Enrique Ruiz de Galarreta

pequeñito, escondido en la más
oscura de las aldeas de Galilea
(de donde no puede salir nada
bueno), predicador ambulante
que no tenía dónde reclinar
la cabeza, malentendido por
muchos –incluso por sus discípulos–,
acechado y acosado
constantemente por los sabios
teólogos y los santos fariseos,
arriesgado hasta el extremo en
Jerusalén y su templo, detenido,
acusado, calumniado y
torturado por los sacerdotes,
crucificado y humillado, desprestigiado
y vencido, ejecutado
entre ladrones… ¿Fue una vida
feliz?
Frases de los evangelios
de los domingos
Julio – agosto
Está claro que «de fuera
a adentro» no. ¿Y de dentro
a fuera? Me fijo sólo en un
momento de su vida, casi es su
último momento. La penúltima
frase que los evangelistas ponen
en su boca es «Consummatum
est». Es decir, «Misión cumplida».
No está nada mal como
resumen de una vida, la verdad
es que ya me gustaría a mí
poder decir eso en el momento
de la muerte.
Para completar todo esto, el
domingo 8 de agosto oiremos
a Jesús decir: «Estad preparados,
porque a la hora que
menos penséis llega el Hijo del
Hombre». Y se me ocurre pensar:
si este momento mismo
(para mí cuando escribo, para
usted cuando lee) fuera ese
«momento en que menos pensáis»,
mi penúltimo momento,
¿podría mirar atrás tranquilo,
podría decir en paz «misión
cumplida»?
O sea, sin ponernos tan
trágicos… ¿Qué recordaré de
mis vacaciones con agrado,
qué recuerdos me volverán a
dar satisfacción? ¿O tendré la
impresión de que he tirado el
tiempo tumbado al sol en la
playa?
La última pregunta, ¿cómo
conseguiré ser feliz en vacaciones?
Pensando en la felicidad
de Jesús, podríamos quizá
volver a escuchar aquello de:
«pues anda, haz tú lo mismo».
Feliz verano, amigos.
Foto con alma
Flor del cactus
Pedro Miguel Lamet
PUEDEN
la sequedad y las espinas engendrar
color y alegría? ¿Puede un cactus en
el desierto florecer con la delicadeza de un
cultivado jardín secreto? A la vista está. Esta
foto, tomada junto a las rocas del Alcázar
de Almería, da testimonio de ello. He visto
en pueblos olvidados, arrabales y suburbios,
donde la pobreza, la marginación y hasta el
hambre son propicias a engendrar tristeza
y desesperación, brillar flores inesperadas.
Como aquel niño azul, tan enfermo, que
conocí en los años 50, a mis 16 años en una
catequesis de Peñagrande, un arrabal madrileño.
Me recibía siempre hecho unas pascuas,
como a un padre, y un día me soltó: «Estoy
malito, pero muy contento, pues anoche,
mientras dormía, vino a verme Jesús». Él se
fue con 6 años por desnutrición y yo descubrí
por primera vez que el cactus florecía.
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