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En su obra “El hombre y lo Divino” , María Zambrano expresa ... - Inicio

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La experiencia de <strong>lo</strong> sagrado como fundamento de la moral, en el pensamiento de Mircea<br />

Eliade<br />

Carolina Lagos O.<br />

Magíster en Fi<strong>lo</strong>sofía Moral, U. de Concepción<br />

<strong>En</strong> <strong>su</strong> escrito <strong>“El</strong> <strong>hombre</strong> y <strong>lo</strong> <strong>Divino”</strong> 1 , la española <strong>María</strong> <strong>Zambrano</strong> sostiene que la pretensión de<br />

emancipación del <strong>hombre</strong> ante Dios, ha re<strong>su</strong>ltado de una concepción de sí mismo como ente<br />

pensante que responde a una historia temporal; a un tiempo específico creado y condicionado<br />

únicamente por la razón humana. De acuerdo al planteamiento de <strong>Zambrano</strong>, se podrá entender<br />

que desde la perspectiva historicista, las expresiones propias de la naturaleza <strong>su</strong>bstancial humana<br />

no tienen aceptación, por tanto, la búsqueda de la comunión con <strong>lo</strong> sagrado y el reconocimiento del<br />

misterio, serán vistas como versiones de un pensamiento equivoco que puede <strong>su</strong>perarse a través<br />

de la historia misma. La autora señala que el <strong>hombre</strong> al equipararse a Dios, tanto por el<br />

inconmen<strong>su</strong>rable va<strong>lo</strong>r de <strong>su</strong> creación histórica, como por la impronta racionalista que ha dado <strong>su</strong>s<br />

frutos en la técnica, a<strong>su</strong>mirá que <strong>su</strong> comportamiento moral es un fenómeno que sirve como mera<br />

instancia de arreg<strong>lo</strong> a las exigencias culturales construidas por la conciencia pensante.<br />

Sin embargo, indica <strong>Zambrano</strong>, aún cuando el <strong>hombre</strong> es allanado dentro de esta concepción<br />

reduccionista del limitado horizonte ideológico, siempre tiene la posibilidad de rec<strong>obra</strong>rse a sí<br />

mismo, reviviendo <strong>su</strong> pasado y sabiendo el por qué de <strong>su</strong> actual presente. De éste modo, el<br />

deambular del <strong>hombre</strong> en un sitio impropio, que no le concede campos donde cultivar va<strong>lo</strong>res<br />

adecuados con <strong>lo</strong>s que responder ante la vida, puede ser examinado en virtud de recuperar <strong>lo</strong>s<br />

principios <strong>su</strong>periores; para el<strong>lo</strong>, dice la filósofa, es necesario volver la vista hacía atrás y pedir<br />

explicaciones a esta historia que hemos decidido instalar.<br />

<strong>En</strong> <strong>lo</strong> personal de nuestra sociedad, donde la inmanencia de <strong>lo</strong> trascendente ha sido fuertemente<br />

aislada por un totalitarismo disfrazado de una extraña tolerancia, más la corta solución de una<br />

educación secular instalada ideológicamente, obliga a que me detenga a reflexionar en torno a las<br />

consecuencias que ha traído para nosotros la desvinculación con el misterio y <strong>lo</strong>s va<strong>lo</strong>res<br />

simbólicos trascendentales que en él residen; estableciendo que todo el mismo símbo<strong>lo</strong> en <strong>su</strong><br />

origen es manifestación de <strong>lo</strong> sagrado en el mundo. Me parece que, en la medida que se intente<br />

diluir esta esencial vivencia por medio de la fuerza de realidades aparentes, al <strong>hombre</strong> no le queda<br />

más que experimentar una <strong>su</strong>erte de constricción interior, que desprende una moral violenta o<br />

apática según las circunstancias momentáneas. Una moralidad que responde a la simple<br />

inmediatez, es la situación de una sociedad humana necesitada de re-conocer la presencia de <strong>lo</strong><br />

divino dentro de la confusa influencia de un artificio que se presenta como única realidad posible.<br />

