Otero, Rocio y Weisz, Eduardo. El puritarismo - El Topo Blindado
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Puritanismo<br />
Rocío <strong>Otero</strong> y <strong>Eduardo</strong> <strong>Weisz</strong><br />
<strong>El</strong> puritanismo denota una forma de conducir la vida basada en valores<br />
ascéticos, ajena a todo goce de bienes materiales y despojada de toda pulsión<br />
a atender los aspectos personales de la vida, los que quedan sujetos a<br />
intereses concebidos como superiores. En este sentido, el puritanismo implica<br />
entrega y renuncia, sacrificio y postergación. <strong>El</strong> puritano actúa como<br />
instrumento de un fin trascendente, el que emana de un cuerpo de<br />
representaciones específicas de la comunidad a la cual pertenece por<br />
convicción. La articulación entre convicciones colectivas e individuales –que<br />
toma históricamente diversas formas- da significado, coherencia y unidad a su<br />
acción.<br />
Nuestro objetivo para este artículo es detenernos en las características que<br />
tomó el puritanismo en las experiencias emancipatorias ligadas a la lucha<br />
armada de los años '60 y '70 en la Argentina. Comenzaremos para tal fin<br />
señalando dos citas que nos permiten ilustrar la forma específica que tomó el<br />
puritanismo en las prácticas de los militantes guerrilleros.<br />
"Había que vivir ascéticamente. Ser fríos, eficientes y selectivos. Rigurosos en<br />
nuestras vidas privadas…los 'principios' y el ascetismo guiaban todos los actos<br />
de nuestras vidas" (Ignacio Vélez, miembro fundador de Montoneros). “Es que<br />
debe resultar extremista a los ojos de la burguesía un hombre que renuncia a<br />
una vida cómoda, a la seguridad para si mismo, a pensar en lo individual para<br />
entregar lo mejor de sus fuerzas a la lucha por una Patria de todos…"<br />
(Dirección del ERP). Estas expresiones dan cuenta del plano de la renuncia<br />
implícito en esa militancia. Renuncia a la vida privada –la imposibilidad de<br />
mantener relaciones con la familia o pareja, dada la clandestinidad-, a los<br />
proyectos personales –profesionales o artísticos, por ejemplo-, e incluso, la<br />
resignación frente a la propia muerte, máxima expresión del sacrificio.<br />
Más allá de que sólo en algunos casos el puritanismo militante haya sido<br />
percibido directamente por los propios militantes como una continuidad de la<br />
ética sacrificial cristiana, el término puritanismo tiene en sí un origen religioso<br />
insoslayable. Creemos que detenernos en una breve genealogía del término<br />
resulta fundamental para entender varias de las dimensiones implícitas en<br />
estas prácticas.<br />
Históricamente, el origen del puritanismo puede situarse en los protestantes<br />
ingleses posteriores a la Reforma que, viendo en la Iglesia anglicana bajo<br />
Isabel I muchas continuidades con la Iglesia Católica Romana, bregaban por<br />
una observación más estricta de las normas religiosas. No obstante, diferentes<br />
sectores dentro del protestantismo europeo continental, con origen diferente al<br />
del anglicano, son considerados también como puritanos. En rigor, en lo que<br />
hace a sus orígenes religiosos, el término no denota una vertiente específica<br />
sino que refiere a diferentes corrientes dentro del cristianismo reformado. <strong>El</strong><br />
clásico estudio de Max Weber (1864-1920) sobre la ética protestante -y su<br />
relación con el espíritu del capitalismo- sentó las bases para un análisis social<br />
de la conducta de quienes se inscribían en esas denominaciones religiosas, a<br />
las que este autor denomina alternativamente como puritanismo o como<br />
1
protestantismo ascético. Entre sus representantes históricos destaca al<br />
calvinismo, al pietismo, al metodismo y a algunos de los derivados del<br />
movimiento baptista. En el protestante, el ascetismo se manifiesta en la<br />
abstención y la restricción frente a los placeres mundanos, al servicio de una<br />
mayor dedicación a Dios. Para Weber, el producto históricamente más<br />
relevante del protestantismo ascético fue la sistematización de la vida moral.<br />
Entre las características del puritanismo por él señaladas, subrayamos el<br />
peligro implicado en la riqueza, especialmente en lo que hace a gozar de los<br />
bienes materiales con su consecuente ociosidad y sensualidad. La dilapidación<br />
