12.05.2013 Views

Capitulo 1 - Libros de Javier Ortega Urquidi

Capitulo 1 - Libros de Javier Ortega Urquidi

Capitulo 1 - Libros de Javier Ortega Urquidi

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

UN AMIGO LIBANÉS<br />

ENERO DEL 2009<br />

UNA HISTORIA DE VIDA, DIGNA DE CONOCER.<br />

PROFR. JAVIER ORTEGA URQUIDI<br />

CAPÍTULO I<br />

UN NIÑO EN LÍBANO<br />

“Hoy recibí noticias <strong>de</strong> América. Mi esposo ha muerto”. El llanto <strong>de</strong> aquella afligida<br />

mujer le impidió seguir hablando. El sacerdote maronita; religioso <strong>de</strong> una iglesia <strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong><br />

Jézzin, en las montañas <strong>de</strong>l sur <strong>de</strong> Líbano la escuchaba con atención; con palabras suaves y<br />

amables la calmó; comprendía la <strong>de</strong>sesperación <strong>de</strong> aquella mujer que quedaba en el mundo<br />

sin el apoyo <strong>de</strong> su pareja, y con varios hijos a los que mantener. La humildad <strong>de</strong> aquella señora<br />

robusta era evi<strong>de</strong>nte, la tristeza que la embargaba envejecía su rostro. De inmediato el<br />

sacerdote hizo tocar las campanas, para comunicarle a la congregación la tragedia que estaba<br />

viviendo la familia Meouchi y acudieran con ellos a ofrecerles sus condolencias, pero sobre<br />

todo su solidaridad, valor muy arraigado en el pueblo libanés.<br />

Un poco más tranquila, salió <strong>de</strong> aquella Iglesia Católica arrastrando sus pasos por las<br />

polvorientas calles <strong>de</strong> aquel poblado, y sin darse cuenta, sumida en sus pensamientos, llegó a<br />

la orilla <strong>de</strong>l río, se sentó <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> un enorme cedro, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cual contemplaba la majestuosa<br />

cascada <strong>de</strong> más <strong>de</strong> CUARENTA metros <strong>de</strong> caída libre que dominaba todo el paisaje. Unos<br />

chiquillos jugaban cerca <strong>de</strong> ella, unas cabras balaban a su alre<strong>de</strong>dor, ella parecía estar<br />

ausente <strong>de</strong>l mundo que la ro<strong>de</strong>aba.<br />

Distraída, arrojaba piedrecillas al fondo con sus <strong>de</strong>dos callosos, y partía en dos las espigas <strong>de</strong><br />

trigo silvestre. La brisa <strong>de</strong> la cascada <strong>de</strong>l río <strong>de</strong> Jézzin mojaba su afligido rostro, y por fin, ya<br />

entrada la tar<strong>de</strong>, se levantó, encaminando sus pasos a la humil<strong>de</strong> vivienda que habitaba. A lo<br />

lejos, en las afueras <strong>de</strong>l poblado, una pequeña casa <strong>de</strong> piedra, con tan sólo dos ventanas<br />

cubiertas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, la esperaba su hija Mariam, que apenas con trece años intentaba tapar<br />

con palos y cartones un agujero en el techo; el humo se alzaba como un gigante al brotar <strong>de</strong><br />

una tronera <strong>de</strong> piedra.<br />

Su pequeño hijo, Maroun, trataba afanoso <strong>de</strong> mantener encendido un fuego que le brindara<br />

calor; el frío otoñal ya calaba hasta los huesos.<br />

La <strong>de</strong>solada mujer entró, empujando una <strong>de</strong>svencijada puerta. Maroun, <strong>de</strong> nueve años <strong>de</strong><br />

edad, perdido en su mundo, la miró sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> hacer su tarea; aunque era un niño se dio<br />

cuenta <strong>de</strong> que algo andaba mal; el rostro <strong>de</strong> su madre así se lo indicaba. Mariam bajó <strong>de</strong>l<br />

techo, adivinando que su madre les traía malas noticias, se limpió las manos en un <strong>de</strong>lantal<br />

azul que llevaba puesto, indicándole a su madre que prepararía algo <strong>de</strong> cenar. Wardy parecía<br />

no escucharla, asintiendo con la cabeza para recostarse en un camastro fabricado con ma<strong>de</strong>ros<br />

rústicos y acolchado con zaleas <strong>de</strong> oveja. El pequeño Maroun se le acercó, abrazándola por el<br />

cuello, le dio un beso en la frente. Ella no pudo más, el llanto, que brotaba <strong>de</strong>l fondo <strong>de</strong> su<br />

corazón, era <strong>de</strong>sgarrador.<br />

Entre sollozos, e hincándose frente a un altar que, polvoriento en un rincón <strong>de</strong> la casa,<br />

albergaba a San Maroun y a Nuestra Señora <strong>de</strong>l Líbano, les dijo: “Su padre ha muerto”. Los<br />

niños se hincaron a los costados <strong>de</strong> su madre, igual que ella, cubiertos <strong>de</strong> llanto. Maroun, sin<br />

compren<strong>de</strong>r, trataba <strong>de</strong> imitar a su hermana mayor. Postrados <strong>de</strong> rodillas ante el altar,


elevaron una plegaria para el <strong>de</strong>scanso eterno <strong>de</strong> aquel querido ser. Se habían quedado solos,<br />

por completo solos y <strong>de</strong>sprotegidos. Un panorama lleno <strong>de</strong> incertidumbre quedaba ante ellos.<br />

