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PORTADA DE ENLACE CON larrasa - nueva portada cero

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No soy de los que puedo presumir de ser hijo o nieto de<br />

herreros. Nunca hubo en mis ancestros nadie que se dedicase a la<br />

fragua. Empecé en esto por afición y poco a poco se fue<br />

fraguando mi “amor al hierro”… me quedé enganchado al oficio.<br />

Aunque la afición<br />

viene de atrás, fue a partir<br />

del año 1995 cuando me<br />

trasladé a vivir al campo<br />

y pude realmente hacer<br />

una fragua, montar un<br />

rudimentario tallercito y<br />

empezar a hacer cosas<br />

con asiduidad. La fragua<br />

era entonces pequeñita;<br />

como no tenía salida de<br />

humos en el tendejón que<br />

utilizaba como taller,<br />

tenía que sacarla a la<br />

calle y allí arrimaba el<br />

yunque y empezaba a<br />

hacer mis cositas… Es<br />

decir que si llovía no<br />

trabajaba y en verano<br />

tenía que quemar<br />

controladamente, y por<br />

pura precaución, un buen<br />

área de pasto para poder<br />

trabajar sin miedo a que<br />

Forjando en el Centro de los Oficios una chispa procedente de<br />

la fragua ocasionase un<br />

incendio.<br />

El primer yunque que tuve se lo compré en Oviedo a Pepe el<br />

Gallego que tenía entonces su almacén en El Postigo; recuerdo<br />

que le compré el yunque y un tornillo de fuego por 25000 pesetas<br />

que entonces era una cifra importante. El tornillo todavía lo<br />

conservo en el taller y es uno de los que utilizo habitualmente. El


yunque se lo vendí hace ya años a Miguel Romero excelente<br />

artesano de la cantería, restaurador y personaje desde que talló el<br />

astronauta de la Puerta de Ramos de la Catedral de Salamanca en<br />

la restauración de 1993.<br />

El Astronauta de Miguel Romero © Ramon Rivero<br />

Tiempo después empecé a<br />

asistir a los cursos de forja del<br />

Centro de los Oficios de<br />

León, al que tantos debemos<br />

tanto. Allí hice diversos<br />

cursos con Roberto Canal y<br />

con el genial maestro<br />

Gabriele Curtolo, auténtico<br />

“gurú” de la forja en Europa.<br />

De hecho, sigo acudiendo al<br />

Centro de los Oficios siempre<br />

que puedo. Siempre se<br />

aprende si uno está dispuesto<br />

a ello… En esto se muere<br />

aprendiendo…<br />

Los que ya lo saben todo o afirman que no<br />

hay nadie capaz de enseñarles algo nuevo, son dignos de toda<br />

sospecha.<br />

Gabriele Curtolo forjando durante los Con Roberto Lopez Canal en Leon<br />

encuentros de Barcelona 2010 © Ramon Rivero © foto: centro de los oficios


También cursé estudios de forja en la Escuela de Arte de<br />

Salamanca en cuyos talleres permanecí dos años y, aunque las<br />

diferencias de planteamiento respecto al centro de los oficios de<br />

León son abismales, el paso por la Escuela de Arte de Salamanca<br />

también me resultó entretenido y enriquecedor.<br />

Taller de forja de la Escuela de Arte de Salamanca © Ramon Rivero<br />

Creo que está fuera de toda duda el que la forja artesanal<br />

sucumbió por la mecanización, las innovaciones tecnológicas y<br />

los elevadísimos costes de la mano de obra. Una cortadora de<br />

plasma o de laser hace en una mañana lo que a un maestro<br />

artesano podría suponerle meses de trabajo. Un torno hace en un<br />

momento lo que a mano podría suponer horas y horas de<br />

trabajo… La máquina herramienta hizo insostenibles muchos de<br />

los trabajos que hasta entonces se hacían por procedimientos<br />

artesanales.<br />