La realidad, no obstante, siguiendo otra vez a <strong>Zambrano</strong>, no es atributo o cualidad de conveniencia<br />

para algunas cosas y no otras, la realidad es una irradiación que emana del fondo de la vida, un<br />

misterio al que hemos llamado sagrado.<br />

Por <strong>lo</strong> antes dicho, me he permitido considerar una aproximación al significado de La experiencia<br />

de <strong>lo</strong> Sagrado como fondo de la moralidad, con el fin de denotar la irreemplazable importancia de<br />

aquel<strong>lo</strong>s principios que han sido sostén de nuestro <strong>obra</strong>r comunitario tradicional.<br />

El tema exige, primeramente, una definición en torno a cómo <strong>su</strong>rge y qué significa fi<strong>lo</strong>sóficamente<br />

La experiencia de <strong>lo</strong> Sagrado. Una propuesta interesante al respecto de la experiencia sagrada, es<br />

la que ha presentado el alemán Rudolph Otto, quien indica que ésta se inicia en un sentimiento de<br />

“afectividad irracional” 2 que él ha definido como el temor del <strong>hombre</strong> ante <strong>lo</strong> que se muestra<br />

soberana e incomprensible. Para Otto, este encuentro no admite ser reducido a explicaciones<br />

basadas en categorías conceptuales; si bien, éstas son <strong>su</strong>ficientes ante la necesidad de<br />

1 Cf. <strong>Zambrano</strong>, <strong>María</strong>. El <strong>hombre</strong> y <strong>lo</strong> divino, Fondo de Cultura Económica, México, 2007.<br />

2 Cf. Otto, R. Lo Santo, Revista de Occidente, Madrid, 1965.


desproblematizar racionalmente otra clase de fenómenos, no <strong>lo</strong> son cuando se trata de penetrar en<br />

la vivencia de una revelación de la que el <strong>hombre</strong> participa emocionalmente.<br />

Para Otto, la experiencia sagrada, se caracteriza por ser un acontecimiento inmenso que exhibe la<br />

presencia de una potencia absolutamente inmanejable y eficaz. <strong>En</strong> <strong>su</strong> escrito Lo Santo (1925),<br />

explica como el <strong>hombre</strong> se rinde atraído, seducido y fascinado por la conquista de la fuerte<br />

presencia de <strong>lo</strong> absolutamente otro. De tal forma que, el reconocimiento de <strong>lo</strong> sagrado por parte<br />

del <strong>hombre</strong>, significará un ingreso al carácter esencial de <strong>su</strong> existencia humana como criatura<br />

envuelta por el misterio 3 . Más aún, al conocer <strong>su</strong> propia condición ontológica, como re<strong>su</strong>ltado de<br />

este encuentro con la Realidad trascendente, el ser humano es movilizado por un tono vital que le<br />

proporciona <strong>su</strong> propio sentir existencial. Por <strong>lo</strong> tanto, podremos considerar que advenimiento de <strong>lo</strong><br />

sacro, se ha registrado en nosotros a través de un gesto de inclinación ante la sabiduría eterna 4 . El<br />

descubrimiento de esta reverencia, a <strong>su</strong> vez exhibe la natural disposición axiológica hacia <strong>lo</strong><br />

absoluto y perfecto, siendo esta cualidad la más identitaria de nuestra moral.<br />

<strong>En</strong> virtud de <strong>lo</strong>s elementos dialécticos de la experiencia de <strong>lo</strong> sacro, se originan en el <strong>hombre</strong> una<br />

serie de ambivalencias que él debe <strong>su</strong>perar en vistas a desarrollar y <strong>su</strong>stentar la vida propiamente<br />

humana; la atracción y el temor, la contemplación y la distancia, se declaran en un respeto por <strong>lo</strong><br />

trascendente, condición que constituye un hecho inicial e invariable de las posteriores expresiones<br />

de tipo moral. Por el<strong>lo</strong>, cuando San Agustín señala “Et inhorresco, et inardesco” (me horrorizo y me<br />

enardezco), refiere precisamente que ante <strong>lo</strong> divino siente una conmoción de miedo y a la vez un<br />

impulso de amor. Su consternación deriva del conocimiento de la absoluta diferencia que <strong>lo</strong> separa<br />

del ser sagrado; <strong>su</strong> contemplación, de la identidad profunda con la bondad y misericordia que le<br />

atrae irresistiblemente 5 . Aquel instante de recogimiento y admiración del alma humana, significa la<br />

comprensión de un va<strong>lo</strong>r <strong>su</strong>perior que engendra otros como el amor y la compasión. <strong>En</strong> definitiva,<br />

