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<strong>España</strong>: <strong>¿un</strong> <strong>Estado</strong> <strong>laico</strong>?<br />
ENTREVISTA A ANDRÉS OLLERO<br />
Catedrático de Filosofía del Derecho<br />
«Me preocupa que los católicos callen mientras los<br />
demás imponen sus ideas».<br />
«Conozco la Iglesia lo suficiente como para saber que sería absurdo<br />
apostar por el nombre del que será nuevo Papa»<br />
Andrés Cárdenas\Ideal Digital - Granada<br />
Domingo, 17 de abril de 2005<br />
Andrés Ollero Tassara es uno de los tres ponentes que participarán el próximo<br />
miércoles en la mesa redonda organizada por el Aula de Cultura de IDEAL con el<br />
título '<strong>España</strong>: <strong>¿un</strong> <strong>Estado</strong> <strong>laico</strong>?'. Andrés Ollero es catedrático de Filosofía del<br />
Derecho, ex diputado por Granada por el PP y miembro del Opus Dei.<br />
Recientemente ha editado un libro con el mismo nombre que la mesa redonda, la<br />
cual se celebrará en el salón de conferencias de la ONCE (Plaza del Carmen). En la<br />
misma participarán también el presidente del Tribunal Superior de Justicia de<br />
Andalucía, Augusto Méndez de Lugo, y el catedrático de Derecho Constitucional<br />
Gregorio Cámara.<br />
-Señor Ollero, ¿es <strong>España</strong> un estado <strong>laico</strong>?<br />
-Si <strong>laico</strong> se entiende en sentido laicista, como absoluta separación entre lo público y<br />
lo religioso, nuestra Constitución lo excluye expresamente. Lo que ocurre es que,<br />
así como en viejos tiempos estuvimos en 'postconcilio', ahora parece que estamos<br />
en 'postconstitución': algunos pretenden que la Constitución diga lo que ellos<br />
intentaron sin éxito que dijera.<br />
-Por un lado la Constitución establece la aconfesionalidad del <strong>Estado</strong> pero<br />
la presión de la Iglesia en lo social, lo político y sobre todo en la educación,<br />
es intensa.<br />
-El <strong>Estado</strong> español viene siendo inequívocamente aconfesional; no es que la Iglesia<br />
presione sino que los ciudadanos ejercen libremente sus derechos. No es la Iglesia<br />
sino los ciudadanos los que solicitan abrumadoramente que se enseñe la religión<br />
católica en los centros públicos. La Constitución obliga a los poderes públicos a<br />
tenerlo en cuenta; negarse a ello sería imponer una confesionalidad laicista.<br />
-¿Cuál sería su solución para evitar esta especie de dilema?<br />
-Llevar a cabo la laicidad positiva que suscribe la Constitución: tener en cuenta las<br />
creencias de los ciudadanos. Lo <strong>laico</strong> se opone a lo clerical, a depender<br />
ovejunamente de lo que diga el de arriba; el laicismo no es sino clericalismo civil.<br />
No me extraña pues que hayan inventado el bautismo por lo civil, rezuma<br />
coherencia.<br />
-Usted ha dicho en varias ocasiones que no es igual laicidad que laicismo.