El balar <strong>de</strong> unas cabras los hizo volver a la realidad; Wardy y Mariam fueron a encerrar ocho<br />

chivas que tenían, y cuatro cabritos que habían nacido ese año; las or<strong>de</strong>ñaron, <strong>de</strong>jando la<br />

mitad <strong>de</strong> la leche para que pudieran alimentar a sus crías. Apenas si juntaron un par <strong>de</strong> litros<br />

<strong>de</strong> leche. En una jarra blanca <strong>de</strong> peltre la llevaron a la mesa, los dos niños, como podían,<br />

partían leña con una pesada hacha y la acomodaban a un costado <strong>de</strong> la estufa, una especie <strong>de</strong><br />

horno construido con pura piedra y en la parte superior, una lámina <strong>de</strong> fierro, le servía <strong>de</strong><br />

placa. Wardy preparaba huevos revueltos con aceitunas ver<strong>de</strong>s picadas, kawarma; carne <strong>de</strong><br />

cor<strong>de</strong>ro envasada; y Mariam hacía jibs<br />

el tradicional pan libanés, una tortilla hecha <strong>de</strong> trigo molido, <strong>de</strong> casi medio metro <strong>de</strong><br />

diámetro. Cenaron en silencio, acompañados por un té hecho en leche <strong>de</strong> cabra. Wardy bajó<br />

<strong>de</strong> una repisa <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra una botella <strong>de</strong> vino blanco <strong>de</strong>l que ella misma preparaba, sirviéndose<br />

un vaso, el cual tomó con calma; sin quererlo trataba <strong>de</strong> evadir la realidad. Sus hijos la<br />

contemplaban, respetando su dolor.<br />

Por fin el cansancio los venció, el varón se acomodó en un rincón <strong>de</strong> la habitación, sobre unas<br />

pieles, tapado con cobijas <strong>de</strong> lana; la niña se acurrucó en el camastro <strong>de</strong> su madre; la mujer<br />

seguía sentada en una vieja silla <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. La tenue luz <strong>de</strong> un quinqué alumbraba su<br />

<strong>de</strong>solado rostro, las lágrimas ya no brotaban, se escuchaban <strong>de</strong> vez en cuando espasmos <strong>de</strong><br />

sollozos. Su mente viajaba en el tiempo, con los recuerdos, y evocaba cada momento <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>spedida <strong>de</strong> su querido Sa<strong>de</strong>k. Hacía cuatro meses que su esposo se había entusiasmado<br />

con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> ir a probar fortuna a la fabulosa América, se oían tantos cuentos, historias y<br />

leyendas <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s riquezas. Estaba seguro que le iría bien. Creían que juntarían el dinero con<br />

palas, que la pobreza terminaría, y la prosperidad los ben<strong>de</strong>ciría, así que prepararon el viaje.<br />

Fueron hasta Beslaya, un bonito pueblo montañés que se encontraba a escasos quince<br />

kilómetros <strong>de</strong> Jézzin. Acudieron a pedir la protección <strong>de</strong> San Maroun, patrono y santo <strong>de</strong> aquel<br />

lugar, por el que la familia Meouchi tenía gran <strong>de</strong>voción.<br />

Era la tercera vez que acudían a dicho Templo; la primera había sido con el nacimiento <strong>de</strong> su<br />

primogénito Farid, que había fallecido a la edad <strong>de</strong> quince años, víctima <strong>de</strong> una epi<strong>de</strong>mia <strong>de</strong><br />

influenza. La segunda ocasión fue para pedir por la salud <strong>de</strong>l recién nacido Maroun, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

entonces era un niño enfermizo. Ésta era la tercera vez. La familia, jubilosa, se encaminó por<br />

un sen<strong>de</strong>ro flanqueado <strong>de</strong> pinos, encinos, cedros y abetos; campos <strong>de</strong> olivos, trigales, viñedos<br />

y hortalizas. Se <strong>de</strong>tuvieron a <strong>de</strong>scansar en un arrollo y disfrutaron <strong>de</strong> una comida a base <strong>de</strong><br />

higos secos, jocoque, jibs y panecillos, que acompañaban con un dulce, también <strong>de</strong> higo.<br />

Estuvieron una hora rezando en el templo. La tranquilidad <strong>de</strong> aquel lugar no se comparaba con<br />

los peligros a los que Sa<strong>de</strong>k Meouchi se enfrentaría en América.<br />

En tres gran<strong>de</strong>s envoltorios se encontraban las mercancías que saldría a ven<strong>de</strong>r, en<br />

su mayoría artículos <strong>de</strong> mercería; hilos, agujas, alfileres, peinetas, pañoletas, ropa<br />

interior, y algún que otro objeto <strong>de</strong> ornato, como espejos y floreros. Al lomo <strong>de</strong> un<br />

par <strong>de</strong> mulas emprendió el viaje, acompañado por dos <strong>de</strong> sus amigos: Kanaan y<br />

Azar. Este último sería el guía, ya había estado dos veces en el nuevo continente, y<br />

su <strong>de</strong>stino final sería México. Decididos, emprendieron el viaje, llegando a Beirut<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una travesía <strong>de</strong> dos días, pero durante la primera semana no pudieron<br />

encontrar un barco para continuar, <strong>de</strong> modo que <strong>de</strong>cidieron aprovechar la<br />

oportunidad <strong>de</strong> embarcarse en un vapor con rumbo a Venezuela. Después <strong>de</strong> un mes<br />