por medio del acaecer del misterio, el <strong>hombre</strong> descubre <strong>su</strong> relación de eterna dependencia con la<br />

potencia ordenadora de Dios.<br />

Ahora bien, el historiador rumano Mircea Eliade, explica que tanto la vida religiosa como el<br />

conocimiento humano tienen <strong>su</strong> raíz en un sentimiento por <strong>lo</strong> sagrado que es parte estructural de la<br />

conciencia y no un momento particular de la historia y la cultura 6 . Por el<strong>lo</strong>, habría una tendencia<br />

natural en el <strong>hombre</strong> de llevar a cabo una existencia dentro de un espacio sacralizado. Eliade<br />

advierte que el anhe<strong>lo</strong> más profundo del <strong>hombre</strong> a <strong>lo</strong> largo de <strong>su</strong> historia, ha sido la obtención de<br />

una objetividad que no se halla en la <strong>su</strong>perficie física natural, sino en un plano totalmente distinto.<br />

Precisamente, debido a la inclinación al orden y al conocimiento de la verdad, el ser humano<br />

manifiesta una disposición de apertura y afección por <strong>lo</strong> <strong>su</strong>premo y trascendente; en tal sentido,<br />

toda onto<strong>lo</strong>gía y toda metafísica que ha impulsado la actuación del <strong>hombre</strong> en el mundo, se<br />

encuentra en un sentimiento por la verdad representado única y absolutamente en Dios. Dice<br />

Eliade que “La toma de conciencia de un mundo real y significativo se halla en íntima relación con<br />

el descubrimiento de <strong>lo</strong> sagrado. Gracias a la experiencia de <strong>lo</strong> sagrado, la mente humana pudo<br />

captar la diferencia que existe entre <strong>lo</strong> que se revela a sí mismo como real, poderoso, rico y<br />

significativo, y <strong>lo</strong> que no, es decir, el flujo caótico y peligroso de las cosas y <strong>su</strong>s apariciones y<br />

desapariciones fortuitas carentes de sentido” 7 .<br />

No obstante <strong>lo</strong> anterior, Eliade sostiene, que en la sociedad moderna nos encontramos con<br />

ausencia de sacralización, una ocultación de <strong>lo</strong> sagrado, debido a que el <strong>hombre</strong> de hoy se<br />

considera a sí mismo como un ser únicamente histórico que vive en una realidad que se irá<br />

perfeccionando indefinidamente sin la necesidad de cumplir con va<strong>lo</strong>res religiosos. El <strong>hombre</strong><br />

3<br />

Cf. Eliade, M. Lo Sagrado y <strong>lo</strong> Profano, Guadarrama, Madrid, 1964.<br />

4<br />

Cf. Ries, J. Lo sagrado en la historia de la humanidad, Ediciones <strong>En</strong>cuentro, Madrid,1998, p. 46.<br />

5<br />

Cf. Cal<strong>lo</strong>is, Roger. El <strong>hombre</strong> y <strong>lo</strong> sagrado, Fondo de Cultura Económica, México, 2006,<br />

6<br />

Cf. Eliade, M. La búsqueda. Historia y sentido de las religiones, Kairós, 2000, p.8.<br />

7<br />

Ibíd. p. 7- 8.


arcaico por <strong>su</strong> parte, entendió que el mundo y <strong>su</strong>s acciones no poseían un va<strong>lo</strong>r intrínseco<br />

autónomo, sino que <strong>lo</strong> recibían en la medida que participaban de una realidad trascendente 8 ; de<br />

ahí que <strong>su</strong> tendencia haya sido vivir <strong>lo</strong> más posible en <strong>lo</strong> sagrado. “Para <strong>lo</strong>s como<br />

para el <strong>hombre</strong> de todas las sociedades pre-modernas, <strong>lo</strong> sagrado equivale a la potencia y, en<br />

definitiva, a la realidad por excelencia. Lo sagrado está saturado de ser. Potencia sagrada quiere<br />

decir a la vez realidad, perennidad y eficacia” 9 .<br />

Junto a Eliade, diremos que el nacimiento sagrado de las cosas, instaura un paradigma que se<br />

debe seguir y mantener; de <strong>lo</strong> contrario todo en la cultura se vería amenazado 10 . Desde aquí, me<br />

refiero particularmente a las relaciones humanas, que requieren de un fundamento moral firme,<br />

estable y perdurable, a fin de cumplir con el propósito de un bien común que no se alcanza<br />

