MAR, CIELO Y AMOR Terminada la comida, mientras ellos jugaban ...
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Kennel Club . El automóvil que conducía Roberto León entró por<br />
<strong>la</strong> puerta de vehículos en el momento en que el vasto rumor de <strong>la</strong>s<br />
multitudes anunciaba el principio de <strong>la</strong> segunda carrera canina de <strong>la</strong><br />
noche .<br />
Era deslumbrante el espectáculo de aquel<strong>la</strong>s tribunas rebozantes<br />
de mujeres hermosas, ataviadas con trajes y abrigos decolores subidos,<br />
que daban <strong>la</strong> ilusión de un gran jardín de ensueño, mecido por <strong>la</strong>rgas<br />
ráfagas de emoción, Y abajo, el ir y venir de damas y caballeros, de<br />
militares y marinos, de negros y b<strong>la</strong>ncos, chinos e hindúes ; el correr<br />
ansioso hacia <strong>la</strong>s taquil<strong>la</strong>s, ya para cerrarse, y <strong>la</strong> ansiedad del juego en<br />
todos los ojos y <strong>la</strong> tentación de los billetes norteamericanos en el<br />
temblor crispado de los dedos femeninos . . .<br />
Y <strong>la</strong> carrera comenzó entre un ensordecedor vocerío que<br />
encendía a <strong>la</strong> muchedumbre toda . Y <strong>la</strong> horrorosa sensación del azar<br />
estaba palpitante allí, en aquel<strong>la</strong>s contorsiones absurdas, e aqu<strong>ellos</strong><br />
brazos desesperadamente tendidos hacia el cielo, en aquel<strong>la</strong>s damas<br />
despeinadas, descompuestas, enloquecidas, que gritaban empinándose<br />
en un vértigo que parecía haber conmovido <strong>la</strong>s fibras más secretas y<br />
más delicadas de su ser . . .<br />
Y entre aquel<strong>la</strong>s damas, Roberto León vio a Julia Torres ; pero<br />
estaba en uno de aqu<strong>ellos</strong> períodos de desfallecimiento en los cuales<br />
evitaba el trato de su bel<strong>la</strong> y torturante amiga .<br />
Vuelta <strong>la</strong> cabeza, un joven se acercó a Roberto para decirle :<br />
-La señorita Julia Torres le suplica el favor de ir a su palco -y<br />
el mensajero señaló hacia <strong>la</strong>s tribunas el lugar ocupado por <strong>la</strong> linda<br />
muchacha .<br />
Roberto saludó con el sombrero, sin demostrar sorpresa ni prisa,<br />
y el<strong>la</strong> le contestó familiarmente, agitando en el aire <strong>la</strong> b<strong>la</strong>nca y<br />
perfumada mano, <strong>mientras</strong> lo envolvía en una <strong>la</strong>rga sonrisa de cariño .<br />
Aquel<strong>la</strong> noche Julia vestía una bata roja, bordada con surcos<br />
azul eléctrico muy l<strong>la</strong>mativa, muy elegante y que sentaba admirablemente<br />
a sus ojos obscuros y a su profusa y encrespada cabellera<br />
negra, cuidadosa, prolijamente arreg<strong>la</strong>da aquel<strong>la</strong> tarde por su peluquero<br />
.<br />
-¡Julia!<br />
-Señor caballero : dichosos los ojos que pueden verlo, caramba! . .<br />
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