<strong>de</strong> travesía por el Atlántico, arribaron cerca <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sembocadura <strong>de</strong>l río Orinoco;


los productos que llevaban eran <strong>de</strong> muy buena presencia y excelente calidad. Otro<br />

libanés, ya establecido en el lugar, los convenció para que lo acompañaran a llevar<br />

sus mercancías a algunos pueblos mineros que pagaban muy bien, y en oro. Casi sin<br />

pensarlo aceptaron la propuesta, pero con tal mala fortuna, que una tormenta les<br />

cayó encima, apenas iniciado el viaje. El río embravecido arrastró sin control la<br />

barcaza en la que viajaban, haciéndola zozobrar a mitad <strong>de</strong>l torrente. La mayoría <strong>de</strong><br />

los hombres habían muerto, se salvaron algunos remeros y un turco que los<br />

acompañaba. Dieron aviso a las autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> caminar durante todo un día<br />

por la selva. Al principio fue difícil dar con la i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> los viajeros, ya que los<br />

testigos afirmaban que eran turcos, pues el Líbano, en ese entonces estaba bajo el<br />

protectorado <strong>de</strong> ese país. El barco que los había llevado aún estaba en el muelle, y<br />

en los registros <strong>de</strong>l mismo encontraron los nombres y direcciones exactas <strong>de</strong> los<br />

acci<strong>de</strong>ntados. En el vapor en el que llegaron también regresaron las fúnebres<br />

noticias. Después <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> su hijo Farid, su hija mayor, Regina, se había ido<br />

a probar suerte a Nueva York. La comunidad libanesa <strong>de</strong> aquel lugar había invitado<br />

como trabajadoras huéspe<strong>de</strong>s, a veinte jovencitas <strong>de</strong> la región <strong>de</strong> las Montañas <strong>de</strong><br />

Rihan, y viendo la necesidad y la miseria en la que ella y su familia vivían, Regina<br />

consiguió el permiso <strong>de</strong> sus padres para embarcarse a Norteamérica. Ya tenía doce<br />

años viviendo en la metrópoli, aunque en muy contadas ocasiones se habían tenido<br />

noticias <strong>de</strong> ella. Sus padres sabían que se había casado con un próspero comerciante<br />

<strong>de</strong> ropa, llamado George Haboush, aquello era todo lo que sabían. Wardy Meouchi,<br />

haciendo <strong>de</strong> tripas corazón, afrontó con gran fuerza su realidad y su <strong>de</strong>stino; estaba<br />

embarazada, apunto <strong>de</strong> dar a luz al último <strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong> su querido Sa<strong>de</strong>k; tomó<br />

las riendas <strong>de</strong> la familia que aún tenía, y trató <strong>de</strong> educarlos lo mejor posible, <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> las buenas costumbres, la honra<strong>de</strong>z, trabajo y el respeto hacia los <strong>de</strong>más. Los<br />

acontecimientos <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> su esposo, aceleraron el alumbramiento <strong>de</strong>l bebé.<br />

Las vecinas le llevaban alimentos preparados y trataban <strong>de</strong> ayudar a sus hijos. El<br />

parto se realizó en una noche lluviosa. A sus dos hijos los habían llevado con un<br />

pariente cercano, y a Wardy la asistieron un par <strong>de</strong> comadronas expertas en esa<br />

labor. Un robusto niño rubio, <strong>de</strong> ojos azules, vio por primera vez la luz <strong>de</strong> este<br />

mundo el 15 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1905, el cual fue bautizado por el rito católico maronita<br />

con el nombre <strong>de</strong> Karim. El niño pronto creció bajo los cuidados <strong>de</strong> una madre<br />

amorosa y la protección <strong>de</strong> sus hermanos. De gran inteligencia, trabajador y<br />

or<strong>de</strong>nado, en unos cuantos años ayudaba en todas las labores <strong>de</strong>l hogar. Karim no<br />

conoció a su padre, pero la imagen que su madre le había inculcado lo llevaba a<br />

quererlo e imaginarlo. Wardy <strong>de</strong>spertaba todos los días a sus hijos para que llevaran<br />

a pastar a las cabras y a traer leña seca <strong>de</strong> encino. Los dos niños, <strong>de</strong>scalzos y con<br />

ropas <strong>de</strong>slavadas, trataban <strong>de</strong> ayudar a su madre lo más que les era posible. A diario<br />

le traían agua; mantenían siempre lleno el <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong> la casa; cuando <strong>de</strong>scubrían<br />

bancos <strong>de</strong> barro blanco, le llevaban muestras a su madre, ya que ella fabricaba<br />

vasijas y ollas <strong>de</strong> este material. Antes <strong>de</strong> cocerlas al fuego directo, los niños le<br />

ayudaban a untarlas con agua <strong>de</strong> sal, procedimiento que, al cocerlas, les daba una<br />

textura fina y vidriosa, esto les gustaba mucho, y aprovechaban para fabricar sus<br />

propios juguetes; por lo general hacían imitaciones <strong>de</strong> las herramientas <strong>de</strong> trabajo.<br />

La vida sencilla <strong>de</strong> aquella familia transcurría en su diaria monotonía.<br />