únicamente con criterios co<strong>lo</strong>cados desde una política administrativa, sino sobre todo, teniendo en<br />

cuenta <strong>lo</strong>s va<strong>lo</strong>res fundacionales de la cultura. Puesto que, si nos remitimos a <strong>su</strong> definición<br />

etimológica, la cultura es ante todo cultual, por consiguiente, fundada en un culto de tipo religioso.<br />

De ahí que, las disposiciones comunitarias en orden a alcanzar el bien de <strong>su</strong>s integrantes, posean<br />

<strong>su</strong> raíz en el hacer del Homo Religio<strong>su</strong>s, antes que en el operar del <strong>hombre</strong> político-económico.<br />

Ahora bien, para que tales arreg<strong>lo</strong>s sean representativos de la cultura, es necesario el conocer y<br />

compartir <strong>lo</strong>s va<strong>lo</strong>res por medio del culto que <strong>lo</strong>s <strong>expresa</strong>n concretamente.<br />

<strong>En</strong> las sociedades míticas, la reproducción permanente de aquel<strong>lo</strong> ocurrido en <strong>lo</strong>s comienzos 11 fue<br />

protección para la estabilidad cultural; por el<strong>lo</strong>, todos <strong>lo</strong>s actos del <strong>hombre</strong> estuvieron <strong>su</strong>peditados<br />

a mandatos <strong>su</strong>periores, tanto aquel<strong>lo</strong>s relacionados a la iniciación cultural que garantiza la<br />

pertenencia y la participación social, como aquel<strong>lo</strong>s vinculados a ordenamientos sociales, tales<br />

como la forma de acceder al alimento, el abrigo, la construcción de las casas. La serie de<br />

responsabilidades que implica ser parte de la comunidad, obliga a las comunidades míticas a una<br />

reactualización de va<strong>lo</strong>res <strong>su</strong>premos, a través de <strong>lo</strong>s cuales <strong>su</strong>s miembros se orientan y educan<br />

respecto de la licitud de la existencia humana. La repetición consciente de hechos paradigmáticos,<br />

fundados u originados por seres divinos y ancestrales, es el único medio para la industria del<br />

<strong>hombre</strong> sobre la naturaleza.<br />

De acuerdo a Eliade, podremos señalar que toda construcción llevada a cabo en las comunidades<br />

míticas, es más bien una reconstrucción conseguida en atención permanente a <strong>lo</strong>s momentos en<br />

que <strong>lo</strong> sagrado se manifiesta. Vivir en el mundo exige de una santificación constante, una<br />

responsable colaboración humana de participar en la creación del cosmos; es por esto que el<br />

<strong>hombre</strong> arcaico se adhiere totalmente al ser absoluto informándose de la realidad sagrada, a fin de<br />

convertir el espacio caótico en un espacio cósmico. Sin la fuerza de <strong>lo</strong> sagrado, por ejemp<strong>lo</strong> sería<br />

imposible la fundación del hogar, el desarrol<strong>lo</strong> de una familia, la crianza de <strong>lo</strong>s hijos. La potencia<br />

que <strong>obra</strong> eficazmente, crea y hace durar las cosas; por el<strong>lo</strong>, todos <strong>lo</strong>s espacios y <strong>lo</strong>s objetos que el<br />

ser humano ocupa exigen una consagración. De ahí, la importancia de <strong>lo</strong>s ritos que introducen al<br />

tiempo sagrado, en cada culto o ceremonia religiosa, la sociedad vuelve al comienzo, al punto<br />

referencial de orientación. “Dicho de otro modo, el <strong>hombre</strong> de las sociedades tradicionales no<br />

podía vivir más que en un espacio hacia <strong>lo</strong> alto, en que la ruptura de nivel se aseguraba<br />

simbólicamente y en el que la comunicación con el otro mundo, el mundo , era<br />

posible ritualmente” 12 .<br />

<strong>En</strong> el escenario de la modernidad, la re-presentación de <strong>lo</strong> que ha acontecido en el comienzo de<br />

<strong>lo</strong>s tiempos pareciera estar relegada. C<strong>obra</strong> cada vez más importancia el progresivo avance en <strong>lo</strong><br />