Cuando un taller mecanizado es capaz de hacer en una mañana<br />

miles de cerrojos, el coste del cerrojo hecho a mano en la fragua<br />

durante horas y horas de trabajo de forja, pasa a ser inaccesible<br />

para la inmensa mayoría de los consumidores. Los herreros<br />

tuvieron que ir apagando las fraguas y dedicándose a “cortar y


pegar”… a cerrajería y carpintería metálica para poder<br />

sobrevivir… Llegaron primero las sierras alternativas, después<br />

las tronzadoras y las sierras de cinta, el oxicorte, el plasma, el<br />

laser y toda la maquinaria de control numérico… y las tajaderas a<br />

menudo se tiraron a la pila de la chatarra.<br />

Detalle de aldaba en la fragua © foto: centro de los oficios<br />

Esta evolución conlleva una especialización que de alguna<br />

manera deshumaniza el trabajo y hace que el trabajador ya no se<br />

sienta partícipe de los resultados. Cuando un herrero cogía una<br />

barra de hierro, la calentaba en la fragua, le daba la forma<br />

deseada, la cortaba con la tajadera, la limaba a mano, le daba el<br />

acabado a la obra, etc., el protagonista del trabajo era el herrero y<br />

la obra era algo suyo. La hiperespecialización hace que en el<br />

presente la industria de transformación del hierro normalmente no<br />

se plantee hacer una pieza única, sino miles de piezas para el<br />

consumo que permitan abaratar costes y llenar el mercado a<br />

precios competitivos. Muchas de las formas y perfiles que<br />

antiguamente hacia el herrero a mano ahora se hacen en trenes de<br />

laminación. Para cortar la pieza lo último son cortadoras de<br />

chorro de agua, láser o plasma. La maquinaria de deformación y<br />

arranque es tanta y tan compleja (tornos, fresadoras,


mandrinadoras, punzonadoras, prensas, rectificadoras, curvadoras,<br />

sierras, cizallas, granalladoras, etc…) que es casi inimaginable<br />

que un mismo operario sea capaz de manejar indistintamente<br />

todas esas máquinas. El resultado es una atomización del trabajo<br />

que hace que todos los operarios sean una pieza más en el<br />

engranaje de producción y en ningún caso puedan sentir la obra<br />

acabada como suya. No hay cariño por el trabajo realizado<br />

cuando el trabajo lo hace una maquina cientos de veces por hora<br />

y con un resultado idéntico en todos los casos. Y si para hacer<br />

una pieza el hierro entra en un taller, pasa primero por una sierra<br />

que supervisa un operario, pasa después por un torno de control<br />

numérico que supervisa otro operario, pasa después por<br />

fresadora, pulidora, etc cada una de las cuales maneja otro<br />

operario…. El resultado es que la pieza no tiene “autor”, no la ha<br />

hecho “nadie”; la han hecho un montón de máquinas supervisadas<br />

por una serie de operarios diferentes de los que ninguno controla<br />

todo el proceso y de los que ninguno se siente autor del producto<br />

acabado. Ese es el precio de la producción mecanizada a gran<br />

escala que debido al imperativo de costes acabo con muchas<br />

herrerías.<br />

© Ramon Rivero<br />

Ahora la situación aún se<br />

ha complicado más…Hay<br />

otra variable también del<br />

“imperativo de costes”. El<br />

taller mecanizado que<br />

fulminó las herrerías estaba<br />

ubicado en el País Vasco,<br />

Cataluña, Asturias,<br />

Valencia… pero los costes<br />

también segaron la vida de<br />

muchas de esas fábricas. Los<br />

talleres y fábricas están ahora<br />

en la India, China, Corea…<br />

En un mercado fluido y<br />

global los costes dictan y<br />

oriente en este momento es<br />

más barato.