del tiempo, incluso dormir más de lo estrictamente necesario o el esparcimiento<br />
en general, es moralmente condenable, y a esto le es contrapuesto el trabajo<br />
duro, físico o espiritual. Toda aquella actividad destinada a un goce desprovisto<br />
de sentido religioso, es motivo de hostilidad por el protestantismo ascético.<br />
Esto abarcaba, agrega Weber, desde la reticencia hacia las manifestaciones<br />
artísticas hasta la propia vestimenta. Todo lo relacionado con fines personales<br />
carecía de legitimidad por implicar una sustracción al servicio a Dios. Esto dio<br />
como resultado una poderosa tendencia a uniformizar el estilo de vida.<br />
Si quitamos las referencias religiosas de estas características, nos<br />
encontramos con una descripción bastante precisa de la conducta de vida de<br />
los militantes de las organizaciones armadas del período. De la disolución de la<br />
propia subjetividad en el proyecto de Dios a la disolución de ésta en el proyecto<br />
revolucionario y en la perspectiva de una sociedad socialista.<br />
La ética sacrificial tiene, por un lado, una dimensión personal, propia de<br />
sentirse artífice de la construcción de un mundo nuevo, de la auto-percepción<br />
como germen de un hombre nuevo, y como tal, superador de la alienación del<br />
individuo sujeto a una sociedad de opresores y oprimidos. En un mundo<br />
construido de héroes y traidores, la disolución de los intereses personales en el<br />
torrente de la construcción revolucionaria no puede ser vivida más que con total<br />
plenitud. Al igual que en la religión, como sostiene Weber, el dotar de sentido a<br />
la muerte en ciertas actividades propias de la política –muerte heroica por una<br />
causa justa, muerte para que triunfe la revolución- permite dar sentido a la<br />
propia vida. La alegría de la lucha en J. Fucik, la intensidad de cargar el destino<br />
de la humanidad en la espalda en L. Trotsky, son algunas de las más bellas<br />
expresiones que han sintetizado la plenitud existencial de quienes entregan su<br />
vida a la gesta por la que la humanidad se libera de sus propias garras<br />
históricas. La ética sacrificial, el relegamiento de goces y afectos –incluso para<br />
con los hijos-, tiene por un lado este fuerte premio psíquico.<br />
La percepción de que esta transformación histórica resulta plausible en una<br />
situación concreta ha profundizado este incentivo, tanto en la dimensión que<br />
alcanzó para cada individuo como en la magnitud social del fenómeno. <strong>El</strong><br />
contexto internacional y de América Latina en particular, sumado al ascenso<br />
local de las luchas del movimiento obrero hacia finales de la década del '60 y<br />
principios de la siguiente, constituyó un marco en el cual la militancia<br />
revolucionaria se pudo percibir como vanguardia de un movimiento de masas<br />
putativamente revolucionario. <strong>El</strong> rol de la violencia como partera de una nueva<br />
sociedad fue interpretado como la convocatoria a la acción directa por parte de<br />
las organizaciones armadas. Bajo estos condicionamientos, la conducción<br />
ascética de la propia vida detrás de esta causa histórica, pudo ser vivida por los<br />
militantes guerrilleros con total convicción.<br />
Pero a su vez, esas prácticas se sostienen sobre creencias que son
inseparables de la comunidad de pertenencia, la organización política. Por un<br />
lado, porque es allí de donde emanan las certezas sobre el futuro<br />
revolucionario y sobre la política que a éste conduce: éstas constituyen una<br />
representación colectiva. Sin esta convicción, esa plenitud no sería menos<br />
inviable que la de un devoto que duda sobre su religión. La ética del militante<br />
está basada en convicciones con un fuerte carácter heterónomo: provienen<br />
más del colectivo en el que éste se inscribe que de su propia experiencia o<br />
análisis.<br />
Por otro lado, en la interacción social con los otros miembros de la organización<br />
la conducta del militante recibe premios y castigos, sean estos concretos –<br />
grados en la organización, o rentas, por ejemplo-, o un reconocimiento por<br />
parte de pares o superiores que no por más abstracto es menos efectivo. La<br />
organización revolucionaria agrupa a individuos calificados según una cierta<br />
ética, y dispone de mecanismos formales e informales para regular su modo de<br />