8 Cf. Eliade, M. El mito del eterno retorno, Alianza, 1989.<br />

9 Eliade, M.; Lo Sagrado y <strong>lo</strong> Profano, p. 20.<br />

10 Cf. Eliade, M. La Búsqueda. Historia y Sentido de las Religiones, p. 106 y ss. El Mito del Eterno Retorno, p.<br />

15. Mito y Realidad, pp. 14-15.Tratado de las Religiones, p. 417 y ss.<br />

11 Cf. Cassirer, E. Las Ciencias de la Cultura, Fondo de Cultura, Económica, México,1951,p.42.<br />

12 Eliade, M. Lo Sagrado y <strong>lo</strong> Profano, Guadarrama, Madrid, 1964, p.47-48.


nuevo, por el<strong>lo</strong> muchas realizaciones humanas se ejercitan con una fuerte nota de innovación, este<br />

término se ubica como axioma primero en cuanto a la validez de <strong>lo</strong>s comportamientos. Parece ser<br />

que hoy la sociedad se siente amenazada con va<strong>lo</strong>res morales que tienen <strong>su</strong> origen en principios<br />

trascendentes y universales; toda moral en la que asome el término de conservación, merece<br />

rece<strong>lo</strong> y <strong>su</strong>spicacia. <strong>En</strong> ese sentido, una revitalización lucida de va<strong>lo</strong>res fundacionales, sería una<br />

alteración a las concepciones del progreso creativo que <strong>lo</strong>s tiempos actuales exigen. Pero, aún<br />

cuando el <strong>hombre</strong> moderno considere más valioso un comportamiento moral ajustado a tendencias<br />

ideológicas, la necesidad de <strong>su</strong> salvación prevalece. Según Eliade, las sociedades que se han<br />

desarrollado en una desacralización del mundo, no han retirado del fondo del alma humana, la<br />

aspiración de un bien absoluto y perfecto.<br />

La situación del <strong>hombre</strong> moderno consiste en dotarse de una vivencia neutralizada, es decir,<br />

constituida por un espacio homogéneo en el que no existan rupturas de tiempo radicalmente<br />

diferentes que, le obliguen a ingresar en el reconocimiento de <strong>lo</strong>s va<strong>lo</strong>res religiosos fundacionales.<br />

<strong>En</strong> <strong>su</strong> esfuerzo por dominar un mundo infinito, compuesto de cosas y lugares de<strong>su</strong>nidos entre sí, la<br />

modernidad ha querido desarrollar una vida terrena con carácter de eternidad.<br />

Por el<strong>lo</strong>, la sociedad actual se ubica en una situación problemática respecto de la experiencia<br />

sagrada, nuestra fuerte idea de un tiempo humano inagotable, hace que la conexión entre vida<br />

pasada y vida contemporánea sea escasa y difícil. <strong>En</strong> relación a esto y, para sostener las<br />

necesidades vitales, la imaginación del <strong>hombre</strong> insiste en la adquisición de bienes económicos<br />

producidos por una ciencia y una tecno<strong>lo</strong>gía que, de acuerdo a <strong>su</strong> visión, representan la indetenible<br />

perfección humana. No se trata de poner atención a <strong>lo</strong>s objetos tecnológicos que ya todos<br />

conocemos, pues estos vienen a confirmar la operación de una inteligencia humana que es capaz<br />

de producir medios materiales que ayudan a organizar la realidad convivencial, sino de la invasión<br />

que el cientificismo y el tecnicismo han extendido hacia la voluntad del <strong>hombre</strong> invalidándola<br />

completamente en <strong>su</strong>s decisiones morales 13 , puesto que como también sabemos, la ciencia y la<br />

técnica no son creadoras ni de <strong>lo</strong>s fines humanos ni de <strong>lo</strong>s va<strong>lo</strong>res para alcanzar<strong>lo</strong>s.<br />

De esta forma, al no reconocer un posible acceso a bienes espirituales, a causa del materialismo<br />

impuesto por el umbral 14 ideológico-económico, el <strong>hombre</strong> ha transmutado va<strong>lo</strong>res humanos por<br />

otros meramente mercantiles. La fe de la actualidad, es en la economía dominante, el mismo<br />

avance de las ciencias económico-sociales aparece como contenido de fe. Los éxitos de las<br />

grandes empresas serán ahora <strong>lo</strong>s gestos fundacionales, <strong>lo</strong>s <strong>hombre</strong>s que las gobiernen <strong>lo</strong>s<br />

arquetipos dignos de imitar. El mismo Estado entiende que só<strong>lo</strong> en alianza con estas fuerzas,<br />

puede triunfar en todos <strong>lo</strong>s ámbitos de <strong>su</strong> competencia. Así mientras <strong>lo</strong>s va<strong>lo</strong>res espirituales<br />

pierden <strong>su</strong> espacio en la moralidad, <strong>lo</strong> económico se transforma en el va<strong>lo</strong>r por excelencia 15 .<br />

