strong><br />

animales muertos. Alces y ciervos, incluso osos. La gente canta, sobre todo country, con<br />

diversos grados <strong>de</strong> habilidad. He tenido un principio <strong>de</strong> ataque <strong>de</strong> pánico, pero no he echado a<br />

correr y la cosa ha mejorado. Tengo una amiga en el pueblo. En realidad, también tengo<br />

amigos, pero no hay nada como una amiga.<br />

En algún momento <strong>de</strong>l día <strong>de</strong> hoy <strong>de</strong>bo haber metido mis cosas en el petate, pero no me<br />

acuerdo. Tal vez lo haya hecho en el <strong>de</strong>scanso, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que Pete se hiciese daño. Tal vez. La<br />

sangre, ver la sangre me ha <strong>de</strong>vuelto <strong>de</strong> golpe a Maneo's. Por eso durante un rato ha sido la<br />

sangre <strong>de</strong> Ginny y no la <strong>de</strong> Pete.<br />

Pero lo he sacado todo <strong>de</strong>l petate y lo he guardado. Mañana iré a ver al doctor Wallace<br />

— 145 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

para <strong>de</strong>scribir lo mejor que pueda al hombre y a la mujer que vi junto al río. Porque los vi. Vi<br />

lo que él le hizo a ella.<br />

Hoy no he echado a correr. Y mañana tampoco lo haré.<br />

— 146 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 13<br />

El doctor Wallace sacó una tetera y una cafetera, ambas <strong>de</strong> preciosa loza, y puso<br />

unas galletas en una antigua fuente <strong>de</strong> cristal <strong>de</strong> color ver<strong>de</strong> pálido. Lo sirvió todo<br />

entre las fotografías <strong>de</strong> familia y los <strong>de</strong>licados cojines <strong>de</strong> ganchillo <strong>de</strong> su bonito salón,<br />

<strong>de</strong>splegando la cortesía <strong>de</strong> una anciana tía que recibiese a su club <strong>de</strong> lectura todas las<br />

semanas.<br />

Si se había tomado la molestia <strong>de</strong> dar aquellos toques <strong>de</strong> <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za para relajar<br />

a Reece, lo había conseguido. En lugar <strong>de</strong> ansiosa se sintió encantada cuando se<br />

sentaron frente al suave resplandor <strong>de</strong>l fuego con un aroma a gar<strong>de</strong>nia perfumando<br />

el ambiente.<br />

La primera impresión fue <strong>de</strong> comodidad y seguridad. Luego pensó que aquel<br />

hombre había recibido una buena educación.<br />

"Aquí no hay pare<strong>de</strong>s con cabezas <strong>de</strong> animales —pensó—, no hay lámparas<br />

típicas <strong>de</strong>l Oeste ni gruesas mantas indias.» Aunque sabía que pescaba, no había<br />

truchas disecadas sobre la chimenea, sino un precioso espejo ovalado con marco <strong>de</strong><br />

cerezo.<br />

Su abuela lo habría aprobado.<br />

En realidad, pensó que la habitación podía haberse encontrado fácilmente en<br />

una casa <strong>de</strong> Beacon Hill, en Boston, y así lo dijo.<br />

—Era la habitación preferida <strong>de</strong> mi Susan —explico el doctor mientras le pasaba<br />

el té que había servido él mismo . Le encantaba sentarse aquí a leer, era una gran<br />

lectora. He mantenido esto tal como a ella le gustaba. —Sonrió un poco y le tendió a<br />

Brody una taza <strong>de</strong> té—. Supongo que si no lo hubiese hecho se me aparecería. Y la<br />

verdad es que... —se interrumpió y los miró con ojos amables y perspicaces tras los<br />

cristales <strong>de</strong> sus gafas— puedo sentarme aquí <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una larga jornada y<br />

comentar las cosas con ella. A algunas personas les parecería un disparate, un<br />

hombre hablando con su esposa muerta. Yo simplemente lo consi<strong>de</strong>ro humano.<br />

Muchas cosas que a algunos les parecen un disparate son simplemente humanas.<br />

—Cometer disparates es simplemente humano —comentó Brody mientras cogía<br />

una galleta.<br />

—En ese caso yo soy muy humana —empezó Reece—. Le agra<strong>de</strong>zco que intente<br />

hacer que me sienta a gusto. Lo ha conseguido, pero sé muy bien que soy un puchero<br />

<strong>de</strong> neurosis con pedacitos <strong>de</strong> fobias y bien condimentado con paranoia.<br />

—Que lo admitas es bueno. —Brody mordió la galleta—. La mayoría <strong>de</strong> la<br />

gente que está como una cabra no lo sabe, y eso es un fastidio para los <strong>de</strong>más.<br />

Reece lo miró <strong>de</strong> refilón y luego se centró en el doctor Wallace.<br />

—Pero también sé que lo que vi junto al río era real. No tuve un sueño, ni una<br />

— 147 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

alucinación. No fue un producto <strong>de</strong> mi mente quebrantada y mi exceso <strong>de</strong><br />

imaginación. Piense lo que piense el sheriff, piense lo que piense cualquiera, sé lo que<br />

vi.<br />

—No te enfa<strong>de</strong>s con Rick —dijo el doctor en tono suave . Hace su trabajo lo<br />

mejor que pue<strong>de</strong>. Y es un buen sheriff para este pueblo.<br />

—Eso dice todo el mundo —murmuró Reece.<br />

—De todos modos, tal vez podamos ayudarte.<br />

—¿Usted me cree?<br />

—No importa que yo te crea o no, pero no tengo ningún motivo para no aceptar<br />

tu palabra. A mí me parece que has hecho todo lo posible para no llamar la atención<br />

aquí.<br />

El doctor se echó en el café una generosa cantidad <strong>de</strong> crema <strong>de</strong> leche. Tras<br />

estirar las piernas, cruzó los tobillos; calzaba unas bonitas zapatillas <strong>de</strong>portivas.<br />

—He <strong>de</strong> reconocer que mis intentos en ese sentido han sido un miserable<br />

fracaso.<br />

—Bueno, <strong>de</strong>nunciar un asesinato tien<strong>de</strong> a convertir al mensajero en objeto <strong>de</strong><br />

curiosidad. No tiene sentido que te inventes una historia así y <strong>de</strong>spiertes el interés <strong>de</strong><br />

todo el mundo hacia ti misma. —El doctor se subió las gafas y la miró a través <strong>de</strong> los<br />

cristales limpios—. A<strong>de</strong>más —continuó—, al parecer Brody te cree, y sé que es un<br />

hueso duro <strong>de</strong> roer. Así que... —Dejó su café a un lado y cogió su bloc <strong>de</strong> dibujo y un<br />

lápiz—. Tengo que reconocer que esto resulta emocionante para mí. Es como salir en<br />

Ley y or<strong>de</strong>n.<br />

—¿Qué versión?<br />

El doctor sonrió.<br />

—Yo prefiero la primera... Brody te ha contado que soy aficionado al dibujo.<br />

Hasta tengo un par <strong>de</strong> carboncillos en el museo <strong>de</strong> el pueblo.<br />

—Había pensado ir a visitarlo.<br />

—Te lo aconsejo. Hay algunas obras interesantes <strong>de</strong> artistas locales. De todas<br />

formas, nunca he hecho nada parecido a esto, así que me he informado un poco sobre<br />

el procedimiento. Primero voy a pedirte que pienses en formas, si pue<strong>de</strong>s. Para<br />

empezar, piensa en la forma <strong>de</strong> la cara <strong>de</strong> ella. Cuadrada, redonda, triangular...<br />

¿Pue<strong>de</strong>s hacerlo?<br />

—Creo que sí.<br />

—Cierra los ojos un momento y trata <strong>de</strong> recordar.<br />

Reece obe<strong>de</strong>ció y vio a la mujer.<br />

—Ovalada, me parece. Pero larga y estrecha. ¿Elíptica?<br />

—Muy bien. ¿Delgada, entonces?<br />

—Sí. Llevaba el pelo largo y una gorra roja que le tapaba la frente. Pero me dio<br />

la impresión <strong>de</strong> que tenía la cara larga y estrecha. Al principio no pu<strong>de</strong> verle los ojos<br />

— continuó Reece—. Llevaba galas <strong>de</strong> sol. De esas que cubren las sienes, creo.<br />

—¿Y la nariz?<br />

—¿La nariz? —repitió la muchacha, <strong>de</strong>cepcionada—. Dios, me parece que no<br />

voy a ser <strong>de</strong> gran ayuda.<br />

— 148 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Haz lo que puedas.<br />

—Creo... creo que era larga y estrecha, como la cara. No prominente. Me fijé<br />

más en la boca porque se movía. Se pasó mucho tiempo hablando o más bien<br />

gritando. La boca me pareció dura. Ella me pareció dura. No sé cómo explicarlo.<br />

—¿Boca fina?<br />

—No lo sé, tal vez. Era... móvil. Me refiero a que parecía tener mucho que <strong>de</strong>cir.<br />

Y cuando no hablaba fruncía el ceño, se reía sarcásticamente. Su boca no paraba <strong>de</strong><br />

moverse. Llevaba pendientes; estoy casi segura <strong>de</strong> que eran aros. Vi cómo relucían. El<br />

pelo le llegaba por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> los hombros y era ondulado, muy oscuro. Se le cayeron<br />

las gafas <strong>de</strong> sol cuando él la tiró al suelo, pero todo sucedió muy <strong>de</strong>prisa. Ella estaba<br />

muy enfadada. Diría que tenía los ojos gran<strong>de</strong>s, pero estaba muy irritada, y luego<br />

muy asombrada, y luego...<br />

—¿Tenía rasgos distintivos? —continuó el doctor en el mismo tono sereno—.<br />

Cicatrices, lunares, pecas...<br />

—No recuerdo ninguno. Maquillaje —añadió ella <strong>de</strong> pronto—. Creo que iba<br />

muy maquillada. Pintalabios rojo. ¡Sí! Muy rojo, y..., tal vez era simplemente por el<br />

enfado, pero creo que llevaba <strong>de</strong>masiado colorete. Ahora que lo pienso, su viveza<br />

parecía exagerada. Quizá por la furia, o porque se le había ido la mano con el<br />

colorete. Estaba muy lejos, incluso con los prismáticos.<br />

—Está bien. ¿Qué edad le pondrías?<br />

—Uf. Ah... treinta y tantos, quizá. Diez años más o menos —añadió Reece<br />

mientras se apretaba los ojos con los <strong>de</strong>dos—. Mierda.—La primera impresión es lo<br />

que cuenta. ¿Se le parece?<br />

Reece se inclinó hacia <strong>de</strong>lante en la silla cuando el doctor le dio la vuelta al bloc.<br />

Era más hábil <strong>de</strong> lo que esperaba. Quien la miraba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el bloc no era la mujer<br />

que había visto, pero allí estaba su potencial.<br />

—Vale, vale —murmuró mientras se <strong>de</strong>shacía uno <strong>de</strong> los nudos <strong>de</strong> su<br />

estómago—. Creo que tenía la barbilla un poco más aguda. Solo un poco. Y... los ojos<br />

no eran tan redondos, tal vez un poco más alargados. Tal vez. —Reece volvió a coger<br />

su té y aprovechó para calmarse mientras el doctor hacía modificaciones . No podría<br />

<strong>de</strong>cir <strong>de</strong> qué color tenía los ojos, pero creo que eran oscuros. Me parece que no tenía<br />

la boca tan ancha. Y las cejas... Dios, espero no inventármelo... Las cejas eran más<br />

finas, muy arqueadas, como si se las hubiese <strong>de</strong>pilado <strong>de</strong> forma exagerada. Cuando<br />

él le levantó la cabeza <strong>de</strong>l suelo por el cabello, se le cayó la gorra. ¿Lo había<br />

olvidado? Se le cayó la gorra. Tenía, la frente amplia.<br />

—Respira —sugirió Brody.<br />

—¿Cómo?<br />

—Que respires.<br />

—De acuerdo. —Cuando se <strong>de</strong>tuvo a hacerlo, se dio cuenta <strong>de</strong> que el corazón le<br />

latía muy fuerte y las manos empezaban a temblarle lo suficiente para agitar el té en<br />

la taza—. Llevaba las uñas pintadas. Tal vez <strong>de</strong> rojo. También olvidé eso. Recuerdo<br />

como las clavaba en la tierra mientras él la estrangulaba.<br />

—¿Le arañó? —le preguntó Brody.<br />

— 149 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—No, no pudo. No creo... El se le echó encima y le sujetó los brazos con las<br />

rodillas. No pudo levantarlos para arañarle. No tuvo ninguna oportunidad. Una vez<br />

que estuvo en el suelo, no tuvo ninguna oportunidad.<br />

—¿Qué tal?<br />

Reece estudio el dibujo. «Faltan cosas», pensó. Cosas que no estaba segura <strong>de</strong><br />

saber transmitir, cosas que tal vez el artista no supiese plasmar. La furia, la pasión, el<br />

miedo. Pero estaba más cerca.<br />

—Sí. Sí, está muy bien. La veo ahí. Eso es lo que cuenta, ¿verdad?<br />

—Yo diría que sí. Veamos si po<strong>de</strong>mos mejorarlo un poco. Come una <strong>de</strong> esas<br />

galletas, Reece, antes <strong>de</strong> que Brody se las acabe. Las ha hecho Dick. Ese hombre hace<br />

unas galletas riquísimas.<br />

La muchacha mordisqueó una galleta mientras el doctor le preguntaba más<br />

cosas. Tomó otra taza <strong>de</strong> té mientras observaba cómo cambiaba o perfeccionaba la<br />

forma <strong>de</strong> la boca y los ojos <strong>de</strong> la mujer, cómo afinaba las cejas un poco más.<br />

—Eso es. —Reece apoyó la taza con un ligero temblor—. Es ella. Está muy bien,<br />

se acerca mucho. Así la recuerdo. Así me pareció. Yo...<br />

—Deja <strong>de</strong> dudar <strong>de</strong> ti misma —or<strong>de</strong>nó Brody—. Si esa es la imagen <strong>de</strong> ella que<br />

recuerdas, es suficiente.<br />

—No es <strong>de</strong>l pueblo —comentó el doctor a Brody—. No se parece a nadie que yo<br />

conozca, no a primera vista.<br />

—No. Pero si pasó por aquí, alguien la vio. Poniendo gasolina, comprando<br />

comida... Lo enseñaremos por ahí.<br />

—Rick podría enviarlo por fax a otros pueblos —dijo el doctor observando su<br />

propio dibujo—. Quizá también al servició forestal. A mí no me resulta familiar. A lo<br />

largo <strong>de</strong> los años he tratado a casi todos los habitantes <strong>de</strong>l pueblo y <strong>de</strong> las<br />

proximida<strong>de</strong>s, incluso a muchos turistas y gente <strong>de</strong> paso. Caramba, es probable que a<br />

todos los que han nacido por aquí en los últimos veinte años les haya dado yo la<br />

primera palmadita en el trasero. No es <strong>de</strong> los nuestros.<br />

—Pero si nunca pasaron por aquí —dijo Reece en voy baja—, pue<strong>de</strong> que nunca<br />

sepamos quién era.<br />

—Eso es lo que me gusta <strong>de</strong> ti, Flaca, siempre tan optimista, —Brody engulló<br />

otra galleta—. ¿Quieres intentar <strong>de</strong>scribir al hombre?<br />

A él no lo vi bien. Un poco <strong>de</strong> perfil. La espalda y las manos, pero llevaba<br />

guantes. Parecía tener las manos gran<strong>de</strong>s, pero eso podrían ser imaginaciones mías.<br />

Gorra, gafas <strong>de</strong> sol, abrigo...<br />

—¿Le asomaba el pelo bajo la gorra? —preguntó el doctor.<br />

—No, no creo. No me fijé. Ella estaba... bajo los focos, por así <strong>de</strong>cirlo. Estaba en<br />

el centro <strong>de</strong> la escena, y luego, cuando él la tiró al suelo, me quedé pasmada. De<br />

todos modos, me parece que la miré más a ella. No podía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirarla, <strong>de</strong> mirar<br />

lo que le estaba pasando.<br />

—¿Y la mandíbula?<br />

—Solo se me ocurre que era dura. El parecía duro. Pero ya he dicho eso <strong>de</strong> ella,<br />

¿no? —dijo Reece frotándose los ojos y tratando <strong>de</strong> pensar—. Se pasó casi todo el<br />

— 150 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

tiempo quieto, diría que transmitía un buen autocontrol. Ella estaba lívida,<br />

vociferaba, y él apenas se movía. ¿Austero? Ella ocupaba todo el espacio, hacía<br />

gestos, iba y venía, señalaba... El la empujó, pero fue casi como aplastar una mosca.<br />

Me lo estoy imaginando.<br />

—Pue<strong>de</strong> que sí, pue<strong>de</strong> que no —dijo el doctor mientras dibujaba distraído—. ¿Y<br />

su estructura?<br />

—Ahora todo en él me parece gran<strong>de</strong>, pero no estoy segura <strong>de</strong> que sea cierto.<br />

Sin duda, era más alto y corpulento que ella. Al final, cuando se le echó encima, creo<br />

que sabía muy bien lo que estaba haciendo. La forma en que le impedía mover los<br />

brazos... Podía haberla sujetado así, cansarla hasta que pudiera razonar con ella y<br />

luego marcharse. Tal vez fue por la distancia, pero todo me pareció <strong>de</strong>liberado y frío.<br />

El doctor le dio la vuelta <strong>de</strong> nuevo al bloc <strong>de</strong> dibujo y lo sostuvo en alto. Reece<br />

se estremeció.<br />

Era una imagen <strong>de</strong> cuerpo entero, <strong>de</strong> espaldas, con el rostro <strong>de</strong> perfil. Podía<br />

correspon<strong>de</strong>r a muchos hombres, y a Reece el miedo le formó una bola <strong>de</strong> hielo en el<br />

vientre.<br />

—Anónimo —comentó.<br />

—De todos modos, po<strong>de</strong>mos eliminar a algunos <strong>de</strong>l pueblo —dijo el doctor—.<br />

Digamos que a Pete. Bajito, flacucho. O a Joe Pierce, hipertenso con cincuenta kilos<br />

<strong>de</strong> más.<br />

—O a Cari, que está como un tonel. —Reece sintió que se le <strong>de</strong>shacía otro<br />

nudo—. Tiene razón. Y no creo que fuese joven. Me refiero a un adolescente o a un<br />

veinteañero. Su manera <strong>de</strong> moverse, su... lenguaje corporal era más maduro. Gracias.<br />

Eso me <strong>de</strong>speja un poco la cabeza.<br />

—No fui yo. —Brody levantó un hombro—. Salvo que me convirtiese en<br />

Superman, cruzase el Snake volando y volviese.<br />

—No —contestó Reece; era la primera vez que sonreía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que habían<br />

empezado—. No fuiste tú.<br />

—Haré fotocopias y colgaré una en mi consulta. Casi todo el mundo pasa por<br />

aquí —dijo el doctor mientras volvía a coger el dibujo <strong>de</strong> la mujer—. Llevaré las<br />

copias a la oficina <strong>de</strong>l sheriff.<br />

—Gracias. De verdad.<br />

—Como he dicho, se parece un poco a jugar a <strong>de</strong>tectives. Es un cambio <strong>de</strong> ritmo<br />

interesante para mí. Brody, ¿por qué no me llevas esta ban<strong>de</strong>ja a la cocina?<br />

En la mirada que el doctor le dirigió a Brody, Reece vio que el médico había<br />

vuelto y que ella era la paciente. Se esforzó por no sentir resentimiento <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l<br />

favor que él acababa <strong>de</strong> hacerle. Aun así, la espalda se le puso rígida cuando Brody<br />

salió <strong>de</strong> la habitación.<br />

—No he venido aquí para una consulta médica —empezó.<br />

—Tal vez <strong>de</strong>berías haberlo hecho. Pero la cuestión es que soy un viejo médico<br />

rural y tú estás sentada en mi salón. Tienes ojos cansados. ¿Cómo duermes?<br />

—De forma irregular. Hay noches mejores que otras.<br />

—¿Y el apetito?<br />

— 151 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Va y viene. Viene más que antes. Sé que mi salud física está relacionada con<br />

mi salud mental. No paso por alto ninguna <strong>de</strong> las dos.<br />

—¿Dolores <strong>de</strong> cabeza?<br />

—Si —dijo ella con un suspiro—. No tan a menudo como antes, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego<br />

no un intensos. Y sí, aún tengo ataques <strong>de</strong> ansiedad, pero tampoco los tengo tan a<br />

menudo ni son tan intensos. Sufría terrores nocturnos, pero ahora solo son pesadillas.<br />

Aún experimento regresiones al pasado, y a veces dolor fantasma. Pero estoy mejor.<br />

Me tomé una cerveza en Clancy's con Linda-Gail. Hacía dos años que no era capaz<br />

<strong>de</strong> sentarme en un bar y tomar algo con una amiga. Estoy pensando en acostarme<br />

con Brody. Hace dos años que no he estado con un hombre. Cada vez que pienso en<br />

marcharme <strong>de</strong>l pueblo, no lo hago. Anoche incluso saqué las cosas <strong>de</strong>l petate y volví<br />

a guardarlas.<br />

Detrás <strong>de</strong> las gafas, los ojos <strong>de</strong>l doctor la miraron con mayor interés.<br />

—¿Metiste tus cosas en el petate?<br />

—Pues... Sí. No recuerdo haberlo hecho, y sé que eso no dice mucho a favor <strong>de</strong><br />

mi salud mental, pero creo que haber sacado las cosas y venir aquí lo compensa. Me<br />

las arreglo. Afrontó las situaciones.<br />

—Y estás a la <strong>de</strong>fensiva—observó el doctor—. ¿No recuerdas haber metido tus<br />

cosas en el petate?<br />

—No, y es verdad que eso me asusta. A<strong>de</strong>más, una vez puse algunas cosas<br />

fuera <strong>de</strong> su sitio y tampoco recuerdo haberlo hecho. Pero lo llevo bien. Hace un año<br />

no habría podido soportarlo.<br />

—¿Que medicación tomas?<br />

—Ninguna.<br />

—¿Te dijo tu médico que la <strong>de</strong>jases?<br />

—Lo cierto es que no. Reduje una cosa, reduje la otra y luego <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> tomarlo<br />

todo hace más <strong>de</strong> seis meses. Me aliviaron cuando más lo necesitaba. Sé que los<br />

medicamentos me ayudan a recuperar cierta sensación <strong>de</strong> equilibrio, pero me resulta<br />

imposible vivir la vida a base <strong>de</strong> medicinas que suprimen esto o amortiguan lo otro.<br />

Me ayudaron a pasar lo peor, y ahora quiero ser capaz <strong>de</strong> pasar el resto por mí<br />

misma. Quiero ser yo misma.<br />

—¿Acudirás a mí si <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>s que quieres ayuda médica?<br />

—De acuerdo.<br />

—¿Me <strong>de</strong>jarás examinarte?<br />

—No sé...<br />

—Un chequeo, Reece. ¿Cuándo te hiciste la última revisión?<br />

La muchacha suspiró.<br />

—Hace un año más o menos.<br />

—¿Por qué no vienes a mi consulta mañana por la mañana?<br />

—Me toca el turno <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno.<br />

—Mañana por la tar<strong>de</strong>. A las tres. Me harías un favor.<br />

—Así es imposible negarse —respondió ella—. De acuerdo. Me gusta su casa.<br />

Me gusta que haya mantenido esta habitación tal como le gustaba a su esposa. Me<br />

— 152 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

gustaría pensar que algún día tendré una habitación y a alguien a quien le importe lo<br />

suficiente para conservarla por mí. Estoy intentando llegar a eso. Tengo que irme a<br />

trabajar —concluyó mientras se ponía en pie.<br />

Él también se levantó.<br />

—Mañana, a las tres.<br />

Y le dio la mano como si sellara un trato.<br />

—Allí estaré.<br />

La acompañó a la puerta mientras Brody salía <strong>de</strong> la cocina. Cuando estuvieron<br />

fuera, Brody se dirigió hacia su coche.<br />

—Yo volveré a pie —dijo Reece—. Quiero tomar el aire, y me queda algo <strong>de</strong><br />

tiempo antes <strong>de</strong> mi turno.<br />

—Muy bien. Iré caminando contigo, y pue<strong>de</strong>s invitarme a comer.<br />

—Acabas <strong>de</strong> comerte dos galletas.<br />

—¿Y?<br />

Reece sacudió la cabeza.<br />

—Luego tendrás que volver a pie para recoger el coche.<br />

—Así me bajará el almuerzo. ¿Sabes hacer pollo negro?<br />

—Sí, pero no está en el menú.<br />

—Pues cóbramelo aparte. Me apetece un sándwich <strong>de</strong> pollo negro con aros <strong>de</strong><br />

cebolla. ¿Te sientes mejor?<br />

—Creo sí. El doctor Wallace sabe cómo calmar a la gente —dijo mientras se<br />

metía las manos en el bolsillo <strong>de</strong> la suda<strong>de</strong>ra con capucha que llevaba contra el<br />

pertinaz frío primaveral—. Me ha presionado, <strong>de</strong> buen rollo, para que mañana me<br />

haga una revisión. Pero supongo que tú ya sabías que lo haría.<br />

—Lo mencionó. Es <strong>de</strong> los que meten las narices en los asuntos <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más. De<br />

buen rollo. Me preguntó si me acostaba contigo.<br />

—¿Por qué hizo eso?<br />

—Es su forma <strong>de</strong> ser. Si estás en el pueblo, tus asuntos son también suyos. Por<br />

eso te aseguro que si esa mujer hubiese pasado algún tiempo aquí, él lo sabría. Mira,<br />

el perro <strong>de</strong>l sheriff está otra vez en el lago. Prefiere nadar a caminar.<br />

Ambos se <strong>de</strong>tuvieron a contemplar el entusiasmo con que el perro se agitaba en<br />

el agua, <strong>de</strong>jando atrás una pequeña estela que se rizaba a través <strong>de</strong>l reflejo <strong>de</strong> las<br />

montañas.<br />

—Si me quedo, me compraré un perro y le enseñaré a que se zambulla en el<br />

lago para recoger la pelota, como hizo... ¿cómo se llama?... Abby con ese Moses.<br />

Alquilaré una cabaña para que el pueda estar fuera mientras trabajo. Mi abuela tiene<br />

un caniche miniatura llamado Marceau. Viaja a todas partes con ella.<br />

—Un no sé qué miniatura llamado Marceau no es un perro.<br />

—Des<strong>de</strong> luego que sí, y es dulce y adorable.<br />

—Es un juguete <strong>de</strong> cuerda con nombre <strong>de</strong> gato.<br />

Reece se echó a reír.<br />

—Marceau es muy listo y muy fiel.<br />

—¿Lleva jerseicitos monos?<br />

— 153 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—No. Son jerseicitos elegantes. Y aunque quiero mucho a Marceau, a mí lo que<br />

me gustaría tener es un perro gran<strong>de</strong> y <strong>de</strong>saliñado como Moses, uno que prefiera<br />

nadar a caminar.<br />

—Si te quedas.<br />

—Sí, si me quedo. —Y, como imaginaba que hacía Moses, Reece tomó impulso<br />

y se tiró <strong>de</strong> cabeza—. Me gustaría ir a tu casa mañana por la noche, prepararte la<br />

cena y quedarme a dormir.<br />

Brody siguió caminando en silencio. Pasaron junto a una casa en la que una<br />

mujer había plantado pensamientos en un pequeño parterre circular, en el centro <strong>de</strong>l<br />

césped, custodiado por unos gnomos con sombreros acabados en punta. Sintió<br />

curiosidad por la gente que salpicaba su césped <strong>de</strong> personas y animales <strong>de</strong> yeso.<br />

—¿Lo <strong>de</strong> dormir es un eufemismo? —preguntó por fin.<br />

—Dios, eso espero. No puedo prometer nada, pero eso espero.<br />

—Vale —dijo él mientras se a<strong>de</strong>lantaba para abrir la puerta <strong>de</strong> Joanie's—.<br />

Lavaré las sábanas.<br />

Reece acudió a su cita con el doctor y lo consi<strong>de</strong>ró otro gran avance. Odiaba con<br />

toda su alma la sensación <strong>de</strong> in<strong>de</strong>fensión que la embargaba cuando no llevaba puesto<br />

nada más que la pequeña bata <strong>de</strong> algodón.<br />

Y si le costaba <strong>de</strong>snudarse <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un médico, ¿cómo esperaba arreglárselas<br />

más tar<strong>de</strong> con Brody?<br />

«A oscuras», pensó mientras se sentaba en la camilla para que la enfermera le<br />

tomase la tensión. Con todas las luces apagadas y los ojos cerrados. Con algo <strong>de</strong><br />

suerte, los <strong>de</strong> él también.<br />

Emborracharse también le iría bien. Mucho vino y mucha oscuridad.<br />

—La tienes un poco alta, cariño.<br />

Willow, la enfermera, era una india shoshone. Su sangre se revelaba en la<br />

espesa melena negra que llevaba recogida en una gruesa trenza y en sus profundos y<br />

líquidos ojos castaños.<br />

—Estoy nerviosa. Los médicos me ponen nerviosa.<br />

Willow le dio una palmadita en la mano.<br />

—No te preocupes. El doctor es un bombón. Tengo que sacarte sangre. Cierra el<br />

puño y piensa en algo agradable.<br />

Reece apenas notó la aguja; le dio a Willow un sobresaliente. No era capaz <strong>de</strong><br />

contar las veces que le habían pinchado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la matanza. Algunas enfermeras<br />

tenían manos <strong>de</strong> ángel; otras, <strong>de</strong> leñador.<br />

—El doctor estará contigo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un minuto.<br />

Reece asintió, y se quedó asombrada cuando la afirmación <strong>de</strong> Willow <strong>de</strong>mostró<br />

ser la verdad literal.<br />

Con la bata blanca sobre la camisa <strong>de</strong> cuadros, el estetoscopio al cuello y<br />

aquellas zapatillas <strong>de</strong>portivas <strong>de</strong> un blanco <strong>de</strong>slumbrante en los pies, el doctor<br />

parecía otro. Aun así, le guiño un ojo antes <strong>de</strong> coger su tabla.<br />

—De entrada, te diré que te faltan cinco kilos.<br />

—Lo sé, pero hace unas semanas me faltaban siete.<br />

— 154 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿No te han operado por ningún otro motivo que no sean las heridas que<br />

sufriste en el tiroteo?<br />

Reece se hume<strong>de</strong>ció los labios.<br />

—No. Siempre había estado sana.<br />

—Ninguna alergia. La tensión podría estar más baja, podrías dormir mejor. Tu<br />

ciclo es regular —leyó el doctor.<br />

—Sí. Después <strong>de</strong> aquello no lo era. Unos anticonceptivos ayudaron a regularlo<br />

<strong>de</strong> nuevo. Por lo <strong>de</strong>más, no los he necesitado.<br />

«Eso pue<strong>de</strong> cambiar esta noche», pensó, y se preguntó si la tensión se le habría<br />

disparado.<br />

—No hay antece<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> enfermeda<strong>de</strong>s coronarias, cáncer <strong>de</strong> mama ni<br />

diabetes en tu familia. No fumas. Consumo <strong>de</strong> alcohol <strong>de</strong> ligero a mo<strong>de</strong>rado. —<br />

Siguió leyendo y luego <strong>de</strong>jó la tabla a un lado con un gesto <strong>de</strong> aprobación—.<br />

Partimos <strong>de</strong> una buena base.<br />

Examinó sus pulmones, sus reflejos, le pidió que se levantara para comprobar la<br />

coordinación y el equilibrio. Le proyectó unas luces en los ojos y en los oídos, palpó<br />

las glándulas linfáticas, las amígdalas.<br />

Mientras tanto mantenía una conversación informal cargada <strong>de</strong> cotilleos <strong>de</strong>l<br />

pueblo.<br />

—¿Te has enterado <strong>de</strong> que al hijo mayor <strong>de</strong> Bebe y a dos amigos suyos los<br />

pillaron robando chucherías en la tienda?<br />

—Está bajo arresto domiciliario —dijo Reece—. Sesenta días, sin posibilidad <strong>de</strong><br />

libertad condicional. Colegio, casa, Joanie's y dos horas todas las tar<strong>de</strong>s haciendo las<br />

tareas que el señor Drubber les encargue.<br />

—Bien por Bebe. Me han dicho que Maisy Nabb ha vuelto a tirar toda la ropa<br />

<strong>de</strong> Bill por la ventana, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> su trofeo al mejor jugador <strong>de</strong> cuando estaba en el<br />

equipo <strong>de</strong> fútbol americano <strong>de</strong>l instituto.<br />

Reece se dio cuenta <strong>de</strong> que pasar por todo aquello con conversación lo hacía<br />

menos malo. Conversación real sobre personas a las que ambos conocían.<br />

—Se dice que perdió al póquer el dinero que había ahorrado para comprarle un<br />

anillo <strong>de</strong> compromiso —le contó él—. Bill alega que solo trataba <strong>de</strong> ganar lo bastante<br />

para comprarle un anillo digno <strong>de</strong> ella, pero Maisy no se lo traga. Tira sus cosas por<br />

la ventana tres o cuatro veces al año. El lleva unos cinco años ahorrando para<br />

comprarle un anillo, así que su ropa <strong>de</strong>be <strong>de</strong> haber aterrizado en la acera quince o<br />

veinte veces. El nieto <strong>de</strong> Cari en Laramie ha ganado una beca para la Universidad <strong>de</strong><br />

Wisconsin.<br />

—¿De verdad? No lo sabía.<br />

—Cari se ha enterado esta misma tar<strong>de</strong> —dijo el doctor, sus ojos chispeantes<br />

por la noticia—. No cabe en sí <strong>de</strong> orgullo. Voy a llamar a Willow; haremos una<br />

citología y una exploración mamaria.<br />

Resignada, Reece apoyó los pies en los estribos. Miró el techo y el móvil <strong>de</strong><br />

mariposas que colgaba <strong>de</strong> él, mientras el doctor situaba el taburete entre sus piernas<br />

y Willow le ayudaba.<br />

— 155 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Parece sano —comentó el doctor.<br />

—Me alegro, porque lleva bastante sin hacer ejercicio.<br />

Cuando oyó que Willow contenía la risa, Reece cerró los ojos. Tuvo que<br />

recordar un antiguo refrán sobre la necesidad <strong>de</strong> controlar los pensamientos. Podían<br />

convertirse en palabras.<br />

Cuando terminó, el doctor le dio una palmadita en el tobillo y ,se levanto para<br />

situarse a un lado <strong>de</strong> la camilla y hacerle la exploración mamaria.<br />

—¿Te haces las autoexploraciones mensuales?<br />

—Sí. No. Solo cuando me acuerdo.<br />

—En la ducha, el primer día <strong>de</strong>l período. Conviértelo en un habito y no se te<br />

olvidará —le aconsejó el doctor, pasando el pulgar con suavidad por la cicatriz—.<br />

Debió <strong>de</strong> dolerte mucho.<br />

—Sí —respondió ella sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirar las mariposas, el alegre móvil <strong>de</strong> vivos<br />

colores—. Mucho.<br />

—Mencionaste el dolor fantasma.<br />

—Lo noto a veces, durante una pesadilla o justo <strong>de</strong>spués. Durante un ataque <strong>de</strong><br />

pánico. Sé que no es real.<br />

—Pero parece real.<br />

—Muy real.<br />

—¿Con qué frecuencia lo experimentas?<br />

—Es difícil <strong>de</strong>cirlo. Un par <strong>de</strong> veces por semana, supongo. Antes me ocurría un<br />

par <strong>de</strong> veces al día.<br />

—Ya pue<strong>de</strong>s sentarte —dijo al doctor volviendo a su taburete mientras Willow<br />

salía en silencio—. ¿No te interesa continuar con la terapia?<br />

—No.<br />

—¿Y con la medicación?<br />

—No. He utilizado ambas y, como le dije, me aliviaron. Necesito terminar esto a<br />

mi modo.<br />

—De acuerdo. Tengo que <strong>de</strong>cirte que te encuentro bastante <strong>de</strong>lgada, aunque<br />

supongo que no te sorpren<strong>de</strong>. También sospecho que el análisis <strong>de</strong> sangre revelará<br />

un principio <strong>de</strong> anemia. Quiero que comas más carne <strong>de</strong> vacuno, alimentos ricos en<br />

hierro. Si no sabes qué alimentos son ricos en hierro, le diré a Willow que te imprima<br />

una lista.<br />

—Soy cocinera. Conozco los alimentos.<br />

—Entonces cómelos —le or<strong>de</strong>nó al tiempo que levantaba el índice para<br />

enfatizar su consejo—. Para favorecer el sueño, tengo algunas hierbas que pue<strong>de</strong>s<br />

tomar en infusión antes <strong>de</strong> acostarte.<br />

Reece arqueó las cejas.<br />

—¿Medicina holística?<br />

—Las hierbas se han utilizado para favorecer la curación durante siglos. Yo<br />

jugaba mucho al ajedrez con el abuelo <strong>de</strong> Willow. Era un curan<strong>de</strong>ro shoshone y un<br />

jugador <strong>de</strong> ajedrez buenísimo. Me enseñó bastantes cosas sobre medicina natural.<br />

Murió el otoño pasado, a la edad <strong>de</strong> noventa y ocho años, mientras dormía.<br />

— 156 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Una buena recomendación.<br />

—Mezclaré las hierbas y te las <strong>de</strong>jaré mañana, con el modo <strong>de</strong> empleo, en<br />

Joanie's.<br />

—No quisiera parecerle... quisquillosa, pero también me gustaría tener una lista<br />

<strong>de</strong> las hierbas.<br />

—Es lógico. Quiero que vuelvas <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un mes o mes y medio para hacerte<br />

una visita <strong>de</strong> seguimiento.<br />

—Pero...<br />

—Para comprobar el peso, la tensión y el estado general. Si hay mejoría, la<br />

siguiente será tres meses más tar<strong>de</strong>. Si no la hay —añadió levantándose <strong>de</strong>l taburete,<br />

apoyándole las manos en los hombros y mirándola a los ojos—, tendré que ponerme<br />

en plan serio.<br />

—Sí, señor.<br />

—Buena chica. Me han dicho que preparas una carne asada buenísima, con su<br />

guarnición y todo. Esos son mis honorarios por la visita <strong>de</strong> hoy. Sé que te obligué a<br />

hacerte esta revisión.<br />

—Eso no es justo.<br />

—Si no me gusta la carne asada, te cobraré. Ya pue<strong>de</strong>s vestirte.<br />

Pero cuando él salió y cerró la puerta tras <strong>de</strong> sí, Reece permaneció allí sentada<br />

varios minutos.<br />

— 157 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 14<br />

Brody se acordó <strong>de</strong> lavar las sábanas pero, como el libro que estaba escribiendo<br />

le absorbió durante seis horas seguidas, estuvo a punto <strong>de</strong> olvidarse <strong>de</strong> secarlas.<br />

Cuando salió a la superficie proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la lluvia torrencial y el fango<br />

primaveral don<strong>de</strong> había arrojado a sus personajes, le dio el <strong>de</strong>seo vago y persistente<br />

<strong>de</strong> fumar un cigarrillo. Llevaba tres años, cinco meses y... doce días, según calculó<br />

mientras alargaba la mano para coger un paquete inexistente, sin dar una larga y<br />

profunda calada a un Winston.<br />

Pero una buena sesión <strong>de</strong> escritura, como una buena sesión <strong>de</strong> sexo, a menudo<br />

<strong>de</strong>spertaba en él la vuelta <strong>de</strong>l ansia <strong>de</strong> fumar.<br />

Por eso, se quedó sentado un rato y evocó aquel placer sencillo, seductor y<br />

nocivo <strong>de</strong> sacar uno <strong>de</strong> aquellos <strong>de</strong>lgados cilindros blancos <strong>de</strong>l paquete blanco y rojo,<br />

<strong>de</strong>senterrar uno <strong>de</strong> los muchos encen<strong>de</strong>dores <strong>de</strong>sechables que habría diseminado,<br />

encen<strong>de</strong>r la llama, dar esa primera calada tranquila. Hasta podía notar su sabor,<br />

entre áspero y dulce. Suponía que esa era la ventaja y la maldición <strong>de</strong> tener mucha<br />

imaginación.<br />

Nada le impedía ir al pueblo en ese mismo momento y comprar un paquete.<br />

Nada <strong>de</strong> nada. Pero era una cuestión <strong>de</strong> orgullo, ¿no? Lo había <strong>de</strong>jado, y eso era<br />

todo. Lo mismo ocurrió con el Trib.<br />

Una vez que cerraba la puerta, no volva a abrirla, ni una rendija.<br />

Y suponía que esa era la ventaja y la maldición <strong>de</strong> ser un tozudo hijo <strong>de</strong> puta.<br />

Tal vez, bajase a buscar un poco <strong>de</strong> satisfacción en una bolsa <strong>de</strong> patatas fritas.<br />

Quizá <strong>de</strong>bería prepararse un bocadillo.<br />

Al pensar en la comida se dijo que Reece llegaría al cabo <strong>de</strong> unas horas. Eso le<br />

recordó las sábanas que estaban en la lavadora.<br />

—Mierda.<br />

Se apartó <strong>de</strong>l escritorio con brusquedad y bajó al cuarto don<strong>de</strong> tenía la lavadora<br />

y la secadora, ambas diminutas. Después <strong>de</strong> poner las sábanas a centrifugar, volvió a<br />

inspeccionar la cocina.<br />

Los platos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno estaban en el frega<strong>de</strong>ro. Vale, también lo estaban los<br />

platos <strong>de</strong> la cena. El periódico local y el ejemplar diario <strong>de</strong>l Chicago Tribune, al que<br />

estaba suscrito —genio y figura hasta la sepultura—, estaban extendidos sobre la<br />

mesa, junto con un par <strong>de</strong> libretas, bolígrafos, lápices diversos y un montón <strong>de</strong><br />

correo.<br />

Asumió la necesidad <strong>de</strong> hacer limpieza, un mal menor dadas las circunstancias.<br />

La seguridad <strong>de</strong> <strong>de</strong>leitarse con una buena cena caliente y la clara posibilidad <strong>de</strong><br />

disfrutar <strong>de</strong> una sesión <strong>de</strong> sexo lo compensaba, era un uso razonable <strong>de</strong>l tiempo.<br />

— 158 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

A<strong>de</strong>más, no era ningún cerdo.<br />

Se remangó su suda<strong>de</strong>ra favorita, bastante sucia, y luego sacó <strong>de</strong>l frega<strong>de</strong>ro los<br />

platos amontonados.<br />

—Para empezar, ¿por qué se ponen ahí? —se preguntó mientras echaba jabón y<br />

abría el grifo <strong>de</strong>l agua caliente— . Cada puñetera vez que se hace eso, hay que volver<br />

a sacarlos.<br />

Lavó, aclaró y <strong>de</strong>seó que en la cabaña hubiese un maldito lavavajillas. Y pensó<br />

en Reece.<br />

Se preguntó si habría acudido a su cita con el doctor Wallace. Se preguntó qué<br />

vería en aquellos gran<strong>de</strong>s ojos oscuros por la noche, cuando cruzase la puerta <strong>de</strong> su<br />

cabaña. Serenidad, nervios, diversión, tristeza...<br />

Qué aspecto tendría ella en su cocina, elaborando los platos cual un artista.<br />

Equilibrando formas, colores y texturas.<br />

Luego estarían los olores, los sabores, <strong>de</strong> lo que preparaba y <strong>de</strong> ella misma.<br />

Curiosamente, los olores y sabores <strong>de</strong> ella lo envolvieron.<br />

Puso los platos a escurrir y se <strong>de</strong>dicó a <strong>de</strong>spejar la mesa. Se dio cuenta <strong>de</strong> que<br />

nunca había compartido una cena con nadie en la cabaña. Solo cerveza y algún<br />

aperitivo cuando el doctor, Mac o Rick se <strong>de</strong>jaban caer por allí.<br />

Había organizado una partida <strong>de</strong> póquer una o dos veces. Más cerveza,<br />

galletas, puros.<br />

Hubo vino y huevos revueltos a las dos <strong>de</strong> la mañana con la encantadora Gwen<br />

<strong>de</strong> Los Ángeles, que había ido a esquiar y termino en su cama una memorable noche<br />

<strong>de</strong> enero.<br />

Pero aquellos intervalos casuales no eran comparables al hecho <strong>de</strong> que una<br />

mujer preparase la cena y la compartiese contigo en tu casa.<br />

Llevó los periódicos al lava<strong>de</strong>ro y los apiló en el montón que sacaba una vez a<br />

la semana para reciclar. Después <strong>de</strong> mirar el cubo y la fregona con el ceño fruncido,<br />

los cogió.<br />

—No soy un cerdo —murmuró mientras fregaba el suelo <strong>de</strong> la cocina.<br />

Debía arreglar el dormitorio, por si las cosas acababan ahí. Si no acababan ahí,<br />

al menos no tendría que contemplar el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n mientras se pasaba la noche solo sin<br />

po<strong>de</strong>r dormir.<br />

Se pasó una mano por el rostro y se recordó que <strong>de</strong>bía afeitarse. Por la mañana<br />

no se había molestado en hacerlo.<br />

Seguramente Reece querría velas, así que buscaría algunas por la casa. Sin duda<br />

era agradable sentarse a cenar con una mujer bonita a la luz <strong>de</strong> las velas.<br />

Pero cuando se sorprendió preguntándose si habría tulipanes en aquella época<br />

<strong>de</strong>l año, se paró en seco.<br />

Des<strong>de</strong> luego que no. Estaba pensando tonterías. Cuando un tipo salía a<br />

comprarlo flores a una mujer—sobre todo sus flores favoritas—, le estaba pidiendo a<br />

gritos que captase señales serias. Señales peligrosas y complicadas.<br />

Nada <strong>de</strong> tulipanes.<br />

A<strong>de</strong>más, si compraba flores tendría que comprar también algún cacharro don<strong>de</strong><br />

— 159 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

meterlas. No pensaba entrar en eso.<br />

Una cocina limpia bastaría, y si a ella no le gustaba...<br />

—Vino, maldita sea.<br />

Sabía sin necesidad <strong>de</strong> comprobarlo que solo tenía cerveza y una botella <strong>de</strong> Jack<br />

Daniel's. Refunfuñando, se dispuso a <strong>de</strong>jar la limpieza y acercarse al pueblo cuando<br />

le asaltó la inspiración.<br />

Buscó el bloc <strong>de</strong> notas en el que apuntaba los números <strong>de</strong> teléfono y llamó a la<br />

licorería.<br />

—Hola, ¿ha pasado Reece Gilmore por ahí a comprar vino? ¿Sí? ¿Qué ha...? Ah,<br />

<strong>de</strong> acuerdo. Gracias. Estoy bien, gracias. ¿Cómo va todo? Aja.<br />

Brody se apoyó en la encimera. Sabía que el pago por la información <strong>de</strong> que<br />

Reece y él cenarían algo que combinaba con un Chenin Blanc era algunos minutos <strong>de</strong><br />

conversación y cotilleo.<br />

Pero se en<strong>de</strong>rezó cuando su informante mencionó que el sheriff había estado<br />

allí con una copia <strong>de</strong>l dibujo <strong>de</strong>l doctor Wallace.<br />

—¿Ha reconocido a la mujer? No. Sí, lo he visto. No, no puedo <strong>de</strong>cir que me<br />

haya recordado a Penélope Cruz. No, Jeff, no creo que Penélope Cruz haya estado<br />

por aquí y la hayan asesinado. Claro, si me entero <strong>de</strong> algo te lo haré saber. Ya nos<br />

veremos.<br />

Brody colgó sacudiendo la cabeza. «La gente —pensó—, es una fuente <strong>de</strong><br />

diversión y <strong>de</strong> irritación. Eso equilibra las cosas.»<br />

—Penélope Cruz —murmuró, antes <strong>de</strong> echar el agua <strong>de</strong>l cubo en el frega<strong>de</strong>ro.<br />

Se acordó <strong>de</strong> las sábanas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> montar una expedición en busca <strong>de</strong> velas y<br />

aparecer con un par <strong>de</strong> can<strong>de</strong>las estrechas <strong>de</strong>stinadas a los cortes <strong>de</strong> suministro<br />

eléctrico y una vela metida en un tarro que alguien le había regalado y estaba sin<br />

estrenar.<br />

No es <strong>de</strong>masiado sexy, pero es mejor que nada, pensó.<br />

Subió las velas y las sábanas secas al dormitorio con la intención <strong>de</strong> arreglarlo.<br />

Su error fue mirar por la ventana durante unos minutos.<br />

Un par <strong>de</strong> veleros surcaban el lago con las blancas velas henchidas por el<br />

viento. Brody reconoció la canoa <strong>de</strong> Cari cerca <strong>de</strong>l extremo septentrional y pensó que<br />

<strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar <strong>de</strong> pesca. Aquel hombre vivía para pescar y para chismorrear con Mac.<br />

También estaba la hija <strong>de</strong> Rick con Moses. Las clases <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> haber<br />

terminado. El perro dio un gran salto <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la pelota y una garceta levantó el<br />

vuelo. El ave se elevó como una fecha y se lanzó hacia el pantano.<br />

«Bonita imagen —pensó Brody—. Bonita, plácida y...»<br />

Algo en la calidad <strong>de</strong> la luz y las sombras sobre el lago le hizo pensar en su<br />

libro. Entornó los ojos mientras Moses nadaba <strong>de</strong> vuelta hacia la orilla con la pelota<br />

entre los dientes.<br />

Pero, y si no fuese una pelota...<br />

Dejó el revoltijo <strong>de</strong> sábanas sobre la cama y bajó a gran<strong>de</strong>s zancadas hasta su<br />

estudio. Se dijo que solo acabaría esa escena. Media hora justa, y luego se ocuparía<br />

<strong>de</strong>l dormitorio, se ducharía, se afeitaría y se pondría algo que no diese la impresión<br />

— 160 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

<strong>de</strong> haberle servido <strong>de</strong> pijama.<br />

Dos horas <strong>de</strong>spués, Reece colocó una gran caja <strong>de</strong> comestibles sobre el porche<br />

<strong>de</strong> la cabaña <strong>de</strong> Brody, llamó enérgicamente y luego volvió hasta su coche para coger<br />

una segunda caja.<br />

Volvió a llamar, esta vez más fuerte. Ante la falta <strong>de</strong> respuesta frunció el ceño y<br />

trató <strong>de</strong> abrir la puerta con cautela.<br />

Sabía que su miedo instintivo a que se hubiese ahogado en la bañera, se hubiera<br />

caído por la escalera o lo hubiesen asesinado era ridículo. Poro eso no lo hacía menos<br />

real.<br />

Y la casa estaba tan silenciosa, parecía tan vacía... No conocía <strong>de</strong>masiado aquel<br />

lugar. No se <strong>de</strong>cidió a cruzar el umbral hasta que la imagen <strong>de</strong> Brody sangrando en<br />

el suelo se alojó con <strong>de</strong>sagradable niti<strong>de</strong>z en su mente.<br />

Se obligó a entrar y le llamó.<br />

Cuando oyó el crujido <strong>de</strong>l suelo sobre su cabeza, sacó el cuchillo <strong>de</strong> cocina <strong>de</strong><br />

una caja y lo agarró por el mango con ambas manos.<br />

Brody se acercó con el ceño fruncido —vivo y <strong>de</strong> una pieza— a la parte superior<br />

<strong>de</strong> la escalera.<br />

—¿Qué? ¿Qué hora es?<br />

El alivio casi la llevó a arrodillarse, pero consiguió apoyarse contra el marco <strong>de</strong><br />

la puerta y mantenerse en pie.<br />

—Las seis más o menos. He llamado a la puerta, pero...<br />

—¿Las seis? Mierda. Me he <strong>de</strong>spistado.<br />

—No pasa nada, no hay problema.<br />

El dolor <strong>de</strong> su pecho se estaba transformando en otra clase <strong>de</strong> presión. Brody<br />

parecía tan molesto, tan <strong>de</strong>saliñado, tan corpulento y masculino... Si hubiese confiado<br />

en sus piernas en ese momento, tal vez las habría utilizado para subir por la escalera<br />

<strong>de</strong> tres en tres y saltar sobre él.<br />

—¿Quieres <strong>de</strong>jarlo para otro día?<br />

—No —respondió él con el ceño aún más fruncido—. Solo tengo que... hacer<br />

limpieza. ¿Necesitas ayuda?<br />

«Malditas sábanas», pensó.<br />

—No, no. Ya me las arreglaré. Me pondré con la cena ahora mismo, si te parece<br />

bien. Tardará unas dos horas, tal vez un poco menos, así que tómate tu tiempo.<br />

—Estupendo... —contestó; metió los pulgares en los bolsillos <strong>de</strong>lanteros <strong>de</strong> sus<br />

vaqueros y preguntó—. ¿Qué ibas a hacer con ese cuchillo?<br />

Reece había olvidado que lo tenía en las manos y lo miró con una mezcla <strong>de</strong><br />

sorpresa e incomodidad.<br />

—La verdad, no lo sé.<br />

—Tal vez podrías <strong>de</strong>jarlo lejos para que no me meta en la ducha con la imagen<br />

<strong>de</strong> Norman Bales en la cabeza.<br />

—Sí, claro.<br />

Reece se dio la vuelta para <strong>de</strong>volverlo a la caja; cuando se volvió <strong>de</strong> nuevo, él<br />

había <strong>de</strong>saparecido.<br />

— 161 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Acarreó las dos cajas al interior. Anhelaba cerrar con llave la puerta principal.<br />

Aquella no era su casa, pero ¿no se daba cuenta Brody <strong>de</strong> lo fácil que era entrar? Al<br />

fin y al cabo, ella acababa <strong>de</strong> hacerlo. ¿Cómo podía estar arriba dándose una ducha y<br />

no pensar en las puertas abiertas?<br />

Habría <strong>de</strong>seado tener aquella clase <strong>de</strong> confianza, fe o quizá simple estupi<strong>de</strong>z.<br />

Como no era así, cerró la puerta con llave. Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> llevar las cosas a la<br />

cocina hizo lo mismo con la puerta trasera.<br />

Aquella no era su casa, cierto, pero estaba <strong>de</strong>ntro. ¿Cómo iba a concentrarse en<br />

preparar una cena si había puertas abiertas por todas partes?<br />

Satisfecha, sacó la cazuela que ya llevaba preparada, le añadió leche y la puso al<br />

fuego. Sacó su flamante juego <strong>de</strong> cuchillos. Estaba gastando <strong>de</strong>masiado en utensilios<br />

<strong>de</strong> cocina. Era una locura, pero no podía evitarlo. Dentro <strong>de</strong>l asador que sacó a<br />

continuación esperaba un lomo <strong>de</strong> cerdo en un adobo que había preparado la<br />

víspera.<br />

Lo <strong>de</strong>jó a un lado, metió el vino en el frigorífico para que no se calentase y luego<br />

hizo una rápida inspección <strong>de</strong>l contenido.<br />

Era aún peor <strong>de</strong> lo que imaginaba. Por suerte había llevado todo lo que<br />

necesitaba. En el frigorífico <strong>de</strong> Brody había unos pocos huevos, una barra <strong>de</strong><br />

mantequilla y unas lonchas <strong>de</strong> queso; encurtidos, leche caducada y ocho botellas <strong>de</strong><br />

cerveza; en el estante inferior, dos naranjas olvidadas y medio secas. Ni una sola<br />

verdura a la vista.<br />

Patético. Absolutamente patético.<br />

Sin embargo, mientras vertía la leche caliente sobre las patatas al gratén,<br />

percibió el olor a pino <strong>de</strong> algún producto <strong>de</strong> limpieza. Brody se había tomado la<br />

molestia <strong>de</strong> asear la cocina antes <strong>de</strong> su llegada.<br />

Deslizó la cazuela <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l horno y ajustó el temporizador.<br />

Cuando Brody entró en la cocina al cabo <strong>de</strong> media hora, Reece estaba metiendo<br />

el asado junto a la cazuela. La mesa estaba puesta con los platos <strong>de</strong> él y las velas que<br />

había llevado ella, junto con unas servilletas <strong>de</strong> color azul marino, unas copas y un<br />

pequeño cuenco transparente que contenía una especie <strong>de</strong> rosas amarillas en<br />

miniatura.<br />

Brody percibió los aromas que había imaginado. Algo suculento proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l<br />

horno, algo fresco que salía <strong>de</strong> la pila <strong>de</strong> verduras que estaba sobre la encimera. Y el<br />

aroma suculento y fresco a la vez que emanaba Reece.<br />

Cuando ella se volvió, Brody no vio nervios ni tristeza en sus ojos. Eran<br />

profundos, eran oscuros, eran cálidos.<br />

—Había pensado... ¡Oh!<br />

La muchacha dio un paso atrás cuando él avanzó hacia ella, y un ligero<br />

nerviosismo se reflejó en su rostro cuando él la agarró <strong>de</strong> los brazos y la levantó hasta<br />

ponerla <strong>de</strong> puntillas.<br />

Pero fue la cali<strong>de</strong>z lo que saboreó cuando tomó su boca, la cali<strong>de</strong>z sutilmente<br />

aromatizada por los nervios. Fue irresistible para él.<br />

Los brazos <strong>de</strong> ella estaban atrapados entre ambos, y luego sus manos se<br />

— 162 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

curvaron sobre el pecho <strong>de</strong> él y ascendieron hacia los hombros. Brody habría jurado<br />

que la muchacha se estaba fundiendo en sus brazos.<br />

La soltó y retrocedió.<br />

—Hola —dijo.<br />

—Sí, hola. Ah... ¿dón<strong>de</strong> estaba?<br />

Brody sonrió.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> quieres estar?<br />

—Creo que quiero estar don<strong>de</strong> estoy. Iba a hacer algo. Ah, sí, iba a preparar<br />

unos martinis.<br />

—¿Me tomas el pelo?<br />

—Claro que no —respondió ella mientras se dirigía al frigorífico a buscar hielo<br />

para los dos vasos que había llevado; luego se quedó quieta—. ¿No te gusta el<br />

martini?<br />

—¿Por qué no iba a gustarme? Jeff no me ha dicho que hayas comprado vodka.<br />

—¿Jeff?<br />

—El <strong>de</strong> la licorería.<br />

—El <strong>de</strong> la licorería —repitió Reece asintiendo; luego suspiró con suavidad<br />

mientras <strong>de</strong>jaba caer el hielo en los vasos <strong>de</strong> martini—. ¿Acaso piensan colgar por ahí<br />

una lista <strong>de</strong> mis compras <strong>de</strong> bebidas alcohólicas? ¿Encabezo ya la clasificación <strong>de</strong><br />

borrachos <strong>de</strong>l pueblo?<br />

—No, Wes Pritt se mantiene invicto en esa categoría. He llamado porque<br />

suponía que querrías vino y, si ya lo habías comprado, me ahorraría el viaje al<br />

pueblo.<br />

—Bueno, me parece muy práctico. No he pensado en los martinis hasta que lo<br />

estaba preparando todo para venir. Linda-Gail me ha prestado los vasos y la<br />

coctelera. Se lo compró todo hace un par <strong>de</strong> años.<br />

Brody contempló cómo medía y agitaba, vertía el contenido sobre el hielo y le<br />

añadía unas aceitunas ensartadas en largos pinchitos azules. Luego estudió los<br />

resultados en el vaso que ella le dio.<br />

—No he tomado un martini <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace... No sé. No es la clase <strong>de</strong> bebidas que<br />

se pi<strong>de</strong>n en Clancy's.<br />

—Pues entonces, brindo por un toque <strong>de</strong> sofisticación urbana en el pueblo.<br />

Reece chocó su vaso con el <strong>de</strong> él y esperó a que lo probase.<br />

—Riquísimo —comentó Brody antes <strong>de</strong> beber <strong>de</strong> nuevo mientras la observaba<br />

por encima <strong>de</strong>l bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l vaso—. Tienes un no sé qué.<br />

—O un no sé cuántos —convino ella—. Prueba esto.<br />

Levantó un platito con apio relleno <strong>de</strong> algo y dispuesto en complicadas formas<br />

geométricas.<br />

—¿Que tiene?<br />

—Es un secreto <strong>de</strong> Estado, pero sobre todo gouda ahumado y tomates secados<br />

al sol.<br />

Brody no era <strong>de</strong>masiado aficionado al apio crudo, pero pensó que el sabor <strong>de</strong>l<br />

vodka dominaría y lo probó. Entonces cambió <strong>de</strong> opinión.<br />

— 163 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Sea cual sea el secreto <strong>de</strong> Estado, combina mucho mejor con el apio que la<br />

manteca <strong>de</strong> cacahuete que le ponía mi madre.<br />

—Eso espero. Pue<strong>de</strong>s sentarte a disfrutar—dijo ella antes <strong>de</strong> coger su vaso para<br />

dar otro sorbo—. Voy a preparar la ensalada.<br />

Brody no se sentó, pero disfrutó <strong>de</strong> verdad contemplando cómo Reece tostaba<br />

unos piñones. Luego vio que echaba unas hojas en la sartén.<br />

Para empezar, albergaba una <strong>de</strong>sconfianza innata hacia las hojas, y mucho más<br />

si esas hojas se echaban en una sartén sobre el fuego.<br />

—¿Estás guisando una ensalada?<br />

—Estoy preparando una ensalada <strong>de</strong> espinacas y col lombarda, con piñones y<br />

un poco <strong>de</strong> gorgonzola. No podía creer que Mac hubiese encargado gorgonzola<br />

cuando la semana pasada mencioné que me gustaría po<strong>de</strong>r conseguir un poco.<br />

—Está prendado <strong>de</strong> ti, no lo olvi<strong>de</strong>s.<br />

—Tengo mucha suerte <strong>de</strong> que el hombre que pue<strong>de</strong> conseguirme gorgonzola<br />

esté prendado <strong>de</strong> mí. A<strong>de</strong>más, el doctor Wallace me ha dicho que necesito más<br />

hierro. Las espinacas lo tienen en abundancia. —Reece captó su expresión <strong>de</strong> reojo y<br />

reprimió una carcajada—. Ya eres mayor. Si no te gusta, no tienes por qué comértelo<br />

todo.<br />

—Trato hecho. ¿Cómo te ha ido con el doctor?<br />

—Es concienzudo y amable; es imposible discutir con él —dijo mientras<br />

regulaba el fuego—. Piensa que estoy bastante fatigada y que seguramente tengo un<br />

poco <strong>de</strong> anemia, pero por lo <strong>de</strong>más bien. Acabé harta <strong>de</strong> médicos, seguramente para<br />

toda la vida, pero no ha sido tan malo como esperaba. Cuando he ido licorería, Jeff<br />

me ha comentado que el sheriff estuvo allí con el dibujo.<br />

—Sí, también me lo ha dicho a mí. ¿Te ha hablado <strong>de</strong> Penélope Cruz?<br />

Reece esbozó una sonrisa.<br />

—Sí. El sheriff también le envió una copia a Joanie's. A nadie le suena.<br />

—¿Esperabas que sí?<br />

—No sé lo que esperaba. Creo que por un lado confiaba en que alguien le<br />

echase un vistazo y dijese: «Caramba, se parece a Sally Jones, que vive a las afueras<br />

<strong>de</strong>l pueblo. Lleva una mala racha con ese inútil <strong>de</strong> su marido». Entonces lo sabríamos<br />

y el sheriff iría a <strong>de</strong>tener al inútil <strong>de</strong>l marido. Y se habría terminado.<br />

—Así <strong>de</strong> fácil.<br />

—En cierto modo —respondió Reece antes <strong>de</strong> tomar otro sorbo <strong>de</strong> su martini—.<br />

Cambiando <strong>de</strong> tema, he terminado tu libro. Me alegro <strong>de</strong> que no enterrases vivo a<br />

Jack.<br />

—El también se alegra.<br />

Reece se echó a reír.<br />

—Me lo imagino. También me gusta que no le redimieses <strong>de</strong>l todo. Sigue<br />

estando lleno <strong>de</strong> <strong>de</strong>fectos y es muy raro, pero creo que Leah pue<strong>de</strong> ayudarle a ser el<br />

mejor hombre que pue<strong>de</strong> ser. A<strong>de</strong>más, hiciste que ella salvase la situación —dijo<br />

echándole un vistazo—. Des<strong>de</strong> la perspectiva <strong>de</strong> esta lectora, eso fue fantástico. Y<br />

funcionó.<br />

— 164 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Me alegro <strong>de</strong> que te haya gustado.<br />

—Lo bastante para haber comprado otro esta tar<strong>de</strong>. Lazos <strong>de</strong> sangre.<br />

Brody frunció el ceño.<br />

—¿Qué? —preguntó la muchacha.<br />

—Es... violento. Bastante gráfico en un par <strong>de</strong> escenas. Pue<strong>de</strong> que no te guste.<br />

—¿Porque he experimentado la violencia gráfica <strong>de</strong> primera mano?<br />

—Pue<strong>de</strong> recordarte cosas que te hagan sentir incomoda.<br />

—Si es así, lo <strong>de</strong>jare. Igual que tú pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>jarle la ensalada <strong>de</strong> espinacas —dijo<br />

antes <strong>de</strong> comprobar el horno y la sartén y coger su martini—. La cena está a punto.<br />

¿Por qué no encien<strong>de</strong>s esas velas y abres el vino?<br />

—Sí, claro.<br />

—Bueno, y ¿con qué te has <strong>de</strong>spistado?<br />

—¿Despistado?<br />

—Cuando he llegado, has dicho que te habías <strong>de</strong>spistado.<br />

—Es verdad —reconoció Brody mientras encendía las velas <strong>de</strong> color azul<br />

marino, a juego con las servilletas, que Reece había colocado en la mesita—. Trabajo.<br />

«Es hombre <strong>de</strong> pocas palabras», pensó Reece.<br />

—¿En ese contexto, <strong>de</strong>bo enten<strong>de</strong>r que tu libro va bien?<br />

—Sí —contestó él mientras sacaba el vino <strong>de</strong>l frigorífico. Chenin Blanc, como le<br />

habían dicho—. Ha sido un buen día,<br />

—No piensas hablar <strong>de</strong> eso.<br />

Brody se puso a buscar un sacacorchos en los cajones <strong>de</strong> la cocina, pero ella<br />

había llevado uno y se lo dio.<br />

—¿De qué?<br />

—Del libro.<br />

Él reflexionó mientras abría el vino; Reece seguía añadiendo espinacas a la<br />

sartén.<br />

—Iba a matarla. Te lo dije el día que nos encontramos en el sen<strong>de</strong>ro.<br />

—Sí, lo recuerdo. Dijiste que el malo iba a matarla allí, que iba a empujarla al<br />

agua.<br />

—Sí, y lo intentó. La hirió, la maltrató, la aterrorizó, pero no consiguió<br />

empujarla <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cresta como tenía previsto.<br />

—Se escapó.<br />

—Saltó.<br />

Reece le echó una ojeada mientras sacaba la verdura <strong>de</strong> la sartén.<br />

—Saltó.<br />

Brody nunca hablaba <strong>de</strong> su trabajo con nadie. En general le irritaba que le<br />

preguntasen por él. Pero quería contárselo a ella y ver su reacción.<br />

—Llueve mucho, el sen<strong>de</strong>ro está cubierto <strong>de</strong> fango. Ella está herida y llena <strong>de</strong><br />

golpes; le sangra la pierna. Está sola allí arriba con él. Nadie pue<strong>de</strong> ayudarla. No<br />

pue<strong>de</strong> correr más que él. El hombre es más fuerte, más rápido y está como una cabra.<br />

Por eso salta. Yo suponía que moriría. Nunca planeé que pasara <strong>de</strong>l capítulo ocho.<br />

Pero me equivocaba.<br />

— 165 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Sin <strong>de</strong>cir nada, Reece mezcló la ensalada con la vinagreta que había preparado<br />

en casa.<br />

—Es más fuerte <strong>de</strong> lo que me pareció cuando la conocí —continuó él—. Tiene<br />

una profunda e innata voluntad <strong>de</strong> supervivencia. Se echó al agua porque sabía que<br />

era su única posibilidad, y prefería morir tratando <strong>de</strong> vivir a limitarse a esperar en el<br />

suelo a que él la matase. Y consiguió salir <strong>de</strong>l río aunque este trató <strong>de</strong> ahogarla,<br />

aunque la llevó <strong>de</strong> un lado para otro. Consiguió salir.<br />

—Sí —convino Reece—, parece fuerte.<br />

—Ella no lo veía así. No pensó, se limitó a actuar. Luchó con uñas y dientes<br />

para salir. Está perdida y herida, tiene frío y sigue estando sola. Pero está viva.<br />

—¿Seguirá así?<br />

—Eso <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>rá <strong>de</strong> ella.<br />

Reece asintió. Sirvió la ensalada en los platos y los espolvoreó con queso.<br />

—Querrá rendirse, pero espero que no lo haga —dijo—. Espero que gane. ¿Le<br />

tienes... aprecio?<br />

—Si no fuese así, no pasaría tiempo con ella.<br />

Reece puso los platos sobre la mesa y luego una cestita con un pan <strong>de</strong> aceitunas.<br />

Ella misma sirvió el vino.<br />

—También pasaste tiempo con el asesino.<br />

—Y le tengo aprecio, aunque <strong>de</strong> forma distinta. Siéntate. Me gusta cómo se ven<br />

tus ojos a la luz <strong>de</strong> las velas.<br />

Primero apareció en ellos la sorpresa, y luego, al sentarse, aquella luz dorada.<br />

—Prueba la ensalada. No herirás mis sentimientos si no te gusta.<br />

El hizo lo que le pedía y a continuación la miró con el ceño fruncido.<br />

—Es increíble. No me gusta el apio y nunca me han gustado las espinacas. ¿A<br />

quién le gustan? A<strong>de</strong>más, no soy muy aficionado a los cambios.<br />

Ella sonrió.<br />

—Pero te gusta el apio y te gustan las espinacas que preparo yo.<br />

—Eso parece. Pue<strong>de</strong> que simplemente me guste todo lo que me pones <strong>de</strong>lante.<br />

—Lo que hace que merezca la pena cocinar para ti —comentó Reece pinchando<br />

un poco <strong>de</strong> ensalada—. Por el hierro en la sangre.<br />

—¿Has vuelto a pensar en preparar una propuesta para un libro <strong>de</strong> cocina?<br />

—La verdad es que le <strong>de</strong>diqué algún tiempo anoche, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l trabajo.<br />

—¿Por eso se te ve cansada?<br />

—Esa no es una pregunta apropiada <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber dicho que te gustaba<br />

cómo se me veía a la luz <strong>de</strong> las velas.<br />

—Tus ojos, para ser exactos. No significa que no vea que estas cansada.<br />

Reece supuso que él siempre le diría la cruda verdad. Por duro que pudiese<br />

resultar para el ego, era mejor que los tópicos y las mentiras piadosas.<br />

—No podía dormir, así que la propuesta me proporciono algo que hacer. Estaba<br />

pensando en El gourmet sencillo como título.<br />

—No está mal.<br />

—¿Se te ocurre algo mejor?<br />

— 166 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Brody siguió comiendo, un tanto divertido al percibir el enojo en su voz.<br />

—Déjame pensarlo —respondió al fin, y añadió—. ¿Por qué no podías dormir?<br />

—¿Cómo voy a saberlo? El doctor tiene una especie <strong>de</strong> infusión holística que<br />

quiere que pruebe.<br />

—El sexo es un buen sedante.<br />

—Tal vez. Sobre todo si tu pareja no es muy hábil. Pue<strong>de</strong>s echar un sueñecito<br />

durante el acto.<br />

—Te prometo que no te dormirás.<br />

Reece se limitó a sonreír y comerse la ensalada.<br />

No confió en él para trinchar el asado <strong>de</strong> cerdo, lo que resultaba un tanto<br />

insultante; lo hizo ella misma mientras cocía unos espárragos al vapor. Brody <strong>de</strong>cidió<br />

no protestar, pues la carne olía <strong>de</strong> maravilla. A<strong>de</strong>más, se fijó en que había una ración<br />

<strong>de</strong> patatas al gratén en su futuro inmediato.<br />

Reece echó salsa holan<strong>de</strong>sa sobre los tiernos brotes, y el jugo <strong>de</strong> la carne sobre<br />

los filetes <strong>de</strong> cerdo.<br />

—Tú y yo <strong>de</strong>beríamos hacer un trato —empezó Brody mientras cortaba el<br />

cerdo.<br />

—¿Un trato?<br />

—Sí, espera un momento —añadió antes <strong>de</strong> probar la carne. Lo que me<br />

figuraba. Pues eso, un trato. Haremos un trueque. Sexo por comida.<br />

Reece arqueó las cejas y apretó los labios como si estudiase la cuestión.<br />

—Interesante. De todos modos, me parece que tú recoges los beneficios <strong>de</strong> las<br />

dos partes <strong>de</strong> ese trato.<br />

—Tú también. Pero si lo <strong>de</strong>l sexo fracasa, po<strong>de</strong>mos probar con las chapuzas.<br />

Cosas <strong>de</strong> hombres. Pintar tu apartamento, un poco <strong>de</strong> fontanería, lo que sea. A<br />

cambio, tú me preparas comida caliente.<br />

—Podría estar bien.<br />

Probó las patatas.<br />

—Dios mío, <strong>de</strong>berían canonizarte. El gourmet informal.<br />

—¿<strong>San</strong>ta Reece, el gourmet informal?<br />

—No, es el título <strong>de</strong> tu libro <strong>de</strong> cocina. El gourmet informal. No es «sencillo»,<br />

que pue<strong>de</strong> interpretarse como «mediocre». Es espectacular. Pero no hace falta<br />

pasarse todo el día sudando junto a los fogones para prepararlo, ni se necesita la<br />

porcelana y la plata <strong>de</strong> la abuela para servirlo. Gourmet por la forma <strong>de</strong> vivir <strong>de</strong> la<br />

gente, no solo por cómo reciben a sus invitados para impresionarles.<br />

Reece se recostó en la silla.<br />

—Me gusta más, y a<strong>de</strong>más has resumido la i<strong>de</strong>a mejor que yo. Maldita sea.<br />

—Soy un profesional.<br />

—Cómete los espárragos —or<strong>de</strong>nó.<br />

—Sí, mamá. Por cierto, ni se te ocurra llevarte las sobras.<br />

—Tomo nota.<br />

Brody comió, bebió y la contempló. Y en un momento <strong>de</strong>terminado<br />

sencillamente perdió el hilo <strong>de</strong> la conversación.<br />

— 167 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿Reece?<br />

—Mmm.<br />

—Son sobre todo los ojos, sí, los ojos. Es como si me agarrasen por el cuello.<br />

Pero ¿y el resto <strong>de</strong> ti? También se ve precioso a la luz <strong>de</strong> las velas.<br />

«Pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir las cosas más inesperadas», pensó ella. Así que le sonrió y <strong>de</strong>jó<br />

que el rubor que le causaban aquellas palabras la animase mientras cenaban.<br />

— 168 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 15<br />

Reece insistió en recoger la cocina. Él ya lo esperaba, pues era una mujer<br />

amante <strong>de</strong> poner y mantener las cosas en su sitio. Estaba convencido <strong>de</strong> que ya tenía<br />

esa ten<strong>de</strong>ncia antes <strong>de</strong>l violento inci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Boston, don<strong>de</strong> seguramente mantenía la<br />

casa y las cocinas, la personal y la profesional, or<strong>de</strong>nadas. Sin duda siempre sabía<br />

dón<strong>de</strong> estaban el cuenco mediano, la camisa azul y las llaves <strong>de</strong>l coche. Su talonario<br />

<strong>de</strong> cheques siempre <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar equilibrado.<br />

Con toda probabilidad, lo que le había ocurrido había puesto <strong>de</strong> relieve y<br />

aumentado su inclinación a la organización. En este punto <strong>de</strong> su vida, no solo quería<br />

sino que necesitaba que las cosas estuviesen en su sitio. Eso le daba una sensación <strong>de</strong><br />

seguridad.<br />

En cuanto a él, la mayoría <strong>de</strong> los días se sentía satisfecho si era capaz <strong>de</strong><br />

encontrar unos calcetines a juego al primer intento.<br />

Como vio que no estaría satisfecha <strong>de</strong> otro modo, secó los platos y volvió a<br />

meterlos en el armario. Pero se mantuvo bastante apartado mientras ella guardaba<br />

las sobras, ponía sus utensilios en las cajas y limpiaba los quemadores.<br />

Los nervios regresaban, y a Reece se le habían pasado las ganas <strong>de</strong> hablar.<br />

Brody prácticamente los veía brotar en su piel como una urticaria mientras aclaraba<br />

el paño <strong>de</strong> cocina, lo escurría y lo ponía a secar sobre la separación <strong>de</strong> las dos pilas<br />

<strong>de</strong>l frega<strong>de</strong>ro.<br />

Supuso que ahora que la cena había terminado y que faltaba poco para acabar<br />

<strong>de</strong> or<strong>de</strong>narlo todo, el sexo había regresado a la habitación como un invitado<br />

interesante e incómodo al mismo tiempo.<br />

Pensó en agarrarla, llevarla arriba y meterla en la cama antes <strong>de</strong> que se lo<br />

pensara. La técnica tenía sus ventajas, y era probable que lograse <strong>de</strong>snudarla antes <strong>de</strong><br />

que cambiase <strong>de</strong> opinión. Pero rechazó la i<strong>de</strong>a, al menos <strong>de</strong> momento, a favor <strong>de</strong> un<br />

enfoque más sutil.<br />

—¿Quieres dar un paseo? ¿Tal vez hasta el lago?<br />

Vio en su rostro una mezcla <strong>de</strong> sorpresa y alivio.<br />

—Eso estaría muy bien. Aún no lo he hecho, al menos por este lado.<br />

—Hace una noche clara, así que hay luz suficiente. Pero necesitarás la chaqueta.<br />

—Es verdad.<br />

Fue al lava<strong>de</strong>ro para cogerla <strong>de</strong>l perchero.<br />

Él entró <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ella y se estiró para coger la suya, rozándola <strong>de</strong> forma<br />

<strong>de</strong>liberada. Reece se puso rígida, se apartó y fue a abrir la puerta.<br />

Sus nervios latieron una vez y luego parecieron evaporarse en el aire fresco.<br />

—Esto es precioso —dijo mientras aspiraba el aire, que olía a tierra y a pino—.<br />

— 169 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

No me he <strong>de</strong>cidido a pasear sola por la noche. De todas formas, he pensado en ello.<br />

Pero o está todo <strong>de</strong>masiado tranquilo, o no lo suficiente, y <strong>de</strong> inmediato se me<br />

ocurren una docena <strong>de</strong> razones para volver directamente a mi apartamento cuando<br />

termino el turno <strong>de</strong> la cena.<br />

—En esta época <strong>de</strong>l año, por la noche casi toda la gente que hay es <strong>de</strong>l pueblo.<br />

No hay motivo para preocuparse por aquí.<br />

—Es evi<strong>de</strong>nte que no te has enterado <strong>de</strong>l psicópata que se escon<strong>de</strong> en el<br />

pantano, el violador en serie que está <strong>de</strong> paso en el pueblo o el amable profesor <strong>de</strong><br />

mates que en realidad es un asesino con hacha.<br />

—Creo que me los he perdido.<br />

Ella le echó un vistazo como si reflexionase y luego se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—Una noche <strong>de</strong> la semana pasada me sentía agitada y me apetecía dar un<br />

paseo. Llegué a pensar en llevarme el tenedor <strong>de</strong> servir por si tenía que <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme<br />

<strong>de</strong> alguno <strong>de</strong> mis imaginarios maníacos homicidas.<br />

—Un tenedor <strong>de</strong> servir.<br />

—Sí. Un cuchillo me pareció un tanto excesivo. Pero si es necesario se pue<strong>de</strong><br />

hacer bastante daño con un buen tenedor <strong>de</strong> servir. Sin embargo, <strong>de</strong>sestimé la i<strong>de</strong>a y<br />

me quedé a ver una vieja película en la tele. Es absurdo. Soy absurda. ¿Por qué<br />

quieres per<strong>de</strong>r el tiempo conmigo, Brody?<br />

—Tal vez las mujeres neuróticas me resulten excitantes.<br />

—No es verdad —respondió ella con una carcajada, sacudiendo el cabello hacia<br />

atrás para mirar el cielo—. Dios mío, es tan gran<strong>de</strong>, tan claro... Veo la Vía Láctea.<br />

Creo que es la Vía Láctea. Y las dos Osas, lo que agota mis conocimientos sobre<br />

constelaciones.<br />

—A mí no me mires. Yo solo veo un puñado <strong>de</strong> estrellas y una luna blanca en<br />

cuarto menguante.<br />

—¿De verdad?<br />

Al ver que él no la cogía <strong>de</strong> la mano, las metió en los bolsillos <strong>de</strong> la chaqueta.<br />

Brody no <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser <strong>de</strong> esos.<br />

—Invéntate una—continuó—. Tú te <strong>de</strong>dicas a inventar cosas.<br />

Brody se metió los pulgares en los bolsillos <strong>de</strong> los vaqueros y contempló las<br />

estrellas.<br />

—Ahí está el Pastor Solitario, o el Gordo a la Pata Coja. Hacia el oeste, está la<br />

Diosa Sally, que protege a las cocineras <strong>de</strong> trituras.<br />

—¿Sally? Ha estado ahí todo este tiempo y yo sin saber que tenía una diosa<br />

patrona.<br />

—Tú no eres una cocinera <strong>de</strong> trituras.<br />

—En este momento, sí. A<strong>de</strong>más, quiero a Sally para mí. Mira cómo brilla en el<br />

agua.<br />

Las estrellas nadaban en el lago como un millar <strong>de</strong> luces que centelleaban en su<br />

oscura superficie. La luz <strong>de</strong> la luna cortaba una vaga semiesfera blanca sobre el<br />

<strong>de</strong>stello. El perfume <strong>de</strong> los pinos, el agua, la tierra y la hierba embalsamaba el aire.<br />

—A veces añoro tanto Boston que me duelen los huesos —le contó ella—. Y<br />

— 170 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

entonces creo que necesito volver; y reencontrar lo que tenía allí. Mi vida atareada,<br />

mis amigos atareados. Mi apartamento con las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> color rojo y la mesa <strong>de</strong><br />

comedor negra y brillante.<br />

—¿Pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> color rojo?<br />

—Antes me gustaba lo atrevido, pero ahora estoy en un sitio como este y pienso<br />

que, aunque pudiese borrar lo que ocurrió, no sé si podría encontrar algo allí que aún<br />

quisiera o necesitara. Ya no me gustan las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> color rojo.<br />

—¿Qué más da? Tu casa es el lugar en el que estás, y si resulta que no te<br />

conviene, la haces en otro sitio y la pintas con los colores que te apetece en ese<br />

momento.<br />

—Eso es lo que pensé al marcharme. Vendí todas mis cosas. Mi mesa <strong>de</strong><br />

comedor negra y brillante, y todo lo <strong>de</strong>más. Pensé que había que hacerlo. No<br />

trabajaba y tenía que pagar facturas. Montones y montones <strong>de</strong> facturas. Pero eso solo<br />

era una parte. Ya no quería todo aquello.<br />

—Era tuyo y podías ven<strong>de</strong>rlo —comentó él, pensando no obstante que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong><br />

haber sido muy duro para alguien como ella <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> todo lo que tenía.<br />

Doloroso y triste.<br />

—Sí, era mío y podía ven<strong>de</strong>rlo. Y pagué las facturas. Y ahora estoy aquí. —<br />

Reece se acercó al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l lago—. La mujer <strong>de</strong> tu libro... la que al final no mataste...<br />

¿Cómo se llama?<br />

—Ma<strong>de</strong>line Bright. Maddy.<br />

—Maddy Bright. —Reece probó el nombre—. Me gusta... Simpático pero fuerte.<br />

Espero que salga a<strong>de</strong>lante. Ella también.<br />

Permanecieron un momento, el uno junto al otro, mirando el lago, a través <strong>de</strong> la<br />

noche, hacia la profunda silueta <strong>de</strong> las montañas.<br />

—Cuando nos encontramos en el sen<strong>de</strong>ro aquel día, y tú explicaste cómo<br />

moriría ella, o como creías que moriría, y yo continué caminando, ¿te quedaste allí<br />

arriba para asegurarte <strong>de</strong> que regresaba sana y salva?<br />

El fijó la vista en los Tetons.<br />

—Hacía buen día. No tenía nada más que hacer.<br />

—Fuiste hacia don<strong>de</strong> yo estaba antes incluso <strong>de</strong> que me oyeses bajar corriendo.<br />

—No tenía nada más que hacer —repitió él.<br />

Reece se situó frente a él.<br />

—Te portaste como un buen tío. —Se arriesgó, dio un gran paso, al menos para<br />

ella. Como saltar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un precipicio hacia un río. Levantó las manos y las posó en el<br />

rostro <strong>de</strong> él. Se puso <strong>de</strong> puntillas y rozó los labios <strong>de</strong> Brody con los suyos—. Me temo<br />

que la voy a fastidiar. Deberías saberlo antes <strong>de</strong> que volvamos. Pero <strong>de</strong> todos modos<br />

me gustaría volver. Me gustaría volver e irme a la cama contigo.<br />

—Es una i<strong>de</strong>a excelente.<br />

—Se me ocurren <strong>de</strong> vez en cuando. Tal vez <strong>de</strong>berías darme la mano por si<br />

pierdo los nervios y trato <strong>de</strong> echar a correr.<br />

—Claro.<br />

No perdió los nervios ni trató <strong>de</strong> echar a correr, pero con cada paso <strong>de</strong> regreso<br />

— 171 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

hacia la cabaña las dudas aumentaban.<br />

—Tal vez <strong>de</strong>beríamos tomar primero otra copa <strong>de</strong> vino.<br />

—Ya he tomado bastante, gracias —dijo Brody mientras seguía caminando sin<br />

soltarle la mano.<br />

—Quizá sería mejor hablar <strong>de</strong> adon<strong>de</strong> nos lleva esto.<br />

—Ahora mismo nos lleva a mi dormitorio.<br />

—Sí, pero...<br />

De nada servía poner reparos cuando él ya tiraba <strong>de</strong> ella.<br />

—Mmm, tienes que cerrar la puerta con llave — añadió.<br />

Él lo hizo.<br />

—Ya está.<br />

—La verdad, creo que tenemos que... —Se interrumpió, estupefacta, cuando él<br />

se limitó a levantarla <strong>de</strong>l suelo y echársela sobre el hombro—. ¡Oh, vaya! —En su<br />

interior luchaban <strong>de</strong>masiadas corrientes conflictivas para po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>cidir si aquello<br />

resultaba romántico o humillante—. No estoy segura <strong>de</strong> que sea este el enfoque<br />

a<strong>de</strong>cuado. Me parece que si nos tomásemos unos minutos para hablar... Solo quisiera<br />

pedirte que no esperes <strong>de</strong>masiado porque, la verdad, hace mucho que no práctico y...<br />

