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Mis recuerdos de Añorga<br />
ÑORGA aparece varias veces en mi Mi viaje<br />
diario. La primera, cuando evoco el carro de la lechera<br />
que una mañana terminó de conducirme a mi quehacer<br />
de todos los días en San Sebastián. Al coche motor del<br />
tren mañanero de los Vascongados se le rompió el e¡e.<br />
Cuento cómo por el terraplén poblado de acacias baje a<br />
la carretera y anduve un trecho con los niños que iban a<br />
la escuela de Añorga, escuchando sus comentarios.<br />
Durante nueve años, a partir del mes de octubre del<br />
año 1939, utilicé el tren de la Costa en el trayecto comprendido<br />
entre Zarauz y San Sebastián. Yo pasaba por<br />
Añorga todos los días dos veces y a veces hasta cuatro.<br />
Añorga ero entonces bastante distinto a la elegante<br />
barriada que es actualmente. Pero ya se adivinaba una<br />
decidida e inteligente voluntad de embellecer aquel<br />
paraje, sobre el que siempre planeaba una nube de polvo<br />
que ponía blanco todo: los tejados, los árboles y hasta<br />
la hierba de los prados en un gran espacio a la redonda.<br />
Pero yo amaba ciertos cordiales detalles de aquel<br />
barrio.<br />
La mañana del Lunes Santo solía asomarme a la ventanilla<br />
del tren para ver, como recuerdo del Domingo de<br />
Ramos, la pequeña locomotora del trenecito de la fábrica,<br />
engalanada por sus cuatro costados con ramas de laurel<br />
florido. A mí me parecía —y me sigue pareciendo— que<br />
aquel ingenuo adorno de la locomotora significaba mucho.<br />
También solía asomarme los días anteriores a la festividad<br />
de la Virgen del Carmen, patrona de Añorga,<br />
durante los breves instantes que el tren de la Costa tardaba<br />
en atravesar el espacio ocupado hoy por el campo<br />
de fútbol. Me gustaba comprobar los adelantos de la<br />
construcción de la pequeña placita de toros que entonces<br />
solían montar allí. Los preparativos comenzaban unos<br />
doce días antes del día del Carmen.<br />
A medida que se acercaba la fiesta, al lado del coso<br />
taurino surgía un añadido: unas largas mesas construidas<br />
de tablones.<br />
Si el día de la Virgen del Carmen volvía a Zarauz en<br />
el tren de las seis menos veinte, veta el gentío que llenaba<br />
los alrededores de la placita de toros y dentro del ruedo<br />
algún toro de Lástur observando a la defensiva a los<br />
mozos que se le acercaban.<br />
Si regresaba a casa en el tren de las ocho, alcanzaba<br />
en pleno apogeo la suculenta apari-merienda al aire<br />
libre de los obreros y empleados que, al paso del tren,<br />
levantaban sus vasos hacia los viajeros con gesto generoso.<br />
También me refiero en mi Mi viaje diario al Cristo<br />
agonizante de la parroquia de Añorga a cuya talla asistí<br />
bastantes tardes en el taller de Beobide. Besé conmovido<br />
el primero de todos esta joya de la iglesia de Añorgo,<br />
cuando su inefable rostro surgía de la cuadrilongo pieza<br />
de caoba de Africa en que estaba siendo tallada.<br />
Cuando dentro de dos o tres siglos los críticos de arte,<br />
literatos y eruditos estudien la obra, henchida de fe, de<br />
Julio de Beobide, tendrán que visitar la iglesia de Añorga.<br />
La tarde del funeral de nuestro gran Orin contemplé en<br />
la sacristía de la parroquia añorgatarra una media talla<br />
de la Virgen que yo había admirado muchas veces en el<br />
taller del ilustre escultor en Zumaya.<br />
La joven que sirvió a Beobide para esta escultura era<br />
de Pamplona. Coincidió en el tren con el escultor un día<br />
que éste marchaba a aquella ciudad. Beobide, impresionado<br />
con la serena belleza de esta muchacha, un gran<br />
tipo de la raza, le pidió que, por favor, quisiera posar,<br />
para realizar una imagen de la Virgen María. El escultor<br />
ha reproducido la cara de esta muchacha en diversas<br />
imágenes suyas de la Virgen.<br />
Pero la iglesia de Añorga tiene otro grande motivo<br />
de gloria. Fue visitada por un varón humilde y bueno que,<br />
poco tiempo después, elegido para ser pontífice, eligió el<br />
nombre de Juan, y dejó entre los hombres imperecedero<br />
recuerdo.<br />
José do /Ir(echo