Para po<strong>de</strong>r agenciarse recursos económicos, Wardy empezó a comercializar el vino blanco que<br />

ella misma fabricaba con gran calidad. Su terreno, cubierto <strong>de</strong> parras, no era mayor a una<br />

hectárea, pero sí lo suficiente para elaborar más <strong>de</strong> cien litros <strong>de</strong> vino. A diario cuidaban los<br />

racimos para que tomaran la tonalidad exacta <strong>de</strong> un buen vino, ya que si se les pasaba, la<br />

bebida saldría avinagrada, y si cortaban ver<strong>de</strong>s las uvas, el vino quedaría ácido. Mariam y


Karim recorrían sus parras para vigilar el estado <strong>de</strong> la fruta, estaban diestros en su cultivo, <strong>de</strong><br />

todos modos avisaban a su madre para que ella misma autorizara si pizcaban los racimos.<br />

Ponían las uvas <strong>de</strong>sprendidas <strong>de</strong>l racimo una a una, en un <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> roble,<br />

<strong>de</strong>spués las prensaban con un machacador fabricado con pino blanco. El mosto, jugo que salía<br />

<strong>de</strong> la fruta, lo iban <strong>de</strong>positando en pequeños barriles <strong>de</strong> roble. Allí lo <strong>de</strong>jaban fermentar <strong>de</strong><br />

una manera natural. En ocasiones le agregaban un poco <strong>de</strong> azúcar, para acelerar el proceso <strong>de</strong><br />

fermentación; eso sólo lo hacía Wardy, cuando necesitaba con urgencia el dinero. Por lo<br />

regular, siempre le daba su tiempo natural, fabricando un vino calmo <strong>de</strong> excelente calidad.<br />

Cuando llegaba a salir un vino ácido o amargo lo <strong>de</strong>jaba reposar hasta dos años, para que<br />

fuera tomando el sabor <strong>de</strong> la ma<strong>de</strong>ra, y así componer la esencia <strong>de</strong>l líquido. Wardy tenía un<br />

secreto. A veces, los hombres más ricos <strong>de</strong> la región enviaban a comprarle un vino blanco<br />

natural, que solía fabricar con su fórmula secreta. Hacerlo no era fácil; ponía a sus tres hijos a<br />

pelar uvas negras, <strong>de</strong>positando la pulpa en un alambique <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. El vino blanco natural<br />

que <strong>de</strong> ahí salía, era <strong>de</strong> tan buena calidad y <strong>de</strong> un sabor tan exquisito, que lo buscaban para<br />

ocasiones especiales, ya que era mucho más caro que el vino ordinario.<br />

Los días y los años fueron pasando, y Karim fue creciendo, aquel 15 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1918<br />

que cumplía trece años, su madre le hizo una tarta <strong>de</strong> uva y un <strong>de</strong>licioso dulce <strong>de</strong> higo,<br />

que él mismo ayudó a preparar. En un recipiente puso a cocer higos blancos,<br />

<strong>de</strong>scascarados con anterioridad. Conforme se fueron <strong>de</strong>shaciendo les fue agregando<br />

azúcar, canela molida, y ralladura <strong>de</strong> naranja; cuando estaba a punto <strong>de</strong> “rendirse”, la<br />

mermelada se <strong>de</strong>positaba en platos <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, por si se utilizaba pronto, <strong>de</strong> no ser así, la<br />

envasaban en frascos <strong>de</strong> vidrio al alto vacío para guardarla por mucho tiempo. Hicieron<br />

chocolate con leche <strong>de</strong> cabra y panuchos <strong>de</strong> trigo; habían sacrificado un cabrito, ese día<br />

hicieron también fajitas <strong>de</strong> carne asada. Invitaron a unos cuantos vecinos y familiares.<br />

La plática rondaba sobre América, las señoras y los jóvenes recordaban a sus familiares<br />

y amigos, que ya vivían al otro lado <strong>de</strong>l océano, y Wardy, a su vez, les informó que su<br />

hija Regina ya le estaba mandando dinero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que supo <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> su padre, pero<br />

que no era muy seguro el envío.<br />

En ocasiones, por cartas <strong>de</strong> la propia joven, se daba cuenta <strong>de</strong> cantida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> dólares que<br />

jamás habían llegado a sus manos; aunque les escribía poco, el saber <strong>de</strong> ella le alegraba el<br />

corazón; el correo era un gran problema, el mundo en guerra impedía un libre tránsito.<br />

Muchas veces, los militares <strong>de</strong> una u otra nación, asaltaban buques mercantes con el pretexto<br />

<strong>de</strong> buscar enemigos. Karim <strong>de</strong>cidió viajar a Estados Unidos. El chiquillo, emocionado, ya<br />

contaba los meses para po<strong>de</strong>r emigrar; lo único que lo <strong>de</strong>tenía era su querida madre. Su<br />

hermana, Mariam, aunque muy bonita <strong>de</strong> facciones, era muy retraída y seria, no le<br />

gustabaacudir a reuniones ni a paseos, su única salida era al templo los domingos. Recorrían<br />

en familia las polvorientas calles <strong>de</strong> Jézzin o disfrutaban <strong>de</strong> ver pasar a la gente en la plazoleta<br />