—Estás hablando <strong>de</strong>masiado.<br />

—Pues la cosa va a empeorar —le advirtió Reece cerrando los ojos cuando él<br />

empezó a subir por la escalera—. Noto que no voy a po<strong>de</strong>r parar. Escucha, escucha,<br />

cuando estábamos fuera podía respirar y creía que podría con esto. No es que no lo<br />

quiera, es solo que no estoy segura. No sé. Dios mío. ¿Hay pestillo en la puerta <strong>de</strong>l<br />

dormitorio?<br />

Brody la cerró con el pie, se volvió y accionó el pestillo.<br />

—¿Mejor?<br />

—No lo sé. Tal vez. Ya sé que estoy siendo una tonta, pero es que no...<br />

—Saber que estás siendo una tonta es el primer paso para la recuperación —dijo<br />

antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarla <strong>de</strong> pie junto a la cama—. Ahora cállate.<br />

—Solo creo que si...<br />

Los pensamientos se esfumaron cuando él volvió a hacerlo. Tirar <strong>de</strong> ella,<br />

cerrarle la boca con la suya, con pasión, con sed. Ella solo pudo aguantar mientras los<br />

miedos, las necesida<strong>de</strong>s y la razón luchaban en su interior.<br />

Parte <strong>de</strong> ella se rompía en pedazos. Y parte <strong>de</strong> ella <strong>de</strong>saparecía.<br />

—Creo que...<br />

—Debería callarme —acabó él, antes <strong>de</strong> volver a besarla.<br />

—Lo sé. Tal vez, podrías hablar tú. Pero ¿pue<strong>de</strong>s apagar las luces?<br />

—No las he encendido.<br />

—¡Oh, vaya!<br />

Ahora la plateada luz <strong>de</strong> la luna y el resplandor <strong>de</strong> las estrellas, tan bonitas y<br />

atrayentes en el exterior, parecían <strong>de</strong>masiado brillantes.<br />

—Imagina que aún te tengo cogida <strong>de</strong> la mano para que no puedas escaparte.<br />

Pero Reece sentía que sus manos le recorrían el cuerpo, que sus pulgares se<br />

<strong>de</strong>slizaban sobre sus pechos, y no con <strong>de</strong>masiada suavidad. Deliciosos escalofríos.<br />

— 172 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿Cuántas manos tienes?<br />

—Las suficientes para hacer lo que hay que hacer. Deberías mirarme. Mírame,<br />

Reece. Así. ¿Te acuerdas <strong>de</strong> la primera vez que te vi?<br />

—En el... en el restaurante. En Joanie's.<br />

La luz <strong>de</strong> la luna oscurecía los ojos <strong>de</strong> Brody, como si el ver<strong>de</strong> hubiese sido<br />

engullido por la noche.<br />

—Sí —confirmó él mientras le <strong>de</strong>sabrochaba la camisa, antes <strong>de</strong> bajar la cabeza<br />

para cerrar los dientes sobre su mandíbula hasta que la muchacha se echó a<br />

temblar—. La primera vez que te vi, se me alteró la sangre por un momento.<br />

¿Entien<strong>de</strong>s lo que te digo?<br />

—Sí, sí. Brody, solo que...<br />

—Unas veces actúas siguiendo ese impulso —dijo mientras bajaba<br />

mordisqueándole el cuello—; otras veces no, pero sabes cuándo lo sientes.<br />

—Si estuviese oscuro... Sería mejor si estuviese oscuro.<br />

El cogió la mano que ella había alzado para cubrirse la cicatriz <strong>de</strong>l pecho y se la<br />

apartó.<br />

—Alguna vez probaremos esa teoría. Tienes una piel muy sexy, Flaca.<br />

Sus manos ascendieron hasta los hombros y le quitaron la camisa mientras se<br />

<strong>de</strong>slizaban por sus brazos.<br />

—Caliente y suave... Me apetece lamerla. No, no hagas eso —pidió enrollando<br />

el cabello <strong>de</strong> ella en su mano para evitar que bajase la cabeza—. Sigue mirándome.<br />

«Ojos <strong>de</strong> gato», pensó ella. Estaba tan cerca <strong>de</strong> ellos que parecían haber<br />

recuperado el color, una mezcla <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> y ámbar. Había tanta atención en ellos... No<br />

se sentía segura mirándolos, nada segura. Pero el miedo resultaba emocionante.<br />

Entonces los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> la mano que él tenía libre le <strong>de</strong>sabrocharon el sujetador,<br />

y Reece abrió mucho los ojos.<br />

Mientras una risa nerviosa le apuntaba en la garganta, él volvió a <strong>de</strong>vorarla,<br />

boca a boca y cuerpo a cuerpo. Todo en Brody era duro, fuerte y un poquito áspero.<br />

Todo en Brody era exactamente lo que ella quería.<br />

Las manos recorrían su piel, <strong>de</strong>scubriendo secretos que había olvidado que<br />

tenía; los dientes la rozaban, causando <strong>de</strong>liciosas y finas líneas <strong>de</strong> calor. Notó que le<br />

<strong>de</strong>sabrochaba el cinturón antes <strong>de</strong> que sus manos se <strong>de</strong>slizasen bajo la tela tejana<br />

para acariciar su piel.<br />

La respuesta <strong>de</strong> ella fue oscilante. Tímida e in<strong>de</strong>cisa, ávida y ardiente. Pero en la<br />

montaña rusa que recorría, le arrastraba a él consigo, con la subida ja<strong>de</strong>ante, la caída<br />

<strong>de</strong> vértigo y todas las peligrosas curvas intermedias.<br />

Reece era esbelta y bien formada, con una piel lisa y suave, seductora en su<br />

fragilidad. La muchacha trató <strong>de</strong> <strong>de</strong>sabrocharle la camisa. Cada vez que él la<br />

acariciaba, fuera don<strong>de</strong> fuese, se quedaba sin respiración.<br />

Brody la saboreó, probó y atacó con violencia mientras su propio control estaba<br />

a punto <strong>de</strong> quebrarse.<br />

Los brazos <strong>de</strong> Reece le estrecharon con fuerza cuando él la levantó <strong>de</strong>l suelo y<br />

casi la arrojó sobre la cama. Su grito <strong>de</strong> excitado asombro quedó ahogado contra la<br />

— 173 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

boca <strong>de</strong> él. En una especie <strong>de</strong> frenesí, trató <strong>de</strong> quitarse los zapatos mientras sacudía<br />

las ca<strong>de</strong>ras para po<strong>de</strong>r quitarse los vaqueros.<br />

La boca <strong>de</strong> él se apartó <strong>de</strong> la suya para <strong>de</strong>leitarse en su cuello mientras los<br />

<strong>de</strong>dos <strong>de</strong> ella se clavaban en los músculos <strong>de</strong> la espalda <strong>de</strong> Brody, en sus hombros.<br />

Todo en ella se alzaba hacia ese calor, su amenaza y su promesa.<br />

Cuando la boca <strong>de</strong> él se cerró golosa sobre uno <strong>de</strong> sus senos, los latidos <strong>de</strong><br />

Reece se convirtieron en truenos. Su pulso estalló en un galope.<br />

El peso <strong>de</strong> Brody la inmovilizaba, su boca la reclamaba. A través <strong>de</strong> la niebla<br />

plateada <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo, asomó el pánico. Ella lo combatió or<strong>de</strong>nándole a su mente que se<br />

apagase, que permitiese el dominio <strong>de</strong>l cuerpo. Pero al final ambos la traicionaron y<br />

sus pulmones se cerraron.<br />

—No puedo respirar. No puedo. Espera, para.<br />

Brody tardó un momento en compren<strong>de</strong>r que aquello no era pasión sino pánico.<br />

Rodó hacia un lado y luego la agarró <strong>de</strong> los hombros para incorporarla.<br />

—Estás respirando —le dijo mientras la sacudía con suavidad—. Deja <strong>de</strong> ja<strong>de</strong>ar.<br />

Vas a marearte.<br />

—Vale, vale.<br />

Reece conocía la rutina. Tenía que concentrarse en cada respiración, en el acto<br />

físico <strong>de</strong> inhalar <strong>de</strong>spacio y con regularidad.<br />

Mortificada, cruzó los brazos sobre los pechos. La luz <strong>de</strong> la luna la iluminaba.<br />

—Lo siento. Lo siento. Maldita sea, estoy harta <strong>de</strong> ser una tía rara.<br />

—Pues para.<br />

—¿Crees que es así <strong>de</strong> fácil? Oh, ahora seré normal. ¿Crees que me gusta estar<br />

aquí sentada, <strong>de</strong>snuda y humillada?<br />

—No lo sé. ¿Te gusta?<br />

—Eres un cabrón.<br />

—Ya estás engatusándome otra vez con buenas palabras. —Brody observó que<br />

había cali<strong>de</strong>z en sus ojos, pero el brillo que apareció en ellos presagiaba tormenta—.<br />

Si te echas a llorar, voy a cabrearme.<br />

—No voy a llorar, idiota —dijo ella enjugándose una lágrima.<br />

—Ya lo has hecho. Has vuelto a excitarme—replicó Brody apartándole el pelo<br />

<strong>de</strong> los hombros—. ¿Te he hecho daño?<br />

—-¿Cómo?<br />

—¿Te hacía daño?<br />

—No. Mierda, no —dijo, manteniendo un brazo sobre sus pechos y cubriéndose<br />

la cara con la otra mano—. No. Es que... no podía respirar. Me sentía, no sé, atrapada<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> ti, supongo. Solo un arrebato <strong>de</strong> claustrofobia, ansiedad y otras neuras.<br />

—Oh, si eso es todo, puedo arreglarlo —dijo volviendo a cogerla por los<br />

hombros y atrayéndola hacia sí mientras se acostaba—. Ponte encima.<br />

—Brody...<br />

—Mírame.<br />

Le apoyó una mano <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la cabeza y atrajo sus labios hacia sí.<br />

—Tómatelo con calma —murmuró contra su boca—. O tómatelo como mejor te<br />

— 174 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

vaya.<br />

—Me siento torpe.<br />

—No, no es verdad.<br />

Brody <strong>de</strong>jó que sus manos vagasen y observó cómo volvía el color a las mejillas<br />

<strong>de</strong> Reece.<br />

—Yo te encuentro suave, más bien <strong>de</strong>lgada. Pero no torpe. Bésame otra vez.<br />

Reece posó sus labios en los <strong>de</strong> él y se liberó <strong>de</strong>l pánico. El corazón <strong>de</strong>l hombre<br />

latía con fuerza y firmeza contra el suyo; sus labios exigían la rendición. El sabor <strong>de</strong><br />

Brody, una vez más, <strong>de</strong>spertó todos aquellos apetitos negados durante tanto tiempo.<br />

Sin embargo, cuando él la levantó por las ca<strong>de</strong>ras Reece empezó a protestar, a<br />

apartarse. Pero él la sujetó y sus ojos la atraparon hasta que se <strong>de</strong>slizó en su interior.<br />

La sacudió un estremecimiento <strong>de</strong> alivio, placer y <strong>de</strong>seo. Luego empezó a<br />

moverse y su cuerpo comenzó a respon<strong>de</strong>r.<br />

Gritó cuando la asaltó la primera oleada <strong>de</strong> placer, una conmoción, un<br />

torbellino <strong>de</strong> felicidad en estado puro.<br />

Reece gimió mientras se levantaba <strong>de</strong> nuevo. Mientras se entregaba a la<br />

sensación y a Brody. Y al final, mientras recibía y recibía.<br />

Se <strong>de</strong>jó arrastrar por la siguiente oleada <strong>de</strong> placer. El orgasmo parecía partirla<br />

en dos. Sentía al hombre palpitar con ella, latido a latido.<br />

«Gracias, Dios mío, gracias», pensó sollozando.<br />

Cuando Brody se incorporó, la tomó por los brazos y le mordió el hombro, fue<br />

Reece la que los llevó a ambos a la culminación.<br />

Reece yacía satisfecha, <strong>de</strong>slumbrada y agra<strong>de</strong>cida. No tenía ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> qué <strong>de</strong>cir<br />

o hacer a continuación, pero sentía el cuerpo relajado. «Caramba —corrigió—, está<br />

relajado, pero mi corazón sigue retumbando como un tambor.» Si pudiese reunir la<br />

energía suficiente, faltaría a su palabra y lloraría.<br />

Lágrimas <strong>de</strong> felicidad en estado puro.<br />

Había acariciado y sido acariciada; había dado y recibido. Había tenido un<br />

orgasmo —por fin— tan fuerte y brillante como un gran puñado <strong>de</strong> diamantes.<br />

Y sabía <strong>de</strong> sobra que no era la única.<br />

—Quiero darte las gracias. ¿Es una tontería?<br />

El se movió lo justo para pasarle una mano por la espalda.<br />

—La mayoría <strong>de</strong> las mujeres me envían <strong>de</strong>spués regalos. Puedo conformarme<br />

con las gracias, pero solo por esta vez.<br />

Reece se echó a reír mientras se incorporaba para mirarle. Brody tenía los ojos<br />

cerrados y el rostro relajado. Su expresión <strong>de</strong> pura satisfacción masculina le infundió<br />

<strong>de</strong>seos <strong>de</strong> saltar <strong>de</strong> la cama y bailar la danza <strong>de</strong> la victoria.<br />

Oh, sí, había dado tanto como había recibido.<br />

—He preparado la cena —le recordó.<br />

—Es verdad. Eso cuenta —respondió él mientras abría los ojos<br />

perezosamente—. ¿Cómo estás, Flaca?<br />

—¿Quieren saber la verdad? Deje <strong>de</strong> creer que volvería a sentirme así. Solo era<br />

una pérdida más, y <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l conjunto... Bueno, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l conjunto es una pérdida<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

tremenda. Así que, <strong>de</strong> verdad, gracias por quitármela y... ya no sé lo que me digo —<br />

dijo al ver que él se echaba a reír—. Más vale que me calle.<br />

—Ya es hora.<br />

Reece se puso a jugar con el pelo <strong>de</strong> Brody. Solo <strong>de</strong>seaba acurrucarse y dormir.<br />

—Creo que <strong>de</strong>bería vestirme y marcharme a casa.<br />

—¿Por qué?<br />

—Se hace tar<strong>de</strong>.<br />

—¿Tienes toque <strong>de</strong> queda?<br />

—No, pero... ¿quieres que me que<strong>de</strong>?<br />

—Supongo que si te quedas a pasar la noche te sentirás obligada a preparar el<br />

<strong>de</strong>sayuno por la mañana.<br />

Un suave calor se difundió justo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su corazón.<br />

—Supongo que podrías convencerme para que te preparase el <strong>de</strong>sayuno.<br />

—Por las mañanas soy muy persuasivo —dijo él tirando <strong>de</strong> la colcha y la<br />

sábana, antes <strong>de</strong> tumbar a la muchacha—. A<strong>de</strong>más, no es tan tar<strong>de</strong>, y no he acabado<br />

contigo.<br />

—En ese caso, creo que me quedo.<br />

Más tar<strong>de</strong>, mientras él dormía, Reece yacía intranquila e inquieta. Discutió<br />

consigo misma, pero al final se rindió y se levantó <strong>de</strong> la cama.<br />

Se dijo que solo lo comprobaría una vez, una sola, y se cubrió con la camisa <strong>de</strong><br />

él antes <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> puntillas <strong>de</strong> la habitación. Bajó <strong>de</strong>spacio por la escalera, haciendo<br />

muecas con cada crujido <strong>de</strong> las tablas.<br />

Primero comprobó la puerta principal. Estaba cerrada, claro. ¿No había visto<br />

ella misma cómo Brody las cerraba? De todos modos, ¿qué mal había en<br />

comprobarlo? La puerta trasera también estaba cerrada, por supuesto. Pero...<br />

Se dirigió a la parte trasera <strong>de</strong> la casa y lo comprobó. Por un momento observo<br />

las sillas <strong>de</strong> la colina. Deseo apoyar una bajo el picaporte, y tuvo que convencerse <strong>de</strong><br />

lo contrario.<br />

No estaba sola en la casa. Estaba con un hombre corpulento y fuerte. Nadie iba<br />

a tratar <strong>de</strong> entrar, pero si alguien lo hacía, Brody podría manejar la situación.<br />

Se obligó a apartarse <strong>de</strong> la puerta y <strong>de</strong> las sillas, a salir <strong>de</strong> la habitación.<br />

—¿Ocurre algo?<br />

No chilló, pero a punto estuvo <strong>de</strong> hacerlo. Retrocedió dando traspiés y se<br />

golpeó dolorosamente la ca<strong>de</strong>ra contra el marco <strong>de</strong> la puerta. Brody se le acercó.<br />

—Pue<strong>de</strong> que sí seas torpe.<br />

—Ja. Pue<strong>de</strong>. Solo estaba...<br />

Reece se encogió <strong>de</strong> hombros, sin saber qué <strong>de</strong>cir.<br />

La había oído salir <strong>de</strong>l dormitorio y supuso que tenía que ir al baño. Pero los<br />

peldaños habían crujido bajo sus pies. La curiosidad le hizo ponerse los vaqueros y<br />

bajar a ver qué hacía.<br />

—¿Está todo bien cerrado? —preguntó en tono ligero.<br />

—Sí. Solo quería... Necesito comprobar esa clase <strong>de</strong> cosas antes <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r<br />

dormir. No tiene mucha importancia.<br />

— 176 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿Quién ha dicho que la tuviese? ¿Es esa mi camisa?<br />

—Pues sí. No puedo ir por ahí <strong>de</strong>snuda.<br />

—No veo por qué no. Pero como no me la has pedido y eso es <strong>de</strong> muy mala<br />

educación, creo que más te vale subir pitando y <strong>de</strong>volvérmela.<br />

—Tienes toda la razón. Estoy muy avergonzada.<br />

Reece volvió a relajarse.<br />

—Deberías estarlo —dijo él tomándola <strong>de</strong> la mano y acompañándola escalera<br />

arriba—. ¿Te gustaría que yo me pasease por ahí vestido con tu ropa sin permiso?<br />

—No creo que me gustase, aunque podría ser extrañamente fascinante.<br />

—Sí, como si algo tuyo pudiese meterse en mí. ¿Cómo quieres la puerta?<br />

Ella se quedo mirándole. «¿Habrá oído caer mi corazón a sus pies?»<br />

—Cerrada con llave, si te parece bien.<br />

—A mí no me importa —dijo mientras cerraba—. Ahora <strong>de</strong>vuélveme mi<br />

puñetera camisa.<br />

Un sueño la <strong>de</strong>spertó, imágenes confusas, un dolor agudo. Abrió los ojos. No<br />

estaba en el almacén; no sangraba. Pero las sombras y siluetas <strong>de</strong> aquella habitación<br />

eran <strong>de</strong>sconocidas, y el corazón le dio un vuelco. Entonces lo recordó.<br />

El dormitorio <strong>de</strong> Brody. La cama <strong>de</strong> Brody. Y el codo <strong>de</strong> Brody que se le clavaba<br />

en las costillas como una piqueta resultaba extrañamente reconfortante.<br />

No solo estaba segura; casi se sentía maravillosamente bien.<br />

Volvió la cabeza para contemplarle y observó que dormía boca abajo. Era <strong>de</strong> los<br />

que se tomaban terreno. Durante la noche la había empujado hasta el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la<br />

cama, <strong>de</strong>jándole un escaso triángulo <strong>de</strong> colchón. Pero no había problema. Reece<br />

había dormido a pierna suelta durante varias horas en aquel mezquino espacio.<br />

Y antes <strong>de</strong> eso, había hecho buen uso <strong>de</strong> cada centímetro <strong>de</strong> aquella cama.<br />

Se levantó y se sintió algo <strong>de</strong>cepcionada al ver que él no la buscaba con el brazo.<br />

Se dijo que no importaba mientras reunía su ropa. Tenía cosas que hacer, entre ellas<br />

preparar el <strong>de</strong>sayuno con las limitadas provisiones <strong>de</strong> la cocina <strong>de</strong> Brody.<br />

Salió <strong>de</strong> la habitación sin hacer ruido y entró en el cuarto <strong>de</strong> baño, al otro lado<br />

<strong>de</strong>l pasillo. Cuando pulsó el botón <strong>de</strong>l pestillo <strong>de</strong>l tirador, este volvió a abrirse <strong>de</strong><br />

golpe. Después <strong>de</strong> varios intentos se quedó mirando el tirador, con la ropa apoyada<br />

en <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n contra su pecho.<br />

¿Cómo era posible que no cerrase? ¿Había pestillo en la puerta <strong>de</strong>l dormitorio<br />

pero no en el baño? Eso era ridículo, eso no podía ser. Por fuerza tenía que cerrar,<br />

pero por más que lo pulsaba y le daba vueltas, no quedaba fijo.<br />

—No hace falta que cierre la puerta. Nadie entró a asesinarme anoche y nadie<br />

va a entrar esta mañana. Brody duerme al otro lado <strong>de</strong>l pasillo. Tres minutos en la<br />

ducha, eso es todo. Dentro y fuera. No pasa nada.<br />

Aquel cuarto <strong>de</strong> baño era el doble <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> que el suyo, había una bañera<br />

blanca <strong>de</strong> tamaño normal y una ducha. Toallas azul marino que no pegaban<br />

<strong>de</strong>masiado con el ver<strong>de</strong> <strong>de</strong> la encimera. De todos modos, nada estrafalario, nada<br />

extraño. No <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> mirar la puerta mientras retrocedía para abrir los grifos.<br />

Le gustaban las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> troncos, lisas e impermeabilizadas, las baldosas que<br />

— 177 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

imitaban la pizarra. Brody <strong>de</strong>bería haber elegido toallas grises —pensó—, o <strong>de</strong> un<br />

ver<strong>de</strong> como el <strong>de</strong> la encimera.<br />

Intentó concentrarse en esa i<strong>de</strong>a y en la sencillez <strong>de</strong>l cuarto mientras se metía en<br />

la ducha.<br />

Cogió el jabón y se puso a repasar las tablas <strong>de</strong> multiplicar. El jabón resbaló <strong>de</strong><br />

su mano temblorosa cuando llamaron a la puerta.<br />

Se dijo que los psicópatas no llamaban.<br />

—¿Brody?<br />

—¿Esperas a otra persona?<br />

Abrió la puerta y al cabo <strong>de</strong> un momento <strong>de</strong>scorrió la cortina <strong>de</strong> la ducha unos<br />

centímetros. Estaba completamente <strong>de</strong>snudo.<br />

—¿Por qué te interesa saber cuánto son ocho por ocho mientras te duchas?<br />

—Porque cantar en la ducha es <strong>de</strong>masiado vulgar para mí —dijo ella, tratando<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>cidir qué hacer con las manos sin que fuese evi<strong>de</strong>nte que se estaba tapando—.<br />

Salgo en un minuto.<br />

—Creo que anoche ya vi todo lo que había que ver. ¿O es que el agua te vuelve<br />

tímida?<br />

—No.<br />

Reece se obligó a bajar uno <strong>de</strong> los brazos y luego se llevo una mano al cabello<br />

mojado, Pero mantuvo la mano libre un poco cerrada sobre su pecho.<br />

Ignorando la humedad y el vapor, Brody tiró <strong>de</strong> su mano hacia abajo. Y cuando<br />

ella volvió a subirla, arqueó las cejas y tiró <strong>de</strong> ella hacia abajo con mayor firmeza.<br />

Echó un vistazo a la cicatriz que la muchacha había intentado ocultar.<br />

—Te libraste por los pelos.<br />

—Podría <strong>de</strong>cirse que sí.<br />

Trató <strong>de</strong> apartarse, pero él se lo impidió cogiéndole la mano con más fuerza y<br />

entrando en la bañera con ella.<br />

—¿Te preocupa la cicatriz porque crees que te hace imperfecta?<br />

—No. Tal vez. Es que no...<br />

—Tienes otros <strong>de</strong>fectos, ¿sabes? Por ejemplo, unas ca<strong>de</strong>ras huesudas.<br />

—¿Ah, sí?<br />

—Sí, y ahora que tienes el pelo mojado y puedo fijarme bien, me parece que no<br />

tienes las orejas a la misma altura.<br />

—Claro que las tengo.<br />

El instinto y la ofensa la llevaron a levantar las manos para comprobarlo. El se<br />

acercó y la ro<strong>de</strong>ó con sus brazos.<br />

—Pero aparte <strong>de</strong> eso no estás nada mal. Más vale que te aproveche.<br />

La empujó contra la pared <strong>de</strong> la ducha y así lo hizo.<br />

— 178 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 16<br />

En lugar <strong>de</strong> ser un mes luminoso, mayo azotó Angel's Fist con una serie <strong>de</strong><br />

violentas tormentas que atronaron las montañas y alborotaron el lago. Pero los días<br />

se alargaban y la luz ganaba terreno a la oscuridad. Reece casi veía fundirse la nieve<br />

en las crestas más bajas, mientras en su pequeño valle los álamos y los sauces<br />

empezaban a velarse <strong>de</strong> ver<strong>de</strong>.<br />

Los narcisos estallaban en un alegre amarillo a pesar <strong>de</strong> que el viento y la lluvia<br />

los acribillaran. Ella se sentía casi igual. La habían vapuleado y la habían empapado.<br />

Pero estaba empezando a florecer <strong>de</strong> nuevo.<br />

Y aquel día monumental, iba a aventurarse fuera <strong>de</strong>l pueblo.<br />

Para la mayoría <strong>de</strong> las mujeres, ir a cortarse el pelo y peinarse era algo<br />

completamente normal. Para Reece, entrañaba toda la emoción y el terror <strong>de</strong> un salto<br />

en paracaídas. Y como un paracaidista principiante, se aferró a la puerta.<br />

—No me cuesta nada cambiar el día —le dijo a Joanie—. Si hoy estás agobiada...<br />

—No he dicho que esté agobiada. —Joanie echó la masa <strong>de</strong> las tortitas en la<br />

plancha.<br />

—Ya, pero con el cambio <strong>de</strong> tiempo seguramente habrá mucho trabajo a<br />

mediodía. No me importa ayudar.<br />

—Me las arreglaba en esta cocina antes <strong>de</strong> que llegaras tú.<br />

—Claro, claro, es verdad. Pero si hoy necesita una mano extra...<br />

—Tengo dos propias. A<strong>de</strong>más, ¿no está aquí Beck?<br />

Beck, robusto como un roble, llano como una olla <strong>de</strong> arroz pasado, sonrió y<br />

siguió picando col para la ensalada.<br />

—Me explotará a fondo, Reece, si tú no estás aquí para impedirlo.<br />

—Si no tienes esa ensalada lista a las once en punto, tampoco me impedirá<br />

darte una patada en el culo.<br />

—Venga ya, Joanie —dijo él, como siempre.<br />

—¿Quieres ayudar? —le dijo a Reece su jefa—. Échale más café a Mac cuando te<br />

vayas.<br />

—De acuerdo. Llevo el teléfono móvil por si cambias <strong>de</strong> opinión. No me iré<br />

hasta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora.<br />

Arrastró un poco los pies pero cogió la cafetera y se acercó a la barra, don<strong>de</strong><br />

Mac esperaba sus tortitas.<br />

—¿Se está peleando con Joanie?<br />

—¿Cómo? Oh, no, nada <strong>de</strong> eso —respondió ella mientras echaba el café—. Solo<br />

he pasado un momento. Tengo el día libre.<br />

—¿Ah, sí? ¿Ha hecho planes?<br />

— 179 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Sí. Más o menos. Linda-Gail y yo nos vamos a Jackson.<br />

—De compras, ¿eh?<br />

—Supongo que algo <strong>de</strong> eso habrá. —Linda Gail la había amenazado con ello—.<br />

Voy a cortarme el pelo.<br />

—¿Se va a Jackson para cortarse el pelo? —dijo Mac frunciendo el ceño—. En el<br />

pueblo tenemos el Curry Comb.<br />

El Curry Comb era un establecimiento con dos sillas que hacía cortes con<br />

maquinilla y permanentes <strong>de</strong> caniche. Pero Reece esbozó una sonrisa mientras le<br />

pasaba el azucarero.<br />

—Parece una tontería, ¿verdad? Linda-Gail dice que vamos a <strong>de</strong>rrochar. La<br />

verdad es que no sé si es buena i<strong>de</strong>a.<br />

—Lárgate. —Joanie sirvió ella misma las tortitas con su guarnición <strong>de</strong><br />

salchichas <strong>de</strong> alce.<br />

—Ya me voy —Reece cogió el bolso y una carpeta—, he pensado que ya que<br />

estoy allí enseñaré el dibujo que hizo el doctor. ¿Aún no ha tropezado con nadie que<br />

la reconozca?<br />

Como solía hacer, Reece sacó una <strong>de</strong> las copias y volvió a enseñársela a Mac.<br />

—Pues no. Lo tengo colgado en el mostrador <strong>de</strong> la tienda, por si acaso.<br />

—Se lo agra<strong>de</strong>zco. En fin, Jackson es gran<strong>de</strong>. —Reece volvió a <strong>de</strong>slizar el dibujo<br />

en la carpeta—. Pue<strong>de</strong> que allí tenga más suerte.<br />

—No vuelvas lloriqueando si te arrancan el cuero cabelludo —gritó Joanie<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cocina, y se echó a reír al ver que Reece pali<strong>de</strong>cía—. Te lo tendrías bien<br />

merecido, por no gastarte la paga en el pueblo. Mañana te quiero aquí a las seis en<br />

punto, tengas la pinta que tengas.<br />

—Siempre podrá ponerse un sombrero —sugirió Mac.<br />

—Gracias. Muchas gracias. Ya me voy.<br />

Reece salió y cuando estuvo fuera <strong>de</strong> la vista <strong>de</strong> la gran ventana <strong>de</strong> la fachada se<br />

pasó una mano por el cabello. Le diría a Linda-Gail que empezase ella, se haría la<br />

remolona y tantearía el terreno. No tenía por qué cortarse el pelo. Era una <strong>de</strong>cisión,<br />

una opción.<br />

Una posibilidad.<br />

Pero ir a Jackson era buena i<strong>de</strong>a y le ofrecía la oportunidad <strong>de</strong> repartir copias<br />

<strong>de</strong>l dibujo. En el pueblo no habían dado ningún resultado. Salvo la afirmación por<br />

parte <strong>de</strong> Jeff, el <strong>de</strong> la licorería, <strong>de</strong> que se parecía a Penélope Cruz.<br />

Si la mujer había viajado por la zona, era probable que se hubiese alojado en un<br />

lugar más gran<strong>de</strong> y ostentoso, como Jackson Hole, que en la pequeña y humil<strong>de</strong><br />

población <strong>de</strong> Angel's Fist.<br />

Por el momento, como le sobraba algo <strong>de</strong> tiempo y no quería pasarlo<br />

obsesionada con su cabello, se acercó a la oficina <strong>de</strong>l sheriff.<br />

Había pasado casi una semana <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que le preguntó al sheriff sobre alguna<br />

novedad. Por supuesto se había pasado gran parte <strong>de</strong> esa semana trabajando o en la<br />

cama <strong>de</strong> Brody. gracias a esas distracciones Mardson no podría acusarla <strong>de</strong> ser<br />

<strong>de</strong>masiado insistente.<br />

— 180 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Cuando entró, Hank O'Brian estaba sentado ante la mesa para trámites. Tenía<br />

una poblada barba negra, gran afición por la pechuga <strong>de</strong> pollo frita y una abuela<br />

shoshone que era toda una leyenda local por sus cerámicas. En ese momento, Hank<br />

bebía café con una mano y tecleaba ante el or<strong>de</strong>nador con la otra. Levantó la vista.<br />

—¿Cómo está, Reece?<br />

—Bien, gracias. ¿Cómo se encuentra su abuela?<br />

—Se ha buscado un novio. El anciano <strong>de</strong> la tribu perdió a su mujer hace un año<br />

más o menos. El tipo tiene noventa y tres años y se pasa el día aspirando por la nariz,<br />

llevándole flores y dulces. No sé cómo tomármelo.<br />

—Qué bonito —comentó Reece, pero al ver que él parecía apesadumbrado<br />

añadió—. A<strong>de</strong>más, ella le tiene a usted para cuidarla. ¿Está ocupado el sheriff? Solo<br />

quería...<br />

Se interrumpió al oír una carcajada. Mardson salió <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> su mujer.<br />

«Eso también es bonito», pensó Reece. El aspecto que tenían dos personas<br />

juntas cuando <strong>de</strong> verdad estaban juntas. Mardson sonreía y Debbie seguía riendo.<br />

Sus manos unidas se balanceaban un poco mientras caminaban.<br />

Ella era una rubia guapa y <strong>de</strong> aspecto atlético con el cabello corto y <strong>de</strong>speinado<br />

y unos ojos ver<strong>de</strong> esmeralda. Iba vestida con unos téjanos ceñidos, botas <strong>de</strong> vaquero<br />

<strong>de</strong> color avellana y una camisa roja <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> una cazadora tejana <strong>de</strong>steñida. Llevaba<br />

al cuello una reluciente ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro con un colgante. Reece observó que era un sol<br />

brillante. Bonito.<br />

Debbie regentaba la tienda <strong>de</strong> ropa On the trail, contigua al hotel, colaboraba<br />

con este en la organización <strong>de</strong> excursiones y vendía licencias <strong>de</strong> caza y pesca. Era<br />

muy amiga <strong>de</strong> Brenda. Los domingos por la tar<strong>de</strong> llevaba a sus dos hijas a tomar un<br />

helado a Jeanie's,<br />

Le <strong>de</strong>dicó a Reece una simpática sonrisa.<br />

—¡Hola! Creía que hoy ibas a Jackson Hole.<br />

—Pues... sí. Más tar<strong>de</strong>.<br />

—Ayer me encontré con Linda-Gail. Tenéis planes, ¿eh? ¿Vas a cortarte el pelo?<br />

Lo tienes muy bonito, pero cuando estás ante la plancha <strong>de</strong>be <strong>de</strong> estorbarte. De todos<br />

modos, a los hombres les gustan las mujeres con el pelo largo, ¿verdad? ¡Pobre Rick!<br />

—dijo con otra carcajada—. Yo siempre lo llevo corto.<br />

—A mí me encanta —opinó él, inclinándose para besarla en la mejilla y pasarle<br />

un <strong>de</strong>do por las puntas <strong>de</strong>l cabello—. Eres mi sol.<br />

—Mira cómo me hace la pelota —dijo Debbie con una sonrisa al tiempo que le<br />

daba a Rick un codazo—. He venido para intentar convencerle <strong>de</strong> que se tomase una<br />

hora libre y viniese a pasear a caballo conmigo, pero me ha dado calabazas.<br />

—No todos po<strong>de</strong>mos hacer novillos. Cuando esta mujer se monta en un caballo,<br />

una hora se convierte en medio día. ¿Puedo hacer algo por usted, Reece? —le<br />

preguntó Rick.<br />

—Quería saber si había alguna novedad... sobre ella —dijo sacando uno <strong>de</strong> los<br />

dibujos.<br />

—Ya me gustaría. En esta zona no hay <strong>de</strong>nuncias <strong>de</strong> ninguna persona<br />

— 181 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

<strong>de</strong>saparecida que coincida con su <strong>de</strong>scripción. Tampoco la reconoce nadie. No puedo<br />

hacer gran cosa.<br />

—No. Bueno, sé que ha hecho lo posible. Pue<strong>de</strong> que tenga más suerte en<br />

Jackson. Mientras esté en la ciudad, enseñaré el dibujo por ahí.<br />

—No voy a <strong>de</strong>cirle que no lo haga —dijo Rick <strong>de</strong>spacio—, pero <strong>de</strong>be enten<strong>de</strong>r,<br />

y no tengo nada contra el doctor, que ese dibujo es <strong>de</strong>masiado tosco. Sin más<br />

<strong>de</strong>talles, es muy probable que tropiece con un montón <strong>de</strong> gente que crea haber visto<br />

a alguien que se le parezca. Acabará mareada.<br />

—Supongo que tiene razón. —Reece guardó el dibujo; la expresión <strong>de</strong> Debbie<br />

no le pasó <strong>de</strong>sapercibida. Si había algo que Reece reconocía, era la compasión<br />

silenciosa—. Pero me parece que al menos tengo que intentarlo. Más vale que me<br />

vaya. Gracias, sheriff. Me alegro <strong>de</strong> verte, Debbie. Adiós, Hank.<br />

Mientras salía, notaba que el calor le ascendía por la nuca. Y es que sabía que,<br />

a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> compa<strong>de</strong>cerla, especulaban.<br />

¿Hasta qué punto estaba loca Reece Gilmore?<br />

«A la mierda. Que se vayan a la mierda», se dijo mientras volvía a Joanie's para<br />

recoger el coche. No iba a fingir que no vio lo que vio, no iba a meter los dibujos en<br />

un cajón y olvidarlo todo.<br />

Y no iba a permitir que aquello la <strong>de</strong>sanimase, aquel día no.<br />

Aquel día iba a la ciudad a arreglarse el pelo.<br />

Que Dios la ayudase.<br />

Los campos <strong>de</strong> salvia estaban a punto <strong>de</strong> florecer. Reece pensó que casi podía<br />

oírles efectuar aquella inspiración larga y profunda que estallaría en color al volverse<br />

espiración.<br />

Un trío <strong>de</strong> pelícanos voló en formación sobre el pantano, pero fue la visión <strong>de</strong><br />

un coyote que trotaba con paso sigiloso, el primero que veía, lo que la llevó a <strong>de</strong>cirle<br />

a Linda-Gail que parase el coche.<br />

Aunque Linda-Gail lo llamó «rata gigante», complació a Reece.<br />

—Se le ve tan pillo...<br />

—Menudos cabrones rastreros —opinó Linda-Gail.<br />

—Es posible, pero me gustaría oír aullar a uno, como en las películas.<br />

—Olvidaba que eres una chica <strong>de</strong> ciudad. A veces, por la noche, cuando hace<br />

calor y has <strong>de</strong>jado las ventanas abiertas, se les oye.<br />

—Lo pondré en mi lista. Gracias por parar para esta chica <strong>de</strong> ciudad.—No hay<br />

problema.<br />

Luego se dirigieron a toda velocidad hacia Jackson Hole; les acompañaba la<br />

enérgica voz <strong>de</strong> Martina McBri<strong>de</strong>.<br />

Si Angel's Fist le parecía un pequeño e interesante diamante en bruto, Jackson<br />

se le antojó gran<strong>de</strong>, pulida y labrada, con su estilo elegante y sus luces <strong>de</strong> neón <strong>de</strong><br />

vivos colores. Tiendas, restaurantes y galerías alternaban con paseos con el suelo <strong>de</strong><br />

tablas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y calles bulliciosas. Reece pensó que la gente parecía atareada,<br />

como si se dirigiese a alguna parte. Tal vez habían hecho un alto en la ciudad antes<br />

<strong>de</strong> visitar uno <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s parques, ahora que el verano estaba a las puertas.<br />

— 182 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Algunos estarían en la ciudad para comprar, almorzar con alguien, asistir a una<br />

reunión <strong>de</strong> negocios.<br />

«Esta ciudad es próspera y activa —pensó—, viva.» Sin embargo, más allá <strong>de</strong><br />

las estructuras y <strong>de</strong> la civilización instaladas allí, las montañas escarchadas <strong>de</strong> blanco<br />

se alzaban con <strong>de</strong>slumbrante magnificencia. Achicaban las obras <strong>de</strong>l ser humano y<br />

brillaban más que las joyas al resplandor <strong>de</strong>l sol.<br />

Reece no tardó en compren<strong>de</strong>r que, aunque las vistas quitaban el hipo, había<br />

acertado al elegir Angel's Fist.<br />

En Jackson había <strong>de</strong>masiada gente. Ocurrían <strong>de</strong>masiadas cosas a la vez.<br />

Hoteles, moteles, centros recreativos, <strong>de</strong>portes <strong>de</strong> invierno, <strong>de</strong>portes <strong>de</strong> verano,<br />

inmobiliarias...<br />

Acababa <strong>de</strong> entrar en la ciudad y ya estaba <strong>de</strong>seando irse.<br />

—¡Lo que nos vamos a divertir! —Linda-Gail sorteaba el tráfico como si pasease<br />

por una feria—. Si te entra un poco <strong>de</strong> ansiedad o algo así, solo tienes que cerrar los<br />

ojos.<br />

—¿Y per<strong>de</strong>rme el choque?<br />

—Soy una conductora bárbara. —Lo <strong>de</strong>mostró colándose entre un todoterreno<br />

y una motocicleta, saludando alegremente a los conductores y doblando la esquina a<br />

toda velocidad con el semáforo en ámbar—. Creo que voy a ponerme colorada.<br />

—Creo que yo ya me he puesto ver<strong>de</strong>. Linda...<br />

—Ya casi estamos. Un día <strong>de</strong>beríamos <strong>de</strong>rrochar <strong>de</strong> verdad y reservar un<br />

tratamiento completo en un spa <strong>de</strong> la ciudad. Aquí hay algunos alucinantes. Quiero<br />

que alguien me embadurne <strong>de</strong> barro y me frote con hierbas y... ¡jo<strong>de</strong>r, un<br />

aparcamiento!<br />

Se lanzó como una bala hacia él, como un misil buscador <strong>de</strong> calor en un Ford<br />

Bronco. La ansiedad <strong>de</strong> Reece por la multitud, el tráfico y su cabello <strong>de</strong>sapareció por<br />

completo, engullida por el terror ante una muerte segura.<br />

Antes <strong>de</strong> que pudiese farfullar una oración, habían aparcado junto al bordillo.<br />

—Estamos a un par <strong>de</strong> manzanas, pero nunca se sabe. A<strong>de</strong>más, si vamos<br />

andando verás un poco la ciudad.<br />

—Creo que las piernas ya no me respon<strong>de</strong>n.<br />

Con una risita, Linda-Gail le dio un codazo.<br />

—Ánimo. Vamos a cambiar <strong>de</strong> look.<br />

Aunque a Reece le temblaban las piernas, consiguió que la llevaran hasta la<br />

acera.<br />

—¿Cuántas multas te ponen al año? No, ¿cuántos vehículos te cargas al año?<br />

Chasqueando la lengua, Linda-Gail la tomó <strong>de</strong>l brazo.<br />

—No seas así; pareces una ancianita. ¡Oh, Dios mío, mira! ¡Mira esa cazadora!<br />

—dijo mientras arrastraba a Reece hasta un escaparate para mirar con <strong>de</strong>seo una<br />

cazadora <strong>de</strong> piel <strong>de</strong> color chocolate—. Parece tan suave... Debe <strong>de</strong> costar un riñón.<br />

Vamos a probárnosla. No, llegaremos tar<strong>de</strong>. Nos la probaremos con el nuevo<br />

peinado.<br />

—A mí no me sobra ningún riñón.<br />

— 183 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Ni a mí, pero probársela no cuesta nada. Con ese corte tan ajustado, te<br />

quedará mejor a ti que a mí. ¡Qué mierda! De todos modos, si tuviese pasta sería mía.<br />

—Creo que necesito tumbarme.<br />

—Enseguida te sentirás mejor. Si te tiemblan las piernas, llevo una petaca en el<br />

bolso.<br />

—Eres... —Reece tartamu<strong>de</strong>o un poco mientras Linda-Gail tiraba <strong>de</strong> ella—.<br />

¿Una petaca <strong>de</strong> qué?<br />

—Martini <strong>de</strong> manzana, por si necesitas algo para atontarte. O porque sí.<br />

Mmmm, qué marco. Fíjate en eso.<br />

A Reece la cabeza le daba vueltas. Se volvió en la dirección que indicaba Linda-<br />

Gail y vio a un vaquero alto y <strong>de</strong>lgado con botas, Levis y sombrero.<br />

—Ñam-ñam—opinó Linda-Gail.<br />

—Creía que estabas enamorada <strong>de</strong> Cas.<br />

—Lo estaba, lo estoy y lo estaré. Pero es como la cazadora, cariño. Mirar no<br />

cuesta un céntimo. Supongo que con Brody habéis hecho algo más que mirar. ¿Cómo<br />

os va en la cama?<br />

—Si esto sigue así voy a necesitar ese martini.<br />

—Dime solo una cosa. ¿Tiene su culo tan buen aspecto <strong>de</strong>snudo como con los<br />

vaqueros?<br />

—Sí, sí. Puedo <strong>de</strong>cirte que sí.<br />

—Lo sabía. Ya hemos llegado.<br />

Apretó el brazo <strong>de</strong> Reece y tiró <strong>de</strong> ella hacia el interior.<br />

Reece no echó mano a la petaca, aunque resultaba tentador, y mientras<br />

esperaban a los estilistas estuvo a punto <strong>de</strong> marcharse media docena <strong>de</strong> veces.<br />

Pero había aprendido algo.<br />

No se sentía tan mal como la última vez que lo intentó. El corazón no le<br />

palpitaba tan alocadamente; las pare<strong>de</strong>s no parecían tan juntas, ni los sonidos tan<br />

discordantes. Y cuando su estilista se presentó como Serge, no se <strong>de</strong>shizo en lágrimas<br />

ni salió corriendo hacia la puerta.<br />

Tenía un ligero acento eslavo y una atractiva sonrisa que se convirtió en<br />

preocupación cuando la tomó <strong>de</strong> la mano.<br />

—Cariño, tienes las manos heladas. Te daremos una infusión. ¡Nan!<br />

Necesitamos una manzanilla. Ven conmigo.<br />

Reece lo siguió como un perrito.<br />

Serge la acomodó en una butaca y la envolvió en una capa <strong>de</strong> color ver<strong>de</strong><br />

menta. Le puso las manos en el cabello antes <strong>de</strong> que el cerebro <strong>de</strong> Reece volviese a<br />

funcionar.<br />

—No estoy segura <strong>de</strong>...<br />

—¡Tiene una textura magnífica, muy <strong>de</strong>nsa! Está muy sano. Te lo cuidas.<br />

—Supongo.<br />

—Pero ¿y el estilo? ¿Y la gracia? Mira tu cara y todo el cabello que la tapa como<br />

una cortina. ¿Qué te gustaría hacerte?<br />

—Pues... la verdad, no lo sé. No pensé llegar hasta aquí.<br />

— 184 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Háblame <strong>de</strong> ti. ¿Sin anillos? ¿Soltera?<br />

—Sí, sí.<br />

—Libre, y <strong>de</strong>l Este.<br />

—Boston.<br />

—Aja —dijo mientras seguía levantándole el pelo, <strong>de</strong>jándolo caer y<br />

observándolo—. ¿Y a qué te <strong>de</strong>dicas, cariño?<br />

—Cocino. Soy cocinera.<br />

Algo en su interior empezó a ronronear cuando las manos <strong>de</strong> él le dieron un<br />

masaje en el cuero cabelludo y jugaron con su pelo.<br />

—Trabajo con Linda-Gail —añadió—. ¿Estará por aquí cerca?<br />

—No te preocupes por ella. No la vemos por aquí tanto como nos gustaría—<br />

dijo con aquella atractiva sonrisa, mirando a Reece en el espejo—. ¿Confías en mí?<br />

—Pues... Oh, Dios, <strong>de</strong> acuerdo, pero ¿tenéis un Valium para acompañar esa<br />

infusión?<br />

Había olvidado aquella satisfacción. Las manos en su cabello, la infusión<br />

relajante, las revistas, el rumor <strong>de</strong> voces femeninas.<br />

Se estaba haciendo reflejos porque Serge así lo quería. Seguramente no podía<br />

permitírselos, pero allí estaba. En algún momento <strong>de</strong>l proceso apareció Linda-Gail<br />

con el pelo embadurnado en tinte y cubierto <strong>de</strong> plástico.<br />

—Rojo Zorro —dijo—. Me he <strong>de</strong>cidido. También me haré la manicura. ¿Tú<br />

quieres?<br />

—No, no, no puedo más.<br />

Pero en realidad estuvo a punto <strong>de</strong> dormirse con su ejemplar <strong>de</strong> Vogue hasta<br />

que llegó el momento <strong>de</strong>l lavado. Y <strong>de</strong>l corte.<br />

—Bueno, y ahora háblame <strong>de</strong>l hombre que hay en tu vida. —Serge empezó a<br />

cortar—. Debes <strong>de</strong> tener alguno.<br />

—Creo que sí.<br />

Dios mío, había un hombre en su vida.<br />

—Es escritor —explicó—. La verdad es que estamos empezando.<br />

—Deseo. Emoción. Descubrimiento.<br />

Una sonrisa pasó por su rostro.<br />

—Exacto. Es listo y seguro <strong>de</strong> sí mismo. A<strong>de</strong>más, le gusta cómo cocino. El...<br />

bueno, disimula una paciencia increíble con comentarios breves y acertados. No me<br />

trata como si fuese una mujer frágil, y me han tratado así durante <strong>de</strong>masiado tiempo.<br />

Y como él no lo hace, yo misma he <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> verme <strong>de</strong> esa forma, tan frágil. Ah, lo<br />

había olvidado. —Serge levantó las tijeras cuando ella se inclinó a coger la carpeta—.<br />

¿Reconoces a esta mujer?<br />

El estilista se metió las tijeras en el bolsillo, cogió el dibujo y lo observó.<br />

—No puedo asegurarlo, pero diría que yo no la he peinado. La habría<br />

convencido para que se cortase el pelo; hace que se le vea la cara <strong>de</strong>masiado<br />

alargada. ¿Es amiga tuya?<br />

—En cierto modo. ¿Podría enseñarlo por aquí o <strong>de</strong>jaros una copia? Alguien<br />

podría reconocerla.<br />

— 185 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Des<strong>de</strong> luego. ¡Nan!<br />

La eficiente Nan se acercó enseguida y cogió el dibujo. Reece volvió a centrarse<br />

en sí misma el tiempo suficiente para quedarse pasmada.<br />

—Dios mío. Está... está cayendo al suelo un montón <strong>de</strong> pelo.<br />

—No te preocupes. ¡Mírate! ¡Preciosa!<br />

Serge volvió para admirar a Linda-Gail, ahora pelirroja.<br />

—¡Me encanta! —exclamó dando una vuelta para mostrar el atrevido rojo con<br />

su nuevo e insolente corte—. Soy una chica nueva. ¿Qué te parece, Reece? ¿Qué te<br />

parece?<br />

—Maravilloso, fabuloso, <strong>de</strong> verdad. Estás imponente.<br />

El atrevido rojo había convertido a la guapa rubita en una mujer excitante y a la<br />

moda.<br />

—Me he lanzado sobre las muestras <strong>de</strong> maquillaje —explicó mientras se<br />

admiraba en el espejo—. Pues sí que estoy imponente. Cuando volvamos, buscaré a<br />

Cas y le haré sufrir. Reece, me encantan los reflejos —añadió volviéndose hacia ella—<br />

. Son sutiles, pero efectivos. Y me parece que ya veo lo que Serge preten<strong>de</strong>. Se te ven<br />

los ojos más gran<strong>de</strong>s, y te <strong>de</strong>staca más la cara. Has acertado, Serge. Está muy sexy.<br />

—Des<strong>de</strong> luego, ahora el pelo enmarca esos preciosos ojos. Te he quitado un<br />

montón <strong>de</strong> peso <strong>de</strong> los hombros y <strong>de</strong>l cuello. De todos modos, te he <strong>de</strong>jado unas<br />

capas lo bastante largas. Creo que te será fácil arreglártelo en casa.<br />

Reece se quedó mirando la imagen que emergía en el espejo. «Casi reconozco a<br />

esa mujer —pensó—. Casi vuelvo a verme.»<br />

Cuando los ojos se le llenaron <strong>de</strong> lágrimas, Serge bajó las tijeras y le lanzó a<br />

Linda-Gail una mirada <strong>de</strong> alarma.<br />

—No le gusta. Estás disgustada. No te gusta.<br />

—No, no, me gusta. De verdad. Es que llevaba mucho tiempo sin ver algo que<br />

me gustase al mirarme al espejo.<br />

Linda-Gail también se sorbió las lágrimas.<br />

—Necesitas muestras <strong>de</strong> maquillaje.<br />

Serge le dio unas palmaditas a Reece en el hombro.<br />

—Conseguirás que me eche a llorar. Al menos <strong>de</strong>ja que te lo seque antes.<br />

Tenía ganas <strong>de</strong> exhibirse. Había sido un día fantástico, y eso se reflejaba en ella.<br />

Es verdad que no <strong>de</strong>bería haber <strong>de</strong>jado que Linda-Gail la convenciese para que se<br />

comprase aquella camisa, aunque fuese <strong>de</strong>l más exquisito tono amarillo. De todos<br />

modos, aprovechó la ocasión para darle al <strong>de</strong>pendiente una copia <strong>de</strong>l dibujo, como<br />

había hecho en cada una <strong>de</strong> las tiendas a las que Linda-Gail la arrastró.<br />

Y su amiga tenía razón, la cazadora <strong>de</strong> piel le quedaba mejor a Reece. Aunque<br />

no costaba un riñón, daba lo mismo. Estaba fuera <strong>de</strong> su alcance.<br />

Un bonito corte <strong>de</strong> pelo y una bonita camisa nueva eran recompensa suficiente.<br />

Pensaba irse directamente a casa, admirarse, ponerse la camisa nueva y<br />

acicalarse. Luego llamaría a Brody por si le apetecía cenar con ella.<br />

Había comprado unas verduras estupendas y unas hermosas vieiras en un<br />

mercado <strong>de</strong> Jackson y azafrán, para acompañar las vieiras con un puré <strong>de</strong> azafrán y<br />

— 186 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

albahaca, aunque tampoco podía permitírselo. Y el brie y las setas para el arroz<br />

salvaje.<br />

Mientras Linda-Gail miraba embobada los escaparates <strong>de</strong> las boutiques, Reece<br />

se estremecía <strong>de</strong> placer en los mercados.<br />

Aun cargada con las bolsas <strong>de</strong> las compras subió por la escalera <strong>de</strong>l<br />

apartamento casi bailando. Abrió la puerta canturreando. Se sentía tan relajada que<br />

<strong>de</strong>jó las bolsas sobre la encimera y luego volvió a la puerta para cerrarla.<br />

—Caramba, Reece, vas a ser <strong>de</strong> nuevo una chica normal antes <strong>de</strong> que te <strong>de</strong>s<br />

cuenta.<br />

Cuando hubo cerrado la puerta <strong>de</strong>cidió que lo primero que haría era mirarse en<br />

el espejo, lo <strong>de</strong>más podía esperar.<br />

Se dirigió al baño haciendo piruetas por el simple gusto <strong>de</strong> notar el vaivén <strong>de</strong>l<br />

cabello, más corto y ligero.<br />

Pero cuando llegó frente al espejo se puso mortalmente pálida y la conmoción<br />

distendió todos los músculos <strong>de</strong> su cuerpo.<br />

El dibujo estaba pegado con cinta adhesiva, y lo que Reece vio no fue su cara<br />

sino el rostro <strong>de</strong> una mujer muerta. En las pare<strong>de</strong>s, en el suelo y en el pequeño<br />

neceser, escrita una y otra vez con rotulador rojo como la sangre, se leía una<br />

pregunta.<br />

¿SOY YO?<br />

Temblando, se <strong>de</strong>jó caer en el umbral y se hizo un ovillo.<br />

«Ya tiene que estar en casa», pensó Brody mientras ro<strong>de</strong>aba el lago en su coche.<br />

¿Cuánto tiempo necesitaba para cortarse el pelo? No contestaba al teléfono, y al<br />

llamarla cuatro veces en la última hora se había sentido ridículo.<br />

Puñeta, la echaba <strong>de</strong> menos. Y eso resultaba aún más ridículo, porque él nunca<br />

echaba <strong>de</strong> menos a nadie. A<strong>de</strong>más, solo hacía unas horas que se había marchado.<br />

Ocho horas y media. Muchos días se pasaba más tiempo sin verla.<br />

Pero entonces sabía que estaba al otro lado <strong>de</strong>l lago, que si él quería podía<br />

acercarse a verla.<br />

Aún no se había rebajado a probar su teléfono móvil, no era el típico idiota<br />

encoñado que no podía pasar un día separado <strong>de</strong> una mujer sin marcar su número.<br />

Sin oír su voz.<br />

Pasaría por Joanie's y tal vez se tomase una cerveza. Estaría ojo avizor por si<br />

aparecía su coche. Pero como quien no quiere la cosa.<br />

Nadie tenía por qué saberlo.<br />

Vio el coche en su lugar habitual y supuso que estaba <strong>de</strong> suerte. Subiría y le<br />

diría que había tenido que escaparse al pueblo para comprar... ¿qué? Para comprar<br />

pan.<br />

¿Tenía pan en casa? No se acordaba. El pan sería su coartada, y se atendría a<br />

ella.<br />

Quería verla, olería. Quería ponerle las manos encima. Pero ella no tenía por<br />

qué saber que llevaba una hora dando vueltas en su cabaña como un caniche.<br />

Mientras aparcaba se dio cuenta <strong>de</strong> que aquello era una estupi<strong>de</strong>z. Inventar<br />

— 187 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

excusas para verla.<br />

Y precisamente eso hizo que se sintiese como un idiota encoñado.<br />

En su opinión, la mejor forma ele compensarlo sería mostrarse molesto con ella.<br />

Así se sentía mejor. Frunció el ceño, subió por la escalera y llamó a la puerta con<br />

cierta impaciencia.<br />

—Soy Brody —dijo—. Abre.<br />

Ella tardó tanto en respon<strong>de</strong>r que la expresión ceñuda se convirtió en un gesto<br />

preocupado.<br />

—Brody, lo siento, estaba acostada. Me duele la cabeza.<br />

Él accionó el picaporte, pero la puerta estaba cerrada con llave.<br />

—Abre —repitió.<br />

—De verdad, se está convirtiendo en migraña. Voy a dormir a ver si se me pasa.<br />

Mañana te llamo.<br />

A él no le gustó cómo sonaba su voz.<br />

—Abre la puerta, Reece.<br />

—Vale, vale, vale.<br />

La llave giró y Reece abrió la puerta <strong>de</strong> golpe.<br />

—¿Es que hablo en chino? —añadió la muchacha—. Me duele la cabeza; no<br />

quiero compañía y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, no me apetece calentar las sábanas.<br />

Estaba pálida como la cera.<br />

—¿No serás una <strong>de</strong> esas mujeres que se ponen enfermas cuando no les gusta<br />

cómo les han cortado el pelo?<br />

—Claro que sí. De todas formas, me han hecho un corte precioso. Ha sido un<br />

día muy largo y <strong>de</strong> mucho estrés. Ahora estoy cansada y quiero que te vayas para<br />

po<strong>de</strong>r echarme.<br />

La mirada <strong>de</strong> él recorrió la habitación y captó las bolsas apoyadas sobre la<br />

encimera.<br />

—¿Cuánto hace que has vuelto?<br />

—Vaya, no lo sé. Pue<strong>de</strong> que una hora.<br />

«Dolor <strong>de</strong> cabeza, y una mierda», pensó él. La conocía lo suficiente para estar<br />

seguro <strong>de</strong> que aunque le hubiesen amputado una pierna habría guardado los<br />

comestibles nada más cerrar la puerta <strong>de</strong> la calle.<br />

—¿Qué ha pasado?<br />

—Dios, ¿quieres largarte? He follado contigo, vale, y ha sido fantástico. Los<br />

ángeles cantaron hasta <strong>de</strong>sgañitarse. Muy pronto volveremos a hacerlo. Pero eso no<br />

significa que no tenga <strong>de</strong>recho a un poco <strong>de</strong> puñetera intimidad.<br />

—Eso es verdad —dijo él en un tono suave que contrastaba con la rabia <strong>de</strong><br />

ella—. Y te daré toda la intimidad que quieras en cuanto me cuentes qué <strong>de</strong>monios<br />

pasa. ¿Qué <strong>de</strong>monios te has hecho en las manos? —Le agarró una y por un momento<br />

se sintió aterrorizado ante la posibilidad <strong>de</strong> que las manchas <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos y las<br />

palmas fueran <strong>de</strong> sangre—. ¿Qué <strong>de</strong>monios...? ¿Es tinta?<br />

Ella se echó a llorar en silencio. Brody nunca había visto nada más <strong>de</strong>sgarrador<br />

que las lágrimas que le resbalaban por las mejillas sin que <strong>de</strong> Reece brotara sonido<br />

— 188 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

alguno.<br />

—Por el amor <strong>de</strong> Dios, Reece, ¿qué es?<br />

—No puedo borrarlo. No puedo, y no recuerdo haberlo hecho. No lo recuerdo,<br />

y no hay manera <strong>de</strong> borrarlo.<br />

Se cubrió el rostro con las manos manchadas. No opuso resistencia cuando él la<br />

levantó y la llevó hasta la cama para mecerla en sus brazos.<br />

— 189 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 17<br />

Brody vio las manchas en los puntos <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s y el suelo que Reece había<br />

tratado <strong>de</strong> limpiar con la toalla mojada, ahora tirada en la bañera. Imaginó que la<br />

toalla sería irrecuperable, algo que la disgustaría cuando estuviese lo bastante<br />

tranquila para pensar en ello.<br />

La muchacha había arrancado el dibujo <strong>de</strong>l espejo, en el que habían quedado<br />

triángulos rotos <strong>de</strong> papel y cinta adhesiva, había hecho una bola con él y lo había<br />

arrojado a la papelera situada junto al lavabo.<br />

Podía imaginar cómo <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haber sido aquello para ella. La veía frenética,<br />

agarrando la toalla y echándola en el lavabo para empaparla <strong>de</strong> agua. Frotando,<br />

frotando y frotando mientras el agua goteaba y salpicaba, mientras el aliento le<br />

brotaba <strong>de</strong>l pecho en forma <strong>de</strong> ja<strong>de</strong>os y sollozos.<br />

Y aun así, el mensaje podía leerse claramente, más <strong>de</strong> una docena <strong>de</strong> veces.<br />

¿SOY YO?<br />

—No recuerdo haberlo hecho.<br />

Brody continuó observando las pare<strong>de</strong>s sin volverse a mirarla.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está el rotulador rojo?<br />

—No... no lo sé. Debo <strong>de</strong> haberlo guardado.<br />

Ofuscada por el dolor <strong>de</strong> cabeza y las lágrimas, fue a la cocina y abrió un cajón.<br />

—No está.<br />

Llevada por otro arrebato <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación, revolvió el interior <strong>de</strong>l cajón y<br />

luego abrió <strong>de</strong> un tirón otro, y otro más.<br />

—Para.<br />

—No está. Me lo habré llevado y lo habré tirado por ahí. No me acuerdo. Igual<br />

que las otras veces.<br />

Los ojos <strong>de</strong> Brody la miraron con más atención, pero habló con la misma voz <strong>de</strong><br />

antes, tranquila y firme.<br />

—¿Qué otras veces?<br />

—Creo que voy a vomitar.<br />

—No vas a vomitar.<br />

Reece cerró <strong>de</strong> golpe el cajón, y sus ojos, enrojecidos <strong>de</strong> tanto llorar, <strong>de</strong>spidieron<br />

chispas.<br />

—No me digas lo que voy a hacer y lo que no.<br />

—No vas a vomitar —repitió él mientras se le acercaba y la tomaba por el<br />

brazo—, porque no me has hablado <strong>de</strong> las otras veces. Vamos a sentarnos.<br />

—No puedo.<br />

—Vale, pues nos quedaremos <strong>de</strong> pie. ¿Tienes coñac?<br />

— 190 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—No quiero coñac.<br />

—No te he preguntado lo que quieres.<br />

Brody se puso a abrir armarios hasta que encontró una botella pequeña.<br />

En otras circunstancias, Reece habría consi<strong>de</strong>rado que servir el coñac en un<br />

vaso <strong>de</strong> agua era una ordinariez.<br />

—Bébetelo, Flaca.<br />

Aunque enojada y dominada por la <strong>de</strong>sesperación, Reece sabía cuándo<br />

resultaba inútil discutir. Cogió el vaso, se bebió los dos <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> coñac <strong>de</strong> un trago y<br />

se estremeció.<br />

—El dibujo. Podría ser yo.<br />

—¿Cómo se te ocurre?<br />

—Si me lo imaginé... Yo he sufrido la violencia.<br />

—¿Te han estrangulado alguna vez?<br />

—Bueno, adoptó otra forma —dijo; apoyó el vaso con un ruido seco—. Alguien<br />

trató <strong>de</strong> matarme una vez, y me he pasado los dos últimos años temiendo que<br />

vuelvan a intentarlo. Hay una semejanza entre el dibujo y yo.<br />

—Sí, os parecéis en que las dos sois mujeres y tenéis el pelo largo y oscuro. Al<br />

menos, tú lo tenías.<br />

Frunciendo un poco el ceño, alargó el brazo para tocarle las puntas <strong>de</strong>l cabello,<br />

que ahora quedaban unos centímetros por encima <strong>de</strong> sus hombros.<br />

—No es tu cara —añadió.<br />

—Pero no la vi muy bien.<br />

—Pero la viste.<br />

—No estoy segura.<br />

—Yo sí.<br />

Como sabía que Reece no tendría café, abrió la nevera y tuvo una agradable<br />

sorpresa al ver que había comprado varias cervezas <strong>de</strong> su marca preferida. Sacó una<br />

y la abrió.<br />

—Viste a esas dos personas junto al río —dijo.<br />

—¿Cómo pue<strong>de</strong>s estar seguro? Tú no los viste.<br />

—Te vi a ti. Pero volvamos a lo otro. ¿Cuáles son esas cosas que no recuerdas?<br />

—No recuerdo haber marcado mi mapa <strong>de</strong> montaña, abrir mi puerta en mitad<br />

<strong>de</strong> la noche, poner los puñeteros cuencos en el ropero y mis botas <strong>de</strong> excursión en el<br />

armario <strong>de</strong> la cocina. Ni meter mí ropa en el petate. Y otras cosas, pequeñas cosas.<br />

Tengo que volver.<br />

—¿Volver adon<strong>de</strong>?<br />

Se frotó el rostro con las manos.<br />

—No estoy mejorando. Necesito volver al hospital.<br />

—Eso es una gilipollez. ¿Qué es eso <strong>de</strong> que metiste tu ropa en el petate?<br />

—Volví a casa una noche, cuando fui ha Claisy's con Linda-Gail, y todas mis<br />

cosas estaban en el pétale. Debí <strong>de</strong> hacerlo por la mañana o en alguno <strong>de</strong> mis<br />

<strong>de</strong>scansos. No lo recuerdo. Y una vez la linterna que guardo junto a la cama estaba<br />

en la nevera.<br />

— 191 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Yo una vez encontré en la mía mi cartera.<br />

Reece suspiró.<br />

—No es lo mismo. Yo no <strong>de</strong>jo las cosas fuera <strong>de</strong> su sitio. Nunca. Al menos... no<br />

cuando soy consciente, no cuando estoy sana. Des<strong>de</strong> luego, no es normal para mí<br />

sacar los cuencos <strong>de</strong> la cocina y trasladarlos al estante <strong>de</strong>l ropero. No coloco las cosas<br />

fuera <strong>de</strong> su lugar porque no puedo funcionar si no sé con exactitud dón<strong>de</strong> está todo.<br />

Y la cuestión es que no funciono.<br />

—Más gilipolleces —contestó Brody mientras hurgaba distraído en la bolsa <strong>de</strong><br />

la compra—. ¿Qué son todas estas hojas y hierbas?<br />

—Verduras —dijo ella frotándose la sien en un intento <strong>de</strong> borrar el dolor <strong>de</strong><br />

cabeza—. Tengo que irme. Eso es lo que me estaba diciendo a mí misma cuando llené<br />

el petate. Eso es lo que <strong>de</strong>bí <strong>de</strong> pensar en el sen<strong>de</strong>ro, cuando fingía que todo volvía a<br />

la normalidad.<br />

—Viste cómo asesinaban a una mujer mientras estabas en el sen<strong>de</strong>ro. Eso no es<br />

tan normal. En aquel momento tuve dudas, pero ahora...<br />

—¿Las tuviste?<br />

—No dudé <strong>de</strong> que los hubieses visto, sino <strong>de</strong> que estuviese muerta. Era posible<br />

que se hubiese levantado y se hubiese marchado por su propio pie. Remotamente<br />

posible. Pero está tan muerta como Elvis.<br />

—¿Me estás escuchando? ¿Has visto lo que he hecho ahí? —preguntó,<br />

señalando el baño.<br />

—¿Y si no lo has hecho tú?<br />

—¿Quién <strong>de</strong>monios iba a hacerlo? —estalló ella—. No estoy bien, Brody, por el<br />

amor <strong>de</strong> Dios. Imagino crímenes y escribo en las pare<strong>de</strong>s.<br />

—¿Y, si no es así? —volvió ha <strong>de</strong>cir Brody en el mismo tono implacable—.<br />

Escucha, me gano la vida bastante bien con los «y si». ¿Y si viste exactamente lo que<br />

dijiste?<br />

—¿Y que si es así? Eso no cambia lo <strong>de</strong>más.<br />

—Lo cambia todo. ¿Has visto alguna vez Luz que agoniza?<br />

Ella se quedó mirándole.<br />

—Estás tan loco como yo. Pue<strong>de</strong> que sea eso lo que me atrae <strong>de</strong> ti. ¿Qué puñetas<br />

tiene que ver Luz que agoniza con que yo vuelva a sufrir amnesia y llene el baño <strong>de</strong><br />

garabatos?<br />

—¿Y si no fuiste tú quien llenó el baño <strong>de</strong> garabatos?<br />

Le dolía la cabeza; tenía el estómago irritado. Estaba <strong>de</strong>masiado cansada para<br />

caminar hasta una silla, así que se sentó en el suelo y apoyó la espalda contra el<br />

frigorífico.<br />

—Si crees que alguien está haciendo <strong>de</strong> Charles Boyer conmigo, sí que estás tan<br />

loco como yo.<br />

—¿Qué te asusta más, Reece? —preguntó él, agachándose para situarse a su<br />

altura—. ¿Creer que tienes otra crisis o que alguien quiere que lo creas?<br />

El interior <strong>de</strong> la muchacha era un puro temblor.<br />

—No lo sé.<br />

— 192 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Entonces, vamos a hacer suposiciones. Pudiera ser que vieses cómo<br />

asesinaban a una mujer, un acto que nadie más presenció. Lo <strong>de</strong>nunciaste y corrió el<br />

rumor. Pudiera ser que el asesino oyese ese rumor... o, como pensamos el otro día, te<br />

viese. Cubrió sus huellas, claro, pero el riesgo <strong>de</strong> que lo <strong>de</strong>scubrieran seguía<br />

existiendo.<br />

—Porque hubo un testigo —susurró Reece.<br />

—Sí, pero el único testigo tiene un historial <strong>de</strong> problemas psicológicos<br />

originados por un caso <strong>de</strong> violencia. El asesino pue<strong>de</strong> aprovechar eso. De todos<br />

modos, no todo el mundo cree a la testigo. Es nueva en el pueblo, un poco inestable...<br />

Pero, como se muestra persistente, ¿por qué no empujarla un poco más hacia la<br />

inestabilidad?<br />

—Sí, pero ¿por qué no pegarme un tiro en la cabeza y acabar con el problema?<br />

—Si hay otro crimen, la gente empezará a tomarte en serio.<br />

—A título póstumo.<br />

—Des<strong>de</strong> luego.<br />

«Aún conserva algo <strong>de</strong> su temple <strong>de</strong> acero —pensó—. Pue<strong>de</strong> que tenga un par<br />

<strong>de</strong> abolladuras, pero aguantará.»<br />

—Pero si le da un sutil empujoncito, lo más probable es que o tenga una crisis y<br />

eche a correr <strong>de</strong>snuda por la calle, o salga huyendo y pase su crisis en otro sitio. En<br />

cualquier caso, es probable que nadie le dé crédito como testigo <strong>de</strong> un asesinato.<br />

—Pero eso es...<br />

—¿Una locura? No, no lo es. Es propio <strong>de</strong> alguien muy inteligente y sereno.<br />

—Entonces, en lugar <strong>de</strong> creer que soy un completo <strong>de</strong>sastre emocional y<br />

mental, quieres que crea que un asesino me sigue los pasos, entra en mi apartamento<br />

y trata <strong>de</strong> hacerme luz <strong>de</strong> gas.<br />

Él tomó otro trago <strong>de</strong> cerveza.<br />

—Es una teoría.<br />

Al asimilar las palabras <strong>de</strong> Brody, a Reece se le secó la garganta.<br />

—La primera opción es más fácil. Al fin y al cabo, se trata <strong>de</strong> haber estado ahí y<br />

haber hecho eso.<br />

—Claro que sí, pero tú no eres <strong>de</strong> las que toman el camino más fácil.<br />

—Es raro que le digas eso a alguien que lleva casi un año huyendo <strong>de</strong> todo,<br />

incluso <strong>de</strong> sí misma.<br />

—Si es así como lo ves, tal vez estés un poco tocada.<br />

Brody se incorporó y luego alargó una mano para ayudarla a levantarse. Tras<br />

vacilar un momento, ella la tomó y se enfrentó a él.<br />

—¿Cómo lo ves tú?<br />

—Veo a una mujer que sobrevivió. Todos sus amigos, a los que consi<strong>de</strong>raba su<br />

familia, fueron asesinados, uno <strong>de</strong> ellos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sus propios ojos. Le dispararon y<br />

la <strong>de</strong>jaron por muerta. Quedó atrapada en la oscuridad, sangrando. Todo lo que ella<br />

conocía y quería le fue arrebatado sin ton ni son, así que perdió la seguridad y estuvo<br />

a punto <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r lo que algunos llamarían la «cordura». Está aquí dos años <strong>de</strong>spués<br />

porque, paso a paso, a su propio ritmo, ha luchado por volver. Creo que es una <strong>de</strong> las<br />

— 193 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

personas más fuertes que conozco.<br />

La respiración <strong>de</strong> Reece se oía entrecortada.<br />

—Me parece que no sales mucho.<br />

—Ahí lo tienes. ¿Lo ves? —contestó él, esbozando una sonrisa y dándole un<br />

golpecito en la frente con un <strong>de</strong>do—. Coge lo que necesites; más vale que pases esta<br />

noche en mi casa.<br />

—No puedo asimilar esto.<br />

—Lo harás —dijo mientras hurgaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la bolsa <strong>de</strong> la compra—. ¿Esto es<br />

la cena?<br />

—¡Oh, mierda! ¡Las vieiras!<br />

Brody comprendió que se había recuperado cuando se precipitó hacia la bolsa y<br />

metió la mano.<br />

—Gracias a Dios pedí que las metieran en la bolsa con un paquete <strong>de</strong> hielo. Aún<br />

están frías. Una <strong>de</strong> las ventajas <strong>de</strong> tener el termostato bajo.<br />

—Me gustan las vieiras.<br />

—A ti te gusta todo lo que se pueda comer. —Se aferró a la encimera y cerró los<br />

ojos—. No permitas que me <strong>de</strong>rrumbe. No lo permitas.<br />

—Te dije que las mujeres histéricas me fastidian.<br />

—Me dijiste que las neuróticas te resultaban excitantes.<br />

—Es verdad. Hay una diferencia entre la histeria y la neurosis, pero la verdad<br />

es que no eres lo bastante neurótica para mí, así que voy a aprovecharte hasta que<br />

aparezca algo mejor.<br />

Reece se frotó los enrojecidos ojos.<br />

—Me parece justo.<br />

—Cuando aparezca, podrás seguir cocinando para mí.<br />

—Gracias —dijo Reece; <strong>de</strong>jó caer las manos y lo miró—. Cuando me he echado<br />

a llorar, me has abrazado. Menudo fastidio <strong>de</strong>be <strong>de</strong> haber sido para ti.<br />

—No estabas histérica, estabas dolida. Pero no te acostumbres.<br />

—Te quiero. Estoy enamorada <strong>de</strong> ti.<br />

Durante diez segundos completos Reece no oyó absolutamente nada. Y cuando<br />

él habló, captó en su tono una pizca <strong>de</strong> miedo mezclada con el fastidio.<br />

—Maldita sea, ninguna buena acción queda impune.<br />

Reece soltó una carcajada. Y su cali<strong>de</strong>z le calmó la garganta irritada, los nervios<br />

irritados.<br />

—Ya lo ves. Debo <strong>de</strong> haber perdido el juicio. No te preocupes por lo que he<br />

dicho, Brody. —Se volvió y observó que él la miraba con el mismo respeto cauto que<br />

un hombre muestra por una bomba <strong>de</strong> relojería—. Debajo <strong>de</strong> todas las neurosis, soy<br />

una mujer inteligente y mo<strong>de</strong>rna. No eres responsable <strong>de</strong> mis sentimientos ni estás<br />

obligado a correspon<strong>de</strong>r. Pero cuando has vivido lo que he vivido yo, apren<strong>de</strong>s a no<br />

dar nada por sentado. Ni el tiempo, ni a las personas, ni los sentimientos. Mi<br />

psiquiatra me animó a llevar un diario —continuó mientras metía lo necesario en una<br />

bolsa—. A reflejar mis sentimientos y mis emociones en un papel. Eso me ha<br />

ayudado a expresarlos. Como ahora, por ejemplo.<br />

— 194 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Estás confundiendo la confianza, un sentimiento <strong>de</strong> inmerecida gratitud, y la<br />

química que hay entre nosotros.<br />

—Pue<strong>de</strong> que tenga la cabeza hecha un lío, pero tengo el corazón en su sitio. Si te<br />

asusta, puedo llamar a Linda-Gail y quedarme con ella hasta que <strong>de</strong>cida qué hacer.<br />

—Coge tus cosas —dijo él en tono brusco—, y lo que necesites para cocinar todo<br />

esto.<br />

Reece no estaba enamorada <strong>de</strong> él. Y a Brody le preocupaba que creyese lo<br />

contrario. Allí estaba él, tratando <strong>de</strong> ayudarla —probablemente su primer error— y<br />

ahora ella lo complicaba todo. «Como todas las mujeres —pensó—, poniendo<br />

ataduras por todas partes.»<br />

Aquellas ataduras le ahogaban.<br />

Al menos ahora no hablaba <strong>de</strong> eso, ni se ponía enferma por lo que había<br />

sucedido en su apartamento.<br />

Como Brody esperaba, preparar la cena la calmó. El hecho <strong>de</strong> ponerse a escribir<br />

tenía en él el efecto <strong>de</strong> un bálsamo, así que conocía el proceso. Te <strong>de</strong>jabas absorber<br />

por el trabajo y te liberabas <strong>de</strong> lo que te inquietaba.<br />

Pero Reece <strong>de</strong>bería volver al terreno pantanoso <strong>de</strong> los hechos. Si su teoría<br />

resultaba acertada, la muchacha tenía problemas.<br />

—¿Quieres vino? —le preguntó Brody.<br />

—No, gracias. Tomaré agua —respondió ella mientras disponía las verduras<br />

aliñadas en unos platitos, acompañadas <strong>de</strong> unos rizos <strong>de</strong> zanahoria cruda—. El resto<br />

todavía tardará unos minutos, así que po<strong>de</strong>mos empezar por esto.<br />

Brody se dijo que había comido más ensalada en las dos últimas semanas con<br />

ella que en los seis meses anteriores.<br />

—A Joanie le va a dar un ataque cuando vea ese cuarto <strong>de</strong> baño.<br />

—Pues píntalo.<br />

Reece pinchó la ensalada.<br />

—¿Cómo voy a pintar las baldosas y el suelo?<br />

—Ya. Mac <strong>de</strong>be <strong>de</strong> tener algún disolvente o algo parecido para limpiarlo. Esa<br />

casa no es ninguna maravilla, Flaca. De todas formas, necesitaba arreglos.<br />

—Me queda una brizna <strong>de</strong> esperanza. Tuve amnesia y lapsus <strong>de</strong> memoria. No<br />

he vuelto a tenerlos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace más <strong>de</strong> un año, bueno, al menos que yo recuer<strong>de</strong>,<br />

pero he sufrido las dos cosas.<br />

—Eso no significa que las sufras ahora. En las últimas dos semanas he pasado<br />

mucho tiempo contigo. No te he visto tener amnesia ni sonambulismo, ni te has liado<br />

a re<strong>de</strong>corar las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la cabaña con mensajes <strong>de</strong> tu subconsciente. No te he visto<br />

hacer nada raro, aparte <strong>de</strong> reorganizar los cajones <strong>de</strong> mi cocina.<br />

—Organizar —corrigió ella—. Para reorganizarlos, antes <strong>de</strong>bería haber habido<br />

en ellos algo parecido a la organización.<br />

—Tar<strong>de</strong> o temprano yo siempre encontraba las cosas —dijo Brody mientras<br />

comía más ensalada; para algo estaba allí, y a<strong>de</strong>más estaba muy buena—. ¿Alguien<br />

en Joanie's ha mencionado que hayas hecho algo extraño?<br />

—A Joanie le pareció muy raro mi empeño en conseguir otra para la<br />

— 195 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

minestrone.<br />

—Es que esa es una verdura muy rara. Cuándo te pasaban esas cosas en Boston,<br />

¿estabas siempre sola?<br />

Reece se levantó para dar los últimos toques al resto <strong>de</strong> la comida.<br />

—No. Lo que me hacía sentir peor era que podía ocurrir en cualquier parte y en<br />

cualquier momento. Cuando salí <strong>de</strong>l hospital, la primera vez, me fui a casa <strong>de</strong> mi<br />

abuela. Ella me llevó <strong>de</strong> compras. Al cabo <strong>de</strong> unos días, encontré un horrible jersey<br />

marrón en el cajón y le pregunté <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> había salido. Por su forma <strong>de</strong> mirarme me<br />

di cuenta <strong>de</strong> que pasaba algo, y cuando insistí me dijo que lo había comprado yo.<br />

Que habíamos hablado <strong>de</strong> ello porque ella sabía que no era mi estilo. Por lo visto les<br />

dije a ella y al <strong>de</strong>pendiente que tenía que comprármelo porque era a prueba <strong>de</strong> balas.<br />

—Dio la vuelta a las vieiras con un hábil movimiento <strong>de</strong> la muñeca—. Otra vez, mi<br />

abuela entró en mi habitación a media noche porque oyó mucho ruido. Estaba<br />

cerrando las ventanas con clavos. No recuerdo haber ido a buscar el martillo ni los<br />

clavos. Me di cuenta <strong>de</strong> lo que estaba haciendo cuando me abrazó y se echó a llorar.<br />

—Ambos inci<strong>de</strong>ntes me parecen medidas <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa. Estabas asustada.<br />

—Asustada es poco. Hubo otros terrores nocturnos en los que oía el ruido <strong>de</strong><br />

los cristales, los disparos y los gritos. Intenté <strong>de</strong>rribar puertas. Una noche, durante<br />

uno <strong>de</strong> ellos, salí por la ventana, la misma que intenté cerrar con clavos. Un vecino<br />

me encontró <strong>de</strong> pie en la acera, en camisón. No sabía dón<strong>de</strong> estaba ni cómo había<br />

llegado hasta allí. —Colocó un plato <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Brody—. Fue entonces cuando<br />

ingresé en el hospital. Esto podría ser una recaída.<br />

—Ya, y solo ocurre cuando estás sola. ¡Qué práctico! No me lo trago. Trabajas<br />

en Joanie's ocho horas, cinco o seis días por semana. Pasas tiempo conmigo y con<br />

Linda-Gail. Pero no has tenido... ¿Cómo lo llamaríamos?... una crisis salvo en tu<br />

propio apartamento, cuando estás sola. Luz que agoniza.<br />

—¿Tú eres Joseph Cotten?<br />

—Me gustan las mujeres que conocen a los clásicos —le dijo él rozándole la<br />

mano con los <strong>de</strong>dos—. Se me ocurre otro. La ventana indiscreta.<br />

—James Stewart está inmovilizado, con una pierna rota, y presencia un crimen<br />

en otro piso a través <strong>de</strong>l patio <strong>de</strong> luces —dijo Reece, pensativa, mientras se sentaba<br />

con su plato—. Nadie más lo ve, nadie le cree. Ni siquiera Grace Kelly. Ni su amigo<br />

el policía... lo tengo en la punta <strong>de</strong> la lengua...<br />

—Wen<strong>de</strong>ll Corey.<br />

—Ese mismo. Ni la siempre encantadora Thelma Ritter. Nadie cree que<br />

Raymond Burr haya matado a su mujer.<br />

—No hay ninguna prueba <strong>de</strong> lo que dice nuestro héroe. No hay cadáver, no hay<br />

señales <strong>de</strong> lucha, no hay sangre. A<strong>de</strong>más, últimamente James Stewart se comporta <strong>de</strong><br />

forma un poco extraña.<br />

—Así pues, en tu mundo, estoy atrapada en una mezcla <strong>de</strong> Luz que agoniza y La<br />

ventana indiscreta.<br />

—Ten cuidado con los tipos que se parezcan a Perry Masón o tengan acento<br />

francés.<br />

— 196 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Consigues que me sienta mejor. Hace un par <strong>de</strong> horas... —se interrumpió,<br />

apretándose los ojos con los <strong>de</strong>dos— lloraba acurrucada en el suelo. Solo me faltaba<br />

chuparme el pulgar. Volví a estar abajo <strong>de</strong>l todo.<br />

—No, solo has resbalado unos pocos peldaños y has vuelto ha subir. Eso es ser<br />

valiente. Reece <strong>de</strong>jó caer las manos.<br />

—No sé qué hacer.<br />

—Ahora mismo <strong>de</strong>berías comerte las vieiras. Están <strong>de</strong> puta madre.<br />

—Vale.<br />

Tomó un bocado y, por supuesto, él tenía razón. Estaban <strong>de</strong> puta madre.<br />

—He ganado un kilo y medio.<br />

—Nada menos que un kilo y medio. ¿Dón<strong>de</strong> diablos guardé el confeti?<br />

—Eso es porque estoy cocinando más. No solo en Joanie's, sino aquí. Como<br />

ahora.<br />

—Cuenta conmigo para lo que quieras.<br />

—Hago el amor con regularidad.<br />

—Te repito que cuentes conmigo para lo que quieras.<br />

—Me he cortado y arreglado el pelo.<br />

—Ya me he fijado.<br />

Reece la<strong>de</strong>ó la cabeza. Si tenía que arrancar muelas, sacaría los alicates.<br />

—Bueno, ¿te gusta o no?<br />

—No está mal.<br />

—Oh, por favor, para —dijo ella, agitando una mano—. ¿Tienes que ser tan<br />

efusivo con los piropos?<br />

—Soy un tipo efusivo.<br />

Reece se pasó los <strong>de</strong>dos por el pelo.<br />

—A mí me gusta. Si no te gusta <strong>de</strong>berías <strong>de</strong>cirlo y ya está.<br />

