nº 373/23-x-2003 semanario católico de información ... - Alfa y Omega

VER, OÍR Y CONTARLO 23-X-2003
¿Qué valor tiene la política?
El profesor Miquel Bastons i Prat, en
su reciente tratado sobre la filosofía
de la acción en Aristóteles, nos recuerda
que, «después de una larga pervivencia
de la tradición aristotélica y tomista,
lo que se llama Filosofía práctica –Ética
y pensamiento político– sufre, con Kant,
una profunda modificación. La unidad entre
Ética y Política, que era uno de los más sólidos
pilares, se quebranta al trasladarse el
fundamento de la conducta humana a la subjetividad.
La Ética se convierte en teoría de
la moralidad, y la Política, alejada de aquélla,
se convierte en teoría de la legalidad».
Nueva Revista
En el útimo número de Nueva Revista,
Rafael Llano escribe bajo el sugerente título
¿A quiénes consideramos hombres políticos
buenos?, y señala: «Aristóteles, que
al fin y al cabo era un hombre griego y llevaba
la ciudad en las entrañas, era, además,
filósofo y no sociólogo, razón por la cual,
si se ponía a escribir un libro tan complicado
como la Ética a Nicómaco, era con objeto,
no de describir los tipos de vida libre
posible –todos en principio buenos, por lo
menos para el individuo que los elige–, sino
de discutir, por medio de una severa inspección
racional, cuál de ellos cabría considerar
el mejor. Aristóteles, ya lo hemos dicho,
no tiene nada en contra del logro del
bien individual, al contrario, lo asume como
punto de partida; pero, puesto que le interesa
saber qué es, entre todas las cosas elegibles,
lo mejor por lo que puede decantarse
un ser humano, asegura que el logro del
bien de la ciudad es más deseable, mejor y
más perfecto en sí mismo, que el logro del
bien individual, y lo razona así: Si ya es apetecible
procurarlo [el bien] para uno solo, es
más hermoso y divino para un pueblo y para
las ciudades».
Boletín de la ACdeP
La revista de la Asociación Católica de
Propagandistas regala a sus lectores un magnífico
documento con el texto de la conferencia
que Alfredo Dagnino Guerra pronunció
en la XCI Asamblea General de la
citada Asociación. Allí se lee: «A la participación
de los católicos en la vida pública no
es dable oponer ni la aconfesionalidad del
Estado, ni la autonomía del orden religioso
frente al temporal. Tales valores no pueden
servir para impedir o dificultar las legítimas
aspiraciones de los católicos de abrir caminos
de presencia y colaboración en la vida pública.
Es evidente que hoy nadie piensa que
los católicos puedan imponer las normas morales
relativas a la vida social y política como
reglas de comportamiento y convivencia para
todos los ciudadanos. Tales pretensiones
no estarían de acuerdo con las propias enseñanzas
de la Iglesia acerca de la libertad religiosa
y de sus relaciones con la sociedad
secular, tal como han sido expresadas por el
magisterio pontificio y el Concilio Vaticano
II, ni se comparecerían con los principios y
reglas que informan nuestra Constitución.
Pero
es evidente también que
la aconfesionalidad (que no laicismo)
proclamada por el orden constitucional
imperante, cuyo fundamento y razón
reside en la necesidad de garantizar la libertad
religiosa y la de que el poder público no
abandone la neutralidad confesional a la que
está constitucionalmente obligado, tampoco
puede servir para prescindir del hecho religioso,
ni para imponer la reducción de lo
religioso al ámbito de lo privado, ni mucho
menos para dispensar a los poderes públicos
del cumplimiento del deber de reconocer y
tutelar los derechos de los católicos, a quienes
corresponde promover las condiciones
para que los derechos y libertades de los ciudadanos
y de los grupos sean reales y
efectivas, remover los obstáculos que impidan
o dificulten su plenitud y facilitar la participación
de los católicos en la vida política,
social y cultural. Del laicismo, sin embargo,
se destaca el riesgo de que se revele como
una limitación de los derechos inalienables».
Compañía de las Obras
Las ya inmediatas elecciones a la Comunidad
Autónoma de Madrid han tenido, por
parte de la Compañía de las Obras, ligada
al movimiento Comunión y Liberación, la
siguiente reflexión publicada en un manifiesto
que se pregunta: ¿Qué valor tiene la
política? Y responde: «Para una realidad del
pueblo, de hombres y mujeres implicados
en la vida social y que promueven iniciativas
empresariales y asociativas con el ideal de
que sirvan a las necesidades de todos, tiene
un valor
indiscutible.
Sin embargo, no lo esperamos todo de
ella. A los responsables de las Administraciones
públicas les pedimos, simplemente,
que respeten, favorezcan y apoyen subsidiariamente
la iniciativa de las personas, las
familias, las asociaciones y las organizaciones
sociales. Nada más lejos de la utopía,
no sólo de la de un mundo perfecto que
nos ahorre el uso de la libertad, sino también
de la de quienes exigen a los políticos
más de lo que pueden dar.
No nos escandaliza la incoherencia de
los políticos, ni tampoco la nuestra. Ni siquiera
exigimos para votarlos que piensen lo
mismo que nosotros. Les pedimos que busquen
el bien común y defiendan la libertad
de la sociedad.
Por ello, nos decantamos por quien asegure
un clima de estabilidad social y de convivencia
que permita a la sociedad civil
construir. Por quien apoye a los pequeños y
medianos empresarios y defiendan a las familias.
Por quién se muestre más comprometido
con la libertad de educación, la defensa
de la vida y la promoción de una cultura
respetuosa con el sentido religioso en
cuanto factor indispensable para una convivencia
en paz (Cfr. Nota de los obispos de
Madrid). Por quien favorezca la participación
de la iniciativa social y privada en la
gestión de los servicios públicos».
José Francisco Serrano
redactorjefe@planalfa.es
Ilustración
del Movimiento
Cristiano
de Trabajadores
11 A
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