vida en el sentido de una ascesis metódica. A la sublimación del carácter<br />
ejemplar de los dirigentes de las organizaciones, elevados muchas veces al<br />
carácter de portadores de atributos ascéticos inalcanzables, también le cupo un<br />
fuerte papel en la conformación de la conducta de vida de los miembros.<br />
Así como las sectas religiosas reunían sólo a los elegidos, a aquellos<br />
calificados desde el punto de vista religioso y que mantenían una conducta<br />
ascética como expresión de esa calificación, también puede verse esta lógica<br />
en las organizaciones que se erigen en artífices de una sociedad futura. Este<br />
aspecto institucional se constituye en un poderoso aliciente para mantener un<br />
estilo de vida ascético y uniformiza el comportamiento de los militantes con<br />
pautas de vida radicalmente distintas de las de la sociedad que los rodea –la<br />
que, por ese motivo, los ve frecuentemente con ajenidad-.<br />
Esta dimensión colectiva se manifiesta también en que la organización es vista<br />
como una mediación necesaria en la lucha. La subsunción al proyecto<br />
revolucionario toma la forma concreta de sumisión a las necesidades del<br />
colectivo de pertenencia. Esto tiene fuertes implicancias y abre importantes<br />
tensiones. Si la perspectiva socialista actúa como sustrato del puritanismo, la<br />
mediación de una organización que, naturalmente, está conducida por<br />
individuos, abre un hiato que, en muchos casos, se manifiesta en reservas en<br />
el propio ascetismo. Ollier, entre otros, ha aportado testimonios en los que se<br />
manifiesta la tensión entre la organización y sus dirigentes, y la conducta<br />
puritana de los militantes.<br />
Desde las necesidades de la lucha de la organización, el ascetismo es también<br />
una necesidad instrumental. Por un lado, la lucha revolucionaria requiere de<br />
personas decididas a postergar sus deseos individuales para dedicar su tiempo<br />
a la militancia, relegar afectos y proyectos para abocarse a la actividad política.<br />
Pero a la vez, la lucha armada y la clandestinidad convierten ese requisito en<br />
una necesidad ineludible: es condición de la actividad que la vida toda esté<br />
sujeta al estricto cumplimiento de condiciones de vida que minimicen los<br />
riesgos para el militante y para sus compañeros. Cualquier contacto con<br />
familiares, por ejemplo, hace peligrar la vida de éstos, la propia, y la de quienes<br />
militan con él. Si el militante revolucionario opta por relegar sus deseos<br />
individuales –una opción que puede abandonar si decide dejar de militar-, el<br />
guerrillero no puede dejar de relegarlos, ni está, en general, en condiciones de<br />
abandonar la clandestinidad por estar ya bajo la mira del aparato represivo del<br />
Estado. <strong>El</strong> puritanismo militante es también, entonces, una condición necesaria<br />
3
de la eficiencia de las tareas de la organización.<br />
La historia de las concepciones subversivas del orden social capitalista es<br />
sumamente heterogénea, pero más allá de la idea sobre qué se enfrenta y<br />
cómo, con qué sujeto social y político, la conducta ética qué se premia entre<br />
quienes portan esas convicciones ha tenido fuertes aspectos en común. En ese<br />
sentido, el puritanismo ha sido valorado en una gran parte de los movimientos<br />
que se plantearon transformar radicalmente la sociedad, y ha, por tanto,<br />
condicionado la conducta de vida de quienes portaron esas convicciones. Esto<br />
hace que éste esté presente en experiencias muy diversas -aún en aquellas<br />
dominadas por un ethos racionalista y un discurso de tono científico-. <strong>El</strong> origen<br />
religioso, irracional, de esta dimensión permite aprehender aspectos de la<br />
subjetividad militante que de otro modo, y frecuentemente en la propia autopercepción<br />
de los actores, permanecen ocluidos bajo la forma de una acción<br />
teleológica orientada por fines revolucionarios. <strong>El</strong> origen religioso del<br />
puritanismo invita a reflexionar sobre la práctica de los militantes armados de<br />
los '60 y '70 desde esta clave.<br />
Como ha sostenido Mariátegui, las concepciones de Sorel tienen el valor de<br />
haber sentado las bases de una filosofía de la revolución al ubicar la<br />
importancia de los mitos en la constitución de los movimientos sociales<br />