—Si no me gustase, lo diría. O diría que si quieres ir por el mundo con un<br />

peinado horroroso es tu problema.<br />

—Eso es justo lo que dirías —contestó ella—. Estar contigo me ha hecho mucho<br />

bien. Me gusta estar contigo y hablar contigo. Me gusta cocinar para ti y dormir<br />

contigo. Me siento más como... No diré que como era antes, porque no se pue<strong>de</strong><br />

volver atrás.<br />

—Tal vez no hay por qué hacerlo.<br />

—Sí, tienes razón. Des<strong>de</strong> que estoy contigo me siento más bien como la persona<br />

que esperaba llegar a ser. Pero ambos sabemos que sería más inteligente y sensato<br />

para ti y para mí mantener las distancias.<br />

Al otro lado <strong>de</strong> la mesa, Brody frunció el ceño mientras cortaba una vieira.<br />

—Oye, si tiene algo que ver con eso <strong>de</strong> que crees estar enamorada <strong>de</strong> mí, y te<br />

parece que eso lo dificulta todo...<br />

—No —le interrumpió ella mientras tomaba muy <strong>de</strong>spacio otro bocado <strong>de</strong><br />

vieira—. Deberías consi<strong>de</strong>rarte afortunado <strong>de</strong> que esté enamorada <strong>de</strong> ti, aunque mi<br />

salud mental sea cuestionable. Estoy segura <strong>de</strong> que muchas mujeres te encuentran<br />

sexualmente atractivo, pero se hartarían <strong>de</strong> tu carácter caprichoso.<br />

— 197 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Caprichosos son los niños <strong>de</strong> tres años.<br />

—Exacto. Esto no tiene que ver con mis sentimientos hacia ti, sino con la<br />

situación. Si estoy sufriendo una recaída, no soy una buena apuesta ni en la más<br />

intrascen<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> las relaciones. Si tienes razón y hay, bueno, fuerzas exteriores, soy<br />

una apuesta aún peor.<br />

Brody cogió su cerveza y le dio un trago sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirar a Reece.<br />

—Si estás chiflada y yo me echo atrás, quiere <strong>de</strong>cir que no soy capaz <strong>de</strong><br />

enfrentarme a las dificulta<strong>de</strong>s. Si alguien trata <strong>de</strong> hacerte creer que estás chiflada, lo<br />

mismo. Y me pierdo la posibilidad <strong>de</strong> resolverlo. A<strong>de</strong>más, no pienso renunciar a la<br />

comida ni al sexo.<br />

—Me parece bien. Pero si más tar<strong>de</strong> cambias <strong>de</strong> opinión, no te lo reprocharé.<br />

Reece alargó el brazo para coger la jarra en la que había puesto agua mineral<br />

con finas rodajas <strong>de</strong> limón.<br />

Brody le cogió la mano a través <strong>de</strong> la mesa y esperó a que le mirase.<br />

—No se trata solo <strong>de</strong> comida y sexo. Tengo... —«¿Qué? ¿Sentimientos?», se<br />

preguntó. En la palabra «sentimientos» cabía cualquier cosa—. Me importa lo que te<br />

pase —acabó.<br />

—Ya lo sé.<br />

—Me alegro. Así no hará falta que nos pasemos la próxima hora y media<br />

analizándolo y diseccionándolo todo.<br />

La mano <strong>de</strong> ella era suave y <strong>de</strong>licada. Brody la apoyó en la mesa pero no apartó<br />

la suya.<br />

—Lo resolveremos, Reece.<br />

Y justo en ese momento, con la cálida mano <strong>de</strong> él sobre la <strong>de</strong> ella, Reece le<br />

creyó.<br />

Cuando hubieron cenado y arreglado la cocina, cuando ella estaba sentada con<br />

el té que le gustaba, Brody intentó el siguiente paso.<br />

—¿Estarás bien aquí sola durante una hora?<br />

—¿Por qué?<br />

—He pensado ir a buscar a Rick y echar un vistazo en tu casa.<br />

—No lo hagas. —Sacudió la cabeza y fijó la vista en las llamas <strong>de</strong>l fuego<br />

encendido en la sala <strong>de</strong> estar—. Rick no me cree. Ha hecho lo que estaba obligado a<br />

hacer, y lo ha hecho lo mejor posible. Pero no me cree. Esta mañana he pasado por su<br />

oficina y he visto a Debbie y a Hank. Y cuando he sacado el dibujo y he comentado<br />

que lo enseñaría en Jackson Hole, en sus caras solo he visto compasión.<br />

—Si alguien ha entrado en tu casa...<br />

—Si lo han hecho, nunca podremos <strong>de</strong>mostrarlo. ¿Cómo iban a entrar? He<br />

instalado un cerrojo.<br />

—Los cerrojos se fuerzan. Las llaves se copian. ¿Dón<strong>de</strong> guardas las llaves?<br />

—En el bolsillo interior <strong>de</strong>l bolso.<br />

—¿Y cuando trabajas?<br />

—En el bolsillo interior <strong>de</strong>l bolso y, si no lo llevo, en el bolsillo <strong>de</strong> la chaqueta.<br />

El bolsillo <strong>de</strong>recho porque soy diestra, para más <strong>de</strong>talles.<br />

— 198 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿Dón<strong>de</strong> <strong>de</strong>jas el bolso y la chaqueta cuando estás trabajando?<br />

—En el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Joanie. Tiene una copia <strong>de</strong> las llaves en un armario <strong>de</strong> la<br />

pared. A este paso llegaremos a la conclusión <strong>de</strong> que confundí a Joanie con un<br />

hombre, mató a su amante lesbiana y se cuela en mi apartamento para<br />

atormentarme.<br />

—Cualquiera podría colarse en el <strong>de</strong>spacho, hacer un mol<strong>de</strong> <strong>de</strong> la llave y<br />

encargar una copia.<br />

La taza tembló en la mano <strong>de</strong> Reece antes <strong>de</strong> que la apoyase.<br />

—¿Crees que es alguien <strong>de</strong>l pueblo?<br />

—Es posible, pero también podría ser alguien que se alojaba en la zona cuando<br />

eso ocurrió y que <strong>de</strong>cidió quedarse cuando se supo que viste algo.<br />

—Pero nadie ha reconocido a la mujer.<br />

—No he dicho que ella fuese <strong>de</strong> aquí, ni <strong>de</strong> los alre<strong>de</strong>dores.<br />

Reece se recostó en su asiento.<br />

—No, no lo has dicho. Supongo que he dado por supuesto que si ella no era <strong>de</strong><br />

por aquí, él tampoco.<br />

—Pue<strong>de</strong> que sí y pue<strong>de</strong> que no. Podría ser alguien <strong>de</strong>l pueblo o que venga con<br />

cierta frecuencia. O alguien que estuviera acampado en la zona para cazar o hacer<br />

piragüismo. Alguien que sabe cubrir sus huellas, lo que en mi opinión elimina a los<br />

urbanitas. ¿Quién sabía que hoy pasarías fuera casi todo el día?<br />

—¿Quién no lo sabía?<br />

—Sí, claro, así son las cosas. Deberíamos analizar la secuencia <strong>de</strong> los<br />

acontecimientos —consi<strong>de</strong>ró él—. Has dicho que llevas un diario.<br />

—Así es.<br />

—Le echaré un vistazo.<br />

—Por encima <strong>de</strong> mi cadáver.<br />

Él empezó a fruncir el ceño pero acabo sonriendo.<br />

—¿Salgo yo?<br />

—Claro que no. ¿A quién se le ocurre que una mujer escriba en su diario sobre<br />

un hombre que la atrae y sobre las proezas sexuales <strong>de</strong> los dos? Eso es ridículo.<br />

—Tal vez podría leer solo lo <strong>de</strong> las proezas sexuales, para asegurarme <strong>de</strong> que<br />

no has olvidado ningún <strong>de</strong>talle.<br />

—No me olvido. Le daré un repaso y apuntaré las fechas y las horas, si las<br />

anoté, en que ocurrieron las cosas.<br />

—Bien, pero esta noche no; estás hecha polvo. Vete a la cama.<br />

—Podría tumbarme aquí durante unos minutos.<br />

—Entonces tendría que subirte cuando te durmieras. Me voy al estudio a<br />

trabajar un poco.<br />

—¡Oh! —exclamó ella mirando la puerta principal—. Muy bien, quizá...<br />

—Antes comprobaré que todo está cerrado. Sube a la cama, Flaca.<br />

Era una tontería fingir que no estaba agotada, así que se puso en pie.<br />

—Mañana me toca el turno <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno. Intentaré no <strong>de</strong>spertarte cuando me<br />

levante.<br />

— 199 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Es un <strong>de</strong>talle.<br />

—Gracias por el hombro, Brody.<br />

—No has utilizado mi hombro.<br />

Ella se inclinó y le dio un beso.<br />

—Sí que lo he utilizado. Un par <strong>de</strong> docenas <strong>de</strong> veces, solo esta noche.<br />

Reece sabía que él cumpliría su palabra y comprobaría que todo estuviera<br />

cerrado. Mientras se preparaba para acostarse, oyó sus pisadas en la escalera. Al<br />

asomar la cabeza vio que la luz <strong>de</strong>l estudio estaba encendida y oyó el ligero<br />

repiqueteo <strong>de</strong>l teclado.<br />

Saber que él estaba allí le permitía acostarse con la puerta <strong>de</strong>l dormitorio<br />

abierta.<br />

Saber que él estaba allí le permitía cerrar los ojos y dormir.<br />

— 200 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 18<br />

Brody se agachó ante la puerta <strong>de</strong>l apartamento <strong>de</strong> Reece con una linterna y<br />

una lupa.<br />

Se sentía un poco ridículo.<br />

Aunque consi<strong>de</strong>raba que la posibilidad <strong>de</strong> que por la mañana se te pegasen las<br />

sábanas era uno <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s beneficios <strong>de</strong> ser escritor, se había levantado con<br />

Reece y había hecho oídos sordos a sus explicaciones <strong>de</strong> lo fácil que era para ella ir<br />

caminando hasta el restaurante.<br />

«Claro —pensaba ahora—, qué peligro hay en que una mujer que pue<strong>de</strong> tener a<br />

un asesino acechándola recorra sola y <strong>de</strong> noche tres kilómetros, como un personaje<br />

idiota <strong>de</strong> una mala película <strong>de</strong> terror.»<br />

A<strong>de</strong>más, cuando la <strong>de</strong>jó en Joanie's no solo se tomó las dos primeras tazas <strong>de</strong><br />

una cafetera recién hecha, sino que le sirvieron huevos con beicon y patatas fritas<br />

antes <strong>de</strong> abrir al público.<br />

No era un mal negocio.<br />

Ahora estaba en cuclillas, jugando a los <strong>de</strong>tectives. No tenía ninguna<br />

experiencia personal en allanamientos <strong>de</strong> morada, por lo que no podía tener la<br />

certeza absoluta <strong>de</strong> que no hubiesen forzado o manipulado la cerradura, pero no veía<br />

signos <strong>de</strong> ello.<br />

Una vez más, consi<strong>de</strong>ró la posibilidad <strong>de</strong> no hacer caso a Reece y llamar al<br />

sheriff, sin embargo no era que se pudiera hacer más <strong>de</strong> lo que él estaba haciendo en<br />

ese momento,<br />

«Y está la cuestión <strong>de</strong> la confianza», pensó mientras se sentaba sobre los talones.<br />

Reece confiaba en él, y él no podía <strong>de</strong>fraudarla.<br />

Decía que estaba enamorada <strong>de</strong> él, pero que no quería presionarle. Mujeres.<br />

Confundía la pasión y... el compañerismo con esa palabreja que empezaba por A.<br />

A<strong>de</strong>más, se sentía vulnerable por lo que había tenido que vivir. Por lo que aún estaba<br />

viviendo.<br />

Se incorporó y sacó la llave que ella le había dado. Cuando la tuvo en la palma<br />

<strong>de</strong> la mano, se quedó mirándola.<br />

Confianza. ¿Qué se suponía que <strong>de</strong>bía hacer?<br />

Abrió la puerta y cruzó el umbral.<br />

En el aire flotaba un aroma ligero y sutil. Brody lo habría reconocido en<br />

cualquier parte. Se sintió irrazonablemente irritado al pensar que quien se había<br />

colado en el apartamento, fuera quien fuese, se había visto envuelto por ese mismo<br />

aroma personal.<br />

La luz entraba por las ventanas y se <strong>de</strong>rramaba sobre el suelo <strong>de</strong>snudo, los<br />

— 201 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

muebles <strong>de</strong> segunda o tercera mano, la colcha <strong>de</strong> un vivo color azul que Reece había<br />

comprado para el estrecho diván.<br />

Pensó que ella merecía algo mejor. Seguramente él podía ayudarla, darle unos<br />

dólares para que se comprase una alfombra, por el amor <strong>de</strong> Dios, un poco <strong>de</strong> pintura.<br />

—Te estás metiendo en terreno resbaladizo, Brody —se recordó—. Si le<br />

compras a una mujer una alfombra, luego querrá un anillo.<br />

A<strong>de</strong>más, aquel apartamento tenía unas vistas que no podían comprarse con<br />

dinero. ¿Quién necesitaba alfombras o un par <strong>de</strong> cuadros cuando tenía las montañas<br />

pintadas en el cielo al otro lado <strong>de</strong> la ventana y el lago casi en la puerta?<br />

Cogió el or<strong>de</strong>nador portátil <strong>de</strong> Reece y lo metió en su estuche. Como mínimo<br />

pasaría otra noche fuera <strong>de</strong> allí. Más valía que tuviese sus cosas.<br />

Distraído, abrió el cajón <strong>de</strong>l pequeño escritorio que Joanie <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haber<br />

subido. Encontró dos afilados lápices partidos por la mitad, un rotulador negro y un<br />

librito encua<strong>de</strong>rnado en piel, el típico librito en el que la gente suele llevar las fotos<br />

<strong>de</strong> sus hijos o sus mascotas. Lo abrió llevado por la curiosidad.<br />

Vio la foto <strong>de</strong> una mujer mayor <strong>de</strong> aspecto inteligente sentada en un banco, en<br />

lo que parecía un jardín bien cuidado, tenía el rostro tapado por varias X negras.<br />

Había más. La misma mujer, vestida con camisa blanca y pantalones negros, con un<br />

caniche <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> un sello <strong>de</strong> correos en los brazos. Una pareja que llevaba un<br />

largo <strong>de</strong>lantal. Un grupo con copas <strong>de</strong> champán. Un hombre con los brazos abiertos<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un gran horno.<br />

Todos tenían el rostro cubierto por varias X.<br />

En la última, Reece aparecía <strong>de</strong> pie en medio <strong>de</strong> un grupo numeroso. Brody<br />

supuso que la foto había sido tomada en el restaurante. Maneo's. El rostro <strong>de</strong> Reece<br />

era el único que no estaba tachado, y sonreía.<br />

Debajo <strong>de</strong> cada persona, escrita en pequeñas y pulcras letras <strong>de</strong> imprenta,<br />

aparecía la palabra: MUERTO. Y bajo la imagen <strong>de</strong> Reece se leía: LOCA.<br />

Brody se preguntó si Reece lo habría visto ya. Confiando en que no fuese así,<br />

introdujo el pequeño álbum en el bolsillo exterior <strong>de</strong>l estuche <strong>de</strong>l portátil. Cuando<br />

llegase a casa lo sacaría y <strong>de</strong>cidiría qué hacer con él.<br />

Aunque no tenía previsto invadir <strong>de</strong> aquel modo su intimidad, Brody se<br />

dispuso a registrar los cajones <strong>de</strong>l feo y achaparrado tocador.<br />

Superó el malestar que le causaba revolver entre su ropa interior recordándose<br />

que ya se la había quitado unas cuantas veces. Si podía tocarla cuando la llevaba<br />

puesta, tocarla cuando estaba doblada <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un cajón no era algo tan raro.<br />

«Vale, sí—reconoció—, en raro.»<br />

No tardó en revisar el ropero; no había gran cosa. Aquella mujer viajaba con<br />

poco equipaje.<br />

Los cajones <strong>de</strong> la cocina eran otro cantar. Era allí don<strong>de</strong> Reece echaba el resto.<br />

Todo estaba meticulosamente organizado. No había lugar para la confusión. Era<br />

evi<strong>de</strong>nte que Reece no sabía lo que era el «cajón <strong>de</strong> los trastos». Encontró medidores,<br />

cucharas, batidores —¿por qué iba a querer alguien más <strong>de</strong> uno?— y diversos<br />

utensilios y chismes <strong>de</strong> cocina. La finalidad <strong>de</strong> algunos se le escapaba, pero todo,<br />

— 202 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

también las ollas y sartenes <strong>de</strong>l armario inferior, estaba bien or<strong>de</strong>nado.<br />

Halló una pila <strong>de</strong> cuencos y un par <strong>de</strong> cacerolas <strong>de</strong> distinto tamaño.<br />

Una vez más, ¿podía necesitar alguien más <strong>de</strong> una?<br />

En el siguiente armario encontró un almirez repleto <strong>de</strong> píldoras.<br />

Lo sacó y lo <strong>de</strong>jó a un lado.<br />

Brody entró en el baño. En el botiquín, todos los frascos seguían alineados en el<br />

estante. Y vacíos.<br />

«Pequeñas trampas», pensó Brody sintiendo otro arranque <strong>de</strong> ira contenida. Un<br />

cabrón muy listo.<br />

Como los puños se le cerraban, se metió las manos en los bolsillos y observó las<br />

pare<strong>de</strong>s.<br />

La letra volvía a ser pulcra, <strong>de</strong> imprenta, sin garabatos. Sin embargo, la<br />

superposición <strong>de</strong> algunas palabras producía una sensación <strong>de</strong> frenesí. De locura. El<br />

<strong>de</strong>talle <strong>de</strong> escribir algunas <strong>de</strong> las palabras <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el suelo hasta el techo o al contrario<br />

era un acierto.<br />

El autor <strong>de</strong> aquello actuaba con mucha premeditación, con mucho cuidado, con<br />

mucha astucia.<br />

Sacó su cámara digital y tomó fotos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> todos los ángulos que pudo, dadas<br />

las reducidas dimensiones <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> baño; primeros planos <strong>de</strong> la pregunta entera,<br />

luego <strong>de</strong> las palabras aisladas, y por último <strong>de</strong> cada una <strong>de</strong> las letras.<br />

Cuando hubo fotografiado el baño <strong>de</strong> todas las formas que se le ocurrieron, se<br />

apoyó en el marco <strong>de</strong> la puerta.<br />

Ella no podía volver y encontrarse con eso, <strong>de</strong> ningún modo. Se acercaría a la<br />

tienda <strong>de</strong> Mac a ver si tenía algún producto para quitar el rotulador <strong>de</strong>l suelo, la<br />

bañera y las baldosas. No sería nada <strong>de</strong>l otro mundo.<br />

De paso, podía comprar pintura. Para una habitación <strong>de</strong> ese tamaño no hacía<br />

falta mucha. En un par <strong>de</strong> horas habría terminado.<br />

Nada que ver con comprarle una alfombra o algo así.<br />

Mac hizo preguntas, por supuesto. Brody se dijo que el papel higiénico <strong>de</strong>bía <strong>de</strong><br />

ser lo único que podía comprarse en el pueblo sin que te preguntasen. Todo lo <strong>de</strong>más<br />

iba acompañado <strong>de</strong> un: «Bueno, ¿qué planes tienes?».<br />

No dijo nada <strong>de</strong> su intención <strong>de</strong> pintar en casa <strong>de</strong> Reece. Seguramente la gente<br />

se formaría una i<strong>de</strong>a equivocada si se enteraba <strong>de</strong> que un tipo hacía recados para la<br />

mujer con la que se acostaba.<br />

Al poco rato, Brody, un hombre para el que cualquier tarea doméstica que no<br />

fuese preparar café era una forma <strong>de</strong> infierno sobre la tierra, estaba <strong>de</strong> vuelta en el<br />

baño, a cuatro patas, frotando.<br />

Reece giró el picaporte con cautela. No soportaba que la puerta estuviese<br />

abierta. No soportaba el miedo que le atenazaba la garganta al pensar que Brody<br />

pudiese estar herido o algo peor.<br />

¿Por qué seguía allí? Reece había supuesto que bajaría mucho antes <strong>de</strong> su<br />

<strong>de</strong>scanso para <strong>de</strong>volverle la llave. Pero no lo había hecho, y su coche seguía fuera.<br />

Y la puerta <strong>de</strong>l apartamento estaba abierta.<br />

— 203 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

La empujó y dio un par <strong>de</strong> pasos.<br />

—¿Brody?<br />

—Sí. Estoy aquí.<br />

—¿Estás bien? He visto tu coche y no he... —se interrumpió al notar el olor—.<br />

¿Qué es eso? ¿Pintura?<br />

Él salió <strong>de</strong>l baño con un rodillo en la mano. Tenía manchas <strong>de</strong> pintura en las<br />

manos y el pelo.<br />

—No son los perfumes <strong>de</strong> Arabia.<br />

—¿Estás pintando el baño?<br />

—No es gran cosa. En total <strong>de</strong>be <strong>de</strong> haber medio metro <strong>de</strong> pared.<br />

—Un poco más —dijo ella, emocionada—. Gracias.<br />

Se acercó a echar un vistazo.<br />

Brody ya había pintado el techo y el contorno <strong>de</strong> las baldosas y había<br />

imprimado las pare<strong>de</strong>s. Había elegido un azul muy claro, como si una nube se<br />

hubiese sumergido un instante en el lago y hubiera absorbido una pizca <strong>de</strong> su color.<br />

Ni rastro <strong>de</strong> las letras o manchas rojas.<br />

Reece se apoyó en él.<br />

—Me gusta el color.<br />

—No hay mucho don<strong>de</strong> escoger en la tienda <strong>de</strong> Mac, aunque había un precioso<br />

rosa chicle que me ha hecho dudar.<br />

Ella sonrió sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> apoyarse en él.<br />

—Agra<strong>de</strong>zco tu autodominio y tu muestra <strong>de</strong> buen gusto. Tendré que pagarte<br />

en comida.<br />

—Me parece bien. Pero si ahora <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>s que todo el apartamento necesita una<br />

mano <strong>de</strong> pintura, es cosa tuya. Se me había olvidado que <strong>de</strong>testo pintar.<br />

Reece, arrimada contra su cuerpo, se volvió a mirarle.<br />

—Puedo acabarlo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi turno.<br />

—Yo he empezado y yo acabo.<br />

Se sorprendió rozando su cabeza con los labios. Pero era <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong> para<br />

<strong>de</strong>tener el gesto. Demasiado tar<strong>de</strong> para muchas cosas, comprendió cuando ella echó<br />

la cabeza hacia atrás y utilizó el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> sus ojos con él.<br />

—Prefiero que pintes a que me regales diamantes. Más vale que lo sepas.<br />

—Me alegro, los diamantes se me agotaron hace poco. —Cuando ella apoyó la<br />

cabeza en su pecho con un suspiro, Brody se sintió perdido—. No quería que<br />

volvieses a verlo —añadió.<br />

—Ya lo sé, pero me pregunto si esta noche podría dormir en tu casa <strong>de</strong> todos<br />

modos —dijo, arrimándose un poco más—. Ya sabes que el olor <strong>de</strong> la pintura tarda<br />

un tiempo en <strong>de</strong>saparecer.<br />

—Sí, no queremos que aspires los vapores.<br />

Reece echó la cabeza hacia atrás y llevó su boca hasta la <strong>de</strong> Brody. De forma<br />

prolongada y lenta, increíblemente cálida, casi insoportablemente dulce. La mano<br />

libre <strong>de</strong> él se <strong>de</strong>slizó por su espalda y le agarró la camisa.<br />

Reece dio un paso atrás; reía, tenía los ojos brillantes. El estrés y la tensión que<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Brody vio en ella la noche anterior habían <strong>de</strong>saparecido.<br />

—Solo necesito coger algunas cosas para... Vaya, ¿ibas a picar algo?<br />

—¿Eh? —consiguió <strong>de</strong>cir él, aún absorto en el beso y en la expresión <strong>de</strong> Reece.<br />

—Has sacado el almirez.<br />

—Reece... —Se maldijo por haberlo <strong>de</strong>jado fuera—. ¿Qué tienes aquí? Parece...<br />

Aquel brillo que <strong>de</strong>spedían sus ojos <strong>de</strong>sapareció.<br />

—No las tomo —dijo, mirándole con ojos <strong>de</strong>sconsolados—. Solo las guardo por<br />

si acaso, y para recordarme a mí misma <strong>de</strong> qué estoy tratando <strong>de</strong> alejarme. No quiero<br />

que pienses que...<br />

—Yo no las he puesto ahí.<br />

—Entonces... ¡Oh!<br />

—Son trampas, Reece —dijo al tiempo que <strong>de</strong>jaba el rodillo en la cubeta y se<br />

acercaba a ella—. Te está poniendo trampas, y tú no <strong>de</strong>bes caer en ellas.<br />

—¿Y qué preten<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir con esto? —preguntó ella mientras metía los <strong>de</strong>dos en<br />

el almirez y <strong>de</strong>jaba que las píldoras resbalasen por ellos—. «¿Por qué no las picas,<br />

elaboras una buena pasta, la untas en tostadas y te olvidas <strong>de</strong> todo?»<br />

—No importa lo que diga si tú no le escuchas.<br />

—Sí que importa —replicó ella volviéndose <strong>de</strong> golpe; en lugar <strong>de</strong> <strong>de</strong>sconsuelo,<br />

sus ojos <strong>de</strong> gitana <strong>de</strong>spidieron chispas <strong>de</strong> ira—. Si no le escucho, no puedo<br />

respon<strong>de</strong>rle. No puedo hacerle saber que no va a mandarme otra vez con las píldoras<br />

y los médicos. No voy a volver a la oscuridad porque él sea un asesino, un cobar<strong>de</strong> y<br />

un hijo <strong>de</strong> puta. —Agarró el almirez; Brody temió que lo estrellara contra el suelo,<br />

pero Reece lo volcó en el frega<strong>de</strong>ro y abrió el grifo a tope—. No las necesito. No las<br />

quiero. Que le <strong>de</strong>n.<br />

—Debería haber sabido que no eres <strong>de</strong> las que tiran la vajilla al suelo —dijo<br />

Brody mientras apoyaba las manos en los hombros <strong>de</strong> ella y contemplaba cómo se<br />

<strong>de</strong>shacían las píldoras—. Ese no sabe con quién se enfrenta.<br />

—Seguramente me entrará el pánico más tar<strong>de</strong>, cuando piense que no las tengo.<br />

Son mi red <strong>de</strong> seguridad.<br />

—Supongo que si necesitas una red el doctor te hará una receta.<br />

—Sí, supongo que sí.<br />

Reece suspiró. «Las he tirado por el <strong>de</strong>sagüe para <strong>de</strong>mostrar algo», pensó.<br />

—Me reservaré esa posibilidad —añadió—, y a ver cómo me va sin red.<br />

Brody pensó en el álbum <strong>de</strong> fotos que había escondido creyendo que la<br />

protegía. Se dio cuenta <strong>de</strong> que lo que necesitaba no era protección, sino fe. Necesitaba<br />

que alguien creyese que estaba equilibrada.<br />

—Hay otra cosa. Va a afectarte un poco más que esto.<br />

—¿Qué?<br />

Mientras ella miraba a su alre<strong>de</strong>dor en busca <strong>de</strong> la trampa, él fue hasta el<br />

or<strong>de</strong>nador portátil y sacó el pequeño álbum.<br />

—Lo ha hecho para trastornarte. No le permitas que gane.<br />

Reece abrió el álbum. Esta vez no le temblaron las manos sino el corazón.<br />

—¿Cómo ha podido hacerles esto? Con todo lo que pasaron y todo lo que<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

perdieron, y los tacha como si no fuesen nada.<br />

—Para él no lo son.<br />

—Yo jamás habría hecho esto —dijo—. Por muy mal que estuviese, nunca lo<br />

habría hecho. Ha cometido un error, porque sé a ciencia cierta que esto no lo he<br />

hecho yo. Les quería, nunca habría tratado <strong>de</strong> borrarlos.<br />

Paso todas las hojas, como había hecho Brody, recorriendo con un <strong>de</strong>do los<br />

rostros tapados <strong>de</strong> quienes habían muerto. Luego cerró el álbum.<br />

—Cabrón. Cabrón <strong>de</strong> mierda. No, no ganará —dijo antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar el álbum<br />

sobre el escritorio—. No lo conseguirá.<br />

Brody se le acercó; Reece se volvió y se apoyó en él.<br />

—Puedo sustituir la mayoría <strong>de</strong> las fotos. Mi abuela tiene copias <strong>de</strong> algunas.<br />

Pero la foto <strong>de</strong> grupo era la única que tenía <strong>de</strong> todos nosotros.<br />

—Tal vez los familiares tengan copias.<br />

—Claro, supongo —respondió ella, más relajada, mientras se arreglaba el<br />

cabello—. Puedo ponerme en contacto con ellos y pedir una copia. Puedo hacer eso.<br />

Tengo que volver abajo a terminar mi turno.<br />

—Cuando acabe, bajaré yo también —dijo Brody acariciándole el pelo—.<br />

Después podríamos hacer algo, dar una vuelta en coche o pedir prestada una barca.<br />

—Estupendo. Estoy bien. No pasa nada.<br />

Pete, que había vuelto a reincorporarse al trabajo, le guiñó el ojo cuando entró<br />

en la cocina.<br />

—Tu sándwich <strong>de</strong> pollo teriyaki ha tenido mucho éxito entre los clientes<br />

madrugadores <strong>de</strong>l almuerzo. Lo están pidiendo mucho, y los platos vuelven vacíos.<br />

—Fantástico.<br />

—Te has pasado con el <strong>de</strong>scanso —dijo Joanie <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la panilla.<br />

—Lo siento. Me quedare un rato <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi turno.<br />

—¿Brody está pintando arriba?<br />

Reece <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> lavarse las manos.<br />

—¿Cómo lo sabes?<br />

—Ha venido Cari a tomar un café y le ha dicho a Linda-Gail que Brody había<br />

ido a la tienda a comprar pintura y otras cosas. El coche <strong>de</strong> Brody sigue ahí enfrente.<br />

Solo hay que sumar dos y dos.<br />

—Sí, me está haciendo un favor.<br />

—Más vale que no haya elegido un color extravagante.<br />

—Es un azul muy claro. Es solo el baño... Le hacía falta.<br />

—Des<strong>de</strong> luego. —Joanie apiló una generosa ración <strong>de</strong> carne en un panecillo<br />

alargado y añadió unos huevos—. Es agradable que un hombre se haga cargo <strong>de</strong><br />

algunas tareas.<br />

—Sí que lo es.<br />

Después <strong>de</strong> secarse las manos, Reece cogió la siguiente nota <strong>de</strong> la fila.<br />

—No recuerdo que Brody haya hecho algo así por ninguna otra mujer <strong>de</strong> por<br />

aquí. ¿Tú qué dices, Pete?<br />

—La verdad es que no.<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Pete tenía razón en lo <strong>de</strong>l teriyaki. Habían pedido otros dos, uno con aros <strong>de</strong><br />

cebolla y otro para acompañar la sopa <strong>de</strong> judías negras. Reece se puso a trabajar.<br />

—Los dos sabéis que me acuesto con él —dijo como quien no quiere la cosa—.<br />

No es raro que un hombre haga algunas tareas para la mujer que se acuesta con él.<br />

—No eres la primera mujer con la que se acuesta —comentó Joanie—, pero a<br />

ninguna le ha pintado el baño a cambio <strong>de</strong> ese privilegio.<br />

—Tal vez yo sea más buena en la cama.<br />

Joanie soltó una carcajada mientras echaba unas patatas fritas en el plato <strong>de</strong>l<br />

bocadillo y añadió un cucharón <strong>de</strong> ensalada <strong>de</strong> col.<br />

—¡Pedido listo! ¿Cómo va eso, Denny?<br />

—No me puedo quejar, Joanie —respondió el ayudante <strong>de</strong>l sheriff, <strong>de</strong> pie ante<br />

la barra—. Me ha mandado el jefe. Quiere que Reece vaya a la comisaría unos<br />

minutos, si pue<strong>de</strong>s prescindir <strong>de</strong> ella.<br />

—Puñeta, Denny, acaba <strong>de</strong> volver <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scanso y esto se está empezando a<br />

llenar.<br />

—Bueno... —Denny se metió una mano bajo la gorra <strong>de</strong> servicio para rascarse la<br />

cabeza—. Es que... ¿Puedo pasar ahí atrás un momento?<br />

Con expresión agraviada, Joanie le animó a pasar.<br />

—¿Qué pasa? —susurró Linda-Gail, acercándose a la barra.<br />

—Nada que te importe tanto como llevarle ese pedido a un cliente. —Joanie<br />

volvió a la cocina—. Bueno, ¿por qué quiere Rick <strong>de</strong>jarme sin cocinera a mediodía<br />

cuando estoy <strong>de</strong> trabajo hasta las cejas?<br />

—¿El sheriff quiere verme? —preguntó Reece, levantando la mirada <strong>de</strong>l pollo<br />

que chisporroteaba.<br />

—Le gustaría que fuese a la comisaría un par <strong>de</strong> minutos. La cuestión es que...<br />

No he querido dar muchos <strong>de</strong>talles ahí fuera, don<strong>de</strong> come la gente y eso —le dijo<br />

Denny a Joanie—. La cuestión es que han encontrado el cadáver <strong>de</strong> una mujer en los<br />

pantanos <strong>de</strong> Moose Ponds. Reece, el sheriff tiene un par <strong>de</strong> fotos que cree que <strong>de</strong>bería<br />

ver, por si es la que dijo... quiero <strong>de</strong>cir... la que vio junto al río.<br />

—Ve con él —dijo Joanie en tono enérgico.<br />

—Sí —respondió la joven con voz apagada—. Sí, <strong>de</strong>bería... Acabo este pedido y<br />

voy.<br />

—Ya acabo yo el puñetero pedido. Pete, sube corriendo a buscar a Brody.<br />

—No, no, no le molestes —pidió Reece mientras se quitaba el <strong>de</strong>lantal con<br />

expresión ausente—. No pasa nada. Vámonos ya.<br />

Pete esperó a que Reece no pudiese oírle.<br />

—¿Quieres que suba a buscar a Brody?<br />

—Ha dicho que no. Reece sabe lo que quiere —respondió Joanie, pero había<br />

preocupación en su rostro cuando volvió a la parrilla.<br />

Como Denny había llevado el coche oficial, el viaje fue rápido. Reece no tuvo<br />

tiempo <strong>de</strong> asimilar la i<strong>de</strong>a ni <strong>de</strong> obsesionarse. Todo acabará en unos minutos, pensó.<br />

Y entonces <strong>de</strong>jaría todo aquello atrás, o al menos lo intentaría.<br />

—Voy a llevarla directamente al <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Rick. —Denny le dio una<br />

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palmadita vacilante cuando bajaron <strong>de</strong>l coche—. ¿Quiere café? ¿Agua?<br />

—No, no, estoy bien. —Se dijo que ni siquiera conseguiría tragar saliva—. ¿Sabe<br />

cómo fue... cómo murió?<br />

—Más vale que hable con el sheriff —dijo Denny mientras le abría la puerta.<br />

Hank levantó la vista <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la mesa <strong>de</strong> trámites y tapó el teléfono con una<br />

mano.<br />

—Un grupo <strong>de</strong> turistas chalados persiguiendo a un búfalo con un todoterreno<br />

para sacar fotos <strong>de</strong> acción. Ahora tenemos un todoterreno acci<strong>de</strong>ntado y un búfalo<br />

cabreado. Hola, Reece —le dijo esbozando una sonrisa—. ¿Va todo bien?<br />

—Sí.<br />

—Denny, voy a necesitar que salgas con Lynt, que traigáis a ese grupo y<br />

remolquéis el vehículo. Vaya puñado <strong>de</strong> gilipollas. Disculpe, Reece.<br />

—Voy al <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>l sheriff Mardson.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> están? —oyó que preguntaba Denny mientras se alejaba.<br />

La puerta estaba abierta y Mardson acudía ya a recibirla.<br />

—Gracias por venir.<br />

—Encontraron a alguien. Una mujer. Un cadáver.<br />

—Siéntese —le pidió tomándola <strong>de</strong>l brazo con suavidad y acompañándola a<br />

una silla—. Unos niños la encontraron. Coinci<strong>de</strong> con su <strong>de</strong>scripción. Tengo varias<br />

fotos. Le advierto que no resultan agradables, pero si pue<strong>de</strong> mirarlas dígame si cree<br />

que es la mujer que vio; eso nos sería muy útil.<br />

—¿La estrangularon?<br />

—Parece ser que la maltrataron bastante. ¿Cree que pue<strong>de</strong> mirar las fotos?<br />

—Puedo.<br />

Entrelazó las manos con fuerza sobre el regazo para infundirse ánimos mientras<br />

el cogía un expediente <strong>de</strong> su escritorio.<br />

—Tómese el tiempo que necesite.<br />

El sheriff se sentó en la otra silla y luego le tendió una foto. Reece no la cogió;<br />

no podía separar los <strong>de</strong>dos. Pero miró.<br />

Luego apartó la vista con el aliento entrecortado.<br />

—Está... ¡Oh, Dios mío!<br />

—Ya sé que es duro. Ha pasado algún tiempo en el pantano. Tal vez uno o dos<br />

días. El forense tiene que <strong>de</strong>terminar el momento <strong>de</strong> la muerte y todo eso.<br />

—¿Uno o dos días? Pero han pasado semanas.<br />

—Si se marchó con él aquel día, si estaba herida pero no muerta, esto pudo<br />

ocurrir más tar<strong>de</strong>. —Cuando ella empezó a sacudir la cabeza, Rick levantó una mano<br />

y añadió—: ¿Pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir, sin la menor duda, que no podía seguir viva?<br />

Reece <strong>de</strong>seó asegurarlo, pero ¿cómo podía hacerlo?<br />

—No tengo apenas dudas.<br />

—Eso basta por ahora. ¿Es esta la mujer que vio, Reece?<br />

Apretó sus propios <strong>de</strong>dos hasta sentir dolor, y lo utilizó para forzarse a mirar<br />

<strong>de</strong> nuevo.<br />

La cara estaba golpeada, hinchada, cubierta <strong>de</strong> cortes sin sangre hasta la<br />

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garganta, que se veía irritada y enrojecida. Las criaturas <strong>de</strong>l pantano también la<br />

habían probado. Había oído tiempo atrás que los peces y los pájaros suelen atacar<br />

primero los ojos. Ahora sabía que era cierto.<br />

Tenía el cabello oscuro y largo. Sus hombros parecían estrechos.<br />

Reece trató <strong>de</strong> superponer el recuerdo <strong>de</strong> la mujer que había visto sobro el<br />

rostro asolado <strong>de</strong> esta.<br />

—No... Parece más joven, y el pelo... el pelo parece más corto. No lo sé.<br />

—Aquel día estaba a mucha distancia.<br />

—Él no la golpeó. Su cara... esta cara... alguien la golpeó. Él solo la tiró al sucio<br />

<strong>de</strong> un empujón antes <strong>de</strong>... No le golpeó así en la cara.<br />

Rick permaneció en silencio unos momentos y, cuando Reece volvió a apartar la<br />

mirada, puso la foto boca abajo.<br />

—Podría ser que no estuviese muerta cuando usted corrió a buscar ayuda. Que<br />

él se la llevase a rastras y borrase sus huellas. Tal vez ella volvió en sí e hicieron las<br />

paces por un tiempo. A lo mejor viajaron por la zona. Tuvieron otra pelea un par <strong>de</strong><br />

semanas <strong>de</strong>spués, y fue entonces cuando ocurrió lo <strong>de</strong>más. Si un hombre pone una<br />

vez las manos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l cuello <strong>de</strong> una mujer, pue<strong>de</strong> volver a hacerlo.<br />

—Lo <strong>de</strong>más.<br />

—Tenemos que esperar a que le hagan la autopsia y a que procesen otras<br />

pruebas. Yo digo que hay bastantes posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> que esta sea la mujer que vio.<br />

Pero si pudiese echarle otro vistazo cuando se sienta más relajada, sería muy útil. No<br />

llevaba documentación. Han tomado sus huellas, pero no constan en los archivos <strong>de</strong><br />

la policía. Utilizarán la i<strong>de</strong>ntificación <strong>de</strong>ntal y revisarán la lista <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecidos.<br />

Pero si supiéramos que estuvo en el lugar don<strong>de</strong> usted vio a aquellas dos personas, si<br />

supiéramos que estuvo con el hombre que usted vio, eso también podría ser útil.<br />

Reece le miró a los ojos con serenidad.<br />

—No me creyó. No creyó que viese lo que dije, ni siquiera que alguien hubiese<br />

estado allí.<br />

—Tenía mis dudas, no voy a engañarla. Eso no significa que no haya<br />

investigado el asunto o que no siga haciéndolo.<br />

—Está bien.<br />

Esta vez Reece alargó el brazo para coger la fotografía. La conmoción había<br />

disminuido, y ahora observo el rostro con compasión.<br />

—No lo sé —añadió—. Lo siento. Quisiera po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>cir que esta es la mujer que<br />

vi, pero no puedo. Creo que era mayor que esta, y que tenía el pelo más largo y la<br />

cara más estrecha, pero no estoy segura. Si cuando la i<strong>de</strong>ntifiquen pudiera ver una<br />

foto <strong>de</strong> ella antes <strong>de</strong> que le hiciesen esto, creo que podría <strong>de</strong>cir sí o no con mucha más<br />

certeza.<br />

—De acuerdo —dijo el sheriff cogiendo la foto; luego le apretó una mano, fría<br />

como si hubiese estado metida en un congelador—. Sé que esto ha sido duro para<br />

usted. ¿Quiere un poco <strong>de</strong> agua?<br />

—No, gracias.<br />

—Cuando la i<strong>de</strong>ntifiquen, la llamaremos. Le agra<strong>de</strong>zco que haya venido. Le<br />

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diré a Denny que la acompañe.<br />

—Creo que ha tenido que irse.<br />

—Entonces la llevaré yo mismo.<br />

—Puedo ir caminando —afirmó Reece, aunque cuando se levantó le flaquearon<br />

las piernas—. O tal vez no.<br />

—La llevaré. ¿Quiere quedarse sentada unos minutos?<br />

Reece sacudió la cabeza.<br />

—Supongamos que está en lo cierto y que ella sobrevivió aquel día. ¿Por qué<br />

iba a quedarse con él? ¿Por qué iba a que darse <strong>de</strong> forma voluntaria con él <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> que intentase matarla?<br />

—La gente hace cosas inexplicables. Hank, acompaño a Reece a su casa. Y<br />

pue<strong>de</strong> que me equivoque —añadió Rick mientras cogía su sombrero <strong>de</strong>l perchero y<br />

abría la puerta—. Tal vez esto no tenga nada que ver con lo que usted vio el mes<br />

pasado. Pero por su <strong>de</strong>scripción, hay muchas posibilida<strong>de</strong>s.<br />

—No se ha <strong>de</strong>nunciado su <strong>de</strong>saparición porque estaba con él, y él no iba a<br />

<strong>de</strong>nunciarla.<br />

—Podría ser.<br />

Reece subió al coche y echó la cabeza hacia atrás.<br />

—Me gustaría estar segura <strong>de</strong> que es la misma mujer. Suena mucho más fácil<br />

<strong>de</strong>cir simplemente sí, es ella. Entonces esto habría acabado para mí; habría<br />

terminado.<br />

—Ahora <strong>de</strong>bería olvidarlo, al menos <strong>de</strong> momento. Deje que la policía haga su<br />

trabajo.<br />

—Me gustaría po<strong>de</strong>r hacerlo.<br />

Cuando se <strong>de</strong>tuvieron <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Joanie's, Reece levantó la mirada y vio que<br />

Brody salía en ese momento.<br />

Cuando la vio en el coche oficial, bajó los peldaños corriendo.<br />

—¿Qué pasa? ¿Qué ocurre?<br />

Parecía muy preocupado, y Reece no estaba acostumbrada a ver preocupación<br />

en su rostro. Su vientre se estremeció.<br />

—Encontraron el cadáver <strong>de</strong> una mujer, y he ido a ver las fotos... No sé si era<br />

ella. Tenía la cara <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong>sfigurada. No creo que fuese la mujer que vi, pero...<br />

—La encontraron en el pantano, cerca <strong>de</strong> Moose Ponds —explicó Rick mientras<br />

bajaba <strong>de</strong>l coche.<br />

—Voy a sentarme un momento antes <strong>de</strong> volver a<strong>de</strong>ntro. Necesito un poco más<br />

<strong>de</strong> aire. —Reece fue hasta la escalera y se <strong>de</strong>jó caer sentada.<br />

—Una mujer —le murmuró Rick a Brody—. Cabello largo y oscuro. Pruebas <strong>de</strong><br />

que fue estrangulada. Golpeada, violada. Tal vez ahogada. El forense <strong>de</strong>be <strong>de</strong> estar<br />

haciendo la autopsia en este momento. Unos niños la encontraron. Desnuda, sin<br />

documentación; no había ropa en la zona.<br />

—¿Cuándo la encontraron?<br />

—Ayer. Me lo han notificado hoy y tengo las fotos <strong>de</strong> la escena <strong>de</strong>l crimen.<br />

—Por el amor <strong>de</strong> Dios, Rick, ¿cómo <strong>de</strong>monios esperabas que Reece i<strong>de</strong>ntificase<br />

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a una mujer que lleva casi un puto mes en remojo en el pantano?<br />

—Uno o dos días —corrigió Rick—. Si Reece vio a alguien aquel día y esa mujer<br />

se alejó <strong>de</strong>l río por su propio pie o se la llevaron aún viva, podría ser ella. Necesitaba<br />

saber si Reece podía i<strong>de</strong>ntificarla. Lo ha aguantado bastante bien. Tiene agallas.<br />

—Deberías haberme llamado para que la acompañase. —Brody miró a Reece<br />

con el ceño fruncido—. Sabes <strong>de</strong> sobra que estamos liados.<br />

—Si ella hubiera querido que la acompañaras, te habría llamado. ¿Qué<br />

<strong>de</strong>monios tienes en el pelo?<br />

—Mierda. —Brody se pasó las manos por la cabeza—. Pintura. He pintado un<br />

poco arriba.<br />

—¿Ah, sí? —Rick enarcó las cejas—. Creo que estáis más liados <strong>de</strong> lo que<br />

pensaba.<br />

—Solo es pintura.<br />

Rick sonrió enseñando los dientes.<br />

—Un azul muy bonito. Cuando Debbie y yo nos liamos, como tú dices, me<br />

pidió que le arreglase el porche y luego que le comprara esto y lo otro en el mercado.<br />

Antes <strong>de</strong> que me diera cuenta, estaba alquilando un esmoquin y diciendo «Sí,<br />

quiero».<br />

—Vete a la mierda, Rick. Solo es pintura.<br />

—Por algo se empieza. —Se acercó a Reece y se agachó para que ella no tuviese<br />

que moverse—. ¿Ya se encuentra mejor?<br />

—Sí, estoy mejor. Gracias por traerme <strong>de</strong> vuelta.<br />

—Es parte <strong>de</strong>l servicio.<br />

—Sheriff... —le llamó mientras regresaba al coche—. ¿Me avisará en cuanto la<br />

i<strong>de</strong>ntifiquen?<br />

—Des<strong>de</strong> luego. Cuente con ello. Ahora cuí<strong>de</strong>se. Brody, si trata <strong>de</strong> ponerte un<br />

<strong>de</strong>lantal, estás perdido.<br />

—Que te...<br />

Pero Rick ya había subido al coche y cerraba la puerta.<br />

Al ver que Reece se levantaba, Brody se acercó a ella.<br />

—Subamos a coger lo que necesites. Lo llevaremos a mi casa y luego iremos a<br />

dar ese paseo o lo que sea.<br />

—No, tengo que volver al trabajo.<br />

—Joanie no va a <strong>de</strong>spedirte, por el amor <strong>de</strong> Dios.<br />

—Necesito el trabajo. Necesito el dinero. Y le <strong>de</strong>bo una hora extra. De todos<br />

modos, me encontraré mejor si estoy ocupada. ¿Aplazamos el paseo o lo que sea?<br />

—Vale —accedió él, antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>volverle la llave—. Estás ocupada. Estaré en<br />

casa si... Estaré en casa.<br />

—De acuerdo.<br />

Como Brody no hizo ningún movimiento, lo hizo ella: se estiró y le besó.<br />

—Considéralo eso un pequeño a<strong>de</strong>lanto por la pintura.<br />

—Creía que me ibas a pagar en comida.<br />

—Para empezar.<br />

— 211 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 19<br />

Joanie no le hizo preguntas ni consintió que nadie se las hiciese a no ser que<br />

guardaran relación con la comida.<br />

Cuando la clientela <strong>de</strong>l almuerzo disminuyó, se <strong>de</strong>dicó a mirar cómo Reece<br />

picaba cebolla y apio. La muchacha tenía con el cuchillo la misma velocidad y<br />

precisión que un jockey con su caballo, pero su mente estaba en otra parte.<br />

—Tu turno ha terminado —dijo Joanie.<br />

—He <strong>de</strong> recuperar el tiempo que me he tomado antes, y a<strong>de</strong>más andamos<br />

escasos <strong>de</strong> ensalada <strong>de</strong> patatas.<br />

—Te has tomado diez minutos y ya los has trabajado.<br />

Reece sacudió la cabeza sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> picar.<br />

—Me he pasado más <strong>de</strong> media hora con el sheriff.<br />

Joanie sintiéndose insultada, se puso en jarras.<br />

—¿He dicho algo <strong>de</strong> <strong>de</strong>scontarte eso? Dios santo.<br />

—Te <strong>de</strong>bo media hora. —Reece echó la cebolla y el apio sobre las patatas<br />

hervidas, cortadas en dados y enfriadas—. Esto estaría mejor con eneldo fresco.<br />

—Sí, claro, y yo estaría mejor con George Clooney y Harrison Ford en un trío,<br />

pero ninguna <strong>de</strong> nosotras va a conseguir su <strong>de</strong>seo. No oigo que se quejen los clientes,<br />

y he dicho que tu turno se ha acabado. No pago horas extra.<br />

—No quiero tus puñeteras horas extra. Quiero eneldo fresco y mi poco <strong>de</strong> puto<br />

curry... y queso que no parezca plástico. Y si los clientes no se quejan, es porque sus<br />

papilas gustativas están atrofiadas.<br />

—Siendo así —dijo Joanie mientras Pete se escabullía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el frega<strong>de</strong>ro hasta<br />

la puerta trasera—, no les importa una mierda el eneldo fresco.<br />

—Pues <strong>de</strong>bería. —Reece golpeó la encimera con el frasco <strong>de</strong>l aliño—. Debería<br />

importarte. ¿Por qué hay que arreglárselas y ya está? Estoy cansada <strong>de</strong> arreglármelas<br />

y ya está.<br />

—Entonces sal <strong>de</strong> mi cocina.<br />

—Vale. —Reece se arrancó el <strong>de</strong>lantal—. Vale. Me largo.<br />

Impulsada por una cólera justa, entró en el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Joanie, agarró su bolso<br />

y se dirigió a la puerta. Se <strong>de</strong>tuvo junto a una mesa en la que tres excursionistas<br />

acababan <strong>de</strong> comer y fingían no escuchar.<br />

—Comino —dijo señalando un cuenco <strong>de</strong> salsa—. Necesita comino.<br />

Y salió dando un portazo.<br />

—Comino, y una mierda —murmuró Joanie—. Pete, vuelve al trabajo. No te<br />

pago para que vayas por ahí poniendo cara <strong>de</strong> pena.<br />

—Podría ir tras ella.<br />

— 212 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—También podrías quedarte sin trabajo.<br />

«Comino», pensó Joanie con <strong>de</strong>sprecio mientras se dirigía con paso majestuoso<br />

a terminar la ensalada <strong>de</strong> patatas.<br />

Reece subió al coche con otro portazo. Se dijo que lo que <strong>de</strong>bía hacer era<br />

arrancar y no <strong>de</strong>tenerse. No necesitaba ese pueblo, esa gente, ese empleo ridículo, esa<br />

parodia <strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra cocina. Debía irse a Los Ángeles, eso <strong>de</strong>bía hacer. Ir a Los<br />

Ángeles y trabajar en un restaurante <strong>de</strong> verdad don<strong>de</strong> la gente entendiese que la<br />

comida no era solo algo que te metías en la boca.<br />

Salió <strong>de</strong>l coche <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la tienda. Le <strong>de</strong>bía tiempo a Joanie, pero la muy<br />

bor<strong>de</strong> no lo quería. Le <strong>de</strong>bía a Brody una cena por haber pintado el baño, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

luego iba a pagar su <strong>de</strong>uda.<br />

Abrió la puerta <strong>de</strong> un empujón y frunció el ceño ante el mostrador al ver que<br />

Mac le estaba cobrando a Debbie Manson.<br />

—Necesito avellanas —dijo en tono brusco.<br />

—Pues... no tenemos.<br />

¿Cómo <strong>de</strong>monios iba a preparar su pollo Frangelico sin avellanas?<br />

—¿Por qué no?<br />

—No hay mucha <strong>de</strong>manda, pero pue<strong>de</strong>s encargarlas.<br />

—Sí, ahora mismo eso me sirve <strong>de</strong> mucho.<br />

Se alejó como una flecha hacia la sección <strong>de</strong> comestibles para recorrer con la<br />

mirada las estanterías en busca <strong>de</strong> inspiración e ingredientes. «Es ridículo, absurdo<br />

—pensó—, tratar <strong>de</strong> hallar inspiración en el culo <strong>de</strong>l mundo.»<br />

—Mira por dón<strong>de</strong>, un milagro —murmuró—. Tomates secados al sol.<br />

Los echó en la cesta y se dispuso a escoger unos tomates frescos. «De<br />

inverna<strong>de</strong>ro —pensó, asqueada—. Envueltos en celofán, por el amor <strong>de</strong> Dios. Sin<br />

sabor, sin color.»<br />

Arreglárselas, eso era todo. Y a duras penas.<br />

Nada <strong>de</strong> champiñones, qué sorpresa. Nada <strong>de</strong> berenjenas, nada <strong>de</strong> alcachofas.<br />

Nada <strong>de</strong> puto eneldo fresco.<br />

—Hola, Reece.<br />

Mientras echaba en la cesta varios pimientos <strong>de</strong> evi<strong>de</strong>nte mala calidad, miró a<br />

Cas con el ceño fruncido.<br />

—Si te envía tu madre, ya pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cirle que no pienso volver.<br />

—¿Mi madre? Aún no he ido a verla. He visto tu coche ahí enfrente. Deja que te<br />

lleve eso.<br />

—Ya lo llevo yo —respondió ella al tiempo que arrastraba la cesta hasta <strong>de</strong>jarla<br />

fuera <strong>de</strong> su alcance—. Te dije que no me acostaría contigo, pero pue<strong>de</strong> que lo hayas<br />

olvidado.<br />

Cas abrió la boca, la cerró y carraspeó.<br />

—No, lo tengo bien presente. Escucha, solo he entrado porque he visto tu coche<br />

y he supuesto que estarías trastornada.<br />

—¿Por qué iba a estar trastornada? Patatas rojas, otro milagro.<br />

—Me he enterado <strong>de</strong> lo <strong>de</strong> la mujer que encontraron cerca <strong>de</strong> Moose Ponds. Las<br />

— 213 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

noticias como esa vuelan —añadió al ver que ella se limitaba a mirarle—. Tiene que<br />

haber sido muy <strong>de</strong>sagradable para ti.<br />

—Mucho más <strong>de</strong>sagradable para ella, diría yo.<br />

Reece fue a mirar las ban<strong>de</strong>jas <strong>de</strong> pechuga <strong>de</strong> pollo.<br />

—Es cierto, pero para ti no <strong>de</strong>be <strong>de</strong> haber sido fácil volver a verla, aunque sea<br />

en foto. Revivir el día en que la viste cuando estabas en el sen<strong>de</strong>ro... —Se removió<br />

inquieto al ver que ella no respondía—. Pero al menos ahora sabes que la han<br />

encontrado —añadió.<br />

—No sé si era la misma mujer que vi.<br />

—Claro que sí. Tenía que serlo.<br />

—¿Por qué?<br />

—Es lo lógico —dijo mientras la seguía hasta el mostrador—. Eso es lo que dice<br />

la gente.<br />

—La gente no sabe nada <strong>de</strong> nada, y no voy a <strong>de</strong>cir que la mujer que han<br />

encontrado es la mujer que vi solo para que la gente esté contenta.<br />

—En fin, caramba, Reece, eso no es lo que yo...<br />

—Es curioso. Ha hecho falta que unos críos encontraran un cadáver para que la<br />

gente <strong>de</strong> aquí <strong>de</strong>cida que al fin y al cabo no me lo inventé todo. «Oye, pue<strong>de</strong> que<br />

Reece no esté completamente loca.»<br />

Con más cuidado <strong>de</strong>l habitual, Mac puso la compra en una caja.<br />

—Nadie piensa que esté loca, Reece —dijo.<br />

—Des<strong>de</strong> luego que sí. Los chiflados siempre estarán chiflados. Así son las cosas.<br />

Sacó el mone<strong>de</strong>ro y vio con resignación que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pagar la cuenta solo le<br />

quedarían diez dólares y pico. Otra vez.<br />

—No <strong>de</strong>bería hablar así. —Mac cogió el dinero y le <strong>de</strong>volvió treinta y seis<br />

centavo—. Es insultante para usted misma y pata los <strong>de</strong>más.<br />

—Pue<strong>de</strong> ser. Es insultante ir por la calle o cruzar una habitación y que la gente<br />

te señale como esa pobre mujer <strong>de</strong>l Este o le mire <strong>de</strong> reojo como si fueses a <strong>de</strong>cir<br />

tonterías en cualquier momento. Pruebe a aguantar eso por un tiempo —sugirió<br />

mientras levantaba la caja—. Ya verá como empieza a cabrearse. Y tú, Cas, dile a tu<br />

madre que me <strong>de</strong>be veintiocho horas.<br />

Reece se dirigió a la puerta.<br />

—Dile que mañana pasaré a buscar mi cheque.<br />

El sonido <strong>de</strong> la puerta principal cerrándose <strong>de</strong> golpe sacó a Brody <strong>de</strong> una tensa<br />

escena entre su personaje principal y el hombre en el que no tenía más remedio que<br />

confiar.<br />

Soltó una palabrota y fue a coger el café, para <strong>de</strong>scubrir que ya se había<br />

terminado el tazón. Su primer impulso fue bajar para servirse más, pero oyó más<br />

golpes —¿las puertas <strong>de</strong> los armarios?— y <strong>de</strong>cidió permanecer fuera <strong>de</strong> la zona <strong>de</strong><br />

guerra y prescindir <strong>de</strong> la cafeína.<br />

Se frotó la nuca para aliviar su rigi<strong>de</strong>z, que atribuyó al esfuerzo <strong>de</strong> pintar el<br />

techo <strong>de</strong>l baño. Luego cerró los ojos y volvió a la escena.<br />

En algún momento creyó oír que abrían la puerta principal o la trasera, pero<br />

— 214 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

estaba en vena y siguió escribiendo hasta agotarla.<br />

Satisfecho, se apartó <strong>de</strong>l teclado. Aquel día Maddy y él habían hecho un viaje<br />

estupendo, y aunque a ella aún le quedaba mucho camino por recorrer, en ese<br />

momento él se merecía una cerveza fría y una ducha caliente.<br />

Pero la cerveza era lo primero. Mientras bajaba a buscar una, se frotó la cara con<br />

la mano. «Debería afeitarme», pensó distraído. Aquella tarea podía esperar dos o tres<br />

días cuando un hombre estaba solo, pero cuando una mujer entraba en la ecuación<br />

llegaba el momento <strong>de</strong> establecer secciones frecuentes con la maldita cuchilla.<br />

Se afeitaría en la ducha.<br />

Mejor aún, convencería a Reece para que se duchase con él. Afeitado, ducha,<br />

sexo. Luego una cerveza fría y una cena caliente.<br />

Le pareció un plan excelente.<br />

Le sorprendió no ver ninguna olla sobre el fuego. Se había acostumbrado a<br />

entrar en la cocina y encontrar algún guiso borboteando. También le sorprendió<br />

notar que esa ausencia le irritaba.<br />

Ningún guiso, nada <strong>de</strong> platos ni velas <strong>de</strong> colores sobre la mesa, y la puerta<br />

trasera abierta <strong>de</strong> par en par. Se olvidó <strong>de</strong> afeitarse y se acercó a la puerta.<br />

Reece estaba sentada en el porche trasero con una botella <strong>de</strong> vino. Por el vino<br />

que faltaba en la botella, <strong>de</strong>dujo que llevaba un rato sentada allí.<br />

Salió y se sentó junto a ella.<br />

—¿Celebras una fiesta?<br />

—Claro —contestó ella alzando la copa—. Una gran fiesta. Aquí pue<strong>de</strong>s<br />

comprar una botella <strong>de</strong> vino muy <strong>de</strong>cente, pero intenta conseguir una puñetera<br />

ramita <strong>de</strong> eneldo fresco o unas avellanas <strong>de</strong> mierda.<br />

—La semana pasada me quejé <strong>de</strong> eso al alcal<strong>de</strong>.<br />

—Tú no reconocerías el eneldo fresco aunque te lo metiese por la nariz —<br />

respondió ella antes <strong>de</strong> dar un trago <strong>de</strong> vino y señalarle con la copa—. Y eres <strong>de</strong><br />

Chicago. Deberías tener cierto nivel.<br />

—Estoy muy avergonzado.<br />

Y ella estaba muy borracha.<br />

—Iba a preparar pollo Frangelico, pero no hay avellanas. Entonces he pensado<br />

en hacer pollo asado a la italiana. Los tomates son una basura, y la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> encontrar<br />

parmesano fresco y no seco y <strong>de</strong> lata parece un chiste.<br />

—Vaya tragedia.<br />

—¡Es importante!<br />

—Eso parece. Vamos, flaca, estás trompa. Vamos arriba para que puedas<br />

dormir la mona.<br />

—No he acabado <strong>de</strong> entromparme.<br />

—Bueno, ya te las apañarás luego con la resaca.<br />

Brody consi<strong>de</strong>ró un gesto <strong>de</strong> amabilidad agarrar la botella, beber a morro y por<br />

lo menos ahorrarle esa cantidad <strong>de</strong> vino al organismo <strong>de</strong> ella.<br />

—Si quiere preparar ensalada <strong>de</strong> patatas con salsa <strong>de</strong> frasco y sin eneldo, que lo<br />

haga. Yo me <strong>de</strong>spido.<br />

— 215 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Brody <strong>de</strong>dujo que se refería a Joanie.<br />

—Así apren<strong>de</strong>rá —dijo.<br />

—Sigan a<strong>de</strong>lante, arréglenselas, no llamen la atención, por favor, ocúpense <strong>de</strong><br />

sus asuntos. —Reece empezó a agitar las manos con gestos <strong>de</strong>scontrolados, por lo<br />

que Brody apoyó la suya en la copa para evitar que el vino le salpicase—. Estoy<br />

cansada. Estoy cansada <strong>de</strong> todo. De aceptar un empleo para el que estoy tan<br />

sobradamente cualificada que podría hacerlo con los ojos vendados y con una sola<br />

mano, <strong>de</strong> vivir en un apartamento diminuto encima <strong>de</strong> una casa <strong>de</strong> comidas. De<br />

per<strong>de</strong>r el tiempo, eso es todo. De per<strong>de</strong>rlo.<br />

El reflexionó y tomó otro trago <strong>de</strong> vino. «No solo está trompa—pensó—. Se<br />

rego<strong>de</strong>a.»<br />

—¿Piensas pasarte mucho más tiempo quejándote y lamentándote? Porque si<br />

eso es todo lo que me espera, te <strong>de</strong>jo que sigas y continuó trabajando un par <strong>de</strong> horas<br />

más.<br />

—¡Qué típico! Hombre tenías que ser. Si no se habla <strong>de</strong> ti, no vale la pena<br />

escuchar. ¿Qué <strong>de</strong>monios hago contigo?<br />

—¿Ahora mismo? Estás emborrachándote en mi porche trasero, rego<strong>de</strong>ándote y<br />

fastidiándome.<br />

Aunque los ojos <strong>de</strong> Reece estuviesen vidriosos, seguían teniendo fuerza cuando<br />

le miraban.<br />

—Eres egoísta, egocéntrico y brusco. Lo único que echarás <strong>de</strong> menos cuando me<br />

vaya será tu cena caliente. Pues vete al infierno, Brody. Iré a rego<strong>de</strong>arme a otra parte,<br />

—Se levantó, y se tambaleó un poco cuando el vino chapoteó en su cabeza con tanta<br />

inestabilidad como en la copa—. No <strong>de</strong>bería haber parado en este pueblo tan cutre.<br />

Debería haberte mandado a la mierda la primera vez que te acercaste a mí. Debería<br />

haberle dicho a Mardson que esa era la mujer que vi. Debería haberlo dicho y<br />

olvidarme <strong>de</strong> todo. Pues eso es lo que voy a hacer.<br />

Dio unos pasos vacilantes hacia la cocina.<br />

—Pero no en ese or<strong>de</strong>n —añadió—. Tú primero. Vete a la mierda.<br />

Al llegar a la cocina fue a coger el bolso, pero él fue más rápido.<br />

—¡Eh! —exclamó ella mientras intentaba agarrarlo—. Es mío.<br />

—Pue<strong>de</strong>s quedarte el bolso, pero no esto —replicó Brody mientras sacaba las<br />

llaves <strong>de</strong> la cremallera interior, exactamente don<strong>de</strong> había dicho que las guardaba.<br />

Observó que incluso furiosa y mareada seguía siendo or<strong>de</strong>nada. Sacó <strong>de</strong>l llavero la<br />

llave <strong>de</strong>l coche, <strong>de</strong>jó caer el llavero con las llaves <strong>de</strong>l apartamento sobre la mesa y<br />

luego se metió en el bolsillo la llave <strong>de</strong>l coche—. Vete don<strong>de</strong> te dé la gana, pero no en<br />

coche. Vas a tener que andar.<br />

—Vale, iré andando a la oficina <strong>de</strong>l supercumplidor sheriff Mardson, le diré lo<br />

que quiere oír y luego me lavaré las manos. Y me olvidaré <strong>de</strong> ti y <strong>de</strong> este sitio.<br />

Estaba a medio camino <strong>de</strong> la puerta cuando el vientre se le retorció como un<br />

trapo mojado entre dos puños. Se llevó las manos al estómago y salió corriendo hacia<br />

el baño.<br />

El fue tras ella. No le extrañaba que estuviese hecha polvo. En realidad pensó<br />

— 216 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

que era mejor así. Aquella era la forma que tenía el cuerpo <strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse contra la<br />

idiotez excesivamente indulgente <strong>de</strong> su propietaria.<br />

Así que le sostuvo la cabeza y le puso un paño mojado en la mano cuando todo<br />

acabó.<br />

—¿Estás ya dispuesta a dormir la mona?<br />

Reece se quedó don<strong>de</strong> estaba, con el paño contra la cara.<br />

—¿No podrías <strong>de</strong>jarme en paz?<br />

—Nada me gustaría más. Dame un minuto. —La levantó y Reece emitió un<br />

débil gemido—. Si vas a volver a echar las papas, avísame.<br />

Reece sacudió la cabeza y cerró los ojos. Sus negras pestañas húmedas se<br />

apoyaron sobre su piel, blanca como una sábana. Él la llevó arriba y la tendió en la<br />

cama. Le echó una manta por encima y, como precaución, trasladó la papelera <strong>de</strong>l<br />

dormitorio junto a la cama.<br />

—Duérmete —se limitó a <strong>de</strong>cir antes <strong>de</strong> salir.<br />

Sola, Reece se acurrucó <strong>de</strong> lado y, tiritando, se subió la manta hasta la barbilla.<br />

Se prometió marcharse en cuanto recuperase el calor y el equilibrio.<br />

Sin embargo, se durmió enseguida.<br />

Soñó que iba en una noria. Color y movimiento, y ese círculo rápido y<br />

emocionante. Al principio, sus gritos eran <strong>de</strong> alegría.<br />

¡Yupi!<br />

Pero se puso a girar más y más <strong>de</strong>prisa, mientras la música sonaba más y más<br />

fuerte. La alegría se convirtió en malestar.<br />

Reduzcan la marcha. Por favor, ¿pue<strong>de</strong>n reducir la marcha?<br />

Aún más <strong>de</strong>prisa, más <strong>de</strong>prisa hasta que los gritos que oía se tiñeron <strong>de</strong> terror.<br />

Cuando la noria se puso a oscilar locamente <strong>de</strong> un lado a otro, el pánico le atenazó la<br />

garganta.<br />

Esto no es seguro. Quiero bajar. ¡Paren la noria! ¡Paren y déjenme bajar!<br />

Pero la velocidad lo volvió todo borroso y la música retumbó a su alre<strong>de</strong>dor.<br />

Luego la noria emprendió el vuelo, la alejó <strong>de</strong> las luces y la llevó a la oscuridad.<br />

Abrió los ojos <strong>de</strong> golpe. Clavó los <strong>de</strong>dos en las sábanas y sus propios gritos sin<br />

aliento resonaron en su cabeza.<br />

Se aseguro <strong>de</strong> que no volaba por el aire. No giraba hacia una muerte segura.<br />

Solo era un sueño, una pesadilla. Mientras regulaba su respiración, inmóvil, trató <strong>de</strong><br />

situarse.<br />

Había una lámpara junto a la cama, y en el pasillo brillaba una luz. Por un<br />

momento no recordó nada. Cuando el recuerdo volvió, solo <strong>de</strong>seó cubrirse la cabeza<br />

con las mantas y volver al olvido.<br />

Hasta la noria sería más fácil <strong>de</strong> afrontar.<br />

¿Cómo podía presentarse ante él? ¿Cómo podía presentarse ante nadie? Quiso<br />

buscar sus llaves y luego salir furtivamente <strong>de</strong>l pueblo, como una ladrona.<br />

Se incorporó sobre un codo, esperó a ver si su estómago aguantaba y luego se<br />

sentó. Había una taza plateada sobre la mesita <strong>de</strong> noche. Desconcertada, olió el<br />

contenido.<br />

— 217 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Su té. Brody le había preparado su té y se lo había <strong>de</strong>jado cerca para que lo<br />

encontrase caliente al <strong>de</strong>spertar.<br />

Si le hubiese recitado a Keats inundándola <strong>de</strong> flores blancas, Reece no se habría<br />

sentido más conmovida. Le había dicho cosas horribles, se había comportado <strong>de</strong><br />

forma abominable. Y él le había preparado su té.<br />

Bebió un sorbo y <strong>de</strong>jó que se <strong>de</strong>slizase garganta abajo hasta calmar su<br />

maltratado estómago. Oyó el sonido <strong>de</strong>l teclado y cerró los ojos con fuerza, tratando<br />

<strong>de</strong> armarse <strong>de</strong> valor. Tras titubear un poco, se levantó para afrontar las<br />

consecuencias.<br />

Cuando cruzó el umbral <strong>de</strong> su estudio, Brody la miró y se limitó a alzar esa ceja.<br />

«Es curioso —pensó Reece— cuántas expresiones pue<strong>de</strong> transmitir ese<br />

movimiento. Interés, diversión, irritación. ¿Y en este momento? Aburrimiento<br />

absoluto.»<br />

Reece habría preferido una buena bofetada.<br />

—Gracias por el té.<br />

Brody permaneció en silencio, esperando, y ella se dio cuenta <strong>de</strong> que no tenía<br />

valor suficiente para empezar.<br />

—¿Puedo tomar un baño? —añadió.<br />

—Ya sabes dón<strong>de</strong> está la bañera.<br />

Brody volvió a teclear, a sabiendas <strong>de</strong> que luego tendría que borrar el<br />

galimatías que apareció en la pantalla. Reece parecía un fantasma <strong>de</strong> ojos negros y su<br />

voz era la <strong>de</strong> un niño arrepentido. No le gustaba.<br />

Cuando ella se marchó, Brody esperó hasta oír que el agua empezaba a llenar la<br />

bañera. Entonces borró lo último que había escrito, <strong>de</strong>sconectó el or<strong>de</strong>nador y bajó a<br />

prepararle una sopa.<br />

No estaba cuidando <strong>de</strong> ella; aún estaba <strong>de</strong>masiado cabreado para consi<strong>de</strong>rarlo.<br />

Hacía lo que solía hacerse cuando alguien se encontraba mal. Un poco <strong>de</strong> sopa, tal<br />

vez unas tostadas. Lo mínimo.<br />

Se preguntó qué cantidad <strong>de</strong>l veneno que tenía en su interior había conseguido<br />

expulsar junto con el vino.<br />

Si Reece volvía a vomitarle insultos, él iba a...<br />

«Nada», pensó. Se dio cuenta <strong>de</strong> que no estaba cabreado con ella. Estaba<br />

cabreado consigo mismo. Debería haber previsto que explotaría en algún momento.<br />

Se había controlado muy bien, y había conseguido levantarse <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cada<br />

puñetazo. Pero se había tragado el miedo, la rabia, las heridas. Tar<strong>de</strong> o temprano<br />

tenían que <strong>de</strong>sbordarse.<br />

«Y ese día es hoy», se dijo.<br />

La repugnante guerra psicológica que alguien le estaba haciendo, tener que<br />

mirar fotos <strong>de</strong> una mujer muerta... Brody no sabía nada <strong>de</strong> eneldo fresco, pero era<br />

evi<strong>de</strong>nte que eso había sido la gota que colma el vaso.<br />

Ahora se disculparía, y él no quería sus malditas disculpas. Probablemente le<br />

diría que tenía que irse, que tenía que buscar otro refugio contra su tormenta<br />

personal, y él no quería que se fuese. No quería per<strong>de</strong>rla.<br />

— 218 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Y eso era humillante.<br />

Cuando Reece entró, tenía el pelo húmedo y olía a jabón. Vio que se había<br />

esforzado por disimular el llanto, y al saber que había estado sollozando en su<br />

bañera sintió otro puñetazo en el corazón.<br />

—Brody, estoy tan...<br />

—Hay sopa —la interrumpió—. No es pollo asado a la italiana, sea lo que sea<br />

eso, pero tendrás que conformarte.<br />

—Has hecho sopa.<br />

—La receta <strong>de</strong> mi madre. Abres una lata, viertes el contenido en un cuenco y lo<br />

metes en el microondas. Es famosa en el mundo entero.<br />

—Tiene que estar <strong>de</strong>liciosa. Brody, perdóname, me siento muy avergonzada.<br />

—Pero ¿tienes hambre?<br />

Reece se llevó los <strong>de</strong>dos a los ojos. Los labios le temblaban.<br />

—No lo hagas —dijo él con una dureza bajo la que se adivinaba una pizca <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sesperación—. Estoy al límite en cuanto a ese tipo <strong>de</strong> cosas. ¿Quieres la sopa o no?<br />

—Sí —contestó ella, <strong>de</strong>jando caer las manos—. Sí, quiero la sopa. ¿Tú no<br />

quieres?<br />

—He cenado un bocadillo mientras yacías arriba en coma etílico.<br />

Reece hizo un sonido a medio camino entre la carcajada y el sollozo.<br />

—Lo que te he dicho no iba en serio.<br />

—Come y calla.<br />

—Por favor, <strong>de</strong>ja que diga esto.<br />

Brody se encogió <strong>de</strong> hombros, puso el cuenco <strong>de</strong> sopa sobre la mesa y se dio<br />

cuenta <strong>de</strong> que parpa<strong>de</strong>aba sorprendida al ver que también ponía un plato <strong>de</strong><br />

tostadas untadas con mantequilla.<br />

—No iba en serio. Eres brusco, pero a mí ya me está bien. No eres egoísta, o al<br />

menos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi punto <strong>de</strong> vista tu egoísmo es muy saludable. No quiero que te vayas<br />

al infierno.<br />

—Eso no pue<strong>de</strong>s escogerlo tú.<br />

—Como estaba borracha, no recuerdo si he dicho algo más por lo que <strong>de</strong>ba<br />

disculparme. Si quieres que me marche, me iré.<br />

—Si quisiera que te marcharas, ¿por qué me habría tomado tantas molestias en<br />

prepararte la famosa sopa <strong>de</strong> mi madre?<br />

Reece se le acercó, le abrazó y apretó la cara contra su pecho.<br />

—Me he <strong>de</strong>rrumbado.<br />

—No es verdad. —Brody no pudo evitarlo. No pudo evitar darle un beso en la<br />

cabeza—. Has tenido una rabieta <strong>de</strong> borracha.<br />

—Varias rabietas, y solo la última ha sido consecuencia <strong>de</strong>l alcohol.<br />

—Parece una conversación interesante para la cena.<br />

Brody la guió hasta una silla y se sirvió café antes <strong>de</strong> sentarse frente a ella.<br />

Mientras se tomaba la sopa, Reece lo confesó todo.<br />

—No he <strong>de</strong>jado títere con cabeza. Por suerte, este es un pueblo pequeño y no se<br />

me han puesto muchos a tiro. El caso es que al final me he quedado sin trabajo y<br />

— 219 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

seguramente sin apartamento. Y si mi amante no tuviese las espaldas tan anchas,<br />

creo que me habría quedado también sin él.<br />

—¿Quieres recuperar el trabajo y el apartamento?<br />

—No lo sé —respondió ella mientras arrancaba un trozo <strong>de</strong> una tostada y lo<br />

<strong>de</strong>smigaba en el plato—. Tal vez <strong>de</strong>bería consi<strong>de</strong>rar el día <strong>de</strong> hoy como una señal <strong>de</strong><br />

que ha llegado el momento <strong>de</strong> marcharme.<br />

—¿Adón<strong>de</strong>?<br />

—Sí, buena pregunta. Puedo arrodillarme ante Joanie y jurar que no volveré a<br />

mencionar las hierbas frescas.<br />

—O pue<strong>de</strong>s volver mañana al trabajo y encen<strong>de</strong>r la parrilla, o lo que suelas<br />

hacer.<br />

Reece levantó la mirada con la confusión pintada en sus cansados ojos.<br />

—¿Así <strong>de</strong> sencillo?<br />

—No es la primera bronca en Joanie's. ¿Qué quieres, Reece?<br />

—Me gustaría rebobinar. Pero como eso no es posible, me enfrentaré a las<br />

consecuencias —dijo mientras arrancaba otro trozo <strong>de</strong> tostada, que esta vez se<br />

comió—. Mañana hablare con Joanie y veremos qué pasa.<br />

—No te pregunto eso. ¿Quieres marcharte o quieres quedarte?<br />

Reece se levantó y llevó el cuenco al frega<strong>de</strong>ro.<br />

—Me gusta lo que veo cuando paseo por el pueblo. Me gusta que la gente me<br />

salu<strong>de</strong> cuando paso con el coche o que se pare a hablar conmigo cuando voy a pie.<br />

Me gusta oír que Linda-Gail se ríe al apuntar los pedidos, y la forma <strong>de</strong> cantar <strong>de</strong><br />

Pete cuando friega los platos. —Se volvió y se apoyó contra el frega<strong>de</strong>ro—. Me<br />

encanta sentir el aire en la piel, y cualquier día <strong>de</strong> estos los campos van a florecer.<br />

Pero hay otros lugares con vistas bonitas y gente simpática. El problema es que no<br />

están aquí. El problema es que tú no estás en ellos. Por eso quiero quedarme.<br />

Brody se levantó, se acercó a ella y, en un gesto más tierno <strong>de</strong> lo que Reece<br />

jamás hubiese esperado <strong>de</strong> él, le apartó el cabello <strong>de</strong> la cara.<br />

—Eso es también lo que yo quiero. Quiero que te que<strong>de</strong>s.<br />

Cuando la besó, con mucha suavidad, Reece levantó los brazos para ro<strong>de</strong>arle el<br />

cuello.<br />

—Si no te importa... Ya sé que hoy ya te has tomado muchas molestias por mí<br />

pero..., si no te importa, quizá podrías mostrarme lo que quieres. —Frotó los labios<br />

contra los <strong>de</strong> él y repitió—. Solo si no te importa.<br />

Juntos, salieron <strong>de</strong> la habitación. Sus labios se rozaban, sus cuerpos entraban en<br />

calor.<br />

—Mímame —le dijo ella.<br />

—Ese era mi plan.<br />

—No —replicó mientras ahogaba una risa contra el cuello <strong>de</strong> Brody—. Mímame<br />

y dilo otra vez. Di que quieres que me que<strong>de</strong>.<br />

—A las mujeres les encanta que el hombre se rebaje —dijo él, buscó su boca y<br />

guió a Reece hacia la sala <strong>de</strong> estar—. Quiero que te que<strong>de</strong>s —añadió.<br />

—Oh, sí —dijo ella, respirando con fuerza cuando la hizo sentar en el sofá.<br />

— 220 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

El fuego que Brody había encendido como hacía casi todas las noches, había<br />

dado paso a unas rojas ascuas que ardían <strong>de</strong>spacio. Eso sentía ella en su interior, eso<br />

le transmitía él. Cali<strong>de</strong>z. en lugar <strong>de</strong> las llamas.<br />

Reece pudo gozar <strong>de</strong> aquella cali<strong>de</strong>z, acariciarle el pelo, la piel, <strong>de</strong>jar que su<br />

boca se rindiese a la <strong>de</strong> él. Aquella noche podía ser aplacada por sus manos y conocer<br />

el sereno ardor <strong>de</strong> la dicha. Él le había preparado té y sopa, y quería que se quedase.<br />

El amor la inundó en lentas y abundantes olas.<br />

Le abrió los brazos y se ofreció a él, pero Brody no solo quería recibir. Sobre<br />

todo quería que se sintiera bien, hacer más lleva<strong>de</strong>ros todos sus problemas. Y luego<br />

liberarla <strong>de</strong> ellos. Nadie había <strong>de</strong>spertado en él aquella ternura en su interior, nadie<br />

había sabido sacarla a la luz hasta empaparle en ella.<br />

El podía darle eso, esa ternura. Y cada suave suspiro que ella le <strong>de</strong>volvía<br />

aumentaba su propio placer.<br />

Mientras la <strong>de</strong>snudaba, sus <strong>de</strong>dos y sus labios rozaban y acariciaban cada<br />

centímetro <strong>de</strong> piel. El aroma <strong>de</strong> su propio jabón <strong>de</strong>spertó en él un sentimiento <strong>de</strong><br />

posesión. Aquella mujer era suya. Podía tocarla, saborearla, abrazarla. Los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong><br />

Reece recorrían con suavidad su rostro, su pelo, mientras el cuerpo <strong>de</strong> la muchacha<br />

se arqueaba para dar. Y dar.<br />

La estremecían la fuerza <strong>de</strong>l hombre, los músculos, las manos gran<strong>de</strong>s, la<br />

estructura robusta y ahora tan suave. Que él la tocase con tanto cuidado y paciencia,<br />

que sus labios se uniesen a los <strong>de</strong> ella una y otra vez, con tanta dulzura, la <strong>de</strong>jaba<br />

<strong>de</strong>slumbrada.<br />

Todo en su interior se liberó, se volvió líquido, y él aún le dio más.<br />

La sangre empezó a latir bajo su piel; los primeros latidos <strong>de</strong> urgencia. Como si<br />

Brody los oyese, la levantó y <strong>de</strong>jó que aquella ansiedad enroscada se soltase <strong>de</strong> golpe.<br />

Y cuando Reece volvió a verse arrastrada, hizo un sonido como el <strong>de</strong> una mujer que<br />

acaba <strong>de</strong> probar algo sabroso, con sabor a miel.<br />

Sus pesados párpados se abrieron; sus ojos soñaron en los <strong>de</strong> él.<br />

Brody cayó en ellos, en su oscura magia. Su corazón cayó con él, dando vueltas<br />

y más vueltas, libre. No pudo <strong>de</strong>tenerlo, no pudo atraparlo ni atraparse a sí mismo.<br />

Se <strong>de</strong>slizó en el interior <strong>de</strong> ella y contempló cómo volvía a subir.<br />

—No cierres los ojos.<br />

Brody le cubrió la boca con la suya sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> contemplarla, moviéndose con<br />

ella.<br />

El ritmo se aceleró; el aliento se volvió ja<strong>de</strong>o. El cuerpo <strong>de</strong>l hombre inició su<br />

asalto final, y ella le acompañó en su carrera. Brody le agarró las manos y vio que<br />

aquellos ojos a los que no podía resistirse se empañaban mientras ella se asía con<br />

fuerza a su cuerpo. Mientras pronunciaba su nombre.<br />

Su propia visión se nubló cuando ella le arrastró consigo.<br />

Yacieron juntos, abrazados, mientras la noche transcurría y las ascuas se<br />

extinguían. Cuando Brody notó que ella empezaba, a adormecerse, tomó la manta<br />

que estaba sobre el respaldo <strong>de</strong>l sola y la echó sobre ambos.<br />

Ella le abrazó y murmuró algo. Luego se durmió.<br />

— 221 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Junto a ella, Brody cerró los ojos y sonrió en la oscuridad. No me ha pedido que<br />

compruebe que la puerta está bien cerrada —pensó—. Se ha dormido sin miedos.<br />

Cas tenía la mano <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la camisa <strong>de</strong> Linda-Gail y un preservativo en el<br />

bolsillo. La parte <strong>de</strong> su cerebro que aún permanecía por encima <strong>de</strong> la hebilla <strong>de</strong> su<br />

cinturón regresó al pasado, cuando tenían dieciséis años y la situación era bastante<br />

similar. Sin embargo, esta vez estaban en la casita <strong>de</strong> ella y no en la vieja furgoneta<br />

Ford que él se había comprado con ayuda <strong>de</strong> su madre. Había un dormitorio muy<br />

cerca, pero el sofá serviría igual.<br />

Los bonitos pechos <strong>de</strong> la muchacha —que él no había visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel remoto<br />

verano— tenían un tacto suave y cálido. Su boca, que él nunca había olvidado,<br />

resultaba picante y dulce al mismo tiempo.<br />

Y, Dios, qué bien olía.<br />

Linda-Gail era toda curvas. Más plenas que a los dieciséis, pero en todos los<br />

lugares a<strong>de</strong>cuados. Y aunque al principio se sintió <strong>de</strong>sconcertado e incluso un tanto<br />

molesto al ver que se había teñido el pelo, en aquel momento le parecía muy sexy.<br />