Eso sí. La bisagra hecha a máquina es idéntica una a la otra.<br />

Podemos revisar una a una toneladas y toneladas de bisagras<br />

hechas por una misma máquina y nos será imposible<br />

diferenciarlas. Si alguna se diferencia en algo es que los controles<br />

de calidad fallaron. Sin embargo cada bisagra hecha a mano tiene<br />

una “identidad”... no hay dos iguales. Aún hay gente que tiene la<br />

sensibilidad suficiente como para valorar el trabajo artesano,<br />

hecho a mano, único. Y creo que además tenemos derecho a<br />

rebelarnos contra la “dictadura de los costes”… La curva es casi<br />

una desconocida en arquitectura por un motivo de costes…Las<br />

fachadas de cantería ya no existen por un motivos de costes. Los<br />

arcos están en peligro de extinción por un motivo de costes…las<br />

fibras naturales están siendo relegadas en confección por un<br />

problema de costes, la madera a menudo es suplantada por<br />

aglomerados, contrachapados, melaminas y otros materiales<br />

sintéticos por un problema de costes….. y al final de todo este<br />

proceso involutivo el occidental acaba viviendo en un medio<br />

hostil, entre polímeros, y desarraigado, sin contactos con la tierra,<br />

sin contactos con los materiales nobles: la piedra, el hierro, la<br />

madera, los metales…. Alguien tiene que decir NO a esta<br />

escalada.<br />

Dibujos de “Ferronerie” de H. Grave. © foto: Ramon Rivero<br />

Por otro lado muchos de los que ahora hacemos forja<br />

artesanal no tenemos en la fragua nuestro modus vivendi y<br />

podemos permitirnos trabajar por amor al hierro sin soportar una<br />

necesidad acuciante de rentabilizar o extraer valor añadido. Y los


que han hecho de esto su única ocupación a menudo se ven<br />

obligados a “cortar y pegar” si quieren subsistir. En ocasiones he<br />

visitado talleres de herreros consagrados y que son figuras<br />

importantes del oficio y he visto, al lado de trabajos maravillosos,<br />

las rejas horrorosas de tubo o de varilla de tetra<strong>cero</strong> soldado para<br />

cubrir un hueco de una ventana, sin ningún adorno, sin una sola<br />

voluta, sin curvas… Y debemos de estar contentos de que haya<br />

trabajos de esa índole porque a veces son esos trabajos y esos<br />

encargos rutinarios los que permiten subsistir al herrero y le<br />

permiten poder dedicar parte de su tiempo a crear maravillas con<br />

sus manos y el fuego y el hierro.<br />

Volviendo “al calor de mis recuerdos”, me acuerdo de la<br />

primera fragua que tuve; se la compré a un chatarrero y era un<br />

artilugio casero compuesto por un disco de rueda de camión al<br />

que le habían tapado los agujeros y le habían conectado en el<br />

fondo una tobera de fundición con el ventilador… es una pena<br />

que no conserve fotos de ella porque era una reliquia. Después<br />

compré un buen ventilador de manivela, hice unos croquis y le<br />

encargué una fragua a Urbano Gutiérrez, el herrero de Cañaveral,<br />

trabajador infatigable y muy fino trabajando.<br />

Mi segunda fragua © Ramon Rivero Urbano, herrero de Cañaveral © Ramon Rivero<br />