subversivos. Si el mito es una representación colectiva que permite moldear y<br />
poner en movimiento una fuerza social revolucionaria, creemos que permite<br />
aproximarse a un aspecto de la dimensión ética y espiritual de la lucha de estos<br />
militantes guerrilleros, y en particular, de su conducta de vida puritana.<br />
En este sentido, el imaginario militante se ha nutrido en toda época de la<br />
proyección de hombres y mujeres libres, propios de una sociedad en la que<br />
haya sido superada la alienación inherente a una sociedad dividida en clases.<br />
En Latinoamérica en particular, las organizaciones se nutrieron de un<br />
imaginario indisolublemente ligado al Che Guevara. Pese a las diferentes<br />
influencias en cada caso particular, todas las organizaciones que encararon la<br />
lucha armada en la Argentina de esa época reivindicaron la figura del Che, y en<br />
particular su concepto de hombre nuevo. La fuerza de su mentor, y la de la<br />
propia imagen del individuo habitante de una nueva sociedad, constituyó para<br />
esta generación una representación de dimensiones míticas, determinante para<br />
comprender la conducta ascética de la militancia.<br />
En su célebre texto de 1965 sobre el hombre nuevo, el Che plantea la<br />
necesidad de perpetuar "actos de valor y sacrificio excepcionales" en la vida<br />
cotidiana. Para ello, "el premio es la nueva sociedad donde los hombres<br />
tendrán características distintas; la sociedad del hombre comunista". Si bien<br />
este texto está centrado en el individuo de la sociedad transicional<br />
posrevolucionaria, la idea de partido en el que los "cuadros deben dictar<br />
cátedras de laboriosidad y sacrificio" se constituyó en un modelo de fuerte<br />
influencia en las organizaciones armadas argentinas. Como señala Guevara:<br />
"Los dirigentes de la revolución tienen hijos que en sus primeros balbuceos, no<br />
aprenden a nombrar al padre; mujeres que deben ser parte del sacrificio<br />
general de su vida para llevar la revolución a su destino; el marco de los<br />
amigos responde estrictamente al marco de los compañeros de revolución. No<br />
hay vida fuera de ella".<br />
La impronta del modelo guevarista de militante abnegado en todas las<br />
organizaciones armadas del período responde especialmente a que para el
Che el guerrillero era la expresión del hombre nuevo en la etapa<br />
prerrevolucionaria. La guerra revolucionaria, la instancia en la que el sacrificio<br />
alcanza su punto más exacerbado. Por eso, dada su influencia, el modelo de<br />
puritanismo de corte guevarista es sin dudas el más significativo para este<br />
período.<br />
Sin embargo, a los fines de aprehender mejor el tipo de puritanismo que<br />
caracterizó a la militancia guerrillera del período, podemos señalar tres<br />
orígenes diferentes que, con diferentes incidencias en cada una de ellas,<br />
influyó en todas las organizaciones armadas en el país.<br />
a) <strong>El</strong> Che y el hombre nuevo<br />
Como señalamos, la presencia mítica del Che fue común a todas las<br />
organizaciones, no solamente en Argentina. Con su elección de vida, su<br />
práctica concreta y sus escritos, Guevara fue el representante impar de las<br />
virtudes heroicas del guerrillero, el exponente máximo de la ética del militante<br />
guerrillero. La renuncia al bienestar material de una vida en el seno de una<br />
familia acomodada, así como su peregrinaje revolucionario por diferentes<br />
países del mundo con el solo objetivo de propagar la revolución, tuvo una<br />
influencia inconmensurable sobre la conducta de vida de quienes optaron por la<br />
militancia como modo de vida. Su muerte en manos del Ejército boliviano –<br />
reflejada en una fotografía en la que, como muchas veces se ha señalado,<br />
pareciera buscarse su inmortalidad-, corona una vida despojada de todo<br />
beneficio personal, incluso luego del triunfo de la revolución en Cuba. La<br />
dimensión mítica del Che no proviene solamente de su práctica, sino que<br />
también de su prédica. Esta incluía no solamente una fundamentación<br />
conceptual del sacrificio militante, sino que también la capacidad poética de<br />
expresión coadyuvó a su carácter mítico: "A la austeridad obligada por difíciles<br />
condiciones de la guerra debe sumar la austeridad nacida de un rígido<br />