Era casi como ponerle las manos encima a una extraña.<br />

Pero cuando esa mano se <strong>de</strong>slizó hasta el botón <strong>de</strong> los vaqueros <strong>de</strong> Linda-Gail,<br />

la <strong>de</strong> ella la aferró con fuerza.<br />

—Para —dijo, igual que a los dieciséis.<br />

—Vamos, nena —insistió él, pasándole los <strong>de</strong>dos por el estómago tembloroso,<br />

antes <strong>de</strong> bajar por su garganta—. Solo quiero...<br />

—No siempre pue<strong>de</strong>s tener lo que quieres, Cas —interrumpió ella con voz poco<br />

firme, sin soltarle la mano—. Y esta noche no lo vas a tener.<br />

—Sabes que te <strong>de</strong>seo. Dios, siempre te he <strong>de</strong>seado. Tú también me <strong>de</strong>seas —dijo<br />

antes <strong>de</strong> volver a besarla—. ¿Por qué quieres provocarme así, amor?<br />

—No me llames amor si no lo dices en serio. Y no te estoy provocando.<br />

Necesitó mucha voluntad para apartarse <strong>de</strong> él, pero lo hizo. En ese momento<br />

vio la sorpresa en su rostro y las primeras señales <strong>de</strong> irritación.<br />

—Entre tú y yo las cosas no van a ser así —añadió.<br />

—¿Así, cómo?<br />

—No vas a follar conmigo y luego pasar a otra cosa.<br />

—¡Por Dios, Linda-Gail! —exclamó él con la confusión pintada en el rostro—.<br />

Eres tú quien me ha pedido que viniese.<br />

—Para hablar <strong>de</strong> Reece.<br />

—Eso es mentira y tú lo sabes. Cuando te he besado, no te has puesto a pedir<br />

ayuda a gritos.<br />

—Me ha gustado que me besaras. Me encanta. Siempre me ha encantado, Cas.<br />

—Entonces, ¿cuál es el problema?<br />

—Ya no somos unos críos, y yo no busco un rollo <strong>de</strong> una noche. Si ese es tu<br />

caso, más vale que vayas a por una <strong>de</strong> esas mujeres que tú sabes y que se conforman<br />

con eso —explicó ella mientras se alisaba la camisa, <strong>de</strong>sabrochada a medias—. Yo<br />

aspiro a otra cosa.<br />

—¿Que aspiras a otra cosa? —repitió él mientras las señales <strong>de</strong> irritación se<br />

— 222 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

materializaban—. ¿Cómo pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cirme eso? Me has traído aquí para ponerme<br />

cachondo y luego <strong>de</strong>jarme tirado. Las mujeres que hacen eso solo merecen un<br />

nombre.<br />

Linda-Gail levantó la barbilla muy <strong>de</strong>spacio hasta que los ojos <strong>de</strong> ambos se<br />

encontraron. Los <strong>de</strong> ella disparaban balas calientes.<br />

—Si piensas así, más vale que te largues ahora mismo.<br />

—Me voy —dijo él, poniéndose en pie—. ¿Qué <strong>de</strong>monios quieres?<br />

—Cuando lo adivines, pue<strong>de</strong>s volver —respondió ella levantándose y<br />

arrojándole el sombrero—. Pero si te vas <strong>de</strong> aquí a buscar a una <strong>de</strong> esas mujeres y yo<br />

me entero, no volverás a entrar por esa puerta.<br />

—¿Así que no puedo tenerte a ti ni a ninguna otra hasta que te dé la gana?<br />

—No, Cas, no pue<strong>de</strong>s tenerme a mí ni a ninguna otra hasta que entiendas la<br />

diferencia. Lo que sí sabes es por dón<strong>de</strong> se sale.<br />

Frustrada, Linda-Gail se metió en su dormitorio y cerró la puerta <strong>de</strong> golpe.<br />

Por un momento, Cas se quedó mirando por dón<strong>de</strong> se había ido. ¿Qué puñetas<br />

había pasado? Aún percibía el sabor <strong>de</strong> ella, aún conservaba en la palma <strong>de</strong> la mano<br />

el calor <strong>de</strong> su pecho. ¿Y se marchaba dando un portazo?<br />

Furioso, salió <strong>de</strong> la casa. «Las mujeres como ella —pensó—, las mujeres que<br />

utilizan a los hombres, que les mandan <strong>de</strong> acá para allá, que juegan con ellos,<br />

<strong>de</strong>berían pagar un precio.<br />

Subió a su furgoneta dando un portazo y lanzó una torva mirada hacia la casa<br />

<strong>de</strong> los postigos amarillos. Ella creía conocerle, creía tenerle atrapado.<br />

Estaba muy equivocada.<br />

— 223 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 20<br />

No fue difícil entrar en Joanie's. ¿Qué podía per<strong>de</strong>r? En cualquier caso, la<br />

terapia le había enseñado lo importante que era afrontar y resolver los problemas, así<br />

como aceptar las responsabilida<strong>de</strong>s.<br />

«La vergüenza es un pequeño precio a cambio <strong>de</strong> la salud mental», se dijo<br />

Reece. Y aceptar la vergüenza tal vez le <strong>de</strong>volviese el empleo.<br />

No <strong>de</strong>scartaba rebajarse.<br />

A<strong>de</strong>más, su horóscopo diario le aconsejaba hacer frente a las obligaciones. Si lo<br />

hacía, comprobaría que no eran tan pesadas como creía.<br />

Eso era buena señal.<br />

Sin embargo, entró por la puerta trasera y diez minutos antes <strong>de</strong> que abriesen.<br />

No tenía sentido exhibir su vergüenza ante los clientes que comían solomillo y<br />

huevos si no era imprescindible.<br />

Joanie, calzada con sus prácticos zapatos, mezclaba la masa en un enorme<br />

cuenco. El aire olía a café y galletas recién hechas.<br />

—Llegas tar<strong>de</strong> —le espetó Joanie—. Si no traes un justificante <strong>de</strong>l médico, no<br />

creas que no voy a <strong>de</strong>scontártelo.<br />

—Pero...<br />

—No quiero excusas, quiero fiabilidad... y que prepares cebollas, gindillas y<br />

tomate para los huevos. Guarda tus cosas y ponte a trabajar.<br />

—De acuerdo.<br />

Más escarmentada que si la hubiese echado con cajas <strong>de</strong>stempladas, Reece se<br />

dirigió a toda prisa al <strong>de</strong>spacho para <strong>de</strong>jar el bolso y la chaqueta. De regreso en la<br />

cocina, cogió un <strong>de</strong>lantal.<br />

—Quiero disculparme por lo <strong>de</strong> ayer —dijo.<br />

—Discúlpate mientras trabajas. No te pago por hablar.<br />

Reece se situó ante la encimera.<br />

—Lamento haberme puesto tan plasta. No tenía <strong>de</strong>recho a insultarte, aunque<br />

añadir hierbas frescas y otros ingredientes básicos mejoraría el menú.<br />

De reojo, Reece vio que Joanie enarcaba las cejas con una sonrisa.<br />

—Vale ya.<br />

—Está bien.<br />

—No te pusiste así por el puñetero eneldo.<br />

—No. Quería lanzarte algo y el eneldo estaba a mano, metafóricamente<br />

hablando.<br />

—Una vez tuve que ocuparme <strong>de</strong> un cadáver.<br />

—¿Cómo has dicho?<br />

— 224 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Le alquilé una <strong>de</strong> mis cabañas a un tío <strong>de</strong> Atlanta, Georgia. Ya llevaba dos<br />

años alquilándosela. Venía dos semanas en verano con su familia. Debe <strong>de</strong> hacer...,<br />

no sé, unos diez años Pero esa vez vino solo. Al parecer, su mujer le había pedido el<br />

divorcio. Vamos, empieza con las salchichas. Lynt vendrá a primera hora y le gusta<br />

tomar los huevos con salchichas.<br />

Obediente, Reece sacó <strong>de</strong>l frigorífico el bote <strong>de</strong> salchichas y se puso a freirías.<br />

—Bueno, pues al ver que aquel chico <strong>de</strong> Georgia no volvía al pueblo a <strong>de</strong>jar las<br />

llaves <strong>de</strong> la cabaña, tuve que ir yo. De todos modos, en aquella época me encargaba<br />

yo misma <strong>de</strong> limpiar las cabañas. Me llevé los productos <strong>de</strong> limpieza. El coche seguía<br />

allí, así que llamé a la puerta, irritada, porque se suponía que tenía que marcharse a<br />

las diez en punto. Ese mismo día a las tres llegaba otro inquilino. No contestó, así<br />

que... —Joanie se <strong>de</strong>tuvo para coger su taza <strong>de</strong> café y tomar un sorbo—. Entre.<br />

Esperaba encontrarle en la cama, durmiendo una mona. El tipo que trabajaba<br />

entonces en la licorería, Frank, me dijo que el <strong>de</strong> Georgia compró dos botellas <strong>de</strong><br />

Wild Turkey la única vez que vino al pueblo. En lugar <strong>de</strong> eso encontré lo que<br />

quedaba <strong>de</strong> él en el suelo, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la chimenea. Supongo que por algo vino <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

Georgia hasta Wyoming con una escopeta en el maletero. Quería volarse la cabeza.<br />

—¡Oh, Dios mío!<br />

—Lo hizo bien. <strong>San</strong>gre y sesos por todas partes. Salió <strong>de</strong>spedido <strong>de</strong> la silla<br />

don<strong>de</strong> estaba sentado.<br />

—Es horrible. Verlo <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ser horrible para ti.<br />

—No fue un paseo por una playa paradisíaca. Cuando los policías hicieron lo<br />

que hacen en estos casos, volví. Tenía que limpiar la cabaña, ¿no?<br />

—¿Tú misma?<br />

—Servidora. Froté y froté, y protesté y solté tacos. «Mira lo que ese hijo <strong>de</strong> puta<br />

ha hecho con mi casa. El cabrón ha recorrido miles <strong>de</strong> kilómetros para volarse su<br />

estúpida cabeza en mi casa.» Saqué cubos con sangre y Dios sabe qué, y tiré a la<br />

basura una alfombra estupenda que me había costado cincuenta dólares. Y la tomé<br />

con toda la gente que se ofreció a ayudarme. Cuando mi William vino a intentarlo,<br />

recibió una bofetada.<br />

—Entiendo —respondió Reece.<br />

Y lo entendía.<br />

—Estaba loca, ¿no? Tuve que echar pestes, rabiar y abofetear a mi hijo por<br />

querer echarme una mano. Porque si no lo hubiese hecho, nunca habría podido<br />

soportarlo. —Joanie fue hasta el frega<strong>de</strong>ro, tiró el café, que se había enfriado, y<br />

añadió—. Ya no alquilo a forasteros esa cabaña. Solo a gente <strong>de</strong>l pueblo que quiere<br />

utilizarla para cazar, pescar o algo así. —Se sirvió más café—. Así que entiendo un<br />

poco lo que tenías en las tripas ayer.<br />

—Es cierto que no sabias eso, pero don<strong>de</strong> luego que a estas alturas <strong>de</strong>berías<br />

conocerme mejor.<br />

—Joanie...<br />

—Si necesitabas <strong>de</strong>sconectar <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ir a la oficina <strong>de</strong> Rick, si necesitabas<br />

largarte, fue estúpido e insultante por tu parte creer que te pondría pegas.<br />

— 225 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Tienes toda la razón. Debería haberme dado cuenta —dijo mirando a Joanie,<br />

que sacaba <strong>de</strong>l horno las galletas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno—. La tomé contigo y con Brody<br />

porque sois las personas más cercanas a mí. Las dos personas en las que más confío.<br />

—Lo tomaré como un cumplido.<br />

—¿Vino Cas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que nos encontrásemos en la tienda?<br />

—Sí. ¡Linda-Gail, abre! Pero como no pienso aceptar tus ór<strong>de</strong>nes, recibirás tu<br />

cheque el día <strong>de</strong> cobro, como los <strong>de</strong>más.<br />

—También la tomé con él y con el señor Drubber.<br />

—Los hombres adultos <strong>de</strong>berían ser capaces <strong>de</strong> aguantar el mal genio <strong>de</strong> una<br />

mujer <strong>de</strong> vez en cuando.<br />

Un bufido <strong>de</strong> Linda-Gail llevó a Joanie a mirar por encima <strong>de</strong> su hombro.<br />

—Algunos hombres nunca se convierten en adultos, son niños mimados toda la<br />

vida. La única forma <strong>de</strong> herir los sentimientos <strong>de</strong> Cas, Reece, es darle una buena<br />

patada en las pelotas. Son lo único que le importa.<br />

—Pue<strong>de</strong> que sea un gilipollas, Linda-Gail —dijo Joanie en tono ligero—, pero<br />

sigue siendo mi hijo.<br />

Aunque se ruborizó un poco, Linda-Gail se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—No puedo evitar verlo <strong>de</strong> ese modo. Por si estás preocupada, Reece, Cas me<br />

dijo que se dio cuenta <strong>de</strong> que estabas muy trastornada. No te guarda rencor por nada<br />

<strong>de</strong> lo que dijiste.<br />

Se abrió la puerta con un tintineo.<br />

—Hola, doctor Wallace; hola, señor Drubber —saludó Linda-Gail, agarrando la<br />

cafetera—. Esta mañana han madrugado mucho.<br />

Reece encorvó los hombros, pero saco los huevos y el beicon, que esperaba<br />

preparar enseguida.<br />

—Seguro que Mac tampoco te guarda rencor—dijo Joanie, dándole un par <strong>de</strong><br />

palmaditas en la espalda que la tomaron por sorpresa—. Si más tar<strong>de</strong> quieres<br />

aprovechar tu <strong>de</strong>scanso, pue<strong>de</strong>s ir a mi <strong>de</strong>spacho y llamar al proveedor. Te daré un<br />

presupuesto <strong>de</strong> cincuenta dólares, ni un centavo más, para encargar esas puñeteras<br />

hierbas y otras cosas por las que siempre gimoteas.<br />

—Con cincuenta puedo hacer mucho.<br />

«Para empezar», pensó Reece, y en su fuero interno cantó victoria.<br />

—Eso espero —dijo Joanie entre dientes.<br />

En la mesa, el doctor empezó a trocear la pila <strong>de</strong> tortitas. No era su día <strong>de</strong><br />

tortitas, pero le fue difícil negárselas cuando Mac le pidió que se reunieran a la hora<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno. Y tomar una segunda taza <strong>de</strong> café auténtico en lugar <strong>de</strong> pasarse al<br />

<strong>de</strong>scafeinado no era, en conjunto, tan grave.<br />

—Vamos, Mac, sabe que no puedo hablar <strong>de</strong>l historial médico <strong>de</strong> Reece. Es<br />

confi<strong>de</strong>ncial.<br />

—No le pido que lo haga. Solo te pregunto qué opina. Le digo que esa chica<br />

tiene problemas. Usted no la vio ayer —dijo Mac, haciendo un gesto con el tenedor<br />

antes <strong>de</strong> atacar sus huevos rancheros—. Yo sí.<br />

—Ya he oído bastante sobre eso.<br />

— 226 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—No sabía si seguiría aquí. —Mac la<strong>de</strong>ó la cabeza para ver la cocina—. En<br />

realidad, supuse que se habría marchado hace mucho.<br />

—Supongo que tiene más motivos para quedarse que para irse.<br />

—No lo sé, doctor —respondió Mac; la inquietud hacía más profundas las<br />

arrugas <strong>de</strong> su frente y tensaba su voz—. Tal como se movía por mi tienda... Furiosa,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, pero no tenía buena cara. Como le dije, me quedé tan preocupado que al<br />

cerrar la tienda fui a ver cómo estaba. Y su casa estaba cerrada a cal y canto; su coche<br />

había <strong>de</strong>saparecido. Supuse que se había largado. —Mac siguió comiendo y<br />

enseguida añadió—. Quería hablar con usted <strong>de</strong> eso. Cuando la he visto en la cocina<br />

no sabía qué pensar. Creo que me he sentido un tanto aliviado. No me gustaba<br />

pensar que iba conduciendo por ahí, con lo nerviosa que estaba...<br />

—Las personas se ponen nerviosas, Mac —dijo el doctor, tratando <strong>de</strong> disipar<br />

con un gesto <strong>de</strong> la mano el obstinado ceño <strong>de</strong> Mac—. Unas más que otras. Es<br />

evi<strong>de</strong>nte que ayer pasó un mal rato.<br />

—Eso es otro asunto.<br />

Mac echó un vistazo para asegurarse <strong>de</strong> que Linda-Gail no volvía para servirles<br />

más café. Aunque la máquina <strong>de</strong> discos estaba en silencio —nada <strong>de</strong> música hasta las<br />

diez era una norma inflexible <strong>de</strong> Joanie—, el rumor <strong>de</strong> las conversaciones y el ruido<br />

<strong>de</strong> los platos bastaban para cubrir su voz.<br />

—Para empezar, me parece que Rick no <strong>de</strong>bería haberle pedido que fuese sola a<br />

mirar esas fotos. Puñeta, doctor, pocas mujeres hubiesen podido aguantar una cosa<br />

así, y mucho menos Reece, con lo que ha vivido. Debería haberle avisado.<br />

—Bueno, Mac, no sé por qué Rick iba a pensar en llamarme. Soy médico <strong>de</strong><br />

familia, no psiquiatra.<br />

—Debería haberle avisado —insistió Mac, apretando los dientes—. Y en<br />

segundo lugar, por lo que dijo en mi tienda, la mujer <strong>de</strong> la foto no era la que ella vio.<br />

Ahora bien, doctor, por fuerza tiene que serlo, ¿no? Esto no es Nueva York o algo así.<br />

Por aquí no asesinan a gente todos los días.<br />

—No sé dón<strong>de</strong> quiere ir a parar.<br />

—Me pregunto si, dadas las circunstancias, ella no quiere que sea la misma<br />

mujer. Pue<strong>de</strong> que se esté aferrando <strong>de</strong>masiado a eso.<br />

El doctor sonrió apenas.<br />

—¿Quién está jugando ahora a los psiquiatras?<br />

—Trabajar <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un mostrador durante un par <strong>de</strong> décadas es como ser<br />

psiquiatra. No todo el mundo creyó a esa chica cuando dijo haber visto que atacaban<br />

a una mujer—añadió Mac con otro movimiento <strong>de</strong>l tenedor—. Yo sí, la creí. Igual que<br />

creo que esa pobre mujer es la que apareció muerta en el pantano. Reece no pue<strong>de</strong><br />

aceptarlo, eso es lo que pienso.<br />

—Podría ser.<br />

—Bueno, usted es el doctor. Ayú<strong>de</strong>la.<br />

—No se me pongan tan serios y reservados. —Linda-Gail vertió un poco más<br />

<strong>de</strong> café en las tazas—. Aquí sentados, con las cabezas juntas...<br />

—Cosas <strong>de</strong> hombres —dijo el doctor con un guiño.<br />

— 227 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿Mujeres, <strong>de</strong>portes o caballos?<br />

El doctor se limitó a sonreír y pinchó una tortita.<br />

—¿Cómo se encuentra Reece esta mañana? —le preguntó Mac a Linda-Gail.<br />

—Yo diría que mejor que ayer —contestó ella, mirando por encima <strong>de</strong>l<br />

hombro—.<br />

¿Saben si el sheriff conoce ya la i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> esa mujer?<br />

—Hoy todavía no he oído nada, pero es pronto —dijo el doctor—. Es terrible —<br />

añadió.<br />

—Da miedo pensar que un asesino <strong>de</strong> mujeres pue<strong>de</strong> estar por aquí. Moose<br />

Ponds queda bastante lejos, pero <strong>de</strong> todos modos...<br />

—¿Mujeres? —repitió Mac, frunciendo el ceño.<br />

—Si la <strong>de</strong> la foto no es la que vio Reece, entonces son dos mujeres distintas. Y<br />

vale, es verdad que Moose Ponds está más allá <strong>de</strong>l lago Jenny, pero cabe la<br />

posibilidad <strong>de</strong> que la misma persona cometiese los dos crímenes. Como un asesino<br />

en serie o algo así.<br />

—¡Oh, vamos, Linda-Gail! —Mac sacudió la cabeza—. Ves <strong>de</strong>masiada tele.<br />

—No habría tantos programas sobre asesinatos si la gente no fuese por ahí<br />

matando, ¿verdad? A<strong>de</strong>más —dijo en un tono <strong>de</strong> voz más bajo—, si Reece no hubiese<br />

estado en el sen<strong>de</strong>ro justo en el momento en que pasó, nadie sabría nada <strong>de</strong> esa<br />

mujer. Podría ser que ese asesino hubiese matado ya antes. Les aseguro que no me<br />

alejaré mucho <strong>de</strong> casa hasta que le echen el guante.<br />

—Puñeta, ese es otro problema. —Mac se rascó la cabeza mientras Linda-Gail se<br />

alejaba—. Antes <strong>de</strong> que nos <strong>de</strong>mos cuenta, la gente <strong>de</strong>l pueblo se mirarán unos a<br />

otros bizqueando y preguntándose si hay un asesino en serie entre nosotros. O algún<br />

maldito reportero escribirá algo en ese sentido, los turistas evitarán venir aquí y<br />

per<strong>de</strong>remos la temporada <strong>de</strong> verano. Algún broncas tomará unas cuantas copas <strong>de</strong><br />

más en Clancy's, sacará el tema y liará una buena.<br />

Doc frunció el ceño, pensativo.<br />

—En eso al menos pue<strong>de</strong> que <strong>de</strong>s en el clavo.<br />

Como aún faltaba una hora para abrir la consulta, el doctor fue hasta la oficina<br />

<strong>de</strong>l sheriff antes <strong>de</strong> volver a casa. Denny le <strong>de</strong>dicó una sonrisa alegre.<br />

—¿Cómo está, doctor?<br />

—No puedo quejarme. ¿Y tu madre? ¿Le ha dado más problemas el tobillo?<br />

—No. Ya camina bien.<br />

—Dile <strong>de</strong> mi parte que no se ponga a bailar todavía. Fue una mala torcedura.<br />

¿Está por ahí el jefe?<br />

—Aún no ha llegado. Si no ocurre nada, vendrá a las diez. Últimamente ha<br />

hecho muchas horas extra. Supongo que se ha enterado <strong>de</strong> lo <strong>de</strong>l cadáver que<br />

encontraron.<br />

—Pues sí. ¿Se sabe quién es?<br />

—Esta mañana aún no ha llegado nada. Des<strong>de</strong> luego, es horrible. El hijo <strong>de</strong> puta<br />

<strong>de</strong>bió <strong>de</strong> mantenerla viva durante un par <strong>de</strong> semanas. Sabe Dios qué le hizo durante<br />

ese tiempo.<br />

— 228 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Eso suponiendo que sea la misma que vio Reece.—Bueno, Claro —dijo<br />

Donny, perplejo—, ¿Qué otra mujer podría ser? El sheriff cree que lo es.<br />

—¿Te importa que eche un vistazo a las fotos?<br />

—No sé, doctor. El sheriff...<br />

—En mis tiempos vi muchos cadáveres, Denny. Podría ser que la reconociese.<br />

Tal vez la atendí en alguna ocasión. A<strong>de</strong>más, fui yo quien hizo el dibujo que Rick<br />

está utilizando para <strong>de</strong>terminar si es la misma.<br />

—Sí, supongo —dijo—. Hola, Hank —añadió al verlo entrar.<br />

—¿Se cuece por aquí algo que no sea café malo? Hola, doctor.<br />

—Hola, Hank. ¿Cómo van las rodillas?<br />

—Bueno, tirando.<br />

—Irían mejor si perdieses doce kilos. Algo que no vas a conseguir si te comes<br />

las rosquillas que llevas en esa bolsa.<br />

—En un trabajo como este, un hombre no pue<strong>de</strong> per<strong>de</strong>r energías.<br />

—Un subidón <strong>de</strong> azúcar no es energía.<br />

El doctor se ajustó las gafas al ver que Denny salía <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Rick con el<br />

expediente.<br />

Al abrirlo, el doctor apretó los labios en una combinación <strong>de</strong> interés y<br />

compasión.<br />

—Al parecer, el hombre y la naturaleza fueron poco amables con esta<br />

muchacha.<br />

—Le dieron una buena paliza y la violaron —dijo con gesto serio—. El sheriff<br />

no le mostró a Reece todas las fotos. No quería perturbarla más <strong>de</strong> lo necesario. ¿Ve<br />

esto? ¿Ve las muñecas y los tobillos magullados y en carne viva? La ataron.<br />

—Sí, ya lo veo.<br />

—Se la llevaron lejos <strong>de</strong>l río, en una furgoneta, autocaravana o algo así. Quien<br />

lo hizo la mantuvo atada e hizo con ella lo que quiso hasta que se hartó. Luego la<br />

<strong>de</strong>jó en el pantano. ¿La reconoce, doctor?<br />

—Pues no, Lo siento, Denny, quisiera ser <strong>de</strong> mayor utilidad. Más vale que me<br />

vaya a aten<strong>de</strong>r a mis pacientes. Hank, no te pases con las rosquillas.<br />

—¡Ay... doctor!<br />

De camino a su casa, reflexionó sobre su conversación con Mac, sobre las<br />

fotografías que había observado. Pensó en el pueblo y en el tiempo que llevaba<br />

siendo suyo. En que le gustaba pensar que mantenía el <strong>de</strong>do sobre su pulso y el oído<br />

sintonizado con su latido.<br />

Entró por la puerta <strong>de</strong> la calle, que no había cerrado con llave en dos décadas.<br />

En lugar <strong>de</strong> dirigirse a su consulta, fue hasta el teléfono <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> estar. «Willow<br />

se ocupará <strong>de</strong> los pacientes madrugadores o <strong>de</strong> los que pasen sin cita previa», pensó.<br />

Hizo su llamada y luego se metió en la boca un caramelo para eliminar <strong>de</strong> su<br />

aliento el olor a café antes <strong>de</strong> aten<strong>de</strong>r al primer paciente <strong>de</strong>l día.<br />

Un poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las doce, Brody iba y venía por la sala <strong>de</strong> estar <strong>de</strong> la casa<br />

<strong>de</strong>l doctor. El doctor le había dicho que fuera allí a mediodía y se instalara como si<br />

estuviese en su casa. «Interrumpiéndome en plena jornada —pensó Brody—, cuando<br />

— 229 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

el libro no solo avanzaba sino que se embalaba.»<br />

Si hubiese querido <strong>de</strong>scansar en mitad <strong>de</strong> la jornada —algo que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego no<br />

quería—, habría preferido disfrutar <strong>de</strong> ese tiempo en Joanie's. Almorzar, ver a<br />

Reece...<br />

Al menos supuso que habría visto a Reece. No le había llamado para <strong>de</strong>cirle que<br />

seguía sin trabajo, y su coche estaba aparcado en el lugar habitual. De todos modos,<br />

le habría gustado comprobarlo por sí mismo.<br />

No es que cuidase <strong>de</strong> ella, se aseguró. Solo era una comprobación, nada más.<br />

Si el doctor no se hubiese mostrado tan misterioso por teléfono, Brody no<br />

habría sentido tanta curiosidad y seguiría ante el teclado.<br />

Su protagonista femenina estaba empujándole a través <strong>de</strong> la historia. Casi<br />

arrastrándole, obligándole a seguir... por el amor <strong>de</strong> Dios. Y pensar que la había<br />

concebido como una víctima. Un par <strong>de</strong> escenas, una muerte terrible y adiós.<br />

Pero ella no se había quedado <strong>de</strong> brazos cruzados.<br />

Tenía ganas <strong>de</strong> volver con Maddy. Sin embargo, ya que estaba al otro lado <strong>de</strong>l<br />

lago, regresaría con ella <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pararse a comer un bocado y ver a Reece.<br />

Seguramente <strong>de</strong>bía sugerirle que se quedase también esa noche en su casa.<br />

Se corrigió. Probablemente no <strong>de</strong>bía hacerlo. Mejor que volviese a su<br />

apartamento antes <strong>de</strong> que las cosas se complicasen y estuviese viviendo con él <strong>de</strong><br />

manera no oficial.<br />

Había tenido cuidado en evitar ese trampolín hacia el compromiso <strong>de</strong> por vida<br />

con otras mujeres. No iba a tropezar con él ahora.<br />

Se acercó a la ventana y se alejó <strong>de</strong> ella. Se acercó a una librería y leyó los<br />

títulos. Como siempre, sintió una pequeña sacudida al ver uno <strong>de</strong> sus libros, su<br />

nombre grabado en el lomo.<br />

Después <strong>de</strong> pasar un <strong>de</strong>do por el lomo, paseó un poco más.<br />

Las fotografías diseminadas por la sala llamaron su atención. Distraído, cogió<br />

una en la que aparecían el doctor y la mujer que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> Brody,<br />

fue su esposa durante siglos. Una instantánea en el campo, equipo <strong>de</strong> acampada, el<br />

doctor sujetando en alto un hilo <strong>de</strong> pescar mientras la esposa sonreía.<br />

Brody pensó que hacían buena pareja. Parecían felices. Aunque, si sus cálculos<br />

no fallaban, llevaban casados un par <strong>de</strong> décadas cuando se tomó la foto.<br />

Cogió otra, una foto familiar. Toda la prole. Luego el doctor y su esposa,<br />

jóvenes, con un bebé en los brazos. Varias fotos <strong>de</strong> graduación, fotos <strong>de</strong> bodas, fotos<br />

con nietos.<br />

«La vida y las etapas <strong>de</strong> un hombre y su familia», pensó Brody.<br />

¿Cómo sería eso?<br />

Sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> moverse, Brody reflexionó que no tenía nada en contra el<br />

matrimonio. A algunas personas les iba bien. Era evi<strong>de</strong>nte que al doctor Wallace le<br />

había ido bien. A los padres <strong>de</strong> Brody les seguía yendo bien.<br />

Pero era tan... absoluto. Durante el resto <strong>de</strong> tu vida, esto es lo que hay. Esta<br />

persona y nadie más, salvo que quieras pasar por el infernal combate <strong>de</strong>l divorcio.<br />

¿Y si cambiabas <strong>de</strong> opinión o las cosas salían mal? Cosa que sucedía en la mitad<br />

— 230 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

<strong>de</strong> los casos.<br />

Aunque no cambiases <strong>de</strong> opinión ni las cosas saliesen mal, estaba toda aquella<br />

necesidad <strong>de</strong> adaptarse, <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarle espacio al otro, <strong>de</strong> transigir. Se acabó lo <strong>de</strong> hacer<br />

lo que quieras y cuando quieres.<br />

¿Y si quería regresar a Chicago, por ejemplo? ¿O, puñetas, irse a Madagascar?<br />

No es que quisiera hacerlo, pero ¿y si fuese así? Uno no podía marcharse por<br />

capricho cuando estaba casado.<br />

Dejabas <strong>de</strong> ser solo un hombre y pasabas a formar parte <strong>de</strong> una pareja. Luego<br />

tal vez eras padre, y <strong>de</strong> pronto, ¡zas!, tenías familia. Y no había vuelta atrás. No se<br />

podía suprimir parte <strong>de</strong> la historia y seguir en una dirección distinta.<br />

De todos modos, probablemente no estaba enamorado <strong>de</strong> ella, ni ella <strong>de</strong> él. Solo<br />

era... implicación. La implicación era diferente, y sus niveles e intensidad subían y<br />

bajaban.<br />

Se volvió cuando entró el doctor.<br />

—Lo siento, todavía tenía que aten<strong>de</strong>r a un par <strong>de</strong> pacientes. Te agra<strong>de</strong>zco que<br />

hayas venido, Brody.<br />

—¿Por qué querías verme?<br />

—Ven a la cocina. Prepararé algo para comer mientras hablamos. Nada que ver<br />

con lo que comes últimamente —añadió mientras echaban a andar—, pero bastará<br />

para matar el gusanillo.<br />

—No soy exigente.<br />

—Me he enterado <strong>de</strong> lo que pasó ayer con Reece.<br />

—¿Has hablado con ella?<br />

—Hoy no.<br />

El doctor sacó un poco <strong>de</strong> pavo, uno <strong>de</strong> los tomates <strong>de</strong> inverna<strong>de</strong>ro que Reece<br />

menospreció, media lechuga iceberg y un frasco <strong>de</strong> pepinillos en vinagre.<br />

—He hablado con Mac. Está preocupado por ella —añadió mientras sacaba <strong>de</strong><br />

la panera un trozo <strong>de</strong> pan integral—. Me preguntaba si tú también lo estás.<br />

—¿Por qué?<br />

—Trato <strong>de</strong> tener una visión global. No puedo <strong>de</strong>cirte nada <strong>de</strong> lo que ella me<br />

contó como paciente. Tal vez pienses que tú tampoco pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cirme nada que te<br />

haya comentado como... amiga. Pero, por si piensas <strong>de</strong> otro modo, quería<br />

preguntarte si te ha contado algo que te parezca preocupante.<br />

—¿Te contó que al volver a su apartamento una noche encontró toda su ropa<br />

metida en el petate? —Brody asintió cuando el doctor <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> cortar el tomate en<br />

rodajas para mirarle—. No recuerda haberlo hecho, y no creo que lo hiciera.<br />

—¿Quién más pudo hacerlo?<br />

—La misma persona que escribió por todo su cuarto <strong>de</strong> baño con un rotulador<br />

rojo, vació los frascos <strong>de</strong> sus píldoras y cambió <strong>de</strong> sitio sus cosas. Y otras trastadas<br />

parecidas.<br />

Doc <strong>de</strong>jó el cuchillo.<br />

—Brody, si Reece tiene lapsus <strong>de</strong> memoria y otros trastornos, necesita<br />

tratamiento.<br />

— 231 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Yo no lo creo. Creo que alguien está jugando con ella.<br />

—Y si no pone fin a sus alucinaciones solo conseguirá agravarlas.<br />

—No son alucinaciones, todo eso ha ocurrido. ¿Por qué solo tiene estos lapsus<br />

<strong>de</strong> memoria y otros trastornos cuando está sola?<br />

—No estoy cualificado para...<br />

—¿Por qué empezaron <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que viese cómo acecinaban a una mujer y no<br />

antes?<br />

El doctor expulsó aire por la nariz y luego siguió preparando los bocadillos.<br />

—No po<strong>de</strong>mos estar seguros <strong>de</strong> que no sufrió otros trastornos antes <strong>de</strong> eso.<br />

Pero si empezaron en ese momento, podría haber un par <strong>de</strong> razones. Una, que lo que<br />

vio <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nase los síntomas.<br />

Doc puso los bocadillos en los platos y añadió dos pepinillos y un puñadito <strong>de</strong><br />

patatas fritas en cada uno. Luego sirvió dos vasos <strong>de</strong> leche.<br />

—He pasado mucho tiempo con ella. No he visto ningún sintonía. No como los<br />

que tú dices.<br />

—Pero has visto algo.<br />

—No me gusta que me pongas en esta situación.<br />

—A mí no me gusta la situación en la que pue<strong>de</strong> estar ella—contraatacó el<br />

doctor.<br />

—Vale, esto es lo que he visto. He visto a una mujer luchando por regresar <strong>de</strong>l<br />

abismo. Que tiembla mientras duerme casi todas las noches, pero que todas las<br />

mañanas se levanta y hace lo que haya que hacer. Veo a una superviviente que se<br />

abre paso a base <strong>de</strong> temple, ánimo y sentido <strong>de</strong>l humor, que está tratando <strong>de</strong><br />

reconstruir una vida que otros <strong>de</strong>strozaron.<br />

—Siéntate a comer —sugirió el doctor—. ¿Sabe Reece que estás enamorado <strong>de</strong><br />

ella?<br />

A Brody le dio un vuelco el corazón, pero se sentó. Cogió el bocadillo y lo<br />

mordió.<br />

—No he dicho que estuviese enamorado <strong>de</strong> ella.<br />

—Subtexto, Brody. Siendo escritor, ya sabes lo que es el subtexto.<br />

—Me preocupo por ella y por lo que le pase —dijo poniéndose a la <strong>de</strong>fensiva,<br />

con una voz en la que se percibía algo <strong>de</strong> miedo—. Vamos a <strong>de</strong>jarlo ahí.<br />

—De acuerdo. Si te he interpretado bien, piensas, o al menos consi<strong>de</strong>ras, que<br />

esas cosas que le ocurren a Reece las está haciendo alguien que quiere perjudicarla—<br />

dijo el doctor frunciendo el ceño, mientras cogía su vaso <strong>de</strong> leche—. El único<br />

individuo que, por lo que sabemos, podría tener motivos para perjudicarla sería el<br />

hombre que ella afirma haber visto estrangular a una mujer.<br />

—Lo vio.<br />

—Estoy <strong>de</strong> acuerdo, pero aún no se ha <strong>de</strong>mostrado —respondió el doctor antes<br />

<strong>de</strong> beber, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> fruncir el ceño—. Pero si lo vio, y tienes razón... ¿Le has<br />

contado todo esto al sheriff?<br />

—Rick solo llegaría a la conclusión <strong>de</strong> que está chiflada. Cualquier credibilidad<br />

que pueda tener sobre lo que presenció se esfumaría.<br />

— 232 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Si no cuenta con todos los hechos, no pue<strong>de</strong> hacer su trabajo.<br />

—Por el momento, yo me ocuparé <strong>de</strong> ella. Mientras, él pue<strong>de</strong> concentrarse en<br />

averiguar quién es la mujer que encontraron en Moose Ponds y a quién mataron a<br />

orillas <strong>de</strong>l río Snake. Lo que acabo <strong>de</strong> contarte es confi<strong>de</strong>ncial.<br />

—Está bien, está bien —dijo Wallace levantando una mano para<br />

tranquilizarlo—. No vayas a tener un corte la digestión. He ido a la oficina <strong>de</strong>l sheriff<br />

y le he pedido a Denny que me mostrase las fotos.<br />

—¿Y?<br />

—Solo puedo basarme en la <strong>de</strong>scripción que me dio Reece y en el dibujo que<br />

aprobó. No estoy seguro <strong>de</strong> nada. ¿Podría ser la mujer que ella vio? Sí.<br />

—¿Y el tiempo transcurrido? Hace semanas que Reece presenció aquello.<br />

—Ese me parece un punto inquietante, e imagino que también lo es para la<br />

policía. Tenía marcas <strong>de</strong> ataduras en las muñecas y los tobillos. Podría haber estado<br />

retenida todo este tiempo. Pero eso no explica, y eso es muy extraño, por qué no se<br />

ha encontrado ningún indicio <strong>de</strong> que aquellas personas hubieran estado allí, don<strong>de</strong><br />

Reece las vio. ¿Por qué ese hombre aferró el cuello <strong>de</strong> la mujer con tanta violencia<br />

que Reece creyó que estaba muerta, luego se la llevó y borró su rastro <strong>de</strong> forma que<br />

Rick, un hombre experto en huellas, no encontrase nada?<br />

—Porque él la vio.<br />

—¿La vio?<br />

—Pue<strong>de</strong> que no lo suficiente para reconocerla, pero vio a alguien en la cresta. O<br />

vio las cosas que ella <strong>de</strong>jó allí arriba cuando bajó corriendo y se encontró conmigo.<br />

Supo que alguien había visto lo que había hecho.<br />

—¿Eso es posible? —preguntó el doctor—. ¿Des<strong>de</strong> esa distancia?<br />

—Reece llevaba prismáticos. ¿Quién pue<strong>de</strong> asegurar que él no? Después <strong>de</strong><br />

matar a la mujer, pudo recorrer la zona con los prismáticos. Solo es otra forma <strong>de</strong><br />

borrar las huellas, ¿no?<br />

—Eso es mucho suponer, Brody.<br />

—Supón esto. Tanto si la mujer <strong>de</strong> la foto y la que Reece vio eran la misma<br />

persona como si no, el hombre que Reece vio supo que alguien había presenciado la<br />

escena. De lo contrario, ¿qué razón tenía para borrar las huellas? Debía llevarse el<br />

cadáver, claro. No podía <strong>de</strong>jarlo ahí, don<strong>de</strong> lo viera cualquier excursionista o alguien<br />

que fuera en barca. Debía llevárselo, esperar a que anocheciera, enterrarlo o<br />

<strong>de</strong>shacerse <strong>de</strong> él por otros medios. Pero ¿cubrir todas las huellas? No, salvo que<br />

supiese que le habían visto.<br />

—Sí, por supuesto —reconoció el doctor—. Y si supiese que le habían visto, solo<br />

tendría que esperar unos días y estar alerta para averiguar quién.<br />

—Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces alguien está jugando con ella, tratando <strong>de</strong> hacerle creer que<br />

ha vuelto a per<strong>de</strong>r la cabeza. No voy a permitir que se salga con la suya.<br />

—Me gustaría hablar con ella un poco más. Esta mañana le he dicho a Mac que<br />

no soy psiquiatra, pero tengo cierta formación, cierta experiencia.<br />

—Eso <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> ella.<br />

El doctor Asintió.<br />

— 233 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Gran parte <strong>de</strong> esto <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> ella. Es mucho peso para alguien con sus<br />

antece<strong>de</strong>ntes. ¿Confía en usted?<br />

—Sí.<br />

—Es mucho peso también para ti. Dile que hemos hablado —<strong>de</strong>cidió el doctor<br />

al cabo <strong>de</strong> un momento—. No <strong>de</strong>frau<strong>de</strong>s su confianza. Pero me gustaría que me<br />

mantuvieses al tanto. ¿Cómo está el bocadillo?<br />

—Bastante bueno. Pero está claro que no eres un genio en la cocina.<br />

Volvió al río. No había ninguna señal <strong>de</strong> lo que había pasado allí, <strong>de</strong> eso estaba<br />

seguro. Había sido meticuloso. Era un hombre meticuloso.<br />

Jamás <strong>de</strong>bería haber ocurrido, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego. Jamás habría ocurrido si hubiese<br />

tenido una alternativa. Todo lo que había hecho <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces fue porque ella no le<br />

había <strong>de</strong>jado alternativa.<br />

Aún podía oír su voz si se lo permitía. Gritándole, amenazándole.<br />

Amenazándole, como si tuviese ese <strong>de</strong>recho.<br />

Fue ella quien se cavó su propia tumba. Él lo sabía y no se sentía culpable.<br />

Otros no lo enten<strong>de</strong>rían, así que hizo lo imprescindible para protegerse.<br />

Nada <strong>de</strong> eso habría sido necesario <strong>de</strong> no haber sido por el capricho <strong>de</strong>l tiempo y<br />

el lugar.<br />

¿Cómo iba a imaginar que podía haber alguien en el sen<strong>de</strong>ro y que miraría en<br />

esa dirección en ese momento, con prismáticos? Ni siquiera un hombre meticuloso<br />

podía prever todos los antojos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino.<br />

Reece Gilmore.<br />

También ella parecía fácil <strong>de</strong> manejar; muy fácil <strong>de</strong> <strong>de</strong>sacreditar, incluso ante sí<br />

misma. Pero no se daba por vencida, no se venía abajo.<br />

De todos modos, había una forma <strong>de</strong> arreglarlo todo. Siempre había una forma<br />

<strong>de</strong> solucionar las cosas. Había <strong>de</strong>masiado en juego para permitir que una usuaria <strong>de</strong><br />

habitaciones acolchadas le estropease las cosas. Si tenía que aumentar la presión, la<br />

alimentaría.<br />

«Mira este lugar», pensó contemplando el río, las colinas y los árboles. Todo tan<br />

perfecto, puro y privado. Era su lugar, todo lo que él quería. Cuanto poseía estaba<br />

ligado a aquel paisaje, arraigado en su alma, alimentado por sus aguas, protegido por<br />

sus montañas.<br />

Haría lo necesario para proteger y preservar lo que tenía.<br />

Era Reece Gilmore quien tendría que irse.<br />

De una forma o <strong>de</strong> otra.<br />

— 234 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

DESTINO<br />

Estaba bien; podría estar mejor, estoy aquí.<br />

— 235 —<br />

ANÓNIMO


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 21<br />

Como no entraba a trabajar hasta las dos, Reece <strong>de</strong>cidió pasar la mañana en la<br />

cabaña <strong>de</strong> Brody haciendo algunas tareas domésticas y quizá la colada. No le<br />

molestaría mientras escribía, y ella podría organizar la sopa <strong>de</strong>l día siguiente para<br />

Joanie's.<br />

Ya estaba vestida y haciendo la cama cuando él salió <strong>de</strong> la ducha.<br />

—¿Quieres algo especial para <strong>de</strong>sayunar? No entro hasta esta tar<strong>de</strong>, así que tus<br />

<strong>de</strong>seos serán ór<strong>de</strong>nes para mí. Des<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista gastronómico.<br />

—No, tomaré cereales.<br />

—Ah, <strong>de</strong> acuerdo —respondió ella mientras alisaba la colcha y pensaba<br />

distraída que unos cuantos cojines <strong>de</strong> colores básicos le darían un poco <strong>de</strong> viveza—.<br />

Voy a hacer un poco <strong>de</strong> sopa italiana <strong>de</strong> boda para Joanie's. Pue<strong>de</strong>s probarla a la hora<br />

<strong>de</strong> comer, a ver si pasa la prueba. Para cenar prepararé un estofado o algo fácil <strong>de</strong><br />

calentar, porque a esa hora estaré trabajando. Ah, y he pensado que, ya que estoy,<br />

podría poner la lavadora. ¿Tienes algo para lavar?<br />

¿Sopa <strong>de</strong> boda? ¿Era un mensaje subliminal? ¿Y ahora qué? ¿Iba a lavarle los<br />

calzoncillos? ¡Por Dios!<br />

—Oye, vamos a calmarnos.<br />

Reece le sonrió <strong>de</strong>sconcertada.<br />

—Vale.<br />

—No necesito que planees el <strong>de</strong>sayuno, el almuerzo, la cena o un puñetero<br />

resoplón <strong>de</strong> medianoche cada puñetera mañana.<br />

La sonrisa <strong>de</strong>sapareció en un parpa<strong>de</strong>o <strong>de</strong> sorpresa.<br />

—Bueno...<br />

—Y no estás aquí para lavar la ropa, hacer la cama o preparar estofados.<br />

—No —respondió ella <strong>de</strong>spacio—, pero, ya que estoy aquí, me gustaría ser útil.<br />

—No quiero que arregles la casa —siguió él, dándose cuenta <strong>de</strong> que volvía a<br />

ponerse a la <strong>de</strong>fensiva, como el día anterior en la casa <strong>de</strong>l doctor. Eso le irritó—.<br />

Puedo ocuparme <strong>de</strong> mis propias tareas. Llevo años haciéndolo.<br />

—Ya se nota. Es evi<strong>de</strong>nte que he interpretado algo mal. Creía que querías que<br />

cocinase.<br />

—Eso es distinto.<br />

—Distinto <strong>de</strong>, digamos, poner a lavar nuestra ropa junta. De algún modo eso<br />

simboliza un nivel <strong>de</strong> relación que no quieres. Eso es completamente estúpido.<br />

Tal vez.<br />

—No necesito que hagas la colada ni me <strong>de</strong>jes un puñetero estofado ni nada <strong>de</strong><br />

eso. No eres mi madre.<br />

—Des<strong>de</strong> luego que no.<br />

— 236 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Reece retrocedió hasta la cama, tiró <strong>de</strong> la colcha y arrancó las sábanas.<br />

—Ya está, mejor así.<br />

—¿Ahora quién es estúpida?<br />

—Oh, confía en mí, sigues ganando el premio. ¿De verdad crees que porque<br />

estoy enamorada <strong>de</strong> ti estoy tratando <strong>de</strong> atraparte lavándote los calcetines sucios y<br />

preparando pollo y budines? Eres un idiota, Brody, y te lo tienes <strong>de</strong>masiado creído.<br />

Dejaré que disfrutes <strong>de</strong> tus <strong>de</strong>lirios <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>za. —Se dirigió a gran<strong>de</strong>s zancadas<br />

hacia la puerta y añadió—. ¡Claro que no soy tu madre! ¡Ni siquiera sabe cocinar!<br />

Brody miró la cama con el ceño fruncido mientras se frotaba la base <strong>de</strong>l cuello,<br />

tratando <strong>de</strong> eliminar la tensión.<br />

—Fantástico —refunfuñó.<br />

E hizo una mueca <strong>de</strong> disgusto cuando la puerta <strong>de</strong> abajo dio un portazo lo<br />

bastante fuerte como para hacer sonar sus dientes.<br />

Reece cogió solo lo que tenía más a mano y luego lo metió en su coche. Más<br />

tar<strong>de</strong> se ocuparía <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> sus cosas, que no eran muchas.<br />

Cogería los ingredientes que necesitase para la sopa <strong>de</strong> Joanie's. Pediría cambio<br />

en el hotel y llevaría su ropa sucia —solo la suya— a las lavadoras cutres <strong>de</strong>l sótano.<br />

No era la primera vez que lo hacía.<br />

O tal vez lo mandaría todo a la porra y daría una vuelta en coche para ver si<br />

florecían los campos.<br />

Mientras se dirigía al pueblo, frunció el ceño.<br />

—Bueno, ¿y ahora qué? —dijo entre dientes, al notar que la dirección rechinaba.<br />

Dio un manotazo malhumorado al volante. Luego, resignada, se <strong>de</strong>svió hacia el<br />

taller <strong>de</strong> Lynt.<br />

Las puertas <strong>de</strong>l garaje estaban abiertas, y en el elevador había un viejo utilitario.<br />

De <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l vehículo salió Lynt, alto y <strong>de</strong>lgado a sus cuarenta años. La camisa <strong>de</strong><br />

cuadros remangada <strong>de</strong>jaba ver unos fuertes tendones. Del bolsillo trasero asomaba<br />

un trapo manchado <strong>de</strong> aceite, llevaba una gorra también sucia <strong>de</strong> grasa y masticaba<br />

tabaco.<br />

Cuando Reece bajó <strong>de</strong>l coche, apretó los labios y se echó hacia atrás la visera <strong>de</strong><br />

la gorra.<br />

—¿Tiene problemas?<br />

—Eso parece. La dirección hace cosas raras, rechina —respondió. Se dio cuenta<br />

<strong>de</strong> que tenía los dientes apretados y relajó las mandíbulas.<br />

—No me extraña, lleva las dos ruedas traseras prácticamente <strong>de</strong>sinfladas.<br />

—¿Desinfladas? —repitió ella, volviéndose a mirar—. Maldita sea. Ayer estaban<br />

bien.<br />

—Tal vez haya pisado algo.<br />

Se agachó para echarle un vistazo al neumático trasero <strong>de</strong>recho.<br />

—Debe <strong>de</strong> tener una fuga. Veré lo que puedo hacer.<br />

—Llevo una <strong>de</strong> repuesto en el maletero.<br />

Dios, ¿iba a tener que cambiar dos ruedas?<br />

—Me pondré con ello en cuanto acabe con estas pastillas <strong>de</strong> freno. ¿Necesita<br />

— 237 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

que la lleve a algún sitio?<br />

—No, no. Iré andando.<br />

Sacó el or<strong>de</strong>nador portátil <strong>de</strong>l asiento trasero. Luego retiró <strong>de</strong>l llavero las llaves<br />

<strong>de</strong> su casa y se las metió en el bolsillo.<br />

—Si tengo que cambiar las ruedas, ¿cuánto cree que me costará?<br />

—Ya nos preocuparemos <strong>de</strong> eso cuando llegue el momento —dijo él cogiendo<br />

la llave <strong>de</strong>l coche—. La llamaré.<br />

—Gracias —contestó Reece mientras se colgaba el bolso <strong>de</strong> un hombro y el<br />

or<strong>de</strong>nador portátil <strong>de</strong>l otro.<br />

En un intento por alejar el <strong>de</strong>sánimo, se recordó que hacía un buen día para dar<br />

un paseo. Tenía un empleo y un techo sobre su cabeza. Y si estaba enamorada <strong>de</strong> un<br />

imbécil, solo tenía que empezar a esforzarse por superarlo.<br />

Si su coche necesitaba neumáticos nuevos, iría caminando hasta que pudiese<br />

permitirse comprarlos.<br />

No tenía por qué tener un coche <strong>de</strong> inmediato. No tenía por qué tener un<br />

amante. No tenía por qué tener nada, salvo a sí misma. Por eso se había ido <strong>de</strong><br />

Boston, por eso lo había <strong>de</strong>jado todo. Había <strong>de</strong>mostrado que podía salir a<strong>de</strong>lante,<br />

podía curarse, podía construir una vida nueva.<br />

Y si Brody creía que ella intentaba arrastrarle a esa vida, no solo era un imbécil,<br />

sino un imbécil engreído.<br />

De todos modos, necesitaba disponer <strong>de</strong> tiempo para sí misma para ponerse al<br />

día con su diario y plantearse en serio lo <strong>de</strong> escribir el libro <strong>de</strong> cocina. Claro que<br />

ahora no iba a aprovechar las relaciones <strong>de</strong> Brody, ese ofensivo hijo <strong>de</strong> puta, pero<br />

quería organizar las recetas centrarse un poco más en la introducción.<br />

Algo como... «No tiene por qué ser un gran cocinero para preparar <strong>de</strong>liciosas<br />

comidas si cuenta con el asesoramiento <strong>de</strong> un experto.»<br />

—Eso suena pomposo y con<strong>de</strong>scendiente.<br />

«¿Harto <strong>de</strong> intentar hallar una respuesta nueva a la pregunta "¿Qué hay para<br />

cenar?" ¿Desesperado por encontrar algo interesante e innovador para ese brunch <strong>de</strong>l<br />

domingo? ¿Asustado porque el presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> esa asociación le ha asignado la<br />

preparación <strong>de</strong> los canapés?»<br />

—Un poco flojo —dijo Reece en voz alta—, pero por algo hay que empezar.<br />

—¡Hola!<br />

Reece se paró <strong>de</strong> golpe y vio a Linda-Gail arrodillada en su diminuto patio<br />

<strong>de</strong>lantero. Tenía a su lado una bolsa negra <strong>de</strong> plástico llena <strong>de</strong> clavelones y<br />

pensamientos.<br />

—¿Estás <strong>de</strong>masiado ocupada hablando sola para hablar conmigo?<br />

—¿Hablaba sola? Estaba repasando una cosa mentalmente, pero muchas veces<br />

digo en voz alta lo que pienso. Esas flores son preciosas.<br />

—Debería haber plantado antes los pensamientos —explicó echándose hacia<br />

atrás el sombrero <strong>de</strong> paja—. No les perjudica el frío, pero entre una cosa y otra...<br />

¿Qué haces por aquí?<br />

—He tenido que llevarle el coche a Lynt porque tenía dos ruedas <strong>de</strong>sinfladas.<br />

— 238 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Ese holgazán... Has salido temprano. Pensaba que hoy te quedarías en casa<br />

<strong>de</strong> Brody.<br />

—Pues está claro que él no. Se me ha ocurrido hacer la cama y ofrecerme a<br />

meter su ropa en la lavadora con la mía. Cualquiera diría que me he sacado una<br />

pistola <strong>de</strong> un bolsillo y un cura <strong>de</strong>l otro.<br />

—Los hombres son un asco. La otra noche puse a Cas <strong>de</strong> patitas en la calle. Se<br />

enfadó porque no le <strong>de</strong>jé que me quitara las bragas.<br />

—Los hombres son un asco.<br />

—Pues que se vayan a la mierda. ¿Quieres plantar unos pensamientos y<br />

mal<strong>de</strong>cir los cromosomas Y?<br />

—Me gustaría, <strong>de</strong> verdad, pero esta mañana tengo cosas que hacer.<br />

—Entonces esta noche iremos a Clancy's <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l trabajo, nos tomaremos<br />

unas cervezas y cantaremos en el karaoke todas las canciones que tengan en contra<br />

<strong>de</strong> los hombres.<br />

Teniendo una amiga, ¿a quién le hacía falta un imbécil?<br />

—Me parece bien. Nos veremos en el trabajo.<br />

«Mira —pensó Reece <strong>de</strong> camino a casa—, puedo añadir algo más a mi lista <strong>de</strong><br />

cosas positivas. Tengo a Linda-Gail Case.»<br />

«También tengo el lago», pensó cuando el camino giró hacia él. Azul y precioso,<br />

con los ver<strong>de</strong>s sauces que se inclinaban como bailarinas y los tiernos brotes <strong>de</strong> las<br />

hojas <strong>de</strong> los álamos que empezaban a <strong>de</strong>splegarse.<br />

Siguiendo un impulso, se dirigió hacia el agua en lugar <strong>de</strong> continuar en<br />

dirección a casa. Dejó las bolsas en el suelo y se quitó los zapatos y los calcetines. Se<br />

remangó los pantalones. Sentada en la orilla, balanceó los pies <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l agua.<br />

¡Estaba helada! Pero le importaba un rábano. Estaba sentada con los pies <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> las azules aguas <strong>de</strong>l lago Ángel y los ojos clavados en la gran elevación <strong>de</strong> los<br />

Tetons. Poco <strong>de</strong>spués estaría preparando sopa, escribiendo un libro <strong>de</strong> cocina y<br />

clasificando la ropa para lavarla. ¿Podía haber algo más normal? Tendría que<br />

apresurarse para hacerlo todo y no llegar tar<strong>de</strong> al trabajo. Y eso también era normal.<br />

Así que, <strong>de</strong> momento, se limitaría a absorberlo todo.<br />

Se tumbó y clavó los ojos en el cielo, azul como el lago y surcado por<br />

inofensivas nubes blancas. El sol brillaba con fuerza, pero en lugar <strong>de</strong> sacar las gafas<br />

<strong>de</strong> sol <strong>de</strong>l bolso se cubrió los ojos con el brazo. Y escuchó.<br />

El chapoteo <strong>de</strong>l agua, el alegre sonido que producía cuando agitaba los pies. El<br />

trino <strong>de</strong> los pájaros sonaba jubiloso, <strong>de</strong>spreocupado. Oyó ladrar a un perro, el rodar<br />

<strong>de</strong> un coche que pasaba. Se sentía completamente relajada.<br />

La explosión repentina la llevó a ahogar un grito. Se incorporó tan rápido que<br />

estuvo a punto <strong>de</strong> caer al agua. Logró contenerse, pero ya se había mojado una <strong>de</strong> las<br />

perneras <strong>de</strong>l pantalón hasta la rodilla.<br />

—La furgoneta <strong>de</strong> Carl. Es la furgoneta <strong>de</strong> Cari —se recordó mientras se<br />

acurrucaba sobre la hierba.<br />

La vio circular con gran estrépito y traqueteo hacia la tienda. Se puso a cuatro<br />

patas y se quedó don<strong>de</strong> estaba, tratando <strong>de</strong> recuperar el aliento.<br />

— 239 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Y se ruborizó al ver que Debbie Mardson la observaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> On<br />

the Trail.<br />

—Sí, es la loca —masculló Reece entre dientes mientras se obligaba a sonreír y<br />

saludar con la mano—. Solo está bañándose en un lago helado con toda la ropa<br />

puesta. Nada <strong>de</strong>l otro mundo.<br />

Ya que el momento se había estropeado, agarró sus bolsas y sus zapatos, y echó<br />

a andar <strong>de</strong>scalza hasta su casa.<br />

No importaba lo que pensara aquella maldita y casi perfecta Debbie Mardson.<br />

Ni ella ni nadie. Tenía <strong>de</strong>recho a sentarse y balancear los pies <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l lago. Tenía<br />

<strong>de</strong>recho a saltar como un conejo al oír el maldito estallido <strong>de</strong> la furgoneta <strong>de</strong> Carl.<br />

Se quitó los pantalones mojados y se puso unos secos. Y tenía <strong>de</strong>recho a hacer la<br />

colada. Reunió la ropa y cogió el <strong>de</strong>tergente y algunos <strong>de</strong> los pocos billetes <strong>de</strong> dólar<br />

que le quedaban.<br />

«Pongo la lavadora —pensó—, regreso a casa y empiezo la sopa. Vuelvo al<br />

hotel y paso la ropa a la secadora. Regreso y trabajo en el libro <strong>de</strong> cocina.» Sacó la<br />

cestita <strong>de</strong> la colada y se dirigió al hotel.<br />

Como tenía que pasar por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> On the Trail, fijó la vista al frente y rogó,<br />

solo por esa vez, que Debbie no la viese. No cruzó corriendo por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l<br />

escaparate, pero apretó el paso y no aminoró la marcha hasta que llegó al hotel.<br />

—Hola, Brenda. Día <strong>de</strong> colada. ¿Tienes cambio?<br />

—Claro, no hay problema. —Brenda exhibió una amplia sonrisa y enarcó las<br />

cejas—. Por cierto, ¿necesitas unos zapatos?<br />

—¿Cómo?<br />

—No llevas zapatos, Reece.<br />

—¡Oh, Dios mío! —Reece se miró los pies <strong>de</strong>scalzos y se ruborizó, pero cuando<br />

miró <strong>de</strong> nuevo a Brenda la vergüenza se convirtió en mal genio al ver su expresión<br />

<strong>de</strong> ironía—. Supongo que se me han ido <strong>de</strong> la cabeza. Ya sabes que mi cabeza no es<br />

muy <strong>de</strong> fiar. Monedas <strong>de</strong> veinticinco centavos, por favor —añadió <strong>de</strong>jando los<br />

billetes con fuerza sobre el mostrador.<br />

Brenda los contó.<br />

—Ahora mira por dón<strong>de</strong> pisas.<br />

—Eso haré.<br />

Como el ascensor no era una opción para ella, Reece bajó por la escalera.<br />

Detestaba el puñetero sótano <strong>de</strong>l hotel. Lo <strong>de</strong>testaba. Si Brody no se hubiese puesto<br />

tan idiota, habría utilizado su lavadora y su secadora, y se habría ahorrado todas<br />

aquellas molestias estúpidas.<br />

—Siete por uno es siete —empezó mientras <strong>de</strong>jaba atrás la zona <strong>de</strong><br />

mantenimiento—. Siete por dos, catorce.<br />

Repasó la tabla <strong>de</strong>l siete y empezó con la <strong>de</strong>l ocho; cuando la lavadora se puso a<br />

zumbar, Reece salió precipitadamente <strong>de</strong> la zona <strong>de</strong> lavan<strong>de</strong>ría.<br />

Redujo la velocidad hasta adoptar un paso normal cuando se acercaba al<br />

vestíbulo. Saludó a Brenda con la mano. No tuvo tanta suerte al pasar <strong>de</strong> nuevo por<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la tienda <strong>de</strong> ropa.<br />

— 240 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Reece —Debbie salió por la puerta—, ¿estás bien?<br />

—Claro, muy bien. ¿Cómo estás tú?<br />

—Aún hace un poco <strong>de</strong> frío para ir <strong>de</strong>scalza.<br />

—¿Tú crees? Estoy endureciendo mis pies. Espero ser la primera mujer que<br />

recorre <strong>de</strong>scalza las Montañas Rocosas. Es mi sueño <strong>de</strong> toda la vida. Nos vemos.<br />

«Vamos, cuenta eso por ahí», pensó Reece mientras volvía a casa.<br />

En casa se lo quitó todo <strong>de</strong> la cabeza poniendo en marcha el caldo y haciendo<br />

albóndigas para la sopa. Llegó a consi<strong>de</strong>rar la posibilidad <strong>de</strong> seguir <strong>de</strong>scalza para dar<br />

más que hablar, pero <strong>de</strong>cidió que sería <strong>de</strong>masiado tonto y contraproducente. Se<br />

escapó un momento al hotel y se enfrentó <strong>de</strong> nuevo con Brenda y el sótano para<br />

trasladar su ropa <strong>de</strong> la lavadora a la secadora.<br />

De nuevo en casa, se recordó que solo le quedaba un viaje. Y mucho tiempo<br />

para escribir el borrador <strong>de</strong> la introducción <strong>de</strong>l libro <strong>de</strong> cocina mientras su ropa se<br />

centrifugaba.<br />

Después <strong>de</strong> encen<strong>de</strong>r el or<strong>de</strong>nador portátil, calentó los músculos <strong>de</strong> escribir<br />

actualizando su diario.<br />

Cabreada con Brody. He hecho la cama y cree que voy a comprar los anillos <strong>de</strong> boda. ¿Es<br />

así como funciona <strong>de</strong> verdad la mente masculina? En tal caso, necesitan una terapia seria<br />

como especie.<br />

En realidad, supongo que ya no soy bien recibida allí. Ha hecho más <strong>de</strong> lo que nadie<br />

podía esperar en lo que a mí respecta. Así que trataré <strong>de</strong> estar agra<strong>de</strong>cida a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> cabreada<br />

y me mantendré alejada <strong>de</strong> él.<br />

El muy idiota.<br />

Mientras tanto, he fortalecido mi estatus <strong>de</strong> tonta <strong>de</strong>l pueblo teniendo un momento <strong>de</strong><br />

distracción perfectamente justificado y yendo sin zapatos al hotel para hacer la colada. Intento<br />

no preocuparme por ello. Estoy preparando sopa, y solo he comprobado una vez que la puerta<br />

estaba cerrada.<br />

Puñeta, dos veces.<br />

Pue<strong>de</strong> que tenga que comprar dos neumáticos nuevos. Dios, qué <strong>de</strong>primente. Lo que<br />

antes habría sido un motivo <strong>de</strong> irritación sin importancia es un gran problema en mis actuales<br />

circunstancias. No tengo suficiente dinero. Así <strong>de</strong> sencillo. Creo que durante las próximas<br />

semanas iré a pie a todas partes.<br />

Tal vez se produzca un milagro y llegue <strong>de</strong> verdad a escribir y ven<strong>de</strong>r el libro <strong>de</strong> cocina.<br />

Me vendría muy bien una inyección monetaria para tenerla <strong>de</strong> reserva por si pasa algo.<br />

Linda-Gail está plantando pensamientos. Esta noche <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> trabajar iremos a<br />

Clancy's aponer ver<strong>de</strong>s a los hombres. Creo que es justo lo que necesito.<br />

Satisfecha, abrió un documento nuevo y empezó a jugar con diferentes estilos y<br />

enfoques para una introducción.<br />

Cuando sonó el temporizador <strong>de</strong> cocina indicando que su ropa estaba lista,<br />

grabó, <strong>de</strong>sconectó y salió una vez más.<br />

Decidió que echaría todo en la cesta y abandonaría lo antes posible aquel tétrico<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

sótano. Doblaría la ropa en casa. Podía <strong>de</strong>jar la sopa hirviendo <strong>de</strong>spacio mientras<br />

trabajaba en Joanie's y subir en los <strong>de</strong>scansos para echar un vistazo.<br />

Esperaba que esa noche hubiese mucho trabajo. Trabajo era justo lo que<br />

necesitaba.<br />

Cruzó <strong>de</strong>prisa el vestíbulo y se ahorró la conversación con Brenda, pues no<br />

estaba en recepción. Reece oyó el murmullo <strong>de</strong> su voz proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la parte <strong>de</strong><br />

atrás.<br />

«Pequeños favores —pensó—. Algo más que agra<strong>de</strong>cer.»<br />

Esta vez Reece probó con la tabla <strong>de</strong>l doce —una difícil— mientras se<br />

apresuraba escalera abajo hasta llegar a la zona <strong>de</strong> lavan<strong>de</strong>ría.<br />

Abrió la puerta <strong>de</strong> la secadora y no encontró nada.<br />

—Vaya, esto es...<br />

Abrió la otra secadora, creyendo que se había confundido. Pero estaba vacía.<br />

—Esto es ridículo. Nadie bajaría aquí a robar mi ropa.<br />

¿Y por qué estaba su cesta encima <strong>de</strong> la lavadora y no en la mesita plegable<br />

don<strong>de</strong> estaba segura <strong>de</strong> haberla <strong>de</strong>jado? La cogió con movimientos cautos y luego<br />

abrió <strong>de</strong>spacio la lavadora.<br />

Allí estaba su ropa, mojada y retorcida.<br />

—La he puesto en la secadora —dijo mientras se metía una mano temblorosa en<br />

el bolsillo para encontrar solo la moneda que le había quedado <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> introducir<br />

el cambio en las máquinas—. La he puesto en la secadora. Es el tercer viaje que hago.<br />

El tercero. No la he <strong>de</strong>jado en la lavadora.<br />

Sacó la ropa mojada con furia y la arrojó en la cesta. Un rotulador cayó al suelo.<br />

Un rotulador rojo. Su rotulador rojo. Temblando, Reece lo echó en la cesta, con<br />

la ropa que ahora vio manchada <strong>de</strong> rojo.<br />

Alguien había hecho eso, alguien que quería hacerle creer que estaba perdiendo<br />

la chaveta.<br />

Alguien que podía estar allí abajo, observándola.<br />

Su respiración se convirtió en un resuello mientras volvía la cabeza a <strong>de</strong>recha e<br />

izquierda. Reprimió un gemido, agarró la cesta y echó a correr. El repentino sonido<br />

metálico <strong>de</strong> una tubería hizo que diese un salto y emitiese un grito ahogado. El ruido<br />

y el eco <strong>de</strong> sus propios zapatos contra el suelo <strong>de</strong> cemento le empujó el corazón hasta<br />

la base <strong>de</strong> la garganta.<br />

Esta vez llegó al vestíbulo corriendo y se lanzó hacia el mostrador. De nuevo en<br />

su puesto, una sorprendida Brenda la miró boquiabierta.<br />

—Hay alguien ahí abajo. Alguien ha bajado.<br />

—¿Cómo? ¿Quién? ¿Estás bien?<br />

—Mi ropa. Han metido mi ropa en la lavadora.<br />

—Pero... Reece, la has metido tú en la lavadora —Brenda habló <strong>de</strong>spacio, como<br />

si tratase con un niño retrasado—. ¿Te acuerdas? Has bajado a lavar la ropa.<br />

—¡Después! La he metido en la secadora, pero la he encontrado en la lavadora.<br />

Me has visto volver para meterla en la secadora.<br />

—Bueno... claro, te he visto volver y bajar. Pue<strong>de</strong> que te hayas olvidado <strong>de</strong><br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

meterla. Ya sabes, como te has olvidado <strong>de</strong> los zapatos. Yo siempre estoy haciendo<br />

cosas así—añadió Brenda, esta vez sin ironía—. Ya sabes, me distraigo y me olvido...<br />

—No se me ha olvidado. La he metido. Mira —la interrumpió Reece mientras<br />

sacaba la moneda <strong>de</strong> veinticinco centavos—-. Esto es todo lo que me queda porque<br />

he gastado lo <strong>de</strong>más en lavar y secar mi puñetera ropa. ¿Quién ha bajado?<br />

—Oye, cálmate. No he visto bajar a nadie aparte <strong>de</strong> a ti.<br />

—A lo mejor has bajado tú.<br />

—¡Dios mío, Reece! —replicó Brenda, con una expresión <strong>de</strong> sincero sobresalto<br />

pintada en el rostro—. ¿Por qué iba a hacer algo así? Tienes que pensar lo que dices.<br />

Si necesitas más monedas, puedo...<br />

—No necesito nada.<br />

Dominada por la rabia y el pánico, Reece salió ja<strong>de</strong>ando a la calle y echó a<br />

correr con su cesta <strong>de</strong> ropa mojada.<br />

«Vete a casa —pensó—. Entra. Cierra la puerta.»<br />

Al oír un claxon, dio un traspié y se volvió <strong>de</strong> golpe levantando la cesta como<br />

un escudo. Observó que su coche se <strong>de</strong>tenía en su lugar habitual, junto a los<br />

peldaños. Lynt bajó <strong>de</strong>l vehículo.<br />

—No pretendía asustarla.<br />

Reece consiguió saludarle con un gesto <strong>de</strong> la cabeza. ¿Por qué la observaba así,<br />

como si fuese una extraterrestre? ¿Por qué la miraba la gente así?<br />

—Mmm, los neumáticos están bien. Solo estaban bajos. Muy bajos. Los he<br />

inflado.<br />

—Oh, gracias, muchas gracias.<br />

—Y, mmm, ya que estaba en ello, iba a comprobar la rueda <strong>de</strong> recambio. Pero...<br />

Reece se hume<strong>de</strong>ció los rígidos labios.<br />

—¿Le pasa algo a la rueda <strong>de</strong> recambio?<br />

—Él caso es... —empezó Lynt, tirando <strong>de</strong> la visera <strong>de</strong> su gorra y removiéndose,<br />

inquieto—. Está como enterrada ahí.<br />

—No sé a qué se refiere —respondió ella; apoyó la cesta en los peldaños y se<br />

acercó al coche—. Ahí <strong>de</strong>ntro solo llevo el equipo <strong>de</strong> emergencias.<br />

Al ver que el hombre vacilaba, Reece le quitó la llave y abrió el maletero.<br />

El olor llegó primero. Basura por todas partes. El maletero estaba lleno <strong>de</strong> ella.<br />

Cascaras <strong>de</strong> huevo, café molido, papeles húmedos y sucios, latas vacías... Como si<br />

alguien hubiese volcado un cubo <strong>de</strong> basura en su interior.<br />

—No sabía qué hacer.<br />

—Yo no he hecho esto —dijo Reece antes <strong>de</strong> retroce<strong>de</strong>r uno, dos pasos—. Yo no<br />

he hecho esto. ¿Lo ha hecho usted?<br />

El mismo sobresalto repentino que había aparecido en la cara <strong>de</strong> Brenda<br />

apareció en la <strong>de</strong> Lynt.<br />

—Claro que no, Reece. Lo he encontrado así.<br />

—Alguien ha hecho esto. Yo no he hecho esto. Alguien me está haciendo esto.<br />

Alguien...<br />

—No me gusta que la gente grite junto a mi local. —Joanie salió por la puerta<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

<strong>de</strong> atrás y se acercó por el lateral <strong>de</strong>l edificio—. ¿Qué pasa aquí? <strong>San</strong>to cielo, por el<br />

amor <strong>de</strong> Dios, ¿qué es todo esto?<br />

Atisbo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l maletero arrugando la nariz.<br />

—Yo no he hecho esto —empezó Reece.<br />

—Pues, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, yo tampoco. He ido a coger la rueda <strong>de</strong> recambio —dijo<br />

Lynt— y me lo he encontrado. Se le ha metido en la cabeza que yo he echado toda<br />

esta basura aquí <strong>de</strong>ntro.<br />

—Está trastornada. Mierda, Lynt, ¿no lo estarías tú en su lugar? Estos críos... —<br />

dijo Joanie en tono ligero—. Habrán sido unos cuantos críos estúpidos. Lynt, tengo<br />

unos cubos ahí atrás y unos guantes <strong>de</strong> goma en el almacén. Échame una mano para<br />

limpiar esto.<br />

—Yo lo haré —dijo Reece, arrancando las palabras <strong>de</strong> su garganta irritada—. Lo<br />

siento, Lynt. Es que no entiendo...<br />

—Sube —le or<strong>de</strong>nó Joanie—. Vamos. Lynt y Pete pue<strong>de</strong>n ocuparse <strong>de</strong> esto. Yo<br />

subiré <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un momento. No discutas conmigo —añadió cuando Reece empezó<br />

a protestar.<br />

—Lo siento —repitió Reece con voz cansada al tiempo que cogía la cesta—. Lo<br />

siento. ¿Cuánto le <strong>de</strong>bo?<br />

—No le cobraré nada —respondió Lynt—. No he hecho más que inflar los<br />

neumáticos.<br />

Joanie le dio a Lynt una palmadita en el brazo mientras Reece subía por la<br />

escalera.<br />

—Ve atrás, ¿vale? Dile a Pete que te eche una mano con esto. La próxima vez<br />

que vengas a comer, invita la casa.<br />

—¿Cómo iban a abrir unos críos el maletero, Joanie? Te aseguro que no lo han<br />

forzado.<br />

—Sabe Dios cómo hacen los críos las cosas. O por qué motivo —dijo antes <strong>de</strong><br />

que Lynt pudiese formular la pregunta—. Pero el caso es que ese maletero está lleno<br />

<strong>de</strong> basura. Pete y tú podéis encargaros <strong>de</strong> eso.<br />

Cuando Joanie entró en el apartamento, Reece estaba sentada en un lado <strong>de</strong>l<br />

diván, con la cesta <strong>de</strong> ropa mojada a sus pies.<br />

—La sopa huele bien. —Joanie se acercó y miró la cesta frunciendo el ceño—.<br />

Esa ropa se llenará <strong>de</strong> hongos si no la tien<strong>de</strong>s. ¿Por qué no la has metido en la<br />

secadora?<br />

—Creía haberlo hecho. Estoy segura <strong>de</strong> haberlo hecho. Pero estaba en la<br />

lavadora.<br />

—¿Qué <strong>de</strong>monios es eso?<br />

—Tinta. Tinta roja. Alguien ha metido mi rotulador rojo en la lavadora con la<br />

ropa.<br />

Joanie infló los carrillos. Fue a sacar un plato pequeño <strong>de</strong>l armario <strong>de</strong> Reece. Al<br />

volver, encendió un cigarrillo y se sentó en la cama junto a Reece.<br />

—Voy a fumarme un cigarrillo y tú vas a contarme qué está pasando.<br />

—No sé qué está pasando. Lo que sí sé es que he metido esa ropa en la<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

secadora, he echado el dinero y he pulsado el botón. Pero cuando he vuelto a<br />

buscarla estaba en la lavadora, mojada. Sé que no he metido esa basura en el<br />

maletero <strong>de</strong>l coche, pero ahí está. No escribí por todo el cuarto <strong>de</strong> baño.<br />

—¿Mi cuarto <strong>de</strong> baño? —Joanie se levantó <strong>de</strong> golpe y fue a echar un vistazo—.<br />

No veo que hayan escrito nada.<br />

—Brody lo tapó con pintura. No metí mis botas <strong>de</strong> excursión en el armario <strong>de</strong> la<br />

cocina ni mi linterna en la nevera. No hice todas esas cosas, pero ocurrieron <strong>de</strong> todos<br />

modos.<br />

—Mírame. Mírame a la cara, vamos.<br />

Cuando Reece obe<strong>de</strong>ció, Joanie observó su cara, sus ojos.<br />

—¿Has tomado medicamentos o drogas?<br />

—No, solo la infusión que el doctor me preparó. Y Tylenol. Pero todas las<br />

pastillas que guardaba por si acaso acabaron en el almirez.<br />

—¿Por qué iba hacer alguien eso, o lo <strong>de</strong>más?<br />

—Para hacerme creer que estoy loca. Para volverme loca, cosa nada difícil.<br />

Porque vi lo que vi, pero es fácil quitarse <strong>de</strong> encima a una loca.<br />

—Encontraron un cadáver...<br />

—No era ella —interrumpió Reece, y su voz empezó a alzarse y a volverse más<br />

aguda—. No era la misma. No era ella, y...<br />

—Para —le or<strong>de</strong>nó Joanie, con voz tajante—. No pienso hablar contigo si no te<br />

tranquilizas.<br />

—Inténtalo tú, intenta estar tranquila cuando alguien te está haciendo esas<br />

cosas. Muéstrate racional cuando no sabes qué será lo próximo, ni cuándo ocurrirá.<br />

Mi ropa está echada a per<strong>de</strong>r. Apenas me quedaba el dinero suficiente hasta el día <strong>de</strong><br />

cobro para lavarla; ahora está echada a per<strong>de</strong>r.<br />

—Pue<strong>de</strong>s abrir una cuenta en la tienda <strong>de</strong> Mac; si necesitas sustituir algunas<br />

cosas, te daré un a<strong>de</strong>lanto.<br />

—Esa no es la cuestión.<br />

—No, claro, pero es mejor que nada. ¿Cuánto hace que ocurre esto?<br />

—Pequeñas cosas <strong>de</strong>s<strong>de</strong>... casi <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que vi cómo asesinaban a aquella mujer.<br />

No sé qué hacer.<br />

—Deberías hablar con el sheriff.<br />

—¿Por qué? —Reece se pasó las manos por el cabello y cerró los puños sin<br />

bajarlas—. ¿Crees que en ese montón <strong>de</strong> basura hay huellas?<br />

—Aun así, Reece.<br />

—Sí —cedió la joven con un suspiro y bajó las manos para pasárselas por la<br />

cara—. Sí, se lo diré al sheriff.<br />

—Muy bien. De momento, más te vale repasar esa ropa, volqué prendas pue<strong>de</strong>s<br />

salvar y ten<strong>de</strong>rlas. Si necesitas una camisa o ropa interior, pue<strong>de</strong>s ir a Mac en tu rato<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso. Faltan unos cinco minutos para que empiece tu turno.<br />

Joanie apagó el cigarrillo. Se levantó y se sacó <strong>de</strong>l bolsillo un billete <strong>de</strong> veinte<br />

dólares.<br />

—Por pintar el cuarto <strong>de</strong> baño.<br />

— 245 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Yo no lo hice. Lo pintó Brody.<br />

—Entonces, si quieres hacer el tonto dáselo a Brody.<br />

El orgullo luchó con el sentido práctico, y resultó que el sentido práctico tenía<br />

más músculos.<br />

—Gracias.<br />

—¿Sabe Brody todo esto?<br />

—Sí, excepto lo que ha pasado hoy.<br />

—¿Quieres llamarle antes <strong>de</strong> bajar a trabajar?<br />

—No. Al parecer, le estorbo.<br />

Joanie resopló.<br />

—Los hombres tienen su utilidad, pero a menos que estés <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> uno<br />

teniendo un orgasmo, es difícil ver qué más pue<strong>de</strong>n ofrecer. Tranquilízate y baja.<br />

Esta noche tenemos costillas asadas <strong>de</strong> menú.<br />

Reece hizo un esfuerzo y hurgó con el pie en la cesta.<br />

—¿Costillas <strong>de</strong> qué?<br />

—De búfalo —dijo Joanie esbozando una sonrisa—. A lo mejor sabes<br />

convertirlas en un plato elegante.<br />

—Pues en realidad...<br />

—Entonces baja pitando y hazlo. Yo solo tengo dos manos.<br />

Brody consi<strong>de</strong>ró la posibilidad <strong>de</strong> meter una pizza congelada en el horno y<br />

pensó en pollo y budines.<br />

Decidió que ella lo había hecho a propósito. Decirle aquello para que no<br />

pudiese pensar en nada más que en ella... En eso, corrigió.<br />

Solo quería que se calmase. ¿No era exactamente eso lo que había dicho? Pero<br />

ella había reaccionado <strong>de</strong> forma exagerada, como siempre hacían las mujeres.<br />

Un hombre tenía <strong>de</strong>recho a respirar un poco en su propia casa, ¿no? A disfrutar<br />

<strong>de</strong> un poco <strong>de</strong> soledad sin una mujer dándole la lata.<br />

Tenía <strong>de</strong>recho a cenar pizza congelada si quería. Lo único que ocurría es que no<br />

era así. Quería una buena cena caliente. Y sabía dón<strong>de</strong> conseguirla.<br />

«Yo ya comía en Ángel Food antes <strong>de</strong> que ella llegase», pensó Brody mientras<br />

salía a coger el coche. No iba a Joanie's porque ella estuviese allí. Eso era solo un<br />

<strong>de</strong>talle. Y si ella <strong>de</strong>cidía ignorarle, era su problema. El solo quería una cena <strong>de</strong>cente a<br />

un precio razonable.<br />

Pero cuando aparcó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l restaurante, la propia Joanie salió a hablar con<br />

él.<br />

—Ahora me iba a verte —dijo.<br />

—¿Para qué? ¿Reece está...?<br />

—Sí, Reece está. —En esa inquietud instantánea, la mujer vio lo que esperaba.<br />

Brody estaba loco por ella—. Ven a dar un paseo. Tengo diez minutos —añadió.<br />

Se lo explicó enseguida, haciendo caso omiso <strong>de</strong> sus interrupciones e ignorando<br />

su mal humor.<br />

—Ha dicho que llamaría al sheriff, pero no lo ha hecho. Aún no. Se controla una<br />

vez que recupera el equilibrio. Esa basura en el maletero ha sido una jugada muy fea.<br />

— 246 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

No me gustan esas cosas.<br />

—Todo ha sido así <strong>de</strong> feo. Necesito hablar con ella ahora mismo.<br />

—Si quiere, pue<strong>de</strong> tomarse diez minutos. Entra por la puerta <strong>de</strong> atrás. No<br />

quiero que os escupáis el uno al otro por encima <strong>de</strong>l mostrador.<br />

Hizo lo que Joanie sugería, rozó a Pete al pasar y tomó a Reece <strong>de</strong>l brazo.<br />

—Vamos fuera.<br />

—Estoy ocupada.<br />

—Eso pue<strong>de</strong> esperar.<br />

La arrastró a la calle.<br />

—Solo un puñetero minuto. Estoy trabajando. Nadie viene y tira <strong>de</strong> ti cuando<br />

estás trabajando. Si tienes algo que <strong>de</strong>cirme, pue<strong>de</strong>s hacerlo cuando termine.<br />

—¿Por qué <strong>de</strong>monios no me has llamado cuando ha pasado toda esa mierda?<br />

—Como siempre, acabarías enterándote —dijo ella en tono agrio—. Y no me<br />

apetecía llamarte. Si has venido para acudir al rescate, no te <strong>de</strong>tengas. No necesito un<br />

héroe. Necesito hacer mi trabajo.<br />

—Esperaré a que acabes y te llevaré a mi casa. Por la mañana iremos a ver a<br />

Rick.<br />

—No quiero que nadie me espere, y cuando termine tengo planes.<br />

—¿Qué planes?<br />

—Eso no es cosa tuya. No necesito que me acompañes a ver al sheriff. No<br />

necesito canguro, caballero andante ni compasión, igual que tú no necesitas que haga<br />

tu cama o ponga tu ropa en la lavadora. Y no es mi turno <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso.<br />

Cuando se giró hacia la puerta, Brody la tomó <strong>de</strong>l brazo y la obligó a volverse<br />

otra vez.<br />

—¡Maldita sea, Reece! —exclamó, y cedió con un suspiro—. Maldita sea —dijo<br />

en voz baja—. Ven a casa.<br />

Ella le miró y luego cerró los ojos.<br />

—Tu reacción <strong>de</strong> esta mañana ha sido un golpe bajo. Creo que es mejor que los<br />

dos nos tomemos un tiempo para pensar. Creo que sería mejor que los dos<br />

estuviésemos seguros <strong>de</strong> lo que significa eso y <strong>de</strong> si es lo que los dos queremos.<br />

Quizá hablemos mañana.<br />

—Dormiré en mi <strong>de</strong>spacho, o abajo, en el sofá.<br />

—No iré a tu casa para que me protejas. Si resulta que quieres más que eso, ya<br />

veremos qué pasa. Más vale que lo averigües antes <strong>de</strong> que volvamos a hablar.<br />

— 247 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 22<br />

Una cerveza —pensó Reece—. Si una mujer no pue<strong>de</strong> permitirse una cerveza,<br />

