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Boletín 136 - Religiosas angélicas

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❰❰<br />

Santa Genoveva y Benedicto XVI<br />

Conmovedora fue la última frase de su despedida a los cardenales en la sala Clementina, asegurando<br />

que desde aquel momento el nuevo papa podía contar con su obediencia y total sumisión.<br />

Y también su última frase en el balcón de Castel Gandolfo antes de retirarse a la intimidad de su<br />

vida privada: «Ya no soy el Pontífice, sino un per egrino que recorre la última etapa de su camino».<br />

Como Santa Genoveva<br />

Esto es lo que nos ha enseñado el Papa al despedirse. Lo mismo que hizo Santa Genoveva cuando<br />

le llegó la hora del relevo ante su sucesora la Madre Concepción Grañeda: besarle las manos y<br />

ponerse a su disposición enteramente, adentrándose luego en una vida de silencio y oración dentro<br />

de la obra que había fundado.<br />

Reconocer las propias limitaciones y pedir perdón son las dos mayores señales de humildad que<br />

puede haber. No es la primera vez que Benedicto pide perdón no sólo por sus errores sino por los<br />

de la Iglesia. Su mayor sufrimiento, su cruz, han sido los problemas inter nos de la que él llamó<br />

«descristianización galopante» y por el negro borrón de los abusos cometidos en los últimos años<br />

entre algunos miembros del clero.<br />

La adoración, reconocimiento de la primacía de Dios<br />

Otro rasgo que her mana a Benedicto XVI con Santa Genoveva ha sido dar la primacía a lo esencial,<br />

a Dios. Ante todo, con la adoración. Es el núcleo, el corazón de la Iglesia, la fuerza de la comunidad<br />

y de la misión. Benedicto XVI ve el activismo como una gran bestia negra que actúa sin<br />

pensar ni rezar. Si ponemos en el centro la adoración, la acción irá en dirección correcta. La oración<br />

nos permite además estar más unidos entre los cristianos. El cuidado de la litur gia y la predicación<br />

han de constituir la tarea de dar la primacía al mismo Dios. Lo demás vendrá después. T al<br />

vez serán los laicos quienes se encarguen de algunas tareas a las que los pastores no pueden o no<br />

deben llegar. Es la hora del laicado, pero de un laicado que sabe rezar .<br />

El centro de la fe cristiana es Jesucristo. He aquí otra frase de una de las encíclicas de Benedicto XVI:<br />

«No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentr o<br />

con un acontecimiento, con una Persona, que de un nuevo horizonte a la vida y, con ello una<br />

orientación decisiva». En su evangelio, Juan había expresado este acontecimiento con las siguientes<br />

palabras: «Tanto amó Dios al mundo, que entr egó a su único Hijo, para que todos los que cr een<br />

en él tengan vida eter na».<br />

Benedicto XVI se va, pero su herencia se queda. El sucesor de este humilde Papa seguirá sus pasos.<br />

Es la hora de rezar, de tener confianza. Se marcha Benedicto XVI en tiempos de turbulencias: los casos<br />

de pederastia, la traición de algunos de los colaboradores íntimos, los intentos fallidos de unión<br />

con los cismáticos. Ha mantenido un pulso fir me guiando la nave de Pedro. Deber de justicia es<br />

reconocerlo y agradecerlo. T engamos los sentimientos que él expresó en su última audiencia general<br />

en la plaza de San Pedro: nos sostiene e ilumina la certeza de que la Iglesia es de Cristo, que<br />

no dejará de guiarla y de cuidarla. ◆<br />

6 Ángel de la Soledad

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