autocontrol que impida un solo exceso, un solo desliz, en ocasión en que las<br />
circunstancias pudieran permitirlo. <strong>El</strong> guerrillero debe ser un asceta…".<br />
De conjunto, prédica y práctica hacen de Guevara una figura cautivante para<br />
esa generación, y de cuyo poder seductor pueden verse aún hoy, mutatis<br />
mutandis, sobradas expresiones. Cabe resaltar que de las tres vertientes del<br />
puritanismo de la época que analizamos, la del guerrillero según los cánones<br />
guevaristas es la más inmediatamente influyente: es la única que sostiene una<br />
ética estrictamente guerrillera, y es, por tanto, la más universal para las<br />
organizaciones armadas de la etapa.<br />
b) Lenin y el militante bolchevique<br />
La concepción leninista de un partido de cuadros, así como las duras<br />
condiciones de ilegalidad en la que transcurre la mayor parte de la actividad de<br />
los bolcheviques en la Rusia zarista, constituyen un modelo de militante<br />
profesional en el que la abnegación y el sacrificio se erigen en virtudes<br />
fundamentales. Para Lenin, "sin el trabajo incansable, heroicamente tenaz, de<br />
tales militantes entre las masas proletarias, el POSDR no hubiese podido<br />
subsistir…".<br />
<strong>El</strong> centro de la preocupación leninista es la construcción del partido<br />
revolucionario, y en ésta se subsumen las características de los militantes<br />
necesarios para llevar a cabo esa tarea. Dado que el proletariado no puede por<br />
su propia experiencia desarrollar una conciencia revolucionaria, a la<br />
organización le cabe un rol determinante en desarrollar la conciencia de clase<br />
de los trabajadores. Para ello, debe estar formado por militantes organizados,<br />
5
disciplinados y formados, cuya vida esté al servicio de la revolución. Sólo<br />
militantes con esas características pueden ser reconocidos como miembros del<br />
partido. Trotsky, quien habiendo partido de posiciones distintas termina<br />
adhiriendo por completo a la concepción organizativa de Lenin, al referirse a<br />
problemas de moral da cuenta de "una lista de rasgos comunes entre el<br />
catolicismo, y aun el jesuitismo, y el bolchevismo", ya que "acontece que clases<br />
diferentes, en nombre de finalidades diferentes, usen medios análogos".<br />
Sin embargo, creemos que debe relativizarse parcialmente la idea de que el<br />
ascetismo militante que reivindicó el legado leninista tenga su origen en el<br />
revolucionario ruso. Las condiciones históricas en las que evolucionaron en el<br />
siglo XX los PCs o las organizaciones trotskistas –esta corriente,<br />
estrechamente asociada al PRT-, exacerbaron los aspectos más ascéticos de<br />
la militancia como condición para su propia identidad colectiva, cerrada y rígida.<br />
<strong>El</strong> artículo de Horacio Tarcus sobre la secta política (ver bibliogr.) brinda<br />
interesantes indicios para analizar la sacralización del militante en<br />
organizaciones para cuya constitución es determinante la separación del<br />
afuera, mostrando semejanzas entre la conducta en las sectas protestantes y<br />
aspectos paradigmáticos de la de las organizaciones revolucionarias de las<br />
últimas décadas.<br />
c) <strong>El</strong> ascetismo cristiano y la opción por los pobres<br />
En América Latina y en Argentina en particular, la influencia de corrientes<br />
cristianas en la conformación de grupos como Montoneros tuvo una influencia<br />
inicial decisiva. Dado que, a diferencia de los modelos anteriores, éste tiene<br />
origen directamente en la esfera religiosa, ajena al imaginario revolucionario<br />
que define al guevarismo o al leninismo, deberemos detenernos brevemente a<br />
su articulación con la esfera política. Esto requiere detenerse en el impacto del<br />
catolicismo liberacionista post-conciliar, en torno a la Teología de la Liberación.<br />
Los profundos cambios en la manera de entender la misión cristiana en la tierra<br />
por parte de un sector de la Iglesia Católica, fueron precisamente los que<br />
vehiculizaron la confluencia de una retórica de origen específicamente cristiano<br />
con movimientos emancipatorios que planteaban el socialismo como meta, y la<br />
lucha armada como método. Del ethos emanado de la retórica del catolicismo<br />
renovado y de su significado en tanto que bases éticas de acción surgió una<br />
subjetividad militante específica.<br />