<strong>de</strong>l pueblo. Los cascos <strong>de</strong> los caballos, o <strong>de</strong> las escasas carretas que transitaban, se escuchaban<br />

tintineantes en las calles empedradas <strong>de</strong>l centro <strong>de</strong>l pueblo. La majestuosa iglesia, <strong>de</strong><br />

arquitectura romana y fabricada con cantera, elevaba sus torres al cielo; las casas <strong>de</strong> piedra<br />

eran coronadas, en su gran mayoría, con teja roja.<br />

En los alre<strong>de</strong>dores vivían los ricos <strong>de</strong>l lugar y a las afueras, en pequeñas explanadas o en las<br />

faldas <strong>de</strong> los cerros, el grueso <strong>de</strong> la población. Una luz <strong>de</strong> esperanza iluminó el rostro <strong>de</strong> Karim.<br />

Bullicioso, inteligente y empren<strong>de</strong>dor, se encontró con su amigo Kamel Slim, tres años mayor


que él, quien le informó que el siguiente verano se iría a Norteamérica. Des<strong>de</strong> aquel momento,<br />

Karim no perdía oportunidad para ir a visitarlo. Le gustaba escuchar sus relatos, con los que<br />

fue creciendo una llama <strong>de</strong> esperanza en su cerebro <strong>de</strong> adolescente. Des<strong>de</strong> aquel momento,<br />

empezó a guardar liras turcas y monedas <strong>de</strong> oro que circulaban en el país. Su objetivo estaba<br />

marcado, no tenía retorno: América. Día tras día preparaba a su familia para el viaje; su madre<br />

se acostumbró al tema, estaba segura <strong>de</strong> que faltaban muchos años para que su hijo iniciara la<br />

gran aventura; ella aún lo veía como un chiquillo travieso, por eso, cuando el niño le avisó que<br />

partiría ese mismo mes, la mujer no supo qué hacer ni qué <strong>de</strong>cir. Pidió apoyo para que otros<br />

familiares hablaran con el niño y lo disuadieran <strong>de</strong>l viaje, pero sin resultado; todo estaba<br />

<strong>de</strong>cidido.<br />

En 1919 preparó su partida. Los franceses habían tomado posesión <strong>de</strong>l territorio libanés y las<br />

cosas habían mejorado, disminuyendo el peligro para viajar, y muchos buques <strong>de</strong> vapor partían<br />

a diario hacia la po<strong>de</strong>rosa Norteamérica. Wardy, resignada, aceptó y apoyó –a regañadientes–<br />

la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong>l joven. Le preparó conservas <strong>de</strong> uva, <strong>de</strong> higo y kawarma, y en una bolsa le puso<br />

jocoque, higos y dátiles secos; en otra envolvió jibs y panes <strong>de</strong> trigo, un frasquito con aceite <strong>de</strong><br />

oliva, aceitunas negras envasadas, carne seca <strong>de</strong> borrego y huevos cocidos. Un par <strong>de</strong> cambios<br />

<strong>de</strong> ropa lo acompañaban, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> algunas liras turcas y pocos dólares. Su madre le dio la<br />

bendición, frente a él trató <strong>de</strong> estar serena. Observaba a los viajeros; blanca, ojos <strong>de</strong> color,<br />

impávida, el pelo castaño, largo hasta los hombros recogido con una peineta <strong>de</strong> concha, y la<br />

cabeza cubierta por una pañoleta <strong>de</strong> seda. Su vestido largo casi tocaba el suelo, sus manos<br />

callosas y sudorosas se entrelazaban al frente <strong>de</strong> su vientre, y unos raídos zapatos cubrían sus<br />

pies. Maroun y Mariam la flanqueaban; la joven se echó a llorar en los brazos <strong>de</strong>l hermano<br />

que partía. Karim limpiaba con disimulo unas lágrimas que se escapaban, tratando <strong>de</strong> ser<br />

fuerte. La mirada <strong>de</strong> todos los viajeros estaba sobre él. Maroun, en su mundo, no comprendía<br />

lo que estaba sucediendo, se retiró <strong>de</strong>l grupo y siguió partiendo leña. Las cabalgaduras, asnos,<br />

mulas y caballos, doce en total, fueron rentadas por el mismo guía que los llevaría a Beirut al<br />

subir la primer cumbre.<br />

Karim alcanzó a divisar su humil<strong>de</strong> casa. Contempló su pueblo natal, y lo grabó en su mente,<br />

como una fotografía; la gran cascada <strong>de</strong> Jézzin se <strong>de</strong>spedía <strong>de</strong> él, las lágrimas bañaban su<br />

rostro. El niño no quiso <strong>de</strong>jar ninguna marca en su casa para que lo recordaran, estaba seguro<br />

que regresaría en unos cuantos años. Cientos <strong>de</strong> historias <strong>de</strong> jóvenes libaneses, que <strong>de</strong>jaban<br />

algún testimonio para ser recordados, eran tema en las conversaciones <strong>de</strong> los amigos, así<br />

recordaban a Pedro Rouhana Elemsan, que con apenas dieciseis años había emigrado a<br />

América. Al <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> su tía, quien estaba pintando su casa, metió la mano en la mezcla y<br />

la plasmó, en la trabe <strong>de</strong>l techo <strong>de</strong> la sala, y le dijo: “¡Para que me recuer<strong>de</strong>n, tía! Cada vez<br />

que vean esta huella en el techo, yo estaré presente con uste<strong>de</strong>s”.<br />

Karim fue sacado <strong>de</strong> sus pensamientos, el grito <strong>de</strong>l guía lo hizo volver a la realidad, azuzando a<br />

la mula que llevaba para que continuara el viaje. Pronto se perdieron en la espesura <strong>de</strong>l<br />

bosque, entre sen<strong>de</strong>ros tortuosos, flanqueados por gran<strong>de</strong>s rocas y exuberante vegetación.<br />

Las bestias se <strong>de</strong>tenían a mordisquear la makia, la garriga y las flores <strong>de</strong> daisfun, que<br />

<strong>de</strong>spedían un olor más fuerte y grato que el naranjo. Estas plantas abundaban por doquier, a<br />

cada momento tenían que apartar <strong>de</strong>l camino ramas <strong>de</strong> encino, <strong>de</strong> cedro o <strong>de</strong> pino, que<br />

cubrían la cordillera montañosa <strong>de</strong> Líbano.