-En efecto, <strong>Estado</strong> <strong>laico</strong> es el que respeta al <strong>laico</strong> y 'laos', ya en griego, era el<br />
ciudadano de a pie. En la modernidad se impuso que el ciudadano de a pie había de<br />
adherirse a la religión de su príncipe ('cuius regio eius religio'); ahora algunos<br />
deciden que el príncipe no tenga religión y en consecuencia los ciudadanos la<br />
practiquen en las catacacumbas (o sea, 'cuius regio eius non-religio', con perdón).<br />
Retos<br />
-¿Cómo debe de comportarse la Iglesia ante los reiterados intentos de<br />
muchos colectivos de convertir a <strong>España</strong> en un <strong>Estado</strong> totalmente<br />
aconfesional?<br />
-Lo que pretenden es que el <strong>Estado</strong> sea laicista. En la Iglesia los curas deben decir<br />
misa y recordar los principios de la religión; los <strong>laico</strong>s debemos espabilar para que<br />
no nos discriminen algunos paradójicos amantes de una libertad en concreto: la<br />
suya de ellos.<br />
-El matrimonio entre homosexuales, un proceso de divorcio simple, la<br />
investigación con células madre, la eutanasia, el rechazo de asignaturas<br />
religiosas fundamentales y, sobre todo, acabar con la financiación desigual<br />
de la Iglesia católica en <strong>España</strong>. Son muchos frentes los que tiene que<br />
atajar la Iglesia.<br />
-Porque la Iglesia se compromete con la defensa de la verdad del hombre. No se<br />
limita a decir que determinada conducta es inmoral y que quien la practique se<br />
pase por el confesionario. Le preocupa que determinadas medidas obstaculicen una<br />
convivencia realmente humana. A la vez recuerda que la caridad se ha de vivir con<br />
todos, no sólo con los despistados sino incluso con los enemigos, si alguien se<br />
empeñara en serlo.<br />
-¿Deben tener los poderes públicos en cuenta la creencias religiosas de la<br />
sociedad española?<br />
-El artículo 16.3 de la Constitución lo dice expresamente.<br />
-El que haya habido de miles de españoles que hayan viajado a Roma para asistir al<br />
funeral del Papa, ¿debe hacer reflexionar al Gobierno sobre la religión que se<br />
practica en <strong>España</strong>?<br />
-Es un detalle elocuente pero relativamente secundario. El Gobierno debe respetar<br />
la Constitución, sea cual sea el número de peregrinos. No debe imponer a los<br />
ciudadanos cómo han de satisfacer sus necesidades. La ministra de turno ha tenido<br />
que archivar sus minipisos al comprobar que los ciudadanos no quieren vivir en<br />
casas de muñecas. No sé por qué con las necesidades espirituales habría que<br />
actuar de otro modo.<br />
-En países con larga tradición democrática y laica, las posturas de un número<br />
importante de congregaciones católicas han tomado militancia activa en defensa de<br />
sus convicciones. ¿Es este el paso que tienen que dar los católicos españoles?<br />
-Termino mi libro '<strong>España</strong>: <strong>¿un</strong> <strong>Estado</strong> <strong>laico</strong>?', que acaba de editar Civitas,<br />
aludiendo a un 'laicismo autoasumido'. No me preocupa tanto que un Gobierno<br />
pueda tener la tentación de arrinconar a los católicos; me preocupa más que éstos,<br />
preocupados de no imponer sus convicciones, se callen mientras los demás<br />
imponen las suyas. La democracia consiste en que cada cual haga sus propias<br />
propuestas. Para hacer las ajenas ya habrá otros.
El Papa<br />
-¿Qué ha significado para usted la figura de Juan Pablo II.<br />
-Ha sido un regalo de Dios para la humanidad. Personalmente, nunca olvidaré las<br />
cinco oportunidades en que tuve ocasión de saludarle personalmente en Roma y<br />
que en una de ellas me hiciera la señal de la cruz sobre la frente, como le solicité.<br />
Rebosaba afecto. Le dedicaré otro libro, que recoge trabajos sobre su aportación a<br />
la tolerancia y los derechos humanos, ahora en imprenta: 'Derecho a la verdad'.<br />
-¿Cómo debe ser el nuevo Papa?<br />
-Como Dios quiera. Será el Vicario de Cristo no el de los cardenales o, menos aún,<br />
el mío.<br />
-Usted es buen conocedor de la Iglesia, ¿se atrevería a apostar por el<br />
nombre de un nuevo Papa?<br />
-Conozco la Iglesia lo suficiente como para saber que sería absurdo apostar.<br />
Por cortesía del autor y del editor publicamos<br />
uno de los capítulos del libro citado.<br />
Editor:<br />
Autor::<br />
Andrés Ollero<br />
Título:<br />
<strong>España</strong>: <strong>¿un</strong> <strong>Estado</strong> <strong>laico</strong>?<br />
Capítulo 13:<br />
¿UN LAICISMO AUTOASUMIDO?<br />
Después de los hechos analizados y de las reflexiones recogidas, preguntar si<br />
<strong>España</strong> es o no un <strong>Estado</strong> <strong>laico</strong> no da derecho a recibir una fácil respuesta. Dependerá<br />
en primer lugar de qué se entienda por tal.<br />