¿qué sentido tiene conservar un empleo y trabajar hasta tener la espalda molida al<br />

final <strong>de</strong> una larga jornada?<br />

Clancy's estaba repleto <strong>de</strong> gente <strong>de</strong>l pueblo y <strong>de</strong> turistas que habían acudido a<br />

la zona para pescar o ir en barca, para hacer excursiones o montar a caballo. El<br />

larguirucho Reuben se hallaba al micrófono y ofrecía una versión llena <strong>de</strong><br />

sentimiento <strong>de</strong> «You'll think of me», <strong>de</strong> Keith Urban. Un grupo <strong>de</strong> vaqueros jugaba<br />

una partida <strong>de</strong> billar con un par <strong>de</strong> chicas <strong>de</strong> ciudad, así que las bolas chocaban<br />

envueltas en una fina neblina sexual. Dos parejas <strong>de</strong>l Este brindaban y se hacían fotos<br />

contra el fondo <strong>de</strong> cabezas <strong>de</strong> alces y muflones.<br />

En la barra, Cas meditaba con la ayuda <strong>de</strong> una botella <strong>de</strong> Big Horn.<br />

—Parece que está sufriendo —dijo Reece.<br />

Linda-Gail se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—No lo suficiente. Esta vez tendrá que venir por don<strong>de</strong> yo diga y con el<br />

sombrero en la mano. Puedo esperar —dijo antes <strong>de</strong> coger una <strong>de</strong> las galletitas<br />

saladas <strong>de</strong>l cuenco <strong>de</strong> plástico negro que había sobre la mesa y mor<strong>de</strong>rla con<br />

fuerza—. Llevo casi toda mi vida colgada <strong>de</strong> ese estúpido vaquero, y le he dado el<br />

tiempo y el espacio suficiente para que acabe <strong>de</strong> montar a toda la cuadra.<br />

—Bonita metáfora—dijo Reece.<br />

Pero Linda-Gail no estaba para cumplidos.<br />

—Supuse que Cas llevaba en la sangre más avena loca que la mayoría, así que,<br />

vale, <strong>de</strong>jé que la sembrara, que se sacara toda esa ansia <strong>de</strong>l cuerpo. Cuando un<br />

hombre como ese chasquea los <strong>de</strong>dos, las mujeres se le echan encima.<br />

Reece levantó una mano.<br />

—Yo no.<br />

—Ya, pero tú estás loca.<br />

—Cierto. Supongo que eso lo explica.<br />

—Pero ahora estoy dispuesta a empezar a construir el resto <strong>de</strong> mi vida —dijo<br />

Linda-Gail con los ojos clavados en la espalda <strong>de</strong> Cas mientras mordía otra<br />

galletita—. O se adapta, o no se adapta.<br />

Reece reflexionó.<br />

—Los hombres son unos cabrones —dijo por fin.<br />

—Oh, sí, claro que lo son. Pero es que las mujeres no me gustan <strong>de</strong> la misma<br />

forma, así que voy a necesitar a un hombre para poner las cosas en marcha.<br />

—¿Qué clase <strong>de</strong> cosas?<br />

Apoyando el codo sobre la mesa, Linda-Gail <strong>de</strong>scansó la barbilla en la palma <strong>de</strong><br />

— 248 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

la mano.<br />

—Quiero comprarle mi casa a Joanie. Me la ven<strong>de</strong>ría si se lo pidiera. Y cuando<br />

esté dispuesta a retirarse, quiero llevar Ángel Food.<br />

Reece asintió, nada sorprendida.<br />

—Lo harías bien.<br />

—Des<strong>de</strong> luego que sí. Y poner un par <strong>de</strong> can<strong>de</strong>labros <strong>de</strong> plata en la mesa <strong>de</strong>l<br />

comedor. Bonitos, para que los here<strong>de</strong> mi hija. Quiero una hija en particular, aunque<br />

lo que me gustaría <strong>de</strong> verdad sería tener uno <strong>de</strong> cada. Un niño y una niña. Quiero un<br />

hombre que trabaje a mi lado, y que me mire como si yo siempre tuviese razón.<br />

Quiero oír cómo se limpia las botas en la puerta por la noche mientras se hace la<br />

cena. Y alguna que otra vez, solo <strong>de</strong> vez en cuando, quiero que me traiga flores al<br />

volver a casa.<br />

—Eso está muy bien.<br />

—Y quiero que sea un toro en la cama, y que me <strong>de</strong>je sorda, muda y ciega con<br />

bastante frecuencia.<br />

—Excelentes objetivos. ¿Cas está a la altura?<br />

—En cuanto a la parte sexual, estoy bastante segura, aunque solo he visto el<br />

avance y no la película entera —dijo sonriendo, mientras cogía otra galletita—. ¿El<br />

resto? Tiene posibilida<strong>de</strong>s, Pero si quiere echarlas a per<strong>de</strong>r, no puedo <strong>de</strong>tenerle.<br />

¿Quieres otra cerveza?<br />

—No, estoy bien.<br />

Linda-Gail pidió una mientras las dos mujeres <strong>de</strong>l Este ocupaban el escenario<br />

con una enérgica versión <strong>de</strong> «I feel like a woman».<br />

—¿Y tú? ¿Cuáles son tus excelentes objetivos?<br />

—Antes eran dirigir la mejor cocina <strong>de</strong>l mejor restaurante <strong>de</strong> Boston. Ser<br />

consi<strong>de</strong>rada uno <strong>de</strong> los diez mejores, o <strong>de</strong> los cinco mejores, cocineros <strong>de</strong>l país.<br />

Quería casarme y tener hijos, pero pensaba que había mucho tiempo para eso. Algún<br />

día. Luego, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que me hiriesen, solo quería pasar el momento. Luego, la<br />

hora siguiente, y luego, el día siguiente.<br />

—Nadie sabe cómo es eso hasta que le ha ocurrido —dijo Linda-Gail al cabo <strong>de</strong><br />

un momento—. Pero creo que es lo más inteligente que se pue<strong>de</strong> hacer. Tienes que<br />

pasar los días para seguir a<strong>de</strong>lante.<br />

—Ahora quiero mi casa. Cumplir con mi jornada laboral y po<strong>de</strong>r tomar una<br />

copa con una amiga.<br />

—¿Y Brody?<br />

—No puedo imaginarme no <strong>de</strong>seándole. Esta noche ha entrado en la cocina por<br />

la puerta <strong>de</strong> atrás y me ha arrastrado hasta la calle.<br />

—¿Qué? ¿Cómo? —Linda-Gail apoyó la nueva cerveza tan <strong>de</strong>prisa sobre la<br />

mesa que la espuma se <strong>de</strong>sbordó por los lados—. ¿Cómo me he perdido eso? ¿Qué<br />

ha pasado?<br />

—Quería que volviese a su casa con él.<br />

—¿Y cuál es el motivo <strong>de</strong> que estés aquí tomando una cerveza y escuchando un<br />

karaoke nefasto? En este momento en particular, nefasto es poco.<br />

— 249 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Reece apretó los dientes.<br />

—No volveré hasta que esté segura <strong>de</strong> que me quiere allí, y no para<br />

protegerme. Voy a comprarme un perro —dijo frunciendo el entrecejo.<br />

—Me he perdido.<br />

—Si solo quiero protección, me compraré un puñetero perro. Quiero un amante<br />

en un plano <strong>de</strong> igualdad. Y si voy a estar en esa cabaña con él, no quiero sentirme<br />

como una invitada. Ni siquiera se ha ofrecido a <strong>de</strong>jarme un cajón <strong>de</strong> su armario.<br />

Linda-Gail puso mala cara y volvió a apoyar la barbilla en la mano.<br />

—Los hombres son un asco.<br />

—Tienes toda la razón. Me cabrea estar enamorada <strong>de</strong> él.<br />

Con mirada triste, Linda-Gail golpeó ligeramente el vaso <strong>de</strong> Reece con el suyo.<br />

—Estoy contigo.<br />

Entonces echó un vistazo hacia la barra y vio que Cas estaba contándole sus<br />

penas a una <strong>de</strong> las camareras. Sabía que era una <strong>de</strong> las mujeres con las que se había<br />

acostado en algún momento.<br />

—Vamos a bailar.<br />

Reece parpa<strong>de</strong>ó.<br />

—¿Cómo?<br />

—Vamos a ver si hay un par <strong>de</strong> pescadores con mosca que quieran dar unas<br />

vueltas por la pista <strong>de</strong> baile.<br />

La pista <strong>de</strong> baile consistía en un escaso listón <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l escenario, y<br />

los pescadores con mosca estaban medio borrachos y con ganas <strong>de</strong> camorra.<br />

—No me apetece mucho.<br />

—Pues yo voy a ver si escojo a uno.<br />

Metió la mano en el bolso y sacó un pintalabios. Se pintó los labios a la<br />

perfección —<strong>de</strong> un rojo muy atrevido— sin necesidad <strong>de</strong> espejo, y se echó hacia<br />

atrás.<br />

—¿Qué pinta tengo?<br />

—Ahora mismo, un tanto peligrosa. Deberías...<br />

—Perfecto.<br />

Sacudiendo el cabello hacia atrás, Linda-Gail entró en el campo visual <strong>de</strong> Cas.<br />

Luego apoyó las palmas <strong>de</strong> las manos en la mesa don<strong>de</strong> estaban sentados los tres<br />

hombres y se inclinó hacia <strong>de</strong>lante.<br />

Reece no oía lo que <strong>de</strong>cían, pero no le hacía falta. Los hombres sonreían; Cas<br />

tenía aspecto <strong>de</strong> asesino.<br />

«Una mala i<strong>de</strong>a —pensó Reece—. Esa clase <strong>de</strong> juegos siempre son una mala<br />

i<strong>de</strong>a.» Pero Linda-Gail se paseaba ya <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los hombres mientras sus<br />

compañeros silbaban y animaban. Ella le llevó a la pista, le puso las manos en los<br />

hombros y empezó a mover las ca<strong>de</strong>ras.<br />

En la mesa, los otros dos gritaron. Uno <strong>de</strong> ellos exclamó.<br />

—¡No te cortes, Chuck!<br />

Y Chuck plantó las manos en el culo <strong>de</strong> Linda-Gail.<br />

A pesar <strong>de</strong> la distancia, a pesar <strong>de</strong> la neblina <strong>de</strong> humo azul, Reece vio que los<br />

— 250 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

nudillos <strong>de</strong> Cas se volvían blancos sobre el largo cuello <strong>de</strong> su cerveza.<br />

«Una i<strong>de</strong>a malísima», <strong>de</strong>cidió Reece. Su conclusión se vio confirmada cuando<br />

Cas apoyó con fuerza la botella en la barra y se dirigió a gran<strong>de</strong>s zancadas a la pista<br />

<strong>de</strong> baile.<br />

Reece pudo oír algunos fragmentos <strong>de</strong> la conversación.<br />

—El culo es mío, gilipollas —<strong>de</strong>cía Linda-Gail.<br />

—Ocúpate <strong>de</strong> tus asuntos, tío —<strong>de</strong>cía Chuck.<br />

Las dos mujeres <strong>de</strong>l Este, que habían pasado <strong>de</strong> Shania Twain a una versión<br />

achispada <strong>de</strong> «Stand by your man», habían <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> cantar y los miraban<br />

<strong>de</strong>scolocadas y fascinadas.<br />

Chuck empujó a Cas; Cas empujó a Chuck. Linda-Gail se empleó a fondo con<br />

sus sesenta kilos y los empujó a los dos.<br />

Cualquier esperanza <strong>de</strong> que todo acabase en eso se <strong>de</strong>svaneció cuando Reece<br />

vio que los amigos <strong>de</strong> Chuck se levantaban <strong>de</strong> la mesa.<br />

La pequeña manada <strong>de</strong> vaqueros que estaban jugando al billar dio un paso<br />

a<strong>de</strong>lante. Al fin y al cabo, Cas era uno <strong>de</strong> los suyos.<br />

«Voy a estar en el centro <strong>de</strong> una pelea <strong>de</strong> bar», pensó Reece, asombrada. A<br />

punto <strong>de</strong> verse atrapada en una refrigera en un karaoke <strong>de</strong> Wyoming.<br />

Salvo que consiguiese agarrar a Linda-Gail y echar a correr.<br />

Miró rápidamente a su alre<strong>de</strong>dor para comprobar la dirección y distancia <strong>de</strong> la<br />

salida.<br />

Y entonces, entre la ruidosa multitud puesta en pie, vio a un hombre que<br />

llevaba una gorra <strong>de</strong> cazador anaranjada.<br />

Se levantó tambaleándose, sin respiración, tiró la cerveza al suelo, el vidrio se<br />

hizo añicos con un sonido como el <strong>de</strong> un disparo, dio un traspié y, al tratar <strong>de</strong><br />

recuperar el equilibrio, empujó a uno <strong>de</strong> los vaqueros, que chocó con fuerza contra<br />

uno <strong>de</strong> los pescadores.<br />

Los puños volaban. En el escenario, las mujeres gritaban abrazadas. Los<br />

cuerpos caían con un ruido sordo contra las mesas y la barra, y en algunos casos<br />

incluso encima. Vasos y botellas se estrellaron contra el suelo y se hicieron añicos, la<br />

ma<strong>de</strong>ra se astilló. Reece habría jurado que oyó a alguien gritar « Yija!» antes <strong>de</strong> que<br />

un codo la alcanzara en el pómulo y la enviase al suelo cuan larga era, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un<br />

charco <strong>de</strong> cerveza.<br />

Apestando a cerveza y humo, sujetando una bolsa <strong>de</strong> hielo contra su palpitante<br />

pómulo, Reece permanecía sentada en la oficina <strong>de</strong>l sheriff. Si se había sentido más<br />

humillada en su vida, su cerebro no permitía que el inci<strong>de</strong>nte anterior saliese a la<br />

superficie.<br />

—Lo último que esperaba <strong>de</strong> usted era traerla aquí por una pelea <strong>de</strong> bar.<br />

—No estaba en mis planes para esta velada. Simplemente sucedió. Y yo no<br />

estaba peleando.<br />

—Ha empujado a Jud Horst contra un tal Robert Gavin, provocando el<br />

inci<strong>de</strong>nte. Ha lanzado su cerveza.<br />

—¡No lo he hecho! He tirado mi cerveza sin querer al tratar <strong>de</strong> levantarme <strong>de</strong> la<br />

— 251 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

mesa y he tropezado con Jud. Ha sido un acci<strong>de</strong>nte.<br />

—Estaba bebiendo —continuó Rick.<br />

—Media cerveza. Por el amor <strong>de</strong> Dios. Me encontraba en un bar; claro que<br />

estaba bebiendo. Como todos los <strong>de</strong>más. Y no estaba borracha. Me asusté, vale. Eso<br />

es. Me asusté. Vi...<br />

—¿Qué vio?<br />

—Vi a un hombre con una gorra anaranjada <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la multitud.<br />

La expresión aburrida y enojada <strong>de</strong> Rick cambió <strong>de</strong> pronto.<br />

—¿Vio al hombre que había visto junto al río?<br />

—No lo sé. No pu<strong>de</strong> verlo bien. Todo ocurrió tan <strong>de</strong>prisa... Me levanté. Quería<br />

marcharme. Quería verlo mejor.<br />

—¿Quería marchase o verle mejor?<br />

—Las dos cosas —replicó ella en tono seco—. Estaba asustada. Se me cayó la<br />

cerveza. Di un traspié. Eso es todo.<br />

El suspiró con fuerza. Le había sacado <strong>de</strong> la cama la llamada histérica <strong>de</strong> una <strong>de</strong><br />

las camareras <strong>de</strong> Clancy's. Acababa <strong>de</strong> cerrar los ojos y había tenido que levantarse,<br />

volver a vestirse y bajar a poner or<strong>de</strong>n en el bar.<br />

Ahora tenía que abrirse paso entre daños contra la propiedad, daños personales<br />

y posibles cargos civiles y penales.<br />

—Min Hobalt afirma que usted la golpeó. Tengo aquí otra <strong>de</strong>claración que dice<br />

que <strong>de</strong>rribó una mesa, lo que provocó que una jarra <strong>de</strong> cerveza cayese sobre el pie <strong>de</strong><br />

una tal Lee Shanks <strong>de</strong> <strong>San</strong> Diego. Tengo a una turista con un <strong>de</strong>do <strong>de</strong>l pie roto.<br />

—Yo no le he pegado a nadie —aseguró Reece, pese a que no estaba <strong>de</strong>l todo<br />

segura—. No a propósito. Trataba <strong>de</strong> recuperar el equilibrio. Me dieron un codazo en<br />

la cara y vi las estrellas. Me sentía asustada. Me caí contra una mesa, no la <strong>de</strong>rribé.<br />

Son cosas muy distintas. Soy yo la que se ha llevado un golpe en la cara —continuó—<br />

. Soy yo la que tiene todo el cuerpo magullado.<br />

Él resopló.<br />

—¿Quién empezó?<br />

—No lo sé. El tipo al que llamaban Chuck le dio un pequeño empujón a Cas;<br />

Cas se lo <strong>de</strong>volvió. Luego vi...vi la gorra.<br />

—Vio la gorra.<br />

—Sé que suena ridículo. Y sí, sí, ya sé que muchos hombres <strong>de</strong> por aquí llevan<br />

esa maldita gorra. Pero estaba nerviosa porque veía que se avecinaba una pelea,<br />

entonces vi la gorra y perdí un poco los papeles. Vaya sorpresa.<br />

—Clancy ha dicho que se disponía a acabar con aquello cuando ese vaso se cayó<br />

al suelo. Dice que fue como si sonase la campana en un ring <strong>de</strong> boxeo. Y cuando ese<br />

vaquero chocó contra el turista, no hizo falta nada más.<br />

—O sea, que es culpa mía —dijo Reece, imperturbable—. Muy bien. Acúseme<br />

<strong>de</strong> provocar disturbios, o lo que quiera. Eso sí, <strong>de</strong>me una puñetera aspirina antes <strong>de</strong><br />

cerrar la celda.<br />

—Nadie va a encerrarla. Por el amor <strong>de</strong> Dios. —Rick se frotó la cara y se<br />

pellizcó el puente <strong>de</strong> la nariz—. El caso es que tiene la costumbre <strong>de</strong> liar las cosas.<br />

— 252 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

¿Ha tenido hoy algún problema en la lavan<strong>de</strong>ría <strong>de</strong>l hotel?<br />

—Pues...<br />

Por supuesto, lo sabía. Brenda y Debbie, la esposa <strong>de</strong>l sheriff, eran como uña y<br />

carne. Reece supuso que aquella noche a la hora <strong>de</strong> la cena había sido el tema<br />

principal <strong>de</strong> conversación en torno a la mesa <strong>de</strong> los Mardson.<br />

—Eso ha sido distinto. Alguien me ha gastado una broma. Pero a mí no me ha<br />

hecho gracia.<br />

Mientras Rick, con las cejas en alto, aguardaba sus explicaciones, Reece<br />

consi<strong>de</strong>ró si sería sensato contarle la verdad.<br />

Y <strong>de</strong>cidió que la verdad sonaría absurda en ese momento.<br />

—No ha sido nada. No importa. ¿Interroga a todos los que tienen unas palabras<br />

con la recepcionista <strong>de</strong>l hotel, o solo a mí?<br />

La expresión <strong>de</strong> él se endureció.<br />

—Tengo que hacer mi trabajo, Reece, aunque a usted no le guste cómo lo hago.<br />

Ahora <strong>de</strong>bo ocuparme <strong>de</strong> este jaleo. Pue<strong>de</strong> que mañana necesite hablar otra vez con<br />

usted.<br />

—Entonces, ¿soy libre <strong>de</strong> marcharme?<br />

—Sí. ¿Quiere que el doctor le mire esa mejilla?<br />

—No —dijo mientras se ponía en pie—. Yo no he empezado lo que ha ocurrido<br />

esta noche, y no lo he acabado. Solo me he visto atrapada en medio.<br />

Se volvió hacia la puerta.<br />

—Tiene la costumbre <strong>de</strong> verse atrapada en medio <strong>de</strong> las cosas. Y, Reece, si da<br />

un salto cada vez que ve algo naranja, vamos a tener un problema.<br />

Reece no se <strong>de</strong>tuvo. Anhelaba llegar a su casa para cauterizar su rabia y<br />

humillación en privado.<br />

Pero enseguida comprendió que primero tendría que pasar por encima <strong>de</strong><br />

Brody. Estaba sentado en una <strong>de</strong> las sillas <strong>de</strong> las visitas <strong>de</strong> la oficina exterior, con las<br />

piernas estiradas y los ojos entornados, y Reece trató sencillamente <strong>de</strong> ro<strong>de</strong>arle.<br />

—Quieta ahí, Flaca —dijo mientras se levantaba <strong>de</strong>spacio—. Echemos un<br />

vistazo a esa cara.<br />

—No hay nada que ver.<br />

El llegó primero a la puerta, cerró la mano en torno al pomo y luego se limitó a<br />

apoyarse en ella.<br />

—Hueles como el suelo <strong>de</strong>l bar.<br />

—Esta noche me he pasado un rato en él. ¿Me disculpas?<br />

Brody abrió la puerta, pero la tomó <strong>de</strong>l brazo en cuanto estuvieron en la calle.<br />

—Evitémonos esa ridícula rutina <strong>de</strong> que quieres volver a casa sola y a pie. Es<br />

tar<strong>de</strong>; yo conduzco.<br />

Como le dolía casi todo el cuerpo, incluyendo la rodilla sobre la que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong><br />

haber caído durante la riña, no se molestó en discutir.<br />

—Muy bien. ¿Que haces aquí?<br />

—Linda-Gail me ha llamado por si necesitabas a alguien que pagase la fianza —<br />

le explicó mientras abría la puerta <strong>de</strong>l pasajero—. Des<strong>de</strong> luego, haces que la vida<br />

— 253 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

resulte interesante.<br />

—Yo no he hecho nada.<br />

—Mantente fiel a tu versión.<br />

Reece permaneció en silencio hasta que él ro<strong>de</strong>ó el capó y se sentó al volante.<br />

—¿Crees que tiene gracia?<br />

—Posee varios <strong>de</strong> los clásicos elementos necesarios para la farsa. Sí, creo que<br />

tiene gracia. La única mujer, aparte <strong>de</strong> ti, a la que he tenido que ir a recoger a una<br />

comisaría fue una bailarina <strong>de</strong> striptease a la que conocí en Chicago que aporreó a un<br />

tipo con una botella <strong>de</strong> cerveza cuando él se entusiasmó <strong>de</strong>masiado mientras ella<br />

bailaba en sus rodillas en una fiesta <strong>de</strong> soltero. Fue mucho más agra<strong>de</strong>cida que tú.<br />

—Linda-Gail es quién te ha llamado, no yo. —Reece cruzó los brazos; anhelaba<br />

hielo y una aspirina—. Y <strong>de</strong> todos modos, es culpa suya. Nada <strong>de</strong> esto habría pasado<br />

si no se le hubiese metido en la cabeza la absurda i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> poner celoso a Cas.<br />

—¿Por qué iba a hacer eso?<br />

—Porque está enamorada <strong>de</strong> él.<br />

—Está enamorada <strong>de</strong> Cas, y por eso ha provocado una pelea en un bar. Tiene<br />

mucho sentido.<br />

En el estrafalario mundo en el que vivían las mujeres.<br />

—Bueno, Flaca, ¿en tu casa o en la mía? —añadió.<br />

—En la mía. Pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>jarme allí y consi<strong>de</strong>ra cumplidos tus <strong>de</strong>beres <strong>de</strong> buen<br />

samaritano.<br />

Arrancó el coche y se puso a tamborilear con los <strong>de</strong>dos contra el volante.<br />

—¿Quieres saber por qué me he levantado <strong>de</strong> la cama y he venido a buscarte<br />

cuando ha llamado Linda-Gail?<br />

Reece cerró los ojos.<br />

—Porque te gusta salvar a las bailarinas <strong>de</strong> striptease y a las lunáticas.<br />

—Pue<strong>de</strong> que sea eso, o pue<strong>de</strong> que me preocupe por ti.<br />

—Pue<strong>de</strong> que sí. Ya me lo dirás cuando lo averigües.<br />

—Maldita sea, sabes que me preocupo por ti. ¿Por qué otro motivo iba a estar<br />

<strong>de</strong>spierto en la cama maldiciéndote cuando ha llamado tu cómplice?<br />

—No tengo ni i<strong>de</strong>a.<br />

—Pienso en ti. Eso me fastidia —dijo; en su voz se percibía el resentimiento—.<br />

Tú me fastidias.<br />

—Como esta es la segunda vez que apareces <strong>de</strong> pronto <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí esta<br />

noche, yo diría que eres tú el que me fastidia a mí —contestó ella, mientras Brody<br />

aparcaba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> su coche—. Querías que me fuese <strong>de</strong> tu casa y me he marchado.<br />

Querías que me calmase, que echase el freno, y lo he hecho. Si cambias <strong>de</strong> capricho,<br />

Brody, no es mi problema.<br />

—¡Qué tozuda! —se <strong>de</strong>squitó él—. Esta mañana me he sentido presionado.<br />

Todo ha empezado con la sopa italiana <strong>de</strong> boda, por el amor <strong>de</strong> Dios.<br />

—¿Qué tiene <strong>de</strong> malo la sopa italiana <strong>de</strong> boda? Era una <strong>de</strong> mis especialida<strong>de</strong>s<br />

cuando... ¡Oh, qué idiota eres! ¿Boda? ¿Te dan escalofríos al oír la palabra?<br />

Brody se sintió casi violento.<br />

— 254 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—No me dan escalofríos.<br />

—¿Voy a hacer sopa y a ti se te mete en esa cabeza <strong>de</strong> chorlito que voy a elegir<br />

la porcelana para la lista <strong>de</strong> bodas? ¡Qué gilipollas!<br />

Se dispuso a abrir la puerta, pero él se inclinó sobre ella y le sujetó la mano.<br />

Prefería estar cabreado a sentirse violento.<br />

—Has hecho la cama, te has ofrecido a lavar mi ropa. Me has preguntado qué<br />

quería para <strong>de</strong>sayunar.<br />

Reece le apoyó la mano libre en el pecho y le empujó.<br />

—He dormido en la cama, y por eso la he hecho. Me has <strong>de</strong>jado estar en tu casa<br />

cuando necesitaba un refugio, y <strong>de</strong> todos modos iba a poner una lavadora. He<br />

pensado que podía correspon<strong>de</strong>rte un poco haciendo parte <strong>de</strong> las tareas domésticas.<br />

Me gusta cocinar para ti. Me gusta cocinar y punto. Eso ha sido todo.<br />

—Dijiste que me querías.<br />

—Es verdad, pero no te pedí que me quisieras también. No me he suscrito a la<br />

revista Novias. Ni siquiera te he pedido nunca que vaciases un cajón para que<br />

tuviese algún sitio don<strong>de</strong> poner mis cosas. Nunca te he pedido nada que no fuese<br />

compañerismo.<br />

Era horrible tener toda la culpa.<br />

—Vale, pues he reaccionado <strong>de</strong> forma exagerada...<br />

—Ya lo has dicho antes. Estoy cansada, Brody. Si quieres discutir esto a fondo,<br />

tendrá que ser en otro momento. Quiero irme a la cama.<br />

—Espera, maldita sea.<br />

Brody se apoyó en el respaldo y se pasó los <strong>de</strong>dos por el pelo con una expresión<br />

afligida y frustrada.<br />

—Esta mañana no he estado muy acertado. Lo siento.<br />

Reece guardó silencio por un momento.<br />

—Guau, apuesto a que <strong>de</strong>cir eso te ha dolido tanto como me duele a mí la cara.<br />

—Pue<strong>de</strong> que más. No me obligues a repetirlo.<br />

—Con una vez es suficiente.<br />

Le tocó el brazo y luego alargó el brazo <strong>de</strong> nuevo para abrir la puerta.<br />

—¿Pue<strong>de</strong>s esperar? Maldita sea. Escúchame.<br />

Siguió un silencio y Reece le observó.<br />

—Te escucho.<br />

—Vale. Antes has dicho que no querías que cuidase <strong>de</strong> ti. Está bien. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong><br />

querer cuidar <strong>de</strong> ti me asusta muchísimo. Pero quiero estar contigo. No hay nadie<br />

más con quien quiera estar. ¿Po<strong>de</strong>mos volver a eso?<br />

Reece abrió la puerta y luego se <strong>de</strong>tuvo, Le miró. La vida era terriblemente<br />

corta. ¿Quién lo sabía mejor que ella?<br />

—Esto es todo lo que buscaba. ¿Quieres subir?<br />

—Sí.<br />

Brody esperó mientras ella ro<strong>de</strong>aba el coche y luego alargó la mano para tomar<br />

la <strong>de</strong> ella.<br />

—Ven un momento —dijo; se inclinó y rozó con sus labios la mejilla<br />

— 255 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

magullada—. Debe <strong>de</strong> dolerte mucho.<br />

—Y que lo digas. Deberías saber que hoy no voy a ser muy buena compañía.<br />

Todo lo que quiero es un baño caliente, un frasco <strong>de</strong> aspirinas y una cama blanda.<br />

—No tienes una cama blanda.<br />

—Ya lo compensaré —dijo mientras abría la puerta—. Me siento como si<br />

hubiese estado en un partido <strong>de</strong> fútbol. En el papel <strong>de</strong> pelota.<br />

Cuando entró, Brody tiró <strong>de</strong> Reece hacia atrás y se colocó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella.<br />

—¿Qué es ese sonido? —preguntó ella—. ¿Lo oyes? Parece el correr <strong>de</strong>l agua.<br />

—Quédate aquí.<br />

Por supuesto, no pudo obe<strong>de</strong>cerle, y entró con precaución <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él.<br />

—El baño —susurró Reece—. La puerta está cerrada. Nunca cierro la puerta<br />

porque necesito po<strong>de</strong>r ver el interior <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> baño cuando entro en el<br />

apartamento. Hay un grifo abierto. Oh, Dios mío, el agua sale por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la<br />

puerta.<br />

Brody empujó la puerta y salió más agua. Dentro, la bañera rebosaba mientras<br />

el agua que salía <strong>de</strong>l grifo fluía en su interior. Las pocas cosas que Reece había<br />

consi<strong>de</strong>rado aprovechables <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l inci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la lavan<strong>de</strong>ría flotaban como<br />

restos <strong>de</strong> un naufragio.<br />

—No me lo he <strong>de</strong>jado abierto. Ni siquiera lo había abierto. Solo he subido un<br />

momento...<br />

Sin <strong>de</strong>cir nada, Brody se acercó al grifo, chapoteando, para cerrarlo. Se remandó<br />

la camisa, meto el brazo en el agua y tiró <strong>de</strong>l tapón.<br />

—He colgado esas cosas sobre la barra <strong>de</strong> la ducha antes <strong>de</strong> bajar a trabajar.<br />

Después <strong>de</strong> trabajar, he subido un momento para cambiarme <strong>de</strong> zapatos. Eso es todo<br />

lo que hecho antes <strong>de</strong> salir con Linda-Gail.<br />

—Yo no digo lo contrario.<br />

—El suelo se va a estropear. Tengo que buscar algo para... Oh, Dios mío,<br />

Joanie's. Abajo. El agua habrá calado hasta el restaurante, a través <strong>de</strong>l suelo.<br />

—Ve a llamarla. Dile que venga y que traiga las llaves <strong>de</strong>l restaurante.<br />

Joanie llegó con las llaves y un aspirador <strong>de</strong> líquidos. Con mirada torva,<br />

empuñó el aspirador hacia Reece.<br />

—Vamos, aspira esa agua. Cuando acabes, bájalo aquí.<br />

—Joanie, cuánto lo siento...<br />

—Calla y haz lo que te he dicho.<br />

Joanie abrió la puerta, entró y encendió las luces.<br />

El agua goteaba y fluía a través <strong>de</strong>l techo <strong>de</strong>l rincón orientado al norte. El<br />

tabique seco se había combado bajo el peso y partido como fruta madura. Dos<br />

reservados estaban empapados.<br />

—Hijo <strong>de</strong> puta, cabrón...<br />

—Ella no tiene la culpa —empezó Brody, pero Joanie le apuntó con un <strong>de</strong>do sin<br />

<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirar los daños.<br />

—Necesitaré unos ventiladores para secar esto, plástico para ponerlo en ese<br />

puto agujero <strong>de</strong>l puto techo antes <strong>de</strong> que el puto inspector <strong>de</strong> sanidad me clausure el<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

local. Si quieres ser útil, ve atrás y trae un ventilador gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> pie que tengo en el<br />

almacén. Luego podrías ir a mi casa. Tengo un rollo <strong>de</strong> plástico en el cobertizo y una<br />

grapadora.<br />

Brody miró el techo.<br />

—Y una escalera.<br />

—Eso también. Hijo <strong>de</strong> puta, cabrón...<br />

Reece sollozaba mientras trabajaba. Esta vez no era ella la única perjudicada,<br />

sino la mujer cuyo <strong>de</strong>lito había sido darle un empleo, alquilarle un apartamento y<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rla.<br />

Ahora todo era un lío. Un suelo estropeado, un techo estropeado y solo Dios<br />

sabía que más.<br />

Vació el <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong>l aspirador y volvió a ponerlo en marcha.<br />

Levantó la vista tristemente cuando Joanie cruzó el umbral.<br />

—Con tanto llanto solo conseguirás tener que aspirar más agua.<br />

Reece se enjugó las lágrimas.<br />

—¿Es muy grave?<br />

—Bastante, pero se pue<strong>de</strong> arreglar.<br />

—Te pagaré...<br />

—Para algo tengo un seguro, ¿no? Ya es hora <strong>de</strong> que esos hijos <strong>de</strong> puta aflojen<br />

la mosca <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>spellejarme con las primas cada mes.<br />

Reece trabajaba mirando el suelo.<br />

—Sé lo que parece esto, y sé que no estás <strong>de</strong> humor para oír excusas, pero no<br />

me he <strong>de</strong>jado el grifo <strong>de</strong> la bañera abierto. Ni siquiera...<br />

—Ya lo sé.<br />

Reece levantó la vista <strong>de</strong> golpe.<br />

—¿Lo sabes?<br />

—Nunca te olvidas <strong>de</strong> nada. ¿No acabo <strong>de</strong> tener que utilizar mi llave para abrir<br />

esa estúpida puerta? Dijiste que alguien te estaba puteando. Ahora me están<br />

puteando a mí, y estoy muy cabreada. Pero ahora la cuestión es arreglar lo que haya<br />

que arreglar; luego averiguaremos lo <strong>de</strong>más —dijo poniéndose en jarras—. Habrá<br />

que levantar el pavimento. ¿Te supone un problema pasar la noche en casa <strong>de</strong><br />

Brody?<br />

—No.<br />

—Entonces acaba aquí y haz la maleta. A primera hora <strong>de</strong> la mañana buscaré a<br />

un par <strong>de</strong> chicos que se encarguen <strong>de</strong> esto.<br />

Le dio una patada a la mesa <strong>de</strong> <strong>de</strong>spacho y luego observó por primera vez la<br />

cara <strong>de</strong> Reece.<br />

—¿Qué te ha pasado en la mejilla?<br />

—Ha habido una especie <strong>de</strong> pelea en Clancy's.<br />

—¡Oh, por los clavos <strong>de</strong> Cristo! Si no es una cosa, son dos. Antes <strong>de</strong> marcharte,<br />

baja al restaurante y saca un paquete <strong>de</strong> guisantes <strong>de</strong>l congelador.<br />

—Será solo hasta que pueda volver a mi apartamento.<br />

Eran más <strong>de</strong> las tres <strong>de</strong> la mañana cuando Reece metió sus últimas cosas en el<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

coche <strong>de</strong> Brody.<br />

—Aja.<br />

—Solo unos días —añadió Reece, subiendo al coche agotada y <strong>de</strong>primida<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ver los daños en Joanie's—. No me ofreceré a lavarte la ropa. De todos<br />

modos, no tengo mucha suerte con la colada.<br />

—Vale.<br />

—Me ha creído. Ni siquiera he tenido que explicárselo.<br />

—Joanie es una mujer lista. No es fácil engañarla.<br />

—Sea quien sea el culpable, no tenía por qué hacerle eso. No tenía por qué<br />

meterla en esto.<br />

Miró por la ventanilla mientras pasaban junto a la oscura superficie <strong>de</strong>l lago.<br />

Esa noche su vida le parecía así. Demasiado oscura para ver lo que había <strong>de</strong>bajo.<br />

—Si ella te hubiese echado la culpa, te habría <strong>de</strong>spedido, te habría puesto <strong>de</strong><br />

patitas en la calle. Y entonces lo más probable es que te hubieses ido <strong>de</strong>l pueblo. Sin<br />

sueldo y sin un lugar don<strong>de</strong> vivir. Es un movimiento inteligente.<br />

—Me alegro <strong>de</strong> que no me aceche un idiota. Según esa lógica, con la que estoy<br />

<strong>de</strong> acuerdo, tú serías el siguiente <strong>de</strong> su lista. No soy exactamente un amuleto <strong>de</strong> la<br />

suerte para nadie, Brody.<br />

—Yo no creo en la suerte.<br />

Aparcó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su cabaña. Sacó <strong>de</strong>l coche la pesada caja <strong>de</strong> sus utensilios <strong>de</strong><br />

cocina, se colgó el or<strong>de</strong>nador portátil <strong>de</strong>l hombro y le <strong>de</strong>jó a ella la segunda caja y el<br />

petate.<br />

Una vez <strong>de</strong>ntro, apoyó la caja en el suelo.<br />

—No voy a poner todo esto en su sitio —dijo mientras cogía la otra caja <strong>de</strong> sus<br />

manos y la situaba junto a la otra—. Sube a ducharte.<br />

—Creo que será mejor que me dé un baño —respondió ella esbozando una<br />

sonrisa; se olió el dorso <strong>de</strong> la mano—. Huelo bastante mal.<br />

—No si te gusta la cerveza rancia y el humo —dijo él al tiempo que sacaba la<br />

bolsa <strong>de</strong> guisantes congelados <strong>de</strong> la segunda caja y se la tiraba—. Aplícate esto.<br />

Reece subió y abrió el grifo <strong>de</strong>l agua caliente. Se metió en la bañera y se apoyó<br />

la fría bolsa en el palpitante pómulo. Cuando entró Brody se incorporó <strong>de</strong> golpe.<br />

—Aspirinas —dijo. Dejó sobre el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la bañera el frasco y un vaso <strong>de</strong> agua.<br />

Luego salió.<br />

Cuando Reece salió <strong>de</strong>l baño vestida con una holgada camiseta gris con<br />

manchas rojas y unos anchos pantalones <strong>de</strong> franela, Brody se hallaba <strong>de</strong> pie junto a la<br />

ventana. Se volvió y la<strong>de</strong>ó la cabeza.<br />

—Bonito conjunto.<br />

—No me queda gran cosa.<br />

—Bueno, pue<strong>de</strong>s poner ahí lo que te queda —dijo señalando la cajonera con el<br />

pulgar—. He vaciado un par <strong>de</strong> cajones.<br />

—Oh.<br />

—No es una propuesta <strong>de</strong> matrimonio.<br />

—Vale. Mañana lo haré. Estoy muy cansada. Perdona, Brody, pero ¿has...?<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Sí. Las puertas están cerradas con llave.<br />

—Está bien,<br />

Se metió en la cama y suspiró aliviada.<br />

Momentos <strong>de</strong>spués, las luces se apagaron y el colchón se hundió. Notó el cálido<br />

cuerpo <strong>de</strong> Brody contra el suyo, y su brazo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la cintura.<br />

Reece le tomó la mano y entrelazó los <strong>de</strong>dos con los suyos. Poco <strong>de</strong>spués se<br />

durmió, <strong>de</strong>masiado agotada para soñar.<br />

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Capítulo 23<br />

Brody llevó a Reece al restaurante a las seis en punto. Las luces estaban<br />

encendidas y brillaban con fuerza en la oscuridad. Había una furgoneta junto al<br />

bordillo y un horrible contenedor ver<strong>de</strong> <strong>de</strong> basura, abierto, lleno ya hasta la mitad <strong>de</strong><br />

pladur y escombros.<br />

Al verlo, Reece sintió que se le tensaban los músculos <strong>de</strong> los hombros.<br />

—¿Cuánto crees que va a costar esto?<br />

—No tengo ni i<strong>de</strong>a. —Brody se encogió <strong>de</strong> hombros—. Mi virilidad no llega<br />

hasta ahí.<br />

«El seguro está muy bien —pensó Reece—. Pero ¿y la franquicia?» Cuando<br />

entró, vio a Joanie en jarras mirando con el ceño fruncido una cortina <strong>de</strong> plástico.<br />

Llevaba las botas <strong>de</strong> trabajo que Reece había visto en el lava<strong>de</strong>ro la primera vez que<br />

fue a su casa, unos pantalones marrones <strong>de</strong> tela basta y una camiseta beis con uno <strong>de</strong><br />

los bolsillos <strong>de</strong>lanteros un poco abultado, sin duda por el paquete <strong>de</strong> Marlboro<br />

Lights que siempre tenía a mano.<br />

Detrás <strong>de</strong>l plástico, Reece vio a un par <strong>de</strong> hombres subidos en escaleras <strong>de</strong><br />

mano.<br />

El local olía a café y humedad. El gran ventilador seguía girando y enfriando el<br />

aire.<br />

—Hoy no entras hasta las once —dijo Joanie sin mirarla.<br />

—Pienso cargar con mi parte. Si quieres discutir —añadió Reece—, me<br />

marcharé a Jackson Hole y buscaré trabajo allí. No solo te habrás quedado sin un par<br />

<strong>de</strong> reservados; también habrás perdido a una cocinera.<br />

Joanie se quedó don<strong>de</strong> estaba.<br />

—Esos chicos llevan ya una hora con esto. Ve atrás y prepárales un <strong>de</strong>sayuno<br />

propio <strong>de</strong> un granjero.<br />

—¿Cómo quieren los huevos?<br />

—Fritos.<br />

Cuando Reece se marchó a la cocina, Brody se acercó a Joanie.<br />

—¿Has dormido?<br />

—Ya dormiré cuando esté muerta. ¿Estás aquí solo para hacerle <strong>de</strong> chófer y<br />

lanzarle miradas ardientes, o has venido a echar una mano?<br />

—Puedo hacer varias tareas a la vez.<br />

—Entonces ve a ver en qué pue<strong>de</strong>s ayudar a Reuben y Joe. Pronto tendremos<br />

clientes. Reece, que sean tres <strong>de</strong>sayunos.<br />

Reece los sirvió en la barra mientras Bebe acarreaba mesas para compensar los<br />

asientos perdidos. Ya empezaban a llegar los primeros clientes, y el tipo <strong>de</strong> las<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

mañanas, siempre soñoliento, entró por la puerta trasera para fregar los platos.<br />

Nadie se quejó <strong>de</strong> las incomodida<strong>de</strong>s ni <strong>de</strong>l jaleo, pero fue el principal tema <strong>de</strong><br />

conversación durante la mañana. Al sentir las miradas <strong>de</strong> curiosidad <strong>de</strong> los clientes,<br />

Reece se dijo que era lo menos que cabía esperar. Pero mientras tanto comían y<br />

hacían ruido con los platos, y a las diez en punto alguien puso la máquina <strong>de</strong> discos<br />

en marcha y la música cubrió el ruido <strong>de</strong> los martillos y las sierras.<br />

Reece tenía la sopa <strong>de</strong>l día en el hervidor y estaba preparando salsa picante<br />

cuando Linda-Gail se <strong>de</strong>slizó por la puerta <strong>de</strong> atrás.<br />

—¡Qué Follón! Debes <strong>de</strong> estar muy enfadada conmigo.<br />

—Lo estaba. —Reece siguió picando mientras consi<strong>de</strong>raba la posibilidad <strong>de</strong><br />

preparar tostadas a la italiana para los clientes <strong>de</strong>l almuerzo—. Luego he tratado <strong>de</strong><br />

verlo con perspectiva y finalmente he <strong>de</strong>cidido que no fue culpa tuya. Bueno no <strong>de</strong>l<br />

todo.<br />

—¿De verdad? Me siento imbécil.<br />

—Te portaste como una imbécil —confirmó Reece antes <strong>de</strong> coger una botella <strong>de</strong><br />

agua—. Pero ese fue solo uno <strong>de</strong> los factores que contribuyeron a la catástrofe<br />

general.<br />

—¡Oh, Reece! ¡Cómo tienes la cara!<br />

—No me lo recuer<strong>de</strong>s —contestó Reece apoyándose la botella fría contra el<br />

pómulo magullado—. ¿Estoy horrible?<br />

—Claro que no. Eso es imposible.<br />

—Entre la pelea en Clancy's y el follón <strong>de</strong> aquí, la gente va a tener <strong>de</strong> que hablar<br />

durante una semana.<br />

—No es culpa tuya.<br />

—No —dijo Reece; al parecer, los tiempos <strong>de</strong> sumirse en el sentimiento <strong>de</strong><br />

culpabilidad habían terminado. Bravo—. La verdad es que no.<br />

—¿Sabe alguien cómo pasó? En fin, ¿quién pudo hacer algo tan estúpido y ruin?<br />

—Linda-Gail paseó la vista alre<strong>de</strong>dor y miró a Brody y Reuben, que cargaban con un<br />

tabique seco—. La parte positiva es que he oído a Joanie <strong>de</strong>cir que, ya puestos, más<br />

valdría pintar todo el local y no solo el techo. Una mano <strong>de</strong> pintura no iría nada mal.<br />

—Una forma muy cutre <strong>de</strong> renovar la <strong>de</strong>coración.<br />

Linda-Gail pasó una mano por la espalda <strong>de</strong> Reece.<br />

—Siento mucho todo lo que pasó.<br />

—No te preocupes.<br />

—Cas no me habla.<br />

—Ya lo hará, aunque tal vez <strong>de</strong>berías tomar la iniciativa. Cuando hay algo que<br />

quieres, algo que necesitas, la vida es <strong>de</strong>masiado corta para andarse con tonterías.<br />

—Tal vez,. Reece, quiero que sepas que si lo necesitas, pue<strong>de</strong>s quedarte en mi<br />

casa todo el tiempo que quieras.<br />

—Gracias —dijo mirando por encima <strong>de</strong>l hombro—. Me ha dado dos cajones.<br />

Los ojos <strong>de</strong> Linda-Gail se iluminaron.<br />

—¡Oh, Reece! —exclamó; ro<strong>de</strong>ó la cintura <strong>de</strong> Reece con los brazos,<br />

balanceándose y añadió—. ¡Eso es impresionante!<br />

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—Son cajones, Linda-Gail. Pero sí, es un buen paso.<br />

—Linda-Gail Case, me parece que no te pago para que bailes. —Joanie entró y<br />

dio unas vueltas a la sopa—. Reece, ha venido Rick y quiere hablar contigo en cuanto<br />

puedas. Si quieres intimidad pue<strong>de</strong>s ir a mi <strong>de</strong>spacho.<br />

—Supongo que será mejor —dijo Reece. Sin embargo, al volverse vio que, en la<br />

barra y las mesas, los clientes se entretenían con el café—. No, creo que tendremos<br />

esta conversación ahí fuera. Si nos encerramos, la gente aún hablará más <strong>de</strong> mí.<br />

Con un brillo <strong>de</strong> aprobación en la mirada, Joanie asintió.<br />

—Me parece muy bien.<br />

Reece salió sin quitarse el <strong>de</strong>lantal y se llevó el agua. Rick se hallaba junto a la<br />

barra y se en<strong>de</strong>rezó al verla.<br />

—Reece. ¿Por qué no nos sentamos en la parte <strong>de</strong> atrás?<br />

—Aquí estamos bien. La mesa cinco está vacía. Linda-Gail —llamó Reece sin<br />

<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirar a Rick a los ojos—, ¿pue<strong>de</strong>s traerle café al sheriff? Mesa cinco. —En<br />

cuanto se hubo sentado preguntó—. ¿Min va a presentar cargos?<br />

—No —respondió Rick mientras sacaba su libreta—. Esta mañana he vuelto a<br />

hablar con ella, y reconoce que usted no la golpeó sino que la empujaron contra ella.<br />

Y tras analizarlo los testigos están <strong>de</strong> acuerdo en que no <strong>de</strong>rribó una mesa, sino que<br />

se cayó encima cuando otras personas intentaban marcharse o incorporarse a la<br />

pelea. Para terminar podríamos <strong>de</strong>cir que lo que ocurrió en Clancy's fue el resultado<br />

<strong>de</strong> una serie <strong>de</strong> acciones poco inteligentes por parte <strong>de</strong> diversas personas.<br />

—Incluida yo.<br />

—Bueno, usted parece provocar... reacciones —respondió el sheriff esbozando<br />

una sonrisa y mirando hacia el plástico y en dirección al tabique seco que estaban<br />

clavando—. Y ahora, ¿por qué no me habla <strong>de</strong> esta?<br />

—Cuando salí <strong>de</strong> su oficina, Brody me trajo aquí. Subimos. Oí ruido <strong>de</strong> agua y,<br />

cuando entramos, la puerta <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> baño estaba cerrada. Salía agua por <strong>de</strong>bajo.<br />

Alguien había abierto el grifo <strong>de</strong> la bañera y había puesto el tapón. El agua se<br />

<strong>de</strong>sbordó.<br />

—¿Alguien?<br />

Estaba preparada para eso. Mantuvo la mirada serena; la voz, clara y firme.<br />

—No fui yo. Yo no estaba en casa. Usted sabe que estaba en Clancy's, y luego en<br />

su oficina.<br />

—Sé que estuvo en Clancy's un par <strong>de</strong> horas, y en mi oficina un par <strong>de</strong> horas.<br />

Por lo que me han dicho y lo que veo, el grifo estuvo abierto un buen rato. Es difícil<br />

saber con certeza cuánto.<br />

—Yo no lo abrí. Después <strong>de</strong> mi turno, subí a cambiarme <strong>de</strong> zapatos y...<br />

—¿Y?<br />

Comprobó la cerradura, las ventanas.<br />

—Nada. Me cambié <strong>de</strong> zapatos y volví a bajar para reunirme con Linda-Gail.<br />

No pu<strong>de</strong> estar arriba más <strong>de</strong> tres minutos.<br />

—¿Entró en el cuarto <strong>de</strong> baño?<br />

—Sí, utilicé el cuarto <strong>de</strong> baño y miré la ropa que tenía colgada <strong>de</strong> la barra <strong>de</strong> la<br />

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

ducha para comprobar si estaba seca. Eso es todo. No tenía ningún motivo para abrir<br />

el grifo.<br />

—¿La ropa que llevó a la lavan<strong>de</strong>ría <strong>de</strong>l hotel por la mañana?<br />

«Vale —pensó Reece—. Fantástico.»<br />

—Sí. Y, sí, alguien sacó <strong>de</strong> la secadora la ropa que yo había lavado y metido allí<br />

y volvió a meterla en la lavadora. Yo la había llevado allí abajo, la puse a lavar, me<br />

fui a casa, volví, la metí en la secadora y regresé a casa otra vez. Y cuando volví a<br />

buscarla, estaba en la lavadora.<br />

El hombre alzó la mirada cuando Linda-Gail se acercó con su café y un huevo<br />

escalfado con tostadas para Reece.<br />

—Joanie dice que tienes que comerte esto, Reece. ¿Le traigo algo más, sheriff?<br />

—No, con el café es suficiente, gracias.<br />

—Linda-Gail pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que no pasé arriba más <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> minutos antes<br />

<strong>de</strong> que nos fuésemos a Clancy's.<br />

—Des<strong>de</strong> luego —confirmó la muchacha tras vacilar un poco—. Subió y bajó en<br />

un momento.<br />

—¿No subiste con ella? —preguntó Rick.<br />

—Pues no. Fui al cuarto <strong>de</strong> baño <strong>de</strong> aquí, me arreglé el maquillaje y me peiné<br />

un poco. Cuando salí, Reece me estaba esperando. No pudieron pasar más <strong>de</strong> unos<br />

minutos. Alguien le hizo una broma estúpida y pesada. Eso es lo que pasó.<br />

—¿Por qué iba yo a abrir el grifo? —inquirió Reece—. Iba a salir.<br />

—No digo que lo hiciese. Y, si lo abrió, no digo que lo hiciese para provocar<br />

nada <strong>de</strong> esto —afirmó él tirándose <strong>de</strong>l lóbulo <strong>de</strong> la oreja—. A veces, cuando uno tiene<br />

muchas cosas en la cabeza, olvida la olla en el fuego, el teléfono <strong>de</strong>scolgado... Es<br />

normal.<br />

—No es normal llenar la bañera cuando no se tiene intención <strong>de</strong> tomar un baño,<br />

y luego salir y <strong>de</strong>jar el grifo abierto. Y eso no es lo que hice.<br />

—Claro que no. —Linda-Gail apoyó una mano en el hombro <strong>de</strong> Reece y se lo<br />

frotó. Y Reece se preguntó si en ese gesto <strong>de</strong> consuelo había un atisbo <strong>de</strong> duda.<br />

—Alguien estuvo en mi apartamento —dijo Reece—. Esta no es la primera vez.<br />

Rick le <strong>de</strong>dicó a Reece una mirada penetrante.<br />

—Es la primera noticia que tengo. Gracias, Linda-Gail. Si necesitamos algo más,<br />

te llamaré.<br />

—De acuerdo. Reece, come. No has tomado nada en todo el día, y si ese plato<br />

vuelve intacto Joanie se va a enfadar.<br />

—Todo empezó justo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que viese el asesinato —comenzó Reece.<br />

Le contó lo <strong>de</strong>l mapa, la puerta, el cuarto <strong>de</strong> baño, sus cosas en el petate, las<br />

botas y los cuencos, las píldoras, el álbum <strong>de</strong> fotos. Se obligó a comer un poco, con la<br />

esperanza <strong>de</strong> que la acción diese mayor vali<strong>de</strong>z a sus <strong>de</strong>claraciones.<br />

El tomó notas e hizo preguntas con voz impasible y serena.<br />

—¿Por qué no <strong>de</strong>nunció antes estos inci<strong>de</strong>ntes?<br />

—Porque sabía qué pensaría justo lo que está pensando ahora. Que lo hice yo o<br />

lo imaginé.<br />

— 263 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Usted no pue<strong>de</strong> saber lo que pienso, Reece —respondió él; algo en su voz le<br />

advirtió que estaba a punto <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r la paciencia—. ¿Ha visto mero<strong>de</strong>ar a alguien<br />

por aquí?<br />

—La mitad <strong>de</strong>l pueblo mero<strong>de</strong>a por aquí en algún momento <strong>de</strong>l día.<br />

—¿Quién tiene acceso a su llave?<br />

—La llevo siempre encima. Hay una copia en el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Joanie.<br />

—¿Brody tiene una?<br />

—No.<br />

—¿Ha tenido problemas? ¿Ha discutido con alguien <strong>de</strong>l pueblo?<br />

—No hasta que tropecé anoche con Min en Clancy's.<br />

El volvió a esbozar una sonrisa.<br />

—Creo que po<strong>de</strong>mos eliminarla <strong>de</strong> la lista.<br />

—Debió <strong>de</strong> verme.<br />

—¿Quién?<br />

—El hombre, junto al río. El hombre al que vi estrangular a esa mujer.<br />

Rick tomó aliento y se apoyó en el respaldo.<br />

—¿Verla, a esa distancia? ¿A la distancia que indicó en su <strong>de</strong>claración?<br />

—No a mí. Quiero <strong>de</strong>cir que <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ver que había alguien en el sen<strong>de</strong>ro.<br />

Cuando todo el pueblo se enteró, no le costó nada averiguar que era yo. Por eso está<br />

tratando <strong>de</strong> <strong>de</strong>sacreditarme como testigo. —Rick cerró su libreta y Reece preguntó—.<br />

¿Qué va a hacer?<br />

—Mi trabajo. Voy a estudiar el asunto. La próxima vez que ocurra algo, tiene<br />

que <strong>de</strong>círmelo. No puedo ayudarla si no sé que tiene problemas.<br />

—De acuerdo. ¿Han i<strong>de</strong>ntificado el cadáver <strong>de</strong> la mujer?<br />

—Aún no han comparado los registros <strong>de</strong>ntales. Todavía es una <strong>de</strong>sconocida.<br />

¿Ha pensado en ello? ¿Pue<strong>de</strong> confirmar que es la mujer que vio?<br />

—No, no puedo porque no es ella.<br />

—Está bien —dijo el sheriff mientras se ponía en pie—. ¿Tiene algún sitio don<strong>de</strong><br />

alojarse mientras arreglan esto?<br />

—Estoy en casa <strong>de</strong> Brody.<br />

—Me pondré en contacto con usted.<br />

Reece se levantó y quitó la mesa ella misma. De vuelta en la cocina, Joanie miró<br />

los restos <strong>de</strong>l huevo con el ceño fruncido.<br />

—¿No te gusta cómo cocino?<br />

—No es eso. No me cree.<br />

—No importa si te cree o no; hará lo que le pagan por hacer. Quiero ese pollo<br />

asado a la parrilla como plato <strong>de</strong>l día. Llevas retraso.<br />

—Ahora mismo me pongo.<br />

—Y prepara ensalada <strong>de</strong> patatas. Tienes tu dichoso eneldo fresco en la nevera.<br />

Utilízalo.<br />

Reece acababa la primera parte <strong>de</strong> un turno doble cuando Rick localizó al<br />

doctor Wallace. En el lago, con fuertes y regulares golpes <strong>de</strong> remo, el doctor llevaba<br />

su barca hasta el amarra<strong>de</strong>ro. Rick agarró el cabo y lo aseguró.<br />

— 264 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿Tienes licencia <strong>de</strong> pesca?<br />

—¿Ves algún pez? Es como el chiste <strong>de</strong>l guardabosques que se encuentra con<br />

una mujer que lee un libro en una barca. Le pregunta si tiene licencia <strong>de</strong> pesca, ella<br />

respon<strong>de</strong> que no está pescando, que está leyendo un libro —contó el doctor mientras<br />

bajaba ágilmente <strong>de</strong> su barca—. El guardabosques dice: «Lleva usted el equipo para<br />

pescar, así que voy a tener que ponerle una multa». Ella dice: «Si hace eso, voy a<br />

tener que <strong>de</strong>nunciarle por violación». —Rick aguardó con paciencia mientras el<br />

doctor se quitaba las gafas y las limpiaba con el faldón <strong>de</strong> la camisa—. Entonces —<br />

siguió el doctor—, el guardabosques dice ofendido: «Señora, yo no la he violado». Y<br />

ella respon<strong>de</strong>: «Pero lleva usted el equipo para hacerlo».<br />

Rick se echó a reír.<br />

—Es bueno. ¿Hoy no pican?<br />

—Ni uno —respondió el doctor mientras apoyaba la caña en su hombro—,<br />

aunque hace muy buen día.<br />

—Es verdad. ¿Tienes unos minutos?<br />

—Tengo todo el tiempo que quiera. Es mi día libre. Después <strong>de</strong> pasarme las<br />

últimas dos horas sentado en esa barca, me vendría bien un paseo.<br />

Echaron a andar <strong>de</strong>spacio, siguiendo la curva <strong>de</strong>l lago.<br />

—Me han dicho que Reece Gilmore ha ido a verte. Como médico.<br />

—Ya sabes que no puedo hablar <strong>de</strong> ese tipo <strong>de</strong> cosas, Rick.<br />

—No te pido que lo hagas. Hablemos <strong>de</strong> forma hipotética.<br />

—Eso son arenas movedizas.<br />

—Si se mueven <strong>de</strong>masiado, pue<strong>de</strong>n apartarse.<br />

—Me parece bien.<br />

—Supongo que te has enterado <strong>de</strong> lo que ha sucedido en el local <strong>de</strong> Joanie.<br />

—Desperfectos causados por el agua.<br />

—Tengo una <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> Reece. Dice que ella no abrió el grifo <strong>de</strong> la bañera.<br />

Dice que alguien ha entrado varias veces en su piso y ha hecho cosas allí. Dice que<br />

alguien sacó su ropa <strong>de</strong> la secadora y volvió a meterla en la lavadora en el sótano <strong>de</strong>l<br />

hotel mientras ella no estaba. En fin, pue<strong>de</strong> que alguien <strong>de</strong> por aquí le haya cogido<br />

manía. Aunque en mi opinión es una mujer bastante agradable.<br />

—Hay gente a la que no le gustan las personas agradables.<br />

—Muy cierto. Ayer estuvo a punto <strong>de</strong> caerse al lago. Luego se echó a correr<br />

<strong>de</strong>scalza por la calle. Le dijo a Brenda que alguien había bajado a la lavan<strong>de</strong>ría y<br />

había tocado su ropa. Anoche se metió en una pelea en Clancy's.<br />

—Oh, vamos, Rick, ya me han contado ese disparate. Linda-Gail se puso a<br />

tontear con un turista ante las narices <strong>de</strong> Cas, para fastidiarle. Y lo consiguió.<br />

—La cuestión es que Reece se vio implicada. Hasta que llegó ella, nunca<br />

habíamos tenido tantos problemas en el pueblo al mismo tiempo.<br />

El sol <strong>de</strong>stelló en las gafas oscuras <strong>de</strong> Rick cuando volvió la cabeza para mirar<br />

al doctor. Detrás <strong>de</strong> ellos, las barcas surcaban el agua a través <strong>de</strong>l reflejo <strong>de</strong> las<br />

montañas.<br />

—Crees que ella está provocando todo esto. ¿Por qué iba a hacerlo?<br />

— 265 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Rick levantó una mano mientras caminaban.<br />

—Dime, en el caso hipotético <strong>de</strong> que tuvieses un paciente con un historial <strong>de</strong><br />

problemas emocionales y mentales, ¿es posible que ese paciente se las arregle<br />

bastante bien durante la mayor parte <strong>de</strong>l tiempo y sufra, bueno, lo que podríamos<br />

llamar confusiones o, puñetas, simples <strong>de</strong>scuidos?<br />

—Demonios, Rick, tú mismo podrías tener simples <strong>de</strong>scuidos y añadir algunas<br />

confusiones <strong>de</strong> vez en cuando.<br />

—Estamos hablando <strong>de</strong> algo más que olvidar dón<strong>de</strong> ha <strong>de</strong>jado uno las llaves.<br />

¿Podría ocurrirle eso?<br />

—Hipotéticamente, sí. Sin embargo, solo es una posibilidad, Rick. Tener un<br />

<strong>de</strong>scuido no es ningún <strong>de</strong>lito, pero hacerle todo eso a esa muchacha sí lo es.<br />

—Voy a poner toda mi atención en esto. En ella.<br />

El doctor asintió, y caminaron un poco más en amistoso silencio.<br />

—Bueno, me parece que voy al hotel para echar un vistazo a la lavan<strong>de</strong>ría—dijo<br />

Rick.<br />

Antes pasó por el apartamento <strong>de</strong> Reece. La puerta estaba abierta <strong>de</strong> par en par,<br />

y <strong>de</strong>l interior salía una mezcla <strong>de</strong> música rock y <strong>de</strong> los golpes <strong>de</strong> un martillo contra el<br />

escoplo.<br />

Dentro, Brody, arrodillado en el cuarto <strong>de</strong> baño, retiraba con dificultad el viejo<br />

linóleo.<br />

—No es tu especialidad —dijo Rick.<br />

—Des<strong>de</strong> luego que no. —Brody se sentó sobre los talones—. Es un trabajo<br />

<strong>de</strong>sagradable y agotador que me está <strong>de</strong>strozando los nudillos. Me lo han endosado<br />

al <strong>de</strong>scubrir que no tengo talento para la carpintería.<br />

Rick se agachó.<br />

—El suelo está hecho un asco.<br />

—Eso me han dicho.<br />

—Deberías haber venido a verme con Reece y explicarme esos inci<strong>de</strong>ntes antes<br />

<strong>de</strong> que pasara esto, Brody.<br />

—Ella no quiso, y es comprensible. Solo tengo que mirarte a la cara para ver<br />

que no le crees.<br />

—No tengo ninguna certeza. Es difícil investigar si no sé las cosas, si no las veo<br />

por mí mismo. Tú pintaste esto para tapar lo que escribieron.<br />

—Antes hice fotos. Ya te las pasaré.<br />

—Algo es algo. ¿Ninguno <strong>de</strong> estos inci<strong>de</strong>ntes ocurrió en tu casa, o mientras<br />

estabas con ella?<br />

—Hasta ahora, no —respondió Brody, antes <strong>de</strong> volver a ponerse manos a la<br />

obra—. Escucha, incluso <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un punto <strong>de</strong> vista objetivo me resulta difícil creer que<br />

se <strong>de</strong>jase el grifo abierto. Comprueba los fogones cada vez que sale <strong>de</strong> la cocina.<br />

Comprueba las luces, las puertas. Una persona tan maniática no se olvida <strong>de</strong> que ha<br />

abierto el grifo <strong>de</strong> la bañera. Y no llena la bañera si hay alguien esperándole abajo.<br />

—No veo ninguna señal <strong>de</strong> que hayan forzado la cerradura.<br />

—Debe <strong>de</strong> tener una llave. Pienso cambiar la cerradura.<br />

— 266 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Hazlo. Voy a acercarme al hotel para echar un vistazo a la lavan<strong>de</strong>ría.<br />

¿Quieres acompañarme?<br />

—¿Y <strong>de</strong>jar esta fascinante afición? —Brody <strong>de</strong>jó caer las herramientas—. Des<strong>de</strong><br />

luego que sí.<br />

Brody pudo imaginar cómo se sintió Reece mientras acarreaba su cesta por el<br />

sótano. Había luz, una luz intensa que proyectaba sombras en los rincones. La<br />

cal<strong>de</strong>ra zumbaba, los calentadores <strong>de</strong> agua emitían ruidos metálicos, sonidos huecos<br />

y resonantes que te envolvían mientras caminabas por el suelo <strong>de</strong> cemento hasta<br />

llegar al vinilo <strong>de</strong>sgastado <strong>de</strong> la pequeña lavan<strong>de</strong>ría.<br />

Dos lavadoras y dos secadoras. Un dispensador <strong>de</strong> sobrecitos <strong>de</strong> <strong>de</strong>tergente y<br />

suavizante a precios excesivos.<br />

Encima <strong>de</strong> las máquinas, a bastante altura, una estrecha ventana cerrada <strong>de</strong>jaba<br />

pasar una luz irregular a través <strong>de</strong>l cristal esmerilado.<br />

—Los ascensores <strong>de</strong> los huéspe<strong>de</strong>s no bajan hasta aquí —empezó Rick—.<br />

También hay una entrada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el exterior, junto a la sala <strong>de</strong> mantenimiento. Un par<br />

<strong>de</strong> ventanas. No es difícil bajar aquí sin que nadie se dé cuenta. De todos modos,<br />

¿cómo iban a saber que Reece estaba aquí haciendo la colada?<br />

—Vino caminando por la calle. Basta con que la estuvieran vigilando.<br />

Rick observó la sala.<br />

—Deja que te pregunte algo, Brody. Si alguien <strong>de</strong>sea hacerle daño, ¿por qué no<br />

lo ha hecho ya? Se le ha metido en la cabeza que el hombre al que dice haber visto<br />

junto al río está haciendo esto.<br />

—Yo se lo metí en la cabeza.<br />

Como si <strong>de</strong> pronto se sintiera cansado, Rick se apoyó en una <strong>de</strong> las lavadoras.<br />

—Bueno, y ¿por qué <strong>de</strong>monios se te ocurrió hacer eso?<br />

—A mí me parece lógico. Jugar con sus <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s, asustarla, hacer que du<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> sí misma. Asegurarse <strong>de</strong> que todos los <strong>de</strong>más también du<strong>de</strong>n <strong>de</strong> ella. Es listo y, a<br />

su modo, hábil. Eso no significa que no vaya a hacerle daño. —«Y por eso no va sola<br />

a ninguna parte», pensó—. En mi opinión la cosa se está agravando —continuó—.<br />

Esta vez no estaba aislada. Joanie también ha salido perjudicada. La estrategia no está<br />

dando resultado porque Reece aguanta.<br />

—Brody, ¿alguna vez te has <strong>de</strong>jado la ropa mojada en la lavadora?<br />

—Des<strong>de</strong> luego, pero yo no soy Reece.<br />

Rick sacudió la cabeza.<br />

—Subiré a hablar con Brenda.<br />

Brenda estaba en recepción y hablaba por teléfono con su voz más profesional y<br />

agradable.<br />

—Les esperamos el diez <strong>de</strong> julio. Les reservaré la habitación y les enviaré una<br />

confirmación. No hay <strong>de</strong> qué. Adiós, señor Franklin. —Colgó—. Acabo <strong>de</strong> reservar la<br />

segunda <strong>de</strong> nuestras dos suites para una semana en julio. Si esto sigue así, este<br />

verano vamos a tener el hotel completo. ¿Cómo va todo?<br />

—No me puedo quejar —le dijo Rick—. ¿Viste a Reece entrar y salir <strong>de</strong> aquí<br />

ayer?<br />

— 267 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Des<strong>de</strong> luego. Le conté a Debbie...<br />

—Explícamelo a mí ahora. Vino a lavar la ropa.<br />

—Traía una cesta y no llevaba zapatos. —Brenda puso los ojos en blanco—.<br />

Pidió cambio para las máquinas. Bajó enseguida. Volvió a salir, no sé, al cabo <strong>de</strong> diez<br />

minutos como máximo. Cuando regresó, una media hora más tar<strong>de</strong>, se había<br />

calzado. Bajó y subió, igual que antes. No la vi entrar la última vez. Debía <strong>de</strong> estar en<br />

la parte <strong>de</strong> atrás, pero subió como una loca, la verdad. Afirmaba que había alguien<br />

ahí abajo.<br />

—¿Viste bajar a alguien más?<br />

—Ni un alma. Dijo que alguien había vuelto a meter su ropa seca en la<br />

lavadora. ¿Quién iba a hacer eso?<br />

—Pero ¿no estuviste en recepción todo el rato? —intervino Brody, y luego miró<br />

a Rick—. Perdona.<br />

—No pasa nada. Has dicho que la última vez que Reece entró, tú estabas en la<br />

parte <strong>de</strong> atrás. ¿Estuviste allí mucho tiempo?<br />

—Bueno, no sé cuánto exactamente. Diez, quince minutos tal vez. Pero cuando<br />

estoy allí casi siempre oigo la puerta.<br />

—Casi siempre —insistió Brody.<br />

—Si estoy hablando por teléfono ahí atrás, si alguien entra y no toca la<br />

campanilla <strong>de</strong>l mostrador, no me entero —contestó, a la <strong>de</strong>fensiva—. Para eso está.<br />

—¿Ha venido alguien preguntando por Reece?<br />

—Pues no, Rick, ¿por qué iban a hacerlo? Escucha, me cae bien. Es una mujer<br />

agradable. Pero ayer se comportó <strong>de</strong> forma muy rara. Nunca he visto a nadie tan<br />

cabreado por una ropa mojada. ¿Te ha contado Debbie que le dijo que se estaba<br />

entrenando para una especie <strong>de</strong> maratón o algo así, y que por eso corría <strong>de</strong>scalza?<br />

Bueno, eso es <strong>de</strong> locos.<br />

—Está bien, Brenda. Gracias por aten<strong>de</strong>rnos.<br />

Cuando salieron, Brody se volvió hacia Rick.<br />

—¿Le han extirpado recientemente a Brenda el sentido <strong>de</strong>l humor?<br />

—Oh, vamos, Brody, no le pasa nada, ya lo sabes. Con todo lo que está pasando<br />

y Reece en el centro <strong>de</strong> casi todo, no pue<strong>de</strong>s esperar que todo el mundo entienda las<br />

cosas.<br />

—¿Tú las entien<strong>de</strong>s?<br />

—Lo intento. Cuando puedas, pásame esas fotos que hiciste <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> baño.<br />

Y, ya que eres escritor, tal vez podrías escribir para mí tu versión <strong>de</strong> los hechos, a ser<br />

posible con fechas y horas.<br />

Brody volvió a relajar la mandíbula.<br />

—Sí, eso se me da un poco mejor que colocar un tabique seco.<br />

—Sé concreto —añadió Rick mientras caminaban—. Si es algo que Reece te ha<br />

contado, asegúrate <strong>de</strong> presentarlo así. Si es algo que has visto tú mismo, indícalo.<br />

—Vale.<br />

En la puerta <strong>de</strong> On the Trail, Rick se <strong>de</strong>tuvo un momento. Vio a Debbie en el<br />

interior, pero tenía clientes. Como solía hacer, llamó con los nudillos en el cristal y la<br />

— 268 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

saludó rápidamente cuando ella lo miró.<br />

—Las cosas empiezan a animarse en el pueblo —comentó Rick mientras<br />

seguían caminando—. Mmm... ¿Lo vuestro va en serio?<br />

—Va.<br />

—Será mejor que intentes evitar que eso influya en tu <strong>de</strong>claración. Cuando uno<br />

siente algo por una mujer, tien<strong>de</strong> a matizar un poco las cosas.<br />

—No está loca, Rick. Puñetas, no llega ni a excéntrica en algunos aspectos.<br />

—¿Y en otros?<br />

—Llama la atención, claro. ¿Quién no? La gente <strong>de</strong> por aquí pensaba que yo era<br />

raro porque escribo sobre asesinatos, no pesco, no cazo mamíferos y soy incapaz <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>cir cuáles son las diez canciones más vendidas <strong>de</strong> la lista <strong>de</strong> música country.<br />

Rick esbozó una sonrisa.<br />

— 269 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 24<br />

Linda-Gail no sabía qué hacer. No recordaba haber metido tanto la pata con un<br />

hombre jamás, y nunca un hombre le había importado tanto como Cas.<br />

Y seguramente por eso había metido la pata.<br />

Cas no respondía al teléfono. Ella <strong>de</strong>seaba estar cabreada con él por ese motivo,<br />

pero en lugar <strong>de</strong> eso se sentía un poco asustada, un poco triste. Y muy confusa.<br />

Lo había planeado todo, se había pasado horas, días y noches calculando cómo<br />

domar a Cas cuando llegase el momento. Cuando a ella le conviniese. Caray, si había<br />

un hombre que necesitara que lo domasen, ese era Cas.<br />

Le había dado mucho tiempo, mucho espacio. Había llegado el momento <strong>de</strong><br />

que ambos sentasen la cabeza. Juntos.<br />

Mientras se dirigía hacia el rancho en su coche, ro<strong>de</strong>ada por los campos <strong>de</strong><br />

salvia a punto <strong>de</strong> florecer, se sentía <strong>de</strong>cidida a <strong>de</strong>cirle eso mismo. O pescaba o<br />

cortaba el cebo.<br />

Y si él optaba por cortar el cebo, no sabía qué <strong>de</strong>monios iba a hacer ella.<br />

Deseó haber hablado con Reece antes <strong>de</strong> dar ese paso. Tenía experiencia,<br />

sabiduría urbana y estilo. Pero también tenía muchos problemas, y <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar un<br />

poquito enfadada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se había visto implicada en una pelea <strong>de</strong> bar.<br />

Un búfalo plantado en el centro <strong>de</strong> la carretera como si fuese suya la obligó a<br />

frenar. Con un toque <strong>de</strong> claxon, lo animó a apartarse y alejarse por los campos.<br />

Dios, ¿en qué estaba pensando cuando se le ocurrió pavonearse con aquel<br />

estúpido justo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> las narices <strong>de</strong> Cas? En ponerle un poco celoso, en mostrarle<br />

lo que se perdía. En ese momento le pareció lo más a<strong>de</strong>cuado. El problema era que<br />

había funcionado <strong>de</strong>masiado bien.<br />

¿Cómo iba a imaginarse ella que se liarían a golpes?<br />

«Hombres», pensó con <strong>de</strong>sprecio, mirando con el ceño fruncido las flores<br />

silvestres, la manada <strong>de</strong> antílopes americanos que las mordisqueaban, y preparando<br />

el terreno para enfadarse.<br />

Solo estaba bailando, por el amor <strong>de</strong> Dios.<br />

Tamborileó con los <strong>de</strong>dos contra el volante al ritmo <strong>de</strong> Kenny Chesney. Lo que<br />

<strong>de</strong>bía hacer era dar la vuelta, regresar al pueblo y <strong>de</strong>jar que Cas se cociera en su<br />

propia bilis durante unos días más. A ser posible para siempre. Lo que <strong>de</strong>bía hacer<br />

era seguir, localizar a aquel vaquero <strong>de</strong>scerebrado y <strong>de</strong>cirle lo que opinaba <strong>de</strong>l jaleo<br />

que había armado por nada.<br />

Así que siguió a<strong>de</strong>lante, pisando a fondo el acelerador <strong>de</strong> su pequeño coche,<br />

<strong>de</strong>jando que el viento entrase por las ventanillas abiertas mientras Chesney seguía<br />

cantando.<br />

— 270 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Al acercarse a la gran puerta abierta con su K <strong>de</strong> hierro forjado ro<strong>de</strong>ada por un<br />

círculo aminoró la velocidad. No tenía <strong>de</strong>recho a atropellar a algún turista <strong>de</strong>seoso<br />

<strong>de</strong> experimentar la vida <strong>de</strong>l oeste solo porque su vida amorosa fuese un asco.<br />

Pasó junto a un cerco don<strong>de</strong> una yegua amamantaba a su potro, y <strong>de</strong>spués<br />

junto al alojamiento <strong>de</strong> los trabajadores, con sus troncos <strong>de</strong>steñidos y el amplio<br />

porche frontal construido para aparentar que llevaba allí un par <strong>de</strong> siglos, congelado<br />

en el tiempo. Linda-Gail sabía que, entre otras cosas, la cocina <strong>de</strong>l interior estaba<br />

equipada con un microondas y una mo<strong>de</strong>rna cafetera.<br />

La casa principal era también <strong>de</strong> troncos y se extendía en todas las direcciones.<br />

Los huéspe<strong>de</strong>s podían alojarse en una <strong>de</strong> las habitaciones <strong>de</strong>l segundo piso, en una<br />

suite, o en alguna <strong>de</strong> las cabañas <strong>de</strong> uno o dos dormitorios situadas en el bonito<br />

pinar. Podían montar a caballo, atrapar animales con lazo, dormir al raso, hacer<br />

excursiones con un guía, ir en canoa, pescar o bajar por los rápidos.<br />

Podían dárselas <strong>de</strong> vaqueros durante unos días y llevarse a casa los chichones y<br />

ampollas que acompañaban a la fantasía. O podían sentarse en una mecedora <strong>de</strong> uno<br />

<strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s porches y contemplar la vista.<br />

Por la noche tal vez acudiesen al bar <strong>de</strong>l rancho y hablasen <strong>de</strong> sus aventuras<br />

antes <strong>de</strong> acostarse en un colchón <strong>de</strong> plumas, bajo un confortable edredón que ningún<br />

vaquero había hallado jamás al final <strong>de</strong>l camino.<br />

En la bifurcación <strong>de</strong>l camino sin asfaltar, se <strong>de</strong>svió hacia los establos. Su<br />

contacto, Marian, que trabajaba en la cocina <strong>de</strong>l rancho, le había dado el chivatazo <strong>de</strong><br />

que aquella tar<strong>de</strong> Cas se ocuparía <strong>de</strong> los caballos.<br />

Aparcó, bajó el espejito para mirarse y se arregló con los <strong>de</strong>dos el cabello<br />

alborotado por el viento. Cuando salió <strong>de</strong>l coche, el vaquero que estaba dando una<br />

lección <strong>de</strong> equitación la saludó llevándose un <strong>de</strong>do al ala <strong>de</strong>l sombrero.<br />

—Hola, Harley —dijo ella, y exhibió una sonrisa alegre. «No pasa nada. Solo<br />

pasaba por aquí para matar el rato», pensó.<br />

Y para darle una patada en el culo al estúpido <strong>de</strong> Cas.<br />

Penetró en el establo, en el fuerte olor <strong>de</strong> caballos y heno, el suave aroma <strong>de</strong><br />

grano y cuero. Sonrió a LaDonna, una <strong>de</strong> las mujeres que trabajaban como guías en<br />

las excursiones a caballo.<br />

—Linda-Gail, ¿cómo va todo? —LaDonna levantó una ceja. Las noticias<br />

viajaban <strong>de</strong>prisa, sobre todo cuando había puñetazos <strong>de</strong> por medio—. Cas está en el<br />

cuarto <strong>de</strong>l material. Está bastante cabreado.<br />

—Mejor. Yo estoy igual.<br />

Se dirigió a la parte <strong>de</strong> atrás, volvió la esquina y, en<strong>de</strong>rezando la columna<br />

vertebral, entró en el cuarto <strong>de</strong>l material.<br />

Cas tenía a Toby Kcith en el reproductor <strong>de</strong> CD y el sombrero inclinado hacia<br />

atrás mientras aplicaba jabón a una silla <strong>de</strong> montar <strong>de</strong> cuero. Llevaba unos téjanos,<br />

<strong>de</strong>scoloridos y ceñidos, <strong>de</strong> cintura baja y una camisa <strong>de</strong> tela vaquera remangada<br />

hasta los codos. La punta <strong>de</strong> su gastada bota izquierda marcaba el ritmo.<br />

Su rostro parecía resentido y ridículamente atractivo, seguramente por la<br />

hinchazón <strong>de</strong>l labio inferior y el car<strong>de</strong>nal que le ro<strong>de</strong>aba el ojo.<br />

— 271 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

A Linda-Gail se le <strong>de</strong>rritió el corazón mientras y buena parte <strong>de</strong> su mal humor<br />

se <strong>de</strong>svaneció.<br />

—Cas.<br />

Él levantó la cabeza. El resentimiento le hizo fruncir el ceño.<br />

—¿Qué quieres? Estoy trabajando.<br />

—Ya lo veo. No te lo impido —dijo Linda-Gail, y <strong>de</strong>cidió mostrarse<br />

magnánima, ir a por todas—. Siento lo <strong>de</strong> tu ojo.<br />

Él la miró durante un largo momento lleno <strong>de</strong> intensidad. Luego volvió la vista<br />

a la silla y siguió trabajando.<br />

—Lo siento —dijo ella—. De todos modos, no es la primera vez que te dan un<br />

puñetazo en el ojo. Yo solo estaba bailando.<br />

Él se puso a frotar el cuero en silencio. Linda-Gail sintió una punzada <strong>de</strong><br />

ansiedad bajo su <strong>de</strong>rretido corazón.<br />

—¿Eso es todo? ¿Ni siquiera vas a hablar conmigo? Fuiste tú quien montó todo<br />

ese follón solo porque estaba bailando con alguien. ¿Cuántas veces te he visto bailar<br />

con alguien en Clancy's?<br />

—Eso es diferente.<br />

—Esa es la estupi<strong>de</strong>z más gran<strong>de</strong> que he oído en mi vida. ¿Qué tiene <strong>de</strong><br />

diferente?<br />

—Lo es, y ya está.<br />

—Lo es, y ya está —repitió ella en tono mordaz—. Si yo bailo con alguien es<br />

normal que tú empieces una pelea. Pero tú pue<strong>de</strong>s bailar y hacer lo que sea con quien<br />

quieras y se supone que yo no <strong>de</strong>bo opinar.<br />

—No significa nada.<br />

—Eso lo dices tú —replicó Linda-Gail apuntándole con un <strong>de</strong>do—. Yo digo que<br />

puedo bailar con quien quiera y que tú no tienes <strong>de</strong>recho a causar problemas.<br />

—Muy bien. Pue<strong>de</strong>s estar segura <strong>de</strong> que no volveré a hacerlo. Así que, si eso es<br />

todo...<br />

—No vas a librarte <strong>de</strong> mí, William Butler. ¿Por qué empezaste esa pelea?<br />

—Yo no fui. Fue él.<br />

—Tú le provocaste.<br />

—¡Te puso las manos en el culo! —Cas tiró al suelo el trapo y se levantó <strong>de</strong><br />

golpe—. Dejaste que te metiera mano, en público.<br />

—No me estaba metiendo mano. Y no habría <strong>de</strong>jado que me pusiera las manos<br />

en el culo si tú no fueras tan gilipollas.<br />

—¿Yo?<br />

—Exacto —confirmó ella, clavándole el <strong>de</strong>do en el pecho—. Siempre has sido<br />

un gilipollas porque piensas con la polla. He esperado <strong>de</strong>masiado tiempo a que<br />

crecieras <strong>de</strong> una vez y te hicieses un hombre.<br />

Él le lanzó una mirada peligrosa.<br />

—Soy un hombre —afirmó mientras la agarraba por el brazo y tiraba <strong>de</strong> ella—.<br />

Y soy el único hombre que pue<strong>de</strong> ponerte las manos encima. ¿Te enteras?<br />

—¿Con qué <strong>de</strong>recho? —preguntó ella con lágrimas en los ojos y el pulso<br />

— 272 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

acelerado—. ¿Con qué <strong>de</strong>recho?<br />

—Yo me tomo el <strong>de</strong>recho. La próxima vez que <strong>de</strong>jes que otro tío te manosee, va<br />

a llevarse algo más que un puñetazo en la nariz.<br />

—¿A ti qué te importa quién me manosea? —gritó ella—. ¿Qué te importa? Si<br />

no eres capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirlo, <strong>de</strong> <strong>de</strong>círmelo a la cara y en serio, ahora mismo, me largo.<br />

Me marcho, Cas.<br />

—Tú no vas a ninguna parte.<br />

—Entonces dilo —pidió mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas—.<br />

Mírame y dilo, y sabré si lo dices en serio.<br />

—¡Estoy tan furioso contigo, Linda-Gail!<br />

—Sé que dices eso en serio.<br />

—Te quiero. ¿Es eso lo que necesitas oír? Te quiero. Seguramente siempre te he<br />

querido.<br />

—Sí, eso es lo que necesito oír. Te ha dolido un poco, ¿verdad?<br />

—Algo.<br />

—También te asusta un poco.<br />

Sus manos la tocaban ahora con más suavidad, le acariciaban los brazos.<br />

—Pue<strong>de</strong> que más que un poco.<br />

—Por eso sé que lo dices en serio. Por eso lo sé —murmuró ella, apoyándole<br />

una mano en la mejilla magullada—. Llevo toda la vida esperando oírte <strong>de</strong>cir eso.<br />

—Nunca he podido olvidarte —dijo Cas atrayéndola hacia sí, besándola con sus<br />

maltratados labios—. Quise hacerlo. Lo intenté. Mucho.<br />

—Demasiado. Aquí —or<strong>de</strong>nó la muchacha cogiendo sus manos y llevándolas<br />

hacia atrás, hasta ponerlas en su trasero—. Ningún otro tío pondrá las manos don<strong>de</strong><br />

están las tuyas, y tú no se las pondrás encima a ninguna otra mujer. ¿Trato hecho?<br />

—Trato hecho.<br />

—¿Crees que pue<strong>de</strong>s tomarte libre el resto <strong>de</strong> la noche?<br />