Algunas gacelas y burros salvajes cruzaban corriendo. Cerca <strong>de</strong> ellos pastaban los<br />

borregos libaneses, un animal muy parecido al borrego americano, pero con una cola<br />

<strong>de</strong> grasa muy corta, que medía hasta treinta centímetros, que llegaba a pesar quince<br />

kilos, por lo que la cargaban en el lomo. Estos animales los veían pasar a pru<strong>de</strong>nte<br />

distancia, balaban <strong>de</strong> cuando en cuando y seguían mordisqueando la hierba. El camino<br />

iba a ser más o menos <strong>de</strong> setenta kilómetros, llegarían al puerto al día siguiente. Se<br />

<strong>de</strong>tuvieron a orillas <strong>de</strong> un arroyuelo a <strong>de</strong>scansar y comer algo; hacía un rato que<br />

habían pasado el pueblo <strong>de</strong> Basaba. Un grupo <strong>de</strong> facinerosos los asaltó, traían armas<br />

<strong>de</strong> largo alcance. Nada pudieron hacer, por suerte Karim había guardado unos dólares,<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una bolsa <strong>de</strong> tela, que su madre le cosió en los calzones, otras monedas <strong>de</strong><br />

oro, las llevaba ocultas en los zapatos, pero al ser encañonado por uno <strong>de</strong> los<br />

asaltantes, Karim no pudo negar que llevaba dinero, y tuvo que entregarles cinco liras<br />

turcas, que a propósito llevaba en el bolsillo. El hombre se quedó tranquilo con éste<br />

botín, los pantaloncillos cortos que vestía, <strong>de</strong>mostraban la corta edad que tenía y<br />

como apenas era un chiquillo, supuso que era todo el dinero que llevaba encima. Lo<br />

que no perdonaron fue la bolsa con las provisiones que llevaba atada en la montura;<br />

ese fue el botín que se llevaron; todo terminó tan pronto como había empezado.<br />

Karim estuvo a punto <strong>de</strong> regresar a su pueblo, pero su espíritu <strong>de</strong> lucha y <strong>de</strong> triunfo se<br />

lo impidió; no iba a ser <strong>de</strong>rrotado por el infortunio. Sin más contratiempos llegaron a<br />

su <strong>de</strong>stino, pasaron por el puerto <strong>de</strong> Sidón y encaminaron sus pasos a Beirut. Ese<br />

mismo día encontraron un buque que los llevaría a Estados Unidos, otras personas<br />

iban a México, a Brasil o a Argentina, por lo que esperaron otra embarcación. Con<br />

Karim viajaba Saddam y Kamel, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> otro matrimonio, que también se dirigía a<br />

Nueva York. Sus amigos tenían otro <strong>de</strong>stino final; él llevaba la dirección <strong>de</strong> su hermana<br />

Regina. En treinta días llegaron a la gran ciudad. Des<strong>de</strong> la proa, Karim observaba<br />

maravillado, los edificios. Le sorprendía el tranvía y la gran cantidad <strong>de</strong> automotores<br />

que ya existían por aquel entonces; lo veía todo y no observaba nada, no sabía qué<br />

mirar, todo era <strong>de</strong>slumbrante y majestuoso. Sin haber <strong>de</strong>sembarcado, ya se sentía<br />

extraviado; no hablaba inglés, por lo que pidió a uno <strong>de</strong> sus amigos que, antes <strong>de</strong> partir<br />

a Washington lo acompañara a buscar a su hermana. Comprobó que estaba solo, sus<br />

compañeros <strong>de</strong> viaje <strong>de</strong> inmediato buscaron la forma <strong>de</strong> trasladarse a su <strong>de</strong>stino final.<br />

Como pudo, logró abordar un taxi, le mostró la dirección al conductor y el ruidoso auto<br />

se puso en movimiento, lo condujo por intrincadas callejuelas, el taxista le dio varias<br />

vueltas y por fin se <strong>de</strong>tuvo frente a un viejo edificio <strong>de</strong> apartamentos. El niño pagó un<br />

dólar por el servicio; un precio exagerado para esa época; a<strong>de</strong>más se percató que el<br />

domicilio estaba a escasas dos cuadras <strong>de</strong>l muelle. Con su primera lección a cuestas, se<br />

dio cuenta que no podía confiar en todas las personas. Entró al edificio don<strong>de</strong> vivía su<br />

hermana; tocó a la puerta, una mujer vestida con sobriedad, le abrió y lo saludó en<br />

inglés, pero con acento árabe. Antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir nada, con voz trémula, casi inaudible<br />

pronunció: “Recibe un abrazo <strong>de</strong> mi madre; yo soy Karim”. La mujer lo estrechó entre<br />