Si <strong>laico</strong> se entendiera en clave laicista, como drástica separación entre los<br />
poderes públicos y cualquier expresión, institucional o meramente social, del<br />
fenómeno religioso, el <strong>Estado</strong> español no lo sería en absoluto. Ello no deja de<br />
constituir una buena noticia; no parece en efecto serlo mala que en un <strong>Estado</strong><br />
cualquiera la Constitución sea tomada en serio. Propugnar el laicismo es sin duda<br />
legítimo; tan legítimo, por lo menos, como proponerse cambiar la Constitución. Lo que<br />
no lo sería tanto es imponer, de uno u otro modo, tal propósito sin molestarse en<br />
conseguir que dicho cambio llegara a producirse.<br />
Si <strong>laico</strong> se entiende más bien con arreglo al paradójico concepto de "laicidad<br />
positiva" que el Tribunal Constitucional ha manejado en alguna ocasión, el <strong>Estado</strong><br />
español lo es sin duda desde una perspectiva institucional, dado que por tal se<br />
entiende la mera aconfesionalidad. En la medida en que se confundiera (por remedar
a Rawls) la neutralidad de propósito que la aconfesionalidad exige con una imposible<br />
neutralidad de efectos o influencias, lloverían las denuncias de confesionalidad<br />
sociológica; lo cual no dejará también de ser buena noticia. Sería un claro síntoma de<br />
que se está llevando a cabo el principio de cooperación que el texto constitucional<br />
hace derivar de un concepto auténticamente positivo de laicidad.<br />
Si <strong>laico</strong>, por último, se entiende efectivamente en esta dimensión<br />
indisimuladamente positiva de la laicidad, que implica que "los poderes públicos<br />
tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española" -no para intentar<br />
arrinconarlas en la privada intimidad, sino para mantener "las consiguientes relaciones<br />
de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones"- lograr que el <strong>Estado</strong><br />
español sea realmente <strong>laico</strong> exigirá profundizar en el debate arriba reflejado. De lo<br />
contrario, acabarían dándonos por <strong>laico</strong> lo laicista o, en el mejor de los casos, lo<br />
meramente aconfesional. La cooperación generará obviamente desiguales efectos<br />
para una u otra confesión, pero sería absurdo poner por ello el grito en el cielo como<br />
si estuviéramos volviendo encubiertamente a la confesionalidad. También el apoyo de<br />
los poderes públicos a los partidos y sindicatos resultará sin duda entre ellos desigual;<br />
en la medida en que los primeros logren más o menos respaldo electoral o a los<br />
segundos quepa o no considerarlos "más representativos". Derivar de ahí que<br />
estamos volviendo al Movimiento Nacional o resucitando los sindicatos verticales<br />
invitaría a pensar que para alguien sólo hay imparcialidad cuando es él mismo el que<br />
sale ganando.<br />
¿Existe hoy un designio político para intentar imponer en <strong>España</strong> un modelo<br />
laicista ignorando la Constitución? La pregunta, que va mucho más allá de un suspicaz<br />
juicio de intenciones, exige como respuesta un inevitable -discutible, sin duda, y<br />
difícilmente imparcial- análisis político. No me parecería honrado ahorrarme el mío.<br />
En algún momento de mis diecisiete años de actividad parlamentaria<br />
aproveché una conversación relajada con un buen amigo socialista para preguntarle<br />
por qué abundaban en algunos de los líderes de opinión de su partido -por entonces<br />
en el Gobierno- las críticas ácidas a la Iglesia Católica o a algunas de sus más activas<br />
instituciones. La respuesta fue tan sincera como ilustrativa. Algo así como: somos un<br />
partido que al cabo de cien años ha abjurado del marxismo, que le había servido<br />
hasta hace poco de obligada identidad. Hemos sufrido la caída del muro, que se ha<br />
llevado por delante el llamado socialismo real. Para poder sentirnos con cierta<br />
convicción representantes de los obreros tenemos que vestirnos de tales, porque<br />
obviamente no lo somos en el sentido que históricamente llevó a acuñar tal<br />
calificativo. Por lo demás, en todas nuestras Agrupaciones existe aún un viejo<br />
militante, de los que vivió los años de la república, que es para todos como el tótem<br />
de la tribu; para ayudarle a sentirse en su partido de siempre, sólo podemos ya<br />
ofrecerle como signo de identidad algún que otro exabrupto anticlerical...<br />
El diagnóstico, aun viniendo de un honrado intelectual militante y por entonces<br />
diputado socialista, dista de ser apodíctico. Lo que sí queda fuera de discusión es que<br />
una decena de años después de formularse se producía un hecho, al menos por<br />
infrecuente, histórico: un partido de centro-derecha lograba limpiamente en las urnas<br />
