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18 IES ANTONIO DOMÍNGUEZ ORTIZ
Ángel sin controlar sus propios dedos
por los nervios, logró contestar
al teléfono…
—¿Qué pasa tronco? le preguntó
su amigo Javi, y Ángel al escuchar
la voz de su amigo se quedó
más relajado.
—Vente a la fiesta, te
espe¬ramos.
Su colega vivía en el bloque de
al lado. Los pisos se comunicaban
entre sí con una puerta pero había
que recorrer un pasillo enorme y
demasiado largo.
Cuando salió de su casa y se fue
andando, en la mitad del camino
se fue la luz. La tormenta, afuera,
seguía con fuerza.
Escuchó un ruido extraño a su
espalda. Se giró. De repente vio
la imagen de la chica del vestido
blanco.
Apareció la luz.
Corriendo y casi sin aire en
sus pulmones, subió a la casa de
Javi. Tocó tres veces el timbre,
su amigo tardaba demasiado en
abrir la puerta, quizás ni lo había
escu¬chado, el ruido proveniente
del interior era demasiado alto.
Por fín, después de dos interminables
segundos y con el corazón
saliéndosele del pecho, la puerta se
abrió.
—Ángel, ¿qué te pasa? estás pálido.
Anda, pasa, pasa.
—No te vas a creer lo que he visto.
Le contestó con voz temblorosa
Ángel.
En medio de todo el barullo se
dirigieron a la cocina buscando un
poco más de tranquilidad. Allí Ángel
le contó lo ocurrido a Javi.
Javi no pudo contenerse la risa y
le dijo:
—Pero tío, ¿qué te has fumado?,
no estás bien. Tómate algo y relájate.
De nuevo se fue la luz. En el
cristal de la ventana vieron reflejada
la cara de la chica del vestido
blanco con la cara manchada de
sangre, sonriéndoles.
Se fueron nerviosos al comedor
donde estaban todos y lo empezaron
a contar. La gente no se lo creía
pero empezaron a suceder cosas
extrañas: la música se paraba a su
antojo, las luces iban al revés de la
música, en la televisión apagada
salió la chica del vestido blanco…
Se acabó la fiesta…
CAPÍTULO II
El lunes en clase de inglés la
profesora les hizo guardar un minuto
de silencio por la muerte del
jardinero.
Todos los alumnos lo sabían,
como también sabían que no fue
una muerte natural, sino tremenda.
A lo largo de la tarde empezaron
a desaparecer personas. Se
toma¬ron los pasos oportunos: llamaron
a los padres y les informaban
de que sus hijos no estaban en
el centro. Lo más probable es que
se saltaran la valla.
Uno de los padres preocupado
empezó a llamar a su hijo. El teléfono
no lo cogió quien esperaba,
lo encontró y contestó a la llamada
Jose.
—¿Quién es? Contestó Jose.
Y dijo el padre:
—No, ¿Quién eres tú?
—Yo soy Jose y no sé de quién es
este teléfono.
—Soy el padre de Pablo.
—¿Pablo? Ah, ¿el Pablo de 1ºD?
—Sí, ¿está contigo?
—No, he escuchado que se ha
escapado junto con otros chicos.
Tengo que entrar corriendo en clase,
si quieres dejo el móvil en secretaría
y luego te pasas a recogerlo.
—Muchas gracias por todo.
Lo que no sabía José era que
después de terminar la llamada se
iba a encontrar de fondo de pantalla
a Pablo con sus amigos pero detrás
de estos: una imagen turbia de
una chica con un vestido blanco y
la cara cubierta de sangre sonriendo.
Tal como dijo José al padre de
Pablo se fue corriendo a secretaría
a dejar el móvil. Allí el director,
Don Carlos, le preguntó:
—¿Qué haces aquí? No tendrías
que estar en clase.
—Sí pero me he encontrado este
móvil y venía de devolverlo.
—Ya, ¿pero de quién es el teléfono?
—Pues de Pablo, del chico que
se ha perdido
—Sí, pero ¿tú qué sabes del niño
que se ha perdido? —le preguntó
Don Carlos con voz siniestra.
—Nada, nada. Yo sólo venía a
dejarlo—. Contestó José.
Y seguidamente le preguntó al
director:
—Y… ¿usted sabe algo de Pablo?
—No, no ¡Qué voy a saber yo!
Pues no lo sé, jejeje se rió José
pero oye ¿se ha fijado en la chica?
¿la que tiene la cara manchada de
sangre? La que está detrás de ellos.
No, no hay nada. Sólo están
ellos. Algo inquieto contestó así a
la pregunta de José el director.
—Amm… bueno señor director,
me voy que llego tarde a clase.
Adiós y buenas tardes.
—Adiós y ¡gracias por devolver
el móvil!
De repente aparecieron Javi y
Ángel por el pasillo y José les saludó:
—¡Hola chavales!
—Hola contestó Javi. Hace mucho
que no te veía. ¿Qué te cuentas?
¿ya has pasado a tercero, verdad?
—Sí Javi, lo conseguí. ¿Y tú, en
qué curso estás ahora?
—En primero de ESO.
—¿Y tú Ángel? ¿en qué curso
estás?
—En primero, como Javi.
José les preguntó si se habían
enterado de lo que había pasado