Al ser de soplador manual aquella fragua tenía también el<br />

inconveniente de que si el hierro que estabas calentando era<br />

grueso te tirabas un buen rato dándole a la manivela…


Poco después compré otra fragua en una chatarrería de<br />

Salamanca, también hecha por algún manitas. Esta tenía un<br />

soplador que inyectaba el aire en horizontal, hecho con un buje de<br />

carro. El ventilador lo tenía sobre un soporte sacado hacia fuera<br />

en una de las caras. Había tenido en su tiempo un motor que<br />

movía el ventilador pero cuando yo la compré ya no tenía motor.<br />

Le acoplé una pequeña esmeril a la que previamente le sustituí<br />

una de las muelas por una polea…<br />

Tercera fragua © Ramon Rivero<br />

Cuando la encendía le costaba<br />

unos segundos coger ritmo<br />

pero después iba muy bien…y<br />

además tenía a la vez una<br />

muela de afilar en<br />

funcionamiento.. el problema<br />

es que cuando llevabas media<br />

hora trabajando la esmeril se<br />

calentaba…<br />

Pero a pesar de ese inconveniente en aquella fragua trabajé yo<br />

a gusto bastante tiempo. Ya dejé de sacarla y meterla al taller, la<br />

dejé fija en el exterior y la cubría con unas chapas para protegerla<br />

un poco de la lluvia. Mientras, seguía teniendo la que me había<br />

hecho a medida el herrero de Cañaveral, pero esa la tenía dentro<br />

del taller y no la usaba. Ya tenía además una chimenea en el<br />

tejado de la nave destinada a sacar el humo de la fragua y me<br />

faltaba simplemente hacer la conducción interior desde el bajo<br />

hasta el tejado.<br />

Llegué a tener una cuarta fragua que compré en el rastro de<br />

Gijón, con soplador manual y pintada color rojo inglés. Ya tenía<br />

algún remiendo soldado, era vieja, pero iba bien y era ligerita.<br />

Pasados unos años se la vendí a unos chicos jóvenes de<br />

Santander. Recuerdo que quedé un viernes por la tarde para<br />

entregársela en Torrelavega y como el único sitio conocido para<br />

mí era el recinto del mercado de ganado (debido a que se celebran<br />

en él las exposiciones de perros que puntúan para el campeonato<br />

Nacional) quedamos “a la puerta del recinto del mercado de


ganado”… lo que yo ignoraba era que el recinto tenía dos<br />

puertas… y podríamos habernos esperado inútilmente a 200<br />

metros de distancia durante horas….<br />

Y la siguiente fragua ya<br />

me la hice yo. Es de soplador<br />

horizontal con tobera de<br />

fundición de las que fabricaba<br />

Fundiciones Nava en León,<br />

que, lamentablemente, ya no<br />

existe. Curiosamente esa<br />

tobera estaba copiada de los<br />

bujes de carro, tenía alas<br />

atrás, pero tenía la boca más<br />

reducida y con bastante<br />

grosor, lo que le da más<br />

© foto Ramon Rivero<br />

“longevidad”, aunque a base<br />

de usarla acaban quemándose por la boca y paulatinamente van<br />

quedando como si el desgaste las cortase “a inglete” por la boca y<br />

eso hace que el aire ya no fluya en la dirección que queremos y<br />

nos veamos obligados a sustituirla.<br />

Recuerdo que para hacer esa fragua tomé como referencia la<br />

altura y el fondo de las fraguas fijas que tenía el Centro de los<br />

Oficios de León cuando todavía tenía el taller de forja en el patio<br />

trasero de san Isidoro (que son las mismas que posteriormente han<br />

montado en el interior del taller de Puente Castro).<br />

© foto Ramon Rivero<br />

Esa es la fragua en la que<br />

más trabajo. Me encuentro<br />

muy a gusto en ella aunque<br />

me veo obligado para algunas<br />

cosas concretas a utilizar una<br />

de soplador vertical que<br />

proporciona un fuego de<br />

mayor volumen si es<br />

necesario.