la victoria por mayoría absoluta. El alcance de este resultado desbordaba con mucho<br />
la mera rutina de la alternancia democrática.<br />
Durante catorce años la dialéctica derechas-izquierdas había servido en <strong>España</strong><br />
de sólido fundamento para excluir como deseable una alternativa política de tal signo.<br />
Las pensiones, como expresión arquetípica de un consolidado <strong>Estado</strong> de bienestar,<br />
correrían con ella grave peligro; no sólo se gobernaría sin los trabajadores sino contra<br />
los trabajadores. La inédita mayoría absoluta daba ahora fe de que también este muro<br />
había acabado cayendo, tras cuatro años en los que se había creado más empleo que<br />
nunca y se habían mantenido progresivas políticas sociales. Había quedado<br />
demostrado que en <strong>España</strong> los trabajadores no eran propiedad política de nadie.<br />
Ante este nuevo panorama caben dos opciones. La más lógica sería aprestarse<br />
a la abierta polémica inseparable de toda democracia madura: convencer al ciudadano<br />
de que se solucionarán sus problemas mejor que si gobernara el adversario político;<br />
renunciando a demonizarlo, para poderlo excluir 'a priori' como posible alternativa. La
apuesta parece bastante elemental, pero no lo es tanto en un país donde se sigue<br />
votando en buena medida contra alguien y, en consecuencia, las elecciones no las<br />
gana la oposición sino que las pierde el que está en el poder, siempre que con sus<br />
errores ponga en ello muy particular empeño. A nadie puede pues extrañar que desde<br />
una angosta y artificial mayoría se dediquen, al cabo de un año, los mejores esfuerzos<br />
a demonizar retroactivamente a esa mayoría absoluta que es ya patrimonio de los<br />
historiadores.<br />
¿Puede alguien haber pensado, como nuevo dilema capaz de excluir al<br />
contrario, en articular la polémica política en torno a un eje <strong>laico</strong>-carca? Cuando unos<br />
universitarios lo preguntaron no hace mucho a un curtido diputado socialista, cargado<br />
de experiencia de gobierno, su respuesta fue doble. Sería muy arriesgado apuntarse a<br />
eso en un país que en un noventa por ciento (las cuentas son suyas..) es católico;<br />
pero el simple hecho de que a vosotros os lo parezca demuestra ya que se está<br />
cometiendo un grave error político.<br />
Este novedoso dilema entre creyentes y <strong>laico</strong>s ha funcionado sin duda en<br />
Italia, aunque siempre haya marcando más la vida cultural que la política; pero nunca<br />
cabe descartar que una importación de ese tipo funcione. La de la fórmula francesa<br />
'nacional-catolicismo' no ha dejado de dar en <strong>España</strong> un nada despreciable juego,<br />
sobre todo para acomplejar a los propios católicos. Lo de tachar al adversario de carca<br />
no es que constituya precisamente una fórmula futurista; basta con acercarse al<br />
diccionario, que nos remitirá por el túnel de la historia hasta 'carcunda': "del gallegoportugués,<br />
designación de los absolutistas en las luchas políticas portuguesas de<br />
principios del siglo XIX. Adjetivo despectivo: carlista, y por extensión, persona de<br />
actitudes retrógradas". Se ve que determinado progresismo tiende a jugar con<br />
ventaja; al fin y al cabo, tampoco lo de las derechas y la guerra civil dejaba de oler a<br />
rancio. Nunca falta quien vislumbre el progreso por el retrovisor.<br />
En cualquier caso, no creo que en <strong>España</strong> la laicidad pueda estar en peligro<br />
porque una minoría laicista pueda hacerse con el control del poder político o de<br />
determinados medios de comunicación. A la hora de la verdad, la realidad sociológica<br />
se acaba imponiendo hasta empujarlos al esperpento. En Sevilla, por ejemplo, el<br />
Alcalde socialista impone personalmente una medalla de la ciudad a la Virgen del<br />
Rosario de Monte-Sión (pronúnciese 'Montensión', como hacemos los sevillanos)<br />
recién coronada canónicamente; aprovecha para largar una homilía laicista en la que<br />
se declara racional hasta el escepticismo, pero muy respetuoso con las emociones de<br />
los demás. Apenas una semana después, oteando emociones, hace formar en plena<br />
mañana de domingo a la policía municipal en traje de gala para que le escolte en<br />
procesión cívica a la catedral; asiste allí a una Misa de Pontifical celebrada por el señor<br />
Cardenal, ubicándose en lugar destacado para facilitarle que pueda darle la paz con<br />
arreglo a las rúbricas, finalizada la plegaria eucarística. Se celebraban los cincuenta<br />
años de la coronación canónica de la Virgen de la Amargura; por la tarde, cuando el<br />
'paso' se detiene en la puerta del Ayuntamiento saludando a la ciudad, el Alcalde<br />
considera ya suficientemente santificada la fiesta y opta por quitarse de en medio;<br />
