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Colección 40/25 - Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano

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cada fotograma de celuloide, que<br />

nuestra retina imperfecta interpreta<br />

como una secuencia sin fin, se fue<br />

también, como toda materia, y por<br />

este mismo factor tiempo, degradando<br />

y descomponiendo. Es asombroso y<br />

a la vez contradictorio que en la era<br />

de lo digital, de la proyección aséptica<br />

(¿escéptica?) y perfecta del 4K, en<br />

la que la imagen parece haberse<br />

desprendido y desolidarizado para<br />

siempre de su entorno material,<br />

adquiriendo su propio cuerpo glorioso,<br />

logrando un estado meramente<br />

lumínico y por ende espiritual, los<br />

espectadores reclamen aun con<br />

vehemencia la corrupción de la<br />

materia y reivindiquen con emoción las<br />

imperfecciones del soporte fotoquímico.<br />

Así, recientemente, en la Cinemateca<br />

Distrital, durante la muestra que<br />

acompañó el Seminario de Cine<br />

Latinoamericano Restaurado 2 ,<br />

aquellos que podrían ser percibidos<br />

como defectos inaceptables de la<br />

imagen devienen, por el contrario,<br />

en un público ávido de archivos y de<br />

materiales originales, como la prueba<br />

misma de una imagen viva y de una<br />

experiencia única e irrepetible. Este<br />

fue el caso durante las proyecciones<br />

de La balandra Isabel llegó esta tarde<br />

(Venezuela, 1950), de Carlos Hugo<br />

Christensen, melodrama de litoral,<br />

2. Organizado del 11 al 14 de noviembre gracias<br />

a la acción conjunta de Idartes y la <strong>Fundación</strong><br />

<strong>Patrimonio</strong> <strong>Fílmico</strong> <strong>Colombiano</strong>, con el apoyo<br />

de la Embajada de Francia, presentó películas<br />

de Cuba, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú,<br />

Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay y Francia,<br />

la gran mayoría de ellas proyectadas en formato<br />

original de 35 mm, algunas a 18 cuadros por<br />

segundo como velocidad original.<br />

Cinemateca Distrital de Bogotá / <strong>Fundación</strong> <strong>Patrimonio</strong> <strong>Fílmico</strong> <strong>Colombiano</strong><br />

hermosamente fotografiado por José<br />

María Beltrán y magistralmente<br />

interpretado por Arturo de Córdoba y<br />

Virginia Luque, así como de Apenas un<br />

delincuente (Argentina, 1949), de Hugo<br />

Fregonese, gran exponente del más<br />

puro cinéma noir, llevando el cinismo<br />

del personaje principal al límite del<br />

paroxismo por un Jorge Salcedo<br />

inspirado. Ambas, por distintas<br />

razones y emociones mantuvieron en<br />

vilo a unas salas llenas y entusiastas.<br />

Copias de época, cuyo proceso de<br />

restauración aun no culmina en<br />

uno de los casos, y en las cuales las<br />

marcas del tiempo se hacen visibles<br />

por las ralladuras, empalmes, cortes,<br />

saltos y demás cicatrices propias del<br />

trajín y las vivencias que resultan<br />

de la exhibición al público. Estas<br />

«heridas de guerra», que evidencian<br />

el hecho mismo que la cinta se<br />

encuentra en sala, que la sala está<br />

en cinta, exponiéndonos toda su<br />

corporalidad; antes que producir<br />

molestias en el público, aportan un<br />

valor emocional, vivencial e inclusive<br />

estético indescriptible y generan<br />

una verdadera comunión entre los<br />

espectadores y las películas, un pacto<br />

de sangre difícil de romper. Por otra<br />

parte Wara Wara (Bolivia, 1930),<br />

de José María Velasco, historia de<br />

amor y traición imbuida de drama<br />

histórico, a pesar de lo importante<br />

de su discurso con relación a las<br />

élites y al ejercicio del poder y de sus<br />

enormes logros estéticos, no aporta,<br />

luego de un muy exitoso proceso de<br />

restauración digital, llevado a cabo<br />

de manera impecable con enormes<br />

recursos, ese elemento emocional<br />

presente no solamente en el drama de<br />

los personajes sino en el soporte, en el

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