Y allí, al lado de la fragua, en la soledad del taller, me pasan<br />

las horas “al galope” mientras disfruto forjando algo o tratando de<br />

experimentar formas o trabajos nuevos. Hay una cierta paz y una<br />

sensación de “autenticidad” primitiva cuando se trabaja el hierro<br />

en la fragua. Al fin y al cabo estamos moviéndonos<br />

permanentemente entre los cuatro elementos de los presocráticos:<br />

el aire que insuflamos en la fragua; la tierra: el carbón, el hierro,<br />

las cenizas, la escoria…. El agua, que no puede faltar jamás para<br />

enfriar los hierros, para templar, para modular con la escobilla la<br />

intensidad del fuego en la fragua cuando se extiende más de lo<br />

deseado…. Y por supuesto, el fuego que es “el milagro” que nos<br />

permite “domar” el hierro y que es a la vez luz en la penumbra del<br />

taller, calor (y como mi fragua está a 1000 metros sobre el nivel<br />

del mar se agradece el calor casi siempre)…<br />

© foto: centro de los oficios<br />

El fuego es además como un amigo, compañero y testigo vivo<br />

de lo que forjamos. Y me refiero, por supuesto, al fuego de


carbón …las fraguas de gas, más limpias, más cómodas, sin<br />

humos, sin cenizas, más funcionales, etc, etc…carecen del<br />

encanto de la fragua de carbón. Cuando hago algo en la fragua de<br />

gas me parece que estoy trabajando al lado de una caja de zapatos<br />

con 1000 grados en el interior.<br />

© foto Ramon Rivero<br />

Recientemente me he dado de alta en el registro de artesanos<br />

de Castilla y León; realmente ni siquiera me he puesto a evaluar<br />

las ventajas o desventajas de estar registrado como artesano, pero<br />

solicité el alta en el registro artesano porque de alguna manera el<br />

que me consideren “artesano” me congratula (y digo que me


consideren y no el considerarme yo a mi mismo, puesto que al<br />

final los jueces de uno siempre son “los otros”). En tiempos de<br />

robots y ordenadores sentir que haces las cosas con las manos o<br />

herramienta rudimentaria y de una manera natural, imprimiendo a<br />

las piezas tu propio “cuño” me genera buena “sintonía”.<br />

© foto: Ramón Rivero<br />

Lo importante no es hacer más, sino hacer “mejor” y disfrutar<br />

más con lo que haces, sentirte el autor y el artífice de tus obras.<br />

Este creo yo que debe de ser otro de los objetivos que nunca debe<br />

perder de vista el artesano. Sentir que la pieza que acabas de<br />

hacer es una obra tuya es importante y es algo en peligro de<br />

extinción. El operario que trabaja en una gran cadena de montaje<br />

industrial supervisando las máquinas es impensable que cuando<br />

ve el coche acabado lo sienta como una obra suya. Como ya he<br />

comentado antes, la complejidad actual de los procesos de<br />

producción en serie es tan inmensa que cada operario ha sido<br />

reducido por el sistema a una insignificancia…Y una<br />

insignificancia es siempre algo “in-significante”, “prescindible”,<br />

“sustituible” “intercambiable”. Una factoría es una infinidad de<br />

insignificancias que producen en serie. Ser artesano es la<br />

antítesis, es no estar metido en ese saco y sentir que lo que haces<br />

es “tu obra”.<br />

Y ahora… en el tiempo en que las <strong>nueva</strong>s tecnologías hacen que<br />

la ventana al mundo de cada uno de nosotros esté en un<br />

electrodoméstico (aunque no sea “gama blanca” al fin y al cabo<br />

el ordenador ya es un electrodoméstico más); he querido


asomarme a esa ventana para ver lo que otros hacen y que otros<br />

puedan ver lo que yo hago…e intercambiar puntos de vista,<br />

comentarios, o astucias de taller si llega el caso.<br />

Quiero aprovechar esta ventana para dar un abrazo a todos los<br />

que compartimos el amor al hierro y el amor al trabajo artesanal,<br />

sin prisa, con el objetivo prioritario de deleitarnos con el placer<br />

del trabajo “bien hecho”; cuando lo importante como ya he dicho<br />

no es el “más”, sino el “mejor” y lo fundamental no es “cuánto”<br />

sino “cómo”…<br />

¡ Salud a los fragueros !<br />

© foto Ramon Rivero

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