tiene sin embargo la racional precaución de dejar abierto de par en par el balcón<br />
principal, para que desde él puedan llover masivamente pétalos de flores sobre la<br />
imagen. Laicismo en versión andaluza...<br />
Sí es cierto que cada vez que los obispos católicos cumplen con su deber de<br />
orientar a sus fieles, en materias no sólo de fe sino también de costumbres, alguien<br />
desde el Gobierno les acusa de injerencia política animándoles a guarecerse en la<br />
sacristía hasta que escampe. No deja de constituir una imaginativa versión del<br />
principio de cooperación. Tampoco falta alguna ministra que reprocha a los obispos<br />
que defiendan sus valoraciones morales apoyándolas en contrastados datos<br />
científicos, como el porcentaje de fallos que pueda llevar consigo el uso del<br />
preservativo; por lo visto, tales datos pierden validez científica cuando quien hace uso<br />
de ellos ha recibido el sacramento del orden. Casi siempre, demostrando por lo demás<br />
gran finura intelectual, tales reparos se ven acompañados por alusiones al no resuelto<br />
sistema de financiación; no se sabe si para dar a entender que los Gobiernos lo vienen
manteniendo en suspenso con la desatinada esperanza de comprar silencios, lo que<br />
no tendría otro efecto que dejar en evidencia al frustrado comprador.<br />
No es menos cierto que los obispos católicos tienden a moverse con excesiva<br />
desenvoltura en una delicadísima frontera argumental: la que linda entre la libre<br />
evaluación moral de iniciativas gubernamentales y su directa descalificación política.<br />
No es lo mismo afirmar que la propuesta de un matrimonio entre homosexuales es un<br />
atentado a la moral natural, de la que la Iglesia Católica argumentalmente se hace<br />
intérprete, que poner en duda que el Gobierno tenga competencia (obviamente<br />
política) para proponerla, o el Parlamento para debatirla y aprobarla. La reflexión<br />
sobre la frontera entre moral y política es sin duda delicada; pero sobre una posible<br />
identificación entre Conferencia Episcopal y Tribunal Constitucional en un <strong>Estado</strong> <strong>laico</strong><br />
(entiéndase tal calificativo como se entienda) no hay nada que debatir. Serán los<br />
fieles <strong>laico</strong>s, a través de las vías políticas de rigor, quienes deban exigir que cada<br />
poder público cumpla la función que la Constitución le otorga. De lo contrario, puede<br />
acabar malinterpretándose -incluso interesadamente- que es el propio sistema<br />
democrático constitucional, y no la calidad moral de desafortunadas medidas de quien<br />
de modo transeúnte ejerce sus poderes, lo que se pretende cuestionar.<br />
En todo caso, pretender culpar a un pérfido laicismo socialista de según qué<br />
cosas es sin duda una demasía. El problema, cuando existe, tiene con frecuencia muy<br />
diverso origen. Vuelvo a un ejemplo. El Consejo General del Poder Judicial se halla<br />
situado en el centro de la polémica política, porque una mayoría de jueces<br />
conservadores funciona sin fisuras a la hora de decidir los nombramientos de cargos<br />
judiciales y de adjudicar, a su gusto, a los progresistas la cuota que consideran<br />
oportuna. Lo mismo que hicieron éstos cuando se les brindó ocasión. El Gobierno se<br />
considera obligado a cambiar sobre la marcha por ley las reglas del juego para<br />
imponer así sus criterios.<br />
Esa mayoría conservadora, sin embargo, no ha funcionado siempre sin fisuras;<br />
en una memorable ocasión parte de ella pactó sin previo aviso con sus eternos<br />
rivales: a la hora de elegir a un juez para que formara parte de la Comisión Nacional<br />
de Reproducción Asistida. Se trataba así de evitar una catástrofe: que el elegido fuera<br />
-como estaba inicialmente previsto- un juez de prestigio indiscutido, pero nada menos<br />
que católico y padre de familia numerosa; cabría pues esperar que actuara de acuerdo<br />
con sus convicciones, previsiblemente nada proclives a permisivismos bioéticos.<br />
Todo parece indicar que a los vocales conversos debió impresionarles mucho<br />
argumentaciones tan razonadas como la de un miembro de la citada Comisión que<br />
había considerado, en un artículo de prensa, "preocupante", que se buscaran para ese<br />
cargo no "simplemente personas competentes en la materia" (secundario aspecto que<br />
no parecía discutir) "sino católicos más o menos aguerridos", cuando "la función<br />
fundamental de la bioética debería ser la de luchar contra el prejuicio, que en esta<br />
materia tiene casi siempre un origen religioso". Por si no quedaba clara la enjundia de<br />
su neutra actitud, apostillaba: "es como si la jerarquía de la Iglesia católica (quizás la<br />
única institución que, en nuestro <strong>Estado</strong> de Derecho, está organizada sobre la base de<br />
