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Labuerda - Revista El Gurrión

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Agosto de 2011 • <strong>Labuerda</strong><br />

Cabras enriscadas<br />

No fueron muchas ni<br />

muchas veces las cabras que se<br />

engarmaban o enriscaban en las<br />

paredes rocosas de Góriz, en el<br />

Puerto Alto, por encima de Ordesa.<br />

Pero cuando los pastores descubrían<br />

alguna cabra en un garmo se<br />

rompía la tranquilidad, empezaban<br />

los planes del rescate, y había tema<br />

de conversación.<br />

Garmo y engarmarse es<br />

lenguaje pastoril, vaya usted a<br />

saber de qué tiempos más o menos<br />

antiguos viene esa palabra. Busco<br />

en el Diccionario de la RAE, y<br />

encuentro la palabra garma.<br />

“Vertiente empinada y peligrosa”.<br />

Engarmarse y enriscarse<br />

es lo mismo; es caer en una trampa<br />

del terreno; es como meterse<br />

en un callejón sin salida. En el<br />

garmo o risco de la pared de roca<br />

no hay posibilidad alguna de salir<br />

saltando abajo, arriba, adelante o<br />

atrás.<br />

Esto viene a cuento por<br />

lo de los montañeros enriscados,<br />

igual que las cabras, y rescatados<br />

por los grupos de la Guardia<br />

Civil, especialistas de montaña.<br />

A las cabras las rescataban los<br />

pastores, usando cuerdas para<br />

atarse, y a la vez atar la cabra para<br />

izarla, liberándola de una especie<br />

de cárcel y de la muerte.<br />

En cierta ocasión por allí<br />

en Mondarruego, dos pastores<br />

fuimos a desenriscar una cabra<br />

que llevaría días y noches en un<br />

bancal, a donde había saltado<br />

desde arriba, y no podía volver a<br />

subir. Hacia abajo, adelante y atrás<br />

había un enorme precipicio. Dos o<br />

trescientos metros sobre Ordesa,<br />

cerca del Tozal del Mallo y la Faja<br />

de las Flores. Tenía la hierba del<br />

bancal arrasada por completo.<br />

Fuimos mi amigo Miguel<br />

Duaso Lardiés y yo los atrevidos<br />

e intrépidos, quizás imprudentes.<br />

Éramos muy jóvenes y ágiles. No<br />

llevábamos cuerdas. Y sin pensarlo<br />

dos veces me descolgué al garmo<br />

con pies y manos, agarré la cabra<br />

que estaba muy asustada, casi<br />

paralizada, la levanté por encima<br />

de mi cabeza como si hubiese sido<br />

un trofeo, y mi amigo desde arriba,<br />

tumbado en el borde de la roca y<br />

sujeto con una mano en una roca,<br />

con la otra agarró la cabra de un<br />

cuerno mientras yo la empujaba. <strong>El</strong><br />

animal no pataleó ni se movió. Una<br />

vez puesta a salvo echó a correr por<br />

la ladera pedregosa en busca del<br />

primer arroyo para mitigar su sed<br />

de varios días.<br />

<strong>El</strong> padre de mi amigo<br />

Miguel que nos siguió a distancia,<br />

sabedor de nuestra sed de aventuras<br />

– 37 –<br />

por aquellos parajes, no paró de<br />

gritarnos durante la operación de<br />

rescate de la cabra: ¡No bajéis! ¡Es<br />

una locura! ¡Dejadla ahí que se<br />

pudra! No le hicimos caso; hicimos<br />

oídos sordos. Luego nos echó la<br />

bronca.<br />

Hoy me llama la atención lo<br />

de los montañeros enriscados, y lo<br />

entiendo, pues recuerdo el rescate<br />

de la cabra, pero no comparto el<br />

afán de aventura montañera sin<br />

la necesaria preparación. O sin<br />

calcular bien los riesgos. Yo también<br />

me vi alguna vez en apuros medio<br />

enriscado, a pesar de mi agilidad<br />

y experiencia, simplemente por<br />

coger unas flores de árnica que<br />

me había encargado mi madre.<br />

Dicha flor se ponía a macerar en<br />

una botella con anís, y servía para<br />

desinfectar heridas.<br />

Subí a un bancal a uñas<br />

por la roca, pero bajar… Tuve que<br />

saltar… Descolgarme de espaldas<br />

y dejarme caer de pie sobre un<br />

pedregal, desde una altura de<br />

cinco metros. Se me doblaron las<br />

piernas y choqué en las rocas con<br />

una rodilla. Sangraba mucho y<br />

la rodilla era un tomate chafado.<br />

Lavé la herida con agua fría.<br />

Vi que podía caminar… Al día<br />

siguiente iba con una pata tiesa.<br />

¿Me podría haber roto un tobillo<br />

o los dos? Estaba completamente<br />

solo en un paraje desértico, y sin<br />

medios para enviar una señala de<br />

socorro. Podrían haber hallado allí<br />

mi esqueleto.<br />

Ojo, pues, todo el mundo<br />

al recorrer las montañas. Muchas<br />

precauciones, mucha información<br />

y buena preparación, para evitar<br />

accidentes.<br />

Luis Buisán Villacampa

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