Cas sonrió <strong>de</strong>spacio.<br />

—Supongo que puedo arreglarlo.<br />

—¿Y venir a casa conmigo?<br />

—Podría hacer eso.<br />

—¿Y excitarme, <strong>de</strong>snudarme y hacerme el amor hasta el amanecer?<br />

—¿Solo hasta el amanecer?<br />

—Por esta vez —dijo ella, y volvió a besarle.<br />

Cas era bueno. Linda-Gail imaginaba que lo sería, y llevaba imaginándolo<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que tuvo la edad suficiente para enten<strong>de</strong>r lo que hacían los hombres y las<br />

mujeres en la oscuridad. Pero era mejor incluso <strong>de</strong> lo que su mente había imaginado.<br />

Manos fuertes que encontraban todos los puntos a<strong>de</strong>cuados, una boca caliente con<br />

un apetito infinito. Un cuerpo largo, <strong>de</strong>lgado, infatigable.<br />

La poseyó dos veces antes <strong>de</strong> que el cerebro febril <strong>de</strong> Linda-Gail pudiese<br />

serenarse el tiempo suficiente para pensar: «Aleluya».<br />

Desnuda, relajada, con la piel resbaladiza por el sudor, se tumbó atravesada en<br />

la cama.<br />

— 273 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿Dón<strong>de</strong> has aprendido todo eso?<br />

—Llevo algún tiempo estudiando —respondió él <strong>de</strong>spacio, con los ojos cerrados<br />

y la cabeza apoyada en el vientre <strong>de</strong> ella—, para po<strong>de</strong>r perfeccionar el asunto antes<br />

<strong>de</strong> estar contigo.<br />

—Buen trabajo —dijo la muchacha, y alargó el brazo para jugar con su pelo—.<br />

Ahora tienes que casarte conmigo, Cas.<br />

—Tengo que... —se interrumpió y levantó la cabeza—. ¿Qué?<br />

Ella se quedó como estaba, con la misma expresión <strong>de</strong> gata satisfecha.<br />

—Tenía que asegurarme <strong>de</strong> que nos entendíamos en la cama. Si el sexo no es<br />

bueno, el matrimonio no será bueno; al menos eso pienso yo. Así que, ahora que lo<br />

sabemos, vamos a casarnos. —Le miró a los ojos. «Está sorprendido, pero yo ya<br />

contaba con eso», pensó—. No soy otra <strong>de</strong> tus mujeres, Cas —continuó—. De ahora<br />

en a<strong>de</strong>lante soy la única mujer. Si todo lo que quieres <strong>de</strong> mí es lo que acabamos <strong>de</strong><br />

tener, dilo. Sin rencores. Pero en ese caso te prometo que no volverás a llevarme a la<br />

cama.<br />

El se incorporó y Linda-Gail oyó que respiraba hondo varias veces para<br />

calmarse.<br />

—¿Quieres casarte?<br />

—Sí. En el fondo soy una mujer tradicional, Cas. Quiero un hogar y una familia,<br />

un hombre que me quiera. Te he querido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que tengo memoria. Y he esperado.<br />

Me he cansado <strong>de</strong> esperar. Si no me quieres lo suficiente, si no me amas lo suficiente<br />

para empezar una vida conmigo, necesito saberlo.<br />

Durante un rato Cas permaneció en silencio, con la vista fija en un punto<br />

in<strong>de</strong>finido situado sobre la cabeza <strong>de</strong> ella. Linda-Gail se preguntó si estaría viendo la<br />

puerta y a él mismo saliendo por ella a toda velocidad.<br />

—Tengo veintiocho años —empezó.<br />

—Crees que eres <strong>de</strong>masiado joven para sentar la cabeza y...<br />

—Cálmate, ¿vale?, y <strong>de</strong>ja que hable otra persona, para variar.<br />

—De acuerdo. —Mientras se incorporaba y tiraba <strong>de</strong> las sábanas para cubrirse,<br />

Linda-Gail se dijo que mantendría la calma. No haría una escena.<br />

—Tengo veintiocho años —repitió Cas—. Tengo un buen trabajo, y lo hago<br />

bien. Tengo dinero ahorrado. No mucho, pero mis bolsillos no están vacíos. Tengo<br />

una espalda fuerte y soy bastante bueno con las manos. Podrías haber elegido peor.<br />

Después la miró.<br />

—¿Por qué no te casas conmigo, Linda-Gail?<br />

Ella contuvo el aliento y luego lo soltó.<br />

—¿Por qué no?<br />

Más tar<strong>de</strong>, Linda-Gail preparó unos huevos revueltos para que se los comiesen<br />

juntos en la cama.<br />

—A mi madre le va a dar un patatús.<br />

Linda-Gail sacudió la cabeza.<br />

—La subestimas. Te quiere mucho.<br />

—Creo que ya lo sé.<br />

— 274 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Y a mí también me quiere. —Linda-Gail tomó un poco <strong>de</strong> huevo <strong>de</strong>l plato que<br />

compartían—. ¿Cómo es que no has ido al restaurante para ayudar con los arreglos?<br />

—Me ha dicho que no me necesitaba, que ya habría bastante gente por allí. Ni<br />

siquiera ha querido hablar <strong>de</strong> eso. Ya sabes cómo es.<br />

—Estaba trastornada, más <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>mostraba. ¿Quién ha podido hacerle eso,<br />

Cas?<br />

Él permaneció un momento en silencio.<br />

—Por lo que he oído, ha sido un acci<strong>de</strong>nte. A Reece se le inundó el cuarto <strong>de</strong><br />

baño.<br />

—De eso nada. Alguien se coló en la casa <strong>de</strong> Reece y <strong>de</strong>jó el grifo abierto. Ella ni<br />

siquiera estaba.<br />

—Pero... Bueno, por el amor <strong>de</strong> Dios, ¿cómo es que yo no me he enterado <strong>de</strong><br />

eso?<br />

—Tal vez porque estabas enfurruñado en el cuarto <strong>de</strong>l material —dijo la<br />

muchacha con una sonrisa mientras <strong>de</strong>slizaba el tenedor entre ellos—. Alguien le<br />

está haciendo bromas muy pesadas a Reece.<br />

—¿A qué te refieres?<br />

Ella se lo contó, al menos lo que sabía, lo que había oído y sus propias<br />

conclusiones.<br />

—Si lo piensas, da un poco <strong>de</strong> miedo. Alguien la ha tomado con ella, y no sabe<br />

quién es. Y si es el tipo al que Reece vio matar a esa mujer...<br />

—Eso no pue<strong>de</strong> ser —interrumpió Cas—. Eso pasó hace semanas. Hará mucho<br />

que se ha ido.<br />

—No, si es <strong>de</strong> por aquí.<br />

—¡Dios santo, Linda-Gail! —exclamó mientras se pasaba la mano libre por el<br />

pelo <strong>de</strong>speinado y dorado por el sol—. No pue<strong>de</strong> ser alguien <strong>de</strong>l pueblo. Conocemos<br />

a todo el mundo. Si tuviésemos a un asesino al lado, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l mostrador <strong>de</strong> la<br />

tienda o tomando café en el local <strong>de</strong> mi madre, ¿no crees que lo sabríamos?<br />

—No por fuerza. ¿Qué se dice siempre cuando se averigua que el vecino es un<br />

asesino en serie o algo así? «Oh, era tan discreto, tan agradable... Iba a lo suyo y<br />

nunca molestaba a nadie.»<br />

—Por aquí nadie va a lo suyo —observó Cas.<br />

—Da lo mismo. No se sabe hasta que se sabe. Me gustaría po<strong>de</strong>r hacer algo para<br />

ayudarla.<br />

—A mí me parece que ya lo haces. Le has ofrecido tu amistad.<br />

La sonrisa <strong>de</strong> Linda-Gail volvió a resplan<strong>de</strong>cer, esta vez cálida y <strong>de</strong> oreja a<br />

oreja.<br />

—Eres más listo <strong>de</strong> lo que algunos piensan.<br />

—Sí, bueno, no me gusta llamar la atención.<br />

Tim McGraw sonaba en la máquina <strong>de</strong> discos en <strong>de</strong>safinado duelo con uno <strong>de</strong><br />

los carpinteros a los que Joanie tenía bajo su tiranía mientras Reece hacía juegos<br />

malabares con los pedidos a la hora punta <strong>de</strong>l almuerzo. Podía hacer oídos sordos a<br />

la música —la mejor forma <strong>de</strong> mantener la cordura— y a casi todo el ruido <strong>de</strong> fondo:<br />

— 275 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

un niño llorando, un par <strong>de</strong> hombres discutiendo sobre béisbol...<br />

Era casi normal, siempre que pensara solo en el momento. Hamburguesa <strong>de</strong><br />

alce poco hecha, sopa <strong>de</strong> judías blancas, sándwich <strong>de</strong> solomillo, pollo. Corta, pica,<br />

recoge, llena la parrilla.<br />

Podía hacerlo con los ojos cerrados. Tal vez lo hiciese, y tal vez era la forma <strong>de</strong><br />

olvidar que Dean, el hermano <strong>de</strong> Brenda, estaba <strong>de</strong>strozando a McGraw con sus<br />

martillazos <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la cortina <strong>de</strong> plástico.<br />

Todo era rutina; el calor, el chisporroteo, el humo. La rutina era buena. ¿Qué<br />

había <strong>de</strong> malo en aferrarse a la rutina entre una crisis y la siguiente?<br />

Sirvió el sándwich <strong>de</strong> solomillo y la hamburguesa acompañadas <strong>de</strong> sus<br />

respectivas guarniciones. Se volvió.<br />

—¡Pedidos listos!<br />

Y vio que Debbie Mardson se <strong>de</strong>slizaba en un taburete <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la barra.<br />

Debbie apretó los labios, se tocó su propia mejilla encendida y dijo.<br />

—¡Pobrecita!<br />

—Seguramente parece peor <strong>de</strong> lo que es.<br />

—Eso espero. Vi a Min Hobalt. Me dijo que das unos puñetazos tremendos.<br />

—Yo no...<br />

—Lo dijo en broma. —Debbie levantó ambas manos—. Ahora que se ha<br />

calmado lo lleva bien. Me contó que su hijo <strong>de</strong> quince años, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que sabe que su<br />

madre ha estado en una pelea <strong>de</strong> bar, opina que es muy enrollada.<br />

—Me alegro <strong>de</strong> haber contribuido a elevar su estatus.<br />

—La sopa huele bien. Tal vez podría tomar un tazón y una ensalada para<br />

acompañar. —Miró a su alre<strong>de</strong>dor con gesto <strong>de</strong> conspiración y añadió con un<br />

susurro teatral—. Tu aliño.<br />

—Claro. —Reece supuso que era una especie <strong>de</strong> oferta <strong>de</strong> paz. Podía ser lo<br />

bastante generosa para aceptarla—. Enseguida.<br />

Ella misma trucó la nota <strong>de</strong>l pedido y lo puso en la fila.<br />

Veinte minutos más tar<strong>de</strong>, cuando las cosas estaban más tranquilas, Debbie<br />

seguía allí.<br />

—Madre mía, pensaba que poner la cena en la mesa todas las noches era una<br />

hazaña. ¿Cómo lo controlas todo?<br />

—Llega a convertirse en una rutina.<br />

—Algunos días, alimentar a tres niñas y a un hombre es más rutina <strong>de</strong> la que<br />

puedo aguantar. ¿Pue<strong>de</strong>s tomarte un respiro? Te invito a un café.<br />

—No tomo café. —«Pensará que soy maniática y <strong>de</strong>scortés», se dijo, y añadió—:<br />

Pero puedo tomarme un respiro.<br />

Cogió una botella <strong>de</strong> agua antes <strong>de</strong> ir a sentarse ante la barra. Al menos, podría<br />

<strong>de</strong>scansar un rato. Tal vez se sintiese <strong>de</strong>scuidada y sudorosa al lado <strong>de</strong> Debbie, con<br />

su camisa blanca <strong>de</strong> lino y su bonita chaqueta rosa, pero al menos <strong>de</strong>scansaba.<br />

—La sopa estaba <strong>de</strong>liciosa. Supongo que no estarás dispuesta a compartir la<br />

receta.<br />

—Estoy pensando en compartir muchas recetas.<br />

— 276 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿De verdad?<br />

—Tal vez escriba un libro <strong>de</strong> cocina.<br />

—¿De verdad? —Debbie se la<strong>de</strong>ó en el taburete balanceándose un poco, y sus<br />

pulseras <strong>de</strong> cuarzo rosa oscilaron un momento—. ¡Qué interesante! Tendríamos dos<br />

escritores famosos en el pueblo. No sabremos cómo actuar. Parece que Brody y tú<br />

tenéis muchísimo en común.<br />

Reece tomó un sorbo <strong>de</strong> agua.<br />

—¿Tú crees?<br />

—Bueno, los dos sois <strong>de</strong>l Este, y creativos. No me extraña que hayáis<br />

congeniado tan <strong>de</strong>prisa.<br />

—¿Sí?<br />

—Muchas mujeres <strong>de</strong> por aquí le habían echado el ojo, pero él no les hacía<br />

mucho caso. Hasta que tú llegaste. En este rincón <strong>de</strong>l mundo hay más hombres que<br />

mujeres, así que una pue<strong>de</strong> permitirse elegir. —Debbie sonrió—. Buena elección.<br />

—Yo no buscaba un hombre.<br />

—¿No es siempre así? Sales a cazar un macho, y no ves ni rastro. Vas a dar un<br />

paseo por la mañana, y te salta uno <strong>de</strong>lante.<br />

—Mmm. ¿Tú cazas?<br />

—Des<strong>de</strong> luego. Me gusta pasar todo el tiempo posible al aire libre. Volviendo a<br />

lo <strong>de</strong> antes, Brody y tú hacéis buena pareja. Al principio parecía que solo estabas <strong>de</strong><br />

paso. Aquí llega mucha gente así. Pero tal como van las cosas, supongo que te estás<br />

instalando.<br />

—Me gusta esto. A pesar <strong>de</strong> las peleas <strong>de</strong> bar.<br />

—Este es un buen pueblo. Tal vez anda un poco escaso <strong>de</strong> cultura, pero es una<br />

base sólida. No sé si sabes a qué me refiero. Las personas cuidan unas <strong>de</strong> otras —dijo<br />

mientras inclinaba la cabeza hacia la cortina <strong>de</strong> plástico—. Así. Si tienes problemas,<br />

pue<strong>de</strong>s contar con que tus vecinos te echarán una mano —añadió con una sonrisa<br />

forzada—. Es verdad que todo el mundo está al tanto <strong>de</strong> tus asuntos, pero es el<br />

precio que hay que pagar. Si algo así hubiese pasado en la ciudad, seguramente<br />

Joanie habría tenido que cerrar durante una semana.<br />

—Un golpe <strong>de</strong> suerte.<br />

—Lo siento —dijo Debbie dándole unas palmadita en el brazo—. Seguramente<br />

no quieres pensar en eso. Solo quería <strong>de</strong>cir que no <strong>de</strong>bías sentirte mal por lo que ha<br />

pasado. Enseguida estará arreglado. Cuando hayan terminado, quedará aún mejor.<br />

—Yo no <strong>de</strong>jé el grifo abierto en el piso <strong>de</strong> arriba —dijo Reece—. De todos<br />

modos, sí me siento mal porque quien la ha tomado conmigo ha <strong>de</strong>cidido que Joanie<br />

también se lleve una parte. Ella se ha portado bien conmigo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la primera vez que<br />

entré por esa puerta.<br />

—Tiene más corazón <strong>de</strong>l que <strong>de</strong>muestra. Oye, no quería sugerir que hayas<br />

hecho nada para causarle problemas. Solo <strong>de</strong>cía que todo va a salir bien. Y espero<br />

que no creas que el otro día pensé nada porque salieses a hacer la colada <strong>de</strong>scalza. A<br />

veces tengo tantas cosas en la mente que me <strong>de</strong>jaría la cabeza si no la tuviese unida al<br />

cuerpo. Dios sabe que tienes muchas preocupaciones. —Le dio otra palmadita<br />

— 277 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

amistosa y añadió—. Deberías probar la aromaterapia. Cuando estoy estresada, no<br />

hay nada que me calme tanto como el aceite <strong>de</strong> lavanda.<br />

—Lo apuntaré en mi lista. La próxima vez que un asesino se cuele en mi<br />

apartamento y lo inun<strong>de</strong>, me calmaré con aceite <strong>de</strong> lavanda. Buen consejo.<br />

—Vaya, por el amor <strong>de</strong> Dios...<br />

—No me ofendo. —Reece empujó el taburete—. Agra<strong>de</strong>zco el intento. Tengo<br />

que volver al trabajo... Debbie, eres una mujer simpática, y tus hijas también lo son.<br />

Eres muy atenta y amable. Pero no sabes, ni pue<strong>de</strong>s saber, lo que tengo yo en la<br />

cabeza. Nunca has estado allí.<br />

Se pasó el resto <strong>de</strong>l turno dándole vueltas a aquello, y seguía dándole vueltas<br />

cuando salió <strong>de</strong>l restaurante. Como Brody había insistido en acompañarla en coche<br />

por la mañana —y eso iba a acabarse—, su coche se había quedado en la cabaña.<br />

«No importa», pensó. El paseo le ayudaría a serenarse. La temperatura era lo<br />

bastante cálida para llevar la chaqueta <strong>de</strong>sabrochada, y la brisa le traería el olor <strong>de</strong>l<br />

agua, los bosques y la hierba que empezaba a ver<strong>de</strong>ar.<br />

Echaba <strong>de</strong> menos el ver<strong>de</strong> <strong>de</strong>l césped y <strong>de</strong> los parques. Los viejos árboles<br />

majestuosos, el tráfico. El anonimato <strong>de</strong> una ciudad bulliciosa y floreciente.<br />

¿Qué estaba haciendo allí, asando hamburguesas <strong>de</strong> alce, <strong>de</strong>fendiéndose <strong>de</strong> una<br />

maruja <strong>de</strong> Wyoming y preocupándose por la muerte <strong>de</strong> una mujer a la que ni<br />

siquiera conocía?<br />

Ya tenía sobre su corazón doce muertos, personas a las que conoció y quiso.<br />

¿No era suficiente?<br />

No podía cambiarlo. No podía evitarlo. Vivir su vida era ahora su única<br />

responsabilidad. Y era más que suficiente.<br />

Caminaba con la cabeza baja y las manos metidas en los bolsillos, <strong>de</strong>seando<br />

saber adón<strong>de</strong> <strong>de</strong>monios iba.<br />

Cuando el coche aminoró la marcha a su lado, Reece no se dio cuenta. Al oír el<br />

ligero toque <strong>de</strong>l claxon, dio un salto.<br />

—¿Quieres subir, niña? Tengo caramelos.<br />

A través <strong>de</strong> la ventanilla abierta, Reece miró a Brody con el ceño fruncido.<br />

—¿Qué haces?<br />

—Dar una vuelta en coche en busca <strong>de</strong> mujeres excitantes. Tú te acercas<br />

bastante. Sube.<br />

—No quiero que pierdas el día por llevarme <strong>de</strong> un sitio a otro.<br />

—Mejor, porque no lo he perdido —dijo Brody mientras se quitaba el cinturón<br />

<strong>de</strong> seguridad para abrir la puerta <strong>de</strong>l pasajero—. Sube. Pue<strong>de</strong>s seguir gruñendo igual<br />

aquí <strong>de</strong>ntro.<br />

—No estoy gruñendo —contestó ella mientras subía—. Lo digo en serio, Brody,<br />

tú tienes tu propio trabajo, tu propia rutina.<br />

—Me gusta cambiar mi rutina. En realidad, sacar el culo <strong>de</strong> la cama lo bastante<br />

pronto para acompañarte me ha obligado a ponerme ante el teclado antes <strong>de</strong> lo<br />

habitual. He tenido un buen día <strong>de</strong> trabajo, y ahora me apetece conducir. Ponte el<br />

cinturón, Flaca.<br />

— 278 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿Has tenido un buen día? Pues qué bien. Yo he tenido un día asqueroso.<br />

—¿En serio? Con esa nube negra que retumba sobre tu cabeza jamás lo habría<br />

adivinado.<br />

—Me han bombar<strong>de</strong>ado con música country todo el día; el sheriff piensa que<br />

soy una cabeza <strong>de</strong> chorlito, pero estudiará todas mis extrañas y absurdas alegaciones;<br />

su mujer ha venido a entrometerse en mi vida personal con la excusa <strong>de</strong> animarme<br />

en plan amistoso. Me duelen los pies, y será un milagro si no cojo el resfriado <strong>de</strong><br />

Pete. Soy la tonta <strong>de</strong>l pueblo, y la guapa y perfecta Debbie Mardson me ha<br />

aconsejado que calme mi estrés con aceite <strong>de</strong> lavanda. Ah, y todas las mujeres<br />

esperanzadas <strong>de</strong>l pueblo se han quedado sin ti porque los dos somos creativos y <strong>de</strong><br />

una ciudad gran<strong>de</strong>.<br />

—Creía que era por mi resistencia en la cama.<br />

Con un movimiento irritado, Reece sacó <strong>de</strong>l bolso las gafas <strong>de</strong> sol y se las puso.<br />

—No hemos entrado en ese terreno, pero podía haber sido el siguiente tema <strong>de</strong><br />

discusión.<br />

—Bueno, pues cuando esté sobre la mesa no olvi<strong>de</strong>s mencionar que nunca has<br />

conocido a un hombre mejor. No, no solo mejor, con más imaginación.<br />

Reece se removió en el asiento.<br />

—Des<strong>de</strong> luego, sí que has tenido un buen día.<br />

—Un día cojonudo. Y aún no ha acabado.<br />

Salieron <strong>de</strong>l pueblo. Brody quería disfrutar <strong>de</strong> los campos en flor, <strong>de</strong>l silencio y<br />

el espacio. Supuso que no querer todo eso para él solo era un gran cambio. La quería<br />

a ella a su lado.<br />

Le sorprendió su propio sentimentalismo cuando <strong>de</strong>tuvo el coche don<strong>de</strong> se<br />

habían besado por primera vez.<br />

Reece miraba por la ventanilla sin <strong>de</strong>cir nada. Aún en silencio, cogió la mano <strong>de</strong><br />

él un momento antes <strong>de</strong> bajar.<br />

El mundo era una alfombra <strong>de</strong> color protegida por los picos azul y plata <strong>de</strong> los<br />

Tetons, dorada por el sol que <strong>de</strong>scendía al oeste.<br />

Rosas y azules, enérgicos rojos y violetas, soleados amarillos clavados y<br />

<strong>de</strong>splegados entre el suave ver<strong>de</strong> <strong>de</strong> la salvia. Y don<strong>de</strong> los campos se convertían en<br />

pantano se alzaba una preciosa franja ver<strong>de</strong> <strong>de</strong> álamos y sauces.<br />

—Nunca había visto nada igual.<br />

—¿Vale la pena? —preguntó él.<br />

—Des<strong>de</strong> luego. ¿Eso son espuelas <strong>de</strong> caballero?<br />

—Sí, y telefio, campanillas, muchas castillejas. Ah... —dijo, gesticulando—.<br />

Tienes pies <strong>de</strong> gato, chaparro amargo... Y esas trompetillas rojas son Ipomopsis<br />

aggregata.<br />

—¿Cómo conoces los nombres <strong>de</strong> las flores silvestres? —preguntó ella la<strong>de</strong>ando<br />

la cabeza para mirarle—. Los hombres que tienen tu resistencia en la cama no suelen<br />

saber mucho <strong>de</strong> flores.<br />

—Documentación. Hoy he matado a un hombre en ese pantano.<br />

—Muy práctico.<br />

— 279 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿Ves ese pájaro? Es un rascadorcito migratorio.<br />

A Reece le entró la risa tonta.<br />

—¿Te lo estás inventando?<br />

—No. Estoy bastante seguro <strong>de</strong> que eso que canta es un turpial —dijo mientras<br />

sacaba una manta <strong>de</strong>l maletero y se la lanzaba—. ¿Por qué no extien<strong>de</strong>s eso?<br />

—¿Para qué necesitamos una manta, si pue<strong>de</strong> saberse?<br />

—Ese tono indica que estás hecha polvo. Me gusta. Sin embargo, la manta es<br />

para que nos sentemos mientras bebemos el vino que tengo en la nevera portátil.<br />

Falta más o menos una hora para que se ponga el sol. Este es un buen sitio para beber<br />

vino y ver la puesta <strong>de</strong> sol.<br />

—Brody...<br />

El sacó la nevera portátil y la miró.<br />

—¿Sí?<br />

—Tenemos que repasar tu día cojonudo punto por punto, para que puedas<br />

tener más.<br />

Reece extendió la manta y se sentó. Enarcó las cejas al ver que no solo habría<br />

vino, sino también queso, pan y unas hermosas uvas moradas.<br />

Los motivos <strong>de</strong> irritación, enojo, preocupación se <strong>de</strong>svanecieron uno tras otro.<br />

—Guau... No esperaba acabar el día con un picnic.<br />

—No lo harás. Lo acabarás sudando conmigo en la cama. Esto es el preludio.<br />

—Hasta ahora me gusta.<br />

Probó el vino y contempló el mar <strong>de</strong> color, las hojas tiernas, las grandiosas<br />

montañas.<br />

—¿Cómo he podido pensar que echaba <strong>de</strong> menos el ver<strong>de</strong>?<br />

—¿Qué ver<strong>de</strong>?<br />

Reece se echó a reír y se metió un grano <strong>de</strong> uva en la boca.<br />

—Estaba tan cabreada... Debbie Mardson solo ha intentado ser amable... más o<br />

menos. Yo estaba hablando <strong>de</strong> sumergirme en la rutina, hacer oídos sordos a los<br />

martillazos, que me recordaban lo que había pasado. Y entonces Debbie me ha<br />

sacado <strong>de</strong> ahí... Vamos, siéntate, tómate un respiro, conversemos. Cree que hacemos<br />

buena pareja.<br />

—Por supuesto. Tú eres bonita, pero no a la manera tradicional. Y yo estoy muy<br />

bueno.<br />

Ella le miró.<br />

—¿Qué es eso <strong>de</strong> que no soy bonita a la manera tradicional?<br />

—No eres blanca como la leche, ni seductora y exótica, ni típicamente<br />

americana. Lo mezclas todo. Y resulta <strong>de</strong> lo más atractivo.<br />

Se comieron el pan y el queso, se bebieron el vino y contemplaron cómo el sol se<br />

<strong>de</strong>slizaba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las montañas hasta que su perfil pasó <strong>de</strong>l plata al rojo fuego.<br />

—Esto es mejor que el aceite <strong>de</strong> lavanda —dijo ella. Se inclinó hacia <strong>de</strong>lante<br />

hasta encontrar los labios <strong>de</strong> él con los suyos, y luego se <strong>de</strong>slizó en el beso tan<br />

suavemente como el sol se <strong>de</strong>slizaba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la montaña—. Gracias.<br />

Él le puso una mano en la nuca, la atrajo un poco más hacia sí e hizo el beso un<br />

— 280 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

poco más profundo.<br />

—De nada.<br />

— 281 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 25<br />

Reece bebió tres copas <strong>de</strong> vino; tal vez por eso estaba achispada. Lo bastante<br />

achispada para que, tan pronto como bajaron <strong>de</strong>l coche <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la cabaña, se<br />

pusiera <strong>de</strong> puntillas <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> Brody y le mordisquease la oreja.<br />

El solo había tomado una copa <strong>de</strong> vino, pero aquel ataque repentino contra sus<br />

sentidos hizo que se le cayeran las llaves.<br />

Reece se echó a reír cuando él se inclinó para recogerlas.<br />

—Mmm. Qué hombre tan fuerte —dijo, todavía colgada <strong>de</strong> él.<br />

—Qué mujer tan flaca.<br />

—Antes lo era más.<br />

Las manos <strong>de</strong> Reece parecían no po<strong>de</strong>r estarse quietas. Le <strong>de</strong>sabrochó casi toda<br />

la camisa antes <strong>de</strong> que él consiguiese abrir la puerta principal.<br />

—Llévame a la cama —pidió ella, con los <strong>de</strong>dos en el botón <strong>de</strong> sus vaqueros.<br />

Brody estuvo a punto <strong>de</strong> tropezar con los peldaños cuando ella le dio un<br />

mordisquito en la nuca.<br />

—Vas a tener que parar —dijo él, sin aliento—, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> dos o tres horas.<br />

Consiguió llegar a la cama y la <strong>de</strong>jó caer por encima <strong>de</strong>l hombro. Reece soltó un<br />

chillido y aterrizó con la risa tonta. Al momento Brody estaba encima <strong>de</strong> ella<br />

<strong>de</strong>sabrochándole la camisa a tirones. Sujetándole los brazos, tiró <strong>de</strong> la camisa hacia<br />

abajo hasta que se tensó en su espalda y sobre sus muñecas, como una soga. Cuando<br />

ella ja<strong>de</strong>ó, la boca <strong>de</strong> él tomó la suya con una posesión ardiente e impetuosa que la<br />

inundó <strong>de</strong> excitación.<br />

—¡Madre mía! No puedo...<br />

—Has empezado tú.<br />

Le bajó los tirantes <strong>de</strong>l sujetador y tiró hasta liberar sus pechos y po<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong>leitarse con ellos.<br />

Fuera <strong>de</strong> sí, Reece se retorció <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> él con un estremecimiento. Cuando él le<br />

<strong>de</strong>sabrochó los vaqueros para <strong>de</strong>slizar la mano bajo la tela, empezó a gemir. Al oír su<br />

primer grito ahogado, Brody atrapó un pezón con los dientes y lo mordisqueó hasta<br />

que las ca<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> ella se alzaron hacia su mano. Hasta que sintió que cedía.<br />

—Grita todo lo que quieras —susurró sujetándole las manos, aprisionándola<br />

mientras su lengua y sus dientes bajaban rozando su cuerpo—. Nadie va a oírte más<br />

que yo.<br />

Ella gritó mientras él le hacía cosas con su lengua, sus dientes, sus labios, y se<br />

sobresaltó al oír el sonido <strong>de</strong>senfrenado <strong>de</strong> sus propios gritos.<br />

No podía <strong>de</strong>tenerle. Los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> sus manos atrapadas se clavaban en la cama<br />

como para mantener los cuerpos <strong>de</strong> ambos anclados a ella. La respiración se le<br />

— 282 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

quebró en la garganta y se convirtió en otro grito sollozante <strong>de</strong> placer. Por primera<br />

vez en más <strong>de</strong> dos años, sentirse completamente <strong>de</strong>svalida en lugar <strong>de</strong> asustarla la<br />

excitó.<br />

Si aquello era una noria enloquecida, esta vez anhelaba el viaje. Más <strong>de</strong>prisa.<br />

Girar. Liberarse para volar.<br />

La invadieron las sensaciones, suaves y luego agudas, seductoras y luego<br />

tortuosas. El la obligó a incorporarse y le quitó la camisa <strong>de</strong> un tirón. Reece se revolcó<br />

en la cama con él, loca por tocar, saborear y poseer.<br />

Protestó cuando él la obligó a levantar los brazos por encima <strong>de</strong> su cabeza,<br />

arqueándose para no per<strong>de</strong>r el contacto con su cuerpo. Y Brody puso las manos <strong>de</strong><br />

ella alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los barrotes <strong>de</strong>l cabezal.<br />

—Más vale que te agarres —le dijo.<br />

Luego se zambulló en ella.<br />

Fue un terremoto, un peligroso tumulto <strong>de</strong> alegría, potencia y velocidad.<br />

Azotada por aquel torbellino, y temiendo volar en pedazos mientras seguía su<br />

<strong>de</strong>sesperado ritmo, se agarraba con fuerza al cabezal.<br />

Luego se soltó y estrechó a Brody entre sus brazos para po<strong>de</strong>r volar con él.<br />

Todo se <strong>de</strong>bilitó, su mente, su cuerpo. Sus brazos se <strong>de</strong>slizaron débilmente<br />

hasta la cama. Tenía el peso <strong>de</strong> Brody encima, pero le parecía insignificante, como si<br />

<strong>de</strong> algún modo se hubiesen fundido. Lo único real era el latido <strong>de</strong> su corazón contra<br />

el <strong>de</strong> ella.<br />

Allí se quedó, con los fuertes latidos <strong>de</strong>l corazón <strong>de</strong> Brody en el centro <strong>de</strong> su<br />

mundo.<br />

Cuando él se apartó, trató <strong>de</strong> <strong>de</strong>tenerle. Pero él se tumbó <strong>de</strong> espaldas y<br />

entrelazó sus <strong>de</strong>dos con los <strong>de</strong> ella. A Reece la cabeza le daba vueltas, y la <strong>de</strong>jó caer<br />

sobre el hombro <strong>de</strong> Brody.<br />

Des<strong>de</strong> las sombras <strong>de</strong> los árboles, observó la casa. Observó la ventana <strong>de</strong>l<br />

dormitorio, don<strong>de</strong> la luz <strong>de</strong> la luna en cuarto creciente era lo bastante intensa para<br />

ofrecerle siluetas, sombras, la sensación <strong>de</strong> movimiento <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l cristal.<br />

Era <strong>de</strong>masiado pronto para dormir. Pero nunca era <strong>de</strong>masiado pronto para el<br />

sexo. Podía esperar a que saliesen. La paciencia era una herramienta esencial <strong>de</strong>l<br />

éxito y <strong>de</strong> la supervivencia.<br />

Tenía varias opciones, varios planes. Los planes y las opciones eran otras<br />

herramientas importantes. Los adaptaría a cualquier oportunidad que se presentase.<br />

La chica no se había asustado con la facilidad que él suponía, que él esperaba.<br />

Así que se había adaptado. En lugar <strong>de</strong> echar a correr, ella parecía pisarle los talones.<br />

También podía ocuparse <strong>de</strong> eso.<br />

Hubiese preferido que las cosas fuesen distintas, pero su vida estaba llena <strong>de</strong><br />

preferencias, muchas <strong>de</strong> ellas logradas solo a medias. Sin embargo, estaba <strong>de</strong>cidido a<br />

mantener intactas las que había logrado.<br />

Cuando se encendió la luz <strong>de</strong>l dormitorio, siguió observando.<br />

Vio a Reece a través <strong>de</strong> la ventana. Desnuda, se <strong>de</strong>sperezó <strong>de</strong> una forma que<br />

reflejaba satisfacción sexual.<br />

— 283 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

La sangre no se le alteró al verla, ni se tensó su espalda. Al fin y al cabo, no era<br />

un mirón. En cualquier caso, ella no era su tipo. Demasiado flaca, <strong>de</strong>masiado<br />

complicada. Apenas la veía como mujer.<br />

Era un obstáculo. Incluso una especie <strong>de</strong> proyecto. A él le gustaban los<br />

proyectos.<br />

La vio reír, vio que movía la boca mientras se ponía una camisa. De Brody<br />

evi<strong>de</strong>ntemente; le venía <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>.<br />

Observó que iba hasta la puerta, se <strong>de</strong>tenía y <strong>de</strong>cía algo por encima <strong>de</strong>l hombro.<br />

Así que adaptó sus planes a la oportunidad.<br />

—Primero agua —repitió Reece—. Estoy a punto <strong>de</strong> morirme <strong>de</strong> sed.<br />

—Tengo entendido que la ducha tiene agua.<br />

—No pienso meterme en la ducha contigo. Ese es otro camino hacia la<br />

perdición, y necesito hidratarme. Puedo preparar algo sencillo mientras tú te duchas.<br />

—¿Hablas <strong>de</strong> comida?<br />

—No creo que vivas <strong>de</strong> pan con queso y <strong>de</strong> sudar en la cama. Haré un salteado<br />

rápido.<br />

La expresión satisfecha <strong>de</strong> Brody se trocó <strong>de</strong> inmediato en un ceño fruncido.<br />

—Has dicho comida, no verdura.<br />

—Te gustará.<br />

Relajada y ágil <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l sexo, Reece casi salió flotando <strong>de</strong> la habitación.<br />

«Una cena sencilla —pensó—. Filetearé un par <strong>de</strong> pechugas <strong>de</strong> pollo que tengo<br />

congeladas en adobo. Las saltearé con ajo, cebolla, brécol, zanahoria y coliflor. Y las<br />

serviré acompañadas <strong>de</strong> arroz con mi salsa <strong>de</strong> jengibre.»<br />

No podía fallar.<br />

Le habría gustado tener castañas <strong>de</strong> agua, pero ¿<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> iba a sacarlas?<br />

Se frotó la garganta y pensó que sería capaz <strong>de</strong> beber más <strong>de</strong> tres litros <strong>de</strong> agua.<br />

No era <strong>de</strong> extrañar. Se habían lanzado el uno sobre el otro como animales. Fabuloso.<br />

Seguramente encontraría car<strong>de</strong>nales en algunos lugares muy interesantes, pero<br />

lo mismo le ocurriría a él. La i<strong>de</strong>a la obligó a <strong>de</strong>tenerse y bailotear un poco. Luego,<br />

remangándose la camisa <strong>de</strong> Brody, se dirigió a la cocina.<br />

Encendió la luz y fue a buscar el agua. Con una mano apoyada en el frigorífico,<br />

bebió directamente <strong>de</strong> la botella como un camello que repostase en el oasis <strong>de</strong> un<br />

<strong>de</strong>sierto.<br />

Cuando la bajó, un golpecito la obligó a mirar hacia la ventana, por encima <strong>de</strong>l<br />

frega<strong>de</strong>ro.<br />

Vio la silueta <strong>de</strong> él. Unos hombros cubiertos con un abrigo negro, una cabeza<br />

cubierta con una gorra anaranjada. Gafas <strong>de</strong> sol negras que ocultaban la mayor parte<br />

<strong>de</strong> su rostro.<br />

Incapaz <strong>de</strong> respirar, retrocedió tambaleándose mientras se le caía la botella. El<br />

plástico chocó contra el suelo y el agua se <strong>de</strong>rramó en las baldosas, sobre sus pies<br />

<strong>de</strong>scalzos.<br />

Había un grito en su interior, atrapado por la conmoción, el terror y la<br />

incredulidad, locamente aferrado a su garganta.<br />

— 284 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Luego la imagen <strong>de</strong>sapareció. Reece, paralizada, trataba <strong>de</strong> recuperar el aliento<br />

y los sentidos.<br />

Y vio que el pomo <strong>de</strong> la puerta se movía hacia la <strong>de</strong>recha, se movía hacia la<br />

izquierda.<br />

Entonces gritó y saltó hacia <strong>de</strong>lante para coger el cuchillo <strong>de</strong> cocina <strong>de</strong> la<br />

encimera. Siguió gritando y agarrando el cuchillo con ambas manos mientras<br />

retrocedía.<br />

Cuando la puerta se abrió <strong>de</strong> golpe, echó a correr.<br />

Brody estaba bajo el agua <strong>de</strong> la ducha cuando oyó que la puerta se abría y<br />

golpeaba la pared. Distraído, apartó la cortina y se quedó mirando a Reece. Tenía un<br />

cuchillo enorme en las manos y la espalda contra la puerta.<br />

—¿Qué diablos ocurre?<br />

—Está en la casa. Está en la casa. En la puerta <strong>de</strong> atrás, en la cocina.<br />

Con movimientos rápidos, Brody cerró el grifo y cogió una toalla.<br />

—Quédate aquí.<br />

—Está en la casa.<br />

Sin per<strong>de</strong>r un momento, Brody se envolvió la cintura con la toalla.<br />

—Dame el cuchillo, Reece.<br />

—Le he visto.<br />

—Vale. Dame el cuchillo.<br />

Tuvo que quitárselo <strong>de</strong> las manos.<br />

—Ponte <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> mí —dijo mientras se planteaba la posibilidad <strong>de</strong> pedirle que<br />

se encerrase en el baño—. Vamos al dormitorio; hay un teléfono. Cuando me asegure<br />

<strong>de</strong> que allí no hay nadie, te encerrarás <strong>de</strong>ntro y llamarás a la policía. ¿Me entien<strong>de</strong>s?<br />

—Sí. No te vayas —rogó ella, agarrándole <strong>de</strong>l brazo y mirando la puerta—.<br />

Quédate aquí conmigo. No bajes allí. No bajes.<br />

—No te pasará nada.<br />

—A ti. A ti.<br />

El sacudió la cabeza y la empujó para situarla <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> sí. Cogió el cuchillo en<br />

posición <strong>de</strong> combate y abrió la puerta <strong>de</strong> un empujón. No vio nada a la <strong>de</strong>recha, nada<br />

a la izquierda. No oyó nada más que la respiración entrecortada <strong>de</strong> Reece.<br />

—¿Te ha seguido? —quiso saber Brody.<br />

—No. No lo sé. No. Estaba allí, y yo he cogido el cuchillo y he echado a correr.<br />

—Sígueme.<br />

Brody inspeccionó el dormitorio, calculó las posibilida<strong>de</strong>s y <strong>de</strong>cidió cerrar la<br />

puerta y correr el pestillo. Miró bajo la cama y en el armario, los dos únicos lugares<br />

don<strong>de</strong> pensó que podía escon<strong>de</strong>rse alguien. Satisfecho, <strong>de</strong>jó el cuchillo sobre la cama,<br />

cogió sus vaqueros y se los puso.<br />

—Llama a la policía, Reece.<br />

—Por favor, no salgas. Podría llevar una pistola. Podría... Por favor, no me<br />

<strong>de</strong>jes.<br />

Brody se volvió hacia ella un momento, reprimiendo su propia necesidad <strong>de</strong><br />

moverse.<br />

— 285 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—No te <strong>de</strong>jo. Volveré <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> unos minutos.<br />

Dejó el cuchillo don<strong>de</strong> estaba y sacó su bate <strong>de</strong> béisbol <strong>de</strong>l armario.<br />

—Cuando salga, cierra la puerta. Haz la llamada.<br />

No le gustaba <strong>de</strong>jarla allí, asustada; no podía estar seguro <strong>de</strong> que no per<strong>de</strong>ría la<br />

cabeza. Pero un hombre <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r lo que era suyo.<br />

«Probablemente hará mucho que se ha ido», pensó Brody mientras examinaba<br />

su <strong>de</strong>spacho. Probablemente. De todos modos, era su obligación comprobarlo,<br />

proteger la casa, hacerla segura.<br />

Mantener a Reece a salvo.<br />

Luego fue al cuarto <strong>de</strong> baño. El intruso podía haberse escondido en él cuando<br />

estaban en el dormitorio. Con el bate sobre el hombro, echó un vistazo rápido. Se<br />

sintió ridículo cuando el estómago se le encogió <strong>de</strong> miedo.<br />

Seguro <strong>de</strong> que no había nadie en el segundo piso, empezó a bajar por la<br />

escalera.<br />

Sola, Reece se quedó un momento mirando la puerta. Saltó sobre la cama y<br />

gateó hasta alcanzar el teléfono.<br />

—Policía. ¿Cuál es la naturaleza <strong>de</strong> su emergencia?<br />

—Ayuda. Necesitamos ayuda. Está aquí.<br />

—¿Qué clase <strong>de</strong>...? ¿Reece? ¿Es Reece Gilmore? Soy Hank ¿Qué ocurre? ¿Está<br />

herida?<br />

—Estoy en casa <strong>de</strong> Brody, en la cabaña <strong>de</strong> Brody. El la mató. Está aquí. Dense<br />

prisa.<br />

—No cuelgue. No quiero que cuelgue. Voy a enviar a alguien. Espere.<br />

Al oír un estampido proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> abajo, Reece gritó y el auricular <strong>de</strong>l teléfono<br />

se le cayó. ¿Disparos? ¿Eran disparos? ¿Eran reales o solo estaban en su cabeza?<br />

Sollozando, cruzó la cama a gatas y cogió el cuchillo.<br />

No había corrido el pestillo. Pero si lo hacía, Brody estaría atrapado a un lado y<br />

ella al otro. Podía estar herido. Podía morir sin que ella hiciese nada para evitarlo.<br />

Ginny había muerto sin que ella hiciese nada para evitarlo.<br />

Se puso en pie. Era como pisar almíbar. Como abrirse paso a través <strong>de</strong> aquella<br />

sustancia espesa y viscosa que obstruía los oídos, la nariz, los ojos. Y al acercarse a la<br />

puerta, a través <strong>de</strong>l sordo zumbido <strong>de</strong> su cabeza, oyó pisadas en la escalera.<br />

Esta vez la encontrarían; esta vez sabrían que no estaba muerta. Lo sabrían, y<br />

acabarían.<br />

—Reece. Ya está. Soy Brody. Abre la puerta.<br />

—Brody. —Pronunció su nombre como si quisiera comprobar cómo sonaba.<br />

Luego, con un grito <strong>de</strong> alivio que era como el dolor, abrió la puerta <strong>de</strong> un tirón y,<br />

tambaleándose, lo miró.<br />

—Ya está —repitió él mientras le quitaba el cuchillo—. Se ha marchado.<br />

De pronto Reece empezó a ver puntos blancos y negros.<br />

Cuando los bor<strong>de</strong>s ya enrojecían, él la sentó en una silla y le puso la cabeza<br />

entre las rodillas.<br />

—Para. Para y respira. Vamos.<br />

— 286 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Su voz atravesó el marco, las náuseas y apartó el peso que le oprimía el pecho.<br />

—Creía... He oído...<br />

—He resbalado. Había agua en el suelo <strong>de</strong> la cocina. He tirado una silla. Sigue<br />

respirando.<br />

—No estás herido. No estás herido.<br />

—¿Tengo aspecto <strong>de</strong> estar herido?<br />

Reece levantó la cabeza <strong>de</strong>spacio.<br />

—No estaba segura <strong>de</strong> lo que era real ni <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> estaba.<br />

—Tú estás aquí y yo también. Se ha marchado.<br />

—¿Lo has visto?<br />

—No. Ese cabrón cobar<strong>de</strong> se ha largado. Eso es lo que tienes que recordar —<br />

dijo cogiéndole la cara con firmeza—. Es un cobar<strong>de</strong>. —Brody oyó las sirenas pero no<br />

<strong>de</strong>jó <strong>de</strong> mirarla a los ojos—. Aquí está la caballería. Ponte algo <strong>de</strong> ropa.<br />

Una vez vestida, bajó y se encontró la puerta trasera abierta y los focos<br />

encendidos. Oyó un murmullo <strong>de</strong> voces. Decidió buscar alivio en el or<strong>de</strong>n y se puso<br />

a hacer café y luego a fregar el suelo.<br />

Preparó té para ella, y cuando Brody entró con Denny había puesto sobre la<br />

mesa tazas, leche y azúcar.<br />

—¿Un café?<br />

—No me vendría mal. ¿Está en condiciones <strong>de</strong> <strong>de</strong>clarar, Reece?<br />

—Sí. Café con leche, ¿no?<br />

—¿Cómo dice?<br />

—¿Con leche y dos terrones?<br />

—Sí. —Denny se tiró <strong>de</strong>l lóbulo <strong>de</strong> la oreja—. Tiene buena memoria para los<br />

<strong>de</strong>talles. ¿Les parece que nos sentemos? —Antes <strong>de</strong> que Reece respondiera, tomó<br />

asiento ante la mesa, sacó su bloc <strong>de</strong> notas y preguntó—: ¿Pue<strong>de</strong> contarme lo que ha<br />

pasado?<br />

—He bajado aquí. Tenía sed e iba a preparar la cena. Brody estaba en la ducha.<br />

Sirvió el café y miró un instante el rostro <strong>de</strong> Denny. Por el ligero rubor, supuso<br />

que o Brody le había dicho lo que habían estado haciendo o lo había <strong>de</strong>ducido por sí<br />

solo.<br />

—He sacado una botella <strong>de</strong> agua <strong>de</strong> la nevera —continuó mientras ponía el café<br />

<strong>de</strong> los dos hombres sobre la mesa, antes <strong>de</strong> volverse por su té—. He oído algo, como<br />

un golpecito, en la ventana. Cuando he mirado hacia allí, lo he visto.<br />

—¿Qué ha visto exactamente?<br />

—Un hombre. Abrigo negro, gorra anaranjada, gafas <strong>de</strong> sol.<br />

Se sentó y miró fijamente el té.<br />

—¿Pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scribirlo?<br />

—Estaba oscuro —dijo <strong>de</strong>spacio—, y la luz <strong>de</strong> la cocina se reflejaba en el cristal.<br />

No le he visto con claridad. Luego ha <strong>de</strong>saparecido. He visto moverse el pomo <strong>de</strong> la<br />

puerta trasera. He oído cómo giraba. He cogido un cuchillo <strong>de</strong> la encimera. La puerta<br />

se ha abierto, y él estaba allí. Allí, <strong>de</strong> pie. He subido corriendo.<br />

—¿Altura? ¿Peso? ¿Raza?<br />

— 287 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Reece apretó los ojos con fuerza. Le había parecido enorme. ¿Cómo podía ver a<br />

través <strong>de</strong> la niebla <strong>de</strong> su propio miedo?<br />

—Blanco, bien afeitado. No estoy segura. Todo ha sido muy rápido, estaba<br />

oscuro, y yo estaba muy asustada.<br />

—¿Ha dicho algo?<br />

—No.<br />

La joven se puso en pie <strong>de</strong> un salto al oír un vehículo que aparcaba.<br />

—Ese <strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser el sheriff —dijo Denny—. Hank se ha puesto en contacto con<br />

él <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> hablar conmigo. Saldré para ponerle al corriente.<br />

Reece se sentó con las manos en el regazo cuando Denny salió.<br />

—Es una lástima, ¿verdad? Estaba ahí mismo, pero en realidad no puedo <strong>de</strong>cir<br />

qué aspecto tenía.—Estaba oscuro —dijo Brody—. Supongo que se ha quedado lo<br />

bastante atrás para estar en la sombra. A ti te daba la luz en los ojos. Y estabas<br />

asustada. ¿Qué te he dicho que era, Reece?<br />

—Un cobar<strong>de</strong> —contestó ella levantando la cabeza—. Y sabe manejarme muy<br />

bien. No me creerán, Brody. Decidirán que soy una histérica que sufre alucinaciones.<br />

Ni Denny ni tú habéis encontrado nada fuera. Ninguna pista útil.<br />

—No. Es meticuloso.<br />

—Pero me crees —dijo; respiró hondo—. Cuando estaba arriba sola, he creído<br />

oír disparos. Lo confundo todo.<br />

—Ten paciencia contigo misma, Reece. Has recordado el pasado.<br />

—Tiene que habernos vigilado. Des<strong>de</strong> el exterior, ha vigilado la casa y nos ha<br />

vigilado a nosotros. ¿Pensabas que no había caído en eso? —dijo al ver que el rostro<br />

<strong>de</strong> Brody se tensaba.<br />

—Esperaba que no.<br />

—No voy a ponerme histérica porque me haya visto <strong>de</strong>snuda o sepa que hemos<br />

hecho el amor. Eso no cambia mucho las cosas.<br />

—Así me gusta.<br />

Llamaron a la puerta trasera y entró Rick quitándose el sombrero.<br />

—Buenas noches. Me han dicho que habéis tenido problemas.<br />

—Algo así como allanamiento <strong>de</strong> morada y acoso —dijo Brody.<br />

—Me apetecería una taza <strong>de</strong> ese café. Le he pedido a Denny que eche otro<br />

vistazo alre<strong>de</strong>dor.<br />

Reece sirvió otra taza.<br />

—Reece, ¿por qué no me dice dón<strong>de</strong> estaba cuando ha visto a ese hombre? En la<br />

ventana, ¿no es así?<br />

—Al principio. Yo estaba aquí —explicó; avanzó hasta el frigorífico y colocó<br />

una mano en la puerta—. He oído un sonido y he mirado. Él estaba al otro lado <strong>de</strong> la<br />

ventana.<br />

—La luz <strong>de</strong> la cocina se refleja un poco en el cristal <strong>de</strong> la ventana, ¿verdad? ¿Se<br />

ha acercado usted un poco más?<br />

—Pues... no. Entonces no. He visto girar el pomo <strong>de</strong> la puerta. Me he alejado <strong>de</strong><br />

la ventana y entonces he visto girar el pomo <strong>de</strong> la puerta. He cogido un cuchillo —<br />

— 288 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

dijo Reece, a<strong>de</strong>lantándose y haciendo el gesto—. Y creo... creo que he retrocedido,<br />

creo que no he parado <strong>de</strong> retroce<strong>de</strong>r. Estaba asustada.<br />

—Me lo imagino.<br />

—Entonces se ha abierto la puerta y él estaba ahí, fuera.<br />

—¿Estaba usted más o menos don<strong>de</strong> está ahora?<br />

—Pues... no estoy segura. Más cerca no. Pue<strong>de</strong> que uno o dos pasos más atrás.<br />

Me he vuelto y he echado a correr.<br />

—Aja. Es lo mejor que ha podido hacer. ¿Tú estabas en la ducha? —le preguntó<br />

a Brody.<br />

—Así es.<br />

—¿Y la puerta <strong>de</strong> ahí? ¿Estaba cerrada con llave?<br />

—Lo estaba. He cerrado antes <strong>de</strong> salir a buscar a Reece.<br />

—De acuerdo. —Rick abrió otra vez la puerta trasera y se agachó para examinar<br />

la cerradura y el marco—. ¿Llevaba guantes?<br />

—Pues... —Reece se forzó a recordar—. Sí. Eso creo. Guantes negros, como el<br />

día que estranguló a esa mujer.<br />

—¿Algún otro <strong>de</strong>talle sobre él?<br />

—Lo siento.<br />

Rick se incorporó.<br />

—Bueno, vamos a retroce<strong>de</strong>r un poco. ¿Hasta qué hora has estado en casa,<br />

Brody?<br />

—Yo diría que he salido más o menos a las seis y media o siete menos cuarto.<br />

—Has ido a recoger a Reece a Joanie's y habéis venido aquí.<br />

—No, hemos ido con el coche al campo.<br />

Brody sintió un <strong>de</strong>seo repentino e inesperado <strong>de</strong> fumar, pero lo reprimió.<br />

—Los prados están floreciendo. Una tar<strong>de</strong> agradable para eso. Así que habéis<br />

dado un paseo.<br />

—Unos pocos kilómetros —confirmó Brody—. Hemos tomado vino y queso,<br />

hemos contemplado la puesta <strong>de</strong> sol. Hemos llegado aquí más o menos a las ocho y<br />

media. Pue<strong>de</strong> que casi a las nueve. Hemos subido directamente al dormitorio.<br />

Después, Reece ha bajado aquí a beber agua y yo me he metido en la ducha.<br />

—¿A qué hora más o menos?<br />

—No he mirado el reloj. Pero no llevaba en la ducha más <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> minutos<br />

cuando ella ha entrado corriendo. La he acompañado al dormitorio, me he puesto los<br />

pantalones, he cogido el bate <strong>de</strong> béisbol, y le he dicho que llamase a la policía.<br />

Denny entró, miró a Rick y negó con la cabeza.<br />

—Muy bien. Yo diría que esta noche no vais a tener más emociones. Pasaré<br />

mañana para ver qué veo a la luz <strong>de</strong>l día. Denny, ve a hacer el atestado. Brody, ¿por<br />

qué no me acompañas fuera?<br />

—De acuerdo. Enseguida vuelvo, Reece.<br />

Salieron por la puerta principal. Rick echó un vistazo al cielo estrellado y se<br />

metió los pulgares en los bolsillos.<br />

—Una noche preciosa, <strong>de</strong> las que solo se ven en este pueblo. Antes <strong>de</strong> que nos<br />

— 289 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

<strong>de</strong>mos cuenta estará aquí el verano. Ya están llegando un montón <strong>de</strong> turistas. No<br />

tendremos ese cielo solo para nosotros durante mucho más.<br />

—Supongo que no me has pedido que te acompañe fuera para mirar las<br />

estrellas.<br />

—No. Voy a explicarte lo que pienso, Brody —dijo situándose <strong>de</strong> frente a él—.<br />

En primer lugar, no hay señales <strong>de</strong> que hayan forzado esa puerta. Y tú has asegurado<br />

que estaba cerrada con llave.<br />

—Ha forzado la cerradura, tiene una ganzúa. Ya lo ha hecho antes.<br />

—¡Jesús! —exclamó Rick pasándose la mano por la cara con evi<strong>de</strong>nte<br />

frustración —, ¿Y ha conseguido hacerlo justo en el momento en que ella estaba abajo<br />

sola y tú estabas en la ducha? A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> una ganzúa, ¿ese tipo tiene superpo<strong>de</strong>res?<br />

—Debía <strong>de</strong> estar vigilando la casa.<br />

—¿Para qué? ¿Para jugar al hombre <strong>de</strong>l saco? Si iba a hacer algo, lo habría<br />

hecho cuando ella estuviera sola. Si es que existe.<br />

—Espera un momento, jo<strong>de</strong>r.<br />

—No, espera tú. Soy un hombre comprensivo, Brody. Cuando un hombre lleva<br />

una placa y una pistola, más vale que tenga una buena dosis <strong>de</strong> comprensión. Tengo<br />

una mente abierta, pero no soy tonto. Tenemos a una mujer con un historial <strong>de</strong><br />

trastornos emocionales, que ha bebido, que sale <strong>de</strong> la cama y ve al mismo hombre al<br />

que vio matar a una mujer <strong>de</strong>sconocida... que solo ella ha visto. Y eso ocurre en el<br />

momento exacto en que no hay nadie para comprobarlo. No hay señales <strong>de</strong> que haya<br />

entrado nadie en esta cabaña ni <strong>de</strong> que hayan mero<strong>de</strong>ado por los alre<strong>de</strong>dores. Igual<br />

que no había señales <strong>de</strong> que matasen a nadie junto al río, ni <strong>de</strong> que alguien se colase<br />

en su apartamento, ni <strong>de</strong> que tocasen su colada en el hotel. Tú te acuestas con ella, así<br />

que quieres creerle. No hay nada tan atractivo como una dama en apuros.<br />

A Brody le dominó la furia.<br />

—¡Qué gilipollez! ¡Eso es una puta gilipollez! ¡Ya que llevas esa placa, tienes la<br />

responsabilidad <strong>de</strong> proteger y servir a la gente!<br />

—Tengo la responsabilidad <strong>de</strong> proteger y servir a este pueblo, a las personas <strong>de</strong><br />

este pueblo. Cabréate todo lo que quieras —dijo, asintiendo—. Pue<strong>de</strong>s cabrearte,<br />

pero yo ya he hecho todo lo que he podido por Reece Gilmore. Los turistas están a<br />

punto <strong>de</strong> llegar, y no puedo <strong>de</strong>sperdiciar un tiempo y unos efectivos que necesito<br />

para mantener el or<strong>de</strong>n aquí persiguiendo sus fantasmas. Lo siento por ella, la<br />

verdad. Es una mujer agradable que ha tenido muy mala suerte. Va a tener que<br />

superarlo y sentar la cabeza. Hazte un favor, convéncela para que vaya a un<br />

psiquiatra.<br />

—Tenía mejor opinión <strong>de</strong> ti, Rick.<br />

—Llegados a este punto, Brody —dijo Rick en tono aburrido mientras abría la<br />

puerta <strong>de</strong> la furgoneta—, yo puedo <strong>de</strong>cir lo mismo <strong>de</strong> ti. —Subió, cerró con un<br />

portazo y mientras arrancaba el motor añadió—. Si te importa esa mujer, búscale<br />

ayuda. La necesita.<br />

Cuando Brody volvió a entrar, Reece estaba guisando. Había arroz en una olla<br />

tapada, y pollo y ajo salteándose en una sartén.<br />

— 290 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Que se vaya a la mierda —murmuró Brody, mientras sacaba una cerveza <strong>de</strong>l<br />

frigorífico.<br />

—Gracias. Gracias por ponerte <strong>de</strong> mi parte —dijo ella, sacudiendo la sartén<br />

para darle la vuelta al pollo—. No me ha hecho falta oír la conversación para saber lo<br />

que ha dicho. No me cree, y este último inci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>svirtúa todo lo <strong>de</strong>más. Le he<br />

hecho per<strong>de</strong>r el tiempo, he alterado su rutina, he pasado <strong>de</strong> ser la tonta <strong>de</strong>l pueblo a<br />

ser la pesada <strong>de</strong>l pueblo. Y, a <strong>de</strong>cir verdad, no se le pue<strong>de</strong> reprochar.<br />

—¿Por qué <strong>de</strong>monios no?<br />

—Todo apunta a que me lo invento o a que estoy loca —dijo; echó en la sartén<br />

las verduras que ya tenía picadas, vertió un poco <strong>de</strong> vino blanco y volvió a<br />

sacudirla—. Y apunta a que tú me apoyas porque nos acostamos juntos.<br />

—¿Es eso lo que piensas?<br />

—Sé que me crees, y saber eso es muy importante para mí.<br />

Brody tomó un largo y lento trago <strong>de</strong> cerveza.<br />

—¿Quieres que hagamos las maletas? ¿Probar en Nuevo México tal vez? Lo<br />

bueno <strong>de</strong> nuestra profesión es que po<strong>de</strong>mos trabajar don<strong>de</strong> nos dé la gana.<br />

Los ojos le escocían, pero siguió removiendo y sacudiendo.<br />

—¿Sabes? Si te hubieras puesto <strong>de</strong> rodillas con un diamante enorme, un perrito<br />

y una gran caja <strong>de</strong> bombones belgas, me hubieras <strong>de</strong>clarado amor eterno y luego<br />

hubieras recitado a Shelley, no habría significado más.<br />

—Me alegro, no me sé <strong>de</strong> memoria ningún poema <strong>de</strong> Shelley.<br />

—Y es tentador—continuó ella—, pero sé mejor que nadie que huir no cambia<br />

las cosas. Me ha gustado ver brotar las flores, me ha gustado saber que pue<strong>de</strong>n<br />

hacerlo. Si ellas pue<strong>de</strong>n arraigar aquí, yo también. —Cogió el cuenco en el que había<br />

batido la salsa, la vertió sobre el contenido <strong>de</strong> la sartén y dijo—. Esto estará listo en<br />

un par <strong>de</strong> minutos. ¿Por qué no sacas los platos?<br />

— 291 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 26<br />

Reece, sentada en la consulta <strong>de</strong>l doctor Wallace, agra<strong>de</strong>cía no tener que<br />

<strong>de</strong>snudarse para la visita <strong>de</strong> seguimiento. Se sentía lenta <strong>de</strong> reflejos, como si se<br />

hubiese excedido en una fiesta.<br />

«El somnífero», pensó. Brody insistió en que se lo tomara. «La verdad es que no<br />

tuvo que insistir mucho», recordó.<br />

Aunque el fármaco evitaba las pesadillas, esa mañana notaba la cabeza pesada<br />

y embotada. Valía la pena, solo por esa vez. No quería volver a los somníferos, los<br />

anti<strong>de</strong>presivos y los ansiolíticos.<br />

Sabía que no estaba <strong>de</strong>primida. Sabía que la acechaban.<br />

Se abrió la puerta y el doctor entró sonriendo. Llevaba en la mano su historial.<br />

—Enhorabuena. Has ganado tres kilos. Eso es un gran avance, Reece. Dos más,<br />

y te <strong>de</strong>jaré en paz. —Su sonrisa se <strong>de</strong>svaneció cuando se situó <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la mesa y<br />

echó un vistazo a su rostro—. O tal vez no. La última vez que estuviste aquí estabas<br />

pálida y agotada. Aún lo estás.<br />

—He pasado mala noche. Una noche horrible. Acabé tomando un somnífero, <strong>de</strong><br />

los que se ven<strong>de</strong>n sin receta. Me <strong>de</strong>jó fuera <strong>de</strong> combate.<br />

—¿Ansiedad? —preguntó el doctor, volviéndole la cabeza para observar al<br />

car<strong>de</strong>nal amarillento <strong>de</strong> la mejilla—. ¿Pesadillas?<br />

—Tomé el somnífero para evitar la ansiedad y las pesadillas. Anoche vi al<br />

asesino.<br />

El doctor apretó los labios y la observó con atención mientras se sentaba.<br />

—¿Por qué no me lo cuentas?<br />

Reece se lo explicó con <strong>de</strong>talle.<br />

—No tiene por qué creerme ni <strong>de</strong>cir que me cree —acabó—. Los últimos días<br />

han sido un horror, ese es el motivo <strong>de</strong> que esté pálida y agotada.<br />

—¿Duele? —preguntó el doctor mientras le presionaba el car<strong>de</strong>nal con<br />

suavidad.<br />

—Un poco. No me molesta.<br />

—¿Cuánto tiempo llevas tomando somníferos?<br />

—Anoche fue el primero en casi un año.<br />

—¿Has tomado algún otro medicamento <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la última vez que estuviste<br />

aquí?<br />

—No.<br />

—¿Algún otro síntoma?<br />

—¿Cómo falta <strong>de</strong> memoria o ver cosas que no están? No.<br />

—Haré <strong>de</strong> abogado <strong>de</strong>l diablo por un momento. ¿Es posible que ese hombre al<br />

— 292 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

que viste pueda representar tu miedo? No viste con claridad la cara <strong>de</strong>l hombre que<br />

te disparó. O el trauma que experimentaste borró esa cara <strong>de</strong> tu memoria.<br />

—Creo que no lo vi —dijo ella en tono sereno—. Fue un instante. La puerta se<br />

abrió <strong>de</strong> golpe y yo empecé a volverme. Vi la pistola... y luego... bueno, la utilizó.<br />

—Entiendo —contestó el médico apoyando la mano sobre la suya con suavidad,<br />

brevemente—. Por lo que entiendo, no llegaste a ver a los otros hombres que mataron<br />

a tus amigos...<br />

—No, a ninguno <strong>de</strong> ellos.<br />

«Solo les oí —pensó—. Solo les oí reír.»<br />

—¿Has pensado en la posibilidad <strong>de</strong> que la figura que viste anoche en la<br />

ventana, el hombre que viste junto al río, sea una manifestación <strong>de</strong>l miedo e<br />

impotencia que experimentaste durante y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l ataque?<br />

Reece sintió un retorcijón y comprendió que era producto <strong>de</strong> la <strong>de</strong>cepción.<br />

Simple <strong>de</strong>cepción al ver que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo no le creía.<br />

—Ha estado leyendo libros <strong>de</strong> psiquiatría —dijo.<br />

—Lo reconozco. Darle a tu miedo masa y forma no te convierte en una loca,<br />

Reece. Podría ser una manera <strong>de</strong> sacarlo a la superficie para po<strong>de</strong>r verlo,<br />

experimentarlo y resolverlo.<br />

—Ya me gustaría, pero sé que una mujer murió a manos <strong>de</strong> ese hombre. Sé que<br />

me acecha y que está haciendo todo lo posible para <strong>de</strong>strozarme los nervios y minar<br />

mi credibilidad. No es paranoia si te persiguen <strong>de</strong> verdad —dijo con una leve<br />

sonrisa.<br />

El doctor suspiró. Reece continuó.<br />

—Sé cómo es la paranoia, el sabor que se nota en la garganta. No estoy<br />

paranoica. No estoy manifestando mi miedo, lo estoy viviendo.<br />

—Hay otra posibilidad. Escúchame. La primera vez que viste a ese hombre,<br />

cuando presenciaste el crimen, acababas <strong>de</strong> encontrarte con Brody en el sen<strong>de</strong>ro. Los<br />

<strong>de</strong>más inci<strong>de</strong>ntes tuvieron lugar a medida que se <strong>de</strong>sarrollaba tu relación con Brody.<br />

Cuanto más seria es, más serios o personales son los inci<strong>de</strong>ntes. ¿Es posible que tu<br />

sentimiento <strong>de</strong> culpabilidad por haber sobrevivido esté poniendo trabas a tu<br />

felicidad?<br />

—¿Y esté volviéndome loca para sabotear mi relación con Brody? No. Maldita<br />

sea, he estado loca. Sé cómo es, y esto no es lo mismo.<br />

—De acuerdo, <strong>de</strong> acuerdo —dijo el médico dándole palmaditas en la mano—.<br />

Si, ¿cómo era?, si eliminamos lo probable, lo que queda, por improbable que sea,<br />

tiene que ser la verdad. Vamos a sacar un poco <strong>de</strong> sangre, a ver cómo estás.<br />

Reece volvió a Joanie's para la segunda mitad <strong>de</strong> un turno partido. Mac<br />

Drubber y Carl comían carne <strong>de</strong> cerdo a la parrilla. Mientras masticaba y tragaba,<br />

Mac levantó una mano para llamarla.<br />

—He recibido parmesano fresco. El <strong>de</strong> esa clase que viene en un bloque.<br />

—¿Ah, sí?<br />

—He pensado que tal vez lo quiera. Sale un poco caro.<br />

—Después iré a buscarlo. Gracias, señor Drubber. —Siguiendo un impulso, se<br />

— 293 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

inclinó y le dio un beso en la cabeza—. Gracias —repitió—. No me lo merezco.<br />

—¡Oh, vamos! —exclamó el hombre; el rubor afloró en sus mejillas—. Si se le<br />

ocurre algo que no acostumbremos a tener, solo tiene que <strong>de</strong>círmelo y lo pediré. No<br />

hay problema.<br />

—Lo haré. Gracias.<br />

Reece <strong>de</strong>cidió que, en cuanto pudiera, prepararía algo especial, algo magnífico,<br />

e invitaría al señor Drubber a cenar en casa <strong>de</strong> Brody.<br />

Entró en la cocina a tiempo <strong>de</strong> ver a Linda-Gail mientras <strong>de</strong>jaba con fuerza una<br />

pila <strong>de</strong> platos sucios junto a Pete.<br />

—Vaya...<br />

—Problemas en el paraíso —susurró Pete.<br />

—No murmuréis a mí alre<strong>de</strong>dor —dijo Linda-Gail en tono brusco; al volverse,<br />

su cabello se movió como una corta capa roja—. No soy sorda.<br />

—Si sigues <strong>de</strong>jando así las cosas te vas a quedar en paro.<br />

Linda-Gail se dio la vuelta y miró a Joanie.<br />

—No <strong>de</strong>jaría así las cosas si tu hijo no fuese un mentiroso y un tramposo.<br />

La expresión <strong>de</strong> Joanie se mantuvo plácida mientras seguía asando carne y<br />

cebollas.<br />

—Mi chico pue<strong>de</strong> ser muchas cosas no muy halagadoras, pero nunca ha sido<br />

ninguna <strong>de</strong> las que has dicho. Mi<strong>de</strong> tus palabras, Linda-Gail.<br />

—¿No me dijo que tenía que quedarse en el rancho ayer por la tar<strong>de</strong> porque<br />

una yegua tenía cólicos? ¿No era una mentira gordísima? Reuben ha estado aquí<br />

hace un cuarto <strong>de</strong> hora y me ha preguntado si me gustó la película que fui a ver con<br />

Cas ayer por la tar<strong>de</strong>.<br />

—Podría ser que Reuben estuviese confundido. Podrían ser muchas cosas.<br />

Linda-Gail levantó la barbilla.<br />

—Tú eres su madre y tienes que <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rle, pero yo no pienso tolerar que me<br />

mienta o me engañe.<br />

—No te lo reprocho; háblalo con él cuando mejor te vaya. Siempre que no sea<br />

cuando te pago para que atiendas las mesas.<br />

—Dijo que me quería, Joanie —respondió la joven con voz un poco insegura;<br />

Joanie apretó los labios—. Dijo que estaba dispuesto a construir una vida conmigo.<br />

—Entonces espero que tengas esa conversación con él muy pronto. Ahora, sal<br />

ahí fuera y haz tu trabajo. Tenemos clientes.<br />

—Tienes razón. Ya he perdido bastante tiempo con él. Los hombres no sirven<br />

para nada.<br />

Linda-Gail salió con paso majestuoso, y Joanie suspiró.<br />

—Si ese chico ha echado a per<strong>de</strong>r esto, es más burro <strong>de</strong> lo que creía.<br />

Joanie parecía preocupada, pero Reece sintió que se le hacía un nudo en el<br />

estómago. ¿Dón<strong>de</strong> había estado Cas la noche anterior y por qué había mentido?<br />

—¿Y tú? ¿Vas a quedarte ahí plantada soñando <strong>de</strong>spierta —quiso saber<br />

Joanie— o te vas a encargar <strong>de</strong> esta parrilla? Tengo trabajo que hacer en la oficina, y<br />

tengo que pagar toda esa puñetera pintura.<br />

— 294 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Lo siento. —Reece cogió un <strong>de</strong>lantal y se dirigió al frega<strong>de</strong>ro para lavarse las<br />

manos—. La pintura nueva es muy alegre.<br />

—El precio también es <strong>de</strong> lo más alegre.<br />

Reece recordó que un equipo <strong>de</strong> tres hombres había ido a pintar <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que<br />

el restaurante cerrase; el amarillo narciso animaba mucho el local. Pero ¿qué estaban<br />

haciendo los hombres a las nueve <strong>de</strong> la noche?<br />

—¿Cuándo empezaron a pintar exactamente? —preguntó.<br />

—A las once. Yo pensaba que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> trabajar hasta las tres <strong>de</strong> la mañana,<br />

Reuben estaría <strong>de</strong>masiado cansado para venir a hablar más <strong>de</strong> la cuenta.<br />

«Pregunta con <strong>de</strong>spreocupación —se dijo Reece—. Con mucha<br />

<strong>de</strong>spreocupación. Como por hablar <strong>de</strong> algo.»<br />

—Entonces, ¿vinieron a las once?<br />

—¿No te lo acabo <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir? Reuben, Joe y Brenda.<br />

—¿Brenda? ¿La <strong>de</strong>l hotel? Pensaba que vendría su hermano.<br />

—Dean tenía que hacer otra cosa; eso dijo ella. De todos modos, Brenda pinta<br />

mejor.<br />

Reece se puso a cocinar, y mientras cocinaba trató <strong>de</strong> imaginarse a Reuben, a<br />

Cas, a Dean, a Joe con gafas <strong>de</strong> sol y una gorra anaranjada, al otro lado <strong>de</strong> la ventana<br />

<strong>de</strong> la cocina <strong>de</strong> Brody.<br />

Después <strong>de</strong> trabajar, Reece le pidió a Pete que la llevase a casa <strong>de</strong> Brody.<br />

—Te agra<strong>de</strong>zco que me acompañes.<br />

—No está lejos; no hay problema.<br />

—Pete, ¿qué crees que hizo Cas anoche?<br />

—Ir <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> alguna falda. Ese piensa con la polla, con perdón.<br />

—Si es así, <strong>de</strong>be <strong>de</strong> haber tenido bastantes problemas con las mujeres.<br />

—Suele convencerlas para que no le arranquen las pelotas, con perdón otra vez.<br />

Pero no le será fácil convencer a nuestra Linda-Gail. Es muy cabezota.<br />

—En eso llevas razón. Mira a Reuben, por ejemplo. —Se recordó otra vez que<br />

<strong>de</strong>bía hablar <strong>de</strong>spreocupadamente—. No se le ve con mujeres, al menos no<br />

continuamente.<br />

—No es un santo, pero tiene la suficiente sesera para ser discreto. —Pele miró a<br />

Reece y le sonrió con su boca <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ntada—. El invierno pasado tuvo un lío con una<br />

esquiadora casada.<br />

—¿De verdad?<br />

—Lo hizo sin llamar la atención, pero no es fácil entrar y salir <strong>de</strong> una habitación<br />

<strong>de</strong> hotel sin que nadie se dé cuenta. Brenda tiene olfato para esa clase <strong>de</strong> cosas. Por lo<br />

que me han dicho, entraba por la puerta <strong>de</strong>l sótano.<br />

—El sótano <strong>de</strong>l hotel —murmuró ella.<br />

—Todo se supo una noche que tuvieron una pelea tremenda. Ella gritó y le tiró<br />

cosas. Al parecer, le dio en la cabeza con un frasco <strong>de</strong> perfume. Él acabó saliendo por<br />

patas, con la cara arañada y las botas en la mano.<br />

—¿Qué aspecto tenía?<br />

—¿Cómo?<br />

— 295 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—La esquiadora, la mujer. Siento curiosidad.<br />

—Que yo recuer<strong>de</strong>, era una morenita muy guapa, unos diez años mayor que<br />

Reuben. Eso me dijeron. Luego se pasó semanas llamándole al rancho, llorando,<br />

gritando e insultándole. Reuben me confesó una noche, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tomar unas<br />

cervezas, que la experiencia le enseñó a evitar a las mujeres casadas.<br />

—Me lo imagino —comentó Reece cuando ya giraban hacia la cabaña <strong>de</strong><br />

Brody—. Supongo que anoche el hermano <strong>de</strong> Brenda, Dean, <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> tener una cita<br />

con alguna chica.<br />

—O con una partida <strong>de</strong> póquer. —Pete chasqueó la lengua—. En cuanto ese<br />

chico lleva diez dólares en el bolsillo corre a jugárselos. Por eso está casi siempre sin<br />

blanca y pidiéndole préstamos a Brenda. El juego, si no sabes cómo manejarlo, es tan<br />

malo como la heroína. —Detuvo la furgoneta <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la cabaña y añadió—. Me he<br />

enterado <strong>de</strong> que anoche tuvisteis problemas.<br />

—Creo que todo el mundo se ha enterado ya.<br />

—No te <strong>de</strong>sanimes, Reece.<br />

Curiosa, se volvió hacia él.<br />

—¿Cómo es que tú no crees que esté loca?<br />

—Demonios, ¿quién dice que no lo estás? —replicó Pete con una sonrisa—.<br />

Todo el mundo lo está, hasta cierto punto. Pero si dices que alguien estuvo rondando<br />

por aquí, supongo que es verdad.<br />

—Gracias. Gracias, Pete —dijo ella con una sonrisa mientras abría la puerta y<br />

bajaba.<br />

—No hay <strong>de</strong> qué.<br />

Para ella sí lo había. Tal vez la policía no le creyese, pero Pete sí. Y Brody,<br />

Linda-Gail y Joanie. El doctor Wallace sospechaba que todo era una manifestación <strong>de</strong><br />

sus temores, pero trataba <strong>de</strong> cuidar <strong>de</strong> ella. Mac Drubber <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> pensar que le<br />

faltaban unos cuantos tornillos, pero había comprado parmesano fresco para ella.<br />

Tenía a mucha gente <strong>de</strong> su parte.<br />

Encontró a Brody en el porche trasero, bebiendo Coca-Cola y leyendo un libro.<br />

El levantó la vista y, como le gustó lo que vio, esbozó una sonrisa.<br />

—¿Cómo te ha ido el día?<br />

—Ha ido mejorando. El doctor se alegra <strong>de</strong> que haya recuperado algo <strong>de</strong> peso y<br />

ha propuesto la posibilidad <strong>de</strong> que mi hombre <strong>de</strong> gorra anaranjada sea una<br />

manifestación <strong>de</strong> mis miedos y mi sentimiento <strong>de</strong> culpa, pero está dispuesto a tener<br />

la mente abierta si yo hago lo propio. El señor Drubber encargó para mí parmesano<br />

fresco, y Pete me ha dado un resumen rápido <strong>de</strong> la vida sentimental <strong>de</strong> un par <strong>de</strong><br />

tipos <strong>de</strong>l pueblo.<br />

—Has estado ocupada.<br />

—Y hay algo más. Cas le mintió a Linda-Gail sobre lo que hizo anoche.<br />

—Tiene fama <strong>de</strong> ser bastante sinvergüenza con las damas. —Brody <strong>de</strong>jó el libro<br />

a un lado—. ¿Crees que Cas es un asesino?<br />

—Sería el último en el que pensase. Maldita sea, me cae bien, y mi amiga está<br />

enamorada <strong>de</strong> él. Pero ¿el asesino no es tradicionalmente el menos probable? ¿No es<br />

— 296 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

así como funciona la cosa?<br />

—En la ficción, y solo en la buena ficción si tiene sentido. Cas se tira a las<br />

damas, flaca, pero no las estrangula.<br />

—¿Y si una le amenazase <strong>de</strong> alguna forma? ¿Y si le presionase hasta llevarle al<br />

límite? —preguntó ella mientras se agachaba junto a la silla <strong>de</strong> Brody—. El invierno<br />

pasado Reuben tuvo un lío con final violento con una mujer casada.<br />

—¿De donjuán al Vaquero Cantante?<br />

—Me gustaría saber dón<strong>de</strong> estuvo anoche. No empezó a pintar en Joanie's hasta<br />

las once. Y el hermano <strong>de</strong> Brenda no apareció en ningún momento.<br />

—Así que has <strong>de</strong>cidido incluirles en tu lista <strong>de</strong> sospechosos porque no sabes<br />

dón<strong>de</strong> estaban esos tres tipos anoche, a la hora en cuestión.<br />

—Por algún lado tengo que empezar. Averiguaré dón<strong>de</strong> estaban y los tacharé<br />

<strong>de</strong> la lista. Si no puedo averiguarlo, los <strong>de</strong>jaré en ella.<br />

—¿Y qué harás? ¿Investigar a todos los hombres <strong>de</strong>l pueblo?<br />

—Si es necesario, sí. Puedo tachar a algunos. A Hank, que lleva barba y es<br />

<strong>de</strong>masiado corpulento. Eso no lo habría pasado por alto. A Pete, que es <strong>de</strong>masiado<br />

bajo. Recuerdo que hablamos <strong>de</strong> ello justo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que ocurriese, pero no<br />

llegamos a centrarnos <strong>de</strong> verdad en la cuestión.<br />

—No, creo que no lo hicimos.<br />

—También po<strong>de</strong>mos tachar a todos los mayores <strong>de</strong> sesenta y cinco y menores<br />

<strong>de</strong> veinte. No era un viejo ni un crío. A todos los que llevan barba o bigote y que<br />

están muy por encima o por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l peso medio. Ya sé que podría no ser <strong>de</strong> aquí...<br />

—Bueno, yo creo que es alguien <strong>de</strong>l pueblo.<br />

—¿Por qué?<br />

—Anoche no oíste ningún coche. ¿Cómo iba a alejarse <strong>de</strong> la cabaña sin coche?<br />

—¿A pie?<br />

—Tal vez hubiese <strong>de</strong>jado el coche lo bastante lejos para que no lo oyeses. Pero,<br />

si es alguien <strong>de</strong> fuera, tendría que pasar bastante tiempo por aquí para averiguar tu<br />

rutina, para saber cuándo estás fuera <strong>de</strong> tu casa, en el trabajo, aquí. Alguien se fijaría<br />

y, aunque fuera <strong>de</strong> forma inocente, lo comentaría. Los comentarios circulan.<br />

—Des<strong>de</strong> luego —convino Reece.<br />

—Y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> abril, nadie se ha alojado en el hotel durante más <strong>de</strong> una semana.<br />

Ningún hombre solo durante más <strong>de</strong> dos semanas. Se han alquilado algunas cabañas,<br />

pero tampoco durante mucho tiempo, y todas a familias o grupos. Podría ser un<br />

padre <strong>de</strong> familia o formar parte <strong>de</strong> un grupo, pero a mí no me cuadra.<br />

—Has investigado.<br />

—Es una <strong>de</strong> mis especialida<strong>de</strong>s. Podría estar acampado —continuó Brody—,<br />

pero tendría que ir al pueblo a comprar provisiones. Aunque fuese a otra parte a<br />

comprarlas, tendría que ir al pueblo para averiguar tu rutina, para hacer lo que ha<br />

hecho. Si hubiera venido más <strong>de</strong> una vez, la gente se habría fijado en él. Así que,<br />

según ese razonamiento, es uno <strong>de</strong> nosotros.<br />

—Brody, no quiero volver a llamar a la policía salvo en caso <strong>de</strong>... Voy a<br />

ponerme dramática: en caso <strong>de</strong> vida o muerte.<br />

— 297 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Solo tú y yo, Flaca.<br />

—«Tú y yo», me gusta.<br />

—Fantástico. A mí también.<br />

Reece <strong>de</strong>cidió compensar el salteado <strong>de</strong> verduras <strong>de</strong> la noche anterior con una<br />

masculina cena <strong>de</strong> chuletas <strong>de</strong> cerdo, puré <strong>de</strong> patatas, judías ver<strong>de</strong>s y bollos.<br />

Mientras las patatas se cocían y las chuletas se adobaban, se sentó ante la mesa <strong>de</strong> la<br />

cocina con el or<strong>de</strong>nador portátil.<br />

Junto con los nombres, introdujo lo que sabía <strong>de</strong> ellos.<br />

William (Cas) Butler, veintitantos años. Ha vivido en Angel's Fist casi toda su vida.<br />

Conoce bien la zona, entien<strong>de</strong> <strong>de</strong> rastreo, excursionismo, acampada, etc.<br />

(¿La pareja <strong>de</strong>l rió pudo llegar allí a caballo?) Tipo vaquero, mujeriego. Conduce una<br />

furgoneta, fácil acceso al <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Joanie y a las llaves. Vena violenta cuando se le saca <strong>de</strong><br />

quicio, tal como <strong>de</strong>mostró en Clancy's.<br />

«Parece tan frío», pensó mientras lo releía. Tal vez fuese injusto no anotar que<br />

parecía muy afable, quería a su madre y tenía un encanto consi<strong>de</strong>rable.<br />

Continuó con Reuben.<br />

Treinta y tantos años. Trabaja en el rancho para turistas Circle K. Conoce bien la zona,<br />

como el anterior. Hábil con las manos. Furgoneta con accesorio para llevar rifles. Acu<strong>de</strong> al<br />

pueblo al menos una vez por semana. Le gusta cantar en Clancy's. Relación anterior con<br />

mujer casada (posible víctima).<br />

Resopló. Sabía que a Reuben le gustaba la carne poco hecha, las patatas fritas y<br />

la tarta con helado. Eso no resultaba <strong>de</strong>masiado útil para sus fines.<br />

Continuó añadiendo nombres, y se <strong>de</strong>tuvo con una punzada <strong>de</strong> culpabilidad al<br />

pensar en el doctor Wallace. Rozaba la edad máxima que ella había establecido, pero<br />

estaba en plena forma. Practicaba el excursionismo y la pesca, y era bienvenido en<br />

todas partes. Un hombre que curaba ¿no sabría matar?<br />

Luego estaban Mac Drubber, Dean, Jeff el <strong>de</strong> la licorería, el fornido sheriff y el<br />

complaciente Lynt. Entre otros. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> incluirlos en la lista <strong>de</strong> hombres que<br />

conocía y que en algunos casos consi<strong>de</strong>raba amigos, hizo que se sintiese mal.<br />

Se obligó a terminar y copió el archivo en la memoria USB. Después <strong>de</strong> guardar<br />

el or<strong>de</strong>nador portátil, calmó sus nervios y su sentimiento <strong>de</strong> culpa cocinando.<br />

Al otro lado <strong>de</strong>l lago, Cas llamaba a la puerta <strong>de</strong> Linda-Gail. Llevaba una rosa<br />

en la mano y el vientre lleno <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo.<br />