la discriminación sexual) se le hubiese pedido que asesorase sobre un programa de<br />
acción afirmativa en favor de la mujer".<br />
Abrumados por tal alegato en favor de la neutralidad, estimaron que en tales<br />
circunstancias su candidato inicial no sería sin duda el más adecuado para tal órgano<br />
en una sociedad pluralista.<br />
Se supone, por lo visto, que el resto de los miembros de la citada Comisión o<br />
no tienen convicciones, o se guardan muy mucho de actuar con arreglo a ellas. Craso<br />
error, como el ya citado comisionado se encarga generosa y repetidamente de<br />
ilustrar.<br />
Interrogado sobre uno de los más polémicos problemas planteados, sentenció del<br />
modo más neutro que pudo: "no creo que hubiera ningún problema ético en la<br />
creación de embriones para la investigación". No se trata pues de que él, en<br />
coherencia con sus convicciones, se declare a favor de tal práctica, o proponga a tales<br />
problemas determinada solución; su convicción es tan berroqueña que le permite<br />
darlos sin más por inexistentes. Sí se confiesa poseedor del secreto del problema que
induce a que parezcan existir problemas: "el problema en <strong>España</strong> es la Iglesia<br />
católica, que no es razonable frente a esta cuestión. Quizás necesitemos que haya<br />
más católicos valientes y con coraje".<br />
Cuando uno se instala en la neutralidad, y se autoproclama árbitro de lo<br />
razonable, resulta fácil mantener a raya a los que pretenden imponer sus<br />
convicciones, logrando así imponer las propias sin ni siquiera argumentarlas. Sólo<br />
tendrá patente de razonable quien le dé la razón 1 . La citada Comisión acabaría así, en<br />
aras de tan original pluralismo de pensamiento único, en un remedo de las Cortes<br />
franquistas; como en ellas, nuestro irenista comisionado podrá amonestar a algún<br />
perturbador discrepante (escudriñando previamente, contra el artículo 14 y el 16.2<br />
CE, en sus convicciones religiosas): "por favor, señoría, no me divida la Comisión".<br />
Los vocales conversos acabaron garantizando de este modo un curioso<br />
pluralismo con inevitable vocación de unanimidad. Mientras los que piensan una cosa<br />
la convierten en neutral, los que defiendan la contraria habrán de optar por callarse<br />
educadamente, para evitar la crispación; con la que producen los nombramientos<br />
dentro de la propia carrera, donde no se concede a nadie patente de neutralidad,<br />
parece ser suficiente.<br />
Pienso, pues, que sean cuales sean las simpatías que el laicismo pueda<br />
despertar en cada cual, resultaría injusto achacarle triunfos que le son ajenos. Todo<br />
invita a pensar que los aludidos vocales del Consejo no son laicistas, o al menos no se<br />
saben tales. La obvia discriminación sufrida por el católico de turno puede más bien<br />
deberse, paradójicamente, al déficit de laicidad que es fácil todavía observar dentro de<br />
la propia Iglesia Católica.<br />
Sólo quien profesa la fe del carbonero y, ante problemas que su propia<br />
confesión considera de ética natural, se confiesa incapaz de aportar argumento<br />
racional alguno -descartada la invocación a un sobrenatural argumento de autoridad-<br />
puede considerarse obligado a inhibirse, para que no le acusen de imponer sus<br />
convicciones los que le acabarán imponiendo las propias. Sigue predominando por<br />
otra parte entre los ciudadanos católicos, ante cualquier propuesta política que<br />
contravenga sus convicciones, la exigencia no pocas veces airada de que los obispos<br />
defiendan de inmediato con claridad ante la opinión pública la postura católica; como<br />
si los obispos no fueran tanto sus pastores sino sus representantes políticos. Ignoran<br />
con ello que la polémica política es tarea prioritaria de los fieles <strong>laico</strong>s y no de su<br />
jerarquía eclesiástica.<br />
Con motivo de coloquios suscitados por el proyecto de ley destinado a inventar<br />
el matrimonio homosexual, he llegado a oír más de una vez que la mayoría de los<br />
ciudadanos lo comparten. Nada más ajeno a la realidad. Lo que sí parece cierto es que<br />
casi todos los que suscriben tal opinión, católicos incluidos, se muestran convencidos<br />
de que en cuestiones de ese tipo remitirse a lo que la mayoría pueda pensar implicaría<br />
una rechazable imposición de convicciones; es obligado pues que la minoría imponga<br />
la suya. Hay que reconocer que, para practicar con ejemplar fidelidad este laicismo<br />
autoasumido no hace falta ser miembro de ningún Consejo. Se acepta torpemente<br />
que los que rechazan la milenaria configuración de la institución matrimonial son<br />
asépticamente neutrales y se ahorra uno el debate.<br />
Puede considerarse sintomático, a la hora de evaluar el predominio de este<br />
laicismo autoasumido en los comportamientos individuales de la ciudadanía española,<br />