Los contenidos renovados de la fe cristiana se caracterizaron por un<br />
pronunciado giro a lo terrenal, en el cual se dio un corrimiento del paraíso: del<br />
cielo, a la posibilidad de construirlo en la tierra. La opción por los pobres y el<br />
llamado a la sensibilización por la situación social de los países del Tercer<br />
Mundo permitió recentrar, desde una retórica de cuño cristiano, la acción en la<br />
tierra como parte de un proyecto emancipatorio mayor: la liberación de los<br />
pueblos oprimidos.<br />
Así, un diagnóstico de la realidad que revalorizó y convocó a la acción en favor<br />
de los pobres y una definición genérica del enemigo, se tradujo en un método<br />
de acción -la violencia de los oprimidos, justificada por la violencia de los<br />
opresores-, y en un futuro a alcanzar, el socialismo. A su vez, las primeras<br />
manifestaciones de apoyo a los pobres desde una retórica de corte católico y a<br />
través de métodos radicales y tendientes a la emancipación, como la<br />
experiencia del cura guerrillero Camilo Torres en Colombia, y su posterior<br />
asesinato, empezaron a dotar de contenido y significado la especificidad de<br />
esta conducta militante ascética. Concretamente, en el caso argentino, el
surgimiento del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, y las figuras<br />
de Mujica y García <strong>El</strong>orrio –y la revista dirigida por este último, "Cristianismo y<br />
Revolución"-, permitieron promover la fe cristiana y la acción armada, haciendo<br />
confluir discursivamente valores, creencias y pautas de acción de estas dos<br />
esferas.<br />
<strong>El</strong> llamado a la acción, cimentado en cada uno a partir de una vida ascética y<br />
metódica, en la renuncia y la entrega a la lucha en pos de la liberación de los<br />
pueblos oprimidos, comenzó a llenarse de significación desde una retórica que<br />
apelaba en forma creciente a esta nueva ética cristiana radicalizada, contando<br />
con la figura de Camilo Torres como mártir y como ejemplo. Como señala<br />
Vélez: "Fue muy duro en lo personal, (…) el sacrificio de nuestras propias vidas<br />
(…). La convicción profunda de que estábamos elegidos, que nos tocaba<br />
cumplir la misión de Cristo: estoy dispuesto a dejar todo, padre, madre, amigos,<br />
por tu nombre".<br />
Para finalizar, señalaremos la forma concreta que estas vertientes tomaron<br />
ejemplificándolo con las corrientes más emblemáticas del período: Montoneros<br />
y el PRT-ERP.<br />
Si bien Montoneros presenta una serie de dificultades dadas las diferentes<br />
etapas por las que atravesó en sus años de existencia, es posible,<br />
deteniéndonos en sus orígenes -esto es, en el período comprendido entre 1966<br />
y 1970-, rastrear cómo los miembros de los que serían sus grupos fundadores<br />
mantuvieron conexiones con sectores del catolicismo que, en el contexto del<br />
catolicismo renovado, comenzaban a revelarse contra la ortodoxia de la Iglesia<br />
Católica Argentina.<br />
La figura de García <strong>El</strong>orrio fue fundamental en la conexión inicial entre los<br />
grupos de Córdoba y Buenos Aires, lo que demuestra hasta qué punto la<br />
fundación de Montoneros estuvo signada por grupos religiosos aglutinadores<br />
de creencias y proyectos crecientemente tendientes a la emancipación. A partir<br />
de la nueva retórica, expresada sobre todo en la revista Cristianismo y<br />
Revolución, comenzó a convocarse a la sensibilización por la situación de los<br />
pobres. “Si el nuevo revolucionario ha de continuar una larga y ardua lucha, sin<br />
absolutos y sin ilusiones utópicas, se requiere (…) esas fuentes de<br />
entendimiento y comunidad que pueden sustentar y orientar tal esfuerzo (…) en<br />
una vida vivida en una intensa lucha revolucionaria". Esas fuentes emanan,<br />
decía Richard Shaull en dicha revista, de "la vitalidad de la tradición judeocristiana<br />
en sus diversas formas y su capacidad para relacionar a la situación<br />
humana de hoy de forma tal que libere viejas imágenes, símbolos y conceptos,<br />
y cree otros nuevos que puedan cumplir la tarea...” Asimismo, desde sus<br />
páginas, la figura de Camilo Torres comienza a cobrar la forma de mártir,<br />
donde la entrega de su vida a la causa de los pobres es elevada como ejemplo<br />
de cristiano comprometido con la lucha armada.<br />