Cuando la muchacha le abrió la puerta, le tendió la rosa y dijo.<br />

—Hola, nena.<br />

Linda-Gail apoyó el puño en la ca<strong>de</strong>ra e hizo caso omiso <strong>de</strong> la rosa.<br />

—¿Qué quieres?<br />

—A ti.<br />

Cas alargó la mano libre para cogerla, pero Linda-Gail retrocedió y dio tal<br />

patada a la puerta, que a punto estuvo <strong>de</strong> golpearse en la cara.<br />

Él recibió el portazo en el hombro y empujó con él para abrirla <strong>de</strong> nuevo.<br />

—¡Maldita sea, Linda-Gail! ¿Qué problema hay?<br />

—No acepto flores <strong>de</strong> mentirosos. Ya pue<strong>de</strong>s dar media vuelta y echar a andar.<br />

— 298 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Esta vez, cuando ella se disponía a cerrar, fue Cas quien dio una patada a la<br />

puerta.<br />

—¿De qué <strong>de</strong>monios hablas? Corta el rollo. Hoy he trabajado catorce horas para<br />

po<strong>de</strong>r tener la noche libre y verte.<br />

—¿Ah, sí? Pues me parece injusto, anoche ya hiciste horas extraordinarias... Con<br />

un caballo con cólicos. —Al ver la mueca <strong>de</strong> él, entornó los ojos y añadió—. Hijo <strong>de</strong><br />

puta mentiroso. Pue<strong>de</strong> que estuvieses revoleándote en el heno, pero no fue con<br />

ningún puto caballo.<br />

—No fue así. Espera un momento.<br />

—¿Cómo pudiste mentirme? —dijo ella mientras giraba sobre sus talones y se<br />

alejaba a gran<strong>de</strong>s zancadas—. Te dije que no sería una más, Cas.<br />

—No lo eres. No pue<strong>de</strong>s serlo. Demonios, nunca lo has sido. Vamos a sentarnos<br />

un momento.<br />

—No quiero que te sientes en mi casa. Te di lo que querías y ahora se ha<br />

terminado.—No digas eso. Linda-Gail, cariño, no es lo que piensan.<br />

—Entonces, ¿qué es, Cas? ¿No me mentiste?<br />

Él se echó hacia atrás el sombrero.<br />

—Bueno sí, te mentí, pero...<br />

—Lárgate.<br />

Él arrojó a un lado la rosa y luego el sombrero.<br />

—No pienso marcharme así. Sí, te mentí sobre lo que hice anoche, pero tenía<br />

una buena razón para hacerlo.<br />

—¿Y cómo se llama? ¿Es guapa?<br />

La frustración y el atisbo <strong>de</strong> vergüenza se endurecieron en su rostro hasta<br />

convertirse en una fría irritación.<br />

—Yo no hago trampas —dijo él—. Nunca he hecho trampas, ni con las mujeres,<br />

ni con las cartas, ni con nada. Si quiero ir a por otra, antes <strong>de</strong>jo a la que tengo. No<br />

engaño a nadie. ¿Por qué iba a empezar contigo cuando tú eres la que me importa?<br />

—No lo sé. Me gustaría saberlo.<br />

Los ojos <strong>de</strong> Linda-Gail se llenaron <strong>de</strong> lágrimas.<br />

—No estaba con otra mujer, Linda-Gail. Te lo juro.<br />

—¿Y se supone que tengo que creerte, cuando ya me has mentido?<br />

—Tienes razón, pero yo también la tengo. Si me quieres, esta vez tienes que<br />

confiar en mí.<br />

—La confianza <strong>de</strong>be ganarse, William —dijo mientras se secaba las lágrimas<br />

con rabia—. Dime dón<strong>de</strong> estabas.<br />

—No puedo. Aún no. No te vayas. No, cariño. Tenía que hacer una cosa. No era<br />

otra mujer.<br />

—Entonces, ¿por qué no me lo dices?<br />

—Te lo diré si esperas hasta el sábado por la noche.<br />

—¿Qué tiene que ver el sábado por la noche?<br />

—Tampoco puedo <strong>de</strong>cirte eso. Pero todo forma parte <strong>de</strong> lo mismo. Dame hasta<br />

el sábado por la noche. Quiero quedar el sábado por la noche contigo.<br />

— 299 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Ella se rindió por fin y se sentó.<br />

—¿Quieres quedar conmigo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mentirme y no me dices por qué?<br />

—Así es. Confía en mí solo por esta vez.<br />

El hombre se agachó y le enjugó una lágrima <strong>de</strong> la mejilla.<br />

—Te juro por mi vida, Linda-Gail, que no estaba con otra mujer.<br />

Ella se sorbió las lágrimas.<br />

—¿Atracaste un banco?<br />

El sonrió <strong>de</strong>spacio, <strong>de</strong> forma encantadora.<br />

—No, no exactamente. ¿Me quieres?<br />

—Eso parece, aunque en este preciso momento resulta muy inconveniente y<br />

molesto.<br />

—Yo también te quiero. Al final me va a gustar <strong>de</strong>cirlo.<br />

Ella le tomó el rostro entre las manos para po<strong>de</strong>r observarlo bien.<br />

—Tienes hasta el sábado por la noche. Que Dios me ayu<strong>de</strong>, Cas, pero te creo<br />

cuando dices que no estuviste con otra mujer. No veo cómo ibas a hacerme daño así,<br />

o sea que no te rías <strong>de</strong> mí.<br />

—No podría aunque quisiera —le dijo; le cogió <strong>de</strong> las muñecas y se inclinó para<br />

darle un beso—. No lo haría aunque pudiera.<br />

—Iba a preparar una pizza —anunció ella—. Me apetece la pizza cuando me<br />

siento triste y enfadada. Bueno, creo que la pizza me apetece en cualquier momento,<br />

in<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> cómo me sienta. Pue<strong>de</strong>s compartir mi pizza, Cas, pero no vas<br />

a compartir mi cama. Si yo tengo que esperar hasta el sábado por la noche para saber<br />

la verdad, tú tendrás que esperar hasta entonces para hacer el amor.<br />

—Supongo que es justo. Doloroso, pero justo —dijo poniéndose en pie y<br />

tendiéndole la mano—. ¿Tienes una cerveza para acompañar la pizza?<br />

El avanzaba a través <strong>de</strong> la oscuridad, a través <strong>de</strong>l viento. Sus botas resonaban<br />

contra el polvo <strong>de</strong>l camino, ¿Podía oírles? Ella no oía nada salvo el viento y el rió,<br />

pero sabía que la seguía sin <strong>de</strong>scanso, como una sombra, cada vez más cerca. Pronto<br />

tendría el aliento <strong>de</strong> él en la nuca; pronto la mano <strong>de</strong> él se cerraría en torno a su<br />

cuello.<br />

Ella había perdido la orientación. ¿Cómo había llegado allí? Su única opción era<br />

seguir a<strong>de</strong>lante, subir y subir, y las piernas le dolían por el esfuerzo.<br />

La media luna le mostraba la curva <strong>de</strong>l sen<strong>de</strong>ro, la superficie <strong>de</strong> la roca, el brillo<br />

peligroso e hipnótico <strong>de</strong>l río más abajo. Le mostraba el camino, pero el camino no le<br />

ofrecía posibilidad <strong>de</strong> huida. Y le guiaría a él hasta ella.<br />

Se arriesgó a mirar hacia atrás y no vio nada, salvo el cielo y el cañón. El alivio<br />

llegó con un sollozo ahogado. De alguna manera, se había salvado. Si podía seguir<br />

a<strong>de</strong>lante, seguir corriendo, encontraría el camino <strong>de</strong> regreso. Volvería a estar segura.<br />

Pero cuando se volvió hacia <strong>de</strong>lante, él estaba allí. Delante <strong>de</strong> ella. Cerrándole el<br />

paso. Sin embargo, no podía verle la cara, no podía reconocerlo.<br />

—¿Quién eres? —gritó por encima <strong>de</strong>l sonido <strong>de</strong>l viento—. ¿Quién <strong>de</strong>monios<br />

eres?<br />

Cuando él se le acercó curvando y estirando los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> sus manos<br />

— 300 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

enguantadas, ella <strong>de</strong>cidió saltar.<br />

El viento le azotó el rostro. Volvía a estar en la cocina <strong>de</strong> Maneo's. Un empujón<br />

contra la puerta, otro hombre sin rostro, este con capucha. La explosión <strong>de</strong> una<br />

pistola. El dolor estalló... el impacto <strong>de</strong> la bala, el impacto <strong>de</strong>l agua.<br />

El río la cubrió, la puerta <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spensa se cerró.<br />

Y no hubo luz, no hubo aire. No hubo vida.<br />

Cuando Reece <strong>de</strong>spertó, Brody la agarraba <strong>de</strong> los brazos.<br />

—Despierta ahora mismo —or<strong>de</strong>nó él.<br />

—He saltado.<br />

—Lo que has hecho es caerte <strong>de</strong> la cama.<br />

—He muerto.<br />

Tenía la piel pegajosa por el sudor, y el corazón <strong>de</strong> Brody aún latía acelerado.<br />

—A mí me pareces bastante viva. Solo ha sido una pesadilla. Diablos, cómo te<br />

<strong>de</strong>fendías...<br />

—¿Qué?<br />

—Dabas patadas y zarpazos. Vamos. Levanta.<br />

—Espera. Espera un momento.<br />

Necesitaba orientarse. El sueño era brutalmente claro en todos los <strong>de</strong>talles.<br />

Hasta que tocó el agua o se cayó en la <strong>de</strong>spensa.<br />

—Corría —dijo <strong>de</strong>spacio—, y él estaba allí. He saltado al río. Pero entonces todo<br />

se ha confundido. Caía al río y también caía en la <strong>de</strong>spensa <strong>de</strong> Maneo's. Pero no me<br />

he hundido —dijo apoyando una mano en el pecho <strong>de</strong> él y sintiendo la cali<strong>de</strong>z contra<br />

su propia piel fría—. No me he rendido.<br />

—No. Yo diría que luchabas por salir a la superficie. Intentabas nadar.<br />

—Vale, vale. Lo he hecho bien. Justo a tiempo.<br />

— 301 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 27<br />

Y levantarse temprano todos los días supuso gran<strong>de</strong>s cambios en la vida <strong>de</strong><br />

Brody. Veía más amaneceres, y por algunos <strong>de</strong> ellos merecía la pena abrir los ojos.<br />

Trabajaba más, cosa que complacería a su agente y a su editor. Tenía más tiempo<br />

para fisgonear en su cabaña, y eso le había llevado a consi<strong>de</strong>rar la posibilidad <strong>de</strong><br />

hacer cambios.<br />

La situación era buena. Alguna vez había contemplado la posibilidad <strong>de</strong><br />

comprar en lugar <strong>de</strong> alquilar. Tal vez había llegado el momento <strong>de</strong> convertirse en<br />

propietario <strong>de</strong> su casa.<br />

Inversión, capital.<br />

Hipoteca, mantenimiento.<br />

En fin, había que aceptar lo malo y lo bueno.<br />

A<strong>de</strong>más, si la casa fuese suya, podría ampliar el <strong>de</strong>spacho y tal vez añadir una<br />

terraza; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí tendría una vista estupenda <strong>de</strong>l lago, sobre todo en verano, cuando<br />

los árboles estaban cargados <strong>de</strong> hojas y apenas podía atisbar el agua <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las<br />

ventanas <strong>de</strong>l primer piso.<br />

Reflexionó que una terraza sería un lugar agradable para sentarse por la<br />

mañana, tomar el café y calentar motores para la jornada.<br />

Con una taza <strong>de</strong> café en la mano, miró por la ventana <strong>de</strong> su <strong>de</strong>spacho, se<br />

imaginó la terraza. Podría estar bien.<br />

«¿Una silla o dos?», se pregunto. Si quedarse con la cabaña era un gran paso,<br />

quedarse con Reece era un salto gigante sobre un abismo.<br />

Siempre había disfrutado <strong>de</strong> las mujeres, <strong>de</strong> su inteligencia y <strong>de</strong> su cuerpo. Pero<br />

si alguien le hubiese dicho que ; algún día <strong>de</strong>searía tener cerca todo el tiempo a una<br />

mujer en concreto, él habría recitado <strong>de</strong> un tirón la larga lista <strong>de</strong> razones por las que<br />

semejante posibilidad no estaba hecha para él.<br />

Ahora, con Reece, no se le ocurría ni una sola razón para la lista.<br />

Tenerla cerca le obligaba a empezar el día temprano; eso era cierto. Des<strong>de</strong> que<br />

<strong>de</strong>jó el Trib, se había acostumbrado a levantarse <strong>de</strong> la cama cuando le apetecía. Pero<br />

siempre había café, café bueno <strong>de</strong> verdad que no tenía que preparar él mismo. Y<br />

comida. Las ventajas <strong>de</strong> levantarse cada mañana y encontrar comida y café eran<br />

inmensas.<br />

Y su voz. Su olor. La forma en que organizaba las cosas; los ingredientes para<br />

una comida, su ropa, las almohadas sobre la cama... Le parecía ridículamente<br />

encantador cómo doblaba las toallas <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> baño en el toallero.<br />

Eso era un poco enfermizo. Probablemente.<br />

Pero ¿qué hombre podría resistirse al ligero velo que cubría aquellos<br />

— 302 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

asombrosos ojos durante la primera media hora <strong>de</strong> la mañana?<br />

Ella era una razón más apremiante para levantarse <strong>de</strong> la cama cada mañana que<br />

el amanecer más espectacular.<br />

Era nerviosa y complicada, y seguramente nunca se liberaría <strong>de</strong> todas sus fobias<br />

y neuras. Pero eso era lo que la convertía en Reece, lo que la hacía interesante. Lo que<br />

le atraía. En Reece Gilmore no había nada, absolutamente nada, que fuese corriente.<br />

—Dos sillas —<strong>de</strong>cidió—. Van a tener que ser dos sillas.<br />

Se alejó <strong>de</strong> la ventana y fue hasta el escritorio. Cogió la memoria USB que ella le<br />

había dado. Al abrirla, vio que había dos documentos. Uno se llamaba LC; el otro,<br />

LISTA.<br />

—Libro <strong>de</strong> cocina —dijo entre dientes; se pregunto si ella quería que lo viese o<br />

si había sido un <strong>de</strong>scuido. En cualquier caso, lo había visto.<br />

Abrió ese primero y empezó a leer el texto que ella había llamado INTRO.<br />

Sus suegros llegan a la ciudad <strong>de</strong> forma inesperada ¡mañana!... Es la tercera cita con la<br />

misma chica, y piensa invitarla a cenar en casa, y espera seguir con el <strong>de</strong>sayuno en la cama...<br />

Le toca recibir a los miembros <strong>de</strong> su club <strong>de</strong> lectura... Su insuperable hermana se ha invitado a<br />

sí misma y a su prometido (el doctor) a cenar... Su hijo se ha ofrecido a preparar magdalenas<br />

para toda la clase...<br />

No se asuste.<br />

Por muy ocupado que esté, por muy agobiado y por poca experiencia que tenga en la<br />

cocina, todo va a salir bien. En realidad, va a salir <strong>de</strong> fábula. Yo voy a acompañarle paso a<br />

paso.<br />

Del suntuoso almuerzo al tentempié informal, <strong>de</strong> un pica-pica a una cena elegante,<br />

pasando por todos los términos medios, usted será el cocinero.<br />

De acuerdo, la cocinera soy yo. Pero usted está a punto <strong>de</strong> convertirse en un Gourmet<br />

Informal.<br />

—No está mal —<strong>de</strong>cidió mientras seguía leyendo.<br />

Reece había incorporado breves comentarios sobre el tiempo y el equipo<br />

necesario, y los estilos <strong>de</strong> vida. Todo en tono ligero, ágil. Accesible.<br />

Después <strong>de</strong> la introducción se incluía un resumen básico <strong>de</strong>l mismo estilo y<br />

media docena <strong>de</strong> recetas. Las instrucciones, en las que se intercalaban expresiones <strong>de</strong><br />

ánimo, eran lo bastante claras para que Brody pensase que no le sería imposible<br />

preparar una <strong>de</strong> aquellas recetas.<br />

Encima <strong>de</strong> cada receta aparecían <strong>de</strong> una a cuatro estrellas.<br />

Grado <strong>de</strong> dificultad —observó—. Ingenioso. Entre paréntesis, una nota sugería<br />

que los asteriscos podían sustituirse por gorros <strong>de</strong> cocinero.<br />

—Eres una chica lista, ¿eh, Flaca?<br />

Reflexionó un momento, luego redactó un mensaje para su agente, adjuntó el<br />

archivo <strong>de</strong> Reece y lo envió por correo electrónico.<br />

Lo cerró y abrió el documento LISTA.<br />

«Oh, sí, es inteligente», pensó otra vez. Sus breves <strong>de</strong>scripciones <strong>de</strong> los hombres<br />

eran perspicaces y atinadas. Le sorprendió que hubiera incluido a Mac Drubber y al<br />

doctor Wallace, pero se dijo que era minuciosa. Y disfrutó leyendo comentarios sobre<br />

— 303 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Mac tales como «es ligeramente ligón», «le gusta chismorrear».<br />

Tendría que preguntarle qué habría puesto <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su nombre si le hubiese<br />

incluido en la lista.<br />

Añadió algunos comentarios propios, algunas observaciones. Reece no podía<br />

saber, por ejemplo, que a Denny, el ayudante <strong>de</strong>l sheriff, le rompió el corazón una<br />

chica que trabajaba <strong>de</strong> camarera en el hotel. La muchacha le tomó el pelo durante seis<br />

meses, hasta que en el otoño anterior se marchó <strong>de</strong>l pueblo con un motorista.<br />

Grabó el archivo con las modificaciones y lo copió en su or<strong>de</strong>nador junto con el<br />

documento <strong>de</strong>l libro <strong>de</strong> cocina.<br />

Cuando acabó, aún eran las ocho <strong>de</strong> la mañana.<br />

Hora <strong>de</strong> ponerse a trabajar.<br />

A las once hizo una pausa, bajó a la cocina para cambiar el café por Coca-Cola y<br />

añadió un puñado <strong>de</strong> galletas saladas. Estaba masticando la primera cuando sonó el<br />

teléfono. Frunció el ceño, como siempre que sonaba el teléfono, pero se animó al ver<br />

en la pantalla que quien llamaba era su agente.<br />

—Hola, Lyd. ...Va bien —dijo cuando ella le preguntó por el libro. Miró el<br />

cursor <strong>de</strong> la pantalla. Aquel día era su amigo. Otros días podía ser el enemigo.<br />

Cuando ella le preguntó si tenía tiempo pura hablar <strong>de</strong> la propuesta <strong>de</strong> su amiga,<br />

sonrió—. Sí, tengo unos minutos. ¿Qué te ha parecido?<br />

Cuando colgó, revolvió sus pilas <strong>de</strong> notas en busca <strong>de</strong> la copia que había hecho<br />

<strong>de</strong>l horario <strong>de</strong> Reece. Lo encontró entre una revista <strong>de</strong> armas —documentación— y<br />

un folleto <strong>de</strong> la televisión <strong>de</strong> plasma que estaba pensando en comprar.<br />

Miró el reloj y <strong>de</strong> nuevo el cursor. Y <strong>de</strong>cidió que no iba a sentirse culpable por<br />

<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> trabajar antes <strong>de</strong> hora.<br />

Entró en Joanie's en el momento exacto en que Reece se quitaba el <strong>de</strong>lantal.<br />

Brody se inclinó sobre la barra. Reece llevaba el pelo recogido, y el calor <strong>de</strong> la parrilla<br />

le enrojecía el rostro. «Tiene aspecto suave», pensó él.<br />

—¿Has comido algo <strong>de</strong> lo que has cocinado hoy? —le preguntó.<br />

—No exactamente.<br />

—Coge algo <strong>de</strong> comida.<br />

—¿Que coja algo <strong>de</strong> comida? ¿Qué es esto? ¿Otro picnic?<br />

—No. Es un almuerzo. Hola, Bebe, ¿cómo va todo?<br />

—Estoy embarazada.<br />

—Mmm... ¿enhorabuena?<br />

—Para ti es fácil <strong>de</strong>cirlo. Tú no tienes mareos por la mañana. La diversión<br />

nunca se acaba —dijo ella con una sonrisa mientras se apoyaba en la barra para<br />

<strong>de</strong>scansar los pies—. Esta vez Jim confía en que sea una niña. A mí no me importaría.<br />

¿Cómo es que a mí no me pi<strong>de</strong>s nunca que coja algo <strong>de</strong> comida, Brody?<br />

—Porque Jim me daría una patada en el culo. ¿Se supone que tengo que<br />

preguntar cuándo sales <strong>de</strong> cuentas y ese tipo <strong>de</strong> cosas?<br />

—Eres un tío. Se supone que tienes que ponerte colorado y asustarte un poco. Y<br />

lo estás haciendo bien. En noviembre, en torno al día <strong>de</strong> Acción <strong>de</strong> Gracias. De todos<br />

modos, para entonces parecerá que me he tragado un pavo entero. ¿Cuándo sale tu<br />

— 304 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

último libro?<br />

—Un par <strong>de</strong> meses antes, y con muchas menos molestias.<br />

Al oír el grito <strong>de</strong> «¡Pedido listo!», Bebe puso los ojos en blanco.<br />

—Bueno, volvamos a la emoción <strong>de</strong> servir comidas.<br />

—Aquí está el almuerzo. —Reece salió <strong>de</strong> la cocina y le tendió una bolsa—.<br />

Serás uno <strong>de</strong> los primeros en probar nuestros nuevos y experimentales bocadillos<br />

italianos.<br />

—Bocadillos italianos. En Joanie's.<br />

—¿Tú también, Brody? Cualquiera diría que he preparado caracoles y sesos <strong>de</strong><br />

ternera... Por cierto, me salen <strong>de</strong>liciosos.<br />

—Me quedo con los bocadillos italianos.<br />

La tomó <strong>de</strong>l brazo y la acompañó fuera. Cruzaron la calle y Reece buscó el<br />

coche <strong>de</strong> él con la mirada.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> vamos?<br />

—Al lago.<br />

—¡Oh, qué buena i<strong>de</strong>a! Hace un día precioso para almorzar a orillas <strong>de</strong>l lago.<br />

—No vamos a almorzar a orillas <strong>de</strong>l lago. Vamos a almorzar en el lago —dijo<br />

Brody al tiempo que indicaba una canoa con la cabeza—. En eso.<br />

Reece se quedó don<strong>de</strong> estaba y observó la embarcación con expresión<br />

dubitativa.<br />

—¿Vamos a sentarnos en una canoa a comer bocadillos?<br />

—Yo he escogido el sitio y tú la comida. Es la barca <strong>de</strong>l doctor. Me ha dicho que<br />

nos la prestaba durante unas horas. Vamos a remar un poco.<br />

—Mmm...<br />

A ella le gustaban los barcos. Es <strong>de</strong>cir, le gustaban los barcos con motor y los<br />

barcos <strong>de</strong> vela. Pero no sabía qué pensar <strong>de</strong> una barca con remos.<br />

—Supongo que el agua <strong>de</strong>be <strong>de</strong> estar bastante fría.<br />

—Supones bien, así que nos mantendremos sobre el agua y no <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l agua.<br />

Sube a la barca.<br />

—Allá voy.<br />

Puso los pies <strong>de</strong>ntro, buscó el equilibrio y caminó hasta el asiento <strong>de</strong> popa.<br />

—Date la vuelta —le dijo Brody.<br />

—¡Oh!<br />

El subió, le dio un remo y luego ocupó el asiento <strong>de</strong> proa. Con ayuda <strong>de</strong>l remo,<br />

separó la barca <strong>de</strong> la orilla.<br />

—Solo tienes que hacer lo mismo que yo, pero por el otro lado <strong>de</strong> la canoa.<br />

—Has hecho esto otras veces, ¿no? Lo que quiero <strong>de</strong>cir es que este no es el<br />

primer viaje para los dos, ¿verdad?<br />

—Lo he hecho otras veces. Aún no me he comprado una barca porque dudo<br />

entre una canoa y un kayak, y parece una tontería tener los dos. A<strong>de</strong>más, siempre se<br />

la puedo pedir prestada a alguien y no tengo que preocuparme por guardarla ni<br />

mantenerla. Basta con pagarle al propietario media docena <strong>de</strong> cervezas.<br />

—Es otro punto <strong>de</strong> vista —dijo Reece mientras remaba con fuerza—. El agua es<br />

— 305 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

más dura <strong>de</strong> lo que parece.<br />

Los músculos empezaban a calentarse, y mientras observaba cómo remaba<br />

Brody <strong>de</strong>l mismo modo que un halcón observa a un conejo, pensó que había cogido<br />

su ritmo. Le gustaba la sensación <strong>de</strong> <strong>de</strong>slizarse; la barca parecía rozar el agua. Pero<br />

<strong>de</strong>slizarse requería esfuerzo, y ya lo notaba en los hombros y los bíceps.<br />

«Ha llegado el momento <strong>de</strong> volver a hacer pesas», se dijo.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> vamos? —le preguntó.<br />

—A ninguna parte.<br />

—¿Otra vez?<br />

Reece se echó a reír y se sacudió hacia atrás el pelo que se le había soltado con<br />

la brisa.<br />

Las montañas la atraparon como un puño.<br />

—¡Oh, Dios mío!<br />

En la proa <strong>de</strong> la barca, Brody sonrió ni percibir en su voz la admiración, la<br />

reverencia.<br />

—¿Verdad que son una pasada?<br />

Bloqueó su remo, se volvió a mirarla, le quitó el remo <strong>de</strong> las manos, ahora<br />

inmóviles, y lo bloqueó también.<br />

—Des<strong>de</strong> aquí es diferente. Todo es diferente. Parecen...<br />

—¿Parecen...?<br />

—Diosas. Plateadas y brillantes, con finas coronas blancas y oscuros cinturones<br />

ver<strong>de</strong>s. Más gran<strong>de</strong>s y más po<strong>de</strong>rosas.<br />

Se alzaban y se extendían, con su azul plateado contra el azul más puro <strong>de</strong>l<br />

cielo. La nieve que se aferraba a los picos más altos era tan blanca como las nubes que<br />

el viento arrastraba por encima <strong>de</strong> ellas. Y se reflejaban en el agua. En el agua... se<br />

sentía como si estuviese <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ellas.<br />

Una garceta alzó el vuelo, voló a ras <strong>de</strong>l lago y <strong>de</strong>sapareció como un fantasma<br />

en el pantano <strong>de</strong>l extremo norte.<br />

Había otras barcas. Una pequeña Sunfish con su vela amarilla on<strong>de</strong>aba en el<br />

centro <strong>de</strong>l lago; alguien practicaba con un kayak. Reconoció a Carl pescando <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

una canoa; una pareja <strong>de</strong> turistas bajaba por uno <strong>de</strong> los canales y se <strong>de</strong>slizaba por la<br />

superficie plana <strong>de</strong>l lago.<br />

Se sentía ingrávida, pequeña y aturdida.<br />

—¿Por qué no haces esto todos los días? —quiso saber.<br />

—Vengo más a partir <strong>de</strong> junio, pero he estado ocupado. El verano pasado, Mac<br />

me convenció para hacer un viaje <strong>de</strong> tres días por el río. El, Carl, Rick y yo. Fui<br />

porque supuse que me serviría <strong>de</strong> documentación. Navegamos por el Snake,<br />

acampamos, freímos un pescado que Carl capturó como si el pez estuviese <strong>de</strong>seando<br />

saltar a la barca para él. Bebimos café. Contamos un montón <strong>de</strong> mentiras sobre las<br />

mujeres.<br />

—Lo pasaste bien.<br />

—Lo pasé <strong>de</strong> fábula. Podríamos hacerlo juntos, tomarnos un par <strong>de</strong> días cuando<br />

le cojas el tranquillo a esto <strong>de</strong> remar, y probar en uno <strong>de</strong> los canales fáciles.<br />

— 306 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—“Fácil” es la palabra clave, pero creo que me gustaría.<br />

—Muy bien. Por cierto, he leído tu lista.<br />

—¡Oh! —exclamó Reece. Fue como si una nube tapase el sol. De todos modos,<br />

había que comentarlo, pensó, explorarlo. Abrió la bolsa <strong>de</strong> los bocadillos—. ¿Qué te<br />

ha parecido?<br />

—Bastante minuciosa. He añadido algunas frases. Curioseando un poco con<br />

discreción, podríamos po<strong>de</strong>r eliminar a algunos. He averiguado que Reuben, Joe,<br />

Lynt y Dean jugaron al póquer en el reservado <strong>de</strong> Clancy's. Reuben y Joe, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las<br />

siete hasta <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las diez, hora a la que se marcharon para ir a Joanie's. Dean,<br />

Lynt, Stan Urick, que no aparece en tu lista porque tiene setenta años y está muy<br />

flaco, y Harley, que tampoco aparece por esos cuatro pelos a los que llama «barba»,<br />

estuvieron allí hasta <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la una <strong>de</strong> la mañana. Nadie se ausentó durante más<br />

tiempo que el necesario para hacer pipí. Dean perdió ochenta dólares.<br />

—Bueno, tres menos.<br />

—A mi agente le ha gustado tu propuesta para el libro <strong>de</strong> cocina.<br />

—¿Qué has dicho?<br />

Brody mordió el bocadillo.<br />

—¡Qué bueno está! —dijo con la boca llena—. De todos modos, necesita hablar<br />

directamente contigo.<br />

—Pero... todavía no está a punto.<br />

—Entonces, ¿por qué me lo has dado?<br />

—Pues... pensé que, si te apetecía y tenías tiempo, podías echarle un vistazo.<br />

Eso es todo. Que me darías tu opinión o... yo qué sé. Consejos.<br />

—Me ha gustado, así que le he pedido su opinión a mi agente. Como es una<br />

persona inteligente, está <strong>de</strong> acuerdo conmigo.<br />

—¿Porque eres su cliente o porque el libro es bueno?<br />

—En primer lugar, tiene clientes más importantes que yo, mucho más<br />

importantes. Soy un pez pequeño en su estanque. Pero pregúntaselo tú misma. En<br />

cualquier caso, le ha gustado la estructura que le has dado, pero hay que hacer una<br />

propuesta formal. Ha calificado la introducción <strong>de</strong> «divertida y alegre». Ha dicho<br />

que esta noche iba a probar con una <strong>de</strong> las recetas para ver qué sale; sabe cocinar; y le<br />

pasará una <strong>de</strong> las más sencillas a su secretaria, que no sabe.<br />

—Como una audición.<br />

—Es una mujer ocupada, no aceptará un cliente si cree que no tiene salida.<br />

Podrías hablar con ella mañana, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la audición.<br />

—Estoy nerviosa.<br />

—Es normal, pero Lydia no te va a comer —contestó él, sacando el vaso <strong>de</strong><br />

Coca-Cola para llevar que Reece había empaquetado con los bocadillos—. Ha<br />

captado quién eres.<br />

—¿Qué quieres <strong>de</strong>cir?<br />

—Es lista, avispada, y se mantiene al día <strong>de</strong> las noticias. —Brody <strong>de</strong>sechó la<br />

pajita, quitó la tapa <strong>de</strong> plástico y bebió—. Tiene la memoria <strong>de</strong> una manada <strong>de</strong><br />

elefantes. Me ha preguntado si eras la Reece Gilmore <strong>de</strong> Boston que sobrevivió a la<br />

— 307 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Matanza <strong>de</strong> Maneo hace un par <strong>de</strong> años. Yo le he dicho la verdad.<br />

A Reece el apetito le <strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong> golpe.<br />

—Sí, claro —dijo—. ¿Qué diferencia supone eso para ella?<br />

—Pue<strong>de</strong> suponerla para ti. Si lo ven<strong>de</strong>s, si lo publicas, ella no será la única en<br />

atar cabos. Ya hace algún tiempo que vuelas por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l radar, Flaca. Si sacas el<br />

libro, volverás a ser el centro <strong>de</strong> atención. Periodistas, preguntas... Tendrás que<br />

<strong>de</strong>cidir si estás dispuesta.<br />

—«Superviviente <strong>de</strong> matanza y antigua paciente psiquiátrica escribe libro <strong>de</strong><br />

cocina.» Ya entiendo. Mierda.<br />

—Tienes que pensarlo.<br />

—Supongo que sí.<br />

Miró alre<strong>de</strong>dor, el agua, las montañas, el pantano. Los sauces sumergían en el<br />

lago sus ver<strong>de</strong>s hojas, ligeras como plumas. Al otro lado, un pez plateado se agitaba<br />

frenético en el extremo <strong>de</strong>l sedal <strong>de</strong> Carl.<br />

Era un lugar tan bonito, tan tranquilo... No había don<strong>de</strong> escon<strong>de</strong>rse.<br />

—Pue<strong>de</strong> que <strong>de</strong> todos modos tu agente no quiera representar el libro. Y aunque<br />

quiera —consi<strong>de</strong>ró Reece—, pue<strong>de</strong> que no se venda. Los pasos son muchos y<br />

gran<strong>de</strong>s.<br />

—Los pasos pequeños te llevan al mismo sitio pero tardas muchísimo más en<br />

llegar, así que <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> quieres ir y cuánto quieres tardar —dijo él antes <strong>de</strong> dar<br />

otro bocado—. ¿Por qué has incluido bocadillos italianos en el menú <strong>de</strong>l día?<br />

—Porque son buenos, divertidos y rápidos. Aña<strong>de</strong>n un poco <strong>de</strong> variedad.<br />

—Ahí tienes otra razón —comentó Brody, haciendo un gesto con el bocadillo—.<br />

eres creativa. No pue<strong>de</strong>s contener esa creatividad. Te gusta darle <strong>de</strong> comer a la gente,<br />

pero te gusta hacerlo a tu modo, o al menos añadir al proceso una pizca <strong>de</strong> ti misma.<br />

Si sigues trabajando ahí, vas a verte obligada a implicarte, poco a poco.<br />

Reece se removió en el asiento, incómoda porque sabía que él tenía razón. Sabía<br />

que eso era justo lo que estaba haciendo.<br />

—No intento hacerme cargo <strong>de</strong>l negocio.<br />

—No, pero ya no intentas solo encajar. Este pueblo nunca será Jackson Hole.<br />

Confusa, Reece sacudió la cabeza.<br />

—Vale.<br />

—Pero crecerá. Mira otra vez —sugirió él señalando las montañas—. La gente<br />

necesita esto. La vista, el aire, el lago, los árboles. Algunos, durante un fin <strong>de</strong> semana,<br />

o un par <strong>de</strong> semanas en vacaciones. Algunos, para siempre, o para tener una segunda<br />

resi<strong>de</strong>ncia don<strong>de</strong> pue<strong>de</strong>n ir en barca, esquiar o montar a caballo. Cuanto más se<br />

llenan las ciuda<strong>de</strong>s, más necesita la gente un lugar distinto para vivir. Y la gente tiene<br />

una particularidad: siempre necesita comer.<br />

Reece <strong>de</strong>stapó la botella <strong>de</strong> agua que había llevado para ella.<br />

—¿Es una forma retorcida <strong>de</strong> sugerir que abra un restaurante aquí?<br />

—No. En primer lugar, Joanie se cabrearía mucho. En segundo lugar, tú no<br />

quieres llevar un restaurante. Tú quieres llevar una cocina. ¿Sabes quién es el<br />

principal empresario <strong>de</strong> Ángel's Fist?<br />

— 308 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Ahora mismo, no.<br />

—Joanie Parks.<br />

—¡Venga ya! Sé que tiene un par <strong>de</strong> locales.<br />

—Ángel Food, la mitad <strong>de</strong>l hotel, mi cabaña y tres más, cuatro casas, solo en el<br />

pueblo, y unas cuantas fincas <strong>de</strong>ntro y fuera <strong>de</strong> él. El edificio don<strong>de</strong> están la galería<br />

<strong>de</strong> arte y la tienda <strong>de</strong> regalos también es suyo.<br />

—Estás <strong>de</strong> broma. Se pone a chillar si propongo gastar unos centavos <strong>de</strong> más en<br />

rúcula.<br />

—Por eso es suya una gran parte <strong>de</strong>l pueblo. Es frugal.<br />

—He llegado a quererla y admirarla pero... ¡venga ya! Es cutre.<br />

Brody sonrió mientras volvía a levantar su vaso.<br />

—¿Esa es forma <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> tu futura socia?<br />

—¿Cómo va a pasar <strong>de</strong> ser mi jefa a ser mi socia?<br />

—Cuando le propongas que abra un Gourmet Informal en la otra punta <strong>de</strong>l<br />

pueblo. Un restaurante pequeño e íntimo que sirva comidas <strong>de</strong> cierto nivel pero<br />

asequibles.<br />

—Ella nunca... Bueno, podría ser. Pequeño e íntimo, para esa cena especial o ese<br />

almuerzo <strong>de</strong> señoras elegantes. Mmm. Mmm. Solo almuerzos y cenas. Un menú<br />

distinto cada día <strong>de</strong> la semana. Mmm.<br />

El tercer «mmm» obligó a Brody a reprimir una sonrisa. La mente <strong>de</strong> Reece ya<br />

acariciaba la i<strong>de</strong>a. Imaginó que su ánimo la acariciaría muy pronto.<br />

—Por supuesto, <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> quieras ir.<br />

—Y <strong>de</strong> cuánto quiera tardar en llegar. Brody, ¡qué sinvergüenza has sido<br />

plantando esa semilla en mi cabeza. Ya no podré arrancarla!.<br />

—Eso te dará mucho en que pensar. ¿Vas a comerte la otra mitad <strong>de</strong> ese<br />

bocadillo?<br />

Reece se lo pasó con una sonrisa. En ese momento sonó su teléfono móvil.<br />

—Nadie me llama nunca—empezó Reece mientras lo sacaba—. No sé para qué<br />

lo llevo. ¿Diga?<br />

—¿Reece Gilmore?<br />

—Sí.<br />

—Soy Serge. Te <strong>de</strong>jé guapa en Jackson.<br />

—Ah, sí, Serge. ¿Cómo estás?<br />

—Muy bien, esperando que Linda-Gail y tú volváis a visitarme.<br />

En un gesto instintivo, Reece se llevó una mano al pelo, enredado por la brisa.<br />

Le vendría bien cortarse las puntas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego. Pero también tenía que pagar el<br />

seguro <strong>de</strong>l coche.<br />

—Se lo comentaré.<br />

—Entretanto, he llamado por el dibujo que me <strong>de</strong>jaste.<br />

—¿El dibujo? ¿La has reconocido?<br />

—Yo no, pero acabo <strong>de</strong> contratar a una aprendiza que cree reconocerla.<br />

¿Quieres que le dé tu número?<br />

—Espera —pidió Reece mirando a Brody—. ¿Está ahí la aprendiza?<br />

— 309 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Ahora mismo, no. No empieza hasta el lunes. Pero tengo sus datos. ¿Los<br />

quieres?<br />

—Sí. ¡Espera! —exclamó, buscando en su bolso un bloc y un bolígrafo—. Dime.<br />

—Marlie Matthews —empezó Serge.<br />

Lo anotó todo, el nombre, la dirección y el número <strong>de</strong> teléfono, mientras la<br />

canoa flotaba a la <strong>de</strong>riva.<br />

—Gracias, Serge, muchas gracias. Linda-Gail y yo iremos en cuanto podamos.<br />

—Eso espero.<br />

Reece cortó la comunicación.<br />

—Alguien ha reconocido a la mujer <strong>de</strong>l dibujo.<br />

—Ya lo he <strong>de</strong>ducido. Más vale que cojas tu remo. Tendremos que amarrar la<br />

barca antes <strong>de</strong> ir a Jackson Hole.<br />

— 310 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 28<br />

Marlie Matthews vivía en la planta baja <strong>de</strong> un edificio <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra situado junto<br />

a la autopista 89 y formado por dos pisos <strong>de</strong> apartamentos amueblados. Habían<br />

intentado darle un poco <strong>de</strong> estilo con pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> imitación <strong>de</strong> estuco que formaban<br />

un pequeño patio <strong>de</strong> cemento y una puerta <strong>de</strong> hierro forjado. En el interior había<br />

unas cuantas sillas <strong>de</strong> rejilla <strong>de</strong>slucidas y un par <strong>de</strong> mesas metálicas que conservaban<br />

el <strong>de</strong>stello blanco <strong>de</strong> la pintura fresca. Se veía limpio y, a pesar <strong>de</strong> los baches <strong>de</strong>l<br />

invierno <strong>de</strong>l pequeño aparcamiento, bastante cuidado.<br />

En el patio, un niño pelirrojo <strong>de</strong> unos cuatro años dibujaba círculos amplios y<br />

<strong>de</strong>cididos a bordo <strong>de</strong> un triciclo rojo. De una ventana abierta <strong>de</strong>l segundo piso salía<br />

el furioso llanto <strong>de</strong> un bebé.<br />

Tan pronto como entraron en el patio, salió una mujer por las puertas<br />

corre<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> vidrio <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los pisos inferiores.<br />

—¿Puedo ayudarles?<br />

Era bajita y <strong>de</strong>lgada. Tenía una corta y lustrosa mata <strong>de</strong> pelo moreno con<br />

abundantes mechas <strong>de</strong> color bronce. Sostenía una fregona en la mano y les miraba<br />

como si estuviese dispuesta a pegarles con ella si no le gustaba su respuesta.<br />

—Eso espero —contestó Reece exhibiendo una sonrisa franca y afable; sabía lo<br />

que era <strong>de</strong>sconfiar <strong>de</strong> los extraños—. Estamos buscando a Marlie Matthews.<br />

La mujer señaló al niño. Solo tuvo que doblar el <strong>de</strong>do para que este se acercase<br />

con su triciclo.<br />

—¿Para qué?<br />

—Pue<strong>de</strong> que conozca a una persona que buscamos. Me ha llamado Serge, <strong>de</strong> la<br />

peluquería Hair Corral. Soy Reece Gilmore. Este es Brody.<br />

Al parecer, la mención <strong>de</strong> su nuevo jefe fue contraseña suficiente.<br />

—Oh, bueno, yo soy Marlie.<br />

En el piso <strong>de</strong> arriba el bebé <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> llorar y alguien empezó a canturrear en<br />

español.<br />

—Mi vecina acaba <strong>de</strong> tener un bebé —añadió Marlie cuando Reece levantó la<br />

vista <strong>de</strong> forma automática—. Supongo que pue<strong>de</strong>n entrar un momento. Rory,<br />

quédate don<strong>de</strong> yo pueda verte.<br />

—Mamá, ¿puedo beber un zumo? ¿Puedo?<br />

—Claro, ve a búscalo. Pero si vuelves a salir, quédate don<strong>de</strong> pueda verte.<br />

El niño entró corriendo y los adultos le siguieron. Fue directamente al<br />

frigorífico <strong>de</strong> la cocina, separado <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> estar por una barra.<br />

—¿Quieren algo? —preguntó Marlie—. ¿Tal vez un refresco?<br />

—No, gracias, nada.<br />

— 311 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

La casa estaba muy limpia y olía al producto <strong>de</strong> limpieza con aroma a limón <strong>de</strong>l<br />

cubo <strong>de</strong> fregar <strong>de</strong> Marlie. Aunque solo había un sofá <strong>de</strong> dos plazas y un sillón, había<br />

tratado <strong>de</strong> hacer la estancia acogedora con un jarrón rojo <strong>de</strong> cristal lleno <strong>de</strong><br />

margaritas amarillas <strong>de</strong> tela sobre la barra y una planta sobre una mesa situada <strong>de</strong><br />

forma que recibiese algo <strong>de</strong> luz a través <strong>de</strong> las puertas corre<strong>de</strong>ras.<br />

En un rincón <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> estar, habilitado como zona <strong>de</strong> juegos, había una<br />

mesita blanca y una silla roja. De la pared colgaba un tablero <strong>de</strong> corcho cubierto <strong>de</strong><br />

dibujos infantiles; en el suelo, un cubo <strong>de</strong> plástico transparente contenía juguetes.<br />

Más interesado en los extraños que en su triciclo, Rory se acercó a Brody con el<br />

zumo en la mano.<br />

—Tengo un coche <strong>de</strong> carreras y un camión <strong>de</strong> bomberos —anunció.<br />

—¿De verdad? ¿Cuál corre más?<br />

Con una sonrisa, Rory fue a buscarlos.<br />

—Pasen y siéntense —les dijo Marlie.<br />

—¿Le importa si me siento aquí?<br />

Brody se aproximó a la caja <strong>de</strong> juguetes y se sentó en el suelo con el niño.<br />

Juntos, en masculina armonía, examinaron el contenido.<br />

—Hace unas semanas <strong>de</strong>jé un dibujo en la peluquería —empezó Reece,<br />

mientras Marlie vigilaba a su hijo—. Serge me ha dicho que a usted le pareció<br />

reconocerla.<br />

—Es posible. No estoy completamente segura. Pero cuando vi el dibujo encima<br />

<strong>de</strong>l mostrador, pensé, y creo que dije: «¿Qué hace aquí un dibujo <strong>de</strong> Deena?».<br />

—¿Deena?<br />

—Deena Black.<br />

—¿Una amiga suya? —Brody lo dijo sin darle importancia mientras arrastraba<br />

el camión <strong>de</strong> bomberos por el suelo con el coche <strong>de</strong> carreras <strong>de</strong> Rory.<br />

—No exactamente. Vivía arriba, don<strong>de</strong> vive ahora Lupe, la <strong>de</strong>l bebé.<br />

—¿Vivía? —repitió Brody.<br />

—Sí, se marchó; <strong>de</strong>be <strong>de</strong> hacer un mes.<br />

—¿Se mudó? —preguntó Reece.<br />

—Más o menos —contestó Marlie. Convencida por fin <strong>de</strong> que Brody no iba a<br />

echar a correr con Rory bajo el brazo, se sentó en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l sofá—. Dejó algunas<br />

cosas. Se llevó la ropa y <strong>de</strong>más, pero <strong>de</strong>jó algunos cacharros <strong>de</strong> cocina, revistas y<br />

cosas así. Dijo que no los quería, y <strong>de</strong> todos modos eran trastos.<br />

—¿Le dijo eso?<br />

—¿A mí? No. —Marlie apretó los labios—. Para entonces podría <strong>de</strong>cirse que no<br />

nos hablábamos. Pero <strong>de</strong>jó una nota para el casero. Vive en la puerta <strong>de</strong> al lado. Dijo<br />

que se iba a un sitio mejor. Siempre <strong>de</strong>cía que lo haría. Así que cogió su ropa, se<br />

subió a su moto y se largó.<br />

—¿Moto? —repitió Brody.<br />

—Tenía una Harley. Supongo que le funcionaba, porque se traía a casa a un<br />

montón <strong>de</strong> motoristas cuando vivía aquí—dijo, y echó un vistazo a Rory para<br />

asegurarse <strong>de</strong> que no estaba atento—. Trabajaba en un topless —añadió en voz<br />

— 312 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

baja—, un sitio llamado Ren<strong>de</strong>zvous. Deena me <strong>de</strong>cía, cuando aún nos hablábamos,<br />

que ganaría más dinero allí que en Smiling Jack's Grill, que es don<strong>de</strong> trabajo <strong>de</strong><br />

camarera. Pero yo no quería trabajar en ese tipo <strong>de</strong> sitio; teniendo a Rory, no puedo<br />

estar fuera hasta sabe Dios qué horas sirviendo cerveza medio <strong>de</strong>snuda.<br />

—¿Vivía sola? —preguntó Reece.<br />

—Sí, pero se traía compañía a casa muy a menudo. Lo siento si es amiga suya,<br />

pero así eran las cosas. Tenía compañía, ya saben a qué me refiero, casi todas las<br />

noches... hasta hace unos seis u ocho meses.<br />

—¿Qué cambió?<br />

—Creo que hubo un hombre, uno en concreto. Les oía arriba una vez por<br />

semana más o menos. Luego ella <strong>de</strong>saparecía durante un día, a veces dos. Me dijo<br />

que había pescado un buen pez; Deena habla así. Me dijo que le compraba cosas. Una<br />

cazadora <strong>de</strong> cuero, un collar, ropa interior... Luego, no sé, creo que tuvieron una<br />

pelea.<br />

—¿Por qué piensa eso?<br />

—Bueno, una mañana temprano llegó vociferando. Yo estaba metiendo a Rory<br />

en el coche para llevarlo al parvulario. Deena echaba humo. No paraba <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir<br />

palabrotas. Le dije que se callara, que mi hijo estaba en el coche. Ella dijo que <strong>de</strong><br />

mayor sería un cabrón como todos los <strong>de</strong>más. ¿No le parece el colmo? —preguntó<br />

Marlie, aun ofendida—. ¡Decir eso sobre mi hijo y en mi propia cara!<br />

—Des<strong>de</strong> luego. Debía <strong>de</strong> estar furiosa por algo.<br />

—Me da igual lo que le pasara; no tenía motivos para hablar así <strong>de</strong> mi Rory. Me<br />

sacó <strong>de</strong> quicio. Nos peleamos ahí fuera, en el aparcamiento, pero yo me eché atrás.<br />

Por mi hijo y porque me habían dicho que una vez, en el bar, le pegó a un tipo en la<br />

cara con una botella <strong>de</strong> cerveza. No quiero líos con gente como esa.<br />

—La entiendo.<br />

Reece recordó cómo Deena abofeteaba a su asesino, cómo se arrojaba sobre él.<br />

—Ella siguió —continuó Marlie—. Se puso chula. Dijo que nadie se reía <strong>de</strong> ella,<br />

que nadie le tomaba el pelo. Y que él, supongo que se refería al tipo con el que se<br />

veía, iba a pagarlo muy caro. Cuando acabase con él, se iría a un sitio mejor. —Se<br />

encogió <strong>de</strong> hombros y concluyó—: Más o menos, así fueron las cosas. Se marchó y yo<br />

subí al coche, muy alterada.<br />

—¿Fue la última vez que la vio? —preguntó Brody.<br />

—No. Me parece que la vi por aquí un par <strong>de</strong> veces más. Si he <strong>de</strong> ser sincera, la<br />

evitaba. Oí su moto unas cuantas veces.<br />

—¿Recuerda la última vez que la oyó? —le preguntó Reece.<br />

—Des<strong>de</strong> luego, porque la última vez fue en plena noche. Me <strong>de</strong>spertó. Debió <strong>de</strong><br />

ser al día siguiente cuando el casero me dijo que Deena se había marchado. Por lo<br />

visto <strong>de</strong>jó las llaves en un sobre y se largó. El casero dijo que guardaría el resto <strong>de</strong> sus<br />

cosas durante un tiempo —explicó, encogiéndose <strong>de</strong> hombros otra vez—. No sé si lo<br />

hizo. No es asunto mío. Me alegro <strong>de</strong> que se fuera. Lupe y su marido son mejores<br />

vecinos, con diferencia. Serge me ha dicho que puedo trabajar en la peluquería<br />

cuando Rory esté en el parvulario, pero Lupe vigila a Rory por las noches, cuando<br />

— 313 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

trabajo en el restaurante. Nunca habría <strong>de</strong>jado a mi hijo al cuidado <strong>de</strong> Deena.<br />

De pronto Marlie frunció el ceño.<br />

—¿Son policías o algo así? ¿Tiene problemas?<br />

—No somos policías —respondió Reece echándole un vistazo a Brody—, pero<br />

creo que pue<strong>de</strong> haber tenido problemas. ¿Sabe si el casero está aquí?<br />

—Suele estar en su casa.<br />

Estaba. Jacob Mecklanburg era un hombre <strong>de</strong> unos setenta años, alto, <strong>de</strong>lgado y<br />

con un atildado bigote blanco. Su apartamento, idéntico al <strong>de</strong> Marlie, estaba atestado<br />

<strong>de</strong> libros.<br />

—Deena Black. Daba mucho trabajo —comentó sacudiendo la cabeza—.<br />

Siempre se estaba quejando. Pagaba el alquiler a tiempo, o casi. No era una mujer<br />

feliz, sino <strong>de</strong> esas que echan la culpa a todo el mundo <strong>de</strong> que su vida no sea como<br />

ellas se la imaginaban.<br />

Reece sacó <strong>de</strong> su bolso una copia <strong>de</strong>l dibujo.<br />

—¿Es Deena?<br />

Mecklanburg se cambió las gafas por las que llevaba en el bolsillo y observó el<br />

dibujo.<br />

—Se parece mucho. Diría que es ella, o una pariente cercana. ¿Por qué la<br />

buscan?<br />

—Ha <strong>de</strong>saparecido —aclaró Brody antes <strong>de</strong> que Reece pudiese hablar—. ¿Aún<br />

tiene la nota que le <strong>de</strong>jó?<br />

Mecklanburg reflexionó un momento observando la cara <strong>de</strong> Brody y luego la <strong>de</strong><br />

Reece.<br />

—Me gusta guardarlo todo en una carpeta. No quisiera que volviese diciendo<br />

que he alquilado el piso sin avisarle. No veo nada malo en que la vean.<br />

Fue hasta el final <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las estanterías, tiró <strong>de</strong> un taburete con ruedas y se<br />

sentó a examinar un fichero lateral.<br />

—Bonita colección —dijo Brody con tranquilidad—. Me refiero a los libros.<br />

—Puedo imaginarme viviendo sin comida, pero no sin libros. Di clases <strong>de</strong><br />

Lengua en un instituto durante treinta y cinco años. Cuando me jubilé, me busqué un<br />

empleo que me <strong>de</strong>jase mucho tiempo para leer, pero no tanto para convertirme en un<br />

ermitaño. Esto me ofrece ese equilibrio. Tengo buena mano para las pequeñas<br />

reparaciones y, cuando has tratado con adolescentes durante varias décadas, manejar<br />

a los inquilinos no supone ningún esfuerzo. Deena fue una <strong>de</strong> las más difíciles. No le<br />

gustaba estar aquí.<br />

—¿Aquí?<br />

—En un apartamento pequeño y barato, lejos <strong>de</strong> la acción. Y aunque pagaba el<br />

alquiler, no quería hacerlo. En varias ocasiones me ofreció un menú bastante amplio<br />

<strong>de</strong> favores sexuales en lugar <strong>de</strong>l alquiler —dijo sonriendo mientras sacaba una<br />

carpeta—. Digamos que no era mi tipo.<br />

Cogió la primera hoja que había en la carpeta y se la entregó a Brody.<br />

— 314 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Os podéis ir a hacer puñetas todos vosotros y este tugurio. Me voy a un sitio mejor.<br />

Guarda los trastos <strong>de</strong> arriba o quémalos. No me importa una mierda.<br />

DB.<br />

—Conciso —comentó Brody—. Esto está escrito con or<strong>de</strong>nador. ¿Tenía uno?<br />

Mecklanburg frunció el ceño.<br />

—Ahora que lo menciona, no lo creo. Pero en la ciudad hay unos cuantos<br />

cibercafés.<br />

—Me parece extraño —intervino Reece— que se tomase la molestia <strong>de</strong> escribir<br />

una nota para mandarles a hacer puñetas. ¿Por qué no se fue sin más?<br />

—Bueno, le gustaba protestar y alar<strong>de</strong>ar.<br />

—En los últimos meses se veía con alguien.<br />

—Eso creo. Pero <strong>de</strong>jó <strong>de</strong>... recibir aquí antes <strong>de</strong> fin <strong>de</strong> año.<br />

—¿Alguna vez vio al hombre con el que salía?<br />

—Sí. Una vez. La mayoría <strong>de</strong> sus amigos no se molestaban en ser discretos.<br />

Abajo tenemos una pequeña lavan<strong>de</strong>ría. Uno <strong>de</strong> los inquilinos me había dicho que la<br />

lavadora funcionaba mal. Bajé a echar un vistazo, a ver si podía hacer alguna<br />

chapuza o tenía que llamar un mecánico. Subí justo cuando él, su amigo, se<br />

marchaba. Era un lunes por la tar<strong>de</strong>. Lo sé porque en esa época todos los inquilinos<br />

trabajaban los lunes.<br />

—Un lunes —apuntó Reece—. Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> fin <strong>de</strong> año.<br />

—Sí, justo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> año nuevo, me parece. Recuerdo que habían caído varios<br />

centímetros <strong>de</strong> nieve por la noche, y tuve que salir temprano a quitarla con la pala.<br />

Por lo general hago todo el mantenimiento necesario por la mañana o entre las cuatro<br />

y las seis, salvo emergencias. Me gusta leer durante el almuerzo y luego echar una<br />

siesta. Pero esa mañana me había olvidado <strong>de</strong> la lavadora y tenía que solucionar el<br />

problema. —Pasándose un <strong>de</strong>do por el bigote, Mecklanburg hizo una pausa para<br />

reflexionar, luego añadió—: Tengo que <strong>de</strong>cir que se sorprendió al verme, o <strong>de</strong> que yo<br />

lo viese. Se volvió y aceleró el paso. No había aparcado en el aparcamiento. Como<br />

sentí curiosidad, volví <strong>de</strong>prisa a mi apartamento y miré por la ventana. Lo vi alejarse<br />

<strong>de</strong>l aparcamiento.<br />

—Pue<strong>de</strong> que viviese en la ciudad —propuso Reece.<br />

—O que hubiese aparcado en otra parte. Lo que sé es que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese momento<br />

Deena salió a reunirse con él, si es que era él con quien se encontraba. Por lo que yo<br />

sé, nunca volvió por aquí.<br />

—Yo diría que no quería ser visto.<br />

—Eso parece —convino Brody—. Lo que significa que estaba casado o en una<br />

situación <strong>de</strong>licada.<br />

—¿Cómo un político o un sacerdote?<br />

—Por ejemplo.<br />

Al llegar al coche <strong>de</strong> Brody, Reece se volvió a observar otra vez el edificio.<br />

—No es un tugurio. Es sencillo, pero está limpio y cuidado. Sin embargo, no era<br />

lo bastante bueno para Deena Black. Ella quería más. Más gran<strong>de</strong>, más brillante,<br />

— 315 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

mejor.—Y creía haber pescado a uno que se lo daría. Un buen pez —repitió Brody<br />

cuando Reece lo miró con el ceño fruncido.<br />

—Entonces, o él no le daba lo que quería, o rompió con ella. Yo diría que ese<br />

posible casado o figura pública rompió con ella. Pero, Brody, si le daba miedo que lo<br />

reconocieran aquí, ¿qué pasa con la teoría <strong>de</strong> que es <strong>de</strong> Ángel's Fist y me ha estado<br />

acosando en su propio terreno?<br />

—No cambia —replicó él antes <strong>de</strong> abrirle la puerta y dar la vuelta hasta el lado<br />

<strong>de</strong>l conductor—. Podría ser alguien que hace negocios en Jackson Hole, por ejemplo.<br />

O que podría ser reconocido por alguien <strong>de</strong> aquí que hace negocios en el pueblo. O<br />

podría ser solo una reacción <strong>de</strong> culpabilidad. —Como Reece, se quedó un momento<br />

apoyado en la puerta—. Pero no la mató porque ella no quisiera que la abandonara.<br />

Cuando eso pasa es molesto y pue<strong>de</strong> ser inconveniente, pero termina en un: «Lo<br />

siento, chica. Hemos terminado. Punto».<br />

—Los hombres son unos verda<strong>de</strong>ros cabrones.<br />

—Las mujeres también cortan.<br />

—Sí, pero solemos <strong>de</strong>cir: «Lo siento. No es por ti, es por mí».<br />

Brody hizo un sonido <strong>de</strong> <strong>de</strong>sprecio mientras subían.<br />

—Prefiero que me claven un tenedor en el ojo que oír eso. Pero la cuestión es<br />

que ella tenía algo. Le amenazó con algo. Lo pagaría muy caro, eso es lo que le dijo a<br />

Marlie. Yo diría que él no quiso pagarlo.<br />

—Por eso la mató, hizo <strong>de</strong>saparecer el cadáver y cubrió sus huellas. Volvió aquí<br />

en plena noche, en la moto <strong>de</strong> ella. Ya tenía escrita la nota.<br />

—Es él quien tiene or<strong>de</strong>nador o quien tiene acceso a uno —convino Brody—.<br />

Dato que no reduce las posibilida<strong>de</strong>s en absoluto.<br />

De todas formas, el rompecabezas empezaba a encajar. Tenían un nombre, un<br />

estilo <strong>de</strong> vida y, si no estaban juntando a la fuerza las piezas equivocadas, un móvil.<br />

—Se llevó su ropa —añadió Reece—. Una mujer no <strong>de</strong>ja atrás su ropa y sus<br />

objeto personales. Así que se los llevó. Le fue bastante fácil librarse <strong>de</strong> ellos. Dejó los<br />

platos y <strong>de</strong>más; <strong>de</strong>masiado voluminoso. Escribió la nota para cubrirse las espaldas,<br />

para no <strong>de</strong>jar cabos sueltos. Nadie la buscaría porque todos creerían que se había ido.<br />

—No contaba contigo. No solo con que vieses lo que viste, sino con que te<br />

importase lo suficiente para insistir hasta encontrarla.<br />

—Deena Black. —Reece cerró los ojos un momento—. Supongo que ya tenemos<br />

un nombre. ¿Y ahora qué?<br />

—Ahora nos vamos a un topless.<br />

Reece no sabía qué esperaba. Mucho cuero y ca<strong>de</strong>nas, miradas duras, música<br />

dura.<br />

En realidad, había tanta tela vaquera como cuero, y las miradas eran <strong>de</strong><br />

indiferencia. Un rock discordante y <strong>de</strong>safinado que retumbaba sobre el escenario,<br />

don<strong>de</strong> había una mujer con una explosión <strong>de</strong> pelo violeta, un tanga rojo y zapatos<br />

con plataforma.<br />

El humo ascendía en volutas azules a través <strong>de</strong> la luz <strong>de</strong> una mesa situada junto<br />

al escenario, don<strong>de</strong> un par <strong>de</strong> tipos robustos con los brazos llenos <strong>de</strong> tatuajes<br />

— 316 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

contemplaban el espectáculo y bebían cerveza directamente <strong>de</strong> la botella.<br />

Había muchas mesas, todas ellas pequeñas, con una o dos sillas, la mayoría <strong>de</strong><br />

cara al escenario. Solo algunas estaban ocupadas.<br />

Reece <strong>de</strong>cidió que lo más a<strong>de</strong>cuado era sentarse ante la barra y no dijo nada<br />

mientras Brody pedía unas jarras <strong>de</strong> Coors.<br />

El camarero llevaba un bigote <strong>de</strong> color pardo que le colgaba a ambos lados <strong>de</strong> la<br />

barbilla. Tenía la cabeza tan calva como un melón.<br />

Brody se inclinó hacia la barra para coger su cerveza.<br />

—¿Has visto a Deena últimamente? —le preguntó al camarero. El hombre<br />

limpió la espuma <strong>de</strong>rramada con un trapo.<br />

—No.<br />

—¿Se marchó?<br />

—Supongo. Dejó <strong>de</strong> aparecer por aquí.<br />

—¿Cuándo?<br />

—Hace un tiempo. ¿Por qué te importa?<br />

—Es mi hermana. —Reece exhibió una amplia sonrisa—. Bueno, hermanastra.<br />

Somos hijas <strong>de</strong> la misma madre, pero <strong>de</strong> distintos padres. Vamos <strong>de</strong> camino a Las<br />

Vegas y pensé que podíamos pasar uno o dos días con Deena.<br />

Miró un momento a Brody y observó que se había limitado a levantar la ceja en<br />

una expresión <strong>de</strong> sorprendida diversión.<br />

—Hemos ido a su casa —continuó Reece—, y nos han dicho que se mudó el<br />

mes pasado, pero trabajaba aquí. Hace un tiempo que no sabemos nada <strong>de</strong> ella. Solo<br />

queríamos saludarla.<br />

—No puedo ayudaros.<br />

—Vaya... —Reece cogió la cerveza frunciendo el ceño—. No es que nos<br />

llevemos muy bien. Solo he pensado que, ya que estábamos tan cerca, podíamos<br />

verla. Tal vez alguien sepa adon<strong>de</strong> se fue.<br />

—No me lo dijo. Me quedé sin una bailarina.<br />

—Típico. —Reece se encogió <strong>de</strong> hombros y <strong>de</strong>jó su cerveza en la barra sin<br />

haberla probado. No era la clase <strong>de</strong> sitio don<strong>de</strong> se preocuparan por las inspecciones<br />

<strong>de</strong> sanidad—. Me parece que hemos perdido el tiempo —le dijo a Brody—. Pue<strong>de</strong><br />

que se largase con aquel tipo con el que dijo que salía.<br />

Resoplando, la camarera <strong>de</strong>jó sobre la barra una ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> vasos, botellas y<br />

ceniceros.<br />

—No lo creo.<br />

—¿Cómo?<br />

—Tuvieron una bronca muy gorda. Ella se cabreó mucho. ¿Te acuerdas, Coon?<br />

El camarero se limitó a encogerse <strong>de</strong> hombros.<br />

—La verdad, se pasaba cabreada la mitad <strong>de</strong>l tiempo.<br />

—Creo que eso también es típico <strong>de</strong> ella. Reece puso los ojos en blanco—. Pero<br />

Deena dio a enten<strong>de</strong>r que con este iba en serio. ¿Cómo <strong>de</strong>monios se llamaba?<br />

—Nunca me lo dijo —contestó la camarera—. Le llamaba Trucha. Era el pez que<br />

había pescado, ¿lo captas?<br />

— 317 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Sí, lo capto.<br />

—Dos cervezas Bud y dos whiskies <strong>de</strong> la casa.<br />

Reece esperó el momento oportuno mientras la camarera reunía el pedido y lo<br />

llevaba hasta la mesa más cercana al escenario. Cuando volvió con otra ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong><br />

vasos vacíos, Reece sonrió.<br />

—Entonces no podía ir tan en serio.<br />

—¿Eh?<br />

—Lo <strong>de</strong> Deena y ese tipo, el tal Trucha. Supongo que no era nada importante.<br />

—Tenía que serlo, la verdad, al menos por parte <strong>de</strong> ella.<br />

—¿Ah, sí? —Reece se encogió <strong>de</strong> hombros y dio un traguito <strong>de</strong> cerveza—. Eso<br />

no es típico <strong>de</strong> Deena. Le gustaba pescarlos, pero lo <strong>de</strong> ponerles nombre no le iba.<br />

Con una sonrisa, la camarera se inclinó sobre la barra y sacó <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás un<br />

paquete <strong>de</strong> tabaco.<br />

—Muy bueno. Coon, me tomo un <strong>de</strong>scanso.<br />

—Soy Reece —dijo, sonriendo <strong>de</strong> nuevo—. Pue<strong>de</strong> que Deena me mencionase<br />

alguna vez.<br />

—No que yo recuer<strong>de</strong>. Ni siquiera sabía que tenía una hermana. Yo soy Ja<strong>de</strong>.<br />

—Me alegro <strong>de</strong> conocerte. Así que Deena estaba colgada <strong>de</strong> algún tío, ¿eh?<br />

—Bueno, <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> llevarse pardillos a casa —contestó la camarera; sacó una caja<br />

<strong>de</strong> cerillas <strong>de</strong>l bolsillo <strong>de</strong> sus diminutos shorts y encendió una—. Lo siento porque es<br />

tu hermana, pero eso es lo que hacía.<br />

—No es nada nuevo. Creo que por eso me sorprendió que hablase <strong>de</strong> forma<br />

diferente sobre ese tipo.<br />

—Decía que tenía clase. —Ja<strong>de</strong> inclinó la cabeza hacia atrás y expulsó el<br />

humo—. No sé en qué, porque lo conoció aquí.<br />

—¡Vaya! —exclamó Reece, haciendo un esfuerzo por no <strong>de</strong>latar su emoción—.<br />

Entonces lo viste.<br />

—Podría ser. No lo sé. No era un cliente habitual; si hubiese vuelto, ella me<br />

habría dicho quién era. Le compraba cosas. Me enseñó un collar que él le había<br />

regalado. Dijo que era <strong>de</strong> oro <strong>de</strong> dieciocho quilates. Debía <strong>de</strong> ser mentira, pero era<br />

bonito. Tenía una luna. Como una chapita blanca, me parece. Dijo que era como<br />

nácar, y que las piedras <strong>de</strong> la ca<strong>de</strong>na eran diamantes <strong>de</strong> verdad.<br />

—¿Diamantes? ¡Jo<strong>de</strong>r!<br />

—Supongo que eran falsos, pero ella afirmaba que eran auténticos. Le dio por<br />

llevarlo continuamente, incluso durante su actuación. Decía que aún podía sacar<br />

más. Por lo visto <strong>de</strong>cía <strong>de</strong> ella que era su cara oculta <strong>de</strong> la luna. Signifique lo que<br />

signifique.<br />

—Pue<strong>de</strong> que ese Trucha sepa dón<strong>de</strong> está.<br />

Reece miró a Brody como en busca <strong>de</strong> conformidad.<br />

El <strong>de</strong>cidió seguir tomándose su cerveza y actuar como un hombre al que todo<br />

aquello le daba igual.<br />

—¿Crees que alguien más que trabaje aquí pudo conocerlo? ¿Quizá alguna <strong>de</strong><br />

las bailarinas?<br />

— 318 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Deena no era <strong>de</strong> las que compartían, no sé si me entien<strong>de</strong>s. Alar<strong>de</strong>ar, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

luego, pero a este se lo guardaba para ella. No era un motero.<br />

—¿Ah, no?<br />

—Dijo que había llegado el momento <strong>de</strong> pescar a uno que tuviese un buen<br />

trabajo y supiese más <strong>de</strong> la vida que lo que se veía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el asiento <strong>de</strong> una Harley. De<br />

todos modos, tuvieron una bronca, como te he dicho. Luego ella se largó. Hacia<br />

pastos más ver<strong>de</strong>s supongo.<br />

—Creo que tienes razón.<br />

Brody no dijo nada hasta que estuvieron <strong>de</strong> nuevo en el coche.<br />

—He <strong>de</strong>scubierto un nuevo aspecto <strong>de</strong> tu carácter, Flaca. Pue<strong>de</strong>s sentarte en un<br />

topless y mentir con absoluta verosimilitud.<br />

—Parecía el camino más directo. Decir algo como «Vi que asesinaban a Deena<br />

Black hace unas semanas, pero casi nadie me cree», no me convencía. Aunque no sé<br />

si ha servido <strong>de</strong> algo.<br />

—Des<strong>de</strong> luego que sí. Toda la información que tenemos apunta a su<br />

<strong>de</strong>saparición, que coinci<strong>de</strong> con lo que viste junto al río. Mantenía una relación con un<br />

hombre que no quería que ella soltase su nombre por ahí ni que lo viesen con ella. A<br />

pesar <strong>de</strong> todo, estaba lo bastante enganchado para gastarse dinero en ella. Las joyas<br />

significan mucho para las mujeres, ¿no es así?<br />

—Des<strong>de</strong> luego.<br />

—Así que le compró una baratija, por lo que <strong>de</strong>duzco que no solo iba con ella<br />

para echar un polvo <strong>de</strong> vez en cuando, al menos al principio. Rompieron, y ella no<br />

quiso <strong>de</strong>jarlo así. Ella empujó; él empujó también, y lo hizo <strong>de</strong>masiado fuerte.<br />

—Pue<strong>de</strong> que fuese en serio con él, pero no le quería.<br />

—¿Pensabas que sí?<br />

—No sé lo que pensaba —dijo Reece—, pero ahora lo sé. Una mujer no habla<br />

como ella lo hacía <strong>de</strong> un hombre al que quiere; no le llama Trucha. Deena solo<br />

buscaba lo que buscaba.<br />

El esperó un momento.<br />

—¿Cambia eso tu intención <strong>de</strong> seguir con esto?<br />

—No. Fuera o no una zorra, no merecía morir <strong>de</strong> esa forma. Creo... —Se<br />

interrumpió bruscamente y le agarró <strong>de</strong>l brazo—. ¿Es ese Cas? ¿Es esa la furgoneta<br />

<strong>de</strong> Cas, Brody?<br />

El se volvió justo a tiempo <strong>de</strong> ver la parte trasera <strong>de</strong> una furgoneta negra que<br />

doblaba una esquina.<br />

—No lo sé. No la he visto bien.<br />

—Creo que era Cas —dijo Reece.<br />

Se preguntó si los habría visto. En ese caso, ¿por qué no había hecho sonar el<br />

claxon? ¿Por qué no había saludado con el brazo? ¿Por qué no había parado?<br />

—¿Que pue<strong>de</strong> estar haciendo en Jackson? —añadió.<br />

—La gente viene a Jackson por un montón <strong>de</strong> razones. No significa que nos<br />

haya seguido, Flaca. Sería muy difícil que viniera pisándonos los talones <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

pueblo.<br />

— 319 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Tal vez.<br />

—¿Estás segura <strong>de</strong> que era él?<br />

—No, no <strong>de</strong>l todo —contestó; en cualquier caso, no podía hacer nada—. Bueno,<br />

¿y ahora qué?<br />

—Cuando volvamos al pueblo usaré mi innata habilidad <strong>de</strong> reportero para<br />

averiguar más sobre Deena Black. Antes, iremos <strong>de</strong> tiendas, por algunas <strong>de</strong> las<br />

joyerías <strong>de</strong> la ciudad. Quizá averigüemos dón<strong>de</strong> compró el collar.<br />

—Oh, esa es buena. Una pequeña luna <strong>de</strong> nácar en una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro,<br />

posiblemente con diamantes. ¿Cuántas joyerías hay en Jackson?<br />

—Me temo que vamos a averiguarlo.<br />

«Demasiadas», se dijo Brody <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la primera hora, sobre todo al añadir<br />

las tiendas <strong>de</strong> artesanía que vendían joyas. Nunca había entendido esa necesidad <strong>de</strong><br />

colgarse en el cuerpo metales y piedras, pero, como era algo que se remontaba a los<br />

albores <strong>de</strong> la humanidad, no esperaba que pasase <strong>de</strong> moda.<br />

Sin embargo, se sintió aliviado al ver que su temor oculto <strong>de</strong> que Reece se<br />

rindiese al anhelo <strong>de</strong> ir <strong>de</strong> tiendas no se hacía realidad. No sucumbió a la tentación<br />

<strong>de</strong> «Solo me pruebo esto» que, según Brody, compartían todas las mujeres. Una<br />

mujer capaz <strong>de</strong> concentrarse en una tarea mientras sus sentidos eran bombar<strong>de</strong>ados<br />

por brillos y relumbres era, en su opinión, una mujer fantástica.<br />

De vez en cuando veía que sus ojos se posaban en el género, pero no se<br />

<strong>de</strong>spistaba. El admiraba eso. Sobre todo cuando vio que otros hombres sufrían<br />

mientras sus mujeres parloteaban, babeaban y se agitaban por bisutería y baratijas.<br />

Era tanta su admiración y su satisfacción, que <strong>de</strong> repente se <strong>de</strong>tuvo, la atrajo<br />

hacia sí y la besó con entusiasmo.<br />

—¡Qué bien! ¿Por qué?<br />

—Porque eres una mujer sensata y sencilla.<br />

—Vale. ¿Por qué?<br />

—Este asunto nos tomaría el doble <strong>de</strong> tiempo, como mínimo, si fueras <strong>de</strong> las<br />

que tienen que pararse y hacer ruidos infantiles <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> cada escaparate o<br />

expositor. Nos está tomando mucho tiempo, pero por lo menos avanzamos.<br />

—Es verdad —contestó ella, dándole la mano mientras se dirigían a la siguiente<br />

tienda—. También intento ser una mujer sincera, así que <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cirte que la única<br />

razón por la que no me paro y hago lo que tú calificas en tono con<strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong><br />

«ruidos infantiles» es que no puedo permitirme comprar nada. A<strong>de</strong>más, he perdido<br />

la costumbre. Pero eso no significa que no lo haría si pudiera, o que no me he fijado<br />

en algunos artículos especialmente atractivos. Como los botines negros, creo que <strong>de</strong><br />

cocodrilo, <strong>de</strong> dos tiendas más atrás, y los pendientes <strong>de</strong> turmalina sobre aros <strong>de</strong> oro<br />

blanco <strong>de</strong> la última tienda. O...<br />

—¡Eras <strong>de</strong> las que van <strong>de</strong> tiendas!<br />

—A mi estilo limitado.<br />

—Mi gozo en un pozo.<br />

—Más vale que sepas la verdad ahora —dijo ella; le apretó la mano en un gesto<br />

cariñoso—. De todos modos, ahora mismo preferiría tener un juego <strong>de</strong> Sitram que<br />

— 320 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

unos pendientes <strong>de</strong> turmalina.<br />

—¿Sitram?<br />

—Cazuelas.<br />

—Ya tienes ollas.<br />

—Sí, ollas sí. Pero no tengo acero inoxidable pesado con una base <strong>de</strong> cobre<br />

térmico. Si llego a ven<strong>de</strong>r el libro <strong>de</strong> cocina, lo primero <strong>de</strong> mi lista será un juego <strong>de</strong><br />

Sitrum. ¿Compraste algo maravilloso cuando vendiste tu primer libro?<br />

—Un or<strong>de</strong>nador portátil nuevo, con un montón <strong>de</strong> programas.<br />

—Ahí lo tienes. Las herramientas son las herramientas. Esta tienda parece una<br />

buena posibilidad, tiene más categoría —continuó Reece, observando el escaparate—<br />

. Si Deena no mentía sobre los dieciocho quilates y los diamantes, este podría ser el<br />

sitio.<br />

Al entrar, Brody observó que la tienda era un poco más refinada que la mayoría<br />

<strong>de</strong> las que habían visitado. Sentada ante una mesa, una mujer <strong>de</strong> abundante melena<br />

rojiza y con una elegante chaqueta <strong>de</strong> piel contemplaba unos diamantes sobre<br />

terciopelo negro mientras bebía <strong>de</strong> una pequeña taza. El hombre sentado frente a ella<br />

hablaba en susurros reverentes.<br />

De <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un mostrador salió otra mujer vestida <strong>de</strong> un distinguido rojo y con<br />

una amplia sonrisa.<br />

—Buenas tar<strong>de</strong>s y bienvenidos a Delvechio's. ¿En qué puedo servirles?<br />

—La verdad es que estamos buscando una pieza específica —empezó Reece—.<br />

Un collar. Un colgante <strong>de</strong> nácar en forma <strong>de</strong> luna y con diamantes a lo largo <strong>de</strong> la<br />

ca<strong>de</strong>na.<br />

—Tuvimos algo así hace unos meses. Una pieza preciosa. No nos queda<br />

ninguno, pero tal vez fuese posible diseñar algo similar para uste<strong>de</strong>s.<br />

—¿Lo vendieron?<br />

—No recuerdo haberlo vendido personalmente, pero se vendió.<br />

—¿Tienen un registro <strong>de</strong> la compra?<br />

El ángulo <strong>de</strong> la sonrisa perdió varios grados.<br />

—Tal vez <strong>de</strong>seen hablar con el señor Delvechio en persona. Ahora está con una<br />

clienta. Si <strong>de</strong>sean esperar para hablar con él sobre un diseño, estamos a su<br />

disposición. ¿Les apetece café o té?<br />

Antes <strong>de</strong> que pudieran respon<strong>de</strong>r, la pelirroja se levantó.<br />

Con una suave risa, se inclinó y beso a Delvechio. Un tipo distinguido, con el<br />

pelo gris y gafas <strong>de</strong> concha en ambas mejillas.<br />

—Son perfectos, como siempre, Marco. Ya sabía usted que no podría resistirme.<br />

—Pensé en usted en cuanto los vi. ¿Desea que se los envíen?<br />

—Des<strong>de</strong> luego que no. Tengo que llevármelos.<br />

—Melony se ocupará. Que los disfrute.<br />

—No le quepa duda <strong>de</strong> que lo haré.<br />

La <strong>de</strong>pendienta <strong>de</strong> rojo se apresuró a recoger los diamantes sobre terciopelo<br />

negro. Delvechio se volvió hacia Reece y Brody.<br />

—¿Un colgante <strong>de</strong> nácar en forma <strong>de</strong> luna, en una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro con<br />

— 321 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

diamantes?<br />

—Sí —dijo Reece, impresionada al ver que había seguido su conversación<br />

mientras atendía a la dienta—. Exacto.<br />

—Muy específico.<br />

—Una mujer llamada Deena Black tenía uno. Esa mujer ha <strong>de</strong>saparecido. Como<br />

dijo que era un regalo, nos gustaría encontrar a la persona que se lo compró. Podría<br />

tener información.<br />

—Entiendo —dijo él en el mismo tono cortés—. ¿Son <strong>de</strong> la policía?<br />

—No, somos parte interesada. Solo queremos saber quién compró ese collar.<br />

—El año pasado tuvimos varias piezas diseñadas con lunas, estrellas, soles y<br />

planetas. Nuestra colección Universo <strong>de</strong> Gemas. Se vendieron muy bien para las<br />

fiestas. Lamento no po<strong>de</strong>r darles información sobre mis clientes si no son <strong>de</strong> la<br />

policía y no poseen una or<strong>de</strong>n judicial. Aunque así fuese, requeriría tiempo, porque<br />

todas esas piezas se vendieron en el ejercicio anterior. Y algunas sin duda se pagaron<br />

en metálico, y en ese caso no contamos con ninguna información sobre el cliente.<br />

—¿Y en cuanto a cuándo se vendió y por cuánto?<br />

Delvechio enarcó las cejas al oír la pregunta <strong>de</strong> Brody.<br />

—No podría <strong>de</strong>cir cuándo con absoluta certeza.<br />

—Más o menos. No necesita una or<strong>de</strong>n judicial para <strong>de</strong>cirnos más o menos<br />

cuándo se vendió y cuánto costó.<br />

—No. Vendimos esa colección <strong>de</strong>s<strong>de</strong> octubre <strong>de</strong>l año pasado hasta finales <strong>de</strong><br />

enero. Una pieza como la que <strong>de</strong>scriben <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> costar unos tres mil dólares.<br />

—Quien se la regaló a Denna Black sabe lo que le ocurrió —insistió Reece.<br />

—Si es así, <strong>de</strong>berían ponerse en contacto con la policía. Dadas las<br />

circunstancias, no puedo <strong>de</strong>cirles nada más. Les ruego que me disculpen.<br />

Les <strong>de</strong>jó para ir a la trastienda y cerró la puerta con firmeza. Tras <strong>de</strong>tenerse un<br />

momento, fue hasta su or<strong>de</strong>nador y abrió un archivo. Asintió al ver el nombre y la<br />

transacción.<br />

Su memoria era excelente, y no menos afilada que su lealtad al cliente.<br />

Cogió el teléfono e hizo una llamada.<br />

— 322 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 29<br />

—Tres mil dólares no son cal<strong>de</strong>rilla —comentó Brody en, el viaje <strong>de</strong> regreso.<br />

Reece miraba por la ventanilla con el ceño fruncido. Las sombras se alargaban<br />

mientras el sol avanzaba hacia el lejano oeste; las montañas se aferraban a cada gota<br />

<strong>de</strong> esa luz que se apagaba.<br />

—Un hombre que entra en una tienda como esa es porque ha <strong>de</strong>cidido comprar<br />

un regalo especial. Y, como has dicho tú, un hombre no compra un regalo especial<br />

para una mujer cuando solo se trata <strong>de</strong> sexo.<br />

—Entonces, iban en serio.<br />

Reece se volvió a mirarlo.<br />

—No quería que lo viesen con ella, se mantenía a la sombra. ¿Eso es ir en serio?<br />

Creo que «obsesión» o «capricho» son palabras más a<strong>de</strong>cuadas. Ella le utilizaba a él,<br />

y él la utilizaba a ella.<br />

—Vale.<br />

—Por lo que sabemos <strong>de</strong> Deena, trabajaba <strong>de</strong> stripper en un bar <strong>de</strong> mala<br />

muerte; era insatisfecha, protestona. Se llevaba a casa a distintos hombres, se<br />

<strong>de</strong>splazaba en moto y no <strong>de</strong>spreciaba intercambiar favores sexuales por el alquiler <strong>de</strong><br />

su apartamento. Y tal vez tampoco por dinero.<br />

—Supones que ha algunos <strong>de</strong> esos hombres les cobraba.<br />

—Parece probable. Pero este tipo es diferente. Quería la exclusiva, y ella se la<br />

dio. Tal vez, ella también la quisiera, o lo viese como una inversión. Si Delvechio ha<br />

dicho la verdad, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> lo poco que ha dicho, el collar <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ser un regalo <strong>de</strong><br />

Navidad. Un hombre no compra una joya valiosa como regalo <strong>de</strong> Navidad para una<br />

mujer con la que solo se acuesta. Y menos para una mujer a la que seguramente le<br />

habrían impresionado unos pendientes <strong>de</strong> cincuenta dólares.<br />

—Las mujeres sois implacables unas con otras —comentó Brody al cabo <strong>de</strong> un<br />

momento.<br />

—No estamos hablando <strong>de</strong> una mujer ingenua, y por lo que sabemos no era<br />

<strong>de</strong>masiado agradable. No merecía que la estrangulasen por eso, pero tampoco era<br />

una espectadora pasiva. Solo digo que ese hombre estaba implicado. Estaba<br />

encaprichado. La veía a escondidas, o sin duda a hurtadillas, pero le importaba. Al<br />

menos durante un tiempo. —Reece volvió a mirar por la ventanilla y añadió—:<br />

Bueno, ¿y qué hombres <strong>de</strong> la lista podrían gastarse tres mil dólares en una amiga<br />

secreta sin que nadie se diese cuenta?<br />

—Yo diría que cualquiera <strong>de</strong> ellos. Algunos viven solos y no tienen que dar<br />

explicaciones <strong>de</strong>l saldo <strong>de</strong> su cuenta. Y los tipos que no viven solos a menudo tienen<br />

un buen dinerito guardado, igual que las mujeres.<br />

— 323 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Incluso un buen dinerito <strong>de</strong>saparece al cabo <strong>de</strong> un tiempo —dijo Reece—.<br />

Pue<strong>de</strong> que ese fuese parte <strong>de</strong>l problema.<br />

—Ella quería más.<br />

—Es probable. «¿Por qué no me llevas a un buen sitio? Estoy cansada <strong>de</strong> vivir<br />

en este tugurio. ¿Cuándo haremos un viaje?» y variaciones <strong>de</strong> lo mismo. Llevaban<br />

meses viéndose. Ella querría más.<br />

—Y entonces el capricho <strong>de</strong>saparece —dijo Brody—, igual que el dinero.<br />

—La cara oculta <strong>de</strong> la luna —murmuró Reece—. Me recuerda algo, pero no sé<br />

qué. ¿Vi el collar cuando la estranguló? No me acuerdo muy bien. Pero hay algo.<br />