El ser moderno, al verse lanzado a lugares que no están normados ni gobernados desde un<br />

referente moral asentado en la verdad universal, puede verse y sentirse sin puntos referenciales,<br />

en la incertidumbre constante respecto de qué es y cómo se hace posible la felicidad o, como diría<br />

el fi<strong>lo</strong>sofo Luis Cencil<strong>lo</strong>, desfondado sin directrices para guiar la vida.<br />

Debemos tener en cuenta que la moral no se ejercita en una pura acción cognoscitiva de la cual<br />

nos desprendemos si <strong>lo</strong> deseamos; el verdadero va<strong>lo</strong>rar que permite la actuación moral se ubica<br />

en nuestra interioridad humana, proyectándose hacía el mundo exterior por medio de<br />

13 Cf. Retamal Favereau, J. Y después de Occidente ¿qué?, Andrés Bel<strong>lo</strong>, Santiago, 2003.<br />

14 “ El umbral es a la vez el hito, la frontera, que distingue y opone dos mundos y el lugar paradójico donde<br />

dichos mundos se comunican, donde se puede efectuar el tránsito del mundo profano al mundo sagrado.(...).<br />

El umbral, la puerta, muestran de un modo inmediato y concreto la solución de continuidad del espacio; de ahí<br />

<strong>su</strong> gran importancia religiosa, pues son a la vez símbo<strong>lo</strong>s y vehícu<strong>lo</strong>s del tránsito”. (Eliade, M.; Lo Sagrado y <strong>lo</strong><br />

Profano, p. 30).<br />

15 Müller-Armack, Alfred; El sig<strong>lo</strong> sin Dios, Fondo de Cultura Económica, México, 1968, p. 223.


comportamientos voluntarios, libres y concretos. Los va<strong>lo</strong>res y la moral no son entidades de la pura<br />

aprehensión racionalista del <strong>hombre</strong>, más bien precisan de una intimidad con <strong>lo</strong> trascendente que<br />

compromete a la persona toda.<br />

Según la perspectiva de Eliade, <strong>lo</strong>s elementos que dan forma a una comunidad siempre<br />

dependerán del tipo de religiosidad que ésta tenga. Lo que cada sociedad se permite y se prohíbe<br />

a sí misma contiene un <strong>su</strong>strato religioso que, como hemos visto se inicia en la captación de un<br />

orden sagrado muy <strong>su</strong>perior al que la secularización ha podido entregar. De ahí que, en nuestro<br />

caso la aceptación de nuestra religiosidad, nos obligue a la reflexionar en qué términos<br />

reconstruiremos nuestra moralidad mucho más allá de las disposiciones de la relatividad imperante<br />

que, en un momento de do<strong>lo</strong>r relciente, ha evidenciado <strong>su</strong> debilidad e injustificación formal.<br />

Para terminar, citaré al Papa Benedicto XVI en <strong>su</strong> escrito “Los Apóstoles y <strong>lo</strong>s primeros discípu<strong>lo</strong>s<br />

de Cristo”, <strong>su</strong>s palabras aclaran mucho más la vocación que hoy se nos hace imperiosa para<br />

rec<strong>obra</strong>r nuestra fuente moral original. “La tradición no es una transmisión de cosas o palabras, no<br />

es un catá<strong>lo</strong>go de cosas muertas. La tradición es el río vivo que nos une con <strong>lo</strong>s orígenes, es río<br />

vivo en el cual siempre están presentes <strong>lo</strong>s orígenes. El gran río que conduce al puerto de la<br />

eternidad. Y siendo así, en este río vivo siempre c<strong>obra</strong> vida renovada la palabra del Señor” 16 .<br />

16 Benedicto XVI. Los Apóstoles y <strong>lo</strong>s primeros discípu<strong>lo</strong>s de Cristo, Planeta, Santiago, 2009, p. 38.

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