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Yo Tambien me llamo Vincent - Chiapas

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las ramas, retrocedió y dio paso a una calma infinita. Las luces de<br />

la ciudad brillaban en la lejanía, así como brillaban las brasas en<br />

los ojos de ambas bestias. El doberman, con sus imponentes manos<br />

al frente, protegió la carne como si fuese su cachorro. <strong>Vincent</strong> se<br />

acercó, poco a poco. En la mañana siguiente, un grupo de niños ex-<br />

cursionistas halló a <strong>Vincent</strong> lleno de sangre, por los campos de Los<br />

Sabinos, ahí donde está una represa que nombran ―La tapadera‖.<br />

¡Pero no vayás a pensar que el perro le quitó la oreja!, <strong>me</strong> dijo don<br />

Arcadio, no, no, ¡fue él, loco incontenible!, quien, frente a todos los<br />

niños, con una navaja que siempre llevaba <strong>me</strong>tida dentro de un cal-<br />

cetín, se quitó la oreja y la co<strong>me</strong>nzó a co<strong>me</strong>r. ¡Fue el signo de su<br />

triunfo! Así apareció en la foto del periódico, <strong>Vincent</strong>, al lado del<br />

doberman destazado, comía algo que el encargado de la nota pe-<br />

riodística supuso era el trozo de carne. Alicia <strong>me</strong> contó que ―El Ti-<br />

nieblas‖ (así lo llamaba) tenía la costumbre de co<strong>me</strong>r las frutas y<br />

verduras que la gente tiraba a la basura, pero, sobre todo, comía la<br />

carne cruda de las ratas que se cruzaban por su camino y destazaba<br />

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