Esta confluencia da lugar a una perspectiva revolucionaria basada en la acción<br />
armada y en un compromiso creciente con los pobres. Éste se traduce<br />
inicialmente en la labor en barrios y villas, lo que no era vivido como<br />
asistencialismo sino como compromiso y renuncia a la vida burguesa, en donde<br />
el trabajo en las villas era la encarnación del sufrimiento de los pobres. “La<br />
formación cristiana fue la base primaria, sensible, esencial, de nuestro<br />
compromiso con las clases explotadas. (...) estábamos absolutamente<br />
convencidos de que era inevitable sacrificar libertades individuales y/o sociales<br />
7
en aras de eliminar las brutales e injustas desigualdades existentes en nuestra<br />
patria” (Ignacio Vélez).<br />
Por otra parte, la identificación con las luchas obreras y con el sindicalismo<br />
combativo, permiten ver que a partir del llamamiento al compromiso con los<br />
pobres, se construye paulatinamente una identificación de éstos con el pueblo<br />
peronista, y una valoración de las luchas proletarias en la conformación de una<br />
conciencia revolucionaria. Así, del pobre sublimado en la ética cristiana pasa a<br />
valorarse el obrero en el lugar que ocupa para la tradición marxista y leninista.<br />
Es así que este complejo entramado entre la ética católica y la acción política,<br />
comienza a generar en los militantes la convicción en la necesariedad de<br />
postergar la propia vida y comprometerse absolutamente con la lucha<br />
revolucionaria en aras de construir una sociedad más justa, proceso en el que<br />
la lucha armada conlleva la valorización ética del guerrillero en el sentido<br />
guevarista.<br />
<strong>El</strong> PRT surgió por la unificación de un pequeño grupo regional de Santiago del<br />
Estero y un partido trotskista que bajo diferentes denominaciones había<br />
mantenido su concepción política, organizativa y su dirigencia desde la década<br />
del '40. De este último tomó su forma organizativa y su reivindicación del<br />
modelo leninista. En este sentido, el ascetismo de la organización de Santucho<br />
se nutre de la concepción de militante bolchevique. Pero a su vez, el PRT<br />
estuvo entre las organizaciones del período que más explícitamente se<br />
reivindicaron herederos del legado del Che. La imagen del hombre nuevo<br />
concretizada en la figura del guerrillero es también determinante en el<br />
puritanismo perretiano.<br />
Esta organización produjo un documento en el que se aborda específicamente<br />
la cuestión de la moral militante. Moral y proletarización, publicado en 1972,<br />
se aboca a prescribir una conducta de vida "planteada por el Che con su<br />
apasionado llamamiento a la construcción del Hombre Nuevo" y por "corrientes<br />
revolucionarias en la Argentina, con sus llamamientos a la proletarización de<br />
sus cuadros y militantes". Y esto, porque el obrero -dada su práctica social-,<br />
contaría con una tendencia contraria al individualismo que impone la sociedad,<br />
lo que permitiría que primen "las auténticas virtudes proletarias: humildad,<br />
sencillez, paciencia, espíritu de sacrificio, amplitud de criterios, decisión,<br />
tenacidad, deseos de aprender, generosidad, amor al prójimo". De ese modo,<br />
podría superarse el "tomarse como punto de referencia a sí mismo y no al<br />
proceso histórico, a la clase obrera y al pueblo". Esto se manifiesta también en<br />
el llamado a la proletarización de sus militantes, que, como señaló Carnovale,<br />
"constituye otra de las formas que asume el mandato partidario del sacrificio,<br />
de la renuncia, de la entrega de cuerpo y alma a la revolución".<br />
Luis Mattini señala que en el PRT "se conjugaban la regularidad germánica,<br />
con la espartanidad luterana", combinadas con características locales. <strong>El</strong><br />
concepto de revolucionarios profesionales, explica, se manifestaba en que "no<br />
se conocían descansos y mucho menos vacaciones, no existía el domingo ni el<br />
feriado, ni aún en las necesidades íntimas más mínimas (…). Las reuniones<br />
políticas y de trabajo eran serias y hasta a veces un poco graves. Trataban de<br />
evitar la dispersión inútil y todo aquello que afectara el rendimiento". Incluso,<br />
señala quien sucedió a Santucho como Secretario General del PRT, hubo por<br />
momentos "una tendencia a exagerar el modo de vida adoptando actitudes<br />
ascéticas".
