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Franciscanismo SEGUNDO AÑO DE SECUNDARIA

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V. LOS DISCÍPULOS <strong>DE</strong> FRANCISCO<br />

Antes de profundizar esta lectura no olvides buscar en el diccionario las palabras desconocidas<br />

como: émulo, meliflua, iota.<br />

Predicación del Evangelio y anuncio de la Paz y la conversión de los seis primeros hermanos<br />

Desde entonces comenzó a predicar a todos la penitencia con gran fervor de espíritu y gozo de su<br />

alma, edificando a los oyentes con palabra sencilla y corazón generoso. Su palabra era como fuego<br />

devorador, penetrante hasta lo más hondo del alma, y suscitaba la admiración en todos. Parecía<br />

totalmente otro de lo que había sido, y, contemplando el cielo, no se dignaba mirar a la tierra. Y cosa<br />

admirable en verdad: comenzó a predicar allí donde, siendo niño, aprendió a leer y donde<br />

primeramente fue enterrado con todo honor. De este modo, los venturosos comienzos quedaron<br />

avalados por un final, sin comparación, más venturoso. Donde aprendió, allí enseñó, y donde<br />

comenzó, allí felizmente terminó.<br />

En toda predicación que hacía, antes de proponer la palabra de Dios a los presentes, les deseaba la<br />

Paz, diciéndoles: "El Señor os dé la paz". Anunciaba devotísimamente y siempre esta Paz a hombres<br />

y mujeres, a los que encontraba y a quienes le buscaban. Debido a ello, muchos que rechazaban la<br />

Paz y la salvación, con la ayuda de Dios, abrazaron la Paz de todo corazón y se convirtieron en hijos<br />

de la Paz y en émulos de la salvación eterna.<br />

Entre éstos, un hombre de Asís, de espíritu piadoso y humilde, fue quien primero siguió devotamente<br />

al varón de Dios. A continuación abrazó esta misión de Paz y corrió gozosamente en pos del santo,<br />

para ganarse el reino de los cielos, el hermano Bernardo. Este había hospedado con frecuencia al<br />

bienaventurado Padre; habiendo observado y comprobado su vida y costumbres, reconfortado con el<br />

aroma de su santidad, concibió el temor de Dios y alumbró el espíritu de salvación. Lo había visto<br />

que, sin apenas dormir, estaba en oración durante toda la noche, alabando al Señor y a la<br />

gloriosísima virgen, su madre; y se admiraba y se decía: "En verdad, este hombre es de Dios". Diose<br />

prisa, por esto, en vender todos sus bienes, y distribuyó a manos llenas su precio entre los pobres, no<br />

entre sus parientes; y, abrazando la norma del camino más perfecto, puso en práctica el consejo del<br />

santo Evangelio: Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, dalo a los pobres, y tendrás un<br />

tesoro en el cielo y ven y sígueme. Llevado a feliz término todo esto, se unió a San Francisco en su<br />

hábito y tenor de vida, y permaneció con él continuamente, hasta que, habiéndose multiplicado los<br />

hermanos, pasó con la obediencia del piadoso Padre, a otras regiones.<br />

Su conversión a Dios sirvió de modelo, para quienes habían de convertirse en el futuro, en cuando a<br />

la venta de los bienes y su distribución entre los pobres. San Francisco se gozó sobremanera con la<br />

llegada y conversión de hombre tan calificado, ya que esto le demostraba que el Señor tenía cuidado<br />

de él, pues le daba un compañero necesario y un amigo fiel.<br />

Inmediatamente le siguió otro ciudadano de Asís, digno de toda loa por su vida; comenzó santamente<br />

y en breve tiempo terminó más santamente. No mucho después siguió a éste el hermano Gil, varón<br />

sencillo y recto y temeroso de Dios, que a través de su larga vida, santa, justa y piadosamente vivida,<br />

nos dejó ejemplos de perfecta obediencia, de trabajo manual, de vida solitaria y de santa<br />

contemplación. A éstos se une otro. Viene luego el hermano Felipe, con el que suman ya siete; a éste<br />

el Señor tocó los labios con la piedra de la purificación para que dijese de El cosas dulces y<br />

melifluas; comprendía y comentaba las Sagradas Escrituras, sin que hubiera hecho estudios, como<br />

aquellos a quienes los príncipes de los judíos reprochaban de idiotas y sin letras.<br />

El desprendimiento de bienes del hermano Bernardo<br />

Un hombre de Asís llama do Bernardo, que después fue un hijo perfecto, al decidir despreciar del<br />

todo el siglo a imitación del varón de Dios, pide consejo a éste. En la consulta se expresó en estos<br />

términos: "Padre, si alguien hubiera poseído por largo tiempo bienes de un señor y no quisiera<br />

retenerlos ya más, ¿cuál seria el partido más perfecto que tomaría acerca de ellos?".<br />

El varón de Dios le respondió diciendo que el de devolverlos todos a su señor, de quien los había<br />

recibido. Y Bernardo: "Si quieres probar con los hechos lo que dices - concluyó el Santo -, entremos<br />

mañana de madrugada en la iglesia y pidamos consejo a Cristo, con el evangelio en las manos".<br />

Entran, pues, en la iglesia con el amanecer, y, previa devota oración, abren el libro del evangelio,<br />

decididos a cumplir el primer consejo que encuentran. Ellos abren el libro; Cristo, su consejo: Si

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