sus brazos y, entre sollozos, le dijo que su madre se lo había <strong>de</strong>scrito en las cartas tal y


como era. Ella no lo conocía, ya que había nacido <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que Regina partiera. Lo<br />

invitó a pasar, le presentó a su esposo, que con un saludo seco le indicó don<strong>de</strong> pusiera<br />

sus cosas. Le prestarían un <strong>de</strong>sván para que durmiera; la situación no fue más afable<br />

con sus sobrinos, que al llegar <strong>de</strong> la escuela lo saludaron en inglés; <strong>de</strong> mala gana<br />

entablaban comunicación en árabe. De inmediato, Karim se dio cuenta que estaba en<br />

otro mundo; era su familia <strong>de</strong> sangre, pero en realidad se encontraba entre auténticos<br />

<strong>de</strong>sconocidos. Se sentía como un intruso, que había llegado a molestar a esa familia.<br />

La vivienda era muy humil<strong>de</strong>, obscura, encerrada y húmeda; la incomodidad física no<br />

significaba problema alguno, estaba acostumbrado a vivir con privaciones, pero la indiferencia<br />

<strong>de</strong> su familia y las discusiones que a diario escuchaba entre su hermana y su cuñado, lo<br />

incomodaban, aunque hablaban en inglés, se daba cuenta que hablaban <strong>de</strong> él. Apenas tenía<br />

dos semanas en Nueva York, cuando su hermana le dijo: “Lo siento mucho Karim, pero....tienes<br />

que irte <strong>de</strong> mi casa ¡Nosotros, no po<strong>de</strong>mos mantenerte!”. Las palabras retumbaron en su<br />

cerebro, un <strong>de</strong>jo <strong>de</strong> tristeza e incredulidad se reflejó en su infantil rostro, la ilusión con la que<br />

había llegado se <strong>de</strong>svanecía, su corazón estaba <strong>de</strong>strozado, se le hizo un nudo en la garganta, a<br />

punto <strong>de</strong> llorar se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> su hermana, le dio un beso, tomó su pequeña maleta y salió a<br />

las calles <strong>de</strong> aquella imponente ciudad.<br />

Las lágrimas quemaban sus mejillas, estaba lloviendo, caminaba sin rumbo fijo, arrastraba los<br />

pies, miles <strong>de</strong> pensamientos se agolpaban en su mente, <strong>de</strong>ambulaba por las calles sin saber<br />

que hacer o a don<strong>de</strong> ir. El recuerdo <strong>de</strong> su madre lo animó para sobreponerse a la adversidad,<br />

tenía que triunfar en América y para lograrlo <strong>de</strong>bería apren<strong>de</strong>r el idioma. No supo como, pero<br />

llegó a la estación <strong>de</strong> trenes, se recostó en una banca, y pronto el sueño lo venció, el frío <strong>de</strong> la<br />

madrugada lo <strong>de</strong>spertó, sentía un vacío en el estómago; no había comido nada en todo el día,<br />

en un puesto compró un café y unas donas, mucha gente caminaba por los an<strong>de</strong>nes, mientras<br />

otras esperaban la hora <strong>de</strong> partir, un niño negrito lustraba el calzado a personas que vestían<br />

trajes <strong>de</strong> levita. Karim se mantuvo cerca <strong>de</strong>l niño, fijándose en los pasos <strong>de</strong>l proceso, en fin<br />

niños; en pocas horas ya eran amigos, el idioma no era impedimento para comunicarse, esa<br />

misma tar<strong>de</strong> compró lo necesario para asear calzado, el niño <strong>de</strong> color lo auxilió para que<br />

comprara las cosas, lo invitó a dormir con él, en una bo<strong>de</strong>ga <strong>de</strong>l muelle, en la que pasaban la<br />

noche otras personas. Karim lustraba calzado, barría banquetas, vendía dulces y cuidaba carros<br />

afuera <strong>de</strong> los teatros; pero por las noches acudía a la escuela, en poco tiempo juntó dinero<br />

para rentar un cuarto en un vecindario <strong>de</strong>l Bronx.<br />

Un día se encontró a un paisano que le informó acerca <strong>de</strong> un tío, que vivía en Virginia, le<br />

sugirió que lo buscara, dándole la dirección afirmó: “¡Búscalo! Es muy buena gente, se cambió<br />

el apellido, pero es hermano <strong>de</strong> tu mamá, ahora se hace llamar Elías Moshy”.<br />

Cuando aprendió un poco <strong>de</strong> inglés, buscó en su escaso equipaje, la dirección <strong>de</strong>l tío, tan<br />

pronto como pudo, le envió una carta, para establecer comunicación con él; estaba temeroso<br />

<strong>de</strong> recibir malas caras, la experiencia vivida en casa <strong>de</strong> su hermana, lo había marcado para<br />

siempre; <strong>de</strong> ahora en a<strong>de</strong>lante trataría <strong>de</strong> pisar suelo firme.<br />

Estuvo unos meses en Nueva York, se trasladó al estado <strong>de</strong> Virginia, por la noche llegó<br />

a la estación <strong>de</strong>l tren en Richmont, allí mismo durmió, para no molestar a su tío Elías