el hecho sin duda llamativo de que, a diferencia de lo ocurrido en Alemania, Francia 2 o<br />
1 No es extraño el estupor ante lo positivo de los resultados de tan peculiar ética discursiva: aunque<br />
existieran "hondas diferencias", "no impiden que se pueda llegar a acuerdos prácticos con sorprendente<br />
facilidad". Sobre todo, una vez convertido el consecuencialismo en dogma de fe: la postura de la Iglesia<br />
sería "irrazonable" por sus "consecuencias inaceptables": "negar a los enfermos de Alzheimer, Parkinson o<br />
diabetes el derecho a obtener (a la esperanza fundada de obtener) una curación de sus enfermedades". Para<br />
evitar toda confusión, aclara que "lo que aquí se está calificando como irrazonable no es asumir una actitud<br />
religiosa, sino la doctrina de la Iglesia católica" -M.ATIENZA Investigación con embriones: la ética de lo<br />
razonable "El País" 6.III.2003.<br />
2 Un análisis del planteamiento francés desde la perspectiva liberal en P.RIVAS PALÁ Laicismo y sociedad<br />
liberal. Nota sobre la prohibición del 'foulard islamique' en las escuelas francesas "Revista del Poder Judicial"<br />
2004 (73), págs. 217-232. M.SALGUERO detecta una "reafirmación del laicismo militante", que considera a
Italia, la presencia de símbolos religiosos en las aulas de centros públicos docentes se<br />
haya convertido en cuestión sobre la que no existe regulación específica, ni haya<br />
llegado a las más altas instancias judiciales 3 . Esto me llevó a recordar que algún<br />
alarmista me mostró en cierta ocasión su inquietud ante la posibilidad de que entre<br />
nosotros pudiera surgir también ese problema. Hube de tranquilizarlo al respecto;<br />
difícilmente podría suceder entre nosotros, dado que a estas alturas no creo que<br />
queden muchos de esos símbolos. A diferencia de lo ocurrido en esos países, han ido<br />
siendo suprimidos por la vía de hecho sin resistencia ni polémica alguna. Sin duda, los<br />
colectivos más sensibilizados al respecto se relacionarán en mayor medida con centros<br />
educativos confesionales; pero la posible desaparición de tales signos de los centros<br />
públicos sin resistencia relevante marca también una curiosa asimetría con entornos<br />
culturales teóricamente más laicistas que el español.<br />
La laicidad positiva, que -como hemos visto- consiste en que los poderes<br />
públicos tengan en cuenta las creencias de la sociedad española, está sometida a una<br />
inevitable condición: que los propios creyentes no se autoconvenzan 'a priori' de que<br />
las suyas, por misteriosas razones que no compete al <strong>Estado</strong> descifrar, no deben ser<br />
tenidas en cuenta. La Constitución reconoce a todos los españoles el derecho a<br />
disfrutar de un <strong>Estado</strong> <strong>laico</strong>. Esperar que lo sea tanto como para encargarse de<br />
proporcionar a la Iglesia Católica los <strong>laico</strong>s de los que a veces parece carecer quizá<br />
sea pedir demasiado.<br />
INDICE DEL LIBRO<br />
PREFACIO ............................................................................................................. (6)<br />
1. ESTADO LAICO Y RAICES CRISTIANAS.................................................................. (9)<br />
Un concepto enigmático ..............................................................................(11)<br />
Adiós a la cuestión religiosa..........................................................................(13)<br />
2. EL DISEÑO CONSTITUCIONAL.............................................................................(15)<br />
Los límites de la libertad religiosa................................................................ .(16)<br />
Todos tenemos convicciones ...................................................................... .(21)<br />
El azaroso alcance constitucional de la objeción de conciencia................................... .(24)<br />
Contra separación cooperación, con la Iglesia Católica<br />
al fondo ......................................................................................... .(28)<br />
3. LOS PODERES PÚBLICOS ANTE LA LIBERTAD RELIGIOSA.......................................(34)<br />
Libertad religiosa de segunda generación ..................................................... .(35)<br />
<strong>Estado</strong> neutral, neutro o neutralizador ..........................................................(39)<br />
4. LAICIDAD Y LAICISMO .......................................................................................(47)<br />
A la búsqueda de una laicidad positiva ..........................................................(48)<br />
Laicidad versus clericalismo ....................................................................... .(51)<br />
'Cuius regio eius non-religio' ........................................................................(56)<br />