La moral guevarista, expresada en la consigna del ERP "A vencer o morir", se<br />
combina entonces con la perspectiva sobre la clase obrera propia de la<br />
tradición leninista.<br />
<strong>El</strong> puritanismo, para concluir, constituye una clave relevante para analizar la<br />
subjetividad de quienes moldean su vida en torno a una meta trascendente.<br />
Más allá de sus orígenes religiosos, en las organizaciones armadas del período<br />
se conforma por medio de diferentes fuentes que dan su especificidad a las<br />
distintas corrientes. Esta diversidad agrega complejidad a un aspecto de la<br />
actitud militante que, mediada por mecanismos institucionalizados, fue vivida<br />
tanto con una enorme plenitud como, en muchos casos, con tensiones y<br />
contradicciones. Creemos que es un interrogante abierto cómo las próximas<br />
generaciones de luchadores se comprometerán en la transformación histórica<br />
de la sociedad, en un fin trascendente, desde otros ámbitos de sentido, en una<br />
sociedad que está crecientemente secularizada.<br />
Bibliografía sugerida<br />
Carnovale, Vera: "Postulados, sentidos y tensiones de la proletarización en<br />
el PRT-ERP", en Lucha Armada, Nº 5, 2006; Donatello, Luis: "Religión y<br />
política: las redes sociales del catolicismo post - conciliar y los Montoneros,<br />
1966-1973", en Estudios Sociales , Nº 24, 2003; Guevara, Ernesto: "<strong>El</strong><br />
socialismo y el hombre en Cuba", en Marcha, 12 de marzo de 1965;<br />
Guglielmucci, Ana: "Moral y política en la praxis militante", en Lucha<br />
Armada, Nº 5, 2006; Longoni, Ana: Traiciones. La figura del traidor en los<br />
relatos acerca de los sobrevivientes de la represión, Norma, Buenos Aires,<br />
2007; Löwy, Michael: Guerra de Dioses. Religión y política en América<br />
Latina, Siglo XXI, México D.F., 1999; Mattini, Luis: Hombres y mujeres del<br />
PRT-ERP (La pasión militante), De La Campana, Buenos Aires, 1995;<br />
Oberti, Alejandra: "La moral según los revolucionarios", en Políticas de la<br />
memoria, Nº 5, 2004/2005; Ollier, Maria Matilde: "Partidos en armas: las<br />
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presentada en el seminario Partidos Armados en la Argentina de los<br />
setenta, Centro de Estudios de Historia Política, UNSAM, abril de 2007<br />
(http://www.unsam.edu.ar/escuelas/politica/centro_historia_politica/Ollier.pdf<br />
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2004/2005; Rot, Gabriel: "Lanzando semillas con desesperación", en Lucha<br />
Armada, Nº 9, Buenos Aires, 2007; Shaull, Richard: "Desafío revolucionario<br />
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Carreras, Ignacio: "Montoneros. Los grupos originarios", en Lucha Armada,<br />
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