Moshy. Apenas salir el sol, se lavó la cara en una fuente pública, se peinó y encaminó<br />

sus pasos a un barrio resi<strong>de</strong>ncial. El niño estaba tenso, antes <strong>de</strong> tocar la campanilla<br />

suspiró con profundidad, esperó unos instantes, se escuchó un pasador al ser<br />

removido, un hombre calvo, <strong>de</strong> tez blanca y ojos azules, con una afable sonrisa, le<br />

saludó en perfecto árabe, al i<strong>de</strong>ntificarse, le dio un abrazo y un beso, lo hizo pasar, le<br />

presentó a su esposa; una elegante mujer anglosajona; que lo recibió con los brazos<br />

abiertos y una amplia sonrisa <strong>de</strong> bienvenida, sintió el afecto con que era tratado. Le<br />

ofrecieron <strong>de</strong>sayuno, mientras platicaban con efusividad. El tío Elías preguntaba acerca<br />

<strong>de</strong> sus familiares, el hombre estaba fascinado con la llegada <strong>de</strong> aquel chiquillo. Ambos<br />

salieron <strong>de</strong> la casa, se encaminaron a una tienda <strong>de</strong> ropa; propiedad <strong>de</strong> Elías; el niño<br />

trabajaría con él; mientras conseguía un empleo; aunque le ofreció su casa para vivir,<br />

Karim muy diplomático se negó, aduciendo que <strong>de</strong>seaba vivir solo, para<br />

in<strong>de</strong>pendizarse y forjar su propio <strong>de</strong>stino. El niño le pidió le <strong>de</strong>jase dormir en la<br />

bo<strong>de</strong>ga, mientras rentaba un <strong>de</strong>partamento.<br />

En pocos meses Karim se adaptó a su nueva vida, consiguió empleo en un restaurante, en el<br />

que trabajaba todo el día, y por las noches estudiaba el inglés, vivía en un barrio negro y todos<br />

sus amigos eran <strong>de</strong> esa raza, con ellos en poco tiempo dominó el idioma, a tal grado que se<br />

graduó con honores y la escuela le entregó una medalla dorada, en reconocimiento a su<br />

<strong>de</strong>sempeño. Los años pronto pasaron, a través <strong>de</strong> cartas estaba en comunicación con su<br />

madre, a la que enviaba dinero cada dos meses, con religiosa puntualidad. Karim embarneció,<br />

ahora era un apuesto jovencito, ya trabajaba como empleado <strong>de</strong> mostrador en una tienda,<br />

propiedad <strong>de</strong> un paisano <strong>de</strong> Jézzin, allí tenía oportunidad <strong>de</strong> relacionarse con chicas <strong>de</strong> todos<br />

los estratos sociales, situación que pronto le hizo entablar una relación <strong>de</strong> noviazgo con guapas<br />

señoritas <strong>de</strong> diferentes razas, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> lado la convivencia con sus amigos <strong>de</strong> color. Una<br />

noche mientras dormía, escuchó ruidos afuera <strong>de</strong> su <strong>de</strong>partamento, al asomarse <strong>de</strong>scubrió a<br />

unos hombres, que encapuchados, trataban <strong>de</strong> abrir su puerta, el grito que dio, sorprendió a<br />

los intrusos que huyeron <strong>de</strong> inmediato, no sin antes <strong>de</strong>jar un recado que a la letra <strong>de</strong>cía:<br />

“Retírate <strong>de</strong> los negros, <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> relacionarte con ellos o te vas a morir; Ku Kux Klan”.<br />

Karim no hizo caso <strong>de</strong> las amenazas, pero ya no era lo mismo, ese año <strong>de</strong>cidió ir a Nueva York a<br />

seguir sus estudios, laborar un tiempo y embarcarse <strong>de</strong> regreso a Líbano. Su carácter afable<br />

pronto le permitió conseguir empleo en una imprenta; como no tenía qué hacer ni a dón<strong>de</strong> ir,<br />

trabajaba turnos dobles para enviarle dinero a su mamá. En pocos meses reunió un capital.<br />

El dueño <strong>de</strong> la imprenta le prestó un cuarto para que viviera, a<strong>de</strong>más, le servía como velador.<br />

Así pasaron los días, se había acostumbrado a la vida urbana <strong>de</strong> Nueva York, pero extrañaba a<br />

su madre y a sus hermanos.<br />

El empeño que puso en sus estudios, pronto le hizo graduarse <strong>de</strong> la preparatoria, con tan<br />

buenas calificaciones que el periódico publicó su historia <strong>de</strong> vida, para ejemplo <strong>de</strong> los jóvenes.<br />

El carácter se le había curtido, la ingenuidad <strong>de</strong>l niño montañés había <strong>de</strong>saparecido, ahora<br />

soñaba con tener su propio negocio. Le llegó una carta <strong>de</strong> Líbano, su madre le indicaba que<br />

estaba muy enferma y que le gustaría verlo, sin pensarlo más, echó mano <strong>de</strong> sus ahorros, pidió<br />

autorización a su patrón y se embarcó al viejo continente. En unos meses regresaría, en una<br />

situación muy diferente a la primera vez. Ya tenía trabajo, hablaba muy buen inglés,<br />

continuaba con sus estudios y la vida cada día se le hacía más fácil en el extranjero.


… CONTINUARÁN 392 PÁGINAS DE UNA FANTÁSTICA HISTORIA DE LA VIDA REAL, CUYO<br />

EJEMPLO Y VALORES CONMOVERÁ A LOS LECTORES. INCLUYEN 160 FOTOGRAFÍAS.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!