5. EL FANTASMA DE LA CONFESIONALIDAD SOCIOLÓGICA .......................................(67)<br />
Protección en paralelo de lo ideológico y lo<br />
religioso ..........................................................................................(67)<br />
Multiculturalismo con excepción religiosa ...................................................... (72)<br />
Radicalismo individualista como trasfondo .....................................................(76)<br />
Erradicar la laicidad ....................................................................................(81)<br />
la escuela como "templo del laicismo", al apuntar "el exceso de identidad simbólica que se hace revertir en el<br />
velo islámico" -El laicismo y la neutralidad como instancias de legitimación. A propósito de la prohibición del<br />
velo islámico en Francia en Multiculturalidad y laicidad. Apropósito del Informe Stasi (Iñaki Lasagabaster<br />
dir.) Pamplona, Gobierno Vasco - Lete argitaletxea, 2004, págs. 69, 72 y 74.<br />
3 En opinión de Mª.C.LLAMAZARES CALZADILLA -La presencia de símbolos religiosos en las aulas de<br />
centros públicos docentes en La libertad religiosa y de conciencia ante la justicia constitucional (cit. nt. 12),<br />
pág. 559. También B.ALÁEZ CORRAL reconoce, al referirse a su posible exhibición por padres o alumnos,<br />
que no conoce precedentes judiciales en nuestro país -Símbolos religiosos y derechos fundamentales en la<br />
relación escolar (cit. nt. 217), nt.112 de la pág. 121.
6. LA APORÍA DE LA IGUALDAD RELIGIOSA ........................................................... .(85)<br />
Pluralismo o pluralidad planificada ................................................................(86)<br />
Ateos confesos ...........................................................................................(92)<br />
Imposible neutralidad de efectos ..................................................................(99)<br />
7. DELIMITACIÓN TEÓRICA Y CONTRASTE PRÁCTICO .............................................(105)<br />
Surtido de libertades .................................................................................(105)<br />
Laicidad y religión en el ámbito laboral.........................................................(109)<br />
8. EL PRINCIPIO DE COOPERACIÓN ......................................................................(116)<br />
Una libertad religiosa real y efectiva ...........................................................(117)<br />
Con los principios hemos topado ................................................................(119)<br />
Confesiones y sectas ................................................................................(123)<br />
9. COOPERACIÓN PROPORCIONADA .....................................................................(129)<br />
Religión y Fuerzas Armadas .......................................................................(130)<br />
Asignación tributaria .................................................................................(137)<br />
De corporación de derecho público a confesión ............................................(143)<br />
10. ACUERDOS CON OTRAS CONFESIONES EN ARAS DE LA IGUALDAD ....................(146)<br />
Efectos civiles de los ritos matrimoniales .....................................................(148)<br />
Muestrario de quejas con los Acuerdos al fondo ...........................................(156)<br />
11. RELIGIÓN EN LA ESCUELA .............................................................................(162)<br />
Libertad de enseñanza e ideario docente .....................................................(163)<br />
Educación y formación religiosa y moral ......................................................(169)<br />
La inacabable polémica de las clases de religión ...........................................(176)<br />
12. PONDERADA DELIMITACIÓN DEL ALCANCE DEL DERECHO ................................(187)<br />
Vida y transfusiones de sangre ..................................................................(190)<br />
Callados en Misa ......................................................................................(193)<br />
Centros con ideario y empresas de tendencia ..............................................(194)<br />
Objeción y libertad de conciencia ...............................................................(199)<br />
13. ¿UN LAICISMO AUTOASUMIDO? .....................................................................(203)<br />
JURISPRUDENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL ..............................................(216)<br />
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ...........................................................................(219)
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