—En un país <strong>de</strong> ficción iríamos a la policía con todo esto y ellos conseguirían<br />

una or<strong>de</strong>n judicial, conseguirían el nombre. Por <strong>de</strong>sgracia, en este mundo existe el<br />

maldito problema <strong>de</strong> la causa probable.<br />

—Hay una causa evi<strong>de</strong>nte —replicó Reece—. Deena está muerta, y quien le<br />

compró ese collar es el asesino.<br />

—No hay ninguna prueba <strong>de</strong> que esté muerta, ni siquiera <strong>de</strong> que haya<br />

<strong>de</strong>saparecido. Se supone que se marchó, y fue lo bastante consi<strong>de</strong>rada para <strong>de</strong>volver<br />

las llaves <strong>de</strong> su apartamento. Aunque tuviésemos suerte y averiguásemos quién<br />

compró el collar, sigue sin ser una prueba. No es una prueba absoluta <strong>de</strong> que se lo<br />

regalase a ella. Des<strong>de</strong> luego, no lo es <strong>de</strong> que la matase.<br />

Des<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> la lógica, Brody tenía razón, pero Reece se estaba<br />

hartando <strong>de</strong> la lógica.<br />

—Entonces, ¿qué <strong>de</strong>monios estamos haciendo?<br />

—Reunir información. Y hoy tenemos más <strong>de</strong> la que teníamos ayer.<br />

—No es suficiente. Durante semanas y meses, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los asesinatos <strong>de</strong><br />

Boston, los investigadores me <strong>de</strong>cían que estaban buscando, que estaban compilando<br />

información. Pero nunca hubo un arresto, un juicio, una con<strong>de</strong>na. Tuve que<br />

marcharme. Tuve que hacerlo. Pero ¿cuántas veces pue<strong>de</strong>s marcharte?<br />

—Nadie va a marcharse, Reece. Ya se nos ocurrirá alguna forma <strong>de</strong> sacarle el<br />

nombre al joyero. O encontraremos a otra persona que sepa algo más. Pero nadie va<br />

a marcharse.<br />

Ella permaneció en silencio durante un rato.<br />

—Me habrías sido <strong>de</strong> gran ayuda en Boston. Me habría sido <strong>de</strong> gran ayuda esa<br />

cabezonería.<br />

—Se llama tenacidad.<br />

—Es lo mismo —dijo apoyando su mano sobre la <strong>de</strong> él—. Escucha, si tu<br />

capricho <strong>de</strong>saparece, déjame por las buenas, ¿vale?<br />

—Des<strong>de</strong> luego. No hay problema.<br />

Reece sonrió mientras cruzaban los prados hacia Ángel´s Fist.<br />

Su mano tembló mientras cerraba el teléfono móvil. ¿Cómo habían llegado tan<br />

cerca? Estaban a un centímetro <strong>de</strong> él. Había cubierto su rastro con mucho cuidado,<br />

pero aun así lo habían seguido hasta Deena.<br />

Sabían cómo se llamaba ella.<br />

Había hecho todo —todo— lo que podía hacerse para protegerse a sí mismo,<br />

— 324 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

para blindar esa parte <strong>de</strong> sí mismo.<br />

Una locura pasajera, eso había sido Deena. Y cuando recobró el sentido, hizo lo<br />

que pudo por actuar <strong>de</strong> forma honorable.<br />

Cuando el honor no funcionó, hizo lo que era necesario.<br />

Solo un verda<strong>de</strong>ro hombre era capaz <strong>de</strong> hacer lo que era necesario.<br />

Y ahora volvería a hacerlo. Por el bien <strong>de</strong> todos. Para preservar lo que merecía<br />

ser preservado.<br />

No formaban parte <strong>de</strong>l pueblo. En realidad, eran forasteros y querían cambiar<br />

lo que <strong>de</strong>bía permanecer invariable. Tendrían que ser eliminados, como lo había sido<br />

Deena.<br />

Debía restablecer el equilibrio.<br />

La clientela <strong>de</strong>l sábado mantuvo a Reece ocupada mientras trataba <strong>de</strong> olvidar<br />

por unas horas lo que sabía, lo que no sabía y lo que quería saber.<br />

Imaginó que en ese momento Brody se movía por internet, reuniendo<br />

información sobre Deena Black. Sin embargo, saber dón<strong>de</strong> y cuándo nació, dón<strong>de</strong><br />

estudió y si tenía antece<strong>de</strong>ntes penales no les llevaría hasta el asesino. Al menos, eso<br />

pensaba Reece.<br />

Pensó que lo más probable era que lo hubiese conocido en el bar. El ligó con<br />

ella, o ella ligó con él. En cualquier caso, iniciaron una relación. O un acuerdo <strong>de</strong><br />

negocios.<br />

A un hombre no le gusta que sus amigos sepan que paga a una mujer para que<br />

se acueste con él. Resulta embarazoso.<br />

En primer lugar, había salido <strong>de</strong> su propio ámbito para frecuentar un local <strong>de</strong><br />

topless y buscar furcias. Protección básica <strong>de</strong> la reputación.<br />

Pero se había implicado, tal vez incluso se creyó enamorado durante un tiempo.<br />

Lo bastante para comprarle regalos caros. Reece se preguntó si le habría hecho<br />

promesas.<br />

Los hombres maduros se enamoran a menudo <strong>de</strong> mujeres más jóvenes e<br />

ina<strong>de</strong>cuadas. Trató <strong>de</strong> imaginarse al doctor Wallace o a Mac Drubber con una mujer<br />

como Deena Black. Reece se preguntó qué <strong>de</strong>cía eso <strong>de</strong> ella, <strong>de</strong> ellos. Era <strong>de</strong>masiado<br />

fácil.<br />

Igual que podía enamorarse alguien joven, aun impresionable, como Denny, o<br />

alguien acostumbrado a salirse con la suya con las mujeres, como Cas.<br />

Tal vez <strong>de</strong>berían pasar por alto al sheriff Mardson —ya que, por lo que ella<br />

sabía, en realidad podía ser una especie <strong>de</strong> Charles Bronson— y contarle a la policía<br />

<strong>de</strong> Jackson todo lo que ya sabían o sospechaban.<br />

No podía ser menos productivo que no hacer nada. Y ella no podía seguir<br />

viviendo con aquella gente, cocinando para ellos y preguntándose si alguno <strong>de</strong> ellos<br />

era un asesino.<br />

—Otra vez hablas sola.<br />

Dio un bote y miró a Linda-Gail.<br />

—No me extrañaría.<br />

—Pues cuando acabes tu conversación y sea la hora <strong>de</strong> tu <strong>de</strong>scanso, ¿podrás<br />

— 325 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

echarle un vistazo a una cosa?<br />

—Claro, ¿qué?<br />

—Un vestido que pedí por internet. Acabo <strong>de</strong> recibirlo. En mi <strong>de</strong>scanso me he<br />

escapado a la oficina <strong>de</strong> correos para recogerlo. Dios mío, espero que me venga bien.<br />

Solo quiero tu opinión.<br />

—De acuerdo, en cuanto...<br />

—Si vais a quedaros plantadas en mi cocina hablando <strong>de</strong> moda, más vale que os<br />

toméis el <strong>de</strong>scanso ya. —Joanie entró y se ocupó <strong>de</strong> la parrilla—. Que sea breve.<br />

—Gracias, Joanie.<br />

Linda-Gail agarró <strong>de</strong>l brazo a Reece y tiró <strong>de</strong> ella hasta el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Joanie.<br />

—Me he gastado más <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>bía —dijo mientras empujaba a Reece al<br />

interior—, pero es que me encantó.<br />

Lo sacó <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Joanie, don<strong>de</strong> lo había colgado,<br />

y se lo acercó al cuerpo.<br />

—¿Qué te parece?<br />

Era corto y sin tirantes, en un tono ver<strong>de</strong> hoja suave y primaveral. Reece se la<br />

imaginó con él puesto y pensó que estaría imponente.<br />

—Es precioso. Sexy y, aun así, fresco. A<strong>de</strong>más, quedará <strong>de</strong> fábula con tu pelo.<br />

—¿De verdad? Gracias a Dios. Si resulta que no me queda bien, me suicido.<br />

—También pue<strong>de</strong>s probar algo radical, como cambiarlo por la talla a<strong>de</strong>cuada.<br />

—No tengo tiempo. Lo necesito para esta noche. Me espera una cita <strong>de</strong> sábado<br />

por la noche con Cas. Así la llamó él, y dijo que me pusiera algo especial. —Se volvió<br />

y se situó otra vez <strong>de</strong> lado ante el espejo—. Esto es bastante especial.<br />

A Reece le dio un vuelco el corazón.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> vais?<br />

—No quiere <strong>de</strong>círmelo. Está muy misterioso. Me habría gustado acercarme a<br />

Jackson para hacerme un retoque, pero he tenido que teñirme el pelo yo misma. No<br />

ha quedado <strong>de</strong>masiado mal, ¿verdad?<br />

—No, está bien. Está muy bien. Linda-Gail...<br />

—Es la noche <strong>de</strong>l ultimátum —explicó arreglándose el pelo con una mano<br />

mientras posaba ante el espejo—. Tiene que darme una explicación, y que sea buena,<br />

acerca <strong>de</strong> por que me mintió la otra noche sobre dón<strong>de</strong> estaba. Sabe que está en la<br />

cuerda floja.<br />

—Linda-Gail, no vayas.<br />

—¿Qué? ¿De qué estás hablando?<br />

—Espera un poco. No vayas con él a ningún sitio hasta saber qué está pasando.<br />

—Salgo con él para averiguar qué está pasando —dijo mientras volvía a colgar<br />

con cuidado el vestido en la puerta y alisaba la falda—. Me juró que no había otra<br />

mujer, y yo le creo. Si quiero que esto funcione tengo que darle la oportunidad <strong>de</strong><br />

explicarse.<br />

—¿Y si... y si tenía una relación con alguien? Antes. Una relación seria.<br />

—¿Cas? ¿Una relación seria? —repitió, y se echó a reír—. Eso es imposible.<br />

—¿Cómo pue<strong>de</strong>s saberlo? ¿Cómo pue<strong>de</strong>s estar segura?<br />

— 326 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Porque tengo controlado a Cas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que teníamos quince años. Nunca ha<br />

ido en serio con nadie —dijo con la <strong>de</strong>cisión pintada en su bonito rostro—. No como<br />

va conmigo, y como va a seguir yendo. ¿Qué mosca te ha picado? Pensaba que te caía<br />

bien.<br />

—Y me cae bien. Pero no fue sincero contigo.<br />

—Eso es verdad, y ahora va a serlo. O me gusta lo que tiene que <strong>de</strong>cirme esta<br />

noche, o no. O me quedo con él o lo <strong>de</strong>jo. Pero en cualquier caso voy a estar<br />

fantástica.<br />

—Oye... llámame al móvil cuando lleguéis y cuando hayáis hablado.<br />

—Dios mío, Reece...<br />

—Hazme ese favor. Si no lo haces me quedaré preocupada y empezaré a darle<br />

vueltas. Hazme ese favor, Linda-Gail. Anda.<br />

—Vale, <strong>de</strong> acuerdo, pero me sentiré muy estúpida.<br />

«Mejor estúpida —pensó Reece—, que herida y sola.»<br />

Ante su or<strong>de</strong>nador, Brody hacía progresos. Supo que Deena Black nació en<br />

Oklahoma en agosto <strong>de</strong> 1974, que tenía un diploma <strong>de</strong> bachillerato y varias<br />

amonestaciones por prostitución, una por alteración <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n público y dos por<br />

amenazas. La segunda le había costado tres meses <strong>de</strong> prisión.<br />

Su solvencia estaba por los suelos. Aunque eso ya no sería una preocupación<br />

para ella, si es que alguna vez lo había sido.<br />

Brody había logrado seguirle la pista hasta sus dos últimos lugares <strong>de</strong> trabajo y<br />

resi<strong>de</strong>ncia. No tenía referencias <strong>de</strong>masiado buenas <strong>de</strong> sus jefes —el dueño <strong>de</strong> un club<br />

<strong>de</strong> striptease en Albuquerque y el <strong>de</strong> un bar <strong>de</strong> moteros en Oklahoma City—, y su<br />

último casero aún no había olvidado los dos meses <strong>de</strong> alquiler que no le pagó.<br />

Encontró un matrimonio y un divorcio, ambos con un tal Titus, Paul J., que en<br />

ese momento cumplía con<strong>de</strong>na en la prisión <strong>de</strong> Folsom por un asalto que había<br />

resultado en una muerte. Una rápida búsqueda sobre Titus le mostró que aquellas no<br />

eran las primeras vacaciones <strong>de</strong>l hombre por gentileza <strong>de</strong>l Estado.<br />

—No eras lo que se dice una ciudadana mo<strong>de</strong>lo, ¿verdad, Deena?<br />

Sin embargo, había sido guapa a su estilo. En ese momento Brody estaba viendo<br />

una foto <strong>de</strong> ella en la pantalla, y <strong>de</strong>bía reconocer que tenía un atractivo muy sexy.<br />

—La chica mala —dijo en voz alta—, que sabe que lo es y que le gusta serlo. Y<br />

que te hace saber que a ti también te gustará.<br />

Según los datos que encontró, aún tenía familia en Oklahoma. Su madre,<br />

diecisiete años escasos mayor que Deena. Existía la posibilidad <strong>de</strong> que Deena hubiera<br />

mantenido el contacto y le hubiese dicho a su madre lo que —en apariencia— no le<br />

había dicho a nadie más. El nombre <strong>de</strong>l hombre con el que tenía una relación.<br />

¿Cómo plantearlo? ¿Un viejo amigo <strong>de</strong> Deena que trata <strong>de</strong> renovar el contacto?<br />

Hablador, simpático. ¿Un policía <strong>de</strong> Wyoining que trata <strong>de</strong> obtener información<br />

sobre posibles cómplices? Inflexible, enérgico.<br />

De todos modos, lo más probable era que no averiguase nada <strong>de</strong> nada.<br />

Decidió que había llegado el momento <strong>de</strong> tomarse un breve <strong>de</strong>scanso para<br />

<strong>de</strong>spejarse antes <strong>de</strong> tratar <strong>de</strong> ponerse en contacto con la madre <strong>de</strong> Deena.<br />

— 327 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Antes <strong>de</strong> que se levantara, sonó el teléfono.<br />

La voz familiar le ayudó a relajarse <strong>de</strong> nuevo. La petición insólita pero<br />

interesante le hizo reflexionar.<br />

Diez minutos <strong>de</strong>spués, Brody salía <strong>de</strong> la casa, subía al coche y se alejaba <strong>de</strong>l<br />

pueblo.<br />

Al pasar, echó un vistazo hacia Ángel Food. Si aquello salía bien, esperaba tener<br />

una solución para Reece en un par <strong>de</strong> horas.<br />

En ese momento empezaba todo. Y no habría vuelta atrás, ni remordimientos,<br />

ni errores. Era arriesgado, y sus cálculos tendrían que ser perfectos. Pero podía<br />

hacerse. Tenía que hacerse.<br />

La cabaña era el lugar perfecto para ese primer paso. Tranquila y aislada,<br />

resguardada por el bosque y el pantano. Nadie iría allí a buscarlos. Igual que nadie<br />

había ido nunca a buscar a Deena.<br />

Cuando lo hubiese hecho, tendría horas para comprobar que lo había hecho<br />

todo <strong>de</strong> la forma a<strong>de</strong>cuada. Cubriría todas sus huellas, como siempre. Y todo<br />

volvería a estar en su sitio. Otra vez. Como <strong>de</strong>bía ser.<br />

—Muy bien, Cas. Quiero saber adón<strong>de</strong> vamos.<br />

—Eso es cosa mía.<br />

Linda-Gail cruzo los brazos y probó a mirarle con los ojos entornados, pero él<br />

no cedió.<br />

No era el camino <strong>de</strong> Jackson Mole. Ella esperaba en secreto que la llevase a un<br />

restaurante elegante, don<strong>de</strong> pudiese lucir su vestido nuevo.<br />

Pero no se había dirigido hacia allí. En realidad...<br />

—Si crees por un momento que voy a sentarme junto a un fuego <strong>de</strong><br />

campamento con este vestido, estás más loco <strong>de</strong> lo que pensaba.<br />

—No vamos <strong>de</strong> acampada. Des<strong>de</strong> luego, ese vestido es la bomba —dijo él al<br />

tiempo que le lanzaba una breve mirada encendida—. Espero que lo que lleves<br />

<strong>de</strong>bajo sea igual <strong>de</strong> mortífero.<br />

—Si esto sigue así, no vas a ver lo que hay <strong>de</strong>bajo.<br />

—¿Te apuestas algo?<br />

Él le <strong>de</strong>dicó una sonrisa satisfecha y tomó la siguiente curva.<br />

La muchacha comprendió adón<strong>de</strong> iban y sintió que le invadía la rabia.<br />

—Más vale que <strong>de</strong>s la vuelta y me lleves otra vez a casa.<br />

—Si <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> diez minutos sigues pensando así, lo haré.<br />

Aparcó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la cabaña con todos los planes y preparativos en la cabeza.<br />

Los nervios le atenazaban, pero se acorazó contra ellos.<br />

Había ido <strong>de</strong>masiado lejos para echarse atrás.<br />

Como Linda-Gail no se movía, bajó <strong>de</strong> la furgoneta, dio la vuelta y le abrió la<br />

puerta. Qué menos que mostrarse atento, por algo ella llevaba ese vestido tan sexy y<br />

él se había enfundado en su mejor traje.<br />

—Vamos, entra, cariño, no seas tozuda —dijo en un intento <strong>de</strong> tranquilizarla y<br />

engatusarla como si fuese una yegua resabiada—. De lo contrario tendré que llevarte<br />

por la fuerza.<br />

— 328 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Muy bien. Voy a llamar a Reece para pedirle que venga a buscarme en cuanto<br />

pueda.<br />

—No vayas a llamar a nadie —murmuró Cas, y tiró <strong>de</strong> ella hacía la cabaña—.<br />

No teníamos que llegar tan pronto, pero tenías tanta prisa por salir,.. Mi intención era<br />

llegar aquí al anochecer.<br />

—Pues aún es <strong>de</strong> día.<br />

Linda-Gail entró con paso majestuoso, <strong>de</strong>cidida a sacar su teléfono y llamar a<br />

Reece. Luego se quedó tan pasmada que no pudo hacer otra cosa que no fuese mirar.<br />

Por tercera vez en diez minutos Reece miró el reloj. ¿Por qué no llamaba Linda-<br />

Gail? ¿Por qué no había podido convencerla <strong>de</strong> que no fuese esa noche con Cas?<br />

Cinco minutos más, se prometió, y llamaría a Linda-Gail. Por absurdo que<br />

pareciese, le preguntaría dón<strong>de</strong> estaba, y se aseguraría <strong>de</strong> que Cas comprendiese que<br />

lo sabía.<br />

—Mirando la hora no conseguirás que el tiempo pase más <strong>de</strong>prisa. De todos<br />

modos, no acabas hasta las diez. —Joanie sacó el estofado <strong>de</strong> la olla—. Y no se te<br />

ocurra pedirme que te <strong>de</strong>je salir antes. Ya me falta una camarera.<br />

—No quiero salir antes. Es que Linda-Gail ha dicho que me llamaría y no lo ha<br />

hecho.<br />

—Supongo que está <strong>de</strong>masiado ocupada para pensar en llamarte. Ha<br />

conseguido que le diese la noche libre, ¿no? A<strong>de</strong>más, es sábado por la noche. Mi hijo<br />

y ella se han aliado contra mí. Un par <strong>de</strong> retrasados, eso es lo que son. Des<strong>de</strong> su<br />

punto <strong>de</strong> vista, todo es sol, rosas y rayos <strong>de</strong> luna. Pero aquí lo que hay son<br />

hamburguesas, estofado y solomillo frito, así que prepara ese pedido.<br />

—¿Cómo? ¿Qué has dicho?<br />

—He dicho que prepares ese pedido.<br />

—Sol y rayos <strong>de</strong> luna. Ya me acuerdo. ¡Oh, oh, Dios mío! Ya me acuerdo.<br />

Vuelvo en un minuto.<br />

Con los brazos en jarras y la barbilla alta, Joanie se plantó ante ella.<br />

—Dos minutos.<br />

—Dentro <strong>de</strong> dos minutos esa hamburguesa estará quemada. Prepara ese<br />

pedido. —¡Maldita sea! Pero Reece se apresuró a preparar el pedido.<br />

Había una mesa <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la chimenea <strong>de</strong> la cabaña. Sobre la mesa había un<br />

mantel blanco; sobre el mantel, un jarrón azul lleno <strong>de</strong> rosas. Había velas y platos<br />

bonitos. Lo más sorpren<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> todo era que junto a la mesa había un soporte con<br />

una cubitera <strong>de</strong> plata. En la cubitera <strong>de</strong>scansaba una botella <strong>de</strong> champán.<br />

Y cuando Cas cogió un mando a distancia y pulsó la tecla <strong>de</strong> play, Wynonna<br />

Judd cantó una balada con mucha suavidad.<br />

—¿Qué es todo esto? —preguntó una confusa Linda-Gail.<br />

—Es una cita <strong>de</strong> sábado por la noche.<br />

Deseoso <strong>de</strong> hacer su papel, Cas le quitó el chal que llevaba sobre los hombros.<br />

Lo <strong>de</strong>jó a un lado y se apresuró a encen<strong>de</strong>r velas por la habitación.<br />

—Pensaba que estaría un poco más oscuro, pero no pasa nada.<br />

—No pasa nada —repitió ella, aturdida—. Cas, ¡qué bonito!<br />

— 329 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

La cabeza disecada <strong>de</strong> un muflón canadiense no <strong>de</strong>slucía la escena. La lámpara<br />

con un oso trepando a un árbol que formaba su pie solo la hacía más encantadora.<br />

Y aunque pronto llegaría el mes <strong>de</strong> junio y la temperatura era bastante alta, Cas<br />

se agachó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la chimenea para encen<strong>de</strong>r la leña ya preparada.<br />

—¿Tu madre sabe esto?<br />

—Claro. No alquila mucho esta cabaña <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que... ya sabes, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que ese tipo<br />

se mató aquí... Eso no te intimida, ¿no?<br />

—¿Cómo? No, no.<br />

Bien. De todos modos, tuve que pedirle que me <strong>de</strong>jase utilizar la cabaña y que<br />

preparase algo que yo pudiese calentar para la cena. No se alegró <strong>de</strong>masiado; en<br />

realidad, está un poco cabreada con nosotros dos. Pero supongo que eso cambiará<br />

cuando le cuente el motivo.<br />

—¿El motivo <strong>de</strong> qué?<br />

Él se levantó, se volvió y le sonrió.<br />

—Ya llegaremos a eso. De momento, ¿qué te parece si abro ese champán?<br />

«¡Madre mía!, Está guapísimo... —pensó ella—. Todo ese bonito pelo dorado<br />

por el sol, ese cuerpo atractivo y <strong>de</strong>lgado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ese traje gris.»<br />

—Me parece que estaría muy bien.<br />

Se acercó a la mesa y rozó con las puntas <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos los aterciopelados pétalos<br />

<strong>de</strong> un capullo.<br />

—Una vez ya me compraste capullos <strong>de</strong> rosas.<br />

—Cuando cumpliste dieciséis años. Ha pasado algún tiempo entre las dos<br />

entregas...<br />

—Sí, y creo que lo necesitábamos. ¿Has organizado tú todo esto?<br />

—No me ha costado mucho. Lo difícil era hacerlo en secreto —dijo guiñándole<br />

un ojo mientras abría la botella <strong>de</strong> champán—. Quería que fuese especial, y aquí si<br />

tratas <strong>de</strong> hacer algo especial y alguien lo sabe, todo el mundo se entera. Fui a Jackson<br />

a comprar las rosas. Supuse que si se las encargaba a Mac, querría saber para qué las<br />

quería y especularía sobre ello con toda la gente que entrase en la tienda. La única<br />

persona que conozco en el pueblo capaz <strong>de</strong> guardar un secreto es mi madre. Por eso<br />

es la única que sabe que estamos aquí. Estuve a punto <strong>de</strong> contarle el resto, pero...<br />

—¿El resto?<br />

Cuando el corcho saltó, Cas soltó un breve grito <strong>de</strong> júbilo.<br />

—Suena bien, ¿verdad? Elegante.<br />

—¿Qué resto?<br />

—Ella, mmm... Tienes algunas <strong>de</strong> tus cosas en el dormitorio, por si acaso<br />

quieres quedarte a dormir.<br />

—¿Has ido a mi casa? ¿Has tocado mis cosas?<br />

—No, lo ha hecho mi madre. No empieces a ponerte nerviosa. Toma —dijo<br />

tendiéndole una copa—. Es solo por si acaso. ¿Deberíamos brindar o algo así?<br />

¿Brindamos por las sorpresas, por muchas sorpresas?<br />

Linda-Gail le miró con los ojos entornados, pero chocó su copa con la <strong>de</strong> Cas.<br />

No iba a <strong>de</strong>sperdiciar la ocasión <strong>de</strong> tomar una copa <strong>de</strong> champán.<br />

— 330 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Esto es muy bonito, Cas, esa es la verdad, y no pue<strong>de</strong> ser más agradable. Pero<br />

tú y yo tenemos asuntos <strong>de</strong> que hablar, y no vas a distraerme con flores y champán.<br />

—No esperaba distraerte, pero tal vez podríamos relajarnos, cenar un poco, y<br />

luego...<br />

—Cas, necesito saber por qué me mentiste. Te di tiempo hasta esta noche. Voy a<br />

ser sincera: estoy <strong>de</strong>seando sentarme a esa mesa tan bonita, beber champán y que me<br />

sirvas la cena. Quiero estar aquí contigo y pensar en lo agradable que es tener a<br />

alguien que se toma todas estas molestias por mí. Pero no puedo mientras no lo sepa.<br />

—Había planeado las cosas <strong>de</strong> otra manera, pero <strong>de</strong> acuerdo.<br />

En realidad, Cas no se veía capaz <strong>de</strong> contener sus nervios durante toda la cena.<br />

—Tienes que venir al dormitorio —añadió.<br />

—No pienso entrar en ese dormitorio contigo.<br />

—No voy a intentar <strong>de</strong>snudarte. Madre <strong>de</strong> Dios, Linda-Gail, confía un poco en<br />

mí, ¿vale? Ven un momento.<br />

—Más vale que sea bueno —dijo ella refunfuñando. Dejó el champán sobre la<br />

mesa y lo siguió hasta la puerta <strong>de</strong>l dormitorio.<br />

Había más velas aún sin encen<strong>de</strong>r y más flores sobre el tocador. Sobre la<br />

almohada yacía una sola rosa. Nunca en su vida había sido objeto <strong>de</strong> unas atenciones<br />

tan románticas. El centro <strong>de</strong> su corazón suspiraba, así que tuvo que endurecer su<br />

bor<strong>de</strong> para evitar que se <strong>de</strong>rramase a sus pies.<br />

—Es bonito y es romántico. Y no funcionará, Cas.<br />

—Esa es tu rosa especial. La que hay en la cama. Cógela. Por favor —dijo, al ver<br />

que ella no se movía—. Solo tienes que hacer eso.<br />

Con un sonoro suspiro, Linda-Gail cruzó la habitación y cogió la rosa sin<br />

contemplaciones.<br />

—Ya está, ¿qué te...?<br />

Al volverse, la cinta unida al tallo osciló, y lo que llevaba atado con un lazo<br />

chocó suavemente contra su antebrazo. Despidió <strong>de</strong>stellos y luz.<br />

—¡Oh, Dios mío!<br />

—Ahora pue<strong>de</strong> que estés callada un minuto —dijo él, muy pagado <strong>de</strong> sí mismo,<br />

mientras retiraba el anillo <strong>de</strong> la cinta—. Fui a comprar esto la tar<strong>de</strong> que te dije que<br />

trabajaba. No quería <strong>de</strong>círselo a nadie, eso es todo. Si le hubiese contado a alguno <strong>de</strong><br />

los muchachos que iba a comprar un anillo <strong>de</strong> compromiso, me habrían tomado el<br />

pelo hasta obligarme a darle a alguien un puñetazo en la cara. Te mentí porque no<br />

quería que supieras lo que pensaba hacer. Quería dártelo, pedírtelo, en un momento<br />

especial. Como ahora.<br />

El corazón <strong>de</strong> Linda-Gail revoloteaba. A eso <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> referirse cuando <strong>de</strong>cían<br />

que era como si al corazón le brotasen alas.<br />

—¿Me mentiste para po<strong>de</strong>r ir a comprar esto?<br />

—Así es.<br />

—Y cuando me enteré <strong>de</strong> que me habías mentido, no me lo dijiste.<br />

—No quería dártelo mientras estuviéramos chinándonos. Antes o <strong>de</strong>spués, vale,<br />

pero no mientras.<br />

— 331 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Has hecho esto, todo esto, por mí.<br />

—Ya era hora <strong>de</strong> que empezase. ¿Te gusta el anillo?<br />

No lo había mirado bien. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l anillo, <strong>de</strong> todo lo que representaba, era<br />

<strong>de</strong>scomunal. Miró el <strong>de</strong>stello <strong>de</strong>l diamante en un aro <strong>de</strong> oro. «Tan sencillo —pensó—,<br />

un tradicional como un plato <strong>de</strong> tarta <strong>de</strong> manzana caliente. Y absolutamente<br />

perfecto.»<br />

—Me gusta. Me encanta, <strong>de</strong> verdad. Pero hay un problema.<br />

—¿Qué? ¿Ahora qué?<br />

Ella levantó la mirada y sonrió.<br />

—Aún no me lo has pedido oficialmente.<br />

—Vas a tener que casarte conmigo, Linda-Gail, y salvarme <strong>de</strong> malgastar mi<br />

vida con mujeres malas. Si lo haces —continuó mientras ella soltaba una carcajada—,<br />

trabajaré duro para hacerte feliz.<br />

—Lo haré —dijo al tiempo que le tendía la mano—, y también te haré feliz a ti.<br />

—En cuanto tuvo el anillo en el <strong>de</strong>do, saltó a sus brazos y dijo—: Esta es la mejor cita<br />

<strong>de</strong> sábado por la noche <strong>de</strong> toda la historia.<br />

Cuando la boca <strong>de</strong> Cas se unió con la suya, le pareció oír un coche en la<br />

carretera. Pero estaba <strong>de</strong>masiado ocupada para que le importase.<br />

Mientras tanto, en el pueblo, Reece volaba calle abajo. Aún llevaba el <strong>de</strong>lantal, y<br />

le restallaba alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las piernas mientras corría. La gente se paraba a mirarla o<br />

se apartaba con torpeza hasta que la muchacha lograba abrirse paso. Cruzó a toda<br />

prisa la puerta <strong>de</strong> On the Trail.<br />

—El collar.<br />

Debbie le estaba enseñando varias mochilas a una pareja <strong>de</strong> clientes y se volvió.<br />

—Hola, Reece —dijo con una mirada que revelaba sorpresa, seguida <strong>de</strong> un<br />

fastidio vagamente divertido—. Enseguida estoy contigo.<br />

—Tú tienes un collar.<br />

—Disculpen —dijo Debbie a los clientes—, es solo un minuto.<br />

Sin abandonar su sonrisa profesional, Debbie cruzó la tienda y cogió a Reece <strong>de</strong>l<br />

brazo con firmeza.<br />

—Estoy ocupada, Reece.<br />

—Un sol en una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro.<br />

—¿De qué <strong>de</strong>monios hablas? —preguntó Debbie en un susurro.<br />

—Estoy loca, acuérdate. Sígueme la corriente o montaré una escena. Te vi<br />

llevando ese collar.<br />

—¿Y qué?<br />

—Un sol —repitió Reece—. Fue comprado en Delvechio's, en Jackson.<br />

—Muy bien, te proclamo ganadora <strong>de</strong>l concurso <strong>de</strong> hoy. Ahora márchate.<br />

En lugar <strong>de</strong> irse, Reece se acercó aún más a Debbie, hasta quedar a pocos<br />

centímetros <strong>de</strong> ella.<br />

—¿Quién te lo regaló?<br />

—Rick, claro. En Navidad. ¿Qué puñetas te pasa?<br />

—Eres su sol —murmuró Reece—. Le oí <strong>de</strong>cir eso y eso es lo contrario <strong>de</strong> la cara<br />

— 332 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

oscura <strong>de</strong> la luna.<br />

Debbie dio un paso atrás.<br />

—Estás loca <strong>de</strong> verdad. Quiero que te marches.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está? ¿Dón<strong>de</strong> está el sheriff?<br />

—Suéltame el brazo.<br />

—¿Dón<strong>de</strong>?<br />

—En Moose. Esta noche tiene una reunión. Pero <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> dos segundos<br />

llamaré a la oficina y le diré a Denny que venga y te saque a rastras.<br />

—Llama a quien quieras. ¿Dón<strong>de</strong> estaba la noche que entraron en la cabaña <strong>de</strong><br />

Brody?<br />

—¿Qué quieres <strong>de</strong>cir? —dijo Debbie con una sonrisa burlona—. ¿Te refieres a la<br />

noche en que te imaginaste, otra vez, que viste a alguien?<br />

—¿Dón<strong>de</strong> estaba, Debbie?<br />

—En casa.<br />

—No lo creo.<br />

—Me estás haciendo per<strong>de</strong>r la paciencia. Te digo que estaba en casa, fuera, en<br />

su taller. Y tendría más tiempo para relajarse allí si no fuese por la gente estúpida<br />

como tú que le llama con falsas alarmas. Yo misma tuve que ir allí a buscarle cuando<br />

llamó Hank.<br />

—¿Ah, sí? ¿No hay teléfono en el taller?<br />

—Tenía la música puesta, y la sierra... —Debbie se irguió—. Ya estoy harta <strong>de</strong><br />

tanto disparate. Tengo clientes y quiero acabar mi trabajo y marcharme a casa para<br />

ver una película comiendo palomitas con mis hijas. Algunas personas tenemos una<br />

vida normal.<br />

«Y algunas personas solo creen tenerla», pensó Reece. En su interior brotó la<br />

compasión. A Debbie, esa creencia se le iba a hacer añicos muy pronto.<br />

—Lo siento. Lo siento mucho.<br />

—Lo vas a sentir <strong>de</strong> verdad —respondió Debbie mientras Reece se volvía hacia<br />

la puerta.<br />

Reece se sacó el teléfono móvil <strong>de</strong>l bolsillo mientras volvía hacia el restaurante a<br />

toda prisa. El contestador automático <strong>de</strong> Brody saltó a la cuarta llamada.<br />

—¡Maldita sea! Llámame en cuanto puedas. Voy a probar con tu móvil.<br />

Pero en el móvil saltó el buzón <strong>de</strong> voz.<br />

Reece sabía que en cuanto él se alejaba <strong>de</strong> su cabaña diez pasos en cualquier<br />

dirección perdía la cobertura, así que volvió a guardarse el teléfono en el bolsillo,<br />

frustrada.<br />

Se dijo que no pasaba nada. Rick estaba en Moose, y aunque Debbie le llamase<br />

al llegar a casa para quejarse <strong>de</strong> la loca <strong>de</strong> Reece Gilmore, no podía estar <strong>de</strong> vuelta<br />

hasta al cabo <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> horas. Tal vez más.<br />

El tiempo suficiente para or<strong>de</strong>narlo todo en su cabeza. Así, cuando se lo contase<br />

a Brody, sería <strong>de</strong> forma organizada.<br />

Eso era lo mejor. Bastante difícil sería <strong>de</strong>cirle que su amigo era un asesino.<br />

Al pasar junto a la cabaña <strong>de</strong> Joanie, Brody distinguió la furgoneta <strong>de</strong> Cas. ¿La<br />

— 333 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

había visto Reece en Jackson cuando estuvieron allí? Lo primero que pensó es que<br />

conocía la situación <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los sospechosos, y eso le <strong>de</strong>sagradó. Confiaba en que<br />

en la próxima hora sabría a quién había visto Reece junto al río. Y todo acabaría para<br />

ella.<br />

Quería que todo acabase para ella.<br />

Pensó en comprarle unos tulipanes. Seguramente <strong>de</strong>bía hacerlo. Tal vez se la<br />

llevara durante un par <strong>de</strong> días, hasta que se asentase la mayor parte <strong>de</strong> la polvareda<br />

que iba a levantarse. Tendría que hacer <strong>de</strong>claraciones y respon<strong>de</strong>r preguntas. Ser el<br />

centro <strong>de</strong> atención, al menos por un tiempo.<br />

Sería duro para ella, pero lo superaría.<br />

Y cuando lo hubiese hecho, tendrían que ponerse manos a la obra con un<br />

asunto muy serio que les concernía a los dos. Le compraría a Joanie la cabaña y<br />

construiría un <strong>de</strong>spacho nuevo, una terraza.<br />

Y Reece Gilmore se quedaría. Con él.<br />

Podía sobornarla con un juego <strong>de</strong> esas cazuelas <strong>de</strong> categoría. Las Sitram.<br />

«Estas se quedan en mi cocina, Flaca, y tú también.» La i<strong>de</strong>a le hizo sonreír. A<br />

ella le gustaría. Lo captaría.<br />

Giró en el camino, tranquilo y aislado entre los pinos, y aparcó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la<br />

cabaña.<br />

Rick salió al porche. Tenía el rostro serio y la mirada grave. Bajó los peldaños<br />

mientras Brody salía <strong>de</strong>l coche.<br />

—Gracias por venir, Brody. Vamos <strong>de</strong>ntro.<br />

— 334 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 30<br />

En el momento en que Reece volvía a marcar el móvil <strong>de</strong> Brody, él entraba en la<br />

cocina <strong>de</strong> la cabaña <strong>de</strong> los Mardson.<br />

—Tengo café recién hecho —le dijo Rick, y le sirvió una taza.<br />

—Gracias. ¿Aún no ha llegado la policía estatal?<br />

—Está <strong>de</strong> camino. Más vale que entremos a sentarnos.<br />

—Has dicho que no querías contarme <strong>de</strong>talles por teléfono.<br />

—Es un asunto complicado, un asunto comprometido. —Rick removió el<br />

azúcar y la leche que Brody tomaba con el café, y luego se frotó la nuca—. No sé muy<br />

bien por dón<strong>de</strong> empezar ni qué pensar.<br />

Se dirigió a la sala <strong>de</strong> estar y se sentó en el sillón <strong>de</strong> orejas mientras Brody se<br />

instalaba en el sofá a cuadros rojos y grises.<br />

—Te agra<strong>de</strong>zco que hayas venido. Así podremos llevar esto con discreción, al<br />

menos <strong>de</strong> momento.<br />

—No hay problema. Tengo que <strong>de</strong>cirte que estamos bastante seguros <strong>de</strong> haber<br />

i<strong>de</strong>ntificado a la víctima. Deena Black, <strong>de</strong> Jackson.<br />

Rick se inclinó hacia <strong>de</strong>lante y entornó los ojos.<br />

—¿Cómo lo habéis conseguido?<br />

—Así que estábamos en lo cierto —murmuró Brody; dio un sorbo al café y<br />

añadió—: Seguimos una pista, sobre el dibujo, y averiguamos su nombre en Jackson.<br />

—No me gusta tener que reconocer que un par <strong>de</strong> civiles han llegado ahí casi al<br />

mismo tiempo que yo —Rick sacudió la cabeza y se apoyó las manos en las rodillas—<br />

. En primer lugar, te diré que le <strong>de</strong>bo a Reece una sincera disculpa. Nunca le creí <strong>de</strong><br />

verdad. No en mis tripas, don<strong>de</strong> realmente cuenta. Pue<strong>de</strong> que no hiciese todo lo que<br />

<strong>de</strong>bía porque no le creía. He <strong>de</strong> aceptar esa responsabilidad.<br />

—Pero ahora le crees.<br />

Rick se recostó en el sillón.<br />

—Le creo. Pensé que podía haber visto algo cuando recibí las fotos <strong>de</strong>l cadáver<br />

<strong>de</strong> esa mujer. Pero no la i<strong>de</strong>ntificó y...<br />

—¿Era Deena Black?<br />

—No, resulta que era una fugitiva <strong>de</strong> Tucson. Han <strong>de</strong>tenido a los dos hombres<br />

que la recogieron cuando hacía autoestop y que le hicieron eso. Algo es algo.<br />

—Entonces, Reece también tenía razón en eso.<br />

—Yo diría que tenía razón en muchas cosas. Se me pusieron los pelos <strong>de</strong> punta<br />

cuando la policía estatal se puso en contacto conmigo. Les comenté lo que Reece dijo<br />

haber visto, Brody. Se lo comenté. Lo comprobé en el registro <strong>de</strong> personas<br />

<strong>de</strong>saparecidas. Pero..., en fin, no insistí como <strong>de</strong>bía.<br />

— 335 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿Y ahora?<br />

—Pues... —Rick pareció <strong>de</strong>sanimado—. Hay muchas cosas que <strong>de</strong>bería haber<br />

hecho, que podía haber hecho, que habría hecho. Te he pedido que vengas a hablar<br />

<strong>de</strong> esto, Brody, porque creo que <strong>de</strong>bes ser el primero en saberlo. Tú has apoyado a<br />

Reece <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer momento. Algo que muchos no hemos hecho.<br />

—Ella sabía lo que había visto. —Su visión se enturbió un instante.<br />

—Sí, es verdad —Rick se levantó y se acercó a la ventana—. No he podido<br />

librarme <strong>de</strong> ello. Es una lástima.<br />

—Reece también <strong>de</strong>bería estar aquí. —Brody tomó otro trago <strong>de</strong> café; su móvil<br />

sonó y se dispuso a cogerlo. La fatiga caía sobre él como una bruma.<br />

—Lo estará.<br />

—Dame algunos <strong>de</strong>talles antes <strong>de</strong>...<br />

Aquella voz, pastosa como la <strong>de</strong> un borracho, ¿era la suya? Cuando la<br />

habitación empezó a dar vueltas, trató <strong>de</strong> ponerse en pie. Un instante <strong>de</strong> conciencia le<br />

llevó a acercarse a Rick pero dio un traspié.<br />

—Hijo <strong>de</strong> puta...<br />

—No puedo hacer nada más.<br />

Cuando Brody cayó al suelo, Rick le miró con sincero pesar.<br />

—No puedo hacer otra maldita cosa.<br />

Reece llamó al teléfono <strong>de</strong> casa <strong>de</strong> Brody y a su móvil media docena <strong>de</strong> veces.<br />

Ya estaba oscureciendo. Quería oír su voz, quería <strong>de</strong>cirle lo que sabía.<br />

Lo sabía.<br />

Y, sabiéndolo, no podía cortar más pollo al horno ni preparar otra montaña <strong>de</strong><br />

puré <strong>de</strong> patatas.<br />

—Tengo que marcharme, Joanie.<br />

—Estamos en lo que llamamos la hora punta <strong>de</strong> la cena. Y tú eres lo que<br />

llamamos la cocinera.<br />

—No puedo ponerme en contacto con Brody. Es importante.<br />

—Y a mí los amoríos <strong>de</strong> todo el mundo ya me han dado bastantes problemas.<br />

—Esto no tiene que ver con amoríos —respondió mientras se quitaba el<br />

<strong>de</strong>lantal—. Lo siento. Lo siento <strong>de</strong> verdad. Tengo que encontrarle.<br />

—Este local no tiene puerta giratoria. Si sales, no podrás volver.<br />

—Tengo que hacerlo.<br />

Se fue mientras Joanie mal<strong>de</strong>cía a sus espaldas. El sol estaba ya <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los<br />

picos; el crepúsculo daba un tono gris al lago.<br />

Se maldijo porque la insistencia <strong>de</strong> Brody para que no fuese y volviese sola <strong>de</strong>l<br />

trabajo significaba que tendría que ir andando hasta la cabaña. Recorrió el primer<br />

kilómetro y medio al trote, buscando entre la penumbra la luz que él encendía en la<br />

cabaña al anochecer.<br />

Se dijo que habría salido a comprar cerveza. O a dar una vuelta en coche para<br />

<strong>de</strong>spejarse. O que estaba en la ducha, o dando un paseo.<br />

Se encontraba bien, estuviera don<strong>de</strong> estuviese.<br />

Ella se estaba asustando por nada.<br />

— 336 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Pero ¿a quién podías llamar cuando sabías que el jefe <strong>de</strong> policía <strong>de</strong>l pueblo era<br />

un asesino?<br />

Llamaría a la policía estatal, eso haría. En cuanto hubiese hablado con Brody.<br />

El sol y la cara oculta <strong>de</strong> la luna. Rick Mardson había comprado aquellos dos<br />

collares, uno para su esposa y otro para su amante. Fue él quien tuvo un lío con<br />

Deena Black, quien se movía a hurtadillas y tomaba precauciones para que nadie lo<br />

viese con ella.<br />

Y él la mató. Tuvo que ser él.<br />

Pudo entrar y salir <strong>de</strong> su apartamento con mayor facilidad que nadie. ¿No<br />

estaba acostumbrado todo el mundo a ver al sheriff pasearse por el pueblo? Sin duda<br />

sabía cómo conseguir llaves, hacer duplicados. Disimular que había forzado la<br />

cerradura.<br />

Cubrir sus huellas.<br />

Aminoró el paso para recuperar el aliento y luchó contra otro acceso <strong>de</strong> pánico.<br />

Algo cayó en las aguas <strong>de</strong>l lago y agitó la alta hierba <strong>de</strong> la orilla. Reece echó a correr<br />

<strong>de</strong> nuevo con el corazón <strong>de</strong>sbocado.<br />

Tenía que entrar y cerrar las puertas.<br />

Encontrar a Brody.<br />

Su respiración se aceleró cuando distinguió unas sombras junto al lago. Tuvo<br />

que ahogar un grito al ver el trío <strong>de</strong> alces que se había acercado a beber.<br />

Se apartó <strong>de</strong> ellos, pasó corriendo junto a los sauces y los álamos, y por fin llegó<br />

a la tierra apisonada <strong>de</strong>l corto camino <strong>de</strong> acceso a la cabaña <strong>de</strong> Brody.<br />

Su coche no estaba aparcado junto al <strong>de</strong> ella, y la cabaña estaba a oscuras.<br />

Sacó la llave que él le había dado y luego tuvo que apoyar la cabeza contra la<br />

puerta. Era más difícil, mucho más difícil, entrar en la oscuridad que <strong>de</strong>jarla atrás.<br />

—Seis por uno es seis —empezó mientras metía la llave en la cerradura—. Seis<br />

por dos, doce.<br />

Entró y buscó el interruptor en la pared.<br />

—Seis por tres, dieciocho —siguió, obligándose a respirar con regularidad—.<br />

Seis por cuatro, veinticuatro.<br />

Cerró la puerta tras <strong>de</strong> sí y se apoyó <strong>de</strong> espaldas contra ella hasta controlar la<br />

ansiedad.<br />

—No está aquí, pero volverá <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un momento. Pue<strong>de</strong> que haya <strong>de</strong>jado<br />

una nota. Aunque nunca <strong>de</strong>ja notas. No es su estilo. Pero pue<strong>de</strong> que esta vez sí.<br />

«Primero la cocina», <strong>de</strong>cidió. Comprobaría la cocina primero. Encendió las luces<br />

a su paso, ahuyentando la oscuridad. Había posos <strong>de</strong> café en la cafetera y una bolsa<br />

abierta <strong>de</strong> galletas saladas sobre la encimera.<br />

Tocó la cafetera; estaba fría. Miró en el frigorífico y vio que había cerveza y<br />

Coca-Cola.<br />

—Habrá salido a comprar otra cosa, eso es todo, y seguramente ha pensado en<br />

pasar por el restaurante y recogerme <strong>de</strong> regreso a casa. Soy tonta. Tonta <strong>de</strong> remate.<br />

Cogió el teléfono <strong>de</strong> la cocina para marcar otra vez el móvil <strong>de</strong> Brody.<br />

Y oyó el motor <strong>de</strong> un coche.<br />

— 337 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¡Oh, gracias Dios mío, gracias!<br />

Después <strong>de</strong> colgar el teléfono, salió corriendo <strong>de</strong> la cocina hacia la puerta<br />

principal.<br />

—Brody —dijo mientras abría la puerta <strong>de</strong> un tirón. Allí estaba su todoterreno,<br />

gran<strong>de</strong> y robusto —¿Brody? —repitió, casi gimiendo <strong>de</strong> frustración — , ¿Dón<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>monios te has ido con tanta prisa? Necesito hablar contigo.<br />

Al oír un sonido <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ella, se volvió aliviada. Vio un puño borroso, sintió<br />

un dolor repentino y regresó a la oscuridad.<br />

Cuando volvió en sí, la mandíbula le dolía como una muela cariada. Con un<br />

gemido, trató <strong>de</strong> levantar una mano para tocársela y se dio cuenta <strong>de</strong> que tenía los<br />

brazos atados <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la espalda.<br />

—No le he pegado muy fuerte —dijo Rick—. No me ha gustado golpearla. Era<br />

la forma más rápida, eso es todo.<br />

Reece se <strong>de</strong>batió unos instantes, dominada por el pánico y la negación.<br />

—Está esposada —continuó Rick con voz serena, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirar hacia<br />

<strong>de</strong>lante mientras conducía—. Le he protegido las muñecas. No <strong>de</strong>berían dolerle, y lo<br />

más seguro es que eso evite las marcas en la piel. Eso sería lo mejor. Le saldrá un<br />

car<strong>de</strong>nal en la mandíbula, pero, bueno, se supondrá que ha habido lucha, así que no<br />

pasa nada.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está Brody? ¿Dón<strong>de</strong> me lleva?<br />

—Quería hablar con Brody, ¿no? Pues la llevo con Brody.<br />

—¿Está...?<br />

—Está bien. Me quedé con unos cuantos somníferos <strong>de</strong> los suyos. Le he dado<br />

los suficientes para <strong>de</strong>jarle fuera <strong>de</strong> combate durante un par <strong>de</strong> horas, tal vez tres.<br />

Tenemos mucho tiempo. Es amigo mío, Reece. Las cosas no tenían que acabar así.<br />

—La gente cree que estoy loca —contestó ella, tensando las muñecas contra las<br />

esposas pese a saber que era inútil—, pero usted tiene que estarlo si cree que pue<strong>de</strong><br />

esposarme, raptarme y sacarme <strong>de</strong>l pueblo así.<br />

—En el coche <strong>de</strong> Brody. A oscuras. Si alguien nos viese pasar, vería a un par <strong>de</strong><br />

personas en el coche <strong>de</strong> Brody. Brody y Reece. Eso es lo que verían, porque eso es lo<br />

que esperarían. Así es como serán las cosas. Voy a hacer esto <strong>de</strong> la forma más sencilla<br />

que pueda, lo más rápido que pueda. Es lo mejor que puedo hacer.<br />

—Mató a Deena Black.<br />

—Hice lo que <strong>de</strong>bía, no lo que quería. Igual que ahora —respondió él<br />

mirándola a los ojos un instante—. Probé con otros medios. Probé todo lo que sabía.<br />

Ella no se echó atrás. Como usted.<br />

Volvió a mirar al frente y tomó la curva hacia su cabaña.<br />

—Quiero que se calle y se esté quieta. Si quiere gritar, chillar y dar patadas,<br />

a<strong>de</strong>lante. Nada cambiará. Pero, cuanto más haga, más daño le haré a Brody. ¿Es eso<br />

lo que quiere?<br />

—No.<br />

—Entonces, haga lo que le diga y todo será más fácil.<br />

Paró el coche, bajó y dio la vuelta para sacarla a ella.<br />

— 338 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Si me veo en la obligación, también puedo hacerle daño a usted —le<br />

advirtió—. Usted <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>.<br />

—Quiero ver a Brody.<br />

—Muy bien.<br />

Rick la tomó <strong>de</strong>l brazo y la llevó a paso ligero hasta la cabaña.<br />

La empujó suavemente hacia el interior, cerró la puerta y encendió la luz.<br />

Brody estaba atado a una silla <strong>de</strong> la cocina; tenía la barbilla contra el pecho. Con<br />

un grito ahogado, Reece se acercó a él tambaleándose y cayó <strong>de</strong> rodillas junto a la<br />

silla.<br />

—Brody. ¡Oh, Dios, Brody!<br />

—No está muerto. Un poco drogado, nada más —Rick comprobó su reloj—.<br />

Pronto volverá en sí. Entonces, haremos una excursión y acabaremos con esto.<br />

—¿Acabar? —repitió ella volviéndose y sintiéndose furiosa por estar <strong>de</strong> rodillas<br />

ante él—. ¿Cree que porque mató una vez sin que se supiese pue<strong>de</strong> matarnos a los<br />

dos sin que nadie se entere? No le saldrá bien; esta vez no.<br />

—Un asesinato y un suicidio, eso será. Eso es lo que parecerá. Usted le<br />

convenció para que viniera hacia aquí y fueran caminando hasta el lugar don<strong>de</strong> vio<br />

el crimen. Le drogó, Tengo su termo ahí —dijo señalando con la barbilla la mesa<br />

situada junto al sofá—. El café que hay <strong>de</strong>ntro tiene pastillas <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> sus frascos, El<br />

frasco estará en su bolsillo cuando encontremos los cuerpos.<br />

—¿Por qué iba yo a hacerle daño a Brody? ¿Por qué iba a creer nadie que yo le<br />

haría daño a Brody?<br />

—Porque tuvo un ataque <strong>de</strong> locura. Tuvo un ataque <strong>de</strong> locura y le drogó para<br />

cogerle <strong>de</strong>sprevenido. Le disparó y luego se disparó a sí misma. Para hacerlo, cogió<br />

la pistola que Joanie guarda en el cajón <strong>de</strong> su escritorio. Sus huellas estarán en la<br />

pistola, y habrá residuos <strong>de</strong>l disparo en su mano. Esa es la prueba física, y su<br />

comportamiento la hace plausible.<br />

—Eso es un gilipollez. Ya he llamado a la policía estatal y les he contado lo <strong>de</strong><br />

Deena Black.<br />

—No lo ha hecho. Voy a quitarle esas esposas. Si intenta echar a correr, le haré<br />

daño, y le meteré una bala a Brody. ¿Es eso lo que quiere?<br />

—No. No echaré a correr. ¿Cree que le abandonaría?<br />

El se levantó, paciente y cauto. Sacó su llave y le quitó las esposas.<br />

—Siéntese ahí —or<strong>de</strong>nó al tiempo que posaba la mano sobre la funda <strong>de</strong> su<br />

pistola en señal <strong>de</strong> advertencia—. No quiero problemas. Tampoco quiero car<strong>de</strong>nales<br />

o marcas en las muñecas que indiquen a algún forense que la han inmovilizado.<br />

Fróteselas para activar la circulación; ahora.<br />

Sus doloridos brazos temblaron cuando se frotó las muñecas.<br />

—He dicho que hemos llamado a la policía estatal y hemos puesto una<br />

<strong>de</strong>nuncia —insistió Reece.<br />

—Si lo hubiesen hecho, Brody lo habría dicho al llegar aquí. Le he contado que<br />

yo mismo había recibido información <strong>de</strong> la policía estatal sobre el crimen. Le he<br />

pedido que viniese aquí a reunirse conmigo, y con ellos, para conocer los <strong>de</strong>talles<br />

— 339 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

antes <strong>de</strong> que hiciésemos una <strong>de</strong>tención.<br />

Fue hasta la mesa y cogió el vaso <strong>de</strong> plástico lleno <strong>de</strong> agua y la píldora que<br />

había <strong>de</strong>jado preparada. —Quiero que se tome esto.<br />

—No.<br />

—Es una <strong>de</strong> las suyas, para la ansiedad. Pue<strong>de</strong> que le venga bien, y a<strong>de</strong>más<br />

quiero que encuentren fármacos en su organismo. Va a tomársela, Reece, por las<br />

buenas o por las malas.<br />

Ella se tomó el vaso <strong>de</strong> agua y la píldora.<br />

Satisfecho, Rick se sentó con las manos apoyadas en las rodillas.<br />

—Esperaremos unos minutos a que le haga efecto y luego nos pondremos<br />

manos a la obra. Lamento que hayamos llegado a esto, la verdad. Brody era amigo<br />

mío, y no tengo nada contra usted. Pero <strong>de</strong>bo proteger a mi familia.<br />

—¿La protegía cuando se acostaba con Deena Black?<br />

El rostro <strong>de</strong> Rick se tensó, pero asintió.<br />

—Cometí un error. Un error humano. Quiero a mi mujer y a mis hijas. No hay<br />

nada más importante. Pero existen necesida<strong>de</strong>s, eso es todo. Dos o tres veces al año<br />

me ocupo <strong>de</strong> esas necesida<strong>de</strong>s. Nada <strong>de</strong> eso afectó nunca a mi familia. Yo diría que<br />

eso me hacía mejor marido, mejor padre, mejor hombre.<br />

«Cree realmente en lo que dice», pensó Reece. ¿Cuántas personas se convencían<br />

a sí mismas <strong>de</strong> que ser infiel era algo honroso?<br />

—Se ocupaba <strong>de</strong> ellas con Deena.<br />

—Una noche. Tenía que ser una sola noche. ¿Qué más le daba a nadie? Solo<br />

sexo, eso era todo. Cosas que un hombre necesita pero que no quiere que su mujer<br />

haga. Una noche como otras muchas. Pero no pu<strong>de</strong> parar. Algo <strong>de</strong> ella se metió en<br />

mí. Como una enfermedad. Necesitaba estar con ella, y durante un tiempo creí,<br />

supongo que creí, que aquello era amor. Y que podía tenerlas a las dos.<br />

—La oscuridad y la luz —dijo Reece.<br />

—Exactamente —confirmó él, sonriendo con terrible tristeza—. Le di a Deena<br />

cuanto pu<strong>de</strong>. Ella siempre quería más. Quería lo que yo no podía darle. Que <strong>de</strong>jase a<br />

Debbie, que <strong>de</strong>jase a mis hijas atrás. Yo nunca iba a hacer eso, nunca iba a per<strong>de</strong>r a<br />

mi mujer y a mis hijas. Tuvimos una pelea, una pelea tremenda, y <strong>de</strong>sperté. Pue<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>cirse que <strong>de</strong>sperté <strong>de</strong> un largo sueño oscuro. Rompí con ella <strong>de</strong> inmediato.<br />

—Pero ella no quiso aceptarlo.<br />

«Despierta, Brody —pensó Reece, agobiada—. Despierta y dime qué <strong>de</strong>bo<br />

hacer.»<br />

—No <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> llamarme. Quería dinero. Diez mil dólares o se lo contaba a mi<br />

mujer. Yo no tenía tanto dinero y se lo dije. Dijo que más me valía encontrarlo si<br />

quería conservar mi feliz hogar. ¿Cómo se siente? ¿Más tranquila?<br />

—Lo vi junto al río. Lo vi matarla.<br />

—Solo pretendía razonar con ella. Le dije que viniese aquí. Solía traerla aquí, a<br />

la cabaña, mientras duró aquel largo sueño oscuro. Pero cuando vino, no pu<strong>de</strong> hablar<br />

con ella aquí, aquí no, otra vez no. Tal vez <strong>de</strong>bería tomar dos píldoras <strong>de</strong> esas.<br />

—La llevó al río.<br />

— 340 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Quería hablar, eso es todo. No lo planeé. Caminamos sin parar hasta llegar al<br />

río. Le dije que tal vez podría reunir un par <strong>de</strong> miles <strong>de</strong> dólares y prestarle mi apoyo<br />

si se marchaba <strong>de</strong> Wyoming. Mientras lo <strong>de</strong>cía, supe que no saldría bien. Una vez<br />

que pagas, nunca <strong>de</strong>jas <strong>de</strong> hacerlo. Dijo que no se conformaba con las migajas. Quería<br />

el pastel entero. Podía sacarlo <strong>de</strong>l dinero que teníamos para las chicas. No sé por qué<br />

le conté que teníamos dinero ahorrado para nuestras hijas, para la universidad. Lo<br />

quería. Dijo que ya no quería diez mil, sino veinticinco mil. Veinticinco mil o me<br />

quedaría sin nada. Sin mujer, sin hijas, sin reputación. La llamé furcia, porque eso era<br />

y eso había sido en todo momento. Ella se lanzó contra mí. Y cuando la tiré al suelo<br />

<strong>de</strong> un empujón y le dije que todo había terminado, volvió a lanzarse contra mí,<br />

chillando.<br />

—Y usted comprendió que no se echaría atrás.<br />

—Sí, no se echaría atrás. Juró que iba a arruinarme. Le diera lo que le diese,<br />

ahora lo quería todo. Iba a contarle a Debbie todas las porquerías que habíamos<br />

hecho juntos. Yo ya ni siquiera la oía. Era como tener avispas zumbando en mi<br />

cabeza. Pero ella estaba en el suelo, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> mí, y mis manos estaban alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong><br />

su cuello. Apreté y apreté hasta que el zumbido se <strong>de</strong>tuvo.<br />

—No tuvo ninguna opción —dijo Reece con voz absolutamente serena—. Ella le<br />

empujó a hacerlo. Le atacó, le amenazó. Tenía que protegerse a sí mismo, a su<br />

familia.<br />

—Y eso hice. Sí, lo hice. Ella ni siquiera era real. No era más que un sueño.<br />

—Lo comprendo. Por el amor <strong>de</strong> Dios, le apuntaba literalmente a la cabeza con<br />

una pistola. Aún no ha hecho nada malo, Rick. No ha perjudicado a nadie que no se<br />

lo mereciese, no ha hecho nada que no fuese absolutamente necesario. Si yo hubiese<br />

comprendido todo esto antes, lo habría <strong>de</strong>jado correr.<br />

—Pero no lo <strong>de</strong>jó correr a pesar <strong>de</strong> todo lo que hice. Yo solo quería que se<br />

marchase <strong>de</strong>l pueblo. Que se fuese y siguiese con su vida para que yo pudiese seguir<br />

con la mía.<br />

—Ahora lo sé. Ahora estoy <strong>de</strong> su parte. Déjenos marchar y todo esto<br />

<strong>de</strong>saparecerá.<br />

—Me gustaría hacerlo, Reece, lo juro por Dios, pero no se pue<strong>de</strong>n cambiar las<br />

cosas. Hay que adaptarse y proteger lo que tienes. Pensándolo bien, me parece que<br />

una <strong>de</strong> esas píldoras ha sido suficiente. Ahora quiero que se aleje <strong>de</strong> él. Es hora <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>spertarle.<br />

—Si hace esto, no se merece a su mujer y a sus hijas.<br />

—Cuando esté hecho, nunca lo sabrán.<br />

Se acercó a ella, la agarró <strong>de</strong> la camisa por la espalda y la alejó a rastras <strong>de</strong><br />

Brody.<br />

Cuando volvía atrás, Brody se dio impulso con las piernas y se puso en pie con<br />

silla y todo, lanzo cuerpo con fuerza contra el <strong>de</strong> Rick y ambos cayeron al suelo.<br />

—¡Corre! —gritó Brody—. ¡Hecha a correr!<br />

Ella echó a correr, aterrada y ciega, siguiendo la or<strong>de</strong>n como si hubiesen<br />

accionado un interruptor en su interior. Escupió la píldora que había conservado en<br />

— 341 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

la boca y abrió <strong>de</strong> un tirón la puerta principal. Mientras se precipitaba al exterior oyó<br />

el estrépito, las maldiciones, el crujido <strong>de</strong> la ma<strong>de</strong>ra.<br />

Y corrió con un grito sonando en su cabeza cuando oyó el disparo.<br />

—¿Has oído eso? —Linda-Gail clavó el codo en la cama y se incorporó—. He<br />

oído un disparo.<br />

—Yo he oído cantar a los ángeles.<br />

Ella se echó a reír.<br />

—Eso también. Pero a<strong>de</strong>más he oído un disparo.<br />

—Vaya, ¿a quién se le ocurriría disparar en los bosques <strong>de</strong> Wyoming?<br />

La obligó a ten<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> nuevo y le clavó las manos en las costillas para hacerle<br />

cosquillas.<br />

—Ni se te ocurra o... ¿Has oído eso? ¿No oyes gritar a alguien?<br />

—No oigo nada, salvo mi propio corazón rogándole al tuyo un poco más <strong>de</strong><br />

azúcar. Venga, cariño, vamos a... —Esta vez fue Cas quien se interrumpió al oír un<br />

estrépito fuera <strong>de</strong> la cabaña—. Quédate aquí.<br />

Se levantó <strong>de</strong> un salto y, <strong>de</strong>snudo, salió <strong>de</strong>l dormitorio a gran<strong>de</strong>s zancadas.<br />

Cuando Reece entró corriendo, a Cas solo le dio tiempo <strong>de</strong> cruzar las manos<br />

sobre sus partes y <strong>de</strong>cir:<br />

—¡Madre <strong>de</strong> Dios!<br />

—Tiene a Brody. Tiene a Brody. Va a matarle.<br />

—¿Qué, qué? ¿Qué?<br />

—Ayúdame. Tienes que ayudarme.<br />

—¿Reece? —Linda-Gail intentaba envolverse en una sábana mientras salía—.<br />

¿Qué <strong>de</strong>monios pasa?<br />

«No hay tiempo», pensó Reece. Brody podría estar ya sangrando, muriéndose.<br />

Como le ocurrió a ella en el pasado. Vio el rifle en un estuche <strong>de</strong> cristal.<br />

—¿Está cargado?<br />

—Es el rifle <strong>de</strong> mi abuelo Henry. Un momento, jo<strong>de</strong>r...<br />

Pero Reece se precipitó sobre el estuche. Tiró <strong>de</strong> la tapa y la encontró cerrada.<br />

Se volvió, agarró la lámpara <strong>de</strong>l oso y rompió el cristal.<br />

—¡Hostia, hostia —gritó Cas—, mi madre va a matarnos a los dos!<br />

Justo cuando Cas se lanzaba sobre ella, Reece sacó el rifle <strong>de</strong> un tirón y se volvió<br />

con él.<br />

Cas se quedó paralizado.<br />

—Nena... Ten cuidado. A ver dón<strong>de</strong> apuntas.<br />

—¡Pedid ayuda por teléfono! ¡Llamad a la policía estatal!<br />

Reece se dirigió como un rayo hacia la puerta.<br />

Rogó porque la reacción <strong>de</strong> Cas significase que el rifle estaba cargado y que, si<br />

lo estaba, podría averiguar cómo funcionaba. Luego rogó aún con más intensidad<br />

para no tener que hacerlo.<br />

Pero aquel ardor en la garganta no era miedo; no era pánico lo que le atenazaba<br />

el vientre. Lo que sentía era rabia, un torrente <strong>de</strong> rabia caliente que burbujeaba por su<br />

sangre.<br />

— 342 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Esta vez no yacería impotente mientras le arrebataban a un ser querido. Esta<br />

vez no, nunca más.<br />

Oyó a Rick gritando su nombre y reprimió las lágrimas que se empeñaban en<br />

enturbiarle los ojos. Brody no había conseguido <strong>de</strong>tenerle.<br />

Se paró, cerró los ojos y se obligó a pensar. No podía volver a la cabaña. El la<br />

oiría, la vería, y todo habría terminado. Era muy posible que acabase matando<br />

también a Cas y a Linda-Gail.<br />

Decidió volver sobre sus pasos. Podía hacerlo. El creería que seguía corriendo o<br />

que se había escondido. No esperaría que volviese para luchar,<br />

—No tienes ningún sitio a don<strong>de</strong> ir, Reece —gritó Rick—. No hay ningún sitio<br />

don<strong>de</strong> yo no pueda encontrarte. Esta es mi tierra, mi mundo. Puedo seguir tu rastro<br />

tan fácilmente como puedo caminar por las calles <strong>de</strong>l pueblo. ¿Quieres que acabe con<br />

Brody ahora mismo? ¿Es eso lo que quieres? ¿Quieres que le meta una bala en la<br />

cabeza mientras tú te escon<strong>de</strong>s como hiciste en Boston? ¿Crees que pue<strong>de</strong>s volver a<br />

pasar por eso?<br />

Delante <strong>de</strong> la cabaña, Rick obligó a Brody, herido, a ponerse <strong>de</strong> rodillas y le<br />

apoyó el arma en la sien.<br />

—Llámala.<br />

—No —respondió Brody; el corazón se le encogió cuando el cañón le presionó<br />

con fuerza la sien—. Piénsalo, Rick. ¿Eso es lo que harías si estuviese pendiente <strong>de</strong> un<br />

hilo la vida <strong>de</strong> tu mujer? Has matado para proteger a alguien a quien amas. ¿No<br />

morirías por ella?<br />

—¿La conoces hace un par <strong>de</strong> meses y preten<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cirme que morirías por ella?<br />

—Solo hace falta un minuto. Cuando lo sabes, lo sabes, ella es la mujer <strong>de</strong> mi<br />

vida, así que aprieta el gatillo si eso es lo que tienes que hacer. Pero ahora tus planes<br />

se han venido abajo. Lo que llevas en la mano es tu revólver <strong>de</strong> servicio, no la pistola<br />

<strong>de</strong> Joanie. ¿Cómo vas a explicar que Reece me disparó con tu arma <strong>de</strong> servicio?<br />

—Lo arreglaré, lo solucionaré. Llámala. Ahora mismo.<br />

—¿Me oyes, Reece? —gritó Brody—. Si me oyes, sigue corriendo.<br />

Cuando Rick le tiró al suelo <strong>de</strong> una patada, Brody aterrizó sobre el brazo en el<br />

que tenía una bala alojada. El dolor fue <strong>de</strong>sgarrador.<br />

—No tengo elección —dijo Rick, pero ahora su cara estaba pálida y cubierta <strong>de</strong><br />

sudor—. Lo siento.<br />

Levantó el arma.<br />

Esforzándose por no temblar, Reece se llevó el rifle al hombro. Inspiró, contuvo<br />

el aliento y apretó el gatillo.<br />

Sonó como una bomba. Al recibir el culatazo, Reece sintió como si le hubiese<br />

explotado una en las manos y cayó hacia atrás. Aterrizó sobre la espalda y el disparo<br />

<strong>de</strong>l revólver <strong>de</strong> Mardson voló sobre su cabeza.<br />

Sin embargo, se levantó. Al hacerlo, vio a Brody y a Rick luchando en el suelo,<br />

con el arma entre las manos.<br />

—¡Alto! —gritó mientras corría hacia ellos—. ¡Alto! ¡Alto! —Apoyó el cañón <strong>de</strong>l<br />

rifle en la cabeza <strong>de</strong> Rick—. ¡Alto! —repitió.<br />

— 343 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Agárralo fuerte, Flaca —dijo Brody entre ja<strong>de</strong>os. Se movió en el intento <strong>de</strong><br />

alcanzar la pistola. Rick se arrojó sobre Reece, la tiró al suelo y se hizo con el revólver<br />

<strong>de</strong> un tirón. Cuando lo volvió hacia su propia sien, Brody le dio un puñetazo en la<br />

cara—. No será tan fácil —dijo, y gateó para recuperar el arma, <strong>de</strong> nuevo en el<br />

suelo—. Apunta eso hacia otro lado —le dijo a Reece.<br />

Ella se sentó don<strong>de</strong> estaba, con el rifle aún en las manos.<br />

—He echado a correr.<br />

—Sí, has sido muy lista.<br />

—Pero no he huido.<br />

Brody, agotado, herido y mareado, se sentó junto a ella.<br />

—No, no has huido.<br />

En ese momento Cas y Linda-Gail llegaron corriendo, él vestido solo con unos<br />

vaqueros y ella arrastrando una sábana que la envolvía a medias.<br />

—¡Por todos los diablos! ¿Qué ocurre? —quiso saber Cas—. ¡Madre mía, Brody!<br />

¿Te han disparado?<br />

—Sí. —Brody se apretó el brazo con una mano y se observó la palma, mojada y<br />

roja, antes <strong>de</strong> levantar la vista hacia Reece—. Ya tenemos algo más en común.<br />

Entre ellos, Rick permanecía inmóvil, se cubrió el rostro con las manos y se echó<br />

a llorar.<br />

Al amanecer, Reece ayudó a Brody a bajar <strong>de</strong>l coche.<br />

—Podrías haberte quedado en el hospital a pasar el día, o un par <strong>de</strong> días.<br />

—Podría haberme pasado un par <strong>de</strong> horas dándome con una piedra en la<br />

espinilla. Ninguna <strong>de</strong> las dos experiencias me entusiasma. A<strong>de</strong>más, ¿has visto a la<br />

enfermera que me han asignado? Tenía cara <strong>de</strong> bulldog. Daba miedo.<br />

—Bien, pero harás lo que te han dicho. Pue<strong>de</strong>s elegir entre la cama y el sofá.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> estarás tú?<br />

—En la cocina. No tomarás café.<br />

—Flaca, pue<strong>de</strong> que no vuelva a tomar café en toda mi vida.<br />

A Reece le temblaron los labios, pero los apretó para ahogar un sollozo.<br />

—Voy a prepararte un té y unos huevos revueltos. ¿Cama o sofá?<br />

—Quiero sentarme en la cocina a mirar cómo guisas para mí. Me distraerá <strong>de</strong>l<br />

dolor.<br />

—No te dolería si te hubieses tomado las medicinas.<br />

—Creo que tampoco volveré a tomar medicinas en toda mi vida. En la cabaña<br />

<strong>de</strong> Rick me sentí como si flotase en un mar <strong>de</strong> cola. Os oía hablar, pero no lograba<br />

asimilar las palabras, al principio. Solo podía hacerme el muerto y esperar una<br />

oportunidad.<br />

—Estando como estabas, atado a una silla y atontado por las píldoras, podía<br />

haberte matado.<br />

—Podía habernos matado a los dos. Lo habría hecho —corrigió Brody—, pero<br />

tú no saliste huyendo cuando tuviste la ocasión. —Dejó escapar un suspiro cuando<br />

ella le ayudó a sentarse en una silla ante la mesa <strong>de</strong> la cocina—. Menuda nochecita,<br />

¿eh, Reece? —dijo al ver que ella le daba la espalda y no <strong>de</strong>cía nada.<br />

— 344 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Al principio —empezó ella—, cuando salí corriendo, eso era todo. O luchaba<br />

o ahuecaba el ala y, ¡madre mía! , <strong>de</strong>cidí ahuecar el ala. Correr a escon<strong>de</strong>rme. Pero...<br />

la cosa cambió. Ni siquiera sé cuándo. Y entonces <strong>de</strong>cidí correr a buscar algo para<br />

po<strong>de</strong>r luchar. Creo que les di un susto <strong>de</strong> muerte a Cas y a Linda-Gail.<br />

—Así tendrán algo que contarles a sus nietos.<br />

—Sí. —Puso a hervir agua para el té y sacó una sartén.<br />

—Tú lo comprendiste antes que yo. Yo soy el escritor <strong>de</strong> novelas <strong>de</strong> misterio,<br />

pero la cocinera lo comprendió antes. Yo me metí en la boca <strong>de</strong>l lobo.<br />

Jamás olvidaría, jamás, la sensación <strong>de</strong> flotar bajo los efectos <strong>de</strong> los fármacos y<br />

oír su voz. Jamás olvidaría aquel hondo terror.<br />

—Al meterme en la boca <strong>de</strong>l lobo pu<strong>de</strong> causar tu muerte —añadió Brody.<br />

—No, él habría causado mi muerte. Te metiste en la boca <strong>de</strong>l lobo porque era tu<br />

amigo.<br />

—Era.<br />

Reece sacó la mantequilla y cortó un pedazo para la sartén.<br />

—No sé qué les pasará a Debbie y a esas crías —dijo—. ¿Cómo superarán esto?<br />

Nada volverá a ser lo mismo para ellas.<br />

—Nada era como ellas creían antes <strong>de</strong> esto. Más vale saberlo, ¿no?<br />

—Pue<strong>de</strong>. Eso es una reflexión para otro día —dijo ella mientras cascaba unos<br />

huevos y empezaba a batirlos con un poco <strong>de</strong> eneldo fresco y pimienta—. El creía <strong>de</strong><br />

verdad en todo lo que <strong>de</strong>cía. Que las protegía, que hacía lo que <strong>de</strong>bía. Que Deena no<br />

le <strong>de</strong>jó opción. Cree que es un buen hombre.<br />

—Una parte <strong>de</strong> él lo es. Y una parte <strong>de</strong> él se separó y tomó lo que nunca <strong>de</strong>bería<br />

haber tocado. Pagó por ello, Flaca, igual que Deena Black.<br />

—La mató. Enterró su cadáver, cubrió sus huellas y escondió la motocicleta<br />

hasta que pudo utilizarla para volver a su apartamento a recoger sus cosas. También<br />

cubrió esas huellas.<br />

—Hizo todo eso y mantuvo una calma absoluta incluso cuando le llamamos y<br />

<strong>de</strong>nunciamos lo que vi.<br />

—Si hubiese conseguido asustarte o hacer que dudases <strong>de</strong> ti misma, nadie se<br />

habría enterado.<br />

—Si tú no me hubieses creído, seguramente habría pasado eso. Creo que pasar<br />

por esto me ha alejado <strong>de</strong>l abismo al que me aproximaba. —Sirvió los huevos en un<br />

plato que colocó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él. Luego le acarició la cara y dijo—: Habría caído a ese<br />

abismo sin ti, Brody. Habría caído a ese abismo si te hubiese matado. Así que —se<br />

agachó y le dio un beso en los labios—, gracias por sobrevivir. Cómete los huevos.<br />

Se volvió para acabar <strong>de</strong> hacerle el té.<br />

—También hubo un abismo para mí. ¿Te das cuenta <strong>de</strong> eso?<br />

—Sí.<br />

—Una pregunta. ¿Por qué no presionas?<br />

—¿Qué tengo que presionar?<br />

—A mí. Estás enamorada <strong>de</strong> mí... ¿Aún tengo ese <strong>de</strong>recho?<br />

—Sí.<br />

— 345 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Acabamos <strong>de</strong> pasar juntos por una experiencia cercana a la muerte;<br />

seguramente me oíste <strong>de</strong>cir que estaba dispuesto a morir por ti. Pero no presionas.<br />

—No quiero nada que <strong>de</strong>ba sacarte con presiones, así que <strong>de</strong>jémoslo.<br />

Puso el té sobre la mesa y frunció el ceño cuando llamaron a la puerta principal.<br />

—Ya —dijo Reece—. Supongo que vamos a tener un montón <strong>de</strong> visitas, un<br />

montón <strong>de</strong> preguntas, un montón <strong>de</strong> gente queriendo saber exactamente qué pasó.<br />

—Eso no es gran cosa. —Antes <strong>de</strong> que ella se alejara <strong>de</strong> la mesa, la cogió <strong>de</strong> la<br />

mano y añadió—: No, tengo que ir yo. Estoy esperando algo.<br />

—Se supone que tienes que <strong>de</strong>scansar.<br />

—Soy capaz <strong>de</strong> ir hasta la puerta. Y tómate tú ese té cursi. Yo acompañaré los<br />

huevos con una Coca-Cola.<br />

Reece sacudió la cabeza mientras Brody se alejaba, pero <strong>de</strong>cidió seguirle la<br />

corriente. Fue a buscar un vaso, lo llenó <strong>de</strong> hielo y sacó una Coca-Cola. Después <strong>de</strong><br />

servirla, cogió el té que él no quería.<br />

Se <strong>de</strong>tuvo con la taza a medio camino <strong>de</strong> los labios cuando él regresó a la<br />

cocina. Llevaba un montón <strong>de</strong> tulipanes sobre el brazo sano.<br />

—No me dijiste <strong>de</strong> qué color te gustaban, así que los he pedido <strong>de</strong> todos los<br />

colores.<br />

—¡Madre mía!<br />

—Tu flor favorita, ¿no?<br />

—Así es. ¿De dón<strong>de</strong> han salido?<br />

—He llamado a Joanie. Cuando <strong>de</strong> verdad necesitas algo, Joanie es tu chica.<br />

Bueno, ¿los quieres o no?<br />

—Claro que sí —contestó ella con una luminosa sonrisa mientras los cogía y<br />

enterraba la cara en ellos—. Son bonitos, sencillos, encantadores. Como un arco iris<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una terrible tormenta.<br />

—Menuda tormenta, Flaca. Yo diría que te mereces un arco iris.<br />

—Los dos nos lo merecemos —dijo ella levantando la cabeza para sonreírle—.<br />

Entonces, ¿estás pidiéndome que vayamos en serio?<br />

Al ver que él no <strong>de</strong>cía nada, nada en absoluto, el corazón <strong>de</strong> Reece empezó a<br />

latir <strong>de</strong>spacio y con regularidad.<br />

—Voy a comprar la cabaña —dijo Brody por fin.<br />

—¿Ah, sí?<br />

—En cuanto convenza a Joanie. Pero puedo ser muy persuasivo. Quiero<br />

ampliarla un poco. Un <strong>de</strong>spacho más gran<strong>de</strong>, una terraza... Veo dos sillas en esa<br />

terraza. Veo tulipanes fuera... En primavera, ¿no?<br />

—Los habría.<br />

—Pue<strong>de</strong>s cocinar en el restaurante, montar un negocio y llevar tu propia cocina.<br />

Pue<strong>de</strong>s escribir libros <strong>de</strong> cocina. Lo que te apetezca. Pero vas ha tener que quedarte<br />

y, tar<strong>de</strong> o temprano, lo haremos legal.<br />

—¿De verdad?<br />

—¿Me quieres o no?<br />

—Sí. Sí, te quiero.<br />

— 346 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Yo también te quiero. ¿Qué te parece eso?<br />

Con dos rápidos silbidos, Reece inspiró y espiró.<br />

—¿Qué me parece eso?<br />

Él le puso una mano en la nuca, la atrajo hacia sí y la besó en los labios mientras<br />

los tulipanes brillaban entre ellos.<br />

—Estoy don<strong>de</strong> quiero estar. ¿Y tú? —dijo Brody.<br />

—Yo también. —Todo se asentó en su interior cuando echó la cabeza atrás y le<br />

miró a los ojos—. Exactamente don<strong>de</strong> quiero estar.<br />

—¿Te gustaría sentarte en la terraza conmigo uno <strong>de</strong> estos días —le preguntó<br />

él—, mirar hacia el lago y ver las montañas flotando en él?<br />

—Sí, Brody —respondió apretando su mejilla contra la <strong>de</strong> él—. Claro que me<br />

gustaría.<br />

—Pues hagámoslo realidad —dijo él, apañándose—. De momento, ¿por qué no<br />

haces algo con esas llores? Luego trae otro tenedor. Deberíamos compartir esos<br />

huevos.<br />

La mañana resplan<strong>de</strong>cía con atisbos <strong>de</strong>l verano que se exten<strong>de</strong>ría hasta el<br />

otoño. Se sentaron ante la mesa <strong>de</strong> la cocina, con un jarrón <strong>de</strong> tulipanes arco iris en la<br />

encimera, y compartieron unos huevos revueltos ya fríos.<br />

— 347 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

NORA ROBERTS<br />

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA<br />

Seudónimo <strong>de</strong> Eleanor Wil<strong>de</strong>r. También escribe con el pseudónimo <strong>de</strong><br />

J.D. Robb.<br />

Eleanor Mari Robertson Smith Wil<strong>de</strong>r nació el 10 <strong>de</strong> Octubre <strong>de</strong> 1950 en<br />

Silver–Spring, condado <strong>de</strong> Montgomery, estado <strong>de</strong> Maryland. En su<br />

familia, el amor por la literatura siempre estuvo presente. En 1979,<br />

durante un temporal <strong>de</strong> nieve que la <strong>de</strong>jó aislada una semana junto a sus<br />

hijos, <strong>de</strong>cidió coger una <strong>de</strong> las muchas historias que bullían en su cabeza<br />

y comenzó a escribirla... Así nació su primer libro: Fuego irlandés.<br />

Está clasificada como una <strong>de</strong> las mejores escritoras <strong>de</strong> novela romántica <strong>de</strong>l mundo. Ha<br />

recibido varios premios RITA y es miembro <strong>de</strong> Mistery Writers of America y <strong>de</strong>l Crime<br />

League of America. Todas las novelas que publica encabezan sistemáticamente las listas <strong>de</strong> los<br />

libros más vendidos en Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania. Como señaló la revista<br />

Kirkus Reviews, «la novela romántica con intriga no morirá mientras Nora Roberts, su<br />

autora megaventas, siga escribiendo». Doscientos ochenta millones <strong>de</strong> ejemplares impresos <strong>de</strong><br />

toda su obra en el mundo avalan su maestría.<br />

Nora es la única chica <strong>de</strong> una familia con 4 hijos varones, y en casa Nora sólo ha tenido niños,<br />

por <strong>de</strong>scribe hábilmente el carácter <strong>de</strong> los protagonistas masculinos <strong>de</strong> sus novelas.<br />

Actualmente, Nora Roberts resi<strong>de</strong> en Maryland en compañía <strong>de</strong> su segundo marido.<br />

ÁNGELES CAÍDOS<br />

Hace meses un brutal suceso cambió la vida <strong>de</strong> Reece Gilmore y la sumió en el<br />

miedo. Des<strong>de</strong> entonces ha estado viajando por el país sin rumbo fijo, sintiéndose<br />

incapaz <strong>de</strong> echar raíces en ningún sitio. Hasta que una avería en el coche la obliga a<br />

<strong>de</strong>tenerse en Angel's Fist, un pequeño pueblo <strong>de</strong> Wyoming. No sabe qué la ha traído<br />

hasta aquí, pero siente como si la hubiera guiado la mano <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino. Cuando ve<br />

una oferta <strong>de</strong> trabajo como cocinera en un restaurante local, no duda y se presenta.<br />

Poco a poco Reece empieza a recomponer los pedazos <strong>de</strong> su vida y a volver a<br />

ser una mujer fuerte e in<strong>de</strong>pendiente. Su paz se trunca, sin embargo, la mañana que<br />

presencia un asesinato y, excepto Jameson Brody, un joven escritor que se ha<br />

establecido en la zona, nadie la cree.<br />

Pero Reece sabe lo que ha visto, porque antes ya vivió esta situación... y esta vez<br />

no piensa permitir que un criminal se salga con la suya.<br />

* * *<br />

— 348 —


NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

© 2006, Nora Roberts<br />

Título original: Angels Hall<br />

Primera edición: Noviembre, 2007<br />

© 2007, Random House Mondadom, S.A.<br />

© 2007, Nieves Nueno, por la traducción.<br />

Printed in Spain – Impreso en España.<br />

ISBN: 978–84–01–38248–2<br />

Depósito legal B.46 717–2007<br />

Fotocomposición: Revertext, S L.<br />

Impreso en Limpergraf.<br />

Encua<strong>de</strong>rnado en Artesanía Gráfica<br />

L 3 8 2 4 8 2<br />

— 349 —

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